Está en la página 1de 1

Al engendro que me hizo conocer el miedo A VisualGore

Normalmente se inicia una carta con un saludo, pero tú no mereces ni que Satanás te escupa
cuando regreses al infierno del que saliste.

Estoy intentando escribir una advertencia para que nadie más caiga en tu asquerosa trampa
pestilente, pero incluso las palabras más viscerales se agravian al describirte. Por ponerlo de
alguna manera nombrable: eres un monstruo, un ser cruento y venenoso, que se alimenta de agonía y
humillación ajena, un nefando purulento, un traidor sin alma porque hasta ella no soportó tu
repulsivo hedor y execrable maldad.

Eres como un cáncer metastásico desde que naciste. Tu madre vivió arrepentida por no arrancarse
el vientre con sus propias manos cuando vio que eras un teratoma abominable y pútrido.

Tu lugar en el mundo debió ser una catacumba maldita y no salir de ahí, pero lo hiciste, con intensión
genocida, dispuesto a corromper y trasgredir todo con tu simple y ominosa presencia, que es tan
indeseable como una hemorroide supurante.

Tus tentáculos viscosos estaban listos para asfixiarme ese día que por error me acerqué a ti.

Estaba navegando en un mar tranquilo y a lo lejos, dentro de esa cueva oscura, me llamaste con la
voz de un niño, en un lamento débil y afligido. Acudí angustiada por ayudar a esa frágil alma, pero no
existía, eras tú.

Me desgarraste, me hincaste tus infecciosos dientes, me golpeaste y torturaste, me violaste y


suprimiste mi voluntad y mi conciencia. Parecía interminable mi sufrimiento, despojada de todo, sin
dignidad, ni razón, ni fe, simplemente abandonada a tu sevicia. Vi el odio macabro en tus ojos cada
día que estuve cautiva, me dominó tu falso poder, y poco a poco me convertiste en algo menos que
un desecho nauseabundo.

Pasé mucho tiempo aguantando lo inimaginable, saciando tus perversiones hasta un instante antes
de morir ahogada en tu mierda, justo antes de rendirme, sentí un sol ardiente dentro de mí que me
dio la fuerza para pelear y liberarme.

Tú, infeliz abyecto, esputo demoniaco, gusano farsante, bastardo carroñero te quedarás con las
ganas de verme rendida y fracasada. Yo, por otra parte, espero que te arda desesperadamente
verme bien, valiente y con las alas afiladas.

Donde estés dese que tus actos te condenen a una larga existencia llena de dolor, amargura y
desesperación, lejos de cualquiera que pueda tener una ínfima compasión por ti, insignificante y
repugnante escoria.

Jennifer Palomino

También podría gustarte