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MATERIAL DIDÁCTICO DE LA UNIDAD CURRICULAR

SOCIOLOGÍA DEL DELITO

Ubicación: tramo V
Eje de formación: profesional
Modalidad: presencial
Duración: 80 horas.
Versión: 1

Caracas, Marzo de 2012


CRÉDITOS

Vice-rectorado de Desarrollo
Experto (s) en contenido: Académico
Dianela Bravo Aimara Aguilar
Juan Bautista Borrelli
Director Nacional de Desarrollo
Curricular
Ruzay Rangel
Validador (es) externo:
Coordinación Nacional del PNF
Policial
José Cardoso

Equipo de Diseño Curricular


Marcos Vásquez
Migdalys Marcano
Yesenia Bermúdez

ÍNDICE
CRÉDITOS.................................................................................................................2
ÍNDICE.......................................................................................................................2
PRESENTACIÓN.......................................................................................................4
Introducción..............................................................................................................11
PROPÓSITO DE LA UNIDAD CURRICULAR........................................................12
ORIENTACIONES Y RECOMENDACIONES........................................................13
ESTRUCTURA DEL MATERIAL DIDÁCTICO........................................................14
ENCUENTRO 1: ENFOQUE SOCIOLÓGICO Y FACTORES EXPLICATIVOS DEL
DELITO....................................................................................................................16
Propósito del encuentro didáctico........................................................................16
Actividad 1. El delincuente como objeto del conocimiento científico...................17
Actividad 2. Lectura: Introducción a la sociología del delito................................19
Actividad 3. Factores que contribuyen a la criminalidad en mi entorno social....40
Actividad Final......................................................................................................41
ENCUENTRO 2: PERSPECTIVA SOCIOLÓGICA.................................................42
Propósito...............................................................................................................42
Actividad 1. El etiquetamiento como forma de discriminación.............................43
Actividad 2. Lectura: Perspectiva sociológica del delito......................................44
Actividad final........................................................................................................63
ENCUENTRO 3: FORMAS DE CRIMINALIDAD.....................................................65
Propósito...............................................................................................................65
Actividad 1. Lectura: La sociología del conflicto..................................................65
Actividad 2. Reflejando las formas de criminalidad..............................................73
Actividad 3. Aportando propuestas para disminuir la criminalidad en mi
comunidad............................................................................................................74
Actividad Final .....................................................................................................74
REFERENCIAS........................................................................................................76
PRESENTACIÓN
La historia contemporánea de Venezuela registra diversas prácticas policiales
inadecuadas que han dejado en evidencia una profunda carencia de valores, de
principios morales, y un fuerte desapego al respeto de los derechos humanos por
parte del funcionariado policial.

Dichos modos operandi se derivaron, en parte, del modelo de formación policial


con enfoque militarista impartido a los integrantes de los cuerpos policiales. Entre
ellos, destacan: el uso indebido o excesivo de la fuerza, la aplicación de técnicas y
procedimientos sin diferenciar los casos en los que se producían daños y
perjuicios a la población, y un alto grado de corrupción policial.

Con la intención de corregir tales desviaciones, y en concordancia con el


modelo de sociedad democrática, participativa, protagónica y corresponsable –
expresado en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela– el
gobierno del presidente Hugo Chávez Frías creó la Universidad Nacional
Experimental de la Seguridad (UNES). La finalidad de esta institución académica
especializada es, pues, encargarse de la profesionalización y del desarrollo
integral de las funcionarias y los funcionarios de la seguridad ciudadana
venezolana; por ello, se ha propuesto como una de sus principales tareas formar
el nuevo modelo policial, en el que las y los oficiales desarrollen habilidades y
destrezas para aproximarse a sus semejantes.

Dado que los problemas policiales ya mencionados, han contribuido


directamente con la descomposición social por la que atraviesa Venezuela
actualmente, se justifica la implementación del Programa Nacional de Formación
Policial. Los propósitos y objetivos de este programa se orientan al acercamiento y
ejercicio político legítimo de valores fundamentales como la ética, la justicia y la
solidaridad que son, en sí mismos, la misión humanista de la revolución
bolivariana.

Así, la tarea de la UNES, vista en los múltiples ámbitos de la cotidianidad


comunitaria e individual, apoyará la transformación que requieren los procesos de
formación en los ambientes de aprendizaje para contribuir con la
profesionalización de las funcionarias y los funcionarios policiales; esto, a su vez,
permitirá la cancelación de la vieja deuda social y política que se tiene con los
cuerpos policiales.

Sin embargo, el concepto de seguridad ciudadana abarca, de acuerdo al


Texto Constitucional de 1999, el derecho de protección que tiene el pueblo
venezolano frente a todas las situaciones de amenaza, vulnerabilidad y riesgo,
tanto de su integridad física como de sus propiedades; también, incluye el disfrute
de las garantías y los derechos constitucionales. Por ello, se ha erigido como una
de las principales responsabilidades y competencias del Estado venezolano.

A fin de brindar confianza y certidumbre a la ciudadanía en general, el gobierno


bolivariano ha diseñado e implementado políticas y planes que permitan, en
primer lugar, mantener y restablecer el orden público ─esto es, prevenir o represar
el delito y la violencia─; en segundo lugar, pero no menos importante, dar
respuestas efectivas frente a diversas emergencias y desastres.

Por ello, es menester que la estructura del gobierno responsable de esta


política pública cuente con funcionarias y funcionarios técnico-políticos formados
en las distintas profesiones relacionadas con la seguridad ciudadana, quienes
deben estar debidamente capacitados para:

 Acudir al llamado que se les haga ante situaciones peligrosas para la


colectividad.
 Precisar y decidir sobre las áreas relacionadas con la seguridad
ciudadana.
 Realizar un control político eficaz sobre las medidas que se
implementen para la protección de la integridad física y propiedades de las
personas o grupos que integran la sociedad venezolana.
 Habilitar y facilitar el funcionamiento de mecanismos de participación
de las comunidades que hagan efectivas las acciones de control para
favorecer la transparencia y rendición de cuentas por parte de los
responsables de las instituciones a cargo de la política pública de seguridad
ciudadana.

Dentro de este marco de ideas, la UNES ─en cumplimiento con lo establecido


en el artículo 332 de la Constitución de la República Bolivariana y el artículo 37 de
la Ley Orgánica del Servicio de Policía y del Cuerpo de Policía Nacional─ además
del PNF Policial, se ha planteado como prioridad el diseño y la implementación de
los siguientes Programas Nacionales de Formación:

 Protección Civil y Administración de Desastres


 Bomberil
 Investigación Penal
 Penitenciaria

Del mismo modo, se ha trazado la profesionalización de las y los oficiales de los


órganos de seguridad estadales y municipales para elevar su nivel de formación,
instrucción y técnica; en virtud de lo cual, esta universidad orientará y asistirá
técnicamente a las academias estadales y municipales para que asuman los
nuevos planes de estudio.

Para lograrlo, la UNES rompe con los paradigmas de la educación tradicional


bancaria. Basándose en el enfoque de la Teoría Crítica, aborda la formación
desde la perspectiva de la emancipación, cuyo fin último es la aprehensión de la
realidad para originar cambios profundos que permitan, individual y
colectivamente, la construcción de la historia cotidiana por parte de sujetos con
conciencia ciudadana crítica, capacidad de inventiva y discernimiento.

Se trata de una educación en la que las y los discentes son considerados


sujetos políticos de acción, que deben y pueden generar la transformación
personal y social. Es decir, se trata de una educación para el ejercicio del poder
ciudadano, que demande la garantía de sus derechos, denuncie la barbarie y
proponga nuevas formas de organización institucional; desde una comunidad de
sujetos políticos, este poder ciudadano permite participar en la construcción de
políticas, levantar la voz y la mano para aprobar o rechazar, proponer o criticar, las
decisiones a tomar.

Desde esa óptica, en la UNES las acciones formativas se conducen desde la


educación popular (como modelo de educación integral que asume el proceso
educación-acción-transformadora a modo de pilar para la refundación de la
institucionalidad de seguridad ciudadana en general, en concordancia, por
supuesto, con los cambios socio-históricos y políticos registrados en la Venezuela
actual). Los principios de la educación popular permiten a mujeres y hombres
adquirir nuevas categorías para enfrentarse a su realidad, superar las alienaciones
a las que están sometidos y autoafirmarse como co-creadores de su futuro
histórico, conscientes de que solo las reflexiones y la práctica de un conjunto de
acciones les permite la confrontación continua, progresiva y permanente.

Uno de los elementos característicos de la educación popular es la


dialogicidad, como estrategia eminentemente ética y epistemológica,
cognoscitiva y política; como un proceso de rigor, en el que existe la posibilidad
real de construir el conocimiento, de aceptar al otro y asumir la radicalidad en el
acto de amar. El diálogo es más que un método, es una postura frente al proceso
de aprender-enseñar: “unos enseñan, y al hacerlo aprenden, y otros aprenden, y
al hacerlo enseñan” (Freire 1993: 106).

Esta manera de entender el diálogo rompe el modelo tradicional del docente


como agente poseedor de los conocimientos y del alumno como el depositario de
los mismos. Por el contrario, los Programas Nacionales de Formación impartidos
en el marco de la UNES desechan la idea del alumno como ser sin luz depositario
de los conocimientos estáticos del docente. En este modelo de educación
democrática y participativa, el alumnado pasa a ser discentes; por su parte, el
cuerpo docente se convierte en educadoras y educadores, quienes con su
mayéutica incentivan la reflexión y construcción social. En resumen, los actores
educativos se convierten en verdaderos protagonistas del proceso enseñanza-
aprendizaje, en el que ambos enseñan y ambos aprenden, a través de un
intercambio permanente de saberes intermediados por el diálogo crítico y
reflexivo.

Por otro lado, la participación en el ámbito académico, socio-político y cultural,


en términos de producción cultural y simbólica, permitirá construir a partir de la
sistematización de experiencias comunitarias. El objetivo es que este contexto de
acción permee el diseño curricular para que responda a las necesidades de
transformación social: disminución de la exclusión, reversión de los procesos
delictivos, fortalecimiento de la ecología social (desde el mejoramiento del hábitat),
y equilibrio entre lo femenino y lo masculino. Como estas condiciones se
complementan en el complejo entramado de las relaciones humanas, permiten
establecer una visión integrada de los procesos individuales, comunitarios e
institucionales en los que intervienen.

Del mismo modo, los procesos formativos de la Universidad Nacional


Experimental de la Seguridad se acogen al enfoque de género, que posibilita la
comprensión de las diferencias, por tanto, de la diversidad, específicamente este
enfoque lucha por erradicar las prácticas sociales cotidianas, tanto el sexismo
lingüístico como el sexismo social de los cuales son víctimas las mujeres en
general.

Un tema que también distingue la formación UNES es el enfoque del


ecosocialismo. Este hace énfasis en el cuidado del entorno ecológico donde se
habita; en la producción de mercancías sin deterioro del ambiente, lo que se
traduce en una apreciación de los valores de uso en detrimento de los valores de
cambio, que se funda en la actividad económica propia de empresas de
producción socialista, lo que genera una transformación de las necesidades y un
cambio profundo hacia la dimensión cualitativa del ser humano.

Otra importante característica de los procesos de formación de esta


Universidad es la glocalidad. Esta refiere una forma de resistencia social ante la
globalización de corte neoliberal que se nos ha intentado imponer con fuerza. Es
una invitación a vernos en la dialéctica de lo cercano (local) y lo lejano (global), sin
que esa tensión degenere en minusvaloración de uno u otro componente de la
relación. En términos educativos, implica compaginar la búsqueda de soluciones a
los problemas que afectan la seguridad ciudadana de la población y la posibilidad
de enriquecimiento que brinda el intercambio de saberes con actores que debaten
y construyen, en sintonía, sobre los mismos problemas y necesidades.

En esta misma línea destaca que el modelo de educación integral asumido por
la UNES se caracteriza por el humanismo, por fomentar el desarrollo de una ética
profesional respetuosa de los derechos humanos. Como se sabe, estos
representan el conjunto de libertades, facultades y reivindicaciones que garantizan
una vida digna a toda persona. Son independientes de factores particulares como
estatus, sexo, orientación sexual, etnia o nacionalidad; tampoco dependen
exclusivamente del ordenamiento jurídico vigente. Desde un punto de vista más
relacional, los derechos humanos se han definido como las condiciones que
permiten crear una relación integrada entre la persona y la sociedad, que le
permita ser persona, identificándose con sí mismo y con los otros. Por esta razón,
desde la perspectiva institucional, se constituyen en la base del modelo
constitucional y están plenamente reconocidos como objetivos y fines de la
educación.

En la UNES los derechos humanos se privilegian; por ello, transversalizan los


objetivos de sus cinco PNF, así como las diferentes actividades previstas para las
interacciones didácticas-formativas. En líneas generales, se asumen como un
conjunto de necesidades, valores y principios esenciales para el disfrute y
desarrollo de la dignidad humana.

Estos temas son, pues, el pilar axiológico de los proyectos educativos UNES en
aras de ofrecer a la Venezuela que se está construyendo, un nuevo modelo de
servidora y servidor público que refleje en sus prácticas y en su discurso cotidiano:
mística, sentido de dignidad de la función encomendada y valor altruista del
servicio al pueblo. En resumen, nuevos servidores cuya imagen, discurso y
acciones sean cónsonos con la nueva visión de la seguridad ciudadana preventiva
y de proximidad, inscrita en el paradigma socialista del siglo XXI.
En líneas generales, la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad
pretende afianzar en sus discentes la formación básica, la capacitación
permanente, la investigación, el estudio y la divulgación de todas aquellas
materias relacionadas con la seguridad ciudadana, de acuerdo a los campos de
estudio específicos. Así, se propone garantizar al estudiantado un proceso de
formación de elevada calidad, cuyo corolario será la expresión de sus fortalezas,
potencialidades y conocimientos producto de sus prácticas.

Soraya Beatriz El Achkar


Rectora
Introducción
La unidad curricular Sociología del Delito busca explicar la conducta delictiva
mediante el estudio del hecho social criminal y los factores del mismo, buscando
dar respuesta a los problemas de seguridad ciudadana en la cual está inmerso
nuestro país. Asimismo, se quiere brindar a las y los discentes herramientas que le
permitan interpretar aquellos mecanismos de reacción social e institucional frente
al delito. Esta persigue estudiar el delito desde un punto de vista sociológico y
socio-crítico con el fin de encontrar una explicación del mismo, lo cual le permita al
futuro y funcionario y funcionaria vincularse con la comunidad y actuar de forma
apropiada para la prevención del delito. En esta se abordará el delito como un
hecho social y no individual ni de índole patológico, lo mismo ocurre con la
desviación; por ello, el objeto de estudio se mueve del delincuente a las instancias
de índole social que de una u otra forma lo controla.

Esta unidad curricular nace para unirse al esfuerzo de la lucha que pretende
minimizar el auge y avance de la criminalidad en nuestro país, lo cual exige que
cada vez más el servidor policial se involucre con técnicas y conocimientos que
puedan generar una serie de destrezas que permitan lograr una efectiva
comprensión y diagnóstico de situaciones delictivas a fin de prevenir el delito. La
gran importancia que se desprende de la sociología del delito tiene que ver con el
reconocimiento de que la delincuencia no es sólo un acto individual sino que es,
además, un producto social.

El conocimiento de la sociología del delito va a ser un factor determinante que


permita inmiscuirnos en la política criminal como paso efectivo o decisivo para
reducir el delito. El ámbito social es un factor ampliamente desencadenante de
situaciones delictivas, en tal sentido el funcionario policial cada día debe
compenetrarse y acercarse más a la realidad social, a fin de transformarla,
teniendo como bandera el contacto directo con las comunidades para que se
materialice la organización social, el control y la prevención del delito.
De igual manera, la unidad curricular brinda a las y los discentes
herramientas que no sólo le permiten prevenir el delito sino también, realizar
diagnosis de situaciones delictivas para contribuir en la formulación e
implementación de una real y efectiva política criminal que logre disminuir el delito
en lo más posible. Los saberes que se abordan son los siguientes: introducción a
la sociología del delito, factores explicativos del delito, perspectiva sociológica,
formas de criminalidad.

