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religiones
Artículo
Globalización, desigualdad y Derecho
económico internacional
Frank J. García
Boston College Law school, Boston College, 885 Centre Street, Newton Centre, MA 02459,
EE.UU.; frank.garcia@bc.edu

Editores académicos: Kate Ward y Kenneth Himes


Recibido: 7 de febrero de 2017; Aceptado: 4 de abril de 2017; Publicado: 26 de abril de 2017

Resumen: El derecho internacional en general, y el derecho económico internacional en


particular, en la medida en que se han centrado en la cuestión de la desigualdad, lo han hecho en
términos de desigualdad entre Estados. En gran medida se ha pasado por alto el tema de la
desigualdad dentro de los Estados y cómo el derecho internacional ha influido en esa realidad.
Desde la perspectiva del derecho económico internacional, la cuestión de la desigualdad está
estrechamente relacionada con los temas del colonialismo y el poscolonialismo, el significado
propio del desarrollo y la globalización. Si bien es indudable que el derecho económico
internacional ha contribuido al aumento de la desigualdad, ahora es vital que se examine el tema
del derecho económico internacional para ver cómo puede contribuir a disminuir la desigualdad.
Para ello será necesario un cambio en nuestra forma de pensar, con el fin de abordar la desigualdad
como un problema de una sociedad de mercado global emergente, y la mejor forma de regular esa
sociedad y sus instituciones.

Palabras clave: derecho económico internacional; globalización; comercio internacional; sociedad de


mercado global; John Rawls; desigualdad global

1. Introducción
El Derecho Económico Internacional (DEI) es la rama del Derecho internacional que incluye el
Derecho mercantil, el Derecho de las inversiones, el Derecho bancario y financiero mundial, los
préstamos para el desarrollo y para situaciones de crisis y el Derecho mercantil internacional. Dada su
temática, no es de extrañar que el problema de la desigualdad ocupe un lugar central en el IEL, y
viceversa. Aunque este campo ha abordado, hasta cierto punto, la desigualdad entre Estados, se
ha ignorado en gran medida la desigualdad dentro de los Estados; sólo recientemente se ha
esforzado por tener en cuenta hasta qué punto las desigualdades dentro de los Estados se ven influidas
por las leyes y políticas establecidas a nivel interestatal1. Este ensayo, que forma parte de un grupo de
trabajo interdisciplinario más amplio sobre la desigualdad, pretende introducir al lector en la forma en
que las cuestiones de desigualdad se presentan en el derecho económico internacional, en algunas de las
ideas actuales en este campo sobre cómo abordar la desigualdad y en lo que el derecho económico
internacional puede contribuir a la investigación más amplia sobre la desigualdad y sus causas, así como a
los esfuerzos sociales más amplios para remediarla.
En el campo de la IEL, la cuestión de la desigualdad se ve ensombrecida por tres preocupaciones
interrelacionadas: la historia y los legados del colonialismo y el poscolonialismo (Chimni 2007); la noción
relacionada de "desarrollo", en sí misma un término tenso (Boas y Bull 2010; García 2016b)2; y ahora
por los efectos transformadores de la globalización (Carmody et al. 2012). ¿Hasta qué punto deben
nuestros esfuerzos por abordar las perniciosas

1 Véase, por ejemplo, (García 2006), "Trade, Justice and Security" explora el impacto de la legislación comercial en la
desigualdad doméstica, y el impacto de las desigualdades relacionadas con el comercio en la seguridad y otras
preocupaciones políticas.
2 Véase (Boas y Bull 2010), "La principal lección de los primeros 60 años aproximadamente de la teoría del desarrollo como
campo de estudio es que cualquier argumento amplio y general sobre procesos tan complejos y que impliquen tantas facetas
de la vida humana como el desarrollo será refutado en un momento u otro".

