Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
MODELOS DE DEMOCRACIA
Versión española de Teresa Albero
Segunda edición
Alianza Editorial
T ítulo original: M odels o f D emocracy
Reservado» todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece pena* de prisión
y/o multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeren,
plagiaren, distribuyeren o comunicaren públicamente, en rodo o en parce, una obra literaria, artística o científica,
o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a tra
vés de cualquier medio, sin ia preceptiva autorización.
1 Emplearé el térm ino «ciudad-estado», y ocasionalm ente «ciudad-república» en sustitución del ter
m ino griego polis. En los dos capítulos siguientes se abordarán las razones que justifican la preferen
cia de algunos estudiosos por el térm ino «ciudad-república», razones que tienen relación con el de
bate sobre el m om ento histórico en que la idea de «estado» fue formulada por prim era vez.
30 M O D E L O S C L A SIC O S
núcleos residenciales donde se con cen traban los agricultores y los terratenientes:
en la p equeña ciu d ad típica de esta época, los agricultores vivían dentro de sus
m urallas y cada día salían a trabajar en los cam pos, volviendo de noche, au n q u e
el territorio de las ciudades siem pre in c lu ía una circunferencia agraria con una
población enteram en te rural asentada en ella. (R A nderson, 19 7 4 a, pp. 2 9 -3 0 .)
El crecim iento del com ercio terrestre y m arítim o estim uló el desarrollo de
las ciudades costeras especialmente bien situadas, algunas de las cuales dis
frutaron períodos de progresivo crecimiento.
La aparición de «tiranos» o «autócratas» {ca. 6 5 0 - 5 1 0 a.C.) quebró la
continuidad política de las primeras ciudades-estado. Estos tiranos represen
taban los intereses de todos aquellos que recientemente habían hecho fortu
na con la propiedad de tierras o el com ercio e intercam bio. El orden tribal y
de «clanes» dio paso a regímenes más tiránicos. Pero la estabilidad de estos
regímenes era vulnerable, debido a los continuos cambios en las alianzas y
coaliciones. F,1 enriquecim iento de unos pocos no fue acom pañado de la
mejora de las condiciones de vida de las clases más pobres, especialmente de
los no propietarios o de los propietarios de pequeñas granjas'o «com unida
des agrícolas». El aum ento de la población hizo crecer la presión sobre los
privilegiados, dando lugar a un período de intensas luchas sociales. C on el
fin de preservar el equilibrio de poder, hubo que hacer a m enudo algunas
concesiones en la com pleja e intensa vida política de las ciudades. Las con
cesiones que se hicieron, fundam entalm ente en Atenas, pero también en el
resto de las ciudades, reforzaron la autonom ía económ ica de los medianos y
pequeños agricultores, así com o la de otras categorías del cam pesinado,
creando una com unidad de pequeños propietarios (cf. H ornblower, 1 9 9 2 ,
pp. 3 -4). El estatus de estos grupos m ejoró aún más, debido a im portantes
cambios en la organización militar, que hicieron de agricultores y campesi
nos m oderadamente prósperos piezas centrales de la defensa de la com uni
dad (cf. M ann, 19 8 6 ). Sería este cambio, quizá más que ningún otro, el que
influiría en la futura estructura política de las «ciudades-estado».
C o n la expansión de la esclavitud (más adelante se volverá sobre este
punto con más detenim iento), un creciente núm ero de ciudadanos inde
pendientes experim entó un aum ento sustancial del ám bito de sus activida
des. Fue el establecim iento de una econom ía de esclavitud — en la minería,
la agricultura y en ciertas industrias de artesanía— lo que, tal como ha sido
señalado, «perm itió el repentino florecimiento de la civilización urbana de
Grecia... Frente a los trabajadores esclavos el ciudadano libre aparecía ahora
en todo su esplendor» (P. Anderson, 19 7 4a , pp. 3 6 -3 7 ; cf. Dickenson, 19 9 7 ,
cap. 2). Las com unidades urbanas griegas adquirieron un sentim iento ere-
1.A D EM O CR A CIA CLÁ SICA : ATENAS 31
- Se esrima que Atenas, que fue durante un período significativo la m ayor de las ciudades-estado,
renía en el siglo V entre 30.0 00 y 45.0 00 ciudadanos.
32 M O D E LO S CLÁ SICO S
' La ciu d ad anía se concedía en raras ocasiones a los extranjeros, y tan sólo con la aprobación de la
Asam blea, el principal órgano soberano.