 Encuentro didáctico 1: Enfoque sociológico y factores explicativos del


delito.
 Encuentro didáctico 2: Perspectiva sociológica.
 Encuentro didáctico 3: Formas de criminalidad.

PROPÓSITO DE LA UNIDAD CURRICULAR

La unidad curricular sociología del delito orienta a las y los estudiantes en la


reflexión sobre las perspectivas sociológicas que desencadenan la conducta
criminal para que las y los estudiantes conozcan el proceso de diagnosis de
situaciones delictivas a fin de contribuir en la formulación e implementación de una
real y efectiva política criminal que logre disminuir el delito a un mínimo
soportable.

Para el estudio de esta unidad curricular se presenta la siguiente estructura:


Tres (3) encuentros didácticos donde se desarrollan contenidos con el fin de
construir saberes sobre los mismos, estos son:
ORIENTACIONES Y RECOMENDACIONES

Estimado y estimada estudiante, valorando la importancia que tienes para


nuestra Institución, hacemos llegar a tus manos el presente material didáctico, que
contiene una serie de actividades a realizar durante el desarrollo de la unidad
curricular Sociología del Delito, coadyuvando al empoderamiento de los saberes
en cada uno de los encuentros didácticos. Por esta razón, se ha establecido que
cada encuentro se desarrolle de manera orientada, creativa y enriquecida con tus
aportes vinculados a las experiencias previas del ejercicio de tu función en el
servicio de policía, y que para un mayor aprendizaje colaborativo podrás realizar
en equipo.
En este sentido, te invitamos a:
 Leer en detalle la introducción de cada encuentro,  pues allí se describen
las actividades que desarrollarás durante el proceso de aprendizaje previsto
en  esta acción formativa.
 Ser consciente de tu proceso de formación, reflexionando e investigando
sobre cada una de las actividades propuestas.
 Consultar con tu educador o educadora, el cual siempre estará a tu
disposición.
 Realizar todas las lecturas del material y consultar otras fuentes
relacionadas con los saberes abordados en el encuentro.
 Realizar todas las actividades propuestas de manera progresiva, iniciando
con el encuentro didáctico uno y así sucesivamente.
 No perdamos la oportunidad de vivir la experiencia de compartir nuestras
habilidades, fortalezas, dudas, saberes, conocimientos y estrategias de
aprendizajes con nuestros compañeros y compañeras.
 Mantengamos siempre una actitud responsable y protagónica.
 Aprovechemos los recursos existentes (biblioteca virtual, laboratorios de
informática, material didáctico, libros vivientes, entre otros) para enriquecer
nuestro aprendizaje.
 Investiguemos sobre los saberes abordados en cada encuentro didáctico,
ello permitirá profundizar y tener una visión holística de los mismos al
vincularlo con el ejercicio de nuestras funciones.
 Por último, mantengamos una actitud favorable para realizar todas las
actividades; recordemos que ello implica tener una buena disposición y
buen estado de ánimo para emprenderlas.

ESTRUCTURA DEL MATERIAL DIDÁCTICO

Introducción: En esta parte, se contextualiza cada encuentro, explicando su


finalidad y alcance a través de los aspectos a abordar, las relaciones con los
demás encuentros e incluso algún antecedente importante que se deba resaltar,
para finalmente, expresar el propósito que tiene dicho encuentro en la
organización del Material Didáctico.
Orientaciones: Cada encuentro tiene las orientaciones específicas que
indicarán la manera de abordar las actividades propuestas, en ellas están
descritos los pasos a seguir que ayudarán a alcanzar las metas.
Actividades: Para efectos de los logros que esta unidad curricular pretende, se
establecen actividades que le dan coherencia a los encuentros didácticos, ellos
son: Ejercicios teóricos y casos prácticos, lecturas e investigación. Todos se
encuentran intercalados en el desarrollo de cada encuentro y, en algunos casos,
la actividad final estará acompañada de las respuestas correctas. La finalidad de
este apartado es contribuir con la comprensión y facilitar el manejo de las
situaciones propuestas.
Encuentro Didáctico: En la UNES los encuentros didácticos reflejan las
políticas, los principios, fundamentos y bases que le dan sustento al modelo
educativo que rige nuestra institución (Educación Popular), por tanto expresan las
orientaciones teórico-metodológicas de la acción educativa, que tienen un
propósito claro, vinculado con el saber a desarrollar, que facilitan, orientan e
informan de manera secuencial los contenidos de modo que activen los saberes
mediante la puesta en práctica de actividades, a fin de provocar la evocación de
saberes, la investigación y el análisis crítico reflexivo en las interacciones de
aprendizaje.
Dorrego y García (2001) y Feo (2009) definen encuentro didáctico como el
acercamiento de las y los estudiantes con las estrategias instruccionales inmersas
en el material didáctico, trascendiendo así, a los procesos de educativos de
ambientes de aprendizaje convencionales a necesidades de aprendizaje donde la
interacción presencial continua de las y los educadores (as) y estudiantes no es
indispensable para lograr las metas comunes de aprendizaje.
Encuentro Presencial: caracterizado en la Política de Administración del PNF
Policial como el acompañamiento permanente de las estudiantes y los
estudiantes, educadores y educadoras y la comunidad, en diferentes ambientes
de aprendizaje. Por ello, la asistencia a los encuentros presenciales es de
carácter obligatorio, a fin de cumplir con las actividades de capacitación y
mejoramiento profesional. En este sentido, el recorrido de las actividades
didácticas que tendremos en los encuentros presenciales, permitirán aclarar
dudas, intercambiar y fortalecer los saberes, compartir reflexiones y valorar
nuestro proceso de aprendizaje.
Evaluación: Se propone asegurar la calidad del proceso de formación que se
desarrolla en la UNES, estableciendo la evaluación formativa durante el desarrollo
de los encuentros didácticos y la evaluación sumativa en los encuentros
presenciales; entendiendo que el proceso de evaluación busca potenciar las
habilidades y capacidades desarrolladas por las y los estudiantes en relación con
los planteamientos descritos en el encuentro didáctico, con el fin de regular o
modificar las acciones pedagógicas propias de la universidad.
ENCUENTRO 1: ENFOQUE SOCIOLÓGICO Y FACTORES EXPLICATIVOS DEL

DELITO

Propósito del encuentro didáctico

Que las y los estudiantes reflexionen críticamente sobre los factores que
contribuyen a la criminalidad en su comunidad, a fin de generar acciones para
disminuir la misma.

Estimados y estimadas estudiantes, en este primer encuentro didáctico nos


apropiaremos del enfoque sociológico y de los factores explicativos del delito para
estudiar los siguientes saberes: factores explicativos del delito, factores que
contribuyen a la criminalidad (alcoholismo, estupefacientes, droga) e influencia de
la familia en la criminalidad.

Para desarrollar los saberes mencionados anteriormente te ofrecemos unas


actividades que consisten en lo siguiente:

Unas preguntas generadoras de conocimiento, a partir de las cuales, activarás


tus saberes previos con respecto a la temática que se va a desarrollar, con el fin
de partir de tu realidad, condición histórica y de la toma de conciencia crítica en
torno a la misma. Se presentarán varios planteamientos para que evoquemos
experiencias y saberes sobre la actuación del delincuente, que nos permita
disentir al respecto; seguidamente, se realizará una lectura para reflexionar sobre
las perspectivas sociológicas que desencadenan la conducta criminal; y, esto
último ayudará a contrastar las diferentes teorías o perspectivas explicativas del
delito, las cuales caracterizan el comportamiento delictivo desde un enfoque
sociológico.

Al final del encuentro nos encontraremos con una actividad de reflexión escrita
en la que deberás aplicar todo lo aprendido durante el encuentro, ésta consta de
preguntas con planteamientos sobre los saberes abordados.
Actividad 1. El delincuente como objeto del conocimiento científico.

Estimadas y estimados estudiantes, en este primer encuentro abordaremos


saberes sobre el comportamiento del y la delincuente, que nos permitirán
contextualizar y dar nuestros puntos de vista acerca de los factores que inciden
en determinadas conductas delictivas.

Desde la antigüedad, a determinadas conductas se les ha atribuido el término


delito, lo que refleja una evolución en el concepto de delito. Lo que sí es obvio es
que la tipificación de una conducta como delito, ha servido a la sociedad para
controlar dichos delitos. Así, se puede delimitar, describir y reprimir formas de
conducta criminal. Los destinatarios de estos tipos de conductas han sido las
estratos más bajos de la sociedad. La noción tradicional de delito ha sido un
concepto usado lograr la disciplina de esas clases.

La personalidad del delincuente siempre ha sido objeto de investigación. Son


los factores de la personalidad los aspectos fundamentales en la génesis del
delito, lo que hace que la psicología cobre importancia en el estudio de dicho
fenómeno social.

La Criminología reconoce al delincuente y dice cómo se le debe combatir.


Todos los estudios se han centrado en la figura del delincuente; se ha tratado
siempre de buscar la justificación de la delincuencia en caracteres patológicos; se
ha buscado algo que distinga al criminal de quien no lo es.

En base a estas líneas y con los conocimientos que tenemos como funcionarios
y funcionarias policiales respondamos las siguientes interrogantes:
1. ¿La delincuencia es un fenómeno social? Explique

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2. ¿Cómo influye la delincuencia en las comunidades?

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3. ¿Según tu experiencia cuáles factores de las comunidades contribuyen al


fenómeno delictivo?

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Actividad 2. Lectura: Introducción a la sociología del delito.

¡Leamos con atención!

La sociología criminal.

Según Enrico Ferri, la Sociología Criminal es una ciencia de observación


positiva que, fundándose en la Antropología, la Psicología y la Estadística
Criminal, así como en el Derecho Penal y los Estudios Penitenciarios, estudia
sintéticamente los delitos y las penas.

La Sociología Criminal estudia la relación entre el autor del delito, como sujeto
activo, y la sociedad. Esta ciencia estudia el acto delictuoso como un acto
puramente objetivo.

La Sociología Criminal se diferencia de la Sociología General en que, mientras


la primera se ocupa únicamente del fenómeno de la criminalidad, la segunda
estudia, en términos generales, todos los fenómenosl que influyen y modifican el
desarrollo y progreso evolutivo de la sociedad.

Además, la Sociología Criminal se auxilia de: la Antropología Criminal,


Etnografía, Psicología Criminal, Psiquiatría, Neurología y de la Estadística
Criminal, base ordinaria y eficaz de todas las observaciones sociológicas.1

Factores explicativos del delito.

Antecedentes
1
Zambrano, F. (2010). Criminología. Editorial Atenea. Caracas: Venezuela. Pág. 77-78.
El nacimiento de la criminología como disciplina de una relativa autonomía debe
vincularse necesariamente al espacio histórico-cultural en el que nace y se
desenvuelve el positivismo. Por un lado, esa vinculación debe hacerse con la
llamada Filosofía Positivista y, más propiamente, con la Sociología, como se
conoció a la physique sociale que creó Auguste Comte (1798-1857).

El desarrollo ulterior de los estudios e investigaciones socio-criminales hasta


llegar al estadio actual, en el que se ha conformado una clara posición de revisión
y crítica de la Sociología Criminal Académica de cuño estructural-funcionalista,
constituye un proceso que es necesario referir, si lo que se pretende es la
comprensión racional de semejante crítica.

La complejidad de los problemas sociales hizo que la Sociología fuese


perdiendo el dominio global que ejercía sobre los fenómenos particulares. Estos,
en consecuencia, asumieron dimensiones propias, originando las diversas
disciplinas sociológicas cuyas autonomías quedaron en evidencia una vez que
lograron la independencia del análisis de sus problemas particulares y la definición
de los métodos para sus respectivos tratamientos. Nace así cada una de las
ciencias sociales. Sin embargo, queda en pie la cuestión relacionante que
proviene de la misma evolución de las disciplinas particulares, cuestión que se
define en términos epistemológicos y que corresponde, en lo fundamental, a la
antigua demanda por las bases, instituciones y organismos de la sociedad.

Con Enrico Ferri (1856-1929), la denominación de Sociología Criminal adquiere


vida propia. El merito principal de Ferri fue trasladar la ciencia del Derecho Pena,l
de una consideración del delito como fenómeno particular en sí mismo, a la del
delito como expresión de un aspecto necesario en su negatividad. No más
Derecho, no más Antropología, no más Psicología, sólo Sociología Criminal; es
decir, no más el delito en relación con determinados fenómenos más o menos
complejos de la vida social, sino el delito en relación con toda la vida y toda la
realidad, en la cual se buscan, precisamente, las raíces profundas e infinitamente
múltiples de la acción humana en general y de la acción delictiva en particular.
Los criterios fundamentales de los que parte Ferri en sus investigaciones son
los correspondientes a la Antropología Criminal y la Estadística. Mediante la
primera, se demostraría la “anormalidad” del delincuente, que proviene de factores
orgánicos y psíquicos, hereditarios y adquiridos. A través de la segunda, se
demostraría que el aumento o la disminución de los delitos –así como su aparición
o desaparición- dependen de razones diversas o más profundas que las penas de
los códigos. Por medio de estas dos series de criterios se pudiera identificar todos
los “factores” del delito, que Ferri simplifica en tres clases fundamentales: factores
“antropológicos”, “físicos” y “sociales”.2

Factores que contribuyen a la criminalidad.

Los estudios de Criminología demuestran que la criminalidad resulta favorecida


por diversas causas, entre las cuales se pueden mencionar: la pobreza, la familia,
la prostitución, la impunidad, el alcoholismo, las drogas, las toxicomanías, entre
otras. Tales causas de la criminalidad serán objetos de análisis a continuación.

El alcoholismo.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), define el alcoholismo como un


trastorno conductual crónico manifestado por repetidas ingestas alcohólicas
excesivas, respecto a las normas dietéticas y sociales de la comunidad, y que
acaban interfiriendo en la salud o las funciones económicas y sociales del
bebedor.

La enfermedad se caracteriza por la necesidad patológica de ingerir alcohol;


ausencias o pérdidas del conocimiento durante la intoxicación; dependencia
psíquica y física muy acentuada, sobre todo después de la ingesta; y, la
imposibilidad de abstenerse ante el deseo de control después del inicio.3

El alcoholismo como causa de la criminalidad

2
Bergalli, R, Bustos Ramírez, J y Miralles, T. (1983). El pensamiento criminológico. Editorial
Temis. Bogotá: Colombia.
3
Zambrano, F. (2010). Criminología. Editorial Atenea. Caracas: Venezuela. Pág. 80-81.
La bebida es un factor que incide sobre la criminalidad, dado que en muchos
casos de alcoholismo agudo, se cometen delitos que en circunstancias normales
jamás se habrían producido. Por otra parte, el alcoholismo crónico es un factor
que contribuye a la criminalidad, y, al mismo tiempo, es un desencadenante de
enfermedades mentales graves.

El grado de atracción que el alcohol ejerce en los individuos es variable;


mientras que, en algunos pocos casos, produce aversión o repugnancia, en otros
ejerce una poderosa atracción que conduce a la dependencia. En cuanto a la
tolerancia o resistencia a caer en estado de embriaguez, es de destacar que
existen personas con un gran nivel de tolerancia frente al alcohol, en el sentido de
que pueden ingerir grandes cantidades sin sufrir grandes alteraciones corporales o
psíquicas, mientras que existen otros con muy baja tolerancia, quienes se
embriagan tomándose una o dos copas.

