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9.

HISTORIA DEL USO DE LA TIERRA


El área que se pretende como reserva de la Biosfera ha sido usado por el hombre desde hace, al
menos, diez siglos. Los primeros documentos que poseemos y que atestiguan la presencia humana se
datan en el siglo primero de nuestra era.
El Real Sitio de San Ildefonso no cuenta con vestigios anteriores al imperio romano. La cercanía con
la actual ciudad de Segovia, la cual se sabe que estaba ocupada por Arévacos en tiempos previos a la
dominación romana, hace suponer que estos valles fuesen explotados para la caza y la obtención de
madera, tanto destinada a la construcción como al consumo humano. Pero no existen restos físicos
ni referencias documentales que avalen estas hipótesis.
Ante esto debemos en primer lugar dejar claro que no existe presencia humana en el entorno en
época prehistórica ni en época protohistórica. Si bien, como se ha dicho, es probable la explotación
por parte de las comunidades del entorno de los recursos de este bosque.
• El Imperio Romano:
Los primeros datos de uso de los montes de Valsaín se remontan al S. I, al gobierno del Emperador
Vespasiano. En esta época se construye la vía XXIV que unía la ciudad de Titulcia con Segovia. Ésta
vía cayó en el anonimato, debido a las obras realizadas posteriormente por los monarcas para
mejorar el paso de la sierra, hasta que se redescubrió en 1910 gracias a la aparición de uno de sus
Miliarios en la zona del puerto de la Fuenfría.
La vía atravesaba el valle por el citado puerto descendiendo hacia Valsaín por la cuerda de los
montes y una vez llegaba a la altura del municipio descendía por el lado opuesto del monte
Matabueyes para dirigirse hacia Segovia siguiendo la actual vía pecuaria del cordel de Santillana.

Calzada Romana del puerto de la Fuenfría

• La presencia Islámica y la reocupación cristiana:


El paso de la sierra por la zona de San Ildefonso no desapareció con la caída del imperio romano.

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Durante trescientos años la sierra del Guadarrama fue la frontera entre la comunidad cristiana y la
comunidad islámica, las dos grandes civilizaciones que durante el Medievo se disputaron la
supremacía en el mediterráneo y la supremacía en la península ibérica.
El control real por parte de las tropas cristiana del entorno de Segovia, tras más de tres siglos de
enfrentamientos en la zona del Guadarrama, llevó a que oleadas de gente de procedencia de diversas
zonas. Llegarán a la ciudad y su entorno para repoblarlo. Estas tierras, según Alfonso VI, estaban
“solo habitadas por osos, jabalíes y muy diversas fieras”, se vieron de nuevo pobladas de forma
estable, aunque ciudades como Segovia nunca estuvieron realmente despobladas.
Es en durante los reinados de Alfonso VII y Alfonso VIII cuando los concejos comienzan a
organizarse en comunidades de Villa y Tierra, contexto en el que surge la Comunidad de Villa y
Tierra de Segovia, aun hoy propietaria de algunos terrenos del término de San Ildefonso.
Para poder poblar también la zona Allende Sierra se abrieron caminos en los puertos naturales.
Éstos adquirieron un importante tránsito continuo, lo que queda validado por un documento
firmado por Alfonso X fechado en Guadalajara a 26 de Junio de 1273 que otorgaba privilegios «a los
que moran e moren dende en adelante en las alberguerías que son en los puertos de Valatome,
Fonfria, Mançanares e Malagosto». Los dos puertos que nos afectan son los de la Fonfría, actual
Fuenfría, y el del Mançanares, hoy Navacerrada.
Estos caminos que cruzaban la sierra eran peligrosos, desde el S.XII existen noticias de la presencia
de partidas moriscas, que habitaban en la sierra, que asaltaban los caminos e, incluso, los arrabales de
Segovia. Para proteger estos pasos Fernán García y Día Sanz, ambos caudillos segovianos, armaron
a los Caballeros de los Quiñones de la Ciudad de Segovia, encargados de poblar y controlar las
tierras circundantes a Segovia. El bandidaje no desapareció hasta avanzado el S. XIX, convirtiendo a
la sierra del Guadarrama en una sierra con una larga tradición bandolera.
Pero el bandolerismo no era el único problema, existían otros entre los que destaca el Portazgo. Este
pago se comenzó a regular en castilla con el código de las partidas de Alfonso X. Su aplicación
generó fuertes abusos lo que conllevo que la gente de la zona usara caminos alternativos a los
principales, lo que, en caso de ser localizados, suponía la confiscación de todos los bienes que
transportasen. El número de portazgos fue en aumento según demuestran las quejas que se
realizaron durante los reinados de la casa Trastámara. Generalmente eran controlados por los
propios nobles y señores, que los establecían en los pasos que discurrían por sus propiedades,
aunque rara era la ocasión en que poseía el derecho de establecer esos portazgos. Juan I, en 1386,
trató de poner límites a este hábito en una reunión de las cortes segovianas pero el miedo a que los
nobles se alzaran contra él impidió cualquier cambio. El portazgo dependiente de la hacienda real
perduraría durante varios siglos en los puertos de Guadarrama, Somosierra y Navacerrada. El resto
de portazgos fueron abolidos en 1480 por insistencia de los Reyes Católicos, y desde ese momento
todo aquel que tratara de abusar de los viajeros sería considerado un vulgar salteador y condenado a
pena de muerte.
• Los pasos de la sierra:
En el año 1200 el Obispo de Segovia ordenó la construcción de una alberguería en el camino que
cruzaba la sierra por el puerto de la Fuenfría, la conocida como Venta de la Fuenfría. La explanada
donde se ubicó se convirtió rápidamente en una pequeña aldea poblada de mesoneros, herreros,…
su mantenimiento y supervisión reacia directamente en la comunidad de ciudad y tierra de Segovia,
la cual debía proveer de materias el lugar.

