Está en la página 1de 79

Nasio:

La adolescencia es un pasaje obligado, el pasaje delicado, atormentado pero


también creativo, que se extiende desde el fin de la infancia hasta las puertas de la
madurez.
Desde la perspectiva biológica, sabemos que el principio de la adolescencia
corresponde a la pubertad, a ese momento de la vida en el que el cuerpo de un niño
de 11 años es abrasado por una sorprendente llamada hormonal. Aparecen signos
distintivos. Para el varón, es la edad en la que se producen las primeras erecciones
seguidas de eyaculación durante una masturbación, el cambio de la voz y el
aumento de la masa muscular. En la niña,las primeras menstruaciones y las
primeras sensaciones ováricas, los senos crecen, la cadera se ensancha y se
despierta en ella esa tensión imposible de definir. Por lo tanto, biológicamente
hablando, la adolescencia es sinónimo del advenimiento de un cuerpo maduro,
sexuado, susceptible de procrear.
En cuanto a lo sociológico, el vocablo "adolescencia" abarca el período de
transición entre la dependencia infantil y la emancipación del joven adulto. Según
las culturas este período puede ser largo o corto, en nuestra sociedad es largo ya
que los jóvenes conquistaron su autonomía muy tardíamente, dado la extensión de
los estudios y el desempleo masivo.
La pubertad signa su entrada hacia los 11 o 12 años, mientras que la emancipación
puntúa su salida hacia los 25 años.

RETRATO DEL ADOLESCENTE DE HOY:


Desde el punto de vista psicoanalítico, ¿qué es un adolescente para el analista
que somos?.
El jóven muchacho o la chica de hoy es un ser trastornado que se percibe alegre,
luego de pronto se detiene, agobiado, vacío de esperanza, para volver a arrancar
inmediatamente llevado por el fuego de la acción. Puede estar tanto agitado como
indolente, eufórico y deprimido, rebelde y conformista, intransigente y decepcionado;
en un momento entusiasta y de golpe, inactivo y desmoralizado. A veces, es muy
individualista y exhibe una vanidad desmesurada o por el contrario, no se quiere, se
siente poca cosa y duda de todo.
A sus padres les manifiesta sentimientos que son la inversa de los que siente
realmente por ellos: los desprecia y les grita su odio, mientras que el niño que
subsiste en el fondo los ama con ternura.

EL IMPULSO CREADOR DEL ADOLESCENTE :


Todo lo que construimos hoy está erigido con la energía e inocencia del adolescente
que sobrevive en nosotros. La adolescencia es una de las fases más fecundas de
nuestra existencia.
El cuerpo se acerca a la morfología adulta y se vuelve capaz de procrear; por el
otro, la mente se inflama por grandes causas, aprende a concentrarse en un
problema abstracto. El adolescente conquista el espacio intelectual con el
descubrimiento de nuevos intereses culturales; hay un descubrimiento de nuevas
maneras de vivir emociones que ya conocía, pero que nunca antes había
experimentado de esa manera -el amor, el sueño, los celos, admiración, el
sentimiento de ser rechazado por sus semejantes e incluso la rabia y, por último,
conquista el espacio social al descubrir.
La adolescencia es el momento en el que nos damos cuenta de cuán vital es el otro
biológica, afectiva y socialmente, cuánta necesidad tenemos del otro para ser
nosotros mismos.

PANORAMA DE LAS MANIFESTACIONES DEL SUFRIMlENTO INCONSCIENTE


DEL ADOLESCENTE DE HOY:
El adolescente no siempre sabe hablar de lo que siente porque no sabe identificar
bien lo que siente. Si el adolescente no habla, no es porque no quiere comunicar,
sino porque no sabe identificar lo que siente, y mucho menos verbalizar. Es así
como se ve lanzado a actuar más que a hablar y que su malestar se traduce más
por medio de los actos que de las palabras. Su sufrimiento y, en una palabra,
inconsciente, está más expresado mediante comportamientos impulsivos que
conscientemente vivido y puesto en palabras.
Varios tipos:
A) La manifestación más frecuente de un sufrimiento moderado. Se identifica
la agitación adolescente con una neurosis juvenil sana y necesaria para que
el adolescente, al cabo de su metamorfosis, pueda afirmar su personalidad y
adueñarse de sí mismo. También se denomina neurosis de crecimiento.
Los principales síntomas de esta neurosis son: angustia. tristeza y rebeldía;
que son los signos anticipadores a una futura madurez. Los adolescentes de
esta categoría “A”, son en su gran mayoría jóvenes con buena salud que
atraviesan su adolescencia de manera conflictiva y sufren una neurosis
pasajera que es sana porque se disipa por sí misma con el tiempo. Esta
neurosis saludable es la repetición de lo que fue el complejo de edipo para un
niño de 4 años, es decir, una crisis sana. El complejo de Edipo y
adolescencia, el sujeto se desgarra interiormente, tratando de responder a la
vez; a las fuertes exigencias pulsionales de su cuerpo (llamarada libidinal) y a
las fuertes exigencias sociales (padres, amigos y valores culturales),
exigencias que ha introyectado y que se impone a sí mismo bajo la forma de
la voz interior y despótica del superyó.
Esta guerra intestina entre un cuerpo invadido por las pulsiones y una cabeza
invadida por una moral extrema hace del adolescente un ser íntimamente dislocado,
desgarrado, que experimenta sentimientos contradictorios respecto de sí mismo y
de los que depende afectivamente, en primer lugar sus padres. Esto es la neurosis:
sentimientos, palabras y comportamientos impulsivos. La tarea es difícil pues, en la
adolescencia, los padres no cuentan ni con la paciencia ni con la flexibilidad mental
que tuvieron durante el Edipo.
B) En este punto se produce un sufrimiento intenso. Este sufrimiento se
produce a través de los comportamientos riesgosos, impulsivos y repetitivos.
En el momento de cometer el acto, el adolescente no siente nada, ni dolor, ni
miedo, ni culpa. Se encierra en su soledad, su rencor y su desafío para con
los otros. Pero hay otra razón que puede explicar la violencia en el
adolescente: a través de la violencia y el ruido, busca la prueba de su propio
valor. Quiere sentirse existir, distinguirse de los adultos y hacerse reconocer
por sus amigos.
Las conductas riesgosas pueden ser el suicidio, comportamientos depresivos,
aislamiento, las adicciones (alcohol, tabaco), el consumo de drogas duras
(cocaína, antifetaminas, heroína), anorexia y bulimia, ausentismo y fugas. A
veces las víctimas de la violencia son los otros que se vuelven violentos a su
vez y a menudo violentos contra sí mismos. Por ejemplo, los que se hacen
piercings muy sangrientos (lengua, órganos genitales). Toda esta crueldad
contra uno mismo y contra los otros encubre una depresión muy particular
(también se denomina “depresión hostil”).
C) Este punto se asocia al sufrimiento inconsciente extremo del adolescente.
Un punto máximo puede ser la esquizofrenia que está acompañada de
delirios y de alucinaciones. Otras veces, el jóven se queja por alteraciones
obsesivas compulsivas, perturbaciones ansiosas y fobias, trastornos
alimentarios o una depresión importante que puede conducir al suicidio.
Aunque, de todas estas, la más grave es la esquizofrenia; es una psicosis
que se declara en la adolescencia. La esquizofrenia es una psicosis crónica
que comienza entre los 15 y los 25 años.
Para descubrirla, el terapeuta no psiquiatra debe estar bien formado y
conocer exactamente los síntomas de esta psicosis, a saber: la
despersonalización, el jóven siente su propio cuerpo como si fuera extraño,
ideas de persecución que pueden llegar hasta el delirio; alucinaciones, en
particular auditivas, en cuyo transcurso, oye voces que lo insultan o lo intiman
a cometer actos extraños, incluso violentos hacia sí mismo o hacia el prójimo;
alteraciones discordantes de la afectividad e insensibilidad emocional.
Una neurosis será calificada de grave cuando su intensidad, su duración o su
invasión en la vida cotidiana impiden al sujeto vivir normalmente.

Entonces las 3 categorías del sufrimiento del adolescente son: síntomas


neuróticos, comportamientos peligrosos y alteraciones mentales. En cada
categoría, podemos encontrar casos de adolescentes que atraviesan una
crisis aguda.
La crisis de adolescencia designa el período intermedio de la vida en el que
la infancia no ha terminado de apagarse y la madurez no ha terminado de
surgir. Un adolescente con una crisis aguda se convierte en inmanejable para
su familia.

LA ADOLESCENCIA ES UNA HISTERIA Y UN DUELO, NECESARIOS


PARA VOLVERSE ADULTO
-Hay una lucha entre las pulsiones y el superyó, entre el cuerpo y la cabeza,
se traduce en una neurosis histérica difícil de manejar por los padres:
neurosis no obstante sana que luego se disipa por sí misma.
-También hay otra forma de verlo: duelo de la infancia perdida. Es un proceso
doloroso, silencioso y lento que surge del desprendimiento del mundo infantil.
Nasio concluye que la adolescencia es, entonces, una histeria y un duelo
necesarios para volverse adulto.

Doltó:
El concepto de adolescencia: puntos de referencia, puntos de ruptura.
Doltó expresa que la adolescencia es un período de mutación. El
nacimiento es una mutación que permite dar el paso del feto al niño de
pecho. El adolescente por su parte, pasa por una muda respecto de la cual
nada puede decir.
El estado de adolescencia se prolonga según las proyecciones que los
jóvenes reciben de los adultos y según lo que la sociedad les impone.
Los padres dejan de ser valores de referencia. El papel de las personas
ajenas a la familia y que conocen a un adolescente que tienen relación con él
por causa de la escuela o por causa de la vida social, es muy importante por
algunos meses. Las personas secundarias juegan un papel muy importante
en la educación de los jóvenes durante este periodo. Aunque no estén
encargadas de dicha educación, todo lo que hacen puede favorecer la
confianza en sí mismos, al igual que el valor para superar sus impotencias o
al contrario, estimular el desaliento y la depresión. Muchos jóvenes a partir de
los 11 años conocen estados depresivos y estados paranoicos. En estas
crisis, el jóven se opone a todas las leyes porque le ha parecido que alguien
que representa la ley no le permitía ser ni vivir.
En este momento de extrema fragilidad se defienden contra los demás,
mediante la depresión o por medio de un estado de negativismo que agrava
aún más su debilidad.
No tienen aún vida sexual, si no es a través de la imaginación: masturbación.
En el momento en el que los jóvenes se sienten incómodos en la realidad de
los adultos por falta de confianza en sí mismos, se refugian en la
imaginación. La masturbación de ese modo, se convierte en un remedio para
su depresión. Los jóvenes están decididos a excitar la zona genital. La
masturbación es un sostén a la excitación de las pulsiones que le permiten
superar la depresión.
Desgraciadamente, como se satisface de una manera imaginaria, carece de
la fuerza para ir a buscar en la realidad, en otro ser humano.
Cuando un joven comienza a tener ideas propias y a mezclarse en la
conversación de los adultos, y estos no pierden un instante en desalentarlos,
cuando sería el momento de darles la palabra.
El padre quiere que su opinión prevalezca sobre la de su hijo. Como en casa
el joven se ve desvalorizado, queda marcado por una depresión y cree que
no tiene derecho a pensarlo.
Se trata de una edad frágil pero maravillosa, reacciona a todo lo positivo que
se hace por él. Solo que los adolescentes no lo manifiestan en el mismo
momento. De los 11 a los 13 años es la edad más frágil. Tienen rubores, se
tapan el rostro. La época difícil es el momento de la preparación de la
primera experiencia amorosa. El joven siente que hay un riesgo, lo desea y
teme al mismo tiempo. El riesgo del primer amor es experimentado como la
muerte de la infancia. La muerte de una época.
El hecho trascendental que marca la ruptura con el estado de infancia es la
posibilidad de disociar la vida imaginaria de la realidad; el sueño, de las
relaciones reales.
Tras la crisis edipiana, en el mejor de los casos los "fuegos se apagan" y el
niño llega a la edad que se llama latencia. Se resigna a esperar el futuro,
comprende que no puede encontrar el objeto de amor en la familia.
En el mejor de los casos, el niño del final de edipo, hacia los 8-9 años,
conserva una ternura idealizada por su madre y también por su padre aunque
con un sentimiento dividido entre la confianza y el temor de apartarse de la
ley que el padre quiere que guarde, y que el mismo padre también representa
y ejemplifica.
A los 11 años se ven los primeros indicios de una sexualidad que se anuncia
con, en el chico, las primeras emisiones involuntarias del esperma y en las
chicas, las primeras menstruaciones. Antes de que el cuerpo siga, los
jóvenes tienen una "fiebre psíquica" de amor imaginario por ídolos en masa.
Héroes e ídolos constituyen sus compañeros en el juego de papeles donde lo
imaginario desplaza a la realidad.

Entonces, la primera vida imaginaria ocurre a los 3-4 años, y se acentúa la


mirada en la familia del niño. Los niños son de la misma opinión que el padre,
incluyendo sus opciones políticas. Cuando los padres discrepan, el niño
presenta dificultad para pensar por su cuenta, esto se mantendrá hasta los 11
años; a esta edad estalla el problema latente: una segunda vida imaginaria
donde los temas de interés están fuera del campo familiar.
Hay conflictos de relación entre familias que trastornan la vida imaginaria de
un niño entre los 9-11 años pero cuyos efectos no se ven hasta los 11; aún
tienen dificultad en distinguir la realidad de lo imaginario.
El niño sigue contando con la familia como un refugio pero no siente que
desempeñe en ella un papel. Entonces pone su atención en los compañeros
de la escuela, en los grupos deportivos y demás, y hacia la vida imaginaria
que pueden proporcionar la televisión o las lecturas.
Cuando se entra en la adolescencia, el joven es atraído por bandas de
jóvenes mayores que él y éstas tienen un papel de sostén extrafamiliar. Estas
bandas son relevos para su toma de autonomía.
Un individuo sale de la adolescencia cuando la angustia de sus padres no
produce ningún efecto inhibidor.
En cuestiones económicas, dejar de recibir dinero de los padres no resuelve
el problema si uno lo sigue recibiendo de otro adulto. Surge un sentimiento de
dependencia.

Erikson: El ciclo de la vida. Epigénesis de la identidad.

Hasta la adolescencia, el individuo no puede desarrollar los requisitos de desarrollo


fisiológico, maduración mental y responsabilidad social para experimentar y
atravesar la crisis de identidad.

Hay una crisis de identidad en el aspecto psicosocial de la adolescencia. No se


puede superar esta fase sin que la identidad haya encontrado una forma que
determinara la vida ulterior de un modo decisivo. El desarrollo humano es desde los
conflictos, internos y externos, que afronta la personalidad vital resurgiendo de cada
crisis con:

- Un incrementado sentimiento de unidad interior,

- Un aumento del buen juicio y una capacidad de hacerlo bien de acuerdo a sus
propios estándares y de los estándares de aquellos importantes para el sujeto.

-Una personalidad sana (relativo al desarrollo cognitivo y social del niño)

- Domina activamente su medio ambiente

- Muestra una cierta unidad de su personalidad

- Capaz de percibir correctamente al mundo y de percibirse correctamente a sí


misma.

Principio epigenético (para comprender el desarrollo) afirma que todo lo que se


desarrolla obedece a un plano o proyecto básico y que, a partir de este último, van
surgiendo las partes, teniendo cada una de ellas su momento de eclosión, hasta que
todas las partes han surgido para construir una totalidad funcionante. Al nacer en el
sistema de intercambio social – sus gradualmente crecientes capacidades
encuentran las oportunidades y las limitaciones de su cultura.

En la secuencia de sus experiencias más personales, el niño sano obedece a leyes


internas de desarrollo que crean una sucesión de potencialidades destinadas a una
interacción significativa con aquellas personas que le atienden y que le responden.
La personalidad se desarrolla de acuerdo con etapas predeterminadas en la
disposición del organismo humano para ser conducido hacia, para darse cuenta y
para interactuar con un círculo cada vez más amplio de individuos e instituciones
significativos.

Cada paso sucesivo es una crisis potencial debido a un cambio radical en cuanto a
perspectiva. <<CRISIS>> en un sentido relativo al desarrollo, para designar un
punto de giro, un periodo crucial de vulnerabilidad incrementada y de más alto
potencial.

EDAD ESCOLAR E IDENTIFICACIÓN CON LA TAREA (6 a 12)

Niño ansioso por realizar cosas junto con otros, por compartir construcciones y
proyectos. Los niños se vinculan ahora también a los profesores y a los padres de
otros niños y gustan de observar e imitar representantes de actividades que pueden
comprender (ej: bomberos, policías).

Cuando llegan a la edad escolar, reciben alguna instrucción sistemática. Los niños
aprenden mucho a partir de adultos y a partir de otros niños de más edad, los
conocimientos obtenidos se refieren a habilidades básicas correspondientes a
tecnología sencillas, que pueden entenderse en el momento en que el niño se halla
en disposición de poder manejar los utensilios, las herramientas usadas por las
personas mayores. Entre la infancia y la edad adulta, los niños van al colegio y la
experiencia escolar representa para muchos, en sí, un mundo con sus propias
metas y limitaciones, sus realizaciones y frustraciones.

Todos los niños precisan disponer de sus horas y días para jugar a lo que quieran,
todos ellos, más pronto o más tarde, se tornan insatisfechos y malhumorados si no
tienen la sensación de ser capaces de hacer cosas y de hacerlas bien e incluso
perfectamente: se trata del sentimiento de laboriosidad. Al ir surgir el periodo de
latencia, el niño, que va progresando, olvida o más bien <sublima> calladamente los
impulsos que le han hecho soñar y jugar.

El peligro en este estadio está representado por el desarrollo de un extrañamiento


de sí mismo y de las propias tareas: el bien conocido como sentimiento de
inferioridad. Esto puede estar causado por una insuficiente solución del conflicto
precedente; puede continuar prefiriendo ser el bebe en su casa, más que el niño
mayorcito en el colegio; puede continuar deseando estar mas con su mama, que
adquirir conocimientos; se sigue comparando con su padre y la comparación
despierta en él un sentimiento de culpa, así como un sentimiento de inferioridad.

La vida familiar puede no haberle preparado para la vida en el colegio, o bien la vida
en el colegio puede fallar.

En este punto adquiere importancia para el niño la sociedad más amplia, admitiendo
papeles preparatorios para las realidades de la tecnología y de la economía. El
deseo y voluntad de aprender son los factores que deciden su valía como alumno o
aprendiz.
Lo que está en juego es el desarrollo y mantenimiento en los niños de una
identificación positiva con aquellos que <saben cosas> y <saben cómo hacer
cosas>

El desarrollo de un sentimiento de inferioridad, el sentimiento de que jamás será uno


<nada bueno>, es un riesgo que puede ser reducido al mínimo por un profesor que
sepa hacer resaltar lo que un niño es capaz de hacer y que reconozca la presencia
de un problema psiquiátrico cuando lo vea. Aquí reside la mejor oportunidad para
prevenir la particular confusión de identidad que deriva de la incapacidad para
aprender, o de una flagrante falta de oportunidad para ello.

Este estadio difiere de los anteriores en que no se trata de un cambio verificado, a


partir de una conmoción anterior, a un nuevo dominio. Freud lo denomina estadio
de latencia, ya que durante él se hallan por lo general latentes los impulsos muy
intensos. Es tan solo un periodo de calma antes de la tormenta de la pubertad,
durante la cual vuelven a surgir todos los impulsos anteriores en nuevas
combinaciones. Se trata de un estadio sumamente decisivo desde el punto de vista
social. La laboriosidad supone hacer cosas juntamente con otros y conjuntamente
con ellos, durante este periodo se desarrolla un sentimiento inicial de división del
trabajo y de diferenciación de oportunidades, es decir: un sentimiento acerca del
ethos tecnológico de una cultura.

La vida escolar, apoya en todo niño un sentimiento de competencia, es decir, el libre


ejercicio de destreza e inteligencia en la realización de tareas serias, no
obstaculizadas por un infantil sentimiento de inferioridad. Esto constituye la base
sólida para una cooperación participativa en la vida adulta productiva.

Los niños, a esta edad, han de ser suave, pero firmemente obligados a emprender
la aventura de descubrir que se puede aprender a realizar cosas que jamás
hubiesen imaginado por sí mismos, cosas que deben su atracción al mero hecho de
que no son producto del juego y la fantasía, sino de la realidad, el sentido práctico y
la lógica; cosas que proporcionan así un demostrado sentimiento de participación en
el mundo real de los adultos.

Pero existe otro peligro para el desarrollo de la identidad. Si el niño demasiado


conformista acepta el trabajo como lo único que vale la pena, sacrificando la
imaginación y la fantasía, la tendencia al juego, puede convertirse en un esclavo de
su tecnología y de su tipología de rol dominante a plenos problemas de identidad.

La contribución inmediata de la edad escolar a un sentimiento de identidad puede


expresarse mediante las palabras siguientes: “yo soy aquello que puedo
aprender para realizar trabajo”

La mayoría de los hombres han considerado siempre sus necesidades de identidad


en torno a sus capacidades técnicas y ocupacionales.
· La latencia y el reconocimiento mutuo: “Yo soy lo que espero tener y dar”

· La temprana infancia y el deseo de ser uno mismo: “Yo soy lo que deseo ser” –
“yo soy aquello que puedo querer libremente”

· Infancia y anticipaciones de roles: “Yo soy lo que yo puedo imaginar que seré”

· Edad escolar e identificación con la tarea: “Yo soy lo que hago funcionar y hago
funcionar bien”

· Adolescencia

· Más allá de la identidad: “Yo soy lo que sobrevive en mi”

Freud: el yo y el superyó

Ideal del yo o superyó a un grado en el interior del yo, una diferenciación dentro de
él.

- Mantiene un vínculo más firme con la conciencia.

-Una investidura de objeto es relevada por una identificación.

-Investiduras de objeto a partir de ello (que siente las aspiraciones eróticas como
necesidades).

-Identificación a la condición bajo la cual el ello resigna sus objetos.

-Proceso muy frecuente, sobre todo en fases muy tempranas del desarrollo.

-El carácter del yo es una sedimentación de las investiduras de objeto resignadas,


contiene la historia de estas lecciones de objeto.

-Transposición de una elección erótica de objeto en una alteración del yo al camino


que permite al yo dominar al ello y profundizar sus vínculos con el ello.

-Cuando el yo cobra rasgos del objeto se impone a él mismo como objeto de amor
al ello <“mira, puedes amarme también a mí, soy tan parecido al objeto..”>

La transposición de libido de objeto en libido narcisista conlleva una resignación de


las metas sexuales, una desexualización y una sublimación. Los efectos de las
primeras identificaciones, las producidas en la edad más temprana, serán
universales y duraderos (van a formar parte de las características del sujeto)
génesis del ideal del yo.

Las elecciones de objeto que corresponden a los primeros periodos sexuales y


atañen a padre y madre parecen tener su desenlace, si el ciclo es normal; en una
identificación de esa clase, reforzando de ese modo la identificación primaria.
Estos nexos son complejos: dos factores son los culpables de esta complicación.

· La disposición triangular de la constelación del Edipo y,

· La bisexualidad constitucional del individuo.

El caso del niño varón simplificado, en una época tempranísima desarrolla una
investidura de objeto hacia la madre, del padre el varón se apodera por
identificación. Ambos vínculos marchan un tiempo uno junto al otro, hasta que por el
refuerzo de los deseos sexuales hacia la madre, y por la percepción de que el padre
es un obstáculo para esos deseos, nace el complejo de Edipo.

La identificación-padre cobra una tonalidad hostil, se tuerca en el deseo de eliminar


al padre para sustituirlo junto a la madre. A partir de allí, la relación con el padre es
ambivalente. La actitud ambivalente hacia el padre, y la aspiración de objeto
exclusivamente tierna hacia la madre, caracterizan el contenido del Complejo de
Edipo simple, positivo (para el varón).

En la demolición del complejo tiene que ser resignada la investidura de objeto de la


madre. Puede tener dos diversos reemplazos:

- Una identificación con la madre o,

- Un refuerzo de la identificación-padre. A la más normal, permite retener en cierta


medida el vínculo tierno con la madre.

La masculinidad experimentaría una reafirmación en el carácter del varón por obra


del sepultamiento de Edipo. Análogamente, la actitud edípica de la niñita puede
desembocar en un refuerzo de su identificación madre que afirme su carácter
femenino. La niña pequeña, después de que se vio obligada a renunciar al padre
como objeto de amor, retoma y destaca su masculinidad y se identifica con el padre,
el objeto perdido (ello depende de que sus disposiciones masculinas posean la
intensidad suficiente).

