Su infancia transcurrió en el Ingenio de Potrero, en el estado de Veracruz y su adolescencia en la ciudad de Córdoba, en el mismo estado. Su madre murió cuando el escritor tenía cuatro años, al poco tiempo contrajo la malaria, lo que lo obligó a mantenerse encerrado prácticamente hasta los doce años de edad. Se licenció en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), de la Universidad Veracruzana y de la Universidad de Bristol. Fue estudiante en Roma, traductor en Pekín y en Barcelona, profesor universitario en Xalapa y en Bristol, y diplomático. Miembro del Servicio Exterior desde 1960, fue consejero cultural de las embajadas mexicanas en Francia, Hungría, Polonia y la Unión Soviética, director de Asuntos Culturales de la Secretaría de Relaciones Exteriores, director de Asuntos Internacionales del Instituto Nacional de Bellas Artes y embajador en Checoslovaquia. Trabajó en las editoriales Novaro, Oasis, Seix Barral y Tusquets. Colaborador de Revista de la Universidad, Estaciones, Revista de Bellas Artes y La palabra y el Hombre; de los suplementos México en la Cultura, La Cultura en México, Sábado y La Jornada Semanal; y del diario Ovaciones. Tradujo Las puertas del paraíso de Jerry Morzejweski, y Las excentricidades del cardenal Pirelli, de Roland Firbank. Autor de Victorio Ferri cuenta un cuento, Tiempo cercano, Infierno de todos, Los climas, No hay lugar, la autobiografía Sergio Pitol, El tañido de una flauta, Asimetría, Nocturno de Bujara, Juegos florales, Cementerio de tordos, El desfile del amor y Domar a la divina garza. En 1973 recibió el Premio Nacional de Novela del INBA, en 1981 el Premio Xavier Villaurrutia, en 1982 el Premio Narrativa Comala, en 1984 el Premio Herralde de comedia, en Barcelona; y en 1987 el Gran Premio de la Asociación de Cultura Europea, de Polonia y en 1999 el Premio Juan Rulfo. Fue condecorado por el gobierno de Polonia. Ingresó en la Academia el 23 de enero de 1997 como correspondiente en Xalapa. El 1 de diciembre de 2005, fue galardonado por mayoría con el Premio Cervantes. La entrega de este galardón, se celebró en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares el 23 de abril, en un acto presidido por los Reyes de España. Sergio Pitol falleció en Xalapa, el 12 de abril de 2018 a los 85 años por las complicaciones de una afasia progresiva que padeció durante años. Obras Tiempo cercado (1959). Infierno de todos (1965). Los climas (1966). No hay tal lugar (1967). El tañido de una flauta (1973). Asimetría (1980). Nocturno de Bujara (1981). Cementerio de tordos (1982). Juegos florales (1985). El desfile del amor (1985). Domar a la divina garza (1988). Vals de Mefisto (1989). La casa de la tribu (1989). La vida conyugal (1991). El arte de la fuga (1996). La Casa de la Tribu (1996). Todos los cuentos más uno (1998). Soñar con la realidad (1998). Carlos Fuentes
Carlos Fuentes Macías. (Panamá, 11 de noviembre de 1928 - México D.F., 15
de mayo de 2012). Escritor mexicano. Su infancia transcurre en un ambiente cosmopolita entre Argentina, Chile, Brasil, Estados Unidos y otros países iberoamericanos. Estudia Derecho en México y en Suiza y trabaja en diversos organismos oficiales hasta 1958. Paralelamente, funda y dirige junto a Emmanuel Carballo la Revista Mexicana de Literatura y colabora en Siempre; en 1960 funda también El Espectador. A los veintiséis años se da a conocer como escritor con el volumen de cuentos Los días enmascarados (1954), que recibe una buena acogida por parte de crítica y público. Tras obras como La región más transparente (1958) o Las buenas conciencias (1959) llega La muerte de Artemio Cruz (1962), con la que se consolida como