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©Biblioteca Nacional de Colombia

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.atattCA NACION~l DE COLOMBIA
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BORACIO ROD • .... l .:.L PLA. TA

©Biblioteca Nacional de Colombia


/)o. ~~
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~ J3}~- ~~¿A (/J1

PROLOGO .
.....
Habiéndose agotado la primer~ edicion de
esta obra i siendo a(m solicitad. , he resuelto
publicar una segunda edicion, correjida i au-
mentada en la parte esencialmente histórica.
La venta de los mil ejemplares de ]a pri-
mera edicion i la demanda de ellos 1
gar, que la obra ha tenido jeneral a f
pesar de que la narracion de alg1 ......:
.
ha debido herir la susceptibilidad ú
rios de alguna escuela política o relijiosa. Tal
aceptacion me ha decidido a revisarla,
rrejirla i aumentarla~
Para moralizar las costumbres i
las preocupaciones, se hace indispen
censura i esta se siente ma , cuaudo la
tuye la narracion e los hecho
raneos.
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La supersticion i el fanatismo son los dos
escollos de la filosofía ; vencidos, continuará la
sociedad en ascencion en la escala del progre-
so. ::msta es la parte mas meritoria de la mision
d h mb e sobr~ la tierra.
Los pueblos son como los hombres i los
hombres son como los niños, para merecer su
som·isa hai necesidad de contemplarlos ; i esto
es dificil, por no decir imposible, al autor de
una obra como esta, que trata de combatir
añejas preocupaciones.
Los acontecimientos que se refieren en es-
te libro, no sorprenderian si los lectores consi-
deraran que nuestra sociedad ha venido for-
mando su manera de ser, en la escuela de la
obediencia pasiva importada por los súbditos de
los reyes católicos de España; escuela de ab-
yeccion i servilismo. Si consideraran que las
costumbres enJeniiradas por la tradicion no ce-
den sino con el tiempo i al impulso de la cons-
tante labor civilizadora.
Por íOrhrna nuestra, la instruccion de Iaju-
oa~A.. .a~•""Paga las filosóficas ideas del siglo i
L\Ü1blj•~-le ellas en las masas populares, pro-
mete mejores dias para nuestra patria. Los
J?Ortent?sos descubrimientos, hech~s .en los úl-
timOS cmmtenta ru1os de la era cnstíana, v-an
d1111do una nueva fisonomía al mundo social.
La tierra ya no está quieta para nos9tros, como
la.j~aban nuestros antepasados, se mueve re-
orrieldo los espacios celestes ; sabé1nos que
.!•.neta que nos ha tocado en suerte para

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111
nuestra habitacion actual i pasajera, es de los
mas pequeños entre los globoR lummosos que
vemos en una noche estrellad.J, sol .3 nuestras
cabezas; i la intelijencia human , ilustrada por
medio del estudio i de la observacion, ha rasga-
do el velo misterioso que ocultaba los resortes,
los procedimientos de la naturaleza, en el cam-
po de la creacion sempiterna de los séres. Se
han descubierto las leyes de la transformacion
constante de la materia al impulso de ese im-
ponderable que llamamos fluido eléctrico, luz o
calórico ; los conocimientos químicos, nos han
puesto al alcance de los elementos que entran
en la composicion de los cuerpos, hasta el pun-
to de formar los inorgánicos, así como la natu-
leza los forma; i aun se ha avanzado hasta for-
mar tma sustancia orgánica, la m·éa. Se cono-
ce la historia de la formacion de nuestro plane-
ta desde la solidificacion de su primera capa de
fusion hasta la que holla nuestra planta ; his-
toria escrita en el mismo planeta con caracté-
res elocuentes, grabados en sus rocas · b.inri~n-
do de testimonio intachable de e~ Pia, la
diversidad de fósiles conseryadu se 7
ostentando las etapas de su progreso~ se a
recorrido por sabios viajeros la superficie del
globo, colectando muestras de todas las pro-
ducciones natlll'ales, midiendo la altura de
diferentes puntos i sondeando los mares, ha-
biendo avanzado hasta el 75? de latitud sobre
las niéves de los polos. Todo con el objeto de
atesorar ciencia. Es conocida la constitucion
orgánica de lo vejetales, las e,~olucione~ de su

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IV
vida, sus propiedades ñsicas, la zona de habi-
-cion de las diferentes especies, la diversidad de
familias, los caractéres comlmes de su vida or-
gánica con la de los animales i de gran parte de
aquellos la aplicacion que puede hacerse en be-
neficio del hombre. La zoolojía ha llegado a
tal grado, que por la estructura de los restos
animales se deduce la especie, la índole, las
costumbres i el medio de habitacion de los sé-
res i familias, vivientes ántes de la creacion
de la humnanidad, ya extinguidos en el perío-
do de nuestra era histórica.
Por medio de la mecánica ha llegado el
hombre a economizar el tiempo i a sostituir a
los brazos la fuerza del viento, de la palanca,
del vapor, de los gates comprimidos, del caló-
rico i de la electricidad, hasta el punto de cons-
truir vias de comunicacion subterranea, bajo las
inmensas moles de las cordilleras, de hallanar
la(montañas i de poner en comunicacion los
mares.
A la vez que se han obtenido todos estos
ad ~Iantos. ln. ñsica, la botánica, la qlúmica i los
Jr '""" a.· ;:; de las ciencias naturales, han ve-
rudo acumulando el precioso tesoro que forma
la ciencia médica.
Por otra parte la ciencia de la lejislamon
ha hecho grandes progresos en la organizacion
social, debidos en gran parte, en los últimos
tiempos, al critelio utilitarista adoptado por. el
célebre jurisconsulto inglés. La ciencia constitu-
cional i la política de los gobiernos avanzan en
el camino que conduce al ejercicio libre de
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V
la soberanía individual, sin mas valla que la
del derecho ajeno.
Para poner en evidencia la escala de pro-
greso que va recorriendo la humanidad i el gra-
do a que en ella hemos llegado, debemos re-
cordar algm1os de los hechos mas notables en
el campo de los descubrimientos científicos.
Como la comm1icacion del pensamiento es
la fuente de todos los conocimientos humanos,
haremos una lijera reseña histórica de los mas
notables descubrimientos que han facilitado tal
comm1icacion, ensanchando las relaciones so-
ciales. Se sabe que, hace mas de dos mil años, -
los ejipcios representaban la idea por medio del
dibujo; los jeroglíficos fueron entónces los sig-
nos de comunicacion del peusamiento hasta que
Cadmo inventó la escritm·a. Esta invencion
multiplicó las copias que contenian los sucesos
i conocimientos adquiridos, siendo así comuni-
cados al mundo conocido; ellas formaban el re-
pertorio de los descubrimientos científicos i de
las opiniones de los que se llamaban sabios.
Pero dichas copias adolecían de alteracio-
nes por descuido de los copistas, tmas veces, i
otras, por los escritores, que se juzgaban compe-
tentes para variar el sentidg orijinal, resultando
de haí la confusion, i sobre todo la duda, sobre
la verdad histórica. Ademas, a medida que au-
mentaban los manuscritos, se presentaba la di-
ficultad de la propagacion, por demandar las
copias un gran lapso de tiempo para escribirlas.
A..sí el progreso era lento i la ciencia que se po-
seia e hallaba estancada en poder de unos po- -

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VI
cos, que la rodeaban del misterio, para obtener
ventajas, engañando muchas veces al pueblo
ignorante, presentándole los fenómenos natu-
rales, como hechos milagrosos, de especial con-
cesion de Dios.
Fué despues de muchos siglos que apare-
ció el célebre inventor de la imprenta, Guttem-
berg, hombre de los mas notables benefactores
de la humanidad, pues con su invento hizo de-
rramar por millares las obras de los escritores,
las especulaciones de los sabios i los tesoros del
jenio. El mundo fué inundado de libros i la so-
ciedad de luz; destruyó el monopolio de los co-
nocimientos adquiridos, facilitando la. comuni-
cacion del pensamiento.
Poco despues Smmefelder inventó la lito-
grafía para multiplicar las imájenes de los ob-
jetos, con profusion semejante a la de la impren-
ta, i si los afamados pinceles ele :Miguel Anjel,
Ruben, Phillip, Rafael i otros hábiles imitado-
res de la nutm·aleza habian dado a las formas
la semejanza de 'la vida, el aspecto de la anima-
don, con todos sus coloridos, sobre el lienzo, la
'tograíÍa ,~ino a prestar lm gran servicio a las
bellas artes, como adorno i como cartilla de
modelos, aplicable a la esplicacion de los dife-
rentes principios en todos los ramos de la cien-
cia; i en todas las reglas de las artes. Desde
entónces las obras fueron adornadas con lánú-
nas de ilustracion, facilitando el estudio i la co-
mnnicacion de las ideas.
Posteriormente Dao-uen-e aprisionó en su
, . de la
osmu·a los rayoso de la refl ecCiou
c:nnarn .
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DJS VII
lnz uhlig:tm1olu,:.; :i t1ejür impresa en unn placn
hab ian he-
de me tal la im:]jen del objeto que
tantánea-
rido ; i esto con tod a esactitud e ins
os su re-
mente. I con todas sus líneas, tod
ando has ta
lieves, todos sus conton10s, demarc
el claro os-
la som bra vag a que se pierde ent re
semejan-
curo, de modo de hallar la completa
bas tan do sola-
za ent re el orijinal i la copia,
a obtener
me nte uno, dos o tres segundos par
rcando el
en la pla nch a un gra n paisaje aba
tod a la es-
conjunto toda la bellezn, del suelo i
ias i los re-
phn did ez de los cielos. Así las cop
serv icio de la
tratos se han multiplicado en
recreacion
ciencia i a placer, como una bella
el colori-
del hombre, quedando solo al pin tor
e al pincel
do o mas bien, quedando solament
retratos las
la obra de agr ega r a las copias o luz, es de-
tintas que en ellos descomponen la
b~jos es-
cir los colores. Posteriormente los tra •
, W olcott,
perimentales de Da gue rre , Talbot
, Niepce,
Dra per , M01·se, Ara go, W attles Esq
q1úmica en
Sener, i otros muchos profesores de
rte Am éri-
Fra nci a, Ing late rra , Ale ma nia i No
res ion es sobre
ca, dieron por resultado las imp
nte el arte
el papel, estableciendo definitivame
mo ansi-
precioso de la fotografía, poderosísi
ensanchar
lío de In ciencia i medio fácil de
trando con
los conocimientos humanos, suminis
ras de los
esactitud ma tem átic a todas las figu
o~jetos necesarios al estudio
, familiarizando
así la especie hum ana en tod os los puntos de
ta la N ..rtu-
_Ja tien-a, con el aspecto que pre sen
superfi:·ie
raleza en todas las formas sobre la
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BIS VLB
del globo, puesto que las copin:s se puetlcu mul-
tiplicar al infinito i pued en ser distribuidas en-
tre todos los pueblos, en todas las esencias, en
todos los gabinetes; de los súbios, como en lo~
'--' res
rústicos ln2.·a dellabriecoro.
nías, entre las diversas espericncias he-
chas en el arte ele la fotografía, se ha llegado
a obt"n cr una de las mara villa s mas sorpren-
dentes da la óptica, la de recojer todos los ra-
yos de luz emitidos por todos los objetos con-
te~idos en nn gran espacio, ha.::ta reducirlos
a
una dimension impe rcep tible a la sim1Jle Yistn,
i qno sinembargo se halle ~·~üctame'ttc J'('}_)rc-
sentn da la im~jcn complcht del conjunto, así
· como la de cada indid dual idatl : en el diminu-
to espacio que solo puede ocupar la cabeza de
un pequefio alfiler puede colocarse, por C'jenr-
plo, el cuadro qne repre senta la .Asamblea le-
jisla tint de V m·sallcs, o el que forma el Par-
• lame nto del Reino Unido ele h Gnm Bret aña,
con el fiel retra to de todos i ele cada tmo ele
sus miembros. I para hace r visible este mara -
villoso producto de la indnsh·ia hum ana, ya un
ramo de la :física hahi a suministrado lo necesa-
rio, el lente micro~cópico. Hoi, pues, pudi era
asegurarse que por medio de los procedimien-
tos fotográficos en una hoja. de pape l de ::;e-
da, contenida en la capacidad de una nues,
puede obtenerse el retra to o la copia de toda!')
las poblaciones, de todas la~ montaña~, de to-
das las bla-:, de todos los mare3, de todoi:i lo·
pabes i mm de todo el firmernento: con tod~s
..sns fonna" i detalle·.

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VII
Es de notarse, que esa variada i múltiple
labor de la intelijencia en todos los pueblos i en
todos los siglos, converje a tm grande aconte-
cinüento social,. a la solidaridad humana. Dia
por dia van estrechándose las relaciones .de los
pueblos i para ello las concepciones del jenio
inventan los medios de acortar las distancias i
de eliminar el tiempo, ensanchando el círculo
de comunicacion. Entre los decretos de la Provi-
dencia se hallaba el de que en el presente si-
glo se apoderara el hombre de los imponderables
i que sometiéndolos a su servicio acelerara el
progreso de su especie en todo sentido. La luz,
el calórico i la electricidad han venido a ser los
ajentes poderosos de las obras de los sabios. Se
inventa el espectróscopio i se obliga a la luz a
que pase por el prisma i descubra e inscriba en
la pantalla cual es la materia de que está com-
puesto el astro que la envía. Fulton se apodera
del fuego para desarrollar el vapor del agua que
impulsa las locomotivas que cruzan con suma
rapidez las ciudades, los campos i los mares ;
conduciendo al hombre, los productos de la in-
dustria i los frutos de la nattualeza. Acortando
así his distancias i economizando el tiempo,
abre nuevos horizontes al sér intelijente, presen-
tándole por patria comun la superficie de la ésfe-
ra en toda su estension. Morse, el jenio in-
mortal americano, somete a su voluntad el flui-
do eléctrico, i lo obliga a que recorra el mundo,
como mensajero del pensamiento, por un hilo
de alambre i con la celeridad del rayo ; dejando
atras la impetuosa coniente de los huracanes i

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VIII
1<1fllnz misma, en su mácsimun de velocidad. I
este gran obrero del progreso, al trasmitir
por el cable submarino, de uno a otro mtmdo, su
primer telégrama, esclamó " Gloria á Dios en
las alturas i paz a los hombres en la tierra. " El
entusiasmo arrancó a su espíritu esas elocuen-
tes palabras que espresan un himno de alaban-
za al Supremo bien i el símbolo de unificacion
de la e"pecie hmnana. En efecto, el telégrafo
de :Morse ha venido a constituir la ubiquidad
del pensamiento, el lazo de la fraternidad i el
asombroso i · sorprendente procedimiento de
obtener instantáneamcute noticia de los acon-
tecimientos notables de las m as l<ijanas rejiones
de la tierra. Se hun establecido líneas telegrá-
ficas en las poblaciones principales del mtmdo;
los hijos de la América pueden entrar en con-
ferencia desde su gabinete, con los habitantes
del antiguo continente, poi' la int8rmision del
hilo eléctTico, i de instante a instante, de mo-
mento a momento; i ántes de la terminacion de
este siglo, se hallará em'ltelto el planeta en tma
red que estrechará las relaciones de los pueblos
i cambiará la faz del mlmdo social. Entónces
habrá llegado la instruccion hasb las últimas
cla es desvalidas i habrán desaparecido el fana-
tismo religioso i lu. inmoralidad que enjendran
las preoeupaciones; causas tlc algunas de las
c'ccmas referidas en esta obra. Entónces una
bbor ;rn.ternal i tmiforme en todos los ámbitos
del globo hará in cribir en la bandera. de la re-
pública: "Uno para todo.~. Tot os para tmo. "
A:-:í lo pr no"tica el pr ~~TC,' O de ln~ ciencia.: i

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IX
de las artes, que ·viene acelerando la marcha
de la humanidad hácia la perfeccion de las ins-
tituciones sociales.
Antes de que pasen tres jeneraciones, los
enemigos de la luz, sectarios de la docti·imt de
la fé ciega, los pertinaces adversarios del libre
exámen, los defensores ele la tradicion, habrán
cedido el campo a, los propagandistas de las
ideas filosóficas, a los apóstoles de la verdad
científica.
Las sociedades diversas de la humanidad
diseminadas en la superficie de la tierra, se en-
caminan a la solidaridad de la especie. Se está
cumpliendo tUl hecho mui significativo en tal
sentido ; va dinmdiéndosc en el orbe la creen-
cia n;.tas justa, mas moral i mas razonable en
materia ele relijion : el reconocimiento ele la,
existencia de Dios; la inmortalidad del espíri-
tu; el libre albeldrío i en consecuencia la res-
ponsabilidad humana ; las penas i recompen-
sas, segun las obras, ántes o despues de la
muerte. Esta creencia triunfará sobre todas
las teogonías que han venido dominando el
Espíritu, i el Dios de la naciones, será el Dios
del Universo; único, 1erdadero, creador de to-
da existencia en los tiempos i en los espacio::;
del infinito.
He d~jado correr la pluma en esta obra, al
impul::;o del patriotismo i mas que esto, al
impulso de la filantropía, en pro del bien de la.
humanidad. Si algtmos de los lectores de ella
juzgaren que se ha escrito })ara ponerla r.l seni-
cio fle P lgtm partido político, lc'}-nplic:o C]_l' , n'pi-

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X
tan la lectma a fin ele que rectifiquen su juicio.
En todo caso la narmcion :fiel de los hechos
cumplidos, me escusan de las justas censuras
que ella contiene, especialmente sobre la
causa, sentencia, i ejecueion patibularia del
inocente i desgraciado doctor Raimundo Rusi,
víctima de la ceguedad de un pueblo alucinado
i enfurecido. Por fortuna para la memoria de
ese infortlmado compatriota, ha sido rehabili-
tada su hom·a, como se verá al fin de las páji-
nas que contienen parte de la historia de esa
causa célebre.
Respecto de los sucesos de la conspiracion
contra el gobierno lejítimo de 1851, me he li-
mitado a publicar los documentos auténticos que
pude colectar en el mismo año.
Hoi puede juzgarse con mas imparcialidad
sobre lasint(}nciones que me dominaron al publi-
car laobraiestoha contribuidoalapublicacionde
e. ta segtmda edicion.
EL AUTOR.

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El móvil primordial que ha puesto la pluma
en mi mano es· el amor a la República. Creo que
es un deber sagrado para todo escritor, el rendir
ün homenaje, un tributo al pié de los altares de la
patria ; i esta conviccion íntima i profunda me ha
decidido a escribir esta obra. La mayor parte de
los hechos que refiero, han tenido lugar en llogo-
tá capital de la antigua Colombia i posteriormente
de la República de la l\ueva Granada; hechos que
mas tarde figurarán en la historia, aunque me ha-
yan servido para la confeccion de esta novela : he
preferido esta forma i estilo, con el fin de ameni-
zar la narracion. Es, pues, una oLra esencialmen-
l e histórica i clescJ'iptivn a la vez que sus ~uadros

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se hallan Iluminado& por la luz filooófica de lamo·
ml evanjélica.
Como los hechos cp1e se refieren tienen rela-
cwn con la política del país; se hace indispensable
anticipar una lijera reseña de los acontecimientos
mas importantes a este respecto, facilitnnrlo así la
inlelijencia del lector bajo tal punto ele Yista.
Cuando se leen las novelas do Alejandro Du-
mas, de Eujenio Sue, de Lor Byron, '\¡alter Scot
i otros hábiles literatos europeos, se eleva el espí-
ritu a las rejiones de lo sublirnemente fantástico i
se respira luego que se reflexiona que los hechos
referidos son, en su mayor parte, obra de la ima-
jinacion del escritor; pero aquí he procurado ser
fiel i veraz en la narracion, de los que me he pro-
puesto publicar, por mas increíbles que ellos pa-
rezcan. Viven aun muchos personsjes que figuran
en esta obra, pe1'0 no haré uso de sus propios nom-
bres, sino cuando sean absolutamente indispen-
sables.

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RESE~A IIISTORICA.

-········-
El colombiano ilustl·e, el jenio de la guerra, elliber-
fador de Bolívia, el Pen], Eeuador, Nueva Grauada i
Venezuela, el inmortal Bolíva1' dirijió una alocuciou al
Congreso de Angostura; alocucion elocuente, patriótica i
previsiva, como inspirada por el númen tutelar del coloso
americano;en ella consignó su opinion con respecto al sistc~
ma de gobierno, que juzgaba debía adoptarse en los pueblos
que ántes fueran colonias de la España; decidiéndose ar- ,
diente particlacio de los gobiernos fuertes. Sin embargo
la patria era su altar i la libertad el ídolo de su corazon.
Mas, esa noble ambicion de fama i gloria, siempre
treciente i nunca satisfecha, le fascinó hasta el punto de
creer a sus aduladores, cuando le vaticinaban privada-
. mente, que ell>ol de Colombia iluminaria pa!'a él, el solio
del imperio. Se poseyó, sin dmla, de esta idea; ella tenia
en su apoyo la conviccion profunda que le asistía, de que
los pueblos re(·ientemente indepenwzados de ]a España,
necesitaban de UJI gobierno fuerte 1. vigoroso, i consintió
en la empresa que debia ponm· punto a su caiTera. La
disolucion de ]a memorable Convencion de Ocaña, fué un
hecho muí significativo ptu'a los patt·iotas que esperaban
afianznr allí la libertad conquistada,i el establecimiento defi-
nitiyn del gobierno r•rpuhlieano. ne rntónres mas, la con-

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ducla del Libertauor uespertó el zelo patt·ióLico de los ver-
dader·os aman~es de la República: se creyó que estaba
amenazada de muerte la libertad de los pueblos i en vez
de apelar a la opinion nacional para salvar el país, se ¡we-
cipitaron algunos patriotas al abismo insondahle de una
conspir·<Jciou a mano armada. El 2n de setiembre del año de
1828, en alta noche, fué asaltado el palacio del Dictador
de Colombia, a tiempo que él dormía tranquilamente con-
fiado en las promesas de sus engañados favoritos. Al gol-
pe de las armas de fuego de que tuvieron que hacer uso
los conspirador·es para franquear la entrada, despertó,i sin
mas tiempo que el necesario para evadirse por una de las
ventanas del palacio, protejido por una farorita fiel, salró
su existencia i burló el intento i las esperanzas de los con-
jurados. Los cuerpos de tropa veterana i los jefes adictos
a BolíYar, sofocaron i reprimieron esa conspiracion, que
no díó por fruto, cntónces, sino catorce decapitados, exhi-
bidos en horc·as en la plaza mayor; entre ellos el Yalicnte
republicauo Jeneral Padilla, benemérito en grado heróico
por· sus proesas en la guerra de la independencia, espe- '
cialmenle en Margarita, Cartajeua i el Lago de MaracaiLo.
1\Jas tarde fuemn los demas conspit·adorcs notables, conde-
nados a suft·ír la pena de prision en los calabozos de flo-
gotá, bóveuas ue Boca chica i Cbágres i algunos a destier-
ro fuera del tcrl'itorio de Colombia.
Desde entónces el Diet,1dor se e_rijió en terrorista:
quiz..1. juzgando que el te!Tor era el medio de sujetar a los
pueblo?, que se mJstraban remisos a obcJecedú ciega-
mente. Para esto espidió un dec:·eto invistiénJose del
poder de la dictadura, sin rest:·iccion Je n!ogtllla clase.
1 como una consecuenl'i i apoyo de sus m:ras políticas.
espiilió los sigtúentcs: l. o El que coartaba b liLet'tad de
imprenta, contrarian~o !a lei colom?i·~na Je 14 de setiem-
bre de ·1821 . -2. o I·J ne restaLlecumcnlo de lo: com·en-
tos que habían sido suprimidos por otra lei. -3. o El que
sostituia cátedras de teolojía a las de lejislacion i economía
política: i algunas ott'aS disposiciones que rcstt'lnjian la
libertad de e tu dios.

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El año Je 1830 se reunió en Bogotá el Congt·eso
llamado por Bolívar El Admirable, Congreso en fJUe fin-
cab:m sus esperanzas el Libm·tador i sus adeptos. Por mas
de un título se juzgó Bolívat· acreedor a imponer su vo-
luntad a Colombia. Investido pot· sí de un poder omní-
modo; jcneralísimo de los ejércitos de la República; pro-
tector del Clero i apoyado por las órdenes regula1·es en lo
jeneral; mas, la influencia de su nombre, el prestijio de
su fama i las numerosas i repetidas manifestaciones de los
pueblos que le debían la libertad; manifestaciones de ho-
nor i de adhesion; le hacían juzgm·, con fuertes lwobabi-
lidades, que el Congreso admirable le rendiría con humi-
llacion el mismo homenaje que le rindieron los hijos de
Bolívia, poco tiempo áotcs, proclam~indole en su consti-
tucion polítiéa, Dictador vitalicio i con derecho a disponer
del trono. Esperaba, pues, con fundamento tal resultado,
i sus allegados no solamente se lo pt·ometian, sino que
blasonaban del pr·csunto t1·iunfo.
Juzguemos con imparcialidad a ese grande hombre;
si la ambician de gloria i los resplandm·cs del solio imperial
lo cegaron basta el est1·cmo de pensar en crijir su trono
sobre el altm· de la libet•tad que él mismo había lrvantado,
a(;(}SO el fin de sus intentos fuera la felicidad pública; olvi-
Jcmos su estravío.
El Congreso admirable tomponiéndose (en su mayo-
ría) de republicanos firmes, despajo a Bolívar de la in-
vestidm·a dictatm·ial i clijió a Oon Joaquín l\Iosquera para
Presidente de la Repúbliea. BUI'ladas así las esperanzas
de los partidarios del Gobierno fnerte i vigoroso, medita-
do por el Libertador, levantamn estos el estandarte boli-
vi~no a cuyo alrededor se agruparon, no solan•ente los
a_d1ctos a Bolívar, sino tambien todos los partid:wios dl'l
s1ste_ma monái·quico, llamados goLios; i pt'etestando qL~c el
Go.~~crno .li~eral de Don Joaquín )Josque:a pt•rse~ma b
rehJIOI_I cristlai_la, engaií<~ron, la jente scncüla de los <.':1m-
pos circm.vccmos lwsu el plnto de hac'.!l"!es tomar las
armas conh·a el Gobierno lejítimo. [ntónecs .- o dividíe-
J·on ·los colombidnos en do. bm los I olíti!· , , tit11 <h t 1

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-8-
uno , bol:viano i el ott·o liberal; el primero tomó pot' di-
visa para sus sectarios una cinta verde i el segundo se
distinguía por la cinta negra i lacre, con la iusci·ipcion :
Libertad o mu(;tte, que lleYahan en el pecho sus adictos.
El Jenet'al Bolíyar babia salido de la capital con di-
recciona la costa del Atlántico, dejando tras de si huellas
de dolor i el corazon de la patria gangrenado ......... .
En 1850 estalló la revolucion premeditada por los
bolivianos; el batallon llamado El Cltllao i muchos cam-
pesinos armados, alílaron la bandera de rebelion adornán-
dola con el signo de la cruz, así como en las banderolas de
las lanzas inscribieron e) nombre ue JESt:S: Í al grito de
1 Viva la 1·elijion! marcharon sobre la capital, despues ele
haber dejado centenares de muertos i het·idos en el sitio
del Santuario, en donde se libró una batalla entre los in-
surrectos i los defensores del Gohierno. Tomada la capi-
tal proclamaron los bolivianos Dictador provisional al Je-
neral l rdaneta, hasta que el Jeneral Bolí\·ar se enl'at'gara
del mando como Jefe Supremo. Esto último no lo consi-
guieron porque e117 de diciembre del mismo año, murió
Bolívar en San Pedro de Santamarta a las orillas del
océano . (a) .
Los usurpadores del poder, para afianzar el dominio,
persiguieron a los llberales, <'ondenándolos a sufl'ir las pe-
nas de prision a unos i las de destierro a otros; pero los
pueblos del centro de Colombia, libres por naturaleza i
republicanos por convencimiento, tomaron las armas i
combatieron por la libertad, obteniendo un triunfi) esplén-
dido en los campos de Palmira, ba.io las órdenes de los
Jenerales republieanos José María Obando i José Hilario
López , sobre las tropas del Dictador, mandadas por .Mu-
gnerza. Al mismo tiempo el Jeneral ){o¡·eno, mandando
algunos patl'iotas de Casanare i los republicanos que de los
p~eblos del Norte se le unieron, fué lomando varins plazas
en direccion a la capital de la República .
[a1 Cuc,l otro N apoleou le co ndujo la P rovidt>neia a donde la natu-
raleza pre.<·nla con roa.; es tensiou i t•splendidéz rl t>mb lema de la Li -
btl tad ; si n embargo del estravío d.-plorable, las olas dPI océa no, be,a-
ru n il> ¡:·lantas tlel jlgnntt> al worir.

©Biblioteca Nacional de Colombia


-9-
El H> de mayo drl siguienle aiío (1831) entró el
ejército libertador a Bogotá, entregándose los usurpadores
a la clemeneia no desmentida del parlido liberal tr·iunfante.
Los vencedores convocaron una conYencion i en efecto se
obtuvo esta: se instaló en Bogotá el 5 de noviembre de
185·1 i dm·ó hasta el 2 de abril, del año de 1852, la que
elijió para Viccpr·esidente de la República, provisionalmen-
te encargado de -ejercer· el Poder' Ejecutivo, al Jeueral
José María Ohando.
Restablecido el órden en el centro de Colombia i ha-
biéndose erijido en Estado independiente. los pueblos de la
antigua Venezuela, a causa de haber·se asegurado en ellos,
que se babia adoptado en la capital du Colombia el Go-
bierno monárquico, la Convencion tambien erijió en Esta-
do indepetldiente el territorio que componía las provincias
del centro; bajo el título de República de la Nueva Grana-
da, dejando a los pueblos del Ecuador en libertad para
gobemar•se o constituirse: dictándose sin embargo todas
las medidas conducentes, si no para. restablecer la Union,
sí para conservar la armonía.
En el mes de octubre del mismo año de 1852, se
hiciet·on las elecciones para Pr·esidcnte de la República de
la Nueva Gl'anada i resultó electo popularmente el Jeneral
Francisco de Paula Santander, residente entónces en Eu-
ropa a consecuencia del destierro decretado por el Gobier-
no dictatorial de Bolívar, como tmo de los republicanos
opuestos a las miras políticas de los bolivianos i bajo el
pretesto de haberse complicado en la conjuracion del 2o
d~ setiembre. Fué llamado para que se encargara del Go-
bierno, i en efecto, asumió el maudo con beneplácito de
todos los qne pertenecían al partido liberal, en tanto que
l?s bolivianos trabajaban sin descanso para repetÍ!' la rebe-
lwn del año de 18:50. En ele(·to, furmaron el plan J.e
cowpir:acion; ~iendo el pl'incipal Jefe de ella, ~ar~I?; pero
descubre1·lo diCho plan por el Gob!crno, perstgmo a los
C'onspiradot·es que lomar·on las :ll'lnas i que marcharon para
el norte, los cuales se enlreg:H'OD :1 hs tropas del Gobienw
.IJ PI pneblo (le Tz:l de la nntigna phwincia tlt~ Tunja.
Ermt

©Biblioteca Nacional de Colombia


-tO-
los mismos p:HliJ,u·ios del sistema boliviano unidos a los
pocos rea)jstas que maldecían la República. Pm·a atrael'se
o gan:ll'se la opinion de los pueblos, tomaJ'On como en
1830, por pretesto la defensa de la relijion. Bajo del ga-
hineh~ Santander afusilat'On algunos i espulsaron a oh·os
de la República: i digo bajo el gabinete Santander, porque
si bien es cierto que fueron juzgados i sentenciados segun
las leyes vijentes, el encargado del ejercicio del Poder Eje-
rutivo, pudo en uso de sus facultades, conmuta!' la pena
de muerte que se le pasó para tal objeto o no quiso
emplear la clemencia apesar de las instancias de yarios
republicanos, quienes le hacían presente que ella haría
mas digno del puesto que ocupaba al vencedor.
Llegaba la administi·acion Santander a su ocaso; quiso
este grande llombre designar el sucesor, pre~enlando al
puehlo como candidato para el siguiente pedodo constitu-
cional al Jeneral José María Ob:mdo: errol' funesto que dió
lugar a que despertara el celo republicano i desecharan o
recbaz1ran tal candidatura, muchos de los liberales juz-
gando la designacion hecha por Santander, como el meJio
<.!e perpetuarse en el mando por interpuesta persona; pues
que siendo el nuevo Presidente hechura Je aquel, se creía
hab1·ia de acalar su voluntad en todo. De aquí se o1·ijinó
la division del gran pm·tido liberal i en cousccucucia obtu-
viemn el triunfo los anliguos pal'tidarios de Bolírm' quie-
nes hasta entón~:es habían sido calificados eon el nombi'C de
«serviles,» i en adelante tomaron el nombre de «ministe~
• rial?s. » Hi~o el Co~1greso b eleccion en la persona ~el D1·.
Jose. IgnaciO de .Im·quez, ape~' de que Lal elcwon he~
cha en él se tenia como inconstitucional por estar desem~
peñando el electo el destino de Yiceprcsidente de la Rcpú~
blica i sede probibi(lo tal enc:U'f{O. Esto dió lugal' a un·t
larga i animada dis usion en el Con"L'cso de 18:57. El Dt·.
Rafael .Iaría Yásauez, el Dt·. Azu¿ro, el Sr. tlc OLaldía i
ott·os diputados tr;¡ta¡•on de oponerse i de probar en sus
discursos i en plena Cámara la inconstitucionalidad de la
eleccion pero inútilmente; el Sr. jJárquez fué e1-.~1o, i el
1. o Je abril de Jith aiio tom.; posc:l·o de In Prcsi"eueb.

©Biblioteca Nacional de Colombia


-11-
Dcsde los pl'imel'Os dias Je su adminislracion, se manilesló
de_cidido protector del partido que lo elevó: los nombra-
mtentos para los destinos públicos los hizo esclusivamenle
e_utrc sus partidarios; i aun fueron removidos de sus des-
tmos varios liberales par·a emplear a los favoritos del nuevo
ministei·io. Esto unido a la eleccioo inconstitucional refe-
rida i a la circunstancia de que gran parte de sus favore-
cidos pt·ofesaban doctrinas absolutistas en materia de Go-
bierno, dió lugar a que los liberales le hicieran una oposi-
cion fuerte, sistemática i apasionada haciendo uso de la
imprenta (b) hasta el punto de provocar a la rebelion, que
mas tarde tuvo lugar precipitando el país en el abismo
de la guet'I'a civil. Se haLia enrostrado al Dr. Márquez
la dcbihdad como esencia Je su ca !'á de•·, i quiso en con-
secuencia ostentar- firmeza, haciendo uso del mismo defecto,
juzgándolo quizá como un medio de salvacion, pues se at·-
rojó en los bt·azos de una familia influyente pm' su riqueza
e inlelijcncia; la familia Mosqucra. Ocupaba la Silla Arzo-
bispal el DI'. i\Ianuel José de esa familia; tratóse, pues, de
unir el Mculo i el baston para conser\·ar el poder. Espidió
el Presidente decl'etos :mtilibe1'alcs. como el que ¡·estrinji.
la libertad de estudios; i no daba oídos a los pueblos que
sufrían la opresion de algunos ministeriales apasionados.
Tantos elementos de discordia uehian dar por resuitado la
disociacion, la anarquía i la guerra. En realidad, el aiio
de 1840 se prom1>1ciaron todas las provincias cle la Repú-
blica contra el Gobiemo de ..Iilrqucz, coa C':cepcion do lc1s
de Neiva i Bogot<i; el Presidente estuyo a punto de capi-
tular eon los revolucionat·ios de las pmrineias del norte, i
quizá así hubiera sucedido si el valiente i denodado Coro-
nel r"cit·a, no se hubiera interpuesto s.tliemlo con uno
pocos compañeros a d..:tener las hue tes enemigas que tp-
caban ya a las puertas de 1::1 capital: dió en efecto . ·l'Íl'..,
el primet· golpe a los t•evolucionariJs, rlei'l'Ct~ndo las tro-
pas manda(la por Gonzalcz (Coronel), tomando 200 pri-

[b) Entre otras publit'ack·nes uieron a luz ·• El Baluarte," La llau


dera, .. El Gallardete," .. El Látigo, .... L:J. E:;plociun popular."

©Biblioteca Nacional de Colombia


-12-
sioner·os Í dejando fuel':l de combate Otl'úS tantos f:'ll el
campo de «La Culebre1·a,» el 28 de octub1~e de '1840.
De entónces hasta 1841 , todas las provincias con mui
pocas escepciones fueron teatro de la guerra civil; el Je-
neral Tomas C. l\losquera fué el Jene•·al en Jefe de las tr.o-
pas ministeriales, i el Jeneral J.osé María Obaudo e] Jefe
del partido liberal. El Jeneral Santander habia dejado .de
existir el 6 de mavo de 1840. La suerte de las armas se
decidió en favor d~l pa1'LiJo ministerial en Téscua, Aratoca,
Chanca i .otros campos de batalla, quedando en conse-
cuencia sometidos los defensores de los principios libel'ales
a la voluntad de sus enemigos. En el mismo ailo de 1840,
se hicier·on lai elecciones para Presidente de la República
en el 5. er período constitucional, i como er·a de presurnirse,
recayó la e]eccion en uno de los Jenerales victoriosos.
Como pal'a tales elecciones. ocur1·ió un incioente notable~
es de referi1·se en este lugal'. La mayoría de los granadinos
era, como ha sido siempre, entusiasta por los principio·
liberales: los candidatos eran el Jeneeal José:María Obando,
ardiente republicano, i el Jenet·al Pedeo Alcántara Herran,
decidido partídar·io de los ministeriales (antiguos bolivia-
nos): temerosos estos de que fuera favorable la opinion de
la mayoría a su candidato, ocutTiel'On a un espediente> a
la verdad poco digno de sus autores; sinembargo a él
creían que debían apelar para obtener el triunfo eleccio-
nario. La ciudadanía era uno de los requisitos esenciales se-
gun la Constitucion, para ser Presidente; i los derechos de
ciudadanía se perdían por el granadino desde luego que
éste tuvier·a causa criminal abierta; por consiguiente los
votos dados en favor de un individuo contra quien se bu-
bie•·a declarado con lugar• a seguimiento de causa, por a!-
gun delito, eran nulos. Partier·on, pues, de estas premi-
sas los ministerü1les; inhabilitar· al candidato antagonista,
et·a proporcionarse el tr·iunfo. <-

En el año de '1850 i en la montaña de Ber·ruecos,


cualro malrados asesinaron al Benemé1·ito Jeneral Antonio
José de Suc:re: la~ autot•idaJes de Popay;m de Pa~to i de
toda aqurlta ('(lfn'll'Ca prJrtil':li'OH I'S1Hisit:•s oílíjPil<'laS á fi11

©Biblioteca Nacional de Colombia


-1:5-
de poucr eu dat•o i descubrir los autores de aquel fm·o1.
asesinato i de las averiguaciones, únicamente t•esulta!Ja
que aquellos se escapaban allende el Carchi ...... S•J,;re
se dirijía al Ecuador, era intelijente. ilustt·ado, activo i va- '
liente, digno por esto, por sus pt·ccedentes como hombre
público, Je ocupat' un lugar distinguido entre sus com-
patt·iotas; Sucre, repito se Jirijía al Ecuador; i en esa sec~
cion de Colombia, solamente él podda rivalizar entóuces,
al Jeneral Juan José Flórez. Consta que por Imhabura
pasaron cinco .hombres con disft·az i armados, juzgándose
que fuel'on los asesinos de Sucre. Flórez tuvo la noticia
del asesinato, en Guayaquil, antes que todos; Flól'ez ....
acababa de proclamarse Jefe supremo (lel nuevo Estado
del Ec11ador: no Ct'a pues Obando sobre quien debian re-
caer las sospechas de aquel crímen. Bien, pues, el ase-
sinato de Sucre grau mariscal de Ayacncho, era un hacho
que debía ocupar un lugar· en la historia, por ser aquel uno
de los hét·oes de la independencia de Colombia; pet•o des-
pues de un año de tal acontecimiento, a nadie se le babia
ocurrido que las cenizas del héroe podt·ian convertit·se en
una mina esplotable par·a la política,como en efecto sucedió
a los diez años. Yamos a ver como: hemos dicho que el Je-
ncral José Maria Ohando era el candidato del gran partido
liberal para la Presidencia de la República en 1840; había
probabilidades de que fuera el electo, i los ministeriales
escojitando el meliio de inltabilitarlo, pt~ocuraron enea u~
sarlo, eu cuyo caso los votos que obtuviera, serían nulos.
ConJucta, por cierto indigna de hombres que se precia-
ran de homados, pero hasta ese punto ciegan las pasioues
de partido, i hasta ese p1mlo condujo la imprevision a
Yarios minüeriales, 'cuyos nombres omito por ser conoci-
dos del público. .El Jencral Obando sr. hallaba en Pasto
(·uando fué asesinado el Jcuer3l Sw;re (el año •le 1830),
pues el aiío de 18!r0, se removiel'On las cenizas de este
¡·élebre colombiano levantando un sumat·io en el que babia
rle aparecet' Obando como autot· o por lo ménos cómplice
de aquel crimen: el ·umariado se puso a la disposicion de
~o: ,inet ·r.~ ¡.art~ üwJica r~e _de la .c;_¡[unwia; pero los mane-
¡o~ ll~'g::Jit'¡: 1 n rol pro ·r.dmr1ento. J pnl' otro lado el cflnYen-

©Biblioteca Nacional de Colombia


-14-
eimiento que le asistía de que se pensaba eu perdel'lo, en
inutilizarlo para la Presidencia, amenazado aun de muel'te,
le decidieron a dejar, a quebrantar la prision i ponerse en
armas. Esa tl'ama infemal coadyuvó a la sangr·ienta re-
volncion q:1e hizo conmovct· a la República en todo el
tl'rritorio granadino.
Yeneidos los republicanos; subió al solio presidencial
d Jcneral Pedr·o Alcantat·a Herran; dtmmte su administra-
cion se dictar·on var·ias providencias con el objeto de esta-
hlccet' el gobierno {ur:rte i vigoroso en que soñó el Jenc-
ral Bolívar; se solicitó de la Inglaterra un protectorado a
fin de afianzar el Poder, bajo el especioso pretesto de ase-
gurar la deuda exterior, a lo que se negó el gabinete de
San James, con el carácter de honradez que le era propio;
se sancionó la tiránica lei de medidas de seguridad, i se
dió ni país una nueva Constitucion (la de 1845), antilibe-
ral en esencia. El año de ·1841 se hiciemu las eleccio-
IltS para Presidente en el !~.o períodoctnstitucional, i como
no hubo eleccion populat•, el Congreso de 18-H> perfec-
cionó aquellos, declarando elct·to al Jeneral Tomas Cipriano
~losquera, hermano del Arzobispo José Manuel. Su ad-
ministracion no fué csclusi\ista. en la provision de los des-
tinos, ni adoleció Je Jos defedos capitales de la escuela
conservadora, como en las dos administraciones de los ocho
aiios anteriores: se buscal'on hombres para los destinos i
m destinos para los homLr·cs i se prorno,icron vat·ias me-
joras materiales como base del progt·eso del país. Esa ad-
ministracion fué indudablemente la precursol'a del triunfo
de los principios liberales i la intermediaria de la rehabi-
litacion de los gl'anaJinos proscritos por las autoridades.
Ya los (! mioístcr·iales» se denominaban «conservadores.»
El aiia de 1848 se hitieron las elecciones para Pre •
id ente en el ~-o período eonstitucional, i olridando el Je-
u t·al l\Iosqu rala lcccion que el pueblo había dado cuando
el Presidente Sant~mder designó ~ucesor, presentó por ean-
didato al Dr. Ruflno Cuet·ro, i obtuvo la mayoda de los
'otos el J ncral Jo~é Hila río Lópcz; no fué 'popular la clec-
<'Íon i el Congr·e~o do 1849 la pet·feccionó, dcdar':lndo
electo Presidente al último.

©Biblioteca Nacional de Colombia


l.

ROMHRAS I MISTERIOS
o

LOS EMBOZADOS.
OBRA IIISTORICA.

CAPITULO f.
EL :IIEl\'DlGO.

Las doce de la noche daba la campana del reloj de


la catcdl'al i los sel'cnos de la calle del comercio pasaban
la ~voz de aleda con un silhiJo triste i prolongado. El si-
lencio p1·ofundo indicaba el sueño de los moradores deBo-
gotá i la apacible i clara luz de la luna hacia visibles los
objetos, aun distantes.
Yo salía a esa hora ue la casa de un rnédico, mi pa-
riellLC, a quien fní a vi~itm·, i me clrluYo, como dccostum-
hrc, para h< hhll'lnc de ]: vaslt 'tis crónica que padcda
:~coulOlhintlome una l:u·ga dí, ertac.:ion .-ohre patolojía en
la que pretendió probar que &quell;~ era una enfermedad
mdémita en lo~ profeso,·es de 1 1etlicina. Cuando 11cgué
a la «plaz~ do la Con:stiturion, » vi dos hombre emboza.
dos hasta ]ns cejas, con sus larga~ capas, i ~1 pasar poa·

©Biblioteca Nacional de Colombia


-16-
CCI'l'ade ellos oí c¡uc hablaban en voz baja, i solamente
alcancé a pen:ibir estas palabras. «Ellos están fascina-
dos . . . . . . . ((la cong1·egacion» seguí sin cuidarme de
ellos ni de su COIIYer:-ncion, ni volví a recordar tal inci-
dente, a la ; rrdad insignificante entónces, pero al día si-
guiente ellos i sus palabras Cl'an para mí objetos de curio-
siuad: vamos a saber por qué. Eean las diez de la ma-
ñ:ma cuando tocaban en mí puerta con golpes mesurados
i como con suma precaucion; juzgué que fuera algun je-
suita i salí, yo mismo, a recibirle. ALro i se me pt'esenta
la miseria enca!'nada, un pobre hombre de fisonomía agra-
dahle aunque sombrío i mal vestido, pero limpio. «Señor,
me dijo, una limosna por el amoe de Dios. »-Entra, le
contesté: i adelantando su báculo del umbral siguió en pos
mia. Le mandé c¡ue tomara un asiento que babia en e[
corredor diciéndole: espera que salga la señora de la casa.
«Uendito sea el Señor», dijo mostrando en sus mi1·adas la
espresion del contento i de la humildad.
Estuve un instante contemplando su fisonomía: sus
facciones eran regulat·es, la barba poblada i negra como el
eabello, la cútis blanca i las miradas esprcsivas. I podría
tenet' de 20 a 22 años de edad. Era un tipo español mal'·
chitado pot' la desgracia. Su situacion i su semblante uni-
dos, demandaban imperiosamente a la curiosidad nn exá-
men sobre su historia.
-¿Cómo te llamas? le pregunté.
-¡Ricardo! me contestó¡
-¡,Tienes padt·es?
-No señor.
-;Hermanos?
-Señot', no tengo eu el mundo mas aolienles que la~
personas caritatiYas. Mi padre era milítat' i murió el'! las
guerras del señor ::\losquera: mi querida madt·e murió tam-
bien poco despucs, agobiada por el pesar i la pobreza. La
única hermana que tuve, les fué robada a la edad de cinco
años: todas las dilijenci • que se hicieron buscándola fue-
ron inútiles. Era mui graciosa mi pobt·e hermanita.
-¿Por r¡ué no lrabaj::~~ para rr;tnar con qu > rivir!

©Biblioteca Nacional de Colombia


-17 --
-Esa l'ecouvetH:iou me lleg,¡ al cOJ'aZDn, es mi tor-
mento, señor. La oigo lllas de diez veces por dia i las
mas si u provecho. Jóven soi, es cier·to, í pudiera ten el'
una vida ménos desgr·aciada, si me hallam en capacidad
de trabajar; pem es~oi inválido ue un balazo que recibí al
lado de mi padre.
Al decir esto descubría con la mano iziJuiccda el hom-
bro det'echo, dejando ver una grande cicatriz. En esto
nos hallábamos, cuando llegó una bella pupila que se ha-
llaba Lajo mi tutela, i me dijo:
---¿,Quiere U. que le tlé a ese pobre una de las cami-
sas viejas? U. es mí protector, yo quiero ahora se1· t;un-
bieu pl'otectora del uesgl'aciado.
El mendigo se quedó meditabundo i dijo para sí Pn
yoz baja: «PI'oteclOI'»; i mirándonos alternativamente con
suma atencion, indicaba que Rosina le había despertado
algun recuerdo.
-Qué ! le Jije, ¿tú tambien tienes o has tenido pro-
tec·tor?
-i\'o seiiol', es ..... . m.~da mas que, 1111 recuerdo,
una coincidencia ..... .. .
~Sin duda, algw1a historia, dijo Hosina, cnénlanos
esa historia, ya sabes que mi protector te dará una camisa
,: uo es verdad? dijo dirijiéndose a mí.
-Sí, Rosina, le contesté.
. - . . ·o bai duda, dijo el mendigo, es ei ¡ll'otecto!' .....
1 ~a pupila ..... . ¡ ho! es una perfidia
..... . quizá un
Cl'lmen.
-No te comprendo, esplíeale.
-Scii or, la condition de pordiosero obliaa al silen-
lio, pel'o .... la relijion ordena que se lw¡;a elhieu i qun
s~ evite ~lm;~l.; hablm'é, ¡,por qné no? La J¡isloria d • mi
v1rla es lnen tl'lsle, acaso os ínlcl'e:;;e, sinemb;¡¡·go ..... .
--¡Oh ! sí, puedes referirla: yu me <:omnl:.lzco en e::;-
r.uchar histoi·ias de mendi;1,o:>, peio se trata de mi pt'olec-
. '-
t
or 1 ••••
-1 de wi sciiol'ita Rosin:1, e.· Yel'dad: 'aÓ:ii'P nw -
2

©Biblioteca Nacional de Colombia


-18--
tra curiosidad eu lo que puede iuteresaros, pero ántes con-
viene que tengais noticias un poco mas detalladas de la per-
sona con quien bablais: por lo mismo anticipat·é la historia
de mis infortunios; procuraré ser conciso en la narracion.
-)lui bien, le Jije, i tomando todos tres asiento,
formamos un grupo digno del pincel de un Ramon Tórres.
-Ya sabeis que, hace nueve años, soi huét·fano: mi
padre era Cárlos Luis Fernández, hijo de don Martín Fer-
nández i Soria, natm·al de España. l\li madt·e era
Jenoveba Renjifo, americana. Gozaron de nna mediana
fortuna en los primems años de sus Jcsposor·ios, la
r¡ue perdieron pot:o despues, segun me refet·ian cuando yo
les hacia algunas preguntas. A co~1secuencia de haberse conl-
plicado m~ padre e~ la conjuracion del año de 1828, fué
destinado al ejército como soldado raw. En 1830 bajo el
Gobierno dictatorial, fué liceneiado a causa tle estar sufrien-
do una enfermedaJ. Entónces se retiró al eampo con mi
madre, i en ese año me tmieron por fl'llto de su amor;
nací en Fonlibon: así me lo contaban acaririándome. A
los siete años sabia leer, i empezé a escribir i a cstudia1·
aliado de un antiguo amigo de mi padre; t1·ató de darme
una buena educacion. ) adquirí la mediana que poseo; poco
mas de tres años fui s~di.:dpulo. Entónces se conmovió
la República, fué teatro tle la cruerra civil í mi padre tomó
servicio como republicano: yJlc acompañé a la campaña i
ya sabeis la suerte que corrimos. Esto a los cuatro años
del rapto de mi hermanita. Quedé sin parientes, sin ami-
gos i sin deudo al3uno; buscaba quien ali,·iara mi suerte
desgraeiada, pero, ¡ var.a esperanza! el hambre me obligó,
despues de alsu"?os dia~, a recol'!'er las calle: mendigando
el J>:lll para n.vn·. As~ he pasado nuerc a_uos, con mis
vestidos hat·ap:entos, ~m un hog;w, ¡ que d1~0 ~ sin una
miset'aLle choza donde reclinar mi ft· nte ardida por el de-
seo de lo necesario; aterido de f!'io, los portales de la plaza
han sido mi asilo <h.rantc la noche i la hojal'asca de los
mt-rcados mi lecl o.
Sabeis ya, pues.:' r¡uien es el que fPiteis. a~tuí habl:in-
doo ; ahora loi a 1ecu·os lo impotfante, e mt mtent(l pre"'

©Biblioteca Nacional de Colombia


-19--
veniros para que eviteis quizá un mal gravísimo,-Crco que
estais en peligro: escuchad:
Las últimas dos noches he visto, de las once a las
doce, dos hombres envueltos en largas capas, pasearse en
el altozano de la Catedral hablando con un interes notable.
Por las vozes que he alcanzado a oír, juzgo que tt'atan
de .... cometer ... quizá una perfidia; i he pres1m1ido ahora,
que vosoti'OS tal vez sois ...... las personas de quienes
hablaban. Ante anoche decían <Ies un hombre sin mun-
do.»- . «No tiene malicia.» «¡Oh! sí, caerá como otros
en la red»-« i le llama su protector ...... »
-¡Protector~ ¿sera de U. que hablan? dijo Rosina,
<lil'ijiéndosc a mí con sobresalto.
-Continúa, le dije a Ricardo.
-Nada mas pude percibir entónces: pero anoche,
los vi a la misma hora i en el mismo lugar i traté de fijar
mi atencion; no sé por qué mi curiosidad era imperiosa,
pues procuraba oír sin tener mas interes que el que puede
tener un hombre que se pone a escuchar el canto de los
pájaros que pasan o que revolotean cerca de su hogar.
Yo ocupaba uno de los rincones de los portales i era como
siempre, desaper·cibido de la jente: .esos dos embozados,
creo no me vieron, o talvez les era indiferente un mendigo
de tantos que varias noches dormian en a1uel lugar.
Cada vez que pasaban cerca a mí, recojia sus palabras,
proc-manrlo retenedas en la memoria, i en efecto retengo
las siguientes:-« Ellos caerán sin remedio.»- <I El lazo es
fuerte i seguro».-¡Oh! la rclijion es el mejor pretesto,
pot' ella se nos apoya».-« I ton tamos con la influencia de Jos
padre_s de la ...... » «~os haremos a ella, el protector se
dormirá i entónces ...... »-« Es indispensable, de la mis-
ma suerte que sucedim·a a Justo ...... » Continuaron ha-
blando mas bajo i ya no pude oü· sino estas pala_hras suel-
tas: «Todos los recursos ...... es bella la pup1la .... él
dP pronto ...•.. Rosina ..... .
. ?
-¡.Rosma.
-Sí, sc11or. la oí nombrar muí dm"cllllen(e. algu11a
nh·~ · paJaht':lS OÍ , pero aisladas i pOl' lo mismo insignifi-

©Biblioteca Nacional de Colombia


-~0-
lantes. Ya yeis que ·vosotros tal n·z sois el oLjelo de al-
guna mnquinacion; pet'donad ....... .
Yo quedé medHal5undo, mirando almelJCligo, exami-
nando si su fisonomía pt·esenlaba alguna sombra de astucia,
pues llegué a juzgar que fnet·a uu imento aquella nart·a-
tion, p·11·a sacar mas proYecho ue la visita, pel'o il'radiaba
en sn J'¡·ente la natm·aliuaJ. Le pregunté wanto tiempo
permanecieron esos embozados en aquel lugat', i me con-
testó que hasta poco desp Jes de las doce de la noche i
que al Jcspedü·se hahian dicho: (\Hasta mañana a las tt·es
Jc ~a tm·de:-corriellte, en el palacio.-~lui bien.-Adios.l>
Mas confundido quedaba, v•es ~·o no tenia qnc hacer
con pe1·sonas de palacio, IÜ tenia euemigos, pues no ha-
uia matÍ\'0 para tenel'!os, ptnque }O no era empleado pú-
Liico, ni había Liecho Jailo a los hombr€s. Por otro lado
¿a qué pr-opósito nomhrm· a Hosina? . ·o puede se¡· esto:
seguramente hai eqltivocacion. A mas de que pala!)J'as
sueltas no pueden Jm· concepto seg u o. Dos homhres ....
embozados en confer-encia nocturna, en un altozano i por·
mus de dos horas .... ¡ vayn! sin duda son dos cnamol'a-
clos: pot' dos i cuatro i ~eis horas he Yisto a n:rios hacien-
do el oficio de estatuas en nna e:qnina o al pié Je una
YCntana, espet·ando a que sal3a el lucem del alba o del
alma p<H'a ellos. )las, aunque este memli.go se ha es pre-
sa do con sencillez, uniendo a su espresion todas las apa-
l'wueias de la wrdad, se ha l!·anqueado demasiado pl'onto
j la pl'imcra yez qne toe:~ a mis umurales. i Ah! lllC asalta
un reeuerdo: el mendigo no miente: yo mismo he visto
anoche a esos dos embozndos, cuando yenia de la casa dPl
me<ltco mi pariente. Sí, en el mismo altnzano los vi i al
pasar p1)t' terca uc ellos les oí bs piilabl'as: ~tEllos están
l~cina( o ) . «La Cong1·ev:H:ion.1> Hai Pn realidad alguna
"O a i ;u embm·7,o de rlue no Lengo por qué temer, inves-
ti ., t·emo . ; )oh1·e Hc::-.ir a! <·. 1111 ünjel, ¿poi' qué babia
r1e et· elb f'l objeto d" r. tnnfi•f'e 1eia '! Veial'é, ~í relár(>
por (Wec, nrion; en e. te ·,·,,!jp dr 1•·.'rillla. , eoJJ!.') justammt
Ir llat 1;1 PI t•ri tia no, tod•l" r¡;tamo:- e pur,tn-. ;\ 1 de~ ...
:mtua.

©Biblioteca Nacional de Colombia


-21-
Tales f'uer'Oll lm; reflcccioncs que dunpidameute hite
estando al fl·entc Jel mendigo i le <fije al t1n:
-Ricardo, miea, aquí tenJrás todos los días el ali-
mento que necesitas, pero tu lecho i 'tus harapos serán
los mismos pm· todo el tiempo que JO crea convenieutes
tus sm·viti03: el primrro te servirá Je emboscada i los
segundos de disf¡·az: ümbas cosas. <~caso, pueden descu-
brir un misterio: i si efectivamente se trata de nosolros,
tal vez vengas a ser' nuestro protector i ..... harás lo que
te indique.
El mendigo miraba a flosina con un air·e de triunfo i
en su fisonomía se veía descifrada la esperanza en akance
de la felicidad: iba a see protejido a la vez que pt·otector.
jUn mendigo protcctot' U.c un hornbt·e de fortuna! Sí, no
había que dudarlo; todas las apariencias lo hacían [WOb<Jb!e.
-I bien, replicó Riéa;·do, estaré a la misma hora i
despiel'to en los pottales, ¿no es verdad?
--Esacto, i no pet>ded1s ni una silaba de lo que al-
rallces a oí:· a los dos embozados, si mm repiten sn paseo
nndurno.
- I si 110 V:lll •••.
-:\'a da pierJe ·.
-)las bien gnnas, dijo Rosina, pot·qne evitarás fl
tt'¡lbajo de contamos mai'íana lo que hubieres oído.
-Bueno, sen! yuestro fiel Sft'vidot'.
Haré mas de lo que se me ordene, dijo para sí ('\
mendigo,ob1·aré como ínteresado:cae:·án en la ¡•ed. Bajo mis
harapos todo se puede ocultar. Ya este es un trmnfo.
A este tiempo llegó una sÍJ'\'Íente ti·Jyendu alimentos
para mendigo, Rosina entró conmigo a la sala dici<;n-
el
dome: « d pobec tiene talento. ¡Qué desgracíaJo es! Sn
fisonomía es en eslr·emo simp;:tica; me ha interesado !'u
suerte, me pat·ccc un mozo homado. Con otl'o yesti(lo
~eda prcfrrido a muchos Üttuos c¡L:c admil<' la bttt•lla . ode-
chul por tlll C'ontra~entido iuesplicahle.

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·
-22-
CAPITULO 2.•
nA YlSl'fA E:'\ p_\.LACIO.

Cuatro horas habían pasado i yo estaba todavía pen-


s:Jntlo en el singul:Jr pordiosero. Yo meditaba sobre la
historia de sus desgracias; sobre la oficiosidad con que me
prevenía contra w1 mal gravlsimo segun sus presunciones,
sob1·e la especial circunstancia de haber venido a mi casa
sin conocerme ántes, ocuniendo la casualidad de encon-
trar con las personas de quienes. segun él, haLlaron aque-
llos dos embozados nocturnos. Sobt·e todo, me era mui
esti'aiío el len5uaje culto de aquel hombre; lenguaje mui
ajeno de la condici- n Je mendigo. Sin embargo, él mis-
lO me habia preven:do contm este pcm;amienlo, refieién-
domc que haLia sido educado por un amigo de su padre.
1\Ieditaba sobre l2s palabras de los embozaJos i no hallaba
sino confusicn e incertidumbre acc:·ca de su n~rdadero
objeto. Tomé la cartera i las apunlé, ellos podi·m serrir-
me como Jos cabos de esos hilos que fo¡·mahm la recl de
que _e hahbLa; aclema~, yo acostumhrnha a consignar al
papel lo que me pa1·ecia rstmiio, jmgaucio que e-:1 el mun-
do no hai una palabra ab::.olutnmenle perdida, por ins!g-
nilicante t 1uc pa1·ezc<1.
Eran las dos de la ta!'Je: p:1ra las tl'es estaban cita-
dos los incógnitos, supuesto que las palabrlls de su des-
pcdiua fueron: «hasta mañana a las tres de la tarde.-
Corriente, en el palatio. ~> ll'é al palacio, me deseng2ñaré,
dije, re:peclo de la cita, o acaso descnbrit•é quiéues son los
embazados.
Tomé el sombrero, hice un cariño a Rosina i me fui
al punto. Llegué al palacio i admiré que a la entrada no
hubiera obstáculo como se acostwnbraba anteriot'mente:
la ostentacion de mando, de superioridad o de categoría,
anunciadas pm· guarJias desde las puertas en los palacios
en que habita el primer jefe de la naciou, había desapa-
recido. Entré, un simple portero anunció al Presidente

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-2 5-
monia. Al
mi visita: este e1'a visible para todos, sin cere le salu-
entrar a la sala de recibo, hallé al Pres iden te solo,
salud o con esa afab ilidad
dé con respeto i me devolvió el ader ame nte
i cortesanía que adquieren los hom bres verd
civilizados .
de tal
Como era indisi)ensable un motivo ostensible ndole.
; dicié
visita, lomé por pretesto, que iba a felicitarle ntad, por
que tal felicitacion se la hacía de muí buena volu s a Jos
la ocasion que se le presentaba para hacer felice la pl'imera
pueblos, i que yo deseaba que su exaltacion an, libertad i
silla del Gobierno, diera por resultado , órde
este era el
progl'eso en la República. 1\le contestó, que i que al en-
pensamiento dominante en su carre ra públ ica
nto se había
cargarse de tan delieado puesto, ese pensamie acuerdo con
convertido en un deber: que su volu ntad de
sentido.
sus convicciones le harian obrar siempre en este en un
Repú blica se halla ba
En seguida manifestó que la
un esqueleto
estado deplorable, que se la frguraba <:omo a que arti-
desm'mado, 1 cuya osamenta deso rden ada, habí
cular para organizarla i uaria viua.
el reloj
Durante esta ronvel'sacion dieron las tres ennces en-
ma::; i entó
i nadie había entrado; pasó media hora
el que des-
tró un oficial con aire franco i desembarazado,
s no pier-
pues del saludo tomó asiento i dijo: «Los godosuelta <:on-
den tiempo, hau publicado un artículo en uoja
la de que el
tcniendo una cáfila de falsedades, entre ellas
ion fué debida
Presidente actual es ilejítimo, que su elecc de marzo.
el 7
a una coaccion ejercida sobre el Congreso r algunos
Ellos no pierden tiempo, ahora mism o debe n esta
trata ndo de asun tos im-
reunidos en el Palacio arzobispal, o esto por
portantes para dos de los princi¡al es: be sabid
una casualidad.»
-Có mo ? dijo el Presidente.
-E~taba yo en una de las wola nas de
mi casa, que
al, cuan do oí que
tiene b3stluores de muselina, dijo el olici atender
me ocur rió
hablaban al pié de ella dos mujeres: se n:
a su diálogo, que fué el<::iguiente en cond usio

©Biblioteca Nacional de Colombia


-24-
-~.o seas ÍIICOllsiJeraJ<J, nma, tengo tanto qu
hJ•'I'l'.
-~~Si, desde tjHC hai di~culpas nadie queda mal.
<~:Adios, no me detengo mas. son las dos de la tarde
« i !eu:_..;o qnc ir a mand:ll' poner· la &opa, porque tiene él
«unn'- eitn par·a las tres en ei Palacio m·zolñspal i en asnn-
t!.o dt' importancia sobre lo que te dije. ·
-«¿ Lue;;o el Arzobispo estú tamhien de acuerdo'?
-«Eso no lo sé, pci'O Ct'co que ncce~itan trat:.u· all:í.
«rsc asunto; te lo digo en reset·va; cuidado con cuchidH'< 1',
• ya saLes que son cosas drlicadas. ~le han enc:wgado el
4Secr·eto entoJo,pcl'O como tú eres mi amiga i .... ndios,
,, no me detco~o mas; mañana te roi a wr, no te ya~·as
«n vagamun.lear i no te encuenlre: adios.
-«.\. n~_;é boras vas? •
-a~o'st> .... por la tarde. adios.
-«Con que uo me dijiste que asistías a la funcion de
«Santo Dor~úngo.
-ttSi no pensaha en rso, niña, i qué bueno estm·t
"~~J c:mto (]' Hermíndel.
-d 'tl uue llll' olridt'· i no fuí ....
- ctQii' l!!:lima! allio:-.
- <'. Ji¡•:.»
i ;¡•dl'"fic!iernu, ~in que pwli"ra ~n conocer quiene:-
<'J',m :c1 · dr,~ c!orota:::.
- Se oonO'·e que puso r. llmtha <llem.:ion, pues ha
J'elrr-ido c01J e~actitud ht tle:-pcdiJa de tlos mnje,·cs 9ne an-
(hban de ¡wisa: dijo cl P1·esiJcnte, esa cita twda t1ene dt•
esu·af~ l, ¡mes en d PalaciLl arzobi::~pal se Jespachan vm·ios
n·~~oe¡o..;.