La salida y el desenlace de la situación del Edipo en identificación-padre o


identificación-madre parecen depender, en ambos sexos, de la intensidad relativa de
las dos disposiciones sexuales. Este es uno de los modos en que la bisexualidad en
los destinos del complejo de Edipo.

Complejo de Edipo más completo a uno duplicado, positivo y negativo (dependiente


de la bisexualidad originaria del niño). El varoncito no posee solo una actitud
ambivalente hacia el padre, y una elección tierna de objeto en favor de la madre,
sino que se comporta también, simultáneamente, como una niña: muestra la actitud
femenina tierna hacia el padre, y la correspondiente actitud celosa y hostil hacia la
madre. Como resultado más universal de la fase sexual gobernada por el complejo
de Edipo, se puede suponer una sedimentación en el yo, que consiste, en el
establecimiento de estas dos identificaciones, unificadas de alguna manera entre sí.

El superyó no es solamente un residuo de las primeras elecciones de objeto del ello,


sino que tiene también la significatividad (valor direccional) de una enérgica
formación reactiva frente a ellas. Su vínculo con el yo no se agota con la advertencia
<así debe ser> sino que comprende también la prohibición <así no es lícito ser>.
Cuanto más intenso fue el complejo de Edipo y más rápido se produjo su represión,
más riguroso será el imperio del superyó como conciencia moral y sentimiento de
culpa sobre el yo.

Ideal del yo o superyó a la agencia representante de nuestro vínculo parental.

Mientras que el yo es esencialmente representante del mundo exterior, de la


realidad, el superyó se le enfrenta como abogado del mundo interior, del ello.

Freud: la organización genital-infantil

A menudo, o regularmente, en la niñez ya se consume una elección de objeto como


la que hemos supuesto característica de la fase de desarrollo de la pubertad. El
conjunto de las aspiraciones sexuales se dirigen a una persona única, y en ella
quieren alcanzar su meta.

Pubertad: unificación de las pulsiones parciales y su subordinación al primado de


los genitales. Subordinación: Dependencia de una persona o una cosa respecto de
otra o de otras, por las que está regida o a las que está sometida.

La aproximación de la vida sexual infantil a la del adulto no se reduce a la


emergencia de una elección de objeto. Si bien, no se alcanza una verdadera
unificación de las pulsiones parciales bajo el primado de los genitales.

El carácter principal de esta organización infantil es que para ambos sexos solo
desempeña un papel un genital, el masculino. No hay un primado genital, sino, un
primado del falo (diferencia respecto a la organización genital definitiva del adulto).
El varón percibe la diferencia entre ambos sexos pero al comienzo no lo relaciona
con una diversidad de los genitales, sino que éste presume en todos los otros seres
vivos un genital parecido al que él mismo posee.

La fuerza pulsionante que esta parte viril desplegará más tarde en la pubertad se
exterioriza en aquella época de la vida como un esfuerzo de investigación, como
curiosidad sexual. En el curso de estas investigaciones el niño llega a descubrir que
el pene no es un patrimonio común de todos los seres semejantes a él.

Freud: el sepultamiento del complejo de edipo.


El complejo de Edipo es un fenómeno central del período sexual de la primera
infancia. Después cae sepultado, sucumbe a la represión y es seguido por el
período de latencia a raíz de las dolorosas desilusiones acontecidas. La falta de la
satisfacción esperada, la continua denegación del hijo deseado, por fuerza
determinarán que los pequeños enamorados se extrañen de su inclinación sin
esperanzas. Así, el complejo de Edipo se iría al fundamento a raíz de su fracaso,
como resultado de su imposibilidad interna.

El complejo de Edipo, vivenciado de manera enteramente individual por la mayoría


de los humanos, también es un fenómeno determinado por la herencia, que tiene
que desvanecerse cuando se inicia la fase evolutiva siguiente, predeterminada. El
desarrollo sexual del niño progresa hasta una fase en que los genitales ya han
tomado sobre sí el papel rector. Pero estos genitales son sólo masculinos, pues los
femeninos siguen sin ser descubiertos. Esta fase fálica, contemporánea a la del
complejo de Edipo, no prosigue su desarrollo hasta la organización genital definitiva,
sino que se hunde y es relevada por el período de latencia. Su desenlace se
consuma de manera típica y apuntalando en sucesos que retornan de manera
regular. Cuando el niño (varón) ha volcado su interés a los genitales, lo deja traslucir
por su vasta ocupación manual en ellos, y después tiene que hacer la experiencia
de que los adultos no están de acuerdo con ese obrar. Más o menos clara, más o
menos brutal, sobreviene la amenaza de que se le arrebatará esta parte tan
estimada por él.

La organización genital fálica del niño se va a raíz de esta amenaza de castración.


Por cierto que no enseguida, ni sin que vengan a sumarse ulteriores influjos. Al
principio el varoncito no presta creencia ni obediencia alguna a la amenaza.

La observación que por fin quiebra la incredulidad del niño es la de los genitales
femeninos. Alguna vez el varoncito, orgulloso de su posesión del pene, llega a ver la
región genital de una niñita, y no puede menos que convencerse de la falta de un
pene en un ser tan semejante a él. Pero con ello se ha vuelto representable la
pérdida del propio pene, y la amenaza de castración obtiene su efecto con
posterioridad. El complejo de Edipo ofrecía al niño dos posibilidades de satisfacción,
una activa y una pasiva. Pudo situarse de manera masculina en el lugar del padre y,
como él, mantener comercio con la madre, a raíz de lo cual el padre fue sentido
pronto como un obstáculo; o quiso sustituir a la madre y hacerse amar por el padre,
con lo cual la madre quedó sobrando. La aceptación de la posibilidad de la
castración, la intelección de que la mujer es castrada, puso fin a las dos
posibilidades de satisfacción derivadas del complejo de Edipo.

Ambas conllevan la pérdida del pene; una, la masculina, en calidad de castigo, y la


otra, la femenina, como premisa. Si la satisfacción amorosa en el terreno del
complejo de Edipo debe costar el pene, entonces por fuerza estallará el conflicto
entre el interés narcisista en esta parte del cuerpo y la investidura libidinosa de los
objetos parentales. En este conflicto triunfa normalmente el primero de esos
poderes: el yo del niño se extraña del complejo de Edipo.

Las investiduras de objeto son resignadas y sustituidas por identificación. La


autoridad del padre, o de ambos progenitores, introyectada en el yo, forma ahí el
núcleo del superyó.

Las aspiraciones libidinosas pertenecientes al complejo de Edipo son en parte


desexualizadas y sublimadas, lo cual probablemente acontezca en identificación, y
en parte son inhibidas en su meta y mudadas en mociones tiernas. El proceso en su
conjunto salvó una vez los genitales, alejó de ellos el peligro de la pérdida, y
además los paralizó, canceló su función. Con ese proceso se inicia el período de
latencia, que viene a interrumpir el desarrollo sexual del niño.

El proceso descrito es más que una represión; equivale a una destrucción y


cancelación del complejo. Si el yo no ha logrado efectivamente mucho más que una
represión del complejo, éste subsistirá inconsciente en el ello y más tarde exterioriza
su efecto patógeno. El complejo de Edipo se va al fundamento a raíz de la amenaza
de castración.

También el sexo femenino desarrolla un complejo de Edipo, un superyó, un periodo


de latencia, una organización fálica y un complejo de castración de igual manera
que el varón. El clítoris de la niñita se comporta al comienzo en un todo como un
pene, pero ella, por la comparación con un compañerito de juegos, percibe que es
«demasiado corto», y siente este hecho como un perjuicio y una razón de
inferioridad. La niña no comprende su falta actual como un carácter sexual, sino que
lo explica mediante el supuesto de que una vez poseyó un miembro igualmente
grande, y después lo perdió por castración. No parece extender esta inferencia de sí
misma a otras mujeres, adultas, sino que atribuye a estas, exactamente en el
sentido de la fase fálica, un genital grande y completo, vale decir, masculino. Así se
produce esta diferencia esencial: la niñita acepta la castración como un hecho
consumado, mientras que el varoncito tiene miedo a la posibilidad de su
consumación.

El complejo de Edipo de la niña es mucho más unívoco. La muchacha se desliza del


pene al hijo; su complejo de Edipo culmina en el deseo, alimentado por mucho
tiempo, de recibir como regalo un hijo del padre, parirle un hijo. Se tiene la impresión
de que el complejo de Edipo es abandonado después poco a poco porque este
deseo no se cumple nunca. Ambos deseos, el de poseer un pene y el de recibir un
hijo, permanecen en lo inconsciente, donde se conservan con fuerte investidura y
contribuyen a preparar al ser femenino para su posterior papel sexual.

Freud: tres ensayos para una teoría sexual.

LAS ABERRACIONES SEXUALES


Pulsión sexual y libido de existencia de necesidades sexuales. Pulsión a la agencia
representante psíquica de una fuente de estímulos intrasomática en continuo fluir.
No poseen cualidad alguna, sino que han de considerarse solo como una medida de
exigencia de trabajo para la vida anímica.

· Lo que las distingue unas de otras y las dota de propiedades específicas es su


relación con sus fuentes somáticas y con sus metas.

· La fuente de la pulsión es un proceso excitador en el interior de un órgano, y su


meta inmediata consiste en cancelar ese estímulo de órgano.

· Los órganos del cuerpo brindan excitación de dos clases, una de estas es la
excitación sexual y el órgano afectado <zona erógena> de la pulsión parcial que
arranca en él.

La sexualidad infantil

Amnesia infantil cubre los primeros años de la infancia, hasta el sexto u octavo año
de vida. En estos años:

- Reaccionamos con vivacidad frente a las impresiones,

- Sabíamos exteriorizar dolor y alegría de una manera humana,

- Mostrábamos amor, celos y otras pasiones que nos agitaban entonces con
violencia,

- Pronunciamos frases que los adultos registraron como buena prueba de


penetración y de una incipiente capacidad de juicio.

Y una vez adultos, nada de esto sabemos por nosotros mismos.

Esas mismas impresiones que hemos olvidado dejaron las más profundas huellas
en nuestra vida anímica y pasaron a ser determinantes para todo nuestro desarrollo
posterior.

La amnesia infantil:

- Convierte la infancia de cada individuo en un tiempo anterior, prehistórico.

- Oculta los comienzos de su propia vida sexual.

El neonato trae consigo gérmenes de emociones sexuales que siguen


desarrollándose durante cierto lapso, pero después sufren una progresiva
sofocación. Hacia el tercer o cuarto año de vida del niño su sexualidad se expresa
en forma accesible a la observación.
Las inhibiciones sexuales durante este periodo de latencia total o meramente
parcial se edifican los poderes anímicos que más tarde se presentaran como
inhibiciones en el camino de la pulsión sexual y angostaron su curso a la manera de
unos diques (asco, vergüenza, los reclamos ideales en lo estético y en lo moral).

La pulsión parcial, dice Freud, se ve confrontada a diques, a resistencias que


inhiben el camino de la pulsión. Asco, vergüenza, estética, moral, estos cumplen la
función de contener el empuje de la pulsión. Su desarrollo es de condicionamiento
orgánico, fijado hereditariamente, puede producirse sin ninguna ayuda de la
educación.

Formación reactiva y sublimación, el aflujo de las mociones sexuales infantiles no ha


cesado ni siquiera en este periodo de latencia, pero su energía es desviada del uso
sexual y aplicada a otros fines.

Se debían las fuerzas pulsionales sexuales de sus metas y su orientación hacia


metas nuevas al proceso de sublimación.

Las mociones sexuales de estos años infantiles serían:

- Inaplicables ya que las funciones de la reproducción están diferidas (que se hace


en un momento o fecha posterior)al carácter principal del período de latencia.

- Serían en sí perversas, partirían de zonas erógenas y se sustentarán en pulsiones


que dada la dirección del desarrollo del individuo solo provocan sensaciones de
displacer.

Por eso suscita fuerzas anímicas contrarias (mociones reactivas) que constituyen,
para la eficaz sofocación de ese displacer los diques psíquicos al asco, vergüenza y
moral.

De tiempo en tiempo irrumpe un bloque de exteriorización sexual que se ha


sustraído de la sublimación, o cierta práctica sexual se conserva durante todo el
periodo de latencia hasta el estallido reforzado de la pulsión sexual en la pubertad.

EL CHUPETEO (el mamar con fruición): modelo de las exteriorizaciones sexuales


infantiles. Consiste en un contacto de succión con la boca repetido rítmicamente,
que no tiene por fin la nutrición.

AUTOEROTISMO: la pulsión no está dirigida a otra persona, se satisface en el


propio cuerpo, es autoerótica.

Características esenciales de una exteriorización sexual infantil:

- nace apuntalando en una de las funciones corporales importantes para la vida,

- todavía no conoce un objeto sexual, es autoerótica,


- su meta sexual se encuentra bajo el imperio de una zona erógena.

ZONA ERÓGENA: sector de la piel o de mucosa en el que estimulaciones de cierta


clase provocan una sensación placentera de determinada cualidad.

META SEXUAL DE LA PULSIÓN INFANTIL: consiste en producir la satisfacción


mediante la estimulación apropiada de la zona erógena que se ha escogido.

La necesidad de repetir la satisfacción se trasluce por dos cosas: un peculiar


sentimiento de tensión (posee el carácter de displacer), y una sensación de estímulo
o de picazón condicionada centralmente y proyectada en la zona erógena periférica.

La meta sexual procurará sustituir la sensación de estímulo proyectada sobre la


zona erógena por aquel estímulo externo que la cancela al provocar la sensación de
satisfacción.

LA PULSIÓN DE SABER: a la par que la vida sexual del niño alcanza su primer
florecimiento, entre los 3 y los 5 años, se inicia en él también aquella actividad que
se adscribe a la pulsión de saber o de investigar. Su acción corresponde, por una
parte, a una manera sublimada del apoderamiento y, por la otra, trabaja con la
energía de la pulsión de ver.

Actividad investigadora del niño lo primero que le ocupa es el enigma ¿de dónde
vienen los niños?, no la diferencia entre los sexos. Para el varón es natural suponer
que todas las personas poseen un genital como el suyo. COMPLEJO DE
CASTRACIÓN Y ENVIDIA DEL PENE. El varoncito se aferra con energía a esta
convicción, la defiende obstinadamente frente a la contradicción que muy pronto la
realidad le opone, y la abandona sólo tras serias luchas interiores (complejo de
castración). La niña, no incurre en tales rechazos cuando ve los genitales del varón
con su conformación diversa.

TEORÍAS DEL NACIMIENTO: Los hijos se conciben por haber comido algo
determinado y se los da a luz por el intestino, como a la materia fecal.

CONCEPCIÓN SÁDICA DEL COMERCIO SEXUAL: Si a esa tierna edad los niños
son espectadores del comercio sexual entre adultos no puede menos que concebir
el acto sexual como una especie de maltrato o sojuzgamiento, vale decir, en sentido
sádico.

EL TÍPICO FRACASO DE LA INVESTIGACIÓN SEXUAL INFANTIL: Acerca de las


teorías sexuales infantiles puede hacerse esta formulación general: son reflejos de
la propia constitución sexual del niño y, pese a sus grotescos errores, dan prueba de
una gran comprensión sobre los procesos sexuales, mayor de la que se
sospecharía en sus creadores.
La investigación sexual de la primera infancia es siempre solitaria; implica un primer
paso hacia la orientación autónoma en el mundo y establece un fuerte
extrañamiento del niño respecto de las personas de su contorno, que antes habían
gozado de su plena confianza.

Caracteres de la vida sexual infantil:

- es esencialmente autoerótica (su objeto se encuentra en el cuerpo propio)

- sus pulsiones parciales singulares aspiran a conseguir placer cada una por su
cuenta, enteramente desconectadas entre sí.

Llamaremos pregenitales a las organizaciones de la vida sexual en que las zonas


genitales todavía no han alcanzado su papel hegemónico.

Una primera organización sexual pregenital es la oral. La actividad sexual no se ha


separado todavía de la nutrición, ni se han diferenciado opuestos dentro de ella. El
objeto de una actividad es también el de la otra; la meta sexual consiste en la
incorporación del objeto, que más tarde, en calidad de identificación, desempeñará
un papel psíquico tan importante.

Una segunda fase pregenital es la de la organización sádicoanal. Aquí ya se ha


desplegado la división en opuestos, que atraviesa la vida sexual; activo y pasivo. La
actividad es producida por la pulsión de apoderamiento a través de la musculatura
del cuerpo, y como órgano de meta sexual pasiva se constituye ante todo la mucosa
erógena del intestino; empero, los objetos de estas dos aspiraciones no coinciden.
Junto a ello, se practican otras pulsiones parciales de manera autoerótica. En esta
fase ya son pesquisables la polaridad sexual y el objeto ajeno.

En la niñez se consume una elección de objeto como la que hemos supuesto


característica de la fase de desarrollo de la pubertad.

La diferencia respecto de esta última reside sólo en el hecho de que la unificación


de las pulsiones parciales y su subordinación al primado de los genitales no son
establecidas en la infancia, o lo son de manera muy incompleta. Por tanto, la
instauración de ese primado al servicio de la reproducción es la última fase por la
que atraviesa la organización sexual.

La elección de objeto se realiza en dos tiempos. La primera se inicia entre los dos y
los cinco años, y el período de latencia la detiene o la hace retroceder; se
caracteriza por la naturaleza infantil de sus metas sexuales. La segunda sobreviene
con la pubertad y determina la conformación definitiva de la vida sexual.

Los resultados de la elección infantil de objeto se prolongan hasta una época tardía;
o bien se los conserva tal cual, o bien experimentan una renovación en la época de
la pubertad. Pero demuestran ser inaplicables, y ello a consecuencia del desarrollo
de la represión, que se sitúa entre ambas fases.

Lo que hemos llamado pulsiones parciales de la sexualidad, o bien deriva


directamente de estas fuentes internas de la excitación sexual, se compone de
aportes de esas fuentes y de las zonas erógenas.

La metamorfosis de la pubertad

Pubertad introduce los cambios que llevan la vida sexual infantil a su conformación
normal definitiva. La pulsión sexual era hasta entonces predominantemente
autoerótica; ahora halla al objeto sexual. Hasta ese momento actuaba partiendo de
pulsiones y zonas erógenas singulares que, independientemente unas de otras,
buscaban un cierto placer en calidad de única meta sexual. Ahora es dada una
nueva meta sexual; para alcanzarla, todas las pulsiones parciales cooperan, al par
que las zonas erógenas se subordinan al primado de la zona genital.

La normalidad de la vida sexual es garantizada únicamente por la exacta


coincidencia de las dos corrientes dirigidas al objeto y a la meta sexuales: la tierna y
la sensual. La primera de ellas reúne en sí lo que resta del temprano florecimiento
infantil de la sexualidad.

La nueva meta sexual consiste para el varón en la descarga de los productos


genésicos, a este acto final del proceso sexual va unido el monto máximo de placer.
La pulsión sexual se pone ahora al servicio de la función de reproducción; se vuelve,
por así decir, altruista. Para que esta transformación se logre con éxito, es preciso
contar con las disposiciones originarias y todas las peculiaridades de las pulsiones.
Todas las perturbaciones patológicas de la vida sexual han de considerarse como
inhibiciones del desarrollo.

Lo esencial de los procesos de la pubertad, lo más llamativo que ellos presentan: el


crecimiento manifiesto de los genitales externos, que durante el período de latencia
de la niñez había mostrado una relativa inhibición. Al mismo tiempo, el desarrollo de
los genitales internos ha avanzado hasta el punto de poder ofrecer productos
genésicos, o bien recibirlos, para la gestación de un nuevo ser. Así ha quedado listo
un aparato extremadamente complicado.

Este aparato debe ser puesto en marcha mediante estímulos; los estímulos pueden
alcanzarlo por tres caminos: desde el mundo exterior, por excitación de las zonas
erógenas que ya sabemos; desde el interior del organismo, y desde la vida anímica,
que a su vez constituye un repositorio de impresiones externas y un receptor de
excitaciones internas. Por los tres caminos se provoca lo mismo: un estado que se
define como de «excitación sexual» y se da a conocer por dos clases de signos,
anímicos y somáticos. El signo anímico consiste en un peculiar sentimiento de
tensión, de carácter en extremo esforzarte; entre los múltiples signos corporales se
sitúa en primer término una serie de alteraciones en los genitales, que tienen un
sentido indubitable: la preparación, el apronte para el acto sexual. (La erección del
miembro masculino, la humectación de la vagina.)

LA TENSIÓN SEXUAL: El estado de excitación sexual presenta, pues, el carácter


de una tensión. Un sentimiento de tensión tiene que conllevar el carácter del
displacer. Un sentimiento de esa clase entraña el esfuerzo a alterar la situación
psíquica: opera pulsional mente, lo cual es por completo extraño a la naturaleza del
placer sentido. Siempre la tensión producida por los procesos sexuales va
acompañada de placer; aun en las alteraciones preparatorias de los genitales puede
reconocerse una suerte de sentimiento de satisfacción.

Modo en que las zonas erógenas se insertan en el nuevo orden: Sobre ellas recae
un importante papel en la introducción de la excitación sexual. En su conjunto se
aplican para brindar, mediante su adecuada estimulación, un cierto monto de placer;
de este arranca el incremento de la tensión, la cual, a su vez, tiene que ofrecer la
energía motriz necesaria para llevar a su término el acto sexual. (las zonas
erógenas)

La fórmula para la nueva función de las zonas erógenas sería: Son empleadas para
posibilitar, por medio del placer previo que ellas ganan como en la vida infantil, la
producción del placer de satisfacción mayor. (Producido por el vaciamiento de las
sustancias sexuales y depende de condiciones que solo se instalan con la pubertad)

La teoría de la libido:

La libido es una fuerza susceptible de variaciones cuantitativas, que podría medir


procesos y trasposiciones en el ámbito de la excitación sexual.

Le conferimos así un carácter también cualitativo. Al separar la energía libidinosa de


otras clases de energía psíquica, damos expresión a la premisa de que los procesos
sexuales del organismo se diferencian de los procesos de la nutrición por un
quimismo particular.

La representación de un quantum de libido a cuya subrogación psíquica llamamos


libido yoica; la producción de esta, su aumento o su disminución, su distribución y su
desplazamiento, están destinados a ofrecernos la posibilidad de explicar los
fenómenos psicosexuales observados.

Libido yoica ha encontrado empleo psíquico en la investidura de objetos sexuales,


vale decir, cuando se ha convertido en libido de objeto. La vemos concentrarse en
objetos, fijarse a ellos o bien abandonarlos, pasar de unos a otros y, a partir de
estas posiciones, guiar el quehacer sexual del individuo, el cual lleva a la
satisfacción, o sea, a la extinción parcial y temporaria de la libido.
Además, podemos conocer, en cuanto a los destinos de la libido de objeto, que es
quitada de los objetos, se mantiene fluctuante en particulares estados de tensión y,
por último, es recogida en el interior del yo, con lo cual se convierte de nuevo en
libido yoica. A esta última, por oposición a la libido de objeto, la llamamos también
libido narcisista.

La libido narcisista o libido yoica se nos aparece como el gran reservorio desde el
cual son emitidas las investiduras de objeto y al cual vuelven a replegarse; y la
investidura libidinal narcisista del yo, como el estado originario realizado en la
primera infancia, que es sólo ocultado por los envíos posteriores de la libido, pero se
conserva en el fondo tras ellos.

Diferenciación entre el hombre y la mujer:

Sólo con la pubertad se establece la separación tajante entre el carácter masculino


y el femenino.

Ya en la niñez son reconocibles disposiciones masculinas y femeninas; el desarrollo


de las inhibiciones de la sexualidad (vergüenza, asco, compasión) se cumple en la
niña pequeña antes y con menores resistencias que en el varón; en general, parece
mayor en ella la inclinación a la represión sexual.

Pero la activación autoerótica de las zonas erógenas es la misma en ambos sexos,


y esta similitud suprime en la niñez la posibilidad de una diferencia entre los sexos
como la que se establece después de la pubertad.

ZONAS RECTORAS EN EL HOMBRE Y EN LA MUJER: en la niña la zona


erógena rectora se sitúa sin duda en el clítoris, y es por tanto homóloga a la zona
genital masculina, el glande.

