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Con el empobrecimiento general, cundía la usura (“la usura


que consume a estos pueblos”, escribe Régulo Martínez), que sig-
nificaba naturalmente el estrangulamiento y la desposesión de los
pequeños propietarios criollos por obra del prestamista (quien
sería por cierto, el comerciante vinculado al puerto, el importa- MITRE - EL PRECIO DEL PROGRESO
VI,
dor de mercadería inglesa, jefe del partido liberal o de alguna
de sus fracciones, mitrista, desde luego, y civilizador). Este pro-
ceso, lento y gradual como una infección, pero sin término y con
Las circunstancias en que Mitre asumió el gobierno eran gra-
víctimas a millares, cambiaría en pocos años la fisonomía social
ves en el mundo occidental. Europa estaba conmovida por las
del norte haciendo de provincias ricas miserables desiertos y un
luchas nacionales de Italia y Alemania en procura de su unidad.
proletariado famélico de lo que era la clase sana, digna y afin-
Garibaldi atacaba Roma y fracasaba en Aspromonte. Grecia se
cada de artesanos, agricultores y ganaderos, que se armaban y y los siervos obtenían en Rusia su estatuto de li-
convulsionaba
equipaban a su costa para defender, en la ““montonera”, su tierra
beración. Los Estados Unidos de Norte América se hallaban divi-
y su libertad. III aprovechaba la
didos por sangrienta guerra civil y Napoleón
coyuntura para adquirir posesiones en América. Con el pretexto
de la deuda mexicana invadía México con ayuda de España y
luego, por excusación de ésta, con sólo su ejército: triunfante,
impondría dos años más tarde el efímero imperio azteca del ar-
chiduque Maximiliano de Austria.
Con poco más de cuarenta años, es decir, en pleno vigor de
su edad, se abría en esos momentos para el general Mitre la po-
sibilidad de hacer un gran gobierno. Recibía un país enfermo y
extenuado, que se hallaba entregado a su merced. La oposición
interna estaba vencida; su jefe presunto, enclaustrado en su feu-
do, no quería sino obedecer. Los testimonios de la época con-
cuerdan en reconocer la expectativa simpática que rodeó el adve-
nimiento al gobierno eel caudillo liberal, que venía con tanto
ímpetu y profería tantas promesas. Todo el mundo quería la paz
y colaborar en ella, desde la oposición alsinista de Buenos Aires
hasta Peñaloza y sus hombres de los valles riojanos.
Si Mitre hubiera sido realmente un gran hombre, la grave
responsabilidad de que se encontraba investido lo habría hecho
sobreponerse a las pasiones recientes del demagogo y del guerre-
ro, para elevarse al plano del estadista, según ejemplos ilustres
de la historia. Estaba en sus manos curar las heridas de la patria
y presidir su recuperación. Bastábale retomar las grandes líneas
internas y externas de la acción de Rosas, adaptándolas al nuevo
orden institucional y a las exigencias del progreso técnico cuya
hora había llegado en el mundo; o sea, mantener con firmeza la
política de la independencia y la unidad, inspirada en la idea
republicana, que era la mejor tradición de la patria, para recupe-
rar la hegemonía en la cuenca del Plata perdida en Caseros. Lo
cual no contradecía, sino que hubiera favorecido la aspiración
a

proclamada de incorporar a la República las ventajas de la civili-


oc)
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zación europea. Con ello habría restaurado su unidad espiritual y los emigrados y del partido unitario, mientras que sus adversarios
geográfica, devolviéndole la conciencia de su destino y ponién- respondían a la tradición de Oribe. Las protestas del gobierno
dola en condiciones de hacerse grande y fuerte; y habría logrado uruguayo ante el argentino fueron rechazadas por el ministro de
la gloria auténtica de los reconstructores y los fundadores. relaciones exteriores, doctor Elizalde, quien negó que hubiera
No lo hizo el general Mitre. La experiencia lo había conver- habido apoyo gubernativo a Flores y explicó los desbordes
tido en un político cauto y sagaz, hábil para la maniobra oportu- periodísticos por la libertad que, en esa materia, era aquí la ley.
na que constituía la clave del éxito; pero le había negado las gran- La guerra civil en el Estado Oriental repercutió en esta orilla
des iluminaciones del estadista. Llegado a la presidencia de la con la división de las simpatías públicas entre las respectivas ban-
Nación, seguía siendo el ideólogo de siempre; y lo que era peor, derías. La cuestión no podía sernos ajena y suscitaba los viejos
el emigrado, imbuido aún de las ideas que había escuchado de reflejos partidarios. La opinión federal se inclinó hacia el gobier-
labios de don Florencio Varela, en lo más recio de la campaña no amenazado, al que el general Urquiza, desde su feudo de
contra la independencia argentina. Por lo cual, lejos de retomar Entre Ríos, incluso ayudó con armas y hombres, aunque sin
la línea de la política salvadora, actuó como su permanente con- tomar actitudes públicas que pudieran enfrentarlo al gobierno
tradicción. nacional
Mientras toda América se estremecía de indignación por el Se suceden laboriosas negociaciones, en las que intervienen
ataque francés a México, el ministro de Mitre en París, señor el ministro Elizalde y el enviado brasileño, tendientes a obtener la
Balcarce, banqueteaba a los traidores mexicanos que allá nego- paz por el sometimiento del gobierno uruguayo a las exigencias
ciaban la entrega al emperador impuesto. Dos años más tarde, la del jefe en armas, que implican la entrega de la situación. Flores
escuadra española bombardeaba Valparaíso, provocando la soli- no tiene, en realidad, fuerzas para triunfar por sí solo; su ««mpre-
daridad de todas las repúblicas hermanas de Chile; el general sa, que ensangrienta el territorio, está jalonada de contrastes.