LA D EM O CR A CIA CLÁ SICA : ATEN A S 33
me a la ley, todos tienen iguales derechos en los litigios privados y, respecto a los
honores, cuan do algu ien goza de buena rep utació n en cu alq u ier aspecto, se le
honra an te la co m u n id ad por sus m éritos y no por su clase social; y tam poco la
pobreza, con la o scuridad de consideración que conlleva, es un obstáculo para
nadie, si tien e algún beneficio que hacerle a la ciudad. Practicam os la lib eralidad
tanto en los asuntos públicos com o en los m utuos recelos procedentes del trato
diario, y no nos irritam os con el vecino, si hace algo a su gusto, ni afligim os a
nadie con castigos, que no causan d añ o físico, pero resultan penosos a la vista. Y
así com o no nos m olestam os en la convivencia p rivada, tam poco transgredim os
las leyes en los asuntos públicos, sobre todo por tem or, con respecto a los cargos
públicos de cada ocasión y a las leyes y, entre éstas, p articularm en te, a las que es
tán puestas en beneficio de las víctim as de la in justicia y a las qu e, aun no escri
tas, conllevan por sanción una vergüenza com ún m ente ad m itid a. [...]
U na m ism a persona p ued e ocuparse de los asuntos privados y, al tiem po, de
los públicos, y los que están preferentem ente dedicados a los negocios no por
ello en tien d en deficientem ente de p o lítica, pues somos los únicos que tom am os
al que no p articip a en estas actividades por in ú til, no por inactivo; nosotros m is
mos juzgam os los asuntos o nos hacem os un a idea clara de ellos, y no creem os
que las palabras p erju d iq u en la acción, sino que el p erju icio resulta m ás bien de
no enterarse previam ente m ed iante la palab ra antes de ponerse a hacer lo q u e es
preciso. (La oración fúnebre de Pericles, en Tucídides, Historia de la guerra del
Peloponeso, pp. 150-151 , 152.)
F.l fun dam ento del régim en dem ocrático es la libertad (en efecto, suele decirse
que sólo en este régim en se participa de la lib ertad, pues éste es, según afirm an,
el fin a que tiende toda dem ocracia). U na característica de la lib ertad es el ser go
bernado y gobernar por turno y, en efecto, la justicia dem ocrática consiste en te
ner todos lo m ism o n um éricam en te y no según los m erecim ientos \ y siendo
esto lo ju sto , forzosam ente tiene que ser soberana la m uch edum b re, y lo que
apruebe la m ayo ría, eso tiene que ser el fin y lo justo. A firm an que todos los c iu
dadanos deben tener lo m ism o, de m odo que en las dem ocracias resulta que los
pobres tienen más poder que los ricos, puesto que son más num erosos y lo que
prevalece es la o p in ió n de la m ayoría. Ésta es, pues, una característica de la lib er
tad, que todos los partidarios de la dem ocracia consideran com o un rasgo esen-
'* En 1:1 concepción de Pericles del principio dem ocrático de igualdad hay un lugar para el recono
cim iento explícito del m érito. Kl texto de Aristóteles destaca, por el contrario, el hecho de que !,.
idea dem ocrática de igualdad im plica igualdad de condición y de resultado. La discusión de Aristó
teles sobre estos dos tipos de igualdad en la Política es una de las prim eras manifestaciones de esta
im portante distinción (véase Política, pp. 82-83).
36 M O D E LO S CLÁ SICO S
cial de este régim en. O tra es vivir com o se quiere; pues dicen que esto es resulta
do de la lib ertad, puesto que lo propio del esclavo es vivir com o no quiere. Éste
es el segundo rasgo esencial de la dem ocracia, y de aq u í vino el de no ser gob er
nado, sí es posible por nadie, y si no, por turno. Esta característica con tribu ye a
la libertad fundada en la igualdad.
Siendo éste el fundam ento y tal el p rincipio de la dem o cracia, son procedi
m ientos dem ocráticos los siguientes: el que todas las m agistraturas sean elegidas
entre todos; qu e todos m anden sobre cada uno, y cada uno en su turno, sobre
todos; qu e las m agistraturas se provean por sorteo, o todas, o las que no req u ie
ran experiencias o h ab ilid ad especiales; que no se funden en n in g u n a propiedad,
o en la m enor posible; que la m ism a persona no ejerza dos veces n in gun a de las
relacionadas con la guerra; que las m agistraturas sean de corra d u ració n , o rodas
o las más posibles; qu e adm in istren ju sticia todos los ciu d ad ano s, elegidos entre
todos, y acerca de todas las cuestiones o de la m ayo ría de ellas, y de las m ás im
portantes y p rincipales, por ejem plo, la ren dición de cuentas, la con stitución y
los contratos privados; que la asam blea tenga soberanía sobre todas las cosas (o
las más im portantes), y los m agistrados en cam bio no tengan n in gun a, o sobre las
cuestiones m enos im portantes... Es tam bién dem ocrático pagar a todos los m iem
bros de la asam blea, los tribunales y las m agistraturas, o si 110 a los m agistrados,
los tribunales, el C onsejo y las asam bleas p rincipales, o a aquellas m agistraturas
que requieran un a mesa com ún. (Adem ás, com o la oligarquía se define por el lin a
je, la riqueza y la educación, las notas de la dem ocracia parecen ser las contrarias a
éstas: la falta de nobleza, la pobreza y el trabajo m an ual.) A dem ás, n in gu n a m a
gistratu ra dem ocrática debe ser v italicia, y si algu n a sobrevive de un cam bio a n ti
guo, debe despojársela de su fuerza y hacerla sorteable en lugar de electiva. Estos
son, pues, los rasgos com unes a todas las dem ocracias. (A ristóteles, Política, li
bro VIH [V I], 2, pp. 2 4 9 -2 5 1 .)
