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San Martín, la formación de los

granaderos y las cuestiones de


disciplina
Daniel Balmaceda

San Martín y sus granaderos en la acción de San Lorenzo, el 3 de febrero de 1813.


Caballería patriota frente a infantería realista.Archivo

En la historia de la Argentina y en la Guerra de la Independencia, marzo de 1812


ha marcado un antes y un después. Porque a partir de esos días el ejército de la
Patria iba a dejar de ser una masa entusiasta armada para transformarse en un
conjunto homogéneo, coordinado por soldados experimentados. Mucho se le
debe a los hombres que arribaron al Río de la Plata el día 12. Nos referimos a
José de San Martín, Carlos de Alvear, José Matías Zapiola, Martiniano Chilavert
y el barón de Holmberg.

De inmediato, a través de un decreto firmado por el Triunvirato que por esos


días estaba integrado por Chiclana, Sarratea y Rivadavia, se creó el Escuadrón
de Granaderos a Caballo, un cuerpo de élite, al mando de San Martín. Se
dispuso que utilizara el Cuartel –un cuartelucho en realidad– de la Ranchería,
que se hallaba en las actuales calles Perú y Moreno.

El primer cuerpo del futuro regimiento contaría con noventa hombres,


comandados por cuatro oficiales. Pero, ¿habría disponibilidad de "jóvenes
argentinos" para integrarlo? Era difícil porque el núcleo porteño más
comprometido con la causa ya se había alejado de Buenos Aires integrando
campañas militares, algunos hacia el norte, otros a la Banda Oriental. El 7 de
abril, tres semanas luego de haber nacido, el Escuadrón de Granaderos a
Caballo contaba con ocho hombres: el teniente coronel San Martín, el capitán
Zapiola y el sargento mayor Alvear, más otro sargento, dos cabos, un trompa y
apenas un soldado. Muchos caciques para un solo indio, ¿no?; o dos, si
contamos al encargado de tocar la trompeta.

Esa falta de recursos humanos obligó a echar mano entre lo que había
disponible. Y lo disponible eran algunos hombres que por motivos de salud o
temas personales no habían partido con sus respectivos ejércitos. San Martín los
incorporó a su flamante fuerza. Lo mismo ocurrió con algunos marinos
desertores y catorce integrantes del Regimiento de Patricios que estaban
encarcelados desde el Motín de las Trenzas, cumpliendo una condena de diez
años de prisión en la isla Martín García: Pedro Antonio Vera, Cosme Cruz,
Manuel Pereyra, José María Olmedo y Vicente Sueldo, entre otros. Se les
conmutó la pena a cambio de que se sumaran a las huestes que preparaba San
Martín.

Un puñado de desertores, otro de castigados y otro de demorados no alcanzaba


para completar el cuerpo. A su vez, el gobierno solicitaba a las provincias
reclutas "de talla y robustez". En el pedido de indios a las misiones guaraníes
que tramitó Rivadavia, aclaraba que el jefe del escuadrón para el cual se
solicitaban hombres, era "oriundo de aquella tierra".

San Martín, nacido en Yapeyú (actual territorio de Corrientes), notaba que el


entusiasmo de los porteños no alcanzaba los niveles de sacrificio que él
pretendía. Él esperaba que las principales familias dieran el ejemplo ofrendando
a sus hijos en la causa americana. Habló con su futuro suegro, quien sin dudarlo
puso a sus hijos adolescentes en manos del yerno militar. Manuel (16) y
Mariano Escalada (17) fueron los dos primeros "voluntarios" de las familias
patricias que se sumaron. Después ingresaron Juan Lavalle (14 años) y Mariano
Necochea (20). A la vez, comenzaban a llegar los reclutas de las provincias,
inclusive, algunos robustos indios de las misiones.

Con la llegada de los catorce ex Patricios, más los desertores de la Marina, los
que no habían partido con sus regimientos, los hijos de los vecinos de peso y un
pequeño contingente de los arrabales, se acercó un poco más el número a los
sueños de San Martín.

De ocho integrantes al 7 de abril, se pasó a cincuenta hombres el 8 de mayo:


diez oficiales, cinco sargentos, el trompa, tres cabos y 31 granaderos. La
conformación del cuerpo comenzaba a ser una realidad. A mediados de mayo
hubo que mudarse a un nuevo lugar.

El cuartelucho de la Ranchería comenzaba a quedarles chico. Para llevar


adelante los ejercicios ecuestres, fue necesario mudarse a un lugar con suficiente
espacio. Los Granaderos se trasladaron desde el centro hasta Retiro. La
mudanza se hizo con tres carretillas que cobraron dos pesos con dos reales.
En aquel terreno (situado dentro de la actual Plaza San Martín) comenzó a
templarse el coraje de los hombres que acompañaron al Gran Jefe en su
admirable gesta libertadora. Era tan intenso el entrenamiento y tan estricta la
disciplina para el cuerpo creado por San Martín, que algunos no aguantaban y
renunciaban, como ocurrió con los granaderos José María Pérez y José
Rodríguez, quienes juntos presentaron una nota –en enero de 1813– solicitando
la baja, por no poder soportar "la rudeza" de la instrucción.

