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Asignatura

Comunicación Escrita y Procesos Lectores.

Actividad
Análisis de Dispositivo Escrito, Visual o Audiovisual 2
Nombre del estudiante

Greys Beatriz Vergara Vergara


Wilmar Fernando Gualdron Ardila

Nombre del Docente


German Alfonso Silva Ferrer

Colombia-Bogotá
Fecha
02/feb/2022
( Articulo).
EL PARADIGMA DEL CONSUMO
Alejandro Higuera Sotomayor
13 de marzo 2022, 11:20 P. M.
Desde hace algunos años las producciones audiovisuales han
incluido, dentro de las acciones que realizan los personajes, el tema
principal de la serie o incluso como elemento secundario, el consumo
de drogas. Algunas producciones se atreven a hablar del consumo de
marihuana, hongos, éxtasis, cocaína o LSD, como si se hablara de
tomar alcohol, normalizando las drogas para los jóvenes.

Podríamos llegar a pensar que el tema siempre ha estado allí; afirmar,


por ejemplo, que no es algo novedoso. Pero lo cierto es que ya no se
trata de un asunto de mafias y crimen, como sucedía en Breaking Bad
o en CSI, ni tampoco se han decantado por la satanización de las
drogas como sucedía en Requiem for a Dream. La mirada del mundo
ha cambiado frente a este problema. Los jóvenes hemos entendido
que el mayor problema frente al consumo de drogas es la falta de
información, psicoeducación y seguridad que existe en torno a su
consumo, por culpa de la criminalización.

En Colombia seguimos atrapados en un paradigma prohibicionista que


busca ocultar la información que existe acerca de las drogas,
mostrando solo aquellos efectos que ocurren en los consumos
problemáticos. Este hecho termina repercutiendo en las prácticas de
consumo que hoy tienen los jóvenes. A algunos el miedo los alejará de
las sustancias, pero para muchos otros que sienten deseos de pelear
contra las leyes o incluso contra el régimen de casa, las drogas son
una salida y una prueba de ‘valentía’.

La pandemia y los problemas de salud mental también acercaron a


esta generación al mundo de las drogas, pues la búsqueda de
experiencias tenía que acomodarse a la imposibilidad de salir de casa,
como lo mostró en su estudio Échele Cabeza. Por otro lado, las series
que vemos los jóvenes hablan del beneficio del negocio de las drogas,
como en How to sell drugs online; y también del uso de las drogas de
forma recreativa, como en Licorice Pizza o Skins, sin mayores
perjuicios a los personajes; e incluso en Euphoria, la cual ha mostrado
todos los matices posibles del mundo de las drogas, diferenciando el
uso recreativo del consumo problemático y las adicciones.

Los jóvenes ya no solo tienen la narrativa del miedo, de la probable


indigencia o de la locura. Ahora contamos con historias de jóvenes
que usan las drogas como quien usa el alcohol, el café o el azúcar.
Además, hemos visto que aquellos países que legalizan el comercio
de marihuana obtienen grandes beneficios económicos para el país,
como es el caso de Uruguay, Canadá o Estados Unidos.

Por eso, el año pasado, en dos periodos legislativos salió aquí el tema
de la legalización en el Congreso. Sorprendió que Gabriel Santos, del
Centro Democrático, no siguiera el juego de su bancada y escuchara
argumentos de quienes defendían este proyecto, al punto de cambiar
su votación frente a la legalización de este psicoactivo. Pero
decidieron hundir los proyectos porque pensaron con la moral y no con
los argumentos de la ciencia y la economía.

En Colombia, el uso de drogas está medianamente permitido, pero a


las malas. Permitieron el porte de la dosis mínima, pero nunca se
habló de cambiar los paradigmas educativos frente a las drogas, lo
que hizo que el tema siguiera prohibido e impartido por una política del
miedo. Esto solo aumentó el microtráfico, fortaleció a las bandas
criminales y aumentó el número de jóvenes muertos por el cruce de
varias sustancias o la deshidratación.
En un mundo con tanta exposición al consumo de drogas y con una
generación desbocada a la búsqueda de nuevas experiencias, urge
hacer una política de pedagogía para el consumo responsable, seguir
prohibiéndola ha demostrado ser un tiro en el pie en todos los ámbitos
de la sociedad.

