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La psicóloga Claudia Dawidowicz discute la importancia de establecer límites en la crianza de los hijos. Señala que una educación sin límites puede derivar en "tiranos" ya que los niños necesitan aprender desde temprana edad qué comportamientos son aceptables y cuáles no a través de la imposición de la autoridad paterna. También destaca que tanto padres como hijos deben desarrollar tolerancia a la frustración, ya que los límites generan en los niños llanto y enojo pero son neces
La psicóloga Claudia Dawidowicz discute la importancia de establecer límites en la crianza de los hijos. Señala que una educación sin límites puede derivar en "tiranos" ya que los niños necesitan aprender desde temprana edad qué comportamientos son aceptables y cuáles no a través de la imposición de la autoridad paterna. También destaca que tanto padres como hijos deben desarrollar tolerancia a la frustración, ya que los límites generan en los niños llanto y enojo pero son neces
La psicóloga Claudia Dawidowicz discute la importancia de establecer límites en la crianza de los hijos. Señala que una educación sin límites puede derivar en "tiranos" ya que los niños necesitan aprender desde temprana edad qué comportamientos son aceptables y cuáles no a través de la imposición de la autoridad paterna. También destaca que tanto padres como hijos deben desarrollar tolerancia a la frustración, ya que los límites generan en los niños llanto y enojo pero son neces
“Si eludimos la responsabilidad de marcar un límite a nuestros hijos, criaremos tiranos”. Conversamos con la psicóloga Claudia Dawidowicz. (Por Jorge Gorostiza) ¿Qué pasa con los límites? ¿Es necesario volver a hablar de ellos, después de una etapa de muchas prohibiciones y mucha violencia?
CD: ¿Qué etapa? ¿La dictadura? Yo tenía 10 años cuando llegó la democracia. Ya ha
pasado mucho tiempo. Desde entonces hemos escuchado siempre hablar de la educación autoritaria versus la educación “laissez faire”. Los niños, niñas y adolescentes de hoy han sido formados más en esta última línea: laissez faire, dejar hacer, todo está bien, el error no se corrige, es el propio niño quien lo irá a descubrir, etcétera. Posiblemente haya sido una buena idea para contrarrestar tanto autoritarismo. El punto es, por ejemplo, si terminó el año y nunca descubrió el error, o terminó el año y no aprendió a escribir. Creo que no es casual que encontremos hoy tantas faltas de ortografía, tanta dificultad para expresarse, tan poca fluidez en el vocabulario. ¿Antes había temor a los padres y ahora temor a los hijos? CD: Lo que observo, más que temor a los padres, es ausencia de los padres: “mi viejo no estaba, no tenía tiempo para mí, nunca me transmitió afecto”. Ahora bien, quien ha vivido eso como hijo, no necesariamente lo repite como padre. Al contrario, tiende a diferenciarse, de ahí surge esta otra educación laissez faire. Pero el dejar hacer, el todo está bien, ¿No es también una forma de ausencia? CD: Sin dudas. Yo creo que hoy estamos ante jóvenes que han sufrido otro tipo de ausencia de parte de sus padres. Padres a los que les resulta complicado poner un límite o imponer algo, porque eso supone un esfuerzo. Entonces es más cómodo dejar hacer. De otro modo, hay discusiones, hay peleas, y esos padres no están dispuestos a confrontar, no pueden hacerlo, les resulta violento. Sin embargo, la realidad es que la función paterna tiene que ver con el orden y la autoridad, porque el niño sólo, por si mismo, no se desarrolla plenamente. Si eludimos la responsabilidad de marcar un límite a nuestros hijos, criaremos tiranos. Y a los tiranos se los teme. CD: Sí, se les teme. Creo que por rechazo al autoritarismo hemos derivado, quizás, en una ausencia de autoridad. Por un lado, hay padres que encuentran muchas dificultades a la hora de poner un límite y, por otro lado, hay chicos menos dóciles. Y hay etapas diferentes. CD: Claro, hay etapas más complicadas. En la primera infancia, uno se encuentra con un bebé hermoso, simpático, que descubre todo y quiere todo porque, para él, todo es suyo. Bueno, el padre debe empezar a poner límites, ya desde la primera infancia (un año, un año y medio). Decís “el padre”. CD: Sí, el padre, principalmente. La madre, en esa etapa, cumple otras funciones, le cuesta mucho “despegarse” del bebé, y tiene que dar lugar al padre, aunque no lo haya realmente. Quien le pueda decir “no, no toques eso porque te vas a electrocutar”, ese es el que ocupa el lugar del padre. Esa palabra representa la misma ley paterna que tiene incorporada la madre. ¿Es el patriarcado? CD: No, no necesariamente. Hablo de la constitución psíquica del niño, que necesita un imperativo paterno. Ese imperativo va diferenciando al niño dentro de la tríada madre- padre-hijo. Hoy, la sociedad le reclama a la escuela que cumpla esa función ordenadora. Sin embargo, no pocas veces la escuela es desautorizada por los propios padres cuando lo intenta. CD: Sí, porque esos padres no toleran que el niño sufra un poco frente a la ley y el orden (risas). La realidad es que ha ido cambiando la sociedad, el modelo de familia, y los roles dentro de ella. Hoy convivimos con otros tipos de familias, además de la de papá y mamá “tradicional”: tenemos hogares mono parentales (mamá o papá sólo) y hogares con parejas del mismo sexo, por ejemplo. Estas diferentes constituciones familiares suponen diferentes desempeños, nuevas formas de organización. La cuestión es cómo se las arreglan los niños y niñas para identificar qué es lo que hay que hacer y qué es lo que no hay que hacer. Por ejemplo, saber que no tiene que rayar un auto que está en la calle, porque no es suyo. Descubrir que no puede hacer tal cosa, genera en el niño frustración, llanto y pataleo, sin embargo, no por eso los padres van a permitir lo que no se debe permitir. En cierto modo, padres e hijos enfrentan un mismo desafío: tolerancia frente a la frustración. CD: Sí, totalmente, porque mucho de lo que le pasa a este bebé, a este niño que llora y grita, le provoca al padre decir: “no lo tolero”. No tolera que llore, que grite, entonces le deja hacer lo que quiera. No importa que anteriormente le haya dicho diez veces que no, finalmente cede al capricho y así la palabra “no” se relativiza, pierde valor, pierde peso, pierde sentido. El problema es que, para constituirnos como personas, necesitamos aprender lo que significa “eso no se hace”. Consultas con la Lic. Claudia Dawidowicz: CEDIT, Clínica Chapelco, teléfono 429132.