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Category: Romance
Genre: 18, asistente, drama, erótica, humor, jefe, latina, millonario,
romance
Language: Español
Status: In-Progress
Published: 2022-02-20
Updated: 2022-04-09
Packaged: 2022-05-25 18:25:53
Chapters: 61
Words: 119,135
Publisher: www.wattpad.com
Summary: ¿Cuál es el trabajo de tu sueños? ¿El qué te paga un
sueldo con el que jamás habías soñado? ¿O en el qué tienes un jefe
ardiente como el infierno? ¿Y si se juntan ambos en uno solo? ¿Qué
estarías dispuesta a hacer para conservar el mejor trabajo del
mundo? ¿Qué estás dispuesta a hacer para convertirte en la
asistente perfecta?
Language: Español
Read Count: 603,767
ANTES DE LEER
Esta es una historia catalogada como madura, para mayores de 21
años, si deseas leerla y no tienes está edad, queda bajo tu
responsabilidad hacerlo.
Aclaraciones importantes:
Yoss.
SINOPSIS
¿Cuál es el trabajo de tu sueños?
Chema se ríe.
Él nació aquí, sus padres inmigraron hace muchos años, por lo que
puede vivir tranquilamente. Más o menos tranquilamente. Trabaja
como mesero en un restaurante de esos finos, donde nosotros no
podemos ni soñar en pisar, si no es para trabajar lavando platos o
sirviendo mesas. Se suponía que tenía trabajo seguro ahí, pero al
final no me lo dieron.
Me encanta el rosa.
Cuando por fin llego ya me duelen los pies, pero pongo mi mejor
sonrisa y entro en el edificio, que marca Google maps, que es la
dirección del anuncio. Hablo más o menos el inglés, lo básico, he
mejorado desde que llegué, pero aún hay cosas que no entiendo.
Ella resopla.
—¿Eres inmigrante?
—Sí.
Hummm.
Continúo leyendo.
—¿Productora de qué?
Me mira con cara de póker, después deja salir una risa estridente y
chillona.
—¿Al término del período de prueba me van a pagar los siete mil
dólares correspondientes a la dos semanas?
—Y esto que dice aquí que debo tener satisfecho a mi jefe con mi
desempeño... ¿Qué significa?
Si será babosa.
¿Y si el tipo me pide tener una aventura con él? ¿Si quiere que sea
su amante de oficina?
Me repasa de arriba abajo una vez más. Después sonríe como una
bruja maldita.
Babosa.
Nada más porque no quiero que el viejo rabo verde me pida ser su
amante, pero por puro orgullo femenino y por cerrarle el hocico, me
le insinuaría al jefe, solo para demostrarle a esa monigota que, a
pesar de ser mexicana y de pueblo, claro que puedo llamar la
atención del Sr. Black.
Sus dedos son muy largos, sus manos finas y estilizadas, cuidadas
mucho más que las mías, pero claro, el es un gringo pudiente. El
cabello negro va pulcramente peinado hacia atrás, sus rostro
anguloso y afilado tiene una expresión seria y concentrada.
Suspiro.
Ok, creo que sí debo ir con él. Caray, por lo menos podría decirme
lo que tengo que hacer, no voy a adivinarle el pensamiento. Me
pongo de pie rápidamente y le sigo fuera de la habitación.
Camino a su lado, un paso detrás de él. Extiende una mano en mi
dirección con la palma abierta, se la tomo inmediatamente y le doy
un fuerte apretón para presentarme.
Que imbécil.
Sigue avanzando sin decir nada, hasta toparnos con una puerta
marrón, de la cual salen esos sonidos amortiguados e ininteligibles.
Coloca una mano en la puerta y antes de abrir me mira de nuevo.
—¿Dónde lo consigo?
No responde de nuevo.
Gemidos.
4. BLACK PRODUCTIONS
Pero...
¡Madre mía!
Miro hacia el piso sucio, mis mejillas se encienden por haber sido
tan tonta y dejar caer el café de mi jefe, pero mas vergüenza me da
estar aquí, presenciando esa escena.
—¿Qué está pasando? —pregunto ahogándome con mi propia
saliva, un poco más alto de lo que pretendía hablar, lo que provoca
que los demás volteen a verme.
Black Productions.
El café.
—Sí, señor.
Me apresuro a salir del lugar, una vez en el pasillo y sin escuchar los
gemidos, me recargo en la pared pensando en lo que acaba de
pasar. ¿En qué mierda me metí? Soy la asistente de un productor
de películas pornográficas.
Por eso la paga es tan elevada, por eso el puesto sigue vacante
después de una semana y por eso ponen a prueba quince días,
supongo que si toleras ese tiempo y te adaptas, sirves para el
trabajo.
Chema necesita que lo ayude con los gastos, mis padres también
necesitan dinero, son tres mil quinientos dólares, en ningún lado me
van a pagar esa cantidad.
Diablos.
—¿El Sr. Black pidió otro café? —inquiere la Kennedy #2—. ¿No le
gustó el que llevaste?
Bueno, tal vez tiene un punto. Aún así, considero que ella es una
perra por no advertirme una vez que había firmado.
—Gracias.
La puerta está entre abierta y entro sin tocar, él habla por su móvil y
apenas se puede escuchar lo que dice. Me mira y extiende la mano,
en esta ocasión sí coloco el café en ella, le da un sorbo cortito y
luego lo deja en su escritorio.
—Ya dije lo que tenía que decir —responde severo a quien sea que
está del otro lado de la línea—, te veo después.
—¿Y mi auto?
—¿Pediste mi auto?
—Ya pedí su auto, Sr. Black —dice la Kennedy #1, agitando sus
falsas pestañas—, estará aquí en unos segundos.
Me da pena ajena.
Por primera vez, noto un indicio de sonrisa que no pasa de ahí, creo
que no fue una sonrisa, tal vez fue un espasmo por un cólico.
Entonces sí es un secuestro.
¿Decirle qué?
¿Quién es Cheryl?
—Kennedy se...
—Candy —lo corrijo por tercera o cuarta vez, ya no me acuerdo—,
me llamo Candy Ruiz.
—Sr. Black, que gusto tenerlo aquí hoy, su mesa está lista —apunta
el recepcionista.
—Soy la asistente del Sr. Black —aclaro—, debo entrar con él.
Subimos al auto otra vez para regresar por el odioso Sr. Black al
restaurante lujoso, que seguro, ni siquiera tiene una comida tan rica,
la gente que sale de ahí tiene cara de amargada, así que no
debieron comer sabroso, porque una persona con la panza llena, es
una persona feliz. Yo lo soy después de haber ahogado mis penas
en la salsa búfalo hot de los boneles.
—No tengo ropa de oficina —admito—, vine a Nueva York con una
mochila donde solo cabían tres cambios de ropa.
Roney suspira.
Ellos suben en la parte trasera del auto, Roney me indica que suba
en la delantera junto con él y eso hago. La rubia es una atrevida
sentándose en las piernas de mi jefe, besuquea su rostro y cuello y
yo no puedo dejar de dar miradas furtivas al retrovisor para ver lo
que hacen. Son unos indecentes, eso no se hace en público.
Él no quiere, ofrecida.
—Claro que quiero —responde con voz ronca.
Su mandíbula se tensa.
—Te veo a tu regreso, Minnie —se despide el Sr. Black. Por dentro
siento una inmensa e insana satisfacción, lo peor es que ni siquiera
sé por qué me da tanto gusto que no se quede a coger con ella.
Puta madre.
Oh diablos.
¿La ducha?
—¡Monty! —dice la mujer con las tetas al aire—, tanto tiempo sin
grabar juntos, estoy emocionada.
¿Monty?
Con que ella es por quién se puso celosa Jessica Rabbit, bueno, yo
también me pondría celosa si tuviera alguna especie de relación con
mi jefe y supiera que va a grabar con la mujer que tiene en frente.
Es en verdad espectacular. No solo tiene un cuerpo perfecto, es
mucho más bonita de cara que la rubia tetona, que ahora que lo
pienso bien, tiene pinta de ser actriz porno.
Me enamoré.
Quiero tocarlo.
Y apretarlo.
También chuparlo.
Hasta casarme.
—Las cremas.
—Sí, claro. —Me doy una bofetada mental para dejar de suspirar
por el pene de mi jefe y tomo la crema para entregársela.
¿Poco productiva?
—Dale tiempo, no seas tan duro Monty, se ve que es una chica linda
y lista.
¿Aplicarlo en su cuerpo?
¿Ponerlo en mis manitas y esparcirlo por ese cuerpo vampiresco y
sensible como nalguitas de bebé?
Sí a todo, jefe.
—Te faltó algo —dice Serena, señalando con la vista al muerto. Miro
al Sr. Black que permanece inexpresivo, abro la crema, vierto otra
cantidad y lo vuelvo a mirar.
¡Oh, por Dios! Le estoy tocando los huevos y el pito a mi jefe. Este
es sin duda, el mejor puto trabajo del mundo. Mi mano derecha se
mueve a través de su larga longitud. Muy larga longitud. Y la otra
sostiene sus testículos, frotándolos.
—Lo siento —me disculpo, me arde la cara al notar que todos nos
miran con curiosidad.
Y frente al staff.
Mierda.
—¿Cuál error?
Y un cambio de bragas.
¡Diablos!
Compórtate Candy.
Diablos.
Él me mira inexpresivo.
Suspiro y lo sigo.
—¿Sucede algo? —El Sr. Black me mira con curiosidad, y hace que
me sonroje por lo bonitos que son sus ojos.
Interesante.
¿Es en serio?
Miro a Roney de reojo que solo alza los hombros, seguro él ya sabe
los itinerarios de mi jefe. Me arrellano en el asiento y cruzo los
brazos, increíblemente molesta de que mi jefe sea un promiscuo.
10. POLIISOPROPENO
Voy rumiando mi disgusto todo el camino hasta llegar al hotel de la
pelirroja. Esa mujer no sé si es una persona o un pulpo, va enrollada
en mi jefe, atrapándolo con sus tentáculos y el pobre no se puede
liberar. La odio a ella y a sus labios que parecen querer matarlo de
asfixia.
Se despegan para bajar del auto, el jefe dirige una mirada hacia
nosotros para indicarnos que ya nos podemos ir y entonces Roney
pone el auto en movimiento de nuevo. Me molesto aún más
mientras nos alejamos, quizá debería ir a rescatar a mi jefe de esa
mujer.
—Sí que lo está —dice alzando las cejas, estamos en la zona nice
de Nueva York y yo vivo en la zona que no lo es.
He tenido algunos novios pero nada serio, salvo el último, que fue
con el que perdí mi virginidad hace dos años, pero el muy imbécil
me puso el cuerno con una chica del pueblo contiguo y lo mandé a
volar. Lo cierto es que me dolió, no estaba enamorada, pero según
nuestra relación era formal.