Mitre declaró que este episodio no nos incumbía de ningún mo- Necesita el apoyo extranjero. Brasil, por su parte, no puede ad-
do, porque estábamos más cerca de Europa que de América. Al mitir la injerencia argentina en el Uruguay; busca el consabido
mismo tiempo permitía la desenfadada intervención brasileña pretexto de las injurias a sus connacionales de la frontera, y envía
en el Uruguay y preparaba la alianza con el Brasil para sacrificar un ultimátum, cuyo rechazo le da motivo para la intervención
sin piedad a los hermanos paraguayos. Quería demostrar así que “armada. La tercera, después de Caseros.
sabía servir mejor que Urquiza los intereses del poderoso vecino. El general Mitre, no obstante la militancia ostensible de
Con todo ello, pasado el primer momento de tregua y ex- su partido en el conflicto, mantenía una actitud de neutralidad
pectativa, la guerra civil volvería a desatarse en el interior, más teórica que no engañaba a nadie y en cuya virtud permaneció
enconada y feroz que nunca y no cesaría durante todo el tiempo impasible ante el irritante atropello brasileño, que se limitó a
de su presidencia. “lamentar”. Como antes Urquiza, se mantenía indiferente a la
prescripción del tratado de 1828, que nos hacía garantes de la
independencia uruguaya, dejando al gobierno brasileño el “beau
oo róle” de defensor de esa independencia, que se suponía amena-
zada por nosotros. Así lo afirmaban sus voceros en las Cámaras,
A los pocos meses de asumir el mando el general Mitre, se al justificar su política intervencionista. El ejército del Brasil
produjo la revolución uruguaya, encabezada por el general don entró sin obstáculos en territorio uruguayo para apoyar a Flores,
Venancio Flores, contra el excelente gobierno blanco del presi- y la escuadra del almirante Tamandaré se posesionó de las aguas
dente Berro. del Uruguay.
El general Flores, dado de alta en el ejército de Buenos
Aires, había acompañado a Mitre en Pavón y dirigido luego la
ocupación de Santa Fe, venciendo a Virasoro en Cañada de ES
Gómez. Su expedición se había preparado en Buenos Aires,
donde funcionaba incluso en forma pública una oficina de Entre tanto, había muerto el presidente del Paraguay don
reclutamiento, y la auspiciaba con calor la prensa mitrista. El Carlos Antonio López y su hijo, el mariscal don Francisco Solano
partido colorado era, como se recordará, el aliado tradicional de López, había sido elegido para sucederlo.
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La situación interior del Paraguay, flanqueado por vecinos y colonización, que no era más que la exigencia ineludible de los
poderosos, con fronteras no determinadas todavía por tratados, tiempos nuevos. El país había aumentado en un tercio su pobla-
habíanle impuesto una política de fortalecimiento interno y de ción en la última década y era necesario acompañar ese ritmo con
militarización rigurosa. Su ejército primitivo de 5.000 hombres, la tarea rutinaria del ajuste, que no constituye una gloria especial
con 20.000 de reserva, había sido elevado en 1857, por el extin- para ningún gobierno, sino su función normal de órgano de admi-
to presidente, a 18.000 y 48.000. El país poseía arsenales y fábri- nistración. La nación crecía y se desarrollaba por impulso propio;
cas de pólvora, y se acababa de construir un ferrocarril, iniciado y realmente ese progreso —notable sobre todo en Buenos Aires y
en 1859, de Asunción hasta Paraguarí. Contaba, además, con una sus inmediaciones— tenía algo de sorprendente, que no era cosa
línea telegráfica sobre una distancia de trescientos kilómetros, de la Argentina, ni de su régimen, sino del siglo. Como Buenos
y con sólidas fortificaciones, que podían cerrar el paso del río Aires, crecían las ciudades europeas y caían en éxtasis ante los
Paraguay y del alto Paraná. nuevos hallazgos de la técnica —ferrocarril, telégrafo, iluminación
Era evidente que la república del Paraguay, con su indepen- a gas—, sin que pensaran atribuirlo ni Francia a su Emperador, ni
dencia recién reconocida, representaba una fuerza considerable Roma a su Papa.