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Puerto de la Fuenfría
Cerca de esta venta se ubicó, por orden de Felipe II, la casa Eraso. Una casa destinada a dar
alojamiento a la familia real cuando cruzaban la sierra en dirección a Valsaín o a Madrid. Iniciada la
construcción en 1566 bajo la supervisión del maestro mayor de obras, Gaspar de Vega. Poseía este
edificio un estilo de Flandes, del cual era gran amante el monarca. La única descripción que
poseemos es la de Giuseppe Leonardo de 1662:
«Es esta casa de piedra y cubierta de plomo, y tiene de madera la mejor armadura que se alla
en la mayor parte de España. Cuando los reyes pasan al bosque de Balsaín comen en esta
casa y está labrada con esta comodidad. Asiste un casero de ordinario que tiene quenta della
y de ençerrar la nieve en lo poços que hay para lo que fue menester y la mayor parte del
invierno suele estar tapiada por la gran nieve que suele caer en su término. Biene de Segouia
las fiestas y domingos un capellán a decir missa a los moradores en una hermita junto a la
casa, y a pocos passos mas abajo camino de Seguia está una venta que tomó el nombre de la
Fuenfría por una fuente que tiene su vertiente a la parte de Segouia»

Casa Eraso
Desde esta casa Carlos II vio, en 1686, como el palacio de Valsaín era devorado por las llamas.

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Con la llegada del primer Borbón, Felipe V. Se comenzaron a tomar medidas de mejora en la vía que
comunicaba Madrid con Valsaín, debido a que su estado era extremadamente deficiente y el
monarca se había aficionado a visitar el valle. Entre 1722 y 1728 el camino fue acondicionado,
aunque su uso murió con Felipe V. esta nueva vía fue la que ocultó definitivamente la antigua
calzada romana.
La vía de la Fuenfría se convirtió en un lugar de admiración para viajeros extranjeros como J.
Towsend, J. F. Pyron o F. Bertaut.
Aunque este fue durante siglos el paso más importante de la sierra desde Valsaín no fue el único.
Cerca del puerto de la Fuenfría se encuentra el Puerto de Navacerrada.

Puerto de Navacerrada
Este puerto fue poco usado debido a la mejor preparación del puerto vecino de la Fuenfría y porque
la climatología del lugar era muy adversa durante buena parte del año. Este paso poseía una pequeña
venta a la cual Alfonso X había otorgado privilegios y exenciones, al igual que a la de la Fuenfría.
Realmente el inicio del uso masivo de este puerto comienza en 1778, año en que dan inicio las obras
de construcción de una carretera que uniese Villalba con San Ildefonso. Aunque esta carretera no
evitó la dureza climatológica que obligaba a cerrar el puerto durante muchos meses al año, es cierto
que mejoró en gran medida el tránsito durante el resto del año. Pero el aumento del paso de
personas por el puerto conllevó el aumento de la inseguridad producida por la presencia en la nueva
carretera de maleantes que se aprovechaban de la frondosidad del bosque.
A finales del S. XIX este puerto tomo protagonismo al convertirse en el punto de acceso a la sierra
para los naturalistas y educadores que comenzaban a realizar sus estudios al pie del cañón. Y a
principios del S. XX se convirtió, además, en un punto de referencia para los deportistas madrileños
y segovianos que aprovechaban el lugar para practicar numerosos deportes. Tal fue su destacada
importancia que en 1923 se inauguró un tren de montaña que daba acceso al puerto.
• Valsaín:
Pero aunque la presencia humana era destacada desde hacía siglos, no se habían dado asentamientos
en el valle, a excepción de las ventas de la Fuenfría y Navacerrada.

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El nombre de este valle proviene, casi con seguridad, de Vallis Sapinorum, traducido, según Plinio,
por valle de los pinos utilizados para construcción. Otras teorías hablan de Vallis Sabinorum, pero
actualmente la presencia de la sabina no permitiría asegurar que su presencia en tiempos pasados
fuese destacada.
El origen del asentamiento en Valsaín podría remontarse a Enrique II en 1377, si hacemos caso a lo
que nos cuenta Diego de Colmenares. Pero los datos históricos solo nos permiten remontarnos al
reinado de Enrique III (1390-1406), este monarca dedicó una casa en Valsaín a pabellón de caza,
función que ya cumplían otros palacios. Sería su nieto Enrique IV quien dedicara un mayor esfuerzo
para con esta casa, al pasar grandes temporadas en ella debido a su afición cinegética.
Carlos I dedicaría una cédula a delimitar con la máxima precisión posible los limites que poseía el
Real Sitio. Pero el monarca que más esfuerzo dedicó a este lugar fue Felipe II, quien se encargó de
convertirlo en un palacio.
Las obras las inició Luis de Vega y las continuó su sobrino, el ya mencionado, Gaspar de Vega. Lo
más destacado de este palacio es que fue el primer edificio en España en que la cubrición del tejado
se hizo al estilo de Flandes, es decir, con pizarra. Su construcción se realizó con el uso destacado del
ladrillo y del granito.

