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EXPLICACION, INTERPRETACION Y SINESIS DEL “PRINCIPE”

Nicolás Maquiavelo, (1469-1527), historiador y filósofo político italiano, cuyos escritos


sobre habilidad política, amorales pero influyentes, convirtieron su nombre en un
sinónimo de astucia y duplicidad.
Nacido en Florencia el 3 de mayo de 1469, Maquiavelo comenzó trabajando como
funcionario y empezó a destacar cuando se proclamó la república en Florencia en
1498. Fue secretario de la segunda cancillería encargada de los Asuntos Exteriores
y Guerra de la república. Maquiavelo realizó así importantes misiones diplomáticas
ante el rey francés (1504, 1510-1511), la Santa Sede (1506) y el emperador (1507-
1508). En el transcurso de sus misiones diplomáticas dentro de Italia, conoció a
muchos gobernantes italianos, y tuvo ocasión de estudiar sus tácticas políticas, en
especial las del eclesiástico y militar César Borgia, que en aquella época trataba de
extender sus posesiones en Italia central. Entre 1503 y 1506 Maquiavelo reorganizó
las defensas militares de la república de Florencia. Aunque los ejércitos mercenarios
eran habituales en aquella época, él prefirió contar con el reclutamiento de tropas
del lugar para asegurarse una defensa permanente y patriótica. En 1512, cuando los
Medici, una familia florentina, recuperó el poder en Florencia y la república se
desintegró, Maquiavelo fue privado de su cargo y encarcelado durante un tiempo por
presunta conspiración. Después de su liberación, se retiró a sus propiedades
cercanas a Florencia, donde escribió sus obras más importantes. A pesar de sus
intentos por ganarse el favor de los Medici, nunca volvió a ocupar un cargo
destacado en el gobierno. Cuando la república volvió a ser temporalmente
restablecida en 1527, muchos republicanos sospecharon de sus tendencias en favor
de los Medici. Murió en Florencia, el 21 de junio de ese mismo año.

El príncipe
Durante toda su carrera, Maquiavelo trató de crear un Estado capaz de rechazar
ataques extranjeros y afianzar su soberanía. Sus escritos tratan sobre los principios
en los que se basa un Estado de este tipo y los medios para reforzarlos y
mantenerlos. En su obra más famosa, El príncipe (1532), describe el método por el
cual un gobernante puede adquirir y mantener el poder político. Este estudio, que
con frecuencia ha sido considerado una defensa del despotismo y la tiranía de
dirigentes como César Borgia, está basado en la creencia de Maquiavelo de que un
gobernante no está atado por las normas éticas: "¿Es mejor ser amado que temido,
o al revés? La respuesta es que sería deseable ser ambas cosas, pero como es
difícil que las dos se den al mismo tiempo, es mucho más seguro para un príncipe
ser temido que ser amado, en caso de tener que renunciar a una de las dos". Desde
su punto de vista, el gobernante debería preocuparse solamente del poder, y sólo
debería rodearse de aquellos que le garantizaran el éxito en sus actuaciones
políticas. Maquiavelo creía que estos gobernantes podían ser descubiertos mediante
la deducción, a partir de las prácticas políticas de la época, así como de épocas
anteriores.
Otras obras importantes
La formulación de Maquiavelo de los principios históricos inherentes en el gobierno
romano puede encontrarse en su Discurso sobra la primera década de Tito Livio
(1531), un comentario sobre la Historia de Roma del historiador romano Tito Livio.
En este estudio, Maquiavelo parte de los conceptos teocráticos medievales de la
historia, atribuyendo hechos históricos a las necesidades de la naturaleza humana y
a los caprichos de la fortuna. Entre sus otras obras destacan: Sobre el arte de la
guerra (1521), que describe las ventajas de las tropas reclutadas frente a las
mercenarias. La Historias florentinas (1525) interpreta las crónicas de la ciudad, en
términos de causalidad histórica. Maquiavelo fue también el autor de la biografía
Vida de Castruccio Castracani (1520), de una serie de poemas, y de varias obras de
teatro, entre las cuales destaca La mandrágora (1524), una sátira mordaz y obscena
sobre la corrupción de la sociedad italiana de su tiempo. Muchos de sus escritos
anticiparon el aumento de los estados de marcado carácter nacionalista.
El maquiavelismo, como término, ha sido utilizado para describir los principios del poder
político, a partir de la máxima 'el fin justifica los medios'