Otro aspecto a considerar, además de la cantidad, es la calidad de la bebida


ingerida. Existen algunas bebidas que embriagan más rápidamente que otras,
como es el caso de las bebidas destiladas; mientras que en relación a otras, como
el vino y la cerveza, que son de bajo contenido alcohólico, el proceso de
embriaguez es mucho más lento. El individuo debe ingerir grandes cantidades de
cerveza para emborracharse, en tanto que con unas pocas copas de vodka o de
aguardiente puede alcanzar el mismo nivel.

Alcoholismo y criminalidad.

El alcohol por sí solo no ha de considerarse como una única causa de la


ejecución del delito, sobre todo si éste es grave. Existen siempre otras concausas
que inciden en el delito, en el cual la ingesta alcohólica no es más que uno de los
factores que contribuyen a su producción. Esto es así porque en ciertos individuos
existe una predisposición individual a cometer delitos y la ingesta alcohólica en
ellos no es más que un factor causal. Es preciso tener en cuenta que no siempre
la ingesta alcohólica lleva al individuo a cometer el delito. Ahora bien, en los
delitos culposos, la ingesta alcohólica sí tiene un peso determinante, al punto de
que en materia de tránsito terrestre se presume la culpabilidad del conductor que
en el momento del accidente se hallaba bajo los efectos de bebidas alcohólicas o
de sustancias estupefacientes. Esto debido a que la ingesta alcohólica afecta los
niveles de atención, coordinación y memoria del conductor, haciéndolo propenso a
sufrir accidentes.

El alcoholismo se puede definir, como un trastorno psíquico temporal de


carácter tóxico que altera los procesos cognoscitivos y disminuye el control
voluntario de los actos.

Desde el punto de vista penal, la embriaguez puede ser considerada como


circunstancia atenuante o agravante, según las circunstancias. En referencia a
esto, el artículo 64 del Código Penal, establece:

“Si el estado de perturbación mental del encausado en el momento del delito


proviniere de embriaguez, se seguirán las reglas siguientes:

1. Si se probare que, con el fin de facilitarse la perturbación del delito,


o preparar una excusa, el acusado había hecho uso del licor, se aumentará
la pena que debiera aplicársele de un quinto a un tercio, con tal que la
totalidad no exceda del máximum fijado por la ley a este género de pena. Si
la pena que debiere imponérsele fuere la de presidio, se mantendrá esta.

2. Si resultare probado que el procesado sabía y era notorio entre sus


relaciones que la embriaguez le hacía provocador y pendenciero, se le
aplicarán sin atenuación las penas que para el delito cometido establece
este código.

3. Si no probada ninguna de las dos circunstancias de los dos


numerales anteriores, resultare demostrada la perturbación mental por
causa de la embriaguez, las penas se reducirán a los dos tercios,
sustituyéndose la prisión al presidio.

4. Si la embriaguez fuere habitual, la pena corporal que deba sufrirse


podrá mandarse a cumplir en un establecimiento especial de corrección.
5. Si la embriaguez fuere enteramente casual o excepcional, que no
tenga precedente, las penas en que haya incurrido el encausado se
reducirán de la mitad a un cuarto, en su duración, sustituyéndose la pena
de presidio con la de prisión.

Estupefacientes.

El consumo frecuente de estupefacientes produce en el individuo lo que se


conoce como una toxicomanía.

El término “toxicomanía” proviene del griego “toxicon”, que significa “veneno”, y


del latín “manía”, que denota un estado de locura caracterizado por delirio y
agitación. Es decir, etimológicamente, la toxicomanía sería una alteración mental
que induce al individuo al consumo de una sustancia tóxica.

El comité de Expertos de la Sociedad de las Naciones, en 1957, afirmó que la


toxicomanía es un estado de intoxicación periódica o crónica, provocada por el
empleo reiterado de ciertas sustancias tóxicas.

La Organización Mundial de la Salud sugiere substituir el término toxicomanía


por dependencia, que resulta mucho más apropiado. Dicha organización establece
siete tipos de dependencia, que son las siguientes:

 Dependencia morfínica;

 Dependencia cocaínica;

 Dependencia cannábica;

 Dependencia anfetamínica;

 Dependencia alucinógena;

 Dependencia alcohólica.

Un narcótico o estupefaciente es una sustancia medicinal que, por definición,


provoca sueño o estupor; y, en la mayoría de los casos, inhibe la transmisión de
señales nerviosas asociadas al dolor. El grupo de los narcóticos comprende gran
variedad de drogas con efectos psicoactivos, aunque terapéuticamente no se usan
para promover cambios en el humor, como analgesia, anestesia, efectos
antitusivos, antidiarreicos, entre otros. No obstante, estas drogas son, a menudo,
desviadas del circuito legal, y usadas como euforizantes. Algunos narcóticos son
anestésicos como el éter, cloroformo y ciclo-propano; pero, estos, en su mayoría,
son agentes de la clase de los opioides. Otros narcóticos son la marihuana o
cáñamo, el clorhidrato de cocaína y la dietilamida de ácido lisérgico.4

Delitos relacionados con drogas.

Los delitos relacionados con las “drogas” pueden clasificarse en: 1) los que se
responden a la “necesidad” de conseguirla, condicionada por la sujeción del
individuo a la droga, es decir, por la dependencia; y 2) los delitos de tráfico ilícito
previstos en la Ley Orgánica contra el Tráfico y Consumo de Sustancias
Estupefacientes y Psicotrópicas.

Delitos bajo la influencia de la droga.

Las características de las modalidades de los delitos asociados a las drogas


guardan, generalmente, relación con el efecto que la acción tóxica de la droga
produce en el sujeto.

Serán actos violentos, cargados de agresividad, cuando se esté bajo la


influencia de una droga estimulante, que se traducirán en homicidios, lesiones,
violaciones, robos, entre otros.

Bajo la acción de los depresores, es poco probable la comisión de delitos


violentos, habida cuenta del efecto de tales drogas sobre el individuo. Las
personas se encuentran generalmente aletargadas, evadidas de la realidad, y en
ese estado de ensoñación, nada que sea ajeno al submundo en el que están
inmersos, les importa. Sin embargo, los adictos a los opiáceos son muy peligrosos
en estados de abstinencia.

Los barbitúricos, en su cuadro de intoxicación aguda, pueden generar


automatismos que llevan por este mecanismo a la comisión de delitos, y, también

4
Zambrano, F. (2010). Criminología. Editorial atenea. Caracas: Venezuela. Pág. 82-89.
a la propia muerte, al seguir ingiriendo la droga automática e inconscientemente
hasta llegar a la dosis letal no deseada voluntariamente (falsos suicidas).

Las perturbaciones perceptivas producidas por los alucinógenos, ya sea por sí


mismas o generadoras de delirios de distinto contenido son frecuentes causas de
delito: desde el conductor alucinado quien provoca un accidente fatal hasta la
persona quien mata ante visiones terroríficas y amenazantes..

Los estados delirantes motivados por las drogas intervienen en la psicogénesis


delictiva de la misma manera cómo ocurre cuando dichos estados responden a
otra etiología.

Cabe observar que resulta frecuente los casos de autoagresión, la cual


conduce al individuo al suicidio. En estos casos, la agresividad es dirigida hacia el
mismo adicto, quien regularmente se muestra, en el trance, embargado por una
gran ansiedad. Mientras que un cocainómano, por ejemplo, preso de una
alucinación visual enfrenta el “peligro” y no duda en atacarlo. Otros “drogados” se
fugan aterrorizados frente a la amenaza y pueden arrojarse por la ventana
(psicosis alucinógena).

Existen casos donde la muerte aparenta un suicidio. Algunas individuos al


sentirse omnipotentes por el efecto de la droga, no vacilan en colocarse en
situaciones inequívocamente suicidas. Tal el caso de una adolescente quien se
detuvo en el medio de una avenida muy transitada con sus brazos en alto con la
intención de detener el tráfico que circulaba en ambas direcciones.

Delitos por omisión también pueden ser originados por las drogas, ya sea por el
efecto propio de las depresoras, o el paradójico de los estimulantes.

La asociación de drogas con el alcohol potencia el efecto criminógeno,


pudiendo llegarse a niveles de extremada peligrosidad en psicópatas, epilépticos,
postraumatizados cráneo-encefálicos, entre otros.

Es de comentar que en un estudio elaborado por las profesoras Teresa Salazar


y Elizabeth Torres, de la Universidad de Los Andes, titulado Droga y homicidio,
elaborado en 2001, el 64% del total de entrevistados manifestaron que al cometer
el delito se encontraban bajo la influencia del alcohol, 12% se encontraban bajo la
influencia de otras drogas, y 24% no respondieron, lo que es indicativo que en
Venezuela, la comisión de delitos bajo el efecto del alcohol es mucho mayor que
bajo el efecto de las drogas en general.

Merecen especial atención, por la importancia médico-legal y psiquiátrico-


forense que tienen, los delitos que pueden ser cometidos durante el efecto flash
back, o sea, la reaparición de los síntomas psíquicos propios de la intoxicación
aguda sin participación de la droga, hasta varios meses después del último
consumo. Se produce así una reviviscencia de la situación ocurrida tiempo atrás,
con las mismas posibilidades en el campo criminólogo abocado al estudio de la
génesis delictiva.

Sabemos que el organismo sufre las modificaciones específicas que la acción


de las drogas le genera; y, en tal sentido, se producen sus efectos, pero éstos
pueden ser paradójicos y contrarios a los esperados, eventualidad que siempre se
debe considerar para efectuar la correcta valoración de los hechos. Si una
persona, por ejemplo, toma anfetaminas próximamente a la iniciación de un viaje,
lo hará con el objeto de disminuir la sensación de fatiga y evitar dormirse en la
ruta; sin embargo, podrá generar un accidente al perder el control del vehículo,
como consecuencia de un resultado contrario al deseado.

En los accidentes de tránsito es necesario investigar la incidencia etiológica de


las drogas. En muchos casos, las modalidades de los accidentes y las actitudes
incongruentes de los conductores inducen a pensar en la participación tóxica,
ratificación que se obtiene mediante las peritaciones pertinentes, debiendo
procederse de igual manera con las víctimas, que pudieron serlo por la misma
causa.

Delitos relacionados con la obtención de droga.

El hábito, o sea, la adaptación del organismo a la droga y a la etapa


subsiguiente de dependencia, es decir, cuando ya se está sujeto a ella, psíquica o
psicofísicamente, hacen que el adicto trate de conseguirla a cualquier precio, sin
medir las consecuencias. Cuando es presa del síndrome de abstinencia y padece
la dramática sintomatología de la carencia, que puede ser suprimida sólo con la
administración de una nueva dosis, el hambre de droga –la necesidad de
consumirla- lo enfrenta con una dramática situación que debe resolver sin demora,
y el delito violento, caracterizado por su impulsividad y agresividad, puede ser la
única alternativa para obtenerla.

Son frecuentes los robos, hurtos, fraudes, estafas, asaltos, falsificación de


récipes médicos, malversaciones, calumnias, chantajes, entre otros, para obtener
la droga. Generalmente, los adictos a las drogas intentan no ejercer violencia
contra las personas, pero cuando la situación supera esa posibilidad, llegan a
cometer lesiones y homicidios.

En un estudio de la profesora Teresa Salazar (2009), de la Universidad de Los


Andes, se asevera lo siguiente:

Se puede inferir que debido a la dependencia física y psíquica y/o el


síndrome de abstinencia que le ocasiona el uso de sustancias
altamente adictivas como la cocaína, heroína, marihuana y alcohol, los
drogadependientes se introducen en “el negocio de las drogas” para
mantener su consumo. Llama la atención que la mayoría de los
entrevistados niegan el delito, y manifiestan que la droga incautada
“era de su pareja, amigos, familia”; “se la sembraron” o que “no cometió
ningún delito”. En relación a lo expuesto anteriormente, contrarios son
los resultados obtenidos en un censo realizado a la población femenina
del Centro Penitenciario Región los Andes, en el que se halló que la
necesidad económica era el principal motivo para cometer un delito.
Además, dicho censo arrojó que algunos de los sujetos en estudio, una
vez descubierto sus delitos y con la finalidad de evitar las sanciones
penales, se muestran como víctimas, negando su participación en el
mismo y culpando a los organismos del Estado.
Para la mayoría de las personas que usan indebidamente sustancias
tóxicas, además de presentar un problema individual y familiar, éste
trasciende hacia lo social, debido a su repercusión en la producción y
venta ilícita de drogas. Un aumento en la comisión de delitos
cometidos, a fin de conseguir el dinero necesario para adquirir las
drogas, se observa en el 94,9% de los casos. Esto indica que la
mayoría de las personas evaluadas, no presenta trastornos para el
momento de la evaluación que los hagan inimputables.

En sus conclusiones, Salazar (2009) expresa lo siguiente:

La muestra total de los 50 sujetos (hombre y mujeres) se caracterizó


porque la mayoría son hombres solteros. Se observa que los
organismos competentes solicitaron con mayor frecuencia peritajes
psiquiátricos a sujetos varones jóvenes. De alguna manera la falta de
culminación exitosa de la escolaridad es un factor de riesgo en este
grupo estudiado. Se sabe que la educación es un vehículo de ascenso
social y no todos lo logran. La mayoría no presentó síntomas
conductuales, funcionales tampoco cognitivos, afectivos, ni
sensoperceptivos para el momento de la evaluación.5

En estas circunstancias, la delincuencia puede ser individual o


asociada, siendo frecuente que se organicen grupos e integren bandas entre
jóvenes adictos para conseguir la droga, ya sea robándola, directamente, en
farmacias y droguerías; u, obteniendo, mediante el delito, dinero para
adquirirla de los traficantes, soliendo ser los familiares y amigos las primeras
víctimas de tales sustracciones.

El adicto, inmerso en una degradación física, psíquica y moral, participa


en cualquier proyecto para procurarse la droga, que llega a ser su principal y
única preocupación, resultando así víctima de delitos. Comete actos que

5
Salazar. (2009). Experticia psiquiátrica en delincuentes por drogas. MedULA 18: 56-64
resultan perjudiciales a sí mismo, transformándose en presa fácil y codiciada
de traficantes y usureros.

En oportunidades la sugestión y la abulia que caracteriza a los consumidores


de drogas, son aprovechadas por delincuentes habituales, quienes instigan a los
a los primeros a participar en delitos, mientras los últimos se mantienen al margen
del hecho, a la espera del botín. Es frecuente que se les emplee como mulas para
introducir la droga en otros países.6

Influencia de la familia en la criminalidad

Para Zambrano7 (2010, p. 128), la familia juega un papel directo en la etiología


de la delincuencia juvenil, según apunta Jean Pinatel. Frecuentemente, la
reacción delictiva surge a partir de una situación familiar conflictiva, pero,
independientemente de ese papel directo, la familia de origen interviene en la
formación de la personalidad del individuo. Esta perspectiva debe ser estudiada
considerando su nivel socioeconómico, su estructura, composición, dimensión y
valor, aunque a menudo sea difícil distinguir, en los datos acumulados, los
aspectos que se refieren a la etiología de la delincuencia juvenil y aquellos que
conciernen a la formación de la personalidad del delincuente.

Como resultado de tales investigaciones en adolescentes, Pinatel llega a las


dos conclusiones principales:

En lo que atañe al nivel socioeconómico de los padres, mientras más bajo es el


peldaño, mayor es la frecuencia de delitos primarios y de reincidencia en
menores. Este predicado es válido, tanto en adolescentes como en adultos
transgresores;

En los países desarrollados, mientras los hijos de industriales, banqueros y


grandes comerciantes, tienen una incidencia delictiva por debajo del 1%; los hijos
de los profesionales liberales, altos funcionarios privados y públicos, el porcentaje

6
Zambrano, F. (2010). Criminología. Editorial Atenea. Caracas: Venezuela. Pág. 109-115.
7
Idem.
es ligeramente mayor, aproximándose a 2%; mientras que en los hijos de obreros
(calificados, especializados y braceros), el índice se eleva al 69%.