Palacio de Valsaín
En 1686 un incendió lo destruyo y, aunque hubo varios intentos de reconstrucción, su deterioro ha
ido aumentando hasta el estado actual. El abandono se debe a que Felipe V se enamoró en 1719 de
un paraje muy cercano donde ordenó construir la que sería su estancia veraniega.
Sin embargo, el pueblo de Valsaín no desapareció, sino todo lo contrario. El pueblo creció gracias a
que en él se ubicaron parte de los talleres para la construcción del palacio de La Granja. Además, se
debe sumar a ello que desde el S. XIX se ordenó la explotación del pinar, levantándose a finales de
siglo un destacado aserradero con las tecnologías más avanzadas del momento, por lo cual se
aumentaron los puestos de trabajo y con ello los habitantes del pueblo.
Pero uno de los puntos más importantes de Valsaín es su monte. Varios son los motivos que nos
impulsan a valorar en su justa medida este pinar. Primero, su riqueza natural; segundo, el notable
interés que mostró siempre la monarquía por conservarlo y, por último, ser el marco idóneo para la
construcción de dos palacios.

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Tradicionalmente la Comunidad de la Ciudad y Tierra de Segovia se había organizado como titular
de los derechos sobre estas tierras. En un principio, el aprovechamiento de los recursos adoptó una
forma común entre la ciudad y las aldeas de su alfoz. En los siglos XII y XIII la forma de
explotación de los montes se mantuvo dentro de un carácter comunal, con aprovechamiento libre de
pastos y leñas, además de la concesión gratuita de maderas para la construcción y reparación de
viviendas, situación que se mantuvo, posiblemente, por la continua intervención real. Pero, con el
transcurso del tiempo, se fueron diferenciando diversos estamentos dentro de la Comunidad de la
Ciudad y Tierra. Pronto surgió una separación de intereses entre las clases urbanas dominantes y el
resto de los componentes de la Comunidad. Como consecuencia de todo ello, resultó una
apropiación abusiva de los rendimientos de estos bienes por parte de las clases urbanas influyentes,
en perjuicio de los intereses de los pecheros y de las aldeas.
Por lo que respecta a los Montes de Valsaín, fueron repetidos los intentos de transformarlos en una
dehesa para el uso exclusivo de la ciudad, arrendando la explotación de los recursos del monte. De
esta manera, se eliminaba el uso comunal y se menos preciaban los derechos consuetudinarios de las
aldeas y de los pecheros, que no podrían obtener gratuitamente pastos para sus pequeños hatos
familiares, leñas y carbones para su hogar, ni maderas para las construcciones.

Pinar de Valsaín
Como era de esperar, surgieron fuertes protestas contra este estado de cosas, no sólo por parte de
los sectores de población despojados de estos derechos consuetudinarios, sino también por parte de
organizaciones más poderosas, como la Orden de Calatrava o la Mesta, que disfrutaban de derechos
de pastoreo sobre todos los baldíos y espacios comunes del territorio de la Corona de Castilla. El
conflicto subió de punto y, en algunas ocasiones, tuvieron que intervenir los reyes, amonestando al
Concejo de Segovia para que volviera a aceptar el uso comunal de los aprovechamientos. Por estos
tiempos se empezaron a establecer los primeros Ordenamientos para regular el aprovechamiento de
los recursos. Éstos se vieron ignorados con harta frecuencia, como se deduce del de 1371, en el que
se señala la obligación de que se respete el derecho del Común de la Ciudad y de las aldeas de la
Tierra de sacar del pinar de Valsaín cada semana una carga de tea y otra de leña y que se les permita,
sin pena ninguna, hacer leña de roble, lo cual pone de manifiesto hasta donde se habían llegado a
reducir los derechos del tercer estado, a pesar de los Ordenamientos.

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Esta situación se fue deteriorando por la divergencia de intereses entre el tercer estado y las
oligarquías urbanas que, como eran más poderosas, se fueron haciendo paulatinamente con el
control de la ordenación de los usos del monte. Sin embargo, parece que esta situación, que llegó a
estar bastante consolidada en la Baja Edad Media, afectó de distinto modo al monte de Valsaín y al
de Riofrío, es decir, el monte de La Acebeda. En cuanto al primero de ellos, el control de la ciudad
llegó a ser tan completo que se hizo general el sistema de arrendamientos en la explotación de sus
productos, desapareciendo los aprovechamientos comunales. En el monte de Riofrío, por el
contrario, se mantuvieron los usos colectivos a favor de los pecheros urbanos y de las aldeas de la
Tierra de Segovia, consistentes en pastos comunales, leñas, teas y carbones, en régimen libre y
gratuito.

Río Eresma a su paso por el pinar de Valsaín


Esta situación, que se mantuvo en un largo período de tiempo, acabó por establecer la idea de que el
monte de Valsaín era propiedad del Concejo y del Estamento de Linajes, de la ciudad de Segovia, y
el monte de Riofrío lo era del Común y de las Aldeas de la Tierra, y esto hasta el punto de que el
monte de Valsaín estuvo inscrito en el Libro de Propios de la Ciudad. Cuando el Rey Felipe V
necesitó adquirir terrenos para ampliar el parque del Palacio de La Granja, aparecen como
vendedores y propietarios de ellos el Concejo de la ciudad y el Estamento de Linajes, a partes
iguales. El reconocimiento del dominio del monte de Riofrío a favor del Común y la Tierra de
Segovia parece estar confirmado por contratos de arrendamiento posteriores al siglo XII, para la
saca de maderas del pinar de La Acebeda, situación que también se pone de manifiesto en las
escrituras de la venta de estos montes a la Corona en el siglo XVIII, pues se realizaron dos
tasaciones independientes para cada una de las dos propiedades.