·o ;r tal'Jaha silencio, pem al oír al oficial, "imajinü


n lo~ cit. t.los podinn s~l' los mismos de que me había
hahl::u.lo el meiHLgo i yo tnc había equirocarlo en cuanto ul
1 Jaeio, p ro va te Jia un dato nws t!c ¡·ertirlnmbre. Aho-
ra d ·ria e11 mi interior, debo com·di 1ar mis ideas bajo otrü
punto de ri.-tn. ibi en realidaJ una óta a las tres i flll
1111 paJa. :io. ~:H¡tH} mi c<ut r·a i Jc~·cn<lo lo~ aptmtami,·nt<h
tjt•f• lta!ll:t he( ho, p:l!'t; l:t alrneion rn la par·tt' quP cb Íil:

©Biblioteca Nacional de Colombia


~,~""\ ... ~
-,¡:,,~--

(\ j Oh~ la relijion es el mejor' preteslo, por· ella se nos apo-


ya .... » -juZ¡jiJé que podia sl'l' alguna illtl'iguilla rn a'>ull-
tos relacionados ('OD d Pode!' rdesi~ stico; pero, entónees
no habia pot' qué cree!' f!UC ~o i ménos Rosina, fuéramos
ni lejanamente ohjetos de rlln. En tanto que yo reflexio-
naba esto, el Pr·esidente llablaba con el oficial. Tomé mi
soml)l'cl'O i me despedí satisfecho dr. mi pt·imel' visita en
¡dac10.
l\Ie dirijí al Palacio arzobi~pal i al llega!' a la esquina
de la calle en donde Fe halla, me paré a espet·m· las pert:o-
nas CJlle salieran de él, apesat• de que podía ser· ya l<!l'de.
Pocos minutm1 despw's salió un hombre de regular estatu-
ra, embozado en su ca¡)a; sig11ió .JL
en la dir·ercion nue
'1
,·o
'-
me hallaba; al pas:ll' por mr frenl!! me fijé cuanto pude
a fin de conocel'lc i no lo obtuve, me era desconocido, su
aire i sn mirada oblícua me hi<:ieron pl'esnmit· que fuera
jesuita, ·Jisfrazado. Le seguí i al primer conocido que ha-
llé, le pn'gunl\~ si conocía al CjiiC ihn adelante i me eontes-
tó: «No le ,.í l<l ea1'a. » Entr·r:.anto Cl'IIZÓ la esquina i le
JWI't Jí de \'ÍSI a

CAPI1TLO 7i:"
EL CL\HTO lE HO- I:'\ \.

Si pm·a la descr·ípcion del enarto de Rosina, es decir,


de una bell(•za cncantmlora, hicier·a uso de la feliz fantasía
del poeta; acumulat'Ía bajo su techo, alfomhras de Persia,
mesr.s de mármol, tocadores de diamante, adm·nos de aza-
haelte i alabastro, l:ímiu~.s de Raiael, colgadmas de tisú,
i por decido todo t!e una wz, presentaría una s~la con
toda la ostentaeion dd lujo oriental; pero he ofrecr~lo srt·
\edz i por· JomisrHo debo l:aecl' la Jescripóou real 1 Yct'-
dadera.
Et·a una pieza de mediana r.apacidad con dos· venta-
llas al bdn ck la enlle: l'll t·ada lado había nn s<d:í i al~n-

©Biblioteca Nacional de Colombia


-26-
nos taburetes con asien tos de esterilla: hácia los costados
se hallaban colocadas dos mesas, frente a frente, con sus
tocadores i correspondientes floreros, i eu medio de las ren-
tanas un estante pequeño, sobre una mesa de caoba. En-
cima de esta babia una guitarra española i algtmas piezas
ue música vocal e instr·umental, entre ellas, «La hija del
prosct·ito, ~> «La despedida del soldadoP i «La niña desco-
lorida~> . En el estante había varias obras; entre ellas, la
Biblia, hi Defensa del cristianismo por Fraisinous, Los
viajes de Lamartine a Ot·iente, El Judío errante de Euje-
nio Sue, las obras de Chateaubriand, las de Dumas i algu-
nas otras del siglo.
De lo espuesto se deduce que Rosina ademas de po-
seer ideas sublimes, pues que la aficion a la lectura le dic-
taba la eleccion de las obras espresadas, poseía las virtu-
des pr·opias de su sexo; el órJen i el aseo. J esto no
salamenle en su cuarto, pues toda la casa. manejada por
ella, pt'esentaba el vet·dader·o símil de un buen gobiemo.
Era por lo mismo envidiada por sus eontempor:ineas i un
ohjeto elojiad.o pal'a los hombres. Era visitada por varios
jóvenes, quiz.1 pretendientes, per·o elta no recibía sus visi-
tas sino estando yo pt'esente; conducta debida a la in!M:l'llc-
cion adquit•ida en la leetura. pncs yo nada babia querido
inilicarle a este respecto.
Todas las maíianas al dejar el lecho, era su primera
oc:upacion arroilillarse ante una imájen de la Vírjen i diri-
jirle una oracion sencilla; de allí pas~ba al lavatorio, en
seguida ¡_:e adornaba sencillamente pero con gr·acia i t.les-
pues iba a dar órdenes para el ser·vicio doméstico: esa
práctica la babia adquirido de una tía mía, quien ademas
de esto le dejó como dote de su pertenencia, una cantidad
de pesos, tlc los cuales me había hecho cargo.
Rosina de edad de 17 a ·18 años, era el tipo de una
belleza singular: su cuerpo era un modelo de pel'feccion;
sobre él de·can·aba el blanco cuello que sostenía una cabe-
za, superior, quizá, a la de la mas hermosa circasiana; los
ojos negros, grandes, rasgados i e: presivos, ostentaban
animacion, espiritualidad, intelijencia: las cej!l pobladas i

©Biblioteca Nacional de Colombia


--27
el cabello hecho rizos i ámbos neg1·os como el ébano, ha-
ciendo resaltar sus mejillas de ¡·osa, daban la última i mas
sublime pincelada a su belleza.
Necesitaba esta descripcion para continuar.
Al día siguiente de la visita del mendigo, estuve in-
quieto esperando de un instante a otro su llegada; deseaba
sabe1· si había visto a los embozados, i lo que les hubiera
oído: pero fué vana mi esperanza, lo mismo que la Je Ro-
sina, quien había prepm·ado para él un vestido, con el fin
do que dejara sus harapos solamente para disfraz noctur-
no. A cada golpe que daban en la puerta me deeia Rosina:
«~le parece que tocan en mi corazon; e:ada vez que oigo
golpear, me figur-o que es Ricardo el que toca; ¡pobre
mendigo! qué le habrá sucedido!»
Er<m las seis de la noche i Ricardo no babia parecido.
La noche anterior salí a las once i media i pasé dos
veC'es por el altozano de la Catcdt'al, con el objeto de saber
si los embozados hahian concm'l'ido, pero no los hallé ni ví
al mend1¡:;o po1· allí; debia pues, repetir la pesquiza. En
efeclo, estaba yo en el cuarto ele flo«i11a esperando que fue-
ran bs diez, i aun creía que Ricardo pudier·a todavía
llc..,.ar; esperaba las diez, digo, para dirijirme al punto que
me tenia preocupado, al altocano, cuando al dar las nueve
el reloj, abrieron de repeuto una de las ventanas i arro-
jaron adentro una carta. ~le paré en el momento, me
asomé a yer quién era el conductor i nadie pareció: la
calle estaba sola: tomé la carta i leí el siguiente so brees-
. crito: a la bella i virtuosa Rosina.)) Yaya, dije, duendes
tenemos. Ro~ina se había asustado al golpe de la ventana
i estaLa inmóvil en su asiento: me acerqué a ella dicién-
dole: no hai por qué asustarse, recibe ese credencial, i le
dí el billete. Ella eecibió, i al YCI' el sobreescr-ito me dijo:
«. To e~ a mí a quien corresponde romper el sello,» i !lle lo
devolnó. ¡Eres un ánjcl! la repliqué, abriendo el h1llete.
·Adivinas de quién es? le pregnnté. Quizá del mendigo,
~e respondió Rosina con la naturalidad de la inocencia.
El contenido del billete era el sjguiente:

©Biblioteca Nacional de Colombia


-28-
«Rosiua
«.'o es tu belleza sino tu vÍI'lud la que adol'o. Te
«amo i ·conozco que tú me amas. Las miradas de amor
11 han sido siemp1'e el idioma de la elocueucia. He pene-
<l tr·a¡Jn tu espÍI'itu al tl'avez del n:lo de tu modestia. 1 Ic
<J.Unil''• a tí pal'a siempre, pem espel'a ....... Si las cÍI'-
«cunstaucias no me son ahor·a favm'aules, lb serán despues;
«la patr·ia me exije el sacr·ificio de aplazar el tlia de mi
n-entma. El aspcdo político camLi;H·á bien pronto i en-
«tónces ..... habiendo cumpli1lo la primera i mas sagrada
«obligacion tlel ciudadano, me haiJI'é hecho mas digno de
"ti. ; Espera, ánjel mio ~ Espet'a a tu amante.

aEl disfra:,ado.»
-¡Un amante!
-Sin duda, mi protcdOI', pel'o dest:onocido para mí.
-Es bien est•·aüo ..... Yamos, Rosina; mas fi'an-
qnrza, rr'es dueño de tí misma.
· -~\mea, mi prolectol'! Jamás ocultaré a U. cosa
alguna que tenga l'elacion conmigo: i ménos aquellas qne
pudiet'an influi1· en mi sue1•tr. ~o conozco ese disfrazndo.
- j r n profeta político!
-.·o lo querría yo para csposo,!porque, U. sabe qur
rl refran dice, que los profetas mueren a palos.
)le cyuedé pensando cual de los que me visitaban po-
dría ser el aspirnote. Todos po<lian se1· pretendientes, pot'-
que en verdad, Rosina eJ·a .bella, júven i Líen educada:
ademas, contaba con dote, cÍITUnstancia preponderante en
rpoca de pro~TCSO Í civi]izacion; pei'O yo ~JO podía atina!'
con el disli·aznJo. Rosina me haLlaba con toda la sim:e-
ridad de la inoceucia, ,.o la conocía demasiado: ella rwmc
()eultaba ni el mcnot~ incidente de su vida. Esperemos,
•lije, luego saldrémos de la dudn. Por mui canto que sea
rl Jislhuado, yo lo descubril'é bien pronto.
Estando en esto dió el reloj las diez i dije a Rosina:.
piensa quien pede ser tu disfrazado en tanto que yo Yoi a
wr si encuentro a los embozados en el altozano, o al mrn-
digo r-n los pnt'lalrs, i ~alíen rl momrnto.

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-29-
CA PITULO t¡. •
LOS PORT.\LES.

Es mui triste, pero por desgracia mni tietto, que en


las ciudades populosas donde la sociedad ostenta el esplen-
flot· de la ciYilizacíon, la miseria no dista dos 'pJsos de la
opulruciu. Al pié de las soberbias columnas que sostienen
el suntuoso edificio del t'ico propietario, se asilan los pot'•
dioseros huyendo de la inlempet·ie. En las pnertas tle lm;
p<tlaeios dontle la profusion del lujo insulta a la hutmmidad
doliente, se ven húmeda's las losas del umlwal con las
amn•·gas lágrimas del infeliz que busca un socot'ro acosado
por el hambre i la desnudez.
Era, pues, en los por·tales donde yo debía buscar al
mendigo Ricardo. En efecto, despues de esa noche en que
arrojal'on el billete por la ventana, en la cual no hallé a lo·
embozados ni a él, seguí pasando vm·ias noches por el al-
tozallo de la Catedral. pet'o inútilmente: no Yolví a vet' ni
a tener noticia del mendigo. Nueve meses habían trasem-
I'idn i yo nb dej<•ha de ohse•·var con cuidado aquel sitio: las
noches que solia pasat' por el altozano, miraba can alcncion
a los ri neones ue los portales i cu:mdo veía algun pobre
allí tenJiJo, examinaba si e¡·a Ilicardo. Tales fnel'on las
impresiones que me cansaron, su relacion, los embozados
i el billete. Pm·quc hasta entónccs no había descubierto
quien fuera el amante que se fil·mó «El Disfrazado.»
A veces juzgaba que! el mendigo hubiet'a sido un es-
pi~l, introducido con ese n•stido a mi <.:asa para obsenar
nu conducta, bajo el aspecto polítieo; pues yo habia to-
ma~o p:1rte en los negocios públicos, como Yerdadel'O libc-
t'al 1 pot' lo mi 'm o enterado en la prosperidad de la Repú-
blica. Pero, deeia ~-o, ¿quien pudiera ser el emísat'Ío'?
Ciet·to qne los consei'Yadore i los J<'snitas adopt.'lhan cuan-
t·¡~ medidas l~s sujet·ian su imajin:wion i sus pasiones p;u·a
aluear al Gobtei·no a la Arhuiuistracion del 7 de mnt~o. ·
pat :• hostiliza!' a los f!UC apo ·abml esta; pet'o reflexiona ha
I.;HltbiPn q11C mi pnsi1'ion :social no lllC ltflria tPmihle P· t\\

©Biblioteca Nacional de Colombia


-:}O -
nadie, i ménos cu::~ndo )'O no babia hecho Jafí.o alguno,
ni
era tan exaltado en mis opiniones, que tuviera el defect
o
de ser intolerante. Tambien llegué a pensar si el aman
te
del billete seria el mismo Ricardo, ·puesto que se babia
firmado como dándose a conocer, bajo el seudónimo
de
«El Disfrazado.» En fin, corrieron nueve meses, como
be
dicho i aquellos ineidentes, estt'añísimos en verdau, no ha-
bian dado hasta entónces otro resultado, que mis inútil
es
pesquizas. Pero el JO de mayo de 18t>O, a las onte de
la
noche iba para mi <>asa: la luz de la luna iluminaba la ciu-
dad plenamente: al pasar por los portales del altozano de
la
Catedeal, me acordé del mendigo. como me sucedía cada
vez que por allí pasaba, miré a los rincones i ví en uno
de ellos un hombre sentado al que me acerqué diciendo:
Ricardo ! Ricat'do !
-<r.Señor;» me contestó como sorprendido en el sue-
ño i parándose dirijiósc a mí. 1\Ie desengañé, pues era un
mozo desconocido para mí.
-Juz gue que éras Ricanlo, le dije.
-No , señor, me#repliró, pero estoi aquí para lo
mismo. .
-¡Co mo!
-Sí, señor, el nombre no importa, pue(lc l'. se-
guirme.
-¿A donde?
-Al llegar sabá .C. donde es la casa, pues la órden
que tengo es la de conducir a ella a la persona que me
llamara i nada mas. Creo que }a cstar·án todos reunidos,
pues me paeece tat·de.
Hablaba esto i caminaba •en direccion a la antigua
calle del divorcio i yo maquinalmente le seguía. Empe
a reflexionar lo que debia hacer, estuve un mome

nto
indeciso i al fin me resohi a pasar 1ma aventura. Yo ad-
vertí que el hombre suft'Ía una eqtúvocacion.
Al llegar a la esquina del convento de Santa Inés, se
paró i me tlijo: «aquí;» i tocó en un porlon mesurada-
mente ieu el momento le contestó una voz ronca <':';.quien?,
i mi conductor ,]ijo: «Sauce i olira.» roce· fllle IUI) indift

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-51-
caban que servían de «santo i seña.» Abrió el portero in-
mediatamente i yo sentí un terror repentino; intenté retro-
ceder, pero un impulso interior me llevó un pié adelante
del umbral i entré. l\Ji conductor se quedó en la calle, el
portero volvió a cerrar i me dijo: «puede U. subir, están
arriba en la sala, yo tengo que permanecer aquí.» Avancé,
subí la escalera i llegué al corredor del segundo piso; este
se hallaba decierto, pero en la sala que se encontraba cerca
de la última grada, babia mucha jente. Despues que ob-
servé que no había fuera persona alguna i oyendo que
discutían adentro con calor, me aproveché de esa enajena-
cion .o de ese arrobamiento que produce en los ánimos un
discurso pronunciado con entusiasmo i me acel'qué a la
puerta a ver i oir, para ccreio!'arme del objeto de aquella
reunion. Confieso que fuí por demas imprudente, pero la
curiosidad i tal -vez el destino, me habían llevado a tal es-
tremo: volver ah·as sin haber averiguado algo, me parccia
una necedad.
Despues de haber visto la sala ocupada por una asam-
blea, conmn de dos, es decir, compuesta de personas de
ámbos sexos, oí que se trataba de organizar una conjura-
cion contt·a el Gobierno, con el fin de impedir que los Pa-
dres Jesuitas fueran espulsados de la República. Se debia
empezat· por pedir al Poder Ejecutivo, que no se llerara a
efer:to tal propósito. Se ase.gmaba que podia contarse con
mas Je 800 sabanet·os i 600 hombres de la capital, todos
comprometidos al eferto: una ,·oz mujeril resonó en la sala
i alcanzé a oír· que debían tambicn contar con el contin-
je?te femenino, que las mujeres barian lloyer pied1-as i
tejas desde encima de los techos llegado el caso .
. Al oír esto f•JÍ retrocediendo de puntinllas para no ser
ser.ttdo. Bajé la escalera i dije al portero: «.\bra U. que
voi en comision. » El abrió. salí i me gozé con el aire libre •
de, la calle.
l·o se puede durlar, decía JO, que hni demasiaJa li-
bertad en esta tierra, cuando tan cerca del palacio de Go-
hiemo se conspira. Siendo de advertir fJIJe alguno de lOs
:lltos funcionarios sahian esto i no daban pa~o a fin de irn-

©Biblioteca Nacional de Colombia


-32-
pedirlo: sinembat go que em de temet· la actitud que ha~
hian tomaJo los conset·vadores con la union del alto dcro
i la propaganda del jesuitismo. A nadie :,e ocultaba que el
p:u·tido conser·vadot• trataba de aumentar la fuerza moral de
sus opiniones políticas pot· medio de esa potencia social
qne íntluye directamente solJre las concienrias en el con~
lesouario i a la vez f¡ue trata de apoderarse de la cducacion
de la juventud, para dar a esta la dit·eccion conveniente a
:sus miras. Aun mas todavía, pnra desacreditar el sistema
t•epublicano e insultar· a los partidaeios de este, tt·aló el
partido conservado•· de monopolizar los establecimientos de
imprenta (t).
Llegué a mi casa despnes de media noche; Rosioa
estaba todavía en pié esperándome. Le· dije al entrar:
-¿Como que «El DisfrnzadoJ> nos causa desvelo'!
se sonrió i me dijo:
-Solamente U. me ha datlo en qué pensat·, pues no
olvidaba que U. estabn fhcm de la casa i estaba con cui-
dado; he pensado mas en U. que en otr·a cosa; es bien
tarde.

CAPlTrLO '' o
;).

t :.\. BE.\TA.

l:Iai en Bogotá rier ta especie de ve::.tig os em·arnados,


tipos vivientes, del fanatismo relijioso, quienes por antí~
tesis llevan los Yestidoí' i el nombre de beatas. Mujeres
que hacen consistir' h rirtnd, en cargar escapularios al
pecho, reliquins en la faldriq\iPI'3 i camámlnlas eu la mano:
i que juz~an que l?s venlacleros actos cle piedad, son:
,·ivir la mttad del dta en los templos: no en oracion, sino
repitiendo dos mil reces unas mi:.-mas palabras, miéntras
el pensamiento va~a en asunlo ' profano,; confe~ar~c hasta

e] Y éans(' los númerns 1o cit-1 p<'ri6rli<'O .. La Civilizacion ... i i6 de


El ~eo - Granadmo, atio cl~ I&W.

©Biblioteca Nacional de Colombia


-33-
le las culpas :1jeuas i pe•·vet-tir a h1s jóveues sencill<~s '(¡
inocentes, mas por torpeza que pol' Jllala fé.
Una Je estas mujeres visitaba a Rosina llevándola
cjntos o reliquias de Santos, pues sabía t¡ue había de sacat·
en compensacion del regalo alguna moneJa; por supuesto
·que para velas para alumbrar al Santo, segun ella Jecía.
Yo uo temía que mí pupila corL'ÍCI'a pelígro con las doctri-
nas Je la beata, pol'que a mas de sel' bien <ksprcocupada,
· conocía pet'fectamente los verdade!'os pt•iucipios de la moral
cristiana. Sinembargo, yo estaba siempre alerta, i solía
~lgunas ocasiones oír sus conversaciones~ ·in ser visto.
Un dia entré a mi casa a tiempo que la beata estaLa
allí hal.JhHH.lo con Ro¡;ina; seguramente no me sintieron
entrar i continuaron su diálogo. Yo recosté un asieuto a
la pared del corredor i me ncomo1lé con p1·eeauciou para no
ser sentido a fin Je oi¡·lo totio. En efecto, escuché lo si-
guiente.
· l1E.\T.\.. -Si los dc~lierhn, \'Cnd•·án todas las plagas
tic Ejipto sobre nosotros: pestes, guerras, tel'remotos!
nosT~A.-No . c•·ea U. c.r.;o señ01·a; yo sé que el Reí
de España, cuando era seño1' i Jueiío fle tsle Yit•einato,
cspidió un tlecl'eto Pspulsándolos; ellos ~alieron de aquí i
nada de eso sucedió.
BK\ TA.- ¡ Jesus! niña, pot' eso quizá ca::;tigó el cielo
~ los españ • Jle~, perdi-endo aquí sus lc~m·os i aun sus do-
minios en la Amé:·ica. Tambien fueron espulsados.
nosH'\.A.. -Eso les sucedió, es veeJad, pei'O no a t!)O·
secuencia de haber espulsado a los Jesuitas. Coa política
inconsulta, tal vez tiránica: el indefereutismo de fos Rews
de España a las justas quejas que los ;uwricanos elevaban
a la Corte contra sus op•·esore::; i la dr. pótica (·omlucta de
los emiados a gobernar las colonias, fueron las c·ausas de
su pél'diJa i pe•·secncion.
BEATA.-¡ Quién sabe! en estos tiempos s0n muehos
1os impíos que pe•·siguen la _relijion; h1l vrz po1· eso han
cojid() trma rontr:_ los benditos padres. ¡ f'rtf' 'JI·. e rpw
·}

©Biblioteca Nacional de Colombia


-~4-
.vs han de desterrar? i\Iurho temo que a U. la haya im-
buido en esas ideas algun púaverde . ..•.
nosr~u.-¿ A m1. '? ¿Q . ue'd.ICe U?.
BEin.-No se aJte¡·e, yo sé como lo digo. Uno de
los paJ,·es ~e ha confiado un secreto i U. está complicada
en la cuestwn.
ROSE'i.\.-¿ Yo?
BEAT.\.-Precisamente; como estamos solas voi a po-
nerla al corriente. l.J. ha tratado mal a los PP. Jesuitas,
.sin que ellos le hayan dado motivo ....•..
nost:u.-¡ Yaya! qué gral'iosa está U!
nEATA.-No niña, oiga U. .i despues il"!'e replicará.
El mismo Padre me ha dado un doeumento que lo com-
prueba; documento que él pensaba entregar a U. en per-
sona, pero ¡)ara no avergomarla i sabiendo que ~-o tenia
amistad i confianza con U., me lo entregó con dicha re-
comeudarion. . \'ea U. si los Jesuitas son buenos.
nos1;s.\.-U. i el Pad1·e de auien me hnbla, suf1·en
una e:¡uivocacion. ¡Documento! 'alguna intriguilla ....
BEA u.-¿ Conoce U. esta letra?

Dijo esto la beata sacando del seno una carta que


presentó a. Rosina; esta al ver su contenido, dió un grito
i cayó desmayada. Yo entré en el acto i tomé a mi pu-
pila en los bt•azos, asegurando ántes la carta. Tenga U.
entendido, dije a la beata, que no debe "ol'Ver a pisa,r mi
easa: U. ha pag:atlo malla buena acojiJa, abusando de la
amistad. Ella tomó su sombrero i haciéndose cruces,
salió asust::~da diciendo: «queden CU. con Dios.» Vap
U. con los diablos, le r·epliqué, i me dejó en apnros.
Yo llamaba n Rosina sobresaltado i <:on un afnn in-
ecible, pero inútilmente, pu"s para ella IJO existía el mun-
(IO en <HJt.:el momento. Sus miembros sueltos como la seda,
no daL:ln la menm· s rial Jc \'Ítalitlatl. De su fisonomía
habian desnparetido los colores flc msa: los p~it·pados re-
Ial~:m sus ojos, í lo~ labios líridos i entreabiertos, r.om-
plctaha'n el nspetlo al€t't'adot· de !a mucl'te.
l'na le las sin ienbs me pas··, un fra~co de agn;¡ ele

©Biblioteca Nacional de Colombia


-35-
~o)onia, l'On la cual la ft·otaha aplidmlulc lamhien una
esencia que Rosina acostumbl'aba llevar al pecho. Entr·e
tanto habian ido a buscar un médico. Despues Je algnuos
minutos conseguí que entreabiera los pár·paJos, fijó en mí
sus bellos ojos i me s~ntí doblemente herido pot' 1<1 temu-
•·a i languídéz de su n11l'ada. El que baJa visto a una pel'-
sona amada, a una mujer quel'ida en sitnaeion semejante,
ser·á el ~lo que pueda cGmpr€ndet· la sobet·anía del senti -
miento.
La pasamos a .la cama i cuando lle{)Ó f'l médico, ya
se hallaba restablecrda, aunque sn semblante era pálido i
sus mir·adas lánguidas; poco despues se clumlió. El mé-
dico debía ejercer su profesion, pues para eso habia
sido llamado i en efecto. recetó silencio i para cu:mJo Jes-
pet·tara, qne le diem eonvet·sacion. El se despidió, en-
-eargando que en r~so de otra novedatl, le avism·an inme-
diatamente para volver; que se debía tenee mucho <:uidado,
porque ese accidente podía dejenerar en pedesía. Le dí
las gt·a<.:ias, le acompañé hasta el porton i volví a mi ('Uat'-
1o por la curiosidad de ver el contenido de la carta, odjen
'(!el desmayo, i er.a la -siguiente:

«Jli predtlecto amigo, como la carta que U. me di-


•li'Íjió, estaba abie1·ta, no pude resistir a la tentacíon de
'(fleeda; mi protector ha estado en la calle i para darle a
({U. una prneba del valor que doi a la fina amistad que
~me pr·ofesa, me be ·resuelto a contestar inmediatamente
(!como U. me exije, sinembargo ciue debia esperar qne dic-
dara la contestacion el que hace para mí los:oficios de padre.
«U. me permitirá la franqueza de exijil'le que me
«diga,por que se empeña U. en la-espulsion de los Jesui-
~tas. Es ve1·dad que la carta firmada por Don J.ulio Ar·-
cboleda en 5 de mayo de 1818 i dir·ijida a los €ditores de
«La Epoca demuestr·a evidentemente, que los PP. de la
Compañia son .peligrosos en la Republica, i que StlS tcn-
«dencias a tlomm:ll' el mundo los rtega hasta el punto dP.
\!no omitir medio alguno, por crimmal c¡ue sea este, a filr

©Biblioteca Nacional de Colombia


-36-
«qe obtener el objeto que se proponen; pero yo qnei'f'Ía que
(U. no tomara parte en esto. 1 ¿5abe U. por qué? por la
«sencilla razon de que temo no sea U. luego una de las
«víctimas de la venganza.
«Yo no firmaré la rept'esentacion que algunas seño-
«ras van a dil'ijir al Presidente pidiendo que no decrete la
«cspulsion; la exijencia de U. sení pues -atendida, i sin
«ella tampoco habría firmado, porqne me parece hasta
«cierto punto ridícula la injerencia de las mujeres en la
«políti.ca: Tal vez me halle equivocada, pero tal es mí
«COllVICCIOn.
«~ ro olvide U. c¡ue «no hai enemigo pequeño.»
«Soi su afectísima servidora i amiga.--Rosina »
Estaba yo leyendo esta <'at·ta cuanJo llegó un amigo
i me dijo; que ya et'<1 la hora en que h~biamos comenido
en ir a una reunion de patriotas, cabalmente a tratar so-
bre el mismo asunto, la espulsion de los Jesuitas. No era
de estimarse la coincidencia, porque en esos dias no se ha-
blaba en la capital de ott·a cosa, esa era la cuestion domi-
nante. Me escusé, el accidente de Rosina, me tenia in-
quieto. Todo el dia estunl a la caherel'a de su cama t'e-
fil'iéndole algunas anécdotas para distraerla, siG darme por
entendido de la carta. 1 -o hubo necesidad de que volviera
el médico, la reposicion fué cor:npleta.

CAPITULO O. o

.
Cuatro dia~ de~pues uel accidente de Rosina, estando
vo en la calle, entregaron a esta la carta que sigue:
• Seño•·ita Ro~ina: ...
«Los sentimientos de Yirtud que U. posee, me dau
«tlet·echo de exijir un servicio imp01tante, i no dudo que
a: U. se preste a CJCI'cer una obra de piedad que demanda
~ la relijion. Conviene tptr el ¡wotector de U. no tent;a

©Biblioteca Nacional de Colombia


......
-()¡-

··conocimiento de la plausible accion que U. debe ejecutar,


«hasta que se haya conseguido el objeto: así le sorpt·en-
«det·á U. agradablemente. Es una émpresa esclusivamente
«de mujeres í deseamos que no se imponga de ella hombre
«alguno, hasta despues de obtener el triunfo a que aspi-
«t'amos.
«Mañana a las once del Jia la espero a U. sola en la
«puerta de la iglesiade S. Cárbs en donde sabt·á U.quien soi
«i se impondrá del pormenor· t.le la empresa. Verdaderamen-
«te es U. una de las personas que deben tomar mas interes.
«¿RecuerJa U. que hace nuev(l meses se interesaba
«por la suerte de U. i de su protectot•, un mendigo? ¿No
«se acuerda U. de Ricardo? Pues bien, e~ pobre sufre
«desde entónces una persecusion horrible, i sin que U. ni
«SU protector lo sepan, sinembargo que sou la causa de
«sus padecimientos. Mañana tendrá U. pleno conoci-
«miento de toJo. Debe U. ir en traje de visita pm·que de-
l! hemos ir al palacio de gobíel'l10. El protector de U. es-
«tar·á fuet·a de su casa a la hora que le indico, así u
«tendrá U. obstáenlo para concurrir a la cita.
«<nmediatamente que aeabc U. de leer esta carta,
«redúzcala a cenizas, i a nadie con.unique U. ni la meno1·
«parte de ella, pues si lo contraeio hiciere, será U. per-
lldida para siem¡)l'e.
<rSoi de U. su mejm· amiga . .»
El primer paso que dió Rosina, laego que llegué, fué
para entregat'me la earta, diciéndome-die amenazan
tt•uelmente, pero por no o~ultar cosa alguna a U., suft'ÍI't'
todo con resignacion; reciba U. el pliego que contiene mi
sentencia: cumplo con mi debet' j quedo satisfecha. 1>
Esta carla me dió conocimiento de que había una
trama infernal, probablemente, pero tan impenetrablepm·a
mí como temible. ¿En qué se fundarían parn N'eér que
yo impediría a Ro ina el ejerc.:icio de un acto de virtud'?
;· Vna empresa esclusiuamenle de mujPres! ¡Buenas son
par-a esclusivislas! decía yo leyendo segunda vez la carta
Me confnndia la parte (1ue hacia relaeion a Ricardo, al
mendigo que una sola vez lwbia llegado a mi casa; decÍI'

©Biblioteca Nacional de Colombia


-58:-
((liC Rosina í yo ér·amos la causa de que sufriet·a desde en-
tónces, era para mí una cosa eslrañísima; así como miste-
rioso era el modo de sábet• del mendigo despues de nuev~
meRes. Por otro lado, ¿cómo sabían que no estaría el día
signiente en mi casa, a la hm•a en que citaban a Rosina?
Yo me preparé pat·a rechazar el golpe. Pensé pt·imet·o
decir a Rosina que concut•t·iera a la cita, dejando en re-
serva nuestra conterencia sobr·e el asunto, i seguida a dis-
tancia conveniente a fin de conocer la persona que la había
escr·ito, pero juzgué luego que los directores clel complot.
podían impedirme de alguna manera ese plan i talvez a
tiempo que Rosina estuvier·a ya en la calle, en cuyo easo
esponia }O a mi pupila, sabe Dios a qué aventura. Detel'-
miné evitar el peligro dando un paso que me parecía segu-
ro í fu~ el siguiente.
A las doce i media de la noche, víspera de la cita,
salí c-on Rosina, i por ealles inusitadas nos dir.ijimos a casa
de una señm·a anciana, a quien yo debía finas muesh·as
de amistad: la hora, el vestido i la oscuridad nos p1·otejían
contra las mir·adas de nuestros gratuitos enemigos o su
espionaje. Des pues de haber caminado tres cuadras, al
cruzar· una calle, vimos parados, hablando paso, dos hom-
bres, uno embozado en su c..1pa, i el ott'o con ruann; no
habríamos ad~lantado ocho pasos _del sitio en que se ha-
llaban, cuando oímos que dijo uno de ellos, aEl <.>S)) i nos
siguieron como con e! objeto de reconocernos. Yo me
paré preparando mis pistol~s: ellos o~·eron seguramente ei
golpe que estas dieron al montadas i retroce<.lieron en e!
momento. Seguimos apurando el paso i dando mil r·odeos
ltasta que llegamos a la casa deseada. Allí dejé a Rosina
}Ji ea recomendada, con las prevenciones de resen·a nr-
crsarias i volví ~~ mi. casa.
. Al di<l ~igu¡cnte hi··~· r1·eer· a los sinientas, que Ro-
!'ina e·taha enferma í en :m cuarlo, a dowlf' prohibí la C'll-
rada e hice p1·e_parat' una tizana i otras cosas para wnfir-
m<lr c::a ercrnr¡~.

©Biblioteca Nacional de Colombia


.
-~U­
CAPITULO 7."

U. PREDICCIOX CUMPLIDA.

El dia ·18 de mayo dPl año de 1850, para cumplir-


con w1o de los deberes de ciudadano granadino. tuve que
concmrit· a uno de los cuat·teles d~ la Capital a tomar las
armas; porque en ese dia espidió el Podet· Ejecutivo el de-
(~reto de espulsion de los jesuitas i en consecuencia se -te-
mía que el pHtido eonset·vador se rebelm·a contra el go-
bict·no, tomando como pt'etesto la defensa de la relijion.
Se hahia hetho creer. a una gran parte del pueblo, que la
espulsion de los jesmtas era Ull ataque al cristianismo, i la
:-~jitacion en la Capital de la República et'a cxtraordinar·ia.
Las tr·opas veteranas i la milicia cívica, estaban sobre las
armas, así como una gran parte de los jóvenes i la mayo-
ría de los miembros del Congreso. La situacion política
era bien semejante a la de Ft'ancia en 1792, cuando los
ciudadanos armados decían~ "Nous ne parliro11s pas que
les ennemis de l'inte1'ieur ne soient lerrassés." Se ele-
varon al Pr·esi<.lento de la República varios memoriales,
por los ndictos a los jesuitas, pidiendo la revocatoria del
decreto, i del18 citado al 25 del mismo mes, no cesaron
las comisiones del partido jesuita conservador, cerca del
P. E. con el mismo objeto. 1 fué tal el empeño en obte-
uer dicha revocatoria, que formaron una compañía de ni-
ñas vestidas a imitacion de lns vestales de la antigua Roma,
i la condujeron al palacio, cerca de la hija del encargado de
la Presidencia par·a que le suplicara que sirviera de inter-
cesora en favor de los Patlres de la Compañía de Jesus. (a)
El Presidente permaneció como una roí·a; fir'me i resuelto
lüzo cumplir· su decreto i el 23 de mnyo del mismo nño al
silencio de la noche salieron los Padres en direccion a la
costa del Atlántico, habiendo üntes decretado el Gobie¡•no,
elo·aslo de mil pesos, que er·ogó el tesol'o naeional para k,.;;
.......
{a} Estos ofl'~cieron reuuneiar ·u-; votos dt: tOJUUmdad tn Ciitu-
bio la rcl·ocatiJI·ia del detreto de esplÜtiion.

©Biblioteca Nacional de Colombia


-40-
costos del viaje hasta ;¡Jguna de las Antillas o· has la Eur·u-
pa a voluntad de los espulsados.
En ese tiempo se hallaba en sesiones el Congreso, .
5egon se Jijo .1ntes. i la Cátrk~ra de Representantes espi-
dió la nota siguiente:
«La Cámara de Representantes se ha impuesto con
« calma del <:ontenido del decreto que ot·oena el regreso de
« los Padres de la Compañía de Jesus al pnnto de donJe
« fueron traiflüs con abierta inft·accion de las leves de la
«República. •
«La Cámara felicita al P. E. por habet· tenido has-
« tante firmeza, patriotismo i enerjía para cumplit· con u¡
(f debe~· penoso i delicado; i aplaude i apoya con Jeciditl()

« i leal interes una medida de vital importancia para la


« conserracion del peden) de las libertades- i de la inJepen-
c <.!enria nacionaL
«La Cámara oniena se •·ejigtre en el acta de este día
« el nombee del Ciudadano Presidente Jener·al José Hilari()
« Lópcz, i de sus dignos Secretarios Dt·. Manuel Mmillo~
({ Victoriano de Diegn Paredes i Coronel Tomas H~1·re•·a.
«por habc1' merecido hiende la pat1·ia. J>
El'a pues uu del>et' sagrado prestat mi continjente.
como dije <1ntes, tomaudo las armas para qu~ se con:erva-
ra el órdcn; i permanecí en el cuartel hasta el 24 de ma-
YO, en cuyo dia a l:1s ocho de 1~ mañana llegó a buscarme
~ma mujer llorando i dit:iéndome que Rosioa había desapa-
l'el'irlo la noche' antci'ÍOI', de la casa en que yo la había de-
jado. Al oh· esto sall en el momento i me diriji allá, to-
cando ántes en mi casa en donde pensé que podl'Ía estar·;
lleo·ué fatigado i encontré a la Scoorn llol'ando. Me refirí<)
qu~ a la~ ¿liez de la noel1e ~e había re tiraJo R0i'ina a dor ·
mi1· en el cuarto que le lmbía destinado, que todos los ll•
la easn se habi n a{·o:tado a la misma hora i que nin uno-
ÍJÍtió ruido algnno: r¡ue n lr•s ~eis d la maoona que . ••1 -
v ntó, adYil'tió que estaba ahirrto el cnar·to dc:nde se halla-
ba Rosina i est1·añó qne se hubiera levantado tao ten pr¡¡~
no, puesto qu>' Sil t·n tumlm' er·a la de lc·.-antariSC a las.
.cdw; tple en el momento fué a ver si era qne estaha en

©Biblioteca Nacional de Colombia


-41- .
rer·ma i halló el cuar·to solo; que ··~jistní toda la casa 1 11
la encontr·ó, estando todnvía cem1do con llave el pm·ton de
la calle, i que en el jar·din había huellas estampadas Je cal-
zado de howbre i algunas plantas i flores holladas. Yo
mismo ví esto i noté unas lt'jas r·olas en la pared del lado
de la calle; quedé pagmado i dijt>: se comple la pr·etliccion
hecha en la carta: ¿,estamos en la antigua Venecia? Sal
de allí, busqué, inquirí, aveFigüé, pero todas mis dilijen-
cias fuel'on inútíle!>, no ohtme ni la menor notieia del pa-
radem de Rosina. Enlónces no dudé mas de lo que el
mendigo me habí~ dich_o;. su v~l'acidad queJaba wmpl'oba-
da pot· la desgr·acw. ~J¡ situaeiou era funesta; no tenía yo
ni llfl. Jato para hace1' recaer· mis sospechas <:onlra per·sona
df'ter·minada.
Pasó mucho tiempo desde la fecha del tapto Jc Ro-
. ina, sin obtener noticia alguna acer·ca de ella. Mm· ha ~
vezes pasé -por el altozano Je la Catedral a distintas hor·as
de la noche, disfi':1.Zado, para no set· conocido: yo espera-
ba descubrit· a los Jos crnboza¡Jos o hal:: r al mendigo.
Tambieu habia buscado a la o<;>ata Doña Loreuza, la que
}Jabia dado a Rosina la carta que le causó.cl desmayo, pe-
ro a ninguno encontt·é. Siu embargo,. estaba lan preocu-
pado, tan impresionado por lo pasado, que especialmente
por la noche, cada hombre me pat·ecía uno Je esos emboza-
dos misteriosos i malvados: no •había funcion pública, sa-
gt·ada o pr·ofana, a la que no fuera el primero, con el obje-
to de hallar algtm dato sobre los autm·e~ del rapto de Ro-
sina, acercándome, disimuladamente, a todos los que no-
taba que Lablaban con interés. No había fonda a donde
no entrara, viUar a que no asistier·a, cOI·rillo que no es-
piara, llÍ mercado que no recOJ•riera, vasando siempre en
persecucion de in1lieios, dominado por la H]Pa de la de5gra-
..:i_a de Rosina. Una noche entré a una especie de meson
que babia a la Yuelta de la calle de "Flot·ian" i not(~ en-
lt·e Jos concurrentes un homht•e retirado átia un rincon.
sentado delante de una mesa, cSf~ribieudo con lápiz en una
rartcl'a: por instantes se queuaba pensativo, i luego volvía
· aplicar el lápiz. Despues tle un cuarto de hora llamó a

©Biblioteca Nacional de Colombia


-42-
mozo tle ~et·vicio i le pidió una copa de br·andi; al presen-
tát·scla le dijo:-" Si viene Camilo, dile que le espero don-
tle Hoña Lorcnza." Tomó el brandi i se fué. Yo había ves-
tido esa noche el tt·aje de campesino; creo que ese hom-
bre no se fijó en mí. En el momento sospeché qne esa
Doña Lorenza, podía ser la misma beata, i él quizá 1mo
de los conjurados wntr·a mí, tal Yez de los 1·aptores: me
fuí siguiéndole la pista: caminó cuatro cuadras de la es-
quina de Santo Domingo arriba, calle de los "Pla ter·os" i
cr·uzó a la derecha; yo iba a distancia de media cuadr·a i
cuando llegué a la esquina en que cruzó ya no Jo ví. Sin
emb::1rgo, cmzé tambien, recot·rí la cuadra i todo estaba
en silencio; no pude saber a don"de babia entrado, ni la
direceion que tomara. Volví por la c;~IJe de la "Candela-
ria " i al negar a la Iglesia de Santa JertrúJis, YÍ en un
porton a una muje1' parada, me acm·qué hablándole; ella
me contestó i la reconocí en la voz; la noche estaba oscura:
era. . • . í que encuentro tan casual! era la beata Doña Lo-
renza. La providencía me proteje, le dije, vive U. aquí?
-No, señor, he yenido a esta hora por una mjente
necesidad.
~;,Podría darme U. la direccion de su..ca a?
-No tengo inconveniente, i aun deseaba hablar con
C. pel'O .... la delicadeza .•.. el amor propio ofendido
i alguna otr·a razon, me han impedido volver a la casa de
U. Sin embargo si U. quiere tener la bondad de visitar-
me, busque U. en la calle de ('Curazao ., un porton sobre
e! cual hai un ·' Jesus" pintaJo.
-A qué horas hallaré a U. ?
· -Antes de las ocl1o de la mañana í despues de las
doce. Es conveniente a U. que hablemos despacio i ya
que la casualidad nos ha hecho concurrit· en esta vez ·al
mismo punto ...... Estraño es para mí su yestido ¿pot·
qué así? · ·
-He acabado de llegar del campo, dejé mi caballo
en los arrabales i voi para mi casa.
-;.Obturo V. noticia alguna?
- . 'otiria, ¿aeerca de quien?

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·-.\3-
-Pue5 .... como l:'stamos en épora ue noveú::Hles ... _
t5 muí natural esta pregunta, o mas bien, es comun: qui-
se decir· a U. con mi pr·egunta . que si C. dejó al-
go de num·o por donde estuvo.
-A la yerdatl que nat.la nuevo he dejado i mas hiCJ.
lo hallo aquí.
-¿,Aquí ? ;, qué c{)sa ?
-El traje que U. ·tiene, pues en nwdad que no es
el que usa siempre, i no la hubiera conocido al no habe1
hablado.
-Ha sido un capr·irho rle mujer i ..... la oscmi
dad ...• ·.
-Cicl'tamente, oculta el disfí·az.
-Igual, con igual.
A ese tiempo salió un clér·igo diciendo: '' di5pense U..
sl:'ñora, me he demorado sin culpa, sigamos." Ella se
rlespidió de mí i l~l no me hizo caso: ~·o atribuí st~ despre-
cio al vestido que yo tenía; tanto así iotluye el traje en el
tl'ato social. Los dejé adelantar· i seguí en pos, cou el
objeto de saber· a donde iban; al efecto Jlegar·on a la callo
de las ''AguiJas" i entr·aron a nna casa cuyo dueño no mo
era conocido. Permanecí algun tiempo en '!a esquina de la
t•alle i !'IItimamenle tomé la dir·ercion de la mía.

CAPITULO 8."
MEOITACIO:'i •.

Alg1mas ocupaciones m·jentes me impidiet'on salir


fle casa al dia siguiente dE-l encuentro ron la beata; pero a
IP.s sif'te dP.!a 1Íoche me dirijí a la plaza de la "Constitu-
tion. ·: Al llegar a esla vi pasat varios gr·upos de jente en
dír·ercwt. al palacio i seguí con ellos; iLan a oír locar alll
Ja retreta. Se reunieron mas de doscientas personas de
todas clases: al toque de las odw en los campanarios de la
r-iudad, empezó c~a especie de ot·que~la, que rluró pocll
nJa::; tic media hora , pa::;~Hla la cual !le dt per:só 1::~ jel)te í y

©Biblioteca Nacional de Colombia


' -44-- .
queJé ue pié fit·me al ft·ente del pnlaciÓ, meditando eu la
iuslabilidad de las cosas humanas. Me parecía ve1· altl .~1
bello sol de Colombia, a Bolívar el libertador de diez mi ..... .
llones de americanos. La memoria me representaba fiel-
mente al héroe, e11trando a ese mismo palacio, circundado
de una ameola de glol'ia i en medio de un pueblo que gri-
taLa cou emusiasmo: « ¡ Yiva el padre de la patt·ia! » ¡ vi-
va ellibct'lador de la Am~rica tlel Sm·! » Se me presentaba
eu la mente ese sen-lidios tan a lo vivo, que aun me pare-
cía ve¡· el plumaje tricolor de su visera, tropezando en las
g~il'llaiJas de lam·el, que <:olgaban pendientes de los arcos
tl'lunfales leYantados para retibirle, al ruido de mil victo-
res, salvas de <:añon, repiques de {:ampana, e himnos de
libet'tad i gratitud. Pe1·o esa misma fal'ultad intelectual
que nos presenta el mundo pasado con todas sus formas i
colm·es, of¡·eciendo a la meditacion los cuadros mas ilumi-
nados como los mas sombríos, varió la decoracion i pi'e-
sentó a mi mente la conjuracion del 2;) de setiembre de
1828. Entóncf:s me parecía ver en aquella noche lúgubre
i siniestra a ese mismo hé1·oe a ese atleta de la libet·tad,
7

correr· desaliñado por los pasadisos del palacio, solo, COVI-


pwljido, tal vez avergonzado, buscando un asilo doride po-
nerse a cubierto del puñal del asesino, en tanto que el ha-
cha de la muerte descargaba sus golpes sobre las cabezas
de sus gum·dias.
Esos recuerdos me hacían contemplar que miéntras
mas elevado se halla el hombre en la escala social, mas
fuerte es el golpe de su caída, si se desvía de la estw:ha
senda que conduce a la gloi'Ía: i que un paso falso en po-
lítica, infaliblemente precipita en el abismo insondable de
]a persecucion o del despr·ecio. Sentía una conviecion pro-
funda de que el hombre a quien la fortm1a le sonl'ie, si
quic.re aprovecha¡· los dones de esta, no debe traspasar los
límites de lo justo7 que es lo po ible: porque la medalla
que representa la fuerza, el valor, la g1·andeza i ln sabidu-
ría, tiene por reverso la debilidad, la miseria i el error; i
ruando no hai habilidad para asegurarla, el mas Jeye opio
la hace voh-cr· de cal'a.

©Biblioteca Nacional de Colombia


-Mi-
Así mellitaba cuando fuí interrumpido pot• la llegada
de un hombre de estatura colosal, quien se dit·ijió a dontle
JO me uallaba: sentí c-ierta especie de ten·or, que me cau-
só su figura i su resolucion en allegárseme: con la luz de
la esquina del palacio, Yi que era negro í percibí el brillo
de una at·ma o cosa semejante. Ji;l)tónces dije:
-¿Quién es'?
-Un servidor, cÓI!testó, deseo que Yamos a su ca-
sa, ap1•ovechando la ocaston Je habe1·le hallado aquí, pues
hoi fuí a buscarle i estaba U. fue1·a de ella: creo que con-
viene a U. saber lo q~1e tengo que decil'.
-Varr.os, le dtJe, yo lo hab~a reconocido ya i par·a
que el leetol' sepa qmen era, refet'tl'é lo mas notable de su
vida i como tm-e conocimiento de él.
Era 11110 de esos días de gala en que la crisLiandad
ostenta con místico ei'plendor en sus templos esa funcion
relijiosa que la ig\esia llama "Corpus Christi."
Rojna había estt·enado un traje blanco, un shal de
razo azul i una gorra c.on adornos del mismo color·. Des-
pues de haber asistido a la funcion en la c~tedral, fui con
ella a. casa; dejó la saya i la mantilla i se ajustó el tJ·aje
referido, JO pasé a mi escritOI·io i ella se pasó a la Ycntana
de la calle. Un cuarto de hora mas tarde, alcancé a oÍI'
la voz de un hombt·e en el cuarto de Rosina i me moYió la
curiosidad de ver quien era: fuí i hallé a un negl'o parado
al frente da ella, con los brazos cmzados i en actitud hu-
milde_
Figúrese el lector el contraste que formaban esos dos ·
seres humanos frente a frente: la luz daba de lleno en la
bella faz de Rosina, reflejándose en aquella tez finísima el
mas ~·iv9 color misto de nieve i rosa; en tanto que sobre
la cútis de ébano de ese hombre eran absorbidos los rayos
del sol completamente: Rosina en sus mit·adas i somisa,
contemplándole, simbolizaba la dulzm·a, el r..andor, la ino-
cencia i la compasion, miéntras que él en su Jisononúa i
actitud espt•esaba. el sentimiento rrofundo del infeliz escla-
Yo, la htmJildad degl'adada por el servilismo. .' ·
Cuando entré al cuarto de Rosina le eslaba e!:'ta di-
tiendo:

©Biblioteca Nacional de Colombia


-46-
--Bien, ya me has dicho el moli\·o de tu fuga ¿i ~.;:Sil
á1·baz·o \·h·e entre c¡·istianos?
-Si, seño1·a, i no solamente esto, sino que osteuta
·e¡· uno de ellos; ¡•ezando, oyendo misa i confesándose con
ft•ecuem:ia, pasa la mayot· parte de la viJa.
--;.1 él saLe la doctrina cristiana?
_-La saln·a puesto que la en ei'ía; mas, nunca la
practica.
-¿ 1 tú c¡ué sabes'?
-Sufrit• i callar, aunque a vezes la desesperacion tlle
IJa hecho maluecir.
-Pero .... ¿Qué has apr·enllido?
-He apl'endido ..... a humillarme i a obedecet• a
la voz de los bl:mcos, quienes por bur·la dicen que los ne-
gros somos sus hcr·manos.
-Bien, pcr·o cual ha sido tu oficio?
-El ele los I.H'utos: cargar fardos a mi espalda i pc-
lcte:u· en las entl'añas de la tiet'l'a para es traer. el oro que
Jebia Lt·illar en los adornos de mis amos.
-Pero advierto que hablas con propiedad, i eu ver-
dad que es de estrañat·se esto en un minero, a no ser
que .•....
. . --¡.\h! sí, pel'O los años, la necesidad, los via-
JeS 1..•....
-Tengo curiosidad de saber cuáles han sido tus
avenllll'as; sino es importuna mi exijencia, cuéntamelas.
-Fui e'cl~vo desc.le que me hallaba en el vientre eJe
mi madr·e, en mi juventud era mi dueño un judío que
se hallaba establecido en la isla de Santo-domingo: en-
tónces era envidiable mi suerte, porque me tr·ataba como
a hijo i me educaba como a blanco ....... •...... ...
Al decir esto saltaron algunas lágt·inJas de sus ojos;
pasó la mano sobre sus p~r·pados compr~ién~olas, guar·dó
silencio por un momento r luego contmuo as1:
-Perdon ad. . . . es un recuerdo grato i doloroso al
mismo t~empo, que oprime el corazon. Ese hombr·e cm
un modelo de bondad i }O hubiera sido libt·e i poderoso ~i
'1 no hubiera muerto de repente: este fné el primer esla-

©Biblioteca Nacional de Colombia


-47-
Lon de la cadena que me ató a la desgt·acia. Fué su he-
redeJ'O uno de ·esos homhl'es que tienen el cot•azoo en el
-coft·e que enciet·ra sus tesoros: me vendió i fuí trasporta-
do a Cartajena i de allá a distintos paises i por distintos
dueños, pasando de un dominio a otro del mismo modo
que cualquiera otra mer·cancía. Al fin tuve por amo a un
cristiano i me trató con mas rigot' que a bestia lwava, co-
mo ántes referí. Este fué el que vendió mi único· hijo a
·otro blanco de corazon de acero
-1 cómo se llamaba ese hombre?
-¿,Mi mno? aquí teneis su nombre.
1 desatándose del cuello un pañuelo que tenía puesto
·por c01·bata, descubr·ió un grueso collar de hierro, rema-
chado, en el cual estaba gt·abado el siguiente nombre ''N.
Otero."
. Yo me sorpeendí al ver aquella muestr·a de crueldad
i Rosina ese! amó " ¡Oh barbarie~ " Luego dijo:
-Este es el nomiJt·e de mi amo; es lUl t'ico pi'Opie-
tario i su riqueza le proporciona nua posicion ventajosa en
la sociedad. Tiene relaciones de amistad i comei'cio con los
ho11hres notables, i en el pueblo donde vive es su volun-
tad una ·lei. Sus esclavos hemos sido siempre víctimas de
]a crueldad de sus caprichos: no contento con hacernos tra-
hajar' en su pt·orecho miéntras el sol alumbra, nos ponía
por la noche alguna tarea,bajo la vijilanc:a Je un inspector
armado de un sable que llevaba en la cintura i un látigo,
t!n la mano. El sábado era el único dia que dejaba en pro-
vecho noeslro, es dt>cir que el producto de ese día nos ha-
Lia de sen·ir para alimentamos en los de mas de la semana.
Despues me refir·ió Rosina el motivo de sn fuga, co-
mo él un poco ántes de entrar yo al enarto lo babia refe-
t•ido: flHe sieildo (en su esclavitud) el único consuelo la
compañía de un hijo, de edad de trece años, le babia pet·-
dido; pues fué vendido a otl'o hombt·e, quizá ma cruel, i
que no pudiendo soportal' la pena de la separacion, había
resuelto rompet• sus cadenas fugándose; que todo su anhe-
lo era pi'Ocurarse la suma de dinero necesaria pat'a obtener
su liber·tad i t·cscatar· a su hijo de rpüen e~taba separado

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-45-
-:pór mus de cten 1egul.ls i que babia llegado a mi casa poi'
que sabía que yo buscaba un confidente ..
Inmediatamente que acabé de oír la nanacion, le lle-
vé a la casa de un amigo, quien me había encaegado que
le buscara nn buen criado; em un hombre pudiente i bon-
dadoso; le r·efe1·í todo i re<:ibió a Otero prometiéndole que
mas Lal'dc pagaría a ,u vced11go (a su amo) la libertad i
rescatai'Ía a su hijo. En el mismo instunte mandó pOI' un
herrero i le hizo limal' el oollm·; la eútis del cuello apareció
blanca i el fierro limpio. Pocos meses clcspucs fné cumpli-
da la ofet·ta i Otero i su hijo unidos se dedicaron a servir
a su libertador.
Bien, continuaré: Je la esquina del palacio seguí con
ese houibr·e en Ji1·eccion a mi casa i me fué dic!endo:
-Seño1·, U. i mi Sa1ora la pupila de U. han hc-
dw por conseguir para mi hijo i para mí, la libertad; am-
bos desde entóncP estamos sumamente J'econocidos i les
somo deudores de inmensa gratitud. Ahora se trata de
nuestt·os hermanos .....
-¡Hombre! le dije interrumpiéndole, ¿acaso no di-
ji~te que no tenias mas que un hijo en el mnndo?
-Si Señor·, me respondió, esa es la verdad, pero se
trata ahom, como deda, de dar la libertad a todos los es-
clavos, estos son los het·manos de que l1ablo.
'1l .' b"1en, 1. que' 11a1'?.
-jft
-Que yo he creído que debía suplicar por ellos; este
me parece un deber i conociendo la hondad de VU. i sa-
biendo que su influencia puede cmllt·ibuit• a la cousecucion
de un fin tan santo, me he atrevido a venir donde C.-i
siguió hablándome, basta que llegamos al porton de la ca-
sa. Torcí la llave i le mandé entrar. Entónce le infor·mé
sobre la pérdida de Rosina i manifestaba en la espresion
de su semblante la impresion dolorosa que .le causó la no-
ticia. Le of¡·ecí que interpondría mis buenos oficios a Hn
de contribuir a la abolicion Je la esclavitud en la la Repú-
blica; i al efecto hice, hablé i f' cribí pm·-la imprenta,
:-on el ohjeto de que se consiguiera la rcdenrion de milla-

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'l9· -
-.J
'H;t:. de hombr·es que at'l'astrabml esa o¡wobiosa caJcna. (a}
Se dcspidíó Oter·o ofl'eciéudome haeer· (;Uaulo estu-
" ier·a a su alcance pm·a deseubril' los raptor·es de Rosina ..
CAPITULO 9."
l'~.\ SORPRESA.

Asomaba el sol su esplendor·oso disco por la crma del


,Jito Monserrate i de la ciudad i la Jlauma se levanta·
ha el tr·asparente velo de niebla, f(ll'mado pm· los va-·
pores del r~cío . Los ~ampanarios de toJos los templos,
daban la sena! de la rrnsa~ que en cada tmo de dios debía
(·elebr·arse, i la mayor· parte de la jente de la poblacion em-
pezaba a salir de su morada. Et·an las siete de la m:~ña~
na i yo iba en dir~eccion de la calle de Curazao, con el ob-
jeto de buscar la casa de Doña Lorenza; era interesante
par·a mí una entrcvist::~ con esa mujer· misterio~:l. 01)ser-
vé, estando ya en aquella calle, en cuál de los portoues se
hallaba ese Jesus pintado de que me haLló, como seña de
la easa en que habitaba, i efc~tivamente hallfi sobre el por-
ton inter·ior del zaguan de una mala casa, un CÍI'culo en
cuyo centro amarillo habia un Jesus en letras de molde .
.Nt;lé que babia sobre el por·ton la punta del cm·don Jc
una campanilla, i en vez de golpear, til'é ese <:ordon: in- .
mediatamente se abrió la puerta i lo primero que se pt'e-
sentó a mi \·ista, fué el mendigo Ricardo, for·rando con pa-
ño negt·o un ataud. ~)Ji sorp!'esa fué quizá igual a la suya;
-en el momento se levantó esdamando:
-¡Señor ! ¿Es posible?
. -Si, Ricat'do, nada debes estr·añar ¿ Doila Lorellza Y
-Señor, no wnozco aquí mujer de ese nomhl'r, ¿Tri-
niJad. dir·á U. '?
-Si, es verdad, me bahía equivocado, ¿en dóu-
(le está?
fa ) El •ha 2L ck mayo 'del aiío 1851 "f"th'J d C'np ¡::lfl !• k 1
¡, ltu1dn la ~•cl•,· • turl.
4

©Biblioteca Nacional de Colombia
-nO-
Quise manifesta1· que me había equivocado en el
nombr·e para no infundirle so pechas. ¿En dónde está'?
le I'epelí.
-Ha salido mui tcmp1'ano, me contestó.
-¡Oh! ella me babia asegur·ado que a esta hora
la hallaría aquí.
-¿,Eila?· ¿cómo? ¡tal vez ... ·-·!
-Efeclivameule l1ai hechos que pal'ecen inesphca-
bles, pero que a poco que se medite se halla la solucion
que se husea. Dejemos esto pam dcspues i dime ¿no me
reconoces?
-Estraña es la 1wcgunta, nunca oh,ido los favoi'es i
solamente el destino o la fatalidad me ha impedido volver
donde U. ¿No advierte qne cstoi aniquilado? pues no soi
lib1·e, mi condieion es aun peor que la de mendigo, que
e1·a la mía cuando <:onocí al ánjel que U. tenía bajo su
proteccion.
-¡Hombre! Jime. . . . . S<l bes .... ?
-Señor dispénseme U. que le intel'l'umpa; es indis-
pensable hablar paso, pues aunque estoi :Jhom so.lo, hai
que desconfiar siemp1'e. Sin duda U. estrañaría que no
hubiera vuelto a donde U; pe1·o esto me ha sido imposi-
ble de todo punto, sin granJes l'iesgos; repito que no he
tenido libertad: desde la noehe que pt·ometí ponerme en
acecho de los dos embozados, para informar a U. de lo
que trataran, fuí ap1·isionado ... ~
-¿.Cón10?
-Eran las n11eYe de la noche, ~-o, ocupaba el rincon
d~ los pm·tales., la oscuridaJ me prolrjía de la vista <.lelos
que pasaban por allí. A esa hol'a llegó un bombre i se
pa1·ó t:Cl'C<l de una de las columnas q11e sostienen el edit1-
cio; poco despues llegó ot1·o i empezaron a tratar de uno
de esos complots iutel'llales, que solamente el demonio Je
la arar·i~.:ia puede~ ic ·pir éH' a los jonios Ut'l mal. Yo estaba
alento i sm·prewlido, cl!os ct·eüm esta¡· solo.::, como noso-
u·w aquí. La <Hllbicion IP sujcda pi'O)edus inicuos, con-
taban con ciPmctiLOs p;u·a lb·arlus al cabo. Oí pcl'fccta-
mcntc l•J,Jn, 1"1" :-e : r•'C't'' · ~n·nu ul h1gar en doudc yo m~

©Biblioteca Nacional de Colombia


--.:>1-
hallaba sentado, sin dutla con el objeto de sustraer•se a las
mit·adas <le los que p:1saban. Hacía mas Je una hot·a que
confet·enciaban, cuando al \'olvet· el cuerpo· uno de ellos,
Lr·opezó en mi hombt'O la punta de la espada que ceüía:
al momento volvió Je ft·ente a reconocer el objeto estt·año
con que había tropezado i me deseuhrió. "¿Quién está
aquí?" rweguntó, i le contesté in:rJvcrtidnmente, cu:mJo
pude habet· finjido que e::.laba d1wmido: rcsponJí que era
un pobt·e que pasaba allí las n{)(;hes. Se hablaron al oído
i en seguida me dijer·on que siguiera con ellos, que iban
a dar·me un cuar-to donJc podía dormir· con alguna eomo-
didad. Yo 1!.'8 mani~esté mi r-econocimiellto po~' su ofer·ta
i me cscus6 de segmdos: enlónees me or·Jemwon eorl im-
per·io c¡ue los siguiet·a, haeiündome ~ll mismo tie111po ame-
nazas tet'l'i bies. Pot' uu instante pcn~é en re. istir·, pNo
luego juzgué que comendría mas obedecer; scguí wn
ellos i al llega•· a uno . de los at'l'<lbélles de la eiuJad, me
vendm·on los ojos i me tomal'on ue la man0, previniéndo-
me que si hablaba una palabt·a me pasal'Ían con la espadn.
~le hicieron caminar· mas de othocientos pasos, que tuve
el cuidado de contar, despucs ele los males me quitaron la
venda i ad,·et·tí que estaba en una casa i dentt·o Je nna pie-
za mal al~mbl'ada, que t~nia el aspedo de 1m calabozo.
Desde entónces ...... .
Iba en esta par'te de la narracíon cuando se oyó rm
ruido confuso ácia la parte intel'iot· del edificio: suspendió
el relato dicirndome:
-Espe1·e U. no momento .• quiz.1. he tenido una inaJ-
ver·tcnri:J. Espere L i entró por un pasadizo dejándome
en ag nel t'OI'I'edor·.
Entre tanto obset'Vaba yo la r·asa en r¡ue estaha, era
tan baja, tan ahumada i tan oscura, qttC infundía mas q11e
tr·isteza, fundados temores. hauia en Pila senwjanZ<lS no-
t-'lbles, con esas cueva subterrár.e.1 s de los famosos crimi-
nales, que nos lt::m de.Trito l0s nowli~tas pari irru·s: no
sabía ']Lié ('reer, ni eomo deuia oLrar· en arpwlla itu<wiou;
e

mP fi:mraha r¡ne habian de asaltamre a la luz del rlia, 1


:1 );.¡ \'rt dad ning11n inrr.nYPnÍPHIP •.e pre:.rnt;¡IJ;l, pnM,

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-S2-
aun el pot·ton se ~justó por sí solo a mi entrada.
Despues de diez minutos de estat' esperando la n:el-
ta de Ricar·do, me asomé al pasadizo po1' donde él entró,
i al lado izquie¡·Jo babia una especie de cuarto oscuro, en
donde rí otros dos ataudes forrados, lo que me hizo .iuz-
gm'. c1ue el oficio de la jente que ,·iría en aquella casa hot'-
rible, seria el de adet·aza¡· férett·os. Llamé una, dos i tres
reces, pet'O reinaba un silencio profundo: toqué fuerte-
meute en la segunJa puerta del pasadizo i n:H.Iie respon-
día; empujé i estaba cenada como con 11m·e. Esperé to-
flavía diez minutos nws inútilmente; resold ~al ir, i al vol-
vet' la espalda, oí la tletonacion ue una pistola, ária el in-
terior; apresuré el paso, lomé el pol'lon que abrí wn di-
ficultad, pot•qne teníu un muelle que lo ajustaba fue~·te­
ruente; i no habría dado con este, sino hubiera visto que
el cordon de la campanilla esl.aba adherido al boton que Jo
hacia saltar.
GantÍ pues la calle i el pr·imcr· pensamiento que tuve
al salir del zaguan, fué el de dm· rarte a la policía sobre
mis sospechas, respecto de l~s ¡,eJ·sonas que habitaban
aquella ca~a; porque, se¡;un mis obserraeiones i la aparien-
cia de ella, era de juzgarse que potlía ser una guar·ida de
maliJCchor·es. En ·dedo, me dirijí a la oficina de la Gober-
nacion; luego que llegué me infor·maron c¡ue el Gobc!'na-
dol' no se ~¡alJaba en el Jespadw, sino de las diez de la
mañau~ pal'a adelante. Yolrí a dicha hora i me Jijo uno
de los empleados, que yo no podía habi:H' al Gobel'nador,
sino Je las <.loce a la una del día, que era la hora señala-
da para dar audiencia a los particular·es. E~pet·é, pues, i
al toque de las doce n:c Jj¡·ijí por lcrcet'a Yez al de. pacho
de gohie•·no: entré a la pieza de la scc~·etaría i pregunté si
n poJda cutr·ar a ver al Gol;emrtlor 1 se me ton testó que
estaba ocnpado, t¡UC babia denti'O jrnte i que la puerta de
~u de-spacho estaba ee¡·r·nda; c¡uc si quc¡·ia csper·ara. ¿Qué
había de haeel''? cspcr<:l': Elrelnj dió la una i ~·o espera-
ha; mtóuces se me acercó un oh cid de estos de pluma i
llJC elijo: " ya 110 ¡ uedc wt· [. ;d Cubt•t·uadot· hasta llla-
natr.t. p 1'•{11'.! 11:. pa:- nh a I11H.t dt' .nuliciJI'i:~: wa l'. el

©Biblioteca Nacional de Colombia


...., ....
-i.),)-
nviso que est<í fijado en la puer·ta de su despacho. " ¿Co-
rno hal'é? le dije; es un asunto importante .-" Esper·ar· a
mañana, " me respondió. Oh! este el "vuelva U. ma.-
ficma" español criticado con justicia por un gracioso es-
critor-. Dí una vll€lta a la izquier·da i tomé In escaler·a,
resuelto a tenet' la paciencia de .esperar; virtud o requisi-
to indispensable a todo desgraciado que tenga que enten-
(ler·se con el que llaman Gobierno.
Al día siguiente estuve ántes de las doce en la puer-
ta del despacho de la Gobemarion i tuve la fcliciuad que
pocos consiguen, la de ver al señúr Gobernador· sin
guardar antesala. Le manifesté las sospechas que me
había infundido la casa donde hallé al mendigo i le exijí
que en uso de sus facultades dier·a órden para que los
ajentes de la policía allanaran esa que me parecía guarida
de ladrones. Po1' toda contestar.ion me dijo:-vea U. al jefe
de policía.
l\Ie despedi del señor Gobernador dándole las gracias
por haberme uespach;~do tan pronto. En seguida busqué
al jefe de policía, le bailé despues de tres días de hacer
actiras dilijencias: le referí lo ocurrido i me dijo con mu-
cha flema:
-Para allanar esa casa debe U. ocurrir a la Goher-
nacion i pedir que se espida una órden al efecto.
:-Si, señor, he dado ya ese paso i el señor Gober-
nador me indicó que debia ver a U. para ello.
-Yo no p!.ledo sin órden de la autoridad prvceder
al allanamiento; sin embargo espere U. a mañana i lo
consultaré.
-Pero, creo que el tiemp~ corre i acaso cuando se
vaya .a pl"ácticar esa dilijencia, quizá se hayan escapado
esas Jen tes.
--Tanto mejot', pues se e'ita la pérdida de tiempo
que nos proporcionarían.
-De manem que U. no procede sin dicha órden?
-~o señor.
Me despedí esprcsándole mi re~onocimiento por tan
catc~<Ít'Írn respurst:J. Pot· 1m a rngnalulad mf' rnrontrP en

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-.14-
la calle l·on el GoLel'llador, i me preguntó qué a·esultadtl
había obtenido del allannmiento de la casa i le contesté
que acababa de salir de donde el jefe de policía i le refea·í
lo que él me habia dicho:,
-¡Oh! dijo, en esta tierra todo mat·cha así: vaya
U. mañana a mi despacho i serci servido.
-Gracias, le dije, estoi sumamente reconocido.
-.Muí Líen, nnai bien, me repitió, apt·etándome 1~
m·auo i 'Continuó su marcha majestuosa.
Todavía tme la parieneia o la simpleza de ir· al dia
siguiente donde aquel atentísimo funcional'io público i al
entt·ar a la Sect·etaría me dijo el pot'tero: «Si busca U.
al srñor· Gobernador, puede U. volver mañana po•·que está
Pncet-rado, eYacuanJo unas dHijencias urjen(es i ba dado
Ót'llen para que no se deje entrar a persona alguna: 11
Salí de allí un poco amostazado, dando al d1ablo d
llamado Gobierno político: habían pasado seis días i no hn-
hia podido ohtener una sencilla órden, a pesar de la urjen-
eia con que hl babia solil'itado. Determiné est.:ojital' otm
medio de examina!' quienes babitaLan aquella casa i Jo que
ln1birra dentt·o de ella.
r los Ol'ho días completos i contados desde aquel en
que h::~llé a Ricardo, iba yo con cuatro personas mas i n
usanza Je nuestros relijionarios; con di•·eecion a la calle
de Clll'azao: es decir que íba}nos armados a la tuna, con
pistolas i daga al cinto, 1~•·o ocultas bajo nuestras capas
tales ar·m~1s. Rabia pensado introduci1·me en aquella casa
sospechosa, con el pn'testo tle que é1·amos comisionado~
para forwar el padron; a ·í podíamos ave1·ignar quienes Yi-
\ ian en ella i adem:..s ob:e¡·y:níarnos, disimuladamente, In
que n ella lmbiea·a, entrando sin cet·cmonia a todas las
hauilw.:iones.
J.legamos i Yimos que el porton que daba a la calle
f':ot aha rer ·atlo, t~olpeauw~ en él i nadie contestó: pasarno~
a la c::<:t ·a contigua a preguuta1· quien habitaba aquella
,.;¡_a l ll 1lS informaron, que nadie, que estaba YaCÍa Jesde
unos oc!w día:' :Í11lc:-. Entóth'es comprendí que las pea·so-
1135 'J''r la h~b1an ocupado, segiiramrnte habian sof.pecha-

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do una pesquisa i el mismo dia que yo estuve en ella se
escaparon de allí. Hice cuanto estuvo a mi alcance para
aver·iguar quien o quienes la babian ocupado i n? pude
obtener· otro informe que el del dueño de ella, qmen me
dijo, que un hombr·e a quien no conocía, se la había pe-
dido en ar·rendamiento unos meses ántes, i que le babia
mandado las llaves i el valor del arrendamiento baria
unos ocho o diez días.