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¿Cómo debe definirse, medirse y, lo que es más importante, apoyarse el desarrollo mediante el sistema
de la IEL? (Asamblea General de la ONU 1974) ¿Cómo debe definirse, medirse y, lo que es más
importante, apoyarse el desarrollo en el sistema de la IEL? (Rolland 2012) ¿Y cuál es la mejor manera de
replantear estas cuestiones a la vista de las transformaciones fundamentales que la globalización está
provocando en la economía, la gobernanza y la sociedad? (García 2013a)
Para IEL como para muchas disciplinas, una cuestión crucial es si el compromiso con la
economía global, tal y como está regulada actualmente, aumenta o reduce las desigualdades
nacionales, internacionales y globales. Si aumenta la desigualdad en cualquier dimensión,
¿dónde reside la culpa: en las leyes y políticas de regulación económica mundial, en las leyes y
políticas económicas nacionales, en la calidad de las instituciones políticas nacionales en general, o en las
tres cosas? Se trata de cuestiones complejas y fundamentales.
Ya se trate de un espacio nacional, internacional o "global", la IEL también debe intentar
comprender qué desigualdades importan y por qué. Por supuesto, esto forma parte de un conjunto más
amplio de cuestiones que no son exclusivas de la IEL, pero que tienen aristas únicas en este caso. Por
ejemplo, la ventaja comparativa en el comercio depende de la existencia de "desigualdades" en la
distribución de las dotaciones de factores entre las economías (¿desigualdades "buenas" o
"naturales"?), aunque el debate sobre la justicia global se alimenta de la preocupación por las
desigualdades en la distribución de recursos sociales como el acceso al mercado, el capital de inversión,
la propiedad intelectual, etc. (¿desigualdades "malas" o "sociales"?). ¿Cómo podemos estar seguros de
que estamos facilitando o corrigiendo las desigualdades adecuadas?
Gran parte de esto se reduce a garantizar el equilibrio adecuado entre la igualdad y la
desigualdad de trato ante la ley. ¿Cuándo se debe tratar a los Estados de forma igualitaria y cuándo
de forma desigual? Por ejemplo, si nos preocupa el "desarrollo", ¿en qué casos los países en
desarrollo deben recibir el mismo trato jurídico y en qué casos un trato desigual? Por ejemplo, con
respecto a las obligaciones derivadas de los tratados, ¿deberían los países en desarrollo asumir
obligaciones recíprocas derivadas de los tratados (es decir, igualdad de trato), o se les deberían
permitir concesiones no recíprocas, la piedra angular de lo que llamamos Trato Especial y
Diferenciado, la política comercial clave para los países en desarrollo? (García 2003) Por poner otro
ejemplo, la Ronda de Desarrollo de Doha de las negociaciones comerciales de la Organización Mundial
del Comercio (OMC) se fundó para abordar la desigualdad (es decir, las normas de la OMC no son
"justas" para los países en desarrollo, e s decir, las normas comerciales no son iguales y desiguales en el
sentido correcto), pero también ha naufragado en el problema de la desigualdad: ¿son Estados
como India o China tan "desiguales" como afirman ser en lo que respecta al trato que dicen
necesitar/merecer, y quién lo decide? Dicho de otro modo, ¿qué ocurre cuando el trato especial que
reclama un Estado en favor de sus ciudadanos menos favorecidos repercute negativamente en los
ciudadanos menos favorecidos (o políticamente sensibles) de otro Estado?3
Así pues, la IEL se encuentra en el centro de nuestros esfuerzos por abordar la desigualdad, incluso
cuando muchos sostienen que ha contribuido al problema a través de sus políticas e instituciones. Del
mismo modo, la globalización intensifica la desigualdad y sugiere nuevas vías de respuesta. Esto
significa que cualquier investigación sobre la relación entre la IEL y la desigualdad plantea más
cuestiones y preguntas de las que puede responder un solo autor en una sola presentación, y este
ensayo no lo intenta. En su lugar, este ensayo se centrará en la intersección de la IEL y la
globalización, y argumentará, en primer lugar, que las cuestiones de desigualdad deben abordarse
en el contexto de un espacio global compartido. Dentro de ese marco, el ensayo esbozará una
visión normativa del problema de la desigualdad global y su relación con la globalización y el
derecho económico internacional. En opinión del autor, la respuesta más fundamental que
necesita la IEL al problema de la desigualdad no consiste tanto en reformas jurídicas y políticas
específicas -aunque éstas son muy importantes- como en un cambio fundamental de paradigma sobre
cómo entendemos el espacio normativo en el que operan la IEL y las políticas nacionales de
desigualdad: un espacio global que requiere un enfoque global integrado tanto a nivel institucional
mundial como nacional.

3 Véase, por ejemplo, (Jones 2010) "Aunque Estados Unidos y la UE se culparon principalmente mutuamente del colapso,
estaba claro que India, en particular, tampoco estaba dispuesta a seguir negociando sin grandes recortes en las
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78 subvenciones agrícolas estadounidenses."
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2. El contexto mundial de la lucha contra la desigualdad