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La pertenencia de Valsaín a la Corona ha suscitado continuas discusiones. Este terreno era, desde al
menos los inicios de milenio, de la Comunidad de villa y tierra de Segovia. La belleza y altas
cualidades del terreno no pasaron inadvertidas a los Reyes. Buena prueba de ello son las Cédulas
Reales que con tanta frecuencia se expidieron, tendentes a vedar y acotar la caza mayor y menor, las
aves de volatería y la pesca. Para conseguir tales propósitos se fijaron de forma periódica los límites.
Parece ser que la primera declaración pormenorizada del pinar de Valsaín y sus matas la llevó a cabo
Enrique IV por Real Cédula de 20 de febrero de 1452. Sin embargo, será Carlos I y sus sucesores
quiénes señalen los límites a su conveniencia, no sólo para conservarlo sino también para aprovechar
sus recursos naturales.
El Bosque de Segovia era primordialmente un coto de caza, aunque no por ello se relega a un
segundo término la pesca y la vegetación del mismo. El delimitarlo era, sin duda, la única forma de
asegurar y proteger ese patrimonio, y éste sería, por tanto, el primer paso a dar, lo cual ya es un
hecho en el año 1541. Las disposiciones ordenadas por el Emperador, y secundadas por Felipe II,
resultaron ser escasos e insuficientes, yendo en detrimento de su supervivencia. Fueron revisadas
por el nuevo Rey, quien por Real Cédula de 1563 define aún más los límites ya establecidos, a la vez
que se muestra estricto y riguroso en lo concerniente a las penas, tanto en su alcance como en la
ejecución de las mismas.
Los límites no fueron señalados de forma arbitraria, sino que, tratando de mantener la riqueza
existente, el bosque quedó parcelado en cuatro zonas perfectamente delimitadas, dos zonas de caza -
mayor y menor-, una de pesca y una destinada a la tala de vegetación
Poblaban en este Real Sitio gran número de animales de distintas especies, unos pertenecientes a la
caza mayor y otros a la menor, siendo esta diferenciación la que de alguna manera presupuso una
clara división zonal.

Detalle del pinar de Valsaín


En la Zona de Caza Mayor se encontraban principalmente osos, gamos, venados, ciervos y Jabalíes,
que tenían su propio hábitat dentro de unas amplias extensiones de terreno. Estuvo totalmente
prohibido para cualquier persona el cazar, matar o incluso tomar vivo alguno de estos animales;
penándose el llevar y hacer uso de cepos, redes o cualquier tipo de armas de fuego. Para el eficaz
cumplimiento de estas órdenes fue necesario imponer una serie de penas o castigos.
Las Zonas de Caza Menor abarcaban la parte del bosque en que convivían liebres, perdices, conejos
y aves, también quedó limitado y, consecuentemente, se defendió de cualquier persona intrusa con
unas penas específicas.
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La entrada de cazadores furtivos era constante a pesar de las prohibiciones. Ante tal circunstancia
Felipe II levantó la veda de la caza menor en las dos leguas más próximas a la ciudad de Segovia.
De igual modo todo lo relativo a la pesca estaba perfectamente reglamentado. Discurre por este
bosque el llamado río Valsaín, cuyo caudal estaba destinado al uso real «desde la junta del río
Cambrones», extendiéndose la prohibición de pescar truchas, peces u otra clase de pescados en
«todos los otros ríos y arroyos que se juntan con el dicho Bosque». Esto no impidió que se pescara,
como demuestran los procesos que se abrieron contra personas que habían cometido excesos en
estos ríos.
Tampoco se permitía la tenencia de material que pudiese ser usado para la pesca, a las personas que
residían en las casas, molinos y batanes que estaban dentro de los límites o «en media legua más
abajo de la puente del río Cambrones».

Río Eresma a su paso por el Pinar de Valsaín


La extensión de los límites para la guarda de la caza mayor y menor fueron ampliados por Real
Cédula del 1 de mayo de 1579, agravándose con ello la situación de las personas que habitaban
dentro de este bosque, ya que el principal inconveniente residía en el daño que la caza hacía en sus
respectivas heredades. Esta contrariedad supuso la puesta en marcha de un nuevo planteamiento. La
revisión no tardó en producirse, pues en 1581 se modificaron algunas de las disposiciones que hasta
entonces habían venido rigiendo, y afectaron éstas a la caza menor, mientras que se consolidaban las
alusivas a la caza mayor y las de la guarda de la pesca.
Realmente lo más significativo estribó en la concesión de ciertas licencias otorgadas a los vecinos,
consistentes en poder cazar y matar toda la caza menor que hubiera en las cumbres altas, que cercan
el Valle de Lozoya; así como la caza mayor que hubiera dentro de sus heredades y en las tierras
sembradas o por sembrar.
En 1592 se despachó nueva Cédula Real señalando los límites para guardar de la caza. Ante las
protestas de Segovia, un año después se pidió otra restringiendo aquellos límites, que volvieron a
ampliarse en 1617 por algunas causas presentadas por el Fiscal de Los Bosques y Guarda Mayor, y
en esta situación se volvieron a observar los límites del año 1592.

