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La sanidad divina es una señal que sigue a los que creen. Jesús prometió, “Y estas
señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas
lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño;
sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán” (Marcos 16:17-18). Todos los
creyentes—no solamente apóstoles, profetas, o predicadores—pueden vencer el poder de
Satanás, hablar en lenguas, gozarse de protección divina, y orar exitosamente para la
sanidad divina de los enfermos.
Algunas personas quienes no creen en los milagros en el día de hoy tratan de desacreditar
las enseñanzas de Marcos 16:17-18 por retar a los creyentes a coger víboras venenosas,
o para tomar veneno. Sin embargo, este pasaje no aprueba tales prácticas, no nos instruye
a tentar a Dios, pero sí afirma que podemos tener fe para protección divina contra
algún peligro.
Cuando Satanás tentó a Jesús, él citó una promesa de protección divina de los Salmos
y retó a Jesús a lanzarse del pináculo del templo. Jesús replicó citando de Deuteronomio,
“Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios” (Lucas 4:12). Si nosotros nos exponemos
deliberadamente al peligro para probar a Dios o para exaltarnos a nosotros mismos,
entonces no podemos confiar en la promesa de Dios de protegernos.
Además, Santiago 5:14-15 nos dice que debemos orar por todos los creyentes quienes
estén enfermos y debemos creer que es la voluntad general de Dios sanarlos: “¿Está
alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él,
ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el
Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados.” La palabra
“enfermo” viene del griego astheneo, que aparece muchas veces en el Evangelio en
referencia a los que están enfermos. El Señor es el que levanta a los enfermos y Él
responde a “la oración de fe.”
Tanto Marcos 16:17-18 como Santiago 5:14-15 nos instruyen que como un principio
general debemos esperar que cuando oremos los enfermos sean sanados, y debemos
enfatizar la importancia de la fe en recibir la sanidad. Examinemos más ampliamente el
rol de la fe.
• “Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho” (Mateo 9:29)
• “Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados”
(Marcos 2:5). Este varón no podía acercarse a Jesús por sus propias fuerzas, pero
algunos de sus amigos le bajaron por un hoyo en el tejado de la casa donde Jesús estuvo
enseñando a una multitud. Como resultado de su fe, el varón pudo encontrarse con el
Señor, quien le concedió tanto el perdón (que requería el arrepentimiento y la fe por su
parte) como la sanidad. Tanto el varón como sus amigos se unieron en fe.
• “Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No
temas, cree solamente” (Marcos 5:36).
Los apóstoles, testigos del ministerio milagroso de Jesús, tenían gran fe cuando llegó el
momento de ejercer sus propios ministerios. En por lo menos algunas ocasiones, todos
por los que oraban fueron sanados. Hechos 5:14-16 registra, “Y los que creían en el
Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres; tanto que
sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y lechos, para que al pasar
Pedro, a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos. Y aun de las ciudades
vecinas muchos venían a Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados de espíritus
inmundos; y todos eran sanados.”
La sombra de Pedro no tenía ningún poder mágico, pero la fe del pueblo se incrementó
en su presencia en respuesta a su aparente relación con Dios, y Dios a la vez respondió a
su fe. Sin embargo, no todos en la iglesia primitiva recibían la sanidad instantánea.
Debemos orar y creer por un ministerio de sanidad como el de los apóstoles, y así
debemos esperar numerosas sanidades, a veces por una multitud a la vez. Si actuamos
así, la iglesia de hoy verá más sanidades hoy que en los tres años del ministerio terrenal
de Cristo, en cumplimiento de Su promesa de “mayores obras” (Juan 14:12). A la vez,
debemos reconocer la unicidad en el ministerio de Jesús: Él tenía una percepción perfecta
de la fe del pueblo y de la voluntad de Dios para ellos, Él tenía todo poder y autoridad
como Dios manifestado en carne, y Él usaba las sanidades como un medio de
establecer Su identidad mesiánica. (Véase Mateo 8:16-17; 28:18; Juan 2:24-25.)
Entonces solamente Su ministerio de la sanidad permanece como un ejemplo de
perfección.
