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ASESINATO DE MARIA ELENA MOYAN Y PASCUALA ROSADO.

CONTEXTO:

Hacia 1990, PCP-SL había extendido su presencia desde el interior del país hacia Lima,
realizando importantes acciones armadas.

En ese momento, debido a la crisis económica y a la recesión en el país, se había


desarrollado un importante fenómeno de organización social que trató de hacer frente a
esta situación, satisfaciendo las necesidades básicas de la población, dando inicio a una
serie de líderes locales quienes también hicieron frente ante los discursos de violencia
que el PCP-SL preconizaba.

Los líderes locales constituían una autoridad legítima que no podía coexistir con este
partido. Los dirigentes eran un obstáculo para el llamado "equilibrio estratégico", que
había proclamado Abimael Guzmán, el cual consistía en el aumento de campañas más
agresivas contra sus oponentes.

HECHOS:

Los dirigentes eran un impedimento para este objetivo, por ello el partido desarrollo otra
estrategia orientada a desprestigiar a las dirigentes más conocidas.

– 31 de agosto de 1991: asesinato de Juana López León, coordinadora del Vaso de


Leche en el asentamiento humano Juan Pablo II en el Callao.

– 14 de setiembre de 1991, cuando participaban en una asamblea popular, fueron

asesinados Fortunato Collazos Crispín, sub secretario general, y Alfredo Aguirre


Beraún, secretario

de prensa y propaganda del pueblo joven Juan Pablo II del distrito de San Juan de
Miraflores en Lima.

– El 5 de diciembre de 1991, PCP-SL asesinó a Doraliza Espejo Márquez, dirigente del


asentamiento humano José Carlos Mariátegui del distrito de San Juan de Lurigancho, en
Lima, Por haber colaborado en un reparto de víveres organizado por el Ejército.

Otra táctica desarrollada por PCP-SL en Villa El Salvador y en otros distritos populares
de Lima fue levantar reivindicaciones populares concretos. Por ejemplo, aprovechando
la incapacidad del Estado para brindar seguridad básica a sus ciudadanos, castigó y en
algunos casos, asesinó a delincuentes y a personas que violaban las normas de la
sociedad, tales como adúlteros, drogadictos, etc. desarrollando “una suerte de justicia
vigilante en estas zonas en donde el Estado o siempre estuvo ausente o se había
replegado”. Otra forma de deslegitimar a autoridades locales y dirigentes populares fue
acusarlos de corruptos buscando primero difamarlos y después eliminarlos.

CASOS MÁS IMPACTANTES:


ASESINATO DE MARIA ELENA MOYAN
María Elena María Elena se encontraba en compañía de Esther Flores cuando recibió
una invitación del Comité del Vaso de Leche del grupo residencial 23 en el Primer
Sector de VES para una pollada bailable que se realizaría el sábado 15 de febrero de
1992 con el fin de recaudar fondos para implementos de cocina. La persona que entregó
las tarjetas insistió en que no podían faltar porque ellas eran sus dirigentes. Ambas,
conscientes de sus obligaciones acordaron asistir después de las cinco de la tarde como
una manera de apoyar y estimular a las demás mujeres. El día anterior, el administrador
del Concejo Distrital de Villa El Salvador contrató los servicios de Víctor Chocano del
Carpio para que realizara servicio de transporte a María Elena desde las diez de la
mañana hasta las siete de la noche del día siguiente. El 15 de febrero María Elena pasó
la mañana en la Playa Paraíso Azul con sus hijos, un sobrino y una amiga. Los
acompañaba además su resguardo personal, el SO3 Roger Bocanegra Gómez. En la
playa permanecieron hasta las cinco de la tarde y aproximadamente una hora después se
dirigieron a la pollada. Después de dejarlos en la puerta del local, el automóvil
Volkswagen azul alquilado se estacionó pocos metros más allá. En el carro sólo quedó
el chofer y el policía se ubicó en la esquina más próxima. A los pocos minutos, una
joven vestida de polo blanco y falda floreada se acercó al policía sonriente y, de
improviso, le disparó hiriéndolo en el pecho. El herido dio varias vueltas en el suelo,
sacó su arma y comenzó a disparar, pero sin dirección específica. Después, rodó hasta
debajo de un auto estacionado. Entonces, un subversivo le arrojó una carga de dinamita
que no llegó a estallar. El policía, aprovechando la escasa iluminación, logró alejarse.
María Elena estaba muy animada y departía con los organizadores. Cerca de ella
estaban sus hijos y la compañera que los cuidaba. De pronto, mientras otros hombres
armados disparaban, vio que una mujer y un hombre se le acercaban y se dio cuenta que
venían por ella. Entonces, alcanzó a advertir a las mujeres que se tiren al suelo. Dijo:
“Vienen por mí, a matarme”. Sus hijos se agacharon junto a la mujer que los cuidaba.
Ella les indicó: “Tápense la cara porque su mami va a escaparse”. La mujer disparó
contra María Elena en el pecho y la cabeza. Cuando cayó al suelo, sus asesinos la
arrastraron hasta la salida donde le colocaron aproximadamente cinco kilos de
explosivos, dando fin a su vida.
LA BALEARÁN, LA DINAMITARÁN... ¡Y NO PODRÁN MATARLA!

