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Charles Darwin

Charles Robert Darwin nació en Sherewsbury el 12 de febrero de 1809. Fue el segundo hijo varón
de Robert Waring Darwin, médico de fama en la localidad, y de Susannah Wedgwood, hija de un
célebre ceramista del Staffordshire, Josiah Wedgwood, promotor de la construcción de un canal para
unir la región con las costas y miembro de la Royal Society.

Su abuelo paterno, Erasmus Darwin, fue también un conocido médico e importante naturalista, autor
de un extenso poema en pareados heroicos que presentaba una alegoría del sistema linneano de
clasificación sexual de las plantas, el cual fue un éxito literario del momento; por lo demás, sus
teorías acerca de la herencia de los caracteres adquiridos estaban destinadas a caer en descrédito
por obra, precisamente, de su nieto.

Además de su hermano, cinco años mayor que él, Charles tuvo tres hermanas también mayores y
una hermana menor. Tras la muerte de su madre en 1817, su educación transcurrió en una escuela
local; en su vejez recordaría su experiencia allí como lo peor que pudo sucederle a su desarrollo
intelectual. Ya desde la infancia dio muestras de un gusto por la historia natural que él consideró
innato y, en especial, de una gran afición por coleccionar cosas (conchas, sellos, monedas o
minerales), el tipo de pasión «que le lleva a uno a convertirse en un naturalista sistemático, en un
experto, o en un avaro».

En octubre de 1825 Darwin ingresó en la Universidad de Edimburgo para estudiar medicina por
decisión de su padre, al que siempre recordó con cariño y admiración, y con un respeto no exento de
connotaciones psicoanalíticas; la hipocondría de Darwin en su edad adulta combinaría siempre la
desconfianza en los médicos con la fe ilimitada en el instinto y los métodos de tratamiento de su
padre.

El joven Charles, sin embargo, no consiguió interesarse por la carrera; a la repugnancia por las
operaciones quirúrgicas y a la incapacidad del profesorado para captar su atención, vino a sumarse
el creciente convencimiento de que la herencia de su padre le iba a permitir una confortable
subsistencia sin necesidad de ejercer una profesión como la de médico. De modo que, al cabo de
dos cursos, su padre, dispuesto a impedir que se convirtiera en un ocioso hijo de familia, le propuso
una carrera eclesiástica. Tras resolver los propios escrúpulos acerca de su fe, Darwin aceptó con
gusto la idea de llegar a ser un clérigo rural y, a principios de 1828, después de haber refrescado su
formación clásica, ingresó en el Christ's College de Cambridge.

En Cambridge, como antes en Edimburgo y en la escuela, Darwin perdió el tiempo por lo que se
refiere al estudio, a menudo descuidado para dar satisfacción a su pasión por la caza y por montar a
caballo, actividades que ocasionalmente culminaban en cenas con amigos de las que Darwin
conservó un recuerdo (posiblemente exagerado) como de auténticas francachelas. Con todo, su
indolencia quedó temperada por la adquisición de sendos gustos por la pintura y la música, de los
que él mismo se sorprendió más tarde, dada su absoluta carencia de oído musical y su incapacidad
para el dibujo (un «mal irremediable» que, junto con su desconocimiento práctico de la disección,
representó una desventaja para sus trabajos posteriores).

Más que de los estudios académicos que se vio obligado a cursar, Darwin extrajo provecho en
Cambridge de su asistencia voluntaria a las clases del botánico y entomólogo John Henslow, cuya
amistad le reportó «un beneficio inestimable» y que tuvo una intervención directa en dos
acontecimientos que determinaron su futuro: la expedición a Gales y, sobre todo, el viaje del Beagle.
Al término de sus estudios en abril de 1831, el reverendo Henslow lo convenció de que profundizase
en la geología, materia por la que las clases recibidas en Edimburgo le habían hecho concebir
verdadera aversión, y le presentó a Adam Sedgwick, fundador del sistema cambriano, quien inició
precisamente sus estudios sobre el mismo en una expedición al norte de Gales realizada en abril de
ese mismo año en compañía de Darwin (treinta años más tarde, Henslow se vería obligado a
defender al discípulo común ante las violentas críticas dirigidas por Sedgwick a las ideas
evolucionistas).

Pero la importancia decisiva de la figura del reverendo en la vida de Darwin se mide ante todo por el
hecho de que fue Henslow quien le proporcionó a Darwin la oportunidad de embarcarse como
naturalista con el capitán Robert Fitzroy y acompañarle en el viaje que éste se proponía realizar a
bordo del Beagle alrededor del mundo. En un principio su padre se opuso al proyecto, manifestando
que sólo cambiaría de opinión si «alguien con sentido común» era capaz de considerar aconsejable
el viaje.

Ese alguien fue su tío (y futuro suegro) Josiah Wedgwood, quien intercedió en favor de que su joven
sobrino participase en la expedición; entretanto, el propósito de viajar se había consolidado en
Darwin desde meses antes, cuando la lectura de las obras del naturalista alemán  Alejandro
Humboldt suscitó en él un deseo inmediato de visitar Tenerife y empezó a aprender castellano y a
informarse acerca de los precios del pasaje.

El 27 de diciembre de 1831 el Beagle zarpó de Davenport con Darwin a bordo, dispuesto a


comenzar la que él llamó su «segunda vida» tras dos meses de desalentadora espera en Plymouth,
mientras la nave era reparada de los desperfectos ocasionados en su viaje anterior, y después de
que la galerna frustrara dos intentos de partida. Durante ese tiempo, Darwin experimentó
«palpitaciones y dolores en el corazón» de origen más que probablemente nervioso, como quizá
también lo habrían de ser más tarde sus frecuentes postraciones. Sin saberlo, Darwin había corrido
el riesgo de ser rechazado por Robert Fitzroy, ya que el capitán, convencido seguidor de las teorías
fisiognómicas del sacerdote suizo Johann Caspar Lavarte, estimó en un principio que la nariz del
naturalista no revelaba la energía y determinación suficientes para la empresa.

El objetivo de la expedición dirigida por el capitán Fitzroy era el de completar el estudio topográfico
de los territorios de la Patagonia y la Tierra del Fuego, el trazado de las costas de Chile, Perú y
algunas islas del Pacífico y la realización de una cadena de medidas cronométricas alrededor del
mundo. El periplo, de casi cinco años de duración, llevó a Darwin a lo largo de las costas de América
del Sur, para regresar luego durante el último año visitando las islas Galápagos, Tahití, Nueva
Zelanda, Australia, Mauricio y Sudáfrica.

Durante ese período el talante de Darwin experimentó una profunda transformación. La antigua
pasión por la caza sobrevivió los dos primeros años con toda su fuerza, y fue él mismo quien se
encargó de disparar sobre los pájaros y animales que pasaron a engrosar sus colecciones; poco a
poco, sin embargo, esta tarea fue quedando encomendada a su criado a medida que su atención
resultaba cada vez más absorbida por los aspectos científicos de su actividad.

El estudio de la geología fue, en un principio, el factor que más contribuyó a convertir el viaje en la
verdadera formación de Darwin como investigador, ya que con él entró inexcusablemente en juego
la necesidad de razonar. Darwin se llevó consigo el primer volumen de los Principios de geología de
Charles Lyell, autor de la teoría llamada de las causas actuales y que habría de ser su colaborador
en la exposición del evolucionismo; desde el reconocimiento de los primeros terrenos geológicos que
visitó (la isla de Santiago, en Cabo Verde), Darwin quedó convencido de la superioridad del enfoque
preconizado por Lyell.

En Santiago tuvo por vez primera la idea de que las rocas blancas que observaba habían sido
producidas por la lava derretida de antiguas erupciones volcánicas, la cual, al deslizarse hasta el
fondo del mar, habría arrastrado conchas y corales triturados comunicándoles consistencia rocosa.
Hacia el final del viaje, Darwin tuvo noticia de que Adam Sedgwick había expresado a su padre la
opinión de que el joven se convertiría en un científico importante; el acertado pronóstico era el
resultado de la lectura por el reverendo Henslow, ante la Philosophical Society de Cambridge, de
algunas de las cartas remitidas por Darwin.

De entre los logros científicos obtenidos por Darwin durante el viaje, el primero en ver la luz (1842)
sería la teoría sobre la formación de los arrecifes de coral por el crecimiento de éste en los bordes y
en la cima de islas que se iban hundiendo lentamente. Junto a esta hipótesis y al establecimiento de
la estructura geológica de algunas islas como Santa Elena, es preciso destacar el descubrimiento de
la existencia de una cierta semejanza entre la fauna y la flora de las islas Galápagos con las de
América del Sur, así como de diferencias entre los ejemplares de un mismo animal o planta
recogidos en las distintas islas, lo que le hizo sospechar que la teoría de la estabilidad de las
especies podía ser puesta en entredicho. Fue la elaboración teórica de esas observaciones la que,
años después, resultó en su enunciado de las tesis evolutivas.

