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TP tp Malvinas… Ayer, hoy y siempre ¡argentinas

Malvinas: la diplomacia y la guerra


Este año la conmemoración del “Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de
Malvinas” adquiere una relevancia especial porque se cumplen 40 años del
comienzo de la guerra del Atlántico Sur.

Pensamos que, transcurridas cuatro décadas desde la guerra y casi tantas de


democracia ininterrumpida en nuestro país, este es un buen momento para analizar
las formas en que se desarrolló el reclamo de soberanía argentina sobre las Islas
antes, durante y después de la guerra de 1982.

Para ello es interesante detenerse a reconocer los avances logrados en las


demandas de soberanía argentina sobre las Islas Malvinas y reflexionar acerca de
los mismos: cómo se obtuvieron y cuál fue el impacto que tuvo la guerra de 1982 en
el desarrollo del conflicto.

Lo prolongado de un reclamo que continúa y las diversas acciones desplegadas por


los gobiernos para la recuperación de las Islas a lo largo de más de un siglo y medio
de historia invitan, a una escala más amplia, a llevar a las escuelas el análisis de las
diferentes formas de resolución de conflictos y reflexionar sobre las implicancias y
los resultados obtenidos en cada caso.

El reclamo argentino sobre las Islas Malvinas


Desde hace más de un siglo y medio, la República Argentina ha sostenido
sistemáticamente su soberanía sobre las Islas. Desde la reforma de 1994 este
reclamo constituye, además, un mandato constitucional.

La reforma de la Constitución Nacional de 1994 incorpora la Disposición Transitoria


Primera que expresa: “La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible
soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los
espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del
territorio nacional. La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la
soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes y conforme a los principios
del Derecho Internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del
pueblo argentino”.

Sabemos que el origen de la cuestión se remonta al año 1833, cuando las tropas de
la Armada Real Británica expulsaron de las Islas al gobierno nombrado por las
autoridades de Buenos Aires. Desde entonces se ha mantenido la ocupación por
parte del Reino Unido.
En el transcurso de más de un siglo y medio, los mecanismos mediante los cuales
se plantearon los reclamos y los intereses económicos y estratégicos que los
alentaron se fueron modificando. Los argumentos de la Argentina se pueden reunir
en tres cuestiones: el Derecho Internacional, los intereses económicos y la
importancia estratégica de los archipiélagos para la navegación del Atlántico Sur o
como base militar.

El camino de la diplomacia
Después de la Segunda Guerra Mundial, el caso de las Islas Malvinas fue
presentado por la Argentina y por el Reino Unido ante la entonces recientemente
creada Organización de las Naciones Unidas¹. Durante las décadas de 1960 y 1970,
la ONU propició un proceso gradual de descolonización que creó mecanismos de
negociación multilateral para los países que buscaban la autonomía. Gran Bretaña
introdujo a las Islas Malvinas como una más de sus colonias que aspiraban a la
independencia y la Argentina objetó la posición británica, afirmando que sus
reclamos de soberanía sobre las Islas eran anteriores a la ocupación de 1833.

En 1965 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó, en base a la


presentación y las gestiones de los representantes argentinos, la Resolución 2065
instando a los gobiernos británico y argentino a establecer negociaciones bilaterales
en torno a la cuestión de las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur.
Esta resolución fue un gran logro en la historia de los reclamos argentinos por las
Islas Malvinas por dos razones: porque reconoció que existía un conflicto que era
anterior a las iniciativas de descolonización y porque estableció que las
negociaciones bilaterales eran la vía necesaria para la resolución del problema.

Desde entonces y hasta comienzos de la década de 1980, la Argentina y el Reino


Unido sostuvieron varias rondas de negociación sobre la cuestión de las Islas.
Aunque las conversaciones no avanzaron sobre la discusión de la soberanía, se
lograron establecer algunos acuerdos que permitieron, por ejemplo, la presencia de
empresas estatales argentinas en las Islas. Para la comunicación entre las Islas y el
territorio continental argentino se construyó un aeródromo y se realizaron vuelos a
cargo de la empresa LADE, se instalaron estaciones de servicio abastecidas por
YPF y hubo acuerdos de cooperación educativa que permitieron que jóvenes
malvinenses fueran becados para estudiar en escuelas de la Patagonia argentina.