La pubertad, que en el varón trae aparejado aquel gran empuje de la libido, se


caracteriza para la muchacha por una nueva oleada de represión, que afecta
justamente a la sexualidad del clítoris. Es un sector de vida sexual masculina el que
cae bajo la represión. El refuerzo de las inhibiciones sexuales, creado por esta
represión que sobreviene a la mujer en la pubertad, proporciona después un
estímulo a la libido del hombre, que se ve forzada a intensificar sus operaciones; y
junto con la altitud de su libido aumenta su sobrestimación sexual.

Durante los procesos de la pubertad se afirma el primado de las zonas genitales, y


en el varón, el ímpetu del miembro erecto remite imperiosamente a la nueva metí
sexual: penetrar en una cavidad del cuerpo que excite la zona genital. Al mismo
tiempo, desde el lado psíquico, se consuma el hallazgo de objeto, preparado desde
la más temprana infancia. Cuando la primerísima satisfacción sexual estaba todavía
conectada con la nutrición, la pulsión sexual tenía un objeto fuera del cuerpo propio:
el pecho materno. Lo perdió sólo más tarde, quizá justo en la época en que el niño
pudo formar la representación global de la persona a quien pertenecía el órgano que
le dispensaba satisfacción. Después la pulsión sexual pasa a ser, regularmente,
autoerótica, y sólo luego de superado el período de latencia se restablece la relación
originaria.

OBJETO SEXUAL DEL PERÍODO DE LACTANCIA: de estos vínculos sexuales,


los primeros y los más importantes de todos, resta, aún luego de que la actividad
sexual se divorció de la nutrición, una parte considerable, que ayuda a preparar la
elección de objeto y, así, a restaurar la dicha perdida. A lo largo de todo el período
de latencia, el niño aprende a amar a otras personas que remedian su desvalimiento
y satisfacen sus necesidades. Lo hace siguiendo todo el modelo de sus vínculos de
lactante con la nodriza, y persiguiendo.

El trato del niño con la persona que lo cuida es para él una fuente continua de
excitación y de satisfacción sexuales a partir de las zonas erógenas, y tanto más por
el hecho de que esa persona —por regla general, la madre— dirige sobre el niño
sentimientos que brotan de su vida sexual, lo acaricia, lo besa y lo mece, y
claramente lo toma como sustituto de un objeto sexual de pleno derecho.

La pulsión sexual no es despertada sólo por excitación de la zona genital.

Importancia que tienen las pulsiones para toda la vida anímica, para todos los logros
éticos y psíquicos. Un exceso de ternura de parte de los padres resultará dañino,
pues apresurará su maduración sexual; y también «malcriar» al niño, lo hará
incapaz de renunciar temporalmente al amor en su vida posterior, o contentarse con
un grado menor de este.

ANGUSTIA INFANTIL: La angustia de los niños no es originariamente nada más


que la expresión de su añoranza de la persona amada. Al estado de angustia
tienden únicamente niños de pulsión sexual hipertrófica, o prematuramente
desarrollada, o suscitada por los mimos excesivos. En esto el niño se porta como el
adulto: tan pronto como no puede satisfacer su libido, la muda en angustia.

Cuando la ternura que los padres vuelcan sobre el niño ha evitado despertarle la
pulsión sexual prematuramente —vale decir, antes que estén dadas las condiciones
corporales propias de la pubertad—, y despertarla con fuerza tal que la excitación
anímica se abra paso de manera inequívoca hasta el sistema genital, aquella
pulsión puede cumplir su cometido: conducir a este niño, llegado a la madurez,
hasta la elección del objeto sexual.

Quizá la elección de objeto, en general, se produce mediante un apuntalamiento,


más libre, en estos modelos. El varón persigue, ante todo, la imagen mnémica de la
madre, tal como gobierna en él desde el principio de su infancia; y armoniza
plenamente con ello que la madre, aún viva, se revuelva contra esta renovación
suya y le demuestra hostilidad. Dada esta importancia de los vínculos infantiles con
los padres para la posterior elección del objeto sexual, es fácil comprender que
cualquier perturbación de ellos haga madurar las más serias consecuencias para la
vida sexual adulta.

La inclinación infantil hacia los padres es sin duda la más importante, pero no la
única, de las sendas que, renovadas en la pubertad, marcan después el camino a la
elección de objeto.

La disposición a las perversiones es la disposición originaria y universal de la


pulsión sexual de los seres humanos, y a partir de ella, a consecuencia de
alteraciones orgánicas e inhibiciones psíquicas, se desarrolla en el curso de la
maduración la conducta sexual normal. Entre los poderes que circunscriben la
orientación de la pulsión sexual, destacamos la vergüenza, el asco, la compasión y
las construcciones sociales de la moral y la autoridad.

Puesto que la disposición originaria no puede menos que ser compleja, nos pareció
que la pulsión sexual misma era algo compuesto por muchos factores.

La pulsión sexual del adulto engendra una aspiración con una única meta sexual
mediante la composición de múltiples emociones de la vida infantil en una unidad.

Nos pareció lamentable que se negara la existencia de la pulsión sexual en la


infancia, y que no pocas veces exteriorizaciones de esa índole observadas en el
niño se describieron como excepciones a la regla. Más bien consideramos que este
trae consigo al mundo gérmenes de actividad sexual, y ya en el acto de ingerir
alimento goza también una satisfacción sexual que después busca crearse, una y
otra vez, en la bien conocida actividad del «chupeteo». Pero la práctica sexual del
niño no se desarrolla al mismo paso que sus otras funciones, sino que, tras un breve
período de florecimiento entre los dos y los cinco años,ingresa en el período llamado
de latencia. En este, la producción de excitación sexual en modo alguno se
suspende, sino que perdura y ofrece un acopio de energía que en su mayor parte se
emplea para otros fines, distintos dejos sexuales, a saber: por un lado, para aportar
los componentes sexuales de ciertos sentimientos sociales, y por el otro (mediante
la represión y la formación reactiva), para edificar las ulteriores barreras sexuales.

La excitación sexual del niño fluye de variadas fuentes. Sobre todo, produciría
satisfacción la apropiada excitación sensible de las llamadas zonas erógenas; al
parecer, pueden actuar en calidad de tales todo lugar de la piel y cualquier órgano
de los sentidos, no obstante, existen ciertas zonas erógenas privilegiadas cuya
excitación estaría asegurada desde el comienzo por ciertos dispositivos orgánicos.

Las excitaciones provenientes de todas estas fuentes no se conjugan todavía, sino


que persiguen por separado su meta, que no es otra que la ganancia de un cierto
placer. En la niñez la pulsión sexual no está centrada y al principio carece de objeto,
vale decir, es autoerótica.
En la vida sexual infantil pueden discernirse, desde el comienzo mismo, esbozos de
una organización de los componentes pulsionales sexuales. En una primera fase,
muy temprana, el erotismo oral se sitúa en el primer plano; una segunda de estas
organizaciones «pregenitales» se caracteriza por el predominio del sadismo y del
erotismo anal; sólo en una tercera fase la vida sexual pasa a ser comandada por la
participación de las zonas genitales propiamente dichas.

Este temprano florecimiento de la vida sexual infantil (de los dos hasta los cinco
años) hace madurar también una elección de objeto.

La fase que se le asocia y le corresponde ha de apreciarse como importante


precursora de la organización sexual definitiva.

El hecho de la acometida en dos tiempos del desarrollo sexual en el ser humano,


vale decir, su interrupción por el período de latencia.

Las transformaciones que le sobrevienen con la emergencia de la pubertad.


Destacamos dos como las decisivas: la subordinación de todas las otras fuentes
originarias de la excitación sexual bajo el primado de las zonas genitales, y el
proceso del hallazgo de objetos. Ambas ya están prefiguradas en la vida infantil.

Los otros actos sexuales autónomos, que van unidos a un placer y a una excitación,
pasan a ser actos preparatorios para la nueva meta sexual, el vaciamiento de los
productos genésicos; y el logro de esta meta, bajo un placer enorme, pone fin a la
excitación sexual.

La sexualidad femenina requiere de una nueva represión que suprime un sector de


virilidad infantil y prepara a la mujer para el cambio de la zona genital rectora.

La elección de objeto es guiada por los indicios infantiles, renovados en la pubertad,


de inclinación sexual del niño hacia sus padres y los encargados de cuidarlo, y,
desviada de estas personas por la barrera del incesto erigida entretanto, se orienta
hacia otras semejantes a ellas.

En el curso del período de transición constituido por la pubertad los procesos de


desarrollo somáticos y los psíquicos marchan durante un tiempo sin entrar en
contacto entre sí, hasta que irrumpe una intensa emoción anímica de amor que,
inervando los genitales, produce la unidad de la función de amor que la normalidad
requiere.

REPRESIÓN: Las excitaciones correspondientes se siguen produciendo como


antes, pero un estorbo psíquico les impide alcanzar su meta y las empuja por otros
caminos, hasta que consiguen expresarse como síntomas.

La vida sexual de estas personas se ha iniciado como la de los perversos; todo un


sector de su infancia está colmado de una actividad sexual perversa, que en
ocasiones continúa hasta más allá de la madurez. Más tarde, por causas internas,
se produce —casi siempre antes de la pubertad, pero en algunos casos después—
un vuelco represivo, y en adelante, sin que las viejas mociones se extingan, la
neurosis reemplaza a la perversión.

SUBLIMACIÓN: En ella, a las excitaciones hiperintensas que vienen de las diversas


fuentes de la sexualidad se les procura drenaje y empleo en otros campos, de
suerte que el resultado de la disposición en sí peligrosa" es un incremento no
desdeñable de la capacidad de rendimiento psíquico.

Una subvariedad de la sublimación es tal vez la sofocación por formación reactiva,


que, según hemos descubierto, empieza ya en el período de latencia del niño, y en
los casos favorables continúa toda la vida. Lo que llamamos el «carácter» de un
hombre está construido en buena parte con el material de las excitaciones sexuales,
y se compone de pulsiones fijadas desde la infancia, de otras adquiridas por
sublimación y de construcciones destinadas a sofrenar unas mociones perversas,
reconocidas como inaplicables.

A. Freud: las emociones y los instintos en el período de latencia (edad escolar)

Después de alcanzar su clímax alrededor de los cinco años, la relación del niño con
sus progenitores decrece en fuerza y la sexualidad infantil llega a un punto donde se
detiene. En lugar de seguir desarrollándose hasta que se alcanza la madurez sexual
(como ocurre en el mundo animal), las apetencias libidinales disminuyen y pasan,
esfumándose, a segundo plano.

Cierta disminución de la fuerza libidinal en el segundo período es algo que se


advierte siempre; esta ruptura del curso del desarrollo sexual constituye una
característica esencial de la vida humana.

Esto conduce a una comparativa falta de contenido emocional e instintivo y por


consiguiente a ciertos cambios significativos en la conducta del niño, en sus
ansiedades, en sus relaciones objetales, y en los contenidos de su psique.

La conducta durante el período de latencia

No es ya el ser puramente instintivo que era al nacer. Una parte de él ha cambiado


de naturaleza y ha adquirido capacidades y poderes que le permiten observar,
interpretar y registrar los sucesos del mundo externo y del interno y controlar las
respuestas que ante los mismos se adoptan.

Este aspecto de su organización es el que, ahora, el niño, se siente ser, y al cual


denomina su “yo”.

Durante el segundo período de la niñez la conducta se ve tan determinada por las


acciones del yo como durante los primeros cinco años estuvo dominada por los
instintos. La reducción de la fuerza de los deseos sexuales ha librado al niño de una
de sus peores angustias. En lugar de tener que buscar constantemente satisfacción
o de controlar deseos peligrosos su yo se halla en libertad para expandirse y
desarrollarse, para usar su inteligencia y la energía que dispone en otras
direcciones. El niño ahora puede concentrarse en tareas que se le proponen aunque
no sirvan al propósito de la directa satisfacción del deseo sino a otros intereses.

El juego es una de las actividades más significativas del niño pequeño, tan
importante para sus instintos, emociones y fantasías como para el desarrollo de los
sentidos y el intelecto. Como lo han demostrado extensos estudios psicológicos, el
tipo de juego que un niño prefiere en las diversas edades cambia, no tan sólo de
acuerdo con el desarrollo de su estado mental, sino también de acuerdo con el
estadio al que corresponden los problemas emocionales que el juego descarga. En
el desarrollo que va del niño de dos años al de edad escolar, el papel de la
satisfacción del deseo va cambiando en forma gradual para dejar de ser directa e
inmediata y llegar a ser indirecta y sublimada, de manera tal que, al final, el niño
puede llevar a cabo con placer ocupaciones que no son en sí mismas placenteras,
sino que sirven indirectamente a un propósito placentero.

La capacidad de gozar con trabajos-juegos de este género demuestra que el yo del


niño se encuentra en libertad de actuar sin la satisfacción inmediata de las
apetencias instintivas.

Las relaciones objetales y la identificación

Padre y madre se convierten en figuras menos exaltadas y que producen menos


temor. El niño escolar aprende a comparar sus propios progenitores con los de otros
niños; establece nuevas relaciones con otras personas que ejercen autoridad sobre
él, como sus maestros; y sobre todo se da cuenta de que los progenitores mismos
no son todopoderosos como le había parecido al niño pequeño, sino que también
ellos se ven sujetos a necesidades inevitables y a autoridades de nivel superior ante
las cuales se ven a veces desvalidos. La necesidad de su aprobación y afecto le
resulta ahora menos vital y su desaprobación y crítica menos perturbadora. Las
angustias que antes se concentraban en torno a los dos grandes temores del niño
pequeño (temor al castigo y a la pérdida del amor) disminuyen por el mismo motivo,
aunque en este caso, las sustituye otra forma de angustia.

Una parte del niño mismo se moldeará según el patrón que los progenitores le
ofrecían. Este proceso de identificación conduce a la construcción gradual de un
nuevo agente crítico interior al niño que guarda relación sobre todo con las actitudes
morales y éticas, y ejerce la función de conciencia del niño (superyó).

Este superyó, adquiere independencia y gobierna al niño desde adentro, por lo


general de un modo muy semejante al modo en que los progenitores gobernaron
anteriormente al niño. Cuando el niño actúa de acuerdo con los ideales instalados
en el superyó “se siente satisfecho consigo mismo”

Cuando el niño desobedece al superyó, experimenta una crítica interna o una


sensación de culpa.

La represión y la memoria

El niño del período de latencia acrece considerablemente su conocimiento del


mundo exterior. Este aumento del conocimiento objetivo se ve marcado por una
manifiesta disminución en materia de autoconocimiento.

El niño no puede vivir en la realidad de acuerdo con las normas ideales que se han
establecido. Lo único que puede hacer es eliminar de su conciencia el conocimiento
de los deseos, fantasías, y pensamientos que le producen sentimientos de culpa. Es
mínimo lo que el niño en período de latencia sabe de su sexualidad todavía
subsistente y de su agresión.

Dado que todo su pasado está lleno de tendencias e incidentes que el niño crítica
ahora como vergonzosos y culpables, también rechaza de su conciencia los
recuerdos del pasado.

La preadolescencia

La llegada de la preadolescencia o pubertad está marcada por un aumento general


de la energía instintiva que refuerza indiscriminadamente todas las fuerzas
instintivas. Las apetencias y las actitudes libidinales y agresivas, que se mantenían
reprimidas, adquieren por consiguiente nueva intensidad, surgen a la superficie y
rompen la barrera entrando a la conciencia.

El varón adolescente se torna goloso hasta el punto de la voracidad, es desaseado


y desprolijo, revoltoso y descortés, se hace notar en su apariencia y su conducta, y
a menudo se muestra brutal con los niños más pequeños y los animales. La
masturbación y otros hábitos auto eróticos son frecuentes, como así también las
actividades sexuales con otros niños; formaciones reactivas tales como el asco, la
vergüenza, la piedad, que parecían haberse arraigado firmemente en la estructura
de la personalidad, se tornan ineficaces. Muchos niños varones pierden su interés
por ocupaciones activas, se tornan difíciles en la escuela, asociales, de humor
variable y retraídos. Su mente se halla ocupada (con imágenes sexuales,
pensamientos agresivos y deseos de muerte). Lo que ha vuelto nuevamente a la
superficie es el cuadro familiar de la sexualidad infantil.

El infante no se había desarrollado y era débil en lo concerniente a sus funciones


yoicas. Pero durante los años que fueron pasando, aquellas funciones yoicas se
consolidaron y adquirieron mayor rigidez, estableciéndose normas internas de
conducta de un carácter casi obligatorio. El niño de uno a dos años era capaz de
gozar con sus actividades orales y anales, pero el muchachito que entra en la
pubertad no puede cumplirlas sin encontrarse con una crítica interna.

El muchachito que crece se siente horrorizado ante los impulsos similares que
experimenta hacia sus progenitores. Su masturbación no constituye ya una
descarga que alivie la tensión sexual, como ocurría en la temprana niñez; se hallan
ahora cargados de culpa y de ansiedades de la peor especie.

El preadolescente se halla en un estado constante de conflicto interno.

Una sexualidad fuerte, perversa y agresiva lucha contra fuerzas represivas


igualmente fuertes. Simultáneamente acepta y vive su vida instintiva y la rechaza.
Esta doble actitud explica la mayoría de los elementos de su conducta (sus lapsos
en materia de adaptación social, sus manifestaciones indómitas y groseras, sus
actos perversos y homosexuales; pero también sus cambios de humor, su
infelicidad, su sentimiento de ser un proscripto.)

La conducta hostil hacia los progenitores y hermanas o hermanos del sexo opuesto
se explica por la necesidad de protegerse de las fantasías sexuales que a ellos se
refieren. La vida familiar durante este período es en extremo insoportable y el deseo
de aislarse de la familia, de ingresar en alguna forma de vida grupal, de sumarse a
actividades grupales, constituye por consiguiente un deseo saludable por parte del
niño preadolescente, que el medio debe estimular.

La adolescencia

Con los comienzos de la madurez física, se hace sentir una poderosa ola de
impulsos genitales que añade cambios cualitativos a los cambios cuantitativos
anteriores. El interés libidinal se liga a las tendencias genitales. Los deseos
genitales, así como las emociones, metas y objetos que con ellos se conectan,
asumen un papel prominente mientras que los impulsos libidinales pregenitales se
desdibujan y pasan a segundo plano. El resultado inmediato es el de una mejoría en
la apariencia del muchacho adolescente, en quien todo el síndrome de grosería,
agresividad y conducta perversa se desvanece para dejar lugar a actitudes
masculinas más adultas. Lo normal es que este aumento biológicamente
condicionado de la sexualidad genital sea lo suficientemente poderoso como para
establecer la organización sexual adulta normal, que se caracteriza por el hecho de
que el deseo de relación genital adquiere precedencia sobre todas las demás
apetencias, y por la consiguiente reducción de los impulsos pregenitales al papel de
elementos subsidiarios sin importancia.

Simultáneamente con la reorganización de los impulsos sexuales, en el campo de la


vida emocional debe cumplirse otra tarea igualmente difícil. El adolescente debe
apartar finalmente sus deseos de los objetos del pasado (madre, padre; hermanos y
hermanas como sus sustitutos posteriores) y ligarlos a un nuevo objeto exterior al
círculo familiar. Es normal que esto no se produzca sin tropiezos.

Son múltiples las dificultades que surgen antes de que se alcance el funcionamiento
instintivo y emocional que es propio del adulto normal.

Blos-fases de la adolescencia.

El pasaje a través del periodo adolescente es un tanto desordenado y nunca en


línea recta.

Se encuentran mecanismos adaptativos y defensivos entretejidos, y la duración de


cada una de las fases no puede fijarse por un tiempo determinado o por una
referencia a la edad cronológica. Esta extraordinaria elasticidad del movimiento
psicológico subraya la diversidad tan espectacular del periodo adolescente, sin
embargo, permanece el hecho de que existe una secuencia ordenada en el
desarrollo psicológico y que puede describirse en términos de fases más o menos
distintas.

No se puede desviar de las transformaciones psíquicas esenciales de las diferentes


fases ya que su elaboración por el proceso de diferenciación del desarrollo a lo largo
de un determinado periodo de tiempo, resulta en una estructura compleja de la
personalidad.

El periodo de latencia, introducción

El periodo de latencia proporciona al niño los instrumentos, en términos de


desarrollo del yo, que le preparan para enfrentarse al incremento de los impulsos en
la pubertad.

De allí que sea capaz de desviar la energía instintiva a las estructuras físicas
diferenciadas y a diferentes actividades psicológicas, en lugar de experimentar esto
solamente como un aumento de la tensión sexual y agresiva.

Periodo de latencia: significa que estos años están desprovistos de impulsos


sexuales (es decir, que la sexualidad es latente). Los sentimientos sexuales
expresados en la masturbación, en actividades voyeuristas, en el exhibicionismo y
en actividades sadomasoquistas que no dejan de existir durante el periodo de
latencia pero en esta etapa no aparecen nuevas metas instintivas. Lo que cambia
durante este periodo es el incremento del control del yo y del superyó sobre la vida
instintiva.

Las actividades sexuales durante el periodo de latencia están relegadas al papel de


un regulador transitorio de tensión; esta función está superada por la emergencia de
una variedad de actividades del yo, sublimatorias, adaptativas y defensivas por
naturaleza.
“Las relaciones de objeto se abandonan y son sustituidas por identificaciones”
(Freud). De vez en cuando (durante el periodo de latencia) puede aparecer una
manifestación fragmentaria de la sexualidad que ha evadido la sublimación.

La dependencia en el apoyo paterno para los sentimientos de valía y significación


son reemplazados progresivamente durante el periodo de latencia por un sentido de
autovaloración derivado de los logros y del control que ganan la aprobación social y
objetiva.

Teniendo al superyó sobre él, el niño es más capaz de mantener el balance


narcisista en forma más o menos independiente.

Se da una ampliación del horizonte de su afectividad social, intelectual y motora.

Las funciones del yo adquieren una mayor resistencia a la regresión: actividades


significativas del yo, como son la percepción, el aprendizaje, la memoria y el
pensamiento, se consolidan más firmemente en la esfera libre de conflicto del yo. La
existencia de controles internos más severos se hace aparente en la emergencia de
conductas con actitudes que están motivadas por la lógica y orientadas hacia
valores.

La latencia puede ser descrita en términos de “reducción del uso expresivo del
cuerpo como un todo, aumentando la capacidad para expresión verbal,
independiente de la actividad motora”.

En el darse cuenta de la vida social en el niño en periodo de latencia va aparejado


con la separación de su pensamiento racional y su fantasía, con la separación de su
vida pública y privada con un sentido muy agudo de diferenciación.

Un prerrequisito para entrar a la fase de la adolescencia de la organización de los


impulsos es la consolidación del periodo de latencia.

Los logros del periodo de latencia representan en verdad una precondición esencial
para avanzar hacia la adolescencia.

· La inteligencia debe desarrollarse a través de una franca diferenciación entre el


proceso primario y secundario del pensamiento, a través del empleo del juicio, la
generalización y la lógica;

· La comprensión social, la empatía y los sentimientos de altruismo deben de


haber adquirido una estabilidad considerable;

· La estatura física debe permitir independencia y control del ambiente;

· Las funciones del yo deben de haber adquirido una mayor resistencia a la


regresión y a la desintegración bajo el impacto de situaciones de vida cotidiano;
· La capacidad sintética del yo debe de ser efectiva y compleja;

· El yo debe ser capaz de defender su integridad con menos ayuda del mundo
externo.

Blos-el segundo proceso de individuación

Blos estudia a la adolescencia como un segundo proceso de individuación,


continuando ideas de Mahler, la que plantea el primer proceso de individuación
hacia los 3 años, con la separación del yo-no yo y el self del objeto (Mahler, 1968).
Esta segunda individuación es un proceso y es un logro, donde existe un colapso
pasajero tendiente a una reconstitución final de funciones y organización yoica.

La adolescencia permite, de esta manera, una regresión pulsional que es más que
defensiva, adaptativa. Es a través de ella que se opera esta segunda oportunidad,
para resolver situaciones abrumadoras de peligro que aún se mantienen desde la
infancia (Blos, 1971). Esta regresión está al servicio del desarrollo: se regresa a lo
infantil con una dotación yoica con más recursos, más polifacética y estable de la
que tenía el niño pequeño. De esta manera, y a diferencia del niño, el adolescente
posee, junto al anhelo de gratificación pulsional y yoica, un Yo auto-observador y
ligado a la realidad que se mantiene intacto, lo que hace que pueda ir resolviendo
de manera reestructurante los conflictos y fijaciones pendientes. Al garantizarse el
mantenimiento de esta ligazón permanente con la realidad, se desvanece el peligro
de hundimiento en una regresión patologizante (Blos, 1993).