en esos momentos y con mayor preparación bélica que la Argen- El sofisma nacional que atribuye al auge del liberalismo des-
tina empobrecida y anarquizada. Su desarrollo y su potencia, lo- pués de Caseros el progreso del país, es el conocido sofisma (post
grada con una política de regulación del comercio y del fomento hoc, ergo propter hoc) que atribuye causalidad a la mera coinci-
de sus propios recursos, muy similar a la del Restaurador, signi- dencia: el del gallo de Rostand, que creía hacer salir el sol con su
ficaba un desmentido rotundo al sofisma liberal que hacía del canto. La verdad es que ese tipo de desarrollo es indiferente a los
comercio libre la condición necesaria del progreso. regímenes y se da históricamente en todos, por lo cual tampoco
El mariscal López, que había tenido -la actuación que cono- implica mérito. Para juzgarlos, no debe, pues, tenerse en cuenta
cemos a raíz de Cepeda, no podía quedar indiferente a los pro- dicho factor, sino la orientación política general.
blemas del Plata, ni a la intervención de los vecinos en los asuntos Y en este aspecto, no sólo no habíamos progresado, sino
uruguayos. Desconfiaba de las intenciones del Brasil y de la acti- que habíamos retrogradado, de tal modo que los nuevos esplen-
tud del general Mitre, pues suponía que un entendimiento de éste dores con que se encandilaban los panegiristas del régimen no
con el Imperio sobre el territorio uruguayo podía significar para eran más que una apariencia falaz, que encubría una realidad
su país una futura amenaza. Su política se concentraba en la fór- cada vez más pobre y más triste.
mula del “equilibrio” de poder, el cual peligraría en el caso de un El país, en realidad, se empobrecía, crecía anémico, se “iba
crecimiento desmedido del Brasil o de la Argentina. Para mante- en vicio”? como las naturalezas entecas. Estaba siendo despojado
nerlo inició, desde luego, una larga y laboriosa gestión diplomá- de su energía vital en favor de ese progreso de tan brillante facha-
tica ante el gobierno uruguayo, Río de Janeiro y Buenos Aires, da pero que encubría un sistema parasitario y destructor de la
exponiendo sus puntos de vista y exigiendo explicaciones, con la verdadera riqueza espiritual y material.
advertencia de que no aceptaría niguna medida bélica contra el " Ya vimos el progreso efectivo que se había sentido en la
gobierno de Montevideo. No olvidaba conservar contacto con época de la Confederación, fundado en las medidas protectoras
su amigo el general Urquiza, cuya simpatía por los “blancos” lo de la industria nacional que se aplicaron por medio de aranceles
mostraba como un aliado posible. de Aduana. Según el censo de 1853, Buenos Aires (un “vasto
taller industrial”, al decir de Martín de Moussy) tenía 106 fábri-
cas montadas, entre ellas dos fundiciones, una de molinos de
ES viento y varias de velas, tafiletes, pianos, jabones, cerveza y ca-
rruajes; además, 743 talleres y 2.000 casas de comercio. La
Con Elizalde, Rawson, Vélez Sársfield y Costa en su gabi- industria del tejido en el interior, así como la viñatera y algodo-
nete, el general Mitre, acompañado de Cámaras adictas, había nera, estaban en pleno florecimiento, y cada población del inte-
dado comienzo con gran impulso a su programa “civilizador”, rior se bastaba a sí misma en infinidad de artículos. La industria
que se tradujo desde luego en numerosas reformas de carácter era incipiente, pero sólidamente establecida y en pleno creci-
administrativo, en el aumento de algunos kilómetros de líneas fe- miento. Sólo faltaba ir acrecentándola y perfeccionándola con los
rroviarias (inglesas), y en otras mejoras en materia de inmigración aportes del progreso técnico, a medida que las circunstancias lo
exigieran.
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Ahora bien, ¿qué ocurriría después de Mitre? “Jamás ha zas de línea del ejército nacional,
estado tan pobre nuestro comercio —escribía don destacadas para sostener a los
Vicente Fidel gobernadores intrusos. Se combate
López en 1871, tres años después de terminar aquél en La Rioja, en Catamarca,
los seis de su en Mendoza, en San Luis, en mult
presidencia—: jamás han estado tan abatidas itud de acciones que alcanzan
nuestras industrias grandes extremos de ferocidad
de producción; jamás la empleomanía ha
sido un anhelo más y donde las
fuerzas regulares se
vivo y más desesperante. . .”. Ello probaba, a su - desesperan ante un enemigo que
juicio, “nuestra combate con táctica peculiar,
pobrez atacando por sorpresa y dispersá
a social
y nuestra ineptitud para levantar con nuestr ndose luego, para reconstituirse
dustria las riquezas que Dios ha dado a nuestro suelo” a in- y volver a atacar en la forma más inesperada. Los gauc
. “Todas las batientes siguen a diversos caudillos, hos com-
demás industrias (exceptuando la ganadería) son tan rudim tenientes del Chacho o jefes
rias y tan escasas en su »broducción que puede enta- autónomos, muchos de los cuales degeneran en
decirse que no se res, por afición o desesperación; pero meros salteado-
hallan ni se pueden hallar en el mercado: son curios
idades, obje-
que en su mayor parte pe-
tos raros. ..”. Y finalmente, indicaba la causa. lean en defensa de su tierra y sus
“Este es el resul- hogares por patriotismo, y
tado de nuestras leyes administrativas; y precisamente obedecen a normas de honor. El gener
lo es por al Peñaloza es el caudillo
las leyes indiscutido de casi todos, y ya conocemo
y por la política que ha pasado hasta ahora
entre nos- s sus antecedentes y su
otros como la más liberal y la más adelantada: conducta en la guerra. En esta ocasión,
la absoluta liber- el Chacho pelea con en-
tad del comercio de cambio”. carnizamiento, dispuesto a vencer.
