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1 16 de agosto de 1968 fue a parar a presa comprobé que la edición localizada difería
mis manos un libro escrito por un tal por dos detalles: ante todo por el editor, que era
abate Vallet. Le manuscript de Dom Montalant, ad Ripan P. P. Augustinianorum
Adson de Melk, traduit en fran<;,ais (prope Pontem S. Michaelis) , y, además, por la
d'apres l'édition de Dom J. Mabillon (Aux Pres fecha, posterior en dos años. Es inútil decir que
ses de l'Abbaye de la Source, París, 1842) . El esos analecta no contenían ningún manuscrito de
libro, que incluía una serie de indicaciones históri Adso o Adson de Melk; por el contrario como
cas en realidad bastante pobres, afirmaba ser co cualquiera puede verificar, se trata de un¡ colec
pia fiel de un manuscrito del siglo XIV, encon ción de textos de mediana y breve extensión
trado a su vez en el monasterio de ·Melk por aquel mientras que la historia transcrita por Vallet lle:
gran estudioso del XVII al que tanto deben los naba varios cientos de páginas. En aquel momento
historiadores de la orden benedictina. La erudita consulté a varios medievalistas ilustres, como el
trouvaille (para mí, tercera, pues, en el tiempo) querido e inolvidable Etienne Gilson, pero fue
me deparó muchos momentos de placer mientras evidente que los únicos Vetera Analecta eran los
me encontraba en Praga esperando a una persona que habían visto en Sainte Genevieve. Una visita
querida. Seis días después las tropas soviéticas a la Abbaye de la Source, que surge en los alrede
invadían la infortunada ciudad. Azarosamente lo dores de Passy, y una conversación con el amigo
gré cruzar la frontera austríaca en Linz; de allí me Dom Ar�e Lahnestedt me convencieron, además,
dirigí a Viena donde me reuní con la persona espe de que mngún abate Vallet había publicado libros
rada, y juntos remontamos el curso del Danubio. en las prensas (por lo demás inexistentes) de la
En un clima mental de gran excitación leí, fas abadía. Ya se sabe que los eruditos franceses no
cinado, la terrible historia de Adso de Melk, y suelen esmerarse demasiado cuando se trata de
tan!o me atrapó que casi de un tirón la traduje en proporcionar referencias biblÍográficas mínima
vanos cuadernos de gran formato procedentes de mente fiables, pero el caso superaba cualquier pe
la Papéterie Joseph Gibert, aquéllos en los que tan simismo justificado. Empecé a pensar que me ha
agradable es escribir con una pluma blanda. Mien bía topado con un texto apócrifo. Ahora ya no
tras tanto llegamos a las cercanías de Melk podía ni siquiera recuperar el libro de Vallet (o, al
donde, a pico sobre un recodo del río, aún s� menos, no me atrevía a pedírselo a la persona que
yergue el bellísimo Stift, varias veces restaurado a se lo había llevado ). Sólo me quedaban mis notas,
lo largo de los siglos. Como el lector habrá imagis de las que ya comenzaba a dudar.
nado, en la biblioteca del monasterio no encontré Hay momentos mágicos, de gran fatiga fisica e
huella alguna del manuscrito de Adso. intensa excitación motriz, en los que tenemos vi
siones de personas que hemos conocido en el pa
sado («en me retra<;ant ces details, j'en suis a me
Antes de llegar a Salzburgo, una trágica noche
en un pequeño hostal a orillas del Mondsee la
relación con la persona que me acompañab¡ se demander s'ils sont réels, ou bien si je les ai revés»).
interrumpió bruscamente y ésta desapareció lle Como supe más tarde al leer el bello librito del
vándose consigo el libro del abate Vallet, no por Abbéde Bucquoy, también podemos tener visio
maldad sino debido al modo desordenado y nes de libros aún no escritos.
