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Nadie menos indicado que el propio autor para hablar sobre su obra. ¿Qué
puedo yo decir de mis poesías de amor y de locura? Ellas son, finalmente, pobres
flores huérfanas; aunque creyeron haber hallado en mi sombra y en mi soledad,
madre generosa, cuánto temor se apodera de mi ánimo, cuántos sentimientos
confusos me arrastran, si pronuncian mi nombre. Deseo huir de ellas, cuando las veo
venir, hambrientas, a mis pies. Suben por mis huesos como hiedras. Bailan en mi
alma no sé qué extraños ritmos. Celebran el amor y la maldad de una manera y un
modo que no entiendo, pero que a la vez me complace. Quise yo ser una buena
mujer, una más del montón de las señoras piadosas, mas heme aquí, con mi
evangelio torcido y mi canto convertido en escándalo por su culpa. ¡Por su culpa!
Las quiero. Todavía las quiero, sobre todo a la noche. Dicen las palabras que tanto
quise decir. Por su vida mi existencia conversa con Dios y con los demonios. Me
hacen caer en la tentación de la carne. Estaremos siempre juntas, más allá de los
siglos. Creo en ellas. Y necesito creer que ellas creen en mí.
Delfina Acosta
22 de mayo de 2007
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Mi reino
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Poesía
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El verdadero mundo
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Sucede
Sucede que mi carne se deshoja
porque ella es desde antes mi enemiga.
Morir o envejecer. La tarde quieta,
la noche tan callada en mis mejillas,
me ocurren. Y me ocurre la penumbra
del corazón. De niña no sabía...
Me hablaban de muñecas de cristal,
de la importancia de las blancas cintas
en el cabello verde, o me llevaban
al cine. Me contaban las mentiras
que a ellas les dijeron, y yo, buena
y sana fui instalada en una esquina
del tiempo hasta que ahora, a la hora
de aquel reloj que marca el mediodía,
me digo, finalmente, que en mi rostro
el sol se puso ya. Cuan largo día...
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De memoria
Tienen las ramas esta madrugada
el bienvenido aliento de las rosas.
Las blancas mariposas de mis manos
nadie las ve ¡y cómo te devoran!
Donde tú estás, allí, mi amor te llama.
Yo quiero que me escuches. Es ahora
el tiempo del encuentro. ¿No percibes
cómo se buscan, sin saber, las cosas?
Amigo, amante, déjame decirte
y dime tú también. Llegó la hora.
Las lágrimas con luces del rocío,
el soplo de cristal, las altas olas
nos buscan, llameando, desde ayer.
Abren caminos, árboles, auroras.
Amado, nuestros besos, tantos besos
y un beso yo los supe de memoria.
Debajo del rojizo sol de flores
te aguardo siempre dentro de mi sombra.
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Apuntes esenciales
a Agnes Hazenbosch
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Dos hijos
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Alma
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La puerta
Cualquiera llama a mi pequeña puerta.
Cenar suelo con reyes y mendigos.
Ay, cómo me atareo en repartir
en dos iguales partes lo servido.
Y es entre gente que a mi casa llega
contándome unos casos divertidos,
cuando me acuerdo yo de tu anunciada
visita, bienamado, y ahorro el vino.
Mi hogar aseo día a día y pongo
sobre la mesa aroma de jacintos.
Mientras te aguardo, ¿quién también te aguarda?
Y si tú llegas, ¿cena quién contigo?
Señor, que me confundes o enterneces
con tus palabras puestas en mi oído.
¿Las cosas que me dices son las mismas
que oyen las otras y les da lo mismo?
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En tu nombre
Cocuyos
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Golondrinas
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El tiempo es beso
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Aquella que te amó
Palomas de repente en mis mejillas.
Un sacudir de alas si regresas,
amante, a mi presencia y me perdonas
y arrancas de mi amor la sola queja.
Me juras por tus muertos, yo te juro
por Dios que a los demonios atormenta.
Y en brasas se convierten las palabras.
En pájaros sangrientos que pelean
por las migajas de las hostias últimas.
Ámame hombre en esta noche negra.
Mi historia es ésta: un lecho solitario,
un despertarme atada siempre a hiedras
y una almohada llena de tu rostro.
Mi vida toda es sólo sueño, niebla.
Mas llegas y mi voz ya no es cautiva.
Y aquella que te amó, se me asemeja.
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Nadir
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Madre
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Hipótesis
Si tú a morir te fueras, si las mantas
muy frías se quedaran en tu lecho,
yo no te llevaría flores tristes
en donde estés. Le pediré a los cuervos
y al ruiseñor que no me condenaran
a ir desolada y pálida a tu encuentro.
Pañuelo de cenizas cubriría
la forma sin color de mis cabellos
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Canto profundo
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Poeta
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Camino
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Dios que es él
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Amor de enero
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Conciencia
Tus ojos, dos secretos que me observan.
Mas, ¿qué dolor es éste que en mi frente
tan pálida, parece algún lunar?
Si están los astros pocos, si la muerte
echó la puerta, si las hojas secas
en viento malo al rato se convierten,
si cruje ya el paisaje y van los muertos
en busca de las gotas de la fiebre,
yo sé que estás adentro, horrorizada.
Conciencia que te aferras a mi suerte
y abrazas fuertemente a mi existencia,
no sé qué hacer contigo pues me dueles
con un dolor sin pausa de pregunta.
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Retorno
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La otra vida
¿Te acuerdas de la vida, la otra vida
de pasos espantados, de los huesos
de aquel ciprés creciendo con nosotros?
¡Cuán niños en la niebla de otros reinos!
Volver a aquella edad, reír a costa
de nuestro susto en tantos cementerios.
Hallar morada en boca de aquel lobo,
que aquella nana de imposibles cuentos,
para dormir, a veces, nos contaba.
Las flores de los vivos y los muertos
en mis costillas crecen. Al rugir
el árbol del adiós, con sus pañuelos,
el último paseo me propongo.
Yo sudo. Llena estoy de rojo duelo.
La luz del pueblo apaga los crepúsculos
y por sus puertas entra el universo.
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