Darwin regresó a Inglaterra el 2 de octubre de 1836; el cambio experimentado en esos años debió
de ser tan notable que su padre, «el más agudo observador que se haya visto, de natural escéptico y
que estaba lejos de creer en la frenología», dictaminó al volverlo a ver que la forma de su cabeza
había cambiado por completo. También su salud se había alterado; hacia el final del viaje se
mareaba con más facilidad que en sus comienzos, y en el otoño de 1834 había estado enfermo
durante un mes. Se ha especulado con la posibilidad de que, en marzo de 1835, contrajera una
infección latente de la llamada enfermedad de Chagas como consecuencia de la picadura de un
insecto.

De todos modos, desde su llegada hasta comienzos de 1839, Darwin vivió los meses más activos de
su vida, pese a las pérdidas de tiempo que le supuso el sentirse ocasionalmente indispuesto.
Trabajó en la redacción de su diario del viaje (publicado en 1839) y en la elaboración de dos textos
que presentaban sus observaciones geológicas y zoológicas. Instalado en Londres desde marzo de
1837, se dedicó a «hacer un poco de sociedad», actuando como secretario honorario de la
Geological Society y tomando contacto con Charles Lyell.

En julio de ese año empezó a escribir su primer cuaderno de notas sobre sus nuevos puntos de vista
acerca de la «transmutación de las especies», que se le fueron imponiendo al reflexionar acerca de
sus propias observaciones sobre la clasificación, las afinidades y los instintos de los animales, y
también como consecuencia de un estudio exhaustivo de cuantas informaciones pudo recoger
relativas a las transformaciones experimentadas por especies de plantas y animales domésticos
debido a la intervención de criadores y horticultores.

Sus investigaciones, realizadas sobre la base de «auténticos principios baconianos», pronto le


convencieron de que la selección era la clave del éxito humano en la obtención de mejoras útiles en
las razas de plantas y animales. La posibilidad de que esa misma selección actuara sobre los
organismos que vivían en un estado natural se le hizo patente cuando en octubre de 1838 leyó
«como pasatiempo» el Ensayo sobre el principio de la población de Thomas Malthus.

Dispuesto como se hallaba, por sus prolongadas observaciones sobre los hábitos de animales y
plantas, a percibir la presencia universal de la lucha por la existencia, se le ocurrió al instante que,
en esas circunstancias, las variaciones favorables tenderían a conservarse, mientras que las
desfavorables desaparecerían, con el resultado de la formación de nuevas especies. Darwin estimó
que, «al fin, había conseguido una teoría con la que trabajar»; sin embargo, preocupado por evitar
los prejuicios, decidió abstenerse por un tiempo de «escribir siquiera el más sucinto esbozo de la
misma». En junio de 1842 se permitió el placer privado de un resumen muy breve (treinta y cinco
páginas escritas a lápiz), que amplió hasta doscientas treinta páginas en el verano del año 1844.

Darwin había contraído matrimonio el 29 de enero de 1839 con su prima Emma Wedgwood.
Residieron en Londres hasta septiembre de 1842, cuando la familia se instaló en Down, en el
condado de Kent, buscando un género de vida que se adecuase mejor a los frecuentes períodos de
enfermedad que, a partir del regreso de su viaje, afligieron constantemente a Darwin. Por lo demás,
los años de Londres fueron, por lo que a vida social se refiere, el preludio de un retiro casi total en
Down, donde vivió hasta el final de sus días. El 27 de diciembre de 1839 nació el primer hijo del
matrimonio, y Darwin inició con él una serie de observaciones, que se prolongaron a lo largo de los
años, sobre la expresión de las emociones en el hombre y en los animales. Tuvo diez hijos, seis
varones y cuatro mujeres, nacidos entre 1839 y 1856, de los que dos niñas y un niño murieron en la
infancia.
Durante los primeros años de su estancia en Down, Darwin completó la redacción de sus trabajos
sobre temas geológicos y se ocupó también de una nueva edición de su diario de viaje, que en un
principio había aparecido formando parte de la obra publicada por Fitzroy sobre sus expediciones;
en las notas autobiográficas que redactó en 1876 (reveladoramente tituladas Recollections of the
Development of my Mind and Character ), Darwin reconoció que «el éxito de este mi primer retoño
literario siempre enardece mi vanidad más que el de cualquier otro de mis libros».

De 1846 a 1854, Darwin estuvo ocupado en la redacción de sus monografías sobre los cirrópodos,
por los que se había interesado durante su estancia en las costas de Chile al hallar ejemplares de un
tipo que planteaba problemas de clasificación. Esos años de trabajo sirvieron para convertirlo en un
verdadero naturalista según las exigencias de su época, añadiendo al aprendizaje práctico adquirido
durante el viaje la formación teórica necesaria para abordar el problema de las relaciones entre la
historia natural y la taxonomía. Además, sus estudios sobre los percebes le reportaron una sólida
reputación entre los especialistas, siendo premiados en noviembre de 1853 por la Royal Society, de
la que Darwin era miembro desde 1839.

A comienzos de 1856, Charles Lyell aconsejó a Darwin que trabajara en el completo desarrollo de


sus ideas acerca de la evolución de las especies. Darwin emprendió entonces la redacción de una
obra que, aun estando concebida a una escala tres o cuatro veces superior de la que luego había de
ser la del texto efectivamente publicado, representaba, en su opinión, un mero resumen del material
recogido al respecto.
Pero cuando se hallaba hacia la mitad del trabajo, sus planes se fueron al traste por un suceso que
precipitó los acontecimientos: en el verano de 1858 recibió un manuscrito que contenía una breve
pero explícita exposición de una teoría de la evolución por selección natural, que coincidía
exactamente con sus propios puntos de vista. El texto, remitido desde la isla de Ternate, en las
Molucas, era obra de Alfred Russel Wallace, un naturalista que desde 1854 se hallaba en el
archipiélago malayo y que ya en 1856 había enviado a Darwin un artículo sobre la aparición de
especies nuevas con el que se sintió ampliamente identificado.

En su nuevo trabajo, Wallace hablaba, como Darwin, de «lucha por la existencia», una idea que,
curiosamente, también le había venido inspirada por la lectura de Malthus. Darwin puso a Lyell en
antecedentes del asunto y le comunicó sus vacilaciones acerca de cómo proceder respecto a la
publicación de sus propias teorías, llegando a manifestar su intención de destruir sus propios
escritos antes que aparecer como un usurpador de los derechos de Wallace a la prioridad.

El incidente se saldó de manera salomónica merced a la intervención de Lyell y del botánico Joseph
Dalton Hooker, futuro director de los Kew Gardens creados por su padre y uno de los principales
defensores de las teorías evolucionistas de Darwin, con quien le unió una estrecha amistad desde
1843. Siguiendo el consejo de ambos, Darwin resumió su manuscrito, que fue presentado por Lyell y
Hooker ante la Linnean Society el 1 de julio de 1858, junto con el trabajo de Wallace y con un
extracto de una carta remitida por Darwin el 5 de septiembre de 1857 al botánico estadounidense
Asa Gray, en el que constaba un esbozo de su teoría.
Alfred Wallace no puso nunca en cuestión la corrección del procedimiento; más tarde, en 1887,
manifestó su satisfacción por la manera en que todo se había desarrollado, aduciendo que él no
poseía «el amor por el trabajo, el experimento y el detalle tan preeminente en Darwin, sin el cual
cualquier cosa que yo hubiera podido escribir no habría convencido nunca a nadie».

El origen de las especies


Tras el episodio, Darwin se vio obligado a dejar de lado sus vacilaciones por lo que a la publicidad
de sus ideas se refería, y abordó la tarea de reducir la escala de la obra que tenía entre manos para
enviarla cuanto antes a la imprenta; en «trece meses y diez días de duro trabajo» quedó por fin
redactado el libro Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural, o la
preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida , largo título que es casi la enunciación
de su tesis y que suele abreviarse como El origen de las especies. Los primeros 1.250 ejemplares se
vendieron el mismo día de su aparición, el 24 de noviembre de 1859.
Las implicaciones teológicas de la obra, que atribuía a la selección natural facultades hasta entonces
reservadas a la divinidad, fueron causa de que inmediatamente empezara a formarse una enconada
oposición, capitaneada por el paleontólogo Richard Owen, quien veinte años antes había acogido
con entusiasmo las colecciones de fósiles traídas por Darwin de su viaje.
En una memorable sesión de la British Association for the Advancement of Science que tuvo lugar
en Oxford el 30 de junio de 1860, el obispo Samuel Wilberforce, en calidad de portavoz del partido
de Owen, ridiculizó con brillante elocuencia las tesis evolucionistas, provocando una contundente
réplica por parte del zoólogo Thomas Henry Huxley, que fue el principal defensor ante la oposición
religiosa de las tesis de Darwin, ganándose el sobrenombre de su bulldog. A la pregunta de
Wilberforce sobre si a Huxley le hubiera sido indiferente saber que su abuelo había sido un mono, la
respuesta inmediata fue, según el testimonio de Lyell: «Estaría en la misma situación que su
señoría».
Darwin se mantuvo apartado de la intervención directa en la controversia pública hasta 1871, cuando
se publicó su obra El origen del hombre y la selección en relación al sexo , donde expuso sus
argumentos en favor de la tesis de que el hombre había aparecido sobre la Tierra por medios
exclusivamente naturales. Tres años antes había aparecido su estudio sobre la variación en
animales y plantas por los efectos de la selección artificial, en el que trató de formular una teoría
sobre el origen de la vida en general («pangénesis»), que resultó ser la más pobre de sus
aportaciones a la biología.
En 1872, con La expresión de las emociones en el hombre y en los animales , obra seminal de lo que
luego sería el estudio moderno del comportamiento, Darwin puso fin a sus preocupaciones por los
problemas teóricos y dedicó los últimos diez años de su vida a diversas investigaciones en el campo
de la botánica. A finales de 1881 comenzó a padecer graves problemas cardíacos, y falleció a
consecuencia de un ataque al corazón el 19 de abril de 1882.
Miguel Ángel
Michelangelo Buonarroti fue un hombre solitario, iracundo y soberbio, constantemente desgarrado
por sus pasiones y su genio. Dominó las cuatro nobles artes que solicitaron de su talento: la
escultura, la pintura, la arquitectura y la poesía, siendo en esto parangonable a otro genio
polifacético de su época, Leonardo da Vinci. Durante su larga vida amasó grandes riquezas, pero
era sobrio en extremo, incluso avaro, y jamás disfrutó de sus bienes. Si Hipócrates afirmó que el
hombre es todo él enfermedad, Miguel Ángel encarnó su máxima fiel y exageradamente, pues no
hubo día que no asegurase padecer una u otra dolencia.