CAPITULO 10.

L.\ CASA DE EJERCICIOS.

La esperanza es el mas bello fantasma rle la imaji-


nacioñ: es una especie de maga que sonríe a todas horas
i en todas las situaciones de la vida. Ella me inspiraba el
convencimiento de qne hallaría bien pronto a Rosina i que
obtendría el conocimienlo de sus raptores. El mendigo
sin duda lo sabía todo i la beata Dmia Lorenza, probable-
mente, era cómplice del rapto. Las reticencias de esta, el
sentido equívoco de la pregunta que me hizo, sobre si ba-
bia hallado yo algu~a notil'ia, la noche que la encontr·é en
la calle de Santa Jertrúdis, disfrazada con enaguas de
cintm·a, i su desaparicion a la vez que la de Ricardo, me
confirmaban aquellas suposiciones. El hecho de haber ha-
llado a Ricar·do en la casa que la beata me dijo habitaba,
ella, me daba a conocer que entre ellos dos había conni-
vencia: sin embar~o. esto me confundía el pensamiento.
Busqué a Otero i ~efiriéndole lo ocurrido, me ofr·eció aYe-
riguar po•· el paradero de e as dos personas, sobre quie-
nes mas directamente recaían mis sospechas. El liber·ta-
dor de Otero se habi:~ ausentado de Bogotá i este habia
quedado compr·ometido a servir en la casa de una Señora,
que vivía por la calle del convento de la Concepcion. Un
dia fué a mi ('asa 1 me dijo: que las noehes ante1·iores ha-
hian conl'urr·ido a la rasa de su Señora, algunas person;~~~

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i entre estas dos caballeros, que 110 conocí:i, los cuales etr-
tJ•ahan siempre embozados i que a estos les había oído
pronunciar el nombre de Rosina) la noche anterior, al
tiempo de salir; que él no sabíll el objeto de esas reunio-
nes, pm·que desde las seis de la tarde estaba comisionado
para desempeñar el oficio de portero i no podía abandomu
su puesto. Entónces le pregunté :
-¿A qué hot·a se han reunido?
-A las siete, me contestó.
-¡, I h~n salido?
-A las once o doce.
' -¿Sería posible entrm· Je incógnito?
-No sería imposible, pero bien difícil.
- ¡, Está U. seguro de que seguirán reuuiendose?
- Pot' lo ménos, sé que esta noche •·cpetÍJ':.Ín la
reumon.
-Bien, proeure U. illformarse, le di,¡e, mi que-
rido Otero, si contin íanlas te1'tulias, i avíseme; entre tan-
to piense, cómo puede introdm:irme a ellas, sin que me
reconozcan, en easo de que se repitan.
-.Iui bien, así lo haré. Despues de diez mitwtos
mas de convet·saeion, se despidió t·epitiéndome su ofer·ta.
Al siguiente dia volvió; a liempo de saluJam1c noh~
por su fisonomía. que alguna cosa favm·ahle me iba a
decü·: era que babia formado un plan para introdueit·mc
en la cas<I i me !u ¡)!'oponía, como el ménl1S arJ'Íesga-
clo. Luego que me informó que la noche anterio1· se
lwbia repetido la rcunion i que continuarían ¡•em ién-
close, me dijo:
-Si estl G. tkpuesto a tomar· para disfraz un vrs-
tido comun, un vestido de carbonero, l'l'eo q1,1e puedo in-
ti'Oducir a U. en la casa. siu l)eligt•o alguno, a la hot·a d
la reunion.
-¿Cómo así?
-Yea U: aver ta1·de un hombre vendió a fa Señor,
le
unas cargas e carbou i me suplicó, que pidiera a e. 1:
lieencia para p!l,sm· l:i noche en el zaguan de la ca;.;a, ma-
nifestúndo qtu' no tr.nía posada; a lo que ella arcetM i Plt
frdo dnt·mi,_) :1lh. '

©Biblioteca Nacional de Colombia


- i~--
)i-
-Entiendo: aceptado, le dije, de mancl'a que a f:.b
siete de la noche temlt·á r. un nuevo l'ai'IJOPcr-o.
-:\lui bien, Seiio1·; al llega•· le daté una inst.¡•uccion
a fin de qi.te obtenga U. algun provecho po•· la mo-
lestia.
A las siete i media de la noche me pt·escnté :1l
pot·tet•o en la casa indicada: el poeton estaba entrea-
bierto i Otceo me espet'aba con impaeicnci3. Me hizo
cnl•·at• al zaguan i dcspucs que cen·ó el pm·ton me dijo:
-Falta todavía jente poe venir, es p•·eciso esperar 7

entt·e tanto U. descansad a lo cat·boner·o, sentándose en


~~ suelo; cuando ya. se hallen reunidos t Jos, pneJe e.
subir. con preeaw·wn, en mi compañía hasta el punto eu
donde ve1·á i oit·á todo lo que haya.
Pow despues entró alg1.ma jente, Otero la acompa-
ñó hasta el pié de la escale1·a i voh·ió a decil'mc que se
aceecaba el momento, pues h<lbi:m enteado los incognitos,
quienes a su moJo de vet' et·an lof'- ···eetores, pues que
segun las apariencias, a,1uclla rcunion era una especie de
aeat.lemÍ<l.
En efecto, pasados como cinco minutos, oímos toc:.u·
una campanil1:1: dejamos pasar algunos minutos mas i
Otero me condujo hasta el descanso de la escalera, espian-
do ántes, si babia quien pudiera Yerme-. Allí me indicó
rl punto que podía servit·me de obser,·atOt·io. E1·a una
ventaqa rasgada, con bastidm·es de cristal, la que corres-
pondía al salon de la asamblea. ~le instalé pues en aquel
lugat· favm·etido de la lnz de la pieza por la sombea d las
cortirtas, i al lado de afuer·a me pt·otejía la oscuridad de la
noche.
. El salon em espacioso i estaba alumbrado po1· dos •
bmpams que despedían una luz Yidsima; ácia la cabeze.-
~a co~gaba de la pared un t·etablo .. en el cual había un m-
no. Dws he~mosí..:imo, pintado al óleo; debajo de este se
vman tres Sillas 1 delante de ellas una caepela yerde: ocu-
paba la silla de en medio una Señora i las otras dos los
ineógnitos. vestidos con un leviton o sa<:o de color oscuro~
n lo lat·go ul'l salon hahia dos hibas Je asiPntos ocupado
prll' mnjPres, W!':tich con tt·ajrs nCf!:I'OS.

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Yu no podía oír, sino de cuando en cuando un mur-
mulJ,J contilso, per·o sí veía que algunas veces levantaban
las manos;. seglll'amente en señal de a¡)l'obacion de alguna
cosa que se había propuesto. Despues de una hora alcan-
cé a oír· un campanillazo; ya me trataba de esc:apar, pen-
sando que tet·minaba la sesion;. per·o observé, que perma-
nedan sentados, i espel'é. Entónces ví salit• de la reca-
m<H'a, una jóven hermosa, con un traje azul, cuyo cabe-
llo negro como el ébano, caía hecho r·iws, sobt·e su espal-
da; sin mas adorno que una cinta ne~ra puesta al cuello i
de la cual estaba pendiente una CJ'uz de azabache, que ha-
cía realzar la blanc:m·a de su pecho. Se di1·ijió a la mesa ¡,
·puesta d f1·ente ·de la di1'ectora, dobló ante ella las rodillas,
hacientlo al pi'Opio tiempo una notable revc1·encia. Al mo-
mento llegaron donde ella. cuatro jóvenes, vestidas de
blanco, cuLiertas con mantos de tul i ceñidas sus cabezas
con guir·naWas de mirto i azucenas: colocaron un libro do-.
rado sal¡¡•e la mesa. ~wi'OdillánJose en seguida a los lados
tle la 1wime1'a: entónees esta se pat'Ó i puso la mano dcre·-
cha soht·c aquel libro, a cuyo tiempo, todas se para1·on.
Arto que me par·ecía ser· tan r·espetable, como el de un
juramento. olemne.
En veniad, yo no. podía ndivinar el objeto de aque- -
lla. reunion, i ménos el fin de aquellas ceremonias. Me pa-
recía que estaba 'iendo esas hadas seductoras de los pala-
cios encantados, que en la niñéz describen las madres a
sus hijos pm·a divet'Lir· su imajinacion, burlándose <.!el sue-
ño. ~le preguntaba interiormente: ¿sm·á la instilucion de
nn nueyo tullo? ;,será una lojia? Yo no podía compren-
det·, sinó que aquella jóven er:a una iniciada en los miste-
rios Je una sociedad, teolójica probablemente.
Despues de prestado el jueamento 'í que la iniciada
en compai1ía de las cuatro, especie de vestales de que he
hecho mension, se dil'ijió al otro eslremo de ]a sala en
donde <~l mismo tiempo los dos incógnitos levantm·on dos
cor·Linas, que wlaban un olio ocupado pOI' un hombre de
ve=ti,lo t'ojo, cuYa actitud demostl'aba que estaba dot·mirlo.
J.;¡ ini(•iada llevaba en la mano iz·plierJa una guirnalda de

©Biblioteca Nacional de Colombia


-59-
lam·el, lleHIIlJo la det'echa en el pecho: al llegar subió co-
mo temblor·osa las tr·es gradas <fUe habia Jeb<ljo de los piés
del que ocupaba el solio; se acer·có i sacando riel seno m1
ancho puñal lo da\'Ó en el pecho de aquel homb1•e dormido.
a cuyo golpe descendiel'On P?'' las gradas, el asesinado i la
agreso•·a, como caen las csprgas al corte Je la hoz del se-
gaclot'. El espanto, el bon·ot· i la sol'presa me hicieron lan-
z;H' un gt·ito tcr·t·ihlr, i en el momento sentí que me tomo
por el LI'azu una mano. ~?mo de hien'(}, _í me at·raslJ'Ó pot·
la esea.lera, con tal rcloclllad. como la del üguila euanclo
at·rcbata un polluelo; diciéndome al 111Ísmo Lie~upo-una voz
estettórea. mmr¡ue ahogada,. "Vuela, sino quieres ser
víctima." Antes de un minuto, yo est<1-ba en la calle. El
portero mismo fué quien me at'l'eható, lo conocí a tiempo
de llrgat' al porto u, curtmlo me· Jljo· - " U. ha sido Ül~ei-
. Nado, no ha sido sinó un cjciTicio, despues sabt·~i C. lo c¡tH'
realmente es esto; guarde U. t·eset·va i a Dios." Me C('hti
a la tll Ue i cert·ó el ~porlon.
La noche. como he dicbo, et•a oscm•a i la calle esta-
• ba tan silenciosa, cyue cualquie1·n que hubier:1 esl:H.lo a ocho
pasos de distancia de donde ~·o me hallaba, habría oíJo
perfeclamente las fuertes palpitaciones de mi cor·azon. Me
Hguraba que había suft·ido una de esas honiblcs pesadillas
que dejan y}, o el terror, la duda i lo que e3 peor, el ¡·esto
de la agonía, con evidentes muestt·as Je una realiJad.
Seguí a paso vivo en dit·eccion a mi easa, pensando
en las últimas palabras de Otet'o: "U. ha sido fascina-
do." Yo advet•tia que en aptn·iencia, la jente que se halla-
ba en aquella sociedad, no infundía sospe!'bas de crimina-
lid<ld i aun ,iuzgué qw sel'Ía esa la que llevaba el llombl'e
· de '' SoeiedaJ del • 'iño Dios. " Tanto porque sus miembros
pertenecían al sexo femenino a esepcíon de Jos incógnitos,
c?mo po~· el cuadro que presidía, i ceremotJias q~e presen-
ué. SocJCdat! que realme;lte existía. que se habm formado
~·omo por· encrtnro, coutl·a todas las reglas de la sana mo-
•·:~1, en apo~·o de los principios políticos del partido conser-
'ador, i que a la wnlad no e1-a otra cosa q11e 11na escuela
de f;matismo relijioso.

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-üO-
CAPITULO 1 l.

Nt.:E\'0 APOSTOLADO, LA I~ICL\DA EN EL TEMPLO.

Exasperados los miembt·os del partido conset•vadot',


no solamente pot' la pérdida del PoJer Gubernativo, sino
por la :1nulacion de su influcm:ia en los negocios públicos ,
(pues que el gobie1·no libet•al se había declat'<Hlo esclusi vis-
t.;¡, couliriendo los destinos únicamente a los liberales i pro-
pag:mdo las doctrinas de la mas refinada democrácia, co-
. mo consecuencia de la reaccion de los pt·incipios proscritos
en el tt·anscm·so de los doce años que gobernó la Repúbli-
ca aquel partido,) empleaban cuantos medios les su jeda su
imajinacion a fin de recnperm· ambas cosas. Al efecto, in-
lentm·on comertir la cuestion política en cnestion mor·al~
dando por base de las instituciones sociales la teoría reli-
.iiosa. (Véase el periódico titulado "La Civilizacion. ") Co-
mo un procedimiento lójico de sus dQctrinas, aspit·aban al
aumento del númet'O de sus prosélitos, formando socieda-
des o asambleas de ambos sexos; la de hornbt·es con el
nombt·e de «Popular" i la de mujeres con el de "Socie-
dau ucl • 'iiío Dios. " 1 ademas para conciliarse el afeeto
del pnehlo, que por orijen i educacion ha sido esencial-
mente cristiano, se-apoderaron de los templos al efecto de
que las mujeres dier·an lecciones doctrinales. Se fijó en
distintos lugafes, un aviso que a l_a letra es el siguiente:
«Desde el dia 17 del presente mes de julio se dar<i
4. principio a la enseñanza de la Doctrina: al efecto estarün
<• abiertas todas las iglesias a las ruatJ•o de la tarde, n•é-
« nos la Catedral. Se es<'Íta a todos los padl'es de familia
« pam que envíen a sus hijos. dnmé ticos &.
« Bogott1, julio de 18ts0.)
En uno de esos dias entré a un templo a la hora
anunciáda, con el objeto de oÍI' a esos nuevos apó toles fe-
meHinos. Subí por la nave del lado drrecho i vi cerca del
a•·co-toral una mujer con un libro en la mano enseñando
la.> obras de misericordia; su arculo Cl':l dulce i juvenil;
su tnlle, aunquP oculto rn pa•·l<> pol' una mantilla dr s:u·-

©Biblioteca Nacional de Colombia


-61-
g;¡, se veía que era esbelto. Yo estaLa a su espalda i tu-
ve la curiosidad Je Wl' si sus facciones correspondían a su
roz, i pasé a la nave opuesta par·a veda de fre11te. ~le
quedé SOI'[H'riH.lido al enconti·ar en esa mae~tra de la doc-
trina del Salvada!', en esa mujc1· cuya faz et·a de cp:el'U-
bin, la misma iniciada, qne pocas noches üute~, babia hc-
dw brilla!' un aguJa puñal al tiempo de <:lavado eu el pe-
cho de un hombr•e. Su faz anjelieal tenía la cspresiou
sublime Je la belleza, del candor i de la inoc:t•n<:ia, i si u
embargo al conlemplal'la, no podín lllÚlos que srnlir el
hol'l·or que iuf\.mde ~1 a~esino; tal f'ur la Ílll[JI'esion qne
hizo rn mí esa [)l'~clica 1 cjet·cicio de nneldmi referidas <'ll
el tapítulo anlet·ior. Estaba meditando soln:e la:; prruicio-
sas consecuencias que pod1·ía ¡ 1'odw.:i1· esa Ji:·•:ct'iOiJ del
pueblo átia el fanatismo relij!oso, etall(!o se me a<'crt·u uua
mujer i me dijo al oído, que me había buscado en mi casa
para enf¡•egarme un ~Lillete i era el que me rn'SPlll:lba,
aprovedwndo la ocasion de haLcrrne hallado: me lo eulrP-
gó i volvió la espalJa. Luego que lo l'ecibí traté de impo-
nerme de su contenido, pero a ese tiempo se me presentó
un amigo, quien me llamó la illcncion i salí con él, ponien-
do el billete en mi boLillo. Seguimos p::u·a t-'1 « Collsisto-
rio "» en donde estuvimos confcl'cneiando, soi)J'e lfl sítnation
política tle la República, ha ta las seis de la tarde, hot·a
en que nos separamos.
Cuando llegué a mi casa, hallé a un ofleial de im-
¡wcnta, quien me espe1'aba pam que coJTijiese un esn·ito,
r¡ne iba a publicar. Inmediatamente me ocupe en esto i a
las diez de la noche le Jespat:M. Me [U'<'parm·on la cena i
un p despues enll'B a mi l't'cámara a dC'.:taH~m·, (·uanao
1~1e aco1~dé de la iniciada en el templo i vino a mi ITH.:mo-
r¡a el lnllele, que hahia ¡·eciuido i que había olvi1l:'ldo: en
el rnorneuto lo say té del hol:sillo Jllc ace•·qné a la luz 1 lci
lo siguiente: '
ct .\migo qu •·ido: D
<1 Se p1·esenla tma oea~iün Ül\'OJ'aLie a sus pC':sc¡ui:as:
« a la· siete de esta mi~ma uo<:hc debe pa:sat· una Lel'lina
« por 1 piten le de Snu
1
idPt·ino; Pll l'lhl e~ t nutltH ida la

©Biblioteca Nacional de Colombia


_- 62-
« la pupila di! U. i uo sé a donde. Si api'Ovechn U. los
« II)Omeulos, !'i U. puede ir· acornpar'íado i la detiene, no se-
f nm inútiles las dilijen<:ias que ha empleado para hallarla;

"sioó, t::~l vez en vano sel'á toda otra requisitm·ia. Yo me


« h:~llo impPdido física i moralmente para d:H' a U. otr·a no·
(1 ticia. i esta la doi a U. en pago de un beneficio que U.
e: me hizo haq~ tiempo.
a Un inter·esadu. ])
j )laldicion! esc·lamó, un hado funes lo me pet·sigue!
Ahot·a, mas que nunca, Yeo pel'lectamente marc·ada lJ
mano del destino. ¿Porqué al tiempo de recibir el billete
no lo aiJI't? ¿Porqué lo olvidé hasta ahm·a? ¡No hai re-
medio! e cr·íto esta ha: la hor·a pasó. )le recosté sobr·e los
almotmdcmes de rni cama, a meditar i no a dormir, que
sic'ndo el sueño un alivio del desgl'aciado, se es--
quiva en las horas de martirio. )1~ l'cpresentaba la
imajinacion, esa hel'lina de qne se me 'hablaba, pasan-
do aceleradmnenle pm· San Yíctorino i me par·ería vet·
en ella a Hosina, ahogando el llanto i los suspiros, delan-
te efe sus tiranos. Oí dar las dore en el re1oj de sobre llle-
~a i me p~11·ccier·on us tr·istes i pausados campanazos, la
e~pr·esiou de mi desrentma: pasados algunos minutos me
queM adcwmeeído en mi mcditacion. Un poro mas tar•de,
me cfespettó un golpe dado pot· el martillo del mismo reloj;
t>ra la una. Difer·entes cuadt·os, pero todos !'ombrías, me
representab~ la imajina('ion i en todos ellos ,-eía a Hosina
c·omo la víctima ele unos pocos malvados. )le hallé segun-
da vez aletm·gado i dos nueros eampauazos me volvieron
a despet·tar·. Figtll'éme entónces que aquel reloj er·a una
centinela de mi desgt·acia i que me da ha la voz de «.~ rla"
caJa \CZ que adormecí;¡. F11é de tal modo impresionado
por· esta idea, fué tal la pt·eonrpacíon que me causó, que
tomé la capa i el sombret·o i salí desesper·ado en dit·eccion
al puente de San Yictot·ino. En la calles dominaba el si-
lencio i la oleJad, la nothe estaba enlt·c-oseur·a i su ::~s­
perlo c1·a lúgubre: ~olamente el ero de mis pa~os repdido
por las paredes, interrumpí~ r:n silcnrio i me pnrería t'. P.
~ro, t 1 mido •¡ne la b rlina p 'JdujPt ~. Pa~r PI puer,t ··i-

©Biblioteca Nacional de Colombia


-6;}-
tado i seguí maquinalmente pat·a la Capuchma~ nllí me
paré a rontemplai' en las visicitudes humanas, t'<'Cot·thllldo
esos hombres de barba i capucha, que ante' ocup;.:Lan
aquel edificio. Seguí atlelante; el camellon o alameda ra-
reda enlutado pot· las'sombras de los sauces i los ro~alcs
de los costados; me 'pat•ecía que 1ba por en meJio Je un
cementerio; i las quintas que percibía de trecho a tr·ccho
me representaban sus mausoléos. Caminaba sin sl!het· a
Jonde me dirijía; era que e~ Jestino me al'l'astt·aba átia el
punto en que debía reeS~llCI31' el fin lCt'I'Íble de Hila llllljCI'
desgt·aciada, de una .mfehz, r¡ne había de pel'et'l'l' al golpe
del puñal Je un ascsmo.
Antes de llegar a la plazuela de a S:m Diego, J) alenn-
cé a oít• los 3)'es mas lastimeros que puede lanz:w el dolot·;
llamaron mi atenciou i advet'lí fJUC p;u·tían de una l'lloza
inmediata; corrí, llrgué i a los reflejos de una debí! luz, a
los relámpagos de un candil, que estaba al espirar, YÍ una
mujet• tendiJa en el suelD, bañada en sangre, quien con
una voz, ya apagaua decía: « ¡ Ai ~. . . me h~l dado la
muerte. . . . • ¡ai ~ yo. . . . no he sido infiel. . . . ¡ ai ! ...
yo ..•. muei'O •.•.• yo .... muei'O. » I espir·ó eH aquel
momento. La luz pal'eda Jes.tinado a perecet· al mi::;mo
tit:mpo que aquella mujer; poco mas de un seguodo des-
pues de espirar· esa infeliz, quedó en tinieblas la choza. i\"o
habia pot• allí viviente alguno; el asesino babia escapado
en tiempo; el aspecto del lugar era siniestro; yo retr·ocetlí
con horror. Regresé a mi casa. temiendo hallarme, con
algnn ajente de policía, cer'ca del leati'.O del a~esinato;
pues na mui verosímil. que sobre mí lmbier·an recaído k
sospecha , i tanto mas, cuanto que _yo no tenía esplicacion
que dar· a la casualidad Je hallarme en esos lug;ares, a esa
hora, solo i sin motiro aparente: mis temore~ me hacían
ver el ra):o. de la ':cnganza pública, sobre mi cabeza, a pe-
sar· de mt mocenc:w: i lo que er'a peor, la tempestad de la
opinion yuJgar·, descargando su~ ·•olpcs, ~bre mi repula-
l'ron intacba!Jle, por· mel'as CODJeluras. Mr paso era apr·c-
·ural!n, a nadie hallé en el tránsito i lft"'llé a mi ca a
cuando a::,l.lllHlba en el orit·nte la estrella riE' ht tn:•ñ"na.

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. -G-1.-
t:.\ PITULO 12.

Dos días dcspues Je aquella fatal noche, salí a la ca-


Ue, c·un el ohjcto de averiguar todo lo l'elativo al asesinato
de es~l mujc~r·, que yo babia vi~to espi1'al'. Llegué a los
por·lales de la casa consisllwial, como ('entro de donde
il·radian todas las noticias, pem nadie hablaba de aquel su-
ceso; a cada uno de. los conocidos que encontraba le hada
la p1·e~unta wlgat' de «¿qué hai ele nuevo? )) i por las
cmJtcstaciones. comprendía. que no se tenía noticia del
asesinato. PeHst'· entónc<'s que me hallaua en el deber· de
tJ;¡¡· par·te a las at:tol'idades a fin de que no pasat·a en silen-
<·io el delito, i sin castigo el c¡·iminal: pe m juzganuo que
pudil•t·:m t•e<·:wr !:'Ospc<:h<1S sobt·e mí, al dedara1', que me
babia hallado eu la ehoza de la víctima a la hora de la
m1r...rte, sin pouer, dar· esplicaeion satisfact01·ia sobre mi
il('gaua a ese tiempo. l'esolví eonsultal'lo con un amigo. En
efecto pa~é a la casa de este i le l'cfed todo: despues de un
moa culo de mcdítacion, me dijo; Ir> pm·ccía conveniente,
que :ínies ue dar· parle a td autoriJaJ pública, dt!bíamos Ít'
a t·ccouoccr el sitio donde se babia cometido el delito, a la
vez que podíamos obtenel' algunas uoticias sobre él, c:erTa
(Jci teatro en que se cometió. de conformé con su pare-
(' r·, por· cstimnrlo escelente i quedamos eitados para ir a las
cinco de la tm·de a la choza de la desgracia.
. Ambos fuímos puntuales en la cita: er·a el 2ó de ju-
lio de 18;)0, el dia en que nos uir·ijíamos po1' la alameua a
la cbozn mencionada: el sol acer·cándose al Ocaso, despe-
día una luz amarilla color de or'o, animando con su vi\'a
claritlacl el paisaje. Las quintas de recreo, las casitas de
los aoTÍCUftores j aun la chOZ'I del iudijcnte, pr·esentaban
un ,·onjunto risueño i a~radahle: cl'a un campo ador·nado
cou lllil verjclcs o un verjel matiza os con todos los colo-
' 's de un janJin. Los "ut<:es cntr·e-dor·ados, se baitJbolr.I-
Lan hlaud,1mente al soplo de un viento su~n·e i fre::co, ci •-
·an lo * 1 ,ti 1cdedor, 1111;\ !lO\ ima eh• ~11:- lll!'llltr! S hnj:1 •

©Biblioteca Nacional de Colombia


. -OD-
Ias llot·es de los rosales, parecían solll'iemlo al sol c·adcnle,
como en muesil'a de gl'atitud por la belleza que les l.whia
prodigado: la atmósfera estaba diáfana i b1'illante i el eie-
lo azul retinto. La alameda estaba concurrida de jentc de
paseo; b1·iosos i arrogantes corceles daban realce a la ele-
gancia de sus jinetes; a pesar de que eran detenidos a cada
paso por las partidas de hermosas i apuestas bogotanas,
que completaban aquel panorama cncantandor.
Distraídos llegamos a la cl10za de la muerte; «aquí
es, » le dije a mi amigo.: en el i11omento se ¡wesentó a mi
memoria el cuadl'o horr1ble que dos noches ántes l1abia vis-
to allí. La puerta se hallab cenada, i por la yerba que
la circnndaba i la apariencia ruinosa, parecía esa choza
abandonada. Pasamos a la casa vecina i preguntamos,
quién vivía en la choza, i nos contestaron que nadie; qúe
estaba .sola hacía mqcho tiempo. Yo quedé pensativo al
oír· aquella respuesta: mi compañero preguntó nuevamen-
te, si no era allí donde haLia sucedido una desgracia dos
1wehes üntes, i ¡,or toda coútestaeion nos dijcrou, que no
tenían noticia de acontecimiento alguno. Entónces nos
di1·ijimos a la choza: la m·mclla de la puerta estaba :~tada
con una cuerda que tenía cien rucltas i mil nudos. Em-
pezé a desatarla eon sobresalto i un tanto de repugnaneia;
el cadável' de esa infeliz mujer debia hallarse aún eu el mis-.
mo lugar en que yo la había visto. Miénteas yo estaba
desatando los nudos, algunos de los que pasaban, se fija-
han en uosotros i vo temía su emiosidad, como $Í fuera
cómplice én el delito; sinemba¡·go, deseaba Wl' a la luz.
quien era la que habia sido asesinada; pues la noche que la
babia. \isto morir, no pude distinguir sus facciones, ni
tlescifnu· su fisonomía; estaba pcrsnadiJo. que cm jóyen ,'
¡.or el acento i e~presion de su voz; pero ni aún pude cer-
cioranne, si era una mujer del vulgo, pOI'tJ11C no tenía mas
tt>a.ic que una larga túnica, ensangt•rntatla; sf'gnn akanct:
a pcrcibit· a la \i:sÍlunbre dudosa del umdíl. .
Ya e:,laban sueltos los nudos Je la cuerda 1 vo uo me
~tt·cvÍ;l a eJllpnj<ll: b ¡n.Ierta, me horrorizaba al pen~m· IJIIP.
.
1ln a wt• un cwl:ncr, t por lllll ho rlr · o q H' hmera dP
d

©Biblioteca Nacional de Colombia


-66-
Teconocerle, siempt•e me repugnaba entrar; el <:;ldávet· de-
bía estar ya negro, desfigurado i tal vez fétido. Vatilaba,
temía, estaba indeciso, cuando mi amigo dió de repente un
puntapié a la puerta i esta se abrió al punto. Quedé pas-
mado, absorto, perplejo al ver aquella choza vacía i sin el
menor -vestijio de que en ella hubiera estado persona algu-
na desde mucho tiempo ántes: la cubierta pajiza estaba per-
forada, con claros que dejaba ver el cielo i daban libre eu-
traJa a las aguas que de este descendieran: el suelo estaba
tan húmedo, que las huellas de nuesti'Os piés quedaron
mat·cados, i esto probaba a no Jejar duda, que bacía mucho
tiempo que aquella choza no habia sido visitada por vivien-
te alguno. I sinembargo, yo reconocía que era la misma
choza de la muerte: yo había visto el candil, que medio
alnmbraba el cadáver, la noche mencionada, sobre un po-
JO arrimado a la pared; i allí estaba el poyo; babia visto,
aunque sin fijarme bien, una pintura trazada en la pared
como con carbon, i en efecto la pintura apareda; pero ni ·
uu inditio, ni el menor rastro que pudiem indicar lo que
yo babia presenciauo. 1\li compañero me dijo: «U. se ha
equivoc~do, aquí no ha pisado sel' humano, sin duda es otra
la choza en que se cometió el asesinato, que U. refiere. J)
Yo no pude contestar, estaba ·cierto, conven<:ido hasta la
evidencia que esa misma el'a la choza i tambien me asistía
una comiccion pl'Ofunda de que si alguna persona hubiera
estado en ella, habría dejado la marca de sus piés. Se
apoderó de mí en aquel momento, un terror sobrenatural,
se me erizó hasta el último cabello; toda la filosofía que en
muchos años babia acumulado en mi cabeza, se me fué a
los piés, i "\'O temblaba como un niño o coma un tonto. 1\li
compañero n)e tomó del brazo i me sacó de allí 1 hablándo-
me yo no sé que cosas, basta que me dejó en mi casa.
:\\lucho tiempo estuve tan impresionado por aquel
acontecimiento, ct'a tal el miedo, el paror que me había
infundido, que no salía a la calle ni de din, i al llegar la
noche sentía un espeluznamiento indefinible, un horror es-
pantoso; pl'oeuraha est:n· acompañado. i aún c!'frindolo.
j1en.aba que algun ser imi,ihle estaba ccr(.'a de mi i CJUE'

©Biblioteca Nacional de Colombia


.
-67-
me había de tocar, de cojer o de espantar. La imajinacion
exaltada me rept·esentaba en cada sombra un espectr•o i a
Rosina asesinada, mostrándome su túnica tinta en sangre,
pidiéndo venganza.
Despues de algunos dias, cuando el curso del tiempo
babia curado ese miedo .Pánico que yo sufrí, tomé la pluma
con el objeto de escribu· lo que me había sucedido en la
choza de la muerte, para publicarlo por la prensa i con mi
firma; pero despues de escritas algunas líneas, pensé que
el público debía reir·se de mí i _reputarme loco o visionario,
que es poco ménos; suspendí la escritura i se me ocurrió
que Jebia eeharle el muerto a un periodista; obteniendo
así el objeto, sin compr·ometer· de fl'ente mi bulto. El su-
ceso era digno de publiC'arse, por lo mismo que era increí-
ble; a un pet•iodista le Yenía de perillas, puesto que mién-
tras mas visos de iuverosim1litud tuviera la narracion, tanto
mas apreeiable sería el al'tículo i de mucha mas aceptacion
el per·iódico. Ademas, yo hacía un servicio positivo al pc-
rioclista de mi eleccion, evitándole el tmbajo tle busear en
el «Lunario Perpetuo o en «Las mil i una nóches, » los
J)

cuentos que le habían de ser·vir de complemento a sus pa-


tr·ióticas, sábias i profundas tareas, que en obsequio del
público vendía en estampa.
Me fuíy pues, a la casa de Don ErmerejilJo Ariosto,
Redactor de periódicos: entré cou la franc¡ueza de costum-
bre í lo hallé en su cuarto de estudio, sentado en una silla
poltrona, IE:yendo atentamente un libro dorado por todos
sus lados. «Buenas tardes, Don Er·merejildo » le dije, i no
n.H~ conlestó. Me quedé parado al frente de él, pensando
smo me habría oído el saludo o si sería costumb1'e i buen
tono de literatos, no contestar· atentamente. «Buenas tar-
des Señol', Don Ermerejildo, J> repetí un poco mas alto i
me quedé como ántes, esperando la contestacion: el tal pe-
l'iodista estaba embebido en la leetur·a i yo en éL A poco
rato de estat• yo allí contcmpláudolc, soltó la risa con todos
·los visos de un CJ·udilo, le\'antando los ojos al cielo i Yol-
viendo en seguida a clavados en d libro, sin Iwcct' caso d
mi pre.. encia. L1 ';'ué ;1 !'O~pc,·har f'lltónces r¡nc P<;t,u·í~1 hr-

©Biblioteca Nacional de Colombia


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cho cargo de algun portafolio i le di1·ijí un nuevo snlwlo
diciéndole: «Señor Dr. Don Ermerejildo Ariosto, tenga su
Señoría buenas hll'des. » Entónces se paró haciéndome -
ceremoniosas atenciones i me dijo:
-Perdone U, mi buen amigo, cuando tomo por mi
cuenta el «No me olvides, » pudiera caer. la casa sobre mí,
que no la sentiría; j qué estilo! ¡qué vai'Jedad! j qué elo-
cuencia! Si todos los periodistas leyeran este ramillete de
llores, cómo p1·ogrcsara el mundo !
-Oh! sin duda; pero tenga la bondad el Señor D1·.
Don Ermerejildo de informarme ¿en realidad ha sido ele-
vado al ministerio de gobierno?
-Porqué me hace U. tal pregunta?
-Lo he sospechado porque tiene U. todo el semblan-
te de un Secretario.
-Estoi en c:.intara, pero JO no acepto destinos ....
-Bien; tengo buen olfato, aunque no presumía que
hubie1'a cántara: me alegro mucho i doi a U. mil parabie-
nes, porque al tln, en estos tiempos que diehosamente he-
mos alcanzado, no es un grano de anís eso de estar en
cántara. Dejemos eslo para luego i hablemos del asunto
que me ha traído cerca de su Señoría.
-)Iándem e U.
-Pues como su Señoda es uno de los mejores redac-
toJ'es de periódicos en esta tierra venturosa, he \·enido con
el objeto de hacer la narracion de un suceso que llamará
la atencion pública, si su Señoría escribe sobre él un artí-
culo i lo inserta en su periódico.
-¿,Periódico? ¿sabe V. lo que dice.? ;Yo redactor
de periódico! no Señor, estoi curado de esa enfe1'medad.
-¿Ha dejado su Señoría de ser periódista?
- j Ah! si Señor.
-Es vérdad .... se ha contentado sn Srñoría con la
~
!ama conqrns.a. da 1. ••••
~

-Está consignada en Jos • eriódiros de mis rivales;


U. l~r.JLrá visto que ~ol~mente ha f::tltado que me llamen
rinoceronte.
-Cicl'to, pl'ro los escritor"~ púl~liro::; tienen la. prcfc-

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rent.e ocupacion de ni velat' el estado social, rebaja~1do el
mérito donJe sobt·esale, así no debe su Señoría renunciat·
los honores de periodista, los cuales no son incompatibles
con los que se obtienen estando en cántat·a. 1 hablándo
sét·imnente, ¿ c!'ee su Señoría que baya posision mas bri~
liante, que la de nn peri.odista? Yo cr·eo qne es el ser
mas pt·ivilejiado en los pa1ses en que la libertad de impren~
ta es absoluta: puede decirse mas, es un sobe1·ano vitalicio
e irt·esponsable. Las personas notables, le rinden atenc:io~
nes, por temoe o esperanza: El rico le mima; el pobre le
sirve; los funcionarios públicos le sonríen i la sociedad Lo~
da, paga periódicamente sus ocurrencias, i las mas vezes
sus necedades. Al crujido de los cilindt·os: se rie de todos
i cantando al golpe de la prensa, censura o elojia, hisr·e o
eura a medio mundo. Es un conquistador sin mas espa~
da que la pluma: es un Sultan disimulado: es, por decirlo
así, un Semidios que reparte qesde su buf~te i con una so~
la plumada, castigos i recompensas, difamacion i honores
a todo un pueblo si se quiere, sacudiendo algunas vczes su
pluma sobr·e la frente de los que puedan hacerle sombra·
es ..... un reyolucionar·io temiblf'.
-i.Acabó U.?
-Oh! si hubiera 4e enumerar las ventajas de un pe·
riodista, no acabaría en tl'es días; bien sabe su Señoría que
el periodismo hace temblar· a los monarcas i conmover los
imperios. ¿Comprende su Señoría la importancia, la ele-
vada mision de un perioJista? ¿Se conoce ahora la influen·
cia que ejerce en la marcha i progt·eso del estado social?
¿No es indisputable su poder, su gloria, su inmortalidad?
-La medalla tiene dos caras, ha preseutado U. so~
lamente la una, yo presentaré a U. la otra> vea ese cua-
dr·o que está sobre esa mesa. ·
1 me señaló con el dedo un gran cuadro que contcní~i
el prod!jioso núíncro de cinco mil artículos i que empezaba
<'omo srguc :
. «Código penal del periodista
« Art. 1. o Si publica artículos de costumbres, sufri~
t'á la pena de enemistad de todos los que crean, que so1
« el objeto o el tipo de tales artículos.

©Biblioteca Nacional de Colombia


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« Art. 2. o Sostendrá los duelos de cada uno de los
« que se juzguen injuriados, aunque en realidad no haya
« tenido voluntad, ni mira de injlll'iar.
« Mt. 5. o Será tratado como infame, vil i cobarde,
« sino se presenta en el campo de marte a la primera pro-
« Yocation de un espadachin.
« Art. 4." Set·á tratado como despreciable mercena-
« rio si escribe elojiando los actos ejecutados por el go-
« bierno en beneficio del pueblo.
(l Art. 5. o Llevará el calificati,·o oprobioso de adu-
« ladot', si encomia la Yirtud, la justicia o la ciencia, per-
« sonificadas en algun hombre de mérito.
« Art. G. o Sufrit•á el dictado de egoísta sí no escribe
« apoyando los pt·incipios o doctl'Ínas que se hallen en bo-
« ga, aunque estas conduzcan a un abismo.
« Att. 7. o Lle,·m·á la no la de pal'cial e intolerante, si
rechaza artículos insolentes e injuriosos, escritos con el
a único objeto tle vengar ofensas o desahogar las pasiones
ír del odio o antipatía.

Art. 8. o Será tratado de errata humana por cual-


« quier plumario, solamente porque un cajista puso ba.n-
~ do/eras en vez de banderolas.
« Art. 9. o Será la burla de los et·uditos a la violeta.
« Art. 1O. o Sufrirá h bárbm·a censura de un no-
« venta i cinco por ciento de las personas que leen el pe-
-« riódico i no entienden lo que leen o no leen lo que cri-
« tican. ,
• « Art. 11. o Anticipará los gastos de impresion i los
« reembolsará cuando los tranposos dejen el vicio.
« Art. 12. o Anticipm'á los gastos que en dl'ogas de
« botica debe hacer para el caso en que le receten una pa-
<~ liza por vía de lenitivo medicinal.
Por este estilo era la serie largnísima de artículos
contenida en ese geau cuadr·o ,que Don Er·mercjildo ha-
bía colocado en su mesa de escribir. · Despues que leí la
primera columna le dije:
-Todo e to puede ser así, pero escribiendo su Se-
~loi'Ía1 artículos de perióuito, sobre asuntos rlc interes je-

©Biblioteca Nacional de Colombia


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n~rál, a mas de tener muí buena aceptacion, dejará utili-
dades el periódico, porque la venta sed prodijiosa.
-Vaya! (me replicó,) no conoce U. el jenero mas-.
culino, ¿cree U. verdaderamente que habría quien leyera
los periódicos si solamente contuvieran artículos de fondo,
sérios por lo mismo? No advie1te U. que la sal de nues-
tros escritos está en la sátira i su mérit<) en la mordacidad?
-Pero .. : ..
-No hai pero, en esta tierra vale mas ser pregonero,
que pei'iodista.
-De modo que su Señoría ha renunciado .•....
-1 para siempre, pues bien cara me costó la pro-
fesion.
Interrumpió nuestro diálogo la mujer· de Don Erme-
rejildo-, pues entró sé1·ia i regañona, diciendo que se había
cansado de esperarle. Yo me despedí en el instante i des-
de entónces me propuse escribir esta conferencia en la pri-
mera ocasion.

CAPITULO J3.

EL ESPIRITU DE ASOCL\CION.

Si es verdad que el hombre ha nacido para vivir en


sociedad, i que esta le facilita no solamente los medios de
subsistir, sinó todos los placeres imajinables; tambien es
cierto, que a medida que se aleja de la uaturaleza, sufre
males incalculables, orijinados del refinamiento del esta-
do social. Para demostrar esto, basta observar, que la
P:?sp~ridad de las naciones, depende del estado de su ci-
VlhzaciOn, i que a medida que se civilizan los pueblos, se
perfeccionan en el arte de hacer el mal: los grandes crí-
menes, los crímenes atrozes, han tenido pot' teatro las
cortes mas ilustres. Venecia, Roma, Francia cte. rejis-
tran en su historia hecbos que manifiestan la crueluad mas
refinada, en épocas de engrandecimiento i nombradía.

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Siempr·e la falacia i la pel'fidía en juC'go i solapadamente,
para ohlencL' un nombre, para subir a un puesto, para C'S-
{·alar un lrono, para oprimÍ!' a un pueblo.
Es por eso· que el hombre que ha escapado al em-
bate del temible torbellino de las pasiones malévolas qne
jerminan, (•recen i se desarrollan furiosamente en la socie-
. dad i que puede llamarse feliz, se halla siempre retirado,
en los campos, en el desierto; bien porque la esperiencia
le ha llevado a la misantropía, o bien porque no ha respi-
rado la impura atmósfera de un pueblo inmol'al.
Si se estudia con atencion el carácter del hombre de
los campos i el carácter del ciudadano, se -hallará una di-
ferencia enorme: el primei'O tímido, inocente, sencillo, fru-
gal, cándido i humilde a la vez que indepemlieute: el se-
gundo, audaz, malicioso, desconfiado, ambieioso, soberbio-
i orgulloso a la vez que set'Vil. Esto hace presumir, que
la ciudad fué el teatro de la c~ída del hombre. Así el sal-
vaje errante en el desierto, sin la meno!' idea de los mag-
níficos palacios de los reyes, levanta una choza que cul~·c
de musgo i palma para guarecerse Je la intemperie; i es
mas feliz en la soleJad que los mas poderosos monarcas
del mundo. Ocupado on-culLivm· la tierl'a, goza una vida
tranquila, desconocida de los cortesanos; sus placeres son
pw·os e inocentes; despues de sus faenas campestr·es, se
recuesta sobre la verde alfombra de grama, al lado de una
tierna compañera, contempla cm~clesado la espléndidez de
la vejetacion que los rodea, oyendo a todas horas esa rústica
pero melodiosa armonía, formada por el ruido de las hojas
al soplo de la brisa, pot' el murmullo de los riachuelos i
dntico de los pajarillos: léjos de la mm·ada de la innoble
ambiciop. saborea los frutos de la ,·erdadera libertad; no
de •sa liherta<.l quimérica que preconizan los políticos vis-
! itlndola con el floridu r·opuje de la poética ilusion; no de
i'. a libu·tad, especie d' fuego l~ltuo, rn en yo alcance
corrru
mili, r·e de nécios empujados ppr CC'nlenares de pícar·os,
sinó la libel'tad de lo~ bosques, la lib-.ttail emanada de
Dics, que ofrecida por la n:::~turaleza con un hor·izónte ín-
t n.jihle, ensancha el cspÍI'Ítu en la inmensidad del cs-
aclo ....... ....... ....... ...•.. ...•.. •.....

©Biblioteca Nacional de Colombia


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Estt·añas pareccl'an estas ideas_, como antisociales, pe-
ro ellas son el fruto de una larga esperiencia adqui¡•ida (lll
las ciudades, estudiando el carácter de la mas alta hasta la
mas baja clase de la sociedad. ¿A qnién'se oculta el gt·an
número de enemigos que atentan contra el ciudadano que
por su ilush·acion, por su patriotismo, en una palabra, por
su mér·ito ha llegado a ocupar una posision elevada? :Quién
ignora la indiferencia o el despl'ecio con que es tratado en
la sociedad el hombre pohre? I a pesar de todo esto, lo.:'
hombres se acercan, se agrupan, form::~n pueblos, estados,
naciones e imperios: i no contentos todavía con esa proxi-
midad, forman reuniones particulares, ademas de las de
puro gobieJ'llO, i las mas vezes con el fin reprochable de
dañar, aunque con el ostensible pretesto de hacer el bien.
Ese espíritu de .asocíacion, dominaba en Bogotá des-
de 18D0 a 18;)1. Se forma1'0n siete sociedades, antago-
nistas unas de otras, a saber: la de «Congregacion » for-
mada por los jesuitas: la <~Popular» i la « Filotémica »
lormada por los conservadores: la « Democrática» i la «Re-
publicana, D formadas por los liberales: la (( Filantl·ópica »
compuesta en su mayoda de liberales i la del «Niño Dios, J>
fol'mada, por los conset'nldol'es i compuesta de mujeres.
Haré una lijcra reseña de ellas, poeque es indispensable el
conocimiento de la sitnadon social bajo todas sus faces, en
b (·poca de mis desgracias.
La sociedad llan?ada « Congrega~ion, » fué estableci-
da por los jesuitas, quienes invitaron. al pueblo para que
concurriera al templo a instruirse en la doctrina cristiana.
Concurrió en efecto alguna jente, la mayor parte de arte-
sanos sencillos; las reuniones podían tener un fin político,
co~1o cntónces se- aseguraba, pero las pláticas de los je-
smtas eran sobre la doctrina cristiana; se exortaba a la de-
vocion i se haeian procesiones poi' las c::~lles, s::~licrido los
rongl'egados en dos filas rezando en voz aH::~. E. de no-
tm·se que los que pertenecían a esta sociedad ci'an conser-
vauoi'es.
La sociedad «Democr:.ltíca fué creada por los libera-
J)

les. con el objeto de e citar al pueblo al sostenimiento del

©Biblioteca Nacional de Colombia


-74-
sistema repub\Lcano i especialmente para que sirviera de
apoyo al gobierno rejido por el Jeneral José Hilario Ló-
pez~ Era '"compuesta de ciudadanos de todas las clases del
pueblo i asistían algunas veces a sus sesiones, altos perso-
najes, haciendo uso de la palabra. En los clisem·sos se
preconizaban los principios de «Libertad» «Igualdad, »
« ;'raterniJad » i se inspiraba al pueblo la propagacion de
la deniocrácia, condenando las doctrinas contrarias como
absolutistas i enemigas del progreso social. Se imputa-
ba al partido conservador, la perturbacion del reposo pú-
blico, i se le enrostraban los desacier·tos i conspiraciones
contr·a el gobierno republicano en los doce años que mane-
jó los negocios del Estado, citando hechos i remitiendo el
auditorio a documentos públicos en comprobacion de las
acersiones. Se aseguraba que el triunfo de la democrácia
reeonquist;¡ría los derechos del pueblo, i aun se dejaba
comprender que se alzarían los impuestos de internacion a
ciertos efectos estranjeros manufacturados, con el objeto
de mejorar la clase obrer·a del país. Estos discursos influ-
yeron de un modo enérjico en el pueblo i la sociedad «De-
mocrática » aumentó consider·ablemente el número de sus
socios. Esa propaganda republicana encarnada en la «So-
ciedad Democrática,» produjo buenos efectos, puesto que
el partido liberal tl'iunfó en las elecciones que se hicieron
para cabildantes, miembros de la cámara provincial i di-
putados al congr·eso, i ademas apoyó las disposiciones de
espulsion de los jesuitas, abolicion de los derechos de es-
tola i libertad de esclavos.
La sociedad «Popular» fué creada por los conserva-
dores ron el objeto de contrariar las doctrinas del partido
liberal i paca que sirviera de apoyo a la oposicion que por
medio de la tribuna i de la prensa, se bacía al gobierno.
Tambien era compuesta de ciudadanos perteneóentes a los
distintos grados de la escala social. Sus directores eran
los mas recalcitrantes partidarios del sistema con ervadm·,
entre estos, muchos de los que habían perdido sus desti-
n~s públicos i su influencia en el gobierno a causa del
1rmnfo del partido liberal en .la cleccion del « 7 de mar·-

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-75-
zo. » Atacabai1 en sus diseursos a los democráticos, pel'o
no presentaban principio alguno que sirviera de funda-
monto a su doctrina. Imputaban al partido liberal una
coaccion ejercida contra el congreso en la eleccion de Pre-
sidente de la República el 7 de marzo, con el objeto de
escitar a la rebelion, desconociendo !a autoridad del pr·imer
mandatario de la Nacion. Censuraban todos los actos del
gobierno i daban a sus antagonistas el dictado de q: Rojos))
enardeciendo asi las pasiones i provocando a la parte del
pueblo que los seguía a la perturbacion del órden público.
La noche del 15 de enero de 18o0 se reunieron los
miembros de la «Sociedad PopuJai'l> en el coliseo: la
exacm·bacion de las pasiones del partido babia llegado al
estremo de insultar en público a los gobemantes: esa no-
che, uno de los populares tomó la palabra i se espresó
así: «Señores, es preeiso salvar esta patria que ha cos-
« tado sangre i sacrificios a nuestros padres: la relijion está
«perseguida, la inmoralidad cunde en el pueblo, los im-
« píos se han apoderado del gobierno. Es necesario con-
« fundirlos, anonadarlos, perderlos. Nosotms tenemos en
«nuestras filas hombres hábiles, intelijentes i beneméri-
« tos que han sido pospuestos en la administracion de los
«negocios públicos, a esos rojos malvados; es necesaria
« una reaccion. La causa que defendemos es justa, es la
«causa de Dios, la de su Iglesia, la de los Sacer·dotes;
« miéntras que los liberales no tienen otra que la del van-
« dalismo impío: han trabajado por la espulsion de los je-
« suitas, persiguen al clero i atacan al Ilustrísimo Arzo-
« hispo 1\losquera. Un esfuerzo i salvaremos la patria. l)

Pidió la palabra otro miembro i dijo en voz alta:


« Señor, es necesario habl2r con el carácter de hombres
« fibres. las bayonetas no intimidan sinó a Jos cobardes.
«El poder del Soberano debe acatarse, cuando emana de
« la es~ntáuea '(Oluntad del pueblo; mas cuando ~1 ma~l­
<I datar10 ha escal~do el solio pot· medio (~e Ja .viOlencia,
« cuando los band1dos c:on puñal en mano mtumdan a lo
« representantes de un ¡meLlo libre, al emitir sus votos
e para la eleccion de ese mandatario, entónces ningun res-

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4. peto mm·cce i los pueblos son culpables po1· su toleran-
« cía. Es preciso entónces quebranl::n' las cadenas. Ha-
« biaré mas claro para que me entienJa. hasta el último
« ciudadano: el gobierno actual, es un gobierno de he-
« cbo, es un gobierno tiránico, el Presidente López es
« ilejítimo i nosotl'Os ...•... »
A estas alturas iba el orador, cuando se oyó una
,·oz fuerte, en la bar1·a, que dijo: « ¡Silencio, sedicio-
so~ 1> En el momento se notó una. a,jitacíon jeneral: el
que gritó en la barra, eJ'a un jefe de policía. Todos
fluedaron sorprendiJos. En la barra había algunos de-
mocrátícos, entre los ruales se dejó oír un sordo mur-
mullo, c¡ue intimidó tal vez a los consel'vaJores, uno de
estos, pm· la sorpresa, a la voz de «silencio sedicioso, »
soltó una pistola de las manos, la cual se disparó al caet'
al suelo i su detonacion causó un completo alarma. To-
dos fueron saliendo apeesuradamente, diciendo muchos que
iban a prepararse para el ataque; creyendo los liberales
c¡uc había llegado la hora de la J'cvolucion que se anuncia-
ba. Tuvieron los goLernantes la noticia inmediatamente i
se dieron órdenes a los jefes de la tropa veterana para que
se pusiera sobt·e las a1·mas; pocos minutos despues recor-
rían las calles de la ciudad vat·ias pal'tidas de jente aJ'-
mada de caballería e infantería. El palacio del Presidente
fué ocupado en el momento por una multitud de libe-
rales prontos a prestar sus servicios, CI'eyendo llegada
la ho1·a de la rebelion meditada por el partido consei'-
yador. Se notaba una ajitacion estJ"aordinaria al mismo
tiempo que coraje i entusiasmo patrióticos. Pasadas cuatro
horas, estaba la ciudad en calma: no babia llegado la
hora premeditada.
El dia 25 de setiembl'e de -18;:)0 se instaló la so-
ciedad llamada « Escuela Republicana » en el salon de
• ()"rados de la «Universidad.» Estaba compuesta de jóve-
nes entusiastas~ audaces e intelijentes. Su objeto osten-
sible el'a propagar las doctrinas republicanas, esplicando el
socialismo como fuente de progreso i libertad, haciendo
emanar de u planteamiento la ,·et·dadera República. Las

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líneas que siguen darán mejor conocimiento de las doctri-
nas que p•·edicaban.
« Despues de un solo principio, que encierra en sí
«toda la relijion i la moral-el de la fraternidad-todo lo
~ demas es secundario. »
« El pr·incipio fundamental del cristianismo, es la
« fraternidad con todas sus consecuencias, i donde la aris-
« tocrácia impera, el cristianismo sucumbe. }) •
« El respeto poe la propiedad tal wz sea una preo-
« cupacion, pero una pl'eocnpacion tan arraigada en el co-
« l'azon humano? q.ue te~emos que aceptarla. »
<t Elrepart•m•ento •gua\ de los uienes de la tietTa en-
« tre todos los hombres es imposible: yo no soi comunista
«(Luis Flóres,) po•·que concibo que este principio está
«en pugna con la nalmaleza del corazon humano, i con la
« organizacion actual de las sociedades; pero ¿será santo i
«justo? los mismos ricos que al contestar esta ¡.¡regunta
«se pongan la mano sob're el corazon, no podrán negarme
«que es santo i Justo.»
«El socialismo ......... , nació con la revolucion
<J francesa, es decir fué aerojaJo al mundo pot· ese soplo
• de la filosofía que cegó a los re)·es cou el polvo de sus
<i tronos, i engrándeció a los pueblos coo los despojos de
«sus reyes; per·o ruando de esas doctrmas se compuso un
«sistema, i para ese sistema hubo una eseuela, fué cuan-
« do }laltus, allá en Inglaterra, en sus doctrin::~s sobre la
« pohlacion, sentó este prineipio, «q11e Jos met.lios de sub-
« sisteneia no se desarrollaban en pi'Oporcion del aumento
«de poblation i, que por tanto et'a preciso que hubiese mi-
« seria,» ideaquísaco esas dos terribles consecuencias que
«con fumr combaten los socialistas: 1."' Que el único me-
<< dio de acabar con la miseria, es d~jar morir a los mise-
«rables; i 2."' Que los gobiernos, rwda hideran porque
«esos males sociales pt'o\·enían de la naturllleza i no de
«ellos. Los socialistas para contrm'iar, sentai'On estos
«principios; que son la Laso fundamental de sn dortrina:
o.: l. o Oue todo el tJnc nace tiene derecho a vivir: 2. o Que
~¡ Pste \'ÍYC en soticclad~ la ~ociedad tiPnc d,rlel1e1' de 1'1'0·

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4 porcionarle los medios de subsistir, así como ella tiene el
«derecho de aprovecharse de sus brazos; i 5. o Que los go-
«biernos no se deben contentar con el dejar obrar, que
«predican gran númm·o de eeonomistas, sino con el r-esol-
cr ver, el buscar los mediDs de distribuÍ!' mas equitativa-
«menle la riqueza, para poder llevar a cabo, para poder
4 realizar los otros dos principios. 1>
«é: Oísteis los g·ritos de la última conmoci01Í fl·ance-
«sa? I'eo que sí, nuestros hol'izontes los repiticwn i
«nuestros condores americanos levantaron su vuelo a la
« somb1·a de las águilas socialistas. El ánjel de la pat1·ia
« recostado en Monmartre cantaba con dulce canto i el sol
« hundiéndose en Occidente mandaba sus rayos a la últi-
« ma testa COJ'onada de la diuastía de 0l'leans. »
«El socialismo señores) si por algun lado peca es
« solo por acercarse demasiado a la perfeccion íueal de la
«democrácia. » ·
«Yo no quiero (Antonio Ruiz Estm·) admitü· ni el
«brutal comunismo de Prudhon, ni el socialismo de En-
«fantin; JO creo que pudieramos adoptm· un socialismo
«sui jéneris para la Nueva Granada. »
El 28 de octubre del mismo año de ·18o0, dia nota-
ble en la época de Colombia por ser el de San Simon,
nombre del Libertador, se instaló la Sociedad Filotémi-
ca en la quinta de Bolírar (casa de recreo. ) Estaba
compuesta de per·sonas notables pertenecientes al pm·tido
conservador entre ellas nrios jóvenes de talento. El
lugar i ei día de la instalacion eran bien signifkati,·os,
ademas de que algunos miembros habían pertenecido al
antiguo partido boliviano; así, fué bien puesto el nombre
de «<-Escuela bolP.iana, » por. un liberal. Era tompleta-
mente antagonista de la «Escuela Republicana» i adcmas
oposicionista. apasionada .del gobi~rno ~?.~ez. A1 concluir
la sesion sal1eron sus m1embros 1 se dtrJJiet'on a la plaza
de la Constitucion en donde depositaron coronas de laurel
~1 los pies de la estatua de llolíva1. ·
En esos días se decía, que dehia estalla!' una rcvulu-
ion prcmctlitarla pm· los conservadorf!~, í se tL'lllÍ<l fJHC e
~>fhtuarn el ri tado 28 d1~ octubre.

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Dicha sociedad fundó un periódico titulado el Filoté-
mico. El programa que 'publicaron, contenía entre otros
pensamientos, los siguientes:
« Emancipacion de la mujer en lo posible.
« Abolicion de c.astas.
« Abolicion de preocupaciones, respecto a los hijos
« lejítimos.
«Reinado de las bayonetas de la intelijencia. ~>
Sobre el contenido de estas líneas se hicieron algunos
comentarios i censm·as, f!1as yo me abstengo de hacerlos
aquí porque respeto humildemente las obras i opiniones
ajenas, como propiedad de otros.
La sociedad Filantrópica fué formada con el único fin
de discutir i adoptar todas las medidas conducentes a librar
• la Capital de la enfermedad asoladora llamada «Cólera
Mm·Lus, l> que amenazaba la poblacion, sus fines eran san-
tos i sus trabaios correspondieron a su mision. .
La sociedad del <I Niño Dios l> era compuesta de mu-
jeres, dirijida por los conserradores. con mir·as políticas
aunque con el ostensible pretesto de un objeto relijioso; .
ltt mayor parte de las asociadas sufrieron un estravío, dis-
culpable es cierto, en sus facultades morales, que las con-
dujo hasta d punto Je injuriar a los liberales en la calle,
dándoles los calificativos de rojos, picaros, herejes, impíos
i otros de que no haré mention por respeto a su sexo. En-
tónces me admiraba al contemplar, que las pasiones de
partido hubieran llegado al estremo de hacer cómplice de
tantos desatinos a ese bella e inocente mitad del jénero
humano; a esos seres creados por el Dios del Universo,
con un corazon sensible, tierno i compasivo para consuelo
de los hombres; a esos ánjeles de paz i caridad, que lle-
van descifrada la concordia en su sonrisa i la dulzura en
sus miradas. Yo deploraba el estravío i culpaba a los rn_al
aconsejauos directores, que sin consideracion al sexo d_ébtl,
conducían a mujeres candoi'osas e inocentes a un aLtsmo
insondable; haciéndolas perder al propio tiempo su modes-
tia i su t1·anquilidad, comprometiendo lo m:.1s sagrado de
GU Yida, la homa.