Debido a la globalización, la desigualdad es un problema que ocurre en un espacio compartido. La
globalización está transformando las relaciones humanas de formas que afectan a nuestra
interconexión, a la base de la solidaridad y al alcance efectivo de nuestra conciencia, comprensión y
acciones con respecto a los demás. En esencia, la globalización está contribuyendo a la aparición de
vínculos sociales globales -quizás incluso una comunidad global o elementos de una, pero sin duda una
sociedad de mercado global- construidos en torno a una serie de prácticas institucionales y retos
comunes (García 2013a; García 2013b; García 2016a).
En primer lugar, la globalización está creando comunidades de riesgo -David Held las
denomina comunidades de destino- en torno a los retos compartidos característicos de la vida global
actual: el entorno natural, la pobreza y la desigualdad, la seguridad, etc. La intensificación de la
interacción social y económica mundial -en ámbitos tan diversos como las finanzas globales, las crisis de
refugiados, el terrorismo o el cambio climático- crea intereses comunes y puede contribuir a la conciencia
subjetiva de un destino compartido. Esto se basa en lo que puede denominarse una comunidad de
conocimiento, creada por los medios sociales globales y las revoluciones de la información tan
características de nuestra experiencia cotidiana de la globalización. Gracias a estas infraestructuras,
sabemos mucho -más que nunca- sobre cómo experimentamos colectivamente estos y otros
riesgos, 24 horas al día, 7 días a la semana, en todo el mundo, de forma instantánea. Por último, y
tal vez lo más importante, la globalización está creando un conjunto de conocimientos y prácticas
compartidos sobre cómo respondemos a esos riesgos y también a las oportunidades de la
globalización (García 2013a). Lo vemos en ámbitos como el uso de los mercados y la regulación de los
mercados a través de la legislación y las instituciones (sobre lo que hablaré más adelante), así como
en regímenes nuevos y emergentes en torno a retos tan diversos como el cambio climático y la
evasión fiscal mundial. (OCDE 2013a; Harvey 2015)
Todo ello representa un cambio fundamental en la organización social del planeta4.
Una característica sorprendente de este nuevo espacio social global es que se parece a lo que solíamos
llamar espacio "doméstico", que también consta de regiones de riqueza, urbanización e
industrialización, y regiones de agrarismo, pobreza y subdesarrollo, todas ellas vinculadas por un
marco general de redes económicas, jurídicas, políticas y sociales de causalidad, influencia y
responsabilidad. Tenemos la costumbre de asociar este espacio "doméstico" con una comunidad
identificable estructurada por un conjunto de normas sociales e instituciones de gobierno
compartidas. Debido a la globalización, ya no podemos oponer fácilmente este espacio "doméstico"
al espacio "internacional" "entre" comunidades, e insistir en que este último carece de
entendimientos e instituciones compartidos. Lo que vemos surgir a través de la globalización puede
ser, de hecho, una comunidad global, o elementos de ella, dentro de la cual las normas globales y
las instituciones globales impregnan y se entretejen con espacios, comunidades y normas locales
persistentes (y valorados). Todo es simultáneamente local y global (Sassen 2008).
Esta tendencia no es más clara en ninguna parte que en la economía, que es, por supuesto,
fundamental tanto para la IEL como para el problema de la desigualdad mundial. Los datos
contemporáneos sugieren la aparición de una economía global caracterizada por una segregación
geográfica cada vez menor, una discriminación decreciente según el origen y unos procesos de
producción globales cada vez más integrados (Lloyd 2010). La magnitud de la integración
económica mundial puede medirse tanto por las instituciones como por los resultados (Prakash y
Hart 2000). La eliminación de los impedimentos institucionales es una condición necesaria para la
integración transfronteriza y, en este sentido, las instituciones (y a través de ellas, los Estados) han
demostrado en gran medida su compromiso con la integración económica mundial (Prakash y Hart
2000, p. 95). Desde al menos 1991, los Estados han liberalizado el mercado de capitales, y en 2015
el 85% de las nuevas medidas de política de inversión fueron favorables a los inversores
((Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo(UNCTAD) 2016)). El mercado de
bienes ha sido durante mucho tiempo el centro de atención de la integración económica mundial a
través del sistema GATT/OMC, que ha reducido drásticamente los aranceles y las medidas
fronterizas y ha abordado eficazmente más allá de las fronteras
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78 Véase, por ejemplo, (Buber 2004). ¿Quizás, si no un mundo de "nosotros", al menos un mundo de "yo y tú"? Véase, por
ejemplo, (Messner 2001).
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discriminación de bienes a través del principio de trato nacional (Lloyd 2010, pp. 78, 80)5. Aunque el
mercado de trabajo ha seguido siendo obstinadamente restrictivo (Lloyd 2010, p. 81; Prakash y Hart
2000, p. 104), en su conjunto los Estados y las instituciones han trabajado activamente para facilitar una
economía mundial integrada.
Si bien las instituciones facilitan y fomentan la integración a través de esfuerzos basados en
políticas, en última instancia los actores estatales y privados clave deben evaluarlas y responder a ellas,
y por esta razón es significativo que los resultados también demuestren una profundización de la
economía mundial (Prakash y Hart 2000, p. 97). El comercio como porcentaje del producto interior
bruto mundial aumentó del 27% en 1970 al 43% en 1995, y luego al 59% en 2014 (Banco Mundial
2017c). La inversión extranjera directa (IED) ha pasado de aproximadamente 10.000 millones de dólares
en 1970 a 320.000 millones de dólares en 1995, y luego a 1,56 billones de dólares en 2014 (Banco
Mundial 2017b).6 Este aumento de la IED ha facilitado a su vez el desarrollo de cadenas de valor
mundiales, dentro de las cuales tiene lugar casi la mitad del comercio mundial de bienes y servicios
(Organización Mundial del Comercio 2015).7 Por lo tanto, tanto en términos absolutos como relativos, y
a lo largo del tiempo y hasta la actualidad, los indicadores basados en resultados también ilustran las
profundas conexiones características de una economía mundial.
Una forma de caracterizar las relaciones sociales que surgen de todo esto es como una
sociedad de mercado global. Los mercados y la forma en que los regulamos son fundamentales para
nuestra realidad social del siglo XXI: en este momento de la historia mundial, es posible afirmar que
prácticamente todas las personas viven en alguna forma de economía de mercado organizada.8 La
globalización ha sido tanto un facilitador como un acelerador de esta tendencia, y no sin
importantes controversias, debido tanto a la naturaleza de la sociedad de mercado frente a las
sociedades tradicionales,9 como a la ideología de mercado dominante en la globalización actual.10
Si bien la globalización está extendiendo y profundizando la dependencia mundial de los
mercados como herramienta para organizar la vida económica, esto no es en sí mismo garantía de
una cultura económica compartida (Slater y Tonkiss, 2013).11 Esto me lleva a mi segundo punto, a
saber, la regulación del mercado a través de las instituciones como práctica compartida. La
sociedad de mercado -o el conjunto de prácticas sociales en las que se insertan los mercados- tiene
ciertos atributos -la necesidad de regulación burocrática, el reconocimiento de la propiedad
privada y el funcionamiento de los tribunales civiles, por nombrar algunos- que, en virtud de sus
importantes efectos indirectos, desafían los vínculos sociales tradicionales y contribuyen a la
formación de nuevos e importantes intereses compartidos entre los participantes.12 Las sociedades que
dependen de los mercados también desarrollan, aunque sea mínimamente, algún conjunto de prácticas
sociales o instituciones nacionales capaces de complementar y mitigar los rigores del capitalismo,
por ejemplo, compensando a los "perdedores" a través de alguna forma de transferencia de riqueza.
Podemos

