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Un Plan mejor que el

nuestro
Para muchas personas, la vida sigue un plan que nos hace estar segurísimos que casi todo parece
predestinado: terminar la universidad, tener un trabajo digno, casarse con el amor de tu vida y
tener un hijo sano. Pero para otras personas, la vida tiene un rumbo inesperado: no pasamos el
examen de ingreso, no podemos conseguir un trabajo, nunca encontramos esposo o esposa, no
podemos tener hijos.

¿Qué hacemos cuando nuestros planes fracasan? ¿A dónde vamos cuando la vida no es lo que
esperábamos que fuera? Si no es según nuestros planes, ¿cómo lo que tenemos que vivir?
Vamos a ver un camino menos transitado a través de las vidas de Abraham y Sara, un mejor
camino por recorrer: no vivir según nuestros planes, sino según la promesa de Dios.

Grabate esto: Las promesas de Dios brillan cuando nuestros planes fallan

El «plan de vida estándar» está ligado a la idea de familia. Planeamos casarnos a los veinticinco,
ser padres a los treinta y, a partir de ahí, nuestras vidas son moldeadas por nuestros hijos: desde
su primer día en la escuela, su graduación y eventualmente por su propio matrimonio e hijos.
Muchos de nuestros planes más preciados giran en torno a la familia. Pasa mucho y este modo
de pensar es muy común en los moralmente buenos. Esos que decimos que bueno que es ra e
pero no se va a la Iglesia, como lo que hace.

Y vemos que no fue muy diferente para Abraham. Después de todo, el plan de Dios para la
humanidad era: «Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla» (Gn 1:28). A lo
largo de los primeros capítulos del Génesis, los niños son el signo definitivo de la bendición
divina: la «vida bendita» era una vida familiar. Imagínate entonces la tragedia no planificada
de que Sara no tuviera hijos (Gn 11:30). Para ella, como para las mujeres infértiles de hoy,
esta incapacidad destruyó uno de los planes más preciados de la vida. Su vida no podía ser lo
que esperaba.

Sin embargo, los planes fallidos suelen ser el inicio de las promesas fieles de Dios. Y atiendan
esto en el sufrimiento continuo de sus sueños no realizados, Dios promete a Sara y Abraham
el regalo, no solo de un niño, sino de toda una nación (Gn 12:1-3). Sara se convertiría en la
madre, no solo de un hijo, sino de una «descendencia como las estrellas del cielo y como la
arena en la orilla del mar» (Gn 22:17).

Las promesas de Dios brillan cuando nuestros planes fallan. Es difícil no sentirse
maldecido por Dios cuando vemos que nuestros amigos encuentran trabajo mientras
nosotros seguimos desempleados, se casan mientras permanecemos solteros y tienen
hijos mientras permanecemos sin hijos. Sin embargo, nuestros planes fallidos pueden
ser simplemente la extraña bendición de Dios, su misericordia severa, para
ayudarnos a contemplar su mayor promesa.
Palabras de Annie Johnson Flint escritora cristiana de los 80, cuya vida estuvo marcada
por una pérdida incalculable: «cuando hemos llegado al final de nuestros recursos
acumulados, la dádiva completa de nuestro Padre apenas comienza». De una manera
agridulce, nuestros planes fallidos podrían ser una bendición misteriosa que nos ayuda a
experimentar la mayor promesa de Dios de una manera más profunda. Porque
seguramente hasta hoy viviste tu vida importándote nada de los planes de Dios, solo tus
planes y se cumplían siq algunos, calida ra e la vida. PERO CUANDO HAYAS
LLEGADO AL FINAL DE TUS RECURSOS! Y se que todos saben de que les hablo,
ese reconocer que ya no podemos mas y necesitamos de Cristo.

No siempre es fácil confiar en las promesas de Dios, casi siempre desafían la forma en
que percibimos nuestra realidad. ¿Quién va a creer que Dios podría sacar vida de un
útero estéril y mucho menos una nación entera? Sara se rió con incredulidad ante la
promesa de Dios de un niño (Gn 18:12). Pero vemos en el libro de Hebreos nos asegura
que de alguna manera, ella «consideró fiel a Aquel que lo había prometido» (He 11:11)
Un momento dificilísimo para la vida de alguien, que hizo Sara? Ella confió en el
Señor.

