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Antoni Dalmau | Siete días de furia

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Antoni Dalmau

Siete días de furia


Barcelona y la Semana Trágica
(julio de 1909)

Ediciones Destino | Colección imago mundi Volumen 164


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© Antoni Dalmau, 2009

© Ediciones Destino, S. A., 2009


Diagonal, 662-664. 08034 Barcelona
www.edestino.es

Primera edición: junio de 2009

ISBN: 978-84-233-4160-3
Depósito legal: M. 19.628-2009
Impreso por Huertas Industrias Gráficas, S. A.
Impreso en España - Printed in Spain
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ÍNDICE

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

I. El tiempo histórico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
El marco político y social . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
El anticlericalismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16
El antimilitarismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18

II. El preludio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
La aventura de Marruecos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
Contra el «impuesto de sangre» . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26
Hacia la huelga general . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29

III. La huelga y la rebelión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33


El éxito de la huelga general (26 de julio) . . . . . . . . . . . 33
De la huelga a la rebelión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36
Martes, 27 de julio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 38
La quema de conventos y de iglesias . . . . . . . . . . . . . . . 40
De las barricadas a los despachos . . . . . . . . . . . . . . . . . 45

IV. La revuelta continúa… y se extingue . . . . . . . . . . 47


Miércoles, 28 de julio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47
Síntomas de debilitamiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
Jueves, 29 de julio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 54
Viernes, 30 de julio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55
Un fin de semana tranquilo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58

V. La represión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61
La hora de las cuentas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63
La responsabilidad de la rebelión . . . . . . . . . . . . . . . . . 66
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VI. Francisco Ferrer y Guardia . . . . . . . . . . . . . . . . . 69


Una biografía accidentada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70
«Autor y jefe de la rebelión» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
La sentencia y la ejecución (13 de octubre) . . . . . . . . 75

VII. La protesta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79
La campaña internacional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79
Las repercusiones en Cataluña y en España . . . . . . . . 82
La Ciudad del Perdón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 84

VIII. Las consecuencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87


La caída de Maura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87
La política catalana después de la Semana Trágica . . . 89
El movimiento obrero en Cataluña . . . . . . . . . . . . . . 91
El sistema educativo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93
A manera de epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 94

Apéndice I
Cronología de los hechos de julio de 1909 . . . . . . . . 97
Apéndice II
Edificios religiosos asaltados durante
la Semana Trágica en Barcelona . . . . . . . . . . . . . . . . 107
Apéndice III
Los protagonistas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113

Anexos
1. «¡Ah! Barcelona…», artículo de Joan Maragall . . . . . 139
2. «La Ciudad del Perdón», artículo de Joan Maragall . . 143
3. «La iglesia quemada», artículo de Joan Maragall . . . . 147
4. Informe del capitán Francisco Galcerán,
defensor de Francisco Ferrer y Guardia . . . . . . . . . . . 155
5. Fragmento del testamento
de Francisco Ferrer y Guardia . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159

Orientación bibliográfica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 161


Índice de nombres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
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INTRODUCCIÓN

La Semana Trágica —Sangrienta, Triste, de Luto, Roja o


Gloriosa, para otros— es el nombre con el que ha pasado a
la historia la revuelta popular que se produjo principalmente
en la ciudad de Barcelona en julio de 1909. El origen inme-
diato de este estallido revolucionario fue el embarco de tro-
pas destinadas a un conflicto bélico muy impopular que ex-
plotó en el territorio africano del Rif, a consecuencia de una
operación policial que pretendía proteger el ferrocarril mi-
nero cercano a Melilla.
Las circunstancias concretas en las que se produjo esta
nueva fase de la aventura colonial española provocaron un
enorme desconcierto entre la población y dieron lugar a va-
rios disturbios que, tras las manifestaciones antibelicistas
del primer momento, desataron una considerable violencia
a partir del día 26 de julio. La convocatoria de una huelga
general, los enfrentamientos con la fuerza pública y la de-
claración del estado de guerra condujeron a un movimiento
insurreccional que desbordó a las fuerzas políticas y que,
privado de una dirección efectiva y de unos objetivos con-
cretos, se canalizó sobre todo en el incendio de iglesias y
conventos. El resultado de dicha rebelión, polarizada alre-
dedor de un anticlericalismo y de un antimilitarismo am-
pliamente extendidos entre los sectores populares, fue la
destrucción de la mitad de los edificios religiosos existentes
en Barcelona y la muerte de más de un centenar de perso-
nas, incluida la de varios miembros de las fuerzas del orden.
Otras ciudades catalanas vivieron en menor escala hechos
semejantes.
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De esta manera, la ciudad de Barcelona, que tres años an-


tes, y como resultado de las explosiones de aquellos momen-
tos, había empezado a ser conocida en algunos países euro-
peos como la «Ciudad de las Bombas» o la «Ciudad del
Terror», sumó un nuevo apelativo a la fama que tenía, al me-
nos en ciertos medios anarquistas: algunos la conocerían, a
partir de ese momento, como «la Rosa de Fuego».
Controlada la revuelta en los últimos días del mes, se dio
paso a una inmediata represión que recayó principalmente en
el movimiento obrero y las fuerzas de la izquierda. Casi dos
mil personas fueron procesadas y, entre las numerosas sen-
tencias de muerte que se dictaron, se ejecutaron cinco, una de
ellas la de Francisco Ferrer y Guardia, fundador de la Escuela
Moderna, considerado arbitrariamente por las autoridades
como el principal responsable de la rebelión. El fusilamiento
de Ferrer generó una gran campaña de protesta de carácter
internacional que acabó propiciando la caída del gobierno de
Antonio Maura y el ascenso al poder de los liberales.
Este libro, editado con motivo del primer centenario de la
rebelión, pretende explicar de forma asequible y sin aparato
erudito, las causas, el desarrollo y el desenlace de los aconte-
cimientos. Basándose en la abundante y exhaustiva biblio-
grafía existente, se propone divulgar un hecho histórico que
marcó profundamente los inicios del siglo pasado y que
quedó grabado en el imaginario colectivo de los barceloneses
y de los catalanes con una huella muy profunda.
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EL TIEMPO HISTÓRICO

Un estallido revolucionario como lo fue la Semana Trá-


gica no surge de la nada. Es preciso que exista un cúmulo de
causas objetivas, una situación social determinada, incluso un
estado emocional de la población de la época que expliquen
lo que sucedió. Por este motivo es importante situar la Bar-
celona y la Cataluña de aquel momento, analizar cuál era la
coyuntura política, económica y social que, aunque de modo
imperceptible, había puesto las bases para que la revuelta
fuera posible.

El marco político y social

En la esfera política, España se hallaba en pleno período


de la Restauración monárquica, con un joven rey, Alfonso XIII,
que había ascendido poco antes al trono, y con la lógica —ya
tan desgastada— del llamado turno pacífico, en el gobierno,
de conservadores y liberales, cuyos respectivos líderes, Cáno-
vas y Sagasta, habían fallecido hacía poco tiempo. A partir
del mes de enero de 1907 se había iniciado lo que se daría en
llamar el «gobierno largo» del conservador Antonio Maura,
que se había propuesto emprender un conjunto de reformas
que permitieran regenerar la vida política española desde el in-
terior del propio sistema. Por otra parte, y como una forma de
hacer frente a la inestabilidad parlamentaria y gubernamental
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de la época, hacía poco que se había aprobado una ley electo-


ral que establecía la obligatoriedad del voto y la elección au-
tomática en caso de candidatura única, pero la nueva ley no
alteraba la estructura fundamental que, en sus rasgos más im-
portantes, se mantenía desde 1870. De todas formas, el ba-
lance de la «revolución desde arriba» de Maura se estaba sal-
dando en aquellos momentos con desiguales resultados: se
lograron algunas reformas, como el programa de expansión
marítima y naval, pero hubo fracasos tan sonados como el in-
tento fallido de la ley de reforma de la administración local o
la incapacidad de llevar a cabo las reformas militares. Última-
mente, el clericalismo maurista y las medidas contra el terro-
rismo habían permitido la formación de un gran bloque hete-
rogéneo de izquierdas en el que se encontraban, entre otros
muchos, los republicanos y los liberales.
En Cataluña, se había producido con el cambio de siglo
una alteración política trascendental, con la sustitución de los
tradicionales partidos dinásticos por las dos nuevas fuerzas
emergentes: por una parte, el republicanismo radical encabe-
zado por el discurso populista y revolucionario de Alejandro
Lerroux y, por la otra, el regionalismo posibilista de la Lliga
Regionalista de Prat de la Riba y de Cambó. En ambos fren-
tes se habían producido en los últimos tiempos novedades im-
portantes: Lerroux había impulsado la creación del nuevo
partido radical con el objetivo de articular el republicanismo
de izquierdas de toda España, pero al mismo tiempo este im-
pulso se había frenado por la ausencia del líder que, privado
de su inmunidad parlamentaria, se había ido al extranjero
para huir de una condena judicial. Por otra parte, el asalto de
los militares a la redacción del ¡Cu-Cut! y de La Veu de Ca-
talunya en 1905 propició la creación de la Solidaritat Cata-
lana, un amplio frente unitario que agrupaba desde el car-
lismo hasta buena parte de los republicanos. Pero, tras el
clamoroso triunfo en 1907, había llegado la derrota electoral
de los candidatos solidarios en las elecciones parciales de Bar-
celona de diciembre de 1908 y el proyecto estaba en vías de
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una inevitable descomposición, no sólo por su diversidad in-


terna, sino sobre todo porque no había logrado ninguno de
sus dos grandes objetivos programáticos, a saber: la deroga-
ción de la denominada ley de Jurisdicciones y la obtención de
medidas descentralizadoras por parte del gobierno.
En cuanto al panorama económico, y después de las ne-
fastas consecuencias derivadas de la derrota colonial de 1898
—con una importante recesión del mercado de trabajo, sobre
todo en el sector textil—, el nuevo siglo abrió una dinámica
de crecimiento muy notable. Aun siendo cierto que, al inicio
de la centuria, más de la mitad de la población activa cata-
lana seguía dedicándose a la agricultura, también lo es que la
actividad en este sector estaba decreciendo y que los nuevos
tiempos se caracterizaban sobre todo por la concentración
urbana y por el aumento de la producción industrial, con una
diversificación sectorial cada vez mayor pese a la gran supre-
macía del textil. Sin lugar a dudas, contribuyeron a ello las
nuevas fuentes de energía, las nuevas tecnologías y el retorno
a cierta política proteccionista.
Por otro lado, las condiciones de vida de la población se-
guían siendo muy duras. Los salarios eran precarios y las jor-
nadas laborales muy largas, y las leyes que prohibían tra-
bajar más de once horas diarias y establecían el descanso
dominical no se aprobaron hasta 1902 y 1904, leyes que, por
cierto, más allá del enunciado teórico de la norma jurídica,
tendrían una aplicación gradual muy lenta y accidentada. Los
obreros trabajaban en condiciones muy peligrosas e insalu-
bres y vivían amontonados en habitaciones sin agua y sin luz,
en barrios apartados, en calles oscuras y cubiertas de polvo y
de barro. Las condiciones sanitarias eran pésimas. Como
muestra, basta recordar que, en el cambio de siglo, el dieci-
siete por ciento de los niños que sobrevivían al parto moría
antes de cumplir el primer año. La esperanza media de vida
se hallaba alrededor de los cuarenta y un años y los índices de
analfabetismo se situaban como mínimo en el cincuenta por
ciento de la población, sobre todo entre las mujeres. En defi-
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nitiva, las desigualdades sociales eran muy acusadas y ello


propiciaba, como una inevitable consecuencia natural, gran-
des conflictos y tensiones sociales.
Cabe hablar ahora, precisamente, del movimiento obrero
de aquella época. Después de la amarga experiencia de los ac-
tos terroristas y de la durísima represión de la última década
del siglo XIX, el nuevo siglo supuso un cambio estratégico de
objetivos en el movimiento anarquista —siempre mayoritario
en el obrerismo catalán— y arrancó con una importante oleada
de huelgas, en cumplimiento del nuevo mito revolucionario de
la época. Pero estas numerosas huelgas de 1901-1903 se sal-
daron con un balance claramente negativo para los convo-
cantes. Esta circunstancia, así como la debilidad organizativa
del movimiento, que pasaba por una época de crisis innegable,
reforzó una corriente de sindicalismo revolucionario de inspi-
ración francesa basado en las sociedades de trabajadores. Este
proceso de modernización culminó con la creación de Solida-
ridad Obrera (1907), unión local de sociedades obreras de
Barcelona que se expandiría por Cataluña y España y que,
muy pocos años después, se convertiría en la Confederación
Nacional del Trabajo (CNT). A pesar de tener una estructura
muy débil todavía, de tan sólo unos quince mil afiliados, con
sus nuevos postulados doctrinales y organizativos sentaba las
bases de un proceso de recuperación. Por este motivo, entre
otros adversarios, fue ferozmente atacada por los lerrouxistas,
que temían, y con razón, que si los trabajadores de Solidari-
dad Obrera se abstenían de intervenir en política, su partido
perdería buena parte de su clientela natural.
Ciertamente, la época de los grandes atentados anarquistas
había quedado atrás, pero aun así, aquella primera década del
siglo xx se caracterizó por un terrorismo latente que sobresaltó
de forma regular la vida de los barceloneses hasta el extremo
de promover, como respuesta a la estrepitosa ineficacia policial,
la creación por parte del Ayuntamiento y de la Diputación de
un cuerpo propio de nuevo cuño, la Oficina de Investigación
Criminal, tarea encargada al agente inglés Charles Arrow, que
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acabaría fracasando de un modo rotundo. El viejo problema


de la bombas reapareció sobre todo a partir de 1904, con un
doble carácter: por una parte, existía un activismo dinamitero
más bien difuso y de baja intensidad, protagonizado por gru-
pos minoritarios de aquel anarquismo debilitado; y, por otra
parte, estaba el terrorismo lucrativo de Joan Rull Queraltó, un
personaje singular que, procedente del movimiento ácrata, se
convirtió en confidente de varios gobernadores civiles y montó
un verdadero negocio rentable para él y para toda su familia.
Sin embargo, descontento con el trato retributivo que recibía
de las autoridades, acabó poniendo bombas por su cuenta. En-
carcelado, condenado y ejecutado a garrote vil en la nueva pri-
sión Modelo, en agosto de 1908, Barcelona entera creyó que
con su desaparición física podría olvidar por siempre jamás la
pesadilla del terrorismo; pero no fue así exactamente, ya que,
hasta julio de 1909, cuando empezó la Semana Trágica, aún
explotaron en la ciudad un total de once bombas más, que no
causaron ninguna víctima mortal.
Sin embargo, aquella Barcelona tan sobresaltada era la
fuerza motriz indiscutible de Cataluña y la capital industrial
de toda España. Había superado con creces el medio millón
de habitantes, había incorporado dentro de sus límites los
pueblos de las «Afueras», seguía siendo receptora de nuevas
corrientes de inmigración y había iniciado un importante
proceso de reforma urbanística de su casco antiguo. En defi-
nitiva, ofrecía una imagen de ciudad burguesa, dinámica y
emprendedora, abierta al Mediterráneo y a Europa con un
puerto activo y un comercio consolidado, a la cabeza de un
movimiento cultural tan esplendoroso como el modernismo,
una corriente en auge que se expresaba en la espectacularidad
de su memorable arquitectura, pero también en las demás
disciplinas artísticas y en la literatura. Se trataba a un tiempo
de una realidad y de una imagen, cierto es, porque bajo aque-
lla fachada rutilante se ocultaba un gran número de contra-
dicciones de todo orden que acabaría estallando con una
fuerza inusitada en los días de la Semana Trágica.
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El anticlericalismo

Los hechos de julio de 1909 no tienen explicación posible


si no nos referimos a este elemento constitutivo de la socie-
dad de la época, ya que la destrucción masiva de edificios re-
ligiosos será uno de los elementos determinantes —y aparen-
temente más sorprendentes— de la rebelión.
Curiosamente, y más allá de una animosidad popular más
o menos latente y de larga tradición en contra del clero cató-
lico, el cambio de siglo significó la aparición en la política es-
pañola de un activismo contrario al poder y a los privilegios
económicos de la Iglesia. Una Iglesia a la que se suponía pro-
pietaria de grandes riquezas —en contraste con el voto de po-
breza— y con una gran influencia política, ya fuera directa-
mente sobre los legisladores, ya indirectamente, mediante las
numerosas escuelas en las que se educaban las clases pudien-
tes. Por otra parte, no cabe duda de que en las últimas déca-
das había aumentado el número de órdenes religiosas, que
agrupaban, por sí solas, casi a cincuenta y cinco mil miem-
bros —más los treinta y tres mil del clero secular, es decir, no
vinculado a reglas monásticas—, en una sociedad española
que por aquel entonces (en 1900) apenas sobrepasaba los die-
ciocho millones de habitantes. De las seiscientas comunida-
des religiosas masculinas que existían en España en aquella
fecha, la mitad se dedicaba a la enseñanza.
La Iglesia católica estaba liberada del pago de determina-
dos impuestos y recibía una generosa aportación del Estado
—que superaba los veinte millones de pesetas de aquel enton-
ces—, pero la riqueza del clero regular, es decir, perteneciente
a una orden religiosa, era el que concitaba de una manera es-
pecial las iras de los sectores anticlericales. En este sentido, los
jesuitas eran el blanco preferido de todas las críticas.
Por otra parte, y ante el conflicto colonial, la Iglesia se ha-
bía lanzado a una campaña patriótica activísima de apoyo y
sacralización de la guerra. Y, cuando se produjo la derrota, la
interpretación clerical no había sido otra que considerarla
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como un fruto inevitable de la descristianización, del aleja-


miento de las enseñanzas del magisterio, del fin de la unidad
religiosa y de la maléfica propagación del liberalismo.
Entre los elementos de disputa política, en aquel inicio de
siglo, cabe mencionar, además del debate acerca de la posible
tutela del Estado sobre la totalidad del sistema educativo, los
siguientes:

• El nombramiento de algunos ministros claramente va-


ticanistas.
• El anuncio de matrimonio de la princesa María de las
Mercedes con un Borbón carlista (1900).
• El polémico estreno del drama Electra, de Benito Pérez
Galdós, un autor vinculado a la causa anticlerical
(1901).
• La discusión sobre la jurisdicción del derecho civil
frente al derecho canónico, con motivo del ingreso de
una rica heredera de Bilbao en un convento de monjas
(1901).
• La pugna permanente sobre hasta qué punto el Estado
tenía derecho a intervenir en las actividades educativas,
caritativas y mercantiles de las congregaciones, con el
fin de inspeccionarlas y fiscalizarlas (1901-1902).
• El nombramiento, ya con Antonio Maura en el poder
(1903), de un antiguo arzobispo de Manila como arzo-
bispo de Valencia, plaza fuerte del republicanismo es-
pañol.
• La aprobación, bajo un gobierno en ese momento libe-
ral, de una real orden que legalizaba los matrimonios
civiles (1906) y que Maura derogaría más adelante.
• El proyecto de una ley de Asociaciones no pactada con
el Vaticano (1906).
• La polémica surgida a raíz de que el autor del atentado
de mayo de 1906 contra Alfonso XIII, es decir, Mateu
Morral, fuera un empleado de Francisco Ferrer y Guar-
dia, el fundador de la Escuela Moderna.
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• La implicación directa de los obispos y del clero en la


campaña electoral de 1907.
• Disputas varias acerca de la actividad comercial y las in-
versiones de las órdenes religiosas, entre 1907 y 1909.

La simple enumeración de esta larga lista es suficiente


para demostrar que el clericalismo y el anticlericalismo se ha-
bían instalado en el centro del debate político español, con
discusiones a veces terriblemente encarnizadas. Por otra
parte, este debate tenía una fácil penetración en los sectores
obreros catalanes que, si bien se hallaban tradicionalmente
alejados de la política, se alimentaban desde hacía tiempo de
las posiciones del movimiento anarquista, radicalmente con-
trarias a la religión, y, últimamente, eran presa de la extrema
y persistente demagogia de los lerrouxistas en este terreno. En
este contexto, y en una dinámica de acentuación de la crítica
anticlerical, tampoco resulta nada extraño que muchos tra-
bajadores hallasen en el poder de la Iglesia católica y sus con-
gregaciones un destinatario fácil de sus iras en una época de
reajuste económico como la de 1907-1909, con incremento
de precios, congelación de salarios y aumento de los impues-
tos de consumo. Finalmente, y en la vida civil, algunas aso-
ciaciones civiles católicas de carácter ultraconservador, como
el Comité de Defensa Social creado en Barcelona en 1903,
mostraban continuamente su beligerancia contra las organi-
zaciones y los periódicos obreros y contra las escuelas laicas,
que en aquellos momentos eran ya más de cuarenta sólo en
Barcelona.

El antimilitarismo

La experiencia de las guerras coloniales y las formas de


reclutamiento ordinario del ejército extendieron entre el pue-
blo llano un profundo sentimiento contra la guerra, por mu-
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cho que la prensa de la época se inflamara de orgullo patrio-


tero y llamara enérgicamente a cerrar filas cada vez que se
abría un nuevo conflicto en el que pretendidamente no sólo
estaba en juego el interés, sino incluso el honor de la nación
española.
El sistema de reclutamiento, que había proporcionado la
mayor parte del más de medio millón de soldados que fueron
enviados a las guerras acaecidas entre 1868 y 1898, estable-
cía que el servicio militar era obligatorio, pero no necesaria-
mente personal, ya que se podían proveer sustitutos o recu-
rrir a la llamada «redención en metálico», que costaba entre
mil quinientas y dos mil pesetas de la época. No es de extra-
ñar, pues, que se hablara a menudo de la «contribución de
sangre» de los pobres, y que las familias que estaban en con-
diciones de hacerlo vendieran o hipotecaran su patrimonio o
recurrieran —a veces desde el mismo momento del naci-
miento del futuro sorteado— a un «seguro de quintas» que,
llegado el caso, hiciera viable la redención. En realidad, y con
este sistema, los redimidos y sustituidos venían a representar
en el conjunto de España una tercera parte de cada contin-
gente…
Por otra parte, y de modo tradicional, el movimiento
obrero, y en particular el anarquismo, eran contrarios al mi-
litarismo y a la guerra, que consideraban un instrumento de
defensa, no del patrimonio común de todos los ciudadanos
sino de los privilegios de la minoría dirigente del Estado. Y en
los últimos tiempos aquello que inicialmente había sido tan
sólo un antipatriotismo abstracto se había ido convirtiendo
en un antimilitarismo activo, precisamente en el cambio de si-
glo. En aplicación de esta firme convicción, había que luchar
de forma activa contra el ejército, contra la guerra y contra el
patriotismo burgués.
Este sentimiento generalizado se había plasmado en Fran-
cia en una organización concreta, primero con el Groupe de
Propagande Antimilitariste de París (1899) y después con la
Ligue Antimilitariste (1902). Dos años después tuvo lugar en
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20 SIETE DÍAS DE FURIA

Amsterdam un congreso antimilitarista que dio paso a una


Asociación Internacional Antimilitarista y que fue seguido
con gran interés en Barcelona. No es nada extraño, pues, que
en los círculos anarquistas catalanes se crearan en aquella
época comités de aquel signo y que se publicaran numerosos
artículos periodísticos y varios libros antimilitaristas, algunos
de los cuales a cargo de la propia Escuela Moderna.
También el Partido Socialista, minoritario en Cataluña,
hizo de la denuncia de la guerra un elemento central de su po-
lítica. En 1898, y a consecuencia de la mortífera guerra de
Cuba, lanzó una campaña que tuvo mucha resonancia con la
consigna central «O todos o ninguno», en alusión directa a
la discriminación que suponía la redención en metálico del
servicio militar. Después llegó la guerra de Marruecos, se in-
tensificó la campaña y se extendió a nivel internacional, en la
confianza por parte de algunos dirigentes de que la protesta
de los trabajadores contra la guerra les permitiría obtener el
liderazgo de la fuerza obrera catalana por la que llevaban
tanto tiempo porfiando.
Al otro lado del espectro político, las expectativas de los
militares españoles eran muy diferentes. Formaban parte de
un ejército profundamente desacreditado pero que no renun-
ciaba en absoluto a ser la última garantía del orden público in-
terior, frente a unas tensiones económicas y sociales cada vez
mayores. Por otra parte, y con respecto a su estructura in-
terna, se trataba de un ejército descompensado, con un eleva-
dísimo número de oficiales que absorbía buena parte del pre-
supuesto y con una gran indefinición respecto de sus cargos y
de sus responsabilidades. Los bajos sueldos y la falta de pers-
pectivas hacían que gran parte de estos oficiales consideraran
que una buena alternativa podía consistir en sustituir los es-
cenarios forzosamente abandonados de Cuba y Filipinas por
una nueva aventura bélica al norte de África, única solución
colonialista de recambio que España podía contemplar.
El caso es que, sobre este estado de opinión, sobre el an-
ticlericalismo latente o exacerbado y sobre un ambiente ge-
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EL TIEMPO HISTÓRICO 21

néricamente hostil al régimen monárquico, llegaría la preten-


sión del gobierno español de proceder a nuevos envíos de sol-
dados que ya estaban en la reserva hacia un nuevo conflicto
bélico en África, teñido de la misma impopularidad que to-
dos los demás. La yesca necesitaba tan sólo aquella pequeña
chispa para que prendiera el incendio.
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II

EL PRELUDIO

Todo comenzó cuando, en el mes de junio de aquel 1909,


Antonio Maura decidió modificar lo que hasta entonces había
sido una de las constantes en su línea de gobierno: oponerse a
una política activa en la zona de Marruecos. Empujado por
las presiones de los banqueros inversionistas que le pedían
protección, y por la impaciencia de los militares, autorizó al
ejército a salir del puerto y fortaleza de Melilla para restable-
cer el orden en toda la región noreste de Marruecos, asignada
a la protección española por un tratado internacional. Esta de-
cisión arriesgada significaría el inicio de la guerra, desenca-
denaría los acontecimientos de Barcelona y, finalmente, aca-
baría obligando a Maura a abandonar el poder.

La aventura de Marruecos

España era en aquellos momentos una antigua potencia


colonial debilitada, humillada por la pérdida reciente del im-
perio. Pugnaba pues, a lo sumo, por consolidar una posición
propia en una zona tan inestable como el «litoral africano del
Mediterráneo, desde el Muluya hasta más allá de Tánger»,
donde existía un permanente torbellino de aventureros y de
tribus con muchos pretendientes y facciones, y una guerra
prácticamente estructural. A España, pues, le convenía un po-
der local estable e independiente en Marruecos, y si esto no
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24 SIETE DÍAS DE FURIA

era posible, buscaría por lo menos entenderse con Francia


—siempre con el beneplácito de los ingleses— y quedarse con
el control absoluto de la franja norte, la del Rif. Una conferen-
cia internacional celebrada en Algeciras entre el 16 de enero
y el 7 de abril de 1906 consolidó este reparto de papeles.
Los intereses económicos españoles en la zona eran rela-
tivamente débiles, pero a partir de 1906 cambiaron de forma
repentina con la perspectiva de poder explotar unos yaci-
mientos de hierro y de plomo, situados en unas montañas a
unos veinticinco kilómetros de Melilla. Se trataba de un mi-
neral abundante, fácil de extraer y de una pureza muy ele-
vada. Esta explotación exigía un acuerdo con un aventurero
local, El Roghi, que quería participar en los beneficios y con-
trolaba la zona desafiando abiertamente al sultán, y que a
cambio garantizaba la protección de las minas y de la vía fé-
rrea. Pero estas concesiones disgustaron a las cabilas —es de-
cir, a las organizaciones tribales— que, considerando que se
les arrebataba una riqueza propia, atacaron las instalaciones
de las dos compañías explotadoras, una española y otra fran-
cesa, pidieron «cabezas y venganza» y manifestaron que no
autorizarían la reanudación del trabajo si no era por orden
expresa del sultán. En definitiva, entre octubre de 1908 y ju-
nio de 1909, la inactividad en las minas fue total.
La amenaza de una intervención francesa ante la ineptitud
española para garantizar la explotación minera motivó a
Maura a recurrir a la fuerza militar para adentrarse en el Rif
y afianzar la determinación española en el territorio que tenía
asignado. Esta acción y la voluntad decidida de reanudar el
trabajo minero propiciaron un incidente en el que fallecieron
varios obreros españoles. Y la dinámica bélica ya no pudo de-
tenerse: se aprobó un crédito para reforzar la guarnición de
Melilla; se dio la orden para que la Tercera Brigada Mixta de Ca-
taluña estuviera preparada para desplazarse a África; se dictó
el real decreto que autorizaba al ministro de la Guerra para
llamar a los reservistas que fueran necesarios y, por último, se
embarcó y envió a toda la brigada a Marruecos.
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EL PRELUDIO 25

Precisamente, fue esta última decisión la que excitó en


mayor grado las iras de la población de Barcelona, pues, en
lugar de enviar soldados voluntarios, reenganchados con
prima, que cobraban una pensión en caso de muerte o inva-
lidez, o los llamados «excedentes de cupo» de los tres últimos
reemplazos —es decir, los reclutas ya alistados que no habían
sido llamados a filas—, el gobierno de Antonio Maura tomó
la determinación de volver a enviar a la guerra reservistas que
ya habían efectuado el servicio militar y que dejaban a su fa-
milia sin el recurso de su salario y sin expectativa de cobrar
una pensión en el caso de que muriesen o quedasen inválidos
a consecuencia de la guerra.
En África, entre tanto, ya no sólo se trataba de una simple
amenaza de hostilidades esporádicas, ni de una simple acción
de policía, como pretendía el gobierno, sino de un auténtico
conflicto bélico. El 9 de julio de 1909 se produjo el incidente
que hemos esbozado: los cabileños hostiles a la presencia es-
pañola en Marruecos atacaron el ferrocarril de la Sociedad
Norteafricana y mataron a cuatro obreros que tendían una lí-
nea férrea en las proximidades de Melilla. Inmediatamente sa-
lió una columna para castigar a los agresores y asegurarse una
línea de posiciones hasta el denominado Atalayón. Además,
entre el 19 y el 23 de julio, tres ataques sucesivos de las tribus
enemigas, que intentaban cortar las líneas españolas de apro-
visionamiento, provocaron más de seiscientos muertos. Estos
hechos alentaron a los rifeños a engrosar una fuerza local que,
aunque estaba integrada por tan sólo unos ocho mil hombres,
lógicamente, conocía muy bien el territorio. El ejército espa-
ñol, por su parte, tenía unos veinticuatro mil hombres, pero
estaban pésimamente armados y mal preparados, sobre todo
los reservistas.
En la península, el fuego estaba a punto de prender, y no
sería nada fácil apagarlo.
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26 SIETE DÍAS DE FURIA

Contra el «impuesto de sangre»

En aquellos años, para los catalanes, la guerra no era algo


abstracto ni perteneciente a un pasado remoto. Todo el
mundo sabía lo que les esperaba a los jóvenes que se iban, y
así lo propagaba el refranero popular: «Hijo quinto sorteado,
hijo muerto y no enterrado»; o bien: «Quinta, enganche y es-
corpión, muerte sin extremaunción»… En definitiva, la gente
tenía memoria de diez u once años atrás, recordaba a los
muertos y a los mutilados, no olvidaba las penurias que ha-
bía tenido que pasar mientras estaban fuera y tenía muy pre-
sente el retorno de las diversas hornadas de repatriados, «ves-
tidos de rayadillo en pleno invierno, amarillos, heridos,
lisiados y famélicos, aterradores despojos del gran desastre
colonial», en palabras de Gaziel. Era el mismo y trágico re-
greso que Maragall evocaba en sus Tres cants de la guerra:

Tornem de batalles, venim de la guerra


i ni portem armes, pendons i clarins;
vençuts en la mar, i vençuts en la terra,
som una desferra.
Duem per estela taurons i dofins.
Germans que en la platja plorant espereu,
ploreu, ploreu! […]

Pero, pese a los temores y los malos recuerdos de la po-


blación, la dinámica de las movilizaciones ordenadas por las
autoridades ya no tenía marcha atrás. El día 11 de julio, al
mediodía, empezó en el puerto de Barcelona el embarco de
tropas hacia Melilla, que se reanudó el día 14 y continuó en
los días sucesivos. De momento, no parecía que esto fuera a
provocar altercados ni protestas significativas, y las reaccio-
nes de las familias tan sólo motivaban lo que La Veu de Ca-
talunya describía como «las tristes escenas sentimentales a las
que estos acontecimientos suelen dar lugar». Era una falsa
impresión.
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EL PRELUDIO 27

El día 18 de julio, un domingo bochornoso de pleno ve-


rano, tenía que embarcar en Barcelona el batallón de Caza-
dores de Reus, formado en su inmensa mayoría por jóvenes
catalanes. El escenario en el que debían desarrollarse los
acontecimientos acabó por redondear la situación. Para em-
pezar, las tropas se dirigieron al muelle pasando por el centro
de la ciudad, a las cuatro y media de la tarde de un día fes-
tivo, hecho que causó conmoción entre los ciudadanos que lo
contemplaban. En segundo lugar, los barcos que transporta-
ban a los soldados eran los mismos de siempre, y pertenecían,
cómo no, al integrista marqués de Comillas, vinculado a mul-
titud de intereses relacionados con la guerra. Por otra parte,
los oficiales pronunciaban discursos patrióticos, que parecían
más bien de desafío y que la gente escuchaba estupefacta y
profundamente indignada. Y, para colmo, las damas «blan-
cas» de la alta sociedad barcelonesa, las mismas que podían
permitirse el lujo de pagar mil quinientas pesetas para que sus
hijos no fueran a la guerra, repartían cigarrillos, escapularios
y medallas religiosas. Según escribía Pous i Pagès en El Poble
Català: «La medalla reza: “In hoc signo vincis”, debajo de
una cruz. El estuche que contiene el regalo de la docena y me-
dia de cigarrillos, muestra de la munificencia femenina y aris-
tocrática, lleva por lema dedicatorio: “Al soldado español”».
La provocación estaba servida…
Finalmente el embarco se produjo, pero hubo numerosos
incidentes y los cuerpos de seguridad tuvieron que intervenir en
los muelles, disparar al aire y detener a algunos de los mani-
festantes. Entre tanto, los familiares de los jóvenes movilizados
silbaron la Marcha Real y profirieron multitud de insultos y de
gritos contra Antonio Maura —que se había ido de vacaciones
a su retiro estival de Santander—, la policía —que reprimía la
manifestación— y el conde de Romanones —que tenía inver-
siones en las minas del Rif, como era público y notorio. La
gente gritaba, entre otras divisas: «A baix la guerra!», o bien
«Val més morir per la llibertat que ser mort pels moros!». Otro
clamor, por cierto, fue bastante recurrente entre los manifes-
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28 SIETE DÍAS DE FURIA

tantes de aquel primer día: la gente reclamaba que fueran a


aquella «guerra de los banqueros», no los pobres obreros de
siempre y los tradicionales «contribuyentes de sangre», sino el
marqués de Comillas en persona, los hijos de la familia Güell y
en definitiva los niños de casa bien. La alusión a estas familias
no era un simple recurso de demagogia barata ni un gesto agrio
de mal humor o de despecho: la realidad era que, además de te-
ner participación en una de las sociedades de las minas, el
grupo inversor Comillas-Güell —que por cierto tenía unas ex-
celentes relaciones con el gobierno Maura— participaba en la
compañías de seguros contra el servicio militar, y estas compa-
ñías, cuyos beneficios dependían del gran número de reclutas
que eludían el servicio, habrían perdido mucho dinero si se hu-
biera llamado a la guerra a los «excedentes de cupo»…
La manifestación y la protesta del 18 de julio fue el inicio
de una rebelión de gran alcance, y todo el mundo comenzó a
velar las armas para una situación conflictiva que de alguna
manera ya se veía venir. Los socialistas, tanto en Madrid
como en Barcelona, tomaron la determinación de plantarse
abiertamente frente a los designios bélicos de Maura, aunque,
dotados de una estructura todavía relativamente frágil en el
conjunto del territorio español, necesitaban tiempo para
arrancarle al gobierno una reapertura de las Cortes o impul-
sar directamente una huelga general. Por otro lado, los radi-
cales de Lerroux, que en aquellos momentos tenían a su cau-
dillo a punto de abandonar Buenos Aires, pusieron en manos
de los «anarquistas domesticados», que hacía poco tiempo
que se habían incorporado al partido, las acciones que pronto
sería necesario emprender. La verdad es que, a los lerrouxis-
tas, más que indisponerse con los militares —con algunos de
los cuales contaban para la hipotética revolución que algún
día habría que llevar a cabo—, les interesaba reforzar el, por
otra parte espontáneo, componente anticlerical de la protesta
y por este motivo no se privaron de recordar oportunamente
que el día 25 de julio se cumpliría el 74.º aniversario de la pri-
mera quema de conventos en Barcelona. Los disidentes de la
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EL PRELUDIO 29

Lliga Regionalista que, cinco años atrás, habían constituido


el Centre Nacionalista Republicà, optaron por sumarse cla-
ramente a la respuesta antibélica, con el joven Rovira i Virgili
al frente. Por último, y en las filas obreras, Solidaridad
Obrera se disponía a adoptar la reivindicación anarcosindi-
calista de la huelga general para utilizarla contra el recluta-
miento injusto y contra la propia guerra, estrategia, no obs-
tante, que tuvieron que preparar en silencio, ya que la
reciente ley de Huelga exigía un anuncio previo de ocho días
y prohibía de manera expresa que se realizara aquel tipo de
movilizaciones por motivos políticos.
Al otro lado, en el frente antagonista, el gobierno no pa-
recía tener ni la menor conciencia del conflicto que estaba a
punto de generar. En palabras del historiador Romero Maura:

Y así, gobernador, ministro y presidente siguieron su cami-


no, sin cuidarse de síntomas ni presagios, concienzudos, vi-
brantes de su patriotismo, totalmente decididos a no dilapidar
vidas ni medios, hostiles a toda aventura, y… sin el menor ba-
rrunto de la revulsión que habían provocado entre sus súbditos
de los barrios bajos de Barcelona.