tras que este fuerte com prom iso con la igualdad puede entrar en conflicto
(tal com o han argum entado muchos, incluido Aristóteles) con la libertad,
en cuanto a su segunda acepción («vivir com o se quiere»), los demócratas
sostienen que deben existir ciertos límites a la elección, si no se quiere que la
libertad de un ciudadano interfiera injustam ente en la libertad de otro.
Siempre y cuando cada ciudadano tenga la oportunidad de «ser gobernado y
gobernar por turno», los riesgos asociados con la igualdad podrán m inim i
zarse y, p or lo tanto, podrán cum plirse am bos criterios de libertad. De
acuerdo con Aristóteles, la democracia clásica implica libertad, y la libertad
implica igualdad — una cuestión que le llevó a expresar serias reservas sobre
la democracia, a pesar de su afirm ación general de que los seres humanos
eran animales políticos que sólo podían alcanzar su plenitud en el marco de
la polis, una idea que iba a ejercer una gran influencia en el desarrollo del
pensamiento político renacentista (véase el cap. 2).
C aracterísticas institucionales
s l.a estructura básica de la dem ocracia ateniense se desarrolló en el contexto de (y en paralelo con)
una serie de instituciones reguladoras (por ejemplo, el Areópago, mi consejo de ancianos) que eran
anteriores a ella y que seguirían ejerciendo su influencia tras el fin de la democracia en Arenas a fi
nes de la década de 3 20 (ch H oinblow et, 1992).
38 M O D E L O S C L Á SIC O S
[.O S CIU D AD A N O S
(Au-nienses varones mavores de veinte años, subdivididos en die/ «tribus"
basadas en el lugar J e residencia)
+
(Las tribus abarcaban un total de 140 distritos territoriales
locales o dewor. unidades de gobierno local)
A SAM BLEA
(O Fa'U’súi)
(El principal órgano soberano, con un m ínim o de cuarenta sesione;-»
al año v un quorum de 6 .0 0 0 ciudadanos en las sesiones plenarias
y en otras ocasiones especiales)
(A)
I
C O N SE JO DE LOS 500
(C om ité ejecutivo y de gobierno de la asam blea,
com puesto por los varones mavores de treinta años)
PRESIDENTE DEL C O M IT É
(M an dato de un día)
(A) C ada una de las diez tribus aportaba cincuenta consejeros al Consejo, procedentes de los de
mos; éstos elegían candidatos en proporción aproxim ada a su tam año, para que les representasen en
el Consejo o en otros órganos. La elección inicial se bacía al a7.ar. Los «elegidos» pasaban a formar
parte de una lista de candidatos. Finalm ente, los candidatos que desem peñarían realm ente el cargo
eran seleccionados, de nuevo por sorteo, de esta lista. Este m étodo pretendía igualar las probabilida
des de todos de acceder a un puesto. Los mandatos de los caigos p ú blico' eran cortos, sin posibili
dad de reelección. Se pagaba a todos los candidatos elegidos por sus servicios, a! igual que la asisten
cia a la asam blea en determ inadas ocasiones.
(B) Elegidos por elección directa de todos los ciudadanos v supcepribles de posteriores leclecciones.
(C ) El com ité se formaba por rotación de los miembros del Consejo, que desem peñaban el puesto
durante una décim a parre del m andato anual.
H JF N T K ;s:
S Finley (1963, 1983); Sabine (19 6 3); Anderson (1974).
núm ero de personas, que no podían jugar papel alguno en el estado. En pri
m er lugar, la cultura política ateniense era una cultura masculina adulta. So
lamente los atenienses varones mayores de veinte años podían optar a la ciu
dadanía 6. La dem ocracia antigua era una dem ocracia de patriarcas; las
mujeres no tenían derechos políticos y sus derechos civiles estaban severa
mente limitados (si bien las mujeres casadas disfrutaban de mejores condi
ciones que las solteras en este últim o aspecto). Los logros de la democracia
clásica estaban relacionados directamente con el trabajo y el servicio dom és
tico no reconocido políticamente de mujeres (y niños).
