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Estilo de vida de los soldados de la primera guerra mundial

Mariana Andrea Murcia Gallo

San Isidro Labrador


Noveno

12/07/22
Estilo de vida de los soldados de la primera guerra mundial

Los soldados se quedaban en trincheras que servían para protegerlos un poco durante la
guerra, podían quedarse por días, semanas o incluso meses y aunque las trincheras
“protegían” a los soldados corrían el riesgo de que les lanzaran un explosivo, además la
falta de descanso por picaduras provocadas por piojos, la humedad, lluvia, nieve entre otros
aspectos que hacían todo más difícil.
Gracias a esas pésimas condiciones de vida tenían que dormir con ratas gigantes caminando
encima de ellos, ratas que devoraban los panes que tenían para sus cenas, las trincheras por
lo general estaban constituidas por tres líneas. La primera línea recibía y lanzaba los
ataques mientras que en la segunda se instalaban los soldados, la tercera ubicada 300metros
tras la segunda mantenía la reserva del ejército. Gracias a estas 3 líneas le era muy
complicado a los enemigos avanzar, aunque la vida dentro de las trincheras no era fácil.
La higiene era el mayor problema dentro de las trincheras, el lugar en el que hacían sus
necesidades eran grandes agujeros en el suelo, pero los soldados no siempre acudían allí,
algunas veces iban a la primera línea a atacar y si tenían una emergencia en ese momento
iban a un lugar apartado, pero cerca para hacer sus necesidades, el acceso al agua era
limitado, pero se aprovechaba mas en la tercera línea. En los días lluviosos el lodo se
mezclaba con los excrementos y cuerpos en descomposición de los soldados caídos, ya
fueran compañeros o enemigos.
Las condiciones también dependían del rango, el ejército y el frente, un claro ejemplo de
esto son los oficiales quienes disfrutaban de mas comodidades e incluso descansos. “El
tiempo que los soldados vivieron en el frente, en trincheras cochambrosas y minúsculas
(2×2 metros) creó fuertes vínculos entre las tropas. Los hombres dormían pegados para
darse calor por las noches, compartían la comida y largas horas haciendo guardia a escasos
centímetros, convirtiéndose en verdaderos hermanos de sangre. Un soldado escribió a la
madre de su amigo caído dejando un claro ejemplo de ello:
Lo mantuve entre mis brazos hasta el final, y cuando su alma se marchó lo besé dos veces
donde sé que lo habrías hecho tú (en la frente), uno por su madre y otro por mí”.

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