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La mayor santidad es el vivir en el Divino Querer.
(1) Habiendo leído dos vidas de santas, una que ansiaba mucho el sufrir, y la otra que quería ser
pequeña, yo pensaba en mi interior cuál de las dos sería mejor para poderla imitar, y no
sabiendo resolver esto me sentía como confundida, y para poder estar libre y pensar sólo en
amarlo he dicho entre mí: “Yo no quiero aspirar a nada sino solamente a amarlo y cumplir
perfectamente su santo Querer”. Mientras me encontraba en esto, el Señor en mi interior me ha
dicho:
(2) “Y Yo aquí te quiero, en mi Querer; hasta en tanto que el grano de trigo no es
sepultado bajo tierra y muere del todo, no puede renacer a vida nueva y multiplicarse
y dar vida a otros granos; así el alma, hasta que no se sepulta en mi Voluntad, hasta
morir del todo en Ella con deshacer todo su querer en el mío, no puede resurgir a
nueva Vida Divina con el resurgimiento de todas las virtudes de Cristo, que contienen
la verdadera santidad, por eso mi Voluntad sea el sello que te marque el interior y el exterior,
y cuando mi Voluntad haya resurgido toda en ti, en Ella encontrarás el verdadero amor, y esta es
la mejor de todas las otras santidades a las cuales puede uno aspirar”.
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