5 El principio de trato nacional prohíbe la discriminación fiscal o reglamentaria entre los bienes producidos en el país y los
importados. Hay varios factores que socavan el compromiso incondicional de los miembros de la OMC con el principio de
trato nacional para las mercancías, como los acuerdos comerciales regionales y las excepciones para las subvenciones y las
compras gubernamentales (Lloyd 2010, pp. 80-81). Además, el mercado de servicios, que es competencia de la OMC, no está
tan completamente integrado como el de bienes (Lloyd 2010, pp. 78-79). Sin embargo, la composición prácticamente
universal de la OMC es en sí misma un testimonio del compromiso de los Estados con la integración económica mundial.
Véase en general (Allee y Scalera 2012).
6 Entre 1970 y 2014, la IED como porcentaje del PIB mundial ha aumentado continuamente, del 0,5% en 1970 al 2% en
2014 (Banco Mundial 2017a).
7 Las cadenas de valor mundiales permiten a las empresas "hacer" la parte del proceso en la que son mejores, utilizando
bienes y servicios intermedios de otros lugares sin tener que desarrollar toda una industria (OCDE 2013b).
8 Este punto se reconoce en toda una serie de perspectivas hacia los mercados. Véase, por ejemplo, (Simmons et al. 2008;
Herman 1999).
9 Una forma de ver la globalización es como la extensión mundial de la transición a la sociedad de mercado que experimentó la

cultura europea en los siglos XVII a XIX. Véase (Giddens 2000) (cita la globalización como la extensión mundial de la
modernidad, con todos sus rasgos característicos y complicaciones).
10 La sociedad de mercado global podría verse como un desarrollo regresivo si se confunde con la actual ideología de

mercado neoliberal, pero creo que esto es un error. Esta queja es más un juicio normativo sobre la extensión global de
un capitalismo insuficientemente regulado que un juicio sobre la economía global per se. (Hopkins 2003) (peligros que
plantea el debilitamiento del poder regulador sobre el sistema capitalista). A los efectos que aquí nos interesan, es la ubicuidad
del propio mercado lo que resulta significativo desde la perspectiva de las concepciones y prácticas compartidas, no sus
cambiantes ideologías reguladoras.
11 Advertir de que la actividad económica transnacional también puede diluir los vínculos económicos y el arraigo cultural
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78 de la actividad económica.
12 Véase, por ejemplo, (Slater y Tonkiss 2013, pp. 92-116) (analizando la gama de instituciones que los mercados requieren

y/o en las que están integrados).


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Lo verdaderamente distintivo de la economía mundial emergente es el reconocimiento compartido de la


necesidad de instituciones que regulen el mercado a escala transnacional13.
La aparición de una sociedad de mercado global tiene, por tanto, profundas consecuencias para la
forma en que abordamos los problemas transnacionales de la política, la economía y el derecho, como
la desigualdad.14 En particular, estas tendencias sugieren que nuestra respuesta al problema de la
desigualdad debe ser global por naturaleza y operar dentro de una sociedad de mercado global
compartida. En pocas palabras, debemos abordar la desigualdad como un problema de la sociedad de
mercado global. Pero, ¿cómo es la desigualdad a nivel mundial? En particular -y éste es uno de los retos
más urgentes de la globalización actual- ¿qué tipo de economía global estamos creando? Hay motivos
de preocupación.

3. El problema mundial de la desigualdad


El problema de la desigualdad no es nuevo, pero la globalización ha intensificado su naturaleza
hasta alcanzar proporciones preocupantes. Las fuerzas de la desigualdad son globales en naturaleza e
intensidad. Deberíamos preocuparnos por la desigualdad mundial por las mismas razones que nos
preocupamos por la desigualdad nacional, así como por algunas nuevas.
A primera vista, las perspectivas de igualdad no son alentadoras (Keeley 2015). Para intentar
resumir algunas estadísticas muy polémicas, en general observamos una inquietante inversión de
la tendencia del siglo XX hacia un crecimiento con menor desigualdad (Piketty 2014; García 2015).
La OCDE ha pronosticado que para 2060, y sin un cambio en los enfoques políticos, la desigualdad
en el país medio de la OCDE será igual a la que se encuentra hoy en los países más desiguales
(Piketty 2014). Y lo que es más importante, la desigualdad mundial (desigualdad entre personas, entre
países) supera con creces la desigualdad nacional (desigualdad dentro de los países).15 Si bien es posible
que la desigualdad entre países (desigualdad internacional) esté disminuyendo (gracias en gran
medida a los avances de China e India), la desigualdad dentro de los países está aumentando, lo
que compensa al menos parcialmente cualquier reducción de la desigualdad mundial.16 Por otra
parte, escarbar detrás de los agregados nacionales revela enormes diferencias en los ingresos y la
riqueza a nivel individual y familiar (Oxfam Internacional 2016). La conclusión más preocupante de
todas es que, dependiendo de cómo se lean los datos, podría ser que la desigualdad nacional
compense por completo las reducciones de la desigualdad internacional, e incluso podría ser que la
desigualdad global general haya aumentado a pesar de los avances entre Estados y los avances en
la reducción de la pobreza.17
Todo lo relacionado con la globalización repercute en la desigualdad y en nuestras respuestas
a ella. A nivel macro/sistémico, por ejemplo, los efectos territoriales de la globalización plantean cuestiones
muy básicas para la política de desigualdad: ¿quién está "dentro" o "fuera" de un espacio
delimitado? ¿La desigualdad de quién cuenta y para qué? Estas cuestiones están relacionadas con
los efectos de la globalización sobre la gobernanza: ¿dónde se establecen las normas, quién las
dicta y en beneficio de quién? Los efectos sociales y subjetivos de la globalización también
complican nuestras respuestas a la desigualdad: ¿cómo construimos la identidad (y el estigma) en
un espacio global? ¿A quién consideramos nuestro "vecino"? ¿Cómo nos sentimos respecto a lo
que tenemos nosotros frente a lo que tienen los demás? ¿Dónde se sitúa nuestro