Quizás por ello su existencia fue una continua lucha, un esfuerzo desesperado por no ceder ante los
hombres ni ante las circunstancias. Acostumbraba a decir en sus últimos días que para él la vida
había sido una batalla constante contra la muerte. Fue una batalla de casi noventa años, una lucha
incruenta cuyo resultado no fueron ruinas y cadáveres, sino algunas de las más bellas y grandiosas
obras de arte que la humanidad afortunadamente ha conocido.

En Caprese, hermosa aldea rodeada de prados y encinares, nació el 6 de marzo de 1475 Miguel
Ángel, hijo de Ludovico Buonarroti y de Francesa di Neri di Miniato del Sera. Su padre descendía de
artesanos y, quizás por ello, siempre se opuso a la vocación de su hijo; consideraba que el comercio
era mucho más rentable y distinguido que cualquier actividad manual plebeya. Miguel Ángel siempre
estuvo agradecido a su nodriza, mujer de un cincelador, pues aseguraba que con su leche había
mamado "el escoplo y el mazo para hacer las estatuas".

Cuando siendo apenas un adolescente el joven Buonarroti se trasladó a Florencia, la ciudad vivía
uno de sus momentos más esplendorosos. Lorenzo de Médicis, llamado el Magnífico, reinaba sobre
los florentinos impregnándolo todo de belleza y sabiduría. Refinado y abrumadoramente inteligente,
Lorenzo era un extraordinario príncipe poeta, considerado un erudito por los helenistas, un guerrero
invencible por los soldados y un amante insuperable por los libertinos.

En la corte de este dechado de virtudes, rodeado de pensadores de la talla de  Pico della Mirandola,
Poliziano o Marsilio Ficino, y junto a maestros como Domenico Ghirlandaio o Sandro Botticelli,
Miguel Ángel dio sus primeros pasos por el rutilante camino de las bellas artes. En el jardín de San
Marcos, que Lorenzo había hecho decorar con antiguas estatuas, el joven escultor pudo estudiar a
los autores del pasado e imbuirse de su técnica. El lugar se había convertido en una especie de
academia al aire libre donde los jóvenes se ejercitaban bajo la dirección de un discípulo de
Donatello, el maestro Bertoldo. El talento precoz de Miguel Ángel se reveló al cincelar una cabeza de
fauno que suscitó el interés del propio príncipe, siempre en busca de nuevos valores a los que
acoger bajo su protección. Inmediatamente, Miguel Ángel ingresó en la reducida y selecta nómina de
sus favoritos.

Un día, mientras Miguel Ángel admiraba los frescos de Masaccio en el claustro de la iglesia del
Carmine junto a Pietro Torrigiano, amigo y condiscípulo, surgió entre ambos una agria disputa. A
Buonarroti le fascinaba la plasticidad de las figuras, que casi poseían relieve; para Torrigiano, los
frescos carecían de brillantez y expresividad. La discusión acabó en reyerta: los muchachos
intercambiaron algunos golpes y Pietro propinó a Miguel Ángel un puñetazo que le fracturó la nariz.
El rostro de nuestro héroe quedó marcado por esa pequeña deformidad, que le amargaría en lo
sucesivo. Sin embargo, un dolor aún mayor se adueñó de su corazón a raíz de la súbita muerte de
Lorenzo el Magnífico, sobrevenida cuando el príncipe acababa de cumplir cuarenta y tres años. Ni
Florencia ni Miguel Ángel volverían a ser como antes.

Tras la desaparición del Magnífico, Buonarroti dejó la corte y regresó a la casa paterna durante
algunos meses. El nuevo señor de la ciudad, Piero de Médicis, tardó en acordarse de él, y cuando lo
hizo fue para proponerle una efímera fama mediante un encargo sorprendente: había nevado en
Florencia y quiso que Miguel Ángel modelara en el patio de su palacio una gran estatua de nieve. El
blanco monumento fue tan de su agrado que, de un día para otro, el artista se convirtió por voluntad
suya en un notorio personaje. Miguel Ángel aceptó los honores en silencio, ocultando el rencor que
le producía tal afrenta, y luego decidió marcharse de Florencia antes que seguir soportando a aquel
estúpido que en nada se parecía a su predecesor.

Además, negros nubarrones se cernían sobre la ciudad. Los ejércitos franceses y españoles
luchaban muy cerca de las murallas y, en el interior, un terrible fraile dominico llamado  Girolamo
Savonarola agitaba a las masas con su verbo ardiente contra el lujo pagano de los Médicis. Piero de
Médicis acabó huyendo y Savonarola se apresuró a instaurar una república teocrática, pródiga en
autos de fe y piras purificadoras donde se consumían libros, miniaturas, obras de arte y otros objetos
impuros. Miguel Ángel nunca olvidó las prédicas de aquel iluminado, ni las llamas que terminaban
para siempre con el sueño de una Florencia joven, alegre, culta y confiada.

Buonarroti se trasladó por primera vez a Roma en 1496. Allí estudió a fondo el arte clásico y esculpió
dos de sus mejores obras juveniles: el delicioso Baco y la conmovedora Piedad, en las que su
personalísimo estilo empezaba a manifestarse de manera rotunda e incontrovertible. Luego, de
regreso a Florencia, acometió uno de sus proyectos más valientes, aceptando un desafío que ningún
creador había osado hasta entonces: trabajar en un bloque de mármol de casi cinco metros de altura
que yacía abandonado desde un siglo antes en la cantera del "duomo" florentino. Con abrumadora
seguridad, Miguel Ángel hizo surgir de él el monumental David, como si la figura se hallase desde
siempre en el interior de la piedra, creando para sus contemporáneos una imagen orgullosa e
impresionante del joven héroe, en clara rivalidad con las dulces y adolescentes representaciones
anteriores de Donatello y Verrocchio.
En marzo de 1505 el artista fue requerido de nuevo en Roma por el papa Julio II. Se trataba de un
pontífice de fuerte personalidad, vigoroso y tenaz, que iba a presidir el gran momento artístico e
intelectual de la Roma renacentista, en la que destacarían por encima de todos dos artistas
sublimes: Miguel Ángel Buonarroti y Rafael Sanzio de Urbino.

Julio II encargó a Buonarroti la realización de su monumento funerario. El proyecto original


elaborado por Miguel Ángel preveía un vasto conjunto escultórico y arquitectónico con más de
cuarenta estatuas destinadas a enaltecer el triunfo de la Iglesia. Pero algunos consejeros
interesados susurraron al oído del papa que no podía ser de buen agüero construirse un mausoleo
en vida, y Julio II arrinconó el proyecto de su monumento funerario para dedicarse a los planos que
Bramante había realizado para la nueva basílica de San Pedro.

Miguel Ángel, despechado, abandonó Roma dispuesto a no regresar nunca más. Sin embargo, en
mayo de 1508 aceptó un nuevo cometido del papa, quien deseaba mitigar su disgusto y
compensarle de algún modo confiándole la decoración de la Capilla Sixtina. Miguel Ángel aceptó,
aunque estaba seguro de que el inspirador del nuevo encargo no podía ser otro que  Bramante, su
enemigo y competidor, que ansiaba verle fracasar como fresquista para sustituirle por su
favorito, Rafael.

Pero Buonarroti no se arredró. Tras mandar construir un portentoso andamio que no tocaba la pared
de la Sixtina por ningún punto, despidió con soberbia infinita a los expertos que se habían ofrecido a
aconsejarle y comenzó los trabajos completamente solo, ocultándose de todas las miradas y
llegando a enfermar del esfuerzo que suponía pintar durante horas recostado en aquellas duras
tablas a la luz de un simple candil.