La regresión al servicio del desarrollo complejiza en definitiva la capacidad de


maduración yoica y el proceso de individuación no se altera aun cuando el impulso
regresivo posea una fuerza fuera de lo común (Blos, 1972).El cometido del Yo es
antes que nada patentizar la capacidad de tolerar y sostener lo conflictivo,
resolviendo todo aquello pendiente desde la niñez (Blos, 1981). Niñez que como
parte de un proceso irreversible, se debe “completar” y “cerrar”. Es por eso que el
sentido de desarrollo implica que la adolescencia debe cumplir cabalmente el logro
de esta segunda oportunidad de integración psíquica:

(...) la adolescencia no puede constituir una etapa evolutiva inconclusa. Su final


responde a la ley epigenética del desarrollo. Como todos los otros períodos de la
niñez, también la adolescencia pierde su impulso evolutivo, independientemente de
que hayan sido cumplidas o no las tareas o desafíos propios de ella. El término de la
adolescencia se produce en un momento biológico y culturalmente determinado, sea
de manera normal o anormal. Parece ser una ley del desarrollo que los puntos de
fijación de una etapa cualquiera sean trasladados a la siguiente, manteniendo vivo
de ese modo el empeño del Yo por armonizar las sensibilidades, vulnerabilidades e
idealizaciones que conforman la esencia del self de cada individuo. En este sentido
podemos decir, citando a Wordsworth que “el niño es el padre del hombre” (Blos,
1981, p. 401).
Esta segunda oportunidad, la segunda individuación, implica que para Blos en la
adolescencia se completa lo que ya existió, pero de una “mejor” manera y desde un
Yo maduro y libre de conflictos. Se puede de esta manera pasar del narcisismo
primario (pre-edípico) dañino e indiferenciado, a aceptar la diferencia y los traumas
residuales (Blos, 1993).

La recapitulación adolescente implica que si bien la pubertad reaviva la sexualidad


infantil y las vicisitudes de tempranas relaciones objetales, como la reanimación del
Complejo de Edipo, son los recursos yoicos los que permiten en definitiva poner
término a los lazos de dependencia (Blos, 1972). De esta manera, y en la medida
que se rectifican o resuelvan los conflictos que se arrastran desde la infancia, esta
segunda oportunidad actuará como logro, a través de la cual el Yo de la latencia
progresa a lo largo de líneas evolutivas adecuadas a la edad.

Desde esta perspectiva, la latencia adquiere especial atención, en tanto cobra


protagonismo como el espacio privilegiado para la posibilidad o imposibilidad de
resolución de los conflictos de la niñez. Sugerencia que ha sido retomada por
autores posteriores (Urribarri, 2015; Blos, 1993).

Estos procesos permiten además consolidar un aparato psíquico “maduro”, en tanto


capaz de internalizar los conflictos y de consolidar una “interioridad” psíquica en
oposición a un “afuera” social. El afuera y el adentro quedan situados, entonces,
como dos polos a través de los cuales los procesos psíquicos deben asegurar su
capacidad de cambio, tanto como el sentido de realidad (Blos, 1981). Quizás se
podría profundizar mejor la teoría de la regresión-progresión indicando que desde
un nuevo continente: el Yo, los contenidos de la infancia se pueden modificar (Bion,
1962).

Por el contrario, si existe un “desarrollo yoico impedido durante la latencia por


fijaciones pulsionales en el nivel del narcisismo infantil” (Blos, 1981, p. 384), la
pobreza de este Yo llevaría a que se pierda la “oportunidad” de solucionar los
conflictos infantiles a partir de esta segunda individuación. A su vez el Súper-Yo no
se independiza de la idealización infantil del self, perdiendo la oportunidad de
generar una clara línea demarcatoria entre fantasía y realidad. El yo
auto-observador, por ende, se debilita y permanece en “silencio”.

La pertinencia del planteo de Blos es probablemente la pregunta sobre desde dónde


y cómo se generan los cambios y procesos adolescentes. La respuesta de Blos
parece indicar que es desde la infancia, la que se actualiza pero desde un Yo capaz
ahora de resolver situaciones de forma integradora, a diferencia del Yo infantil. El
problema para Blos se sitúa en procesos que garanticen la continuidad temporal,
como una línea de sucesos que habiliten la consolidación de un sentimiento de
realidad, estableciendo una secuencia de continuidad entre pasado, presente y
futuro. El debate está abierto, pues otras concepciones indican por el contrario, que
lo infantil ha de pasar por una resignificación, una versionalización decisiva para ser
parte de la historización adolescente (Aulagnier, 1991).

Blos- el analista de niños contempla los comienzos de la adolescencia

La edad, la maduración y el desarrollo se hallan bastante próximos entre sí, esto no


es válido en la adolescencia.

La maduración puberal es la iniciadora biológica de la adolescencia, pero el


avanzado estado en que se encuentra la formación de la personalidad permite que
actúen sobre la pulsión sexual toda suerte de influencias transformadoras.

La adolescencia es la sumatoria de los acomodamientos a la condición de la


pubertad.

En la adolescencia, su estudio abarca diversas etapas de maduración y desarrollo.


Éstas se presentan en una secuencia ordenada pero el momento en que comienzan
y su duración son variables.

Adolescencia: proceso de reestructuración psíquica.

Preparación para la adolescencia

Entre los 10 y los 12 años, el niño deja de avenirse a los controles que les fijan los
adultos.

Con los primeros signos fisiológicos de la pubertad (cambios hormonales), la


contención emocional rompe sus límites relativamente estrechos, y esto conlleva a
reacciones emocionales cada vez más intensas, impredecibles e incontrolables.

Las influencias ambientales tornan a estas potencialidades en rebeldía o en


inhibición.

Todo retardo o aceleración de la adolescencia provocado por el medio social


alcanza un punto crítico más allá del cual se genera daño estructural y desarrollo
anómalo.

Otra fuente de descarrilamiento evolutivo proviene de una falta de completamiento


esencial de la etapa que precede a la adolescencia (el periodo de la latencia). El
dominio psicológico de las pulsiones intensificadas en la pubertad está determinado
por el nivel de diferenciación y autonomía del yo, y ambas se alcanzan en amplia
medida durante la latencia.

Este avance de la autonomía yoica da por resultado la expansión y firme arraigo de


funciones tales como la cognición, la memoria, la previsión, la tolerancia a la
tensión, la conciencia de sí y la capacidad de distinguir entre realidad y fantasía, o
entre acción y pensamiento. Cuando estas capacidades están infradesarrolladas en
grado crítico, estamos ante una latencia incompleta o abortada.

En la adolescencia se da un reavivamiento de la expresión y manejo infantiles de las


pulsiones.

La transición hacia la adolescencia sólo puede producirse si las tensiones


pulsionales de la pubertad llevan a la creación de conflictos específicos de la fase y
a su resolución. Dar este paso presupone tener capacidad de interiorización.

Los comienzos de la adolescencia

El niño que acaba de ingresar en la adolescencia tiene una reacción inicial de


desconcierto, la reactividad de las modalidades infantiles de las posiciones
pulsionales y yoicas le hace sentir que marcha hacia atrás en lugar de ir hacia
adelante.

En el varón à regresión al servicio del desarrollo, se manifiesta en voracidad oral,


conducta rapaz y obscena, suciedad y malos olores corporales, descuido total por la
pulcritud y el aseo, intranquilidad motora, experimentación con acciones y
sensaciones de toda índole.

La niña parece tener una mayor capacidad sublimatoria.

El desarrollo adolescente avanza por vía de una regresión. Renovando su contacto


con las posiciones infantiles, el niño ya mayorcito tiene una oportunidad de someter
a revisión general, por así decir, los defectos, flaquezas e irracionalidades de la
infancia, enfrentando estas condiciones con un yo más competente. Este “trabajo”
reviste máxima importancia y determina por entero el curso que ha de seguir la
adolescencia.

En general, puede afirmarse que la intensidad del impulso regresivo es proporcional


a la intensidad con que se persiguen “la independencia y la libertad”, o, a la inversa,
a la severidad de inhibiciones y el sometimiento rechazado.

Normalmente tanto los varones como las chicas en los comienzos de su


adolescencia parecen, durante breves lapsos, comparativamente liberados de su
dependencia de relaciones infantiles, de su búsqueda o reanimación. Sin embargo,
esa sensación subjetiva de libertad respecto de los lazos de la niñez se ve
interrumpida de continuo por luchas apasionadas y ambivalentes con los
progenitores, hermanos y maestros, con quienes se busca a la vez intimidad y
distancia.

Freud: la identificación.
Se llama identificación a la más temprana exteriorización de una ligazón afectiva
con otra persona. Desempeña un papel en la prehistoria del complejo de Edipo. El
varón toma al padre como su ideal (conducta masculina por excelencia), se concilia
muy bien con el complejo de Edipo, al que contribuye a preparar.

El varón muestra dos lazos psicológicamente diversos:

· Con la madre, una directa investidura sexual de objeto.

· Con el padre, una identificación que lo toma por modelo.

Ambos coexisten, sin influirse ni perturbarse entre sí. Pero la unificación de la vida
anímica avanza sin cesar, y a consecuencia de ella ambos lazos se confluyen (se
unen)al final, y debido a esta nace el complejo de Edipo normal. El pequeño nota
que el padre le significa un estorbo junto a la madre; su identificación con él toma
una tonalidad hostil y pasa a ser idéntica al deseo de sustituir al padre junto a la
madre. Desde el comienzo mismo la identificación es ambivalente; puede darse
vuelta hacia la expresión de la ternura o hacia el deseo de eliminación.

Puede ocurrir después que el complejo de Edipo experimente una inversión, que se
tome por objeto al padre en una actitud femenina, un objeto del cual las pulsiones
sexuales directas esperan su satisfacción; en tal caso, la identificación con el padre
se convierte en la precursora de la ligazón de objeto que recae sobre él.

ELECCIÓN DE OBJETO: lo que uno querría tener.

IDENTIFICACIÓN: lo que uno querría ser. La identificación aspira a configurar el yo


propio a semejanza del otro, tomado como “modelo”.

La identificación es la forma primera, y la más originaria, del lazo afectivo, bajo las
constelaciones de la formación de síntomas.

Sucede a menudo que la elección de objeto vuelva a la identificación, o sea, que el


yo tome sobre sí las propiedades del objeto. En estas identificaciones el yo copia en
un caso a la persona no amada, y en el otro a la persona amada. LA
IDENTIFICACIÓN ES PARCIAL, LIMITADA EN GRADO SUMO, TOMA PRESTADO
UN ÚNICO RASGO DE LA PERSONA OBJETO.

- La identificación es la forma más originaria de ligazón afectiva con un objeto

- Pasa a sustituir a una ligazón libidinosa de objeto por la vía regresiva, mediante
introyección del objeto en el yo.

- Puede nacer a raíz de cualquier comunidad que llegue a percibirse en una


persona que no es objeto de las pulsiones sexuales. Mientras más significativa
sea esta comunidad, tanto más exitosa podrá ser la identificación parcial y, así,
corresponderá al comienzo de una nueva ligazón.
Freud: conferencia 33, la feminidad

Masculino es el producto genésico masculino, el espermatozoide, y su portador;


femenino, el óvulo y el organismo que lo alberga. En ambos sexos se han formado
órganos que sirven exclusivamente a las funciones genésicas, y es probable que se
haya desarrollado a partir de una misma disposición en dos diferentes
configuraciones.

En una persona solo está presente sólo una clase de productos genésicos, pero,
aquello que constituye a la masculinidad o a la feminidad es un carácter
desconocido que la anatomía no puede aprehender.

Masculino: activo

Femenino: pasivo

La célula genésica masculina se mueve activamente, busca a la femenina, y el


óvulo permanece inmóvil, aguardando de manera pasiva.

En el campo de la vida sexual humana es insuficiente hacer corresponder a la


conducta masculina con actividad, y femenina con pasividad. Es inadecuado y no
aporta ningún discernimiento nuevo.

La madre es en todo sentido activa hacia el hijo. Las mujeres pueden desplegar
gran actividad en diversas direcciones, y los varones no pueden convivir con sus
iguales si no desarrollan un alto grado de docilidad pasiva.

Las normas sociales estimulan a la mujer hacia situaciones pasivas. Su propia


constitución le prescribe a la mujer sofocar su agresión, y la sociedad se lo impone;
esto favorece que se plasmen en ella intensas emociones masoquistas,
susceptibles de ligar eróticamente las tendencias destructivas vueltas hacia adentro.

El psicoanálisis pretende indagar como deviene, como se desarrolla la mujer a partir


del niño de disposición bisexual.

En la fase fálica de la niña, el clítoris es la zona erógena rectora.

El desarrollo de la mujer tiene que solucionar dos tareas:

· Con la vuelta hacia la feminidad, el clítoris debe ceder en todo o en parte su


sensibilidad y valor a la vagina, el clítoris no está destinado a seguir siendo la
zona erógena rectora.

· Trocar/intercambiar objeto de amor.

Mientras que el varón retiene ambos.


El primer objeto de amor del varón es la madre y lo sigue siendo también en la
formación del complejo de Edipo.

También para la niña el primer objeto de amor es la madre, pero en la situación


edípica es el padre quien ha devenido como objeto de amor y se espera que en un
desarrollo de curso normal la niña encuentre, desde el objeto-padre, el camino hacia
la elección definitiva de objeto.

¿Cómo pasa la niña de la madre a la ligazón con el padre?

Todo lo que se halla en el vínculo con el padre pre existió en la ligazón-madre, y fue
transferido de ahí al padre.

Los vínculos libidinosos de la niña con la madre son muy diversos, atraviesan por
las tres fases de la sexualidad infantil, y cobran los caracteres de cada una de ellas,
se expresan mediante deseos orales, sádico-anales y fálicos. Son por completo
ambivalentes, tanto de naturaleza tierna como hostil-agresiva.

El extrañamiento respecto de la madre se produce bajo el signo de la hostilidad, la


ligazón-madre acaba en odio.

Hay muchos factores que suponemos podrían llevar al cambio de objeto (las
postergaciones, los desengaños de amor, los celos, la seducción con la prohibición
subsiguiente), pero estos también se dan en la relación del varón con la madre y no
lo enajenan del objeto-madre.

Es necesario un factor específico para la niña que no esté presente en el varón, o lo


haga de diferente modo para explicar el desenlace de la ligazón-madre.

Ese factor específico reside en el complejo de castración, la muchacha hace a la


madre responsable de su falta de pene y no le perdona ese perjuicio.

El complejo de castración de la niña comienza con la visión de los genitales del otro
sexo, ella nota la diferencia y su significación. Cae presa de la envidia del pene.

Al principio la niña se aferra por largo tiempo al deseo de tener un pene, cree en esa
posibilidad hasta una edad tardía, y aún en épocas en que su saber de la realidad
hace mucho desechó por inalcanzable el cumplimiento de ese deseo.

El descubrimiento de su castración es un punto de viraje en el desarrollo de la niña.


De ahí parten tres orientaciones del desarrollo:

- Inhibición sexual o neurosis:

La niña pequeña hasta el momento había vivido como varón, sabía procurarse
placer por excitación de su clítoris y relacionaba este quehacer con sus deseos
sexuales, con frecuencia activos, referidos a la madre, ve estropearse el goce de
su sexualidad fálica por consecuencia de la envidia del pene. La comparación
con el varón, tanto mejor dotado, es una afrenta (deshonor/vergüenza) a su amor
propio; renuncia a la satisfacción masturbatoria en el clítoris, desestima su amor
por la madre y reprime una buena parte de sus propias aspiraciones sexuales.

- Desarrollo de un fuerte complejo de masculinidad:

La niña se rehúsa a reconocer el hecho desagradable; con una empecinada


rebeldía carga más las tintas sobre la masculinidad que tuvo hasta entonces,
mantiene su quehacer clitorídeo y busca refugio en una identificación con la
madre fálica o con el padre.

En este lugar del desarrollo se evita la oleada de pasividad que inaugura el giro
hacia la feminidad. (Con el abandono de la masturbación clitorídea se renuncia a
una porción de actividad, ahora prevalece la pasividad – la vuelta hacia el padre se
consuma predominantemente con ayuda de mociones pulsionales pasivas).

La operación más extrema de este complejo de masculinidad à su influjo sobre la


elección de objeto en el sentido de una homosexualidad manifiesta.

- Feminidad normal

El extrañamiento respecto de la madre no se produce de golpe, al comienzo


considera su castración como una desventura personal, poco a poco la extiende a
otras personas del sexo femenino, y por último, también a la madre. Su amor se
había dirigido a la madre fálica; con el descubrimiento de que la madre es castrada
se vuelve posible abandonarla como objeto de amor.

El deseo con que la niña se vuelve hacia el padre es sin dudas, originariamente, el
deseo del pene que la madre le ha denegado y ahora espera del padre. La situación
femenina solo se establece cuando el deseo del pene se sustituye por el deseo del
hijo, y entonces, el hijo aparece en lugar del pene (equivalencia simbólica).

Con el deseo hijo-pene al padre, la niña ha ingresado en la situación del complejo


de Edipo. La hostilidad a la madre experimenta un gran esfuerzo (rival que recibe
del padre todo lo que la niña anhela de él).

El complejo de castración prepara al complejo de Edipo en vez de destruirlo; por el


influjo de la envidia del pene, la niña es expulsada de la ligazón-madre y desemboca
en la situación edípica. La niña permanece en él por un tiempo indefinido; sólo
después lo deconstruye y aun entonces lo hace de manera incompleta.

LIBIDO: fuerza pulsional de la vida sexual. Existe solo una libido, que entra al
servicio de la función sexual tanto masculina como femenina.

Aberastury y Knobel: La adolescencia normal


El síndrome de la adolescencia normal

La adolescencia es el periodo de transición entre la pubertad y el estadio adulto del


desarrollo. Base de este proceso (que es característica propia del proceso
adolescente en sí) a una situación que obliga a reformular los conceptos que tiene
acerca de si mismo y que lo lleva a abandonar su autoimagen infantil y a
proyectarse en el futuro de su adultez.

La adolescencia es un proceso universal de cambio, de desprendimiento, se teñirá


con connotaciones externas peculiares de cada cultura que lo favorecerá o
dificultará, según las circunstancias.

El adolescente debe integrarse en ese mundo del adulto en donde tendrá que
aceptar su nueva configuración de ser humano, su morfología adulta y la capacidad
del ejercicio de su genitalidad para la procreación.

Adolescencia “la etapa de la vida durante la cual el individuo busca establecer su


identidad adulta, apoyándose en las primeras relaciones objetales-parentales
internalizadas y verificando la realidad que el medio social le ofrece, mediante el uso
de los elementos biofísicos en desarrollo a su disposición y que a su vez tienden a
la estabilidad de la personalidad en un plano genital, lo que solo es posible si se
hace el duelo por la identidad infantil”.

La identidad es un continuum (no se refiere a la capacidad que tiene el adolescente


para lograr una identidad determinada).

El proceso de duelo es básico y fundamental. La estabilización de la personalidad


no se logra sin pasar por un cierto grado de conducta “patológica” que se debe
considerar inherente a la evolución normal de esta etapa de la vida. Toda la
conmoción de este periodo de la vida debe ser estimada como normal, sería
anormal la presencia de un equilibrio estable durante el proceso adolescente. (Anna
Freud)

Las luchas y rebeldías externas del adolescente son reflejo de los conflictos de
dependencia infantil que íntimamente aún persisten. “Patología normal” del
adolescente a éste exterioriza sus conflictos de acuerdo con su estructura y sus
experiencias. El adolescente atraviesa por desequilibrios e inestabilidad extrema de
acuerdo con lo que conocemos de él como “síndrome normal de la
adolescencia”. La mayor o menor anormalidad de este síndrome normal se deberá
en gran parte a los procesos de identificación y de duelo que haya podido realizar el
adolescente. En la medida en que haya elaborado el duelo, que son en última
instancia los que llevan a la identificación, el adolescente verá su mundo interno
mejor fortificado y esta normal anormalidad será menos conflictiva y menos
perturbadora.

“Sintomatología” que integra el síndrome:


1) Búsqueda de sí mismo y de la identidad

-El acontecimiento de la maduración genital junto con la reactivación de todas las


etapas pregenitales de la evolución libidinal

-La interacción de los procesos psicológicos básicos de disociación, proyección,


introyección e identificación

Irán estableciendo, de una manera algo confusa al principio y más estructurada


después, la personalidad más o menos definida. Se lograra llegar a una verdadera
cristalización del proceso de individuación, que sería una de las funciones
esenciales de esta etapa de la vida.

La idea de sí mismo es el conocimiento de la individualidad biológica y social, del


ser psicofísico. La consecuencia final de la adolescencia sería un conocimiento de sí
mismo como entidad biológica en el mundo, el todo biopsicosocial de cada ser en
ese momento de la vida.

Esquema corporal es la representación mental que el sujeto tiene de su propio


cuerpo como consecuencia de sus experiencias en continua evolución. Esta noción
del individuo se va estableciendo desde los primeros movimientos dinámicos de
disociación, proyección e introyección que permiten el conocimiento del “self” y del
mundo exterior (del mundo interno y del mundo externo). Son de fundamental
importancia los procesos de duelo con respecto del cuerpo infantil perdido, que
obligan a una modificación del esquema corporal y del conocimiento físico de sí
mismo en una forma muy característica para este periodo.

El autoconcepto se va desarrollando a medida que el sujeto va cambiando y se va


integrando con las concepciones que acerca de él mismo tienen muchas personas,
grupos e instituciones, y va asimilando todos los valores que constituyen el
ambiente social. Se va formando este sentimiento de identidad como una verdadera
experiencia de “autoconocimiento”.

En la búsqueda de la identidad, el adolescente recurre a las situaciones que se


presentan como más favorables en el momento. Una de ellas es la de la
uniformidad, que brinda seguridad y estima personal. Ocurre un proceso de doble
identificación masiva, donde todos se identifican con cada uno. Los procesos de
identificación que se han ido llevando a cabo en la infancia mediante la
incorporación de imágenes parentales buenas y malas, permitirán una mejor
elaboración de las situaciones cambiantes que se hacen difíciles durante el período
adolescente de la vida.

La búsqueda incesante de saber qué identidad adulta se va a constituir es


angustiante, y las fuerzas necesarias para superar estos micro duelos y los duelos
aún mayores de la vida diaria, se obtienen de las primeras figuras introyectadas que
forman la base del yo y del superyó, de este mundo interno del ser.
La identidad adolescente es la que se caracteriza por el cambio de relación del
individuo, básicamente con sus padres. Es durante la adolescencia cuando los
seres humanos "quieren desesperadamente ser ellos mismos".

En la adolescencia el individuo da un nuevo paso para estructurarse en la


preparación para la adultez. Dentro del continuum de su identidad, los elementos
biológicos introducen una modificación irreversible. Ya no se volverá a tener jamás
el cuerpo infantil.

Aquí se inicia un duelo mucho más evidente y significativo (el del cuerpo infantil), al
cual acompañarán los duelos por el rol y la identidad infantiles y por esos padres de
la infancia a quienes tanto se los necesitaba y de los cuales se podía depender.

La presencia externa, concreta, de los padres empieza a hacerse innecesaria.


Ahora la separación de éstos no sólo es posible, sino ya necesaria. Las figuras
parentales están internalizadas, incorporadas a la personalidad del sujeto, y éste
puede iniciar su proceso de individuación.

El llamado de la sexualidad a la satisfacción genital, que comenzó ya en la fase


genital previa, es ahora una realidad fáctica es otra de las situaciones de cambio
que se produce en la adolescencia, y que influyen en las características de cómo es
en ese entonces la búsqueda de sí mismo y de la identidad.

2) La tendencia grupal

En su búsqueda de la identidad adolescente, el individuo, en esa etapa de la vida,


recurre como comportamiento defensivo a la búsqueda de uniformidad, que puede
brindar seguridad y estima personal. Allí surge el espíritu de grupo al que tan afecto
se muestra el adolescente. Hay un proceso de sobreidentificación masiva, en donde
todos se identifican con cada uno.

Las actuaciones del grupo y de sus integrantes representan la oposición a las


figuras parentales y una manera activa de determinar una identidad distinta de la del
medio familiar. En el grupo el individuo adolescente encuentra un reforzamiento muy
necesario para los aspectos cambiantes del yo que se producen en este período de
la vida.

