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Todo comenzó a vísperas de la fiesta más grande que recorría todo el país y el mundo, la fiesta

del carnaval, Mario tenía que escribir un ensayo para el colegio de como él veía el carnaval en
Bolivia; estaba sentado frente al computador con la hoja Word en blanco, seguía pensando en
cómo escribir su ensayo, tenía muchas ideas, pero no encontraba las palabras claves que unieran
todos los pensamientos que tenía en la cabeza.
Por más que diera vueltas en la silla tratando que eso le ayudara a iniciar con su trabajo, no salía
ni una sola letra, cansado de tanto pensar, salió a dar un paseo, tal vez eso le ayudaría a salir de
ese bloqueo. Para suerte de él, vivía cerca del lugar de donde se reunían para ensayar, con lo
cual, ver las preparaciones para los corsos y entradas le beneficiaría para poder sacar una idea.
Luego de caminar unas dos cuadras, encontró un grupo de personas amontonadas con la música
fuerte, se acerco para ver el ensayo, debía admitir que, aunque le gustaba ver las danzas, nunca
se había animado a participar, no se consideraba malo en el baile, pero tenía mucha pena bailar
frente aun grupo enorme y fallar en el proceso por los nervios. Estaban por empezar un nuevo
ensayo, se acomodo en un lugar con buena vista y la música comenzó dando inicio al baile del
grupo.
Sus ojos se maravillaron con la sincronía de todos los bailarines, como también una chispa se le
encendió en el cerebro, una idea brillante se le había ocurrido, contento volvió a su casa con
rapidez, debía escribir antes que se olvidara, su padre siempre decía que las ideas brillantes eran
como los cometas, se veían solo por unos minutos y nunca más los volvías a ver o tener en su
caso.
Ni bien prendió la computadora, comenzó con su escritura, inesperadamente las palabras salían
sin pensar mucho, sin mucho esfuerzo; debía escribir todo lo que su mente soltaba, luego ya
vería como poner coherencia a lo que escribía para que tuviera un significado y no sea solo
palabras vacías, por lo tanto, debía poner también un poco de pasión en su escritura.
“Lo que voy a relatar, sucedió hace mucho tiempo, cuando éramos tan solo niños que no
comprendían los azares de la vida, donde solo importaban los juegos, la diversión, si tuviéramos
que poner una fecha, seria específicamente a días de celebrar el carnaval, a mis padres les
gustaba ir de viaje a Cochabamba donde sus tíos a pasar las fiestas, aquel año no fue la
excepción, yo debía tener alrededor de 4 o 5 años.
Nos quedamos esa vez en la casa de mi tío, estaba aburrido sin poder hacer nada con que
entretenerme, no me dejaban salir tampoco, ya que según mis padres era peligroso estar fuera
para un niño. Sin que ellos se dieran cuenta, me escabullí fuera de la casa, había una constante
música sonando que se acercaba cada vez más al lugar donde estaba, mi curiosidad era bastante,
quería saber que pasaba, porque el bullicio, mi conocimiento de fiesta carnavalera era nula,
necesitaba saciar al bichito que me llevaba a actuar así.
Cuando por fin logre salir de aquella cárcel como lo había denominado, corrí lo mas que mis
piernas daban, ya que la música había cambiado de dirección doblando una esquina antes de la
casa; cuando logre dar la vuelta para toparme de lleno con la muchedumbre, me lleve un gran
susto…”
Mario pauso su escritura recordando ese suceso, una pequeña sonrisa se formo en sus labios,
dejando el ensayo de lado fue donde su madre, quería sacarse de duda sobre aquel momento
borroso de su memoria, quería saber porque su yo pequeño había confundido a tal magnitud
aquel episodio bochornoso de su infancia. Al verla parada dándole la espalda, reconsidero la
pregunta que le haría, tal vez era mejor no recordar aquel suceso, tanto como para su salud
mental como emocional, ya que su madre tendría con que avergonzarlo todo el tiempo
haciéndole recuerdo, tal vez hasta que se olvide.
Por tanto, volvió nuevamente a su habitación a seguir escribiendo, estaba en duda si escribir en
su ensayo aquello o pasarlo por alto, pero si dejaba ese momento, como continuaría la escritura,
ese momento era fundamental para cómo se desarrollaría lo demás, muy a su pesar llego a la
conclusión de que debía colocarlo, por lo tanto, continuo...
“Había muchos diablos saltando de un lado a otro, unas personas vestidas raro, pero lo que más
me asusto fue ver un perro verde, no aguante más y salí corriendo de vuelta a mi casa, no paraba
de gritar un perro verde, un perro verde; mis padres salieron asustados a ver qué pasaba, del
porque gritaba tanto, ni bien vi a mi madre salte sobre ella para abrazarla.
Aquella vez fue una experiencia traumática para mí, ya luego me explicaron de que se trataba
todo aquello, lo que sí no pudieron creerme era sobre el perro verde, aun hasta ahora se burlan de
aquellas palabras. Ese evento fue el primer recuerdo sobre la fiesta carnavalera que tengo. Los
posteriores años ya no hubo viajes, no se el motivo exacto pero las fiestas la pasábamos en casa,
era aburrido.”
Mario dejo de escribir, una sonrisa triste surco sus labios, su familia no era como las demás, no
celebraran ninguna fiesta, algunas veces deseaba estar en otra, pero luego esa sonrisa cambio a
una alegre, tal vez su familia era así, pero no por ello eran malos, es cierto que no celebraban
como otros, pero eso no significaba que tenía recuerdos malos del carnaval, así que con esa
sonrisa y nostalgia siguió escribiendo...