Sólo Julio II estaba autorizado a contemplar los progresos de Miguel Ángel y, aunque el artista
trabajaba con rapidez, el pontífice comenzó a impacientarse, pues sentía cercano el día de su
muerte. "¿Cuándo terminaréis?", preguntaba el papa, y Miguel Ángel respondía: "¡Cuando acabe!"
En cierta ocasión, el Santo Padre amenazó a Buonarroti con tirarle del andamio, y éste repuso que
estaba dispuesto a abandonar Roma y dejar los frescos inacabados. Las disputas entre ambos
menudearon a lo largo de los cuatro años que duró la decoración de la bóveda de la capilla,
concluida finalmente el día de Todos los Santos de 1512, cuatro meses antes del fallecimiento de
Julio II.

A juicio de Giorgio Vasari, historiador del arte, arquitecto y pintor contemporáneo de Miguel Ángel,
los frescos de la Capilla Sixtina eran "una obra cumbre de la pintura de todos los tiempos, con la que
se desvanecían las tinieblas que durante siglos habían rodeado a los hombres y oscurecido el
mundo". Julio II, en su lecho de muerte, se declaró feliz porque Dios le había dado fuerzas para ver
terminada la obra de Miguel Ángel, pudiendo así conocer de antemano a través de ella cómo era el
reino de los cielos.

Buonarroti se había inspirado en la forma real de la bóveda para insertar en ella gigantescas
imágenes de los profetas y las sibilas, situando más arriba el desarrollo de la historia del Génesis y
dejando la parte inferior para las figuras principales de la salvación de Israel y de los antepasados
de Jesucristo. Mediante una inmensa variedad de perspectivas y la adaptación libre de cada
personaje a la profundidad de la bóveda, Miguel Ángel consiguió crear uno de los conjuntos más
asombrosos de toda la historia del arte, una obra de suprema belleza cuya contemplación sigue
siendo hoy una experiencia inigualable.

Desaparecido Julio II y finalizada la Capilla Sixtina, Miguel Ángel quiso reemprender los trabajos
para el mausoleo del pontífice, pero una serie de modificaciones sobre el proyecto primitivo y de
pleitos con los herederos del fallecido impidieron su consecución, lo que contribuyó a mortificar su ya
de por sí amargado carácter. De la célebre tumba quedarían tan sólo dos obras, insignificantes
comparadas con la grandiosidad del conjunto pero extraordinarias por sí mismas: los
portentosos Esclavos que se conservan en el Museo del Louvre y el famoso Moisés, que expresa
con su atormentada energía el mismo ideal de majestad que había inspirado las figuras de la Capilla
Sixtina.

A partir de 1520 trabajaría principalmente en la Capilla Médicis de San Lorenzo, preparando los
sepulcros de los hermanos Juliano y Lorenzo de Médicis y de sus descendientes homónimos,
Juliano, duque de Nemours, y Lorenzo, duque de Urbino. Es una de sus obras más orgánicas y
armoniosas, en la que arquitectura y escultura se funden en un todo excepcionalmente unitario y
equilibrado. Las estatuas del Día, la Noche, la Aurora y el Crepúsculo están envueltas en un halo de
misteriosa hermosura que ya en su tiempo y durante siglos sería objeto de conjeturas e
interpretaciones contradictorias.

Miguel Ángel, halagado por la admiración que suscitaban y a la vez cansado de escuchar hipótesis
sobre lo que podían significar, quiso dar voz a sus esculturas y acallar a los parlanchines que tanto
disputaban con estos hermosos y delicados versos:

Me es grato el sueño y más ser de piedra;


mientras dura el engaño y la vergüenza,
no sentir y no ver me es gran ventura;
mas tú no me despiertes; ¡habla bajo!

Fue precisamente en esta época cuando Miguel Ángel empezó a prodigarse como poeta. En 1536
emprendió la realización de un grandioso fresco destinado a cubrir la pared del altar de la Capilla
Sixtina: el Juicio Final. Ese mismo año conoció a Vittoria Colonna, marquesa de Pescara. A ella iba a
dedicarle sus mejores sonetos, en los que refleja al mismo tiempo su pasión platónica y su
admiración por la que sería la única mujer de su vida.

Vittoria Colonna representó, para el alma desilusionada y solitaria de Miguel Ángel, un consuelo y un
remanso de paz; se erigió en guía espiritual y moral del artista y dio un nuevo sentido a su vida.
Incluso después de la muerte de su amiga, quizás el único ser que supo comprenderle y amarle,
Miguel Ángel mantuvo una actitud muy distinta al constante y angustiado batallar que había
caracterizado hasta entonces su existencia, con lo que pudo afrontar con un insólito sosiego el paso
de la madurez a la ancianidad.

En los últimos años de su vida, Buonarroti se reveló como un gran arquitecto. Fue en 1546 cuando el
papa Paulo III le confió la dirección de las obras de San Pedro en sustitución de Antonio da Sangallo
el Joven. Primero transformó la planta central de Bramante y luego proyectó la magnífica cúpula,
que no vería terminada.

La cúpula de la Basílica de San Pedro, una de las piezas más perfectas y más felizmente unitarias
jamás concebidas, es junto al proyecto de la Plaza del Campidoglio y al Palacio Farnesio la
culminación de las ideas constructivas de Miguel Ángel, que en este aspecto se mostró, si cabe, aún
más audaz y novedoso que en el ámbito de la pintura o la escultura. En su arquitectura buscaba
ante todo el contraste entre luces y sombras, entre macizos y vacíos, logrando lo que los críticos han
denominado "fluctuación del espacio" y anticipándose a las grandes creaciones barrocas que más
tarde llevarían a cabo grandes artistas como Bernini o Borromini.

A partir de 1560, el polifacético e hipocondríaco genio comenzó a padecer una serie de dolencias y
achaques propios de la ancianidad. Mientras los expertos empezaban a considerarle superior a los
clásicos griegos y romanos y sus detractores le acusaban de falta de mesura y naturalidad,
Buonarroti se veía obligado a guardar cama y era víctima de frecuentes desvanecimientos. A finales
de 1563 se le desencadenó un proceso arteriosclerótico que le mantuvo prácticamente inmóvil hasta
su muerte. Poco antes, aún tuvo tiempo de reunir, ayudado por su discípulo Luigi Gaeta, cuantos
bocetos, maquetas y cartones había diseminados por su taller, con objeto de quemarlos para que
nadie supiese jamás cuáles habían sido los postreros sueños artísticos del genio.

Apenas dos meses después, el 18 de febrero de 1564, se extinguió lentamente. Sus últimas
palabras fueron: "Dejo mi alma en manos de Dios, doy mi cuerpo a la tierra y entrego mis bienes a
mis parientes más próximos." Cuatro hombres le acompañaron en esos instantes: Daniello da
Volterra, Tomaso dei Cavalieri y Luigi Gaeta, sus más fieles ayudantes, y su criado Antonio, que fue
el único capaz de cerrar sus párpados cuando expiró. Con él moría toda una época y concluía ese
portentoso momento histórico que conocemos como Renacimiento italiano.

Su epitafio bien podría ser aquel que el mismo Miguel Ángel escribió para su amigo Cechino dei
Bracci, desaparecido en la flor de la edad:

Por siempre de la muerte soy, y vuestro


sólo una hora he sido; con deleite
traje belleza, mas dejé tal llanto
que valiérame más no haber nacido.
Carlos Salinas de Gortari
(Ciudad de México, 1948) Político mexicano, presidente de la República entre 1988 y 1994. Hijo del
senador y secretario de Estado Raúl Salinas Lozano, que fue Ministro de Industria y Comercio de su
país, y de Margarita de Gortari, presidenta y fundadora de la Asociación de Mujeres Economistas de
México, Carlos Salinas de Gortari se licenció en Economía por la Universidad Autónoma de México
en 1969 y completó su formación en Harvard con un doctorado en Economía Política y Gobierno.

Siguió la estela política de su padre y con 18 años ingresó en la filas del PRI, donde rápidamente
sentó las bases de una meteórica carrera política. Comenzó a trabajar en la Secretaría de Hacienda
en 1971 y, una década después, fue el responsable de diseñar la campaña electoral de Miguel de la
Madrid, quien, tras lograr una abrumadora victoria en los comicios de 1982, le nombró director del
Instituto de Estudios Políticos y Sociales y, después, secretario de Programación y Presupuestos.

En octubre de 1987, el PRI presentó su candidatura a la presidencia de la República para las


elecciones de julio de 1988 y, tras una larga campaña electoral en la que encontró sobre todo la
oposición de sindicatos y líderes del movimiento obrero que recelaban de su programa económico,
Carlos Salinas de Gortari logró la victoria y se proclamó presidente de los Estados Unidos de México
para el sexenio 1988-1994. Durante la ceremonia de investidura, celebrada el 1 de diciembre,
anunció los asuntos principales de su agenda política, entre ellos la reducción de la deuda externa,
el incremento de los niveles económicos del país y la lucha contra la corrupción y la violencia.

Desde los primeros meses de su mandato, Salinas impulsó la cooperación comercial con los países
vecinos. Con los del sur, Colombia y Venezuela, suscribió un acuerdo en 1989 para constituir a corto
plazo una zona de libre comercio; también con los gobiernos centroamericanos estudió la viabilidad
de establecer un área comercial libre en la zona y, finalmente, con los vecinos del norte, EE.UU y
Canadá, anunció en 1991 el inicio de conversaciones con idéntico objetivo. El proceso negociador
fraguó en diciembre de 1992 con la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC), que entró en vigor el
1 de enero de 1994 y estableció un mercado común en los estados de América del Norte.