Si bien estos hombres acudieron con la renuncia en la mano, eran muchos los
casos en que la oficialidad resolvía la separación de un granadero, de cualquier
jerarquía, en las reuniones que se hacían en casa del Libertador cada primer
domingo del mes.

El voto de San Martín valía por dos


La ceremonia se iniciaba con un discurso del comandante, recordando la
utilidad de la reunión y la discreción que debían mantener todos los
concurrentes. Luego salían, uno a uno, a un dormitorio vecino que hacía las
veces de cuarto oscuro: allí había tarjetas en blanco donde cada uno podía
escribir lo que quisiera de sus camaradas. Una vez que todos habían hecho el
trámite, Carlos de Alvear o el capitán más antiguo pasaba un sombrero y ahí
iban a parar las esquelas.

San Martín se retiraba con la urna improvisada y analizaba las papeletas. Si en


ellas se mencionaba a algún oficial presente, se le pedía que se retirase del
cuarto y se discutía su comportamiento. Si ameritaba, se nombraba una
comisión de tres hombres encargados de investigar la acusación. En una
reunión extraordinaria –ya que no se esperaba al próximo primer domingo–, los
comisionados exponían los resultados de su pesquisa y luego se votaba en forma
secreta pero no anónima (por lo tanto, San Martín conocía el voto de cada
oficial) qué medida tomar. Según el reglamento de estas reuniones, cada voto
deberá decir, palabras más, palabras menos: "Fulano de tal no es acreedor a
alternar con sus honrados compañeros" o "Fulano de tal es acreedor a ser
individuo del cuerpo".

Cada caso se resolvía a pluralidad de votos. Si ocurría un empate, el voto de San


Martín valía por dos. Explicaba el reglamento: "Si el oficial acusado saliese
inocente, se le hará entrar a presencia de todo el cuerpo de oficiales y se le dará
una satisfacción por el presidente. Si el acusado saliese reo, se nombrará una
comisión de un oficial por clase, para anunciarle que el respetable cuerpo de
oficiales manda pida su licencia absoluta, y que, en el ínterin que ésta se le
concede, no se presente en público con el uniforme del regimiento, y en caso de
contravenir le será arrancado a estocadas por el primer oficial que lo
encuentre". Asimismo, existía una nómina de "delitos por los cuales deben ser
arrojados los oficiales", dictada por el jefe:

 1 - Por cobardía en acción de guerra, en la que aun agachar la cabeza


será reputado por tal.
 2 - Por no admitir un desafío, sea justo o injusto.
 3 - Por no exigir satisfacción cuando se halle insultado.
 4 - Por no defender a todo trance el honor del cuerpo cuando lo
ultrajen a su presencia, o sepa ha sido ultrajado en otra parte.
 5 - Por trampas infames como de artesanos [estafas].
 6 - Por falta de integridad en el manejo de interés, como no pagar a la
tropa el dinero que se haya suministrado para ella.
 7 - Por hablar mal de otro compañero con personas u oficiales de
otros cuerpos.
 8 - Por publicar las disposiciones internas de la oficialidad en sus
juntas secretas.
 9 - Por familiarizarse en grado vergonzoso con los sargentos, cabos y
soldados.
 10 - Por poner la mano a cualquier mujer aunque haya sido insultado
por ella.
 11 - Por no socorrer en acción de guerra a un compañero suyo que se
halle en peligro, pudiendo verificarlo.
 12 - Por presentarse en público con mujeres conocidamente
prostituidas.
 13 - Por concurrir a casas de juego que no sea pertenecientes a la
clase de oficiales, es decir, a jugar con personas bajas e indecentes.
 14 - Por hacer uso inmoderado de la bebida en términos de hacerse
notable con perjuicio del honor de cuerpo.

"Yo estoy seguro –escribió San Martín– que los oficiales de honor tendrán
placer en ver establecidas en su cuerpo unas instituciones que lo garantizan de
confundirse con los malvados y perversos, y me prometo (porque la experiencia
me lo ha demostrado) que esta medida les hará ver los mas felices resultados
como la segura prosperidad de la patria". Como podemos apreciar, para ser
granadero se necesitaba algo más que "talla y robustez", ser buen jinete y el
deseo de servir a la Patria.
Daniel Balmaceda

San Martín y la creación del Regimiento de


Granaderos a Caballo
Bajo una disciplina austera que templaba la energía
individual, San Martín apasionó y les inoculó a cada soldado
y oficial ese fanatismo frío del coraje que se considera
invencible.

Roberto Colimodio

16 de marzo de 1812 Creación del Regimiento de Granaderos a Caballo.  |


Amediados de marzo de 1812, José de San Martín hizo su presentación ante el
Estado Mayor del Ejército; ofreció sus servicios en obsequio de la justa causa
de la Patria. “Las noticias extrajudiciales que se tienen de este oficial -escribe
Francisco Javier de Viana al elevar su solicitud al Gobierno- lo recomiendan a
ser colocado en un destino en que sus conocimientos en la carrera le faciliten
ocasión de poderse emplear con la ventaja que puede producir su instrucción.”

