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Ruiz, D. (1984), Ética y deontología docente, Buenos Aires: Ed. Braga.

La profesión y el enfoque ético (fragmento)

1. Perfeccionamiento propio y servicio social

"Todo trabajo honesto dignifica al hombre, además de facilitarle los medios honestos
para subsistir. Se puede decir que en la teleología de la existencia humana el trabajo
tiene un fin, que no es otro que el desarrollo del mismo hombre, el desarrollo de todas
sus facultades espirituales y corporales. La Tierra es para todos los hombres: para que
nazcan en ella, para que vivan en ella y para que mueran en ella: ‘Acuérdate de que
eres polvo y en polvo te convertirás’, sentenció el Génesis.

Respecto de estos tres momentos de la existencia es necesario ejercer el trabajo,


porque nada está totalmente terminado en nuestro planeta. Ni siquiera en los años
idílicos de la infancia de la humanidad hubo completa holganza, según lo demuestra el
precepto bíblico: ‘Dios puso al hombre en el Paraíso para que lo cultivase y lo
guardase’. Como el hombre no ha sido hecho para vivir solo, sino para vivir en
sociedad y para la sociedad, el trabajo cumple simultáneamente una función personal
y una función social.

Sea remunerativo, o sin cargo, voluntario o involuntario, el trabajo extiende sus frutos
al contorno personal de la persona que trabaja. Si el trabajo es honesto, esos frutos
son un buien para la sociedad. En este contexto no es exacto sostener que cada
hombre trabaja porque lo necesita para subsistir: aunque no haya realmente
necesidad tiene que trabajar para darle algún sentido serio a la existencia.

El hecho de que sea inmensamente rico no lo exime de esta obligación, porque puede
trabajar sin percibir paga, gratuitamente. Y de ese modo se hace un bien a sí mismo y
hace bien a los demás. El trabajo humano es virtud y ayuda a las demás virtudes; la
ociosidad es un vicio y es ´la madre de todos los vicios’. El trabajo es útil para el
individuo, pero también es un ‘servicio social’. Estas consideraciones bastarían para
que muchas personas que creen ser inútiles, que se sienten frustradas, trabajen de
algún modo (y hay muchos) en beneficio de sus semejantes.

Por pequeño que sea el grupos social -con mayor razón, en una ciudad- se hace
indispensable la distribución de las tareas, necesarias unas, convenientes otras, que
satisfacen los objetivos de toda comunidad humana que ha alcanzado un grado
elemental de civilización. No todos pueden vender pan, no todos pueden ser maestros,
etc. Los oficios y las profesiones liberales son tanto más imprescindibles cuanto más
compleja y más densa es la estructura de una población.

La satisfacción de la subsistencia material inmediata (alimentos, viviendas, servicios


públicos) depende de quienes ejercen oficios; la salud corporal es atendida por los
profesionales médicos, enfermeros y farmacéuticos; para la solución de conflictos
interpersonales están los abogados; para recibir una conveniente educación están los
maestros, los profesores, etcétera. El ejercicio de un oficio y de una profesión es
trabajo: trabajo humano para seres humanos. La persona que ejerce un oficio o una
profesión realiza un acto humano en beneficio de seres humanos.

Por consiguiente, la connotación ética de los actos realizados por un profesional (o por
un técnico en cualquier oficio) está marcada por una relación binaria en la que
intervienen el profesional y el que solicita los servicios del profesional; por esta razón,
si cualquier trabajo es -como lo dijimos- una función social, el ejercicio de una
profesión (o de un oficio) lo es ‘reduplicativamente’. Pero además lleva implícito un
‘contrato’, aunque no esté de por medio ningún acto jurídico, ningún documento
escrito: el que solicita la atención de un profesional -con honorarios o sin ellos-, ‘ipso
facto’ queda establecido un contrato, en el sentido en que lo hemos explicado, como
relación bilateral.

Quiero decir que el profesional que acepta atender al cliente, aun en forma gratuita, se
obliga con ello a hacer todo lo posible por dejarlo satisfecho. La ética Profesional, que
se denomina también 'deontología', es una aplicación de los principios generales de la
ética a la actividad específica de cada profesión u oficio. Esencialmente no constituye
una ciencia distinta de la Ética General: es sólo una derivación de ésta.

Son tantas las nuevas e inesperadas situaciones que se presentan en el ejercicio de


algunas profesiones, y tan profunda la solicitud de la Filosofía moderna por el respeto
que merece la persona, que se trata de establecer, en cada especialidad, cómo ha de
ser la conducta ética del hombre, en cuanto profesional.

En otras palabras: el filósofo se pregunta qué condiciones morales se exigen en el


profesional como tal y qué enfoque ético se les deben dar a esas nuevas situaciones.
En esto consiste la deontología (Deontología jurídica, Deontología médica, Deontología
docente, etc.).

