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Ramón Gómez de la Serna

LOS SENOS
DE VERDADERO SÈVRES
HOJARIO DE LA BREVEDAD
56

CARAVASAR LIBROS
Ramón Gómez de la Serna

Los senos de verdadero Sèvres


HOJARIO DE LA BREVEDAD
56

CARAVASAR LIBROS
“Este libro está escrito en plena videncia juvenil, por lo que al
releerle, después de toda la experiencia acumulada, creo que
hice lo que debí hacer cantando a pleno cantar la belleza
indecible de los senos, lo que más suavemente eleva a la mujer
sobre la bestia, pues solo la esfinge se ha atrevido a tener senos
como ella”.
“En un seno ya se sabe que está el corazón pero, ¿y en el otro?
En el otro está el alma”.

Ramón Gómez de la Serna


Fragmentos del prólogo al libro Senos
LOS SENOS DE LA DOMADORA

Los zarpazos del león van buscándolos y aun


con eso ella los presenta lo primero de todo por
delante de sí misma, aunque se ve que es lo que
defiende con el revólver que lleva a la cintura.
Los gestos de las “manos” del león hacia la
domadora son gestos bruscos, temerosos,
intencionados, de hombre que busca los senos a la
mujer y ella tiene la misma táctica que la mujer emplea
con el hombre.
Es notable ver más sincera que nunca la violenta y
enconada ferocidad del hombre frente a la valiente
defensa de la mujer. (Así son las luchas entre la
doncella que no quiere que la toque el señorito y el
señorito que lo está intentando siempre).
¡Cómo son de fuertes los senos de la domadora
bajo la recia cazadora, bajo el fuerte pijama de
agremanes como cadenas!
La domadora resultará por eso mucho más heroica
que el domador porque da sus senos al peligro,
porque da más pecho a la fiera.
Los senos de la domadora son como crótalos,
como senos con dos escudos que los defienden,
apretados sus poros, dispuesto el pezón como un
estilete. Parece la domadora la cazadora de osos con
el cuchillo en el pecho.
¡Qué mansa y qué femenina resultará después
para su marido la valiente domadora! ¡Qué gran
contraste en el hogar con cuadros románticos, frente
al tocador vestido de rosa como un bebé!
SENOS DE VIUDA

Los senos de viuda se abren en la negrura


profundamente blancos. Parece que habían de ser
blancos y negros, o el uno blanco y el otro negro, o
los dos con aureolas y pintas negras; pero son
blancos, blancos como lo blanco es blanco y lo negro
es negro.
Sobre todo, el primer día que los enseñan de nuevo
es como si fuesen adúlteras, y el descubrimiento que
hacen de ellos hace que tiemblen ellas y sus nuevos
esposos o sus amantes. En medio de la gran libertad de
que son dueñas, parecen facilitar lo prohibido. El cadáver
a lo lejos intenta levantarse y araña en la caja, porque
quisiera evitarlo, porque lo ha visto, porque es lo que
menos ha podido evitar, porque sorprender esa primera
vez es lo último con bastante fuerza para resucitarle un
momento, sólo un momento, un momento después del
que muere definitivamente, y entonces los senos de la
viuda se quedan cínicos y permitidos para siempre.
El amante o el nuevo esposo, sin embargo, verá
siempre cómo desde muy abajo tienden unos brazos
hacia los senos que cuelgan.
Todo el perfil de la viuda se exalta siempre sobre
una cortina oscura y, por lo tanto, sus senos se
destacan también sobre el negro profundo, sobre el
negro que recorta como unas tijeras, su silueta.
Los senos de la viuda son como unos senos que
han matado, como unos senos mortíferos que pueden
hacer una nueva víctima. ¿Qué cicuta dulce hay en
ellos? Asustan un poco y parece que apuntan como
un arma de fue fuego. Por eso el nuevo manipulador
los relaja, los embota, lucha encarnizadamente con
ellos, aun en medio de su pasión por ellos. Hay como
un duelo a muerte entre él y ellos y, o declinan los
senos de las viudas o declina el nuevo tesorero.
Las viudas saben cuál era el preferido por el otro;
eso lo sospecha el nuevo amante y procura no incurrir
en la antigua preferencia y alterna la suya. Es como si
la viuda tuviese dos hijos, el uno hijo del otro, y el otro
hijo del reciente enamorado. ¡Qué cuidado en no
confundirse, porque preguntar la verdad es algo
imposible, es una pregunta inexpresable!
¡Senos solapados de las viudas!
Senos, que, como el sello matado de los
coleccionistas, tienen más mérito que el mismo sello
nuevo, tiene como más vida y una experiencia
inimitable, más cumplida, como es más cumplida la
decadencia que hay después de la perfección que la
perfección misma.
Senos que han muerto y han resucitado, senos
que guardan en secreto dentro de sí las antiguas
cartas y las antiguas noches, como secrétaire con
rincones inasequibles.
LOS SENOS DE VERDADERO SÈVRES

En casa del anticuario apareció la fina mujer


cuya cintura se cimbreaba en la luz.
–¿Qué desea? ¿Me trae algún abanico?
El anticuario, al verla sin ningún paquete, creyó
que era una de esas que se sacan de no se sabe
dónde un abanico, un abanico viejo que llena de
lentejuelas la tienda cuando ellas lo abren.
Ella, acercándose más al anticuario, le dijo:
–Le traigo unos senos de verdadero Sèvres.
–Venga, pase –le dijo el anticuario pasándola al
despachito donde compraba las joyas más importantes.
Ella entró con la determinación de la que va dispuesta
a todo y allí sacó sus senos y los enseñó al anticuario.
–¿De Sèvres? ¿De Sèvres? –decía el anticuario
sin dejar de darles vueltas como a los jarrones a los
que se busca la marca.
–Sí, mire usted la señal –y la mujer que tenía los
más puros senos de Sèvres y que sabía dónde
estaba el grabado frío como una cicatriz de marca, le
dijo–: aquí está.
El anticuario, con su lupa, se quedó asombrado de la
autenticidad y comenzó a contar como quien cuenta
papeles de fumar los billetes que daba por ellos.
Y la mujer de los puros y verdaderos senos de Sèvres
salió de la tienda sin senos, lisa, como la que ha vendido
la última joya que le quedaba de sus padres.
© De la edición, Caravasar Libros (2018)

Portada, edición y diseño: Armando José Sequera

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Ramón Gómez De la Serna (Madrid, 3 de julio de 1881 - Buenos Aires,
12 de enero de 1963) fue un escritor, humorista y periodista español,
inventor de la categoría literaria conocida como greguería.
Los textos resultantes los publicó en periódicos y luego los reunió en
varios volúmenes, como los titulados Greguerías (1917), Flor de
greguerías (1933) y Total de greguerías (1955).
Fue autor de más de cien libros, en los géneros de novela, cuento, poesía,
ensayo y biografía. Según el escritor español Manuel Vicent “todo lo que se
le ocurría lo escribía, todo lo que escribía lo publicaba y todo lo que
publicaba lo regalaba, porque sus libros apenas se vendían”.
Una de sus novelas, El caballero del hongo gris (1928), se ha convertido en
un clásico y constituye un retrato muy preciso del estafador.
Del mismo autor hemos publicado Greguerías, en Caravasar Libros
una selección de textos de esta denominación.

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