(Higuera Sotomayor, 2022)

https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/alejandro-higuera-
sotomayor/el-paradigma-del-consumo-columna-de-alejandro-higuera-
658161
https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/alejandro-higuera-
sotomayor
Literato y Psicólogo de la Universidad de los Andes, con
especialización en Gestión para el desarrollo humano en las
organizaciones.

El imperio del consumo

Eduardo GALEANO

  
La explosión del consumo en el mundo actual mete más ruido
que todas las guerras y arma más alboroto que todos los
carnavales. Como dice un viejo proverbio turco, quien bebe a
cuenta, se emborracha el doble. La parranda aturde y nubla la
mirada; esta gran borrachera universal parece no tener límites
en el tiempo ni en el espacio. Pero la cultura de consumo
suena mucho, como el tambor, porque está vacía; y a la hora
de la verdad, cuando el estrépito cesa y se acaba la fiesta, el
borracho despierta, solo, acompañado por su sombra y por
los platos rotos que debe pagar. La expansión de la demanda
choca con las fronteras que le impone el mismo sistema que
la genera. El sistema necesita mercados cada vez más
abiertos y más amplios, como los pulmones necesitan el aire,
y a la vez necesita que anden por los suelos, como andan, los
precios de las materias primas y de la fuerza humana de
trabajo. El sistema habla en nombre de todos, a todos dirige
sus imperiosas órdenes de consumo, entre todos difunde la
fiebre compradora; pero ni modo: para casi todos esta
aventura comienza y termina en la pantalla del televisor. La
mayoría, que se endeuda para tener cosas, termina teniendo
nada más que deudas para pagar deudas que generan
nuevas deudas, y acaba consumiendo fantasías que a veces
materializa delinquiendo.
El derecho al derroche, privilegio de pocos, dice ser la libertad
de todos. Dime cuánto consumes y te diré cuánto vales. Esta
civilización no deja dormir a las flores, ni a las gallinas, ni a la
gente. En los invernaderos, las flores están sometidas a luz
continua, para que crezcan más rápido. En la fábricas de
huevos, las gallinas también tienen prohibida la noche. Y la
gente está condenada al insomnio, por la ansiedad de
comprar y la angustia de pagar. Este modo de vida no es muy
bueno para la gente, pero es muy bueno para la industria
farmacéutica. EEUU consume la mitad de los sedantes,
ansiolíticos y demás drogas químicas que se venden
legalmente en el mundo, y más de la mitad de las drogas
prohibidas que se venden ilegalmente, lo que no es moco de
pavo si se tiene en cuenta que EEUU apenas suma el cinco
por ciento de la población mundial.
«Gente infeliz, la que vive comparándose», lamenta una mujer
en el barrio del Buceo, en Montevideo. El dolor de ya no ser,
que otrora cantara el tango, ha dejado paso a la vergüenza de
no tener. Un hombre pobre es un pobre hombre. «Cuando no
tenés nada, pensás que no valés nada», dice un muchacho
en el barrio Villa Fiorito, de Buenos Aires. Y otro comprueba,
en la ciudad dominicana de San Francisco de Macorís: «Mis
hermanos trabajan para las marcas. Viven comprando
etiquetas, y viven sudando la gota gorda para pagar las
cuotas».
Invisible violencia del mercado: la diversidad es enemiga de la
rentabilidad, y la uniformidad manda. La producción en serie,
en escala gigantesca, impone en todas partes sus obligatorias
pautas de consumo. Esta dictadura de la uniformización
obligatoria es más devastadora que cualquier dictadura del
partido único: impone, en el mundo entero, un modo de vida
que reproduce a los seres humanos como fotocopias del
consumidor ejemplar.
El consumidor ejemplar es el hombre quieto. Esta civilización,
que confunde la cantidad con la calidad, confunde la gordura
con la buena alimentación. Según la revista científica The
Lancet, en la última década la «obesidad severa» ha crecido
casi un 30 % entre la población joven de los países más
desarrollados. Entre los niños norteamericanos, la obesidad
aumentó en un 40% en los últimos dieciséis años, según la
investigación reciente del Centro de Ciencias de la Salud de la
Universidad de Colorado. El país que inventó las comidas y
bebidas light, los diet food y los alimentos fat free, tiene la
mayor cantidad de gordos del mundo. El consumidor ejemplar
sólo se baja del automóvil para trabajar y para mirar
televisión. Sentado ante la pantalla chica, pasa cuatro horas
diarias devorando comida de plástico.
Triunfa la basura disfrazada de comida: esta industria está
conquistando los paladares del mundo y está haciendo trizas
las tradiciones de la cocina local. Las costumbres del buen
comer, que vienen de lejos, tienen, en algunos países, miles
de años de refinamiento y diversidad, y son un patrimonio
colectivo que de alguna manera está en los fogones de todos
y no sólo en la mesa de los ricos. Esas tradiciones, esas
señas de identidad cultural, esas fiestas de la vida, están
siendo apabulladas, de manera fulminante, por la imposición
del saber químico y único: la globalización de la
hamburguesa, la dictadura de la fast food. La plastificación de
la comida en escala mundial, obra de McDonald’s, Burger
King y otras fábricas, viola exitosamente el derecho a la
autodeterminación de la cocina: sagrado derecho, porque en
la boca tiene el alma una de sus puertas.
El campeonato mundial de fútbol del 98 nos confirmó, entre
otras cosas, que la tarjeta MasterCard tonifica los músculos,
que la Coca-Cola brinda eterna juventud y que el menú de
McDonald’s no puede faltar en la barriga de un buen atleta. El
inmenso ejército de McDonald’s dispara hamburguesas a las
bocas de los niños y de los adultos en el planeta entero. El
doble arco de esa M sirvió de estandarte, durante la reciente
conquista de los países del Este de Europa. Las colas ante el
McDonald’s de Moscú, inaugurado en 1990 con bombos y
platillos, simbolizaron la victoria de Occidente con tanta
elocuencia como el desmoronamiento del Muro de Berlín.
Un signo de los tiempos: esta empresa, que encarna las
virtudes del mundo libre, niega a sus empleados la libertad de
afiliarse a ningún sindicato. McDonald’s viola, así, un derecho
legalmente consagrado en los muchos países donde opera.
En 1997, algunos trabajadores, miembros de eso que la
empresa llama la Macfamilia, intentaron sindicalizarse en un
restorán de Montreal en Canadá: el restorán cerró. Pero en el
98, otros empleados e McDonald’s, en una pequeña ciudad
cercana a Vancouver, lograron esa conquista, digna de la
Guía Guinness.