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abrupto en que se había cortado nuestro vínculo. Si nada nuevo hubiese sucedido, todavía segui
Así quedé, con una serie de cuadernos manuscri ría preguntándome por el origen de la historia de
tos de mi puño y un gran vacío en el corazón. Ad�o de Melk; pero en 1970, en Buenos Aires,
Unos meses más tarde, en París, decidí investi cunoseando en las mesas de una pequeña librería
gar a fondo. Entre las pocas referencias que había de viejo de Corrientes, cerca del más famoso Patio
extraído del libro francés estaba la relativa a la del Tango de esa gran arteria, tropecé con la ver
fuente, por azar muy minuciosa y precisa: sión castellana de un librito de Milo Temesvar
Vetera analecta, sive co!lectio veterum aliquot Del uso de los espejos en e/juego del ajedrez, qu�
opera & opusculorum omnis generis, carminum ya había tenido ocasión de citar (de segunda
epistolarum, diplomaton, epitaphiorum, & cum iti� mano) en mi Apocalípticos e integrados al refe
n�re_ germ,'anico, adaptationibus aliquot disquisi rirme a otra obra suya posterior, Los vendedores
t1ombus R. P. D. Joannis Mabillon,� Presbiteri ac de Apocalipsis. Se trataba de la traducción del
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de los secretos atribuido a Alberto Magno, qu� Porque es historia de libros; n? de miserias C?
tantas refundiciones sufriera a lo largo de los si tidianas, y su lectura puede 11;1c1tamos a .repet1r,
glos. Sin duda, Adso lo co�oc�ó, p�ro cuand? lo con el gran imitador de Kemp1s: «.In .º�mbus re
cita percibimos, a veces, comc1dencias demasiado quiem quaesivi, et nusquam mvem ms1 m angulo
literales con ciertas recetas de Paracelso, y, tam cum libro. »
bién claras interpolaciones de una edición de la
obra' de Alberto que con toda seguridad data de la
época Tudor (2). Por otra parte, después av�rigüé
�!
que cuando Vallet transcribió (?) ma�rn�cnto de PROWGO
Adso circulaba en Paris una ed1c1on d1ec1ochesca En el principio era el Verbo y el Verbo er� e�
del Grand y del Petit Albert (3) y� irremedi�b�� Dios, y el Verbo era Dios. Esto era en el prmc1-
mente corrupta. Sin embargo, subsiste la pos1b1h pio, en Dios, y el monje fiel debería repe�ir _cada
dad de que el texto utilizado por Adso, o por los día con salmodiante humildad ese acontec1m1ento
monjes cuyas palabras registro contuviese, mez inmutable cuya verdad es la única que puede afir
cladas con las glosas, los escolios y los dife�ent�s marse con certeza incontrovertible. Pero videmus
apéndices, ciertas anotaciones capaces de mflmr nunc per speculum et in aenigmate y la verdad,
sobre la cultura de épocas posteriores. antes de manifestarse a cara descubierta, se mues
Por último, me preguntaba si, par� conser �ar el tra en fragmentos (j ay, cuán ilegibles!), mezclada
espíritu de la época, no sería convemente deJar en con el error de este mundo, de modo que debemos
latín aquellos pasajes que el propio abate Vallet no deletrear sus fieles signáculos incluso allí donde
juzgó oportuno traducir. La única j�st�icación nos parecen oscuros y casi forjados por una vo
para proceder así podía ser el deseo, qu�za. errado, luntad totalmente orientada hacia el mal.
de guardar fidelidad a mi fuente... He ehmmado lo Ya al final de mi vida de pecador, mientras,
superfluo pero algo he dejado. Temo haber pro�e canoso, y decrépito como el mundo, espero el
dido como los malos novelistas, que, cuando in momento de perderme en el abismo sin fondo de
troducen un personaje francés en determinada es la divinidad desierta y silenciosa, participando así
cena, le hacen decir «parbleu !» y «la femme, ah!