El fenómeno grupal adquiere una importancia trascendental ya que se transfiere al


grupo gran parte de la dependencia que anteriormente se mantenía con la
estructura familiar y con los padres en especial. El grupo constituye así la transición
necesaria en el mundo externo para lograr la individuación adulta.

El individuo siente que están ocurriendo procesos de cambio, en los cuales él no


puede participar en forma activa, y el grupo viene a solucionar entonces gran parte
de sus conflictos.
El descontrol frente a la pérdida del cuerpo infantil, se une descontrol del rol infantil
que se está perdiendo y aparecen entonces conductas de desafecto, de crueldad
con el objeto, de indiferencia, de falta de responsabilidad (momento circunstancial y
transitorio que se somete a rectificación por la experiencia).

3) Necesidad de intelectualizar y fantasear

La necesidad de intelectualizar y fantasear se da como una de las formas típicas del


pensamiento del adolescente.

La necesidad que la realidad impone de renunciar al cuerpo, al rol y a los padres de


la infancia, enfrenta al adolescente con una vivencia de fracaso o de impotencia
frente a la realidad externa. Esto obliga también al adolescente a recurrir al
pensamiento para compensar las pérdidas que ocurren dentro de sí mismo y que no
puede evitar. Las elucubraciones de las fantasías conscientes (fantasear) y el
intelectualizar, sirven como mecanismos defensivos frente a estas situaciones de
pérdida tan dolorosas.

Tal huida en el mundo interior permite una especie de reajuste emocional, un


autismo positivo en el que se da un "incremento de la intelectualización" que lleva a
la preocupación por principios éticos, filosóficos, sociales, que implican un
formularse un plan de vida muy distinto al que se tenía hasta ese momento y que
también permite la teorización acerca de grandes reformas que pueden ocurrir en el
mundo exterior. Este mundo exterior se va diferenciando cada vez más del mundo
interno y por lo tanto sirve también para defenderse de los cambios incontrolables
de este último y del propio cuerpo.

4) Las crisis religiosas

Se observa que el adolescente puede manifestarse como un ateo exacerbado o


como un místico muy fervoroso, como situaciones extremas. Entre ellas hay una
gran variedad de posiciones religiosas y cambios muy frecuentes. Esto concuerda
con toda la situación cambiante y fluctuante de su mundo interno.

La preocupación metafísica emerge entonces con gran intensidad, y las tan


frecuentes crisis religiosas no son un mero reflejo caprichoso de lo místico, sino
intentos de solución de la angustia que vive el yo en su búsqueda de
identificaciones positivas y del enfrentamiento con el fenómeno de la muerte
definitiva de parte de su yo corporal.

5) La desubicación temporal

El adolescente vive con una cierta desubicación temporal; convierte el tiempo en


presente y activo como un intento de manejarlo. En cuanto a su expresión de
conducta el adolescente parecería vivir en proceso primario con respecto a lo
temporal. Las urgencias son enormes y a veces las postergaciones son
aparentemente irracionales.

La noción temporal del adolescente está fundamentalmente basada en el tiempo de


comer, el de defecar, el de jugar, el de dormir, el de estudiar, etcétera (tiempo
vivencial o experiencial). A medida que se van elaborando los duelos típicos de la
adolescencia, la dimensión temporal adquiere otras características. Aquí es cuando
surge la conceptualización del tiempo, que implica la noción discriminada de
pasado, presente y futuro, con la aceptación de la muerte de los padres y la pérdida
definitiva de sus vínculos con ellos y la propia muerte.

6) La evolución sexual desde el autoerotismo hasta la heterosexualidad

En la evolución del autoerotismo a la heterosexualidad que se observa en el


adolescente, se puede describir un oscilar permanente entre la actividad de tipo
masturbatorio y los comienzos del ejercicio genital, que tiene característica~
especiales en esta fase del desarrollo, donde hay más un contacto genital de tipo
exploratorio y preparatorio, que la verdadera genitalidad procreativa.

Al ir aceptando su genitalidad, el adolescente inicia la búsqueda de la pareja en


forma tímida pero intensa. Es el período en que comienzan los contactos
superficiales, las caricias que llenan la vida sexual del adolescente.

El enamoramiento apasionado es también un fenómeno que adquiere


características singulares en la adolescencia y que presenta todo el aspecto de los
vínculos intensos pero frágiles de la relación interpersonal adolescente.

La relación genital heterosexual completa ocurre en la adolescencia tardía.

Aparece la necesidad del tercero y la estructuración del complejo de Edipo


temprano que tiene entonces características genitales y no orales. Es en este
momento cuando ocurre el descubrimiento y manipulación de los órganos genitales
y las fantasías del establecimiento de un vínculo en un nivel genital.

Son entonces las fantasías de penetrar o de ser penetrada el modelo de vínculo que
se va a mantener durante toda la vida ulterior del sujeto, como expresión de lo
masculino y lo femenino. Para ello, las figuras de la madre y del padre son
fundamentales y esenciales. La ausencia o déficit de la figura del padre va a ser la
que va a determinar la fijación en la madre, y por lo tanto, va a ser también el origen
de la homosexualidad, tanto del hombre como de la mujer.

En la adolescencia, la posible instrumentación de la genitalidad, con significados


adultos, agudiza la fantasía y experiencia pasada hasta ese entonces. Así podemos
ver el fenómeno de la evolución del autoerotismo a la heterosexualidad
(masturbación primero, como fase genital previa; actividad lúdica que lleva al
aprendizaje lo que constituye también una forma de exploración).
En este período evolutivo la importancia de las figuras parentales reales es enorme.
La escena primaria es positiva o negativa según las experiencias primeras y la
imagen psicológica que proporcionan los padres reales externos. Los cambios
biológicos que se operan en la adolescencia producen gran ansiedad y
preocupación, porque el adolescente debe asistir pasiva e impotentemente a los
mismos. La tentativa de negar la pérdida del cuerpo y del rol infantil especialmente,
provocan modificaciones en el esquema corporal que se tratan de negar, en la
elaboración de los procesos de duelo normales de la adolescencia.

La sexualidad es vivida por el adolescente como una fuerza que se impone en su


cuerpo y que le obliga a separarlo de su personalidad mediante un mecanismo
esquizoide por medio del cual, el cuerpo es algo externo y ajeno a sí mismo.

La falta de la figura paterna hace que tanto el varón como la mujer queden fijados a
la madre. El varón, al no tener una figura masculina con quien identificarse por
déficit o ausencia de la figura paterna, tratará de buscar esa figura toda su vida
(búsqueda del pene que da potencia y masculinidad). La niña queda fijada a la
relación oral con la madre y en el contacto piel a piel, reprimiendo y negando las
posibilidades de una relación con un pene, por la inexistencia del mismo en sus
tempranas relaciones objetales.

La actividad masturbatoria en la primera infancia tiene una finalidad exploratoria y


preparatoria para la futura aceptación de la genitalidad.

7) Actitud social reivindicatoria

No hay duda alguna de que la constelación familiar es la primera expresión de la


sociedad que influye y determina gran parte de la conducta de los adolescentes.

Muchos padres se angustian y atemorizan frente al crecimiento de sus hijos,


reviviendo sus propias situaciones edípicas conflictivas. No son ajenos los padres a
las ansiedades que despierta la genitalidad de los hijos y el desprendimiento de los
mismos, y los celos que esto implica. La situación de "ambivalencia dual", ya que la
misma situación ambivalente que presentan los hijos separándose de los padres, la
presentan éstos al ver que aquéllos se alejan.

Es toda la sociedad la que interviene muy activamente en la situación conflictiva del


adolescente.

Las primeras identificaciones son las que se hacen con las figuras parentales, pero
no hay duda alguna de que el medio en que se vive determina nuevas posibilidades
de identificación, futuras aceptaciones de identificaciones parciales e incorporación
de una gran cantidad de pautas socioculturales y económicas. La ulterior aceptación
de la identidad está forzosamente determinada por un condicionamiento entre
individuo y medio que es preciso reconocer.
El comprender los patrones culturales puede ser sumamente importante para
determinar ciertas pautas exteriores de manejo de la adolescencia, pero el
comprender la adolescencia en sí misma es esencial para que estas pautas
culturales puedan ser modificadas y utilizadas adecuadamente cuando el
adolescente claudica en Ia patología. La adolescencia es recibida
predominantemente en forma hostil por el mundo de los adultos en virtud de las
situaciones conflictivas edípicas. Se crean "estereotipos" con los que se trata de
definir, caracterizar, señalar, aunque en realidad, se busca aislar físicamente a los
adolescentes del mundo de los adultos.

El fenómeno de la subcultura adolescente se expande y se contagia como un signo


de "rebelión". En realidad, se trata de identificaciones cruzadas y masivas, que
ocurren como una necesidad de defensa yoica en este período de la vida, mediante
la cual el sujeto va desprendiéndose de situaciones infantiles y viendo al mismo
tiempo como peligrosa e indefinida su entrada al mundo de los adultos.

La actitud social reivindicatoria del adolescente se hace prácticamente


imprescindible. La sociedad impone restricciones a la vida del adolescente. Se crea
un malestar de tipo paranoide en el mundo adulto que se siente amenazado por los
jóvenes que van a ocupar ese lugar y que, por lo tanto, son reactivamente
desplazados. Vemos que muchas veces las oportunidades para los adolescentes
capaces están muy restringidas y en no pocas oportunidades el adolescente tiene
que adaptarse, sometiéndose a las necesidades que el mundo adulto le impone.

En la medida en que el adolescente no encuentre el camino adecuado para su


expresión vital y la aceptación de una posibilidad de realización, no podrá nunca ser
un adulto satisfecho.

Las actitudes reivindicatorias y de reforma social del adolescente pueden ser la


cristalización en la acción de lo que ha ocurrido ya en el pensamiento. Las
intelectualizaciones, fantasías conscientes, necesidades del yo fluctuante que· se
refuerza en el yo grupal, hacen que se transforme en pensamiento activo, en
verdadera acción social, política, cultural, esta elaboración del proceso de la
adolescencia que considero tan fundamental en todo el desarrollo evolutivo del
individuo.

Frente al adolescente individual, es necesario no olvidar que gran parte de la


oposición que se vive por parte de los padres, es trasladada al campo social.
Además, gran parte de la frustración que significa hacer el duelo por los padres de
la infancia, se proyecta en el mundo externo. De esta manera el adolescente siente
que no es él quien cambia, quien abandona su cuerpo y su rol infantil, sino que son
sus padres y la sociedad los que se niegan a seguir funcionando como padres
infantiles que tienen con él actitudes de cuidado y protección ilimitados. Descarga
entonces contra ellos su odio y su envidia y desarrolla actitudes destructivas. Si
puede elaborar bien los duelos correspondientes y reconocer la sensación de
fracaso, podrá introducirse en el mundo de los adultos con ideas reconstructivas,
modificadoras en un sentido positivo de la realidad social y tendientes a que cuando
ejerza su identidad adulta pueda encontrarse en un mundo realmente mejor.

8) Contradicciones sucesivas en todas las manifestaciones de la conducta

La conducta del adolescente está dominada por la acción, que constituye la forma
de expresión más típica en estos momentos de la vida, en que hasta el pensamiento
necesita hacerse acción para poder ser controlado.

El adolescente no puede mantener una línea de conducta rígida, permanente y


absoluta, aunque muchas veces la intenta y la busca.

Personalidad del adolescente à “esponjosa”, los procesos de proyección e


introyección son intensos, variables y frecuentes.

El adolescente puede tener identidades ocasionales, transitorias, circunstanciales.

Estas contradicciones, con la variada utilización de defensas, facilitan la elaboración


de los duelos típicos de este período de la vida y caracterizan la identidad
adolescente.

9) Separación progresiva de los padres

Duelo por los padres de la infancia una de las tareas básicas es la de ir


separándose de los padres.

La intensidad y calidad de la angustia con la que se maneja la relación con los


padres y su separación de éstos, estará determinada por la forma en que se ha
realizado y elaborado la fase genital previa de cada individuo, a la que se sumarán
las experiencias infantiles anteriores y ulteriores y la actual de la propia
adolescencia.

La aparición de la instrumentación de la genitalidad con capacidad procreativa es


percibida también por los padres del adolescente. Muchos padres se angustian y
atemorizan frente al crecimiento de sus hijos reviviendo sus propias situaciones
edípicas, lo que da lugar a situaciones conflictivas sumamente complejas.

No son ajenos los padres a las ansiedades que despiertan la genitalidad y el


desprendimiento real, y a los celos que esto implica en los hijos y en ellos mismos.
La evolución de la sexualidad depende en gran parte de cómo los mismos padres
acepten los conflictos y el desprendimiento que los hijos de una manera u otra
pueden expresar. (AMBIVALENCIA DUAL)

Muchas veces los padres niegan el crecimiento de los hijos y viven con las
características persecutorias más acentuadas.
La presencia internalizada de buenas imágenes parentales, con roles bien definidos,
y una escena primaria amorosa y creativa, permitirá una buena separación de los
padres, un desprendimiento útil y facilita al adolescente el pasaje a la madurez, para
el ejercicio de la genitalidad en un plano adulto.

Figuras parentales no muy estables ni bien definidas en sus roles, pueden aparecer
ante el adolescente como desvalorizadas y obligarlo a buscar identificaciones con
personalidades más consistentes y firmes, en un sentido compensatorio o
idealizado.

10) Constantes fluctuaciones del humor y del estado del ánimo

Un sentimiento básico de ansiedad y depresión acompañarán permanentemente


como substrato a la adolescencia. La cantidad y la calidad de la elaboración de los
duelos de la adolescencia determinarán la mayor o menor intensidad de esta
expresión y de estos sentimientos.

El yo realiza intentos de conexión placentera nirvana con el mundo, que no siempre


se logran y la sensación de fracaso frente a esta búsqueda de satisfacciones puede
ser muy intensa y obligar al individuo a refugiarse en sí mismo. El adolescente se
refugia en sí mismo y en el mundo interno preparándose para la acción y elabora y
reconsidera constantemente sus vivencias y sus fracasos.

La intensidad y frecuencia de los procesos de introyección y proyección pueden


obligar al adolescente a realizar rápidas modificaciones de su estado de ánimo ya
que se ve de pronto sumergido en las desesperanzas más profundas o, cuando
elabora supera los duelos, puede proyectarse en una relación que muchas veces
suele ser desmedida.

Urribarri

Se llama período de latencia al receso en la evolución sexual hasta el advenimiento


puberal.

Es frecuente al referirse a los niños en la edad de latencia enfatizar la desaparición


de las conductas sexuales manifiestas, particularmente la masturbación, la masiva
utilización de defensas, la disminución de la emergencia de lo inconsciente en sus
expresiones y conductas, la suspensión del desarrollo de la sexualidad, la
desexualización, los contrainvestimientos, la represión, las formaciones reactivas, la
virtualización del deseo, y es usual caracterizar al aparato psíquico como centrado
en el control represivo de los retoños pulsionales.

Latencia carente de sentidos, mera postergación temporal, o "justificada" en función


del período siguiente, a lo sumo como preparatoria, cuyo logro es un ambiguo
"fortalecimiento del yo".
Es necesario tratar de desentrañar las causas que lo generan, dar cuenta de las
modificaciones que se producen, delinear sus características y esclarecer sus
logros. Es cierto que es un período que se instala a partir de la disolución o
sepultamiento del complejo de Edipo, al igual que es un período clave para las
vicisitudes de la adolescencia, pero esto es insuficiente para definirlo.

El gran trabajo de la Latencia: Trabajo en el sentido del esfuerzo que realiza para
la organización, diferenciación, complejización y ampliación del aparato psíquico; y
también en cuanto a la exigencia de tramitar la pulsión en un nuevo ordenamiento
dinámico y estructural del aparato.

Trabajo de la Latencia que se expresa en el disimular, ocultar, encubrir, desplazar,


aislar; en otros términos, lo opuesto a lo manifiesto, en relación con lo prohibido y lo
permitido, lo consciente y lo inconsciente, que posibilita la canalización de lo
pulsional y el logro de otros destinos.

En este periodo se ven notables cambios psicológicos y sociales, y una intensa


actividad (desgaste energético) de la que son capaces los niños normales de esta
edad.

Este período es promovido por un nuevo ordenamiento intrapsíquico, producto de la


resolución edípica (con la concomitante inclusión del superyó), e incitado
culturalmente, lo que obliga al yo a buscar nuevas maneras de canalizar el impulso
en su labor mediatizadora. Entiendo que lo característico del trabajo de latencia es
la concurrencia de diversos mecanismos al fin subliminatorio.

Los factores que operan en el aprendizaje, por ejemplo el de la escritura. Se asienta


en las nuevas capacidades intelectuales propias de la edad y en la maduración
neurobiológica.

La prohibición superyoica recae sobre los deseos incestuosos y, consecuentemente,


sobre la masturbación; lo que implica redirigir el impulso, y para evitar la "tentación"
de masturbarse "necesita" ocupar sus manos en otra actividad. La operancia del
aislamiento y la desafectivización posibilitan la atención, la concentración y la
inserción escolar. La escuela, como agente de la sociedad, refuerza el mandato
represivo al tiempo que prescribe ciertas actividades y propone algunas vías de
descarga alternativas. La formación reactiva lo lleva a tornarse limpio y prolijo frente
al deseo regresivo (y defensivo) de ensuciar, pero que, en acción conjunta con el
resto, le posibilita negociar de forma controlada, prolija y según el código que lo
inserta en lo sociocultural amplio: es decir, la escritura.

Es este actuar conjunto y subordinado de diversos mecanismos defensivos a los


fines sublimatorios lo que caracteriza la latencia normal.
La organización psíquica de la latencia se caracteriza por su configuración dinámica,
su reorganización operativa, su peso relativo y el balance intersistémico,
determinados por el intenso y sutil trabajo de la Latencia.

Mecanismos como la formación reactiva, el aislamiento y la desafectivización,


orientados al servicio de la sublimación, favorecen el desarrollo y la ampliación
yoica, al igual que la simbolización, la autoestima y la inserción social. De forma
similar, podríamos explicar los diversos aprendizajes característicos de este período,
que implican diversas tendencias, defensas y capacidades que concurren
subordinadas a un fin socialmente aceptado y, a la vez, promovido y esperado por la
sociedad.

Latencia temprana y tardía

Dos momentos diferentes, ubicando aproximadamente en los 8 años el cambio


entre latencia temprana y tardía.

TEMPRANA: se caracteriza por la fragilidad del equilibrio intersistémico con la


consecuente emergencia de angustia frente a lo impulsivo. La primera lucha que
emprende el yo está destinada a controlar lo pulsional y, en particular, a limitar la
descarga.

Sólo mediante la renuncia a la acción directa que evite la descarga inmediata puede
armonizar con el superyó. Esta capacidad se dirige, en principio, al control de la
motilidad, el poder "quedarse quieto", que es el punto de partida para que se acceda
(mediante la concentración y la atención) al aprendizaje por la vía sublimatoria. Este
"quedarse quieto", que inicialmente se instala para coartar la tendencia a la acción
masturbatoria (y, consecuentemente, las fantasías edípicas) y a la descarga
desorganizada, también favorece la neutralización libidinal y agresiva necesaria
para la sublimación requerida por la sociedad. El coartar la acción implica una
parcial vuelta hacia adentro del niño, que lo torna más reflexivo, incrementándose
paulatinamente el diálogo interiorizado y el fantasear; se nota la creciente
ampliación, enriquecimiento y jerarquización de lo verbal (preconciente) en el
funcionamiento psíquico, que constituye uno de los logros clave de este trabajo.
Este logro psíquico está basado en la interiorización de una figura aseguradora que
posibilita un acompañamiento de esa reflexividad, que se liga con la capacidad para
estar a solas de la que nos habla Winnicott.

Esos primeros años sumen al latente en el trabajo psíquico de tratar de lograr ese
delicado equilibrio entre lo prohibido y lo permitido, lo promovido y lo logrado, lo
ansiado y lo posible, lo placentero y lo displacentero, consciente de sus dificultades
y sufrimientos, y en estado de alerta continuo.

Las graduales posibilidades que la maduración biológica brinda, las nuevas


capacidades intelectuales, las facilitaciones del entorno social y la instrumentación
provechosa de estos elementos que pueda lograr el yo, le posibilitan una nueva
ampliación de recursos y una estabilidad funcional que inauguran la latencia tardía,
a partir de aproximadamente los 8 años. Hay una mayor fluidez, autonomía,
continuidad y equilibrio de la conducta, menor sufrimiento consciente del temor al
desborde y del surgimiento de angustia, una progresiva operancia del principio de
realidad en la determinación de la conducta. Se incrementa el fantasear, aparece
con nitidez el ensueño diurno, se amplía el distanciamiento de los padres y lo
familiar, y adquiere gradual importancia el grupo de pares.

La apariencia de un superyó más permisivo, conflictos menos severos o


debilitamiento pulsional, es debida a la consolidación de un yo más efectivo en su
accionar.

El camino exogámico

Este período es la edad en donde se da el aprendizaje básico de los conocimientos


y las técnicas que le posibilitan transformarse en alguien que produzca. Erikson
habla de que el niño debe convertirse en un "trabajador y proveedor potencial”.
Aprende a obtener reconocimiento y afecto por medio de la producción de cosas o
el cumplimiento de metas. Así, desarrolla la capacidad de completar un trabajo
mediante el esfuerzo continuado y la atención sostenida, conociendo y
adecuándose a la tecnología y los recursos de su medio, y a la cooperatividad,
pudiendo aprender de otros adultos y niños mayores. Logra conocer el placer del
trabajo y el aprendizaje, así como el del pensar y el resolver problemas, y la
ampliación de su entorno vital.

El Trabajo de la Latencia en torno de la castración motoriza este primer movimiento


exogámico y, como plus de placer, el interés en el aprendizaje de las técnicas, del
conocimiento y de nuevas relaciones.

Este proceso de desplazamiento e inserción en el ambiente social implica la gradual


separación de los padres y la conexión con otros adultos y pares que se
transforman, progresivamente, en nuevas influencias intelectuales, educacionales,
sociales y axiológicas que difieren, al menos parcialmente, de las aprendidas en el
seno familiar. Esto lleva aparejada una modificación incipiente de la imagen de los
padres, especialmente un relativo cuestionamiento y abandono de la creencia en la
omnipotencia de ellos y nuevos procesos identificatorios.

En la medida en que sus nuevos depositarios son diferentes de los objetos


primarios, se ve modificado y enriquecido, o sea que no sólo va a repetir, sino
también ampliar y/o modificar. Este proceso implica un desplazamiento de la
autoridad desde los padres hacia maestros/instituciones.
Lo social, a través de sus representantes institucionales (maestros, instructores,
etcétera), los ofrece como posibles objetos sobre los cuales el niño puede desplazar
sus soportes libidinales y narcisisticos originales.

Camino exogámico à representa un apartamiento de los vínculos con los objetos


primarios y una creciente conexión e investimiento de objetos del medio
extrafamiliar, no configura aún la exogamia aunque prepara su concreción como un
camino que conduce a esa meta.

Relaciones intersubjetivas

Hay tres tipos de relaciones de los niños en latencia con los otros:

- Con los adultos: Con los padres predomina una distancia como evitamiento
de lo incestuoso-criminoso y salvaguarda ante lo castratorio.

La relación con otros adultos es similar a la de los padres. Los mismos pueden ir
discriminando a las personas más allá de su rol y permitirse acercamientos,
confidencias o búsquedas de apoyo que no realizan con sus padres, gestándose
vínculos diferenciados, que si bien se basan en características de los vínculos
primarios incluyen otros aspectos que los diferencian e incluso resultan
rectificadores y/o reparatorios de los mismos.

- Con las instituciones: La escuela cumple una doble función, representa un


ámbito ampliado del medio familiar y de la casa con funciones protectoras, y
también es una institución con estamentos, normas y autoridades que
implican una secundarización y abstracción de las relaciones donde no prima
lo afectivo y se privilegia el cumplimiento de reglas y tareas.

Es el ámbito privilegiado mediante el cual la sociedad promueve la renuncia a la


satisfacción pulsional directa y la derivación a otras actividades.

- Con los pares: Dado que las defensas acallan lo agresivo y erótico, se hace
posible el acercamiento objetal de manera menos conflictiva. Está el
beneficio de encontrar el reconocimiento en aquellos semejantes que se
convierten en significativos.

