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Tecnicatura Superior en Economía Social para el Desarrollo

Local

Trabajo Práctico Integrador

Materia:​ Antropología y Sociología de la Cultura


Alumnxs:​ Catia Mondino, Macarena Valero y Daniel Grecco
Docente:​ Paula Caro
Año:​ 2020
Introducción
El presente trabajo presenta una descripción y reflexión acerca de ciertas problemáticas
socioculturales identificadas en el documental “El etnógrafo” -dirigido por Ulises Rosell - a la luz de la
bibliografía trabajada en el marco de la materia Antropología y Sociología de la Cultura.
Particularmente, se hace hincapié en la idea de cultura subyacente, el rol del etnógrafo, la tensión
entre Derechos Humanos (y su pretensión de universalidad) y Diversidad Cultural. Esta última,
analizada desde la perspectiva crítica que propone la autora Mónica Tarducci.

El caso de “la niña Wichí”


La película “El etnógrafo” nos presenta el caso del embarazo de una niña wichí, Estela Tejerina de 9
años, luego de que fuera abusada por su padrastro, Fabián Ruiz (Qa ‘tu). El hecho ocurrió en la
localidad de Lapacho Mocho, en la provincia de Salta. En el film vemos al acusado preso, situación
en la cual llevaba ya 5 años al momento de la grabación, según él mismo refiere.
Ahora bien, este hecho es presentado por el etnógrafo John Palmer - a quien vemos trabajando en
defensa de los derechos humanos de la comunidad wichí -como un hecho cultural. Desde la
disciplina antropológica, argumenta que lo ocurrido corresponde a las pautas culturales de la
comunidad, según las cuales las mujeres eligen su pareja una vez que tienen la primera
menstruación. Según él lo explica, la costumbre dicta que es la mujer quien ‘busca’ al varón, quien
toma la iniciativa. “Con la prerrogativa de las mujeres wichí de ser quienes inician la relación
matrimonial, fue Estela la que establece la relación con Qa’tu”, afirma en la película.
Señala también la primera menstruación como transición de la niñez a la adultez en las mujeres
wichí. Y la posibilidad de un matrimonio doble; en este caso, la unión era del acusado con Estela y, a
la vez, con Teodora (la mamá de la niña y quien realiza la denuncia). ​En idéntico sentido, Tarducci
explica que la defensa del acusado se basó en el peritaje de un antropólogo que adujo que “las
pautas culturales de la comunidad wichí conforman un modo de vida conocido como ‘matrimonio
privignático’ (matrimonio de un hombre tanto con la madre como con la hija) y que el acusado no tuvo
conciencia del incumplimiento de norma jurídica alguna” (Tarducci, 2013).
De esta manera, la construcción de lo sucedido en base a una práctica cultural del pueblo wichí sirve
de justificativo al hecho concreto del abuso y persigue el objetivo de conseguir la libertad del
acusado. Palmer señala en el documental que ​los médicos descubrieron el embarazo de Estela luego
de 9 meses de convivencia con Ruiz. “Ahí empieza el problema porque según los documentos, ella
tenía 9 años” Se lo ve entonces al etnógrafo con el miembro principal de la familia Ruiz, varón
también, tratando de tomar decisiones para que la comunidad apoye y conseguir que Qa’tu salga en
libertad. Como estrategia, buscan modificar la partida de nacimiento de Estela para acreditar que su
edad era mayor a la que constaba en el documento al momento del abuso y para concretar el
casamiento, ya que el etnógrafo hablaba de un “matrimonio doble” pero no hay nada que acredite tal
unión de manera formal para alegar que el acto fue consentido por la niña​1​.
No es un dato menor que la familia Ruiz sea señalada por el etnógrafo como la familia central de la
comunidad. Y que la familia Tejerina es una “familia de mujeres”. Desde la perspectiva crítica que
1
Tarducci en su texto destaca que “Palmer en todo momento llama ‘esposa’ a la niña abusada, que según su relato tomó la
iniciativa, siendo una mujer ‘recién adulta’ (o sea, a los 10 años)
introduce Tarducci, el análisis de las relaciones de poder se vuelve una cuestión central para
ponderar el “hecho”. ¿Quién cuenta la historia? ¿Desde el punto de vista de quién se construye el
discurso “oficial” sobre lo sucedido? Estas serían preguntas centrales para iniciar el debate crítico.
La autora nos advierte acerca de la peligrosa utilización de la cultura para justificar distintas
situaciones de desigualdad y discriminación, como parte de las prácticas culturales. Y pone de
manifiesto la tensión entre relativismo cultural y derechos humanos; especialmente, cuando lo que
está en discusión o siendo vulnerados son los derechos de lxs niñxs en tanto grupo que de por sí es
más vulnerable. Tampoco puede hacerse a un lado la perspectiva de género ya que “no existen
prácticas culturales que ocasionen daño a un varón. (...) Es verdad, que muchas veces las mujeres
prestan su consentimiento, pero ¿puede hablarse de un consentimiento que no se encuentre viciado
cuando la negativa a llevar adelante la práctica conlleva la pérdida de su dignidad en la comunidad
en la que ha nacido y vivido?” (Monferrer, 2008; citado en Tarducci, 2013).
A partir de estas afirmaciones, profundizaremos a continuación en lo referente al concepto de cultura
que subyace en el documental y su problematización, especialmente desde la perspectiva de género.