Según Crespo y Birkbeck, citado por Zambrano (2010), en un estudio de la


Universidad del Zulia, a partir de la década de los años setenta, en el ámbito
familiar, se demostró una creciente crisis institucional, expresada por la
disminución de la credibilidad de los patrones tradicionales de la familia, que se
manifestó, porque las personas comenzaron a abandonar los canales culturales y
legales regulares, seguidos hasta entonces, para formar una familia. La mayoría
de los individuos recurrían a medios pocos aptos para constituir sus familias y
asegurar la vigilancia de la prole. El modelo familiar tradicional de padre y madre,
en el que el primero era el sostén del hogar y la segunda, el ama de casa
encargada de la vigilancia y control de los hijos, fue sustituido por aquel en el que
la madre hace el papel de padre y madre al mismo tiempo, porque trabaja y
mantiene a sus hijos sin contar con el apoyo del padre; o, por un matrimonio en el
que la mujer no actúa únicamente como el ama de casa, sino que comparte con el
marido la responsabilidad de proveer con su trabajo lo necesario para el sustento
del hogar, relegando, ambos padres, la responsabilidad de asegurar la disciplina
en el hogar a un familiar o empleado doméstico encargado de supervisar las
tareas escolares y vigilar a los niños. Ambas maneras de convivencia familiar son
inadecuadas para la vigilancia y control de los miembros del grupo familiar, según
apuntan los autores antes citados.

La estructura familiar tiene gran influencia en el individuo delincuente. Según


Zambrano (2010, p.130), Pinatel refiere que Lombroso se impresionó por el
elevado número de delincuentes quienes eran hijos ilegítimos, huérfanos o
quienes venían de una familia disfuncional. Es natural –decía Lombroso- que la
mala educación, más que el abandono, ejerza una deplorable influencia sobre el
delito.

Estos datos revelados por Lombroso, resultan comprobados por los estudios
estadísticos de Estados Unidos y Francia. En este sentido, Pinatel, citado por
Zambrano (2010), señala el estudio Shaw y McKay, quienes compararon niños
delincuentes con escolares americanos de la misma edad, provenientes de
hogares bien constituidos, y encontraron que 42,5% provenían de familias
disfuncionales y 32% de familias de padres divorciados, por lo que concluyeron
que en la delincuencia tiene mucho que ver la estructura hogareña. Iguales
resultados se obtuvieron en Francia, donde el 45% de los delincuentes proviene
de familias de origen disociadas.

Otro factor a considerar es la movilidad del medio a consecuencia de la


estructura inadaptada de la familia de origen. Se observa que la mitad de los
menores incursos en delitos primarios o reincidentes han estado sometidos a
cambios continuos de ambiente.

La composición de la familia, con relación al individuo, también tiene incidencia


en la delincuencia. Así, por ejemplo, el hijo único está más expuesto a ser
miedoso, ansioso o egoísta. El hijo único varón entre las hembras, es susceptible
de hacerse demasiado afeminado o proclive a exagerar sus características
masculinas. De igual manera, la hija única hembra entre varios varones, tiende a
hacerse marimacho o exageradamente femenina.

Los valores morales de la familia inciden sobre los menores y adultos


delincuentes. Se miden factores tales como el valor afectivo de la familia: la
ternura, la antipatía, la situación de inferioridad, entre otros. El valor educativo es
también de bastante peso, cuando la educación es activamente mala, cuando
existe amoralidad y delincuencia de parte de los padres.

El hábitat y el vecindario también ejercen una notable influencia sobre el


individuo, lo cual depende obviamente del nivel socioeconómico de los padres, y
se concluye señalando que tanto la delincuencia como la inadaptación juvenil en
general se localizan en los bloques insalubres y en los barrios obreros.8

Factores criminógenos de origen familiar

El hogar desecho

8
Zambrano, F. (2010). Criminología. Editorial Atenea. Caracas: Venezuela. Pág. 128-131
Para cumplir su función socializadora, el hogar debe contar con un padre y una
madre. El primero, a quien como mínimo le corresponde proveer lo necesario para
el sustento familiar, además de asumir el papel disciplinario en la formación de los
hijos en el ambiente hogareño, ofreciéndoles el cariño y la comprensión. Si alguno
de los padres falta, la capacidad educativa del hogar queda determinada. Pueden
darse tres situaciones distintas según la razón que llevó al rompimiento.

Muerte de uno o de ambos padres

Esta situación se traduce en falta de cariño y de disciplinas familiares,


desequilibrio emocional y aun biológico, crisis económica, entre otros.

Abandono o deserción

El hecho puede ser voluntario, como cuando resulta de la falta de comprensión


entre los padres y la vida familiar se torna intolerable; pero, también, puede darse
por causas ajenas a la vida familiar, como es la enfermedad o incapacidad de uno
de ellos.

El divorcio

Otra de las razones para que se rompa la estabilidad del hogar, es el divorcio o
ruptura legal del vínculo matrimonial. Generalmente, el divorcio conlleva a la
separación del padre del hogar común, quedando los niños al cuidado únicamente
de la madre. Dicha separación afecta gravemente la formación de los hijos,
quienes, a menudo, se sienten deprimidos por la ausencia del padre; y, tienden a
atribuirse la culpa de dicha separación. Ese desajuste familiar tiene una gran
incidencia en las conductas desviadas de algunos adolescentes, las cuales, en
medio de su rebeldía, los lleva a incurrir en transgresiones de muy variado orden.

Hogares no bien integrados

Para cumplir su función socializadora, el hogar debe estar material y


espiritualmente integrado. De allí que cuando existen conflictos culturales que
dificultan la comprensión entre los miembros de la familia, en la cual puede darse
el caso de hijos con mayor cultura que la de los padres, a quienes desprecian o
desobedecen por ese motivo, surgen profundas discrepancias que se verán
reflejadas en el comportamiento de los adolescentes.

El hogar criminal

Como hemos venido señalando, el hogar ejerce una gran influencia sobre los
hijos, sobre todo en el proceso de socialización; es decir, en su integración a la
sociedad, proceso en el cual la escuela, también, tiene gran participación como
institución formadora de los niños. De allí que cuando en la familia existe un
ambiente delictivo o alguno de sus miembros es un delincuente declarado, tal
comportamiento se pudiera reflejar en los niños, quienes, en algunos casos,
imitan esa conducta desviada de los padres, tíos o hermanos mayores, y terminan
incursionado tempranamente en el mundo del delito. En estos casos, es
indispensable la intervención del Estado, con el objeto de proteger la integridad
del menor y corregir a tiempo esas conductas desviadas, a través de algunos de
los mecanismos previstos en la LOPNA.

Indisciplina familiar

La disciplina familiar es un factor que tiene incidencia en el comportamiento


delictivo de los hijos, quienes, en algunos casos, son víctimas de exceso de
disciplina de los padres, inclusive de maltratos desproporcionados; y, en otros, de
la falta absoluta de normas de disciplina en el hogar, afectando en ambos casos
el proceso de integración del individuo en la sociedad. Ambos modelos paternos
son indeseables. Tanto la sobreprotección como el abandono afectivo de los
padres o la falta absoluta de dirección y disciplina, tienen influencia en los
patrones delictivos de ciertos individuos. Burt encontró que en el 25% de los
dementes juveniles ingleses, estudiados por él, existía el antecedente de
disciplina hogareña laxa; y en el 10%, de disciplina demasiada estricta.9

¿Es la pobreza una causa de la criminalidad?

Otro elemento con una notable incidencia sobre la criminalidad, es la pobreza.


Sin embargo, no faltan quienes sostengan que esas conclusiones no son del todo

9
Zambrano, F. (2010). Criminología. Editorial Atenea. Caracas: Venezuela. Pág. 146-148
válidas, porque los pobres, que en general se inclinan por cometer delitos
violentos, resultan más fáciles de descubrir y probar que los delitos de cuello
blanco (fraudes), que son los que más comúnmente cometen los integrantes de
las clases acomodadas. También, existen diferencias notables generadas por los
recursos económicos poseídos por unos y otros, dado que los delincuentes de las
clases acomodadas pueden servirse de abogados muy hábiles que logren evadir
la acción de la justicia o servirse de influencias sobre las autoridades para librarse
airosamente de los asuntos. Por eso, es que se dice por allí que las cárceles
están llenas de pobres.

En las sociedades industrializadas, la delincuencia se da frecuentemente en lo


que podría llamarse pobreza relativa o sea la insuficiencia de los medios para
satisfacer necesidades y ambiciones. Así, es frecuente que ocurran delitos que
obedecen al ansia de figuración, al lujo desmedido, más que a la pobreza, tal
como concebida.

La pobreza relativa se da en quienes tienen lo suficiente para vivir, pero se


sienten que hay un abismo entre lo que tienen y lo que aspiran poseer. La codicia
se convierte, en estos casos, en el impulso principal que los anima a cometer
delitos. Esta situación es particularmente notoria hoy en día, en una sociedad
consumista, en la cual la propaganda sensibiliza al individuo y despierta en él
deseos de gastar, de vivir como los ricos, de darse toda clase de gustos, de
poseer riquezas que están fuera de su alcance, pero que le servirían para
aparentar ser más que los demás. Esta pobreza relativa o de inconformidad con el
estatus social y económico al afán de riqueza, se da también en las sociedades
ricas, en las que los pobres constituyen, a veces, una minoría muy pequeña.

La pobreza opera a través de la mala calidad de vida con todas sus


consecuencias dependientes, como son la desnutrición, disgregación de la vida
familiar, carencia de descansos adecuados, pocas posibilidades de progreso
cultural, enfermedades que no son bien combatidas.

Prosperidad y delito
Se ha comprobado que tanto la pobreza como la prosperidad social e individual
provocan el incremento de cierto tipo de delitos.

Ya, Lombroso hacía notar que el buen salario elevaba el consumo alcohólico
entre los obreros; y, a que cometieran, por tal razón, mayor cantidad de delitos
violentos. También, este autor observó que la riqueza posee su criminalidad
peculiar, pues ofrece determinadas oportunidades y especiales incentivos entre
los cuales no deben descuidarse las mayores probabilidades de impunidad.

Las estafas, las defraudaciones, los fraudes, en general, son más frecuentes
entre personas de mayores recursos, porque en el mundo oneroso existen más
oportunidades para cometerlos. Por otra parte, es en las clases económicamente
más poderosas, en las que tienen lugar las conductas que atentan contra el
ejercicio de la libre competencia, que impiden u obstaculizan la entrada o
permanencia de empresas, productos o servicios en todo o en parte del mercado;
la manipulación de los factores de producción, distribución, desarrollo tecnológico
o inversiones en perjuicio de la libre competencia; convenios inter-empresariales
para restringir la libre competencia, como es, por ejemplo, la creación de carteles,
en los cuales un número limitado de grandes empresas controlan la totalidad del
mercado, entre otras situaciones.

De igual modo, es frecuente la comisión de delitos en perjuicio de los usuarios


y consumidores, como es el caso del acaparamiento, la especulación, el boicot, la
alteración fraudulenta de precios, la alteración fraudulenta de condiciones de
oferta y demanda, y, el contrabando de extracción, que consiste en desviar los
bienes declarados de primera necesidad de su destino original autorizado por el
órgano o ente competente, así como extraer del territorio nacional dichos bienes
cuando su comercialización esté circunscrita al territorio nacional. En ese mismo
género de ilícitos se distinguen la usura genérica, que consiste en obtener en una
negociación una ventaja desproporcionada por la prestación de bienes nocivos
para la salud, la alteración de la cantidad, peso o medida de bienes o servicios.
Todos estos delitos reseñados son sancionados por la Ley para la Defensa de las
Personas al Acceso a los Bienes y Servicios o Ley del INDEPABIS, como
también se le conoce.

Está comprobado, igualmente, que en las etapas de auge económico es


cuando florecen las pandillas de delincuentes. Este fenómeno se puede explicar
señalando que durante esos períodos de bonanza económica existen más
oportunidades de dinero fácil y menos desconfianza de parte de las personas de
altos ingresos. Confianza que se pierde durante los períodos de recesión
económica, en los cuales las personas se sienten menos seguras de lo que
tienen, y, por lo tanto, disminuye la tranquilidad.

Algunos autores consideran que el hecho de que el delito descienda durante


épocas de prosperidad y ocurra en menos proporción en las clases acomodadas y
ricas puede corresponder a una tendencia general de la realidad; pero, también,
se debe, en buena parte, a fallas estadísticas (subregistro) y a que la policía y
jueces son menos estrictos en épocas de prosperidad, y sobre todo a la hora de
castigar a los ricos y poderosos.10

Factores situacionales del delito

Los factores que impulsan el delito se dividen entre los que actúan a escala
social, en general, y los que actúan a escala personal o individual.

Entre los factores situacionales de orden general, está en primer término el


medio ambiente, que según Seeling, tiene influencia considerable en el
desencadenamiento del acto porque actúa, sea obstaculizándolo, sea

10
Zambrano, F. (2010). Criminología. Editorial Atenea. Caracas: Venezuela. Pág. 151-154
estimulándolo. Sin embargo, para que la instigación del medio sea eficaz, éste
debe causar en el sujeto una disposición para llevar adelante la acción, la cual
tendrá, desde luego, el sello personal del sujeto activo, teniendo el destino y el
azar frecuentemente un papel decisivo en el encuentro entre el hombre y la
instigación del ambiente.

Entre esos factores predisponentes del medio ambiente se destacan los


factores económicos, a saber: la miseria, el desempleo, el fácil acceso a los
bienes, por ejemplo, el cajero deshonesto quien decide sustraer dinero del
depósito en efectivo hecho por un cliente, siendo favorecida la acción delictiva por
la función que ocupa en la empresa donde trabaja; los conflictos amorosos, que
pueden dar lugar a una reacción agresiva de parte del cónyuge quien se entera
de la infidelidad de su pareja o quien alentado por los celos decida quitarle la vida
o suicidarse; las tentaciones sexuales, que se ven facilitadas, por el hecho de
convivir el violador y la víctima en una misma casa; la provocación de la víctima,
situación que ocurre, por ejemplo, cuando una persona arremete contra otra a los
puños y resulta gravemente herido con la golpiza que le propina su contrincante.
En ese último caso, ha sido la propia víctima quien ha provocado la riña,
obteniendo la peor parte.

Igualmente, son factores predisponentes del medio ambiente, el alcohol, cuyo


consumo aumenta los fines de semana, especialmente en los barrios populares y
en el campo, lugares en los que los trabajadores se reúnen u organizan reuniones
familiares y se generan peleas y agresiones con muertos y lesionados provocadas
por la ingesta alcohólica que predispone en ciertos individuos a la violencia; las
alteraciones en el ánimo que genera el consumo de drogas, por ejemplo, el
éxtasis, cuyos efectos son parecidos a los de las mentafetaminas, y que en
ciertos individuos pueden potenciar el deseo sexual.

Según explica Pinatel, los factores situacionales deben ser identificados


respondiendo a las siete siguientes preguntas: ¿Quién?, ¿Cuándo?, ¿Qué?,
¿Dónde?, ¿Con qué?, ¿Por qué?, ¿Cómo? y, ¿Cuándo?
El quién viene referido a la víctima, cuyos aspectos serán estudiados
separadamente.

El qué viene referido al objeto del delito. Ciertos objetos son más fáciles de
apropiar que otros, en razón de su tamaño (joyas), exposición (mostrador),
concentración (por hallarse, por ejemplo, en un depósito o almacén), por el interés
económico (alimentos durante los períodos de escasez), dinero en efectivo, en
períodos de estabilidad monetaria, entre otros.

El dónde se refiere al lugar donde ocurre el hecho. Los sitios aislados, poco
iluminados y de difícil acceso, facilitan la perpetración y el ocultamiento de los
delitos. De la misma manera, los lugares muy concurridos favorecen la acción de
los carteristas.

El con qué se refiere al instrumento del delito. Las facilidades para acceder a
las armas de fuego facilita la comisión de los delitos violentos, como son el
asesinato, el crimen por encargo, el robo, entre otros.