Apenas había transcurrido una semana desde que San Martín llegara a Buenos


Aires, proveniente de Europa en la fragata George Canning. El día 16, el
Triunvirato le otorgó el nombramiento de Teniente Coronel y le encomendó la
formación de un cuerpo de caballería disciplinado con tácticas europeas,
especialmente francesas.
“El Gobierno Superior Provisional; atendiendo a los méritos y servicios de
Don José de San Martín, y a sus relevantes conocimientos militares, ha venido
en conferirle el empleo efectivo de Teniente Coronel de caballería, con el
sueldo de tal, desde esta fecha, y Comandante del Escuadrón de Granaderos a
caballo que ha de organizarse, concediéndole las gracias, exenciones y
prerrogativas que por este título le corresponden.

Dado en Buenos Aires, a 16 de marzo de 1812. Feliciano Antonio Chiclana,


Manuel de Sarratea, Bernardino Rivadavia y Nicolás de Herrera, Secretario”.
La urgencia se explica, dice Vicente D. Sierra en su “Historia de la
Argentina”: “País de gente de a caballo no se había podido organizar el arma
de caballería de acuerdo con las exigencias técnicas de la guerra, por falta de
oficiales que la conocieran. San Martín, con una alta especialización en esa
arma, fue considerado como una oportunidad harto feliz.”

La fecha de este decreto, 16 de marzo de 1812, es la considerada como la


de creación del Regimiento. Con la misma fecha se confirió empleo de Capitán
a José Zapiola y al día siguiente al Sargento Mayor de Caballería Carlos María
de Alvear.

La modalidad de la época ante la creación de una fuerza militar era que cada


jefe propusiera una lista de sus colaboradores inmediatos y de oficiales
conocidos o recomendados. El Gobierno por su lado, ordenaba que algunos
cuadros y soldados instruidos fueran extraídos de cuerpos veteranos.

El jefe podía además seleccionar sus tropas de los depósitos de levas.


Igualmente se le autorizaba a realizar reclutamientos en el interior del país, para
lo cual se les franqueaba salvoconductos para los gobernadores provinciales, los
que recibían instrucciones de facilitar y colaborar con la incorporación de
reclutas. Así se cursaron oficios a los tenientes gobernadores de Corrientes,
Córdoba, San Luis, Catamarca y La Rioja.

La organización, disciplina, instrucción, vestuario y equipo del personal (de


oficiales a soldados), corría por cuenta del jefe del regimiento. El Gobierno se
limitaba a expedir los decretos de creación y de autorización para la entrega de
los elementos solicitados.

El plan de organización del primer Escuadrón de Granaderos a Caballo


presentado por el teniente coronel San Martín fue aprobado por decreto el 21
de marzo de 1812. Para la concreción del mismo, expuso en detalle al Gobierno
la necesidad de formar un cuerpo modelo, donde la calidad humana de sus
integrantes, fuera más importante que la cantidad.
De tal manera que dotándolo de un espíritu, fuera el núcleo de un ejército
disciplinado y moderno, capaz de combatir con éxito contra las veteranas
fuerzas realistas. Se encargó de todo, hasta de diseñar los uniformes.
 
El 16 de marzo de 1812 es la fecha considerada como la de creación del
Regimiento de Granaderos a Caballo.
 
Esta organización fue lenta, el 7 de abril de 1812 el escuadrón contaba con un
Capitán, dos Sargentos, dos Cabos, un Trompeta y un soldado. La selección de
los hombres fue minuciosa y la efectuaba personalmente su jefe.
Durante el mes de abril se incorporan los primeros oficiales quienes serían
instruidos por San Martín en las tácticas y manejo del sable; ellos fueron:
capitán Pedro Zoilo Vergara; teniente Agustín Murillo; subteniente Mariano
Necochea, teniente Justo Bermúdez, el subteniente Hipólito Bouchard, el
portaestandarte Manuel Hidalgo y el ayudante mayor Francisco Luzuriaga. Ya
en la revista de mayo realizada el día 8 y pasada por Comisario General de
Guerra don Victorino de la Fuente, el resumen de tropas totales era de 50
hombres; 10 oficiales, 5 Sargentos, 1 Trompeta, 3 Cabos y 31 Granaderos.

Podemos contar entre el personal de tropa a 14 soldados pertenecientes al


extinguido Regimiento de Patricios (indultados luego de su participación en el
llamado “Motín de las Trenzas”) como también algunos miembros del Ejército
Auxiliar de Chile acantonado en Buenos Aires, quiénes pidieron la baja a su
fuerza para incorporarse a las huestes de San Martín.

Hace 200 años, el General


San Martín llegaba a Lima,
la Ciudad de los Reyes

Bajo una disciplina austera que templaba la energía individual, forjó San
Martín a soldado por soldado, oficial por oficial. Apasionándolos por el deber
y les inoculó ese fanatismo frío del coraje que se considera invencible, y es el
secreto para vencer según escribiera Bartolomé Mitre.
El cuartel de la Ranchería, primero; y poco después el del Retiro, dieron
albergue al valor y al denuedo de esos hombres que iniciaron el glorioso
camino granadero un día como hoy hace 210 años.
 