En política interior, su gestión estuvo marcada por el amplio programa de privatización de empresas
públicas que reportó a las arcas estatales unos ingresos de 13.000 millones de dólares, la reforma
educativa, la devaluación del peso para contener la inflación y la reducción de la deuda externa.
Salinas también comprometió su mandato al ejercicio de una profunda reforma en su partido y, en el
último año de su presidencia, tuvo que hacer frente a una insurrección armada en el estado de
Chiapas.

El 1 de enero de 1994, el movimiento indigenista y campesino autodenominado Ejército Zapatista de


Liberación Nacional (EZLN) se levantó en armas contra el Gobierno de México en protesta por la
política neoliberal del presidente Salinas y, durante varios días, la revuelta fue duramente reprimida
por el Ejército. El clima de violencia y las críticas, internas y externas, que recibió el Ejecutivo por la
contestación militar a las reivindicaciones campesinas colocaron al Gobierno en una crítica situación
que el presidente trató de resolver con el anuncio del alto el fuego y la tramitación de una Ley de
Amnistía para los involucrados en la revuelta.

Celebradas las elecciones presidenciales el 21 de agosto de 1994, Salinas cedió el bastón de


mando de la República al nuevo candidato del PRI y vencedor de los comicios, Ernesto Zedillo.
Veinte días después del relevo presidencial se desató en el país una crisis financiera que colocó a
México al borde de la suspensión de pagos. Los portavoces del Gobierno entrante endosaron la
responsabilidad al Gobierno saliente, y las relaciones entre Salinas y su sustituto se deterioraron
bruscamente.

En marzo de 1995 Salinas abandonó el país sumido en una complicada crisis política y personal,
atacado por todos los medios políticos que antes habían aplaudido sus decisiones ejecutivas. A la
grave situación económica del país tras su mandato, se unió la acusación contra su hermano Raúl
Salinas de Gortari como supuesto autor intelectual del asesinato, en septiembre de 1994, de quien
entonces era su cuñado y secretario general del gobernante Partido Revolucionario Institucional
(PRI), José Francisco Ruiz Massieu. El procesado fue condenado a 50 años de cárcel, aunque el ex
presidente de México mantuvo la convicción de que el juicio fue una trampa política.

Tras abandonar México y permanecer varios años en Dublín, donde se dedicó a estudiar las
circunstancias del desarrollo nacional y los efectos de la globalización, entre otros temas, regresó de
su exilio en 1999 e hizo pública su retirada de la política.
Michael Jordan
(Michael Jeffrey Jordan; Nueva York, 1963) Jugador de baloncesto norteamericano considerado el
mejor de la historia de este deporte. Ciertamente, desde que a finales del siglo XIX un profesor de
gimnasia estadounidense inventó el baloncesto hasta la década de 1980, nunca se vio un prodigio
comparable al de este legendario baloncestista. Con sus 1,98 metros de altura, Michael Jordan fue
un tenaz defensor, un excelente anotador y un pasador rápido e imaginativo; pero mucho más
llamativa era aún su extraordinaria habilidad para saltar y las acrobáticas maniobras que utilizaba
para esquivar la defensa rival y llegar a la canasta. Parecía capaz de permanecer por unos instantes
suspendido en el aire; tal facultad o «don del cielo» -nunca mejor dicho- le valió el sobrenombre
de Air Jordan.

Aunque nacido en el barrio neoyorquino de Brooklyn, la infancia de Michael Jordan transcurrió en la


localidad de Wilmington, en el estado de Carolina del Norte, a la que se había trasladado con su
familia. Aficionado desde pequeño al baloncesto, empezó a despuntar siendo todavía un
adolescente; a los trece años, su padre hizo construir una pista de baloncesto en el patio trasero de
su casa, donde empezó a ser la admiración del barrio y de los vecinos que se reunían las tardes del
fin de semana para jugar al básquet y hacer barbacoas.

Era imposible que un talento como el suyo se malograse en un país como los Estados Unidos, la
primera potencia incontestada en el segundo deporte más popular del mundo después del fútbol.
Parte de tal hegemonía procede de la óptima organización del baloncesto universitario y profesional.
La Asociación Nacional de Baloncesto, conocida universalmente por las siglas NBA, nació en 1949
de la fusión de otras dos ligas profesionales ya existentes: la Asociación de Baloncesto Americana
(BAA) y la Liga Nacional de Baloncesto (NBL).

La liga de la NBA se disputa en dos ámbitos o conferencias, Este y Oeste, divididas, a su vez, en
cuatro divisiones: Atlantic y Central por la primera y Midwest y Pacific por la segunda. Cada equipo
constituye una franquicia ligada a una ciudad, aunque la franquicia puede cambiar de sede. Ahora
bien, para favorecer la igualdad de la competición, la NBA introdujo el sistema de drafts, mediante el
cual los equipos peor clasificados de cada división tenían la facultad de elegir en primer lugar los
jugadores más prometedores procedentes de la potente liga universitaria, la NCAA. En poco tiempo,
el nivel alcanzado por los equipos profesionales estadounidenses llegó a ser tan elevado que la
superioridad de la NBA sobre cualquier otra liga nacional sería abrumadora.

Como tantos otros jugadores de la NBA, Michael Jordan dio sus primeros pasos en la liga
universitaria. En 1981 ingresó en el equipo de la Universidad de Carolina del Norte, y dos años
después era ya elegido mejor jugador de la temporada universitaria, distinción que recibió de nuevo
en 1984. En el verano de 1984, cuando Michael Jordan ya era conocido en Estados Unidos con el
apodo de «he can do it all» («puede hacerlo todo»), formó parte de una de las mejores selecciones
norteamericanas de baloncesto que, bajo la dirección del rígido Bobby Knight (entrenador de la
Universidad de Indiana), se alzó con la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles
(1984), tras batir en la final a la selección de España. El quinteto estadounidense (Leon Wood,
Michael Jordan, Sam Perkins, Wayman Tisdale y Patrick Ewing) arrolló a todos sus rivales, con lo
que el talento de Jordan comenzó a brillar en todo el mundo.

El mismo año de su triunfo en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles inició su carrera en el
baloncesto profesional: fue elegido en el draft de la NBA por los Chicago Bulls, equipo en el que
permanecería a lo largo de casi toda su carrera deportiva y con el que ganó seis campeonatos de la
NBA (1991-1993 y 1996-1998). Máximo encestador en diez temporadas, obtuvo un promedio de 32
puntos por partido, récord absoluto de la NBA, y fue elegido mejor jugador en 1988, 1991, 1992,
1996 y 1998.
Michael Jordan acudió a su segunda cita olímpica en Barcelona 92, los primeros juegos en los que,
por un cambio en la normativa, se permitió participar a los profesionales. La selección de Estados
Unidos, que sería llamada el «Dream Team» («equipo de ensueño»), contó con los mejores
jugadores del momento: Magic Johnson, Larry Bird, Hakeem Olajuwon o Charles Barkley, además
de Michael Jordan. El resultado fue el previsible: el «Dream Team» se adjudicó el oro con aplastante
superioridad y se convirtió además en una de las máximas atracciones de los Juegos.

En octubre de 1993, tras el asesinato de su padre, abandonó la competición, pero regresó a la NBA
en marzo de 1995 y se convirtió nuevamente en la estrella de los Chicago Bulls. Cuando regresó, la
NBA no le permitió usar el número 23, que había sido retirado de los Chicago Bulls. Pero poco
después el supersticioso Jordan lo solicitó como un favor especial, y los responsables del torneo le
permitieron jugar con el mítico dorsal. Otra de las numerosas manías de este extraordinario
baloncestista era llevar, debajo de la indumentaria de los Bulls, algunas prendas de la Universidad
de Carolina del Norte, por haber logrado allí sus primeros éxitos.

Su segunda etapa fue tan triunfante como la primera: Michael Jordan logró para su equipo tres
nuevos campeonatos de la NBA (1996-1998), y su imagen acabó por desbordar las pistas. En 1997
protagonizó la película mezcla de animación e imágenes reales Space Jam (con Bugs Bunny como
compañero de reparto), que se convirtió en un gran éxito de taquilla, y anunció la creación de una
empresa de prendas deportivas que lleva su nombre. Si dentro de la cancha destacó por su
espectacularidad, elegancia e inteligencia, fuera de ella fue siempre admirado por su sencillez y
honestidad. A principios de 1999 anunció su retiro del deporte activo, pero todavía volvió a la
máxima competición con los Washington Wizards, y siguió añadiendo récords a sus impresionantes
estadísticas entre octubre de 2001 y abril de 2003, fecha de su definitiva retirada.

