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BffiLIOTECA DE JURISPRUDENCIA, FlLOSOFf.A E HlSTOIUA

HISTORIA
DE LA

LITERATURA INGLESA
POR

HIPOL ITO TAINE


de la Academia fr auceaa.

TOMO 1

LOS ORÍGENES

2.•EDXCXÓN

---- ---

MADRID
LA ESPAÑA MODERNA
Cuesta Sto. Domlogo, 16,

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ES PROPIEDAD

------
----4012.-AVR -----
IAL, -----
impreoor, -----
Sao Bernardo, -~---
92.-Teltr, 3.022----

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HISTORIA
DE LA

LITERATURA INGLESA

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OBRAS PUBLICADAS
POR

LA ESP AÑA MOD ERN A

,tlnrJ•tay. -Ilistor ia de la Literatu ra clásicn griega,


10 pesetas.
Fitzma u..iee-l{el ly. -llistor ia de la Literatu ra
espai'ioln, 10 pesetas.
Uowde n.-Hist oria de la Literatu ra francesa, 9 pe·
setas.
G1u•aact.-Histo ria de la. Literatu ra italiana , 9 pe-
setas.
U 'nlisze'l n•ky.- Historia de la Literatu ra rusa, 9
pesetas.
Tainc. -Historht de la L iteratum inglesa, 5 volú-
menes, :J1 pesetus.-Tomo I, Los o1·ígenes, 7 pesetas .-
Tomo II, El 1"enaci111ie11to, 7 pesetas. -Tomo Ill , Le'
Edad clásica, 6 pesetas .-Tomo IV, La Eda1l moden~a, 7
pesetas .-Tomo V, Los contemporti11eos, 7 pesetas. Cada
tomo se vende suelto.

Otras obras de 11. Tain.- publicadas pot· LA ESPA-


ÑA 1\IODERNA: La Inglato na, 1 pesetas. - Los orige·
nes de la Francia coutemporánea. -El anLiguo régi·
men, 10 pesetas .-Notas sobre Pat·[s, 6 pesetas. -Los
filósofos del siglo XL'\, 6 pesetas .-El Arte en Grecia,
3, pesetas. --El Ideal en el Arte, 3 pesetas .-Filosofía
del Arte, 3 pesetas .-Viajo á Italia, Florencia, 3 pese-
tas.-La Pintura en los Paises Bajos, 3 pesetas.- Via-
je <i Italin, Mihin, :\peset as.-Via je;\ Italia, Nápoles,
3 pesetas .·-Viaje t't Italia, Roma (2 lomos) G pesctas. -
Viaje á Italia, Venecia, :J pesetas.

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DEDICATORIA

E
1 historia dor de la Civilización de Europa y
de Prancia es hoy aún en nuestro país el jefe
de los estudios históricos, cuyo promovedor
fué en otros dlas. Yo, por mi parte, he recibido prue-
bas de su benevolencia; he aprendido en su conver -
sación, consultado sus libros, y gozado de esa ampli-
tud imparc ial de esplritu, de esa activa y genero sa
simpat ia con que acoge los tr abajos y las ideas aje-
nas, aunque esas ideas no sean las suyas. Es para mi
un deber y una honra dedicar esta obra á 1\I. Guizot.

H. TAINB •

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INTRODUCCiúN

«El historiador podr!a colo-


carse en el seno del alma huma-
na durante un período de tiem -
po, una serie do siglo~ 6 en
un pueblo determinado. Podría
estudiar, describir, contar to-
dos los acontecimientos. todas
las transformaciouca, todas las
revoluciones consumadas en el
interior del hombre; y cuando
hubiese llegado al llu, tendría
unn historia de la civilización
en el pueblo y en el tiempo ele·
gidos. »
l Guizot: CiviLización de
Etwopa, pág. 25.)

D
esde hace cien aflos en Alemania, desde hace
sesenta en Francia, se ha transformado la.
historia á favor del estudio de las literaturas.
Se ha descubierto que una. obra. literaria no es un
simple juego de imaginación, capricho aislado de una
acalorada fantasla, sino una. copia do las costumbres
r einantes, y signo de un estado de esplritu. Se ha in·
ferido, por consecuencia, que, atendiendo:\ los monu·
meutos literarios, podria discernirse la manera de
pensar y sentir los hombres siglos hace. Se ha reali-
zado el ensayo, y se ha. obtenido un éxito satisfac-
torio.

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4 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

Reflexionando sobre esas maneras de pensar y de·


sentir, se ha visto que eran hechos de primer orden ;
que se enlazaban íntimamente con los más grandes
acontecimientos: que los explicaban y se explicaban
por ellos á su vez; que en lo sucesivo babia que con-
cederles un puesto, y uno de los más altos puesto~, en
la historia. Se les ha concedido ese puesto, y desde
entonces se ve cambiar todo en la historia: el objeto,
el método, los instrumentos, la concepción de las le-
yes y de las causas. Ese cambio, según se efectúa y
debe efectuarse, es el que vamos á tratar de exponer-
aqui.

Los documentos históricos no son más que indicios, pÓr medio de lot<
cuales hay que reconstruir el ind ividuo visible.

Cuando volvéis las grandes páginas de un tomo en


folio, las hojas amarillentas de un manuscrito, de un
poema, de un código, de un símbolo de fe, ¿cuál es
vuestra primera reflexión? Q,ue no se ha hecho él solo,.
naturalmente: que es un molde, semejante á una con-
cha fósil; que es una impresión, semejante á una de
esas formas depositadas en la piedra por un animal
que·vivió y murió. ¿Por qué estudiáis la concha sino
para figuraros el animal? Pues de la propia suerte no
estudiáis el documento sino para conocer al hombre.
q¡ La concha y el documento so~ restos muertos, y no

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POR H. TAINE 5
'Valen más que como indicios del ser integro y vivien-
te. Hasta. ese ser hay que llegar¡ ese ·ser es el que ne-
cesitamos reconstruir. Es enganarse estudiar el docu-
mento como si existiese por si solo; es tratar las cosas
como simple erudito, y caer en una ilusión do biblio-
teca. En el fondo, no hay mitologla ni lenguas, sino
únicamente hombres que coordinan palabras é imá-
gene3 según las exigencias de sus órganos y la forma
original de su esplritu. Un dogma no es nada por si
mismo¡ mimd á los que le hicieron: ved tal retrato
d~l siglo XVI, ved la. rigida y enérgica tisonomla de un
arzobispo ó de un mártir de [nglaterra. Nada existe
sino por la acción del individuo¡ el individuo mismo
es el que debemos conocer. Cuando se ha determina-
do la filiación de los dogmas, ó ia clasificación de los
poemas, ó el progreso de las constituciones, ó la trans·
formación de Jos idiomas, no se la hecho más que
df:lspejar el terreno¡ la verdadera historia sólo surge
cuando el historiador empieza á desentrañar, al través
de la distancia de los tiempos, el hombre vivo, activo,
dotado de pasiones, provisto de hábitos, con su voz y
su fisonomla, con sus ademanes y sus vestiduras, vi-
sible y tangible como el que hace poco acabamos de
dejar en la calle. ProcuremoQ, pues, suprimir, hasta
donde quepa, eso gran intervnlo de tiempo que nos
impide observar al hombre con nuestros ojos, con los
o;os de nuestra cabeza. ¿Q.ué hay b~jo las lindas hojas
satinadas de un poema moderno? Un poeta moderno,
un hombre como Alfredo de Musset, Rugo, Lamartine
ó Reine, que ba estudiado y viaj.\do; que usa levita
negra y guantes¡ que e.o:; bien visto de lns damas¡ que
por la noche hac!l cincuenta saludos y una veintena
de frases en las reuniones¡ que lee los periódicos por
'la. mañana¡ que habita por lo común en un piso se-

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6 IDSTORU DE LA LJTE.RATURA INOLESA
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gundo, y que no es muy alegre porque tiene nervios,
y sobre todo, porque, en esta democracia en que nos
ahogamos, el descródito de las dignidades oficiales ha
exager;1do su importancia, y la delicadeza de sus sen-
saciones habituales le da ciertas tentaciones de creer-
se dios. He ahí lo quo descubrimos al través de medi-
taciones ó sonetos modernos. Del propio modo, en una
tragedia del siglo xvu hay un poeta, un poeta, como
Racine, por ejemplo, elegante, mesurado, cortesano,
pulido; con una peluca majestuosa y zapatos de cintas;
monárquico y cristiano de corazón, •que habla reci-
bido de lo alto la gra.ciJ. de no sonrojarse delante de
nadie, del rey ni del Evangelio•; h~bil en distraer al
príncipe, en traducirle 6U hermoso francés del día el
•lenguaje rancio de Amyot•; muy respetuoso con los
grandes, y sabiendo siempre •guardar su puesto• cer-
ca de ellos; obsequioilo y reservado en Mnrly como en
Versa.lles, en moJio de los atractivos regulares de una
naturaleza ntildt~da y decorativa, entre Ü\s reveren-
cias, las gracias, los artificios y sutilezM de los seüo-
res que han madrugado para merecer un privilegio
de sucesión, y de las damas encantadorns que cuentan
por los dedos las genealogías á fin de obtener el dere-
cho de asiento en pt\lacio. Sobre esto consultad á Saint-
Simon y ved las estampas de Perelle, como antes con-
sultasteis á B:1lzac y visteis las acuarelas de Eugenio
Lamí. Asimismo, cuando leemos una tragedia griega,
nuestro primer interés debe ser figurarnos griegos, es
decir, hombres que viven medio desnudos en gim-
nasios 6 plazas públicas, bajo un ciclo e~plendoroso,
y en medio de los más delicados y nobles paisajes,
ocupados en dat· agilidad y fort!~leza ¡\ su cuerpo, en
conversar, en discutir, en vot:1r, en ejecutar pirate-
rlas patrióticas¡ pero hombres sobrios, que tienen por-

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POR H. TAINE 7

ajuar tres cAntaros en su casa, y por provisiones dos


anchoas en aceite; y hombres ociosos, servidos por
esclavos que les dejan vagar y holgura para entre-
garse al cultivo de su esplritu y al ejercicio de sus
miembros, sin otra preocupación que el deseo de po-
seer la. más bella ciudad, las más bellas procesiones,
las más bellas ideas y los tipos humanos más hermo-
sos. Sobre esto, una estatua como el Meleagro ó el
Teseo del Partenón, ó la vista de ese Mediterráneo
lustroso y azul como una túnica de seda, por donde
asoman las islas á manera de cuerpos de mármol, y
unas cuantas frases escogidas de Platón y Aristófanes,
os ensenará. mucho má.s que todas las disertacione3 y
comentarios. Igualmente, para entender un Purana.
indio, empezad por figuraros al padre de familia que,
·habiendo visto un hijo en las rodillas de sn hijo•, se
retira, según la ley, á la soledad, con un hacha y un
vaso, debajo de un plátano 6 á orillas do un riachue-
lo; deja de hablar¡ multiplica sus ayLm03j permanece
desnudo entre cuatro hogueras, y bajo la quinta ho-
guera, es decir, el terrible sol devorador y renovador
incesante de todas la.s cosas vivas; y durante semanas
enteras mantiene fija su imaginación, ahora en el pie
de Brahma, luego en la rodilla, después en el muslo,
más adelante en el ombligo, y as! sucesivamente, hasta
que, á impulsos de esa meditación intensa, aparecen
las alucinaciones; hasta que todas las formas del ser,
fundidas y transformadas unas en otras, oscilan al
tn~vés de aquella cabeza arrebatada por el vértigo;
hasta que el hombre inmóvil, con los ojos fijos y con-
teniendo la respiración, ve desvanecerse el mundo
como una humareda por encimo. del Ser universal y
vaclo en que o.spira á. abismarse. La mejor enseñanza
á este propósito seria un viaje á la India; en su defec-

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8 HISTORIA DE L A LITERATURA INGLESA

to, podrán utilizarse las descripciones de los viajeros,


de los libros de geografia, de botánica y de etnología.,
En todo caso, In investigación debe ser idéntica. Una
lengua, una legislación, un catecismo, no es nunca más
que una cosa abstracta; lo completo es el hombre
que obra, el hombre corporal y visible que come, que
anda, que combate, que tra.baja. Dejad :\ un lado la.
teorla. de las constituciones y de su mecanismo, de las
religiones y su sistema, y procurad ver á los hombres
en su taller, en sus escritorios, en sus campos, con su
cielo, su suelo, sus c:asas, sus trajes y sus comidas,
no de otro modo que lo hacéis cuando al desembar-
car en Inglaterra ó en Italia, miráis las caras y los
ademanes, las aceras y las ta.bernas, la. gente que se
pasea y los obreros que beben. Nuestra gran preocu-
pación debe ser suplir hasta donde podamos, la falta
de la. observación presente, personal, directa y sensi-
ble, porque es el único camino paro. conocer al hom-
bre. Hagámonos presente el pasa.do; para juzgar una
cosa, es menester su presencia; no hay experiencia de
los objetos a.usentes. Claro que esta reconstrucción es
siempre incompleta, y no puede dar margen más que
á juicios incompletos; pero hay que resignarse: más
vale un conocimiento mutilado que un conocimiento
nulo ó fo.lso, y no hay mas medio de conocer aproxi·
madamente las acciones de otros dlas que ver aproxi·
madamente a los hombres de otros dlas.
Ese es el primer paso en historia. Se ha dado en
Europa, al renacer la imaginación, á fines del siglo
último, con Lcssing y Walter Scot; un poco des-
pués en Francia con Chateaubriand, A.gustln Thierry,
M. Michelet y tantos otros. He aqui ahora el segundo
paso.

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POR H. TAJNE 9

II

!:'] hombre corporal y visible no es más que un ind icio, por medio del
cual debe es tudiarse el hombre interior 6 Invis ible.

Cuando observáis con vuestros ojos el hombre visi-


ble, ¿qué buscáis en él? El hombre invisible. !':sas
p~labras que llegan á vuestro oldo, esos ademanes,
esos movimientos de cabeza, esas vestiduras, esas
acciones y esas obras sensibles de todos linajes no son
pan~ vosotros más que expresiones;. allí se revela algo,
un alma. El hombre exterior oculta un hombro inte-
rior, y el primero no hace más que mn.nifestar al se-
gundo. Miráis su casa, sus Jlluebles y su traje, pn.ra
descubrit' las huellas de sus hábitos y de sus gustos,
el gr~do de su elegancia ó de su rusticidad, de su pro-
digalidad ó de su econom1a, de su vulgaridad ó de su
delicadeza. Escucháis su conversación y notáis las io-
fiex1oues de su voz y sus cambios de actitud, para
apreciar su espontaneidad, su abandono y su viveza,
6 su energh.1. y rigidez. Estudiáis sus escritos, sus obras
de arte, sus empresas mercantiles 6 políticas, para
medir el alcance y los límites de su inteligencia, de su
inventiva y de su sangre fría, para descubrir el orden,
la índole y el poder habitual de sus ideas, la manera
cómo piensa y se resu~lve. Todas esas exterioridades
no son más que avenidas que se re.unen en un centro,
y no las r ecorréis sino para llegar á ese centro; alH

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10 BIS1'0RIA DE LA LITERATURA INGLESA

está el verdadero hombre, es decir, el grupo de facul·


tades y de sentimientos que produce todo lo demás.
He ah! un nuevo mundo: mundo infinito, porque cada
acción visible arrastra en pos de si una serie infinita
de discursos, de emociones, de sensaciones antiguas ó
recientes, que han contribuido á sacarla á luz, y que,
á modo de largas rocas profundamente hundidas en
. el suelo, alcanzan en ella su extremo saliente. Ese
mundo subterráneo es el segundo objeto, el objeto pro·
pío del historiador. Cuando este último atesora la edu-
cación critica necesaria, puede discernir al través de
cada adorno de una arquitectura, de cada linea de un
cuadro, de cada frase de un escrito, el sentimiento
particular de donde surgieron el adorno, la linea ó la
frase; asiste al dra.ma intimo desarrollado en el artista
ó escritor; la elección de las palabras, la brevedad ó
longitud de los periodos, la especie de las mett\foras,
el acento del verso, el orden del discurso, todo le sir-
ve de indicio; mientras sus ojos leen un texto, su alma
y su mente siguen el continuo desarrollo y la va·
riada serie de sentimientos y concepciones de que ese
texto ha nacido: hacen su psicología. Si queréis obser-
var esta operación, mirad al promovedor y al mode-
lo de toda la gran cultura contemporánea, á Goethe,
que, antes de escribir su Ifigenia, pasa días dibujando
las más perfectas estatuas, hasta que, llenos sus ojos
de las nobles formas del antiguo paisaje, y penetrado
su espíritu de las bellezas armoniosas de la vida anti-
gua, logra reproducir en si propio tan exactamente
los hábitos y las inclinaciones de la imaginación grie-
ga, que da una hermana casi gemela á la Antígone
de Sófocles y á las diosas de Fidias. Esa adivinación
precisa de los sentimientos extinguidos ha renovado
la historia en nuestro tiempo. En el siglo último se des-

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POR H. •rAINE 11

conocía casi enteram ente. Considerábase á los hom-


bres de todas las razas y de todos los siglos como casi
semejantes; el griego, el bárbaro , el indo, el hombr e
del Renacimiento y el del siglo XVIII aparoc lan como
vaciados en ol mismo molde, según cierta concepción
abstrac ta, que servla. para todo el género humano.
Se conocla al hombre; no se conocla á los hombres;
no se habla penetra do en el alma; no se habla visto
la diversidad infinita y la complejidad maravi llosa de
las almas; no se sabia que la estructura. moral de un
pueblo y de una edad es tan particu lar y tan distinta
como la estruct ura flsica de una familia de plantas ó
de un orden de animales. Hoy la historia , como la
zoologla, ha encont rado su anatom la; y sea la que
quiera la rama históric a que se cultive, filologla, lin-
guistic a ó mitología, en ese sentido se trabaja para
hacerla produc ir nuevos frutos. Entre tantos escrito -
r es como desdé Herder , Ottfl'ied MUller y Goethe, han
proseguido y rectificado incesantemente ese gran es-
fuerzo, considere el lector tan sólo dos historiadores y
dos obras: una, el comentario sobre Cronwell de Car-
lyle; otra, el Port·R oyal de Sainto·Beuve; y verA con
qué exactit ud, con qué segurid ad y profundidad pue-
de descub rirse un alma al través de sus actos y sus
obras; cómo, bajo el viejo genera l, en vez de un am-
bicioso vulgar mente hipócrita, se encuen tra un hom-
bre atorme ntado por los confusos ensuellos do una
melánc olicaim aginac ión, pero positivo en sus instinto s
y facultados, inglés hasta la medula, extra no é incom-
prensib le para el que no ht~ya estudiado el clima y la
raza; cómo, con un centen ar de cartas sueltas y con
veinte discursos mutilados, se le puede seguir desde
su granja y sus yuntas hasta su tienda de general y
su trono de protect or, en su transformación y en su

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12 IDSTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

desarrollo, en las inquietudes de su conciencia y en


sus resoluciones de hombre de Estado, hasta el punto
de que el mecanismo de su pensamiento y de sus ac-
ciones se hace visible, y la tragedia intima, perpetua-
mente renovadn. y cambiante, que trabajó aquella
gran alma tenebrosa, pasa, como las de Shakespeare,
al alma de los espectadores. Verá cómo bajo disputas
de convento y resistencias monjiles, se puede vislum-
brar una gran región de psicologla humana; cómo
dncuenta caracteres, sepultados bajo la uniformidad
de una narración comedida, reaparecen á la luz, cada
uno con su nota saliente, y todos con sus diversidades
innumerables, cómo, tras disertaciones teólogicas y
sermones monótonos, se disciernen las palpitaciones
de corazones siempre vivos, los accesos y los desma-
yos de la vida religiosa, los retornos imprevistos y el
vaivén co:Jfuso de la naturaleza, las infiltraciones del
mundo circundante, las conquistas intermitentes de la
gracia, y con tal variedad de matices, que la más
nutrida descripción y el más flexible estilo á duras
penas logran recoger la mies inagotable que ha hecho
germinar la critica en ese campo abandonado. Lo
mismo sucede dondequiera. Alemania, con su genio
tan dúctil, tan amplio, tan accesible á las metamor-
fosis, tan á propósito para reproducir los más lejanos
y extraftos estados del pensamiento; Inglaterra, con
su espíritu de preci>ión, tan adecuado para concretar
las cuestiones moraies, para determinarlas mediante
cifras, pesos y medidas, mediante la geografía y la
estndlstica, á fuerza de textos y de sano juicio; Fran-
cia, en fin, con su cultura pari~iense, con sus hábitos
de salón, con su análisis continuo de los caracteres y
de las obras, con su ironía tan apropiada para marcar
las flaquezas, con su penetración tan fiua para desen-

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POR H. TAINE 13
trafiar los matices: todos han labrado el mismo demi-
nio, y se empieza á comprender que no hay región de
la historio. donde no sea necesario cultivar esa capa
profunda, si se quiere ver surgir entre los surcos pro·
vechosas cosechas.
Tal es el segundo paso, que estamos á punto de rea-
lizar, y que constituye la obra propia de la criLica
coutr:mporánea. Nadie la ha hecho con tanta exacti-
tud y to.n en grande como Sainte-Beuve. En este res-
pecto, todos somos discípulos suyos; su mótodo re-
nueva hoy en los !ibros y hasta en los periódicos toda
l11o critica literaria, filosófica y r f'ligiosa. De él hay
que partir para inaugurar la. e''(olucióu ulterior. Yo
he procurado indicar esa evolución varias veces; á mi
juicio, se abre aquí una via nueva para la hbitoria, y
voy á trn.tar de describirla más en detalle.

IIl

los estados y las operaciones del hombre interior é Invisible recono-


cen por causa ciertas maneras generales de pensar y sentir.

Cuando habéis obser\"ado y anotado uno, dos, tres


múltipleR estados íntimos de un hombre, ¿creóis que eso
basta, y os paree,., completo vuestro conocimiento? Un
cuaderno de notas, ¿es por ventura una psicologfa? No
lo es; aqul, como siempre, tras la reunión de los hechos
. debe venir la indagación de las causas. Todo:; los he-
chos las tienen, sean ffsicos 6 worales : las tienen la
veracidad, lo. ambición ó el valor, lo mismo que la. di·

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14 H ISTORIA. DE LA. LITERAT URA. INGLESA.

.gestión, el movimiento muscula r ó el calor animal. El


vicio y la virtud son productos como el vitriolo y el
azúcar, y todo dato complejo nace del concurs o de
otros datos m{ls simple de que depende. Busquemos,
pues, los datos simples de las cualidad es moralos ,
como se buscan los de las cualidadt>s físicas ; y consi-
deremos A este fin un hecho cualqui era, por ejemplo:
una música r eligiosa, la de un templo protesta nte. Hay
una causa interior que ht~ convertido el esp!ritu de los
fieles hacia aquellas graves y monótonas melodlas,
un:~. causa. más vasta que su efecto; quiero decir: h\
id:ea general del verdadero culto externo quo el hom-
bre debe á Dios. Esa idea es la. que ha modelado la
arquitec tura del templo, derribado las estatuas , pros-
crito los cuadros ,destrui dos losorna mentos, cercena do
las ceremon ias, encerr ado á los concurr entes en ban-
cos altos que les tapan la vista , y presidido á los mil
detalles de las decoraci ones, de las posturas y de to-
das las circunst:mcias externa s. Y ella, á su vez, pro-
viene de otra causa más general : la idea Jo tegra de la
conduct a, as! interior como exterio r-oracio nes, ac-
tos y disposiciones de todas Jndoles -á que está obli-
gado el hombre para con el Ser sopremo. Esta última
es la que ha entronizado la doctrina y la gracia, r e-
ducido el clero, transformado los sacrame ntos, supri-
mido las práctica s , y convertido la religión discipli-
naria en religión mor al. Esta segunda idea , á su vez,
depende de unn. tercera más general aún : la de la
perfección moral, tal como se encuent ra en el Dios
perfe.cto, juez impecab le , riguroso celador de las al-
mas, ante quien toda. alma. es pecador a, digna de su-
plicio, incapaz de virtud, si no es por la crisis de con- ·
ciencia que él provoca y la renovac ión de corazón que
él produce. He ahí la concepción cardina l, que con-

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POR H. TAINE 15

siste en erigir el deber en rey absoluto de la vida hu-


mana, y en proster nar todos los modelos ideales á los
pies del modelo moral. Tocam os aq ul el fondo del boro·
bre: porque , para explica r esa concepción, hay que
consid erar la raza misma, es decir, el german o y el
hombre del Norte, la. estruct ura de su carácte r y de
su inteligencia, sus modos más genera les de pensar y
de sentir: esa lentitud y frialda d de la sensaci ón, que
le impiden caer violent a y fAcilmente bajo el imperio
del placer sensible; esa rudeza del gusto, esas irregu-
laridad es y sacudid as de la concepción que atajag en
su espíritu el nacimi ento de las grande s slntesis y de
las formas armoniosas; ese desdén de las aparien cias,
esa necesid ad de lo verdad ero, esa propensión á las
ideas abstrac tas y desnudas que desenv uelve su con-
ciencia con detrimento de todo lo restant e. Aqui hace
alto el análisis; se acaba de llegar á una disposición
primiti va, á un rasgo caracte rlstico de todas las sen-
sacione s y concepciones de un siglo ó de una raza, á.
una particu laridad insepar able de todo el porte de su
intelige ncia y de su corazón . Esas son las grande s cau-
sas, las causas univers alesype rmanen tes, dondeq uiera
y siempr e activas , indestr uctible s é infalibl emente do-
minant es á la postre, puesto que los accidentes que las
contrar ian, como limitados y parciales, a caban por
ceder á la sorda y continu a repetic ión de su esfuerzo;
de modo que la estruct ura genera l de las cosas y los
grande s rasgos de los acontecimientos son obra suya,
y las religiones, las filosoflas, las poesías, las indus-
trias, las formas de la sociedad y de la familia , no
son, en resume n, más que impresiones marcad as por
su sello.

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16 ll!STORI A DE LA LITERAT URA INGLESA

IV

Princfpaft s formas de pensamientos y sentimientos.


Sus erectos histórl ooa.

Los sentimie ntos y los pensami entos humano s for-


man, pues, un sistema, y ese sistema tiene por primer
motor ciertos rasgos generale s, ciertos caracter es de
la. intelige ncia y del corazón , comunes á los hombre s
de una raza, de un siglo ó de un pals. Así como, en
mineral ogla, los cristales, por diversos que sean, de-
rivan do algunas formas corpora les simples, as! tam-
bién en historia, las civilizaciones, por diversas que
sean, dt:ri van de algunas formas espirituale~ simples.
L os unos se explican por un element o geométrico pri·
mitivo, como las otras por un element o psicológico
primitivo. Para compren der el conjunto de las espe-
cies mineraló gicas, debe conside rarse de anteman o un
sólido regular en general, con sns caras y sus ángulos,
y notarse las innumer ables transfor maciones de que es
susceptible. De análogo modo, si queréis compren der
el conjunto de las variedad es histórica s, consider ad de
anteman o un alma humann. en general , con >~US dos 6
tres facultad es fundamentales, y en ese compendio no-
taréis las principa les formas que puede admitir. Des ·
pués de todo, esa especie de cuadro ideal, el geomé-
trico como el psicológico, no es muy complejo, y pron-
to se ven los Jlmit~s del marco en que han de circuns-

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POR R. TAINE 17
cribirse las civilizaciones, como los cristales. ¿Q.uéhay
en el hombre en el punto de partida? Imágenes ó
?'ep?·esentaciones de los objetos, es decir, aquello que
flota interiormente ante él, que subsiste algún tiempo,
y deRpués se borra y reaparece, cuando ha contempla-
do tal árbol, tal animal, tal . cosa sensible. Esa e!l la
materia de todo lo demás; y el desarrollo de esa ma-
teria es doble: especulativo ó'práctico, según que esas
representaciones conducen á una concepción genel'al ó
á una 1'esolución activa. He ahi todo el hombre en com-
pendio; y en ese recinto limitado se concentran las di-
versidades humanas, ya en el seno de la materia pri·
mordial, ya en el doble desarrollo primordial. Por pe·
quenas que sean en los elementos, son enormes en la
masa, y la menor alteración en los factores acarrea
alteraciones gigantescas en les productos. Según la
representación es clara y definitiva ó confusa ymalde-
limitnda, según reune en si un grande ó pequeno nú-
mero de caracteres del objeto, según es violenta é im-
pulsiva ó tranquila y serena, todas las operaciones y
todo el juego corriente de la máquinahum anasetrans-
forman.
Y, asimismo, todo el desarrollo humano vario. á
compás del desarrollo ulterior de la representación.
Si la concepción general á que ésta conduce es una
simple notación seca á la manero. chica, la lengua se
convierte en una especie de álgebra, la religión y la
poesla se atenúan, la filosofía se reduce á una especie
de sentido moral y práctico, la ciencia á una colec-
ción de recetas, de clasificaciones, de mnemotecnias
utilitarias, y el esplritu entero adquiere una tendencia
positivista. Si, al contrario, la concepción general á
que la representación conduce es una creación poéti-
ca y figurativa, un slmbolo vivo, como acontece en
. 2

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18 HISTORIA DE LA LITERATURA I NGLESA

las razas arias, la lengua se convierte en una especie


de epopeya matizada y coloreada, donde cada voz es
un pef!>onaje; la poesla y la religión adquieren una
magnifica é inagotable amplitud; la metaflsica se des ·
arrolla libre y sutilmente, sin curarse de las aplicacio·
nes positiva-s; el espíritu entero, al través de las des-
viaciones y los desfallecimientos inevitables de su es·
fuerzo, se prenda de lo bello y lo sublime, y concibe
un modelo ideal,. capaz de concentrar en torno suyo,
por la virtud de su nobleza y su armonla, las simpa-
tías y los entusiasmos del humano linaje. Si ahora la
concepción general á que la representación conduce
es poética pero no meditada y medida; si el hombre
la alcanza, no por una gradación constante, sino por
una intuición brusca; si la operación original no es el
desarrollo regular, sino la explosión violenta, enton-
ces, como acontece en las rn.zas semitas, falta la me-
taflsica; la religión no concibe más que el Dios rey,
devorador y solitario; la ciencia no puede formarse; el
espJritu es demasiado rJgido ó inflexible para reprodu-
cir el delicado orden de la naturaleza; la poesia no
sabe dar á luz más que una serie de exclamaciones
vehementes y grandiosas; la lengua no puedeexpresar
la trabazón del discurso y de la elocuencia; el hombre
se r educe al entusiasmo lírico, á la pasión indómita, á
la acción fanática y estrecha. En ese intervalo entre
la representación particular y la concepción univer-
sal, se encuentran los gérmenes de las mayores dife-
rencias humanas. Algunas razas, como las clásicas,
por ejemplo, pasan de la primera l~ la segunda por
una escala gradual de ideas regularmente clasificadas
y más generales cada. vez; otras, como las germáni-
cas, realizan la misma travesla por saltos, sin unifor -
midad, después de largos y vagos tanteos. Algunas,

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POR B. TAINE 19
como los romanos y Jos ingleses, se detienen en los
primeros escalones; otras, como los indos y alemanes,
suben hasta los últimos. Si ahora, después de haber
considerado el tránsito de la. representación á la idea.,
se examinase el tránsito de la representación á la re-
solución, se eupoutra.rla.n diferencias elementales de la
mif.lma importancia y del mismo orden, según que la
impresión es viva, como en los climas dellliediodla, ó
pálida, como en los climas del Norte; según que lleva
á la acción desde el primer instante, como sucede en
los pueblos bárbaros, ó tard1amente, como ocurre en
las naciones civilizadas; según que es ó no susceptible
de acrecentamiento, de persistencia y arraigo. Todo el
sistema de las pasiones humanas, todas las condiciones
de la paz y de la seguridad públicas, todas las fuentes
del traba¡jo y la acción derivan de abl. Lo mismo su-
cede con las otras diferencias primordiales: sus conse-
cuencias abrazan toda una civilización, y pueden coro·
pararse á esas fórmulas algébricas que, en sus estrechos
ilmites, contienen de antemano toda la curva cuya
ley constituyen. No es que esa ley se cumpla siempre
basta el fin; á veces se encuentran perturbaciones;
pero, cuando as! ocurre, no es que la ley sea falsa,
sino que no ha obrado por si sola. Nuevos ekmeutos
han venido á mezclarse á los antiguos; grandes fuer-
zas extraftas han venido á contrariar las fuerzas pri·
mitivas. Ha emigrado la raza, como el antiguo pueblo
ario, y el co.mbio de clima ha alterado toda la econo·
rola de la inteligench\ y toda la organización de la so-
ciedad. ITa sido conquistado el pueblo, como la na·
ción sajona, y la nueva estructura polltico. le ha im·
puesto hábitos, capacidades é inclinaciones que no
tenia. La nación se ha instalado en medio de vencidos
amenazadores, como los antiguos espartanos, y la obli·

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20 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

gacióB de vivir á la manera de tropa acampada ha tor-


cido violentamente en un sentido único toda la consti-
tución moral y social. En todo caso, el mecanismo de
la historia humana es semejante. Siempre se encuen·
tra como primitivo resorte alguna disposición muy ge-
neral del espíritu, ora innata en 1~ raza, ora adquirí-
da por virtud de alguna circunstancia influyente. Esos
grandes resortes hacen poco á poco su efecto, y al
cabo de algunos siglos colocan á la nación en un nue-
vo estado religioso, literario, social, económico: con-
dición nueva que, unida al esfuerzo renovado de tales
factores, produce otra condición, ya buena, ya mala,
ora con lentitud, ora con rapidez, y así sucesivamente;
de modo que el movimiento total de cada civilización
distinta, puede considerarse .r.:omo resultado de una
fuerza permanente, que á cada instante modifica su
obra, alterando las circunstancias en que actúa.

Las tres tuerzas primordiales: la raza, el medio y el momento.

Tres fuentes diversas contribuyen á producir ese


estado moral elemental: la mza, el medio y el mo-
mento. Lo que se llama la mza son esas disposiciones
innata~ y hereditarias que el hombre aporta consigo,
y que van unidas, por lo común, á marcadas diferen-
cias de temperamento y de estructura corporal. Va- )
rlan según los pueblos. Hay naturalmente variedades ,
de hombres, como. de toros y de caballos: unas vale-

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21
--- --- --- ---- ---- --
POR H . TAINE

rosas é inteligentes y otras tlmidas y de cortos alean·


ces; unas capaces de concepciones y de creaciones
superiore s, y otras reducidas á las ideas y á las in·
venciones rudimentarias; algunas dispuestas má~ es-
pecialmente para ciertas obras y dotadas más rica-
mente de ciertos instintos, al modo como se ven castas
de perros de aptitudes especiales para la carrera, ó
para el combate, 6 para la caza, 6 para la custodia
de las casas 6 de los rebanos. Hay aqui una fuerza
definida, tan definida, que, al través de las enormes
desviaciones que los otros dos motores la imprimen,
se reconoce aún; y una raza, como el antiguo pueblo
ario, diseminada desde el Ganges hasta las Hébridas,
establecida en todos los climas, .escalonada en todos
los grados de la civilización, traqsform ada por treinta
siglos de revoluciones, manifiesta, sin embargo, en
sus lenguas, en sus religiones, en sus literatura s y en
sus filosofías, la comunidad de sangre y de esplritu
que enlaza hoy aún á todos sus vástagos. Por diferen-
tes que esos vástagos sean, no ha desaparecido su pa-
rentesco; por mucho que hayan labrado la selvati-
quez, el cultivo y el injerto, las diferencias de cielo y
de suelo, y las prósperas ó adversas vicisitudes, han
subsistido los grandes rasgos de la forma original, y
se descubren los dos ó tres lineamientos principales
de la impresión primitiva bajo las impresiones secun-
darias que el tiempo ha superpuesto. Nada tiene de
asombroso esa tenacidad extraordi naria. Aunque la
inmensidad de la distancia no nos deje entrever más
que á medias y á una incierta luz el origen de las espe-
cies (1), los hechos de la historia iluminan bastante

(1) Darwin: Del origen de las especie&.- Prosper Luooa:


De la herencia.

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22 niSTORIA DE LA LITERATURA INGLESA
.
los hechos anterior es á la historia, para explicar la
casi inquebr antable soliuez de los camcter es primor-
diales. Cuando quince, veinte, treinta siglos antes de
nuestra era, los encontramos en un ario, en un egip·
cio, en un chino, esos caracter es represen tan la obra
de un número de siglos mucho mayor, quizá la obra
de millones de anos. Porque, dasde el punto y hora en
que un animal vive, es menester que se amolde á su
medio: respira, se renueva , se conduce de distinto
modo, según el aire, los alimentos y la tempera tura.
Un clima y una situación diferentes engendr an en él
necesidades diferentes, y, por consecuencia, un siste·
ma de acciones diferentes; y de aqui un sistema de
hábitos diferentes, y en último resultad o un sistema
de aptitude s y de instintos diferentes . El hombre,
obligado á mantene rse en equilibrio con las circuns·
tancias, contrae un carácter y un tempera mento en
armon fa con esas circunstancias; y su carácter , como
su tempera mento, son adquisiciones tanto más esta-
bles cuanto más r eiterada ha sido la impresión exte-
rior y más antigua su transmisión por herenci a á la
progenitura. De forma que el cart\cte r de un pueblo
puede conside rarse en cada pun~o como el resumen de
todas sus acciones y de todas sus sensaciones prece-
dentes, es decir, como una cantidad y como un peso,
no infinito (1), puesto que toda!> las cosas de la na-
tu raleza son limitadas, pero si desproporcionado con
lo restante y casi imposible de levanta r, en atención ,
á. que ha contribuido á agravar le cada minuto de un
·pasado casi infinito, y á que, para vencer la balanza ,
habrfa que acumula r en el otro platillo un número de
acciones y de sensaciones mayor aún. Tal es la pri-

(1) Espinosa : Etiea, 4.• parte, axioma.

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POR H. TAIN E 23

mera y la más rica fuente de esas facultades matrices


de donde deriv an los acontecimientos históricos; y
desde luego se ve que, si es poderosa, es porqu e no
constituye un simpl e mana ntial, sino una especie de
lago y como un depósito profundo donde los otros ma-
nanti ales han ido aglomerando sus propia~ agua s du-
rante una multitdd de siglos.
Cuando se ha reconocido as! la complexión interior
de una raza, hay que considerar el medio en que vive.
Porqu e el homb re no está solo en el mundo, sino que
le envuelve la nn.turaleza y le rodean los otros hom-
bres. As! sobre la impresión prim itiva y perm anent e
se extie nden·las impresiones accidentales y secun da-
rias, y las circunstancias flsicas ó sociales altera n ó
completan la condición original. Ora es el clima el que
hace su efecto. Aunque no podamos segui r más que
oscum ment e la historia de los pueblos arios desde su
patri a común hasta sus patri as definitivas, cabe n.fir-
mar, con todo, que la profunda diferencia que separ a
á las razas germ ánica s de la.'i latina s y helénicas,
procede en gran parte de las coma rcas en que se han
est~1.blccido: unas en los paises frlos y
húmedos, en el
fondo de Asperas selvas panta nosas ó á orilla s de un
occéano bravío, viéndose reducidas á las sensaciones
melancólicas ó violentas, estimuladas á la embriaguez
y á la alimentación fuerte, inclinadas á la vida mili·
tante y carni cera; las otras , al contr ario, en medio de
los más bellos paisajes, á orillas de un mar respl ande -
ciente y risueüo, invitadas á la navegación y al co-
mercio, exen tas de las necesidades grose ras del estó-
mago, dirigidas desde el principio haci:l. los hábit os
sociales, hacia la organizació n polltica, hacia los sen-
timientos y la~ facultades que desenvuelven el arte de
habla r, el talento de gozar , la invención de las cien-

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24 HISTOR IA DE LA LITERA TURA' INGLESA

cias, de las letras y :de las artes. Ora han trabajado


las circunstancias polüh.:as, como en las dos civiliza-
ciones italiana s: la primer a conver tida por entero ha-
cia la acción, la conquista, el gobierno y la legisla-
ción, por la situación primiti va de una ciudad de re·
fugio, de un empo1·itwl de fronter a, y de una aristocrn.·
cía armad a que, importando y regimentando bajo sus
órdenes á los estra.ojeros y á los vencidos, poofa en
pie, uno frente á otro, dos cuerpos hostiles, y no en·
contra ba solución para sus difiCLtltades interiores ni
desahogo para sus instintos rapace s más que en la
guerra sistemática; la segunda, privad a de la unidad
y de la gran ambición polftica por la perman encia do
su forma municipal, por la situación cosmopolita do
su Papa y por la interve nción militar de las naciones
vecinas, dej<\ndose llevar totalme nte por la pendiente
de su magnifico y armonioso genio hacia el cultivo de
la voluptuosidad y de la belleza. Ya, en fin, han im-
pr eso su sello las condiciones sociales, como hace diez
y ocho siglos median te el cristian ismo, y veintic inco
siglos mediante el budhismo, cuando , as! en torno del
Mediterráneo como en el Indostá n, las consecuencias
extrem as de la conqui sta y de la organización aria
trajero n la opresión intoler able, el anonadamiento del
individuo, la desesperación comple ta, la maldición
lnnzo.da sobre el mundo, con el desarro llo de la meta·
flsica y de la meditación sofiadora, y cuando el hom ·
bre, en su calabozo de miserias, concibió lo. abnega -
ción, la caridad , el amor tierno, la dulzura , la humil·
da~, la fratern idad human a, alll ante la idea de
la
nada universal, aqul bajo la paterni dad de Dios.
Obsérvense los instintos reguladores y las faculto.-
des implan tadas' en una raza, obsérvese el sentido en
que hoy piensa y obra, y se verá las más de las veces

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POR H. TAlNE 25
- -- -- --
cómo es la resul tante de algun a de esas situaciones
prolongadas, de esas circunstancias envolventes, de
esas persistentes y gigantescas presiones sufridas por
una masa de hombres que, uno á uno, y todos juntos,no
han cesado de plegarse y amoldare á sus exigencias de
generación en gener ación: en Espana, una cruza da de
ocho siglos contr a los musulmanes, prolongada aún mas
allá y hasta el a.gotamiento del a nación por la expulsión
de los moros, el despojo de los judlos, el establecimiento
de la Inquisición y las guerr as católicas; en Ingla terra ,
una constitución polltica de ocho siglos que permite al
hombre mantenerse erguido y respetuoso , indepen-
diente y obediente, y le acostumbra á lucha r en masa
bajo la autoridad de In ley; en Francio., una orgl.l.ni-
zación latina que, impuesta en un principio ¡\ bárba-
ros dóciles, y deshecha luego en medio de la demoli-
ción universal, se rehace de suyo bajo la conspiració!l
latente del instinto nacio nal, se desarrolla bajo reyes
hereditarios, y acab a en una ~specie de república
igual itaria , centr aliza da, admi nistra tiva, bajo dinas-
tlas expuestas á revoluciones. Esas son las más efica-
ces entre las causas obser vables que modelan al hom-
bre primitivo; son para. las naciones lo que la educa-
ción , la profesión , la condición y la residencia para
les individuos; y parecen abraz arlo todo, puesto que
abraz an todas la-s potencias exter nas que labra n la
mate ria huma na, y por cuya virtu d el exterior obra
sobre el interior.
Hay, sin embargo, un terce r orden de causas, por-
que, junta ment e con las fuerzas del interior y.dcl ex-
terior, existe la obra que han realizado ya; y esa obra
contribuye á su vez A producir la. que sigue : además
del impulso permanente y del medio dado, exi'lte la
velocidad adquirida. Cuando actúa n el carác ter na-

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26 HISTORIA DE LA. LITERATURA INGLESA

cional y las circunstancias ambientes, no actúflon sobre


una tabla rasa, sino sobre una tabla donde se han
marcado ya impresiones. Según se toma la tabla en
un momento ó en otro, la impresión es diferente; y eso
basta para que el efecto total sea diferente. Notad,
por ejemplo, dos momentos de una literatura ó de un
arte : la tragedia francesa, bajo Corneil!e y bajo Vol-
taire; el teatro griego, bajo Esquilo y bajo Eurlpides;
la poesía latina, bajo Lucrecio y bajo Claudiano; la
pintura italiana, bajo Vinci y bajo Guido . Claro es
que la concepción geneml no varia de uno á otro de
esos puntos extremos : siempre es el mismo el tipo
humano que se trata de representar ó de pintar ; el
molde del verso, la estructura del drama, la especie
de los cuerpos han persistido. Pero entre otras dife-
renci~s, hay ésta : que uno de los artistas es el pre-
cursor, y el otro el sucesor ; que el primero no tiene
modelo, y el segundo tiene un modelo; que el primero
ve las cosas frente á frente, y el segundo ve las cosas
por el intermedio del primero ; que se han perfeccio-
nado varias grandes partes del arte ; que han dis-
minuido la sencillez y la magnitud de la impresión;
que han aumentado el atractivo y el refinamiento de
la forma; en resumen, que la primera obra ha deter-
minado la seguJ?.da. Pasa aqul con un pueblo lo que
con una planta : la misma savia, bajo la misma tem-
peratura y sobre el mismo suelo, produce, en los di-
versos grados de su elaboración sucesiva, formacio-
nes diferentes, botones, flores, frutos, semillas ; y de
tal modo que cada una tiene siempre por condición la
anterior, y nace de su muerte. Si miráis ahora , no
ya un corto momento, sino uno de esos vastos des-
arrollos que abrazan uno ó varios siglos, como la
Edad Media, ó nuestra última é¡>Oca clásica, la con-

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POR R. TAJNE 27

clusión será la misma. En cada uno de esos periodos


reina cierta concepción dominante; los hombres, du·
rante doscientos ó quinientos años, se represen tan cier-
to modelo ideal del hombre: en la Edad l\Iedia, el caba·
llero y el monje; en nuestra edad clásica, el hombre
. de corte y el purista. Esa idea creador a y universa l se
manifiesta en todo el campo del pensamiento y de la
acción, y después de llenar el mundo con sus obras
involun tariame nte sistemá ticas, palidece y muere,
surgiendo después una nueva idea, destinad a á la
misma dominación y á la misma multiplicidad de crea·
ciones. Poned aqul que la segunda depende en parte
de la primera , y que la primera , combinando su in·
flujo con el del genio nacional y de las circunst ancias,
es la que va l1 imponer á las cosas nacientes su sesgo
y dirección. Según esta ley, se forman las grandes
corrientes históricas, 6 sean, Jos largos reinados de
una forma de esplr~tu ó de una idea 'matriz, como ese
periodo de creaciones espontá neas, que se llama el Re-
nacimiento, ó ese periodo de clasificaciones oratoria s
que se llama la Edad clásica, ó esa serie de slntesis
mlsticas, que se llama la época alejand rina y cristia-
na, ó esa serie de florecimientos mitológicos que se
encuent ra en los orlgenes de Ger manía, de India y de
Grecia. No hay aqul, como dondequiera, más que un
problema de mecánica: el efecto resultan te es tm
compuesto determinado tot~.~.lmente por la magnitu d y
dirección de las fuerzas que le producen. La única di·
ferencia que separa. estos problem as morales de los
problem as flsicos, esquelas direcciones y las ma¡;uitu·
des no se dejan valuar ni precisar en Jos primeros
como en los segundos. Si una aspiración, si uua fa·
cultad es una cantidad susceptible de grados como una
presión ó un peso, esa cantidad no es medible como

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28 ffiSTORIA DE LA LITERATURA. INGLESA

la de una presión ó un peso. No podemos fijarla en


una fórmula exacta ó aproximada; no podemos t~ner
ni dar acerca de elln. más que una impresión literaria;
nos vemos reducidos á notar y citar los hechos salien-
tes en que se manifiesta, y que indican sobre poco
más ó menos, grosso modo, hacia qué altura de la
escala hay que colocarla. Pero aunque los medios de
notación no son los mismos en las ciencias morales
que en las flsicM , sin embargo, como la materia es la
misma y se compone igualmente de fuerzas, de direc-
ciones y de magnitudes, puedo decirse que, en unas
como en otras, el resultado final se produce según la
misma regla. Es grande ó pequeno, según que las
fuerzas fundamentales son grandes ó pequenas, yac-
túan más ó menos exactamen te en el mismo sentido,
según que los efectos distintos de la raza, del medio y
del momento se combinan para sumarse unos con
otros, ó para anularse unos á otros. As! se explican
las largas incapacidades y los brillantes triunfos que
se registran irregularm ente y sin razón oc;tensible en
la vida de un pueblo: tienen por causas concordancias
ó contrariedades interiores. Hubo una de esas concor-
dancias cuando, en el siglo xvn, se aunaron el carác-
ter sociable y el genio de la conversación inna.tos en
Francia con los hábitos de sa.lón y la boga del análi-
sis oratorio, ó cuando, en el siglo xix, el nexible y
profundo genio c~e Alemania vió lucir la edad de las
síntesis filosóficas y de la critica cosmopolita. Hubo
una de esM contrarieda-des cuando, en el siglo xvn,
el rudo y solitario genio inglés intentó asimilarse la
urbMidad nueva, ó cuando, en el f!iglo XVI, el lúcido
y prosaico espíritu francés procuró inútilmente engen-
drar un:). poesía viva. Esa concordancia secreta de las
fuerzas creadoras es la que produjo la acabada. cor-

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POR R . TAINE 29

tesania y la lit-eratura. majestuosa y regular bajo


Luis XIV y Bossuet, la metafisica. grandiosa y la. am-
plia simpatla crítica bajo Hegel y Goetbe. Esa. con-
trariedad secreta de las fuerzas creadoras es la. que
produjo la literatura incompleta, la comedia escanda-
losa, el teatro abor tado bajo Dryden y Wycbcrley,
las malas importaciones griegas, los tanteos, las be-
llezas menudas y parciales, b1~j o Ronsard y la !:'léyade .
Podemos afirmar con certidumbre que las creaciones
desconocidas á que nos arrastra lt\ corriente de los :Ji·
glos serán suscitadas y determinadas completll.mente
por las tres fuerzas primordiales; que si pudiesen
medirse y cifrarse esas fuerzas, cabria deducir como
de una fórmula las propiedades de lt\ civilización fu-
tura; y que si, á pesar de lo grosero de nuestra<> nota-
ciones, y lo inexacto de nuestras medidas, queremos
hoy formarnos alguna idea de nuestros destinos gene-
r ales, sobre el 'examen de esas fuerzas tenemos que
fundar nuestras previsiones. Porque, !Ü enumerarlas,
recorremos el circulo completo de las potencias acti-
vas; y cuando hemos considerado la raza, el medio y
el momento, es decir, el resorte interior, la presión
exterior y el impulso ya adquirido, hemos agotado,
no sólo todas las causas r eales, sino todas las causas
posibles del movimiento.

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80 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

VI

Cómo se distribuyen los efectos de una causa primordiaL-Comuni -


dad de los elementos.-Composición de los grupos.- ley de las
dependencias mutuas.-ley de las Influencias proporcionales.

Falta inquirir de qué modo se distribuyen los efectos


de esas causas en una nación ó en un siglo. Así como
las aguas de un manantial elevado se reparten según
las alturas, y descendiendo de piso en piso, hasta lle-
gar al fin á la capa más baja del suelo, as! la disposi-
ción de espíritu suscitada en un pueblo por la raza, el
momento 6 el medio se difunde en proporciones dife-
rentes y mediante de~censos regulares por los diver-
sos órdenes de hechos que componen su civiliza-
ción (1). Si se traza el mapa geográfico de un pals á
partir de la divisoria de las aguas, vemos dividirse
las vertientes, por debajo del punto coro ún, en cinco ó
seis cuencas principales, luego cada una. de éstas en
varias cuencas secundarias, y así sucesivamente hasta
que la comarca entera con sus milláres de accidentes
queda comprendida en la-s ramificaciones de esa red.
De análoga suerte, si se traza el mapa psicológico de
una civilización, se encuentran desde luego cinco ó

(1) Ooueúltese, para ver esta escala de efectos coordinados:


Renán: Lenguas semtticas, cap. r.-Mommsen: Compamción de
las civilizaciones grie,qa y •·omana, cap. 11, vol. 1, 3.• edic.-
Tocqneville: Consecuencias de la democracia en América, vo-
lumen m.

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POR R. TAINE 31
--------------~-
seis regiones bien delimitadas: la religión, el arte, la
filosofia, el Estado, la familia, las industrias; des ·
pués, en cada una de esas regiones, departamentos
naturale s, y, en cada uno de esos departamentos, te-
rritorios menores, hasta que se llega á esos detalles
innumerables de la vida que observamos diariamente
en nosotros y alrededor de nosotros. Si ahora se exa-
minan y se compar an entre sí esos diversos grupos de
hechos, se verá que están compuestos de partes, y que
todos tienen partes comunes. Consideremos primera-
mente las tres obras principales de la inteligencia hu-
.mana: la religión, el arte y la filosofía . ¿Qué es una
filosofia sino una concepción de la naturale za y de sus
causas primordiales, bajo forma de abstracciones y de
fór mul!'.s? ¿Qué hay en el fondo de una religión y de
un arte sino una concepción de esa misma. naturaleza
y de esas mismas causas primordiales, bajo forma de
slmbolos y de personajes más ó menos precisos, con
la diferencia de que, en el primer caso, se cree que
existen, y, en el segundo, que no existen? Considere el
lector alguna de esas gt'andes creaciones del esplritu
en la India, en Escandinavia, en Persia, en Roma, en
Grecia, y verá que en todas partes el arte es una es-
pecie de filosofía sensibilizada, la religión una especie
de poema tenido por verdadero, la filosofía una espe-
cie de arte y de religión reducid a á las ideas puras.
Asl, pues, en el centro de cada uno de esos tres gru-
pos hay un elemento común: la concepción del mundo
y de su principio; y si difieren entre si, es porque
cada uno combina con el elemento común un elemento
distinto: aqul ol poder de abstraer ; aUlla facultad de
personificar y de creer; más allá el talento de perso-
nificar sin creer. Tomemos ahora las dos obras prin·
cipales de la asociación humana: la familia y el Es-

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32 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

tado. ¿Qué es lo que constituye el Estado sino el sen·


timiento de obediencia por cuya virtud se reune una
multitud de hombres bajo la autoridad de un jefe? ¿Y
qué es lo que constituye la familia sino el sentimiento
de obediencia por cuya virtud la mujer y los hijos
obran bajo la dirección del marido y del padre? La
familia es un estado natural, primitivo y restringido,
como el Estado es una familia artificial, ulterior y
ampliada; y en la sociedad pequeña como en la gran-
de, en medio de las diferencias debidas al número, al
origen y á la condición de los miembros, se discierne
fundamentalmente una misma disposición de espíritu
que las aproxima y une. Suponed ahora que ese ele·
mento común recibe del medio, del momento ó de la
raza caracteres propios, y es claro que' todos los g1'U-
pos en que ent1·a se modificarán en consonancia. Si el
sentimiento 'Cle obediencia no es más que temor (1),
como en la mayoría de los Estados orientales, encon-
traréis la brutalidad del despotismo, la prodigalidad
de los suplicios, la explotación del súbdito, el servi-
lismo de las costumbi·es, la inseguridad de la propie-
dad, el empobrecimiento de la producción, la esclavi-
tud de la mujer y los hábitos del harem. Si el sentí·
miento de obediencia tiene por raíz el instinto de la
disciplina, la sociabilidad y el honor, como en Fran-
cia, encontraréis la perfecta organización militar, la
gran jerarquía administrativa, la falta de espíritu pú-
blico juntamente con las sacudidas del patriotismo, la
pronta docilidad del súbdito con las impaciencias del
revolucionario, las genuflexiones ael cortesano con las
resistencias del caballero, el atractivo delicado de la

(1 ) Montesqnieu: Espt?'itu di las leyes, P•·incipioa de lo1


tres gÓbiernos.

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r ,' \
POR B . TAlNE 33
que somete á los esplritus indecis os; la invent iva fe-
cunda que seduce á los esplrit us r ehacios. Nadie dis-
puso de un ejército mejor para hacer la conquista de
las opiniones human as. Nadie dispuso de mejor oca-
sió_n para. hacer la. conquista d!.' las opiniones france -
sas. El •1 de Diciembre de 1811 se puso en campa na
1>1. Royer · Collard, y empezó el espiritualismo.
Desgr aciada mente, partía en malas disposiciones y
con un mal gula.
Su actitud estaba adoptada. Por religión y por in-
clinación era enemi go de Caba.n is y de Saint·Lamb ert.
I ba. á comba rtirlos encará ndose con Condillac, su pa-
dre. La psicologla á sus ojos no era un fin, sino un
medio. Analizaba., no por analiz ar, sino para refuta r
á los materi alistas y á los escépticos. Su inclina.ción
innata. lo forjaba una doctrin a preconcebida., y siem-
pre una. doctri na preconcebida falsea, inventa. ú omite
los hechos .
Su gula, honrado escocés, esplritu algo estrech o,
muy seco y entera mente práctico, habla llegado á la
vla que abrió por el camino más singul ar. I mpulsado
por Berke ley y por Hume, llegó al borde de la duda,
vióabismarse alli el esp!rit u y la materi a; pero, cua.ndo
vió á su familia precip itada con todo lo demás , no
pudo contener se : gritó á los filósofos que querla. con-
servar la.; no se resignó á admiti r que fuese una col~c­
ción de impresiones ó de aparie ncias; antes qne po-
nerle á ella en duda, se decidió á impugnarlos á todos.
Empez aba noblemente con alguna s exclam aciones
poéticas : • ¿Por ventur a no formaste al hombre, na-
turaleza, más que para burlar te de él?... Si esa. flloso-
fla es la de la natura leza human a, no entres en sus se-
cretos, alma mla (1).• Tras esto, y después de enume-
(1) Reid , t . Il, pág. 33.
S

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34 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX

rar las creencias del vulgo, exhortó á los filósofos á


admitirlas como reglas. El sentido común llegó á ser
para él una doctrina completamente formada; M. Ro-
yer-Collard la sufrió; esa fué su segunda traba. _Atado
a si por el sentido común, por el amor al orador, por
el cristianismo, pasó tres aüos deshaciendo la obra de
los demás, y abriendo con todas sus fuerzas, en medio
del camino, un vacio deplorable.

II

¿,Q.ué vacio? La teorJa de la percepción exterior.


A creerle (1), Descartes, Malebranche, Leibnitz,
Locke, Hume, Condillac, todos los filósofos modernos,
en suma, han admitido ideas representativas, espe-
cies de seres interpuestos entre el espíritu y los obje-
tos, que, guardando semejanza con estos últimos, nos
presentan su imagen y proporcionan al espJritu, que
no puede salir de sl ni percibir los objetos direeta-
mente y en si mismos, medios de percibirlos indirec-
tamente y en un retrato. M. Royer-Collard mira esa
opinión como una suposición. Suposición no probada;
porque nadie ha visto nunca. tales ideas, y las que
descubrimos en nosotros mismos, lejos de interponer-
se entre nuestros pensamientos y los objetos, no son
siuo nuestros mismos pensamientos. Suposición inútil;
porque, no viendo más que retratos, no podemos sa-
ber si el retrato se parece al original. Suposición con-
tradictoria; porque, una de dos: si las ideas son imá-
genes materiales, no cabe admitir retratos de la solí-

(1) Reid; edic. Jouffroy, t. III, pág. 33~ .

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POR R. TAINE 35

dez, del calor, del olor y del sonido; si son espiritua-


les, no pueden parecerse á la materia, ni, por consi-
guiente, representarla.
A su juicio, el conocimiento del mundo exterior se
opera. asf: cuando nuestros nervios son alterados por
un contacto exterior cualquiera, experimentamos sen-
saciones. Si es una sensación del tacto, concebimos
fuero. de nosotros la sustancia sólida y extensa, y afir-
mamos que exis.te, que existla antes de nuestra sen-
sación, que seguirá existiendo después de nuestra
sensación, que es la causa de nuestra sensación. ¿Por
qué estos juicios? El hombre lo ignora. La ciencia los
consigna y no los explica. Contienen dos clases de
ideas: las de solidez y de extensión, que tienen por
primera y única fuente nuestra comunicación con el
mundo externo; las de sustancia, causa y duración,
que tienen por primera y única fuente nnestra comu-
ni.cación con nosotros mismos: porque, reconociendo
en nosotros la sustancia, la causa, la duración, las
transpo,rtamos al exterior por una inducción involun-
taria 6 inexplicable; y constituimos mediante ellas el
mundo material (1). Definida asl, la percepción exte-
rior se hace cierta, porque es natural y obligada. Im-
perativa y espontánea como los conocimientos de la
razón y de la conciencia, es digna de fe como los co-
nocimientos de la razón y de la conciencia. Teniendo

(1) He aquí la teoría reducida á hechos:


Yo soy un ser ó sustancia. Yo soy unn causa: por ejemplo:
ln causa de mis acciones. Yo duro desdo hace algún tiempo, y
sé todo esto.
Gr~ cins li. estos conocimientos. cuaudo toco esta pared, afir -
mo que es una sustancia, una causa, y que dura como yo. ¿Por
qu6? Es un misterio.
Afirmo, además, que es exten.sa y sólido; estas dos últimas
ideas entran en mí por primera vez. ¿Cómo? Es un misterio.

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36 LOS ),'ILÓSOFOS DEL SIGLO XIX

los mismos efectos y la misma naturaleza, tiene la


misma autoridad y los mismos derechos. Juicios in-
explicables, una inducción inexplicable, una certi-
dumbre impuesta: á eso se reduce la ciencia. Q.ue el
hombre se someta á la creencia y se resigne á la ig-
norancia. Q.ue sea dócil y modesto. Q.ue reduzca sus
aspiraciones y modere sus rebeldías. El supremo geó-
metra nos deja ver algunos rodajes exteriores del r eloj
humano, y produce por resortes descpnocidos las res-
puestas forzosas de su esfera. No esperemos penetrar
ese mecanismo; no tratemos de desmentir esas revela-
ciones.
He ah! en tierra á los escépticos, amonestados los
filósofos, vencedor el sentido común, reducida la cien- .
cia á dos hechos inexplicables, transportada la certi-
dumbre fuem de nuestro alcance, reprimidas nuestras
temeridades, encadenada nuestra curiosidad, discipli-
nado el hombre. La fuente de la teorla es visible.
M. Royer-Collard es un ama.nte del buen orden. Su
filosofía, práctica y moral, tiene por objeto, no la ver-
dad, sino la regla. Sin saberlo, el hábito y la inclina-
ción la gu!an hacia las doctrinas que nos encorvan y
reprimen. Le gustan las barreras, y las pone. Implan-
ta la policía en el dominio filosófico.
En cuanto á mi, confieso que no soy polizonte. No
creo que uno deba proponerse por objeto la justifica-
ción del sentido común y la refutación del escepticis-
mo. El estudio de la percepción exterior no tiene más
que un fin : el conocimiento de la percepción exterior.
Si se busca otra cosa, se está seguro de encontrar otra
cosa. Un filósofo alcanza siempre su objeto. Nada más
acomodaticio que los hechos; nada más fácil que un
sistema, La historia de la filosofía ofrece treinta ó cua-
renta muy plausibles, con los cuales se puede justifi-

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POR IJ. 'i'AINE 37

car el pro, el contr a y las opiniones interm ediar ias.


¿Estáis cansados de afirmaciones? Eo.trad aquí: aqul
tenéis á Enesidemo y á llum e. ¿Estáis cansados de la
duda? Pasad alli: ah! tenéis á Platón y á Reíd. Los
hechos son soldados; el objetivo es el gene ral que los
lleva por donde le place , aqul contr a la afirmación,
alll contr a la duda. Siempre obedece. El buen gene ral
es el que los deja marc har de suyo, sin violencit\, ha-
cia el término adonde su natur aleza los impele; el que
reconoce ese término, y no le elige; el qtte los mira
marc har, el que no les presc ribe su marc ha, y el que,
en el momento de entra r en el exam en de 1:\ percep-
ción exter ior, se habla as!:
Yo hago dos parte s de mi mismo: el homb re ordin a-
rio, que come, bebe, se dedic a á sus queh acere s, evita
ser perju dicia l y tmta de ser útil. Dejo ese homb re á
la puert a. Si tiene opiniones, si adopta una cond ucta,
si lleva sombreros y guantes como el público, allá él
con el público. El otro hombre, á quien permito el ac-
ceso á la filosofía, no sabe que ese público existe.
Jamá s ha sospechado que pued an sacar se de la verda d
consecuencias útiles. llabla ndo propi amen te, no es un
hombre; es un instr umento dotado de la facultad de
ver, de anali zar y de razon ar. Si tiene algun a pasión,
es el de.;eo de opera r mucho, con precisión y sobre ob-
jetos desconocidos. Cuando entro en la filosofía, soy
ese hombre. ¿Creéis que él desea autor izar el sentido
común y proba r el mundo exterior? Nada de eso . Que
el géner o humano se engafie ó no, que la mate ria sea
una cosa real ó una apari encia ilusoria, para él es in-
diferente. e Pero usted está casado, le dice Reid .-Yo,
no tal. Eso se qued a para el anim al exter ior que he
dejado á la puer ta.-Pero va usted á hacer revolucio-
nario s á los franceses, le dice Royer-Colla.rd. -No sé

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38 LOS FILÓSOF OS DEL SIGLO XIX

nada de eso. ¿,Es que hay franceses?~ Y continú a no-


tando, descomponiendo, compar ando, deduciendo las
consecuencias de sus silogismos, ganoso do saber lo
que saca á luz del fondo del pozo, pero indiferente en
punto á ln. presa, atento únicame nte á no romper la
cadena y á subir el cubo bien lleno. Q,uizá sustrae rá
algo de la certidumbre, quizá mucho, quizá todo, quizá
nada. Poco le importa ;· no sustraer á nada de la verdad .
¡Filósofo inmor<).l ! decis. Pues bien: tomo vuestras
máxima s. Doy á la especulación por regla la práctica .
Estudio la percepción exterior para refutar á los es-
cépticos y disciplinar el espíritu humano. :M:e dedico á
reprimi r el desorden, á preveni r los peligros, á dismi·
nuir el mal, á aument ar la virtud. Elijo las creencias
según su utilidad; soy hombre de gobierno; formo teo-
rías para las costumbres. Llamo intemper.lncia y te-
meridad á todo lo que quebran ta las doctrina s espiri-
tualis-tas; atajo anticipa damente las sediciones de la
calle comprimiendo la insurrección de los espíritus.
Pero seré consecuente, é iré hasta ei fin de mi tarea;
lo que hago en filosofía lo haré en todas la.s ciencias.
Si vuestras máxima s son buenas en una parte, lo serán
en todas. Si son verdade ras en psicologla, lo serán en
geologla, en astronomía, en historia natural. Si la filo-
sofía no debe ser filosófica, sino moral, la ciencia no
debe ser cieutlfica, sino moral. Corramos hacia los
sabios, y que vuestra autorida d los detenga al borde
de las funes~as doctrinas que, insensiblemente, gota á
gota, van á iufundir la corrupción en el corazón hu-
mano.
Vamos cuanto antes en busca de 1\I. Flouren s, y le
suplicamos que no saje más cerebros vivos. •Guarde
usted sus bisturíes, sus escalpelos y sus sierras, y
suelte sus gallim~s, sus conejos, sus gatos y sus con e-

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POR H. TAINE 39

jillos de Indias. ¿Qué? ¡Usted prueba. que la. destruc-


ción de los hemisferios cerebra les destruy e la memo-
ria, los instintos y el razonam iento, sin abolir la vida
ni las sensaciones brutas! ¡Usted asocia tal grupo de
facultades á tal trozo de pulpa cerebral! ¡Usted pre-
para los experimentos de ese médico que, apretando
ó saltando los sesos de un trepanad o, supriml a y re-
animab a en él el pensamiento, al instante, con un mo-
vimiento del pulgar, abriend o y cerrando alternat iva-
mente la. inteligencia con tanta segurida d como una
espita! Deje usted de compro meter la. inmorta lidad del
alma, y cuando abra usted su estuche, piense que va
á sajar las creencia s morales del género humano. •
Montamos de nuevo en coche, y llegamos á casa de
M. Ellas de Bea.umont. c¡Ah, sellor! ¡Qué doctrina t~>n
pernicio sa la del levantamiento de las montana s!
¿Cómo? ¡indicar la edad de las cordilleras, marcar la.
sucesión de los continentes, probar las convulsione:~
periódicas del globo! ¿De modo que el hombre no es ya
el dueño de un suelo destinado, prepara do, asegura jo
á su raza, el rey tranquilo de una naturale za que ha
trabajado y se ha pacificado para él? Es huésped pa-
sajero de una tierra. trastorn ada ci_en veces, juguete
frágil de las fuerzas subterráneas que levanta n tem-
pestades de lava bajo sus pies. ¡Nuestra civiliza.ción
no es, por consiguiente, más que una bella flor abierta
entre dos erupciones al borde de un cráter! Deje usted
de desalen tar el trabajo y la esperan za, y elija una hi-
pótesis consoladora. para el género humano . •
Corremos á la calle Saint-Jacques; subimos las es-
caleras del Colegio de Francia , y detenemos á M. Cos·
te. «Rompa V., caballer o, esos detestables bocales,
destruy a esos fetos inmorales, esos huevos, esos ejem-
plares de embriogenia. Renuncie á la epigénesis. Vuel.-

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40 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX

va. á la teorí a de los gérmenes pree xiste ntes . Nad


a más
peligroso que mos trar una gota de sang re trans
for-
mándose por sí sola en un anim al que vive y
piensa.
Eso trasc iend e á panteísmo. Se ve aquí con hart
a cla-
rida d el instinto ciego de la natu ralez a artis ta
y crea -
dora , el esfuerzo inna to por cuya virtu d se orga
niza
la mate ria dispersa, adquiriendo propiedades
y per-
fecciones que no tenia. Atén gase V. á la teori
a que
cons idera á los vivie ntes como ente rame nte form
ados
en el ovario; diga que el anim al no se crea , sino
que
se acre cien ta; que, fabr icado de ante man o por
ente ro,
es tan complicado en el prim er dla como en el
último;
que cam bia su magnitud, no su estru ctur a; que
Eva
contenía, inclu!'as unas en otras , acab adas y com
ple-
tas, las ciento ochenta gene racio nes que desd
e ella
han trasnmitído la vida bast a nosotros. Compren
de us-
ted, como :Malebranche, que ning una teori a
reve la
mejo r la indu stria de un artífice omnipotente,
distinto
del mundo. Dog ma muy hermoso y muy bueno,
y que,
en tal concepto, tiene el derecho de regi r la cien
cia de
los fetos, como la cien cia de las rocas y como
la cien-
cia del cuer po humano. •
¿Qué contestará.n los sabios á estas r eclamacio
nes?
De ante man o los veis sonr eír, y volv er á toma
r el uno
su escalpelo, el otro su martillo, el otro su boca
l. Ha-
gam os lo que ellos, y rean udem os el análisis.
En lo
sucesivo, á imit ación suya , no tememos que se
nos lla-
me temer ario s y escépticos. Nuestro objeto no
es ya
prob ar que la percepción exte rior es ciert a. Nos
atre -
v emos á mirar de cerc a las idea s repr esen tativ
as, ex-
term inad oras malditas de la certi dum bre; y
si por
aca-so se encu entr a an ellas la verd ad, iremos
á bus·
car la verd ad en ellas .
Se encu entra . Nue stras ideas son tan posi tivam
ente

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POR B. TAINE

representativas, que ese nombre expresa su naturale-


za. y da su definición.
Dígnese el lector examinar una. idel\ en si misma,
por sJ sola, la del triángulo, v.gr., sin considerar con
los ojos ningún triángulo efectivo y real. Descubrirá
en esa idea todas las maneras de ser del triángulo, sus
tres lados, sus tres ángulos, la oposición del lado ma-
yor al áng·ulo mayor, la propiedad que tienen los tres
ángulos de valer juntos dos ángulos rectos, etc. Reco-
nocerá esas maneras de ser tan plena y tan fácUmen-
te en la idea interior del triángulo como en el mismo
triángulo exterior. La idea podrá, pues, hacer las ve-
ces del triángulo. Le hará presente, aunque esté au-
sente. Le 1'ep¡·esenta1·á. Es, pues, representativa. Hay,
pues, ideas representativa.~, es decir, dotadas de la
propiedad de suplir los objetos, de ofrecer su simula-
cro, de contener la copia de sus maneras de ser, de
hacer posibles en ;su ausencia las opero.ciones que se
realizarlan en su presencia, de sufrir las operaciones
que se realizarlau con ellos. No es esa una hipótesis
inYen tada, como quiere :M:. Royer-Collard; es un he·
cho comprobado. Esa propiedad representativa no es
una suposición gratuita de algunos filósofos; es un des-
cubrimiento necesario que cada. hombre hace en si
mismo diariamente. Esas ideas representativas r.o son
cosas distintas de nuestros pensamientos; son nuestros
pensamientos mismos. Toda idea. es uua. representa-
ción. El poder de representar, es tan verdadero, que
es el poder mismo de pensar.
Para hacer sensible esta verdad, tomemos una idea
sensible . .l!:stáis á la chimenea, con las cortinas corri-
das, los pies arrimados al fuego, aliado de una lám·
para, un poco abstraídos, y figurándoos un bosque.
¡Qué hermosos son los claros de un bosque en prima-

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42 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO .XIX

vera! Allá asoman temblando las lindas copas de los


abedules, y su follaje de blando verdor se destaca so-
bre el azul tierno del cielo, entre los copos de húme-
das neblinas que se arrastran por el bosque evaporán-
dose. Los viejos encinares elévanse en el fondo a ma-
nera de columnatas. Por el laberinto de las oscuras
ramas se ven ya correr vagas rubicundeces. Los
brotes superiores se bafian en el aire luminoso de las
alturas. Entre los montones de hojas secas veo prímu-
las, violetas y vincapervincas azules como ojos de don-
cella; hay también· euforbias llenas ya. de leche, tan
henchidas de savia, que la verde pin\mide se dobla
bajo el peso de su extremidad. ¡Qué suave es ese vien-
to! ¡Qué jóvenes esos follajes! Se los ve temblar á im-
pulsos de sus aletazos, y los ojos, á pesar suyo, siguen
el parpadeo de las hojas, que alternativamente pre-
sentan y ocultan al sol su revés blanquecino y su faz
lustrosa. -¿Qué ha pasado en mi? Acabo de ver el
bosque; un pintor le hubiese visto mil veces mejor. Es
claro que las ideas son representativas, que he tenido
en mi un simulacro del bosque, que mi espíritu posee
la propiedad de tomar toda clase de apariencias, y
que yo puedo percibir en él, como en un espejo ó en un
cuadro, ya veridíco, ya infiel, los objetos que no veo
en este instante.
Vayamos más lejos. La chimenea arde bien; estáis
solos; hasta vosotros llega apagada y monótonamente
el ruido de los coches; caéis en completo ensimisma-
miento. Al punto cambia la escena. Nace la ilusión.
El fantasma toma cuerpo. El objeto imaginario (1) pa-

(1) Ley de Eapiuoza vuelta á descubrir por Dugald Stewart.


La oouc_epoióu. en ol estado natural y primitivo, va acompa-
.llada de afirmación y de creencia.

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POR B. TAINE 43

rece real : el bosque interior se hace exterior. Divisais


trozos de cielo lejano al extremo de las avenidas, ca-
bezas de corzas medrosas, bandadas de aves espanta-
das; ois zumbidos de insectos, susurros de hojas, mur-
mullos del viento detenido entre las ramas. Si cae un
lell.o, os sobresaltáis: en los carbones ennegrecidos
flotan aún reliquias de la visión deshecha. Os creíais
entre los árboles; la representación era tan viva, que
la. habiais tomado por el original. Y esta. noche, duran-
te el suell.o, otras representaciones semejantes y más
poderosas, producirán ilusiones semejantes y más in·
tensas. Prestaréis fe á vuestro sueno. Los objetos so-
liados os parecerán tan reales y consistentes como
vosotros mismos. Para acabar , id á la SalpMriere:
alli alucinaciones persistentes é indestructibles para la
conciencia más clara y la razón más prevenida, os
mostrarán la idea representa tiva en toda su plenitud
y en todo su ascendiente .
La percepción exterior es una alucinación verdade-
,.a. Con motivo de una sensación nace una idea repre-
sentativa, ó, en otros términos, un simulacro que to-
mamos por el objeto, que, como el objeto, nos parece
exterior y real y cuyo nacimiento coincide con la
presencia de un objeto real y exterior. Malebranche
tiene razón: el sol que brilla en lo alto es invisible
para nosotros. El que percibimos es un fantasma de
nuestr a mente. Siempre que ~uestro nervio óptico y
nuestr o cerebro sean excitados en el punto convenien-
te, ese sol subsistirá en ausencia. del otro, y le veremos
lucir en el cielo negro y desierto.
Falta espacio para enumerar las pr uebas múltiples
de una verdad tan cierta. El lector Dos per mitirá DO
escribir aqui una psicología; resumo en algunas pala·
bras medio volumen. El análisis, el razonamiento, la

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44 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX

experiencia; todo está de acuerdo sobre este punto.


Perdóneseme que indique tan sólo lo que habria que
demostrar y afirmar :-La percepción exterior va pre-
cedida de uno. senso.ción; pero toda sensación, enfer-
miza ó sana, espontánea ó forzada, nacida interior-
mente ó causada por algo extorno, suscita el simula-
cro de un objeto exterior que parece real. Luego en la
percepción exterior existe en nosotros el simulacro de
un objeto exterior que parece real.-Al salir de una
percepción exterior, conservamos la representación
mLty exacta, muy cl<l.ra, muy completa, del objeto
percibido. Pero, según la ley de Dugald Stewart, la
tendencia primitiva de una idea ó representación es
producir ilusión y ser afirmativa; Juego, un instante
antes, es decir, en la percepción, esa representación
ó simulacro interuo nos ha producido ilusión y nos ha
aparecido como un objeto exterior y reaL- En un
gran número de casos-por ejemplo: en todas las ilu-
siones de los sentidos-el objeto aparente difiere del
objeto real, y, por tanto, se distingue de él (1). Se
concluye, por inducción, que se distingue de él aun en
los casos en que no difiere . Luego en todos los casos
hay un objeto aparente, es. decir, un simulacro que
parece el objeto real y no lo es. - La percepción exte-
rior, según el mismo 111. Royer-Collard, es una con-
cepción afirmativa; pero una concepción es una repre-
sentación, y la propiedad de la afirmación es realizar
las represeutaciones proyectándolas exteriormente.
Luego la percepción externa es una representación
interior, proyectada y realizada en el exterior.-De la
naturaleza de la percepción externa, de sus preceden-
tes, de sus consecuencias, de sus verdades, de sus

(1) Muller, T·ratado de fisiología, t. H, p. 267.

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POR H. TAINE 45

errores, brota esta idea diez veces repetida y diez ve-


ces demostrada: el conocimiento sensible es la con-
ciencia de un simulacro interior que parece exterior,
especie de alucinación natutal, correspondiente de or-
dinario A un objeto real, operación que lleva por la
ilusión á la vcrdnd, que engafia al hombre para ins-
truirle, y por los fantasmas interiores le revela las
sustancia~ exteriores (1).
¿En qué consisten esos simulacros? ¿Qué fuerza los
forma, los acomoda á la naturaleza de los objetos ex-
teriores, los encadena entre si, los liga á la sensación?
¿Por qué admirable mecanismo saca. la naturaleza la
verdad del error? ¿Cómo nacen eso:; impostores cuya
mentira es veridica? ¿Quién nos garan tiza su veraci-
dad? ¿Qué razones tenemos para. fiar en su testimonio
y para afirmar una exterioridad ino.ccesible? Se nece-
sitaría un tratado dogmático para responder. Yo no
soy aqui más que critico; mi único objeto era probar
que M:. Royer-Collard, á ejemplo de Reid y con más
fuerza, ha tratado de hipótesis gratuita un hecho cierto,
ha destruido descubrimientos fecundos y anatemati-
zado verdades visibles, ha reducido la teoria de la
percepción exterior á la enumeración inútil de dos
hechos desprovistos de verdad y de importancia, y en
su afan de disciplinar los espiritus y aniquilar á los
escépticos, ba mutilado la ciencia ó impugnado la
verdad.
Un dio. se vió un caballo lleno de fuego, de arrogan-
cío. y de brio, con tanto corazón como fuerza, gene-
roso, capaz de emplaar sus energias hasta agotarlas.
{1) Esta tcorla es tan nntnral, que M. Roycr-Collard la acep-
ta en partc,.cu•ndo forma la idea de la sustancia, de la dura-
ción, de In causa exterior y ~orporal. con la idea de la sustan-
cia, de la duración, de la causa humana y peraonal.