A los semejantes, con los que se integra en distintos grupos del mundo
extrafamiliar, se les demanda y se les ofrece confirmaciones de sí mismo. La
búsqueda de valoración parcialmente se basa en la necesidad de obtener
gratificaciones que permitan sostener la estima y el amor a sí mismo.

La respuesta de sus pares desempeña un rol cada vez más importante en la


regulación de la autoestima y el sentimiento de adecuación.
El investimento del compañero es predominantemente narcisístico, por lo que el
par es incluido en una organización fantasmática que le atribuye cualidades
cuya correspondencia con las cualidades reales del objeto suele divergir.

Junto a sus pares, aprende a realizar con otros utilizando los elementos y/o
recursos que el medio le ofrece, adentrándose en la tecnología y
organización social. Despliega así capacidades, y descubre limitaciones. En
la actividad grupal se desarrolla un primer sentido de división del trabajo, de
las diferencias de capacidades y modalidades de ejecución, y de los
liderazgos.

El otro es percibido como un rival en la obtención de aprobación, consideración,


valoración y afecto de parte de adultos significativos y dentro de la escuela, y
a la vez reactiva los celos y la emulación relacionados con la obtención del
amor y la atención de los padres, propios del complejo fraterno.

Y en tanto no son los mismos que los objetos originales (aunque en parte los
representen), posibilitan relaciones diferentes e interiorizaciones de vínculos,
pautas, normas y modalidades distintas de lo fraternal y parental, gestionando
una ampliación cuantitativa y cualitativa de la intersubjetividad.

- Los hermanos: El hermano, semejante y extraño a la vez, representa un


destacado rol en la noción de alteridad y de subjetivación, parcialmente
independiente de los padres. En parte, el vínculo entre hermanos está
condicionado por la catectización singular de cada progenitor sobre cada uno
de sus hijos. Por otro lado, el vínculo se ve configurado por la particular
relación que entre ellos establecen y por los investimentos que se derivan, en
cierta medida condicionado por las diferencias de género y el lugar en la
fratría.

Entre hermanos es de suma importancia la experiencia del juego compartido.


Siendo el juego un medio de desplegar fantasías compartidas y a la vez
establecer diferencias. Las situaciones vividas en relación con los padres
generan en ellos (además de sentimientos de odio y vivencias de rivalidad y
exclusión, que originan las luchas fratricidas) sentimientos amorosos que
promueven la unión y la ayuda.

El hermano/a, como más presente, más accesible, y más semejante a sí que los
padres, y a la vez igualmente dependiente, sufriente y amante de los mismos
padres, es objeto de intensos y mutuos investimentos que no son sólo
agresivos sino también libidinales. Esta intensidad catéctica y relacional
otorga al hermano un destacado papel en la estructuración psíquica y en el
proceso de subjetivación.

Identificaciones
No es mera repetición de las identificaciones previas, sino que incluye las
diferencias singulares de ese otro sujeto respecto del objeto primario, y las
diferencias del vínculo intersubjetivo con él respecto del vínculo primario.

El trabajo de la latencia da lugar al enriquecimiento del tramado identificatorio.

En las actividades compartidas con el grupo de pares, al construir y/o compartir


modalidades, pautas, normas e ideales, se desarrollan identificaciones grupales que
posibilitan el logro de un sentimiento de pertenencia, habitualmente expresado en la
realización de ciertos rituales o contraseñas compartidas que tienen un sentido
identificante e identificatorio, para distinguirse del resto.

Desarrollo intelectual y del pensamiento

La actividad de pensamiento (conciente-preconciente) en sus orígenes se vincula


para Freud con la pulsión de saber, que promueve el investigar y luego intenta
explicar lo observado y fantaseado, como por ejemplo las teorías sexuales infantiles.

Son intereses prácticos, concretos, los que motorizan la investigación, como


actividad dirigida a saber, que deviene en teoría explicativa como resultado del
pensamiento.

El placer derivado del ver, unido a la representación del objeto, produce un efecto de
apoderamiento y dominación. Surge la posibilidad de "manipular" representaciones,
en lugar de la manipulación del objeto, y, posteriormente, la búsqueda de ideas que
implican relaciones causales y explicativas entre las representaciones, que dan
cuenta y organizan los hechos de su realidad (tanto externa como interna).

Durante la latencia tal actividad se ve acrecentada por las características del


desenlace edípico, y las fantasías van siendo reprocesadas y ampliadas a diversos
ámbitos, situaciones y personas, acorde con la adquisición de nuevas posibilidades
del pensamiento.

Se instalan dos órdenes de causalidades cuya alianza asegura la movilidad, la


posibilidad de la búsqueda de verdad y de -eventualmente - modificar las causas y
sus efectos.

1) Causalidad del deseo

2) Causalidad conforme a un orden causal y temporal

Cada orden se expresa a través de diferentes producciones: el primero con la


fantasmática, el segundo a través del pensamiento.

En los inicios de la latencia el niño experimenta ese placer en la actividad intelectual


a través de la descarga mediatizada y la ligazón de energía representacional. El
placer experimentado en la actividad sublimatoria lograda, con el creciente poder
que el conocimiento le otorga frente a los menores y el correlativo acortamiento de
las diferencias con los mayores con el reconocimiento y gratificación otorgado por
padres, adultos e instituciones, así como con el ir adentrándose en el mundo del
saber en términos de aventura, riesgo y dominio que lo puede resarcir de vivencias
tempranas de inseguridad. Todo lo cual se ve reforzado por el exitoso avance que
implica el lograr posponer y modificar las acciones por la intermediación del
pensamiento.

La relativa ausencia (por resignación) del objeto y de la descarga directa la que


desarrolla un enorme despliegue del mundo representacional dinamizando la
imaginación y el pensamiento, que sólo es posible si anteriormente se ha podido
diferenciar la ausencia de la muerte y aprendido a tolerar la ausencia. Implica
también un otorgamiento de nuevos sentidos y una reestructuración de lo previo.

El lenguaje posibilitará la nominación y la articulación de imágenes, afectos e ideas,


deberá ser catectizado más intensamente para convertirse en instrumento
privilegiado del yo en su búsqueda de sentidos.

Lo perceptual adquiere una mayor selectividad y direccionalidad concentradas hacia


la captación y la discriminación de datos. La actividad de pensar, si bien busca
solucionar un conflicto, es a la vez fuente de nuevos convictos en tanto "descubre"
situaciones o relaciones hasta entonces ocultas para el yo.

En tanto el latente retoma y refuerza la noción de que el pensamiento es ocultable,


relativamente intangible, puede ser o no comunicado, o deformado, y por lo tanto no
pone en riesgo su integridad corporal o su vida; éste se transforma, por el trabajo
psíquico en marcha, en un vigoroso elemento de autonomía.

Esta peculiaridad de secreto y ocultamiento que caracteriza al pensamiento, lo es


particularmente de la modalidad de funcionamiento del latente, ya que además debe
sortear a sus padres internalizados que vigilan y amenazan desde el superyó, por
eso la formalización de sus pensamientos mediante simbolizaciones y
desplazamientos cada vez más completos disimula la idea original y posibilita su
procesamiento.

Caracteriza a este período, no sólo el cambio del objeto a conocer sino también, por
la operancia de los mecanismos obsesivos y la presión cultural (en especial a través
de las instituciones educativas), una organización sistemática que promueve los
rudimentos del accionar científico. En otros términos, pasa de la acción y lo concreto
(por ejemplo las manipulaciones corporales) a la utilización del pensamiento y el
lenguaje como herramientas para investigar este objeto más abstracto (alejado por
desplazamiento y simbolización).

La anterior preocupación por las diferencias de sexo se modifica con la latencia; se


dirige hacia las diferencias en términos de habilidades y capacidades. Se produce
una ampliación de los horizontes del saber y el comparar confluyendo en una
marcada tendencia a la diferenciación, categorización y generalización, recurriendo
a la prueba de realidad, concomitante con un progresivo predominio del juicio de
realidad.

También se observa la emergencia de la velada gratificación a través del ensueño


diurno, o de los relatos de revistas, programas televisivos o libros de aventuras, en
los que puede disfrutar de sus fantasías en forma desplazada y con la preeminencia
temperaria del principio del placer, que lo transporta a "otro mundo", de ahí la
expresión facial de desconexión del entorno en esos momentos.

La ensoñación, si bien está originariamente ligada a la masturbación es algo más y


diferente. Decir que es equivalente masturbatorio tiende a clausurar, a excluir otros
sentidos, efecto de saturación que a la vez conlleva un cierto matiz
valorativo-moralizante que la descalifica, perdiéndose la noción de esfuerzo y
trabajo psíquico que se pone en juego y la nueva formación que implica un cambio
cualitativo respecto de su origen y forma, que amplía y consolida el procesamiento
psíquico y la tramitación pulsional por la vía de la sublimación. Implica
encubrimiento, o sea que operan las censuras, por ende diferenciación de los
sistemas Inconciente/Preconciente-Conciente, utilización de pequeñas cantidades
de carga, ligazón de representaciones, limitación del desplazamiento, simbolización,
etcétera. Es un refinado y sutil esfuerzo del Trabajo de la Latencia que facilita la
descarga sin producir limitaciones ni riesgos mayores, haciendo visible y consciente,
y a la vez encubiertos, sus contenidos, propendiendo o posibilitando otros
procesamientos y/o actividades, dando curso a lo deseado soslayando lo temido, y
por lo tanto el surgimiento de angustia, consolidando y poblando su incipiente
espacio de intimidad y secreto, perfilando lo diferencial y su sello personal que
contribuyen a la subjetivación.

El latente tiende cada vez más a atenerse a los "datos objetivos", a las reglas
demostrables de funcionamiento, a privilegiar la prueba de realidad, es decir, a un
progresivo predominio del proceso secundaria, con una notoria primacía de lo
objetivo-pragmático y un relativo acallamiento o apartamiento de la vida de fantasía.
Pero paralelamente vemos esta tendencia compensatoria de descarga y desmentida
en la ensoñación, con predominio del principio de placer, y que durante su
despliegue pareciera producirse como una suspensión de ese otro modo de
funcionamiento psíquico. Estas postulaciones no sólo enmarcan las ensoñaciones
desde otro ángulo, sino también aluden al enorme trabajo de complejización del
aparato psíquico que se despliega durante la latencia. La ampliación del
pensamiento y la imaginación se producen paralelamente a lo ya reseñado respecto
de las relaciones inter subjetivas y del inicio exogámico. Son procesos que se
interconectan e influyen mutuamente, favoreciendo su estabilización, ampliación y
enriquecimiento.

Preconsciente
Este adquiere notoria importancia. Es la verdadera artífice silenciosa de las
modificaciones manifiestas del yo.

Todo lo desarrollado acerca del aprendizaje, el pensamiento y las ensoñaciones,


está basado en características de lo preconciente, y en la intensa y rápida
organización que se produce del mismo en este período, que es la que subyace y
posibilita dichos procesos.

Lenguaje

El cambio que en este período se produce en el discurso. La verbalización adquiere


preeminencia respecto de la acción. Lo corporal-gestual-lúdico-movimiento se
restringe con proporcional incremento de lo verbal. El significante verbal es un
anudamiento o confluencia de lo tras, lo inter y lo intrasubjetivo, que posibilita la
expresión verbal y a la vez es sostén y dador de sentidos de lo expresivo en otros
canales. Implica un logro sublimatorio.

Este cambio acompaña y posibilita las modificaciones del pensamiento en ese


pasaje de las creencias infantiles, asentadas en las fantasías originarias de cada
sujeto y emocionalmente sostenidas, al saber consensuado y lógicamente
articulado, atravesando desorganizaciones y reorganizaciones por vía de la
confrontación-desilusión.

Es frecuente observar, especialmente en los inicios, la superposición de tiempos


verbales, como en la clásica propuesta del juego de roles: "Dale que jugamos
(presente) a lo que yo era (pasado)...". Con el progresivo Trabajo de la Latencia
vemos cómo se van discriminando, primero, pasados y presentes, luego también
futuros.

En la latencia tardía, generalmente, vemos incluir el modo potencial, que señala la


aceptación de que algo puede o no realizarse, lo cual depende de que ciertas
condiciones se cumplan para su concreción y que éstas pueden ser ajenas al sujeto.
Esto implica el descentramiento del egocentrismo, la falibilidad y el coto a la
omnipotencia en relación a la presencia e incidencia de los otros, como declinación
del narcisismo, y el establecimiento de secuencias condicionadas como
consecuencia del proceso secundaria y del sutil procesamiento de la castración.

Vemos surgir el interés por los chistes (escucharlos y contarlos), y en algunos la


utilización de la ironía, lo que sin duda se relaciona con la enriquecida capacidad de
simbolización y la complejización del aparato. El chiste, así como el contenido
manifiesto del sueño, son expresión del Trabajo de la Latencia, donde
desplazamiento, encubrimiento, alusión y simbolización están ligados a la creciente
diferenciación conciente-preconciente/inconciente, en relación con lo prohibido y lo
permitido (operancia del superyó), dando lugar a estas formulaciones que se
explicitan en la existencia de un contenido manifiesto y otro latente, en los que el
lenguaje ocupa un lugar central. El relato se complejiza y enriquece, como puede
observarse en la escritura de composiciones o cuentos.

Actividad motriz y juego

El juego tiende a perder la clara simbología de la conflictiva inconsciente previa a la


latencia, se tiñe de su creciente y marcado interés por la realidad, sus alternativas,
dificultades y posibilidades de inserción en términos racionales.

Veremos en los juegos el intento de conocer, dominar y ejercitar su cuerpo y el


espacio físico, junto con su interés por el mundo ampliado desde lo familiar, las
semejanzas y diferencias con otros y su adaptación a diferentes circunstancias.
Tanto la actividad motriz como el juego varían entre la latencia temprana y la tardía.
Al comienzo, se nota que el movimiento es expresión de alegría gozosa y
placentera. Predomina la actividad motriz gruesa, particularmente la de las piernas,
el correr, patear la pelota, patinar, saltar y trepar, donde gravita más la fortaleza que
la habilidad.

Una actividad peculiar de este período suele ser el realizar equilibrios y balancearse,
pareciera escenificar en el espacio, mediante lo corporal, ese riesgoso y precario
equilibrio intrapsíquico que el niño se empeña en dominar y estabilizar.

Al principio, la actividad de juego, aunque compartida, es tumultuosa y


desordenada. Luego, con la posibilidad de interiorizar los roles, diferenciar lugares y
funciones, puede encuadrarse en una tarea de equipo en que cada uno realiza una
parte de la acción destinada a un fin común. Hacia los 8 años, en su actividad motriz
ya combina lo armónico con lo plástico, el desplazamiento y el ingenio,
predominando la habilidad más que la fortaleza, y la secuencia para la obtención de
un logro sobre la repetitividad.

Las raíces en la vida temprana, tanto de la descarga energética por vía de la


actividad corporal como la obtención de placer por el movimiento, posibilitan el
asentamiento de esta vía sublimatoria y la sustitución del placer masturbatorio por el
placer del juego.

La actividad motriz de juego es un elemento central en la relación con pares.


Idealizan y toman como modelo a individuos "de acción", tales como figuras
destacadas del deporte, adultos con actividades de riesgo, e incluso personajes
violentos.

Es frecuente que a lo rítmico-corporal se asocia elementos del lenguaje, como los


cánticos y rimas, juegos con las palabras que contribuyen a la ligazón preconciente
entre fantasía y palabras, ampliando la capacidad simbólica y las cadenas
asociativas, y transmitiendo de generación en generación la tradición cultural que
cristaliza fantasías propias de este período.
En la medida en que se asienta la utilización de la sublimación, se incrementa la
capacidad simbólica y se logra posponer la acción, el juego se complejiza y
mediatiza, se proponen estrategias, se combinan habilidades con el azar, se
colabora con otros para un fin común.

Se produce un movimiento desde el uso de los juguetes hacia la práctica de juegos,


actividades regladas y compartidas que escenifican el camino exogámico, las
alternativas frente a la vida en la sociedad.

De manera encubierta, simbólica y desplazada, "explora y prueba" sus genitales,


mediante un juego manifiestamente ingenuo que le permite eludir las prohibiciones
superyoicas y el control de los adultos, al mismo tiempo que mantiene ocupadas sus
manos como una defensa frente a la tendencia a masturbarse, mientras juega
rítmicamente, con lo que da curso desplazado a la descarga energética, resultando
placentero a la vez que integrativo.

El latente mediante la actividad corporal y de juego busca conocer y ejercitar su


cuerpo, lo que está en relación con el mayor distanciamiento físico, temporal y
afectivo de los padres y de las posibilidades que en esta etapa otorga el
pensamiento para procesar estas vivencias desde el cuerpo.

Expresión gráfica

Así como en el lenguaje y en el juego, la expresión a través del dibujo va


adquiriendo complejidad, riqueza y organización a medida que avanza el
procesamiento psíquico de la latencia, así como una clara diferencia para cada sexo
en temática y forma. Puede observarse cómo siguiendo los mismos mecanismos
(simbolización, desplazamiento, encubrimiento, etcétera) grafican la diferencia de
sexo, el órgano sexual, o la escena del coito.

La aparición en los dibujos del cuello, representa el lugar mediatizador que tiene lo
preconsciente entre lo pulsional-inconsciente representado por el cuerpo y lo
consciente representado por la cabeza.

Sentimientos

Durante la latencia se producirá una notoria ampliación de la experiencia emocional,


tanto en el registro del placer como del displacer, tanto en la relación con los otros
como con el propio cuerpo.

El sentimiento de vergüenza, tiene que ver con un otro que percibe una
inadecuación del niño frente a lo cual éste se siente como "descubierto" en algo que
no debería ser "visto", reaccionando con vergüenza. En este periodo adquiere
relevancia.
El pudor, es una formación reactiva frente a las tendencias exhibicionistas, mientras
que el sentimiento de vergüenza aparece ante una acción en la que se 'falla" (injuria
narcisista), es vivido como descontrol o incumplimiento de un ideal esperado.

La tendencia es ocultar la falla o el defecto, tratar de evitar ser visto. De ahí que, en
parte, los engaños, las tabulaciones, las mentiras y los ocultamientos sean
frecuentes en esta edad como intento de solventar la vergüenza, pues lo que la
produce es tomado como irreparable y necesita el soporte de la aceptación y el
reconocimiento de los otros.

Los sentimientos de inferioridad son la expresión de la frustración en cualquier área


donde el logro yoico es vulnerado, sobre todo si los pares acceden a aquello en lo
que él fracasó. Este sentimiento contiene elementos de tristeza e impotencia y está
determinado por la relación con uno mismo, más que con otro.

Los sentimientos de culpa aparecen frente a los daños realizados o a la hostilidad


fantaseada hacia otro y su emergencia es de origen interno, ligado a cómo el sujeto
tolera su hostilidad hacia ese objeto, consecuente a la operancia del superyó. Se
relaciona con la inoperancia del yo en cumplir las exigencias del superyó.

La vergüenza puede aparecer a veces, asociada con los sentimientos de inferioridad


o los de culpa. Los sentimientos de inferioridad y de vergüenza están ligados a la
pérdida de autoestima y sensación de humillación por no alcanzar una meta
anhelada o un ideal de perfección.

A medida que el latente progresa, su sentimiento de autoestima se va regulando,


cada vez más, por los logros en el desarrollo de sus habilidades, en el cumplimiento
de sus metas y de lo que su medio espera, y adquieren mayor significación figuras
de autoridad extrafamiliares. Se va aprendiendo a diferenciar entre lo público y lo
privado, tanto en los sentimientos como en los actos; los primeros se van
confinando cada vez más a lo íntimo, que se comparte sólo con algunos,
pergeñando gradualmente una vida pública y otra privada. El niño descubre que en
la vida de intercambio social no todo se muestra.

Agresión

La agresividad carga la nueva instancia superyoica, lo que da cuenta de su


severidad y crueldad. También es canalizada a través de actividades sublimadas
como el juego, el movimiento u otras, y enfatiza en especial la competitividad. Pero
hay ciertas formas en que la agresión aparece más directamente con las
características propias de este período.

La aparición de una forma agresiva hacia el otro, la utilización de la agresión pasiva


como modo de desafío, y a la ironía en el hablar.

Sobre el trabajo
El Trabajo de la Latencia es creativo de un nuevo modo de funcionamiento del
aparato psíquico y del decurso pulsional, sirviéndose no de la condensación y otros
modos deformadores del material, sino del encubrimiento mediante el
desplazamiento, la simbolización y la sublimación que facilitan la descarga
mediatizada en vez de la satisfacción alucinatoria; se asemejan en tanto diferencian
dos niveles, uno latente (prohibido) y otro manifiesto (permitido).

El trabajo de la Latencia implica también un gasto de energía psíquica que se debita


de la ganancia de placer por la descarga pulsional que actúa, en vez de cancelando
la inhibición, más bien mediante un rodeo, sorteando a la misma. Sin embargo, los
niños en latencia (en general en la tardía) pueden utilizar también el trabajo del
chiste.

La característica del trabajo del chiste está "destinado a proteger el placer para que
la crítica no lo cancele". En ambos trabajos el placer obtenido proviene no sólo de la
descarga, sino de un plus derivado de la satisfacción de haber "superado",
"sorteado", el bloqueo superyoico mediante los ardides utilizados en este trabajo.

Ortiz Frágola: Los escritos del adolescente


La creatividad es uno de los procesos psíquicos del adolescente. La presencia del
adolescente en la literatura nos ilustra en profundidad sobre la adolescencia normal
y patológica y sobre el mundo objetal del adolescente.
La experiencia juvenil de “poner en escrito” permite cristalizar una vivencia mental
tumultuosa y organizada y otorgar coherencia a estados que son fuente de
displacer. El acto de escribir es uno de los caminos que dispone el joven para
fortalecer el self y para atenuar el subyacente temor al derrumbe. Esto ocurre a
través del desarrollo y consolidación de los aspectos del self relacionados con estos
talentos y habilidades y proveen un sendero sublimatorio a la sexualidad y la
violencia.
En Estudios sobre la histeria, Breuer expresa que la emoción producida por la
pulsión de venganza es tramitada por el escritor en actividad poética. Antes de esa
actividad, estaba la excitación penosa.
Freud, en cambio, asimila la creación literaria al juego, el humor y el fantaseo
generador de sueños diurnos. Más adelante a la producción de síntomas y sueños.
En todas estas rastrea el cumplimiento del deseo. A la ganancia de placer que esa
disimulada satisfacción pulsional produce, se agregan otras que varían de acuerdo a
la estructura predominante.
Según Freud, hay tres configuraciones al estudiar las producciones escritas de
los adolescentes:
1) la satisfacción pulsional y en forma especial el empuje de la sexualidad
2) el mundo de objetos internos, aspectos del yo desplegados en relaciones
objetales
3) la organización del narcisismo a partir de los esbozos primitivos de un self
grandioso que evolucionan hasta la integración de la personalidad

El escrito adolescente, dice Frágola, puede encerrar una vivencia de confianza en la


propia capacidad de sobrepasar a precursores idealizados al enfrentarlos y
transgredir sus códigos estéticos.
Hay escritos “evacuativos” que son formas de descarga inespecíficas donde el
contenido simbólico interpretable es poco relevante en relación al estado global del
psiquismo en ese momento.
La adolescencia se caracteriza por una fluidez de las configuraciones narcisistas
básicas. Kohut dice que podemos encontrar 3 caminos:
1) períodos elaborativos de equilibrio narcisista que se expresan a través de
autoestima estable, valores idealizados seguros y trabajo atento y
perseverante.
2) periodos procreativos de intranquilidad, vacío, empobrecimiento de ideales y
de autoestima, y rasgos adictivos o perversos.
3) períodos creativos en que las cargas narcisistas desprendidas de los ideales
y del self se vuelcan al servicio de la actividad creativa, pensamiento original,
trabajo intenso y apasionado.