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E:m casa Jc ejer·cicios en donde me inh·oJujo Ole-
t'o, parecía ser la de la sociedad del «Niño Dios» i
los ejercicios como pat'a un caso dado en que hubiel'a
que hacer uso de la fuerza armada contl·a los liberales
en defensa de la relijion. El mismo Otero me infor-
mó despues, que no babia tal asesinato, que aquella era
una farsa, cuyo objeto ignoraba. ·
Yo iba a todas partes,..usistía a todas las r~uniones,
como he dicho ántes, pero siempt·e escapaban a mis pes-
qnizas los embozados i acet·ca de Rosina no hallaba el mas
leve indicio.
Un viél'l1es a las once de la mañana, me hallaba en
«La Rosa Blanca» tomando una taza de café, euando cn-
ti'O un mozo del n1ismo establecimiento Jiciendo:
-¡Car·amba! aunque ella es de lo lindo i biza1Ta, •
no fuera yo ese barbi-negro; j c~wamba!
-¡.Qué es eso? le preguntó el que serYÍa el café.
-Nada, una tontei'Ía, le respondió, que la policía le
Lm ech do mano a un gavilan por aficiona·do a la . rapiña
de pollas bonitas.
-¿Cómo así'?
-Es el caso, segun me han contado, que la policía
ha llevado a la jefcLm·a dos jóvenes, hembra i macho, que
halló ocultos en una cueva, i dicen que la muchacha ha
declarado que fué robaua por el tal aguilucho.
- ;. I tú los viste?
-T frente a fl'ente; a decir verdad, él es lmen mozo,
blanco, barba negt•a, como de edad de veinle años, poco
mas o ménos; pero la jóven es linda; me fijé mas en ella
que en él; es blanca i rosada, con unos ojos negros como
~l azabache i el pelo hecho rizos, graciosa, como en sus
lJUÍnce, a pe:>ar de la vergüenza i sonrojo que se le no-
tában.
Yo estaba impaciente, oyendo con sob!'C sallo la rcla-
(·íon del mozo, pues hacía pl'erisamente la filiacion d' Hi·
rat·Jo i Rosina. Juzguó que estos eran sin duda los f}IIP
la polida babia condueido a la jefeltll':l política i salí <l[m'-
surad mrntP a informar·me; sentía 1111 sobrc~lto i nna tur-

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bacion horribles. El cot'aje, la tristeza, la desesperacion,
la venganza i la zozobra, ei'an sentimientos que se suce-
dían en mí con la rapidez del pensamiento. No hai duda,
decía interiormente, es Rosina: mejor sería no haber vuel-
to a saber de su e:xisteneia. ¡Oh fatali:dad! yo debo mo-
rir, pero ántes sufrirá e~e traidot' el peso impomlerable de
mi venganza. Así med1t~ba cuando llegué a la plaza i ví
ácia el «Consistorio» un Jentío inmenso. Apuré el paso
con aturdimiento; el i.nficmo con todos sus horrores pa-
saba por mi imajinacwn: premeditaba mi venganza; ya
me figuraba lanzándome sobre ese malvado, quien, disfra-
zado con el traje de pordiosero i aparentando virtud en su
mentida desgracia, se babia introducido a mi casa, pretes-
tando prevenirme contra un mal gravísimo.
Llegué a la primera puerta de la casa de gobierno,
habiéndome abierto paso con dificultad por en medio de
la multitud, i no pude pasar adelante porque era tal la
concurl'encia de la jente en el pasadizo i la escalera, que
no cabía una mosca. Traté de informarme sobre Ji! nove-
dad que había atraído la concurrencia i solamen e pude
obtener por respuesta, que la polieía babia aprehendido a
un mozo que habia cometido un rapto, i que junto con el
cuerpo del delito, estaba en la pieza de la jefetura. Pasa-
dos algunos minutos, se oyeron las voces de «ya salen,»
«ya salen. » Creció mi coraje, i al ver bajar por la esca-
lera una jóven, con el pelo hecho rizos, suelto sobre los
hombros i espalda, i con la ca1'a tapada con un pañuelo,
me quedé sin aliento; Eentí agolparse toda mí sangre al
coi'azon. Atras la seguía el jóven, quien tambien cubría
su I'Oslro con su pañuelo: intenté retroceder, pero inútil-
mente.. pues me hallé sin fuerzas. Se aproximaron i ....
¡ bentltlo sea el creador! no et'a Rosina, ni Ricardo. En-
tónces me juzgué méno desgraciado que media hora rintes
i me separé de allí.

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CAPITULO J 4.
l:N SliE:o.

¡Llorar! Sí, bai que florar pa•·a cumplit• la profética


maldicion ..... : ! 1 ap~s.ar de ser el llanto el signo del
dolor mas esprestvo delidwma del alma, es un bálsamo de
consuelo para el Jesgraciado: cada lágr·ima desprendida,
rueda ar·diente por la mejilla, para hundi•·se en el seno,
como en un mar ele sentimiento. 1 ¡es entónces que se
descansa del abrumante peso del infortunio ! ¡es entónces
que, enajenado por un instante el pensumiento i fascinado ,
quizá con insensatés, se percibe esa luz que llaman espe-
ranza! ese fuego f:ítuo que da pábulo a nuestros deseos,
reanimando la ilusiou.
Yo lloraba, debajo del ·ciprés mi desventura, i des-
pues de 1ma noche borrascosa en la que el rujido del hura-
can amenazaba desolacion, sentí el blando oleaje del vien-
to de la mañana; de ese viento que enjuga las Íágrimas del
capullo para dar espansion 'a su perfume, i tal vez a su
pensamiento ....... En esa hora en que se ve allá sobre
el Q¡•izonte una luz pálida qnc Ya tomando por grados el
color de rosa hasta teñir de púrpura la orla del espléndido
ropaje de los cielos, vine a reft·escar mi ft•ente tostada por
el fuego del pensamiento. Yí enlónces disiparse las som-
bras al presentarse esa luz divina que anuncia el día, ví
des!Jlegarse el pabellon de grana que adorna la cuna do-
rada de un sol brillante; i posadas I:Js nubes sobre las co-
linas, dejaban ,·er el azul hermosísimo del cielo, que reem-
plazaba el !'astro luminoso que habian dejado las estrellas
al ocultar:-:e.
Yo babia contemplado la belleza de aquella aurora
mistetiosa, sentado va al pié de uno de los sauces de mi
hue1·lo, así permanecí embriagado con la suaYÍbima am-
brosía que exhalaban las flores, hasta que asomó el sol su
refuljente disco sobre las f'l'eslas de ~lonserrate. Elevé
enlón('es mis OI'acione'" al Dios de la luz i sentí ensanchar
mi r·or<,zon de t:;ozn: er;t un frliz presentimiento. Al ara-

©Biblioteca Nacional de Colombia


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bar mi oracion, se me presentó allí mismo Ricardo, el
pordiosero; descifrando en su fisonomía los sentimientos
de franqueza i de placer. Al verle, fué mi primer movi-
miento tal vez feroz, iba a lanzarme sobre él como una fie-
ra sobre su presa; babia despertado mi venganza que debía
ser terrible, como el infi~t·no de mis dolores; pero una
mano invisible me detuvo 1 quedé parado al frente de él,
mustio i silencioso. Me dirijió una mirada penetrante,
impregnada de esa potente influencia magnética, i quedé
sometido; no sé lo que me sucedió en aquel momento: él
desarmó mí furia i mi rencor, i me hizo esperimentar un
sentimiento de compasion.
Dcspues de un instaute de contemplacion mutua, me
dijo con una voz m·moniosa:
-¿Triste? siempre tt·iste?
-¡,Pérfido? siempre pérfido? le t•epliqué.
-; Ab; miserias humanas! dijo, vive el hombre cir-
cundado de felicidad i suspira! Se halla amenazado por el
mal, quizá tocando el dintel de la desgracia i canta o ríe:
huye del hombre porque piensa que hai muchas veces per-
fidia en la amistad .• i busca la amistad donde hai perfidia!
Sus pensamientos i sus determinaciones, sus juicios i sus
obras, vienen a formar una serie de contradicciones risi-
bles. ¡ Pérfido yo! 1Traidor ante tus ojos ! ¡Traidor! no,
jamás, nada tienen de comun, mis deseos, o mis acciones,
con la infame conducta de un traidor.
Guardó silencio por un momento, pero penetrándo-
me mas fuertemente con su mirada: yo babia perdido la
facultad de accion; me h~bia Yeneido ese hombre hasta el
punto de ponerme incapaz de hacerle el menor cargo. Ese
semb,ante noble i esa espresion franca i desembarazada
con que me hablaba, ponian en evidencia su honradez: i
s.obre todo, esa mirada fija, me tenía inutilizado para con-
testarle. Yo me sentía bañado por una atmósfera, cuyo
flúido emanaba del pensamiento de aquel hombre.
Luego que juzgó suficiente la descarga magnética,
t·ontinuó así:
-¡El error nna rle las lllrl ·e,.. desgracias de la

©Biblioteca Nacional de Colombia


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humanidad ! él es una especre de enfermedad contajiosa 7
que vuelve a los hombres la impericia de la infancia o las
locuras de la niilez, sino se curan con el estudio i la me-
ditacion de las grandes verdades. La exaltacion de las pa-
siones sociales, inflama la imajinacion i hace br·illar en
esta el faro que conduce a la a:lor·ia, pero las mas veces
viene a ser· una luz que por sendero<; floridos nos lleva al
precipicio.-La razon es una dádiva celestial, i la inteli-
jencia una gracia de la dirinidad; ambas deben servir al
hombre para que "ea indiferente las apariencias, para que
examine i busque h realidad en sus dudas i se prostel'lle
ante Jos altares de la justicia. Piensa, Señor, si tus jui-
cios han sido reclos; medita sobre si han sido justas las
sospe<:has.que has tenido del infeliz pordiosero: reflexiona
si al pensar en mí has hecho uso de esos dones divinos;
pero ántes debes conocerme un poco mas :-sígueme.
1 volvió la espalda. Yo estaba completamente some-
tido a su influencia, lo repito. Seguí sin resistencia en
pos de él, i al llegar al cuatto, antigua habitaciou del án-
jel perdido, abrió i lo primero que ví, fué a Rosina, mas
bella que la vírjen de los primeros amores de un sátrapa
oriental. El !raje et·a de terciopelo azul turquí, adornado
con flores tle oro i pieles blancas: de sus hombros pendía
un magnífico sbal de seda encarnada; en su cuello resalta-
ba un cordon de pelo que suspendía una cPuz de azaba-
che, la cual realzaba la blancura de su pecho; i sobr·e su
espalda caían sus rizos de t•b:mo, undulant.es i seductores.
Todo fué a la vez; \·et·nos, dar un doble grito de
placer, abrir los brazos i estrecharnos: siguiéndose una
escena muda, pero sentimental. Ricardo estaba a nuestro
lado contemplativo i silencioso, apoyadas las manos en su
báculo: su mimda fija ácia nosots·os, ostentaba el orgullo
de la sati..:faccion que un hicnhcchor siente al presenciar
la dicha de sus protejidos.
Fué talla conmocion que me causó aquella sorpresa,
que em~zé a temblar; flaquearon mis miembros i caí al
sudo: al ~olpe ¡me desperté!!
Tal fué el sueño que hn·c l<l uoc:he de ese dia en flue

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fneron aprehendidos los dos jóvenes, que .fuzgaba yo pu-
dieran haber sido Ricardo i Rosina. Sueño que produjo
en mí una imprcsion tan viva, que me parecía una reali-
dad despues de habei'tne despertado. Fué tan profuudo
el sen.timiento que me causó, que por una especie de en-
canto se animó mi eseeranza i ~uzgaba que aquel sueño
sería un anuncio del c1elo. Tal vez, pensaba, sería nna
especie de reve]acion, par·a que desechara las sospechas
que babia concebido contra Ricat·do inocente.
Traté de rec-ordar para escribir mi sueño i empecé a
traer a la memoria to~o lo que había pasado por mi ima-
jinacion estando dormido. Despues que repasé el cuadro
que babia visto en sueños, pasé a mi escrito¡•io a tiempo
que el reloj daba las doce de la noche i empecé como
sigue:
«La campana de mi reloj acaba de dal' las doce de
la noche del 21 de noviembre~ empiezan los punteros a
marcar las horas del día 22. ¡Fechas fatídicas i memora-
bles para mí! Del veinte i nno al veinte i dos de mayo,
fué ejecutado el rapto de mi querida Rosinn: del veinte i
uno al veinte i 1los de julio, este mismo reloj, repitiendo
con melancólico tañido sus campanazos, me despertó e
hizo saltar de mi lecho i salir desesperado en direccion a
San Victorin~ en busra de Rosina. Dios sabe cuales fue-
ron i hasta donde llegaron mis sufrimientos en aquella no-
che. Ahora . . . . voi a escribir m1 sueño bajo la espada
del martirio, pero elia merece mi sacrificio. La metñoria
me tortura, exhibiéndome fielmente ese delirio, pero cstoi
resignado. · La hora es triste, domina un silencio sepul-
cral: me hallo en medio de u~o de los barrios Je la pobla-
cion i sinemba,•go siento el horror que intunde la soledad.
cr Era noche, yo lloraba debajo de las ramas del cipres mi
desventura ...... .
Así empezaba la relacion de mi sueño i al tiempo de
escribir la palabra desventm·a, resonó en mis oídos la pa-
labra « ¡desdichado! » seguida de una moloJía ejecutada
con limpieza en la guitarra, _aliad~ de la ca1le. Suspendí la
escritura i puse toda mi atenmon al mstrumento, i un minu-

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to despues empezó a cantar un trovador los versos que es-
cribí a medida que él los cantaba, i fueron los siguientes:

En mis sueños, delirante,


Oigo el tierno i dulce acento,
Siempre viene al pensamiento.
La bellísima ilusion.
Vago triste, sin descanso
Como errante peregrino;
Sufro i lloro mi destino
Desgraciado. ¡ l\Ialdicion!

¡ TarJe! sí, tarde! a deshora


Yengo triste, solitario,
Al aspecto funerario
De las sombras a cantar.
A cantar mi desventura
Donde ví la vez primera
Esa vírjen hechizera
A quien juraré vengar.
Era noche, la postrera
Que mis trovas entonaba:
J mi bella suspiraba.
Dando pábulo a mi amor!
Esa noche venturosa
Dile aquí sentida queja.
1 me dijo en esta reja:
e ¡Esperanza, trovadort »

¡ Esperanza ! burla horrible~


¿La esperanza qué es? Quimera:
Una maga lisonjera
Que pretende alucinar.
¡ La esperanza ! vil fantasma.
Que con el deseo crece,
1 placeres nos efrece
Cuando nada puede dar.

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Calló por un momento, i exhalaba profundo& suspiros,
<¡ue yo alcanzaba a oír desde la ventana en que me halla-
ba ya, la cual había entreabierto con precaucion para no
ser sentido, habiendo ocultado ántes la luz. Et'a la no-
che oscura i la brisa fuerte i destemplada; la naturaleza
presentaba un aspecto terrible. El cielo estaba velado por
un manto de11so de negras nubes, i solamente :icia el ocaso
se veía la débil i dudosa luz de unas estrellas, que apénas
se divisaban al travcz de la niebla que las velaba.
Pasado ese momento de silencio, esa pausa del tro-
vador, repitió un armoniosísimo preludio en la guitarra i
cantó con una voz muí triste la octava siguiente;
Esa noche misteriosa
Rebosaba amor mi pecho !
Hoi . . . . venganzas i despecho
Solo abt·iga el corazon.
Dió un golpe de mano al diapason de la guitarra es-
presando un arrebato de furor i continuó:
Ando et't'ante, sin consuelo,
Sin pariente, sin amigo,
Cual el mísero mendigo .....
Desgraciado! j Maldicion!
Al oir la palabra «mendigo » sentí un estremeci-
miento indefinible; quise babia!', salir i lanzarme sobre el
maldito trovador, pensando que era el mismo Ricardo. que
cantaba con el designio de apurar la copa de mis sufri-
mientos. Pensamiento inconsiderado i puramente repen-
tino. Refrené mi exaltacion, con la esperanza de oír al--
go mas que me sacara de dudas. Pet·o pot· desgracia se
alejaba, aunque lentamente i ya no pude oí!' sino dos con-
sonantes, a saber: e: desesperado » i disft·azado. En el
momento bajé, tomé una linterna i mi sombrero, i salí a
reconocer a ese hombre. Yo estaba tan admirado, tan ab-
-sorto por los pensamientos que en su cántiga babia espre-
sado, que hasta llegué a dudar por un instante si yo efec-
tivamente me, hallaba despiert~, pensan~o si ~ería lo que
acababa de mr una contmuacron de mt sueno. En mi
memm·ia quedaron grabados los cuatt·o pl'imet·os ye!'sos,

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que espresaban, por \.\Da coincidencia ad01irable, los sen-
timientos de que yo estaba poseído al tiempo de empezar
él el canto i yo la relacion de mi sueño.
Salí, i al estar en la calle, advertí por la voz, que se
alejaba: apresuré el paso, tratando de seguirle, mas a po-
co ti·echo me detuvieron dos homb1•es, intimándome que
voh·iera atras. Yo resistí i entónces levantando un puñal,
uno de ellos en amenaza de hel'irme sino obedecía, cedí
resignado. Al1legar al por·ton de mi casa dijemn : <en-
trémos. 1> Juzgué que serían ladr·ooes, pero no teniendo
yo medios de defensa, fuí obligado a dal'les entrada
fl'anca.
Al entrar a la sala traté dé reparados con el ma)'Ol'
interes a fin de conocel'los, pero era esto imposible, porque
ademas de estar ámbos embo1..ados en sus capas, <;alaban
sombreros alones i gachos sobre gorros neg•·os, que les
eubrían hasta las cejas.
-Necesitamos, dijo uno de e1ios, un recado de es-
cl'ibir; no hai por qué tcmet·.
-~luí }Jien~ dije, ahí tienen mi ·escritoJ'Ío. 1 en-
cendiendo otra Yela pasé a ponerla sobre la mesa donde se
hallaba el tintero.
-Siéntese U, me dijo el mismo que babia hablado
ántes; pasando un tabm·ete al ft·ente de la n,esa: Siéntese
U. repitió, por ahora va U. a ejet·cer las funciones de Se-
aetario.
-Estoi a la disposicion de UU. dije senhíndome,
sin poder peneh·ar los fines de esos hombres.
Sató entónces el mismo que hablaba un pliego de
papel, escrito, lo puso delante de mí, sobre la mesa i dijo:
-Firme U. al pié de ese pasapott~. ·
Traté de leer el contenid.o i me lo tmpillió, poniendo
la mano con guante sobre el papel, diciéndome:
-No tiene U. para qué molestarse en leer: noso-
ta'Os no permitimos a lo que nos sirven de Secretarios,
que se impougan del despacho, firme U; fit•ma entera, i
euidado con variar la letra o la rúbr·ica.
-¡Cómo! ¿fir·mar sin saber el contenido?

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-No importa eso, me dijo con una voz imperiosa,
aunque siempre finjida.
En el acto intenté pamrme i el ott·o poniéndome so-
bre el hombro una mano oomo de bronce, me lo impidió,
levantando al. mismo tiempo su brazo armado del puñal.
Mi decision no era dudosa; firmé. Vieron ámbos la firma
i guardando el papel me hicieron una cortesía i salieron.
Yo me quedé apoyado sobre la mesa, eon las manos
en la frente i la angustia en el corazon, meditando en lo
que acababa de sueedet·me. Estaba confundido i sin poder
coordinar mis ideas: era tan estrm1o, tan sorpt·endente,
todo lo que me estaba pasando, que los sucesos contenidos
en los «Misterios de París l) me parecían triviales.
l\Ié levanté luego para ir a cerrar con llave el porton,
i al pasat• por el centt·o de la sala, retrocedí espantado,
viendo dos sombras que me parecieron las de esos dos
emLozados infernales, pero advertí en el instante que era
mi propia sombra trazada o estampada por duplicado en
la pared a causa de las dos velas que babia encendidas.
Salí, cerré i volví a cnh·ar dirijiéndome a mi rama. Al
pasar el umbral de la ak~ba, tropezé <'on una silla poltro- .
na en que Rosina acostumbt·aba seutarse a conversar con
migo ñntes de rctirm·se a dormir. Entónces vino a mi
memoria ese ánjel desgraciado, esa belleza enr.arnada a
cuya suerte debia estar uncida la mía; ya no la reputaba
yo como pupila, sinó como el objeto mas caro a mi cora-
zou: es preciso confesarlo, yo la adoraba con frenesí; su
ausencia babia despertado en mí la pasion mas ''ehemen-
te, ~l amor mas intenso; sí, el amor; pero esa llama
que mcendiaba mi petho, era pura, sagrada celestial: Er-a
el fuego de un casto amor discurriendo hasta por la últi-
ma vena de mi organizacion.
Pensaba que cuando a su lado pasaba los días confe-
renciando sobre las bellezas de la creacion, a orillas de al-
guna fuente, sobr·e la desnuda roca o en medio de las flo-
res de un jardín, no babia sentido ni sospechado ese
amor: mi afecto era inocente, tierno i sentimental: me
contemplaba contenlo i satisfecho; adoraba su inocencia i

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admiraba su virtud, pero por mi imajinacion no pasó ni
la mas leve sombra de ese jigante que despues oprimía mi
corazon, sin piedad.
Yo me babia sentado maquinalmente en aquella silla
i meditando sobre todas las desgracias de mi vida, com-
prendía que todas juntas no eran comparables con la de
habet' perdido al ánjel de mi corazon. 1\Ie parecía estarla
viendo delante de mí sonriendo con el candor de niña.
Pasó la noche; ví la pt·imera claridad del dia, me levanté i
me dirijí al hue1·to, donde me prosterné adorando con mis
palabras balbucientes al creador, recordando la oracion de
Jesus en el monte de las olivas.

CAPITULO 1o.
J.AS DOS CARTAS.

El H> del mes de · diciembre de 181>0 a las cinco i


media de la mañana, salía yo de la iglesia de Ejipto, de
oÍl' la misa de aguinaldo; al pisar el altozano, se presentó
a mi vista uno de esos bellísimos panoramas, que la na-
turaleza caprichosa oft·ece a la coiltenJplacion del hombre.
Desde esa colina en que se halla la capilla de Ejípto, para
abajo, se veía la ciudad estensa, al trasluz de una especie
de azulosa niebla que la cubría; dejando esta mas al des~
cubierto los sauces de las alamedas i las medias naranjas
i torres de los templos i monasterios. Despües de aque-
lla, se estendía la fértil i encantandora llanura, símil de
un mapa-mundi, por la variedad que presentan los gru-
pos de árboles i casas de los pueblos de Fontibon, Funza,
Zerrezuela etc., sus lagunas i las ramificaciones de la cor-
dillera oriental de los Andes que la circunscribe. El cielo
estaba despejado, i la planicie iluminada por la bella luz del
~ naciente. El cuadro era arrebatador i yo roe hallaba
contemplándolo, apoyado sobre el pretil del altoz~no, en
tanto que la jente que había salido ue la iglesia, baJaba las

©Biblioteca Nacional de Colombia


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gradas tle la colina. A la presencia de ese panorama real i
risueño, recorrió mi pensamiento la historia de tres siglos;
meditaba en las vicisitudes i peripecias de la especie huma-
na; en la instabilidad de los gobiernos i mudanzas aun de
las cosas mas triviales. Pensaba que ese territol'io, digno
a la vet·dad, de ser ocupado por una raza industriosa, libe~
ral e ilustt·ada, no babia set·vido sinó de teatro de barba-
rie, de discordias, de fanatismo i de matanzas; primero a
los Chibchas, despues a los españoles, mas tarde a los
criollos i últimamente a los granadinos.
Embebido estaba meditando, cuando una palmada en
el hombt'O me hizo volver a mirar atras; era un hombre;
me sorprendió por su vestido i fisonomía. Era de cuerpo
rollizo, pequeño; semblante algun tanto adusto; bajo una
frente calva i arrugada, se le veían unas ~ejas pobladas i
unos ojos centellantes; la nariz algo roma; la boca muí pro-
nunciada; los carrillos llenos i una barba espesa, encanecida
i larga hasta el pecho. Su vestido era un hábito de fraile,
de tela de color carmelita, con manto corto, capucha cala-
da; terminada en punta, i cordon al cinto. l\Ie saludó in-
clinando su cabeza i tocándose la capucha, con una mano
llena i maciza. Yo le contesté con la atencion debida.
Luego entabló conmigo un diálogo.
-¡Bello día! me dijo.
-Bello, verdaderamente, le contesté.
-Parecía U. arrobado por la perspectiva de ese cua-
dro que ilumina el sol; tal vez, tan empapado como At·quí-
mides en la solucion de algun problema, puesto que le sa-
ludé dos veces i no obtuve contestacion, por lo que me
tomé la libertad de tocarle al hombro.
-Ciertamente estaba embebido en una meditacion
p1·ofunda, sobre la desgraciada suerte que ha tocado a este
suelo encantador. En realidad, no habia oído el saludo,
por lo que espero, que tendrá U. la bondad de dispensarme.
-¡Gracias! es a U. a quien correspond.e ser bon-
dadoso; he sido quizá impertinente por cumplir una reco-
mendacion de que estoi encargado: prometí entregar a U.
en propia mano esta carta.

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En efecto sacó del bolsillo de su manga un pliego
r.err·ado, i me lo entregó despidiéndose.
Ví el sobreescrito; era para mí: inmediatamente rom-
pí el sello i abrí el pliego a tiempo que el fr·aile capuchino
bajaba la última grada del altozano. Yí la firma ántes que
el contenido i era"Ia de «El mendigo Ricardo,» Es ines-
plicable la sorpresa que me causó· dejé de leer, por alcan-
zar al capuchino para pedide informes, temiendo no vol-
verle a ver, como me sucedió eon la beata Doña Lorenza.
¡ Siempre h:ibitos i misterios! esclamé bajando precipita-
damente: llamé en alta voz al fl'ailc, volvió a mit·ar i se
paró en efecto a esperarme: Luego que estuve cerca, le
dije:
-Tenga U. la bondad de darme la direccion de su
casa. •
-Sí señor, me contestó; la hallará U. en la carrera
de Panamá, número 48.
-¿Podrá U. hacerme el fayor de informarme cómo
ha pasado esta carta por sus manos, de dónde viene i ,
quién se la ha dado?
-Siento en el alma, señor mio, no dejar a l'. sa-
tisfecho a ese respecto, porque todo lo que yo sé con rela-
cion a ese asunto, se me ha confiado, bajo el sijilo de la
confesion; así se dignará U. dispensarme. Si en otra co-
sa puedo servir, estoi a sus ór•denes.
Se despidió de mí segunda vez i vohió la espalda.
Yo me quedé parado, leyendo con avidéz. La carta era la
siguiente:
Señor ........ .
« Esta será la última vez que pueda comunicar a U.
e parte de la infortunada historia de mi vida. Estoi pre-
'parado para hacer el gran viaje: veo abiertas, ya para
e mí las puertas de la eternidad, i quizá ántes de que el
e sol d je de enviar su luz a este emisferio, se habrán eer-
e r::Jo tras de mí. Este paso es el que los hombres llaman
• tributo a la naturaleza, juzgando. seguramente a esta, co-
'mo a un gran cementerio.
«Por un favor del cielo, he hallado el medio de es-

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G: cribir i recomendar esta carta que entregarán a U. en
« p1·opia mano; así me lo han prometido i lo espero, por
«que mis enemigos tienen interés en ello, aunque esto
«parezca inverosímil.
«U. que tal yez no ha visto en mí, sino un pordio-
«sero misterioso, ignora que soi acreedor al afecto de U~
« por un motivo mas plausible que el inspirado por mi
a desgracia: ¡yo tambien lo ignoraba! . Ahora sé, que mi
«nacimiento envuelve un secreto i aun no sabré cual es el
«apelliJo que me correspo~dc. Mi padre era un hombre
«de alta sociedad europea 1 no tengo noticia de si e..xiste.
«Aunque yo reputaba por mi padre al buen Carlos Fer-
« nandez, quien me daba tal título, él no era sinó un re-
« comendado especial para educarme como a hijo. Me cu-
« po en suerte una vida oscura e infeliz i si alguna vez me
«ha iluminado un lampo ele esperanza, he quedado en se-
« guida hundido en el abismo de la incertidumbre.
«Yo he soportado la miserable condicion de pordio-
11 sero, con resignacion i me reputara feliz, si esta hubiera
e sido mi única desgracia; pero be libado el caliz del in-
« fortunio, hasta las heces: la pobreza ba sido de mis des-
« dichas la lrulS pequeña. El hombre por la única circuns-
« tancia de ser pobre, no debe reputarse desgraciado: la
«Providencia alimenta i da luz i calor al mas despreciable
«gusanillo.
<1. Rosina me ha hecho verter mas lágrimas que to-

« das mis desgracias. ¡ Rosina ! ¡ El único ser viviente a


«quien estoi unido por Los vínculos mas sagrados! Mi leal
HOrazon me hizo ver en ella, algo mas que un ánjel de
«consuelo, la primera vez que pisé las baldosas de su mo-
~ rada. Pero ...•. ¿para qué reno,·ar la herida? Perdó-
~tneme U. este cruel recuerdo i compadézcame; U. que
« ha sido méno? desgraciado que el mendigo Ricardo.
« H? suphcado. i me han prometido poner e•~ el ce-
« menterJO sobre nu losa sepul(·ral, una ct·uz de olt,·o: co~
o: 10 mi condiciou ha sido la de poc•diosero~ no habrá flo-
"' t·es ni Já(l'rimas sobre mi tumba; pero espero en vez de
11 e to, que se cligue U. inscribir sobr ella, el nombre de

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<1 C!odomira j) Esta es la peticion postrem del mendigo.
«Ricardo R. D. N.})
Leí dos, tres i cuatro veces esta carta enigmática i
siempre quedaba incierto i abismado: la única deduccion
lójica que sacaba, era la de que Ricardo babia perdido la
libertad i que estaba al pe1•der tarnbien la vida. Pero la
parte que hacía rclacion a Rosina, me era incomp¡·ensible.
¿Acaso debia yo juzgar que Ricardo hubiera sido su rap-
tor i que se hubiera unido con ella, por el vínculo del ma-
trimonio? Sin duda que no; mui triste era, muí lamenta-
ble, la condicion de aquel hombre para que pudiera, no
digo ejecutar, pero ni meditar tal empresa. Eso de que
Rosina estaba unida a él por los 'vínculos mas sagrados,
no podía ser sinó un delirio escapado de la cabeza de ese
pobre, sin duda acometido de la locura mas deplorable.
Sinembargo, la carta parecía mas bien de un hombre
cuerdo; los pensamientos que ella contenía, estaban con-
certados. l\Iiéntt'as mas meditaba en ella, ménos compren-
día su contenido, i mucho ménos el objeto, pues no indi-
caba otro que el de obtener que inscribiera yo sobre su
tumba nn nombre: i qué nombre! el de «Clodomira J> del
cual hablaré adelante; nombre que encierra un misterio.
Ultimamente juzgué que la carta era apócrifa i escrita con
el fin de martirizarme con la memoria de Rosina.
Llegué a mi casa a las siete de la mañana i una de
las criadas me dijo: que haría una hora que habían entra·
do dos señores, embozados en sus capas, los que sin to-
car en el ¡:;.: ; rton ni saludar a nadie, se babian introducido
a la sala; que habian puesto una carta sobre la mesa en
que yo escribía i volviel'On a salir, sin despedirse. En el
momento fuí a ver i hallé, efecti\·amente la carta, con so-
brescrito para mí. La tomé i la abrí en el arto i era
la que sigue :
« ¡Hombre ánjelical,!
«Los campanazos del reloj de la catedral hie¡·en mis
<~oídos i me parece que son los dobles que se anticipan a
•nni funet·al ~ Son las doce de la noche, pero nq_ sé de que
«dia, ni de qné fecha, pues he perdido la hase de la divi-

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«sion tlel tiempo: tengo sumamente debilitatla mi memo-
«ria. Apr·isionada i mártir, viendo escaparse mi existen-
«cia lentamente a volunta_d de una arpía, de la mujer mas
«cruel, del verdugo mas Impasible, que haya abortado el
«averno, no me queda mas esperanza que la muerte, En
«los primeros días de mi prision, agoté el mar de lágri-
amas, que Dios me diera para calmar mis ~olores; hoi no
o:siento ni este alivio, no puedo va llor·ar. Es verdad; en
«el sepulcro no se llora; me olvluaba de que estoi empa-
aderada, aunque viva.
« ¡Ahora he venid~ a comprender la supremacía de
«la dulce libertad,_ perdida: 1 ahora. que ni la siento ni
«la espero! Mi orn:onte está limitado por las negras pa-
«redes de mi calabozo; sin otra luz, que la artificial que
«rara vez obtengo, ni mas compañeros, que mis recuer-·
«dos. ¡ Ai! ¡qué horrible desesperaeion! ¡Un fantasma
«a todas bm·as i una prision para siempre! 1 es aquí don-
\\ de han venido a despertar mi imajiuacion, las ilusiones
«de un amor ardiente hasta prouucir el delirio de la fiebre ~
o:Sí, a pesar de seotir mi corazon helado para el mundo,
«palpita i se reanima cuando te recuerdo: un fuego des-
«conocido para mí, circuye por' mis venas i mi pensamien-
«to se halla consagt·ado únicamente a tí. ¡Siempre te ado-
«t•é, pero no como amante, ¡pobre desgraciada! ¡qué in-
«feliz soi ! ! ! Mil veces sentí sobre mi frente la dulzura
((vertida por tus labios i no comprendía el amor! Si, no
«bi duda, era amor el que me inspirabas con tus miradas,
«con tus caricias, con tu ternura! 1 no hai remedio a mi
«desventura! I no hai esperanza! ¿Sabes cual es el ver-
«dugo mas cruel en mi prision? la memoria. l.Jn pensa-
«miento horrible me tortm·a, juzgando que se1'é olvidada
«de tí, ántes que sean borrados los caractéres que e~toi
«trazando con el lápiz. ¡Qué idea tan triste, .Dios Im,o !
«Pe1'0 ..... no, cstoi blasfemando; perdona m1 estrav10:
CICt'eo firmemente que si llegas a ver esta carta. suspira-
CIJ'ás pot' mí.
«Me está dando miedo de conlimtal' escribiendo, al
... w•t· la enjuta mano r¡uc !IP.Ya el lápiz. i hoi me fuera

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-96-
cposible, no me pt·esentaría a tus ojos, .porque morírias de
«dolor al ver mi descarnado cuerpo: v1vo en esqueleto i
o:sobrenaturalmente, quizá por la enerjía de la juventud.
c~lis mejillas, que áutes ostentaban el bello color de rosa,
, presentan el verdadero tipo de un cadáver, pálidas i hun-
lldidas. Siento el frío de la muerte en todos los estremos
cde mi cuerpo i solamente eu el corazon i en el cerebro,
«siento ahora un fuego sumamente in ter. so. Veo eu es·
de momento pasar por la imajinacion, como fantasmas del
«infierno a mis enemigos; veo, ¡ Ai! veo ..... la arpía,
o:; maldicion! ! ! Ruega, si algo merezco de tí, ruega a Dios
«que el rayo vengador. . . . . . . ¡ no! ¡jamás! a todos los
a:perc!ono: tengo presentes las palabras evanjélicas que me
«enseñaste i este es el único néctar que saboreo en medio
a: de mi amargura. Hombre idolatrado! mi última súplica
o:será, que Jos perdones, si los descubres: Sí, perJónalos
a con las palabras del salvador, «porque no saben lo que
«hacen. » Yo bien pronto rogaré pot· ellos en la mansion
((de los justos, donde te espero, como la esposa espera a
«SU prometido el día de sus desposorios.
o: Rosina. »
¿Qué es esto? decía yo, con la carta de Rosina
en la una mano i la de Ricardo en la otra; dos cartas
entregadas en un mismo dia a una mjsma bora i de dos
personas, que juzgaba perdidas i de quienes no tenía
espet·anza de hallat' ni noticia. Dos cartas que coin-
cidían en algunos puntos, a pesar de la diferencia de
sus autores: era preciso que hubiera en eso alguna trama
i yo debía dudar de su autenticidad; pero reconocí la letra
de Rl "ioa i quedé convencido de que en realidad ella ba-
bia escrito. Entónces no pude resistir al impulso del mas
profundo entimiet?.to; . .Me dejé c~er ~o~re un sofü, lleve
una mano a la meJilla 1 saltaron m1s lagrimas. • Ii cabeza
era un ,·olean; sentía el pecho o¡)l'imido i aun creo que
perdí por algunos minutos la facultad de pensar: los re-
sortes de rui organizaeion se aflojaron i mis potcneías per-
dieron su enerjía. .
ho días dcspn~ a la misma hora, me halla ha pos-

©Biblioteca Nacional de Colombia


-fl7-
'lt·ado a los piés del confesor·; buscaba en la reliiion un
bálsamo p:H·a alivio de mis penas. La relijion es el único
i a vezes el último recurso -del desgraciado. El mundo
social .era para nú un infierno~ sus llamados placeres, ilu-
siones; su civilizacion, una fuente de esperanzas burladas
i su ostentacion un inri sobr'e la frente eseuálida de la
realidad.
Mi .confesor er'a el mismo padre capuchino que me
había entregado la r.arta de Ricardo. La primera pregun-
ta que me hizo ft~é sobre la opinion política que profesaba.
Yo, que en ese momento me contemplé ante un apóstol de
Jesucristo. del maestr'o de esa anjélica doctrina de fralm'-
nal caridad, cstrañé la ¡)l'egunta, mas respondí la verdad:
soi republicano, dije.
-Yo no puedo absolver a U. me dijo: está U. esco-
mulgado, ('omo lo están todos los de su pal'tido; los ro-
jos uo pueden entrar al cielo. Si U. pretende salvarse,
abandone esa opinion i vuelva a purificarse en esta fuente
de car·idad. Tenga U. entendido que tiene entregada stt
alma a Satanás; su condenacion es infalible si no abjura
de su profesion política: levántese U. i vaya a pedir a
Dios que le ilumine por su divina gmeia.
Yo me levanté iracundo, con el orgullo de mi amor
propio ofendido; advirtiendo al mismo tiempo que hasta
en el templo, cuando me iba a acercar a Dios por l:l con-
templacion de sus mjsterios, buscando allí la calma al em-
bate de la tempestad, me perse1;uía mi fatídica estrella.

CAPITULO 16.
LOS DOS EMBOZADOS.

Mi .situacion era desesperante, po1· que ademas Je la


persccucwn <Jlle me habían jurado enemigos embozados,
sufría las consecuencias del estado <le alarma e inquielml
en que se hallal~:-~n todos los !1abitantes dc_Bo~otá , emana-
das tle la exaltarron de las pas10nes de [>artillO 1 de la Íusc-
;•urida(] per~nn;1l, por esto i por haber..;c )Pr~mt, do eutón -
7

©Biblioteca Nacional de Colombia


-98-
ces vm·ias pmtidas de ladrones que asaltaban las casas al
silencio de la noche.
1 no se crea que eran temores fantásticos: el partido
conservador, dando a la cuestion política el carácter de
cuestion moral i de cuestion relijiosa, azuzaba al pueblo
contra el gobierno liberal i contra sus sostenedores a quie-
nes daba el odioso seudónimo de'' Rojos'' El ardid de dar
a la cuestion política el colorido de cuestion relíjiosa, les
babia produ<:ido buen efecto en otJ·as ocasiones i especial-
mente en 1840, en cuyo año habiéndose revelado contra el
gobierno el partido de la oposicion i estando el ejército li-
be¡·al a las puertas de la ciudad, pt·opalaron los conserva-
dores i parte del clero, que aquel intentaba saquear la ciu-
dad, robar los templos, ultrajar las monjas, degollar al
Arzobispo, i otras tantas invenciones de esta clase, con-
cluyendo por decir que estaba amenazada la relijion por
una horda deseófrenada de impíos. Para que hicier~m efec-
to tales aseveraciones, no solamente se predicaba al pue-
blo, sinó que celebraron cuarenta horas en varias iglesias i
sacaron en procesion a Jesus Nazareno de la Iglesia de
San Agustín, poniéndole en una de sus manos el baston
que servía de insignia a la autoridad.
· Los esfuerzos del partido conservador en union del
clero, esceplo unos pocos sacerdotes liberales, tendían a de-
sacredita!' dentro i fuera de la República a la administra-
cion López: la cátedra del Espíritu Santo, se convirtió en
tribuna política, se preilicaha sin amhajes contra el gobier-
no i se decía en alta voz que impío era todo liberal i que
estas dos palabras, «Rojo » i « hereje, ~> eran sinónimas.
Se escitaba al pueblo contra el partido liberal, tratando de
infundir aun en el cm·azon compasivo del sexo amable, la
intolerancia i el óJio, bastardeando los sagrados senlimieu-
tos de piedatl i relijion Je que eshi dotada la mujee. En-
tónces se vió tambien levantar, en una misma relijion, al-
tar contra altar: los sacerdotes liberales eran trat.ados de
impíos, por que no se sometían ciegamente a ]a voluntad
de su l\letro.J?.Olitano; llegando a tal csh·emo el óJio i la pa-
sion de parttdo, que muchn. pet'5onas que blasonab~n de

©Biblioteca Nacional de Colombia


-99-
cnsttanas, no oían la misa de un sacct·dotc liberal,
diciendo que no creían que el Dios verdadero bajat·a
a las manos de los clét-igos rojos. El cisma, pues,
aparecía, i no se daba el menor paso para evitarlo.
Por una fatalidad para la República i mas para
el cristianismo que para la República, el clero cató-
lico no ha podido divot·ciarse de esa liga profana
que de siglos a tras formó con los seclarios de la doc-
tt·ina del derecho diut!w,. que consagra la usurpa-
cían de la autoridad i sanufica el podet· de la reyedad
sinernbargo de las enseñanzas fJI'ácticas de su sapien-
tísimo Maestro, quien propaf,Ó el precepto de la fra-
ternidad humana, i a pesat· de que la filosofla m01·al
prescribe la igualdad de los det·eehos del hombre.
Esa liga funesta ha retal'dado el pt·ogreso intelec-
tual de la especie, puesto que los partidar·ios de la
monarquía. trabajan constantemente en impedir la

instruccton del pueblo para podet· oprimirle sin que
murmure.
Ninguna corporacion debia ser mas republicana
que la del clero, por· instt·uccion i pot· conveniencia,
hasta el punto de difundit• como principio o como
axioma, eslas fraces: " El que no es republicano no
puede ser católico." Esta es la verdad evanjélica en
toda su pureza, como emanada de la doctrina del cm-
cificado.
Los gobiernos republicanos representantes de
la soberanía popular·, celosos, muchas veces exaje-
radamente, por conservada intacta, han dictado le-
yes especiales para reprimir al clero, en tanto que
esle acostumbrado al acatamiento de que gozó bajo
la potestad civil de los reyes católicos, se cree v?l-
nerado i amenazada su existencia, i en consecuencia,
clama contra dichos .o-oLieroos.
0
Pasaron 40 días desde aquel en que fui recha-
zado del confesonar·io, i me hallaba escribiendo en
mi diario, cuando vi de r·epcnte en el espejo que tenia
delanlt', la imájen d · dos embozados que estaban a mi

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- -1 00-
espalda, como en actitud de esta1· leyendo lo que yo
escribía: un movimiento natur·al e impensado, me
hizo volver la cara, i me hallé con dos hombres dis-
frazados, quienes en el neto me saludaron con una
col'tecía, aiiadiendo uno- de ellos sus escusas por la
contianza con que se habían introducido ; aseguran~
dome que no me pesar ia verlos en mi casa; que el
objeto de su visita era el de hacerme un servicio im-
portante, del cual no eran ellos acreedores, pues que
er·an unos simples comisionados.
Escúsenos usted dijo el mismo, así lo exijen
las circunstancias i la época actual demanda precau-
ciones en todo : U. no tiene que temer de nuestra
parte: repelimos a U. que somos simples comisiona-
dos, ejecutamos ór·denes dadas por un super·ior a
ctuien debemos respe1a1· i obedecer· ciegamente. Su-
• pet'ior que en sus planes no medita sino hacer el bien,
especialmente a los infortunados; QOSee el don pre-
cioso de la adivinacion i de la doble vista; esa cien-
cia que poseyeron los ejipcios de clases privilejiadas,
la que se perdió con los hombres en la caida de los
orientales, i con los libros en el incendio de la biblio-
teca de Ale1andria: Superior que teniendo una exis-
tencia misteriosa, ejerce una influencia irresistible,
solamente con evocar algunas palabras i hacer algu-
nos movimientos con su diestr·a; es el mas hábil i
espel'imentado magnetizador·: de esto, va U. a con-
vencerse ; al efecto, puede U. hacer· las pr-eguntas
que se le ocurran, las llevarémos escritas i despues
será U. satisfecho con las correspondientes res-
puestas.
- 1 ¿cuál es el se1·vicio importante de que me
hablan?
-Aún no es tiempo: des pues que se halle U.
convencido de la ciencia i podct· del Superior, ser.!
U. servido. Haga U. las pregunt~ s.
- Dz palabra?
- i\" o señol', por escrito.

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-101-
Volví a la mesa, tomé una tira de papel i escribí las
siguientes:
«¿Cual es la pena que me atm·menta mas?»
«¿En dónde se halla el mendigo Ricardo? ll
«¿Qué objeto tengo guardado en el secreto de mí
escritorio? J)
Entregué el papel i se despidieron, diciéndome~ fé i
esperanza. '
Me quedé forman~o conjetur·as: mi pensamiento ji-
raba con rapidez en var1as tlirecciones. Pensé primero que
serian ladl'Ones que habían entrado con el Hu de esplm·ar
mi casa; des pues pensé que bien podían ser emisarios de
algun quii·omántico político: i últimamente juzgué que esos
dos hombres no podían set· otros que los dos embozados
que hacían amarga mi vida.
Pasal'on ocho días sin resultado alguno de aquella.
visita, pero al noveno, a las diez de la noche, se presenta-
ron de repente en la mitad de la sala de mi casa, dos
hombres vestidos de paño negro i embozados. Al verlos
sentí un estt·emecimiento involm1tario, causado por el te-
rror qne me infundió su presencia inesperada: yo no com-
prenJia como habían entr·ado, pue11 pocos minutos ántes
yo mismo había torcido la llave del porton, i por otra
parte no se oyó ruido alguno.
-No se altere U. me dijeron, comprendiendo que
me babia asustado: no se altere U. somos los mismos
comisionados que estuvimos aquí hace nueve noches, te-
nemos ó1·den de presentarnos a U. a cara descubierta para
que disipe sus infundadas sospechas.
Al decÍt' esto echaron abajo el embozo i dejaron ver a
plena luz sus caras. A la Ye1·dad yo no conocía a ninguno
de ellos; la fisonomía de ámbos era simpática i bien seme-
jante, lo mismo que su estatura i parecían de una misma
edad: ámbos tenían la ba1·ba neg1·a i poblaáa, i el color de
la cútis trigueño. Iba a p1·eguutal'les por donde o como
habian entrado, pero tomando la palabra uno de ellos, se
anticipó a respande1·me, como si hubiera leido mi pensa-
miento.

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-' 102-
-No estrañe U. nuestra entrada, dijo, tenemos ftan-
t':t toda puerta.
1 acercándose a mí, alargó el brazo diciéndome:
-Reciba U. las respuestas que ha dado el Supe1·íor
a las pregunt~s que U. hizo; i me entregó un pliego que
abrí inmediatamente, i acercándome a la luz vi debajo de
una viñeta for·mada con dos llaves cruzadas i el globo ter-
restre enmedio, los tres renglones siguientes:
· «La pena que atormenta mas a U. es la pérdida de
unajóven.» .
«El mendigo Ricardo se halla a las puertas del se-
pulcro.:&
«El secreto de su escritorio guarda una cruz do
azabache.»
l\Ie quedé perplejo, abismado, confundido, viendo en
esos ti·es renglones las contestaciones dadas a mis pregun-
tas i la prueba mas evidente de la ciencia o arte de la adi-
vinacion i de la doble vista. Todas las dudas que tenia
sobre los prodijios que se contaban del magnetismo, se
disiparon. Se me había adivinado no solamente el objeto
que guárdaba el secreto de mi escritorio (donde nadie pe-
netraba), sinó el pensamiento mismo. No bai duda, decía
yo para mí, el mundo moral es incomprensible i es un
IJecio el que se atreve a negat· lo que no comprende. Pensé
en el momento hacer lo posible para aprovechar la oca-
sion de romper el denso velo que ocultaba el oríjen de mis
desgracias i todo lo relativo a los sucesos pasados.
-l\Iui bien: les dije, las respuestas no dejan duda:
cr·eo firmemente que el Superior a quien obedeceis posee
la ciencia de la adivinacion: ¿me será permitido conot:erle?
-Ya babia adivinado este pensamiento de U. i nos
dió órden para que al hacer U. tal pregunta, le contestá-
ramos que sí, i que lo condujéramos a su presencia.
-¿Es visible para todos el Superior?
-Cuando le conviene.
-Bien; mañana a las once del dia me tendréis pre-
parado para que me presenteis a ese sabio.
-N"o tenemos esa órden; i sí la de conducir· a U.

©Biblioteca Nacional de Colombia


-105-
ahora, si a bien lo tiene. l debe advertir U. que el Supe-
rior no es mui pródigo en estos favores: ademas, si U.
desconfia, puede per:der su gracia.
-Vamos, dije, tomando en el momento mi capa i
mi sombrero.
No quise demorarme, ni dar tiempo a la duda. Sali-
mos en dii·eccíon a la plaza, al llegar a esta tomamos la
diagonal i al pié de la estátua de Bolívar se pararon mis
conductores diciéndome.
-De aqtú para adelaute,debe U. seguir con los ojos
vendados, porque a nadie es permitido saber en donde se
halla la habitacion del adivino. Yo cedí sin resistencia.
dominado del vehemente deseo de conocer a ese hombre
estraordinat•io, de •quien no me era permitido ni aun du-
dar: ademas me animaba la esperanza de saber en donde
se hallaba Rosina i los medios de rescatarla. Yo era ya
un firme creyente de los prodijios del magnetismo; ademas
de la inclinacion natmal que el hombre tiene a dar crédito
a lo maravilloso, yo tenia pruebas intachables.
Seguí pues, vendado, enmedio de mis conductores;
conté trescientos veinte i ocho pasos hasta el punto en que
me dijeron:
-Hemos llegado.
Noté que uno de ellos se deshizo de mi brazo, que-
dando el ott·o conmigo, pPro ántes de dos minutos volvió
diciendo:
Entremos.
Siguieron conduciéndome i yo notaba que el piso m·a
siempre igual: al decir entremos, juzgué que habría esca-
lon i aun levanté mi pié, pero me engañaba. Despues de
caminar un poco mas como en varias direcciones, me hi-
cieron sentar; siempre vendado. Había un silencio pro-
fundo, no se oían sino los pasos de mis conductores 1 eso
débilmente, como que pisaban en alfombra. Uno de ellos
me dijo:
-Es preciso que espere U. unos minutos, queda U.
:solo en ]a antesala, vamos a dar aviso al Superior.

©Biblioteca Nacional de Colombia


-104-
CAPITULO 1i .
DESCUBRIMIENTo:

A los tres dias de habe1·me hecho la primera visrta


fos dos disf,·azados, estando yo ausente de mi casa, entee-
g:H'on a una de mis si,·vientas la carta que sigue junto con
una ca1·tera.
«Señoe ......•..•.....•..................
«Cuando Jesus s~daba gotas de sangre orando en el
«Huerto, se le apareció el :injel del Señor a confoetarto:
«así, enmedio de mi amargura. se me ha presentado un
«:injel de esperanza, un sacerdote, quien con totla la dul-
«zura de la_ caridad evanjélica me ha consolado en la des~
o:gracia. El, bajo el sijilo de la coofesion, ha prometido
«entregar a U. esta carta, que escribo dos horas despues
«de la que dirijí- a U. anunciándole que se aproxima el mo-
«mento solemne en que el hombre se despide del mundo.
((Solamente una pena intensa me atormenta al pen-
«sar en la terrible hora de la muerte; esa pena es la de
«tener que dejar en este valle de lágrimas, al se1' mas
«querido, a Rosina. ¡ Rosiua! ¡ mi bella hermana ! ¡Oh!
«soi mui desgraciado! La conocí en la infanc:ia i la perdí;
<tla vuelvo a reconocer en la juventud para perderla se-
cgunda vez i para siempre! Soi la víctima de una indo-
<~lencia críminal, indolencia orijinada en la mas perjudicial
<tpreocupacion de la sociedad en que nací. ¿Soi acaso
<1 culpable por haber sido el fruto de un amor secreto? ¿He

denido pm·te en los misterios que dieron fugar a mi exis-


<ltcncia? ¡ Ai 1 madre mia! YO te perdono, si existes!' pero
«era tu deber dm·me el nonibre de hijo desde la cnna has-
<Ita el sepulct'o, i a la faz del mundo. La natLwaleza no
«reconoce distinciones i el mismo Dios nos llama a todos
•hijos suyos. La necedad, el orgullo, el vil interes i la
«falsa idea de fa Ve1•dadera nobleza, han triunfado del dulce
11 sentimiento de la maternidad! ¡qué tt·iste es esto! ji se

«hla.,ona tle que hai rivilizal'Íon en esta desdicha ua tiet•ra ~
11 ¡ i "e jacta la oc.-iednd de .pertenece!' a la seda relijio!'a.

©Biblioteca Nacional de Colombia


-105-
«del cristianismo! ¿No recibió en su gracia el Salvador
«públicamente a la amorosa Magdalena?
aPeJ'dóneme U. señor, me había separado del objeto
~~.que me propuse al escribir esta cal'ta. Siempre el des-
«graciado deja escapar algunas quejas de dol<>r; perdó-
cneme U.
«Dejo para U. mi cat'let'a,. en la que hallará fa espli-
a:cacion de los sucesos misteriosos de mi viJa; i relacio-
a:nados con los de mi inocente hermana Rosina. Está es-
a:crita cou signos de mi invencion, evitando así que me
«despojat'an de ella al ver el contenido: al acercar al fuego
«la primera carta que le dirijí, descubrirá U. la clave.
~tRecuerde U. mi peticion postrera i t'uegue al Altí-
«.simo por el infeliz

aRicardo R. D. N.»

Luego que acabé de leer esta cat·ta hize esfuerzos


par·a traer a la memoria cómo 1!abia llegado Rosina a la
casa de mi familia i apenas recordaba que la habia conocitl9
pequeña, como de edad de seis años en poder de una tia mia,
hermana de mi. padre; pero me fné imposible hacet' t'emi-
niscencia, de quién la lleYó a la casa, ni cmno fué recibida.
1\li tia sí la trataba con toda la ternura i agazajo de una
madr€; de tal modo, que si nü hubiera tenido entónces
nna edad tan avanzada, como 70 años; l1abriase juzgado
que era .su hija.
; Rosina hermana del mendigo! esclamaba yo, ¿será
posible? En vet·dad. la fisonomía del pobre Ricardo el'a
noble, i ~impática por lo mismo, tnl vez ..... sí, _tenia ras-
gos de semejanza con Rosina, no hai duda: recuerdo .... el
color del cabello, los ojos .... la espresion .... no hai dnda,
es su hermano. La naturaleza reclamaba sus derechos
pot·que Rosina babia sentido un afecto tierno por el men-
digo RicaJ•do. Yo me acl)l'daba que la nocl~e que. le espe-
ráhamos pat'a que nos cont:it·a lo que hub1era 01do a los
dos embozados, dijo Rosina: a:Cada vez que tocan en la
11erta, me parece que tocan en mi corazon, pienso que

©Biblioteca Nacional de Colombia


-106-
es Ricardo; pobre mendigo! ¡ qué le habrá sucedido! •
¡ Anjel mio! mas vale que hoi ignores que es tu
hermano!
Tales eran los recuerdos i esclamaciones que hacia.
admirando al rnllimo tiempo la fatal coincidencia de sus
desgracias en los últimos días de su existencia.
Inmediatamente pasé a buscar la carta en que Ricardo
consignó la clave de lo escrito en su cartera i no pude
hallarla. Pareeia complacerse algun jenio maligno, en
hacerme sufrir: interesantísimo era para mí el contenido
de los apuntamientos de ese desgraciado: la r.artera debía
contener todo lo relativo a la cruel persecucion que habían
sufrido los dos hermanos. Alze, volví, rejistré i revolví
todos los papeles de mi escritorio, pero en vano; no p~re­
cia la carta. Despues repetí el rejistro en toda la casa 1 no
habiéndola hallado, pet·dí la esperanza. Tomé l.a cartera,
observé que me era difícil tt·aducir los apuntamientos; los
signos eran muí variados, i la dejé para ir a buscar al capu-
chino, juzgando que él podía ser el sacerdote qne mencio·
naba Ricardo en su carta. 1 juzgaba así porque él había
sido el conductor de la primera; sin embargo que la con-
ducta que babia observado conmigo en el confesonario, no
era muí a propósito para que obtuviera el calificativo de
:ínjel, que Ricardo le daba.
A tiempo de salir tomé una tarjeta i al ponerla en mi
bolsillo dí en este con un papel, lo saqué para examinarlo
i era la deseada carta. Volví en el momento, encendí una
bujía i me puse a practicar la operacion, acercando con
mucho cuidado la c.arta a la llama. Al ver que aparer;ieron
algunos signos, sentí un placer inesplicable i a medida
q~e iban haciéndose visibles los renglones escritos, crecía
m1gow.
Descubierta completamente toda la clave, tomé la
cartera i empezé a traducir su contenido. La primera foja
te~ia escrito lo sigmente:
. cSi U. respeta mi voluntad, no debe Ie~r los .apunta-
«Illlehtos aquí escritos, hasta despues ele vemte d1as con-

©Biblioteca Nacional de Colombia


-10i-
( tados desde esta fecha. Así lo espero de la prudencia ds
• U. i aun Jo suplico.
Febrero, 4 de 18oL -R·icardo. ll
En el acto cerré la cartera i la guardé, respetando la.
exijencia, a pesar de que mi curiosidad era vivísima.
Al siguiente dia recibí la esquela que siaue:
«Estoi impuesto de que U. es víctima Je una maqui~
cnacion infernal i he jur~do impedir los proye(·tos i exijir
csatisfacciones por los danos causados . .Mi posicion es ven·
«tajosa i los medio.s de que me valdré son infalibles. Mas
•tarde me descul)l'iré a U.
El Disfrazado."
Este hombre, pensé, sin duda es el amante de Rosina;
el mismo que arrojó el billete amoroso por la ventana unos
nueve meses ántes. Iba yo a buscar ese billete para com-
parar la letra, pero a ese tiempo tocaron al porton. Era
el médico, de quien hice mencion al principio: entró di·
ciéndome que venia a visitarme. ct·eyendo que estuviera
enfermo, pues bacía muchl} tiempo que no me babia visto.
Despues de las contestaciones de etiqueta, sacó unos ma-
nuscritos i empezó a leer una disertacion sobl'e la causa
de la tel'rible enfermedad llamada cólera mórbus. Resul-
taba de su opinion, basada en observaciones reiteradas, que
el sistema ol'gánico era atacado directamente, siendo el
gran simpático turbado en el ejercicio de sus funciones, de
lo que provenía el enfriamiento de las estremidades, con-
torsiones, náusceas i demas síntomas con que se anunciaba,
sin que el sistema de relacion fuera afectado, sinó en el
último período de la enfel'medad; i eso por la simpatía que
existe entre los diferentes órganos del individuo. Por con-
clusíon asentaba, que la causa de la enfermedad era nega-
tiva, que la pérdida del equilibrio de la electricidad en el
gran simpático era e[ oríjen del cólera.
Yo ]e manifesté, que me parecían esactos los razona-
mientos i justa la conclusion, exitándole para que hiciera
sus experiencias c?n la pila galvánica a ~~ de saber si pot'
medio de ella. podm restablecerse el equilibro. ·

©Biblioteca Nacional de Colombia


-108-
, Despues de tres horas me dejó, prometiendo favo-
recerme con otro escrito sobre el método infalible de cura•·
la fiebre llamada Lífus.

CAPITULO 1S.
EL SABIO 1\IAGNETIZADOR.

Volvamos a la pieza en que me dejaron con los ojos


vcmla<los. A poco tiempo volvie•·on mis conductores i me
dijeron:
~Podemos pasar a la habitaciou del Superior. Me
examinaron nuevamente la venda, me tomaron del brazo
i seguimos: a los veinte pasos empezamos a bajar unas
gradas, despues conté dote pasos mas i subimos otras, i a
poco trecho me hicieren sentar·, diciéndome:
-Hemos llegado, va U. a ver la luz.
Me qnitm·on la venda i me hallé en una pieza cuyas
pat·edes estaban "cuhie¡·tas con una tela de color azul celeste,
sin otros muebles que una mesa i cuatro asientos, tambien
cubiertos con la misma tela azul: sobre la mesa había una
lámpara que ar1·ojaba una luz vivísima. Un hombre con
fisonomía gr·ave i meditabunda se hallaba sentado delante
de la mesa, con un libro en la mano, en actitud de leer.
Luego que me quitaron la venda, me paré saludándole i su
contestacion fué:
-Bien venido seais: salud.
Los conductores habían desaparecido i yo esperaba oír
de los labios del adivino la buenaventura.
Sacó el reloj, se fijó en él i me diJo:
- ¿Creis en las prodijiosas maravillas del magne-
tismo?
-Tengo razones para creer en ellas, le contesté.
: Quer·eis gozar de la doble vista? acercaos a mí. En
• el mo:Tiento me paré i al llegar a donde ese hombre, sentí
que estaba rodeado de una atmósfer·a olorosa. l\Ie tomó las
manos i fijó sus ojos en los mios, como queriendo peneh-aL'
mi alma con su mi1·ada; pasados unos miuutos, sentí mis

©Biblioteca Nacional de Colombia


-109-
})árpados pesados. No sabia si €11 esto influiría la pl'eocupa-
cion en que yo estaba respecto de la influencia del magne-
tismo, o si efectivamente ese hombre ejercía entónces su
poder magnético .sohr.e mí, pues me iba adormeciendo.
-¿Os hallais moralmente modificado? me preguntó.
-Bastante: le respondí.
-Entónces ¿qué edificio, plaza o poblacion de la
Europa quereis ver ahora ?
-La iglesia de San Pedro en Roma; le dije despues
de un momento de meditacion.
-Bien, me dijo, acercándome mas: puso sus dedos
sobre mis párpados 1 un poco despues dijo:
-Vedla.
Abr-í Jos ojos i ví eomo al traves de un lente, el tem-
-plo de San Pedro, tan clara i pel'fectameute, como si hu-
biera sido transportado a Roma. Lo mas asombroso pat'a
mí, era ve1' bañadas por el sollas columnas colosales que
forman el pó1tico, notando hasta las sombras de las está-
tuas i cornizas distintamente. Tambien advertí que la luz
de la lámpara de la pieza en que estábamos~ se babia puesto
opa<:a.
-¿Cómo es posible que se haya vuelto la noche día?
veo el templo a la luz del sol.
-¡Oh! eso es natural, bien sabeis que el sol no se
hal1a ahora sobre nuestro hemisferio; es el de Roma el que
alumbra; i tambien sabei.s, que el soliJo se hace visible en
una misma hora en todos los puntos del globo, i si veis el
templo alumbrado por él, es porque a esta hora alumbra
a Roma i vos estais gozando de la doble vista.
-Pel'O. . . . . haced me ver de PaJ'is el palacio de las
Tullerías.
-Esperad.
Me dijo, volvió a poner sus dedos sobre mis pát'pados
i al quitarlos, ví efectivamente el palatio. Sin embargo, me
resistía a cree1' en lo que estaba viendo: me J'efregaba los
ojos, como el que acaba de soñm· i siemp1·e veía todo con
daridad, de modo de no dejar duda de que estaba gozando
de la doble ,·bta. Lo mas admirable i sorprendente para
1\l!UOH.CA. t{,e.C\0!'\ l D! COlO! 1
FONDO
D 1GO ~ P~
©Biblioteca Nacional deRColombia
< a,o.CO
-110-
mi, era ver esos edificios a la luz del sol. Como yo veía
como al traves de un lente, hubiera juzgado que aquello
no podía set· sinó la ílusion de un cosmorama, pero la luz
del día condenaba tal juicio. Para convencerme hasta el
estremo, le dije:
- ¿Podeis hacerme ver algun lugar o sitio en que yo
haya estada i que conozca bien?
¡Oh! no lo dudeis, esperad, me respondió.
Puso otra vez sus dedos sobre mis párpados; se di-
moró mas, pero al fin me dijo:
-¿Queréis ver la recámara de vuestra casa?
-Si lo teneis a bien, lo deseo, sí, con ansiedad.
-Vedla.
~le quedé confundido al abri1• los ojos, vier.do delaute
de mí i al traves de esa especie de vidrio que entónces me
pareció mas claro, mi recámara, alumbrada por la luz de
la misma vela que yo había dejado eneendida en ella, poco
tiempo.¡íntes. Pasé la vista por todos los muebles; mi ca-
ma, la sílla poltrona de Rosina, el gran cuadro de la Vír-
jen de los Dolores, todo, todo lo vi perfectamente i como
a dos pasos de distancia. Quise entónces pasar adelante i
aun tocar esa especie de vidrio, pero el magnetizador que
siempre me tenia de las manos, me lo impidió.
-Esto es maravilloso! estupendo, admirable! escla-
mé: uo me queda ya duda. ¡Oh! 11acedme ver a Rosina.
-Yamos, bsta por ahora, estoi fatigado. Ademas
el hombre no debe ser curioso hasta el punto de ver u oír
lo que puede mortificarle. Basta por abot·a, tenemos tiem-
po, mas tarde repetirémos. .
Me retiró de allí i me sentó en la stlla que ántes ba-
bia ocupado; puso las manos sobre los ojos, diciéndome:
e: va a desaparecer la doble vision,l) en efecto, al quitarlas
ya no ví sinó la pien- azul iluminada como áutes por la
lámpara, sin r:-~stro o vestijio del vid,·io. Luego me dije:
-En verdad os habeis admir·ado sin tener para ello
~ucha razon, lo que habeis visto es un juego en comparª--
~Ion de los prodijios que he podido obrar con el magne-
tlitnO. i hoi l'esuscitara ~lésmer (juedal'ia asombrado al Yel'

©Biblioteca Nacional de Colombia


·-111-
los<~delantos de la ciencia: sin emba1·go nada hai nuevo;
Jos efectos de la electricidad son tan viejos como el mun-
do: ese es el fluido que mueve, organiza í dá vida a cuanto
existe. El galvanismo, mesmerismo i ma~netismo, no
son sino el desareollo o actividad del mismo fluido, modi-
ficado de diversos modos, por los diferentes i variados ajen·
tes que le desenvuelven. No hai motivo para admit·ar mas
el efecto de su desm·rollo, produciendo el fenómeno de la
doble vista, que haciendo jerminar un grano, una semilla
que mas tar·de nos presenta un árbol colosal. Tendr·émos
otro día una sesion que acaso os presentará esperiencias
mas sot·prendentes. Por ahora hablemos de otl'a cosa. Co-
nozco l~ situa.cion ~n. gue ~s hallais, vuestras desgracias
han hendo mt sensrbihdad 1 pretendo hacems un servicio
si teneis la bondad de aceptado; debiendo creer que no
me mueve otro ioteres personal que el de la satisfaecion
de hacer el bien a quien lo necesita. Antes, espero que
me prometais bajo palabra de honor: 1. o No revelar mis
secretos: 2. o Favorecer mis proyectos; i 5. o no hacer daño
en ningun sentido a mis dependientes, los cuales os daré
a conocer.
Calló, como esperando mi contestacion. Yo me quedé
meditando, por unos instautes i luego me resolví a prestar
el juramento prometiendo cwnplir absolutamente el pi·i-
mero i tercer puntos í en cuanto al 2. • con la condicion de
que favorecería los proyectos si e1•an conformes a mis prin-
cipios i convicciones.
-l\Iui bien, me dijo, poned la mano sobre el cOI·a-
zon i jurad,
Así lo hice i en seguida me dijo con una voz atrona-
dora:
-Si quebrantais ese juran1ento, temblad, mi poder
es soberano. Todos vnestros ínfortunios serian una som-
bra, comparados éon el de perder mi gracia: sabed que
soi inexorable con los perjuros i que soi insaciable en mi
venganza.
Al pronunciár estas últimas palabras ví centellear sus
ojos ~ no pude resistir su mirada, bajé los mios, sometido
a su Imperio.