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46 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX
----
Habla. un carro abandonado por su tiro, rendido de
fatiga . Se enganchó á él, y de golpe le arrastró con
estruendo al través de los obstáculos que se le opo·
n!an, por encima. de los cuerpos de sus adversarios.
Los espectadores aplaudieron, y se le declaró ven-
cedor.
Una hora después, mirando en torno de él, divisa-
ron allá, en los confines del horizonte, la. sagrada co-
lumna, término de todas las carreras. El noble animal
le habla vuelto la espalda.

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CAPITULO III

M. MAI NE DE BIRAN

Mient ras M. Royer-Collard, desde su cátedra., de·


nunci aba por prime ra vez el peligro de las doctrinas
reinantes, un pensador solitario, absor to en la con-
templación de si mismo, se apart aba poco á poco de
la filosofia sensualista por el esfuer zo repetido de su
propi a inteligencia. A pesar de haber entrad o en la
administración y en los negoc ios, siempre habla reser-
vado á la ps;cologla una parte de si mismo. c:Tenla,
como él dice, una inclinación natur al hacia las cosas
de observación interi or ... • Seguía •una luz interio r ,
un espíri tu de verda d, que luce en las profundidades
del alma y dirige al hombre reflexivo llamado á visi-
tar esas galerl as subter ránea s .. . Esa luz no está hecha
para el mundo, porque no es aprop iada al sentido ex-
terno ni á la imaginación; se eclipsa, cuando no se
apaga totalmente, ante esa otra especie de clarid ad de
las sensaciones y de las imágenes: clar idad viva y á
menudo engafiadora, que se desvanece á su vez en pre-
sencia del esptrit" de verdad. •
De esta suer te, con sus mirad as concentradas sobre
sí mismo, acabó, como los filósofos indios, por aislar y

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48 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX
- -- - -
constituir aparte, al menos á sus propios ojos, su St:t'
interior y su voluntad activa. Sentimientos platónicos
y hasta cristianos vinieron á fortificar las secretas dis-
posiciones engendrada s por la abstracción psicológica
y el repliegue sobre si. A falta de eco entre los com·
patriotas de Cabanis, de l\1. de Tracy y de Laromi ·
guiore, habla enviado sus ideas á tierra germánica .
Después de haber escrito para nuestra Academia de
Ciencias morales, dirigla sus hlemorh1s á las Acade-
mias de Copen bague y de Berilo. De Coodillac pasaba
á Descartes, á Leibnitz, á Platón, al mismo Plotino;
admiraba á M. Royer-Collard, é inspiraba al brillante
joven que recorrla la comarca filosófica con la trom-
peta en la mano, para atraer á la multitud en torno
de los nuevos dogmas. En cuanto á él, encerrado en
su obra, engolf11.do cada vez más profundam ente en su
psicología do las fuerzas y en una metaflsica sutil m-
yana en misticismo, permanecl a apar te como un espl-.
ritu laborioso, abstracto, obscuro, especie de oráculo
visitado por algunos investigadores, pero retirado allá
en las alturas, velado de nubes, rodeado de malezas,
inaccesible al vulgo. Aun hoy repele, y si se presentan
sus obras á hombres versados en las ciencias experi-
mentales, amantes de las ideas claras, acostumbra dos
á los hechos probados y precisos, no es seguro que lean
hasta el pie uno de sus volúmenes .
Vivla yo al lado de un joven médico, en la calle de
1\Iazarino, y hacia seis meses que filosofAbu.rnos juntos
casi todas las noches. :m impetuoso amigo tenia el
temperame nto de Broussais, y llenaba mi mesa de
fisiólogos á que yo respondla con met(l,fisicos. Un día
le llevé las obras de Maine de Biran, y le dije em-
pleaudo las palabras de i\L Cousin:
•Tome usted y Jea. He aquí la piedra angular del

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POR H. TAINE 49
templo, el primer maestro del espiritualismo, el reve·
lador de la fuerza libre, el metafísico més grande de
nuestro tiempo. •
Dió vueltas y más vueltas á los cuatro volúmenes.
los abrió, frunció el cefio, rezongó un poco, me cogió
de la mano, y, empujándome hacia mi cuarto, me
rogó que le dejase solo. Tras esto se instaló en una bu-
ta.ca, se puso de codos sobre la mesa, ·preparó plumas,
llenó el tio tero, hizo, en fin, todos sus preparativos
como un brioso caballo que va. á arrastar un madero
de tres mil libras, y estira. de antemano sus arreos y
sus piernas.
Dos horas después le encontré encendido, con las
vena~ de la frente hinchadas, los volúmenes de M. de
Biran por el suelo, y da muy mal humor.
•¡Ah! ¡es usted! ¡Bonito libro! ¡Y, sobre todo, claro!
¡Una. jeringonza, un laberinto de abstracciones, una
marafiadecardos metafisicosl Usted estará alll tan á sus
anchas, ¿verdad? ¡Y se r!en de los alemanes! Yo pre-
ferirla estar en Berl!n y aguantar la descripción de las
evoluciones de lá sustancia. Los alemanes son lúcidos,
ligeros y agradables en comparación. Ni hechos con-
cretos, ni ejemplos precisos, ni un solo exordio claro;
correrías á derecha é izquierda al través de citas in-
útiles y de cuestiones accesorias; palabras solemnesq ue
par ecen vejigas hinchadas de aire. ¿Qué es la inme-
diación, los modos mixtos de la existencia sen~itiva, lo
absoluto de la sttstancia? ¡Donoso estilo! Ese hombre
pone barbarismos hasta en los títulos. ¡Vea usted qué
claro es esto, qué pronto se penetra en el pensamien-
to del autor, qué expresiones tan sencillas y atrac-
tivas! Respuesta á los a1·gumentos contra la apercep-
eión inmediata de una conexión causal enfl'e el querer
primititJo y la moción, y contra la de,·it~aci6n de un prin-
4

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60 LOS FILÓSOJ!'OS DEL SIGLO XIX

pio universal y necesario de esa fuente. ¿Hay una. jer-


ga más ruda en Duns Scot, en Alberto el Grande, en
los doctores más espinosos de la Edad Media? He aquí,
en el siglo XIX, un extractor de quintaensencfa que
los recuerda y los supera á todos. ·
-Exagera usted.
-Déjeme seguir; estoy hasta los topes. Es preciso
que aguante usted las frases de M. de Birán. e Si la sus-
tancia imaginaria, una vez destruida por la abstrac-
ción la colección de todos los modos, de todas las cua-
lidades sensibles, no es ya nada ó no tiene más que un
valor nominal, la sustancia abstracta del modo, bajo
este punto de vista intelectual, conserva aún la reali-
dad que la pertenece, con exclusión de todas las apa-
riencias sensibles que no existen más que en ella y
por ella (1). • ¿Se atreve usted á decir que comprende
esta jerga? ¡Y con estas frases se pretende refutar al
encantador Laromiguierel Atrévase usted á decir que
entiende esto: e Cada cual puede observar en si mismo
que las ·percepciones directas de los sentidos externos,
como las imágenes ó intuiciones del sentido interno, y
las ideas mismas, productos elaborados de la inteligen-
cia, en cuanto vienen á ser reflejadas ó contempla-
das sucesivamente por el yo bajo modificaciones sen-
sitivas diversas, ó con un sentimiento variable de la
existencia, triste ó penoso, agradable 6 fácil, guardan
proporción hasta cierto punto con esas variaciones, en
lo tocante á los grados de claridad ó de oscuridad, de
movilidad ó de persistencia, de confianza ó de duda,
que imprimen á esas ideas un carácter particular y
como una fisonomia propia. • He ahf un hecho bien
designado, ¿no es verdad? ¿el rótulo es claro? ¿se des-

(1) Tomo IV, p. 20.

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POR H. TAINE 51
cubre al primer golpe de vista de qué fenómenos se
habla?Indiquemele usted, si puede. Y no he citado sino
su mejor obra. ¿Q,ué sería, si le pusiese á usted las otras
delante de los ojos? A ver, descifre usted este logogrifo:
cHa.y inmediación entre la apercepción inmediata de
la fuerza constitutriz del yo y la idea de la noción de
mi ser en concepto de fuerza absoluta, por cuanto yo
pienso y entiendo la realidad absoluta de mi ser de la
misma manera que percibo ó siento inmediatamente
la existencia individual y actual del yo (1). • ¿Sabe usted
lo que es esta filosofía? Una murga metafísica, donde
las abstracciones chocan como platillos para ensorde·
cer y aturdir los cerebros.
-Yo creo, con todo el público, que el autor ha
pensado.
-¡Créalo, y buen provecho! ¿Es que no ve usted
cómo se ha forjado su reputación? Su mal estilo le }J.a
erigido en gran hombre; ha triunfado por sus defec·
tos. Si no hubiese sido oscuro, no se le hubiese creído
profundo. Por eso es por lo que M. Cousin le ha pro·
movido al grado de •primer metaflsico del tiempo•.
Alrededor de la cuna del espiritualismo hacían falta
nubes. Nadie las ha facilitado en mayor escala que
M. de Biran. Yo veo desde aqw la escena: la gente
llamaba á. la puerta de M. Cousin: •Caballero, haga
usted el favor de explicarnos lo que es el alma; por
qué la llama usted una fuerza libre; cómo una fuerza,
que es una cualidad, puede ser el yo, que es un ser.•
Y M. Cousin respondió: •Señores, pa.sen ustedes al só·
tano; es el domicilio de M. de Biran; él dará. á ustedes
todas las explicaciones necesarias. Sigan ustedes ese
pasillo oscuro; al extremo verán la escalera. • Muchos
se iban fiados en la palabra de M. Cousin. Otrqs, al
(1) De t'aperception immediate, p. 18.

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52 LOS F ILÓSOFOS DEL SIOLO XIX

llagar al borde, no se ntrevlan á bajar; el agujero les


parecla demasiado oscuro; más valia aceptar la doc-
trina que correr la aventura. Los tercos bajaban, ma-
gullándose los miembros, dando de bruces contra las
paredes y palpando In. tierra húmeda: lo primero que
habla hecho M. de Biran habla sido tapar todas l¡¡.s
rendijas y todas las lumbreras. Ellos miraban con
atención y segulan viendo las mas completas tinieblas.
A la vuelta, cuando se les rogaba que contasen su
viaje, el amor propio no les dejaba confesar que se
hablan ensuciado y magullado inútilmente , y que ha-
bían bajado á una mazmorra bien cerrada para dis-
tinguir mejor los objetos. •¡Oh! M:. de Biran es un gra11
maestro; vayan ustAdes á verle, que él aclarará todas
sus dudas.• Nadie iba. Yo estoy seguro de que, entre
todos los que le citan, no hay ciento que le hayan
leido, y que, de Jos ciento que le han leido, no hay
diez que le hayan pesado. As! se fabrica la gloria. Y
ésta es la más sólida, porque no se tiene adversarios
cuando no se tiene lectores.
-Vamos, ya está usted tranquilo; ya ha desfogado
usted toda su indignación. 1\1. de Biran hace esa im-
presión agradable sobre todos los que le leen. Perml-
tame usted ahora tomar una pluma y escribir la tra-
ducción de las frase3 que me ba citado usted; tienen
su sentido. El estilo de ~:I. de Bira.n no es la jerigonza
doble; no es más que la jerigonza sencilla. Los lecto-
res no entienden al autor, pero el autor se entiende.
Es un gran mérito, que no tienen todos los filósofos.
Hay una clave para sus enigmas. No es oscuro más
que porque sus ft'ases son gerlerales; reemplácel as us-
ted por ejemplos particulare s. Se sustrae á nosotros,
porque habita en la abstracción pura, á q11inientos
pies por encima de la tierra; hágale usted bajar, y

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POR H. TAINE 53

tráigale al detalle de las cir cunstancias precisas, á los


casos singulares y definidos, á Jos hechos visibles y
palpables. Es alemáv; hágale usted francés. Sus libros
son partitura s escritas en una octava más alta de lo
debido para la voz humana; tran:;port e usted y baje
cada nota seis tonos. A cada instante necesitará usted
de esa operación en la filoso na moderna. La realizará
usted con 111. Cousin, con M. Joulfroy, con otros mu-
ehos; cantan dema.siado alto, y por lo común se les
casca la voz. Este tenia buena garganta ; aunque sus
árias sean muy monótonas y desafinadas á menudo,
valen la pena de ser descifradas.
IIe aquí, por el pronto, lo que llamaba usted su logo-
grifo:
•Hay inmediación entre la. apercepción inmediata
de la fuerza constitutriz del yo y la idea de la noción
de mi ser en concepto de fuer za absoluta, por cuanto
-yo pienso y entiendo la realidad absoluta de mi ser de
la misma manera que percibo 6 siento inmediatamente
la existencia individual y actual del yo. •
La frase es ruda: Fuerza constítttt-riz del yo, idea de
la noción de mi se1· en concepto de fuerza absoluta, ?'ea-
lidad absoluta de mi sel', inmediación entre la apel'cep·
ción y la idea, son otras tantas malezas que detienen
al esplritu. Sustituyámoslas por equivalentes y tra-
duzcamos:
•Apercibiendo la voluntad, fuerza. eficaz que soy yo
mismo, sé directamente y sin razonamiento que existe
una fuerza, la cual soy yo .•
La idea no vale gran cosa, pero es inteligible, y
M. de Biran se entendía, puesto que le entendemos.
Veamos la segunda oscuridad:
•Si la sustancia imaginar ia, una vez destruida por
!a abstracción, la colección de todos los modos, de to-

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54 LOS FILÓl>OFOS DEL SIGLO XIX
l
das las cualidades sensibles, no es ya nada ó no tiene
más que un valor nominal, la sustancia abstracta del
modo, bajo este punto de vista intelectual, conserva.
aún la realidad que la pertenece, con exclusión de to-
das las apariencias sensibles que no existen más que
en ella y por ella. •
Traduzco:
cSuprimid todas las cualidades sensibles de esta pie·
dra, el color, la dureza, la extensión, la porosidad, el
peso, etc., y tratad de concebir la sustancia intima.
Por la imaginación no podéis, porque la sustancia no
tiene nada de sensible; por la razón podéis, porque la
sustancia es independiente de esas cualidades y las
sobrevive."
La idea es falsa; pero ¿qué importa? Cabe compren-
derse y engañarse á la vez.
Voy al último pas~je; permltame copiarle integra-
mente. cCada cual puede observar en si mismo que
las percepciones directas de los sentidos externos,
como las imá.genes ó intuiciones del sentido interno,
y las ideas mismas, productos elaborados de la inteli-
gencia, en cuanto vienen á ser reflejadas ó contempla-
das sucesivamente por el yo bajo modificaciones sen·
sitivas diversas, ó con un sentimiento variable de la.
existencia, triste ó penoso, agradable ó fácil, guardan
proporción hasta cierto punto con esas variaciones,
en lo tocante á los grados de claridad ó de oscuridad,
de movilidad ó de persistencia, de confianza ó duda,
que imprimen á esas ideas un caracter particular y
como una fisonomía propia.•
Este periodo asustarla al mismo llegel ó al propio j
Duns Scot, y sin embargo, después de haber leido todo
el pasaje, se ve que encierra un sentido muy sencillo 1
y muy verdadero, que es este:

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POR B. TAlNE 66

•Cuando tenéis cólico ó jaquec a, vuestros razona-


mientos tienen menos claridad, vuestra atención me-
nos duración, vuestra s conclusiones menos seguridad
que cuando disfrutáis de buena salud.•
M. de Biran habla como el estudiante de Rabela.is
que cpindarizaba en latín• dela.nte de Panurgo: pero
usted sabe ellatln , aun pindárico. Cuando quiera us-
ted comprender éste tradúzcale. •
Mi amigo tomó el libro, volvió á leer el pasaje, com-
probó palabr a por palabr a la traducción. Al poco rato
se metió los cuatro volúmenes en los bolsillos, se
abrochó el paletot sin decir una palabr a y se marchó
corriendo. Durant e diez dlas ·no se le volvió á ver. Su
portero tenia la orden de anunci ar que estaba de viaje.

II

Al cabo de ese tiempo vino á mi casa con los cuatr o


volúmenes, y provisto de un cuaderno: c¡Aqul está el
hombre! Le he traducido. Pero es un hombre terrible.
¡Q.ue faena! Frase hay que me ha costado dos horas.
Oigame usted sin interru mpirm e, y dlgame si le en-
tiende como yo.
•Estab a usted en lo cier to. Ha pensado. Es un espl-
ritu vigoroso, muy vigoroso, puesto que no se ha vuel-
to imbécil con ese estilo. Yo estimo á un hombre que ,
con una bala en las piernas se pone a andar. Ha
ahondado profundamente, ha descubierto en un rin-
cón oscuro una idea singula r, la ha apretado en sus
manos tenaces, ha exprim ido todo su jugo, y con ese
licor extraflo ha venido A disolverlo todo, psicología,
lógica, metaflsica, para r ecomponerlo todo mediante

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56 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX
----
nuevas r eglas y según un nuevo plan. Reconozco al
filósofo, a,! lógico i.ofiexible, que, aprisionado en una
idea ataca la roca., horada el granito y abre un abis-
mo donde podrla sepultarse el universo. As! hacia
Fíchte. llf. de Biran es un Fichte francés, más mesu-
rado y más débil, menos visionario y menos inventor.
~lás aún: ha hecho descubrimientos. Su primer libro
es hErmoso y vivirá. Contenido por Condillac, por de
Tracy, amantes de hechos y escritores precisos, ha
empezado por el estudio de los hechos y el estilo pre-
ciso. Su Tratado del habito es sensualista y verdade·
ro. Los médicos podrlan leerle; los fisiólogos deberlan
leerle. Se ha ehado 6. perder al entregarse á sl mismo.
Y era inevitable que se echase á perder. Sobre este
punto vea usted mi razonamiento y juzgue.
Hay personas que fabrican una filosolla, para ganar
una posición ó adquirir fama; dejad A un lado á esos
aduladores del gobierno ó del público; no era de esos
M. de Biran. Pero hay personas que fabrican una filo·
sofia para traducir exteriormente su complexión men-
tal y satisfacerse á si propias; consideremos esos so-
litarios: JU. de Biran era. uno de ellos. Estos inventan
para si mismos. No se aprovechan de las verdades ni
de los métodos corrientes. No tienen más que una filo-
sofía persouD.l. Su doctrina lleva la impresión de sus
facultades; su mótodo manifiesta la Jndole de su espí-
ritu. Si su esplritu tiene un defecto, 3U sistema tiene
un defecto. Son como espejos curvos, y prestan su cur-
vatura á las cosas; el espirito de M. de Biran tenía su
curvatura. Su estilo indica en cnda llnea la aversión
á los hechos particulares y precisos, el amor á la abs-
tracción, el hábito invencible de considerar única y
perpetuamente las cualidades generales. Nadie resiste
á una inclinación tan fuerte, tan continua, tan univer-

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)
1 POR H. TAINE 57

sal. No ha resistido él. No considerando m:l.s que las


abstracciones, ha. llegado á tomar las abstracciones
por cosas. No considerando más que las facultades y
las potencias, ha llegado á tomar por seres las facul-
tades y las potencias. Platon, á fuerza de estudiar lo
mismo, lo uno, la difer encia y todas lns cualidades ge-
nerales, habla acabado por declarar que esas cualida-
des son sustancias. M. de Biran, á fuerza de estudiar
la voluntad, ha acabado por declarar t¡ue era el alma
y el yo mismo, verdadera sustancia independiente de
los órganos y distinta de las operaciones.
Esto es increlble, ¿no es verdad? La proposición es
tan enorme, que al pronto se cree no haber compren-
dido. Se golpea uno la frente, como al leer á Platón y
los alejandrinos. Se prefiere acusar al autor de oscu-
ridad á acusarle de absurdo. No se atreve uno á ad-
mitir que un gran nombre ampare una falsedad pal-
maria.. No se quier e que una vida entera se baya con-
sagrado á desenvolver las consecuencias de un yerro.
Cuesta mucho creer que pusiera en torturt\ facultades
tan poderoeas para abrir y cerrar el cala bozo en que
se sepultó. Espere usted las pruebas. Él ha dr~plegado
toda su energla para convencernos, y, queramos 6 no,
seremos convencidos.
Empiece usted por sentar con él que hay dos psicolo-
glas: una análoga á las cienciM fisicas, y cuyo objeto
es reconocer, describir y clasificar los placeres, los do-
lores, las sensaciones, las ideas, y, en resumen, todas
nuestras operaciones pasajeras; otra que no se par e-
ce á ninguna de la.s ciencias flsicas, única en su géne-
ro, y cuyo objeto es observar y definir el sujeto per-
manente y la causa durable de esas oper aciones (1).

(1) Tomo IV, pág. 180.

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58 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX

La primera. no estudia. más que las modificaciones, los


efectos, los fenómenos; la segunda estudia la sustan·
cia. y el ser, que son el alma y el yo. llf. de Biran deja.
la primera y se consagra por entero á la segunda.. N o
obser va más que el yo, el alma, el ser, la sustancia..
¿Dónde los encuentra? En la voluntad. La cosa es tan
asombrosa, que hay que dejarle hablar á él:
cEsa voluntad no es diferente de mi. El yo se iden-
tifica de la manera más completa y más intima con
esa fuerza motriz (sui juris) que le pertenece (1),»
El yo, por tanto, no es ya ese todo indivisible y con·
tinuo de que son partes componentes, aisladas por fic·
ción y por aná.lisis, nuestras ideas, nuestros placeres,
nuestros dolores. Es una fuerza ó facultad, porción del
todo, puesta aparte y elevada por encima de todas las
otras. Las restantes son propiedad rola; esta soy yo.
«El yo idéntico y constante se atribuye a si mismo
los modos variables y sucesivos de la actividad que le
constituye. Persona una, individual y libre, yo no soy
para mi ni una pura abstracción, ni una reunión de
sensaciones, cuando percibo y juzgo la sensación,
, cuando discierno lo suyo y lo mio (2).»
Y otras cien frases análogas . Ve usted que la. volun-
tad es para él un ser persistente y distinto. Ese ser es
una fuerza que obra sobre las ideas y sobre los moví·
míen tos, que los continúa, los suspende, los repite y los
reanuda. por sl misma y por si sola. Asl hace una ba-
rra de amhar. Acérquela usted á un montón de plumi·
llas ligeras, y se coronará de plumas; caerán éstas á
poco, y otras las reemplazarán. Sólo subsiste la ba·
rra con su fuerza atractiva, y es lo único sólido en
todo el conjunto.
('! )" 'l'omo IV, páginas 244, 245.
(2) Tomo IV, páginas 207, 208 y 211.

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POR B. TAINE 59
De ahi mis oscuridades y mis dificultades. Yo no po-
dia acostumbrarme á considerar la voluntad como un
ser real y sólido. Es una pluma. A despecho del sen-
tido común, M. de Biran ha hecho de ella una barra .

No importa; lo admitimos, puesto que él lo quiere;
en filosofla se admite todo. Queda un punto : ¿cómo
conocemos esa fuerza? Yo quiero mover mi brazo, y
le muevo. Hay aqui, dice él, una resolución del alma,
un movimiento del cuerpo y una fuerza. que liga el
movimiento del cuerpo á la resolución del alma;
yo per cibo á la vez y directamente esos dos hechos y
su relación . Esa relación no es conocida por razona-
miento, mediante un exioma extrano. Esa relación no
es conocida por experiencia reiterada, mediante una
generalización previa. Es percibida en si misma, y per-
cibida. de golpe. No la deducimos, recurriendo al axio-
ma de razón suficiente. No la. inducimos, notando los
casos numerososenqueel movimiento sigue á laresolu-
ción. La observamos desde un principio, frente 1\ frente,
por la conciencia, como un placer, una idea ó cualquier
otro hecho interior. El caso es único. En todas partes
nosotros no hacemos más que adivinar la fuerza; aquí
percibimos la fuerza. En todas partes, cuando dos he-
chos se acompanan, nosotros no observamos más que
los dos hechos y su concurso; aqui, por una excepción
mamvillosa, descubrimos además e ese yo no sé qué
que se aplica á los cuerpos, para moverlos, impulsar-
los, atraerlos (1) •, elemento ó ingrediente particular,
verdaderamente inexplicable ó inefable, cuando se
quiere buscar ejemplos y medios de explicación fuera
del hecho mismo de la conciencia•. No hay otra vista
semejante ; y cuando usted concibe otras fuerzas, es á

(1) Rapportl du physique tt du morat,·p. 24,

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60 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX

imagen de la de usted, y con arreglo á ese modelo for·


roa usted su noción.
Una vez reconocida y comprend ida la fuerza,se abre
la naturalez a y las ciencias entran en revolución. Bajo
los hechos y las leyes que descubre la experiencia., se
desenvue lve un mundo. Los flsicos y los naturalis tas,
dice 1\L de Biran, no hacen más que rozar la superficie
de las cosas; el fondo se les escapa. Soberanos de los fe·
nómenos, no tienen poder sobre las sustancias ni sobre
las causas (1). Ni el escalpeio ni el termómetro alean·
zan á las fuerzas productiv as, fuentes desconocidas y
profundas de donde brota el raudal brillante y cam-
biante de las aparienci as. Lo que ellos llaman una ley
no es mlls que un hecho frecuente y vasto. Descubra n
lo que quieran, no hacen más que pasar del fenómeno
particula r al fenómeno general. Todo su esfuerzo tiende
á reducir el número de los hechos, y su ciencia será
perfecta cuando, en vez de cien mil fenómenos, ten-
gan uno. Por nuestra parte, penetram os y percibimos
más lejos. Entrevem os ese universo secreto, único es·
table, por encima del cual luce y se agita el otro. Nos-
otros hemos tocado la tierra sólida por debajo de los
vapores engafiadores que deslumbr an á los ojos vul-
gares. Tiernos visto á uno de sus huéspedes, y sabe-
mos cómo está habitada . Observando nuestra fuerza,
sabemos lo que son las suyas, y nuestro primer des-
cubrimiento es que son espirituales. •Porque ninguna.
causa ó fuerza puede represent arse bajo una imagen
que se asemeje á la extensión ó á lo que llamamos
materia.• •Toda causa eficiente en el mismo orden fl.
sico es una fuerza inmateria l. • • Los seres son fuerzas; \
J.
las fuerzas son seres : sólo los seres simples existen

(1) Rapptwls dtt p1Ly1ique et du moral, páginas 26 y 27.

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POR H. TAINE 61
realmente en su calidad de fuerzas; son también las
verdaderas sustancias existentes. • • Asl, los esplritus
consecuentes llegan á espiritualizar el mundo, como
Leibnitz, no admitiendo otra realidad que la de los
seres simples cuya. esencia toda es la fuerza activa.
Desde entonces la extensión no es más que un puro
fenómeno relativo á nuestra manera do representar-
nos las existencias distintas de la nuestru. por el sen-
tido de la intuición (1).• La psicologla, as! conside-
rada, se trueca en metafísica. La observación del yo
ha restaurado la doctrina de las mónadas. El conoci-
miento del pequeno mundo ha dado el conocimiento
del grande. Descubriendo la naturaleza del yo, M. de
Biran ha revelado la naturaleza del todo.
He ah! su construcción; es vasta. Pero descansa en
un solo pilar. Si el pilar está carcomido, todo el edifi-
cio se desploma. Si la fuerza no es un ser, el mundo
'no es ya un sistema de fuerzas. Toquemos ese pilar,
examinemos esa fuerza. Ya he expuesto bastante;
ahora voy á refutar.

III

Hale a usted aqul sentado en un sillón; el cuarto es


fresco; hay flores; se encuentro. usted á sus anchas.
Pero se abu rre usted; ve por las ventanas lo hermoso
que está el día, y piensa en salir. Mas flores, la fres -
cura del cuarto, el hastío de bostezar solo, la alegria
del cielo, todas esas ideas, con todos sus pormenores,

(1) Tomo IV, Examen de las lecciones do M. Laromigni~re,


pAginas 281 y 338; tomo III, páginas 14, 16 y 56, •

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62 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX

pasan una y otra vez por su cabeza, ya agradables,


ya enojosas, con principios y choques de deseos con-
trarios; de repente divisa usted un volumen nuevo, las
Contemplaciones, de Víctor Hugo . He ahí una razón
mayor; una idea preponderante, una tendencia deci·
siva. Vuelve usted á hundirse en su sillón, cruza las
piernas, y se pone á leer. ¿Qué hay de nuevo en usted?
En vez de tendencias flotantes y contrarias, una ten-
dencia final y fija; en vez de esfuerzos esbozados y
suspendidos por otros, un esfuerzo definitivo y único.
Vacilaba usted entre dos partidos contrarios, hele aqui
decidido. Vagaba usted á la ventura, fuera de todos los
limites; hele aquí dete1·minado. Esa es una determina·
ción, ó, de otro modo, una resolución. La resolución
es la tendencia decidida, fija, final, preponderante,
definitiva. ¿Quién se atreverá á decir que es un ser?
¿Quién no ve que es un hecho pasajero, momentaneo,
perecedero? Durante la deliberación no podia existir.
Por definición y por naturaleza~ supone un momento
que la. precede y en que no existe. Es el extremo de
una acción, y los extremos suponen un privilegio en
que faltan. Es una flor abierta en el remate de un ta-
llo, y que no es el tallo. Es una acción aislada, un es·
tado parcial del todo continuo y persistente que cons-
tituye el alma. Decir que es el alma, es decir que el
árbol es la flor.
¿Responderá usted que lo que es un ser no es l'a re-
solución, sino la voluntad ó el poder de resolverse? Se
le remitirá. á usted á la ideo logia, y se le probará por
el análisis que la palabra poder no es más que una
expresión general. Yo he visto varias veces caer esta
piedra; luego puede caer; luego tiene el poder de caer.
Yo Iie notado varias que recordaba; luego puedo re-
cordar; luego tengo el poder ó la facultad de recordar,

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1
POR H. TAmE 63
la memoria. Yo he notado varias veces que tomaba
una resolución; luego puedo resolverme, luego tengo
el poder ó la facultad de resolverme, la voluntad.
La pu.labra pode'l" no es sino un medio de agrupar una
multitud indefinida de operaciones semejantes. Expre-
sa que la calda no es contradictoria con la noción de
la piedra, que el r ecuerdo y la resolución no son con-
tradictorios con la noción del yo. No aiiade nada nue-
vo ni ren.l al yo ni á la piedra. No hace mAs que ana-
lizar la experiencia. Dado el enlace de dos hechos,
consigna que ese enlace no es absurdo. Ex:trae una
verdad contenida en el circulo del hecho, y no extrae
ninguna otra cosa. No designa, pues, un ser continuo
y estable, situado fuera del hecho, y que dure antes y
después. No designa el yo ó el alma, sino una clase
de operaciones del alma. El yo no es la volición ni la
voluntad.
¿Se responderá, en fin, que es un ser la fuerza eficaz
por cuya virtud la resolución contrae el músculo?
Aqul el adversario se contradice por su propia res-
puesta. Cuando se dice: fuerza eficaz de la resolución,
se entiende que esa fuerza eficaz es una cualidad ó
propiedad de la resolución. Ahora, la belleza, la mag-
nitud, la fuerza, todas las cualidades, todas las propie·
dades perecen en cuanto perece el hecho ó el ser de
que son cualidades y propiedades. Cuando se quema
un bello cuadro, no subsiste ya su belleza. Cuando
una resolución capaz de contraer el músculo se ha
desvanecido, no subsiste ya su fuerza de contra~ción.
Cuando no ha nacido, su fuerza no existe aún. Esa
fuerza es, pues, caduca, momentánea, intermitente,
como la resolución de que forma parte. Digo poco.
Es mAs perecedera que ella, puesto que perece en la
parálisis, permaneciendo intacta la resolución. Lejos

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64 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX
- -- - -
de ser una. sustancia, es la. propiedad de una propie-
dad, el fenómeno de un fenómeno. Elija usted ahora.
He aquilos tres sentidos entre los cuales ha fluct•Jado
usted. Si dice usted que la resolución es el yo, afirma
que un simple hecho es el alma. Si dice que el poder
de resolverse es el yo, afirma que una simple cuali·
dad común á varios hechos es el alma. Si dice que la.
eficacia de la r esolución es el yo, afirma que la cuali-
dad pasajera. de un hecho pasajero es el alma. Se pre-
cipita usted de absurdo en absurdo.
M. de Biran, usted ha sido subprefecto. Tiene usted
que habérselas con facciosos; dispérselos. Le doy á
usted fuerzas, trescientos soldados y un capitán. Para
no embarazarle, me quedo con la parte inútil, el puro
fenómeno, la extensión, es decir, los uniformes, lascar-
tucheras, los fusiles y los cuerpos. Le quedan á. usted
las fuerzas. Vaya con ellas y haga triunfar la ley.
Convengamos, pues, en que ni la voluntad, ni la
resolución, ni su eficacia, ni ninguna tuerza son seres.
Antes de ir á buscar tan lejos y con tanto trabajo la
naturaleza de la fuerza y el origen de su idea, habia
que analizar el sentido de la palabra que la expresa.
Ese análisis, que usted ba abandonado y maldecido,
es la única sal vació o en metaflsica. Cuando yo digo
que un resorte tiene fuerza para levantar un peso de
diez libras, quiero decir solamente que, colocado el
resorte debajo del peso, es necesario que el peso se le·
vante. Cuando digo que el vapor comprimido es una
fuerza, quiero decir tan sólo que el cuerpo que le com-
prime se verá necesariamente empujado ó destrozado.
Cuando digo que mi resolución tiene fuerza para con-
traer mis músculos, quiero decir simplemente que, en
el estado de salud, si tomo la r esolución de contraer
un músculo, es neceaario que se contraiga. Dado un

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POR R. TAINE 6o

hecho, se hace necesario otro hecho, y se dice que el


primero tiene fuerza para producir el otro. La segun-
da frase no es más que una. traducción figurada de la
primera. Cuando se tiene imaginación, como M. de
Biran y los escolé.sticos, se supone que esa fuerza es
aigo •inefable, inmaterial, hiperorgánico•, que sale
del primer hecho, como un fluido sutil, y va á infil·
trarse en el segundo para crear en él modificaciones
y formas nuevas. Es fi!osofla fantástica. Cuando un
cuerpo choca con otro, hay simplemente aproxima-
ción, movimiento y necesidad de un movimiento.
Cuando la resolución contrae el músculo, hay simple-
mente resolución, contracción y necesidad de la con-
tracción. En cuanto á la palabra necesario, nada más
claro: significa que lo contrario de aquello á que se
aplica es absurdo. Por ejemplo: dado que la resolu-
ción ha contraldo el músculo una primera vez, seria
absurdo ó contradictorio que no pudiese contraerle
una segunda vez, siendo exactamente semejantes to-
das las circunstancias. Dado que el vapor de agua ha
impelido el émbolo una primera vez, seria absurdo
que no pudiese impelerle una segunda vez, siendo
exactamente las mismas todas las condiciones. Dada
una ley de la naturaleza, seria absurdo que esa ley
fuese desmentida. No hay en el mundo más que he-
chos y relaciones necesarias; cuando se transforman
esas reiaciones y esas necesidades en seres, se forjan
entidades á la manera de los escolásticos; se ve cierta
cosa vaga y abstracta que se dechwa espiritual; se
acaba por sostener que el mundo real no es mAs que
una apariencia. Se sueüa con esas mónadas quiméri-
cas hasta poblar de ellas el universo. So hace uno un
hombre de la Edad Media. Se ha empezado, Ct n Duns
Scot, por metamorfosear las relucioucs en StJsta -
5

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66 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX

cías, y se acaba, como los mlsticos, por fabricar teo·


rlas de la- gracia y de la iluminación (1).
Se hace más: se llega á ser visionario. 1\1. de Biran
lo ha sido hasta el punto de sostener que percibe la
fuerza, como se percibe el placer ó ·cualquier otra
sensación. Ha visto la mónada espiritual aplicada al
músculo y ocupada en contraerle. Plotino pretendla
haber visto á Dios cuatro veces. Las mujeres de la
Salpetriére dicen otr o tanto. Nosotros, que creemos en
los hechos y en la experiencia, les responderemos,
con los fisiológicos, que la resolución no tiene la me·
ner acción directa sobre el músculo. La resolución
produce cierta modificación en el cerebro: esa es toda
su obra. Esta produce otra en la medula, la medula
en el nervio, el nervio en el músculo; el nervio es el
que obra sobre el músculo, y no la voluntad. Córtese
la medula ó el nervio, y el músculo permanecerá
inerte á pesar de todos los mandatos de la voluntad;
tóquese la medula ó el nervio, y se contraerá el
músculo contra todos los mandatos de la voluntad. La
voluntad está separada del músculo por dos ó tres ba-
rreras; obra sobre él como el ingeniero del t-elégrafo
de Viena sobre la aguja del telégrafo de Parls. Res-
ponderemos, en fin, con los psicólogos, que la volun-
tad, !.ejos de mover el músculo, ni siquiera tiende á
moverle. Su objeto no es la contracción del músculo,
sino la sensación muscular. Por mAs que mire usted
su brazo y conozca los músculos conveoier. tes y les
dé la orden y quiera llegar á un sitio con una piedra,
si usted no quiere nada más, no llegará usted á ese si-
tio con esa piedra. Hace falta aún que, por experien-
cia frecuente y tanteos repetidos, descubra usted la

(1) Tomo IV, pág. l47, nota.

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POR H. TAINE 67
especie y el grado exacto de sensación muscular que
necesita para lograr su objeto. Hace falta. asimismo
que, por comparaciones numerosas, haya distinguido
usted esa sensación de todas las demás, y considere su
idea precisa.
Hace falta, en fin, que quiera usted experimentar
esa sensación; ella, y no el movimiento, es el objeto
pr opio de su voluntad de usted. Sólo entonces obra el
cerebro, la medula comunica la acción, el nervio la
transmite, el músculo se contrae, el tendón tira, el
hueso juega, el miembro se mueve, y la presión de las
carnes le da á usted la sensación requerida. Es usted
como un jugador de billar que apunta á la banda. para
dar en una bola: pone usted la mira en la sensación
del nervio para lograr la contracción del músculo.
Dondequiera, en lo moral y en lo ffsico, usted no
manda. más que en intermediarios. La acción de la
voluntad no reca~ sobre el músculo, sino sobre el ce-
r ebro; el objeto de la voluntad no es el movimiento
del músculo, sino la sensación muscular . Nosotros no
efectuamos ni queremos el movimiento más que de
rechazo. No poseemos más que un poder dependiente
é indirecto. Diga. usted ahora si la mónada se aplica al
músculo. Diga sobre todo si la conciencia percibe esa
aplicación. Diga si M. de Biran ha podido ver lo que
manifiestamente no existe. Nosotros no descubrimos
la conexión de nuestras resoluciones morales y de
nuestros movimientos ffsicos por una vista directa y
súbita, sino por una inducción lenta. Reconocemos
una coincidencia y una dependencia semejante á la
que observamos entre la vibración y el sonido. Erigi-
mos esa dependencia en ley general; comprendemos
que, en igualdad de condiciones, seria absurdo que
esa ley fuese. .desmentida; prevemos que, dada la r e-

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68 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX

solución, se efectuar á el movimiento; juzgamos nece·


sario que se efectúe, y, transportando esa necesidad á
la resolución, decimos que la resolución es una fuerza.
y produce el movimiento. He ahí todo el artificio.
Pero ese juicio no es una vista espontánea; no es más
que una creencia adquirida. La prueba es que es falso
á veces: porque una creencia puede serlo, y una vista.
no. Se puede creer lo que no existe, pero no ee puede
ver lo que no existe. Si el nervio motor se halla herí·
do, entumecido ó súbitamente paralizado, la persona.
que no está prevenida juzga que su fuerza es aún efi-
caz, y se asombra al experimentar que ya no lo es.
El juicio de usted es el mismo que el suyo; luego,
como el suyo, el juicio de usted no es más que una
creencia. E8a persona no ha formado el suyo más que
por inducción; luego usted no ha formado el suyo más
que por experiencia. l\1. de Biran supone que la reso-
lución obra directamente, y que directamente percibi-
mos su obra. La fisiología y la psicología responden
que aquí no hay nada directo, ni la obra, ni la per-
cepción.
Ahora es cuando se ve desaparecer el mundo ima·
ginario, fundado en tres errores de experiencia y de
análisis: en la transformación de las cualidades en
sustancias, en la invención de lP.s eficacius y de las
percepciones directas, en el menosprecio de las cien·
cías positivas, del sentido común y del buen sentido.
Las entidades se van, las mónadas se evaporan, los
peq ueiios seres inmateriales se refugian a.l lado de los
silfos y de los gnomos, la materia deja de ser una apa-
riencia, las cienci:1s de observación r ecobran su dig-
nidad, las fuerzas vuelven á ser cualidades derivadas
de rel:;.éiones necesarias. La naturaleza aparece tal y
como es, como un conjunto de hechos observables,

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POR H. TAINE 69
cuya agrupación constituye las sustancias, cuyas re-
laciones fundan las fuerzas; y la ciencia, restituida al
lecho por donde corre hace dos siglos, se dirige por
entero bacía su término único y magnifico: el conoci-
miento de los hechos y de las leyes.
-No iremos más a-delante, si le parece á usted.
Prometl oir lo que decla sobre M. de Biro.n, no sobre
la. teorla metaflsica que usted profeso.. Arrincónela,
mi querido amigo, como una espada: ha pasado la
moda de llevarla. Eso era bueno para nuestros abue-
los. Y, aparte del mal gusto, hay que tener en cuenta
el peligro. Es un arma, y Jos transeuntes se asustan
en seguida. Si la tiene usted, guárdela bajo siete lla-
ves; si no, es usted un hombre peligroso; es decir, un
hombre en peligro. Como todo el mundo, t:ene usted
un bastón en la mano, la crítica; bástele eso. Cuando
sienta uo~ted ganas ó necesidad de lo otro, saque una
licencia para el uso de armas, y haga escri bir al fren-
te en letras muy gruesas: «Con permiso de Za auto~
?'idad.•

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--=--

CAPITULO IV

M. COUSIN, ESCRITOR

Llegamos ahora á los dos escritores, á quienes, con


jus~ titulo, se llama entre nosotros, si no padres, re-
presentant es, al menos, de la filosofla contemporá-
nea : M. Cousin y M. Jouffroy ..No han estado siempre
de acuerdo, y, bajo una aparente conformidad de pa-
labras, han ido por vías distintas hacia conclusiones
diferentes; pero, aunque diversos, se unen para diri-
girnos. Sus libros son los que nos gulan al salir delco·
legio. Los dos se apoderan de nosotros, el uno por la.
cabeza., el otro por el corazón. El uno se atrae nues-
tra admiración , el otro gana nuestra cqnfianza. Por
su talento y su autoridad, los dos provocan el estudio
y la critica; por su obra y su ascendiente, los dos per-
tenecen á la historia y á la ciencia. Hablemos, pues,
detenidamente del uno y del otro. M. Cousin no ha
muerto (1). ¡No lo quiera Dios! Pero es ilustre, y pue-
do ponerle con sus iguales. Cuarenta anos de gloria
han agotado los elogios y los ataques; cuarenta anos
de trabajo han ofrecido á nuestros ojos su esplritu
bajo todos los aspectos. La mirada le abarca Integra-

(1} Murió en 1867, sin publicar otra obras flloaóflcas qu•


aquellas de que ae habla aquf.

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POR H. TAINE 71

mente, y la mirada es imparc ial. Ha suministrado ya


al pintor y al critico todo lo que el pintor y el critico
pueden pedirle. No excita ahora ni el entusiasmo ni
la cólera; ante él no se experim enta ya pasión, no se
siente más que curiosidad. Es un Padre de la. Iglesia,
muy conocido y muy antiguo , á quien la fama y el
tiempo han elevado por encima del amor y del odio;
y la posteri dad puede empeza r para él en vida. Yo
quisiera. estudiarle por entero, distinguiendo y juntan ·
do en él el filósofo, el escritor, el orador y el filólogo.
Tal investigación parece rá superflua en un libro como
este, y, sin embarg o, no lo es. Los sistemas filosóficos
tienen su causa, como todas las producciones huma-
nas, y no se explica n más que por su medio. Hay que
observ ar al hombre entero para definir una de sus
partes. Tal error metaflsico tiene su primera. raiz en
tal disposición literari a. Hoy no basta refutar una doc-
trina; hace falta aún comprenderla, y es más útil des-

cribir un hombre á la manera de los natural istas que
combatirle á la manera de los lógicos. Observemos á
éste, veamo s cuál es su facultad dominante, cómo esa
facultad ha formado su genio, cómo se ha desenvuelto,
qué linea recta ó curva ha seguido su desarrollo. No
investigamos otra cosa, y nos parece que vamos á
hablar de un hombre muerto hace dos mil años.

Por el estilo se juzga un espiritu. El estilo es el que


desvela su cualida d dominante. El estilo es el que,
dando la medida de su fuerza y de su debilidad, per~

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72 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO DX

mi te prev er sus méritos y sus erro res. Porq ue


-----
¿qué ea
el e~ tilo sino el tono habitual? ¿Y qué dete rmin
a ese
tono sino el estado ordinario del espiritu? Por
conse·
cuencia, en cuanto le conocemos, conocemos uua
cau-
sa omnipotente, puesto que obra siempre, y siem
pre
en el mismo sentido. Sabemos si el espl ritu es
mesu-
rado ó precipitado, claro ú oscuro, sistemático
ó des-
ordenado, y hast a qué grado. Son, pues , gran des
sig-
nos la elección de las pala bras , la long itud ó la
brev e-
dad de los periodos, la especie y el número de
las me·
táfor as; el giro de las frases expl ica la especie
de las
idf'as , y el escr itor anun cia todo el hombre.
El talento de M. Cousin es orato rio. Tiene el don
y
el gusto de la elocuencia; se enco ntra rán en él
todas
las cualidades que pueden alim enta rla ó ador
narla .
Por el pronto, dispone perfectamente las diversas
par-
tes de un asunto: en esto, sus lecciones de 18:18
son
modelos. Ningún profesor sabi a mejo r que él clasi
ficar
las cuestiones, anun ciarl as, hace r segu ir á sus
oyen-
tes todos los pasos de su método, lleva rlos de la
mano,
soste nerlos en los momentos dific iles, mar car
las eta·
pas del viaje, detenerlos al fin de cada cuestión
para
hacerles abar car de una ojea da el espacio reco
rrido.
Se ve que es siempre duefio de su asun to, que se
mue·
ve en el cam po de las ideas como en su propio
domi·
nio, que sabe todos los caminos de ese dominio,
que,
si uno de ellos apar ece cerra do, está dispuesto
á. abri r
otros , que tiene el derecho de ofrecerse por gula
á. los
igno rante s y á los extrafios que quie ran visit ar
la co·
mar ca solit aria y pelig rosa en que se ha estab
lecido.
En efecto : el orad or es un gula ; su obra no es
inve n-
tar, sino conducir. No crea las ideas; las difun
de. Las
de M. C~usin han nacido en Escocia, en Alemania.
, en
el siglo XVII ; pero él ha sabido expl icarl as, emb
elle·

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POR B. TAINB 73

eerlas, propagarlas, y, conquistándolas el imperio, ha


cumplido su misión de orador.
No ha cumplido otra.; y se verá, en sus lecciones,
por ejemplo, el mas asombroso contraste entre la ex-
posición y la. invención. Nada más trabajado que sus
planes; nada más improvisado que sus ideas. Constru-
ye edificios admirables, atrevidos, elegantes, de una
arquitectura nueva y simétrica; y son castillos de nai-
pes. Inventa en dos palabras la filosofía de la flsica:
atracción, repulsió.n ; no hay otras fuerzas ; á esas se
reducirán todas las de los quimicos y de los flsicos. ¿Y
en qué se funda esta profecla? En que todas las ideas
se reducen A dos : la. de lo finito y la. de lo infinito.-
Contradice todos los hábitos franceses, desmiente to-
dos los suyos, se hace disclpulo de Hegel, declarando
que el método experimenta.! no conviene á la filosofla.
de la historia, que, para construirla, hay que encon-
trar a priori las ideas fundamentales de la razón, que
esas ideas han debido pasar á los hechos, que los
grandes periodos de la. historia las representan, y que
no se puede encontrar en historia, como en física.,
más que lo finito, lo infinito y su relación. Se prepara
graves apuros, lanzando imprudentemente á cada pá-
gina frases panteístas; diciendo, v. gr., que la crea-
ción (1) es muy fácil de comprender y que Dios creó el
mundo como nosotros creamos nuestras acciones, cque
él crea, porque es una fuerza creo.dora absoluta , y
que una fuerza creadora absoluta no puede dejar de
pasar al acto•. Se recuerda también aquellas revistas
en que iban desfilando la industria, la guerra., la fi!o-
aofla, la geografla y otras muchas cosas. Eran gran-

(11 Introduclitm d l'hi~toire de la p11ilO$Ophit, curso de 1828.


pág. 146.

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74 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX

des revistas al vuelo; el filósofo, apoyado en lo finito,


lo infinito y su relación, se mantenla por todas partes
en equilibrio. Los oyentes, cautivados, admiraban la
rapidez de sus correrlas y la destreza de sus evolucio·
nes. Pero, ¿qué queda hoy de todo eso? ¿Cuántas de
esas ideas defenderla aún M. Cousin? ¿Cuántas con·
serva en su libro definitivo, La Verdad, la belleza y el
bien1 ¿Qué subsiste de ese monumento sino un ejemplo
de elocuencia, un modelo de composición, una prueba
de que su talento consiste, no en descubrir verdades
durables, sino en exponer ideas probables, y de que
es m.ás orador que filósofo?
As!, cuando se quiere admirar su estilo, no es en
las altas especulaciones metafisicas donde hay que es·
tudiarle, sino en la discusión de las verdades medias.
Las verdades medias son las que pertenecen á la con·
versación y no á la ciencia, las que son del dominio
de todos y no del dominio de algunos, las que entiende
y gusta un hombre, no por ser un hombre especial,
sino por ser una persona culta : tales son las cuestio-
nes de moral ordinaria, de ar~e, de poli ti ca, de histo-
ria. Ksas cuestiones no exigen un gran rigor de estilo;
no conducen á respuestas irrebatibles; no necesitan
de términos especiales, de palabras abstractas, de fra-
ses secas y exactas; lo mismo se resuelven por el sen·
timiento que por la lógica. Se dirigen al sentido co-
mún tanto como á la razón. Asl, son la verdadera
materia de la elocuencia. En ella se ejercitan casi
todos los literatos. Sólo ellas pueden ser populares,
porque sólo ellas pueden ser comprendidas sin tra·
bajo ; sólo ellas pueden ser tratadas en bello estilo,
porque siendo del dominio público, no piden un len·
guaje· especial ; sólo ellas abren ancho espacio al ora·
dor, porque, juntamente con el deber de convencer,

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P OR H. 'l'AINE 75
le imponen la obligación de conmover y de agradar·
sólo ellas dan obras de arte, porque, juntamente con
la lógica, tienen á su servicio la pasión y el buen
gusto. 111. Cousin es uno de los maestros en este género,
y habrla que remontarse á nuestros clásicos para en-
contrar sus semejant~s . He aqul una página escrita
sin ligereza y sin énfasis, noble, mesurada aunque
viva, de un estilo amplio y grave, sin nada de mono-
tonla ni de aire académico, una página que parece del
siglo xvu, y que no es una copia, que se puede leer
diez veces, y que parecerá más bella cada vez, y que
ciertamente da una idea de la perfección.
·Desde los primeros dias de las sociedades hasta la
venida de Jesucristo, mientras una raza privilegiada
conservaba en nn rincón del mundo el depósito de la
revelación, ¿quién, decidme, enseüó á los hombres,
bajo el imperio de religiones extravagantes y de cultos
frecuentemente monstruosos, quién les ensenó quepo-
seen un alma, y un alma libre, capaz do hacer el mal,
pero capaz asimismo de hacer el bien? ¿Quién les en-
senó, enfrente de los triunfos de la fuerza, y en medio
de la opresión casi uni versal de la debilidad, que la
fuerza no lo es todo, y que hay derechos invisibles,
pero sagrados, que el fuerte mismo debe respetar en
el débil? ;,De quién han recibido los hombres estos no-
bles principios: que es más hermoso guardar que que-
brantar la fe jurada, que es digno el dominio de las
pasiones, que es digna la templanza en el seno mismo
de los placeres JIcitos? ¿Quién les h<\ dictado estas
grandes palabras : un amigo es otro yo; hay que amar
á los amigos más que á si propio, á la patria más que
á los amigos, y á la humanidad más que á la patria?
¿Quién les ha mostrado, allende los limites y bajo el
velo del universo, un Dios oculto, pero presente en

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76 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX

todas partes, un Dios que ha hecho el mundo con peso


y medida, y que no cesa de velar sobre su obra, un
Dios que ha hecho al hombre, porque no ha querido
retener en la soledad inaccesible de su ser sus perfec-
ciones más augustas, porque ha querido comunicar y
difundir su inteligencia, y, lo que vale más, su justi-
cia, y, lo que vale más aún, su bondad? ¿Q,uién, en fin,
les ha inspirado la conmovedora y firme esperanza de
que, acabada esta vida, el alma inmaterial, inteligente
y libre, será recogida por su autor? ¿ Q,uién les ha di-
cho que, por encima de todas las incertidumbres, hay
una certidumbre suprema, una verdad igual á todas
las verdades de la geometría, á saber: que, en la
muerte como en la vida, un Dios todopoderoso, infini·
tamente justo y bueno, preside al des ti oo de su cria-
tura, y que detrás de las sombras de la muerte, suceda
lo que quiera, todo irá bien, porque todo será obra de
una justicia y de una bondad infinita ?•
Se ve en este pasaje todo el arte de los maestros.
Esas pruebas en favor de la razón natural no se han
acumulado á la ventura. Están distribuidas con tanto
estudio como las materias de un curso de moral. Esa
enumeración, que parece hecha de pasada, se halla
desenvuelta con el orden más perfecto. Cada miembro
de periodo es un paso de la filosofía espiritualista. Pri-
mero, la distinción del alma y del cuerpo; después, el
descubrimiento de que ese alma e~ libre. Este conoci-
miento de la libertad produce la idea del deber; ana-
lizando esta idea, se encuentra en ella desde luego la
de la justicia, después la de la templanza, después la
de la caridad y de todos los grados de la caridad. La
religión viene entonces á completar la moral. El mé-
todo prueba primeramente que Dios existe, después
que crea el mu.ndo con s.abiduría, y, en fin , que corona.

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POR B. TAINE 77
eu obra haciendo al hombre. En último término viene
la. idea de la inmortalidad del alma, y, para calmar
las incertidumbres que deja esa creencia, la resigna-
ción confiada en las manos de un Dios justo y bueno.
Por este orden exacto es por lo que es poderosa una
enumeración. Construida as!, deja en el esp!ritu un
placer tranquilo y una creencia serena; hemos pasado
tan fácil y naturalm ente de un punto á otro, que nos
parece que estamos en el verdadero camino, y nos
abandonamos en adelante á la sabia mano que tan
bien nos ha guiado hasta aqu!.
• Yo lo pregunto : ¿qué poder enselló todo eso á tan-
tos millares de hombres del antiguo mundo, antes de
la venida de Jesucristo , sino esa luz natural que hoy
se trata con tan extraña ingratitud? ¡Niéguese esa luz
ante los monumentos irrefrngables de la historia, ó
confiésese que no es tan débil cuando nos ha revelado
todo lo que da valor á la vida, las verdades ciertas y
necesarias en que descansan la vida y la sociedad,
todas las virtudes privadas y públicas; y eso por el
puro ministerio de aquellos sabios aún ignorados del
antiguo Oriente y de esos sabios mejor conocidos de
nuestra vieja Europa., hombres admirables, sencillos
y grandes, que, no hallándose revestidos de ningún
sacerdocio, no tuvieron otra misión que el celo de la
verdad y el amor á sus semejantes, que, por sólo ha-
berse llamado filósofos, es decir, amigos de la sabidu-
rhi., sufrieron la persecución y el destierro, que, si á
veces se sentaron en un trono, más á menudo gimieron
entre cadenas: ¡un Anaxágoras, un Sócrates, un Pla-
tón, un Aristóteles, un Epicteto, un Marco Aur<lio!•
Pocos escritores serán capaces hoy de llevar el peso "
de un periodo tao Jn.rgo sin caer en la declamación ó
en el estilo simétrico. El pensamiento se mueve aquí

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78 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX

con la mayor soltura ; las ideas accesorias se atraen


unas á otras, y est~n tan bien colocadas que parecen
no formar más que una sola. Un soplo poderoso im-
pele y sostiene esa vasta máquina; suspensa dos veces,
reanuda su movimiento sin trabajo de la manera más
natural y sencilla: la emoción va en aumento; es tan
ve~dadera. y tan justificada, que autoriza dos palabras
que en otras partes serian enfáticas. Antes de haberla
leido, se crela que esta expresión: en un trono ó e11tre
cadenas, no podla emplearse más que en estilo de tra-
gedia; y, al leerla, se ve que el movimimiento de las
ideas la trae de suyo, que el esplritu no tiene que em-
pinarse para alcanzarla, que á ella le conduce la no-
bleza del tono. Un poco más arriba no se para mien-
tes en otra expresión teatral : detrás de las sombra1
de la mue1·te; es que la salva la sencillez de las ex-
presiones que la rodean : suceda lo que qttiera , todo
irá bien. Algunas llneas antes encontramos aún esta
mezcla de elevación y de llaneza, que parecla perdida
desde el siglo xvu : • un Dios que ha hecho al hombre,
porque no ha querido retener en la soledad inaccesi-
ble de.su ser sus perfecciones más augustas, porque
ha querido comunicar y difundir su inteligencia, y, lo
que vale más, su justicia, y, lo que vale más aún, su
bondad• . La primera frase toca en lo sublime; !ase-
gunda raya casi en el abandono. Ese tránsito súbito á
un tono tan diferente muestra que el omdor está en su
elemento, que ha encontrado su género, y que su
asunto está de acuerdo con su talento. Porque la unión
de esas dos cualidades es la que constituye la elocuen-
cia. El que habla siempre en estilo noble, cansa y
acaba por parecer un charlatán; es menester en el
discurso que la familiaridad venga á templar la no-
bleza, á dar descanso al oyente y acreditar al orador.

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POR H. TAI NE 79
Si el tono es siempre familiar, no se apodera uno de los
esplritus, no se hace más que recrearlos é instruirlos;
es menester que la nobleza venga A realzar la fami-
liaridad, y que el oyente dominado sienta y respete la
autoridad del orador.
Considérese ahora la elección de las palabras y la
especie de las metáforas. Encontraremos los términos
del siglo xvrr exactos, nobles, sacados de la. lengua
general, ni técnicos ni abstractos. Veremos metáforas
moderadas, apenas sensibles, que no intervienen más
que para ilustrar el razonamiento, 6 para elevar al-
guna que otra vez, y en un grado tan sólo, el tono or-
dinario. Hay fuerza en esta expresión: •¿Quién les ha
mostrado allende los limites y bajo el velo del univer-
so?• Hay gracia en esta frase : •El alm:1. inmaterial,
inteligente y libre, será recogida por su autor.• Pero
esa gracia y esa fuerza quedan medio ocultas; el au-
tor no las pone de manifiesto; se dejan sentir el111s. Si
el autor emplea figuras más acentuadas , son figuras
consecuentes, razonables, sacadas de objP.tos ordina-
rios, prepara<las de lejos, sin nada que pueda asom-
brar 6 chocar, simples efectos de una elocu(>ocia apa-
sionada, simples medios oratorios al igual de los razo-
namientos y de los hechos : • La religión de Pascal,
dice, no es el cristianismo de los Arnoldo y de los 1\Ia-
lebranche, de los Fenelón y de los Bossuet, fruto sólido
y dulce de la alianza de la razón y del corazón en un
alma bien formada y sabiamente cultivada; es un
fruto amargo, nacido en la región desolada de la duda,
en medio del soplo árido de la desesperación. • Tal es
la imaginación del orador, muy diferente de la del ar-
tista, que es brusca y extremada, que se complace en
las imágenes nuevas, que impresiona y deslumbra al
lector, que se precipita entre las figuras más rudas y

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80 LOS FILÓS0} '08 DEL SIGLO XIX

más familiar es, que no se preocup a de elevar hasta si


propia los esplritus por transiciones graduales, y cuya
locura y violencia despedir ían al auditorio que el ora-
dor debe atraer de continuo para retenerle hasta el fin.

He ahí grandes dones: un arte de composición ex-


quisito, la amplitud y soltura de las frases, un tono
familiar y noble, un estilo puro, una imaginación rica
y mesurad a, todas las facultades oratorias. Abando-
nemos el dominio que les es propio; salgamos de esas
verdades medias en que se ejercita n; veamos lo que
será de ellas en otro terreno. Entremo s en el campo
del razonamiento puro, del análisis seco, de la demos-
tración rigurosa. ¡Qué cambio, y con cuánta verdad
se dice que nadie debe salir de su esfera!
Tomo el trozo capital, el célebre prefacio refutado
por Schelling, en que M. Cousin trata de explicar y
justificar su método, de formar y resumir su sistema.
Por supuesto, no examinemos más que el estilo. Ahora
bien; el estilo es un cúmulo de equlvocos , de térmi-
nos inexactos, de metáforas, de expresiones vagas. El
autor se par ece á un hombre que quisiera calcular con
cifras cuyo valor ignorase ó alterase. He aqu! algunos
pasajes entresücados al azar, pero importantes todos,
porque cada uno contiene una doctrina. ¿Qué pensar
de la doctrina , si se la juzga por la expresión?
e Página 14.-Es un hecho atestiguado pot•la obser-
vación, que en esa misma conciencia donde no hay
más que fenómenos, se encuent ran nociones cuyo des-
arrollo regular traspasa los limites de la conciencia ...

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POR n. TAIN:E 81

Si detenéis el desarrollo de esas nociones, limitáis ar-


bitrariamente el alcance de un hecho, atacáis, pues,
l~ ese hecho mismo, y con ello atacáis la autoridad de
todos los otros hechos. O hay que poner en duda la
autoridad de la conciencia en si misma, ó hay que ad-
mitir integramente esa autoridad para todos los he-
chos atestiguados por la conciencia.•
¿Se ha comprendido? A mi me parece que tropiezo
en medio de una niebla. 'fraduzcamos ; se va á ver
cómo de las oscttridades nacen los equívocos, y cómo
de los equívocos nacen los errores.
Se llama conciencia el conocimiento que tenemos de
nuestras sensaciones, ideas, juicios, dolores, placeres,
resoluciones y otras operaciones ó fenómenos inter-
nos. Nadie ha dudado nunca de la verdad de ese cono·
cimiento.
Se llama. razón el conocimiento de las verdades uni-
versales y necesarias; por ejemplo: toda cualidad su-
pone una sustancia; todo fenómeno supone uno. causa.
Algunos filósofos han dudado que este conocimiento
fuese verdadero.
Un medio excelente de refutar á esos filósofos seria.
transformar los conocimientos de la segunda especie
en conocimientos de la primera, y ver de incluir la
razón discutida en la conciencia indiscutible. M. Con-
sin opera ese milagro por medio de un equivoco ; su
razonamiento no parece aceptable sino porque está
mal escrito.
Cambia en la primera frase el sentido natural de la
palabra conciencia. No se puede decir que los fenóme-
nos interiores están en la conciencia; son objeto de la
conciencia ; una. sensación ó un recuerdo no están en
la conciencia; la conciencia no contiene esas opera-
ciones, las percibe. No se puede decir tampoco que las
6

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82 I.OS FILÓSO:k'OS DEL SIGLO XIX

nociones 6 conocimientos de la razón estén en la con-


ciencia. La conciencia no las encierra ; las r econoce .
No forma juicios universa les y necesar ios; atestigu a
que los formamos; esos juicios no están en ella como las
partes en un todo; están delante de ella como un es-
pectáculo delante de un espectad or. M. Cousin incurre,
pues, en una falta de lenguaje; y véase el partido que
saca de ella. Diciendo que los axiomas y las nociones
de la razón están en la conciencia, y forman parte de
la concien cia, les atribuye la autoridad y la cer tidum-
bre de la conciencia ; como la conciencia ha pasado
siempre por infalible, la r azón, por contagio, se hace
infalible. Un juego de palabra s ha prestado el servicio.
Anádase á eso. expresiones vagas, y que tienen tam-
bién un doble sentido, como : 1.imita1· a1·bit1·ariamente
el desarrollo de un l1echo; de esa manera extende re-
mos ante los ojos del lector una segunda nube. Mien-
tras él, incierto, fatigo.do, anda á tientas entre tinie-
blas, remover~mos apresur adamen te la dificultad ; al
siguient e periodo le diremos : e He ganado la batalla. •
Como es un hombre sencillo, nos creerá. Y he ah! cómo
:;e funda una filosofía .
Página 20.-Fie l al método psicológico, en vez de
salir de la obervación, me interné m{ls en ella; y por
la observación, en la intimida d de la conciencia y en
un grado adonde Kant no había penetra do, alcancé y
dcsentra üé, bajo la relativid ad y la subjetividad o.pa-
rentes de los principios necesar ios, el hecho instantá-
neo, pero real, de la apercepción esponté nea de la
verdad, apercepción que, no reflejéndose, pasa inad-
vertida en las profundidades de b conciencia, pero es .
a.lll la base verdade ra de lo que más tarde, bajo una
forroá lógica y en manos de la reflexión, llega á ser
una concepción nece~aria. Toda subjetiv idad con toda

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POR H . TAINE 83

reflexividad expira en la espontaneidad de la percep-


ción.•
La metáfora es magnífica. Se cree uno en el fondo
de un antro, y lo está, en efecto. Se desciende á esa
sombrla cueva, y se busca con las manos la entrada
del precioso y nuevo subterráneo donde M. Cousin dice
haber encontrado su tesoro. Al) mismo tiempo todas
esas palabras altisonantes, relatividad, subjetividad,
reflexividad, espontaneidad), producen un sonsonete
que mece agradablemente el oldo, aturde el pensa-
miento, y hace suponer al lector que escucha un con-
cierto chino. Ahora nótese que el sentido del pasaje se
reduce á esto:
Dos y dos son cuatro. La primera vez que vi dos
objetos en unión con otros. dos objetos, y comprendl
que formaban cuatro, no reparó en que siempre, don-
dequiera y necesariamente, dos y dos son cuatro. Este
reconocimiento vino más tarde, cuando, reflexionando,
observó mi pensamiento. Primero se piensa; y después
de pensar, reflexiona tmo sobre su pensamiento.
¿No hay en este pasaje más que oscuridad? Si, des·
graciadamente. Hay también un equivoco. Sobre tales
cimientos construye M. Cousin casi todas las grandes
verdades que afirma. Juega. aqul con el sentido de la
palabra subjetividad, y tiene buen juego, porque la
palabra es alemana y muy oscura. Unn. alemana, dice
Grethe, reconoció que suj amante empezaba á enga·
fin.rla, porque daba en escribirla en francés. Un fran-
cés puede decir que un filósofo empieza á engafiarse,
cuando introduce en francés palabras alemanas. He
aquí lo que decia Kant y lo que M. Cousin refuta: eCo-
nocemos varios axiomas ó proposiciones necesarias;
por ejemplo: toda cualidad supo u e una sustancia; y no
podemos imaginar un caso en que ese axioma no sea

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84 LOS FILÓSOF OS DEL SIGLO XIX

verdadero. Pero cabe que esta necesidad pro\"enga de


la construcción de nuestro espíritu, y que nosotros
seamos como personas nacida~ con anteojos verdes
que, no pudiendo imaginar mAs que objetos verdes,
afirmasen que todos los objetos son necesariamente
verdes. Llamo á ésta necesidad subjetiva, entendiendo
con esto que tiene por causa la construcción de nues-
tro espíritu ; entiendo por subjetiv idad una necesidad
de c1·ee1·, procedente, no de la naturale za de las cosas,
sino de la naturale za de nuestro pensamiento; y, según
yo, esa necesidad debe hacernos · dudar de los axio-
mas. • M. Cousin cambia los términos de Kant. Res-
ponde en son de triunfo : e Según vos, el conocimiento
de esa necesida d debe hacernos dudat· de los axio-
mas (1 ) . Pues bien; yo be descubierto un caso en que
no se tiene ese conocimiento. No se tiene sino después
de reflexionar. Luego no se tiene al principio y cuando
no se ha reflexionado ,~ún. Luego hay casos en que ese
conocimiento no es subjetivo, y en que no se puede
dudar de los axiomas. Ya veis, pobre Kant, que vues-
tro sistema cae deshecho; es que yo he penetrado en
la. intimidad de la conciencia hasta un punto adonde
no llegasteis vos (2). •
Yo me be figuradoalgunasveces el sentimiento de ho-
rror que se hubiera apoderado de Condillac y de los
analistasd~l siglo xvu, si hubiesen leído ese prefacio, y
se les hubiese dicho que el autor, escritor admirable,
babia empezadoporescucharsuslecciones. ¿Dónde está
el estilo exacto que ensenaban ellos? ¿Q.ué se ha hecho
de esa doctrina de los signos, comprobada en todas las

(l) Kant bablo de esa necesidad, y no del conocimiento que


se tienade ella.
(2) El equívoco se p1csontn con una decis ión candorosa er.
la página 59 do La Ve,.dad, la belteza y el bien.

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POR H. TAINE 85

eiencias·~ ¿Se ha olvidado que, si no se eonsidera las


palabr as como cifras, no se puede discurrir duran te
seis líneas sin cometer seis errores? ¿Dónde está aquel
amor al estilo sencillo, único inteligible, y aquella
aversión á las palabr as abstra ctas, siempre oscuras?
Tomo una cláusula muy- corta ; supongo que un ana-
lista del siglo XVII quiere compr ender la; cuéntese to-
das las transformaciones que deberá hacerla sufrir, y
júzguese, por el número de las traducciones, á qué dis-
tancia vaga y se extrav ía por encima de los hechos el
pensamiento filosófico de 111. Cousin :
cPágin a 16.-L os hechos voluntarios son los únicos
que ofrecen á los ojos de la conciencia el sello de im-
putabilidad y de personalidad.•
Un hombre ordinario no comprenderá estas P<~la­
bras : hechos volunta,·ios. 'l'ampoco sabe bien lo que
es esa abstracción personificada, dotada de ojos, con-
vertid a en testigo, y llamad a la conciencia. Le asus-
tarán completamente los dos terribles sustantivos im-
putabi lidad y personalidad. Necesitará acordarse de
que el uno proviene del verbo imputm · y el otro de la
palabr a pe1·sona. Hará el ensayo de una prime ra tra-
ducción y encon trará algo por este estilo:
cLas acciones queridas son las únicas que nos im-
putam os y que referimos á nuestr a persona.•
Desgr aciadamente, esa traduc ción pone al descu-
bierto un error. Las acciones que queremos no son las
únicas que referim os:\ nuestr a persona. No es verdad ,
como dice 1\L Cousin á renglón seguido, e que sólo la
voluntad sea la persona 6 el yo.• 1\iis dolores, mis pla-
-ceres, mis ideas, mis recuerdos, me pertenecen sin gé-
nero de duda. Yo los refiero á mi persona ; forman
parte de mi mismo.
Suprimamos, pues, el último miembro de la cláu-

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86 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX
- -----
sula, y traduzcamos nuestra traducción. Imputar es-
un término de jurisprudencia que no es preciso ; vale
más decir:
«Las acciones queridas son las únicas de que nos
juzgamos responsables. •
Responsable es una (metáfora, es decir, un término
inexacto y vago. Responder de una acción es sufrir su
pena ó recibir su recom pensa. Pongamos la definición
en vez de lo definido, y tendremos:
«Las acciones queridas son las únicas que juzgamos
dignas de castigo ó de recompensa."
Henos aquí á la postre en una frase ordinaria; ha
habido que suprimir un error y hacer tres traduccio-
nes; se necesitarían otras cuatro ó cinco para expre·
sar la cosa exactamente y como psicólogos. Ahora,
la precisión del estilo mide la precisión de las ideas; la
precisión de las ideas mide la exactitud de los razona-
mientos ; la exactitud de los razonamientos mide la.
autoridad merecida por las doctrinas. ¿Qué autoridad
merecen las doctrinas de M. Cousin?
Es que, por ser orador, no se es filósofo. Sócrates de-
mostraba, hace mucho tiempo, que la elocuencia no es
· la dialéctica, y que el arte de persuadir al público por
una elección hábil de razonamientos verosímiles no es
el arte de hacer análisis exactos y silogismos rigu-
rosos. Ese amor apasionado por la demostración pura
que distingue al filósofo, esa preocupación escrupu-
losa por el sentido de las palabras, esos hábitos algé-
bricos, esa vuelta incesante sobre si, esa duda in-
nata que le impide forjarse ilqsiones y le lleva á me-
dir perpetuamente el grado de probabilidad de lo que
los demás llaman certidumbre, ese menosprecio del
1 sentido común, ese odio hacia los argumentos del co-
razón, esa fe absoluta en la observación y en la

t
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POR H. TAIN E 87
pro-
prue ba , esa necesidad etern a de nuev as com
ctos
baciones : he ah! las cualidades que seria n defe
razo na-
en un orador. Le impedirían enco ntra r los
El ne-
mientos populares; le aleja rlan del público.
grado
cesita. esta r por enci ma del público, pero un
nes se
tan sólo . Hay que pare cers e á aquellos á quie
tos
trata de pers uadi r; no se pene tra en sus sentimien
uis-
más que adquiriendo sus sentimientos; para conq
de su
tar su espl ritu, hay que pleg arse á los hábitos
stica
espiritu. Esa impotencia en filosofla es cara cterí
do el
del espi ritu oratorio. Es más visible aún cuan
riag a
orad or es capa z de entusiasmo, cuan do se emb
alad as,
con el sonido de sus pala bras , cuando sus ideas
se arrem olina n, se
acudiendo en tropel, se acum ulan ,
ra., al
leva ntan y le arra stran , en prec ipita da carre
todos los erro res.
trav és de todas las verd ades y de
pen-
Entonces es cuando excl ama , á rese rva de arre
ienci a no es un
tirse más tard e : • El Dios de la conc
allá de
Dios abst racto , un rey solit ario, colocado más
una etern idad
la crea ción sobr e el trono desierto de
eja
silenciosa y de una existencia absoluta. que se asem
Dios verd a-
á la nada mism a de la exis tenc ia ; es un
espacio
dero. y real, uno y vari os, etern idad y tiempo,
total ida.d,
y núm ero, esencia y vida , indivisibilidad y
ser des-
principio, fin y medio, que desde la cumbre del
y finito á
ciende hast a su más humilde grado, infinito
a y hu-
la vez, triple, en fin, es decir : Dios , natu ralez
ra á estas
man idad á un tiempo junto . ~ ¡Y cómo cuad
rac-
efusiones lirica.s el estilo vago y alem án! Las abst
turb ada pa-
cion es se ati'opellan; ante la imaginación
una.
san formas oscu ras; en el cerebro se agita y gira.
os, poe-
rond a de ente s metafisicos, grandiosos y vacl
cabezas
sia confusa y sublime que recla man todas las
bast a
juveniles de Alem ania , y que, con la cerv eza,

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88 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX
-----
para llenar las á los veinte anos. Nosotros éramos un
poco alemanes en 1828, en la época de las célebres lec-
ciones que citaba no ha mucho ; se iba á ellas como á
la Opera, y á la verdad lloquello era una ópera. El im-
petuoso orador !>acaba á escena y hacia desfilar en una
hora á Dios, la natura leza, la humanidad, la filosofía,
la indust ria, la historia, la religión, los grand es hom-
bres, la gloria y otras muchas cosas más; esa sinfon la
cn.ntada por un solo hombre daba >értigo, y los esplri-
tus, acostumbrados á las tranqu ilas disertaciones de los
sensualistas, se inclin aban, como ante un revelador,
ante el poet11 que poblab a su imaginación de esos pro-
digiosos fantasmas, y los transp ortaba , deslumbrados,
á un mundo cuya existencia no sospechaban. Después
hemos visto á i\1. Cousiu entibi arse, despojarse de su
poesia, reducirse á simple orador , y emple ar un estilo
más mesurado. No obstante, á. veces retolla su ju-
ventud; todavla se inftama; se comprende entonces
que olvida á sus oyentes; ve surgir ante si su idea; se
enamo ra de ella; renace su entusiasmo, y escribe el
siguiente periodo, cuyo acento arreba tado y poético
oigo desde aqul. Se trata de los a.mores de Condé, otro
soldado impetuoso á quien admir a como hermano, r
cuya paaión por l\IUe. de Vigean acab:1. de cantar .
e Después no conoció yv. má.s que la. embria
guez pasa-
jera de los sentid os, sobre todo la de la guerra , para
la cual habla nacido, y que era su verdad era pasión;
su verdad era amant e, su partido, su pafs, su rey, el
gran objeto de su vida, y altern ativam ente su ver-
giienza y su gloria. •
Re a.hl lo que el estilo de l\1. Cousin nos enseña so-
bre M. Cousin. Es sobre todo orado r: gran peligro
para lv. filosofía que él transf ormar á en disertaciones
4>r:J.tor ias, cuando no introduzca en ella ideas vagas ,

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POR H. TAINK 89
razonamientos dudosos, palabras equivocas y errores.
Es un poco poeta; el peligro es más grande aún; trans-
formará. la filosofía en una sinfonla metafísica, que
arrastrará. á. todos los esplritus, que le arrastrará á él
mismo, que le hará atravesar el Rhin, á riesgo de per·
<ler pie, con la certidumbre de no olvidarlo nunca y de
tener que sentir siempre.

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'

CAPITULO V

:W, COUSlN HISTORIADOR Y BIÓGRAFO

Nadie ha estudiado más el siglo XVII que M. Cousin.