Las masas consumidoras reciben órdenes en un idioma


universal: la publicidad ha logrado lo que el esperanto quiso y
no pudo. Cualquiera entiende, en cualquier lugar, los
mensajes que el televisor transmite. En el último cuarto de
siglo, los gastos de publicidad se han duplicado en el mundo.
Gracias a ellos, los niños pobres toman cada vez más Coca-
Cola y cada vez menos leche, y el tiempo de ocio se va
haciendo tiempo de consumo obligatorio. Tiempo libre, tiempo
prisionero: las casas muy pobres no tienen cama, pero tienen
televisor, y el televisor tiene la palabra. Comprado a plazos,
ese animalito prueba la vocación democrática del progreso: a
nadie escucha, pero habla para todos. Pobres y ricos
conocen, así, las virtudes de los automóviles último modelo, y
pobres y ricos se enteran de las ventajosas tasas de interés
que tal o cual banco ofrece.

Los expertos saben convertir a las mercancías en mágicos


conjuntos contra la soledad. Las cosas tienen atributos
humanos: acarician, acompañan, comprenden, ayudan, el
perfume te besa y el auto es el amigo que nunca falla. La
cultura del consumo ha hecho de la soledad el más lucrativo
de los mercados. Los agujeros del pecho se llenan
atiborrándolos de cosas, o soñando con hacerlo. Y las cosas
no solamente pueden abrazar: ellas también pueden ser
símbolos de ascenso social, salvoconductos para atravesar
las aduanas de la sociedad de clases, llaves que abren las
puertas prohibidas. Cuanto más exclusivas, mejor: las cosas
te eligen y te salvan del anonimato multitudinario. La
publicidad no informa sobre el producto que vende, o rara vez
lo hace. Eso es lo de menos. Su función primordial consiste
en compensar frustraciones y alimentar fantasías: ¿En quién
quiere usted convertirse comprando esta loción de afeitar?
El criminólogo Anthony Platt ha observado que los delitos de
la calle no son solamente fruto de la pobreza extrema.
También son fruto de la ética individualista. La obsesión social
del éxito, dice Platt, incide decisivamente sobre la apropiación
ilegal de las cosas. Yo siempre he escuchado decir que el
dinero no produce la felicidad; pero cualquier televidente
pobre tiene motivos de sobra para creer que el dinero produce
algo tan parecido, que la diferencia es asunto de
especialistas.
Según el historiador Eric Hobsbawm, el siglo XX puso fin a
siete mil años de vida humana centrada en la agricultura
desde que aparecieron los primeros cultivos, a fines del
paleolítico. La población mundial se urbaniza, los campesinos
se hacen ciudadanos. En América Latina tenemos campos sin
nadie y enormes hormigueros urbanos: las mayores ciudades
del mundo, y las más injustas. Expulsados por la agricultura
moderna de exportación, y por la erosión de sus tierras, los
campesinos invaden los suburbios. Ellos creen que Dios está
en todas partes, pero por experiencia saben que atiene den
las grandes urbes. Las ciudades prometen trabajo,
prosperidad, un porvenir para los hijos. En los campos, los
esperadores miran pasar la vida, y mueren bostezando; en las
ciudades, la vida ocurre, y llama. Hacinados en tugurios, lo
primero que descubren los recién llegados es que el trabajo
falta y los brazos sobran, que nada es gratis y que los más
