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El Confidencial

¿Por qué la Bélgica inviable funciona mejor que la España viable?


Pues porque ellos dialogan sin descanso para resolver sus 'conflictos belgo-
belgas' y a nosotros no se nos ocurre nada mejor que matarnos a garrotazos

El nuevo primer ministro belga, Alexander De Croo. (Reuters)

Autor
Esteban González Pons
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Tiempo de lectura9 min
20/10/2020 05:00

Adelantado en

En general, se coincide en que España se enfrenta a su peor crisis desde la Guerra Civil y que, sin embargo,
los políticos españoles en lugar de colaborar para resolverla parecemos empeñados en agrandarla, si es que
eso fuera posible. El inconsciente colectivo de nuestro pueblo ha entendido toda la vida que aquella sentencia
del famoso verso 20 del 'Cantar de mío Cid' que dice “Dios, qué buen vasallo si hubiera buen señor”, tal y
como se suele interpretar, fue una sentencia premonitoria acerca del destino de España como patria. Malos
políticos durante el Imperio, el Siglo de Oro, la Ilustración, la revolución liberal, las revoluciones obreras, las
guerras mundiales y, ahora, justo ahora, en pleno desastre del covid, otra vez malos señores para los buenos
vasallos.

Ser político español resulta desesperante, consiste en contemplar impasible cómo nuestra incapacidad para
conversar entre nosotros termina dando el voto de calidad en todos los debates decisivos a los enemigos de
España, a los nacionalistas/independentistas periféricos y a los guerracivilistas de extrema izquierda o de
extrema derecha. Y así España se ve cada día más reducida y más dividida. Esta semana, igual que la
pasada, volverá a suceder.

Con más de 50.000 muertos, cerca de un millón de contagiados, la economía hundida, el desempleo
galopando, los servicios públicos asfixiados, la cultura expirando, las pequeñas y medianas empresas y los
trabajadores autónomos sin fuelle, los ancianos viendo cómo se les va la vida confinados y en apariencia
ninguna solución próxima, es indignante que nuestro debate político se centre en la Guerra Civil, el modelo de
Estado, el control del CGPJ, las competencias que corresponden a cada Administración, las ambiciones de los
independentistas catalanes, la moción de censura o las sucesivas ocurrencias del aparato propagandístico de
la Moncloa.

Sánchez e Iglesias se vuelcan en la moción de Vox e intervendrán ambos en el debate

Iván Gil
El presidente del Gobierno puede intervenir siempre que quiera y en cualquier momento Podemos se
inclinaban porque "solo" intervienesen mujeres. La decisión la ha tomado Moncloa

Cuando me preguntan cómo se nos ve desde Europa, respondo la verdad: no nos critican por padecer la
enfermedad con mayor extensión que los demás, eso les puede ir sucediendo a todos por turno, ni porque la
crisis económica nos esté golpeando más fuerte, esto se puede explicar con números, lo que nadie entiende, y
cuando digo nadie es nadie, es que nos estemos muriendo y perdamos el tiempo insultándonos y tirándonos
del pelo unos a otros.

¿Predestinación ibérica? No, Portugal está a salvo del autoodio. Más bien nos pasa que hemos desprestigiado
tanto el oficio de la política que finalmente hemos conseguido que sea un oficio sin prestigio.

La percepción catastrófica sobre nuestra política nacional está más extendida de lo que queremos creer.
Cuando la prensa internacional proyecta una sombra sobre las posibilidades españolas de salir rápido de la
crisis sanitaria y económica, no está influida tanto por los datos como por los políticos, se fían de nuestros
empresarios, pero no de nuestros gobernantes. Un país con nuestro potencial no tendría mayor problema para
gobernarse con éxito si tuviera una política más sensata, menos cortoplacista. Permítanme decirlo así: España
sería un país mejor si tuviera una política más profesional.