Mucho...
Promiscuo.
Diablos.
—¿Qué?
Pero...
—¿Por qué tiene que ser tan promiscuo? ¿Y por qué no puede
comprar sus propios preservativos? ¿Por qué tengo que ser yo
quien pase la vergüenza?
Escucho la risita de Roney.
Reviso las fechas, que me indican que esos estudios se los hace
mes con mes, con lo promiscuo que es, debe preocuparse de
contraer una enfermedad, al menos se cuida de ello. Checo la
agenda y veo que hay una cita marcada dentro de tres días, con el
mismo laboratorio que le hace los análisis.
—Está aquí con una mujer, una pelirroja, exuberante, labios gruesos
—la describí, pero la mujer niega.
Por un lado me digo que es algo que no me interesa, pero por otro,
es mi trabajo estar pendiente de los asuntos de mi jefe. Y por otro,
me encantaría joderlo sacándolo de esa habitación. Por lo que
presiono de nuevo el botón del cuarto piso y subo otra vez.
—Molly, sabes que sin los análisis no accedo a nada, me dijiste que
los habías enviado a Kennedy.
Yo sonrío.
—Olvídalo Kennedy.
—Sé que sabe que me llamo Candy, Sr. Black, pero está bien,
entiendo que está molesto.
Yo sonrío.
Malditos gemidos.
Me tiro en mi cama exhausta. Creo que estoy aún más cansada que
cuando hice la travesía de viajar de mi pueblo a la ciudad de México
y de ahí a Nueva York. Quiero dormir, pero también me mata la
curiosidad por saber más de mi jefe.
Detallo que todas y cada una de sus citas hayan entregado análisis
médicos, buscando la más mínima cosita para cancelarles la cita.
Sin embargo, no encuentro ningún motivo para hacerlo, y eso lo
único que provoca es que me moleste más.
Opto por dejarlo de una vez, para cuándo apago la tableta son casi
las tres de la mañana. Gimoteo dándome cuenta que solo voy a
poder dormir tres horas, debo estar en la oficina a las siete de la
mañana en punto. Y Gimoteo aún más al recordar que no tengo que
ponerme.
✤✤✤
—Sr. Black —digo con voz ronca aún por el sueño—, ¿qué sucede?
¿Es en serio?
Maldita sea.
Putas alergias.
Quiero mandarlo a la mierda, pero seguro eso sería una causa para
que me despida y no me puedo dar ese lujo. Respiro profundamente
y me pongo de pie.
No dice nada más. Cuelga y corro al baño para darme la ducha más
rápida con jodida agua fría que me hace despertar. Salgo envuelta
en la toalla y corro por todos lados buscando ropa. Entonces es
cuando recuerdo que no la saqué de la lavadora.
Mierda.
Lo veo aparecer por una puerta al otro extremo del pasillo, viene
descalzo, despeinado, con cara de dormido y llevando únicamente
un pantalón de pijama que se sujeta precariamente de su estrecha
cadera, dejándome ver el inicio de su pelvis depilada.
Suculento.
¿Cuarenta años?
Montgomery Black.
—Dejemos algo claro, Kennedy, la asistente del Sr. Black soy yo,
¿necesitas que él te lo diga personalmente?
Tomo los dos y después voy por el café del jefe para irme a su
oficina. Él está encendiendo su equipo, pero me mira de reojo
entrar.
Candy.
Pero es que los condenados hot cakes están deliciosos, la fruta muy
fresca, las salchichas y los huevitos saben riquísimo. Aunque
seguramente la salchicha y los huevitos de mi jefe saben mejor. Lo
imagino lleno de miel de maple y mi lengua recogiendo todo.
Que pecado.
¿Qué?
Puta vida.
Oh.
Carajo.
Miro de reojo a mi jefe, bastante cómodo mirando la escena, pero lo
que jala mi vista es el bulto que ha comenzado a marcarse contra la
tela de su pantalón.
Maldita sea.
Listo, me morí.
Me siento discriminada.
—¿Eficiente?
¿Bonita? ¿Cachonda?
—Centrada —responde—, que sabe que viene a trabajar y no a
pretender tener algo conmigo, sigue así —pronuncia, mandando a la
mierda toda mi excitación.
14. WASABI
Si hay algo que tenemos las mujeres de mi pueblo, es el orgullo que
nos llega hasta el cielo. Las palabras del Sr. Black no solo me
bajaron la calentura como si tuviera hielitos en la vagina, también
me hicieron aterrizar en la realidad.
—¿Y tú creías que el jefe se iba a fijar en ella? El jefe tiene buen
gusto.
Estúpidas.
Mal vestida.
—Soy Candy Ruiz —digo con firmeza—, la asistente del Sr. Black y
en este momento está en una reunión y no puede atenderla,
señorita Minnie, puede dejarle un mensaje si gusta.
Suspiro.
Roney me da un asentimiento.
Avanzo con él y entro al restaurante finolis. Igual que ayer es
recibido con un despliegue de atenciones y somos llevados a la
mesa reservada, que está un poco apartada de los demás.
Inmediatamente nos ofrecen la carta, los platillos aquí son todos
raros y no sé que significan con los nombres porque no tienen
descripción, pero para no verme como una ignorante, decido pedir
algo que suene bien rimbombante.
Diablos.
—No sé, jefe, quizá voló un poco del polvito mientras le ponía a los
míos —invento, no puedo decirle que cambié sus caracoles por los
míos.
El mesero llega con el agua, el Sr. Black la toma toda de jalón y pide
más, la cual le sirven inmediatamente. Cuando por fin logra pasarse
la sensación, está empapado en sudor y el nudo de su traje está
desecho, con varios botones de su camisa abiertos.
—Lo siento, Stef, pero debo cambiarme la ropa y darme una ducha,
el sudor me genera irritación.
A parte de su vergota, hay algo, que impide que cualquier mujer que
lo mire, pueda apartar los ojos de él.
—No lo sé, nunca he tenido una amiga con la que no haya follado.
No me extraña.
El jefe se ríe dejándome en evidencia otra vez, pero ahora no siento
vergüenza, porque la melodía de su risa me emboba.
Pero una muy chica. Lleva un crop top que deja al descubierto su
abdomen y una mini falda que apenas cubre lo necesario. Su
cabello rubio rojizo va suelto en largas ondas que cae por su
espalda y encima de sus pequeños senos. Es pequeñita y delgada,
su piel luce tersa y sonrosada.
El jefe niega.
Ella asiente.
—Me llamo Ollie Richards, soy neoyorquina, pero mis padres son
rusos y emigraron hace años, tengo veinticuatro años y me encanta
el sexo —dice riéndose—, y me gustaría ser parte de la compañía
porque juntaría dos cosas que me gustan, el sexo y el dinero —
comenta graciosa haciendo reír brevemente al jefe.
El Sr. Black hunde los dedos en el elástico de las bragas y las saca
por sus piernas, dejando así expuesto a la cámara la vagina de
Ollie. Y me da envidia, porque su vagina es muy bonita, rosadita y
sin vello, justo como la de las películas porno. Que vida tan injusta,
crear un ser tan perfecto.
Musculitos sonríe.
—¿Candy, cierto?
Asiento.
¿Qué?
—Sí, eres una chica linda, diferente a las que se ven por aquí.
Miro la tacita que hay sobre una de las mesas, apenas ha dado un
sorbo, tiene unos veinte minutos que lo traje para él y no lo ha
tomado.
Diablos.
—De acuerdo.
Sonrío.
—Gracias, señor.
—Candy —dice con voz baja y seria—, las relaciones entre los
empleados están prohibidas.
Oh.
—No lo sé, no lo creo, al fin tendrá una cita que yo no voy a arruinar.
—Aunque lo diga en modo de broma, realmente me aprieta el
estómago pensar que se va a ir a follar después.
Muchas.
¿Para que quiere el Sr. Black que surta su despensa si come fuera?
No lo sé.
Diablos.
Me giro para verlo detrás de mí, a nos pasos una morena súper
voluptuosa como las viejas que le gustan se ríe en silencio, de mí,
supongo.
Él abre con cara de pocos amigos, solo lleva el bóxer y ese cuerpo
que tanto me gusta exhibe algunos besos manchoneados.
—Candy —gruñe.
Pero... ¿Qué?
Parece que la tipa tiene un jodido alta voz integrado que gime como
una desquiciada. La odio, pero odio aún más a mi jefe imaginando
cómo debe estar follándola para que ella gima así.
» ¡El chiste del chocolate es como se bate! ¡De nada sirve un batidor
enorme si no sabe usarlo!
El esposo mío.
—No soy sensible y frágil —rumia, puedo ver una de sus venas
saltar en su sien—, y usted es la persona más desesperante e
incompetente que he tenido como asistente.
Mierda.
✤✤✤
Puta madre.
—Señor, mil disculpas por lo que dije anoche, estaba muy molesta
por...
¿Gracias?
¿De verdad?
—¿Platicarte qué?
Sonrío.
Chismosito Roney.
—¿Qué es curioso?
Aunque eso me confirma una vez más, que sólo soy la asistente.
—Vianey fue su asistente por varios años, casi desde que se fundó
la productora —comenta, un pinchazo se me clava en el estómago,
debió ser realmente eficiente para que conservara su empleo tanto
tiempo—, pero se tuvo que retirar, era una mujer mayor.
Exhalo el aire.
Dudo que el jefe se follara a una mujer mayor, eso sería el colmo.
—No, todas son despedidas por meterse con él, están prohibidas
las relaciones entre los empleados.
Que maldito.
Perra vida.
—¿Y de la despensa?
—Solo digo que el jefe, está comportándose raro desde hace unos
días.
—No, raro porque nunca habría permitido que una asistente viniera
de Converse y jeans a trabajar, no le habría tolerado tantas citas
desastrosas y definitivamente, no la habría dejado dormir en su
casa, así sea esposada.
—Eso sólo significa que necesita una asistente tanto, que está
dispuesto a soportar mi desastrosa presencia.
—No tengo dinero —le aclaro por segunda vez—, quizá después del
período de prueba puedo comprarme ropa.
Asiento.
Niego inmediatamente.
—No, ¿Cómo crees? Es el dinero del Sr. Black, no quiero darle otro
motivo para que me despida.
Roney sonríe.
—Como elijas.
—Te crees superior ahora porque traes traje, pero se nota que es
ropa barata del Wal-Mart.
Entonces me mira.
Resoplo.
—Sí, señor.
Él asiente.
—Tal vez si vas con la persona indicada, pero si no, lo único que
encuentras ahí es la soledad.
—¿Seguro?
—¿Razón en qué?
Un momento.
Diablos.
Suspiro.