escritor reconocido. Posteriormente escribe el relato Aura (1962), de corte fantástico, los cuentos de Cantar de ciego (1966) y la novela corta Zona sagrada (1967). Por Cambio de piel (1967), prohibida por la censura franquista, obtiene el Premio Biblioteca Breve y por su extensa novela Terra nostra (1975), que le lleva seis años escribir y con la que se da a conocer en el mundo entero, recibe el Premio Rómulo Gallegos de 1977. En 1982 aparece su obra de teatro Orquídeas a la luz de la luna, que se estrena en Harvard y critica la política exterior de EEUU. Dos años después recibe el Premio Nacional de Literatura de México y finaliza su novela Gringo Viejo, que había comenzado en 1948. Recibe el Premio Miguel de Cervantes en 1987 y ese mismo año es elegido miembro del Consejo de Administración de la Biblioteca Pública de Nueva York. En 1990 publica Valiente mundo nuevo y en los años posteriores es condecorado con la Legión de Honor francesa (1992), la Orden al Mérito de Chile (1993) y el Premio Príncipe de Asturias (1994), entre otros numerosos honores. Recibe el Premio Real Academia Española de Creación Literaria en 2004 y posteriormente publica Todas las familias felices (2006), La voluntad y la fortuna (2008) y Adán en Edén (2009). Sus últimas obras aparecen en 2011, el ensayo La gran novela latinoamericana y el libro de cuentos breves, Carolina Grau. Además de su labor como literato destaca por sus ensayos sobre literatura y por su actividad periodística paralela, escribiendo regularmente para el New York Times, Diario 16, El País y ABC. Su intensa vida académica se resume con los títulos de catedrático en las universidades de Harvard y Cambridge (Inglaterra), así como la larga lista de sus doctorados honoris causa por las Universidades de Harvard, Cambridge, Essex, Miami y Chicago, entre otras. El escritor fallece en 2012 a los 83 años en la capital mexicana. Novela: La región más transparente, 1958. Las buenas conciencias, 1959. La muerte de Artemio Cruz, 1962. Aura, 1962. Zona Sagrada, 1967. Cambio de piel, 1967. Cumpleaños, 1969. Terra Nostra, 1975. La cabeza de la hidra, 1978. Una familia lejana, 1980. Gringo Viejo, 1985. Cristóbal Nonato, 1987. Constancia y otras novelas para vírgenes, 1990. La campaña 1990. Juan Villoro
Juan Villoro, una de las voces más destacadas de la literatura latinoamericana
actual, nació en México en 1956. Hijo del filósofo catalán Luis Villoro y de la psicoanalista yucateca Estela Ruiz Milán, cursó sus primeros estudios en el Colegio Alemán de México, y se licenció en Sociología en la Universidad Autónoma Metropolitana. A pesar de la afición de su abuela paterna, escritora de best sellers de autoayuda para colegios católicos, por contar anécdotas y radionovelas a sus nietos, fue la lectura de De perfil, de José Agustín, la que despertó su vocación literaria a los quince años, y lo condujo al taller de cuento de Difusión Cultural de la UNAM impartido por Miguel Donoso Pareja en 1973. Aunque ya en 1977 comenzó a escribir guiones radiofónicos para el programa El lado oscuro de la luna, en Radio Educación, y ha cultivado, además de la narrativa, el ensayo, la crónica, la literatura infantil, la traducción, e incluso el teatro y el guión cinematográfico, fue precisamente en este género, en el de la narrativa breve, en el que se inició su producción literaria. Su primer libro, La noche navegable, un conjunto de once cuentos que son, en buena medida, relatos de jóvenes personajes que buscan su lugar en el mundo, fue publicado en 1980 en la editorial Joaquín Mortiz, dirigida por Joaquín Díez Canedo, a quien hizo llegar el manuscrito Augusto Monterroso, maestro de Villoro