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CONVERSION PASTORAL Y COMUNITARIA

Esta corta charla lleva por nombre “Conversión personal y comunitaria” y lo aplicaré a nivel pastoral,
específicamente en la evangelización de nuestra parroquia (capilla). Pretendo con ella, aflorar algunas
tentaciones que pueden nublar nuestra conciencia, impidiendo así, el dinamismo evangelizador en nuestra
comunidad. Me apoyaré en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium (La alegría del Evangelio) de su
santidad el Papa Francisco. (Numerales 78-100)

Convertirse no significa “hacerse un poco mejor, rezar mejor, hacer una obra extra” sino “cambiar
radicalmente de modo de pensar y de actuar”

¿Será necesaria una conversión personal y comunitaria (de la Iglesia) hoy en día?

Ciertamente que sí y para lograrlo cada uno de nosotros tiene un aporte importante que hacer, ya que no se
pueden dejar las cosas como están -Hay estructuras eclesiales: el enfriamiento de la pasión evangelizadora, la
acedia egoísta, el pesimismo estéril, la mundanidad espiritual, la guerra entre otros. (las abordaremos más
adelante)

También hay actitudes personales que condicionan el dinamismo evangelizador:


El individualismo (llevar una religiosidad a mi gusto y por mi cuenta)
El legalismo (vivir su vida cristiana cumpliendo reglas “haz esto” “no hagas aquello” a veces olvidamos la
caridad y otras cosas más importantes. La Biblia no dice….jugar cartas, beber vino, ir a fiestas, vestirse asi
etc.….)

TENTACIONES DE LOS AGENTES DE PASTORAL

El Papa no trata de exponer cada una de las actividades y servicios que le corresponden realizar
a cada una de los agentes pastorales, sino que se limita a reflexionar sobre algunos desafíos
que todos ellos enfrentan en el presente, como son las tentaciones que particularmente hoy
afectan a los agentes pastorales.

El enfriamiento de la pasión evangelizadora (1Tes 2,8): se nota en los agentes pastorales una
preocupación exagerada por los espacios personales de autonomía que lleva a vivir las tareas
como algo sin importancia. Al mismo tiempo, la vida espiritual se conforma con momentos que
dan cierto alivio pero que no alimentan el encuentro con los demás, no hay compromiso, no hay
pasión evangelizadora. Relajémonos, no nos quitemos la vida ya habrá lugar para realizar
para ir a visitar al fulano…o para reunirnos con la comunidad, no tengo tiempo para las cosas
de la Iglesia…con que rece personalmente es suficiente…El peligro de esto es vivir como si
Dios y los demás no existieran.

La acedia egoísta (Jn 12, 1-5): santo Tomás la define como “dolor por el bien espiritual” es
una pereza espiritual. Es el demonio que dice: eso es demasiado difícil o alguien como tú nunca
podría ser santo”. Es el temor que sienten muchos de que alguien les invite a realizar alguna
tarea de apostolado y tratan de escapar de cualquier compromiso que les pueda quitar su tiempo
libre. Se huye a los compromisos y el pretexto es: “si me meto al grupo ya no me quedará
tiempo para mis cosas” y el problema no son las actividades, sino la poca disposición con que
se viven, vamos de arrastra por eso nos cansamos y vamos creyendo que “todo va normal”,
“no pasa nada” y esto hace que nos desilusionemos de la Iglesia, con nosotros mismos,
perdemos la esperanza.

El pesimismo estéril (Ez 37,11): una de las tentaciones más serias que ahogan el fervor y la
audacia es el sentirnos derrotados que nos convierte en pesimistas quejosos y desencantados
cara de vinagre. El que inicia algo sin confiar perdió ya la mitad de la batalla y entierra sus
talentos. El mal espíritu de la derrota es hermano de la tentación de separar antes de tiempo el
trigo de la cizaña. ¿Para qué salir a evangelizar si la gente no quiere nada? Yo no voy al
grupo si no cambio o para que vas a la Iglesia si no cambias. Para que seguir evangelizando si
al fin ya va a venir el Señor, el pesimista se cree realista, considera tener la verdad total, la
mayoría se escuda en la frase “yo soy asi” “esa es mi manera de ser”

La mundanidad espiritual (1Jn 2, 15-17): se esconde detrás de apariencias de religiosidad e


incluso de amor a la Iglesia, en lugar de buscar la gloria de Dios, se prefiere la gloria humana y
el bienestar personal. Es lo que Jesús reprocha a los fariseos “¿Cómo es posible que creáis,
vosotros que os glorificáis unos a otros y no os preocupáis por la gloria que solo viene de
Dios?” Jn 5,44. El cuidado excesivo de la liturgia, la doctrina y del prestigio de la Iglesia
(impecable, todo debe ser perfecto) fascinación por mostrar conquistas sociales. ¡Otro
religioso de mentira!

La guerra entre nosotros (Gal 5, 26; Sant 3,16): cuantas guerras por envidia y celos, la
mundanidad espiritual lleva a algunos cristianos a estar en guerra con otros cristianos que se
interponen en su búsqueda de poder, prestigio, placer o estabilidad económica lo que los lleva
en lugar de pertenecer a toda la Iglesia a pertenecer a un pequeño grupo que se siente diferente o
especial. ¿A quién vamos a evangelizar con esos comportamientos?

Para la reflexión

¿Favoreces el individualismo? O ¿trabajas por la comunión?


¿Describirías a tu comunidad parroquial como: Iglesia de comunión o Iglesia individualista?
¿Cómo daremos testimonio verdadero de que vivimos en comunión con Dios y con los demás?
¿Con cuál o cuáles de esas tentaciones me identifico?
¿En que me voy a comprometer para que se dé y viva realmente la comunión?

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