—Es su vida, señor, puede hacer lo que quiera —termino por decir,
se nota que nada que lo que argumente le hará cambiar de opinión.
El jefe suspira.
—¿Su padre sabía que usted era actor? ¿No le dijo nada al
respecto?
Oh.
Entonces me mira.
Niega.
—No, mamá también se enteró ese día, pero ella estaba dispuesta a
perdonarlo, cosa que yo no pude. Pero a él no le interesaba su
perdón, ya descubiertos, decidieron hacer pública su relación, se
quedó con mi prometida y mamá y yo tuvimos que irnos de su casa.
Mierda.
—Pero es una más, hace mucho tiempo dejé de sentir algo por ella,
sobre todo cuando volvió a buscarme, después de quedarme en la
dirección de la empresa.
Vieja interesada.
—Sí.
El jefe se ríe.
Y son un chingo.
Asiento.
—Dos —confieso.
—¿Dos?
Asiento.
—Veintiuno.
Preparo uno para él y otro para mí, tomo varias galletitas y regreso
al área de jacuzzis. Él está muy entretenido conversando con ellas
que lo rodean casi como si fueran abejas en un panal y eso me
causa un indiscutible fastidio. Camino hacia él decidida de quitarle a
las tipejas de encima.
Emerge primero que yo, que trato de ponerme de pie lo más rápido
posible. Las galletitas flotan en el agua que ahora se mancha
rápidamente del café que se extiende por todos lados. El Sr. Black
me mira con gesto casi asesino y yo quiero volver a hundirme y
ahogarme para no recibir su reprimenda.
El jefe sale del jacuzzi sin decir nada, completamente rojo de ira y
también escurriendo agua por su carísimo traje y sus zapatos
italianos. Todo el mundo intenta socorrerlo, pero él no presta
atención a nadie.
Ahora sí me va a correr.
Doy la vuelta para salir del baño, pero su voz, de nuevo baja y fría
me detiene.
Tonta Candy.
Sus huevitos.
—Sí, señor.
—Sí, dígame.
Mierda.
Doblemente mierda.
Cuento a las personas que hay, son seis chicas las actrices,
supongo que ellas pueden usar dos habitaciones. Los chicos del
staff son diez, por lo que sobran dos. Y yo.
Triplemente mierda.
Maldita sea.
Todos niegan.
Puta madre.
Niego.
¿Qué mierda?
Estoy tentada a decirle que mejor llamo a Roney para que venga por
mí y que no es necesario cambiar la habitación con nadie, pero
entonces si me voy, él se quedaría solo y muy seguramente una de
esas viejas viene y se mete en la cama con él.
Sonrío.
—Está bien.
Toma asiento del otro lado de la cama y levanta la taza de café para
dar un sorbo. Ambos cenamos en silencio, yo demasiado
avergonzada como para atreverme a decir algo y él aún parece
molesto. También incómodo, quizá la irritación le molesta. Apuro la
comida y después tomo la crema.
El jefe asiente.
El jefe gira con cuidado, tenerlo desnudo en una cama es algo que
ni siquiera había soñado, y ahora lo tengo, aunque no en la
situación que me gustaría. Vuelve a fijar sus ojos en los míos
mientras mis manos se mueven por su pecho, cubriéndolo con la
crema.
Vaya.
Yo suspiro.
Quiero besarlo.
Quiero chuparlo.
Quiero chuparlo tanto que termine irritado por mi boca y no por agua
caliente. Quiero chuparlo tanto que le saque toda la lechita y ponerla
en mi café de las mañanas. Quiero hacerle tantas cosas a este pene
que no puedo evitar morderme los labios mientras lo acaricio.
Suspiro.
El jefe niega.
Mierda.
Presentar mi renuncia.
¡No!
Frunzo el ceño.
El Sr. Black sale envuelto con una toalla sobre la cadera y secando
su cabello, no me mira y se va directo a tomar su ropa interior y
comenzar a vestirse.
—Espere, señor, debo aplicar las lociones y la crema para la
irritación.
—Pero...
Estoy lista para cuándo el jefe sale de nuevo del baño, luciendo
extrañamente sexy porque no se ve como todos los días de
elegante, con corbata y correctamente peinado, pero definitivamente
sigue viéndose delicioso, incluso se ve más joven con este look más
casual.
Sale sin decir nada, suspiro y entro en el baño para lavarme los
dientes. Recojo todo en la habitación y bajo también para guardar
todo en el auto, los zapatos, la ropa de ayer y el neceser. Después
me dirijo al restaurante para encontrar a mi jefe sentado con el six
de Barbies que no hacen más que insinuársele. Rechino los dientes
y me siento en una mesa sola.
Él sonríe.
«Sí, pero no pasó nada, están prohibidas las relaciones entre los
empleados.»
Levanto la vista al Sr. Black que revisa en una pantalla la toma que
se hizo de una pelea entre las chicas dentro de una pequeña piscina
de barro.
«Mi jefe solo se folla a actrices porno con tetas grandes y coños
bonitos y lampiños.»
—Lo sé, lo leí. Termine el trámite para irnos. —Sale del hotel hacia
el estacionamiento, yo le sonrío a Emet que me mira detenidamente.
Una vez que ha quedado liquidado el servicio, por fin nos ponemos
en marcha de regreso. Son casi las seis de la tarde y espero que,
para la hora que lleguemos, el jefe me permita ir a casa y me deje
dormir.
—Su no novio, pero que opina que su coño es muy bonito —replica.
—Váyase, Candy.
Suspiro, este día fue terrible, aunque no hice ninguna tontería, más
que llamarlo pervertido. Camino a la puerta, pero me detengo antes
de abrirla.
—Le va hacer daño tomar alcohol sin comer nada, ¿quiere que le
ordene algo para cenar?
—No.
—Entiendo.
—¿Con Goku?
Asiento.
—Fue el primer pilín —digo en español—, que vi en una caricatura,
me enamoré de él.
—Ahora no, pero cuando era niño sí, por eso me gustaba Candy.
Leche caliente.
Joder.
Suspiro.
Asiento.
El jefe sonríe.
Está tan cerca de nuevo, mis piernas sobre las suyas y su mano
sostiene mi barbilla para que no me mueva. Inconscientemente
jadeo, es imposible no hacerlo teniendo su boca a sólo unos
centímetros. De pronto, su vista sube a la mía y se queda ahí,
acelerando mi respiración a mil por hora.
—¿Ya no?
Niego.
—Yo también —digo por decir algo, quiero que siga hablando así,
cerquita de mí.
—Candy… —musita.
—Yo…
—¿Usted?...
—No sé…
—Yo tampoco.
Suspiro.
Tonta Candy.
Diablos.
Hace casi una semana que no hablo con mis padres. Mamá es de
esas mujeres que llaman cada rato para asegurarse que sigo viva y
se molesta si no la llamo al menos una vez a la semana, pero desde
que empecé a trabajar para mi jefe, no he tenido cabeza para nada.
—¿Sí, diga? —pregunta con recelo. Mamá es de las que cree que
no se deben contestar llamadas de números desconocidos, pero
supongo que al tratarse de un número de Estados Unidos, la tomó.
Resoplo, mamá es muy dramática, papá dice que es por ver las
novelas mexicanas, que son tan dramáticas que te dan ganas de
cortarte las venas.
Si conociera a mi jefe.
Mamá suspira.
Mierda.
¿Escuchó mi conversación?
Me dan ganas de decirle unas cuantas cosas para que deje de ser
tan cabrón, sin embargo, prefiero callarme e ir por una taza para
servirle café y también me sirvo una yo. Está bastante cargado y
arrugo un poco el rostro por lo amargo.
Aprieto los labios para no decir nada, seguro hoy se empeña en irse
a follar, después de varios días de no hacerlo y prefiero no pensar
en ello.
—Quiero hablar con Monty —exige una mujer con voz bastante
prepotente.
Asiento rígida.
—¿Sí?
—Gracias.
—¿No tienes más ropa? Es la misma que trajiste hace dos días —
se burla.
Chingada madre.
26. PROPUESTA
Trágame tierra y escúpeme en medio del océano donde mi jefe no
pueda alcanzarme para despedirme.
O si lo hace, no le interesa.
Lo odio.
Me río.
Me muerdo el labio.
¿Qué?
Lo necesario.
Vianney.
—Candy Ruiz.
Ella sonríe.
Ella sonríe.
Me parece notar una mirada rápida hacia mí, por parte de ella.
Él asiente.
—¿A la de mujeres?
Él resopla.
Ella suspira.
—Voy para allá —contesta—, no me importa, dije que voy para allá
—recalca.
Él niega.
Vivian es una mujer que parece más joven de lo que es. Alta,
delgada, bonita aunque algo demacrada, cabello negro brillante
como el de mi jefe y casi tan blanca como él, pero en cuestión de
facciones no se parecen. Sus rostros son completamente distintos.
—Pero, yo solo quiero hablar con él, dile que me llame, Monty —
suplica.
Gimoteo.
Ninguna mujer debería vivir algo así, no por un hombre que no supo
valorarla.
Miro a mi jefe, que ahora tiene el rostro encendido y nos mira con
molestia a ambas
El jefe gruñe.
Vivian sonríe.
Casi dos horas después, el jefe me dice que debemos irnos, apenas
tenemos tiempo de llegar a cambiarnos para el cocktail de
aniversario.
Regreso con Roney que con la mirada pregunta que tan serio fue
esta vez, le platico súper rápido que todo está bien, sólo fue un mal
momento. El Sr. Black sale al cabo de cinco minutos y subimos al
auto para regresar a Manhattan.
Suspira.
El jefe asiente.
Vuelvo a asentir.
—Dos copas de vino, por favor —pido en voz bajita, para no llamar
más la atención de lo que ya lo hice por atravesarme.
Me muerdo el labio.
—¿Quién es tu jefe?
El hombre sonríe.
Niego inmediatamente.
—Por eso.
—¿Eres mexicana?
Asiento.
¿Mamá?
—¿Cuál es tu nombre?
Summers.
—Jay —repito, su nombre se me hace como de galán de película
gringa—. ¿Eres hijo de Irina?
**********
1/3
29. HERBERT
Después de la introducción que demoró cerca de veinte minutos,
Irina regresa al escenario para proponer un brindis por el cincuenta
aniversario de su empresa y por los lazos de amistad que ha forjado
su familia con otras productoras. Después cede el micrófono a quien
quiera decir algunas palabras, a lo que todos parecen estar atentos
a mi jefe.
Ella asiente.
Sonríe.
Me río.
Mi pobre jefe.
Saber que ella ha sido su amiga y que lo conoce tan bien y de tanto
tiempo, solo empeora mi nivel de celos. Mandy no es una mala
persona, lo tengo claro, pero no puedo evitar ese sentimiento la ver
cómo mi jefe besa su mano y la acaricia.