El por qué se relaciona con el motivo que genera la conducta delictiva, los
móviles que lo llevan a ejecutar la acción. Los motivos pueden estar relacionados
con la conducta amorosa del delincuente, la codicia, los celos, la ira, la
embriaguez, entre otros elementos.

El cómo tiene que ver con las modalidades de ejecución del delito, en lo cual
tienen que ver las circunstancias en que se encuentra el delincuente. Por ejemplo,
la facilidad del empleado doméstico de apoderarse de una joya que guarda la
dueña de la casa en un joyero; el descuido de un cajero que le entrega por error
al cliente del banco una cantidad mayor de la que le corresponde y éste recibe la
totalidad del dinero; el hijo que destruye el testamento dejado por el padre que
instituye como legatario de un bien de gran valor a otra persona, para apropiarse
de la totalidad de los bienes que conforman la herencia. Estas circunstancias
favorecen la comisión del delito y hacen extremadamente fácil la ejecución sin ser
descubierta.
El cuándo o momento del delito depende de las circunstancias que lo generan
o favorecen.11

Actividad 3. Factores que contribuyen a la criminalidad en mi entorno social

Estimadas y estimados estudiantes:

Basándonos en las lecturas anteriores los invitamos a generar una reflexión de


un máximo de dos cuartillas, que permitan expresarse sobre las ideas y
planteamientos reflejados anteriormente. Las siguientes preguntas nos servirán
de guía para iniciar nuestras ideas:

¿Cuáles factores del delito abordados anteriormente se presentan con mayor


frecuencia en las comunidades donde te desenvuelves?

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_________________________________________________________________
________________________________________________________________

¿Cómo puedes contribuir en la disminución de estos factores con los saberes


aprendidos en tu formación policial?

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_________________________________________________________________
_________________________________________________________________

11
Zambrano, F. (2010). Criminología. Editorial Atenea. Caracas: Venezuela. Pág. 625 - 628
Actividad Final

Estimadas y estimados estudiantes para finalizar este primer encuentro se nos


proponen una serie de preguntas que nos permitirán reflexionar sobre la
criminalidad. Lee detalladamente, y, luego responde.

1. ¿Cuáles son las causas de la criminalidad? Mencione al menos 4 causas.

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__________________________________________________________________
__________________________________________________________________
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2. ¿Influye la pobreza en la criminalidad? Argumente su respuesta.

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3. ¿Cómo la familia influye en la criminalidad?

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4. ¿Cuáles acciones emprenderías como funcionario y funcionaria policial para


disminuir la criminalidad en tu sector o comunidad?

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ENCUENTRO 2: PERSPECTIVA SOCIOLÓGICA

Propósito

Que las y los discentes conozcan las diversas perspectivas o teorías sociológicas
que explican la conducta delictiva.

Estimados y estimadas discentes, ya inmersos en nuestra unidad curricular


sobre Sociología del Delito, nos estaremos adentrando en este segundo encuentro
denominado “Perspectivas Sociológicas”, en el que diversas actividades nos
guiarán sobre el conocer y construir la formación que tanto requerimos.

En este encuentro abordaremos los siguientes saberes: la anomia, el


estructural-funcionalismo, interaccionismo simbólico, la teoría del etiquetamiento,
las teorías sobre el control y la reacción social, sociología del conflicto y la
interpretación marxista del conflicto.

Para desarrollar los saberes mencionados anteriormente te ofrecemos unas


actividades que consisten en:

Responder a una serie de preguntas generadoras, con base en las cuales,


activarás tus saberes previos con respecto a la temática que se va a desarrollar,
con el fin de partir de tu realidad, condición histórica, y de la toma de conciencia
crítica en torno a ella. Posteriormente, se te sugiere realizar una lectura sobre la
“Perspectiva sociológica del Delito” para conocer las diversas perspectivas o
teorías sociológicas que buscan explicar la conducta delictiva. Luego, se te invita a
realizar un resumen de los aspectos más importantes mediante un mapa mental.

Al final del curso nos encontraremos con una autoevaluación en la que se


plantean preguntas generadoras relacionadas con todo lo aprendido durante este
encuentro.
Actividad 1. El etiquetamiento como forma de discriminación

Bienvenidas y bienvenidos a esta actividad, la cual nos permitirá expresar


nuestros saberes y pensamientos en torno a varias preguntas generadoras.
Leamos las siguientes líneas:

“Una forma paradigmática de hablar acerca de los agentes represores es


centrarnos en el torturador. Los estudios realizados en distintas épocas y
sociedades demuestran que se trata de seres normales, algunos muy bien
adaptados, con una gran capacidad de subordinación, dependientes,
rechazadores de cualquier cuestionamiento. Se han estudiado sus rasgos de
personalidad. Sin embargo, su proceso de aprendizaje es más importante que su
predisposición psicológica.

La deshumanización del enemigo, es decir, de todas las personas quienes no


son sus condicionales; la habituación a la crueldad, primordialmente, a través de
la desensibilización progresiva, el condicionamiento operante, la obediencia
automática y absoluta; la oferta de impunidad para sus actos y la oferta de poder
en todas sus acepciones constituyen los pilares de su entrenamiento.

Siendo personas normales (instrumentadas), el ejercicio de las funciones de


torturar, maltratar, asesinar, lleva a las y los funcionarios a un desgaste psíquico
progresivo. La disociación entre su trabajo y su vida familiar es brutal. El abuso de
drogas u alcohol relatados por algunos ex-agentes o por los propios prisioneros es
una constante. El miedo a ser víctima de sus enemigos, es decir de cualquiera, se
transforma en una pesadilla. El destino del torturador, como lo describe
magistralmente el poeta uruguayo Benedetti es la locura.

Reflexionando sobre lo anterior y nuestras propias vivencias, dejemos fluir


nuestras ideas. Las siguientes preguntas nos servirán como mecanismo activador:
1. ¿Qué es, para ti, etiquetar a una persona? ¿Cómo influye el etiquetamiento?

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__________________________________________________________________
__________________________________________________________________
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2. ¿Cuáles consecuencias crees que causa el etiquetamiento? Menciona, al


menos, cuatro (4) posibles consecuencias.

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Actividad 2. Lectura: Perspectiva sociológica del delito.

Sutherland y la asociación diferencial


Una figura de gran interés para seguir la evolución de las ideas sociológicas
procedentes de Estados Unidos, en América Latina, es la de Edwin Sutherland
(1883-1950), cuyas investigaciones ocupan un lugar destacado en la sociología
estadounidense. En su país, presidió la Sociedad Norteamericana de Sociólogos y
también se destacó por sus trabajos investigativos. Curiosamente, pese a su
trayectoria, obtuvo una consagración tardía, ya que su obra clave, en la que nos
concentraremos, El delito de cuello blanco, fue publicada en 1949, poco antes de
su muerte12.
12
La traducción al castellano fue realizada por Rosa del Olmo y publicada por Ediciones de
la Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1960.
Este libro de Sutherland compila y actualiza material ya publicado en diversos
artículos y debates, pero sistematizados de forma tal que la obra en conjunto se
transformó en un verdadero clásico.

El trabajo, que es un desarrollo empírico de la teoría de la asociación diferencial


(una teoría eminentemente sociológica)13, busca la corroboración en ciertos
procesos sociales. Ello condujo a Sutherland a investigar qué pasaba con los
delitos cometidos por las setentas mayores corporaciones de Estados Unidos en
los cincuenta años precedentes. Este es el núcleo temático de la obra y punto de
partida de las teorías sociológicas posteriores, de naturaleza crítica, que
generaron la crisis epistemológica de la criminología, aspecto previamente
referido.

Posteriormente, la teorización de Sutherland sufrió ampliaciones, correcciones,


recortes, entre otras modificaciones; e, incluso, en el momento de su gestación,
tenía evidencias apoyadas en investigaciones de otros campos científicos, que
trataban de la formación y evolución de la conducta, y que partieron de la teoría de
los reflejos condicionados de Pavlov, que luego evolucionaron en corrientes como
el conductismo de Skinner. Importantes sociólogos como Mead, Cressey y Glazer
trabajaron juntos con Sutherland, y los dos últimos fueron, más adelante, autores
de propuestas teóricas elaboradas a partir de la asociación diferencial.

Debe recordarse el grado de desarrollo de la sociedad norteamericana de la


posguerra, al momento de la aparición de la obra de Sutherland. Estados Unidos
había salido favorecido tras la segunda guerra mundial, y se transformó en la
primera potencia mundial; contaba con una clase media en plena expansión,
cuyos valores tendían a generalizarse a toda la sociedad. Sutherland era un
científico de clase media, preocupado por la evolución social de su país en
algunos aspectos que “no andaban bien todavía”.

La obra es objetable metodológicamente, porque, como sucede con muchas


investigaciones sociológicas del Norte, se basó en un material empírico pobre, con

13
Sobre la asociación diferencial, pueden consultarse también Pavarini, M. (1983). Control y
dominación. México. Siglo XXI Editores. Págs. 120 y ss; y, Fucito, F. (1993). Sociología del
derecho. Editorial Universidad de Buenos Aires. Buenos Aires: Argentina. Págs. 377 y ss.
aportes muy subjetivos y conclusiones poco generalizables, dada su directa
relación con una realidad específicamente local. Sin embargo, la teoría posee gran
eficacia, pues se vale del simple recurso documental de analizar los registros de
la justicia para ver la suerte corrida con los procesos a los que llamó “de cuello
blanco”. Las comprobaciones resultaron sorprendentes: casi todas las grandes
empresas incurrían en actividades delictivas, eran reincidentes en ello, pero
registraban bajo índice de sentencias condenatorias, específicamente, criminales
por conductas como evasión impositiva, transgresiones a las leyes de patentes,
actividades monopolistas, entre otras. La razón era simple: o tales conductas no
tenían sanción penal, o las penas eran exclusivamente pecuniarias o
administrativas, y resueltas mediante procesos que, al igual que las
reglamentaciones, parecían estructurados sólo para favorecer a estos infractores.

Según la definición de Sutherland14 (1949, p. 9), el delito de cuello blanco es “El


delito cometido por una persona de respetabilidad y status social alto, en el curso
de su ocupación”. En el decenio pasado, en el seno de la criminología crítica, se
discutió mucho acerca de esta definición, y se imaginaron las variaciones que la
misma pudiera sufrir, fuese sustrayéndole o agregándole elementos. Lo cierto es
que, hasta ese momento, la sociología norteamericana venía insistiendo en la
explicación simplista de que el delito se generaba o predisponía si el medio tenía
un problema social negativo. Los pobres, con menos recursos y chances sociales,
debían estar, según esa visión generalizada, más expuestos a delinquir que los
“integrados”.

Esta hipótesis terminó agotando su poder demostrativo, porque se percibían


con facilidad numerosos fenómenos que no eran explicables mediante tal
esquema. Por ejemplo, las mujeres tenían escasa representatividad delictiva en
las estadísticas, independientemente de que fuesen de clase media o alta. Si la
falta de oportunidades era determinante para las conductas delictivas, ello debía
reflejarse también en el aspecto familiar y aparecer en las estadísticas de
criminalidad juvenil, lo que, verdaderamente, no ocurría. También, se advertía que
los sociólogos quienes habían hecho estudios explicativos del crimen valiéndose
14
Sutherland, E. (1949). White Collar Crime. New York: Dryden Press.
de la miseria, ignorancia y privaciones de ciertos sectores sociales, habían
utilizado siempre grupos específicos de la sociedad, generalmente, marginales o
no integrados al modelo hegemónico, como por ejemplo: los negros o inmigrantes
rusos, italianos, polacos, o comunidades muy exóticas, pero establecidas, como
los chinos de San Francisco. Era notorio que, contraponiendo sus estadísticas, no
se obtenía la misma respuesta en todos y cada uno de estos sectores. Así, los
chinos, en contraste con los italianos o polacos, reflejaban una tasa de
delincuencia casi nula. También, se observó que existían conglomerados muy
pobres ubicados en zonas fronterizas con tasas de criminalidad nula, lo que
demostraba que la situación de comunidades pequeñas y alejadas de las grandes
urbes tenía distintos patrones de obediencia a la ley.

Sutherland no fue indiferente al escepticismo que despertaban estos resultados,


y a la necesidad de encontrar una explicación teórica más generalizable y eficaz.
Por ello se preguntó lo obvio: ”¿Qué pasa con los ricos?” En busca de
respuestas, se concentró en un segmento muy poderoso, representado por los
ejecutivos con poder de decisión en las grandes empresas norteamericanas, los
grandes consorcios, para aquel entonces, mundialmente hegemónicos, y,
mayoritariamente, de capital nacional.

Cuando los juristas lean a Sutherland, deben hacerlo con una serie de reservas
que hagan más comprensible su pensamiento. En primer lugar, este autor
norteamericano no razonaba como abogado, sino como sociólogo; y, por ende, no
se valía de una noción dogmática y legal de conducta delictiva, sino que, lisa y
llanamente, construyó un concepto para su investigación, prescindiendo del hecho
de que las conductas elegidas estuviesen tipificadas o no en algún código penal.
Las peculiaridades del sistema legal estadounidense alejan todavía más su
percepción de la que tendría un penalista de nuestras latitudes; de aquí que,
Sutherland concibe el delito como una conducta que reúne determinados
lineamientos de carácter lesivo socialmente, por lo que los grandes negociados,
las estafas en la calidad de los productos, la violación de las leyes
antimonopólicas, la evasión impositiva, las falsedades contables, los acuerdos de
mercado tendentes a subir o bajar artificialmente los precios, la falsa propaganda,
la competencia desleal, la tenencia monopólica de empresas, entre otros, pese a
que son conductas que no siempre coinciden con algún tipo penal rígido, son
delictivas por su daño social, porque tienden a perjudicar a otros para lograr el
propio beneficio.

Los delitos de cuello blanco eran conductas de gran magnitud económica y


afectaban a una cantidad indeterminada de personas, potencialmente significativa,
pese a lo cual no salían a la luz pública, ni parecían causar conmoción social. Por
el contrario, su tratamiento tenía lugar en fueros y con procedimientos especiales,
que permitían resolver conflictos sin juicio, mediante acuerdos con los fiscales,
quienes no dejaban antecedentes registrados; en suma, una serie de
particularidades que no se podían encontrar en los procesos ordinarios por delitos
menores. En estos procesos, los acusados no debían enfrentarse con los jueces,
sino que apelaban a arreglos entre los abogados de la empresa y los fiscales. La
responsabilidad de los grandes grupos, cuando era atribuida, tenía carácter
administrativo o pecuniario y carecía de publicidad estigmatizadora. No causaban
consecuencias sociales desfavorables, porque los desvíos se podían resolver
despidiendo o trasladando a los funcionarios ejecutores de la irregularidad.
Sutherland comprobó, sin embargo, que los responsables reales de muchas
maniobras delictivas eran, ciertamente, los directivos de las empresas, pero que
ellos no consideraban condenables sus actividades, sino, más bien, una especie
de astucia comercial o habilidad empresarial imprescindible para lograr los
objetivos comerciales. En un país, como Estados Unidos, en el que, desde su
organización política hasta las empresas privadas eran fundamentales para el
progreso nacional, era fácil afirmar que, a estas últimas, no debían ponérseles
obstáculos, porque eran el motor de la economía. En conclusión, las triquiñuelas
empresariales redundarían, de cualquier forma, en el beneficio común.

