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Ensayo sobre el origen de la vida

A pesar de los grandes progresos realizados  en todas las disciplinas involucradas en el
origen de la vida, existen todavía muchas incógnitas que debemos resolver.
El comprender el origen y la composición de las cosas que nos rodean nos lleva a pensar
el origen de nuestra existencia. Eso tratará de desarrollar en el presente informe, pero no
desde la perspectiva religiosa v/s evolución, sino que desde un enfoque distinto como la
vida desarrollada en pequeños microorganismos como en el espacio
Muchos científicos piensan que, si se dan algunas condiciones, la vida surge
espontáneamente por la transformación de lo inanimado en animado, aunque todo ello
está aún en estado de hipótesis, y tal vez nunca lo llegaremos a aclarar, por la
imposibilidad física de ello. Para los creyentes, no vale la pena tratar de descubrir lo que
constituye los misterios del Creador.
Durante los últimos decenios el nuevo conocimiento ha permitido descubrir en los
procesos de la vida, pudiendo establecerse un continuo que va desde la simplicidad de un
organismo unicelular hasta lo más complejo: los mamíferos, incluyendo al hombre. Se ha
podido establecer que los procesos vitales son básicamente comunes, como son
comunes las reglas que los rigen y los mecanismos de cómo la vida pasa de una
generación a otra. Se ha llegado incluso a interferir en las leyes que rigen la genética
traspasando información vital de un organismo a otro, aun cuando éstos sean de distinta
especie. Pero una pregunta fundamental queda por resolver: ¿cómo se inició la vida? y
¿cómo ésta pudo por primera vez replicarse para pasar la información de una generación
a otra? Para algunos éstas son preguntas metafísicas de las que tal vez jamás el hombre
pueda encontrar una respuesta. Para otros, es sólo un milagro cuyo secreto pertenece a
la Divinidad. Pero el científico no se queda tranquilo y quiere seguir investigando cómo y
por qué se inició la vida o cuáles fueron los caminos que siguió el Creador.
Las teorías son muchas y cada vez se agregan nuevas en la medida que nuevos
conocimientos ponen objeciones a las anteriores. Hace cuarenta años atrás, Stanley
Miller, en ese entonces un estudiante graduado de 23 años de edad, sostuvo que, en las
condiciones primitivas de la tierra, la vida había nacido espontáneamente y que cada vez
que se dieran las mismas condiciones, ésta volverá a aparecer. Con esta hipótesis en
mente reprodujo en un matraz sellado las condiciones de la atmósfera que se creía
habían prevalecido en la Tierra hace 4.500 millones de años. Dentro del matraz encerró
una mezcla de metano, hidrógeno, amoniaco y vapor de agua. Durante varios días el
joven investigador sometió la mezcla a descargas eléctricas que simulaban los rayos de
los tiempos primitivos y todo lo sometió a rayos ultravioletas semejantes a los que
viajaban a la Tierra desde el Sol. Para gran alegría del investigador, una semana después
los gases del interior del matraz aparecían teñidos de un color rojizo y la mezcla era rica
en compuestos orgánicos y aminoácidos. Miller publicó sus resultados en un modesto
trabajo en Science, describiendo su hallazgo en dos páginas. La noticia conmovió al
mundo científico, ya que parecía haber demostrado como a partir de lo inerte se podía
llegar a lo animado, a lo viviente.
El enigma parecía haberse dilucidado: la Tierra, al enfriarse y contraerse, había inyectado
los gases primitivos y el vapor de agua. Al condensarse éste, dio nacimiento a los
océanos. Las reacciones químicas iniciales constituirían las primeras piezas del puzzle de
lo viviente. Argumento ideal de acuerdo al cual la Tierra y su entorno serían los únicos
responsables de las manifestaciones de la vida, en la que la evolución química, que
precede a la biológica, va de lo elemental más simple hasta los cuerpos más complejos.
Walter Gilvert, un biólogo molecular de Harvard, se entusiasmó con la idea y llegó a
concebir un "Mundo RNA Primitivo". De acuerdo a sus elucubraciones, los primeros
organismos no eran otra cosa que moléculas de RNA que se replicaban a sí mismas. En
la medida en que fueron evolucionando, aprendieron a sintetizar, lo que les permitió que
se replicaran más rápido y al mismo tiempo se formaran lípidos que contribuyeron a
formar la pared de las células. Finalmente, los "organismos RNA" dieron origen al DNA,
que actualmente rige la vida y su realización.
Aun cuando en los textos aparece esta descripción como la aceptada para explicar el
origen de la vida, en la actualidad ella ha sido seriamente objetada.
Por otra parte, cuando el RNA se logra sintetizar puede replicarse, pero con una gran
ayuda del investigador, ésta es una molécula inepta, especialmente cuando se compara
con las proteínas. Los experimentos que simulan las primeras etapas de este "Mundo de
RNA Primitivo", no logran que éste se replique y por lo tanto no constituyen un escenario
plausible para explicar el origen de la vida.
Para complicar más las cosas, hallazgos recientes sugieren que la vida surgió en un
ambiente mucho menos acogedor que lo que Miller trató de reproducir en su matraz de
vidrio. La atmósfera primordial parece no haber contenido metano ni tampoco amonio,
como Miller asumió, y por lo tanto era mucho más difícil que se sintetizaran complejos
orgánicos en esas condiciones. Más aún, los estudios de los cráteres de la Luna indican
que durante ese período la Tierra fue continuamente bombardeada por meteoritos y
cometas, que seguramente destruyeron cualquier posibilidad de vida. Según Christopher
Mc Kay, científico del Ames Research Center de NASA, parece que la vida no surgió en
una "poza de agua tibia", sino en una hirviente tempestad, lo que hace aún más difícil
explicarse su origen, al menos como Miller se había imaginado.

Bibliografía.

-  "Origen de la vida sobre la tierra", Aleksand L., ed. Tecnos.

-  "Los orígenes de la vida’’, Leslie E., Alianza editorial

-  "La vida en el universo’’, monográfico de investigación y Ciencia.

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