Carajo.
—¡Monty, hijo mío! Emotivas palabras las que expresaste sobre Irina
—se une el anciano Jhon, es alto, pero no tanto, tal vez por la edad,
que ya no se para completamente erguido.
Listo.
Culero.
De hecho, lo creo.
Tal vez no son una pareja formal, pero se nota que hay algo entre
ellos y eso me hace querer gritar de frustración.
—Pendejo —siseo.
Mierda, yo y mi bocota.
No respondo, pero no puedo evitar que mis ojos vayan hacia mí jefe,
que justo ahora deja un beso en la sien de Mandy Lenux.
—Yo los elegí y créeme que tengo un buen paladar —me anima a
probarlo.
Agarro uno de los que me ofrece, es una galletita con algún especie
de puré encima, algo que supongo es crema y un polvito rojo. Me lo
meto entero a la boca porque es chiquitín, sabe muy rico, pero no
logro diferenciar que son los sabores que estoy probando.
¡No!
**********
2/3
30. FANTASÍA
Oh mierda.
Mierda.
Mierda.
Mierda.
—¡Candy!
Oh mierda.
Esto no.
Ay, no.
Suspiro.
Llevarme a mi casa.
Niego.
Él asiente, resignado.
Niego.
—No seas ridícula, no vas a llegar a ningún lado con esos tacones,
vamos, sube al auto.
Él se ríe a carcajadas.
—Es cierto lo que dijo Monty, que eres la persona más hilarante que
pueda existir.
Me detengo en el acto.
—¿Dónde vives?
Él se ríe.
Me río.
—Eres un engreído.
Se encoge de hombros.
—¿Estabas llorando?
Él asiente.
Pero…
—Tu oferta de trabajo es extraña. ¿Sabes? E incomoda, dudo que
alguien la vaya a aceptar si la planteas así.
Jay sonríe, esta vez no es tan cínico como las anteriores. Detiene el
auto en un semáforo y me mira juguetón.
Él se lo piensa.
Sonrío y asiento.
—Gracias, por todo, por traerme, por el empleo y por hacerme reír,
lo necesitaba.
Me guiña un ojo.
—Te veo el lunes. —Me guiña una última vez un ojo y sube a su
vehículo.
**********
3/3
31. UNA SEMANA
Hacía seis noches que no podía dormir más que un par de horas,
aunque tampoco es que haya dormido mucho, pero al menos
descansé un poco más. Me levanto arrastrando mi alma por el suelo
y miro mi desastroso rostro en el espejo. Me veo terrible, mis ojos
están inflamados de tanto llorar anoche.
Demasiado.
Y eso me duele mucho cada vez que recuerdo la última mirada que
me dio. Suspiro y me meto a la ducha, debo ir a la oficina a firmar mi
carta de despido, entregar el móvil y la tableta de la empresa y ver si
puedo conseguir la carta de recomendación que me pidió Jay.
Además debo recuperar mi bolso. Me visto sencilla, con mis jeans
desilachados oscuros, una remera negra sin mangas y unas flats
negras. Cómo si estuviera de luto.
Parpadeo.
No sé cómo responder a esa pregunta.
—Me dijo que era la peor asistente que había tenido y que me
alejara de usted —puntualizo, tragándome las lágrimas que se me
quieren acumular por volver a recordar eso.
—Es la peor asistente que he tenido —recalca—, pero no la
despedí, sólo le dije que se fuera.
No me despidió.
Puta madre.
No me despidió.
Ay carajo.
¿Qué?
—¿Viajamos? —cuestiono, incrédula—. Usted no me dijo que debía
ir.
Joder.
—¿Entonces qué? ¿Me va a dejar a mi, para irse con él? Creo que
solo está usando de excusa lo de anoche para botar el trabajo.
Pero…
¿Qué mierda?
Me quedo tiesa, sin saber que decir y sin poder creer lo que acaba
de decir. Él me buscó anoche. Me llamó. Y yo estaba con Jayden. Y
acepté su empleo. Y lo besé.
—Sr. Black…
—¿De verdad va a dejarme e irse con Jayden?
—Señor… yo…
—Sí.
Asiente rígido.
—Bien, a trabajar que hay mucho por hacer antes de tomar el vuelo.
Tráigame un café —ordena serio.
Sonrío.
—¿Aquí en la oficina?
—No me molesta comer con usted, Sr. Black, pero no creo que la
oficina sea un buen lugar para hacerlo, podríamos ensuciar el
escritorio.
Tiene un punto.
—¿Qué idea?
—La de los libros hechos películas sin censura, creo que puede ser
una buena categoría en la productora, si llegase a encontrar libros
con autores dispuestos a permitir ese tipo de filmación.
—Yo creo que sí habría quienes lo permitieran, si ellos escribieron
algo tan explícito, dudo que se sientan ofendidos por proponerles
llevarlos a la pantalla en una plataforma exclusiva para este tipo de
películas. Claro habría que cuidar mucho la estética, no hacerlo
como pornografía vulgar.
—Yo creo que sí, como lectora de literatura erótica bastante fuerte,
le digo que muchas mujeres querríamos ver eso.
—La escucho.
Durante hora y media hablo y hablo de los libros que he leído, los
que más me han gustado y los que pienso con más posibilidades de
acceder a darnos los derechos para la filmación. El jefe me escucha
atento mientras come, la película queda en segundo plano, ni
siquiera nos damos cuenta cuando termina, porque seguimos
enfrascados en nuestro intercambio de ideas.
—Realmente es algo que creo que es una opción muy buena, señor.
Carraspeo.
Ni siquiera recordaba que después de Los Ángeles ya no estaría
aquí. Ni siquiera recordaba que se suponía que mis ideas y
opiniones debía dárselas a Jayden Summers para el departamento
creativo de SGP, pero no me arrepiento de haberlo comentado con
el Sr. Black, aunque no trabaje más para él, amaría ver qué toma mi
idea y la aplica en la productora.
—Señor… yo…
No, lo que prefiero está aquí, frente a mis ojos, el problema es que
yo no soy lo que él prefiere, al menos no fuera del ámbito laboral,
pero yo no puedo separar el trabajo de lo que comienzo a sentir por
él y prefiero irme antes que esto se vuelva insostenible para mí.
—Por supuesto que no, mi amistad con Irina va más allá de una
asistente.
Vuelve a asentir.
—¿Y Vlady?
Resoplo.
¿De verdad me está preguntando eso?
—¿Entonces por qué se va? —rumia, sus ojos fijos en los míos y
me provoca que mi piel se erice.
Niega.
—Si no quiere ir a la Expo, está bien, puedo hacerlo solo. Pase con
Kennedy el lunes y recibirá su indemnización.
Suspiro.
Asiento.
Me sonrojo.
Es un buen bulto. Pero eso ya lo sabía, ya se lo había visto.
Niego.
—¿Mejor?
Asiento, trago grueso para darle las gracias, pero no encuentro mi
voz.
Él sonríe.
✤✤✤
Lo cierto es que no tengo sueño, dormí las horas de vuelo que creo
fueron cinco o quizá más, pero ya es tarde y él si debe estar
cansado, no creo que haya podido dormir en esa mala posición.
—Dudo que estar así sea más cómodo —opina el Sr. Black, es
obvio que se dio cuenta de mi renuencia a sentarme de lleno sobre
su cadera.
Resoplo.
Sí lo es.
Me recargo sobre mis manos para ejercer más presión sobre su
espalda, algunos de sus huesitos truenan por ello, pero parece
divertirle porque sonríe.
—Quizá sea porque alguien durmió sobre uno por más de cinco
horas.
Me avergüenzo.
Ay no.
¿Qué?
Ay, mierda.
Ay no.
Ay no.
Ay no.
Inmediatamente me arrepiento.
—¿Le da ansiedad?
✤✤✤
Él sonríe.
Voy a su armario y saco uno de sus trajes, el que para mí, le sienta
mejor y lo hace lucir con un precioso vampiro elegante. Conecto la
plancha y doy una pasada rápida, alisando las pocas arrugas que se
hicieron durante el viaje.
—Podemos solucionarlo.
Sale del baño y regresa a los pocos segundos, trayendo la silla que
hay frente al tocador. La coloca de espaldas a lavabo, se sienta y
echa ligeramente la cabeza hacia atrás. Mis manos tiemblan porque
nunca he rasurado a nadie y mucho menos con una navaja de
estas.
—Prepare la ducha Candy —musita, sus ojos clavados una vez más
en mis labios.
Sin embrago, ella luce complacida por la atención que recibe por
parte de mi jefe y de otros de los colaboradores, que la integran al
equipo. Al ver a Irina por aquí, me imagino que Jayden también
debe estar ya en Los Ángeles, sin embargo, no me topo con él en
toda la tarde, por estar detrás de mi jefe, corriendo por todos los
espacios asignados para el congreso, pero supongo que en algún
momento me lo encontraré y eso me tiene algo nerviosa.
Carraspeo.
Esposa de mi jefe.
Eso sería un sueño demasiado ridículo incluso para mí, que suelo
fantasear muchas tonterías. La mujer me lleva a un probador, donde
me ayuda a meterme el vestido, en verdad es divino y el tejido se
adhiere a mi cuerpo como si fuera una segunda piel.
Espectacular.
Esa es la palabra.
Afirmo.
A mí esposo le encantará.
Dios.
—Me lo llevo —accedo, será bueno desquitarme del Sr. Black y sus
torturas con este modelo.
¿Es en serio?
Maldito promiscuo.
—Estoy lista —digo parándome tan cerca de él, que pareciera que
somos pareja y sonrío amablemente a las chicas.
—¿Lo lleva?
Asiento.
El Sr. Black se despide de las mujeres dándoles un guiño que las
hace soltar risitas, lo sigo a la caja donde paga por el vestido y las
sandalias que no siquiera me probé. No pregunta cuánto es, sólo da
su tarjeta y de inmediato salimos del lugar para abordar el vehículo
del hotel que nos espera.
A la mierda.
Miro hacia mí pubis, aún quedan algunos vellos y debo usar otra de
las tiras. Repito el procedimiento soltando más y más gritos y
maldiciones. Finalmente, después de cuatro tiras de cera todo se
siente listo y bonito.
Se ve bastante bonito.
Carajo.
—Hola Jay —susurro, acalorada por lo cerca que está de mí, puedo
sentir su cuerpo pegado a mi espalda—. ¿Has visto al Sr. Black?
—Por ahí anda, tomándose fotos con las actrices, ya sabes cómo es
Monty.
Lo miro.
—Debo sentarme con mi aún jefe —aclaro—, todavía estoy
trabajando.
Golfo.
Levanto el mentón.
Trago grueso.
El jefe me mira.
—Ya te dije que aún no ha firmado contigo, Jay —habla suave el Sr.