Como historiador, apenas ha estudiado más que el si-
glo xvn. ¿Le ha conocido y le ha dado á conocer al
público? '
Supongamos que se pide á M. J osse que describa los
collares, los brazaletes, la.s cadenas y los adornos ex-
puestos en su tienda. Responderá de seguro: e Mis co-
llares, mis brazaletes, mis cadenas, mis adornos son
magníficos. Se formarán ustedes idea exacta de ellos
r epresentándose objetos de la mayor belleza. El oro
es de suprema finura, los diamantes del agua más her-
mosa ; no los encontrarán ustedes iguales en ninguna
joyeria. El trabajo es exquisito ; no hay obreros tan
hábiles como los mios. Jamás se vió nada tan rico ni
galano."
Nos vamos provistos de esta descripción; pero yo no
sé si conocemos la tienda de M. Josse.
M. Cousiu ha descrito el siglo xvu de la misma ma-
nera sobre poco más ó menos, y por la misma razón.
Estaba en su centro, y, sin saberlo, se juzgaba á si
mismo. Tal talento, tal gusto. Su espiritu se parecia al

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POR R. TAINE 91
del siglo xvu; no ha podido menos de amar, de admirar,
de alabar únicamente el siglo xvu. lla dicho en todas.
partes : bello, perfecto, sublime, y no ha descrito ni
definido aquello de que hablaba.
Es que era joyero. El espiritu del siglo xvn, sobre
todo durante la primera mitad, es, como el suyo, com-
pletamente oratorio. El público ha cursado su retórica
con Balzac. Se toma por asunto esas ideas generales,
esas descripciones de sentimientos, esas verdades me·
dias, que son el objeto propio de la elocuencia. Se di-
serta con 1\llle. de Scudéri, se hacen retratos con Ma-
demoiselle, se aprende el francés puro con Vaugelas,
y se tiene el prurito de hablar y escribir bien. Se tra-
baja por desenvolver una idea, por presentarla suce-
sivamente bajo varias formas, por introducirla de una
ó de otra manera en el espíritu menos atento y menos
penetrante. Se guarda fielmente el orden natural de
los pensamientos, se cuidan las transiciones, se camina
paso á paso sin sentar jamás un pie más de prisa ni
más lejos que el otro, y con la regularidad de una pro-
cesión. Se evitan las metáforas extremadas, se huye
de las imágenes atrevidas, se disminuye el número de
las palabras familiares, se empieza á. no emplear más
que los términos generales. Se observan las convenien-
cias, se practica la gravedad, se alcanza el estilo no-
ble y se entra de lleno en el periodo . ¿Qué significa
todo este cambio sino el nacimiento de la razón ora-
toria? ¿Y en qué consiste el talento de 111. Cousin sino
ton la posesión de esa facultad, en el arte de desarro-
llar bien, eu la buena composición, en el don de expli-
car en estilo elevado y claro las verdades medias? De
donde resulta que, cuando considera el advenimiento
de ese espiritu, novo eo él , como el público, el naci-
miento de un género particular, que tiene su dominio,

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92 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX

pero también sus limites; que tiene sus méritos, pero


también sus defectos. Ve en él la perfección mis-
ma: es la Belleza que baja á la tierra, y principia su
viaje por el hotel de Rambouillet. No muestra lo que
la falta; no la opone á la de los siglos que preceden ó
siguen ; la coloca en el trono, prosterna. ante ella al
siglo xvm, y por toda definición nos dice : •Adorad. »
Y la verdad es que no todo merece ser adorado. La
razón oratoria, admirable en su dominio, deja de ser-
lo cuando ~ale de él. Entremos en uno de esos salones
de que l\1. Cousin se hace secretario; J::tusquemos nues-
tros textos en el mismo l\1. Cousin. ¿Se cree que la
gran frase periódica, recargada de proposiciones inci-
dentales, sea muy á propósito para expresar la ani-
mación, la jovialidad, la vivacidad de la conversación
ligera? Véase un billete de la m:.1rquesa de Sablé so-
·bre las viruelas de JUlle. de Bourbon, •broma agrada-
ble•, si se quiere, pero escrita con la solidez de un ra-
zonamiento metafísico:
•Os he encontrado tan al corriente de todas las pre·
cauciones de la cobardía, que dudo un poco si tuve
razón al disputar, hace dos días, con una amiga vues-
tra que habíais visto á l\!lle. de Bourbon sin ningún
espanto . No es, como comprenderéis, que yo quiera
quitar á vuestra generosidad todas las ventajas que
merece: porque sé muy bien que, si necesitaseis de
ella, os permitirla sobreponeros á todas esas cosas
para no faltar nunca á ningún deber ... Sin embargo,
habéis· hecho tan bellas reflexiones sobre la timidez,
que tengo motivos para esperar que, puesto que co-
nocéis tan bien los peligros, podréis temerlos uu día,
y daréis al fin á vuestros amigos el placer de con-
servaros mejor en el porvenir.»
Aprisionadas en estas frases, las ideas parecen r!gi-

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POR R. TAINE 93
das; cree uno ver mujeres envaradas por corsés apre·
tados, bardadas de gorgueras inmensas, agobiadas por
la multitud de los pliegues de sus vestidos macizos, y
haciendo su reverencia con la majestad matemática
de un poste. Seis páginas más lejos, 1\1. Cousin cita
otro billete •de una ligereza verdaderamente nota-
ble•. ¿Q,ué decls de esta ligereza?
•Creo que no hay nadie más que yo que haga tan
bien todo lo contrario de lo que quiero hacer: porque
es verdad que no hay nadie á quien yo honre más que
á vos, y me he dado tales trazas, que es casi imposible
que podáis creerlo.•
1\1. Cousio se parece á un hombre que, después de
haber manejado moles de plomo de trescientas libras,
encontrase una masa de doscienta.s, y dijese con satis-
facción: •Esta es ligera.• El ingenio llegó tarde en el
siglo xvn. En tiempo de la Bruyere (1687), y por con-
fesión de la Bruyere, sólo tenia algunos anos de fecha.
Y realmente no hizo más que visitar :\ los contempo-
ráneos de Luis XIV. No estaba all1 su dominio. Encon-
trn.ba ensenoreadas, en su puesto, la gravedad y las
conveniencias. Esperó, é hizo bien. Ese siglo xvm, tan
despreciRdo, cesas muñecas encantadoras, perfuma-
das y empolvadas•, Voltaire y Montesquieu le reco-
gieron, y empezó la verdadera conversación. En el ho-
tel de Rt\mbouillet se disertaba; en casa de 1\IIIe. d'Epi-
nay se supo hablar. Se revistieron de formas amenas
las cuestiones graves; la filosofia, sin dejar de ser pro-
funda, se hizo festiva. El tono alegre y el estilo bur-
lón la dieron alas. Voló por toda Europa, é hizo lo que
sabemos.
Juntamente con el estilo pesado, el esplritu oratorio
produce el estilo trivial. Las verdades medias en que
se ejercita son los lugares comunes; y, como los des-

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94 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX

arrolla, los hace más comunes aun. Entonces eran


nuevos, y parecla.n interesantes; hoy difunden un has-
tlo mortal. Nadie puede leer á Boileau sino en calidad
de documento histórico; sus disertaciones sobre la
verdad, sobre el honor, sobre el estilo, se parecen á
las amplificaciones de un escolar aplicado y ducho en
versos. Las novelas de Mlle. Scudéri son de una lon-
gitud infinita y de una insulsez asombrosa; emplea
una página en explicar lo que nosotros dirlamos en
una palabra. Dejemos los grandes hombres, escuche-
mos las conversaciones, leamos las cartas de todo el
mundo; no concebiremos que se ha.ya podido oir sin
bostezar cosas tan hueras. El empleo del estilo regu-
lar y de las palabras generales contribula aún á bo-
rrar la originalidad de las ideas; muchas veces una
observación ordinaria, escrita en estilo familiar ó ex-
presada á modo de paradoja, interesa; pero entonces
el giro familiar hubiese parecido bajo, y el giro para-
dójico hubiese parecido inconveniente. En cambio, se
reputaba muy elegante y muy ingenioso este cumpli-
do de Voiture: •Baronesa llena de dulzura, ¿sois ma-
dre, sois hermana de esas dos beldades tan gentiles
que llaman vuestras hijas?• y 1\1. Cousin, por imita-
ción, cae en frases del mismo gusto: •A l\llle. de Vi-
gean se la llama la Aurora de la Barre, por el nom-
bra de la quinta. de recreo de qtM era e~ más bello 01'-
nato ( L).• La insulsez es una. enfermedad contagiosa,
y el salón de la Barre echó á perder á su historiador.
Saludemos á la gente de salón, pero sin inclinarnos
demasiado; parecerlamos plebeyos que, admitidos en
la buena sociedad por favor ó por equivocación, y ma-
ravill!!>dos de ese honor extremo, ponderAsemos á los

(1) La juventud doMad. de Lougueville, p. 199.

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POR H. TAINE 95
ojos de nuestros amigos nuestra. buena suerte, arrodi-
llados en público delante de nuestros nuevos patro-
nos. ¿BI\.i:lta presentarlos siempre como nobles, heroi-
cos, generosos, llenos de elocuencia, de virtud y de
genio? La sociedad que pinta M. Cousin es una aristo-
cracia, y el alto nacimiento, es verdad, conduce á la
altivez, á veces á la grandeza de alma, siempre á la
elegancia y á las buenas formas; juntamente con la.
riqueza da la seguridad, la holgura y la afición á las
ocupaciones del espíritu; crea hombres de mundo,
hombres de guerra, hombres de corte, y á veces
hombres de corazón. Pero engendra el orgullo de cla-
se y lns costumbres de antecámara, y ese lado de la
medalla bien valía la pena de ponerse de manifiesto.
No cabe imaginar, antes de leer las memorias origi-
nales, en qué abismo de pequeñeces precipitó ese or-
gullo á la nobleza. Saint-Simon cita dos duquesas que
habiéndose disputado la preferencia en una ceremo-
nin. pública, se injuriaron, se empujaron con el codo,
y al fin •sacaron las uñas•. Se sabe el número infinito
· de disputas, de negociaciones, de tratados en regla
que produjeron 1~ cuestiones de •taburete•. Presen-
tar la camisa al rey y á los príncipes, obtener el can-
delero, tener el derecho de constiparse en los coches
d~l rey y de ahogarse en un entresuelo de l\Iarly: tales
son los graves intereses que absorben las fuerzas y el
pensamiento de los hombres mlls capaces, y que, se-
gún el resultado, los transportan de júbilo ó los su-
men en la mayor desesperación. •¡Ay!, se dice un
mandarlo en China, yo no tengo más que doce boto-
nes en mi vestido, y mí colega lleva trece. 1\!is boto-
nes son azules, y los suyos amarillos. ¿Cómo ha. podi-
do ese hombre afortunado soportar, sin morirse, tal
exceso de felicidad celeste?•

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96 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX

De abi también esa insolencia contra los inferiores


y ese desprecio que desciende de grado en grado, des-
de el rango superior basta el último. Cuando la ley
consagra en una sociedad condiciones desiguales, na·
die está exento de insulto; el gran sefior, ultrajado por
el rey, ultraja al noble, que, á su vez, ultraja al pue-
blo¡ la na.túraleza. humana se ve humillada en todos
los grados, y la sociedad no es ya más que un comer-
cio de afrentas. El duque de Guisa se bate con Coli·
gny, que tropieza y cae; Guisa le dice: eN o quiero mata-
ros, sino trataros como merecéis, por haberos dirigido
á un príncipe de mi nacimiento sin la debida justifica-
ción.• Y le da de plano con la espada. Yo prefiero ser
un humilde burgués en una sociedad de humildes bur-
gueses á ser un gran sefior en una sociedad de gran-
des señores. Es verdad que no tengo el derecho de in-
sultar á nadie, pero tengo el derecho de no ser insul-
tado por nadie. Saludo á .M. Jourdain, pero soy salu·
dado por Dorante. Eso es más agradable que r ecibir
puntapiés de Dorante y dárselos á M. Jourdain.
Una última consecuencia de la desigualdad es el
odio á. la ley. Porque la ley funda la igualdad, some-
tiendo las mismas faltas á las mismas penas. Los que
se aprovechan de la desigualdad son sus enemigos na·
turales, y, por defender de todo ataque la desigual-
dad y la injusticia, hacen la guerra á la justicia y
al derecho. Esa aristocracia, tan admirada por 1\L Cou·
sin, se levantó cuatro veces contra Maria de Médicis
• por tener títulos, cargos y pensiones. La regente era
débil; se trataba de •hacerse valer• y de sacar la. ma-
yor parte posible del tesoro público. Aquello era la
mendi~idad á mano· armada, la guerra emprendid a.
contra el interés público, el robo practicado contra el
Estado por los defensores naturales del Estado. A Ri-

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POR R . 'lAINE 97
a fuerza y en la sinceridad de sus sensaciones. Fuera
de eso, es impotente; el arte de pensar y razonar ex-
cede su alcance. Tales hombres pierden todo genio
al perder su ardiente fiebre. Balbucean de una mane-
ra torpe y pesada secas crónicas, especies de nlmana-
ques históricos. Los tomarfais por campesinos que, al
volver de las faenas, van á escribir con tiza en una
mesa ahumada la fecha de unn. escasez, el precio del
trigo, los cambios de tiempo y las defunciones (1). No
de otro modo, al lado de las secas crónicas de la Bi·
blia que tartamudea n la serie de los reinados y de las
matanzas judaicas, se despliegan la exaltación de los
Salmos y el delirio de las Profec!as. El mismo poeta
llrico puede ser alternativa mente un zote y un hombre
de genio, porque el genio le entra y se le marcha como
una enfermedad, y, en vez de poseerle, le sufre:
•Año del Seiior 611. Este afio Cynegills empezó á
reinar en Wessex, y ocupó el trono treinta y un in·
viernos. Cynegills era hijo de Ceol; Ceo! era hijo de
Cutha, y Cutha de Cyuric.
»614. Este año Cynegills y Cwichelin combatieron
en Bampton, y mataron dos mil cuarenta y seis ga-
leses.
•678. Este año apareció un cometa en Agosto, y
brilló todas las mafianas durante tres meses, como un
rayo de sol. Habiendo sido echado de su obispado el
obispo Wilfrid por el r ey Everth, fueron consagrados
en su lugar dos obispos.
»901. Este afio murió Alfredo, el hijo de Ethelwolf,
seis dfas antes de la misa de todos los santos. Era rey
de toda la nación inglesa, excepto de la parte que es-
taba bajo el poder de los daneses. 'l'uvo el gobierno

(1) Ingram 's Saxon cMonicle.


7

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98 HISTORlA DE LA LITERATURA INGLESA

treinta inviernos, menos un afio y medio. Y entonces


tomó el gobierno su hijo Eduardo.
·902. Este afio hubo un gran combate en el Holme
entre los hombres de Kent y los daneses.
•1077. Este afio se reconcililuon el r ey de los fran-
cos y Guillermo, rey de Inglaterra; pero duró poco
tiempo. Este nilo, la noche antes de la Asunción de
Santa Maria, ardió Londres tan terriblemente como
nunca antes desde que se edificó. •
Así hablan, con una sequedad monótona, los pobres
monjes que, después de Alfredo, compilan y anotan los
acontecimientos salientes y visibles; de vez en cuando,
algunas reflexiones piadosas, un movimiento de pa-
sión, y nada más. En el siglo x, el rey Edgardo da una
finca á un obispo, á condición de que ponga en sajón
la regla monlistica, escrita por San Benito en latín. El
mismo Alfredo es casi el último de los hombres cultos;
y no llegó á serlo, como Carlomaguo, más que á fuerza
de volunta<l y de paciencia. En vano los grandes espl·
ritus de ese tiempo tratan de asirse A los restos de la
bella civilización antigua, y de levantarse sobre la tu-
multuosa y fangosa ignorancia en que los demás se
revuelcan; se l~vantan casi solos, y, muertos ellos, los
restantes vuelven á hundirse en su cieno. La bestia
humana es la soberana entonces; el esplritu no puede
encontrar su puesto entre las rebeliones y los apetitos
de la. sangre, del estómago y de los músculos. Aun en
el pequefio circulo en que trabaja, su labor no da re·
sultados. El modelo que se ha propuesto le oprime y
le encadena en una imitación que le corta los vuelos:
no aspira mlis que á copiar bien. Zurce centones que
llama·versos latinüs; se afana por dar con los giros au-
ténticos de los buenos modelos; no consigue más que
fabricar un latiu enfático, corrompido, plagado de dis-

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POR H. TAINE !)\)

lates. En punto á ideas, los más profundos repiten doc-


trinas muerta s de autores muertos. IIacenm anuale sde
teologl::t y de filosofla, siguiendo á los Padres; Erígen a,
el más docto, llega á reprod ucir las complicadas espe-
culaciones de la metafísica alejand rina. A qué distan-
cia se ciernen esas especulaciones y e~as reminiscen-
cias, sobre la gran muchedumbre bárbar a que ruge y
se agita en las bajas regione s, no hay pt~labras que
puedan decirlo . Se ve un rey de Kent, en el siglo vn,
que no sabe escribir. Figuraos bachilleres en teologla
que diserta sen delante de un auditorio de carrete ros,
no de carrete ros pnrisienses, sino de carrete ros como
los que aún existen en .Auvernia ó en los Vosgos. En
medio de esos clérigos que piensan como estudiantes
aplicad os, según sus autores favoritos, y están sepa-
rados doblemente del mundo á titulo de hombres de
colegio y de hombres de convento, Alfredo es el único
que, á titulo de seglar y de esplritu práctic o, desciende
hasta el alcance de su público con sus traducciones en
lengua sajona y con sus versos st~;jones; y ya se ha
visto que su esfuerzo fué estéril, como el de Cario-
magno. Habla. una murall a infranq ueable entre la
docta literatu ra antigua y la informe barbu.rie pre-
sente. Incapa ces de entrar en el antiguo molde, y obli-
gados á entrar en él á la fuerza, le retorcl an. No pu-
diendo r ehacer las ideas, r ehacían el metro. Tratab an
de deslum brar á sus colegas en versificación por el re-
finamiento de la factura y el prestibio de la dificultad
vencida: bien as! como, en nuestros colegios, los bue-
nos alumnos imitan el estudiado a rtificio y la. simetrí a
de Claudiano, más bien que la dc~envoltura y la va-
riedad de Virgilio. Se ponlan grillos en los pies, y pro-
baban su fuerza corriendo con sus trabas. Se impo-
nían las reblas de la rima modern a con las reglas de

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100 HISTOIUA DF; LA LITERATUR A INGLESA

la cantidad antigua. Añadían á ellas la exigencia de


empezar cada verso con la misma letra que el ante-
rior. Algunos, como Aldhelm, escribían acrósticos cua-
drados, en que el primer verso, repetido al fin, se en~
centraba también á la izquierda y á la derecha; furma-
do as! por las primeras y últimas letras de todos los.
versos, abraza toda la composición, y el trozo de poe-
sfa se <l.Semeja A un trozo de tapiz. Extrafi;ls proezas.
literarias que transforma n al poeta en ar tesano, y
atestiguan la oposición que existía entonces entre la
cultur a y la naturalez:J., y que estropeaba á la vez la
forma latina y el espíritu sajón.
Más alla de estl. barrera que separaba invencible·
mente á la civilización de la barbarie, habla otra no
menos fuerte, que separaba al genio sajón del genio
latino. La poderosa imag:nación germánica , adonde
afluyen súbitament e las imágenes brillantes y oscu..
ras, para desborda.rs e después ~ sacudidas, contras·
taba con el espíritu ra.zona.dor, cuyas ideas se ordenan-
y desarrollan en filas regulares; por manera que, si el
bárbaro conservaba en sus ensayos ch\sicos algunr(
porción de s u~ instintos primitivos, no llegt\ba ¡\pro..
ducir más que una especie de monstruo gr otesco y ho··
rrible. Uno de ellos, ese Aldhelm, pariente del re)-
Ina, que en el puente de la ciudad cantaba l~ la. vez.
baladas profanas é himnos sagrados, demasiado im-
buido en la poesi!l. nacional pat·a imitar simplemente·
los antiguos modelo:;, adornó los versos latinos y la
prosa latina con tod<~. la pompa inglesa (l)•. DiriasEf
un bárbaro que arranca untl. flauta de las m!l.nos hábi ..
l()S de un artista del palacio de Augusto, pttra soplar
alll con 'todos sus pulmones, como en una mugiente

( l} Expresió11 do Guillermo de i\Jalmesbury .

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POR H. TAINE 101

t rompa. Recarga de imllgenes exageradas é inco-


herentes la sobria lengua de los oradores y adminis-
tradores romanos; apareja de un modo violento las
expresiones con alianzas imprevistas y extravagan-
.tcs; acumula los colores; llega á la greguerla extraor-
dinaria é ininteligible de los últimos eskaldas. Como
que es un eskalda. que latiniza, y transporta á su
nuevo lenguaje los adornos de la poesla escandinava
-entre otros, la repetición de la mismn letra, repe-
tición extremada hasta el punto de que, en una de sus
eplstolns, hay quince palabras seg·uidas que empiezan
del mismo modo, y, para completar este número de
quince, pone un barbarismo griego entre las voces la-
tinas (1).-En los otros, en los legendarios, se volverá
!1 encontrar muchas veces esa deformación del latin
violentado por el aflujo de una imaginación demasiado
"ligorosa. Invade esta última hasta su pedagogla y su
ciencia. Alcuino, en los diálogos que compone para el
hijo de Carlomagno, emplea, á manera de fórmulas,
las frnsecillas poéticas y desenfadadas que pululan en
la poesla nacional. c¿Qué es el invierno? El destierro
del estlo.-¿Q.ué es la primavera? El pintor de la tie-
rra.-¿Q.ué es el aüo? La cuádriga del mundo.-¿Qué
es el sol? El esplendor del universo, la belleza del fir-
mamento, la gracia de la naturaleza, la gloria del dla,
el repartidor de las horas.-¿Qué es el mar? El camino
de los audaces, la frontera de la tierra, la posada de
!os rlos, el manantial de las lluvias . ~ Más aún: ter-
mina sus instrucciones con enigmas al estilo de los es-

(1) Primitos {pantorum procerum praeterumquo pio potis-


simum paternoque praesertim privilegio) pancgyricum poe·
mnt•que passim prosatorl sub polo promu lgnntes, stridule.
ovocum symphonia ac melodine cnutinelaeque carmiue modu-
~aturi hymoizemus.

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102 HISTOR IA DE LA LITF.RATURA. INGLESA

ka.ldas, como los que se encuen tran aún en los anti-


guo~ manuscrito:;, juntam ente con los cantos bárba-
ros: última nota del genio nacional, que, cuando se
afana por compre nder las cosas, deja á un lado la. de-
ducción seca, escueta y enlazad a, para emplea r la
imagen rara, lejana y multipl icada, y sustituye el
análisis por la sintesis .

VIII

Tal es esa raza que, llegada á última hora, en me-


dio de la decadencia do sus herman as, la griega y la
latina, trae al mundo una civilización nueva con un
carácte r y un espl.ritu nuevos. Inferio r á sus antece-
sores en varios puntos, en otros los supera . En medio
de sus bosques, sus cenaga les y sus nieves, bajo su
cielo inclemente y triste, en el curso de su larga bar-
barie, han conquistado el imperio los instintos rudos;
el germano no ha adquirido el genio alegre, la facili-
dad expans iva, el sentimiento de la belleza armoni o·
sa.; su corpanchón flemático sigue siendo feroz y rJgi-
do, voraz y brutal; su espfritu inculto y rfgido perma-
nece inclinado al salvajismo y rehacio á la cultura . Sus
ideas embotada,., y coaguladas, no acierta n á osten-
ta.rse desemb arazada y copiosamente, con un enlace
natura l y una regula ridad involun taria. Pero ese cs-
pl.ritu, privado del sentimiento de lo bello, no puede
ser más á propó~ito para el sentimiento de lo verdad e-
ro. La profun da y punzan te impresión que recibe del
contacto de los objetos, y que no sabe expres ar aún
más que con un grito, le eximir á más tarde de la re-

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POR H. TAIN E 103
a las cosas
tóric a latin a y conv ertir á su atención haci
el imperio
á expe nsas de las pala bras . Más aún: bajo
la resis tencia
del clima y de la soledad, del hábito de
y del esfuerzo, pon e sus ojos en un ideal
distinto: para
61 han conquistado la prim acia los insti ntos viriles y
encia, la
morales, y, entr e ellos, el anhelo de independ
ras, la apti tud
afición á las costumbres seria s y seve
del he-
para la abnegación y la veneración, el culto
s de una ci-
roís mo. He ahil os rudimentos y elemento
incl inad a
vilización más tard ía, pero más sana , menos
ntn.d a en la
haci a el plac er y la elegancia, mejor cime
a a.qui la
justi cia y la. verd ad (1). En todo caso, hast
d prim itiva ;
raza está. inta cta, inta cta en su tosqueda
desenvol-
la cult ura r ecibida de Roma no ha podido
ianismo,
verl a ni deformarla. Si ha entr ado alli el crist
genio nati-
es por afinidades natu rale s y sin alte rar el
que, á más
vo. Aho ra va á venir una nueva. conq uista
nes, se-
de ideas, trae también hombres. Pero los sajo
s vigoro-
gún costumbre de las raza s germ ánic as, raza
~:~as y fecundas, se han multiplic
ado enormemente des-
este mo-
de hace seis siglos; son quiz á seis millones en
mil hom·
mento, y el ejército normando es de sese nta
, aunq ue
bres (2). Y esos normandos, aunq ue alter ados
s del mar, no
(1) En Islan dia, patri a de los más feroces reye usos; no
; las cárce les so han desti nado á otros
hay ya crímenes
hay más ca.stigos que mult as. des, y aun los
(2) Picl.oritU. hislo•·y, 1, 249. cTodns las ciuda
hoy pose e Ingla terra , parecen habe r
pueblos y lugarejos que
ión actual en pa·
existido ¡a en los tiempos sajones... La divis
rroq nias os casi sin alteración la del siglo x.•
trescientos mil
Según ol Doon~~day boolc, Turn er calcu la en cada familia e.s
los jefes de fami lia indic ados . Si
el n\Ímero de
s mil. Turn ar
de cinco personas. suma n un millón quiuionto
yend o los cuatr o condados do!
11f!ade otros quin iento s mil, inclu los monjes y el
otras gran des ciuda des, y
Norte, Londres y
No hay que acep tar
clero de los campos, que no se cuentan ...

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104 HISTORIA DE LA LITERATU RA INGLESA

afrancesados, son, por su origen y por algún residuo


de si propios, parientes de sus vencidos. Aunque im-
porten sus costumbres y sus poemas, aunque introduz-
can en la lengua más de un tercio de sus voces, esa
lengua sigue siendo completamente germánic a en el
fondo (1); si cambia su gramátic a, es de suyo, por su
propia fuerza, en el mismo sentido que sus parientes
del contine~te. Al cabo de trescientos al1os, los con-
quistados son los conquistadores; estos últimos hablan
el inglés; la sangre inglesa acaba por sobrepon erse en
sus venas á la sangre normand a por virtud de los ma-
trimonios. A la postre, la raza sigue siendo sajona. Si
el antiguo genio poético desapare ce después de la con-
quista, es como un rlo que se sume en el suelo y corre
bajo tierra. Volverá á salir de alli á quinientos afios.
estas cifras sino con toda clase do reservas. Sin embargo, est:in
do acnordo con las dol\Iackintosh, do Jorge Chalmers y do otros
varios; muchos hechos prueban quo la población sajona ora
numerosfsima y completamente desproporcionada con lapo·
blación normanda.
(1) Warton , History of Eng!i$h poetry. Prólogo; Skeat,
Etymologic at Dict;onary .(Los cuadros do! fin consignan la pro-
porción de las voces sajonas y de las voces normandas.)

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CAPITULO li

LOS KORMAN DOS

l. Formación y carácter del hombre feudal.


U. Expedición y carácter de los oormando s.-Contras te entre
normandos y sajonos.-L os normandos son frnnceses. -Cómo
se hicieron franceses. -Su gusto y su arquitectu ra.-Su cu-
riosidad y su literatura .-Su caballería y sus diverBiou es.-
Su táctica y su éxito.
m. Indole del espirilo francés.-D os rasgos principales: ideas
definidas é ideas enlazndas.-Construc ción psicológica del es-
pfril u francéa.- Narraciones prosaicas; falta de colorido y de
pasión; facilidad y verbosida d.-Lógica y claridad natural;
sobriedad; gracia y delicadeza; perspicacia y burla. - El or-
den y el atractivo. -Qué género de belleza y qué clase de
ideas han traído al mundo los franceses .
IV. Los normando s en Inglaterra .-Su situación y su tiranfa.-
Importau su literatura y su leng ua.-Olvld an su literatura y
su lengua.-P oco á poco aprenden el inglés.-Po co á poco el
inglés se afrancesa.
V. Traducen en inglés libros franceses. Palabras de s ir John
i\fandeville -Layamon , Roberto de Glouccste r, Roberto de
Brunne.-I mitan en inglés la literatura francesa.- Manuales
morales, canciones, fabliawx:, cantos de gesta.-Br illantez,
frivolidad y vacuidad de esa cultura francesa.
·vi. Barbarie é ignorancia de esa civilización feudal -La can·
ción do gesta de Ricardo Corazón de León. y los viajes de sir
Jobo de Mandeville - Pobreza de la literatura importada é
implantada en Inglaterra. - <'or qué no dió resultados en el
continente ni en lm¡l3terra .
VII. Los sajones en lnglaterra .-Persisten cia de la nación sa-

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106 HISTORIA DE r,A. LITERATURA INGLESA

jona y formación de la constitución inglesa.-Persistencia


del carácter sajó!l y formación del carácter inglés.
VIII á X. Oposición entre el héroe popular de Fr3ncia y el de
Inglaterra.--Los fabUat'X del Zorro y las baladas de Robín
Hood.-Cómo el carácter sajón mantiene y prepara la liber-
tad polftica.-Contrasle del estado de los pueblos en Francia
y en lnglaterra.-Teor!a de la cons titución inglesa por sir
John Fortescue.- Cómo la constitución de la nación sajona
mantiene y prepara la libertad politica.-Situación de la
Iglesia y precu rsores de la Reforma en Inglaterra.-Pedro
P lowman y Wyclef.-Cómo el carácter sajón y la situación
de la Iglesia normanda prepara la reforma religiosa. -In-
oomplemento é impotencia de la literatura nacional.-Por
qué no prosperó.

Hacia ya siglo y medio que en el continente se ha-


bía formado una sociedad nueva, surgiendo nuevos
hombres en medio de la disolución universal. Por fin,
los valientes se hicieron firmes contra los normandos
y los salteadores. Hablan sentado la planta en el sue-
lo, y el esfuerzo de sus grandes corazones y de sus bra-
zos contuvo el caos móvil de las cosas que se derr um-
baban. En la desembocadura de los rlos, en los desfi-
laderos de los montes, en el linde de las marcas de-
vastadas, en todos los pasos peligrosos, hablan cons-
truido sus fortalezas, cada uno la suya, cada uno en
su tierra, cada uno con su bando de fieles; y vivlan á
la manera de un ejército diseminado, pero en guardia, f
acampados y coligados en sus castillos, con las armas
en' la mano y enfrente del enemigo. Bajo esa disciplina
se habla formado un pueblo temible: corazones fieros

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POR H . TAllolE 107

en cuerpos atléticos (1), incapaces de temor, sedientos


de acciones violentas, uncidos para la guerr a perma -
nente, porque en la guerr a permanente ~e habían tem-
plado; héroes y bandidos que, para salir de su soledad,
se lanza ban á las empresas avent urera s y se iban á
Sicilia, á Portu gal, á Españ a, á. Livonia, á Palestina,
á Ingla terra, á conquistar tierras 6 á ganar el paralso.

II

El 27 de Setiembre de 1066 podia verse un gran es-


pectáculo en la desembocadura del Somme: cuatro-
cientos navlos de gran velamen, más de mil lanch as
de transp orte, y sesen ta mil homb res que so emba rca-
ban. El sol lucia espléndidamente después de prolon-
gadas lluvias; sonaban las trompetas; los gritos de
aquella multitud armad a sublan hasta el cielo; en la
playa , en el anchuroso rlo, en el brillante y espacioso
mar que mAs allá se dilata , ergulanse como un bosque
hasta perderse de vista los mástiles y las velas , y la

(1) Véase. entre otras pintur as do costu mbres, los primeros


relatos de la primer a cruzada: GodoCredo parte un sarraceno
hasta In cintur a.-En Palestina, una viuda estaba obligada á
casarse basta los sesenta ailos, porque ningúc feudo podf! q ue·
dar sin defensor. -Un jefe espal!ol dice á sus hombres extenua-
dos, después de una batalla: Muy cansados y heridos estáis;
pero venld á batiro s conmigo contra esa otra tropa: las heridas
fresca~ que recibamos no~ harán olvida r lus que hemos
recibi-
do.»- En aqnel tiempo -dice la Crónica gene•·a ~ de Españ a-
los reyes, condes y nobles . y todos Jos caballe ros, ti tln de estar
dispuestos á todas horas, tcnfan sns caballos en la estancia don-
de dormfan con sus nl ujeres.

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108 HIST ORIA DE LA LITE RATU RA INGLESA

enor me flota se ponía en movimiento á impulsos


del
-viento Sur (1). El pueblo que tran spor taba se
decla
orig inari o de Noruega, y se le hubiese podido
cree r
pari ente de aquellos sajones á quienes iba. á com
batir ;
pero llev1.1.ba consigo una. multitud de aven turer
os que
habl an acudido por todos los caminos, de cerc
a y de
lejos, del Norte y del Mediodía, del Maine y de
Anjou,
del Poitou y de Bretaiia., de la Isla de Fran cia
y de
Flan des, de Aquitauia y de Borgofia (2); y él
mismo,
en sum a, e?'a f'rancés.
·-..¡
~_,rr«t.Q ~ ¿Cómo es que, conservando su nom bre, habl a
cam -
biado de natu ralez a, y qué serie de renovaciones
ha-
bl:~. hecho de un pueblo germ ánic
o un pueblo latino?
Es que ese pueblo, cuando llegó á Neustria, no
era un
cuerpo de nación ni una raza pura . No era más
que
una band a, cuyos miembros, casándose con las
muje·
res del país, infundlan en sus hijos la savi a extr
anje -
ra. Era una band a esca ndin ava, pero engr osad
a por
todos los bigardos valie ntes y todos los infelices
des-
esper ados que vaga ban por la tierr a conquista
da (S);
y en este concepto tamb ién, recib ía en su prop
ia sus-
tanc ia la savi a extr anje ra. Por otro lado , si mez
clab a-
bia en la trop a erra nte, may or la hubo en la trop
a es-
tablecida; y la paz, con sus infiltraciones, lo
mism o

(1) Véanse, para todos los detalles, las


Crónicas anglo -nor-
1/landas, nr, prlg 4, citadas por Agus tín Thie
rry.Yo mism o he
visto el sitio y el paisa je.
(2) En Hasti ngs, de tres colum nas de ataqu e, habla
dos for-
madas por los auxil iares . Apar te de todo, los
croni stas no se
engai'ian sobre el hecho capit al: todos convienen
en decir qne
logla terra fné conquistada por franceses.
(3) Un pescador de Ruan , soldado do Rollo, fué
quien mató
a l duqu e de Fran da en la desembocadura del
Eure . Has-
tings ; el famoso rey de mar, era hijo de un labra
dor de los al-
r ededo res de 1'roy es.

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POR H. TAINE 109

que la guerra con sus recluta s, vino á alterar la inte·


gridad de la sangre primiti va. Cuando Rollo, después.
de reparti r la tierra entre sus hvmbres, ahorcó á los
ladrones y á los que les prestaban ayuda, acudieron
gentes de todos los paises. La seguridad, la buena y
erigida~ justicia eran tan raras que bastaba n para 1

poblar un pals (1). Llamó á los extranj eros, dicen los
antiguos autores , cé hizo un solo pueblo de tanta gen-
te de diveroM procedencias•. Ede amasijo de bárba-
ros, de refugiados, de salteadores, de colonos emigra -
dos, habló tan pronto romanc e ó francés, que el se-
gundo duque, q lleriendo que su hijo aprendiese la len-
gua danesa , tuvo que manda rle á Bayeux, donde aún
estaba en uso. Las grande s masas acaban siempre por
formar la sangre , y las wás de las veces el esplritu y
la lengua. Por eso estos hombres, una vez transforma-
dos, se desentumecieron r ápidamente: la raza fabrica-
da resultó de esplritu despierto, mucho más despejad11.
que los sajones, sus vecinos de ultra-Mancha, entera-
mente semeja nte {l. sus vecinos de Picardi a, de Charo-
pana y de la Isla de Franci a. •Los sajones (2)-dice un
antiguo au tor- bebia.n á quién más, y consumi3n sus
rentas en festines ella y noche, mientras que se con-
tentaba n con habitaciones miserables: todo lo inverso
de los franceses y normandos, que hacían poco ga.sto
en sus bellas y espaciosas casas, siendo, por otra par-
te, delicados en el comer y esmerados en el vestir.•
Los unos, entumecidos aún por la flema. germán ica,
eran borrachos glotones á quienes tsacud!a á veces el
a cceso del entusiasmo poético; los otros, aligera dos

(1) «En el siglo x (dice Stcndhal) un hombre anhelab a dos


cosas: t.•, quo no le matasen ; 2. , tenor un buen vestido de
0

piel. ; Véase aqu! la Crónica de Fontene llr.


{2) Guillerm o de Malmes bury.

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lt
'
110 HISTOR IA DE LA LITERA TURA I NGLESA

por su transpl antació n y su mezcla, empezaban ya á


sentir las necesidades del esplritu. «Dentro de su pals,
hubieseis podido ver elevars e iglesias y monasterios
de un estilo antes desconocido• (primero en Norman-
dfa, y á poco en Inglate rra) (1). Inmediatamente se
habla desp!!rtado en ellos el gusto, es decir, el deseo
ue recrear los ojos, y de expres ar en formas sensibles
su pensamiento, un pensamiento nuevo: el a rco circu-
lar se apoyab a sobre una. columna simple ó sobre un
haz de columnitas; circulan las ventan as elegantes
molduras; abrlase el ro:~etón, sencillo aún, semejante
á la rosa de las zarzas, y desplegábase el estilo nor-
mando, original y medido, entre el estilo gótico cuya
riqueza anunciaba, y el estilo románico cuya solidez
record aba.
Con el gusto se despertó no menos pronto y natu-
ralmen te la. curiosidad. Los pueblos son como los ni-
nos: unos rompen á hablar fácilmente, y comprenden
al punto; otros rompen á hablar con trabajo, y com-
prenden tarde. Estos hablan hecho su educación de
prisa, ~í la francesa. Son los primeros que en Franci a
desemb rollaron el francés , fijándole, escribiéndole;
tanto, que aun hoy entendemos sus códigos y sus poe-
mas. En siglo y medio se hablan pulido hasta el punto
de encontr ar •ignorantes y groseros• (2) á los sajones .
Tal fué su pretext o para expulsa rlos de las abadfas y
de todos los buenos puestos eclesiásticos. Y á la ver-
dad, ese pretexto era también una razón, porque odia-
ban por instinto la r udeza estúpida. Entre la conquis -
ta y la muer te del rey Juan, establecieron en logia-

(1} PictoriaL histm·y, 1, Glú. Iglesias de Londres, de Snrum,


de Nórwich, Durbam , Cbiohcster, Peterbo rougb, Rocbester,
Here!o!d, Glocestcr, Oxford, etc. Guillerm o de ~íalmesbury.
(2) Expresión de Orderico Vital.

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POR H. TAINE 111
-
----------------enta y siete escuelas. Enriq ue
terra quinientas cincu
Beauclerc, hijo del conquistador, fué instruido en las
cienc ias; Enrique II y sus tres hijos lo eran también:
el mayor , Ricardo Corazón de León , fué poeta . Lan-
franc, prim er arzobispo normando de Cantorbery, ló-
gico sutil, discutió hábilmente sobre la presencia real;
San Anselmo, su sucesor, el prim er pensador del siglo.
creyó descubrir un~ nuev a prueb a de la existencia de
Dios, é intentó dar á la. religión carác ter filosófico, ha-
ciendo de la razón el camino de la fe ; grand e era la
idea cierta ment e, sobre todo en el siglo XII, y no cabla
ir más de prisa. Sin duda esa ciencia es la escolástica,
y aquellos terrib les tomos en folio mata n más esp1ri-
tus que los que alimentan ; pero se empieza como se
puede, y el silogismo, aun latino y teológico, no deja
de ser un ejercicio de la inteligencia y unl). prueb a de
ingenio. E ntre esos abades del continente que se ins-
talan en Ingla terra , óste crea una bibli oteca ; aquél,
fundador de una escuela, hace que sus alumnos repre_
sen ten la leyenda de S(l,nta Catal ina ; otro, escribe en
la.tln pulido, epigr amas e aguzados como los de i\!arcial~.
Son los placeres de una raza intelig~nte, ó.vida. de
ideas, de espír itu dispuesto y flexible, cuyo claro pen-
samiento no está ofuscado, como el de las cabezas sa-
jonas, por las alucinaciones de la embriaguez y los va-
pores del estómago voraz y ahíto . Les gusta n las plá-
ticas y los relatos de aven turas . Al· lado de sus cro-
nistas latinos, como Enrique de IIunt ingto n, Guiller-
mo de 1\lalmesbury, hombres reflexivos ya, y que sa-
ben, no sólo narra r, sino juzga r á veces, tienen cróni-
cas rimadas, en lengua vulga r, como la de Go:!ofredo
Gaim ar, de Benito de Saiote·llfaure, de Roberto Wace .
Y no creáis que sus versificadores pecar án por falta
de palab ras ni serán parcos en detalles. Son cuentis-

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112 nTSTORIA DE LA LlTERATURA INGLESA

tas, decidores, sueltos y nacla cortos de lengua. Canto·


r es, ni por asomo; hablan en sus poemas como en sus
crónicas: tal es su fuerte. Son los primeros que han es·
crito la canción de Roldán, amén de una multitud so·
bre Carlomagno y sus pares, sobre Arturo y Merlin,
sobre los griegos y los romano s, sobre el rey Horn,
sobre Guy de Warwick, sobre todo prlncipe y todo
pueblo . Sus troveros, como sus caballeros, cosechan á.
dos manos en el suelo galés, en el franco, en el latino,
y se lanzan por Oriente y Uccidente al vasto campo·
de las aventu ras. Hablan á. la curiosidad como los sa-
jones hablaban al entusiasmo, y deslien en sus largas
narraci ones claras y fluidus los vivos colores de las
tradiciones german as y bretonas: batalla s, sorpresas,
combates singulares, embajadas, discursos, pro cesio·
nes, ceremonias, cacerias, diversidad de sucesos entre-
tenidos, he ahi lo que pide su imaginación ligera y va-
gabunda. Al principio, en la canción de Roldán, se
contiene todavia; anda á paso largo, pero no hace más
que andar. Pronto le nacen las alas; se multiplican los
incidentes; pululan los gigante s y los monstruos; des·
aparec e la verosimilitud ; la canción del juglar toma
las proporciones de poema en manos del trovero, y
éste hablar la, como el viejo Nestor, cinco y hasta seis
anos seguidos, sin cansar se ni detenerse. Cuaren ta
mil versos no son mucho para satisfacer su locuacidad:
esplritu fácil, afluente, curioso, novelero, tal es el ge-
nio de In raza ; los galos, sus padres , paraba n á los
viajeros en los caminos para que les contasen noticias~
y se preciaban, como ellos, e de batirse bien y hablar
deleitosamen te•.
Al. par que los poemas caballerescos, tienen la ca-
ba.lleria en primer término, claro es, porque son ro-
bustos, y un hombre fuerte gusta probar su fuerza.

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POR B. TAINE 113

aporreando al prójimo ; pero también por afán de re·


nombre y por pundonor. Esta. sola palabra, el honor,
ha transformado todo el espiritu de la guerra. Los
poetas sajones la pintaban como un furor mortlfero,
como una locura ciega. que estremecla la carne y la.
sangre y despertaba. los instintos de la fiera rapaz; los
poetas normandos la describen como un torneo. La
nueva pasión que introducen en ella es la vanidad y
la galanterla; Guy de Warwick derriba á todos los
caballeros de Europa por merecer la mano de la se·
vera y desdefiosa Felisa. El torneo mismo no es má.s
que una ceremonia, algo brutal, sin duda, puesto que
se trata. de romper brazos y piernas, pero brillante y
francesa; hacer alarde de destreza y de valor, os ten·
tar la magoifice.ncia del vestido y de las armas, ser
celebrado y agradar á las damas, son sentimientos
que indican hombres más sociales, mAs sumisos á la
opioión, menos concentrados en la pasión personal,
exentos de la inspiración llrica y de la exaltación sal·
vaje, dotados de otro genio, puesto que se inclinan á.
otros placeres.
Esos son los hombres que á la sazón desembarcaban
en Inglaterra. para importar nuevas costumbres y un
nuevo esplritu, francés en el fondo y en la lengua,
aunque con caracteres propios y provinciales : hom·
bres positivos si Jos hubo, atentos al lucro, calculado-
res , con los nervios y el arranque de nuestros solda·
dos, pero con astucias y precauciones de procurado·
res; corredores heroicos de aventuras provechosas,
que hablan viajado por Sicilia y por Nápoles, y estaban
dispuestos á. viajar por Constantinopla. y Antioqula,
pero para tomar el país ó traer dinero; pollticos su ti·
les, acostumbrados en Sicilia á alquilar su valor al
mejor postor, y capaces de dedicarse á hacer negocio
8

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11-! HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

en lo más recio de la cruzada, f~ ejemplo de su Bohe·


mundo que, delante de Antioqula, especulaba con la
penuria de sus aliados cristianos, y no les abrla la eiu·
dad sino á condición de conservat·la para él; conquis·
tadores metódicos y perseverantes, expertos en la
administración y fecundos en papeleo, como aquel
Guillermo que habla sabido organizar tal expedición
y tal ejército, que tenia escrita la. lista de él, y que iba
á hacer el catastro de toda Inglaterra en su Domes·
day·book: diez y seis días despuós del desembarque so
vió en Hastings sensiblemente el contra~te de las dos
naciones.
Los sajones «Comieron y bebieron toda la noche.
Hablais de verlos bullir, saltar y cantar•, con la alga·
zara. m:\~ estrepitosa (1). Por la mañana, apiñaron de·
tr:\s do sus empalizadas las masas compactas do su
pesada infanterla , y, con el hncha colgada al cuello,
esperaron el ataque. Los normandos, hombres pru·
dentes, pensaron en la alternativa. del paraíso y del
infierno, y quisieron poner á Dios de su parte. Y as!
como á ellos no les turbaba el ánimo de inspiración
guerrera, tnmpoco alteraba á Rober to Wace, su histo·
riador y compatriota, la inspiración poética; en vís-
peras de la batalla conserva el espíritu tan prosaico y
tan lúcido como ellos (2). Ese esplritu apareció tam·
(1) Roberto Wace, romance de Rollo.
(2) Et Ji ~ormanz ct Ji Frnncoiz
Tole nnit firent orcisons,
Et fnrent en aflicions.
De lor péchiés cooféz so fircnt
As provcires les regchircot,
Et qni n'en ont provcircs préz.
A sen veizin se fist confllz,
Pout· ro ke samedi estcit
Ke la bataille estre debvoit.
Unt N ormanz a promis e voé,

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POR H. TAINF. 115

bien en la. batn.lla. Eran en su mayor la. a.rq ueros y


jinetes, buenos mn.niobreros, diestros y ágiles. Taille-
fer el juglar, que solicitó el honor de acometer el pri·
mero, iba cantando como verdadero voluntario fran-
cés y haciendo juegos de destreza. (1). Ya delante de

Si con Ji oler l'orent lo~.


Ko 1\ ce jor mez s'il veskeieut,
Char ni saunc ne mangerient.
Giffrci, éveskc de Coustances,
A. plus ors join• lor pénitancos.
Oli re~u t Ji confessions.
Et dona li bénei~ons.
(1) 'l'aillefer ki moult bien cantout
Sur un roussin qui tot alont,
Oevant li dus alout cantant
De Karlemaine e de Rolan!,
E ~.o'Olivcr et des vassals.
Ki morurent a Roncevals.
Quan ils orent chcvalchié tant
K'ns Engleis vindrent aprismaut:
«~iros, dist 'faillefer, merci
J o vos ai longuemeut serví.
'l'out mon servise me deb,·cz,
Ilui, si vos plaist, me le rendez;
Por tout guerrcdun vos requicr,
Et si vos YOil forment proier,
Otrdez-mei, ke jo n'i faillc,
Li primier colp de la batnillo. •
Et Ji dns répont: . Je l'otrci
Et Taillefer point a desrei;
Dovant toz Ji altres se mist,
Un Englez féri, si l'ocist.
Do sos le pis, parmio la panco,
Li flst passer nitre la lance,
A torro cstendn !'abatí.
Pc.iz trait l'espée, nitro f6ri.
Poi?. n crié: eVenez, voocz!
Ke fotes-vos? Férez, [érczh
Done l'unt Eng:lez avironé,
Al secund colp k'il on doné.
RonERT.> \\' ..ce.

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1
il6 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

los inglese:¡, arrojó al aire por tres veces su lanz1~ y


su espada, volviendo á co~erlas siempre por el puno;
y los pesados infantes de Haroldo, que no sabían más
que partir á ha.chazo!i las armadttra.s, •se maravilla-
ban, diciendo el uno al otro que aquello era cosa de
encantamento•. En cuanto á Guillermo, entre una
porción de acciones prudentes ó ladinas, hizo dos bue-
nos cálculos que en aquel gran aprieto le sacaron de
apuros. 111andó á sus arqueros que tirasen al aire; sus
flechas hirieron en la cara á muchos sajones, y salta-
ron un ojo á Haroldo. En esto fingió huir; los sajones,
ebrios de júbilo y de ira, abandonaron las trincheras
y se entregaron á las lanzas de sus caballeros. Du-
rante el resto de la guerra, no supieron más que salir
en pequenas p11.rtida.s, combatir furiosamente y de-
jarse matar. L1~ raza fuerte, fog<)sa y brutal, se pre-
cipita sobre el enemigo á la manera do un toro bravo;
los hábiles cazadores de Normandla la hieren con des-
treza, la derriban y la ponen el yugo.

III

¿Qué es, pues, esa raza francesa que, con las armas
y las letras, hace tan brillante entrada en el mundo,
y va á dominar de un modo tan visible que, en Orien·
te, v. gr., se dará su nombre de francos á todos los
pueblos de Occidente? ¿En qué consiste ese nuevo es-
plritu, inventor precoz, obrero de toda la civilización
de 1a Edad 111edia? Hay en cada esplritu una acción
elemental qu<', inceRantemente repetida, compone su
trama y le da su sello: en la ciudad ó en los campos,

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POR H. TAINE 117

culto ó inculto, níll.o ó viejo, pasa su vida y emplea su


fuerza en co?Jcebir un hecho ó un objeto; he abi su paso
origina l y perpetu o, y por más que cambie de terreno ,
por más que retroce da, avance , prolong ue y varíe su
curso, todo su movimiento se reduce á una serie de
pasos asl, enlazad os unos con otros; de suerte que la
menor alterac ión en la magnit ud, la prontit ud ó la se-
guridad del que dió primiti vament e, t ransfor ma y rige
toda la carrera , como la estruct ura del primer botón
de un árbol dispone todo el follaje y gobiern a toda. la
vegetac ión (1). Cuando el francés concibe un hecho ó
un objeto, le concibe pronto y distintamente; nada de
alterac iones interiores, nada de fermen tacione s pre-
vias, de ideas violent as y confusas que, concen tradas
y elabora das al fin, hacen explosión en un grito. Los
movim ientos de su inteligencia. son diestros y prontos
como los de sus miembros; á la primer a vez, y sin es-
fuerzo, pone mano en su idea. Pero no pone mano mt\s
que en ella; deja á un lado todas las profund as pro·
longaciones enmara nadas median te las cuales penetra
y se ramific a en sus afines; no se preocu pa de ellas:
desgaja , coge, desflora, y nada más. Está privado , ó,
si se quiere, está exento de esas semi visiones repenti -
nas que, sacudiendo al hombre , le abren en un mo·
mento las grande s profundidades y las perspe ctivas
lejanas . La conmoción interio r es la que suscita las
imágenes; por falta de ella, no imagin a. No se impre-
siona más que á raíz de la piel; le falta la gran simpa·
tia; no ve el objeto tal y como es, complejo y de una
ojeada, sino por partes, con un conocimiento discur-
sivo y superficial. Por eso ningun a raza de Europa es

(1) Esta idea de los tipos se aplica á toda la naturaleza flai-


cn y moral.

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118 IUS'l'ORIA. DE LA LITERA.'l'URA INGLESA

menos poética. Mirad !'In!'\ epopeyas nacientes; nunca


se vieron mas prosai.;u.ti . Y por número no queda: la
canción de Roldán, Garln, Ogier el Danés, Berta la del
pie grande; hay toda una biblioteca. Más aún: enton·
ces las costumbres son heroicas y las almas poseen
toda su frescura; tienen inventiva, cuentan sucesos
grandiosos, y, no obstante, sus narraciones son tan
descoloridas como las de los gárrulos cronistas nor-
mandos. Cuando Homero cuenta, no hay duda de que
es tan claro como ellos y explana como ellos; pero los
magnificos nombres de la Auro m de rosados dedos, del
Aire de amplio seno, de la Tierra divina y sustentado·
ra, del Océano que estremece la tierra, vienen á os-
tentar á cada instante su floración purpúrea en medio
de los discursos y de las batallas, y las gmndes com-
paraciones que suspenden la narración anuncian un
pueblo más propenso á gozar de la. belleza que á it· de-
recho al grano. Aquí hechos, y nada más que hechos;
el fr¡¡,ncés quiere saber si el héroe mutará al traidor,
si el amante se casaní con liL joven; no le detengáis
con poeslas ni pinturas. Se va al desenlace en dere-
chura, sin entretenerse en los ensuellos del corazón
ni ante las riquezas del paisaje. No busquéis esplendor
ni color en su r elato; el estilo es completamente des-
nudo, desprovisto de figums: se pueden leer diez mil
versos de esos antiguos poemas sin encontril.r una sola.
¿Q,ueréis abrir el más [mtig uo, originul y elocuente,
por el pasaje más conmovedor: la canción de Roldán
en el momento en que muere .Roldil.n'?-El narrador
está conmovido, y, á pesar de todo, sigue habhtndo
con la misma lisura, sin acento. ¡T;l,U dotados se ha-
llan del genio de la prosa, y tan huérfanos del genio
de la poesla! Expone un resumen de motivos, el suma·
rio de los sucesos, la serie de l:ls razones aflictivas y

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POR TT. TAJN F: 119

a más.
la serie de las razones consoladoras (1). Nad
misma, y
Esos hombres ven la cosa ó la acción en si
á esa visto. se atienen. La. ide~~ cons erva
su exactitud ,
imagen
precisión y sencillez sin desperto.r ninguna
rearse y
congénere para confundirse con ella, colo
á una
transform arse: permanece seca. Conciben una

(1) Co sent Rollans que la mort le trespcn t,


Devers la teste sur le quer li desccnt;
Desuz un pin i est alet cura nt,
Sur l'erb e verte si cst culchet adonz;
Desuz lui mct l'cspce et l'o!Han;
Turn at sa toste vcrs la paiene gent;
Pour ro l'at fait que il voclt veircment
Que Ca ries diete trestute sn gcnt,
Li ¡tentilz quons, qu'il fut mort cunqu6ra nt.
Cleimct sa culpe, e men ut e snvc nt,
Por ses pecchez on puro ffrid lo g uau t.
Li quen s Rollans se jut dcsuz un pin,
Enve rs Espaigne en ad turn et son vis,
De plusu rs choscs a rcmembrer lo prist.
Do tantos terre s come li bers cunquist,
De dulc e Franco, des humes do son li~tn,
De Carlemagne son seignor ki l'nun it.
No poet mue r n'oo plur t ct no susp rit.
lllais !ni mcisme ne volt mctt re en ubli:
Oleim ct sa culpe, si priet Dien mercit:
cVei re paterno, ki unqu es !le mentís,
Sein t Lazaron de mort resnr rexis ,
Et Daniel des Eons gunresis,
Guar is de mei 1' numo de tuz pcrilz,
Pur les pecchez que en mn vio ns.~
Son destre quan t a Den en pnro ffrit.
Sein t Gabriel de sa mnin l'nd pr is.
Desu r snn bras tcneit le c.'her enclio,
Junt es ses main s cst alot á sn fin.
Deos i tram ist son angl e chcrubin.
Et Seiut Michel qu'o n cleimet del péril
Ense mble ad els scint Gabriel i vint,
L'nnme del cunto porto nt en pnreis.
(Cha nson de Rola nd, cd. Góni n.)

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120 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

las partes del objeto, sin abarcarlas, como los sajones,


en una brusca semivisión apasionada y luminosa.
Nada más opuesto á su genio que los verdaderos can-
tos y los himnos profundos, tales como los cantan aún
los monjes ingleses dentro de las bajas bóvedas de sus
iglesias. Los desconcertarían las brusquedades y la
oscuridad de aquel lenguaje. No son capaces de tales
accesos de entusiasmo ni de tales excesos de emocio-
nes. No gritan nunca; hablan, y hablan familiarmente,
aun en los momentos en que el alma, trastornada por
la fuerza de las impresiones, debería cesar de pensar
y de sentir. Así, en un misterio, Amis, que es un le-
proso, pide tranquilamente á su amigo Amille que
mate á sus dos hijos para curarle de la lepra, y Amili e
responde más tranquilamente aún (1). Si alguna vez
tratan de cantar, asi fuese en el cielo, á invitación de
Dios, cunrondelhaut et clair•, expondrán razonamien-
tos rimados tan de8Coloriclos como la más descolorida.
ele las conversaciones (2) . Extremad esta literatura

(1) Mon tres· chier ami débonnaire,


Vous m'avez uue chose ditle
Qui n'est pas ?. faire petite,
Mais que l'on doit moult resongnier.
E~ non pourquant, sauz eslongier.
Puisque garison autrement
Ne povcz avoir vraiement,
Pour vostre amour les occiray,
Et le sang vous apporteray.
(2) Vroiz Diex, moult est excellente,
Et de gran charité plaine,
Vostro bonté souveraine.
Oar vostre grace présente,
A ton te persoa ne humaine.
Vraiz Diex, moult es excellente,
Pnisqu'elle a cner et entente,
Et que a ce désir !'amaine
Que do vous servir se paine.

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POR H. TAINE 121

hasta lo último, mirad la, como la de los eskaldas, en


el momento de la decadencia, cuando sus vicios, exa·
gerados como los de los eskaldas, manifiestan con acen-
tuado relieve el género de esplritu que la produce. Los
eskaldas caían en la jerga; ella degen era en charla ta-
nerla y trivialidad. El sajón no domina. su anhelo
de exaltaciones; el francés no contiene la volubilidad
de su lengua. Es demasiado lato y demasiado claro,
como el sajón es demasiado oscuro y demasiado breve.
El uno se agitab a y transp ortab a con exceso; &1 otro
explic a y amplifica sin tasa. Ya en el siglo XII las can-
clone~ de gesta diluidas r ebosan en rapsodias
y salmo -
dias de treint a á cuare nta mil ,versos. Aili entra la
teologla; la ·poesla se convierte en una letanla inter-
minable é intolerable, donde las ideas, explicadas, des-
envueltas y repetidas hasta la saciedad, sin un arran -
que de sentimiento ni un acento de invención, fluyen
á modo de agua clara é inslpida, y arrull an con sus
rimas monótonas al lector edificado y adormecido. De-
plorable abundancia de las ideas definidas y fáciles
reapareció durante el siglo xvu, en la cotorr erla lite-
rariaq ue cir culab a por debajo de los grandes hombres;
es el efecto y el talento de la raza. Con ese arte invo-
L lunta.rio de percibir y aislar de golpe y claram ente
cada parte de cada objeto, se puede habla r siempre,
aun sin sustancia.
He ah! el paso primitivo . ¿Cómo enlaz a con el si-
guiente? Aqul apare ce un nuevo carác ter del esplritL1
francés, el más precioso de todos. Para que él com-
prend a, es menester que la segunda idea sea contigw;
á la p"l'imera; si no, se desorienta y se detiene. No sabe
saltar irregu larme nte; no march a más que paso á
paso, por un camino recto; el orden es innato en 61;
sin estudio y de prime ra intención, descompone el ob·

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122 HISTORIA DE LA LITERATUHA INGLESA

jeto 6 el hecho, por complicado, por embrollado que


sea, y pone las piezas unas á continuación de otras, en
fila, según sus conexiones naturales. Aunque bárbaro
aún, su iute!ig·encia es una razón que se despliega in-
conscientemente. Nada más claro que el estilo de sus
antiguos cuentos y de sus primeros poemas: no se da
uno cuenta de que sigue el narrador: tan desembara-
zada es su marcha, tan llano es el camino que abre,
tan suave é insensiblemente se desliza de una idea, á
Ja inmediata. Por eso cuenta tan bien. Los cronistas,
Villehardouin, Joinville, Froissart, inventores de la
prosa, poseen una desenvoltura y una claridad á que
nadie se acerca, y, sobre todo, un atractivo, una gra-
cia que no buscan. La gracia es aqul cosa naciona.l
y procede de esa delicadeza na ti vaque aborrece las in·
congruencias: nada de choques violentos; repugnan á
su instinto; los evitan en las obras de gusto como en
las obras de reflexión; quieren que los sentimientos,
como las ideas, se tmlacen, sin choc:~.rse. Llevan á
todo ese espíritll mesurado, delicado por excelen-
cia (1). En un asunto triste, se guardan de extremar
el sentimiento hasta lo último: evitan las expresiones
melodramáticas. Recordad cómo cuenta JoinviUe en
seis lineas el fin de un pobre sacerdote enfermo que
quiso acabar de celebrar la misa, y •oncques puis ne
eh anta et mourut.. Abrid un misterio, el de Teófila, el
de la reina de Hungría: cuando quieren quemarla con
su hijo, dice dos versos sobre •aquel dulce roclo tan
puro y tan inocente•; nada más. Tomad un fabliau,
aun dramático: cuando el caballero penitente, que se
ba. impuesto la tnrea de llemu un barril con sus lágri-

(1) La Fontaine et ses Fab~es, por H, 'faino, pág. 15.

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POR H. TAINE 123

pide mAs que


mas, mue re al lado del ermitafio, no le
un don supremo:
Que vous motéz vos bras sour mí,
Si mou rrai es bras mon ami.
sob ria un
¿Se puede exp resa r de una man era más
decir de sus
sentimiento más conmovedor? Ilay que
dros: eso está
poeslas lo que se dice de rier tos cua
do más delica-
hecho con nad a. ¿Ha y algo en el mun
llermo de Lor-
dam ente gracioso que los versos de Gui
a tem plar su
ris? La alegor!a. envuelve las ideas par
an figuras idea-
exceso de luz; en torno del ama nte flot
que veladas, y
les, sem itra nsp aren tes, luminosas aun
los sentimien-
le conducen entr e todas las dulzuras de
d llen a toda
tos matizados has ta la rosa, •cu ya suavida
, que cn Too-
la llan ura •. Esa delicadeza vau taul ejos
a.us, degeneri.\
baldo do Champail.a, cu Carlos de Orle
las impresiones
en melindre, en ilofieria. En ellos todas
ape nas si llc
se atenúan: el pqrfume es tan débil, que
y lindezas,
percibe á menudo; mur mur an nmerias
n con corte;;!a y
puestos de hinojos <~nto su dam a; ama
ramilletes las
discreción; combinn.n en ingenio~os
•de l lE'nguoje
•pa labr as pin tada s•, todas las flores
paso Jos senti-
fresco y primoroso•; sabeu ano tar n.l
, el ,-:tgo en-
mientos fu gitivos, la. blan da melancolla
s, tan enc anta -
sueno; son tan elegnntes, tan atildado
del siglo XVI II :
dores como Jos más deliciosos abt~tes
mano, que al
tan pro pia es de la raz a eea ligerezt~ do
y entr e las ma-
pun to aperece, asl bajo las arm adu ras
lus reve renc ias
tanz as de la Eda d Media, como entr e
corte. La en·
y los perfumados douillette¡¡ de In. últi ma
o en sus senti-
con trar éis en su colorido lo mi~ mo q u
cia de la na-
mientos. No les impresiom~ la magnificen
ctos bonitos;
tura leza ; apenas ven más que los aspe

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124 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

pintan la belleza de una mujer con un solo toque, pu·


r amente agradable, diciendo que •es más preciosa que
la rosa de Mayo•. No sienten esa alteración terrible,
ese arrobamiento , esa postración súbita del corazón
que delatan las poeslas vecinas; dicen discretamente
• que ella sonreía, lo cual la agraciaba mucho•. Cuan·
do están en vena descriptiva, añaden •que tenia
aliento dulce y sabroso•, y el cuerpo tan blanco •como
la nieve en la rama., cuando acaba de caer•. No pasan
de abl: la belleza. les agrada, pero no los transporta.
Gustan de gratas emociones; no están hechos para las
emociones violentas. El profundo rejuvenecimie nto de
los seres, el aura tibia de la primavera que renueva y
remueve todas las vidas, no les sugiere más que unos
versitos risueños; notan de paso •que ya acabó el in·
vierno, que florece el espino y la r osa• ; y después se
van á sus quehaceres. Ligera y fugaz alegria, como
la que despierta uno de nuestros paisajes de Abril; el
narrador ha. mirado un instante el vapor de los ría.·
chuelos que sube en torno de los sauces, el risueño
vapor que aprisiona la luz de la mañana, y después
de canturrear un estribillo, vuelve á su cuento. Quiere
divertirse: ese es su fuerte.
En la. vida., como en la. literatura, busca el recreo,
no la voluptuosidad ni las emociones. Es vivo, y no
voluptuoso; goloso, y no glotón. Toma el amor como
un pasatiempo, no como una embriaguez. Es un fruto
bonito que coge, gusta y deja. Y aun hay que aiiadir
que lo mejor del fruto, <Í sus ojos, es ser un fruto ve·
dado. Piensa en sus adentros que burla. á un marido,
•que engaña á una tirana, y cree ganar perdones con
eso (1)•. 'Quiere reírse: es su estado favorito, el fin y

(1) La Fon~ine: Contes, Richard Minutoto.

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POR H. TAINE 125

el destino de su vida; y, sobre todo, quiere r eírse á


expensas de Jos demás. El verso corto de sus fabliau x
salta y brinca como chico de escuela en libertad , al
través de todas las cosas respeta das ó respetables,
mofándose de la Iglesia, de las mujere s, de los gran-
des, de los frailes. Bromistas y zumbones, nuestros
padres no escasea n de materi a ni de palabr a para el
caso; y tan natura l es esto en ellos, que, sin cultura y
en medio de las costumbres brutale s, afinan tanto en
la burla como los ingenios más sutiles. Tocan de sos-
layo lo ridlculo ,se burlan con mucha suavidad, y como
inocentemente; su estilo es tan llano que al pronto eu-
gafla, y no se ve malícia en lo que dicen. Se los cree
ingenuos; parece que no se curan de tal cosa; sólo una
insinuación descubre la sonrisa imperceptible: se tratn,
por ejemplo, del asno, y le llaman arcipre ste por su
gravedad y su sotana de fieltro. Al término de la his-
toria os sentis penetrados, sin saber cómo, del fino
sentimiento de lo cómico.
No llaman á las cosas por su nombre, sobre todo en
materi a de amor; dejan que adivinéis: os juzgan tan
vivos y perspicaces como ellos (1). Se ha podido esco-
ger entre sus produc ciones, embellecer á veces, de-
purar quizá; pero sus primeros rasgos son incompara-
bles. Cuando el zorro se acerca al cuervo para robarle
el queso, empieza como un santurr ón, piadosamente
y con cautela , siguiendo las genealoglas; le nombr a á
csu bondadoso padre, D. Rohart , que cantab a tan
bien•; alaba su voz, que es •tan clara y tan pura•. El
zorro es un Scapin , un artista en invenciones, no un
simple glotón¡ le gusta la trapaco rla por si misma; se
(1) Parlar lui vout d'une bosogno
Oil crois que peu conquer rórois
Si la besogne vous nommois.

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126 HISTORIA DE LA LITERATURA INGT,ESA

goza en su superioridad; prolonga la burla. Cuando


'l'ibert, el gato, se cuelga, por consejo suyo, de la cuerda
de la campana, queriendo tocar, explana la ironía, la
gusta y la saborea: parece impacientarse contra el
pobre necio á quien ha cogido en el garlito, le llama
orgulloso, se queja de que el otro no le responda, de
que quiera subirse á las nubes é ir en busca de los san-
tos. Y así es, desde el principio basta el fin, esa larga
epopeya: no cesa la burla, ni deja de ser agradable.
El zorro tiene tanto ingenio, que todo se le perdona. La
comezón de reir es la característica nacional, y tan
privativa, que á los extranjeros los desorienta y asom·
bra. Ese placer no se parece en nada al gozo físico,
que es despreciable, porque es grosero. El, al contra-
rio, aguza la inteligencia, y permite descubrir muchas
ideas delicadas ó escabrosas; los fablimw; están llenos
de verdades sobre el hombre y más aún sobre la mu-
jer, sobre las condiciones humildes y más aún sobre
las elevadas; es una manera de filosofar á hurtadillas
y atrevidamente, ~\. despecho de todo convenciona-
lismo y contra todo poder. Ese gusto tampoco tiene
nada de común con la verdadera sátira, que es repul-
siva, porque es cruel; al coutrario, provoca el buen
humor; so ve pronto que el bromista no es malo, que
no quiere herir; si pica, es como una abeja sin vene-
no; un miuuto después no piensa en tal cosa; en caso
preciso, so tomará á si propio por objeto de burla; todo
lo que desea es a limentar en si mismo y en nosotros
una ebullición de ideas agradables. ¿No veis aquí y de
antemano la cifra y compendio de toda la literatura
francesa; la impotencia de la alta poesía, la perfec-
ción súbita y durable de la prosa, la excelencia de to-
dos los géneros que tocan á la conversación y á la elo-
cuencia; el reinado y la tiranía del gusto y el método;

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POR. H. TAINE 127

el arte y la teorla del desarrollo y de la coordinación;


el don de ser mesurados, claros, entretenidos y atrae ·
tivos? Cómo se ordenan las ideas, he ahí lo que hemos
enseñado á Europa; cuáles son las ideas atracti vas,
he ahí lo que hemos mostra do á Europ a; y he ahl lo
que nuestros franceses del siglo xr van á enseúa r á
sus sajones, duran te quinientos a!los, á lanzad as, á
palos y á palmetazos.

IV

Fijaos, pues, en ese francés, normando, angu vino


ó manseflo, que con su cota de malla bien cerrad a,
con su espada y su lanza, ha ido á Inglat erra en busca.
de fortuna. Haciéndose dueño de la hacien da de algún
sajón que perdió la vida, se ha establecido alll con
sus soldados y sus camar adas, dándoles tierras , cn.sas
y peajes, á cargo de comba tir bajo él y por él, como
hombres de armas , mariscales y abanderados: es una
liga en previsión del peligro. En efecto; estau en pals
enemigo y conquistado, y necesitan sostenerse. Cada
cual se ha constr uido un lugar de refugio, un castillo
ó fortaleza (1) bien parap etada, de sólidas piedra s,
con ventan as angos tas, con almenas, guarne cida de
soldados y provis ta de tronera~. Después han ido á. Sa-
lisbur y hasta sesent a mil, todos poseedores de tierras ,
con los recursos suficientes para tener un caballo ó
una armad ura completa; alll, poniendo su mano en la
(1) A la muerte del roy Esteban había mil olonto quinco
castillo s.

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128 HISTORIA DE LA LITli!RATURA INGLESA

de Guillermo, le han prometido fidelidad y ayuda, y


el edicto del rey declara cque todos deben hallarse
unidos y conjurados como hermanos de armas• para
prestarse defensa y auxilio. Son una colonia. armada
y acampada permanentemente, como los espartanos
entre los ilotas, y hacen leyes en consonancia. Cuando
en un cantón aparece muerto un francés, los habitan-
tes tienen que entregar al matador ó pagar cuarenta
y siete marcos de multa; si el muerto es inglés, á los
del l ugar corresponde probarlo mediante el juramento
de cuatro parientes próximos del muerto. Que se guar-
den mucho de matar un ciervo, un jabalí ó una corza:
por un delito de caza perderán los ojos. De todos sus
bienes no han conservado nada sino •á titulo de li-
mosna•, ó á condición de tributo, ó bajo juramento de
homenaje. Tal sajón libre y propietario ha venido á
ser •siervo de la gleba en su propia heredad (1)• . Tal
sajona noble y rica siente pesar sobre sus hombros la
mano de un criado normando que se ha hecho por la
fuerza su marido ó su amante. Hay sajones de dos
sueldos, de un sueldo, según lo que rentan á su amo;
se venden, se alquilan, se explotan en aparcarla, como
un buey ó un asno. Un abad normando manda des-
enterrar á sus predecesores sajones y arrojar sus des-
pojos fuera de las puertas. Otro tiene hombres de ar-
mas que á mandobles hacen entrar en razón á los mon-
jes recalcitrantes. Figuraos, si podéis, el orgullo de
esos nuevos señores, orgullo de vencedores, orgullo
de extranjeros, orgullo de amos, aliment11.do por los
hábitos de la acción violenta y por el salvajismo, la
ignorancia y la furia de la vida feudal. •Todo lo que
quer!ari. (dicen las antiguas crónicas) se lo crelan per-f -

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,:(__ ;
1
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l
POR :U. 1'AINE 129
dad supone una sustancia y otras vet·da1es parecidas.
Vuestra vida ha tenido un principio: por consiguiente,
no habéis notado más que un número limitado de ca·
sos; por consiguiente, el total de vuestra. sum~ no
comprenderá más que un número limitado de casos.
Pero el axioma.: toda cualidad supone una sustancia.,
se aplica á la. totalidad de los casos, no sólo á todos
los que habéis observado, sino á todos los que os han
precedido, á todos los que aparecer án después de vos-
otros, á todos los que no couocéis. Luego 110 le habéis
formado sumando vuestras apariencias, es decir, los
juicios formados por vuestra conciencia y vuestros
sentidos .-De igual maner..1, sumad tod<ts las exten-
siones finitas que habéis observado. Vuestra vida ha
tenido uu principiúj por consiguiente, no ha.bés podido
observar más que un número limitado; luego, juntán .
do las, 110 tenéis aún más que una ca.ntidt~d fiuita. Pero
el espacio es una cantidad infinita. No habéis forma -
do, pues, su idea sumandll tudas las ext,JDsiones que
han observado vneatros sentidos. Luego no habéis sa-
cado su noción de las nociones que ad.¡uirb por los
sentidos.
En resumen: no se saca lo universal de lo particu-
lar, lo infinito de lo finito, lo necesario de lo contin-
gente, por la simplicl>~ima razón de que no se saca de
una cosa lo que no contiene.
Llamemos á esos axiomas verdades absolutas; al
instante se completa la teorla. «Como todo fenómeno
tiene su sujeto de inherenli a; como nuestras faculta·
des, nuestros peotlamiento~ , nuestrM vo.ic10oes y nues-
tras sensaciones no existen más que en un ser, que so-
mos nosotros, de igual manera la vordad supooe un
ser en quien resida, y las verdades nb~olutas suponen
un ser absoluto, como ellas, donde tengan su último
~

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LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX
130
----
fundamento. Ese ser absoluto y necesario, puesto que
es el sujeto de las verdad es necesarias y absolutas, se
llama con una sola p.üabr a: Dios (1).•
M. Cousin, en el último capitu lo, resum e todas las
pruebns y toda la teorla en una página (2). cLas ver·
dades universales y necesarias no son lt•yes genera les
que saque nuestr o esplritu, por vi ~~o de abstra cción, de
las cosas partic ulares , porque las cosas partic ulares
son relativ as y contingentes, y no pueden encerr ar lo
univer sal y lo necesario. Por otra parte, esas ver da-
des no subsisten por si mismas; no serian asl más que
puras abstracciones, sin relación con nada. La. ver·
dad, la belleza, el bien, son atribu tos y no seres. Aho·
ra, no hay atribu tos sin sujeto. Y como se trata. aqul
de la verdad , de la belleza y del bien absoluto, su sus-
tancia no puede ser más que el ser absoluto. •
E~ta teorla. descan sa en dos peticiones de princip
io
y en dos equlvocos de lengua :
Prime ra petición de principio. Se dice que sumando
un número limitado de experi encias no se forma un
juiciu universal. Nada más cierto. Pero se da por con·
cedido que la suma es el único medio por el cual pue-
de sacars e de una experi encia partic ular un juicio uní·
ver~at. Y no es as!. Porqu e con una experi encia
par-
ticular se pueden hacer dos operac iones: la adició ny
la sustracción. Cabe transfo r marla , ya anadiéndola
alguna cosn., ya quit!\.ndola alguna cosa. De esos dos
caminos no se cierra más que uno al advers ario: la
adición; no se le cierra la operación que segreg a, y
que se llama abstra cción. Olvidando que existe, se ha
supuesto que no existe, y se ha dado por concedido lo
que uo se concede.
(1) Du Vt·oi, du Beat< et d1< lJcen.
(2) Ibld., pá¡:. 145.

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POR H. 1'AlNE 131
Segunda petición de principio. So dice que, sumando
un uú.:nero limita lo de objetos finitos, no se forma un
objeto infinito. Ei verdad. Pero se sup?nP-, por un ol·
vido sem"jnnte al precedente, que la adición es el
único m¡:dio por el cual puede sacarse de la idea de
un objeto finito la idea de un objeto infinito. Y no es
as!. Con una idea, como C'~n un juicio, se pueden hacer
dos operaciones, la. adición y la sustracción, que aca-
bamos de llamar abstracción. Se nos veda la adición;
no se nos quita la abstracción. Se discurre como si se
conviniese en que no hay mas que un método de trane·
formación. Y eso ES una petición de principio, puesto
que la petición de principio consiste en dar por conce-
dido lo que no se concede.
Primer equivoco. Cuando se dice que no se puede
sacar de una proposición contingente una proposición
oe-::esaria, se pronuncia una frase de doble sentido.
En una proposición hay dos cosas: los términos y su
relación. Lo dicho es verdad, si se habla de la rela ·
ció o; es falso, si se hablad" los tórmiuos. Se dice bien,
ai se afirma que de un.1 1·elación contingente nr pueje
sacarse una relación nece~aria. Do que tal flor sea
sonrosada, no se puede deducir que esa .flor sea son-
rosad~~o necesariamente. De que cuatro caballos sean
blancos, no se puedo dedu•:ir que esos cuatro caballos
sean blancos necesariamente. En el segundo juicio hay
una palabra y una idea mAs que en el primero. Puesto
que entran como una adición en t>ls~gundo, es que no
entraban en el primero: si no entran en él, no puedo
encontrarlas en él; si no puedo encontrarlas en él, no
puedo sacarlas de él.
Al contrario, se dice una cosa falsa, si se afirma que
do términos conliogentes no se puede sacar una. rela-
ción necesaria. Una vez sentado que estos cuatro ca·

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LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX
132
---
ballos son blancos, se puede segreg ar por abstracción
la. idea de cuatro , descomponerla por abstrac ción
+
en 3 1 y en 2 x 2, notar por abstracción la igual-
dad necesaria. de esas dos cantidades, y sacar asi de
una proposición contingente una proposición necesa-
ria. Una vez sentado que tal flor es sonrosada, cabe
desprender por abstracción de la palabr a flor la idea
de sustancia, y de la palabr a sonrosada la idea de
cualidad, compa rar esos dos términos, aislar entre
ellos por abstracción una r elación necesaria, la de
sustancia á cualidad, y sacar as! una verdad necesa-
ria de una verdad contingente. El mismo M. Cousin
concede que entre el atribut o ó cualidad y el sujeto ó
sustancia hay una relación necesa ria. Puesto que
existe aqt•l, puedo encontrarla; si la encuentro, puedo
extraer la. Bajo la palabra juicio ó proposición confun-
de, pues, 1\1. Cousin dos cosas distintas, los términos
y su referencia. Discurre como si la relación fuese la
misma cosa que los términos. Impone á los términos
una consecuencia que no se aplica más que á la rela-
ción, y llega á una consecuencia falsa por un falso
r azonamiento.
Segundo equivoco. Cuando se dice que bay verda-
des necesarias, y que, siendo esas verdades un Atri-
buto, suponen un sujeto ó sustanc ia necesaria en quien
r esidan, so toma la palabr a verdad en un doble senti-
do. e Hay verdades necesarias•: en esta frase, verdad
significa relación; y M. Cousin quiere decir, con todo
el mundo, que hay relaciones necesarias entre ciertos
sujetos y ciertas cualidades. • E~tas verdad es son un
atributo, y suponen un sujeto necesario (1); en esta se-

(1) Du Vrai , du 13emr etc. ¡:>;g. 101. •":1 sujet" de la verdad


es la razón univerdal y ab.>oluta .•

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POR H. TAin 133
gunda. frase M. Cousin entiende por verdad conoci-
miento de una relaci6m necesaria, y quiere decir que
un conocimiento necesario supone un ser conocedor
que exista. necesariamente.
La consecuencia es muy buena. Pero nótese que,
para deducirla, se h.m confundido bajo la palabra
verdad dos cosas muy distintas, un conocimiento y
una r elación. La relación del todo y de la parte existe
en el todo y en la parte; el conocimiento de esa rela-
ción no existe, ni en el todo ni en la parte, sino en el
ser inteligente que conoce el uno y la otra. La rela-
ción es una diferencia 6 una semejanza entre dos ob·
jetos que frecuentemente no piensan¡ el conocimiento
es la acción de un ser que piensa. M. Cousin impone
á la relación una propiedad que no conviene más que
al cono~imiento, y se aprovecha as! de un equivoco
para cometer una. petición de principio. A!lt\dase que
esa. conclusión fc~olsa engendra absurdos. Si ct'll sujeto
de la verdad es la. razón universal y absolltta•, si las
verdades necesarias no se dan en las cosas ( l), si son
pensamientos de la inteligeocia divina, yo descubro
pensamientos de la inteligencia divina cuando las des·
cubro. Cuando advierto que cuatro es el doble dos, no
es una relación lo que yo veo, es una idea, una. idea
ajena, una idea de Dios: es Dios mismo, porque no se
ve una idea sin ver la inteligencia que la produce. Si
escribo fórmulas de álgebra durante una hora, veo á
Dios durante una hora. Ese gran matematico, vecino
mio, que , armado de tiza , se entretiene en escribir
cifras fumando, con alegre semblu.nta y e~ plritu tran·
quilo, contempla en este momento esa. inteligencia in-
mensa. que no se puede c¡¡ncebir 11in estupor: proposi·

(1) D" Vrai 1 eto., pfig. 68.

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134 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX
----
ción tan enorme, tan contraria á la experiencia inti-
ma, tan violentamente refutada por la conciencia á
cada minuto, que no se comprende que haya podido
caber en cerebro humano.
El lector ve que esta teoría se reduce á faltas de
lenguaje. Alguien decla: • La metaflsica se ocupa en
hinchar globos; viene la gramática, y los revienta con
un alfiler . •
¿,Por qué operación formamos esos juicios necesa-
rios y esaa ideas de objetos infinitos? En vez de hacer
razonam:entos, miremos hechos. Formemos uno de
~;sos j uicios y una de esas ideas á la vista del lector;
viéndolos formarse, sabr á cómo se forman.