El acto creativo significa para el adolescente una manera de tomar contacto con el
mundo y hacerse dueño, como de una secuencia de su vida pasada, presente o
futura.
Los escritos adolescentes suelen guardar relación con su propia vida, por eso
mismo son tan frecuentes los diarios íntimos. Como su self sufre un grado de
fragmentación, el escrito apunta a restablecer la continuidad evolutiva de sí mismo.
El mundo interno del adolescente explota en busca de una nueva organización. La
adolescencia es crisis, trauma y reconstitución. Las metáforas y signos alejan al
lector de la realidad fáctica pero lo acercan a la realidad psíquica. Además
comunican experiencias subjetivas.
Los escritos expresan los aspectos subjetivos de experiencias traumáticas y
transmiten tal comprensión de esas vivencias que alivian la sensación de
aislamiento emocional que distancia a las víctimas del medio que las rodea.
Freud dice que si la obra está bien lograda y ha anudado a ella la figuración de su
fantasía inconsciente doblegando la represión, también aquellos que son
espectadores extraen consuelo y alivio de las fuentes de placer de su propio
inconsciente que se habían tornado inaccesibles.
Los pacientes adolescentes solo llegan a mostrar sus escritos cuando hay un
vínculo profundo, una transferencia sobre un objeto confiable. El escrito puede
contener una forma de “deja vu”, donde la palabra escrita oculta revela el pasado.
El escrito, es una vía para acceder al inconsciente del adolescente, para el analista.
Si el adolescente es creativo y muestra sus escritos, se accede al inconsciente de
una manera más fácil que si fuera en una entrevista.
La visión analítica del escrito y de las configuraciones psicológicas que le subyacen
pasan a ser almacenadas en la mente del analista y amplían su perspectiva actual.
La realización del escrito suele ser la formulación plástica de un aspecto muy
privado de la vida interior del adolescente y ha llegado a ser conocido por el analista
luego de vencer resistencias narcisistas, pasando por encima las barreras de pudor
y vergüenza.
La fase adolescente confiere al psiquismo condiciones favorables para el despliegue
de la creatividad. La realización del escrito implica una construcción de la memoria.

Scalozub
Hay un cuerpo, que es el vinculado a la sensorialidad, al placer, al dolor, a la
sexualidad y a lo enigmático de su significado para el Psicoanálisis. Cuerpo para el
Psicoanálisis no es un dado, el ser corporal deberá constituirse y será por medio del
investimiento libidinal que sobre él ejerzan los objetos primarios y en un paso
posterior, el propio Yo.

Con la llegada de la adolescencia y según haya sido la cualidad de las experiencias


tempranas y las posteriores durante la niñez, el adolescente se verá frente a la tarea
de procesar lo que su cuerpo le plantea en ese peculiar momento de su vida. Lo
pulsional, le exigirá al adolescente poner en marcha una actividad simbólica frente al
devenir de cambios en las formas y rasgos corporales vinculados al sexo (f o m).
Para ello deberá transitar un duelo por el cuerpo infantil y abordar la tarea de
significación y “apropiación” del cuerpo adolescente, mediante un proceso de
simbolización que pondrá en marcha como modo de habitar ese “nuevo cuerpo”.
Cuerpo como posesión y fuente de placer; pero también podrá ser origen de
sufrimiento, fuente de dolor y displacer, poniéndo en evidencia su “autonomía” y “la
antinomia entre el cuerpo pensado y el cuerpo real” .

Se define a la pubertad como la época de la vida que por la irrupción de lo pulsional


y los cambios mencionados se torna novedosa y desorganizada.
Se trata de un tiempo en que la estructura ordenada de la latencia con que el niño
cuenta, no da abasto para contener las perturbaciones novedosas, propias de ese
momento y que emergen de su cuerpo, del contexto familiar, social y cultural.

Cristina Corea (1998) estudió la influencia mediática sobre la niñez, pero en esos
momentos todavía los padres pueden ser “mediadores”, mientras que en la salida al
afuera familiar, el adolescente y su búsqueda de pertenencia, la perentoria
necesidad de crear nuevos vínculos, lo dejarán más expuesto a los dictámenes del
medio y la época.

Un ejemplo es que ya de niño incluido en las prácticas de consumo y aún más de


adolescente se le impone la demanda de una imagen corporal “deseable”, la
delgadez y esbeltez que sumado, en muchos casos, a un imperativo categórico
singular instalado en el Superyó, podrá promover patologías alimentarias de distinta
gravedad y/ o consumo de sustancias que podrán devenir adicción.

Otra característica de la adolescencia, es la destitución de los saberes, del de los


padres y de los adultos vinculados a él. Aparece la rebeldía como autoafirmación,
como búsqueda o como reacción frente al vacío promovido por los distintos
cambios, en el cuerpo, en los lazos familiares y amistosos y en el discurso de la
época; así como la caída de los ídolos de la infancia y una búsqueda a veces
ansiosa de nuevas figuras idealizadas y nuevos soportes como modo de evitar el
contacto con aquello que da cuenta del vacío.

Tienen lugar los duelos por todo lo que deja de ser como era, el cuerpo, los padres
idealizados, los amigos que empiezan a cambiar su valor de amistad.

Hay una reactualización y a su vez una nueva presentación de la conflictiva edípica,


vivida de un modo novedoso y diferente porque lo sexual ya no es en potencia sino
con posibilidad de realización, poniendo tanto al Yo como al Superyó en una nueva
posición frente a la demanda pulsional y a las interdicciones.

Adolescencia y marcas.
Marca en el diccionario de María Moliner, es la señal dibujada (la cursiva es mía)
pegada, hecha a fuego, etc. en una cosa, un animal o una persona, para distinguirla
y saber a quién pertenece (cursiva mía).
Pertenencia: vinculado a pertenecer, a propiedad... Cosa que pertenece a otra como
parte o accesorio.
El constituirse como sujeto implica ser marcado por el discurso vigente familiar,
social y cultural de una época. Estas son marcas ineludibles en el proceso de
constitución subjetiva.
La piel, zona erógena como ya lo planteaba Freud en “Tres ensayos para una teoría
sexual” (1905), es sede y fuente de excitaciones tanto placenteras como dolorosas,
es también “barrera protectora anti estímulos” (Freud, 1920), se torna en estos
casos, escenario de distintos actos, entre ellos el tatuaje, el piercing, las
escarificaciones, etc. Estos también tienen función erotizante y de seducción.

La piel como escenario de prácticas que si bien milenarias, como el tatuaje,


aparecen hoy tan difundidas. Se suma a dichas prácticas la del piercing
(perforaciones en distintos lugares para colocar en él un objeto metálico), el
branding (marcas producidas con objetos cortantes o quemantes).

“El primer tatuaje posibilita una integración social y la inclusión en un grupo que
otorga un claro marco de referencia... ...se acompaña de una vivencia mágica de
cambio en el self (como un regulador de la autoestima)... la importancia de exhibirlo
como habiendo sido capaz de resistir el dolor”. En la bulimia, muchos autores
consideran su parentesco con las adicciones, llegándose a plantear como
paradigma de ellas. Diría que las tres comparten la presencia de un Superyó tiránico
que ubica al Yo en una posición masoquista.

La pubertad y la adolescencia plantean tanto al sujeto que la transita como a los que
están vinculados con él, fundamentalmente los padres, la ineludible “tarea” de
enfrentar lo novedoso. Se pone en escena un nuevo modo de presentación de la
conflictiva edípica, de la sexualidad, de los vínculos familiares y sociales y de los
efectos que la cultura tiene sobre ellos en cuanto subjetividades de la época.

Wasserman
(Representó dos círculos en anillo)
El círculo interno representa lo puberal Núcleo de la pubertad, formado por impulsos
de fin no inhibido de lo sensual infantil y lo sensual puberal . El círculo externo
representa los adolescentes formado por impulsos de fin inhibido y los logros de la
latencia instalados en el ideal del yo. Ambos actúan en simultaneidad en el
transcurso adolescente.

La pubertad no es que desaparece y se entra en la adolescencia sino que la


pubertad ocupa el centro de la adolescencia, estaría ubicada topológicamente en el
centro de la adolescencia.

Entonces la adolescencia sería un trabajo constante sobre el centro de ese proceso,


que sería lo puberal. ¿Qué sería lo puberal?, lo puberal sería el conjunto de las
pulsiones sexuales de la infancia -que él va a llamar sensual, lo sensual de la
infancia, lo que se trae como sexualidad en la infancia- más algo original y nuevo
que es lo sexual -no lo sensual- de la adolescencia, de lo que emerge en la
pubertad.

Ese conjunto -lo sensual de la infancia y lo sexual de la adolescencia forman un


centro, ese centro sería como el ello de la adolescencia, el lugar de las pulsiones;
esa imagen que él da del ello, del lugar de las profundidades y las pulsiones -sobre
todo son pulsiones del orden de la sexualidad- pero es una sexualidad orgiástica,
canibalística, que no toma en cuenta para nada la existencia de un otro.

Entonces el conflicto que va a haber en la adolescencia va a ser entre pulsiones de


fin no inhibido -que buscan la satisfacción directa de la pulsión- en lucha con las
pulsiones de fin inhibido, cuyo ejemplo máximo es la ternura; la ternura es una
pulsión sexual de fin inhibido que va a aparecer en el desarrollo en el sentido de
frenar de alguna manera los impulsos tanto sexuales como agresivos hacia el
cuerpo de la madre.
La resolución es que tienen que llegar a imponerse las pulsiones de fin inhibido a las
pulsiones de fin no inhibido; tiene que imponerse la ternura, tiene que llegar, tiene
que estar bajo el control. No es sólo un pequeño cambio respecto a Freud, que las
pulsiones se tienen que poner bajo el mando de lo genital, sino que también tienen
que ponerse bajo el mando de Eros, bajo el mando de las pulsiones de fin inhibido,
tiene que predominar algo de la ternura en la relación con el otro.

Determinadas conductas que estarían muy asociadas a la aparición de la pubertad


aparecen muy temprano en los niños; uno esperaba antes la aparición de los
fenómenos puberales y los fenómenos adolescentes en chicos de 12, 13, en cambio
ahora uno podría ver nenes de 5, 6 donde la conducta está muy adolescentificada y
parece tener por detrás un proceso puberal.

Freud empieza a ampliar el espectro de la sexualidad tomando las perversiones


como ejemplo de que hay otra sexualidad y va a describir una sexualidad oral, una
sexualidad anal y una sexualidad fálica; eso lo termina de conceptualizar bien en La
organización genital infantil. ¿Qué es lo que Freud denuncia?, que todas esa
sexualidades infantiles previas la novedad que van a tener es que se van a
organizar bajo el mando de una sexualidad genital; la genitalidad tomaría el mando
y las sexualidades previas tendrían el lugar de placeres preliminares, un poco como
que todas las líneas parciales en la pubertad se irían uniendo hacia un fin que
llevaría finalmente a la procreación.

¿Cuál es la diferencia entre la organización genital infantil y la organización


que se va a terminar de dar en la adolescencia?, que para la sexualidad infantil
hay un solo órgano sexual, ese órgano sexual es el falo, en la mujer clitoriano, en el
chico el pene. Sobre esa idea de la existencia de un solo órgano se elabora el
complejo de castración, el complejo de castración existe porque hay un solo órgano.
Cuando él ve a la mujer como no teniendo pene, la mujer está castrada, como está
castrada aparece la angustia de castración, aparece la posibilidad real de que él se
quede sin su órgano porque ve que otro ser humano se ha quedado sin su órgano.

El mecanismo que se estructura en ese momento frente a la visión de la falta de


pene, es el mecanismo de la renegación, la desmentida, no lo veo pero está.

La boca -para Piera Aulagnier- se construye en la relación con el pecho, no está


antes psicológicamente, subjetivamente como lugar propio. La cola se construye en
los cuidados y es una zona muy complicada la construcción de la zona anal, todavía
el psicoanálisis tiene muchas cosas interesantes que pensar… y lo fálico también se
construye como zona; lo anal muy complicado porque es una zona que por los
diques que se van construyendo en la evolución se transforma en una zona de
desecho, entonces una zona poco valorada. Entonces puede haber conflictos
porque puede provocar una cosa como de rechazo también, las madres están
vacunadas pero los padres por ahí no pueden acercarse a la zona en su actividad;
pero eso puede inscribir la zona como una zona compleja y muy sujeta a las
vivencias de vergüenza, la vergüenza intensa tiene que ver con las inscripciones de
la zona anal y cómo se hayan dado.
La zona fálica y vaginal es híper complicada porque produce excitación, es una
zona que produce el riesgo de una excitación muy importante.

La sexualidad va a estar penetrada por el psiquismo desde el comienzo y el


psiquismo va a estar infestado por la sexualidad, tanto es así que Freud considera
que cualquier zona del cuerpo, incluso los órganos, pueden ser zonas erógenas.

Gutton toma a Piera Aulagnier porque en la construcción de esa zona es


fundamental la intervención del otro, entonces uno no podría construir la nueva zona
genital, no podría tener lo que se llama un pictograma que marca la existencia de la
zona sin un otro, es decir que la zona genital se terminaría de construir en la
relación con el otro.
No es que tiene que tener al otro sólo en el contacto del órgano, sino que es muy
importante tener al otro y sentir que se es deseado, como objeto de deseo; si uno se
constituye en objeto de deseo puede construir su propia posición deseante como
adolescente. Para esta nueva zona erógena se tiene que plantear el hecho de la
construcción de un pictograma; es un elemento del psiquismo que no tiene
representación, no hay representación del pictograma, es una especie de afecto
primitivo, de sensación de tener.

Cuando hay un rechazo del otro hay algo en la subjetivización del cuerpo que no se
puede construir y tiene mucho que ver con la construcción del narcisismo eso, para
poder tener como una relación narcisisticamente tolerable con el propio cuerpo
alguien tiene que verlo, no alcanza con que uno se vea ni alcanza el espejo.

Cuando sucede que las escenas incestuosas de las escenas puberales se alejan
más y más del objeto incestuoso, que es el primer objeto que se tiene que presentar
porque no hay otra representación disponible para armar la sexualidad sino los
objetos de la infancia, cuando termina este proceso hay un fenómeno que se
produce en la relación con los padres como objetos de excitación: los padres pasan
a ser obsoletos, los padres dejan de ser el objeto que atrae sexualmente.

La locura puberal son los casos donde hay un convencimiento de que el partenaire
incestuoso está de acuerdo con el sujeto, es como una erotomanía convencida de
que la madre está excitada con él o que el padre está excitado con ella; entonces la
locura puberal es que el incesto es real. Desde ya que, como todo delirio, puede
haber un elemento que toma, a veces cierto enamoramiento de la madre con el hijo
o del padre con la hija, etc., pero es evidente que alguien que no tiene locura
puberal -primero- lo va a distinguir y después los miembros van a hacer la operación
necesaria para la separación. Pero cuando hay locura puberal hay ese
convencimiento.
Winnicott
La dinámica es el proceso de crecimiento que cada individuo hereda. Se da por
sentado un ambiente facilitador.
En esta base se encuentra la idea de independencia individual, siendo la
dependencia casi absoluta al principio; luego cambia, para convertirse en
dependencia relativa y orientarse hacia la independencia. Aunque, el individuo
nunca es independiente, existen formas gracias a las cuales en la madurez, puede
sentirse libre e independiente, tanto como haga falta para la felicidad y el
sentimiento de posesión de una identidad personal.

Respecto a la salud y la enfermedad, la sociedad abarca a todos sus miembros.


Cuando están psíquicamente sanos, estos mantienen la estructura de aquella. Pero
también tiene que contener a aquellos que no lo están. Por ejemplo:
a) los inmaduros (en edad)
b) los psicopáticos
c) los neuróticos
d) los melancólicos
e) los esquizoides
f) los esquizofrénicos

Y por último, los paranoides. En cualquier descripción de enfermedad psiquiátrica


hay una superposición. Las personas no se ubican con esmero en agrupamientos
por enfermedades.

Las personas psiquiátricamente sanas dependen de su lealtad a una zona


delimitada de la sociedad.

El término “paterno” aparece después que el materno. Esto se debe a que el padre,
como varón, se convierte poco a poco en un factor importante. Y luego viene la
familia, cuya base es la unión de la madre y el padre y la responsabilidad
compartida por lo que crearon juntos, un bebé.

Tiene importancia, hablando desde el término materno, la manera en la que se


sostiene y manipula a un bebé. La continuidad de dicho cuidado llegó a ser un rasgo
central del concepto de ambiente facilitador.

En la época de crecimiento de la adolescencia los jóvenes salen de la infancia y se


alejan de la dependencia para encaminarse hacia su condición de adultos. El
crecimiento es un entrelazamiento de suma complejidad con el ambiente facilitador.

Si en la fantasía del primer crecimiento hay un contenido de muerte, en la


adolescencia el contenido será el asesinato. Aunque el crecimiento en el periodo de
la pubertad progrese sin grandes crisis, puede que resulte necesario hacer frente a
agudos problemas de manejo, dado que crecer significa ocupar el lugar del padre.
Hay que traducir el juego infantil al lenguaje de la motivación inconsciente de la
adolescencia y la sociedad. La rebelión corresponde a la libertad que se ha
otorgado al hijo, al educarlo de tal modo que exista por derecho propio.

La muerte y el triunfo personal aparecen como algo intrínseco del proceso de


maduración y de la adquisición de la categoría de adulto. Esto plantea grandes
dificultades a padres y a los mismos adolescentes. El tema inconsciente puede
hacerse manifiesto cómo la experiencia de un impulso suicida. Los padres están en
condiciones de ofrecer muy escasa ayuda.

El adolescente es inmaduro. La inmadurez es un elemento esencial de la salud en la


adolescencia. La inmadurez es una parte preciosa de la escena adolescente,
contiene sentimientos frescos e ideas para una nueva vida. La sociedad necesita
ser sacudida por las aspiraciones de quienes no son responsables. Si los adultos
abdican, el adolescente se convierte en un adulto de forma prematura, y por un
proceso falso.

El concepto del adolescente acerca de una sociedad ideal es incitante y estimulante,


pero lo característico de la adolescencia es su inmadurez y el hecho de no ser
responsable.

No hay que esperar que los adolescentes tengan conciencia de la inmadurez. Lo


que importa es que se salga al encuentro del reto de los adolescentes.

Los cambios de la pubertad se producen a distintas edades aún en chicos sanos.


Estos no pueden hacer otra cosa que esperar tales cambios. La espera impone una
considerable atención a todos pero en especial a los de desarrollo tardío; es posible
encontrar estos últimos imitando los que se desarrollaron antes cosa que lleva a
falsas maduraciones basadas en identificaciones y no en el proceso de crecimiento
innato. El cambio sexual no es el único. También hay un cambio en dirección del
crecimiento físico y de la adquisición de verdaderas fuerzas aparece un verdadero
peligro que otorga la violencia un nuevo significado. Junto con la fuerza llegan
también la astucia y los conocimientos para usarlas.

Solo con el paso del tiempo y de la experiencia puede un joven aceptar la


responsabilidad por todo lo que ocurre en el mundo de la fantasía personal.
Entretanto existe una fuerte propensión a la agresión que se manifiesta en forma
suicida.

El adolescente que todavía se encuentra en proceso de crecimiento no puede


hacerse cargo de la responsabilidad por la crueldad y el sufrimiento por el matar y
ser muerto que ofrece el escenario del mundo.
El sentimiento latente de culpa del adolescente es tremendo y hacen falta años para
que en el individuo se desarrolle la capacidad de descubrir en la persona el
equilibrio de lo bueno y malo del odio y la destrucción que acompañan al amor.

La madurez sexual tiene que abarcar todas las fantasía inconsciente del sexo y en
definitiva el individuo necesita poder llegar a una aceptación de todo lo que
aparezca en la mente junto con la elección del objeto.

Puget
La adolescencia no tiene una edad cronológica, y puede ser adolescente quien
quiera serlo.
No toda marca es rescripción de una anterior, sino que la adolescencia es tal porque
se origina a partir de una marca a la cual es posible adjudicar como primitiva.
Se ubica a la adolescencia como un momento de la vida de un sujeto que inaugura
una historia basada en la puesta en acción de un cuerpo sexuado vincular, que es
diferente al cuerpo erógeno. Al cuerpo erógeno se lo llama intrasubjetivo.

En base a la constitución de la adolescencia, la estructura familiar se abre sin poder


volver a cerrarse nunca y deja de ser origen para uno o varios miembros de la
familia.

Hay dos etapas que el adolescente debe recorrer: una en la que selecciona y
mantiene a resguardo el olvido de los materiales necesarios para la construcción de
ese fondo de memoria, garante de la permanencia identificatoria, y otra,
caracterizada por la organización del espacio relacional.

La adolescencia para ser tal debe realizar un doble trabajo de historización, el que
se construye a partir de una nueva marca que solo le pertenece y adquiere
significado en una vida vincular que la nueva marca inaugura y a partir de esto da
sentido a la familia de origen, por lo tanto algún sentido nuevo, y otro trabajo
simultáneo que sigue perteneciendo a una historia de la que es portador. O sea que
son dos historias.

Respecto al cuerpo sexuado, es un cuerpo inherente a una vincularidad que es la


que le da su cabal significación. El cuerpo sexuado de la adolescencia se determina
con el otro para constituirse. Se determina con un otro que es condición del cuerpo
sexuado.

Una de las características de la adolescencia es que el cuerpo no puede ser


anticipado por la mirada de los padres. Los padres desean que el hijo tenga un
futuro y esto trae consigo una paradoja: la de suponer posible desear algo no
anticipable.
La historia del adolescente ya no pertenece a la historia familiar, sólo se podrá
historizar la familia a partir de los datos aportados por el adolescente. No va a ser
una historización para recordar, sino una que otorga nuevos sentidos.
El adolescente en su espacio “inter”, crea un vínculo que inventa un pasado y en
forma paralela se produce otra historización, la de recordar el pasado clásico para
nosotros.

Hay que pensar en una sexualidad de carácter endogámico, según la cual se intenta
reproducir la sexualidad de la estructura familiar.

Entonces, se podría pensar al erotismo como un autoerotismo. El erotismo tiene 2


vertientes: una que es la endosexuación incestuosa, cercano al deseo de los padres
que lleva a que la elección sea muy coincidente con el modelo parental, y otro
exoerotismo. Al que se llama endoerotismo le corresponde como ejemplo aquellas
familias que incorporan al novio/a como un hijo/a más en la familia y al exoerotismo,
aquellas familias para las cuales la pareja abre el sistema familiar sin jamás
completarlo.

La no complementariedad del adolescente con su familia de origen hace síntoma


cuando la adolescencia se manifiesta bajo la forma de pareja, o sea, los conflictos
giran en torno al hecho de que uno de los miembros de la familia ya no se hace
presente en alguna reunión porque eligió otra.

Respecto a las actitudes del adolescente, desear que los padres comprendan, no
hablar, o irse son tres modalidades según las cuales se intenta ocupar un lugar que
va adquiriendo múltiples significados. Algunos de ellos, evitarán una ruptura y un
quiebre en la continuidad de la historia familiar.

La elección de una pareja por oposición a los designios de la familia también


coincide con el nivel histórico explicativo, ya que la pareja es de otro nivel social.
Elegir una pareja que pueda ocupar el lugar pensado por los padres o elegir por
oposición, es una manera de seguir una continuidad histórica y causal, por lo tanto
determinada por el pasado infantil.

Se trata de un sistema vincular que no es anticipable por la familia a la cual


llamamos de origen, pero que ya no es origen para esa nueva marca. Esta nueva
marca solo puede ser construida con un otro en una relación en la que la sexuacion,
o sea la intervención del cuerpo significado sexualmente, es la que va a dar su
impronta a esta nueva organización vincular.

El malestar y la tensión familiar provienen de la imposibilidad del hijo de tener su


proyecto propio, o sea de ser adolescente. Y en cuanto a la familia, de soportar la
presencia de una estructura abierta que de aquí en más ya no volvería a cerrarse.
Se equipara adolescente con adolecer, algo asi como padecer de una falta de
soporte el que incumbe a una nueva marca. El adolescente es entonces el que sufre
una falta de historia y qué tan solo inicia algo que luego podría ser historia.

Una historización en la que se superponen dos modelos:uno ligado a la familia que


dio un origen y otro fuera de dicha historia que habrá de construirse en otro espacio,
de la vincularidad del adolescente.

La adolescencia impone una nueva marca y no una resignificación de marcas


anteriores, y que inicia una historización que solo pertenece a esta nueva modalidad
vincular, o sea, la que se inicia a partir de la pertenencia de un hijo/a a un otro
vínculo sexuado.

Lo único que puede hacer la familia que se dio origen a ella misma es imaginar un
lugar para lo no anticipable, aunque si no es anticipable es imposible imaginarlo
previamente.

La adolescencia para ser tal se organiza cuando la experiencia de la sexuación


pasa a ser posible, como la instauración de una práctica y se registra como un
acontecimiento, que se torna origen de un proyecto.