Los Granaderos de San Martín: el “fanatismo


frío del coraje”, el ejemplo de su jefe y un espíritu
invencible
El 16 de marzo de 1812 el gobierno ordenó a José de San Martín la
constitución de un cuerpo de caballería. El militar, poseedor de una valiosa
experiencia adquirida en los campos de batalla donde se batió con los
ejércitos napoleónicos, formó a un grupo de hombres que serían ejemplo de
conducta y arrojo
16 de Marzo de 2022

Un joven José de San Martín, que fue el inspirador del histórico regimiento
que hoy lleva su nombre

El coronel de 34 años bajó rápidamente del campanario cuando


comprobó que los españoles ya habían desembarcado y marchaban hacia
el caserío. Se dirigió a su tropa, que estaba en el patio del convento formados
en dos columnas de a pie y les ordenó montar.

Les indicó no disparar un solo tiro y que confiaran únicamente en sus sables y
lanzas. Con su sable corvo desenvainado -que había comprado de segunda
mano en una tienda en Londres- arengó a sus hombres. “Espero que tanto los
señores oficiales como los granaderos, se portarán con una conducta tal
cual merece la opinión del regimiento”, les advirtió.

Esa madrugada del 3 de febrero de 1813 fue el bautismo de fuego del cuerpo
que tan celosa y cuidadosamente había formado y entrenado en tiempo récord.
Pasarían a la historia como los Granaderos a Caballo.
El teniente coronel de caballería José de San Martín había partido de Gran
Bretaña el 19 de enero de 1812 y luego de cincuenta días de navegación en la
fragata George Canning, llegó al puerto de Buenos Aires el lunes 9 de marzo.

Venía con una amplia experiencia militar. En el ejército español combatió


en cinco campañas, participó en 17 acciones de guerra y se había
destacado por su arrojo e inteligencia en el campo de batalla,
especialmente en el combate de Arjonilla y en la derrota del ejército
napoleónico en Bailén.

No venía solo. Lo acompañaba el capitán de infantería Francisco de Vera; el


alférez de navío José Zapiola; el capitán de milicias Francisco Chilavert; el
alférez de carabineros reales Carlos de Alvear y Balbastro; el subteniente de
infantería Antonio Arellano y el primer teniente de guardias walonas
barón Eduardo de Holmberg.

Ya traía en mente un plan para libertar a América del dominio español.

El Primer Triunvirato le encomendó el 16 de marzo la formación de un


escuadrón de caballería. En Buenos Aires ya existía el Regimiento de
Dragones de la Patria, que había sido organizado por el coronel José Rondeau.

Uno de los primeros antecedentes del cuerpo de granaderos en el mundo lo


encontramos por 1667, cuando el rey francés Luis XIV creó el cuerpo de
granaderos de infantería que, en los sitios, iban delante de las propias
columnas de asalto.

Debían ser altos, robustos, ágiles y arriesgados. Iban armados de un sable,


de un hacha y llevaban un saco llamado granadera. Contenía una docena de
granadas o proyectiles huecos de hierro fundido, con un orificio por donde se
las cargaba. Se podían arrojar a mano, con una honda o con una cuchara.

Muchos países del viejo mundo tuvieron unidades similares y fue Napoleón


Bonaparte quien los organizó en cuatro regimientos, transformándolos en una
fuerza casi invencible. San Martín, siendo oficial del ejército español, debió
pelear contra ellos.
En 1676, también en el reinado de Luis XIV, nacieron los granaderos a
caballo, armados con sable y pistola.

Ese mismo 16 de marzo San Martín puso manos a la obra. Seleccionó a


los oficiales entre los jóvenes de las mejores familias, esas mismas que
cuando llegó a estas tierras lo miraban con recelo y desconfianza: era
morocho, tenía un marcado acento español y no era conocido.

Era preciso armar el primer escuadrón de los cuatro que tendría. Nombró
a José Zapiola capitán de la primera compañía. Al día siguiente Alvear fue
ascendido a sargento mayor. Sus cuñados Mariano y Manuel de
Escalada también fueron de la partida.

Un escuadrón estaba formado por un capitán, dos tenientes, un subteniente, un


sargento primero, tres sargentos segundos, un trompeta, cuatro cabos
primeros, 70 soldados montados y seis soldados desmontados.
La plana mayor estaba compuesta por un comandante, un sargento mayor, un
ayudante, un porta estandarte, un capellán, un trompeta, un sillero y un
herrador, tal como describe Camilo Anschütz en su historia del regimiento.

Granaderos en plena instrucción con el sable. Fotografía Caras y Caretas


Era responsabilidad de San Martín la organización, la disciplina, la
instrucción, el vestuario y el equipo. Debía pasar los requerimientos al Estado
para la provisión de todo lo que necesitase. El 21 de marzo el Triunvirato
aprobó su plan de trabajo, y lo instó a llevarlo adelante “sin pérdida de
tiempo”.

