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Universidad Nacional Autónoma

de Mexico

Colegio de ciencias y humanidades


Plantel Naucalpan.

Reporte de práctica:
Evidencias evolutivas

Equipo: 5
• Juárez Córdova José Eduardo
• García Hernández Fabiola
• Olvera Sánchez Luis Enrique
• González Aquino Giovanni

Maestra: López Flores Nancy Minerva


Materia: Biología IV
Grupo: 627
Índice

1. Introducción. 1

2. Objetivo. 2

3. Desarrollo. 2

3.1 Visita al museo 2

3.2 Visita al kiosco 7

4. Resultados 9

4.1 Pruebas embriológicas 9

4.2 Pruebas anatómicas 10

4.3 Pruebas geográficas 11

4.4 Pruebas geológicas 12

4.5 Pruebas paleontológicas 13

5. Conclusiones 15

6. Discusiones 15

7. Cibergrafía. 17
1. Introducción:
La evolución de la vida en la Tierra siempre ha sido un tema de interés para toda la
humanidad; sin importar la zona, el tiempo o la cultura, tanto expertos como quienes
no lo son han tratado de hallar una respuesta satisfactoria a tal interrogante. Dicho
interés tan abrumador puede deberse a la curiosidad innata del hombre, la cual nos
mueve a querer conocer más sobre cómo vivieron nuestros antepasados, qué
comían, en qué se transportaban, cómo desaparecieron algunas especies y cómo
se han mantenido otras a lo largo de los años. No son pocos los individuos e
institutos que tratan de arrojar luz sobre el tema, siendo uno de ellos el que ahora
capta nuestra atención para la presente práctica: El museo de geología de la UNAM.
El Museo de Geología de la UNAM, ubicado en el corazón de la colonia Santa María
La Ribera, concentra varias de las colecciones de rocas, minerales y fósiles más
importantes de México. Es un espacio que, además de resguardar este valioso
patrimonio, divulga el conocimiento científico de las ciencias de la Tierra. Es
interesante pensar como este edificio, inaugurado originalmente bajo la dirección de
José Guadalupe Aguilera Serrano en 1906 con la finalidad de albergar el personal
del instituto geológico nacional (Santillán, 2013), ha logrado mantenerse relevante
a lo largo de poco más de un siglo.
Durante el siglo de vida de este edificio, las instalaciones han experimentado una
gran variedad de eventos y cambios. Por ejemplo, paso de ser un edificio
perteneciente a un organismo del estado a uno propiedad de la Universidad
Nacional Autónoma de México, cambio que se oficializó el 16 de noviembre de 1929
con el cambio de nombre a Instituto de Geología de la UNAM. Asimismo, este
edificio finalmente adquiriría su estatus de museo en 1956, fecha en la que el
personal académico y administrativo que trabajaba en esta sede fue trasladado a
las nuevas instalaciones en Ciudad Universitaria, conservándose desde entonces
este edificio exclusivamente como Museo del Instituto de Geología de la U.N.A.M.
(UNAM, 2018).
Actualmente, el recinto alberga colecciones de minerales, rocas, meteoritos, y
fósiles que resultan de vital importancia para la investigación científica; tal como lo
son las colecciones Romero y Aranda, repertorio de minerales y rocas utilizadas
como referencia en cursos de gemología, mineralogía y lapidaria; o como lo es el
fragmento del meteorito de Allende, roca que se teoriza es más antigua que el sol
mismo.
Asimismo, aunque sea en menor proporción, también hablaremos sobre la
diversidad y mestizaje cultural que el humano ha ido presentando a lo largo de su
historia, centrándonos en el caso del kiosco morisco. Dicho kiosco, ubicado enfrente
del instituto antes descrito, resulta ser es un grato ejemplo que nos permite
relacionarnos con la diversidad cultural, pudiendo observar un caso de mestizaje
cultural de primera mano. Por ello, a fin de tener una visión más general de esta
situación tan peculiar, repasaremos de modo superficial la historia de esta
emblemática edificación; de este modo podremos notar que, curiosamente y en

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contra al pensamiento que podríamos haber tenido en primer momento al observar
el estilo arquitectónico de la edificación, la principal función del kiosco no fue traer
cultura extranjera a México, sino todo lo contrario.
Entonces, en términos generales, describiremos un poco de la historia y principales
atractivos que pudimos apreciar durante nuestra visita a los sitios antes mostrados.
Tal esfuerzo, además de servirnos como breviario cultural, buscara acercarnos un
poco más al conocimiento sobre la historia de la vida en la Tierra, de modo que
podamos adoptar una posición propia en la cual tengamos los argumentos para
defender o refutar la teoría de la evolución con base a las evidencias que hallemos.

2. Objetivo:
Demostrar y/o sustentar la teoría de la evolución y la selección natural con base a
la información que podamos recopilar y analizar en las diversas áreas del Museo de
Geología de la UNAM, especialmente aquella centrada en esclarecer lo que se
considera evolución, así como la que muestre los distintos tipos de evidencias de
los procesos evolutivos de las especies (embriológico, anatómico, geográfico,
paleontológico y geológico).

3. Desarrollo
3.1 Visita al museo
Los 4 integrantes del equipo nos coordinamos a fin de tratar de poder realizar la
investigación pertinente en conjunto, de modo que también pudiésemos determinar
juntos el animal sobre el que estudiaríamos sus pruebas evolutivas. Una vez que
nos vimos reunidos decidimos entrar al edificio. La primera cosa sorprendente que
hallamos referente al museo fue su medio de acceso: La gran puerta principal se
hallaba cerrada y tapizada con láminas, obligándonos a ingresar por un callejón
lateral. Desconocemos los motivos de dicha medida, aunque teorizamos que se
puede deber a la delincuencia o posibles protestas, de modo que dichas láminas
servirían como protección a la fachada del edificio.
Lo primero que salto a nuestra vista al entrar fue el magnífico esqueleto de un
mamut. Indagando sobre dicha exhibición con los amables guías del recinto, nos
enteramos de que llevaba por nombre Frankie, siendo una de las atracciones
principales del museo al ser una reconstrucción a tamaño real del esqueleto del
gigante. Este mamut, a diferencia de otros esqueletos, si que se hallaba
ensamblando en su mayoría de fósiles reales de mamut. Cuando preguntamos por
qué el resto de exhibiciones no compartían tal característica nos hallamos con 2
respuestas: En primer lugar, exponer fósiles reales de gran valor paleontológico
resultaría ser irresponsable, puesto que podrían dañarse, perderse o ser robados;
y en segunda instancia, nos revelaron que hacer eso sería poco practico, puesto
que se ocuparía de una mayor infraestructura para sostener todo el peso que
representarían los huesos ensamblados.

