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Paz, Nombre Femenino

«Lo que hacemos quienes trabajamos en esto, lo


hacemos con el corazón. Dejamos la piel, la vida en estos
trabajos. Esto nos atraviesa el cuerpo, atraviesa nuestra
historia, y nuestra alma».

Catherine Feria

María Eugenia Morales entra a la oficina del general, saluda y se sienta. Para
llegar allí debió atravesar una buena parte del batallón Pichincha de Cali.
—General, ¿me está buscando? Aquí estoy.
—Usted muy guapa venir aquí.
—Yo no debo nada. Se llevaron cosas del trabajo de mi hermano cuando
allanaron la casa de mi mamá. Entonces, necesito que me diga si me va a dejar en
paz, y que me devuelva sus cosas. —Su interlocutor es el general Manuel José Bonnet,
comandante de la III Brigada del Ejército entre 1989 y 1990. En ese momento, la
jurisdicción de la brigada eran los departamentos de Valle, Cauca y Nariño1.
María Eugenia gestionó para que le consiguieran una cita con él, la última
alternativa para parar la persecución de la que ella y su esposo eran víctimas. El
general llamó a un mando del F22, parte de la Policía que trabajaba de forma secreta,
creada en 1945 y que estuvo activa hasta 1995. Sus actuaciones fueron cuestionadas
por estar relacionadas con desapariciones y limpieza social, en unión con grupos del
narcotráfico y paramilitares: «Uno sabía que si el señor del F2 aparecía la vida de
uno estaba en riesgo».
—Usted ya no vive donde vivía antes —dijo el señor del F2.
—Pero está bien informado —respondió ella.

En noviembre de 1982, el presidente Belisario Betancur, como una de las


acciones en su búsqueda de paz, aprobó la ley de amnistía3 que permitió que muchos
presos políticos salieran libres. Luego, en 1987, siendo presidente Virgilio Barco, y
como consecuencia del asesinato de Jaime Pardo Leal —presidente del partido de
izquierda Unión Patriótica (UP) y excandidato a la presidencia—, el Movimiento 19
de abril (M-19) y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército
Popular (FARC-EP) rompieron la tregua pactada con el gobierno4. En consecuencia,
las persecuciones a personas asociadas con la izquierda arreciaron. Entre ellas estaba
el esposo de María Eugenia, exmilitante del M-19 y amnistiado en 1982. Las
1Ejército de Colombia. Tercera Brigada. Enlace: https://www.ejercito.mil.co/tercera-brigada/
2Banco de Datos CINEP. Deuda Con La Humanidad Paramilitarismo de Estado en Colombia
1988 – 2003. 2004
3 El Tiempo. La paz de Belisario: una esperanza presa de la confrontación política. 2018. Enlace:

https://www.eltiempo.com/politica/gobierno/procesos-de-paz-que-lidero-belisario-betancur-
expresidente-de-colombia-302436
4 El País. La guerrilla colombiana rompe la tregua y promete vengar a Pardo Leal. 1987. Enlace:

https://elpais.com/diario/1987/10/13/internacional/561078009_850215.html

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persecuciones les hicieron el día a día invivible, y al buscar ayuda la única opción
parecía ser el exilio, de acuerdo con un organismo internacional que consultaron.
—No me voy a exiliar porque yo no estoy metida en nada, yo no estoy metida
en ningún grupo armado —les respondió María Eugenia. Luego, el F2 allanó la casa
de su madre, se llevó unos implementos de trabajo de su hermano y retuvo a una
amiga de la familia también llamada María Eugenia, pero no era la María Eugenia
que buscaban.
Esa fue la gota que rebasó el vaso, y el hecho que la llevó a la oficina del
general. La seguridad de no deber nada y la valentía con que se presentó las forjó
desde la adolescencia, cuando era lideresa juvenil del barrio El Rodeo de Cali, en una
época de auge de las guerrillas de las FARC-EP, del M-19, y del Ejército de Liberación
Nacional (ELN). Muchos de sus compañeros terminaron en los grupos guerrilleros.
Pero, a su grupo de mujeres, un padre las reunió y les dijo:
—Yo no les voy a decir que van a decidir frente a las invitaciones que les están
haciendo, pero para tomar una decisión piensen en esto: ¿están dispuestas a morir?,
¿están dispuestas a matar?, ¿están dispuestas a aislarse de la familia?
Todas decidieron que no formarían parte de grupos armados: «Es un
momento fundamental en mi vida, es una apuesta por la paz, y no una apuesta
guerrerista. Una apuesta por seguir con el movimiento social para mejorar las
condiciones de la población, por los derechos de las mujeres».
Y María Eugenia empezó a definir la paz como la posibilidad de sentirse
segura, de transitar en el territorio con tranquilidad: «Sentir que sí puedo ser». De
respetar y reconocer al otro, desde las diferencias, y tramitar los conflictos a través
del diálogo.

María Eugenia Morales es una mujer feminista, luchadora por los derechos
de las mujeres, madre. Una mujer coherente, apasionada por lo que hace, y en
aprendizaje constante. Define su trabajo como abrir trochas para que muchas otras
mujeres en nuestro país puedan disfrutar de una mejor calidad de vida.
Si una imagen la definiera sería captada en Sarachay, Jamundí, donde tiene
un proyecto cooperativo de vivienda que recoge parte de su filosofía de vida, una
apuesta por una comunidad que se cuida, genera armonía y convivencia saludable.
Se podría ver su sonrisa amplia, su camisa morada, y en el fondo el campo florido.
Es una constructora de paz al igual que lo son Isabella Vernaza, Jimena
Andrade, Catherine Feria, Icela Durán, Olga Leonor Hernández y Luisa Hernández.
Mujeres que, desde diferentes partes de Colombia, aproximaciones, y formas
de intervenir, han buscado crear espacios que vayan entrelazando y tejiendo una
sociedad que se fundamenta en el reconocimiento y el respeto de los demás.

Icela Durán es una administradora de empresas, experta en desarrollo rural,


pero, sobre todo, lideresa y defensora de derechos humanos, un rol que asumió a los
dieciséis años, retando una estructura sexista donde no era común para las mujeres
tener lugares de liderazgo. Fue parte del movimiento juvenil. Su posesión más
preciada es un reloj que era de su abuelo materno, una gran influencia en su vida.
Lleva en el corazón al Magdalena Medio y a la serranía de San Lucas, donde se ha

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dedicado a ayudar a construir propuestas para que la gente se quede en el territorio
y para salvaguardar la vida. Pero Icela no busca reconocimientos individuales,
recalca que el trabajo es colectivo y que ha tenido personas que han creído y han
confiado en ella.
Una fotografía de ella sin gafas, con una mochila, en tenis, bluyines, y
camiseta; de fondo el río magdalena, unas tamboras y una canoa, entre las serranías
de San Lucas y Perijá, en un atardecer podría dar una idea de quién es.

Isabella Vernaza es socióloga, mediadora, madre, esposa. Facilita encuentros


y tiene una gran capacidad de escucha. Cree que el ser nieta de un aventurero que
en los años 20 decidió irse a recorrer el mundo, y conoció en Bolivia a una
descendiente de franceses e incas que se convertiría en su abuela ha influido en ella.
Isabella se ha enfrentado a situaciones atípicas. La primera experiencia de este tipo
sucedió cuando tenía quince años: «Un día yo me levanté y tenía mamá, y al
mediodía ya no la tenía». Su madre tuvo una muerte súbita. Al año, su padre se volvió
a casar. Y así, Isabella pasó de tener dos hermanos a tener siete, una situación que
desarrolló sus habilidades para comprender al otro, y que la prepararía para lo que
vendría en su vida.
Podríamos captar quién es si la vemos en las montañas de los farallones,
bailando, descalza y con una falda de muchos vuelos de amarillos y naranjas.

Jimena Andrade es mamá de un joven de veinticinco años, por sobre todas


las cosas, aclara. Es profesora, docente, educadora y artista. Y está convencida de que
trabajar con pedagogía es poderoso. Se define como rebelde. Se rebela contra el
poder y las injusticias, ante las que reacciona de forma visceral, algo que le ha ganado
muchos problemas en la vida. Pero se ha encontrado con personas que le han
ayudado a persistir en su trabajo por la paz, porque la soledad en la construcción de
paz duele.
Una imagen de Jimena en un balcón bogotano antes de que caiga la tarde,
con ropa cómoda, donde sus manos y sus ojos son protagonistas podría mostrar
parte de quién es.

Catherine Feria es una trabajadora social experta en derechos humanos,


curiosa, interesada en conocer al otro, y que no quiere perderse en los mandatos
sociales. Su familia es del Líbano, Tolima, de raíces campesinas, con historias
marcadas por la violencia bipartidista: «Soy una mujer que está tejida de historias
de todas las personas de la familia que han atravesado mi vida, y también soy parte
de aquellas personas que conocí en los lugares a donde viví y me ayudaron a ser quien
soy, y que me siguen aportando».
Imaginarla en una playa de Nuquí, mirando el mar, con el cabello suelto, un
vestido blanco con pequeñas flores de colores, y descalza —sintiendo la arena—
podría dar una idea de quién es.