II

Vamos á casa del gran matemático que fuma ; le


saludamos, y le hablamos de esta suerte:
•Caballero, somos filósofos; es decir, hombrea lle-
nos de confusiones y de dudas. Se trata de las propo ·
siciones necesarias. Si las conoce usted, ¿,cómo las
descubre?
-Es mi oficio, señores; no descubro otra cosa; to-
men asiento; voy á encontrarlas delante de Vds.
Con tiza trazo en el encerado un triángulo A B C;
por el vértice C tiro una paralela á la base. El án-
g ulo 1 es igual al ángulo 5, como alternos internos; el
ángulo 2 es igt,tal al ángulo 4, por la misma razón;
añadam.os á loH dos pares una misma cantidad, el án-
gulo 3; la suma de Jos ángulos 1, 2, 3, será igual á la.
suma de los ángulos 3, 4, 5. Pero la primera suma,
en cuanto comprende todo el espacio que existe de·

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POR H. TAINE

bajo de una. linea recta, es igual á dos ángulos rectos.


Luego la segunda Sllma, que es la de los tres ángulos
del triángulo, es igual á dos ángulos rectos. Luego,
e

necesaria y universalmente, en todo triángulo la suma.


de los tres ángulos es igual á dos ángulos rectos.
-Senor, ¿cómo ha hecho ustP.d?
- He trazado un triángulo particular, determinado,
contingente , perecedero, A. B C, para fijar mi ima·
ginación y precisar mis ideas. Ro extraído de él el
triángulo en general, á cuyo efecto nv he considerado
en él más que propiedades comunes á todos los trián·
gulos, y no he hecho en él más que coostt·ucciones á
que todo triángulo podri11. adaptarse. A.uulizando esas
propiedades generales y esas construcciones genera·
les, he extraldo de ellas una verdad ó relación uni-
versal y necesaria. He extraído el triángulo general
comprendido en el triángulo particular, lo cual es una
abstracción. He extraído una relación universal y ne-
cesaria contenida en las propiedades generales de la
construcción general, Jo cual es una abstracción. Para
descubrir una proposición universal y necesaria, bas-
ta, pues, emplear la abstracción.
-¿De modo que no ha contemplado usted el pen-
samiento de Dios?
-No, que yo sepa.
-En efocto: era más sencillo contemplar el triAn-

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136 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX

gulo abstracto. Pero SPa usted complaciente hasta el


fin, y denos otro ejemplo.
- Siete obreros hacen 14 metros de obra: ¿cuánto
harán 12? Por una. regla de tres se halla que el nú·
mero pedido es 24.
Este problema contiene números determinados, nin·
guno de los cuales es necesario, y que podrfan ser sus-
tituidos por otros. Pongamos letras en su lugar; los
transformaremos aPf en cantidades indeterminadas,
generales y abstractas:
A obreros hacen R metros: ¿cuánto harán B obreros?
Ponemos estas cantidades en ecuación, y hacemos
las trasposiciones y transformaciones necesarias; lo
cual significa que, por abstracción ó análisis, sacamos
de una expresión las diversas expresiones que con-
tiene:
A: H : : B : a:,
Axa:- BxH,
BxB
x=
A

Esta ecuación final es una. solución necesaria. y uni-


versal, que Re aplica á todos los problemas del mismo
género, sin que haya ni pueda haber una sola excep·
ción . Hágase variar cuanto se quiera. el número de los
obreros y de los metros. Universal y necesal.'iamente,
el cuarto número desconocido es igual al producto del
segundo por el tercero, dividido por el primero.
Aquf la. abstracción es visible, pueqto que se mani-
fiesta por la conversión de las cifras en letras, y cons·
tituye una cif3ncia. entera, el álgebra. Y es visible taro·
bién que obra sol!L, puesto que, una vez traducidas las
cifras en letras, no hay más que buscarles una. posi·
ción conveniente, y reempl~zar las expresiones as!

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POR R. TAlNE 18'1

fvrmada!l por expresiones equivalentes. Hay aqui un


obrero, y no hay más que uno, la abstracción; se
fabrica una obra que un momento antes no existla:
una proposición necesaria y universal. Sólo, pues, la
abstracción 6 análisis ha fabricado esta proposición.
-Muy bien. Ahora permltanos usted ir á reflexio-
nar. sobre esto allá en un rincón.
He aqul juicios universales y necesarios, formados
por la abstracción sola. Probablemente no son los
únicos. Hay que ver si por acaso no pasa lo mismo en
metaflsica que en matemáticas. Quizá es una opera·
ción de álgebra la que forma los famosos axiomas de
M. Cousiu.
Tomemos el axioma de la sustancia, y empecemos
por entenderle. Toda cualidad supone una sustancia.
¿Qué es uno. sustancia y qué es una cualidad? Esta pie·
dra es dura, blanca, cuadrada. Este hombre es feo,
ingenioso, malo. El yo es sensible, apasionado, inteli·
gente. La. piedra, el hombre, el yo, son sustancias; la
blancura, la dureza, la fealdad, la maldad, la inteli-
óencia, son cualidades. Reflexionemos un momento, y
veremos que las cualidades son partes, puntos de vista,
elementos; en resumen: cosas abstraldas de la sustan-
cia, y que la sustancia es el conjunto, el todo indivisi-
ble, el dato concreto y complejo de donde se extraen las
cualidades. El objeto, antes de todo análisis y división,
es la sustancia; el mismo objeto,analízadoydividido, se
resuelve en las cualidades. La sustancia es el todo; las
cualidades son las partes; suprlmanse todas las cuali-
dades de un objeto, todas sus maneras de ser, todos los
puntos de vista bajo los cuales se le puede considerar,
y no quedará nada. La sustancia no es, pues, algo real,
distinto y diferente de sus cualidades; sólo por ilusión
nos la r epresentamos como una especie de apoyo en

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Ul8 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XÍX
-_,....- -
que tienen su asiento las cuadalides. Esta piedra no es
nada aparte de la forma, de la extensión, de la dure-
za, del color, de las propiedades físicas y químicas que
posee. Es, no su colección, porque esta palabra parece
indicar un todo compuesto de partes primitivamente
separadas, sino su conjunto primitivo; y las cualidades
no son más que partes de este conjunto separadas ul·
teriormente. Ahora el axioma se entiende con mucha.
claridad. Toda cualidad supone una sustancia. Esto
significa : toda parte, todo fragmento, todo dato ex·
traído de un dato más Colllplejo supone un dato más
complejo. Colllo se ve, la expresión dato más complejo
se encuentra en el sujeto como en el atributo de la
frase; as!, el atributo no hace más que aislar lo que ya
existe en el sujeto; y, por consiguiente, no hay aqul
más que un análisis. De modo que, para formar el
axioma de sustancia, basta analizar las nociones de
cualidad y de sustancia. Pero se tendrán estas nocione¡¡
desde que se pueda observar una cualidad y una sus·
tancia particulares, y sacar de ellas por abstracción la
idea de una sustancia y de una cualidad en general.
Ahora, nosotros observamos por la conciencia una.
sustancia, que somos nosotros mismos, y cualidades,
que son nuestras maneras de ser. Bastarán, pues, para.
formar el axioma de sustancia, dos observaciones de
conciencia, dos abstracciones que dan por resultado
dos ideas generales , y un análisis ó abstracción prac·
ticada sobre esas dos ideas. Bastará, pues, para. pro·
ducir un axioma, emplear la experiencia y la abstrac·
ción.
Probemos. Yo rer.onozco mis sensaciones por la con·
ciencia. Yo reconozco pN·la misma conciencia un todo
continuo y persistente, de que esas sensaciones son
momentos aislados, y que llamo yo. En otros términos:

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POR H, TAINE 139

esas sensaciones son datos extraídos de un dato más


complejo, el yo. En este concepto las llamo cualidades,
y llamo al dato más complejo sustancia. Por abstrac-
ción, saco dos ideas generales , la idea de cualidad y la
idea de sustancia. Analizo la de cualidad, y encuentro
en ella lo que acabo de poner ,la idea de sustancia. Está
formado el axioma. Recapitúlese, y se verá que las
únicas facultades que le han producido son la expe·
riencia y la abstracci ón.
Ahora bien; todos los axiomas son proposiciones de
este género. El atributo está siempre encerrado en el
sujeto, y se extrae de él por aBálisis. Kant habla
creldo que en ciertos casos no es as!. Hegel ha probado
que las exepciones aparentes entran en la regla. gene·
ral. Y forzoso es que entren en la regla general, puesto
que el sentido único y toda la fuerza del verbo se1·
consisten en expresar que el atributo está encerrado
en el sujeto. Se ve ahora cómo puede sacarse una pro·
posición necesaria y universal de la noción de un ob-
jeto limitado y contingente. De ese objeto, sustancia.
limitada, se saca por abstracci ón la idea general de
sustancia . Esta idea, en cuanto general, conviene A
todas las sustancia s; luego sus propiedades se encuen·
tran en todas las sustancia s. En esa palabra todas ve-
mos nacer las proposiciones universa les.-De ese mis-
mo objeto, sustancia contingente, se saca un grupo de
ideas que se reunen en una sola noción. Esa noción es
idéntica á las ideas que la componen, y que son ella
misma bajo otro nombre. No se la puede, pues, sepa-
rar de ellas, puesto que no se la puede separar de si
misma. Debe, pues, contenerl as siempre y en todas
partes. En esa palabra de1Je vemos nacer las proposi ·
ciones necesaria s. Redúzcanse las palabras á su va-
lor. Relación uui versal significa relación entre dos tér-

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140 L08 FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX

minos abstractos; pero hay términos abstractos en las


cosas limitadas ; cabe, pues, describir en las cosas li·
mitadas relaciones universales. Relación necesaria
significa relación de identidad; pero hay datos idén·
ticos á otros en las cosas contigentes. Cabe, pues,
descubrir relaciones necesarias en objetos contin·
gentes.
Q,ueda un segundo punto. Volvamos al matemático.
Caballero, socorra usted otra vez al metafísico. Si co·
noce usted objetos infinitos, ¿cómo los conoce?
- Sefl.ores, nada más sencillo. E l infinito rodea á
toda cantidad. En las altas matemáticas se le expresa,
se le pone en ecuación, se comparan sus diversas for·
mas, se le calcula, se juega con él. Van ustedes á ver·
lo en una cuenta de cocinera y en una numeración
de escolar.
La serie de Jos números es absolutamente infinita.
Q,uiere esto decir, no sólo que no percibimos el limite
de esa serie, sino que no le tiene ni puede tenerle.
Para formar la idea de ese infinito, formo las ideas
de dos ó tres números. Sea 2, que es 1 +l. Yo obser-
vo en este caso particular que he podido afiadir 1 á 1.
Pero el segundo uno es absolutamente semejante al
primero. Puedo, pues, hacer con él la misma opera-
ción que con el primero, y añadirle uno, lo cual da 3.
Este tercer uno tiene la misma naturaleza que los
otros. De estos tres casos desentraño por abstracción
la concepción de la unidad en general; de esta concep·
ción extraigo aún por abstracción la ley general de
que á la primera unidad puede afiadirse una segun·
da enterfl,mente semejante. Esta ley engendra una adi·
ción eterna. Basta analizarla para ver por abstrae·
ción esa adición entre sus consecuencias. Aqul aun la.
abstracción forma una idea general, saca de ella una.

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POR B. TAINE 141
ley general, y por virtud de esta ley produce en nos·
otros la. idea de un infinito.
-Nuestros ojos son más inteligentes que nuestro
cerebro. Dlgnese usted poner un ejemplo que haga
sensible la generación del infinito.
-Sea 1 dividido por 3.

10 3
....,....,::-=-o--,----
10 0,3333, etc.
10
10
etc.

La serie vertical de los 1 y la serie horinzontal de


los 3 son visiblemente infinitas.
Noten ustedes de qué modo descubren esa infinitud.
Desde la primera operación reconocen ustedes que el
resto es 1 como el dividendo. Puesto que el divisor no
cambia, la segunda operación es la misma que la pri-
mera. Luego, puesto que la primera engendra otra
semejante á. ella misma, la segunda engendrará. otra.
semejante á ella misma, y asl sucesivamente. P uesto
que el cociente de la primera es 3, el cociente de la se·
gunda es 3, y as! sucesivamente. De donde concluyo
que el número de las cifras del cociente es absoluta-
mente infinito, y que todas las cifras son 3. Todas
estas consecuencias nacen de un solo dato obtenido
por abstracción, á saber: que el r esto es semejante al
dividendo. Al descubrir que el dividendo engendra un
dividendo absolutamente semejante, he descubierto la
causa de una división eterna. La abstracción, aplica-
. da á una operación particular, ha desentrafiado la
idea general del dividendo y del resto¡ luego de esa
idea he sacado la ley general que, en el cociente, re·

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142 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX

pite siempre las mismas cifras y las repite hasta E:l


infinito.
-¿De modo que usted no ha contemplado ni un ser
infinito, ni una inteligencia infinita, sino simplemente
cantidades expresadas por cifras, y sus propiedades
aisladas por la abstracción? Volvamos A nuestro reti-
r o; probablem ente vamos á encontrar que nuestras
infinidades, como las de usted, tienen por madre la
abstracción. Sus ideas nacerán humaname nte por
análisis, y no ya divinamente por revelnción.
Sea la idea de un objeto infinito; por ejemplo, el es-
pacio. Examinemos ante todo lo que entendemos por
espacio y lo que contiene esta idea. El espacio es una
magnitud continua de tres dimensiones, absolutame n-
te infinita, es decir, que excluye todo limite. Además,
le concebimos como no siendo un ser real, ni cualidad
de un ser real, lo que significa que es una magnitud
abstracta; donde se ve ·por qué es necesario, y por qué
no se le puede suponer destruido. Para poder ser des-
truido, hace falta ser, y él no es. Además, su magni·
tud continua de tres dimensiones se confunde absolu·
tamente con la de los cuerpos, que se llama extensión:
lo que se expresa diciendo que los cuerpos ocupan el
espacio. El espacio es, pues, la extensión abstracta,
separada del cuer po, no real, puramente posible y di·
latada hasta el infinito.
Veamos ahora lo que entendemos por infinito. Estas
traducciones semi·gram aticales, semi-lógicas, son la
única luz, en filosofia; los maestros del siglo xvm nos
las enseña.n; tenemos que hncerlas y comprende r per·
fuctamente nuestra idea, antes de explicar cómo pue-
d., formarse. Decir que uno. magnitud es infinita, es de-
eh· que excluye todo limite, y que, si fuéSe limitado.,
habría en ella una contradicción. Concebir el espacio

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POR H. TAINlt 143

como infinito no es percibir expresa y distinta.ment~


por un solo acto del espíritu la totalidad de sus partes;
es simplemente concebirle un limite cualquiera, ana-
lizar esa idea de limite y encontrar una contradicción.
Un análisis, pues, es aún lo que me permitirá conce-
bir el espacio como infinito. Y este análisis recaerá.,
como antes, sobr e una idea general, puesto que r ecae-
r á sobre la idea de un limite cualquiera, ó sea, de un
limite en general. Esta idea se sacnrá, pues, como
antes, de un caso particular, y bastará., para for marla,
considerar cierto limite particular. Son todos los pro-
cedimientos empleados más arriba para formar los
axiomas, empleados en el mismo orden, con el mismo
resultado. De donde se infiere que la misma teorla se
aplica á las ideas de objetos infinitos que á. los axiomas,
y que la experiencia y la abstracción bastan en todas
partes para explicar los juicios y las nociones que
M. Cousin explica por la razón.
Hagamos la prueba. Sea un cuerpo conocido por el
tacto ó una sensación extensa observada por la con·
ciencia. Puedo separar esa extensión de su sujeto, y
por abstracción considerarla aparte. Esa extensión,
en cuanto abstractil, no es más que extensión; y, sien-
do sus partes, como ella, extensas, y nada más que
extensas, son absolutamente semejantes la una á. la.
otra.: lo que se expresa en el lenguaje ordinario, di-
ciendo que entre las partes del espacio puro no hay
ninguna diferencia. Luego lo que sea verdadero para
la una lo ser1\ para la otra. As!, considerad una de
ellas, y conoceréis todas las demás. Ahora, al llegar
á su limite, percibls otra parte que la contenla. Pero
el limite de esta otra parte, según lo que se acaba de
decir, es absolutamente semejante al de la primera;
debéis, pues, concebir una tercera parte, es decir, un

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144 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX
-----
espacio nuevo, que continúe la segunda y la prolon-
gue allende el espacio que habéis considerado en un
principio. De la idea de estas tres extensiones limita-
das sacáis por abstracción la idea de una extensión
limitada cualquiera. Tenéis ahora la idea general de
extensión, y, por abstracción también, descubrls lo
que contiene. Lo que contiene es la ley sigo.~iente: toda
extensión limitada puede continua.rse por una segun-
da extensión limitada. Analizáis esta ley, y veis que
la segunda extensión tiene la misma definición que la
primera; de donde resulta que está sometida á la mis-
ma. ley, que engendra á su vez una nueva extensión,
y asi sucesivamente. Notáis que, si en un punto cual-
quiera no fuese ya posible ese acrecentamiento, la
ley seria contradicha. Desde entonces tenéis la idea
del espacio infinito, puesto que tenéis la idea de una
extensión ~bstracta y puramente posible- es decir,
del espacio-y habéis descubierto en ella la ley gene-
radora de la infinitUd, y en esa ley la imposibilidad
de la limitación. Contad vuestros pasos. Habéis em-
pleado la experiencia de los sentidos ó de la concien-
cia. para formar la idea de un objeto real extenso .
Habéis empleado la abstracción para aislar esa ex-
tensión y considerarla pura. Habéis empleado aun el
análisis ó abstracción para. descubrir en ella la seme-
janza absoluta de todas las partes, y la propiedad que
posee una parte de ser continuada por la contigua.
Habéis formado asi la idea general de una parte cual-
quiera. Analizando esta idea, habéis sacado de ella
la ley en cuestión. Aquf, pues, reconocéis por la ob·
serv~cióo, como hace poco por el razonamiento, que
bast3.n la experiencia y la abstracción para producir
la idea del espacio infinito.
Concluyo, pues, contra M. Cousin, que las proposi-

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POR H . 'rAINF. 145
ciones necesarias y las ideas de los objetos infin
itos se
saca n por abst racc ión ó análisis de las nociones
y de
los juicios adquiridos por la experiencia.
¿Por qué esta larg a discusión? Es un aleg ato
en
favo r del análisis. Exp erim enta r, anal izar las
ideas y
los juicios adquiridos por la experiencia: el méto
do uo
es otra cosa. La experien cia nos dará todos los hech
os,
el análisis nos dará todas las leyes. Apliquemos
á las
experiencias que tan bien sabe hace r el siglo
xrx, el
análisis que ense naba el siglo xvm , y que, grac
ias á
M. Cousin, hemos olvidado. La cuestión que se
acab a
de exam inar es esta: ¿Dónde está la verdad?
De la
resp uest a depende todo el método, y algo más
grav e
aún: la dirección habitual é invo lunta ria del esplr
itu.
Si, como se acab a de mostrar, la verd ad está.
en las
cosas, bast a para enco ntra rla descomponer las
cosa s,
reso lverl as por el análisis en sus elementos,
anot ar
esos elementos 'por signos precisos, reun ir esos
signos
en fórm ulas exac tas, conv ertir esas fórmulas unns
en
otras, y llega r por ecuaciones á la ecuación final
, que
es la verd ad busc ada. Un cspl ritu educado en
estos
hábitos va derecho A los hechos en cuan to se
le pro-
pone una cues tión gene ral; elige uno part icula r
y con-
tingente; le tiene de continuo á la vista , sabe
que no
posee otro medio de prec isar y comprob ar sus
idea s,
vuel ve á él sin cesar, sabe que ese hecho es la
fuente
de todos los térmi nos abst racto s que va á recoger
y á
combinar. E~ la marc ha de Condillac en esa adm
irabl e
L engua de los cálculos, que ya no leem os. Si,
al con-
trari o, como quiere M. Cousin, la verd ad está en
Dios,
si los hechos parti cula res no son más que la ocas
ión y
el accid ente que dirige nuestros ojos hacia. ella,
si en
Dios es donde la descubrimos, á Dios es á quie
n hay
que cont emp lar para. conocerla. Para estu diar
una.
10

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146 LOS l<'ILÓ SOFOS DEL SIGLO XIX

con·
cosa hay que estu diar lo que la contiene. Si se es
sis de
secuente, se toma al punto por método el éxta
Cou-
los alejandrinos. Falto de arrojo y de lógica, 1!1.
do
sin no se lanz a á esas aven turas. Privado del méto
Por
que pide su teorla, se ve priv ado de todo método.
aná·
no anal izar las cosas, no ve en las cosas lo que el
ione s nece ·
lisis descubre en ellas -es decir, las relac
deci r,
sari as-, ni lo que el análisis saca de ellas- es
anal izar las
las ideas de los objetos infin itos. -Por no
re-
ideas, no ve que una proposición necesaria es una
nece saria es una
lació n necesaria; que una relación
in-
relacióu de identidad; que hay en todo objeto, cont
por tanto , se
gent e ó no, términos idénticos; y que,
s.
puede sacar de todo objeto proposiciones nece saria
prop osici ón
Por no anal izar las ideas, no ve que una
rae·
univ ersa l es una relación entr e dos términos abst
cosa par ti·
tos; que hay términos abst racto s en toda
en
cula r¡ y que, asl, de toda cosa part icula r se pued
izar las
saca r proposiciones universales. P or no anal
es más
ideas, no ve que la idea de un objeto infinito no
cimi ento
que la idea de un objeto finito, unida al cono
todo
de la ley ó caus a inter ior que, excluyendo de él
que per-
limite, le pr olonga más allá de los términos
ral ó
cibimos; y no advierte que, siendo esa ley gene
la meno r
abst racta , puede sa<:arse por abstracción de
im-
part e do eso objeto finito. Por no anal izar, decl ara
nién dole
pote nte el análisis¡ el análisis se veng a impo
con·
la obligación de fundar su teorla. capi tal, y, por
de prin·
siguiente, toda su filosofía, en dos peticiones
cipio y en dos equivocos de lenguaje.

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CAPITULO VIII

lL COUSIN ERUDITO Y FILÓLOGO

:Muchos grandes hombres, amén de las facultades


que los ilustran, tienen una afición particula r menos
gloriosa, pero útil aún, que va creciendo y que acaba
por absorber la mitad de su tiempo y de sus fuerzas.
Tal hombre de Estado, v. gr., es apasionado por la
jardinerl a; dedica seis horas del dla á los negocios y
seis al cultivo de las dalias. El más grande de nues-
tros novelistas tenia llena la cabeza de especulacio-
nes, de cuentas, de proyectos de Bolsa, y hablaba
continuamente de establece r en Parls una estufa de
ananas, que venderla á quince francos y que le costa-
rlan diez sueldos. Otros componen versos ó se lanzan
á la entomologla. M. Cousin se engolfó en la erudición,
en la filologia, en la bibliomanla, en las aficiones de
anticuari o.
Esa inclinación, muy viva, como todas las de mon.
sieur Cousin, se hace patente á la primera ojeada que
se dirige sobre la lista de sus obras. Sus grandes tra-
bajos son ediciones: Platón, en trece volúmenes; Des·
car tea, en once volúmenes; Proclo, en seis volúmenes ;
Abelardo y Maine de Biran. Hacer una edición es cosa

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148 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX

ha tenido nece-
que puede ocu rrir á todo el mundo: se
r los mat eria les
sida d de dinero, ó convenfa pub lica
er cinco edicio·
de una hist oria que se pre par aba . Hac
hac erla s. :Mon-
nes es dem ostr ar que se tiene gusto en
o (utilizado en
sieu r Cousin, como Rafael, ha utilizad
discfpulos; per o
demasla) la ayu da volu ntar ia de sus
dar cima á tales
no por eso es menos cierto que , par a
corazón. Todo
trabajos, se necesitaba ser filólogo de
ogla, sab e que
el que ha tocado, aun de lejos, la filol
bibliotecas, des-
pide una vocación especial. Rev olve r
los textos mu·
cifr ar horribles manuscritos, rest aur ar
la autentici-
tilados, elegir entr e las lect ura s, discutir
d, vac ilar con -
dad del documento, con jetu rar su edt~o
las pro bab ilid a-
tinu ame nte por el suelo movedizo de
a de los com en·
des, meterse entr e la turb a penden cier
s estolideces y
tari stas , emp apa rse en las innumerable
el populacho
en las vulg arid ade s incr elbles con que
de los gra nde s
lite rari o y filosófico obs truy e las obras
tan estéril en
hombres, es un estudio tan minucioso,
cier tas, que se
conclusiones generales y en verd ade s
intos y los há·
necesitaban, par a emprenderle, los inst
can tero ; un filó-
bitos de un erudito. Un erudito es un
itecto, sin ne-
sofo es un arqu itec to; y cuando el arqu
odos de cons-
cesidad absoluta, en vez dé inv enta r mét
pied1·a, sioo
trucción, se entr etie ne en lab rar, no una
un arqu itec to,
cioc uen ta, es que , bajo el háb ito de
ve aqu l una de
tiene las aficiones de un can tero . Se
la hist oria de la.
las causas y uno do los cara cter es de
sin. Pro bó un
filosoffa, tal y como la ha hecho M. Cou
o enc ontr ar las
inst ante á escribirla como filósofo; quis
sión; impro-
leyes de los hechos y el orden de su suce
emas, Jos úni-
visó la famosa. teor la de los cua tro sist
se enc uen tran
cos, decfa, que pueden exis tir, y que
esa con stru c-
en todas las épocas de la filosofía. Hoy

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POR H . TAfNE 149
ción a priori se halla tan ruinosa que nadie piensa ya
en demolerla. No pudiendo restablecerla ni reempla-
zarla.,· M. Cousin se ha contentado con exponer las di-
versas ftlosoflas¡ ha publicado una mullitud de docu-
mentos sobre Descartes y su escuela¡ ha resucitado
la dialéctica de Abelardo y referido los comienzos de
la escollls!ica. . Otros le han seguido: desde 'l'ales has-
ta. Kant, se ha explorado todas las fllosoflas; Edad
Media, Padres de la Iglesia, filósofos del Renacimien-
to, todo lo han devuelto á la luz las monograflas y las
tesis. Pero, estudiando los hechos como él, sus imita-
dores se han dispensado, como 61, de investigar las
leyes¡ gracias á él, tenemos todos los materiales de
una historia de la filosofía; gracias á él, no tenemos
esa historia. No ha encontrado en si mismo, ni desen-
vuelto en los demás, el espíritu filosófico; tiene la glo-
ria de haber mostrado en si mismo, y desenvuelto en
los demlls, el espiritu de erudición.
Hojead sus libros. Ese espiritu va siendo más visible
á medida que volvéis las páginas. ¿Qué descubre en el
siglo xvu, tan amado, tan estudiado? ¿Ideas? No, do-
cumentos.
Hay un hombre que se ha. apasionado por la Italia
del siglo xvn, como M. Cousin por la Francia del si-
glo xvu: Enrique Beyle. Compárense sus narraciones
con las de 1\I. Cousin; se medirá la distancia entre un
psicólogo, pintor y amante de los sentimientos, y un
erudito, investigador y amante de textos. La diferencia
será mayor aún si frente a los personajes descritos por
M. Cousin se ponen los personajes del mismo tiempo
pintados por M. Sainte·Beuve. 111. Cousin introduce
una enorme multitud de documentos inéditos en un
ligero marco de comentarios ; a la cabeza coloca, á
guisa de adornos, pormenores de bibliografia. He aquí,

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150 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX

por ejemplo, cómo principia. la historia de Jacqueline


Pascal: •Empecemos por dos documentos auténticos,
inéditos ó poco conocidos. Primero una biografía com-
puesta por Gilberte, y que sigue á Jacqueline desde
su primera. infancia hasta el momento en que entra en
Port-Royal; luego, en las .Memorias de .Margarita Pé·
rier, varios párrafos consagrados á su tia.', que desen-
vuelven y completnn la primera biografía... Restable·
cemos aquí el verdadero texto según dos manuscritos
excelentes : uno do la Biblioteca Real de París, Suple·
mento j1·ancés, núm. 1.485; otro de la Biblioteca de
Troyes, núm. 2.203. • Viene después un volumen de tex•
tos, terminado, dice el In dice, e por la descripción del
manuscrito del Oratorio, del manuscrito 1.485, del ma-
nuscrito 2.281, del manuscrito 397, etc., por una carta.
de Pascal á la reina de Suecia, y por un fragmento de
un escrito sobre la conversión del pecador, con las va·
riantes de los manuscritos.-La H.isto¡·ia del P. André
está compuesta exactamente del mismo modo, y ape-
nas si aparece el orador moralista en seis lineas per·
didas en un bosque de documentos. Se ha visto que las
biograflas de Mad. de Longueville y de Mad. de Sa·
blé adolecen del mismo defecto. Las fechas , las citas,
las anotaciones, los textos prodigados, los comentario'3
intercalados, infestan el estilo. En el momento en que
la dulce figura de Mad. de Longueville empieza á di-
bujarse á los ojos del lector, se oye un estruendo de
infolios que ruedan ; es una disertación que viene á
borrar la encantadora imagen con su aparato demos-
trativo. e No carecería de interés saber qué baile era
ese á. que Mlle. de Bourbon fué arrastrada como vic·
tima; en que apareció como conquistadora, y de donde
salió embriagada. Pero Villefore no nos dice nada so-
bre este punto. N os vemos, pues, reducidos á conje-

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POR H. TAI NE 151

turas. He aqui una que damos por lo que pueda va·


ler. Se lee en las Memorias manusc ritas de André
d'Ormesson, y en la Gaceta de .F>rancia de Renn.udot,
que el18 de Febrero de 1635 se dió en el Louvre, bajo
el rey Luis XIII, un gran baile en que figuraron todas
las beldades del dia, y, entre ellas,Mile. de Bourbon. •
No es ese el tono más á propósito para llevar al baile
una joven princesa, sobre todo cuando se está enamo-
r ado de ella; M. Cousin lo emplear á más oportun a·
mente, cuando quiera ensenar A algún arqueólogo una
edición rara ó un manuscrito desconocido. El mismo
error le ha hecho tomar textos por pinturas . Así, se
ha regocijado mucho por haber descubierto los nom·
bres de las religiosas companeras de MUe. de Bour-
bon en el convento de las Carmelitas; ha creído intro·
ducir al público en el interior de un convento, partí·
cipándole la edad, la condición, la fecha de la muerte
y de la entrada de todas las abadesas y de todas las
prioras, y transcribiendo biografías inéditas compues-
tas en el convento, las cuales, en su calidad de biogra.-
fias piadosas, no encierra n más que elogios vagos y
anécdotas edificantes: cosas todas que se parecen á la
historia tanto como una caja de colores á un cuadro.
Esas son miserias de la erudición. Hay todavía otra
muy natural. Toda verdade ra pasión cae en el exce·
so. Acaba uno por enamor arse de bagatela s, y se
exalta con motivo de la cosa más fútil. El lector se
acuerda de aquel minerálogo alemán que buscaba
cierta piedra, y un dla, al encontr arla, dice: •¡Ah, si-
renal Tú me encantas, pero no te me escaparás. •
11. Cousin se entusiasma con la calle de Saint·Tho·
mas-du-Louvre, y profiere exclamaciones con la un·
ción de una oración fúnebre . En efecto; aquello es la
oración fúnebre de la calle de Saint-Thomas-du-Lou·

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152 LOS FILÓS OFOS DEL SIGLO XJX
-- -
vre, calle infort unada , que acaba de desap arece r en
beneficio del Carro usel. •¡Quiera Dios, dice, ;¡ue esta
admir able plaza conse rve su grand eza, tan caram ente
comp rada, y que ningú n edificio t ransv ersal meno s-
cabe la bella armon la del Louv re y de las Tulle rlas!
¡Quie ra Dios tambi én que algún homb re instru ido y
labori oso, consa grado al estudi o de Parls y de sus mo-
nume ntos, no deje perec er la calle de Saint- Thom as-
du-Lo uvre sin dar de ella un·a descri pción y una his-
t oria fiel en la época de su mayo r esplen dor! • (1).
Cuand o se trata de un filósofo del siglo xvrr, se cree
en su dominio; reivin dica a l homb re; grand e 6 peque -
l!.o, exhum ado por él ó exhum ado por otros, quier e á
todo tranc e prese ntarle al públic o. Se aprop ia y pu-
blica por segun da vez, con correc cione s, la correspon-
denci a de l1aleb ranch e y de l\1aira n, que acaba ba de
ser public ada. Un poco más tarde se descu bre en
Caen, y se le comu nica una parte de la corres ponde n·
cía del P. André ; pero el afortu nado autor del descu -
brimi ento se reserv a la parte más precio sa: las cartas
cruza das entre André y Maleb ranch e. l\1. Cousin in-
dica su sentim iento con reserv a, pero le indica ; en
efecto , él es espec ialista en la mater ia (2). • Noeoh·os
nos hubié semos ofreci do gustcs os á dar á luz esa co-
rresp onden cia, donde quizá hubie ra. estado en su punto
algún conoc imien to de las mater ias agitad as entre los
dos metafisicos, y, sobre todo, ·de la litera tur a. filosó-
fica de esa época .• Se le ha oftnd ido, se le ha quitad o
lo suyo. El lector recor dará la disput:J. que tuvo sobre
un asunt o semej ante con i\1. Sainte -Beuv e. M. Cousi n
decla en un prólog o que habla descu bierto en el si-

(1) La jwness e de Mlle. de Longu evil!e, pág. 140.


{2) Le P. André , pAg. 214.

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POR H. TAINE 163·

glo xvu toda una. literatura femenina y toda una ga-


lerla de mujeres ilustres. M. Sainte·Beuve se acordó,
en otro prólogo, de que él habla escrito la hi$toria de
Port·Royal y de sus religiosas, y que, además, habla
hecho el retrato de varias grandes damas del tiempo.
Lo dijo, y en estilo punzante. El público juzgó que la
provincia literaria disputada era bastante extensa
para admitir dos moradores.
Otros rasgos, aunque singulares, agradan; toda pa-
sión verdadera es amable. La de M. Cousin por los
textos inéditos, se parece al amor de un caballero por
su dama. El caballero, por libertar á su dama, ma-
taba monstruos, rompla encantamentos, derribaba gi·
gantes, escalaba muros. l\1. Cousin penetra en los con-
ventos, revuelve las bibliotecas, seduce á los biblioteca-
rios, derrocha tesoros de amabilidad, de elocuencia y de
paciencia, para conquistar los preciosos documentos.
Por un simple r etrato Amadls se enamoró de Oriana,
por una simple sospecha 1'11. Cousin se enamora de un
texto; prendado del manuscrito que adivina, se pone
en campana 1 escribe al uno, hace escribir al otro, y
persigue una carta de Descartes ó un fragmento de
Malebranche con una tenacidad y un entusiasmo que
ya nadie tiene. •El catálogo impreso de los manuscri-
tos de la biblioteca de Ley den, mo habla infundido
esperanzas que, gracias á Dios, no han sido V<\nas ...
All! 7te visto con mis ojos, 7te tocado con mis manos una
multitud de cartas de Leibnitz, de esa letra firme y
apretada que es de su pafs más que de su siglo ... Sin
embargo, no podla convencerme de que no hubiese en
Leyden a:lgunas cartas inéditas de Descartes mismo. •
Tras esto, registra varios gruesos paquetes de cartas
no catalogadas, y descubre en él una de Descartes á
su relojero 1 con otras dos. "Son los únicos descubrí-

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154 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX

mientos cartesianos que he hecho en Holanda. • Un


poco después sabe que la Biblioteca real de Paris con·
tiene la correspondencia del abate Nicasio y de Leib·
nitz. Transcribamos esa. página; verá el lector lo que
es amar y buscar documentos inéditos.
•En cuanto supe que esa preciosa colección estaba
en la Biblioteca real de Parls, se concibe con qué di·
ligencia busqué allá todo lo que podla referirse á. la
historia de la filosofla del siglo xvn. La corresponden-
cia de Leibnitz atrajo parti:mlarmente mi atención.
Dutens se habla procurado algunos fragmentos de
dicha correspondencia, y esos fragmentos hablan pa-
recido ya muy preciosos. Tuve el placer de encontrar
en el manuscrito de la Biblioteca Real los autógrafos
de esas cartas, en número de seis, escritas en su ma-
yoría de puno y letra de Leibnitz, ó corregidas y fir.
madas por él. Pero un estudio un poco atento me llevó
fácilmente á reconocer que debía faltar un buen nú-
mero de cartas. Eso se ve particularmente por la co·
rrespondencia de Huet, donde el sabio obispo de
Avraoches da las gracias á. su amigo de Dijon por en-
viarle extractos de las cartas de Leibnitz, las cuales
no se encuentran en nuestro manuscrito. ¿Qué ha sido
de ellas? ¿IIan perecido ó no han hecho más que ex·
traviarse en manos que le.s retienen con detrimento
del público?
Uno de los amigos de Borgo;ja. puso fin á mis dudas
y á mis cavilaciones trayéndome una Revista de mi
pais, titulada Revista de las dos Borgoflas, año 1836,
en que se imprimen las seis cartas de Leibnitz del
manuscrito de París, y aquellas cuya pérdida deplo·
raba yo¡ en todo, diez y ocho cartas perfectamente
auténticas, dirigidas al abate Nicasio por el autor de
la Teodicea.»

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POR H. TAINE lb5

Al mismo tiempo aconseja ediciones y hace reclu·


tas de anticuarios.
•No se comprende, dice, por qué los editores han
copiado tan mal y desfigurado tanto las cartas de La
Rochefoucauld, á pesar de ser tan fáciles de leer con
su letra grande á lo Luis XIV. Esas cartas, tan bien
escrita s, tan interes antes á menudo, esperan todavla
un editor intelige nte y escrupuloso. Si yo fuese más
joven, tratarl a de ser ese editor, tanto más, cuanto
que podría unir á las cartas ya conocidas, cartas nue·
vas, entre las cuales las hay muy import antes. •
En otra parte manifiesta el deseo de que un erudito
emplee algunos afios de su vida en hacer la historia
de la plaza Real (1). Ofrece sus notas, extract os y co·
pias al •amigo de la religión y de las letras• que
reuna el cartula rio del convento de las Carme litas de
la calle de Saint-J acques . Al saber que el P. André
ha escrito la vida y reunido la correspondencia de
Malebranche, pero que ese escrito extravi ado se halla
ahora en poder de manos desconocidas, se indigna
contra el dett>ntador y lo intima á restitui r su tesoro:
•Antes de abando nar este import ante asunto, que·
remos dirigir otra vez, con toda la energla de que so·
mos capaces, nuestra pública y apremi ante reclama·
ción al que posee hoy aún los materia les de esa gran
obra. Que sepa que no es Jlcito retener el precioso de·
pósito que ha caído en sus manos, mucho menos alte·
rarle. Todo lo que se refiere á un hombre de genio no
ea propied ad de un solo hombre, sino patrimonio de
la human idad ... Retener, alterar , destrui r la corres·
pondencia de tal personaje es deufrau dar al público,
y, pertené zcase al partido que se quiera, es concita r

(1) La jeunesse ele Mael. ele Longuev ilte, p. 265, 81.

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156 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX

contra sl A las person as honrad as de todos los par-


tidos.•
Esa. elocuencia es prueba y efecto del celo erudito
de 1\l. Cousin. Pocos hombres han publicado tantos
documentos nuevos y útiles. De ellos están llenos sus
Fragme ntos filosóficos. El carden al de Retz, doro Robert
des Gabets, Roberval, l\L de La Clausure, el abate
Gautier, todos los personajes de una academ ia carte-
siana, una multitu d de escritos de Leibnitz, :Malebran-
che y Descartes, cartas do Espinoza, una porción de
fragmentos sobre Mad. de Longueville, Mad. de Sa.-
blé, Pascal, su familia : ha sumini strado memor ias y
documentos sobre todos los personajes ilustres de esa
época. En adelan te todo escrito r que ~ometa la his-
soria. del gusto y del pensamiento en el siglo xvu de ·
berá aprove charse de sus vigilias; no tendrá más que
labrar y reunir Jos materia les que :M. Cousin ha sa-
cado de la cantera y desbas tado.
Ese amor á los textos y ese gusto por el pormen or,
aplicados á la cr!Lica literari a, han producido dos
obras muy bellas: la restitución de Jos Pensam ientos de
Pasea~ y el Comentario del VicaJ·io saboya no. M. Cou-
sin es el primero que ha tenido ,Ia pacienc ia de desci"
frnr el indescifrable manuscrito de Pascal , de adivin ar
las abrevia turas, las llamadas, los vocablos medio
borrados ó á medio formar , de compa rar palabr a por
palabr a e! texto verdad ero con las edicioneg publica-
das, de anotar linee. por línea. todos los errores , todos
los absurdos, todaa las f,lltas de gusto de Jos editores,
de mostra r el plan de la obra, de seüala r su esplrit u y
reanim ar, en fin, la figura doliente, apasion ada y su-
blime de Pascal. Esa oposición perpetu a del texto ver-
dadero y del texto mutilado es la mejor lección de es-
tilo; se ve alll claram ente y sin frases lo que es el ge-

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POR H. TAINE 167
-------=..:....:....-
nio: es como si se comparase el cuadro de un gran
maestro con el cartón de ese cuadro. El relato de los
tachones, de los cambios, de las correcciones que ha-
cia Pascal, introduce al lector en el laboratorio de la
elocuencia: tal palabra añadida es un acceso de pa-
sión impaciente, tal frase renovad:\ es un redoble de
lógica victoriosa. Todos los sufrimientos y todas las
audacias del P11scal que conoclamos son débiles al
lado de los ardores y de las temeridades del Pascal
que 1\l. CJusin revela. Tiene amor á los grandes hom-
bres del siglo XVII: después de haber recogido los me-
nores fragmentos de su autor, ha llevado la devoción
hasta el punto de hacer un léxico de sus locuciones
notables. L'ls eruditos del Renacimiento que editaron •
los clásicos no hacían tanto y no hicieron más.
Pero, si se quiere ver ese talento de l\1. Cousin en
toda su fuerza, donde hay que admirarle no es aqul,
sino en sus estudios sobre Abelardo, sobre J enóf¡¡.nes y
sobre otros asuntos parecidos. El esplritu erudito es
más afortunado que eu nada en las cuestiones de eru-
dición pura; siempre está uno á sus anchas cuando
está en la casa propia. M. Cousin descubre tres ma·
nuscritos de Abelardo; los describe escrupulosamente
uno tras otro; juzga su valor; prueba que son los que
describla Ülldin y citaba la msforia literaria; pene-
tra en el interior del manuscrito, marca los diferentes
tratados que comprende, las l:.tgunas más 6 menos
largas, las hojM blancas, las hojas negras, las dife·
rentes tintas, y no sé cuántas cosas más. Llegado al •
manuscrito bueno, prueba con razones lógicas que
todas sus partes se enlazan, que forman un cllrso com-
pleto de dialéctica, que semejanzas de estilo y otras
varias probabilidades indican que csv. dialéctica es la
de Abelardo, citada en la Teología cristiana por Abe ·

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158 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO XIX

lardo mismo. Otras hábiles conjeturas descubren la


fecha aproximada. Luego una serie de discusiones ex-
celentes, desenvueltas con una claridad perfecta y una
razón sostenida, hacen ver que Roscelino fué el maes-
tro de Abelardo, que Abelardo era muy ignorante en
matemáticas, que no sabia el griego, que no conocía
á lo sumo de Platón más que el Timeo en la versión
de C:llcidio, que no conocía de Aristóteles más que el
Organon, ni del Organon más que las tres primeras
partes traducidas por Boecio, y que así la fllosoffa es·
colástica ha salido de una frase de Porfirio traducida
por Boecio. Se ve el trabajo que hay que tomarse, la
prudencia, el tacto, las investigaciones de todos géne-
ros, el cuidado minucioso, los esfuerzos de razona-
miento que hay que emplear para comprobar los me-
nores hechos. Es una gloria haber reunido tantos mé-
ritos y compuesto monograffas que sobrevivirán.
Es una gloria más rara aún no haber dejado de ser
hombre de gusto, hombre elocuente, amante de las
ideas generales, entre pormenores tan inslpidos y ar-
gumentaciones tan secas. Muchas veces el que se hace
erudito deja de ser hombre. La filología es un subte-
rráneo oscuro, estrecho, sin fondo, donde uno se arras-
tra, en vez de andar, tan lejos del aire y de la luz, que
olvida allí el aire y la luz, y acaba por creer bella y
. natural la claridad fumosa de la triste lámpara que
lleva consigo. Al cabo de algunos ail.os de permanen-
cia, se declara que el cielo es un suello de esplritus
• hueros. Yo he oido á habitantes de esas cuevas tratar
de quimera la historia que hacen los filósofos y losar-
tis~as, y rechazar como cosas malsanas la imagina-
ción apasionada de M. Michelet y las ideas generales
de M. Guizot. En efecto; cuando un minero vuelve á
la superficie, el aire puro le sofoca y la luz natural

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POR H. TAINE 159
le deslumbra. Al contrario, cuando M. Cousin se in-
terna en esas negras galerías, piensa en la vuelta , y
de pronto, sin que uno se lo espere, le ve remontarse
á la filosofla, á la alta historia, al estilo elevado, al
mundo superior donde siempre hubiese debido vivir, y
que es el único digno de su ciencia y de su talento.
Salimos de un comentario docto y árido, que tiene por
objeto determinar, según Stobeo, Di6genes de Laer-
tes y otros, el sistema probable de J enófanes, y, entre
argumentos de comentador, caemos en el párrafo si-
guiente:
e La parte del sistema de J enófanes que lleva la im-

presión del espíritu jónico es y debla ser su parte cos-


mológica y física. Porque ¿que es el esplritu jónico?
El escepticismo en todas las cosas : el amor al placer
en la vida; en política, gustos democráticos y cos-
tumbres serviles; eu el arte, el predominio de la gra·
cia; en la religión, el antropomorfismo; en la tlloso-
fla , que es la. expresión más general del esplritu de
un pueblo, un empirismo más ó menos ingenioso, una
curiosidad bastante atrevida, pero siempre dentro del
circulo y bajo la dirección de la sensibilidad. ¿Y que
ensena la sensibilidad? Lo que aparece, no lo que es.
¿Qué pueden, pues, enseiiar los sentidos sobre el orden
del mund'O? El sistema de las apariencias. Ahora bien;
la apariencia para el hombre es que 61 mismo y con
el esta tierra que habita es el centro de todas las co-
sas. Asimismo, según la apariencia, la tierra es inmó-
vil y debe ser infinita en su parte inferior. •
Tal es, en efecto, el sistema de J enófanes; y nada
es ml\s agradable que ver A una idea general confir-
mando por una deducción ingeniosa lo que la discu-
sión de los textos habla indicado. Un poco más lejos
vemos levantarse súbitamente al orador y pararse en

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160 LOS FILÓSOFOS DEL SIGLO IXX

medio de una cita, para expresar con una especie de


grandeza poética la emoción que le ha embargado.
El contraste es brusco é impresiona:
cAristótelea, en su libro sobre Jenó(anes, Gorgías y
Zenóní Simplicio, en su Comentario sobte la física ele
Aristóteles, y Teofrasto, en Bessa1·ion, nos han con·
servñdo el c..terpo de la argumentación con que Jenó-
fanes demoQtr,\ba que D;os no ha ten:do principio y
que no ha podiio nacer. E:; impo:~ible no experimen·
tar una impre~ióu profunda y casi solemne en presen·
cia de tal argumentación, cuando uno se dice que esa
es quizá. la primera vez, en Grecia. al menes, que el
e3piritu humano intentó d:use cuenta. de su fe y con-
vertir sus creencias en teorias. EOJ interesante asistir
al nacimiento de la filosofía religiosa: hela ahi en
mantillas, por decirlo as!; no hace aún más que bal-
bucear sobre e.os temibles problemas, pero es deber
d.; l amigo de la humanidad escuchar con atención,
r c}coger con cuidado las medias pl\labras que profiere
y sahtdar con respeto la prim !ra aparición del racio-
cinio. •
Cuando, después de contar los libros y los conoci•
m:entos que posela. Abelardo, llega á. la frase de Por ·
firio, que contiene el problema de los géneros y las
especies, y ve en ella en germen toda la escolástica,
no puede reprimirse. Ese gran espectAculo le infi-.1ma,
y el lector, sorprendido, siente d~ repente el contagio
de un entusiasmo que no habl.l previsto.
cEste problema, hoy helado y como petrificado bajo
ellatln de 8oecio, fué vivo en otros dlas y en otro
mundo. Ocupó á. Platón y Aristóteles. Provocó luchas
inmortales y engendró sistemas que permanecieron
mucho tiempo en pie uno contra otro. Las luchas ha-
blan cesado; esa noble filosofla se habla extinguido; la

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POR R. TAINE 161
se asombran de la fuerza de su cuerpo y de su cora-
zón, ·de los enormes trozos de vaca• que alimentan
sus músculos, de sus hábitos militares, de su feroz
obstinación de •animales selváticos (1)•. Se parecen
á sus bull-dogs, raza indomable que, en el frenes! de
su valor , ese precipitan á cierra ojos en la boca de un
oso de Rusia, y se dejan aplas tar la cabeza como una
manzana podrida•. Ese extraño estado de una socie-
dad belicosa, tan llena de peligr os, y que exige tantos
esfuerzos, no los arred ra. Como el rey Eduardo orde·
nase que se encar celara á los perturbadores sin for·
mación de proceso, y que no se los pusiese en libertad
bajo fianza ni de ningún modo, los comunes declaran
la ordenanza •horriblemente vejato ria•, reclaman,
r ehusan ser demasiado protegidos. Menos paz, pero
más independencia. Sostienen las garan tlas del súbdi-
to á. expensas de la segur idad del público, y prefieren
la libert ad turbulenta al orden arbitr ario : más vale
tolera r merodeadores á quienes se puede combatir que
prebostes á quienes habrla que doblegarse.
Ese arrog ante pensamiento es el que preside á todo
el libro de Fortescue. •Hay dos clases de monarqula,
dice, una de las cuales es el gobierno real y abso·
luto, y otr a el gobierno real y constitucional (2). • El
primero se halla establecido en Franc ia; el segundo
en Ingla terra. • Y se diferencian en que el prime ro
puede gober nar sus pueblos por leyes que hace él mis-
mo, é imponerles as! tributos y todas las carga s que
quiera, sin su consentimiento; mientras que el segun-
do no puede gobernar sus pueblos sino por las leyes

(1) Benvenuto C'ellini, citado por Froude, 1, 20, Histor y o{


England; Shokespeare, Enriq~<e V; conver sación de los sello·
res fra nceses an tes de la batalla de Azincour t.
(2) Jus regale, por oposición á jus regale. et politicum.
11

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~ ----~--------------~~--~-- ...................... ..........
X lr(t(q¡;.· '\r /~ .t'r 1 AA.~'-n ~a:.._J bt9'/~X
1.61 (<¿ rb'-!) 1" 1 fi ~ f ~ 01 k.. .~'k. . t=~l~ ¡,.;.¡ :r.c-.,tuj-u; e..rb
~(< UiJc 162 i¡;;~ru:'~E LA ~IT::(;URA~~¡!, //r/r dV_i~
.e.tJ.._ (te-~ '7 'C~ r. i". ~ W. _.
que éstos han aprobado, y asl no puede imponerles
L'.l(c' ~(
,. \ cargas sin su consentimiento. • En un Estado como
. ~ éste, la. voluntad del pueblo es el elemento más vital,
V <:o ~\ :f,. el que envía la. sangre á la cabeza y á todos los miem-
/.::1 'lÁ -.,\bros del cuerpo politico ... Y as! como la cabeza del
íu. ;r ' ' ·cuerpo flsico no puede alterar sus nervios, ni negar á
~ ' \ J .t sus miembros las fuerzas propias y la sangre que debe
~)
1
alimentarlos, asl el rey, que es la cabeza del cuerpo
f~ ' _ polltico, no puede alterar las leyes de ese cuerpo, ni
sacar al pueblo su propia sustancia., cuando él recla-
ma y se niega.... No se erige un rey de esta clase sino
para proteger á los súbditos de la. ley, para proteger
sus personas y sus bienes, y el pueblo no le ha dele-
gado poder más que para ese fin (1). He aqui, pues,

(1) Fortescue, In leges Ang!iae, Londres, 1599, con traduc-


ción inglesa.
Non potest rex Angliae nd libitum su u m leges mutare regni
sni. Principatu nnmque nedum r ogali, sed et político ipso suo
populo tlominatur.
In corpore politico, intentio populi primum vividum est, ba-
bens in se sanguinem, vir provisionom politicam utilitati popa·
Ji illius, quam in cnput et in omnia membra ejusdem corporis
ipsa transmitit, qno corpus illud alitur et vegetatur. Lex ver.o
sub qua coetus hominum populus eftlcitur, uervorum corporis
pbisici eftlcit rationem ... Et u t non potest cnpu t corporis physi·
ci nervos suos commutare, nequo membris suis proprias vires
et propria sanguinis alimenta denegare neo rcx, qui caput est
corporis politici, mutaro potest legos corporis illius, nec ejus-
dem populi substantias proprins subtrabere, roclamantibus
eis, aut invitis. Ad tutolam logis subditorum et eorum corpo-
rum et bonorum rex buju3modi ereotus est et ad banc, potesta-
tem a populu oflluxam ipse hnbot.
Anglia statuta... nedum prinoipis voluntate, sed et totius re·
gniassensuipsa conduntur... plusquam trecentorum electorum
ilominum pru<!entia ... (ita ut) popull laesuram illa efficere ne-
quont, ve! non eorum commodnm procurare .
Elección del sheriff.
In quolibet comitatu est oftlciarins quidam unos, regis, vice-

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POR H. TAINE 163
ya en el siglo xv, todas las ideas de Locke: ¡tan po-
derosa es la práctica para sugerir la teoria! ¡tan
pronto enseña el goce de la libertad la naturale za de
la libertad! Fortescu e va más lejos: contrapone, pun-
to por punto, la legislación r omana, herencia de los
pueblos latinos, á la legislación inglesa, herencia de
los pueblos teutónicos: la una, obra de prlncipes ab-
solutos, y encamin ada toda á sacrificar al individuo;
la otra, obra de la voluntad común, y encaminada
toda á protege r á la persona. Contrapone las máxi·
mas de los ,jurisconsultos imperia les que otorgan
«fuerza de ley á todo lo que decide el priucipe •, á los

comes appellatu s, qui intorcaetera ofOcii s ui ml nisteria, om


nium mandata ct juditia coriarium regis in suo comm ítatn
exsequonda exsoquitnr; cuí officium annale est, q uoei post an-
num in codem ministrar e non licet, neo dnobua tu m sequeoti-
bna aunis ad idem oftlcium ronsaume tur. Ofllclariu s iste sic &li·
gitur: quolibet auno in craslino Animaru m (a) conveniu nt in
saccario regis (b), omnes consiliarii ejus tam domini spiritua-
les et temporales quam ejus omnes juaticiarii (e). o rn nes bnro .
nes do scaccario, clericusr otuloru m(d),ot quidam alii officiaril,
ubi hi o mues commu ni assensu nominant de quolibet commi·
tatu trea milites vel armigoros ( e} , quos in ter caeteros ejusdem
commita tus ipsi opinnntu r melioris esse disposlt•onis et famae,
et ad oflloium vioocomi tis commita tus illius melius dispositos.
Ex quibos rex un u m tan tu m eliget, quam per littoras suas pn·
lentos constituit vicecomitem comi tatus.
Del i urado, y de las tres recusaciones sucesivas permitida s
á las partes:
Joratis demum in forma praedictn xu probis ot logalibus ho-
minibus habentibus ultra mobilia su a pos.sessioues soltlcientes
unde eorum s tatom ipsi cootinere poterunt et oulli partium
suspectis nec iovisl~ sed elsdem vici ois, legitur in aoglico co-
ram elg per curiam totum recordatu m et processus placiti.
(o) Al Soula'day.
( b¡Tbe klog-s exebeqoer.
(e) Jusllees.
(d) M•ot.or or tbe rollo.
(•l Knlghts or aqulres.

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HISTOR IA DE LA LITERA TURA INGLESA
164
-- ---
estatu tos de Inglat erra, •que, lejos de emana r de la.
volunt ad del prlncipe, son decretados por acuerdo de
todo el reino, por la sabidu rla de más de trescientos
hombres elegidos, de suerte que no pueden perjud icar
al pueblo ni dejar de serie beneficiosos•.
Contrapone el nombramiento arbitrario de los fun-
cionarios imperiales al nombramiento· del sherif( , que
anualm ente es elegido por el rey, para cada condado,
de entre tres caballeros ó escuderos del mismo conda-
do designados por el consejo de los lores espirituales
y temporales, de los justicias, de los barones del Ex-
chiquieY y de otros grande s funcionarios. Contrapone
el proced imiento romano, que se conten ta con dos tes-
timonios para condenar á un hombre, al jurado, á las
tres recusaciones permitidas, á las admirables garan-
tla.s de equidad que la honradez, el número, la repu-
tación y la condición de los jurados dan á la senten-
cia. Asl protegidos, los pueblos de Inglat erra no pue-
den menos de ser floreci entes . Notad, por el contrario
-dice el joven prlncipe á quien instru ye,-el estado
de los pueblos de Franc ia. Con las tallas, la gabela,.
los impuestos sobre el vino y el alojamiento de la gen-
te de guerra , se hallan reducidos á la última miseria.
e Los habéis visto, duran te vuestr os viajes ...
Se hallan
tan empobrecidos y arruinados, que (~.penas pueden vi-
vir: beben agua; comen manza nas con pan de centeno
muy moreno. No comen carne, sino á lo sumo, rara.
vez, un poco de tocino, ó algo de las entran as y la ca-
beza de los animales que se matan para los nobles y los
comerciantes ... La gente do armas les come las aves;
así, que apena s les quedan los huevos, que son para
ellos un regalo grandlsimo. No usan lana, fuera de un
pobre chaleco para debajo de la prenda exterior, que
es de lienzo burdo, y que llaman sayo. Los calzones son

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POR H. TAINE 165

de tela análoga, y no pasan de la rodilla, de modo que


lo demás de la pierna va desnudo. Sus mujeres y sus
hijos llevan los pies descalzos... Porque varios de
ellos, que sollan pagar anualment e á su señor un es-
cudo por su tierra, ahora pagan al rey, sobre ese es-
cudo, cinco escudos. De ahi que la necesidad les obli-
gue á velar y á trabajar para vivir, en términos que
su cuerpo está enterament e empobrecido y su especie
reducida á la nada . Van encorvados, y son débiles é
incapa.ces de combatir y de defender el reino; tampo-
co tienen armas ni dinero para. comprarlas .
•He ahi los frutos del gobierno absoluto. Pero, gra-
cias á Dios, nuestra tierra está regida por leyes me-
jores; y, á causa de eso, el pueblo de este pais no vive
en tal penuria, ni se maltrata á los habitantes en sus
personas, sino que son ricos y tienen todas las cosas
necesarias para su sustento. Por eso son fuertes y ca-
paces de resistir á los adversarios del reino que les ha-
gan 6 quieran hacerles dafio. Y este es el fru to de ese
jus politicum et regale bajo el cual vivimos ... Todo ha·
bitante de este reino goza de los frutos que le produ-
cen sus tiernos 6 que le da su ganado, y también de
todos los beueficios que puede obtener por su industria
propia 6 por la ajena, en la tierra y en el mar; usa de
ellos á su albedrío, y nadie se lo impide, por rapiila 6
injusticia, sin ofrecerle una justa compensación (1) ...
No se le demanda sino ante los jueces ordinarios y se-
gún la ley d\ll pais, ni se le emb,wgau su.s posesiones
ni sus bienes muebles, ni se le prende á causa de un
crimen, por grande 6 enorme que sea, sino según las
leyes del pafs y ante los juece3 susodichos ... He aquí
por qué loa moradores de este pafs están bien provis-

(1) Véase Commines, que expresa el mismo juicio.

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166 DISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

tos de oro y de plata, y de todas las cosas necesarias.


á la vida. No beben agua, si no es por penitencia; co -
men abundantemente de toda clase de carnes y pesctl·
dos. Tienen buenas telas de lana para todas sus pren ·
das de vestir; tienen también en sus casas una porción
de mantas y de todas las cosas que se hacen de lana;
son ricos en bienes muebles, en instrumentos de la-
branza y en todas las cosas que sirven para llevar
• na vida tranquila y feliz, cada uno según su condi·
ción.. Todo eso dimana de la constitución del pais y
de la distribución de la tierra. Mientras que en las de·
más comarcas no se encuentran más que un p~pula­
cho de pobres y algunos que otros senores, Inglaterra
está tan cubierta y llena de poseedores de tierras y de
campos, cque no hay dominio tan pequeiio que no en ·
cierre un caballero, un escudero ó algún propietario,
como los que se llaman franklins, enriquecido con
grandes posesiones, y también otros terratenientes li-
bres y muchos yeomen con renta bastante para cons-
tituir un jurado en la forma mencionada. Porque en
este pafs hay varios yeomen que pueden gastar más de
seiscientos escudos al afio•. Ellos son los que forman
la sustancia del pais (1).
(1) cTho might of the realme most stondyth upon archera
which be not rlohmen .,,
Compárese H allo m, 11, 482. Todo eso ae remonta á la conquis-
ta, y más ndelauto:
cit is reasonable to suppose tbat tbo grcater part of tbose
wbo appear to havo possessedsmall freebolds or parcela of ma-
nors were no otbor than tbo original nation.•
cA respecta blo class of free socagers, ha ving in general full
right of alienatlng tbeir lands and holding tbcm probably at a
small certain reot from tbe lord of tbe msnor, frequently oo·
cnrs in tbe Oomijday Book.~
En todo caso, había eo el Dom sday Boolc ~njones ~completa•
mente exentos de villanaje».
Esta olase es mirada con respeto en los tratados de Glanvil y

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POR H. TAINE 167

~son muy superiores (1), dice otro autor en el siglo


siguiente, á los simples labradores y á los jornaleros.
Tienen buenas casas, donde viven con holgura y tra-
bajan para enriquecerse. La mayorla son arrendata-
rios que sostienen á su vez varios sirvientes. Esa. clase
de hombres fué la que en otro tiempo se hizo tan te-
mible á los franceses; y aunque no lleven tratamien-
to como los nobles y los caballeros, aunque se llamen
Pedro ó Juan á secas, han prestado grandes servicios
en nuestras guerras. Nuestros reyes han dado con ellos
ocho batallas, é iban en sus filas, que formaban la in-
fantería de nuestros ejércit<>s, al paso que los reyes
de Francia iban en medio de su ca.ballerla; el prln-
cipe demostraba asi dónde estaba la fuerza principal
de una y otra parte.~ Semejantes hombres, dice For-
tescue, pueden constituir un verdadero jurado, y tam-
bién votar, resistir, asociarse y ejecutar todos los
actos por los cuales subsiste un gobierno libre, porque
son numerosos en todos los (!antones; no están cem-
brutecidos• como los tímidos campesinos de Francia;
•tienen que conservar su honor y el de su familia•;
están bien provistos de armas; se acuerdan de que
han ganado batallas en Francia (2). Tal es la clase,

Bracton. En cuanto á los villanos, se emanciparon pronto, en


los siglos xm y XIV, ya escapándose, ya haciéndose eopy-
holders.
La guerra de las Dos Rosas contribuyó á levantar más al es-
tado llano: antes de las batanas solía darse la orden do matar á
los noblos y respetar á los plebeyos.
(1) Harrison, 275. Descriptlon of Engtand.
{2l Retrato de un yeoman por Latimer, predicador de Enri-
que VIII.
cMy fatber was a yeoman, an bad no landa or bis owo, only
be bada farro or p. s. 3 or p. s. 4 by yeard at tbe uttermost, and
bereupoo be tilled so much as be kept baU a do,en meo. He
had walk for an hundred sheep, aod my mother milked tbirty

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168 HISTO RIA DE LA LITER ATUR A INGLESA

oscura aún, pero más rica y poderosa cada siglo, que,


fundada por la. aristo craci a sajon a abati da, y sosteni·
da por el carác ter sajón subsistente, ha. acabado por
establecer y consolidar una constitución libre y una
nación digna de la libert ad, bajo la dirección de la
pequella nobleza norm anda y bajo el patro nato de la
gran nobleza norm anda.

kine. He was able, and did tlnd lhe king a harne ss, with
him-
solf and bis horsc, while he ca me to lhe place that he
shoul d
receive lhokin g's wages. lean romem ber thol I buckled bis
ha.r ·
nesa when he "ent to Blackbealh fiold. He kept me lo
acbool,
or else I had not been able to ha ve preached before tho
king's
majes ty now. He marri ed my sistor s witb p. s. 5 or 20
nobles
a-piece, so that h e broug ht tbem up in godliness and
fear of
God. He kept hospit nlity for his poor neigbbours. And
sorne
alms be gave to the poor, and all tbis did he or the said
farm.
Wber e ho that now hatb it, payeth p. s. 16 by tbe year, or
moro,
an is notab le todo any thing for his prince, for himse
lf, not
for his obildren, or give a cnp of drink to tbe poor.
tln my time my poor father was as di llgent to teach meto
shool, as lo learn me any otber tbing, and so 1 tbink otber
men
did their childr en: he tangh t me how to dra,v, how
to !ay
m y body in my bow, and not to drnw with streng th ot nrms
as
dlvers other nntion do, but with streng th of tbe body.
I had
my bows bougb t mo accordlng to my ago and streng th;
as I
increased in tbem, so my bows wore modo bigger and
bigge r,
for men shall never shoot wel, excopt tbey bo broug ht
up in
it: it is n worth y gamo, a wholesome kind of exorcise,
and
much commended in phyaic.»

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;'

POR H. TAINE 169

Hombres, como estos, dotados de un carácter serio,


de un espíritu decidido y de hábitos independientes,
se oc upan de su conciencia, como de sus negocios, y
acaban por poner h\ mano en la Iglesia, lo mismo que
en el Estado. Ya ha tieJLpo que las exacciones de la
curia romana han provocado las reclamaciones públi·
cas (1), y que es impopular el alto clero; los naciona-
les se quejan de que el Papa entregue los mayores be·
neficios a extranjeros no residentes; de que tal ita,liano
desconocido en Inglaterra posea por si solo en Ingla-
terra de cincuenta á sesenta beneficios ; de que el di-
nero inglés corra á raudales hacia Roma, y que los
clérigos, no siendo juzgados ya más que por los cléri·
rigos, se entreguen á sus vicios y abusen de la impuni-
dad. En Jos primeros años de Enrique III se contaban
cerca. de cien homicidios cometidos por sacerdotes que
vivían aún. A principios del siglo XIV, la renta ecle-
siástica. era doce veces mayor que la civil. La mitad
del suelo próximamente estaba en manos del clero. A
fines del siglo declaran los Comunes que los tributos
pagados á In Iglesia son cinco veces mayores que los
pagados á la corona; y algunos anos después (2), con-
(I) Pictorial Histo•·y, r, 802. Eo 1245, 1246, 1376. A. Thier-
ry, m, i9.
(2) 1404-1409. Los Oomooes declaraban quo con eaas rentas
el rey podrla sostener 15 condes. 1.500 caballeros, 6.200 escode·

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170 HISTOR IA D.tl: LA LITERA TURA INGLESA

siderando que los bienes del clero no le sirven más que


para vivir en la ociosidad y en el lujo, proponen su
confiscación en beneficio del público. Ya se babia
abierto camino la idea de la Reforma. Recuérdese que,
en las baladas, el héroe popular, Robín Hood, manda á
su gente que respete á los yeomen, á los que trabaj an,
basta á los caballeros, si son • buenas personas•, pero
que jamás hagan merced á los abade s, ni á los obis-
pos. Los prelados pesan gravemente sobre el pueblo
con sus derechos, sus tr ibunales y sus diezmos ; y de
repente, entre las charlas agradables ó las divag ado·
nes monótonas de los poetastros normandos, se oye
tronar contra ellos la voz indignada de un sajón, de
un hombre del pueblo y de un oprimido.
Tal es la visión de Piers Plowm au, un labriego (1),
escrita, según se dice, por un clérigo ó sacerdote secu-
lar de Cieobury-Mortimer, cerca de Ludlow. En ella
son visibles sin duda las huellas del gusto francés; no
podia suceder de otra suerte : la gente de abajo no
puede eximirse nunca en absoluto de imitar á la gente
de arriba ; los poetas más verdad erame nte populares,
Burns y Béranger, conser van con harta frecuencia el
estilo académico. Aqui, del propio modo, se echa
mano del artificio de moda, de la alegorla del poema
de la Rosa: salen A relucir Beneficio, Corrupción, Ava·
ricia, Simoola, Conciencia., y todo un pueblo de abs·
tracciones corporallzadas• Pero A despecho de esos va-
nos f11ntasmas exóticos, el cuerpo del poema es nacio-

ros y tOO hospitales, recibiendo cada conde 300 marcos al alio,


cada caballero 100 marcos y el producto de cuatro huebra s;
cada escudero 40 marcos y el produc to de dos bnebra s.-Pic-
toriat history, 11, pág. 142.
{1) Hacia 1362. Hizo una revisión de su poema en 13'76-77, y
le r efundió por última vez hacia 1391.

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POR II. TAI~E 171

nal y vivo. Reapare ce en parte la antigua lengua, y


reapare ce del todo el antiguo metro; nada de rimas,
sino aliteraciones bárbara s; nada de chanzas, siuo
una graveda d rlgida, una invectiv a sostenida, una
imaginación grandiosa y sombrla, pesados textos latí·
nos asestados como por mano de protestante. El autor
ha dormido en las alturas de Mal verne, y ha tenido
un sueno maravilloso. Suena •que estaba en un desier-
to, no pudo so.ber jamá~ en dónde; y como mirase al
Oriente, hacia la parte del sol, vió sobre una altura
una torre soberbiamente edificada, debajo un profundo
valle, y allá dentro un torreón, con profundos fosos
negros y de un aspecto terrible• . Luego, entre una y
otro, una gran llanura llena de gente, •de hombres de
todas clases, pobres y ricos, trabajan do y agitándose,
como el mundo quiere; algunos, con el arado, no se da-
ban paz ni r eposo á labrar y sembrar , y pasaban du·
ras penalidades, ganando lo que engulllan y consu-
mían los pródigos (1)•. Lúgubre pintura del mundo,
semejan te á los suefios formidables, tan frecuentes en
Alberto Durero y en Lutero; los primeros reformado·
res se figuran que la tierra se halla entregad a al mal,
que en ella tiene el diablo su imperio y sus ministros,
que el Anticristo, sentado en el trono de Roma, os-
tenta las pompas eclesiásticas para seducir á las almas
y precipitarlas en el fuego del infierno. Aqul, de igual
modo, el Anticris to entra en un convento con la ban-
dera desplegada; los frailes van en procesión solemne
á recibir y felicitar á su padre y sefior. Sitia á Con-
ciencia, con siete gigantazos, los siete Pecados capita-
les; y el asalto es dirigido por Pereza, que lleva con-
sigo un ejército de más de mil Prelados. Porque lo que

(1) Ed. Skeat, Oxford, 1886; texto A, prólogo, pág. 3.

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172 HISTORIA DE LA LITJ:RATURA INGLESA

impera son los vicios, tanto más odiosos, cuanto que


residen en los lugares sagrado s y ponen al servicio del
demonio á la Iglesia de Dios. •Ahora la religión es un
apuesto jinete, un azota-calles, un mangonero de fies-
tas, un comprad or de tierras, que espolea á su pala-
frén, de hacienda en haciend a, seguido de una jaurla,
como un senor•, y se hace servir de rodillas por cria-
dos (1). Pero esa farsa sacrileg a no es eterna, y Dios
sienta la mano á los hombres por via de aviso. Natu-
raleza, por orden de Conciencia, envia de lo alto el es-
cuadrón de los azotes y las enfermedades, •fiebres y
fluxiones, toses y náuseas , calambr es y dolores de
muelas, r eumas y sarampiones, tül.as y sarnas de la
cabeza, inflamaciones y tumores é hinchazones abra-
sadoras , frenes! y enfermedades innobles• . Se oyen
gritos: • ¡Socorro! ¡Ah! estala terrible muerte que viene
á destruirnos á todos! • Y llegan las podres, las pústu ·
las, las pestes, los dolores agudos: acude la M:uet·te,
•reduciéndolo todo á polvo, reyes y caballeros, empe-
radores y papas. Más de una graciosa dama, y senora
de caballeros, se desmayó y murió doliente entre los
dientes de la Muer te (2)•. He ah! cúmulos de miserias,
semejantes á Jos que exhibe Milton en su visión de la
vida bumana (3); he ah! las trágicas pinturas y Jos sen-
timientos en que se complacerán los reformadores;
discurso hay de Knox: á las damas de la corte de Ma-
ria Estuard o, que también arranca brutalm ente el
adorno del cadáver humano pura patentiz ar su igno-

(1) Texto B, ptU!st•., x, verso 305.


El archidiácono de Richmond, git·uudo visita en 1216, f ué al
priorato de Bridllngton con noventa y siete caballos veintiún
perros y tres halcones.
(2) Texto C, piUisus xxm, verso 80.
(3) Ultimo libro. 'l'lle Lazar House.

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POR B. TAINE 173
minia. Ya aparece la. concepción del mundo propia de
los pueblos del Norte, concepción triste y moral. No se
vive tranquila y sosegadamente en esos paises; hay
que luchar á todM horas contra el frfo y contra. la llu-
via. AJII no es posible tumbarse indolentemente \:laña-
dos de luz, en medio de una atmósfera templada y des-
pejada, con los ojos embebidos en las nobles formas y
en la risueña serenidad del paisaje. Allf hay que
trabajar para vivir; hay que ser diligente y pun-
tual; hay que patullar animosamente por lodazales,
detras del arado; hay que encender la luz de la.
tienda. en pleno dfa: 1M penalidades que el clima im-
pone al hombre y las resistencias que le exige son
infinitas. De abl la. melancolla y la idea del deber.
El hombre piensa, naturalmente, en la vida. como en
el combate; piensa más á menudo aún en la negra
muerte que cierra esa parada sangrienta sumiendo
tantas cabalgatas rozagantes y tumultuosas en el si-
lencio y la eternidad del ataúd. Todo esto mundo vi-
sible es vano; lo único verdadero es la virtud del hom-
bre, la energfa animosa con que se domina á si mismo,
y la energla generosa. con que se consagm al servicio
de los demás. En ese fondo se fijan los ojos, traspa-
sando la. decoración mundana y despreciando el goce
sensible para llegar basta ahl. A favor de ese movi-
miento interno, cambia el modelo ideal, y se ve surgir .
una nueva fuente de acción: la idea de lo jusoo. Lo
que los subleva contra la pompa y la insolencia ecle-
siástica no es ni la envidia del plebeyo pobre, ni la
cólera del hombre explotado, ni la sed revolucionaria
de aplicar la verdad abstracta, sino la conciencia;
tiemblan ante el pensamiento de no salvarse, si per-
manecen en el seno de una iglesia corrompida; temen
las amenazas de Dios, y no se atreven á embarcarse

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174 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA
- --- --
para el gran viaje con guias dudosos. •¿Q.ué es la jus-
ticia, y cómo la tendré?• se preguntaba ansiosamente
Lutero. Con las mismas inquietudes parte Piers Plow-
man en busca de Bien-Obrar, y pide á todos que le
indiquen dónde podrá encontrarle. «Entre nosotros•,
le dicen dos monjes. •No, contesta, puesto que el
justo peca siete veces al dla, vosotros pecáis, y as! la
verdadera justicia no está entre vosotros. • Recurre al
•estudio y á la Escritura•, como Lutero; los clérigos
hablan muy fácilmente, en la mesa, de Dios y de la
Trinidad, •citando á San Bernardo, con muchos ar-
gumentos pomposos, cuando los ministriles terminan
su música; pero entre tanto los pobres pueden llorar
á la puerta y temblar de frío sin que nadie los alivie•.
Al contrario, se les grita como á perros, y se los echa.
cTodos esos grandes señores tienen á Dios e.n la boca;
los pobres son los que le tienen en el corazón (1)•, y
el corazón, la fe interior, la virtud viva es lo que cons-
tituye la religión verdadera. He ah! lo que han em-
pezado á descubrir los rudos sajones; se ha despertado
la conciencia germánica, y también el sano sentido
inglés, la energía personal, la resolución de juzgar y
decidir cada cual por su propia cuenta.
e Cristo es nuestra cabeza; no tenemos otra cabeza•
dice un poema anónimo de la misma época, y que rei-
vindica, con otros, la independencia para las con -
ciencias cristianas (2). •Nosotros también somos sus
miembros. Nos ha dicho á todos que le llamemos nues-
tro Padre. Nos ha prohibido usar ese nombre de maes-
tro; todos los maestros son falsos y malos. • Nada de

(1) Este poema se imprimió más tarde, en 1550. Se hicieron


tres ediciones en un ai\o: tan visib:emente protestante era.
{2) Véase Pier1 Plowman's crede, The Plowman's tale, etc.

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POR H. TAINE 175
intermediarios entre el hombre y Dios; por más que
los doctores reivindiquen la. autoridad para sus pala-
bras, hay una mAs autorizada: la de Dios. Eia gran
palabra se oye desde el siglo XIVj ha abandonado las
escuelas doctas, las lenguas muertas, los empolvados
estantes en que la dejaban dormir los clérigos, cubier-
ta por el hacinamiento de los comental'istas y de los
Padres (1). Ra aparecido Wycleff, y la ha traducido
como Lutero y en el mismo esplritu que Lutero. •To-
dos los cristianos, hombres y mujeres (2), viejos y jó-
venes-dice en su prefacio-deben estudiar mucho el
Nuevo Testamento, porque tiene plena autoridad, y
está abierto al entendimiento de la gente sencilla en
los puntos que son más necesarios para la salvación.~
Es menester que la religión sea secular, que salga de
las manos del clero que la acapara; cada uno debe
escuchar y leer por sí mismo la palabra de Dios; as!
estará seguro de que no se ha corrompido en el cami-
no; la oirá mejor; mucho más: la entenderá mejor;
•porque todoa los pasajes de la Santa Escritura, los
claros como los oscuros, ensefian la dulzura. y la cari-
dad. Por eso el que practique la dulzura y la caridad
tiene la verdadera inteligencia y toda la perfección
de la Sagrada Escritura... As!, que ningún hombre de
esp!ritu sencillo se asuste de estudiar el texto de la

(1) Knlgbton, hacia 1400, escribe lo sig uiente sobro Wscleff:


•Transtulit de Latino in an!(licam linguam. non angelicam.
Undo por ipsum fit vulgaro, et magia npertum Inicia ct mulieri-
bas legere sclentlbus qua m solet osse cloriois uctmodum littera-
tis, et bono intolligentibus. Et sic evangelicn mnrgaritn spargi-
tur et a porcis conculcatar... (ita) at laícís communc acternum
quod ante taerat cleriois et ecclesiae doctoríbus tnlentum aa-
pernam.
(2) Wyclefr~ Bible, ed. de Forshall and Ma·lden, prefacio,
ed. de Oxford.

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176 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA
-----
Sagrada Escritura... Y que ningún clérigo se alabe de
poseer la verdadera inteligencia de la Escritura, por-
que la verdadera inteligencia de la. Escritura. sin la
caridad no sirve sino para condenarse más completa-
mente ... Y el orgullo y Ia concupiscencia de !os clérigos
son causas de su ceguedad y de su herejía, y los pri·
van de la verdadera inteligencia de Ia Escritura•. Ta·
les son !as temibles palabras que empiezan á circular
en las tiendas y en las escuelas; se lee y comenta esa
Biblia traducida, y se juzga, según ella, á la Iglesia
presente. Qué juicio formarlan aquellos esplritus serios
y sinceros, con qué prontitud se elevarían hasta la
verdadera. religión de su raza, cosa es que puede verse
en su petición al Parlamento (1): Ciento treinta aiios
antes de Lutero declan que Cristo no habla instituido
el Papa; que las peregrinaciones y el culto de las
imágenes lindaban con la idolatría; que los ritos exte·
riores carecen de importancia; que los sacerdotes no
deben poseer bienes temporales; que la doctrina de la
transubstanciación hace al pueblo idólatra; que los
sacerdotes no tienen el poder de absolver los pecados.
En prueba de todo eso aduclan text-os de la Escritura.
Figuraos aquellos esplritus valeroso<>, aquellas almas
viriles y sencillas, que empiezan á leer por la noche
en su tienda, á la luz de una mala vela; porque de
gente de tienda se trata-de sastres, de peleteros, de
panaderos:- esos son los que, en compañia de al-
gunos hombres de letras, empiezan á leer; más aún:
á creer y dejarse quemar (2). ¡Qué espectáculo en el
siglo xv, y qué esperanza! Parece que con la libertad
de acción va á surgir la líbertad del espirito; que

(1) 1395.
(2) 1401. William Sawlre, primer lolardo quemado vivo.