de la luz inefable de las inteligencias angélicas, en
la femme! ». esta celda del querido monasterio de Melk donde
En conclusión: estoy lleno de dudas. No sé, en aún me retiene mi cuerpo pesado y enfermo, me
realidad por qué me he decidido a tomar el toro
dispongo a dejar constancia sobre este pergamino
por las �stas y presenta,r e� manu�cr,ito de Adso de de los hechos asombrosos y terribles que me fue
Melk como si fuese autentico. Qmza se trate de un dado presenciar en mi juventud, repitiendo verba
gesto de enamoramiento. �: si se pr�fi�re, de una
tim cuanto vi y oí, y sin aventurar interpretación
manera de liberarme de VteJas, y multlples, obse alguna, para dejar, en cierto modo, a los q�e �en
siones. gan después (si es que antes no llega el �ntlcnsto)
Transcribo sin preocuparme por los problemas
signos de signos, sobre los que pueda eJercerse la
de la actualidad. En los años en que descubri el plegaria del desciframiento.
texto del abate Vallet existía el convencimiento de
El Señor me concede la gracia de dar fiel testi
que sólo debía escribirse comprometiéndose con monio de los acontecimientos que se produjeron
el presente, o para cambiar el mundo. Ahora, a
en la abadía cuyo nombre incluso conviene ahora
más de diez años de distancia, el hombre de letras
cubrir con un piadoso manto de silencio, hacia
(restituido a su altísima dignidad) p�ede con.s�
finales del año 1327, cuando el emperador Ludo
larse considerando que también es posible escnb1r
vico entró en Italia para restaurar la dignidad del
por el puro deleite de escribir. Así, pues, me
sacro imperio romano, según los designios del Al
siento libre de contar, por el mero placer de fabu
lar la historia de Adso de Melk, y me reconforta Y tísimo y para confusión del infame usurpador si
m; consuela el verla tan inconmensurablemente moníaco y heresiarca que en A viñón deshonró el
santo nombre del apóstol (me refiero al alma pe
lejana en el tiempo (ahora que la vigilia de la raz�n
cadora de Jacques de Cahors, al que los impíos
ha ahuyentado todos los mo�struos que su s�eno veneran como Juan XXI I) .
había engendrado) , tan glonosamente des� mcu
Para comprender mejor los acontecimientos en
lada de nuestra época, intemporalmente aJena a
que me vi implicado, quizá convenga recordar lo
nuestras esperanzas y a nuestras certezas.
que estaba sucediendo en aquellas décadas, tal
como entonces lo comprendí, viviéndolo, y tal
como ahora lo recuerdo, enriquecido con lo que
más tarde he oído contar sobre ello; siempre y
(1) La República, 22 de septiembre de 1977.
cuando mi memoria sea capaz de atar los cabos de
. .
(2) Liber aggregationis seu liber secretorum Albert! M�gm, tantos y tan confusos acontecimientos:
Londinium, juxta pontem qui vulgariter dicitur Flete bngge, Ya en los primeros años de aquel siglo el papa
MCCCCLXXXV. Clemente V había trasladado la sede apostólica a
(3) Les admirables secrets d'Albert le Gran�, A Lyon, �hez Aviñón dejando Roma a merced de las ambiciones
les Héritiers Beringos, Fratres, a l'Ense1gne d , Agnppa,
MDCCLXXV; Secrets merveilleux de la Magie Naturelle et de los señores locales, y poco a poco la ciudad
Cabalistique du Petit Albert, A Lyon, ibídem, MDCCXXIX. santísima de la cristiandad se había ido transfor-
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chos meses antes de los acontecimientos que es jeron en ella me sugieren la conveniencia de no
toy relatando, Ludovico, que había llegado a un localizar con mayor precisión, pero cuyos señores
acuerdo con el derrotado Federico, entraba en eran fieles al imperio y en la que todos los abades
Italia, era coronado en Milán, se enfrentaba con de nuestra orden coincidían en oponerse al papa
los Visconti -que, sin embargo, lo habían acogido herético y corrupto. El viaje, no exento de vicisi
favorablemente-, ponía sitio a Pisa, nombraba vi tudes, duró dos semanas, en el transcurso de las
cario imperial a Castruccio, duque de Luca y Pis cuales pude conocer (aunque cada vez me con
toya (y creo que cometió un error porque, salvo venzo más de que no lo bastante) a mi nuevo
Ugoccione della Faggiola, nunca conocí un hom maestro.