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Se nos explicó que el proceso de fosilización únicamente se puede dar en aquellas
condiciones en las que el esqueleto queda en una posición en la cual puede ser
enterrado progresivamente por varias capas de sedimentos. Y es justamente este
proceso de sedimentación el que provoca el peso de los fósiles: muchas veces los
huesos actúan como moldes, los cuales se ven rellenados cuando polvo de los
sedimentos a su alrededor (comúnmente barro o arena) ingresa al hueso mediante
sus poros, de este modo se dan procesos de mineralización en el que los
componentes orgánicos del hueso son sustituidos por otros inorgánicos de mayor
peso molecular (Menéndez, 2014).
En esa misma sala se exponía una gran variedad de minerales, de todos los tipos,
composiciones, colores y propiedades. No obstante, estos no resultan de extrema
importancia para nuestra práctica así que únicamente les dimos un vistazo rápido.
Tratamiento similar recibieron las salas relacionadas con los minerales y una
exposición sobre algunas plantas típicas de México, ya que resultaban de poco valor
para nuestra investigación, mas aun así resulto ser un grato descubrimiento el notar
tan bellos objetos, así como poder conocer que varias plantas como la espinosilla,
el toronjil o la ruda, a pesar de ser desconocido por varios sectores de la población,
aún siguen hallando relevancia en comunidades preponderantemente indígenas
como aquellas con influencia maya ubicadas en el sur del país.
Prosiguiendo con nuestro recorrido del museo, en conjunto decidimos entrar a la
sala enfocada en paleontología. En dicha sección, gracias al apoyo de un guía,
pudimos apreciar una reconstrucción hipotética de la historia de la vida en la Tierra
a través del descubrimiento y el registro de fósiles. El amable guía, que descubrimos
era un estudiante de ingeniería geológica que cumplía su servicio social, nos relató
como una de las funciones básicas de la paleontología era justamente esclarecer el
posible desarrollo de las especies a lo largo del tiempo geológico con base a los
fósiles que se hallen y las subsecuentes reconstrucciones de dichos organismos.
En la sala de paleontología se hallaba una gran
cantidad de fósiles, enfocándose especialmente
en animales procedentes de la era paleozoica y
mesozoica. En dicha sala hallamos ammonoideos,
también llamados amonites (subclase ya extinta
que se teoriza es predecesor de los moluscos
actuales), fósiles con forma de conchas (Fig. 1),
los cuales procedían principalmente del periodo
devónico, carbonífero y pérmico, abarcando así un
periodo que comprende de aproximadamente
hace 400 millones de años a aproximadamente
100 millones de años. Observando a detalle notamos que estos organismos
expuestos proceden sobre todo de lechos fosilíferos marinos, ubicados
principalmente de Europa y de Norte América.
Justo después de realizar dicha rápida consulta al guía apostado en la entrada de
la sala, notamos como se acercaba un contingente de una visita guiada, por lo que
decidimos unirnos a fin de conocer con mayor precisión sobre los ejemplares, a fin

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de ahorrarnos mayores investigaciones sobre ellos o tener que formar conjeturas
descabelladas sin fundamento. En primer lugar, se nos habló sobre los 2 fósiles de
ictiosaurio (stenopterygius quadriscissus), organismos que se teorizan eran los
reptiles mejor adaptados a la vida marina gracias a su cuerpo hidrodinámico, cabeza
y hocico alargado, 2 pares de aletas con forma de remo, grandes ojos y aletas
propulsoras en la cola. Dicha especie habrían habitado los mares desde el periodo
Triásico hasta el Cretácico, alcanzando su apogeo en el Jurásico. Dichos
organismos podrían medir hasta 4 metros de largo. Se alimentaban de cefalópodos,
peces y pterosaurios (reptiles voladores).
Curiosamente, los fósiles expuestos, a pesar de datar de hace casi 150 millones de
años atrás, se hallan en excelentes condiciones. Dichos fósiles, junto al del lirio de
mar sobre el que hablaremos más adelante, son los únicos no hallados en México,
siendo exportado de Alemania, ya que en que dicho país se hallaban
magníficamente conservados, siendo que algunos hasta presentaban tejidos
blandos. El estudio de estos tejidos revelaron la existencia de embriones dentro de
sus cuerpos, indicando que estaban listos para dar a luz en el interior del océano,
es decir, en vez de dar a luz a huevos, parían crías vivas (ovovivíparos),
asemejándose así a los delfines actuales.
Asimismo, nos sorprendió el relato adjunto que el guía nos comentó sobre dichos
fósiles, siendo que, al menos según inferencias, el fósil adulto y joven relatan una
trágica escena en la que la cría del ictiosaurio era abortada por su madre. Tal hecho
infirió el guía que muy probablemente se debió a que esta se hallaba atrapada (una
parte del fósil del ictiosaurio mayor tiene un costado demolido como si hubiera sido
impactado por una roca), de modo que recurrió a tal recurso a fin de tratar de que
sobreviviera, sin embargo, se deduce que la cría tampoco lo logro, ya que que su
fósil fue hallado tan solo unos metros delante.
Después de esto avanzamos junto al grupo guiado a admirar un fósil de un lirio de
mar (pentacrinus sp), los cuales, pese a su apariencia de planta, son animales
emparentados a las estrellas y erizos de mar. El guía relató que dicho ejemplar se
caracterizaba por un largo cuerpo (casi del tamaño de un hombre adulto) con un
pedúnculo o base con el que se fijaban al suelo oceánico, así como por la posesión
de una cabeza filamentosa que le permitía filtrar materia orgánica suspendida en el
fondo del mar a fin de alimentarse. Nuevamente, nos asombró con un dato que
desconocíamos: Dado que sus restos, al hallarse conectados fosilizados junto a
pedazos de madera, se había planteado la hipótesis de que en vez del lecho marino,
estos podían vivir anclados a troncos flotantes. Por último, nos mencionó que, si
bien aún hay especies de este género taxonómico, la mayoría de las 5000
provenientes del paleozoico y jurásico superior se extinguieron.
A continuación se nos dio una charla sobre los 3 cráneos que dicha sala poseía:
cráneos de mamut, mastodonte y dinoterio. Por un lado, los mamuts (Mammuthus
imperatus) eran una especie que, teóricamente, llego a Norteamérica hace más de
600 mil años, aproximadamente entre la primera o segunda fase interglaciar del
pleistoceno (edad de hielo), abarcando así el periodo geológico del cuaternario.
Dichos animales, y a diferencia de mastodontes que llegaron hasta Argentina, el