caros artículos de lujo son el aire y el silencio.
Mientras nacía el siglo XIV, fray Giordano da Rivalto
pronunció en Florencia un elogio de las ciudades. Dijo que las
ciudades crecían «porque la gente tiene el gusto de juntarse».
Juntarse, encontrarse. Ahora, ¿quién se encuentra con quién?
¿Se encuentra la esperanza con la realidad? El deseo, ¿se
encuentra con el mundo? Y la gente, ¿se encuentra con la
gente? Si las relaciones humanas han sido reducidas a
relaciones entre cosas, ¿cuánta gente se encuentra con las
cosas?
El mundo entero tiende a convertirse en una gran pantalla de
televisión, donde las cosas se miran pero no se tocan. Las
mercancías en oferta invaden y privatizan los espacios
públicos. Las estaciones de autobuses y de trenes, que hasta
hace poco eran espacios de encuentro entre personas, se
están convirtiendo ahora en espacios de exhibición comercial.
El shopping center, o shopping mall, vidriera de todas las
vidrieras, impone su presencia avasallante. Las multitudes
acuden, en peregrinación, a este templo mayor de las misas
del consumo. La mayoría de los devotos contempla, en
éxtasis, las cosas que sus bolsillos no pueden pagar, mientras
la minoría compradora se somete al bombardeo de la oferta
incesante y extenuante. El gentío, que sube y baja por las
escaleras mecánicas, viaja por el mundo: los maniquíes visten
como en Milán o París y las máquinas suenan como en
Chicago, y para ver y oír no es preciso pagar pasaje. Los
turistas venidos de los pueblos del interior, o de las ciudades
que aún no han merecido estas bendiciones de la felicidad
moderna, posan para la foto, al pie de las marcas
internacionales más famosas, como antes posaban al pie de
la estatua del prócer en la plaza. Beatriz Solano ha observado
que los habitantes de los barrios suburbanos acuden al
center, al shopping center, como antes acudían al centro. El
tradicional paseo del fin de semana al centro de la ciudad,
tiende a ser sustituido por la excursión a estos centros
urbanos. Lavados y planchados y peinados, vestidos con sus
mejores galas, los visitantes vienen a una fiesta donde no son
convidados, pero pueden ser mirones. Familias enteras
emprenden el viaje en la cápsula espacial que recorre el
universo del consumo, donde la estética del mercado ha
diseñado un paisaje alucinante de modelos, marcas y
etiquetas.
La cultura del consumo, cultura de lo efímero, condena todo al
desuso mediático. Todo cambia al ritmo vertiginoso de la
moda, puesta al servicio de la necesidad de vender. Las
cosas envejecen en un parpadeo, para ser reemplazadas por
otras cosas de vida fugaz. Hoy que lo único que permanece
es la inseguridad, las mercancías, fabricadas para no durar,
resultan tan volátiles como el capital que las financia y el
trabajo que las genera. El dinero vuela a la velocidad de la
luz: ayer estaba allá, hoy está aquí, mañana quién sabe, y
todo trabajador es un desempleado en potencia.
Paradójicamente, los shoppings centers, reinos de la
fugacidad, ofrecen la más exitosa ilusión de seguridad. Ellos
resisten fuera del tiempo, sin edad y sin raíz, sin noche y sin
día y sin memoria, y existen fuera del espacio, más allá de las
turbulencias de la peligrosa realidad del mundo.