De todas formas, San Martín se encontró con que el Estado tenía las arcas
casi vacías y dependió bastante de donaciones de particulares. De su primer
sueldo donó 50 pesos, mientras que Alvear lo cedió íntegro.

La primera baja que sufrió la incipiente fuerza fue por invalidez, la del
sargento primero de la segunda compañía del primer escuadrón Gregorio
Miltos, enfermo de tuberculosis, que tenía una brillante foja de servicios.

La primera docena de hombres que se integraron a esta unidad fueron


soldados, cabos y sargentos de los Dragones de la Patria. También recibieron
a 14 soldados pertenecientes al Regimiento 1 Patricios, que se habían
sublevado en el Motín de las Trenzas, en diciembre del año anterior.
Envió a Francisco Doblas a Misiones, a quien le dio tres meses para que le
llevase 300 jóvenes altos y robustos.

De los 80 candidatos que el teniente José Ruiz trajo de Córdoba, San


Martín descartó solo tres. Por el litoral estuvo el teniente coronel Toribio de
Luzuriaga, quien reclutó, entre otros al correntino Juan Bautista
Cabral, nacido en Saladas. También se incorporaron hombres provenientes de
San Isidro, Morón, Pilar y San Luis, entre otros.

En sus comienzos, los sables que colgaron de sus cinturas eran de latón de
36 pulgadas y si en un principio usaron lanzas fue por la escasez de ellos.
Las lanzas fueron hechas según las especificaciones dadas por San Martín:
debían ser cortas con asta de madera dura. También los granaderos usaban
carabinas de chispa con 10 cartuchos o tercerolas, una suerte de carabina pero
más corta. Por lo general, eran los oficiales que usaban pistolas, que debían
adquirir con su propio dinero.
Tanto las técnicas de ataque y defensa con el sable y la lanza las enseñaba,
con paciencia y claridad, el propio jefe, que solía aparecerse montado en un
alazán tostado o un zaino oscuro de cola larga y abundante.

“San Martín formó soldado por soldado, oficial por oficial, apasionándolos
con el deber, y les inoculó ese fanatismo frío del coraje que se considera
invencible y es el secreto de vencer”, escribió Bartolomé Mitre en la biografía
del prócer.

Los primeros caballos fueron comprados gracias a donaciones de dinero de


varios vecinos de la ciudad y del interior.

El uniforme pensado por San Martín constaba de fraque, forro, pantalón,


capote, maleta, chaqueta de cuartel y gorra, todo en azul. Además cuellos
carmesí, chaleco blanco, botones cabeza de turco blancos (usados por los
Húsares y Cazadores), casco con carrilleros o gorra y bota alta con espuelas.

El morrión era alto y tenía en la frente una granada y alrededor la leyenda


“Libertad y Gloria”.

Como primer cuartel se usó el de la Ranchería, ubicado en Perú y Alsina y el


5 de mayo se trasladaron al de Retiro, donde funcionaba el Cuartel y el Parque
de Artillería, escenarios de encarnizados combates durante la segunda
invasión inglesa. Estaban situados en lo que hoy es Arenales y Maipú. Como
caballerizas se usó las instalaciones de la plaza de toros, que se levantaba más
sobre la actual Avenida Santa Fe y Marcelo T. de Alvear. El resto de lo que es
plaza San Martín se usaba para prácticas de combate.

Todos los días se hacía una revista del aseo y antes de que los soldados
abandonaran el cuartel, en la puerta un suboficial revisaba a uno por
uno.

Desde su bautismo de fuego en febrero de 1813, estuvieron en infinidad de


combates. El último fue el 9 de diciembre de 1824, en Ayacucho
San Martín redactó un severo código de conducta que todo oficial debía
cumplir. Era tomado como cobardía el solo hecho de agachar la cabeza en
batalla; constituía un delito no admitir un desafío y no exigir satisfacción ante
un insulto, así como no defender el honor del regimiento, por falta de
integridad y por hablar mal de compañeros con terceras personas.
Asimismo, estaba penado revelar disposiciones internas; por familiarizarse
“en grado vergonzoso” con los sargentos, cabos y soldados, por pegarle a una
mujer aun cuando ella lo hubiera insultado; por no ayudar a un compañero en
batalla; por presentarse en público con una prostituta; por asistir a casas de
juegos que no pertenezcan a la clase de los oficiales y por el uso inmoderado
de la bebida.

Domingo F. Sarmiento escribió que de diez cuadras se distinguía un oficial


de Granaderos, porque llevaba la cabeza erguida con exageración e inclinaba
el pecho hacia adelante con altanería. San Martín había dispuesto que
lucieran, en sus orejas, aros metálicos.

Su primer combate fue San Lorenzo el 3 de febrero de 1813 y el último


Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824. Los últimos granaderos regresaron a
Buenos Aires en 1826 y de ellos solo siete habían estado desde un principio.

El regimiento fue disuelto y reorganizado el 25 de mayo de 1903 por


disposición del presidente Julio A. Roca. “Queda reconocido como cuerpo
permanente del Ejército, el Regimiento de movilización creado por resolución
ministerial del 3 de febrero del corriente año, el cual se denominará, en
homenaje a su antecesor, “Regimiento de Granaderos a Caballo”, establece el
decreto.