en el taller de narrativa del Instituto Nacional de Bellas Artes. La publicación coincidió, según recuerda el propio Villoro, con un terremoto en la Ciudad de México: «"A consecuencia del temblor, salió tu libro", me dijo el editor». En esta misma editorial, cuatro años más tarde, publicaría su segundo libro de relatos, Albercas, en el que lo fantástico y lo realista se funden en homenaje a Onetti, a Borges, a Bioy Casares y a Cortázar. En la hoy extensa obra literaria de Juan Villoro se cuentan dos volúmenes de relatos más: La casa pierde, con el que obtuvo en 1999 el premio Xavier Villaurrutia, y el más reciente Los culpables, que mereció el premio de narrativa Antonin Artaud de la Embajada de Francia en México en 2008. «Monterroso nos demostró que la vida existe para volverse cuento», ha dicho el autor refiriéndose a aquel curso impartido en la Biblioteca Alfonso Reyes en 1976, y de un proyecto de relato («La vista de Suárez»). Nació, ya en 1991, la que sería su primera novela, El disparo de argón, a la que seguiría, seis años después, Materia dispuesta. El disparo de argón gira en torno a dos temas fundamentales: la mirada y la ciudad; y estos dos temas, la ciudad, que es México, y la mirada, son de hecho dos constantes en la literatura de Villoro. Con el primero de estos dos motivos, la mirada, se relaciona otro de los géneros privilegiados en la escritura de Juan Villoro: la crónica. Tiempo transcurrido, de 1986; Palmeras de la brisa rápida, publicado tres años más tarde, y Safari accidental, de 2005, además de Los once de la tribu (1995) y Dios es redondo (Premio Vázquez Montalbán 2006), de tema futbolístico, se inscriben en este género. Villoro, que en alguna ocasión se ha definido como «un cronista de las ideas», ve en la crónica la respuesta a la necesidad de otorgar un sentido a la saturación mediática característica de la sociedad actual. La narración, «que admite la duda y la cordura de lo imaginario» se revela entonces como el antídoto a ese sinsentido, y de ahí el interés por cultivar una literatura de no ficción, en la que se incluyen tanto la crónica como el ensayo. En lo que respecta a este último género, es obligado citar sus dos recopilaciones de ensayos literarios: Efectos personales (Premio Mazatlán 2000) y De eso se trata (2007). Ambos títulos dan cuenta del objetivo perseguido por el autor en estas obras: convertir la literatura en algo próximo al lector, para lo que apuesta por un ensayo menos académico y frío, y más cercano a la emoción. Lolita y Pedro Páramo, Monterroso y Valle-Inclán, el Hamlet de Bloom y el de Tomás Segovia (de cuya traducción toma su título el segundo de los volúmenes) se dan cita en estos ensayos, y revelan una concepción de la literatura que no conoce fronteras, puesto que, en palabras de Villoro, «la geografía de la imaginación permite influencias diversas». La apuesta por convertir la literatura en una realidad más cercana al lector trasciende los límites del ensayo en la tercera novela de Juan Villoro, El testigo (Premio Herralde 2004), en la que un intelectual emigrado investiga la figura del poeta Ramón López Velarde a su regreso al México posterior al PRI. Encontramos de nuevo en esta novela las que más arriba calificamos como las dos constantes en la literatura de Villoro: la mirada (presente ya en el título) y la ciudad. Una ciudad que vuelve a aparecer como telón de fondo en Llamadas de Ámsterdam (2007), su cuarta novela, la historia de un amor que no pudo ser, y del que sólo quedan las conversaciones en una calle donde México se disfraza de Holanda. Jaime Sabines
(Tuxtla Gutiérrez, México, 1926 - Ciudad de México, 1999) Poeta mexicano.