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mamut no pudo seguir más allá del trópico de Cáncer. Su principal característica,
sus huesos defensas (comúnmente mal llamados colmillos), se teoriza que se los
apoyaban con sus hábitos que adquirieron para luchar por su comida.
Posteriormente, el guía nos habló de los dinoterios (dinoterium giganteu), especie
cuyos restos solo se han hallado en terreno con estratos geológicos del mioceno y
plioceno de Europa y Asia (hace 25 - 14 millones de años); no obstante, nos recalcó
que el hallazgo de fósiles en capas pleistocénicas en el sureste de África podrían
indicar que sobrevivieron hasta hace 500 mil años atrás. Estos animales, a pesar
de ser semejantes a mamuts y mastodontes, nunca llegaron a América. Como
característica distintiva tenían unos dientes con “forma de lavadero” según el guía,
con los que trituraban alimento duro, así como unos dientes en la parte baja de su
mandíbula que muy probablemente les servía para excavar en busca de raíces.
Y por último, para terminar de distinguir los 3 cráneos, se nos explicó sobre los
mastodontes (mammut americanus), animales que igualmente eran proboscídeos
(orden de mamíferos al que igual pertenecen los elefantes actuales). Igualmente
surgiendo en el cuaternario, resultaron ser una especie muy longeva en cuanto a
edad geológica, hallándose sus últimos vestigios hace 10 millones de años.
Desaparecieron a consecuencia de cambios geográficos y climáticos que sufrió la
tierra, cruzaron el estrecho de Bering hace 15 millones de años, logrando sobrevivir
hasta el pleistoceno en todo el continente.
Una vez terminada dicha explicación, el guía nos preguntó nuestra postura sobre el
parentesco entre las 3 especies, varios respondieron que eran descendientes unos
de otros; no obstante, se nos reveló que estas 3 especies, contrario a lo que se
piensa, no son descendientes unos de otros como resultado de la evolución, sino
que más bien son organismos que coexistieron durante el mismo periodo geológico.
No obstante, sí que pueden ser considerados parientes lejanos de los elefantes
actuales, hallándose los restos más actuales de uno de estos ejemplares en la india,
cuya edad se estima hace más de un millón de años.
Tras esta charla, el guía hizo relevo con otra empleada
que ahora nos llevó a una esquina de la habitación
donde se exponía una réplica del fósil de archeopteryx
(Fig. 2). Nos explicó que su descubrimiento causo un
amplio debate científico, puesto que algunas de sus
características lo emparentaban con aves actuales
(huesos adaptados para tener una fila de plumas de
cada lado de sus alas, brazos formados por huesos
largos, robustas patas traseras con 4 dedos con uñas,
como en las aves de presa, etc.), mientras que también
presentaba características de reptil (carecer de dientes
en sus mandíbulas, tener 3 dedos con uñas en cada
ala, no tener huesos huecos y presentar una larga cola). Al final se terminaría por
catalogar como la primera ave. Asimismo, la guía, nos explicó que lo exhibido es un
duplicado, puesto que solo existen 6 ejemplares en todo el mundo, el primero
hallándose en el museo de historia natural de Berlín.

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Después, moviéndonos al otro lado de la sala, pudimos vislumbrar unos
caparazones de armadillos gigantes, animales pertenecientes al inicio del periodo
de neógeno del cenozoico, tiempo conocido como el que se dio la megafauna. Estos
caparazones pertenecían al Brachyostraco mexicanus, armadillo gigante propio del
cuaternario, cuyos restos habría sido hallados en Tequisquiapan Mexico, zona que
junto a Aguascalientes, Jalisco y Puebla tenía altas concentraciones de fósiles de
dichas especies. Nos explicó que dicha especie muy probablemente surgió hace 55
millones de años, llegando a abarcar durante el pleistoceno desde E.U hasta
Argentina. Estos armadillos habrían medido más de 2 metros, caracterizándose por
poseer un caparazón formado de placas óseas poligonales que lo asemejaban a un
mosaico. Por desgracia, hace un millón de años, cuando el pleistoceno acabo,
dichos animales empezaron a extinguirse
También se nos habló, aunque en menor medida, sobre el perezoso gigante,
destacándose como un animal también propio de la megafauna, llegando a medir
más de 5 metros de altura. En este caso, el museo únicamente contaba con el fósil
de su cadera; sin embargo, dicho hueso bastaba para inferir las dimensiones que el
animal recreado en su totalidad podría llegar a alcanzar.
Por último, la guía nos habló sobre la segunda
mayor atracción del museo: Isauria, la
hadrosaurio (Fig. 3). La recreación del Latirhinus
uitstlani (pico de pato), hallado en la presa de san
Antonio en Coahuila, provenía del cretácico
superior (70 millones de años atrás) Nos habló
que dicho nombre tan peculiar se le dio, puesto
que tenía un hocico con forma puntiaguda, tal
como lo son los patos actuales, mismo con el que
se alimentaba de plantas. Asimismo, nos dijo que
dicha especie habría alcanzado los 8 m. de largo,
prefiriendo agruparse en manadas para vivir, habitando planicies costeras. Como
curiosidad, se nos dijo que Isauria es el primer dinosaurio encontrado, recolectado
y restaurado en México por investigadores de la UNAM.
En dicho recorrido guiado también se nos explicó sobre equinos y sus especies
predecesoras a profundidad, por lo que decidimos usarlo como animal a investigar
para la práctica, de modo que hemos preferido dejar su información para el área de
resultados.
Una vez acabada la visita guiada por el área de fósiles, decidimos bajar a recorrer
la Sala del sistema Tierra, sección centrada notablemente en aprovechados
mineral, composición de la Tierra, historia de la formación de la Tierra y su geología.
En esta sección hallamos una gran diversidad de información, no obstante,
centrándonos específicamente en aquella de nuestro interés, pudimos observar en
un curioso mapa de coordenadas cartesianas la comparación entre diversos
procesos geológicos, comparando su rapidez (eje Y) con el área sobre el que actúan
(eje x). Uno de los eventos que más llamo nuestra atención de dicho esquema fue
el del tiempo promedio de existencia de una especie, dato que resulto ser de