bre más cruel), y ya se disponía a marchar hacia En las páginas que siguen no me permitiré tra
Roma, llamado por Sciarra Colonna, señor del zar descripciones de personas -salvo cuando la
lugar. expresión de un rostro, o un gesto, aparezcan
Esta era la situación en el momento en que mi como signos de un lenguaje mudo pero elo
padre, que combatía junto a Ludovico, entre cu cuente-, porque, como dice Boecio, nada hay más
yos barones ocupaba un puesto de no poca impor fugaz que la forma exterior, que se marchita y se
tancia, consideró conveniente sacarme del monas altera como las flores del campo cuando llega el
terio benedictino de Melk -donde yo ya era novi otoño. Por tanto, ¿qué sentido tendría decir hoy
cio- para llevarme consigo y que pudiera conocer que el abad Abbone tuvo una mirada severa y
las maravillas de Italia y presenciar la coronación mejillas pálidas, cuando él y quienes lo rodeaban
del emperador en Roma. Sin embargo, el sitio de son ya polvo y del polvo ya sus cuerpos tienen el
Pisa lo retuvo en las tareas militares. Yo aprove tinte gris y mortuorio (sólo sus almas, Dios lo
ché esta circunstancia para recorrer, en parte por quiera, resplandecen con una luz que jamás se
ocio y en parte por el deseo de aprender, las extingu.irá)? Sin embargo, de Guillermo hablaré,
ciudades de la Toscana, entregándome a una vida una úmca vez, porque me impresionaron incluso
libre y desordenada que mis padres no considera sus singulares facciones, y porque es propio de los
ron propia de un adolescente consagrado a la vida jóvenes sentirse atraídos por un hombre más an
contemplativa. De modo que, por consejo de Mar ciano y más sabio, no sólo debido a su elocuencia
sillo, que me había tomado cariño, decidieron que y a la agudeza de su mente, sino también por la
acompañase a fray Guillermo de Baskerville, sa forma superficial de su cuerpo, al que, como su
bio franciscano que estaba a punto de iniciar una cede con la figura de un padre, miran con entra
misión en el desempeño de la cual tocaría muchas ñable afecto, observando los gestos, y las muecas
ciudades famosas y abadías antiquísimas. Así fue de disgusto, y espiando las sonrisas; sin que la
como me convertí al mismo tiempo en su ama menor sombra de lujuria contamine este tipo
nuense y discípulo; y no tuve que arrepentirme, (quizá el único verdaderamente puro) de amor
porque con él fui testigo de acontecimientos dig corporal.
nos de ser registrados, como ahora lo estoy ha Los hombres de antes eran grandes y hermosos
ciendo, para memoria de los que vengan después. (ahora son niños y enanos), pero ésta es sólo una
Entonces no sabía qué buscaba fray Guillermo; de las muchas pruebas del estado lamentable en
a decir verdad, aún ahora lo ignoro y supongo que que se encuentra este mundo ya caduco. La ju
ni siquiera él lo sabía, movido como estaba sólo ventud ya no quiere aprender nada, la ciencia está
por el deseo de la verdad, y por la sospecha -que en decadencia, el mundo marcha patas arriba, los
siempre percibí en él- de que la verdad no era la ciegos guían a otros ciegos y los despeñan en los
que creía descubrir en el momento presente. Es abismos, los pájaros se arrojan antes de haber
probable que en aquellos años las preocupaciones echado a volar, el asno toca la lira, los bueyes
del siglo lo distrajeran de sus estudios predilectos. bailan, María ya no ama la vida contemplativa y
A lo largo de todo el viaje nada supe de la misión Marta ya no ama la vida activa, Lea es estéril,
que le habían encomendado; al menos, Guillermo Raquel está llena de lascivia, Catón frecuenta los
no me habló de ella. Fueron más bien ciertos lupanares, Lucrecio se convierte en mujer. Todo
trozos de las conversaciones que mantuvo con los está descarriado. Gracias a Dios que en aquella
abades de los monasterios en que nos íbamos de época mi maestro supo infundirme el deseo de
teniendo, los que me permitieron conjeturar la aprender y el sentido de la recta vía, que no se
índole de su tarea. Sin embargo, como diré más pierde por tortuoso que sea el sendero._
adelante, sólo comprendí de qué se trataba exac Así, pues, la apariencia física de fray Guillermo
tamente cuando llegamos a la meta de nuestro era capaz de atraer la atención del observador
viaje. Nos habíamos dirigido hacia el norte, pero menos curioso. Su altura era superior a la de un
no seguíamos una linea recta sino que nos íbamos hombre normal y, como era muy enjuto, parecía
deteniendo en diferentes abadías. Así fue como aún más alto. Su mirada era aguda y penetrante; la
doblamos hacia occidente cuando, en realidad, nariz afilada y un poco aguileña infundía a su
nuestra meta estaba hacia oriente, siguiendo casi rostro una expresión vigilante, salvo en los mo
la línea de montaña que une Pisa con los caminos mentos de letargo a los que luego me referiré.