ASESINATO DE PASCUALA ROSADO


El 6 de marzo de 1996 Pascuala Rosado salió de su domicilio, en Huaycán, con destino
a su trabajo. Tomó el camino usual para abordar el microbús. En esas circunstancias y
cerca al Mercado de la Av. 15 de julio, un grupo de aniquilamiento de PCP-SL la
interceptó y le infirió un disparo en la frente52: “Dos hombres la agarraron de los
brazos por detrás y una mujer se paró en frente de ella diciéndole: “Ahora vas a morir”.
Mi mamá se enfrentó a esa mujer y le dijo ‘A ver mátame pues’, porque ella ya estaba
cansada de todo eso. Luego la mujer le dio una cachetada a mi mamá y le disparó53”.
Luego de los disparos, y con Pascuala tendida en el suelo, uno de los subversivos colocó
sobre el cuerpo una carga de dinamita a la altura del vientre, dieron vivas a la lucha
armada, esparcieron volantes54 y huyeron. Segundos después estalló el explosivo
destrozando su cavidad abdominal. Esta versión ha sido corroborada por los efectivos
de la Dirección Contra el Terrorismo (DIRCOTE)55. En base a las investigaciones
policiales se pudo determinar las características físicas de los criminales, identificados
como dos hombres de raza mestiza y una mujer de aproximadamente 28 años56. La
CVR llama la atención sobre el modo en que se llevó a cabo el crimen, cuyas
motivaciones y ejecución fueron similares a la manera cómo se acabó con la vida de
María Elena Moyano.

Las ejecuciones extrajudiciales en barrios altos.

Hechos

Declaran los sobrevivientes, que aproximadamente a las 10.30 de la noche, entre 6 y 10


individuos armados con pistolas ametralladoras y con los rostros cubiertos con
pasamontañas irrumpieron en el patio del inmueble donde realizaban la reunión y
amenazaron con sus armas a alrededor de 20 concurrentes. Narran que, a golpes,
insultos y entre forcejeos, obligaron a todos a tenderse boca abajo, e inmediatamente y
sin discriminar, dispararon ráfagas hacia las cabezas y las espaldas. Los mismos
sobrevivientes y las posteriores pericias balísticas y forenses confirmaron que los
autores remataron a los moribundos con un fatal “tiro de gracia”.

Los investigados por el poder judicial

Luego de más de doce años de la “Masacre de Barrios Altos”, en razón que el caso
sufrió durante el gobierno del ex Presidente Fujimori deliberadas obstrucciones para
investigarlo y sancionar a los responsables en 25 ex oficiales y suboficiales del Ejército
del Perú (EP), autodenominados, según algunos de sus ex integrantes, como el
“Destacamento Colina”.

