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Humo verde en Guadalupe

Las universidades en Colombia tienen enfrente un gran reto; llevar a síntesis el crecimiento
de la cultura cannábica dentro de sus estudiantes, el aumento del consumo de marihuana,
las ambigüedades de la ley y las libertades de su comunidad.

Como ya es costumbre las calles de Bogotá se pintan de un frígido azul que marca las seis
de la tarde. Las actividades laborales del día terminan, y como estrellas en el firmamento,
miles de luces a lo lejos comienzan a resplandecer titilantes marcando el fin de aquel día.
Con las manos un poco temblorosas por el helaje, David acomoda un poco de marihuana
dentro de un papelito al que llama cuero. Enrolla hábilmente con una mano un pedazo de
cartón que hará las veces de filtro, mientras que en la otra sostiene con firmeza lo que en
unos instantes será transformado en un cigarro de hierba. Mientras el acto se consuma en
el tiempo, las ideas vienen y van volando por el aire en distintos tonos.

David no se halla en aquel instante rodeado de soledad, otros como él se encuentran


ubicados en el mismo lugar, realizando el mismo ritual, utilizando el tiempo que la lenta
combustión les regala para divagar y conversar con los demás. Dentro de aquel aquelarre
de verdes humos e incontrolables risas, se desarrolla un acto revolucionario que la sociedad
ha olvidado. Detenerse unos instantes y alejarse de la rutina para divagar, pensar y
conversar, es algo para lo que nadie tiene tiempo ya. La imagen del Gran Hermano de
Orwell nos mantiene sumisos ante los afanes del día a día, amenazante ante cualquier acto
que cuestione la hegemonía de la monotonía.

En Colombia actualmente se discute lo referente a la regularización de la venta de


marihuana. Tanto congresistas, alcaldes, gobernadores, presidentes, ciudadanos, etc,
buscan llevar el tema a una síntesis que beneficie a la mayoría de la población. Sin
embargo, el reto empieza en la ambigüedad de la ley. Dentro de la actual legislación está
permitido el porte, el consumo, y la siembra de marihuana, pero no la venta. La ley dice que
el ciudadano puede consumir, no obstante, también dice que prácticamente en cualquier
espacio público está prohibido consumir. El orden prevalece frente a la libertad, y para
instituciones que priorizan la libertad frente al orden, todo esto representa un reto que
tendrán que resolver por sí solos.

Desde hace años, dentro de la Universidad Externado de Colombia existe una comunidad
que se reúne prácticamente todos los días. Sus miembros pertenecen a distintos programas
de formación que ofrece la universidad, y las motivaciones para reunirse se alejan por
completo de los compromisos académicos con la institución. Muchos de esta comunidad
hablan de su agrupación como “El grupo estudiantil más grande de la universidad”, sin
embargo, en ningún lugar existe un registro que los catalogue oficialmente como tal.
Las risas, los debates y las discusiones de aquel grupo giran en torno a la consumación de
la marihuana. El consumo de cannabis, y todos los derivados de aquella colectividad, sirven
de excusa para reunirse una vez al día y convivir en comunidad. Las personas que allí se
encuentran se sienten seguras bajo el manto de la institución en la que estudian, sus
charlas y debates se convierten en álgidas discusiones gracias a la tranquilidad que otorga
la academia. Pero esta academia, entendiendo la como una institución sujeta a la ley, se
encuentra más bien preocupada por el aumento de aquel grupo que se reúne día a día a
consumir marihuana.

“Durante las últimas semanas del semestre pasado, la universidad utilizó todo su arsenal de
cámaras para montar una persecución contra los estudiantes que nos encontrábamos en el
G pegandolo”, manifiesta con disgusto David Pinilla, estudiante de FIGRI (Finanzas,
Gobierno y Relaciones Internacionales), agregando también, sentirse perseguido por la
universidad a la cual le paga semestre a semestre para estar allí.

Para David, se ha convertido en una situación ridícula toda la confrontación generada por la
Universidad contra sus estudiantes. El único lugar en el cual él, y muchos de sus
compañeros, pueden llegar e integrarse con estudiantes pertenecientes a otras carreras,
todos reunidos en el mismo lugar, es precisamente este espacio de consumo. “Lo más
bacano es que mientras rotamos el porro, la conversación se volvía cada vez más
interesante, todos hablábamos desde lo que aprendimos en nuestras carreras. Lo que
hacíamos allí era promover la discusión, inclusive más que en las clases”.

