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Cuando Dios nos dice que "Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que
permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí
nada podéis hacer"1 hace referencia a hacer posesión de su grandeza, de su
palabra, de su obra, pero sobre todo de su amor por cada uno de nosotros, es
tomar posesión de la paz que él nos da, porque solo en él encontraremos paz.
Dios es el equilibrio perfecto, y nos invita a saber dónde hallar paz ante
las aflicciones, donde siempre tendremos dos realidades y es importante saber,
entender y poder decidir con claridad hacia donde nos dirigiremos nosotros, cuál
será nuestro centro, y es por esto que nos invita a ir a lo más profundo de su paz
donde él está para nosotros "en la Cruz".
"La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta
dentro del velo"2 no podemos olvidar esto, pues, cada que nuestros cuerpos no
soporten, las dudas lleguen, y el dolor sea insoportable en nuestras fuerzas
debemos ir a la profundidad de su amor y el centro debe ser el inicio de todo la
Cruz porque hay momentos en los cuales no sabemos cómo resolver un
problema, pero si tenemos claro que Dios nos ama sobre todas las cosas
podremos sentir su paz, porque "En él estaba la vida, y la vida era la luz de los
hombres."3
Ante todo esto no podemos olvidar que Dios nos permite la libertad de
pensar, decidir, pero él siempre tiene el control de todo, en momentos no
podremos cambiar las circunstancias por las cuales pasemos, pero si podemos
tener en él, la paz y la entrega absoluta de amor que todos necesitamos y esta
deberá ser siempre nuestra ancla.
1
Juan 15:5
2
Hebreos 6:19
3
Juan 1:4