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101 ¿Olvido, falta de memoria, desactivación?

Final

A modo de epílogo de esta serie

▪ Alguna vez nos ayudamos con Heidegger: ¿Que significa pensar?


Fue un curso magnífico el que Heidegger dictó en Friburgo en el
invierno 1951-52, e inaugura desde la primera lección que lo que
da que pensar es lo grave o gravísimo, y además hay que aprender
a hacerlo.
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▪ Hemos atravesado diversas curiosidades con intención de una


lectura desde la Filosofía.
▪ https://wordpress.com/block-
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Resumamos esta serie con cierta pintura entre caótica y mezcla
de indiferencias de lo que entendemos es la condición humana,
viva por existente y libre por condena

Desde el más puro positivismo, la biología no distingue, porque no


encuentra diferencias entre razas, castas, géneros, jerarquías, amos,
esclavos, lo natural o antinatural, Luego, en una genealogía que intente
entender esas diferencias que se han sostenido decenas de miles de años,
la antropología interpreta que no son más que la perpetuación de
acontecimientos aleatorios sostenidos por mitos. la fantasía agregada a
través del lenguaje por condición de sapiens, y luego internalizadas como
credulidades que adquieren en cuanto social, cierto valor de "verdad",
hasta donde las comillas permitan entender lo relativo de la palabra, para
nada fácil de conceptualizar.

Los conceptos admitidos de natural o antinatural, en relación a la potencia


del ser humano aquí y ahora en cualquiera tiempo desde hace más de
2.000 años, para nada provienen de alguna restricción biológica, sino de la
teología cristiana: la intención de Dios que que creó a la criatura humana
con el propósito que cada miembro y sus órganos, sirvieran a un fin
particular. Si los utilizáramos en cuanto a esos fines son naturales, si no,
viceversa. Puro discurso, con arreglo a fines.

No importan los fines de la confesión ni las arengas sofísticas de los


profetas. Tampoco interesa ya tanto que el modelo de subjetivación y
dominación del cristianismo adoptados por la mayoría de los poderes de
turno en cada espacio y tiempo de la historia.
Todos los disfraces, ocultamientos y simulacros no fueron obstáculo para
poder pensar estas cuestiones como ya lo hizo Nietzsche a lo largo de toda
su obra, y por ahora no agregaremos más a lo antes expuesto, acerca de la
inteligencia necesaria para abrir camino a formas diferentes de repensar
el mundo que viene siendo, después de los griegos, hasta hoy día. La
tragedia nace y muere como fenómeno apolíneo y dionisíaco, entre
catártico, jubiloso y de alabanza a la vida, en Grecia hasta el S IV AC. Desde
entonces la tragedia transmuta a los efectos de los dispositivos religiosos,
adoptados por los romanos y el resto de los príncipes o las figuras
equivalentes que los siguieron.

Tomado de Foucault quien diferencia y contrapone el estado a una


sociedad civil, y está diciendo mucho con eso, duele lo implícito de un
poder auto arrogado por el estado sobre otros obedientes civiles. Ahora el
estado como tal no existe, sino tipos que ocupan cargos oficiales en una
organización, que además es temporal, y que el uso de modelos
militarizados para lograr cierto grado de gubertanibilidad utilicen métodos
autoritarios, descifra no solo la ineficiencia de la organización, y sobre
todos las que la ocupan, como bien propio, incluidos los gobernados
obedientes. No es muy diferente de los modelos eclesiásticos,
monárquicos, feudales, militares y autoritarios que recorren casi toda la
historia.

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Hayek, que hace algunos años decía: lo que necesitamos es un liberalismo
que sea un pensamiento vivo. El liberalismo siempre dejó a los socialistas
la tarea de fabricar utopías, y el socialismo debió a esa actividad utópica
gran parte de su vigor, de su dinamismo histórico. Pues bien, el liberalismo
también necesita una utopía. A nosotros, decía, nos toca hacer utopías
liberales, pensar según la modalidad del liberalismo, en vez de presentarlo
como una alternativa técnica de gobierno: El liberalismo como estilo
general de pensamiento, análisis e imaginación.