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POR U. TAINE 177
aquellas clases humildes van 1\ pensar y hablar; que,
bajo la literatura oficial, imitada de Francia, va á
surgir una nueva literatura, y que al fin va. á tener
voz Inglaterra., la verdadera Inglaterra, medio muda
desde la época de la conquista.
No la tiene. El rey y los pares se unen á la Iglesia;
establecen estatutos terribles; destruyen los libros;
queman vivos á los herejes, y á menudo con refina-
mientos: al uno dentro de un tonel, al otro colgado
por medio del cuerpo de una cadena de hierro. Se
atentaba al poder temporal del clero, se atentaba con
él á toda la constitución inglesa, y el gran edificio de
arriba aplastó con todo su peso á los demoledores de
abajo. Oscuramen te, en silencio, mientras los grandes
se degüellan en las guerras de las Dos Rosas, el pue-
blo sigue trabajando y viviendo, desprendiéndose de
la Iglesia oficial, conservando sus libertades y acre-
centando su riqueza(l), pero sin ir más adelante. Como
enorme roca que constituye el fondo del suelo, y sin
embargo, no aflora más que por tal cual punto, él ape-
nas aparece. Ninguna gran obra poética ni religiosa
le saca á luz. Cantó; poro sus baladas, olvidadas pri-
mero y transforma das después, no llegan á nosotros
más que en redacciones posteriores. Oró; pero, salvo
uno ó dos poemas de escaso valer, su doctrina incom-

(1) Commines, lib. v, cap!tulos x1x y xx.


•En mi sentir, de todos los sei!oríos del m nodo qne yo conoz-
co, aquel en que es mejor tratada la cosa pública y en qne roí-
na menos violencia sobre el pueblo, y donde no se ven edificios
derribados ni demolidos por ls guerra, y donde la desgracia cae
sobre los que hacen la guerra, es Inglaterra ... El reino de In-
glaterra disfruta, sobre todos los otros, do oste favor: que no se
destruye el pueblo ni el pa!s, que no se quomnn ni demuelen los
edificios, y que el destino pe1a sobre la gonte de guerra, y ou
particular sobre los nobles .•
12

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178 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

pleta y reprimida no llegó á desenvolverse. Por el can-


to, el acento y el sello de sus baladas (1), se ve bien
que son capaces de la mAs bella invención poética;
pero su poesla permanece en manos de los yeomen y
de los arpistas. Por la precocidad y la energla de sus
reclamaciones religiosas, se comprende bien que son
capaces de las creencias más apa.sionad.a s y severas;
pero su fe permanece sepultada en las trastiendas de
algunos sectarios oscuros. Ni su fe ni su poesía pudie-
ron llegar á. su término y complemento. El Renaci-
miento y la Reforma, que son las dos explosiones na-
cionales, se hallan lejos aún, y la literatura del tiempo
va á conservar hasta el fin, como la alta sociedad in-
glesa, la impresión casi pura de su origen francés y de
sus modelos extranjeros .
(l j Véase las baladas sobre Chevy Cllace, T he Nrú. Br.otvn
maid, etc. Muchas de ellas so u dramitas admirables.

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CAPI'l'ULO III

LA NUEVA L E NG UA

l. Obaucer.-Su edocación . - Su vida poUticaly mundana.-


Oómo sirvió esa vida á sn talento.-Es el pintor de la segunda
sociedad feudal.
II. Cómo degeneró la Edad Media.- Diminnción do la seriedad
on las costumbres, en los escritos y en las obras do arto.-
Necesidad de excitación.- Situaciones análogas de la arqui-
tectura y de la literatura.
Ill á V. En qué pertenece Ohaucer á la lldad l\ledia.- Poemas
novelescos y decorativos.-E l Poema de la Rosa.-Troilo y
Criseid.a.-Ouen tos de Oat~torbery.-D esllle de descripciones
y de acontecimiento s.-La Casa de l a Fa >na. -Visiones y sne·
!'los fantásticos.-Pooma de amor.-Troilo y Criseida.-Des-
m·rollo exagerado del amor on la Edad Media.-Por qué ha-
bla tomado osa sonda el espfrilu.-El amor m!stico.-LaF'lor
y la hoja.- El amor sensnal.-Tt·oil o y Oriseida.
VI. En qué es francés Cbaucer.-Poem as sat!ricos y bnrlesClOs.
- Oue11tos de Oantorbery.-La mujer do Batb y el mntrimo-
nio.- El fraile mendicante y la religión.-La cbocsrrerla, la
bellaquerla y la grosería de la Edad Media.
VIl. En qué es Chnu~or inglés y originni.-Conce pción del ca-
rácter y del individuo.-Van Eyck y Ohaucer son contompo-
ráneos-- P•·ótogo lZe los c••entos de Ca11torbery.-Ro tratos del
fratlklitt, dol monje, del molinero, do la burguesa. do! caba-
llero, del escudero, de la abades11, del buen cura.-Conexión
de los sucesos y do los caracteres.-Co nccpción del conjun to.
Importancia do osa concepción.- Chnucer precursor del Ro-
nacimiento.- So detiene en el camino - Su pesadez y sus pne·

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180 HISTORIA DE LA LITERA'rURA l NOLESA

rilidades.-Causas de esa impotencia.-Su prosa y sus ideas


escolásticas.- Cómo permanece aislado en su siglo.
VIII. Enlace de la filosofía y la poesía. - Cómo han perecido
las ideas generales bajo In filosofía cscolástica.- Por qué pe-
rece la poesfa.-Comparació n de la civilización y de la de -
cadencia en la Edad llledia y en Espal!a.- Extinción do la
literatura inglesa.- Traductores.-Rimadores ce cróoicas.-
Poetas d idáot·cos.- Redactores de moratidadu.- Gower.-
Occleve.-Lydgate. -Analogía del gusto en los trajes, en los
edificios y ou la literatura. -Idea triste del azar y de la mise-
ria humana. -Bawes. - Barcklay. - Skellon. -Rudimentos
de la Reforma y del Renacimiento.

Sin embargo, al través de tantos ensayos infructuo-


sos, en medio de la prolongada impotencia de la lite-
ratura normanda, que se cor.tentaba con copiar, y de
la literatura sajona, que no podla desenvolverse, se
babia formado la lengua definitiva., y surgla un escri·
tor potente. Apareció un hombre superior, Godofredo
Chaucer, inventor, aunque discípulo, original, aunque
traductor, y que por su genio, su educación y su vida,
pudo conocer y pintar toda. una sociedad, y sobre todo,
satisfacer á la sociedad caballeresca y á las cor tes
suntuosas que en su:> cimas brillaban (1). A ella perte-
necla, aunque docto y versado en todas las ramas de
la escoll\stica, y en ella tomó tanta. parte, que su vida
fué, desde el principio basta el fin, la de un hombre de
mundo y un hombre de acción. Le vemos sucesivamen-
te servir en el ejército de Eduardo, llegar á gentilhom-
. bre del rey, casarse con una camarista de la reina,
(1) Nació en 1340, murió en 1400.

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POR B . TAINE 181

disfrutar de una pensión, ir de dipuh\do al Parlamen-


to y funda.t· una familia que hizo fortuna. Era cunado
del duque de Lancaster; desempellaba varias veces
embajadas ó misiones secretas en Florencia, en Géno-
va, en Milán, en Flandes; negociaba en Franela el ma-
trimonio del prlncipe de Gales; atravesaba todas las
vicisitudP.s de la politica., ahora en desgracia, Juego en
alza. Experiencia de los negocios, do los viajes, de la
guerra, de la corte; he ahi una educación muy distin-
ta de la de los .libros. Notad que se encuentr!l¡ en la
corte de Eduardo III, la más espléndida de Europa,
entre torneos, recepciones y magnificencias; que se ha-
llaba en medio de las pompas de Francia y de Milán;
que conversaba con Petrarca, y quizá con Boccacio y
Froissart; que fué actor y espectador de los más bellos
y más trágicos espectáculos. ¡Qué de cabalgatas y ce-
remonias! ¡Qué desfile de armaduras, de caballos en-
jaezados, de damas engalanadas! ¡Qué ostentación de
costumbres galantes y sefioria.lesl ¡Qué brillante y va-
riada sociedad, capaz de llenar la mente y los ojos de
un poeta! Como Froissart, y mejor que Froissart, pudo
pintar los castillos de los nobles, sus conversaciones y
sus amores, y lisonjearlos con su retrato.

II

Dos ideas hablan sacado á la Edad Media de la


informe barbarie: una idea religiosa\ que erigió las
gigantescas catedrales y arrancó del suelo á las po-
blaciones para lanzarlas sobre la Tierra Santa., y otra
idea secular, que levantó las fortalezas feudales, y

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182 IIISTORIA DE LA Ll'r.EHA.TURt. INGLESA

plantó al hombre de cnr:nón, erguido y armado, en


su dominio; una produjo el héroe aventurero, y otra
produjo el monje místico; una era la creencia en Dios,
y otra la creencia en si. Las dos, extremadas, hablan
degenerado por el desenfreno de su propia fuerza. L1t
una habla exaltado la independencia hasta la rebe-
lión; la otra habla extraviado la piedad hasta el arro-
bamiento. La primera incapacitaba al hombre para
la vida civil; la segunda apartaba al hombre de la
vida natural; la una, instituyendo el desorden, disol-
vía la sociedad; la otra, entronizando el desvarío, per·
vertía la inteligencia. Fué menester reprimir la caba-
llería que conduela :al bandolerismo, y refrenar la
devoción que trala la servidumbre. El feudalismo tur-
bulento se habla enervado como la teocracia opre-
sora; y las dos grandes pasiones dominantes, privadas
de su savia y separadas de su tronco, languidecían
hasta el extremo de dejar germinar en su puesto y
florecer con su nombre la monotonía del hábito y el
apego al mundo.
Insensiblemente disminuye la seriedad en los escri·
tos como en las costumbres, en las obras de arte como
en los escritos. La arquitectura, en vez de servidora
de la fe, se hace esclava de la fantasía. Cae en la
exageración; se afana por los adornos; olvida el con·
junto por los detalles; lanza sus torres á alturas des-
medidas; guarnece sus iglesias de doseletes, de pinácu-
los, de arcos trilobados, de galerías caladas. •Su única
preocupación es subir continuamente, revistiendo el
sagrado edificio de un atavío deslumbrador, que lo
hace asemejarse á. una desposada (1). • Ante ese en-
caje maravilloso, ¿qué emoción puede sentirse sino la

(l) Renan: De ¿•art au moyen ilg6 .

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POR JT. TAINE 183

grata. sorpresa? ¿Y quéesdel sentimiento cristiano ante


esas decoraciones de ópera? La literatura se entre-
tiene en términos análogos. En el siglo xvm, segunda
edad de la monarqu la absoluta, se vió sustituir á las
lineas severas los perendengues y la. hojarasca., y á.
los nobles escritos los lindos versos de sociedad y las
novelitas afectadas y libres. Asl también, en el si-
glo XIV, segunda. edad del mundo feudal, se ve susti·
tuir á la antigua arquitect ura grandiosa las blondas
de piedra y la esbelta florescencia de las formas
aérea~, y á. la antigua y sencilla epopeya los versos
refinados y los cuentos divertidos. No es ya la exube-
rancia de un sentimiento verdader o la fuente que los
produce, sino la necesidad de excitación. Fijaos en
Chaucer: ved cuáles son sus asuntos y cómo los elige.
Va á buscarlos á todas partes, á. Italia, a Francia, a
las leyendas populares, álosantiguosclásicos.Sus lecto-
res necesitan variedad; y su oficio es suministrarles co-
sas gratas: es la misión del poeta en aquel tiempo (1).
Los sefiores acaban de comer; los ministriles acaban de
cantar; la luz de las antorchas cae sobre el terciopelo
y el armifio, sobre las figuras caprichosas, los colori-
nes y bordados de los ropajes; en aquel punto llega el
poeta, y presenta su manuscrito e ricament e iluminado,
con encuadernación violada carmesl, embellecido con
broches, con relieves de plata. y rosas de oro•; se le
pregunta de qué trata., y responde: cde amor•.

(1) Véase Froissart, su vida nllndo del conde de Foix y al


lado del rey R•cardo U.

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184 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

I1I

En efecto; es el tema más agrad able, el más á pro-


pósito para quA se deslicen suave ment e las horas de
la noche entre la copa de vino sazonado y los perfu-
mes que se quem an en la estancia. Chaucer tradujo
desde luego el gran alma cén de la galan terla, el poe-
ma de la Rosa. Ningún pasatiempo más bonito: se
trata de una rosa que quiere coger el ama nte-y a
se adivina cuál ;-las pintu ras del mes de Mayo, de
los bosquecillos, de la tierra engal anada , de los verdes
setos, cunden y pululan por todas partes. Luego vie·
nen los retra tos de las dama s risuenas, Riqueza, Fran ·
queza, Alegria, y, por contr aste, los de los personajes
tristes, Peligro, Traba jo, todos ellos minuciosos, con
el porm enor de las facciones, de los vestidos, de los
ademanes. Es como si uno se pasea ra por delante de
un tapiz entre paisajes, bailes y castillos, entre grupos
de alego rlas de vivos colores, alegorlas contr apues tas
é incesantemente renov adas y varia das para recre o de
los ojos. Porq ue ha sobrevenido un mal ignorado en
las edades serias: el tedio. Para comb atirle se necesi-
tan cosas siempre nuev as y llama tivas ; y Cbaucer,
como Boccacio y Frois:mrt, se consagra¡\. esa empr esa
con toda su alma . Toma de Boccacio las historias de
Arcitas y Palemón, de Troilo y Criseida, y las arre·
gla.. Cómo los dos jóvenes caballeros tebanos, Arcitas y
Pá.lem ón,se prend an Ala vez de la bella.Emilia, y cómo

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POR H. TAINE 185

Arcitas, vencedor en el torneo, cae y muere de la calda,


legando la bella Emilia á su rival; cómo el apuesto ca-
ballero troyano Troilo gana el favor de Criseida, y
cómo Criseida le abandona por Diómedes: he abl aún
novelas en verso y novelas de amor. Son un poco lar·
gas; todos los escritos de ese tiempo, franceses ó imita·
ciones del francés, proceden de esplritus demasiado
fáciles; pero ¡qué fluidez! Un riachuelo sinuoso que
mansamente se desliza por tersa arena brillando á ra·
tos al sol, es lo único á que pueden compararse. Los
personajes hablan demasiado; ¡pero hablan tan bien!
Aun en los momentos en que disputan, se los oye con
gusto: de tal suerte se funden las cóleras y las injurias
en el copioso flujo de la conversación continua. Acor·
daos de Froissart, y de como los degtlellos, los asesi-
natos, las pestes, las carnicerlas, todo el cúmulo de las
miserias humanas, se disipa en la atmósfera uniforme
de su humor placentero, hasta el punto de que las
figuras furiosas y gesticulantes no parecen ya más que
adornos y bordados destinados á poner de relieve el
tejido de sedas matizadas que forman la trama de Sll
narración.
Pero lo que abunda sobre todo son las descripcio·
nes. Chaucer os pasea por entre las armaduras, los
palacios y los templos, deteniéndose delante de todo
hermoso ejemplar: aqul •el oratorio y la capilla de
Venus•, y la figura gloriosa de la •misma Venus des-
nuda y flotante en el anchuroso mar, cubierta desde
el ombligo abajo de verdes olas como el cristal de bri-
llantes, con una citara en la diestra mano, y cefiida
la graciosa cabeza por una guirnalda de frescas rosas,
de suave perfume, sobre la cual revolotean sus palo·
mas• ; allá el templo de Marte, •en uon selva donde
no habita hombre ni animal, con viejos árboles nudo·

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186 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

sos, rugosos, estériles, de raigones puntiagudos y ho-


rribles, y al través de los cuales circulaba un rumor
y estremecimiento como si la tempestad fuese á rom-
per todas las ramas. Bajo un escarpado se alzaba el
templo, todo él de acero bruflido, y de una entrada
larga, estrecha, espantosa•; de fuera «entraba un
viento tan furioso que levantaba todas las puertas•.
Ninguna luz, salvo la del Norte; todos Jos pilares, de
hierro reluciente y gruesos como toneles; las puertas
de diamante indestructible, y afianzadas á lo largo y
á lo ancho con sólida.<> bt~.rras de hierro; la.s paredes,
cubiertas de imágenes del homicidio, y en el santua-
rio •la estatua de Marte armado en un carro, con ex-
presión feroz y sombría, y con un lobo á sus pies de·
vorando la carne de un hombre•. ¿No son esos con-
tras tes bien preparados para despertar la atención?
Encontrn.réis en Chaucer multitud de pinturas seme·
jantes. Ved el paso de lor. combatientes que van á
justar en campo cerrado por Arcitas y Palemón (1);
unos con una tarja, otros con una adarga, otros con
una coraza y faldellín de acero; cada cual armado á
su guisa con espadas, hachas ó mazas, según la moda
caprichosa de la fantasía guerrera. Al frente •el rey
de la India sobre bayo corcel cubierto de acero y de
palio de oro bordado. Llevaba cota sembrada de grue·
sas perlas blancas y redondas, y manto salpicado de
rojos rubíes resplandecientes como el fuego. Tenia ri·
zosa y dorada cabellera que brillaba al sol, ojos como
los del león, voz como una trompeta atronadora, una
fresca guirnalda de laurel en la cabeza, y en la mano
un aguiJa domesticada, blanca como una azucena• .
Por otra parte, Licurgo, el rey de Tracia, •de duros

(1) Kni,qht'ta!e, p§ginas 20 -21 .

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--------------------------------187
POR B . TAINF.

y poderosos músculos, de anchos hombro'!, de barba.


negra, de cara viril, con su larga cabellera de cuervo
cayéndote por la. espalda., con una pesada diadem:t de
oro y de rubíes en la cabeza., marchando de pie en un
carro de oro tirado por cuatro toroB blancos, seguido
de veinte lebreles tamaños como búralos peq uci1os,
con collares de oro labrado, y rodeado por cien seño -
res de buenas armas y de gran valor.• No describiría
más ni mejor uu rey de armas. Los nobles y las damas
de la época velan reproducidos aqul sus fiestas y tor-
neos.
Hay algo mas agradable que un bello cuento, y es
una colección de bellos cuentos, sobre todo cuando los
cuentos son de todos los colores. Froissart los compone
con el nombre de Crónicas, y mejor aún Boccacio; tras
él los senores de las Cien novelas nuevas, y más tarde
Margarita de Navarra . ¿Qué más natural entre per-
sonas que se r eunen, habln.n y quieren divertirse? Las
costumbres del tiempo los sugieren; porqucya han em·
pezado los usos y los gustos de la sociedad, y la ficción,
asl concebida, no hace más que trasladar á los libros
las conversaciones que se cru zan en los salones y en
los caminos. Chauccr describe uua compafiia de perc·
grinos, gente de toda clase de condiciones quo va á.
Cantorbery, un caballero, un jurista, un doctor de
Oxford, un médico, un molinero, una abadesa, uu
fraile, todos los cuales convienen en contar cada uno
una historia. •Porque no hubiese sido alegro y ani·
mado cabalgar mudos como piedras.• Cuentan , pues;
en ese hilo ligero y flexible van ensartándose y for-
mando un collar todas las joyas de la imaginación feu·
dal, falsas ó "l'"erdaderas: nobles r elatos caballerescos,
el milagro de un niño degoilado por judlos, las prue-
bas de la pacient~ Griselda, Canacea y las maravillo-

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188 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

sas invenciones de la fantasla oriental; fabliaux licen-


ciosos sobre el matrimonio y sobre los frailes, cuento¡¡
alegóricos ó morales, la fábula del Gallo y la Gallina,
la enumeración de los grandes infortunados: Lucifer,
Adán, Sansón, Nabucodonosor, Zenobia, Creso, Ugo-
lino, Pedro de España. Corto, porque hay que abre-
viar. Chaucer es como un joyero, con la~ manos lle-
nas: perlas y cuentas de vidrio, diamantes refulgen·
tes, ágatas vulgares, negros azabaches, rosas de ru·
bies; cuanto la historia y la imaginación han podido
recoger y tallar durante tres siglos en Oriente, en
Francia, en el pals de Gales, en Provenza, en Italia;
cuanto ha rodado hasta él machacado, roto ó pulimen-
tado por la corriente del tiempo y por el gran revol-
tillo de la memoria humana, lo tiene á mano y lo arre-
gla, componiendo con todo un vistoso aderezo de mil
facetas, que por su brillo y sus contrastes puede
atraer y satisfacer los ojos más ávidos de recreo y no-
vedad.

IV

Hace más. El desenfreno universal de la curiosidad


inmoderada exige goces más refinados, que sólo pue-
den satisfacer la fantasla y el ensueño; no la fantasla
profunda y r eflexiva de un Shakespéare, ni el ensueño
apasionado y meditado de un Dante, sino el fantasma
y la quimera de los ojos, de los oldos, de todos los sen·
tidos exteriores que, en poesla como en arquitecturn,
· reclaman singularidades, maravillas, de.saflos empe-
ñados y ganados contra lo razonable y lo probable, y

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POR B. TAlNE 189

que no se sacian sino con el hacinamiento de cosas des-


lumbradoras. Cuandtl miráis una catedral de la épo-
ca, sentls un movimiento de temor. Falta la sustancia:
los muros rasgados para dejar su puesto á las venta-
nas, el labrado artificio de las puertas, el vuelo pro-
digioso de las delgadas columnillas, las frágiles sinuo-
sidades de los arcos, todo amenaza; se ha retirado el
apoyo para ceder su puesto al ornato. Sin el sostén
exterior de les contrafuertes, y sin la ayuda artificial
de los grapones de hierro, el edificio se hubiese desplo·
mado al primer dia; con eso y con todo, se desmorona
en tales términos, que hay que tener á mano colonias
de albañiles para combatir de continuo su continua
ruina. Pero los ojos se pierden siguiendo las ondula-
ciones y espirales de su infinita filigrana; el rosetón
flamante de la portada, y las pintadas vidrieras, de-
rraman matizada luz sobre las sillas esculpidas del
coro, sobre el oro y la plata del altar, sobre las pro-
cesiones de capas adamascadas y resplandecientes,
sobre la profusión de estatuas escalonadas; y á esa luz
violada, con esa púrpura vacilante, entre esas flechas
de oro que traspasan la sombra, el edificio entero pa-
rece la. cola de 1m pavo real mlstico. Pues asl también
la mayorla de los poemas del tiempo carecen de fon-
do; á lo sumo si les sirve de sostén alguna vulgaridad
moral: el poeta no se ha preocupado más que de poner
á nuestra vista el brillo de los colores y la riqueza de
las formas. Son ensueño~ ó visiones¡ hay cinco ó seis
en Chaucer, y vais á encontrarlas en todo vuestro ca-
mino hasta el Renacimiento. Pero la exhibición es es·
pléndida. Chaucer se ve transportado en sueños A un
templo de cristal (1), sobre cuyos muros aparecen

(1) The House of Fame.

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190 IDSTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

figuradas en oro t odas las leyendas de Ovidio y de


Virgilio: interminab le desfile de personajes y de trajes
semejantes al que en las vidrieras de las iglesias
ocupa entonces los ojos de los fieles. De pronto una
gran águila de oro, que se cierne cerca del sol y re-
luce como un carbunclo, baja con la rapidez del rayo
y le arrebata en sus garras hasta más arriba de las
estrellas, para dejarle después delante del palacio de
la Fama, palacio resplandec iente de berilo, con bri·
llantes ventanas y erguidas torrecillas, situado en el
remate de un alto penón de hielo casi inaccesible .
Toda la parte Sur estaba cubierta de nombres graba-
dos de hombres famosos, pero el sollos derretía conti-
nuamente. Por la parte Norte, los nombres, mejor res-
guardados, permanecía n íntegros. En las torrecillas
aparecían minístriles y juglares con Orfeo, Arión y los
grandes arpistas; detrás de ellos infinidad de músicos
con bocinas, flautas, cornamusa s y zampoñas, cuyos
sonidos llenaba.n el aire; por fin todos los encantado-
res, mágicos y profetas. Entra el poeta, y en un allo
salón revestido de oro con realces de perlas, sobre un
trono de carbunclo, ve sentada una mujer , cuna g rande
y noble reina•, entre una multitud infinita. de heral-
dos cuyas bordadas túnicas ostentnn las armas de los
caballeros más famosos del mundo, y oye el son de los
instrument os y de la melodla celeste que entonan
Callione y sus her manas. Desde el trono h asta la.
puerta se extiende una filn. de pilares, sobre los cuales
se ven los grandes historiador es y los grandes poetas:
Josefo sobre un pilar de plomo y de hierro; Estacio
sobre un pilar de hierro tinto en sangre; Ovidio sobre
un pilar de cobre; luego, en un pilar más alto que los
otros, Homero, y también Tito Livio, Dares, Guido
Colonna, Godofredo de :Monmouth y los demás histo·

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POR H. TAINE 191

riadores de la guerra. de Troya. ¿Hay que acabar de


transcribir esa fantasma.gorla en que la erudición acu-
mulada desluce la invención pintoresca, y en que el
tono festivo delata muchas veces que la visión no es
más que un entretenimiento voluntario? El poeta y su
lector se han representado durante media hora salas
adornadas y animadas muchedumbres; al través del
diáfano y dorado vapor que se complaclan en seguir,
ha corrido un tenue hilillo de ingenio. Basta: se han
distraldo con sus ilusiones fugitivas, y no piden más.

En medio de ese libertinaje del esplritu, entre esas


exigencias refinadas y esa exaltación insaciable de la
imaginación y de los sentidos, existla una pasión, el
amor, que, concentrándolas todas, se había desen-
vuelto hasta lo sumo, y revelaba. en compendio el en-
canto enfermizo, la profunda y funesta exageración
que caracterizan á esa edad, y que más tarde repro·
ducla la civilización espafiola, floreciendo y perecien-
do. llacla tiempo que las cortes de amor hablan for-
mulado su teorla en Provenza. •'l'oda persona que
ama, declan, palidece á la vista de la que ama. Toda
acción del amante termina por pensar en lo amado.
El amor no puede negar nada al amor (1). • T11.l afán
de la sensación extremr.da habla conducido á los éxta-
sis y transportes de Guido Cavalcanti y de Dante, y
se vió nacer en Languedoc una secta de ilusos, los

(1) Andréa el Oapellán, en 1170.

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192 HISTORIA DE LA. LITERATURA 1 NGLESA

peuitcntes del amor, que, para probar la violencia de


su pasión, se vestlan en verano de pieles y de telas
recias, y en invierno de ligera gasa, y se pa.">eaban de
esa suerte por el campo, no sin que varios de ellos
enfermasen y muriesen. En Inglaterra., Chaucer y sus
imitadores explican en sus versos (1) el arte de amar,
los diez mandamientos, los veinte estatutos del amor;
el poeta ensalza á su dama, •su deliciosa margarita,
su rosa bermeja•, y pinta el amor en baladas, visio-
nes, alegorlas, poemas didácticos, y de mil modos. Es
el amor caballeresco, exaltado, tal y como le concibió
la Edad Media, pero, sobre todo, tierno. Troilo ama á
Criseida como trovador; sin Pandaro, el tlo de Cr i-
seida., se consumirla y acabarla por morir en silencio.
No quiere revelar el nombre de la que ama; es menes-
ter que Pandaro se le arranque, que tome á su cargo
todas las insinuaciones é invente todas las estratage·
mas . Troilo, tan fuerte y tan valiente en la batalla,
dela.nte de Criseida no sabe mAs que llorar, pedir
perdón y desvanecerse. Criseida., por su parte, es la
misma delicadeza. Cuando Pandaro le lleva por pri·
mora vez una carta de Troilo, vacila en tomarla, le
da vergüenza abrirla, y no la abre sino porque su tlo
le dice que el pobre caballero va á morir. Desde las
primeras palabras se pone •más encarnada que una
rosa•, y á pesar de lo respetuosa que es la carta, no
quiere responder . No cede al fin sino á las importuni-
dades de su tlo, y contesta á Troilo que tendrá por él
el afecto de una hermana. Troilo, á su vez, se encuen·
tra trémulo; palidece cuando ve volver al mensajero;

(1) The craft of love; the ten commantl ,1e11t• o{ love; balta
· des; tlte co,.rt o{ !ove, tlte assemble of lacZies. Estos poemas no
aon de Ohaucor.

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POR B. TAINE 193
duda de su ventura, y no se atreve á dar crédito á las
seguridades que r ecibe. cAsi como las flores, cerradas
por el frio de la noche, se inclinan en su tallo, mas
con el sol brillante se levantan y se abren á su paso~,
as! su corazón se inunda repentinamen te de alegria.
Poco á poco, después de mil trabajos, y merced á la.
solicitud de Pandaro, consigue una respuesta satisfac-
toria, y ¡qué gracia tan deliciosa en esa respuesta!
e Cual joven ruisellor que, al empezar su cauto, se
para sobresaltado al pronto, si oye el eco de un zagal
6 algún ruido en el seto, y después, tranquilizándo -
se, despliega su voz, así también Criseida, vencidos
sus temores, abrió su corazón y reveló su pensa-
miento (1).~
El, no bien vislumbró una esperanza:
•Con voz alterada por el temor, con voz trémul:::.
como toda su persona, lleno de humildad, sonroján-
dose y palideciendo alternativame nte, delante de Cri-
seida, su adorada dama, bajos los ojos, y en actitud
sumisa, ¡oh! la primera palabra que salió de sus la-
bios, dos veces repetida, fué: ¡Gracias, gracias, dulce
corazón mlol ~
Ese ardiente amor se desborda en acentos apasiona-
dos, en transportes de felicidad. Lejos de ser mirado
como una flaqueza, es la fuente de toda virtud. Troilo
se vuelve mAs valiente, más generoso, más honrado;
sus discursos versan ahora •sobre el amor y sobre la
virtud; desprecia toda bajez~~; honra á lD.s personas
de mérito; alivia á los desgraciados. Y Criseida., exta-
siada, se repite el dia entero con transportes de júbilo
esta cantilena que es como el gorjeo de un ruisellor:
•¿A quién sino á vos, Dios del amor, daré yo gra.-

(1) Lib. 111.


13

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194 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

cias por toda la ventura. que empieza á inundarme\'


Gracias a vos, sefior, gracias, porque amo: as! estoy
en el camino derecho que ha de apartarm e de todo
vicio y pecado; asi me acerco tanto á la virtud, que de
día en día se enmiend a mi voluntad . Y quien diga que
el amor es un vicio es un envidioso, un novicio com-
pleto, ó un ser incapaz de amar. Mas yo, ya lo he
dicho, quiero amar ha.sta el fin, con toda mi alma, á
mi caro corazón, á mi fiel caballero, á quien profeso
una adhesión tan firme (como él á mi) que durará por
siempre (1).•
Pero viene el infortunio. Su padre Calcas la r ecla-
ma, y los troyanos deciden r estituirse!a á cambio de
los prisioneros. Al saber esta noticia, ella se desmaya,
y Troilo quiere matarse . El amor parece infinito en
aquel tiempo; juega con la muerte, porque constituye
toda la vida; fuera de la vida superior y deliciosa que
él produce, parece que ya no hay nada.
• Pero Dios quiso que volviera. de su desmayo . En-
tonces empezó á suspirar y exclamó: •¡Troilo! • Y él
r espondió: •Criseida, senora mía, ¿vivís aún?• Y dejó
caer su espada. •Si, corazón mio, dijo ella, gracias
sean dadas á Cupido.• En esto suspiró penosam ente.
El empezó á reanima rla como pudo¡ la cogió en sus
brazos y la besó repetidas veces. Con esto, su alma,
que revoloteaba ya en los aires, volvió á su triste
seno. Pero al fin, al volver los ojos, vió la espada des-
envaina da, y empezó á gritar de miedo, pregunt án-
dole por qué la había sacado. Troilo le indicó el mo-
tivo, diciéndole cómo se habría matado con su espada.
Al oírlo, Criseida le miró fijamante y le estrechó en sus
brazos con energía, diciendo : •¡Misericordia,Dios mio!

(l) Lib. n.

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,

- - - -- - POR 1I. TAIKE 195


¡Qué acción! ¡Ay! ¡Cuán cerca hemos estado de mo-
rir juntos (1)1 »
¡Cou qué jurame ntos, con qué lágrim as se separan !
Y Troilo , solo en su aposen to, no cesa de repetir :
e ¿D.>ude está. mi bien amada , mí dama
querida ?
¿Dónde está. su blanco pecho? ¿dónde está? ¿dónde?
¿Dónde están s us brazos y sus brillantes ojos que ayer
á e;;tas horas estaban conmigo (2)?• Se dirige al sitio
en donde la vió por primer a vez; después á otro en
que la oyó cantar; •no hay hora del dla. 6 de la noche
en que no piense en ella•. Nadie ha encontrado dea·
pués palabra s más verdad eras y más tiernas ; he ah!
las encant adoras •ramas poéticas• que hablan brott\do
al través de la ruda ignoran cia y de las pomposas
ostentaciones; el esplritu human o en la Edad iV!erlia
habla florecido hacía la parte donde divisab a la luz.
Pero en esa época no basta el relato para expres ar
la felicidad y el ensueño; e:1 mene~ter que el poeta
vaya •á las llanura s que se visten de nuevo verdor ,
donde empiez an á brotar la.s fiorecílla.s, don do buenas
y saludables lluvias renuev an todo lo viejo y muerto •;
donde la alondra , •mensa jera del dla, saluda con sus
cantos la pálida mañan a; donde el sol, penetra ndo en
la espesur a, seca las gotas de plata suspendidas en
las hojas (3 )• . Es menest er que se absorb a en las va-
gas delicias del campo, y que se desvan ezca, como
Dante, en la luz ideal de la alegorl a. Los sueños del
amor, para ser verdad eros, no deb.en tomar cuerpo
demn,siado visible, ni entrar en una historia. demasiado
enlazad a; necesit an flotar en una lontana nza vapo-

(1) L"b. IV,


(2) Libro v.
(3) The Ftottr ancl tile f.ea{, anónimo.

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196 FIISTORJA DE LA LITERATUR A INGLESA

rosa; el alma en que susurran no puede pensar ya en


las leyes de la vida; habita en otro mundo; se abstrae
en la arrobadora emoción que la embarga, y ve sur·
gir, mezclarse, tornar y desaparece r sus caras visio-
nes, como se ve á las abejas en estio, sobre la pen-
diente de una colina, revoloteando en una nube de luz
y girando en torno de las flores.
Una manann., dice una dama, á los primeros albo·
r es del día entré en un encinar, «donde las anchas m,..
mas, cargadas de flores nuevas, extendians e frente !l.l
sol, rojas las unas, otras con una bella luz verde•.
• Y estando yo mirando aquel deleitoso sitio, ere! as-
pirar de pronto tan dulce olor de agavanzo, que el
alma más desesperada, más agobiada de sombrlos
pensamientos, no podía menos de sentir algún consue-
lo, con sólo percibir una vez tan suave olor. Y hall{tn-
dome de pie, y volviendo los ojos, vi el más hermoso
nlspero que en mi vida contemplé, tan lleno de flores
que más no cabla, y encima un jilguero que saltaba
graciosamente de rama en rama, y picaba á ca.pric~o
aqui y allí los pimpollos y las flores. Y cuando estalJo.
sentada, escuchando de esa suerte á los pájaros, me
pareció oír de pronto las voces más dulces y delicio-
sas que ningún hombre oyó jo.más en su vida, porque
su armonla y dulce acuerdo formaban tan excelente
música, que las voces parecit1.n en verdad las de los
ángeles (1). •
Después ve venir multitud de damas con vestidos
de terciopelo blanco, • bordados de esmeraldas, de
grandes perlas redondas, de diamantes finos y de ro-
jos rubles•. Y todas llevaban en el pelo •una rica red
de oro adornada de ricas piedras espléndidas • , con

(1) The Flo~tr and tht Lea{.

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POR H. TAINE 197
una corona de frescas y verdes !"amas, unas de laurel,
o.ras da madreselva, otras de agnocasto. Al mismo
t it ropo se acercaba un ejército de valientes caballeros
espléndidamente ataviados, con cascos de oro, con
C(lrazas que brillaban como el sol, y montando nobles
.corceles con caparazones escarlata. Damas y caballe-
ros eran los servidores de la Hoja, y se sent¡¡.ron bajo
una inmensa encina á los pies de su reina.
Por otra parte llegaba una muchedumbre de damas
tan magnificas como las precedentes, pero coronadas
·de flores. Eran las servidoras de la Flor. Desmonta-
ron y se pusieron á. bailar en la pradera. Pero subían
al cielo densos nubarrones, y se desencadenó la tem-
pestad. Quisieron guarecerse debajo de una encina;
no habla ya sitio. Se ocultaron como pudieron al
abrigo de setos y matorrales. La lluvia marchitó sus
-curonas, ajó sus vestidos y se llevó susadomos. Cuando
tornó á lucir el sol, fueron á pedir socorro á la reina
de la Hoja. Esta, misericordiosa, las consoló, reparó
e l ultraje de la lluvia, y les devolvió su prístina be-
Ueza. Luego desapareció todo como un suefio.
Asombrll.base la paseante, cuando vió de repente
una hermosa dama que iba á enterarla de todo. Supo
·que los servidores de la Roja hablan vivido como va-
lientes caballeros, y que los de la Flor hablan amado
la ociosidad y el placer. Ella prometió servir á la. I:Ioja,
'Y ~e volvió.
¿Es esto nna n.legoria? Lo menos que puede decirse
es que no hay sombra de :;.gudeza; no se ve enigma
ingenioso. Campea aquí la fantasla como única sobe-
;ana., y el poeta no piensa más que en desarrollar en
plllcidos versos el cortejo brillante y fugitivo que
"'Viene á distraer su alma. y cautivar sus ojos.
El poeta mismo, el primer dia. de Mayo, se levanta y

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198 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

se va á una pradera. Con el cálido y suave aire pene-


tra el amor en su corazón; la campifia se transfigura;
los pájaros hablan, y él los oye:
cA!li me senté entre las bella~ flores, y vi salir los
pájaros, saltando, de las enramadas donde hablan re-
posado toda la noche. Estaban tan alegres con la luz
del dla, que empezaron á tributar á Mayo sus honores.
Todos sabian ese rito de memorin.. Habla más de una
nota cariñosa. Unos cantaban alto, como si se queja·
sen; otros de distinta manera, como consumidos de
ansiedad, y al15unos haciendo pleno alarde de su gar -
ganta. Se peinaban y abrillantaban las plumas; bai-
laban y brincaban sobre las briznas de hierba: y
siempre dos á dos, juntos, como si se hubiesen elegido
en Febrero, el dla de San Valentin, para aquel año.
Y el rio á cuya margen estaba sentado yo hacia, al co·
rrer, un ruido tan acorde con la armonla de los pá-
jaros, que parecióme la mejor melodía que pudiese
oír un hombre (1). •
Esa confusa sinfonla de ruidos vagos, embarga los
sentidos; invade el alma secreta languidez. La monó-
tona voz del cuclillo sale como un suspiro tierno y
doloroso por entre los blancos troncos de los fresnos;
las triunfales notas del ruiseñor fluyen y circulan por·
encima. de la bóveda del follaje; todo invita á soñar,
y Chaucer los oye á ambos disputar sobre el amor.
Cantan alternativamente un:~. canción contraria, y el
ruisefl.or llora de pena oyendo al cuclillo hablar mal
del amor. Se consuela, no obstante, escuchando la voz
del poeta, al ver que sufre con él.
•Pues bien (dice): usa de ese remedio. Todos los

(1) The boke of Cupid ... or the cuclcow and the night-ingale~
Anónimo.

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POR H. TAINE l99

dlas, en este hermoso mes de Mayo, ve a mirar la.


fresca margarit a, y cuando estés á. punto de morirte
de pena, eso dulcificará grandem ente tu aflicción. No
te olvides nunca de ser fiel y bueno, y por amor á ti
entonaré, tan alto como pueda, una de la.s nuevas
canciones. Luego empezó á cantar con voz sonora:
e Condeno á cuantos son infieles en amor .•
A tan exquisitM delicadezas habla conducido el
amor á esta poesla, como á la de Petrarca; y aun por
refinamie nto, como en Petrarca , se extravla á veces
en el discreteo, los concetti y las agudezas. Pero un ca-
rácter acentuado le sepam al punto de Petrarca. Si es
exaltado, es juntamen te gracioso, travieso, chancero ,
malicioso, sensual y un tanto parlanchln, á la maue-
ra. francesa. Es que aqul el poeta. inglés sigue á sus
verdader os maestros, y él mismo es purista, afluente,
risuei1o, amante del placer refinado, disclpulo del Poe·
ma de la Rosa, y mucho más francés que italiano (1).
La tendencia del carácter francés hace del amor, no
una pasión, sino un delicioso festín, dispuesto con gus-
to, donde el servicio es elegante, fino el manjar, bri-
llante la vajilla, y donde los dos comensales se presen-
tan engalana dos, y son personas ingeniosas y dispue¡¡-
tas á atenderse, á. complace rse, á divertirse y á mar-
charse después cada cual por su lado. En Chaucer, al
par de los trozos sentimentales, se ve fluir esa otra
vena completamente mundana. Si Troilo es un enamo-
rado lloricón, Pandaro es un tunante desaprensivo que
se ofrBce á desempeftar el más extrai1o papel con pla-
centera insistencia, con una inmoralidad candorosa, y

(1) Stendbal, De ramour: diferencia entro el amor-gusto y


el amor-pasión.

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1

i 200 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

le desempefl.a concieniudamente, gratis y hasta el fin.


En esos buenos pasos le acompafia Chaucer, sin es-
candalizarse, todo lo lejos posible. Al contrario, se
huelga. En el momento delicado, con visible hipocre·
sia, se escuda tras el nombre de su autor. Si esto os
parece libre, dice, no es culpa mia: casi lo escribieron
los doctos en sus rancios libros•, y hay que traducir
lo que está escrito. No sólo se nos presenta alegre,
sino zumbón, desde el principio hasta el fin; ve claro
al través de los subterfugios del pudor femenino; se
rie maliciosamente, y sabe bien lo que ocultan; pare·
ce decirnos poniéndose un dedo en los labios: c¡Cht!,
dejad correr las palabras pomposas; vais á edificares
en seguida•. Nos edificamos, en efecto, y él también;
por eso en el momento escabroso se marcha y se lleva.
la luz, diciendo cque para r..ada hace falta allí, ni él
tampoco. • cTroilo, dice Pandaro, si sois juicioso, no
volváis á desvaneceros, porque se moverla ruido, y
vendrlan.• Troilo procura no desv3necerse, yCriseida,
ya sola con él, habla al fin . ¡Con qué ingenio y con
qué discreta finura! Aquí todo es primor; ninguna gro-
seria. La dicha lo encubre todo, aun la voluptuosidad,
con la profusión y los perfumes de sus di>inas rosas; á
lo más asoma una ligera punta de malicia: Troilo tie·
ne en los brazos a su dama: cNo nos ponga Dios en
peores trances.• El poeta está casi tan contento como
ellos; para él, como para los hombres de su época, el
soberano bien es el amor, no tímido, sino satisfecho;
hasta se acaba por considerar como un mérito esa cla·
se de amor. Las damas declaran en sus sentencias
cque, cuando se ama, no se puede negar nada á quien
os ama•. El amor tiene fuerza de ley; está inscrito en
un código; se le mezcla con la religión, y hay una
misa del amor en que los pájaros, con sus cantos al

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POR H. TAINE 201
ternados (1), nos ofrecen un oficio divino como el de·
la misa. Chaucer maldice con todo su corazón al a va.-
riento y al hombre de negocios que le tratan de locu-
ra: cDios deberla ponerles orejas de burro tan largas
como las de Midas ... para ensenar les que ellos se re-
vuelcan en el vicio, y no los amantes á quienes des-
precian. ¡Que Dios les dé mala suerte, y proteja á to-
.dot~ los amP.ntes!» Obvio es que aqui falta la. severidad.
Es rara en las literaturas del Mediodla; los italianos,
en la Edad Media, convertlan el júbilo en una virtud,
y ya veis que ese mundo caballeresco, tal y como
Francia le inventó, ensancha la moral hasta confun- ,\
dirla con el placer. · ·

VI

Todavla hay rasgos más festivos: ahora viene la


verdadera literatura gala, los sabrosos fablia.u:&, las
malas pasadas jugadas al prójimo, no envueltas en la
frase ciceroniana de Boccacio, sino contadas con sol-
tu!'a y por un hombre de buen humor. Ahora viene
sobre todo la malicia vivaracha, el arte de reírse á
expensas del vecino. Chaucer tiene mlts que Rutebeuf,
y á veces tanta como La Fontaine. No aplasta; pincha
de pasada, y no por odio 6 indignación profunda , sino

(t j The Court of Love, hacia 1353 y siguientes. Véase tam-


bién el Tutamento del A-mor {atribuidos erróneamente á
Obaucer).

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202 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA
- ---
por viveza de ingenio y pronta percepción de las ridi-
culeces, que arroja á manos llenas sobre los persona-
jes. Su alguacil es •el hombre más atareado del mun-
do, y, con todo, parecía. más ocupado de lo que esta-
ba•. Sus tres burgueses, •por sa sensatez, son bien
merecedores de ser alde1"men, porque poseen una por -
ción de ganado y de rentas• ; y tened por seguro que
•sus mujeres no se hubiesen opuesto•. El limosnero
lleva p(lr delante su maleta, •repleta de indulgencias
acabadas de llegar de Roma• . La butla fluye aqul á
la francesa, sin esfuerzo, ni violencia, ni cálculo. ¡Es
tan grato y tan natural despellejar al prójimo! A ve-
ces el precioso venero es tan abundante que nos da.
toda una comedia, libre si se quiere, pero ¡tan franca y
tan viva! Tal es el retrato de la mujer de Bath, viuda
de cinco maridos •sin más• . En toda la parroquia no
habla nadie que le tomara la delantera en la ofrenda;
csi habla alguna, se irritaba tanto que se le agotaba
la caridad• . ¡Q.ué lengua! Impertinente, vanidosa, atre-
vida, charlatana furibunda, hace callar á todo el mun-
do y divaga durante una hora antes de entrar en mate-
ria. Oye uno la voz vibrante, sostenida, alta y clara
con que ensordecía á sus maridos. Revuelve de con ti·
nuo las mismas ideas, repite sus razones, las copia y
amontona, como una mula temosa que corre sacudien-
do y sonando sus campanillas, en términos que los
oyentes, aturdidos, se quedan con la boca abierta,
maravillándose de que una sola lengua pueda dar
abasto á tantas palabras. El asunto bien valla la
pena. La mujer demuestra que hizo bien en casarse
cinco veces, y lo demuestra en un estilo claro, como
hembra perita: •Dios nos ha dicho: creced y multipli-
caos.• He ah! un •bonito texto•, que ella ha •sabido
comprender perfectamente•. • Yo sé también que Dios

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POR H. TAJNF. 203

ha dicho que mi marido abandonarla á su padre y á su


madre para unirse á mi. Pero ¿dónde hizo Dios men-
ción de número, y en qué pasaje prohibe tomar un se·
gundo ó un octavo marido? ¿Por qué, pues, se habla-
rla indignar.Jente de mi caso? Ahl tenéis el sabio rey
Salomón; me parece que tenia más de una mujer.
¡Pluguiera á Dios que hubiese yo podido cambiar tan
frecuentemente como él! ... ¡Bendigo A Dios por haber-
me casado con cinco! ¡Bien venido sea el sexto cuan·
do se presente!. .. Cristo ha hablado para los que quie·
ren vivir sanh.mente. Y, señores, con vuestro perdón,
yo no soy de ese número. Yo quiero dedicar la flor de
mi edad A los actos y á los frutos del matrimonio ... Yo
quiero un marido, y no le soltaré!• Chaucer usa aquí
las fra.nquezas de Moliere, y nosotros no las usamos
ya; su burguesa justific.1. el matrimonio al modo de
Sganarelle. Hay que volver In. hoja un poco deprisa,
y seguir muy por cima toda esa odisen. de matrimo·
nios. La esposa aventurera que ha pasado ya por cin·
co maridos sabe el arte de domonarlos, y refiere cómo
los acosn.ba con sus celos, sus sospechas, sus repri·
mendas y sus querellas, qué de bofetones daba y reci·
bla, y cómo el marido, sofrenado por la continuidad de
la borrasca, bajaba la cabeza, acepto.ba el C<'l.bestro y
daba vueltas á la muela doméstica como pollino con·
yugal y resignado. e Yo los hacia freírse en su propia
grasa, de ira y de celos. Salia á pasearme de noche, y
al regreso les juraba que era para vigilar sus malos
pasos. Jamás les dejaba decir la. última palabra. No
les hubiera valido ni el tener al J:'apn de su parte. Por
lo que hace al cuarto, ¡santo Dios! fui su purgatorio
sobre la tierra; así que supongo que su alma estará en
la. gloria. • En cuanto al quinto, le vió por primera vez
en el entiE~rro del cuart<>, detrás del ataúd, y le pare-

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204 HISTORIA D.E LA LITERATURA I NGLESA
·---------------
ció tan bien formado de piernas, que no tllVO más re·
medio que tomarle por marido. e Creo que él no pasaba
de >einte inviernos, y yo, á decir la verdad, tenia
cuarenta anos. Pero ¡á Dios gracias! era fresca, y gua-
pa, y rica, y joven, y bien nacida.• ¡Qué expresión!
¿Se ha pintado nunca más afortunadamente la ilusión
humana? ¡Qué vivo es todo esto, y cuánta soltura! He
ahi ya la sátira del matrimonio; la encontraréis en
Chaucermultitud de veces; para agotar los dos asuntos
perpetuos de la burla francesa, no hay más que aila.-
dir á la sátira del matrimonio la sátira de la religión.
Aqui la tenemos, y no la hay más punzante en Ra·
belais. El fraile que pinta Chaucer es un camandule·
ro (1), una buena púa que conoce las posadas y los po·
saderos campechanos mejor que los pobres y los hos-
pitales. No es •honroso•, dice, habérselas con esa
chusma. Confesemos á los ricos, á •los vendedores de
vitualla• . No se gana honra y provecho más que con
ellos. Pero hay que saber componérselas, como él. Es
hombre ducho; oye la confesión con semblante afable
y dulce; su absolución es sumamente bondadosa. En
punto á penitencias, no es exigente. Basta que se le dé
•buena pitanza•. •Porque dar á los pobres frailes es
señal de haber hecho una buena confesión.• Las ma·
las lenguas dirán que el penitente está. muy poco arre-
pentido y muy poco contrito; pura calumnia. Hay
personas que se duelen sinceramente de sus culpas, y
que, sin embargo, no pueden llorar y demostrar osten·
siblemente su remordimiento. Es lo que pasa con el
rico; la verdadera prueba, la prueba sobrada de que
es buen penitente, de que está muy afligido y bien
-dispuesto, es que ha dado mucho.

( 1) Prólogo de !os cuentos de Cantorbery.

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POR R. TAINE 205
Esa. ironla tan viva aparece ya en Juan de Meung.
Pero Cbaucer la lleva más lejos y la pone en acción;
su fraile pide de casa en casa, alargando el morral.
cDadnos una fanega de trigo, de cebada ó de centeno,
medio penique, un pedazo de queso, lo que queráis;
todo nos hace, ó dadnos jamón, si tenéis, un retam de
vuestra. manta, buena r>eüora, querida hermana (ved:
aqui escribo vuestro nombre), tocino, carne, ó lo que
encontréis.• Promete rozar por todos los que inscribe;
apenas sale, borra los nombres. Entre todos esos nom-
bres, hay uno con que cuenta. Ha reservado para el fin
de su jira á Tomás, uno de los mejores parroquianos.
Le encuentra enfermo en la. cama.; he ahi un excelen~e
fruto que chupar y exprimir. •¡Pobre Tomás! ;Con
cuánta pena me has tenido! ¡Cuántas oraciones he re-
zado por tu salud! A propósito, hoy he visto en mi~a
al ama. ¿Dónde está?• Entra la mujer. El se levanta
cortésmente, y la saluda de un modo muy afectuoso.
La estrecha. bien entre sus brazos, la besa con dulzu-
ra y chirrla como un gorrión. Después, con el tono
más benigno y con las inflexiones de voz más cariño-
sas, se deshace en cumplimientos. c¡Bendito sea Dios
que os ha dado el alma y la vida; no he visto hoy en
la iglesia mujer tan hermosa como vos! • ¿No es ya 'far-
tufo aliado de Elmira? Pero aquí está. en C<lSa de un
colono, y puede ir más derecho al grano. Despacha-
dos los cumplidos, piensa en lo sólido, y suplica á la
mujer que le deje hablar un poco con Tomás. Necesita
enterarse del estado de su alma. •¡Estos curas de aldea
son tan descuidados y tan torpes para sondear delica·
damente una conciencia! • Por supuesto, dice, nada de
hacer despilfarros por mi. cAunque no me dieseis más
que los menudillos de un capón, con una rebanada de
pan blanco y la cabeza de un cochino asado (¡pero yo

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206 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

no quisiera que por mi se matase un animal!), con eso


tendría bastante: soy hombre de poco comer; mi espl-
ritu se recon forta con la Biblia•; mi cuerpo está tan
quebrantado por las vigilias, •que tengo echado á
perder completamente el estómago•. ¡Pobre hombre!
levanta los ojos al cielo, y acaba dando un suspiro.
La mujer le dice que su hijo ha muerto hace quince
días. Ea un santiamén fabrica un milagro; ¿puede
uno ganar mejor su dinero? En el dormitorio del con-
veuto tuvo él la revelación de esa muerte: vió que se
llevaban al nino al paralso; de repente se levantó
con todos los hermanos, y, •Corriéndoles las lágl'imas
por las mejillas•, rezaron sendas oraciones para dar
gracias á Dios por esa merced. •Porque, sefiores mios,
creedme á mi: nuestras oraciones son más eficaces y
no,otros penetramos más en los secretos del Cristo que
las personns seculares, as! fuesen reyes. Es que vivi·
mos en la abstinencia y la pobreza, y ellos entre rique-
zas y dispendios. Lázaro y el rico vi vlan de distinto
modo, y también tuvieron recompensas diferentes.•
A esto espeto. todo un sermón en ei!tilo nauseabundo y
con intenciones manifieetas. El enfermo, harto ya, res-
ponde que ha dado la mitad de su fortuna á toda clase
de frailes, y que, á pesar de todo, sigue padeciendo.
Es de oir el grito doloroso, la indignación sincera del
fraile meurlicante, que se ve amenazado por la compe-
tencia de un cofrade en su parroquia, en su renta, en
su haden da, en su olla.• ¡Oh Tomás! ¿Obras bien
asi? El que se ve asistido por un buen médico, ¿qué
necesidad tiene de irse á buscar otros médicos por la
ciudad? Vuestra inconstancia es · vuestra confusión.
¿creéis que yo y todo nuestro convento no nos basta-
mos paro. r ezar por vosotros? Toml1s, esa burla es
un~ acción vituperable; tu enfermedad proviene de lo

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1
POR H. TAINE 207

poco que á nosotros nos toca.. • Reconoced aqui al ver·


dadero orador; se remonta á los grandes efectos para
hacer cocer la olla. e Que se dé á ese convento un ce·
lemln de avena, á estotro veinticuatro cuartos, á ese
fraile un penique, y que se vaya: he ahllo que decís,
implos. No, no, Tomás : eso no puede ser asl. ¿Qué
vale una blanca dividida entre doce? Ya veis que toda
cosa, cuando está entera, es más sólida que cuando
se desparrama. Tomás, tú quisieras tener por nada
todo nuestro trabajo.• Y vuelta á empezar el sermón
en tono vehemente, gritando más á cada palabra, con
ejemplos sacados de Séneca y de los antiguos. Terri-
ble facundia, máquina del oficio que, manejada con
constancia, debe extraer el dinero del paciente. e Dad
para el enlosado de nuestro claustro, para los cimien·
tos, para la fábrica . Socorred nos, Tomás, en nombre
del que venció al infierno, porque si no tendremos
que vender nuestros libros. Y si os veis privados de
nuestras instrucciones , contad con que el mundo en-
tero camina á su perdición. Porque el que privase á
este mundo de nosotros, te digo, Tomés, ¡ asl Dios me
salve!, que privaría al mundo del sol (1).• Por fin, To-
más, furioso, le promete un donativo; le dice que meta
la mano en h.L cama para cogerlo, y le despide bur-
lado sucia é ignominiosamente.
Descendemos aqui á la farsa popular; cuando hay
empello de divertirse á toda costa, se llega basta la
chocarreria grosera y aun hasta el chiste obsceno.
Sabido es cómo florecieron las dos groseras y vigoro·
sas plantas en el estiércol de la Edad 1\iedia, pL\nta-
das por el pueblo truhanesco de Cbampana y de la Isla
de Francia, regadas por los troveros, para ir á abrir-

(11 The Sompnoures tale.

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208 HISTORIA. DE LA LITERATURA INGLESA

se, salpicadas de lodo y encendidas de color, en las


manazas de Rabelais. En el ínterin, Chaucer coge ya
su ramillete. Maridos burlados, lances de mesones,
peripecias de cama, cachetes, escarmientos de costi-
llas y de bolsas : hay para provocar la risotada. Al
lado de las nobles pinturas caballeresc as, pone una
cáfila de figurones al estilo flamenco, carpinteros ,
frailes, alguaciles ; llueven los palos y se pasean los
puüos por los sendos lomos ; salen al aire desnudeces
rollizas; aquellos bellacos se estafan la hacienda y las
mujeres, se tiran de lo alto de un piso, chillan y des-
potrican. Una magulladu ra ó una porquería legitima
y verdadera pasa entre semejante gente por una chus-
cada. El alguacil burlado por el fraile le devuelve
las tornas. •Tú te alabas de conocer el infierno. ¡Vaya
una gracia! Los frailes y los diablos andan siempre
juntos. Oíd, si no,la historia de aquel fraile á quien un
ángel trausportó en visión al infierno para ensenar le ál
Satán. Satán tenia una cola más larga que la vela de
una carraca. Alza el rabo, Satán, dijo el ángel, para.
que vea éste dónde está el nido de los fr ailes. Y en
una extensión de más de media fanega de tierra salie·
ron, como las abejas de su colmena, más de veinte
mil frailes ; se desparram aron por el infierno, y des-
pués volvieron á meterse en seguida en el sitio de
donde hablan salido. Tras lo cual Satán bajó la cola,
y se quedó muy quieto (1). • Ese grato sitio, aUade el
narrador, e es la verdadera. herencia de los frailes•.
lle ah! las groseras chocarrería s de la imaginación
popular. Advertid que no he traducido más que parte
del texto, y dispensadme de mostrar hasta el fin cómo
bao pasado al poema inglés las demaslas francesas.

(1) The Sompnoures prologtte.

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I>Olt H. TAIN E ~09

VII

Ya es hora , además, de que lleguemos al verdader


o
Chaucer; pues amén de los dos grandes cara
ctere s
que permiten clasificarle en su siglo y en su escu
ela,
hay otros que le sepa ran de su escuela y de su
siglo;
si es novelesco y festivo como los demás, lo es
á su
manera. Cosa inau dita en aque l tiempo: observa
los
caracteres; nota sus diferencias; estu dia la cone
xión
de sus elementos; trata de pres enta r hombres vivo

individuales, como hará n en su dla los renovado
res
del siglo XVI, y, en primer término Shakespeare.
¿Es
que empiezan ya á manifest arse el sentido posit
ivo
inglés y la aptitud para la observación interior?
De
lo que no cabe duda es de que apun ta un espíritu
nue-
vo, casi viril, en liter atur a como en pint ura, en
Cha u·
cer como en Van Eyck , en los dos al mismo tiem
po;
no es ya simplemente la imitación infantil de la
vida.
caballeresca (1) ó de la devoción monástica, sino
el
serio interés y la profunda exigencia de verdad
por
cuya virtu d llega. á ser completo el arte. Por vez
pri-
mera , as! en Cbaucer como en Van Eyck, adqu
iere
relie ve el personaje; sus miembros tienen cons
isten-
cia; no es ya un fantasma sin sustancia; se adivi
na.
su pasado; se ve veni r su acción; su port e exte
rno
(1) Véase on los Cuento.~ de Cantorbery, The Rhym
e of sir
Thopas, parodias de las ficciones caballerescas.
Obaucer parece
aqu! un.pr ecurs or de Cervantes.
14

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f.ESA
~10 JilST OR!A DE T,A Ll'l'ERATURA TNG

é incomu-
manifies ta las particularidades personales
it:l comple.
nicnbles de su n:\turr.lezn. inti ma y la infio
aun hoy
jidt\d de su economla y de su movimiento;
o y un tipo:
después de cua tro siglos, es un individu
o las crea -
permanece vivo en la memoriu. humauu. com
~imos aqul al
ciones de Shakespeare y de Rubens. Asis
ucer, no sóio
nacimiento de este nuevo mundo. Cha
tejiendo una
enla za sus cuentos (1), como Boccacio,
Boccacio;
soh\ historia, sino que huce algo más que
res, el ca-
empieza por el retr ato de todos sus narr.\do
e, el baillo,
ballero, el pert igue ro, el alguacil, el frail
distintas de
el posadero y hast a unas trei nta figuras
nes, pint ada
ambos sexos y de todas edades y condicio
a, su tra-
cad a una con su temperame .•to, su fi;onomí
'isticos, sus
je, su man era de habla.r, sus acto!! ca.ractel
m\ su carAe·
hábitos y su p:lllado, y so~ teniendo cad a u
tal manera,
ter en sus pala bras y actos ulteriores, de
ningún otro
que se encontrarla aqul, ante s que en
res, según
pueblo, el germen de la novela de costumb
s dclf ran -
la componemos hoy. Recordt~d los re trato
klin , del molinero, del fraile mendica
nte y de la bur-
relieve las
guesa. Hay otros que act\ban do poner de
acer las y las
brutalidades licenciosas, las groseras trap
las franca-
candideces de la vida popula,r, as! como
brav uco ·
chelas y hart azg os de la vidt\ corporal; ora
os; ora pert i·
nes que se rem ang an y apre~;tan los puíi
do, no quie·
gueros satisfechos que, cuando han bebi
ame nte se
ren hab lar Yt\ más que en latln. Pero junt
o que ha ido
ven personajes selectos, como el caballi!r
cnte
a la cruzada, á Granada y Pru!.in, caballero va.li
y cortés, e tan delicado como una don
cella, y que ja·
re sabio de
más profirió una pala bra torp e•; el pob

(1) Cantorbery Talu .

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Oxford, el jovP.n sqttire, hijo dt>l ca.bn.llero, cenamo-
rado galán, bordado todo él como una pradera llena
do frescas flores biancas y encarnadas. • Ya ha cabal-
gado y servido valerosamente en Flandes y en Picar-
dla, ganando el favor de su du.ma; •es tan fresco
como el mes de Mayo; canta 6 silba todo el día; sabe
cabo.Jgo.r airosamente·, componer canciones y cantar
bien, justar, bailar y escribir; es tan enamorado, que
durante la noche no duerme mas que un ruiselior; es
ademAs cortés, modesto y servicial, y trincha en la
mesa delante de su padre•. Mas delicada aún y más
digna de una mano moderna es la figura de la priora
cmadame Egla ntina•, que en calidad de monja, de
dor.cella y de gran dama, es ceremoniosa y da prue-
bas de un tono exquisito. ¿Se encontrarla hoy algo
mejor en Alemania, en el mas decoroso y bello nido
de canouesas seutimenta.les y literatas? •Su sonrisa era
sencilla y modesta. Su mayor juramento era simple·
mente: ¡Por San Eloy! Cantaba muy bien los oficios
divinos con entonaciones nasales muy adecuadas. No
menos bien se conducía en la mesa: jamás dejaba caer
nada de la boca, ni se pringaba de grasa los dedos ...
El don de mundo era su gran placer. Acabarla la co-
mida, eructaba con much:1. decencia. Indudablemente
era. una persona de buen tono y de modales muy ama-
bles y atractivos.• Cierto es que se e~fuerza •en reme-
dar las maneras cortesanas, en ser imponente•; quiere
parecer persona del mundo elegante, y •habla muy
bien y primorosamente el francés, á la manera de
Stratford-at·Bow, porque el francés de Parls le es
desconocido•. ¿Llevaréis á mal esas afectaciones de
provincia? Al contrario; agrada ver esas graciosas
zalamerias, esas finuras melindrosas, la travesura.
codeándose con la gazmoüerla, la sonrisa entre muo-

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.BISTORIA DE LA LITE RATU RA lNGJ,ESA.
212 - -- - -
me
dan a y monflstica; se respiro. alll un delicado perfu
toca : cera
femenino conservado y envejecido bajo la
si por
tan carit ativ a y tan compasiva, que llora ba
herid o 6
casualidad vela un rató n en la rato nera ,
con
mue rto. Teni a perrillos á los cuales alimentn.ba
Llor aba
carn e asad a, leche y pan de hari na fina.
inten ·
ama rgam ente si se le morí a alguno ó si un mal
ay
cionado les daba un palo. Era la misma concienci
entr e-
un tierno cora zón. • Muchas viejas solte rona s se
es eso
gan á esos afectos, á falta de otros. Pero ¿qué
tan
de vieja solterona? N o es una vieja: tiene cojos
it.'\
tran spar entes como el crist al, una boca chiqu 1
pues ta la toca ;
tiern a y sonr osad a•. Llev a muy bien
rosa-
su velo es de buen gusLo; tiene en el brazo dos
he de
r ios de cora l, esmaltados de verd e, «Con un broc
o esta
oro, dond e se ve escr ita. una A coro nada , y lueg
¡~ ambi gua.,
divis a: Amo1· vi11cit om11ia•, linda divis
do y
gala nte y devota; la dam a es ~\ la vez del mun
por el sé-
del claustro; se adiv ina que es de! mundo
rdotes;
quito que la acompana, una monja y tres sace
que cant a
se ve que es del claustro por el Ave Marí a
y las leyendas edificantes que cuenta. Tan
fresca y
madu-
tan delicada, es una linda cere za, hecha para
iflstico,
rar al sol, y que, conservada en un bote ecles
se ha puesto dulzona y emp alag osa en el almfbar.
y
He aquf, pues, empezando á apun tar la reflexión
ia.
el arte elev:J.do. Chau ccr no se entr etiene yn.; estud
:'1. roer·
Dejn. de charln.r y piensn.. No se aban dona ya
in:J..
ced de la improvisación corriente, sino que comb
. El jove n escu -
Cada cuento es apropiado al narr ador
el mo-
.dero cuen ta una historia fantá stica y oriental;
co; el honr ado
linero borracho, un cuen to verd e y cómi
Todas
sabio, lo. conmovedora leye nda de Griselda.
mejor
esas narraciones se halla n enla zada s, y mucho

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POR H. TAINE 213

que en Boccacio, por incidentes del vinje, nacidos del


carácter de los personajes. Los caballeros caminan de
buen humor por la vasta campiila soleada, y conver·
san entre si. El molinero ha bebido demasiada. cerve·
za., y se empeüa. en hablar á toda. costa.. El cocinero
se duerme sobre su rocín, y le juegan malas pasadas.
El fr aile y el alguacil se traban de palabras A propó·
sito de su oficio. El posadero pone paz en todas partes,
y hace hablar 6 callar á la gente, como hombre que
ha presidido durante mucho tiempo una mesa de po-
sada, y que ha apaciguado muchas veces á los albo·
rota<lores. Se comentan los relatos oídos ; se declara
que hay pocas Griseldas en el mundo; provocan la
risa los lances del carpintero engaüado ; se hace apli·
cación del cuento moral. El poema no es ya, como en
la literatura ambiente, una simple procesión, sino un
cuadro donde se han estudiado los contraste s, escogí·
do las actitudes y calculado el conjunto, en términos
que afiuye la vida, y nos embebemos contemplándola
como en presencia de toda. obra. vital, y nos dan ga·
nas de montar A caballo una mallan& risuefia para
galopar por las verdes praderas, en compallla de los
peregrinos, hasta la urna del buen santo de Cantor-
bery.
Pesad esta palabra : el conjunto ; según se piensa 6
no en él, se entra en la madurez 6 se permanece en la.
infancia. Todo el porvenir está abl. Bárbaros 6 semi·
b!'trbaros , guerreros de los siete reinos 6 caballeros de
la Edad Media, hasta aqul ningún osplritu se ha re·
montado á esa altura. Han tenido emociones fuertes,
á veces tiernas, y las hau expresado, según las dotes
originales de sus razas respectivas, unos con breves
clamores, otros con una continua charla; pero no han
dominado ni dirigido sus impresiones ; han cant3do 6

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214 HISTORIA DE LA LITERA TORA INGLESA

hablado por impulso, á la ventura, según la tenden·


cía de su indo le nativa, lnterio surgían y venían á
guiarlos las ideas; y, cuando encontraron el orden,
fué sin saberlo ni quererlo. Aquí, por vez primera,
apar ece la superioridad del espíritu, que , en el mo-
mento de la concepción, se detiene de pronto, se eleva
sobre sl mismo, se juzga y se dice : e Esta frase signi-
fica lo mismo que la anterior; quitémosla.. Estas dos
ideas no casan; enlacémoslas. Esto. descripción Jau·
guidece; volvamos á pensarla.• Cuando se puede lu~·
blar as!, es que se tiene la idea, no escoh\stica y apren-
dida, sino personal y práctica, del eRpiritu humano,
de su proceder y sus necesidades, as! como también
de las cosas, de su estructura y de sus relaciones ; es
que se tiene un estilo, lo que quiere decir que se e:1
capaz de hacer ver y comprender toda cosa á toda in-
teligencia humana. Se puede entonces extraer de cada
objeto, paisaje, situación ó personaje, los rasgos espe·
ciales y significativos para reunirlos, ordenarlos y
componer una obra. artificial, superior á la obr a natu-
ral en pureza y perfección. Se puede, como Chaucer,
ir á buscar historias y leyendas en el antiguo bosque
común de la Edad Media para replantarlas en su te-
rreno y obtener nuevos brotes. Se tiene, como Chau-
cer, el poder y el derecho de copiar y traducir, por-
que á fuerza de r etoques se imprime á las traduccio -
nes y á las copias-el sello original, porque entonces se
rehace lo que se imita, porque al través ó al lado de
las quimeras gastadas y de los cuentos monótonos se
pueden hacer visibles, como ocurre en Chaucer, los de-
liciosos ensuenos de un alma amable y flexible, las
treinta figuras salientes del siglo xrv y la magnífica
frescura del paisaje húmedo y de 111 primavera ingle-
sa. No se está lejos de tener una opinión sobre la ver-

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POR H. TAINE 215

dad y sobre la vida. Se llega al umbral del pensa-


miento independiente y del descubrimiento fecundo.
En él está Cbaucer. Á ciento cincuen ta anos de dis-
tancia, se roza con Jos poetns de Isabel por su galerla
de pinturas, y con los reformadores del siglo xv1 por
su retrato del buen sacerdote.
No hace más que rozarse . Ha dado algunos pasos
más allá. del umbral del arte, pero se ha detenido al
extremo del vestlbulo. Ha entreab ierto la gran puerta
del templo, pero no se ha sentado en él ó lo ha hecho
á ratos solamente. En Arcitas y Palemón, en Troilo y
Criseida, bosqueja sentimientos, no crea. personnJes;
traza con natural idad y con soltura la linea sinuosa
de los sucesos y las conversaciones, pero no marca los
contornos precisos de una figura acentu ada. Si t\. ve-
ces (1), sintiendo tras de si el hálito ardient e de un
poeta, levanta los pies del cieno de la Edad Media en
que yacen hundido'!, y salta de golpe al campo poóti·
co en que Estacio imita á Virgilio é iguala á Lucano ,
otras veceR, á prop~sito del ccabnllero Febo ó Apolo
Délfico•, vuelve á caer en la palabre rla pueril de los
trovero s ó en las divaga ciones insulsas de los erudi·
tos. En otras ocasiones, en medio de una pintura apa·
sionada, se pavone a un lugr.r común sobre el arte.
Emplea tres mil versos para. conducir á Troilo á su
primer a entrevista. Parece un nino precoz y poeta
que baraja con sus sueños de amor las citas de sus
manuales y los recuerdos de su abecedario (2). Aun
en los Cuentos de Cantorbe1·y, repite las cosas, se etcr-

(1) Descripción del templo do Marte 6cgún In Teseit:W de


Estncio.
(2) Hablando de Criscida . dire: <Tan cierto como nuestra
primera letra es ahora una A, nunca se vió cosa más digna de
alnbnnza, ni estrella tnn brillante al través de negra nube.»

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216 HIST ORIA D:R: LA LITE RAT URA INGL
ESA

niza en amplificaciones inocentes, se olvi da


de con-
cent rar su pasión ó su idea. Empieza una brom
a que
se queda á mita d de camino. Diluye un vivo
color en
una estr ofa monótona. Su voz se asemeja
á la de un
muchacho que se está haciendo hombre. Se
oye pri·
mer o el acento firme y varo nil, pero luego
una nota
agud a y blan da viene á indi car que no ha
acabado
aquel crecimiento, y que aque lla fuer za tiene
sus des-
mayos. Chaucer empieza á salir de la Eda
d Media,
pero está en ella aún. lloy compone los Cuen
tos de
Canto1·bery; ayer trad ucla el poem a de la
Rosa . Hoy
estu dia la complicada máq uina del corazón,
descubre
las conseceencias de la educación prim itiva
ó del há·
bito dominante, y llega. á la comedia de cost
umbres;
maflana no le inte resa rán más que los hech
os curio-
sos, las a.legorlas bonitas, las disertaciones
amorosas
á imitación de los franceses, las doctas sent
encias sa·
cada s de los antiguos. Tan pronto es un obse
rvador
como un trov ero; habí a que dar un paso, y
no ha dado
más que medio paso.
¿Qué le ha detenido, y qué detiene también
á los
demás? Se vislu mbr a el obstáculo en sus dise
rtaciones
y en los cuentos que traduce: Melibeo, El
Cura. En
efecto: mie ntra s escribe en verso, cam inaá sus
anch as;
no bien entr a en la pros a, se le enre dan los
pies en
una especie de cade na. Su imaginación es libre
, y su
discurso esclavo. Las rlgidas divisiones esco
lásticas,
el artificio mecánico de los argu men tos y de
las répl i·
cas, los ergos, las citas latin as, la autorida
d de Aris-
tóteles y de los Pad res oprimen su pensamie
nto na·
ciente. Su inve nción nati va desa pare ce bajo
la disci·
plina impuesta. Tan pesada es la serv idum
bre, que,
~n la ot·ra de un contemporán
eo que dura nte mucho
tiempo se ha. podido coufnudir con él, en el
Testamen-

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POR H. TAlNE 217
to det Amor, entre la.s quejas más conmovedoras y las
más punzantes cuitas, la bella dama ideal, la media-
dora celeste que aparece en una visión, el Amor, sien-
ta. tesis, afirma. •que la causa. de una causa es causa
de la cosa causada» , y discurre tan pedantescamente
como en Oxford. ¿Qué pueden dar de sl el talento ni
aun el sentimiento, entorpecidos por semejantes tra-
bas? ¿Qué serie de verdades originales y de doctrinas
nuevas cabe descubrir y probar, cuando, en un cuento
moral como el de l\Ielibeo y de su mujer Prudencia,
se cree preciso desenvolver una controversia en for-
ma, citar A Séneca y á Job para vedar las lágrimas,
objetar con Jesús que llora para legitimar el llanto,
numerar uno por uno los argumentos, apelar á Salo-
món, á Casiodoro y á Catón, escribir, en resumen, un
libro de doctrina? No and:J. en manoii del público más
que el pensamiento agradable y brillante; las ideas
serias y generales no están alll, sino en otras manos
que las detestan. En cuanto entra Chaucer en el te-
rreno de la reflexión, al punto Santo Tomás, Pedro
Lombardo, los manuales de los pecados, los tratados
de la definición y del silogismo, la grey de los ami-
guos y de los Padres bajan de sus est:~.ntes, se meten
en su cerebro, hablan en Slt lugar, y la voz atractiva.
del poeta truécase en la voz dogmática y soporlfera
de un doctor. En achaques de amor y de sátira, tiene
experiencia é inventa; en achaques de moral y de filo-
sofla, tiene erudición y transcribe. Sólo por un ins-
tante, y A favor de un impulso aislado, llegó al te-
rreno de la observación y del verdadero estudio del
hombre. No podla perma.neeer alll; no llegó á sentar-
se; no hizo más que dar un paseo poético, sin que na-
die le siguiese. El nivel del siglo está más bajo; él mis-
mo désciende á ese nivel las más de las veces; se le

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218 BlSTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

encuentra entre los narradores como Froissa.rt, entre


los escritores atildados como Carlos de Odeans, entre
los versificadores gárrulos y hueros como Gower,
Lydgate, Occleve. Nada de frutos, sino flores pasaje-
r as y frágiles, mucha hojaresca inútil, muchn más
mustia 6 seca: he ah! esa literatura. Es que no tiene
ya ralees; después de trescientos alios de esfuerzos,
acabó por cortárselas un pesado instrumento subte·
rráneo. Ese instrumento fué la filosofía escolástica.

vm

Porque bajo toda literatura hay una filosofía . En ol


fondo de cada obra de arte existo una idea de la na·
turaleza y de la vida humana. Esa idea guia al artis-
ta; el poeta, sépalo 6 no, escribe para hacerla sensi·
ble, y los per~onr.jes que forja, como los hechos que
combina, no sirven más que para sacar á luz la sorda
concepción creadora que los suscita y los une. Lo que
aparece en IIomero es la noble vida del paganismo
heroico y de la Grecia feliz. Lo que aparece en Dante
es la dolorosa y violenta vida del cristianismo exaltado
y de la Italia rencorosa; de suerte que de cada uno
de los dos podría sacarse una teoría del hombre y de
lo bello. Lo mismo acontece con los demás: la litera-
tura varia, nace, florece, degenera 6 acaba, según las
variaciones, el nacimiento, el florecimiento, la deca·
dencin 6 la inercia de la concepción matriz . Quieu
implanta la unn implanta la otm; quien mina la una

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POR H. TA1NE 219

mina la otra. Poned en todos los espil·itus de un siglo


una gran idea nueva de la naturalez a y de la vi1a, de
modo que la sientan y la cr ean con toda su alma y todo
su corazón, y los veréis, poseídos de la necesidad de
expresarl a, inventar formas de arte y grupos de figu-
ras. Arrancad de todos Jos espíritus de un siglo toda
gran idea nueva. de la naturalez a y de la vida, y así,
no sintiendo la exigencia de expresar los pensamic n·
tos capitales, los veréis copiar, callarse 6 desbarrar.
¿Qué se ha hecho de esos pensamientos capitales?
¿Qué trabajo los ha eltl.b('rado? ¿Qué investigaciones
Jos han nutrido? No es celo lo que faltó á. los obreros.
En el siglo xn es admirable el entusiasmo de los espl·
ritus. Ningún edificio de Parls hubiese podido conte·
ner la muchedumbre de los discipulos de Abelardo;
cuando se retiró á. una soledad, le acompafió tal mul·
titud, que el desierto trocóse en una ciudad. No retro-
cedían ante nada. Se cuenta el caso de un joven que,
maltratado por su pre..:eptor, quiere seguir con él :í.
todo trance, á. fin do aprender . Cuando vino la terl'i·
ble enciclopedia de Aristóteles, completamente dcsfi·
gurada é ininteligible, la doYoruron . Una sola cues-
tión se ofrecla como pasto á su pens11.miento, h\ c'ues ·
tión de los universales, tan abstracta , tan árida, tan
onmaraüa da con las oscuridades árabes y los refinn.·
mientos griegos, y en ella se cebaron durante siglos.
No obstante lo pesado é incómodo del instrumento que
se les transmití a, el silogismo, se hicieron duefios de 61,
agravaro n aún su peso y le hundieron dondequiera. en
todos sentidos. Construyeron infinidad do libros mons-
tmosos, catedrale s do silogismos, d<l una arquitect ura
desconocida, de una labor prodigiosa, erigidas con una
intensidad intelectnal e~trnordin;u ia, y que todn. Ja.
a-. u mulación del hül.·ll.io b1 m;mo no h:~ podido igualar

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220 HISTORIA DE LA LITERATURA I NGLESA

más que dos veces (1). Aquellos juveniles y valerosos


espíritus, creyendo ver el templo de la verdad, se pre·
cipitaron á ciegas, por legiones, con una velocidad y
una energía de bárbaros, hundiendo la puerta, esca-
lando los muros, abalanzándose al recinto, y se en-
contraron en lo hondo de una fosa. Tres siglos de labor
en el fondo de esa negra fosa no afiadieron una idea
al espíritu humano.
Porque ved las cuestiones que los agitan. Parecen
andar, y no hacen más que revolverse sin dar un paso.
Al verlos sudar y afanarse, se creería que van á ex-
traer de su corazón y su razón alguna gran creencia
original; y toda creencia les es impuesta anticipada-
mente. El sistema está hecho; no les queda más que
ordenar y comentar. La concepción no procede de
ellos, sino de Bizancio. Van á consumirse, por su parte,
en reproducir esa concepción, infinitamente compli-
cada y sutil, obra suprema del misticismo oriental y
de la metafísica griega, tan desproporcionada para su
inteligencia juvenil; y por remate ·van á abrumar sus
manos novicias con el peso de un instrumento lógico
queAristóteleshn.bla construido pam la teoria,no para
la práctica, y que debla permanecer en el gabinete de
las curiosidades filosóficas sin llevarse jamás al campo
de la acción. •Si la divina esencia (2) engendró al Hijo
ó fué engendrada por el Padre.-Por qué las tres per·
sonas juntas no soo mayores que una sola.-Que los

(1) Bajo Proclo y bajo Hegel. Duns Escoto muere á los treinta
y un anos, dejando además de sus sermones y de sus comen-
tarios, doce vol úmenes en folio de letra menuda, en estilo do
He,¡el sobre ol mismo asunto que Proclo. Véase también Santo
'Tomás y toda !:1 h ucste de Jos escolásticos Hasta des~ués de
haberlos manejado no !C ti~nc idea de aquella labor.
(2) Pedro Lombardo, .Mamtat áe ln.• sente..cias. Es el libro
clásico do la Edad Media,

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POR H. TA!NE 2:H
atributos determinan las personas, y uo la sustancia,
es decir, la uahmJ.lezll..-Cóm o las propiedades pue-
den estar en la naturaleza de Dios, y n? determinarla.
-Si los espíritus creados son locales y circunscribi-
bles.• 'l'ales son las ideas que remueven; ¿qué verdad
puede salir de ah!? De mano en mano agranda la qui·
mera, abriendo más sus vastas alas tenebrosas (1). ·Si
Dios puede hacer que, conservándose el lugar y el
cuerpo, el cuerpo no tenga posición, es decir, exis-
tencia en un lugar.-Si es una propiedad constitutiva
de la primera persona de la Trinidad la imposibilidad
de ser eogendrada.-Si la identidad, la. semejanza y la
igualdad son en Dios relaciones reales. • Duos Escoto
distingue tres materias: la materia primariamente
primera, la. materia. secundariamente primera, y la.
materia terciariamente primera; según él, hay que
atravesar ese triple seto de n.bstraccio,¡es espinosas
para comprender la producción de una esfera de bron·
ce. Bajo tal régimen, no tarda. en aparecer la imbeci-
bilidad: Santo Tomás mismo examina. •si el cuerpo de
Jesucristo resucitado tenia cicatrices; si ese cuerpo se
mueve al moverse la hostia y el cáliz durante la con·
sagración; si Cristo, en el primer momento de su con-
cepción, tuvo el uso del libre albedrío; si Cristo recibió
la muerte por si mismo ó por otro• . ¿Os creéis en los
conflnes de la tontería. humana? Aguardad. Indaga •Si
la paloma en que se apareció el Espíritu Santo era un
animal verdadero; si un cuerpo glorificado puede ocu·
par un solo y mismo lugar á la. vez que otro cuerpo
glorificado; si en el estado de inocencia todos los ni-
nos hubiesen sido varones•. ¡Paso por alto las diges·
tiooes de Cristo, y otras cosas mucho más intraducti·

(1) Dnns Esaoto ed. de 1639.

