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consecuencias
Introducción:
El parto no es solo el nacimiento de un niño o niña, sino que también el nacimiento
del ser madre. Es un momento de profundos cambios tanto físicos como
psicológicos en la mujer, en el cual ella debe incorporar a su identidad, a su
sentido de sí misma, esta nueva dimensión que es el ser mamá. Esta adaptación
implica una reacomodación en términos emocionales. La mujer entra en la marea
de la maternidad, a un modo de funcionamiento muy distinto al del mundo externo
y mucho más parecido al mundo del bebé. A pesar de que el parto conlleva una
separación física entre madre e hijo/a, emocionalmente están muy unidos, por eso
hablamos de díadas “mama-bebé”.
Algunos hablan de que estar en puerperio (la etapa que va desde el nacimiento
hasta que los niño/as comienzan a caminar e independizarse más de los padres)
es como volverse un poco loca. Es que pasar de una situación en la cual la mujer
tiene el control de su vida -de poder planificarse, de organizar su día- a la pérdida
de control que implica estar al cuidado de un recién nacido/a -que no tiene
horarios y que tiene múltiples necesidades, todas urgentes- puede ser una
experiencia bien extrema, ante la cual, si no se está preparada y apoyada por el
entorno familiar, se puede sentir mucha angustia.
Luego de las seis semanas y hasta los tres meses viene un período de menor
demanda, en parte debido a que los padres ya se han acostumbrado a la nueva
rutina (y a la falta de sueño), y a que el bebé empieza lentamente a ordenarse en
sus ciclos. Luego de los tres meses tiende a ser más fácil y grato, y es el momento
en que gran parte de las madres y padres señalan empezar a disfrutar realmente
de su maternidad.