©Biblioteca Nacional de Colombia


-112-
-Sabed, me dijo, que habríais sido arruinado, Sl
)·o no hubiera intet·venido en vueslt'O favor·; el documento
que fir·masteis, os habría dejado en la miseria; en verdad
esa deuda es enorme.
-Os equivocais, sin duda, JO no he firmado docu-
mento alguno po•· deuda, tal vez me tomais por otro hom-
bre a quien pensais protejer.
-¡Oh! jamás me equivoco: i debeis sab.et· que ten-
go completo conocimiento de lo que pasa en el mundo; lo
que pasa en secreto, lo tengo a la vista i lo que se halla
distaute, para mí está pt·eseute. Ilabeis fil'mado un docu-
mento i por una suma considerable, llamad a la memoria
vuestros hechos; es verdad que no supisteis lo que firmas-
teis, pero debeis recordar, que dos hombres en alta noche
os obligm·on a poner vuestra fit·ma al pié de un pliego lle
papel escrito•.•...
- j Ah ! sí, los dos embozados ....•..
-Cabalmente dos embozados.
- ¿ Los conoceis?
-Conozco a todo el mundo.
-¡Por Dios! Dadme su filiacion i sus 11ombr~s.
-Ellos son dos de los mas fieles set·vidores que
teugo a mis órdenes i ya podeis juzgar que no me con-
viene descubrirlos. Por lo demas no api'Uebo todos sus
procedimientos; ellos hacen uso de su libertad, sin que
por esto esten esentos de castigo, porqne el mal da orijen
al mal i el que lo hace a ol!·o, tiene que sufrirlo mas tar-
de i quizá duplicado. El documento que firmasteis vino a
mi poder, yo lo be comprado i estais libre de esa deuda.
-Gracias, mil gracias.
-Ahora sabreis que pretendo dit·ijit• los destinos del
pueblo: euento ron los esenciales elementos, entre estos
enm·jía i decision; ademas un considerable número de as-
pirantes. Para que me entendais, voi a hablat·os sin me-
táforas i como hombre, sin viso de ente maaravilloso;
quiero que comprendais sin dificultad; voi a emplcat· ciet·-
ta especie de transmutacion ........ .
.\l ~pr('~at• e:la última palabra alargó el hrazo para

©Biblioteca Nacional de Colombia


-H5-
avivar la luz Je la lámpara cercana; yo fije en esla la
vista i al volverme húcia el magnetizador recibí una
nueva sorpresa ; la fisonomía de ese hombre singular
había cambiado en absoluto : se había efectuado en
ella una completa transformacion. Apareció mostran-
do la fuerza i la cspt·esion <.le la virilidad de los 35
años, colo1' trigueño, frente elevada, nariz aguileña,
labios delgados, sin barba; mas la voz varió muí poco.
-Voi, continúo, á esplicarme con sencillez, con
la precision i naturaLidad que demanda mi empresa;
el misterio ofende la luz, ofuzca la verdad. Os ten-
g·o en el concepto d~ ~ombre honrado i en ningun
caso temo que me seats m fiel. Las miras que me animan
son muí elevadas. Pretendo rejenerat· la sociedad.
Cuento con algunos elementos, os repito, si hubiere •
necesidad, conspiraremos con vigor para obtener el
triunfo de los principios de la verdadera república.
l\li bandera tiene la siguiente ins<;ripcion : ''Orden,
libertad i U nion." .La fuerza i la estabilidad de un go-
bierno, están fincadas en la U nion de los partidarios
que lo apoyan. La divisiones~~ flaco. ?e los partidos
i la puerta franca para el enemtgo poltltco. Los hom-
bres que por intet·eses personales abandonan la cau-
sa a que se hallaban afiliados, no tienen entrada hono-
rable en ningun partidr en lo fuluro. 1\Ias, la Union
no debe ser el agrupamiento de séres humanos sin la
coincidencia de ideas a un mismo fin ; es la uniformi-
dad de principios políticos la que debe constituir la
Union, puesto que son ellos los que deben dar por
resultado el código de ieyes que deben rejir al pueblo.
La firmeza de una opinion es el producto de las
convicciones obtenidas por el estudio ) por la obser-
vac;on) por la pr~ctica, por las lecciones de la esp~­
nienci~, i en u~a. palabra por el cúmulo de los conoci-
mientos adqull'ldos en el campo de la verdad .. Los
hombre:; que en política no saben sacrificar su mte-
res personal en las aras de los princi¡,ios Je la escuela
a que pertenecen. manifieslan que uo son diguos de
>f

©Biblioteca Nacional de Colombia


-H4-
figurar entre los afiliados a la causa que constitu ye
un partido; i no son dignos, porque la primera con-
dirion del verdade ro patriota es la de poner su perso-
nalidad al servicio de los intereses públicos , sin res-
triccione s.
El demonio de la ambician ha traido a nues.Lra
patria males sin cuento : la disolucion de la conven-
cion de Ocaña, la dictadur a de Urdanet a, i la apos-
tacía política del primer Presiden te de los doce años,
de memora ble e ingrato recuerdo> en que dominó el
partido conserva dor la Repúblic a 1 hicieron detener
la obra de la revol ucion de 181 O encamin ada al defi-
nitivo establecimiento de la Hepública. De otro mo·
do, la N acion habria acelet·ado su marcha hácia el
progreso , úcia el apojéo de su civilizacion i sobre to-
do hácia la consolidacion de las insliluci oneslibe rales.
Así, el eslensisimo venero de riquezas que ofrece el
territori o de nuestra patria , habría llamado la aten-
cion del mundo; de Lodos los puntos del globo se
habría llamado la concurre ncia en demanda de los
preciosísimos producto s de nuestro suelo, i pobland o
]os inmenso s desiertos que esperan la presenci a del
hombre para colmarlo de ventura, la poLiacíon se
habría duplicad o o triplicad o, corno ha sucedido siem-
pre donde al lado de las riquezas se hallan institu-
ciones liberales .
1 no creais que estas son utopías : dirijid la vis-
ta a nuestros campos, a nuestros montes, a nuestros
mares ; Ted esos bosques inmenso?, ofrecien do en
los valles a la industria el caucho , el diomate, el
canelo, el gualnndai, el sande, las palmas de varias
especies, la goma, la vainilla, la zarzapar rilla i un sin
número de plantas útiles: i en las altas monlaiias
la quina, el estoraqu e, el laurel, el incienso, el nJ!.
gal, el cédro, el almendr o, la hipecacuana i otra mul-
titud de vejetales de donde pudieran estracrs e red-
nas, _gomas, aceites álcalis, "·. para pro\'cer a las
i al
.necesidades de la medicina del mundo enlet·o )

©Biblioteca Nacional de Colombia


- H5-
lujo i ostentacion de las viejas naciones de uluamar~
i aun mas, para enriquecer a las ciencias mismas:
,·isitad esa jigántica i bella cot·dillera central de los
Andes i hat'lareis bajo su manto de esmeralda, hácia
las raizcs de su arboleda i en el seno de sus arro-
yos, el oro i el cinabrio, la plata i el azogue: pene-
trad en sus entrañas i encontrareis tpas tesoros
que todos los del Pertl i del SacrameQLO de Cali-
fornia. Quel'eis mns ? ved el territorio surcado de
Sur· a Not·te i de Oriente a Poniente pot· hos cau-
dalosos i de facil navegarían como el 1\Iagdalena, el
Att·ato, el San Juan, el Cauca, el Orinoco, el Meta
el Apure i otros t:·ibutarios de estos de bastant~
importancia; desembocando unos en el mar Adltintico
i otros en el Pacifico, dispuestos así por la natura-
leza, como por una especie de prevision para que
pudieran esportarse con facilidad todas las produc-
ciones en direccion a todos los puntos del globo.
Con tales elementos, repito, ¿no puede ejercerse
una accion constante, vig01·osa i benéíica de parte
de los mandatarios, allanando las dificultades de
trasporte por medio de buenas vias de comunica-
cion, promoviendo compañlas i nombt·ando comi-
siones de naturalistas, botánicos. mineralojistas, jeó-
logos &. para la esploracion de nuestt·os estensos i
desconocidos bosques i cordilleras, con el objeto de
poner en noticia de todas las naciones la importancia
de nuestro suelo i la riqueza de nuestras produccio-
nes? ¿N o se •llama as1 la inmigracion i se d:i vida
i movimiento al comercio? Los placeres del Sacra-
mento no necesitaron para llamar la concurrencia de
todos los pueblos, aun los mas distantes, sino que
fue¡•an .conocida~ las riquezas que cncenaban., .
l\11s prelenc10nes son, en eslremo, filantrop1cas:
intento inculcar en el espíritu del pueblo, los prin-
cipios eternos de justicia ; difundir la luz de la ver-
dad eterna; ensanchar las relaciones sociales, pues
todos los hombres, todos los pueblos, todas las na-

©Biblioteca Nacional de Colombia


- 116-
ciones han de formar algun dia, una sola familia, un
solo pueblo, una sola patria. Aspiro a la gloria de
iniciador i laborante de la república unive1·sal, ci-
mentada en la efectividad de los derechos del hom-
bre, reconociéndose por ella la libertad, la igualdad
i la fraternidad, como emanadas del gran principio
que hace progresar el mundo ; adoptando como ba-
se de la moral, la responsabilidad de !as acciones
humanas, .ántes o des pues de la muerte, puesto que el
espíritu es inmortal, dotado de libre albeldrío e ilus-
trado por la antorcha inextinguible de la conciencia.
Sobre el haz de la tierra i en los siglos trascurri-
dos desde la creacion del humus, que dió oríjen a nues-
tra especie, todas las sociedades han vislumbrado es-
tos principios, pero todas los han mistificado , adul-
terándolos con Jas creaciones de la fabula en servicio
de intereses personales i de las malas pasiones; lo
que ha contribuido aJa perversion del enlendimiento
de las masas populares i a la ruina de los imperios.
La gran máxima de " N o hagas a otro lo que no
quieres que te hagan a tí " complementada con la de
"Haz el bien" es el compendio de todos los preceptos
de ]a sana moral; aquella máxima señala los justos lí-
mites de la libertad i establece la iguaidad i la frater-
nidad; celumnas de granito sobre que deLe descan-
sar la sociedad humana. ¿ Habeis meditado en lo
que debe ser en lo futuro la comunion social?
-Permitidme, senor , que os refiera Jo que so-
bre esto he meditado ; así conlestaré a la pregunta
que me haceis.
Se acercaba la noche, el manto azul del firma-
ment~ babia tomado el color retinto , pro)·ectado por
las pnmeras sombras.
Apenas ful guraban en el Occidente los postre-
ros respl andores del crepúsculo.
El Yiento de la montaña acariciaha mi frente,
en tanto que mi cel'ebro ardía por el esfuerzo de mi
espíritu en la contemplacion de ese IllAS A.LLA de

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- l 17 --
b tnmba, en ese invisible i misteriosu aLismo <.le la
elernidad.
La escena donde me halh:ba era un prototipo de
la belleza rústica: me hallaba en la orilla del raudal
que lleva en su seno todas las fuentes i riachuelos
que descienden del Quindí_o ; el llano verde hermoso
que se estiende desde su r1bera izquierda hasta el p1é
de la planicie de Cartng_o, la ciudad querida, la ciu-
dad mimada por los hab1tantes del Yalle del Cauca, la
que pudiera l!eYar el nombre de .L • ueva Corinto, por
la concurrencia de c:omerci:mtes de centenares de
pueblos a su mercado diario, en la ribera opuesta,
sonreía la ~aturaleza en las caprichosas bellezas de
un tupido bosque de pisamos, cornezuelos i va1·ios ar-
bustos entrelazados por diferentes plantas trepadoras,
descollando en algunas panes los vis tosos i jigantescos
plumeros de la reina de las gramíneas ;. en la super-
ficie de las aguas del rio, se veía la· irnájen de esa ,.¡_
gorosa poblacion de séres veje:ales, puesta en movi-
miento por la inquietud de las ondas.
Llegó la noche; la luna iluminaba con su apa-
cibie luz el cuadro que yo estaba conlcmplando aún:
brillaban en el cielo, en toda la extension del espa-
cio que abarcaba mi vista, esos millares de antorchas
que forman los mundos diseminados en el fii'ma-
mento. 1\li espíritu se elevó a esos mundos i quedó
ante ellos perdida a mis ojos la tierra, -era demasia-
do pequeña para percibirla entre ellos, era su luz
opaca i su dimencion atómica.
·Al descender otra vez mi pensamiento, me decía :
¿ Por 'entura es este globo miserable el predilecto
del Creador, i la raquítica humana criatura la for-
macion mas p~rfccta de Jos séres? ¿ Imajinarlo así ,
no es demcncm, necio orfTuiJo irrno,·aucia, o todo
f.} ' lJ
esto a la '"ez? Hai más todavía, ¿necesita el hom-
!
bre para manten;r· ~uidar al gusan~llo de seda ,
arrastrarse como el, umtando su forma 1 sus costum-
bres, en sacriGcio del amoz· al inc;eclo? El símil cou

©Biblioteca Nacional de Colombia


IIR
r·clncion a Dios i el hombre es un gran absurdo 1 ¿Se
necesita, pensaba yo, engañar a los pueblos con fábu-
las i cuentos inventados para fundar una rc1ijion ?
¿ Po1· qué las jeneraciones pasadas i aun gran pat·te de
los pueblos que componen la presente hau ct·eido en
los hechos imposibles, es decir, en el quebrantamien-
to de las leves inmutables i etemas de la naturaleza?
Yo meditaua eu que hui una relacion íntima, ne-
cesaria i evidente entre todo Jo que existe en el Uni-
Yerso. Todos los séres de la creacion fo1·man una
cadena infinita de anillos o eslabones trabados, me-
diata o inmediatamente unidos o enlazados, consti-
tuyendo así la admirable armonía fJUe, sonrie, que
brilla, que suzurra i cantn en todos los idiomas, con
distintos acentos i variados tonos, en todos los luga-
res de la tietTa, en los abismos del océano, en la
ardiente línea equinocial, como en los hielos polares;
en la diminuta concha del grano de arena que forma
el palacio de séres vivientes, imperceptiiJies a nues-
tros ojos desprovistos de instrumentos ópticos, como
en todos los mundos luminosos que envían sus ra-
yos de luz a nuestras pupilas , i para los de mas allá
de to<.lo alcance de poderosos telescopios ; armonía
que en todos los instantes del tiempo entona el him-
no de renovacion sempiterna de Lodos los séres, de
todos los satélites, de todos Ios planetas, de todos los
soles i de todos los sistemas siderales, en el espacio
inconmensurable del UniYerso ; himno que se tra-
duce en Lod:>s las lenguas entre todos los séres por la
palabra amor; palabra que encierra, que conti<me i
conserva la historia de los siglos; siendo al mismo
tiempo el mas elocuente compendio de la obt·a de los
nobles sentimientos, del alma que forman la base de
la moral, ¡ A)lQR! es decir: FÉ, EsPERA:\ZA i C.\-
RIDAD ! El amor ! la esprcsion de la armonía en for·
ma, en exlension, en fuerza, en vida; i mas aun,
en espíritu, porque el amor es cualidad inherente al
espírilu, i al mismo tiempo es la esencia o la fuerza en

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- ~19-
relacion con toda existencia en espacio i en tiempo.
Habían pasado las horas sin apercibirme de ello,
me hallaba enajenado en esa meditacion cuando sen-
tí una fuerte conmocion causada por el trueno de la
tempestad que se desataba sobre mi cabeza, eclipsan-
do la luz de las antorchas de los cielos. Regresé a
mi hogat·, concibiendo que las leyes de la creacíon
conspir~n a la solaridad de las criaturas. Esta es mi
conncc10n.
- 1\Iui bien ;
¿ Comprcnde is que el átomo es un sol de nues-
tro globo, como el s.ol es un útomo del Universo?
Sustancia i fuerza o mtelijencia, matet·ia i espíritu o
si quereis dadles otros nombres; étet·, cosmos, im-
pulso, movimiento & . ~.Qué importa esto? Lásteos
saber quz Dios, el lnünilo Creadot', ha llenado el es·
pacio, llenado ... no es la palabra, porque el espacio no
tiene _límites, colmado de sét·es que están en relacion
con El, porque participan de su misma sustancia i
cualidad intelijente ; estando mas cerca de su natura-
leza los que han avanzado mas en perfecciou moraL
Os habeis admirado al ver los fonomenos que os
he presentado como obra del magnetismo . ¿ Sabeis
lo que signiGca esta palabra?
- l\le habeis dicho que el desarrollo de un flui-
do ....... .
- Así os Jo d1je, haciendo uso del lenguaje
vulgar, sinemLargo , todo en el mundo se reduce a
sustancia e inteliJencia, la una es cualidad de la
otra, i todos los fenómenos del Universo, no son
otra cosa que manifestaciones distintas de ese orí-
jen: luz, movimiento . calor o fuego, electricidad ,
vida, gra"\'itacion & . son faces diversas de una sola
sustanciJ. e intelijencia, oLt·a del Suprem? SER.
La5 diferentes formas o flgm·as de la matena, son
pt'oducto de las evoluciones de esos principios, sien-
do de adverúr que en todo ~as~,. 1~ intelectuali dad
o esencia, es inmortal como mdmstble.

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- 120 -
¿ Aceptais m1 docti'Ína? ¿ Debo contaros entre
los mios?
Cada vez me admiraba mas al oir a ese hombre es-
traordinario ; yo sentía la influencia que ejercía en mi
espíritu; iba a respondede. pero se anticipó a decirme:
- En verdad os he causado una sorpresa. yo
puedo penetrar en vuestro pensamiento, quiero da-
ros tiempo i Jibe¡·tad para que penseis, mas tarde me
dareis la conteslacion : se acerca el dia i es preciso
que os va~·ais a descansat'.
Al acabar de decir esto, me despidió i me pu-
sieron la venda me acompaiiaron hasta mi casa : yo
i!Ja contemplando en cada uno de los prodijios que
había presenciado i mis couduclores guardaban silen-
cio ; al llegar al porlon se despidieron, dejando en mi
mano una tarjeta, la cual tenia las do5 iniciales R. R.

CAPITULO ,19.

LA CARTERA.

Entretanto, los dias me pa1·ecian siglos, espe-


ramlo la fecha en que debia traducir el contenido de
la cartera de Ricard o, es decir el 24 de febrero de
-1851. Estábamos a 21 del mismo mes: la cartera la
mantenía yo en mi bolsil:o para mayor seguridad; ba-
bia sacado en limpio la clave i constantement e la leía
i estudiaba para recomendar a la memoria los signos
de ella, pues era tal la ansiedad que tenia por la tra-
duccion, que me figuraba que podía perdérseme el
papel en que estaba esctila. A prendí en efecto la clave
de memoria i mmpí el papel que la contenía para evi.
Lar que por algun accidente cayera en manos de otro .
.1.\Iuchas veces tuve intento de empezar a traducir
ántes de que espirara el plazo, dándome a mi rui~rno
por escusa, que algun aconteciwiento me podría im-
pedir despues la lectura de la carla misteriosa. Pero
ese sentimiento de probidad que la naturaleza inspi~·a

©Biblioteca Nacional de Colombia


-117-
al f10rnbre, se desper·taba en mi mente i renunciaba a la
tentacion, contentándome con tocar por encima el tesoro
que encerraba mi bolsillo, como para cerciorarme que lo
poseía. Tres dias faltaban para cumplir el término de los
veinte qne debía esperar· i. estaba repasando en la memoria
los signos de la clave a l:::s siete de la mañ::ma, cuando
entrm·on repentinamente a la pie1.a en que me hallaba, cua-
tro hombr·es enmascm·ados, con sombr·eros gachos, ruanas
largas de bayeton i alpargatas; i sin darme tiempo para
nada, me aprisionaron i despues de amarrarme con una
soga, me sacaron al corredor i me afat·on a una columna
con las manos atras: amenazándome dUI'ante todo esto,
con puñales tan limpios, que sus reflejos me par·ecian los
relámpagos del rayo. El único recurso para mí habria sido
el de gritar a las criadas, pero se me babia intimado que
guardara silencio, so pena de ser acribillado a puñaladas:
al cabo me dijo uno de ellos con voz finjida:
-Díspense U. la cortesía; tenemos necesidad de re-
jistrar la casa; es indispensable poner en seguridad todos
los intereses; tenemos un sitio para depo.sitar todos los
efectos que consistan en or·o, piedras prePiosas i plata,
junto con el dine1·o que hallemos en poder de hombres
como U; i como em natural que buenamente i sin estos
requisitos U. no se habría prestado a entregarnos lo que
posee, hemos l'esuelto hacer lo que está viendo. ..:'in em-
bat·go; puede U. contar con que lo que llevemos de su casa,
no corr·erá el riesgo que co1Ten hoi las riquezas que en-
cierran los cofres de los capitalistas: e. vé que la ciudad
está plagada de ladt·ones, i que los ciudadanos están es-
puestos, por tener riquezas, a perder la vida.
Dijo esto, dió órden a uno de ellos para que se que-
dara parado haciendo el oficio de centinela de Yista a mi
lado, i que me pas:~ra el corazon con su puñal si movia
los lábios para llamar, en tanto que entmba con los otros
a las piezas interiores. .
Luego que se halló el centinela, solo conmigo, se me
acercó i metiendo las manos en mis bol illos, sacó de ellos
mi reló ¡ una b.1lsa con algunas monedas: creí que no pa-

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-118 -
saria adelante su osadía, pero me engañaba; me despojó
de la corbata que tenia en mi cuello i despues descubrió
mi bolsillo interior i echó mano a mi tesoro, a la cartera
de Ricardo. Hasta entónces yo babia guardado silencio,
pero al tiemp" de sacar la cartera esclamé; ¡ pasadme el
corazon, pero .... ! No acabé la frase, pues se me ocurrió
de pronto que esto podía llamarle la atencion a la cartera
i yo hallaría mas. dificultad para recuperarla. En efectoJ
mí esclamacion i movimiento, le despertaron la curiosidad
i avivaron su ambician, pues abrió la cartc1·a con ostensi-
ble inter·es: examinó todos sus secretos i no hallando sino
lo escrito en sus pé\jinas con siQnos arbitmrios, me pidió
la clave. Yo le contesté que el contenido de esa cartera
debía serie insignificante, puesto que eran asuntos amo-
rosos los que ella encerraba, locuras de la juventud, que
había conservado así como un recuet·do de mis pr·imeros
años. Entónces la cerró i pensando yo que me la iba a de-
volver, ví con pe~ar que la guardó en su bolsillo. j Por
Dios, mi cartera! dije con voz fuerte. Al momento salie-
ron los otros i por la prontitud eon que acudieron, salió
uno de ellos sin la careta, inadver·tidamente; i aunque
r-ayó en cuenta de su des('uido i retroctldió, ya era tarde;
yo lo babia reconocido, e imprudentemente esclamé: a.Es
inútil retroceder, te he reconocido. ll Entónces volvieron
todos atras, como hel'idos por un rayo; entra¡·on a la sala
i empezaron a conferenciar, hablando bajo, sobre lo que
debian hacer·. Yo alcancé a oír que se juzgaban perdidos,
i trataban de resolver si debían asesinarme para salvarse,
uno de ellos dijo: «es para un caso de estos que sirve el
valor i fuerzas i no bai otro remedio, a la ohra. D En el
momento salieron i con los puñales preparados, se me diri-
jieron. Juzgué llegada mi última hora i no me quedó mas
recurso que jurar por Dios í por mí honor no denunciar-
Jos i ademas ofrecedes mil i quinientos pesos que poseía
escondidos en un secreto donde no podían haber penetrad~.
Detuvieron el golpe oyendo mis ofertas i ,·ariaron de de-
!ermina<:ion, lo que me dió lugar para reflexionar algo mas
1 les dije: es mi voluntad hac~rle donacion de todo, i que-

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-119-
aré contento si sé me devuelve la cartera; esta para nada
puede servit·les i para mí es un objt:to de aprecio por los
pecuerdos que contiene.
Mis razones, juramentos i ofertas los vencieron, por-
que despues de otra conferencia secreta, me dijo uno de
ellos:
-Convenimos; pero es indispensable que renueve
U. el juramento de no hablar a nadie sobre esto. Si violare
U. las promesas nos responderá con la vida.
-Repetí el juramento i les indiqué en donde estaban
los 1,500 pesos en onzas de oro. Entraron, las tomaron
i volvieron a salir entregándome al despedir·se, la cartera.
la cual pusieron en uno de mis bolsillos.
Me dejaron atado a la columna: despues de algunosminu- •
tos empecé a gritar a las criadas i apénas alcanzaba a oír que
me contestaban diciendo: estamos cncenadas. Yo no podia
soltar mis ligaduras i tuve que permanecer así,como algo mas
de una hora a CU)' O tiempo se presentaron los dos emboza-
dos; los que manifestaron sorpresa i sentimiento al verme
atado a la columna. En el momento soltaron las ligaduras
i me pidieron informes sobre el hecho: yo les dije, que
me habian amarrado así unos hombres que juzgaba locos.
Aunque se me exijieron detalles, yo evadía las preguntas
que me hacian con tal objeto. Despues de eso me dijeron
que estaban comisionados por el Superior para exijirme por
escrito la contestacion que le debía; añadiendo, que él juz-
gaba suficiente el tiempo que babia pasado, para que hu-
hiera meditado con detencion el asunto. A la verdad yo
Jo babia meditado, pero no me babia decidido en ningun
sentido, estaba vacilante: para salit· del apuro por el mo-
mento, les dije:
-Tened la bondad de manifestarle al Superior, que
tengo necesidad de hablar con él para decidirme: que deseo
saber si m~ p~ede conceder esta gracia. .
-Mw b1en, me contestó uno de ellos. bten pronto
sabrá su determinacion.
Se despidieron i noté entónces que la barba de uno
de ellos era postiza i aun me pareció que había diferencia

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-12Ü-'
entt·e la fisonomía de estos i la de los que me condujeron
ante el adivino; sin embargo, atr·ibuí la diferenda a la luz,
pues no los había visto de dia.
Lo primero que hice luego que salieron, fué ir a sat;ar
a las criadas del encierro en que estaban: una de ellas
babia empezado a romper con un cuchillo la tapia, con el
fin <.le hacer un agujet'O para salil'. Ambas estaban llm·o-
sas, aunque no habían sufrido sino el encierro i las ame-
nazas de set· asesinadas si llamaban a alguno. Despues
pasé a saber lo que me haLian l'Obado i no hallé fincas, ni
dinero. Esta nuera desgracia me :1fectaba mas porque
entre lo que poseía en fincas i numet·ario,estaba im·luida la
cote de Rosina, pues a pesar Je creer que esta se bailaba
. cercana a la tumba, segun la carla que había recibido de
ella 23 días ántes, yo uo perdía la esperanza de que viYiria-
- i que podt'ia salvarla. Confiaba en que recabaría la gracia
del adi~·ino i que me diria en donde estaba, dándome los
medios de rescatarla. El robo ya era un hecho consumado
i sin remedio~ pues aunque yo· conoóa a uno de los h:dr·o-
nes, el cual no e1·a un hombt·e mui vulgar, yo estaba lig~do ·
por el jm·amento, a gua!'dar silencio.
Empezé a meclitar sobre la resoluC'ion que debía to-
mar para respotJder al aui,·ino i no sabia qué hacer: por
una parte estaba en mis interese5 cong1'aciarme con ese
hombre estraordin~io para conseguit· que me hiciera sabe-
dor por medio de su ciencia: 1. o el oi'Íjen de la obstinada
persecucion que me habían jurado enemigos encubiertos:
2. o quiénes eran estos: 5. o cual era la suerte de Rosina i
como podria hacerme a ella: 4." cual seria mi suerle futura
i 0. o que me alzara el velo de los misteriosos acontecimien-
tos de mi vida. Por otra parte la idea de conspirar con-
tra el Gobierno de mi patl'ia, eslaba en pugna con mis
convicciones: porque (reflexionaba JO) si es ver·dad que la
lejislacion vijente es un dos, el Gobierno un pi'Oblcma i
bs garantías una quimera, ¿la conspiracion a mano ar·mada
será el único remedio que deba emplearse pa1•a mejorar la.
situacion? i aun suponiendo indispensable el movimiento
in<;nrrPrcional, ¿, qnién garantizn qne el jefe ele la con. pi1·a-

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~121-
t~iün no ejerza la tiranía despues del triunfo? ¿Alguna ver
~s bienes que se obtienen en un violento cambio político,
mdemnizan siquiera en una décima parte los males que
los pueblos han sufrido durante la conmocion? ¿En los
paises en que el pueblo delibera i decide las cuestiones de
gobiemo, puede tenel' escusa razonable el conspirador·?
Donde la tribuna i la imprenta ofr·ecen a la intelijencia el
triunfo de los peincipios sobre las preocupaciones i el do-
minio del de1·edw sobre el abuso, ¿no es un crímen im-
perdonable emplear la fue¡·za, la violencia para plantear un
mejor óeden de cosas?
Tales eran. las reflexiones que hacin i no eneontraba
solucion que da e a la dificultad en que me hallaba para con-
testar Jecisi vamen te al adi vi no: miéutJ·as mas pensaba, ménos
decidido parecía i la decision e1·a :rjente. El adivino mos-
traba interes en compromete···ue pa1•a la conspiracion; in-
teres que probablemente estaría basado en la influencia que
yo ejercía en una gran parte de la clase obrera de la ciu-
dad, pues acaso juzgaría que (·omplicárulome en el plan,
conta1·ia con mis adictos.
En el mismo tiempo los partidos poiíticos se hallaban
exaltados, los J.ibeJ'ales concurrían a las sesiones de la
Sociedad Democ:ratica i los conservadores a la Sociedad
Popular~ en ámbas soc:iedades se discutían sus prim:ipios
políticos, per·o las mas 'ieces desacreilitando en los discur-
sos los de la escuela contraria, i casi siempre injuriando a
los sectarios antagonistas. Los jefes o dil'ectores de la So-
ciedad Popubr, empezaron entónces a reunirse privada-
mente para escojitar los medios de que debían vale1·se para
ob~ener un cambio en las instituciones políticas i el consi-
gUiente reemplazo de los mandatarios públicos. Se hablaba
en los corrillos de una próxima revolncion, tt·amada por
los conservadores i se aseguraba que el plan estaba <;Oro-
binado, aunque la fecha en que debía estallar no estaba
dete¡·minada. Desde luego yo no podía cre~r que esa
revolucion premeditada, fuera la misma que mtentaba el
adivino, puesto que en los planes de este eran desechados
los principios de una i otra de la:-; es!'uelas qur sp dispu-

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-122-
taban la supremacía, segun se me habra esplícado: a no ser
que para comprometerme, hubiera tratado de fascinarm~r
con esos razonamientos plausibles.
· A pesar del embaraw en que me hallaba para con-
testar decisivamente al adivino, deseaba con ansiedad la
noche, espe1·ando la "uelta de los embozados para que me-
llevaran segunda vez certa de su señor. 1 adviértase que-
si en realidad dos embozados eran los que me habían cau-
sado inmensos males, i que sin embargo de esto deseaba la
vuelta de dos embozados, era porque yo juzgaba que estos.
no eran Jos mismos que Ricardo vió en los portales .. ni los
que me habían perFeguido constantemente.
Llegó la noche í esperé en Yano hasta las doce, i del
mismo modo las dos siguientes; pe1·dí, pues, la esperanza
de ver otra ''ez al adivino i aun llegué a juzgar que n(}
habiéndome decidido sohre si tomaba o no parte en la cons-
piracion, ese hombre, que quiLá penetraba mi pensamien-
to, no había insistido en mandar sus comisionados.
Era el 24 de febrero el Jia deseado pm·a imponerme del
contenido de la cartera; así lo primero que hice inmediata-
mente que me levanté, fué tomarla i abrirla, hallé entre-
ella, la tarjeta que los dos embozados dejaron en mi mano
la noche que me acompañaron hasta el porton de mi casa.
No pude recordar si yo mismo había puesto esa tarjeta
allí, pero sea lo que fuese de esto, me llamó la atencion~
pues advertí una coincidencia bien rara; la tarjeta como
hemos visto, no contenía mas que dos RR. i debía admi-·
rarme de hallar en ella las iniciales de los nombres de las
personas que mas me interesaban i dentro de la cartera
que debia tt-atar de ellas. Podía ser una casualidad, pero
me indinaba a creer que en esto podía tener parte el.adi-
vino: poco despues meditando sobre el modo como vino a
la cartera esa. tarieta, recordé que cuando el enmascara<b
la sacó de mi bolsíllo i la abrió en mi presencia, no ví que'
estuviera en ella la tarjeta. Empezé a traducir, j las dos
primeras palabras eran:
•Rícardo i Ro 'na.•

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-125--
¿No debia preocuparme mucho mas la coincidencia al
traducir estos dos nombres? Tomé nuevamente la tarjeta
para examinar si tenia algun secteto, o en sus dibujos al-
gunos signos de escritura. i estando en esto se aparecieron
los dos embozados diciéndome:
-El Superior entiende que TT. no está detidido i nos
ha comisionado par3 que pongamos en manos de U. este
pliego, exijieot.lo que se imponga inmeniatamente de su
contenido, para que pueda resolver· definitivamente la difi-
cultad en que se halla .. Está preparado el Superior para
recibir a U. a la noche, 1 tendrémos la satisfaccion de vol~
ver a conducir a U. a su presencia.
~le entregaron el pliego i se despidieron: en el acto
lo abrí i hallé un cuaderno de 500 pájinas que empeza-
ban así:
«Demando atencion no interrumpida.»
Juzgué que las horas del dia no serian h::~stantes para
imponerme del todo, i atmquetenia un interes vivísimo en
traducir el contf'nido de la cartera, puse esta a un lado i
empezé la ledura del cuaderno, pues debiendo preseutar-
me esa noche al adivino, debia estar impuesto en aquel, i
con tanto interes, cuanto era el que se me babia manifes-
tado por los comisionados para que me impusiera inme-
diatamente.
El r~ontenido era el que sigue:

dli programa. n

Contrataré un empréstito por seis u ocho millones de


pesos para atender a los gastos públicos que juzgo indis-
pensables.
Arreglaré definitivamente la amortizacion de la deuda
que pesa sobre el Gobierno, i recabaré todas las ventajas
posibles en. favor del crédito público. Promoveré la educa-
cion de la JUVentud j la instrnccion de las masas populares,
conciliando siempre los intereses públicos con los intereses
ixldividuales en la direccion i enseñanza en los estableci-
mientos de este ramo. Haré formal' un instituto cientí~

©Biblioteca Nacional de Colombia


-12'4-
e industrial, en ta capital de la Nacion, con ramifieaciones
en las demas provincias. E tableceré en cada capital de
provineia una casa de artes i oficios, con las rentas i ensé-
res necesarios para la enseñanza. Enriquecerán la biblio-·
teca i museo nacionales obr·as escoji<.las i objetos raros que
costearé de mis fonJos. Haré premiar con oro i títulos de
honor a los aulotes de olwas físicas o intelectuales que
manifiesten la lucidez del jenio i de la intelijencia. El mé-
rito sed pr·emiado en todo sentido.
Fat.:ilitaré la navegacion en toJos los rios que la per·-
mitan, allanan<.lo los ob~táculos que la impiden, se abrir·áu ·
Caminos carl'eleros pot• el método de Mac-AJams, de Bogotá
al Pacífico, al Táchira i al :1Ieta: de Sanjil al Opon: de
Vélez al Carar·e: Je C::!li a Popayan: un poco mns tarde haré
construir· fetTJcaniles en las mi~::mas direcciones.
Escojeré i pagar·é bien los mejores profesores de cien-
cias nalul'ales para mandar comisiones a esplorar· la cordi-:
llel'a centt·at de los Andes, las márjencs del Mar·añon, la
parte oriental de los llanos de Casanar·e i las costas de uno
i otro mar, con el objeto de que formen i presenten al
Gobie1·no colecciones de muestr·as de todos los pt·oductos
naturales para poder oft·ecet' a todas los naeiones los pro-
ductos de nuestro suelo en cambio de sus 1·iquezas~ remi-
tiendo parte de esas muestras a todas partes ',"ra avivar en
el estranjer·o el deseo de adquirir, i llamar asi h. inmigra-
cion que debe dar un gr::1 1 valor a nuestro ten·i orio.
Garantizaré el derecho de propiedad, como fuente de
riqueza i de pt·ogreso.
Daré completa libertad al <;Omercio.
Ante las autoridades gozaran todos la igualdad para
reclamar i hacer efectivos sus derechos.
Los gastos públicos se harán de los fondos creados
pot• las contribuciones que se impongan sobre las rentas de
los particulares; a cuyo efecto se formará uu catastro, i
todo ciudadano será contribuyente sin escepcion i propor-
cionalmente.
. Haré publicar i distribuir a todos los pueblos un dia-
r•o qne difunda los <·onocimiento útiles a la inchr tr·ia on
todos . us ramo:.

©Biblioteca Nacional de Colombia


- ~25 -
Habiendo sido el hombre dotado de facultades
intelectuales para discernir, libremeute, sobre lo bue-
no i lo malo , sobre el placer i el dolot·, sobre la vit·-
tud i el vicio, deben los gobiernos garantizar i hacer
efectiva una de las libertades mas preciosas , a saber:
la de emitir o espresar el pensamiento en cualquier
forma, sin restriccion al~u~a. Yo propenderé por el
fomento de los estableé~mtentos típográflcos , labor
indispensable para derrtoar los ídolos que la igno-
rancia adora en los altares levantados por las preo-
cupaciones.
Siendo natural al hombre el reconocimiento de
la existencia de un Se1· Creador del Universo, i la con-
ciencia individual libre en esencia para adorar al Su-
premo Hacedor en el modo i forma que juzgue debe
rendit· su homenaje, ningun gobierno debe intervenir
en el campo de las creencias relijiosas, debiendo man·
tenerse neutral en toda cuestion Leolójica ; a no ser
!lUe tenga por objeto agredit· los derehos legales de
los asociados, sobre los que debe velar constantemen-
te el mandatario, a fin de mantenerlos ilesos.
El gobierno mas justo i racional para la raza hu-
mana, es el republicano, porque entraña los princi-
}>ios qúe hacen efectiva esa trinidad armónica de la
libertad, la igualdad i la fraternidad, en la vida
del socialismo. Iguales derechos ; comunes aspira•
ciones para todos : los méritos contraídos por la vir-
tud, deben formar el capital, la acreencia para obtener
los destinos públicos, en comision i por tiempo limi-
tado. Esta Jimitacion conviene para que haya alter-
nabilidad de comisionados i difusion de honores en
recompensa del buen comportamiento.
Estos eran los artículos primordiales del sistema
que pretendía adoptar el adivino ; despues d.e ~t~o~
secundarios, segum la esplanacion de los prmc1p1os
que apoyaban su programa i los razonamientos justi-
ficativos de su sistema de gobierno : i el todo, como
he dicho, ocupaba quinientas pájínas . Acabé de leer

©Biblioteca Nacional de Colombia


- 12G --
a las nue\·e i media de la noche ; tomé una taza de
café i yolví a tomar la carter a para seg·uit· la t.raduc~
cion: el prime r capítulo que traduj e i escribí al mis-
mo tiemp o, era el siguie nte:
" Yo era muí joven cuand o el Luen C~rlos Fer-
nánde z colgó a mi cuello un relicar io , recom endán -
dome que lo conse rvara como un objeto que ence-
rraba un misterioso tesoro de amm· patern o. La rc-
comen dacion era sagrad a, i cumpl í relijio snmen te:
todos los dias ni levant arme del lecho en que pasab a
la noche , lo prime ro que hacia , era tomar lo en mis
manos i contem plarlo , en tanto que rezaba las oracio -
nes que me habian enseñ ado en la niñez mis desgra -
ciados padre s Cirio s i .lenoveva. El 4 de novie mbre
último , día memo rable para mf, por ser el del santo
de mi padre , contem plaba el relicar io con todo el
intere s que inspit·a el amor filial a la vista de un ob-
jeto que trae a la memo ria al autor de nuestr a exis-
tencia, i repara ndo con suma atenci on la pintur a, no-
té en medio de esta, en uno de sus lados, un letrer o
en caract éres tao peque ños, que eran casi imper cep-
tibles : me Hjé cuanto fué posible i pude descu brir es-
tas palabr as : " Secre to de ta naúm ienlo. " En el
mome nto i con el mas vivo intere s traté de penet rar
dentro del relica rio. Hasta entónc es no babia creido ,
ni sospe chado , que en este hubie ra mas que un objeto
digno de apreci o por una parte i de culto relijioso
por otra, puesto qu e conten ía en minia tura en el am·
verso el de una mujer bellísima con un hermo so niño
en sus brazos , la que yo reputa ba como la imájen de la
Virjen de Belen , i en el revers o un homb re de fiso~
nomía agrad able, sentad o con una niña mui pequeña
sobre sus rodilla s a quien yo tomab a por San Joa-
qu;n. Yolvi el relica rio por todos sus lados, tratan do
de ver si podía abl'irse, pe1·o no hallé la meno r seiía~
de que fuera de piezas : el ÓYalo estaba enterizo 1
compl etame nte cerrad o. Aband oné mis preten ciones
i volYí a poner a mi cuello el relicario dando un
suspiro. ·~

©Biblioteca Nacional de Colombia


, -127-
•produjo en mi alma ese escrito¡ i ménos que valúe U. las
«sensaciones de placer i de pena que afectaban mi espíritu
«al reconocer en esas pinturas del relicario los retratos de
«mis verdaderos padres i el de mi hermana idolatrada, la
a bella Clodomira. ¡Quisiera tener tres minutos de libertad
«para mostt·ar a U: esta finca de valor supremo! Para
«evitar el .despojo de ella aun despues de mi muc1'te, he
(\cubierto lo principal con una tela oscura i on.linaria: quiero
«llevar, aun en mi sepulcro, ese relicario misterioso; a no
«ser que viva mi hern~ana, porque entónces seria U. tan
cjeneroso, que buscarm la tumba del mendi.,.o Ricardo i
e penetrando en ella tomaría el toso m para coiocarle en el
"pecho ae su hermana.\)
Tba en esta parte de la tt·aduccion, cuando entraron
!os dos embozados diciéndome:
-Es la hora; venimos a conducir a U.; el Superior
desea que lleve U. a un niño para que vea U. algunas es-
periencias que pretende hacet' con el fluido magnético.
Cel'ré la caitera, me preparé i segui con ellos. Al pié
do la estátua de Bolívar, ~e repitió la misma operaciou de
vendarme i continuamos la marcha. Llegamos, i se repitie-
ron tambien las mismas ceremonias que lmbo en la primera
noche que penetré en el aposento del sabio. Luego que me
quitaron la venda i pasado el saludo, me dijo el adivino:
-Veo que no habeis traído el compañero que os in-
dicaron mis set'vidores, segun mis ordenes.
-No me era fácil, le contesté, pues no tenia niño a
mi disposi<.:ion para satisfacer la exijencia p0r una parte i
la <'uriosidad por otra.
-No importa mucho eso, aunque deseaba que pre-
senciárais i oyét·ais a un niño cualquiera hablando el ingles,
el frances, el italiano, el latín o algun otro idioma: i esto
solamente con la influencia de mi voluntad con el inter·me-
dio del fluido magnético. Pero no importa, repito, haré
<>tl'a espet·iencia, que si en Yerdad os ha de sorpl'ender mas,
no por eso necesito hacer mayor e fuerzo: acaso os pare-
cerá admirable; mas no tiene otro mét·ito que la repeticion
de un hecho mui antiguo, consignado en algun libro i que

©Biblioteca Nacional de Colombia


-128-
se ha tenido como una fábula por hombres que se preciau
de instruidos en las 1;iencias físicas e intelectuales. Esperad.
Al decir esto, se par·ó i acercándose a la puet'ta dijo
en voz alta: ¡ o:Tamer·lan»! i volvió a ocupar su asiento.
Antes de un minuto de haber llamado, entró un gran
perr·o de TerTauo,-a. Yo me atemoricé al verlo entrat· de
prisa, pero me tranquilicé algun tanto luego que ví que
pasó sin manifestar cslrañeza por mi pr·csencia. Se llegó
cerca Jel sabio, meneando su her·mosa cola í se sentó aten-
to, como esperando alguna órden. Entónces el adivipo le
pasó la mano algunas reces sobre la cabeza, teniendo fija
su mil'ada a los ojos del pcn·o. Pasados como diez minutos
en e:a operacion, me dijo:
. - ¿Ct·eis en esa tl'adicion singutw que se nos refier·c
sobre que en los antiguos tíempos hablaban los animales'!
-He leido uue la burt·a Jc Balaan h:..bló, i tambicu
que un venauo dij~: ¡Santo! ¡Santo! ¿porqué me per-
sigues?
¡ 1 eso os parece cierto?
Pal'eee imJ,osihle, pe1·o siendo un milagro ......... .
-¿ JmposiLle'? Oh! la falta de ciencia o la ciencia a
medias dá lugar· a la iucreduliuad. Tened b~en p1'esente este
aforismo.
Dijo esto i dir'ijiéndose nuevamente al pcl'I'O le mandó
que fuer·a al gabinete de estudio i le' tt·ajera el primet' tomo
de la obra titulada: o:OLset·vaciones asti'Onómicas.:D El perro
salió en el momento i en medio minuto volvió travendo en
los dientes un rolúmen en 8. 0 mayot'. Eladirino"Iorecibió
i poniéndolo sobre la mesa abier'to: fijó sus ojos en una de
sus pájinas i en seguida dijo al perro:
-Podrás responderme a lo que te pregunte?
El per·ro hizo tma inclinacion de cabeza, como con-
testando a:sí, afirmativamente. Conocí que ese animal es-
taba bien adoctrinado, i ya me figUl'aba que a cada pre-
gu'nta inclinaría al suelo la cabeza o la meuearia a los, lados
par·a coutestat· sí D no, segun la :;eñal o tono en que le
haLlat·a el auirino. Esto me hizo ÍOJ'Dl<H' una ide poco fa-
vorable a ese hombre, pues juzgaba que iba <-~ hacer usu

©Biblioteca Nacional de Colombia


-129-
de una vulgariJad para fascinarme, o mas bien para tr·atar
de convencerme que los animales entienden lo que se
les habla, i sacar uespues por consecuencia, que de en-
tender a hablar, la diferencia es nimia. Yo conocia dema-
siado hasta donde puede. un perro manifestar su intelijen-
cia: yo mismo babia temdo. uno de la raza de esos perros
españoles que llaman perdrgueros; animal mui bien fQI'-
mado: era blanco, salpicado de azul: la cabeza negra con una
lista blan.ea en medio, _los ojos n~gros i grandes como los
de una crerva, l~s oreps largas 1 sueltas, i el anca negra.
Este pm·ro canoera perfectamente las cosas de mi uso i ra-
rísima vez se equiv.ocaba, c.uando le mandaba traer un paño,
un sombrero, un libro, m1 calzado, etc. Conotia las piezas
de babitacion de mi casa, por sus nombres; i al mandarle
que fuera a la cocina a tl'aet' candela, a la despensa a traer
uu cuchillo, o al dormitorio a traer una almohada, nunca
tomaba otra direccion que aquella que la voz le indi~ba i
en el momento vol vi a con el objeto pedido. Entendía todas
las voces de direcciou, tales como, arriba, abajo, al frente,
allí, aquí, encima, debajo, atras, adelante, ahí. Eu una
palalJI'a. ese peno el mas intelijente de los animales que he
conocido, era mas activo, entendido i servicial que mu-
('hos de los criados que he tenido. Alguna jente del ¡me-
blo llegó a pensar que hacia todo eso i mucho mas que no
refi~ro, por alguna influencia del Diablo: i pet·sonas del
vulgo hubo que dijeran, que era mi familiar, es decir: un
espíritu diabólico que me pi'Otejia en fignra de perro.
Pues bien, dcspues de saber, como he dicho, hasta
dow!e pueuen enteodet' i ohrar los pcr·ros, ¿,debería apre-
ciat' en algo lo que juzgaba que el adivino iba a obrar con
el peno'! El alto grado de inlelijencia i sabidmía a que yo
había elevado en mi imajinacion al adivino, bajó repeoti-
uamente al Yet' la simpleza de mandarle traer un libi'O a
un perro i hacede mover la tabcza, c(lmo prueba tle ese
potiel' magnético i Je esa influencia 1lc que blasonaba. Pero
j ah! cmínlijero es el pensamiento ! Yo st&ia una solemne
Cf!ui\'ocacíon: porque despu~s ~e l'?bel' contestado el perl'o
3fmnati,amente I'Oll una mchnac.:wn de ('abeza, le dijo el
divino: D.
©Biblioteca Nacional de Colombia
-t50-
- ¿ Cuái es el contenido de la pájina que arabo de
leer?-
1 contestó el perro:
-Las últimas observaciones astronómicas respecto
de la luna, cuerpo opaco, semejante a la tierra, que tiene
mares i montañas habitados por ser·es animados.
l\Ie quedé confunclido i sentí cierta especie de terror
al oír hablar ese animal, con tanta claridad i con tal énfasis
como pudie~a haber hablado alguno de nuestros mas afa-
mados astronomos.
Si yo hubiera sido educado en algun convento, habría
creído que era el diablo en figura de perro el que contes-
taba al adivino, i sin embargo no hallaba esplicacion que
dar a tal prodijio. 1 no se crea que es obra de ]a fantasía
lo que refiero, adelante se convencerá el lector de la cer-
teza de los hechos relacionados aquí; reales i verdaderos
por mas inaeibles que parezcan.
Despues de esa contestacion~ se entabló un diálogo
entre el adi\·ino i el perro.
Yo me babia quedado como una estátua oyendo, i
sentía un malestar inJefinible i probablemente semejante al
sut'aimiento Jel que se c1·ce espantado por los muertos, o
por el Diablo. El adivino seguramente notó mi turbacion
i me dijo:
-He pensado complaceros; babia conocído la aficion
que teneis a lo maravilloso i quise presentaws una prueLa
del progreso de la época. Pasarémos a otra cosa.
Pasó la mano sobre la cabeza del perro en sentido
contratio a las ver.es que lo babia sobado i lo despidió di-
ciéndole: vete a tu cama. El perro meneó la cola, sacudió
las orejas i salió inmediatamente. En seguida me dijo el
adi ·iuo:
HaLlarémos de nuestro asunto: j ~o que haLreis leido
con atencion mi progr ma. en verdad es bien conciso por-
que dit'Z mil p:íjiuas no serian bastantes para t1·atar sobr·e
lo:, puntos que be esplica o en compendio. Ademas el cua-
del·no de mi programa, no podia contener otras dispo itio-
nes ecuudaria que diut.a.ré 1 las cuales son do grande im-

©Biblioteca Nacional de Colombia


-151-
pot·tancia para obtener el fin que es la rejeneracion de la
sociedad. Hasta ahora ninguno de nuestros políticos ha
tratado de formar debidamente gobernantes. Nadie ba pen-
sado en ordenar lójicamente un sistema de estudios que
pueda cont•·ibuir a la fácil difusion de las ciencias i a la
arlquisicion de los frutos del jénio.-Se ha creído que la
libertad de estudios, provechosa, consiste en dejar a elec-
cion i voluntad de los alumnos, el aprendizaje de las artes
o ciencias sin sujecion a los maestros; ni adopcion de sis-
tema alguno de enseña~za. Así hemos visto a hombres que
se precian de j.u~istas 1 no saben leer .c~n propiedad; pro-
fesores de mediCma que no conocen eltdwma patrio, i unos
tantos que se jactan de ilustrados con haber aprendido a
medías un idioma i algunas nociones jenerales de las cien-
cias; hombres que pudieran ser calificados conio índices
vivientes e incompletos. Hombres que con esto i con mé-
nos que esto se lanzan a la sociedad a disputar i decidir
majistralmente en toda cuestion, a todas horas i en todas
pa1·tes, sin respetar la ciencia, ni temer la justa censura
que merecen; siendo su fuerte el charlatanismo i las mas
veces la insolenóa. Forman su caballo de batalla <·on el
uso de ciertas frases que impresionan) deslumbran i hala-
gan al pueblo, titulándose sus defensores; i este que es el
peor de todos los tiranos, los contempla como a sus pro-
tectores, los aplaude con e~tusiasmo i los oye eomo a sus
oráculos, dejando desapercibido el mérito de algunos hom-
bres verdaderamente instruidos.- ¿Podrá haber armonía
donde no bai órdeu? ¿Podrá leer cmTectamente el que no
couoce todos los signos de un idioma? El hombre que se
dedica al estudio de las ciencias, debe en el órden de su
obra, asemejarse al arquitecto que para la construc.cion de
un edificio, empieza por nivela•· el terreno, tirar las líneas,
poner los cimientos, etc, totlo segun las re~las artísticas
hasta su completa construccion. Proceder de otro modo,
sm·ia contr:u·io a un buen resultado: así es que se tendría
por loco o mui necio al hombre que se prop~siera edificar
un I'alacio sobre arena. o que :íntes de cub:tr el ~dilicio,
amoblara las piezas; enl:Jptwra las paredes 1 cubriera d~

©Biblioteca Nacional de Colombia


-152-
nlfombra el pavimento.-Pues bien, si para todas las obras
materiales se hace indispensable el órden sintético, este
es aun mas necesario para el estudio de las ciencias: el
hombre que se entrega a la grande obra de perfeccionar
su intelijencia, debP despues de conocer i apreciar esacta-
rnente los signos del lenguaje i todas sus combinaciones
para espt'esar el pcnsamieuto, incluyendo en esto la dia-
léctica, debe, digo, estudiar su pt'opia naturaleza fí ica i
moralmente, procurando percibir la relacion que hai entre
esas dos maneras de ser; luego conocer el globo que le
sostiene, bajo todos aspectos, en todas sus partes i en todas
sus relaciones; en seguida penetrar todo lo que percibe en
el cielo que lo cubre. Despues de estos estudios, que pro-
piamente hablando no son sino los Preliminares de estudios
mas serios, se puede emprender el de las ciencias sociales
o políticas: teniendo en cuenta que para estas, el de la
historia debe ser el primordial. Porque no puede ser buen
lejislador, ni buen gobernador el que no ha hecho el estu-
dio de las diferentes sociedades, el de una misma en dife-
rentes épocas; su carácter, sus costumbl'es, sus vicios, sus
Yirtudes, sus adelantos o retroceso, sus relijiones, sus go-
biernos i los resultados de estos en los Jiyersos paises i
en las diferentes situacioues Je un mismo pueblo. Trataré,
por tanto, que el órden de e Ludios en las casas de eJuca-
cion pública sea el siguiente: idiomas,-dialéctica,-mate-
máticas,- fisiolojía,-jeolojía,- mineralojía,- botánica, -quí-
mica, -zoolojía, -fisiea,- jeografia, -asti'Onomía, -historia.
Despues de todo esto, los alumnos podrán dediearse a es-
tudio' mas sérios pero siempt'e en órden i pt'ocurando no
dejar pasar sin sal'ei' bien una mate1·ia al estuJio de otr·a;
pues ~;o pretendo formar hombres para el Estado, no Es~
tados pa•·a los hombres ...... : ............ ...... .
Iba el adivino en esta parte cuando entró uno de los
embozados i le habló al oído. En el momento me dijo:
-Ha llegado la hora, ten3o una cita i me veo obli-
gado a ce. ;:;.: e~ta confet·encia, temlrémos otra si lo teneis
a hien; mis serüdores os indicarán el dia i la hora.
En el ado me wndat·ou i salimos; fuí conducido hasta
mi ca~:.L

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-~55

EL 40 DE lltARZO DE 485·1

Esa noche la pasé entre sueño i delirio en las


prime ras horas . Por mi imajinacion pasab an los cua-
dros que prese nta la fá.~ul~ o la histor ia sobre el arte
mñjico de los antigu os C.JlfJCIOs, la ciencia de Josjit anos,
la adivinacion de las sibila s; así como las milag rosas
transf ormac iones de va:~s en serpie ntes, de guija rros
en panes , de cuerp os VIVJentcs en cstútu as de sal, de
oro en ae-ua ; de las espum as de las aauas en la diosa
dd amor i de la belleza. MeJit aba en eso i comp adecí a
a las masas popul ares por su cándi da credu lidad es-
plotad a en benelicio de los emba ucado res, .pues la~ le-
yes de Dios, nunca , jamas puede n ser derog adas
-
por criatu ra algun a, i adem as, que si pudie ra trans
isaria el Unive rso, puest o
gredi rse una sola, se disqu
q~w la armo nía de lo cread o dejarí a de ser.
Es en
vit·tud de cUas que el homb re ha hecho conqu istas
admir ables en el camp o de la natur aleza , espec ial-
medio de la física i· la quími ca, hasta el
mente por
punto de imita r a aquel la en ~lgunas de sus creac io-
nes i en virtud de sus mism as leyes, dando esplic acion
a los hecho s que se tenian como sobre natur ales o fue-
ra del órden jener al. La liquid acion de los metal es i
la
solidificacion de los líquid os han venid o a ser un juego
en ellabo l'a!or io de ]os quími cos, i en cuant o a la voz,
ha servid o de divers ion a los venln locuo s; por otra
parle b mecá nica i la física han suminist~ado los re-
n
curso s neces arios para forma r autóm atas que imita
· los sonido., i articu lacion es de la voz huma na.
Al aman ecer me puse en pié i poco dcspu es tomé
la carter a para conti nuar la tradu ccion í es ]a siguie nte:
• " Ella le dará el culto que merec e i conse rvará
rel;jió snmen te el objeto mas precio so a los ojo~ de un
hijo el retrat o de los autor es de su existe ncia.
' El conte nido del papel qy.e hallé dentr o del re-
licari o es como sigue :

©Biblioteca Nacional de Colombia


- i54
'' Nací en .i)larcella al empezar el año, es decir,
el ~.o de enero de ·1792, el mismo dia i en la misma
casa en que ví la primera luz, se hallaba instalada
una asamblea de republicanos, con el objeto de dis·
cuti1· i adoptar las medidas conducentes a derribar
el trono i el afianzamiento de la libertad en Francia.
l\Ii padre en el acto de mi nacimiento, me tomó en
sus brazos i me presentó a la asamblea diciendo :
A qui lenús el fruto de nu· pri7ner amor, o> lo pre-
sento como una ofrenda ante tos altares de la liber·
tad: e'l segw1·a nuestras lwellas l. así como nosotros,
hollara con sa planta el cetro i lo conmrz de los rt'·
y es. Esto se hallaba consignado en el acta de aquel dia
i aun se conserva copiado en uno de los libros que
fo1·man la coleccion de escritos de los republicanos
franceses. Fuí, pues, educado bajo las inspiraciones de
uno de los hombres mas entusiastas por el gobierno
del pueblo. Tendria yo siete años cuando llegó mi pa-
clJ•e de regreso de Paris, donde se hallaba en ejerci-
cio de sus funciones como miembro del Consejo de los
Quinientos, i entró a la casa ajitado i con un semblante
airado, diciéndole a mi madre : " La tiranía u: Ita
declarado representa da en Bonaparle, ha z'rwadido
con las bayonetas el Santuano de las leyes, ha di-
suelto el Consejo de los Quim'entos, i se le aclama
por el ejercito como el árbitro de los destmos del
pueblo. " Poco tiempo despues fueron condenados
a la pena de deportacion para la Gu~ena, todos los
republicanos exaltados, i siendo mi padre uno de ellos
marchó inmediatameole a París a ponerse de ncuer·
do con sus amigos pohlicos a un de ccncerlar una
coospiracion para salit· delLirano; pero fué descubier-
to, aprehendido i encerrado en una prision donde mu-
r·iti a los cinco meses. Desde entóuces sentí un odio
implacable por Bonaparte i dese3ha ser hombre for-
mauo para combatil' la tiranía, lidiar por la libertad i
vengar a mi pad¡·¡. El año de .f 80-~, a Jos
doce de m1 edad, se declaró .1. apoleon cJO·
1

©Biblioteca Nacional de Colombia


-t55-
perador de los franceses: desde el momento en que tuve la
noticia, me acometió la idea de llevar a cabo el pensa-
miento que desde pequeño me acudió, el de conspiJ·ar con-
tra él, pero me faltaban los recursos i me consideraba pig-
meo delante del coloso que estaba dominando tantos reinos
i que intentaba conquistar el mundo. Aplacé la empresa
pm·a cuando me hallara bajo mejores auspicios i tl'ataba
por entónces de desecl~ar esa idea que atorment:ilba mi
pensamiento. Algun t1empo despues visitaba una viva i
graciosa muchacha de imajinacion ardiente, hija tambien
de un republicano ~xaltado amigo que había sido de mi
padre. Es inútif decir que me enamoré de ella ciegamente,
puesto que me hallaba en la edad en que se desarrolla con
vigor la pasion del amor, i ella me babia inspirado este con
su tierno afecto e indisputable mérito. Me consideraba
feliz bajo este aspecto i no esperaba sino una mejor posi-
cion social para unirme a ella en matrimonio. Un dia la
encontré sentada en un sofá, apoyando su brazo en uno de
los costados i sobre él su cabeza de manera que ocultaba su
faz anjelical: al oirme hablar, noté que se habia sorpren-
dido i h'ató de componerse i disimular el sentimiento que
la afectaba, pues ví que pasó su pañuelo de batista por sus
mejillas i que me miró con una sonrisa tierna i suspirando.
En el instante le dije:
. -Mi adorable Eujenia, qué tienes?
-Un sueño fatal que me hizo llorar; pero estoi
tranquila, te he pensado distante i te veo aquí.
Ninguna otra esplicacion medió, ni yo quise impor-
tunarla para que me informara. Así la sorprendí varias
veces i siempre me daba razones que no me dejaban satis-
fecho. Entre los jóvenes que visitaban la casa, babia uno
que me causaba inquietudes, porque a la verdad gozaba
de una buena i merecida reputacion, entre la nob~eza,
ademas de la perfeccion de sus facciones i de la delicada
i fina espresion de sus modales: era pues un rival temi-
ble. Llegué a sospechar, que esa pena, ese sentimiento
que trataba de ocultarme Eujenia, prove!lía de la difícil
posicion en que se hallaba, por ~aberme Jurarlo s .r.. mí,.