Hacia la huelga general

Los hechos del 18 de julio en Barcelona y las trescientas


bajas del primer ataque de las tribus rifeñas —que abría la es-
calada de las hostilidades— dieron lugar a una semana de te-
rrible agitación. No se hablaba de otra cosa, y todos los días,
en cuanto oscurecía, grupos de obreros más o menos espon-
táneos ocupaban las calles de la ciudad condal. Más allá de
una minoría interesada, existía un estado de opinión genera-
lizado, en todos los segmentos sociales, de oposición abierta
a la guerra de África. Los periódicos, principalmente el le-
rrouxista El Progreso y el nacionalista El Poble Català, abrían
sus ediciones con editoriales contra la guerra. Mientras tanto,
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30 SIETE DÍAS DE FURIA

el gobernador civil Ossorio y Gallardo, hombre inteligente y


ambicioso que sin embargo no había sabido resolver de una
forma satisfactoria el angustioso problema de las bombas,
acabó agrandando el movimiento con su celo probablemente
excesivo, al concederle más importancia de la que acaso te-
nía. Así se lo recriminaba El Poble Català:

Por la noche, Barcelona parecía Port-Arthur. Por las Ram-


blas no se podía dar un paso sin tropezar con un policía o un
[guardia] civil. Las esquinas estaban tomadas militarmente…
Todo el mundo se preguntaba si la guerra se había declarado en
Barcelona.
[…] Esto ni en Rusia. ¿Hasta cuándo, señor Ossorio, hay
que convertir la Rambla en campo de operaciones de esta inep-
ta policía que no ha sabido librarnos todavía del terrorismo?
El repugnante espectáculo de ayer hizo enrojecer de ver-
güenza a los que aman a Barcelona.

Por su parte, el ministro de la Gobernación, Juan de la


Cierva, aportaba su grano de arena desde Madrid suspen-
diendo los mítines contra la guerra, instando el procesamiento
de determinados directores de diarios y ordenando detencio-
nes de manifestantes y «sediciosos». Todo ello, unido a la in-
terrupción de la comunicación telegráfica directa que aislaba
la ciudad, equivalía a una prematura suspensión de las garan-
tías constitucionales y, si no había forma de que la opinión pú-
blica pudiera expresarse, «la protesta contra la guerra había
de morir o convertirse en revolucionaria», por decirlo con pa-
labras de la historiadora Connelly Ullman.
El paso de los días y de las horas no hacía más que acele-
rar las tensiones. A un lado, los adversarios de la guerra se
preparaban para promover una huelga general, una huelga
que en cualquier caso debería de iniciarse en lunes, después
de que los obreros hubieran cobrado la paga semanal y antes
de empezar una nueva semana laboral. Al otro lado, el go-
bernador, siempre compitiendo en protagonismo con su su-
perior y ministro —con quien tenía muy malas relaciones—,
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EL PRELUDIO 31

había ordenado, para reforzar el orden público, el traslado a


Barcelona de alrededor de setecientos guardias civiles arma-
dos, algunos de ellos de caballería. Por otra parte, y como
medida que coadyuvara a quitar hierro a la cuestión, el 22 de
julio se publicó un real decreto estableciendo una pensión
de cincuenta céntimos diarios para las familias de los reser-
vistas, cuando en la Barcelona de la época eran necesarias
como mínimo 3,50 pesetas diarias para poder vivir.
A última hora del sábado, día 24, se constituyó formal-
mente el comité de huelga, que sería convocada para el lunes
siguiente, día 26, y que sin embargo no tendría el aval oficial
de Solidaridad Obrera, «per a no comprometre ni a les socie-
tats de ressistencia ni a l’organisme confederatiu», según un
redactor de El Poble Català. Formaban parte de este comité
un socialista (Antoni Fabra Ribas), un anarquista (José Ro-
dríguez Romero o, según otra versión, Francisco Miranda) y
un sindicalista (Miguel Villalobos Moreno, cuyo nombre real
era José Sánchez González), tres hombres sin una significa-
ción especial en el movimiento obrero de Barcelona, que in-
formaron a los directores de los diarios afines y establecieron
contactos con algunos políticos y con los líderes obreros de la
ciudad y de las provincias de Barcelona y de Girona para or-
ganizar un «paro pacífico, una huelga de brazos caídos y
basta».
La huelga, pues, sería una realidad y, en palabras de Os-
sorio y Gallardo, «no explotó como una bomba, sino que se
corrió como una traca»…
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III

LA HUELGA Y LA REBELIÓN

El éxito de la huelga general (26 de julio)

A las seis de la mañana del lunes día 26 de julio, una mu-


jer bien vestida que se llamaba Mercedes Monje se dirigió al
gentío que se había concentrado en la plaza de Cataluña, en
el corazón del barrio comercial de Barcelona. En tono dra-
mático, exhortó a los obreros a impedir nuevos embarcos de
soldados y desafió a la guardia civil que quería disolver la
manifestación y que «siempre se mete con las mujeres». Fue
detenida. Se trataba, en realidad, de una primera represen-
tante de la gran cantidad de mujeres que se movilizarían en
aquella protesta y que, siguiendo la sugerencia de El Poble
Català, se distinguirían a menudo por llevar un lacito blanco
en el pecho. Poco después, un dirigente anarquista signifi-
cado, Tomás Herreros, que estaba arengando a un grupo en
el que había reservistas con uniforme, también fue arrestado
mientras gritaba a pleno pulmón: «Pueblo imbécil. ¡Manada
de corderos! ¡Que os lleven a la guerra!»… Otros anarquis-
tas notorios, como Francisco Cardenal, Francisco Miranda o
Mariano Castellote, salieron a la calle para incitar a la gente
a seguir la huelga.
A las nueve, tras el descanso de la mañana, la huelga era
ya una realidad en todos los antiguos pueblos del llano de
Barcelona. A ello habían contribuido en gran manera tanto
los piquetes obreros como los propios patronos, fuera porque
temían por la seguridad de sus fábricas, fuera porque en al-
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34 SIETE DÍAS DE FURIA

gunos casos no veían mal un movimiento de protesta de un


solo día contra la guerra. Y en el centro de Barcelona, el paro
de los metalúrgicos fue determinante para paralizar muchas
industrias y hacer que las calles se llenaran de trabajadores
yendo de aquí para allá. Circulaban todavía los carros y los
coches públicos y privados, pero las tiendas, impelidas al cie-
rre por muchachos que les gritaban: «Tanqueu pels nostres
germans de Melilla», ya empezaban a bajar las persianas mo-
mentos después de haberlas levantado. Acto seguido, un ele-
mento determinante para que la huelga tuviera éxito fue la
movilidad de los tranvías, sometidos al férreo control del di-
rector de la compañía, Mariano de Foronda, y reforzados por
guardias de seguridad, que iban armados con máuseres en lu-
gar de su arma blanca habitual. Los choques, como no podía
ser de otra forma, acabaron siendo inevitables.
Fuera de Barcelona, el lugar de máxima tensión fue Saba-
dell, que en aquellos momentos tenía cuarenta mil habitantes,
era uno de los centros textiles del algodón más mecanizados y
había sido el escenario de fuertes enfrentamientos entre traba-
jadores y patronos. Allí el paro adoptó un carácter de rebelión
general mucho más agudo, en la línea de lo que el ministro De
la Cierva —a diferencia de lo que pensaba el gobernador Os-
sorio— creía que acabaría pasando en todas partes.
Precisamente, el debate sobre la respuesta que era necesa-
rio dar a la movilización exigió la celebración a mediodía de
la llamada Junta de Autoridades (gobernador, capitán gene-
ral, presidente de la Audiencia), que tomó la determinación
de aprobar la ley marcial. Esta decisión implicaba funda-
mentalmente dos cosas: por una parte, permitía disponer de
tropas del ejército además de la policía para restaurar el or-
den público; y por otra, confería la máxima autoridad de la
provincia al capitán general. Mortificado por esta decisión,
por el «desaire recibido», Ossorio presentó la dimisión y se
desentendió de lo que pudiera pasar.
Aun así, el capitán general, Luis de Santiago —que era un
hombre más bien gris y acababa de llegar a Barcelona—, no
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LA HUELGA Y LA REBELIÓN 35

fue partidario de utilizar, de momento, la fuerza armada para


poner término a la huelga. Y es que, más allá de razones de
prudencia o de cálculo, se le planteaban como mínimo tres
problemas relevantes: sólo tenía a su disposición mil qui-
nientos soldados y oficiales —más seiscientos caballos y doce
piezas de artillería— para controlar todo el llano de Barce-
lona, poblado por casi seiscientos mil habitantes; la mitad de
esta fuerza estaba integrada por oficiales (!), es decir, hom-
bres de escasa simpatía por el clero y poco dispuestos a res-
tablecer el orden para una burguesía autóctona más bien ca-
talanista; y, por último, era necesario contar entre la tropa
con un número elevado de reclutas y reservistas, que por
fuerza tenían que ver aquella huelga con simpatía. Todo ello
no permitía augurar una actitud y un entusiasmo tan activos
como sería necesario… Estaban, por supuesto, los setecientos
guardias civiles, suficientes, tal vez, para evitar que se iniciara
la huelga, pero no para sofocarla. Y había también ocho-
cientos guardias de seguridad, poco acostumbrados a los
máuseres, más los guardias municipales y la guardia urbana.
Todos juntos no parecían constituir una garantía suficiente
para asegurar la restauración del orden en una ciudad en la
que había tanta gente movilizada y en la que se habían para-
lizado por completo la industria y el comercio. Así es que el
capitán general se limitó a apostar hombres de vigilancia en
los edificios oficiales y en el corazón de la ciudad y a esperar
que llegaran más contingentes de infantería y de caballería.
A medida que avanzaba el día, la situación se fue po-
niendo más tensa. Los tranvías fueron el escenario preferido
de la confrontación entre huelguistas y guardias de seguridad,
de manera que dos coches quedaron absolutamente destrui-
dos y otros treinta y cuatro bastante malparados. Resultaron
muertos dos tranviarios y hubo otros once heridos graves.
Tras varias escaramuzas y encontronazos, a primera hora de
la tarde todos los tranvías habían dejado de circular y esta-
ban de vuelta en las cocheras. Logrado este objetivo, llegó en-
tonces el asalto a algunas comisarías, con la intención de li-
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36 SIETE DÍAS DE FURIA

berar a los compañeros detenidos: en el Clot, por ejemplo,


murieron dos hombres y una mujer entre los manifestantes y
resultaron heridas graves, entre guardias civiles y guardias de
seguridad, otras nueve personas.
Por otra parte, la huelga también estaba teniendo éxito en
los centros textiles catalanes y en las ciudades más industria-
lizadas: Terrassa, Mataró, Granollers, Badalona, Sabadell,
Sant Feliu de Llobregat, Sitges, Vilanova i la Geltrú… En casi
todas ellas se habían producido incendios en las casetas de
consumos, levantamiento de raíles, corte de líneas telefónicas
y telegráficas… La falta de comunicaciones y la imposibilidad
para los diarios de preparar ediciones para la mañana si-
guiente aumentaron la sensación generalizada de una exten-
sión del movimiento por toda España, lo cual reforzaba sin
duda alguna la moral de los huelguistas.

De la huelga a la rebelión

En aquellas primeras horas de la tarde, la situación dio un


giro importante, de forma que aquello que hasta el momento
había sido una huelga general se convirtió en realidad en un
inicio de rebelión. Se formó una manifestación bastante nu-
merosa, encabezada por las mujeres y los niños, que bajó por
la Rambla lanzando «vivas» al ejército —y, paradójicamente,
gritos contra la guerra— con la intención evidente de atraer
a los soldados a la causa de los huelguistas y aislar a las res-
tantes fuerzas represoras. Pero hubo tiros y más heridos, y el
movimiento fue adquiriendo el cariz de una auténtica insu-
rrección. Y este cambio de la masa organizada se trasladó a
los promotores de la huelga, algunos de los cuales ya aban-
donaban la idea inicial de un solo día de paro para dejar las
puertas abiertas a una rebelión en toda regla.
Lo cierto es que aquel movimiento no tenía líderes ni ob-
jetivos políticos bien trazados, más allá de responder a un es-
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LA HUELGA Y LA REBELIÓN 37

tado de ánimo colectivo. En el seno del Partido Radical, la


única fuerza política que estaba en contacto con las masas
obreras pero falta del liderazgo de Lerroux, había posturas
diferentes. En realidad, la consigna oficial propugnada abier-
tamente por su principal dirigente, el abogado Emiliano Igle-
sias, era abstenerse ante un movimiento que ellos no habían
iniciado, pero muchos de sus jóvenes y de sus bases conside-
raban que aquella tenía que ser la gran oportunidad para
alcanzar la implantación de la «república social» que hacía
tanto tiempo que el partido y su líder predicaban.
Uno de los que se movieron en las esferas del partido, fun-
damentalmente para instar a Iglesias a firmar un manifiesto de
apoyo a la revuelta, fue Francisco Ferrer y Guardia, el funda-
dor de la Escuela Moderna, que se había trasladado expresa-
mente desde su masía del Masnou hasta Barcelona para seguir
de cerca los acontecimientos y con el expreso deseo de dar alas
a la revolución. Pero Iglesias no firmó la petición que se le re-
clamaba y Ferrer y el barbero de su pueblo, a falta de trenes
en circulación, recorrieron veinticuatro kilómetros a pie para
regresar a la villa del Maresme, adonde llegaron a las cinco de
la madrugada. La realidad era que, a pesar de su voluntad por
participar en los sucesos de Barcelona, Ferrer quedó, en la
práctica, completamente excluido de los mismos.
En aquellos momentos, hacia la medianoche entre el lu-
nes y el martes, se estaba dando una virtual situación de em-
pate. Todo estaba paralizado y la huelga había tenido éxito,
pero aún era imposible distinguir la vía de salida que acaba-
ría adoptando. Por otra parte, el capitán general, cada vez
peor visto por los prohombres de la ciudad, que lo criticaban
por su ineptitud pero que tampoco estaban dispuestos a ayu-
darle de modo efectivo, no había conseguido controlar la si-
tuación. Pero el incendio de un colegio de los hermanos ma-
ristas, poco después de medianoche, dio lugar a una nueva
fase de violencia.
Se trataba del Patronato Obrero de San José, situado en
el Poblenou, que era especialmente mal visto por los libre-
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38 SIETE DÍAS DE FURIA

pensadores y que se podía permitir prestar servicios a los


obreros sin cobrarles, gracias a las ayudas que recibía de se-
glares adinerados. El presunto hallazgo de un fajo de billetes
de banco en el interior del colegio acabó de dar argumentos
a los incendiarios sobre el acierto de atacar la propiedad de
una gente aparentemente tan rica… El incendio, sin embargo,
aún traería cola al día siguiente, cuando el director de los ma-
ristas fue asesinado a tiros en la calle al salir de la residencia
donde había pasado la noche.
Y así terminó aquel primer día de la semana, sin que na-
die pensara —ni siquiera las monjas franciscanas, que tenían
muy cerca de allí su colegio de niñas— que aquel brote de
fuego no constituía un caso completamente aislado, sino el
anuncio de una conducta destructora que muy pronto tendría
imitadores.

Martes, 27 de julio

Al día siguiente, el silencio informativo era total en Barce-


lona, y la sensación de ausencia de autoridad estaba bastante
extendida. No salieron los periódicos, el capitán general no
hizo público ningún comunicado oficial y los promotores de
la huelga alimentaron la incomunicación para hacer posible la
extensión del movimiento por toda España y evitar medidas
efectivas de represión por parte de las autoridades. Así pues,
los ciudadanos no sabían lo que había sucedido ni lo que tal
vez podría suceder. Simplemente, los obreros no volvieron al
trabajo y las tiendas fueron abriendo y cerrando de forma in-
termitente. Los desórdenes continuaban por las calles, incre-
mentados a veces por personas de los bajos fondos de Barce-
lona que encontraban en aquella situación una excelente
plataforma para armar guerra contra la policía y sus mandos.
Mientras tanto, y sin que en la ciudad hubiera ninguna
posibilidad de enterarse, en África se estaba librando la bata-
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LA HUELGA Y LA REBELIÓN 39

lla del Barranco del Lobo, por efecto de un ataque de las


inexpertas tropas españolas al monte Gurugú, desde donde
las cabilas del Rif dominaban la región. La internada del ejér-
cito terminaría muy mal y se saldó con 1.238 bajas por parte
española, incluida la del general que mandaba las tropas…
A mediodía, en Barcelona, los sublevados, que sabían que
el enfrentamiento era inevitable, comenzaron a construir ba-
rricadas en los cruces de las calles con adoquines y tapas del
alcantarillado, dando un paso más en la escalada. Al ver las
barricadas, muchas personas optaron por encerrarse definiti-
vamente en sus casas y no volver a salir por tiempo indefi-
nido. Sorprendentemente, tampoco las barricadas y aquella
apropiación de la calle movieron al capitán general de su ac-
titud meramente defensiva. Y ni que decir tiene que la tibieza
y la ineficacia de la respuesta oficial incrementaron el fervor
revolucionario de la gente.
Fue asimismo en aquellas horas cuando el ministro De la
Cierva, con la carta blanca de un Maura absorto por la gra-
vedad creciente del conflicto bélico, tomó sin tapujos un par
de iniciativas que invocaban la fibra patriótica de las zonas
españolas que aún no habían secundado las acciones de Bar-
celona. Por una parte, promovió la suspensión de las garan-
tías constitucionales, justificándolo en unos atentados que es-
taban teniendo lugar en Barcelona «en los instantes mismos
en que nuestros soldados luchan en África por la causa na-
cional»; por otra, permitió que se divulgara la versión de que
lo que estaba aconteciendo en Barcelona tenía una clara con-
notación separatista: así, ni los políticos catalanes ni los líde-
res obreros de otros lugares de España querrían sumarse a la
revolución o ni siquiera justificarla.
En cuanto a los parlamentarios catalanes que formaban
parte de la prácticamente difunta Solidaritat Catalana —los
radicales o lerrouxistas declinaron la invitación—, se reunie-
ron aquel mismo martes a primera hora de la tarde en casa
del republicano federal Vallès i Ribot, en pleno centro de Bar-
celona, animados inicialmente por el éxito de la protesta an-
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40 SIETE DÍAS DE FURIA

tibélica. Pero mientras estaban negociando el contenido de un


telegrama que pensaban dirigir a Antonio Maura exigiendo
que pusiera fin a la guerra, tuvieron noticia del incendio de
iglesias y conventos por la ciudad y cancelaron precipitada-
mente la reunión. La realidad era que, a pesar de algunos re-
querimientos expresos que recibieron, tampoco ellos estaban
dispuestos a ponerse al frente de una rebelión que sin duda
habían contribuido a fomentar pero que ahora los asustaba
enormemente…

La quema de conventos y de iglesias

En efecto: a falta de dirección política o de objetivos es-


tratégicos, los rebeldes que habían tomado las calles orienta-
ron su protesta hacia la quema de conventos, con el desa-
cuerdo explícito y la impotencia efectiva de los socialistas que
participaban en las decisiones del comité de huelga. Como ya
hemos dicho, hacía ya unos cuantos años que la desconfianza
y el recelo latente de los obreros para con las órdenes religio-
sas habían sido excitados de forma permanente por la dema-
gogia lerrouxista; y no hay que olvidar que, con independen-
cia de la posición oficial del republicanismo radical, entre las
masas activamente movilizadas aquellos días en las calles ha-
bía un contingente muy elevado de clientes asiduos a las Ca-
sas del Pueblo, y que algún dirigente lerrouxista, protegido
por la inmunidad parlamentaria, no dejó de presenciar o
quién sabe si jalear los incendios. Sin embargo, en la práctica,
aquel ansia de quemar los edificios religiosos disipaba las au-
ténticas energías revolucionarias y hacía inviable la revolu-
ción o el cambio de régimen. La rebelión barcelonesa se es-
taba agotando en la violencia anticlerical y, en realidad, no
llevaba a ninguna parte.
Lo cierto es que, como si de una operación perfectamente
programada se tratase, el mediodía de aquel martes, y mien-
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LA HUELGA Y LA REBELIÓN 41

tras se incrementaba el número de barricadas, vio cómo se


producía asimismo el incendio de múltiples edificios religio-
sos, tanto en el centro como en la periferia de la ciudad. Cir-
culaban listas de las casas que había que quemar; se aconse-
jaba echar a la hoguera las joyas, los bonos y el dinero en
metálico; se advertía a menudo a los religiosos sobre las in-
tenciones de los incendiarios, con el fin de evitar desgracias
personales; y es evidente que algunos anarquistas «jacobinis-
tas y ultraviolentos» y varios «jóvenes bárbaros» lerrouxistas
—es decir, de la Juventud Radical—, como los hermanos Ra-
fael y Josep Ulled o Joan Colominas, fueron figuras clave en
aquella quema de conventos. En aquella época se dijo incluso
que los incendiarios eran pequeños grupos de ocho a diez
personas «que es reunien al so de pitos i campanetes», según
explicaba Pere Coromines.
Cierto es que la elección de los edificios parecía aleatoria
en más de una ocasión, pero a veces se justificaba por la acti-
tud presuntamente agresiva —por ejemplo, por disparos de
escopeta— de los que se hallaban en su interior, ya fuesen los
propios religiosos o bien la policía apostada. Por otra parte,
se excitó la imaginación popular con la promesa del hallazgo
de fabulosas riquezas en las tumbas de las religiosas contem-
plativas o de cadáveres de monjas torturadas. Por último, y
ya en pleno delirio obsesivo, corrió la voz de que las congre-
gaciones religiosas preparaban un alzamiento para sustituir a
los Borbones alfonsinos por un pretendiente carlista, por
cuyo motivo se habría producido una acumulación de arma-
mento en determinados conventos de la ciudad.
Había un elemento desconcertante en aquella afición in-
cendiaria. Por un lado, algunos de los destructores más acti-
vos habían sido alumnos o beneficiarios de la acción educa-
tiva o caritativa de las casas religiosas que ahora atacaban,
posiblemente movidos por viejos deseos de venganza o por
ganas de liquidar cuentas pendientes; por otro lado, llamaba
la atención que muchas personas que habían colaborado con
las congregaciones religiosas perseguidas no movieran ni un
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42 SIETE DÍAS DE FURIA

dedo para ahorrarles la agresión de la que estaban siendo ob-


jeto.
Los primeros edificios quemados aquel día en el corazón
de Barcelona, con toda premeditación, fueron la iglesia pa-
rroquial de Sant Pau del Camp y el real colegio de Sant An-
ton de los escolapios, ambos en Ciutat Vella. Los dos incen-
dios fueron ordenados por personas que no iban vestidas con
el blusón azul del obrero, sino con traje y pantalón. Y en és-
tos, como en otros casos, la posterior llegada de las tropas
—que en más de una ocasión adoptaron una actitud franca-
mente pasiva— era celebrada por la gente con aplausos y vi-
vas, siempre con la expresa intención de no disgregar a los
militares de la protesta obrera.
No suele hablarse mucho de un dato relevante, y es que el
incendio de Sant Anton significó asimismo la completa des-
trucción del enorme retablo gótico de San Antonio Abad, una
de las obras maestras de Jaume Huguet, pintado a mitad del
siglo xv. Y mientras el colegio escolapio ardía por completo
con grandes llamaradas, al otro lado de la calle acontecía
algo parecido en el real monasterio de Sant Mateu, pertene-
ciente a la orden de clausura de las monjas jerónimas. Como
en el caso de los escolapios, tampoco las monjas quisieron
abandonar previamente su casa y tuvieron que huir por las
calles sin ningún tipo de protección, entre las burlas y las ca-
rrerillas de los asaltantes. La quema ofrecía en esta ocasión
un par de alicientes adicionales, verdaderamente morbosos:
las monjas eran de clausura y todo el mundo consideraba a
su congregación como la más rica de la ciudad.
Otro caso particularmente desgarrador fue la quema de la
iglesia de Santa Maria del Taulat, en el Poblenou, barrio po-
bre, feudo del Partido Radical y especialmente activo en la
quema. El anciano párroco y el vicario se escondieron en el
sótano, pero los descubrieron y fueron objeto de gritos y de
escarnio hasta que, hacia las seis de la tarde, el párroco, mo-
sén Ramon Riu, murió asfixiado por el humo y posiblemente
también por el choque emocional; su cuerpo fue arrastrado
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LA HUELGA Y LA REBELIÓN 43

por la calle y profanado. También fue destruida la comisaría,


al mismo tiempo que, en previsión de los enfrentamientos,
continuaba la construcción sistemática de barricadas, con un
protagonismo realmente notable de las mujeres. En este sen-
tido, Enriqueta Sabater la Llarga, y Rosa Esteller la Valen-
ciana, se distinguieron por su liderazgo y su activismo en el
Poblenou. Otra mujer que se hizo notable, en este caso en
el barrio del Clot, fue la pescadera lerrouxista Carme Alauch,
que estaba en primerísima línea de los rebeldes.
En una barriada de un signo social totalmente diferente,
Sant Gervasi, otro religioso perdió asimismo la vida. Avisa-
dos los franciscanos de que una multitud se dirigía a la resi-
dencia con malas intenciones, dos de ellos huyeron vestidos
con sus hábitos y cargados de paquetes, pero fueron vistos y
uno de los asaltantes disparó contra el superior, el padre Ra-
mon M. Usó, que murió al día siguiente. Éste fue, por cierto,
el tercer y último clérigo fallecido a lo largo de toda la se-
mana, cifra realmente baja que demuestra que, a pesar del
contexto general del momento, corrió y fue efectiva la con-
signa de que había que respetar la vida de las personas.
Entre todas las iniciativas de revuelta, llama la atención el
caso de Gràcia, puesto que allí la huelga consistió en una au-
téntica protesta contra la guerra y el sistema de recluta-
miento, sin una connotación tan anticlerical como en otros
lugares. Este acento, impregnado de profundo republica-
nismo, es posible que viniera dado por el elevado número de
reservistas de esta villa —ya habían embarcado doscientos—
y por una menor implantación lerrouxista. Lo cierto es que
fue precisamente Gràcia el lugar de Barcelona en donde se
produjo una confrontación más abierta entre los rebeldes y el
ejército. Se llegaron a construir setenta y seis barricadas, con
somieres, rejas y adoquines, y la lucha no era a traición desde
las azoteas sino a pecho descubierto y en la misma calle. No
faltaron tampoco episodios pintorescos, protagonizados por
personajes singulares como el viejo Esteve Sala el Curandero,
que ya había luchado por la Primera República; el escultor
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44 SIETE DÍAS DE FURIA

católico Ramon Giró, que construyó él solo una barricada; o


José Álvarez Señalado el Gallo, que se apoderó con su banda
de todo el contenido de una armería. A medida que avanzaba
la tarde, la cosa fue subiendo de tono, con incidentes espe-
cialmente sangrientos en las barricadas de la calle del Torrent
de l’Olla, y tan sólo la llegada de la artillería y los cañonazos
posteriores provocaron la derrota de los amotinados, después
de cinco horas de lucha sin tregua y con el resultado de diez
hombres muertos y un montón de heridos.
Más o menos a la misma hora, sobre las dos o las tres, ar-
dían escuelas e iglesias católicas en barrios pobres como el
Paral·lel, las Drassanes y el Poble Sec. Y a lo largo de la tarde
y hasta la medianoche, continuó el obstinado recorrido de la
destrucción y el incendio por diversas barriadas, de tal forma
que al final del día ardían ya una treintena larga de edificios,
concentrados en la zona de la Audiencia y del Eixample, por
un lado, y en Gràcia, Sant Andreu, el Clot, Les Corts y Sant
Gervasi, por otro.
En realidad, hubo una nueva ofensiva en plena oscuridad,
en aquella «noche trágica», que empezó por la casa ubicada
en la calle de Casanova (esquina Consell de Cent) de una con-
gregación que se tenía por rica e influyente, la de las adora-
trices del Santo Sacramento y de la Caridad, que resistieron
aquellos días tres ataques sucesivos bajo las órdenes de una
superiora, la madre Corazón de Jesús, dotada de un coraje
y un sentido común poco corrientes. Otro de los lugares del
Eixample que alimentó la morbosidad de aquella noche fue
el convento de las hermanas magdalenas, en la esquina de las
calles Valencia y Muntaner, donde los asaltantes dejaron in-
tacta, y a la vista de centenares de ciudadanos curiosos, la
«cámara del martirio», en la que había una extraña cama de
metal con tubos conectados a una cañería de gas. La visita
se completaba con una visión aterradora de tumbas abiertas
en las que se podían contemplar cadáveres de monjas atadas
de pies y manos, con sus disciplinas, costumbre por lo visto
extendida que la gente sin embargo ignoraba. La tanda de in-
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LA HUELGA Y LA REBELIÓN 45

cendios continuó en una serie que relacionamos al final de


este libro y que acabó aquella noche con el intento fallido
de asaltar y destruir los inexpugnables muros de la residencia de
los jesuitas de la calle de Caspe.
De todas formas, el ignominioso colofón de aquella no-
che fue el asalto a la residencia de la monjas capuchinas de
clausura de Sant Gervasi, en donde se dio una de las circuns-
tancias que ya había menudeado en otros lugares de la ciudad
a lo largo del día: la pugna persistente entre rebeldes y reli-
giosos por impedir que estos últimos, en su huida y a veces es-
condidos en su hábitos, se llevaran los bonos, los valores y el
dinero que daban prueba de la riqueza opulenta de las con-
gregaciones. En este caso, una de las cabecillas de la revuelta
en aquella zona, Francisca Norat la Gallinaire, no paró hasta
conseguir desnudar a una monja de setenta años, la madre
Eminencia, que, privada de los bonos que atesoraba, fue em-
pujada calle abajo, vestida sólo con las enaguas, entre insul-
tos y escarnios de las mujeres que la habían hecho salir de su
escondite…

De las barricadas a los despachos

Mientras ardían las casas religiosas y mientras tenían lu-


gar las escaramuzas en las barricadas, los políticos locales se-
guían reuniéndose, siempre oscilando entre adherirse a la
revuelta y dirigirla o colaborar con los funcionarios y repre-
sentantes del gobierno. Un intento de constituirse en grupo de
mediación entre las autoridades militares y los rebeldes fra-
casó por culpa de las desavenencias. Otro momento crítico
fue el de la presión ejercida por extremistas radicales y alguno
de los promotores de la huelga para que Emiliano Iglesias,
jefe de los lerrouxistas, aprovechando la sesión municipal de
aquella tarde, se apoderara del gobierno de la ciudad y pro-
clamara una república. Fuera, en la plaza de Sant Jaume, una
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46 SIETE DÍAS DE FURIA

muchedumbre que mostraba una actitud claramente revolu-


cionaria y que manejaba informaciones contradictorias sobre
la presunta extensión del movimiento en otros lugares de Es-
paña, esperaba también noticias en ese sentido. Pero Iglesias,
haciendo equilibrios imposibles durante toda la tarde, iba
contemporizando con todo el mundo, enfriaba objetivamente
los ánimos de los partidarios de la revolución y no se presen-
taba a las citas que había concertado con el comité de huelga.
Con él no se podía contar, desde luego.
Así es que algunos de los que habían promovido la huel-
ga, por ejemplo los socialistas, buscaron el liderazgo en otra
parte, concretamente en los republicanos nacionalistas enca-
bezados por Jaume Carner. Pero estos no se querían compro-
meter, entre otras cosas porque el alcance y las características
de la rebelión habían desbordado a todo el mundo y nadie sa-
bía con exactitud lo que estaba sucediendo fuera de Cata-
luña, donde precisamente en aquellas mismas horas Pablo
Iglesias, en nombre del Partido Socialista y de la UGT, fir-
maba finalmente una declaración formal de huelga general en
toda España, convocada para el lunes siguiente, día 2.
Y así acabó aquella jornada en Barcelona, con las calles a
merced de los incendiarios, con una gran cantidad de barri-
cadas que se extendía por toda la ciudad y con los políticos
incapaces de encauzar el desenfreno revolucionario. Finaliza-
das las reuniones, humeantes los edificios y sofocados los ins-
tintos por el cansancio, de vez en cuando aún se escuchaba al-
gún tiro solitario o el griterío ahogado de alguna bulla.
Asustada, sorprendida de su propia fechoría, la ciudad difí-
cilmente podía coger el sueño aquella extraña noche, teñida
de un intenso dramatismo.
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IV

LA REVUELTA CONTINÚA… Y SE EXTINGUE

Miércoles, 28 de julio

Al alba del miércoles, día 28, un bando del capitán gene-


ral Santiago apareció por toda la ciudad. Curiosamente, no
definía los acontecimientos como una revolución, sino como
una alteración del orden público. Ordenaba a la población
que se retirara de las calles, de los balcones y de las azoteas o
dispararía sin previo aviso, y precisaba que serían detenidas
las personas que lanzaran aquellos ambiguos vivas al ejército
de la víspera. En definitiva, advertía a los ciudadanos de Bar-
celona que se desentendieran de los disturbios o serían trata-
dos como combatientes. Pero la gente ya sabía que el capitán
general no estaba en condiciones de restablecer el orden y
que, receloso de la lealtad de sus oficiales, no pensaba utili-
zar ni siquiera los refuerzos de infantería que le habían lle-
gado.
La madrugada puso en evidencia un pacto tácito entre los,
tal vez, veinte mil o treinta mil insurrectos y el resto de los ciu-
dadanos encerrados en sus casas: a primera hora, las amas de
casa y las criadas recorrieron como si nada los mercados, mal
abastecidos de productos frescos pero bien nutridos aún de
alimentos secos y de féculas. Así, recluidos nuevamente tras
los portales y las ventanas, podrían ver pasar los aconteci-
mientos del día con las mínimas necesidades cubiertas.
La burguesía, por cierto, tan sólo mostraba una leve in-
quietud ante lo que estaba ocurriendo, al comprobar que sus
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48 SIETE DÍAS DE FURIA

bienes patrimoniales no eran el objeto de la ira del pueblo


bajo. Y es que, en aquella extraordinaria rebelión y salvando
poquísimas excepciones, no había ni agresiones a los parti-
culares, ni asaltos y saqueos a las tiendas, ni allanamientos
de morada, ni ocupación o destrucción de fábricas o de ta-
lleres, ni retención de rehenes. Un testigo de excepción de
aquellos hechos, Agustí Calvet, que años después sería un
notable escritor y periodista con el seudónimo de Gaziel, ex-
plicaba la actitud de los burgueses de una manera perfecta-
mente gráfica:

La ciudad estaba como muerta. Sólo resonaban a menudo,


por los terrados cercanos y por las esquinas, […] descargas de
fusil y escopetazos diversos; y de vez en cuando, a lo lejos, os-
curos cañonazos […].
La burguesía barcelonesa, encerrada en sus casas sin saber
por qué ni de qué manera, iba escuchando los truenos con cier-
ta sorpresa, pero sin demasiada inquietud. «¿Qué están hacien-
do las autoridades?», «¿Por qué no salen las tropas?», se pre-
guntaban los fabricantes sin trabajo, corriendo por casa en
pijama o batín de hilo, y sus esposas, inspeccionando lo que la
cocinera, a pesar de una «revolución» tan estremecedora, había
traído del mercado. Y cuando retronaban los cañonazos se de-
cían los unos a los otros: «Ara anem bé!».