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Olga Leonor Hernández es psicóloga, experta en derechos humanos y en
rehabilitación psicosocial de víctimas. Trabaja para acompañar el sufrimiento del
ser. Desde lo clínico, pero también desde la gente y las comunidades víctimas de
conflictos, y desde la situación de migración. Es una mujer acogedora, observadora,
y abierta que sabe escuchar.
Imaginarla en una montaña de la vereda El Yolombó de Antioquia, un lugar
lleno de momentos con sus hijos y esposo, sentada en una piedra, al amanecer, con
tenis Converse, un saco gris y el bluyín de siempre, escuchando el despertar de
Medellín —que se ve al fondo— nos mostraría algo de la persona que es.

Luisa Hernández es una antropóloga e investigadora de la universidad


Nacional, para quien sus posesiones más preciadas son sus diarios de campo, sus
diarios personales, y sus libros. Es mamá, cabeza de hogar y una mujer valiente.
Dirigió el informe del bloque Calima del Centro de Memoria Histórica, y escribió el
informe de la Comisión de la Verdad sobre paramilitarismo. Este trabajo de
investigación le permitió conocer en profundidad la naturaleza humana en su
complejidad. Luisa es una persona en búsqueda constante, hacia adentro, y hacia
afuera.
Ve en ser mujer una posibilidad de ser consciente de que su vida está
determinada por muchos procesos históricos, por muchas formas culturales de
existir, de definir quién tiene más poder, quién decide.
Una fotografía de Luisa —con bluyines, tenis, chaqueta y el pelo suelto—, en
la universidad Nacional, en el jardín que está detrás del polideportivo, sentada en el
pasto, hablando con sus amigos y amigas, con su hija al lado, en un día soleado, daría
una idea de la persona que es.

María Eugenia Morales tenía un año cuando su familia salió desplazada de la


zona rural de Tuluá por la violencia bipartidista. Llegaron a Cali, a una invasión que
luego se convertiría en el barrio El Rodeo5. Su situación era de pobreza extrema.
En los 70 llegaron unos sacerdotes españoles a establecer la parroquia y se
generó una dinámica de grupos juveniles en los que María Eugenia participó desde
los trece años. Hicieron marchas para construir la escuela y la biblioteca, y se
convirtieron en un movimiento social importante en el barrio. Fue delegada de su
barrio, y se acercó a grupos feministas que la centraron en pensar lo social desde el
feminismo. Empezó a hacer talleres sobre derechos sexuales y reproductivos, y
derechos de las mujeres en general.
Para ella ser mujer es fortalecer su autoestima, vivir a plenitud desde sus
apuestas, desde sus convicciones, desde sus principios, y con autonomía física,
económica, y política: «El mandato que nos dieron de “usted se casa, tiene hijos, y
calladita se ve más bonita” lo tenemos que recoger, y trabajar para que las mujeres
seamos autónomas, tengamos voz pública, y esa voz pública sea respetada». Ser
mujer, desde su visión, también es aportarle a la sociedad desde una mirada
amorosa, desde la fortaleza y la vitalidad, para construir caminos de respeto y
5Valeria Saldaña. El Rodeo. Más que un barrio marginal. 2020. La Palabra, universidad del Valle.
Enlace: https://lapalabra.univalle.edu.co/que-paso-en-mi-barrio-el-rodeo/

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armonía entre hombres y mujeres, valorando y visibilizando el gran aporte de las
mujeres en la construcción social.
Luego del trabajo en el barrio fue representante nacional del movimiento de
jóvenes: «Una experiencia bella porque era también la lucha por el reconocimiento
de la vocería pública de las mujeres. Estamos hablando de los 80, cuando todavía,
en los movimientos sociales, la vocería pública de las mujeres no era tan validada.
Porque se supone que los compañeros eran los que tenían la verdad y el
conocimiento».
Como presidenta del movimiento asistió al encuentro mundial preparatorio
del festival mundial de la juventud en Cuba, donde el conocer personas de todo el
mundo le abrió un nuevo horizonte. Luego fue invitada al encuentro latinoamericano
de mujeres, también en Cuba. Y llegó a trabajar en el occidente colombiano sobre
cómo la deuda externa afectaba la vida de las mujeres.
En el movimiento conoció al hombre con quien se casaría en 1985: «Me casé
por la iglesia con una fiesta del barrio, porque yo era una líder del barrio. Y, además,
vino gente del movimiento nacional, de todas partes del país, entonces era una fiesta
nacional. Fue muy bonito. Estábamos muy enamorados».
Pero en 1989, cuando la única opción era el exilio, por medio de gestiones del
movimiento, y de ella, consiguieron una beca para que su esposo se fuera a estudiar
a Alemania: «Pero la beca era para él, y teníamos un niño de dos años. Entonces si
yo me iba con él era de mamá, de esposa, y de ama de casa, y pues esa no soy yo».
Fue cuestionada por priorizar su autonomía y su proyecto de vida, porque no
obedecía el mandato social de ser una buena esposa: «Para mí fue uno de los costos
de ser una mujer coherente con lo que yo pienso que debe ser el rol de las mujeres,
de tener autonomía en todos los aspectos, de poder decidir».
Se vinculó en un centro de capacitación para obreros, y después trabajó
dieciocho años en una organización no gubernamental que empezaba un trabajo con
comunidades negras en el norte del Cauca, y apoyó la creación de la organización
regional de las comunidades campesinas. Fue subsecretaria de desarrollo social en
la gobernación de Angelino Garzón, e impulsó con el movimiento de mujeres la
creación de la Secretaría de la Mujer de la Gobernación del Valle, convirtiéndose en
la primera secretaria de equidad de género del departamento.
Para María Eugenia la paz pasa por una apuesta política para la disminución
de las brechas de género que son profundas. Por ejemplo, en lo económico, donde
el porcentaje de desempleo es mayor para las mujeres y las posibilidades de
empleabilidad son menores por la carga del cuidado, porque la mayoría de las
mujeres se tienen que vincular a empleos informales para poder conciliarlo con los
cuidados de la familia y la casa.
Está convencida de que mientras las mujeres no hagamos parte de manera
paritaria en todos los espacios de toma de decisiones, la balanza va a seguir más
pesada para el lado masculino, porque en las instancias de toma de decisiones tiene
que plantearse, como parte de la agenda pública, los intereses y las necesidades de
las mujeres y de los hombres, desde ambas perspectivas.
Trabajó con ONU, donde le tocó la creación de ONU Mujeres en el 2010. E
incidió para fortalecer la cultura ciudadana, hacer ejercicios visibles de memoria de
lo que ha pasado en el conflicto armado, y cómo este conflicto ha afectado de manera
profunda los proyectos de vida de las mujeres: «Porque los actores armados

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utilizaron los cuerpos de las mujeres como botín de guerra, y, por supuesto, todo eso
implica transformar esta cultura patriarcal que sobrevalora lo masculino y subvalora
a lo femenino».
Considera que tenemos que hablar de masculinidades respetuosas,
masculinidades amorosas, y masculinidades que reconocen cómo pueden aportar a
la disminución de las violencias contra las mujeres en el país. No es una pelea de las
mujeres contra los hombres, es una defensa de los derechos de las mujeres que, a
través de la historia, han sido vulnerados: «Pero hay que transgredir el statu quo,
porque los privilegios están para lo masculino, no para lo femenino, y ceder el poder
no es fácil, por eso la transformación cultural es tan compleja».
En el 2011, cuando iniciaron los talleres regionales para recoger los aportes de
las víctimas para la que sería la ley de víctimas, acompañó el primer encuentro en
Villavicencio: «Llegaron como ochocientas personas, y me di cuenta de que en esa
multitud las mujeres no tenían voz. Entonces propusimos que en esos talleres
regionales hubiera un espacio específico para las mujeres, para que las mujeres
pudieran plantear sus propuestas, y sus necesidades en la ley. Y quedó en la ley el
enfoque de género».
Entre el 2013 y el 2016, primero como asesora de la dirección general en temas
de género, y luego como directora de reparación fue parte de la Unidad para las
Víctimas, una institución creada en el marco de la ley 1448 de 2011, la ley de víctimas,
que aborda la reparación desde las medidas de restitución, indemnización,
rehabilitación, satisfacción y garantías de no repetición, teniendo en cuenta las
dimensiones políticas, material y simbólica6.
Yo conocí a María Eugenia en el 2012, en la oficina territorial Valle de la
Unidad para las Víctimas. Llegó saludando a cada funcionario que se encontró, y con
una energía, un carisma y una forma de adueñarse del espacio propio de una
superestrella. En la reunión sobre enfoque de género escuchó con atención cada
intervención, y se aseguró de que el equipo comprendiera la relevancia de reconocer
el impacto de las construcciones sociales y culturales en el desarrollo de la mujer.
Siendo directora de reparación convocó a las mujeres y las personas LGTBI
para encontrar alternativas que permitieran mayor efectividad en la respuesta a la
reparación con enfoque de género. Una de las acciones resultantes fue la estrategia
de reparación específica a mujeres víctimas de violencia sexual en el marco del
conflicto armado: «Era poder llegar a las mujeres en diferentes partes del país, que
pudieran hablar de lo que les había pasado, que pusieran en palabras ese dolor e
identificar las cosas que faltaban. Entonces encontrábamos mujeres enfermas, con
mucho dolor físico de cosas sin resolver —consecuencia de la violencia sexual—,
pero, sobre todo, con dolores emocionales. Y las mujeres se transformaban en ese
ejercicio». María Eugenia sabe que, por muchos años, las mujeres no han contado lo
que les pasó, la violencia sexual fractura la dignidad, entonces conviven con el dolor
físico y el dolor emocional, por eso, que encuentren un espacio en donde pueden
hablar de lo que les sucedió las libera, vuelven a ser ellas. En una sociedad patriarcal