13 Esto no significa, por supuesto, que haya acuerdo sobre la naturaleza de dichas instituciones o sobre qué ideología debe guiar
su regulación del mercado. Véase, por ejemplo, (James 2012).
14 Por un lado, cambia el marco a través del cual intentamos comprender las relaciones entre las sociedades de mercado

avanzadas y las sociedades que aún se encuentran en transición de los principios tradicionales a los de mercado, como la
mayoría de las sociedades de Oriente Medio.
15 La desigualdad mundial se sitúa en 70 Gini frente a los 40 de Estados Unidos y los 20 y 30 de Europa (Bourguignon 2016).
16 El 1% de los mayores poseedores de riqueza mundial comenzó el milenio poseyendo el 48,9% de toda la riqueza de los

hogares, pero ha acabado poseyendo la mitad de todos los activos de los hogares del mundo en 2015 (Credit Suisse
2015). Los datos sobre la proporción de la renta mundial muestran que la desigualdad interpersonal de la renta es
extremadamente elevada y que, entre 1988 y 2011, el 46% del crecimiento global de la renta correspondió al 10% de la
población mundial más rica (Oxfam International 2016).
17 (Lakner y Milanovich 2013), la corrección de la infradeclaración de los niveles de ingresos altos en los conjuntos de datos

nacionales conduce a niveles significativamente más altos de desigualdad global (76 medida por los coeficientes de Gini
nacionales); véase también (Bourguignon 2016), señalando esta posibilidad.
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¿hasta dónde llega la responsabilidad? ¿Cuánta desigualdad estamos dispuestos a aceptar? ¿Nos
motiva o nos paraliza ver tanto cómo viven y sufren otras personas en todo el mundo?18
Más específicamente para el tema de este ensayo, podemos ver que los elementos clave del
sistema de derecho económico internacional favorecen la intensificación de la desigualdad a nivel
nacional y mundial. En primer lugar, a nivel de los flujos comerciales y de inversión, si bien el
comercio ha crecido dentro de este marco, y puede disminuir la desigualdad en los países en
desarrollo, tales disminuciones se producen en parte por el aplanamiento de los salarios en la clase media;
además, el comercio puede estar aumentando la desigualdad en los países desarrollados al disminuir los
salarios y desplazar los puestos de trabajo hacia abajo (Dabla-Norris et al. 2015; Keeley 2015, pp. 33-
50). Del mismo modo, la inversión extranjera aumenta la desigualdad en los países de origen y de
acogida, en los países de salida al facilitar la transferencia de empleos poco cualificados desde los países
desarrollados, aumentando los rendimientos del capital; y en los países de entrada en los países en
desarrollo al aumentar la prima de cualificación (algo bueno en ciertos aspectos, pero también
desigualador, al promover nuevas élites) (Dabla-Norris et al. 2015; The World Bank 2016; Keeley
2015, p. 42). Así, mientras que la apertura comercial se asocia generalmente con una menor
desigualdad (aunque con cierto coste para los niveles absolutos de ingresos), una mayor apertura
financiera se asocia con un aumento de la desigualdad de ingresos (Dabla-Norris et al. 2015, p. 23).
El cambio tecnológico también tiene un efecto bien conocido sobre la desigualdad, que se magnifica a
través de los canales del comercio y la inversión. Las nuevas tecnologías intensifican la desigualdad
dentro de los países al aumentar las primas por cualificación, sustituir el trabajo humano por la
automatización y promover el trabajo no tradicional. El efecto de las nuevas tecnologías es
especialmente agudo en las economías desarrolladas, que irónicamente también son las
principales innovadoras, donde las nuevas tecnologías han contribuido a la destrucción o
deslocalización de antiguos puestos de trabajo en áreas tradicionales de empleo19 . De este modo, la
tecnología contribuye a que los propietarios del capital obtengan una mayor parte de las ganancias y a que
las personas que trabajan para ellos reciban una parte menor, gracias a la reducción del trabajo humano20.
En tercer lugar, la regulación social suele ser más compleja y menos eficaz a escala mundial, y
la regulación nacional está sometida a una gran presión. Por poner solo un ejemplo, la estructura
mundial del impuesto sobre la renta facilita la evasión fiscal, lo que a su vez deprime los
presupuestos nacionales cuando los Estados menos pueden permitirse la pérdida de ingresos para
hacer frente a los problemas de desigualdad, entre otros (OCDE 2015; Ault et al. 2014). En el plano
ideológico, la ideología reguladora mundial dominante, el neoliberalismo, deprime los sistemas
nacionales de bienestar social tanto en los Estados dominantes como en los clientes, al calificarlos
de proteccionistas o insostenibles y luego desmantelarlos, exacerbando así la desigualdad y
limitando el abanico de herramientas políticas nacionales con las que mejorarla21.
Por último, la desigualdad global está teniendo efectos políticos internos, intensificando la reactividad
de la política nacional y complicando aún más nuestras políticas hacia la desigualdad y la reforma
política.22 Esto se puede ver en todo, desde la crisis del euro hasta el Brexit, pasando por el
nacionalismo reaccionario de la política estadounidense, francesa, húngara, polaca y austriaca, por
citar sólo algunos ejemplos.23 La desigualdad global crea, por tanto, problemas políticos únicos
para las sociedades nacionales, cuando los resentimientos socioeconómicos y las presiones
migratorias avivan el nativismo, la xenofobia y la política nacional reactiva.