Amanecía el día con nuevas escaramuzas, un poco por


doquier. El intento de la policía o de la guardia civil de des-
mantelar algunas barricadas fue replicado por la resistencia
de los rebeldes, a veces armados. En la zona del Paral·lel, por
ejemplo, radicales, delincuentes y prostitutas estaban firme-
mente aliados en la defensa de sus posiciones, encabezados
por el liderazgo indiscutible de Josefa Prieto la Bilbaína,
dueña de uno de los burdeles más reconocidos de la zona.
Con razón lamentaría después el ex gobernador Ossorio que
sus medidas contra la prostitución hubiesen dado lugar a
«una revancha de souteneurs, ganchos, chulos, estetas, crou-
piers y mujeres adyacentes contra la policía»…
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LA REVUELTA CONTINÚA … Y SE EXTINGUE 49

Un episodio notable de este día fue sin duda el asalto al


cuartel de los «Veteranos de la Libertad», en la calle de Sa-
durní, número 13, en el distrito de las Drassanes. Los Vete-
ranos eran una milicia formada por un grupo de ancianos
que habían luchado con el general Prim cuarenta años antes
y que se habían ofrecido al capitán general para reprimir la
rebelión. Por ello se les había abastecido en la víspera con fu-
siles nuevos y abundante munición. Un grupo de rebeldes, en-
terado de que en dicho cuartel había armamento, lo asaltaron
y, después de varios intentos, provocaron la huida de los ve-
teranos por las azoteas colindantes y se apoderaron de los fu-
siles, que enseguida utilizaron para atacar la comisaría de la
calle Nou de la Rambla. Esta acción y la defensa de las ba-
rricadas de la calle de Sant Pau causarían varios muertos y
heridos en ambos bandos.
En cuanto a los incendios propiamente dichos, el trabajo
efectuado la víspera ralentizó notablemente el ritmo. Así es
que, a las nueve de la mañana, los insurrectos aún destruye-
ron un par de colegios de las teresianas y de los claretianos y
tuvieron que abandonar el asalto al seminario conciliar ante
la llegada de las tropas de caballería. Hacia el anochecer se
repitieron otros intentos fracasados y algunas victorias me-
nores en escuelas y orfanatos de menor importancia que fue-
ron pasto de las llamas.
En cambio, no disminuyó ni un ápice, más bien al con-
trario, la morbosidad hacia las sepulturas de las casas de
clausura, tema que estaba presente en todas las mentes po-
pulares gracias a la rumurología incesante y a la gran difu-
sión de obras como La monja enterrada en vida o secrets
d’aquell convent, de Jaume Piquet, estrenada en 1886. El
caso es que un grupo de mujeres curioseó en todos los rin-
cones del convento ya quemado de las jerónimas y organizó
una expedición hacia el ayuntamiento llevando consigo va-
rios cadáveres y ataúdes. Después arrastraron otros restos
mortales por la calle del Carme hasta la Rambla, para depo-
sitarlos ante la casa de Eusebi Güell y del marqués de Comi-
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50 SIETE DÍAS DE FURIA

llas. Allí, por cierto, se hizo célebre Ramón Clemente, un


carbonero zafio de veintidós años, de escasas luces, que se
permitió bailar una danza obscena mientras transportaba un
cadáver a casa de los Comillas, contento de «servir para re-
volucionario»…
Los barrios del Clot y Sant Andreu se distinguieron en los
enfrentamientos de aquel miércoles. En el primero, hubo
combates a pie de barricada, muertos y heridos en el tiroteo
y destrucción de un asilo de las paulas y de un patronato
obrero de los jesuitas. Los activistas radicales aprovechaban
aquellas acciones para implicar en ellas a los líderes del par-
tido que tendían a contemplar los sucesos desde sus propias
casas, aplaudiéndolos pero sin participar en los mismos, si
podían evitarlo. Es el caso del antiguo concejal y ferroviario
Luis Zurdo de Olivares, que siempre se había significado
como un extremista anticatalán y anticlerical, y que se vio
obligado a hacer algunas concesiones a sus seguidores más
exaltados que consistieron en tener que beber una botella de
vino de misa y peregrinar por todo el Clot cargado con un fu-
sil al hombro: tras haber cumplido con estos cometidos, pudo
encerrarse de nuevo en su casa y ya no se le vio más…
En cuanto a Sant Andreu de Palomar, la rebelión, enca-
bezada por un republicano catalanista y «hombre de tem-
ple», Josep Miquel i Baró, tuvo en todo momento un carác-
ter estrictamente republicano, con menos pillaje y no tantos
incendios —el más importante fue la quema de la rectoría y
de los objetos de valor de la iglesia—, pero con unas barrica-
das espectaculares construidas por los metalúrgicos y los fe-
rroviarios de la antigua villa. Por si fuera poco, los rebeldes
se apoderaron de las armas que tenían los miembros del so-
matén, asaltaron el cuartel de la guardia civil y se hicieron los
dueños de la calle hasta entrada la madrugada. Hombre cor-
pulento y singular, con una espesa barba roja y vestido siem-
pre con un blusón de obrero más largo de lo normal, Josep
Miquel acabaría siendo condenado a muerte y fusilado al
cabo de un mes escaso.
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LA REVUELTA CONTINÚA … Y SE EXTINGUE 51

Para concluir el presente epígrafe y completar el cuadro


de los hechos del miércoles en Barcelona, cabe comentar por
último una excepción de la norma de aquellos días: el respeto
escrupuloso de los revolucionarios hacia el hospital de escro-
fulosos de Sant Joan de Déu, en el barrio de Les Corts, perte-
neciente a los hermanos de las Escuelas Cristianas. El supe-
rior de la orden, Lorenzo González, tuvo la feliz idea de
mostrar a los asaltantes la triste realidad de doscientos niños
incurables que estaban a cargo de una veintena de hermanos.
Nadie se atrevió a encender la mecha y en los días siguientes
mucha gente conmovida fue a visitar el hospital y a llevar po-
llos y conejos para la manutención de los que allí vivían…

Síntomas de debilitamiento

Mientras la rebelión iba consumiendo, poco a poco, sus


últimos cartuchos, en otro plano más irreal, el del mundo de
los políticos y dirigentes partidistas, seguía produciéndose to-
davía cierta actividad, aunque más débil que en los días an-
teriores. Así pues, se celebraron nuevas reuniones entre los
socialistas y los republicanos nacionalistas que tampoco fruc-
tificaron en nada concreto, incapaces todos de intervenir «en
un movimiento que se explicaban muy bien, pero que les ha-
bía cogido por sorpresa y cuya organización desconocían por
completo».
Otros políticos y parlamentarios calentaban butacas de
café, en la Maison Dorée, por ejemplo, en la plaza de Cata-
luña, donde «se han bebido más dobles de cerveza […] que
en cualquier día de elecciones». Allí, tras cruzar la famosa
puerta giratoria, recibían a sus seguidores y discutían la ju-
gada, más pendientes de seguir el curso de los acontecimien-
tos que de dar cauce y soluciones a la rebelión. Otros, más
sensibles, recorrían los hospitales visitando a los compañeros
heridos. También el lerrouxista Emiliano Iglesias mantenía
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52 SIETE DÍAS DE FURIA

reuniones sin ninguna utilidad operativa, pero esta vez había


tenido la precaución de tomarse previamente un purgante
que le obligara a permanecer en casa y le imposibilitase acu-
dir a las barricadas. Por este motivo, sus contrincantes se
aprestaron a colgarle el mote de «el héroe de la purga».
Con mayor libertad de movimientos, Ferrer y Guardia sí
se movió aquel miércoles caluroso, pero sin salir del Maresme
y manteniendo el contacto con las autoridades y militares re-
publicanos y con los lerrouxistas del Masnou y Premià de
Mar. Seguía persiguiendo aún el objetivo de activar la revo-
lución de una forma u otra, instándola en los lugares donde
todavía no había cuajado. Y ya no se le volvió a ver en pú-
blico el resto de la semana, mientras algunos extremistas pro-
clamaban la república en Premià y utilizaban su nombre.
Mientras tanto, a unos ciento cincuenta kilómetros de
Barcelona, tenía lugar en Arbeca (en la comarca leridana
de les Garrigues) un singular episodio muy poco conocido.
Un notable grupo de vecinos, viendo en el ferrocarril el ins-
trumento efectivo de deportación de los reservistas, se dirigió
hacia la estación de Les Borges Blanques y, tomando la direc-
ción de La Floresta, fue destrozando la vía, lo cual supuso la
paralización de un tren que iba a Lleida. Tras desalojarlo, los
arbequinos decidieron incendiarlo. Por este suceso fueron de-
tenidos treinta y nueve vecinos, entre los cuales estaban el al-
calde, el juez y el médico; pero los diputados a Cortes Francesc
Macià y Joan Moles tomaron después su defensa y consiguie-
ron su absolución.
En Barcelona, todo el mundo seguía esperando noticias de
lo que acaecía en el resto de España, que era prácticamente
nada. El ministro De la Cierva, por ejemplo, que había conse-
guido una suspensión de las garantías constitucionales gene-
ralizada a todas la provincias, podía sentirse satisfecho del pa-
triotismo de los dos partidos republicanos de Valencia, donde
«la sospecha del carácter separatista del movimiento, unida a
la conocida energía del gobernador, evitó que se sumaran a los
republicanos de Barcelona». En Madrid, la situación era bas-
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LA REVUELTA CONTINÚA … Y SE EXTINGUE 53

tante parecida y los republicanos se inhibieron de promover


cualquier otra acción que no fuera la simple demanda de la rea-
pertura de las Cortes para hablar sobre la guerra. Esto les me-
recería después una amarga acusación de «cobardes» y de
«traidores» por parte de Pablo Iglesias, el líder socialista, que
creía que un movimiento concertado de ambas fuerzas podía
haber conducido a la caída de la monarquía. Por este motivo,
mantuvo la convocatoria de huelga para el día 2 de julio, pero
el ministro y los gobernadores la decapitaron rápidamente de-
teniendo a los principales dirigentes socialistas de toda España
—incluidos Iglesias, Mora y Largo Caballero— y clausurando
sus centros sin mayores contemplaciones.
Estas noticias descorazonadoras llegaron por fin a Barce-
lona y los dirigentes socialistas locales vieron cómo se evapo-
raban sus expectativas de lograr un mayor arraigo del partido
y del sindicato en Cataluña a partir de aquella huelga gene-
ral. Se preparaba, pues, una retirada ordenada de las posi-
ciones revolucionarias inicialmente mantenidas por algunos,
con un gran alivio del lerrouxista Emiliano Iglesias, que, con-
tra la voluntad de muchos de su propio partido, hizo todo lo
posible por enfriar la insurrección. El comité de huelga, pues,
desaparecía por completo y los radicales se apartaban de la
rebelión tras haber consumado la quema de conventos. Y es
que, en palabras de Connelly Ullman, «para los radicales, la
quema de conventos era un fin en sí misma, no un preludio
para la revolución, como los extremistas —y como Ferrer—
la habían concebido».
La revuelta, debilitada progresivamente, quedaba ahora
en manos de los más extremistas, algunos de los cuales eran
antiguos anarquistas sinceros que sin embargo habían abra-
zado el Partido Radical atraídos por las invectivas demagógi-
cas y las promesas de revolución social de Alejandro Lerroux.
Eran, en palabras respectivas de Gaziel y de Claudi Ametlla en
sus memorias, «aquells il·lusos», los «més del morro fort, més
tècnics… una gent que volia fer la revolució de veres».
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54 SIETE DÍAS DE FURIA

Jueves, 29 de julio

Y llegó el jueves, con una nueva tregua tácita, entre las


siete y las nueve de la mañana, que permitió la adquisición
de unos víveres cada vez más escasos y la retirada en ambu-
lancias de los caídos en las calles de la zona del Paral·lel y
las Drassanes. Después se reiniciaron los combates esporá-
dicos, pero la gente estaba cansada, hacía un calor bochor-
noso y la exaltación de los primeros momentos se había ido
desvaneciendo. Aparte de una batalla en toda regla en el Po-
blenou —en la que fallecieron como mínimo ocho rebel-
des—, el episodio violento más notable, a cargo de los ex-
tremistas radicales, fue el incendio de una fábrica de licores
de un carlista, situada delante de las ruinas del colegio de
las Escuelas Pías. La excusa fue que en el interior se alber-
gaban algunos escolapios francotiradores que disparaban
contra las tropas para provocarlas a enfrentarse con los re-
beldes. Después, como los religiosos no aparecieron por
ninguna parte, se dijo que habían huido por un túnel que
nadie fue capaz de encontrar…
Sin embargo, la noticia del día fue la llegada por mar de
un numeroso contingente de tropas que procedían sobre todo
de Valencia y que estaban perfectamente instruidas de que
aquella rebelión era de carácter separatista y no en defensa
de los pobres reservistas enviados a la guerra. La magnitud de
los refuerzos y las noticias ya más fidedignas del fracaso de la
revuelta y de la huelga en toda España desmoralizaron a mu-
chos combatientes, gran parte de los cuales comenzaron a
desfilar hacia sus casas. Entre tanto, Emiliano Iglesias multi-
plicaba las gestiones para disociar a su partido de la rebelión
y para ir avisando de que se retirara su gente de las ciudades in-
dustriales del interior; en muchas de ellas se reprodujeron los
hechos revolucionarios de Barcelona, se declaró la República
o se incendiaron iglesias y conventos. Sabadell, donde falle-
cieron dos funcionarios municipales, fue la población en que
la revolución triunfó de una forma más clara.
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LA REVUELTA CONTINÚA … Y SE EXTINGUE 55

La ocupación de Barcelona por parte de los militares —con


un protagonismo singular del general de origen alemán Ger-
mán Brandeis, que en 1905 había liderado el célebre asalto de
los oficiales contra la sede de la revista satírica ¡Cu-cut!—
prosiguió y fue consolidándose a lo largo de la tarde, por
ejemplo en una zona tan conflictiva como las Drassanes,
donde la estrechez de las calles y los disparos de los francoti-
radores que se habían retirado de las barricadas obstaculiza-
ban la penetración de las tropas. Pero antes de oscurecer, las
azoteas del barrio ya estaban ocupadas por los soldados y un
extraño silencio reinaba en el lugar por primera vez en toda
la semana. También en el Clot y en el Poblenou, bastiones del
Partido Radical, las escaramuzas fueron remitiendo a medida
que los cañones entraban en acción para disparar contra las
barricadas o contra las casas donde se escondían los rebeldes.
La rebelión aún no había terminado, pero aquel jueves, la
evolución de los acontecimientos le permitió al ministro de
Gobernación emitir un comunicado en el que anunciaba, aún
de forma prematura, la rendición de los rebeldes de Barcelona.

Viernes, 30 de julio

La ciudad se había ido llenando de fuerzas de seguridad.


Habían llegado trescientos guardias civiles de refresco, que
salieron a patrullar por las calles de forma inmediata, más
dos compañías de infantería procedentes de Tortosa y de Va-
lencia. Con tanta fuerza armada, un nuevo embarco de tro-
pas hacia Melilla previsto para aquel viernes transcurrió sin
pena ni gloria. Los barceloneses incluso vieron el desfile de
los soldados por la Rambla con absurda indiferencia, y es que
ya nadie parecía acordarse de que todo había comenzado por
una circunstancia como aquella.
Todos los esfuerzos del capitán general iban dirigidos a
crear la sensación de que, poco a poco, Barcelona volvía a la
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56 SIETE DÍAS DE FURIA

normalidad. Algunos hechos significativos parecían abonar


esta sensación: las oficinas del Banco de España y de alguna
caja abrieron durante varias horas; se repararon las conduc-
ciones de gas y en algunos lugares del centro de la ciudad se
pudo recuperar el alumbrado perdido desde el lunes anterior;
incluso un tranvía hizo un recorrido casi simbólico desde la
calle de Balmes hasta Sarrià. Algunas personas suspiraban
por salir de nuevo a la calle y recorrer la morbosa ruta de las
barricadas o de las iglesias incendiadas, pero les disuadían to-
davía algunos tiros esporádicos que no dejaban de oírse por
las calles. El tema de los francotiradores —conocidos a veces
como pacos, nombre atribuido a los tiradores de las campa-
ñas de Marruecos— acabó constituyendo una especie de mis-
terio y, si para algunos era evidente que se trataba de rebel-
des, para otros no cabía duda de que se trataba de clérigos o
de carlistas provocadores.
Aquel viernes ardieron todavía algunas escuelas y con-
ventos, por ejemplo en Sant Andreu. Sin embargo, el triste
honor de los últimos incendios correspondió a los lerrouxis-
tas de la antigua villa de Horta, lugar que precisamente había
permanecido tranquilo durante toda la semana hasta que lle-
garon grupos de hombres de otros barrios que huían de las
tropas. Para consumar la destrucción de la iglesia parroquial
de Sant Joan y de la escuela de las hermanas dominicas —sólo
parcialmente—, los promotores radicales, a falta de personal
voluntario, tuvieron que alquilar incendiarios a 7,50 pesetas
por cabeza. Este penoso procedimiento final constituía, tal
vez, un elocuente signo de la evolución que había seguido la
labor destructora de aquellos días. Y así finalizaron los in-
cendios…
El balance final de la semana, en cuanto a la quema y
destrucción de establecimientos religiosos en Barcelona, as-
cendió exactamente a un total de ochenta, de los cuales
treinta y tres eran escuelas, catorce, iglesias parroquiales y
once, instituciones benéficas (orfanatos, asilos, correcciona-
les). Aparte de utilizar criterios de clasificación más o menos
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LA REVUELTA CONTINÚA … Y SE EXTINGUE 57

discutibles, varios sectores contrapuestos hicieron públicas


en las semanas siguientes algunas cifras contradictorias, en
función de si les convenía magnificar o empequeñecer las
dimensiones de la agresión contra las casas religiosas. Di-
gamos también que en otros puntos de Cataluña ardieron
asimismo templos y conventos: en Granollers, la iglesia y el
convento de los pequeños hermanos de San Antonio; en
Manresa, las iglesias y conventos de las monjas del Sagrado
Corazón, de las capuchinas y de las monjas de la Enseñanza;
en Sant Adrià del Besòs, fue incendiado el mobiliario del
templo parroquial; en Sant Feliu de Guíxols, ardieron la igle-
sia de Sant Joan y el colegio de los hermanos de la Doctrina
Cristiana; en Badalona, la residencia de los carmelitas, y un
intento fallido en un convento de monjas; en Calonge, una
iglesia y el convento de los hermanos de la Salle; en Palamós,
el colegio de la misma orden; y en Sabadell, la iglesia de Sant
Fèlix.
En definitiva, y más allá de los incendios de edificios reli-
giosos, se produjeron disturbios apreciables de diversa inten-
sidad en una larga treintena de municipios catalanes, desde
Arbeca hasta Figueres, desde Palafrugell hasta Reus y des-
de el llano de Barcelona hasta Ripoll. Uno de los últimos es-
tallidos fue el de Sant Vicenç de Castellet (Bages), donde una
banda de hombres quemó veintinueve vagones de tren, des-
truyó raíles y derribó las líneas del telégrafo.
En cuanto a la víctimas, además de los tres religiosos que
ya hemos mencionado, murieron en los hechos de aquellos
días las siguientes personas: militares o policías, entre cuatro
y ocho; miembros de la Cruz Roja, cuatro; y civiles, un mí-
nimo de ciento cuatro (noventa y ocho hombres y seis muje-
res). Respecto a los heridos, fueron unos ciento veinticuatro
entre militares y policías, diecisiete miembros de la Cruz
Roja y un mínimo de trescientos guardias civiles.
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58 SIETE DÍAS DE FURIA

Un fin de semana tranquilo

El sábado, día 31 de julio, también de madrugada, el ca-


pitán general publicó el tercer y último bando de la semana,
en el que autorizaba a los ciudadanos a circular por las calles.
La comunicación oficial se completaba con un despliegue de
soldados desarmados con el objeto de exhortar a los comer-
ciantes a abrir sus tiendas. Los soldados custodiaban también
los mercados, donde los clientes pudieron proveerse de ali-
mentos frescos sin ningún tipo de problema. Poco a poco, y
con la ayuda de los empleados municipales, se iban retirando
los escombros de las calles, se volvían a colocar los raíles y los
adoquines y se extendían los cables del teléfono y del telé-
grafo. La ciudad recuperaba su pulso habitual.
Cierto es que aún se oía algún tiro de vez en cuando y
quedaban unas cuantas bolsas de resistencia —en Horta, por
ejemplo—, pero esto no parecía asustar a los fisgones, que en
gran número y con una curiosidad insaciable visitaban, ahora
ya sí, los restos de los edificios incendiados. En el convento
del Eixample de las beatas dominicas, por ejemplo, se con-
centraron alrededor de mil quinientas personas, y tal aglo-
meración de curiosos acabó alterando los nervios tanto de los
guardias civiles como de algunos hipotéticos resistentes, de
manera que el asunto se saldó con un embrollo considerable
y una profusión de disparos —como mínimo seis muertos y
muchos heridos— y de detenciones —una cincuentena de
personas. Fue una manera absurda de incrementar los costes
de sangre de una semana tan dramática.
El resto de la crónica del día tan sólo incorpora, por un
lado, las gestiones del capitán general con los representantes
de las corporaciones para asegurarse, de cara al lunes si-
guiente, la normalidad en las fábricas y en las tiendas —con
la recomendación oficiosa de que se pagara a todo el mundo
el jornal de la semana del conflicto—; y por otro lado, las
conversaciones de los concejales municipales para ofrecerse a
hacer posible aquella normalidad ciudadana. Como siempre,
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LA REVUELTA CONTINÚA … Y SE EXTINGUE 59

llama la atención la enrevesada gesticulación, más bien poco


honorable, del lerrouxista Emiliano Iglesias para quitarse de
encima cualquier tipo de responsabilidad, lo que no le ahorró
ser detenido e interrogado por oficiales del ejército aquel
mismo sábado.
En cuanto al domingo, día 1 de agosto, las grandes nove-
dades fueron el enmudecimiento definitivo de escopetas y pis-
tolas y el normal funcionamiento de todas las líneas del tran-
vía. Incluso las floristas de la Rambla abrieron sus puestos de
flores como si nada hubiera sucedido. En las iglesias se ofi-
ciaron misas, como todos los domingos, y en alguna que ha-
bía conseguido salvarse de la quema se cantó, y con razón, un
solemne Te Deum. Aquella sensación de normalidad aconsejó
a algunos dirigentes de la rebelión el abandono inmediato de
la ciudad y, por otra parte, permitió al gobernador Ossorio y
Gallardo —cuya dimisión fue aceptada formalmente el día 6
de agosto— abandonar su escondite del Tibidabo y embarcar
hacia Valencia. La historiadora Connelly Ullman lo explica
de esta forma:

Al embarcar, pudo oír por casualidad cómo el capitán del


barco preguntaba al armador si debía ofrecer al gobernador el
camarote de lujo. «¡Calle usted, por Dios! Ya no lo es», le res-
pondió. «Ponga usted al corredor de vinos.» Una vez aposenta-
do en un camarote más humilde, Ossorio se consoló pensando
en que «sic transit gloria mundi».

Otras muchas personas abandonaron la ciudad en aque-


llas últimas horas, hasta un número que se ha calculado alre-
dedor de las dos mil, una parte porque estaba comprometida
en los sucesos de aquellos días y la mayoría porque no que-
ría incorporarse al ejército.
Y llegó el lunes, día 2 de agosto, y el inicio de una nueva
semana laboral. La gente se incorporó a su trabajo como si
nada hubiera sucedido, sin ningún tipo de desorden. La ma-
yoría de los patronos pagaron la semana no trabajada, lo que
contribuyó, no sólo a pacificar la situación, sino a evitar mu-
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60 SIETE DÍAS DE FURIA

chos casos seguros de miseria. Con respecto a la huelga anun-


ciada por los socialistas españoles para aquel día, ya había
sido abortada de buenas a primeras, de modo que, con una
prisa inusitada, todo el mundo pasó página. Todo el mundo
no, por supuesto, porque justamente entonces, cuando la Se-
mana Trágica ya había pasado a la historia, llegó el momento
de pasar cuentas…
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LA REPRESIÓN

Y he aquí que toda la energía que no se supo tener du-


rante el curso de los acontecimientos se aplicó entonces, a
deshora, en la represión, que empezó de forma inmediata. En
este celo se distinguieron tanto el gobierno de Madrid como
las autoridades militares, así como los sectores más conser-
vadores de la sociedad catalana: todos ellos, exactamente
igual que en otros momentos de la historia reciente, vieron en
aquellas circunstancias, no sólo el momento adecuado de ha-
cer justicia, sino una magnífica oportunidad para aniquilar
tanto como fuera posible las organizaciones obreras y pro-
gresistas de la ciudad de Barcelona.
El abogado Amadeu Hurtado resumía con precisión esta
actitud colectiva de los sectores dirigentes de Cataluña:

Pero entonces comenzaba a manifestarse la profunda crisis


que había dejado abierta en el país aquella breve tragedia. La
ciudad se sentía liberada de una pesadilla, pero tenía aún los
escalofríos del miedo por el que había pasado. Con la misma
rapidez con que se había inflamado de indignación al ver a los
reservistas llevados a una guerra incomprendida, había re-
trocedido decepcionada y temblorosa ante las amenazas de la
violencia desatada. […] Y una vez apaciguada la tormenta, el
espíritu público se levantaba rencoroso y vengativo en contra
de los causantes ignorados de unos días de inquietud y de tor-
tura. Quería que la represión fuese severa hasta dejar el rastro
de un escarmiento.
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62 SIETE DÍAS DE FURIA

De esta línea no se apartó tampoco la derecha regionalista


catalana. Y un artículo del secretario general de la Lliga, Fe-
rran Agulló, firmado con el seudónimo Pol y publicado en La
Veu de Catalunya el 12 de agosto de 1909, fue interpretado,
como no podía ser de otro modo, como una auténtica invita-
ción a la delación por parte de los ciudadanos: «Quien co-
nozca los culpables tiene el derecho de ayudar a la acción de
la justicia que se persigue; no hay excusa que valga. Mas yo
me temo que la cobardía de mucha gente, disfrazada de buen
corazón y de humanitarismo, dejará sola la justicia». En pa-
labras de Josep Pla, se trataba en definitiva «d’aquell crit De-
lateu! que, en el seu temps, produí tant d’esglai»…
Llama la atención, en cambio, un comentario de La Van-
guardia del 2 de agosto en que se hace un llamamiento a la
magnanimidad y a la templanza y se rechaza «la demencia de
las recriminaciones ciegas, apasionadas y ensordecedoras…
Del odio no puede venir la paz de las almas; no puede venir
más que del olvido, de la enmienda, de la contrición […] Se-
renidad y justicia, amplitud de miras, generosidad y amor a
Barcelona por encima de todo y contra todo». Sin embargo,
semanas más tarde, el mismo diario protestaría «con todas
sus fuerzas y con la mayor energía» contra quienes solicita-
ron el indulto para Ferrer y Guardia.
Por su parte, y con una actitud notablemente distinta, la
jerarquía eclesiástica catalana y el Comité de Defensa Social
de Barcelona —al que ya nos hemos referido— solicitaron
asimismo un escarmiento ejemplar. Esta última organización
hizo público un manifiesto el 8 de septiembre en el que pro-
ponía una serie de enérgicas medidas de signo claramente re-
accionario e incluso envió una delegación a Madrid para exi-
gir al propio gobierno central que fueran aplicadas.
Por otro lado, y en un plano más personal, alguno de los
principales protagonistas de las protestas de aquellos días
tomó buena nota de lo que había sucedido para prepararse
mejor de cara al futuro. Así, el marqués de Comillas, uno de
los destinatarios preferidos de las iras populares, ordenó la
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LA REPRESIÓN 63

construcción de coches y camiones blindados y de barricadas


de acero, así como el almacenamiento de alambre de espino,
picos y azadones para protegerse. Por si acaso, no le cogerían
otra vez desprevenido…

La hora de las cuentas

Lo cierto es que, bajo un marco legal de estado de gue-


rra —declarado el 26 de julio y que duraría hasta el 17 de
agosto— y de suspensión de las garantías constitucionales
—desde el 27 de julio y hasta el 10 de noviembre—, el nue-
vo gobernador civil, Evaristo Crespo, un diputado conser-
vador que desconocía por completo Barcelona pero que era
íntimo amigo del ministro de la Gobernación, pudo apli-
carse sin contemplaciones a cumplir las duras instrucciones
que había recibido, y es que «La fiera está en el cubil; la te-
nemos acorralada; hay que hostigarla para que salte y aca-
bemos con ella…».
Algunas de sus primeras decisiones fueron mantener la
suspensión de varios periódicos y cerrar los centros obreros,
así como expulsar a más de trescientos kilómetros de Barce-
lona (a Alzira, Teruel, Siétamo, Puebla de Híjar, Almudévar,
Ayerbe, Huesca, etc.) a unas doscientas personas sospechosas
de anarquismo. Después ordenó cerrar noventa y cuatro es-
cuelas laicas y treinta y cuatro «centros de ideas avanzadas»
en toda la provincia, y otras veinte escuelas privadas que fue-
ron clausuradas al cabo de dos días. Por su parte, un tribunal
militar inició ya, ese mismo lunes, 2 de agosto, un primer jui-
cio sumarísimo con una condena a cadena perpetua.
La labor represiva se reforzó cuando llegó a Barcelona el
fiscal del Tribunal Supremo, Javier de Ugarte, un hombre
considerado «político clerical» que durante un par de sema-
nas sostuvo largas entrevistas con los representantes de las
organizaciones católicas y del ultraconservador Comité de
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64 SIETE DÍAS DE FURIA

Defensa Social. Por su parte, el capitán general elaboró un in-


forme a finales de agosto en el que, y siguiendo la vía abierta
por el ministro De la Cierva, insistía en el carácter separatista
de la revuelta. Esta idea, a pesar de las quejas de los políticos
catalanes, quedó ampliamente instalada en la opinión pública
española.
Parece ser que, de acuerdo con un anuncio del gobierno
de abril de 1910, el total de detenidos con posterioridad a
los hechos fue de 1.967 individuos. La identidad de toda
esta muchedumbre inicialmente encarcelada nos resulta co-
nocida tan sólo en poquísimos casos, puesto que ni las au-
toridades gubernativas ni, mucho menos todavía, las mili-
tares, se consideraron en la obligación de informar de los
nombres de las personas implicadas en las enormes redadas
policiales que se llevaron a cabo, así como tampoco de las
que después fueron objeto de procesamiento. Entre esta
multitud, novecientos noventa fueron apresados a lo largo
del mes de agosto (60 % había nacido en Cataluña; 18 %
en el País Valenciano; 15 % en Aragón; 5 % en Castilla y
2 % en Andalucía).
Se les imputaban dos tipos de delitos: por un lado, el he-
cho de llevar armas y participar en la construcción de barri-
cadas, así como los ataques a servicios públicos o transpor-
tes, fueron considerados delito de rebelión militar, es decir,
delito de sedición, y estos casos fueron juzgados por tribuna-
les militares. Y por otro lado, el saqueo o incendio de con-
ventos, así como los ataques al clero, fueron clasificados
como delitos comunes y juzgados por los tribunales civiles,
que no empezaron su labor hasta otoño.
Lo cierto es que la actitud de los tribunales de la juris-
dicción civil fue bastante benévola con respecto a los acusa-
dos por la quema de conventos, en parte por la dificultad de
hallar las pruebas necesarias, por la retracción de los testigos
—que se desdecían de lo que habían declarado en un princi-
pio— y por la capacidad de presión que se podía ejercer so-
bre ellos.
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LA REPRESIÓN 65

En cambio, la justicia militar fue particularmente drástica.


Fueron procesados 1.725 individuos —de los cuales 214 de-
clarados en rebeldía— en un total de 739 causas diferentes. Se
sobreseyeron los cargos contra 469 personas, mientras otras
584 fueron absueltas. Las condenas a muerte se elevaron a
diecisiete hombres, pero sólo se ejecutaron cinco; las senten-
cias de los doce restantes fueron conmutadas por prisión per-
petua, sentencia que le fue impuesta a un total de cincuenta y
nueve individuos. Se dictaron cuarenta destierros de extranje-
ros (veinticinco de los cuales franceses), sesenta y siete de es-
pañoles fuera de Barcelona y sesenta y ocho cambios forzosos
de domicilio, la mayoría de ellos anarquistas.
Los cuatro primeros ejecutados por un delito de sedición
fueron los siguientes: el 17 de agosto, Josep Miquel i Baró,
jefe de la revuelta de Sant Andreu; el 28 de agosto, Antoni
Malet i Pujol, por disparar y por quemar bienes eclesiásticos
de la iglesia parroquial de Sant Adrià del Besòs, en una deci-
sión judicial completamente anómala porque este delito no
estaba incluido en la acusación de rebelión militar; el 13 de
septiembre, Eugenio del Hoyo, un guardia de seguridad que
disparó contra una patrulla del ejército; y el 4 de octubre, Ra-
món Clemente García, el carbonero deficiente mental que ha-
bía bailado con el cadáver de una monja jerónima, por haber
ayudado a construir una barricada. Ninguno de ellos había
matado a nadie, ni había sido un líder significado en la re-
vuelta, con la fugaz excepción de Miquel, que había causado
muchos menos destrozos que docenas y docenas de indivi-
duos. En palabras de Connelly Ullman:

La impresión es que los jueces militares —conscientemente


o no— eligieron a un individuo culpable de cada tipo de delito
perpetrado durante la semana para que recibiera un castigo
ejemplar: un insignificante delincuente que destruyó la propie-
dad del clero; un policía desleal; un hombre que profanó al cle-
ro; y un empleado municipal, un funcionario político, uno de
los centenares que participaron en la rebelión.
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66 SIETE DÍAS DE FURIA

La responsabilidad de la rebelión

Sin embargo, quedaba por dilucidar la principal respon-


sabilidad de la revuelta, pues ya se veía que las sentencias dic-
tadas hasta ese momento, más que justas —que no lo fueron,
sino completamente aleatorias—, querían ser ante todo ejem-
plares, según la lógica de pura y simple autoridad de larguí-
sima tradición en el estamento militar y, por qué no decirlo,
en mucho personal civil.
En cuanto a los instigadores de todo lo que había suce-
dido, quedó claro que los «culpables» eran las «tres facciones
o matices de la democracia intransigente», es decir, el mo-
vimiento anarquista, el Centre Nacionalista Republicà y el
Partido Radical. En realidad, ni en el primer caso ni en el
segundo las acusaciones pudieron llegar demasiado lejos,
porque, por un lado, no se pudo probar nada absolutamente
contra los republicanos catalanistas, y por otro, los principa-
les dirigentes anarquistas de Barcelona fueron detenidos ya al
inicio de la huelga, antes de que empezaran los verdaderos al-
borotos.
Quedaban pues los lerrouxistas, circunscritos a cuatro
nombres de personas detenidas: Emiliano Iglesias, como jefe
visible en Barcelona; Trinidad Alted, director de paja de El
Progreso; Luis Zurdo de Olivares, de quien ya hemos hablado;
y Joana Ardiaca, significada representante de las «damas ra-
dicales» o «damas rojas» del partido de Lerroux. Otros como
Josep y Rafael Ulled habían huido y cuando regresaron a
mediados de noviembre comparecieron y fueron puestos en
libertad. Alted y Ardiaca fueron apartados de la causa sin ma-
yores problemas. La falta de pruebas exoneró también a Emi-
liano Iglesias, que removió cielo y tierra buscando influen-
cias, y únicamente Zurdo fue hallado culpable y condenado
a cadena perpetua, conmutada después por el exilio.
De modo que los lerrouxistas se salvaron y, para lograrlo,
a pesar de alguna declaración del propio Lerroux al llegar a
Europa en la que se sumaba cautelosamente a la defensa de
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LA REPRESIÓN 67

Ferrer y Guardia, en realidad no dudaron demasiado en diri-


gir abiertamente sus acusaciones judiciales contra los anar-
quistas y contra el hombre que sería declarado «jefe principal
de la rebelión». De paso, no se abstuvieron de propalar que
Ferrer había utilizado como instrumento de sus maquinacio-
nes a Solidaridad Obrera, la organización que constituía el
obstáculo principal para que el Partido Radical pudiera ga-
narse, definitivamente, a la totalidad de la masa trabajadora
catalana.
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VI

FRANCISCO FERRER Y GUARDIA

La figura de Francisco Ferrer y Guardia no suele dejar in-


diferente, y ha sido objeto, desde posiciones antagónicas, de
juicios de valor muy opuestos. Simplificando, hay quien le
considera el responsable de una notable aportación, en un
contexto español manifiestamente reaccionario, a la reforma
educativa y a la pedagogía del siglo xx, fundamentalmente a
través de la Escuela Moderna, y un agitador nato que lo des-
tinó todo, incluso su propia vida y los poderosos medios de
que disponía, al servicio de una renovación profunda de la
sociedad por la vía de la revolución. Otros, en cambio, con-
sideran su contribución pedagógica como francamente me-
diocre y profundamente doctrinaria y piensan que vivió una
existencia personalmente poco ejemplar y siempre entre bas-
tidores al servicio de una ideología errática y confusa. Con-
tribuyen también a esta disparidad de opiniones elementos
personales tan heterogéneos como su condición de masón, su
fortuna y la forma como la adquirió, su gusto por la buena
vida, la exclusión objetiva de los obreros de su escuela, su an-
ticatalanismo radical, su inteligencia, su arrogancia, su dog-
matismo visionario, su capacidad de trabajo, su indiscutible
fuerza de atracción.
Incluso su propia adscripción ideológica resulta difícil,
pues, como se ha dicho, Ferrer fue, simultáneamente o suce-
sivamente, republicano, masón, librepensador, socialista y li-
bertario, y todo ello con una gran intensidad. Y, por encima
de esta confusión o «difusión» de su pensamiento, nos queda
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70 SIETE DÍAS DE FURIA

la imagen del partidario de la revolución por la revolución


que estuvo detrás, y a la sombra, de numerosas conspiracio-
nes y atentados antimonárquicos.
El caso es que las autoridades españolas de la época, los
sectores más conservadores y clericales del país y algunos in-
tereses mezquinos convirtieron a este hombre, francamente
intrigante y polémico, en un mártir, víctima inocente de la
reacción y de la intolerancia clerical. Fusilándolo, conside-
rándolo de forma manifiestamente incierta como inspirador
y responsable principal de la Semana Trágica, generaron una
gran campaña de protesta en varios países que, al final, aca-
baría derribando al propio gobierno conservador de Antonio
Maura.

Una biografía accidentada

Francisco Ferrer y Guardia nació en Alella, en el Ma-


resme, el día 14 de enero de 1859, decimotercer hijo de una
familia de vinateros acomodados de profundas convicciones
conservadoras y católicas. Quico de Can Boter —que así fue
conocido en su infancia, cuando iba a las escuelas municipa-
les de Alella y de Teià— se trasladó a Sant Martí de Pro-
vençals cuando tenía catorce años y medio y empezó a traba-
jar en un comercio de tejidos y después en la tienda de un
comerciante de harina. Con su trabajo logró pagarse la exen-
ción del servicio militar y, a los diecinueve años, se convirtió
en revisor de trenes en la línea que iba hasta Francia. Este tra-
bajo le permitió conocer a Teresina Sanmartí —con quien se
casó de inmediato y con la que tuvo siete hijos, entre los cua-
les las tres niñas que llegaron a la edad adulta: Trini, Paz y
Sol— y hacer de enlace entre los republicanos españoles re-
fugiados en Francia y sus correligionarios catalanes.
Republicano, profundamente anticlerical, afiliado a la
francmasonería desde 1883 y conspirador nato, dejó su tra-
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FRANCISCO FERRER Y GUARDIA 71

bajo ferroviario y se exilió en 1885 a París, donde regentó un


establecimiento de bebidas y luego restaurante en el Barrio
Latino. Cuatro años después lo dejó para dedicarse a dar cla-
ses particulares de castellano —lengua sobre la que publicó
incluso un tratado en francés—, al tiempo que proseguía in-
cesantemente su formación autodidacta. Allí permanecería
hasta 1901, en estrecho contacto con los progresistas de Ruiz
Zorrilla y con la francmasonería francesa —en la que alcanzó
el grado 31— y estableciendo numerosas relaciones con no-
torios anarquistas, socialistas y librepensadores de varios paí-
ses. En 1894, su esposa, a la que había abandonado después
de una relación tempestuosa, lo abordó por la calle y le dis-
paró tres tiros con un revólver que solamente le causaron un
rasguño. Cinco años después, se unió a una profesora racio-
nalista parisina y alumna suya, Léopoldine Bonnard, trece
años más joven que él, con la que tuvo un hijo no reconocido,
Riego, y con la que mantendría cierta relación hasta 1905.
Otra alumna, católica, en este caso diez años mayor que él y
que se llamaba Ernestine Meunier, le dejó al morir, en 1901,
una pequeña fortuna para la creación de centros educativos,
una fortuna que Ferrer supo acrecentar mediante hábiles ope-
raciones en la bolsa.
De vuelta a Barcelona (1901), con el ferviente deseo de
fundar escuelas «racionales y científicas» e influenciado so-
bre todo por las teorías y las experiencias educativas de Paul
Robin y Sébastien Faure, Francisco Ferrer creó la Escuela
Moderna, situada en la calle Bailén, y preconizó una ense-
ñanza laica y racionalista, privada y mixta, higiénica, inter-
clasista. Junto con la escuela —que dirigió durante un breve
tiempo una profesora francesa, Clémence Jacquinet, y que
pronto extendió su semilla por Cataluña, el País Valenciano
y Andalucía—, Ferrer fundó una casa editora que acabaría
publicando unos cincuenta títulos, además de un boletín
mensual y de material educativo diverso. Se organizaban
también unas conferencias dominicales («misas científicas»
las llamaba él) con bastante éxito de público, en las que se
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72 SIETE DÍAS DE FURIA

exaltaba el progreso científico y técnico y se denunciaba la


intolerancia clerical. Por otra parte, mantuvo estrechos con-
tactos con algunos núcleos anarquistas y con Alejandro Le-
rroux, y subvencionó el periódico La Huelga General (1901-
1903), en el que escribió bajo el seudónimo de Cero a favor
de la huelga general revolucionaria y en el que explicitó su
ruptura con el republicanismo. Mientras tanto, la escuela iba
creciendo de forma modesta —los setenta alumnos del primer
curso pasaron a ciento veintiséis al cabo de tres años—, bajo
la tutela de la navarra Soledad Villafranca, una mujer ele-
gante y atractiva —pero «una modistilla estrepitosa e igno-
rante» a ojos del historiador Romero Maura— que se con-
virtió en la nueva y última compañera de Ferrer.
Sin embargo, la expansión del centro se vio truncada
cuando, en 1906, Mateu Morral, un empleado de su editorial
que era hijo de un industrial de Sabadell, atentó contra Al-
fonso XIII en la calle Mayor madrileña el día de la boda del
monarca. Acusado de ser el inductor del atentado —y no sin
motivo o, como mínimo, con cierto grado de complicidad—,
Ferrer y Guardia fue encarcelado durante poco más de un
año, embargado y procesado, pero al final quedó absuelto
por falta de pruebas (13 de junio de 1907). Los sectores con-
servadores del país utilizaron este caso para condenar violen-
tamente la enseñanza laica, pero en el extranjero —con el epi-
centro en París y cierta presencia también en Bélgica, Gran
Bretaña, Italia y Portugal— se desencadenó una campaña de
defensa en favor de Ferrer que le otorgó una gran notoriedad.
Nuevamente en libertad, Ferrer volvió a dedicar sus ener-
gías a sus causas principales, la pedagogía y la revolución,
pero inicialmente se instaló en París. Ante la imposibilidad de
reabrir la Escuela Moderna, inició una segunda etapa del Bo-
letín (1907-1909) y presidió la Liga Internacional para la Edu-
cación Racional de la Infancia, que editaba la revista L’École
Renovée (1908-1909). Asimismo, subvencionó a Solidaridad
Obrera, lo cual lo alejó de los lerrouxistas. Y en junio de 1909
regresó a Cataluña con Soledad Villafranca y ambos se insta-
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FRANCISCO FERRER Y GUARDIA 73

laron en el Mas Germinal, una casa rural de Montgat que ha-


bía comprado seis años antes y que él había bautizado con el
nombre de la famosa novela de Zola. Y aquí, justo cuando
acababa de llegar, le atraparon los hechos de la Semana Trá-
gica que ya conocemos y que le costarían la vida.