Pelé
(Edson Arantes do Nascimento; Três Corações, 1940 - São Paulo, 2022) Futbolista brasileño. El
mejor futbolista de todos los tiempos, en opinión de muchos, fue rechazado por los principales
clubes de fútbol brasileños en los comienzos de su carrera deportiva, hasta que, tras jugar en varias
formaciones secundarias, en 1956 fichó por el Santos de São Paulo. Su padre había sido un jugador
de fútbol mediocre que se retiró tempranamente. Mientras aprendía el oficio de dominar el balón,
Pelé se ganaba la vida como limpiabotas. Pero a los once años ya se habían fijado en él, y a los
quince llegó al Santos, el equipo de su vida, después de la selección nacional de Brasil.

Entre 1956 y 1974, Pelé ofreció en el Santos verdaderos recitales futbolísticos.  La Perla Negra, uno
de los apelativos que recibió, era un jugador de corpulencia media que conjugaba una gran habilidad
técnica, un poderoso disparo con ambas piernas y una inusitada capacidad de anticipación. A lo
largo de su dilatada carrera deportiva, Pelé ganó con su club diez Campeonatos Paulistas (siendo el
máximo realizador en once), cinco Torneos Río-São Paulo, dos veces la Copa Libertadores y otras
dos la Copa Intercontinental en los mismos años (1962 y 1963), y, en 1962, el primer Campeonato
Mundial de clubes.
Pelé debutó en la selección brasileña con sólo diecisiete años y, ya entonces, su contribución a la
magia del juego carioca fue clave para la obtención del título mundial en Suecia en 1958. La
incorporación de los jóvenes Pelé y Garrincha puso en marcha un juego artístico, fluido y dominador
(el llamado jogo bonito) que muy poco tenía que ver con el fútbol de fuerza y pelotazo de los
conjuntos anglosajones o con la improvisación de los mediterráneos.

Se iniciaba así en los campeonatos mundiales una etapa brillante, marcada por la figura legendaria
de Pelé, que asombró al mundo con su juego, su clase, su intuición, su control de la pelota y del
disparo. En el Mundial de Suecia de 1958, un gol suyo frente a País de Gales hizo que los brasileños
se plantasen en las semifinales contra Francia, a la que batieron por un aplastante 5-2, con tres
goles de Pelé. En la final, la máquina brasileña arrolló a los anfitriones hasta dejar el marcador final
en 5-2, nuevamente con tres tantos de Pelé.
Pelé había llegado al Mundial de Suecia como suplente, como un garoto (chaval) que prometía
mucho, y regresó con la aureola que rodea a las leyendas. No tardaría en ser llamado  O Rei (El
Rey), apodo que Pelé recibió en 1961 de la prensa francesa. En los años venideros, Pelé
confirmaría su propio mito, ganándose la consideración de mejor jugador de todos los tiempos al
liderar los triunfos mundialistas de su país en los campeonatos de Chile (1962) y México (1970); los
tres títulos mundiales valieron al combinado brasileño la adjudicación en propiedad del primer trofeo
instituido, la llamada copa Jules Rimet.

Tras obtener todos los títulos posibles y haber contabilizado más de mil goles marcados en partidos
oficiales (1.284 goles en 1.363 partidos, según las estadísticas), anunció su retirada del deporte
activo en 1974. Sin embargo, Pelé (cuyo seudónimo carece aparentemente de significación alguna)
fichó en 1975 por el Cosmos de Nueva York, equipo constituido por un conjunto de grandes figuras
del fútbol a fin de promocionar este deporte en Estados Unidos.

Después de retirarse definitivamente en 1977, O Rei recibió numerosos galardones y


reconocimientos, tales como el Premio Internacional de la Paz (1978) o el de Atleta del Siglo (1980).
Aureolado por una fama sin fronteras, y habiéndose convertido en el deportista mejor pagado hasta
el momento, Pelé inició una carrera relativamente exitosa en el cine como actor (llegó a participar en
el largometraje de John Huston Evasión o victoria, de 1981), y en la música, como compositor de
varias piezas, entre las que se incluye la banda sonora completa de la película de carácter
biográfico Pelé (1977).
Pelé continuó también ejerciendo una importante influencia en el mundo del fútbol desde los
despachos, y en 1995 fue nombrado ministro de Deportes en Brasil, cargo desde el cual impulsó la
llamada Ley Pelé, con la cual pretendía modificar la legislación en materia de contratos deportivos
entre clubes y jugadores.
Todavía unos pocos postulan para el título de mejor jugador de la historia a figuras como el
holandés Johan Cruyff, el alemán Franz Beckenbauer o los argentinos Diego Armando Maradona, y,
ya en el siglo XXI, Leo Messi, alegando que el altísimo nivel de exigencia del fútbol de las últimas
décadas no es comparable al de los tiempos de O Rei. Pero es innegable que los registros de Pelé
siguen imbatidos y parecen inalcanzables; si no el más grande de todos los tiempos, fue sin duda el
primero de los grandes hasta la fecha de hoy, falleció el 29 de diciembre de 2022 en el hospital
israelita Albert Einstein, sao paulo, Brasil.
John Lennon
(Liverpool, 1940 - Nueva York, 1980) Cantante y músico británico, fundador y líder de The Beatles, el
mítico cuarteto de Liverpool que dominó el panorama musical en la década de 1960. Durante su
etapa en The Beatles, John Lennon aportó a la banda sus inquietudes creativas y su radical
inconformismo, frente a la vena más comercial y frívola de Paul McCartney, con quien compartió
protagonismo en la composición de los temas. Consumada en 1970 la disolución del grupo,
emprendió una nueva etapa musical con resultados tan memorables como el álbum Imagine (1971).
Tras un retiro de cinco años, en 1980 fue asesinado por un perturbado poco después de presentar
su último trabajo, Double Fantasy.

John Winston Lennon nació en Liverpool el 9 de octubre de 1940, mientras los aviones nazis
bombardeaban la ciudad. Su padre, llamado Alfred, era un marino que visitaba poco el hogar, hasta
que desapareció por completo. Luego fue su madre, Julia Stanley, la que desapareció, dejando el
niño al cuidado de una hermana suya llamada Mary. Fue ella quien enseñó a John los primeros
acordes en un viejo banjo del abuelo de éste.

Liverpool era entonces una ciudad portuaria que se hallaba en plena decadencia. Con una población
heterogénea, la vida allí no deparaba grandes alegrías. Sin embargo, el constante trajín originado
por el tráfico marítimo también tenía sus ventajas: en el equipaje de los marinos procedentes del otro
lado del océano llegaban abundantes discos de country y rhythm and blues, que se incorporaban
inmediatamente a la innata afición de los liverpoolianos por la música.
John creció escuchando discos de Little Richard, Chuck Berry, Ray Charles y Buddy Holly, ilustres
representantes de las corrientes musicales de aquella época. Durante unos años estudió en la
escuela de Bellas Artes y al cumplir los quince resolvió sus dudas entre la pintura y la música a favor
de ésta última. En 1956 conoció a un muchacho que, como él, sólo se sentía plenamente realizado
con una guitarra en las manos: Paul McCartney. Con Paul formó su primer grupo amateur, The
Quarrymen, dando comienzo a un período de aprendizaje acelerado de los ritmos del rock and roll.
John y Paul se dedicaron a componer sus propias canciones como si se tratara de un
entretenimiento. Dos años después se les unió George Harrison y se atrevieron a actuar en algunos
pequeños locales. Se denominaron sucesivamente Johnny and the Moondogs y The Nurk Twins.
Fueron tiempos difíciles: la madre de John murió en 1958 atropellada por un policía borracho franco
de servicio, y el escaso peculio del muchacho desapareció por completo. A lo largo de 1959, John
buscó trabajo infructuosamente y vivió como un parado más. Pero su vitalidad, su juventud y su
amor por la música hicieron que no perdiese la esperanza.

A principios de 1960 el grupo renació con el nombre de Long John and the Silver Beatles, prolijo
nombre que se redujo a The Silver Beatles antes de quedarse en The Beatles. El término provenía
de un juego de palabras inventado por el propio Lennon: el grupo de acompañamiento de Buddy
Holly se llamaba The Crickets (saltamontes) y John se inspiró en ellos para mezclar el término
musical beat, característico de toda una generación, y la palabra beetles (escarabajos).
John, Paul y George, junto con algunos músicos profesionales, iniciaron una gira por Escocia como
acompañantes de Johnny Gentle, un cantante de segunda fila. También pusieron fondo musical a
los movimientos de una bailarina de strip-tease y aceptaron viajar a Alemania para tocar en varios
locales del barrio chino de Hamburgo. Cualquier cosa era mejor que buscar algún trabajo, aburrido y
mal remunerado, en Liverpool. Más tarde, de vuelta a su ciudad natal, se convirtieron en el grupo
habitual de The Cavern, club subterráneo donde pudieron exhibir las tablas adquiridas durante sus
peculiares giras.
En 1961, el propietario de una tienda de discos llamado Brian Epstein los descubrió en ese antro.
Fue una revelación; aunque no tenía ninguna experiencia en ese terreno, Epstein se ofreció como
mánager a cambio de un 25 por 100 de los ingresos. A partir de ese momento, la carrera de  The
Beatles se disparó hacia el éxito. Con la incorporación como batería de Ringo Starr en 1962, el
grupo ya estaba completo y preparado para hacer frente a lo que se avecinaba: la más loca vorágine
de triunfos y gloria.
Sus canciones, editadas por el sello EMI, empezaron a copar las listas de superventas. Los
conciertos de los Beatles provocaban escenas de histeria entre las groupies y la policía se veía
incapaz de contener a la juvenil masa vociferante. La "beatlemanía" se difundió por Europa, luego
por Estados Unidos y más tarde llegaría al resto del mundo, incluidos los países socialistas.