©Biblioteca Nacional de Colombia


-156-
El'a preciso convencerme i para ello, empleé varios me-
dios, sin que ella Hegara a percibirlo: entre otros adopté
el de ocultarme algunas veces en el jardín a donde ella iba
con frecuencia. Un día estaba yo allí oculto i la ví entrar
sola; radiante de gracia i hermosma en medio de las flo-
res, le ví abrir· un billete, habiendo, ántes. mirado a todos
lados como temiendo ser vista: se fijó en él i lu~go con un
lápiz que sacó de su lindo seno, escribió en el mismo pa-
pel. Yo estuve a punto de lanzarme ~1cia ella, para salir
Je la horrible duda que torturaba mi alma; en mi cabeza
hervía el infierno de los celos. ¡ Un billete! decía yo, lei-
do a hurtadillas en un jardín i un lápiz a la mano ..... !
¡ Oh ! ¡ qué necio he sido! Eujenia traiciona el amor que
le he jurado, véamos: al punto de ir a lanzarme ácia ella,
oí la voz de la madre que entraba dlciendo: ~aquí tienes
una visita.» Yo me q11edé temblando, pues pensé que me
había 'isto i que se refería a mí; Eujenia guardó el billete
disimuladamente; tomó el brazo de la madre i salieron del
jardín. Quedéme sufriendo la desesperacion consiguiente
a esa idea terrible de ser rivalizado: despertóse mi orgullo
i proyectaba mil locuras para reparar el agravio, mi amor
propio estaba gravemente herido. Salí de allí i pasé a mi
casa meditando la resolucion que debía tomar; llegó la no-
che i la pasé en claro pensando en esa mujer, que me re-
presentaba la imajinacion unas veces como una furia sali-
da del averno para cebarse en mis dolores i otras veces co-
mo un ánjel puro e inocente: unas veces condenaba su
conducta como indigna de su clase, i otras veces me con-
denaba a mí mismo como temerario e injusto, pues sin
pleno conocimiertto, sin estar convencido, juzgaba tan mal
a una mujer amada. Llegó el día i deseaba la h01·a de
presentarme en su easa para .pedirle esplicacion. En efecto
a las once de la mañana entré a la sala donde se hallaba;
JO iba resuelto a exijir que me hablara con franqueza: a
confesar mis sospechas, las veces que la babia espiado 1 lo
CJUe babia '\'ÍSto, pero al Yerla, se disiparon mis d~das,
por,¡ue su semblante era el de la inocencia i su solll'JSa la
¡]el e: tulor. le quedé 1pndo contewphiudola i me juz¡.rnt~

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-157-
-criminal en su presencia, por haber consentido un pensa-
miento tan men~uado acerca de su conducta . Viéndome
-ella silencioso i pensativo me dijo:
-¿Tambien su~res? pasemos a la otra pieza; el per-
fume de las flores aviVa el sentimiento i los floreros estan
muí cargados de rosas de la montaña: ayer estuve en el
,iardin, anoche hablé de las bellezas que ~n él había visto,
i hoi amanecieron mis florP.ros renovados: vamos a la otl'a
pieza, el aire está aquí muí saturado -de la esencia de esas
flores i es nocivo.
Sentí una conmocion nerviosa i se encendieron mis
mejillas; la escena del dia antel'ior en el jardín pasó por
mi memoria, i las palabras de Eujenia envenenaron mi co-
razon~ uo pude resistir i le <lije:
-Sí, tienes razon, acaso esos floreros, adernas nos
hagan alguna reconvencion: las flores 'guardan la historia
de los amantes, i el perfume de cada una despierta el sen-
timiento que pasó, presentando vivamente a la memoria
la escena en que este tuvo oríjen: si ellas hablaran, puhli-
eai'Ían ..•......•.
-l\Ii secreto; entiendo: soi culpable porque no te he
descubierto la causa de mi afliccion, perdóname. He que-
rido sufrir sola, pero llegó la hora de hablar; te veo in-
quieto, tal vez dudas de mi amor i debo disipar toda sos~
pecha. Ya sabes que perdí a mi padre perseguido por es-
bitTos de Napoleon; de ese nuevo tirano que hoi se titula
Emperador; sabes que este hombre se complace en ester-
minar a los republicanos; el protector de mi casa ha sido
últimamente guillotinado. ¡ 1 no hai un hombre de bas-
tante valor que libre a la Francia de la servidumbre que
le impone el tirano~ ¿Se ha estinguido el fuego de la li-
bertad en el corazon de los franceses? Esto es, amigo mio,
lo que me ha hecho derramar lágrimas amargas.
To~1ó mi mano i la apretó contra su pecho ~~ha~ando
un suspiro. En el momento doblé ]as rodillas 1 JUre por
la memol'Ía de nuestros pad1·es, vengar a los republicanos.
Pasé a mi casa, pu e algunas monedas de oro en mi bol-
sillo, col¡:nJé a mi cuello el retrato de F...ujenia, acomod ·

©Biblioteca Nacional de Colombia


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mi puñal en un lado bajo el dorman i partí en direccion al
punto donde se hallaba Napoleon. Tuve noticia que este
se hallaba al N. E. de Francia; mi viaje debía ser largo i
penoso, pero miraba como un deber sagrado el fin de mi
resolucion. El odio que me habían inspirado ácia Napo-
leon, desde la niñez: la muerte de mi padre, el esterminio
de los miembros de la familia de la mujer que amaba i so-
bt·e todo esa reconvencion terrible en los labios de una mu-
jer: «¡No hai 11n hombre de bastante valor que libre a
la Francia de la servidumbre que le impone el tz'rano,!])
daban enerjía a mi espíritu i todo me parecía pequeño en
presencia de mi grande empresa. Ademas, la presenta-
cían que hizo mi padre a la asamblea de republicanos, lle-
vándome en sus brazos al nacer, diciendo: « Os lo pre-
sento, como una ofrenda ante los altares de la libertad:
seguira nuestras huellas i así como nosotros, hollará con
su planta el cetro i la corona de los t·eyes,» esto, digo,
me trazaba la línea, me indicaba la vía i allanaba el camino
que debía tomar. Era preciso vindicar al frances; era in-
dispensable la venganza de un republicano decidido; era
justo que cumpliera la profecía de mi padre.
Despues de vencer algunas dificultades~ llegué el 25
de setiembre de 1808 a Erfurth, en donde se hallaba Na-
poleon: en la pt·imm·a portada del edifieio en que habitaba,
babia una guardia que no me impidió la entrada, juzgué
pues, que ya tocaba a su término la mision que llevaba,
pero encontré con otra guardia en la segunda portada i el
centinela me impidió el paso. Preguntado por el jefe de
esta a quien buscaba, le dije que al emperador, que tenia
urjencia de hablar con él mismo i que acababa de llegar
de l\Iarsclla. Se me hizo esperar i unos minutos despues
se me ordenó que entrara; eiltónces lleyé la mano a la
guarnicion de un puñal para ase~rarme de que estaba
dispuesto para el golpe, esto teméndolo siempre oculto
debajo de mi dorman; pero uno de los jefes que se halla-
ban en el piso alto, asomado a una ventana gritó en ~1 acto:
ePrended a ese jóven. ~ Seguramente sospechó mi mtento
al yer mi accion. Inmediatamente me aprehcndicrou i re-

©Biblioteca Nacional de Colombia


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jistrándome, tomaron mi puñal i el retrato de Eujenia, i
me presentaron al emperador informándole. El emperador
me interrogó así:
-A qué haheis venido ?
-A vindicar a la Francia, a cumplir un juramento
i a verificar una profecía.
¿Cual era vuestro intento?
-Asesinaros.
-¿.A mí?
-Sí, a vos que habeis asesinado a medio mundo para
e1·ijir el imperi? sobre las I'Uinas de la República.
-Jóven unp:udcnte, ¿sabeis quien soi?
-Sí, lo he dJCho, el. mismo que deseaba encontrar
para hacer un buen uso de mi puñal.
-¿De dónde sois ?
-De la patria de la libertad, de Marsella.
- ¿ Saheis cual es la pena que mereceis por el aten-
tado?
-Juzgo que la de muerte, que es la pena favorita
de los déspotas, pero ella me hará inmortal ante los ojos de
, los republicanos.
-¿Si obteneis la libertad que habcis perdido, st os
penlono, volvereis a atentar contra mi vida?
-Sí, siempre. ,
-¿Estais Joco?
No pude contestar sinó eon una risa marcadamente
sardónica, yo estaba ciego de furor delante de él, habiendo
fracasado mi proyecto. Mandó que me sacaran de allí, i
me condujeron a una prision que a la verdad no era mui
incómoda, pues era una pieza algo abrigada i con algunos
muebles, allí se me devolvió el retrato. Ese mismo día fuí
juzgado por un consejo de guerra o cosa semejante. queme
condenó a muerte; cuya pena debia ejecutarse a las 2.4
horas. A la .entrada de la noche me leyeron la sen~enc1a
i entré a ca¡nlla en otra pieza bien espaciosa .q~e .terna va-
rias entradas. En el momento pedí papel1 lapiZ; se me
concedió juzgand?. que iba a implorar ~a gracia del empe-
radot', pues me UIJO el que me entre~o rl recado: eSi de-

©Biblioteca Nacional de Colombia


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claras el principal autor de esa maquinacion infernal, es
bien seguro que obtendrás gracia, J) a lo que no contesté
sino con una mi1·ada de orgullo i desden. Me senté a cscri-
bu· una carta para Eujenia, concebida así:
~le ha sobrado corazon, pero me ha faltado la for-
tuna. Estuve a punto de coronar mi tentativa, wando
fui descubierto: sin embargo, voi a merecer la gloria del
martú·io como hzj'o de la libertad; dentro de 20 horas
debo morir. Te envio tu retrato con mi ultimo aclios,
quiero evitar que lo profanen los tiranos.
aCeiTé el pliego i pagué las monedas que me queda-
han para que fue1·a remitido junto con el retl'ato, por el
cm·reo que se clirijia a l\Iarsella. Poco despues me dormí
tranquilamente en una poltrona i sei'Ía bien pasada la me-
ma noche, cuando un hombre a quien no conod entónces,
me despertó diciéndome: aOs he conocido, sois marselles;
amo a Marsella como a mi patria i vengo a salvaros.» l\Ie
hizo cambiar vestido i despues me dijo:
-Aquí teneis un pasaporte con el sello del mismo
emperador i algunas monedas que debo a vuestra casa,
~ardad todo pronto i seguidme,
., l\Ic Lomó del b1•azo i abt·iemlo una puertecilla me con-
dujo poi' vm·ios pasadizos i como por un jardín a la calle
en donde estaban preparados dos caballos para la fuga.
Ambos montamos i pa1timos. Cuando la primera luz del
día empezaba a dar animacion i belleza a los objetos de
aquellos lugares, paró el eorcel mi libertador, diciéndome:
-Estais lib1·e, completamente libre; este es el precio
del valor. Ahora podeis intentar nuevamente el asesinato,
reeibid el puñal que traíais i si lo estimai~ a bien, heridme.
l\Ie quedé aturdido, viendo i reconociendo en ese hom-
bre que me salvaba, al mismo emperador. Salté al suelo
i doble la rodilla en muestra de respeto, prometiendo gra-
titud. Entónces me dijo:
-Segt.íd i no hableis de esto a naclie.
De aJU regresó, i yo continué mi camino, adm.ii·ando
la arcion de jenerosidad que babia ejecutado i el medio de
que se hahia valido pm·a librarme de la muerte, sin qu el

©Biblioteca Nacional de Colombia


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pueblo supím·a la última parte del drama, quizá para ey1•
tar atentados semejantes i librarse él mismo de mí, con
su brillante proceder.
i:T En todos los lugares por donde yo pasaba, se te-
nían las noticias de mi firme osadía, de mi tentativa de
asesinato, de la sentencia que me condenó a muerte i de la
ejecucion. Agregando que poco dcspues de mi muerte,
babia preguntado al emperador, qué habían hecho de mí;
que le habi:m contestado, que se me había seguido un breve
juicio, me habían condenado a muerte i se babia ejecutado
la sentencia: que entónces se manifestó pesaroso i aun man-
dó an·estar a los que habían intervenido en ello. Sobre el ,
contenido de este último acápite, se publicó despues una
anécdota en u.n libro.
Antes de llega1' a Mai·sella supe que mi cara Eujenia
había muerto de pesar por la noticia de mi muerte, confir-
mada con mi carta i su retrato que había recibido del co-
rreo. Vm·ié de r·umbo i me dirijí a la América del Norte:
llegué a ~uew York i pasé a \Vashington en donde entré
a un colejio: despues de algunos años encontré colocacion
en una casa de comercio. En el aílo de 1850, tuve noticia
de que se conspimha en Francia contr·a la dinastía de los
Borbones i estan<lo aun vivo en mí el deseo de que mi pa-
tria gozara los fl'utos de la libertad bajo los auspicios de la
República, volé a prestar mi continjeute al efecto, tomé
pa1'te en la revolucion de julio de dicho año, i aunque cayó
Car·los X, no fué mas feliz la Francia, ni vo ménos des-
gt'aciado, fuí prisionero i pot• una casualidad me sahé fu-
gündome. l\Ie embarqué eu el H:wre en un buque ingles
que se hacia a la vela para uno de los puertos de Colombia.
Llegué. a Cartajena i de allí pensé pasar a la capital de la
República: así lo ejecuté i en mi tránsito ture la satisfac-
cion de conocer i hablar al Libertador Dolívar, cer·ca de
Santamarta; teuia un semblante abatido i sentimental.
«Estoi, me dijo, sufriendo las amargut'aS' de la ingratitud
de un pueblo a quien libré de la opr·esion: todos me han
abaru]onado. J> Llegué a Bogotá despues de la caída del
.
Gobierno lejítimo en 1830l i me relacioné bien pt·onto I'Oll

©Biblioteca Nacional de Colombia


-14·2-
algunas familias notables. Es de advertir que a consecuen·
cia de mis comprometimientos políticos tuve necesidad de
toma¡· oti'Os nombres; así fué que me llamé Leopoldo Ar-
netti en Nuew York, Lisio Paccini en París, Lorenzo
Ridi en Bruns"ick, Marco Pbou1l en el buque en que hice
la navegaeion a Cartajena i últimamente Lucio A•·ganil en
C~m~. - .
A poco ~icmpo de haber llegado a Bogotá, conocí i
enamoré a una jóven mas hermosa que bella, mas espiri- '
tual que sociable. Nos amamos con locura i por circuns-
tancias esceptionales que no son de referirse, no pudimos
estrechar nuestras relaciones con el \Ínculo del matrimonio;
en lo demas i en secreto éramos un modelo de perfecta
armonía, nos prometíamos recibir la bendicion uupcial,
cuando mas felices hubiéramos allanado los inconvenientes,
pat·a lo cual se necesitaba el transcurso del tiempo. Tuvi-
mos por fruto de ese amor secreto, dos hijos, varon el
primero a quien se le puso el nombre de Ricardo, i a la
segunda el de Clodomira. Nos vimos en la imperiosa i
cl'Uelnecesidad de darles al instante de nacer, otros padres,
pa1·a salvar así la reputaeion de inocente que gozaba mi
futura esposa i evitar ademas el castigo de su padre; hom-
bre connaturalizado con las costumbres i preocupacionf's
de la raza española. Encomendé, pues, la crianza de Ri-
cardo i Clodomira a un honrado bogot:mo llamado Cárlos
Femández de Soria, esposo de Jenoveva Renjifo, mujer
amable i de jenio anjelical; ámbos eran dignos de la con-
fianza del secreto i aptos para la crianza i educacíon de nues-
tros hijos. Ademas yo velaba sobre ellos con todas las pt·c-
cauciones que demandaba la reserva.
Cuando Clodomira tenia cinco años murió su madre,
i yo tm·e necesidad Je volver a Europa con el objeto Je
arreglar mis intereses; entónces juzgu~ que converlia bajo
todos aspectos dejar a Clodomira a cargo de una señora que,
por varios motivos, debía procurarle mejor educf.cion i mas
tar·de mejor suerte por su posision social. Para esto tenia
que sacarla de la casa del buen Cárlos Fernandez, i era
.
mui dificil obtener el consentimiento, pues la amaha como

©Biblioteca Nacional de Colombia


-145-
:a hija, i por otra parte tal procedimiento debia herir su
amor propio: determiné por estas consideraciones, aprove-
char una ocasion oportunt i robarla. Así lo hice, luego la
entregué a la buena amiga que debía recibirla, dándole una
bolsa con dos mil escudos como dote i un anillo con las
'iniciales R. i C, le dije que su nombre era Rosina i que
las iniciales del anillo eran las de Rosina Cadroy. sin em-
bargo que en realidad se le habían puesto esas dos letras,
iniciales de los nombres de los dos hermanos Ricardo i
Clodomira.
Hice mi viaje i poco despues de hallarme en París,
se me ocurrió una idea, unir en un medallon los retratos
de mis hijos, su madre i el mio i remitirlo a Bogotá a
Cárlos Fernandez para que lo colocara en el pecho de Ri-
cardo, diciéndole que era un relicario i que le recomenda-
ra su conse'rvacion hasta la muerte. En efecto, yo babia
obtenido el retrato de la mujer que amaba, desde los pri-
meros dias de nuestro delirio de amor; era un modelo de
belleza i sus facciones eran la viva cspresion de la gracia
i el candor: los retratos de mis hijos, los babia mandado
hacer cuando estaban estos muí pequeños. .Tomé, pues,
los retratos i me dirijí a la c~sa de Rouvie, afamado re-
tratista i le dije: quiero que copie U. estos retratos pc1'o
del modo siguiente: pone U. en el marfil el retrato de esta
bella mujeJ' con este niño en los brazos i aparte en otro
marfil. me t'etrata U. sentado, poniendo sobre mis rodi-
llas el de esta niña: despues los colocará U. en este me-
dallon. Así lo hizo i quedé salisfecho de la oLra. En se-
guida, tomé la pluma para consignar en compendio mi
historia i colocar Jespues el papel que la contuviera dentro
del medallon.-Paris, 51 de diciembre de 1856.
Hasta aquí babia traducido cuando ví con sorpresa.
entrará uno de los enmascarados que me habían r~bado, el
mismo que :yo babia conocido al salir de la sala sm la ca-
reta. Me saludó i me dijo· ,
_He padecido mucho por el acontecimiento en que
tu\'e la desgt'acia de figurar. Debe U. creer que fuí obli-
gado por esos malvados, i s1 me hubiera escusado hi:tbria

©Biblioteca Nacional de Colombia


-144-
sido asesinado por ellos. Tuve que finjir que estaba de
acuerdo con ellos i tomat' parte en sus criminales proeedi·
mienlos. Es larga la rclacion de odo esto i no tengo ahora
tiempo de informarle circunstanciadamente: vengo con el
objeto de vindicarme ante U. si esto es posible. Aquí tr·aigo
lo que me tocó en el repartimiento de Jo que robaron a.U.
Perdóneme i díscúlpeme, soi mui desgraciado; me están
persiguiendo porque he faltado a otra cita hecha cou un
objeto semejante al robo de su capital i ahora mismo me
voi a un país distante.
Puso sobre la mesa algunas fincas de oro de las que
me habían robado i mil doscientos pesos mas i se despidió .
.Me quedé admirado i aunque tr·até de contestal'le i dete-
nerle, no lo conseguí, salió inmediatamente.
Habian pasado quince dias desde aquel en !-lue empecé
la traduccion del contenido de la cartera i estaban abrien-
do esta, cuando oí un grande alboroto en la calle i unas
descargas de armas de fuego a alguna dístancía; me asomé
en el momento a la ventana 1oí decir a la jenle que conia
en la calle: ; rerolucion ! ¡ revolucion! En el instante me
acordé del adivino: hada algun tiempo que no habian vuel-
to Jos dos embozados, lo que atribuía a que el adivino com-
prendia que yo no deseaba tom::u· parte en la conspiracion
que premeditaba. Tomé mi sombrer·o i me dirijí al punto
donde ~orria la jente. Al llegar al puente de San Agu ·tin,
·ví la calle de Santa Bárbara llena de jente, i oí una grite-
ría alarmante. Me paré i pocos minutos de~pues 'i pasar
mucha jente del pueblo con fusiles diciendo: «es llegada la
hora.» «Que mueran los pícar·os,P u.Godos malvados,» i
otras palabras en igual o semejante sentido. Luego pasaron
dos piquetes de caballería en la misma direccion i a tiempo
que traían del punto del alboroto tlo~ heridos, cargados por
cuatro homhres cada lmo. Adrel'ti que aquello podía ser·
mas sério de lo que me babia imajinado i retrocedí; estaba
sin ar·mas i ademas no estaba orientado a fondo de e ·a
es1~ie de asonada. Llegué :t mi casa meditando ·i en efecto
sem~ aquellos acontecimientos los preliminarc. de la re-
wluuon que se auguraba. •olvi a otu par la ,·entana i tlo::,.
.
©Biblioteca Nacional de Colombia
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hor·as despues oí decir, que se había restablecido el órden.
1\Ie fuí a do1·mir i al siguiente dia me levanté muí tarde,
me preparé i salí en direccion a la plaza para obtener no-
ticias circunstanciadas de los hechos: advertí que la mayor
parte de la jente que por allí babia, iba para el salon del
Congreso i tomé la misma direccion. Cuando entré, se dis-
cutía en la Cámara de Represent~ntes un proyecto sobre la
concesion de un privilejio industrial.
Las doce del dia eran cuando se presentó en la Cá-
mara el Secretat·io de Gobierno, llevando un mensaje del
Poder Ejecutivo que ponía en conocimiento del Congreso
los hechos de esa noche en el barrio de Santa Bár·bara. En
la pat'te Oficial de la Gaceta de la Nueva Granada, número
t ,205, se halla la relacion del acontecimiento, hecha por el
Gobernador de la provincia, como sigue:
«A las diez de la noche del dia de ayer ('1 O de marzo),
se me dió parte que una sociedad popular o católica, reunida
en la casa del St·. •Ianuel Arjona, babia hecho fuego con-
tra tma pati·ulla de policía que recorría las calles con el
objeto de apt·ehender a algunos malhechores i evitar la
perpett·acion de cualquier delito; cuando llegué ya estaba
allí el Sr. Jefe político, se babia allanado la casa del Sr.
Arjona, i se encontraron l::Js señales por dende se habian
escapado todos los de la Sociedad, habiendo quedado gra -
vemente heridos Waldo Camargo, que murió ya, Enrique
Balaguera que seguramente moril'á hoi, Pablo Bermúdez,
(jUe tiene atravesada una pierna de un balazo, i Jos o tres
mal heridos o maltratados, todos, con escepcion del pri-
mero, pertenecientes al Cuerpo de policía.1> •
~Esta sangre derramada por hombl'es que predican
morahdad i relijion, exaltó a los patriotas, i si las autori-
dades uo bulliéramos velado toda la noche, es mui probable
que se hubieran cometido escesos que nos dieran hoi ma '
que Jamcntm· .... ,
En uno de los pel'iódicos se hizo la •·clacion clel modo
siguiente:
· «En la noche del .lo del eorrieule (marlo de l8i'>J ),
se reunió una de las SO<'Icdades llamad;l <> populares o cató ~
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©Biblioteca Nacional de Colombia
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li~.:as,en <:asa de un seiiot' Mjona, del b~!nio de SantaBár-
bara, i como Je costumbre, se pt·onunciaban ]os discursos
mas violentos i sediciosos contra la tiranía del Gobierno
actual i la bat·barie de sus sostenedores. La puerta de la
<·as,¡ estaba ce!'rada. Una partida de cinco jendarmas re-
~:on·ia esa noche el barrio, i habiendo percibido tres de es-
tos, que se habían adelantado, el albm·oto en la casa, se
acet·caron a la veulana, procurando oír i juzgar de lo que
allí pasaba, f'Ín profer·it· siquiera una palabra. En esos
momentos se abt·ió una puerta i apaeeció una persona que
volYió a entt·ar,i que parece que avisó que había allíjentes
que obserraban.-Entónces salieron muchos prorrumpien-
do en insultos gt·oset'OS, i armados de garrotes, pistolas i
ulgunas otras armas. Los tres jendat·mas dieron dos o tres
pasos atn1s, en actitud pacífica i aunque les hicieron un
tiro, qne por fortuna no hirió a nittguno, se contentaron
con retit·arse :.íeia la pared opuesta; pero se les hizo otro
tir·o Je parte de los que estaban en la casa, miéntras que
otros de la sociedad se escabullían eu dircccion Sur, i úl-
timamente se descargó por las ven.tanas una veintena de
tiws con los cuales hirieron a dos gravemente, siendo el
otr·o al:mee~ do.))
«)liéntras tanto salió del <:ua!'tel Jel 5. o un piquete,
el cual invadió la casa para aprehenuer a los asesinos, pero
ya estos baLian puesto piés en polvorosa i los ciudadanos
;¡ue cotTieroo a au~iliat· a los jeudarmas, no encontrat·on
sino uno que otro de Jos congregantes, sobre alguno de los
cuales parece que descargat'on su justa cólera, dejándolo
maltrat~h..lo i herido.»
«El GoLemadot' i el Jefe político tomaron inmediata-
mente las pro ·iuenl.:i:1s condutentes a la aprebension de Jos
malbechot'f'S, i para restablecer la tranquilidad i dar com-
pleta ueguridad. a todos; .i ef~tivamente, M las doce de la
nod1e toJo haLta condmdo 1 cada uno e relit·aba a su
houar.»
t~ La yoz fuerte, enél'jica i es¡m~siva del Secrelatio de
Gobiet·no en el re,.into uel Congr·eso, al dar ctJenta del
acontecimiento de la uothe del JO de marzo, pi'Ouujo la

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-147-
mas nva ~ensacion en los r·epresentantes Jel pueblo i en
los hombres que formaban la barra. Se oyó primero un
mur·mullo sordo, que fué aumentándose por grados, seme-
jante al rujído del hnracan; parecía que iba a estallar la
tempestad, i los diputados pertenecientes al partido con-
servadot', cre.yeron que iba a caer sobre ellos el rayo de la
cólera popular. Hablaban muehos a un tiempo i a nadie se
oia por el l'uido que formaban las imprecaciones de la ba-
rra, las exhol'Laciones cle algunos representantes i las acri-
minaciones de otros; todo a un mismo tiempo. Hubo algu-
nos que tJ·ataron de salir del salon abandonando su puesto,
i otros que permanecían impávidos como senadores roma-
nos. Al fin subió a la tribuna el Secretario de Hacienda i
haciendo uso de una voz muí fuer·tc, se hizo oír; gozaba
de bastante popularidad i ca!mó los ánimos con su dis-
t'lli'SO.
CAPITULO 21.
CACSA CÉ.LEBRE-1\.lJSSI A. iTE EL lt:HADO.

Es ine plitable el sentinliento penoso que me cau~ó


la pérdida de la cartera de Ricardo, la misma noche que la
había tomado para f:eguir la traducion, la noche del lO de
marzo. Yo recordaba que ántes de salir a la c<~lle, la tenia
en la mano, pet·o nada mas; i acaso con la viva impr·esion
que sentí al llegar al puente de San Agustín, la solté de la
mano, o quizá se me cayó del bolsillo. Estaba acabándose
el mes de mar·to i no babia nrelto a tener noticia de Ro-
sina, de Hicardo, ui del adivino. La ciudad estaba en alar·-
ma pon¡ue se babiau leyantado algunas partidas de ladrones
que asaltaban las casas a toJa hol'a. l no se Cl'ca que ese
alar·ma e!'a infundado, había peligro de ser cada hombr·c
homado 1 uc algunas eomodidades, YÍctima de los malva-
dos. El lector formará mejot• su concepto ~elutivamcntc a
la !'Íluacion de esa épot:a, por los hechos siguientes:
Visita.- En una de las calles mas públicas, vivia la
hueua i apreciable señora Fnen-mt~yor, i en uno de a_<;Os
,Jias, a la~ :;cis de la mañana, entró a su casa nna partida
©Biblioteca Nacional de Colombia
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de hombt·es enmasca1·2dos, i despues de habe1· asegurado
el porton con llave i picaporte, pasaron unos de la dicha
partida a la pieza en donde se hallaba la señora, i otl·os a
la cocina donde se hallaba la criada; encerrat•on a esta en
m1 cuarto, ordenándole que no habla1'a, sopena
de ser
ahorcada. El que hacia de jefe dijo a la señm·a :
-No se asuste U. mi señora, no crea que la jente
que U. vé conmigo, es sospechosa: hemos venido con el
ohjeto de hacer una visita i pasar el dia gozando de su
amable compañía. Traemos un buen cocinero, puede dar-
nos la llave de la despensa i descuid~u·se en eso.
La señora, temblando, se levantó intentando salir,
pe1·o se lo impidieron. Buscaron las llaves i dos de ellos se
ocuparon en preparar el almuerzo, i despues la comida~
pues no salieron hasta las seis de la tarde, llevándose la
mayor parte de lo que poseía la señ~ra en oro i plata.
Pro~esion noctu rna.- A las doce de la noche, uno de
esos días, salia una especie de proresion fúnebre del con-
vento de San Agustín: doce hombres vestidos con los
hábitos de esta Ü1·den i llevando hathas encendidas, prete-
diendo un convoi mortuor}o, pacaron por las calles mas
públicas i se dir·ijieron al molino del Cuho. Nadie fijó la
consideracion en ellos, pues las pocas personas que vieron
aquello, juzga¡·on que conducían a un muerto; en tanto que
lo que llevaban en el ataud, eran los objetos robados en la
celda del Padre Salabar·r'Ítta, en el convento indicado i los
conductores eran de la compañía de ladrones de esa época.
Cal para 1'0ba r.-En uno de los últimos dias del
mes de marzo ( 18o l), a las r.inco i media de la mañana,
entraron ocho hombr·es arm:tdos i cubiertos con ruanas de
bayeton a la casa. tle un señor Caicedo, cerca del palacio
del Presidecte, i asegurando por dentro el po•·ton, siguie-
ron a las piezas interiores. El señor Caicedo i su señot•a
estaban toda ·ía en la t•ama, i allí fueron sorprendidos del
modo mas bárbaro: ' no de los malhechores arrojó cal pul-
verizada a los ojos de los señores de la casa i en seguida
, Jos ama¡· aron, amenazándolo~ que si hablaban, serian
a~inados. Lo mismo hicieron (OD los ri:lllos en l<~s pie-

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zas interiores de la casa. Despues de esto procediet·on 3.
rejistrar baules, cómodas, etc. para verificat' el robo, ha-
biendo dejado un centinela armado delante del señor Cai-
cedo i señora, otro en el porton i un tet·cero donde estaban
asegurados los criados. A tiempo que hacían esto, el cen-
tinela del porton fué corl'iendo a avisarles que una mujer
estaba golpeando en este; la noticia los desconcertó bastante,
acudieron a ver si percibían quien era i va no estaba allí
la mujer que golpeaba; inmediatamente. abrieron el porton
i salieron todos, cruzaron por la primera esquina i toma-
ron la direccion del convento del Carmen.
Unos minuto~ despues, algunos parientes del Señot•
Caicedo, que acudterou a la casa, fueron impuestos de
aquel acontecimiento i en el instante fuero:l p •dir auxilio
a la policía para perseguir a los ladrones, i en efecto, los
jendat•mas tomaron la dit·eccion indicada i al cabo de algu-
nas dos o tres horas aprehendieron a tres de los salteado-
res en los arrabales de Ejipto. Conducidos estos a la cár-
cel, se continuaron las dilijencias para aprehender a los
otros, lo que se consiguió despues.
En ese mismo tiempo i despues de los robos ya re-
lacionados, robaron a un español Alsiua, algunos miles de
pesos; a un inglés le estrajeron de su escritorio una gran
cantidad en vales i a varias otras personas valores de al-
guna consideracion. Todos estos hechos, el peligro i el
alarma en que estaban los habitantes, indujeron al Señor
Florentino González a invitar para una junta que arbitrara
los medios concernientes a la seguridad contra los ataques
de esa compañía de ladrones que amenazaba seriamente a
todos i especialmente a los propietarios, comerciantes i
personas acomodadas. En efecto, el 28 de marzo tuvo lu-
gar dicha jlmta (c¡ue fué denominada (!meeting,, por
imitacion) en San Cárlos.
El dia 24 de abril, a las ocho de la noche, fué asesi-
nado Manuel Ferro cerca de la puerta de la casa donde
vhía el D1·. Raimundo Russi, de donde lo levantaron acri-
Jlillado a puñaladas. ~racticadas las dilijenc~s conducen-
t~ a .,feeto de drsrubrH' los auto re drl asesmato , a•rsuhó

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-150 -
que había una compañía de ladrones, organizada i dirijida
por dos o tres de reconocida osadía; guc Ferro estaba en el
plan ae oper(\ciones de dicha compafría; que este tuvo un
desacue!'do con algunos de sus compañeros, i que los prin-
cipales miembros rle esa sociedad juzgaron que podrían ser
denunciados por Ferro: que, interrogado este por la auto-
ridad, estando al espirar, sobre quienes habían sido sus
agresores, contestó: e:El Dr'. Russi, mi amigo, i esos pí-
caros de los molineros, Nicolas Castillo, Vicente Alarcon i
Cregm'io Cananza me hirieron.»
Fueron aprehendidos los espresados i ademas 1o nacio
Rodríguez a quien se tenia como jefe de la cuadrilla; llOm-
hre resuelto, osado i temible. Día por dia iban siendo
aprehendidos los que resultaban complicados en los delitos
de robo, hurto i asesinato, perpetrados por la compañía. L~s
autoridades del órden político obraron con la mayor acti-
vidad en la práctica de todas las Jilijencias conducentes a
la comprobacion de los delitos i descubrimiento de los de-
lin('uentes. La policía halló dos subterráneos en una de las
casas del molino del Cubo i en la casa que estaba contigua
a la mía; en el de esta hallaron varios objetos escondidos i
entr'e ellos dos ataudes, dos escaler'as de cuerda, una pila
<.le Yolta, tres lentes grandes en marcos cuadrados, doce
lámparas con el combustible necesario, 80 láminas finí-
simas i 200 paisajes i mapas.
Desde el momento que tuve noticia de este hallazgo,
i que se había hecho en la casa que lindaba con la en que
yo vivía, me \inieron al pensamiento varios juidos, entre
otros, el de que ese hombre estraordinario que me babia
asombrado con sus esperiencias, ejerciendo su influeneia
magnética, tal vez estuviera complicado en los sucesos que
tenían alarmada la ciudad, a no ser que le hubieran robado
algunos objetos de su uso; pues habiendo ido yo, movido
por la curiosidad, a ver lo que la policía babia hallado en
Jos subterráneos, reconoci los lentes o vidrios de que aquel
hizo uso para hacerme ver la Iglesia de San Pedro i de mas
que me presentó para hacerme gozar de la doble vista.
)las, luego que ví los paisaje:-, láminas, etc. entre c·uyas

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-151-
pinturas hallé la del templo indi(·ado i el palacio de las
Tullerías en relieve i de grandes dimensiones, juzgué que
ese hombt•e babia usado para conmigo de l)lllna destreza,
presentándome a lo vivo, i con toda la finura del arte, una
completa ilusion, por medio de Jos lentes i de esas doce
lámparas a que pondl'ia una luz artificial que imitara la del
sol, vistas las pinturas al tr·aves de los vidl'ios. Así espli-
caba yo entónces las maravillas del sabio. 1 aunque la vista
de mi recámat·a argüía contra esta esplicacion, juzgaba
que ese hombre había ejecutado sus operaciones en la sala
de mi propia _casa, pues en la contigua se habían hallado
esos objetos 1 ademas las escalas: por otra parte, la tela
azul que cubría las paredes i los muebles, podia ocultar
todo el adorno de mi casa, para que yo quedar, completa-
mente engañado. Tambien me fuí luego al pié de la está-
tua de Bolívar i me dirijí a la casa contigua a la mía, con-
tando los p:Jsos que babia, i hallé los mísmos con diferencia
de unos seis mas. De manera que así nada et'a mas fácíl
que hacerme ver por entre el vidrio mi recámara, levan-
tando solamente la tela azul, míéntras tenia él sus dedos
sobre mis parpados. Solamente me faltaba dar esplicacion
a ese fenómeno de hacer hablat' a un perro, poro de:-pues
de un rato de meditacion advertí, que ese hombre segura-
mente et'a ventrílocuo i en tal caso, nada mas fácil que
Jinjir la voz haciendo el esfuerzo de manera que las contes-
taciones parecieran emitidas por aquel animal. He aquí pol'-
qué aseguraba que en realidad babia JO presenciado aquellos
hech~s, aunque parecian increíbles. Despues de meditar
bastante, me decidí a creer que ese hombre no estaba com-
plicado en los delitos, que dieron oríjen al allanamiento de
aquellas casas: 1. o Porque había diferencia enorme entre
él i los Rodríguez, Castillo, Ferro, Carranz.1, etc. r.onsi-
der'ados mor:tlmente: el sabio era hombre de ideas que en
ningun sentido aparecían vulgares; manifestaba instru~cion
i aspiraba a uno de los altos desl.inos de la hnmamdad,
cual era el de rejenerador: los otros eran hombres sin prin-
cipios, sin instruccion, sin a~pir·acione~ no~les, i ajenos pot·
lo mismo <le la ma~ bella tdea r¡ue mspu'a <ll hombrr la

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-152-
esperanza de la gloria; la conquista en el vasto campo de
las cient:ias sociales: 2. o Porque la empresa de ese hombre,
segun sus doetl'inas, alejaba toda sospecha de criminalidad;
i 3. o Porque hablando él mismo acerca de la mala conducta
de los embozados que me obligaron a firmar el documento.
me dijo estas o semejantes palabras: «Yo no los descu-
briré, ellos son mis mas fieles serviJores; por lo demas,
yo no apruebo todos sus hechos: sin que por esto estén
esentos de castigo, porque el mal dá oríjen al mal i el que
lo hace a ott·o, tiene que sufrirlo i a veces duplicado.,
El día que llevaron al Dr. Russi a la oficina de la
Jefelura política para recibirle su declaracion indagatoria,
lo ví, i hallé grande seme,janza coA el sabio o magnetiza-
dor; solamente hallaba diferencia mni marcada en la voz.
I como al Dr. Russi se le reconocía talento, instruccion i
finura, yo habría jurado que era el mismo adivino del ga-
binete azul, si por otea P.aete no hubiera yo sabido que
carecía de recursos pecuniarios, circunstancia que inhabi-
titaba pal'3 empresas tan árduas como la de una conspira-
cion contra el gobierno de un pais.
La misma noche del asesinato de Ferro, fué arrestado
el Dr. Russi. Del espediente aparecian como presunciones
mas fuertes en contra del segundo, las siguientes:
L C':l La declaracion de Manuel Ferro a la hora de
mor•r; 1
2. ~ Haberse cometido el asesinato cerea del porton
de la casa donde Russi vivía.
Presunciones que a la verdad hacían presumir Ja de-
lincuencia, pero que podían desaparecer delante de la razoo,
de la justicia o de la imparcialidad, una vez que se esplica-
ran los hechos i se contestaran los cargos. Pero aun dado
el caso de que no hubiera habido esplicaciones, jamás esas
presunciones podían fOrmar wta prueba para condenar a
Russi como asesino . La primera era una presuncion i nada
mas, i una presuncion débil o íncompleta, si eslo puede
ser. ¿Quien pudiera asegurar que Ferro con la ()S('uridad
de la noche no se equivocara respecto de uno o algunos de
sus agresor s? ¿Quien pnede asegurar que Fe1·ro al 11om-

©Biblioteca Nacional de Colombia


,., ...
- 1¿).)-
br·ar a Russi, estuviera en completo estado de c:ordur·a '!
¿ El simple dicho d~ un hombre fuera de su estado fisioló-
jico, debe merecer todo el valor que se dá al de un testigo
de los que la lei llama hábiles? Ademas, esas presunciones
parecían completamente desvanecidas, desde que se probó
que Russi estaba en la calle de Florian, en la botica de
Juan Ruel,a la hora en que Ferro fué asesinado. Ninguna
prueba legal se presentó, que pudiera confir·mar el dicho
de Ferro ~especto de Rus~i; este no apareció compl~ado
en los dehtos que se. habtan cometido por los companeros
de Ferro. ¿Cual puchet'a set· el interes que moviera a e e
hombre de talento, inst~uido i de pundonor, para cometer
el negro crímcn de asesmato a sangre fria? El Dr. Russi
vivia pobre i la subsistencia escasa que obtenia, era pro-
veniente del fi·uto de su profesion de abogado: esto que
er'a jeneralmente reconocido, daba lugar' a cr·eer que eran
falsas las imputaciones que se le hiciet'on, hiriendo sn ho-
nor, i por•que si ese hombre desgraciado hubiera contado con
recmsos.' alguna vez se habría vestido mejor, i de su mesa
se habrm desterrado la escasez; en tanto que jeneralmente
fué reconocido como pobre, lo mismo que su familia, ántes
i despues de aquellos acontecimientos. Ademas, el Dr.
Russi gozaba de una posicion véntajosa en la soóedad.
wmo abogado, i era tenido como hombre honrado, sóbrio i
de carácter bondadoso. Pero los multiplicados asaltos i robos
cometidos en esa época, habían producido wlalarmaen en la
ciudad, que se temía a todas horas no solamente la pérdida de
los intereses, sinó de la vida misma; i esto llevó a los habi-
tantes al estremo de un furor ciego contra los ladrones; el
pueblo pedía víctimas i en su frenesí era de confundirse el
inocente con los culpados. El desgraciado Russi por un
conjunto de heehos insignificantes en otras circunstancias,
i q~e en otro tiempo se hubieran visto eon despreci~,. fué
obltgado a otupar un asiento en el banco de los crimma-
les, El pueblo deslumbrado por apariencias i arrebatado
por el sentimiento de ira que inspiran los criminales, no
solamente clama muerte, sino que confunde aiDunas \eces
la rriminnlirlad con la inoeenria. El Dr. Russi drhia !Wr

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-{54-
absuelto segun las leyes vijcntes, por•1ue para condenal'le
segun derecho, era preciso que hubiera pl'Ueba del delito
que se le acusaba i esta no se hallaba en el espetliente. El
Congreso, contemporizando con el pueblo, entregó en ma-
nos de este al infor·tunado Russi pm·a que lo juzgarn i
!'cntenciara segun su voluntad, dejándole como única nor-
ma, la conciencia: tal fué el objeto primordial de la lei
de 4 de junio de l8ol, sob1·e jurados para los delitos
de homi('idio, robo i hurto de mayol' cuantía. El s 1mario
contra Russi babia empezado el 24 de abril; en lo:s pr·ime-
ros días de junio estaba la causa pendiente; la leí espl'e-
sada no debía baber·se saneionado para que surtiera sus
efectos, sino respecto de los hechos criminales postel'io1·es
a ella, segun derecho, segun los p1·íncipios de justicia uni-
versal. Pero olvidando todo principio i dejándose arrebatar
por el torrente de la ciega opinion de un puebl? enfure-
cido, se dictó la disposieion retroa<.:tiva contemda en el
artículo 3L Fué, pues, obligado por esa leí el Dr. Russi
a comparecer ante un Jurado: en la primera sesion de este,
el Dr. Russi habló con la misma enerjía, impa\·idez i cor-
dul'a que había manifestado en el curso de la eausa; si su
defensor no llevó la conviccion de su inocencia al corazon
de muchos de los que asistieron al gr-an J urauo, sí produjo
una viva impresion, i esa fué la causa del impreso que cir-
culó al Jia siguiente de la primera reunion del Jurado, i
cuyo contenido era este:
• «Cuando esta ciudad se hallaba justamente conmo-
<1 vida por el remecimiento que le produjera la frecuencia i
«el carácter de los robos i otros atentados horribles que
«sufrían sus habitantes, nosotl'Os, poseídos de la indigna-
«cion jeneral, i dejado llevar del impulso que en seme-
«jantes casos imprime el pueblo a las especies vagas que
«se recojen entónces, i sin saberse como, nosotros, deri-
«mos, participamos oe un gr·ave error, de una marcable
~~cquivocacion, o si se quiere~ de un gran CJ'Ímen ..... .
cSí, de un gr·an crímen, que creemos un deber e piar·
«púb~icamerl'te, presentando nuestl'o corazon i nues!ras r·e-
dlexJOnt>s a la tontieuria de los !flle hayan pourdo Sf'l

©Biblioteca Nacional de Colombia


-155-
<Ibastantemente desgraciados para imitamos en semejante
a:estravío de razon i de cordura, i mui particularmente a
«los eeñores jurados, bajo cuyo dominio esta hoi pendien-
«te la decision de la cuestion mas séria i delicada c¡ne ha
«podido ofrecet·se jamás a un tribunal de justicia.
«La opinion pública, caprichosa como suele ser cuan-
«do, buscando con ansiedad una causa, no acierta a atinat'
4Con ella, quiso señahr al Dr. Raimundo Russi como je-
« fe de la cuadrilla de malhechores que traía inquíeta i
«alarmada la ciudad. Att•avesóse entónces el aconteci-
«miento desgraciado que trajo por resultado la muerte del
a:jóven Manuel F.erro; i débiles ::~pariencias llevaron la
«sombra de Russ1 para confundida entre los criminales
«que habían consumado el asesinato. Estas apariencias
«tomaron mayor fuerza con aquel deseo que babia en la
«opioion de encontrar en Russi el objeto en quien debían
«saciarse las venganzas populares, de encontrar una víc-
dima, de hacerla espiar en un cadalso, de poner remedio
cal mal de la sociedad. Nosotros seguimos aquel tort·en-
«te, i sin saber cómo, fuimos a parar al mismo terreno dé-
«hil i movedizo, sufocante i apasionado sobre que se hábia
«parado un pueblo que había abaudonado su razon para
«pensar esclusívamente con su enojo: creímos que para
«semejante malvado no babia cárceles, no había prisiones,
«no babia patíbulos capaces a hacel'le espiar condignamen-
«te sus delitos, í que todo el rigor del poder público era
«insuficiente para devolver a la sociedad la tranquilidad i
•da confianza de que se veía privada. Así pensábamos,
«así sentíamos abdicando nuestro propio pensamiento i
«nuestros sentimientos íntimos en la manera de juzgar de
«una masa prevenida, que recojía por verdad lo que tenía
únteres en creer, que trasmitía como por una cuerda
«eléctrica el vago rumor que se le comunicaba, sin de-
denerse a examinar los hechos, ni a avet·iguar el grado
«de pureza del conduelo por donde aquel rumo~ pasaba.
«que por to1b razon daba esta: asi lo dicen, asl lo aSP-
cgt~r(m, todos lo r.reen.
«Con tan infame preveneion llef?;ó el tiempo de la

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-15G-
c:reunion del jurado, i mas bien por un espíritu de curlo-
«sidad que por un deseo de ilustrat>nos en la cuestion~
«concurrimos a sus sesiones. ¡Nada podíamos esperar sa-
c:car de los debates! Níngun intm·es, ninguna eompasion
«podian movernos ácia aquellos miserables ! Solo aguar-
«dábamos el fallo condenatorio del tribunal!
« Pero j qué fuer·za la de la razon ausiliada por el
e: grito de la conciencia! Fijamos la- atencion en los he-
cebos, oímos el tocante i vivo discut·so con que hizo su
«defensa el reo que nos inspiraba mas aversion, el Dr.
«.Raimundo Russi; i hoi tenemos la conviccion de que es
e inocente, completamente inocente.
({ ¿Quién que fuera ct•irninal hubiera podido levantar
da frente i alzar la voz con la cornpostma i gallárdía con
c:que aquel lo hiciera delante de un inmenso concurso,
«para desvanecer los cat•gos que lo tenían sentado en el
ebanco de los acusados?
1/. ¿Quién que fuera criminal hubiera podido con sola

«su voz, con sola la fuerza de su razon, debilitada por la


«inaccion de la pt·ision, i por el frio i peso de los grillos,
\lafl'ancal' aplausos de una multitud prevenida fuer·temente
ceo su contra, como lo hizo aquel desgt·aciado?
«¿Quién que fuera criminal hubie1'a podido, como
«él, imponer· a la barra un silencio casi relijioso, llevando
•la compasion a muchos corazones, i produeiendo el con-
«vencimiento de su inocencia en no pocos entendimientos?
« ·Quién que fuera criminal hubiera podido presen-
«tarse Jelante de su acusador i de sus juezes acompañado
.:de tanta fé en sus palabras i de tanta resignacion en su
e semblante?
«¿Quién que fuera criminal, cuando las vago rosas
.sombras del crímen cruzaran por su mente, hubiera po-
«dido hacer una relacion impávida de los aeontecimientos,
• hubiera podido dar a cada apariencia una csplicacion sa-
«tisfactoria i cmnplida?
«¿,Quién que fuera c1·iminal hubiera podido presen- ·
tar la historia de una vida llena de método i de filoso.
« fi'a? ¡,Quién pudiera, como él, di•·ijir sns plegarias

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-157 -
«3 la Provideneia con el acento i el ademan del justo?
'¿Quién que fuera criminal, cuando el peso del de-
«lito op1·imiera su conciencia, hubiera podido reclamar
«estritamente del Jurado, sin mezclar en sus palabras
«ninguna idea, ninauna especie de favor ni de súplica?
«¿Quién que fuera criminal hubiera podido inquietar
~rel espí1·itu fuerte de algunos, quitaudoles las horas de
«sueño para emplearlas en meditar sob1·e la desgracia de
<~:su muerte i lo tenaz del destino que precediera a su na-
«cimiento?
« ¿Quiéu, en ~n, que fuera <'riminal hubiera podido
«llegar al estado casi de locura al recibir la noticia de que
«se iban a descubrÍ!' los verdaderos asesinos de Ferro, i
«que su inocencia quedaría en clam?
«La misma fatalidad que ha perseguido a Russi para
«que su nombre resultase mezdado entre los asestnos de
«Ferro, ha aparecido hoi de nuevo para complicar su si-
«tuacion, Una fat·sa miserable i ridícula, preparada entre
o:los mismos presos, o entre otras personas bien intencio-
«nadas, acerca del descubrimiento de los verdaderos ase-
csinos, se sospecha que haya rodido prevenir al Jul'ado
«en contra de aquel infeliz; pet·o cnti'C nosotros no tiene
«cabida semejante sospecha, porque creemos que los miem-
o:bi·os del Ju ..ado son incapaces de dejarse influir por un
«tan fdvolo motivo.
«Señores Jurados:-Mirad que vais a ensapr una
4 in!'titucion nueva, i si con ella cometeis una injusticia
,
«arrojais sobre la sociedad entera una mancha de sangre
«que no se borrará jamás. Sí derramais la sangre de Russi
e por medio de un asesinato oficial, i este hombre es ino-
«cente, como nosotros lo creemos, un infierno de remor-
«dimientos habrá de ser el resto de vuestra vida. Reparad
«que, si R~ssi _no es completamente_ inocente all_á _en vues-
dra conciencia, por Jo ménos bat dudas, ha1 mmensos
.:vacíos que no dejan al espíritu tomar aquella fuerza de
«comiccion que es necesaria para votar la muerte de un
«hombre por un hecho dado; i para votar la muerte de un
«hombre, ¿ruando, en qué circllnstancit~s? Cuando In·

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-158-
(1principios eslán peleando por consagnu· en las iuslitu-
«ciones humanas la imiolabilidatl de la villa. Tened pre-
«sente, que en los casos de duda, la concierwia ''"se salva
«aplicando una pena irreparable, sino uecidiendo siempre
«lo mas favorable a la inocencia, i que este ha sido el sen-
«de ro de los hombres de bien.
« ¡ Hombr•es de conciencia i de jmamentos! No olvi-
o:deis que hace tt·es dias uo mas que la condenacion del Dt·.
«Russi hubier·a sido popular, si él no hubiese hablado;
«pero que hoi ha csperimentado la opinion uu cambio tal,
(!que será dificil encontrar una décima parte de esa pobla-
«cion [Wevenida i sever·a que votase su castigo sin escrú-
«puJos i que firmase su sentencia con pulso firme. T esa
«opinion pública que üntes juzgaba al preso de una maner·a
«tlesfavorable, era la obraJe la precipitacion, era el juicio
«que dejaba en nuestras mentes la relacion que un amigo
«o un conocido nos trasmitió, como que la habia recibido
«de olJ'O hist01•iador tan autorizado como él propio, era el
ld'ruto de la pereza que aeoje, mas no de la pmdencia que
«uiscierne i se decide; miéntras que la opinion de hoi ha
«sido fommlada soi.H'e el exámen de los hechos, sobre la
«inter>rogacion de los te~tigos, sobt·e la controversia de las
<.~partes; en una palabra, sohre bases sólidas i no proYe-
~mientes de especies supuestas o sustancialmente alteradas.
((~o es, pues, al publico a quien una sentencia con-
<~deuatoria pudier·a satisfacet·: ese público que ahora piensa
cde otro modo, léjos Je vei' en el fallo del Jurado una
({garantía, veria una amenaza triste a la ,·cz que real i
l{positi\a.
«La ~enteuria qne pudic e con?ucir el filo de la cu-
uchilla legal hasta b gaeganta del mocente Russi, ser·ia
«tnas, seria la sentencia que eondenase a un tormento in-
udefinido a tanlas conciencias que Yerian en aquel ado la
«cousumation de un asesinato mas inícuo que cualquiera
otro. l semejante ejemplo no ¡:><>Jemos consentir en que
"se diera en un país republicano fllle se precia de wlto.
« ¡ F:lllad Jueces; p€1'0 ántes meditad en que hai un
«pueblo r¡ue os ob::;erra coHmovido i conturhado, e:>perando

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«C.:Ollfundamento que no le h::n·eis maldecir de una insti-
«lucion que ~~ ha cr~i~o buena i equitativa! "O •

La opimon dectdtda de un pueblo es semeJante al


impetuoso tonente que arrastra cuanto encuentra a su
paso, cediendo e inclinándose a su potencia aun las viejas
i colosales encinas que invade: el Jurado condenó a muerte
al iufeliz Dr. Raimundo Russi .......... ........ !!!
Cuando estaba en capilla se le administraron los
ausilios de la relijion cristiana, i ántes Je recibir la Comu-
nion, jw·ó po•· el Dios vivo, que iba a morir inocente, i en
la plaza al tiempo de irse a sentar en el cadalso, llevando
la mano derecha al corazon i levantando la otra ácia el
cielo, dijo: duro ante Dios i ante el pueblo, que muero
inocente; voi a comparecer ante el Tribunal de Dios ... .. »
Un l'edoble de tambor ahogó la voz i no se pudo oí•· mas
de la postrera esclamacion del desgraciado Russi. La sen-
tencia fué ejecutada .... El Jurado lo declaró como uno de
los autores principales del asesinato de .Manuel Ferro i uada
mas. No eomo lauron, ni cómplice, ni ausiliador, ni en-
cubrídor de los ladrones: no como autm· principal, cóm-
plice, ausiliador, ni encubridor de las cuadrillas de mal-
heehol'es, que habían ejecutado los robos i demas delitos
que tenian la ciudad en alarma.
Despues de su muette se publicó por la imprenta el
apémlice a su defensa en un cuadct·no titulado: ~Defensa
del Dr. José Bainmndo Russi.)) Como es una pieza inte-
rasante por diferentes motivos, resoiYí insertarla en mis
apuntamientos i es la que sigue:

«Defensa del Dr. José Raimundo Russi.

«Advertencia.

(~Conociendo el mérito que entiel'ra el aleg~to de


<~defensa que. el desgraciado Dr. Haimundo Russt tenia
o preparado P.ara pronunciar por h~ segunda. vez ante el
durado que .luzgaba .de su causa, 1 en atenuon al estado
«lamrnlahl' de peuuna en l}tte f:e encuentra, 110 oklant9

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-160-
C.Ique UaÍ <JUÍCll }o considere COmO jefe de los ladrones que
«robat·on injentes sumas de dinero en esta capital, i en
CIOtros puntos, varias pet·sonas, en quienes aun !" ~l'idad
4 conserva no asiento, hemos convenido en dar a luz una
«tan importante pieza, para que el público medite cómo
«es que se condena i se mata en un pais de leyes i de
«libertad.
«Nos Lasta este paso para salvar a nuestras concicn-
«cias del peso que las oprime, dejando a la posteridad un
(!documento por donde pueda juzgar de la manera como
copinat·on unos pocos ciudaJ:mos, cuando un ser infortu-·
«"nado era víctima del querer caprichoso de wm poblacion
e preocupada eo su mayor número.,

dpéoJice.
«Señores Jurados:-
<~.Estamos en el recinto sagr·ado en donde los apode-
«rados Jel pueblo granadino se reunieron en el presente
¡_año para proveernos de lo que creyel'On nceesario a nues -
e tro reposo: es la era su mision.
4Dieron aquí mismo una lei cscepcional pat·a juzgar a
«ciertos individuos, cuya existencia se les pidió urJentc-
«menle. Así lo ha dicho el Sr. Ajentc Fiscal al f01·mulat·
«su acusacion. Tal lei miró atr·as como la aquilia de los
romanos, i unció a su carro a cuantos se quiso que ador-
(lnasen su tt·iunfo.
«Esta leí, Señores Jurados, segun los hombt'es que la
«manejen, tenderá indíslintamcnte sobre inocentes o cul-
«pables elnegt·o crespon de la mne1·te,o socavará tan sola-
e mente el sepulcro del criminal. Si Cromwells i Atilas
« on sus aplicadores, se verá lo primero; si Ti.os o Tra-
«janos, set':i lo segundo.
«Sí los jueces, al entrat' al lugar del juicio, dejaren a
4 fuera las pajones maJé,·ola!", t'Cpresenlai-án a la misma

•Divinidad distribuycntlo la justicia; pero si fueren los


«sentimientos benévolo · los que d 'jnrcn, el altat' de In jm;·
ticia será un infl('rno,

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-161-
c. ¡ Jueces ! roiavegando vuestras conciencias en Wl
coceano de límites infinitos, solamente vereis el faro del
c.puerto, si la brújula que guía vuestro convencimiento
«íntimo, fuere la de la relijion i la lri.
«Los jt;eces de hecho tienen indispensablemente que
«atender a las pruebas, porque son ellas el fanal brillante
«qne hab1·á de alumbrarlos pat·a formar esa coneiencia rec-
ta que es necesaria pa.ra fallar.
«Entro en matet'Ia.-El señor Fiscal apoyó su acusa-
ccion en un indicio simple que ha adornado poéticamente,
«trasformando una rama seca en una entina robusta, a la
«cual apropia veneno para que mate. Yoi a presentaros sus
«cargos pa_r·a que veais si es esada mi proposiciou.
« 1. o ~hnuel FetTO dijo bajo de jm·amento, estando
cagonizante, lo siguiente: «Raimuudo Russi, mi amigo,
ci esos pícaros ladrones de los molineros, 1\icolas Castillo,
«Vicente Alarcon i Gregario Carranza me hir·ieron. » Tam-
c.bien dijo que habían sido ladrones del Sr·. Cairedo.
«2. o C:1t'ranza, Alarcon i Castillo !Lan donde Rai-
c.mundo Russi i paseaban juntos.
3. o Ignacio Rodríguez, fan1oso delincuente vivia en
· ccasa de Ru~si.
«1•• 0 Los que habitaban en la casa de Russi, habien-
c.do sido . Ianuel Ferro herido en el portan de ella, no
e:oyeron lo que allí pasó.
«5 o T1·es individuos que pasaron a las siete i media
«de la noche por la casa de Russi, vieron a este parado en
c.el porton de ella.
«6. o Bnénawntura Cuevas saludó a Ru~si entre las
«Siete i las ocho de la noche: FeJer·i~:o Ríras i F•·ancisco
.:Antonio Ut·ibe lo rier·on bajar· pot· !a e<HTera de Antio-
crquia entr·e las siete i las otho de la misma noche.
:~. 7. o Russi dentró a la botica eJe Rueles. calle de Flo-
«rian a las siete i media segun l\leliton Ot·tiz, a las siete i
cmedia pasadas, segun Jgnaeio Ruel, que dice hacía un
«momento habia visto en sn reloj las siete i media.
«8. o A las ocho i media eutra Josefa Andrade a Ja
•dicha botica implorando ausilio de un médico para elnirlo
11
©Biblioteca Nacional de Colombia
--Hi2-
dfanuet FeJ'f'O (a.st Jecia ', a quien babia heriJo en el
.. porton de la casa del Dr. Russi, con cuva relacion se
thabia quedado este inmóvil, sin decir una palabra, lo cUQ}
«indujo a Eusébio Acevedo a penetrar que tal vez fuese
«delincuentll.
«~.o Cuando sal !Ó Russi con el Dr. Juan Ruel par·a
«donde l erro, le dijo a aquel señor·, r¡ur se fuera por las
«calles mas publica,; i al ser· aprehendido por la policía,
«no preguntó siquiera cual fuer·a el motivo de semejante
qaprehension, siguiendo inmediatall!ente para donde se le
«mandó.
cd O. Domingo Amar·o González i diez personas mas,
declaran que oyeroí1 decil' que el mm·ibundo Ferro babia
«dicho, que quien lo había herido habia sido Raimundo
«Russi.
«11. Que en e1 careo que tn'\"o en la Jefctw·a poH-
C~tica con Ignacio Rocldguez, no desmintió enérjicamente
cda asel'cion de este, de no haber· Yivido en su casa.
«El Sr. Fiseal analiza diehos cargos, de la manera
«siguiente:
d.~ ~lanuel Ferro, herido de muerte i conYencido de
«que iba a baj:w a la tumba, no pudo mentir·: él dijo que
cRaímundo Russi, su amigo, lo 11abia hcri<.lo, i lo dijo
. t:bajo oe jm·amento; luego es cierlo, luego es induchble el
ulicbo de Ferro.
«2." Los ladrones del Sr· . .\odres Caicedo hil'ieron
ca Manuel Ferro, porque no los denunciara: Castillo, Alar-
«con i Cammza están sindicados en el robo hecho al t•efe-
crido Sr. Caieeilo: Raimundo Russi tiene amistad con ta-
«les individuos: aquellos para evitat' el denuncio hiriel'on a
tFeiTO, luego Raimuudo Ru.::si lo hirió.
CIÓ," Ignacio Roddgucz, alias Vicente Pérez, alias
«Ramon . . Iendoza, ele, rivia en casa de Raimundo Russi:
dal Rodr·íguez es mJ famoso CJ'iminal, jefe de bandidos,
«sindicado en el robo de Caiceclo; lue·ro Russi es jefe de
e bandidos i asesino de "Ferro.
. . «4. • En el pot'ton de la rasa de Raimtmdo Russi hi-
,ru:·ron <1 Ianuel Fe1-ro: los que vírian NI dicha casa no

©Biblioteca Nacional de Colombia


-ifJS-
•oyeron algw1 ruido al tiempo del suceso: ManuQ! F4!tro
cdijo que Raimundo Russi lo había herido allí; lue~o e¡
«cierto el dicho de Ferro.
«5. o A las siete i media de la noche tres individuos
.vieron a Raimundo Russi en el porton de su casa: Cué-
cvau, Oribe i Rívas lo Yieron bajar entr·e las siete i las
crocho·. los que estaban en la botica del Dr. Ruel, declaran,
•que entró allí a las siete .i media de la noche, poco mas,
o:Russi dijo en su de~la~aciOn insti'Uctiva, que babia salido
cde su cr.sa a las se1s 1 media; luego minlió; i no pudo
c:mentir sin interes alguno, gue no podia ser . otr·o que el
crde no estar en su ~asa al twrnpo del asesinato; luego eo
e asesino.
«6. o Cu:mdo la criada de Manuel Ferro entró en la
cbotica, pidie11do ausilio para su amo, que había sido he-
«rido en el porton de la casa de Russi, este no se movió,
.ciEusébio Acevedo observó en él la marca del delito, luego
ces delincuente. -
c7. o Cuando Russi salió para donde Ferro, corno a
das nueve de la noelJe, poco mas o ménos, en compañía
cdel Dr. Ruel, <.lijo a este, que se fuera por las calles mas
cpúl,licas, es decir', por la diagonal de la plaza a lomar la
ccarrera de Bolívia para arriba: aquellas calles fot'man ]a
clínea mas larga para llegar a la casa de Fert·o, luego
«Russi las escojia para no vet·se pmnto con Ferro. porque
e temía su presencia. •
8. o Qne a la voz de los que O)·eron de la boca. de
cFerro qne Russi era su asesino, se repitió lo mismo en
.-todo el pueblo: luego el dicho de aquel es cierto.
«9. o Rus-i no contradijo con dureza a Ignacio Ro-
.:dríguez cuando aseguró no haher vivido en su casa: esto
.cpg..¡eba relaciones estrechas entre los dos: noddguez es-
daba interesado en la muerte de Fer·ro; luerro Russi er·a
ccómplice de Rodríguez.
«Este es, señot·es Jueces, sino me equivoco, el cua-
cdro fiel de los materiales jurídicos con los que el Sr. Fis·
ccal acusador edifica la grande obra de la ruina de mis
cdos existencias, la ~nra i la vida mat€ri;¡l: la ~u oda 1~

©Biblioteca Nacional de Colombia


-164-
t:despl'ecio sin la pt·illlera, i es pot• e;:,t<~ que veugo a l1
carena.
«El punto fijo a donde se ::~ta el primet· eslabon de la
«cadena de cargos que se me hacen, está. en el dicho de
01Mauuel Fen·o. El Sr. Fiscal no eonoóó, ni trató en vida
ca 1\lannel Ferro: d · lo actuado no consta la pureza de
ttcostumbres mot·ales i t•elijíosas Je este individuo, lo cual
«Se le atr·ibuyc gratú'tarnentc; lncgo al l'aeiocinar sobl'e
«semejantes datos, se edifica en el <1ir·e.
<!)lanuel Ferr·o segun el dicho de varios individuos,
«durante el tiempo de ~u agoní:.J. delirara ron Yengm¡zas
«Í maldiciones: sus costl!mbres, consta qne e!'an implll'as:
<<hai pr·ueb~s de qur el'a hombre de' taberna, que
se em-
«IJI'iagaba siempt·e, que su señm·a lo espionah;~ por celos,
«i que· en la nJÍsma noche que fué herido, esta ¡e scgt:ia los
G:pasos para ob~et'ntr sus au::ior:es en pi'O~litucion . Seme-
«jantes antecedentes puedeu ser una buena hase de mzo-
"namiento.
«Compárense los ntribntos que se regalan por el ::~cu­
«sador público al memorado Ferro con los esp1·esados últi-
«mamenle, que tu\·o por legado de su educaeion: i qnien
ttcompare fallc ,sobre los hechos cir·ctmstanciales en ~ue el
«acusador i yo buscamos la Yerd~d. El 1'es1Jitado ser·á que
«aquel la lm~ca en la O"cm·idad t!c un sollsma i ~·o la lnuo
•a la luz de los hechos.
«Üs ¡.:'esrnté 1:1. historia rle mi vi{~a en mi alegato
«primet·o: la fidPl:d~1d de aquella relacion In testífic:m mis
«acciones i mi fl'rNe, sobre las eme 1
e:l:i incnt:tada mi
o: honra, que no ha sido mm,cillaJa sinó por la malerolen-
•cia de mis ~P!ltej:mt P.~.
e Entt·e la wr ad que mrrezca nn inciiriduo dr·gra-
c:dado, i la que pueda t et·cc-et' un l'omht e de al~tmos pre-
«ceuentes i de intach:~IJ!e conducta, siPmpre ha decídiJo
«la sensatéz en Hlror· e e este último, por·quc en toda causa
«('11 que los !Jecbos se prnehan ror df'dar·aciones testimo-
«l~in_t~--· debe nten erse llllll'ho a la delic:1deza e incorrup-
.,
.cttbthdad del testi.,.o . .
« uponao grnt•'titarnentc, que .lauuel Ferro e~tu~

©Biblioteca Nacional de Colombia


-16D-
c:viera cuando declaró en completo juicio, en un estado
«fisiolójico perfecto: yo niego el hecho que él afirma; va-
cdórense los dichos de árnbos por los antecedentes de uno i
~otro, i venga la pi·neba que el acusadm· debe dar en tal
~caso, porque el rnas miserable rábula sabe que el que
~niega un hecho en derecho, at•roja sobre su contrariq la
•obligacion de probar·lo.
«El dicho aislauo ~le Ferm no dá ni un simple indi-
<~cio:-indicio, segun nuestl'a lei adjetiva, es un hecho que
<~indica la existencia Je otro hecho, o de que alguna de-
cterminnda pe,·sona lo ha ejccutado.-.Jle hirio el Dr.
«Raimundo Russi; he aquí el primer lu~cho; i es le, · cu:il
cseiíala? - Ninguno, porque aquel no dice el m~livo
«porque yo le asesinal'a, cual el móvil que me com-
crpelieJ'a a ello, ni el mui noble i justo funciona¡·io de
«instmccion lo preguntó siquiem. Pat·a él, i no com-
cpreodo el miste1·io, lo que le importaba era mi nom-
«hre, era abismamJe en los dolores que ha ter1ido la
e complacencia .de baeerrne sufrir, era m&ntcnerme en una
aestr-echa prision, ('argado Je hicúos i comiendo la rarion
cdura i mezquina del desgl'aeiado preso. Ya desrnostré en
«mi alegato é..nteriol', que uingun móYil tuve, r:i pude te-
<~ner para comete1' la accion que se me imputa, i el ditho
cdel desg•·aciauo Fel'ro, llamámlomc,su amigo, demuestra
~tque yo e1a su bien-queriente, i est:mdo él en posesion
«de mi cariño, ningnn mal pude pretender hacerle, como
«en efecto no se lo hice. Pero, repito, no exi: tiendo el
a: hecho anterior al hecho presente, consistente en el dicho
«simple del herido, no existe tnmpoco el indicio que se ha
e creído encontrar allí. ·
a: Da el S1·. Fiscal una ba~e segura para racioeinar,
«P.~~ su clara intclijencia, por su lmena fé, por su .fi~~ra
dOJICa, por su conciencia pura, püt' su temor a los J.lllctos
«eternos, por su nmo1' a la inoceneia. por su compas10n al
ccriminal, pot' •·espeto a su profrsion, po•· nmor a su pró-
«jimo .... porqne sus mér·itos sean los que lo eleven ....
•Sus virtucles las que lo coronen dvican~~nte; i porque en
.tin, los esealonf's por donde ::.uha al soho sea de p.1tíhu-