Un gran núm ero de los residentes en Atenas tam poco tenían derecho a
participar en los procedim ientos form ales. En este grupo se incluían los
«inmigrantes», cuyas familias se habían instalado en Atenas varias genera
ciones atrás. Pero quizá, con diferencia, la categoría más am plia de m argi
nados políticos era la de los esclavos. Se calcula que la proporción de es
clavos en la A tenas de Pericles era al m enos de tres p o r cada dos
ciudadanos libres, una población de entre 8 0 .0 0 0 y 1 0 0 .0 0 0 esclavos (An-
drewes, 1 9 6 7 ; P. A nderson, 19 7 4a ). Los esclavos eran em pleados en casi
todas las form as de agricultura, industria y m inería, así com o en las tareas
domésticas. La democracia y la esclavitud ateniense parecen haber sido in
separables. El hiato entre las bases form ales y reales de la vida política ate
niense es sorprendente. La concepción clásica de la «igualdad política» es
taba bastante alejada de las ideas sobre la «igualdad de poder» para todos
los adultos; la igualdad política era una form a de igualdad para con igual
estatus (varones atenienses de nacim iento), e incluso en este caso, com o se
indicará en breve, la igualdad de estatus no im plicaba realm ente las mis
mas oportunidades de in flu ir políticam ente. La legendaria dem ocracia es
taba íntim am ente unida a lo que podría denom inarse la «tiranía de los
ciudadanos».
Por lo tanto, el que podamos referirnos legítim am ente a Atenas como
una democracia es una cuestión que, al menos, debe ser planteada. Sin duda
alguna, la política de la antigua Atenas descansaba sobre una base nada de
mocrática. Pero es preciso señalar, al igual que Finley, que la elección entre
el «gobierno de unos pocos» y el «gobierno de muchos» fue una «elección
significativa», y que los «derechos» que varios grupos reclamaban para sí, y
por los que lucharon encarnizadamente, tenían una enorm e significación, a
pesar de que «los muchos constituyeran una m inoría de la población» (Fin-
'■ A las m ujeres libres nacidas en Arenas sólo se las consideraba «ciudadanas» a efectos genealógicos;
no podían participar en política. Su ciudadanía era instrum ental: eran las productoras de ciudada
nos varones (cf. D ickenson, 1997, cap. 2).
LA D EM O CR A CIA C LÁ SICA : ATENAS 41
ley, 1 9 8 3 , p. 9). Es necesario apreciar tanto los notables logros como los es
trictos límites de la democracia ateniense.
Si dejamos a un lado, por el m om ento, los aspectos concernientes a la
ciudadanía limitada, así com o los conflictos que inevitablem ente ésta tuvo
que general-, y nos centram os en cambio en algunas de las características in
ternas del nuevo orden dem ocrático, es posible entonces vislum brar las im
portantes dificultades creadas por la innovadora política ateniense: dificulta
des que con razón explican en parte su incapacidad para perpetuarse más
allá de los siglos V y IV a.C. Eli las fuentes históricas tenemos m uy poca in
form ación sobre las experiencias y prácticas reales de la antigua democracia.
Pero una de las narraciones más fascinantes que tenemos de sus característi
cas más negativas se encuentra en los escritos de Jen o fo n te (R odew ald,
19 7 4). El siguiente extracto ilustra muchos de los rasgos institucionales des
critos con anterioridad, mediante el retrato (o recreación) de una serie tic-
incidentes y debates, que tuvieron lugar alrededor del año 4 0 6 a.C. El texto
subraya tanto la im presionante responsabilidad política establecida en A ú
nas — la intervención directa de los ciudadanos en el proceso real de toma
de decisiones— com o los orígenes de algunas de sus dificultades. El extracto
hace referencia a una im portante victoria naval ateniense que, sin embargo,
causó muchos muertos entre los victoriosos marineros. Los responsables cic
la expedición fueron acusados de haber dejado ahogarse innecesariamente a
los hombres en los barcos hundidos. Al igual que en muchos de los otros re
latos de los que disponemos, ha de tenerse en cuenta que esta historia fue
escrita por una persona que estaba lejos de simpatizar con las ideas dem o
cráticas. A pesar de ello, merece la pena reproducirlo, ya que sí parece ser
una ilustración viva de la vida política tal com o era entonces.
Fondo de ayuda a los pobres y desamparados por la guerra, o quiza'* com pensación por la .isisien-
cia a la asam blea, fijado desde el 4 1 0 -40 9 . Cf. Arist., Comtit. aten. 28, 3. Com o se ve eran dos olió
los al día.
K Los m agistrados tenían el derecho y el deber de sancionar con una m ulta un delito contra las leyes
o contra la desobediencia a la autoridad, y si se trataba de un deliro de mayor castigo podía llevarse
el caso anre un jurado.