La comisión de delitos de cuello blanco era considerada, entonces, más bien un


mérito que una mácula en el entorno cultural empresarial, y conformaba una
concepción subcultural de poderosos. De allí que Sutherland deduce que el
comportamiento y los valores se aprenden en el curso de la vida social y se
expresan en sistemas de trabajo, ideas y modos de relación comunes.
El objetivo de Sutherland apuntaba más a lo psicosocial que a lo político o
económico; no ponía en duda la legitimidad de la sociedad capitalista ni tampoco a
los grandes consorcios, ni se molestaba por las consecuencias sociales
producidas por su competitividad. Este estudioso del delito de cuello blanco se
contentaba con dar por aprobada la asociación diferencial, que es una “asociación
de diferentes”; en este caso, de personas quienes están más alejadas del
cumplimiento de la norma, y que tienden a identificarse valorando positivamente
su incumplimiento. Esta asociación predispone a los individuos participantes a
violar la ley, porque constituye un alejamiento de quienes ven la violación como
disfuncional y una aproximación a aquellos que la ven como positiva; de este
modo, se produce la generalización de ciertas conductas poco éticas en ese
sector. En consecuencia, la operación ilícita de las actividades económicas se
aprende; no sólo porque es enseñada y porque se estimula su imitación, sino
también porque es requisito para poder obtener trabajo en ciertos puestos u
organizaciones.

Es evidente que estas ideas ponen en descubierto las aporías (dificultades


lógicas) del paradigma etimológico y su visión limitada al haberse concentrado en
el delito y el delincuente como categorías dadas. En primer lugar, empieza a
advertirse que no existen sociedades de pensamiento y valores uniformes, sino
que en cada sociedad hay grupos distintos, incluso en oposición, cuya referencia
al delito es general, y no privativa de grupúsculos marginales y refractarios a los
valores. La ley, ciertamente, no era igual para todos, y la posición de poder de los
grupos sociales era decisiva para que progresaran, lo que se reflejaba también en
el modo en que eran sancionados. Por primera vez, una teoría explicativa del
fenómeno criminal no es de origen etiológico. Sutherland proporciona, con la
asociación diferencial, una explicación de valor omnicomprensivo, macrosocial, del
fenómeno delictivo. Se desmorona, como consecuencia, el concepto del delito
factorial por pobreza o ignorancia o condicionamientos biológicos, que tanta
aceptación había alcanzado con el positivismo.

Las ideas de Sutherland venían madurando en el seno de la prolífica sociología


criminal estadounidense, pero tuvieron efectos tardíos, a escala internacional, por
circunstancias como la segunda guerra mundial y el desinterés de la sociología
norteamericana por el paradigma etiológico dominante en el resto de Occidente.
Lo cierto es que El delito de cuello blanco abrió compuertas mucho más vastas de
lo que imaginó su propio autor. También, puede percibirse que este trabajo deja
esbozada una idea acerca de lo que hoy conocemos como intereses difusos, es
decir, los intereses legítimos afectados por hechos que perjudican a la humanidad
o a la comunidad indiscriminadamente, por la importancia de los bienes en juego,
la cantidad de perjudicados, su anonimato, la magnitud económica y, muchas
veces, lo irreparable del mal.

A partir de esta obra, las bases de la criminología establecida comenzaron a


cambiar inconteniblemente. Se habían desmitificado pilares esenciales de
Derecho Penal y la Criminología Tradicional: quedaba acreditado que la sociedad
no funcionaba consensual ni igualitariamente, porque la ley no alcanzaba a todos
los sectores de manera idéntica; que el problema básico de la conducta
delincuente no radicaba en la enfermedad ni en la autodeterminación, sino en la
forma de estructurar y actuar el derecho; que los bienes jurídicos tutelados no eran
necesariamente los más importantes; que el Derecho Penal perdía su carácter
moral social igualitario; que el bien y el mal eran más ubicuos de lo imaginado;
tampoco, las reacciones penales funcionaban de igual modo para todos, ni podían
explicarse por propósitos resocializadores, entre otros aspectos. Y como corolario
notable, se retiraba la explicación del fenómeno criminal de las manos de
penalistas, alienistas, biólogos y psicólogos, para depositarlas en las de los
sociólogos, quienes se lanzaron a sumar teorizaciones que corrieron,
completamente, el telón y quienes demostraron poseer un alcance explicativo que
además de vasto era fundado y convincente.

La irrupción sociológica hizo blanco en el punto más sensitivo de toda


explicación criminológica anterior, al desnudar cómo daba por presupuesta la
legitimidad y justicia del derecho penal vigente y omitía analizar sus estructuras y
funcionamiento real. De pronto, el Derecho Penal fue reducido al carácter de mera
herramienta de control en manos no indiferentes ni neutras a intereses y valores
egoístas. Aquello que la Criminología venía considerando su objeto de estudio,
esto es, el delito y el delincuente, pasaba a ser definiciones y definidos. Saltaba a
la vista que el Derecho Penal (disciplina normativa) estaba fijándole el objeto a
otra disciplina que no lo era, o por lo menos no debía serlo. En consecuencia, el
espejismo de una ciencia autónoma, con un objeto propio, entró en crisis, y abrió
espacios a nuevos modelos explicativos.

La sociología norteamericana se caracteriza por ser una cultura de origen. Por


un acendrado pragmatismo, que a los juristas formados en la tradición penal
romano-germánica nos cuesta cierto esfuerzo asimilar. La dogmática penal
establece, consciente o inconscientemente, una sacralización de textos e
interpretaciones de los que resulta difícil salir, para no perder la lógica sistemática
de análisis. La mentalidad de los sociólogos y el pueblo norteamericano opera, por
el contrario, con la practicidad anglosajona de aprovechar cualquier hallazgo si es
útil, sin mayores consideraciones. La libertad y hasta la ingenuidad con que los
sociólogos del Norte formulan sus teorizaciones simples y lineales son llamativas.
Sutherland demuestra indiferencia por la vía de acceso jurídica al fenómeno
investigado, casi expresando que es superfluo investigar el crimen a partir de la
persona, quien fue definida como criminal, para saber que lo es. El crimen, en tal
sentido, está en todas las relaciones de la sociedad, y no en la letra de la ley o su
aplicación. Este estudioso norteamericano formula con sencillez elemental un
enfoque de la realidad que para los positivistas habría resultado revulsivo.
También, Sutherland expresa las peculiaridades científicas anglosajonas, cuando
afirma que, a pesar de algunos errores, el déficit empírico y lo provisorio de
muchos de sus hallazgos, no tiene duda que ha formulado una argumentación
nueva, apta para confirmar su tesis de la asociación diferencial como explicación
de algunas conductas desde el plano sociológico; también, este investigador
asevera que dicha teoría era la más efectiva y disponible en ese momento para
explicar el fenómeno delictivo.

Las teorías subculturales

Dijimos, anteriormente, que cuando se revisa la evolución de la sociología


norteamericana es inevitable remitirse a la obra de la Escuela de Chicago, famosa
por haber generado los enfoques llamados funcionalistas, o teorías
socioestructurales del comportamiento desviado. Los numerosos sociólogos –
todos ellos muy relevantes– quienes colaboraron con el desarrollo de tal Escuela,
tenían experiencia práctica en el campo social y procuraban, con sus
teorizaciones, obtener respuestas a diversos problemas sociales concretos, tales
como: los de la delincuencia juvenil, las bandas y los grupos de inmigrantes.
Sobre la base de investigaciones de comunidades, Robe Park y Ernest Burgess
desarrollaron una sociología de los grandes centros urbanos, conocida también
como “sociología urbana”, “ecología social” o “Escuela Ecológica de Chicago”. Se
trataba, en todos los casos, de teorías ambientalistas o de la organización urbana.
De dichas teorías partió, también, Sutherland, y de allí se derivaron, además,
numerosos trabajos teóricos de alcance más limitado en comparación al estudio
de la asociación diferencial, como las teorías subculturales. En estas teorías, la
subcultura es entendida como un sistema social con valores propios, que se
expresa con normas y símbolos originales. En general, las subculturas están en
una posición de enfrentamiento con la cultura predominante, pero también pueden
tener amplias coincidencias con ella. Cohen es el representante más notorio de
esta explicación, y sostenía que los valores de la clase media eran siempre los
dominantes. Este investigador estudió diversas bandas de delincuentes juveniles,
y creyó advertir que sus integrantes se cohesionaban en torno a valores y
creencias propios, que se generaban con el trato entre jóvenes situados en
circunstancias similares. La diferencia entre criminales y quienes no lo eran
radicaba en el grado de exposición a una subcultura criminal. La subcultura
solucionaba, afirmaba, problemas de adaptación que no resolvía la cultura
dominante. La noción ha sido muy empleada, permitiendo romper con la idea de la
sociedad monolítica y la homogeneidad de los valores en la coexistencia social.
Los subculturalistas se introdujeron en los grupos sociales que estudiaron,
realizaron prolijas observaciones y negaron que los marginales actuaran por
anomia. Los subculturalistas afirman que los marginales no carecen de normas,
sino que poseen normas propias, por lo que debe interpretárselos con criterios
normativos diferentes a los del resto de la sociedad. Algunos jóvenes se asocian
con quienes estén más cerca de la violación de las normas, y se alejan de
aquellos propensos a su cumplimiento; y ello, como se ha visto, también acontece
con el delito de cuello blanco.

El concepto de subcultura ha tenido mucha aplicación en los estudios


penitenciarios, ya que, en las cárceles, las subculturas representan una opción
entre la vida o la muerte, por los complejos mecanismos de coexistencia entre
presos y carceleros (sumisión, delaciones, deberes de complicidad, silencio,
venganza entre otros elementos). Hoy sabemos que la vida en prisión es
incomprensible si no se la interpreta tomando en cuenta los valores propios de sus
distintos actores, sectores y secciones, salvo que nos conformemos con la versión
explicativa oficial.

Vamos a ver ahora, esquemáticamente, distintas teorías sociológicas cuya


exposición por separado es meramente didáctica ya que, además de haber sido
muchas veces coetáneas, tienen un alto grado de entrecruzamiento e influencia
recíproca. Para dar una idea de alcance que tiene tal imbricación, es interesante
transcribir ese párrafo de Lamnek (1987), quien es un analista de las teorías
sociológicas de la criminalidad:

La conexión entre el interaccionismo simbólico y el labelling approach,


por un lado, y la del labelling approach y la posición teórico-científica de
la fenomenología por el otro lado, se refleja en una combinación de
interaccionismo simbólico y fenomenología, que entró en la literatura
como etnometodología, en la forma de un concepto metódico15.

La anomia

Esta teoría tiene su origen en el sociólogo francés Emile Durkheim (1858-


1917), quien entendía que la división del trabajo, que se verificaba en las
sociedades industrializadas, de fin del siglo XIX no permitía buenas relaciones
entre los miembros de la sociedad, ni buenas regulaciones de esos contactos.
Este teórico concibió, entonces, la “anomia” como un “estado de desintegración”,
originado en los obstáculos de la división del trabajo, que dificultaba la
15
Lamnek, S. (1987). Teorías de la criminalidad. Siglo XXI Editores. Méjico. Pág. 86.
comunicación directa entre miembros de un proyecto social común. Para
Durkheim era indispensable asegurar la cohesión social frente a las amenazas
anómicas. La anomia – decía Durkheim – obstaculizaba la “solidaridad orgánica”,
que predomina en la sociedad moderna, mientras que en la tradicional,
predominaba la “solidaridad mecánica”, es decir, los vínculos primarios. Desarrolló
totalmente el de anomia en su libro El suicidio, de 1897, retomado luego por
Sorokin (1925) y también por Parsons (1937), hasta que Robert Merton publicó,
en 1938, un ensayo titulado Estructura social y anomia, en el que intentó
desarrollar una teoría general del comportamiento desviado y confrontó valores y
normas con los “medios institucionalizados” de que disponían los individuos para
alcanzar sus metas sociales. La sociedad actúa obstaculizando o fomentando las
expectativas de esos individuos, y si las estructuras culturales y sociales están
mal integradas, se produce una tendencia al derrumbe de las normas, a la
carencia de ellas, por lo que muchas personas pueden tener la tendencia a
buscar las metas por fuera de lo establecido. La anomia es el quiebre de la
estructura cultural, que se produce por la asimetría entre las normas y objetivos
culturales y las capacidades de las personas para actuar de acuerdo con aquellas
y alcanzar sus propósitos. En esa ruptura está, para Merton (1938), las causas de
las conductas desviadas. Los sujetos se adaptan como pueden a las situaciones
de anomia, mediante ciertos mecanismos tales como: conformidad, innovación,
ritualismo, retraimiento y rebelión. Posteriormente, el mismo Merton modificó sus
postulados, luego criticados y nuevamente modificados por Cloward y Ohlin
(1960). Lo cierto es que la noción de anomia ha sido aprovechada por muchas
disciplinas, como la Filosofía o el Derecho, y ha originado extensos debates en el
seno de la Sociología. Es un concepto clásico, como podría serlo el de
“inconsciente” en Psicología o el de “tipicidad” en Derecho Penal.
El Estructural-Funcionalismo

Se denomina así un conjunto de teorías sociológicas que, en realidad, no tienen


unidad teórica o coherencia interna recíproca. Fucito (Indicar año: No. de página)
las explica de este modo:

“El amplio campo de teorías sociológicas llamadas funcionales, parten


del supuesto de que la sociedad es un conjunto de partes ajustadas y
mutuamente dependientes y aceptan esta idea como un postulado. A
partir de allí tratan de determinar cuáles son las partes o subsistemas
que cumplen funciones dentro de la sociedad, es decir, que aportan para
el mantenimiento de un supuesto equilibrio. La idea genérica implica una
tendencia conservadora, en cuanto presupone el sistema y postula un
regreso al equilibro, si ha sido perturbado por conflictos o disfunciones,
tendencia que se expresa en la mayor parte de las consideraciones (si
no en todas) que hacen los autores enrolados en ella, respecto del
derecho”16.

16
Op. Cit., pág. 265. (REFERENCIA DE FUCITO)
Talcott Parsons (1902-1979), sin duda, fue el más importante teórico del
funcionalismo, y su obra es considerada uno de los grandes aportes teóricos de la
Sociología. Cabe aclarar que Merton, con su concepción de la “anomia”, es un
precursor de la producción parsoniana. Parsons tenía como preocupación central
el problema del mantenimiento del orden social, y sus teorías son esencialmente
conservadoras. Este teórico desacraliza al Derecho, relacionando el orden jurídico
con la vida social y la ética. Parsons es quien generalizó las nociones de “control
social” y “conducta desviada”.

Las teorías estructural-funcionalistas se ocupan, entonces, explicar las


funciones de los elementos estructurales en los sistemas sociales. No es
inevitable que cada análisis de estructuras sea funcionalista, ni que todas las
unidades de esos análisis sean denominadas elementos estructurales que lleguen
a ser unidades del análisis, y la comprobación de estructuras es parte de la
explicación de los sistemas sociales, por lo que necesita, inevitablemente, el
complemento del análisis funcionalista.

En los remotos precursores (por ejemplo, Spencer), en Parsons y los


funcionalistas quienes le sucedieron, resalta un esfuerzo por demostrar que los
motivos del comportamiento humano no son sólo psíquicos, sino que también
están socialmente condicionados o influidos. Las críticas más importantes que se
le han dirigido a estas teorías son reproches a su abstracción, ahistoricidad y su
apoyatura en recortes de una realidad mucho más compleja. También se señala
que con estas construcciones es imposible concebir la existencia de cambios
sociales, porque se concentran sólo en los factores que producen estabilidad,
mientras que las sociedades encierran contradicciones, desestabilizaciones,
conflictos y relaciones de poder que, para las teorías del conflicto, por ejemplo,
son característicos de las sociedades capitalistas17.