Vamos a numerar y comentar brevemente los requisitos que se exigen para ejercer
honestamente una profesión, y las cualidades morales que debe poseer el profesional
cuando ejerce la profesión.

2. Requisitos para el recto ejercicio de la profesión

Ciencia

Toda profesión supone conocimientos específicos en quien la ejerce; precisamente


los que acuden al profesional lo hacen porque ellos no tienen esos conocimientos, o
los tienen en grado elemental. Una base cultural más o menos amplia, como es la que
se alcanza en los cinco o seis años de la Escuela Media, no es suficiente para dedicarse
a la actividad profesional: es necesario seguir una carrera de tipo terciario
(universitaria o no) para aprender, teórica y prácticamente, todo lo que atañe a la
profesión que se ha elegido.
El curso de los estudios, los exámenes aprobados y el título otorgado son el
comprobante oficial de que la persona está preparada para ejercer la profesión. En
cualquier país civilizado la ley castiga a los que se dedican a curar enfermos sin haber
cursado la carrera de medicina, o sin haber terminado los estudios correspondientes
(‘ejercicio ilegal de la medicina’); a los ‘falsos’ abogados e ingenieros se les aplica todo
el peso de la ley cuando se comprueba que lucran con una actividad que les está
prohibida.

Y la ley castiga porque se trata de conductas inmorales, porque el falso profesional


engaña a quienes acuden a él pensando que posee los conocimientos que ellos no
poseen, porque (con mucha frecuencia) causan perjuicios a los desprevenidos clientes.
El título oficial o privado, pero con validez oficial, es una garantía de la preparación
científica o técnica del sujeto que lo ha obtenido.

Sin embargo, bien sabemos que no todos los profesionales egresan con el mismo
caudal de conocimientos; no todos acrecientan su saber después de su egreso; y si lo
acrecientan, no todos lo hacen con el mismo ritmo; mientras unos se actualizan con
cursos de perfeccionamiento, otros se anquilosan sin preocuparse de los
descubrimientos logrados por la ciencia o por la técnica.

Por razones de ética (difícilmente puede la ley incursionar en este terreno) el


profesional debe completar sus conocimientos, sobre todo en los primeros años
inmediatos a su egreso; debe actualizarse no sólo en cuanto a los contenidos sino
también en cuanto a métodos y técnicas de procedimiento, según sea la índole de la
profesión.

El profesional debe saber y debe estar seguro de lo que sabe, para que el cliente pueda
creerle; cuando se sorprenda a sí mismo en un error o en ignorancia, debe subsanar el
defecto. Y si el defecto ha sido advertido por el cliente, el profesional debe admitir con
toda honestidad su error o su ignorancia, aun con el riesgo de perder al cliente. La
incompetencia profesional no es otra cosa que la falta del mínimum de ciencia;
matemáticamente no es mensurable este mínimum: no tiene sentido, por ejemplo,
establecer que cinco mil o seis mil conocimientos acreditan un saber suficiente.

Con un criterio flexible se puede pensar que no caqrece de conocimientos suficientes


el profesional que sabe cómo resolver la mayoría de los casos comunes (no
necesariamente ‘fáciles’) que se suelen presentar en su espeialidad. Los casos muy
difíciles de resolver hay que ponerlos ren la cuenta de la limitación humana; por lo
tanto, la ignorancia (privativa invencible) y aun el error (invencible) son éticamente
excusables. Cuando se trata de estos casos muy difíciles el profesional debe tener la
humildad, la sana humildad de consultar a sus colegas.

Si un eminente especialista en medicina consulta a otros colegas no tan eminentes


como él acerca de un caso grave que se le ha presentado, suben los quilates de su
conducta ética, y su ciencia no se desprestigia ante los ojos de nadie.¡Cuántos males
graves se evitarían en el campo de la actividad profesional si el orgullo personal se
doblegara ante los valores éticos! Cada profesión es una especialidad. No consultamos
a un abogado por un malestar estomacal, ni a un arquitecto por un pleito de aranceles.
Pero además el ejercicio de las profesiones modernas se ha sub-especializado por la
variada gama de los problemas que se presentan.

Es como si dijéramos que algunas profesiones se subdividen en sub-profesiones; hay


abogados que se especializan en derecho penal, otros en derecho comercial, o en
derecho internacional, o en locaciones; hay médicos cardiólogos, endocrinólogos,
traumatólogos, pediatras, geriatras, etc. En estos casos hay una ciencia general, básica,
y una sub-ciencia, derivada de la anterior, que profundiza y particulariza algunos
conocimientos que están en la ciencia general.

Pues bien: la Ética exige que el profesional no traspase los límites de la especialidad a
la que se dedica, salvo en casos de emergencia, y advirtiendo al consultante que su
especialidad no contempla el problema sobre el que se lo consulta. Cuando se trata de
una emergencia (urgencia), la actitud ética que corresponde es aconsejar al cliente que
acuda a un especialista en la materia.