“Es cierto que aún no me dejaban salir a jugar, ya que en mi barrio tenían la costumbre de hacer
un lodal para que cualquier persona que pasara por ahí, los agarraban en grupo y los metían ahí,
esas personas no le importaban, si eran niños, jóvenes, señoras o señores mayores, era carnaval y
no debían quejarse, se debía aprovechar a salir en la mañana, ya que eso funcionaba después del
medio día. Es cierto que ya no viajábamos, pero ahora eran mis tíos y primos los que venían a
visitarnos aprovechando el feriado.
Junto a mis hermanos que eran un poco mayores, nos pusimos a jugar con agua dentro de casa,
mi madre no le gustaba aquello, pero cuando venían mis tíos y primos no podía negarse a
aquello, no se hacía fiesta con bebidas, ni tampoco se challaba los martes como era costumbre,
pero al menos si nos permitían jugar con agua al menos. Recuerdo perfectamente que los
mayores se encerraban para que no los mojáramos, pero mi hermano y otro de mi primo mayor,
entraron con un balde de agua para mojarlos, que hasta incluso mi abuelita salió salpicada; así
fueron los años siguientes hasta que nos convertimos en adolescentes y los demás en jóvenes.
En mi barrio, seguían aquella tradición del lodal y en mi casa yo era el único adolescente, no
podía divertirme solo, ese año fue aburrido encerrado en casa, mientras se escuchaban las risas y
las comparsas por las calles, ese aburrimiento termino en el siguiente año, llego de visita una tía
con una prima, también vinieron unas amigas de mis hermanos, no jugamos entre nosotros, pero
si hicimos un grupo junto a otros primos que invitamos; esa vez nos tocó cocinar a todos los
jóvenes.
Era un solo bullicio, mi madre se reía encargándonos que no quemáramos su cocina y por
supuesto tampoco la comida, compartimos con todos los almuerzos entre risas y anécdotas, luego
de ello llenamos los baldes y globos de agua, los vecinos frente a mi casa nos iniciaron una
guerra de agua, por lo tal entre todos los jóvenes nos alistamos para seguirles el rollo, mientras
los adultos se colocaban a la charla entre ellos.
La ventaja que tenían ellos era que su casa era embardada, esa alegría aun lo recuerdo hasta
ahora, teníamos el cuerpo lleno de moretones por los globos que venían con fuerza, pero ese día
no lo cambiaría por nada, pero esa fue la última vez que nos divertimos en esa fiesta, los años
siguientes, cada uno en sus cosas, en las fiestas no salíamos de casa para nada, solo se podía
escuchar las comparsas, el olor de los sahumerios los martes de challa, hasta la fecha no
volvimos a juntarnos como aquellos años, la famosa tradición de mi barrio se perdió, los vecinos
cambiaron, ahora ya no se escuchan las comparsas, ni los niños jugando con agua o pintura.
Crecimos y esos días de jugarreta se fueron terminando como el espíritu de niño que hay en cada
uno, las responsabilidades que conllevaba ser un adulto eran mas fuertes que la diversión
personal; los hijos, el dinero, el trabajo, todo necesitaba atención que ya no quedaba para uno
mismo, y así es la vida de una persona todo se termina con forme van pasando los años, las
diversiones son diferentes a cuando se era niño, para un adulto su forma de divertirse es muy
diferente a la de un niño.
Algunas veces me puse a pensar, el carnaval que era una excusa para jugar con agua, las
navidades que eran esperados por los niños para recibir un regalo, todo ello se va perdiendo, se
va apagando para algunos, ya no es lo mismo divertirse mojándose, que ahora nos enojamos
cuando unos niños nos mojan, nos volvimos mas amargados, donde un poco de agua nos
molesta, donde hay que pensar que todo se ha vuelto costoso.
Por ello, debemos cambiar ese pensamiento, no debemos dejar morir ese niño interior que habita
en nosotros, no dejemos morir esos recuerdos de la niñez que una vez nos hicieron alegrarnos, no
dejemos de ser uno mismo para complacer a la sociedad, tenemos fiestas para sacar nuestro niño
interior.”
Aquellas palabras iban más para el mismo que para los demás, Mario entendió que no siempre se
va ser niño toda la vida, pero no por ello significa olvidarse aquellos momentos de su niñez, ni
tampoco el sentimiento que provocaba jugar con agua, divertirse con ello; guardo su ensayo y la
computadora, camino a su ventana a ver como algunos niños ya empezaban a salir a jugar,
mojándose con sus pistolas de agua, cuando era niño siempre quiso tener uno pero su madre
nunca se lo compro, decía que era una compra innecesaria, a lo mucho le compraba una bolsa de
globos.
Así como él había otros muchos niños que en su infancia se les negaron participar en fiestas o
juegos en las calles como a otros, pero Mario siempre pensaba que, aunque su niñez tuvo
negativas, disfrutaba algunas fiestas, por sus primos que le hacían participe, gracias a ellos tenía
recuerdos alegres de su niñez.
Ahora que faltaba días para esas fechas, quería disfrutar por última vez aquello, ya no era un
niño que debía pedir permiso para salir a jugar, debía aprovechar porque tenía presente que
cuando tuviera una familia, ya no podría hacerlo, esa diversión y juegos sería para sus hijos y él
se convertiría en un espectador.

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