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Cuento 1
Cuento 1
Todos los sábados esperaba impaciente el sonido del despertador, pero ese día hacía frio, estaba
oscuro, había tanto silencio que incluso podía oír mi respiración. Entre las sábanas, de ese blanco
percudido que tanto odiaba Julio, podía ver un pequeño reflejo, un fulgor que solo era posible si el
sol recién se asomaba por el mar como una reflexión de luz que al chocar con la superficie se
refleja en el agua.
No quise responder, quería cerrar mis ojos, llevábamos tres años viviendo en Palamós y aún
recordaba el correo con que Cristin se despidió.
Querida Viena,
A Mark lo asignaron como médico jefe del Hospital, y como tu bien sabes querida amiga, el amor
es más fuerte, me subí al avión…. Lamentablemente la señal de celular es pésima, así que recurro
al único medio que jamás falla, ¡el amado Gmail!
¡!!!Espera mi llamado!!!!!
Una y otra vez, quise sacarme esa idea de la cabeza, las historias no se repiten, pero un lugar
extraño lentamente se vuelve tu hogar. Son tres años de catalán, ciento cincuenta y seis días de
anchoas de la Escala al desayuno, las Rosa de jamón y los espárragos de la fiesta de Sant Jordi, la
brisa del otoño de la playa Alguer, el recorrido por la iglesia de Santa María, la Casa Vilahur, el
barco hundido, las historias de Barbarroja. Creo que se convirtió en mi pueblo pesquero.
La calle Mayor de Palamós se llena de tenderetes de libros
y rosas a lo largo de toda la jornada. Por la tarde baile de
sardanas.
Como mi padre solía decir “Si no quieres que nada desaparezca de tu mente, escríbelo”. Siempre lo
entendí, pero nunca lo practiqué