En un rápido contraataque
Es de advertir que en. 1862 el error intelectual llega hasta Córdoba, apoderándose
de la ciudad.
era apenas Pelean ¿esperando qué? Esperando que
posible. Veinte años antes había publicado Federi Urquiza se pronun-
co List su Sis- cie y se ponga al frente de la reacción
tema de Economía Nacional, discutido en todo argentina y federal. Saben
el mundo
civi- que la lucha se ha encendido en el Urug
lizado y en el que probaba que el libre cambio sólo uay, que Urquiza y Mitre
convenía a las están en campos opuestos, que Lópe
potencias fuertemente industrializadas en sus z es amigo de Urquiza y
relaciones con las que Mitre apoya a los “brasileros”. Cree
agrícolo-ganaderas. El libre cambio a la maner n que ha llegado la oca-
a de Adam Smith sión para una reacción salvadora y
y Cobden, de cuya aplicación había hecho el efectivamente reciben de
general Mitre la tiempo en tiempo, por diferentes cond
razón de su vida, era a la sazón doctrina uctos, la noticia de que al
solamente exportada fin el caudillo de Entre Ríos se ha pron
con éxito por los ingleses a los negros de sus unciado y se moviliza.
colonias, junto con Pero el caudillo entrerriano permanec
las cuentas de vidrio coloreado y otros instrument e quieto en su palacio de
os de proseli- San José. Está rico y gordo. ¿Para qué
tismo. Los Estados Unidos, en cambio, habían optad habría de pronunciarse?
o por la pro- Sarmiento se ha erigido en director de
tección —de donde su rápido y triunfal desarrollo—, la guerra en San Juan
así como la y expide órdenes de aniquilamiento y exte
naciente Alemania. rminio.
A la ruina de nuestras industrias — y el consig La suert
e se le da vuelta al Chacho que ha
uiente desáni.- de la ayuda de Urquiza. Paunero lo desesperado al fin
mo de nuestros productores (que se convertían derrota en Las Playas el
en aspirantes a 26 de junio de 1863. Y en Caucete,
puestos públicos, como dice López)— correspond el 30 de octubre, vuelve a
ería la correla- ser vencido, con un puñado de partidarios, por
tiva inundación de nuestros mercados por merca el mayor Irrazá-
dería extranjera, bal, de la división comandada por
principalmente inglesa, para deleite de los elegan el general Arredondo. Se refu-
tes “porteños”. gia en Olta, donde es buscado y muer
to, después de rendido.
“Los salvajes unitarios están de fiesta —esc
en “El Argentino”, ribía en esos días,
un joven periodista, testigo angustiado de
ko desdichas nacionales, que se llamaba José Hern las
la muerte de uno de los caudillos más ández—. Celebran
Era natural que, pasado el primer momento
de expectativa, prestigiosos, más generosos
la guerra civil volviera a encenderse en y valientes que ha tenido la República.
el interior, motivada en El partido federal tiene un
el cariz nuevo mártir. El partido unitario tiene
de la nueva política y en las provocaciones de los un crimen más que escri-
del gobierno nacional.
agentes bir en la página de sus horrendos crím
enes. El general Peñaloza
ha sido degollado. El hombre ennoblec
En los primeros meses de 1863 se rompe la tregua y se con- ido por su inagotable pa-
flagra el noroeste. Peñaloza 'se pone en pie de triotismo, el Viriato argentino ante cuyo
defensa, dispuesto prestigio se estrellaban
a resistir y empieza la-lucha de la “montonera las huestes conquistadoras, acaba
” contra las fuer- de ser cosido a puñaladas en
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su propio lecho, degollado y su cabeza ha sido conducida, como


prueba del buen desempeño del asesino, al bárbaro Sarmiento”.

ko VI. LA GUERRA INICUA

Los acontecimientos de .la Banda Oriental habrían de pre-


cipitarse en los últimos meses de 1864 y comienzos del año si- La entrada de las tropas brasileñas enel Uruguay y la ocupa-
guiente. ción primero de Melo y después de Paysandú (2 de enero de
Con el ultimátum del Brasil al gobierno uruguayo, el maris- 1865), mientras Mitre se declaraba neutral en la “cuestión inter-
cal López había vislumbrado cuál sería el desarrollo natural del na” que, según él dividía a los orientales, conmovió toda la región
conflicto y empezó a prepararse para la guerra, que juzgaba ine- del Plata. La toma de esta última población, después de dos días
vitable. Inútilmente trató de obtener de Mitre la condenación de bombardeo por la escuadra brasileña a las órdenes de Taman-
de los procedimientos brasileños y el cumplimiento, por parte daré, indignó especialmente en la ejecución de su heroico defen-
de la Argentina, de las obligaciones del tratado de 1828. Mitre era sor, el general Leandro Gómez, después de rendido. Muchos ar-
neutral; Mitre quería la paz. La verdad es que no estábamos pre- gentinos habían acudido al llamado del honor, para empuñar las
parados para la guerra y que todas las fuerzas de que se disponía armas contra el enemigo histórico, y la oposición enrostró aira-
resultaban apenas suficientes para mantener sujetas a las provin- damente a Mitre su manifiesta complicidad en las desgracias
cias y guarnecer la frontera con la indiada. La neutralidad de orientales y su tolerancia con el invasor.