La concepción de cultura: el relativismo cultural


En la película aparecen latentes las ideas de Franz Boas​2​, quien plantea una noción particularista y
relativista de cultura, según la cual cada una de ellas (porque hace referencia a “culturas”, en plural)
representa una totalidad singular. Por este motivo, una costumbre particular sólo se puede explicar si
se la relaciona con el contexto cultural propio. Contrario al concepto universalista de Tylor y los
postulados evolucionistas de su tiempo, que proponían como principio antropológico básico la unidad
psíquica de la humanidad, Boas consideraba que no existían leyes universales de funcionamiento de
las sociedades y mucho menos leyes generales de la evolución de las culturas.
Siguiendo a Eduardo Restrepo (2016), podemos señalar cuatro principios básicos de la obra de
Boas: a) la singularidad histórica de cada cultura; b) cada cultura es una totalidad; c) establecer una
distinción analítica entre la esfera de la cultura, la de la raza y la del lenguaje; d) el relativismo
cultural, según el cual argumenta que no existen culturas superiores o inferiores, sino diferentes, de
manera que cada una es valorable sólo en sus propios términos.
Otro de los aspectos esenciales en la obra de Boas fue uno de los principios que señala en torno del
relativismo cultural “un principio ético que afirma la dignidad de cada cultura y proclama el respeto y
la tolerancia por las culturas diferentes. Dado que cada cultura expresa una manera única de ser
hombre, tiene derecho, si está amenazada, a la estima y a la protección.” (Cuché, 1996: 28)
Respecto del rol del etnógrafo, Boas hacía hincapié en la convivencia de éste por períodos
prolongados con la comunidad o grupo humano que se propusiera estudiar. El método monográfico
(Cuché, 1996) que propone para el estudio de las culturas, requería también que se aprendiera la
lengua en uso y se basa en la observación directa, siendo importante registrar hasta el más mínimo
detalle en lo posible (para encontrar aspectos que vuelven única a cada cultura). Restrepo (2016)

2
​Antropólogo de origen alemán, que desarrolla su teoría en Estados Unidos durante el siglo XX. Es el principal exponente del
particularismo histórico y fue el gestor del modelo de las cuatro ramas componentes de la antropología: arqueología,
lingüística, antropología física o biológica y antropología cultural. Asumió también una crítica radical a los postulados del
racismo científico. (Restrepo, 2016)
habla de un método historiográfico riguroso, basado en el trabajo documental y de campo. Considera
además, contrario al método comparativo de Tylor, que las comparaciones sólo pueden realizarse
dentro de un ‘área cultural’ determinada y no entre culturas.
En la película, tanto el etnógrafo en primera persona como el director -Ulises Rosell -cuentan que
Palmer fue a vivir entre los wichí en el marco de una pasantía universitaria, para poder realizar un
estudio sobre la comunidad. En su relato, expresan que posteriormente se fue de alguna manera
sintiendo parte, “mimetizándose” con esa cultura, al punto de quedarse a vivir allí y formar pareja con
una de las mujeres de la comunidad wichí.
Lo vemos hablando el idioma, tanto al comunicarse con su mujer como con las demás personas de la
comunidad. Pero también lo vemos en un rol de representación de los derechos e intereses “de la
comunidad” frente a los órganos de justicia esencialmente. Lleva a cabo una representación legal,
para la cual está asesorado por abogados y abogadas, según relata en el documental.
Es importante detenernos a reflexionar sobre la cuestión de los derechos e intereses “de la
comunidad”, e insistimos en colocarlo entre comillas porque, si bien su discurso transmite esto, lo que
también se observa es que las decisiones se van tomando de común acuerdo entre varones y, en
particular, con la familia Ruiz.