La práctica sexual se hace con un otro, por eso esta marca es tan importante,
porque determina la instauración de la adolescencia. En ese nuevo acto psíquico o
esa nueva marca actúa la represión primaria como para fundar un sistema actual en
el que crea inconscientemente en ese momento. Se produce una nueva
representación de lo icc como un mecanismo que es el primario. El mismo
mecanismo de represión primaria crea un nuevo icc, una inscripción de nuevas
marcas.

Se piensa al cuerpo erógeno como más ligado a lo que es la relación objetal y el


vínculo requiere de la presencia de otro en que ambos conformen una sexuación en
la que se determinan mutuamente; mientras que madre e hijo, la madre acaricia al
hijo para ir constituyendo su cuerpo erógeno, esto no constituye a la madre en su
propio cuerpo erógeno, o sea, no están haciendo una práctica sexual en la que
ambos participan. El cuerpo erógeno y el cuerpo vincular tienen una serie de
transformaciones mediante las cuales de cuerpo erógeno se pasa a cuerpo vincular.

A partir de lo vincular, se produce una alquimia distinta, se pierden los rastros de la


historia anterior. Cuando se habla de marca nueva es porque lo es, y a partir de esa
nueva marca que surge entre los 15 y 20 años, es que cuesta tanto entender que lo
nuevo puede comenzar a esa edad porque para nosotros lo nuevo comienza en el
momento en el que el sujeto se vuelve sujeto, es decir, desde el nacimiento.

Rodulfo
En la sociedad actual, las pantallas están tomando lugar en lo que respecta a la
subjetivación de las personas. Todo este nuevo mundo digital atraviesa al ser humano y
afecta el mundo de lo íntimo. Este concepto de intimidad muta constantemente, teniendo en
cuenta las diferentes sociedades. Lo que se consideraba íntimo en un momento, hoy puede
que un joven lo publique en sus redes con total libertad y sin vergüenza alguna.

El psicoanálisis dedicó gran parte de su especificidad y de su prestigio en una sola instancia


de la subjetivación: la instancia familiar. En un texto reciente podemos enumerar cinco
instancias de subjetivación de una manera no exhaustiva: la familia, la escuela, los pares, la
pantalla y todo el campo de lo ficcional, de la ficción (cuentos, mitos). El psicoanálisis
tradicional se dedicó a la familia como problema y dentro de ella se centró el complejo de
edipo. Existen ciertas inquietudes con respecto a esto.

1. En el complejo de edipo hay dos o tres factores que en gran medida permanecen
inconscientes en la teoría. Primero cuando se dice que Freud descubre el Edipo. Lo que
hace Freud es ubicarlo en el lugar central del sistema psíquico.

2. Luego, distintos autores pusieron algo diferente en el centro. Lacan la falta, Melanie Klein
la posición depresiva. Esto genera una posición en donde se abarca todo a partir de esto
que se encuentra en el centro, volviéndose una posición un tanto reduccionista.

La segunda operación política que hace Freud es una división entre lo primario y lo
secundario, siendo lo primario lo familiar y lo secundario el resto del mundo ( lo social, lo
cultural, lo político). Esto fue desafortunado porque por mucho tiempo hizo que fuera difícil
al psicoanálisis acercarse a los fenómenos sociales de una manera que no fuera
conservadora, reaccionaria o reduccionista.

Hay un tercer término que es el sustituto o “representante”. Con esto, cualquier relación del
chico con un adulto coloca al adulto en posición de sustituto paterno

Todo esto resulta en un empobrecimiento de la mirada del psicoanálisis. Limitan el trabajo


con distintos aspectos de la subjetivación, por ejemplo la relación con los pares. Uno puede
advertir lo importante que son los padres para los chicos. En esto se producen dos efectos
de la subjetivación muy importantes, que no se pueden realizar en los confines de la familia:
que el chico se sienta nosotros (el hecho de formar parte de un grupo) y la cuestión del
amigo. Ese amigo íntimo presenta la primera relación de pareja para el chico. Supone crear
una intimidad con un extraño absoluto que no pertenece a la familia, lo cual constituye todo
un trabajo, el de pasar de percibir al otro como doble a inscribirlo como pareja; un trabajo
como si fuese trabajo de duelo pero que en este caso hay que designar como trabajo de
suplementación: donde había una relación de familia o de extraño se forjó una síntesis
diferente, una figura que atraviesa la oposición entre familiar y extraño, una figura de lo
transicional que excede las categorías anteriores y que no todos son capaces de construir,
porque supone la capacidad de crear una intimidad con un extraño a todo lazo familiar.

Para decirlo de manera tosca, no están solo papá y mamá en el inconsciente. En el


inconsciente hay amigos, otros chicos, pedazos de otros chicos, maestras y muchas figuras,
imágenes que ve en la televisión que le transmiten ideales del yo, efectos de pantalla,
resultados de cultos y mitos. Esta descentralización es fundamental porque lo que propone
no es desalojar el Edipo del centro para poner otra cosa allí sino contar con un modelo
teórico clínico verdaderamente descentralizado.

Tres hechos actuales ponen en jaque también la supremacía de lo edípico. Estas son las
nuevas técnicas de reproducción, las transformaciones en cuanto a las políticas de género y
los distintos tipos de familia que conocemos hoy día, las familias ensambladas.

Los personajes ficcionales también toman parte en lo que es la formación de la


subjetivación del chico. Un error que comete el psicoanálisis es que tiene la impresión que
para el chico madre y padre son percepciones naturales, directas o indirectas. Los padres
son seres cargados de ficción, de mito. Los chicos construyen historias familiares o de
determinados sucesos que exceden la descripción histórica de lo que hacen padre y madre.
Freud denominaba este fenómeno “novela familiar”. Interpretó que el paciente tenía
contenidos latentes edípicos en estas historias. Hoy en día diríamos que no hay porqué
entenderlo así, más bien tenemos que pensar que la relación con la mama y el papa es un
vínculo totalmente novelado.

SIMPOSIO

El contexto sociocultural actual está interpelado por la tecnología y lo virtual. El jugar, al


igual que otras tareas como trabajar o estudiar, está determinado por el contexto
sociocultural en el que el sujeto se ubica. En la actualidad podemos observar un cambio en
el que estas tareas se desarrollan. En este mundo virtual predomina la tendencia a la
soledad más que a la grupalidad, o una acción mancomunada. Ya no interesa tanto el
contenido, sino la forma en que se transmite la comunicación. Es la época de la caída de las
teorías, entendida ésta como un constructo auxiliar para dar respuestas por la falta de
datos.

Socialmente estamos atravesados por los medios digitales, y el psicoanálisis no es ajeno a


ello. Como profesionales de la salud mental asumimos el compromiso social de analizar e
investigar los efectos que producen en el psiquismo humano los nuevos fenómenos
digitales. En nuestros consultorios cada vez más nos vemos en la necesidad de adaptarnos
a los requerimientos tecnológicos, al igual que comprender el lenguaje que nuestros
pacientes, que en tanto Nativos digitales, nos ofrecen. Es decir, que las puertas del
consultorio no sean fronteras infranqueables entre la realidad social que nos atraviesa y el
trabajo cotidiano como analistas. En este marco, Marc Presnky, escritor y profesor
norteamericano, también señala este cambio de paradigma en el ámbito de la educación. El
autor fomenta la enseñanza basada en el juego adaptado al lenguaje de los nuevos
estudiantes de esta época. Asegura que los niños actualmente tienen otras capacidades,
otra manera de acercarse al aprendizaje debido a una sobre estimulación de información
que va modificando paulatinamente las estructuras cerebrales. Llama “nativos digitales” a
aquella generación que ha nacido inmersa en un lenguaje tecnológico y llama los
“inmigrantes digitales” a aquellos que aprenden el lenguaje pero presentan diferencias
estructurales. Es distinto como se relacionan los nativos digitales de los inmigrantes
digitales con la tecnologia (facilidad, tiempo de uso, etc) En estas tierras digitales
podríamos observar que cada vez más se tiende a desaparecer el contacto con la persona
real, proponiendo una ilusión de la presencia del otro.

Es decir que la imagen sería el medio privilegiado donde se desenvuelve el intercambio con
el otro sin que pueda mediar una selección personal de aquello que se recibe, y a su vez
esa imagen estaría mediatizada por lo que el otro quiere mostrar de sí. En este marco,
podemos pensar, que el juego está condicionado por estas nuevas demandas sociales,
donde la psique cobra relevancia apuntalándose en lo digital y ya no en lo corporal, como
en los juegos de antaño. Así, las generaciones como muestra Prensky, quedarían
delimitadas entre lo digital y lo analógico; lo virtual y lo real; lo perpetuo y lo fugaz.

En un principio los juegos de computadora eran netamente individuales y solitarios. Luego


apareció la consola de videojuegos que permitía jugar con otros simultáneamente pero en
una misma habitación, en un encuentro físico, al menos con otros. Hoy los juegos no son
sólo individuales sino que existen los llamados juegos interactivos que se pueden jugar con
los amigos a distancia, on line. Esto crea distintas maneras de relacionarse entre si mientras
juegan, donde prevalecen las competencias, estrategias grupales, cooperación entre los
grupos de juego, estableciéndose de esta manera afinidades e identificaciones entre ellos
que nos llevaría a pensar en una configuración de grupo adolescente. Cada vez más el
modo de vincularse de los nativos digitales queda mediatizado por lo virtual

En Freud encontramos tres grandes ideas del autor con respecto al juego: una es el juego
como expresión de cumplimiento de deseo, a la manera de un síntoma o un sueño. Otra
noción tiene que ver con investir la acción (el jugar) como un medio de transformar la
realidad. Dentro de esta concepción estaría implicada la idea de trabajo psíquico del Yo que
diferencia Principio de Realidad y Principio de Placer. Por último la idea del juego como
medio elaborativo, como un intento de ligadura más allá del principio placer. Melanie Klein
entiende al juego como una manera de expresión simbólica de las fantasías inconscientes,
como: “un proceso de descargas de fantasías de masturbación, operando en la forma de un
continuo impulso a jugar”. Le da importancia a la personificación y la simbolización que el
juego permite. Otro autor que pone de relieve al juego es Winnicott. Para el autor la
transicionalidad posibilita pasar del Principio de Placer al Principio de Realidad y para ello
necesita de la ausencia del objeto, dando comienzo a la primera separación yo – no yo. Es
allí donde plantea la importancia de la ausencia (en un lapso en que el niño pueda tolerar) ,
del registro de esa ausencia, para que el bebe tenga la ilusión, necesaria para crear al
objeto. Es desde ese lugar en que el niño podrá empujar desde su gesto espontáneo, desde
la motilidad, desde la agresividad primaria hacia la búsqueda del objeto externo, del no yo.
Ese es el primer logro imaginativo que sienta las bases del juego creativo. Si pensamos el
juego asociado al sueño como modos de elaboración del mundo interno, como expresiones
simbólicas de deseos inconscientes de la sexualidad infantil en términos freudianos,
consideramos que está relacionado con el proceso secundario.

Si equiparamos lo anteriormente dicho con los dos tipos de juego que venimos hablando
vemos que, en el juego digital, prevalece el proceso primario a diferencia del jugar
propiamente dicho. El juego virtual se puede asociar más a una manera de descarga
pulsional- masturbatoria, a un exceso que a un intento elaborativo del mundo interno como
señalan y coinciden los autores antes mencionados. En estos tiempos el cuerpo y la
simbolización no intervienen de manera significativa como mediadores del juego creativo.
Aparecen así una serie de imágenes que son un exceso de estímulos en la mente. Hoy los
niños, desde la cuna están muchas veces sometidos a la captación pasiva de imágenes
externas. De estímulos que no pueden metabolizar. Sabemos de la importancia de las
imágenes mentales internas, productos de la vivencia subjetiva del infante, de la necesidad
de experimentar, manipular los objetos, el mundo externo, para la constitución del psiquismo
temprano, que posibilitará más adelante la creación, la atención y el aprendizaje. Si nos
detenemos en la capacidad de simbolización del jugar como punto de convergencia entre
los psicoanalistas que conceptualizan el juego, es a través de ella, que se puede poner de
manifiesto el mundo interno.

PIAGET
Piaget comienza por interrogarse acerca de la génesis del pensamiento. Abandonó el
adultomorfismo para poder estudiar a los niños. Interrogarse acerca de lo que parece obvio.
En un principio observó como conceptos que son contradictorios, para el niño no lo son y no
reciben un cuestionamiento por parte del mismo. Allí concluye que estas ideas proceden de
lugares diferentes dentro de su mente, por lo que es posible que considere ambas opciones
como válidas, a pesar de su contradicción. Con esto también afirma que la educación no es
el único factor que influye sobre lo que un niño aprende. También influye la edad y la
sociedad.
Piaget toma el concepto de adaptación, un acto complejo que interjuegan los mecanismos
de asimilación (la acción que tiene el sujeto sobre el objeto externo para incorporarlo en su
aparato mental) y la acomodación (la acción del objeto sobre el sujeto). Hacia el final del
primer año de vida, comienza la constitución del objeto permanente. Que el niño sea
capaz de identificar que eso que desaparece de su vista igual sigue existiendo, por más que
él no lo vea. Es donde da inicio la relación sujeto-objeto. El punto de partida sobre esto es la
relación que existe entre el sujeto y el objeto. Dice Piaget que la inteligencia nace de la
interacción y se orienta simultáneamente hacia los dos polos de esta organización (sujeto y
objeto) la inteligencia organiza el mundo, organizándose a sí misma.

Piaget manifestó el desarrollo intelectual como una serie de estadios que el chico atraviesa
durante su infancia y adolescencia. La inteligencia es, ante todo, adaptación.
Es la forma de equilibrio hacia la cual tienden todas las estructuras.
- Primer estadio: la inteligencia sensorio-motriz. Un pensamiento en actos, que no
puede actuar sino sobre lo inmediatamente presente porque carece de instrumentos
de representación. (hasta los 2 años)
- Segundo estadio: la inteligencia representativa preoperatoria. Cuando una serie de
conductas diversas indican la posibilidad de reemplazar, en el pensamiento, un
objeto por una representación simbólica. (de 2 a 7 años)
- Tercer estadio: operaciones concretas. La operación designa una acción
interiorizada. También aparece la reversibilidad del pensamiento. Pensamiento se
origina con las cosas delante, necesario el contacto con las cosas para poder
resolver. (de 7 a 11)
- Cuarto estadio: operaciones formales. Aparece el pensamiento abstracto. La
capacidad de razonar sobre hipótesis, de desprenderse de los datos inmediatos. (11
en adelante)

Gutton

Lo puberal es sus orígenes:


En el seno de lo infantil hay una sola diferenciación de sexos, un solo órgano
genital, el pene presente ausente. La primacía de esta genitalidad bajo la cual se
integran las pulsiones pregenitales en el período edípico es fálica. El complejo de
castración inseparable del complejo de Edipo procede en función del falocentrismo
de su origen.

La vocación genital del sujeto no es exclusivamente una adquisición del Edipo


infantil. Está marcado por el surgimiento de la segunda diferenciación de la
heterosexualidad en la pubertad. Sorprende al niño, siendo que este no puede tener
más que un presentimiento de lo que serán con posterioridad los fines sexuales
definitivos y normales.
La pubertad impone una discontinuidad o mejor dicho una continuidad en
deconstruir.
La pubertad por su anclaje en lo real biológico, es un momento privilegiado e inédito.
Describimos su experiencia, definimos lo que parece ser su modelo teórico: la
complementariedad de los sexos.
Luego observamos la forma en la que la experiencia puberal se dota forzosa e
inadecuadamente de representaciones y significaciones que hicieron el destino de
Edipo antes del complejo: Edipo narcisista o genital.

Respecto a la complementariedad de los sexos, es una complementariedad entre


pulsión y objeto, proceso conocido en la primera edad para quedar sepultados luego
en las organizaciones de la neurosis infantil. Es real y biológico y funcionamiento de
las zonas erógenas genitales. Es un punto de acabamiento de la seducción infantil.
Y es coincidencia entre órgano renovado por su evolución biológica y objeto genital
adecuado que crea una unidad narcisista puberal originaria. La experiencia de
pubertad nació de dos fundamentos: uno es el apuntalamiento de la zona erógena
genital y el otro la investidura de que goza por parte del objeto parcial
complementario.

La complementariedad entre pulsión y objeto es un funcionamiento de órgano. Este


funcionamiento constituyó siempre el modelo ideal del cuerpo erógeno según la
división inaugural de Freud entre excitación interna y externa. La pulsión es la línea
de fuerza que supuestamente une la fuente somática interna con el objeto psíquico
externo. La moción pulsional está destinada a efectuar una salida hacia el objeto: ex
corporación o proyección fuera del cuerpo la complementaria de un objeto sería su
calificativo cuando esté se presenta automáticamente al requerirse.

La pubertad se manifestaría como una fuerza de adecuación que ha retornado


después del trayecto de la infancia edípica y de la latencia.

En el interior de los intercambios mutuos se configura la mentalización del lactante


construyendo su realidad psíquica; la unidad narcisista originaria se disipa en
beneficio de la edipización. Este borramiento parcial durante largo tiempo en el niño
pequeño deja uno o varios enclaves nucleares caracterizados por actividades
libidinales más o menos precisas según el modo topológico y económico de los
procesos originarios: placer de órgano y de funcionamiento.
Tales actividades obedecen a los mecanismos de condensación y desplazamiento;
pueden implicar un grupo de sensaciones, efectos motores en los que se agota la
cantidad energética restante.
Desarrollan una energía no ligada y que se desplaza según una libre circulación. La
actividad libidinal puede incluir un objeto predilecto muñeco, tela, o lo que sea. Lo
que importa es la actividad de la que es coartada, no tiene más existencia que la
acción: acto y no cosa.

La pulsión sexual es hasta aquí autoerótica, el cuerpo erógeno genital o puberal


implica un centrado particular en el plano cualitativo y cuantitativo sobre la zona
genital. La perversidad polimorfa del niño continúa funcionando. Su mecanismo de
desplazamiento y condensación sin referencia estructural se perpetúan. La
topología es originaria con zonas erógenas parciales, la novedad es la
condensación sobre la zona genital cuyo funcionamiento biológico se está
organizando. Condensación problemática que ataca las defensas del yo en un punto
débil de la infancia. Queda por realizar la primacía estructural de los genitales. Una
nueva estructura surgirá cuando la inscripción edípica de la experiencia puberal
produzca un precipitado cristalino que nada dejaba prever, que ya no permite
encontrar sus ingredientes pasados y constituye el argumento del a posteriori.
Entonces la pubertad recapitula y prolonga el desarrollo que el individuo cumplió
durante los 5 primeros años.
Cuando la sexualidad ha llegado a la pubertad ya no puede ser diferida y hay dos
riesgos:
-la dependencia del objeto, más fuerte cuanto más complementario es este, o sea
cuánto más ideal tendremos que hablar de una alienación identitaria en el otro sexo
-la proximidad del objeto anula otro tanto el trayecto pulsional, el proyecto, limitando
la actividad psíquica, las fantasmización, la objetalización, la transferencia objetal.

Zonas erógenas genitales:


La cualidad y cantidad de las hormonas sexuales trazan una determinada curva: al
nacimiento la cantidad es elevada, decrece durante los primeros meses, al final de
los cuales su ausencia es casi total en el organismo y recobran su importancia
originarias a los 10/12 años. Si la pubertad no sobreviene en los primeros meses de
la existencia no es a causa de está en evolución hormonal sino de las
modificaciones en los tejidos que lo reciben. La pubertad está inscrita en el
programa genético el sujeto susceptible de reestructurarse por acción de diversos
fenómenos por ejemplo de la nutrición.

En el plano de la cualidad sexual hay tres cambios.


1. Una transformación corporal perceptible por fenómenos endocrinos primarios y
secundarios. El niño se percibe no sólo como más o menos púber, más o menos
masculino-femenino, sino como diferente en relación con el par, en relación con él
mismo en su evolución y su proyecto en su vida sexual. A lo cuantitativo de la
problemática fálica oponemos lo cualitativo las identidades sexuadas de género.
2. El orgasmo como categoría de placer; una teoría puberal supone una concepción
del orgasmo.
3. Una potencialidad de fecundación que no trae aparejada por ello la
representación de la llegada de un niño; contribuye a inscribir en la creencia
identitaria un nuevo sistema generacional. El heteroerotismo instintivo se caracteriza
por la atracción que los caracteres de los sexos opuestos ejercen uno sobre otro y
que sella el final del autoerotismo infantil a la vez, primacía erógena del propio sexo
y revelación del sexo complementario como "principal condición exterior".

Las primeras satisfacciones libidinales se experimentan apuntaladas sobre


funciones corporales necesarias para la conservación de la vida. El lugar del cuerpo
donde se manifiesta la pulsión, la zona erógena, es un foco de circulación de
energía en el que se sitúa una perpetua diferencia tensional. La concomitancia
alrededor del objeto de la necesidad y el deseo naciente se desenvuelve en un
tiempo apuntalamiento pulsional. Este período comprende no solo el momento de
satisfacción sino así mismo el que le precede, cuando el niño expresa la tensión de
su necesidad, el tiempo de la señal.
La zona de funcionamiento se torna erógena.
Lo sensual puberal encuentra sus puntales en los patterns donde se reúnen zona
genital y su objeto.

La aplicación del concepto de apuntalamiento a la pubertad implica unas enmiendas


sumamente controvertidas:
1. La función corporal no es aquí vital para el individuo sino para la especie
2. El autoerotismo estaba ya en la zona genital.
3. El apuntalamiento recae sobre un cambio de funcionamiento
4. En la niña un desplazamiento erógeno del clítoris a la vagina y tal vez al útero.
El apuntalamiento genital se halla en continuidad con los que lo preceden
tiñiéndolos de genitalización.

Genital puberal como culminación de la seducción infantil.

El niño conoció la sexualidad adulta por aquello que se describe como experiencia
de seducción: sexualización del niño por el objeto, en particular parental, trauma,
desvío y perversión. El cambio introducido por la pubertad debe ser situado en
relación con el concepto de seducción, si se tiene a este por uno de los
fundamentos del psicoanálisis.
Laplanche define 3 seducciones:
1. La seducción restringida fija la factualidad de la teoría. Se trata de la experiencia
sexual prematura que el psicoanálisis vuelve a descubrir, por otra parte rememorada
teñida por etiológica en la historia infantil donde ocupa el lugar del trauma.
2.La seducción generalizada remite de manera prioritaria a la seducción materna
inherente o incluida en los cuidados maternos. Las relaciones del niño con las
personas que le prestan sus cuidados son para él una fuente continúa de excitación
sexual que parten de las zonas erógenas. Y ello más aún cuando la persona en
cuestión, generalmente la madre, considera al niño con sentimientos que derivan de
su propia vida sexual, lo acaricia, lo besa, lo acuna y lo considera sin ninguna duda
como sustituto de un objeto sexual completo. La madre imprime su libido sobre el
cuerpo biológico de su recién nacido. Ella inscribe una erogeneidad cuantitativa y
cualitativa al crear una excitabilidad en todos los lugares del cuerpo del niño. La
topografía de las zonas erógenas se sitúa en los lugares de intercambio entre lo
somático del lactante y el deseo materno.
El pecho trae de afuera lo que pasará a ser en gran parte el "ello" del niño.

3. La seducción originaria no se sitúa en los comienzos de la historia del niño pero


existe siempre en el origen del presente.

¿Qué cambios introduce la genitalización puberal del cuerpo?


1. El adolescente ha dejado de ser pasivo en el sentido de la metapsicología. Se
convierte en un activo seductor lo cual se explica por la finalización de la impotencia
sexual inherente a los niños. La genitalización puberal de las representaciones
parentales pone fin a la situación privilegiada de la que hasta entonces disfrutaba.
2. La pubertad sería el último trauma que el niño debería sufrir. La pubertad es el
trauma más importante, es el que reanuda a todos los otros o vuelve traumático lo
que era tan solo complejo imagoico
El niño púber seduce a su pasado cuando sexualiza los recuerdos de la infancia, el
niño pues creería ser capaz de descifrar los símbolos enigmáticos de la sexualidad
adulta que reformaron su infancia. Eso no ocurre y esta decepción provocada por su
evolución no es de las menores.
3. El adolescente inicia su carrera de creador de significantes enigmáticos para los
niños; se hacen pedófilo: ciertos niños púberes seducen a los niños más pequeños
como se sienten seducidos por su propia pubertad

Escenas en la pubertad:
Lo puberal impone una reactivación del conflicto edípico que pone en crisis a las
organizaciones edípicas.

También podría gustarte