En esos tiempos y en varias oportunidades, la Asamblea General de las Naciones


Unidas reconoció “los continuos esfuerzos realizados por el gobierno argentino” y
declaró “la necesidad de que se aceleren las negociaciones [...] para arribar a una
solución pacífica de la disputa de soberanía existente”.

Durante el gobierno de facto de Jorge Rafael Videla, en diciembre de 1976, la


Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció nuevamente los “continuos
esfuerzos” argentinos para “facilitar el proceso de descolonización y promover el
bienestar de la población de las Islas” y volvió a solicitar a los gobiernos de la
Argentina y de Gran Bretaña que aceleraran “las negociaciones relativas a la
disputa sobre soberanía y que se abstuvieran de adoptar decisiones que entrañaran
la introducción de modificaciones unilaterales en la situación”.

Al año siguiente ambos estados realizaron una Declaración Conjunta que estableció
un marco para discutir “futuras relaciones políticas incluyendo soberanía, con
relación a las Islas Malvinas, las Georgias del Sur y las Sandwich del Sur y la
cooperación económica con respecto a dichos territorios en particular y al Atlántico
Sudoccidental en general”.

De la diplomacia a la guerra: un doloroso paso hacia atrás


En un contexto marcado por la crisis económica y el creciente desgaste de la
dictadura, la Junta Militar encabezada por el Gral. Leopoldo F. Galtieri vio en la
recuperación de las Malvinas una oportunidad para refundar el autodenominado
“Proceso de Reorganización Nacional”. De hecho, hoy hay un amplio consenso en
que la causa Malvinas fue explotada por la dictadura como una forma de conseguir
apoyo interno a su gobierno.

Los estudios realizados después de la guerra, las denuncias de excombatientes y


los procesos judiciales demostraron que las operaciones militares fueron
deficientemente planificadas, que se movilizó a conscriptos y soldados recién
incorporados y sin preparación para el combate en ese terreno, que hubo enormes
deficiencias logísticas y que se produjeron todo tipo de abusos y violaciones de los
derechos humanos.

Además de lo que revelaron las investigaciones sobre la guerra, es importante tener


en cuenta que, hacia 1982, las acciones diplomáticas estaban dando algunos
resultados favorables. Sin embargo, desconociendo los avances producidos, la
dictadura encabezada por Leopoldo F. Galtieri lanzó el plan ofensivo de ocupar las
Islas, que resultó en el desembarco del 2 de abril. El episodio desencadenó el
conflicto armado del Atlántico Sur que se extiendió hasta la rendición argentina el 14
de junio. Las fuerzas armadas argentinas fueron derrotadas y debieron dejar las
Islas en manos de la potencia triunfante.

Después de la guerra
La derrota en la guerra de 1982 implicó un retroceso muy claro en las negociaciones
diplomáticas. Hasta el año 1989 se mantuvo la ruptura de relaciones con el Reino
Unido. En ese contexto, Gran Bretaña impuso unilateralmente modificaciones en la
situación de las Islas, desde el aumento de la guarnición militar permanente hasta el
establecimiento de una Zona de Exclusión Económica en 1986. En esos tiempos
comenzó una política de decisiones inconsultas sobre la explotación de los recursos
naturales de las Islas y de sus mares adyacentes.

En 1989 la Argentina y el Reino Unido reanudaron relaciones consulares y, al año


siguiente, relaciones diplomáticas. En esos años se realizaron algunas
negociaciones referidas a la explotación económica en una parte de los mares y la
plataforma marítima en litigio. Pero la reapertura del diálogo no logró hasta ahora
evitar el avance británico en materia de explotación de recursos pesqueros y de
reservas energéticas, ni en la militarización del territorio.