En el horizonte de la penúltima poesía mexicana, la figura de Jaime Sabines se levanta como un exponente de difícil clasificación. Alejado de las tendencias y los grupos intelectuales al uso, ajeno a cualquier capilla literaria, fue un creador solitario y desesperanzado cuyo camino se mantuvo al margen del que recorrían sus contemporáneos. Hay en su poesía un poso de amargura que se plasma en obras de un violento prosaísmo, expresado en un lenguaje cotidiano, vulgar casi, marcado por la concepción trágica del amor y por las angustias de la soledad. Su estilo, de una espontaneidad furiosa y gran brillantez, confiere a su poesía un poder de comunicación que se acerca, muchas veces, a lo conversacional, sin desdeñar el recurso a un humor directo y contundente. Nacido en la localidad de Tuxtla Gutiérrez, capital del Estado de Chiapas, el 25 de marzo de 1926, tras sus primeros estudios, que realizó en el Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas, se trasladó a Ciudad de México e ingresó en la Escuela Nacional de Medicina (1945), donde permaneció tres años antes de abandonar la carrera. Cursó luego estudios de lengua y literatura castellana en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, y fue becario especial del Centro Mexicano de Escritores, aunque no consiguió grado académico alguno. En 1952 regresó a Chiapas; residió allí durante siete años, el primero de ellos consagrado a la política y los demás trabajando como vendedor de telas y confecciones. En 1959, tras conseguir el premio literario que otorgaba el Estado, Sabines comenzó a cultivar seriamente la literatura. Tal vez por influencia de su padre, el mayor Sabines, un militar a quien dedicó algunas de sus obras, y, pese al evidente pesimismo que toda su producción literaria respira, Jaime Sabines participó de nuevo y repetidas veces en la vida política nacional; en 1976 fue elegido diputado federal por Chiapas, su estado natal, cargo que ostentó hasta 1979. Y en 1988 se presentó y salió elegido de nuevo, pero esta vez por un distrito de la capital federal. Compaginar esta actividad política, que parece exigir cierta disciplina ideológica y un proyecto colectivo de futuro, había de ser difícil para un hombre como el que nos revela sus escritos, autor de una obra marcada por el pesimismo y por una actitud descreída y paradójicamente confesional, imbuida de una concepción trágica del amor y transida por las angustias de la soledad. Aunque contemporánea de la de Octavio Paz, José Emilio Pacheco, Homero Aridjis y otras destacadas figuras de la efervescente lírica mexicana, su poesía se apartó del vigente "estado de cosas", se mantuvo al margen de las actividades y tendencias literarias, tal vez porque su dedicación profesional al comercio le permitió prescindir del mundillo y los ambientes literarios. Influido en su prehistoria poética por autores como Pablo Neruda o Federico García Lorca, su primer volumen de poesías, Horal, publicado en 1950, permitía ya adivinar las constantes de una obra que destaca por una intensa sinceridad, escéptica unas veces, expresionista otras, y cuya transmisión literaria se logra a costa incluso del equilibrio formal. No es difícil suponer así que la poesía de Sabines está destinada a ocupar en el panorama literario mexicano un lugar mucho mayor del que hasta hoy se le ha concedido, especialmente por su rechazo de lo "mágico", que ha informado la creación al uso en las últimas décadas, pero también por su emocionada y clara expresividad. Este rechazo se hace evidente en el volumen Recuento de poemas, publicado en 1962 y que reúne sus obras La señal (1951), Adán y Eva (1952), Tarumba (1956), Diario, semanario y poemas en prosa (1961) y algunos poemas que no habían sido todavía publicados. En 1965, la compañía discográfica Voz Viva de México grabó un disco con algunos poemas de Sabines con la propia voz del autor. Sabines reforzó su figura de creador pesimista, su tristeza frente a la obsesiva presencia de la muerte; pero se advierte luego una suerte de reacción, aunque empapada en lúgubre filosofía, cuando canta al amor en Mal tiempo (1972), obra en la que esboza un "camino más activo y espléndido", fundamentado en el ejercicio de la pasividad; un camino que lo lleva a descubrir que "lo extraordinario, lo monstruosamente anormal es esta breve cosa que llamamos vida". Pese a una cierta reacción que lo aleja un poco de su primer y profundo pesimismo, sus versos repletos de símbolos que se encadenan sin solución de continuidad están transidos de una dolorosa angustia.