42 M O D E L O S C L Á SIC O S
salía tam b ién por su gestión com o estratego. Y el tribunal d ecid ió arrestar a Era-
síuides. D espués de esto los estrategos inform aron en el C onsejo sobre la batalla
naval y la violencia de la tem pestad . C o m o T im ó crates propuso qu e se d eb ía
arrestar tam bién a los dem ás y enrregarlos a la asam blea, el consejo los arrestó.
Luego se celebró la asam blea en la que Tcrám cnes sobre todo y otros acusaban a
los estrategos de qu e era de ju sticia rendir cuentas porque 110 recogieron a los
n áufragos... A co n tin uació n cada estratego se defendió brevem ente — pues 110 se
les fijó el tiem p o de exposición que m arca la le v '1— y exponían los hechos: que
ellos m archaban con tra los enem igos, que habían ordenado la recogida de los
náufragos a hom bres com petentes de entre los 1 riera reos y que ya habían sido es
trategos, a Terám enes, a Trasilo y a otros tales y que si era necesario acusar a
alguien por la recogida, ellos no podían acusar a n ad ie más que a estos a quienes
fue en co m en d ad o . «Y no p o rque nos acusen a nosotros, afirm aro n , vam os a
m en tir declarando que ellos son los culpab les, sino que la violencia de la tem pes
tad fue lo que im p id ió la recogida.» C o m o testigos de estos hechos presentaban a
los pilotos y a otros m uchos com pañeros de a bordo. C on tales argum entos e m
pezaban a convencer a la asam blea y. levantándose, q u erían salir fiadores m uchos
particulares. M as se decidió aplazarlo a la siguien te asam blea — pues era ya tarde
v no podrían ver las m anos en la votación— v que el consejo estudiara p revia
m ente un a m oción sobre el m odo de juzgarlos " . M ás tarde se celebraba la fies
ta ele las A p an in as 12 en la que los m iem bros de las fratrías y los parientes se reú
nen entre sí. Entonces los p artidario s de Terám enes prepararon a hom bres con
m antos negros y con el pelo cortado a rape, pues había m uchos en esta fiesta,
para que vinieran a la asam blea com o si fueran parientes de los que habían pere
cido y convencieron a C alíxen o de que acusara a los estrategos en el C onsejo.
Entonces celebraban la asam blea a la que el consejo propuso su m oción, la si
guien te, que leyó C alíxen o : «Puesto qu e han oído a los acusadores de los estrate
gos y a la defensa de éstos en la asam blea anterior, todos los atenienses han de
dar su voto por tribus que se coloquen dos urnas por cada trib u ; que un heral-
'' Cf. I 7, 23- Imi los procesos privados se m ide el tiem po, igual para ambas parres, con la clepsidra o
reloj de agua o arena.
1,1 Véase I 6, 35.
" l a asamblea ateniense no podía rrarai o decidir nada ijiio anees no hubiera sido estudiado en una
sesión del consejo y propuesto (Proboúh'itniii) en el orden del día de la asamblea. Véase rambien
V il 1 ,2 .
'' Apiihtri.is: fiesras de la< harrias en las cuales los m uchachos, i|uc habían llegado a la edad d< efe-
hos, las mujeres recién casadas, los niños recién nacido* v los niños que habían pasado la hesia de
los ('o es, eran incluidos en la lisra de las harrias.
hcin u lid ad es íainiliares con cultos y normas propios.
Clísrenes dividió el Ática en diez tribus:, cada una com picudía Lina parte de la ciudad de Atenas,
una parte de la cosía y una parre del interior. 1 a-, unidades políticas menores .se llam aban ritmo-,, en
u iw is lisias e<iab.ui incluidos los ciudadanos libres. C ada trilni teníü por año 50 consejeros c|ue J u
rante una décim a parte del año dirigían la adm inistración (f>'-ii<inos). Kmos 50 de cada tribu form a
ban el Consejo de los 5()0. Además cada rribu aportaba una unidad m ilitar (hixis) con su csirarego y
una sección de caballería.