6Unidad para las Víctimas. Reparación colectiva. Enlace:


https://www.unidadvictimas.gov.co/es/atencion-asistencia-y-reparacion-integral/reparacion-
colectiva/119#:~:text=Son%20Sujetos%20de%20Reparaci%C3%B3n%20Colectiva%20las%20comu
nidades%20campesinas%20y%20barriales,caracter%C3%ADsticos%20como%20colectivo%20debi
do%20a

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se culpabiliza a las mujeres víctimas de violencia sexual, y se las hace sentir
avergonzadas por lo que les ocurrió. En estos espacios, ellas empiezan a reconocer
que no son las culpables por los hechos victimizantes. La relatora especial de
Naciones Unidas para violencia sexual del momento reconoció la estrategia como
una de las más importantes en el mundo para la reparación a las mujeres víctimas
de violencia sexual en el conflicto.
Después de vivir ocho años en Bogotá, al terminar su labor con la Unidad
para las Víctimas, María Eugenia regresó al Valle del Cauca para trabajar con la
Secretaría de Salud Departamental con mujeres víctimas de violencia sexual, en el
marco del conflicto armado, en una estrategia de atención y valoración de las
secuelas que las mujeres tienen en su salud física y emocional por el hecho
victimizante: «En el Valle del Cauca hay 2600 mujeres víctimas de este hecho.
Valoramos y atendimos alrededor de 320 mujeres, que no es fácil, porque hay que
ubicarlas y convocarlas. La intervención implicó articulación, esa era mi función: la
articulación con los equipos profesionales de los hospitales en los que se realizó la
estrategia en Cali, Tuluá, Jamundí, Florida, Palmira. En los hospitales formaba a los
equipos de salud para que comprendieran, desde el enfoque de género, las
afectaciones de las mujeres por el hecho victimizante, cómo el hecho fractura sus
proyectos de vida, y la importancia de atenderlas con altas dosis de humanidad, y
comprender toda la situación que ellas enfrentan de resistencia con la
institucionalidad que no las protegió».
María Eugenia cree que una sociedad que no valora y no reconoce al 52% de
la población —que es el porcentaje de mujeres del país—, genera una gran fractura a
la democracia.
En la actualidad está concentrada en realizar consultorías, algunas en
construcción de políticas, y otras estratégicas, como la que realiza para una
organización femenina popular del Magdalena Medio, el hogar de Icela Durán.

Pasa un grupo de hombres armados, es 1990, e Icela Durán, una niña de diez
años, no puede distinguir quiénes son, para ella se visten igual a la Policía o al
Ejército. Siente la zozobra en el ambiente, y su abuelo trata de tranquilizarla y hacer
menos difícil el que no puedan moverse con libertad por el pueblo, Río de Oro, Cesar.
Los abuelos de Icela viven a quince minutos del pueblo, y muchas veces el bus en que
va Icela es parado en retenes de los grupos armados. Bajan a la gente, la requisan:
«Y era el temor de que nos pasara algo, que se llevaran a las personas secuestradas,
como las famosas pescas milagrosas». Otras veces aparecían cuerpos sin vida en la
vía, o los grupos armados los dejaban en el cementerio. Y era costumbre salir del
colegio e ir a ver quién había aparecido muerto en el cementerio. Icela nunca fue.
A pesar de este contexto, Icela creció participando en marchas por la
reivindicación de derechos con sus tías docentes y sindicalistas. En el colegio hizo
parte del consejo estudiantil. Luego entró a la universidad, en una región en que poca
gente va a la universidad: «Si yo no hubiese tenido las oportunidades que tuve para
formarme, no hubiese podido estar dónde estoy, ni ayudar de la manera que lo hago.
Me hubiera quedado con una visión reducida de lo que sucedía, o en una visión de
venganza».

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En la universidad, en Aguachica, Cesar, entre 1998 y 1999 conformó una
asociación y la red de jóvenes del Magdalena Medio, con alcance en municipios del
sur del Cesar y del sur de Bolívar. La red era cercana a los procesos del Programa de
Desarrollo y Paz que busca el desarrollo humano integral sostenible, y si bien ahora
está en diferentes zonas del país, nació en el Magdalena Medio, en Barrancabermeja
para entender las razones por las cuales se asocia la presencia de explotaciones
petroleras con pobreza y violencia extrema7.
Desde este proceso, Icela apoyó la consulta popular por la paz, dónde se
rechazaban todos los actores armados que no podían actuar en nombre del pueblo,
porque el pueblo no les había dado la autorización. Se dirigían tanto a la guerrilla,
como a los paramilitares. Para Icela se trataba de rechazar a los grupos armados en
su totalidad: «Porque la gente estaba dividida, unos rechazaban a la guerrilla y
estaban de acuerdo con los paramilitares, o los otros rechazaban a los paramilitares
y estaban de acuerdo con la guerrilla. Pero siempre era la polarización. Y en ese
momento la consulta fue eso: ninguno de los dos, no queremos ningún grupo
armado».
La red la conformaban jóvenes, la mayoría hombres, muy pocas mujeres:
«Cuando yo inicié, ser mujer, y ser mujer joven, en un tema de liderazgos
masculinos, era difícil. La palabra y las direcciones de los grupos se los daban a los
hombres, como si ellos tuvieran la capacidad y las jóvenes no».
Y, luego, cuando empezaron a trabajar con adultos, la situación se complicó e
Icela sintió la discriminación, porque no era posible que una jovencita le fuera a decir
a un señor mayor cómo hacer sus cosas.
—Aquí solo hablan los hombres, y venga usted cállese.
Había reuniones en que quien hablara más duro se ganaba el derecho a la
palabra.
Hubo situaciones difíciles, pero emergió el reconocimiento a la palabra, a la
voz, e Icela le ganó al sesgo cultural sexista. A las demás jóvenes mujeres no las
dejaban viajar de un municipio a otro, pero a los hombres, sí. Entonces quienes
participaban eran los que tuvieran los permisos para salir y, obviamente, eran los
hombres. Pero en su familia confiaron en ella y le dieron la libertad para estar en los
espacios. Al principio había rivalidad con muchos de los hombres, porque decían:
—Bueno, y esta mujer ¿qué?
Pero fueron entendiendo de la mano de la formación que recibían, y fueron
incluyendo el tema de las mujeres. E Icela abrió la puerta para que otras mujeres
estuvieran, participaran, y ejercieran roles importantes en el movimiento juvenil.
Una vez, en una movilización, un comandante de la policía le dijo:
—Oiga, y usted ¿qué hace para que toda esta gente le haga caso?
—No es que la gente me haga caso, es que estamos organizados.
—Pero es que usted habla y todo el mundo le obedece.
—No es eso. Es que hemos venido construyendo el proceso. El
reconocimiento y el respeto me lo he ganado porque he estado en situaciones
complicadas con todos ellos.

7 Programa Desarrollo para la Paz. El programa en el oriente, nordeste y magdalena medio


antioqueño. Enlace: https://www.programadesarrolloparalapaz.org/contexto/historia/

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En el 2000 hubo un quiebre en la vida de Icela. El bloque paramilitar Central
Bolívar asesinó a Alma Rosa Jaramillo Lafurie, quien pertenecía al Programa de
Desarrollo y Paz, y era madre de uno de los compañeros de Icela en la red de jóvenes.
Alma fue torturada, desmembrada, y solo encontraron su tronco8. Luego, los
paramilitares asesinaron al padre de Icela, al igual que Alma, tildándolo de ser
guerrillero. Para Icela no era posible que siguieran asesinando personas diciendo que
eran guerrilleros, y en una situación que hubiera hecho a cualquier persona valiente
alejarse de la reivindicación de derechos Icela dijo: «Hay que seguir trabajando para
que esto no pase. No podemos seguir atizando la guerra, ni queriendo venganza, pero
sí necesitamos generar espacios diferentes para poder cambiar esto, y la apuesta no
pueden ser las armas. La apuesta tiene que ser por escenarios donde reivindiquemos
los derechos, donde la gente no siga siendo estigmatizada como guerrillera, o
paramilitar, donde los jóvenes tengamos oportunidades».
Para ella construir paz en Colombia depende de que entendamos que por ser
diferentes no nos tenemos que eliminar. En Colombia los conflictos se han
solucionado con la guerra, a balas, pero hay otras opciones. También resalta que, en
un país desigual, con una mayoría excluida, si a un joven que no tiene acceso a la
educación el contexto solo le da armas, va a irse a las armas. Por eso, la paz es un
asunto de justicia social, de educación, salud, condiciones mínimas como tener
acueducto, o saneamiento básico: «Hasta que esas desigualdades no se resuelvan, yo
creo que no es posible una paz sostenible. Podemos firmar muchos acuerdos de paz,
pero siempre van a salir otros grupos armados».
Mientras Icela era parte de la red de jóvenes se graduó de pregrado, y empezó
a trabajar con el Programa de Desarrollo y Paz en la línea de los procesos sociales
con jóvenes y mujeres, en el tema social campesino, en gobernabilidad, en apoyo a
formulaciones de planes de desarrollo y a los espacios de participación ciudadana.
En el 2010 y 2011 estuvo vinculada en la Oficina Asesora de Paz del Cesar,
atendiendo a la población víctima de conflicto armado, donde una señora, víctima
de dos desplazamientos le dijo:
—La próxima vez que llegue a un sitio quiero saber qué hay debajo de la tierra,
porque salí del sur de Bolívar porque bajo la tierra había oro, y salí del Cesar porque
bajo de la tierra había carbón y petróleo.
Luego, Icela regresó al Magdalena medio al Programa de Desarrollo y Paz,
donde en el 2013 coordinó la subregión. Ese año es especial para Icela, se gestó un
paro nacional campesino al que se unieron mineros artesanales, transportadores,
personas del sector de salud y educación, estudiantes, sindicatos y organizaciones
sociales. Icela apoyó la mesa de negociación entre los campesinos y el gobierno
nacional moderando y haciendo actas. Eran negociaciones complejas en las que una
jornada podía extenderse hasta las cuatro de la mañana: «Hasta ese momento, las
movilizaciones grandes se hicieron en el sur de Bolívar o en Barrancabermeja, pero
en ese año 2013 decidieron que la movilización se iba a hacer en Aguachica. Entonces
me tocaron treinta y cinco días de movilización con 5000 campesinos y mineros».
Icela reflexiona, en las movilizaciones ha sido feliz: «Siento que estoy viva, que hay
razones».