La planificación de la masacre y las revelaciones de los responsables

De acuerdo a la versión judicial de uno de los colaboradores eficaces, antes de la


masacre, algunos agentes ingresaron al solar del Jirón Huanta No.840 simulando ser
participantes de la reunión, entre ellos, ha mencionado a los ex agentes del SIE Shirley
Rojas Castro, César Héctor Alvarado Salinas y Mariela Barreto Riofano (fallecida),
quienes, según afirma, no pudieron hallar a un agente que se habría infiltrado en la
organización y con quien debían hacer previo contacto.

Se pudo también establecer en la reconstrucción de los hechos que una de las


camionetas rurales en que llegó el comando paramilitar al jirón Huanta se encontraba
adscrita administrativamente al Palacio de Gobierno.

Los primeros indicios de participación de agentes del Estado En 1991

“La Masacre de Barrios Altos” conmocionó al país. Fue el primer homicidio múltiple en
la capital contra ciudadanos civiles en el contexto de acentuación de la violencia política
en los centros urbanos. Ante ello, el 10 de noviembre de 1991, la Comisión de Derechos
Humanos del Senado de la República citó a los ex ministros del Interior y de Defensa,
Generales EP® Juan Briones Dávila y Víctor Malca Villanueva

sobre el desarrollo de las investigaciones y presentaron tres hipótesis sobre la autoría del
crimen. La primera en miembros del Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso,
otra en miembros del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru. Y, la tercera en
“organizaciones ajenas a estos grupos”. En todo caso, negaron de manera tajante que
miembros de las fuerzas del orden hayan participado en estos hechos.

El 15 de noviembre de 1991, los ministros del Interior y de Defensa nuevamente se


presentaron ante la Comisión del Senado. En esa sesión, el General EP (r) Briones
Dávila negó la existencia del “Plan de Operaciones Ambulante” como la organización
del “Puesto de Vigilancia de Lima Sheraton”, apoyado en las respuestas oficiales de los
jefes de la Dirección contra el Terrorismo (DIRCOTE) y del Estado Mayor de las
Fuerzas Armadas, quienes en simples oficios rechazaron la existencia de tales
operaciones antiterroristas en la zona de Barrios Altos.

Las primeras denuncias periodísticas

Sólo un sector de prensa opositora al Gobierno del ex Presidente Alberto Fujimori


comenzó a investigar la existencia de un comando de aniquilamiento paramilitar
relacionado a lo ocurrido en Barrios Altos. Cuando en 1992 el semanario Sí, dirigido
por el periodista Ricardo Uceda dio a conocer información indiciaria de la existencia del
“Destacamento Colina”

En noviembre de 1992, la periodista Cecilia Valenzuela y el editor de la Revista


Caretas, Enrique Zileri Gibson, quienes también investigaban la sospecha de la
intervención paramilitar en el caso, recibieron amenazas de muerte por teléfono.

En febrero de 1993, atemorizarían nuevamente a Valenzuela mediante un envío postal


con mensajes macabros. El 22 de abril, una llamada anónima a “Caretas” informó de un
atentado contra Valenzuela y de una detención de Zileri, ambos falsos.

La desaparición y ejecución de los estudiantes de “La Cantuta”

Por otro lado, el 18 de julio de 1992, nueve estudiantes y un catedrático desaparecieron


en la Universidad Nacional “Enrique Guzmán y Valle”, conocida como La Cantuta, en
circunstancias que sugerían la intervención del Ejército Peruano42 y de un grupo
paramilitar vinculado al Servicio de Inteligencia Nacional(SIN).

Posteriores evidencias y más pruebas, así como la proba actuación del fiscal provincial
en la investigación del crimen de “La Cantuta” obligó al gobierno de Alberto Fujimori a
enjuiciar y condenar a los responsables46 en mayo de 1994, aunque de manera
deliberadamente inconstitucional porque el Gobierno recurrió al Congreso y al
avocamiento ilegal del caso por miembros del Fuero Militar.
La actuación del Fuero Militar y la absolución de los presuntos responsables

Sin embargo, en septiembre de 1994 de manera secreta 48 y para evitar una futura
contienda de competencia con el fuero común - como había ocurrido en febrero de ese
año con el caso “La Cantuta”, el Fuero Militar, a través de la Sala de Guerra del
Consejo Supremo de Justicia, se avocó irregularmente al caso “Barrios Altos”, abriendo
entonces instrucción contra personal militar.