Black, recuperando la compostura de siempre—. Aún puede decidir
quedarse en su empleo.
—Ahora entiendo, sus aspiraciones son más altas que ser una
asistente —se burla.
Sonrío.
Sí, el jefe tiene cara de culo mientras yo bailo shuffle con Vlady. Me
disculpo un momento con mi amigo y voy hacia mi jefe, dispuesta a
recibir el regaño que ya sé me va a tocar, pero no tengo ganas de
quedarme callada. Da la vuelta y sale del círculo, se aleja unos
pasos y yo lo sigo a sabiendas de la que se me viene encima. De
pronto se gira y me enfrenta, desanuda su corbata en un gesto de
irritación y se pasa la mano por la cara.
Mi jefe toma mi mano para detenerme, puedo ver cómo sus ojos
oscuros chispean de furia y su mandíbula está tan tensa que seguro
debe dolerle.
¿Es en serio?
¿Va a bailar conmigo?
—Siguiéndola.
—Camine, Candy.
Me quedo fría.
—¡Y usted una provocadora, acabe con esta maldita tortura, Candy!
¿Provocándolo? ¿Yo?
Me enerva que me diga así, que piense que soy como sus otras
asistentes que solo querían meterse con él, si quiero, pero detesto
que me etiquete como las demás, que piense que si camino a su
alrededor es para que mi culo llame su atención.
No lo entiendo.
Nunca.
Me agrada.
Una vez más, el Sr. Black no hace ningún tipo de gesto que indique
que haya escuchado, pero en esta ocasión, puedo ver un pequeño
salto en su párpado.
—Jay, silencio, por favor —pido cortés pero tajante, no puede hacer
esa clase de comentarios, por eso el imbécil de Herbert Black
insinuó anoche que por eso me iba de la productora.
Asiente y sonríe.
Los sigo a otro pasillo del hotel, donde está ubicada la zona de
talleres, mi jefe lo nota, pero no me dice que está sucediendo.
Entramos en una estancia grande, la cual han adaptado para
convertirla en un foro de grabación, similar a los que hay en la
productora. Es como si fuera un departamento sin divisiones, hay
una recámara, una mini cocina y una sala pequeña, con cámaras
ubicadas estratégicamente para captar los espacios.
—Lo sé, solo quería asegurarme que no necesitaba nada, Sr. Black.
—Ignóralo.
Ay no.
—¿Segura?
—¿Explicarle qué?
¿Explicarle qué?
¡No!
Extiende una mano a mí, con un papel en ella, algo que reconozco
como un cheque.
Me está despidiendo.
Me está despidiendo.
¿Qué?
—¡Y usted váyase con Jayden, corra a sus malditos brazos como lo
hizo el viernes! ¡Yo no soporto a las personas que mienten y usted
es una experta haciéndolo! ¡Hasta dormida miente!
¿Dormida?
—¡Y usted una falsa! ¡Oh, Sr. Promiscuo, chupe mis arterias
pudendas! —dice con una voz falsa que pretende sonar como la
mía.
Me quedo petrificada.
No.
—Estaba dormida.
—No quería ser despedida como todas las demás, no quiero ser
una más. —Tomo mi maleta de la cama y la arrastro para salir de la
suite.
—Quiero follarla desde que entró a mi oficina con esa ropa horrible,
desentonando por completo con mi mundo. Quise follarla cada una
de las veces que aplicó lociones en mi cuerpo con tanta
vehemencia. Deseé follarla en castigo por cada accidente en el que
terminamos en el piso y justo ahora quiero follarla para sacarme de
la mente la imagen de Jayden besándola.
Mierda.
Oh, carajo.
—Quíteme la ropa.
El Sr. Black sonríe de lado, mis malditas bragas deciden que están
de más y que me estorban demasiado.
—Pero…
—De todo lo que dijo lo de las fantasías sucias fue lo que más me
llamó la atención —comenta haciendo que resople y me ría de su
cinismo—. No quiero que se vaya, Candy, no quiero que sea la
asistente de Jayden.
Suspiro.
—Yo no quiero que usted sea tan promiscuo, pero no se puede todo
en la vida.
Asiente.
Oh, es cierto.
Oh, mierda.
Mi esposo.
Quiero besarlo todo, todo, quiero recorrer su cuerpo con mis labios
como lo he fantaseado y chuparlo hasta que me duelan las mejillas.
Quería follarla y dejarlo, pero lo cierto es que no soy de ese tipo de
persona y si esta es mi única oportunidad de tenerlo, entonces
quiero asegurarme que nunca va a olvidar mi nombre, aunque se
folle a las mujeres más sexys y hermosas, ninguna de ellas lo quiere
a él, al hombre histérico y con mil alergias, lo quieren por lo tiene.
Tener su pene frente a mis ojos no es nada del otro mundo, pero
poder tocarlo con mis labios sí y no puedo evitar aspirar fuerte el
aroma de su piel. La cabecita rosada que tanto he deseado chupar
ahora está a mi disposición y en lo único que puedo pensar es en
darle besitos y acariciarlo con mi nariz y mejilla. Creo que amo más
al pene que al hombre, pero no puedo evitarlo, fue lo primero que
me enamoró de él.
—Necesito que haga más que besarlo, me van a explotar las bolas
—gimotea el Sr. Black—. Usted es sádica de una manera tierna y
rosa, esta tortura es peor que recibir azotes.
—¿Y esto es peor que los azotes? —Doy otro beso a la punta de su
erección y deslizo levemente mi lengua por ella, provocando que de
un latido.
Chupeteo despacio la punta, el Sr. Black cierra los ojos y aprieta los
labios en un claro gesto por tratar de controlarse, aunque puedo
notar como su cadera se eleva un poco tratando de entrar más en
mi boca. Pero no lo meto aún. Todavía no lo he besado lo suficiente,
tampoco he besado sus huevitos.
Y lo hago.
Bajo mis labios a ellos y los beso, los chupo succionando levemente
la piel que los recubre y recorriendo minuciosamente su anatomía.
Tiene un lunar que yo no había visto y es tan bonito porque parece
un corazoncito. Que hermoso.
Pero es que lamer el pene del Sr. Black es tan delicioso que sí
podría hacer un película completa solo chupándolo.
Me río, es un dramático.
—¿No le gusta?
—Me está volviendo loco esa boca. —Sus manos cubren su rostro y
lo frota con frustración—. Chúpelo ya y no se detengo hasta que me
corra.
Está bien.
—¿Qué carajos?
¿Eso es un cumplido?
—Señor, no quiero ser…
—¿Quedarme en la empresa?
El jefe niega.
—Quédese conmigo.
39. MAESTRO DEL PORNO
—¿Con usted?
—¿Es de verdad?
¡Dios!
Sonrío.
Me río.
—Demasiado celoso.
—Sus tetas son bonitas, ahora quiero confirmar que su coño lo es,
como lo dijo su amigo.
Jesucristo redentor.
Uno de sus dedos roza mi pubis y ahogo un gemido que urge por
salir de mi garganta cuando lo desliza entre mis labios vaginales. Me
avergüenzo aún más al notar mi humedad, la cual se encarga de
esparcir por la piel de mi sexo y yo cierro los ojos para no ver su
rostro.
Es delirante.
Y doloroso.
Y delicioso.
—¿No lo desea?
—Necesita ser reprendida por todas las noches que tuve que
dormirme deseando follarla.
Sonríe complacido.
¿Qué?
El Sr. Black se ríe y gira hacia mí para acariciar uno de mis senos y
besarme.
—Candy, Candy, la voy a follar tantas veces que mañana no solo va
a dolerle la vagina, también la garganta y el trasero.
Lo miro aterrada.
—Su único trabajo por hoy es tener tantos orgasmos como le sea
posible.
Dios.
✤✤✤
Jadeo.
—Espero que sea el mejor café que haya tomado —comenta cínico,
toma la cuchara y revuelve el café para mezclar su semen con el
líquido.
Gimo.
Sí sabe delicioso.
Suspira.
Estamos juntos.
—Por que yo no necesito decir que tenemos una relación para saber
que estamos juntos, que es mía. —Vuelve a besarme, mi respiración
tornándose errática por sus palabras y por sus labios que me quitan
el oxígeno—. Solo somos nosotros, una calamidad andante y un
promiscuo, juntos —susurra y sonrío porque me gusta como suena
eso.
Suspiro cabizbaja.
—Entiendo.
Me mira fijamente, sus ojos son una batalla entre frustración y furia.
—También quiero saber si dejará que se sepa que hay algo entre
nosotros, ¿o solo hay un nosotros a puerta cerrada?
Frunce el ceño.
Carraspeo.
—Mi Sr. Pito social, aunque ahora es solo mío, mi esposo pito.
Se ríe.
**********
Holaaa!
Yoss.
41. JODIDAMENTE ENOJADO
Tardamos poco más de una hora en salir de la suite, a pesar de
saber que tenemos trabajo que hacer, no pudimos resistirnos a un
rapidín con la ropa puesta, es que mi jefecito se ve suculento
cuando viste completamente formal. Esta vez yo me aproveché de
él, porque en cuanto lo vi no pude evitar saltarle encima y montarlo
en el sofá de la estancia subiendo mi falda hasta mi cintura y el
pobre no pudo defenderse y se vio obligado a dejarse hacer. Pero
ahora, vamos caminando por el pasillo hacia las escaleras, ambos
en nuestro papel de jefe y asistente.
Resopla.
El jefe asiente.
—¿Entre Mandy y usted hay algo más que amistad? Me parece que
son muy cercanos.
—y Emet.
—Tampoco.
—Y Jayden.
—Nunca —gruñe.
Es tan celoso.
El beso.
—Dijo que vine a trabajar y que no debo perder el tiempo, solo eso y
tiene razón. Lo que hicimos estuvo mal, estaba dentro de mi horario
laboral.
Ahogo un jadeo, no por él, sino porque todo lo que dijo lo imaginé
con mi jefe y sería una cita perfecta, pero no imagino al Sr. Black
caminando descalzo por la playa de noche mientras bebe de una
botella. Tampoco lo imagino en plan romántico conmigo
públicamente, desde que salimos de la habitación adoptó su
habitual frialdad y seriedad.
—Sí. —Me río nerviosa por como sus brazos me aprietan—. Gracias
por sostenerme, todavía hay caballeros que ayudan a las damas en
apuros —digo irónica dando una mirada de reojo al Sr. Black, que
para variar comienza a enrojecer—. ¿Qué se te ofrece Vlady? —Me
deshago sutilmente de su agarre y ambos nos agachamos a recoger
mis cosas dispersas en el piso.
—Ehhh —murmuro.
—Candy —rumia el Sr. Black—, debo subir por algo que olvidé en la
suite.
Afirma.
