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El doble filo del puñal: la doble expresión barroca en la obra de Lemebel

De frente no: se confunden


los rasgos y la figura
que en la doble arquitectura
forman los cuerpos que se hunden
en el espejo. Difunden
en el óvalo azogado
el finísimo entramado
del deseo. Esa madeja,
que apresa más que refleja,
libera, vista de lado.

Sarduy, Testigo, 1985: 53

Barroco, barroso, barrueco, lo barroco, barrocho; estética, pulsión, era del arte,
cultura, constante del espíritu. ¿Qué cosa de todo esto es el barroco? ¿Dónde empieza y
termina esta forma de ver y concebir el mundo? Hace muchos años que los intelectuales de la
literatura y del arte, historiadores y críticos literarios especulan y señalan variadas teorías al
respecto.
En Latinoamérica se destacaron en la investigación de este concepto tres escritores e
intelectuales, quienes analizaron y le dieron una “vuelta de tuerca” al tan gastado y vapuleado
barroco.
El primero de ellos fue José Lezama Lima quien propone que existe un “barroco
original”, natural y espontáneo “porque nace de un paisaje-cultura que es per se barroco, y
que crea una expresión americana que ‘riza, multiplica, bate y acrece lo hispánico’” (Mataix,
R., & Rovira, J. C., 2000: 39). Para el ensayista el barroco es plenamente una expresión
americana y no la reelaboración del europeo; una forma de expresión nueva, surgida de lo
exuberante de este continente.
Luego, como segundo exponente del barroco en Latinoamérica se puede nombrar a
Alejo Carpentier, otro escritor que expuso sus ideas sobre el barroco en una conferencia
dictada en Caracas en 1975, a la cual llamó “Lo barroco y lo real maravilloso”

Centrándonos ya en el siglo XX y XXI, existe un escritor que fue profusamente


nombrado como “barroco”: Pedro Lemebel. Autor de obras literarias, artista performativo,
militante por los derechos de los homosexuales, entre otros tantos roles, que se pueden
adjudicar a esta “loca” latinoamericana.
Sin embargo, cuando decidí investigar la relación entre el artista chileno y el barroco
(entiéndase el término en sentido amplio, es decir, como una corriente estética, como

INTENTAR RESPONDER A LA PREGUNTA: POR QUÉ LEMEBEL ES


DOBLEMENTE BARROCO PRIMERO!
Luego de releer muchas crónicas de Lemebel e innumerables artículos que analizaban
el estilo y contenido de su prosa, intenté descifrar qué de todo lo que el chileno ponía en su
escritura podía pertenecer a ese basto y confuso universo del barroco.
Al fin encontré dos autorxs que me ayudaron a pensar y analizar las crónicas desde
una doble perspectiva. No se puede olvidar quién es, desde dónde escribe y qué mundo narra
o pinta desde sus páginas este autor. No se puede pasar por alto el hecho de que Lemebel
escribe como un puñal, es decir, pone su pluma (su voz y su cuerpo) al servicio que aquellxs
que no tienen cabida en la sociedad chilena, esas otredades que tienen una existencia en la
gran urbe de Santiago y, sin embargo, son invisibilizados y marginados por los grandes
relatos del siglo XX y XXI. Es por esto que el puñal de Lemebel llama la atención con el
brillo de su hoja, pero también corta y marca para que seamos conscientes de que está aquí y
que si a nosotrxs nos duele, a él y lxs otrxs también.
Dicho en otros términos: la prosa del chileno tiene el esplendor de las mejores joyas
barrocas en la superficie textual, como así también, en lo profundo y constitutivo de su
estructura, es un puñal cuya hoja tiene un doble filo barroco: llama la atención con el
centelleo de sus figuras en el delicado y sugerente uso del lenguaje que pone en juego, y
marca a fuego el dolor y la crítica para abrirnos los ojos y poder contar aquellas historias que
no salen en todos los medios, pero que son fragmentos significativos sobre la vida de
personas “invisibles” en la Babilonia austral.
En este ensayo elegí analizar el libro de crónicas Loco afán. Crónicas de sidario. La
decisión de trabajar con esta colección de crónicas es puramente personal. Cuando comencé a
investigar sobre la obra de Lemebel y su relación con el barroco había leído crónicas de
diferentes libros. Hay en todos ellos algunos textos que se destacan por sobre los otros por su
poder para conmoverme, para lograr esa sacudida que nos deja atónitos y boquiabiertos de
pensar en esos otros espacios y realidades que parecen salidas de una película de Almodóvar.
Sin embargo, luego de investigar sobre algunas características del barroco, me di cuenta de
que existe un elemento barroco por excelencia en esta colección de crónicas: la figura de La
Loca lemebeliana, los travestis prostibularios. Más adelante desarrollaré esta idea, cuando
escriba sobre el barroco como elemento presente en la estructura y motivos de las crónicas de
Loco afán.
Si se piensa en el filo que hace brillar la superficie del texto, esto es, la expresión
barroca que se evidencia en el uso ornamentado del lenguaje resulta fundamental referirse a
los mecanismos propuestos por Severo Sarduy, a principios de los años ´70, en uno de sus
ensayos más célebres “Lo barroco y el neobarroco”. En este texto el poeta cubano sostiene
que “la literatura renuncia a su nivel denotativo, a su enunciado lineal” (Sarduy, 1998: 168),
para pasar a ser una “edad” de la “artificialización”. Para Sarduy, influenciado por el
estructuralismo, el lenguaje es puro artificio; no busca comunicar linealmente una idea, sino
que en esa concatenación de significantes encadenados intenta escamotear el significado,
darle una profundidad y cuerpo a la linealidad del texto. Esa abundancia

La obra de Lemebel recrea y cristaliza una serie de mecanismos que


Bibliografía: Sarduy (1985), Un testigo fugaz y disfrazado: sonetos, décimas, Barcelona,
Ediciones del Mall.

Lezama, “En una exposición de Roberto Diago” (1948), La materia artizada, ed. de José
Prats Sariol, Madrid, Tecnos, 1996, p. 267. EN:

Mataix, R., & Rovira, J. C. (2000). Para una teoría de la cultura: La expresión americana de
José Lezama Lima. Universidad de Alicante.

PONER BIBLIO DE LOCO AFAN

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