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Los 

sueños son propósitos que queremos alcanzar en diferentes


etapas de la vida, que nos motivan para levantarnos cada día, para
ponernos de pie cuando ya no nos quedan fuerzas, e ir por ellos.

Para llegar a concretarlos, tenemos por delante un largo camino.


Todos los días debemos dar pasos, pequeños pero firmes. La idea
es no detenerse.

Si estamos convencidos de ese sueño que queremos alcanzar, el


trayecto hacia él será tan placentero como llegar a la meta. Lo
debemos disfrutar. Al fin y al cabo, estamos caminando, trabajando,
moviéndonos hacia ellos.

Lo importante es no quedarnos quietos. Nadie más que uno mismo


puede hacer lo necesario para alcanzarlos. Como decía Walt
Disney: “Todos nuestros sueños se pueden hacer realidad si
tenemos el coraje de perseguirlos”.

De chicos, soñamos con qué queremos ser de grandes…


¿Bomberos para salvar vidas quizás? ¿Astronautas para llegar a
Marte? ¿Pilotos para dar vuelta al mundo? O a lo mejor sólo formar
una gran familia y ser felices.

Con el correr de la vida, muchos de esos sueños se convertirán en


realidad y otro se irán reformulando. Lo que, sin duda, nadie puede
negar es la felicidad que nos invade cada vez que concretamos eso
que nos propusimos, que tanto nos costó alcanzar. Es como que
nos sacamos esa mochila de los hombros, ¿no?
También Suele pasar que, cuando cumplimos un sueño,
alcanzamos la meta y nos preguntamos: ¿Y ahora qué sigue? Es
que la vida es una rueda que gira gracias a esos propósitos que nos
mueven a ir para adelante. Todos los días, un poquito más allá,
paso a paso.

Dicen por ahí que lo que creemos que vale la pena, cuesta y así
son los sueños será cuestión de intentarlo una y otra vez para
cumplirlos, eso si nunca dejemos de soñar.

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