En el parte del combate de San Lorenzo, San Martín escribió que “el valor e
intrepidez que han manifestado la oficialidad y tropa de mi mando los
hace acreedores a los respetos de la patria”. Y tiempo después por su
brillante desempeño en la campaña libertadora, le haría decir que “de lo que
mis muchachos son capaces, solo lo se yo. Quien los iguale habrá, quien
los exceda no”.

Pasado y presente: secretos, curiosidades y


tradiciones del Regimiento de San Martín
DEF visitó las instalaciones de la histórica unidad del Ejército. Historias y
relatos para entender y dimensionar a los hombres que supieron acompañar
al Libertador en sus gestas.
Por
Redacción DEF
15 de Agosto de 2020

“Al hombre se le asigna un caballo, lo que promueve un vínculo estrecho con


el animal. De esa manera, poco a poco se conocen entre ellos y cada uno
aprende las mañas del otro”, comenta el capitán Alfonso. Foto: Fernando
Calzada.
Ubicado en el barrio porteño de Palermo, el cuartel del Regimiento de
Granaderos a Caballo “General San Martín”, con su estilo art nouveau y las
escaleras que unen el edificio central con la base de la barranca, impresionan a
los transeúntes que pasan por la avenida Luis María Campos. “Este cuartel
conserva todas las instalaciones de cuando se inauguró en 1909, aunque el
terreno es un poco más chico”, detalla el capitán Raúl Alfonso, oficial que
lleva sobre sus espaldas la responsabilidad de no defraudar a esta histórica
unidad, cuyos éxitos y desempeños lo preceden.

Hoy, la unidad cuenta con cuatro escuadrones montados (aquellos que vemos
desfilar en ocasiones como la asunción presidencial o la apertura de las
sesiones del Congreso), cuyos nombres hacen referencia a importantes
batallas en las que participó el Regimiento: San Lorenzo, Junín, Riobamba y
Maypo. Luego, hay dos escuadrones a pie: el Ayacucho y el Chacabuco.
Mientras el primero se encarga de la seguridad de la Casa de Gobierno, el
segundo lo hace en la Quinta de Olivos. Hay un último escuadrón, el
Montevideo, que tiene a su cargo el sostenimiento logístico del Regimiento y
la Fanfarria Militar Alto Perú, una de las pocas bandas militares montadas del
mundo.

“Acá, todo el Regimiento monta a caballo. Normalmente, se busca que el


soldado que ingresa tenga alguna experiencia. Y, aun sin esos conocimientos,
muchos solicitan ir a los escuadrones montados de manera voluntaria”, indica
el joven militar, al tiempo que describe que, antes de la pandemia, los
integrantes del Regimiento participaban a diario de las instrucciones
montadas. “Al hombre se le asigna un caballo, lo que promueve un vínculo
estrecho con el animal. De esa manera, poco a poco, se conforma el binomio:
se conocen entre ellos, cada uno aprende las mañas del otro. Eso es muy
importante para poder salir a la calle, porque lo hacemos en fechas en las que
suele aglomerarse bastante gente”, agrega.

El capitán Alfonso explica que, además de las misiones actuales, los


granaderos poseen un destacamento en la casa natal del Libertador, en
Yapeyú, provincia de Corrientes, y otro en la localidad santafesina de San
Lorenzo.

Los grandes símbolos

Desde el hall de entrada del edificio principal, se observa


un vitreaux realizado para el bicentenario de la unidad (2012). Además, se
encuentran las lanzas que alzan los granaderos al desfilar, cada una con un
escudo. “Hay uno curioso que relata la historia de los vencidos de Chancay.
En ese lugar, una patrulla de granaderos –a las órdenes del entonces teniente
Pringles–, luego de haber cargado en varios combates en disparidad numérica,
en vez de rendirse, optó por saltar desde el acantilado al mar. Pese a que
algunos murieron, el jefe español logró rescatarlos y, en el parte de guerra, se
los reconoció con esa distinción”, explica el capitán.

En ese mismo lugar, una placa de bronce inmortaliza a los primeros oficiales
que integraron el Regimiento comandando por el entonces teniente coronel
San Martín. En ella, figuran apellidos reconocidos como Alvear, Zapiola,
Bermúdez, Necochea y Bouchard.

El Regimiento conserva piezas y obras claves que reflejan la vida del


Libertador. Por ejemplo, un daguerrotipo original. Se dice que su hija
Merceditas lo hizo posar y regaló algunas copias a los amigos más cercanos.
También, en las paredes del museo, hay una crónica del día en el que el
Regimiento viajó a Francia para participar de la inauguración de un
monumento al general San Martín en Boulogne Sur Mer, en 1909. “Un
escuadrón montado viajó en barco, con todos los caballos. Al momento de
regresar, decidieron donar el ganado al ejército francés, ya que era más
económico dejarlo allá”, detalla Alfonso.