Las denuncias periodísticas y la reacción del Fuero Militar

A partir de enero de 1995, las denuncias periodísticas sobre la “La masacre de Barrios
Altos” y la sindicación del “Destacamento Colina”, como el responsable, se
documentaban de mayores fuentes como ocurrió en el caso “La Cantuta”. Ex agentes de
inteligencia, desde la clandestinidad o desde el extranjero, afirmaban que el crimen lo
había cometido “Colina”, un grupo especial, con conocimiento de mandos del Ejército
Peruano: “con la finalidad de eliminar focos subversivos detectados por el Servicio de
Inteligencia del Ejército y por el Servicio de Inteligencia Nacional”

El Fuero Militar, nuevamente en forma reservada, se avocó a la investigación del caso.


En esta oportunidad, abrió instrucción denunciando a todos agentes de inteligencia por
los delitos de asesinato, abuso de autoridad, negligencia y contra la administración de
justicia.

La actuación del Poder Judicial

En medio de una gran tensión institucional, los militares denunciados, así como otros
oficiales de alto rango que fueron citados para rendir sus declaraciones se negaron a
hacerlo, tanto en el Ministerio Publico como en el Poder Judicial. La defensa sostuvo,
reiteradamente, que los hechos debían ser investigados por la justicia militar y en el
caso de los generales Salazar Monroe y Hermoza Ríos la institución castrense invocó
los privilegios establecidos para los ministros de Estado y señaló que no podían
comparecer ante ninguna otra instancia jurisdiccional.

En abril 7 de 1995, la 41º Fiscalía Provincial Penal de Lima , atendiendo a las


investigaciones hechas públicas por la prensa, así como a indicios razonables de
participación de agentes militares del SIE en el caso “Barrios Altos”, denunció
formalmente al General de División EP Julio Salazar Monroe, Jefe del Servicio de
Inteligencia Nacional-, al Mayor EP Santiago Martín Rivas, y los Sub Oficiales EP
Nelson Carvajal García, Juan Sosa Saavedra y Hugo Coral Goycochea como presuntos
autores de los delitos de asesinato y lesiones en agravio de los 15 fallecidos y los 4
heridos de gravedad a consecuencia de los sucesos ocurridos en Barrios Altos.

La actuación del Congreso Constituyente Democrático y la Ley de Autoamnistía

La contienda de competencia de “Barrios Altos” aún no había sido resuelta por la Corte
Suprema de Justicia, cuando el 14 de junio de 1995, el Congreso Constituyente
Democrático (CCD), con los votos de la mayoría oficialista del partido “Cambio 90”
aprobó una ley de amnistía amplia y general para militares y policías implicados en
violaciones a los derechos humanos que contravenía pactos internacionales de derechos
humanos suscritos por el Perú.

El cuestionamiento constitucional de la amnistía

A pesar de la connotación política de la norma de amnistía, la titular del 16º Juzgado


Penal de Lima, en una ejemplar demostración de independencia de su magistratura, y
con la oportuna opinión de la fiscal del caso, emitió una resolución el 16 de junio de
1995, declarando inaplicable el artículo 1º de la Ley No. 26479 al proceso penal de
“Barrios Altos”, sosteniendo que, sobre el particular, ejercía el control difuso que le
autorizaba la Constitución, previsto en el segundo párrafo del artículo 138º .

La actuación del Sistema Interamericano de Protección de Derechos Humanos


frente a las Leyes de Amnistía

Frente a este panorama interno muy adverso al estado de derecho en el Perú, el 30 de


Junio de 1995, la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos66 presentó una
denuncia contra el Estado Peruano ante la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos, argumentando que las leyes de amnistías promulgadas violaban la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, ratificada por el Perú el 7 de julio de
1978.