8 El Tiempo. Los Defensores de Derechos Humanos. 2001. Enlace:


https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-423867

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En el 2018 inició la coordinación de las acciones en Aguachica, Cesar, de la
Comisión de la Verdad —que finalizó mandato en el 2022—, y era parte del Sistema
Integral para la Paz, creado por los Acuerdos de Paz, junto con la Jurisdicción
Especial para la Paz (JEP), y la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por
Desaparecidas (UBPD).
En el 2020 la vi por primera vez en una videoconferencia institucional. Era la
época más álgida de la pandemia, y a la dinámica compleja de un equipo constituido
en su mayoría por académicos e investigadores, donde, con frecuencia, la
conversación era dominada por quiénes querían mostrar que sabían más, se le sumó
el efecto del aislamiento. Icela, con su voz suave, con su acento caribe y su cara
aniñada y angelical se imponía con argumentos interesantes y sin pretensiones.
Icela cree que desde su rol en la Comisión aportó a la historia, apoyando la
construcción de un informe que tiene todas las miradas de los actores del conflicto.
En la actualidad está en el Ministerio de Ambiente, lo que le permite seguir haciendo
lo que define como su mayor logro: acompañar a las comunidades en el Magdalena
Medio, ahora desde el diálogo social: « Siento que es importante escuchar a los otros,
poder dialogar, así sea en medio de las cosas más complicadas. Si tú tienes la
apertura para escuchar a la otra persona, puedes verla como un ser humano, y
puedes generar espacios para no seguirnos matando».

Isabella Vernaza se acomoda frente al computador y se une a la reunión de


Mediación por Cali. Es martes y todavía no ha salido el sol. Sostiene una taza con
gatos pintados, uno de ellos se parece a la gatica que se cayó por una de las ventanas
del apartamento. No volvió a tener gatos. Isabella es una de las fundadoras de la
iniciativa que nació para hablar de temas de ciudad, luego del estallido social del
2020 motivado por la inequidad, los altos niveles de violencia e impunidad, y la
discriminación étnica y de género9: «Es una iniciativa a partir de la voluntad.
Mantener el grupo de los martes de Mediación es retador, consume tiempo y energía.
Pero cuando hablo con la gente y me dicen lo que la mediación ha significado para
ellos tenemos que seguir haciéndolo». Isabella también es parte de La Paz Querida
(LPQ), una iniciativa ciudadana “comprometida con la incidencia en la construcción
de paz, con el fortalecimiento de la democracia y con el desarrollo sostenible en
Colombia”; de la junta directiva de la Fundación Zoológica de Cali; y de la red de
aliados de la Comisión de la Verdad que tiene un compromiso con el legado de la
Comisión.
Para Isabella construir paz requiere concertar voluntades para afrontar las
dificultades de una manera acordada y que le haga posible a la gente convivir,
respetando la vida. Cree que el diálogo, centrado en la capacidad de escucha, abre
caminos, y posibilita la conexión entre las personas.
Su relación con temas de paz inició en su formación como socióloga en la
Santo Tomás en Bogotá, carrera que terminó en la universidad Autónoma de México.
Corrían los años 70, y muchos de sus profesores eran exiliados chilenos, argentinos
y ecuatorianos.

9Agencia de Noticias Univalle. Pistas para entender el estallido social en Cali. 2021. La Pablara,
universidad del Valle. Enlace: https://www.univalle.edu.co/lo-que-pasa-en-la-u/pistas-para-
entender-el-estallido-social-en-cali

10
En su trabajo como gerente del noticiero de televisión 90 Minutos, centrado
en noticias del suroccidente colombiano: Cauca, Chocó, Nariño y Valle, donde estuvo
desde 1988, y por dieciocho años, se encontró con un primer plano del conflicto. En
los finales de los 80 y los años 90: «El tema de todos los días eran las tomas
guerrilleras, el conflicto en el norte del Cauca», también asuntos relacionados con
los narcotraficantes: «Cuando estaban los Rodríguez de reyes de la zona llegaban
relojes finísimos, regalos para el equipo. Presiones para comprar las voluntades de
los medios. Y el equipo eran personas de una solidez ética increíble, y devolvían
todos los regalos».
Para Isabella, el acceso a la información es fundamental para la construcción
de paz. Considera que vivimos una revolución en las formas de crear información
que no hemos terminado de dimensionar. Un panorama en el que no es posible hacer
responsable a quien genera la información: «Cómo puedes reclamar responsabilidad
de un mensaje de WhatsApp, de un meme. Entonces estamos expuestos a una red
de información caótica y manipulada. Y, además, te llega la información que a vos
te interesa. Entonces estamos unidos por un caos de información, donde no sabemos
qué es verdad, ni qué es mentira».
Luego, en 1999, Isabella conocería otra cara del conflicto: «El 30 de mayo de
ese año, asistí junto a mi esposo y dos de mis hijos a la celebración de la eucaristía
en la iglesia La María en Cali. Mi hija mayor no nos acompañó. El ELN, haciéndose
pasar por personal del Gaula, secuestró a los presentes, sin tener en cuenta la edad
ni las condiciones personales. Éramos 194 personas. En cuestión de dos horas, viví
la desintegración de mi familia. Luego de llegar a un salón comunal en La Estrella,
en la parte alta de Jamundí, la guerrilla nos dividió en grupos. A mi hijo menor lo
separaron de mí y se quedó en medio de muchos otros niños y algunos adultos. A mi
esposo y a mi hijo de catorce años se los llevaron juntos. A mí me sacaron con tres
hombres y ocho mujeres hacia otro destino», diría Isabella en el reconocimiento a
los impactos y afectaciones del secuestro en el Valle del Cauca realizado por la
Comisión de la Verdad el 26 de junio de 2021.
Y tal vez lo que muestra con mayor claridad el talante de Isabella es lo que dijo
a continuación: «Me di cuenta de que debía regresar a mis hijos con mi mente y mi
cuerpo lo mejor posible. Comprendí que lo único que yo podía hacer era sobrevivir.
Entonces, me dispuse a vivir la experiencia de forma resiliente y buscando crecer
como persona». Y esa forma de vivir su situación le permitió salir de su tragedia y
ser empática con la situación que la rodeaba. En una ocasión, en una casa campesina
habitada por una mujer mayor y varios niños, los guerrilleros cogieron la comida de
la casa. La mujer lloraba viendo cómo sus carencias se ahondaban. Este tipo de
experiencias vividas durante su secuestro la llevaron a reafirmar que se debía
permitir una conexión directa con los dolores de los otros, al igual que ella, actores
cuyas acciones podían construir un país diferente.
Una vez liberada estuvo en el Hospital de Campo, una de las primeras
experiencias que se han tenido de reunir víctimas con victimarios. Escuchó a
guerrilleros rasos, y conoció a María Cecilia Mosquera, víctima de la masacre
causada por la explosión del oleoducto de Machuca, en Segovia, Antioquia, el 18 de
octubre de 1998, donde murieron quemadas 84 personas10. María Cecilia perdió a
10 Centro de Memoria Histórica. Machuca: más allá de la violencia. 2020. Enlace:
https://centrodememoriahistorica.gov.co/tag/machuca/

11
su esposo, a sus tres hijos y quedó con secuelas de las quemaduras en la mitad del
cuerpo. Ella se convirtió en lideresa por los derechos de las víctimas, y en
constructora de paz11.
Luego, Isabella se vinculó con Vallenpaz durante seis años, una iniciativa
surgida en las movilizaciones masivas y espacios de reflexión entre diversos actores
de la ciudad como consecuencia del secuestro de la María, y centrado en el campo,
punto identificado como uno de los detonantes del conflicto por la concentración de
la tierra12. Cuando Isabella estaba en Vallenpaz, en el 2012, nos encontramos en un
espacio preparatorio de la conmemoración del secuestro de la María. Ella, menuda,
ágil, juvenil, medió para que las diferencias entre las víctimas y las instituciones que
participaban encontraran un punto de acuerdo.
En diciembre del 2014 conformó la quinta y última delegación de víctimas que
estuvo en la Habana en el marco de los diálogos de paz entre el gobierno colombiano
y las FARC-EP13. En un almuerzo quedó al lado de Pablo Catatumbo, quien comandó
el Bloque Occidental y conformó el secretariado de las FARC-EP. Lo conocía por las
noticias que generaba en el marco del conflicto, y que eran discutidas en el consejo
de redacción del noticiero en el que trabajó: «Y descubro un ser estudioso,
comprometido como lo hemos visto hoy en día. Entonces también fue como ¡guau!
qué contraste».
Dos años después de que la última delegación de víctimas estuviera en Cuba,
el 24 de noviembre de 2016, se firmó el Acuerdo de Paz entre el gobierno colombiano
y las FARC-EP. Se acordaron seis puntos. El punto cinco es el acuerdo sobre las
víctimas del conflicto que crea el Sistema Integral para la Paz.