«Autor y jefe de la rebelión»

Extinguida la revuelta de julio, Francisco Ferrer se daba


perfecta cuenta de lo que se le venía encima y por ese motivo
se había escondido en unas cuevas cercanas al Mas Germinal,
esperando hallar la forma de poder escapar hacia Francia.
Desde allí, en una carta que escribió alrededor del 12 de
agosto, le explicaba a su amigo francés Charles-Albert que
«toda la prensa conservadora de Madrid y provincias está di-
ciendo ya que la culpa de lo que sucedió es de la Escuela Mo-
derna y de este maldito Ferrer que, con las escuelas y la pu-
blicación de obras sin Dios y contra Dios, ha desencadenado
la furia en las calles…».
Ferrer, que se había afeitado el bigote y la barba que solía
llevar, fue reconocido y detenido por miembros del somatén
de Alella el 31 de agosto de 1909, cuando, después de aban-
donar su escondite, caminaba solo por la carretera que va de
Montgat a Granollers, al parecer con la intención de llegar a
una estación de ferrocarril en la que no lo pudieran recono-
cer. Y es que las autoridades, al objeto de que saliera a la su-
perficie, habían deportado a sus familiares y amigos a Alca-
ñiz y a Teruel quince días antes, con la finalidad de que se
quedara sin ningún tipo de ayuda exterior. Inmediatamente,
se abrió una causa específica y separada contra él, dirigida
por un juez instructor especial, el comandante Valerio Raso.
Mientras tanto, Ferrer permaneció incomunicado durante un
mes en la prisión de Barcelona, en un calabozo húmedo, frío
y pestilente, sin luz ni ventilación.
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74 SIETE DÍAS DE FURIA

La acusación consideró, en síntesis, tres aspectos que a su


entender señalaban la culpabilidad del acusado: en primer lu-
gar, Ferrer había «influido decisivamente» para que el Partido
Radical interviniera en la rebelión, directamente a través de
sus gestiones personales e indirectamente a través de sus «su-
bordinados» de Solidaridad Obrera; en segundo lugar, había
instigado a «elementos genuinamente anarquistas» para que
quemasen conventos; y, en tercer lugar, había proporcionado
fondos para la rebelión, sobre todo en los suburbios indus-
triales. Lo cierto es que el conjunto de pruebas aportadas que
han llegado hasta nosotros resultan manifiestamente insufi-
cientes y débiles —la tercera acusación, por ejemplo, se probó
como completamente falsa—, pero estaba claro que era nece-
sario pasar cuentas con una personalidad tan odiada en cier-
tos sectores como lo era Ferrer y hallar un cabeza de turco vi-
sible y relevante para unos hechos tan graves como los que
habían sucedido. De esta forma, una revuelta tan compleja, de
origen espontáneo y de tan difícil gestación y desarrollo como
la que hemos tenido ocasión de explicar, había encontrado su
líder personal incuestionable y su mente directora.
En realidad, el desarrollo del proceso militar, plagado de
irregularidades, aparece como un trámite finalmente ocioso,
cuyo resultado estaba ya determinado de antemano. En pala-
bras del propio auditor de Guerra:

Bastaría con lo hasta aquí expuesto, sin necesidad de levan-


tar la cubierta de los autos, para llevar a cualquier ánimo la con-
vicción íntima, razonada e incontrovertible de que Ferrer y
Guardia fue el autor moral, el máximo responsable y el jefe del
movimiento revolucionario en Cataluña.

Por otro lado, la acusación contra Ferrer dejó gran canti-


dad de cabos sueltos y mostró algunos elocuentes silencios y
algunas miserias personales y políticas bastante reveladoras.
Por una parte, es una realidad que los principales dirigentes
de la patronal catalana señalaron nominalmente a Ferrer
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FRANCISCO FERRER Y GUARDIA 75

como responsable de los hechos de julio: es el caso, por men-


cionar un solo ejemplo, de la imputación directa de Lluís
Muntadas, presidente del Fomento del Trabajo Nacional, en
su correspondencia privada con el presidente del consejo de
ministros, Antonio Maura (agosto de 1909).
Por otra parte, es evidente que los dirigentes lerrouxistas
permitieron que Ferrer y Guardia fuese señalado como cul-
pable, y las declaraciones de algunos miembros del partido
constituyeron el núcleo principal de la acusación. El funda-
dor de la Escuela Moderna fue perfectamente consciente de
ello y declaró en el juicio: «Me han perdido; se han conjurado
contra mí […]. Me fusilarán por las palabras de cuatro radi-
cales». Todo ello cuando sólo hacía un par de años que Fe-
rrer había encargado a Emiliano Iglesias que le defendiera en
la acusación de regicidio frustrado de 1907, considerándolo
«un jeune avocat plein de conviction et d’ardeur»… Pero, tal
como ya hemos insinuado, las relaciones del pedagogo con
los radicales, que habían sido particularmente estrechas en la
primavera de 1908, cuando Lerroux y Ferrer vivían ambos en
París, se habían enfriado: sin duda contribuyó a ello la pugna
abierta de estos últimos contra Solidaridad Obrera, a la que,
como hemos dicho ya, Ferrer había ayudado haciendo posi-
ble la aparición de su semanario del mismo nombre (1907) y
otorgándole una «cantidad respetable» —parece ser que un
préstamo o un donativo de novecientas pesetas para el alqui-
ler de su local—, con la condición de que no se hiciera pú-
blico (1908).

La sentencia y la ejecución (13 de octubre)

El sábado día 9 de octubre, a las nueve de la mañana, se


reunió el consejo de guerra en la cárcel celular de Barcelona
para ver y fallar la causa sumarísima, ante un público inte-
grado por unas ciento cincuenta personas. La vista se zanjó
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76 SIETE DÍAS DE FURIA

en sólo cuatro horas. El defensor de Ferrer, que solamente


dispuso de veinticuatro horas para examinar los 562 folios
del sumario, era un capitán nacido en Vilanova i la Geltrú,
Francisco Galcerán Ferrer, que parecía creer sinceramente en
la inocencia del acusado y no se privó de poner claramente de
manifiesto las irregularidades del proceso y la evidente in-
consistencia de los testigos y de las pruebas aportadas. Y ese
mismo día, con gran celeridad, se dictó un fallo que declaraba
a Ferrer «responsable… en concepto de autor y como jefe de
la rebelión de julio», en Barcelona y provincia. Enviada la
sentencia a Madrid, Antonio Maura no quiso recomendar
al rey la concesión del indulto, un indulto que el propio Va-
ticano habría estado dispuesto a solicitar en el caso de que
hubiera podido ser aceptado. Recibido por parte del gobierno
el «enterado» de la sentencia, la vía para la ejecución que-
daba expedita.
En sus últimas horas, Francisco Ferrer, que por entonces
tenía cincuenta años, mantuvo en todo momento la sereni-
dad y la entereza. Tras haber cenado, entró en capilla y pi-
dió que retiraran de allí el crucifijo y los candelabros, pero
aceptó sin rechistar que no atendieran su deseo. Rehusó
educadamente las invitaciones a confesarse y pasó toda la
noche escribiendo cartas a Soledad Villafranca y a Charles
Malato y dictando su testamento al notario. En los últimos
escritos a su compañera, Ferrer ahuyentó la amargura y
procuró mantener en todo momento un tono optimista. No
quería pensar en la muerte y evocaba el momento del futuro
reencuentro una vez se reconociera su inocencia. Pero si de-
bía morir, lo haría contento, convencido como estaba de
que su obra, que era su vida, no moriría con él. Sus últimas
palabras escritas fueron éstas: «No puedo continuar, me to-
man la vida».
Al día siguiente efectuó el recorrido hasta el lugar de la
ejecución, el foso de Santa Eulalia del castillo de Montjuïc,
con toda dignidad. Solicitó incluso poder afrontar la muerte
de cara y que no le vendaran los ojos, pero tampoco fue aten-
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FRANCISCO FERRER Y GUARDIA 77

dido en esta última petición, en este caso invocando razones


humanitarias. Colocado frente al pelotón de ejecución, se ir-
guió, gritó con fuerza: «Soy inocente. ¡Viva la Escuela Mo-
derna!» y fue fusilado. Eran las nueve y cinco de la mañana
del día 13 de octubre de 1909.
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VII

LA PROTESTA

El encarcelamiento y la muerte de Francisco Ferrer pusieron


de manifiesto la diversidad de percepciones que el personaje y
su trayectoria despertaban entre la gente de su tiempo. En este
sentido, no deja de llamar la atención el contraste entre la cam-
paña internacional y el silencio que, en general, se guardó den-
tro del territorio español, con algún gesto humanitario tan re-
velador —y, por otra parte tan excepcional y fallido— como el
del poeta Joan Maragall.

La campaña internacional

Antes y después de la ejecución de Ferrer, se desarrolló en


varios países europeos una activa campaña para denunciar
aquella nueva injusticia de «la España negra o inquisitorial».
Esta campaña, que no halló equivalente ni en Cataluña ni en
España, acabaría, sin embargo, teniendo unos efectos inespe-
rados en la política española. Por otra parte, se trataba de
una movilización que llevaba los ecos —hasta incluso algu-
nos de los protagonistas— de otras campañas anteriores,
como las que tuvieron lugar alrededor de los hechos y las cir-
cunstancias de la Mano Negra (1883-1903), de Jerez de la
Frontera (1892-1901), del proceso de Montjuïc (1897-1900)
y de Alcalá del Valle (1903-1909), así como de la que, muy
poco antes, se había llevado a efecto a favor del mismo Ferrer
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80 SIETE DÍAS DE FURIA

cuando fue acusado de ser el inductor al atentado contra Al-


fonso XIII de 1906. Sin embargo, en esta ocasión, la reso-
nancia internacional adquirió unas dimensiones sin prece-
dentes: tan sólo en Francia, tuvieron lugar ciento treinta y
cinco manifestaciones y mítines en protesta por el encarcela-
miento y la ejecución de Ferrer.
Así, a principios del mes de agosto, y bajo la dirección de
amigos del procesado como por ejemplo Charles-Albert y
Charles Malato, se organizó en París un Comité de Défense
des Victimes de la Répression Espagnole, que, con algunas di-
visiones internas y algunas reticencias de quienes considera-
ban a Ferrer «riche, bourgeois, franc-maçon», llevó a cabo
una intensa campaña. Fue determinante que se implicaran en
la misma, entre otras, organizaciones tan poderosas como el
partido socialista, la Liga de los Derechos del Hombre y la
CGT. La prensa contribuyó asimismo a la movilización y en
ella destacaron especialmente el semanario La Guerre So-
ciale, que publicó tremendas diatribas y amenazas contra el
rey y el gobierno español, y L’Humanité, el influyente diario
del dirigente socialista Jean Jaurès. Intelectuales, obreros, li-
brepensadores y masones se pronunciaron también pública-
mente a favor de los detenidos y especialmente de quien sería
presentado a menudo como un mártir de la enseñanza, de la
verdad y de la razón.
Una iniciativa insólita del Comité fue la manifestación
con coches del 9 de septiembre: un numeroso grupo de ma-
nifestantes ocuparon una cuarentena de vehículos desde los
cuales repartieron octavillas y exhibieron pancartas en las
que se podía leer: «Exécutions sommaires en Espagne. Ils
vont tuer Ferrer!». La caravana automovilística fue inte-
rrumpida y reprimida con bastante brutalidad por la policía
y hubo varios detenidos. Una manifestación similar se repitió
un mes después, el 7 de octubre.
Consumada la ejecución de Ferrer, la misma noche del fu-
silamiento se organizaron varias manifestaciones y se publi-
caron ediciones extraordinarias de los periódicos, que a me-
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LA PROTESTA 81

nudo adoptaban un tono bastante violento y amenazador, lo


cual sin duda causaba un gran efecto en España, ya que en
aquella época, y a partir de los precedentes existentes, las
amenazas solían tomarse muy en serio. Pero la manifestación
más importante de todas tuvo lugar el domingo día 17 de oc-
tubre y fue organizada por los socialistas franceses. Entre se-
senta mil y ochenta mil personas desfilaron tranquilamente
por las calles de París, sin pancartas ni discursos y con el
único impedimento policial de no acercarse a la embajada de
España.
Otro país que destacó por sus movilizaciones fue Italia,
donde se produjeron manifestaciones, peticiones de indulto,
huelgas y escritos de protesta a favor de los detenidos. Una
vez ejecutado Ferrer, se redoblaron aún más contra «il go-
verno clericale spagnuolo» y pidiendo a veces la «morte al re
Alfonso», con presencia de mucha gente en las calles de Mi-
lán, Roma, Nápoles, Florencia, Pisa y Génova. Tuvo un eco
especial un bando del alcalde de Roma que calificaba la
muerte de Ferrer de ofensa contra la santidad de la vida hu-
mana, la libertad de conciencia y el progreso civil. Y, en un
país tan religioso, los poetas invocaron a veces la idea del
martirio y recordaron que, como en el caso de Jesús, «chi
muor per l’idea vince la morte». Otras importantes ciudades
europeas que vivieron movilizaciones y iniciativas varias de
protesta fueron Bruselas, Londres, Berlín, Ginebra, Zúrich,
Bucarest, Lisboa… Y, aunque menos intensa, la campaña ob-
tuvo asimismo cierto eco al otro lado del Atlántico.
El 31 de octubre de 1909, el Ayuntamiento de Bruselas
acordó por gran mayoría dedicar un monumento a Ferrer y
Guardia que fue inaugurado dos años después y que consiste
en un pedestal sobre el que se erige la estatua de un atleta des-
nudo que levanta una llama hacia el cielo. Hoy se encuentra
en la avenida de Franklin Roosevelt, ante la sede de la Uni-
versidad Libre de Bruselas. Una copia exacta de este monu-
mento se alza desde el año 1990 en la montaña de Montjuïc,
en Barcelona, muy cerca del lugar donde fusilaron a Ferrer.
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82 SIETE DÍAS DE FURIA

Digamos, por último, que el Comité de Défense des Vic-


times de la Répression Espagnole consideró finalizada su ta-
rea en verano de 1910 y se disolvió; había recaudado mucho
dinero (17.820 francos) para la campaña de agitación y para
los refugiados y presos españoles, llegó a imprimir hasta
quince mil carteles y trescientas mil proclamas y repartió
veinticinco mil ejemplares del opúsculo Ferrer: sa vie, son
oeuvre. El nombre de Ferrer, objeto de una insospechada mi-
tificación, fue utilizado en los años posteriores para designar
escuelas y asociaciones en todo el mundo, como por ejemplo
en Lausana, Nueva York, Cempuis o Liverpool.

Las repercusiones en Cataluña y en España

La movilización en el exterior que hemos descrito con-


trasta sin lugar a dudas con lo que estaba pasando en aquellos
mismos momentos dentro del territorio español, que, es pre-
ciso recordarlo, se encontraba con las garantías constitucio-
nales suspendidas. En vida de Ferrer no se hicieron manifesta-
ciones para defenderlo, ningún político relevante de todo el
Estado, ni ningún ciudadano de Barcelona solicitó el indulto
para él y tampoco los debates parlamentarios que tuvieron lu-
gar después de la reapertura de las Cortes —el 15 de octubre,
dos días después de la ejecución— se centraron en la inocen-
cia del pedagogo fusilado. Lo que sí es cierto es que, poco des-
pués de la ejecución, explotaron tres bombas que hirieron a un
ciudadano y a dos policías y que, rastreando a fondo por toda
España las reacciones a favor de la conmutación de la pena, es
posible llegar a detectar por lo menos tres que, sin embargo,
resultan muy poco representativas: la minoría republicana del
Ayuntamiento de Madrid, los diputados republicanos Félix
Azzati y Julio Cervera y el escritor mallorquín Gabriel Alo-
mar, que, contra viento y marea, hacía ya mucho tiempo que
llevaba a cabo una cruzada personal contra la pena de muerte.
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LA PROTESTA 83

Más allá de las medidas excepcionales establecidas, la ex-


plicación de este silencio se encuentra sin lugar a dudas en dos
circunstancias perfectamente discernibles: por una parte, es
evidente que en Cataluña y en España se tenían percepciones
muy diferentes de la persona de Ferrer, el cual, y más allá de
la agria polémica estrictamente educativa, era visto por mucha
gente como un revolucionario y un conspirador peligroso
—Unamuno lo consideraba simplemente, entre otras palabras
más gruesas, como «un hombre obscuro, de inteligencia me-
diocre y un fanático» y decía que era «ridículo querer hacer de
él poco menos que un genio»—; y, por otra, es un hecho que
el fundador de la Escuela Moderna se había quedado final-
mente en un extremo aislamiento, puesto que los que teórica-
mente podían o tenían que defenderlo —anarquistas, republi-
canos o radicales— no lo sentían como uno de los suyos. Para
algunos, ya lo hemos visto, incluso resultaba cómodo que Fe-
rrer acabara siendo el chivo expiatorio que se precisaba des-
pués de todo lo que había sucedido en Barcelona.
En cualquier caso, y tras su fusilamiento, los efectos de la
campaña internacional acabarían teniendo consecuencias en
la política española, como ya tendremos ocasión de comprobar.
El 17 de febrero de 1910, el rey, de acuerdo con el go-
bierno liberal, firmó un indulto parcial para los condenados
por los hechos acaecidos en el mes de julio anterior. Sin em-
bargo, considerado insuficiente por los sectores de la iz-
quierda parlamentaria, en los meses siguientes se activaron
varias iniciativas para lograr medidas de gracia más amplias.
Entre las mismas, cabe destacar el gran mitin en pro de la am-
nistía general, que tuvo lugar el 17 de abril de 1910 en la
plaza de Armas del parque de la Ciutadella, en Barcelona. El
acto fue presidido por Pablo Iglesias, Bueso, Lerroux y Co-
romines. Y, en la primavera de 1911, siendo presidente del
gobierno español el liberal José Canalejas, la oposición repu-
blicana, partiendo de la inocencia evidente de Ferrer y Guar-
dia, solicitó la revisión del proceso contra él. Sin embargo, los
votos sumados de liberales y conservadores cerrarían el paso
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84 SIETE DÍAS DE FURIA

a una propuesta que tuvo el apoyo explícito de diputados


como Alejandro Lerroux, Emiliano Iglesias, Pere Coromines
y Pablo Iglesias.

La Ciudad del Perdón

Ferrer, pues, se había quedado sólo y nadie, ni en Cata-


luña ni en España, hizo nada por salvarlo. O prácticamente
nadie: el 30 de septiembre, el diario republicano La Publici-
dad solicitó la amnistía para los condenados y procesados
por los sucesos de la Semana Trágica, pero esta iniciativa le
granjeó toda clase de críticas e insultos por parte de la prensa
conservadora de Barcelona. El Liberal, en cambio, se adhirió
a la petición y el día 12 de octubre también el diario madri-
leño El País solicitaba el indulto para Ferrer. Por otra parte,
la francmasonería española, es decir, el Gran Oriente Espa-
ñol, aun cuando fuera un poco a remolque de sus colegas eu-
ropeos, hizo pública una enérgica circular de protesta y más
adelante, en 1911, apoyó la campaña a favor de la revisión
del proceso.
En cualquier caso, y aún en vida de Ferrer y Guardia,
prácticamente la única voz —junto con la de Gabriel Alomar,
ya citada— que pretendió levantarse, no a su favor, sino con-
tra la pena de muerte, fue la de un hombre católico y conser-
vador, el poeta Joan Maragall. Profundamente impresionado
por unos hechos que vivió desde la lejanía, pues se encon-
traba por entonces en Caldetes, y después de cierto período
de silencio, Maragall decidió escribir tres artículos dedicados
a este tema que reproducimos en anexos al final del presente
libro: «¡Ah!, Barcelona…», publicado en La Veu de Cata-
lunya el día 1 de octubre; «La Ciutat del Perdó», que no fue
publicado; y «L’església cremada», publicado también en La
Veu de Catalunya el 18 de diciembre con varias correcciones
e inspirado, según parece, en la visión del Oratorio de Sant
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LA PROTESTA 85

Felip Neri de Gràcia; tres artículos que marcaron una posi-


ción propia y muy meditada, muy diferente de la que mante-
nían las personas de su entorno social y los dirigentes del
país, que en algún caso o bien ignoraron a Maragall o bien lo
trataron con cierta displicencia, como si su oposición a las
ejecuciones fuera simplemente —y por ello se le podía perdo-
nar— el gesto romántico de un poeta que desconocía la rea-
lidad de la vida política y social.
Sin lugar a dudas, el más importante de los tres es «La
Ciutat del Perdó», un artículo realmente antológico de forma
y de fondo. Maragall, que lógicamente no podía sentir nin-
gún tipo de simpatía por Ferrer y Guardia, llevaba escritas ya
algunas cartas condenando la barbaridad de tantas ejecucio-
nes, pero el día 10 de octubre se creyó obligado a redactar su
artículo pidiendo una conmutación de la pena de muerte, im-
pelido por la perentoriedad del calendario. Enric Prat de la
Riba se negó a publicarlo en La Veu de Catalunya porque lo
consideraba «imposible y contraproducente» y porque creía
que equivaldría a dejar sólo al gobierno de Maura en el res-
tablecimiento del orden público. Prat, de todas formas, no
dio a conocer sus razones a Maragall hasta después del fusi-
lamiento. Así pues, el artículo permaneció inédito y no vio la
luz hasta el año 1932.
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VIII

LAS CONSECUENCIAS

La caída de Maura

A consecuencia de cuanto había sucedido y de los efectos


de la campaña internacional en favor de los detenidos por los
sucesos del mes de julio, el jefe del gobierno, Antonio Maura,
adquirió una consciencia muy clara de que, tarde o tem-
prano, sería imprescindible un cambio de situación en el pa-
norama político español. Pero deseaba finalizar la campaña
de Marruecos, resolver los créditos pendientes, ver completa-
dos los juicios que se hallaban en curso y, sobre todo, conju-
rar la sensación de una huida precipitada. Y es que, por en-
cima de todo, había que evitar que su marcha pudiera ser
interpretada como un triunfo de «las fuerzas subversivas que
asolaron poco antes Barcelona y vociferaban ahora en varias
capitales europeas, injuriando y calumniando no sólo al Go-
bierno, sino a la Monarquía, a la Patria, como entidad histó-
rica, y aun a todos los españoles contemporáneos».
Después de un durísimo debate en la sede parlamentaria,
la tarde del día 20 de octubre, Segismundo Moret, jefe titular del
Partido Liberal, solicitó formalmente la dimisión de Maura,
en un procedimiento característico del sistema canovista aún
vigente, en cuya virtud tan sólo era necesario resolver la cues-
tión entre los jefes de los partidos y después recurrir a la
aprobación real, sin necesidad de mociones de confianza ni
convocatoria de elecciones generales en unos momentos tan
delicados. El problema fue que, de momento, Maura se ne-
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88 SIETE DÍAS DE FURIA

gaba a dimitir porque aún disponía de mayoría suficiente en


el Congreso y, por otro lado, Moret tenía dificultades para
constituir un gobierno representativo de todas las facciones
liberales. Al día siguiente, 21 de octubre, más de cien mil per-
sonas se manifestaron por las calles de Madrid al grito de
«¡Maura, no!», una consigna que se hizo popularísima y que
Alejandro Lerroux luciría inscrita en el colgante de oro de la
cadena de su reloj.
Fue entonces cuando se produjo la primera intromisión
importante en el funcionamiento del sistema político por
parte del rey, lo cual suponía objetivamente un debilitamiento
de este sistema. Alfonso XIII, que consideraba culpable a Fe-
rrer, insinuaba que quería evitar por encima de todo un en-
frentamiento civil, pero en realidad estaba profundamente
preocupado por los efectos que la campaña internacional po-
día causar en el prestigio de la monarquía. La frase célebre
que después resumió su actitud fue la siguiente: «Yo me uní
al “¡Maura, no!” entonces y luego, porque me convencí de
que no podía prevalecer contra media España y más de me-
dia Europa». De modo que, cuando el 21 de octubre Maura
fue a despachar con el rey y, protocolariamente, le ofreció
una dimisión que creía que no le sería aceptada, se encontró
con que el rey le tomaba la palabra. La desolación de Maura
fue total: «el Rey, que es para mí encarnación viviente de la
patria, me abandona y me entrega…». Pocos días después, en
un discurso, el político conservador encontró una expresión
elocuente para describir la situación: «pusieron [los liberales]
la turbina en la cloaca», entendiendo por cloaca la protesta
internacional.
Los liberales, pues, subieron al poder y el viejo Segis-
mundo Moret pudo formar gobierno, pero al cabo de cuatro
meses tuvo que dejarlo en manos de su compañero de par-
tido y rival José Canalejas. El rey le había estado negando el
decreto de disolución de las Cortes que, a partir de unas nue-
vas elecciones, le habría permitido consolidar una mayoría
suficiente. Se trataba, en realidad, de una nueva distorsión e
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LAS CONSECUENCIAS 89

intromisión real porque, jugando con sus atribuciones y op-


tando por Canalejas en lugar de por Moret, el rey estaba de-
signando de facto a quien había de convertirse en el líder del
Partido Liberal. Finalmente, Canalejas fue asesinado el 12 de
noviembre de 1912 y lo sustituyó el conde de Romanones,
mientras que Antonio Maura, definitivamente perdida la po-
sibilidad de abandonar la oposición y volver a presidir el go-
bierno, acabaría su carrera política efectiva, por más que re-
gresara al poder al frente de tres gobiernos llamados «de
concentración».
Digamos por último que la crisis derivada de la Semana
Trágica acabó motivando un cambio trascendente en la es-
trategia del partido socialista, que abandonó su aislacionismo
para abordar la acción parlamentaria, con cierta apertura a
las clases medias. Esto se traduciría en un pacto con varias
fuerzas republicanas, la denominada Conjunción Republi-
cano-Socialista, que quedó virtualmente establecida en un
mitin celebrado en el frontón Jai-Alai de Madrid el 7 de no-
viembre de 1909. Esta alianza electoral, que suponía asi-
mismo la ruptura definitiva entre anarquistas y socialistas, ha-
ría posible, después de los comicios legislativos del 8 de mayo
de 1910, el acceso al Parlamento español del primer socia-
lista, Pablo Iglesias.

La política catalana
después de la Semana Trágica

Una de las víctimas directas de cuanto había sucedido fue,


en el marco de la política catalana, la gran coalición catala-
nista que llevaba por nombre Solidaritat Catalana —tocada
ya de muerte desde diciembre de 1908 y enterrada ahora de
modo definitivo—, y es que el regionalismo conservador de-
cidió abandonar por completo la estrategia unitaria y rea-
nudó su acción política en solitario. Por su parte, en abril de
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90 SIETE DÍAS DE FURIA

1910 los tres partidos republicanos catalanes se fundieron en


la Unió Federal Nacionalista Republicana, conocida pronto
como l’Esquerra, bajo la presidencia de Pere Coromines, pero
esta fuerza política, a pesar de obtener una digna representa-
ción en las elecciones legislativas de 1910, acabó por no tener
mucho peso específico.
En cuanto al lerrouxismo, que en 1909 no se encontraba
precisamente en su mejor momento, podría decirse, en pala-
bras de Pere Coromines, que «con todos sus escándalos, vi-
vió diez años de todo aquello». En efecto: liberados de res-
ponsabilidades judiciales de forma definitiva, sus portavoces
y dirigentes pudieron proceder sin ningún tipo de reparo a in-
tentar explotar los hechos de julio —la «Semana Gloriosa»,
«la semana más viril que registra la historia de España»— en
beneficio propio. Ellos fueron, a partir de aquel momento, los
máximos apologistas de Ferrer y Guardia, víctima inocente
de una manifiesta «iniquidad». Ya en esta vorágine irrefrena-
ble, incluso el propio Emiliano Iglesias se preguntaría final-
mente, impertérrito: «¿Quién llevó a cabo las gloriosas jor-
nadas de julio más que el partido radical?»…
Sea como fuere, las elecciones municipales celebradas en
Barcelona el 12 de diciembre de aquel mismo año dieron la
victoria a los partidos que se habían opuesto a la represión:
quedó en primer lugar el Partido Republicano Radical de Le-
rroux, seguido de los republicanos catalanistas y, sólo en ter-
cer lugar, la Lliga Regionalista. Las elecciones de mayo de
1910 reforzaron este esquema: en Barcelona, los lerrouxistas
se impusieron otra vez con claridad, la izquierda nacionalista
y republicana consiguió las minorías y la Lliga se quedó sin
representación parlamentaria por la ciudad de Barcelona: fue
una derrota sin precedentes y el propio Francesc Cambó se
encontró sin acta, derrotado en los dos distritos por los que
se había presentado (Barcelona y La Bisbal).
La recuperación de la derecha regionalista no llegaría
hasta 1911, con las elecciones provinciales del mes de marzo,
que permitieron que Enric Prat de la Riba fuera reelegido pre-
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LAS CONSECUENCIAS 91

sidente de la Diputación de Barcelona y pudiera impulsar el


movimiento por la creación de un organismo de autogo-
bierno para el conjunto del país que acabó siendo la Manco-
munidad de Cataluña, constituida formalmente el 6 de abril
de 1914.
Antoni Rovira i Virgili, al escribir la historia de aquel
tiempo, resumió la situación con estas palabras:

La ruptura de la Solidaritat [Catalana] y la Semana Trágica,


con la represión subsiguiente, produjeron en el Principado un
período de decaimiento político. Buena parte de la masa catala-
nista había caído en el desánimo. Pero el ideal catalán seguía es-
tando muy vivo, y volvió a manifestarse de nuevo con ocasión
de la campaña de la Mancomunidad de Cataluña.

El movimiento obrero en Cataluña

Como es fácilmente comprensible, el obrerismo catalán


salió bastante maltrecho de las consecuencias de la Semana
Trágica, sobre todo entre los meses de agosto y octubre de
aquel año de 1909. Más allá de las detenciones y las conde-
nas de sus miembros más activos, muchas sociedades y cen-
tros obreros fueron clausurados. Bajo la acusación de haber
instigado la rebelión de acuerdo con la CGT francesa y la
masonería internacional, se cerró el domicilio social de Soli-
daridad Obrera, aunque oficialmente no había patrocinado
la huelga. La represión se tradujo asimismo en una impor-
tante disminución de efectivos, que parece haber afectado
particularmente a los líderes obreros moderados, en especial
a los de los oficios más cualificados: en definitiva, los fede-
rados de Solidaridad pasaron de 15.000 en toda Cataluña a
tan sólo 4.418.
Más adelante, ya en octubre de 1910, tuvo lugar en Bar-
celona el congreso obrero que no se había podido celebrar el
año anterior a causa de la Semana Trágica. Delegados de casi
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92 SIETE DÍAS DE FURIA

toda España —con la notable excepción de Madrid y Bilbao,


de tradicional dominio socialista— acordaron por amplia
mayoría convertir Solidaridad Obrera en una confederación
a nivel estatal. Esto motivó la retirada de los socialistas, que
veían en ella una competidora directa de la UGT. De esta ma-
nera, la principal fuerza obrera española quedaba completa-
mente en manos de los anarcosindicalistas. Esta nueva orien-
tación de signo ácrata ya se había hecho patente en iniciativas
recientes como la convocatoria de huelga general en Barce-
lona, en septiembre de 1910, en solidaridad con los mineros
de Vizcaya y de protesta contra la conducta del gobierno en
ese conflicto. La huelga, por cierto, fue un fracaso, en buena
parte por culpa de la oposición frontal del partido republi-
cano radical, que continuaba duramente su pugna con los
anarquistas para monopolizar la representación obrera y ac-
tuar como instrumento de control del proletariado barcelo-
nés. Tanto era así que el propio Lerroux, que cuatro años
atrás había proclamado la necesidad imperiosa de entrar «a
saco en la civilización decadente y miserable de este país sin
ventura», ahora afirmaba: «yo me envanezco […] de haber
prestado a la causa del orden un servicio como no lo ha pres-
tado ningún otro político en los últimos veinte años de nues-
tra existencia nacional».
En cualquier caso, y en cumplimiento de los acuerdos
adoptados por Solidaridad Obrera, el año siguiente, concre-
tamente entre el 8 y el 11 de septiembre de 1911, la Confe-
deración Nacional del Trabajo (CNT) celebró su primer con-
greso en el salón de Bellas Artes de Barcelona. En esta
asamblea estaban representados 140 sindicatos y 26.571 afi-
liados (de los cuales 78 y 11.883 correspondían a Cataluña).
Pero la historia de la CNT escapa, evidentemente, al alcance
de estas páginas.
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LAS CONSECUENCIAS 93

El sistema educativo

De acuerdo con todo lo que hemos ido exponiendo, no


parece difícil imaginar que uno de los sectores más amenaza-
dos por las consecuencias de la Semana Trágica tenía que ser
el de la enseñanza. Es evidente que Ferrer y Guardia polari-
zaba como nadie la aversión de los sectores más conservado-
res hacia la enseñanza laica, pero la represión inicial fue ge-
neralizándose, ya que la jerarquía eclesiástica hizo extender
ampliamente —e interesadamente— la creencia de que el ori-
gen de casi todos los males se encontraba en aquellos centros
y en la prensa «atea y anarquista» sin censura. Por otra parte,
el sistema escolar católico había quedado muy tocado en su
infraestructura establecida en la ciudad de Barcelona, a con-
secuencia de la quema de treinta y tres escuelas regentadas
por congregaciones religiosas.
Nos hemos referido ya al cierre gubernativo de unas
ciento treinta escuelas laicas de Barcelona, en agosto de 1909.
No obstante, esta medida sólo era temporal, de modo que los
obispos redoblaron su campaña «contra la existencia de las
escuelas llamadas laicas o neutras», y más aún cuando subió
al poder un gobierno liberal que podría no ser tan sensible
como el de Antonio Maura a esta demanda. Sin embargo, el
gobierno resistió y en fecha de 3 de febrero de 1910 pro-
mulgó dos decretos que permitían la reapertura de los centros
clausurados y dejaban las escuelas laicas sometidas simple-
mente al régimen general de la legislación vigente. Así pues,
en la práctica se concedió tanto a las escuelas católicas como
a las laicas una libertad de acción casi total, y, paradójica-
mente, el poco intervencionismo del Estado en el ámbito edu-
cativo propició que a largo plazo las primeras se extendieran
más todavía, justamente todo lo contrario de lo que habían
pretendido, en su remolino destructor, los incendiarios de la
Semana Trágica.
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94 SIETE DÍAS DE FURIA

A manera de epílogo

Cien años después de los hechos de julio de 1909, no re-


sulta difícil concluir —aunque la historiografía se muestra di-
vidida en este sentido— que aquellos días dramáticos, más
allá de cambiar el signo del gobierno, no tuvieron una in-
fluencia trascendental en la evolución del sistema político es-
pañol, un sistema muy trabado todavía y regido por una ló-
gica de reparto del poder que no se alteró mucho, si bien es
cierto que se vio sacudido en varios aspectos cruciales, como
ya hemos tenido ocasión de comprobar. Por consiguiente,
aquella seguiría siendo una sociedad, tanto en Cataluña
como en el resto de España, enferma de «una impotencia so-
cial superior a la de otros pueblos parecidos a nosotros», en
palabras de Joan Maragall. Por otra parte, los problemas más
agudos del país, como podían ser la crisis industrial o el cre-
ciente poder de los oficiales del ejército, quedaron al margen
de aquella rebelión. Ni siquiera a escala local o en el ámbito
más directamente perjudicado se pudieron apreciar práctica-
mente sus efectos: en tan sólo un año, la mayoría de los esta-
blecimientos incendiados ya habían sido reconstruidos.
En definitiva, y con el ánimo de sintetizar cuanto hemos
dicho, los hechos de julio de 1909 en Barcelona pueden resu-
mirse en los diez elementos siguientes:

• El inicio de un conflicto bélico en la remota colonia es-


pañola del norte de África, con la consiguiente movili-
zación de soldados.
• Un movimiento inicial de protesta en Barcelona contra
la movilización de reservistas para una guerra impo-
pular.
• Una huelga general que se saldó con éxito y que, sor-
prendentemente, empezó a adoptar cierto carácter in-
surreccional.
• Una rebelión espontánea y violenta sin dirigentes ni ob-
jetivos que se extendió gracias a la pasividad de las au-
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LAS CONSECUENCIAS 95

toridades militares y de los sectores dirigentes locales y


que se proyectó hacia otras ciudades catalanas.
• Una derivación anticlerical de la revuelta que, en lugar
de canalizarse por la vía insurgente de una revolución
social o de un cambio de régimen político, se plasmó en
un ataque contra los edificios de la Iglesia católica y de
sus congregaciones religiosas.
• La expiración de la revuelta por su propio agotamiento
y por el incremento de los efectivos y de la presión de
la fuerza pública.
• Una represión de amplísimo alcance, con numerosos
destierros, penas de prisión y cinco ejecuciones, diri-
gida principalmente contra el movimiento obrero y los
sectores de la izquierda política y social, con la conni-
vencia y la instigación de los sectores conservadores y
clericales.
• La fragua de un chivo expiatorio en la persona inocente
de un pedagogo racionalista y conspirador de larga tra-
yectoria, fusilado en Montjuïc.
• Una potente campaña internacional de descrédito con-
tra la monarquía española y sus gobiernos, y de reivin-
dicación de Ferrer y de la libertad de conciencia.
• El cambio de gobierno en España, con la ascensión de
los liberales al poder.