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aproximadamente 100 mil años en los que la especie se solía desplazar como media
unos 10 mil km de su punto de surgimiento. Tales datos nos permitió dimensionar
la presencia que ha tenido tanto a la raza humana como el resto de especies que
han habitado la Tierra, en comparación al tiempo de existencia del planeta.
Además, en esta sala pueden observarse rocas de la Sierra Madre Occidental, que
es la manifestación de vulcanismo más severo del planeta y que se encuentra
inactivo, así como de volcanes como el Xitle y del Paricutín. Inclusive, mediante un
video explicativo, se nos narró como la teoría más aceptada de la extinción de los
dinosaurios se basa en el impacto de un meteorito de 100 km. de diámetro en
Yucatán, impacto que habría provocado un cráter de 180 km. de diámetro así como
un aumento en la actividad volcánica y sísmica, lo cual aunado al grave efecto
generado producido por las erupciones, terminaría por extinguir a buena parte de
las especies, de modo que solo aquellos mamíferos adaptados al entorno (de
tamaño pequeño para esconderse y con pelaje para protegerse del frío provocado
por la ausencia del sol) serían quienes habrían sobrevivido al proceso de extinción.
Ya en el final de nuestra visita nos avocamos a participar en los talleres que el
museo ofrece, más específicamente aquellos centrados en simular la elaboración
de un fósil. Para esto usamos yeso tipo 1 (vulgarmente llamado Blancanieves); cada
quien eligió el modelo de su preferencia. Dicho taller no tardó más de 10 minutos,
tiempo en el que el chico encargado nos volvía a explicar de modo resumido la
información que ya habíamos recibido durante la visita guiada.

3.2 Visita al kiosco


Una vez que dejamos atrás el museo, nos vimos ahora frente al emblemático Kiosco
Morisco. Dicha estructura resaltaba por sobre las demás por su tamaño y diseño
arquitectónico. En un primer momento, intentamos buscar a alguna persona que
nos pudiera explicar un poco sobre la historia del lugar; sin embargo, no hallamos a
ningún individuo interesado en charlar sobre tal temática, por lo que únicamente nos
pudimos quedar en primera instancia con conjeturas sobre la procedencia de dicho
emplazamiento así como si esto podía representar un caso de mestizaje cultural o
no. No obstante, para dilucidar estas dudas, y tener algo más que decir que la
estructura tiene un patrón de losetas a lo largo de todo kiosco y que está sostenida
por 44 pilares externos y 8 internos, decidimos investigar con cuenta propia sobre
el asunto.
Como equipo encontramos que el Kiosco Morisco, ubicado en las calles Dr. Atl y
Salvador Díaz Mirón, en la Alameda de la histórica colonia Santa María la Ribera,
era un edificio que fue construido por el ingeniero José Ramón Ibarrola, egresado
de la Academia de San Carlos, con el propósito de representar a México en la
Exposición Universal de 1884 y 1885, en Nueva Orleans (Ruiz Cárdenas, 2021).
No obstante, resulta curioso pensar que desde un inicio dicha estructura significo la
cooperación entre distintas sociedades, siendo que de hecho, al no haber
fundidoras en México, la estructura de hierro fue creada en una acerera de

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Pittsburgh, propiedad de Andrew Carnegie, quien se ofreció ayudar a Ibarrola para
concretar el diseño (Méndez, 2023).
Una vez finalizada la exposición universal en Nueva Orleans, el kiosco viajo a
Chicao, E.U, zona donde sirvió como exponente de nuestro país durante un tiempo,
para posteriormente volver a viajar, ahora a la Feria de San Luis Missouri con el
mismo fin que sus 2 viajes previos: ser un representante cultural (De la Garza
Arregui, 2019). Al concluir estas dos exposiciones, el pabellón llegó a México y fue
instalado en el costado sur de la Alameda Central para ser admirado por primera
vez en el país. Mientras estuvo aquí fue la sede de los sorteos de la Lotería Nacional
y de varias funciones de cine (Méndez, 2023). Es curioso el notar, el cómo, al menos
al principio, muy pocas personas conocían su verdadero origen, por lo que
comenzaron a especular sobre dicha estructura, empezando a divulgar rumores de
que había sido regalo de un jeque, o que la estructura venía de China y demás, sin
saber que realmente era de origen puramente mexicano.
Durante las fiestas del centenario, el presidente Porfirio Díaz mandó a erigir en ese
mismo lugar el Hemiciclo a Juárez. Así que el kiosco fue trasladado a la alameda
del nuevo y elegante barrio de Santa María la Ribera por petición de los colonos y
reinaugurado allí el 26 de septiembre de 1910 con una ceremonia oficial y un baile
público. Y, finalmente, en 1972 fue declarado Monumento Artístico de la Nación por
el Instituto Nacional de Antropología e Historia (De la Garza Arregui, 2019). Sin
embargo, el paso del tiempo dejó algunas huellas en la estructura, por lo que en
2003 se sometió a un proceso de restauración. Gracias a esta intervención, el
Kiosco Morisco recuperó su aspecto original y se preservó su patrimonio histórico y
cultural para las generaciones futuras (Vélez, 2023). Por nuestra parte notamos
como es interesante que dicho punto sea usado hoy en día como sitio de reunión
para todos los habitantes de dicha zona, actuando también como un atractivo
turístico, llegando inclusive a ser sede de clases de baile.
Pero ahora bien, ¿Por qué se llama morisco? Pues esto se debe a que la estructura
recibe una clara influencia árabe en su diseño, estando conformado por columnas,
arcos, cúpula y detalles en las paredes, todos ellos pertenecientes a la arquitectura
mudéjar. Dicho estilo arquitectónico es aquel de origen islámico que prevaleció en
España durante la dominación árabe y después incluso de la Reconquista, un
periodo histórico comprendido entre el siglo VII hasta bien entrado el siglo XV de
nuestra era. (Ruiz Cárdenas, 2021). Ahora bien, esta influencia parece ser muestra
de un mestizaje cultural, no obstante, antes de determinar si nuestra corazonada es
correcta, primero habremos de definir dichos conceptos.
En nuestro caso, decidimos definir como cultura al “conjunto complejo de
conocimientos, creencias, artes, moral, leyes, costumbres y usos sociales que el ser
humano adquiere como miembro de una sociedad determinada” (García Máynez,
2016, p. 26) y por mestizaje a la “mezcla de poblaciones culturalmente distintas que
da lugar al encuentro entre diversos grupos étnicos y culturales, permitiendo que
estos comparta elementos entre sí, sintetizando una nueva cultura, semejante a sus
predecesoras más suficientemente distinta de ellas para ser considerada como una
por separado” (Betancourt García, 2014, pp. 105-106). Analizando este punto en