—Tal vez —le enfrento—, así como usted puede cenar con sus
amiguitas. Me da gusto que lo hayan invitado a cenar, porque me
deja la noche libre para ir a la disco con Vlady —suelto igual de
furiosa que él.
Oh.
Mierda.
—¿De verdad?
—No —lloriqueo.
—Entienda de una vez que no quiero que nadie la toque, que nadie
la bese y que absolutamente nadie pruebe lo que es mío.
—Ya lo entendí —aseguro, aunque en el fondo, no me molestaría
ponerlo celoso de nuevo y me folle otra vez así de salvaje y
posesivo.
Resuello.
Me río.
Tonta Candy.
¿Quién me entiende?
—Dime, Vlady.
Mierda.
Me había olvidado por completo de Vlady y de decirle que no iba a ir
a la disco. Exhalo. Tal vez no sea mala idea ir, al menos me
distraería y dejaría de pensar en el hermoso hombre idiota e
insensible que es mi jefe.
Suspiro.
—¿Interrumpo?
Vlady sonríe.
—Lana —susurra.
Me río.
—Dime por favor que traes ropa interior —pido entre risas.
Atrevido.
Vlady niega.
Me río.
Aburrido.
Es tan romántico.
Quisiera que quien caminara a mi lado fuera mi jefecito, pero el muy
imbécil debe estar follándose a una vieja seguramente al no verme
en la habitación. La sola idea me hace sollozar y abro la botella para
empinármela.
Emet se ríe.
Le gusto.
—¿Qué? ¡No!
—¿Entonces?
Él niega.
Camina por la arena paralelo a mí que lo hago con el agua hasta las
rodillas mientras sigo tomando de mi botella, ahogando mis penas y
riéndome de mi misma por ser tan ilusa. ¿Qué creía? ¿Qué por
follar el jefe se iba a enamorar de mí? ¡Se folla a mujeres diferentes
todos los días!
Emet ríe.
—A la ducha —ordena.
Sr. Pendejo.
Lo odio.
—Termine de ducharse para que se duerma, son las dos de la
mañana, Candy.
Triple P.
Me río.
¿Cómo guste?
¡Debe insistir!
—Cálmese y duérmase.
Mi esposo.
Lo extraño.
Sollozo. Es tan injusto que mi esposo esté del lado del Sr. Black. Me
doy la vuelta de nuevo y bajo en búsqueda de mi verdadero amor,
tirando de su bóxer.
Lo ignoro.
—¡Lo odio!
—¡Sí, pero da la casualidad que el pito es mío, así que o nos ama a
los dos o nos odia a los dos!
—¡Yo los amo a los dos pero usted es tan idiota que no le importa!
Espero ansiosa su confesión, quiero que lo diga, que diga que por lo
menos siente algo dentro de sí, por mi, aunque sea algo pequeño e
incipiente, pero que me indique si hay una posibilidad de ser algo
más que el jefe que se folla a su asistente. Los nervios me
revolotean el estómago revolviéndomelo, trago grueso para
pasarme las náuseas que la ansiedad e impaciencia me genera.
—¿Y ya para qué? —pregunta en voz alta, tomando una toalla para
limpiar su torso.
—No puede darme ese tipo de órdenes, señor, si quiero salir con
mis amigos lo haré —especifico.
El Sr. Black resopla.
—Si le digo que no haga algo, es por que tengo algún motivo para
no querer que lo haga, no solo por pretender mandar en su vida.
¿Espectáculo en la cama?
—¿Cuál espectáculo?
Ay no
¿Qué hice?
Ay no.
No sé, y por primera vez le voy hacer caso al Sr. Black y no voy a
insistir en el tema. Quizá deba fingir mi muerte como una zarigüeya.
O mejor hago caso a la canción que dice: «Pero no me acuerdo, no
me acuerdo. Y si no me acuerdo, no pasó.»
Pero no hace más, no los toma entre sus manos y los amasa como
estoy deseando que lo haga. Sus dedos no juegan con mis pezones
que se yerguen en busca de atención. Simplemente me ducha y yo
quiero que me toque.
Niego.
—Debemos trabajar.
Me mira dudoso.
Él sigue dudoso.
Upss.
Cierto.
Me río.
Duele.
Suspiro.
¿Mi culo?
¡No!
¿Confío en él?
Sus manos van a mis glúteos y los levanta para darse mejor
movimiento, su cadera se agita con una rapidez alucinante. No sé a
qué prestarle atención, si a lo delicioso de su posesión o a lo erótico
que es mirar como entra, como mi cuerpo se sacude y mis tetas
bailan al compás de sus embestidas.
Gimo.
—No había café, pero ojalá haya disfrutado la leche tibia —murmura
dejando un beso en mis labios.
Sonrío.
—Si sigue así, voy a querer que grabemos la nuestra.
Lloriqueo.
¿Qué?
Dios.
Hola Candy!
Recibir tu correo electrónico me ha puesto loca, en verdad loca!
Dime por favor que no se trata de una broma y que en verdad me
estás proponiendo hacer una película de mi historia.
¿Qué si me interesa?
Y los azotes! Dios, los azotes! Tienen que ser sumamente realistas,
que el espectador pueda casi sentirlos, así como en la película La
pasión de Cristo.
Ahora sí me despido.
Yoss.
—Una historia fuerte, me gusta para iniciar con esto, seguro atrae a
los usuarios de la plataforma, el sadismo es algo que se consume
mucho. Buen trabajo, Candy —me felicita.
No puedo hacer otra cosa más que sonreír como una estúpida, en
primera, por haber logrado que al menos un autora se interesara en
la propuesta, demostrando que mi idea no es mala, yo confío en
ello. Y en segunda, porque la forma en la que me mira el Sr. Black
alborota mis latidos.
Parpadeo.
—Sí. —Sonrío.
Resoplo.
—Su padre es un idiota cretino y usted heredó algo de eso.
Parpadeo varias veces. Después miro hacia todos lados del pasillo,
está desierto, pero alguien podría aparecer.
Trago grueso.
El jefe se ríe.
Hasta mañana.
Literal, seco.
—¿La qué?
—A mí me desesperaba su promiscuidad.
Lo miro incrédula.
Maya.
Ese nombre me aprieta las tripas.
Lo miro coqueta.
—Algunas cosas.
—¿Entendió?
—Sí.
Mi corazón late rápido.
—¿Alguna petición?
—Solo sígame.
Siento su dedo pulgar empujar contra mi culo como antes los hizo
su pene, este se abre paso con mayor facilidad, robándome un
gemido estridente cuando lo siento entrar unos centímetros. Sus
movimientos son coordinados, suaves, su pene sale y su dedo se
presiona para entrar otro poco y viceversa.
Quiero golpearlo.
Él sonríe.
**********
Hola!
Besitos.
Yoss.
46. PAPI
Flotando entre nubes de felicidad y un enamoramiento irremediable
es como me siento. Después de ducharnos juntos y de aplicar las
lociones en el precioso cuerpo de mi jefe, pasamos horas en la
cama conversando. Platicamos cosas tan bizarras de ambos, como
cuando, en un festival del día de las madres en la primaria en la que
estudié, debía declamar un poema a las mamás y terminé
vomitando de los nervios en el estrado.
» Incluso el chico nerds, con gafas y algo de acné tenía más citas
que yo que era un adolescente flacucho por una dieta limitada y sin
poder hacer ejercicio, que además era demasiado pálido. Las chicas
aceptaban sus invitaciones a cambio de tutorías o que las ayudara
con sus tareas, era algo bajo, pero al menos salía con ellas y las
besuqueaba.
—No, pero en una reunión de exalumnos los volví a ver. Fui invitado
por casualidad, no por estar en sus listas. En un restaurante me
encontré con el chico nerd que le mencioné, Edward, es jefe de
informática para una cadena de mini markets muy famosa. Él me
comentó de la reunión y que podría mi nombre en la lista,
intercambiamos números y a los pocos días recibí la llamada de la
organizadora. Stacy.
—No lo puedo creer, ella es tan joven y hermosa para ser viuda —
digo impactada.
» Cada vez que sentía que podía correrme me detenía y jugaba con
su cuerpo, sobre todo con sus tetas, así pude retrasarlo por un
tiempo, hasta que volvió a chupármela y ya no pude contenerme. La
grabación fue buena y se la mostré a mi padre para que viera que
podía hacerlo y daría un buen espectáculo.
—¿Su padre no se molestó por follar con una de las actrices? Usted
tenía dieciocho años y entiendo que ella era una mujer madura.
Asiente.
—Algo.
—¿No se aburre?
Frunzo el ceño.
Dios.
Sonrío.
El congreso y el organizador.
Ir a buscarme.
No creo que sea una buena idea con el Sr. Posesivo. Tengo que
agregar una P más a su apodo.
Una vez que termino la llamada con Chema me paso con mamá, ya
me imagino que debe estar histérica porque no le he contestado.
Resoplo.
Diablos.
—Bye, ma’.
Suspiro.
—No, Vlady que no recuerda lo que pasó el día de la disco por tanto
tequila.
—¿Pasó algo?
Celoso.
—Nada por lo que deba ponerse celoso. A menos que le den celos
de una chica.
—¿Una chica?
—Sí, bailé con Burbuja la mayor parte del tiempo y fue algo muy
erótico.
Le guiño un ojo.
Me encanta.
—No voy a follarla, Candy, solo quiero ponerla igual de ansiosa que
yo —confiesa, su mano se escabulle entre mis piernas, para
tocarme—. Si yo tendré una erección toda la noche, usted andará
húmeda y excitada.
Gimo.
Joder.
—¿Va a correrse?
Asiento jadeando.
Entonces se detiene.
—Vístase, Candy.
El muy cabrón sale del cambiador dejándome al borde, con las
putas piernas temblorosas, la respiración agitada y la vagina
empapada.
Lo odio.
—Acepto el reto.
No parezco yo.
¿María?
—Esas épocas quedaron atrás —dice con una media sonrisa falsa
—, ahora soy una mujer casada.
«Mexicana, interesante».
«¿Eres mexicana?»
Sollozo.
También niego.
O a Emet, o a Jayden.
Respiro profundo.
Yo puedo. Pude soportar a lado de ese hombre los quince días que
ninguna otra asistente pudo, independiente a haberme metido en la
cama con él, hice mi trabajo y él no me despidió.
El jefe afirma.
El Sr. Black suspira y cierra los ojos, lo que provoca que mi corazón
se detenga y comience a agrietarse.
Sollozo de nuevo.
Niega.
—Supongo que por mi ego, que ella me buscara, que pidiera verme,
que hiciera lo posible por complacerme, me daba satisfacción y
saber que le estaba pagando con la misma moneda a mi padre,
también. Me hacía sentirme superior a ellos.