©Biblioteca Nacional de Colombia


-i66-
t10S í sangre. ¿1 cuál es aquella hase! Es otro sofisma,
digno de su puro discernimiento, digno, sí, de ser aplau-
cdldo por' lobos hambrientes que apetezcan carne•. (hablg
«oon el debido respeto al Sr. Fiscal). Su razonrumento~s
«este: Ferro ha dicho que los ladrones de Alcina le aseSl-
cnaron: Castillo, Alarcon, Carranza i Rodríguez están. sin-
cdicados de tal robo: esto's tenían amistad con Russt (se
le llenaba la boca al pronunciar mi nombre .... dígalo el
•pueblo), porque paseaban juntos, por·que los defendí~,
•porque Rodríguez vivia en su casa: Cananza cl13driller~
uJe Rodríguez, Rodríguez jefe de cuadrilla; luego RuSSl
cladron, primei' jefe. Castillo, Alarcon i Carranza oom-
cbrados por Ferro como sus asesinos, nombrado tambien
cRussi: aquellos interesados en que Ferro no los denun-
cciara, tambie!} este: es cierto que aquellos como tales la-
cdrones lo asesinaron; luego Russi tambien es asesino.
«Señor·es Jurados: para el cue quiso oír, demostré
•ya que Castillo, Car·ranza i Alarcon, no tenían, ni tienen
camistad conmigo. Bajo de juramento oísteis los ruchos dij
e ellos mismos, en que aseguran no ser sino conocidos mios,
a quienes he servido como profesor del derecho, por Sli
a:diuero, aunque no me han pagado. Pero bieiJ, los tes-
.-tigos que dicen que aquellos e1·an mis amigos, ¿han dado
crazon de su dicho, romo lo manda la lci1 ~o, señores
citu·aJos, tales testigos son de la ma~a del pueblo ininte-
clijente, que conoce por amistad el que un individuo salude
«a otro. Yo no tendt•ia por qué negar relationes con tales
«individuos, si las tuvier·a: pero esceptuando las que he
«mencionado ántes, no tengo otras; i en por menoi' son
«esta&: haber hecho a Castillo unos escritos, entrando a s»
«casa una yez, i otl'a haber wl)l'ádole desde la muralla del
dfolmo del Cubo lo que me debia: haber ido con Alarcou
ci Carranza a Cipaquir·á a ¡)l'cstade al pr·imero un set·vici&t
c:en mi pl'Ofesion, regresando tambien con el último: ha-
c:Lm· e tado el día de año nuevo con larcon, l\lanuel
.. Ferro i su fu mili a en el río llamado de los c:Lacbcs. •
• E~s relaciones ¡Jueces! ¡Pueblo ! no fórm:¡u amistad
cinhma, de aqnf'lla amistad que . necesaria para confiar

©Biblioteca Nacional de Colombia


-167-
cen otro la vida i el honor.... Tal vez oo me replica en
cesta parte el hombre elevado por sus méritos a la majis-
ctratura acusadora.
"Ignacio Rodríguez vivia en mi casa, comía en mi
~ ~me~a por' su dinero, i lo visitaba en su J?Osada con fre-
"cuencia, hasta en la tarde víspera del d1a en que tuvo
.. lugar el robo cometido en la casa de! Sr. Andres ~1icedo.
"Esto lo he confesado francamente porque es la verdad,
u como tambien lo es que ántes no conocía yo a Roddguez;

"que desde la víspera Il_lCncionada no lo volví a ver, sino


• 'hasta en la c:ít·cel un dta, en el cual reconocí a mi huésped
"V~"cente Pérez; de cuyo reconocimiento i demas que me
•·constaba, declaré, bajo del sagrado del jUI'amento con la
·'"sencillez del hombre Je bien. l\Ias ahora debo pregunt3r:
.. ¿Fe1·ro o algun otro, caballet·o o canalla, rico o ·pobre,
'"grande o pequeiío, mulato o mestizo, sábio o ignorante
u ha denunriádome jamás como ladron principal o suibal-
.. terno de algun hurto o robo de los cometi~os desde el
"principio del mundo hasta hoi? ¿Se me ha denunciado
.. como cómplice, ausiliador o encubridor de samejantes
'" delitos? No, no, no, mil veces no; i si hai denunciante,
1

••que salte al circo, porque en este tribunal no se admiten


'"denuncios por los leones de bronce, no se admiten ale-
Hvosos que hieran a mansalva. ¿Dónde están los cuerpo!'!
«de los delitos? ¡La prueba Sr. Fiscal ! la prueba, por-
" que Dios nos mide con la misma vara con que medimos;
"pol'qne el presente o· está mirando i la posteridad tam-
"bien mira pm· los hechos del p•·esente, i los juicios de[
~·tiempo son de Hios. Este juicio, fué el juicio de .An-
.. tioco. ¡Jueces! en la nora del te1Tihle boa está el aliento
...que atrae hasta el inocente pajarillo que surca el viento
"buset~ndo la comida·, que para alimentar su vida le pro-
"'porc!ona el Ser npremo. en l? boca d~l Sr .. Fiscal ~.stá
.. el ahento que quiere matarme: 1 de su dtdlO a1slado qme-
Hre que salga el problema qne auastre con su peso con
"cuaotas razone eowentre. en su tránsito, emp~j~do con
"'él a ]a pJuerte para que lnertl \l. ah cura$ la YlCtlm~ que
·•eJij~. ¡Juoces i pueblo! PO el proceso no h::~llareis la nlf'-

©Biblioteca Nacional de Colombia


-168_:_
"nor prueba, el mas lijero indicio contra mí· ¡Juristas
"sac:erdotes de la leí! Venid eonmigo al sacrosanto tem-
" plo de la justici::~, no a hollar con planta fratr·icida, sino
"a absolverme del temer::~rio cargo que la eqnivocacion
"'mas perniciosa puede haher formulado: no a· der·ribar el
"altar de la inocencia i a construir en sn lugar el del ódio
''contra un infeliz, cuyo prine:ipal delito toma forma i co-
'•lor·iuo en que es solo en el mundo, en que sus rebcio-
''nes están sob1·e su <:abeza, pel'O sin el apoyo del dinero,
''::;ioo a construir el monumento sólido ante el cual <.!ebe
"rendir·se culto a la rawn i a la justicia.
d si uo existe pi'Ueba de que JO sea ladt·on princi-
«pal, ausiliador o encul,rit!or &. , ¿por qué, Fiscal, tomais
uta! hecho por base de vue;·tl'O r·aciot'inio? ¿ rorc¡ué olvida-
nos de vuesti'O santo ministerio, i tener el placer de ron-
«fundirme con el <Ti minal? ¿::X o sabeis que el oro no se
«amalgama con el plomo'? Si no hai ni leves indicios de
«que. _yo haya sido, pueda ser, ni sea lad ron, cómplice ni
<~aos•hador de los que merezcan tal nombt·e, como tal,
«pues no he pocliclo herir a Manuel Fe1·r·o ; i tomar· por
·«hecho ante•·ior· al hecho presente, el dicho de ~lanuel Fe-
erro pa•·a calificarme como ú1{ame bandido, seria una fal-
da grave eu un individuo del bajo pueblo; pero es un
41Cr-Ímen nefam! en un majistrauo pago, no par·a oir· par-
a:cialmente pasiones malévolas, o para atender· a sentimien-
«tos benévolos, sino para distribuir 1('1 justicia o para pedir
41la distt·ibucion de ella, igualmente al inoecnte que ;JI cri-
<~minal. ¡ Ah ! SI'. Fiscal! ojalá que en los dec•·etos eternos
«esté bol'i'ar del gran lihi'O esta falta vuestra, para que
11 vuestra familia no arrash·e la soga Je Caín, por el puñal
cqiJe públicamente me habeis clavado en el cm·azon con
«declamaciones de poderoso, dee~amaciones que han ido
e directamente a Gbrar, ¿sobre qmén? sobre un cadáver,
«porque ' un preso a quien se mira sin rebciones i sin dine-
cro, es 'pom métJOS que un cadáver·.
«Decir, pues, que por tener relaciones con algunos
41de los sindicados como ladrones, (micos que pudieran te-
ner intere~ en salir de )tanuel Ferro, porque uo los de-

©Biblioteca Nacional de Colombia


-169-
cnunciara, ya es indudable que se fué asesino, es suponer
«gratuitamente lo que no existe, es oír a la pasion ciega
«que condena, mas no a la razon que absuelve, es Ievan-
«tar sohre un pedestlll falso el trono de los domicianos.
~~.Con Ignacio Rodríguez viví i comí unos días, nos
«abrignmos bajo un mis~o techo, i así lo he confesado
«bajo de juramento, no lo he negado. Responded me ahora,
e Sr. Acusador : ¿cuando admití en mi cnsa al referido Sr.,
«sabia yo que estaba manchado con el delito, que la leí lo
«necesitaua parn pmitit'ado, qne la autori1lad lo pedía para
ce! esca1·micnto? .\! proc"so, Jueces, al proceso, pueblo,
«al proceso, no hm mas remedio. Allí no hai constancia
«de semejante hecho: luef)O es bajo la palabra del Sr. Fis-
tC~ll, que él se quiere da1· poe sentado i p•·obc..do. Los jui-
«cios deben lleva•· pm· eabcza los hechos, i por pié la apli-
«caciou del de•·echo; no existiendo los p•·imeros, es visto
«que no puede tener lugar la <1plicaeion de ninguna conse-
«cuencia le~al.
(!Si hul.Jiera que1·iJo el S1·. Fisc·al fund:H·se en una
«cosa sólidn, hubiera infor·mJ<lose de la situacion de mi
o:casa, hubiera visto que del p01ton de ella a la pieza en
«que vive una pob1·e vieja, tia mía, eufer·ma, i Úna jóven
«cansada Je lidiada, hai mas de treinta Ya1·as Je fondo,
(len una pendiente; i <·onvelH:ido de la imposibilidad de
~oírse aJentro lo que pasa afuera, no habría formulaJo
«uno de los cargos que me hace.
«¡Cómo~ no contradite enérjicamente, dice el Sr.
o: Fiscal a Ignacio Rodr·íguez el dia del careo en la Jefetura
«política. Sin embargo, no atiende a que allí so:otu,-e mi
edicho baJO de juramento i con la finneza de un hombre
«de mi clase; pero·hai muebos qne no entienden esta fir-
«meza, no oLstante que aparentando semejante virtuJ. ~a­
«hl~n mas que_ el lenguaje de las ver·du!cras. _¡ 9. D10s
cmw! yo he ordo aplausps dentro delrecmto, drriJidos a
ceste último lengua¡e.
«Conseguí que Juan Ruel (;Ah Juan Ruel! Dios le
e perdone!) fuet·a wnmígo en ausilio de Ferro, de un mu-
chacho a quien quise porque me sirüó con cariño cuando

©Biblioteca Nacional de Colombia


-170-
pudo, i le dije que tomáramos la direccion mas corta a
ta casa de aquel desgraciado : tomamos en efecto la plaza
e de Bolívur, por n diagonal, a seguit' por la carrera de
«Bolivia ; i cuando ibamos llegando al punto donde nos
<dirijiamos, un comisario de policía me ordenó que le si-
"guiera.-¿Pot• qué? le pregunté yo con la calma del que
c.liene su coneienria tranquila.-Nada se me respondió.- El
«Jefe político ¿dónde estti? volví a replicar.-En la casa de
4Ferro, me contestó el comisario.-Adios Juanito, le dije
«<).1 tal Ruel, que ha manifestado públicamente desprecio
«1411 manifiesto que dí inmediatamente des pues de mi pt·ísion,
ci me separé de éL No es cierto, pues, que yo siguiera
cal ajente de policía que me intimó la órdcn, sin hablarle;
«i cou el mismo St'. i su partida de comisarios desmentí-
cría el dicho de Ruel en tal punto, si no estuviera cerrada
cya la pnet·ta para la pi'Ueoa. Las cuadras quo con Ruel
, «tomé aquella noche para Ít' a donde Fert·o, muí léjos de
«ser las mas largas, son las mas cortus, como lo uotará
cel que cuente de la esquina ele la calle de Flm·ian en la
~plaza, tomando la diagonal i subiendo luego por lacarre-
«ra de Boli\'ia hasta aquel punto, í compare despues el
«número de cuadras que hai ~¡ mismo sitio, tomando la
ccarrera de la puerta falsa de la Catedt·al. o sea del
cOriente.D
«Como a las 9 de la noche del 24 de abril, Josefa
cAndrade, criada de l\Ianuel Ferro, pidió ausilio de médico
«en la botic.a de Ruel para su amo que babia sido herido
cen la puerta de mi casa.-¡ En el pOI'ton de mi casa! es-
«clamé yo fuertemente (así lo ha declarado Ruel en con-
dradiccion con Acevedo que dice r¡ue yo me quedé mústio,
ci que vió en mi cara el síntoma de la delincuencia.) Tam-
cbien en su estudio YÍÓ el Sr. Fiscal, como el indio Tégua
e en el fondo de 'lll platon de agua, mi fisonomía e tam-
«pada eon el 'sentiwiento del criminal. 'o al juicio de los
e que piden sangre, sino al de los iutelijeutes ht,uuauit~ios
•tl'istiHnos, llamo a que ~an sentMcia~os esto~ dQs céle-
cbre~ dinámi o espirituales.
cllu ho dt>l pllf'hlo han ac;~u,¡·aAo que Manuel Fert·o

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-171-
chahía dicho, que Raimundo Russí era uno de MIS Mesi-
cnos. Hai declar:1ciones de todo el b:ljo pueblo wb;<e aque-
cllo, si lo quiere el ilustre acusador; i si las busca en el
c:pueblo llamado e:ulto, tambien las halla r.on el mismo fun-
cdamento ; porqup en la masa casi total hai la misma faci-
e.lidad para circular lo que oye, para creer sin examinar.
cEmpero, el dicho jener:al se funda en el de Manuel Ferro,
ci tiene tanto fundamento como el que tuvo el pueblo ate...
C":niense para creer delincuente a Sócrates, por el dicho de
csus acusadores Anito i Melito, saceedotes de Baco.
«Salí a las seis i media, poco mas, de la casita que
e forman las piezas altas de la easa grande que habitaba el
c24 de abl'il, a cuya casita me babia reti1·ado desde las
.-cuatro i media con Pardo i Ramos, citados en mi decla-
cracion instructiva : con Cáceres i Barragan estuve en
e.aquel punto desde tal hora hasta las mencionadas seis i
cmedia, en que me separé de ellos, lo mismo que de la
c~ñora Niéves Ala1·con de Quintana, que fué con el objeto
«de que le diera unos pesos por r.uenta de lo que le debo,
ccomo consta de mi diario i apuntamientos. Inmediata-
crnente me vine para la calle de Flor·ian a la botit:a del Dr.
cRuel, en cuyo sitio permanecí hasta que con el mismo
cRuel salí en ausilio de Ferro. ¡Dios i el tiempo juzgarán
«al señor· funcionario de instruccion, por no habe1· eracua-
cdo las decla1'aciones de Ramos, Pa¡'Jo i dcmas que yo
e cité para mi justificacion! ·
«Como no tengo reloj, no ví la h01a de que voi a
chahlar: tampoco oí la campana que pudiPraanunciál'mela;
cen una palabra, no pu<le fijar instantes. Asi que pude
«equi\'ocarme cuando dije que hnbia salido a las seis i me-
c:dia, poco mas, i en esto no podía haber nada de Jllil'ticu-
«lar. Lo.s personas acostumbradas a cargar reloj soequi-
«Vocan muehas ,·eces cuando quieren dar razon de las h~­
e:ras por _cálculo i sin ver la muc' tra. ¿,Qué, pues, ten.dria
cde partwular que se equi\ocase en ella el que no t1ene
«semejante finca, ni semejante oostumhl'e? Nada. Pero
do que hai de cierto, es lo siguiente: que un momento
•despues rle ta~ jete i media ( dedaracion tl J nar.·o RlM'l.

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-172-
«con vista de su reloJ ) estuve en la botica ; i siete i media
epasadas son en efecto las que señalan Meliton Ortiz i Juan
•Ruel. De siete a ocho Jijel'on Cuevas, Rivas i Uribe ha-
c:be•·me visto ; serian, pues, escasas siete i media cuando
<[esto sucedió, puesto que a la botica llegué un instante
•clespues,
. «La seilo•·a Rufaela Escandon, cuyas ventanas de las
e~p1ezas en que habila están inmediatas al po•·ton en donde
C!\lannel Fe1·ro rceib;ó las he1·ida::, sintió que al momento
<de ser atacado este, t;l'itó diciendo· ausilio Dr. Russi,
egue me asesinan los ladrones. Est.1 señora fija la ho¡•a
cdel suceso, a las ~cho de la noche.
"Simon Bonilla, que fué el que inmediatamente pasó
·'por junto al sitio ~onde estaba Fe1·r·o tendido i que ayudó
"a llevarlo a su casa, fija la hot·a del suceso a bs ocho de
''j;¡ noche. Francisca Gonz;ílez, cspo!:'a del finado, dice:
"'!lié' a los tr·cs cuarlos p:11'.l las ocho ::;e vino para su ca-
''sit<l a ag¡¡ardar a su marido , ~ qu ien hJsta esa h01·a estu-
"v? e:;;piowmrlo, i que un poco despues se Jo lleval'on he-
" r¡J ). " Es de nota r·se qnc la casa de dicha señora dista
,, 1 . como tres cuartos J e cua J ra, 1. que par·a 1r
ue 1a nl'la . a
"ella, o se pasa por el porton de mi casa, o pm· la cuadra
"de enl·ima a \·oh·e¡· por la cat't'era de Bo!i ri:1, i entónces
.. hai que att·avezar la bocs-ralle que mira hácia mi uicha
"casa de babitacion; i tuando la señora Gonzál~z pasat•a
"('a~i a las odw, nada jntió en tal cuadra, lo cual es muí
·'de notat·se. La mujer .\ndt·ade, criatb de donde FerTo,
"salió cor'l'ienrlo a husc<Jr el ansilio Je un médico, i llegó
"a la botica del Dr. Ruel, en donde estaha yo, a las nue-
' 've de la noche u ocho i metlia ; i habienJo en ellránsito
l l de su casa a la botica, siete i mellia cuadras, g:1stm·ia en

·'andadas medio éuarto Je hora a 1o mas (as(! o dedaró


"la dicha señora GouZ<ilez a sol"citud mi:J en el Jurado.)
"Cuando el St·. Jefe político fué a donde estaba el herido,
''diee él mismo que erian las uuf'\' e de la nothe. Como
·•un cuarto de ho1·a despues de que la criada Andr:1de ~
c'tuvo en la botica, nos fuimo~ el doc-tor Ruel i JO para
"l.o casa de Ferro, i ya el Sr. Jefe polítiro estaba all!. i

©Biblioteca Nacional de Colombia


-175 -
"habia tom::~do la dedaracion del herido, i babia mandad9
"que me aprehendiesen.
''De las declaraciones. pues, de los testigos mas in-
" mediatos :11 tiempo del suceso, tomo la hora que ellos
"fijan i es la de las oc~o <le la noch~. Desd~ J¡¡s siete i
''media, segun los fest•gos que me vieron haJa t', e!' taba
"yo en la hotica de Ruel, calle de Flol'ian ; pues que allí
"entré a las siete i media, un momento pasadas. i la bo
"tica di:5ta de la casa señalada algo mas de ocho cuadras.
• •En la botica pel'lnanecí hasta las nueve o nueve i media
''de la noche, en cup hora nos fuimos eon el Dr. Ruel:
''yo no podia estar· a las ocho de la noche en el porton de
"mi casa i a la vez encontram1e tambien en otro pnnto,
• •oc1w o nueve cuadt·as distantes ue ella, por que Ci>to es
"matet·ialmente imposible: luego por una deduccion de
"las m:Js l'igoro~as. en lójica, no fuí JO quie~ hiri~ ~ Fe-
"rro, no fuí yo qmen pudo hallarse en tapaCH.lad fls1ca <!e
''hacerlo.
"Dos testigos contestes e inl<lchables os conve11cerian
"perfectamente, segun la lei 32, título 1G, p:u·te 3.'" i
"el artículo 18!•. del código de procedimiento en los nego-
• •cios cr·iminales: pero yo os he prcsrntado siete cuyos
"dichcs se encnentran en el S'JID<ti'io olH ando en mi fa~
''Yor ; por· manet·a 11ue <"r.n tal vruE:+a, mi inocencia está
<:en clat·o, mi ím:ulpabilidad patente; i no se ha ¡..odido
'<sino infrinjicnt!o aiJiel't:m~ente las leyes, dedarar que el
• ·sumario pt'e!:ltaha mérito pat'a procede!' contra mí, cuan-
" do el a•·tíwlo 110 del código de proceder exije .par a ello
''d()s co!':::s: 1. "' que haya pl<>na pnJCba de la existencia
''del delito ; i 2"' que exista un testigo iJóneo, o gr:n·es
••indici0s contm el delincuente. I el St·. Fiscal qucd trá
"tambien ('Onwucido de 1uc !Ds tt'es testi~os que drc~aran
• que a las siete i media de la noche del 24 de ab••tl. me
"yier·on en el porlon de mi casa son miscr·ables que mten-
" ten por solo el gusto de mentir; que e tán perjurauo"s
"por el dicho de los tesligos que he presentado, i ademas
"contradichos notablemente ; porr¡ue uno de ellos dice:
"que me vió ron rapa i ~ombrero de fieltro, el olJ'O que

©Biblioteca Nacional de Colombia


-1.14·-
"con rusm1 redonda i sombrero de fieltro, i el tercér•
"que con capa i sombrero chiquito. ¿Se podrá dar algun
'' rédito a sernt!j ntes testigos contradichos mútuamente
"en pnnt<Js tan sustanciales? ¿qué base de raciocinio pu-
~ "dieran ellos uministrar? I ademas, aun cuando fuesen
"tres cuaqueros los que así declarasen, ¿no es verdad que
''están manifiestamente desmentidos?
"Agrego a este cuadro de pruebas en mi favor, los
·'siguientes hechos que os deben dar presunciones tan
.. vehementes i dcrisivas, que por sí soltJs hacen tada ooa
"de ellas plena probanza.
••La n che del 21 de abril era oscura, era la tercera
'•o cuarta dcspues de la menguante ; la calle uonde se per-
"pelró el asesinato, es por sí misma oscm·a aun en noche
"de luna ; Manuel Fel'ro estaba ébrio, pot•que háhia bebi-
"do mttcha chicha, como así lo declaran la mad!'e i her-
.. rnana de éJ mitimo ; el asesino no tuvo voces con él, por-
''que si no, lo hubíer·an oído; los golpes del ct·iminal fue-
.. ron dados con precipitacion, i el estape ha debiuo ser en
uel momento ; todo Jo cual lo colejit·~is de que al recibir
"las hei·idas, gr·itó, i la seuora E candon abl'ió al pt·onto
"su Yentana, no viendo a nadie mas, que al herido en
unquel parnje. Ahora re~pondedme: ¿pudo conoce!' aquel
"desgraciado claramente a sus a~esinos, pnuo contar el
"número de ellos, purlo distinguir quiéu le diera tal puña-
"lada, cuál la otra ? Esto es d~ todo punto inverosímil,
"i su misma imerosimilitud ar3trye wnlra el dicho del
upaciente a c¡ne se ha querido dat' tanto ralor.
";Pasad a mi lugar un momeuto, señor Fiscal! Un
umóvil dado os compele a dar muel'te a un hombre, i te-
"neis o no teneis tómpliees; Jecidme, ¿ elejireis por sitio 1
"e] portoo de Yuestra casa para perpetrar el delito? ¡ 1 0,
"que e ta s ría la ma_-or de las torpezas! ... torpeza que
"yo rechazo i que no se me puede aplicar en gracia de
"justicia. .
"Ma~, pretendeis la muerte de un hombre, teneis al
"facilidad de atraerlo a uestra casa en el día o en la no-
''che, aq.ella casa t'S ~ande. ,.¡yÍ!! casi solo, teneis cono-

©Biblioteca Nacional de Colombia


-t1a-
41cimiento dElt tiempo en que está en la caHe, del en que
«puede estar en su hahitat'ion, del cuidado que la farnilia
•'tenga por él, sabeis po itivamente que Tar·a vez va a su
•'casa ántes de las doce de la noche i muchas veces al a'ma-
, 'necer ; ¿. i con todos estos datos le hareis el dé1ño en la
"calle a una hot'a e]l que todo el mundo ~era i anda, arries-
~·gando vuestra honra, vuestra fortuna i vuestra vida, en
''lugar de conducirlo al punto rn<Js conveniente i apropiado
"para la segm·idad í para el secreto? ¿Por qué, pues,
"señot', considerarme a mi tan torpe que fuera a faltar a
•<aquellas consideraciones que al mas palurdo de los hom~
"hres se le hubieran de ocul'l'ir '?
• 'Si algun móvil me huhiera compelido a dañar a i\la-
"tme1 Fert·o, yo hubiera procedido con alguna cordura,
''puesto que tenia amistad con él i conocía su vida ; i hoi
"no sabrian, no, quién hubiera quebrantado con él el
"quinto precepto del decálogo.
"Señot·es Jurados: comparad la prueba que os doi
"para acrisolar mi inocencia, c-on la que os l1a pre entado
"el seílor Fiscal p:H'a cubrirla de luto; i fijando vuestra
"vista en Dios i la leí, es imposible que no halleis que la
"pt·imera despeja evidentemente la incógnita que buscais,
• •es imposible que no os veais movidos a dedar·:n·me Hita-
••mente inocente e indigno de los martirios que he sufrido
"i a que la fatalidad me ha coniJucido. Al br·illo de la
''luz qne me rodea, poniéndome casi diáfano para podern.e
''penetr·ar, DO es posibl~, DO, que se puedan resistir vues-
"tras conciencias, i tanto mas hoi que creo que la suerte
"os presenta con cfal'idad los ejecutores dd cr·ímen, en los
·"propios térmiuos eu que los mencionó )f::tnuel f'i't1'0, se-
" gun los denun<:ios de varios individuos que os han ins~
''truido ya bastante en el particular. r"o dudo tampüc:O
'•que la S<~bidm·ía i penetracion del señor Juez, abrán
·•descubrir pcl'fectamentc la yerdad, la verdad, sí, que
~<disipará la tiniebla; que rasgará el relo i que hará desa.
"parecer la duda, c9nduC'iendo al Jurado a acería!' con cl
"criminal para esearment:n·lo, no a eometer un horrible
• 'asesinato oficial, r¡ue ocabaria el sepulcro de ta soriedad.

©Biblioteca Nacional de Colombia


. -176-
"que baria temet· a la virtud, que haría reir al criminal,
''llevando el anatema de la impa1·cialidad i de la hist01·ia,
"sobre las cabezas de los que quisieran sellar con la sau-
"gre de un inocente el libro de los destinos del pueblo.
"¡Juez omnipotente del cielo i de la tierra ! mi Dios!
''bendigo mil veces vuestros decretos soberanos i adm·a-
"bles ~"' soi inocente i he rivido con pm·eza siempre! "hoi
''soi herid u de muerte por hombres que no saben lo que
"han hecho! se me_ ciena, yo lo veo, el templo de la jus-
"ticia, observo dembar su altar, miro que se ciegan sus
.. fuentes, siento despedazar el fiel de su sagrada balanza!
"Pues bien, si es que me quitan la Yida, muero ino-
"cente, no llevo remordimiento alguno; pei'O sí, Dios
•'mio ! llamad conmigo a juicio a nás jueecs de la tie1·ra ..•
"yo os pido jnsticia i mise¡·icordia ..... yo los cito para
"ante vuestro Tl'ibuonl Santo, único e¡, e d:1 perfectas ga-
"rantías, a la vez que llena de consuelos el alma.
"JOSÉ RABHii'iDO RUSSI."
El pueblo sintió la ejecueion de la sentencia Je muer-
te en el infeliz Russi ; el pueblo dejó caer la venda del
furor i de la ira, i se mTepintió de su obra! Si Russi
fué inocente i el pueblo injusto, debe espiarse la culpa hon-
rando su memm·]a.
c.-o- '!IJ....c--e

CAPITLLO XXII.
PRI.LLUl~ARES DF.. REBEUO:'i.

La Jecision del Jurado en la causa formada contra


el Dt·. Raimundu RtLi, eonth·mahg la opíuion e'presada
en el progl'Jma del atliYino con re:specto a la organizacion
judicial, pues lwLiauJo de la insti~ucion del Jurado para
los juicio~ en materia cJ·iminal, despur de pt·esentar un
largo tratado soLr.c las_ YC?tajas de_ tal inslitucion, decia:
"sin embm·go, hm vai'JOS meom·ementes para establecedo
en los pueblos en que la civiliz<~cion no ha cundido en las
masas i que el numero de hombres intelijentcs e instrui-
dos, es n ui reducido; por,¡ue en ellos la dccision del Jura-

©Biblioteca Nacional de Colombia


- ~77-
do adolecería de las justas ápreciacio nes del hecho
en tela de juicio; i lo peor es, que vendria a ser la
obra de las apariencias o quizá de las pasiones ecsal.
tadas."
N atable, mui notable es la última parte del con-
cepto anterior con relacion a la sentencia dada con-
tra el doctor R.aimundo R.usi, porque si los jurados
que votaron su muerte tenían una cla ·a percepcio n,
su conciencia se doblegó a las apariencia s i ~obre to-
do al clamor apasionad o del pueblo que, ofuscado
i colé•·ico, demandab a el sacrificio del hombre mas
notable de los sindicado s corno socios de ]a cuadri-
lla de malhecho res, que tenian en a)a¡·ma a la capital
de la República , Un g•·an cúmulo de hechos- que
aislados no podían perjudica r al doctor Rusi, toma-
dos en globo fascinaron al pueblo, que juzga con lije-
reza, sin exámen, i las mas veces sin criterio, i lo con-
dujeron a proclama r a aquel, como jefe de bandidos,
hasta el estremo de baulizae a la cuadrilla de R.odd-
guez, Carranza i Ala•·con, con el nombre de '' Com-
paiíÍa Rusi.'' l sinernbarg o, el proceso seguido con
especial interes para dcscubrit' los autores de los ro-
bos i del asesinato de Ferro, no arro.i ó prueba algu-
na propiame nte dicha, contra el infeliz Ru si, Se to·
maron como indicios de complicid ad, h echos que a
la luz de la razon i delante de la imparcialidad de un
juez severo i despreocu pado,no comprom etían su bue-
na reputacio n moral. La serenidad i entereza que
manifestó en la defensa, los procedimientos honra-
dos de su vida anterior, i la escases de r ecursos que
todo el .mundo supo qu e sufria, basta en sus últi~os
desgrac1ados dias, contribuy en a conürrnat ' sumo-
cencia. Jf
Al tiempo de la ejecucion de su muerte, lo que
* H oi ~ e hall a com pl<> tnm en tP rectificada ln inocenria de l Dr.
R aimun do R u i. En el a i10 de l Sí:!, confesó ::'{, R·>n!Pl'll hah~ r Fido
f!ill c,ino d e Ferro, d P.clarando a l mi,mn t iempo r¡nP Ru,:j hulJia ido
ín oc~: nt<.); c .-:uf~,io n hecha en la hr"'~ ~up;·rma. Xo ti ia ¡¡ue ,:e di-

©Biblioteca Nacional de Colombia


- ),78-
csprcsó en la capilla al recibir la comunion, lo repitió
ante la numerosa concurrenc ia, en el mismo patíbulo
se reconcilió humildeme nte, confesándo se con el sa-
cer·dote que lo ausiliaba e inmediatamente despues
de esta obligacion cristiana, ai despedirse de la vida
terrestre, dijo: "Juro ante Dios i los hombres, que
voi a morir inocente, voi a comparecer· ante e!
Supremo . ... " No se pudo oir' mas de lo que dijo,
pues el redoble de los tambores abogó la voz del ino-
cente 1 pero este juramento, hecho por un verdade-
ro cristiano, como lo fué Rusi, i hecho en seguida de
reciLir la absolucion del Sacerdote i al tiempo de it·
a pr·esentarse en espÍI'Ítu ante el Supremo Juez de los
mort.IIes, disipa toda duda respecto de su inocencia.
Todos los que asistieron al acto de la ejecucion OJe-
ron, clara i distintamen te las palabr·as de ese jura-
mento, entt'e ellos, los señores J. lt·egui, Agustín L.
Sánches, Antonio lUaría Gardeazábal, Indalecio Lié-
vano i muchos mas ciudadanos notables.
El pnrtido conservado r conspiraba contra el go-
bierno del 7 de marzo. Todo contribuía al malestar
i desazon social. Yéanse los documentos auténticos
siguientes:
" Gritan los liberales que la reliJion del Cruci-
ficado debe renuuciarse , perder o suspender su ense·
J'ianza, ántes que defenderla con otras armas que la
pe1·suacion. Los torpes volterianos dicen sí; pero la
Lrillanle luz del Espirito Santo . . . • . . . . • . .

,·ulg6 ele palabra i por la pren ·o, con todas las circun;;taucias de
ver .. cidml. ¡ Dio~ e· justo!
Tambienes c!e notan-e una coinci•lcncia que llama nue~tra aten-
cion: ni c.:oncluil' d Dr. no ·i el apém1ice a bU defensa dijo: j ,, Dios
min! llamad conmi,r¡o a juicio a mis jueces de'" tierra ...... yo os
pidojusticia i mi...,~.:ri.t·ordia .. . . yo lns cito pn.ra aute r:uestro 1'ribu-
ual Sa11to." Pu••, Lit· n, áotes de terminar UJI año, contado de·ue el
~lia de la ejecuciou de Ru:.i, hnLian dejado Je e"~i~tir tre3 de Io~
Jurado· que lo habían et•n•leuado a muerte i uno de elloF, Londouo,
eulas ngonias de ,us últi1110s tlia, nmnit'e::.tó, fJllC 1o nto•:mentabun
)1)~ f€1~lordimiPlltos clt' In I'Olll'Íl'II''Íll por d \'1)[0 fJUe haLm uado en
uqnd Jallo. "Yuta ckl a for.
©Biblioteca Nacional de Colombia
-!79 -
que hoi nos ilumina, dice que no. Es necesa1·io saber que
«confunden aquí los volterianos la primera intimacion Jel
<tEvanjelio, i la primera sumision de los fieles con la de·
«lensa que hacen los fieles de su fe. Id a todo el mundo,
«predicad mi evanjelio; el que lo recibiere i fuet·e bautizado
«será alvo; el que no lo recibiere sel'á proscrito para
csiempre; este es el mandamiento del Redentm~, i hasta
caquí nadie vé cuchillo en las manos de los p1·edicadm·es,
«i de este primer actp hablan los santos Atanacio, Tertu-
«liano i los demas. pretender empero, que no vodamos
«defender nuestra fe 1 nuestra relijion con las armas en la
emano, i rechazando la fne¡·za ron la fuerza, es p1·etender
«pel'suadirnos que la fe que pi'ofesamos i la divina relijion
«son de ménos valer que la institucion Filarmonica. Di1·án
«los volter·iauos que la t•elijion no se dPfiende con la es·
«paJa? Pnes lo contrario dice la Escritura. sumptis armis,
«i tomando las armas, mataeon, hieieron .... autorizando
«Dios con milagros la accion de tomar las armas para de-
«fende~ su culto, su templo, sus sacerdotes. Iligan los
«voltenanos que el Redentor del mundo mandó a San Pe-
«dro env:.inal' su esp:Hla .... despues de haber cortado la
c:oreja a )falco. Este hecho es para nosotros una leccion
derminante i patética de que si los enemigos de nue~tra
«fe nos provocan, no debemos echar pié alras, ni e1·ono-
«mizar las balas, ni esconder por un temor ridículo nues-
. «tra espada. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ....... .. .
d ¿qué dicen los volterianos, cuando la iglesia nos
«enseña i nos manda cantar, que las ~uer·t·as que sosteoe-
«fl\<;>S contra los enemigos de la fe, son las guetTas del
«f!lismo Dios? Todos saben que los enemigos de ntJesh·a
«alma son los demonios, los herejes, los incrédulos i los
«volterianos; para yeneer este jénero de enemigos, no es
«)'ll una arma bastante la santa cruz. 1 ¡,cómo podt·émos
«libertal'Ilos sinó lle\'ando la espada desnuJa i repeliendo la
e: fuerza con la fuerza? ....... ....... ....... .... .
~Replican los volterianos c¡uc nada tienen que res·
«ponder ~ unas pr·uebas tan luminosas i .reren.torias, i que
~ <'(lllY('llCJdos sr ruehf>n rlr corazon al 1mpc110 de la , et·-

©Biblioteca Nacional de Colombia


-180-
ulaJ, i ruegan a los católicos los ap1·eciemos como a nuc~­
«tros prójimos> oremos por ellos i les hagamos bien. Los
«católicos les contestamos lo que debemos; hacer bien al
«juslo, porque el Altísimo aborrece él los pecadm·es ....
«no acojerlos; hacm· bien al humilde i no al impío,.porquc
«doblados males l1allarémos en toJos los bienes que le hi-
«ciéJ·emos. Así nos ha instruiJo el Espíritu Santo en el
~~capítulo · 2 del Eclesiástico .... i San Fr·ancisco de Sales
«nos exita en sn Fllvlea, a no tener la mas pequeña c:on-
qsidcracion con los nemigos de nucst1·a fe.
« ..... Los cristianos que peleaban en las gue-
«rras conti·a Jos protestantes por la relijíon, la defendieron
ano con ¡·egar agua bendita, ni con signarse i santiguarse
«en el retit·o de sus otatorios, 8inó con las balas i con las
4Cspadas, c01tando no solo or(•jas, sino volviendo menudos
\(pedazos las cabezas i los cuerpos de los advm•sarios de la
«le católica, apostólic:~, romana.»
(Del sermou pt·cdieaclo en la fiesta de Pentecoste., 18~1,
en la catedral de Bogotá, por el canónigo Dr. Mnrcelino
Castto i publicado por la imprenta i distribuido en los
pueblos).
« .... La cue3tiou hui no es ya si se debe resistir-
e: sino cómo se debe resistit·. V

«Voi a espresaros mi opinion sobre este punto: i de- '


e: seo que vosotros i todos Jos escritores independientes,
e todos los amigos de la libertad republicana, mediteis mis
«indicaciones-porque ante todo es necesario obrar de
c:H;uer·do.
1. o Jesa es la primera cosa que creo necesa1·ia: que
«obrenws con perfecto awerdo, con absoluto i completo
«acuerdo.
«La union debe empezar püT los ótganos de la prensa
«independiente, miénlras la ti1·anía no le quite todos Jos
unedios t.le habl:11'; pm·que la pt·ensa es el 1nedio mas :::e-
·~u··o, mas económico i mas universal de entendt:n·:,c lus
QC:;tr·itot·es 1mos con ott·os, i de que los esrl'itores i la na-
«CÍOII ~e entiendan mútuamcnle.
«Si pues, Jos eseritores ÍIJ(lepcudiente::~ aceptan lllL

©Biblioteca Nacional de Colombia


1.
l

-18t.....-
«ideas, desearía que debajo del título de cada periódico, i
«aun de cad;l folleto suelto, se empezase por reconocer el
«principio de nuestro perfe<:to acjlerdo, agregando en otro
«renglon:
« Union re¡"eneradora de la prensa independiente.
«Si hai periódicos que acepten la indicacion, es evidente
«que cualquier papel que no entl·e a la union, o es órgano
«declarado de la tiranía, • es un hipócrita que solo intenta
«debilitarnos introduciendo entre nosotros la division i la ·
«dise.ordia.
«Pero no bastará proclamar la union en cuanto al
«principio, sino que es necesario practicarla en cuanto a la
«sustancia,
«2. o 1 he aquí la segunda iudicacion que tengo que
«ha ceras: que todos los periódicos se pongan de perfecto
«acuerdo pat·a estahlecet·la verdad de la situacion, sin ro-
.:deos, ni nmbajes, ni falsa moderacion.
«Lo p1·imero de todo es _rasgm· de alto a bajo el gr~n
«velo de la impostura.
<<López no es Presidente-no hai pues Constitucion.
«Ningun periódico independiente debe seguir llamando a
«López Presidente, ni a sus esbirros o ajentes Secretarios
«de Estado o Gobernadores, ni Congreso a la Junta de sus
«sicofantas.
«Antes que derribar la autoridad tiránica i usurpa-
«dora, es necesario desconocerla.
«Es necesario desconocerla; porque no hai que imaji-
«nar·se nédamente que, aun suponiendo que contr~ violen-
«cías semejantes a las va empleadas o peores, ganásemos
«la e)eC{'ion de Presidente e.n J 8o5, fuese posible conti-
«nuar en adelante sobre la ficcion deque el poder de 1849
«fué lejítimo.-- ¿Qué gobierno regular podría funciona¡·
«COn el Lt·en lejislativo, admini trativo i judicial que deja-
«ria la pandilla ! Para todo homb1·e de buen sentido es
«claco. como la luz del sol, que sería necesario convocar
«una Coovencion nacional i soberana, que hiciesr. t<1hla
«rasa i rcjene[·<1SC i constituyrsc el pais.

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-182 -
cEl desconocimiento del poder op1·esor por todos los
cóJ·ganos de la prensa independiente, es pues la primera
ccondicion, el p1·imer elemento de resistencia.
c.~:5·" El tercer medio es la consecuencia del segundo;
«desconocido el poder por medio de la prensa. deben
creunirse en donde quiera que sea posible juntas popula-
«res que desconozcan_ el podet' sin tomar armas, sino en
«caso de ser at<~cadas 1 que repre!:lenten pacíficamente a los
cque ejercen ese poder que se retiren. Así es como pro-
«cede un pueblo libre que se respeta a sí mismo i que
cquiei'e hacerse respetar.
«Yo, señores, no quiero revolucion militar! Yo, se-
cñores, no quiero supr·emos !--Yo. señores, no prefiero,
«como Donoso Cortés, el sable al puñal--para mí el sable-
~tno es mas noble que el puñal, Eino mas largo.--Para mí
«todos los fieri'OS Eon iguales; para mí todos son nobles
1
«cnando se usan bien en defensa de la independencia i li-
~bertad de la patria: para mí todos son viles cuando se
«emplean en la comision del crímen o en el sostenimiento
.-de la tiranía.
«Yo, señores, lo repito, no quiero revolucion militar.
«l~o quiero que nuestr·os esfuerzos, nuestro mérito, que
tmuestro tr·iunfo se conviertan en p1·ovecho de ningun am-
«hicioso afortunado. Debernos hace1· una revolucion civil,
«que tenga por· objeto fundar siempre en la 1\"uera Gra-
«nada la libertad ci\'il, el gobier·no ci,•il, es decir·, el go-
.:bierno del pueblo i para el pueblo.
«Yo, señores, he dicho, no quiero revolucion militar.
el ahora añado, que tampoco quier·o revolucion clerical.
«En la revolucion gue vamos a hacer, porque es necesario
(!.hacerla, deseo, i todos debemos exijil', que los sacer·dotes
ese abstengan. El que representa segun su doctrina, el
«pode•· de Dios, no debe jamás tomar parte en las luchas
«de los hombres.
«En cuanto a los militares, no solÓ comiene que to-
•m:n parte acti\·a, sino que su cooperacion puede ser mui
cútrl. La rea.olucion no perderá su carácter civil, porque
centr¡¡seu en f>lla los milit:1res de alma Jihre, oe lo!oi cua)Ps
©Biblioteca Nacional de Colombia
-H~3-
~ tenemos muchos que honran a ~u patria, la r•evoluciou
•solo seria militar· por el hecho de ser dirijida, gobernada
«Í aprovechada militarmente.
«Deben pues, dirijirse reclamaciones a López, en pa-
«pel comun, pues hoi ni a él ni a nadie hai ohligacion de
Hepresentar en papel sellado, fit·madas poe to<JOS los que
«aprecian la libel'tad, mauifestándole que su pode!' es nulo
«e ilejitimo, que su ejercicio ha sido til'ánico, i que tanto
«él como los que se dicen sus ajentes i suplentes, deben
«retir·Hrse para dar lugar a que el pueblo elija una Con-
«vencion s,oberana que 1:eestablezca la lejitimidad en el país,
«O mas bien, que dé pt·mcipio a una lejitimidad nueva.
«No me digais, oh! no me digais que ántes se nece-
G.SÍta prepararse i armat·se, i dP!Tibar materialmente al
«Dictadm· i a sus esbirt·os-porque yo os digo, que los que
«en la Nueva Gt·anada no tengan valor para representar,
«ménos tendr·án valor para combatit· i vencer!
«El que no tenga valor paea protestat·, ménos tend1·á
'\valor para morir.
C!Pero esos que reclamen i protesten sel'án persegui-
«dos. En muchísimas pal'tes no lo serán: en otl'as podrán
«resistir: en todas tendrán los medios de evadirse o esca-
«pal' para volver a la carga al cabo de algun tiempo.
cAdemas es difícil perseguir a hombres que se reducen a
«reclamar i cuyo número es grande. La sociedad tiloté-
«mica puede dar uno de los primeros ejemplos.
d ya ha dado uno espléndido, digno de esa noblf'
«juventud.
«Uno de los artículos de su periódir.o fué acusado: en
«vez de ocultar la firma, qné hicieron? lo que hacen los
«hombres dignos de ser libres; todos los miembros firma:"
cron el artículo, todos se constituyeron responsabl.es por
cuno solo, i la pet·secucion se suspendió. No es fáctl para
«el poder mas opresor, ~r egnir a centenares de per-
csonas.
«Ese glorioso i grande ejemplo encierra el jé••men de
«la salvacion de la Rep~tblica, o. m~s bien d~ su rrjrnrra-
«<'ion fnlora, pot'cpJe hm la Rt'pub!IC'a no ex1str.

©Biblioteca Nacional de Colombia


-184-
«Ese glorioso i grande ejemplo enseña a los cobardes
«i a los egoístas, cuán falsa es la política, cuán falsos son
(!los cálculos del egoísmo i la cobardía.
«Pero el egoísmo i la cobardía abyecta son dos vicios
«que en nada encueutmn enseñanza, ni en las mas clo-
«cuentes palabras, ni en los mas sublimes ejemplos, son
«n~as gue soruos, mas que ciegos; porque no quieren ni
«OH' m ver.
a: Pero los egoístas i los cobardes deben (,'Ontarse como
«cero en la nacion: suponed que no existen en el pais, i
«obrad eu consecuencia. Cuiuad solamente de que vuestro
«voto no contribuya jamás a elevarlos a ningnn destino
(!público, porque a él llevarán, eomo a todas pa1tes, los
«cálculos de su egoísmo i su miedo.
a:Suponetl que solo exi' ten en el país los tir:mos qne
«lo opt·imen i los hombr·cs jenerosos que quieren libertarlo.
«Los egoístas i los coba1'des serán de los que venzan.
«Publicad, pregonad, pi'oclama:l sin cesar, que López
<lllO es Presidente-que ademas de sei' usurpador es tirano--
que nadie en la naeion tiene obligacion ni moral ni reli-
«jiosa, ni legal de obedecel'lo.
"Redamatlad de él i de sus ajentcs i suplentes, que
''se retit·en.
"Demostrad a la nacion que no habiendo hoi nada
' 'lejítimo, es necesario que se reúna una gt•ande i nume-
, 'rosa Convencion nacional que dé \Ída al cadáver i resus-
"cite la República.
"Haced firmar esas publicaciones, esos reclamos, esas
''demostraciones con los norubJ•es de todos Jos granadinos
''qtre aun se sientan rugnos de,sm· libres.
"En una palabra, dejad }3 de espresar vuestra opi-
' •nion individual; provocad la opiníon irresistible i omni-
"potente de la opínion p!iblica.
"El día, no lo dudeis, el dia que la opinion pública
"se ha ·a espresado, ese Jia la rcvolucion e tá hecha, i el
''poder de la ti1·anía esui ·encido.
"Hacer un~ I'evolucion no consiste en conspirar: toda
" con pira(:ion enealln, toda I't>rolution tl'iunfa.

©Biblioteca Nacional de Colombia


-185--
, 'Hacer una revolucion no consiste en tomar las armas
' 'ni en verter sangre, sino en desconocer a un gobierno
"ilejítimo u opresor.
''La revolucion norte-americana no se cuenta desde
"la fecha de tal o cual batalla, sino desde el 4 de julio
"de 1776, en que se firmó la declaracion de la indepen-
"Jencia ..
"La revolucion francesa de 1789. ne se cuenta desde
"tal cual asonada de Paris, ni desde la toma de la Bas-
o
" tilla, sino desde el juramento del juego de pelota.»
(Párrafos de una carta de J. E. Caro.)
''Cuando un gobiel'flo inícuo no pueJe caer legal-
.. mente, es necesario que caiga por la fuerza; pero que
' ·caiga de un golpe, como cayó Tarquino, como cayó Neron ,
· •como cayó Robespierre.
(De <tLa Civilizacion, » periódico que representaba al
pat·tido conservador oposicionista.)
"Señor N. N.
"Bogotá, abril 30 de 1851.
"Mi mui querido primo i amigo:-
"Por cartas de esa ciudad, venidas por el correo de
"ayer, he sabido que U. i los señores H. C. i C. har. lle-
•·gado a ella despues de haber pel'dido toda seguridad en
''el resto de nuestra desgl'aciada provincia, i una gl'an par-
·'te de sus pi'Opiedades. Yo creo que por ahora gozarán
"UU. de garantías en Cartago; pero mas tarde acaso pe-
"netrará allí ese espíritu de maldad que parece inoculado
"en la plebe caucana, i tendrán UU. que marcharse para
"Antioquia, única provincia que creo segura. Pero este
''estado de desespe1-acion,este vandalaje mil veces peor que
"el de los árabes, no durará mucho: pru·ece que se aceJ'ca
''su última hora. Llegado el momento, lo que importa es
"que el sacudimiento sea fue1'l.e aunque no sea jeueJ'al. La
~<capital de la ~cpública es lo guc mas importa, i aquí el
·'éxito no es m dudoso, es mm seguro.

©Biblioteca Nacional de Colombia


-186-
, <Aquí en Bogotá no chasquea el látigo, pei'O sí cru-
' 'jen las pucr·tas. Todas las noches se cometen dos o tres
•'robos. Por los periódicos verá U. que el asesinato de uno
"de los ladrones que reclamaba su parte, ha hecho descu-
'·br·ir la pandilla democrática dirijida por un Dr. Russí,
"hombre influenteen el gabinete. Se me ha asegurado que
"ayer rondaron la casa de Russi, que por ahora se halla
·'preso, i encontra!'on en unos subterr·áneos doce ataudes i
"otros apat·atos fúnebres. La mayor parte de los ladrones
"están Ja encarcelados bajo la fianza de los rojos de alta
"alcurnia. Amigo mio: esto se pal'ece a'Méjico!!! Escriba
·'U. artículos para los peeiódicos, denunciando los hechos
"que cometen allá los sicarios: escriba con esa fuerza que
''le caracteriza i euvieme sus producciones para hacerlas
''insertar.- N. N.
"Señor N. N.
"Bogotá, 30 de abril de 18M.
'•Mi mui querido arrJigo:-
"Su apreciable de 22 del que ri.ie me ha confirmado
"la sospecha que tenia rle que U. me hubiese escrito, i su
·•carta haya sido sustraída. Yo no he dejado de hacerlo en
"todos los correos, tanto de Ibagué como de esta, i en
"junta de Don Juan le he comunicado Jo poco que he po-
"dido descubrir en razon de mi viaje a esta. En todas
"ellas les he manifestado la necesidad de ser autorizado
••para obrar en su nombre i estar en todos los secretos.
"corno la urjencia de los datos que le he pedido, tanto de
u los recursos con que en esa provincia se cuente> como de
.. las persouas en quienes pueda fiarse. Sin estos datos e
"instrucciones, mi permanencia en esta no consulta otra
"cosa que mi seguridad, i yo desearia que ella nos fuese
"útil a todos. El Gobierno no piensa tomar medida alguna
••que reestablezcael órden en esa provinci~. Estamos, pues,
··condenados a sufrir sin término. Estoi convencido de que
"?Ianto allá se hace i dice por lo rojos, es en virtud de
"mslt·umPnto~ quf' ~rten de esta. El Dipnt:u-lo Elías Soto,

©Biblioteca Nacional de Colombia


-187 -
"que dió en la sesion del 12 un informe detallado sobre
"los desórdenes de Palmira, fué convidado a comer donde
"el Presidsnte i salió diciendo despues lo que ahora escri-
"hen de Buga: que son los conservadores los que los eje-
''cutan por desacreditar a los liberales i a Obando. Desde
''ántes de ayer corre un rumoi' relativo a Pasto: no he
"podido a,·eriguar de cierto, sino que el o. sigue para
Q

"Popayan.
''Aquí bai una grande estitac:ion a causa de los la-
"drones. Ayer se tuvo una gran reunion presidida por el
"Gobel'llaclor, a fin de que se le indiquen los medios re-
•'presivos que deban emplearse contra una asociacion de
"mas de trescientos de que consta la falanje. Nada se
••acordó, i volverán a reunirse inútilmente. Porque ¿qué
··medida emplear contra ellos, miéntras que el Gobier·no
"siga apandillado con ellos? Se cree son sócios muchos
"de los miembros de la Repúblicana. l se asegura, que esta
·•se ha reucido con el objeto de indagar· si es cierto este
"hecho para lanz:-~r a los que resulten cómplices. El Con-
, •greso no hace sino lo que quier·e Murillo. Pot' esto está
"de parada la leí de manumision, que juzgo no salga en
••este año, a causa de que la mayoría de la Cámat·a, no sé
"como, se le ha tenido en la indemnizacion. Si esta cede
"al fin, saldi·álaleicon una indemnizacion completamente
"efimer·a.
''l\Iucho siento la enfermedad de U. de que no tenia
••noticia, i aguardo la relacion circunstanciada que me
••ofreció de los desórdenes de esa. Yo he hecho publicar
"cuanto dato he adquirido, uo porCJUe crea que se saque
"~lgo del Gobierno, sino para justificar nuestra conducta
uen cualquier evento. El Dr· . .M. me iusta por los infor-
"mes que tengo pedidos a U. i que )'O deseo satisfacerlo,
"porque aquí al ménos nada se hará sin su conocimieuto.
• ·Cuando lo he estrechado en que me diga qué piensa de
"ouesiro estado, su contestacion frecuente es: que él ha
"manifestado ya los límites del sufrimiento, i enseñado
"cuando es un deber la resistencia, i que no puede hablar
"" 'mas claro.
©Biblioteca Nacional de Colombia
-188-
, 'Si las cosas de Pasto toman cuerpo, quien sabe si
•·aquí nos hagan un San Bartolomé. Aquí no me pes::u·ia,
.. porque miéntras no corra la sangre de las víctimas, los
''holocaustos no agradan a la Divinidad. Deseo que a la
"fecha se halle mejorado, i que cuente siempre con el sin-
".cero .aprecio de su afectisimo amigo.-C. D.»
useñor N. N.
••Bogotá, 11 de mayo de ·1851 .-Reservado.
"1\Ii muí querido amigo:-
.. José María mi cuñado inforrn.ará a U· de la bri-
"llante reunion que han tenido hoi las sociedades popu-
"larcsdeEjipto. San Victorino, SantaBárbara ilas Njevcs.
''En todas ellas se ha resuelto organizarse pot· decurias i
"centurias, para apoyar la autoridad c<:mtra los ladrones i
"'en cualquier otro evento. Esto pcrsuadird a U. que se
"piensa sériamente en sacad ir el ominoso yugo gue opri-
"me i arruina a la 11acion, mas ahora gue nunca deben
"Ul1. prepararse para secundar el movimiento que se
''medita, i aun se cree i $e espera que, llegado el caso,
"empieze por aquellas provincias. Sin embargo~ se es-
((pel a que 110 sea tm grito de despecho el que los haga
''precipitar tma medida que pronto estara arreglada i
"convenida, para qt~e dimdose un estallido jeneral i tmi-
, 'forme, queden los malvados ·yertos de horror. Se cree
''que en estas . circunstancias solo pensanin UU. en ar-
''marse i ]Jonerse en comunicacion con los que en los
"difuentes ¡meblos de esas provincias puedan dar el
''primer grito, que no era súw precisamente el dia que
''se designe, i que debera ser uno múmo en todas par-
" tes. Cualquiera que sea, pw:s, la süuacian en que UU.
"se hallen~ e~ necesario aguatdar un poco, i prepararse
"st de una manera decisiva. En este sentitlo le escribo
·'al Dr. S. con quien UU. deben ponerse en comunical·ion.
"In to a U. porque n e diga con qwenes i_ t¡ué ele-
"mentos se cuenten m PSa parte ilc la Rcpúhhca, JUCS

©Biblioteca Nacional de Colombia


-189-
. 'estos datos son absolutamente precisos para el arreglo
ccdefinitivo del plan, luego que se teug:m iguales infortnes
"de las demas provincias. De aquí nada hui que temer·,
"pues los robos i las leyes que se e tán dictando, hacen
·'desear un nuevo óeden de cosas a todos Jos rojos que
' 'tienen algo que perder.
·'Los rojos están hoi aterrndos cuando han visto en
")as diferentes sociedades mas de dos mil hombres, a cual
"mas resueltos; i estoJ cuando la democrática está en
"la cárcel una parte, i la de los hombr honraJos se
"ha quitado ese nombre para tomar el de «La Union.:D
"E to conducirá a resultados de que le poJré hablar en el
"correo. No sé porqué causa no me escriben UU. cuando
"sus cartas son tan importantes en estas circunstancias i
"cuando UU. tienen medio de barel'lo sin riesgo.
"Esta carta solo deben leerla U. Don J i P; pues
''solo a los tres ya dirijida.
crSiemprc de UU. nfectísimo amigo.-N. N l>

''Libertad o muertc.-Anoche he tenido uua lm·ga


"entrevista con el Dr. O. sobre el progreso del vandalnje
''en esa provincia. Me ha hecho entender que aquí est::l
• 'todo preparado para una reatcion en la que se cuenta
"con el o,O pet·o que se aguarda el resultado de una co-
"mision mandada a Antioquia i otra a Pasto~ que es por
''donde cree que debe empezar el movimientoj ya que su
«siluacion actual no los deja tomar en el Cauea la inieia·-
"Liva, a pesar• que yo creo es allí donde debe empezar el
"movimienlo, que podría cohonestarsc con el desamparo
''que les hace la autoridad pública. Como este hombre es
"hoi el alma de la rerolucion, me insta por saber los me-
, 'dios de accion lJUe boi se cuculan en esa provincia i Jos
'·hombres que puedan apoyar un movimiento. r quí hai una
"decision J r·onuneiada por una rcvolucion, pero él la de-
" tiene hasta s:-~bcr el apoyo que pueda tener en las pro-
• ·~incias. Anoche me dijo: que en .Mm·ic¡uita se cuema con
''un pronuntiamiento fácil i seguro. 'o creo que UlJ. 110
"deben pensal' en otra cosn, que en prcparat·se a sa('urlit·

©Biblioteca Nacional de Colombia


-190-
"'el yugo de la tit·anía, pero miénh·as no me habiliten para
"rept·esentarlos. yo no podré ser admitido en las juntas
"que personas importantes de las provincias celebren con
"las altas capacidades de aquí para organizar la rehelion.-
"'Ser libres o mot·ir.--N. N.»
''Señor N, N.
"Mi apreciado amigo:--
"He sido informado que Mateus, que ha regresado
"'de Caloto, prepara tma espedicion para Cartago; i aun-
"que yo no he dado mucho crédito a esta noticia, no la
"desprecio enteramente, porque así como se fué a Caloto
"sin necesidad, ni autoridad, tambieu se irá a Cartago.
"Si el proyecto se adelanta le mandaré a U. un posta
"comunicándole el objeto de la espetlicion, el número de
"hombres de que conste i todo lo demas que convenga
"saber. Las miras de 1\lateus dehen ser porsupuesto hos-
·•tiles. pero no podrá llevar mas de doscientos hombrPs i
"UU. deben prPpararse para rechazar a estos for::~jidos
' (que no r·espetan nada. Aquí todos los hombres de bien
"están dispuestos a apoyar cualquier movimiento que tenga
·'por objeto destruir· el despotismo; pet'O juzgan eon razon
"que no deben dar ningun paso sin una prévia combina-
"cion que les dé esper:mza de buen éxito. Así se lo digo
"al Dr. D. a quien no dejará U. de suministrarle l0s datos
"que le pedí, como yo Jo hago por mi parle. Siento mucho
''la equi\'ocacion que sufr·imos en el nombramiento de Juez,
"pero él fué debido a la indícacion delDt·. ~1. i a la creen-
" cía en que yo estaba de que 1\Iz. seria firme en sus prin-
"cipios. El mal no deja de ser grave i por ahot·a no le
"encuentro remeuio. Boso, aun no sé donde está, pero
·•tengo en él una grande espel'anza. Las cosas de Pasto
"mejol'an mucho segun se dice) i yo tengo moliros pat·a
'·creer que al habet' un morimiento será mui jene¡·al en
"toda la RepúLiira. U. no deje de trabajar i de informar
''la opinion, eon la cual no debe contar el día Po <_tUe to-
" lf'ren el menor nllraje. ~o con intamos, mi :~mt¡¿o, PO
.. ~~~ 1' r"da,os. --Su atento: r,- iclor.--~. ~ ...

©Biblioteca Nacional de Colombia


-191-
~ 'Al Dr. M. que correspondo su saludo i que cuento
.. •con su protesta de no huir del peligro llegado el caso.
·'Acabo de saber que ha llegado a Cali un Coronel norte-
" americano que .segun dicen, es mandado por el Jeneral
"Mosquera que está en Panamá. Por el corr·eo que acaba
"de llegar del Sur comunican, que la rebelion estalló en
'•Pasto, i que el Jener·al Franco fué batido i derrotado. La
.. 'carta que he visto es de un liberal; pero dicen que han
"venido otr·as que r~fiel'en el hecho de distinta p1anera,
~·pero dando como cierta la revolucion. Yo no he visto
••estas últimas. Dios ayude nuestra causa.»
"Señor .....
"Mayo, 1-4 de 1851.
·' •Mi querido amigo:
"U. merece bien Je la patt·ia por el interes que está
''tomando por libertarla de la tiranía i ya estoi de acuerdo
"con U. en que la ocasion ha llegado, porque como le
"dije en mi úllima carta, Pasto se ha movido ya i llamado
"la atencion por aquella parte, conviene lhnnarla por esta.
"En este canton, ni en el de Palmira no tienen fusiles i
"las armas de los rojos consisten en perreros i en unas
•'pocas lanzas. En este 111omento yoi a mandar un posta
"donde el Padre Rívas de la C:mdelar·ia, por·que él debe
''saber del paradero de Boso, i cuenta con la jente de aquel
"pueblo en donde pueden armarse dosrientos hombres por
"lo ménos. En este canton sucederá otro tanto. i enPal-
"mira apoprán muchos el movimiento. Al efecto he en-
"cargado a una pn;;ooa que hai.Jie con el Comandante
"González i de todo le daré cuenta a U. Aquí no dejarP.
''yo resorte por mover; pero cuento en todo .::aso con que
"U. me avisará ton anticipacion el día c¡ue se fije el grito
"en esa, i me <:ocwnicará quien comanda las fue•·zas i a
"cuanto montan. Lt espedicion de Palmira no encontró
"eu Caloto a quien batir i regresó despues de ta\m· los
"eampos, saquear las haciendas i violar muchas mujeres.
''En Gm~eat'Í si~uen Jos exeso::. A~·rr· lr pegnron a ~1. G.
·'m;¡:- qnP a Crisln. :\n sufra111o::. Jlla:s, mi ami~u: ahajo

©Biblioteca Nacional de Colombia


-192 -
"la tiranía o perezcamos. Se dice todavía que Jos pahm-
"l'anos irán a Cartago, pero que no pasarán de do cientos
'•de pet·rero: ojalá fueran para que viniera esos ménos.
·'A dios mí amigo: quiera Dios que mui en breve nos abra-
"zemos en esta llenos de conten to.-N. N.»
Estos documentos 1 otros muchos que vimos. hacían
indudable la csplosion, el plan estaba combinado i no había
que dudar de los trastm·nos políticos, era indefectible la
rcbelion.
El mismo día conseguí alojamiento en casa de una
Señora Ana l'tlartínez, fuera de la ciudad) situada en el ca-
mellon que conduce a San Diego . .1\Ic tt·asladé inmediata-
mente i desde eutónces caí en un abatimiento de espíritu
inesplicable; la reminiscencia de mis desgracias fué viví-
sima en mi nueva habitacion, i produjo en mí una melan-
colía profunda, acompañada de pesantés o inaccion en mis
ÓI'ganos. Hasta los tt·es dias que pude continuar este es-
crito, esta especie de diario, el que suspendo aquí por
hallarme indispuesto para seguirlo, a pesa1' de que Jos
acontecimientos se han multiplicado: mas tarde si mejoro
en mi salud continuaré ...•.
CAPITULO 25.
ROSINA O CLODOIDRA.

El 25 de julio de 1851 a las cinco de la tarde, en


una quinta de los arrabales de la ciudad, una mujer ancia-
na colocaba un crucifijo sobre un altar, adornado con po-
breza i sencillez. Tenia este por frontal una colcha de
color gris ; encima habia unos nianteles de algodon ; a los
lados de la efijie e taban cuatro floreros i seis bujías, i
Jesde el pié hasta la calle, estaba regado el suelo de rosas
i amapolas. Al frente del altar se hallaba un lecho, i en
e te posti·ado, <'xánimc, sin liento ya, un hombre en cup
fiwnomía se dibujaban las sombras del agonizante. Ern .....
lo diremos Je una vez, era el protector de Rosilm que dc-
bia recibir el viático pm'<l de:pedi1 tJ 1 1 mundo. l\Ie i;l
hor:l de, pues estaba · c¡t!cl a pieza l!cn de jcntc !_'011 la

©Biblioteca Nacional de Colombia


-193-
rodilla en tierm i la {¡·ente indinada al suelo, orando con
el respeto mas profundo. Se e,iecutab~ c_sa funcion solem-
ne, último consuelo de la Relijion cr1stlana. Los rayos
del sol poniente entraban por la puerta i llegaban a la cama
del m?ribuudo, como. enviados por el cie~o para iluminar
la bostw sagrada que 1ba a recibí!'. Med1a hora mas tar-
de la pieza estaba sola; el día babia acabado, i la muerte
demostraba que se babia ejecutado la órden inexorable del
clesti110 .••.......• ............ ...• . ..........
. . . .. .... . . . .. . ..... ... . . . ..... . ... .... ....
Esa Lnena mujer que lo asistió hasta verle espirar,
fué depositaria de sus manuscritos, entre estos se hallaron
los :mtcl'Íores capítulos de esta obra i la carta siguiente :

~~de julio de 18o1, allevantarse el sol.