Historia de Florencia
Aunque Florencia fue fundada en la antigüedad, no destacó hasta el siglo XI con las
numerosas fundaciones monásticas creadas por entonces. En 1115 recibió la
autonomía municipal, siendo gobernada por un consejo nobiliario y decantándose a
favor del Papado en su enfrentamiento contra los emperadores germanos.
En el siglo XII, los florentinos ocuparon la vecina ciudad de Fiesole e intentaron
conquistar toda la extensa y fértil llanura que recorre el Arno. Florencia se hallaba
internamente dividida por las luchas por el poder entre las familias más poderosas;
en 1300 estalló una guerra civil en la ciudad entre dos facciones de los güelfos, los
neri (Negros) y los bianchi (Blancos). Dante, uno de los bianchi derrotados, debió
exiliarse de la ciudad en 1302. A pesar de las disputas internas, la ciudad continuó
prosperando. La industria, especialmente la confección de prendas de lana, y la
banca, gracias a la cual muchos florentinos acumularon impresionantes fortunas, se
añadieron al comercio que se encontraba en continua expansión. Además, la
organización de los mercaderes y artesanos en poderosos gremios dieron a la
ciudad una inesperada estabilidad. El gremio de la lana, el más rico de todos,
empleaba a más de 300.000 trabajadores y poseía más de 200 tiendas a comienzos
del siglo XIV. Los mercaderes y los banqueros se hicieron de este modo con el
poder en lo referente a los asuntos civiles y comenzaron a embellecer la ciudad.
Florencia tuvo continuos enfrentamientos con Milán en los siglos XIV y XV, y, en
1406, logró finalmente conquistar Pisa, aguas abajo del Arno, logrando la codiciada
salida al mar.
Al mismo tiempo, en el interior de la ciudad tenían lugar importantes enfrentamientos
entre grupos populares, que se sentían explotados, y las clases más poderosas. El
conflicto llegó a su apogeo en 1433, cuando el partido aristocrático exiló a Cosme de
Medici, un rico comerciante y banquero que encabezaba el partido popular. Cosme
regresó en 1434, expulsó a los que se oponían a él y, aliándose con las clases
menos favorecidas, se convirtió de hecho en el gobernador de la ciudad, aunque
nominalmente seguía siendo sólo un ciudadano más. Los Medici dominaron la
ciudad, excepto durante breves periodos de exilio, a lo largo de los tres siglos
siguientes. A Cosme le sucedieron su hijo Pedro y su nieto Lorenzo de Medici,
llamado Lorenzo el Magnífico, un gran mecenas del saber y de las artes. Lorenzo
redujo a nada el sistema comunal y por medio de una ambiciosa política exterior
consiguió, por un tiempo, convertir a Florencia en una ciudad-estado importante
dentro del complejo equilibrio de fuerzas de los estados italianos. El comercio
florentino se extendió por todo el mundo conocido y la moneda de oro florentina, el
florín, se convirtió en la moneda de referencia del comercio europeo.
El hijo y sucesor de Lorenzo, Pedro, realizó humillantes concesiones a Carlos VIII de
Francia, que invadió Italia en 1494; ese mismo año, el pueblo, ofendido, expulsó a
Pedro y a su familia de la ciudad. Girolamo Savonarola, prior del monasterio
dominico de San Marco, dirigió protestas populares contra Pedro, accedió al poder y
proclamó la república. Sin embargo, Savonarola, que había arremetido en diversas
ocasiones contra la lujuria de la corte de Lorenzo, entró en conflicto con el papa y
fue perdiendo poco a poco el apoyo popular. En 1498 fue apresado por la
muchedumbre, juzgado y ejecutado. Los Medici volvieron al poder con la ayuda del
ejército español en 1512, se exiliaron de nuevo en 1527 y volvieron a recuperar el
gobierno de la ciudad de forma permanente en 1531. En 1569 el papa concedió el
título de gran duque de Toscana a la familia Medici.
Los Medici gobernaron Toscana hasta que finalizó su línea directa de descendencia en
1737. Les sucedieron miembros de la casa imperial austriaca de los Habsburgo-
Lorena. El gran duque Fernando III fue destronado por los franceses en 1799,
recuperando su puesto en 1814. Su sucesor, Leopoldo II, expulsado en 1849,
regresó con el apoyo de las tropas austriacas, pero fue depuesto finalmente en 1859
durante la contienda por la unificación de Italia. Florencia se convirtió en la capital de
Italia bajo el reinado de Víctor Manuel desde 1865 hasta 1871, año en que Roma le
sucedió como capital. Durante la II Guerra Mundial, los monumentos de la ciudad
apenas sufrieron daños, aunque en 1944 todos sus puentes (a excepción del Ponte
Vecchio) fueron destruidos. En 1966, una terrible inundación causó daños a muchos
tesoros artísticos de Florencia, pero la mayoría fueron restaurados en los siguientes
años. Población (1993), 397.434 habitantes.