Perspectiva crítica y perspectiva de género: repensando la tensión entre diversidad cultural y


derechos humanos
Tarducci (2013) propone investigar la diversidad cultural desde la perspectiva crítica. La autora
cuestiona la noción de cultura como sistema coherente de ideas, significados y valores que son
compartidos por todo el grupo, a modo de “esencialismo cultural que no deja espacio para la
disidencia interna y sirve a los intereses de quienes detentan el poder al interior de las comunidades”.
Esto es lo que vemos que sucede en la película, que aparece Palmer al servicio de los intereses de
la familia Ruiz, en representación de “la comunidad” y buscando convencer a las mujeres
-especialmente, las de la familia Tejerina -de llevar a cabo las acciones que permitan la liberación de
Qa’tu. No sólo trata de convencer de la necesidad de modificar la partida de nacimiento de Estela
(para lo cual él ya ha iniciado las acciones legales correspondientes), sino que las adoctrina en lo que
tienen que decir frente a la cámara y frente a lxs profesionales que concurran para la finalización del
trámite. Además, insiste en la cuestión de concretar el casamiento de Estela, buscando que la madre
de ésta no se oponga y firme la autorización (porque al momento del documental, aún era menor de
edad).
Nos parece importante rescatar en este sentido las palabras de la autora, quien plantea que las
mujeres y las niñas
cargan con algo así como de un plus de etnicidad y las relaciones de género se consideran la ‘esencia’
de la comunidad, más allá de cualquier convención de derechos humanos que las proteja, aún cuando
la misma comunidad utilice el arsenal de herramientas provistas por una justicia universal y el lenguaje
de los Derechos Humanos para demandar derecho a la tierra, a la protección del medio ambiente, al
respeto a la propia cultura, inclusive (Tarducci, 2013)
Siguiendo este pensamiento, D’Angelo (2000) nos trae el debate sobre la posibilidad de aplicar
derechos de carácter universal en un mundo de diferencias culturales. Plantea, citando a Brett
Williams (1991) la importancia de hacerse estas tres preguntas: ¿quién crea la cultura? ¿qué cultura?
¿para qué fines?.
Respecto de los derechos humanos de las mujeres, identifica dos posiciones básicas en el debate.
Por un lado, la posición universalista que considera que los estados deben adaptar sus leyes y
constituciones de conformidad con las normas internacionales y que según estas mismas normas, la
comunidad internacional tiene derecho a juzgar los modos en que los estados tratan a sus
ciudadanos. Las mujeres son, desde este punto de vista, titulares de todos los derechos establecidos
en los tratados internacionales y convenciones.
Por otro lado, la posición relativista plantea que, por falta de criterios transculturales​3​, los miembros
de una sociedad no pueden condenar legítimamente las prácticas de sociedades con tradiciones
diferentes.
Esta autora también realiza una crítica al relativismo cultural, afirmando -entre otras cuestiones- que
el hecho de concebir a la cultura como una totalidad armónica y carente de conflictos conduce a la
percepción del cambio social como un proceso que altera tal unidad y especificidad. Es decir, que la
teoría promueve la diferencia cultural entre grupos humanos; pero, a su vez, al interior de las
comunidades o grupos también intenta preservar las desigualdades, en favor del mantenimiento de
las relaciones de poder.
Introduce entonces la perspectiva de género para analizar la construcción y utilización de la
diferencia cultural como expresión de las relaciones de poder. Según esta perspectiva, la concepción
de cultura que aparece en el relativismo contribuye a la reproducción de las jerarquías de clase y
género; ocultando que la producción cultural y los procesos de creación, reproducción y cambio de
rasgos culturales se dan en el marco de relaciones de poder; y representado “la forma hegemónica
de cultura como ​la ​cultura” (2000: 7)
De esta manera, el concepto de género se constituye tanto en categoría de análisis como en principio
estructurador de las sociedades humanas que pone de manifiesto los mecanismos por los cuales las
diferencias se convierten en desigualdades y se reproducen. Cobra entonces relevancia
preguntarnos: ¿”hasta qué punto la cultura o la utilización política de la cultura se convierte en la
legitimación de las relaciones sociales de desigualdad”? (D’Angelo, 2000: 8). Este es el punto de
partida para detectar formas de legitimación, discursos que asumen y modos en que se reacuñan
nuevas clases. Así como los distintos proyectos políticos y estrategias de resistencia y cambio que se
entretejen al interior de las sociedades, grupos y comunidades.
Sin cuestionarnos el uso político de la cultura y quiénes son sus principales beneficiarios, sin investigar
la posición y el poder de los intérpretes de la tradición, no podremos evitar la facilidad con que las
mujeres son instrumentalizadas en las continuas batallas políticas, económicas, militares y discursivas
en los contextos locales y en el ámbito internaciona​l ​(D’Angelo, 2000: 14)
En este sentido, Tarducci (2013) citando a Elizabeth Zechenter (1997), propone que para investigar
la diversidad cultural desde una perspectiva crítica es necesario considerar a qué intereses sirven las