de Santiago, hasta detenernos en una comarca que También la barbilla delataba una firme voluntad,
los terribles acontecimientos que luego se produ- aunque la cara alargada y cubierta de pecas -como
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pensar con las manos, procedimiento que enton tender cómo podía tener tanta confianza en su
ces yo consideraba más propio de un mecánico amigo de Occam y jurar al mismo tiempo por las
(pues me habían enseñado que el mecánico es palabras de Bacon, como hizo en muchas ocasio
moechus, y comete adulterio en detrimento de la nes. Pero también es verdad que aquellos eran
vida intelectual con la que debiera estar unido en tiempos oscuros en los que un hombre sabio debía
castísimas nupcias): sin embargo, parecía tocar pensar cosas que se contradecían mutuamente.
cosas tan frágiles como ciertos códices cuyas mi Pues bien, es probable que haya dicho cosas
niaturas aún no estaban secas, o páginas corroídas incoherentes sobre fray Guillermo, como para re
por el tiempo y quebradizas como pan ácimo, con gistrar desde el principio la incongruencia de las
la misma delicadeza extraordinaria que empleaba impresiones que entonces me produjo. Quizá tú,
al manipular sus máquinas. Pues he de decir que buen lector, puedas descubrir mejor quién fue y
este hombre singular llevaba en su saco de viaje qué hizo reflexionando sobre su comportamiento
unos instrumentos que hasta entonces yo nunca durante los días que pasamos en la abadía. Tam
había visto. Decía que eran sus máquinas maravi poco te he prometido una descripción satisfactoria
llosas; producto del arte, que imita a la naturaleza, de lo que allí sucedió, sino sólo un registro de
eran capaces de reproducir ya no las meras formas hechos (eso sí) asombrosos y terribles.
de esta última, sino su modo mismo de actuar. Así, mientras con los días fui conociendo mejor
Así, me explicó los prodigios de reloj, del astrola a mi maestro, tras largas horas de viaje que em
bio y del imán. Sin embargo, al comienzo temí que pleamos en larguísimas conversaciones de cuyo
se tratase de brujerías, y fingí dormir en ciertas contenido ya iré hablando cuando sea oportuno,
noches serenas mientras él (valiéndose de un ex llegamos a las faldas del monte en lo alto del
traño triángulo) se dedicaba a observar las estre cual se levantaba la abadía. Y ya es hora de que,
llas. Como los franciscanos que había conocido en como nosotros entonces, a ella se acerque mi re
Italia y en mi tierra eran hombres simples, a me lato, y ojalá mi mano no tiemble cuando me dis
nudo iletrados, la sabiduría de Guillermo me sor pongo a narrar lo que sucedió después.
prendió. Explicó, sonriendo, que los franciscanos
de sus islas eran de otro cuño: «Roger Bacon, a
quien venero como maestro, nos ha enseñado que Primer día
algún día el plan divino pasará por la ciencia de las
máquinas, que es magia natural y santa. Y un día PRIMA
por la fuerza de la naturaleza se podrán fabricar
instrumentos de navegación mediante los cuales Donde se llega al pie de la abadía y Guillermo da
los barcos podrán navegar único homine regente, pruebas de gran agudeza
y mucho más rápido que los impulsados por velas
o remos; y habrá carros 'ut sine animali movean Era una hermosa mañana de finales de noviem
tur cum impetu inaestimabili, et instrumenta vo bre. Durante la noche había nevado un poco, pero
landi et horno sedens in medio instrumentis revol la fresca capa que cubría el suelo no superaba los
vens aliquod ingenium per quod alae artificaliter tres dedos de espesor. A oscuras, en seguida des
composita aeremverberent, ad modum avis volan pués de laudes, habíamos oído la misa en una
tis'. E instrumentos pequeñísimos capaces de le aldea de abajo. Luego, al despuntar el sol, nos
vantar pesos inmensos, y vehículos para viajar al habíamos puesto en camino hacia las montañas.