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La ciudad de Segovia presentó al Rey en 1622 los inconvenientes que había y las causas y razones
que se ofrecían para que la Cédula del año 1593 tuviese efecto. La Junta de Obras y Bosques atendió
tal solicitud acordando que se amojonase de nuevo la raya por cuenta de la ciudad, asistiendo con las
personas que ella nombrase: el Guarda Mayor y Fiscal. El fiscal argumentó que esto traería muchos
inconvenientes, por lo que quedó en suspenso el acuerdo adoptado por la Junta. Nuevamente la
ciudad de Segovia en 1633 cursó instancia en los mismos términos, consiguiendo esta vez su
propósito, es decir, volver a los límites de 1593. Sin embargo, el alcaide de Valsaín, preocupado por
la escasez de caza propuso que con la mayor brevedad se ensanchara la raya, «si bien no tan
extendida como se manda por la cédula de 1592, ni tan restringida como la de 1593 que hoy se
observa».
El cambio de los límites de Valsaín fue constante, pero no afectó para nada a las prohibiciones y
sanciones que se mantuvieron a lo largo de los siglos XVII y XVIII. Sería con el primer Borbón,
Felipe V, cuando decidido a construirse su propio palacio y necesitando más terreno que el ofrecido
por los frailes en 1723, se enajenaron muchas obradas de este pinar, aumentadas con otras tantas
cedidas gratuitamente.

Ánade Real
La conservación del pinar y montes de Valsaín nunca excluyó la explotación del mismo. Una
explotación encaminada a la obtención de la madera, tras la protección y el tratamiento adecuado de
sus árboles.

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Surgieron también problemas en relación con los pastos, pues los grandes ganaderos arrendatarios
de ellos y el Honrado Concejo de la Mesta, que tenía derecho a pastar en todos los baldíos del reino,
por privilegio otorgado por los Reyes Católicos, no veían con buenos ojos la entrada en los montes
del fuerte contingente de ganado cabrío que introducían los pequeños ganaderos locales con sus
hatos, poco más que familiares, para complemento de su economía de subsistencia. Esto se debía a
que la cabra es capaz de aprovechar mucha más materia vegetal que la oveja, por su tendencia a
ramonear, y les daba mejor rendimiento. Pero, indudablemente la cabra era un peligro para la
conservación del monte, produciendo daños irreparables en la vegetación cuando su presencia era
excesiva, muy expresivamente lo pusieron de manifiesto los merineros con ocasión de sus protestas
ante el Concejo segoviano. También se acusó a la Mesta de llevar un número excesivo de cabras en
sus rebaños, puesto que esta organización no tenía ningún interés directo en la conservación del
monte. Estas protestas insistentes consiguieron que la Comunidad segoviana diera, en 1514, una
ordenanza disponiendo que ningún ganado cabrío entre en ningún monte ni en pinar ni en soto de
la dicha ciudad ni de ningún lugar de su tierra desde cavo del puerto. Esta medida, demasiado
drástica para cambiar de repente las costumbres y las bases de la economía doméstica de la comarca.
Debió de ser poco respetada, pues en otras ordenanzas posteriores de 1574, relativas al monte de
Valsaín, se adopta un criterio más flexible con los usos tradicionales, mandándose que no entren en
el pinar más de 35 cabras por cada rebaño de mil ovejas por haberse visto por experiencia que las
cabras hacen mucho y muy notable daño a los montes.
Por lo que se refiere al aprovechamiento de la madera y demás productos del pinar la situación no
era mucho mejor, por la gran cantidad de advertencias y prohibiciones que contienen dichas
ordenanzas. Por otra parte, su continua reiteración, en todas las ocasiones que se promulgaron, da la
impresión de que tales disposiciones eran muy poco respetadas. Entre ellas las más frecuentes
prohibiciones fueron: la de labrar madera rolliza, ni sacarla del monte sin licencia, ni en cantidad
superior a la autorizada; que los tocones no tuvieran más de dos pies de altura, ni dejar en el monte
troncos de pinos apeados; no hacer fogatas sin tomar las oportunas medidas de seguridad; que los
leñadores no pudieran hacer más que un viaje diario por leña, ni de noche, ni en día festivo.
Como es sabido este pinar tiene una madera de excelente calidad. Ya en el siglo XVI se empleó
como material de construcción, y no sólo en las obras de su propio palacio, sino también en otras
edificaciones reales más o menos cercanas a este núcleo; como es el caso del Alcázar segoviano, El
Escorial o El Pardo. Así, en repetidas ocasiones se ordenó «que se provean todos los carros, bueyes
y gente que fuere necesarios para ayudar, llevar la madera que estuviese cortada y se fuese cortando
de dicho monte para el dicho efecto».