La Corte también declaró que con la auto amnistía se violaron el derecho a las garantías
judiciales y a la protección judicial, pues impidieron que los familiares de las víctimas y
las víctimas sobrevivientes de “Barrios Altos” fueran oídas por un juez e impidieron la
investigación, persecución, captura, enjuiciamiento y sanción de los responsables de
estos hechos.
El cumplimiento de la Sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos
y la reapertura del proceso penal en contra de los autores de la matanza de Barrios
Altos

En cumplimiento la sentencia emitida por la Corte Interamericana de Derechos


Humanos, el Poder Judicial del Perú inició la reapertura del proceso el 24 de marzo del
2001 cuando la 1ª Sala Penal Corporativa anuló la resolución de archivo del caso que en
1995 emitió la 11º Sala Penal de la Corte Superior de Lima 76 y dispuso que el 16º
Juzgado Penal de Lima se encargue de investigar. Posteriormente fue derivado al 4º
Juzgado Penal

Conclusiones y recomendaciones

La Comisión de la Verdad y Reconciliación considera que tal como fue expresamente


reconocido por el Estado ante el Sistema Interamericanos de Protección de Derechos
Humanos, entre 1991 y el 2000:

1. Incurrió en responsabilidad por la violación del Derecho a la Vida


2. Afectó seriamente la Integridad Personal
3. Contravino artículos sobre garantías judiciales y acerca de protección judicial de
la Convención Americana como consecuencia de la promulgación y aplicación
de las leyes de amnistía Nº 26479 y Nº 26492
4. Incumplió su obligación de respetar derechos y deberes de adoptar disposiciones
de derecho interno de la Convención Americana sobre derechos humanos como
consecuencia de la promulgación y aplicación de las leyes de amnistía Nº 26479
y Nº 26492.

La Comisión, en consideración a lo expresado y ordenado por la Corte


Interamericana de Derechos Humanos el 14 de marzo del 2001:

1. Se adhiere al reconocimiento al Gobierno del Perú, porque su allanamiento


en sede internacional en el año 2001, constituyó una contribución positiva al
desarrollo del proceso “Barrios Altos” y a la vigencia de los principios que
inspiran la Convención Americana sobre Derechos Humanos.
2. Expresa su satisfacción al Estado por atender y cumplir con el procedimiento
de reparaciones que corresponde a los sobrevivientes y a los familiares de los
fallecidos.
LAS EJECUCIONES EXTRAJUDICIALES DEL PENAL DE EL FRONTÓN Y
EL LURIGANCHO (1986)

Contexto

En su discurso del 28 de julio de 1985, el electo Dr. Presidente Alan García Pérez
señaló que su gobierno cambiaría la estrategia de lucha contra la subversión y que
tendría especial énfasis en el respeto a los derechos humanos de la población. En el mes
de septiembre de ese año, se formó la Comisión de Paz, cuyo objetivo era asesorar al
Presidente en cuanto al tratamiento de los detenidos por terrorismo, la investigación de
casos de los desaparecidos y el respeto de los derechos humanos en la lucha
antiterrorista

En la época de los hechos, Lima y Callao habían sido declarados en estado de


emergencia desde el 7 de febrero de 1986 y se había decretado el toque de queda, que
duraría hasta julio del siguiente año. Asimismo, se prorrogó el estado de emergencia en
21 provincias del país.

Esta situación era aprovechada por Sendero Luminoso, que consideraba las cárceles
como centros de acción política. Los detenidos se consideraban “prisioneros de guerra”
y se mantenían en permanente estado de lucha para lograr un reconocimiento de tal
status.

Los motines del 18 de junio de 1986

Como se ha señalado anteriormente, Sendero Luminoso también trasladó su accionar a


los establecimientos penitenciarios donde, para la época de los hechos, se encontraban
una gran cantidad de sus cuadros y militantes. En el lenguaje de Sendero Luminoso, aún
estando presos, sus integrantes desarrollaban su propio trabajo ideológico, político y
organizativo que había transformado “las negras mazmorras de la reacción en luminosas
trincheras de combate”.

