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EL MAR VISTO EN PALABRAS

Rosa Cerna Guardia

Yo no conozco el mar, mi madre lo conocía y me hablaba


mucho de él. No sé si me dijo: el mar es como una lagrima
grande de agua salada o una laguna que no tiene límites.
Y como yo no sabía qué quería decir una cosa y
otra, no tener límites… Entonces ella, sin dejar de
mirarme, llevaba sus ojos lejos, lejos, lejos, y se quedaba
mirando algo inalcanzable… y después no podía regresar.
Entonces, yo cerraba mis ojos y dentro de mi
dibujaba un mar, sin conocerlo, más grande que el de
Chimbote que era el mar que ella conocía y donde jugaba
con la arena cuando era niña.
Esa niña no volvía, se quedaba lejos, mirando gaviotas, olas, barcos. Estaba viendo,
recordando su paisaje marino, sus playas y navíos, y a mí me veía allí jugando con una cometa en
la brisa marina.
En el mar hay puertos, decía. En su espacio se podía ver el cielo, los pasajeros que salían
y llevaban, la gente que iba a recibir y a despedir o sólo a mirar el mar.
Mi madre sabía la historia de la sirenita, un marinero le contó cómo una niña sentada en un
peñón de la playa, en la orilla del mar esperaba el regreso del amado que no regresaba; y de tanto
esperar tarde, mañana y noche se le fueron convirtiendo los pies en aletas. Le nacieron aletas…
Se volvió sirenita.
Y como me parecía que esa sirenita era ella misma, mi madre, recordando a alguien que
habiéndole prometido regresar no regresaba, yo borraba, deshacía con mis manos la imagen
aquella sirena y corría a refugiarme en sus brazos.
Entonces, ella regresaba. Y yo inventaba navíos de papel, barcos de cartón, carritos de
caja de fósforos y los ponía en fila en mis carreteras, cantando: retírate de ahí que mi carrito va a
pasar.
- Todos los barcos tienen banderitas y luces de colores- repetía.
Entonces yo sentía como un aleteo de aves que venían hacia ella. Me dejaba salpicar de
olas que reventaban en la orilla; pero ese alguien que debía estarnos esperando, no estaba, no
había regresado.
- ¡Adiós, barcos; adiós, gaviotas; adiós, estrellas marinas!
El que se fue no dejó nada para nosotros. Se llevó todo, por eso el mar tenía ese sabor
salado. Sin embargo, mi madre me decía:
- Yo hubiera querido con toda el alma que hubieras nacido junto al mar. Yo prefería mis
cordilleras altas como eran, con su concierto de pajaritos y sus flores andinas, sus ríos, sus aldeas
y su cielo azul.
(De “La alforja del jorobado”)

Preguntas:
1. ¿Dónde ocurren los hechos?
2. ¿De qué trata el cuento?
3. La mamá, ¿con quién compara al mar?
4. Describe, ¿cómo es el mar de Chimbote?
5. ¿Crees que el cuento es realidad? ¿Por qué?

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