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Durante la época de la guerra de independencia, mientras Valencia
estaba tomada por los realistas, el mariscal de campo, don Pablo Morillo, se
recuperaba en nuestra ciudad de una herida recibida en la batalla de La Puerta.
Durante su estadía realizó varias obras en beneficio de sus pobladores,
entre ellas ordenó la clausura del atestado cementerio al lado de la Iglesia
Matriz, actual Catedral, y construyó uno nuevo al oeste de la urbe, al lado de la
Fila de La Guacamaya.
Para 1870, ya el cementerio Morillo rebasaba su capacidad y el Padre
Pedro León Lovera gestionó la construcción de uno nuevo a su lado, que fue
usado hasta 1887. Ese año se inauguró el actual Cementerio Municipal.
En la década de los años 30s los camposantos Morillo y Lovera fueron
clausurados, sus terrenos progresivamente invadidos y muchas casas
levantadas sobre las sepulturas que no fueron reubicadas. La única lápida que
sobrevivió fue la del señor Jesús María Pariga, "el Ánima del Candelero".
Esta reubicación del antiguo Cementerio Morillo provocó que muchas fosas se
perdieran y se deterioraran, pero las que no se pudieron reubicar, tras la
construcción del urbanismo, quedaron enterradas bajo el concreto y el asfalto
de sus calles.
Esto significa que todas las casas, o en su mayoría, fueron construidas sobre
tumbas, estimándose que por cada casa hay varias parcelas de difuntos, pero
la única tumba conocida que quedó tras aquella reubicación y tras la
construcción del urbanismo fue La Capilla del Ánima del Candelero, custodiada
y resguardada por los primeros habitantes del lugar, por esta razón es el único
vestigio de lo que fue el antiguo Cementerio Morillo.