¡ Rosina! ánjel <k mis delirios ! al fin se abre el ca-
mino que debe conducirme a descansar baJO la sombm del
ciprés!
La fiebre me consume i quiero aprovechar los instan-
tes de intermitencia escribiendo para tí. j Quiera el ciclo
que llegue a tus manos mi carta !
He sido el mas desgraciado de los hijos del hombr·e :
he sufrido esa pena imponderable de un amor pe1·dido ;
esa pena cruel, desesper·ante de ver arrebatada mi felicidad
por verdugos embozados que me han perseguido hasta en
el templo del Dios vivo : esa pena que aun siento como
una agudísima espina clavada en el corazon del corazon.
1\lis pensamientos conve1·jen todos a un solo objeto, que
eres tú. Por mi delirante imajinacion pasan, como horri-
bles fantasmas, esos jénios de maldicion, esos enemigos
encubiertos, pareciéndome que con un estoicismo atroz ce-
ban su cr·ueldad eu tu martirio. Me figuro que te veo
acribillada por esos demonios que te conducen al sepulcro,
i 'lue vuelves tu faz de queruLin busc-ándome con tus mi-
J'auas de amo1· para decirme el adios eterno. Sí, tu cal'ta
me Jo I'C~cla ; ella ha venido a ser el ~caso del~ engañosa
luz de 1m esperanza! Pero ...• . . st no murwres, ¡ah!
13

©Biblioteca Nacional de Colombia


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sí no murieres, ven a m·ar por· mí sobre mi pobre losa :
ven, sí, visita mi sepulcro i graba tu nombre sobre él!
allí, tal vez, no alcanzar<í el torbellino de las pasiones, que
destruye todo.
Muero abandonado, pero llevo a la tumba tu im<ijen
i mi amor. Despojado de los bienes que poseía, mios i
tuyos, no dejo otra cosa que mis manuscritos, el cuadr·o
de la Vír·jen i tu cruz de azabache.
Una mujct' anciana, pcnetratla por la caritlad Jel evan-
jelio, est;í preparada para recibir• mi último suspiro : ella
es la depositaria de mis papeles.
La fiebre vuelve, un fuego desconocido me devora ...•
no puedo ..... .
22 de julio, el sol en el zenit.
Todavía late mi corazon ; al escribirte, mi pensamien-
lo da vigol" a mi or·ganizacion. Vuelvo a tomar· la pluma
apt·oycchando los momentos de alivio. Mira, 1:.i mi alma
vuela al cielo con sus potencias, tú ir..ís en mi memot·ia
hasta uonde vaya, i p:wa siempre'
Debiera quejar·me hasta con el grito de la desespera-
cion, pero con el paciente Job "pondré la mano sobre mi
boca." Compadezco a mis enemigos i los pert1ono con
tOllo mi corazou : este ha sido tu concepto, i me complazco
en obedecerlo : he comprenJido que una ambicion imwblc
1 sin límites les ha eclipsado la luz Je la razon. Yo per-
dono su estJ·a,ío i piJo al cielo les inspire el sagrado scu-
timiento de caridad, venladem espíritu Jel ct·istianisuw
c¡uc proüman. Dejemos esto: hablemos del potwnir·;
¡del porveni1·! ¡oh! es decir, Je la muerte! ¿ Sabcis '!
no me arrellra la tumba: cstoi viendo los atavíos ft'me-
hres que halmh1 tle sel'rit•mc, i no me inspiran temores ni
tristeza. Un cajon fbr·t·aJo con paño negro i nn habito
de S:m Franti ·co se me han prrpar·ado por la buena mujer
'\llC me ausilia.
1\nocbe creyeron que exhalaría mi último suspiro:
me acometió uu paro.- i~mo horrible, i wando whí de él,
vi a la •':"!r·itati,·a .\ua cet•ca el!' mi ··~thcccra l'(lll la luz en

..
©Biblioteca Nacional de Colombia
-lU5-
una mano i un Jibr·o en la otra, exllm'tándome con la pie-
dad mas eJificativa. Yo la oía, pensan<lo eu Dios i en tí:
las sombras de la muerte que invadían mi lecho, no turba-
ban el delirio de amot' que me inspiran tus recuet·dos ; es-
tos han reanimado mi espíritu i han dado euerjía a mis
débiles miemhJ·os, para escribirte.
La fiebre vuelve pt'ecedida de un temblor que me im-
pide continuar ; suspendo .......... .•...•... ..••.

24 de julio, a la primera luz del dia. ·


¡Han pasado dos días sin escribit'te! pero sin culpa
mía : en ellos yo no he sentido ; la existencia ha sido nula
para mí ; la enfermedad babia progresado, :mic¡uilando
mis fuerzas i embotando mis facultades intelectuales. A la
aurora de este dia, la buena mnjer que me pmteje, sen-
tada cerca de mi cama, me detia :-' 'j Bendito sea el Se-
ñor ! la fiebre ha cedido ; es preciso que se euide U., no
vuelva a es~ribir hasta que se halle completamente ¡·esta-
blecido : esa ocupacion es mui perjudicial en el estaJo de
abatimiento i debilidad en que U. se halla : así empeoró
su situacion desde antea)'el', quedando privado dos días
seguidos. No hace mucho que deliraba U.• i h·as el deli-
t•io vino el llanto, este segmamente lo ba repuesto, ¡ hen-
dí to sea el Señor ! "
Te referiré como salí de mi letargo : una vision Lcllí-
sima modificó mi estado : ví una mnjct' anjelical con los
celestiales atavíos, candot·, dulzUI'a e inocencia, a la luz
clara i despejada de la ~una ; veía e~ ella la ímájen de la
ter·nura suplicante arrodillada ante m1 lecho, con las ma-
nos puestas, los ojos, dirijidos al cielo, anegados enllanto,
rog::mJo a Dios que me voh·icra a la vida : Jespucs de su
oracion oí que me llamaba con labio convulsi"·o, cspresan- ·
Jo en su acento el dolot· i la descspcraciou ; a la segunda
vez que repitió mi nombn~, reconocí tu voz; en el instan-
te levanté mi cabeza, miré en dcr•·edor i no hallé sino a la
YÍI'luüsa Aua,f¡ue me contemplaba con iutercs. La primera
luz del tlia empezaba a entrar por las rendijas de la ptu•t·-

©Biblioteca Nacional de Colombia


-196-
ta, i una paloma que había despertado, dcsgt·aciada, se
quejaba con un arrullo tan triste, como si hubíet•a penlido,
como yo, el objeto de su amor. Lloré; i el raudal de lá-
~rimas CJUC vel'tí, desahogó mi corazon oprimido. Parece
{jUe he revivido al verte cot~ la imajinacion en un delirio.
Se me ha p1·obibido que esct·iba, pero no puedo obe-
decet·,yo no pertenezco sino a tí; lo hago a hurtadillas por
no disgustar a la buena Ana que me lo ha suplicado. Sus-
pendo la carta porque siento pasos i .....
Dos horas despues del nacimiento del sol.
.Mi reposicion continúa aunque la debilidad me ano-
m1lla. Esta mañana pensé continuar mi' carta, pet'o la
buena mujer Ana no se apartó de mi cama hasta ahor·a,
ella se ha hecho acreedora a mi eterna gratitud. Empezé
, a habla•· de lí, con ella, i ha suspirado conmigo; le conté
parte de la histol'ia de tu vida i la he VISto verter lágt·i-
Jll:lS de compasion.
Desde que la fiebre (edió, se han avivado mis facul-
tades intelectuales: pienso en el pasado, en el presente, en
•·l pOl'veuir·, i ~~1 lado de caJa pens::~micnlo veo tu nombre
escl'ito. Hace un instante que he pensado pas;n· el resto de
JJIÍS dias en la soledad para cntr·cgat·me a la meditacion de
mi perdido bien. Ahora pienso que la casualid~ul del des-
tino me ha l!·aido a esta casa, 1ne tiene dos ventimas cc-
rr::u.las ácia el OI'Íente, i ia puet'La se halla mirando al oc('i-
(lenle. como para que contemple en el ocaso de mi cxis-
tcm·ia.
25 de julio, ::intes de levantm'Se el sol.

¡ Anjel mio! acaba de salir de aquí nn hombre de esos


r¡ue pretenden penetrar los arcanos de la Pwvidcucia; un
médico que trajo mi buena amiga: me tomó el pulso, fijó
en mis ojos su mii'3da i ha Yalicinado mi suette con su
silencio, con ese lenguaje mudo que apura la agonía del
moribundo. Me be conmovido; no porque sienta pena en
penlet· la existencia, sinó porque me parece r¡uc be de mo-
lÍl' sin saber si te r¡ucdas aun en esta maJJSÍon desvcntu-

©Biblioteca Nacional de Colombia


-197 -
rada. 1 a pesar de la fatídica profecía de ese hombre, yo
creo no llegará tan pronto mi última hora; me siento con
fue1•za i escribo con desembarazo. Es cierto que me con-
sume un fuego intenso, pero ••.• no, estoi reanimado, i al
pensar en tí revivo. Veo brillar en mi imajinacion bellí-
simas ilusiones iluminadas po1· el sol que vivifica tus mi-
radas: no es tiempo de morir; veré todavía las estrellas
que descifran con sus luces los misterios de tu amor.
De ayer a hoi he permanecido en una postracion mor-
tal. Anoche la piadosa Ana velaba como siemp1·e delante
de mi lecho i al pasarme uno de los acseso.s de la fiebre, ví
que tenia en la una mano un jarro con agua i en la otJ·a
una rama de rmla, que mojaba para roeiar la pieza, dicién-
dome que era agna bendita i que hacia aquello para espan-
tar al diablo; a lo que yo le repliqué: «no haga lJ. eso
aquí no hai diahlo, un ánjel es el que tengo en mi pen-
samiento.» Yo hablaba de tí.
. Tengo que susper.der, me empieza a acometet' mt
acCldente .....
No sé el di a, ni la hora en que vuelvo a tom:w la
pluma: esloi abrumado pot· un peso que me hace doblar la
cah<'za i deja mis miemlwos en inaccion; el médico dice,
qne tengo una fuet·Le conjestion cerebral i .....
Yo no sú cuanto hace que he dejado de escribir, se-
duelot·a Ilosina, Yírjcn de mis ensueños; ni sé lo que esloi
eseribicndo; solo sé que 1e amo i que te amar·é hasta mas
allá del linde de la vida, porque teniendo una alma inmor-
tal, i estando identificado con ella el amor que te pl'Ofeso ,
es indisputahle qne este es inmortal. Siento en el pecbo
1111 voj.ean ..•• Yui a mol'ir: sin duda; pero llevo tn imájcn
en mi memot·ia i e:xlmlat•é el último alietllo lllllt'lllli i':Jildo tu
nolllhl'e!
<)j atí que Lus nl:nlirio :-. ... ¡ ai ! ; ai Dios mio! cstoi rcn-
dillo! la dl·bilidad .•.. conlinunt'Ú drs¡ml's .... ¡ Anjr.l pni'O!
Bfllísima Hosina ... Hnsína, de hoi en adda nk srt~ís 11m nada
ClotlOlllÍI'a .... quiero • . . • Jb·armc el nomlJI'e con que te
ll:unaba i dcj:11'Le el nrd:Hiero , que es rl de Clodomira.
; Ai 1 ¡:ti! un iní: tilc" lo <'S f''lr.r7os 1pte harro para couti-

©Biblioteca Nacional de Colombia


-19 8-
nuar escribiendo .... mira, Ricardo es. . . • ¡ ai! mí Ro-
sma
• n· , · R ·
. j mt tos . • . . . pm osma
1 • " ,
....1

CAPITULO 24.
EL REFJN.\JI.!lE TO DE L,\. CHtEL DAD.

Al frente de un alto edificio cerca del convento eJe


agustinos, babia una especie de calabozo húmedo, cuyas
paredes i techo ahumados hacían oscuras las piezas aunque
se abt•ieran sus puertas; tenia dos departamentos; el pri-
mero era como una de esas tiendas que sirven de habita-
cion a las jentes miserables de la ciudad, i el segundo era
una especie de mazmorra fétida e inmunda en la que se
vcia a su estremo interior una puertecilla estrecha i raída
por el pié, la cual estaba remachada, pero comunicaría en
otro tiempo con un pequeño callejon. En esa mazm orra
í en la época de los robos, asaltos i asesin atos que pusieron
en alarma a los habitantes de Bogo tá, se hallab a encer rada
una mujer, que en poco se diferenciaba de una mómia.
Su tez et'a blanca i amal'illosa como la cera; las mejillas
enjutas; los ojos sin brillo i hundidos; la nariz delgada'
i
traspat·ente; los lábios blancos i tostac .los; los dientes lat'-
gos; el cuello sumamente delgado; i las manos parecían
disecadas i las uñas eran largas i amarillosas. Esa infeliz
presentaba el aspecto de la ancianidad, pero examinándola
con cuidado, se advertía que era nua jóven transformada
en esa especie de esqueleto por medio de los rigores del
martirio.
Pocos días despues de haber aprehendido a los asesinos
de Ferro i cuando aun se perseguía a los de la famosa
compañía de ladrones, se presentó u~ mozo. a uno de los
jefes de la policía, diciéndole: que hacta pocos mstantes que
hahia visto desde encima del tejado de la pared del patio
de l'.ll ca. a, una mano blanca i enjuta como la de un muer-
lo, al pié de una puerta en un callejon corre ponJientc a
la casa contigua, i agregó que la puerta que daba ala
'calle,
rara. wz la n~ia abrÍI' por una muje r, la que al entra r,
volvm a cet•rarla inmetliatmnente.

©Biblioteca Nacional de Colombia


-1!)9-
En el momento fué nombrada una comision pava que
fuera a invesligar lo que pudiera set': al éfecto se subieron
a la pared indicada i vieron que en realidad por el pié de
la puerta enunciada salia una mano enjuta con los dedos
enteramente desearnados i las uiías muí largas. Llamaron
desde allí los comisionados, pero nadie les respondía. Sa-
lieron a examinar la puerta que por la calle ~orrespondia
a esa habitacion, i la hallamn cerrada con llave, i aunque
golpearon algunas veces i llamaron, no contestaban. En-
tónces tomando todos las precauciones conveuientcs, se
infor·maron que una mujer era la que algunas veces abría
aquella puerta, que entraba i volvía a ccrl'ar. Los jcndar-
mas para no infundir sospechas sobre la pesquiza rtuc in-
tentaban, se situaron a cierta distancia de la puet•ta,en
ol)servacion, i espet·ando el momento en que esa mujer ~e
presentara a la puerta citada, i en el acto de abrir entró
cerrándola tras de ella. La policía acndió al pronto, halló ya
cenado, tocó i no le conLestaron i habiendo tratado de
fm·~ar la pu~rta, abrió )a espresada mujer pt•eguntando
que se ofreCia. Inmed~atamente penetraron en aquella
mazmorra, i como la mujer trató de huir, la apresaron
basta sabet• lo que-habia; ella se resistía fuet•lemente, pet'o
fué obligada a ceder. La mazmorra era mui oscura i tu-
vieron que buscar luz artificial pat·a examinarla. Luego
t¡ue entró la luz, se quedaron los jendarmas horrorizados
al ver en el fondo de esa especie de caverna, un espectro,
una mómia viviente; esa jóven infeliz de quien se habló al
principio de este capítulo. Estaba sentada con los hraws
cstendidos ácia adelante en la actitud del que sufre el pe-
noso sentimiento del terror, volviendo a un lado su cada-
vérica faz: p31ecia herida viva i fuertemente por la luz.
Se 1~ hicier•ot~ vat·if_¡s prcgunt~s, pee? inútilment~. es~ des-
gr·acrada hal)la pel'dido la aruculacwn del lenguaje 1 sc~la­
rnentc emitía un sonido espantoso, un sonido gut~ra~, ás-
pero i m?nóton~; ap~as ~cn~osti·aba con us m?vmuentos
i en su hsonomta, el sentumento Jel terrm·. Trataba Oí'
huir de la luz, pet·o no podía tt·asladarse de un punto :t
oh'o J'k)l'qne había perdido el movimiento de In: picl'ua:;,

©Biblioteca Nacional de Colombia


-200-
parecia que sus músculos habían desaparecido i que la p1el
se hallaba adherida a los huesos: su aspecto moral era el
de una mentecata. Vista a la luz del sol, presentaba el
color blanquesino de su tez i su lánguida fisonomía, una
completa semejanza con esas plantas que nacen en las gru-
tas en donde no penetra el mas débil rayo del sol i cuyas
fibras son blanquizcas i delicadas. Su traje et·a de uua
sola lela de color oscuro, roto i que se deshacía al menor
esfuerzo. En tl seno se le halló una tit•a de papel sucio i
un lápiz.
Todo esto, el colot· de los ojos i del pelo, el blanco de
la cútis i la edad misma, demostraban que esa infeliz
era quizá la misma Clodomit·a, cuyo espíritu anjelical así
como su belleza habrían desaparecido a los golpes crueles
i lentos de un martirio prolongado.
Llevóse al verdugo a la casa de prision, se le formó
causa, pero del proceso no se obtuvieron mas informes que
los relativos al largo encierro de aquella desgt·aciada, i que
por único alimento le daba un posillo de chocolate cada
dia; lo que demostraba que se había propuesto haceda mo-
rir lentamente de hamlwe. Mas no fué posible averiguar
ta causa de esa crueldad, ni de donde procedía la víctima.
Se decia que cerca al lugm· donde se halló la jóren
mát•tir, encontraron yerba seca i atgunos alt1lcrcs mancha-
dos con sangre, lo que indujo a creer que la bat·pía le daba
yerba por alimento i le hincaba los alfilere, p:11'a martiri-
zarla. Algunos juz¡_;aron que la misma desgraciada cojia ta
verba que alcanzaba con la enjuta mano que sncaba por et
fmeco que hahi.a hecho al pié de la estrecha puerta, que Sf'
hallaba remachada al fondo de la pt·ision.
No es posible f]Ue haya quien form.e. un juicio com-
pleto acerca del horrible martirio qu~ ~ufrma esa desgracia-
rla para llegat' a la mi~erable comhc10n de imbecilidad en
que e hallaba, i al estado de reprcs lar la verdadera imá-
ien de una mómia. Solamente las personas que la vieron,
pudieran tener una idea aproximada de \a crueldad refi-
nada r¡ue pudo llevada a t<~l situacion
Part>eia que el jcnio del mal hahia t·csttelto. ntar sus

©Biblioteca Nacional de Colombia


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reales sobre la ciuJaJ. La efervescencia de las pasiones tle
partido, babia despertado ese funesto legado de la barbarie,
)a intolerancia; pues los hijos de nn mismo pueblo, divi-
didos por opiniones políticas, se insultaban, se calumnia-
han i atentaban unos contra otros, jurándose guerra a
muerte. 1 esto por alcanzar un fantasma que se presenta
a la imajinacion de cada uno con resplandor·es de gloria i
atavíos de suprema felicidad: fantasma que bajo uistintas
furmas sonríe a todos i que unos llaman Republica., otros
Principio de auton'dad, otros Socialismo, etc. pero que
se eseapa siempre i se evapora, i se deshace, dejando bur-
ladas las esperanzas de los necios que, corriendo en pos de
ella, de buena fé, atropellan, hier·en i asesinan a los que
hallan por delante estorbándoles el paso; tal vez evitándo-
les que se precipiten al abismo.
Muchos días se pasa1·on con zozobra i en constante
alarma temiendo que estallara la rcvolucion anunriada, de
un m.omento a otro. Los preparativos indieaban que se
apr·ox1maba la hora, casi todos los días había juntas con
este fm; muchas veces a media noche se oían detona<;Íones
de trabucos o de granadas arrojadas al palacio de Gobiemo
i al cuartel de caballería: la jente del pueblo disputaba a
garrotazos la supremacía de su opinion, i entre los hombres
que se decían ilustrados, se afilaba el espadín, ' Se limpiaba
la pistola, se aguzab::c la lanza o se pr·eparaba el fusil.
CAPITULO 25.
L.\ REYOl.lClOX.

Es un hecho constante que en las monar·quias se re-


suelve el cambio violento del ministerio de Gobierno por
medio ele asesinatos, así como en las Repúblicas por medio
de revoluciones. Si eu ningun caso es justificable la violen-
eia atacando el tlct·echo, es mucllo mas censurable cuando
se atenta contJ·a el gobierno rcpublieano, por la mui óhvia
razon de que hai altcl'llahilidaJ en los ciudadanos que C'ier-
ecn los de tiuos, i r tos ~ou conferidos poi' }¡1S \'Oto~ dP.
la mayorh ,, espt e·ándoS(' así !:l ·oluntad nacional. En las

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monarquías puede alguna vez justificarse la violencia, cuan-
do no hai otro remedio para que caiga un tirano que opri-
me al pueblo: pem en las repúblicas jamás, puesto que la
duracion de los que ejercen las funciones del gobierno, es
pasajera. Así es que los ciudadanos que se rebelan contra
el gobiemo republicano haciendo uso de la fuerza armada,
manifiestan ccn las vías de hecho, la tendencia al despo-
tismo: esta debiera ser una muí buena razon para qne no
tuvieran séquito. Porque, o se considera el gobierno como
obra de la mayoría i entónces la minoría es la que se t•eLela
contra la voluntad del mayor número, que es lo que cons-
tituye el despotismo; o se considera el gobierno como ohm
de la minoria i entónces deja de ser republicano. Las re-
voluciones que se han hecho en este país despues de la
independencia de la España han fracasado, sin duda por
haber sido la ob1'a de la minoría; la lejitimidad en el gobie
no popular está representada por la mayoría de los ciudar--
danos. Si se tuvieran presentes estas verdades, las revolu-
ciones a mano armada serian dificiles i ménos frecuentes.
1 mucho mas raras serian, si se ateruliera a que el jérmen
de todo bien social solamente se encuentra a la sombra del
órden, de la paz i de una libettad bien entendida; i si se
meditara que la revolucion a mano armada es la fuente de
todos los delitos, de todos los crímenes imajinables id mas
grave mal para la nacion·
Ve~mos en compendio los males consiguien
tes a las
revoluciones.
1. Paralizacion de la industria en todos sus ramos i
0

relaciones.-Consecueneias.
Püdida de los intereses de los capitales empleados en
cada emp1'esa durante el desórJen.
Pérdida del valor del producto neto o sea la ganancia
qnc debia rendir cada empresa a los dedicados a ella, du-
t'antc el tiempo de la paralizacion.
Pé¡•Jida del valor de los brazos que sn penden el
trabajo.
Pérdida del valo1' de los ohjcto deteriorados pOI' la
interrnpcion de rada ob1·a.

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-205-
Pérdida del valor pagado por el aumento del precio
de algunas mercancías, aumento consecuencia} de la inse-
guridad i del desór·den.
2, Decadencia: temor de perder acometiendo em-'
0

presas indusll·iales pot· falta de garantías.


Ausencia de empresatios.
Ocultacion de capitales.
Pérdida de empresarios del pais e impedimento para
obtenedos del estranjero.
Pérdida de hrazos.
Desfalco en el número de hombres intclijenlcs.
5. o Retrog1·adacion del estado social:
Inseguridad de la propiedad.
Abusos de conftanza:-
Asaltos-robos-íncendios.
Jo seguridad personal:
Persecuciones-ultrajes-reclutamiento-prisiones-des-
tierro-heridas-muertes.
Si pudiera hacerse la esacta apreciacion del valor de
cada una de estas pérdidas, la suma subiría a muchos mi-
llones de pesos, aunque la turbacion del órden público
fuese pasajera: esto sin traer a cuenta la inmensa i deplo-
rable pérdida de los hombres que mueren en la contienda;
muchos tal vez, hombres que hubieran adornado las páji-
nas de la historia nacional, por el fruto que hubieran dado
al país i quizá al mundo entero por su intelijencia-ilustra-
cion-virtudes, etc.
1 sin embargo de todo esto, por desgracia hai hom-
bres que oyen ántes el grito de las pasiones que el de la
razon, i se lanzan at1·evidos a ese mar borrascoso de las
revoluciones. Sin duda que en sus cálculos no han entr~do
los que van enunciados aquí, porque entóne:es retrocedertan
e pantados; i si las masas populares comprendieran lo que
en realidad son los revolucionarios, no solamente dejarían
de cooperar a tan criminal empresa, sino que los atal'ian
como a locos fut·iosos hasta que se eonociera que hahiau
vnelto a la razou.

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-204 -
Regulm·mente los cálculos de Jos r:evolucionaríos son
P?ra hacer el mal; i aunque se promeL~n i ofl·ecen hacer el
breu, no estár. seguros de que lo haran, pues nunca son
dueíios de este: sus promesas son como las que hace el
pescador con el cebo de su anzuelo.
Un revolucionaJ·ío es peor mil veces que un enemigo
personnl tiego de ira i sediento de venganza; porque este
pr·etende dañar a un hombre, en tanto que el revolucio-
nm·io es un en~migo armado que atenta contra el hombre
i contra la: sociedad. Para conocer el estravío de los revo-
lucionarios, basta observar que empiezan su obra por escu-
sar su conducta dando por razon i tomando por pretesLo,
que hai falta de garantías; que se ha penliJo la libertad ,
que se ejerce la tit·anía por los gobernantes, etc, escusa
que por sí sola viene a ser una verdadera confesion de la
delincuencia.
Jamás bajo pretesto alg1mo tiene derecho una porcion
de cilldadanos para rebelal'se contra el gobierno establecido.
Esto no quiere deeit• que el pueblo, la mayoría nacional,
no esté en su derecho cuando se rebela contr·a un tirano:
derecho que a la vez viene a ser un deber.
Las dife1·cntes opiniones respecto 'de los principios
políticos que deben adoptarse para gobernar un país: dan
ol'ijen a los partidos que se disputan la supremacía i que en
consecuencia aspit·an a ocupar los puestos del Poder pú-
Llico: cada uno de esos partidos está en su derecho en
tanto que sin subvertir el ór'deu, trate de lracer triunfar su
opinion por medio de la palabra i de la imp1·enta, predi-
cando su doctrina: pero pretender el tl'iunlo de los prind-
pios rrlC se profesan, a punta. de bayoneta, es ademas de
tit·anía, torpeza; especinlmcnle en los pue?lo? en que se ha
sabor·eado la dulce libertad. Al filo Je la <.:11111larr·a Mahoma
redujo a la obediencia a los ~irabcs i les impuso su doetri-
na; pero él sometía pueblos cuyos habitaBles cmbruteci-
<lo:s i degt·at1ados por la escl:lrituJ i la ignorancia, no eran
cnpaees de resistir al i \a sor. La misio u filo. óllca de los
a¡ óstol.~s de , ¡ lític·a. \JtJ,e .1'1' en l'SCncia el bien , no
puede ten•'r ul r o ol1. liJ que la nwjura, d fll'O¡:!"rcso de ln
so~ie<.b d . ·

©Biblioteca Nacional de Colombia


-205-
Así, pues, los que emplean la impostw·a • la fuetza
física para h:1cm· tt·iunfar su opinion, demuestran evidente-
mente que su intento es el de encadenar al pueblo, escla-
vizarle i embrutecerle.
Por desgracia la Nueva Granada ha sido teati'O de
frecuentes revoluciones, las cuales han impedido la mar·-
cha progresiva de su industria en todos sentidos, ácia el
apojeo deJa prosperidad a que está llamada, por su situa-
cion topográfica i demas 13lementos de riqueza. La mayo1·
pat·te tle sus hombres públicos en casi todos los asuntos
n:lCion:llcs, han pensauo mas en sus intereses particulares,
que en Jos jcnerales; siendo pocos los que se dedican al
servicio de la República por un verdadero espíritu de pa-
li'Íotismo. De esto especialmente nace la facilidad de cons-
pirar· i el aliento de los enemigos del reposo público. Se
rebeló contra el gobierno lejítimo en 1850 el partido dic-
tatorial, boliviano o conservador: en 1855 intentó el mis-
mo partido otra conspiracion: en 1840 se revolucionó el
partido liberal; i en 18M el partido conservadot· pretendió,
otra vez, dcrriLm· el goLiemo i asumir el Poder públiw:
·éamos como pasaron los hechos en este año.
El 20 Je julio de 1851, dia memorable en la nacion1
por ser el dia del aniversario de la independencia de este
l''ais, era el designado de!initivamente por el partitlo conser-
vaJm· para que estallara la revolucion tan premeditada i
prcJieua. Todo parecía perfectamente combinaJo, i el golpe
que debia ser violento, parecia de fácil ejecucion. En al-
gunas provincias bien importantes de la República, esta-
ban preparados los conservadores exaltados, para repetir
el ceo de ese grito espantoso de muerte que debía de reso-
nar en la capital del Estado, con estas o semejantes pala-
lmls: ¡ «Abajo López, mueran l?s rojo~! » .
Segun el plan revoluciooar10 deb1an caer, el Presi-
dente López, los miembros de su gabinete i toJos los prin-
cipales sostenedores del gobicmo del 7 de .marzo. Pero.
;, debían caer de un golpe como cayó Tar·qumo, como cayó
Ncl'on, como <'<l)'Ó Hobespicrrc? Así se había pronosticado,
i el pcrióJico titulado: «La Civilizacion, l> que era la Jiel

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-206-
C~l)I'CSion Je lastendencias, de las ideas i de los pensamien-
tos del partido conservador, así lo había publicado sin
ambajes.
Las personas notables de ese partido. con pocas es-
ccpciones, habían comprometido a tomar parte en la con-
juracion a los artesanos afiliados en la socíedad popular; a
los jóvenes pertenecientes aJa socieda1l filolémica, a los
sectm·ios de los PP. de la Comp:.üúa de Jesus, a varios cam-
pesinos de los pueblos de los ftlredeJores de la capital, i
a una gran parte de las vírjencs i matronas bogotanas que
se hallaban inscritas en la lista de las que componían la
sociedad del Niño Dios. Para compt·ometer a esa jente
cristiana, se hacia creer que se iba a pelear en defen a de
la relijion, que era necesario salir de los herejes e impíos
i derosar las leyes que atacando la iglesia i sus. ministi'Os,
se bab1an sancionado. Tunja, Tuodama, 1\Iariqmta, Antio-
quia, el Cauca, la Buenavcntw·a i Pasto, debian secundat·
la rcvolurion. En Bogotá se habian preparado caballos,
lanzas,granadas, fusiles, mas de 500 bayonetas en astadas
i otras armas; todo lo cual fué descubierto por la polida.
Las comunicaciones de los sediüosos se mulliplica-
han, los postas cruzaban con actividad el territorio de la
República, i por el correo Jel mismo Gobierno se dirijian
a varios Gobernadores í Jefes milita1·es órden.es apócrifas,
en l~s que se falsificaban las firmas de los Secretarios de
Estado, 1\evamlo aun el timbre i sello del gobiei'Oo: órde-
nes que tenían por objeto, unas distraer la fuet·za ar·mada
~]e que podian hace1· uso los gobernadores, previniendo que
marchasen a puntos distantes de las plazas que debían ocu-
par los rebeldes. i otras para hacer reuucir a prision algunos
eclesiásticos conser>adores: estas con el fin de exitar el
ódio del pueblo fanático ácia los gobemantes i adictos al
partido liberal.
Ademas, la imprenta denominada de «El Día,; pu-
hlieaba artículos tan eseandesccntes i sediciosos, que no
dejaban duda de la proximidad de la cs¡¡lo iou.
Enlretanto el Gobierno didaha las órJcues come-
ni ntes a fin de cYitar el golpe tlc ttuc e::,taba amenazado,

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-20 7-
i empleaba todos los medios conducentes a conse
rv~r el
úruen público. Luego que s.e tuvo certe.za que el d1a
que debía estallar la revolncwn se aprox1maba, se mand en
ó
aprender a varios c?nservadores qu~ se juzgab~n ca~eci
llas
de esta: lo cual lmtdo a la persecncwn de Jose 1\Iarta
Ar-
dila i la .rar~ida que comandaba, (a) desconcertó el plan
la consp•racwn. de
Todos los buenos ciudadanos ofreeicron al Gobierno
sus servicios i se presentaron a tomar las armas, para obrar

(a) Nos parece de este lugar la noticia que


sobt·e
] 1allaen la Gaceta Oficial, núme ro 1,253 i la insert esto, se
amos.
Orden públi co-B ogotá , 19 da julio de 1851.

Habiendo sabido ayer el Jefe político de Facat


ativá , que
José María Ardil a i ott·os individuos estab an armad
de Corito, i sin duda con ánimo hostil ácia
os en el sitio
el
el de cometer otros crímenes, fué dicho Jefe Gobierno o con
de alglmos vecinos de Facatativ:i, que segun político asociado
ban a quince, a cerciomrse del hecho, restab parece no llega-
lecer el órdeu ¡
dar 0rrarantías a todo& los ciudadanos. El Jefe
político preO'un·
tó a Ardila, a quien encontró acompañado de
un núme rg de
iudiYiduos mas que triple del que él llevaba,
armados todos,
qué objeto se proponia, i se manifestó que tenia
órden del Go-
berna dor de la provincia, para ofrecel'le toda
clase de segur i-
dades, si se creía privado de algunas; pero Ardil
a i los suyos
siendo mas fuertes, Íl't'espetaron la autor idad,
diciendo que n¿
creían las ofertas que se les hacían, desobedeci
eron, amenaza-
ron al Jefe político, i éste tuvo que huir con
los suyos · .Ardila
con su cuadrilla de malhechores cargó sobre
eHos. En la per-
secucion quedaron rezagados cuatr o individuos
José Antonio Parra , Cleto Ramírez i otros dos. de Facat ativá ,
fueron asesinados atrozmente i con la últim a Tres de ellos
ferocidad i bm·-
barie i otro ha sido gravemente herido.
El Gobierno ha dirijido fuerzas considerables
.Funza, Fonti bon i Facat ath·á en perse cudon ele de Bogotá,
los bandidos, i
es muí probable que ellos sean a¡wehendhlos
por Jos Jefes Gai-
tan Echeverría i otros varios que mand an las
espresadas fuc¡·-
zas: Los habit antes de Facatativá. i demas puebl
os de la sabana
están ocupados en la aprehension i captu ra
de los malvados;
lodo indica que estos no escaparán.
I~to e~ lo t\uc ha ocuni.do i se avisa al
público lmra 1uc
no ~;ea sorprcmhdo con ment1ras .»

©Biblioteca Nacional de Colombia


-208 -
tOlllt'a los sediciosos llegado el caso. Así se vicr·on los
cuarteles, la casa consistot·ial i el palacio del Presidente,
del J 9 al 20 de julio, llenos de entusiastas defensores de
l<1 Conslitueion i de las leves. Enlónces fueron allanadas
las casas de los c1ue se ju~aban autores, cómplices i ausi-
]iadores de la revolueion, i la policía desplegó el celo i ac-
tividad que demandaban las circunstancias; i halló en efecto
en distintos puntos armas i municiones de guerra deposi-
t:Juas daudcstinamente. Así se evaporó el alma de la re-
volaciun en llogot~1, i se evitó el golpe pt·onosticado pot·
los conjurados.
No sucedió lo mismo en otros pueblos en donde los
~.:onspiradores .iuzgaron que el golpe de la capital era infa-
lible: tomaron las armas i atacaron a los gobernantes. En
Sogamoso, Tunja, Guasca, en la provincia de Mariquita í
Antioquia, en Palmira (del <?mea), en l~s i~meJiaciones de
Cali i en Pasto, se oyó el g•·•Lo de rebehon 1 hubo que de-
plorar las desgracias consigtúentes a ese indisculpable es-
tl'avío de mal aconsejados gt·anadinos. Es de notarse que
muchos de los rebeldes llevaban en las banderelas de las
lanzas pintados o bordados un Jesus i una cruz, abuso i
profanacion de los santos signos de la relijion cristiana,sin
duda para llamar la atencion de las jentes sencillas e ig-
norantes, i pmcurarse maJOr número de pattidat·ios.
El 22 de julio, dit·ijió el Presidente de la República
a los granadinos la proclama siguiente·
c. Conciudadanos!
El f(rito de rebelion lauzado desde el estremo Sur de
la RepáÉlica, por hombres que estiman ma~ la satisfac-
cion de sus malas pasiones, que el progt:eso 1 el órden de
su pais i la nacionalidad misma, ha temdo eco en otros
puntos de la República donde hombre s inmorales i audaces
cubriéndose eon el seculat' pretesto de la rclijion, han pcr-
peh·ado en cuadrillas robos i ase inatos sobre los correos
i sobre las autoriuades públicas. En ninguna pat·tc ha. ha-
bido pt•onmu:i:unicntos de la opinion populm·, mo,~rmen­
tos renulare,o; de los pueblos, han ::;ido solo alz:umentos,
notinc::i i gucn·illas de que no han partieipa!lo las mayo-

©Biblioteca Nacional de Colombia


-209-
rías de las poblaciones respectivas; han sido esfuerzos de-
sesperados de los aparceros i cómplices dél círculo inmo-
ral, que quería consumir la República en las aras de su
infatuacion i de su perversidad.
Se han hecho esfuerzos inauditos, por hacer estallar
la rebelion en todas las provincias de la República, para
hacer creer que era un movimiento jeneral de descontento
contra la Administr·acion actual; mas todos esos esfuerzos
han encallado en el buen juicio de los pueblos, en el entu-
siasmo con que han sido recibidas las trascendentales leyes
espedidas por la última lejislatura: leyes que harán nues-
tt·o mayor elojio delante de la posteridad. Lo que la Re-
pública está presenciando, no son sinó las últimas agonías
del partido absolutista que no podia sobrevivir al viento
de la civilizacion moderna, i lo que está sucediendo se pre-
veía. Un partido engreído., de privilejia~os i de fanáticos,
que babia subyugado el pms pot• tantos anos, que es en sus
principios el ~ismo partido .español-monacal que ha pesado
sobre estas rejtones, no pod1a desaparecer de la escena sin
det·ramar· todavía sangre i agotar sus últimos recursos: él
debía- tratar de rehacerse para tentar una última suerte i
hundirse en seguida en el abismo de lo pasado.
Esto estaba en el órden lójico de los hechos, i ántes
bien debía esperarse que este último esfuerzo presentase
caractéres mas sérios en vez de las ridículas manifestacio-
nes que la nacion ha visto, i que prueban cuán honda-
mente estaba minada esa vetusta influencia. Lo que está
pasando es el último acto de esa gran lucha iniciada en
1810, entre el partido dominador de entónces i la nueva
idea rejeneradora, no bien comprendida ántes i puesta en
eYidencia despues del 7 de ma¡·zo de 1849.
Es una lucha de 41 años de peripecias varias W)'O
tét·mino se divisa ya como inmediato. El 20 de julio de
181 O, se proclamó la independencia del poder español,
:;acudimos el yugo de los absolutistas nacidos alliHldc el
mar; pero hasta el 7 de m:u·zo de 1819 no ha empczaJo
realmente la rcvolucion e¡ ue ha de dat'llos la lihcl'taJ., eman-
·ipándonos del fanatismo) de las inslilucioncs, h::ü1ilo · i
11
©Biblioteca Nacional de Colombia
-210-
preocupaciones coloniales de los absolutistas indíjenas for-
mados en)a esruela española.
Han sido necesarios 40 años de preparacion para que
en estos paises, donde el fanatismo había echado hondas
raíces i envenenado la atmósfera, la opinion liberal adqui-
riera bastante fuerza para librat' el combate definitivo que
abra estas rejiones a la accion fecundadora de 1:1 civiliza-
cion moderna.
Los dos campos están bien deslindados, el clarín ha
sonado i lo:; que estamos afiliados bajo la bandera de la
nueva idcn, todos los soldados de la democrácia, debemos
prepararnos con entusiasmo a guerrear i guerrear Ein des-
canso) hasta plantar nuestra bandera sin peligro alguno
del por\·enir·, en el capitolio nacional.
Los planes de los revolucionarios son conocidos del
Gobierno i del pais, pues a la luz del esdndalo propalan
sus principios disolventes, los proclaman por la prensa, los
comunican por cartas, los predican en la cátedra de la hu-
mildad i de la obediencia, los disrute:< en las casas i en las
calle . El Gobiemo, fuerte con el voto popular, ron la con-
cien · de llenar sus deberes i con el sello augusto de la
lejitim:Jad, ha llevado la tolerancia hasta la exajeracion, í
los enemigos de la paz pública, los verdugos de la patria
no han querido ver en esto la magnanimidad sino el senti-
miento de la debilidad.
El ha querrdo hasta e1 último momento respetar sus
personas par·a pr·obarles la bondad de Jos principios; pero
estos hombres, cegados por mas pasiones. han persistido
en el empeño de cavar la sima en que ha de sepultarse la
República. En vista de esta persistencia, de este reto cons-
tantea la tranquilidad pública, ha sido ya forzoso tomar
las personas de algunos de ellos pam detenerlos en el ca-
mino de p rdicion en que marchaban .
•Tada teme el Gobierno de los esfuerzos de los revol-
tosos, porque cuenta con los elementos necesarios pm•a
conset· ·ar el órden, i !!-obre todo, cueuta con el civismo de la
gran maror-ia nacional. que condena la apelacion a las armas
i cifra el progreso p1íblico en el mantenimiento tle la paz.

©Biblioteca Nacional de Colombia


-211-
Rodeado, pues, el Gobierno de los hombres de prin-
cipios liberales, de los amigos de la tranquilidad oocional.
de los sacerdotes segun el Evanjelio, de los propietarios i
de todos los que sienten latir su corazon a la voz de la
patria, desafiat•á sereno las pasiones de los malvados; i
agrupándose a su alt'ededor todos los grandes intereses na-
cionales, la calma renacerá al traves de las espesas som-
bras que enlutan pasajeramente el hermoso cielo de nuestro
porvenir.
Conciudadanos! Conjurad por vuestro valor i vuestro
patriotismo, la tormenta que amaga inundat' en lagos de
sangre la tiet·ra de tantos héroes, que se sa1.Tificaron por
alcanzar el órden i la República, en la que ántes fuera una
avasallada colonia. El pueblo que quiere mantener la paz
i con ella la libertad, es invencible, í los esfuerzos liberti-
cidas de la oligarquía i del fanatismo, se estrellan ante la
omnipotente voluntad popular.
¿Queréis couservat' vuestros derechos, salvar vuestras
mas preciosas ga!'antías, mantener las conquistas de la
democrac;a que hemos alcanzado en este bienio del prin-
cipio de nuestra grande época de la verdadera República?
pues la patria os apellida a defender sus mas caros intere-
ses en las actuales emerjencias. Escuchadla.
La suerte ya se ha echado: o el triunfo del Gobiemo
i con esto la salvacion de la sociedad i la vida de los prin-
{:ipios; o el triunfo de la rebelion i con este el de la oli-
garquía, el del fanatismo, el de la mentira, el de los pri-
vilejios i aniquilamiento del pueblo i la (leshonra de la
~neva Granada ante p1·opios i estraños. ¡ EscojcJ! Pet'O
no hai eleccion dudosa entre el bien i el mal. entre lamen-
tira i la verdad, cntt·c la luz i las tinieblas, i la mayoría
nacional que me elevó al primer puesto de la República ya
ha escojido su destino_, el de consuma!' la obra tle sus gran-
(les sacrifieios.
¡Granadinos ! El GoLíetno lle_no de la rJHJ,ie~tad de
-;us t1·cmrnrlos rlrhet·c:, pondd en acc10n tocl1 s los cr¡•andcs
oelcmentos del pais i sncmnhirá en h tu mha rlc la l~>crl~rl,

©Biblioteca Nacional de Colombia


-212-
:ínles que pcrmitit• qne se la pt·ofane por· lo, enemigos tl'
todo ór·den social.

Bogotá, 22 de julio de 1851.

El Presidente de la República.-José Ililario Lopez.

Suscr·ita pot· los Secretal'ios de Estado M. Murillo_,


Parédes, BatTiga i Plata).
La revolucion, pues, se consumó, pero los enemigo:::
del reposo público fueron veucidos en todas parles, amHIUC
a costa de sangre i sacr·ificios; i a pesa1· dQ haber· sido pa-
~ajcr·a la turbacion del ónlen i de no haber e tallado la
rebclion sino en unos pocos pueblos, imposible e1·a evitar
los males i las pérdidas que se halbn contenidos eu el cua- ,
dt·o que va al pl'incipio de esle capítulo.
Siendo, pues, inmensos los males que nacen de las
revoluciones, todos los hombres de intelijcncia, instruc-
riou i hom·adcz debiet·an unirse para prevenirlas, tratando
de quitar todos los móviles que a ellas tienden.
El ódio i la venganza que cnjendra la calunmia de qut•
h:.H.:en uso los miembros turhulcutos e intolet·antes de la
orieJad, para meJrar a f:wor de la vil impostura, son las
IJ~<lS veces el Lotafuego de las revoluciones i la causa del
maleslar público. Por esto debía hacerse reconocer {hJt' •
cuantos medios de puhlicidatl hubiera, que la opiuiou es un
derecho sagrado del inthitluo, una parte imiolaLlc de su
~ohet·anía; i que la tolerancia es un debet· impt·cstindiLle
~n materia de opinim.cs. Ademas, prosnlltit· de la buena
~ociedatl al homlwe que se hubiet·a degradado cou el hcdw
Jc insultat· a ott·o porc¡w! no se coulormaha con su opinion,
,, potYpte la tunlrariaba Je uua 111aucra indebida. Parccer<í
im reihlc que l!J~a ¡wdeusioue::. tan u •cias, cOilJO las dt!
ulllolt!:tt' a Ulld calJez.l l:b idea.; de todo::. Jos JmmJncs, pct'O
tl:iua c•s ma~ t·iuto (·JI P.:: fu:- pai3L'S que se llawan tivilizadus.
Si hubic;t: mos dt•.t!ar en~dito a In (lliL' rlicl'll lus mÍl!lll-
lno::, d' :intbns p:.trlidc :, tmu•n:u\01 i IJJ,' .1, unos t:un-

©Biblioteca Nacional de Colombia


-215-
tra. ott·os; í si la mayot' parte tle las puhlicacioues que pot·
la 1mprenta se han hecho cnroslrándose mútuamente fal-
sedades, torpezas, infidelidades í crímenes, no fuCI·an en
el fondo calunmiasinventa<las par.a desacreditar a los miem-
bt·os de caJa partido,debiéramos Jesesperar de nuestra suer-
te: porque en los hombres públicos mas caracterizados, no
hallaríamos probidad ni honradez,sino malvados ambiciosos,
ajenos de sentimientos nobles; viles banderistas entr·egados
a los vicios: o toqJes ignorantes dirijidos por el instinto de
los tig~es. Los hombres públicos de la Nueva Granada, de
mas reelevantes prendas, de mas mérito, han sido los mas
calumniados i de mayor número de enemigos. De esto re-
sulta que en algunas naciones nos juzguen como salvajes
i tal Yez como esas bot·das bárbaras de l:J. Arabia. Tal con-
ducta, necia e injustificable, daña a todos los ciudadanos.
produce el desaliento e inspira el egoísmo; i (;lienta con
<lUe el egoísmo político es el peor síntoma de los males de
la so6edad, la prueba mas pel'cntori3 de sus vicios.
Ese espíritu de pai'Lido que enjendr·a las revoluciones
Yicne a ser una rémora constante pa1'a el bien de los pue-
blos, aun cuando aquellos 110 se cfcctlwn, porque no Re
piensa, no se habla, no se obra sino para aumentar el nú-
mero de partidarios i dept'imit· a los qne profesan princi-
pios opuesíos. Pot• él se elijen para las Cúmams lejislati-
vas a los hombres exaltados i de un caráctel' resuelto, no
a los l1Ó1nbres intelijentes e imparciales: así es que no se
tiene en mir·a el bien de los pueblos, sino la fuerza del
partido. De esto resulta ese sistema odioso i funesto clel
csclusivismo adoptado pol' el pat·tido triunfante: i lo que
es peor, esa YiLla azaro83 llena de zozobras que infunde la
desconfianza i el t.l.esalicnlo, i que las mas veces pl'Oduce la
Pncmiga de hombre a hombre, de familia a familia, de
puchlo a pueblo.
Si tales fnel'au los elementos del gobiei'Oo republic:mo,
tlt·Liet·a rcnnncia•'se la república; pues la esencia uel buen
nobierno se halla en el goze de la paz, del órJen i <le la
libertad; no en el númei'O de los que ¡mticipan drl clcl't'-
dJO tle wto, ui en el modo de verificar una elecrion. (;o-

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-214-
biernos que se dicen republicanos hai, en que se tiene mé-
nos libertad que en una monarquía: i los hai mucha veces
tan anómalos que bien puuieran apellidarse desgobiet•nos,
como los que sin pensarlo han sancionado en sus institu-
ciones la anarquía o la opresion: a la verc.lad estos no pue-
uen durat· mucho tiempo; i lo peot· es que casi siempre
concluyen elevanc.lo al primee atl'evido que empuña la es-
pada para adomarse luego con la corona de los déspotas.
¿.Así no acabaron bs antiguas repúblicas? ¿ 1-0 hemos
visto lo mismo en este siglo en val'ios pueblos del viejo i
nuevo continente? ¿Los hombres en todas partes no obran
de un modo semejante en igualdau <le circun~tancias? Léase
la histol'ia-estúdiese el hombre i se hallad fácilmente el
camino que conduce a la felicidad pública. Bai una escuela
para la política, que es, la naturaleza. Contraríese esta, i
el edificio social cae por su propio peso; así se han des-
moronado los imperios, i con el tiempo set·án reducidas a
polvo las testas coronadas, que se apoyan en la fuerza ma-
terial.
CAPITULO 26.

RICARDO EL ~EI'rLTt:UERO O EL LOCO SE:'\'IDIE~TAL-

Enti·e los túmulos que adornan el gran patio del ci-


mentei'Ío de Bogotá, bai uno que llama la atencion de los
que Tisitan ese lugar sagrado: cerca de la portada a la de-
recha de la alameda qne conduce a la capilla, se Ye ese
túmulo de piedra labrada a cincel sobre el cual se halla la
escultura mas bella que haya salido de las ma~as del hábil
artista: tm niño de mármol blanco, en la actitud mas es-
P''esiva i sentimental que pueda concebirse: apoya su cuer-
po en una de sns rorlillas, crue se halla doblada sobt·e el
pedestal; puestas sus. manos sobre la otra rodilla, espresa
la opresion del dolot' 1 la esperanza de la fé, dirijiendo a lo.
alto esa mirada de la inocencia que une el cielo con la tie-
rra i qne pone a la criatw·a en relacion eon su Dios.
En el aí1o de '18;)3 en la noches de luna, se veía al
lado de e.:e 11iiio, apo~·ado contra uno de los co:staJos del

©Biblioteca Nacional de Colombia


-215-
pedestal, a un hombre de vestido negro de fisonomía ju-
venil i melancólica, pero por su cretida bat·ba i cabellos
blancos i lustrosos como la plata, parecía un anciano vene-
rable. Visto entre los sauces, cipreses i mausoleos del ci-
menterio. podía tomarse como el jenio de las sombras.
Casi siempre estaba silencioso i meditahw1do, contemplan-
do un sepulcro de pobre apariencia, que se hallaba en el
suelo cercado de rosales: algunas veces hacia esclamacio-
nes como esta: (\Hermana mia! consuela al infortunado
Ricardo! oyemioracion !-¡Hermana mia! d~erme en paz,
acc1baron tus martirios! No; despierta, hermana mia; es-
pero con fé; levántate de la tumba,.:_estrécllame una vez
a tu seno i quedaré satisfed10! »
Ese hombre era llamado (\Ricardo el sepullurero o
el loco sentimental, 1> porque iba frecuentemente al cimen-
terio, i espresaba en sus palabras, acciones i fisonomía, el
sentimiento mas intenso del dolor, i ademas, deliraba con
locura. Caua vez que cerr~ban la tumba de alguna jóven,
regaba rosas sobre ella, diciendo:-«El perfume de estas
flm·es, es el álito del espirito de mi hermana; descansa en
paz con ella. 1>
Cuando le hacían algunas preguntas respondía laró-
uicamente i en estilo sentencioso, i las mas vezes guardaba
silencio. El guardian del cimentei'io con quien estaba ya
familiarizado, le exijió Ja narracion de su historia i obtuvo
]a siguiente:-«El amor dió oríjen a mi existeneia i una
preocupacion funesta dictó el secreto de mi nacimiento:
desde el momento en que vine al mundo, fuí espulsado del
hogat• paterno, por la falsa idea que del honor tenia la so-
ciedad. Empezé, pues, a vivit· i a ser desgraciado: mi ma-
dre p1·efirió una reputacion falsa, al placer de contemplar-
me risueña en su regazo como hijo de sus entrañas. ¡Po-
bre madre mía! bie~ wntemplo la violencia que te harías
para cont¡·ariat· los sentimientos de la naturaleza con el fin
de satisfacer las necias pretensiones de una sociedad mal
constit~ída! E?~re persona e·t:ai~as crecí i conmigo la
desgpcm: _a?qwrJ alg~nos couo,cJ.mlen_tos en los primeros
mio Je m1 ]U\'entuJ, 1 parecera mcreJble, ellos aumenta-

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-216-
lOii mis info¡·tunios , porqne ellos me han hecho compt'Cil·
Jer la estensíon i la intensidad del mal. Tuve dcspues, que
mendigar el sustento, i mas tarde sienllo inocente, fní en-
cerrado en un calabozo; i no sabía aun quienes eran mis
verdugos. Dos embozados, cuyos nombres debo call::ll',
ahusando de la intelijencia i de la ventajosa posicion social,
intentaban subyugar al pueblo, i para ello tt·amaban una
conspiracion contra el Gobierno: pot' desgracia mía fní tes-
tigo casual de una conferencia nocturna en que discutieron
gt'an parte del plan revolucionarÍ07 i desde cntóuces perdí
la libertatl. Intentaban i se pt·ometian vencer todos los
obstáculos que se opusieran a la obra de los conspit·adores.
El amor o la fatalidad llevó, cerca del ánjcl de la inocen-
cia, cerca de mi hermana a uno de los hombres mas pet·-
..:cgtúdos por el partido revolucionario; él intentaba unit'se
a ella, i tocaba )'a las puertas del templo~ cuaml? le f~1~ arrc-
bataJa i puesta en una prision clandestma a dispost(·IOn de
una mujer sin corazon, de una harpía detestable7 que ejeJ'-
ció el encargo del mas fiero verdugo. Nadje ha podido
sabet' quien fuera el raptor. ni cual fuera el pecado del
ánjel. El virtuoso protector de mi her·mana, perseguido
cruelmente por encn,igos embozados, probablemente ene-
migos políticos, cayó en la tumba víctima de la llesgracia.
Una beata, maldita7 sirvió de vil instl'llmento de la perse-
cucion, hasta que por equivocacion tomó un tósigo que le
hizo perder el juicio i la lengua; quedó loca i muda. Esos
dos embozados tambien han espiado ::~lgun tanto su ma-
quinacion infernal, i los inmensos males que causaron; bau
sido a su tumo perseguidos i maltratados. j La Providen-
cia premia o castiga a los hombres segun sus obras! La
consecuencia del mal, es el mal: el bien nunca se pierde;
Dios premia a quien lo hace, i con prodig::~lidad.-De las
personas que tenían relaciones de amistad en la casa de mi
hermana, solamente hai una que vieue a este lugar· sagrado _.
a elevar sus preces por el alma de Rosina; un negro qu ·
dobla la rodilla sobre e e mármol blancc- i murmurando su
nracion, deja e capar algunas higrimas, tan preciosas par·n
mí, tJUe me parecen diamantes rodando sohrc el l-bano i

©Biblioteca Nacional de Colombia


-21 i-
pcr·diénJose eomo el rodo en la tierTa liviana ¡¡ue cuLr•e el
crterpo de mi hermana: siu Juda un h·ibulo de gratitud
rendido sobre el scpulcr·o de la inocencia, por ese fiel amigo.
¡Ah! . ... me babia olvidado que únicamente se me babia
cxijido la narracion de mi historia: ¿para qué? Miserias,
rlesgr·acias, dolores, nna larguísima eadena de infortunios,
cuyo p~imer· anillo ató 1::1 fatalidad a mi cuna i que el tiem-
po inewrahlc sigue forjando basta que una el último esla-
bon ala tumha de mi adorada hermana. Sabeis que soí
loco, he per1lido el ju~cio, pero no el sentimiento; siempre
hai ordw·a par·a sentir la pena. A costa de mi cabeza ob-
Luvcla liher·tad, es flecir, que fué una fortuna para mí la
ena~nacion menlal; si nó, seria mas infeliz léjos
del lesor·o
qw contemplo en esa sepultura. Todos me llaman el loco
scrlimcnlal ¿ i no ser·ia un idiota o un bruto si estuvier·a
:;mo, sino bubiera per·dido el juicio despues de haber pel'-
dao a mi infeliz ue¡·manaJ No he conocido a mis padms,
l!ldlos me conocen. Yo soi el tiempo, a la vez rcpr·esento
1; jnventud i la vejez, i espero ver· a mi hermana que
T'e-
rcscnla la eternidad. l\le llaman a Eur-opa para que va)a
t•cci.bit· uua 51·ande herencia, i hai necios que me iw;Lan
~:wa que me ponga cnma n ha, crcyeudo que csloi
pose ido
.le esa nrezcjuina ambicion de los IIIOI'Lales: mi he•·encia e:,
13 Liet'l'a, que posee llll hct·nwua, i mi Lcsor·o el ciclo. l)
Concluyó la n:.ll'raeion, dcspidiérJdosc, a tiempo que.
ir radiaba en su ~emblaulc la animaeiou i la alegda tjllC ins-
pir·a la csperauza. Despucs de algurws dias dcsapal'Ccíó del
t imculcrio i de la cimlad.

FL HE L \ OBJL\ .

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- 21!)-

La grande ajitacion social en la capital de la Re-


pt'lblica durante ~os años de ~ 849, -1850 i l854, fué
orijinada de .Yart~s causas, siendo la mas notable el
cambio de chrecc10n en los ne~Tocios públicos. Las
iustituciones sociales, que habü~n rejido a Ja Nacion
has la el de ~ ~-~8, teniendo en pié eJ. monopolio del
. . estancada la industria ' limitadas ]a
sistema colomal,
cnseíianza prnnarm Ysecundaria en los establecimien-
tos pú!Jlicos ; humillr.ldo al hornLre de color hasta ,
el estremo de repotarlo como artículo de comer-
cio, sometidos los pueblos al réjimcm central, como
inhábiles para manejar libremente sus intereses ; ata-
do el jéuio al poste del slatu r¡uo, con la cadena de la
tradicion, deteniendo el paso de la democracia en
f

el sendero de la rep~blica. La. caida del partido con-


servador q~1c soslema la doclrma que fundó esas insti-
tnciones, <.lió lugar á que sus •prohombres hicieran
una oposicion apasionada al nuevo gobierno, procu-
rando todas las dificultades, que a su sentir debían
embarazar el planteamiento de los principios netamen-
te republicanos; la imprenta. co~serva~ora se desato
(como una tempestad) en diatrlvas, msuftos i ca-
lumnias al parti<.lo liberal, basta el punto de asegurar
que el ¡;obierno se hallaba en. manos de bandidos,
que la sociedad era presa de la anarquía í de la bar-
barie. i que solamente los conservadores poseían la
ciencia i la moral i que por esto, solamente ellos te-
nían derecho a rejir l0s destinos de la N acion. La
cxpulsion de los Jesuitas, fué otro arsenal csplotado
por Jos enemigos del , 7 de marzo, sit;nificúudola co-
mo un ataque a la rclijion C«tólica ;-los relacionados
en alrrun sentido con los miembros de la compañía de
Jesu~: cus-rosaron las Glas de la oposic;on i del cam-
po de la tipogralla se pasó al de la conspiracion a
mano arn~ttda. El puebh eu la plena comiccion qua

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-- 220 -
tenia de la honra dez que presidia a los procedea·es
del gobierno, apoyó a éste con decision ; quince mil
homb res se pnsie ron sobre las armas i la revolucion
fué vencida, a costa eso sí de algunos sacrificios; de
entónces para adelante, vinieron dias seren os; el par-
tido liberal conti nuo su tarea republicana con firmeza
i decision. Dictó la lei aboliendo la esclavitud en
la N acion, a pesar de la fuerte oposicion que el parti-
do conse rvado r i especialmente de algunos dueños de
esclavos del Cauca i el Choc o hicieron a la espedicion
deella. Se inició la separacion de los dos poder es
civil i eclesiástico que se hallaban ligados, en per:juicio
de la libert ad individual en asunt os de creencias re-
lijiosas ; se inició la justa i filantrópica medida de
prove er las plazas del ejército. por medio del sorteo ,
aboliendo el bárba ro e injusto sastema del reclu tamie n-
to ; se sancionó la lei que da completa libett ad a la
espre sion del pensamiento en toda forma, como uno
de los derec hos mas preciosos del individuo i el mas
firme balua rte de los pt·incipios republicanos ; i para
decirlo de una vez, la política entró en la via de la
democracia resue ltame nte. Era que babia llegado el
tiempo de la elaboracion del complemento de
la grand e obra de la independencia i de la .liber tad
a que aspira ron los nobles i jenerosos márti res de la
patria . El sentimiento republicano se infiltr·ó en el
puebl o ; la juven tud que se educaba en los colejios,
entusiasmada por el imperio i desarrollo de la dulce
i consoladora• doctrina simbolizada en estas tres pala-
bras: " LIBEBTA!>, IGU.iLD~D, FIU.TER:'i!DAD '' sellada por
Jcs s, como santa i justa en el sacrificio de su hu-
manidad en el marti rio del Gólgota, levantaron ta·i·
hunas i se convi rtiero n en apóstoles de la P.epública.
De ahi el nomb re de gólgotas, dado a los miembros
de esa escuela.
Si es verdad, que much o tiempo, ántes esas lum-
brera s de nuesl ro suelo patrio , el ,·it·tuoso patl'icio
Camilo Tórrc s, el noble repub licano Vicente Azuero,
©Biblioteca Nacional de Colombia
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el sabio i distinguido Franc isco José de Cáldas,~ el infa-
tigable colaborado r de la instru ccion científica, Fran-
cisco de P. Santa nder, el hábil economista i esclare-
cido patriota Soto, el digno repre senta nte del progreso
material e intelectual Florentino Gonz:ílez, el abnega-
do í laborioso institutor de lejislacion i lójica Ezequiel
Rojas i algunos otros varones egrejios, inspirados de
.sentimientos nobles hácia el triunfo de la causa del
pueblo, sehabian consagrado con decision e inter esal
planteamiento de los principios de la república verda-
dera, tambien es cierto que los ópimos frutos de su la.
hor fecunda se empezaron a cosechar felizmente en los
años de 1~ mayor ajitacion política, en los años de~ 849
a 4855, época de los sucesos referidos en esta obra.
De entónces datan las reformas lejislativas de
masimp~rl:mcia para la prosperidad de la Repú
blica:
la a~o~ICIOn de m_onopolíos, la derogatoria de las le-
,·cs ciVIles sobre d1ezmos, la aboli cion de la escla vitud
ia derogatoria de la lei sobre prision por deudas, }~
abolicion de la pena de muer te, simp lifica cion del
sistema fiscal, libertad de indus tria, liber tad de im-
prenta, libertad de estud ios profe siona les, liber tad de
locomocion, libertad de culto s, libert ad de esplo ta-
cion de minerales, simp lifica cion del sistem a de ha-
cienda con relacion a los derechos de aduanas &.
1 todavía mas, la Escuela Republicana que se
fundó en esa época, fué el semillero del radicalismo
líberal que ha venido luchando a brazo parLido con
~os adictos al gobierno de -represion, con
Jos aferra-
dos a la tradicion del sistem a moná rquic o español,
con las preo<:upaciones arraig adas en el pueblo
por falta de instruccion , i sobre todo con el poder
del clero siempre que s~ ha puest o al servi cio de la
política conservadora. Aque lla escue la fundó el lazo
de fraternidad republican a, form ado por los hijos de
la gran Colombia que ofrec iendo su Yida por la liber-
tad del pueblo, murieron en el martirio por la fcli~
cidad de la patria, por el triunfo de la República.
©Biblioteca Nacional de Colombia
-222-
Si compararnos nuestra presente siLuacion social
cou la de veintiun años óntes, en instruccion, en ri-
queza, en moral, en política &e, nos sorprenderemos
al ver las avanzadas conquistas que hemos obtenido
hajo,los auspicios de la República, es decit·, bajo la
influencia de los principios del órden, de la libertíld
i del progreso, que constituyen la doctrina del libe-
ralismo en América.
lloi en esta nuestra querida patria, en virtud de
las instituciones del gobierno actual, el agricultor. el
artesano: el capitalista, el soltlado, el profesor en
cualquiera facultad, el sirviente i el senido, todos
toman asiento en el convite de la civilizacion , sin dis-
tinciones de raza, de condicion, de sexo, "de edad,
de relijion, de posicion social; tod<;ts. rueden entrar
al santuario de la luz intelectual a VIVlhcarse con sus
J'avos; a fortificar el espíritu con las lecciones de la
ciencia, a perfeccionar las obeas de sus manos con la
inslruccion a1 tística bnsada en los principios evidentes
de la matemúticas,' i sobre todo a reconocer la infini-
ta sabiduría de Oios, pene~rando los misterios de la
naturaleza creada hasta el puuto de sorprender el
principio vital en el acto de animar esos nuevos sé-
res que los átomos o las moléculas en sus evoluciones
continuas organizan i hacen aparecer como creacio-
nes espontáneas.
Hoi se desarrollan con plena libertad los jérme-
ncs de riqueza que encierra nuestro suelo influyen-
do poderosamente en el mayor producl? de esta, los
conocimientos adquiridos por varios compatriotas
nuestt·os. en economía, matemáticas, física, mecánica,
i en fin, en todos los ramos de los ciencias naturales.
Iloi se tiene completo conocimiento de que el
progr·e o do toda sociedad esta en razon directa de la
moralidad de las acciones humanas; se reconoce que
la ruoral tllosófica no es otra co a qu:t la conciencia ín-
tima que se tiene de que todas las acciones del indivi-
duo deben dit·ijirsc al bien, que es el objeto de la crea-

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. INDICE
de loa eapitulo• eoutenldoa en e•ta obra.

• •~~~=lel a

PtJ,

INJ'RODUCCION ................. , . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3
Reseña b,jst6rica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
El mendigo .............. , . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
U na visita en palacio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22
El cuarto de Rosina. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
Los portales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
Una beata ...................... ,..................... 32
Una amenaza . ....... ... ......... o..................... 36
La prediccion cumplida. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39
!l-1cditacion. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
Una sorpresa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
La rasa de ejercicios. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55
l'luevo apostolado, la iniciada en el templo ......... o • o • • • • • • 60
La choza dt! la muerte. . . . . . . ... . ............ .. ..... o • • 64
El espíritu de asociacion.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71
·un sueño............................................. 82
Las dos cartas ............................. .. . - - . . . . . . . . 92
Los dos embozados. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97
Descubrimiento. . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104
El sabio magnetizador. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 108
La cartera. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ... - . . . . . . . . . . 116
El lO de marzo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133
Causa célebre-Russi ante el Jurado .... . ..........•... 147
PreliminarE:s de r~belion. . . . . . . . . . . . . . ........ · · . · . - · - · 176
Rosina o Clodomira . . . . . . . . . . . ............... · .... · · · 192
El refinamiento de la crueldad . . . . ............. · · · · · · · - 198
La revolucion. . . . . . . ... . .... .. .·········· 201
Ritardo el sepulturero o el loro sentimental. . . ·· ··· · ··· 214

Fl'i llEI.. 1:'-'lllCF..

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