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1. INTRODUCCIÓN.
Fijémonos que estas personas no se dieron por vencidas al ver la multitud, buscaron
la forma de acercarse a Jesús, se esforzaron y creyeron que obtendrían lo que
buscaban; ellos realizaron un acto de fe, porque tenían la convicción que Jesús
podía ayudar al paralítico.
Muchas veces vemos personas que ante la enfermedad ponen toda su esperanza,
su confianza y recursos en sus fuerzas, en los médicos y en la ciencia; pero aun
así, muchos terminan desahuciados. Sin embargo, a la hora de buscar la ayuda de
Cristo, ante cualquier mínima oposición se rinden, no tienen el mismo carácter de
lucha y determinación para acercarse a Él. Pero debemos tener algo claro, Cristo
siempre recompensa nuestra fe.
Aquí podemos ver claramente que nuestras prioridades y las de Dios no siempre
son las mismas.
El paralítico llegó buscando sanidad, pero Jesús le dio algo mejor, aunque diferente:
le dio LA SALVACIÓN. Es que, aún si hoy estamos sanos, nuestro cuerpo está
destinado a morir. Por eso la prioridad de Jesús es nuestra salvación. Ser salvos
nos garantiza un cuerpo glorificado, que no se enfermará en toda la eternidad. Y,
antes de ocuparnos en el cuerpo presente, es necesario garantizar que en verdad
tendremos ese otro cuerpo.
8 En ese mismo instante supo Jesús en su espíritu que esto era lo que estaban
pensando.
—¿Por qué razonan así? —les dijo—. 9 ¿Qué es más fácil, decirle al paralítico: “Tus
pecados son perdonados”, o decirle: “Levántate, toma tu camilla y anda”?
Muchas veces, cuando una persona se acerca a Cristo con la única intención de
recibir sanidad, el Señor aprovecha para bendecirla con lo más importante de todo:
LA SALVACIÓN DEL ALMA, ese regalo inmerecido que recibimos por gracia
mediante la fe. Pero también, muchas veces las personas seculares que nos
rodean, cuando ven el proceso de transformación que inicia el Señor en nuestras
vidas, comienzan a sembrar desánimo, y llegan a poner en duda hasta el perdón
que recibimos en Cristo.
Ni el perdón de los pecados, ni la sanidad física son cosas fáciles, es más, ambas
cosas son imposibles de conseguir para el hombre que lucha en sus fuerzas, pero
son totalmente posibles para Dios.
Ante la duda secular que les mencionaba, el Señor nos dice en Marcos 2:10 NVI
10 Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para
perdonar pecados —se dirigió entonces al paralítico—:
Jesús Cristo tiene autoridad para perdonarnos, tiene poder sobre la enfermedad.
No hay nada que sea imposible para Él. Cristo venció la muerte y la enfermedad. Él
pago el precio de nuestro perdón hace 2.000 años en la cruz y nos ofrece vida
eterna y sanidad.
Podemos ver que Jesús no reprendió a la enfermedad, sino que le dio una orden al
hombre y esperó que este obedeciera en fe. La fe de este hombre no era pasiva.
Por fe él y sus amigos lucharon para llegar a Jesús, y ahora por fe, en contra del
diagnóstico médico y en obediencia a Jesús, se levantó.
Y Ahora, para cerrar, quiero que nos volvamos a hacer la pregunta inicial: si en este
momento supiéramos que Cristo Jesús estuviera predicando en algún lugar de la
tierra, ¿hasta dónde estaríamos dispuestos a viajar para escucharlo?
Pues te tengo buenas noticias, las buenas nuevas son que NO necesitamos viajar,
porque la palabra de Dios nos dice:
Por eso te invito a hacer la siguiente oración para recibir a Cristo como tu Señor y
salvador personal:
ORACIÓN DE FE.
Amado Jesús, te doy gracias, reconozco que soy pecador, pero también reconozco
que tú Jesús eres Dios, que te hiciste hombre, moriste en la cruz por mis pecados
y resucitaste al tercer día, te abro la puerta de mi corazón, haz de mí la persona que
tú quieres que yo sea, límpiame, sáname y libérame de todos mis conflictos con tu
preciosa sangre derramada en el calvario, te recibo ahora mismo como mi Señor y
mi Salvador. En el nombre de Cristo Jesús, Amén.
Si hiciste esta oración, te felicitamos, eres una nueva creación en Cristo, la palabra
de Dios dice:
Por eso, damos gracias a Dios por tu vida y te bendecimos con toda bendición del
cielo.