Borgia, César (c. 1476-1507), militar, político y eclesiástico italiano, nacido en Roma,
hijo ilegítimo de Rodrigo Borgia, que más tarde fue el papa Alejandro VI. El apellido
Borgia es la forma italiana de Borja, adoptada por los miembros de dicha familia
valenciana establecidos en Nápoles y en Roma durante el siglo XV. Al año siguiente
de la elección de su padre como papa, César, que entonces tenía 18 años, fue
nombrado cardenal. Pronto se hizo famoso por sus costumbres licenciosas y su
temperamento violento, y fue sospechoso de complicidad en el asesinato de su
hermano Juan, duque de Benevento y de Gandía. En agosto de 1498, César
recuperó su cardenalato, y pocos meses después fue enviado a Francia como
legado papal, para transmitir la anulación de su primer matrimonio al rey Luis XII.
Luis recompensó a César con el ducado de Valentinois, en Francia. En 1499 César
se casó con una hermana de Juan III de d'Albret, rey de Navarra, y acompañó a Luis
XII a Italia, donde emprendió con éxito la conquista de la región de Romaña para la
Santa Sede. Nombrado duque de Romaña por su padre en 1501, César continuó
con sus conquistas: tomó el principado de Piombino en el norte de Italia pero fracasó
en su intento de adquirir Bolonia y Florencia. Después consiguió Camerino y el
ducado de Urbino, ambos en Italia central.
Tras la toma de Urbino, los enemigos de César unieron sus fuerzas y se rebelaron para
reclamar sus territorios conquistados. César atrajo a los líderes rebeldes hasta el
castillo de Senigallia, en el mar Adriático, donde los mandó ejecutar. Después de la
muerte de Alejandro VI en 1503, los enemigos de César volvieron a la lucha por sus
posesiones y tomaron por la fuerza sus dominios en Italia central. Julio II, enemigo
jurado de los Borgia, que fue elegido papa en 1503, le arrebató sus restantes
posesiones, pero le permitió irse a Nápoles, que por entonces pertenecía a España.
Acusado de llevar a cabo actividades conspiradoras en Nápoles, César fue detenido,
por Gonzalo Fernández de Córdoba y llevado a España. Fue encarcelado en los
castillos de Medina del Campo (castillo de la Mota) y de Chinchilla, entre 1504 y
1506, pero finalmente consiguió escapar a Navarra. Se unió a su cuñado, el rey de
Navarra, en una expedición contra Castilla y cayó en combate en Viana (Navarra).
César Borgia fue un hombre sin escrúpulos, traicionero y cruel con sus rivales políticos.
Era el prototipo del héroe político descrito en El Príncipe (1513) de Nicolás
Maquiavelo.