Al llegar, Jimena Andrade vio cinco buses. Iban llenos de gente joven de todas
partes de Colombia. Corría abril del 2017. Llegaban a Mesetas, Meta, a una de las
veintitrés Zonas Veredales Transitorias de Normalización, áreas temporales,
concertadas entre el gobierno y las FARC-EP para iniciar la dejación de armas e
iniciar el tránsito hacia la legalidad de los y las combatientes14, parte del punto tres
del Acuerdo de Paz: fin del conflicto. Las y los guerrilleros todavía dormían en caletas
de plástico.
Lo que motivó a Jimena fue lo mismo que motivó a los jóvenes: entender qué
era ese asunto de la paz, mirar a la cara a las personas que acababan de salir de la
clandestinidad, hablar con ellas, ver quiénes eran, qué era lo que pensaban, qué
tenían por contar: «A mí me impactó ver a Timochenko en los noticieros, una

11 Portafolio. María Cecilia Mosquera, víctima del ELN. Enlace:


https://www.portafolio.co/economia/finanzas/maria-cecilia-mosquera-victima-eln-221600
12 Vallenpaz. Historia. Enlace: https://vallenpaz.org.co/historia/
13 Natalia Arenas. En La Habana, un microcosmos de la justicia para las víctimas. 2014. La Silla Vacía.

Enlace: https://archivo.lasillavacia.com/historia/en-la-habana-un-microcosmos-de-la-justicia-
para-las-victimas-49295#
14 Prodepaz. Para entender las Zonas Veredales Transitorias de Normalización. 2017. Enlace:

https://www.programadesarrolloparalapaz.org/para-entender-las-zonas-veredales-transitorias-de-
normalizacion/
Agencia para para la Reincorporación y Normalización. Espacios Territoriales de Capacitación y
Reincorporación (ETCR). Enlace:
https://www.reincorporacion.gov.co/es/reincorporacion/Paginas/Los-ETCR.aspx

12
persona que estaba tan demonizada por los medios masivos de desinformación. Y
me impactó como hablaba, su voz, la cadencia, como utilizaba las palabras, como
movía la cabeza, y no vi un monstruo, vi un ser humano». Jimena piensa que el
proceso de paz nos atraviesa y tenemos que responder desde nuestras prácticas, y
movida por la necesidad de humanizar al otro propuso la escritura de cartas, de
forma voluntaria.
La instrucción para las y los guerrilleros era que escribieran sobre su vínculo
con el territorio, uno que recorrieron caminando. Y es que para Jimena la conexión
con el territorio y la tierra ha sido una prioridad. Vivió siete años en Huasca,
Cundinamarca, donde estuvo al frente de un proyecto de autogestión. Y, en el 2010,
se hizo guardiana de semillas, una práctica que consiste en organizar y clasificar
semillas, educar sobre su conservación y ponerlas a disposición de la comunidad,
desde una mirada de la agricultura sustentable y ecológica15. Para Jimena era una
forma de cuestionar el poder del agronegocio.
Una de las cartas, escrita por un combatiente indígena, se titulaba Pareciera
que los árboles en la selva nunca mueren. Las cartas eran leídas por personas
aleatorias en Bogotá a las que les preguntaban qué pensaban de la persona que
escribió la carta, antes de develarle que era combatiente. Fue un ejercicio reflexivo
interesante e impactante, como en el caso de un joven en la plaza de Bolívar que al
leer la carta reconoció la sensibilidad y el conocimiento del territorio del autor. Al
saber que era un combatiente de las FARC-EP dijo:
— Pero si es el enemigo. —Se paró, soltó la carta, y se fue. El hombre tenía
una chapa de identificación militar colgada en el cuello.
Para Jimena, Colombia nunca estuvo preparada para la paz, ni siquiera los y
las firmantes. Por eso hacer pedagogía de paz es parte de su vida.
Años atrás, al graduarse de Arte, Jimena trabajó con la Alcaldía de Bogotá
diseñando e implementando una estrategia en artes plásticas para prevención
integral de abuso de alcohol y drogas. En Puente Aranda, Bogotá, intervino en una
cárcel de menores infractores. Un trabajo que la enfrentó a historias duras, y en el
que fue feliz. Reflexionando sobre esta experiencia se pregunta: «¿Para quién es la
condena, para el niño o para la sociedad que le falló a ese niño?».
Después aplicó a una beca para estudiar una maestría en Artes en Brasil. Viajó
con su hijo, aprendió mucho y se impactó con instalaciones de una escala
inasequible. Regresó con su hijo, un perro brasilero y maletas con piezas de sus
instalaciones de arte.
Pero se desencantó del mercado del arte, conformado por los coleccionistas,
la producción de obras de arte muebles y los mecanismos de venta, donde los
intermediarios —como marchantes y subastadores— son determinantes de los
valores del arte. Los líderes de este mercado son Estados Unidos y China, también
líderes del capitalismo16: «En la universidad no enseñan otra cosa. Uno cree que sale
como artista y el trabajo de uno es exponer en las galerías y vender, y todo este
asunto, pero está la posibilidad de una práctica artística crítica que apoya al estado
de las cosas».

15 Somos Semilla. Guardián de Semillas. Enlace: https://somossemilla.org/guardianes-de-semilla/


16. J. R. Howard. Mercado del arte. 2021. Enciclopedia Británica. Enlace:
https://www.britannica.com/topic/art-market
Art Basel & UBS Report. The Art Market. 2022.

13
Jimena dejó de hacer obra objeto, y entre el 2006 y el 2007 inició
Interferencia, una propuesta que explora el vínculo entre arte y política desde la
creación de un glosario de términos para la vida17. Ella y las demás personas que se
unieron a la iniciativa se cuestionaron las dinámicas de producción de arte y de
consumo cultural. E Interferencia es una propuesta alternativa: la presentación de
un archivo perceptivo, de acceso gratuito, de características políticas y sociales, para
interconectar diferentes circuitos y públicos, con el propósito de contribuir a la
transformación social, y “confrontar y diluir los límites existentes entre la
producción plástica y la producción discursiva”, promoviendo, circulando y
produciendo material textual en donde se implican intersecciones con diferentes
modos de hacer que involucran la enunciación, el contexto y la práctica artística.
Fue por Interferencia que conocí a Jimena. Un proyecto que sentía que debía
ser parte del museo documental de la Comisión de la Verdad. Nos vimos un par de
veces por videoconferencia, y luego nos encontramos en la Casa de las Memorias de
Cali. Su forma de hablar es clara, serena y honesta, como sus esquemas del glosario.
Para Jimena, los videos y los diagramas de Interferencia son la punta de un
iceberg: «Lo que se ve es lo mínimo de lo que hay, porque detrás de eso hay un
montón de trabajo de relaciones del día a día, de dudas, de luchas internas, de
tragedias, de drama. Hay toda una complejidad detrás del glosario y yo pienso que
esa complejidad es la ebullición del momento histórico. También es la forma en que
puedo entender lo que nos pasa a las personas».