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particular, nos darnos cuenta de lo curioso que es que dicho edificio sea una
exponente de la sociedad mexicana en el mundo, aun cuando fue construida gracias
a industrias estadounidenses; edificación que se halla basado en un estilo
arquitectónico de España, estilo que como tal ni siquiera pertenecía a dicho Estado,
sino que era propio de un grupo social de dicho país. Curioso cuanto menos la
cantidad de mestizaje cultural que implico esta estructura ahora tan querida por los
mexicanos del área metropolitana.

4. Resultados
En nuestro caso, tras una breve deliberación mientras realizábamos la visita,
decidimos tomar como base para nuestra investigación a los equinos, más
comúnmente conocidos como caballos, como los sujetos a investigar. Por tanto,
ahora intentaremos describir todas las pruebas, sin importar su índole, que hallamos
sobre la evolución de dichos animales, al tiempo que intentamos hilarlas a fin de
darle coherencia a lo encontrado.

4.1 Pruebas embriológicas


A nuestro juicio, consideramos prudente, antes de señalar las pruebas encontradas,
definir, aunque sea de forma breve y simplista, el área al que pertenecerán las
pruebas a fin de tener mayor control sobre lo que se determina en cada apartado.
En el caso de la embriología esta es una ciencia abocada al estudio del crecimiento
y las distintas etapas progresivas que se van suscitando durante las etapas del
desarrollo embrionario de un organismo (García Moreno, 2013). Se dice que tiene
por área de estudio el tiempo comprendido desde el momento en que los gametos
se juntan para formar el cigoto (fecundación), hasta el momento en que el cigoto,
ahora conocido como feto, al ya poseer todos los sistemas y órganos propios de su
especie (etapa fetal), es dado a luz una vez concluida la maduración y crecimiento
propio de cada especie. Dicho proceso atraviesa la etapa embrionaria, en la cual
dichas características se forman progresivamente. Esta etapa fetal continuará para
luego ir madurando y creciendo progresivamente para el momento del nacimiento
(Pérez, 2020).
En el caso del caballo nos vemos frente a un problema común ante fósiles: hay una
falta de tejidos blandos o embrionarios. Esta condición nos impide conocer con
exactitud el desarrollo embrionario que tuvieron las distintas especies que se
declaran antepasados del caballo, no obstante, en base a un análisis comparativo
podemos hallar algunos rastros del proceso de evolución. En primer lugar, tenemos
que tanto las especies actuales como aquellas que lo precedieron son especies
gonocorísticas o dioicas, es decir, que presentan machos y hembras, con aparatos
genitales claramente diferenciados (García Moreno, 2013). Tal característica, a
pesar de la evolución que sufrieron las especies, se mantuvo a lo largo de la historia,
muy posiblemente porque resultaba ser un medio natural de forzar a los individuos
a convivir en manada a fin de poder tener una pareja, logrando colateralmente que
tuvieran mayor protección frente a depredadores.

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De igual forma, se teoriza que las especies actuales hayan continuado heredando
la característica de ser vivíparos (el embrión se desarrolla, después de la
fecundación, en una estructura especializada dentro del vientre de la hembra, en
donde recibirá el alimento y el oxígeno necesarios para formar sus órganos, para
crecer y madurar hasta el momento del nacimiento) de sus predecesores (García
Lara, 2020). Se teoriza que dichos organismos ahora extintos tendrían dicho
método de nacimiento debido a sus necesidades, quienes tendrán por prioridad de
incorporarse y moverse constantemente a fin de huir de depredadores y viajar a
nuevas zonas donde alimentarse
No obstante, reportes del desarrollo embriológico de caballos actuales nos permitió
destacar una diferencia entre los 2 basados en sus esqueletos: El proceso que
conduce al desarrollo de determinado número de dedos. Se ha reportado que
durante el desarrollo embrionario los caballos modernos, los cigotos forman
condensaciones de los cinco dígitos (dedos), aunque después solo se desarrolla el
dígito central (García Lara, 2020). Estas
investigaciones nos permiten plantear con cierto
fundamento la teoría de que, antes incluso del
Hyracotherium observado en la fig. 4 (especie
considerada el ancestro más remoto del caballo),
existieron especies precursoras de los caballos
que tenían un desarrollo embrionario pentadáctilo
(durante su periodo de gestación no se unían
ningún dígito, sino que se expresaban los 5
separados al nacer).