Han pasado cien años, y la memoria colectiva ha relegado


a las páginas polvorientas de la historia aquel estallido revo-
lucionario en el que Barcelona se miró crudamente a sí misma
y, ante aquella visión extraordinaria, no supo reconocerse en
sus tópicos más trillados. Pero olvidar el pasado resulta un
mal compañero para guiar los pasos de un pueblo, de cual-
quier pueblo. Por este motivo, para evitar un error de esta
clase y para restituir a las nuevas generaciones los colores ya
casi amarillentos de aquel dramático episodio, se ha escrito
este libro.
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APÉNDICE I

CRONOLOGÍA DE LOS HECHOS


DE JULIO DE 19091

Lunes 26 de julio

4.00 Primeros piquetes que llaman a la huelga. La policía


detiene a algunos de ellos.
6.00 La mayoría de los obreros acude al trabajo.
6.00 Mitin de Mercedes Monje en la plaza de Cataluña.
Es detenida.
7.50 Detención de Trinidad de la Torre cuando daba un
mitin pidiendo la liberación de una mujer detenida
en la calle Nou de la Rambla.
8.00 Los obreros de la Hispano-Suiza recorren el barrio
de las Drassanes incitando a la huelga.
8.00 Durante el primer descanso se convence a la mayo-
ría de los obreros para que vayan a la huelga. Los
dueños cierran las fábricas.
8.30 Ferrer y Guardia llega a Barcelona desde el Masnou
y es recibido por Miguel Villalobos Moreno, del co-
mité de huelga.
9.00 La huelga se extiende en el Poblenou, Sant Martí,
Gràcia, Sant Andreu, Les Corts y Sants.

1. Guillem-Jordi Graells, «Cronologia dels fets», en Grup de l’Escola


de Teatre de l’Orfeó de Sants, La Setmana Tràgica, Mataró: Edicions Ro-
brenyo, 1975, pp. 75-83, y elaboración propia. Esta obra de teatro, escrita
y dirigida por Lluís Pasqual, fue estrenada en la Aliança del Poblenou el 10
de enero de 1975.
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98 SIETE DÍAS DE FURIA

9.00 Ossorio llega a su despacho del gobierno civil. Ante


la magnitud de la huelga, hace salir a la guardia ci-
vil a caballo. Primer telegrama al ministro De la
Cierva.
Mañana El gobernador Ossorio manda secuestrar los diarios.
9.00 Enfrentamiento entre huelguistas y tranviarios, que
siguen azuzados por el marqués de Foronda.
9.20 Maria Llopis dirige la operación de cerrar las tien-
das del Paral·lel, en el curso de la cual se ataca a los
que se negaban.
10.00 Ossorio ordena a la guardia civil que evite el cierre
de tiendas y almacenes.
11.00 A esta hora sólo quedan tranvías por las calles. La
huelga se ha generalizado de forma considerable.
11.40 Ossorio hace salir a los guardias de seguridad ar-
mados. De la Cierva cablegrafía a Ossorio, conmi-
nándole a reunir a las autoridades y proclamar la
ley marcial.
12.00 Reunión de Ossorio con el capitán general y el pre-
sidente de la Audiencia, Elpidio Abril (Junta de Au-
toridades). Deciden proclamar la ley marcial y Os-
sorio cablegrafía su dimisión. De la Cierva le ordena
que apoye al general Santiago, pero Ossorio se niega
y abandona el gobierno civil a las 13.30.
14.00 La huelga se ha extendido completamente.
Mediodía Se multiplican los enfrentamientos entre tranviarios
y huelguistas. Como resultado de estos enfrenta-
mientos hay dos muertos y once heridos graves.
15.00 Se fija por toda Barcelona un bando del capitán ge-
neral que proclama el estado de guerra. Sin embar-
go, el capitán general no utiliza sus fuerzas para re-
primir la huelga.
15.00 El general Santiago obliga al marqués de Foronda
a retirar los tranvías de la circulación. Al cabo de
una hora no queda ninguno en las calles de Barce-
lona.
15.30 Ataque a la comisaría del Clot, dirigido por Carme
Alauch. Tres muertos entre los atacantes y nueve
agentes heridos.
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CRONOLOGÍA DE LOS HECHOS 99

16.00 Se organiza una manifestación de protesta, que va


desde la Rambla hasta Capitanía. Delante van las
mujeres y los niños. Las tropas, mandadas por el ge-
neral Brandeis, se niegan a disparar. Lo harán, sin
embargo, los guardias de seguridad. Hay muchos
heridos y algunos muertos.
16.00 Francisco Ferrer y Guardia se entrevista con Lo-
renzo Ardid, dirigente radical.
17.00 La guardia civil cierra la Casa del Pueblo, local le-
rrouxista.
19.00 Reunión de directores de periódicos, que deciden no
publicarlos al día siguiente.
19.00 Reunión del comité de huelga con varios delegados
y colaboradores. Deciden proseguir la huelga y cor-
tar las comunicaciones, y declinan el ofrecimiento
de obreros armados que hacen unos delegados de
Sabadell. Se acuerda pedir de nuevo al lerrouxista
Emiliano Iglesias que se una al comité.
22.00 Reunión de Iglesias con dirigentes de su partido.
Después se entrevista con Fabra Ribas y con otros
miembros del comité. Llegada de Ferrer y Guardia,
a quien Iglesias aconseja salir de Barcelona.
23.30 Incendio del Patronato Obrero de San José, dirigido
por los maristas, en el Poblenou. En aquellos mo-
mentos, Ferrer y Guardia sale de Barcelona.

Martes, 27 de julio

6.00 Abren algunos mercados y tiendas, que vuelven a


cerrar poco después.
9.00 Ataque a la residencia de los maristas. Muere el her-
mano Lycarión, director del Patronato Obrero de
San José.
10.00 Ataque a la comisaría de las Drassanes.
11.30 Comienza en todas partes la construcción de barri-
cadas.
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100 SIETE DÍAS DE FURIA

Mañana En Madrid, De la Cierva declara que el movimiento


de Barcelona tiene carácter separatista, con lo cual
consigue la inhibición del resto del Estado.
12.00 Fabra Ribas se entrevista con Rovira i Virgili, para
examinar las posibilidades de que los nacionalistas
de izquierda encabecen el movimiento ya desenca-
denado.
Mediodía Comienzan a circular consignas de quemar conven-
tos, procedentes de algunos políticos radicales: Lo-
renzo Ardid, los hermanos Ulled, Colominas.
13.30-15.30 Barcelona se llena de barricadas. Comienza a arder
un gran número de conventos.
13.30 En Gràcia, se producen enfrentamientos armados
entre rebeldes y el ejército que duran hasta las
18.30, momento en que se impone la artillería mili-
tar.
13.40 Los miembros del comité celebran una nueva reu-
nión con Iglesias, al que piden que encabece el mo-
vimiento y proclame la República.
14.20 Reunión de diputados y senadores en casa del fe-
deral Vallès i Ribot. Envían a Puig i Cadafalch al
ayuntamiento para enterarse de cuál es la situación
exacta. Cuando habían decidido enviar una nueva
protesta a Maura, se enteran de la quema de los
Escolapios, y los ánimos se enfrían. Llegan algunos
radicales a pedir consignas, pero ninguno de los
presentes acepta hacerse cargo del movimiento. La
noticia de la extensión de los incendios y de la de-
claración de De la Cierva hace que la reunión se
disuelva sin llegar a ningún acuerdo.
14.30 Primer ataque a la comisaría del Poblenou.
16.00 El franciscano P. Ramon M. Usó resulta herido de
gravedad cuando abandonaba la residencia de Sant
Gervasi. Morirá al día siguiente y será el tercer y úl-
timo religioso fallecido durante la semana.
16.30 Reunión en el ayuntamiento del alcalde Coll i Pujol
con diputados y prohombres para formar una junta
que trate con los rebeldes. El republicano Sol i Or-
tega señala lo absurdo del intento.
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CRONOLOGÍA DE LOS HECHOS 101

17.00 Segundo ataque a la comisaría del Poblenou.


18.00 Mosén Ramon Riu, párroco de Santa Maria del
Taulat, en el Poblenou, muere por asfixia y choque
emocional en su escondite.
18.45 Sesión urgente del Ayuntamiento. El concejal radi-
cal Josep Jorge Vinaixa pide que se constituya en se-
sión permanente. Pero hacia las 20.45 la sesión se
disuelve por la acción persuasiva de Iglesias.
Anochecer La policía abandona las comisarías de los barrios
periféricos.
20.00 El comité de huelga espera a Iglesias en un café de la
calle Mallorca, cerca de la Sagrada Familia, donde
se han concentrado los dirigentes. A las 21.15, un
enviado de Iglesias les pide que vayan al ayunta-
miento, al que llegan hacia las 22.15. No le encuen-
tran allí, ni en la redacción de El Progreso, ni en su
domicilio. Mientras tanto las fuerzas congregadas
en la Sagrada Familia se dispersan.
21.00 Fabra Ribas, con otros socialistas, visita a Jaume
Carner, para pedir que los nacionalistas de izquierda
se hagan cargo del movimiento.
Anochecer Segunda oleada de incendios de conventos y edifi-
cios religiosos.

Miércoles, 28 de julio

7.00 Abren de nuevo algunos mercados y tiendas. La tre-


gua termina a las 9.00.
8.00 Segundo bando del capitán general.
Mañana Se intensifican los enfrentamientos entre los rebel-
des y las fuerzas del orden público.
9.00 Reunión de Fabra Ribas con los nacionalistas de iz-
quierda Jaume Carner, Laureà Miró y Josep Llari.
Estos últimos se niegan a hacerse cargo del movi-
miento hasta que no se produzcan levantamientos
en otras zonas del Estado.
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102 SIETE DÍAS DE FURIA

10.00 Asalto al cuartel de los Veteranos de la Libertad en


las Drassanes, en el cual se consiguen muchas ar-
mas.
Mañana Nueva oleada de incendios causados en edificios re-
ligiosos. Además se saquean algunos edificios que
ya habían sido asaltados y se exhiben las momias de
algunas monjas.
11.00 Reunión del cuerpo consular, que exige del general
Santiago la protección de los extranjeros y de sus
bienes.
Mañana Comienzan los ataques a las fuerzas de orden pú-
blico desde las azoteas.
16.00 Nueva reunión de Iglesias con el comité, igualmente
infructuosa.
17.00 Nueva reunión de diputados en casa de Vallès i Ri-
bot, también sin resultado.
Tarde Un grupo de mujeres desentierra unos quince cadá-
veres de monjas jerónimas y arrastra varios de ellos
primero hasta el ayuntamiento y luego hasta las ca-
sas del marqués de Comillas y de Eusebi Güell.
23.00 Iglesias se entrevista con Miguel Villalobos Moreno.
Éste reconoce el retroceso del movimiento. Acuer-
dan publicar un manifiesto en el que se pide la
vuelta al trabajo.
Noche Iglesias ordena a los militantes radicales que aban-
donen las barricadas.

Jueves, 29 de julio

7.00 Como todos los días, hay una tregua tácita hasta las
9.00, para poder comprar comida.
9.00 Se repiten los combates entre las fuerzas del orden y
los rebeldes, en las barricadas y desde las azoteas.
Mañana Llegada de importantes contingentes de tropas: vie-
nen por mar desde Valencia, y por tierra, de Zara-
goza, Pamplona y Burgos.
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CRONOLOGÍA DE LOS HECHOS 103

Mañana El general Brandeis ocupa el Poblenou.


12.00 Incendio de la fábrica de licores del carlista Antoni
Tortras.
16.30 El general Santiago inicia la ocupación del barrio de
las Drassanes.
Tarde El general Brandeis ocupa el Clot y Sant Martí.

Viernes, 30 de julio

Mañana Llegan más tropas procedentes de Tortosa y de Va-


lencia.
Mañana Embarque del regimiento de Saboya con destino a
Melilla. El general Santiago dirige personalmente la
operación.
Mañana Detención de Rafael Guerra del Río y otros radica-
les. Al mismo tiempo, Iglesias trabaja activamente
para exculpar a sus correligionarios.
Mediodía La gente vuelve a circular normalmente por el cen-
tro de Barcelona. Durante todo el día, los francoti-
radores siguen fustigando a las fuerzas del orden. En
algunos casos se trataba, al parecer, de provoca-
dores.
Tarde El general Brandeis ocupa Sant Andreu.
Anochecer Circula el primer tranvía del centro a Sarrià. Se en-
ciende el alumbrado público en algunos sectores.
Noche Incendio de la parroquia y del convento de las Do-
minicas de Horta.

Sábado, 31 de julio

Madrugada Tercer bando del general Santiago autorizando la li-


bre circulación.
Mañana Se regulariza el trabajo en los centros oficiales, la
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104 SIETE DÍAS DE FURIA

banca y el comercio. Los mercados funcionan nor-


malmente, las brigadas municipales limpian la ciu-
dad y comienzan a funcionar los teléfonos y el telé-
grafo.
11.00 Carga de la guardia civil contra los curiosos que
se encontraban en el convento de las Dominicas:
seis muertos, numerosos heridos y cincuenta dete-
nidos.
11.30 Intento de ataque de algunos francotiradores al
cuartel de artillería de Sant Agustí. Durante todo el
día, desde las azoteas, algunos pacos siguen dispa-
rando.
12.00 Reunión de algunos concejales en casa de Narcís
Verdaguer. Iglesias propone la formación de un co-
mité que garantice la vuelta al trabajo para el lunes.
Urgen al capitán general para que publique un
bando en el que se señalen las penas con las que se
castigarán los diferentes delitos.
16.45 Detención de Iglesias. En el interrogatorio niega ha-
ber tenido participación en los sucesos e incluso ser
un dirigente radical.
17.00 Reunión de los concejales con el alcalde Coll i Pujol.
Éste ha conseguido que los comerciantes abran el
lunes.
Tarde Se ocupa Horta, último bastión de los rebeldes.
Anochecer Comienzan a funcionar algunas líneas de tranvía.

Domingo, 1 de agosto

Mañana Funcionan todas las líneas de tranvía. Se fija un


bando del alcalde, que anuncia que el lunes abrirá el
comercio. Se celebran misas en las iglesias que no
han sido incendiadas. Los diarios publican un resu-
men de los acontecimientos —el mismo en todos
ellos—, redactado por los directores de El Liberal y
La Veu de Catalunya.
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CRONOLOGÍA DE LOS HECHOS 105

Anochecer Manifestación de mujeres pidiendo la libertad de los


detenidos.
Mañana Los obreros de Barcelona vuelven al trabajo.
del lunes
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APÉNDICE II

EDIFICIOS RELIGIOSOS ASALTADOS


DURANTE LA SEMANA TRÁGICA
EN BARCELONA

CONVENTOS DE ÓRDENES RELIGIOSAS DEDICADOS A BENEFICENCIA

NOMBRE
NOMBRE
DEL CONVENTO DAÑOS
POPULAR UBICACIÓN FECHA
Y DE LA ORDEN RESULTANTES
DE LA ORDEN
RELIGIOSA

Convento de las Religiosas


Adoratrices, Esclavas del Tres intentos de incendio
Adoratrices C/. Casanova/Consell de Cent
Santísimo Sacramento fallidos
y de la Caridad
Convento de los Clérigos
Regulares, Ministros de los Agonizantes C/. Sant Pere Més Baix 27 de julio Destrucción completa
Enfermos

Convento de las
Asuncionistas C/. Tapioles (Poble Sec) 27 de julio Destrucción completa
Hermanitas de la Asunción

Asilo de la Aldana de las


Paulas Les Corts 27 de julio Destrucción completa
Hijas de la Caridad

Asilo e iglesia de la Granja


Experimental de las Hijas Paulas C/. Coello (les Corts) 27 de julio Destrucción completa
de la Caridad

Convento e iglesia de los C/. E. Granados/Pl.


Sirvientes de María 27 de julio Destrucción completa
Ministros de los Enfermos Letamendi

Convento de las Hermanas


de la Natividad de Nuestra Darderas C/. Hospital, 69 28 de julio Intento de incendio fallido
Señora

Convento asilo de San Juan Intento de incendio


Hospitalarios Les Corts 28 de julio
de Dios abandonado

Convento y asilo de las


Hermanas de la Sagrada Sagrada Familia de Burdeos C/. Roger de Flor/Provença 28 de julio Graves daños
Familia de Burdeos
Convento de las Hermanas
C/. Agustí i Milà (Sant Intento de incendio
de la Sagrada Familia de Sagrada Familia de Urgel 30 de julio
Andreu) abandonado
Urgel

Fuente: Joan Connelly Ullman (La Semana Trágica, págs. 614-625) y elaboración propia.
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108 SIETE DÍAS DE FURIA

ESCUELAS DE ÓRDENES RELIGIOSAS

NOMBRE DEL CENTRO NOMBRE DAÑOS


UBICACIÓN FECHA
Y DE LA ORDEN RELIGIOSA POPULAR RESULTANTES

Real Colegio de las Escuelas Pías de Sant Anton y Ronda Sant Antoni
Escolapios 27 de julio Destrucción completa
Casa Central (el Pedró)
Colegio Municipal de la Orden de los Clérigos
Agonizantes C/. Sant Pere Més Baix 27 de julio Destrucción completa
Regulares, Ministros de los Enfermos
Convento-escuela de la Tercera Orden de las C/. Roger de
Beatas Dominicas 27 de julio Destrucción completa
Hermanas Dominicas Flor/Mallorca
Convento-escuela de las Carmelitas Descalzas de la Carmelitas
C/. Àngel (Gràcia) 27 de julio Destrucción completa
Tercera Orden Descalzas
Colegio de las Religosas Misioneras de la Inmaculada
Concepcionistas C/. València, 252 27 de julio Graves daños
Concepción de la Santísima Virgen María
Travessera de Sant
Colegio de las Religiosas del Santo Niño Jesús Damas Negras 27 de julio Daños escasos
Gervasi
Colegio de las Dominicas de la Presentación de la C/. Rosselló/Rbla. Intento de incendio
Dominicas 27 de julio
Santísima Virgen de Tours (Monte Sión) Catalunya fallido
Colegio de Nuestra Señora del Remedio de las C/. Grases/Verge del
Esclavas 27 de julio Destrucción completa
Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús Remei (Poble Sec)
Convento-escuela del Instituto de Religiosas Hijas de C/. Joan de Peguera
Escolapias 27 de julio Destrucción completa
María (Sant Martí)
Colegio Santa Madrona del Instituto de los Hermanos Escuelas
C/. Blai, 4 (Poble Sec) 27 de julio Destrucción completa
de las Escuelas Cristianas Cristianas
Convento-escuela de las Religiosas Franciscanas Pl. Blasco de Garay
Franciscanas 27 de julio Destrucción completa
Misioneras de la Inmaculada Concepción (Poble Sec)
Convento-escuela de las Religiosas Franciscanas Rbla. del Triomf, 74
Franciscanas 27 de julio Destrucción completa
Misioneras de la Inmaculada Concepción (Poblenou)
Tres intentos de
Colegio e iglesia del Sagrado Corazón de Jesús Jesuitas C/. Casp, 25 27 de julio
incendio fallidos
Colegio de Jesús, María y José de los Hijos de la
Sagrada Familia C/. Sant Gil 27 de julio Saqueo
Sagrada Familia
Convento-escuela de Nuestra Señora de Loreto del Ctra. de Sarrià
Sagrada Familia 27 de julio Destrucción completa
Instituto de Religiosas de la Sagrada Familia (les Corts)
Colegio-residencia de los Hermanos Misioneros del
Sagrado Corazón C/. Rosselló/Muntaner 27 de julio Destrucción completa
Sagrado Corazón de Jesús de Issoudun
Colegio de María Santísima de las Desamparadas, de C/. Casanova/Consell 27 de julio y Tres intentos de
Adoratrices
las Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad de Cent sucesivos incendio fallidos
Colegio San José del Instituto de los Hermanos de las Escuelas
Ctra de Sarrià, 4 28 de julio Destrucción completa
Escuelas Cristianas Cristianas
Colegio-Casa de Noviciado de los Hijos Misioneros
Claretianos Trav. de Gràcia, 260 28 de julio Destrucción completa
del Immaculado Corazón de María
Convento-escuela de las Hijas de María Auxiliadora
Salesianas C/. Sepúlveda 28 de julio Graves daños
(San Juan Bosco)
Escuela-residencia de los Padres de la Sociedad
Salesianos C/. Sepúlveda 28 de julio Graves daños
Salesiana de San Juan Bosco
Convento-escuela de la Compañía de Santa Teresa de C/. Grasset/Trav. de
Teresianas 28 de julio Destrucción completa
Jesús Gràcia
Rbla. Santa Eulàlia
Convento-escuela de las Religiosas de Jesús-María Jesús-María 30 de julio Graves daños
(Sant Andreu)
Colegio de los Hijos de la Sagrada Familia y Casa
Sagrada Familia Sant Andreu 30 de julio Destrucción completa
Provincial
Colegio San José de la Tercera Orden de las Hermanas Dominicas C/. Campoamor
31 de julio Graves daños
Dominicas Terciarias (Horta)
Colegio de la Congregación de las Hermanas
Divina Pastora C/. Bailèn, 38 Daños escasos
Capuchinas de la Divina Pastora
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EDIFICIOS RELIGIOSOS ASALTADOS 109

IGLESIAS

NOMBRE
NOMBRE POPULAR DE DAÑOS
UBICACIÓN FECHA
DE LA IGLESIA LA ORDEN O RESULTANTES
TITULARIDAD

San Pablo del Campo Parroquial C/. Sant Pau 27 de julio Graves daños

Santa Maria del Taulat Parroquial C/. Marià Aguiló (Poblenou) 27 de julio Destrucción completa

Nuestra Señora de la Ayuda Capuchinos C/. Sant Pere Més Baix 27 de julio Destrucción completa

Nuestra Señora del Carmen Jerónimas (parroquial) C/. Sant Antoni Abat, 10-12 27 de julio Destrucción completa

Capilla de Marcús (Nuestra


Privada C/. Carders/Montcada 27 de julio Destrucción completa
Señora de la Guía)

San Cugat Parroquial C/. Carders/Montcada 27 de julio Destrucción completa

San Francisco de Paula Parroquial C/. Sant Pere Més Alt 27 de julio Intento de incendio fallido

San Juan Bautista Parroquial Pl. de la Virreina (Gràcia) 27 de julio Graves daños

C/. Santaló, 80 (Sant


San Magín Franciscanos 27 de julio Destrucción completa
Gervasi)

Sant Martí de Provençals Parroquial Pl. Canonge Rodó (el Clot) 27 de julio Graves daños

San Pedro Armengol (San


Parroquial Barrio de Pequín 27 de julio Destrucción completa
Pedro Pescador)

San Pedro de las Puellas Parroquial Pl. de Sant Pere 27 de julio Destrucción completa

Antigua de Santa Madrona Parroquial C/. de Santa Madrona 27 de julio Destrucción completa

Nueva de Santa Madrona Parroquial C/. Tapioles (Poble Sec) 27 de julio Destrucción completa

Nuestra Señora de los Dos intentos de incendio


Pl. dels Àngels 27 y 28 de julio
Ángeles fallidos

San Andrés Parroquial Pl. d'Orfila (Sant Andreu) 29 de julio Graves daños

San Juan Parroquial C/. Campoamor (Horta) 30 de julio Destrucción completa

Varios intentos de incendio


Santa María del Mar Parroquial Plaza de Santa María
fallidos
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110 SIETE DÍAS DE FURIA

ESCUELAS PARROQUIALES

NOMBRE
INSTITUCIÓN RESPONSABLE UBICACIÓN FECHA
DE LA IGLESIA

Iglesia de San Pablo del


Academia de la Juventud Católica C/. Sant Pau, 101 27 de julio
Campo

Iglesia de Santa Madrona Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas C/. Blay, 4 (Poble Sec) 27 de julio

Iglesia de San Juan Religiosas Misioneras de la Inmaculada Concepción de


Gràcia
Bautista María y Hermanos de la Doctrina Cristiana
Iglesia de San Pedro de las
Hermanos maristas y profesores particulares Plaza de Sant Pere
Puellas

CONVENTOS DE MONJAS DE ÓRDENES CONTEMPLATIVAS

NOMBRE
NOMBRE DAÑOS
POPULAR UBICACIÓN FECHA
DEL CONVENTO RESULTANTES
DE LA ORDEN

Real Monasterio de San


Jerónimas C/. Sant Antoni Abat, 10-12 27 de julio Destrucción completa
Mateo

Arrepentidas Arrepentidas C/. Aragó, 121 27 de julio Destrucción completa

Beatas Dominicas Beatas Dominicas C/. Roger de Flor/Mallorca 27 de julio Destrucción completa

C/. Camp de Galvany (Sant


Capuchinas Capuchinas 27 de julio Destrucción completa
Gervasi)
Monasterio de Santa María
Agustinas ermitañas C/. València/Muntaner 27 de julio Graves daños
Magdalena
Monasterio de la
Carmelitas Descalzas C/. Sant Francesc (les Corts) 28 de julio Destrucción completa
Inmaculada Concepción
Monasterio de Santa María
Cisterciense Sant Gervasi 28 de julio Saqueo
de Valldonzella
Real Monasterio de C/. de Sant Elies, 21 (Sant
Franciscanas Descalzas 28 y 29 de julio Destrucción completa
Nuestra Señora de Jerusalén Gervasi)
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EDIFICIOS RELIGIOSOS ASALTADOS 111

CENTROS OBREROS Y PATRONATOS ADMINISTRADOS


POR ÓRDENES RELIGIOSAS

NOMBRE
NOMBRE DAÑOS
POPULAR UBICACIÓN FECHA
DEL CENTRO RESULTANTES
DE LA ORDEN

Patronato Obrero de San C/. Wad-Ras, 206


Maristas 26 de julio Destrucción completa
José (Poblenou)

Centro Obrero Calasancio Escolapios C/. Sant Antoni Abat 27 de julio Destrucción completa

Círculo Católico de la
Parroquial Barrio de Pequín 27 de julio Destrucción completa
Sagrada Familia

Centro Católico de Santa


Parroquial C/. Tapioles (Poble Sec) 27 de julio Destrucción completa
Madrona

Centro Católico Don Bosco Salesianos C/. Sepúlveda 28 de julio Graves daños

Centro Católico de Nuestra


C/. València/Ctra. de Ribes
Señora del Carmen y de Jesuitas 28 de julio Destrucción completa
(Clot)
San Pedro Claver

RESIDENCIAS DE ÓRDENES RELIGIOSAS MASCULINAS

NOMBRE
NOMBRE DAÑOS
POPULAR UBICACIÓN FECHA
DE LA RESIDENCIA RESULTANTES
DE LA ORDEN

Iglesia de San Magín y C/. Santaló, 80 (Sant


Franciscanos 27 de julio Graves daños
convento Gervasi)

Capuchinos (convento e
iglesia de Nuestra Señora Capuchinos C/. Sant Pere Més Baix 27 de julio Destrucción completa
de la Ayuda)

Padres del Oratorio de San


Filipenses C/. del Sol (Gràcia) 27 de julio Destrucción completa
Felipe Neri

Convento de San Joaquín e


Mínimos Camp de l'Arpa (Clot) 27 de julio Destrucción completa
iglesia

Casa provincial de los


Hermanos Misioneros de Paúles C/. Provença, 210 27 de julio Destrucción completa
San Vicente de Paúl
Instituto de los Hermanos
C/. de les Monges (Sant
Maristas de la Enseñanza o Maristas 29 de julio Destrucción completa
Andreu)
Hermanitos de María

Casa provincial de los


Sagrada Familia Sant Andreu 30 de julio Destrucción completa
Hijos de la Sagrada Familia

Diversos intentos de
Seminario Conciliar C/. Universitat
incendio fallidos
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APÉNDICE III

LOS PROTAGONISTAS

ABRIL GARCÍA, Elpidio (Medina de Rioseco, Valladolid, 1847-?). Pre-


sidente interino de la Audiencia. En la reunión de la Junta de
Autoridades celebrada el día 26 de julio, se pronunció a favor de
la declaración de la ley marcial. Con el voto, también favorable,
del capitán general, dejaron en minoría al gobernador, que se-
guidamente presentó la dimisión. Con anterioridad, Abril había
sido alcalde de Palencia y había ejercido de fiscal en Cuba.

AGUIRRE DE LA CALLE, Eduardo de. Teniente coronel del regimiento


de Infantería de Maó. Presidente del consejo de guerra contra
Francisco Ferrer.

ALAUCH I JÈRIDA, Carme. Miembro de la sección femenina del Par-


tido Radical en el Clot. Mujer de un pescatero y socia de las
«damas rojas» lerrouxistas, participó activamente en el ataque
a la comisaría del Clot del día 26 de julio. Al día siguiente con-
tinuó reclutando jóvenes adolescentes para proseguir la batalla.
Tras ser acusada de haber favorecido la rebelión militar, parece
ser que quedó libre sin cargos.

ALBERT, Charles. Véase CHARLES-ALBERT.

ALFÉREZ, Luis. Miembro del Partido Radical. El 27 de julio dirigió


la quema de la residencia de los franciscanos de Sant Gervasi.
Al atardecer se apoderaron también de los fusiles del somatén.

ALFONSO XII DE BORBÓN (Madrid, 1886-Roma, 1941). Rey de España.


Asumió el poder en 1902. Fue objeto de varios atentados, entre los
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114 SIETE DÍAS DE FURIA

que cabe destacar el de la Rue Rohan de París de mayo de 1905 y


el de Madrid de mayo de 1906. No concedió el indulto a Ferrer y
Guardia y fue el promotor de la caída del gobierno Maura. Aban-
donó el país el 14 de abril de 1931 y murió en el exilio.

ALORDA, Santiago. Considerado el cabecilla de un grupo de cua-


renta hombres de Monistrol de Montserrat que el día 30 de ju-
lio se dirigieron a Sant Vicenç de Castellet, importante nudo fe-
rroviario, donde destruyeron raíles, incendiaron veintinueve
vagones y derribaron las líneas del telégrafo. Logró huir, segu-
ramente a Francia, donde llegaría a ser vicepresidente del Co-
mité para la Defensa de Españoles Expatriados.

ALTED FORNET, Trinidad (Alicante, 1858-?). Miembro del Partido Ra-


dical y director de paja de El Progreso. Detenido y acusado del
delito de inducción a la sedición, fue puesto en libertad en no-
viembre de 1909 y absuelto por sentencia de 4 de marzo de 1910.

ALVAREZ SEÑALADO, José (el Gallo). Veintisiete años. Dirigió una


banda de Gràcia que asaltó una armería y se apoderó de 33 es-
copetas, 89 revólveres y mucha munición y los repartió entre
los rebeldes de las barricadas. Fue juzgado en octubre de 1909.

AMETLLA I COLL, Claudi (Sarral, Conca de Barberà, 1883-Barce-


lona, 1968). Periodista y político que militó en el nacionalismo
republicano. Autor de unas Memòries polítiques en tres volú-
menes. El que corresponde al período 1890-1917 contiene un
capítulo de gran interés dedicado a la Semana Trágica.

ARAGÓ I GARCIA, Jaume (Barcelona, 1880-México, 1952). Anar-


quista. Especialmente activo el día de la huelga, 26 de julio, in-
tentó organizar un grupo en la Rambla, conjuntamente con
Francisco Miranda, para asaltar la comisaría de policía. Finali-
zada la semana, huyó al extranjero. Más adelante sería militante
activo de la CNT, hombre de confianza de Joan Peiró y concejal
de Barcelona (1936).

ARDIACA I MAS, Joana (Gràcia, Barcelona 1881-?). Tejedora y


miembro de las «damas rojas» lerrouxistas. Contribuyó a
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LOS PROTAGONISTAS 115

proclamar la huelga general y participó en el ataque contra


comisarías y conventos y en combates en la calle. Tras ser de-
tenida y acusada del delito de excitación a la rebelión, fue
puesta en libertad el 10 de noviembre de 1909 y absuelta por
sentencia de 4 de marzo de 1910.

ARDID BERNAL, Lorenzo (Herrera, Zaragoza, 1844-Barcelona,


1914). Médico republicano y dirigente radical. Había comba-
tido a los carlistas con el grado de teniente médico. En esta
época fue concejal e inspector de la casa municipal de Lac-
tancia de Barcelona. Según parece, fue uno de los que dieron
la orden de quemar conventos y fue detenido cuando formaba
parte de un grupo que atacaba los cuarteles de la guardia ci-
vil. Después se convirtió en uno de los principales acusadores
de Ferrer.

BALDERA I AZNAR, Ramon. Acusado de rebelión militar, fue conde-


nado a cadena perpetua en el primer consejo de guerra sumarí-
simo, el 2 de agosto de 1909.

BATLLORI, Marià. Casado con Berta Bonnard (1899) y cuñado y co-


laborador de Ferrer y Guardia. El 19 de agosto de 1909 fue des-
terrado a Alcañiz y después a Teruel.

BEL I PLA, Josep. Carretero. Miembro del Partido Radical, dirigió


un ataque contra una sección de la guardia civil. Detenido y
procesado.

BENJAMÍN MEY, Francisco (hermano Lycarión). Hermano marista


suizo, asesinado a tiros en el Patronato San José Obrero, del Po-
blenou, el día 27 de julio.

BERGÉS, Pere. Padre claretiano que perdió un ojo a causa de un dis-


paro cuando los rebeldes asaltaron su convento, el día 28 de ju-
lio. Había vuelto atrás para intentar recuperar bonos y dinero
en metálico.

BONET I ANCEJO, Baldomer. Panadero. Miembro del Partido Radi-


cal. El día 27 de julio encabezó un grupo de incendiarios que in-
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116 SIETE DÍAS DE FURIA

tentó quemar la escuela de las concepcionistas e incendió la


iglesia. Tras ser detenido y procesado, fue absuelto en mayo de
1910 por un tribunal civil simpatizante del acusado. Fue uno
de los principales acusadores de Ferrer.

BONNARD, Léopoldine (Léo) (París, 1872-?). Maestra librepensa-


dora. Compañera de Francisco Ferrer (1899-1905). Trece años
más joven que él, había asistido a sus clases de español. Tuvo
un hijo, Riego (Leopoldo Bonnard). Trabajó en la Escuela Mo-
derna hasta 1905 y escribió un manual de lengua francesa (No-
ciones de idioma francés, 1903), con textos de autores anar-
quistas para los dictados. Preterida en el testamento de Ferrer,
reclamó una parte de la herencia. Vivió en Londres con un pe-
riodista inglés.

BONNARD, Leopoldo, llamado Riego (1900-?). Hijo de Francisco


Ferrer y Léopoldine Bonnard. Le denominaron Riego en re-
cuerdo de uno de los mártires del liberalismo español. Fue pre-
terido en el testamento de Ferrer, que nunca lo reconoció.

BORJAS RUIZ, Ángel. Originario de Sevilla. Dirigente de las Juven-


tudes Radicales y uno de los fundadores del semanario La Re-
beldía. Fue detenido, procesado y condenado. Cumplió prisión
en la Modelo. Después sería diputado provincial (1911-1915).

BRANDEIS GLEICHAUF, Germán. De origen alemán, ingresó en el ejér-


cito español en la tercera guerra carlista. En Cataluña, en 1901
fue nombrado comandante del regimiento de Numancia. En
1905 dirigió el asalto de los oficiales a la redacción del ¡Cu-cut!
En 1908 fue ascendido a general de brigada. Durante la Semana
Trágica, fue el principal mando militar en la dirección de las ac-
ciones contra los rebeldes en la calle.

CABALLÉ I PARSELL, Ramon. Carretero. Miembro del Partido Radi-


cal. El día 29 encabezó un grupo que reconstruyó las barrica-
das del Poblenou y ofreció resistencia a la guardia civil, hasta
que fueron derrotados y detenidos en una azotea de la calle Dos
de Mayo. Fue juzgado en septiembre de 1909 y condenado a
muerte, pena que le fue conmutada por la de cadena perpetua.
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LOS PROTAGONISTAS 117

CALVET I PASCUAL, Agustí (Gaziel) (Sant Feliu de Guíxols, 1887-Bar-


celona, 1964). Excelente periodista y escritor. Director de La
Vanguardia, donde publicó casi novecientos artículos. Autor,
entre otros, del libro de memorias Tots els camins duen a
Roma. Història d’un destí, 1893-1914 (1958).

CAMBÓ I BATLLE, Francesc (Verges, Baix Empordà, 1876-Buenos


Aires, 1947). Político, abogado y financiero. Fundador de la
Lliga Regionalista. En 1907 fue elegido diputado por Barcelona
con la Solidaritat Catalana, pero fue derrotado en las eleccio-
nes de 1910. En julio de 1909, temporalmente desilusionado de
la política, se encontraba de viaje en el extranjero. Regresó a
Barcelona el 10 de agosto y presentó una protesta ante el mi-
nistro De la Cierva por el cierre de las escuelas y centros priva-
dos ordenado por el gobernador Evaristo Crespo.

CAPDEVILA I MARQUÈS, Antoni. Propietario de un burdel, participó


en las barricadas de la calle del Migdia. Acusado de disparar,
fue condenado a cadena perpetua en el segundo consejo de gue-
rra sumarísimo, el 6 de agosto de 1909.

CARDENAL UGARTE, Francisco (Ágreda, Soria, 1858-Barcelona,


1926). Maestro racionalista y significado anarquista. Gerente
de Tierra y Libertad. Fue detenido a las 8.30 de la mañana del
día de la huelga, cuando incitaba a un grupo de gente en el ba-
rrio de las Drassanes. Su causa pasó a la jurisdicción civil en no-
viembre de 1909.

CARNER I ROMEU, Jaume (El Vendrell, 1867-Barcelona, 1934). Abo-


gado y político. Presidente del Centre Nacionalista Republicà y
elegido diputado por la Solidaritat Catalana. El día 27 de julio
por la tarde y el 28 por la mañana, los socialistas le instaron a
dirigir la rebelión, pero se negó a ello.

CARRERAS PORTAS, Sebastián. Capitán del 4.º regimiento mixto de


Ingenieros. Vocal del consejo de guerra contra Ferrer.

CASAS I LLIBRE, Domènec (Argentona, Maresme, 1870-?). Cortador


de carne. Alcalde de Premià de Mar y militante del Partido Ra-
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118 SIETE DÍAS DE FURIA

dical. Parece ser que impulsó la declaración de la República que


se efectuó el 28 de julio en su municipio. Después declaró con-
tra Ferrer, con quien se había reunido ese mismo día.

CASTELLOTE TARGA, Mariano (Villar del Arzobispo, Valencia, 1858-?).


Albañil y anarquista, fue un militante activísimo que parti-
cipó en todas las agitaciones obreras de Barcelona durante el
período de 1890-1910. Encarcelado en numerosas ocasiones.
Lo detuvieron cuando participó activamente en la Rambla el
día de la huelga. Después sería procesado por la jurisdicción
civil.

CASTELLS I SANTOÑA, Joan. Conserje de un centro radical en el Po-


blenou, el 29 de julio repartió armas a los rebeldes y participó en
las barricadas. Tras ser detenido con el resto del grupo en una
azotea de la calle Dos de Mayo, fue puesto en libertad sin cargos.