18 Estas cuestiones han suscitado reflexiones tanto teológicas como jurídicas y filosóficas, y son en todo caso aún más
complicadas si se incluyen las diversas interpretaciones teológicas del significado y las causas de la desigualdad. Véase,
por ejemplo, (Rieger 2013).
19 Véase (Keeley 2015, pp. 42, 50). La creciente importancia del progreso tecnológico basado en la cualificación para el

crecimiento y el aumento de la demanda de mayores cualificaciones conducirán a una continua polarización de la


distribución salarial.
20 Véase (Keeley 2015). La proporción de mano de obra ha disminuido en casi todos los países de la OCDE en los últimos 30

años y en dos tercios de los países de renta baja y media entre 1995 y 2007. (Oxfam International 2016, p. 12) La disminución de
la participación del trabajo refleja el hecho de que las mejoras en la productividad y el crecimiento de la producción no se
traducen en un aumento proporcional de los ingresos de los trabajadores, rompiendo así el vínculo entre productividad
y prosperidad.
21 Véase (Kotz y McDonough 2010), que documenta el vaciamiento del Estado del bienestar moderno bajo el neoliberalismo.
22 Véase en general (Schlozman et al. 2016), en los archivos del autor.
23 (Aisch et al. 2016), lo que demuestra gráficamente el auge de las políticas nacionalistas en toda Europa.
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Incluso si estas tendencias de desigualdad no fueran en sí mismas un problema (y hay muchas


buenas razones para considerarlas un problema, y grave),24 el patrón de asignaciones generado por las
instituciones internacionales que regulan la economía mundial suscita graves preocupaciones
distributivas, en ámbitos tan diversos como la fiscalidad, el acceso al capital, el control sobre los
recursos naturales y los costes sociales de la inversión, por nombrar algunos (Pogge 2010). Los Estados
ricos tienen algunas responsabilidades correctivas y distributivas debido al legado del colonialismo, su
influencia dominante en la configuración de las instituciones que gestionan la globalización en la
actualidad y los incentivos estructurales defectuosos (privilegios en materia de recursos y préstamos)
inherentes al sistema jurídico internacional (Pogge 2008; Chimni 2007).
En conjunto, estas tendencias plantean una serie de cuestiones sociales, políticas, jurídicas y
normativas de gran calado para el derecho económico internacional, ya que, al ser el marco
regulador de la economía mundial, todas estas cuestiones le caen encima, por así decirlo. Queda
mucho trabajo por hacer para garantizar que la economía mundial funcione de forma justa para
todos.

4. Un cambio de paradigma para abordar la desigualdad


La globalización no sólo está intensificando el problema de la desigualdad, sino que está
transformando nuestra comprensión tanto del problema como de la forma de abordarlo. Abordar
eficazmente la desigualdad en la actualidad requiere un cambio de paradigma en la forma de enfocar
tanto la desigualdad como las cuestiones más amplias del desarrollo y la equidad de las que forma parte:
ahora debemos abordarlos como problemas globales dentro de una sociedad de mercado global. Dado que el
espacio transnacional se parece ahora más a lo que pensamos que es el espacio nacional que a nuestros
planteamientos tradicionales del contexto internacional para la política de desigualdad, el tipo de
cosas que hacemos en las democracias occidentales de bienestar social a nivel de la comunidad
local para mejorar la desigualdad y promover oportunidades para todos están más cerca del
corazón del "desarrollo" posglobal que de las soluciones tradicionales de derecho y política
internacionales, como los grandes ajustes estructurales multilaterales y las políticas de
"desarrollo".
En las sociedades occidentales desarrolladas, los esfuerzos por reducir la pobreza, promover
las oportunidades y abordar la desigualdad -en resumen, el equivalente nacional del desarrollo
(que ha recibido muchos nombres, más recientemente en Estados Unidos el de "desarrollo
comunitario"- han supuesto un esfuerzo sostenido para garantizar que todos obtengan los
máximos beneficios posibles de esa sociedad, es decir, que respetemos y apoyemos las
aspiraciones de cada miembro a la mejor vida posible dentro de esa sociedad. Esto ha implicado un
proceso de identificación y eliminación de obstáculos tanto a los recursos como a la movilidad social,
determinando responsabilidades y obligaciones, y creando capacidad (Opportunity Nation 2014;
Chetty et al. 2014). También significa garantizar la igualdad de oportunidades (es decir, que las
oportunidades no se vean bloqueadas por la discriminación u otras barreras consideradas injustas por esa
sociedad) tanto en el acceso a los recursos sociales como en la participación en instituciones
sociales como la política y los mercados de trabajo, bienes y servicios (Sen 1999).25 En resumen,
cumplir la promesa de desarrollo en las comunidades locales ha significado garantizar la oportunidad y la
equidad para todos en el contexto de una sociedad de mercado.
En la medida en que la globalización ha derrumbado las fronteras entre lo local y lo global,
reimaginar el desarrollo en un entorno posnacional (y, con él, la política de desigualdad) significa
reconstruir nuestro paradigma de modo que se eliminen las distinciones artificiales entre
oportunidad y equidad para "Nosotros", y lo que pasa por "oportunidad" y "equidad" para "Ellos".
Significa rechazar la idea de que las fronteras nacionales justifican la distinción peyorativa entre
"nuestras" aspiraciones y las de "ellos", y renunciar a las excusas fáciles para no apoyar las
aspiraciones transnacionales del mismo modo que esperamos que se respeten nuestras
aspiraciones en casa.