En la Declaración Conjunta de Madrid de 1990, los gobiernos de Argentina y el


Reino Unido acordaron una fórmula de soberanía en la cual se establece que lo que
acuerden o realicen las partes no implica ningún cambio en las respectivas
posiciones acerca de la soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y
Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes. Esta cláusula se ha
aplicado a todas las reuniones bilaterales que han tenido lugar desde entonces. Su
utilización implica que ambas partes reconocen la existencia de una disputa de
soberanía sobre la cuestión de las Islas Malvinas. Asimismo, los entendimientos
provisorios adoptados sobre aspectos prácticos de la disputa tienen por objeto
contribuir a crear las condiciones favorables a la reanudación de las negociaciones
sobre soberanía.

Algunos de estos entendimientos provisorios se refieren a la actividad pesquera y a


la exploración y explotación de recursos hidrocarburíferos. En ambos casos, las
interpretaciones divergentes y las acciones unilaterales de Gran Bretaña llevaron al
gobierno argentino a dar por terminado el entendimiento. El 27 de marzo de 2007, el
Gobierno argentino comunicó al del Reino Unido la decisión de dar por terminada la
Declaración.

Otra Declaración Conjunta argentino británica, la del 14 de julio de 1999, dio lugar a
algunos avances significativos respecto de otras cuestiones. Estableció un vuelo
regular semanal operado por la empresa LATAM (por aquel entonces LAN
AIRLINES) entre Punta Arenas y las Islas Malvinas, con escala en Río Gallegos.
Permitió la realización de vuelos de aeronaves civiles privadas y la navegación de
embarcaciones privadas desde el territorio continental argentino a las Islas Malvinas
y desde las Islas al territorio continental argentino. La Declaración también
restableció el acceso de los argentinos continentales a las Islas Malvinas, Georgias
del Sur y Sandwich del Sur. Los dos gobiernos también acordaron acerca de las
tareas para el reconocimiento de los cuerpos² de los soldados fallecidos en la
guerra, la construcción en el cementerio de Darwin de un monumento a los caídos
argentinos en el Conflicto del Atlántico Sur³ y posibilitaron los viajes de familiares a
las Islas Malvinas para inaugurar el monumento.
El 11 de octubre de 2001, la Argentina y el Reino Unido concluyeron un Acuerdo
sobre desminado en las Islas Malvinas. El estudio de factibilidad fue realizado por
ambos gobiernos a través de un Grupo de Trabajo Conjunto (GTC). Los dos
gobiernos se hicieron cargo de los costos del estudio de factibilidad, en proporción
con las minas terrestres y municiones sin explotar atribuibles a cada uno. Pero en el
caso de la República Argentina, la única parte del territorio argentino que se
encuentra afectada por minas antipersonales son las Islas Malvinas, y la Argentina
no puede acceder a dichas minas para cumplir con las obligaciones asumidas por la
Convención, ya que dicho territorio, junto con las Islas Georgias del Sur y Sandwich
del Sur y los espacios marítimos circundantes, están ilegalmente ocupados por el
Reino Unido.

A partir del año 2000 numerosos organismos y reuniones multilaterales en los que
participa la Argentina, especialmente los integrados por países de América Latina y
el Caribe, aprobaron resoluciones y declaraciones en apoyo al reclamo de la
Argentina.

En la actualidad, la Cuestión de las Islas Malvinas es un tema prioritario de la


política exterior argentina, tal como se ha reafirmado en el discurso de asunción
presidencial del 10 de diciembre de 2019, donde se reconoce que el único camino
posible es el de la paz y la diplomacia. A su vez, la creación de la Secretaría de
Malvinas, Antártida y Atlántico Sur por el Decreto 50 del 19 de diciembre de 2019,
fue el primer paso para cumplimentar estos objetivos.

La importancia de los territorios en disputa a través del tiempo


Sabemos que, en estos casi 200 años transcurridos desde la ocupación de Malvinas
por el Reino Unido, el mundo ha cambiado muchísimo. Cambiaron las
conformaciones de muchos estados, los intereses políticos y económicos que
defienden sus autoridades, las ideas de los pueblos sobre las identidades
nacionales. Por otra parte, hubo diversas revoluciones científicas y tecnológicas,
cambió la valoración de los recursos naturales que resultan imprescindibles en cada
momento, se acortaron las distancias y se multiplicaron significativamente los
conocimientos sobre las tierras emergidas, la atmósfera, el fondo y las aguas y la
vida en los mares.