Mitre tenía un doble aspecto: dejar, por una parte, manos libres Para entender cumplidamente las circunstancias de este pe-
al Brasil, que acudía en ayuda de Flores, el amigo común, y man- ríodo confuso de nuestra historia, hay que tener presentes los
tener adormecido a Urquiza, a quien se le había vuelto a desper- sentimientos de la época. No obstante la secesión uruguaya y
tar tardíamente su antiguo reflejo antibrasileño de buen federal, paraguaya, la conciencia de la unidad se mantenía muy viva y
ante el sacrificio de sus amigos “blancos”. aún existían, tanto en las provincias disidentes como en la Argen-
Aunque jurídica y oficialmente neutral, el general Mitre dis- tina, vastos sectores que consideraban esa situación como provi-
taba mucho de serlo en sus predilecciones. Su estirpe unitaria lo soria. Era demasiado reciente el recuerdo de las luchas comunes,
predisponía a la atracción por el Brasil, teatro de algunas de sus y la solidaridad militante prevalecía sobre la separación política.
expansiones de proscripto; era amigo del Emperador, quien lo El Uruguay no era extranjero. Mitre se sentía más afín con Flores
había condecorado; consideraba que su régimen era una “demo- que con Urquiza, y éste más solidario de los blancos que de Mi-
cracia coronada”, salvo el pequeño detalle de la “institución tre. Tampoco era extranjero el Paraguay. Todo el interior —salvo
peculiar” de la esclavitud negra, y profesaba que, de todos mo- los núcleos mitristas— vibraba de simpatía por el mariscal López
dos, la civilización y el “adelanto” estaban en esta parte del mun- en su apoyo al gobierno de Montevideo amenazado por el Brasil.
do, representados por el Imperio. Además, el Brasil ayudaba a su “¿Aliarme con los porteños? Prefiero a Calfucurá”. Esta expre-
amigo uruguayo, que era el general Flores. En cambio, el Para- sión del general don Ricardo López Jordán, segundo de Urquiza
guay era una dictadura, para peor, ¡monopolista! Su estado de en Entre Ríos, caracterizaba la reacción federal. El “extranjero”
“barbarie” lo llevaba a congeniar con los blancos y con Urquiza. era el Brasil. Como en las luchas de veinte años antes, se plantea-
Era urgente encauzarlo cuanto antes, aunque fuese a la fuerza, ba nuevamente el conflicto entre la opinión verdaderamente
por las vías del comercio libre, o sea de la civilización. nacional; celosa de la integridad y la soberanía, y los unitarios
Estos sentimientos presidenciales, reflejados en su prensa aliados al extranjero.
adicta, en la que menudeaban las pullas sobre el Paraguay y su No es de extrañar, pues, que la evidencia de la confabula-
gobernante, habrían de influir en los acontecimientos que preci- ción expresada provocara la consiguiente reacción argentina y
pitarían nuestra entrada en la guerra inicua: consecuencia de la que todas las miradas se volvieran hacia el general Urquiza como
previa alianza moral del gobierno de Mitre con la revolución colo- el candidato a encabezarla. Las reiteradas defecciones de éste
rada y con el Imperio. debieron hacer pensar dos veces a los advertidos; pero los pueblos
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son crédulos y no se cansan de esperar. No era inconcebible, por Los compromisos —que encubrían una alianza tácita— del
cierto, que el caudillo entrerriano, aleccionado por la experiencia presidente argentino con el Brasil eran demasiado visibles para
y ante la posibilidad del éxito de la empresa, se decidiera a volver que pudiese el dictador paraguayo llamarse a engaño. Fue por
tardíamente por su honor. Además, era el único indicado para ello que se empeñó en obtener declaraciones categóricas sobre la
ello, por su posición y sus recursos. conducta que asumiría en el futuro, con la intención de forzar
En este sentido se habían iniciado, desde el estallido del al mismo tiempo el levantamiento argentino que esperaba. Invo-
conflicto, activas negociaciones. El plan consistía en provocar un cando su estado de guerra con el Brasil, pidió permiso al gobier-
no argentino para trasladar sus tropas por una faja de nuestro
levantamiento nacional encabezado por el caudillo de Entre Ríos, ello constituiría viola-
para aislar a Buenos Aires y apoyar, aliados a López, la resistencia
territorio. Mitre se lo negó, alegando que
ción de la neutralidad, y que el caso no podía parangonarse al
del gobierno uruguayo contra el Imperio. A los primeros anun- y, naturalmente, tam-
tránsito “por agua” permitido al Brasil
cios de este plan había respondido el levantamiento de Peñaloza Paraguay careciera de
y la invasión a Córdoba, trágicamente epilogada en Las Playas. bién al Paraguay. No era culpa suya que
escuadra y no pudiese disfrutar de la franquicia.