CHARLES-ALBERT, seudónimo de Charles Daudet (Carpentras, Vau-


cluse, 1869-Kremlin-Bicêtre, Seine, 1957). Impresor, corrector
y publicista francés. Anarquista y masón, amigo de Ferrer y
Guardia. Fue secretario de la Liga Internacional para la Educa-
ción Racional de la Infancia. Miembro activísimo en la cam-
paña internacional a favor de Ferrer.

CIERVA PEÑAFIEL, Juan de la (Murcia, 1864-Madrid, 1938). Minis-


tro en varias ocasiones, lo era de la Gobernación durante los
hechos de julio. En pugna abierta y con malas relaciones con el
gobernador Ossorio, sostuvo desde el primer momento la tesis
insurreccionista de la huelga del 26 de julio y, posteriormente,
el carácter separatista de la rebelión. Cesó con todo el gobierno
Maura el 21 de octubre.

CLEMENTE GARCÍA, Ramón (Valencia, 1887-Barcelona, 1909).


Mozo de una carbonería de la calle d’en Roig y deficiente men-
tal que se hizo famoso por haber bailado con el cadáver de una
monja jerónima. Tras ser detenido por la guardia civil el 28 de
julio y acusado de rebelión militar por ayudar a construir una
barricada, fue condenado a muerte y ejecutado el 4 de octubre
de 1909.
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LOS PROTAGONISTAS 119

CLIMENT, Rafel. Dirigente de segunda fila del Partido Radical. El


día 27 dirigió la quema y destrucción del convento y de la igle-
sia de los mínimos del Camp de l’Arpa y disparó el revólver en
varias ocasiones. Fue juzgado el 4 y el 5 de octubre.

COLL I PUJOL, Joan (Barcelona, 1842-?, 1910). Catedrático de De-


recho Penal y antiguo militante del partido conservador que ha-
bía sido diputado, senador y alcalde de Barcelona en varias oca-
siones. A fines de junio fue nombrado nuevamente alcalde por
el gobierno de Maura. El día 27 intentó inútilmente la forma-
ción de una junta que mediara entre las autoridades militares y
los rebeldes. En los últimos días arrancó compromisos de las
corporaciones y la patronal a efectos de normalizar la actividad
industrial y comercial de la ciudad. Cesó en noviembre de aquel
1909.

COLOMER I GIRALT, Josep (1843-?). Campesino. Cabo del somatén


de Alella que detuvo a Francisco Ferrer el 31 de agosto de
1909. Los restantes miembros del somatén eran Josep Aymar,
Marià Bernadas, Rossend (o Ramon) Colomer, Toribio Arenas,
Rafael Mateu e Isidre (o Jaume) Fló.

COLOMINAS I MASERAS, Joan (1883-?). Hijo del comerciante lerrou-


xista Joan Colominas Costa. Fue periodista, maestro, concejal
y activísimo miembro de la Juventud Radical, particularmente
en el Poblenou; esposo de Ángeles Villafranca, hermana de So-
ledad, y por tanto cuñado de Ferrer. Entre octubre de 1907 y
octubre de 1908 trabajó en la Escuela Moderna como encar-
gado de la traducción y edición de obras y después como ad-
ministrador de la editorial, pero Ferrer lo cesó por mala ges-
tión. Fue una figura clave en la quema de conventos.

COMALLONGE, Antoni. Miembro del Partido Radical. Todos los do-


mingos izaba la bandera de la Primera República en lo más alto
de su casa. El día 27 dirigió en el Poble Sec el incendio de la es-
cuela de las esclavas del Sagrado Corazón. Después hizo que-
mar en una gran hoguera todo lo que habían encontrado, in-
cluidas gallinas y cabras.
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120 SIETE DÍAS DE FURIA

COMILLAS, marquès de. Véase Claudio López Bru.

CORAZÓN DE JESÚS, madre. Superiora de las siervas adoratrices, con


convento y escuela en el Eixample (calle Casanova). Organizó
a las monjas y a las ochenta y cuatro alumnas para defender la
casa frente a tres intentos de asalto, hasta que logró que el ejér-
cito custodiase el edificio. Denunció que los oficiales contem-
plaban con satisfacción el incendio de los conventos.

COROMINES I MONTANYA, Pere (Barcelona, 1870-Buenos Aires,


1939). Escritor, político y economista. Implicado en el proceso
de Montjuïc. Responsable del área económica del Ayunta-
miento de Barcelona, que abandonó después de los hechos de
julio. Colaborador de El Poble Català. Más tarde sería presi-
dente de la Unió Federal Nacionalista Republicana, creada en
abril de 1910.

CRESPO AZORÍN, Evaristo (Ayora, Vall de Cofrents, 1863-Valencia,


1941). Abogado y catedrático. Diputado conservador. Gober-
nador civil de Barcelona entre agosto y octubre de 1909. El mi-
nistro De la Cierva —de quien era íntimo amigo— ordenó su
traslado desde Valencia y le encargó la represión posterior a los
hechos de julio, que llevó a cabo sin el menor conocimiento de
la ciudad y provincia a la que había sido destinado.

DÍAZ CASABUENA, Marcelino. Capitán del 9.º regimiento montado


de Artillería. Vocal del consejo de guerra contra Ferrer.

DÍAZ GUIJARRO, Enrique (Madrid, 1849-?). Jefe superior de policía


de Barcelona y la frontera francesa en la época de los hechos.
Entre 1905 y 1908, fue fiscal de Su Majestad y en esta condi-
ción actuó como acusador público en la causa seguida contra
Joan Rull i Queraltó (1908).

DOMÈNECH I MUNTÉ, Francesc (El Masnou, Maresme,1887-?). Bar-


bero y vecino del Masnou. Miembro del Partido Radical.
Acompañó a Ferrer por Barcelona el día 26 y volvieron juntos
al Maresme andando. Posteriormente declaró contra Ferrer,
consiguió dinero de forma misteriosa y súbitamente desapare-
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LOS PROTAGONISTAS 121

ció y viajó al Río de la Plata, donde permaneció durante cuatro


meses. Esto impidió que volviera a declarar. Su testimonio fue
determinante para la condena de Ferrer.

ESTELLER, Rosa (la Valenciana). Vecina de Poblenou. Ayudó a cons-


truir barricadas el día 27 y después, esgrimiendo un revólver,
obligó a los vecinos a dejar abiertos los portales para que los re-
beldes pudieran subir a las azoteas para disparar. Continuó ac-
tiva en los días siguientes. Fue detenida y juzgada en diciembre
de 1910.

FABRA RIBAS, Antoni (Reus, 1878-Cambrils, 1958). Político, profe-


sor y publicista. Reorganizó la federación socialista catalana del
PSOE y tuvo un papel determinante en la formación de Solida-
ridad Obrera. Durante los hechos de julio, fue miembro del co-
mité de huelga y uno de los políticos más activos aquellos días
para conseguir el objetivo fallido de una dirección para la re-
vuelta. Al final de ésta, huyó a Francia, donde residió durante
muchos años, empezó a publicar una serie de artículos en
L’Humanité sobre «La révolte ouvrière en Espagne» y se vin-
culó muy estrechamente a Jean Jaurès.

FERRER I NARCH, Domènec. Zapatero. Militante extremista del Par-


tido Radical. El 29 de julio, dirigió el saqueo y el incendio de
una fábrica de licores del carlista Antoni Tortras. Fue juzgado
por un tribunal civil y condenado a cadena perpetua en no-
viembre de 1909.

FERRER Y GUARDIA, Francisco (Alella, 1859-Barcelona, 1909). Véase


el capítulo VI de este libro.

FERRER Y GUARDIA, Josep. Hermano mayor de Francisco. Vivió un


tiempo en Australia, donde cuidó de dos hijas de su hermano.
En 1903, este último compró el Mas Germinal, en Montgat,
para darle una ocupación. El 19 de agosto fue desterrado con
su esposa, Maria Fontcuberta Colomer, a Alcañiz y después a
Teruel. En su testamento, Francisco Ferrer lo instituyó como su
heredero.
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122 SIETE DÍAS DE FURIA

FIGUEROA TORRES, Álvaro de, conde de Romanones (Madrid, 1863-


1950). Político, miembro del Partido Liberal. Fue ministro die-
cisiete veces y presidente del consejo de ministros en tres oca-
siones. Inicialmente poseía una participación en las minas del
Rif, que después retiró. Suyas son estas palabras: «Durante un
cuarto de siglo, los gobiernos de España han vivido pendientes
de las vibraciones catalanas».

FONT I FOLCH, Ramon. Presidente de la Fraternidad Republicana


Radical de Horta y significado dirigente de las luchas en la ca-
lle. Su principal lugar de acción fue el barrio de las Drassanes y
el día 30 de julio, cuando ya decrecía la revuelta, permaneció ac-
tivo en el barrio de Horta. Después huyó a Francia, donde vivió
hasta 1911. En 1912, un tribunal militar revisó su caso y le con-
denó a muerte, motivo por el cual cruzó de nuevo la frontera.

FORONDA Y GONZÁLEZ-BRAVO, Mariano de, marqués de Foronda


(El Escorial, Madrid, 1873 o 1887-Vitoria, 1961). Teniente de
caballería. Director gerente (1905-1931) de la sociedad anó-
nima Les Tramways de Barcelone, de capital belga-alemán, y
miembro del Partido Conservador. Líder simbólico de la resis-
tencia patronal barcelonesa a las demandas de los obreros.
Convertidos en el símbolo del orden público en Barcelona, los
tranvías acabaron parando la tarde del 26 de julio, día de la
huelga general.

GALCERÁN FERRER, Francisco (Vilanova i la Geltrú, 1874-Barce-


lona, 1954). Capitán del 4.º regimiento mixto de Ingenieros.
Defensor de Ferrer y Guardia, que lo eligió al azar (por la coin-
cidencia del nombre y segundo apellido con el suyo) de entre la
lista de oficiales que se le presentó.

GARCÍA RODRÍGUEZ, Aniceto. Capitán de la zona número 27. Vocal


del consejo de guerra contra Ferrer.

GESTA GARCÍA, Enrique. Teniente auditor de guerra de segunda. Fue


asesor del consejo de guerra para ver y fallar la causa seguida
contra Francisco Ferrer. Se adhirió a la calificación y a la peti-
ción de pena del fiscal.
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LOS PROTAGONISTAS 123

GINÉS PEREA, José. Encuadernador. Miembro, en varias ocasiones,


del comité ejecutivo de Solidaridad Obrera. Dirigió el asalto al
cuartel de los Veteranos de la Libertad.

GIRÓ, Ramon. Escultor y miembro de una asociación católica. El


27 de julio dirigió un grupo de rebeldes en Gràcia y él solo
construyó una barricada. Acusado de rebelión, fue condenado
a cadena perpetua, conmutada después por la de exilio perma-
nente. Una vez exiliado en Perpiñán, fue elegido como miembro
del Comité de Defensa de Españoles Expatriados, que trataba
de obtener una amnistía general.

GONZÁLEZ, Lorenzo. Hospitalario de San Juan de Dios, superior del


hospital de las Corts. El miércoles día 28 de julio, al mostrar a
los rebeldes los doscientos niños incurables que tenían ingresa-
dos evitó la quema del establecimiento, que se convirtió en un
lugar muy visitado.

GÜELL I BACIGALUPI, Eusebi, conde de Güell (Barcelona, 1846-1918).


Casado con la hija del marqués de Comillas. Su residencia ur-
bana fue el palacio Güell, construido por Gaudí en la calle Nou
de la Rambla. Gaudí se encargó también de la construcción de
la colonia Güell, en Santa Coloma de Cervelló. En 1906 fundó
la Sociedad Hispano-Africana para invertir en las obras públi-
cas de Marruecos —por ejemplo, en el puerto de Melilla—, con
espléndidas subvenciones del Estado.

GUERRA DEL RÍO, Rafael (Las Palmas de Gran Canaria, 1875-Ma-


drid, 1955). Abogado y dirigente de las Juventudes Radicales.
Miembro del sector más extremista y partidario de proclamar
la República de forma inmediata. El 23 de julio intervino en un
mitin multitudinario en Sabadell. El 30 de julio fue detenido,
pero sólo se le pudo acusar de llevar un brazalete falso de la
Cruz Roja y fue absuelto. Posteriormente sería diputado pro-
vincial (1911-1915) y ministro de Obras Públicas en varios go-
biernos radicales (1933-1935).

HERREROS MIGUEL, Tomás (Logroño, 1866-Barcelona, 1937). Tipó-


grafo y dirigente anarquista, opuesto frontalmente a Lerroux.
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124 SIETE DÍAS DE FURIA

Miembro de la junta de Solidaridad Obrera. El día de la huelga,


26 de julio, a las ocho de la mañana, lo detuvieron mientras aren-
gaba a un grupo de reservistas y otras personas. Fue procesado y
su caso pasó a la jurisdicción civil, y parece que fue absuelto.

HOYO MANJÓN, Eugenio del (Villayuda, Burgos, 1867-Barcelona


1909). Padre de una niña de 4 años. Antiguo guardia civil, fue
expulsado del cuerpo. Entró entonces en el cuerpo de guardias
de seguridad. Hallándose de baja por enfermedad, el día 28 dis-
paró contra una patrulla de soldados y guardias civiles desde
una casa humilde en la esquina de las calles Arc del Teatre y
Montserrat, sin alcanzar a nadie. Detenido y procesado por un
delito de rebelión militar, fue condenado a muerte y fusilado el
13 de septiembre.

IGLESIAS AMBROSIO, Emiliano (Puenteáreas, Pontevedra, 1878-Ma-


drid, 1941). Abogado, periodista y político lerrouxista. Defen-
dió a Ferrer y Guardia en el proceso del atentado contra el rey
(1907). Fue el director de El Progreso, el máximo dirigente del
Partido Radical en Barcelona en ausencia de Lerroux y conce-
jal municipal. Tuvo una participación activa en los hechos de
julio, con una actitud ambivalente. Tras ser detenido el 31 de
julio y procesado por un presunto delito de rebelión, fue ab-
suelto por sentencia de 4 de marzo de 1910. Pudo intervenir en
la defensa de otros procesados. Durante la República sería di-
putado a Cortes por Pontevedra y embajador en México.

IGLESIAS POSSE, Pablo (El Ferrol, 1850-Madrid, 1925). Tipógrafo.


Principal dirigente socialista, fundador del PSOE y de la UGT.
Fue un firme opositor de la guerra de Marruecos y promovió la
convocatoria de una huelga general en toda España para el 2 de
agosto, pero el 28 de julio lo detuvieron junto con Largo Ca-
ballero y Francisco Mora. Fue liberado el 14 de agosto. Final-
mente, la crisis resultante de la Semana Trágica le llevaría a for-
mar una coalición con los republicanos y a ser el primer
diputado socialista en el Parlamento español, en mayo de 1910.

JACQUINET, Clémence. Profesora francesa. Durante un tiempo, tra-


bajó en Egipto como institutriz de los hijos del pachá Hassán
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LOS PROTAGONISTAS 125

Tewfik. En 1897, en París, conoció a Ferrer, que le dio clases de


español y que más adelante le llamó para que dirigiera la Es-
cuela Moderna. Era una «joven menuda, de aspecto monacal»
(Amadeu Hurtado). Autora de un Compendio de Historia Uni-
versal en tres volúmenes, al final del primer curso, y por dis-
crepancias con Ferrer, dejó el cargo de directora y un año des-
pués el de profesora.

LERROUX GARCÍA, Alejandro (La Rambla, Córdoba, 1864-Madrid,


1949). Político republicano. Después de crear el Partido Repu-
blicano Radical (enero de 1908), se exilió para evitar el cum-
plimiento de una condena por un delito de prensa y viajó a
Francia y Argentina (febrero de 1908 a noviembre de 1909).
Elegido diputado nuevamente en diciembre de 1908, permane-
ció en el extranjero y no intervino directamente en los hechos
de la Semana Trágica, en los que participaron muy activamente
los militantes de su partido.

LINARES POMBO, Arsenio (Valencia, 1848-Madrid, 1914). Fue ve-


terano de las guerras coloniales, y capitán general de Cata-
luña desde 1906 hasta marzo de 1909, en que fue nombrado
ministro de la Guerra. A finales de junio, ordenó al nuevo ca-
pitán general que pusiera a punto la Tercera Brigada Mixta
para embarcarse hacia Melilla, con la inclusión de reservis-
tas. Esta polémica decisión motivó las protestas que acaba-
ron conduciendo a la Semana Trágica, de cuya gestión, y a
pesar de la ley marcial, se desentendió para ocuparse única-
mente de la guerra. Cesó junto con todo el gobierno Maura
en octubre de 1909.

LITRÁN, Cristóbal (Almería, ?-Rubí, 1926). Periodista republicano


y librepensador. Director comercial de la editorial de la Escuela
Moderna y dirigente de la Casa del Pueblo lerrouxista. Actuó
como puente entre Ferrer y los radicales. Detenido al finalizar
la Semana Trágica, fue desterrado a Alcañiz y a Teruel junto
con otros amigos de Ferrer. Tras jugar un ambiguo papel du-
rante la detención de este último, posteriormente se convirtió
en uno de los más vehementes defensores de su memoria.
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126 SIETE DÍAS DE FURIA

LLANOS TORRIGLIA, Manuel. Capitán del cuerpo de Mallorca. Vo-


cal del consejo de guerra contra Ferrer.

LLANSÀ I BAGÉS, Josep. Albañil de veinte años y miembro del Par-


tido Radical. El 28 de julio dirigió el grupo de rebeldes que in-
cendió en las Corts la escuela de los hermanos de las Escuelas
Cristianas, que fueron previamente autorizados a abandonar el
lugar. Fue juzgado en agosto de 1909.

LLIVINA FERNÁNDEZ, Vicente. Comandante de la zona de recluta-


miento y reserva de Barcelona, número 27. Juez instructor de la
causa seguida contra los organizadores y directores de los he-
chos de julio de 1909 en Barcelona. La instrucción se encaminó
a demostrar que la quema de conventos y la rebelión militar
formaban parte de un mismo movimiento y no de dos acciones
diferentes.

LLOPIS I BERGÉS, Maria (Quaranta cèntims). Prostituta. Dirigió una


banda en el Paral·lel que, entre otras cosas, rompió muebles y
cristales de los cafés que no seguían la huelga del 26 de julio,
volcó un tranvía y atacó a una patrulla de la guardia civil. De-
tenida y procesada, fue condenada a muerte, pero se le con-
mutó la sentencia por la de exilio perpetuo.

LÓPEZ BRU, Claudio, marqués de Comillas (Barcelona, 1853-Ma-


drid, 1925). Empresario y terrateniente que poseía una enorme
fortuna. Estuvo vinculado estrechamente a los sectores más in-
tegristas de la Iglesia católica y promovió varias organizaciones
ultraconservadoras. Nombró a Jacinto Verdaguer limosnero de
su casa. Tenía intereses, entre otros, en las minas del Rif, en los
barcos de transporte y en las compañías de seguros contra el
servicio militar.

LÓPEZ MASSÓ, Julio. Capitán de infantería de Alcántara. Vocal del


consejo de guerra contra Ferrer.

LORENZO ASPERILLA, Anselmo (Toledo, 1841-Barcelona, 1914). Ti-


pógrafo, activo publicista, masón y uno de los dirigentes anar-
quistas más destacados. Debido a su estrecha colaboración con
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LOS PROTAGONISTAS 127

Ferrer en la Escuela Moderna, fue desterrado a Alcañiz y des-


pués a Teruel junto con su esposa, Francisca Concha, y sus hi-
jas María y Flora, el 19 de agosto de 1909. De vuelta a Barce-
lona, se adhirió a la constitución de la CNT.

LYCARIÓN, hermano. Véase Francisco Benjamín Mey.

MALATO, Charles (Toul, Lorena, 1857- ?, 1938). Escritor y publi-


cista anarquista francés, de origen italiano. Fue un gran amigo
de Ferrer y Guardia, y en todo momento un activísimo agente
en todas las iniciativas vinculadas al movimiento libertario ca-
talán y español, tanto desde París como desde Londres, donde
tuvo que exiliarse en 1892. Lo procesaron en el caso del aten-
tado contra Alfonso XIII en París (mayo de 1905) y fue ab-
suelto.

MALET I PUJOL, Antoni (Barcelona, 1879-1909). Educado en un or-


fanato. Desertó del ejército y estuvo preso por robo; se le iden-
tificó como incendiario de muebles y utensilios de la iglesia de
Sant Adrià y como autor de disparos contra la fuerza armada.
Condenado a muerte por un delito de rebelión, fue ejecutado el
28 de agosto. Parece ser que fue el único individuo que admitió
haber participado en la rebelión.

MARAGALL I GORINA, Joan (Barcelona, 1860-1911). Escritor. Fue


un hombre de profunda espiritualidad, catalanista y humanista,
y sin duda alguna, una de las personas más relevantes de la Ca-
taluña del cambio de siglo. A raíz de los sucesos de la Semana
Trágica, escribió tres artículos extraordinarios que reproduci-
mos en este libro («¡Ah! Barcelona…», «La Ciudad del Per-
dón» y «La iglesia quemada»), que marcaron una posición di-
ferenciada respecto de su entorno social.

MARCÈ I SEGARRA, Magí (Vilanova i la Geltrú, 1880-Sabadell,


1967). Fundidor. Fue un sindicalista de larga trayectoria que
acabaría siendo alcalde de Sabadell entre 1934 y 1936. En la
Semana Trágica fue uno de los principales organizadores de la
huelga en Sabadell.
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128 SIETE DÍAS DE FURIA

MARÍN RAFALES, Jesús. Capitán del regimiento de Infantería de Ver-


gara, número 57. Fue el fiscal en la causa contra Francisco
Ferrer, para el que pidió la pena de muerte en aplicación del
art. 238.1, del código de Justicia Militar.

MAURA MONTANER, Antonio (Palma de Mallorca, 1853-Torrelodo-


nes, Madrid, 1925). Abogado y político, jefe del Partido Con-
servador (1903). Durante su presidencia en el gobierno, sufrió
un atentado en Barcelona (1904). En enero de 1907 encabezó
el llamado «gobierno largo», que duraría hasta después de la
Semana Trágica. Precisamente su decisión de iniciar la guerra
de Marruecos fue el origen de los hechos de julio y la causa de
su caída, el 21 de octubre de 1909.

MEUNIER (o MEUNIÉ), Jeanne-Ernestine (?, 1849-?, 1901). Dama


francesa, soltera, rica y católica. Alumna de español de Ferrer y
Guardia, con quien estableció una estrecha relación a partir de
1894. Junto con Léo Bonnard, los tres llevaron cierta vida mun-
dana y realizaron viajes por España, Portugal, Inglaterra, Italia
y Suiza. Al morir le dejó a Ferrer un inmueble situado en el nú-
mero 11 de la Rue des Petites Écuries, en París —valorado en
un millón de francos—, con el objeto de que dedicara esta he-
rencia a su proyecto educativo.

MIQUEL I BARÓ, Josep (Lleida, 1865-Barcelona, 1909). Conserje.


Fue miembro del Centre Nacionalista Republicà y cabecilla de
la revuelta en Sant Andreu del Palomar. Activísimo durante
toda la Semana Trágica, dirigió el asalto al cuartel de la guar-
dia civil y la quema de la rectoría y, en parte, de la iglesia. Con-
denado por rebelión militar, fue el primero de los fusilados, el
17 de agosto, el mismo día en que se levantaba el estado de gue-
rra. Murió como ferviente católico, dejando viuda y tres hijos.

MIRANDA CONCHA, Francisco (Madrid, 1869-Barcelona, 1950).


Encuadernador y antiguo molinero. Era hijastro de Anselmo
Lorenzo. Fue presidente del Comité Antimilitarista creado en
el seno del Centro Obrero de Estudios Sociales (1904) y estuvo
implicado en múltiples procesos. Algunos lo consideraron el
auténtico dirigente de la revuelta en la sombra. Fue especial-
siete di?as de furia FIN:imago mundi (101) 6/5/09 11:53 Página 129

LOS PROTAGONISTAS 129

mente activo el día de la huelga en la Rambla, y consiguió es-


caparse un par de veces de manos de la policía. Al finalizar la
Semana Trágica, huyó al extranjero. A su regreso, participó ac-
tivamente en la CNT.

MONJE ALCÁZAR, Mercedes. Arengó a la multitud que a las seis de


la mañana del día 26 de julio, jornada de la huelga, se había
concentrado en la plaza de Cataluña. Fue detenida, procesada
y finalmente absuelta del delito de inducción a la rebelión.

MONTFERRER, Pompeyo. Capitán del 4.º regimiento mixto de Inge-


nieros. Vocal del consejo de guerra contra Ferrer.

MORET PRENDERGAST, Segismundo (Cádiz, 1833-Madrid, 1913).


Hacendista y político. Jefe del Partido Liberal. Ministro en va-
rias ocasiones y presidente del consejo de ministros tres veces,
una de ellas tras la caída de Maura, pero tuvo que dimitir al
cabo de cuatro meses para ceder el paso a José Canalejas.

MORRAL I ROCA, Mateu (Sabadell, 1880-Torrejón de Ardoz, Ma-


drid, 1906). Anarquista e hijo de un fabricante de tejidos de Sa-
badell. El 31 de mayo de 1906 atentó contra Alfonso XIII en
Madrid lanzándole una bomba, suceso que implicó judicial-
mente a Francisco Ferrer y Guardia. Morral se suicidó el 2 de
junio al saberse descubierto.

NORAT, Francisca (la Gallinaire). Cabecilla de la banda femenina


que aterrorizó a los vecinos de Sant Gervasi el 27 de julio.
Obligó a una monja capuchina a desnudarse para impedir
que se llevara algo oculto bajo el hábito. Fue detenida y pro-
cesada.

OSSORIO Y GALLARDO, Ángel (Madrid, 1873-Buenos Aires, 1946).


Gobernador civil de Barcelona entre enero de 1907 y julio de
1909. Presentó la dimisión al declararse la ley marcial y tener
que resignar el mando en el capitán general. Posteriormente co-
laboró con la Segunda República, régimen en el que ocuparía
importantes cargos. Después se exilió.
siete di?as de furia FIN:imago mundi (101) 6/5/09 11:53 Página 130

130 SIETE DÍAS DE FURIA

PASTOR, Ramón. Auditor general de 4.ª Región Militar (Cataluña).


Dictaminó que la sentencia dictada contra Ferrer se ajustaba es-
trictamente a ley.

PÉREZ GALDÓS, Benito (Las Palmas de Gran Canaria, 1843-Ma-


drid, 1923). Novelista, dramaturgo y articulista, es autor, en-
tre otros, del drama Electra y de los Episodios Nacionales. Se
unió a los republicanos y tras ser elegido diputado, participó
en una reunión en Madrid la tarde del día 28 en la que los lí-
deres republicanos acordaron inhibirse ante lo que estaba su-
cediendo.

PORTOLÉS, Mariano. Lerrouxista, fue uno de los insurrectos del ba-


rrio del Paral·lel. Después de haber disparado varios tiros al
grito de «¡Viva Lerroux!» o «¡Muera la policía y los guardias
civiles!», fue detenido el 28 de julio y procesado en noviembre.

PRAT DE LA RIBA I SARRÀ, Enric (Castellterçol, Vallès Oriental,


1870-1917). Abogado y político. Fue uno de los principales di-
rigentes de la Lliga Regionalista y presidente de la Diputación
de Barcelona y de la Mancomunidad de Cataluña. Autor de La
Nacionalitat Catalana (1906). Se negó a publicar en La Veu de
Catalunya el artículo de Maragall «La Ciutat del Perdó».

PRIETO, Josefa (la Bilbaína). Fue propietaria de un popular burdel


en el Paral·lel y había pasado temporadas en la cárcel por ata-
car a la policía a navajazos. Con la ayuda de su amante, el le-
rrouxista Domingo Ruiz, y de Encarna Avellaneda, la Castiza,
encabezó una banda que construyó barricadas en la calle del
Migdia y hostigó a la policía y a la guardia civil. Exiliada por
un tribunal militar a Perpiñán, trabajó en pro de la amnistía en
el Comité de Defensa de los Españoles Expatriados.

PUIG I CADAFALCH, Josep (Mataró, 1867-Barcelona, 1956). Arqui-


tecto modernista, historiador del arte y político. Fue diputado
de la Lliga Regionalista y durante la Semana Trágica participó
en varias reuniones y gestiones. Posteriormente sería presidente
de la Mancomunidad de Cataluña (1917-1923).
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LOS PROTAGONISTAS 131

PUIG I VENTURA, Joan (el Llarg) (Alella, Maresme, 1859-?). To-


nelero y presidente del grupo radical del Masnou. El día 28 de
julio habló de la «revolución» con Ferrer —que se negó a ayu-
darle en su ambición de ser concejal— y le acompañó a Pre-
mià de Mar. Fue procesado, pero se le retiró la acusación des-
pués de declarar contra Ferrer.

RASO NEGRINI, Valerio. Comandante de infantería, juez permanente


de causas de la capitanía general de la 4.ª Región Militar (Ca-
taluña). Fue el juez instructor del proceso contra Ferrer, que
formaba una pieza separada de la causa general.

RIEGO. Véase Leopoldo Bonnard.

RIU, Ramon. Rector de Santa Maria del Taulat, en el Poblenou.


Murió por asfixia y choque emocional, escondido en el sótano
de la iglesia quemada.

ROBIN, Paul (Toulon, 1837-Ginebra, 1912). Pedagogo anarquista


francés y difusor de las ideas neomalthusianas. Entre 1880 y
1894 trabajó en el orfanato Prévost en Cempuis, cerca de París,
e intentó aplicar algunas de sus teorías educativas libertarias
(educación integral, racional y mixta). Sus principios pedagógi-
cos ejercieron una influencia determinante en Ferrer y Guardia.

RODRÍGUEZ ROMERO, José. Tipógrafo anarquista. Fue dirigente de


segunda fila de Solidaridad Obrera y estuvo vinculado a Ferrer
y Guardia. Según algunas versiones, formó parte del comité
central de la huelga del 26 de julio, junto con Fabra Ribas y Mi-
guel Villalobos (Fabra dejó escrito que el tercer miembro había
sido Francisco Miranda y no Rodríguez). Las autoridades mili-
tares le acusaron de dirigir barricadas en la calle de Sant Pau y
fue procesado, aunque es muy posible que ya estuviera fuera de
Barcelona —con destino a París— desde el principio de la Se-
mana Trágica.

ROIG I ROIG, Esteve. Dependiente de una churrería y miembro del


Partido Radical. Encabezó una banda que hizo detener los tran-
vías del Paral·lel el día 26 de julio.
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132 SIETE DÍAS DE FURIA

ROMANONES, conde de. Véase Álvaro de Figueroa Torres.

ROSAS I VILASECA, Ramon (Súria, Bages, 1881-Perpiñán, 1943).


Campesino, obrero textil y sindicalista. Trabajador de la colo-
nia Burés (Bages), organizó grupos armados que paralizaron las
fábricas de La Bauma, El Borràs i Sant Vicenç de Castellet. Des-
pués tuvo que exiliarse un tiempo en París.

ROVIRA I VIRGILI, Antoni (Tarragona, 1882-Perpiñán, 1949). Escri-


tor, historiador y político. En el momento de la Semana Trá-
gica, era editor de El Poble Català, miembro del Centre Nacio-
nalista Republicà y jefe de la sección de Estudios y Propaganda.
Muy activo en aquella circunstancia histórica, vio en ella una
posibilidad de atraer al movimiento obrero.

RUIZ, Domingo. Obrero de la construcción. Fue miembro del Par-


tido Radical y participó activamente en las barricadas del Pa-
ral·lel, de las que teóricamente era el jefe, aunque en la práctica
el cabecilla de las mismas fue su amante, Josefa Prieto la Bilbaína.
Fue juzgado en octubre de 1909.

SABATER, Enriqueta (la Llarga). Dirigió la construcción de barrica-


das en el barrio de Poblenou. Provista de una sierra, serraba los
postes de la luz y de la línea telefónica. Fue juzgada en diciem-
bre de 1910.

SALA I BONANY, Esteve (el Curandero). Dirigió las barricadas de la


calle León, en Gràcia, después de ingerir varias copas de co-
ñac. Esgrimiendo su pistola, manifestó que ya había luchado
en la Primera República y que estaba muy satisfecho con
aquella nueva revolución. Fue juzgado en abril de 1910.

SÁNCHEZ GONZÁLEZ, José (Miguel Villalobos Moreno, Constante


Leroy, Lorenzo B. Serrano y José Fernández) (Cartagena,
1881-?). Albañil y posteriormente maestro racionalista, cola-
borador de Ferrer y Guardia. Participó en el primer congreso de
Solidaridad Obrera y colaboró en el periódico del mismo nom-
bre. Formó parte del comité central de huelga de los hechos de
julio, con Fabra y Rodríguez (o Miranda). El día 28 dirigió el
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LOS PROTAGONISTAS 133

grupo que construyó y defendió las barricadas de la calle de


Sant Pau. Después huyó a París, donde polemizó duramente
con Fabra sobre el desarrollo de los hechos. Después renegó de
Ferrer y de su anarquismo juvenil y se convirtió en confidente
de la policía.

SANMARTÍ I GUIU, Teresina (Sant Feliu de Llobregat, 1859-?). Mujer


muy atractiva, y católica, conoció a Ferrer y Guardia en el tren
y se casaron en Barcelona a finales de 1880. Después vivieron
en París (1885) y tuvieron siete hijos, entre ellos cuatro muje-
res, Trini (1882), Paz (1883), Luz (1884) y Sol (1891). Su ma-
rido la abandonó, tras numerosas disputas, y en junio de 1894
ella lo abordó en plena Rue Richer y le disparó tres tiros. Con-
denada a un año de cárcel, se suspendió la ejecución de la sen-
tencia y quedó libre. Posteriormente conoció a un ruso, Serge
de Mering, y ambos se fueron a vivir a San Petersburgo, donde
se casaron y tuvieron tres hijos.

SANTIAGO MANESCAU, Luis de. Teniente general y capitán general de


la 4.ª Región Militar (Cataluña). A consecuencia de la procla-
mación de la ley marcial asumió la máxima autoridad el día 26
de julio, pero en los días inmediatamente posteriores mantuvo
una actitud más bien inhibitoria, con el pretexto de esperar
nuevos refuerzos.

SOL I ORTEGA, Joan (Reus, 1849-Barcelona, 1913). Abogado y po-


lítico. Fue senador por el Partido Radical y durante la ausencia
de Lerroux (febrero de 1908 hasta octubre de 1909) representó
al partido en Madrid. Entonces ya era un hombre mayor, que
regresaba a la política tras seis años de retiro forzoso. Durante
la Semana Trágica se encontraba en Barcelona y participó en
varias reuniones; no parece ser cierta, en cambio, la acusación
de que había dirigido alguno de los incendios.

TERRADES I CABALLÉ, Antoni. De unos 50 años, trabajaba en un ma-


tadero. Activo durante toda la Semana Trágica, el 30 de julio
aún resistía contra el ejército en las ruinas del convento de las
siervas de María, cerca de la plaza Letamendi. Fue herido y en-
carcelado, y juzgado en octubre.
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134 SIETE DÍAS DE FURIA

TORRAS I BAGES, Josep (Les Cabanyes, Alt Penedès, 1846-Vic,


1916). Obispo de Vic (1899-1916), autor de La tradició cata-
lana (1892). Bajo el impacto del incendio de tres conventos en
Manresa, el 29 de julio, escribió veinte días más tarde la pasto-
ral La glòria del martiri. Després de la persecució de juliol de
1909.

TORRE DEHESA, Trinidad de la (Monroyo, Teruel, 1879-?). Tipó-


grafo anarquista. Fue detenido el día de la huelga poco antes de
las ocho de la mañana, cuando movilizaba a la gente para ata-
car una comisaría de la calle Nou de la Rambla, al objeto de li-
berar a una mujer detenida. No llegó a ser procesado.

TORTRAS, Antoni. Católico devoto y carlista. Fue propietario de una


fábrica de licores situada enfrente del colegio de los Escolapios
de Sant Anton. Después de que se corriera la voz de que algu-
nos religiosos se habían escondido allí, el día 29 de julio un pe-
lotón encabezado por el extremista radical Domènec Ferrer le
quemó la fábrica.

UGARTE PAGÉS, Francisco Javier (Barcelona, 1852-Madrid, 1919).


Fiscal del Tribunal Supremo. Ferviente católico, se instaló en
Barcelona entre el 8 y el 24 de agosto para recoger información.
Redactó una memoria judicial dedicada casi por completo a los
hechos de julio. Había sido ministro de Gobernación y de Gra-
cia y Justicia y lo sería después de Fomento.

ULLED ALTEMIR, Rafael y José. Hermanos, abogados y miembros


activos y extremistas de la Juventud Radical. Rafael (Sariñena,
Aragón, 1885-Barcelona, 1937) era también ingeniero y du-
rante la guerra civil acabaría detenido y encarcelado en el barco
Uruguay, donde murió. José (Sariñena, Aragón, 1888-Barce-
lona, 1929) era editor de La Rebeldía y en 1921 sufrió un gra-
vísimo atentado por parte de los Sindicatos Libres. A lo largo
de la Semana Trágica, varios testigos los señalaron como los in-
ductores y directores de muchos asaltos e incendios de edificios
religiosos. Posteriormente, huyeron a París, de donde regresa-
ron a mediados de noviembre para presentarse voluntariamente
ante un juez militar, que los encarceló hasta enero de 1910 y
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LOS PROTAGONISTAS 135

después los dejó en libertad, sin duda porque ambos trabajaban


por la reconstrucción de las buenas relaciones tradicionales en-
tre los lerrouxistas y los jóvenes oficiales.

USÓ, Ramon M. Franciscano. Fue gravemente herido el día 27 en la


residencia de Sant Gervasi, de la que era superior, cuando salía
de la misma cargado de valores y dinero en metálico de la co-
munidad. Murió al día siguiente.

USÓN, Timoteo del. Anarquista de Monistrol de Montserrat. Él y


otros trece hombres fueron acusados de formar parte de una
banda de cuarenta personas que el día 30 de julio se dirigió a
Sant Vicenç de Castellet, importante nudo ferroviario, y des-
truyó raíles, incendió veintinueve vagones y derribó los postes
del telégrafo. Fue condenado a cadena perpetua.

VALLÈS I RIBOT, Josep M. (Barcelona, 1849-Vallvidrera, Barcelona,


1911). Político republicano y experto criminalista. En 1905, a
la muerte de Nicolás Salmerón, representó a la Unión Republi-
cana dentro de la Solidaritat Catalana. Durante los hechos de
julio, acogió en su casa numerosas reuniones. Le solicitaron que
encabezara la revuelta pero no se adhirió a ella, consciente de
no poder controlarla. Cuando se creó la Unió Federal Nacio-
nalista Republicana, fue su presidente hasta su muerte.