Esta situación de pérdida de autoridad del Estado en los establecimientos penales tenía
características alarmantes, como el hecho que en el penal San Juan Bautista no existiera
un control cierto y eficiente del número de internos del Pabellón Azul.

Información e investigaciones difundidas sobre los sucesos en los penales.


Tal como informaron los medios de prensa en su momento, el Gobierno del entonces
Presidente Alan García Pérez y el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas a través
de comunicados oficiales, en las primeras horas del 18 de junio de 1986 se inició un
motín de los internos por delito de terrorismo en los establecimientos penales San Juan
Bautista (El Frontón), San Pedro (Lurigancho) y Santa Bárbara del Callao.

Las primeras informaciones dieron cuenta de la toma de rehenes –miembros de la


Guardia Republicana y trabajadores penitenciarios-, motivado en las continuas
demandas de éstos por mejoras en la situación carcelaria, su protesta contra el
anunciado traslado al Penal de Máxima Seguridad de Canto Grande (E.P. Miguel Castro
Castro) y la afirmación de su condición de autodenominados “presos políticos”.

LOS ASESINATOS Y LESIONES GRAVES PRODUCIDOS EN EL ATENTADO


DE TARATA (1992)

Contexto

Entre los meses de enero a julio de 1992, treinta y siete “coches bomba” estallaron en
Lima Metropolitana, dejando aproximadamente cincuenta muertos. Era la ofensiva más
intensa desatada por el PCP-SL contra la capital, que incluía el asesinato selectivo de
dirigentes como María Elena Moyano. Según Abimael Guzmán la guerra pasaba a una
etapa de “equilibrio estratégico” que precedía a la destrucción del Estado y la captura
definitiva del poder. Se había dado inicio al VI plan militar denominado “Construir la
conquista del poder”, que orientaba las acciones subversivas hacia Lima.

Planificación del atentado en la dirección del PCP – Sendero Luminoso

Según el testimonio de Juanito Guillermo Orozco Barrientos conocido como “Franco”,


la Dirección del PCP-SL acordó hacer estallar un “coche bomba” en el distrito de
Miraflores1 , asignando esta tarea al destacamento número doce a cargo de “Daniel
“identificado como Carlos Mora La Madrid. Mora, y “Nicolás”, decidieron que el lugar
adecuado para el ataque sería el Banco de Crédito ubicado en la intersección de la
Avenida Larco y Shell (por el frontis) y la calle Tarata (por la parte posterior).

La ejecución del atentado en la calle Tarata


El mismo día del atentado en la calle Tarata, el PCP-SL, atentó contra las comisarías de
San Gabriel, José Carlos Mariátegui y Nueva Esperanza ubicadas en el distrito de Villa
María del Triunfo, así como contra la agencia del Banco Latino ubicada en el distrito de
la Victoria. Estos atentados de menor magnitud tenían como objetivo dispersar a las
fuerzas policiales.

Las víctimas del atentado

De acuerdo al empadronamiento realizado por el Centro de Investigación de Proyectos


Urbanos y Regionales (CIPUR) , en el atentado subversivo de la Calle Tarata murieron
25 personas, de las cuales 3 mujeres y 2 varones no fueron identificados. Asimismo, 5
personas desaparecieron y 155 quedaron heridas.

Investigación policial y judicial

El 28 de junio de 1996, la DINCOTE detuvo a Juanito Guillermo Orozco Barrientos,


tras 4 años de intensa búsqueda para poder identificarlos y en base a esto se logró
identificar y detener posteriormente a la mayoría de las personas responsables del
atentado.

Repercusiones del atentado

Los medios de comunicación se encargaron de transmitir al mundo las imágenes de un


edificio humeante y de decenas de personas ensangrentadas que eran evacuadas, ante
eso el Perú recibió la ayuda de los estados democráticos.

La principal repercusión ocurrió en el propio país, y en especial en ciertos sectores de la


sociedad limeña hasta ese momento distantes de la violencia subversiva, que en los
andes y la selva venía provocando la muerte de miles de compatriotas.

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