4.2 Pruebas anatómicas


Antes que nada se tiene que entender que se tomara como pruebas anatómicas.
Para ello tomaremos como descripción de anatomía aquella que dicta que es la
“rama del conocimiento biológico que estudia y describe las estructuras de los
cuerpos, su forma, topografía, ubicación, disposición y sus funciones”. (Ribeiro,
2016. p.4). Preferimos tomar esta definición como base de este apartado, puesto
que es clara y lo suficientemente general como para no limitar nuestro campo de
investigación puesto que no entra en las diversas especializadas que puede tomar
la ciencia de la anatomía.
Ahora bien, como primera evidencia respecto a la evolución del caballo, podemos
mencionar que estos tienen un sistema óptico desarrollado y funcional. Si bien esto
podría parecer irrelevante porque que es una característica que posee buena parte
de los animales que conocemos en la actualidad, es justamente esta semi
universalidad lo que nos sirve como sustento para explicar el proceso evolutivo.
Durante la visita al museo, más específicamente a la sala del sistema Tierra,
observamos algunas especies o familias de especies cuyo descubrimiento
permitieron un mejor entendimiento del desarrollo de la vida, entre estos se hallaba
los trilobites.

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Dichos organismos eran artrópodos, semejantes a cochinillas, los cuales surgieron
en el precámbrico. Y si bien parecen ser inconexos los caballos y estos artrópodos,
en realidad dichos organismos resultaron ser el ancestro en común más lejano del
que tenemos registro que haya tenido un sistema óptico, mismo que posteriormente
se perfeccionaría con el paso del tiempo hasta nuestras fechas en las que
organismos tan distintos como los humanos, caballos y demás animales lo
comparten: todos evolucionaron de un ancestro en común.
Asimismo, podemos mencionar el conjunto de modificaciones morfológicas que
surgieron como resultado del proceso de cambios que fueron experimentando los
especímenes mientras el tiempo y las especies pasaban. Por ejemplo, el cambio
más evidente es el aumento considerable de tamaño, pasando del Hyracotherium,
especie con un tamaño de 1.3 m. y 10 kg. de peso (tamaño aproximado de un perro
pequeño / mediano), a los caballos actuales, especie cuyos ejemplares suelen
rondar casi los 2 m. y medio de tamaño (National Geographic, 2017). Dicho cambio
muy posiblemente se debió a que, al menos en las especies pertenecientes a
bifurcación del género Equini, los individuos priorizaban cuerpos más robustos en
pro del “spring foot”, término que hace referencia al conjunto de rasgos anatómicos
que le permitieron al caballo tener una actividad locomotora tan eficiente (García
Lara, 2020).
Y si bien no se menciona como tal en las investigaciones previamente diseñadas,
se puede inferir que mantener un diseño cuadrúpedo les resultaba óptimo para su
movilidad debido al aumento de extremidades con las que impulsarse. Con esto
lograban alcanzar mayores velocidades que otros animales bípedos al poder ejercer
mayor presión simultáneamente sobre la tierra, de modo que, por la tercera ley de
Newton, estos ganarían mayor impulso.
Por último, tenemos que los caballos actuales son animales ungulados, es decir,
que tienen pezuñas, más exactamente solo 1 pezuña por pata (National
Geographic, 2017). No obstante, esto resulto ser un cambio evolutivo, de nuevo
muy probablemente en pro del spring foot, puesto que las especies predecesoras
no tenían una pezuña, si no que, a lo largo de su evolución, fueron muchos los
caballos con un número de dedos mayor a uno por extremidad. Por ejemplo,
Hyracotherium el más antiguo, perteneciente a la subfamilia Hyracotheriinae, tenía
cuatro dedos en cada extremidad delantera y tres dedos en cada extremidad
trasera; Mesohippus de la subfamilia Anchitheriinae, tenía tres dedos en cada una
de sus extremidades (García Lara, 2020). De hecho, este cambio se nos resaltó
durante la visita al museo, ya que se nos aclaró que el carácter de monodactilia
(presentar una sola pezuña) surgiría hace 16 millones de años en los caballos de la
tribu Equini de la subfamilia Equinae, mientras que las demás especies de esta sub
famila permanecerían tridáctiles. Justamente estas variaciones son evidencias de
una evolución, y no de cualquier evolución, sino que de una de cladogénesis.
4.3 Pruebas geográficas
Desde una concepción general, tenemos que la geografía es una ciencia que
estudia y describe la Tierra, enfocándose mayormente en señalar las características
y la localización de los sistemas y elementos que aparecen y se interrelacionan en

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su superficie (IGAC, 2023). Que quede claro que, al analizar una especie no
homínida como lo es el caballo, el aspecto sociocultural que pudiese verse implicado
en el estudio de la geografía queda eliminado, puesto que no se tiene fe de que
dichos factores tengan injerencia en la distribución geográfica de los organismos.
En el caso de los caballos se tiene un caso curioso en cuanto a la disposición
geográfica de los mismos, así como a las acepciones que se tienen sobre los
mismos. El pensamiento común de la población es que todos los caballos y por
consiguiente, aceptando de forma errónea e impulsiva un presentimiento, hallan su
origen en las praderas de Europa. Dicho pensar, tal como el guía del museo nos
hizo caer en cuenta, se ha alimentado con base en las lecciones de historia en las
que se suele relatar que los caballos fueron introducidos a América tras la conquista
española / portuguesa (Salazar Solano, 2009).
No obstante, la afirmación anterior resulta ser una falacia argumentativa basada en
mal uso de términos. Permítanos explicarnos. Lo que queremos decir es que en
realidad los caballos no fueron introducidos, sino que fueron reintroducidos al
continente americano porque, de hecho, el Hyracotherium (especie considerada el
ancestro más remoto del caballo) habría surgido en los campos planos de América
del Norte hace 55 millones de años, marcando el inicio de una gran diversidad de
especies que surgirían como resultado de acumulación de mutaciones de
organismos de esta especie primigenia (García Lara, 2020).
Siendo justamente una de estas tantas especies junto a varios Hyracotherium
quienes, al cruzar el estrecho de Bering durante un periodo glaciación, serían los
responsables de la existencia de caballos en dicho continente (Salazar Solano,
2009). Dicha migración se teoriza que podría haberse dado debido a que, además
de manifestar hipsodoncia (dientes de coronas altas) que los obligo a consumir
pasto, los caballos monodactilares, a diferencia de los tridactilares, tenían una mejor
capacidad de almacenamiento y recuperación de energía durante la locomoción; de
modo que estos individuos habrían preferido trotar y desplazarse mayores
distancias buscando alimento en lugar de competir por el de su habitad original
(García Lara, 2020).
Sería justamente este comportamiento el que explicaría por qué los “caballos”
tridactilares se extinguieron en Norteamérica: Al no tener un diseño locomotor
óptimo se vieron obligados a quedarse aun cuando las reservas de comida
empezaron a escasear debido a la glaciación; mientras que los otros pudieron
migrar a zonas más cálidas y con menor competencia. Tal hecho provocaría
especiación y terminaría propiciando que animales geográficamente separados
como los caballos y las cebras estén relativamente emparentados (National
Geographic, 2017).