Las piezas de los Beatles, compuestas en su mayor parte por John y Paul, se caracterizaban por los
hallazgos melódicos y armónicos, dentro de lo que después se ha llamado el "sonido Liverpool".
Además, los miembros del grupo se distinguían por un nuevo estilo en la indumentaria y el corte del
cabello y por una actitud alegremente desafiante, protagonizada en especial por Lennon: en las
conferencias de prensa y las entrevistas, aquellos muchachos tomaban el pelo a sus interlocutores y
se manifestaban como tipos ingeniosos, divertidos y despreocupados.

McCartney era el apuesto romántico, Harrison el serio y Ringo el gracioso de la banda. En cuanto a
Lennon, ejercía de rebelde con inquietudes y era sin duda el más incisivo. Después de ser
nombrados, en 1965, Caballeros de la Orden del Imperio Británico, John desencadenará una
escandalosa polémica con una de sus célebres frases: "Los Beatles son más populares
que Jesucristo". Éxitos, drogas, disputas y reconciliaciones se sucederán a lo largo de los años
sesenta. Y también películas, entre otras A Hard Day's Night y Help!, ambas dirigidas por Richard
Lester.
Brian Epstein falleció en 1967 por sobredosis de barbitúricos. Lennon contrajo matrimonio en
Gibraltar al año siguiente con la japonesa Yoko Ono, enigmática mujer cuyo nombre significa "Hija
del Océano". Ambos hechos fueron jalones de una separación anunciada. Problemas financieros,
celos artísticos entre John y Paul, deseos de crear sin el lastre de acomodarse al grupo... todos
estos elementos decretaron la disolución del conjunto en abril de 1970. Lennon pronunciará el
epitafio del grupo y de la llamada "década prodigiosa" con otra frase escueta y expresiva: "El sueño
se ha acabado".

A lo largo de los años setenta, mientras sanan las heridas de la ruptura con la reconciliación pública
de John y Paul, circulará periódicamente el rumor de una próxima reunión. Varios empresarios
llegarán a ofrecer sumas fabulosas para congregarlos en un escenario, pero todo será en vano: cada
uno vuela por su cuenta, libres ya del yugo de los Beatles. Para Lennon, los años setenta iban a ser
de una enorme vitalidad. Por un lado, se convirtió en un activista del pacifismo. Las fotos de su luna
de miel en la habitación de un hotel de Amsterdam, donde aparecía desnudo con su esposa en un
gesto de elemental naturalidad, dieron la vuelta al mundo.

Con Yoko había formado la Plastic Ono Band y con ella publicó una docena de discos de larga
duración. Su talento como compositor y letrista siguió manifestándose en temas como "Give peace a
chance", "Power to the people" o "Some time in New York City". Pero su éxito indiscutible
fue Imagine, un elepé intensamente personal, editado en 1971, que contenía la canción del mismo
nombre, cuyo texto llegaría a ser todo un manifiesto pacifista en aquella década conflictiva.
En 1975, cuando termine felizmente su batalla contra la administración del
presidente Nixon empeñada en expulsarlo de los Estados Unidos por "extranjero indeseable" y
nazca Sean Ono Lennon, único hijo del matrimonio, John desaparecerá totalmente de la circulación
y se dedicará a la vida familiar. Durante cinco años, sus comparecencias en público fueron escasas
y extraordinarias. Parecía que ni una sola nota ni una palabra más iban a salir de su hasta entonces
inquieto espíritu. Pero en 1980 el famoso beatle enclaustrado salió de su mutismo para grabar con
Yoko el álbum titulado Double Fantasy. En él pregonaba su eterno amor por su esposa y su hijo con
los simples y pegadizos estribillos de siempre.

En otoño de ese año, al explicar los motivos de su regreso a los estudios, Lennon aseguraba: "Hay
gente irritada conmigo porque no hago música. Si yo hubiera muerto en 1975, sólo hablarían de lo
fantástico que era y cosas así. Lo que les enfurece es que yo seguí viviendo y decidí que lo más
importante era hacer exactamente lo que me apetecía. En estos cinco años de silencio he aprendido
a librarme de mi intelecto, de la imagen de mí mismo que yo tengo. Las canciones que hago surgen
de forma natural, espontánea, sin pensar conscientemente en ellas. En cierta forma, es como volver
al comienzo. Tengo la sensación de que estoy ante mi primer disco."
Días después, el 8 de diciembre de 1980, las balas asesinas de un adorador perturbado terminaron
con su vida y lo convirtieron, si es que aún no lo era, en un dios de la modernidad. El
escritor Norman Mailer afirmó: "Hemos perdido a un genio del espíritu". Como reacción inmediata a
su muerte, los seguidores de Lennon llevaron póstumamente "Imagine" al número uno de las listas.
Nunca tal número de seres humanos habían llorado tanto al escuchar una canción.

Steve Jobs
(Steve Paul Jobs; San Francisco, 1955 - Palo Alto, California, 2011) Informático y empresario
estadounidense. Padre del primer ordenador personal y fundador de Apple Computer,
probablemente la empresa más innovadora del sector, este mago de la informática fue uno de los
más influyentes de la vertiginosa escalada tecnológica en que aún vive el mundo actual,
contribuyendo decisivamente a la popularización de la informática. Sus ideas visionarias en el campo
de los ordenadores personales, la música digital o la telefonía móvil revolucionaron los mercados y
los hábitos de millones de personas durante más de tres décadas.

Sus padres, dos estudiantes universitarios sin medios materiales para mantenerlo, entregaron al
pequeño Steve en adopción al matrimonio formado por Paul y Clara Jobs (maquinista ferroviario y
ama de casa, respectivamente). Desde 1961, la familia Jobs residió en la pequeña ciudad
californiana de Mountain View, importante centro de la industria electrónica estadounidense. No
cabe duda de que el ambiente local influyó en sus futuras inclinaciones profesionales; con apenas
doce años se unió al Hewlett-Packard Explorer Club, asociación juvenil en la que los ingenieros de la
compañía Hewlett-Packard enseñaban a niños y jóvenes las últimas creaciones en el terreno de la
computación.

Al terminar el bachiller en el Instituto Homestead de Mountain View, Steve Jobs ingresó en la Reed
College, una universidad de artes liberales radicada en Portland (Oregón), pero abandonó los
estudios universitarios un semestre más tarde. En esa época coqueteó con las drogas y se interesó
por la filosofía y la contracultura, llegando a viajar a la India en busca de iluminación espiritual. Tras
unas prácticas en la empresa Hewlett-Packard en Palo Alto, en 1974 Jobs fue contratado como
diseñador por Atari, compañía pionera de la por entonces naciente industria de los videojuegos.

En aquella misma época se unió al que sería su primer socio, el ingeniero Stephen Wozniak. Jobs
supo apreciar de inmediato el interés comercial del proyecto de microcomputador doméstico en que
trabajaba su amigo; entre los bártulos y enseres domésticos del garaje crearon primero una
imaginativa placa base y luego un computador completo, el Apple I, considerado el primer ordenador
personal de la historia. En 1976, con el dinero obtenido en la venta de su furgoneta Volkswagen,
fundaron la empresa Apple Computer, con sede en el garaje de la familia Jobs. Steve Jobs eligió el
nombre Apple como un recuerdo de los tiempos en que trabajaba en la recolección de su fruta
favorita, la manzana.

El Apple II, una mejora del modelo anterior, fue introducido en 1977, convirtiéndose en el primer
ordenador de consumo masivo. Tras una impresionante lluvia de pedidos, Apple pasó a ser la
empresa de mayor crecimiento de Estados Unidos. Tres años después, Apple salió a la bolsa con un
precio de 22 dólares por acción, lo que convirtió a Jobs y Wozniak en millonarios. Steve Jobs había
adquirido ya su fama de genio bifronte, magníficamente dotado para la tecnología y para los
negocios: un excepcional talento creativo le había permitido tanto idear un ordenador revolucionario
como triunfar en su comercialización.

Tras el Apple II, Jobs y Wozniak se enfrascaron en la creación del Macintosh, el primer ordenador
asequible y fácil de manejar sin necesidad de saber informática: era la realización del sueño que
acariciaba la industria desde la invención del primer microprocesador (1971). El lanzamiento del
Macintosh en 1984 supuso un vuelco en las perspectivas del mercado. Su gran innovación fue una
interfaz gráfica de diseño exquisito y amigable que simulaba una mesa de trabajo (el escritorio), y la
introducción del ratón para ejecutar las funciones haciendo clic sobre las iconos, ventanas y menús
de opciones que se abrían en la pantalla, lo que facilitaba grandemente la interacción entre el
usuario y el ordenador: dejaba de ser necesario comprender, memorizar e introducir a través del
teclado multitud de comandos esotéricos, de modo que hasta un niño podía utilizarlo. En este
sentido, Jobs realizó una gran contribución a la introducción de los ordenadores personales en la
enseñanza.