Idoneidad

Es la aptitud para ejercer la profesión. La ciencia, por muy vasta y profunda que sea, no
implica en quien la posee aptitud para el ejercicio de la profesión. Aunque
teóricamente el título es una habilitación profesional, es un aval de ciencia y de
idoneidad, puede ocurrir que haya en la persona, antes de obtener el título, o después
de obtenerlo, alguna falta de idoneidad que haga inmoral (no necesariamente ilegal) el
ejercicio de la profesión.La falta de idoneidad antes de obtener el título impide
obtenerlo, aunque se posea más que suficiente ciencia, por ejemplo; un tartamudeo
crónico, no importa que sea psíquico, o una semisordera, o la gangosidad son
deficiencias que el al profesor de Prácticas le impedirán aprobar a un alumno tanto en
los cursos del Magisterio como en los de Profesorado.

Pero en otras carreras universitarias donde no se toma mucho en consideración el


aspecto práctico del desenvolvimiento personal ante los demás, alguna falta de
idoneidad puede no ser impedimento para obtener el título profesional. La falta de
idoneidad después de terminada la carrera profesional es más frecuente, por el
desgaste natural del organismo, o por hechos accidentales: el mal de Parkinson
contraído a los cincuenta años por un cirujano lo hace no idóneo para operar; la
pérdida total o casi total de la audición es una falta de idoneidad en el profesional de la
esneñanza.

Vocación

Es el requisito más difícil de detectar objetivamente, por la simple razón de que es


totalmente personal. ‘Vocación’ significa ‘llamado’ interno hacia un tipo determinado
de actividad. Hay vocación para la docencia, para el arte, para la maternidad, para el
matrimonio, para el comercio, para la vida religiosa, para la artesanía, etcétera. Y
naturalmente, hay personas que no tienen vocación para el matrimonio, para el
comercio, para la docencia, etc´tera.

La vocación, que es una inclinación del espíritu hacia una actividad que produce en el
sujeto satisfacción y gusto, generalmente supone ciencia e idoneidad, pero no siempre
es así. Hay personas que experimentan un llamado hacia la actividad docente, y cuesta
convencerlas de que no son aptas por alguna razón; otras quieren dedicarse al canto,
porque tienen un hermoso timbre de voz, pero no tienen oído musical. La ciencia a
veces origina la vocación; otras, la vocación lleva a la adquisición de la ciencia, sin la
cual el llamado no se convertirá en realidad.

La profesión (lo mismo que el oficio) es un medio de vida; es actividad lucrativa, es


decir, con ella se obtiene lucro, ganancia de dinero, el cual se utiliza como medio para
conseguir todas aquellas cosas que ayudan a conservar y a perfeccionar la existencia.
Pero además –lo hemos afirmado y explicado- es un servicio que revierte al propio
sujeto que sirve, al profesional.

Servir a los demás es un objetivo ético de la actividad de la persona; por ende, también
lo es de cualquier profesión. Cuanto más culto sea el profesional y cuanto más sepa
respecto de todo lo que de algún modo concierne a su profesión, cuanto mayor sea su
aptitud para la clase de trabajo que ha elegido, cuanto más clara e imperiosa sea su
vocación, mejor servirá a sus semejantes, mejor se realizará.

Si lo único (o lo primero) que motiva al hombre para elegir su profesión u oficio es el


lucro, está mal orientado; puede ser que acierte en un enfoque económico, en cuanto
porvenir de su posición social; puede ocurrir también que logre su plenitud personal,
pero no es lo más probable. Si se orienta en primer término por su vocación y sus
aptitudes, y ambas coinciden, sólo entonces podrá pensar si la profesión que elija lo
sostendrá económicamente a él y a su familia.

No se trata de elegir la profesión que dé más ingresos mensuales, sino la que satisfaga
la idoneidad y la vocación de la persona y la que, al mismo tiempo, proporcione
ingresos mensuales holgadamente suficientes para subsistir. Así, es éticamente más
aceptable, aplicada a los adolescentes de la Escuela Media, la Orientación Vocacional
que la Orientación Profesional: aquélla debe indicar el camino a ésta, no a la inversa.

Esta forma de pensar, esta concepción ética no se ajusta mucho a las concepciones
materialistas y positivistas de la actualidad, al afán de enriquecimiento rápido, al
principio de ‘trabajar muy poco, emplear poco tiempo y ganar muchísimo dinero’. Sin
embargo, esta concepción ética respecto de las profesiones humanas es la única que
ayuda a vivir en paz y a lograr la felicidad."

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B-Conferencia - Ética Profesional (Adela Cortina)


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Código deontológico de la profesión docente

http://www.consejogeneralcdl.es/codigo-deontologico-de-la-profesion-docente/

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