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222 WSTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

bles (1)! A eso llega el doctor 1:1;'s acreditado, el e.spi-


ritu más juicioso, el Bossuet de la Edad l\Iedia.. Aun
deutro de ese circulo de quisicosas, se halla prescrita
la respues ta; y, por separarse de ella, se excomulga,
destierra y encierra á Roscelino y Abelardo. Hay un
dogma completo, minucioso, que ataja todas las salí·
das; no hay medio de escapar; después de mil vueltas
y de mil rodeos, hay que venir á caer bajo una fór-
mul:t. Si intentáis volar por encima en alas del misti-
cismo, 6 tratái~ de ahondar por debajo á favor de la
experiencia, os aguardan á la salida manos violentas
y engarabitadas. El sabio pasa por mágico; el ilumi-
nado, por hct·eje; los valdeuses, los cátaros, los discl-
pulos de J uau de Parma, perecen en la hoguera; Ro-
gerio Bacon muere á tiempo para no ser quemado.
B.:.jo esa coacción, se deja de pensar, porque quien
dice pensamiento dice esfuerzo inventivo, creación
personal, labor fecunda . Se recita una lección y se
salmodia un cn.tccismo; hasta en el paraigo, hasta en
el éxtasis y en los más divinos arrobamientos do!
amor, Dante se cree obligado á dar testimonio de me-
moria fiell de ortodoxia escolástica. ¿Qué harán los
demás? Los hay que, como Raimundo Lulio, llegan á
inventar una máquina de raciocinio !~guisa de inteli
gencia. Ilo.cia el siglo XlV esa misma ciencia verba-
(1)
Utrum nngeluJ dilignl se ipsum dilectiono nnturali ve! electiva?
Utrutn in stntu inooccotiae fuerit goncratio per coitum?
Utrum orones fuis~ent nati in sexo masculino?
Utrum cogoitio angcli pos~et did matutina ct vespertina?
Utrum mnrt:. ri bus aureola d·Jl eatur?
Utrum virgo illarin fuerit virgo in concipiondo?
Utrum rcmaoscrit virgo post partum?
El lector hará bien en ir á buscar al texto la respuesta á estas
dos últimas preg untas. (Santo Tomás, Smnma Theologica, edi.
ción de 1671.)

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POR H. TAINE 223
lista ~e dc~rooront~c á los golpe'! de Occnm; s~> reconoce
qu-3 sus entidades no son más que palabras; se dcsacre·
dita. O:dord, según el testimonio de Ricardo Fitz-
Ralph, cuenta cinco veces menos estudiantes que en
el siglo xw; aún se aderezan sus e barbara• y sus cfe-
lapton•, pero por rutina. Cada cual atrnviesa á su vez
y maquinalmente el país de los disputadores rapados,
se desuella en las malezas del ergotismo y se carga de
una dosis de textos . Eso es todo. El vasto cuerpo de
ciencias que debla formar y vivificar el pensamiento
entero del hombre se ha reducido á un manual.
As!, poco á poco, gradualmente, ha ido secándose la
concepción que fecunda y rige á las restantes; el ma·
nantial profundo de donde fluyen todas las aguas poé·
ticas está vaclo; la ciencia no suministra. ya nada al
mundo. ¿Qué obras puede producir el mundo aún? Asi
como Espaüa, renovando más tarde la Edad 1\Iedia,
después del alarde espléndido y loco de la caballería
y la devoción, después de Lope y Calderón, después
de San Ignacio y Santa Teresa, vino á enervarse con
la Inquisición y la casuística, y acabó por caer en el
silencio del embrutecimiento, asila Edad Media, anti·
cipándose á España, después de ostentar el heroísmo
insensato de las cruzadas y los éxtasis poéticos del
claustro, después de haber producido la caballerla y
la santidad, después de haber dado vida á San Fran·
cisco de Asis, t\ San Luis y á Dante, languideció bajo
la Inquisición y la escolástica para acabar en la cho·
chez y en la nada.
¿Es cosa de citar á toda esa pobre gente que habla
sin tener qué decir'? Se encontrará en Warton (1) do·
cenas de traductores que importan lo.s pobrezas de lo.

(t) Bistorv o( engtish poetry, t. u.

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224 BIS'l'OJHA. DE LA. f,ITERA.TURA. INGLESA

literatura francesa é imita.n imitaciones; rimadores de


crónicas, de lo más chabacano que se hn. visto, y que
no se leen sino porque hay que cosechar la historia
por todas partes, hasta entre los imbéciles; zurcidores
y zurcidoras de poemas didácticos, que compilan ver·
sos sobre la educación de los balcones, sobre la herál·
dica, sobre la química; redactores de mm·alidades que
inventan por centésima vez el mismo sueño, y hacen
que la diosa Sapiencia les ensene la historia univer-
sal. E:.os hombres, á ejemplo de los escritores de la
decadencia latina, no piensan más que en transcribir,
compilar, resumir, poner en manuales, en compen-
dios rimados, la enciclopedia de su tiempo.
¿Queréis oír al más ilustre, al grave Gower, al •mo-
ral Gower•, como se le llama (1)? A veces conserva
sin duda un resto de brillo, alguna gracia. Podria
compararse al antiguo secretario de una corte de
amor, á Andrés el capellán ó cualquier otro, quepa·
sase el día registrando solemnemente los decretos de
las damas, y que á la noche, adormecido sobre su pu-
pitre, viese en un semisuelio su dulce sonrisa y sus be·
llos ojos (2). La vena ingeniosa y agotada de Carlos
de Orleans corre aún en sus baladas francesas . Tiene
la misma delicadeza atildada, casi un tanto melindro-
sa. La menguada fuentecilla poética alimenta aún un
tenue arroyito que corre sobre las tersas guijas con
un murmullo tan débil que apenas se oye. Pero ¡qué
pesado es todo lo demás! Su gran poema, Confessio
amantis, es un diálogo entre un amante y su confesor,

(1) Contemporáneo de Chaucer. Su Confe.~sio amanti.• fné


terminada on 1386. Más tarde hizo una revisión, suprimiendo
todo Jo que habla diaho de Ricardo 11, y añadiendo una dedica.
toria al futuro Enrique IV.
(2) Vox ctamantis (en lalfn). BaUades (en francés).

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POR B. TAINE 226
imitación, en gran par te, de nuestro Juan de llleung,
y que tiene por objeto, como el poema de la Rosa, ex-
plicar y subdividir los impedimentos del a:nor. Siem-
pre reaparece el tema allejo, y, por remate, la erudi-
ción indigesta. Alll veréis una. exposición de la cien-
cia hermética, un curso sobre la filosofía de Aristóte-
les, una r etahila. de leyendas antiguas y modernas, to-
madas de los compiladores y estropeadas por la pe-
danterla doctoral y la ignorancia del siglo. Es una
carretada de escombros escolásticos; la cloaca se des-
ploma sobre esa pobre inteligencia, que era de suyo
fluida. y llmpida, pero que ahora, entre el cúmulo de
tejas, ladrillos y yesones, se arrastra., ofuscada., tor-
pemente. Gower , uno de los hombres más sabios de
su tiempo (1), supone •que el latln fué inventado por
la antigua profetisa Carmens; que los gramáticos Aris-
tarco, Donato y Didimo r eglamentaron su sintaxis,
su pronunciación y su prosodia; que Cicerón le adornó
con las flores de la elocueucia y de la retórica; que se
enriqueció después con traducciones del Arabe, del
caldeo y del griego, y que, por último, después de
muchos trabajos de escritores célebres, alcanzó la. per-
fección final en Ovidio, poeta de los amantes•. En
otra par te descubre que Ulises aprendió la. retórica de
Cicerón, la magia de Zoroastro, la astronomla de Pto-
lomeo y la filosofla de Platón. ¡Y qué estilo tao pe-
sado, tan deslavazado (2), tao machacón, tan minu-
cioso y plagado de remisiones al texto, como de un
hombre que, clavados los ojos en su Aristóteles y su
Ovidio, esclavo de su rancio pergamino, no hace mas

(1 ) Warton, u, 225.
(2) Véase, por ejemplo, en el sé(ltimo libro, el pasaje más
poético, la descripción de la corona del sol.
15

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226 HISTO RIA DE LA LITERA TURA INGLESA

que transc ribir y ensartar versos! Disc!pulos hasta en


la vejez, parece n creer que toda verdad y todo esp!-
ritu se halla en su librote de tapas de mader a, que no
necesi tan buscar ni invent ar nada por s! mismos, que
toda su misión es repeti r que ese es el oficio del hom-
bre. El régim en escolástico erigió en reina la letra
muert a y pobló el mundo de esplritus muertos.
Tras Gower, Occleve y Lydga te (1). cl\H padre
Chauc er, dice Occlev e, hubiem querido instru irme;
pero yo era torpe y apreud!a. poco ó nada.» Parafr a-
seó en verso un tratad o de Egidia sobre el gobierno:
son moralidades¡ afiadid otras sobre la compasión, se-
gún San Agusti n, y sob1·e el arte de mo1'ir¡ ademá s,
amores: una. carta de Cupido fechada en su corte en el
mes de Mayo. Amo1·es y morali dades, es decir, melin-
dre~ y abstra ccione s, tal es la afición de la época
(2);
no de otra suerte, en tiempo de Lebru n y de Esmén ard,
en el extrem o agotam iento de nuestr a literat ura, se
formaban las colecciones con poemas didácticos y flo -
reos á Cloris. En cuanto al fraile Lydga te, tiene algún
talento , alguna imagin ación, sobre todo en las des-
cripciones ricas; es el último destello de las literat u-
ras que se extinguen: se amont ona el oro, se iucrus-
1an las piedras preciosas y se violentan y multiplican
los adornos, asi en los trajes y en los edificio s como
eu el estilo (3). Ved los trajes en tiempo de Enriqu e IV
y de Enrique V, los tocados monstruosos en forma de
corazón ó de cuernos, las manga s largas recarg adas
de caprichosos dibujos, los penachos, y también los

(1) 1420, 1430.


(2) Es el tftolo qne poso Froissa rt á eu colección de versos
(1 397), nl pr esentarla al rey Ricardo II.
(3) Lydgate, Histori a eLe Troya, descripción de la capilla de
Héctor. Véase sobre todo los pageants 6 entradas solemnes.

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POR H. TAINE 227
oratorios, los sepulcros blasonados, y las capillitas
deslumbradoras que vienen á desplegarse como flo-
res bajo las naves del gótico florido. Cuando ya no
se puede ha'blar al alma, se procura aún hablar á los
ojos.
Eso, y mvJa más, hace Lydga.te. Se le piden pa-
geants ó exhibiciones pomposas, disfraces para el gre-
mio de los orlfices, una.1nascm·ada delante del rey, un
juego de Mayo para los sheriffs de Londres, una re-
presentación de la creación para la fiesta del Corpus,
un villancico¡ y él da el plan y los versos. En eso es
inagotable: se le atribuyen doscientos cincuenta y un
poemas. La poesla, asl conc~bida, se convierte en un
trabajo mecánico¡ se fabrica por varas. De esa suerte
opina el abad de Saint-Alban, que, habiéndole encar-
gado traducir en verso una leyenda, paga cien cheli-
nes por todo, por los versos, por su copia y por las
iluminaciones, midiendo por el mismo rasero esos tres
trabajos; y la verdad es que no exigen mucho más
pensamiento unos que otros. Sus tres grandes obras, La
Caida de los p1·íncipes, El Sitio de Troya y la llistoria
de Tebas, no son más que traducciones ó paráfrasis
verbosas, eruditas, descriptivas, especies de procesio-
ne3 caballerescas, iluminadas por centésima vez en la
misma vitela. El único punto saliente, sobre todo en
el primer poema, es la idea de la :r'ortuna (1) y de las
violentas vicisitudes por que a.tm>iesa la. vida huma-
na. Si hay una filosofla en aquel tiempo, es esa. Se
repiten las narraciones horribles y trágicas¡ se reco-
gen desde la antigüedad hasta el dla¡ se está muy lejos
de la. piedad confiada y apasionada. que velo. lo. mano

(1) Véase su Vi;ión de la F·n·ttma, figura gigantesca. En


esa p intura bay talento y sentimienlo.

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228 HISTORI A DE LA LITERAT URA INGLESA
--- ---
de Dios en la marcha del mundo; se ve que ese munda-
va de aquf para alll tropezando é hiriéndose como un
hombre beodo. Edad triste y sombrfa, distrafda en di-
versiones exterior es, oprimida. por una vulgar mise-
ria, que sufre y teme sin consuelo ni esperanza, situa-
da entre el espirito antiguo, cuya viva fe no tiene ya,
y el espirito moderno, cuya fecunda ciencia no posee.
Sobre las cosas se cierne el Azar como una negra hu-
mareda, ocultando la vista del cielo. Represéntase·
como cuna imagen monstruosa, de faz cruel y terri-
ble, de miradas altanera s y amenazadoras, y con cien.
manos á cad:~. lado, de las cuales unas elevan a los
hombres á altas jerarquí as humanas, y otras los aga-
rran rudamente para precipitarlos•. Se contempla Alos
grandes des¡;raciados, á un rey cautivo, á una reina.
destronada, príncipes asesinados, nobles ciudades des-
truidas (1), lamentables espectáculos que acaban de
darse en Alemania y en Francia , y que van á acumu-
larse en Inglater ra; y no se sabe más que mirarlos con.
insensible resignación. Lydgate , por todo consuelo, re-
cita al concluir uu lugar común de piedad maquinal.
El lector hace la seüal de la cruz bostezando, y se mar-
cha. La poesla y la religión no son ya capaces de su·
gerir un sentimiento verdadero. Los escritores calcan
y recalcan . Lydgate rehace el Palacio de ~a Fama de
Chaucer; Hawes (2) escribe una e~pecie de poema ale-
górico amoroso á imitación del Poema de la Rosa (3).
Barclay (4) traduce EL Espejo de Zas buenas mane1·as y
la Navis strtltifera. Siempre abstracciones pálidas.

(1) La guerra de los hussilas, la guerra do Cien A!los, le.


gilerra de las Dos Rosa9.
(2) Hacia 1506, The Temple of g'as~.
(3) Passetym e of plcasure.
(4) Ship of fools, L OS.

- .,
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POR H. TAINE 229
gastadas, hueras: es la. escolástica de la poesla. Si hay
-en alguna parte un acento un poco original, es en esa
N avis stttltife¡·a que traduce Barclay, en la Danza de
la muerte que traduce Lydgate, bufonadas amargas,
humoradas tristes que, por mano de los artistas y de
.!os poetas, circulo.n en ese momento por toda Europa.
Se burlan de si mismos grotesca y lúgubremente; po-
bres figurones chocarreros y vulgares, hacinados en
un navio ó que bailan sobre su tumba al son del vio-
Hu de un ridiculo esqueleto. En el fondo de toda
csn putreft\cción y en medio de ese tedio de si mismos,
apar ece el farsante, el Triboulet de taberna, el fabri-
cante de versucos chocarreros y macarróuicos, Skel-
ton (1), virulento libelista, que, mezclando las frases
francesas, inglesas y latinas, los términos de jerga, el
estilo al uso y las voces inventadas, en metros cortos,
amasa una especie de lodo literario con que salpica á
Wolsey y ti los obispos. Estilo, metro, rima, lengua,
todo arte ha concluido; bajo la vana ostentación de
rúbrica no hay ya más que un montón de ruinas. Sin
·embargo, esa poesla candrajosa, desharrapada, amor-
dazada, sucia y roida de gusanos, tiene su meollo (2)• .
Está llena de cólera política. de vehemencia sensual,

(1) Muerto en 1529, laureado en 1489. Las IlectJmpensas de


corte, La Corona ele latwel, la Elegía á la muerte clel cluque
d e Northu.mbertamt, son de un estilo decoroso y pertenecen
á la poesfn oflcinl. Véase Philarete Ohnsles, Skeltora, estudios
-~obro ol siglo x vt.
(2) Expresión de Skeltou.
Though m y rhyme be rnggod,
Tnttered an gngged,
Rudely rai·beaten,
Rusty, motb-eaten,
Y! ye take welle therewithe,
It hath in it some pith.

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230 HISTORI A DE LA LITERAT URA INGLESA
---
de instintos ingleses y pupulares: vive. Vida grosera~
rudimen taria aún, en innoble fermentación, como la
que aparece en un gran cadáver que se descompone;
pero es la vida, al fin, con los dos grandes caracter es
que va á manifestar: el odio á la jerarqu la eclesiásti·
ca, que es la Reforma, y el retorno á los sentidos y á.
la. vida natural, que es el Renacimiento.

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LIBRO SEGUNDO
El Renacimiento.

CAPITULO PRIMERO

EL RENACIMI ENTO PAGANO

§ 1.-LIU co&tumbru.

l. Idea que loa hombres so hab lan formado del mundo después
de la disolución de la sociedad antigna.-Có mo y por qué
vuelve A empezar la invención humana.- Forma de espirito
del Renacimlen to.-Cómo la representación de los objetos es
entonces imitativa, figurada y completa.
11. Por qnlí cambia el modelo ideal.- Mojora de la condición
humana en Enropa.-Me jora de la condición humana en In-
glaterra.-La paz -La iudustria.- EI comercio.-Los pas-
tos.- La agricultura.- Aumento de la r iqueza públlca.-
Los edificios y los muebles .-Los palacios, las comidas y el
vestido.- Las pompas do la corte.- Fiestas bajo Isabel.
-Masque~~ bajo Jacobo l.
111. Las costumbres populares.-Pagea11U .-Teatros.- Fiestas
de aldea.-Expansión pagana.
IV. Los modelos.-Los antiguos.- Traducción y lectura de loa
autores clásicos.- Simpatía por las costumbres y los dioaea
de la antigúedad.- Loa modernos.-A tloión á las ideas y ca ·
critos de los italianos.- Cómo la poes!a y la pintura de Italia
aon paganas.-E l tipo Ideal es el hombre !oliz, circunscrito á
la vida preaente.

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232 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLP!SA

§ 2.-La poe¡¡{a.

l. El Renacimiento en Inglaterra es el Renacimiento del genio


sajón.
II. Los precursores.-EI conde de Surrey.-Su vida feudal y
caballeresca.- Su carácter inglés y personaL-Sus poemas
serios y melancólicos.-Su concepción del amor íntimo.
III. Su estilo.-Sus ma~stros Petrarca y Virgilio.-Sus pro-
cedimientos, su habilidad, su perfección preooz.-Ha nacido
el arte. -Desfalleoimientos, imitación, artificio.-E! arte no
es com pleto.
IV á VIIJ.-Desarrollo y perfeccionamiento del arte. - El Eu-
phullil y la moda. - El estilo :y el espfritu del Renacimiento.-
Superabundancia y desorden.-Cómo se corresponden las
costumbres, el estilo y el espfritn.-Sir Felipe Sidney.-Su
educación, sn vida y su carácter.--Su erudición, su genero-
sidad y su vebemencia.-Su Arcodia.- Exageración y afeo-
tación de los sentimientos y del estilo.-Su DefetMa de la
poe.ta.-Su elocuencia y su energía.- Sus sonetos.-Cómo
los cuerpos y las pasiones del Renacimiento difieren de los
cuerpos y de las pasiones modernas.-El nmor sensuaL-El
amor mfstico.
VIII á X l.-La poesla pastoriL-Abundanc ia de poetas.-Es·
pontanidad y fuerza de la poesla.-E-Iado de esFiritu que
la suscita.-Amor al campo.-Renacimien to de los dioses an-
tiguos.-Entusiosmo por la belleza.-Pintura del amor inge-
nuo y feliz.-Sbal<espeare, Jonsou, Flcobter. Drayton, Mar-
lowe, Warner, Breton Lodge. Greeue.- Cómo la transforma-
ción del público ha transformado el nrtc.
XI á XIV. La poesla ideni.-Spenser.-Su vida.-Su carácter.
-Su platonismo.- Sus Himnos al amor· y la belleza.-Rique-
za de su imaginación.- Cómo es épica.- Cómo es fantástica.
-Sos tanteos.- E! Calendario del pastor. -Sus Pequeiios
poetnll$ .-Sn obra maestriL-La Reina de las hadas.-Su epo·
peya es alegórica, y, sin embargo, viva.-Abraza la caballe-
ría cristiana y el olimpo pagano.-Cómo enlaza ambas cosas.
XIV á XVI. La Reina de las hadll$.-Los acontecimientos im-
posibles.-Cómo se hacen verosfmiles.-Bolpho obe y Ori-
sógone.-Las pinturas y los paisajes fantásticos y gigantes -
cos.-Por quó deben ser asf.-La caverna de Mammón y los

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POR H. TAINE 233
jardines de Acrasia.-Cómo compone Spenser.-Cómo es
completo el arte del Renacimiento.

~ 3.-La prosa.

I. Fin de la poesfa.-Cambios en la sociedad y en las costum·


bres.- Cómo el retornQ á la naturaleza degenera en excita-
ción de los sen tidos. -Cambios correspondientes en la poe·
s!a.-Cómo lo lindo sustituye á lo bcllo.-La delicadeza me·
lindrosa. - Carew. - Suckling.-Hcrrick.- Ln afcctación.-
Quarles, Hcrbert, Babington, Donne, Cowley.- Comionzodel
estilo clásico y de la vida de salón.
H. Cómo In poesfn conduce á la prosa.-Relnción do la ciencia
y el arte. - En l talia.- En Inglaterra -Cómo el imperio del
nalumlismo desenvuelve el ejercicio de In razón natural.-
Eruditos, historiadores. retóricos. comp'ladores, poi fticos, an ·
ticuarios, filósnfos, teólogos.-A!>undancia do t:1lcntos y es·
casez do bellos libros. -Redundancia, afectación y pedan-
tería del cstilo . -Originalidad, precisión. energ!a y riqueza
del esl!lo.-Cómo, á la inversa de los clásicos, se represen-
tan, no In ideA., sino el individuo.
l ll. Roberto Burton. - Su vida y su caráctor.-Confusión y
enorm•dad de su erudición.-S u asunto, Anatomia de la•ne-
lallcolta . - Divisiones escolástícns.- Mezcln do las ciencias
morales y tr.édicas.
IV. Si r Tomás Drowne.- Su esptritu.-Su imaginación es de
un hombre del Norte.-H¡¡drWtaphia, BeLigio meclici.-Sus
ideas, sus curiosidades y sus dudas son de un hombro del
Renacimiento.- Psertdodo:cia.-Consecuencias do esa activi-
dad y de esa dirección del espirilo público.
V y VI. Francisco Bacon.- Su espirilo.- Su originalidad.-
Ooncentraoión y esplendor de su estilo. -Sus comparaciones
y sus aforismos.-Los Ensayos.-Su procedimiento no es la
argumentación, s;no la intnici6n.-Su sentido utilitario-
P unto do partida de su filosofía.-E! objeto do la ciencia es
la mejora do la condici6nhumana.-Nrteva Atldntida - Cómo
esa idea está de acuerdo con el estado do cosas y el esp!ritn
de la ópooa.-l'sa idea completa el Ronncimicnto. - Trae un
nuevo método.- El Or·ganttm . - En q ué punto se detiene
Bacon.- Lfmltea del esp!ritu del siglo.-Cómo la concep-
ción del mundo, que era poé1ica. se hace mecánicn.-Cómo
el Renacimiento conduce á la fundación de las ciencias po ·
sitivas.

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234 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

§ l.- Las costumbres.

Diez y siete siglos hacia que sobre el espíritu del


hombre pesaba un triste pensamiento, que ora le ano·
nadaba, ora le exaltaba y enervaba, sin apartarse
nunca de él en tan largo espacio. Era la idea de la im·
potencia y de la decadencia humana. Contribuyeron
á su nacimiento la corrupción griega, la opresión ro-
mana y la disolución del mundo antiguo; y ella, á su
vez, habla dado nacimiento á la resignación estoica, á
la despreocupación epicúrea 1 al misticismo alejandri·
no y á la espera cristiana del reino de Dios. •El mundo
es malo y está perdido ; desprendámonos de él por la
insensibilidad, por el aturdimiento y por el éxtasis.•
As! hablaban las filosoflas; y la. religión agregaba que
el mundo iba á acabar: •Preparaos, porque se acerca
al reino de Dios.• Durante mil aüos, las ruinas que
por todas partes se acumulaban insinuaron de conti-
nuo en los corazones ese fúnebre pensamiento ; y
cuando del fondo de la imbecilidad extrema y del uni·
versal infortunio levantóse el hombre feudal por la
fuerza de su valor y de su brazo, se encontró, como
traba de su pensamiento y de su acción,la concepción
aniquiladora que, proscribiendo la vida natural y las
esperanzas terrestres, erigla en modelos la obediencia
del mo~je y los deliquios del iluminado.

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POR B. TAINF. 235

La idea fué de mal en peor, por su propia virtud.


Porque la tendencia inherente á semejante concepción,
como á las miserias que la engendran y al desaliento
que consagra, es suprimir la acción personal y susti- ,
tuir la invención con la sumisión. Desde el siglo XIV
se ve reemplazar insensiblemente á la fe viva la regla
muerta. El pueblo cristiano se pone en manos del
clero, que, á su vez, se pone en manos del Papa. Las
opiniones cristianas se someten á los teólogos, some·
tidos, por su parte, á los Padres. La fe cristiana se
reduce al cumplimiento de las obras, y éste al cumpli-
miento de los ritos. La religión, fluida en los primeros
siglos, se petrifica, se transforma en duro cristal, y el
grosero contacto de los bárbaros deposita encima una
capa de idolatrla: se ve aparecer la teocra::ia y la In-
quisición, el monopolio del clero y la prohibición de
las Escrituras; el culto de las reliquias y la compra de
las indulgencias. En vez del cristianismo, la Iglesia;
en vez de la creencia libre, la ortodoxia impuesta; en
vez del fervor moral, las prácticas prefijadas; en vez
del corazón y del pensamiento fecundo, la disciplina
externa y maquinal: son los caracteres propios de la.
Edad lliedia. Con esas ligaduras, acabó por no pen-
sarse: la filosofía habla vuelto al manual; la poesla á
las puerilidades; y el hombre inerte, arrodillado, po-
niendo su conciencia y su conducta en manos del
sacerdote, no parecla más que un maniqul á propósito
para recitar un catecismo y salmodiar un rosario (1).
Por fin , torna la invención; torna gracias al esfuer-
zo de la sociedad laica que ha rechazado la teocracia,

(1) Véase en Brujas los cuadros de Hemling (siglo xv). No


hay pintura que permita comprP.nder tan bien la piedad ecfe-
aiáatica de la Edad Media, ctmpletamente semejante i la de los
budhistas.

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236 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

que ha mantenido el Estado libre, y que ahora resu-


cita ó descubre, una á una, las industrias, las ciencias
y las artes. Todo se renueva: se descubren la Améri-
ca y las Indias; se conoce la figura de la tierra; se
anuncia el sistema del mundo; se funda la filología
moderna; principian las ciencias experimentales; bro·
tan como una mies las artes y la literatura; se trans-
forma la religión; no hay región de la inteligencia y
la actividad humanas que no desbroce y fecunde ese
esfuerzo universal. Es tan grande, que pasa de Jos in-
novadores á los rezagados, y frente al protestantismo
que erigió levanta un catolicismo. Parece que los
hombres abren los ojos de repente y ven. En efecto,
entran en una forma de esplritu nueva y superior. El
rasgo característico de esa edad es que los hombres
no conocen ya las cosas fragmentaria y aisladamente,
ó mediante clasificaciones escolásticas y mecánicas,
sino en conjunto, en ojeadas generales y completas,
con esa comprensión apasionada de un esplritu simpá-
tico que, colocado delante de un vasto objeto, le pe-
netra en todas sus partes, le sondea en todos sentidos,
se le apropia , se le asimila, se queda con su imagen
gr abada viva y profundamente, tan viva y profunda-
mente que se ve obligado á traducirla·y exteriorizarla
en una obra de arte ó en una acción. lJn calor de
alma extraordinario, una imaginación exuberante y
magnifica, semi-visiones, visiones completas, artistas,
creyentes, fundadores, creado1·es: he ah! lo que pro-
duce semejante forma de esplritu; porque, para crear,
hay que tener, como Lutero y San Ignacio, como Mi-
guel Angel y Sh'akespeare, no una idea abstracta, par·
cial y seca, sino una idea figurada, cabal y sensible,
una verdadera criatura que se agita interiormente y
pugna por salir á luz . Este es el gran siglo de Europa

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POR H. TAINE 237

y el momento más admirable de la vegetación huma-


na. Aun hoy vivimos de su savia, y no hacemos más
que continuar su germinación y su esfuerzo.

II

Cuando el poder humano se manifiesta tan clara-


mente en obras tan grandes, no es maravilla que
cambie el modelo ideal y reaparezca la antigua idea
pagana. Reaparece, trayendo consigo el culto de la
belleza y de la fuerza: prime~o, en Italia, porque es
el más pagano de todos los paises de Europa, el más
próximo á la civilización antigua; después, en F ran-
cia y en Espafia, eu Flandes (1), y hasta en Alema-
nia, para llegar, en fin, á Inglaterra. ¿Cómo es que se
propaga, y qué revolución han sufrido las costumbres
que á la sazón une por doquiera á todos los hombres
un sentimiento olvidado hacia quince siglos? Es que la
condición de los hombres mejora, y ellos lo experi-
mentan. El modelo ideal expresa siempre la situación
real, y las creaciones de la imaginación, como las
concepciones del esplritu, no hacen más que manifes-
tar el estado de la sociedad y el grado de bienandan-
za; ht\Y una correspondencia constante entre lo que
el hombre admira y lo que el hombre es. Cuando la
miseria agobia, cuando la decadencia es visible, ó

(1 ) Van Orloy, l\lichel Coxie, Fraoz Floris, los do Vos, los


Sadler, CrispiD de Pass y los maestros de Nuromberg.

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1 238 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

falta la esperanza, se inclina á maldecir la vida te·


rrestre y á buscur consuelos en otro mundo. No bien
se alivian sus sufrimientos, no bien se manifiesta su
poder, no bien se dilatan sus horizontes, vuelve á en·
cariñarsc con la vida presente, á tener confianza en
si mismo, á amar y celebrar la energla, el genio, to-
das las facultades que contribuyen á procurarle la
felicidad. Hacia el vigésimo año de Isabel, los nobles
{)ambian el escndo y la espada de dos manos por el
espadin (1) : circunstancia casi imperceptible en apa·
riencia, pero en rigor enorme, porque es semejante á
la mudanza que hace sesenta anos nos despojó de la
espada de corte para dejarnos con los brazos colgando
en nuestra levita negra. En efecto; entonces es cuan-
do acaba el régimen feudal y empieza la vida de cor·
te, como hace poco acabó la vida de corte y empezó el
régimen democrático. Juntamente con la espada de
dos manos, con la pesada armadura completa, con los
torreones feudales, las guerras privadas y el perma·
nente desorden, todas las calamidades de la Edad Me-
dia retroceden y se desvanecen en el pasado. El in·
glés ha salido de la guerra de las Dos Rosas. Ya no
corre el riesgo de que un día le saqueen como rico, y
al siguiente le ahorquen como traidor; ya no necesita
limpiar su armadura, concertar ligas con los podero·
sos, hacer provisiones para el invierno, reunir hom·
bres de arm:~s, correr el campo para saquear y a.bor-
car á los demás (2). La monarquía, en Ingla.terra como

(1) La primera carroza es de 1564. Causó mucho asombro.


Unos decían que ern cuna gran concha marina traída de Chi-
na•; otros que era cun templo en que los caníbales adoraban
al diablo~ .
(2) Véaao la pintura de esto estado de cosas en las cartas da
la familia Pasto u, publicadas por Jobn Feo.

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POR H . TAINE 239
en Europa, ha puesto paz en las sociedades (1), y con
la paz aparecen las artes útiles. La seguridad civil
trae el bienestar doméstico; y el hombre, mejor abns·
tecido dentro de casa, mejor protegido dentro de su
villa, puede tomar gusto á la vida terrestre que trans-
forma.
Hacia fines del siglo xv (2) está dado el impulso: el
comercio y la industria de las lanas crecen súbita-
mente, y de una manera tan enorme, que las tierras
de pan llevar se transforman en praderas, •todo se
destina á pastos (3)•, y desde 1553 se exportan en un
afio por buques del pals cuarenta mil piezas de pano.
Es ya la Inglaterra. que conocemos hoy: pals de pm-
deras, completamente verde, entrecor tado de setos,
sembrado de ganado, navegante, manufacturero,
opulento, con un pueblo de trabajadores alimentados
de carne, que la enriquacen enriqueciéndose. Mejo-
ran tan bien la agricultura, que al cabo de cien
anos (4) dobla el producto de las tierras. Ellos, á su
vez, se multiplican de tal suer te, que en doscientos
anos (5) dobla la población. Se enriquecen tanto, que
á principios del reinado de Carlos I la Cámara de los
Comunes es tres veces más rica que la Cámara de los

(1) Luis XI en Franela, Fernando é Isabel en Espnitn, Enri-


que VII en Inglaterra. En Italia el régimen feudal acabó más
pronto por el establecimiento de las repúblicas y do los princi-
pados.
(2) 1488. Acta del Parlamento sobre los inclosure.~.
(S) A Compe?Jdious~aminmion,15S1, porVilliam Straf!ord
Acta del Parlamento, 1541. Whoreby tbe inhabitans or tbo said
town havo gotten and come ioto riches and woalthy livings .
(Se trata de Manchester.)
( 4) l'ictoria~ ltistory, 1, 902.
(5) Pictoria~ lti.story , 1, 903 . De 13ii á 1588, se eleva desde
dos millones y medio á cinco millones.

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240 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

Lores. La ruina (1) de Amberes, por obra del duque


de Parma, le> envla •la tercera parte de los comer·
ciantes y manufactureros que fabricaban !as sedas,
los damascos, las medias, los tafetanes y las sargas•.
El desastre de la armada y la decadencia de España
abren todos los mares á su marina. La colmena labo·
riosa que sabe arriesgarse, emprender, explorar,
obrar de concierto, y siempre fructuosamente, va A
inaugurar sus beneficios y sus viajes y á zumbar por
todo el universo (2).
En la base y en las cumbres sociales, en todas las
partes de la vida, en todos los grados de la condición
humana, se hacia visible ese nuevo bienestar. En 1533,
considerando •que las calles de Londres estaban su-
cias, llenas de baches y atolladeros, y que muchas per-
sonas, tanto á pie como á caballo, corrlan riesgo de be..
rirse y casi hablan perecido•, Enrique VIII mandab&
empezar el empedrado en Londres (3). Nuevas calles
cubrían los despoblados á donde los jóvenes iban en
otro tiempo á correr y á luchar. Todos los anos se vela
crecer el número de las tabernas, de los teatros, de las
salas donde se fumaba, se jugaba y se celebrab!)on pe-
leas de osos. Antes de Isabel, las casas de los nobles
rurales apenas eran más que cabailas cubiertas de
paja, revocadas de barro de lo más ordinario é ilumi-
nadas solamente por rejas. •Al contrario, dice Harri-
son (1580), las que se han construido recientemente
son, por lo común, de ladrillo, de piedra dura 6 de aro·
bas cosas; las habitaciones son hermosas y desahoga-

(1) Ludovic Guicciardini. En 1585.


(2) 1553. Compañía inglesa del comercio ruso.
1578. Drake dala vuelta al mundo.
1600. Compañía inglesa para el comercio de la ludia.
(3) Lib. vi, cap. Iv, Pictorialltistory,

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POR H. 'fAINE 241
das, y las dependencias de servicio se encuentran más
lejos de las habitaciones. • En cuanto á las antiguas
casas de madera, se revestían de yeso fino, que, •sobre
ser de una blancura tan deliciosa, se extendía en ca·
pastan tersas y tan suaves, que, en mi sentir, no ca·
brla hacer nada cou más delicadeza (1)• . Esa ingenua
admiración patentiz~ de qué tugurios se acababa de
salir. Ahora, por fin, se emplea comúnmente el vidrio
para las ventanas; las desnudas paredes se visten de
tapices, donde las visitas contemplan con placer y
asombro plantas, animales, figuras; se empieza á usar
estufas, y se experimen ta el placer desconocido de te·
uer habitaciones abrigadas.
•'rres cosas son de notar, dice Harrison, en las ca-
sas de los colonos. La primera es la multitud de chi·
meneas recién construidas . Durante su juventud, no
habla más de dos ó tres, á lo sumo, en la mayorla de
las ciudades del interior del reino. La segunda es la
mejora de los muebles, que es grande, aunque no ge-
neral aún; p(\rque dicen ellos: Nuestros padres, y nos·
otros también, hemos dormido muchas veces en ca·
mastr os de paja, en esteras ordinarias, con una sola
sábana, con cobertores hechos de pelos recios ó de
trapos recosidos, y con un buen leño redondo debajo
de la cabeza por travesero ó almohada. Si el jefe de fa-
milia, á los siete años de matrimonio, llegaba á coru-
prar por acaso un colchón de borra y un saco de paja
fina para reposar la cabeza, se creta tan bien acomo·
dado como el señor de la ciudad ... Las almohadas (de-
clan) no pareclan hechas más que para las paridas.
La tercer cosa es el cambio de la vajilla de madera
por la de peltre, y de las cucharas de madera por cu·

(1) Nalhan Drake: Shnkupeare and his Times, passim.


16

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242 HISTOR IA DE LA LITERA'l'URA I NGLESA

charas de plata ó do estaño; porque osl\ vn.jillt\ de ma-


dera era tan común en lo antiguo, que hubiera sido di·
fícil encon trar cuatro piezas de poltt·e (entre ellas q ui-
zá un salero) en la casa de un colono acomodado. •
No es la posesión, sino la adquisición, lo que nos da
el goce y la conciencia de nuestra fuerza: los hombres
repara n más en cualquier satisfacción menuda, si es
nueva , que en una gran satisfacción antigua; cuando
ellos miran la vida con buenos ojos y se sienten dis-
puestos á celebrarla, no es cuando todo va bien, sino
cuando todo va mejor. Por eso, eu este instante, la ce-
lebran; por eso hMen de ella una ostent!lción magnifi·
ca, tan seruE'jante <Í un cuadro, que produce la pintura
en Italia, y tan semejante á una representación, que
produce el drama en Inglat erra. Ahom que el hacha
y la espada de 1:\!1 guerm s civiles h:w uba.tido it la. no-
bleza independiente y se ha arruinado la soberan1a so·
litaría de cad:t gro.u barón feudt\1, los senores abando-
nan sus sombríos castillos, son almenadas fortalezas,
rodeadas do a.guas est<\nca.das y provistas de ventan as
angostas, especies do coraza s do piedra, que sólo ser·
vfau para defender la vida de sus duefio~ , y afluyen {~
los nuevos palacios de cúpulas y torrecillas, cubiertos
de múltiples y atormentados adornos, guarnecidos de
azoteas y de escaleras monumentales, provi::~tos ele
ja.rdines, do surtidores de agua, palacios do Enrique
VIII y de Isabel, semigóticos y semiitalianos (1), cuya
comodidad, esplendor y simetrla anuncian ya hábi·
tos de sociedad y ap.!go al placer. Lo~ señores van á
la corte y abandonan sus costumbres: las cuatro co-
midas, que apéna s bastaban á la voracidad de autafio,

(1) Ese estilo se llama estilo 'fudor. Se hace completamente


italiano, próxim o al antiguo , bajo Jaoobo I, con Íi!igo Jones.

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POR B. T AINE 243

se reducen á dos; los nobles no tardan en hacerse


gente refinada, que cifran su orgullo en la distinción
y singularidad de sus diversoines y de su atavio. Se los
ve vestirse magnificameute de telas vistosas, con el
lujo de quien por primera vez restriega la seda y luce
el oro: jubones de raso escarlata; mantos de cebellina
de mil ducados; zapatos de terciopelo bordados de oro
y de plata; botas de donde salen olas de encajes, con
bordados de pájaros, de cuadrúpedos, de constelacio-
nes, de flores de plata, oro y piedras preciosas; cami-
sas adornadas que cuestan diez libras esterlinas. •Es
cosa corriente poner mil cabras y cien bueyes en una
vestidura y llevar toda una hacienda sobre la espal-
da (1).» Los vestidos de o.quel tiewpo parecen urnas.
Cuando murió Isabel, se encontraro n en sus guarda-
rropas tres mil traje:~ . ¿Hay que hablar de las golas
colosales de las damas, de sus faldas ahuecadas , de
sus cuerpos envarados en fuerza de diamantes? Signo
singular de los tiempos: los hombres eran más volu-
bles en el vestir, y se adorna.ban más que las mujeres .
•Tal es nuestra inconst<mcia, dice Harrisou, que hoy
110 gusta más que la moda española, al paso que ma-
i1ana no parecen elegantes y agradables más que los
perifollos franceses, y poco después no hay prendas
como las del estilo alemán. Tan prunto se prefiere la
forma turca como el ropaje morisco, las mangas ber-
boriscas y Jos calzones cortos franceses. Y si las mo-
das son di\·ersas, hablar del precio, de la calidad, de
la vanidad, de la pompa, de la variedad, y, finalmen-
te, de la volubilidad y la locura que se observa. en to-
dos los órdenes sociu,les, seria cuento de no concluir.•
Locura, concedido; pero también poesía. Hay algo

(1) VGa~a Burton: A11atomy of melancoty; Stubbes, etc.

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244 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

más que una diversión de gente casquivana en esa es-


pléndida exhibición de trajes. El exceso de la savia in-
terior se difunde por ese lado, as! como en los dramas
y poemas. Esos hombres poseen una imaginación de
artistas. Una vegetación increlble de formas vivas
brota en sus cerebros. Hacen como sus grabadores,
que prodigan en las portadas los frutos, las flores, las
figuras movidas, los animales, los dioses, y derraman
y hacinan todo el tesoro de la naturaleza por todos los
huecos del papel. Necesitan gozar de lo bello; quieren
disfrutar con los ojos; sienten, naturalmente, derecha-
zo, el relieve y la energla de todas las formas . Desdo
el advenimiento de Enrique VIII basta la muerte de
Jacobo I, no se ven más que procesiones, torneos, en-
tradas triunfales, mascaradas. Vienen, ante todo, los
banquetes regios, la pompa de las coronaciones, los
ruidososos placeres de Enrique VIII.
Wolsey le da fiestas (1) «tan espléndidas y costosas,
que es una gloria presenciarlas. No faltan alll damas
y doncellas muy hábiles y amae.~tradas para bailar
con los seno res disfrazados ó para adornar el salón en
el momento preciso. Hay también toda clase de mú-
sica y armonla, con hermosas voces de hombres y de
11iüos•. El rey va á sorprenderle un dia en la mesa,
seguido de doce sellores disfrazados de pastores con
trajes de tisú de oro y de raso carmesl, y precedido de
antorchas, •con tal ruido de tambores y de flautas, que
rara vez se vió cosa semejante (2). • Al momento se
sirve un nuevo banquete cde doscientos platos distin-
tos, muy selectos y de invención costosa. Y a!'l pasan
la noche comiendo, bailando y en otros regocijos, con

{1) Holinshed, 921.


(2) Ibid.

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POR H. TAINE 245

gran contento del rey y de los nobles que alll habla~.


Contad, si podéis (1), las fiestas mitológicas, las recep·
ciones teatrales, las óperas representadas al aire libre
por Isabel, Jacobo y sus grandes sefiores. En Kenil-
worth duraron las fiestas diez y nueve ellas. Todo está
ah!: pedanterlas, novedades, juegos populares, cspec·
táculos sangrientos, alegorlas, mitolog!a, caballerla,
conmemoraciones rústicas y nacionales. En semejante
tiempo, en medio de esa animación universal y de esa
súbita expansión, los hombres se interesan por si mis·
mos; su vida les parece hermosa, digna de ser repre·
sentada y puesta en escena; juegan con ella, gozan
con verla, aman sus altos y sus bajos, la miran como
un objeto de arte. La reina es recibida primero por
una sibila, lueg~> por gigantes del tiempo de Arturo,
después por la Dama del Lago. Silvano, Pomona,.Ce·
res y Baco, todas las divinidades le presentan sucesi-
vamente las primicias de su reino. Al si~uiente dla, un
salvn.je, vestido de musgo y de hiedra, dialoga, en su
presencia, y en obsequio suyo, con Eco. Se echan á
pelear perros contra trece osos. Un saltarlo itt\liano
hn.ce ejercicios maravillosos delante de toda la concu-
rrencia. La reina asiste á un matrimonio rústico, y á
una especie de combate cómico entre los campesinos
de Coventry, que representan la derrota de los dane·
ses. Cuando vuelve de caza, Tritón, saliendo del lago,
la suplica, en nombre de Neptuno, que liberte á la
dama encantada, perseguida por sir Bruce Sin-Piedad.
Al instante aparece la dama, rodeada de ninfas, y se·
gnida ~\ poco de Proteo, que va sobre un enorme del-
fin. l\1úsicos, ocultos en el delfln, cantan, con el coro de
las divinidades marinas, las alabanzas de la poderosa,

(1) Elúabtlh and Jamu' Progruses, por Nicbols.

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246 fiiSTORIA DE LA LITERATURA INGLESA
-----
de la bella, de la casta reina de Inglaterra.- Como
veis, la comedia no está sólo en el teatro; los grandes
y la reina misma se hacen actores. Las exigencias de
la imaginación son tan vivas, que la corte se con-
vierte en escena. Bajo Jacobo I, Jo. reina, las principa-
les damas y los primeros nobles, representaban todos
!os aiios, el dla. de Reyes, una ópera llamada lllasq1u,
especie de alegorla entreverada de bailes, realzada
por decoraciones y trajes resplandecientes, y de cuyo
esplendor sólo pueden dar idea los cuadros mitológi-
cos de Rubens. •Lores vestidos al modo de las estatuas
antiguas, osloutaudo en la cabeza coronas persas, con
espirales de oro hacia dentro, y cenida la frente con
una tira de gasa encarnada y plata; la casaca de tisú
encarnado de plata, cortada de suer te que dibujase el
desnudo, al modo de la coraza griega, ajustada al pe-
cho por un ancho cinturón de tisú de. oro bordado, que
se abrochaba con joyas; los mantos de seda, unos de
color azul celeste, otros de color de perla, otros de eo·
lor de fuego ó bronceados (1); las damas con cuerpo de
tisú blanco de plata, donde se velan bordados pavos
reales y frutos; por debajo, una vestidura suelta., frun-
cida., de fondo encarnado, listado de plata, dividida
por una cintura de oro; y, bajo ésta, otra vestidura fio·
tante de tisú azulado de plata, con galón de oro; eus
cabellos recogidos negligentemente bajo una rica y
preciosa corona, adornada de finos diamantes; encima
un velo transparente que bajaba ha~ta el suelo; su
calzado azul celeste y oro guarnecido de rubles y de
diamantes.• R~umo la descripción, que se asemeja A
la de los cuentos maravillosos. Pensad que todas esas

(1) Sacado do las .Masques, de Boo-Jhouson, Masque of


hymen, 76. Ed. GiUord, tomo vn.

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POR H . TAlN"' 247
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galas, ese fulgor de las telas, csr. irradiac ión de pie-
dras preciosas, ese esplendor do las carnes desnudas,
se exhibían diariam ente en las bodas de los grandes,
á la vez que se ol11.n los acentos atrevidos de un epita.-
lamio pagano . Pensad en los festines que introducía
entonces el conde de Carlisle, donde se servla una
mesa llena de selectos manjare s, de lo supremo que
podla alcanza r el hombre, para desecharla en seguida,
y sustituir la por otra atu\loga . Esa prodigalidad de
magnificencias, esas locuras suntuosas, ese desenfreno
de la imaginación, esa embriaguez de los ojos y de los
oldos, esa ópera representad¡:, por los jefes del reino,
denuncian, como la pintura do Rubens, deJorda ens y
de la Flandes contemporánea, un llamumiento tan
franco á los sentidos, un retorno tan completo á la na-
turaleza , que no puede figurarse nuestra fria y triste
edad (1).

III

Explaya rse, satisfac er el corazón y los ojos, lanzar


audazmente por todos los caminos de la vida la jaurla
de los apetitos y de los instintos : he ah!, pues, ll\ ne-
cesidad que npttrece en las costumbres. I nglaterr a no

(1) Así ciertas cartas privadas describen la corte de Isabel


como un s'tio donde habla cp(lca piedad y práctica de la reli-
gión, y donde roinabnn en el más alto grado toda clase de enor-
midades• .

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248 RlSTORIA DE L.A LITERATUR A INGLESA

es aún puritano.. Es e la alegre Inglaterra• , mel'l"!J En·


gland, como se dice entonces. Todavla no se 'ha atie·
sado y regularizad o. Se dilata amplia, libremente, y
goza en verse asl. No es sólo en la corte donde se en·
cuentra la ópera, sino también en la aldea. AlU van
compaülas ambulantes y, en caso preciso, las suple la
gente del pals; Shak,!spea re vió, antes de pintarlos,
carpinteros, remendones de fuellt>s (1), patanes, que
haclan los papele~ de Plramo y Tisbo, que representa-
ban ei león rugiendo lo más suavement e posible y flgu·
raban la muralla extendiendo la mano. Toda fiesta es
un pageant donde hacen de comparsas burgueses,
obreros, ninos. Tienen instinto de actores. Un alma
henchida y juvenil no expresa sus ideas con razona-
mientos; las representa y las figura.: tal es el verda·
dero y el primer lenguaje, el de los ninos, el de losar-
tistas, el de la alegria y la invención. De ese modo se
solazan con cantos y festines en todas las fiestas sim·
bólicas de que han poblado el año las tradiciones (2).
El domingo siguiente á la noche de Reyes los labrado-
res se presentan en las calles con las camisas sobre la
ropa exterior, adornados de cintas, arrastrando un
arado al son de lo. música y bailando la danza de las
espadas; otro dla hacen una figura de espigas, y lapa-
sean en un carro, en medio de canciones,_y al son de
tambores y caramillos; otra vez toca el turno á Na vi·
dad y su compafila; 6 bien al árbol de Mayo, alrede·
dor del cual se representa la historia de Robin Hood,
el valiente cazador furtivo, y la leyenda de San Jorge,
que derriba. al dragón. Se necesitarla medio volumen

(1) Midsummer Night's Dream.


(2) Natham Drake, Shaktspeare and his times, eapftulos v
y VI.

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POR H . TAINE 249

para describir todas esas fiestas, la de la. Siega, la de


Todos los Santos, la de San Martln, la del E~quileo, y,
sobre todo, la. de Navidad, que duraba doce días, y á
veces seis semanas. Comen y beben, andan de fr·anca-
chela., bullen y se agitan, abrazan á las muchachas,
repican las campanas, se hartan de ruido : rudas ba-
canales en que se desenfrena el hombre, y que son la
consagración de la vida natural; no se engnnaron en
eso los puritn.nos.
•Primeramente, dice Stubbs (1), se reunen todas
las cabezas desatadas de la parroquia; cligc.>n un gran
capitán con el titulo de prlncipe del desorden, y deg-
pués de coronarle solemnemente, le toman por rey.
Este rey, una. vez consagrado, escoge veinte, cuarenta
ó cien troneras como él, que hacen el servicio cerca
de su majestad soberana... Tienen sus caballos de
palo, sus dragones y otras paparruchas, con sus livia-
nos flautistas y sus tambores atronadores para animar
la danza del diablo. Después, esa pandilla de paganos
se dirige hacia la iglesia y el cementerio al son de
flautas y tambores, bailando, sonando sus campani-
llas, agitando los pañuelos como locos por cima de
sus cabeza<;, mientras los caballos de palo y otr os
monstruos escaramucean al través de la muchcdum·
bre. Y de esa suerte van á la iglesia como verdaderos
demonios, en medio de tal confusión de ruidos que no
hay hombre que pueda oír su propia voz. Luego las
cabezas sin seso miran, se emboban, hacen visajes, se
suben á los bancos para ver esa bella ceremonia. Des·
pués van y vienen por la iglesia y por el cementerio,
donde tienen comúnmente sus glorietas, sotilloQ, pla.·
zoletas de verano y casas de festln, donde anclan de

(1) Stubbs: Anatomv of ab!Ues.

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250 HISTORIA DE LA LITERATURA 1!\GLESA

broma, do banqu ete y de baile todo el dla, y {\ veces


todi\ la noche. Y as! pasan esas furias terrest res su
sábado . Otra especie de locos llevan á esos perros do!
infierno (quiero decir el príncipe del desorden y sus
cómplices) pan, buena cervez a, queso añejo, queso
fresco, tortas, tartu!!, nata, carne, ya una cosa, ya
otra.
•En la fiesta de Mayo, dice en otra parte, se reunen
los hombres, mujer es y niflos de cada parroq uia, ciu-
dad ó pueblo; se van al bo:;que ... donde pasan la no·
che divirtiéndose, y por la mailan a traen ramas de
abedules y de otros árboles, y sobre todo su joya má~
preciosa, el árbol de Mayo, que llevan roverontcmento
con veinte ó cuaren ta pares de bueyes, a cuyos cuer-
nos atan hermosos ramos de flores . ..Planta n esol\:Iayo,
ó, más bien, ese repug nante ídolo; siembr:m do flores
el c6sped del contorno; instala n en derred or cenado-
res y p!a~oletas de follaje, y saltan y bailan , comen
y so regode an, como los paganos en la dedicación de
sus !dolos ... De cada diez doncellas que van al bosque
esa noche, nueve vuelven embarar.adas.• c ... El mar-
tes de carnestolendas, dice otro, al son de la campa -
na, millares de personas so vuelve n locas, y olvidan
todo decoro y toda sensatez ... En esas execrables pa·
~atiompos tributa n homenn.je y sacrifi cio al diablo
y
¡\ Satán. • En efecto (1): se lo tributa n á la natura
l e·
za, al antiguo Pan, á Froya , á. Ilerth a, sus herma nas,
:\. lus an tiguas divinidades teutónicas conservadas al
tr~vés de la Edad Media. En este instau tc, en
medio
de la deradencir. posaje ra del cristianismo y del súbito

( 1) Henlzn rr•s Travels in Englan d.


Opina que la figura que llevaban en carro en la fiesta de la
siega ora la do Coros.

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POP B. TAINE 251

desarrollo del bienestar corporal, el hombre se adora


á si propio, y no queda vivo en él más que el paga no.

IV

Para concluir, ved qué camino toro n.o las ideas á la


eazón. Algunos sectarios, sobre todo de la clase media.
y del pueblo, se desojan tristemente sobre la Biblia.
Pero la corte y las personas del mundo buscan sus pre-
ceptores y sus héroes en Roma y en la Grecia pa-
gana. Hacia 1490 (1) se empiezau á leer nuevamente
Jos ciAsicos; uno tras otro se traducen, y no tarda
en estar de moda leerlos en el original. Isabel, Juana
Grey, la duque~a de Norfolk, la conde!la de Arundel,
muchas dnmaaleen corrientemente á Platón, á Xeno·
fonte y A Cicerón, y se deleitan con esa lectura. Poco
á poco, por un progreso insensible, el hombre se eleva
hasta la altura de los grandes y sanos esplritus que
quince siglos atrás hablan manejado sin rebozo todas
las ideas. No entiende sólo su lengua, sino su pensa-
miento; no repite ya una lección suya, :lino qne sostie-
ne una conversación con ellos; es su igual, y sólo en
ellos encuentra espiritus tan viriles como el suyo.
Porque no son ergotistas de escuela, compiladores mise-

(1) Wnrton, tomo 11 § 4; tomo 111 § 1.


Antes de JGOO estlin traducidos en in¡rlifs todos los grandes
poetas de Greeio y de Roma; de 1550 :í 161 6 !O traducen todos
los grandes historiadores. En 1500 Lilly cntei!a el gril;:o públi·
camente por primera vez.

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252 HISTORI A DE LA LITERAT URA INQf,ESA
- -- - -
ros, pedante s de;¡abrid os, como los profesores de jerin-
gonza. que la Edad Media les imponla, como ese Duns
Escoto, cuyas hojas disper:>an al viento en este instan-
te los comisarios de Enrique VIII. Son •nobles• , hom-
bres de Estado, per:>onas de las m!\s corteses y mejor
educadas del mundo, que saben hablar, que sacan sus
ideas, no de los libros, sino de las cosas: ideas vivas
y que de snyo penetran en las alma~ viv.ts. Pot• en-
cima de la procesión de los escolásticos encapir otados
y de los disputadores mezquinos se dan la mano las
dos edades adultas y pensadoras, y el hombre moder-
no, haciendo callar las voces infantiles ó gangosa s de
la Edad Media, no se digna ya depar tir mAs que con la
noble antigüed ad. Acepta sus dioses; por lo menos, los
compren de, y de ellos se rodea. En los poemas, ou los
festines, en los tapices, en casi todas las ceremon ias
aparecen, no ya resta.urndos por la pedante rla, sino
reanimados por la sim patía, y dotados por las artes de
una vida tan lozana y tan profund a casi como la que
tenlan en su primP.ra cuna. Despué3 de la horrible
noche de la Edad Medía y de las dolorosas leyendas de
aparecidos y condenados, es un deleite volver á ver
el radiante Olimpo de Grecia; Rus dioses bellos y he-
roicos cautivan una vez más el corazón de los hombre s,
(•Jeyan é instruve n á esa joven sociedad hablándole la
leugul\ de sus pasiones y de su genio, y ese siglo de
acciones viriles, de libre sensualidad, de audaz inven-
cióu, no tiene más que seguir su pendien te para. reco·
noccr en ellos sus maestro s r los eternos promovedo-
res de la libertad y de la belleza.
1\luy cerca de éste hay otro paganismo, el de Italia,
más seducto r porque es moderno é iofuude una. nueva
savia eo el antiguo tronco, mAs atractivo porque es
m{ls sensual y ofrece el culto de la. voluptuosidad y del

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- - - ---- --- POR H. TAINE 263
-~:..::;_=.:.....:=~---___::.:..::_

place r juntam ente con el del genio y de la fuerza. Los


rigoristas lo saben de sobra, y claman escandalizados.
•Los sortilegios de Circe (escribe Ascham) han venido
de Italia para perve rtir las costumbres de Ingla terra,
cou ejemplos de mala vida, y sobre todo con los pre-
ceptos de los malos libros traducidos últimamente del
italiano al inglés, y vendidos en todas las tiendas de
Londres. De esos libros profanos (1), impresos en estos
últimos meses, hay más que los que se han visto en In-
glater rades dehac e varia s veintenas deaüos. AsJla gen-
te mira ahora. con más respeto los •triunfos• de .Petrar-
ca que ol Génesis de Moisés, y hace más aprecio de un
cuento de Boccacio que de una historia. de la Biblia. •
En efecto¡ Italia tiene entonces visiblemente In ¡.¡<·ima·
cia en todas las cosas, y alli se va á buscar la civiliza-
ción como en su fuente . ¿Qué civilización es esa que de
tal modo se impone á Europ a, de donde procede toda
ciencia y toda elegancia, que es ley en todas las cor-
tes, y adonde van á. buscar sus ejemplares y materia-
les Surre y, Sidney, Spenser y Shakespeare? Es paga-
na por su origen y natura leza, por su lengua, que no es
más que un latln apenas deformado, por sus tradicio-
nes y sus recuerdos latinos, que no ha. venido á inte-
rrump ir ninguna lagun a, por su constitución, donde ha
predominado desde un principio la antigu a vida urba-
na absorbiendo la vida feudal, y por el genio de la raza,
donde siempre rebos aron el vigor la alegria.
Más de un ~iglo antes que nadie, a partir de Petra r-
ca, Rienzi y Boccacio, empezaron á descubrir la anti-
gUedad perdida, á •liber tar los manuscritos enterr a-
dos en los calabozos de Franc ia y Alemania•, á res-
taura rlos, á interp retar, comentar y meditar los

(1} U11graciou1.

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~54 HISTORIA. DE LA. LITERATURA. INGLES A.

antiguo s, á hacerse latinos de intelige ncia y corazó n,


á compo ner eu prosa y en verso con la urbanid ad de
Cicerón y de Virgilio, á considerar las amena s con-
versaci ones y los goces intelec tuales como el ornato y
la flor más exquisi ta de la v id!\ (1). Y no se apropia n
sólo las exterio ridades de la vida antigua , sino su fon·
do, es dec1r, lll preocupA.Ción de la vida p resente , el
olvido do b vida futura, la atenció n á les sentido s, la
renunc ia f>l cristianismo. •Hay que gozar• , cantab a
su pr imer poeta, Lorenz o de 1\lédicis, en sus poesías
bucólic as y en sus triunfo s: •el mañan a es inciert o•.
Ya en Pulci aparec e la incredu lidad burlona , la ex·
pansión sensua l y atrevid a, toda la auda.cia de los
librepe nsadore s que sueltan con repugn ancia la. raida
cogulla de la Edad 1\ledia . E l es el que, en un poema
burlesc o, pone A la cabeza. de cada canto un Hosanna,
un ]?¡ p1·i11cipio, un texto sagrad o de la misa (2). El
es quien, pregun tándose lo que es el alma y cómo
puede entrar en el cuerpo , la compa ra á esos dulces
que se en vuelve n en pan blanco calenti to. ¿Qué se hace
de ella en el otro mundo? •Algun os creen que encon·
trarán alli papafig os y hortela nos muy bien pelados ,
vinos excelen tes, buenas camas; y por eso siguen A los
fr:üles y a ndan tras ellos. Pero nosotro s, querido a mi·
go, ü·emos al sombrí o valle, donde no oiremo s yo. ca.n·
t;:or ¡Aleluya!• Si buscáis un pensad or más serio, oid
.•.l gt·an patri•;tn., al Tucldid es del siglo, á Maquia velo,

(1) animo In cioscuno


llln il vero e priocipnl ornamento de ll'
penso io che siano le letlere benche i Francea i solamente co·
noscano In nobilitil dell' arme ... et tutti i litterati tengon per
vilissimi uomioi.- P. 112, ed. 1585, Castiglione, ¡¿ Cortegiano.
(2) Véase Bnrchard, mayordomo del Papa, descripción de
la fiesta á que asistía Lucrecia Borgia; Carla$ del .Areti?W,
Vida de Cetlini, etc.

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POR !l. TálNE 255
que, contrapon!et:do el cristianismo y el paganismo,
dice que el uno cifra la «felicidad suprem<l eu la hu-
mildad, la. abyección y el menosprecio dll las cosas
humanas, mientras que el otro fuuda. el sobertl.uo bien
en la grandeza de alma, en el vigor del cuerpo y en
toda& las prendas que hacen temible al hombre•. Tr:\s
lo cual afirma atrevidamente que el cristianismo en-
seña. á •soportar los males y no á realiz¡u· grandes
hechos•; descnbre en ese vicio inte rior la causa de
todas las opresiones; declara. que clos mo.los habían
visto que podían tiranizar sin temor á hombres que,
por ir al paraíso, estaban más displ.estos ;\ soportar
los agravios que á vengarlos•. Por e~e tono, y A des-
pecho de las genuflexiones obligadas, sa adh·' ·.1. de
sobra cuál de las dos religiones se prefiero. El tipo ideal
hacia el cual se dirigen todos los esfaen os, á que todos
los pensamientos se encaminan y que promueve toda
esa civilización, es el hombre fncrte y feliz, dotado de
todas las potencias que pueden satisfttcer sus deseos y
dispuesto ;\ emplearlas en \a, persecución do su feli·
cidad.
Si queréi:1 ver tal idea t>u su obra capital, ha.y q ue
buscarla en las a rtes, en esas artes del dibujo e! ue
a nima y difunde por toda Europa, suscitando ó tral.S·
formando las escuelas nacionales con tal originalidad
y poderlo, que de ella deriva todo arte viable y el
mnndo ele figuras vivas con que puebla nuestros mu-
ros, sonata como la arquitectura gótira ó la. tragedia
francesa, un momento único del espíritu humano. El
Cristo escuálido de la Edad Media, el hombre misero
deformado y ensangrentado; la. Virgen fea y lívida, la
vieja é infeliz cn.mpesina desmayada tol pie del patí-
bulo de su hijo¡ los mArtires macilentos, consumidos
por el ayuno y con ojos extáticoq; las santas de pecho

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256 RISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

raso y dedos angulosos: todas las visiones patéticas ó


lastimeras de 111. Edad Media se han desvanecido. El
cortejo divino que ahora se desarrolla no presenta ya
más que cuerpo:¡ lozanos, semblantes regulares y no-
bles, bellos y desenvueltos continentes; los nombre<~
son cristianos, pero todo aquello no tiene de cristiano
más que el nombre. Aquel Jesús no es más que un
•Júpitt r crucificado (1) . • Aquellas virgenes que Ra-
fael dibuju. desnudas antes de ponerles un ropaje (2),
no son más que bellas jóvenes, absolutamente terres-
tres, parientas de su Fornarin a. Aquellos santos del
Juicio fimal, de Miguel Angel, que se yerguen y retuer-
cen en el cielo, son una asamblea de atletas capaces
de combatir con brlos y de lanzarse á cualquier auda-
cia. Un martirio, como el de San Lorenzo, es una no-
ble ceremonia. en que un hermoso mancebo desnudo se
acuesta ddante de cincuenta hombres vestidos y agru-
pados como en un gimnasio antiguo. ¿Hay alguno de
esos personajes que se haya macerado? ¿Hay alguno
que haya pensado, entre lágrimas y congojas, en el
juicio de Dios, que haya rendido y domeliado su car-
ne, que se haya llenado el corazón de las tristezas y
dulzuras evangélicas?
Son demasiado sanos y vigorosos para eso; les sien-
tan demasiado bien sus vestidos; están demasiado dis-
puestos A la i>ccióo pronta y enérgica. Se baria de ellos
facillsiroameute soldados ó soberbias cortesanas, ad·
mirables en una pnrada ó en un baile. Por lo mismo,
todo lo que el espectado r concede á su aureola es una
genuflexión ó la sefial de la cruz; después de lo cual

(1) Frase de Pnlci.


(2) Véase sus bocetos en Oxford y los bocetos del religioso
Fra Bartbolomeo en Florencia. Véase también el Martirio de
San Lore11zo por Baccio Bandinelli.

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POR H. TAINE 257
los ojos se recrean en su vist.a, y ellos no están alli
mAs que para el recreo de los ojos. Lo que el especta-
dor contempla en una madona florentina es el mag-
nifico animal virgen cuyo tronco potente y cuyo pu·
jante desarrollo anuncian la casta y la salud; no es la
expresión moral, como hoy, lo que pintan los artis·
tas, no es la profundidad moral de un alma atormen-
tada y refinada por tres siglos de cultura; A lo que
atienden es al cuerpo, hasta el punto de hablar con
entusiasmo de las vértebras, e que son magnificas•, de
los omoplatos, que en los movimientos del brazo cson
de un efecto admirable (1)•. cEl punto importante•
para ellos es chacer bien un hombre y una mujer des-
nudos•. La belleza para ellos es la. de la armazón
huesosa que se articula, de los tendones que se afe-
rran y estiran, de los muslos que van á erguir el
tronco, del amplio pecho que respira desabogadamen-
te,del cuello que va A girar. ¡Qué bueno es estar des-
nudos! ¡Qué bien se encuentra uno en plena luz para
recrearse en su sano cuerpo, en sus poderosos múscu·
los, en su alma gallarda y r esuelta! Las espléndidas
diosas r eaparecen con su desnudez primitiva, sin pen-
sar en que están desnudas; bien se ve, en la tranqui-
lidad de su mirada y en la sencillez de su expresión,
que siempre lo han estado, y que aún no las altera el
pudor. La vida del alma no se opone aqul, como en
nosotros, á la vida del cuerpo¡ no se rebaja ni menos-
precia la segunda; no se teme poner de manifiesto sus
acciones y sus órganos; no se ocultan: el hombre no
suena. en aparecer todo esplritu. Ellas salen como en

(1) Benvenuto Cellini, Principio1 sobre el arte del dibuJo.


«Dibujarás entonces el hueso que hay entre las doa caderas. Es
muy bello y se llama sacro... Loa admirables huesos de la ca-
beza.•
17

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258 HISTORIA DE LA L ITERATURA INGLESA

otro tiempo del mar luminoso con sus caballos enca-


britados, erizando las crines, tascando el freno, aspi-
rando por la nariz los olores salitrosos, mientras sus
campaneros llenan con su aliento las rec;onantes ca-
racolas; y los espectadores (1) avezados á manejar la
tizona, á ejercitarse desnudos con el puñal y la es-
pada de dos manos, á cabalgar por caminos peligro-
sos, sienten por simpatla el fiero arrojo de la espina
arqueada, el esfuerzo del brazo que va á embestir y
el largo estremecimiento de los músculos que se hin-
chan desde el talón hasta la nuca para enrijecer al
hombre 6 dispararle.

§ 2.-La poesta.

Ese paganismo, traosplantado á razas y climas di-


ferentes, recibe de cada raza y cada clima rasgos dis-
tintos y un carácter propio. Se hace inglés en Inglate-

{1) Vida de Benvenuto Celtini. Véase también estos ejerci-


cios que proscribe Oasliglione al hombre de cabal educación:
e Poro voglio che il o ostro cortegiano si a perfetto cevalliere
d'ogni sella... Et perche degli Italiani e peculiar laude il ceval·
caro benc alla brida, il mnneggitr con raggiooe massimnmeote
cevalli aspri, i1 corre lance, il giostare, sia in questo de me-
g lior ltalinoi... Nel torneare. tener un passo, combatiere una
sbarra, sia buono tra il miglior Francesi•.. Nel giocare a cenne,
correr torri; lanciar baste e dardi, sia tra spagnuoli eccellen-
te... Cooveoiento e ancor sapere saltare, e eorrere... ; ancor
aobile ellljlrcltlo il giocco di palla... Non di minor laude estimo
il voltegiar a cavallo.• Pág. 55, ed. de 1585.

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POR H. TAINE 259
rn\: el renacimiento inglés es el renacimiento del ge-
nio sajón. Es que torna la invención, é inventar es ex-
presar el genio privativo: una r aza latina no puede
inventar más que expresando ideas latinas; una raza
s ajona no puede inventar más que expresando ideas
sajonas, y al través de la civilización y de la poesla
nuevas vamos á. ver descendientes del antiguo Cred-
roon, de Aldhelm, de Piers Plowman y de Robin Hood.

·n

•A fines del reinado de Enrique VIII, dice Put-


tenham, surgió una nueva compafila de poetas de
cor te, cuyos capitanes fueron sir Tomás Wyatt, el
.mayor, y Enrique, conde de Surrey, quienes habiendo
viajado por Italia y saboreado el dulce estilo y las no·
·bies cadencias de la poesla italiana, bien asl como no-
vicios acabados de salir de las escuelas del Dante, Pe-
.trarca y Ariosto, pulieron en alto grado nuestra poe-
sla, que era basta y ruda, y por ello pueden llamarse
justamente los primeros r eformador es del estilo y del
verso inglés.• No es que su idea sea muy original ni
manifieste francamente el nuevo esplritu. La Edad
Media finaliza, pero no ha acabado aún. En torno de
ellos, Andrés Borde, Juan Bale, Juan Heywood y el
mismo Skelton renuevan la insulsez de la pasada poe-
sla y la rudeza del antiguo estilo. Las costumbres,
apenas desbastadas, son aún medio feudales; en el
campamento 1 delante de Landrecies, el comandante
inglés escribe una carta amistosa al gobernador fran-
cés de Térouanne para. preguntarle •si no tiene algu-

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260 IDSTORlA DE LA LITERATURA INGLESA

nos nobles dispuestos á romper una lanza en favor de


las damas•, y promete enviar á su encuentro seis cam·
peones. Combates, heridas, desaflos, amor, apelacio·
nes al juicio de Dios, penitencias, de todo eso hay en
la vida de Surrey, como en un libro de caballería.
Es un gran sefior, un conde, un pariente del rey,
que ha figurado en las procesiones y ceremonias, que
ha hecho la guerra, mandado fortalezas, asolado pai-
ses, que ha subido al asalto, que ha ca!do en la brecha,
que ha sido salvado por su servidor; noble, espléndido,
manirroto, irritable, ambicioso, preso cuatro veces, y,
por fin, decapitado. En la coronación de Ana Bolena
llevaba la cuarta espada. En el matrimonio de Ana
de Cléveris es uno de los mantenedores del torneo _
Denunciado y encarcelado, se ofrece á coro batir sin
ar madura con su adversario armado. Otra vez le en·
carcelan por comer carne en cuaresma. No es ma·
r avilla si esa prolongación de las costumbres caba·
llerescas trae consigo una prolongación de la poesia
caballeresca, si en un tiempo que cierra la edad del
Petrarca los poetas reproducen los sentimientos de Pe-
trarca. Sheffield, sir Tomás Wyatt, y, en primer tér-
mino, Surrey, son adoradores doloridos y platónicos;
lo que Surrey expresa es el amor puro, y su dama, la
bella Geraldina, como Beatriz y como Laura, es una
madona ideal y una niila de trece anos.
Y, con todo, entre esas languideces de la tradición
mistica, vibra el acento personal. En ese espíritu que
imita, y que imita mal á veces, que anda á tientas
aún, y que de vez en Cl!ando desliza en sus limadas
estrofas las afiéjas candideces ó las gastadas alegorlas
de los reyes do armns y de los troveros, se ve apare-
cer, ya la melancolía del Norte, ya la emoción Intima
y dolorosa. Este carácter, que, dentro de poco, en el

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POR H. TAlNE 261
momento más hermoso del más rico flor ecimiento, en
el magnifico despliegue de la vida natural, difundir á
un tinte sombrío !>obre la poesla de Sidney, de Spen-
ser, de Shakespeare, ahora, desde el primer poeta,
separa ese mundo pagano, pero germánico, del otro
mundo profundamente voluptuoso, que en Italia se
esparce con la fina ironía, y no siente aficiones más
que por la:; artes y el placer. Surrey traduce en verso
el Eclesiastés. ¿No es extr año encontrar en sus manos
semejante libro, á esa hora matinal, en esa nueva al-
borada? La desilusión, la meditación amarga ó som·
brla, el conocimiento innato de la vanidad de las cosn.s
humanas no escasean en la r aza y en el país: esos hom-
bres llevan la vida con trabajo, y saben hablar de la
muerte.
Los más bellos versos de Surrey delatan ya ese ca-
rácter serio, esa filosofía instintiva y grave; lo que
nos cuenta son penas: nos habla de su querido Wya tt
á quien llora; de su amigo Clere, de su compai:\ero el
joven duque de Ril:hmond, muertos todos prematura-
mente. Solo, eucarcelado en 'Vindsor, recuerda los
felices dia,s que pasn.ron juntos, sus justas •en los
anchos patios verdes•, las expansiones, las animRdas
pláticas de las largas noches de invierno, ce! juego de
pelota, donde, deslumbrados sus ojos por los rayos del
amor, fallaban la jugada por sorprender una mirada
de sus damas• . •0<1.da dulce lugar despierta un r:l·
cuerdo amargo .• Ante esos pensamientos •huye la.
sangre de su rostro, y corre por sus pálidas mejillas
una lluvia de lágrimas•.-• ¡Oh morada de felicidad
que renuevas mis penas! respóndeme: ¿Dó está mi
noble hermano, el que en tus muros todas las noches
albergabas, de tantos otros queri.io, pero de mi más
que de nadie? ¡Ay! el eco, apiadado de mi pena, res-

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262 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA
-----
ponde con un acento sordo de dolor.• Análogamente~
lo que expresa en el amor es el abatimiento de un
alma fatigada. •Cuantos viven, el campesino, el buey
de labor, el remero de galera, todos tienen alguna!!
horas de r eposo, todos, menos él, que pena de dla,
que vela de noche, que pasa de las tristes meditacio-
nes á las quejas, de las quejas á las lágrimas amar-
gas, para tornar otra vez á las quejas dolorosas, con ·
sumiendo asi su vida. • Lo que trae la alegría á los
demás, á él le trae penas. •La dulce estación que des-
pliega pimpollos y flores ha vestido de verde el valle
y la colina. Canta el ruisefior, ya con nuevo plumaje.
La tórtola ha murmurado su canción. Ha venido el
estio, pues ya los botones se abren. Elcier vohacolgado
en la empalizada su vieja cornamenta, El gamo suelta
en el helechal su vestidura de invierno. Los peces se
deslizan con nuevas escamas. La culebra se despoja de
su camisa. La ágil golondrina persigue hts moscas.
L a laboriosa abeja fabrica su miel. Ha acabado el in-
vierno, que era la muerte de las flores; y yo veo que,
entre tanta cosa deleitosa, toda pena se mitiga, y, no
obstante, brota mi aflicción. • Pero él seguirá amando
ha:;ta su último suspiro. •Aunque mi débil cuerpo fia·
quee ó desfallezca, mi voluntad es E¡ue hasta el fin sea
suyo el corazón. Y cuando aquestos huesos vuelvan á
la tierra, la dejaré mi alma para servirla aún ... •
Amor infinito y puro como el de Petrarca. Su objeto
es digno de él; en medio de todos esos versos es-
tudiados ó imitados, se destaca un retrato admira-
ble, de lo más sencillo y sincero que cabe imaginar:
obra ésta del 'corazón, y no de la memoria, que, al
través de la virgen caballeresca, descubre la esposa
inglesa, y, sobre la galanterla feudal revela la feli·
cidad del hogar doméstico. Surrey, solo, inquieto..