Yo vivo en Bélgica desde hace seis años. Considero que influyo en las instituciones europeas mejor desde
aquí. Conque me resulta inevitable comparar cómo estamos viviendo la lucha contra la pandemia en Bruselas
y cómo se vive en España, qué consecuencias está teniendo aquí y qué consecuencias en nuestro país.

España sería un país mejor si tuviera una política más profesional

Dice mi casero que Bélgica es un caos viable y yo empiezo a pensar que España resulta lo contrario, un orden
inviable. Bélgica es un país imposible y, sin embargo, es también un país donde los políticos no estorban. La
pregunta que me hago entonces es: ¿por qué Bélgica, siendo un Estado que no debería funcionar, funciona, y
España, siendo un Estado que debería funcionar, no funciona?

La pasada semana, el periódico 'Le Soir', el principal diario francófono belga, se hacía eco de la disputa entre
las regiones flamenca y valona por la gestión de los fondos de recuperación. El 'casus belli' es que, de los
5.000 millones que el Consejo ha atribuido a Bélgica, Flandes ha reclamado quedarse con tres. La división y
los reproches entre las dos comunidades nacionales que componen este país se barruntan ya en el horizonte.
Nada nuevo bajo el lívido sol belga.

Lo significativo de la noticia es que esta clase de enfrentamientos forma parte de una categoría política tan de
aquí como los gofres, la de los llamados 'conflits belgo-belges'. Es decir, conflictos de belgas, entre belgas y a
la belga que, pese a todo, tienen remedio dialogando mucho. Justo lo que les falta a nuestros 'conflictos
hispano-españoles'.
¿Por qué Bélgica, siendo un Estado que no debería funcionar, funciona, y España, siendo un Estado que
debería funcionar, no funciona?

Los 'conflits belgo-belges' forman parte de una tradición del país, sin la cual sería imposible entender o tratar
de explicar la heterogénea idiosincrasia de este pequeño Estado, más producto de la accidentada historia
europea que de una auténtica identidad colectiva.

Bélgica es un país capaz de hablar tres lenguas (no olvidemos la siempre marginada comunidad germana),
pero incapaz de entenderse en ninguna de ellas. Un país que no tiene rey de Bélgica, sino rey de los belgas.
Que ha estado más tiempo sin Gobierno que el Irak de la ocupación post-Sadam y que, sin embargo, a sus
habitantes no se les movió ni un pelo por eso, porque la economía seguía creciendo y el paro descendiendo.

Un país siempre al borde del colapso, al menos a los ojos de los extraños, y, sin embargo, imperturbable al
paso de los tiempos desde 1830. En 2030, celebrarán 200 años de pasmosa unidad.

La paliza que nos están metiendo ahí fuera no se veía desde el 1-O
Ángel Villarino
España es un país con la autoestima bajísima y obsesionado con lo que dicen los medios en inglés. Ahora
estamos recibiendo una paliza mediática brutal. ¿Es tan grave como parece?

Lo otro que dice mi casero es que lo único belga que existe de verdad es la selección de fútbol, que todo lo
demás, incluido el rey, son acuerdos de conveniencia.

Pues bien, la única explicación posible a tanta estabilidad reside en eso que se ha dado en llamar 'los
compromisos a la belga', brillantemente explicados por el periodista español Jacobo de Regoyos en su libro
titulado 'Belgistán', que debería reeditarse y repartirse con la credencial a todos los políticos españoles la
primera vez que salimos elegidos para el Congreso.

El río de la desintegración

Esos compromisos, que como dice Jacobo son infinitos e incomprensibles para casi todos, son un ejemplo de
moderación y autocontrol, y han permitido evitar que la sangre de la política 'belgo-belga' llegue al río de la
desintegración.

Solo así puede entenderse que Bélgica cambie de primer ministro como quien se cambia de calcetines. El
último lleva menos de tres semanas en el cargo. Y la que antes era primera ministra ha pasado a ser
viceprimera ministra y ministra de Exteriores sin que a nadie se le arrugue la cara. Y eso que, siendo primera
ministra en funciones en sustitución del anterior primer ministro, también en funciones, afrontó con bastante
éxito la primera oleada del covid.