24 Véase (Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, 2013), La desigualdad de las Naciones Unidas
plantea graves amenazas para el bienestar de las personas en todos los niveles de la distribución de los ingresos; (Banco
Mundial, 2015), La desigualdad es uno de los tres principales retos para el desarrollo en la actualidad. Véase en general
Religiones 2017, 8, 11 de
78 (Piketty 2014; Stiglitz 2015; Anderson 1999). 19
25 Véase (Bourguignon 2016, pp. 11, 15), que cita la importancia de eliminar todas las formas de discriminación para abordar

eficazmente el problema de la desigualdad; Véase también (Opportunity Nation 2014).


Religiones 2017, 8, 12 de
78 19

Desde esta perspectiva, la política mundial de desigualdad -y las políticas de desarrollo en general-
son incoherentes. Por ejemplo, en el desarrollo comunitario nacional reconocemos que el "lugar" es
importante para las perspectivas de vida, por lo que permitir tanto la movilidad geográfica como la
social son objetivos importantes para el desarrollo local (Opportunity Nation 2014). Sin embargo, a nivel
mundial, mantenemos restricciones estrictas a la movilidad geográfica y, por tanto, social, con la
esperanza de que si enviamos comercio e inversión, otros se desarrollarán "allí".26 En cuanto a la
educación, reconocemos a nivel nacional que el acceso a una educación de calidad, ya sea a través de la
movilidad geográfica o la reforma escolar, es fundamental para la oportunidad (Duncan y Murnane
2014). Sin embargo, a nivel mundial, los Estados clientes del Fondo Monetario Internacional (FMI) se
han visto obligados tradicionalmente a reducir el gasto social en educación para alcanzar los objetivos
presupuestarios públicos (Rowden 2011). En el "desarrollo" nacional hemos asistido a un resurgimiento
del interés por la diversidad y la importancia de lo "local", por la eficacia de múltiples incentivos y
programas de desarrollo a menor escala y basados en la comunidad (Mander y Goldsmith 2000). Sin
embargo, a nivel mundial hemos favorecido las políticas económicas multilaterales que reducen el
espacio político para las variaciones y los experimentos nacionales en la política de desarrollo, un caso
claro de predominio de lo mundial sobre lo local.27 En resumidas cuentas, las distinciones "preglobales"
entre las relaciones sociales nacionales e internacionales nos han permitido aplicar políticas
incoherentes a nivel macroeconómico que permiten una desigualdad creciente y no conducen ni al
desarrollo ni a la justicia.
¿Qué se debe hacer? ¿Qué políticas "globales" pueden reducir la desigualdad doméstica y
global?
desigualdad? ¿Qué se puede hacer realmente a escala mundial? Esto depende de cuestiones de
causalidad muy complejas, pero en el fondo se trata de garantizar globalmente la oportunidad y la
equidad para todos en una sociedad de mercado global. Para IEL esto significa centrarse primero
en las instituciones.
John Rawls ha escrito célebremente que la justicia es la primera virtud de las instituciones
(Rawls 1971). Con esto quiere decir que la cuestión fundamental para los acuerdos institucionales
es si son justos o no, es decir, si las desigualdades que crean están justificadas (Rawls 1971).28 Sin
embargo, para Rawls y para muchos otros, aunque investigar la justicia de los marcos
institucionales, o lo que Rawls llama la "estructura básica", es una tarea clave para la teoría política,
se ha concebido como una investigación doméstica.29 La globalización ha hecho insostenibles tales
estructuras y supuestos binarios. Por "instituciones" debemos entender ahora tanto las
instituciones nacionales, como el derecho público y privado, el proceso político y las estructuras
socioeconómicas como el mercado, que se sabe que afectan a la desigualdad, como sus correlatos
internacionales, como el derecho internacional y las organizaciones internacionales, junto con el
mercado global y sus organismos reguladores nacionales e internacionales; en resumen, todas las
instituciones y estructuras reguladoras que afectan a la desigualdad y a su corrección a todos los
niveles.30
El cambio de paradigma al que insta este ensayo significa que, para abordar la desigualdad
con eficacia, debemos seguir trabajando en la reforma institucional global y local, pero de una
forma nueva y coordinada, reconociendo que las instituciones de la IEL operan en un único espacio
social y económico global.
Para IEL esto significa, en primer lugar, garantizar que la propia economía mundial promueva las
oportunidades y la equidad. Tenemos que reformar las normas e instituciones económicas
internacionales allí donde agraven la desigualdad, en ámbitos como el comercio y la inversión31 , la
legislación fiscal (Benshalom 2009; Repetti 2008), los préstamos del FMI y el Banco Mundial (García
2008), las finanzas mundiales (Buckley et al. 2016), los privilegios en materia de recursos y
préstamos