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Recordemos que el relativismo se opone al método comparativo por considerar que cada cultura forma un todo único y
completo
tradiciones y a quiénes perjudican; por qué algunas costumbres son abandonadas y otras se
mantienen y recuperan y por quiénes; quiénes se benefician con los cambios de las prácticas
culturales y quiénes con el mantenimiento del status quo; quiénes están influyendo en la dinámica y
la dirección interna del cambio cultural y hasta qué punto beneficia a los más desprotegidos.

Conclusión
A partir de las reflexiones realizadas, resaltamos la importancia de recuperar la propuesta de
Barabas sobre el diálogo o comunicación intercultural, que supone el respeto por la diferencia
cultural, la tolerancia, la convivencia; pero sobre la base de la igualdad. Es decir, que se hace
necesario poder establecer acuerdos en materia de derechos, de manera que exista “un piso”, “una
base” que tenga en cuenta cómo se entretejen las relaciones de poder y busque proteger a los
grupos más vulnerables (por género, por edad, por pertenencia de clase, por etnia, etc.) en el marco
de tales relaciones. Tal como propone Tarducci (2013) el “piso” lo definen tanto los Derechos
Humanos en general como los distintos instrumentos internacionales (normativa y convenciones) que
protegen los derechos de estos grupos vulnerables, tales como la Convención Internacional de los
Derechos del Niño, Niña y Adolescente y la Convención contra la Eliminación de toda forma de
Discriminación y Violencia contra las Mujeres, entre otros.
El diálogo intercultural, las condiciones para su concreción, constituyen decisiones políticas. Es
responsabilidad del Estado garantizar tanto la preservación de la diversidad cultural (y sus distintas
expresiones) como el cumplimiento de estos derechos que garantizan también otras formas de
expresión, de identidad y de prácticas al interior de un mismo grupo cultural. Tal como pone por
ejemplo Barabas, aplicar la educación indígena bilingüe en la escuela pública sería una alternativa de
política pública. Pero también resulta de vital importancia incluir las voces de los sectores
atravesados por más de una desigualdad (por género, clase, etnia, edad) y por ello más vulnerables
en los espacios en que se toman tales decisiones.
Bibliografía
Barabas, A. (2014). Multiculturalismo, pluralismo cultural y interculturalidad en el contexto de América
Latina: la presencia de los pueblos originarios. En Configuracoes.
Cuché, D. (1996).​ La noción de cultura en las ciencias sociales.​ Buenos Aires: Nueva Visión.
D’Angelo M. V (2000) Cultura y derechos humanos de las mujeres. En ​Las Mujeres del Caribe en el
umbral del 2000.​ Madrid: Dirección General de la Mujer/Comunidad de Madrid.
Restrepo, E. (2016). ​Escuelas clásicas del pensamiento antropológico​. Cuzco: Vicente Torres
Lezama
Tarducci, M. (mayo, 2013) Abusos, mentiras y videos. A propósito de la Niña Wichí. Recuperado el
16 de Noviembre del 2020 de
https://zur2.wordpress.com/2013/05/08/abusos-mentiras-y-videos-a-proposito-de-la-nina-wichi-por-dr
a-monica-tarducci/

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