Tiene sentido, pero es difícil creer que ya no siento nada por ella. En
todos estos días no lo había pensado, incluso cuando me lo platicó
en el restaurante, le creí, sin embargo, ahora no estoy segura.
—Quite esa cara, Candy, quiero que sea la misma mujer que le
arrojó a la cara una naranjada a mi padre, la que defiende su punto
de vista y no permite que otras personas la hagan sentir inferior.
Párese ahí y enfréntelos como lo hace conmigo todo el tiempo, sea
esa mujer que me saca de quicio con su boca impertinente, pero
que me vuelve loco de las ganas de follarla. Si es necesario, arroje
la boleta de vino entera a mi padre y a Maya.
—Es tu último día con Monty, por fin dejarás de rendirle cuentas y
podrás bailar conmigo.
Volteo a verlo.
—Mi contrato termina mañana, así que no me hagas las cosas más
complicadas, si quiero que me den la carta de recomendación, debo
terminar con mi trabajo correctamente.
Sé que estoy siendo algo tosca con él, pero me siento presionada
por su insistencia, de la cual tengo parte de culpa. Acepté su empleo
y no le he hablado sobre mis dudas, además nos hemos besado dos
veces.
Sonrío por eso. Me gusta que intente bailar conmigo, pero a la vez
no quiero pasar vergüenzas con el tieso de mi jefe.
Tieso.
Camino hacia los sanitarios, el pasillo que lleva a ellos está desierto
y solo hay un par de personas. Si no conociera perfectamente bien
al hombre contra la pared, me parecería romántica las escena que
observo. Maya sujeta las solapas de su traje y recorre con sus
labios el cuello del Sr. Black. Él permanece inexpresivo, con las
manos dentro de los bolsillos de su pantalón, pero no hace nada por
apartarla y eso me provoca un pinchazo doloroso de decepción.
¡Por Dios!
—Ya regreso, voy a ver qué quiere el Sr. Black —digo en voz lo
suficientemente alta para que me escuche.
—Esta vez Monty sí que me hizo reír con su elección. —La ignoro,
no levanto la vista, pero la estúpida sigue hablando—: mira que
buscarse una monita que se parece a mí para darme celos.
Ella sonríe.
—Es más, hasta te puedo decir lo que le dice a todas, algo como…
—carraspea—: quiero follarte hoy, mañana, y el día siguiente y
todos los días de mi vida.
No voy a llorar.
No voy a llorar.
Vlady me lo dijo.
Mamá me lo dijo.
Sí, tiene la misma clases que la arpía de Maya y por eso son el uno
para el otro. Al llegar a la habitación me doy cuenta que no tengo mi
tarjeta para entrar porque no llevé nada conmigo. Recargo la frente
en la puerta, frustrada de ni siquiera poder sacar mis cosas sin tener
que verle la maldita cara a Montgomery Black.
Mierda.
No voy a llorar.
Nunca le he llorado a un hombre en mi vida, nunca le había dado el
poder a ninguno para afectarme de esa manera. Ni siquiera lloré
cuando me enteré de la infidelidad de mi ex, me dolió en el orgullo,
pero no en el corazón. No como ahora que siento como si se clavara
ese pinchazo una y otra vez.
Lo empujo.
Y lo abofeteo.
Me río.
—Si sale por esa puerta sin darme una explicación no espere que la
escuché después, cuando quiera darme la —pronuncia con voz fría
y baja.
Resoplo.
—¿Yo tengo que darle una explicación a usted? ¡Deje de ser tan
cínico, cabrón!
Idiota.
—¡Usted es quien no tuvo los huevos para decirme desde el inicio
como eran las cosas! —exploto—. ¡Es un maldito mentiroso! ¡Jamás
había conocido a un hombre tan miserable como usted, Sr. Black!
—¿El motivo? ¿De verdad es tan cínico? ¿Quiere que le diga que lo
vi besuqueándose con Maya en el corredor de los servicios? ¿Qué
la folló en el baño mientras yo lo esperaba en la mesa? ¿Qué toda
su maldita palabrería de enfrentarlos era solo para poner celosa a la
mujer que ama? ¿Qué se metió conmigo solo porque le recuerdo a
esa arpía? ¿Es tan imbécil que necesita que le diga eso? ¡Pues ya
lo dije!
Asiento.
—¿Qué?
—No.
Mierda.
Pero aún queda lo peor, algo que Maya no podría saber si no fuera
cierto.
—¿A cuántas les ha dicho que quiere follarlas hoy, mañana y el día
siguiente y todos los malditos días de su vida? —interrogo
cruzándome de brazos, esto no puede negarlo.
—A ninguna.
Me río.
Bufa.
¿Bien?
¿Eso es todo?
Da un trago y asiente.
Lo miro, mi corazón latiendo cada vez más lento, ahora resulta que
soy yo la que no está a su altura.
Me dijo inmadura.
—Hola, Candy —saluda la chica rubia con timidez, hoy, sin el disfraz
y sin el maquillaje se ve aún más blanca y me doy cuenta que es
albina.
—Hola Lana. —Me acerco a ella y doy dos besos a sus mejillas, lo
cuál la hace sonrojar, sin embargo, sonríe.
Asiento.
Vlady suspira.
Lo que dice me hace sentir aún peor, notando todas las concesiones
que ha tenido el Sr. Black conmigo, pero no puedo dejar de pensar
que es porque le recuerdo a ella, aunque él asegure que no es así.
» Mi consejo como amigo es, aléjate de él. Pienso igual que Lana,
no eres un mujer para estar involucrada en nuestro medio. Hace dos
semanas que lo conoces y ya quieres que cambie su vida por ti, y lo
entiendo, no soportas la idea que tenga que follar con otra mujer en
una grabación, pero así lo conociste y así decidiste meterte con él.
¿Es en serio?
Solo suéltalo.
Lo tomas o lo dejas.
¿Sandwich?
—Gracias, suena muy interesante dormir los tres juntos, pero iré a
caminar un rato por la playa, necesito pensar.
No quiero dejarlo.
Pero tampoco puedo tomarlo así como así. Me doy la vuelta para
irme, no creo que sea prudente hablar con él ahora, es más, me dio
a entender que ya no le importo, así que no tiene caso.
Entonces lo dejas.
No, yo lo quiero.
**********
Hola!!!
Besitos.
Yoss.
51. SR. CELOSO
El borde inferior de mi vestido arrastra por la arena mientras lo sigo
silenciosamente, él parece ir demasiado sumido en sus
pensamientos porque no nota mi presencia, hasta que estamos a
unos metros de un chiringuito, en el cuál ofrecen bebidas a un grupo
de jóvenes bastante afectados por el alcohol, que bailan con la
música del caribe que pone un ambiente festivo.
Uno de los chicos me nota, sonríe de lado con una mirada velada
por su embriaguez y chifla hacia mi, haciendo un movimiento con la
cabeza para que me acerque, a lo que niego. Sin embargo, él no
desiste, se pone de pie y avanza a trompicones en mi dirección,
chocando con el hombro del Sr. Black que levanta la vista al fin y
mira al chico y por lo consiguiente a mí, al terminar el trayecto de su
mirada.
—Vamos, viejo, solo quiero bailar con ella —replica el chico, sacude
la mano en la cual lleva la bebida, derramando un poco sobre la
playera blanca del Sr. Black.
Respiro profundo.
Supongo que tiene algo de razón, aunque debería poder vestir como
yo quiera sin temor a ser acosada, entiendo el punto al que se
refiere.
Suspiro.
Respiro profundo, debo hablar con él, sacarlo todo de una mejor
manera.
—Lo sé, Candy, soy muy consciente de su edad —dice con pesar,
como si la diferencia entre nosotros fuera algo irremediable.
Exhalo.
El Sr. Black me mira, pero no dice nada, ni una palabra sale por su
boca y yo debo apretar la mía para no sollozar.
Sollozo.
Y asiento.
—Lo juro.
Mi vientre se contrae.
Trago.
Mierda.
Gruñe.
—Mala respuesta.
Joder.
—Él me dio dos besos, pero fueron algo rápido, dos besitos
robados.
Gruñe de nuevo. Empuja la cadera contra mis glúteos y dejo salir un
grito al sentir como se desplaza hacia dentro, es incómodo y duele
un poco.
Maldita sea.
—No se ponga celoso, señor, las veces que lo besé estaba muy
enojada con usted, por eso lo hice.
—Lo amo, señor, lo amo tanto que cuando no está cerca de mí,
siento que me falta el oxígeno.
Me río.
Frunce el ceño.
Sonrío, a pesar que odio la mención de Maya, sonrío por lo que sus
palabras significan.
Resopla.
—Sí lo haré.
—No, no lo hará.
—Sí lo haré.
Y me besa.
52. GRINGO Y MEXICANA
Lo amo.
Lo amo.
Lo amo.
—No, señor, pronuncie la erre fuerte —lo corrijo por décima vez—.
Ruiz —digo haciendo mucho énfasis en la erre.
Me río.
—Repítalo.
Carraspeo.
—¿Qué?
Sigo riéndome.
—Entonces dígame.
—Dije que quiero ser veterinaria para cuidarle el pajarito. —Me río
nerviosa, sus dedos no se detienen.
—¿Ridículo?
—Me cago de risa de escucharlo.
Frunzo el ceño.
Sonríe cínico.
Maldita sea.
Procuro no ver hacia ellos, pero son ellos los que vienen hacia
nosotros a saludarnos.
—En todos los sentidos, padre, yo soy quien pone las reglas y
también puedo quitarlas.
—¿Y qué pasó con Jayden? No puedes jugar así con el trabajo de
nadie, vas a causar un conflicto entre SGP y Black Productions por
tus jueguitos de meterte con uno y con otro —sisea el padre el Sr.
Black—, tantos años de amistad para que una mujer venga a
arruinarlo.
—Mi amistad con Irina no tiene nada que ver —bufa el jefe—, y con
Jayden hablaré cuando estemos en Nueva York, Candy nunca ha
dejado de ser mi asistente, por lo que no debe haber ningún
problema. Deja de molestar a Candy con tus comentarios, porque
no seguiré permitiéndolo.
Suelto la mano del Sr. Black y rodeo su cintura con mis brazos, lo
siento tensarse un poco, pero dos segundos después, coloca el
brazo sobre mis hombros.
Miro al jefe que aún los observa alejarse, sigue tengo y con
expresión rígida.
—Iba a sonar raro que dijera que tenemos una relación y lo llamara
Sr. Black —argumento.
Sonrío.
Suspiro.
El Sr. Black también suspira, rodea mis hombros con los brazos y
sin importarle que todos nos están viendo desde que lo besé, me
abraza y deposita un beso en mi frente.
Asiento.
Dejo un besito rápido en sus labios y camino hacia donde están Irina
y Jayden. Ella me sonríe de manera cómplice, él permanece serio.
