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Homicidio de Maria Soledad Morales

En la noche del viernes 7 de septiembre de 1990, María Soledad Morales, quien


por entonces cursaba 5.º año de la secundaria, asistió a la discoteca Le Feu
Rouge, en donde se organizaba una fiesta con el fin de recaudar fondos para
el viaje de egresados de su curso en el Colegio del Carmen y San José. Sus padres
le habían dado permiso de quedarse a dormir en la casa de una compañera
suya, y María Soledad les dijo que volvería alrededor de las 16 horas del
siguiente día, pero no fue así. En la madrugada del 8 de septiembre, entre las
03:00 y 03:30, Luis Tula, un individuo maduro que –según relatos de
compañeros-– era su novio, la recogió en la discoteca donde se celebraba la
fiesta de su promoción de bachilleres y la invitó a otra discoteca llamada
«Clivus». Allí la presentó a otros individuos, hijos de funcionarios políticos y
policiales de la provincia, entre los que se encontraba Guillermo Luque y, de
acuerdo con testimonios de empleados de la discoteca, salió de allí
«obnubilada», acompañada de varios hombres que la subieron a un vehículo.
Nunca más sería vista con vida.
A las 9:30 del lunes 10 de septiembre de 1990, en una zona conocida como
Parque Daza (a siete kilómetros de la capital catamarqueña sobre la ruta 38 el
cuerpo de María Soledad Morales fue encontrado por unos operarios
de vialidad nacional. Había sido salvajemente violada. La escena del hallazgo fue
alterada, manipulada por tres individuos vistos por un colectivero. Más tarde se
supo que había muerto de un paro cardíaco por una dosis letal de cocaína que le
habían obligado a consumir sus secuestradores violadores y asesinos. Fue
reconocida por su padre por una pequeña cicatriz en una de sus muñecas, ya
que su cuerpo estaba totalmente desfigurado, con la mandíbula fracturada,
quemaduras de cigarrillo, le faltaba cuero cabelludo, las orejas y un ojo.
Desde un primer momento las investigaciones fueron demoradas y
manipuladas. El mismo jefe de la Policía de la Provincia, comisario general
Miguel Ángel Ferreyra ―padre de uno de los asesinos―, al hallar el cadáver
ordenó que lo lavaran, borrando huellas y señales de modo irrecuperable.
Los primeros rumores del pueblo decían que los responsables serían parientes
de funcionarios, a quienes coloquialmente se los llamaba «los hijos del poder».
Los medios de comunicación difundieron que eran sospechosos del crimen los
jóvenes Guillermo Luque (hijo del diputado nacional Ángel Luque), Pablo y
Diego Jalil (sobrinos del intendente José Jalil) y Miguel Ángel Ferreyra (hijo del
jefe de policía provincial).
Se tardó más de dos meses en abrir la investigación judicial, y una vez que la
justicia intervino, el favoritismo hacia los posibles involucrados fue evidente.

En esas condiciones, Ángel Luque ―diputado nacional por Catamarca y padre


de Guillermo Luque―, declaró que si su hijo hubiera sido el asesino, el cadáver
no habría aparecido. El escándalo llevó a la expulsión del diputado del Congreso
y a que en 1991 el gobierno nacional, a cargo entonces del presidente Carlos
Menem, interviniera primero el poder judicial de la provincia, luego el poder
legislativo y finalmente el poder ejecutivo, destituyendo a Ramón Saadi,
continuador de una larga tradición de gobernadores pertenecientes a su familia
y aliado de Menem.
El interventor enviado por Carlos Menem fue Luis Prol.
El presidente Carlos Menem ordenó la intervención federal a la provincia, y para
aclarar los hechos envió al ex subcomisario de la Policía de la Provincia de
Buenos Aires, Luis Patti ―represor en cadena perpetua desde el 14 de abril de
2011 por crímenes de lesa humanidad―, que también demostró falta de
voluntad en la resolución del caso y abierta complicidad con los acusados.
Sólo dos personas fueron condenadas por "violación seguida de muerte
agravada por el uso de estupefacientes", aunque se estima que participaron
más hombres en el crimen. Guillermo Luque fue condenado a 21 años de
prisión y Luis Tula a nueve años Hoy gozan de libertad.

María Soledad Morales fue una joven estudiante argentina, asesinada a los diecisiete


años en la capital catamarqueña. Luis «El Flaco» Tula, su novio, un adulto doce años
mayor que ella, fue acusado de entregarla a Guillermo Luque —hijo del entonces
diputado nacional Ángel Luque—, quien la llevó a una fiesta en la que participaron
Diego Jalil (hijo del Intendente de la ciudad en ese entonces), Arnoldito Saadi (primo
del gobernador de Catamarca) y Miguel Ferreyra (hijo del jefe de la policía), donde la
drogaron con cocaína y abusaron sexualmente de ella varios hombres, todos ellos
«hijos del poder». En 1998, ocho años después, Tula fue condenado a nueve años de
prisión por ser partícipe secundario de la violación y asesinato y Guillermo Luque fue
condenado a veintiún años de prisión como autor material del crimen.

El resultado del asesinato devino en una crisis política de repercusión nacional, en la


cual llegó incluso a intervenir el entonces presidente argentino, Carlos Menem. ]. En la
actualidad, no queda nadie preso por su femicidio.

María Soledad Morales nació el 12 de septiembre de 1972 en Valle Viejo, provincia de


Catamarca. Fue hija de Elías Morales, un empleado público, y de Ada Rizzardo. Le
gustaba escribir poemas, era una buena estudiante y le había comunicado a su madre
que cuando terminara el secundario iría a estudiar para ser maestra jardinera, ya que
era una carrera corta y con su sueldo ayudaría en los gastos de la casa Era la segunda
de siete hijos de una familia de clase media-trabajadora.

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