Pino Silvestre

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La mayor parte de la madera se serraba en el propio monte, por lo que se hacía imprescindible la
presencia de serradores en él. La mano de obra que aportaba la comarca resultó ser insuficiente «a
causa de no hallarse los serradores y sierras que son necesarios». Con el fin de solventar tal
deficiencia se dieron instrucciones concretas, se convocó a los oficiales serradores que hubiese en
quince leguas a la redonda de la Casa Real del Bosque, quiénes deberían acudir con su herramienta
de trabajo, la sierra.
La vegetación fue celosamente protegida por la Corona. Se prohibía cortar, arrancar, descortezar o
sacar de cuajo los robles, fresnos y acebos de los pinares y montes de Valsaín; para lo cual se dejaban
claramente expuestas las sanciones. Las infracciones fueron frecuentes, por lo que fue preciso tomar
medidas con el fin de paliar tales abusos. A tal efecto, se nombró en 1565 una Comisión, cuyo
objeto era castigar a los que hubieran talado este bosque.
Se prestó especial atención al cuidado y renovación de su arbolado, hasta el punto de que el propio
Gaspar de Vega mostró su preocupación, informando al Rey en 1573 del estado en que se hallaba
este bosque y la conveniencia de realizar en él mejoras. El pinar de Valsaín fue en todo momento
estrechamente vigilado para su conservación, se nombraron para ello guardas de «a pie» y guardas de
«a caballo», a los que se unirían más tarde guardas de caza. Felipe II declaró que los guardas que
tanto él como su padre habían mandado poner en este lugar eran sólo para la caza, sin perjudicar en
nada a la Comunidad.
No obstante, el Concejo de Segovia en el día de San Juan de cada año nombraba comisarios para
inspeccionar el pinar. Se les concedía una gratificación de treinta mil maravedís, con la obligación de
visitar el monte veinte veces al año con los guardas.
A raíz de la adquisición de unas obradas de este pinar por Felipe V, comienzan una serie de pleitos
suscitados entre la ciudad de Segovia y su Junta de Linajes sobre a cuál de las dos comunidades
correspondía la propiedad y el goce de dichos bosques, y a otros pleitos entre Segovia y la Corona.
Parece ser que mientras las comunidades defendían sus derechos en los tribunales de justicia, el
pinar de Valsaín era objeto de no pocas arbitrariedades: exceso de cortas, mala administración y la
falta de cumplimiento de las ordenanzas establecidas en 1584. Todo esto trajo consigo que por Real
Orden de 27 de noviembre de 1759 se retirara a la ciudad y Junta de Segovia «la permisión de
semejantes cortas». El Corregidor de Segovia, D. José Velarde Henríquez, manifestó que la causa de
los continuos fraudes de leña y madera se debía al reducido número de guardas que existía en ese
momento, «uno mayor y cuatro ordinarios».
El Intendente de la ciudad también se hizo eco de los fraudes y de la mala conservación. Tan
constantes denuncias obligaron a efectuar un reconocimiento general del pinar. La tarea fue asignada
en 1755 a don Juan Piscotari y Molina calificado como persona inteligente y práctica en estos
asuntos. En su informe refiere «que este pinar ha sido el más castigado, no sólo con cortas
desarregladas y talas ejecutadas en ellos, sino con entradas de ganados, incendios y otros muchos
contratiempos», de tal manera que en él «se hallan doce [cuarteles] quemados, veinticinco calvas y
diecisiete navas que componen cincuenta y cuatro despoblados de dilatada extensión».
A consecuencia de todo esto, la adquisición de estos terrenos por parte de Carlos III no tardaría en
confirmarse. Por Real Decreto de 28 de junio de 1761 se dispuso la incorporación de este pinar a la
Corona. Obviamente las razones alegadas por el Monarca para realizar esta compra no fueron otras
que las anteriormente mencionadas, es decir, la mala conservación y el progresivo deterioro de este
pinar.
Los terrenos fueron tasados por peritos, para poner precio a la compra. Para facilitar su tasación en
renta y venta se recurrió de nuevo a su división en doce cuarteles. La tasación de este pinar ascendió
a la cantidad de tres millares trescientos cincuenta y dos mil doscientos setenta y siete reales y
veintiocho maravedís en venta y de renta noventa y cuatro mil trescientos sesenta reales.

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Del mismo modo, se tasaron el pinar de Riofrío, las Matas Robledales de San Idelfonso, la Mata de
Pirón en Sotosalbos y por último el Barracón contiguo a San Ildefonso y la Venta de la Fuenfría,
Casa de Postas. Esto supuso un precio en venta de un millón noventa y siete mil setecientos treinta
reales y en renta dieciséis mil cuatrocientos treinta reales.
El Rey aprobó la tasación total por Real Orden de 2 de octubre de 1761, ordenando al Marqués de
Esquilache que se encargara de tomar posesión de dichos terrenos. La escritura de enajenación se
otorgó el 4 de octubre de este mismo año, ante el notario don Antonio Martínez de Salazar. La
incorporación de Valsaín a la Corona se verificó a través de la Real Cédula publicada el 15 de
octubre de 1761.

Mojones que delimitan las propiedades de la corona. 1761


En la escritura de compra se reservaron para aprovechamiento y beneficio de la ciudad y tierra de
Segovia los pastos, leñas secas y muertas de los pinos, aguas corrientes y manantes, aunque,
ciertamente, no pasó de ser una mera declaración, puesto que en la práctica pronto se interrumpiría
el beneficio.
Ante estas contrariedades el Ayuntamiento segoviano desde 1855 comenzó a reclamar del
Patrimonio Real su legítimo derecho sobre el aprovechamiento de los pastos, que no del arbolado ya
que en ningún momento lo pretendió para sí. No exenta de razón estaba la Comunidad al reclamarlo
si se piensa que en otros tiempos fueron los Reyes los que solicitaban permiso al Concejo Segoviano
para que pudieran enviar sus ganados a pastar a Valsaín. La Intendencia de Palacio aplazaba la
respuesta con argumentos banales, sin conocimiento de Isabel II. A pesar de ello, y no quedando
otra salida, el municipio decidió interponer una demanda contra la Soberana.
Entre tanto, el Ayuntamiento de Segovia había dejado de ser el gestor único de los bienes de la
Comunidad al constituirse en 1857 la Junta de Investigación y Administración, cuya primera misión
fue la separación de los bienes y derechos que correspondían al Ayuntamiento y los que eran de la
Tierra. La demanda no se llegó a interponer a consecuencia de la Revolución de la Gloriosa de 1868
y la posterior desamortización de los bienes de la Corona.