Era evidente que Urquiza dejó hacer y que se mantuvo en perma-
¿Qué era de Urquiza, mientras tanto? El caudillo presunto
nente comunicación con el dictador del Paraguay. Los hombres
de la insurrección nacional, el hombre de quien se esperaba la
de la antigua Confederación se conmovían ante las nuevas pers- nombre se afilaban las lanzas
voz de orden salvadora y en cuyo
pectivas y sólo esperaban para actuar la decisión del jefe.
Como era lógico, el gobierno del Uruguay no pudo soportar del martirizado pueblo gaucho, mantenía una cordial y acadé-
el empuje de la acción conjunta del general Flores y sus aliados mica correspondencia con el general Mitre, quien lo colmaba de
brasileños. Después de una sangrienta resistencia, el presidente agasajos y le enviaba incluso subsidios. “Urquiza hará lo que
Aguirre debió renunciar, para ser reemplazado por Villalba al se le diga” había asegurado el astuto porteño. Conocía bien a su
solo objeto de firmar la capitulación. Este acto se efectuó —por personaje, y también el alcance de los pactos concluidos bajo el
secreto masónico, en julio de 1861, en la logia ““La Unión del
exigencia del almirante brasileño Tamandaré— el 20 de febrero
de 1865 ¡aniversario de Ituzaingó! Por lo visto, el enemigo no se Plata”, del “valle” de Buenos Aires. En sus cartas, Mitre le expo-
conformaba con el desfile triunfal de sus tropas por Buenos Aires nía su política de “neutralidad”. Por su parte, el hombre de Case-
en la misma fecha, después de Caseros, y quería infligirnos la hu- ros lo prevenía contra la alianza brasileña, que tardíamente le
millación hasta el fin. parecía “odiosa”. No advertía que la empresa que se preparaba
No lo sentía así el general Mitre. El mismo día le escribía a pertenecía al mismo proceso “civilizador” iniciado por el Brasil
don José María Gutiérrez en los siguientes términos: “El general en Caseros contra la Confederación y que se reproducía contra
Flores ha coronado su obra empezada con tres hombres, termina- López, con los mismos medios e idénticos móviles. Dejando de
da en Montevideo, probablemente hoy, aniversario de Ituzain- lado estas filosofías, Mitre lo obligó al fin a aceptar que, inde-
gó. .. Ahora voy a dormir un poco más tranquilo. ..”. pendientemente de las preferencias personales, ambos debían
actuar de consuno en defensa de la República, en el caso de que
Las tropas de desembarco brasileñas guarneciendo los bas-
tiones de su “Nueva Troya” velaban su sueño feliz. ésta fuese agredida por cualquiera de los beligerantes. El sofisma
visible de Mitre consistía en equiparar la situación del Brasil con
la del Paraguay, como si se tratase de dos países extranjeros. En
equiparar la hermandad escindida, unida a nosotros por la san-
kokok
gre, el idioma y la historia comunes y cuyos actos no podrían
El general Mitre seguía “neutral”, por supuesto, aunque se ofendernos nunca, con el antiguo y permanente enemigo.
apresuró a reconocer el resultado para él auspicioso de la cues-
tión uruguaya. El mariscal López, por su parte, que había decla-
rado pocos días antes la guerra al Imperio, movilizó sus fuerzas ***

contra Matto Grosso y Río Grande y capturó en las aguas del


En esas circunstancias se produjo la declaración de guerra de
río Paraguay el barco “Marqués de Olinda”, que conducía al
gobernador del primer estado nombrado, cerrando la navega- López a la Argentina por su conducta inamistosa, la captura de
ción para el país enemigo. barcos argentinos frente a Corrientes y la invasión de esta provin-
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cia (14 de abril de 1865) por fuerzas paraguayas al mando del aliados avanzaron hasta el Paso de la Patria, donde los esperaba el
general Robles. El caso previsto por Mitre en su correspondencia grueso del ejército del mariscal López. Mientras tanto, la escuadra
con el caudillo de Entre Ríos. brasileña había entrado en acción en la batalla del Riachuelo,
Si ha de juzgarse esta acción por los resultados, fue evidente- donde los paraguayos perdieron tres naves y 1.200 hombres.
mente un error del mariscal López. Lo indujo a él, sin duda, su Con la desocupación de Corrientes, en noviembre de ese
necesidad de forzar los acontecimientos y precipitar el levanta- año, por las fuerzas del general Resquín, terminó la primera etapa
miento de la Mesopotamia que esperaba, creyendo en la firmeza de la guerra, que se desarrollaría en adelante en territorio para-
de Urquiza. La invasión de Corrientes tendía a buscar contacto guayo.
con sus presuntos aliados en la guerra contra Buenos Aires.