fondo del mar. » Mientras trepábamos por la abrupta vereda que
Cuando le pregunté dónde existían esas máqui serpenteaba alrededor del monte, vi la abadía. No
nas, me dijo que ya se habían fabricado en la me impresionó la muralla que la rodeaba, similar a
antigüedad, y que algunas también se habían po otras que había visto en todo el mundo cristiano,
dido construir en nuestra época: «Salvo el instru sino la mole de lo que después supe que era el
mento para volar, que nunca he visto ni sé de Edificio. Se trataba de una construcción octogonal
nadie que lo haya visto, aunque conozco a un que de lejos parecía un tetrágono (figura perfectí
sabio que lo ha ideado. También pueden cons sima que expresa la solidez e invulnerabilidad de
truirse puentes capaces de atravesar ríos sin apo la Ciudad de Dios) cuyos lados meridionales se
yarse en columnas ni en ningún otro basamento, y erguían sobre la meseta de la abadía mientras que
otras máquinas increíbles. No debes inquietarte los septentrionales parecían surgir de las mismas
porque aún no existen, pues eso no significa que faldas de la montaña, arraigando en ellas y alzán
no existirán. Y yo te digo que Dios quiere que dose como un despeñadero. Quiero decir que en
existan, y, sin duda, ya existen en su mente, aun algunas partes, mirando desde abajo, la roca pare
que mi amigo de Occam niegue que las ideas exis cía prolongarse hacia el cielo, sin cambio de color
tan de ese modo, y no porque podamos decidir ni de materia, y convertirse, a cierta altura, en
acerca de la naturaleza divina, sino precisamente, burche y torreón (obra de gigantes habituados a
porque no podemos fijarle límite alguno». Esta no tratar tanto con la tierra como con el cielo). Tres
fue la única proposición contradictoria que escu órdenes de ventanas expresaban el ritmo ternario
ché de sus labios: sin embargo, todavía hoy, ya de la elevación, de modo que lo que era física
viejo y más sabio que entonces, no acabo de en- mente cuadrado en la tierra era espiritualmente
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¡ �,�
tual. Ocho es el número de la perfección de todo
tegrágono; cuatro, el número de los evangelios;
cinco, el número de las partes del mundo; siete, el
número de los dones del Espíritu Santo. Por la
mole, y por la forma, el Edificio era similar a
Castel o a Castel del Monte, que luego varía en el
1 b)
sur de la península itálica, pero, por su situación
inaccesible, más tremendo que ellos, y capaz de
infundir temor al viajero que se fuese acercando
poco a poco. Por suerte era una diáfana mañana
de invierno y no vi la construcción con el aspecto
que presenta los días tormentosos.
Sin embargo, no diré que me produjo sentimien
tos de júbilo. Me sentí amedrentado, presa de una
vaga inquietud. Dios sabe que no eran fantasmas
de mi ánimo inexperto, y que interpreté correcta
mente inequívocos presagios inscritos en la piedra
el día en que los gigantes la modelaran, antes de
que la errada voluntad de los monjes se atreviese
a consagrarla a la custodia de la palabra divina.