El camino de Catherine Feria en construcción de paz empezó de forma clara


en 1999. Ese año, Catherine y unas amigas crearon una emisora en el colegio. Su
interés por comunicar nació con Jaime Garzón, periodista y abogado que ejerció
como alcalde menor de la localidad de Sumapaz de Bogotá, y se dio a conocer a nivel
nacional con los personajes satíricos Godofredo Cínico Caspa, Dioselina Tibaná y
Heriberto de la Calle, con los cuales, desde el humor y una capacidad de hacer
comprensibles los conflictos sociopolíticos, mostraba las irregularidades del país18.
Catherine veía los montajes televisados con su padre: «Mi papá me acercaba
a él, me explicaba las cosas que en su momento yo no entendía, porque eran muy
políticas. Yo sentía una conexión profunda con sus personajes». Quería ser
periodista para acercarse a la realidad desde el humor. Pero el 13 de agosto de 1999
Jaime Garzón fue asesinado por las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), las
Fuerzas Armadas, y agentes del Estado colombiano del Departamento
Administrativo de Seguridad (DAS) —liquidada en el 2011, y reemplazada por la
Agencia Nacional de Inteligencia—: «El asesinato de Jaime Garzón me marcó de
manera profunda. Fue aterrizar en lo que pasaba en el país, porque cuando uno es
muy joven está en otro momento de la vida y no dimensiona lo que ha sido el
conflicto armado en Colombia». Catherine lloró la muerte de Jaime Garzón muchos
días y le escribió una carta, uno de los escritos más hermosos que ha hecho. Su padre

17 Jimena Andrade. Glosario. Enlace: http://interferencia-


co.net/glosario/glosario_antecedentes.html
18 Centro de Memoria Histórica. Jaime Garzón enseñó a reírnos de nuestra tragedia. 2015. Enlace:

https://centrodememoriahistorica.gov.co/tag/jaime-garzon/

14
frecuentaba un restaurante del que Jaime Garzón era asiduo. Allí, durante un
homenaje que le hicieron, le entregó la carta a la hermana de Jaime Garzón.
Luego, su primo, antropólogo, uno de los primeros cuatro defensores
comunitarios que hubo en el país, apoyó la asistencia humanitaria de la comunidad
de Bellavista, en el medio Atrato chocoano, después de la masacre sucedida el 2 de
mayo de 2002, conocida como la masacre de Bojayá. Las FARC-EP intentaba
retomar el control de la zona en poder de los paramilitares que ingresaron al pueblo
y utilizaron a la población civil de escudo humano. Las FARC-EP lanzó un cilindro
bomba que cayó en la iglesia donde se refugiaba la población, y 111 personas,
incluidos niños y niñas, perdieron la vida por efecto de la explosión que, además,
generó un impacto inconmensurable moral, cultural, psicológico, y material en las
poblaciones étnicas de la región19.
Catherine escuchaba los relatos de su primo, el cómo debía navegar días en
lancha por los ríos o viajar a lomo de mula. Comprendía la preocupación para que se
respetara el enfoque cultural de las comunidades étnicas. Y su influencia la llevó a
estudiar trabajo social.
—Va a estar como su primo, por allá comiendo plátano en el monte —le decía
su padre que quería para ella una ingeniería.
La formación social la llevó a interesarse por la historia de su familia, y en
especial por las mujeres. Este año, con motivo del cumpleaños 105 de su abuela,
Catherine publicó un escrito en redes sociales dedicado a ella que muestra la
conexión con sus raíces.

Hoy compartimos la alegría de tus 105 años de vida. Gracias abuelita por tu
fortaleza, por ser amor, por cuidarme desde el vientre de mi madre, por
haberme dado un lugar importante en tu casa, por tus mimos, chocolates,
abrazos y enseñanzas. Te admiro profundamente, mujer campesina del
Líbano Tolima, partera, creadora de vida, resistente a tantas violencias,
dolores y pérdidas. Gracias por mantenernos desde la juntanza de tu hogar,
desde la leña, el alimento, el abrazo y las historias. Gracias por tu bendición
antes de mis viajes, por tu sonrisa, por esos besos en la frente que son energía
sagrada. Te amo con latidos profundos y agradezco tu existencia cada día de
mi vida.

En el 2007, Catherine empezaba su vida profesional. Con la Defensoría del


pueblo se adentró en la realidad del desplazamiento forzado en la localidad de
Kennedy, en Bogotá, fundada al inicio de los años 60 por La Alianza para el Progreso
del gobierno del presidente estadounidense John F. Kennedy. Una iniciativa para
cooperar, o intervenir de acuerdo con quién mire, América Latina. La localidad de
Kennedy tiene una población superior al millón de personas, es centro industrial y
comercial, y hogar de familias desplazadas desde la violencia bipartidista, hasta la
actualidad20.

19 CNRR. Bojayá: La guerra sin límites. 2010.

20Agencia EFE. Cincuenta años después, el barrio Kennedy de Bogotá recuerda a su fundador. 2013.
El Espectador. Enlace: https://www.elespectador.com/bogota/cincuenta-anos-despues-el-barrio-
kennedy-de-bogota-recuerda-a-su-fundador-article-459717/

15
Después viajó a Francia a estudiar una licenciatura de Antropología, y vio la
cara de la migración y el exilio, marcada por el desarraigo y la discriminación. Siguió
a Argentina, donde realizó una maestría en derechos humanos, y estuvo cerca de
movimientos feministas: «Es sentir ese poder del mujerío. Estuve en un lugar en
donde éramos 60000 mujeres cuidándonos las unas a las otras. Qué poderoso es ser
mujer».
Regresó al país y viajó por él, y llegó el año del plebiscito. Vivió con emoción
la dejación de armas y el tránsito de las FARC-EP a la vida civil. Quería ser parte del
proceso que le tocó fibras profundas, y en el 2018 se vinculó a la Comisión de la
Verdad, donde la conocí. Nos encontramos en un grupo formado por personas de
diferentes partes del país llamado Estar en Forma. Y aunque el nombre hace pensar
en ejercicio físico fue una estrategia del psiquiatra Alberto Fergusson, en ese
momento asesor del padre Francisco De Roux, presidente de la Comisión, centrada
en la pregunta ¿cuánta verdad puede escuchar una persona?, refiriéndose al impacto
psicológico y emocional de estar expuestos a relatos de violencia. Catherine me
impresionó con su sensibilidad y su capacidad para ver las conexiones entre lo
histórico, lo cultural y lo individual, aterrizado en la realidad de ella, y de las personas
que compartían sus experiencias.
Cuando la Comisión finalizó mandato se unió a la Unidad de Búsqueda de
Personas Dadas por Desaparecidas. No saber si un ser querido está vivo o muerto —
la ambigüedad de la pérdida— es una experiencia angustiante21. Los familiares
pueden afrontar problemas económicos, jurídicos o administrativos, y también
padecer dificultades psicológicas y psicosociales22. En Colombia hay 99.235
personas desaparecidas23.
Las mujeres buscadoras, mujeres que dedican su vida a encontrar a sus seres
queridos desaparecidos, le dan fuerza, si se siente agotada o frustrada piensa en
ellas. Si ellas persisten en una situación tan dolorosa y que tiene las probabilidades
de resolución en contra: «¿Por qué me voy a rendir yo? Estas mujeres están allí
enfrentando el día a día con un dolor profundo que es esa ausencia, pero que es
presencia todo el tiempo».

Olga Hernández conoce bien el dolor emocional de las víctimas. Ha dedicado


su vida a la rehabilitación psicológica de víctimas del conflicto.
Se escucha el llanto a gritos de una señora. El lugar, un salón del hotel Boston
de Sincelejo, repleto con trecientas personas que están ahí para la inauguración de
la oficina regional de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR),
una institución creada por la ley 975 de 2005, conocida como la ley de Justicia y Paz,
parece que fuera a salirse de control. Además, el Movimiento Nacional de Víctimas
tiene la mirada puesta en esta nueva sede24.

21CICR. Apoyo Psicosocial y en Salud Mental. 2016.


22 CICR. Guía de Salud Mental y Apoyo Psicosocial.
23Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas. Universo de personas dadas por

desaparecidas. 2022. Enlace: https://ubpdbusquedadesaparecidos.co/sites/portal-de-


datos/universo-de-personas-dadas-por-desaparecidas/
24 El Tiempo. Reparos al nombramiento del coordinador de la CNRR en Sincelejo. 2007. Enlace:

https://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-3450805

16
—¿Dónde está la psicóloga? —La pregunta, también a gritos, de alguien del
equipo nuevo parece una súplica. La psicóloga era Olga.
Sus hermanos estudiaron en una universidad pública, y ella en una
universidad privada. Sus padres temían que por su rebeldía —que podría
interpretarse mejor como conciencia social— terminara tirando piedras. Se graduó
y empezó lo que define como estar rasguñando para hacer experiencia laboral.
Trabajaba donde fuera posible, incluso fue psicóloga en una EPS, un rol que odió.
Luego se vinculó a una universidad, y en el 2007, sin muchas expectativas, se
presentó a una entrevista para ser parte del equipo de la CNRR.
En la inauguración, Olga respondió al llamado de auxilio y buscó un espacio
para conversar con la señora que lloraba. Era víctima del homicidio de su hijo y no
dejaba de preguntarse por qué no pudo hacer nada, qué pensaría su hijo en ese
momento: será que gritó, será que me llamó. Y sus preguntas eran seguidas de culpa:
yo no lo escuché, yo no pude ir, yo no lo pude salvar.
Al hijo de la señora, los paramilitares, luego de matarlo, lo cremaron en un
horno, una práctica paramilitar para desaparecer los cuerpos de las víctimas. De
acuerdo con el exparamilitar El Iguano, quien fue miembro del bloque Catatumbo
de las AUC, fue la solución que encontraron para evitar los escándalos que generaban
los cuerpos de las personas asesinadas25.
Para Olga atender a la señora: «Fue un baño de realidad que se me quedó
pegado, se me tatuó adentro». Además, empezó a entender su lugar en el proceso, y
pelearlo porque: «La psicóloga, en aquel momento, era la que se llamaba si alguien
estaba llorando para calmarlo. La psicóloga del pañuelo. Pero el rol de la psicóloga
es mucho más que calmar a alguien que está llorando».
En la CNRR acompañó versiones libres, en las cuales los paramilitares que se
desmovilizaron bajo la ley de justicia transicional de Justicia y Paz hacían su aporte
a la verdad. Y apoyó el diligenciamiento de incontables formatos de hechos
atribuibles a grupos armados al margen de la ley de la Fiscalía, escuchando a las
víctimas, por lo general en jornadas de atención. En una de estas jornadas, en
Morroa, Sucre, una mujer víctima de la masacre de Pichilín 26, sucedida el 4 de
diciembre de 1996, cuando un grupo de 50 paramilitares separó a los hombres de las
mujeres y los niños, y asesinó a 11 personas, entró en crisis: «La señora sostuvo entre
los brazos a su hijo y un paramilitar se lo arrebató, y lo asesinó. Había sucedido
diecisiete años atrás, y ella temblaba como si estuviera pasando mientras me lo
contaba». Olga la acompañó para que comprendiera que no podía darle ese poder al
victimario. Ella había logrado sobrevivir y sacar a toda su familia adelante: «Cuando
una persona vuelve a tener poder y control sobre su vida, sobre su existencia, yo
siento que desde allí también están unos elementos de construcción de paz y
convivencia. Entendí que sentarnos frente a la persona y escuchar era una
posibilidad de transformación, no sólo de la persona, sino también de la realidad del