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POR H. TAINE 263
oye en su interior la voz firme de un buen amigo,
de un consejero fiel, la Esperanza, que le habla con
acento seguro, jurándole que su amada es •la más
digna y leal, la mds dulce y st¿misa de corazón que
un hombre puede encontrar en la tierra•. Si el amor
y la fe hubiesen huido, en ella volverlan á encontrar-
se. Su corazón no piensa más que en serte fiel; no se
preocupa más que de ti y del bien tuyo . •Desea tu
salud y tu felicidad, y te ama cuanto una mujer pue-
de amar á un hombre; es tuya, y lo dice, y se pre-
ocupa de ti de mil maneras. Cuando habla, cuando
come, cuando llora, cuando suspira, alll estás tú.
Por la noche dice: ·Adiós, amado mio•; y aunque tú,
Dios lo sabe, estés muy lejos de ella, te repite su
adiós una y mil veces. Te llama con frecuencia su
dueilo querido, su consuelo, su bien, su alegria, y cuen-
ta á. su almohada toda iiU historia: cómo has labrado
su cuita y su dolor, cómo suspira por ti y perece por
verte. Y dice: •¿Por qué estás lejos da mi? ¿No soy la
que más te ama? ¿No deseo tu bienestar y tu reposo?
¿No miro cómo agradarte'/ ¿Por qué te vas tan lejos de
tu bien? Si yo soy por quien tú te preocupas, por quien
asl te atormentas, ¡o.yl harto sabes que me encontra-
rás aqui, donde soy siempre tu más caro bien, la más
fiel y leal, la que siempre te ama y no puede menos de
amarte, la que es tuya y no piensa más que en ti,
como tú también, supongo, piensas en ella, en la que
entre todas las mujeres no alienta más que por !!er
toda tuya.• Evidentemente en quien él piensa enton-
ces es en su mujer (1), y no en ninguna Laura imagi-

(1) En otra composición, Complc.i"t on the abse11ce o{ her


lotter being upon tite ua, habla de su mujer expresamente casi
con la misma ternura.

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\
264 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA
- - --
naria: el sueno poético de Petrarca se ha trocado en
la exacta pintura del profundo y perfecto amor con-
yugal, tal y como subsiste aún en Inglaterra, tal y
como siempre le ban representado todos los poetas,
desde el autor de la Nut Brown Maid hasta Dic-
kens (1).

III

Un Petrarca inglés: tal expresión, á propósito de Sur-


rey es la más exacta, tanto más exacta cuanto que
denota su talento al par qne su alma misma. En efec-
to; como Petrarca, el más antiguo de los humanistas y
el primero de Jos escritores perfectos, lo que Surrey
a porta es un nuevo estilo, el estilo viril, sin toma de
una gran transformación del espfritu; porque ese modo
de escribir es consecuencia de una reflexión superior,
que, dominando el primer impulso, calcula y elige en
vista de un objetivo. Al presente el esplritu se ha he-
cho capaz de juzgarse, y se juzga. Vuelve á tomar
entre manos su obra espontánea, obra infantil é inco-
herente, incompleta al par que redundante, y la forti-
fica y traba, la poda y perfecciona, desentrañando la
idea dominante para despejarla y sacarla á luz. Asi
hace Surrey, y á ello le ha preparado su educación;
porque, además de Petrarca, ha estudiado á Virgilio,
traduce, casi verso por verso, dos libros de la Eneida.
En semejante compañia, no llay más remedio que ex-

(1) Greene, Beaomont y Flechter, Webster. Shakespeare,


Ford, Otway, Richardaon, de Foe, Fielding, Byron, Dickens,
'Thackeray, etc.

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POR H. T.AINE 265
purgar las ideas y ceñir las frases . A imitación suyn.,
mide los medios de atraer la atención, de auxiliar á la
inteligencia., de evitar la fatiga y el aburrimiento. Pre-
vé la última linea al escribir la primera. Reserva para
el ultimo toque la expresión mas vigorosa, y marca la
l>ímetria de las ideas con la simetrla de las frases. Ora
dirige la mente mediante una serie de oposiciones con-
tinuas hasta la imagen final, especie de arqueta bri-
llante donde deposita la idea que llevaba y que ha. ve-
nido ensefiando desde el momento de partir (1). Ora
pasea á los lectores hasta el término de una larga y
florida descripción, para detenerlos de repente en un
verso triste (2). Maneja los recursos y sabe producir
los efectos; basta tiene versos clásicos de esos en que
dos Sllstanti>os, acompañado cada uno de un adjeti-
vo, se equilibran alrededor de un verbo (3). Reune sus
frases en periodos armoniosos, y piensa en el deleite
de los oldos como en el deleite de la inteligencia. Mer-
ced á inversiones, aumenta la fuerza de las ideas y la
gravedad del discurso. l:!:scoge los términos elegantes
ó elevados; no transige con palabras ociosas ni frases
redundantes. Encierra una idea en cada epiteto y un
sentimiento en cada. metáfora. Hay elocuencia en el
desarrollo regular de su pensamiento; hay música en
el acento sostenido de sus versos.
Ha nacido, pues, el arte: los que tienen ideas po-
seen ahora un instrumento capaz de expresarlas; como
los pintores italianos que, en cincuenta años, han im-
portado 6 descubierto todos los procedimientos técni-
cos del pincel, los escritores ingleses van á importar
ó dese ubrir en medio siglo todos los artificios del len-
(t ) The fraiUy a nd hr<rf{ulness of bumty.
(2) Description of sp•·ing. A vow to lo ue faith(ulLy.
(3) Comp~aint of the ~ouer disdained.

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266 IUSTOR IA DE LA LITFRA TURA INGLESA

guaje: el periodo, el estilo elevado, el verso heroico,


y á poco la gran estancia; de tal suerte que después
los versificadores más perfectos, Drydeu y el mismo
Pope, no añadir án casi nada á las reglas inventa das
y aplicadas desde esos primeros ensayos (1). Pero Sur-
rey se aproxim a y se sujeta aún demasiado á sus mo-
delos; le falta mucho para ser libre; no ha. sentido
todaviA. el soplo ardient e del siglo; no se ve en él un
genio audaz, un hombre apasionado que se desfoga,
sino un cortesano, aficionado á la elegancia, q Lle, cau-
tivado por las bellezas de dos literatu ras acabad as,
imita á Horacio y á los maestros selectos de Italia,
corrige y pule y se esmera en hablar bien el lengua je
escogido. Luce entre semibá rbaros un traje de gala;
pero no le lleva aún con entera desenvoltura; tiene
los ojos demasiado fijos en sus modelos, y no se atreve
á permiti rse los ademan es francos y desembarazados.
A veces es un novicio: abusa de los hielos y de las
llamas , de las heridas y de los mar tirios; aunque ena-
morado, y de veras, piensa en demasla que debe serlo
á la manera de Pctrarc a, y sobre todo que una frase
debe set· armoniosa, y que una imagen debe ser sos-
tenida; me atreverla á decir que, en sus sonetos, ese
tímido adorad or piensa con más frecuencia en escri-
bir bien que en amar bien. Usa frases conceptuosas y
palabras de relumbrón; emplea giros mn.noseados;
cuenta cómo Natura , después de formar su dama,
rompió el molde; pone en juego á Cupido y á Venus;
maneja los a nejos artificios de los trovado res y de los
antiguo s, como hombre ingenioso que quiere pasar
por galante . ·Ap~nas hay esplritu que desde el primer
momento se atreva á proceder por cuenta propia:

(l) Surrey, ed. Nott. Notas dol Dr. Nott.

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POR H. TAtNE 267

cuando aparece un n11evo arte, el primer artista, en


vez de oir su corazón, escucha á sus maestros, y se
pregunta á cada paso si sienta bien el pie en el suelG
11.rme ó si es que resbala.

IV

Insensiblemente se efectúa el desarrollo, y al fin del


siglo todo ha cambiado. Se ha formado un estilo nue·
vo, extraflo, recargado, que va á reinar hnsta la res-
tauración, no sólo en la poesla, sino también en la.
prosa., incluso en los discursos de ceremonia y en las
predicaciones teológicas (1) ; un estilo tan conforme
con el esplritu de la época, que se encuentra al mismo.
tiempo en toda ~uropa, en Ronsard y D'Aubigné, en
Calderón y Góngora, en Marini. En 1580 apareció
Euphues, la anatomta del esptritu, por Lyly, que fué
su manual, su obra maestra., su caricatura, y objeto
de admiración universal (2). • A él debe nuestra na-
ción, dice Eduardo Blount, el haber aprendido uu nue-
vo inglés. Todas nuestras damas fueron disclpulas SU•
yas. Una beldad de la corte que no supiese hablar el
euphuismo era ta.n poco considerada como la que hoy

(1) Discurso del speaker al rey Carlos JI en su restauración.


Compárese con los discursos do M. do Foutanes bajo el impe-
rio. En ambos caaos vemos una edad literaria que acaba. Léa·
se como ejemplar el discurso pronunciado ante la universidad
de Oxiord. (Áthenae oxonitmu, 1, 193.)
(2} Su segunda obra, Euphues and his E1•gland, apareció
al allo siguiente, lfi81.

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268 HISTORIA DE LA LITEI<ATURA ING!.ESA

no sabe hablar francés. ~ Las damas sablan de memo-


ri<l. todas las frases de Euphues, singulares frases re·
buscadas y retinadas, que son enigmas, para los cua-
les parece bu~car el autor deliberadamente las expre-
siones menos uaturales y más remotas, cuajadas de
exageraciones y de antitesis, en que las alusiones mi-
tológicas, las reminiscencias de la alquimia, las me-
táforas botánicas y astronómicas, todo el fárrago,
todo el revoltijo de la erudición, de los viajes y del
.amaneramiento se atropellan en un diluvio de compa-
raciones y de concetti. No vayáis á juzgarle por la
grotesca pintura que hizo de él Walter Scott: sir Percy
Shafton no es más que un pedante, un frlo y pálido
copista ; y lo que da á este lenguaje un aire sincero y
un acento es su calor, su originalidad; debemos figu-
rArnosle, no muerto é inerte, sino retozando en los la-
bios de las damas y de los jóvenes señores de jubón
bordado de perlaij, vivificado por su vibrante voz, por
sus risas, por el destello de sus ojos y el ademán de
las manos que jugaban con la cazoleta de la espada ó
retorcfan el manto de raso. Están de vena, la mente
les rebosa, y se divierten, como hacen hoy á. sus an-
chas, en un taller, artistas vehementes y nerviosos.
No hablan por convencerse ó comprenderse, sino por
desahogar su tensa imaginación, por dar salida á su
savia exuberante (1). Juegan con las palabras, las re-
tuercen, las deforman, y se deleitan con las súbitas
perspectivas, con los bruscos contrastes que hacen
brotar unas tras otras continua é indefinidamente. De-
rraman flor sobre flor, oropel sobre oropel; todo lo que
brilla les agrada; doran, bordan y empenachan su
lenguaje, como su vestido. De la claridad , del orden,

(1) Véanso los jóvenes en Shakespenre, sobre todo Meroaclo.

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POR H. TAINE 269
del sano discernimiento, ni la menor preocupación; se
trata de una fiesta y de una. lllcura; les place el absur-
do. Nada. más sabroso para ellos que un carnaval de
magnificencias y de extravag ancias; alll todo se co-
dea: una alegria ruidosa, una expresión tierna y triste,
un idilio, un tr.;mpetazo atronado r de fanfarrón des-
comunal, una zancada de payaso. Los ojos, los oldos,
todos los sentidos, ávidos de curiosidad, exaltados, ha·
llan alimento y satisfacción en el soniqueo de las sila-
bas, en la irradiación cambiante de las expresiones
pintorescas, en el choque inesperado de las imágenes
raras ó familiares, en la marcha majestuosa de los pe-
riodos equilibrados. Cada cual se forja. entonces sus
juramentos, sus elegancias, su lenguaje. •Dirlase, es-
cribe Heylin, que se avergUenzan de su lengua mater-
na, y no la estiman bastante matizada para expresar
los caprichos de su mente.• Nosotros no conc-ebimos
ya esa invención, ese atrevimiento de la fantasfa., esa
continua fecundidad de la sensibilidad vibrante; no
hay verdader a prosa entonces; la poesla desbordada
lo invade todo. Una palabra no es una cifra exacta,
como entre nosotros, un documento que de gabinete
en gabinete transmite un pensamiento preciso; es parte
de una acción completa, de un pequello drama: cuan-
do la leen, no se la figuran sola, sino con el sonido si-
bilante ó clamoroso de la voz, con el pliegue de los
labios, con el fruncimiento de las cejas, con la serie
de pinturas que tras esa. palabra se apinan, y que ella
evoca como la luz de un relámpago. Cada cual la
pronuncia y gesticula á su modo, imprimiendo all! sn
alma. Es un canto que, como el verso de un poeta,
contiene mil cosas aparte de su sentido literal, y re-
ve! a la hondura, el calor y los destellos de la fueute
de donde ha surgido. Porque en aquel tien1po, aun tra-

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270 HIIJTORIA DE LA LITERA TURA INGLESA

tándose de hombres adocen ados, sus obras son vivas:


siemp re palpit a algo en los menores escritos de ese si-
g lo; son en él cualidades inher entes el vigor y el fue-
go creado r; al través de los énfasis y afectaciones, se
t raslucen; ese mismo Lyly, tan enrevesado, que pare-
ce escribi r expresamente á despecho del sentido co-
mún, es á veces un verdad ero poeta, un cantor, un
hombr e capaz de arrobamientos, un congénere de
Speus er y de Shake speare , uno de esos soñado res des-
pierto s que ven interiorment e «hadas bailadoras, la
mejilla purpú rea de las diosas, y esos embriagados
bosques que cierra n sus sender os para detene r en sus
espesu ras los ligeros pasos de las doncellas (1)• . Ayú-
deme y ayúdese el lector¡ de lo contra rio, á mi me es
imposible hacerl e compr ender lo que los hombres de
aquel tiempo tuvier on la fortun a de sentir.

Supera bundancia y desord en: he ah! los dos carac·


teres de ese esplrit u y de esa literat ura, caract eres
-comunes á todas las literat uras del Renacimiento,
pero más acentuados aqul que en otras partes, por-
que la raza, que es ger mánica, no se halla contenida,
como los pueblos latinos, por el amor á las formas ar-
moniosas, y prefier e la impresión enérgi ca á la bella
(! ) The Maiil's metamorphosis:
Adorned witb the presenee of my !ove,
The woods, I fear, such secret power shall prove,
As they'll sbut up eaoh path, bide evory way,
Becauae tby still wonld have her go auray.

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POR H. TAINE 271
expresión. Forzoso es elegir entre esa multitud de
poetas. He aqul uno, uno de los primeros, que paten-
tizará en sus escritos como en su vida las grandezas y
las locuras de las costumbres reinantes y del gusto
público: sir Felipe Sidney, sobrino del conde de Lei-
cester, un gran sefl.or y un hombre de acción y de ca-
bal cultura, que, después de recibir una educación
profunda de humanista, ha viajado por Francia, Ale-
mania é Italia; ha leído á Platón y Aristóteles; ha es-
tudiado en Venecia la astronomía y la geometría; ha
meditado las tragedias griegas, los sonetos italianos,
las poeslas bucólicas de Montemayor y los poemas de
Ronsard, y se interesa por las ciencias, sosteniendo
una correspondencia epistolar con el docto Huberto
Languet. Amén de esto, es hombre de mundo; un favo .
rito de Isabel, que ha hecho representa r en honor
suyo una paetorela lisonjera y cómica; un verdadero
•joyel de la corte», árbitro como D'Urfé, de la alta ga-
lanterla y del bien decir; por encima de todo, hombre
de alma y de conducta caballerescas, que quiso correr
con Drake las aventuras marltimas; y destinado, por
remate, á morir joven y como héroe. Era general de
la cabo.llerla, y habla salvado al ejército inglés en
Gravelinas; á poco tiempo de alll, herido mortalmen te
y abrasado de sed, cuando le llevaban agua, vió á su
lado un soldado aún más herido que miraba aquel
agua con ansiedad: ·Dádsela á ese hombre, dijo; la
necesita más que yo.• AnAdase á esto la vehemencia
y la impetuosidad de la Edad Media, una mano pronta
á la acción y puesta siempre sobre el pullo de la es-
pada ó del puüal. ·Senor Molineux, escribla al secre-
tario de su padre, si llego á saber alguna vez que ha·
béis leido una carta mla sin mi consentimiento ó sin
orden de mi padre, os hundiré mi daga en el cuerpo;

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272 HISTO RIA DE LA LITER ATURA INGLE SA

y cuenta que hablo seriamente.~ Es el mismo homb re


que decla raba á los adver sarios de su tlo que cmen-
tfan descaradamente~, y, para sosten er su dicho, les
daba cita de alli á tres meses en cualq uier punto d.,
Europ a. La energ ía salvaj d de la edad precedente,
subsiste intact a, y por eso la poesla prend e con tant..-
fuerz a en esas almas vlrgenes: nunca son tan hermo ·
sas las cosechas huma nas como cuando el cultivo abre
un suelo nuevo. Hombre apasionado adem ás, melan-
cólico y solitario, propende por natur aleza á la medi-
tación noble y vehem ente, y tan poeta es, que lo etJ
fuera. de sus versos.

VI

¿Expondré su epope ya pastoril, La Arcadia1 No es


más que un pasatiempo, una especie de novel a poéti-
ca escrit a en el campo para entret enimi ento de su
herma na, obra de moda, y que, como nuest ro Giro y
nuest ra Clelia, no es un monumento, sino un docu·
mento. Esa. clase de libros no mues tran más que las
exterioridades, la elega ncia y la cortes ia corrie nte, el
dialecto de la alta sociedad¡ en resum en: lo que hay
que decir delan te de las dama s. Y, sin embargo, en
ellos se ve la tendendencia del esplri tu público: en Cle-
lia, el desa.rrollo orator io, el análisis delicado y soste-
nido, la conversación abund ante de perso nas tranq ui-
lamen te sentad as en buenos sillones; en la Arcad ia, la
imaginación tormentosa, los sentimientos exagerados ,
el tropel de acontecimientos, qLte corres ponden á
hombres apena s salidos de la vida semibArbara. ll;fec-

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POR H. TAIN E 273
tivamente: toda vla se dispa ran pistoletazos en las
ca-
lles de Londres, y en tiempo de Enriq ue VIII, de
su
hijo y de sus hijas, se arrod illará n bajo el hach a
del
verdugo reina s, un prote ctor y los primeros de los no-
bles. La vida arma da y azaro sa ha opuesto en Euro
pa
larga resistencia al advenimiento de la vida pacif
ica
y tranq uila, y ha sido preciso trans form ar la sociedad
y el suelo para troca r en hombres civiles á
los hom -
bres de espada; los caminos reales de Luis XIV y
su
orde nada administración, como más tarde los ferro
ca·
rriles y los polizontes, son los que han dado al trast
e
con nuestros hábitos de violencia y nues tra afición
á
las aven turas peligrosas. Tened preseute que á lasa
-
zón las cabezas están llena s aún de imágenes trági cas.
La A1·cadia de Sidney encierra. basta ntes para
dar
asunto á seis poemas épicos. •Era un juego, dice Sid·
ney: yo desfo gaba mi cereb ro de joven.• En las vein-
ticinco prim eras págin as encontráis un naufragio, una.
histo ria de pirat as, un principe medio ahogado reco-
gido por los pastores, un viaje por Arca dia, disfraces,
el retiro de un rey que se ha confinado en una soled
ad
con su muje r y sus hijos, la. salva ción de un mancebo
prisionero, una guer ra cont ra los ilota s, la celeb
ra-
ción de una paz, y otras muchas cosas. Proseguid,
y
\'eréis princesas enca rcela das por un hada perv ersa
que las vapu lea y amen aza de muer te si se niega

casarse con su hijo; una her mosa reina condenad
a
á mori r en el fuego, si no van á salva rla caballero
s
que se designan; un prlncipe pérfido torturado en cas-
tigo de sus fecborias y precipitado después de lo alto
de una pirám ide; combates, sorpresas, raptos, viaje
s,
todo el contingente, en fin, de las novelas más nove
-
lescas. Eso por lo que toca á la parte grav e; la agra
·
dable corre parej as: por doquiera reina la fantasla,
18

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274 HISTORIA DE LA LITE RAT URA lNGL
ESA
- - --
como en
El idilio inverosímil sirv e de intermedio,
inveroslmil.
Sh:. kesp esre ó en Lope, á la trag edia
muy corte-
Continuamente veis bail ar past ores ; son
Varios son
ses, buenos poetas y sutile!! metafísicos.
cort e á princesas.
prJncipes disfrazados que hac en la
as; se ade-
Cantan sin fin y orga niza n danzas alegóric
la Raz ón y los
lant an dos bandos, los servidores de
uciosamente
servidores de la Pasión; se describe min
se denostan
sus sombreros, sus cint as y sus túnicas;
rápi das y
en vHs o, y sus répl icas con tund ente s,
inge nio. ¿Quién
alam bica das, constituyen un torneo de
similitud en
se cuid a de la natu rali dad y de la vero
entr ada s de
ese siglo? Fies tas as! se celebran en las
mpas de Sad-
Isabel, y no hay más que mir ar las esta
ver esa mez-
ler , de Martln de Vos y de Gol tzius para
óficos. La
cla de bellezas sensibles y de enigmas filos
placen en
condesa de Pembrok~ y sus dam as se com
esa ópera
idea r esa profusión de trajes y de versos,
el siglo xn
repr esen tada bajo los árboles; es que en
facción eu
se tienen ojos, sentidos que buscan su satis
las mascm·a,-
la poes la, la misma satisfacción que en
no es todavla
das y en la pint ura. Entonces el hom bre
abstract41>; ri-
una razón pura , no; le bast a la verd ad
que las abri-
cas telas enroscadas y plegadas, el sol
mar gari tas,
llanta, una prad era cuaj ada de blancas
os desnu-
dam as con vestido de brocado, con los braz
de instru-
dos y una corona en la cabeza, conciertos
quie re el lector
mentos detr ás del follaje: he ah! lo quo
contrastes, y
que se le ofrezca; no se preo cup a de los
io del campo.
hall a muy e)l su punto un salón en med
en toda. su
¿Qué van á decir en él? Aqul se reve la
. prop ia del
locura. la especie de exal taci ón nerviosa
al quinto
esplritu de la época; el amo r se rem onta
Celadon; Pa·
cielo¡ Musider o es hermano de nuestro

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POR H. TAINE 215
mela es próxim a parien ta de las más severas herol-
nas de nuestrn. Astrea; cunden como una plaga todas
las exageraciones y todas las falsedades espaiiolas.
Porque en esas obras de moda y de corte jamás con-
serva su sinceridad el sentimiento primitivo; el inge-
nio, el afán de agradar, el deseo de producir efecto,
de hablar mejor que los demás, le alteran , le ator-
mentan , acumulando embellecimientos y refinamien-
tos hasta que ya no queda nada. más que un galima ·
tlas. Musidoro quiere dar un beso á Pamela. Pamela
le rechaz a. El se habrla. caldo muerto alll mismo;
pero afortun adamen te recuerd a que su sefiora le ha
mandado alejarse, y aún halla fuerzas para cumpli r
su mandato. Se queja á los árboles; llora. en verso.
Encont raréis diálogos en que el eco, repitiendo la úl-
tima palabra , da la respuesta, duos rimados, estan-
cias equilibradas, donde se expone minuciosamente la
teorla del amor, y, en fin, todos los recursos de em-
pello de la poesla orname ntal. Si los galanes envlan
una carta A su dama, hablan á la. carta, y dicen á la
tinta. que llore. «Cuando ella te mire, tu negrur a se
transfo rmará en luz; cuando ella te lea, tus gritos
se trocará n en música. • Acuéstanse dos jóvenes prin-
cesas. Esas princesas «empobrecieron sus vestidos
para enrique cer su lecho, que aquella noche bien hu-
biese podido desdefiar al altar de Venus; y acariciAn·
dose una á otra, con tiernos aunque castos abrazos,
con dulces aunque fríos besos, hubiera n podido hacer
creer que el Amor habla ido á juguete ar a!JI sin dar-
dos, ó que, fatigado de sus propias llamas, querla. re·
frescar se entre sus labios embalsamados•. Para dis-
culpar esas tonterlas, pensad que las hay iguales en
Sbakespea.re. Tratad más bien de comprenderlas , de
figurároslas en su sitio, en medio de su ambiente, tales

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276 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

como son, es decir, como excesos de la singularidad y


de la fuerza inventiva. Aunque esos hombres adulte-
ren hasta lo último sus ideas, al través del afeite
asoma la nativa frescura. Desde la segunda obra de
Sidney, la Defensa de la poesía, se ve aparec er la
verdad era imaginación, el acento sincero y serio, el
estilo grandioso, imperioso, toda la pasión y elevación
que encierr a su alma y que pondrá en sus versos. Es
un esplritu contemplativo, un platónico (1), que se ha
penetrado de las doctrinas antiguas, que toma las
cosas por lo alto, que pone la excelencia de la poesia,
no en el adorno, la imitación 6 la rima, sino en esa
concepción creado ra y superio r con que el artista
rehace y embellece la natural eza. Al mismo tiempo es
un hombre vehemente, confiado en la nobleza de sus
aspiraciones y en la amplitud de sus ideas, que pone á
raya la vocinglerla del puritanismo estrecho, vulgar ,
y se desahoga con la ironía altaner a, con la indepen-
dencia al ti va de un poeta y de un gran señor.
A sus ojos, si hay algún arte 6 alguna ciencia capaz
de aumen tar y de cultiva r la generosidad del hombre,
es la poesía. Hace comparecer ante ella al filósofo y
a.l historiador, y se burla de sus pretensiones y las pi-
sotea (2). Combate por la poesla como un caballero
por su dama, y es de ver con qué heroico y magnifico
estilo. Cuenta que, oyendo la antigua balada de Percy
y Douglas, su corazón se estremecla como á los ecos

(1) P~gioa 494.


(2) Ida re underla ke OrlattM Frtrioso or honest King Arthur
will never disploaso a soldier. But tbo qaidditi e of Er" and
p1'ima 1nateria will hardly ngree with n coree le l.
Véase en la pág. 497 la personificación tan burlesca é inge-
niosa de la Historia y de la Filosofln. Alli se ve un verdadero
talento.

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POR R. TAINE 277

de un clarin. •Si tan mal perjeñada y cubierta con el


polvo y las telas de arana de una edad tosca, nos re-
mueve de ese modo, ¿qué no harla vestida con la mag-
nifica 'elocuencia de Plndar o?• El filósofo repele; el
poeta atrae. • Viajáis con él como por un hermoso vi-
fledo; desde el mismo principio os da un racimo de
uvas, y vosotros, impregnados de ese sabor, deseáis
seguir adelante. • ¿Qué género de poesla puede des-
agradaros? ¿Acaso la bucólica, tan plácida. y risuefio.?
¿Acaso el yambo amargo, pero saludable, que toca en
lo vivo del alma ulcerada, y, con sus valientes y pe-
netrantes clamores contra el vicio, ba-ee de la ver-
güenza la trompeta de la infamia? Al final concentra
sus razones, y el acento vibrante y marcial de su pe-
riodo poético es como un toque de victoria. •Puesto
que las excelencias de la poesia pueden comprobarse
tan fácil y tan cumplidamente; puesto que las bajas y
mstreras objeciones pueden pisotearse en un momento;
puesto que no se trata de un arte de mentiras, sino de
doctrina verdadera; puesto que, en vez de afeminar,
estimula el valor; puesto que, en vez de relajar, for-
talece el entendimiento del hombre, plantemos laure-
les para coronar la cabeza de los poetas, lejos de per-
mitir que el impuro aliento de esos difamadores em-
pañe las claras fuentes de la poesl:~.. • Por esta eleva-
ción y vehemencia puede colegirse de antemano cómo
serán sus versos.

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2'f8 HlS'l'ORIA DE LA LITERATUR A INGLESA

VII

· Muchas veces, después de leer poetas de esta edad,


he permanecido inclinado sobre las estampas contem-
poráneas, diciéndome que el hombre, en espíritu y en
cuerpo, no era entonces el mismo que vemos hoy.
También tenemos pasiones nosotros, pero no somos
ya bastante fuertes para soportarlas . Nos desconcier··
tan: no somos ya poetas impunemente. Alfredo de
Musset, Enrique Reine, Edgardo Poe, Burns, Byron,
Shelley, Cowper, ¿cuántos citar é? EL tedio, el embru-
tecimiento y la enfermedad, la incapacidad, la locura
y el suicidio, y, en el caso mejor, la excitación per-
manente y la declamación febril: he ah! en lo que
viene á parar hoy ordinariam ente el temperamento
poético. Los arrebil.tos del cerebro consumen las en·
!.rafias, secan la sangre, ata.can la medula, sacuden al
hombre como una tempestad, y la armazón humana,
tal y como nos la han dejado las manos de la. civiliza·
ción, no es ya bastante sólida para resistir contra eso
mucho tiempo.
Estos otros hombres, educados con más rudeza,
más acostumbrados á las intemperies, más endureci-
dos por los ejercicios corporales, más acorazados con-
tra el peligro, duran y viven. ¿Hay en el dln. a lguien
que pudiese soportar la tempestad d~ pasioues y ds
v isiones que agitó á Shakespea re, y concluir, al modo
que él, como un buen hombre sesudo y acomodado en

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POR H. TAINE 279

su tierrecita? Ernn más firmes los músculos y menos


prematur o el desfallecimiento. La concentración in-
tensa de la atención, las semialucinaciones, la an-
gustia y el anhelo del pecho, el estremecimiento de
los miembros que se disponen involunta ria y ciega-
mente á. la acción, todos los dolorosos impulsos que
acompallan á los grandes deseos, los agotaban menos
que á nosotros; por eso ten!an durante mucho tiempo
grandes deseos y eran mas arrojados. D 'Aubigné , he-
rido de varias cuchilladas, creyendo morir, hizo que
le atasen á su caballo para volver á ver otra voz á su
duena y seüora; corrió asi varias leguas desangra n-
dose y llegó de~vanecido. He ahi los sentimientos que
adivinamos hoy aun en sus pinturas, en esa mirada
firme que se clava como una espada, en esa fuerza
del espinazo que se dobla ó va á torcerse, en la sen-
sualidad, en la energla, en el entusiasmo que se tras-
luce a.l través de sus ademanes y sus miradas. He a.hi
el sentimiento que descubrimos hoy aun en sus poe-
slas, en Greene, en Lodge, en Jonson, en Spenser,
en Shakespe are y eu Sidney, como en todos los de-
más. Se olvidan pronto las faltas de gusto que le
acompaflan, las afectaciones, aquella extrafla jerga.
¿Es realment e tan extralla? Suponed un hombre que
con los ojos cerrados ve distintam ente el adorado
semblant e de su dama; que le tiene presente todo el
dia.; que se altera y se estremec e figurandose alterna-
tivament e su frente, sus ojos, sus labios; que no puede
ni quiere desechar su visión; que cada. d!a se a.bsorbe
más en esa contemplación vehemente; que á cada ins-
tante le atorment an mortales angustias 6 le ponen
fuera de si raptos de dicha. Ese homb1·e perderá la no-
ción exacta de las cosas. Uua idea fija. llega á ser una.
idea. falsa. A fuerza. de mirar un objeto bajo todo sus

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280 HISTORIA DE LA LITERATUR A INGLESA

aspectos, de darle vueltas y más vueltas, de penetrar


en él, se le deforma. Cuando no se puede pensar en
una cosa. sin ofuscación y sin lágrimas, se la agranda.
y se la atribuye una naturaleza que no tiene. Desde
ese punto y hora las comparaciones extra.nas, las
ideas alambicadas, las imágenes ex1lgera.das pasan á
ser naturales. Por lejos que vaya ese hombre, toque
el objeto que quiera., no ve por ninguna parte en el
universo más que el nombre y las facciones deStella.
Todas sus ideas convergen a.hl. Es atraldo eterna é
invenciblemente por el mismo pensamiento, y las
comparaciones que parecen lejanas no hacen más que
expresar la presencia continua y el poder soberano
de la imagen que le asedia. Stelle está enferma, y á
Sidney le parece e que la alegria inseparabl e de sus
ojos llora en ella (1)». Esta frase es absurda para nos-
otros. ¿Lo es para Sidney, que durante horas enteras
se ha embebido en la expresión de esos ojos; que ha
acabado por ver en ellos todas las bellezas del cielo y
de la tierra; que á su lado juzga pálida toda luz, é
insulta toda felicidad? Reflexiónese que en toda pasión
extrema se invierten las leyes ordinarias; que nuestra
lógica francesa no es juez en la materia; que aqul se
ven afectaciones, puerilidades, genia.lidndes, crude-
zas, locuras, y que los estados violentos de la máquina
ner viosa son como un pals desconocido y extraordi-
nario donde no podrán penetrar nunca el sano juicio
y el sano lenguaje. A la vueltll. de la primavera, cuan·
do Mayo extiende sobre el suelo su tapiz matizado de
flores nuevas, Astrofel y Stella van a senbrse en una
arboleda umbr.f:a, en medio del suave ambiente, lleno
(1j And Joy which is inseparnte from tMse eyes,
Stella, now learnes (stran¡¡e case) to weepe in thee.
(Soneto 101.)

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POR H. TAINE 281

de rumores de pájaros y de dulces emanaciones. El


cielo sonrle, las hojas se estremecen besadas por el
viento, los árboles inclinados enlazan su ramaje hen·
chido de savia, la amorosa tierra aspira con avidez el
agua temblorosa. De hinojos, con el corazón palpi·
tante y oprimido, le parece que su dama se transfi·
gura; •su alma juvenil vuela hacia Stella, su caro
nido•; Stella, •soberana de su pena y su alegria•; Ste-
lla, •en quien derramó toda su luz el cielo del amor•;
Stella, •cuya voz, cuando habla, trastorna. los senti·
dos•; Stella, cuya voz, cuando canta, suscita la vi-
sión de los ángeles•. Esos gritos de adoración son como
un himno. El escribe diariamente Jos pensamientos de
amor que le agitan, y en ese largo diario proseguido
durante cien páginas, á cadn. in ~ tan te se siente crecer
la llama abrasadora. Una sonrisa de ella, un rizo que
el viento levanta, .un ademán, son acontecimientos .
La pinta en todas las actitudes; no se sacia de verla.
Habla á las aves, á las plantas, á los vientos, á la
naturaleza toda. Pone el mundo entero á Jos pies de
Stella. Con la idea de un beso desf<\llece. •Mi corazón
saltará á los labios para besar esas rosas perfumadas
por la miel de la voluptuosidad, esos labios que en-
treabren sus rubles para descubrir perlas.•
Encierra magnificencias orientales el soneto deslum-
brador en que pregunta por qué estt\n pálidas las me-
jillas de Stella: •¿Dónde fueron las r osas que arreba·
taba.n nuestros ojos? ¿dónde las mejillas bermejas en
que la. virtud ruborosa se encendla con la regia. librea.
del pudor? ¿Quién robó A mis cielos de la maflana su
vestido de púrpura?• •Su vida. se consume á fuerza de
pensar. • Agotado por el éxtasis, se detiene. Después,
•Como el sátiro que, al traer el fuego Prometeo, fué á
besar la. llama muy gozoso, y huyó profiriendo insen·

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282 RISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

satos gritos por campos y por bosques, sin lograr cal·


mar la aguda punzada del divino elemento•, asi él, de
unos pensamientos en otros, va buscando el alivio de
su herida. Por fin torna la calma, y, durante eso res·
piro, el espfritu ágil y brillante revolotea como llama
retozona en la superficie de la profunda hoguera amor-
tiguada. ¿Me atreveré á traducir esos sueños de en·
amorado y de pintor, esas encantadoras visiones paga-
nas y caballerescas en que Petrarca y Platón parecen
haber dejado su recuerdo? ¿Podré traducirlas? Salid un
momento de nuestra lógica lengua, y penetrad en la
gracia y el donaire al través de la aparente afecta-
ción (1):
•Bellos ojos, dulces labios, corazón querido, ¡insen-
sato de mi! ¡esperar gozar de vosotros con auxilio del
Amor, cuando él mismo se apropia vuestros dones
donde halla su fuerza principal, sus exquisitos juegos,
su apacible retiro!
·Porque, si alguien ve que se atreve á contradecir-
le, con esos ojos mira; y al punto sus armas deponen
á los pies del Amor todas las almas, considerándose
dichosas si por ella las permite morir.
(1) Fairo oyes, swetee lips, deare beart, tbnt foolish I
Could hopo by Cupids helpe on you to pray;
Si u ce to hirnsolf bG doth your gilts nnply,
As bis mniu force. choice sport, nnd ensef ull stray.
For wbea he will see who darc him gainsay,
Then wJth t hoso oyes he Iookes; by and by
Eacb soulo dotb at Loves feet bis woapon !ay,
Glad if for ber he give them leave to die.
When ho will play. then io her lips he is,
Whero bloshing red, that Lo ve selfo tbcm dolh !ove.
With eithor lip ho doth tbe other ldsso.
But whoo ho will for quiot snko romove
From all th o world, her beart is tbou bis rome,
Wboro well ho knowes, no mnu to him cnn come.
(3,er soneto.)

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POR R. TAINE 283

•Cuando anhela jugar , á esos labios se dirige, y


ruboroso, avergonzado de amarlos, con cada labio besa
al otro.
•Mas cuando anhela apartarse del mundo en busca
de reposo, ese corazón es el retiro, donde bien sabe
que no habrá de encontra rle ningún hombre.•
Todo está prendado aqu!, el corazón y los sentidos.
Si los ojos de Stella le parecen más hermosos que to-
das las cosas del mundo, su alma le parece e aún más
hermosa que su cuerpo•. Es platónico cuando dice que
la virtud, queriendo hacerse amar de los hombres,
tomó la forma deStella para cautivar sus ojos, e y ha-
cerles descubrir ese cielo que el sentido interior reve-
la á las almas heroicas•. En él se reconoce la plcua
sumisión del corazón, el amor erigido en religión , la
pasión perfecta que no desea más que creer, y que, al
modo de la piedad de los m!sticos, se reputa siempre
demasiado pequeila cuando se compara con el objeto
amado. e 1\Ii juventud se consume ; mi saber no da. á
luz más que futilezas. l\li esp!ritu se afana en defen-
der una. pasión, que, en recompensa, le a.oiquila con
sufrimientos estériles. Yo veo que mi carrera me pre·
cipita á mi perdición; lo veo, y, sin embargo , mima-
yor sentimiento es no perder más por Stella.• Alliu,
como Sócrates en el Banquete, vuelve los ojos hacia. la
Belleza inmortal (1), luz celeste que atraviesa las un-
bes, y al par que resplandece da. la vista.. c¡Oh! lij:1.
a.hi tus ojos. Sea esa luz tu gula en esta. breve carrera
que desde el nacimiento nos conduce á la muerte.• Al
amor terrestre ha sucedido el amor divino; preso an-
tes, ahorn rompo sus ligaduras. En tal nobleza, en tan
altas aspiraciones se descubre una de esa~ almas serias

(1) Ultimo soneto, pág. 490,

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284 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

como tantas que hay en ese clima y esa raza. Al tra-


ves del paganismo r einante, se revelan los instintos
espiritualistas, y forman platónicos, ínterin forman
cristianos.

VIII

Sidney no es más que un soldado en medio de un


ejército; en torno de él exite un¡¡. multitud de poetas.
Doscientos treinta y tres se calculan, sin incluir los
dramaturgos, en cincuenta y dos aiios (1), y entre
ellos hay cuarenta de genio ó de talento: Breton, Don-
ne, Drayton, Lodge, Greene, los dos Fletcher, Beau-
mont, Spenser, Shakespeare, Ben Jonson, Marlowe,
Wither, Warner, y otros más, como Davison, Carew,
Suckliog, Herrick ; se causarla uno de enumerarlos.
Hay un enjambre, como á la sazón en la heroica
y católica Espaiia; y aquí, como en Espafia, su pro·
fusión es un signo del tiempo, testimonio de una ne·
cesidad pública, indicio de un estado extraordinario
y pasajero del espíritu. ¿ Q.ué estado de espíritu es ese
que por todas partes provoca y lleva á gustar la
poesía? ¿Q.ué es lo que infunde vida en las obra?
¿A qué se debe que, aun en los inferiores, al través
de las pedanterías y torpezas, entre crónicas rimadas

( !) Nathan Drake, 310. Shakspeart- and his time~~. En esos


doscientos treinta y tres poetas no se cuentnn los autores de
composiciones nisladaa, sino los que publicaron y coleccionaron
aua obraa.

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POR H . TAINE 285
ó diccil'narios descriptivos, se encuentren pinturas
brillantes y verdaderos acentos de amor? ¿A qué se
debe que, agotada esa generación, acabe en Inglate-
ITa la verdadera poesía, como en Itali!l. y en Flandes
la verdadera pintura? Se debe á que ha aparecido y
desaparecido un momento del espíritu, el de la con-
cepción espontánea y creadora. Esos hombres poseen
sentidos nuevos, y no llevan teorías en la cabeza. As!,
al pasearse, experimentan distintos sentimientos que
nosotros. ¿Qué es una salida de sol para un hombre
común? Una mancha blanca en el confin del cielo, entre
trozos de tierra y fragmentos de c.1.minos, que no ve
ya porque Jos ha visto mil veces. Para ellos, todas
esas cosas tienen un alma, con lo cua.l quiero decir que
sienten en si mismos el vuelo y las sinuosidades de las
lineas, la fuerza y los constrastes de las tintas, y la
sensación dolorosn. ó deliciosa que se desprende de esa
amalgama y de ese conjunto como una armonla ó como
un grito. ¡ Q,ué triste es ese sol cu:J.ndo se levanta en-
vuelto en niebla • sobre los sorubrtos surcos •! ¡Qué
aire de resignación en esos aftosos árboles, que cho-
rrean con la lluvia nocturna! ¡Qué febril tumulto en
el tropel de las olas, cuyas •melenas descompuestas•
se retuercen sin cesar en la superficie del abismo! Pero
la gran antorcha del cieio, el dios luminoso, se despeja
y brilla. La hierba alta y flexible, las praderas siem-
pre verdes, las dilatadas copas de las encinas, todo el
paisaje inglés, incesantemente renovado y abrillanta-
do por la abundancia de agua, ostenta su inagotable
frescura. Esas praderas, esmaltadas de blancas y ro-
jas flores siempre húmedas y lozanas, sueltan su velo
de dorada bruma, y aparecen de pronto tlmidamente
como bellas vlrgenes. Alli está la primavera, que brota
:mtes de la llegada de la golondrina; el jacinto de los

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286 HISTOR1A DE LA LITERATU RA INGLESA

prados, azulado como venas de mujer ; la caléndula


que se acuesta con el sol, y con 61 se levanta lloro-
sa (1).• •Desde lejos, desde su puerta resplandeciente,
el alba hechicera dora todas las copas donde acaba
de prender sus perlas la noche, y los enjambres de
pájaros, pose! dos del júbilo de la mañana., gorjean
con voces tan vibrantes, que responden los valles y
colinas, y el aire que murmura y resuena no parece
compuesto ya más que de sonidos. Entre tanto sube el
sol ; traspasa con su cabeza de oro la. densa niebla
que se evapora, y al través de las copas entrelazadas
viene á besar la sombra adormecida {2).» Un paso
más, y veréis reaparecer los antiguos dioses. Reapa·
recen, en efecto, esos dioses vivos, esos dioses mez-
clados con las cosas, que no pueden menos de en con·
tra.rse cuando se vuelve á la naturaleza. • Ceres, la
reina liberal, entre sus ricos cultivos de trigo, cente·
nos, avenas, cebadas, algarrobas y guisantes, entre sus
herbosas montañas donde viven y pacen las ovejas,
entre sus riachuelos con las márgenes orladas de lirios
y peonlas que el húmedo Abril adorna. para tejer coro·
nas á las castas ninfas (3). •Iris cuyas alas de azafrán
derraman sobre las flores gotas perfumadas y turbio·
ncs refrescantes, y cuyo arco azul corona los ca mpos
nemorosos y las pendientes desnudas. Flora, brillante
y engalanada, sentada soberbiamente en medio de
la pompa de todas sus flores, desplegando su manto
de verde deslumbrador (4).• Todos los esplendores y
las dulzuras del pals húmedo, todas las particularidt'·

(1) Todas cS"tas expresiones esttín tomadas de Jonson, Spon·


ser. Drayton, Shnkespeare y Greeno.
(2) Drnyton, Pol:IJolbiott.
(3) Sbnkcspoare, Tempest, ¡v, t.
(4) Groone, Never too late.

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\

PÓR H. TAIN:e 287


des, toda la opulencia de sus tintas fundidas, de su
cambiante cielo, de su vegetación lujuriosa, vienen á
reunirse asi en torno de los dioses que les dan cuerpo,
y un hermoso cuerpo.
'l'odo hombre tiene momentos en que, á presencia de
las cosas, experimenta una sacudida. El montón de
ideas, de recuerdos truncados, de imágenes esbozadas
que yacen oscuramente en todos los rincones de su es·
piritu, se remueve, se organiza, y de pronto se des-
envuelve como una flor. El hombre, embeleaado, no
puede menos de mirar y admirar la deliciosa criatura
que acaba de nacer; quiere verla de nuevo, ver cria-
turas semejantes, y no piensa en otra. cosa. En la vida
de las naciones hay momentos análogos, y éste es uno.
Los hombres se regocijan de contemplar bellas cosas,
y sólo desean que sean lo más bellas posible. No se
preocupan, como nosotros, de teorias; no se atormen-
tan por expresar ideas filosóficas ó morales. Quieren
gozar por la imnginación, por los ojos, como esos no-
bles de Italia que en ese mismo instante se hallan tan
prendados de los bellos colores y de las bellas formas,
que llenan de pinturas, no sólo sus habitaciones y sus
iglesias, sino hasta la superficie de sus arcas y las si-
llas de sus caballos. La rica y verde ca.mpifia bailada
de sol, las jóvenes adornadas rebosando amor y salud,
los dio!les y la$ diosas medio desnudas, obras maestras
y dechados de la fuerza y de la gracia: he ah! los más
bellos objetos que el hombre puede contemplar, los
más capaces de satisfacer sus sentidos y su corazón,
de despertar en él la sonrisa y la alegria; y esos son
los objetos que aparecen en todos los poetas, en la más
maravillosa abundancia de canciones, de poesias pas-
toriles, de sonetos, de composiciones sueltas, tan vivas,
tan delicadas y espontáneas, que no ha vuelto á verse

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288 HISTOIDA DE LA LITERATURA INGLESA
-----
nada igual. ¿Q.ué importa que Venus 6 Cupido hayan
perdido sus altares? Aqui los poetas, como los pinto-
res contemporáneos de Italia, se representan un bello
niño desnudo dentro de un carro de oro y en medio del
aire limpido, 6 una mujer, radiante de juventud, ergui-
da sobre las olas que van á besar sus pies de nieve.
Ese espectáculo transporta al rudo Ben Jonson . El
batallón disciplinado de sus robustos versos se trueca
en una bandada de estrofitas graciosas que corren
tan ligeramente como niüos de Rafael (1). Ve venir á
su dama sentada en el carro del Amor, tirado por cis-
nes y palomas. El Amor guía el carro; ella pasa serena
y sonriente, y todos los corazones cautivados por sus
divinas miradas no desean ya más placer que verla y
servirla siempre:
• Ved, si no, sus ojos; ¡iluminan cuanto abarca el
mundo del amor! Ved sus cabellos; ¡relucen como la
estrella del amor al nacer!. .. ¿Visteis abrir una bri-
llante azucena antes de que groseras manos la toca·
ran? ¿Habéis mirado la calda de la nieve antes de que
el fango la mancille? ¿Habéis aspirado los capullos de
la zarza ó el nardo en el fuego? ¡Oh! ¡Tan blanca, tan
suave, tan dulce es ella!•
¿Hay algo más vivo, más distante de la mitologia
regular y artificial? Como Te6crito y Mosco, estos poe-
tas juegan con sus risueüos dioses, y se esparcen con
sus creencias. Un dia Cupido encuentra una ninfa dor-
mida al extremo de un bosque. •Cubrianla la cara sus
cabellos de oro. Tenia indolentemente extendidos los
dos brazos. Serviala de almohada su carcaj, y el seno
desnudo abriáse al viento (2).• Cupido se aproxima

(1) Ce!ebration of charis .


(2) C1tpid'M Pcutime, de autor desconocido, hacia 1621.

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POR R . TAINE 289
callada mente; le quita las flechas, y pone en su lugar
las suyas. La ninfa, por fin oye ruido; alza su cabeza
inclinada; ve acerca rse un pastor, y huye. El pastor
la persigue. Ella arma el arco y le dispara sus flecha3.
El se enarde ce más entonces, y va A alcanza rla. La
ninfa, desesperada, clava. una. flecha en su hermoso
cuerpo. Hela aqui transformada: se detiene; sonrie;
ama; se dirige hacia él. •No pueden encont rarse las
montañ as, pero silos amante s. Lo que otros amante s
hacen , ellos lo hicieron. El dios del amor se habla
sentado en un á.rbol, y rela al contemplar tan dulce
espectáculo. • En esa mezcla de ingenuidad y de gra-
cia voluptu osa ha caldo una gota de malicia; lo mismo
pasa en Longo y en todo ese delicioso ramille te que se
llamá la Antologia. No es la chanza seca. de Voltaire,
de los hombres que no poseen más que ingenio y que
no han vivido más que en los salones; es la de los ar-
tistas y enamorados que tienen el cerebro lleno de co·
lores y de formas, y que, al decir una travesu ra, se
represe ntan un cuello inclinado, unos ojos bajos y el
rubor que sube á unas mejillas bermejas. Una de esas
beldades llega á decir versos haciendo caranto ñas;
¡cómo se ve desde aqul el mohln de sus labios! •El
amor, cual la abeja, chupa en mi corazón su néctar .
Ora juega conmigo con sus alas, ya con sus pies. De
mis ojos hace su residencia. Tiene su lecho en mi tier-
no seno. Mis besos son su diario regalo. Y sin embar-
go, me roba mi reposo. ¡Ah, si! ¡me roba. el atrevid o t.
Lo que salva. á. estas fruslerlas es el esplendor de la
imaginación. Hay explosiones, relá.mpagos que no se
atreve uno á traduci r, deslumbramientos y locuras
como en el Cántico de Los Cánticos. •Sus labios, dice
Gr eene, son rosas empap adas en roclo, ó semejan la.
púr pura de la flor del narciso. Sus ojos, esos hermosos
19

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. .. ~, -
.. ..... ...._ -.. ... ......-
~
290 UISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

ojos, parecen las luces más puras que animan el soló


alegran el dla. Sus mejillas son como azucenas im-
pregnadas de vino ó como granos de granadas moja-
dos en leche, ó como hilos de blanca nieve en redes de
seda carmesl, ó como espléndidas nubes á la puesta del
sol. • c¿A qué comparar cuando la belleza excede á
toda ponderación? El que extrae sus pensamientos de
amor de las cosas inanimadas, desluce su pompa y
sus mayores esplendores, y sube al cielo del amor
con torpes alas (1).• Yo quiero creer que las cosas en-
tonces no eran más hermosas que hoy, pero tengo
por seguro que á los hombres les pareclan más her-
mosas.

IX

Cuando el poder de embellecer es tan grande, es


natural que se pinte el sentimiento que concentra to-
das las alegrlas y adonde convergen todos los suefios,
el amor ideal, sobre todo el amor ingenuo y feliz. No
hay sentimiento que despierte en nosotros mayor sim·
patia. Es el más dulce y sencillo. Es el primer movi-
miento del corazón y la primera palabra de la natura-
leza. No se compone más que de inocencia y abando-
no. Está exento de reflexiones y de esfuerzos. Nos
aleja de nuestras pasiones complicadas, de nuestros
desdenes, de nuestros duelos, de nuestros odios, de
(1) Greone (Jf'rom Menaphon.--Melicertt t.S' egtogue).

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POR R. TAINE 291
nuestras esperanzas violentas. Penetra en nosotros, y
le respiramos como el fresco hálito de un viento mati-
nal que acaba de pasar nor campos en flor. Los caba-
lleros de esa corte azarosa le sentlan con deleite, y
reposaban as!, por contraste de sus empresas y de sus
peligros. Los más severos y trágicos de sus poetas se
apartaron de su camino para salirle al encuentro:
Shakespeare, entre las encinas siempre verdes de la
selva de Ardeones (1); Ben Jonson (2), en los bosques
de Sherwood, entre los anchos claros cortados de som-
bra, entre los relucientes follajes y las húmedas flores
que palpitan á la orilla de las fuentes solitarias. El
mismo Marlowe, el terrible pintor de la agonla de
Eduardo II, el enfático y enérgico poeta que compuso
Fausto, Tamerlán y El Jt¿dfo de Malta, deja sus dra-
mas sangrientos, su verso tonante, sus imágenes des-
aforadas, y nada más musical y dulce que sus cancio-
nes. El pastor, para granjearse el favor de su amada,
le promete e un sombrero de flores, una sa.ya bordada
de hojas de mirto, un cinturón tejido de paja y de vás-
tagos de hiedra, con botones de ámbar y broches de
corah. Irán juntos por los valles y las pendientes de
las montanas pefiascosas.
Los pastores bailarán en torno de ella todas las ma-
rranas df:l Mayo; y los dos, sentados en una pena, con-
templarán de lejos los rebaflos que pacen la hierba, y
los riachuelos que caen y murmuran entre cantos de
pájaros. Los rudos nobles del tiempo, al volver de la
caza del halcón, se hablan detenido más de una vez

(1) As you.like it .
(2! The Sacl Shephercl.
Véase también lt'lechter ancl Beat11110nt: the Faith(tll She-
pherdess.

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292 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

ante esos cuadros rústicos, soilando con figurar en


ellos. Pero, aunque comprendiéndolos, los rehaclan:
los rehaelan en sus parques preparados para la en-
trada de la reina, con profusión de adornos y de in·
venciones, sin preocuparse de copiar exactamente la
grosera naturaleza. No les daba en rostro la inverosi-
militud; no eran imitadores minuciosos, observadores
de costumbres; creaban. El campo, para ellos, no era
más que un marco, y el cuadro entero salla de sus en-
suefios y de su corazón : cuadro novelesco, imposible,
pero no por eso menos, sino más delicioso. ¿Hay ma-
yor delicia que apartarse de este mundo real que nos
oprime y encadena; flotar vaga y libremente en el es-
pacio cerúleo y luminoso, en lo más alto del pals de
las hadas y de las nubes; arreglar las cosas á medida
del albedrlo ; no sentir ya las pesadas leyes, los rlgi-
dos y resi~tentes contornos de la vida; adornarlo y va-
riarlo todo según los caprichos y las delicadezas de la
tantasla? He ah! lo que hacen esos pequeños poemas.
Por lo común, los acontecimientos no pasan alll en
ninguna parte ; al menos se desarrollan en el reino
donde los reyes se hacen past{)res y se casan con pas-
toras. La bella Argentile (1) se halla retenida en la
corte de su tlo que quiere privarla de su reino, y des-
pués de dos anos la manda casarse con Curan, un ja·
yán de su casa. Argentile huye, y Curan, desespera-
do, se marcha á vivir entre los pastores. Un dla en-
cuentra una bella campesina, y se enamora de ella;
poco á poco, hablándola, se acuerda de Argeutile, y
llora; describe su dulce rostro, su talle flexible, sus
finas muüecas ·v eteadas de azul, y de r epente ve desfa-
llecer á la campesina. Esta, en fin, se arroja en sus

(1) William Warnor.

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POR H. TAINE 293
brazos, y le dice: • Yo soy Argentile.• Pues bien; Cu-
ran era un hijo de r eyes, que se habla disfrazado de
ese modo por su amor á Argentile.
Vuelve á tomar las arma~, y derrota al malvado
rey. No hubo caballero mAs poderoso, y los dos reina·
ron mucho tiempo en Bernicie. Entre tantos cuentos
semejantes, verdaderos cuentos de primavera, permi·
tame el lector entresacar otro, risueüo y sencillo como
alborada de Mayo (1). La princesa Dowsabell ha ba-
jado por la mañana aljardiu de su padre; coge madre-
selvas, prlmulas, violetas y margaritas. En aquel ins-
tante oye cantar á un pastor detrás del seto y cantar
tan bien, que le ama de r epente. Ella jura fidelidad,
y la pide un beso. Las mejillas de la bella paseante se
pusieron encarnadas como la rosa. •Doblando su ro-
dilla, blanca como la nieve, se hincó de hinojos junto
á él y le besó dulcemente. El pastor lanzó un grito de
alegria , diciendo: ¡Oh! ¡Jamás hubo zagal tan dichoso
como yo !• Nada más. ¿No es bastante? Aqui sólo se
ve el sueno de un momento, pero á cada momento se
ven sueüos parecidos. ¡Júzguese qué poesla debe sur-
gir de ellos, qué poesia tan superior á las cosas, tan
emancipada de la imit-ación servil, tan prendada de la
belleza ideal, tan capaz de forjarse un mundo fuera de
nuestro triste mundo! En efecto; entre todos esos poe-
mas hay uno verdaderamente divino, tan divino, que
ha parecido enojoso á los doctores de las edades si-
guientes, y aun hoy apenas si hay algunos que le en-
tiendan: La Reina de las hadas, de Spenser.
(1) Miguel Drnyton.

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294 J'IISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

Un día l\1. Jourdain, ya todo un cmamamuchh, y


habiendo aprendido la ortografía, llamó á su casa á
los escritores más ilustres del siglo . Se acomodó en
un sillón, les sefialó con el dedo sillas de tijera, y les
dijo:
«Señores: He leido vuestros chascarrillos; me han
divertido, y quiero daros trabajo. Se lo he dado últi·
mamente á vuestro colega., á Lulli. A petición m!a ha
introducido en los conciertos la trompa marina, ins-
trumento armonioso en qqe nadie se había fijado aún,
y que es de tanto efecto. Deseo que sigáis mis ideas
como las ha seguido él, y os encargo un poema en pro-
sa. Ya sabéis que todo lo que no es prosa es verso, y
que todo lo que no es verso es prosa. Cuando yo digo:
cNicole, traedme las zapatillas y dadme el gorro de
dormir :o, hago prosa. Tomad esta frase por modelo.
Ese estilo es mucho más agradable que la jeringonzn
de renglones sin acabar que llamáis versos. En cuanto
al asunto, seré yo mismo. Pintaréis la bata rameada
que acabo de ponerme para recibiros y el trajecillo de
pana verde que llevo debajo para mis ejercicios du-
rante la mañana. Apuntaréis que la indiana cuesta á
un luís la vara. Esa descripción bien perjeñada se
presta á toques de muy buen viso, y enseñará al pú·
blico el precio de las cosas. Quiero que habléis tam·
bién de mis espejos, de mis alfombras y colgaduras.
Mis proveedores os darán la nota; no dejéis de inser-

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POR H. TAINE 295
bula en vuestra obra.. Me gustar á volver á ver a.lli al
natural, con todos sus pelos y sefiales, el estableci-
miento de mi padre que vendia pafio á los amigos por
servirles, la cocina. de mi criada. Nicole, las habilida-
des de Brusquet, el perrillo de mi vecino M. Diman-
che. También podréis explicar mis asuntos domésti-
cos; nada más interesante para el público que saber
cómo se gana un millón. Decidle también que mi hija
Lucila no se ha casado con ese mequetrefe de Cleonte,
sino con Samuel Bernard, que ha hecho fortuna, tiene
coche y será ministro del rey. Por eso os pagaré gene-
rosamente á medio Iuis la vara de escrito. Volved den-
tro de un mes, y enseñadme lo que hayáis sacado de
mis ideas.•
Nosotros somos hijos de M. J ourdain, y desde princi-
pios do siglo hablamos ese lenguaje á los artistas; los
artistas nos escuchan. De ahl nuestra novela vulgar
y nuestra novela realista. Suplico al lector que las
olvide, que se olvide á si mismo, que se haga por un
instante poeta, noble, hombre del siglo xvr. A me-
nos de enterrar al l\L Jourdain, que alienta en cada
uno de nosotros, ninguno de nosotros podrá entender
á Spenser.

XI

Ero. de una antigua familia, emparentada con gran-


des casas; amigo de Sidney y de Raleigh, los dos caba-
lleros más cumplidos del siglo; caballero á su vez, al

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296 HISTOR IA DE LA LITERATURA INGLESA

menos de corazón, por haber encont rado en su paren-


tela, en sus amista.des, en sus estudio s y en su vida
todas las circunstancias que podlan elevarl e hasta la
poesla ideal. Se le ve alterna tivame nte en Cambridge,
donde se penetra de las más nobles filosoflas antiguas;
en un condado del Norte, donde siente un gran amor
desgraciado; en Penshu rst, en el castillo donde nació
l a Arcadi a, con Sidney, en quien subsisten incólumes
la poesla novelesca y la gener osidad heroica del espl-
ritu feudal; en la corte, donde se ostenta n alrededor
del trono todas las magnificencias de la caballer la dis-
ciplina da y engala nada; finalmente, en Kilcolman, á
orillas de un bello lago, en apartad o castillo, desde
donde la vista abraza un anfitea tro de montan as y la
mitad de Irlanda . Pobre, en medio de todo, no hecho
para la corte, ni obteniendo de sus patr onos, á pesar
de favorecerle la reina, más que empleos subalternos,
cansado al fin de solicitar, quedó relegad o á aquel pe·
ligroso dominio de Irlanda, de donde le expulsó la re·
belión, quemá ndole casa é hijo. Tres meses después
murió de miseria y con el corazón lacerado (1). Ex·
pectaciones y repulsas, mucha s tr istezas y muchos
sueilos, algunos halagos y de repente una horribl e des-
gracia, escasa fortuna y un fin premat uro: he ahl una
vida de poeta. Pero en él el verdad ero poeta es el co·
razón; todo emana de esa fuente; las circuns tancias no
han hecho más que sumini strarle asunto; las transfor•
mó más de lo que ellas ltl transformaron; dió más que
recibió. Filosofla y paisajes, ceremonias y galas, es-
plendores del campo y de la corte, en todo lo que
pintó ó pensó ·imprimió su interna .noblez a. Ante todo

(1) He died for want of bread in King 1treet. (Ben Jonaon ,


citado por Drumm ond.)

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POR R. TAINE 297

es un alma prendada de la. belleza sublime y pura,


platónica por excelencia, una. de esas almas exaltadas
y delicadas, las más encantadoras de todas, que, na-
cidas en el seno del naturalismo, extraen de él su sa·
via, pero le superan, se aproximan al misticismo, y
se remontan por un esfuerzo involuntario para dila-
tarse hasta los confines de un mundo superior. Spen-
ser conduce á Milton, y de ah! al puritanismo, como
Platón conduce á Virgilio, y de ah! al cristianismo. La
belleza sensible es perfecta. en ambos, pero su primer
culto es para la belleza moral. •Conducidme, dice á
las musas, al escondido retiro donde mora con vosotras
la Virtud, bóveda de plata que la oculta á los hombres
y á los perversos desdenes del mundo. •
Alienta á su caballero cuando le ve flaquear; se in-
digna cuando le ve atacado. Se huelga de su equidad,
de su templanza, de su cortes!a. Inserta al principio de
un ca.nto largas estancias en honor de la o.mistad y de
la justicia. Se detiene, después de referir un bello
rasgo de castidad, para aconsejar á las damas que
sean púdicas. Prodiga á los pies de sus herolnas el
tesoro de sus respetos y sus ternuras. Si algún desal-
mado las insulta, clama auxilio á toda la naturaleza
y á todos los dioses. Jamás las presenta en escena. sin
adornar su nombre con alguna magnifica alabanza.
Para la belleza tiene adoraciones dignas de Dante y
de Plotino. Y es que no la considera como una simple
armonla de colores y de formas, sino como una emana-
ción de la belleza única, celeste, imperecedera, que no
pueden percibir ojos mortales, y que es la primera
obra del gran obrero de los mundos (1). Los cuerpos

{1) Himno• at amor y á la beUe.za,-at omor y á la belleza


celutu.

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298 HISTORIA DE LA. LITERATURA INGLESA

no hacen más que sensibilizarla ; no r eside en los


cuerpos ; las gracias y el atracti vo no están en las co-
sas, sino en la idea inmor tal que luce al través de las
cosas. •Ese delicioso tinte blanco y bermejo que colo·
rea las mejillas se borrar á. Esas dulces hojas de rosa
tan delicad ament e extendidas sobre los labios se mar-
chitar án y caerán para tornar á ser lo que eran, ba-
rro corrompido. Esos cabellos de oro, esos ojos que
brillan como estrell as refulg entes, volver án á conver ·
tirse en polvo y perder án su hermo sa luz. Pero la
hermosa lámpa ra, cuyos celestes rayos encienden el
fuego de los amant es, esa no se exting uirá ni se amor·
tiguar á nunca , sino que cuando todo aliento vital ex-
pire, volver á á su planet a nativo : allá arriba nació,
y no puede morir, como part!c ula que es del más puro
de los cielos. • Ante esa idea de la bellez a, el amor se
transf orma. Es el soberano de la verda d y de la rec-
titud, • y con alas de oro se remon ta por encima del
polvo vil hasta el empíreo sublime, fuera del alcanc e
del innoble deseo sensual, que, como un topo, yace en
la tierra •.
Encierra en si todo lo bueno, bello y noble. Es la
fuente prime ra de la vida y el alma eterna de las co·
pas. Es el que, apacig uando la discordia primit iva, ha
formado la armonia de las esfera s y sostiene este glo·
r ioso universo. Habita en Dios ; es Dios mismo ; ha
descendido aquí bajo forma cor pórea para repara r el.
mundo vacila nte y salvar la raza human a ; alrededor
de los seres y dentro de los seres, cuando nuestros ojos
traspa san las apariencias, lo vemos como una luz viva
que penetr a y Íl.braza toda criatur a. Tócase aqul la
sublime y aguda cumbr e en que se encue ntran el
mundo del espirit u y el mundo de los sentidos, y en
que el hombre, cosechando á manos llenas las flores

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POR H . TAlNE 299

más hermosas de ambas vertientes, es á la vez pagano


y cristiano.

XII

Esto en lo tocante al corazón; en lo demás, es poeta,


es decir, creador y sofindor por excelencia, creador y
sofiador de la manera más natural, más instintiv a,
más sostenida. Por mucho que se describa ese estado
interior de los grandes artistas, siempre queda por
describir. Es una especie de vegetación que se des-
anolla en su esplritu : á cada paso brota un boton :
tras ese, otro, y otros más, pululando y floreciendo de
suyo cada uno, en términos que al cabo de un instante
se ve toda una planta, á poco un macizo, y, por fin,
un bosque. Se les aparece un personaje, luego una
acción, un paisaje después, y tras esto una serie de
acciones, de personajes y paisajes que se completan y
engarza n á favor de un desarrollo involuntario, como
nos sucede cuando contemplamos en suefios un cortejo
de figuras que, por su propia fuerza, se despliegan y
ordenan ante nuestros ojos. Esa fuente de formas vi-
vas y cambiantes es inagotab le en Spenser; siempre
imagina ; es su estado natural. Parece como si no tu-
viese más que cerrar los párpados para desperta r las
apariciones; afluyen á é!, se agolpan , se amontonan;
llega uno á pensar que, por más que las prodigue,
seguirá n r ebosando, más amplias y más apifiadas cada

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300 HISTORLA DE LA LITERA TURA INGLES A

vez. Siguiendo su enjam bre inagotable, he pensado á


menudo en esos vapores que salen continuamente del
mar, y suben haciendo visos y eatretejiendo sus vo-
lutas de oro y de nieve, mientr as debajo de ellos se
elevan nuevas bruma s, y debajo de éstas otras más,
sin que nunca pueda palide cer ni detenerse la bri·
liante proces ión.
Pero lo que le distingue de todos es la maner a como
imagin a. Por lo común la mente fermen ta en los poe-
tas violen tamen te y á sacudidas; sus ideas se juntan ,
chocan, se traban de pronto formando masas , y bro·
tan en expresiones punza ntes, penetr antes, que las
concentran; parecen como si exigiesen egas acumu la·
ciones súbita s para imitar la unidad y la energl a viva
de los objetos que reproducen; por lo menos, cn,si to·
dos los poetas del tiempo, con Shake speare á la cabeza ,
proceden as!. Spens er perma nece sereno en lo más
ompeflado de la invención. Las visiones que produci·
rían fiebre á otro esplrit u, á él le dejan en calma . Lle-
gan y se desarrollan facil é íntegr ament e, sin inter·
r upción, sin sacudidas. Es ópico, es decir, nm·rador,
y no cantor como un autor de odas, no mlmico como
un autor de drama s. Ningún moderno se asemeja más
á Homero. Como Homero y los grand es narrad ores,
no encue ntra más que imágenes enlazadas y nobles,
casi clásicas, tan próxim as á las ideas, que el pensa ·
miento penetr a en ellas de suyo, sin notarlo . Como
Homero, siempre es claro y sencillo, no da saltos, no
omite ningun a r azón, no desvía ningun a palabr a del
sentido primiti~o y corriente, conser va el orden natu·
ral de las ideas. Como Homero también, tiene redun-
dancias, candideces, puerilidades. Lo dice todo, se ex·
tiende en r eflexiones que ha adivinado de antem ano
todo el mundo; repite hasta la. sacied ad los grandes

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POR n. TA!NE 301
epltetos de adorno. Se comprende que ve los objetos á
una bella luz uniforme, con un det¡¡,lle infinito; que
quiere mostrar todo ese detalle; que no teme nunca
ver alterars e ó desaparecer su feliz visión; que sigue
sus contornos con un movimiento regular, sin acele-
rarse ni retardar se nunca. Pero se extiende desmedí·
damente; se olvida demasiado del público; propende
en demasla á abandonarse y á divagar en presencia
de las cosas. Su pensamiento se despliegn en vastas
comparaciones reduplicadas, semejantes á las del vie·
jo narrado r jonio. Si cae herido un gigante, le compa· .
ra á un árbol secular crecido en la cima más alta de '·-·· '" · ·,.e•..,,_
..

una montalln roquiza, cuyo corazón ha desgarra do el(


..........
tajante acero, y que, inclinándose de pronto sobre eJ'· ·,
crujiente pie, rueda por los pellascales con estrépito
espantoso; y después á un magno castillo que, minado
por artes pérfidas , se desploma sobre sus conmovidos
cimientos, y cuyas torres erguidas y acumuladas has·
ta el cielo hncen más tremenda In caída.
Desenvuelve todas las ideas que maneja; desarrolla
todas sus frases en periodos. Eu vez de concent rar, se
explaya. Para ese amplio pensn.miento y su cortejo, no
le basta con menos que con In. estancia inmens11., re-
naciente sin cesar, de largos versos de rimas alterna-
das y repetidas, cuya uniformidad y amplitud r ecuer·
dan los rumores majestuosos que circulan eternamen-
te por los bosques y los campos. Para desplegar esas
facultades épicas, y para desplega rlas en la región su-
blime donde esa calma se cierne, no se necesita nada
menos que la epopeya ideal, es decir, asentad a fuera
de lo real, con personajes que apenas existen y en un
mundo que no puede estar en ninguna parte.
Vnr ias veces anduvo rondando á tientas entre sone-
tos, eleglas, poesías pastoriles, himnos de amor , pe-

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802 HISTORI A DF. LA. LITERAT URA INGLESA

quenas epopeya s risuefia s(l); no son más que ensayos ,


incapac es en su mayoría de revelar su genio. Sin em-
bargo, ya en ellos se desbord a su magnifi ca imagina -
ción: dioses, hombre s, paisajes, el mundo que pone en
movimiento está á mil leguas del mundo en que vivi-
mos. Su Cr1lendario del pastor (2) es un poema bucóli-
co, soñador y tierno, lleno de amores delicados, de no-
bles tristezi.\S é ideas elevada s, donde no hablan más
que pensadores y poetas. Sus Visiones ele Pet1·a¡·ca y
de fl¡¿ Bellay, son suefios admirab les, donde se suceden
como en una fantasm agoría oriental , palacios, templos
de oro, paisajes espléndidos, ríos centelle antes y aves
maravil losas. Si canta un epitalam io, ve venir dos be-
llos cisnes, blancos como la nieve, que al son de los
cantos de las ninfo.s se deslizan entre las flores berme-
jas, al paso que el agua transpar ente besa sus plumas
de &eda y murmur a de placer. Si llora la muerte de
. Sidney, Sidney se trueca en pastor, á quien matan
como á Adonis, y en cuyo derredo r se congreg an las
ninfas llorosas. Se transfor ma, con su dama, en una
flor •roja y azul», que empieza por ser roja, y luego
palidece como él tornánd ose azul.
Entonce s aparece en su centro una estrella , tan
hermosa como estrella de los cielos, semejan te á Stella
en su época más lozana, cuando sus ojos despedl an ra-
yos de belleza. Todo el día. está alli impregn ada de
roclo: son las lágrima s que corriero n de sus ojos (8).
Asi se tornan en magia s us sentimie ntos más sinceros .
La magia es el molde de su espíritu , é imprime su

(1) The Shep'heard's Calendar, Amoretti, Sotmets, Protha-


lamion, Epithalamion, Muiopotnws, Virgil's Gflat, The Ruin.'
of time, The tears o{ Muses, etc.
(2) P ublicado en 1689; dedicado á sir Felipe Sidney.
(3) Astrophe t.

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POR H. TAINE 303
forma á cuanto él imagin a como á todo lo que piensa.
Involu ntariam ente despoja á. los objetos de su forma
ordinaria. Si mira un paisaje, al cabo de un r ato le ve
completamente distinto. Sin darse cuenta , le trans-
porta á. una tierra encant ada; el azul del cielo res-
plandece como una cúpula de diaman tes; cubren las
prader as bosques de flores; por la suave atmósfera
revolotea un pueblo de pájaros ; entre los árboles r es-
plandecen palacios de ja-spe; en los balcones labrado s
sobre las galerías de esmeraldas, aparec en damas
radiant es. Ese sordo trabajo del espíritu se parece á
las lentas cristalizaciones de la natural eza. Se echa
una ra ma húmed a al fondo de una m.ina, y se saca
una girándu la de diaman tes.
Por fin, encuen tra el asunto adecuado: es la nw.yor
fortuna con que puede soñar un artista. Saca la. epo-
peya del terreno común, de aquel en que expres a
creencias efectivas y pinta héroes nacionales, como
hacen Dante y Homero. El nos conduce á lo más alto
del país de las hadas, por encima de todas las cum-
bres de la historia . Es más arriba aún que el pais de
las hadas: es á ese limite extrem o en que los objetos se
desvanecen y princip ian las puras ideas. wHe empren-
dido (1), dice, mi poema, para represe ntar todas las
virtudes morales, asignando á cada una un caballe ro
como padrino y defensor , á fin de expres ar las obras
de esa virtud y de abatir y vencer los apetitos desorde -
nado~ y lo;¡ vicios opuestos, median te hechos de armas
y de caballerJa.. • Efectiv amente : en el forl.do del poe-
ma introdu ce una alegoria; y no porque suene en ser
ingenioso, enigmático 6 moralista. No somete la. ima-

(1) Le atribuye estas palabra s LedOI'fiCk Brysket t, Disco"r -


se of CIVil Ufe, 1606.

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804 HISTORI A DF: J.A LITERAT URA lNGLF.SA

gen á la idea¡ es un vidente, no un filósofo. Los perso-


najes que present a son personajes vivos, y vivas son
sus accione s¡ lo que hay es que los palacios encanta -
dos y todo el cortejo de apariciones respland ecientes
tiembla y se desgarr a á trechos como un vapor, dejan·
do entreve r el pensamiento que las suscita y ordena.
Cuando en su jardln de Venus vemos dispuestas por
.orden, esperan do el ser, las infinitas formas de todas
J4s cosas vivas, concebimos con él el alumbramiento
.dbl a.mor universal, la fecundidad incesan te de la gran
.-madre y la fermentación misteriosa de las criatura s
que alternat ivament e surgen de su seno profundo.
Cuando vemos á su caballer o de la Cruz combati r con
un monstruo, semimujer, semiserpiente, y defender á
Una, su querida dama, recordamos vagame nte que,
si penetrásemos al través de esas dos figuras, encon·
trariamo s bajo la una la Verdad y bajo la otra el
Error. Comprendemos que sus personajes no son de
carne y sangre, y que todos esos brillantes fantasm as
no son más que fantasm as. Nos recreamos en su es-
plendor sin creer en su consistencia¡ nos interesamos
por sus acciones sin alterarn os por sus males. Sabe·
mos que su llanto y sus clamores no son verdade ros.
Nuestra emoción se purifica y se eleva. No caemos en
la grosera ilusión¡ disfrutamos del goce de sol1ar á sa·
hiendas. Estamos, como él, á mil leguas de la vida
real, fuera del alcance de la compasión dolorosa, del
terror fiero, del odio hostigador y punzant e. No en-
contram os ya en nosotros más que sentimientos deli-
cados, á medio form:1.r, suspendidos en el momento
en que iban 'á afectarn os con demasia da fuerza. No
hacen más que rozarnos, y sentimos una viva satis·
facción al vernos libres de la creencia que nos agobia.