Los dueños del mundo usan al mundo como si fuera


descartable: una mercancía de vida efímera, que se agota
como se agotan, a poco de nacer, las imágenes que dispara
la ametralladora de la televisión y las modas y los ídolos que
la publicidad lanza, sin tregua, al mercado. Pero, ¿a qué otro
mundo vamos a mudarnos? ¿Estamos todos obligados a
creernos el cuento de que Dios ha vendido el planeta unas
cuantas empresas, porque estando de mal humor decidió
privatizar el universo? La sociedad de consumo es una
trampa calabobos. Los que tienen la manija simulan ignorarlo,
pero cualquiera que tenga ojos en la cara puede ver que la
gran mayoría de la gente consume poco, poquito y
nada necesariamente, para garantizar la existencia de la poca
naturaleza que nos queda. La injusticia social no es un error a
corregir, ni un defecto a superar: es una necesidad esencial.
No hay naturaleza capaz de alimentar a un shopping
center del tamaño del planeta.

 
  
Eduardo GALEANO
 
Montevideo, Uruguay
atinoamericana.org/2005/textos/castellano/Galeano.htm
BIBLIOGRAFIA.
Eduardo Germán María Hughes Galeano nació en la ciudad
de Montevideo (Uruguay), en el seno de una familia de clase
alta y católica. Su padre fue Eduardo Hughes Roosen y su madre,
Licia Esther Galeano Muñoz, de quien tomó el apellido para su nombre
artístico. Tuvo varios trabajos en su juventud como: obrero de
fábrica, dibujante, pintor, mensajero, mecanógrafo y cajero de banco,
entre otros oficios.3 A los 14 años vendió su primera caricatura política
al semanario El Sol, del Partido Socialista del Uruguay. A los 19 años
sería jefe de redacción.4 Durante estos años, Galeano se formaría
en marxismo y leería El Capital.
https://www.monografias.com/trabajos89/consumo-sociedad/consumo-
sociedad
REFERENCIAS.
libro sobre el consumo en la sociedad.
https://www.marcialpons.es/libros/la-sociedad-de-consumo/
9788432313769/
Trad., Alicia Bixio; Estudio introductorio de Luis Enrique Alonso. El
libro de Jean Baudrillard, La sociedad de consumo, es una
contribución magistral a la sociología contemporánea que,
ciertamente, ya tiene su lugar en el linaje de obras tales como La
división del trabajo de Durkheim, La teoría de la clase ociosa de
Veblen o La muchedumbre solitaria de David Riesman. 