LA D E M O C R A C IA C LÁ SICA : ATENAS 41^
do an un cie en cada tribu que, quien considere que los estrategos son culpables al
I
no recoger a los vencedores en la b atalla naval, vote en prim era, quien no, en 1; ^
siguien te; si se declaran culpables, que sean condenados a m uerte y entregados a ^
los O nce 1/1 y confiscados sus b ien es... Se presentó uno en la asam blea afirm ando "
que se h abía salvado en un tonel de harina y que le habían encargado los que p i ^
recían, si se salvaba, que an un ciara al pueblo que los estrategos no recogieron
los que habían sido los mejores en defensa de la patria. E uriptólem o hijo de
P isianacte, y algunos m ás d em andaron a C alíxen o, alegando que había re d a c ta d * )
propuestas ilegales l6. A lgunos de la asam blea lo aprobaban, pero la m u ltitu d g iis ^
taba q u e era m onstruoso por uno no d ejar a la asam blea hacer lo que quería. A
todo ello, com o I.icisco propuso juzgar tam bién a éstos con el m ism o voto qu e )
los estrategos, si no depo n ían la d em an d a, y la m asa de nuevo p rorrum pió e iw
gritos de aprobación, se vieron forzados a retirar las d em an das. A lgunos príra--”
n o s 17 se negaban a proponer la votación ilegal y otra vez subió C alíxen o a la t r “)
b un a, y los acusaba de lo m ism o. La m u ltirud pedía a gritos citar a juicio a los*
qu e se n egaban. Los prítanos tuvieron m iedo y todos convinieron en proponer!..™
excepto S ócrates, h ijo de Sofronisco. Éste se negó a h acer algo qu e no fue;
M :s- %
A co n tin u ació n E uriptólem o subió a la trib u n a y d ijo lo sig u ien te en defen "
sa de los estrategos: «A tenienses, en parte su b í a esta trib u n a para acusar, aun J
q u e Pericles es p arien te y p artid ario m ío y D io m ed o n te, am igo; en parte para
d efen derlo s; en p arte para acon sejar lo que me parece ser m ejor para la c i u d a t )
e n te ra... Os acon sejo, y en ello no es posible qu e vosotros seáis engañ ados i? ^
por m í ni por nin gún otro, castigar a los culpables, una vez convictos, con la pena
q u e q u eráis, y todos ¡untos o uno por uno, mas o torgándoles al m enos un d i . ; )
si no se puede m ás, para defen derse, de m odo qu e no creáis más en otros q u ^
en vosotros m ism os. Todos sabéis, aten ien ses, qu e el decreto de O anono 1,1 es
m u y riguroso, qu e ordena, si uno com parece en ju icio ante el pueblo a te n ic r » ^
se, qu e se d efien d a separado, y si es reconocido c u lp ab le, sea arrojado m u e r t f »
al B áratro :ft, sus bienes confiscados y la d écim a parte sea para la diosa. Según
este decreto exijo ju zgar a los estrategos, y, por Z eus, si vosotros lo d ecidís, )
P ericles el p rim ero , m i alle g ad o — es p ara m í u n a vergüen za e stim ar más
aq u él qu e a la c iu d ad entera— . Pero si preferís otro, juzgarlo s según la sig u ien
te ley, la qu e h ay con tra los saqueadores de tem plos y traidores: si uno tra ició n ?,)
%
11 F.iKar^.ulos tic los prisioneros condenados y de la ejecución de la sentencia capital. ^
Sobrino de A la b ia d o . Vease í 4, 19. fe
Kra ilegal la proposición de Calíxeno, ya que, desestim ando e! procedim iento normal, ai ju z g a d
por tribus, no garantizaba el secreto del voto y sobre todo establecía un solo juicio para todos le ^
acusados.
17 Com isión de la bulé o consejo de 50 miembros — cf. n. 74— de servicio permanente. Se rurm ^
lian cada 36 o 37 días (décim a parte del año).
ih Para la postura de Sócrates, véase Platón,^/». 32b; Jen., Mem. I 1, 18, y [V 42.
|l) Cf. Aristófanes, Asamblea 1089.
211 Cf. T u c., II 6 7, 4. )
#
44 M O D E LO S C LA SIC O S
■' U no de los que establecieron el régimen oligárquico de los C uatrocientos en 411 a.C . Cf. 'I nc..
VIH 90; 92; 98.
" Cf. I nc., VIH 9 8, tam bién 90 y 92.
M Váse 1 6, 29.
' ' O '. I 6, .34.
LA D E M O C R A C IA CLÁ SICA : ATENAS 45
'* Ut hypomosíti, procedim iento por el cual se declara con juram ento incoar contra el amo? de un
decreto o ley una acción de ¡legalidad (gnfphé ptinínoinoi). l; l autor del decreto o ley era libre de re
tirar su proposición.
Probóle: dem anda presentada ante la asamblea alegando una ofensa contra el Ksrado. Véase ium.i
anterior.
: Un el año 405-404 después de la derrota de Lgospótamos.
:s [efe del partido dem ocrático.
Los del partido dem ocrático que acabaron con los 1 reinta.
46 M O D E L O S C IÁ S IC O S
lorias de cada uno; los enfrentam ientos entre grupos de líderes rivales; la
existencia de redes inform ales de com unicación e intriga; el surgim iento de
facciones abiertamente opuestas, dispuestas a presionar por obtener medidas
rápidas y concluyentes; la vulnerabilidad de la asamblea ante la excitación
del m om ento; la inestabilidad de los fundam entos de ciertas decisiones po
pulares; y el potencial de inestabilidad política general debido a la ausencia
de sistemas de control de la conducta impulsiva (véanse los útiles com enta
rios de Rodewald, 1 9 7 4 , pp. 1-2, 19). Más adelante se incorporaron a la es
tructura de la democracia ateniense algunos frenos constitucionales, con vis
tas a salvaguardarla precisamente de decisiones precipitadas e irreversibles.