Los Medici, familia italiana de banqueros y políticos que gobernó Florencia durante
cuatro siglos, también conocida por su denominación en español, Médicis. La
primera vez que los Medici alcanzaron notoriedad en la ciudad fue a principios del
siglo XIII, como comerciantes y prestamistas y en la década de 1260 pasaron a
formar parte de la vida pública. Gracias a sus numerosos negocios y a sus
operaciones comerciales en Europa, los Medici se convirtieron en una de las familias
más ricas de la Italia del siglo XV, pero siempre respaldaron a la facción popular
frente a los gobernantes aristócratas de Florencia. Cosme de Medici el Viejo, un
político sagaz, estableció el dominio de la familia en Florencia a partir de 1434. Su
nieto, Lorenzo el Magnífico, perfeccionó el control de los Medici y convirtió a la
familia en una de las más poderosas de la Italia renacentista. Fueron expulsados en
dos ocasiones de la ciudad por sus rivales políticos (1494-1512 y 1527-1530) y las
dos veces regresaron con ayuda de España.
Dos de los papas más destacados del renacimiento, León X y Clemente VII, fueron
miembros de la familia Medici. Clemente concedió a Alejandro de Medici el título de
duque de Florencia (1510-1537). Cuando Alejandro fue asesinado, Cosme I,
miembro de la rama de menor antigüedad de la familia, le sucedió y posteriormente
(1570) se convirtió en el gran duque soberano de Toscana. Sus descendientes
gobernaron Florencia hasta 1737. La prima lejana de Cosme, Catalina, se casó con
Enrique II de Francia y su nieta María lo hizo con Enrique IV de Francia.
Sintesis

Todos los comentadores han parecido ponerse de acuerdo para cerrar los ojos ante
los numerosos aciertos e indiscutibles verdades que contiene la obra y para no querer
ver en ella un reflejo fidelísimo de las costumbres políticas de la época en que se
escribió... y de las más cacareadas y avanzadas “Democracias” de nuestro siglo. Y
quizas “El Principe” no es ni más ni menos que eso –un espejo fiel- , no creo que
cuando se publicó escandalizase a nadie ni se le concidiera una importancia que no
tiene. Lo cual no es decir que la inmoralidad política que alienta en los consejos de
Maquiavelo –basados solamente en el interes personal y en la razón del Estado- sea
digna de aprovación desde el punto de vista de la justicia y de la etica.

Prescindiendo de los abundantes ejemplos históricos que maquiavelo aduce en apoyo


de las ideas que va exponiendo, la SINTESIS de esta es la siguiente: TODOS LOS
ESTADOS SON O PRINCIPADOS O REPUBLICAS; los Principados o son
hereditarios o nuevos; estos últimos pueden ser enteramente nuevos o como
miembros reunidos al Estado hereditario del Principe que los adquiere, viviendo antes
bajo el dominio de otro principe o en completa libertad.

Para mantener sus Estados hereditarios no necesuta el principe más que una regular
capacidad, pues, en general, le basta con no salirse del orden y el metodo
establecidos por sus antecesores. La antigüedad y duración de un gobierno
desvanecen los deseos y disminuyen las ocaciones de mudarle, porque toda mudanza
tiene sus inconvenientes y sirve de base para otras nuevas.

Las mayores dificultades del gobierno surgen en los principados nuevos, pues su
adquisicion entraña vejaciones por parte del principe hacia sus nuevos subditos, ya
por la permanencia de tropas que necesita mantener en el país o por otras
incomodidades; así es que este principe tiene por enemigos a todos aquellos a
quienes a perjudicado con la ocupación del Señorío, y no puede conservar en su
amistad a los que le han colocado en él, pues ni le es posible colmar su ambiciones ni
emplear con ellos la violencia. Una de las resoluciones más eficases que el nuevo
soberano puede adoptar es fijar su residencia en el Estado adquirido, no alterar sus
leyes y no alterar tampoco los tributos.