Finalmente, a pocos metros, se pueden observar imágenes de antiguos


soldados conscriptos. ¿Qué historia esconden esos retratos? Se trata de los
“premios de gala”. En tiempos en los que la fotografía era un lujo que solo
podían darse algunos sectores, cuando el soldado se iba de baja, si había
tenido buen desempeño, se le permitía posar para llevarse un retrato.
“Además, se lo autorizaba a ir de uniforme a su pueblo, lo cual se convertía en
un verdadero acontecimiento para sus ciudades”, comenta Alfonso.
Una relación de élite

¿Qué relación hay entre el Libertador y Napoleón Bonaparte? “San Martín


enfrentó al ejército del emperador cuando integraba las fuerzas españolas. De
hecho, el nombre de este Regimiento se inspira en unos jinetes de caballería
de élite del ejército de Francia”, sostiene Alfonso, mientras detalla que los
galos se caracterizaban por arrojar granadas: unas bolas de cañón con mecha
que tiraban para desorganizar a las tropas y después embestirlas. Esas son las
granadas que simbolizan a los granaderos argentinos.

San Martín también es el autor del código de honor que, en opinión del joven
capitán Alfonso, es lo que transformó al Regimiento y al Ejército: “Esas
normas marcaron la diferencia. Le dieron sentido de pertenencia a cada uno de
sus hombres. A partir de entonces, no había nada peor que fallarle al
Regimiento. Y eso se transmitió al Ejército de los Andes. Agachar la cabeza
frente al enemigo o cargar detrás de la tropa era un deshonor. Eso generó un
círculo virtuoso de excelencia que se fue contagiando al resto de las
unidades”.

¿Qué criterios se adoptaron para diseñar el uniforme? Según el capitán


Alfonso, cada elemento tiene una razón de ser: proteger las distintas partes del
cuerpo. Si bien el morrión sufrió algunas modificaciones, es muy similar al
actual. “Es el casco de aquel momento y está diseñado para resistir golpes de
sable y de esquirla. A la izquierda, tiene un galápago que debe llegar hasta el
cuello para proteger esta parte del cuerpo de los golpes. Está de ese lado
porque uno utiliza el sable con la mano derecha. Por lo tanto, de ese lado, el
cuello está protegido”, describe Alfonso, al tiempo que sostiene que función
similar tuvieron el cuello mao alto, las botas cuya altura superan las rodillas y
las charreteras. “Hoy se busca un uniforme que pase desapercibido, pero en
aquel momento los bronces y la presencia eran un golpe psicológico para el
enemigo”, agrega.

En el año 1907, el presidente argentino Figueroa Alcorta decretó que los


granaderos se convirtieran en escoltas presidenciales. ¿Por qué no eligió a otra
unidad militar? “Creo que fue porque es el Regimiento que participó en la
epopeya más grande. Además, quizá también porque no participó de los
conflictos internos del país. Hay una cuestión de unión”, estima Alfonso.

Retomando la relación entre el Libertador y el emperador, el Regimiento


conserva en sus paredes una obra que, podríamos decir, sitúa a San Martín en
el mismo lugar que Napoleón: un cuadro, regalo de Francia a Argentina en el
marco del centenario de la Revolución de Mayo en 1910. Se dice que, al
contar con poco tiempo para llevar adelante el pedido, el artista, George Scott,
utilizó una obra en desarrollo que iba a ser en honor a Bonaparte. Le modificó
el rostro; sin embargo, el físico es el del emperador francés. “Además, la
postura es la de un conquistador y no de un libertador. Sin embargo, Scott se
tomó el trabajo de retratar a San Martín entre la tropa desplegada”, aclara
Alfonso.

Su mejor página

Corría el año 1813 cuando San Martín partió desde el cuartel de los
granaderos, por entonces en el barrio de Retiro, hacia la localidad de San
Lorenzo, en las costas del Paraná. Allí tendría lugar el bautismo de fuego del
Regimiento. Un dato: el de San Lorenzo fue el único combate que tendría a
San Martín como jefe de esta unidad, ya que luego asumiría el comando del
Ejército de los Andes.

“El combate fue extremadamente corto. En 15 minutos, se resolvió todo.


Podríamos decir que se aplicó una táctica envolvente. La división de los
mandos entonces fue en compañías, una al mando de San Martín y la otra al
mando del capitán Bermúdez; mientras que la de San Martín atacó de frente,
la otra envolvió al enemigo”, relata Alfonso, quien agrega que se cree que San
Martín observó el desembarco desde el campanario del convento, mientras las
fuerzas permanecieron en silencio detrás de la estructura, hasta que el jefe
ordenó el ataque. “Él tenía una coordinación con el capitán Bermúdez para
que embistiera por el otro flanco. No se sabe por qué el capitán demoró, lo
que produjo algunas bajas extras”, detalla.

Cuando terminó el combate, el convento se convirtió en un hospital de


campaña. En una de sus habitaciones, herido en la pierna, permanecía el
capitán Bermúdez. Le habían practicado un torniquete y estaba fuera de
peligro. “Se dice que, tras el combate –en el que San Martín se había llevado
unos buenos golpes (en este episodio de nuestra historia, pasa a la
inmortalidad el heroico sargento Juan Bautista Cabral)–, el Libertador visitaba
a los enfermos. Cuando le dijeron que había llegado a la habitación de este
oficial, se comenta que él dijo que prefería no verlo porque no tenía nada
bueno para decirle. Las crónicas relatan que, al enterarse de los dichos de su
jefe, se quitó el torniquete y murió desangrado para salvar su honor”.