Estos cambios intentaron com pensar la soberanía popular con un marco
constitucional capaz de proteger las leyes y procedim ientos prom ulgados,
aunque es dudoso que estos cambios bastaran para este propósito (si es que
frente a una oposición m uy resuelta, el procedim iento constitucional puede
ser en algún caso suficiente).
La vida política ateniense parece haber sido extraordinariam ente intensa
v com petitiva. Adem ás, la asamblea y el consejo tendieron a estar dom ina
dos por ciudadanos de «alta»' cuna o rango, una élite de familias ricas y bien
establecidas, que disponían de tiempo suficiente para cultivar sus contactos
y perseguir sus intereses. Puesto que el poder no estaba estructurado por un
sistema constitucional y gubernam ental firme, las batallas políticas tomaban
a m enudo un tinte m uy personal, term inando frecuentem ente con la elim i
nación física de los oponentes a través del ostracismo o la m uerte (Finley,
1 9 8 3 , pp. 1 1 8 - 1 1 9 ) . Es fácil exagerar la frecuencia de estas batallas, subra
yar el carácter representativo de la narrativa de Jenofonte com o relato de la
política ateniense y olvidar que Atenas disfrutó períodos relativam ente lar
gos de estabilidad política. Sin embargo, la estabilidad política de Atenas se
explica probablem ente menos en términos del funcionam iento interno del
sistema político que en térm inos de su historia com o victorioso «estado-
conquistador» í0. El desarrollo de Atenas estuvo acom pañado de exitosas
campañas militares; únicamente hubo unos pocos años sin guerra o conflic
tos militares. La victoria m ilitar acarreaba beneficios materiales para casi to
dos los estratos de la ciudadanía ateniense, lo que sin duda contribuía a la
form ación de una base com ún entre ellos, base que debió de ser bastante só
lida, mientras duraron las victorias.
Las críticas
fig ú ra te , pues, un patrón de una o de m u tilas naves, tal com o vov a pintártelo;
más grande y más robusto que el resto de la trip u lació n , peni un poco sordo, de
1 Obsérvese la ideiuificación de «individuos» con -rodoi los hombres», cuando Platón se csi.i e n
realidad refiriendo a los ciudadanos varones.
48 M O D E LO S C LA SIC O S
un opción tentadora apoyar al tirano elegido. Pero, por supuesto, una vez en
posesión del poder del estado, los tiranos suelen ocuparse únicamente de sí
mismos.
La tiranía de Platón 110 era, en sí misma, una solución estable a los pro
blemas de la democracia. Los tiranos rara vez son «verdaderos pilotos». En la
segunda famosa metáfora sobre «el grande y robusto animal» (la masa del
pueblo), Platón deja claro que no basta con que sil guardián sepa cóm o con
trolar a la bestia, a través del estudio de sus humores, necesidades y hábitos.
Para que el anim al sea adecuadam ente cuidado y amaestrado, es im portante
discernir lo que, en los gustos y apetitos de la criatura, es «honesto, bueno y
justo, de lo que es vergonzoso, malo e injusto» (La república, p. 2 0 1 ). El
planteam iento de Platón, en resumen, es que los problemas del m undo no
pueden ser resueltos mientras 110 gobiernen los filósofos; ya que sólo ellos,
bien educados y form ados, tienen la capacidad de arm onizar todos los ele
mentos de la vida humana bajo «el gobierno de la sabiduría». Siguiendo a
Sócrates, Platón creía que «la virtud es conocim iento»; es decir, que la «vida
buena», tanto para los individuos com o para las colectividades, es un fenó
meno objetivo: existe independientem ente de sus estados inmediatos y pue
de alcanzarse a través de un estudio sistemático. Es la sabiduría rigurosa
mente adquirida por los filósofos la que justifica su idoneidad para el poder.
Es su capacidad para arreglar las cosas de la form a más ventajosa lo que hace
recomendable que el principio de gobierno sea el principio del despotismo
ilustrado.
No es preciso que nos ocupemos aquí detenidam ente de los detalles de la
postura de Platón; bastará con saber que su postura en La república está m o
tivada por el deseo de contestar a la pregunta: «¿qué es la justicia?». Partien
do de una concepción natural de la división del trabajo, en la que cada clase
de individuos puede encontrar su propio papel (en térm inos generales com o
gobernantes, soldados o trabajadores), la tarea encomendada a los filósofos
es la de exam inar esa división, con vistas a a) estim ular las virtudes propias
de cada tipo de trabajo (sabiduría, valentía, templanza) y a b) garantizar que
los individuos realizan las funciones adecuadas. Los individuos y los estados
se conciben com o «todos» orgánicos en los cuales, cuando el «todo» está
sano, los ciudadanos pueden desempeñar sus funciones, satisfacer sus nece
sidades, realizarse y, de este modo, morar en.un estado eficiente, seguro y
poderoso (cf. Ryle, 19 6 7). En estas circunstancias, la justicia puede prevale
cer y la vida buena puede hacerse realidad (cf. Anuas, 19 S 1).