El principe necesita ganarse la voluntad de los hombres o deshacerse de ellos. Si les


causa una ofensa ligera, podrán vengarla despues; pero arruinandolos,
aniquilandolos, quedan imposibilitados para vengarse. La seguridad del principe exige
que la persona agraviada quede reducida al extremo de no poder inspirar recelos en lo
sucesivo.

Quien llegue acerse dueño de una ciudad acostumbrada a gozar de su libertad , si no


la destruye, debe temer ser destruido por ella; ostentará como barrera revolucionaria
el recuerdo de sus antiguos fueros y el grito de libertad, y eso no se borra con el
transcurso del tiempo ni con recientes beneficios; solo dividiendo y dispersando a los
habitantes se evitará que estos se reunan contra el nuevo Señor en la primera
ocasión.
El usurpador que se eleva a la soberanía de un Estado por una gran maldad necesita
cometer de un golpe cuantas crueldades exija su propia seguridad para no repetirlas:
de ese modo se asegurará la obediencia de sus subditos y todavía podrá adquirir su
afecto como si les hubiera siempre hecho beneficios. Si mal aconsejado o por timidéz,
obrace de otra manera, necesitaría tener continuamente a la mano el puñal. Por lo
contrario los beneficios deberá derramarlos poco a poco y uno a uno que les tome
mejor el sabor. El principe deberá conducirse con sus subditos de tal manera que
nada les haga variar de conducta, ni en bien, ni en mal. Para obrar mal se pierde la
coyuntura luego que la fortuna se tuerce ; y si la mudanza consiste en obrar bien, no
suele agradecerse, porque se la considera hija de la necesidad.

Cuando un principe adquiere la soberanía mediante el favor y ayuda de sus


conciudadanos , la adquisición no supone siempre en el favoirecido mérito singulares
y una felicidad extraordinaria, sino mucha maña y el aprovechamientop de una
ocasión favorable. El principado en este caso, puede proceder del pueblo o de los
grandes ; cuando los nobles se ven estrechados por el pueblo con exceso, suelen
acudir para subyugarlo, a elegir por caudillo a alguno de su jerarquíay darle el título
del principe; también el pueblo por su parte y para no ceder al enemig, toma entonces
el partido de elevar a un plebeyo, del que espera igualmente apoyo y protección.

Encarece Maquiavelo las dificultadas copn que tropieza para sostenerse en el


principado en que asciende a tamaña dignidad por el favor de los nobles. Y en cuanto
a los que llegan a la suprema jerarquía por la elección del pueblo, les aconseja , que
indaguen atentamente la causa y motivos de tanta benevolencia, ya que si proviene
por medio del interés real que su persona puede inspirar que dé odio al gobierno
anterior, podrá costarle trabajo mantenerse en la gracia de los subditos por la
dificultad de contentarlos. El modo mejor de conservar el afecto del pueblo , es no
oprimirle y, en cambio, prestarle protección contra los que intenten dominarle. Un
principe sabio debe conducirse de modo que en todo tiempo y en cualquier trance
estén persuadidos sus subditos de que le necesitan y no pueden pasarse sin él; eso
será siempre la mejor garantía del celo y fidelidad de los pueblos.

Despiues de tratar de los principados esclesiasticos y de las diferentes clases de


tropas y milicias, siguen los capítulos dedicados a exponer en detalle las virtudes
que deben adornar a los principes y medios a que deben acudir para hacerse
estimar. Según el autor el que quiera ser bueno absolutamente con los que no son ,
no podrá menos de perecer tarde o temprano; por eso el principe que quiera
conservar su poder con seguridad ha de aprender a no ser siempre bueno, sino ha ser
lo que las circunstancias y el interés de su conservación exijan. Gran dicha sería
hallar un príncipe que fuera liberal, franco, hombre de honor, valeroso, humano,
afable, grave y religioso; pero como nuestra naturaleza no es capáz de tanta
perfección, es necesario, al menos, que el príncipe tenga bastante prudencia para
preservarse de los vicios y defectos que pudieran perderle.