25 Jhoan Sebastián Cote. Hornos crematorios de las AUC, el capítulo de horror del que quiere hablar
Mancuso. 2021. Enlace: https://www.elespectador.com/judicial/hornos-crematorios-de-las-auc-el-
capitulo-de-horror-del-que-quiere-hablar-mancuso-article/
Comisión de la Verdad. 2022. Hallazgos y Recomendaciones: Informe Final. Pag. 544.
26 Rutas del Conflicto. Masacre de Pichilín. 2019. Enlace:
https://rutasdelconflicto.com/masacres/pichilin

17
país. Era una víctima que se iba a sentir escuchada, y eso iba a ir cambiando, poco a
poco, iba a dar el giro a esta realidad de tanta gente, hasta el momento, invisible».
En el 2011 se ganó una beca para estudiar victimología en Japón: «Conocí
experiencias distintas, y entendí la dimensión de lo que significaba el trabajo con las
víctimas», reflexiona Olga.
Durante su paso por la CNRR nos encontramos, en Bogotá, en un evento de
planeación de la institución. Olga tiene la figura de una reina de carnaval, sin la
parafernalia del maquillaje y el vestido vistoso. Es sencilla y clásica. Resaltaba entre
asesores de todo el país por su claridad y convicción sobre lo que significaba la
atención psicosocial y en salud mental en el contexto del trabajo con víctimas del
conflicto armado.
Luego, Olga trabajó en la Unidad de Restitución de Tierras —creada en el
marco de la ley 1448 de 2011, ley de víctimas— y en la Unidad para las Víctimas.
En la Unidad para las Víctimas intervino en reparación colectiva, desde la cual
se reconoce que más allá de las afectaciones individuales, comunidades o grupos con
identidad definida pueden sufrir daños. Pichilín fue uno de los sujetos colectivos que
realizó un plan de reparación: «Volví a Pichilín, y pude ver el paso de liderazgos
incipientes a unos consolidados. Uno de los mayores logros es volver, tiempo
después, a un lugar y ver cosas que cambiaron. También existe la frustración de
volver y ver que la situación está igual, y que nada pasó. Pero poder volver a un lugar
y ver personas que cambiaron, ver sonrisas que no estaban son logros que tal vez no
sean tan macro, pero que para mí son fundamentales».
Luego estuvo en el Programa de Tierras y Desarrollo Rural de USAID; formó
parte de un programa de alcance nacional de apoyo a las instituciones en
autocuidado; y volvió a la academia a coordinar el programa de psicología de una
universidad de Sincelejo.
Dos años después se integró al equipo de la Comisión de la Verdad: «Que se
tengan esas historias de la verdad que se lograron con la Comisión es uno de mis
aportes a la construcción de paz».
En la actualidad trabaja con migración en Barranquilla, coordinando un
equipo psicosocial. Barranquilla es la segunda ciudad del país con mayor número de
migrantes, refugiados y retornados de Venezuela. Una población vulnerable que está
en riesgo de reclutamiento, trata de personas, violencia de género, además de estar
expuesta a la xenofobia27.
Al tiempo, está terminando la tesis de doctorado: «Investigué actitudes hacia
el perdón y la reconciliación en personas víctimas y no víctimas del conflicto». Tal
vez por eso, cada vez le gusta más la palabra compasión, desde esa mixtura entre la
empatía, la cercanía, y la apertura a la escucha: «Intento tener una mirada más
compasiva: qué estará sintiendo esa persona, qué le estará pasando por la cabeza y
por el corazón. Entender qué la puso en ese lugar, qué parte de su historia terminó
convirtiéndola en ese ser humano».

Esta reflexión también se la ha hecho Luisa Hernández. Porque las víctimas


no son sólo víctimas, y los victimarios no son solo victimarios.
27 Alcaldía de Barranquilla. Barranquilla, comprometida con las migraciones. 2020. Enlace:
https://www.barranquilla.gov.co/mi-barranquilla/barranquilla-comprometida-con-las-migraciones

18
Luisa va en un camión sobre racimos de banano. Durmió en una hamaca y se
bañó en el arroyo. Está en la profundidad del monte de Macayepo, un corregimiento
del municipio de Carmen de Bolívar, parte del sistema montañoso de Montes de
María, en la zona media del Caribe, escenario de luchas de movimientos campesinos,
étnicos, obreros y estudiantiles. Un territorio que ha sido controlado por grupos
armados de izquierda, narcotraficantes y sus estructuras de seguridad, y
paramilitares, cuya presencia causó un pico en homicidios selectivos y
desplazamientos de la población a inicios de los 2000. Los móviles del control del
territorio han sido desde rutas de narcotráfico, hasta la explotación de madera28.
Luisa llegó a Montes de María cuando estaba haciendo el proyecto de
investigación de la maestría en el Instituto de Estudios Políticos y Relaciones
Internacionales (IEPRI), de la Universidad Nacional de Colombia. Un centro
reconocido de investigación y análisis de la realidad política nacional e
internacional29. Fue becaria. Y para cumplir con la contraprestación a la universidad
asistió una investigación sobre violencia en Colombia, analizando una base de datos
de Noche y Niebla, un banco de datos de derechos humanos y violencia política: «Eso
me sirvió para ver el nivel de la violencia en el país, para conocer a partir de
testimonios el nivel de sevicia. Para mí fue un choque muy fuerte».
Por esta experiencia, cuando se cayó por problemas logísticos su proyecto de
tesis para analizar los conflictos sociales y económicos que se iban a dar por la
construcción de una carretera de Pasto —Nariño— a Mocoa —Putumayo—, parte de
una iniciativa más amplia de integración de América Latina, y Ricardo Esquivias
Ballestas, defensor de derechos humanos, y su hijo le ofrecieron trabajar en
construcción de paz y mejoramiento de la calidad de vida en comunidades de
Sincelejo y Montes de María pensó que estaba preparada, pero nadie está preparado
para enfrentar la violencia, así se la haya encontrado muchas veces.
Cuando iban a subir a Montes de María, en la carretera, la Policía les pidió
documentación y anotó los datos de identificación, algo prohibido.
—Bueno, ustedes saben que están llegando a una zona roja, entonces si
quieren seguir es por su cuenta y riesgo, porque de aquí para arriba no hay autoridad,
ni nada —les dijo.
Uno de los primeros hechos victimizantes que escuchó fue la masacre de
Macayepo, ocurrida el 14 de octubre del 2000, cuando 80 paramilitares mataron 15
personas, con garrote y piedras, en represalia por la pérdida de un ganado en una
hacienda de la zona. La masacre causó el desplazamiento de 200 familias 30. Las
amenazas directas, pero sobre todo el miedo hace que las personas se desplacen.
Luisa decidió analizar el fenómeno del desplazamiento, preguntándose por qué unas
comunidades decidían retornar y otras comunidades decidían asentarse.
Mientras hacía su investigación trabajaba en un proyecto de un pastor
evangélico que implicaba ir de finca en finca tomando el testimonio de los

28 Comisión de la Verdad. Colombia adentro, relatos territoriales sobre el conflicto armado, Caribe.
2022. Pag. 81-133
29 Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales, IEPRI. Presentación. Universidad

Nacional de Colombia. Enlace: http://iepri.unal.edu.co/index.php?id=37&L=0%27%22


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Rutas del Conflicto. Masacre de Macayepo. 2019. Enlace:
https://rutasdelconflicto.com/masacres/macayepo

