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Leamos el siguiente escrito, titulado “No les importó que fueran dos mujeres” de

Crónica Negra (Últimas Noticias 19/01/2014)

"La muchacha se bajó y le gritó a su mamá que corriera. Los que iban en el otro auto
comenzaron a dispararles"

Willmer Poleo Zerpa|ÚN.- Una camarera gorda, uniformada de verde clarito, empujaba
por el pasillo un carrito en el que había un tobo con un agua azulada, una garrafa de
Gerdex, dos guantes negros de látex y varios trapos. Se detuvo frente al puesto de
enfermeras y, tras saludar de manera afectuosa a dos muchachas que revisaban unas
planillas detrás del mostrador, comenzó a limpiar con parsimonia, al tiempo que
canturreaba bajito una canción desconocida.

“¿Qué es, Inmaculada, tú cómo que estás rezando?”, le soltó una de las muchachas al
tiempo que se levantaba y se estiraba la blusa blanca.

“Esa es una vieja gaita de mi pueblo. Lo que pasa es que diciembre a mí pone un poco
melancólica, Willmer Poleo Zerpa.- Las alarmas se habían disparado porque aquella
semana ya se habían robado catorce vehículos y se habían hurtado otros siete. El director
del Cicpc ya los había llamado e incluso en una ocasión el propio ministro del Interior se
comunicó con el jefe de la región para averiguar qué era lo que estaba pasando.
Ciertamente era para preocuparse, pues los hechos delictivos prácticamente se habían
triplicado.

El jefe del Cicpc-Guarenas había ordenado varias vigilancias estáticas en las residencias
de varios ladrones conocidos. Otros habían sido interrogados en calidad de testigos. Hubo
dos casos de delincuentes que fueron prácticamente secuestrados y les dieron una buena
tunda de palos, pero resultó que nada tenían que ver con el repunte delictivo, o por lo
menos aguantaron la pela, diría la tía Felipa.

Había policías disfrazados merodeando por el estacionamiento del Buenaventura, así


como por otros grandes aparcamientos. Un equipo especial se encargó de estudiar los
modus operandi de cada uno de los asaltos, buscar similitudes y establecer los días y las
horas, y en base a esa información científica se trazó una estrategia de respuesta que
incluía una estricta coordinación con las policías municipales de Plaza y Zamora, así
como con la Guardia Nacional.

Andanzas. Ya iban a ser las tres de la tarde cuando los dos hombres entraron al centro
comercial Oasis de Guatire. Ambos iban bien vestidos y no tenían aspecto de
delincuentes. Uno era más alto que el otro y los dos eran de tez morena clara. Llegaron a
la parada de taxis y solicitaron un servicio hacia el sector 2 de Trapichito, en Guarenas.
Les indicaron que los llevaría un señor gordo, de buen aspecto, que estaba de primero en
la cola de vehículos y hacia allá se dirigieron. Los dos se montaron en el asiento trasero.
Iban hablando de beisbol y comentaban el juego de la noche anterior. El conductor a cada
instante volteaba a mirarlos por el retrovisor, pero no porque sospechara algo raro, sino
porque la conversa se había puesto interesante. Uno de los dos estaba a favor de que
botaran a Luis Sojo del equipo y el otro lo defendía. Ambos eran magallaneros. Cuando
iban a la altura de Makro el mayor de los dos, que debía rondar los veinticinco años, abrió
un bolso deportivo que llevaba, dizque para enseñarle un CD a su compañero y lo que
sacó fue una pistola plateada calibre nueve milímetros. El otro también sacó un arma que
llevaba en la cintura, pero por la parte de atrás.

"Muy bien, pajarito, vas a seguir derecho y al llegar al cruce te me devuelves. Vamos
hacia La Vaquera. Tú tranquilo que no te vamos a hacer nada. Solo necesitamos el
vehículo un momento para hacer algunas diligencias. Después yo mismo voy al Oasis y te
lo devuelvo, dígalo ahí elmío", dijo el joven de la pistola plateada al tiempo que le ponía el
cañón justo detrás del cuello.