El interaccionismo simbólico

Con origen en una obra de comienzos de siglo, de Georg Mead, esta teoría
concibe al individuo como activo frente al ambiente, al que contribuye a moldear
17
Véase, al final del capítulo, el cuadro sinóptico sobre la Escuela de Chicago y las teorías
socioestructurales.
mediante diversos recursos. La comunicación es uno de ellos, y resulta
fundamental para la interacción humana. Para interpretarla, se vale de símbolos y
signos como el lenguaje. El interaccionismo es, entonces, una teoría de la
significación conforme a la cual los seres humanos buscan cosas según el
significado que tienen para ellos, en medio de la constante interacción social. El
interaccionismo simbólico plantea una idea de orden y progreso basada en el
consenso que implica la comunicación (idea retomada luego por Habermas, como
teoría de la acción comunicativa) para el autocontrol de la persona18. A diferencia
del positivismo y el resto del funcionalismo, esta corriente cuestiona la objetividad
del conocimiento, aun cuando sigue valiéndose del mismo modelo de una
sociedad armónica y absoluta. Tiende a desconocer la existencia de clases y
grupos sociales, de poder, entre otros aspectos. En realidad, la gran
trascendencia criminológica de esta teoría se alcanza mediante otras que parten
de ella: las del etiquetamiento y de la reacción social. Otros aportes de importancia
para el desarrollo de este enfoque fueron los de Blumer, Kuhn Goffman, Cooley y
Thomas, según las variaciones o enfoques alternativos que fueron surgiendo del
tronco común19.

La teoría del etiquetamiento

Los principales referentes del enfoque “Etiquetamiento” (“Labelling”) son Lemert


y Becker. Este enfoque sostiene que la desviación no es la cualidad del acto
ejecutado por una persona, sino consecuencia de la aplicación de normas y
sanciones que otros le hacen a un llamado “delincuente” (el desviado es una
persona a quien el etiquetamiento le ha sido aplicado con éxito, por lo que su
comportamiento desviado se etiqueta como tal). Becker analizó los mecanismos
sociales de estigmatización, que consolidan los estatus y determinan “carreras”
criminales (recuérdese lo expuesto en el capítulo primero sobre los mecanismos

18
Habermas, J. (1987-1988). Teoría de la acción comunicativa. Editorial Taurus. Madrid:
España.
19
El tema puede ampliarse en diversos textos: vid. Bustos, J. (1983). El pensamiento
criminológico. , Editorial Península.: España. Pág. 39; y, García, A. (1996). Criminología (una
introducción a sus fundamentos teóricos para juristas). Editorial Tirant lo Blanch. Valencia: España.
Cap. III. Pág. 182.
sociales estigmatizantes, los estereotipos, el chivo expiatorio, entre otros
elementos).

Como dice Rûther, en relación a este enfoque: “No hay criminalidad como
existe un trozo de hierro, pues éste se presenta como un objeto físico
independiente de la valoración y descripción que los humanos le pueden dar.
Como tal, ese hierro no se transforma, aun cuando se altera su misma valoración
y descripción. La criminalidad, en cambio, existe preponderantemente en los
presupuestos normativos y valorativos de los miembros de la sociedad (...) La
criminalidad, que realmente existe en una sociedad, es aquella cuya imagen
puede ser transportada a la realidad en virtud de una fijación concreta
(establecimiento) y aplicación (imposición) de normas”20.

Esta teoría dirige su interés a la gestación de normas, por ser el primer paso en
los procesos de etiquetamiento: establecer una definición (ley vigente) que
estipule las condiciones que debe reunir una conducta para ser delito. Luego,
sigue el proceso de aplicación, que es la atribución a un sujeto del carácter de
delincuente. Complementando el juego de los dos procesos anteriores, también
intervienen agentes que interactúan con el sujeto y lo etiquetan como criminal,
incluso antes que una sentencia le imponga una definición oficial.

Si se recuerda lo dicho sobre el delito de cuello blanco, puede reiterarse que las
normas son resultado de los conflictos y relaciones de poder que se desarrollan en
la sociedad; y, que, en consecuencia, los grupos con mayor poder establecen
normas que le favorecen y perjudican más a otros, que, aun siendo mayoritarios,
tienen menos o ningún poder social. Por tanto, la existencia de una criminalidad es
necesaria para el mantenimiento de las relaciones de poder establecidas.

Cabe recordar que Durkheim causó gran conmoción cuando afirmó que el
delito era un fenómeno típico de una sociedad sana, que necesitaba de una cierta
proporción de delito para legitimarse, siempre que esa cantidad permaneciera

20
Ruther, W. (1978).La criminalidad (o “el delincuente”) a través de las definiciones sociales
(o etiquetamiento), en Doctrina penal, Edic. Depalma. Buenos Aires: Argentina. Pág. 749.
constante en ciertos límites; lo enfermo sería, en consecuencia, una sociedad sin
delito21.

En cuanto al proceso de transformación de un individuo en delincuente, los


teóricos más relevantes son Becker y Lemert, quienes explicaron las
características del interaccionismo simbólico, según las cuales, como ya se dijo,
los sujetos en interacción se valen de símbolos para relacionarse recíprocamente.
De este modo, “producen iguales definiciones” de cada situación que van
experimentando. Ese caudal cultural de definiciones es adquirido por aprendizaje
a lo largo de la vida, durante la cual todos formamos nuestras personalidades bajo
la influencia educativa de los padres, la escuela, la familia, entre otros factores.
Esto implica que las personas son entrenadas en la atribución de funciones a los
demás, y se acostumbran a relacionarse valiéndose de los roles atribuidos. Es en
estas circunstancias, tal como comentamos previamente, que surgen los prejuicios
y los estereotipos. La atribución de condiciones negativas conduce, finalmente, a
la estigmatización (la cual se puede ilustrar con estos proverbios: “Tanto va el
cántaro a la fuente, que al final se rompe”; ”Dime con quién andas y te diré quién
eres”; ” El que mal anda, mal acaba”, “Los ojos son el espejo del alma” entre
otros).

El sociólogo William L. Thomas (1923) elaboró su famoso “Teorema de


Thomas”, según el cual, “si se definen ciertas situaciones como reales, serán
reales en sus consecuencias. Es el fenómeno que se verifica con las llamadas
“corridas cambiarias” o en el “síndrome del viernes negro”, cuando todos los
ahorristas, por temor y sin acuerdo previo, retiran repentinamente sus ahorros de
las entidades de crédito y hacen quebrar, realmente, a la banca.

De modo parecido, un niño con malos antecedentes escolares, que luego es


internado en un reformatorio y finalmente detenido por un delito, habría caído en
esa situación como consecuencia del proceso del etiquetamiento que le
predisponía y conducía a alcanzar el papel delictivo que le será asignado
fatalmente.
21
Durkheim, E. (1986). Las reglas del método sociológico. Madrid, Edit. Hyspamérica.
Madrid: España.Cap. III, punto III.
Si el sujeto asume la calidad atribuida (“el delincuente”) puede llegar a hacer del
cometer delitos un ejercicio habitual, con lo que habrá iniciado una carrera
criminal.

También, Merton publicó, en 1957, un libro que llevaba por título The self-
fulfilling-prophecy (La profecía que se autorrealiza), en el que desarrolla un
principio parecido al del Teorema de Thomas. Este autor sostiene que la previsión
de un hecho hace que todos condicionen sus comportamientos a la eventualidad
de que ocurra y se produzca el efecto sin que exista la causa. Estos mecanismos
predisponen expectativas condicionantes de la valoración del comportamiento
futuro de ciertos sujetos (algo parecido a lo que en el positivismo era el pronóstico
de peligrosidad).

Llegar a ser estigmatizado como delincuente implica recibir un estado social


negativo que condiciona y limita las posibilidades futuras de desempeño de la
persona y la resistencia, muchas veces, a aceptar el papel, a conformarse e
incluso a enorgullecerse de él y a asumir la personalidad que se le asignó e iniciar
una carrera criminal.

Como vemos, se trata de una teoría social de la criminalidad según la cual el


sujeto es afectado, pero no afecta. El poder de definir parece todopoderoso y fatal,
como rmostraron algunas de las críticas que se le hicieron. Además, se señala
que en todas las sociedades hay definiciones que gozan de consensos muy altos,
o todo lo contrario; que hay comportamientos criminales sin que intervengan las
instancias del control; que la desigualdad está presente en todos los aspectos de
la sociedad, entre otras observaciones. La última objeción encierra, en gran
medida, el eje crítico de los sociólogos de izquierda, responsables de la recepción
europea de este enfoque, que le complementaron después con teorías sociales
que originaron la aparición de la criminología crítica. Ese aspecto de la evolución
teórica posterior el etiquetamiento, lo veremos en el capítulo siguiente.

Las teorías sobre el control y la reacción social

El control social es una noción de suma importancia en la historia de la


Sociología y en sus desarrollos actuales. Se le atribuye la creación del concepto al
sociólogo norteamericano Ross en 1890, y se reconoce que, hasta hoy, es materia
controversial. En todo caso, se pretendió que el concepto transitara, en
tonalidades diversas (la idea de dominación ascendente o influencia de la
sociedad sobre el individuo), para que se adaptara o asimilara al sistema de
valores dominantes. El sociólogo alemán Kurt Wolff clasificó siete aplicaciones
distintas del concepto por diferentes teóricos y corrientes de la Sociología.
También aportó su propia definición, según la cual el “Control social es la
denominación de los procesos y mecanismos, incluyendo la socialización del niño,
a través de los cuales la sociedad ejercita su dominación sobre el conjunto de los
individuos, logrando que sus normas produzcan efecto”22

Los objetivos del control se logran por multitud de canales en la vida social, en
el curso de los procesos de socialización de los individuos, y el sociólogo George,
C. Homans distinguió, en doctrina, el control formal del informal. El primero sería
externo al individuo, no ejercido por él, mientras que el segundo tipo de control
alude al control internalizado, o interior, que el sujeto ejerce sobre sí mismo.
Posteriormente, se incluyeron, como control informal, las respuestas más o menos
espontáneas de los grupos que generan entre sus miembros actitudes de
aprobación, y se las diferenció de las formales, que quedan a cargo de
instituciones oficiales, dotadas de reglas y normas específicas.

La representación máxima del control formal está dada por el Derecho Penal, el
mecanismo social más riguroso y estructurado. El Derecho Penal apunta a
controlar los efectos desorganizadores que causa el delito en la vida social, y para
ello se vale de un conjunto de reacciones formalizadas (sanciones, penas,
medidas) e instituciones que las ponen en práctica: tribunales, policía, cárceles,
entre otras. Puede hablarse, entonces, de reacción social tanto en su carácter de
respuesta a conductas indeseables o “desviadas”, como de reacción formal
jurídico-penal, cuando la respuesta se dirige a conductas consideradas delictivas.

Más adelante, serán expuestas teorías formuladas por algunos autores sobre el
concepto del control o de la reacción social, pues allí se centra el objeto de su
22
Diccionario de Sociología, Stuttgart, Enke Verlag, 1969, págs. 965 y ss (traducción del
autor).
interés científico, opuesto al del modelo positivista. Como se verá, se trata de
enfoques macrosociales, esto es, aquellos enfoques en los que se investiga los
grandes mecanismos de toda la sociedad y que buscan interpretar, desde lo
general, el funcionamiento de los mecanismos de control formal punitivo. El objeto
se desplaza, entonces, del sujeto delincuente a las instancias que lo controlan y
manipulan.

La Teoría sistémica

La corriente sistémica tiene particular interés por la importancia que adquirió


dentro del campo del derecho penal, como fundamento sociológico del ilícito, la
pena, los bienes jurídicos y otros temas. Esta teoría que es conocida dentro del
derecho como funcionalismo sistémico, tiene su principal referente en el sociólogo
alemán Niklas Luhmann, quien entiende el orden jurídico como una estructura del
sistema social que sirve para la generalización de expectativas de
comportamiento. Es una teoría de sistemas que resalta la positividad del derecho,
dentro del que las normas son comportamientos esperados por su aptitud para
estabilizar al sistema mismo. Por supuesto que, al igual que en el pensamiento
del precursor de Parsons el consenso social se expresa en la existencia material
de una institucionalidad, y se afirma mediante ella. El Derecho Penal es una
herramienta esencial de estabilidad social y, por ende, debe ser también
fortalecido. Luhmann publicó, en 1974, el libro Sistema jurídico y dogmática
jurídica, obra en la que estableció sus puntos de vista, notoriamente adoptados en
el derecho penal alemán por Günther Jacobs23.

Habermas ha criticado la teoría de los sistemas sociales como manifestación


tecnocrática que permite reducir aspectos fundamentales de la sociedad a
cuestiones prácticas o técnicas y sustrayéndolas al debate social. El funcionalismo
sería, para Habermas, una teoría que se establece en las sociedades capitalistas
más modernas y constituye una interpretación tecnocrática de la sociedad que
permite un programa de estabilización política y económica orientado a la solución
23
En castellano puede consultarse también s/a. (1973). Ilustración sociológica. Ed. Sur.
Buenos Aires: Argentina. En cuanto a las ideas de Jacobs, han sido minuciosamente analizadas en
Sancinetti, M. (1995). Fundamentación subjetiva del ilícito y desistimiento de la tentativa. Edit
Temis. Bogotá: Colombia.
de sus cuestiones específicas. También, Baratta dirigió fuertes ataques a estos
enfoques, desde la criminología crítica24. En el campo de la filosofía jurídica,
puede consultarse la posición de Ferrajoli25, igualmente adversa al funcionalismo.26

Actividad final

En esta actividad, te invitamos a poner a volar la imaginación y la creatividad


durante el desarrollo de esta actividad. Recuerda cuidar la ortografía y utilizar de
forma correcta los enlaces, llaves, globos y demás componentes del mapa
conceptual.

Consideras que la Anomia es un quiebre con la estructura cultural. Razona tu


respuesta.

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24
Baratta, A. (1987). Integración-prevención: una nueva fundamentación de la pena dentro
de la teoría sistémica, en revista Capítulo Criminológico, num. 1., Maracaibo, reproducido en
“Criminología y sistema penal” (compilación in memoriam) núm. 1 de la colección “Memoria
Criminológica”, (2004). Editorial B. Montevideo.
25
FERRAJOLI, op. Cit., págs. 274 y ss.
26
Elbert, C. (2005). Manual básico de criminología. Bogotá- Colombia: TEMIS
pag. 139-156
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2. Realice un cuadro comparativo con las teorías sociológicas del delito,


identificando sus características.

3. Menciona, al menos, 2 ejemplos en los que se evidencia la estigmatización de


una persona. Reflexionemos sobre los ejemplos planteados.

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4. ¿Cómo inciden las conductas en la generación de conflictos?

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ENCUENTRO 3: FORMAS DE CRIMINALIDAD

Propósito

Que las y los discentes conozcan las formas de criminalidad que se pueden
presentar en Venezuela durante el ejercicio de sus funciones.

Estimados y estimadas estudiantes, en este tercer encuentro didáctico


denominado “Formas de Criminalidad” lo abordaremos a través de los siguientes
saberes: modalidades de la criminalidad, la criminalidad según los resultados del
manejo oficial, la criminalidad por su ámbito Para desarrollar los saberes
mencionados anteriormente te ofrecemos unas actividades que consisten en:

Al inicio, realizaremos una lectura denominada “La sociología del delito”. La


intención de esta actividad es que conozcamos las formas de criminalidad que se
pueden presentar durante el ejercicio de sus funciones. Seguidamente,
encontraremos la actividad “Reflejando las formas de criminalidad” que nos
permitirá construir uno o varios casos o evocar las vivencias en las que se reflejen
los diversos tipos de criminalidad Finalmente, realizaremos un escrito para generar
propuestas que permitan reducir la criminalidad o algunos aspectos de la misma,
basándonos en la lecturas realizadas y otros materiales complementarios.
Al final del curso, nos encontraremos con una autoevaluación que consta de
una serie de preguntas generadoras de saberes y cuadros comparativos entre
otras actividades en las que deberás aplicar todo lo aprendido durante el
encuentro, consta de ejercicios con distintos niveles de conocimiento. Por último,
se te ofrece una clave de respuestas que te permitirá evaluar tus avances.

Actividad 1. Lectura: La sociología del conflicto

¡Leamos con atención!


