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Chile: ¿destino manifiesto?

Por Alexis López Tapia

Los chilenos somos -fundamentalmente- incultos, y por cierto, fundamentalmente hábiles e


incluso muy inteligentes en ciertos aspectos básicos de nuestra conducta.

Durante la conquista y los trescientos años de colonia, no tuvimos la oportunidad -ni nos
interesó en demasía-, hacernos de un amplio bagaje de conocimientos poco aplicables,
demasiado abstractos y teóricos que, por sí mismos, no nos aseguraban -ni siquiera hoy- la
simple subsistencia en este largo valle entre el mar y las montañas.

Aprendimos a ser prácticos, "económicos" incluso.

Tal noción de práctica y economía nos ha marcado a fuego, incluso hasta nuestros días.

Las anécdotas acerca del "chileno" que solucionó un tremendo problema de mecánica o de
ingeniería "con un simple clip, o con un chicle", son una constatación patente de esto último.

Cuando la señora de alguna población -que con suerte terminó cuarto medio-, o un "maestro
chasquilla" -que apenas llegó a octavo-, son capaces de resolver arduos problemas
tecnológicos aplicando simple lógica o conocimiento empíricos, nos encontramos frente al
resultado objetivo de una historia donde las carencias fueron, y siguen siendo,
sistemáticamente suplidas a fuerza de inteligencia práctica pura.

Vivimos en un territorio hermoso, enormemente feraz hasta cierto punto, pero a la par,
absolutamente duro y riguroso con aquellos que no logran resolver rápidamente los
problemas fundamentales de la existencia. Españoles y Mapuches -"indios visigodos" todos en
general-, comprendieron por la fuerza que en Chile vale mucho más ser práctico que soñador...
aunque sean los sueños profundos del Alma Nacional los que nos han animado siempre.

Estamos marcados por este constante existir de quinientos años en el angosto valle del Chile
Central, donde apenas hay tiempo para la reflexión profunda, ya que la simple sucesión
marcada de las estaciones y los cambios cíclicos, nos demanda y nos obliga a permanente
adaptación práctica, y paralelamente nos niega el derecho a profundizar demasiado en el
análisis de qué somos y a dónde vamos.

De allí que únicamente consideremos efectivamente relevante al Estado en situaciones de


catástrofe -algo también cíclico en nuestra historia-, y que por ello, en general, tengamos más
admiración por aquellos políticos que solucionaron parte de nuestros problemas prácticos, que
por esos otros que tuvieron alguna visión de mayor amplitud teórica, y muchas menos
consecuencias cotidianas.

Cuando alguno de estos últimos surge ¡brillante!, en medio de la opaca y rutinaria medianidad
provinciana que nos embarga desde el origen, o bien lo transformamos en Mito -y por ello, en
parte, en una mentira-, o bien lo condenamos a la Muerte Histórica, por haber sido incapaz de
cumplir con todas nuestras expectativas.
Admiramos así (e internamente también odiamos, por supuesto), contradictoriamente, a
Lautaro y a Valdivia, a Portales y a Balmaceda, a Salvador Isabelino, y -por supuesto-, también
a Augusto José Ramón.

Por ello, nuestros "Máximos Héroes" -como alguna vez me señaló uno de mis Maestros-, "son
siempre sospechosos".

Abusamos, por ende, del "chaqueteo y del serrucho", no porque en realidad menospreciemos
a aquel que nos supera, sino simplemente porque -en nuestro fuero interno-, creemos o
ciertamente sabemos que posiblemente somos mucho mejores que él.

Somos, de este modo, bastante taimados y peligrosos: podemos pasarnos la vida entera
pensando en cómo fregar a nuestros enemigos, ¡y pobre de aquél a quien consideremos como
tal!

Dicen... por ello, que somos un Pueblo "belicoso", y la verdad entera es que en realidad no lo
somos... simplemente se trata de que hemos vivido una vida entera luchando contra nuestro
sino como Nación, y contra nuestro propio sino como chilenos, ¡y pobre de los estúpidos que
nos compliquen demasiado la vida que llevamos, ya de por sí demasiado difícil para ser
condescendientes por leseras!

Somos, sí, absolutamente beligerantes y combativos... aunque esos temas del "Nuevo Orden
Mundial", la "Economía Globalizada", y los preceptos "universales" de los "Derechos
Humanos" nos obliguen permanentemente a pensar más allá de nuestras fronteras.

Claro.

Somos fundamentalmente prácticos y bastante adaptables.

Y cómo no serlo...

Vivimos en un país maravilloso, incluso pese a nosotros mismos.

Cierto, soñamos con el resto del Planeta... pero nos sigue abismando el misterio profundo de
nuestras propias raíces.

Tenemos perpetuas ansias de horizontes lejanos, pero a la par nos sentimos íntimamente
desamparados en medio de la pampa inabarcable.

Soñamos con cielos inabarcables, pero sólo nos sentimos protegidos al mirar las estrellas
únicamente entre el mar y la cordillera.

Durante doscientos años hemos sido los "bichos raros" del vecindario regional... demasiado
serios para ser felices como los brasileños, demasiado conscientes de nuestras limitaciones
para ser tan extrovertidos como los argentinos... demasiado sencillos para comprender las
complejidades aristocráticas del virreinato del Perú, y enormemente llanos para llegar a las
alturas conceptuales del altiplano boliviano.

Somos simplemente chilenos, y a veces, no nos alcanza ni siquiera con eso.


En nuestro campo profundo, abundan los apellidos "hobbit", como Acevedo, Olivares,
Montecinos y Arce, por citar sólo algunos.

Somos un engendro eternamente a medias, entre la "gente de la tierra", y los "hijos de


alguien".

Pero allí -profundamente enterrado en nuestra memoria genética... colectiva... nacional-, hay
una ansia permanente de otros horizontes, de lejanas latitudes. Como si toda nuestra Historia
de carencias y dificultades nos estuviese permanente llamando a superar nuestros propios
límites. A llegar más allá pese a todo.

Chile es una Promesa que aún no hemos cumplido.

Chile en un sueño que aún no terminamos de soñar.

Chile es el brillo en los ojos de nuestros hijos antes de que el invierno de los problemas vuelva
opacas sus miradas.

Chile no es un "destino manifiesto"... es la simple esperanza de superar nuestras propias


limitaciones y carencias.

Y si hay algo por lo que estoy y moriré orgulloso de Ser Chileno, es porque nadie más en todo
el Mundo, y ni siquiera en el último rincón del Universo, tendrá esta inaudita capacidad de ser
a la par un escéptico y perpetuo pragmático... y paralelamente un eterno soñador y
aventurero.

Chile no tiene un "destino manifiesto". No lo necesita, no lo requiere.

Chile es simplemente la esperanza de construirlo, pese a todos y pese a todo.

Por eso Soy -orgullosa y humildemente- Chileno.

Y por eso estoy dispuesto a Morir, y sobre todo, a Vivir así, simplemente por serlo.

Yo construyo mi Destino.

Y Chile debe aprender a construirlo de una vez y para siempre.

Eso es todo.

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