Tratando por separado de algunas virtudes que deben adornar al principe, dice al
autor entre otras cosas, que aquel ha ser clemente, pero a su tiempo y con medida.
En la duda de si es preferible que el principe sea amado o temido, Maquiavelo se
inclina a lo último, pues los hombres generalmente se hallan más pronto a contemplar
al que temen que al que se hace querer; sin embargo, no se debe hacerse temer que
merezca el aborrecimiento, y no le será dificil encontrar un buen medio y mantenerse
en él. Para no ser aborrecido le bastará con respetar las propiedades de susu
subditos y el honor de sus mujeres. Cuando se halle en la necesudad de imponer la
pena de mueste, manifieste los motivos en que se funda y, sobre todo, no toque a los
bienes de los condenados, porque es preciso confesar que los hombres olvidan antes
la pena de sus parientes que la pérdida de su patrimonio. Es muy laudable en un
principe la exactitud y fidelidad en el cumplimiento de sus promesas y que no eche
mano de sutilezas y artificios para eludirlo; pero la experiencia enseña que los que
más se han distinguido por susu hazañas y properos sucesos no hicieron caso, en su
mayoría, de la buena fé, ni sintieron escrúpulos en engañar a otros cuando les tenía
cuenta y podían hacerlo impunemente.

Hay dos (02) modos de defenderse: Con las leyes y con la fuerza; el primero es
propio y peculiar de los hombresy el segundo es común con las bestias. De las
propiedades de los animales debe tomar el principe las que distinguen a los demás al
león y a la zorra (fuerza y astucia) y valerse de ambas. El principe prudente que no
quiera perderse no puede no debe estar al cumplimiento de sus promesas y tratados
más que cuando no le pare perjuicio y en tanto que subsistan las circunstancias de
tiempo en que se comprometió. Este consejo será reprensible si todos los hombres
sean buenos; pero como son malos y están siempre dispuestos a quebrantar su
palabra, no debe solo el principe ser exacto y celoso en el cumplimiento de la suya. El
encoontrará siempre con facilidad el modo de disculparse de la falta de exactitud.

No se necesuta, para profesar el arte de reinar, poseer todas las buenas prendas de
que antes se hizo mención; basta con aparentarlas y hasta quizá, a veces, sería para
el principe peligroso hacer uso de ellas, miemtras que siempre le resultará util hacer
alarde de poseerlas. Al instante se nos alcanza lo que un hombre parece ser, pero no
lo que es realmente, y los pocos que juzgan con dicernimiento, no se atrevena
contradecir a la multitud ilusa, que se deja cegar por el esplendor y la magestad del
gobirerno que la protege. Todos los medios pareceran siempre honrosos –y no
faltará quien los alabe- cuando tiendan a allanar las dificultades que se opongan al
mantenimiento de la autoridad. El mundo se compone de vulgo, y este se guía por las
apariencias y atiende solo al éxito.

Un principe es menospreciado cuando se acredita de ligero, pusilánime, afeminado,


irresoluto o inconstante; sus juicios en los negocios de particulares deben ser
definitivos e irrevocables; debe manifestar aprecio a los grandes, pero cuidando al
mismo tiempo de no granjearse el aburrimiento del pueblo. Los principes deben
honrrar mucho el talento y proteger las artes , el comercio y la agricultura; importa
mucho inspirar a los labardores la seguridad de que no se les recargará los tributos ni
serán despojados de sus tierras despues de wque las hallan mejorado por medio de
un buemn cultivo.

Cuando el principe haya de acometer a otros debe huir de las alianzas con quien sea
más poderoso que él, pues si venciera quedaría, en cierto modo sometido a su poder.

Termina el curioso e interesante tratado con unos consejos para la elección de


ministros, encareciendo el cuidado con que debe huirse de la adulación y
expobniendo algunos medios para conocer yn conservar a los auxiliares sabios y
honrados. Niega Maquiavelo la influencia decisiva de la fortuna en los
acontecimientos humanos, asegurando que siempre queda a la prudencia una gran
parte de intervención en los sucesos, pues la fortuna solo se muda para quienes no
saben acomodarse al tiempo; y acaba con un capitulo consagrado a la exhortación
para liberar a Italia del yugo extranjero.

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