A comienzos del segundo semestre del año en curso, la universidad comenzó a


implementar de forma exhaustiva su política de un campus libre de humo. Fue por esto que
se implementaron medidas de choque que dispersaran y evitaran las reuniones de
consumidores dentro de sus instalaciones. Al mismo tiempo, inició un espacio de diálogo
entre la unidad de Bienestar Universitario y los estudiantes que frecuentaban estos espacios
de consumo dentro de la universidad. “Siempre hemos creído que la información es un
factor protector, mientras que la desinformación es un factor de riesgo”, dijo Leonardo Díaz
Velasquez, coordinador de desarrollo humano.

Dicho espacio de diálogo representa una oportunidad interesante para ambas partes, tanto
para la institución, como para los estudiantes. “El trabajo más importante que nos gustaría
llevar a cabo en la universidad, es la eliminación del estigma social hacia la persona que
fuma marihuana” manifestó ante Bienestar Universitario el estudiante David Pinilla. Es por
esto que el pasado martes 22 de agosto se citaron de manera informal estudiantes
consumidores de cannabis, el coordinador de desarrollo humano de la universidad
Leonardo Díaz y Julian Quintero, fundador de la organización Échele Cabeza.

Durante aproximadamente dos horas se plantearon inquietudes, problemáticas y


oportunidades. Todo con el fin de proponer miradas innovadoras al conflicto e iniciar un
proceso de transformación dentro de la institución. “La institución tiene el reconocimiento
social de la innovación y tiene la autonomía académica. La universidad puede iniciar planes
piloto, investigar, crear, hacer cosas nuevas y arriesgarse, porque para eso está hecha la
universidad”, expresó Julian Quintero durante la reunión.
Bajo la coyuntura política actual, por la cual navega la sociedad colombiana, se ha vuelto un
tema de interés nacional lo referente a la regularización del cannabis, más cuando hace
unos meses hicieron falta solo 6 votos para convertirlo en una realidad. Al analizar el
altísimo espectro de factores que rodean al consumo de drogas, se ha llegado reiteradas
veces a mecanismos de prevención distintos a la prohibición. Uno de ellos el llamado
“reducción de riesgos y daños”. En su portal de información la organización Échele cabeza
expone los principales enfoques de este mecanismo de protección:

1) Disminuir los efectos negativos producto del uso de drogas y así mejorar la calidad
de vida de las personas que las consumen.

2) Reducir los riesgos asociados a prácticas de consumo riesgosas.

3) Reducir los riesgos asociados a hábitos de consumo abusivos.

4) Prevenir sobredosis derivadas del consumo riesgoso de sustancias psicoactivas.

El tono de la reunión fue calmado y amable, ambas partes se escucharon, y se logró llegar
a una especie de puntos centrales que serán ampliados en próximas reuniones. Con el
acompañamiento de Échele cabeza los estudiantes esperan que se comiencen a explorar
nuevas alternativas para tratar el consumo dentro de la universidad, y sobre todo, se trabaje
en la eliminación de estigmas y persecuciones hacia los consumidores de cannabis de esta
institución. “Universidades de contexto liberal basadas en los derechos, reconocidas
ampliamente por este enfoque, puede ser una universidad vanguardista y disruptiva en
quebrar el statu quo y materializar el discurso de cambio de paradigmas en la reforma de
política de drogas”, expresó Julian Quintero.

Mientras tanto, el grupo de estudiantes reunido en aquella charla expresó su intención de


construir cultura desde los espacios que se abran dentro de su comunidad. Todas las partes
que se encontraban allí reunidas estuvieron de acuerdo en utilizar la cultura como
mecanismo de cambio. Abriendo así la puerta a una posible innovación en la política de
drogas de esta universidad, creando precedentes que aportaran en la construcción de un
futuro de tolerancia mutua.

La creación de este tipo de oportunidades de cambio en las instituciones representa una


gran noticia para la sociedad colombiana. Bajo el actual fracaso de las políticas
prohibicionistas, es muy importante comenzar a explorar distintos mecanismos de
prevención, reducción de riesgos e información valiosa al respecto. Solo con una
disposición de escucha, diálogo y construcción colectivas, se llevarán a puerto los cambios
que demanda la contemporaneidad.

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