Es una característica central del funcionalismo que sus representantes de
mayor renombre –casi todos estadounidenses- tuvieron una visión optimista de la
sociedad, centrada en la idea de consenso (Tal visión se puede hallar en la
constitución y las leyes). La sociedad requiere –sostenían- equilibrio para
funcionar, y los estudios sociológicos deben orientarse a interpretar las
perturbaciones y posibilitar la recuperación de la armonía alterada o perdida. Lo
funcional y lo integrador es la meta buscada para los comportamientos sociales
que representen desviación, oposición o desorden frente a valores sociales
establecidos. La idea del contrato social, la noción consensual, ha sido dominante
en el Derecho y la Sociología, pues expresa el Estado liberal y democrático. En
esta visión, el Estado sería neutral y se orientaría por la búsqueda del bien
común. Demás está decir que la conducta criminal significa, en este contexto, un
atentado directo contra dicha visión social contractual y consensuada.

Por oposición a la idea armónica del positivismo y el funcionalismo, se


elaboraron en Sociología teorías que intentaban explicar la sociedad como un
campo de oposiciones, inestabilidad y conflictos. Estas teorías se fueron
estructurando conforme a los factores que consideraron determinantes en la
generación de las tensiones sociales internas. Hubo teóricos que pusieron el
acento en lo cultural, lo social, o como en el caso del marxismo, en el modelo
productivo y la lucha de clases. En el auge de las teorías culturales del conflicto
suele destacarse la obra de Georg Simmel (1858-1918), el precursor más remoto
de las ideas conflictivas. Este autor se había ocupado de la estrecha relación
existente entre las tendencias de asociación y conflicto en la vida social,
considerándolas inseparables y coexistentes permanentemente. Su obra tuvo
gran influencia sobre los trabajos de Coser.

Robert Park, discípulo de Simmel, fundó La famosa Escuela de Chicago y


proyectó la idea de la competencia como el mecanismo esencial de las relaciones
sociales, pero su debilidad fue haberse apoyado demasiado en las ideas
ecologistas y organicistas. Taft y Selin, fueron otros dos autores importantes en la
evolución de este enfoque, porque para ellos, la criminalidad tenía su origen en
los procesos de cambio social y las contradicciones generadas a partir de esa
confrontación.

Lewis Coser, teórico funcionalista, es un referente importante de las teorías del


conflicto, quien influyó en los autores quienes, sucesivamente, adoptaron este
enfoque. Coser afirmó que el delito podía ser funcional a la sociedad, porque era
capaz de promover mayor cohesión social y ética en su seno. Este teórico
sostuvo que el conflicto era útil porque, además, canalizaba las frustraciones y
conflictos reprimidos y estimulaba los cambios normativos. La oposición mantenía
la conformación de los grupos opuestos, y evitaba que su repentina disolución le
creara problemas al sistema social. En suma, el conflicto se convierte así en una
norma de funcionalidad para mantener en armonía los roles sociales y un sistema
normativo compartido. Los cuatro últimos autores mencionados y sus teorías
tuvieron carácter esencialmente sociológico, sin alcanzar proyección relevante en
la criminología.

Las teorías sociales del conflicto se desarrollaron en el decenio del sesenta y


del setenta, y se apoyan en investigaciones que profundizaron hallazgos
sociológicos sobre la desigualdad, en particular en el tratamiento jurídico de los
hechos dañosos, como había probado la “asociación diferencial” de Sutherland.
Cabe señalar que, en este tema, las influencias recíprocas explícitas e implícitas
entre estos enfoques son muy frecuentes, por lo que no resulta aconsejable
extendernos aquí sobre el entramado de esas interrelaciones teóricas, propio de
análisis sociológicos más extensos.
La difusión y atracción que había predispuesto y generado la “teoría del
etiquetamiento” permitió, a su vez, la difusión de la obra de autores como
Quinney, Turk y Chambliss, quienes realizaron importantes investigaciones sobre
las desigualdades en la sociedad estadounidense. En el decenio del sesenta, la
guerra de Vietnam y otros acontecimientos agudizaron los movimientos juveniles
y estudiantiles de oposición, cuyo máximo exponente fue el “Mayo Francés” de
1968. Esos sucesos evidenciaron las contradicciones que emergían en las
sociedades opulentas y aparentemente satisfechas; y, aumentaron, sin duda, la
atracción hacia el estudio de estas reacciones de desafío al poder establecido.

Un aporte central a las teorías conflictuales fue el de Ralf Dahrendorf, quien


afirmó que los procesos de cambio y transformación eran normales en toda
sociedad y, más aún, esenciales para su progreso; lo normal era la existencia de
conflictos sociales y, lo anormal la ausencia absoluta. Dahrendorf, políticamente
liberal, opuesto a la noción de conflicto de clases propiciado por el marxismo y
partidario de la visión tradicionalmente consensual del funcionalismo, se orienta
por una noción de “desigual distribución de poder” que opera en cualquier tipo de
organización o sistema social, y que puede ser útil para el progreso del conjunto.
Las clases sociales que toma como ejemplo este teórico (las de los países más
desarrollados) ya no expresarían la noción del proletariado marxista, sino que
encierran, en su interior, sectores muy heterogéneos diferenciados y hasta en
oposición.

George Vold, basándose en las ideas de Dahrendorf, elaboró una teoría


criminológica del conflicto orientada sólo a explicar los delitos como resultado de
luchas concretas de interés, como los económicos o los pasionales. Por ello, para
Vold, la realidad del crimen es inescindible de la realidad social y sus oposiciones,
y en ese marco debe explicarse esta clase de conductas, sin generalizar toda
clase de delitos, porque hay otros que requieren explicaciones diferentes.

La interpretación marxista del conflicto.

Las teorías que se unifican bajo este rótulo de “críticas o radicales” no tuvieron
homogeneidad ni respondieron a un patrón unitario o consensuado teóricamente;
por el contrario, representan un mosaico al que muchos denominaron en plural.
Pero lo cierto es que tuvieron en común la referencia al marxismo, en forma plena
o con fuertes influencias de esa fuente, tomada como herramienta interpretativa
de la sociedad.

Hay importantes diferencias entre las teorías del conflicto ya vistas y las de raíz
marxista que se expondrán aquí, porque en aquellas el conflicto es funcional, útil
o necesario a la evolución de la sociedad (obviamente, si tomamos como modelo
las sociedades capitalistas desarrolladas en sus diversos momentos históricos),
mientras que el análisis marxista, particularmente el ortodoxo, considera al crimen
como patología social o un producto propio de la ideología capitalista. El orden
social capitalista es, para los marxistas, un aparato de poder mediante el cual las
clases poderosas subyugan a las débiles y conforman herramientas de control –
especialmente las leyes- a la medida de sus intereses, idea de mucha importancia
en los modelos críticos explicativos del delito. El conflicto tiene, esencialmente,
una raíz de clase, propia de los grupos que disputan la obtención del poder, que,
a su vez, diagrama y representa la jerarquía de los factores de producción. El
orden de los factores productivos cambia el esquema y las jerarquías sociales,
por lo que existen una infraestructura productiva y una superestructura en las que
se desenvuelven los fenómenos culturales. Mientras el cambio no modifique la
base, esto es, el dominio de las fuerzas productivas, la reformulación de lo cultural
no representa cambios reales, sino retoques reformistas a una estructura que
permanece sustancialmente idéntica. Ahora bien, este esquema explicativo es
comparable, en su versión más rígida, a las ideas criminológicas oficiales de la
desaparecida Unión Soviética y a la de sus países alineados, como la también
desaparecida República Democrática Alemana. En tal sentido, las teorizaciones
criminológicas marxistas ortodoxas eran formulaciones oficiales, casi estatales, de
fuerte contenido positivista y etiológico, que cargaban las tintas de las
desviaciones sociales a la influencia capitalista previa o posterior al socialismo.

En estas formulaciones, el delincuente debe ser tratado para que vuelva a ser
“útil” a la sociedad y no constituya un obstáculo para ésta, sino que logre el
máximo desarrollo de las fuerzas creadoras del hombre.

Un precedente destacado de interpretación marxista de la criminalidad había


sido el de la Escuela de Utrecht, dirigida por Willem Adriaan Bonger, y con
concepciones muy deterministas, conforme a las cuales el egoísmo que
engendraba el capitalismo producía el delito.

Formas y modalidades de la criminalidad según su conocimiento oficial.

Desde el punto de vista de su conocimiento oficial, la criminalidad puede ser


clasificada en real, aparente y oculta.

Criminalidad real es la totalidad de delitos y contravenciones que real y


efectivamente se han materializado en un tiempo y espacio determinados,
independientemente de que hayan sido o no investigados, o siquiera conocidos,
por parte de la autoridad. Y, siempre que en ese dato global se incluye también la
criminalidad que no llegó a conocimiento oficial, resultará siempre una cifra
incierta, pues en la cifra global, deben incluirse tanto los delitos cometidos de cuya
comisión se tiene conocimiento, como de aquellos de cuya comisión no se ha
tenido conocimiento oficial.

Criminalidad aparente es aquel tipo de criminalidad constituida por delitos y


contravenciones que llegan a conocimiento de la autoridad, representada en los
cuerpos de policía, inspectores, jueces o fiscales, en virtud de denuncias
formuladas, o por conocimiento directo de tales funcionarios, o por informaciones
confidenciales o mediante cualquier otro medio de comunicación o percepción.

Criminalidad oculta, finalmente, es el número de infracciones cometidas que


no llega al conocimiento de las autoridades o que, habiendo llegado a
conocimiento de las mismas no es por ellas investigadas. Este componente
estadístico se conoce también bajo la denominación de cifra negra o cifra oculta
de la criminalidad: Estadísticamente es la diferencia aritmética que media entre la
criminalidad real y la aparente, vale decir, entre el número de hechos punibles
realmente cometidos, y el número de los mismos que efectivamente llega a
conocimiento de las autoridades y que es por éstas investigado, de lo cual es fácil
deducir que la cifra negra u oculta de la criminalidad será más o menos amplia,
dependiendo del hecho de que la autoridad tenga o no la información de un
número más o menos cercano a la totalidad de infracciones que efectivamente se
cometieron.

En este orden de ideas, se tendría que la proposición algebraica en relación


con la criminalidad, podría establecerse de la siguiente manera:

En donde C.R. quiere decir criminalidad real; C.A. significa criminalidad


aparente y C.O. se refiere a criminalidad oculta.

Según los resultados del manejo oficial

Según los resultados del manejo oficial, la doctrina distingue la criminalidad


legal, la judicial y la impune.

Cuanto a lo primero, partiendo de la premisa trazada por López Rey27, según la


cual se trata de una expresión que no puede justificarse gramatical ni
criminológicamente, diremos que Criminalidad legal es aquélla que ha sido
realmente investigada por la autoridad competente, y en relación con la cual se ha
producido una decisión judicial más o menos provisional, esto es, la conformada
por aquella cantidad de pronunciamientos judiciales que implican una decisión de
la instrucción o una cesación de procedimiento, una resolución de acusación,
entre otras.

Se denomina Criminalidad judicial a aquella parte de la criminalidad legal que


culmina en sentencias condenatorias y que, desde el punto de vista estrictamente
jurídico se erige en la única forma de delincuencia reconocida en un Estado de
Derecho que parte del supuesto de que una persona es inocente mientras no se
pruebe lo contrario, al tiempo que se profiera en su contra un sentencia
condenatoria irrevocable.

27
López, R. (s/a). Criminología. Pág. 196.
Finalmente, llámese Criminalidad impune a aquella parte de la criminalidad
que media entre la aparente y a la judicial, esto es, a aquel número de
infracciones que habiendo sido conocidas por parte de las autoridades –hayan
llegado o no a conformar la criminalidad legal- no culminaron en sentencia
condenatoria.

La criminalidad por su ámbito

En razón de su ámbito especial de ocurrencia, la criminalidad se clasifica en


local, nacional, internacional y transnacional.

El primer tipo de criminalidad comprende el total de infracciones que en un


tiempo determinado se registra en un ámbito territorial que forma parte de un
contexto sociológico más amplio, como acontece en una ciudad o región; el
segundo tipo de criminalidad, está representado por aquella criminalidad que
sucede en un lapso definido dentro de un espacio geográfico delimitado por las
fronteras naturales o políticas que definen una Nación o Estado; en cuanto al
tercer tipo de criminalidad, es aquélla que infringe conscientemente el contenido
de un convenio firmado por varios países y que, en estricto sentido, tal como lo
predica López Rey, vulnera las leyes de cada Estado, habida cuenta que el pacto
rige en la medida en que sea recogido por una norma jurídica estatal; y,
finalmente, respecto a la cuarta categoría de criminalidad, es aquélla que supera
los estrictos marcos estatales así como el de sus anquilosados ordenamientos
jurídicos particulares, y aún, el de sus eventuales convenios bilaterales, pues,
como su nombre lo dice comporta la comisión de delitos más allá de las fronteras
nacionales, lo que por antonomasia evoca las actividades ilícitas desplegadas por
las multinacionales, si bien habrá de reconocerse con López Rey, que sería
equivocado identificar la criminalidad transnacional con la cometida
exclusivamente por las empresas multinacionales.28

28
Molina, C. (1998). Introducción a la criminología. Editorial Leyer. Bogotá: Colombia.
Actividad 2. Reflejando las formas de criminalidad

La criminalidad es muy diversa y plantear las razones por las cuales esta
sucede no es un trabajo sencillo. Han sido diversos los investigadores que han
buscado una explicación a la misma sin conseguir resultados 100% viables. La
criminalidad tiene diversas formas, y estas formas responden a un contexto social
en el cual se manifiestan. Se hace necesario estudiar estas formas de criminalidad
para comprender mejor el hecho delictivo; y, así, poder plantearse acciones que
permitan reducirlo.

Es por ello, que te invitamos a realizar la siguiente actividad, en la cual


debemos reflejar nuestros saberes, experiencias y vivencias para construir uno o
varios casos que muestren las distintas formas de criminalidad (según su
conocimiento oficial, el manejo oficial y su ámbito). Un ejemplo de cómo
representar algunas de estas formas de criminalidad puede ser con el siguiente
caso:

- En un bulevar de nuestra ciudad se encuentra una señora observando una


tienda, en ese instante se le acerca rápidamente un hombre quien le
arranca su cadena y escapa a toda velocidad. La señora muy nerviosa
prefiere irse a su casa en vez de poner la denuncia en el organismo
competente, pues considera que su denuncia no será procesada.

¿En el caso planteado se puede evidenciar una muestra de la criminalidad


oculta?

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Actividad 3. Aportando propuestas para disminuir la criminalidad en mi

comunidad

Durante estos tres encuentros hemos abordado la criminalidad desde un punto


de vista sociológico, paseándonos por diversas teorías y formas de la criminalidad
que tratan de describir este fenómeno, todo esto con la finalidad de generar
acciones que permitan prevenirla. La prevención del delito no es competencia
única de los organismos de seguridad, todas y todos podemos aportar un granito
de arena desde nuestro entorno, nuestras comunidades o nuestros hogares.

Es por ello que te invitamos a realizar la siguiente actividad. Desarrolla un


escrito, coherente y cuidando la ortografía, en el elaboremos una propuesta desde
nuestras comunidades que permitan reducir la criminalidad en las mismas. Esta
propuesta no tiene que ser a corto plazo, pero en ella debes participar como uno
de sus protagonistas. Utiliza todos los saberes aprendidos durante estos
encuentros para analizar las situaciones de seguridad que afectan a tu
comunidad, elaborando un diagnóstico de esta situación que refleje dos
problemáticas y así plantear una propuesta para las mismas. Para realizar el
diagnóstico puedes utilizar encuestas o datos públicos sobre las situaciones de
criminalidad en la comunidad.

Actividad Final

Estimadas y estimados estudiantes para finalizar este tercer encuentro se nos


proponen una serie de preguntas que nos permitirán reflexionar sobre la
criminalidad.

Leamos detalladamente y demos respuesta:


1. ¿Según tu experiencia policial, por qué consideras tú que ocurre mayormente
la criminalidad oculta?

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2. Escribe dos casos en los cuales se evidencie:

a. Criminalidad legal:

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b. Criminalidad judicial:

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REFERENCIAS

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