En 1981, el más fuerte competidor de Apple, IBM, había sacado al mercado su primer ordenador
personal, copiando en buena parte las especificaciones del Apple II que la propia Apple, de forma un
tanto ingenua, había hecho públicas. Con el ánimo de mantener la competitividad de su empresa,
Steve Jobs decidió reclutar para la dirección de Apple al entonces presidente de la conocida
multinacional de refrescos Pepsi, John Sculley, sin imaginar que éste acabaría echándole de su
propia empresa. El estilo de Sculley, un ejecutivo de la vieja guardia, chocaba claramente con la
rebeldía y las maneras heterodoxas de Jobs.

Al mismo tiempo empezaron los problemas entre Jobs y Wozniak, relegado a un segundo plano tras
un accidente, aunque, según otras versiones, el deterioro de sus relaciones se debió al difícil
carácter de Jobs, tachado en medios informáticos de "tirano carismático". El resultado de ambos
conflictos personales fue que Wozniak se marchó de Apple en 1985, año en que fueron despedidos
mil doscientos empleados a raíz de una amplia reestructuración en la empresa, y Jobs dimitió para
emprender en solitario una nueva andadura empresarial.
Steve Jobs fundó una nueva compañía informática, NeXT Computer (1985), y a continuación compró
al director cinematográfico estadounidense George Lucas, por diez millones de dólares, la división
de animación de la productora del cineasta, Lucasfilm Limited. Así nacieron en 1986 los Estudios de
Animación Pixar, centrados en la producción por ordenador de películas de dibujos animados; tan
sólo tres años después, una de las películas realizadas por los estudios, Tin Toy (1988), mereció el
Oscar de la Academia al mejor cortometraje animado.

En 1989, NeXT Computer lanzó su primer ordenador, repleto de funciones extraordinarias, pero que
no resultó rentable por su elevado precio y su incompatibilidad con la mayoría de los sistemas
existentes en el mercado. Finalmente, el visionario Jobs cerró la división de ordenadores en 1993,
con el mérito de haber creado el aparato con el que el programador británico Tim Berners-Lee ideó
la World Wide Web, que sería la base del desarrollo y popularización de Internet.

Mejor iban las cosas en Pixar: con el apoyo de Disney Motion Pictures, la megaproductora del
imperio que fundara Walt Disney, el estudio lanzó Toy Story (1995), una producción que forma ya
parte de la historia del cine por ser el primer largometraje realizado íntegramente por ordenador. La
película fue un éxito de taquilla y obtuvo un Oscar de la Academia de Hollywood. El siguiente gran
éxito de Pixar fue Bichos, una aventura en miniatura  (1998), al que seguirían nuevos títulos
memorables, como Monsters, Inc. (2001) y Buscando a Nemo (2003).
Su antigua empresa, en cambio, atravesaba momentos difíciles. Desde principios de los 80, los
llamados PC clónicos (ordenadores personales compatibles con los de IBM) copaban el mercado
gracias su bajo coste. Con Jobs al frente, Apple había logrado capear el temporal gracias al ya
citado Macintosh (1984): su intuitiva interfaz gráfica fácilmente manejable mediante el ratón era
claramente superior al MS-DOS, el sistema operativo de Microsoft que llevaban los clónicos, y
justificaba, junto con otras virtudes, su elevado precio.
Pero cuando Microsoft lanzó las primeras versiones del sistema operativo Windows (Windows 3.1 en
1992, Windows 95 en 1995), Apple perdió uno de sus principales argumentos de venta. Un PC
clónico equipado con Windows y ratón era tan fácil de usar como el Macintosh, y mucho más barato.
A juicio de casi todos los expertos, Windows era un plagio de la interfaz del Macintosh; así lo
entendió Apple, que de inmediato se enzarzó en demandas y pleitos contra la Microsoft de Bill
Gates. La enemistad entre dos personalidades tan contrapuestas como el hipercreativo Steve Jobs y
el funcionarial Bill Gates sería el tema de una película televisiva titulada Piratas del Silicon Valley,
producida en 1998 por la cadena TNT.

Derrotada en sus pleitos contra Microsoft y sumergida en una profunda crisis, en diciembre de 1996
Apple decidió comprar NeXT Computer, lo que supuso la vuelta de Steve Jobs a la empresa por él
fundada con un cargo de asesor interino (por el que Jobs, voluntariamente, no recibía ningún
salario). Nueve meses después, la dimisión del presidente de Apple encumbró nuevamente a Jobs al
frente de la compañía. En agosto de 1997, un mes antes de su nombramiento como presidente
provisional de Apple, Jobs anunció un acuerdo con la corporación rival, Microsoft, que decidió invertir
150 millones de dólares en Apple. Las dos compañías acabaron comprendiendo que se necesitaban
y se complementaban, pues Microsoft era el principal fabricante de programas para Macintosh, y
Apple uno de los principales testigos en el juicio antimonopolio que la justicia norteamericana había
incoado contra la empresa de Bill Gates.

Durante esta segunda etapa en Apple, en la que se mantendría como director ejecutivo hasta 2009,
Steve Jobs continuó en su línea rompedora, impulsando productos decididamente innovadores.
Visto en perspectiva, no hay duda de que acertó en sus planteamientos. Cuando Jobs asumió de
nuevo la presidencia de Apple en septiembre de 1997, la batalla parecía perdida; en 2012, un año
después de su muerte, Apple se había convertido en la empresa más valiosa del mundo: la
cotización global de sus acciones en bolsa rozaba los seiscientos mil millones de dólares.

En 1998, justo un año después de su regreso, Steve Jobs volvió a revolucionar el mercado
informático con el lanzamiento del iMac, un ordenador compacto integrado en el monitor, que
además de su espectacular diseño vanguardista estaba preparado para navegar por Internet. Su
éxito de ventas colocó a Apple nuevamente entre los cinco mayores fabricantes de ordenadores
personales de Estados Unidos y acarreó una revalorización del 50% de las acciones de la compañía.
Nuevas versiones del iMac, con mayor potencia y cada vez más sofisticadas prestaciones y diseño,
seguirían apareciendo en los años siguientes, con gran aceptación entre su legión de usuarios
incondicionales.

Como si el mundo del ordenador personal se le hubiera quedado pequeño, Jobs pasó pronto a
desplegar su inagotable inventiva en otros ámbitos, conjugando como siempre había hecho las
novedosas funcionalidades con la máxima simplicidad de uso y elegantes diseños minimalistas. El
primero fue la música digital: en 2001 desembarcó en el sector musical con un reproductor de audio
de bolsillo, el iPod, y dos años después creó la tienda musical iTunes, que lideró de inmediato la
venta de música en línea y sigue manteniendo su posición dominante. Desgraciadamente, sus
problemas de salud lo obligaron a apartarse temporalmente de su trabajo en 2004, año en que fue
tratado de un cáncer de páncreas.

En 2007 presentó el iPhone, primero de la familia de teléfonos inteligentes de alta gama producida
por Apple. Declarado "invento del año" por la revista Time, su pantalla táctil integraba un teclado de
orientación tanto vertical como horizontal, e incorporaba una cámara fotográfica de tres
megapíxeles, un lector de música (con las mismas funciones que un iPod) y un navegador de
Internet. Inicialmente contaba con un número reducido de aplicaciones, proporcionadas por Apple,
pero la demanda de más programas por parte de los usuarios originó la creación de la App Store en
julio de 2008, una tienda de aplicaciones donde todo tipo de desarrolladores podían vender software
diseñado para los iPhone y demás dispositivos fabricados por la compañía.
Las novedosas prestaciones del iPhone fueron pronto imitadas, pero sólo otro gran gigante del
sector, Google (Sergei Brin y Larry Page), presentó batalla al liderazgo de Apple lanzando ese
mismo año Android, un sistema operativo para móviles. La historia se repetía: el iPhone llevaba
integrado su propio sistema operativo, el iOS, y gracias al desarrollo de Android, que acabaría por
imponerse casi como estándar entre los restantes fabricantes, Google logró evitar que una probable
hegemonía de Apple amenazase su posición dominante en Internet, pues era sabido que, en un
futuro muy próximo, la mayor parte de conexiones a Internet se efectuarían desde dispositivos
móviles.

En 2009, año en que hubo de someterse a un trasplante de hígado, Steve Jobs delegó la mayor
parte de sus responsabilidades en Timothy Cook. Pero ni siquiera el visible deterioro de su salud
lograría reducir su entrega al trabajo y su afán innovador. Con su creatividad intacta, todavía en
2010 sorprendió al mundo con el iPad, un híbrido de tableta y teléfono móvil; una ligera y
delgadísima pantalla táctil de 9,7 pulgadas contenía en su parte posterior la potencia de
procesamiento y todas las prestaciones de un ordenador portátil, sin necesidad de teclado ni ratón.
Steve Jobs presentó la segunda versión, el iPad 2, en marzo de 2011, en la que sería una de sus
últimas apariciones en público. El 5 de octubre de 2011, a los 56 años de edad, falleció en su casa
de Palo Alto, víctima del avance del cáncer que le había sido detectado en 2003.

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