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Tras la Gloriosa la administración y explotación del pinar de Valsaín se adjudicaron al Ministerio de
Hacienda, aunque las Cortes Constituyentes lo habían declarado monte de utilidad pública, no
enajenable y dependiente del Ministerio de Fomento. En 1872 se crea una Comisión para el servicio
del Pinar de Valsaín.
Restaurada de nuevo la Monarquía, Segovia continuó exigiendo sus derechos, siendo reconocidos
por Alfonso XII por Real Orden de 8 de marzo de 1878, si bien se incurrió en un grave error al
añadir que el disfrute de los pastos, matas y robledales se «hiciese en los propios términos que
venían disfrutándolos hasta 1868», cuando es sabido que en aquellos momentos el Patrimonio no lo
permitía.
En 1882 se ultimó el proyecto de Ordenación de las Reales Matas de Valsaín. Fue la primera
ordenación de su clase que se planteó en España. El resultado de los estudios y observaciones
hechos respecto a la carbonización de leñas, aprovechamiento de cortezas curtientes y cultivos de
rasos y calveros se recoge en la memoria elaborada por los ingenieros de la Comisión ordenadora,
dirigida por don Roque León del Rivero, Inspector General de Montes.
Fue precisamente este inspector quien presentó al Rey un proyecto para instalar en Valsaín un
Aserradero. Su instalación fue objeto de polémica, pues se temía que supusiera daños irreparables al
pinar y a la mano de obra maderera.
Recién proclamada la Segunda República, en el Decreto de 20 de abril de 1931, se nombró una
Comisión para realizar la incautación por el Estado de los bienes del patrimonio que habían sido de
la Corona; entre ellas una en la ciudad de Segovia n. Por Ley de 22 de marzo de 1932 se efectuó
dicha incautación, cuyo destino se articuló por decreto de 13 de junio de ese mismo año.
Por estas mismas fechas el Ministerio de Agricultura confeccionó un Catálogo de los montes de
utilidad pública de la provincia de Segovia. En él aparecen como montes de titularidad estatal las
Matas y el Pinar de Valsaín pertenecientes al término municipal de San Ildefonso. Asimismo, se
detallan los límites tanto de Las Matas como del Pinar, sus especies arbóreas y las Hectáreas que a
cada una de ellas corresponde, así como la totalidad de la superficie poblada.
En 1940 por ley de 7 de marzo, una vez instaurada la dictadura, se reguló el denominado Patrimonio
Nacional, constituido principalmente por los bienes que en su día pertenecieron a la Corona, entre
ellos Valsaín, tanto su pinar, como sus matas y su aserradero.
La Constitución de 1978 establece la Monarquía Parlamentaria como forma política del Estado
español haciéndose necesario una nueva regulación de este Patrimonio, que se plasma en la Ley
23/1982 del 16 de junio, que a su vez deroga la Ley señalada anteriormente.
El artículo 4 de la Ley 23/1982 recoge todos los bienes que integran dicho Patrimonio, quedando
excluido todo lo referente a Valsaín, cuya titularidad quedó transferida a ICONA.
• La Granja:
La presencia más antigua en el entorno de La Granja se remonta a 1450, cuando Enrique IV erige
aquí una ermita en honor de San Ildefonso. Ese terreno fue donado pocos años después, en 1477,
por los Reyes Católicos a la comunidad de monjes Jerónimos del Parral (Segovia). Esta ermita se fue
rodeando de una serie de edificaciones anexas, como una granja, una hospedería y una serie de
obradas de terreno destinadas a diversas actividades.

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Ermita de San Ildefonso. Jardines del palacio de La Granja
En 1719 en nuevo monarca, Felipe V, descubrió estos parajes durante una jornada de cacería. Fue
tal su enamoramiento con el lugar que rápidamente ordenó la compra de los terrenos para que se
construyera allí un palacio de verano. Por aquella época es posible que el rey ya pensara en abdicar
debido a unas enfermedades anímicas así como por el hastío que en él producía el poder.

Fachada principal del Palacio de San Ildefonso

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Las obras del palacio como de la colegiata se habían finalizado ya a finales de 1723. Las obras fueron
dirigidas por Teodoro Ardemans, quien respetó la casa-hospedería de los jerónimos en su totalidad.
Al mismo tiempo, se fueron diseñando unos jardines monumentales, esta responsabilidad recayó en
René Carlier y en Esteban Boutelou. Las obras de los jardines se prolongaron hasta mediados del
siglo debido a la necesidad de moldear el terreno, pues las fuertes pendientes hacían muy difícil
ajardinar alguna de las zonas del terreno adquirido por Felipe V.
El palacio es de estilo barroco. Consta de tres patios interiores, el de la fuente, el de la herradura y el
de los coches, todos ellos unidos por una galería interior. En la parte norte se encuentra ubicada la
Real Colegiata donde se hallan los sepulcros de Felipe V y su esposa, Isabel de Farnesio.
Las obras del palacio se retomarán entre 1725 y 1732, debido a que Felipe V debe retomar su papel
como monarca al fallecer Luis I, en quien había abdicado en 1724. El finalizar estas obras recae en
manos de Procaccini, a él se debe el diseño de los patios ya mencionadas antes. La fachada principal,
la más impactante para el visitante, es obra de Juvarra primero y de su discípulo, Sacchetti, después.
La decoración interior se realizó con gran suntuosidad, como era habitual en la época, aunque hoy
parte del ornamento no se conserva debido al incendio que en 1918 destruyó parte del palacio.
La colegiata es obra de Teodoro Ardemans, que la concibió como parte del barroco español, con
planta de cruz latina y una gran cúpula en el crucero. La fachada que desde el exterior podemos
observar hoy es obra, de nuevo, de Procaccini y de Subissati, y los frescos del interior son de Bayeu
y Maella y cuenta con dos destacados cuadros, uno de ellos de Murillo y otro de Alonso Cano.