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Desde Nietzsche, ya no se puede ser ingenuo. Salvo comodidad o


ignorancia que supone lo grave de la época.

Foucault lo explica, Hayek lo confirma. Es con excesiva similitud o


repetición, el mismo modelo antes más salvajemente expuesto.

Ya podemos entender porque ni importan ya los monarcas del poder en


cualquiera de las formas que sean necesarias gobiernan, dominan, sujetan
y se imponen sobre las mayorías, sino el crédito por el motivo que sea el
que estas brindan a los dispositivos que los esclavizan, que obedecen, o se
los cree, o admiten. Esta paradoja es histórica lo que la convierte en algo a
poder pensar, en nombre propio, alguna vez, lo más alejado posible de
toda fórmula de coerción o desactivación.
Hay algo propio en la condición humana, que es más que estrictamente
biológico, sino más bien del orden del mito, su transmisión en palabras y
la constitución anímica y psicológica de que proviene del contagio
sociocultural, que resulta aún enigma para los tiempos que corren. No
olvidamos la apuesta nietzscheana que convenientemente debería
devenir un hombre nuevo que trascienda las limitaciones de nosotros los
últimos hombres, que no aprendemos a pensar de maneras distintas, en
nombre propio y además tener en cuenta al resto en medio de ambientes
de respeto, honor, libertad mientras no se joda a los demás, cierta
solidaridad si hay mérito, posibilidad de volver al debate simple de ideas
sobre la base que los sofismas se segregarán espontáneamente,
entendiéndolos como formas de persuasión, similares a las que hacen
grave a la época, en amplio espectro de cotidianidades.

¿Qué significa pensar?

Ya desde el título, que es una pregunta, y la señalización a aquello que


daría contenido al pensamiento que es lo grave o gravísimo, más la
aseveración de que hay que aprender a hacerlo, da para pensar un rato
largo en muchas cosas, que desde la llanura de lo cotidiano no pretende
entender, no es necesario, y menos se piensa.

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¿Qué fines y propósitos de vida expresan los hombres en su propia


conducta; qué esperan de la vida, qué pretenden alcanzar en ella?
Es difícil equivocar la respuesta: aspiran a la felicidad, quieren llegar a ser
felices, no quieren dejar de serlo. Esta aspiración tiene dos faces: un fin
positivo y otro negativo; por un lado, evitar el dolor y el displacer; por
el otro, experimentar intensas sensaciones placenteras. En sentido
estricto, el término «felicidad» sólo se aplica al segundo fin. De acuerdo
con esta dualidad del objetivo perseguido, la actividad humana se
despliega en dos sentidos, según trate de alcanzar -prevaleciente o
exclusivamente- uno u otro de aquellos fines."

Parece la Ética de Aristóteles, pero es Freud (El malestar en la cultura).

Pretendemos así, expresado con palabras cuyo sentido otorgará el


receptor, reséñalar lo que sería, decimos, la más sana intención que nos
queda: desentrañar en adelante los obstáculos que impiden y por ello
mismo y con ello abrir la oportunidad de cruzar el puente entre lo que ya
somos proyectados en ya establecidos aquí y ahora como últimos
hombres hacia otro más pensante, menos vulnerable a los discursos de
que se multiplican al infinito para ser repetidos como pueden hacerlo los
loros, que cierran el círculo de lo grave de la época

Ser sapiens merece cualquier intento de dar valor que hace humano al
homo, que el pensamiento llegue a ser liberado a su camino singular, y
que con ello aprenda a armonizar con las leyes cosmológicas, que aún su
infinitud y diversidad, por la determinación o azar que fuera, permiten la
vida, y entre las especias vivas, las que nos toca como sapiens.

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