Lejos de obtener esos resultados, obtuvo precisamente los
opuestos. Lo que tenía esa invasión de agresión gratuita provocó ko
los naturales reflejos defensivos, aun entre los que simpatizaban
con su causa, poniéndolo a Urquiza en el brete que le había pre- La guerra seguía siendo impopular, no obstante, en todo el
parado Mitre. La opinión federal se dividió en el estupor del mo- interior, a causa de la alianza brasileña. En la misma Buenos Aires
mento y el caudillo de Entre Ríos debió viajar de inmediato a se había levantado una violenta oposición, en la que llevaban la
Buenos Aires (su Canosa) a hacer protestas de indignación y pro- voz cantante don Miguel Navarro Viola, don Carlos Guido y
mesas de lealtad lo suficientemente intensas como para borrar Spano y don Juan Carlos Gómez, oriental y colorado. El gobier-
sus manejos anteriores y notorios. Allí asistió como testigo en- no los mandó a un pontón en la rada. El desprestigio de Mitre
torchado y complaciente a la firma del tratado de la Triple Alian- cundía vertiginosamente. De tal modo que cuando se trató de
za, en el que desempeñaban la voz activa, junto con Mitre, el renovar la Legislatura triunfaron sus adversarios, dándole la go-
general Flores y el almirante Tamandaré, verdugos de Paysandú: bernación de la provincia al doctor Adolfo Alsina, jefe del
Mitre lo apareaba por todas partes, como quien exhibe un tigre “autonomismo”.
amaestrado. Debió soportar los desfiles patrióticos, los vivas al La guerra civil reapareció en el interior. Las provincias de-
Brasil y aun las molestas indirectas contra los “traidores” en los bían mandar sus contingentes para el ejército del Paraguay. La
discursos de la juventud porteña, que tenía una nueva guerra “ci- mayor parte de éstos, reclutados con el sistema de “levas” for-
vilizadora”. Fue entonces cuando Mitre dijo, aludiendo a su so- zosas, no llegaron a su destino, sino que desertaron, plegándose
metimiento: “Recogemos los frutos de una gran política”. Y en gran número a las “montoneras”. Esto habría de ocurrirle al
también: “En tres días en los cuarteles, en tres semanas en el mismo Urquiza, antes omnipotente en su feudo. El ejército que
campo de batalla y en tres meses en la Asunción”. ¡Ah, la ora- reclutó para colaborar con Mitre, según los compromisos solem-
toria de Mitre! nes contraídos en Buenos Aires; el fiel, el sacrificado ejército
El tratado de la Triple Alianza certificaba la ruina del Pa- entrerriano, siempre dispuesto a la pelea y a cargo de jefes y ofi-
raguay. Brasil contaba 8.000.000 de habitantes y una renta de ciales de lealtad proverbial, se sublevó y se dispersó en Basualdo
20.000.000 de pesos fuertes. La Argentina 1.200.000 habitan- y Toledo, no siendo los jefes y oficiales ajenos al episodio. Así
tes y una renta de 8.000.000. Uruguay, 350.000 habitantes y manifestaba su protesta la masa anónima ante la torpeza de sus
2.988.000 pesos. El Paraguay contaba solamente con 600.000 conductores. El esfuerzo de Urquiza por mantener su prestigio
habitantes y una renta de 1.200.000 pesos. logró apenas el embarque a la fuerza de un batallón con destino
Con la mitad de Corrientes ocupada y una columna pose- al teatro de las operaciones,
sionada de Uruguayana, los paraguayos habían tomado la ofen- No obstante la disparidad de fuerzas, la guerra se prolon-
siva, pero la falta de recursos los paralizó en esas posiciones extre- gaba de manera sangrienta, por la tenaz resistencia paraguaya.
mas, donde esperaban todavía, sin duda, la ayuda prometida. El Los tres meses del general Mitre habían pasado con creces y aún
general Mitre, nombrado por el Tratado director de las operacio- los aliados no habían podido pisar el territorio del enemigo, de-
nes de la guerra, instaló su cuartel general en Concordia. El Ejér- fendido por la fortaleza de Itapirú. El abandono de esta posición
cito de vanguardia que allí se formó a las órdenes del general Flo- por los paraguayos y el paso del río por las fuerzas aliadas se
res, vencería a los paraguayos en Yatay. Poco tiempo después, el efectuó el 16 de abril de 1866. La guerra volvió a estancarse en
general Mitre rendiría a las fuerzas invasoras en Uruguayana. Los las inmediaciones de Estero Bellaco con grandes privaciones para
514 HISTORIA DE LA ARGENTINA DERROTA NACIONAL Y GOBIERNO DE LOS EMIGRADOS 515

los invasores, atrincherados en Tuyutí. Un ataque de los paragua- les de las provincias. Cuenta con la simpatía de los núcleos cultos
yos a esta posición fue para ellos un sangriento revés en el que y el auspicio de la oposición porteña. Pero carece de medios ma-
perdieron 13.000 hombres y 3.400 los aliados. Mientras tanto, la teriales y a ellos se debe su fracaso.
escuadra brasileña no avanzaba. Las baterías de Curupaití habían Mitre debió volver a Buenos Aires después de Curupaití,
echado a pique un acorazado de esa nación a mediados de llamado por la situación interna. Traía con él dos divisiones qui-
junio. En los primeros días de setiembre cayó en manos de los tadas al frente de la guerra “nacional” para lanzarlos contra
aliados la posición de Curuzú. sus enemigos del interior a- fin de “pacificar”? nuevamente las
Sintiéndose perdido, el mariscal López se inclinó a capitular provincias.