Sí, pese a los apuros periódicos, el país sigue en pie, y no como uno cualquiera, sino como una de las
economías más estables de Europa.
La segunda ola sigue creciendo en España pese a la mejoría de Madrid

Antonio Villarreal
El número de nuevos casos en España alcanzó ayer otro hito con una incidencia acumulada de 312 por cada
100.000 habitantes. La situación parecía estable hace tan solo cinco días

Así que, cuando desde la lejanía veo lo que ocurre en mi patria, en España, y veo lo que ocurre aquí en
Bélgica (ya no oso ni compararnos con Italia, Francia o Alemania), reconozco que me entra cierta tristeza
apática.

¿Cómo es posible que un país con una tradición histórica tan reciente, uno de los más jóvenes, de hecho, con
una división cultural tan acentuada y con una organización política tan compleja, sea capaz de poner a
liberales, socialistas, verdes y democristianos de acuerdo no solo para formar gobiernos sino también para
sacar adelante los asuntos más urgentes, y que en España, donde tenemos lazos históricos mucho más
sólidos y antiguos, donde poseemos un sustrato cultural común y donde contamos con al menos tres partidos
de Estado sentados en el hemiciclo, esa alianza de fuerzas constitucionalistas sea completamente imposible?
¿Qué estamos haciendo al revés?

Es difícil de entender que en España se anime a la confrontación desde el Gobierno

Visto desde la perspectiva europea, es difícil de entender que en España se anime a la confrontación entre
españoles desde el Gobierno de la nación. Muy difícil de comprender que sea el propio presidente del
Gobierno quien tolere que los cimientos de la convivencia democrática entre españoles se dinamiten desde los
sillones de su Consejo de Ministros.

Complicado de encajar que quienes se envuelven todos los días en la capa de Don Pelayo para defender su
particular concepto de España lo hagan a costa de despreciar a los que tienen o tenemos una idea distinta.
Para entendernos, una España que divide entre buenos y malos españoles nunca será la España de todos.

Cuesta, sí, cuesta, aceptar que en nuestro país estemos perdiendo, si es que no la hemos perdido ya del todo,
la capacidad de respetarnos y la cultura suficiente como para al menos pretender que nos entendemos. Nos
oímos, pero no nos escuchamos. Y hemos empezado de nuevo a gritar.

De los males de la patria todos tenemos una parte de culpa que asumir. Ni me saco de en medio, ni sacaré a
mi partido. Tampoco seré tan cínico de decir que los políticos son los malos y el resto, sociedad, medios de
comunicación, empresarios, sindicatos, son todos unos santos inocentes.

Conflictos hispano-españoles

El primer paso para arreglar algo que no funciona es asumirlo. Y España no tendrá arreglo hasta que los
españoles asumamos que no hay mayor enemigo para nuestro progreso que nosotros mismos y nuestros
'conflictos hispano-españoles'.

Y sin embargo, y pese a todo, no me considero pesimista. Más bien al contrario, soy un optimista irredento. No
existe más destino para una nación que aquel que libremente forjan sus ciudadanos. Nuestro futuro no
depende tanto de nosotros como de las generaciones venideras, que a lo mejor demuestran algo más de juicio
que la nuestra. Al menos, gestionemos el presente con madurez, como adultos, con eso habremos hecho
suficiente por la patria.

¿Por qué Bélgica, que es un Estado imposible, funciona, y España, que es un Estado viable, no? Pues porque
ellos dialogan sin descanso para resolver sus 'conflictos belgo-belgas' y a nosotros no se nos ocurre nada
mejor que matarnos a garrotazos cuando nos encontramos ante un 'conflicto hispano-español'. Nunca pensé
que lo diría: aprendamos de Bélgica.

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Por Esteban Hernández

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