Mientras nuestros mulos subían trabajosa
mente por los últimos repliegues de la montaña,
donde el camino principal se ramificaba formando
un trivio, con dos senderos laterales, mi maestro
se detuvo un momento y miró hacia un lado y otro
del camino, miró el camino y, por encima de éste,
los pinos de hojas perennes que, en aquel corto
tramo, formaban un techo natural, blanco por la
nieve.
triangular en el cielo. Al acercarse más se advertía «Rica abadía», dijo. «Al abad le gusta aparecer
que, en cada ángulo, la forma cuadrangular en bien en público».
gendraba un torreón heptagonal, cinco de cuyos Acostumbrado a oirle decir las cosas más extra
lados asomaban hacia afuera; o sea que cuatro de ñas, nada le pregunté. Además porque, poco des
los ocho lados del octágono mayor engendraban pués, escuchamos ruidos y, en un recodo, surgió
cuatro heptágonos menores, que hacia afuera se un grupo agitado de monjes y servidores. Al ver
manifestaban como pentágonos. Evidente, y ad nos, uno de ellos vino a nuestro encuentro di
mirable, armonía de todos esos números sagrados, ciendo con gran cortesía: «Bienvenido, señor. No
cada uno revestido de un sutilisimo sentido espiri- os asombréis si imagino quién sois, porque nos
han avisado de vuestra visita. Soy Remigio de
Varagine, el cillerero del monasterio. Si sois,
como creo, fray Guillermo de Baskerville, habrá
que avisar al Abad. «¡Tú!, ordenó a uno del
grupo, sube a avisar que nuestro visitante está por
entrar en el recinto».
«Os agradezco, señor cillerero,» respondió cor
dialmente mi maestro, «y aprecio aún más vuestra
cortesía porque para saludarme habéis interrum
pido vuestra persecución'. Pero no temáis, el caba
llo ha pasado por aquí y ha tomado el sendero de
la derecha. No podrá ir muy lejos porque al llegar
al estercolero tendrá que detenerse. Es demasiado
inteligente como para arrojarse por la pen
diente...»
«¿ Cuándo lo habéis visto?», preguntó el cille
rero.
«¿Verlo? No lo hemos visto, ¿verdad Adso?»,
dijo Guillermo volviéndose hacia mí con expresión
divertida. «Pero si buséáis a Brunello, el animal
sólo puede estar donde os he dicho.»
El cillerero vaciló. Miró a Guillermo, después al
sendero, y, por último, preguntó: «¿Brunello?
¿Cómo sabéis?»
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«¡Vamos !», dijo Guillermo, «es evidente que gras... Por último, no me dirás que no sabes que
estáis buscando a Brunello, el caballo preferido esa senda lleva al estercolero, porque al subir por
del Abad, el mejor corcel de vuestra cuadra, pelo la curva inferior hemos visto la chorreadura de los
negro, cinco pies de alzada, cola elegante, cascos detritos que caía a pico justo debajo del torreón
pequeños y redondos, pero, sin embargo, de ga meridional, ensuciando la nieve; y, dada la dispo
lope bastante regular; cabeza pequeña, orejas fi sición de la encrucijada, la senda sólo podía ir en
nas, pero ojos grandes. Se ha ido por la derecha, aquella dirección.»
os digo, y, en todo caso, apresuraos.» «Sí» dije, «pero la cabeza pequeña, las orejas
El cillerero, tras un momento de vacilación, finas, los ojos grandes...»
hizo un signo a su grupo y se lanzó por el sendero «No sé si los tiene, pero, sin duda, los monjes
de la derecha, mientras nuestros mulos reiniciaban están persuadidos de que sí. Decía Isidoro de Se
la ascensión. Cuando, mordido por la curiosidad, villa que la belleza de un caballo exige «ut sit
estaba por interrogar a Guillermo, éste me indicó exiguum caput, et sicum prope pelle ossibus ad
que esperara. En efecto: pocos minutos más tarde haerente, aures breves et argutae, oculi magni,
escuchamos gritos de júbilo, y en el recodo del nares patulae, erecta cervix, coma densa et cauda,
sendero reaparecieron monjes y servidores tra ungularum soliditate fixa rotunditas». Si el caballo
yendo al caballo por el freno. Pasaron junto a cuyo paso he inferido no hubiese sido realmente el
nosotros sin dejar de mirarnos un poco estupefac mejor de la cuadra, no podrías explicar por qué
tos, y se dirigieron con paso más acelerado hacia tras él no sólo han corrido los mozos, sino tam
la abadía. Creo, incluso, que Guillermo retuvo un bién el propio cillerero. Y un monje que considera
poco la marcha de su montura para que pudieran excelente a un caballo sólo puede verlo, al margen
contar lo que había sucedido. En efecto: ya había de las formas naturales, tal como se lo han des
descubierto que mi maestro, hombre de elevada crito las auctoritates, sobre todo si, y aquí me
virtud en todo y por todo, se concedía el vicio de dirigió una· sonrisa maliciosa, «se trata de un
la vanidad cuando se trataba de demostrar su agu docto benedictino...»