Fachada de la Real Colegiata


Los jardines que rodean y decoran este palacio fueron diseñados, como se ha dicho, por Renato
Carlier, que trató, en la medida de lo posible, aprovechar las fuertes pendientes que poseía el terreno.
Posee veintiséis destacadas fuentes monumentales de inspiración mitológica, usada ésta en muchos
casos como alegorías del reinado de Felipe V. Los juegos de agua que estas fuentes producen usan
solamente la fuerza de la gravedad, gracias a la cual se logran columnas de agua de hasta 45 metros
de altura.

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Detalle de una de las fuentes monumentales
El jardín se divide en dos zonas claras, los jardines y el bosque. La primera parte se identifica por la
presencia de las fuentes monumentales, por el plano ordenado de las calles que se encuentran
delimitadas por arboles, y por los bosquetes que se encuentran entre las calles y donde se ubicaban
pequeños lugares de retiro. La zona del bosque se encuentra sin ningún tipo de ajardinado, solo
existen algunas calles y que destaca por estar allí ubicado el gran estanque de El Mar, depósito de
agua que abastece a todo el jardín, incluidas las fuentes monumentales, y junto al que se construyó
en la segunda mitad del siglo XIX una piscifactoría destinada a la cría de Trucha y de salmónidos
centroeuropeos.
Pocos años después un tercer palacio se comenzará a construir en este municipio, será el de Riofrío.
Este palacio se debe a que Isabel de Farnesio, tras la muerte de Felipe V, teme ser relegada a un
segundo plano y con ello ser apartada del palacio de La Granja. Este nuevo palacio, más sobrio y
con gran influencia italiana, no se terminará de construir debido a que Isabel de Farnesio tendrá que
ocupar la regencia al fallecer su hijastro y, tras la llegada al trono de Carlos III, Isabel paso a residir
casi de forma permanente en La Granja. Las obras de finalización se realizarán por orden de Carlos
III en 1762, el resto del complejo palacial no se llevó a cabo. Este palacio no fue habitado nunca de
forma continua, tan solo en contadas ocasiones en que se convirtió en lugar de luto de Alfonso XII
y en pabellón de caza para Alfonso XIII.

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Estanque de El Mar
Pero, además, la importante presencia del mundo vidriero en el municipio justificó la inversión que
Carlos III realizó en 1770 para crear la Real Fábrica de Cristales de La Granja, que supuso la
aparición del más importante centro de I+D del siglo XVIII en el mundo del vidrio. Lugar donde se
realizaron algunos de los avances más destacados en este ámbito y que llegó a emplear a más de
trescientos trabajadores. Fue diseñado por Díaz Gamones y ampliado, posteriormente, por Juan de
Villanueva. Este centro aun hoy continúa fabricando con técnicas artesanales al tiempo que posee el
único Grado de formación universitaria en el ámbito del vidrio en toda España. Además de esto se
encuentra a pocos metros de este edificio una nueva fábrica, con producción industrial, que
mantiene vivo el espíritu vidriero en el municipio.

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Trabajo artesanal del vidrio en la Real Fábrica de Cristales de La Granja
Del reinado de Carlos III es también destacable el Real Decreto por el que se traslada el cementerio
fuera de los muros del pueblo, convirtiéndole en el más antiguo, extramuros, del país. La razón se
debe casi en su totalidad a la higiene y a la salud pública.
El municipio se convirtió en el escenario de importantes acontecimientos de la historia de España y,
en ocasiones, de Europa. Es en este Real Palacio es donde se firmaron los tratados de San Ildefonso,
por los cuales se alcanzaba la paz con Portugal y se llegaba a acuerdos políticos y militares con la
Francia del directorio, también fue donde se fraguó, en buena parte, el problema Carlista y donde los
militares obligaron a Isabel II a restaurar la Constitución de 1812 y con ello el constitucionalismo en
España.
El siglo XX fue para el municipio, como para el país, un siglo difícil. Con la llegada de la II
República se respiró un aire de tranquilidad y libertad en todo el Real Sitio, eran habituales los actos
públicos de toda índole. Pero la guerra civil afectó de lleno a este lugar, la represión se cebó con sus
vecinos a lo que se sumó, en 1937, una ofensiva sobre Segovia que se desarrolló al cien por cien en
el término municipal de San Ildefonso y que afectó de forma destacable al lugar.
La posterior dictadura no se olvidó del Real Sitio de San Ildefonso, lugar de retiro estival de los
monarcas y donde habían nacido algunos de los infantes en los últimos siglos. La presencia de la
monarquía sirvió para que el franquismo buscase dar legitimidad a su existencia a través de la
presencia en los mismos lugares donde habitualmente se encontraban los Borbones, por ello se
eligió este lugar como lugar de celebración de los fastos del 18 de Julio, día grande de la dictadura.

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Celebración del 18 de Julio en el Palacio de La Granja
La restauración de la democracia volvió a cambiar las cosas, siempre para mejor, permitiendo un
desarrollo social y económico mayor, lográndose algunos grandes proyectos. Las últimas dos
décadas son las que, finalmente, han llevado al gran avance del municipio en cuanto a la
recuperación y conservación de su patrimonio cultural así como el desarrollo social y económico. A
esto se debe sumar la grandiosa gestión que se desarrolla en los Montes de Valsaín, lo que ha
permitido conservar tan magnífico lugar en perfectas condiciones.

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Excelentísimo ayuntamiento de San Ildefonso

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