Puede ser difícil creer en las promesas de Dios, pero son dignas de nuestra confianza.
Después de todo, Dios llamó a Abraham a dejar todo lo que había conocido, sacrificar
casa y hogar y crucificar todos sus planes de vida; todo por una promesa que
aparentaba ser imposible (Gn 12:1). A pesar de lo difícil que era, eso fue justo lo que
hizo Abraham: «salió sin saber adónde iba» REPETI CONMIGO: DEBO SALIR SIN
SABER A DONDE VOY (He 11:8). Al igual que el apóstol Pablo, decidió andar por fe
y no por vista (2 Co 5:7). En lugar de vivir según sus planes, eligió vivir según la
promesa de Dios. 

Cuando todos nuestros planes fracasan, no solo nos lamentamos por un pasado no
vivido, también tememos a un futuro desconocido. Sin trabajo, matrimonio o hijos, nos
preguntamos: «¿Cómo voy a ganar mucho dinero para sobrevivir? ¿Quién me me va
amar cuando esté solo? ¿Quién me va a cuidar cuando sea viejo y frágil?». Es
precisamente en esos momentos de miedo que puede ser difícil confiar en las promesas
de Dios, pero son diez veces más dignas de nuestra confianza. Aun cuando Abraham
eligió el miedo sobre la fe repetidas veces, Dios demostró que sus promesas no se
pueden romper (Gn 12:10-20; 20:1-18). Por imposibles que parezcan y por infieles que
seamos, sus promesas son tan seguras que vale la pena poner nuestras vidas en el fuego
por ellas.

Cuando se nos presentan circustancias Para muchos de nosotros, parece imposible


imaginar que las promesas de Dios puedan ser mejores que nuestros mejores planes.
Creemos que lo que sea que Él nos dé nunca podrá satisfacernos más que un trabajo
estable, un matrimonio amoroso o un hijo sano. Cada rato dudamos de la bondad de las
promesas de Dios simplemente porque no se alinean con nuestras esperanzas y
sueños terrenales. Pero en las vidas de Abraham y Sara, Dios nos muestra que sus
promesas son infinitamente mejores que la mejor vida que pudiéramos planear.
Entonces, cuando la vida no sea lo que esperábamos que fuera, ¿vamos a insistir en
vivir según nuestros planes o vamos a elegir vivir según la promesa de Dios?
 Cuando nuestros planes de trabajo fracasen, ¿viviremos de acuerdo con la promesa de
Dios de que Él proveerá para todas nuestras necesidades (Mt 6:25-34)?
 Cuando nuestros planes para el matrimonio sean aplastados, ¿viviremos de acuerdo con
la promesa de Dios de que nada nos separará de su amor (Ro 8:38-39)?
 Cuando nuestros planes para los niños se evaporen, ¿viviremos de acuerdo con la
promesa de que Dios nos da cien veces más (hermanos y hermanas, madres e hijos) en
este tiempo y en los tiempos venideros (Mr 10:29-31)?
 Cuando nuestros planes para un nuevo comienzo y una segunda oportunidad en la vida
se nos escapen de las manos, ¿viviremos según la promesa de Dios de una nueva vida y
una nueva identidad en Jesús (Col 3:1-4)?

Tal vez, la vida no se ha convertido en lo que esperabas. A estas alturas, deberías estar
haciendo otras cosas o siendo otra cosa, profesionalmente hablando. Pero la vida no se
está comportando según lo que planeaste, o al menos, no es según tu plan.

Y quiero que te hagas estas dos preguntas, dentro tuyo. Vos contra tu carne, vos contra
tus deseos.

¿Por qué no elegir vivir según la promesa de Dios? ¿Por qué no elegir caminar por el
mejor y más sabio camino de Proverbios?

«Muchos son los planes en el corazón del hombre, mas el consejo del Señor
permanecerá» (Proverbios 19:21).

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