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pobladores. El objetivo era hacer una cartilla de cómo era la vida antes, qué había
pasado en La Violencia, y cómo estaban en ese momento.
Al terminar el proyecto del pastor regresó a Bogotá y se vinculó a la Defensoría
del Pueblo en un rol, de nuevo, en Montes de María. Su trabajo era duro y frustrante.
Cuando lo terminó creyó que tenía burnout, un síndrome causado por estrés
acumulado por sobrecarga laboral.
Trabajó en la universidad Jorge Tadeo Lozano y luego en la Comisión
Nacional de Reparación y Reconciliación, en el Valle del Cauca.
Conocí a Luisa cuando se unió al equipo territorial de la CNRR. Un equipo
pequeño, cerrado y unido. Luisa, con su humor ácido, con preguntas y reflexiones
inteligentes, con generosidad para compartir su conocimiento, con sus rizos rojos,
su espiritualidad y su veganismo logró ganarse un lugar en el equipo de forma
inmediata.
Luisa asesoró desarme, desmovilización y reintegración (DDR) monitoreando
la situación de conflicto y de derechos humanos en las zonas en donde se realizaron
procesos de desmovilización. También apoyó iniciativas de las comunidades negras
de Buenaventura, y las jornadas de atención de víctimas en Valle y Cauca. Pero lo
que había definido como burnout al salir de Montes de María empezó a configurarse
como un trauma vicario, lo que significa presentar reacciones físicas, emocionales y
patrones de pensamiento que no se pueden controlar y se relacionan con el miedo,
la ansiedad y la depresión, y sucede en reacción a la exposición a relatos o
narraciones de hechos violentos31: «Todas estas instituciones de derechos humanos,
de víctimas y de paz tienen un doble discurso. De puertas para afuera son garantistas
de derechos, feministas, pero, en general, todas estas instituciones tienen un trato
poco cuidadoso con la gente que trabaja ahí».
Cuando finalizó el mandato de la CNRR, comenzó a trabajar en el Centro de
Memoria Histórica, parte de las entidades de justicia transicional creadas por la ley
de víctimas: «Los primeros años estuve centrada en el proceso de recolección de los
testimonios de miles de paramilitares. A partir del 2015 empezó el proceso de
elaboración de los informes, y coordiné el informe sobre el bloque Calima». En el
2017 inició la coordinación del equipo responsable del informe sobre
paramilitarismo en Córdoba y Urabá. De nuevo, Debía meterse de lleno en
testimonios marcados por contenido de violencia explícita. Los síntomas del trauma
vicario se agudizaron y se trasladó al Museo de Memoria, al equipo de curaduría. Un
cambio refrescante que hizo realidad su anhelo por trabajar en un museo, una pasión
que la llevó, años atrás, a ser voluntaria en el Museo Nacional.
En el 2019 se integró a la Comisión de la Verdad al núcleo de investigación de
actores armados. Luego pasó a un equipo especializado en investigación de
paramilitarismo: «Era un karma. Había dejado la coordinación del informe de
paramilitarismo de Córdoba y Urabá del Centro de Memoria Histórica, y llegué a la
Comisión y me tocó empezar a elaborar el caso del paramilitarismo en Córdoba y
Urabá».
Al terminar el mandato de la Comisión regresó al Centro de Memoria
Histórica, al Museo de Memoria: «He dedicado dieciséis años a dejar por escrito lo
que ha pasado. Me parece que es importante. Y me parece importante que el Estado
31 CICR. Guía de Salud Mental y Apoyo Psicosocial.

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lo diga. Tiene peso que el Estado reconozca, y digo reconozca no porque lo admita,
sino porque permite hacer estas investigaciones y publicarlas». Este año, 2022, a
Luisa el Centro de Memoria Histórica y la dirección de Acuerdos de la Verdad le
dieron un certificado de reconocimiento “por su aporte al mecanismo no judicial de
contribución a la verdad y a la memoria histórica, y por su compromiso con el
esclarecimiento del fenómeno paramilitar en Colombia”.

Para Luisa, vivimos en un país en que las personas, desde su infancia hasta la
hora de su muerte, están en una dinámica de supervivencia, de no morir, de
conseguir para comer, para tener un techo, y en esa medida se abren muchas puertas
para las violencias. Por esto, la paz debe estar cimentada en actitudes, instituciones
y estructuras que generen un ambiente con justicia social, como lo explica Icela, y
que permitan el desarrollo de las personas. Porque la paz se relaciona con la
posibilidad de tomar decisiones sobre la propia vida, que todos los seres humanos
tengan las mismas opciones en el momento en que nacen, y que el lugar en el que se
nace no determine el tipo de vida que se va a tener. La paz va más allá de la ausencia
de conflicto armado y de desmontar las redes económicas de ilegalidad, reguladas
por la violencia, reflexiona Luisa.
Jimena relaciona la paz con el concepto de amor eficaz de Camilo Torres
Restrepo, teólogo, sociólogo, y sacerdote católico que se unió al ELN en 1965, y un
año después, con 37 años, murió en combate. Él fue pionero de la teología de la
liberación que reclama la emancipación de esclavitudes de orden cultural,
económico, social y político que impiden a los hombres vivir con dignidad32. El amor
eficaz se expresa en solidaridad, y no soporta la injusticia, la desigualdad, ni la
exclusión33.
La construcción de paz también pasa por el uso de los recursos de todos, los
recursos públicos. De acuerdo con Icela, la corrupción no permite que haya justicia
social: «Desde los recursos que se roban y desvían, y no se hacen las obras en los
municipios, por ejemplo, cómo es posible que a estas alturas del paseo no haya agua
potable en ningún municipio del Magdalena Medio. Pero también es el facilismo de
no esperar para hacer un trámite, y sobornar un funcionario».
Además, como lo resalta Luisa, la memoria histórica es primordial para la no
repetición del conflicto y transitar a una paz sostenible. Es necesario que el grueso
de la población reconozca que ha habido un conflicto armado durante mucho tiempo
y que se relaciona con otras violencias, como la violencia estructural. Catherine
resalta el aporte del informe de la Comisión de la Verdad que ha generado preguntas
importantes en la sociedad, ha dado compresión sobre por qué sucedió, y sucede, el
conflicto en Colombia, y presentó recomendaciones para que los hechos de violencia
no se repitan.
Para construir una sociedad en paz , en la que todos y todas tengan un lugar,
sin distinción de etnia, identificación de género, orientación sexual, idioma, religión,
opinión política, origen social, posición económica, lugar de nacimiento, o cualquier

32
Vaticano. Instrucción sobre algunos aspectos de la teología de la liberación. Enlace:
https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_19840
806_theology-liberation_sp.html
33 Jimena Andrade. Glosario. Interferencia. Enlace: http://interferencia-co.net/glosario/index.html

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otra condición, es prioritario establecer diálogos con quien piensa diferente, con
aquel que se ve como enemigo.
Icela recuerda cuando en su región, la guerrilla o los paramilitares, retenían o
secuestraban a alguien, y la comunidad, de forma masiva, cien o ciento cincuenta
personas, iban hasta donde estaba el grupo armado a exigir su liberación, y había
diálogo: unos con las armas y otros con la palabra. Y se llegaban a acuerdos y se
respetaban.
Menciona a Teófilo Manuel Acuña, líder campesino asesinado el 22 de febrero
de 2022, y quien hizo público lo ocurrido con las ciénagas del río Lebrija, en
Magdalena Medio, desecadas por los paramilitares que desviaron los afluentes y
construyeron jarillones de kilómetros de tierra, generando un daño ecológico
enorme34. Cuenta que él creía en la palabra y en que la única manera de avanzar —
en el camino de la paz— era el diálogo.
Para Luisa, Colombia no ha podido consolidar la paz, porque la idea de nación
se fortaleció a partir de la eliminación y del exterminio de todo lo diferente, , por eso,
humanizar al otro, reconocerlo desde el diálogo es necesario para convivir en paz.
El 15 de febrero de 1976, el M-19 asesinó al líder sindical José Raquel
Mercado35, tío abuelo de la madre de Luisa. Esta tragedia marcó la percepción que
su familia tenía de este grupo armado. Pero en el 2005, en una intervención cultural
en Usme —localidad de Bogotá—, la jefe de Luisa, una excombatiente del M-19, fue
quien le enseñó sobre el trabajo comunitario, los procesos organizativos, y quien le
empezó a mostrar esa complejidad de la humanidad que Luisa identifica como uno
de sus grandes aprendizajes.
María Eugenia señala que es necesario reconocer y respetar al otro así piense
diferente, y conversar sobre lo que nos genera tensión para construir y fortalecer el
tejido social: «Porque si uno no lo conversa queda un nudito allí, entonces hay que
desatar los nudos que nos empiezan a apretar en las relaciones».
Para Isabella, somos un país acostumbrado a unas formas de
desconocimiento del otro. Y en la medida en que empecemos a cuestionar la forma
en que nos expresamos de los otros, el cómo nos relacionamos, podemos transformar
las relaciones entre las personas y encontrar mecanismos de resolución de conflictos
que sustenten la paz.
Y conversar implica saber escuchar, de acuerdo con Olga: «Es entender por
qué tú tienes esa postura, y yo tengo esta otra postura, y encontrar una más allá de
la tuya o la mía».

Jimena, cuando se encuentra con los efectos de su trabajo por la paz se siente
feliz. Pero trabajar en la construcción de paz cansa, y es una labor titánica, similar a
echarle una gotica de agua al mar y, a veces, se siente frustrada. Pero como les dice
a sus estudiantes: ¿quién dijo que esto era fácil?.

34 Verdad Abierta. El lío de tierras detrás del asesinato de Teófilo Acuña y Jorge Tafur. 2022. Enlace:
https://verdadabierta.com/el-lio-de-tierras-detras-del-asesinato-de-teofilo-acuna-y-jorge-tafur/
35 La Silla Vacía. Detector: el M-19 sí asesinó a José Raquel Mercado. Enlace:
https://www.lasillavacia.com/la-silla-vacia/detector-de-mentiras/detector:-el-m-19-s%C3%AD-
asesin%C3%B3-a-jos%C3%A9-raquel-mercado

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