y provocó la entrevista de Itaití Corá con el general Mitre. Ya Sería prolijo hacer la crónica de la guerra desesperada que
que la guerra era contra su persona, ofrecía su retiro del mando a tuvo a continuación como teatro las provincias andinas y del
cambio de la salvación de su pueblo. Mitre no lo consintió, exi- centro, con reñidos combates, desde la Rinconada y Portezuelo,
giendo el cumplimiento de los objetivos del tratado de alianza, hasta Pozo de Vargas y Chilecito. Se peleó todo el año 67 y los
que implicaba la sujeción y la desmembración del Paraguay, comienzos del siguiente. La insurrección del interior, cuyo caudi-
cosa que, desde luego, sólo favorecía al Brasil. Esta negativa llo principal era el coronel Varela, debía sucumbir por la inferio-
condenaba a los paraguayos a la resistencia desesperada. ridad del armamento —lanzas y chuzos— frente a las fuerzas
A los pocos días se produjo el sangriento ataque a la fortale- equipadas a la moderna y bien armadas de Paunero. Arredondo
za de Curupaití, ordenado por el general Mitre, en el que las fuer- y los Taboada, quienes ejecutaron sin piedad a los prisioneros y
zas aliadas fueron rechazadas por las paraguayas perdiendo 9.000 arrasaron poblaciones enteras, dejaron un desierto por donde
hombres. pasaban.
Con la noticia de este desastre, se hizo más violenta la oposi- La presidencia de Mitre llegaba a su fin en medio de un cua-
ción a la guerra en Buenos Aires. Salvo la prensa mitrista, todos dro de desastre total. La guerra del Paraguay seguía en pie, sin
los diarios pedían la iniciación de negociaciones de paz, a la vez perspectivas de solución próxima, y el interior en estado de re-
que se interpelaba al gobierno en el parlamento. Contribuyó a belión, con estallidos esporádicos, sólo aplacado por la presencia
acentuar esta inquietud la difusión de las cláusulas del tratado de los batallones porteños distribuidos estratégicamente. Para
de alianza, que debía permanecer secreto, pero que fue publica- peor, la ciudad de Buenos Aures sufría una epidemia de cólera,
do... en Londres, naturalmente. No había secretos para la diplo- que se atribuía a la infección de las aguas por los cadáveres arro-
macia inglesa y ésta no tenía por qué respetar compromisos que jados a los ríos Paraguay y Paraná. El senador Oroño, haciendo el
sólo regían entre los combatientes. El tratado era la prueba del balance de la política interior de los seis años transcurridos, mos-
sometimiento de la política argentina a la del Imperio. Su publi- traba que en dicha presidencia se habían producido 117 revolu-
cación provocó una oleada de simpatía por el Paraguay en todo el ciones y 91 combates, en los que habían muerto 7.728 ciudada-
mundo, como hacia una Polonia americana. Lo impugnó violen- nos. A ello había que agregar, naturalmente, las víctimas de la
tamente desde el extranjero el doctor Juan Bautista Alberdi, que guerra del Paraguay y las de la epidemia, consecuencia de la gue-
iniciaba su cambio de frente ante la evidencia de los resultados de rra. Como “*frutos de una gran política”, eran por cierto impre-
la política que había servido y que se encontraba en relaciones de sionantes.
respetuosa amistad con el Restaurador desterrado. Naturalmente que, ante ese balance y con la oposición que
Al mismo tiempo se conflagraba nuevamente el interior. La se le había levantado en las Cámaras por sus procedimientos dis-
montonera reaparece y los valles de la cordillera son un vivero crecionales, Mitre debía fracasar en su empeño de imponer en la
de rebeldes. El general Sáa vuelve de su destierro en Chile y el presidencia un sucesor. Su notoria preferencia por Elizalde, su
coronel Felipe Varela, antiguo jefe de Urquiza, asume la sucesión ministro (casado, por cierto, con una brasileña) suscitó en contra
del Chacho. Las provincias andinas se erizan de lanzas. Los crio- una especie de unión nacional. El gobernador Alsina de Buenos
llos no quieren pelar contra sus hermanos paraguayos, sino contra Aires entró en tratos con Urquiza para combinar una fórmula.
el “déspota porteño”, como lo llama a Mitre el joven poeta Ole- Si se recuerda que Alsina había figurado entre los más violentos
gario Andrade. Esa política no es “inorgánica” o meramente enemigos del caudillo entrerriano y que la antipatía era recípro-
negativa, según la simplificación de sus enemigos, sino perfec- ca, se advierte que cualquiera estaba dispuesto entonces a aliarse
tamente positiva y lúcida y responde a las reacciones tradiciona- con el diablo mismo para impedir la prolongación del régimen
516 HISTORIA DE LA ARGENTINA

mitrista. Mitre acudió a la consabida táctica de encubrir la impo-


tencia con el lenguaje de la prescindencia y la abnegación, en una
carta en que ponía en guardia a los liberales contra la candida-
tura “reaccionaria” de Urquiza. Un movimiento surgido en las
filas del ejército, por iniciativa del coronel Lucio V. Mansilla,
levantó la candidatura del ministro en Washington don Domingo
Faustino Sarmiento, que logró prevalecer. En el segundo término
de la fórmula iría el hombre fuerte de Buenos Aires y jefe del
“autonomismo”, don Adolfo Alsina.

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