La gran epopeya

La unidad del Libertador posee casi un centenar de acciones de guerra, gran


parte de ellas como integrantes del Ejército de los Andes, la gran proeza
sanmartiniana. “Los españoles no podían saber que iban a cruzar los Andes.
De hecho, San Martín hace una guerra de inteligencia para confundirlos.

En aquel momento, los españoles que estaban en Chile desestimaban al


Ejército del Norte porque decían que no tenía instrucción ni experiencia. A
eso, se sumaba que se utilizaban sables de latón. Sin embargo, y luego de los
primeros combates que sucedieron dentro de la cordillera, hay un parte de un
oficial español que relata que la tropa había quedado acobardada por los
hachazos que pegaban los granaderos. Ahí se cayó el mito: el sable de latón
era efectivo”, describe el oficial de Granaderos.

Gral. José de San Martín: Deberes Militares y


penas para sus infractores

Gral. José de San Martín

Recordemos que para éstas fechas, hace 199 años, el Ejército de los Andes ya estaba
cruzando la Cordillera de los Andes, iniciando de ésta manera la más grande Epopeya
que recuerda la Historia Americana.

Éste Ejército, que debería dar Libertad e Independencia a medio continente, fue obra
exclusiva del General San Martín. Lo creó él. Lo instruyó él. Desde la nada, forjando su
espíritu guerrero, pero a su vez también, forjando su disciplina, alma de toda fuerza
armada.
Para lograr éste objetivo, el General San Martín dictó una especie de reglamento para el
Ejército de los Andes, compuesto de 40 artículos, algunos verdaderamente duros.

Este reglamento del Ejército se llamó: "Deberes Militares y penas para sus
infractores". Su párrafo inicial decía:

"La Patria no hace al soldado para que la deshonre con sus crímenes, ni le da armas para
que cometa la bajeza de abusar de estas ventajas, ofendiendo a los ciudadanos con
cuyos sacrificios se sostiene: la tropa debe ser tanto más virtuosa y honesta cuando es
creada para conservar el orden de los pueblos, afianzar el poder de las leyes y dar fuerza
al gobierno para ejecutarlas, y haceros respetar de los malvados, que serían más
insolentes con el mal ejemplo de los militares: a proporción de los grandes fines a que
son ellos destinados, se dictaron penas para sus delitos: y para que ninguno alegue
ignorancia se manda notificar a los cuerpos en la forma siguiente:..."

"1.- Todo el que blasfemare el Santo nombre de Dios, o de su adorable Madre, e


insultare la religión, por primera vez sufrirá cuatro horas de mordaza atado a un palo en
público por el término de ocho días, y por segunda vez, será atravesada su lengua con
un hierro ardiente y arrojado del cuerpo."
Continuando con el tema, haremos una pequeña selección de algunos de los cuarenta
Artículos enumerados en la circular: "Deberes militares y penas para sus
infractores":

"2.- El que sea infiel a la Patria, comunicándose verbalmente, o por escrito con los
enemigos, haciéndoles alguna señal, revelando el santo, dirección o indirectamente, u
otro secreto interesante del servicio, o de cualquier otro modo que cometiese traición,
será ahorcado a las dos horas; igual pena tendrá el espía, o el que engañase a otro
soldado para el enemigo.

3.- El que sin orden saliese de las filas, escalare murallas o fuertes, o entrase a la fuerza
en casa de particulares, especialmente a los pueblos que va el ejército a recuperar, será
pasado por las armas allí mismo, si lo exigen las circunstancias.
.....................................................................................................
5.- El que forzare puerta de casa o guardia será fusilado.
......................................................................................................
11.- Serán severamente castigados los que muestren desagrado a la fatiga, el cabo que
tolere este delito, bajará a servir diez años de último soldado; el sargento que no lo evite
será castigado como si él fuese en reo.
.......................................................................................................
23.- El soldado que encubriese vagos, sufrirá por primera vez tres años de presidio, seis
por segunda vez y tercera vez, y si auxilia al delincuente tendrá la pena del reo.
........................................................................................................
25.- El falseador de sello o moneda tiene pena de muerte, y el de firma, presidio o
muerte según caso.
26.-La misma sufrirá el ladrón que robe más de ocho reales.
27.- La misma pena tendrá el que forzare mujer o la robare.
.....................................................................................................
36.- Los viciosos que no se enmienden, serán castigados a presidio.
......................................................................................................
40.- Las penas aquí establecidas y las que según la ley se dictaren por el juzgado militar
serán aplicadas irremisiblemente.

(Extracto de algunos articulos)

SEA HONRADO EL QUE NO QUIERA SUFRIRLAS: LA PATRIA NO ES


ABRIGADORA DE CRÍMENES".
Cuartel General de Mendoza
Setiembre de 1816.
San Martín"

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