4.4 Pruebas geológicas


En términos simples, se puede entender a la geología como la ciencia que tiene por
objeto entender la evolución del planeta y sus habitantes, desde los tiempos más
antiguos hasta la actualidad, mediante el análisis de las rocas; partiendo de la

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premisa de que el relieve actual de la Tierra
es el resultado de una larga y variada
evolución. Dicho campo de estudio entonces
buscará analizar los factores y fuerzas que
actuaron en el desarrollo de las
características de una zona, considerando
tanto rocas de la corteza como restos
petrificados de organismos, o como se les
suele llamar, fósiles (SGM, 2017).
En este tipo de pruebas nos quisimos centrar
en una breve, pero contundente: hay restos
fósiles de las especies relacionadas con el
caballo a lo largo de las distintas eras y
periodos geológicos (Fig. 5). Durante
nuestra exploración de la sala del sistema
Tierra hallamos un panel donde se
evidenciaban los distintos periodos
geológicos de la Tierra, así como la
composición de sus sedimentos (material
sólido acumulado sobre la superficie
terrestre derivado de las acciones de
fenómenos y procesos que actúan en la
atmósfera, en la hidrosfera y en la biosfera).
Dicho esquema nos resultó especialmente
esclarecedor al notar que los restos fósiles
de las especies precursoras de los caballos empiezan a aparecer desde los
sedimentos correspondientes al periodo del Paleógeno (hace 65 – 24 millones de
años atrás) y continúan apareciendo en los siguientes periodos, es decir, en el
neógeno y el del pleistoceno. El que dichos fósiles se hallen en los sedimentos de
diversas épocas geológicas nos deja en claro que tales especies efectivamente
fueron evolucionadas con el tiempo. Este hecho se daría gracias a la repetición del
proceso en el que, a raíz de la acumulación de mutaciones, nuevas especies
surgían de otras previas; dicha situación permitiría defender que, en efecto, las
especies actuales de caballo son resultado de una evolución biológica y no de una
generación espontánea como otras teorías dictan.
4.5 Pruebas paleontológicas
Para fines prácticos, definiremos a la paleontología como el estudio del registro fósil
que utiliza, integra e interpreta principios, hipótesis, formas de investigación,
tratados y demás elementos de diferentes ciencias como la geología y biología, a
fin de reconstruir la historia de la vida en la tierra (Hernández Rivera, 2018). Y si
bien, buena parte de las pruebas hasta ahora descritas podrían considerarse
paleontológicas porque se basan en deducciones sustentadas en los fósiles, en este
apartado de pruebas hemos querido indagar más en la información concreta que

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nos brindaron los fósiles expuestos en el museo de geología así como aquellos que
podamos investigar por nuestra cuenta.
En primera instancia, nos gustaría rescatar la hipotética línea evolutiva que los
predecesores de los caballos actuales habrían seguido, según el instituto de
Geología, si este hubiese sido un proceso de anagénesis (Fig. 6). Este empieza con
el Hyracotherium, quien habría habitado en el eoceno temprano, hace 50 millones
de años, siendo un animal de 4 dedos; posteriormente surge el mesohippus en el
eoceno tardío, aproximadamente hace 35 millones de años, espécimen que ya
contar con solo 3 dedos; luego saldría a la luz el merychippus hace 15 millones de
años en el mioceno medio, manteniendo la misma morfología en cuanto a sus patas,
únicamente reduciendo el tamaño de sus falanges; después aparecería el
pliohippus en un periodo de entre 8 y 5 millones de años atrás, durante el mioceno
tardío, siendo este el primer espécimen con 1 solo; característica que mantendrá el
Equus, familia apenas surgida en el pleistoceno, hace 1 millón de años.
Esta línea describiría como se
pasó de un organismo con bajo
tamaño (1.30 m), cabeza
grande, pezuña chica y rasgos
dentarios semejantes a la cabra
a un organismo de considerable
mayor tamaño, con patas que
presentan monodactilia,
cabezas alargadas, patas con
puntos de flexión opuestos y de
notable mayor resistencia física.
Dicha descripción es de especial
utilidad cuando se quiere
analizar las patas de dichos
organismos, puesto que se nota
como el dígito III o central,
integrado por un metapodio
engrosado y tres falanges más
pequeñas, va poco a poco
fusionándose con los
metapodios, de lo que alguna
vez fueron los dígitos II y IV.
Y por último, antes de dar por terminadas las pruebas paleontológicas, nos gustaría
defender nuestra postura de que la evolución de los caballos no fue un proceso de
anagénesis sino de cladogénesis. Afirmamos esto puesto que, a lo largo de su
historia, la familia Equidae dio origen a una gran diversidad de caballos, lo que ha
llevado a los taxónomos a reconocer tres subfamilias: Hyracotheriinae,
Anchitheriinae y Equinae. De tales subfamilias solamente sobreviviría la Equinae,
misma de la que surgirían los caballos modernos; dicha subfamilia a su vez se
dividiría en las tribus Hipparionini, Protohippini y Equini (García Lara, 2020)., Tal
clasificación taxonómica se dio con base en los fósiles hallados, de modo que

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sirvieron no solo para demostrar la evolución, sino también para especificar el patrón
de cambio evolutivo.