EL FUTURO NO ES DESECHABLE
(SEGUIMOS CONSUMIENDO)
En primer lugar, hablaremos del consumo. El consumo es la acción y
efecto de consumir o gastar, sean productos, bienes o servicios, como
por ejemplo la energía o sustancias como drogas, entendiendo por
consumir, como el hecho de utilizar estos productos y servicios para
satisfacer necesidades primarias y secundarias, ahora sí, si bien
entramos profundamente en este tema el consumo se puede hablar de
esta forma; el consumo de cosas materiales y consumo de comida y
sustancias, estamos hablando de un mundo consumidos por el
consumo, donde las persona ya no compran por que necesariamente
lo necesitan si no por gastar y gastar así sean cosas innecesarias para
su vida cotidiana, aunque sabemos que hoy el consumo domina la
mente y el corazón de muchas personas. Para mucha gente, el uso de
esta palabra tiene necesariamente una carga política, pero para los
que sabemos utilizarla sabemos que es la base de organización de la
economía de esta sociedad, nosotros mismo nos arrastramos a ella
por comprar de forma acumulativa. Los factores que nos originan el
consumismo son diversos, pero todos se generaron de forma
consecuente y en el tiempo correcto para dar pie al nacimiento de esta
tendencia.

A pesar de esto, lo que vemos y oímos en el mundo no es suficiente


para el ser humano, no es suficiente saber el gran daño que hacemos
y que nos hacemos por detrás de todas estas compras está el dinero
ilegal (Robado y lavado), por eso lo catalogan como adicción de
necesitar dinero para consumir, es decir, se las arreglan para
obtenerlo ya sea de manera legal o ilegal, y que cada día empeorara
para esta sociedad. ¿Porque creen que la sociedad ya no mide el acto
de consumir?, Ahí es donde está el punto y es que el consumo se
vuelve necesarios para nuestro día a día como fácil lo podemos llamar
una adicción; así como los jóvenes se adicta a las drogas poco a poco
estas los van arrastrando a ellas, el punto malo de este tema es que el
uso excesivo de recursos naturales y la generación descomunal de
residuos están acabando con el mundo donde estamos habitando, así
bien a los mismos ciudadanos como los jóvenes que se ven reflejados
en las drogas a temprana edad. ¿Realmente es importante el hábitat
donde vivimos? De hecho, el consumismo crea la mayor parte de la
contaminación del mundo en general, pues el impacto medioambiental
de esto es bastante negativo, donde creen que realmente queda esta
pregunta, ¿será que podemos responderla?, si bien nosotros mismo
somos la causa de que se vean los daños en el planeta.
Como si fuera poco también está la consecuencia a nivel empresarial,
una empresa para poder subsistir necesitan a los consumidores, para
que estas dichas se mantengan a flote y sigan con el proceso de
distribución, si esto no pasara la economía del país y de todos los
países en general se vería afectada, Como ves, el consumo de forma
desproporcionada conlleva altísimos costos, tanto en términos de
producción como de desechos. Justamente el desperdicio es otra de
las manifestaciones del consumismo: desde comida hasta residuos
tóxicos, todo se desecha, aunque muchas veces todavía sea útil.
Ahora hablemos de los que venden o trafican sustancias como las
drogas, ellos también para poder vender necesitan a quienes
consuman estas sustancias, pero este tipo de distribución no aporta
ningún beneficio a la sociedad, al contrario cada año millones de
personas mueren al consumirlas, si nos ponemos a pensar estamos
hablando de temas semejantes con el mismo término el consumo,
ambas aportan a la economía que sería fabricar, vender y comprar ya
sea comprando cosas materias innecesarias, alimentos por montón o
sustancias ilícitas, así, como estas tienen sus causas y
consecuencias lo central es que ambas están enlazadas por una
esclavitud que cada día avanza, es como si nosotros mismos nos
aventamos por un vacío o tirar nuestro futuro por un borde, estamos
tan metidos que se nos olvida que atrás vienen futuras generaciones y
lo mismo que estamos viviendo a ahora más adelante se reflejara lo
mismo. Como ves, el consumo de forma desproporcionada conlleva
altísimos costos, tanto en términos de producción como de desechos.
Justamente el desperdicio es otra de las manifestaciones del
consumismo desde comida hasta residuos tóxicos, todo se desecha,
aunque muchas veces todavía sea útil. A veces, no ser conscientes de
nuestra huella ambiental provoca que no conozcamos de cerca las
problemáticas del consumismo. Por ello, es importante informarnos
mejor y exigir medidas que aseguren un consumo responsable.
Hemos hablado de manera general sobre cómo el consumo humano
impacta en nuestro ambiente, a nosotros mismos y la manera en que
su forma más voraz, todos esos efectos negativos para el planeta. De
alguna forma, todos hemos participado, de manera intencionada o no,
de esta dinámica, pero lo cierto es que podemos disminuir el impacto
severo en el ambiente desde nuestras prácticas diarias de consumo.
¡Es posible y necesario!.
Ya existen tantos medios como el internet, la televisión hasta cuando
salimos vemos al consumidor, deberíamos de manera responsable
como un consumidor debe de ser consciente del gran impacto que se
está generando a la sociedad y hasta el mismo, debemos transitar
hacia un modelo basado en consumir menos y de la mejor manera
donde nuestras acciones y elecciones de compra reflejen estas
preocupaciones por el planeta, es como decir, un primer paso hacia un
mejor futuro, es adoptar medidas específicas.