El vehículo rodó un trecho y cuando estaba llegando a La Vaquera el joven le ordenó


detenerse justo delante de un quiosco. Al lado estaba parado un joven que vestía jean y
franela manga larga. El auto se detuvo y el joven se montó en el auto del lado del copiloto.
El de la pistola plateada se bajó y ordenó al chofer cambiarse para el asiento de atrás y él
tomó las riendas del volante. Al poco rato el auto se detuvo y le ordenaron al chofer que
se bajara. El hombre lo hizo todo tembloroso. En el fondo le daba gracias a Dios porque
no le habían hecho nada malo.

Ronda mortal. No había mucha gente en la vía que conduce hacia la urbanización Altos
de Copacabana, justo en el trayecto de la zona industrial Cloris, de Guarenas. Las dos
mujeres, madre e hija, habían pasado casi todo el día afuera visitando a unos familiares
primero y a unos amigos después y ya al final de la tarde se fueron a recorrer un centro
comercial. Ya iban a ser las nueve de la noche. Marialix Díaz Echezuría, de veinte años,
hablaba hasta el cansancio mientras manejaba su vehículo Kia Río de color gris, pero su
madre no se aburría sino que la escuchaba con atención.

Otro vehículo, un Toyota Corolla vino tinto con placas de taxi, las chocó por el lado
derecho, pero cuando las dos mujeres se voltearon todas sobresaltadas se percataron de
que era muy peligroso estarse bajando en medio de aquella oscurana y soledad y
decidieron continuar su camino, pero los del vehículo las volvieron a golpear y ahora con
mayor fuerza, tanto que lograron que el Kia se encunetara. La muchacha se bajó y le gritó
a su mamá que corriera. Los que iban en el otro auto comenzaron a dispararles.

Marialix fue la primera en caer al piso. Abundante sangre le salía por la cabeza. Casi al
instante su madre Luisa Echezuría, de cuarenta y tres años de edad, caía también. Igual
le salía sangre por el cuero cabelludo. Los hampones huyeron del lugar. Varios
conductores se detuvieron para auxiliar a las dos infortunadas. Se percataron de que la
muchacha estaba muerta, pero que la señora aún continuaba con vida. La llevaron al
hospital Luis Salazar Domínguez del Seguro Social en Guarenas.

Alcahuetería. “Papá, nos metimos en un rollo grande. Necesito que nos vengas a buscar
para que nos saques del sitio”, dijo por el celular el joven de veinticinco años, mientras el
resto de la banda caminaban nerviosos de un lado a otro con las armas en la mano.
Estaban escondidos en una humilde vivienda en la que en una ocasión mantuvieron
secuestrado quince días a un joven universitario. Dos muchachas los acompañaban.
Habían llegado la noche anterior y en varias ocasiones intentaron salir, pero toda la zona
estaba tomada por la policía. Por la mañana temprano hicieron otro intento y se
percataron de que la policía aún no se había retirado del sector La Guairita.

A eso de las 9 de la mañana el grupo salió a bordo del vehículo Volkswagen Gol azul,
propiedad del papá del hampón de veinticinco años. Solo se montaron dos de los
delincuentes y las dos mujeres pues el tercer delincuente dijo que prefería quedarse un
rato más en la vivienda porque levantarían mucha escama seis personas dentro de un
auto. Apenas salieron a la vía principal fueron el blanco de las miradas de los agentes
policiales, quienes de inmediato les ordenaron detenerse.

Al requisarlos les hallaron dos armas de fuego y en sus celulares les detectaron varios
mensajes de texto que los comprometían en el asalto al taxista del Oasis cuyo auto
Corolla fue dejado abandonado en La Vaquera, y en la muerte de la infortunada Marialix y
las heridas recibidas por su madre.

Fueron identificados como Marcial Antonio Blanco, de 45 años, chofer del carro; Jesús
Antonio Blanco Ojeda, de 24 años, hijo del conductor y solicitado por robo; Elvis
González, de 20 años, y las mujeres Ysbeth Ruiz, de 29, y Génesis León, de 21 años.

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