VIDAL I BOSCH, Rossend. Sastre y tejedor de Sabadell. Anarquista y


presidente de la Federación de su ciudad, fue uno de los orga-
nizadores de la huelga en Sabadell. Se exilió a París y después a
Reims y, de regreso a Cataluña, prosiguió su actividad sindica-
lista hasta los años veinte.

VILLAFRANCA LOS ARCOS, José. Hermano de Soledad, fue deste-


rrado como ella a Alcañiz el 19 de agosto de 1909 y después a
Teruel.

VILLAFRANCA LOS ARCOS, Soledad (Aoiz, Navarra, 1878-Barcelona,


1948). Última compañera de Francisco Ferrer y Guardia. Quinta
hija de una familia navarra de nueve, se incorporó a la Escuela
Moderna como maestra de estudios elementales en 1902. El 19 de
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136 SIETE DÍAS DE FURIA

agosto fue desterrada con otros amigos y colaboradores de Ferrer


a Alcañiz y a Teruel, con el fin de que éste quedara sin apoyo y
propiciar su detención. En su testamento, Ferrer le legó acciones,
muebles y el derecho de uso del Mas Germinal. Tras varios años
de incierta vida, acabó casándose con un empresario de carbones
alemán, Karl Woessner. Finalizada la guerra civil, regresaron a
Barcelona, donde ella murió a los setenta años.

VILLALOBOS MORENO, Miguel. Véase José Sánchez González.

ZURDO DE OLIVARES, Luis (Madrid, 1859-?). Maquinista de tren.


Miembro de la vieja guardia del Partido Radical y extremista
anticatalán y anticlerical. El día 28, obligado por los radicales
del Clot, tuvo que bajar a la calle y exhibir un fusil cargado en
la espalda. Después se encerró en su casa. Detenido y proce-
sado, fue declarado culpable de un delito consumado de adhe-
sión a la rebelión y condenado a una pena de reclusión perpe-
tua por sentencia de 4 de marzo de 1910. Le conmutaron la
pena por la del exilio. Fue el único dirigente lerrouxista conde-
nado. En 1915 se separaría del Partido Radical.
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ANEXOS
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¡AH! BARCELONA…
(Joan Maragall, La Veu de Catalunya,
1 de octubre de 1909)2

Cuando un hecho tan grave y tan próximo, como lo fue para no-
sotros la conmoción de Barcelona en la última semana de julio, cae
dentro de nuestro espíritu, se produce en él una turbación parecida a
la que se promueve en un estanque cuando cae y se hunde en él una
gran roca despeñada: toda el agua se estremece y arremolina, y el lodo
que estaba en el fondo se levanta y se expande en ella enturbiándola,
y todas las cosas que nadaban en su interior se mudan de lugar, y en
confusión suben y bajan y se mueven en desorden, hasta llegar al
fondo las más ligeras y flotando un momento las más pesadas, y las de
las orillas al centro y las del centro arrinconándose; hasta que, quieta
ya para siempre la roca en el fondo, el agua también reposa y todo
vuelve a su lugar según la ley de su propia naturaleza, y la ola se aplaca
en círculos que se ensanchan, y va clareándose a medida que el lodo
se cuela de nuevo hacia el fondo, hasta permanecer tersa e inmóvil, re-
flejando el cielo otra vez en su pureza: así, nuestro espíritu, contur-
bado por la tribulación, busca de nuevo la calma ordenando las agi-
tadas pasiones y la confusión de los pensamientos: pasan los temores,
pasa la ira, el juicio errado se rectifica, muchas resoluciones dan mar-
cha atrás, y el impulso fundamental que nos rige la vida avanza sua-
vemente, seguro de su propio poder, hacia aquel buen fin que consti-
tuye su norte y no puede fallarle. Entonces, serenamente, acude la
pregunta que lleva consigo el buen propósito: «¿Qué ha sido esto? ¿Y
cómo ha sido y por qué? ¿Y qué hay que hacer ahora?».

2. Josep Benet, Maragall i la Setmana Tràgica [traducción de A. D. R.],


Barcelona: Edicions 62, 1965 [3.ª ed., rev., 279 pp.], pp. 101-105.
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140 SIETE DÍAS DE FURIA

Así nos encontramos ahora; y no hemos necesitado menos


tiempo que éste; tan fuerte fue la sacudida.
Lo primero que se discierne es el pretexto, lo que pareció la
causa inmediata. Contra la guerra: está bien; contra el poder que
arranca del hogar al hijo o al padre para llevarlo a morir por una
causa que puede ser justa y noble dentro de una razón profunda-
mente nacional o diplomática, pero que no es popular, que es re-
mota a la comprensión del pueblo, y que en la realidad de su sen-
timiento es una inexplicable atrocidad; y el pueblo se resiste, se
rebela: antes morir en la justa rebelión que dejar que los suyos mue-
ran por un arbitrio del poder o por conveniencia de otros. Está
bien; o, por lo menos, se explica. Pero ¿qué tienen que ver con esto
los incendios y las profanaciones y las rapiñas y asesinar a gente in-
defensa o bien insultarla, y destruir institutos de caridad y de ense-
ñanza, y templos que nada ofenden, y obstinarse después en una es-
téril alarma?
Entonces llega la segunda explicación: la revolución premedi-
tada por un partido político que aprovecha un estado de agitación
cualquiera para injertar en él su ideal o avivar su esfuerzo para al-
canzarlo. Mas esta explicación se discierne del mismo modo que la
primera; porque, si fuese cierta, se habrían de ver de aquella pre-
meditación otras señales distintas a la quema y al saqueo; otras ma-
sas armadas habrían salido de ella; otros hombres se habrían puesto
al frente, otros gritos habrían sonado, otra organización se habría
descubierto en la revuelta. ¿Queréis darme a entender que el ideal
de algún partido político se reduce a quemar conventos, su organi-
zación a disparar escopetazos por detrás de las ventanitas? No os
puedo creer.
¡Oh! —pueden decirme todavía— de la revolución mal organi-
zada o abortada, de la turba que se echó a la calle sin saber valerse
de ella, se valieron no sólo las sectas que tienen por único ideal el
odio a la Iglesia católica y toda aquella gente de ideal más simple
todavía: el puro odio, hacer daño.
Entonces nos encontramos de lleno en la Pastoral del señor
Obispo de Vic, que de eso trata: Satanás contra Dios, el Principio del
Mal contra la Redención, el Odio contra el Amor. Y el remedio, sim-
ple y sublime: abrazarse a la Cruz, sufrir el martirio como una glo-
ria, devolver bien por mal, amor por odio, vencer simplemente por
el ejemplo de la suavidad en el vivir, y de la fortaleza en el morir.
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ANEXOS 141

Ésta habría sido nuestra última palabra —y no necesitaríamos


ni una sola más—, y éste debería ser nuestro sereno y definitivo
propósito, si nos sintiéramos capaces de seguirlo: y sería, además,
un remedio universal, la definitiva instauración de la humanidad en
Cristo. Pero aún seguimos siendo de tal forma que, si tanta forta-
leza estuviera en nosotros, tened por seguro que, en su mayor
parte, se habría manifestado de muy distinta manera. Y que no
hayamos dado señales de vida, ni tan siquiera de aquella valentía
que se necesita para portarse como hombres entre hombres, nos
acusa sobradamente de la falta de lo que se necesita para portarse
como santos entre diablos. Así es que, poniéndonos ésta por de-
lante, por si un día la humanidad puede alcanzarla, nos conviene
empezar por la primera, que es la que de momento nos hace más
falta.
Y poniéndonos en el mundo, de aquí y de ahora, empecemos
por preguntarnos: «¿Por qué ésta y otras cosas que ocurren en Bar-
celona no ocurren en idéntico grado en ningún otro lugar?».
¿Por qué a Barcelona se la llama ya en todas partes «la ciudad
de las bombas», y ahora mismo se la ha llamado «la ciudad famosa
infame»? No me vengáis con aquello de que los que cometen el mal
son forasteros, porque entonces debería deciros que mayor infamia
que en hacerlo hay en sufrirlo. Así pues, dejémoslo correr: somos
nosotros. ¿Por qué?
Ésta es una cuestión, en sustancia, de educación y, por lo
pronto, de policía, y por tanto, del Estado, ¿no es eso? Sobre todo
lo último. Porque, si cada ciudadano debe ponerse a hacer de espía
en su propia casa para liarse a tiros con el vecino o con la turba de
la calle, es posible que le saliera más a cuenta irse a vivir al Rif o, si
quiere trabajar en paz, mudarse a un país más civilizado. Así que
ésta es una cuestión de administración pública: pero está dominada
por una causa geográfica.
En efecto; dentro de tales y tales grados de latitud florece el de-
sorden social de la misma manera que florecen los naranjos. El es-
píritu revolucionario es fuerte como el vino, la suciedad de las ciu-
dades parece regida por el termómetro, los mendigos pululan como
las moscas, hay mucho polvo y mucha bulla, y, ciertamente, no son
de origen diferente las bombas, las blasfemias y la moneda falsa. La
bomba y la blasfemia son, sobre todo, una misma cosa: un de-
sahogo destructor de la impotencia para crear. El ángel que quiso y
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no pudo ser como Dios, blasfemó; el que odia a la sociedad, y no se


siente fuerte para transformarla, lanza una bomba en medio de la
plaza. El sentimiento es el mismo: la rabiosa impotencia.
Ahora fijaos en nuestra usual excelencia en el blasfemar y en las
bombas, y decidme si no veis en ello un rayo de luz… tenebrosa. En
materia de moscas, mendigos, basura, polvo y bulla tenemos poco
más o menos lo que nos toca; pero la bomba y la blasfemia son
nuestra excelencia.
Es ésta la señal, pues, de que nuestro mal es la impotencia: una
impotencia social superior —digámoslo así— a la de otros pueblos
semejantes a nosotros, y la que más se manifiesta en Barcelona, en
la medida que se ha hecho mayor. He aquí un gran conglomerado
de energías individuales que no ha podido crear un organismo so-
cial proporcionando a su masa, mal incorporada aún a la total del
Estado que ha de regirla, y que padece el mismo mal sin sentirlo
tanto como nosotros, y a este Estado, como a un poder extraño, le
pedimos lo más urgente: policía, fuerza armada, leyes… y que no-
sotros ya haremos escuelas, para después… Policía, represión, es-
cuelas, leyes…, ¡bah! Remedios puramente externos.
¿No os dais cuenta de que lo que nos falta es amor? Una falta
horrible, ¡pero es esto! Esto, que en el descontento de la vida es odio,
y en el contento, egoísmo: a fin de cuentas lo mismo, falta de amor; y
el amor es el primer «por qué» social, y el regenerador de organis-
mos, y la potencia: la única. Sin eso, todo será en vano. Pero ¿cómo
cobrarlo? Yo os lo diré: en el dolor que venga.
Cataluña, Barcelona, has de sufrir mucho, si quieres salvarte.
Tienes que aceptar las bombas y el luto, y el robar, y los incendios:
la guerra, la pobreza, la humillación, y las lágrimas, muchas lágri-
mas, hasta que del fondo de tu sollozo salte la chispa que encienda
tu corazón en un amor cualquiera —yo no sé ahora en cuál, pero
siendo amor todos son iguales. Todo amor es valentía, potencia,
creación y virtud social; sólo con él se amasan los pueblos; y tan
sólo en el dolor podrás hallarlo. Quien no sufre, no puede decir
exactamente que ame; y, ¡ay de quien sufre sin amor! Busca el amor
en tu dolor, ¡ah!, Barcelona—; y quien no quiera estar en esto, que
se vaya. Y si al final resultara que todos nos habíamos marchado,
al mirar Barcelona desierta, Cataluña desolada, cualquier viajero
podría decir: es posible que aquí existiera una gran población; pero
lo cierto es que nunca ha existido un pueblo.
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LA CIUDAD DEL PERDÓN


(Joan Maragall. Artículo no publicado)3

Algunas nobles voces que se han levantado aquí mismo y otras


que he oído en otras partes me han demostrado que en Barcelona
existe una voluntad de amor. Pero en todas estas voces, así como en
algunas menos amorosas, algo irónicas, que también han alcanzado
mis oídos, late o aparece claramente en un tono u otro la siguiente
pregunta: «¿Y cuál debe de ser el objeto de nuestro amor, redentor de
la ciudad?». Yo diría: «El que el corazón os diga en cada momento».
Y cuando presiento con tristeza que más de uno debería contestarme:
«Es que en este preciso instante, ¡mi corazón no me dice nada!».
¿Nada os dice el corazón, ahora, mientras están fusilando gente
en Montjuïc sólo porque en ella se manifestó con mayor nitidez este
mal que a todos nos alcanza? ¿No os habla el corazón de ir a pedir
perdón, incluso de rodillas si es preciso, y los más ofendidos los pri-
meros, por esos hermanos nuestros en desamor que querían aterro-
rizar por odio esa misma ciudad que nosotros les dejamos abando-
nada por puro egoísmo? Estamos en paz, pues. ¿Y tienen ellos que
pagar su pena sólo porque su acción cae dentro de un código, mien-
tras que nuestra inacción es tan baja que ya no puede descender
más? Pedid perdón por ellos a la justicia humana, que será tanto
como pedir perdón para vosotros mismos a la divina, ante la que
sois posiblemente más culpables que ellos mismos.
¿Cómo podéis estar así de tranquilos en casa y en vuestros que-
haceres sabiendo que un día de éstos, bajo el apacible sol de la ma-
ñana, allá arriba en Montjuïc, sacarán del castillo a un hombre

3. Josep Benet, Maragall i la Setmana Tràgica [traducción de A. D.


R.], Barcelona: Edicions 62, 1965 [3.ª ed., rev., 279 pp.], pp. 152-155.
siete di?as de furia FIN:imago mundi (101) 6/5/09 11:53 Página 144

144 SIETE DÍAS DE FURIA

atado y lo pasarán frente al cielo y el mundo y el mar, y el puerto


que trajina y la ciudad que se levanta indiferente y poco a poco,
muy poco a poco, para que no tenga que esperar, lo llevarán hasta
un rincón del foso, y allí, cuando llegue la hora, aquel hombre,
aquella obra magna de Dios en cuerpo y alma, vivo, en todas sus
potencias y sentidos, con el mismo anhelo de vida que tenéis todos
vosotros, se arrodillará frente a un muro, y le meterán cuatro balas
en la cabeza, y dará un salto y caerá muerto como un conejo…, él,
que era un hombre, tan hombre como vosotros…, incluso más que
vosotros?
¿Cómo podéis permanecer en casa, y sentaros a la mesa rodea-
dos de hijos y meteros en la cama con la mujer, y atender a vuestros
negocios, sin que esta visión se os ponga de manifiesto y se os atra-
gante el pan en la garganta y se os hiele un beso en los labios y os
prive de atender cualquier otra cosa que no sea ella misma?
¿Y esto no despertará vuestro amor? ¿Preguntaréis acaso cuál
pudiera ser su objeto, ahora, enseguida? Pues, ¿qué otro más que
éste? ¿Cómo podéis pensar en cualquier otra cosa del mundo ahora
mismo? ¿Cómo habéis podido dejar pasar tanto tiempo? Y mien-
tras tanto ya han muerto así tres hombres, ¡y los que seguirán…!
¿No os sentís hermanados con estos infelices? No preguntéis
qué fue lo que hicieron: simplemente miradles a los ojos: ¿acaso no
lo veis?, sois vosotros mismos: un hombre como vosotros; con eso
sobra y basta: capaz de todo vuestro bien y todo vuestro mal; como
vosotros del suyo. No digo yo que a este hombre se le suelte y se le
abandone, de modo que pueda regresar a su odio y a sus fechorías:
no, tanto a él como a nosotros mismos nos conviene permanecer
presos de una forma u otra, y enderezados aun cuando sea a maza-
zos, y que de nuevo nos amasen a todos en el amor de la ciudad
nueva, aunque sea con gran sufrimiento por su parte y por la nues-
tra, mientras juntos lo sufrimos; pero, en lugar de esto, ¿matarlo,
matarlo fríamente por un trámite señalado y a una hora fija, como
si la justicia humana fuera algo seguro, infalible, definitivo como la
muerte que otorga? ¿Qué os parece?
Si a este hombre le hubierais matado luchando con él como
unos leones al pie de una barricada o en la puerta de una iglesia, no
os lo podría reprochar, porque en tal combate habríais demostrado
vuestro amor por algo, exponiendo vuestra vida por vuestro ideal;
y por el amor de un ideal y su valentía podemos ser absueltos de
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ANEXOS 145

muchas cosas. Pero ahora, ¿quién os absuelve? ¿Dónde están vues-


tro ideal, vuestro amor y vuestro sacrificio? ¿Dónde habéis demos-
trado vuestro arrojo? No pretendáis, pues, ser cobardes dos veces.
Si entonces debisteis dejar vuestro valor a salvo en las armas, y no
lo tuvisteis, tenedlo por lo menos ahora en el perdón, que ya es
hora.
Y lo veréis: las vidas que habréis salvado os parecerán obra
vuestra; y a estos hombres que habréis arrancado de las puertas de
la muerte, los querréis como a hijos vuestros; y nunca más escapa-
rán a vuestros ojos y allá donde estéis, cuidaréis de ellos y de sus se-
mejantes, y vuestro amor los forzará al amor; y sólo por esta obra
de perdón con la que vais a comenzar, Barcelona empezará a ser
una ciudad. Porque los de fuera que lo sepan no dirán —¡que no lo
puedan decir!—: «A éste y a aquél los salvaron y los redimieron és-
tos o aquéllos, los blancos, los negros o los rojos», sino que habrán
de decir: «Barcelona ha pedido y obtenido el perdón de sus conde-
nados a muerte. Y por más bombas que haya después, Barcelona ya
no podrá ser conocida como la “ciudad de las bombas”, sino que
la fama os alcanzará por algo más fuerte que todas las bombas jun-
tas y que todos los odios y que toda la maldad humana: la fama os
alcanzará por el amor, y Barcelona será llamada: «la Ciudad del
Perdón», y desde aquel momento preciso y aquella misma hora em-
pezará a ser una ciudad.
Pues empecémosla: al Rey que puede perdonar, a sus Ministros
que pueden aconsejarle el perdón, a los jueces que pueden atempe-
rar la justicia con la piedad: ¡perdón para los condenados a muerte
de Barcelona! ¡Caridad para todos!
Y bella cosa sería que empezaran los más ofendidos.
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LA IGLESIA QUEMADA
(Joan Maragall, La Veu de Catalunya,
18 de diciembre de 1909)4

Yo nunca había oído una misa como aquélla. La bóveda de la


iglesia descalabrada, las paredes humeadas y descascarilladas, los
altares destruidos, ausentes, sobre todo aquel inmenso vacío oscuro al
fondo donde se hallaba el altar mayor, el suelo invisible bajo el
polvo de los cascotes, ningún banco para sentarse, y todo el mundo
de pie o arrodillado frente a una mesa de madera con un crucifijo,
y un torrente de sol entrando por el descalabro de la bóveda con un
enjambre de moscas danzando en la cruda luz que iluminaba toda
la iglesia y que nos daba la sensación de estar oyendo misa en mi-
tad de la calle. El sol caía de pleno sobre la mesa de madera en la
que el sacerdote, pobremente ornamentado, celebraba, mientras en
el coro, sin barandilla alguna, cantaban los otros, pegados a la pa-
red para no caerse hacia delante…
Yo nunca había oído una misa como aquélla. El sacrificio es-
taba allí presente, vivo y sangrante, como si Cristo muriera de
nuevo por los hombres, dejando una vez más su Cuerpo y su San-
gre en el Pan y en el Vino. El Pan y el Vino parecían recién hechos:
la Hostia parecía palpitar, y el vino, al ser vertido en el cáliz, a la
luz del sol, parecía sangre que manaba… Nunca había oído una
misa como aquélla.
Y estoy seguro de que todos los que allí estábamos, ante el Sa-
crificio celebrado en aquella pobre mesa de madera blanca, ante un
Cristo maltratado, que era todo su adorno, entre el polvo y los es-

4. Josep Benet, Maragall i la Setmana Tràgica [traducción de A. D.


R.], Barcelona: Edicions 62, 1965 [3.ª ed., rev., 279 pp.], pp. 195-203.
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148 SIETE DÍAS DE FURIA

combros y el viento y el sol que entraban, y sintiendo todavía a


nuestro alrededor el rastro de la destrucción y la blasfemia que tan
poco hacía que habían pasado por aquel mismo aire en el que ahora
volvía a hacerse presente el Sacrificio, lo sentíamos como no lo ha-
bíamos sentido jamás y nos penetraba con una virtud nueva y ac-
tual, como tan sólo habrían podido experimentarla los primeros
cristianos perseguidos y escondidos en un rincón de las catacumbas,
deleitándose mayormente entre el peligro y la negación, en la ini-
ciación del Misterio redentor…
Y entonces me asaltó el pensamiento, el sentimiento de que la
misa siempre tendría que oírse de este modo, y me pareció que des-
pués de ofrecer el Sacrificio, el sacerdote se daba la vuelta frente a
la gente que iba entrando todavía por aquel portal sin puerta, la
gente de la calle cautivada al pasar y ver al descubierto la celebra-
ción del Santo Misterio y detenida presa de la fascinación; y que el
sacerdote —digo— se daba la vuelta y decía, gritando, al gentío:

Entrad, entrad, la puerta está abierta de par en par: vosotros mis-


mos os la abristeis con el fuego y el hierro del odio: y ahora resulta que
halláis en su interior el Misterio más grande del Amor redivivo. Des-
truyendo la iglesia habéis restaurado la Iglesia, porque ésta es la ver-
dadera, ésta es la viva, ésta es la que se fundó para vosotros los pobres,
los oprimidos, los desesperados, los poseídos por el odio… Y como
ahora la veíais cerrada, enriquecida por dentro, amparada por los ri-
cos y los poderosos y los que venían a ella a adormecer su corazón en
la paz de la tinieblas, vosotros, con vuestra pobreza, y vuestra rebelión
y vuestro desespero y vuestro odio habéis envestido la puerta, y en esos
firmes muros habéis abierto una brecha, y os la habéis reconquistado.
Y a nosotros, sus ministros, habéis devuelto, con la persecución, la an-
tigua dignidad, y a nuestra palabra la eficacia con vuestra blasfemia, y
al Misterio de la Sangre, una virtud ya casi desconocida con la sangre
nueva que se ha derramado en el combate. ¡Qué extraño resulta! El
fuego ha construido, la blasfemia ha purificado, el odio al Cristo ha
restaurado a Cristo en su propia casa… Entrad, id entrando, aquí lo
encontraréis como jamás lo habíais conocido, como Él es en vida y en
verdad, como Él anhela ser conocido por todos, y sobre todo por vo-
sotros…

¡Qué atónita, ¿eh?, se habría quedado la gente, qué muda y bo-


quiabierta, si el sacerdote se hubiese dado la vuelta de modo re-
pentino para decirles estas o parecidas palabras! Y creo yo que llegó
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ANEXOS 149

a pronunciarlas, o que tales palabras estaban en el aire de aquella


iglesia quemada; porque yo las oí, no sé cómo, pero sí sé que reso-
naban tanto en mi interior que me ensordecían. De modo que, en el
augusto instante en que el sacerdote levantó ante la gente la Hostia
y el Cáliz, Cristo se me hizo tan presente, tan vivo en el corazón,
que no puedo expresarlo… Yo nunca había oído una misa como
aquélla; y puestos a comparar, puedo decir que nunca había oído
misa. No lo sabemos, no sabemos lo que es esto; y es posible que la
mayor parte de los cristianos nos vayamos de este mundo sin haber
conocido a Cristo todavía. Ya es suficiente que esta gente nos lo
haya dado a conocer ahora de tal modo…
Sí, ahora lo veo, la Iglesia vive de la persecución, porque nació
consustancialmente con ella; y su mayor peligro está en la paz. Por
eso es un instinto del pueblo perseguirla cuando la ve triunfante
para recuperarla en su estado sustancial. Porque Cristo dijo a sus
discípulos que siempre serían perseguidos: así es que cuando no son
perseguidos por los poderes de la autoridad, lo son por los misera-
bles que, sin saberlo, quieren volver a su estado natural.
Porque ésta es la ley del amor: sufrir para no dormirse, ser con-
trariado para lograr mayor empuje, estar oprimido para estallar. Y
las multitudes instintivas sienten más esta ley, como todas las leyes
naturales, y la obedecen sin conocimiento, a ciegas, y todas sus
atrocidades no son otra cosa que ese querer descarriándose por mil
caminos en las tinieblas, buscando la salida a la luz.
De modo que os habrá sorprendido muchas veces esta seme-
janza que las sectas antisociales tienen con la primitiva Iglesia cris-
tiana; se parecen en que invocan como ideal un estado de huma-
nidad más perfecto, en el que, en su nombre, abominan de los
satisfechos con el orden establecido; en que trabajan sobre todo en-
tre los pobres, los ignorantes y los desesperados; y en que sus após-
toles y seguidores saben morir cuando es preciso con serenidad e in-
cluso con la alegría de los mártires.
¿De dónde les viene esta fe y este valor? ¿Y no os lo habéis pre-
guntado alguna vez, vosotros, al tiempo que los condenabais?
¿Acaso tenéis vosotros este mismo valor para defender vuestra pro-
pia fe? Y cierto es que deberíais tenerlo mayor, porque vosotros
profesáis la fe de Cristo, que es la verdadera y segura, mientras que
su ideal apenas se levanta ni un palmo del suelo. Pues, entonces,
¿qué es lo que ocurre?
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150 SIETE DÍAS DE FURIA

Yo os lo diré: que su fe, aun sin luz, es una fe viva, y la vuestra,


aun procediendo la luz del cielo de hace siglos, es una fe muerta.
¿Qué hacéis vosotros para sostener vuestra fe? ¿Qué hacen ellos?
Vosotros la profesáis de una forma maquinal, como una rutina, y
cumplís con ciertas prácticas exteriores mientras no os supongan
fatiga ni peligro alguno. Ellos practican su fe con esfuerzo; y no les
importa arriesgar incluso la vida. Entonces, ¿de qué os sirve a vo-
sotros la luz, si os habéis vuelto ciegos? Por el contrario, ellos tie-
nen los ojos tan abiertos que el pequeño rayo de sol de justicia que
se filtra por su tiniebla alcanza a iluminarles su vida y su muerte de
una manera que ya no es para vuestros ojos. Ellos son el caos que
quiere brillar en la luz; a vosotros, por el contrario, la luz que os
toca ya es en vano, y muere entre vosotros mismos, porque habéis
perdido la transparencia y el brillo y no podéis devolverla. Si Cristo
regresara entre los hombres, estoy seguro de que los que le segui-
rían serían ellos, no vosotros.
Pero ahora ellos no tienen a Cristo y van contra su Iglesia, es
decir contra vuestra Iglesia. ¿Por qué? Porque en vuestra Iglesia no
están cómodos; porque encuentran en ella demasiada paz, dema-
siado orden, demasiada perfección. Y su corazón atormentado por
la ignorancia, por la pobreza, por la impotencia de su deseo, no
quiere paz, lo que quiere es guerra; no quiere orden, lo que quiere
es desorden; no quiere final, sino principio de algo nuevo. Por eso,
a su manera, han construido su propia Iglesia. Puesto que ven la
Iglesia de Cristo ocupada por la paz, ordenada, acabada, levantan
frente a ella otra Iglesia sin Cristo, caótica, perseguida, llena de tor-
mento, pero también de esperanza. Ésta es la suya, es la buena, es
la que necesita su fe inquieta, y por eso, tan viva. La fe se adormece
en la quietud, y al final se acaba muriendo. Por eso Jesucristo dijo
que, entre la fe, la esperanza y la caridad, la mayor era la caridad;
y su último y mayor mandamiento fue el del amor: no puede estarse
quieto, y así sólo él puede mantener despiertas y vivas todas las de-
más virtudes que, sin el amor, es como si no existieran.
Y he aquí vuestro mal en la Iglesia de Cristo: que busquéis la
paz en ella, que penetréis en su interior sin el amor, que os durmáis,
¡que en ella vuestra fe se vaya muriendo!
Pensadlo bien, ¿qué vais a pedirle vosotros a Cristo en su Igle-
sia? Acudís a ella a horas fijas, con el paso amortiguado, a buscar
quietud bajo sus tenebrosas bóvedas (y eso los que van a ella con el
siete di?as de furia FIN:imago mundi (101) 6/5/09 11:53 Página 151

ANEXOS 151

corazón más puro de vanidades), a olvidar vuestros quehaceres y


vuestras inquietudes, a descansar de vuestras fatigas si las tenéis, y si
no, a entretener vuestros ocios, a mecer vuestro cansancio en la
lenta majestad de los cantos sagrados y de las nubes olorosas del in-
cienso, a dormitar. ¿Y qué le pedís a Cristo, si es que aún os queda
resuello para llegar a pedirle algo? Le pedís paz, quietud, olvido,
que aparte de vosotros la tribulación y la amargura, que os libre del
remordimiento, que os otorgue un sueño apacible.
Pues ésta no es la paz de Cristo. «Mi paz os doy, mi paz os dejo»,
dijo: «mi» paz, que no es la paz de este mundo, porque el mundo es
guerra. Pero vosotros habéis querido instaurar la Iglesia en la paz del
mundo, y por eso los demás no pueden entrar en ella sin que asome
en su pecho inquieto un clamor de guerra. Para ellos hay demasiada
quietud en vuestra Iglesia, demasiada oscuridad, demasiada tristeza,
demasiados santos petrificados en la inmovilidad, demasiada lentitud
en los cantos, demasiada niebla en las palabras de vida. Y esta niebla,
esta lentitud, esta inmovilidad les irrita, y se rebelan llenando el tem-
plo con el clamor de la blasfemia y expulsan con terror a los fieles
medio adormilados, insultan o sacrifican a los ministros del altar, y
derriban el altar y rompen los santos de piedra y queman la iglesia
y la convierten en ruinas. Y entonces, perseguida, atropellada, hu-
meada, manchada de sangre y de blasfemia, vacía de cantos y de la
paz del mundo, sin puertas ni altares ni paredes ni bóveda, llena de
viento y de sol y de polvo y de moscas…, de dolor, aquella vuelve a
ser la Iglesia natural del Cristo que murió en la Cruz.
No se la volváis a quitar reedificándola; no queráis alzar las pa-
redes más fuertes, ni la bóveda mejor cerrada, ni pongáis puertas
mejor forradas de hierro, que no está en esto su mejor defensa… y
volveríais a dormiros en ella; ni tampoco pidáis más protección del
Estado para ella, que demasiado parecía ya una oficina a ojos del
pueblo en ciertos aspectos, ni queráis demasiado dinero de los ricos
pera rehacerla, que los pobres no puedan pensar que es asunto de los
otros y que reciban con recelo el beneficio. Que se la reconstruyan
ellos si la quieren: así podrá ser a su manera, y sólo así la querrán.
¿Os pensáis que no lo harían nunca? ¡Oh! Dejadla como es
ahora, humeada, caída, miserable, abandonada de los ricos que no
encuentran su confort, abandonada del Estado, que ya os la de-
fendía interesadamente o de mala gana; seguid vuestro misterio
sencillamente, tozudamente, a prueba del abandono, a prueba de
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152 SIETE DÍAS DE FURIA

la miseria, a los rigores del sol y del frío y de la pobreza; que os


vean sufrir, que os vean morir con el Pan divino en las manos… y
los pobres vendrán, no tengáis dudas; los pobres irán acudiendo:
primero por mofa, después con curiosidad, con interés, con admi-
ración; y cuando los tengáis allí, decidles planamente la palabra
santa, con claridad para sus oídos, tal como ella fue dicha justa-
mente para oídos como los suyos; dadles el Pan y el Vino de la Eu-
caristía con el gesto sencillo con el que Jesús debió darlo, y decid-
les sus mismas palabras… y los pobres os reconstruirán la iglesia,
yo os lo aseguro.
Siempre me ha parecido que la Iglesia sufría por falta de divul-
gación de la palabra sagrada. Yo no soy doctor y no sé por qué las
cosas se hacen como se hacen, ni tampoco puedo decir exactamente
cómo podrían hacerse de otra forma, pero cuando veo la manera
como están en el templo la mayor parte de la gente, cómo oyen la
misa, su pasividad ante la tremenda energía del Sacrificio de Amor
que en el altar se celebra, su ignorancia de las palabras sublimes que
les son dichas, y la consecuente distracción o aburrimiento que les
atrapa mientras frente a ellos está sucediendo lo más fuerte y más
interesante de este mundo y del otro, no puedo menos que pensar:
«¡Dios mío! ¡Cuánta sublimidad en vano, cuánta energía ineficaz,
cuánta riqueza malograda!». La pequeña barandilla del presbiterio
se me figura como una espesísima muralla que no deja pasar ni una
centella de aquel fuego sagrado, ni un rayo del resplandor del Santo
Misterio que en el altar flamea y brilla. Todo cuanto se hizo y se
dijo para la redención de la gente, para la edificación de las almas,
está sucediendo allí, lejos de la gente, incomunicado a su sentido,
mudo para las almas. Sé muy bien que todos los cristianos tienen la
obligación de saber lo que allí ocurre, que algún día les ha sido en-
señado, y que se les reclama una adhesión íntima y entera a todo
cuanto dice el sacerdote en voz baja, o en voz alta (pero siempre en
latín, es decir siempre incomprendido en ese momento por casi to-
dos), pero veo también que la gente ha olvidado aquella remota en-
señanza, que únicamente sabe muy por encima lo que está ocu-
rriendo allí, y que esta adhesión íntima y pasiva a las palabras y a
los hechos del sacerdote no se puede sostener sin un estímulo pre-
sente y constantemente renovado, porque requeriría una finura es-
piritual o un fervor místico que no puede suponerse ni exigirse más
que en ciertas almas raras y escogidas, y que los libros devociona-
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ANEXOS 153

rios que suelen ponerse en manos de la gente —que sabe leer— hay
que reconocer que no bastan para promoverlo, e incluso hay que
decir que más bien lo adormecen o lo extravían.
Yo, en cambio, estoy seguro de que si el sacerdote dijera, en voz
alta y comprensible para todos, los fortísimos salmos del principio
y la gente tuviera que responder a ellos en voz alta y en su lengua
natural; y si se leyeran, se gritaran al pueblo las palabras de fuego
de las Epístolas de san Pablo, que puede decirse realmente que iban
dirigidas a todos los hombres de todos los tiempos; si se anunciara
todos los días a la gente el Evangelio en la divina simplicidad de sus
pasajes; si el sacerdote ofreciera el incruento Sacrificio por los fie-
les de modo que ellos lo sintieran; si les mostrara el Pan y el Vino
temblando y haciéndoles temblar por el inagotable sentido de las
palabras que los convierten en el Cuerpo y la Sangre de Dios, y to-
dos consumasen con él el sacrificio, y la Comunión lo fuera en todo
el sentido de la palabra…, ¡ah! Estoy seguro de que la gente no se
distraería ni se adormecería; estoy seguro de que aquella hora sería
para cada uno la de mayor actividad espiritual del día o de la se-
mana, estoy seguro de que «la gente que va a misa» sería en todo
muy distinta de lo que es ahora; y también estoy seguro de que mu-
chos que ahora «ya» no van, «todavía» irían, e irían siempre, y
Cristo reinaría de otro modo entre los hombres.
Ahora los que ya no van os han quemado la iglesia; perdonad-
los, porque de ellos sí puede decirse «que no saben lo que hacen», y
que no tienen toda la culpa de no saberlo. Haced que lo sepan: los
Doctores de la Iglesia tienen que decir cómo, pero haced que lo se-
pan. Y puesto que ellos con el fuego y el hierro y la blasfemia han
violado el santo recinto, no vayáis a cerrarlo de nuevo, más bien lla-
madlos tal como ellos se lo han abierto para sí, llenándolo de casco-
tes y de sangre y de dolor. No reconstruyáis los cascotes, no borréis
la sangre, no pongáis bálsamo al dolor; porque no hay mejor an-
zuelo ni cebo para atraer a los malcontentos y a los que sufren […].
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INFORME DEL CAPITÁN FRANCISCO GALCERÁN,


DEFENSOR DE FRANCISCO FERRER Y GUARDIA
(Fragmentos. 9 de octubre de 1909)5

[…] Durante el sumario han declarado todos sus enemigos; se


han unido á él cuantas denuncias y anónimos podían perjudicarle;
figuran también pareceres de autoridades más o menos conocedo-
ras del asunto y han sido alejadas, desterradas, perseguidas y obli-
gadas á penosa peregrinación las personas que, por conocerle á
fondo, podrían ilustrarnos sobre la vida, costumbres y trabajo á que
se dedicaba mi defendido, así como abonar su conducta. De modo
que me encuentro con un proceso ya terminado; y después de la
lectura de cargos, me han negado cuantas pruebas he solicitado y
no he podido lograr fuesen oídos los testigos que lo pretendían, por
haber transcurrido ya el plazo legal para ello; y sin que un solo mo-
mento el interés constante y extremado en la busca de cargos, se
haya dirigido en busca de la claridad, recurriendo á personas del
bando contrario al que por toda clase de medios logró la encarce-
lación de Ferrer.
Pero esto que expongo con la mayor calma posible y en són de
protesta, no quiere indicar de ningún modo que me presente ante vo-
sotros desanimado ni desarmado. Los obstáculos interpuestos en mi
camino han redoblado mis energías; éstas me han sostenido en la
marcha forzada que desconocidos intereses me han hecho llevar, y
apoyado como vengo por la razón y justicia, si mis facultades co-
rresponden á mi voluntad, no me asusta lo que de aquí puede salir;
las acusaciones caerán por sí solas, y vosotros os impondréis á la in-