En la postura de Platón, y del pensamiento de la antigua Grecia, en tér
minos más generales, es preciso tener presente que la libertad que el estado
protege 110 está tanto destinada al individuo per se com o a su habilidad para
LA D EM O CR A CIA CLÁ SICA : ATENAS 5 I
cum plir su papel en el universo. Esta teoría difiere notablemente, tal como
señala acertadam ente un comentarista, «de una que pinte las relaciones so-
cíales en térm inos de contrato o pacto y que, en consecuencia, conciba al es
tado com o interesado de modo prim ordial en el m antenim iento de la liber
tad de elección» (Sabine, 1 9 6 3 , p. 4 9). Esta concepción, dom inante en la
tradición liberal del siglo X V ll, habría constituido un anatema para Platón.
Su obra defiende abiertamente la idea de una unidad armoniosa entre «lo
público» y «lo privado». El estado asegura las bases para que el ciudadano
desarrolle su vocación.
Platón m odificó hasta cierto punto, en obras subsiguientes, especialmen
te en E l político y en Las leyes, la postura planteada en La república. En estos
libros Platón reconoce que, en el estado real com o opuesto al ideal, el go
bierno no puede sostenerse sin algún tipo de consentim iento y participación
popular. Se afirm a también la importancia del gobierno de la ley com o un
m odo de circunscribir el ám bito legítimo de los que ejercen el poder «públi
co» — los filósofos-reyes. Se introduce significativamente una teoría del «ré
gimen mixto», que com bina elementos de la m onarquía y la democracia,
anticipándose a posiciones desarrolladas más adelante por Aristóteles y los
republicanos del Renacimiento 32. Platón ideó incluso un sistema de votación
proporcional, que encontraría más tarde su parangón en los escritos de figu
ras com o John Stuart M ili. Pero estas ideas no fueron en su conjunto desa
rrolladas de form a sistemática, y la tentativa de Platón de introducir un ele
m ento dem ocrático en su concepción del sistem a de gobierno ideal no
supuso un m odelo de democracia original.
í: La idea del ^régimen m ixto » como resultado de la com binación de distintos principios de organi
zación. con el fin de que se contrarresten los unos a los otros, alcanzando así un equilibrio de las
fuerzas políticas, tiene, por supuesto, una gran im portancia en la historia da la teoría y práctica polí
ticas. Platón pudo ser el prim ero en elaborar esa idea, aunque esto no puede confirmarse. La teoría
del «régim en m ixto», o la división de poderes, será analizada más adelante, cuando se examine el
pensam iento de M aquiavelo, Locke y M ontesquieu.
i
52 MODELOS CLASICOS
Resumen: modelo I
La democracia clásica
Principiáis) justificntii'n(s)
Los ciudadanos deben disfrutar de la igualdad política para que puedan ser libres para
gobernar y ser a su ve?, gobernados.
Características fundamentales
Parricipación directa de los ciudadanos en las funciones legislativa y judicial.
La asamblea de ciudadanos ejerce el poder soberano.
El ám bito de acción del poder soberano incluye todos los asuntos com unes de la
ciudad.
Existen múltiples métodos de selección de los cargos públicos (elección directa, sorteo,
rotación).
No existen distinciones de privilegio entre los ciudadanos ordinarios y los que ocupan
puestos públicos.
Con excepción de los puestos relacionados con el ejército, el mismo puesto no puede
ser ocupado dos veces por el mismo individuo.
M andatos breves para todos los puestos.
Los servicios públicos están remunerados.
Condiciones generales
Ciudad-estado pequeña, con hinter/atidagrícola.
Economía de esclavitud, que deja tiempo «libre» para los ciudadanos.
Trabajo doméstico, es decir, el trabajo de la mujer, que libera a los hombres para los
deberes públicos.
Restricción de la ciudadanía a un número relativamente pequeño.
que se com unicaban de boca en boca, culturas orales, con elementos de par
ticipación popular en los asuntos de gobierno y poco, si algo, control buró
crático centralizado. Ambas intentaron fom entar un profundo sentido del
deber público, una tradición de virtud cívica o responsabilidad hacia «l.i re
pública» — hacia los distintos aspectos del reino de lo público. En ambas
form as de gobierno se concedía a las demandas del estado una prioridad
única y privilegiada sobre las del ciudadano individual. Sin embargo, si A te
nas fue una república dem ocrática, los eruditos contem poráneos afirman
p or lo general que Roma fue, en com paración, un sistema esencialmente
54 m o d e lo s ansíeos