—Creo que te has dado cuenta que entre el Sr. Black y yo hay algo
—empiezo bajo—, y ya debes suponer que he decidido quedarme
en Black Productions, pero de igual manera debo decírtelo. No
puedo aceptar tu empleo.
Jayden sonríe.
Vuelve a sonreír.
¿Suerte?
—Gracias y disculpa.
Exhalo pesado, no fue tan malo, pero tampoco me gustó lo que dijo.
Regreso también al lado de mi jefe y me siento, tomando su mano.
Algunos minutos después anuncian que debemos abordar, nos
ponemos de pie y aún tomados de la mano, hacemos la fila. Suspiro
viendo por los ventanales del aeropuerto, estar en Los Ángeles fue
un sueño, es hora de despertar y regresar a la realidad en Nueva
York.
53. REGRESO
Despegar volvió a ser traumático, pero teniendo a mi Sr. Celoso a mi
lado, no hay nada que no pueda soportar mientras sostiene mi mano
y me mira a los ojos, ayudándome a mantener la calma. Ninguno de
los dos ha dormido, sin embargo, no puedo dormir, porque el café
que tomamos antes de abordar no me lo permite, cosa que no
sucede con el Sr. Black, que parpadea pesadamente y bosteza.
—Ya sabe mi secreto, no hay nada que pueda decir dormida que no
sepa usted. Pero usted sí podría decir lo que no se atreve a
reconocer despierto.
Te amaré, sí
—¿Qué tiene de malo que haga público que tiene una relación
conmigo? —cuestiono, yo no le veo lo malo, tarde o temprano se
sabría, yo no pienso actuar indiferente a él cuando estemos frente a
otras personas.
» Ahora que sepan que tiene una pareja, y no solo eso, sino que la
abraza y besa en público, cosa que no ha hecho con ninguna, habrá
quienes reclamarán, a él, a ti, que te atacarán, lo sé, porque Serena
ha tenido que soportar algunas veces algo similar, tan solo por
trabajar en la empresa y estar más cerca de Monty que muchas
otras.
Suspira.
Resoplo.
Excepto a mí.
—Yo preferiría que fuera en la oficina, así les daríamos más uso,
pero usted decide.
¿Juguete sexual?
El Sr. Black entorna los ojos, yo trato por todos los medios no reírme
en su cara.
Se ríe.
—¿Vamos a su pent-house?
Frunce el ceño.
Suspiro.
Trago.
—Primero le doy su regalo, tal vez le gusta y decide no ser tan
severo conmigo.
Se ríe.
—Lo dudo, quiero ser muy severo con usted. Pero tengo curiosidad
por ver qué tiene para mí.
—Es una para usted y otra para mí, nuestro primero algo de pareja.
«I ♥ porn»
—Lo amo, señor. —Lo beso, apretándolo muy fuerte, tan fuerte
como late mi corazón.
—Gracias, Candy. Es el primer regalo de cumpleaños en muchos
años, que realmente me gusta.
—Sí, pero tengo cosas que hacer, hablar con Chema y también
llamar a mis padres.
Buen chico.
—Entendido, señor.
Querida Yoss:
Estoy saltando de emoción también, tú no te preocupes, que yo me
voy asegurar que todos los detalles importantes de la historia se
cumplan al pie de la letra. No puedo esperar para comenzar con
esto, tengo mucha fé en que tu historia será un éxito en esta
productora.
No dejes pasar nada por alto, tú exige, mi jefe tiene mucho dinero
para invertir en este proyecto. Es más, si quieres venir a las
grabaciones para que se hagan a tu gusto, ponlo como cláusula en
el contrato, pide todo lo que quieras, amaría conocerte en persona y
tener tu libro autografiado.
Un beso enorme.
Candy Ruiz.
Asistente personal de Montgomery Black, Director General de Black
Productions.
Sonrío.
Da un azote en mi trasero.
—Sí puedo.
—No, no puede.
—Sé que quieres hacer un comentario acerca del Sr. Black y yo. —
Lo miro irónica.
Niega.
Suspiro.
—¿Por qué?
¿Qué?
—Chema, te dije que yo no quería eso, eres mi amigo y te adoro,
pero no podemos tener una relación abierta, menos ahora, yo quiero
al Sr. Black —susurro, de todas las reacciones posibles que creí que
tendría, nunca se me pasó por la cabeza que dijera algo como esto.
—¿Por qué?
—Chema —musito dolida por sus palabras. Que los demás piensen
que soy poca cosa para mi jefe o que no tengo su clase me importa
muy poco, pero que lo diga mi mejor amigo, duele de sobremanera
—. ¿Tú crees que un hombre como él no puede fijarse en alguien
como yo? —sollozo.
Sollozo de nuevo.
—De todas las personas que conozco, en la que menos pensé que
diría esto, eres tú.
—Candy, es no…
Tonta Candy.
En fin.
Holaaa!!!
Besitos.
Yoss.
55. LA ASISTENTE PERFECTA (parte 2)
Roney pasa por mí a la hora exacta. No he hablado con Chema
desde ayer, cuando él regresó del trabajo, yo ya estaba dormida.
Salgo en silencio para no despertarlo, me siento en verdad resentida
con él y no deseo cruzármelo por ahora.
Baja del vehículo discutiendo con alguien por teléfono, lo sigo como
normalmente lo hago, detrás de él que camina tan rápido que casi
debo correr por la recepción para seguirle el paso, donde Kennedy
#1 nos observa con una sonrisa odiosa en el rostro.
Doy otro beso y otro, bajando por su cuello y volviendo a subir por el
borde de su mandíbula. Me mira fijamente por primera vez en la
mañana y sin esperármelo, toma mi rostro entre sus manos y me
besa. Es un tanto brusco, pero no me quejo, es intenso y voraz,
dejándome sin aliento en cuestión de segundos.
Se está vengando.
—Sí lo es —confirmo.
Maldito.
—Mi contrato.
Mi corazón da un vuelco.
—No soy amante del Sr. Black —declaro con firmeza, aunque siento
mi voz titubear un poco—, nosotros tenemos una relación.
¿Una zorra?
—¿No eres una zorra? ¿No eres una caza fortunas que solo busca
el dinero del Sr. Black?
—Pues para él eso eres —responde Kennedy #1—. Solo una puta.
No.
Cubro mi boca con ambas manos, tratando de no dejar salir ningún
sollozo mientras observo el vídeo, sin poder hacer nada para
detenerlo.
Las miro a una y a la otra, sonriendo aún por ser unas asquerosas
arpías que disfrutan con mi humillación.
—Hasta crees que va a renunciar, con tanto esfuerzo que hizo para
conseguir el empleo. ¿O sí vas a renunciar Candy?
Trago. Limpio mis mejillas y las miro a las dos.
Es un maldito.
Es un miserable.
**********
Holissss!!!
Frunzo el ceño.
Creo.
Chema suspira.
Resopla.
—No voy a discutir de nuevo el tema contigo, ya me has dicho
muchas veces tus motivos, pero debemos encontrar la solución.
Creo que te haría bien estar con tu familia en estos momentos, pero
te niegas a ir a México.
¿Ir a México?
No.
—Gracias —susurro.
✤✤✤
La demanda
Cada vez que tiene oportunidad Chema toca el tema. Insiste que
debo demandar a la productora por subir un vídeo sin mi
consentimiento. Sin embargo, me niego a hacerlo, eso implicaría
tener que enfrentarme a él y no quiero verlo.
Una compensación.
No puedo.
No quiero verlo.
Resopla.
—¿Sabes si alguien…?
✤✤✤
Monty.
—Le decía que el chico no tiene como pagar por la demanda que se
impuso en su contra. ¿Procedemos? Le darán algunos años de
prisión, pero si tiene buen comportamiento podría salir pronto.
—Por sup…
Daniel me mira.
—No puedo retirar la demanda, lamento mucho que Emet tenga que
ir a la cárcel por cumplir las órdenes de mi padre, pero él tiene que
hacerse responsable de sus acciones.
—Lo sé, pero para poder pagarme por el daño que causó, deberá
venderlas porque no tiene de donde más sacar dinero, dudo que
vaya a deshacerse de sus casas, María no lo va a permitir. Hazle
ver qué le conviene el trato que le ofrezco.
—Señor…
El hombre que funge como portero me mira como cada tarde, como
si y estuviera cansado de verme aquí de nuevo, pero lo que piense
me tiene sin cuidado.
Su novio.
—Sí, me dijeron que no está, igual que ayer y que todos los demás
días.
Maldita sea.
—Gracias, Alfred.
Trago.
¿Enamorarme de ella?
Me mira a mí, luego a Roney y por último al portero del edificio que
nos observa atento.
Asiento.
El resto del trayecto ninguno de los dos habla. Reviso los puntos del
contrato para la grabación de la película, mañana hay una reunión
con la autora, en la que se supone, Candy debía estar presente y
ahora deberé tratar a otra mexicana, que por lo que leí en sus
correos y pude comprender, es igual de extraña que mi ex asistente.
Ella decidió irse. Hizo lo que juró que no haría. La busqué e intenté
explicarle la situación. Vlady, Roney y Jayden intentaron hablar con
ella también, hice lo que estaba a mi alcance, no voy a gastarme
más la vida buscándola, Montgomery Black no suplica, nunca lo ha
hecho y nunca lo hará.
NOTA DE AUTORA
Holaaa!!!
Gracias por eso, por los comentarios, por los votos, por enamorarse
de una loca mexicana y un arrogante gringo promiscuo.
Besitos.
Yoss.
EXTRA. MASON GREEN
Si fuera una persona normal, con pensamientos normales y un
coeficiente intelectual aceptable, no estaría en este momento frente
a la pantalla de la computadora de Chema revisando su historial de
navegación. Él sabe el pseudónimo del imbécil como actor porno y
se niega a decírmelo.
Y ver a mi esposo.
Lo extraño demasiado.
A mi esposo, no al imbécil.
Después de un largo rato por fin doy con el historial de hace ocho
semanas. Clickeo en el último enlace que hay hacia la web y accedo
a uno de los vídeos gratuitos de que protagoniza él. Miro el nombre
que pone del actor y mis tripas se aprietan.
Mason Green.
Lo odio.
¿Mason Green?
Hay mucho que ver y me gustaría darle play a todo, pero busco
específicamente algo en particular. Los videos donde aparece con
ella. Me voy hasta debajo de la página, deben ser antiguos porque
hace años que terminaron, supuestamente, porque siguen
follándose a las espaldas de su padre.
Me ruborizo.
—No lo estaba viendo por querer ver porno —susurro, no quiero que
piense cosas que no son, como que me estaba masturbando viendo
los videos de Pito usado.
—El perfil de Maya Green, quiero ver los vídeos que tiene con él,
porque en el suyo no están.