5. Causa contra Francisco Ferrer Guardia, instruida y fallada por la ju-


risdicción de Guerra en Barcelona: Año 1909. Madrid: Sucesores de J. A.
García, 1911, pp. 603-626.
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156 SIETE DÍAS DE FURIA

digna coacción que sobre todos pesa para apartar esta causa de las
regiones de la verdad.
Todos los elementos reaccionarios, unidos á las clases conser-
vadoras, formando este conjunto que pomposamente se denomina
a sí mismo verdadera representación de los elementos de orden,
pero que quizá han provocado estos desórdenes de julio con su
egoísmo é intemperancia, quieren ahora ocultar la cobardía de-
mostrada durante los luctuosos sucesos con una enérgica petición
de castigos contra los vencidos y un odio indigno al manifestar
sus deseos de que la venganza de la sociedad ofendida sea larga y
cruenta. Constantemente, por medio de sus órganos en la Prensa,
recuerdan los hechos de la trágica semana, y tomando como púl-
pito y apoyo a un pobre cura mutilado y una vieja monja ofen-
dida en su pudor por los rebeldes, pretenden transformar su odio
en noble deseo, olvidando que, por mucho que suba, no puede
elevarse tan repugnante pasión. Esta campaña se ha dirigido prin-
cipalmente contra la persona de Ferrer por odio y por temor á la
educación dada á la clase obrera, sea en la Escuela Moderna, que
lograron tiempo atrás cerrar, sea en la serie de libros publicados
por la casa editorial por él fundada; por temor, repito, de que con
la ilustración los desgraciados se ennoblezcan y sacudan más
tarde yugos indignos de la raza humana. Y para ello han mutilado
y publicado después varios párrafos de sus libros de texto y han
hecho creer á incautos y beatas que en ellos sólo se trataba de
anarquía y dinamita, por el solo hecho de haber suprimido de su
enseñanza la religión, que debería echar de su seno al que no sabe
perdonar y tiene por norma de su conducta la venganza. Cam-
paña la que me ocupa que […] ha reunido en opinión enorme á
los contrarios de mi defendido, y éste se encuentra en estos mo-
mentos rodeado de una atmósfera envenenada por el odio que por
sí sola bastaría para acabar con una naturaleza menos acostum-
brada que la suya á las injusticias de la humanidad. Ha servido
también para que muchos, sugestionados quizás, hayan creído, en
su extravío, que era santo y bueno presentar al Tribunal denun-
cias falsas […].
Ahí tenéis en breves palabras los elementos, que unidos por la
intransigencia, el egoísmo, el odio y la ingratitud, han formado este
conglomerado antiferrerista que empezó por conseguir la prisión de
mi defendido y continúa en estos momentos su odiosa campaña,
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ANEXOS 157

para que quede en duda su inocencia y no pueda el día de mañana


con su acción pacífica y educadora turbar sus planes y librar de sus
garras á los que, cada uno en su terreno, tratan de utilizar para sus
fines bastardos.
[…] Para esto le ha sido preciso [al fiscal] partir del gratuíto su-
puesto de que este movimiento tenía un origen perfectamente orga-
nizado y dirigido por los hombres de ideas avanzadas, que por su ta-
lento han logrado preponderancia y aprecio entre las clases obreras y
se les supone capaces de arrastrar dichas masas á las mayores barba-
ridades, á los más inconcebibles desatinos. No han querido com-
prender el Fiscal, el Juez y la mayoría de los que se han ocupado de
los hechos que hoy nos reúnen en esta sala, que precisamente el de-
sarrollo que tuvieron y el camino que siguió la mal llamada revolu-
ción, los daños á entidades inofensivas y perjuicios á Centros protec-
tores de los hijos de los menesterosos, indican, lógicamente pensando,
que faltó una cabeza que dirigiera las turbas, y que, conduciéndolas,
impidiera se dedicasen á toda clase de excesos, deshonrando los he-
chos de tal modo que, de haber sido revolucionarios, sin honra na-
ciera la revolución, y sin honra, sin prestigio y sin fuerza moral para
imponerse hubiesen quedado sus jefes, aún auxiliados por todos los
resortes del poder, que algunos ilusos y muchos timoratos veían tam-
balearse, para caer en las manos tiznadas y ensangrentadas de unos
cuantos incendiarios, asesinos y ladrones. Con este afán y ofuscación
hánse dirigido las miradas de los Jueces contra los que, teniendo ideas
contrarias al actual estado de cosas, se ilusionan con modificaciones
en la constitución de la sociedad; y, principalmente, contra los que,
teniendo estas ideas y estas ilusiones, tienen inteligencia, tienen ins-
trucción y conocimientos. Por esta tendencia […] se ve ante este Con-
sejo mi patrocinado Francisco Ferrer Guardia.
[…] Resumiendo, señores: Francisco Ferrer Guardia, perse-
guido por sus ideas racionalistas, empujado y acusado hasta el úl-
timo extremo, envuelto un día en abominable crimen, cerradas sus
escuelas é insultado un día y otro por los partidos de la intransi-
gencia, ni se rinde ni pide venganza: trabaja.
Trabaja, sí; en vez de acaudillar las masas, las educa, busca la
gente, impulsa y dirige á los demás hacia el foco esplendoroso de la
razón, señala el verdadero fin de la humanidad, y busca, propor-
ciona y distribuye la ciencia de los sabios como único armamento
para sus rebeliones; éstas son sus ideas.
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Y como hemos visto detalladamente que no ha tomado parte,


ni como jefe ni como director ni actor en la rebelión militar,
opino y os pido que reconozcáis su inocencia, le concedáis la li-
bertad […].
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FRAGMENTO DEL TESTAMENTO


DE FRANCISCO FERRER Y GUARDIA6

En la ciudad de Barcelona, a trece de octubre de mil novecientos


nueve, y siendo la una menos treinta minutos. Yo, FRANCISCO FE-
RRER Y GUARDIA, de cincuenta años de edad, casado, profesor de
lenguas, natural de Alella, provincia de Barcelona, residente actual-
mente en esta ciudad, no pudiendo exhibir la cédula personal por no
tenerla a mi disposición; hijo legítimo y natural de los consortes, di-
funtos Don Jaime Ferrer y Doña María de los Ángeles Guardia; en-
contrándome con claridad de potencias de los sentidos y de la pala-
bra, queriendo disponer de mis bienes para después de mi muerte,
hago y ordeno éste mi Testamento, en los términos siguientes:
Protesto ante todo, con toda la energía posible, de la situación
por mí inesperada del castigo que se me ha impuesto, declarando
que estoy convencidísimo de que antes de muy poco tiempo será
públicamente reconocida mi inocencia.
Deseo que en ninguna ocasión ni próxima ni lejana, ni por uno
ni otro motivo, se hagan manifestaciones de carácter religioso o po-
lítico ante los restos míos, porque considero que el tiempo que se
emplea ocupándose de los muertos sería mejor destinarlo a mejorar
la condición en que viven los vivos, teniendo gran necesidad de ello
casi todos los hombres.
En cuanto a mis restos, deploro que no exista horno cremato-
rio en esta ciudad, como los hay en Milán, París y tantas otras, pues
habría pedido que en él fueran incinerados, haciendo votos para
que en tiempo no lejano desaparezcan los cementerios todos en bien

6. Otorgado ante el notario de Barcelona Ricard Permanyer Ayats (es-


critura núm. 540). Fuente: Fundació Francesc Ferrer i Guàrdia (Barcelona).
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160 SIETE DÍAS DE FURIA

de la higiene, siendo reemplazados por hornos crematorios o por


otro sistema que permita mejor aún la rápida destrucción de los ca-
dáveres.
Deseo también que mis amigos hablen poco o nada de mí, por-
que se crean ídolos cuando se ensalza a los hombres, lo que es un
gran mal para el porvenir humano. Solamente los hechos, sean de
quien sean, se han de estudiar, ensalzar o vituperar, alabándolos
para que se imiten cuando parecen redundar al bien común, o cri-
ticándolos para que no se repitan si se consideran nocivos al bie-
nestar general.
Quiero que mis deudas sean pagadas, acreditada que sea la ver-
dad del hecho y sin trámite alguno judicial.
[Siguen a continuación las disposiciones testamentarias].
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ORIENTACIÓN BIBLIOGRÁFICA

Tal como se ha dicho al principio, este libro se basa en la nu-


merosa bibliografía existente acerca de unos hechos históricos que,
afortunadamente y al margen de hipotéticas nuevas aportaciones
documentales o interpretaciones siempre plausibles, nos resultan
del todo conocidos. Así pues, y pensando en los lectores que quie-
ran profundizar en cualquiera de los aspectos expuestos, relaciona-
mos a continuación los títulos fundamentales que conviene tener en
cuenta, con el ánimo de proporcionar una guía relativamente breve,
útil y al alcance de todos. De entre las obras que ofrecemos, es im-
portante hacer una mención especial a la importantísima aporta-
ción que representó, en el año 1968, la aparición de la obra de Joan
Connelly Ullman, que sigue siendo en estos momentos el principal
libro de referencia.

AA.VV., Francesc Ferrer i Guàrdia i l’Escola Moderna [Pere SOLÀ I


GUSSINYER y Ferran AISA PÀMPOLS]. Barcelona: Ateneu Enci-
clopèdic Popular, 1991, catálogo, 112 pp.
—, Memoria del 98. De la guerra de Cuba a la Semana Trágica.
Madrid: El País, 1997.
—, «Revisió internacional de la figura i l’obra de Francesc Ferrer i
Guàrdia», en Educació i Història. Revista d’Història de l’Edu-
cació, n.º 1 (1994), pp. 23-109.
ÁLVAREZ JUNCO, José, El emperador del Paralelo: Lerroux y la de-
magogia populista. Madrid: Alianza, 1990.
AVILÉS FARRÉ, Juan, Francisco Ferrer y Guardia. Pedagogo, anar-
quista y mártir. Madrid: Marcial Pons Historia, 2006, 299 pp.
BENET, Josep, Maragall i la Setmana Tràgica. Barcelona: Edicions
62, 1965 [3.ª ed., rev., 279 pp.].
BENGOECHEA, Soledad, Els dirigents patronals i la Setmana Tràgica.
Barcelona: Ajuntament, 2000, col. Quaderns del Seminari
d’Història de Barcelona, 55 pp.
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162 SIETE DÍAS DE FURIA

Causa contra Francisco Ferrer Guardia, instruida y fallada por la


jurisdicción de Guerra en Barcelona: Año 1909. Madrid: Suce-
sores de J. A. García, 1911.
Causa contra Trinidad Alted Fornet, Emiliano Iglesias Ambrosio,
Luis Zurdo de Olivares y Juana Ardiaca Mas por el delito de
rebelión militar… Madrid: Sucesores de J. A. García, 1911.
CONNELLY ULLMAN, Joan, La Semana Trágica. Estudio sobre las
causas socioeconómicas del anticlericalismo en España (1898-
1912). Barcelona: Ediciones Ariel, 1972, 693 pp.
CUADRAT, Xavier, Socialismo y anarquismo en Cataluña (1899-
1911). Los orígenes de la CNT. Madrid: Revista de Trabajo,
1976.
CUADRAT, Xavier, Joan CONNELLY ULLMAN y Alberto TALERO, La
Semana Trágica. Madrid: Historia 16, 1985, col. Cuadernos,
132, 33 pp.
CULLA I CLARÀ, Joan B., El republicanisme lerrouxista a Catalunya
(1901-1923). Barcelona: Curial, 1986.
GONZÁLEZ CALLEJA, Eduardo, La razón de la fuerza. Orden pú-
blico, subversión y violencia política en la España de la Res-
tauración. Madrid: CSIC, 1998, pp. 424-453.
Juicio ordinario seguido contra Francisco Ferrer y Guardia ante los
tribunales militares en la plaza de Barcelona. Madrid: Estable-
cimiento Tipográfico Sucesores de Rivadeneyra, 1909.
MONÉS, Jordi, Pere SOLÀ y Luis Miguel LÁZARO, Ferrer y Guardia
y la pedagogía libertaria: elementos para un debate. Barcelona:
Icaria, 1977, 164 pp.
ROMERO MAURA, Joaquín, La «Rosa de Fuego». El obrerismo bar-
celonés de 1899 a 1909. Barcelona: Grijalbo, 1974 [Madrid:
Alianza, 1989, 649 pp.].
SOLÀ I GUSSINYER, Pere, Francesc Ferrer i Guàrdia i l’Escola Mo-
derna. Barcelona: Curial, 1978, 246 pp.
VALLÈS, Edmon, «La Semana Trágica de Barcelona», en Historia y
Vida, n.º 97 (1 abril 1976), pp. 76-95.
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ÍNDICE DE NOMBRES*

Abril García, Elpidio, 98, 113 Alomar i Vilallonga, Gabriel, 82,


Adoratrices, monjas, 44, 120 84
África, 20, 21, 24, 25, 29, 38, 39, Alorda, Santiago, 114
94 Alted Fornet, Trinidad, 66, 114
Afueras, las, 15 Álvarez Junco, José, 161
Ágreda (Soria), 117 Álvarez Señalado, José (el Gallo),
Aguirre de la Calle, Eduardo de, 44, 114
113 Alzira (Ribera Alta), 63
Agulló i Vidal, Ferran (Pol), 62 Ametlla i Coll, Claudi, 53, 114
Aisa i Pàmpols, Ferran, 161 Amsterdam, 20
Alauch i Jèrida, Carme, 43, 98, Andalucía, 64, 71
113 Aoiz (Navarra), 135
Alcalá del Valle (Cádiz), 79 Aragón, 64, 134
Alcántara, infantería, 126 Aragó i Garcia, Jaume, 114, 134
Alcañiz (Bajo Aragón, Teruel), Arbeca (Garrigues), 52, 57
73, 115, 121, 125, 127, 135, Arc del Teatre, calle (Barcelona),
136 124
Alella (Maresme), 70, 73, 119, Ardiaca i Mas, Joana, 66, 114
121, 131, 159 Ardid Bernal, Lorenzo, 99, 100,
Alférez, Luis, 113 115
Alfonso XIII, rey, 11, 17, 72, 80, Arenas, Toribio, 119
81, 88, 113, 127, 129 Argentina, 125
Algeciras (Cádiz), 24 Argentona (Maresme), 117
Alicante, 114 Arrow, Charles John, 14
Almería, 125 Asociación Internacional Antimi-
Almudévar (Huesca), 63 litarista, 20

* Por razones obvias, se han excluido del presente índice las entradas
Barcelona, Cataluña y España. Se han excluido asimismo los nombres que
figuran en el apéndice II.
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164 SIETE DÍAS DE FURIA

Atalayón (norte de África), 25 Berlín, 81


Atlántico, océano, 81 Bernadas, Marià, 119
Audiencia, distrito (Barcelona), Bilbaína, la, véase Prieto, Josefa
44 Bilbao, 17, 92
Audiencia Territorial, 34, 98, Bisbal d’Empordà, La (Baix Em-
113 pordà), 90
Australia, 121 Boletín de la Escuela Moderna,
Avellaneda, Encarna (la Cas- 71, 72
tissa), 130 Bonet i Ancejo, Baldomer, 115
Avilés Farré, Juan, 161 Bonnard, Berta, 115
Ayerbe (Huesca), 63 Bonnard, Leopoldo, Riego, 71,
Aymar, Josep, 119 116
Ayora (Valle de Cofrents, Valen- Bonnard, Léopoldine, 71, 116,
cia), 120 128
Ayuntamiento de Barcelona, 14, Borges Blanques, Les (Garrigues),
49, 100-102, 120 52
Azzati Descalci, Félix, 82 Borjas Ruiz, Ángel, 116
Borràs, el, colonia (Bages), 132
Boter, can (Alella), 70
Badalona, 36, 57 Brandeis Gleichauf, Germán, 55,
Bailén, calle, 71 99, 103, 116
Baldera i Aznar, Ramon, 115 Bruselas, 81
Balmes, calle, 56 Bucarest, 81
Banco de España, 56 Buenos Aires, 28, 117, 120, 129
Barranco del Lobo, El (norte de Bueso García, Adolfo, 83
África), 39 Burés, colonia (Bages), 132
Barrio Latino (París), 71 Burgos, 103, 124
Batllori, Marià, 115
Bauma, la, colonia (Bages), 132
Bel i Pla, Josep, 115 Caballé i Parsell, Ramon, 116
Bélgica, 72 Cabanyes, Les (Alt Penedès), 134
Bellas Artes, salón (Barcelona), Cádiz, 129
92 Caldes d’Estrac (Caldetes), 84
Benet i Morell, Josep, 139, 143, Calonge de Mar (Baix Em-
161 pordà), 57
Bengoechea, Soledad, 161 Calvet i Pascual, Agustí (Gaziel),
Benjamín Mey, Francisco (her- 26, 48, 53, 117
mano Lycarión), 99, 115 Cambó i Batlle, Francesc, 12, 90,
Bergés, Pere, 115 117
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ÍNDICE DE NOMBRES 165

Cambrils (Baix Camp), 121 Cero, véase Ferrer y Guardia,


Camp de l’Arpa (el Clot, Barce- Francisco
lona), 119 Cervera Baviera, Julio, 82
Canalejas Méndez, José, 83, 88, Charles-Albert, véase Daudet,
89, 129 Charles
Cánovas del Castillo, Antonio, Cierva y Peñafiel, Juan de la, 30,
11, 87 34, 39, 52, 64, 98, 100, 117,
Capdevila i Marquès, Antoni, 117 118, 120
Capitanía militar de Barcelona, Ciutadella, la, parque, 83
99, 131 Ciutat Vella (Barcelona), 42
Capuchinas, monjas, 45, 57, 129 Claretianos, misioneros, 49, 115
Cardenal Ugarte, Francisco, 33, Clemente García, Ramón, 50,
117 65, 118
Carme, calle, 49 Climent, Rafel, 119
Carner i Romeu, Jaume, 46, 101, Clot, el (Sant Martí, Barcelona),
117 36, 43, 44, 50, 55, 98, 103,
Carpentras (Vaucluse, Francia), 113, 136
118 Coll i Pujol, Joan, 101, 104,
Carreras Portas, Sebastià, 117 119
Cartagena (Murcia), 132 Colomer, Rossend (o Ramon),
Casa del Pueblo, 40, 99, 125 119
Casanova, calle de Rafel, 44, 120 Colomer i Giralt, Josep, 119
Casas i Llibre, Domènec, 117 Colominas i Costa, Joan, 119.
Caspe, calle, 45 Colominas i Maseras, Joan, 41,
Castellote Targa, Mariano, 33, 100, 119
118 Comallonge, Antoni, 119
Castells i Santoña, Joan, 118 Comillas, marqués de, véase Ló-
Castellterçol (Vallès Oriental), pez Bru, Claudio
130 Comité Antimilitarista, 128
Castilla, 64 Comité de Defensa Social, 18,
Castissa, la, véase Avellaneda, 62, 63-64
Encarna. Comité de Défense des Victimes
Catalunya, plaza, 33, 51, 97, 129 de la Répression Espagnole,
Cazadores de Reus, batallón, 27 80, 82
Cempuis (Oise, Francia), 82, 131 Comité para la Defensa de Espa-
Centre Nacionalista Republicà, ñoles Expatriados, 114, 123,
29, 66, 117, 128, 132 130
Centro Obrero de Estudios So- Concepcionistas, monjas, 116
ciales, 128 Concha, Francisca, 127
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166 SIETE DÍAS DE FURIA

Confédération Générale du Tra- Diputación de Barcelona, 14, 91,


vail (CGT), 80, 91 130
Confederación Nacional del Tra- Doctrina Cristiana, hermanos,
bajo (CNT), 14, 92, 114, 127, 57
129 Domènech i Munté, Francesc,
Congreso de los Diputados, 88 120
Conjunción Republicano-Socia- Dominicas, beatas, 58
lista, 89 Dominicas, monjas, 56, 103, 104
Connelly Ullman, Joan, 30, 53, Dos de Mayo, calle, 116, 118
59, 65, 161, 162 Drassanes, las (Barcelona), 44,
Consell de Cent, calle, 44 49, 54, 55, 97, 100, 102, 103,
Constant Leroy, véase Sánchez 117, 122
González, José
Corazón de Jesús, madre, 44,
120 École Renovée, L’, 72
Coromines i Montanya, Pere, 41, Egipto, 124
83, 84, 90, 120 Eixample, El (Barcelona), 44, 58,
Cortes Españolas, las, 28, 52, 53, 120
82, 88, 124 Electra, 17, 130
Corts, Les (Barcelona), 44, 51, Eminencia, madre, 45
97, 123, 126 Enseñanza, monjas, 57
Crespo Azorín, Evaristo, 63, Esclavas, monjas, 119
117, 120 Escolapios, padres, 42, 54, 100,
Cruz Roja, 57, 123 134
Cuadrat, Xavier, 162 Escorial, El (Madrid), 122
Cuba, 20, 113 Escuela Moderna,10, 17, 20, 37,
¡Cu-cut!, 12, 55, 116 69, 71-73, 75, 77, 83, 116,
Culla i Clarà, Joan B., 162 119, 125, 127, 136, 156
Curandero, el, véase Sala i Bo- Escuelas Cristianas, hermanos,
nany, Esteve 51, 126
Escuelas Pías, 54
Esteller, Rosa (la Valenciana), 43,
Damas Blancas, 27 121
Damas rojas (del Partido Radi- Europa, 15, 66, 88
cal), 66, 113, 114
Daudet, Charles (Charles-Albert),
73, 80, 118 Fabra i Ribas, Antoni, 31, 99-
Díaz Casabuena, Marcelino, 120 101, 121, 131-133
Díaz Guijarro, Enrique, 120 Faure, Sébastien, 71
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ÍNDICE DE NOMBRES 167

Ferrer, Jaume, 159 Gallinaire, la, véase Norat, Fran-


Ferrer y Guardia, Francisco, 10, cisca
17, 37, 52, 53, 62, 67, 69-76, Gallo, el, véase Álvarez Seña-
79-85, 88, 90, 93, 95, 97, 99, lado, José
113-122, 124-133, 136, 155- García Rodríguez, Aniceto, 122
157, 159 Gaudí i Cornet, Antoni, 123
Ferrer y Guardia, Josep, 121 Gaziel, véase Calvet i Pascual,
Ferrer Narch, Domènec, 121, Agustí
134 Génova, 81
Ferrer Sanmartí, Luz, 133 Ginebra, 81, 131
Ferrer Sanmartí, Paz, 70, 133 Ginés Perea, José, 123
Ferrer Sanmartí, Sol, 70, 133 Giró, Ramon, 44, 123
Ferrer Sanmartí, Trini, 70, 133 Girona, 31
Ferrol, El (A Coruña), 124 González, Lorenzo, 51, 123
Figueres, 57 González Calleja, Eduardo, 162
Figueroa y Torres, Álvaro de, Gobierno Civil (Barcelona), 98
conde de Romanones, 27, 89, Gràcia (Barcelona), 43, 44, 85,
122 97, 100, 114, 123, 132
Filipinas, islas, 20 Gran Bretaña, 72
Fló, Isidre (o Jaume), 119 Granollers, 36, 57, 73
Florencia, 81 Gran Oriente Español, 84
Floresta, La (Garrigues), 52 Groupe de Propagande Antimili-
Font i Folch, Ramon, 122 tariste, 19
Fontcuberta i Colomer, Maria, Guàrdia, Maria Àngela, 159
121 Güell, palacio, colonia, 123
Foronda y González-Bravo, Ma- Güell i Bacigalupi, Eusebi, conde
riano de, marqués de, 34, 98, de Güell, 28, 49, 102, 123
122 Guerra del Río, Rafael, 103, 123
Francia, 19, 24, 70, 73, 80, 114, Guerre Sociale, La, 80
121, 122, 125 Gurugú (norte de África), 39
Franciscanas, monjas, 38
Franciscanos, frailes, 43, 100,
113, 135 Hassán Tewfik, pachá, 124
Fraternidad Republicana Radical Herrera (Zaragoza), 115
(Horta), 122 Herreros Miguel, Tomás, 33,
123
Hispano-Suiza, la, 97
Galcerán Ferrer, Francisco, 76, Horta (Barcelona), 56, 58, 103,
122, 155 104, 122
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168 SIETE DÍAS DE FURIA

Hospitalarios, hermanos, 123 Lactancia, casa municipal (Bar-


Hoyo Manjón, Eugenio del, 65, celona), 115
124 Largo Caballero, Francisco, 53,
Huelga General, La, 72 124
Huesca, 63 Lausana (Vaud, Suiza), 82
Huguet, Jaume, 42 Lázaro, Luis Miguel, 162
Humanité, L’, 80, 121 León, calle, 132
Hurtado i Miró, Amadeu, 61, 125 Lerroux García, Alejandro, 12, 14,
28, 37, 53, 66, 72, 75, 83, 84,
88, 90, 92, 123-125, 130, 133
Iglesia católica, 16, 18, 95, 126, l’Esquerra, véase Unió Federal
140, 148-153 Nacionalista Republicana
Iglesias Ambrosio, Emiliano, 37, Letamendi, plaza, 133
45, 46, 51, 53, 54, 59, 66, 75, Liberal, El, 84, 104
84, 90, 99-104, 124 Liga Internacional para la Educa-
Iglesias Posse, Pablo, 46, 53, 83, ción Racional de la Infancia,
84, 89, 124 72, 118
Inglaterra, 128 Ligue Antimilitariste, 19
Italia, 72, 81, 128 Ligue des Droits de l’Homme, 80
Linares Pombo, Arsenio, 125
Lisboa, 81
Jacquinet, Clémence, 71, 124 Litrán, Cristóbal, 125
Jai-Alai, frontón (Madrid), 89 Liverpool (Inglaterra), 82
Jaurès, Jean, 80, 121 Llanos Torriglia, Manuel, 126
Jerez de la Frontera (Cádiz), 79 Llansà i Bagés, Josep, 126
Jerónimas, monjas, 42, 49, 102 Llarga, la, véase Sabater, Enri-
Jesuitas, padres, 16, 45, 50 queta
Jesús, 81, 152 Llari i Areny, Josep, 101
Jorge Vinaixa, Josep, 101 Lleida, 52, 128
José Fernández, véase Sánchez Lliga Regionalista, 12, 29, 62,
González, José 90, 117, 130
Junta de Autoridades, 34, 98, 113 Llivina Fernández, Vicente, 126
Juventudes Radicales, 41, 116, Llopis i Bergés, Maria (Quaranta
119, 123, 134 cèntims), 98, 126
Logroño, 123
Londres, 81, 116, 127
Kremlin-Bicêtre (Seine, Francia), López Bru, Claudio, marqués de
118 Comillas, 27, 28, 50, 62, 102,
123, 126
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ÍNDICE DE NOMBRES 169

López Massó, Julio, 126 Masnou, el (Maresme), 37, 52,


Lorenzo Asperilla, Anselmo, 126, 97, 120, 131
128 Mataró, 36, 130
Lorenzo B. Serrano, véase Sán- Mateu, Rafel, 119
chez González, José Maura Montaner, Antonio, 10-
Lorenzo Concha, Flora, 127 12, 17, 23-25, 27, 28, 39, 40,
Lorenzo Concha, María, 127 70, 75, 76, 85, 87-89, 93, 100,
Lycarión, hermano, véase Benja- 114, 118, 119, 125, 128, 129
mín Mey, Francisco Mayor, calle (Madrid), 72
Medina de Rioseco (Valladolid),
113
Macià i Llussà, Francesc, 52 Mediterráneo, mar, 15, 23
Madrid, 28, 30, 52, 61, 62, 73, Melilla, 9, 23-26, 34, 55, 103,
76, 82, 88, 89, 92, 100, 113, 123, 125
114, 118, 120, 122-126, 128- Mering, Serge de, 133
130, 133, 134, 136 Meunier, Jeanne-Ernestine, 71,
Maison Dorée, bar-café-brasse- 128
rie, 51 México, 124
Malato, Charles, 76, 80, 127 Migdia, calle, 117, 130
Malet i Pujol, Antoni, 65, 127 Miguel Villalobos Moreno, véase
Mallorca, calle, 101 Sánchez González, José
Mancomunidad de Cataluña, 91, Milán, 81, 159
130 Mínimos, frailes, 119
Manila, 17 Miquel i Baró, Josep, 50, 65, 128
Mano Negra, la, 79 Miranda Concha, Francisco, 31,
Manresa, 57, 134 33, 114, 128, 131, 132
Maragall i Gorina, Joan, 26, 79, 84, Miró i Trepat, Laureà, 101
85, 94, 127, 130, 139, 143, 147 Modelo, cárcel, 15, 116
Marcè i Segarra, Magí, 127 Moles i Ormella, Joan, 52
Marcha Real, himno, 27 Monés i Pujol-Busquets, Jordi, 162
Maresme, el, 37, 52, 70, 120 Monistrol de Montserrat (Ba-
María de las Mercedes, princesa, ges), 114, 135
17 Monje Alcázar, Mercedes, 33, 97,
Marín Rafales, Jesús, 128 129
Maristas, hermanos, 37, 38, 99 Monroyo (Teruel), 134
Marruecos, 20, 23-25, 56, 87, Montferrer, Pompeu, 129
123, 124, 128 Montgat (Maresme), 73, 121
Mas Germinal (Montgat), 73, Montjuïc (Barcelona), 76, 79,
121, 136 81, 95, 120, 143
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170 SIETE DÍAS DE FURIA

Montserrat, calle, 124 Partido Conservador, 11, 119,


Mora Méndez, Francisco, 53, 124 122, 128
Moret Prendergast, Segismundo, Partido Liberal, 11, 87-89, 122,
87-89, 129 129
Morral i Roca, Mateu, 17, 72, 129 Partido Republicano Radical, 12,
Muluya, río, 23 28, 37, 42, 50, 53-55, 66, 67,
Muntadas, Lluís, 75 74, 75, 90, 92, 99, 113-117,
Muntaner, calle, 44 119, 121, 124-126, 131-133,
Murcia, 118 136
Partido Socialista Francés, 80
Partido Socialista Obrero Espa-
Nápoles, 81 ñol (PSOE), 20, 46, 53, 89,
Norat, Francisca (la Gallinaire), 121, 124
45, 129 Pastor, Ramón, 130
Nou de la Rambla, calle, 49, 97, Patronato Obrero de San José,
123, 134 37, 99, 115
Nueva York, 82 Paulas, monjas, 50
Peiró i Belis, Joan, 114
Pérez Galdós, Benito, 17, 130
Oficina de Investigación Crimi- Permanyer i Ayats, Ricard, 159
nal (OIC), 14 Perpiñán, 123, 130, 132
Ossorio y Gallardo, Ángel, 30, Petites Écuries (París), calle, 128
31, 34, 48, 59, 98, 118, 129 Piquet i Piera, Jaume, 49
Pisa (Toscana, Italia), 81
Pla i Casadevall, Josep, 62
País, El, 84 Poble Català, El, 27, 29-31, 33,
País Valenciano, 64, 71 120, 132
Palafrugell (Baix Empordà), 57 Poblenou, el (Barcelona), 37, 42,
Palamós (Baix Empordà), 57 43, 54, 55, 97, 99-101, 103, 115,
Palencia, 113 116, 118, 119, 121, 131, 132
Palma de Mallorca, 128 Poble Sec, el (Barcelona), 44, 119
Palmas de Gran Canaria, Las, Pol, véase Agulló, Ferran
123, 130 Pontevedra, 124
Pamplona, 103 Port Arthur (China), 30
Paral·lel, el (Barcelona), 44, 48, Portolés, Marià, 130
54, 98, 126, 130-132 Portugal, 72, 128
París, 19, 71, 72, 75, 80, 81, 114, Pous i Pagès, Josep, 27
116, 125, 127, 128, 131-135, Prat de la Riba i Sarrà, Enric, 12,
159 85, 90, 130
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ÍNDICE DE NOMBRES 171

Premià de Mar (Maresme), 52, Reims (Marne, Francia), 135


117, 131 Reus, 27, 57, 121, 133
Prévost, orfanato (Cempuis, Richer, calle (París), 133
Francia), 131 Riego, véase Bonnard, Leopoldo
Prieto, Josefa (la Bilbaína), 48, Rif, El (norte de África), 9, 24,
130, 132 25, 27, 29, 39, 122, 126, 141
Prim i Prats, Joan, general, 49 Río de la Plata (Argentina, Uru-
Primera República, 43, 119, 132 guay), 121
Progreso, El, 29, 66, 101, 114, Ripoll (Ripollès), 57
124 Riu, Ramon, Mn., 42, 101, 131
Puebla de Híjar, La (Teruel), 63 Robin, Paul, 71, 131
Publicidad, La, 84 Rodríguez Romero, José, 31,
Puenteáreas (Pontevedra), 124 131, 132
Puig i Cadafalch, Josep, 100, 130 Roghi, el, 24
Puig i Ventura, Joan (el Llarg), Rohan, calle (París), 114
131 Roig, En, calle, 118
Roig i Roig, Esteve, 131
Roma, 81, 113
Quaranta cèntims, véase Llopis i Romanones, conde de, véase Fi-
Bergés, Maria gueroa Torres, Álvaro de
Quico de can Boter, véase Ferrer Romero Maura, Joaquín, 29, 72,
y Guardia, Francisco 162
Rosas i Vilaseca, Ramon, 132
Rovira i Virgili, Antoni, 29, 91,
Rambla, la (Barcelona), 30, 36, 100, 132
49, 55, 59, 99, 114, 118, 129 Roosevelt, Franklin, avenida
Rambla, La (Córdoba), 125 (Bruselas), 81
Raso Negrini, Valerio, 73, 131 Rubí (Vallès Occidntal), 125
Rebeldía, La, 116, 134 Ruiz, Domingo, 130, 132
Regimiento de Numancia, 116 Ruiz Zorrilla, Manuel, 71
Regimiento de Saboya, 103 Rull i Queraltó, Joan, 15, 120
Regimiento de infantería de Ma- Rusia, 30
hón, 113
Regimiento de infantería de Ver-
gara, 128 Sabadell, 34, 36, 54, 57, 72, 99,
Regimiento mixto de Ingenieros, 123, 127, 129, 135
117, 122, 129 Sabater, Enriqueta (la Llarga),
Regimiento montado de Artille- 43, 132
ría, 120 Sadurní, calle, 49
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172 SIETE DÍAS DE FURIA

Sagasta y Escolar, Práxedes Ma- Sant Joan de Déu, hospital, 51,


teo, 11 123
Sagrada Família, iglesia y barrio, Sant Martí de Provençals (Barce-
101 lona), 70, 97, 103
Sagrado Corazón, monjas, 57 Sant Mateu, real monasterio, 42
Sala i Bonany, Esteve (el Curan- Sant Pau, calle, 49, 131, 133
dero), 43, 132 Sant Pau del Camp, iglesia, 42
Salle, la, hermanos, 57 Sant Vicenç de Castellet (Bages),
Salmerón y Alonso, Nicolás, 135 57, 114, 132, 135
San Antonio, pequeños herma- Santa Coloma de Cervelló (Baix
nos (Granollers), 57 Llobregat), 123
San Antonio Abad, retablo, 42 Santa Eulalia, foso, 76
San Petersburgo (Rusia), 133 Santa Maria del Taulat, iglesia,
Sánchez González, José (Miguel 42, 101, 131
Villalobos Moreno, Constant Santander, 27
Leroy, Lorenzo B. Serrano, Santiago Manescau, Luis de, 34,
José Fernández), 31, 97, 102, 47, 98, 102, 103, 133
131, 132 Sants (Barcelona), 97
Sanmartí i Guiu, Teresina, 70, 133 Sariñena (Huesca), 134
Sant Adrià del Besòs (Barce- Sarral (Conca de Barberà), 114
lonès), 57, 65, 127 Sarrià (Barcelona), 56, 103
Sant Agustí, cuartel, 104 Satanás, 140
Sant Andreu de Palomar (Barce- Segunda República, 129
lona), 44, 50, 56, 65, 97, 103, Sevilla, 116
128 Siervas de María, monjas, 133
Sant Anton, real colegio, 42 Siétamo (Huesca), 63
Sant Felip Neri, oratorio, 85 Sindicatos Libres, 134
Sant Feliu de Guíxols (Baix Em- Sitges (Garraf), 36
pordà), 57, 117 Sociedad Hispano-Africana, 123
Sant Feliu de Llobregat (Baix Sociedad Norteafricana, 25
Llobregat), 36, 133 Solidaritat Catalana, 12, 39, 89,
Sant Fèlix, iglesia (Sabadell), 57 91, 117, 135
Sant Gervasi de Cassoles (Barce- Solidaridad Obrera, 14, 29, 31,
lona), 43-45, 100, 113, 129, 67, 72, 74, 75, 91, 92, 121,
135 123, 124, 131, 132
Sant Jaume, plaza, 45 Sol i Ortega, Joan, 100, 133
Sant Joan, iglesia (Horta), 56 Solà i Gussinyer, Pere, 161, 162
Sant Joan, iglesia (Sant Feliu de Suiza, 128
Guíxols), 57 Súria (Bages), 132
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ÍNDICE DE NOMBRES 173

Talero, Alberto, 162 Universidad Libre de Bruselas,


Tánger (Marruecos), 23 81
Tarragona, 132 Uruguay, barco, 134
Teià (Maresme), 70 Usó, Ramon M., padre, 43, 100,
Tercera Brigada Mixta de Cata- 135
luña, 24, 125 Usón, Timoteo del, 135
Teresianas, monjas, 49
Teruel, 63, 73, 115, 121, 125,
127, 134-136 Valencia, 17, 52, 54, 55, 59, 102,
Terrades i Caballé, Antoni, 133 103, 118, 120, 125
Terrassa, 36 València, calle, 44
Tibidabo (Barcelona), 59 Valenciana, la, véase Esteller, Rosa
Tierra y Libertad, 117 Vallès i Perdrix, Edmond, 162
Toledo, 126 Vallès i Ribot, Josep Maria, 39,
Torras i Bages, Josep, 134 100, 102, 135
Torre Dehesa, Trinidad de la, 97, Vallvidrera (Barcelona), 135
134 Vanguardia, La, 62, 117
Torrejón de Ardoz (Madrid), 129 Vaticano, el, 17, 76
Torrelodones (Madrid), 128 Vendrell, el (Baix Penedès), 117
Torrent de l’Olla, calle, 44 Verdaguer i Callís, Narcís, 104
Tortosa, 55, 103 Verdaguer i Santaló, Jacint, 126
Tortras, Antoni, 103, 121, 134 Verges (Baix Empordà), 117
Toul (Lorena, Francia), 127 Veteranos de la Libertad, 49,
Toulon (Var, Francia), 131 102, 123
Tramways de Barcelone, Les, 122 Veu de Catalunya, La, 12, 26,
62, 84, 85, 104, 130, 139, 147
Vic, 134, 140
Ugarte y Pagés, Francisco Javier, Vidal i Bosch, Rossend, 135
63, 134 Vilanova i la Geltrú, 36, 76, 122,
Ulled i Altemir, Josep, 41, 66, 127
100, 134 Villafranca Los Arcos, Ángeles,
Ulled i Altemir, Rafael, 41, 66. 119
100, 134 Villafranca Los Arcos, José, 135
Unamuno y Jugo, Miguel de, 83 Villafranca Los Arcos, Soledad,
Unió Federal Nacionalista Republi- 72, 76, 135
cana (l’Esquerra), 90, 120, 135 Villalobos Moreno, Miguel, véa-
Unió Republicana, 135 se Sánchez González, José
Unión General de Trabajadores Villar del Arzobispo, Valencia, 118
(UGT), 46, 92, 124 Villayuda (Burgos), 124
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174 SIETE DÍAS DE FURIA

Vitoria (Álava), 122 Zaragoza, 102, 115


Vizcaya, 92 Zola, Émile, 73
Zurdo de Olivares, Luis, 50, 66,
136
Woessner, Karl, 136 Zúrich, 81
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