• “Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de
Jesucristo de Nazareth, levántate y anda” (Hechos 3:6). Aquí se explica a la multitud
cómo fue sanado el hombre cojo.
• “Y poniéndoles en medio, les preguntaron: ¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis
hecho vosotros esto? . . . sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en
el nombre de Jesucristo de Nazareth, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios
resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano . . . Y en
ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres,
en que podamos ser salvos” (Hechos 4:7, 10, 12). Aquí Pedro explica a los líderes
religiosos judíos cómo el hombre cojo fue sanado.
• “Aconteció que Pedro, visitando a todos, vino también a los santos que habitaban en
Lida. Y halló allí a uno que se llamaba Eneas, que hacía ocho años que estaba en cama,
pues era paralítico. Y le dijo Pedro: Eneas, Jesucristo te sana; levántate, y haz tu cama.
Y en seguida se levantó. Y le vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los
cuales se convirtieron al Señor” (Hechos 9:32-35).
• “Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, éste se volvió y dijo al
espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en aquella
misma hora” (Hechos 16:18).
No es suficiente creer en forma general que Dios puede sanar, ni aun que Él sanará
eventualmente. La fe tiene que actuar en el presente para decir, “¡Estoy recibiendo mi
sanidad ahora!” A menudo Jesús y los apóstoles usaban actos simbólicos para ayudar al
pueblo a enfocar su fe para recibir la sanidad en un momento específico. A continuación
algunos ejemplos:
• “Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo, de tal manera que aun se
llevaban a los enfermos los paños o delantales de su cuerpo, y las enfermedades se iban
de ellos, y los espíritus malos salían” (Hechos 19:11-12).
En ningún caso debemos de ver al paño como mágico o indispensable, ni debemos poner
nuestra fe en un individuo quien ha orado sobre el paño. Al contrario, debemos darnos
cuenta que la fe es la clave y aquella fe debe ser puesta en Jesucristo.
Hay dos acciones simbólicas que la Biblia recomienda cuando se ora por los enfermos: El
ungir con aceite y la imposición de manos. El propósito primordial de ambos es de
enfocar la fe en un momento específico. Hablaremos de ungir con aceite ahora, y más
tarde, en el capítulo 11, hablaremos de la imposición de manos.
Santiago 5:14 instruye, “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de
la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor.” Los ancianos
(equipo pastoral, ministros) deben ungir a los enfermos con aceite.
Algunos comentaristas modernos dicen que este versículo habla de un tratamiento médico.
En tiempos antiguos, las técnicas médicas eran limitadas, y la gente vaciaba aceite encima
de las heridas o las ulceras. Pero si esto es el significado del capítulo cinco de Santiago,
¿Por qué deben los ancianos actuar como médicos?, y ¿Por qué deben usar aceite para
cada enfermedad, desde un dolor de cabeza al cáncer? A través de las Escrituras, varones
de Dios usaban el aceite para un ungimiento simbólico, y este significado es el obvio
aquí.
Encontramos un buen ejemplo en Marcos 6. Allí, Jesús envió a los doce discípulos a
predicar el Evangelio. No les envió como médicos, pero les dio poder para echar fuera
demonios y para sanar a los enfermos. Marcos 6:13 registra, “Y echaban fuera muchos
demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban.”
El Nuevo Testamento hace referencia a ese simbolismo: “Pero vosotros tenéis la unción
del Santo, y conocéis todas las cosas . . . Pero la unción que vosotros recibisteis de él
permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la
unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os
ha enseñado, permaneced en él” (I Juan 2:20, 27). La palabra “unción” se refiere
literalmente al hecho de verter aceite sobre alguien, pero aquí habla sobre el Espíritu
Santo que está vertido sobre nosotros.
• “Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano
Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado
para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Y al momento le cayeron de los
ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado”
(Hechos 9:17-18). Ananías era un creyente, quizás un anciano en Damasco. No era un
apóstol, y no hay ninguna evidencia de que él fuera ordenado por un apóstol.
Estos ejemplos nos animan a confiar en Dios para las mismas manifestaciones hoy en día.
La clave para recibir la sanidad divina no es la identidad de uno o del que ora, sino
es la fe en Jesucristo.