deza; de modo que, habiendo tenido ya ocasión de «Bueno,» dije, «pero, ¿por qué Brunello?»
apreciar sus sutiles dotes de diplomático, com «¡Que el Espíritu Santo ponga un poco más de
prendí que deseaba llegar a la meta precedido por sal en tu cabezota, hijo mío! », exclamó el maes
una sólida fama de sabio. tro. «¿Qué otro nombre le habrías puesto si hasta
«Y ahora decidme», pregunté sin poder conte el gran Buridán, que está a punto de ser rector en
nerme, «¿cómo habéis hecho para saber?» París, no encontró nombre más natural para refe
«Mi querido Adso», dijo el maestro, «durante rirse a un caballo hermoso?»
todo el viaje he estado enseñándote a reconocer Así era mi maestro. No sólo sabía leer en el gran
las huellas por las que el mundo nos habla como libro de la naturaleza, sino también en el modo en
un gran libro. Alain de l'Ile decía que que los monjes leían los libros de la escritura, y
omnis mundi creatura pensaban a través de ellos. Dotes éstas que, como
quasi líber et pictura veremos, habrían de serle bastante útiles en los
nobis est in speculum días que siguieron. Además, su explicación me
pensando en la inagotable reserva de símbolos por pareció al final tan obvia que la humillación por no
los que Dios, a través de sus criaturas, nos habla haberla descubierto yo mismo quedó borrada por
de la ·vida eterna. Pero el universo es aún más el orgullo de compartirla ahora con él, hasta el
locuaz de lo que creía Alain, y no sólo habla de las punto de que casi me felicité por mi agudeza. Así
cosas últimas (en cuyo caso siempre lo hace de un es la fuerza de la verdad, que, como la bondad,
modo oscuro), sino también de las cercanas, y en tiende a expandirse. Alabado sea el santo nombre
esto es clarísimo. Me da casi vergüenza tener que de nuestro señor Jesucristo por esa hermosa reve
repetirte lo que deberías saber. En la encrucijada, lación que entonces tuve.
sobre la nieve aún fresca, estaban marcadas con Pero no pierdas el hilo-, ¡oh, relato!, pues este
mucha claridad las improntas de los cascos de un monje ya viejo se detiene demasiado en los margi
caballo, que apuntaban hacia el sendero situado a nalia. Di, más bien, que llegamos al gran portalón
nuestra izquierda. Esos signos, separados por dis de la abadía y que en el umbral estaba el Abad
tancias bastante grandes y regulares, decían que acompañado de dos novicios que sostenían un ba
los cascos eran pequeños y redondos, y el galope cín de oro lleno de agua. Una vez que hubimos
muy regular; de allí deduje que se trataba de un descendido de nuestras monturas, lavó las manos
caballo, y que su carrera no era desordenada de Guillermo y después lo abrazó besándolo en la
como la de un animal desbocado. Donde los pinos boca y dándole su santa bienvenida; mientras, el
formaban una especie de cobertizo natural, algu cillerero se ocupaba de mí.
nas ramas acababan de ser rotas, justo a cinco «Gracias, Abbone,» dijo Guillermo, «es para mí
pies del suelo. Una de las matas de zarzamora una alegría, excelencia, pisar vuestro monasterio,
situada donde el animal debe de haber girado'. cuya fama ha traspasado estas montañas. Vengo
meneando altivamente la hermosa cola, para to como peregrino en el nombre de Nuestro Señor y
mar el sendero de su derecha, aún conservaba como tal me habéis rendido honores. Pero tam
entre sus espinas algunas crines largas y muy ne- bién vengo en nombre de nuestro señor en esta
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