En el marco de estos cambios, los argumentos e intereses que sostienen el reclamo


argentino por las Islas Malvinas fueron adquiriendo también variaciones a las que es
importante prestar atención cuando se piensa en la conmemoración del 2 de abril
desde una perspectiva territorial.

Buenos Aires, y luego la República Argentina, reclamaron en el siglo XIX un


archipiélago ventoso y frío cuyo interés fundamental estaba en que era un lugar de
paso, de abastecimiento y de refugio de los buques británicos y norteamericanos
que, desde el siglo XVIII, circulaban con frecuencia en el Atlántico Sur para cazar
ballenas, lobos marinos y focas. Aprovechaban sus pieles, carnes y, en especial, el
aceite obtenido de sus grasas (combustible para las lámparas, lubricante, entre
otros usos). Como resultado de la caza sin control la cantidad de animales
disminuyó y los recursos que se obtenían fueron sustituidos por otros.

Aunque el movimiento de cazadores mermó en estos mares, las Islas continuaron


siendo importantes por su localización geopolítica estratégica: cercanas a la unión
entre los océanos Atlántico y Pacífico, ofrecían la posibilidad de un eventual control
de su pasaje. También son codiciadas por su relativa cercanía con la Antártida, un
continente que si bien era conocido desde el siglo XVIII, recién fue explorado
sistemáticamente a partir de fines del siglo XIX y, especialmente, en las primeras
décadas del siglo XX.

En la segunda mitad del siglo XX, con los cambios en las tecnologías de los
transportes, las Islas “se acercaron”. Luego, los satélites permitieron reconocer en
detalle sus recursos superficiales e inventariar algunos subterráneos y subacuáticos.
En este siglo XXI, las Islas siguen valiendo por su posición geopolítica. Además,
dados los acuerdos internacionales sobre el acceso a los recursos de las aguas
marinas aledañas a las tierras emergidas, Malvinas implica hoy no solo islas e
islotes, sino también las tierras sumergidas y las aguas que las rodean en las cuales
es posible explotar petróleo, buscar nodos polimetálicos, cazar, pescar y recolectar
algas y una variada y abundante fauna migratoria que se moviliza entre las aguas
frías de la Antártida y las algo más templadas del Atlántico Sur (krill, calamares,
merluza, diferentes crustáceos).

Las normativas internacionales establecidas por la CONVEMAR (Comisión de las


Naciones Unidas sobre el Derecho al Mar, 1982) reconocen el derecho de los
estados ribereños sobre las aguas adyacentes, clasificándolas de diversos modos
según la extensión desde las costas. Así, Argentina ha tramitado y esta
organización internacional ha refrendado la delimitación de la Zona Económica
Exclusiva (ZEE) en el Mar Argentino y el mapa bicontinental de la Argentina la
incluye. No obstante, no ha existido aún acuerdo definitivo en torno al mar
adyacente a Malvinas puesto que se sostiene aun la controversia territorial con el
Reino Unido. El mapa bicontinental representa la aspiración de soberanía de la
Argentina en cuanto a las Islas Malvinas, a otras islas del Atlántico Sur (Georgias y
Sandwich) e incluye la extensión de la posible ZEE en los mares adyacentes.
También el mapa delimita la porción del continente antártico que se denomina
Antártida Argentina, aunque la demanda de este territorio permanece congelada
desde la firma del Tratado Antártico que entró en vigencia en 1961 y continúa, por
prórrogas, vigente en el presente.
Los reclamos de Argentina han cobrado hoy otra dimensión porque ya no refieren
solo a las Islas sino también a sus mares vecinos desde el punto de vista del
dominio de recursos que eran desconocidos en el siglo XIX. Es así que, con
frecuencia, la Cancillería nacional debe denunciar al Reino Unido en ámbitos
internacionales por sus avances no consensuados y solicitar a la vez la puesta en
marcha de negociaciones por este territorio que se ha ampliado y revalorizado en el
tiempo.

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