26 Véase, por ejemplo, (Stiglitz 2007), donde se analizan las anomalías creadas por la liberalización de los flujos de capital y
la resistencia a una circulación más libre de la mano de obra, especialmente de la mano de obra no cualificada.
27 ( (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) 2014)), en adelante UNCTAD; (Gallagher

2011), La regulación del comercio y la inversión de la OMC y EE.UU. deja poco espacio para las políticas.
28 La justificabilidad (o no) de la desigualdad también es fundamental para la reflexión teológica sobre el problema de la

desigualdad (véase la nota 18), por ejemplo dentro del pensamiento social católico. Véase, por ejemplo, Christiansen
Religiones 2017, 8, 13 de
78 1984 (que analiza el pensamiento social católico sobre la desigualdad posterior al Vaticano II en el 20º aniversario 19 de la
encíclica papal Pacem in terris).
29 Para Rawls, más allá de las fronteras nacionales se aplican normas de equidad diferentes. Véase (Rawls 2002; Maffetone 2011).
30 En la teoría de la justicia global se denominan colectivamente "estructura básica global". Véase (García 2013a, p. 174) y las

fuentes allí citadas; (Føllesdal 2008).


31 Véase, por ejemplo, (García et al. 2015), donde se analiza la reforma del marco de los tratados de inversión.
Religiones 2017, 8, 14 de
78 19

(Pogge 2010; Wenar 2008), y las políticas que favorecen la inmunidad de las empresas
multinacionales.32 También necesitamos reformar las normas por las que funcionan las
instituciones mundiales a través de estructuras de gobernanza desiguales, para potenciar la voz de
los miembros más agobiados por los retos del desarrollo y la desigualdad y más afectados por las políticas
institucionales (Torres 2010).
Yendo más allá, también tenemos que garantizar que la reforma de la IEL apoye los esfuerzos
por hacer realidad la oportunidad y la equidad a través de nuestras instituciones y políticas
nacionales. En términos de la IEL, esto significa proteger el espacio político para las medidas locales
dirigidas a mejorar la desigualdad.33 Las instituciones de la IEL deberían incorporar como política
algo parecido al principio de subsidiariedad promovido a nivel institucional por la UE: si existen
políticas locales exitosas, ¿cómo podemos proteger su espacio político, apoyar políticas similares y
la experimentación política en otras "localidades", y ampliarlas para su aplicación transnacional o
global, según proceda? Algunos países han sido capaces de invertir la tendencia al aumento de la
desigualdad, lo que sugiere que las políticas sociales y económicas nacionales pueden desempeñar un
papel crucial en la determinación de las tendencias de la desigualdad (Departamento de Asuntos
Económicos y Sociales de la ONU 2013, p. 99). Las instituciones de la IEL deben garantizar, como
mínimo, que sus políticas apoyen los esfuerzos locales exitosos, para que el nivel multilateral
pueda trabajar como socio, no como supervisor34.

5. Conclusiones
Los problemas de desigualdad plantean una serie de cuestiones que llevan mucho tiempo
siendo estudiadas por diversas disciplinas y abordadas a través de una serie de instituciones, leyes y
estrategias políticas a nivel local, internacional y ahora "global". Un denominador común ha sido que las
instituciones importan, tanto las instituciones globales (por sus propios esfuerzos políticos y por su
impacto en los esfuerzos políticos nacionales) como las propias instituciones nacionales. Corremos
el riesgo de alcanzar niveles de desigualdad no vistos desde antes de la Segunda Guerra Mundial,
con graves consecuencias para todos los niveles de la sociedad. Abordar la desigualdad con eficacia
hoy en día implica una nueva comprensión de cómo nuestros esfuerzos para trabajar a través de
las instituciones globales y nacionales, y en particular del derecho económico internacional, forman
parte de un enfoque integrado y global para promover las oportunidades y la equidad en una
sociedad de mercado global.

Conflictos de intereses: El autor declara no tener ningún conflicto de intereses.

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32 Véase, por ejemplo, (Waddock 2008), donde se analiza la infraestructura institucional emergente para garantizar una actividad
empresarial responsable frente a las lagunas normativas formales.
33 Véase la nota 35.
34 Por ejemplo, el FMI ha empezado recientemente a recomendar a los Gobiernos clientes que apliquen políticas para

facilitar un mejor acceso a la educación, mejores resultados sanitarios, leyes laborales más estrictas y políticas de
bienestar social redistributivas para ayudar a aumentar la proporción de ingresos de los pobres y la clase media con
independencia del desarrollo económico de un país. Véase (Dabla-Norris et al. 2015, p. 27; Departamento de Asuntos
Religiones 2017, 8, 15 de
78 Económicos y Sociales de la ONU 2013, pp. 103-5). Sin embargo, es importante que el FMI evite los errores del pasado
19 y
reconozca que estas políticas deben aplicarse teniendo en cuenta las necesidades y condiciones locales, y no como una
programación de talla única. Véase (Dabla-Norris et al. 2015, p. 28).
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