5. Conclusión.
Una vez realizada la investigación teórica, así como el análisis de las pruebas
halladas, podemos determinar que en efecto, los fósiles y los sedimentos geológicos
apuntan a que las diversas especies que actualmente habitan el planeta Tierra son
el resultado de un largo y complejo proceso evolutivo, en el cual se han acumulado
multitud de cambios morfológicos, fisiológicos y conductuales, mismos que
terminarían por generar nuevas especies cada ciertos miles de años, especies que
paulatinamente sustituirían a sus ancestros o aprenderían a convivir con ellos.
No obstante, tenemos que admitir que si bien la paleontología y la geología son la
base de todo, para poder llegar a teorías e hipótesis sobre los eslabones de dichos
procesos, así como las causas de la especiación o los patrones de cambios
evolutivos seguidos, dichas ciencias no bastan por si solas, sino que se requieren
de otras disciplinas. Tales son los casos como lo pueden ser la embriología, si se
necesita explicar cómo los caracteres se expresan o se suprimen, o a la geografía
cuando se necesita entender por qué las especies se han diseminado a lo largo del
globo y como esto ha influido en su desarrollo.
Y si bien nos lamentamos que por cuestiones de tiempo no pudimos entrar al local
de comida rusa, pues esto habría complementado la explicación sobre el mestizaje
cultural al tener otro ejemplo a estudiar, consideramos que, al no ser este el foco
principal de la práctica, dicha situación no resulta ser una problemática en extremo
grave, puesto que con lo abarcado consideramos haber dado obrado de acuerdo a
nuestro objetivo planteado.
6. Discusiones.
Como punto a debatir sobre lo investigado tenemos aquellas teorías acerca de la
formación de la vida. Durante nuestra visita al museo pudimos observar algo que se
llamaba el “pinball de las hipótesis de la vida”, material que, si bien estaba
descompuesto, nos dejó pensando sobre qué tan plausibles podrían ser las otras
teorías ajenas al Darwinismo que intentan explicar la vida. En particular nos gustó
recuperar cada teoría propuesta e intentar hallar contraargumentos a las mismas,
razonamientos que ahora mismo vamos a recuperar.
En primer lugar, tenemos la teoría de John Bernal y Cairns Smiths sobre el medio
arcilloso como el lugar donde surgió la vida. Dicha hipótesis propone que fuera en
sustancias como las arcillas y arenas donde la vida habría surgido; alega que estos
medios son ricos en elementos inorgánicos de relativa simpleza y disponibilidad, por
lo que podrían haber interactuado entre sí para formar la vida, argumentando que
las secuencias de ADN y la estructura cristalina de los compuestos de las arcillas
son igualmente repetitivas y capaces de presentar errores, o mutaciones en el caso
del ADN.

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No obstante, consideramos nosotros que son pocos los experimentos formales y sin
sesgos de opinión que se han realizado con el fin de comprobar o desmentir tal
teoría, haciendo entonces falta algún experimento del calibre del realizado por
Oparin para formular la teoría del caldo primigenio de compuestos inorgánicos como
precursor de la vida. Además, nos parece poco factible que compuestos
mayormente estables como los minerales puedan llegar a tener tendencias tan
marcadas a interactuar entre sí, de modo que se obtenga vida.
Otra teoría que hallamos es la de las burbujas oceánicas como origen de la vida,
hipótesis propuesta por David Deamer y Louis Lerman. Estos científicos
argumentaban que las burbujas existieron tanto hoy como en tiempos remotos, de
modo que pudiendo resultar ser pequeños laboratorios en los que las primeras
reacciones químicas, causantes de la síntesis de compuesto orgánicos, podrían
haberse dado sin intervenciones externas gracias a estas vesículas que habrían
obrado como membranas primitivas frente a las células primigenias. Esta teoría nos
pareció ciertamente más descabellada que la anterior desde un inicio, puesto que
considerábamos que preguntarnos por qué, a pesar de que las condiciones
naturales son las mismas (hay burbujas, atmosfera y medios acuosos abundantes),
este fenómeno no se ha repetido, aun cuando incluso se han replicado las
condiciones de una Tierra primitiva. Además, consideramos demasiado aventurado
comparar la estructura de una burbuja con la complejidad que representa una
membrana celular.
A modo de contraste, luego consideramos aquella opción planteada por Fred Hoyle,
Hnas Pflug y A.H. Deseeme: La panspermia. Dicha teoría alegaría que la vida vino
del espacio exterior, apoyándose en evidencia comprobada de que efectivamente
cuerpos rocosos que caen sobre la Tierra pueden poseer compuestos orgánicos
capaces de ser precursores de la vida; así como en especulaciones sobre posibles
microfósiles en meteoritos o la posibilidad de hallar vida en otros planetas como
Marte o la duda de como fósiles extremamente antiguos pueden desempeñar
funciones en extremo complejas, lo cual podría indicar que realmente se
desarrollaron fuera del planeta.
No obstante, esta teoría, a pesar de tener un poco más de evidencia que las
anteriores, sigue presentando algunas inconsistencias. Por ejemplo, no se
considera que la cantidad de materia orgánica albergada por meteoritos o cometas
suele ser tan baja que resulta imposible que pueblen todo un planeta o que siquiera
esta materia pueda mantenerse viva durante los viajes espaciales o sobrevivir al
impacto, puesto que de ser tan fácil, entonces los impactos constantes de
meteoritos habrían de ser capaces de plantar la semilla de la vida en varios mundos
o de hacerlo constantemente en uno, es decir, habrían de ser capaces de repetir tal
proceso en la Tierra, suceso que hasta la fecha no se ha dado.
Si bien existen otras teorías como la generación espontánea o el surgimiento de la
vida en las ventilas hidrotermales, nosotros nos centramos en estas 3 teorías,
puesto que son las más conocidas o que pueden llegar a generar un verdadero
debate alejado de planteamientos filosóficos. Consideramos que esta fue la
discusión sobre una práctica de biología más interesante que hemos realizado, dado

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que genuinamente nos puso a replantearnos lo que considerábamos como ley
absoluta hasta la fecha, entendiendo que pueden coexistir diversas teorías en
nuestra psique siempre y cuando no se asuman como verdades absolutas, sino que
se reconozcan como lo que son: Hipótesis.

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