En definitiva, es irónico pensar que somos nosotros los que nos vemos
dominados por algo que nosotros mismos hemos creado. Por tanto,
hagamos uso de ese don y utilicemos esa inteligencia para
replantearnos cuáles son los valores que queremos que guíen nuestra
vida en sociedad. acumular cosas y sustituir mercancías con tanta
frecuencia no es un camino viable hacia una vida plena y en armonía
con nuestro planeta y para nosotros que vivimos en él. Uno de los
cambios en la mentalidad es el de preferir experiencias sobre lo
material, siempre hay algo que se puede hacer, de manera personal y
colectiva, con amigos, familiares y colegas, para disminuir y mejorar la
forma en la que consumimos. Desde nuestro manejo cotidiano de
desperdicios hasta la manera en que nos desplazamos. 

¿Cambia la intención de un discurso cuando este se acoge con otro?

RTA. Dependiendo que información valla a dar el emisor, en este caso


para mí no cambia la intención del discurso, por más que cada uno se
centra en un objetivo, ambos artículos tienen puntos en común, sobre
el cual el emisor piensa y tiene como objeto informar, entretener o
convencer.
¿Los sujetos que anuncian uno y otro discurso se corresponden o se
oponen?
RTA. Ambos se corresponden, se ayudan a complementar uno al otro
con el tema en específico que es el consumo, ambos están
informando un tema con el objetivo de hacer llamar la atención del
espectador, ambos conllevan al mismo punto al mismo tema en
general tiene el mismo sentido.
¿El mensaje enviado a los espectadores se ve igualmente afectado?
RTA. En nuestro caso no se ve afectado porque en esta actualidad ya
las causas y consecuencias se pueden ver cada día a simple vista, no
solo yo envío este tipo de mensajes, hay artículos similares con la
misma información concientizando a las personas que este tipo de
adicción que es mala tanto para nosotros como para el planeta donde
vivimos, por lo tanto, este articulo esta solo respaldando a los otros y
que es de gran ayuda a la comunidad.

¿Es posible que todos los textos tengan una relación entre sí?
RTA. Si es posible dependiendo de la intención del mensaje y
comprendiendo lo que quiere decir el escritor hacia los lectores.
Sabemos que en la actualidad sigue habiendo problemas como los
mencionados en ambos discursos.
¿Qué tipo de mensaje nos compartes estos dos textos? ¿Y cómo
influyen en el pensamiento de quienes interactúan con ellos
continuamente?
RTA. El mensaje que nos comparten estos dos textos es tener
concientización sobre la manera que se debe de consumir e
informarse, aunque esto ya es parte de nuestra vida como una
necesidad hay maneras de lograr un cambio de parte nuestra.
Es de mucha influencia estos pensamientos por el momento no se ha
reflejado ninguna lucha contra esta problemática, pero se ha ido
generando soluciones entre nosotros mismos por general nuevas
estrategias.
¿Cambia la percepción que se tenía de los dispositivos elegido tras
hacer este segundo análisis?
RTA. En nuestro caso no cambia la percepción dado que el mensaje
que se trasmitió en cada dispositivo es una lucha por una causa
similar y que nos da a conocer la gran problemática que nos asecha, y
que cada autor logro dar un mensaje y una enseñanza para que la
sociedad se informe y concientice.

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