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~- -- .....
POR H. TAINE 305

XIII

¿Qué mundo podla sumin istrar materiales á una


fantasla tan elevada? No habla más que uno: el de la.
cabal lería; porqu e ninguno está más lejos de lo real.
Solitario é indep endie nte en su castillo, libre de todas
las trabas que la sociedad, la familia y el trabajo im-
ponen comúnmente á las acciones, el homb re feudal
habla acometido todas las avent uras; pero aún habla
imaginado más de las que hnbla acometido: la locura
de sus suenos supemb& á la. audacia. de sus empresas;
su cabeza, falta de un empleo útil y de una regla acep-
tada, habla dado mil vuelta s á lo irraci onal y á lo im-
posible, y la persecución del tedio agrandó desme-
didamente la sed de excitaciones. Bajo este aguijón, su
poesía llegó á conve rtirse en una fantasmagorla. In-
sensiblemente habla n vegetado y pululado en los cere-
bros las invenciones extra nas, amontonándose unas
sobre otras, como hiedras que se enroscan alrededor
de un árbol, y el primitivo tronco desaparecía bajo su
pompa y acumulación. Las delicadas imaginaciones de
la antig ua poesla galesa., los restos grandiosos de las
epopeyas germá nicas, los maravillosos esplendores del
Oriente conquistado, todos los recuerdos diseminados
en los espíritus de los hombres por cuatr o siglos de
avent uras se habla n acumulado en un gran sueno, y
los gigan tes, los enanos, los monstruos, toda la turba -
multa de las criatu ras imagi narias , de las hazañ as
20

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306 BISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

sobrehumanas y de las insensatas magnificen cias, se


habían agrupado alrededor de un sentimiento único,
el amor exaltado y sublime, como cortesanos proster-
nados á los pies de su rey. Materia amplia y flotante
en donde tallan sus poemas los grandes artistas del si-
glo, Ariosto, Tasso, Cervantes, Rabelais. Pero estos
artistas pertenecen demasiado á su tiempo para ser de
un tiempo que pasó . Rehacen una caballerla., pero no
es una caballerla verdadera. El irónico Ariosto, el fino
epicúreo, se embelesa y regocija en su contemplación
como voluptuoso, como escéptico que goza dos veces
del placer, porque el placer es dulce y vedado. El po-
bre Tasso, bajo la inspiración de un catolicismo vio-
lento, resucitado y ficticio, y entre los oropeles de una
poesía envejecida, trabaja sobre el mismo tema enfer-
mizamente, con gran esfuerzo y mediano éxito. En
cualJ.to á Cervantes, que es un caballero, aunque ame
la caballerla por su nobleza, comprende su locura, y
la hace rodar por los suelos, aporr eada, entre percan-
ces venteriles. Más grosera, más francamente, un rudo
plebeyo, Rabelais, la aboga, con una carcajada, en su
u.legrla y su cieno. Sólo Spenser la toma en serio y
naturalmente. Está al nivel de tanta nobleza, de tan-
tas grandezas é ilusiones. No se ha encerrado aún en
esa especie de mesura juiciosa. que va{~ fundar y en-
cauzar toda la civilización moderna. ITa bita en la poé-
tica y vaporosa comarca de que los hombres se alojan
más cada dla. Enamorado hasta de su lenguaje, em-
plea. las antiguas voces, los giros de la Edad Media, la
dicción de Chaucer (1) . Entra de lleno en los suefios
más extrafios de los antiguos narradores, y entra sin
asombro, como quien de suyo los encuentra más ex-

(1) Sobre todo en el Cale11dario d!l pcutor,

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POR JI , TAINE 307

tra.ños aún. Castillos encantados, gigantes y monstruos,


duelos en los bosques, doncellas errantes, todo renace
en sus manos, asi la fantasmagoria de la Edad Media
como la generosidad de la Edad Media¡ y precisamente
por ser inverosfmil ese mundo, por eso se amolda á él.
¿Basta la caballerfa para suministrarle materia? Ese
no es más que un mundo, y existe otro. A más de los
esforzados adalides, imllgenes glorificadas de las vir-
tudes morales, existen los dioses, modelos acabados de
la belleza sensible; á más de la caballerfa. cristiana
existe el Olimpo pagano; 11 más de la idea de la volun-
tad heroica, que no encuentra satisfacción sino en lns
aventuras y el peligro, existo la idea de la fuerza se-
rena, que se halla de suyo en armonia con las cosas.
No basta un ideal para semejante poeta; aliado de la.
belleza del esfuerzo pone la belleza de la felicidad; las
asocia, no por unn. mira preconcebida de filósofo ni
con intenciones de erudito como Ooetbe, sino porque
las dos son bellas, y a~ f, en medio de las armaduras y
de los pasos de armas, coloca aqui y alfi á los sátiros,
á las ninfas, á Diana, á Venus, como estt~tuas griega¡¡
entre las torrecillas y los árboles de un parque inglés.
No hay nada de violento en esa amalgam•Li la epopeya
ideal, como un cielo superior, acoge y concilia los dos
mundos; un bello suello caballeresco tiene alU por con-
tinuación un bello sueno pagano; lo importante es que
sean bellos uno y otro. A esas alturas el poeta. deja de
ver las diferencias de las razas y de las civilizaciones.
Puede poner lo que quiera en su cuadro, y alegará
por tod11. razón que cdecfa. bien•; no hay razón mejor.
Bajo las encinas de lustrosas hojas, de añoso tronco
profundamente hundido en el suelo, puede ver dos ca-
balleros que se acuchillan, y á los pocos momentos un
grupo de faunos que v:1u á bnila.r. Las balsas de luz

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308 DISTORIA DE LA LITERATUHA INGLESA.

que se dilatan por el musgo aterciopelado, por el hú-


medo césped de un bosque inglés, pueden iluminar la
s uelta cabellera y los blancos hombros de las ninfas.
¿No lo habéis visto en Rubens? Y ¿qué significan las
incongruencias en la feliz y sublime ilusión del sueño?
Pero ¿hay siquiera incongruencias? ¿Quién las nota?
¿Quién las ve? ¿Quién no ve, al contrario, que, ha-
blando en puridad de verdad, no hay más que un mun-
do: el de Platón y los poetas; que las cosas reales no
son más que esbozos suyos, esbozos mutilados, incom-
pletos y manchados, miseros abortos, esparcidos acá
y allá por el camino del tiempo, como pegotes de ar-
cilla á medio modelar y luego abandonados, que ya-
cen en el taller de un artista; que, después de todo,
las fuerzas y las ideas invisibles que renuevan de con·
tinuo los seres reales no alcanzan su plenitud más que
en los seres imaginarios, y que el poeta, para expre-
sar la naturaleza toda, tiene que extender s us simpa-
tla.s á todas las formas ideales en que la naturaleza se
ha expresado? lle aqul la grandeza de esta obra:
Spenser pudo abarcar toda la belleza porque no se
preocupó más que de la belleza.

XIV

Bien comprende el lector que es imposible exponer


semejante poema. En efecto; son seis poemas, de doce
cantos cada uno, donde la acción se desenlaza y re-
anuda, se enreda y torna á desarrollarse constante-

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POR H. TAJNE 809
mente, y donde parece que se han acumulado todas
las creaciones de la antigüedad y de la Edad Medía.
El caballero cabalg a entre los árboles, y en el cruce
de los caminos topa otros caballeros con quienes lu-
cha; de pronto , del fondo de una cavern a sale un
monstruo, entre mujer y serpiente, rodeado de su ho·
rrible progenie; más allá un gigante de tres cuerpos;
después un dragón tamafio como una colina, de afila-
das garras y alas descomunales. Le combate durant e
tres dfas, y, derribado dos veces, no vuelve en si sino
con ayuda de un agua. maravi llosa. Luego vienen
pueblos salva¡jes que es preciso vencer , castillos ro-
deados de llama-s que hay que forzar. Entre tanto, las
doncellas vagan por los bosques sobre blancos pala-
frenes, expues tas á las asechanzas de los mal'l"ados,
protegidas á veces por un león que las sigue, ó liber-
tadas por sátiros que las adoran. Los hechiceros mul-
tiplican sus prestigios; los palacios hacen ostentación
de sus festines; los palenques acumu lan sus torneos;
los dioses marinos, las ninfas, las hadas y los reyes
entrete jen las fiestas, las sorpres as y los peligros.
Se dirá que es una fantasmagorla. ¿Qué import a,
si la vemos? Y la vemos, porque la ve Spenser. Su
buena fe nos contagia. Se halla tan en su centro en
ese mundo, que acabam os por encont rarnos en él
como en nuestra casa. No revela el aire de asombro
que provocan las cosas sorpren dentes; á él se le pre-
sentan de una manera tan natura l, que las hace na-
turales ; aniquil a á los malvados como si no hubiese
hecho otra cosa en toda su vida. Venus, Diana y los
dioses antiguos habitan á sus puertas y entran en su
casa, sin que él pare mientes. Su serenid ad se nos
transmite. Por contagio nos volvemos tan crédulos y
dichosos como él. ¿Puede ser de otro modo? ¿Por ven-

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3 lO HISTOili A DR LA J>ITF.RATUHA INGLESA

tura es posible no creer á un hombre que nos pinta


las cosas con pormenores tan exactos y colores tan
vivos? De repente os describe un bosque; ¿acaso no
estáis all! con él en el mismo instante ? Las bayas de
blanquecino cuerpo, las encinas •en toda la majesta d
del estlo•, hunden en la tierra sus pilares y dilatan
arriba sus cúpulas; tiemblan en la corteza rayos de
luz, y van 1\. posarse en el suelo, en los lechos que se
tiüen de rojo, en los matorra les que, heridos repen-
tinamente por el reguero luminoso, relucen y deste·
llan. Apenas si se oyen las pisadas sobre la espesa
capa de hojas; y, de trecho en trecho, centelle an so-
bre las altas gramlnens las gotas de roclo. Pero al
través del follaje llega el sonido de una bocina: ¡quó
suavem ente vibr a y quó alegrem ente suena en aquel
gran silencio! Retumb a con más fuerza; acércas e el
galope de una caza, y allá, al travós del camino, se
ve venir una ninfa, la más casta y más bella que hubo
en el mundo. Spenser la ve; más aún: está de rodillas
delante de ella.
•Su rostro era tan hermoso que no parecla de car-
ne, sino celestemente pintado con el brillant e colorido
de los ángeles, límpido como el cielo, sin defecto ni
tacha, con una mezcla perfecta de todos los bellos co-
lores; y eran sus mejillas, con su rubor bermejo, como
rosas esparcidas en un cuadro de azucenas, que exha·
labu.n perfumes de ambrosl a y halagab an los aentidos
con un doble placer, capaz de sanar a los enfermos y
r eanimar á los muertos .
•En sus hermosos ojos relttmbrabRn dos vivos lumi-
nares enccndid<Js en lo alto á la luz de su celeste crea-
dor. Despedlan rayos de fuego tan maravillos:~mcnte
penetra ntes y luminosos, que deslumb raban los ojo¡; del
atl'avido que los mirara. El dio~ ciego babia intentado

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POR R. TAINE 311

muchas veces encender alli SLtS llamas impúdicas, mas


sin poder conseguirlo¡ porque con imponente ma,jesta.d
y cólera. temida rompla ella sus dardos libertinos y
apagaba los viles deseos.
•En sus párpados cobijábanse infinidad de gracias á
la sombra de Rus tardas cejas, para proveerla de dul-
ces miradas y bellas sonrisas; y cada una la dotaba de
una grada, y tod 1s se inclinaban humildemente á sus
pies. EspPjo tan glorioso de gracia celestial, soberano
monumento adoudc convergen todas las aspiraciones
mortales, ¿cómo ha de describir su diviuo semblante
una frágil pluma, embargada con el temor de ultrajar
por torp~:zo~. su hermosura?
•Tan bella, y mil y mil veces más, aparecla. al
ofrecerse á las miradas. A causa del calor del aire
ardiente, iba vestida de una túnica de seda, blanca
como una azucena, guarnecida de bordados, sembra·
du. por arriba de agujetas de oro relumbrantes como
fúlgidas estrellas, y orlada alrededor de franjas de
oro.
•Cala un poco su vestidura por debajo de la rodilla,
y ceñían magnlficamente sus derechas piernas dora-
dos borceguíes de precioso cuero cubiertos de hojas de
oro con figuras extrana.s y espléndidamente esmalta·
das; por delante abrochábanse bajo la rodilla con una
rica joya, donde se unlan los extremos de todas las la-
zadas, de suerte que nadie podla ver cómo se confun-
dlan eu sus estrechos repliegues.
•Parecian las piernas dos hermosos pilares de már-
mol, soportes de un templ•l de los dioses que todo el
pueblo adorna de verdes guirnaldas y honra en Rns so-
lemnes congregaciones. Con imponente gmcia y pone
de princesa acortaba el paso cuando querla conservar
su majestad. Pero, cuando jugaba con las ninfas de

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312 Rll!TORIA DE LA LITERATURA INGLESA

los bosques ó cazaba el leopardo fugitivo, las movia


ágilmente y volaba por los campos.
»En la mano tenia un agudo venablo; en la espalda
un arco y un brillante carcaj, lleno de flechas de ace·
rada punta con que abatla las fieras en sus juegos vic-
toriosos, y suJeto con un tahall de oro que atravesaba
por delante su pecho de nieve y separaba sus delica-
dos senos, que, cual tiernos frutos en Mayo, empeza-
ban á abultarse un poco entonces, y no ha.clan más que
indicar su puesto al través de la ligera vestidura.
»Sus rubios cabellos , rizados como hilos de oro,
caían sueltos por detrás, y cuando el viento venia á
acariciarlos flotaban como bandera ampliamente des-
plegada, y hasta más abajo de la cintura por la es-
palda se esparcían. Y ora fuese arte, ora ciego acaso,
á medida que corrla impetuosa al través del florido
bosque, las flor es se prendían en su diseminada cabe·
llera, y alli se entretejían las capullos y las frescas
hojas verdes.
»Más preciosamente que su vida conservaba la de-
licada rosa, hija de su mafiana, la flor que adornaba
la corona de su renombre. No consentía· que el sol
abrasador del Mediodla ni el viento penetrante del
Norte llegasen á caer sobre su cáliz. Con pudoroso
esmero r eplegaba sus hojas de seda, cuando empezaba
á amenazar el cielo inclemente; mas, uo bien se cal-
maba el aire cristalino, se abria y ostentaba en toda
su belleza (1). •
Digo que él está delante de hinojos como un nillo el
dla del Corpus entre las flores y los perfumes, trans-
portado de admiración por ella, hasta el punto de ver
en sus ojos una luz celeste y en sus mejillas el colorido

(1) Lib, m, canto v, estr. 51, y lib. u, oanto m.

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POR El. TAINE 313
de los ángeles, hasta el punto de convocar junta-
mente para adornar la y servirla , á los ángelP-s cri~ tia·
nos y á las gracias paganas . El amor es quien suscita
ante él semejantes visiones, cel dulce amor que bafia
sus alas de oro en el bendito néctar y en la fuente de
los placeres puros (1)•.
¿De dónde viene esa perfecta belleza, esa púdica y
encanta dora aurora en que ha reunido todos los es-
plendores, todas las delicias y todas las virginidades
de la mafiana? ¿Qué madre la ha traido al mundo, y
qué portentoso nacimiento ha dado á luz semejante
maravil la de gracia y de pureza? Un dia, en una
fresca fuente solitaria., donde el sol desplegaba sus
rayos, bafiaba Crisógone su cuerpo entre las rosas y
las azuladas violetas. Se durmió fatigada sobre la es-
pesa hierba., y los rayos del sol derramados sobre su
seno desnudo la fecundaron (2). Transcu rrian los me·
ses. Inquieta y avergonzada, se retiró á los bosques
desiertos y se sentó llorando, ccon el alma envuelt a
en una negra. nuhe de tristeza• . Entre tanto Venus
recorría. toda la tierra, buscando á su hijo Cupido,
que se babia rebelado contra. ella y huia á lo lejos.
Le hnbia buscado en las cortes, en las ciudades, en
las cabafias, prometiendo dos besos á quien denunci a·
se su r etiro, y cosas más dulces aún á quien se le tra-
jese. Llegó as! hasta el bosque en que Diana, fatigada,
reposab a con sus ninfas. Algunas lavaban sus miem·
bros en la !impida onda; otras estaban echadas á la
sombra; el resto, como guirnald a de flores, rodeaba á
la diosa, que, soltando sus rubias trenzas y despoján·
dose de su túnica, adelant aba el pie hacia el agua

(l) Lib. m, <lanto n, estr. 2.


(2) Lib. 111, ()QDIO VI.

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314 BlSTORlA DE L A L ITERA'l'URA INGLESA
-----
transparente (1). Sorprendida, rechazó á Venus, se
burló de sus lamentaciones y juró que, si encontraba.
á Cupido, le cortarla las libertinas alas. Después, com-
padeciéndose de la afligida diosa, se puso á buscar con
ella al fugitivo. Llegaron á la enramada en que Cri-
sógone habla dado á luz, sin saberlo, dos niñas tan
hermosas como la aurora del dla. Diana cogió una, é
hizo de ella la m;\s pura de las vlrgenes. Venus se
llevó la otra al jardln de Adonis, donde están los gér-
menes de todas las cosas vivas, donde juega P;>iquis,
la esposa del Amor; donde Placer, su hija, retoz,\ con
las Gracias; donde Adonis, tendido entre los mirtos y
las flores risueüas, revive al soplo del Amor inmortal.
La educó como hija suya, la eligió para ser la más fiel
de las amantes, y después de largas pruebas la dió al
buen caballero sir Scudamour.

XV

He abllo que se encuentra en el bosque maravillo-


so. ¿Os halláis mal en él y deseáis abandonarle porque
es m:mwi!lo,o? A cada vuelta de las calles de árbo-
les, á cada cambio del día, una estrofa, una palabra,
dejan entrever un paisaje ó una aparición. Es el alba:
lal;>lanca claridad luce tlmidamente al través de los
árboles; allá, en el horizonte, asciende un velo de va-
pores azulados que se desvanecen en la risueña atmós-

(1 ) I.ib. m, canto v¡,

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POR H. TAINE 316

tera; los manantiales tiemblati y murmuran débil-


mente entre sus musgos, y en la~ alturas empie:r.an
á agitarse y á. palpitar las hojas de los álamos como
alas de mariposa. Echa pie A tierra un caballero, un
valiente caballero que ha derribado á muchos sarra·
cenos y dado remate á muchas aventuras. Se quita el
casco, y se ven aparecer de repente las mejillas son-
rosadas de una joven, y largos cabellos que, •como un
velo de seda, caen hasta el suelo•. El sol juguetea en
sus ondas, y, al mirarlos, se piens>\ •en esos cielos que,
en ardorosa noche de estio, fulguran surcados por re-
gueros d(l luces (1)• . Es Britomart, una virgen y una
heroína, como Clorinda ó l\iarfiRa; pero ¡cuánto más
ideal! El profundo sentimiento de la naturaleza, 1:\
sinceridad de la visión, la. fecundidad de la inspiración
siempre fluyente y la seriedad germánica, reaniman
aqullas invenciones clásicas ó caballerescas más an-
ticuadas y gastadas al parecer.
El desfile de las magnificencias y los paisa,jes no se
detiene. Promontorios desolados:\Cri billadosdeaochas
llagas; hacinamientos de pelias partidas y calcinadas
por el rayo, adonde van á romperse las roncas olas;
l
palaciosdeslumbr!l.dores de oro donde damas hermosas
como ángeles, indolentemente reclinadas sobre coj ines
de púrpura., escuchan con dulce sonrisa los acordes de
una música invisible; anchos paseos deliciosos donde
las encinas formt\ndo columnatas extienden su sombra
inmóvil sobre alfombras de violetas vírgenes y sobre
cóspedes que jamAs holló una planta humana: Atodas
esas bellezas de la naturaleza o.llade las maravillas de
!tl. mitología, y las describe con tanto amor y de tau
buera fe como un pintor del Renacimiento ó un poeta

(l ) Lib. Iv, canto I, eatr. 13; lib . 111, canto IX, estr. 20.

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316 HISTOHIA DE LA LITERATURA INGLESA

de la antigüedad. Ved venir á la bella Cymoent y á


sus ninfas en navecillas de concha arrastradas por
delfine:¡ tan ágiles como golondrinas. Se desliz:~.n so-
bre las brillantes ondas, y el viento hace flotar sus
blondos rizos; un acre olor marino impregna el aire;
el sol extiende su manto de lnz sobre la l'anura cerú-
lea erizada de innumerables olas; el mar infinito son-
riendo besa los pies de plata de sus bijas divinas (1).
Nada más dulce y apacible que el palacio de Morfeo.
En lo más profundo de la tierra reposa, envuelto en
los blandos vapores con que Tetis bafia su húmedo le-
cho; Diana derrama las perlas del rocio sobre su cabe-
za eternamente inclinada; y la noche melancólica ha
extendido sobre él su oscuro manto. No lejos de alll, de
lo alto de una pena, cae, gota á gota, un arroyo, cuyo
monótono golpeo se mezcla con el rumor de la menuda
lluvia; y la brisa, con susurro semejante al zumbido
do un enjambre de abejas, arrulla el sueno tranquilo
del dios. ¿No queréis ver también en ese bosque un
tropel de sátiros que bailan bajo el verde follaje? Vie·
nen saltando como cabritos retozones, •tan contentos
como los pájaros de la alegre primavera• . La bella
Hellenore, que han elegido por reina de Mayo, acude
también risuena y coronada de flores y laureles. Re-
suena en el bosque el sonido de sus flautas. Sus cór -
neos pies ajan el fresco césped del claro. Bailan ale-
gremente todo el dia con bruscos movimientos y ade-
manes provocativos, mientras sus rebanos ramonean
caprichosamente en los madroños. A cada libro ve-
m os pasar extrafh\s procesiones, comparsas alegól·i-
cas y pintorescas como las que se presentaban enton-
ces en las cor tes de los príncipes: ya la de Cupido, ya

(1) Libro 111, canto IV, 33.

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POR U . TAINE 817
la de los Ríos, bien la de los Meses, ora la. de los Vi-
cios. Jamás fué más pródiga ni inventi va la imagina-
ción. La. orgullosa Luclfera march a en un carro ador-
nado de guimal das y de oro, radiant e como la aurora ,
y rodead a de un pueblo de cortesanos á quienes des-
lumbra con su gloria. y su esplendor; seis bestias dife-
rentes tiran del carro, y cada una va montada por un
vicio. Uno de éstos, sobre un asno perezoso, con oscuro
ropaje como de monje, enfermo de ociosidad, deja caer
la pesada ca.i>eza y tiene entre las manos un breviar io
que no lee; otro, sobre innoble puerco, de facht~ defor-
me, con el vientre hinchado por la lujuria, con los ojos
abotagados de grasa, con el pescuezo estirado como
el de una grulla, vestido de hojas de parra, que dejan
al descubierto la podre de sus úlceras, va vomitando
por todo el trayect o el vino y la comida de que se ha
atiborrado; éste, desharrapado, con las mejillas hundi-
das y los pies entumecidos por la. gota, va sentado
entre dos arcas de hierro, sobre un camello cargado
de oro, revolviendo monedas de plata; aquél, sobre un
lobo f<lmélico, rechinando los infectos dientes, masca
un sapo venenoso, cuya ponzona rezuma por sus en-
clas, y su descolorida túnica, pintarr ajeada de ojos
amena?.adores, oculta una serpiente enroscada en su
cuerpo; el último, con una vestidura desgar rada y en-
sangre ntada, se adelan ta montado en un león, blan-
diendo alrededor de su cabeza una antorch a encendida,
con los ojos centelleantes y la. cara pálida como la ce-
niza, apretan do en su mano febril el pomo del pufial.
El extrano y terrible cortejo desfila., acompañado por
la armonl a solemne de las estrofas, y la. grandiosa mú-
sica de las r imas •redobladas• mantiene la imagina.-
c:ión en el mundo fantástico, mezcla de horrores y de
IJlagnificencias, que acaba de abrirse á su vuelo.

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HISTO RIA DE LA LT1' F.RA'rURA TNGLF.SA
318
-- --

XVI

Y, sin embargo, todo eso es poco. Por mucho que


den de si la mitología y la Ct\ballerla, no basta n pnra
satisfacer las exigencias de esa concepción poética. Lo
cMac terlst ico d~ Spenser es la enorm idad y el desbor-
damiento de las invenciones pinto resca s. Crea de nue-
vo, como Rubens, apart ándo se de toda tradición, para
expre sar ideas puras . En sus manos, como en las de
H.u bens, la alego ría abult a las proporciones fuera de
toda regla y sustr ae la fantasi:J. 1\ toda ley, salvo á la
exigencia de armo nizar las formas y los colc.res. Por-
que si los esplr itus vulga res halla n en la alego rla un
peso que los oprime, las gt·andes imaginaciones en·
cuen trau alas que los trans porta n. Desasiéndose por
su virtu d de las condiciones ordin arias de la vida,
pueden acometerlo todo, trasp asand o los linderos de la
imitación y las front eras de la verosimilitud, sin otro
guia que su nativ a fuerza y sus oscuros instintos. Du·
rante tres dia~ el espíritu maldito, :Mammon el tenta·
dor, pasea á sir Guyon por el reino subte rráne o, al
travé s de los jardi nes mara villos , de los árboles car·
gados de frutos de oro, de los palacios deslumbradores
y_la aglomeración de todos los tesoros del mundo. llan
bajad o á. las entra flas de la tierra., y recor ren sus
caver nas, sus abismos desconocidos, sus profundidades
silenciosas. Andando monstruosamente, marc ha tras
él un demonio espantoso, dispuesto á tragArsele á la

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POR H. TAINE 319
menor señal de codicia. El resplandor del oro ilumina
1
formas horribles, y el metal radiante fulgura con una
b~lleza má:~ seductora en las tinieblas del antro iu-
femal.
•La forma pr r dentro era tosca. y ruda, como una
euorm-i caverna tallada en roquizo acantilado. De la
Aspera bóveda bajabt\U arcos desgarrados de oro ma-
cizo con espléndidos adoruos, y las vigas estaban tau
t:argadas de rico metal que parechm amenazaros con
tremenda ruina; y por enc1ma de ello& Aracne habla
tejido su artificio~a tula y extendido sus sutiles redes,
euvu<ltas en humo impuro y en nubes más negras que
el azabache.
• El teuho, el piso y los mur(JS eran de oro, pero e¡,-
tabau cubiertos de polvo y de moho aflejo, y ocultos
en la oscuridad de tal suerte que nadie podía ver su
color; porque jamas se dilataba en esa mansión la ale-
gre luz del día, sino sólo un incierto trasunto de pálida
claridad, como lámpara cuya vidt\ seeKtiugue, ó como
luna envuelta en denso nublado para el viajero que
Ct\mina lleno de temor y do sombrios terrores.
•En esa estancia nada podla verse, fuera de enor-
mes arcones y fuer tes cajas de hierro, cerradas todas
de tal modo que nadie podla pro1aeterse forzarlas.
Estaban alioet\das á lo largo de las paredes. Pero todo
el suelo estaba. sembrado de cráneos y de huesos de
hombras esparcidos alrededor , hombres que alli ex-
halaron, al parecer, su vida en oLro tiempo, y cuyvtl
viles esqueletos hublan permanecido insepultos .. .
•Luego el demonio le llevó adelante y le condujo á
otm e:;taucia l:U.)' O. puerta. se abrió de golpe á su pre-
sencia, como si estuviese enseñada¡ allt habla cien
( !li::ueucas y citJn hvrnos brillante..¡ y abrasadores;
junto á cada horno se hallaban muchos demonios, cría·

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320 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

turas deformes de aspecto horrendo, y todos se afana-


ban por fundir el metal de oro dispuesto para su puri-
ficación.
• Uno, con un fuelle enorme, aspiraba el aire sibi·
lante; otro, con el aire comprimido, inflamaba el fue·
go; otro recogía con tenazas de hierro los tizones mo-
ribundos, y los rociaba frecuentemente con líquidas
ondas para aplacar la. rabia. del furioso Vulcano, el
cual, dominándolas, recobraba su primitivo ardor;
quiénes quitaban la espuma que salla del metal; quié-
nes agitaban con grandes palas el oro fundido, y todos
se afanaban y sudaban todos.
•Después le llevó al través de oscuro y angosto
pasadizo hasta una ancha puerta de oro batido; abierta
estaba la puerta; pero en ella esperaba un robusto
gigante, dando firmes y arrogantes zancadas, como
si quisiese desafiar al Altlsimo. Llevaba en la diestra
una clava de hierro, pero él era de oro totalmente,
aunque estaba dotado de sensibilidad y de vida, y sa-
bia manejar bien su maldecida arma contra sus en-
carnizados amigos ...
•Entraron. Era una cámara espaciosa, como salón
de asamblea ó templo solemne. Infinidad de pilares de
oro sostenlan el macizo techo y sustentaban prodigio·
sas riquezas; cada pilar estaba ricamente adornado de
coronas, de diademas y de vanos tltulos que los prin·
cipes mortales llevaban cuando reinaban en la tierra.
•Alll multitud de hombres de todas las razas y de
todas las naciones que existen bajo el cielo se agolpa-
ban con gran tumulto por acercarse á la parte supe·
rior,· donde se alzaba á gran altura. un trono pomposo
de soberana majestad. Y en él se vela una mujer mag·
nificamente engalanada y opulentamente vestida con
r egios atavios; tanto, que jamás hubo prlncipe terrestre

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POR B . TAlNE 321
que realzase su esplendor con semejante pompa ni
desplegase orgullo tan fastuoso. Alll, sentatla en su
esplendorosa magnificencia, tenia una gran cadena de
oro de anillos bien eslabonados, cuya. parte superior
estaba. sujeta al supremo cielo, y cuya extremidad in-
ferior llegaba al infierno ínfimo (1).•
Ningún capricho fantástico de pintor iguala esas vi-
~iones, esa reverberación del horno en las paredes de
lns cavernas, esas luces que vacilan sobre la multi-
tud, ese t-ono y ese extrano centelleo del oro que por
doquiera reluce en la oscuridad. Es que la. alegorla.
lleva á lo gigantesco. Cuando se quiere presentar la
templanza en lucha con ias tentaciones, se inclina
uno á acumular todas las tentaciones. Tráta.se de una
virtud general, y, como es capaz de todas las resisten-
cias, se le piden todas las resistencias á la vez; después
de la prueba del oro, la del placer: asi se suceden y
oponen los espectáculos más grandiosos y deliciosos,
rebasando todos ellos los humanos Hmites: los risuenos
al lado de los terribles, los jardines venturosos al lado
del subterráneo maldito.
cAbrazaban el pórtico de entretejido ramaje los ar-
cos de una vid, cuyos colgantes racimos pareclan in-
vitar al que pasaba A gustar su zumo delicioso. Incli-
nábanse hacia las manos como si brindasen á coger-
los: algunos, de un sombrlo púrpura semejante al del
jacinto; otros, risuenos y suavemente bermejos como
rubles; otros, verdes aún como hermosas esmeraldas.
•En medio del jardln habla una fuente, de la más
rica sustancia que en la tierra. puede hallarse, tau
pura y transparente, que se hubiera podido ver la co-
rriente de plata al través de cada uno de sus conduc·

(1) Lib. n, canto xu.


21

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M2 ffiSTORTA DE LA LITER ATUR A TNGLESA

tos. Bstaba espléndidamente adorn ada de curiosos di·


bujos y de fi.~uras de nifios desnudos, algunos de los
cuales parec lan revol otear alrededor y retoz ar tra·
viesamente con vivo alborozo, mientras los otros se
bafiaba.n en las ondas deliciosas.
e Y por toda la fu ente se exten día una
orla de hiedra.
del más puro oro, ostentando su uatur al color . Porque
el rico metal hallábase tenido de tal suerte, que quien
le hubie ra visto, sin saberlo, le hubiese de seguro to-
mado por verda dera hiedra. Hasta el suelo arras tra-
ban sus brazos lascivos que, bafiándose en el roclo ar-
gentado, humedecían tímidamente sus flores lanosas,
cuya s gotas de crista l pareclan lágrimas de amor .
•Corrientes infinitas brota ban sin cesar de esa fuen·
te: bello y dulce espectáculo. Calan en anchuroso es-
tanqu e, y tan rápid a y copiosamente aflu!on, que se
hubie ra creído ver un pequeño lago. Su profundidad
no pasab a de tres codos; por mane ra que al travós de
las agua s se descubrla el fondo, enlosado de reluciente
jaspe.
•Las aves alegres cobijadas en la somb ra deleitosa
armonizaban sus suave s notas con el coro de las vo·
ces. Las angélicas voces, trému las y tiernas, respon-
dlan á los instrument os con divina dulzura. Los ins-
trumentos concertaban su armonía. argen tina con el
sordo murmullo de las aguas corrientes. Las aguas
corrientes, ora subiendo ó bajando su acompasado
murmullo, llama ban á la brisa, y la blanda brisa su-
surra nte, respondía siempre en voz muy queda.
•Sobre un lecho do rosas estab a tendida Acrasia,
abati da por el calor ó dispuesta para su dulce pecado;
cubrl ala, ó, más bien, la descubrla, un transparente
velo de plata y seda, que no ocultaba nada de su cutis
de alabastro, sino quo la hacla parec er más blanca, si

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- - - - - -- .l>OR H. TAIN:e 923
más blanca podla ser. Aracne no hu bie~e sabido urdir
más sutil tela, y las brillantes tramas que solemos ver
tejidas por el roclo seco no vuelan más ligeram ente
por el aire.
•Su niveo seno desnudo era presa ofrecida á los
ávidos ojos que nc se saciaba n de mirarle ; y con la
languidez de su dulce fatiga, destilaban aún alguna s
gotas más claras que néctar que, cual puras perlas de
Oriente, resbala ban. Sus hermosos ojos, con una dul·
ce sonrisa de voluptuosidad, humedecfan, sin extin·
guirlos, los rayos de fuego con que traspas aban los
frágiles corazones, bien asi como la luz de las estre·
llas que, al centellear sobre las olas silenciosas, pare·
ce más brillan te (1)•. .
¿No hay aqui más que pura magia? Lo que hay
aqul son cuadros acabad os, cuadros verdaderos y com-
pletos, compuestos con sensaciones de pintor, con se·
lección de colores y de lineas, cuadros que encant an
los ojos. Esa Acrasia tendida, parece una diosa y u u a
cortesa na de Ticiano. Un artista italiano copiarí a esos
jardine s, esas aguas corrientes, esos Amores esculpi·
dos, esos regueros de hiedra que serpen tea cargad a de
hojas lustros as y de lanosas flores. Antes, en las pro-
fundidades infernales, bello era el efecto de aquella
reverb erante clarida d medio ahogad a en las tinieblas;
y el trono erigido en el espacioso salón entre los pila·
res, enmedio de la tumultuosa muchedumbre, concen-
traba en torno de si todas las formas atrayen do todas
las mirada s. El poet!l. es aquí, como siempre, coloris·
ta y arquitecto.
Por fantástico que se!l. su mundo, no es un mundo
facticio; si no existe, podria y hasta deberla existir¡

(1) Lib. 11 , canto xu.

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324 HISTORIA DE LA. LITERATUR A INGLESA

si las cosas no se arreglan de modo que resulte efecti·


vo, culpa de ellas es; considerado en si mismo, posee
esa armonla interior por cuya virtud vive una cosa
r eal. y aun una armonla más alta, puesto que, á dife·
rencia de las cosas reales, se halla construido por en-
tero, basta en el mlnimo de los pormenores, en vista
de la belleza. Ha nacido el arte: he ahl el gran carác-
ter del siglo, el carácter que distingue á este poema
de todos los relatos semejantes acumulados por la
Edad Media. Incoherentes, mutilados, yaclan estos úl-
timos como reliquias 6 esbozos que las manos débiles
de los troveros no hablan podido reunir en un monu-
mento. Por fin aparecen los poetas y los artistas, y con
ellos el sentimiento de lo bello, es decir, la impresión
del conjunto. Los poetas y los artistas comprenden las
proporciones, las relaciones y los contrastes: compo·
nen. En sus manos, el bosquejo borroso é incierto se
define, se completa, se destaca, se colora y se hace
un cuadro. Cada objeto, pensado é imaginado de esa
suerte, adquiere el ser definitivo al adquirir la forma
verdadera; al cabo de siglos se le reconoce, se le ad·
mira é impresiona.; mas aún: impresiona su autor.
Porque el artista, á más de los objetos que pinta, se
pinta. á sl mismo, imprimiendo en su obra el pensa·
miento matriz que la engendra y dirige. Spenser es
superior A su asunto, le abraza por entero, le amolda
á su fin; y por eso marca en él el sello propio de su
alma y de su genio. Cada relato se desenvuelve en
vista de otro, y todos en vista de cierto efecto común;
po¡; eso de tal concierto surge una belleza, la que
existe en el cora.zón del poeta, y la que toda su obra
ha procurado hacer sensible: belleza noble al par que
risuefia, compuesta de elevación moral y de seduccio·
nes sensibles, inglesa en el fondo, Italiana exterior·

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POR H. TAINE 825

mente, caballeresca por su manera, moderna por su


perfección, y que manifiesta un momento único y ad-
mirable: la apari¡:ión del paganismo en una raza cris-
tiana y el culto de la forma en una imaginación del
Norte.

§ 8.-La pro1a.

Un momento as! no dura. mucho: la. savia poética se


gasta en el florecimiento poético, y la expansión con-
duce al declive. Desde los primeros anos del siglo XVI!
se hace sensible la degeneración de las costumbres y
de los gonios. El entusiasmo y el respeto bajan. Los
favoritos y fatuos de 1:1. corte intrigan é hincan la
ufla, entre pedanterlas, puerilidades y ostentaciones.
La corte roba, y la nación murmura. Los Comunes
principian á formalizarse, y el rey, que los amonesta
como un maestro de escuela, se doblega ante ellos
como un chiquillo. Ese pobre rey aguanta las acritu-
des de sus favoritos; les escribe en estilo de comadre;
se cree un Salomón; hace alardes de escritor, y dando
audiencia á un cor tesano, le recomienda su reputación
de sabio. La dignidad del gobierno flaquea, y la leal-
tad del pueblo se en Libia. Decae el trono y se prepara
la r evolución. A la vez el noble paganismo caballe-
resco degenera en vil y escueta sensualidad (1). •El

(1) Harrington'e Nugae antiquae.

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326 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

rey, dice un contemporáneo, acaba de emborracharse


de tal manera con el rey Cristián de Dinamarca, que
ha habido que llevarlos á una cama á los dos ... • Las
damas olvidan su sobriedad, y en los festines se las ve
á lo mejor rodar beodas por el suelo. • Ultimamente,
en una mascarada, dice un cortesano maligno, se dió
un verdadero escándalo . La dama que representaba
el papel de reina de Sa.ba, iba á ofrecer á sus majes·
tndes dones preciosos; pero, olvidándose de las gradas
que conduelan al dosel, tiró los cofrecillos en el regazo
de su majestad danesa, y cayó á sus pies, ó, más bien,
sobre su cara. Grande fué la confusión que se produjo.
Inmediatamente se echó mano de toallas y serville-
ta:,¡ para limpiarlo todo. Entonces ~e levantó su majes·
tad y quiso bailar con la reina de Saba; pero lo que hizo
dar consigo en el suelo, humillándose delante de ella;
fué así, que hubo que llevarla á un aposento interior y
ponerla en una cama de respeto, que no quedó muy
bien parada. con los presentes que la reina de Saba
habla derramado en su vestido, tales como vino, nata,
tortas, especias y otras buenas cosas . Continuaron la
fiesta y la representación, y la mayorla de los actores
:~e marcharon ó dieron con sus cuerpos en el suelo:
hasta tal punto se les habla subido el vino al piso prin·
cipal .. . En esto aparecieron la Fe, la Esperanza y la
Caridad, con ricos atavlos. Trató de hablar la Espe·
ranza; pero el vino habla debilitado sus fuerzas en
términos que tuvo que retirarse, espemndo que el r ey
se dignarla dispensar su concisión ... La Fe salió del
salón tambale<\ndose ... Las dos estaban indispuestas,
y fueron á vomitar á la sala de abajo ... Si es la. Vic·
toria, después de un lamentable tartamudeo, se hl.lle·
varon como una pobre cautiva, y la dejaron en los
escalones exteriores de la antecámara para que echase

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POR H. TAINE 327

un sueno. En cuanto á la Paz, rompió su rama de


olivo sobre el cráneo de los que querfan impedirla en-
trar.• Nótese que esas beoda~ eran grandes damas.
eNo sucedla eso, anade el autor, bajo el reinado de
Isabel•, la cual era violenta y terrible, pero no inno-
ble y ridlcula. Es que las grandes ideas que dirigen
un siglo, conforme 2e ag-otan, acaban por no conser-
var de si mismas mAs que sus vicios. El soberbio sen·
timiento de la vida natural so trueca en vulgar exci-
tación de los sentidos. Bajo Jacobo hay tal entrada,
tal arco de triunfo, que represent a cpriápeas •; y más
tarde cuando los instintos sensuales, exasperados por
la tiran la puritana, lleguen á levantar de nuevo la ca-
beza bajo la restauración, veremos desencadenarse la.
orgla en plena crápula, jactándos e de sus impudores.
Entre tanto la literatura se altera; el poderoso
aliento que la animaba y engrande cía en medio de sus
singulari dades, refioamientos y exagerac iones, se
amortigu a y disminuye. Con Carew, Suckling y Her-
rick, sustituye á lo bello lo lindo. Lo que les impresio·
na no son ya los rasgos generales de las cosas; lo que
tratan de expresar no es ya la naturalez a intima de
las cosn.s. No tienen ya aquella amplia concepción,
aquella penetración involunta ria con que el hombre
se asimilaba los objetos y se hacia capaz de crearlos
por segunda vez. No tienen ya aquel desbordamiento
de emociones, aquella superabu ndancia de ideas y de
imágene.~ que obligaba. al hombre á desahoga rse en
palabras, á represen tar exterior y libremen te el dra-
ma interno que hacia estremece r todo su cuerpo y
todo su corazón. Son más bien ingenios cortesanos,
caballeros á la moda que quieren dar pruebas de ima-
ginación y de estilo. En sus manos el amor se con-
vierte en galant,rtn .; escriben canciones, composicio·

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328 HISTORIA DE LA LlTERA'l'URA INGLESA

ues volanderas, flores á las damas. Ningún arranque


del corazón; pulen frases elocuentes para ser aplau-
didos y exageraciones lisonjeras para agradar. Los
semblantes divinos, las miradas serias 6 profundas,
las expresiones virginales 6 apa¡;ionadas que surglan
á cada paso en los primeros poetas, han desapareci-
do; no se ven ya aqul más que caritas agradables pin-
tadas por versos agradables. No está lejos la truhane·
ria: se encuentra ya en Suckling; y también la cru-
deza y el epicurelsmo prosaico dirán bien pronto:
·Divirtámonos y burlémonos de los demás. • Lo único
que saben pintar aún son las cositas graciosas: un
beso, una fiesta de Mayo, un narciso, una prímula im-
pregnada de roclo, una abeja. Herrik y Suckling, so-
bre todo, sacan de ahi poemitas exquisitos, lindos,
siempre risuenos 6 sonrientes, semejantes á los que
figuran bajo el nombre de Anacreonte 6 que abun-
dan en la Autologla. Aqul, como alll, en efecto, de·
clina un paganismo: cesa la energla, y empieza lo
agradable. Se conserva siempre el culto de la belleza
y de la voluptuosidad; pero se juega. con las dos. c.,da.
uno las adorna y las amolda á su gusto; han dejado de
dominar y sojuzgar al hombre, el cual ahora se solaza
y regocija con ellas. Ultimo rayo de un sol que se pone;
con Sedley, W t1ller y los rimadores de la restauración
desaparece el verdadero sentimiento poético; todos
ellos escriben prosa versificada; su corazón está al
nivel de su estilo, y con la lengua correcta se ve em-
pezar una. nueva edad y un nuevo arte.
Al par que las delicadezas melindrosas, venlu. la
afectación: es el segundo signo do las decadencias. En
vez de escribir para decir las cosas, se escribe enton·
ces para decirlas bien. Cada cual tram de sob~epujt\r
á. los demás; ae extreman todos los modos de expre·

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POR B . T..Ul'\E 329
sión; se hace caer el arte hacia donde se inclina, y,
como en ese siglo se inclina hacia la vehemencia y !a
imaginación, se acumula el énfasi~ y el colorido. De
un estilo nace siempre una jerga. En todus las artes
los primeros maestros, los inventores, descubren la
idea, se penetran de ella y le dejan producir su for-
ma. Luego vienen los segundos, los imitadores, que
deliberadamente repiten esa forma y la alteran exa-
gerándola. Varios, no obstante, tienen talento, como
Quarles, Herber t, Habington, y sobre todo Donne, un
satlrico punzan te de una crudeza terrible ( 1), un
poeta vigoroso, de una imaginación precisa é intensa,
y que todavía conserva algo de la energla y del estre-
JOecimiento de la primera inspiración. Pero todo eso
!o echa á perder premeditadamente, y á fuerza de
trabajo consigue fabricar un galimatlas. Por ejemplo:
los poetas apasionados declau á su duena y sefiora.
que, si llegaban á perderla, tomarlan aversión á to-
das las mujere:~. Pues Dvnne, para ser más apasiona-
do, declara que en caso semejante odiará á todo el
sexo, con inclusión de su dama, por haber formado
parte de él. Mil veces, al leerle, se lleva uno las ma-
nos á la cabeza y se pregunta con as Jmbro cómo un
hombre ha podido atormentarse asl, alambicar de tal
suerte su estilo, refinar los refinamienLos, descubrir
comparaciones tan descabelladas. Era el e.splritu del
tiempo: Douue se esfuerza por ser ingeniosamente
aiJsurdo. Una pulga los habla picado á él y á su dama:
pues esa pulga, por el hecho de haber juntado su san-
gre, es •su lecho y SLt templo de matrimonio. Ahora,
dice, por mLtcho que rabien ella y sus parientes, es -
tamos unido~ y enclaustrados en esos muros vivos de

(1) Véase sobro lodo so sátira contra los cortesanos.

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:~30 lliSTORI A DE LA LITERATURA INGLESA

nabach e (la pulga)•. Jamás se le ocurrió otro tanto


al marqués de l\1ascarille. ¿Hubieseis creído que un
escritor pudiera inventa r semejantes tonterías? Se-
guid; las hay mayores. •El hábito os impulsa quizá á
matarm e, pero no all.adáis á ese asesinat o un suicidio
y un sacrilegio: tres pecados en tres muertes . • ¿Com·
prendéis? Eso quiere decir que ella y él no son más
que uno, porque los dos se confunden en la pulga, y
que as! no es posible matar al ur:o sin matar al otro.
Nótese que el juicioso ?úalherbe escribió enormidades
casi iguales en Las Lágrimas de San Pedro¡ nótese
que los autores de sonetos en Italia y Espall.a alcanza n
á la sazón el mismo grado de demencia, y se compren -
derá que á la sazón acaba una edad poética en toda
Europa.
En esta frontera de la literatu ra que acaba y la li·
ter atura que principi a aparece un poeta, uno de los
más gustado s y más célebres de su tiempo (1), Abraham
Cowley, nifio precoz, leedor y versificador como Pope,
y que, como Pope, conociendo más los libros que las
pasiones, se ocupó más de las palabra s que de lasco·
sas. Rara vez fué más sensible el agotami ento litera-
rio. Cowley tiene todos los medios de decir lo que le
plazca, y cabalme nte no tiene nada que decir. Ha des·
aparecid o el fondo, dejando su puesto <i una forma
vacla. En vano maneja el poema épico, la estrofa pin·
dárica, todas las clases de estuncia s, de odas, de ver-
sos de arte mayor y menor; en vano apela <\ todas
las compara ciones botánica s y fi 'osóficas, á toda la
er~:~dició n de la universidad, á todos los recuerdo s de
ln. antigUedad, á todas las ideas de la ciencia nueva;
bosteza uno leyéndole. Salvo alguno¡¡ versos dcscrip·

(1) 1608·1667. Tengo á la vista la undéoimn edición do 1710.

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POR H. TAINE 331
tivos, salvo dos ó tres ternuras graciosas (1), no siente
nada, no hace más que hablar; no es poeta más que
de cerebro. Su colección de composiciones amorosas
no le sirve más que para dar pruebas de ciencia, para
demostrar que ha leido sus autores, que conoce la
geografla, que es versado en la anatomla, que tiene
una tintura de medicina y astronomla, que sabe des-
cubrir comparaciones y alusiones capaces de romper
la cabeza del lector. Dirá. que e la belleza es un mal
activo- pasivo, porque muere tan deprisa como mata•;
que su daml\ comete tlU crimen invirtiendo tres horas
en su tocador todas las mananas, porque •su belleza,
que era un gobierno templado , se transforma con
eso en arbitraria tiran la•. Después de leer doscien-
tas páginas, le acometen a uno deseos de darle de
bofetadas. Para calmarse, es menester reflexionar
que toda gran edad debe concluir; que ésta no podla
concluir do otro modo; que la antigua y ardiente
erupción, el repentino desbordamiento de estro, de
imágenes, de cw;iosidades caprichosa s y audaces que
corrió en otros d!a.s al través del esp!ritu de los hom-
bres, detenido y enfriado ahora, no puede ya ofrecer
más que escoris\s, espuma coaguh~da y una multitud
de puntas brillantes que hieren. Se dice uno que, des-
pués de todo, quizá Cowley tiene talento, y se ve efec-
tivamente que tiene un talento nuevo, desconocido de
los antiguos maestros, un t~.>lento que iudica otra cul·
tura, que exige otras co11tumbres y anuncia un nuevo
mundo. Cow!ey tiene esas costumbres y es de ese
mundo. Es un hombre metódico, razonable, instruido,
culto, bien rdttcado, quo, despnés do dore 11.fios de sor-
vi~ios en J!'mucia bajo lo. reina Enriq uc t ;\, ac;~l);¡. por

,1) Por ejemplo: The Sp1'itlg ( The Mütress, t. t, p~g. 72. )

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332 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

retirarse sabiamente al campo, donde estudia la bis-


toria natural y prepara un tratado sobre la religión;
un pensador que fil(¡sofa sobre los hombres y la vida,
fecundo en reflexiones y en ideas general;:.,s, moralis-
ta, y que encarga á su ejecutor testamentario que •no
deje pasar en sus escritos nada que pueda parecer re·
motamente una ofensa á la religión y á las buenas
maneras•. Tales disposiciones y tal vida. preparan é
indican, más que un poeta, es decir, más que un vi-
dente y un creador, un escritor, un hombre que sabe
pensar y hablar, y que, por tanto, debe haber leido y
aprendido mucho, poseer un esplritu tranquilo y des-
pejado, tener la costumbre del trato culto y de los dis-
cursos sostenidos. En efecto; Cowley es un escritor, el
más antiguo de todos los que en Inglaterra merecen
ese nombre. La facilidad y sensatez de su prosa igull.-
lan á la tortura y desvario de su poesía. Un •hombre
bien educado•, que escribe para personas bien educa-
das, de modo parecido á como las hablarla si estuviese
con ellas en un salón; he ah!, á mi juicio, la idea que
se tenia de un buen autor en nuestro siglo XVII. Es la
idea que los Ensayos de Cowley dejan de su persona.
Ese género de talento es el que van á tomar por mo·
deJo los escritores de la ed~td inmediatl1., y Ccwley es
el primero de esa grave y amable generación que,
pasando por Temple, llega á Adisson.

II

Parece que en este punto el Renacimiento toca á su


fin, y que, al modo de una planta agostada y marchi-

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POR H. TAIN E 333
ta, no tiene ya más que ceder el puesto al nuev
o ger·
men que empieza á despunta,r bajo sus desp
ojos . Pero
he aqul que del viejo tronco sale un vast
ago vivo é
inesperado. En el momento en que el arte lang
uidece,
brot a la ciencia; á eso conduce todo el trab
ajo del si-
glo. No son dispares los dos frutos; al cont
rario , pro-
ceden de la misma savi a, y la diferencia
de sus for-
mas no hace más que manifestar dos mom
entos dife-
rentes de la vegeta::ión inte rior que los ha prod
ucido.
Todo arte term ina en una ciencia, y toda
poesla en
una. filosofh\. Porq ue la cien cia y la filosofía
no hacen
más que trad ucir en fórmulas precisas la conc
epción
original que el arte y la poesía sensibilizan
en figuras
imaginaria~; cuando la idea
de un siglo se ha mani-
festado en verso por creaciones ideales, lleg
a natu ral-
men te á expr esar se en prosa por razonamiento
s posi·
ti vos. Lo que babi a impresionado á los hom
bres ,al
salir de la opresión eclesiástica y del asce
tismo mo-
nacal, era la idea paga na de la vida natu
ral libre ·
mente desenvuelta; descubrieron la natu rale
za ente-
rrad a detn \s de la escolástica, y la expr
esar on en
poem as y pint uras , por sobe rbios y espléndi
dos cuer -
pos en Itali a, y por almas vehementes y apas
iona das
en Ingl ater ra, con tal adivinación de sus leye
s, de sus
instintos y de sus formas, que de sus cuad
ros y su
teat ro podla saca rse una teorfa completa del
alma. y
del cuerpo. Pasado el entusiMmo, prin cipia
la curio-
sidad. El sentimiento de la belleza deja el pueR
to á la.
n~::cesidad de la verd ad. La
teor la ence rrad a en las
obra s de imaginación sale ahor a á luz. LoH
ojos per-
manecen fijos en la natu rale za, no ya para adm
irar la,
sino para com pren derl a. De la pint ura se
pasa á la
ana.tomla, del dram a á la filosofía moral, de
las gran -
des adivinaciones poéticas á las gran des conc
epciones

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394 BISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

científicas; las unas son continuación de las otras, y


en las dos resplandece el mismo esplritu: porque lo
que habla representa do el arte y lo que va á observar
la ciencia son las cosas vivas, con su estructura com-
pleta y compleja, movidas por sus fuerzas interiores
sin ninguna intervenció n sobrenatur al. Artistas y sa-
bios, sin darse cuenta de ello, parten de la misma
idea matriz, á saber: que la naturaleza subsiste por
si misma, que cada ser encierra en su seno la fuente
de su acción, que las causas de los fenómenos son
leyes innatas en las cosas: idea omnipotente de donde
saldrá la civilización moderna, y que ahora en Ingla-
terra y en Italia, como en Grecia antiguamen te, al
lado del arte completo suscita las verdaderas ciencias:
después de Vinci y de Miguel Angel, la escuela de los
anatómicos, de los matem(lticos y de los naturalista s,
que conduce á Galileo; después de Spenser , deBen
J onson y Shakespea re, la escuela do los pensadores
que rodean á Bacon y preparan á Hnrvey.
Aquf no es menester ir muy lejos eu busca de esa
escuela: el esplritu que domina por doquiera en el
interregno del cristianismo es cabalmente suyo. Lo
que reina en la corte de Isabel es el paganismo, no
sólo en las letras, sino en las doctrinas: un paganismo
del Norte, serio, las m(ls de las veces sombrfo, pero
que, como el dell\iediodla, tiene por sustancia el sen·
timiento de las fuerzas naturales. En algunos se ha
borrado todo cristianismo ; varios llegan hasta el
atefsmo or exceso de rebelión y de libertinaje, como
111~rlo,ve y Greene. En otros, como Shakespear e, ape·
nas si aparece la idea de Dios; no ven en la misera
vida humana más que un sueno; para ellos la muerte
es el limite del ser, ó, A lo sumo, un oscuro abismo
donde se sume el hombre y cuya. salida. es incierta. Si

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POR H. T.A.INE 335
dirigen Jos ojos más adelanten, ven (1), no el alma es·
piritual recibida eu un muudo más puro, siuo el cadH.·
ver abandonado en la tierra húmeda ó el espectro
errante alrededor del cementerio. Hablan como incré-
dulos ó como supersticiosos, jamás como fieles. Sus
héroes tienen virtudes humanas, no virtudes religio-
sas; buscan apoyo contra el crimen en el honor y el
amor de lo bello, no en la piedad y el temor de Dios.
Si otros, como Sidney y Spenser, entrevén ese Dios,
de vez en cuando, es como una vaga luz ideal, subli -
me fantasma platónico , que en nada se parece al Dios
personal, rigido juez de los menores movimientos del
corazón. Aparece en la cima de las cosas como el
magnifico coronamiento del mundo; pero no pesa so-
bre la vida humana; la deja intacta y Ubre, y no hace
más que inclinarla hacia lo bello. No so conoce aún la
estrecha prisión en que el cant oficial y las creencias
convencionales encerrará n después la acción y la in-
teligencia. Aun los creyentes, los sinceros cristianos,
como Bacon y Browne, prescinden de todo rigorismo
opresor, reducen el cristianismo á una especie de
poesia moral, y bajo la religión dejan subsisten te el
naturalismo. En ese espacio tan amplio y tan abierto
puede desplegarse la especulación. Con lord Herbert
aparece el deismo sistemático; con l\1ilton y Algernon
Sidney aparecer á la religión filosófica; Clarendo n
llegará á compara r los jardines de lord Falkland á
los de la Academia. Contra el rigorismo de los purita·
nos, Chillingworth, Hales, Hooker, los más grandes
doctores de la iglesia anglicana, conceden á la razón

(1) Shakespeare, Ternpest, Measure for tneamre, !Iamlet;


Beaumond y Flecbter, Therrv and Theodo•·et, acto 4.0 Véase
también Webator, pauinl.

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336 fiiSTOR fA DE TJA LITERA TURA INGLESA

natura l un amplio puesto, tan amplio que nunc:a, ni


aun hoy, ha vuelto á adquir ir vuelo semeja nte.
Una asombrosa irrupción de hecho s-el descubri-
miento de América, la reanimación de la antigüedad,
la restauración de la filología, la invención de las ar-
tes, el desarrollo de las industrias, la excursión de la
curiosidad human a por todo el pasado y por todo PI
globo- han venido á sumini strar la materia. y ha em-
pezado la prosa. Sidney, Wilson, Ascba.n y Putten-
ham han buscado la.~ reglas del estilo; Eacklu y y
Purcba s han reunido la Pnciclopedia de los viajes y la
descrip ción de todos los países; Tomás l\Iore, llolin-
shed, Speed, Raleigh , Stowe, Knolles, Daniel, lord
Herber t, fundan la historia; Camden, Spelman, Cc:>t-
ton, Usher y Solden instituyen la erudición; una le·
gión de trabajadores pacien tes, de coleccionador es
oscuros, de obreros literarios, acumulan, ordenan y
escogen los docume ntos que sir Roberto Cotton y sir
Tomás Lodley almacenan en sus bibliotecas, en tanto
que utopistas, moralistas y pintores de costumbres,
como Tomás More, José Hall, Juan Earle, Owen,
Feltham , Bur ton, describen y juzgan los caracteres
de la vida corriente, extienden sus filas, mediante
Fuller, sir Tomás Browne é Isaac Walton, hasta me·
diados del siguien te siglo, y las engruesan aún con
controversistas y politices que, con Eooker , Taylor ,
Chillingworth, Algernon Sidney, Earring ton, estu-
dian la religión, la sociedad y el Estado. Amplia y
confusa fermen tación de donde se desprenden muchos
pen.samientos, pero de donde salen pocos bellos li-
bros. La bella prosa, tal como se vió en la corte de
Luis XIV, en Polión, en los gimnasios de Atenas, tal
y como saben construirla lo'> pueblos retóricos y so-
ciables, falta por completo. Estos otros no poseen el

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POR H. TAINE 337
esplritu de análisis, que es el arte de segu ir
paso á
paso el orden natu ral de las ideas, ni el talen to
de la
conversación, que es el talento de no abur rir
ni dis-
gust ar á los demás. Su imag inad ón es asaz poco
arre -
glad a, y sus costumbres demasiado poco corte
ses.
Los hombres más de mundo, como Sidney, dicen
ru-
dam ente lo que piensan y como lo piensan. En
vez de
aten uar, exag eran . Se arrie sgan á todo, y no
omiten
nada. No salen de los cumplidos extr emados
sino
para caer en las bromas brut ales. Desconocen
la jo·
viali dad medida, la burl a fina, la lisonja delicada.
Se
complacen en los equivocos groseros, en las alusi
ones
sucias. Tom an por ingenio char adas enrevesa
das é
imágenes grotescas. Grandes seiiores y gran des
da-
mas habl an como gent e mal educ ada, aficionad
a á
bufones, á farsa s y á peleas de osos. En otros
, como
Ovc rbur y ó sir Tomás Browne, la poesía se desb
orda
en la pros a tan copiosamente, que ocul ta el discu
rso
bajo una profusión de imágenes y hace olvid
ar las
ideas por los cuadros. Reca rgan su estilo de
compa-
raciones floridas, que se enge ndra n unas a otras
y se
sobreponen unas á otra s en tales términos, que
des-
apar ece el sentido y no se ve ya más que el ador
no.
En fin, las más de las veces son pedantes, enva
rados
aun por la herr umb re de la escuela: dividen y
subdi·
viden; asie ntan tesis y definiciones; argu men tan
sólida
y pesa dam ente ; citan sus auto res en latln
y hast a en
griego; labr an periodos macizos, abru man doct
amen-
te al adve rsari o, y de rechazo al lector. No
está n
nunc a al nivel de la prosa, sino siempre enci ma
y de-
bajo : enci ma, por su genio poético; debajo,
por la
pesadez de su educación y por la barb arie de sus
cos-
tumbres. Pero pien san seria men te y por si mism
os;
son reflexivos; están convencidos y pose ldos de
lo que
22

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338 HISTORIA DE LA. LITERATUHA INOLF.SA

dicen. Hasta en los compiladores se descubre una


fuerza y una lealtad de esplritu que inspiran con-
fianza y causan satisfacción. Sus escritos se asemejan
á l()S enérgicos grabados de los contemporáneos, á las
cartas de llofnngel, por ejemplo, tan vigorosas y tan
instructivas; su concepción es penetrante y precisa;
tienen el don de percibir cada objeto, no de una ma-
nera general, como los clásicos, sino en particular y
singularmente. No se representan el hombre abstrac-
to, el ciudadano ó el campesino en si, tales y como
son por doquiera, sino Jacobo ó Tomás, Smith ó
Brown, de tal parroquia, en tal escritorio, con tal
ademán y tal traje, distinto de todos los demás; en re-
sumen: ven, no la idea, sino el itulividuo. Figuraos la
revolución que tales disposiciones arman en la cabe-
za, el trastorno que introducen en el orden regular de
las ideas; notad cómo cada objeto, con la marana in-
finita de sus formas, de sus propiedades y de sus apén-
dices, va á adherirse á los demás por mil vlnculos
imprevistos, y á traer ante el esplritu una fila y una
familia; ved qué relieve adquirirá el lenguaje; cómo
van á. surgir un~ts tras otras las palabras familiares,
pintorescas, paradójicas; cómo van á resaltar las sor·
presas, la originalidad, las desigualdades de la inven·
ción. Figuraos al mismo tiempo qué presa hace en las
cosas semejante forma de esplritu, cuántos hechos
concentra en cada concepción, qué cúmulo de juicios
personales, de autoridades extranas, de suposiciones,
de adivinaciones, de imaginaciones, amontona sobre
cada objeto, con qué fecundidad tan arrojada y crea-
dora da á luz las verdades y las conjeturas. Hay aqui
una fermentación extraordinaria de ideas y de for·
mas, abortadas con frecuencia, con más frecuencia
aún bárbaras, a veces grandiosas. Pero de esa exube-

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POR II, TAINE 339
rancia se desprende algo grande y viable : la cien-
cia; y no hay más que mlrur de cerca uua ó dos de
esas obras para ver surgir la nueva criatur a entre los
esbozos y los desechos.

lii

Dos escr itores sobre todo manifiestan ese estado


de esplritu. Es el primer o Roberto Burton, eclesiástico
y solitario de universidad, que se pasó la vida en las
bibliotecas y escudrin6 todas las ciencias; tan erudito
como Rabela is, de una memor ia pasmosa é inagota-
ble; dotado de vena y alegt·e á ratos, aunque las més
<le las veces tristón y lúgubr e hasta el punto de con·
fesar en su epitafio que la melancolla. fué su v ida y su
muerte; pero ante todo origina l, y uno de los primeros
modelos de ese singul: u temperamento inglés que,
concen trando al hombre en si mismo, desenvuelve,
ora. su imaginación, ora sus escrúpulos, bien sus rare-
zas, y hace de él, según la8 circunstancias, un poeta,
un excéntrico, un humori sta, un loco ó un puritano.
Duran te treinta años ha leido hasta alojar una enci-
clopedia en su cabeza, y ahot·a, para entretenerse y
desaho garse, toma un infolio de papel blanco . Veinte
versos de un poeta, doce lineas de un tmtado sobre
agricul tura, una columna sobre los blasones, la des-
cripción de Jos peces raros, un párrafo de un sermón
sobre la paciencia, la indicar ión de los accesos de fic·

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340 IDSTORIA. D'E LA LITERA TURA INGLES A

breen la hipocondría, la histori a de la partlc ula que,


un trozo de metaffsica., he ah! lo que ha pasado por
su cerebro en un cuarto de hom: es un carnav al de
ideas y de fra.ses griegas, la.tinas, alema nas, fmnce ·
sa.s, italian as, filosófica.s, geométrica.s, médicas, poéti·
cas, astroló gicas, musicales, pedag ógicas , amontona-
das unas sobre otra.s; un revoltijo enorme, una mara na
prodigiosa de citas y pensam ientos que se mezclan y
chocan con la vivaci dad y el ardor de una fiesta de
locos. cCada clia oigo noticia s nueva s, dice; y los ru-
mores ordinarios de guerra , pestes, incendios, inunda-
ciones, robos, a.sesinatos, matanza.s, meteoros, come-
tas, espectros, prodigios, apariciones, poblaciones to-
madas, ciudades·siti adas en Franc ia, en Alemabia, en
Turqu la, en Persia, en Polonia, etc.; las levas y pre·
parativos diarios de guerra y otras cosns semejantes
que acarre a nuestr o tiempo borra.scoso; batall as em·
penad as, tantos hombr es muertos, monomaquias, nau-
fragios, pirater las, combates navale s, paz, ligas, es-
tratag emas y nueva s alarma s: una inmen sa confusión
de votos, deseos, acciones, edictos, peticiones, proce·
sos, defensas, procla mas, quejas y agravi os, llegan
diariamente á nuestros oídos. Y cada día nuevos li-
bros, folletos, historias, catálo gos entero s de volúme-
nes de todas clases, nueva s para.dojas, opiniones, cis-
mas, herejlas, controversias filosóficas, religiosas, etc.
Luego vienen noticia.s de matrimonios, mascaradas,
fiestas, jubileos, embajadas, justa:i y torneos, trofeos,
triunfos, ja.ranas, juegos y repreaentaciones teatral es.
Ho:y sabemos que se han creado nuevos senores y ofi·
ciales; manan a que se ha depuesto á grand es hombres;
después que se han confer ido honores nuevos. Al uno
le ponen en liberta d; al otro le encarc elan. El uno
compr a, el otro no puede pagat'. Este hace fortu-

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POR H. TAINE 341
na; su vecino quiebra. Aqulla abundancia; alllla ca-
restla y el hambre. El uno corre; el otro cabalga,
disputa, ríe, llora, etc. As!, todos los dlas recojo noti-
cias semejantes, públicas y privadas.» •¿Q,ué mundo
de libros no se ofrece sobre todos los asuntos, artes y
ciencias, para el gusto y capacidad del lector? Sobre
aritmética, gcometrla, perspectiva, óptica, astrono-
mla, ar quitectura, sculptura, pictu?·a, de que se han
escrito últimamente tantos y tao esmerados tratados;
sobre la mecánica y sus misterios, sobre el arte de la
guerra, de la navegación, de la equitación, de la es-
grima, de la natación, de los jardines, del cultivo de
los árboles; grandes volúmenes sobre la economia
doméstica, la cocina, el arte de educar halcones, de
cazar, de pescar, de coger pájtuos, etc., con pinturas
exactas de todos los juegos y ejercicios: ¿qué no hay?
En música, metafisica, filosofia natural y moral, filo ·
logia, politica, cro nología, genealogia, heráldica, etc.,
hay grandes volúmenes ó esos estudios de la antigüe-
dad, etc. Et quid subtilius a?·ithmeticis inventionibus?
Quid jttettndius musicis 1·ationibus? Quid divinius astro ·
nomicis~ Qttíd rectius geometricis demonst¡·ationibtts?
¿Q,ué mayor placer que leer esas famosas expediciones
de Cristóbal Colón, Américo Vespucio, Marco Polo el
Veneciano, Ver tomannus, Aloysius Cadamustus, etc.;
esos diarios exactos de los portugueses, de Jos holan-
deses, de Bar tison, de Oliverio Nort, etc.; los viajes de
Hakluyt, las décadas de Pedro Mártyr, Jos relatos de
Linschoten , esos Hodceporicones de Jodocus 1\ieggeu,
de Brocarde el l\lonje, de Bredenbnchius, de Sands, de
J. Dublinius, etc., á Jerusalén , á Egipto y otros sitios
r emotos del mundo; esos agradables itinerarios de
Paulus Hentzerus, de Jodocus Sincerus, de Dux Polo-
nu~, etc.; esas par tes de América, esmeradamente di·

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342 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLi:SA

bujadas y grabadas por los hermanos Bry; ver nn


herbario grabado, las hierbas, los árboles, las flores,
las plantas, todos los vegetales representados con los
colores nnturales de la vida, como el de llfatthiolus se-
gún Dioscórides, Deln.campius, Lobel, Bauhinus, y ese
último voluminoso y enorme herbario de Besler de Nu-
remberg, donde casi todas las plantas aparecen figura-
das con su verdadero tamaiio; ver las aves, los cua-
drúpedos, los peces del mar, las aranas, los mosquitos,
las serpientes, las moscas, etc., todas las criaturas figu-
radas por el mismo arte y representadas exactamente
en vivos colores, con una fiel descripción de sus natu-
ralezas, virtudes y cualidades, etc., como lo han hecho
cuidadosamente Eliano, Gesner, Ulises Aldrobandus,
Bellonus, Rondoletius, Hippolytus Salvianus, etc.?•
No acaba: las palabras y las frases se desbordan, se
acumulan, se envuelven, y corren arrollando al lector
atolondrado, nturdido, medio ahogado, incapaz de
hallar tierra en medio de ese diluvio. Burton es ina·
gotable. No hay ideas que no repita bajo cincuenta
formas; cuando se le acaban las suyas, derrama sobre
nosotros las de los demás: los clásicos, los autores más
raros, sólo conocidos de los sabios, los autores más
raros aún, sólo conocidos de los eruditos, de todos toma.
Bajo esa!! profundas cavernas de erudición y de cien·
cía hay una más negra y más ignornda que todas las
demás, llena de autores desconocidos, de nombres re-
vesados: Besler de Nuremberg, Adricomius, Lins-
choten, Brocarde, Bredenbachius. Entre todos esos
monstruos antidiluvianos, erizados de terminacio-
nes ·latinas, se encuentra él á sus anchas; juguetea,
ríe, salta del uno al otro, los lleva de frente. Tiene
las trazas dt>l viejo Proteo, atrevido corredor, que cou
sus hipopótamos da la vuelta al Océ11no en una hora.

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'
POR H . TAINE 343

¿Qué asunto toma? La melancolla (1), su propio es·


tado de esplritu, y le toma como hombre de escuela.
No hay tratado de Santo Tomás más regularmente
construido que el suyo. Ese torrente de erudición se
distribuye en canales geométricamente trazados que
divcrgen en Angulas rectos sin desviarse una sola Ji.
nea. A la cabeza de cada parte veis un cuadro sinóp-
tico y analltico, con separaciones y llaves, donde
cada división engendr a. subdivisiones, y las subdivi-
siones secciones, y las secciones sub·secciones: de la
enfermedad en general; de la melancolla en particu-
lar; de su naturaleza, de su asiento, de sus especies,
de sus causas, de sus síntomas, de su pronóstico; de la
cura por medios licitas, por medios vedados, por me-
dios dietéticos, por medios farmacéuticos. Según el
método escolástico, desciende de lo general á lo par-
ticular, y dispone cada sentimiento y cn.da. idea en
una casilla numerada. En ese molde suministrado por
la Edad Media lo amontona todo, como hombre del
Renacimiento; la pintura literaria de las pasiones y la.
descripción médica de la. enajenación mental, los de-
talles de hospital con la sátira de las sandeces huma-
nas, los documentos fisiológicos al lado de las confi-
dencias personales, las recetas de boticario con los
consejos morales, la~ observaciones sobre el amor con
la historia de las evacuaciones. No se ha hecho aún
la selección de las ideas: médico y poeta, literato y
sabio, el ho mbre lo es todo á la vez; á falta de diques,
las ideas se derraman como licores diferentes en la
misma cuba., con fermentaciones y hervores extraños,
con un olor desagradable y efectos estrambóticos.

( 1) Auatomy of " ltlancoly, 1&21.

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344 HISTOR IA DE LA LITERA TURA INGLESA

Pero la cuba está llena, y de esa mezcla nacen com-


puestos poderosos que aún no habla conocido ningun a
edad.

IV

Porqu e en la mezcla hay un fermento eficaz: el


sentimiento poético que agita y anima la erudición
enorme, que se resiste á atener se á los secos catálo ·
gos, que, interp retand o cada hecho, cada objeto, des·
entrano. ó adivino. en él un alma misteriosa, y con-
mueve al hombre entero repres entánd ole como un
grandioso enigm a el mundo que se agita en él y fuera
de él. Figurémonos un esplritu parien te del do Sha·
kespea re, con la diferencia de que, en vez do ser ac-
tor y poeta, se ha hecho erudito y observ ador, de que
en vez de crear, se afana en compr ender, pero que,
como Shake speare , se aplica á lo.s cosas vivas, pene·
tra su estruc tura Intima, se posesiona de sus leyes
reales , imprime apasio nada y escrupulosamente en st
mi~mo los menores lineamientos de su figura,
y á la
vez proyec ta más allá la obset·va.ción positiva sus
penetr antes adivinaciones, entrev é tras las aparie n ·
cias sensibles no sé qué oscuro y sublime mundo,
y se estremece con una especie de veneración ante
la ·gran negru ra vaga y poblad a en cuya superfi·
cie tiembla nuestro pequeflo universo. Tal es sir To·
más Browne, no.turalista, filósofo, erudito, médico y
moralista, casi el último de la generación que pro·

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POR. H. '!'AINE 3Ji)

dujo á Jeremías Taylor y á Shakespeare. No hay


pensador que mejor manifieste la flotante é inven-
tiva curiosidad del siglo. No hay escritor que mejor
haya revelado la espléndida y sombría imaginación
del Norte. Nadie ha hablado con sentimiento mlls elo-
cuente de la muerte, de la enor me noche del olvido,
de la sumersión en que todo zozobr1\, de la vanidad
humana que, con gloria y piedras esculpidas, trata
de fabricarse una efímera inmortalidad. Nadie ha
puesto de manifiesto, con expresiones más brillantes
y originales, la savia poética que circula en todos los
esplritus del siglo. e El injusto olvido, dice, sacude
ciegamente sus adormideras, y trata la memoria de
los hombres sin distinguir entre sus derechos á la in-
mortalidad. ¿Q.uién no se compadece del fundador de
las pirámides? Eróstrato vive por haber destruido el
templo de Delfos, y el que le edificó permanece casi
ignorado. El tiempo respetó el epitafio del caballo de
Adriano y aniquiló el suyo ... Todo es locura, vanidad
alimentada de viento. Las momias egipcias, que Cam-
bises y el tiempo resp~taron, ahora son presas de ma-
nos rapaces. l\1izraim cura las heridas, y Faraón es
vendido por fabricar bálsamo... La mayoría debe
contentarse con ser como si no hubiese existido y sub-
sistir en el libro de Dios, no en la memoria de los
hombres. Veintisiete nombres forman toda la historia
de los tiempos que preceden al diluvio, y todos los
nombres conservados basta hoy no constituyen en
junto un solo siglo de vivos. El número de muertos
excede con mucho á cuanto vive; lo que ha vivido el
mundo supera con mucho á lo que le queda. por vivir,
y cada hora aumenta ese número creciente que ape-
nas se detiene un solo momento ... Por otra parte, el
olvido arrebata á la memoria una grao parte de unes-

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346 HISTORIA DE LA Ll1'ERATURA INGLESA

tro ser, aun durante la vida; recordamos débilmente


nuestras bonanzas, y lr.s aflicciones más punzantes
sólo nos dejan efímeras cicatrices. La sensibilidad no
soporta nada extremo, y las penas nos destruyen ó se
destruyen ... Ignoramos nuestros males futuros y olvi-
damos nuestros males pasados, por una previsión mi-
sericordiosa de la naturaleza, que as! nos permite di-
gerir nuestra mezcla de cortos y malos días, y que,
librando á nuestros sentidos de lacerantes recuerdos,
deja á nuestras sangrientas llagas tiempo de cerrarse
y de curarse. • De modo que por todas partes nos ro-
dea y estrecha la muerte. ·Es la Lucina de la vida, y
puesto que el sueno, su hermano, nos asedia diaria-
mente con sus fúnebres avisos, puesto que el tiempo,
que envejece de suyo, nos veda esperar una gran du·
ración, la diuturnidad es un sueno y una loca espe·
ranza.•
Be ahi palabras casi de poeta, y esa imaginación
de poeta es precisamente la que le impulsa hacia ade-
lante en el dominio cientifico (1). En presencia de las
producciones naturales, se agolpan en su mente las
conjeturas y las asociaciones; palpa en derredor,
proponiendo explicaciones, ensayando experimentos,
extendiendo sus adivinaciones como otras tantas an-
tenas flexibles y temblorosas á los cuatro puntos del
universo, á las más lejanas regiones de la fanta-sia y
de la verdad. Mirando las costras arborescentes y fo-
liáceas que se forman en la superficie de los licores
cuando se congelan, se pregunta si no es una resu·
rre.cción de las esencias vegetales disueltas en el li·
quido. A la vista de la sangro ó de la leche cuando se

(1) Consúltese Mihand, estudio sobre sir Tomás Browne,


Deu:~e·Mondes, 1858.
Rtvuc des

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POR H. TAil\E 347
cuajan, inquiere si no hay alll algo análogo á la for·
mación del ave en el huevo ó á esa coagulación del
caos que produjo nuestro mundo. En presencia de la
fuerza impalpable que congela los líquidos, se pre-
gunta si las apoplejlas y las cataratas no son obra de
un poder semejante y no indican también la presencia
de un esplritu congelador. Es como un artista ante la
naturaleza, como un escritor en presencia de uua cara
viva, que nota cada facción y cada movimiento fisio -
uómico para llegar á adivinar las pasiones y el carác-
ter Intimo, que corrige y desecha sin cesar sus inter-
pretaciones, agitado por la idea de las fuerzas invisi-
bles que obran bajo la envoltura visible. Toda la Edad
llfedia y la antigüedad, con sus teorlas y sus imagina-
ciones, platonismo, cabala, teologla cristiana, formas
sustanciales de Aristóteles, formas especificas de la
alquimia, todas las especulacion< s humanas, compli-
cadas y transformadas unas en otras, se encuentran á
la vez en su cabeza para abrirle vistas a ese mundo
desconocido. El cúmulo, el hacinamiento, la confu-
sión, la fermentación y la ebullición interior envuelta
l
en vapores y surcada de relámpagos, la obstrucción
tumultuosa de su imaginación y de su espiritu, le opri-
men y agitan. Su curiosidad, sobreexcitada por la
expectación y la emoción, a todo se aferra : á propó-
sito del hecho más insignificante, de lo más especial,
de lo más arcaico, de lo más quimérico, concibe una
serie complicada de investigaciones, calculando cómo
el arca pudo contener todas las criaturas con su pro-
visión de alimentos ; cómo dispuso Perpwna á. los in-
vitados en su festln, para. poder herir a Sertorio, su
huésped; qué árboles pudieron crecer á orillas del
Aqueronte, suponiendo que los hubiese; si las plan-
dones al tresbolillo no tienen su origen en el pamfso

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348 HISTORIA DE LA UTERATUHA INGLESA

terrenal, y si los números y las figuras geométricas


contenidas en ellosn.nge no se encuentran en todos los
productos de la naturaleza y del arte. Se descubren
aqul la exuberancia y los extraflos caprichos de una
vegetación interior demasiado extensa y vigorosa.
Arqueologla, qulmica, historia, natun.Jeza, no hay
nada que no le interese hasta la pasión, que no haga
desbordarse su memoria y su inventiva, que no des-
pierte en él la idea de alguna fuerza, seguramente
admirable, quizá infinita. Pero lo que acaba de pin-
tarle, y lo que anuncia la aproximación de la ciencia
es que su imaginación se contrapesa á sí propia. Es
tan fecunda en dudas como en explicaciones. Si ve
las mil razones que impelen en un sentido, ve tam-
bién las mil razones que inclinan al contrario. En los
dos extremos del mismo hecho amontona hasta las nu-
bes, pero en pilas iguales, la masa de los argumentos
contradictorios. Hecha la conjetura, sabe que no es
más que una conjetura ; se detiene, acaba por un
qttizá, y aconseja la comprobación. Sus escritos no
son más que opiniones dadas como opiniones; aun el
principal es una refutación de los errores populares.
En resumen : formula cuestiones, sugiere explicacio-
nes y suspende las respuestas. Nada más, y es bas-
tante. Cuando la investigación es tan ardiente, cuando
recorre vlas tan múltiples, cuando procede de una
manera tan escrupulosa, el éxito es seguro : se está á
dos pasos de la verdad.

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POR H . TATNE 349

En ese cortejo de eruditos, de soñadores y de in·


vestigadores, aparece el más comprensivo, el más
sensato, el más innovador de los espíritus del siglo,
Francisco Bacon: espíritu amplio y brillante , uno d~:~
los más bellos de esa. generación poét!ca, y que, como
sus antecesores, se sintió inclinado naturalm ente á
envolver sus ideas en el más magnífico atavío; en esa
edad no parecia completo un pensamiento sino cuando
habla tomado un cuerpo y un color. Pero lo que dis-
tingue á éste de los otros es que en él la imagen no
hace más que concent rar la meditación. Ha reflexio-
nado larg:tmente, ha grabado en si mismo todas las
partes y conexiones de su asunto, le posee; y enton-
ces, en vez de exponer esa concepción tan nutrida en
una serie de razonamientos gra.dua{}os, la encierra en
unn. comparación tan expresi va, tan exacta, tan
transpa rente, que al través de la figura se ven todos
los pormenores de la idea, como un licor en un vaso
de cristal fino . Júzguese de su estilo por un solo ejem-
plo: cAsi como el agua, ora proveng a del rocío del
cielo ó de los mananti ales de la tierra, se desparr ama
y pierde en el suelo, á menos de recoger se en algún
receptác ulo donde por su unión pueda conser varse y
mantene rse, y por esa razón la. industria. del hombre
ha ideado y construido pilas, cañerlas, cisternas y es-
tanques , que los hombres asimismo acostum bran á

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350 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

adornar y embellecer, atendiendo á la pompa y mag-


nificencia al par que á la utilidad y á la necesidad;
asi también el saber, ora descienda de la inspiración
divina ó brote de la observación humana, pereceria y
se desvanecerla en el olvido, si no se conservase en
libros, en conferencias y en sitios como las universi-
dades, colegios y escuelas, destinados á su recepción
y fomento. • De ese modo piensa: por símbolos, no por
análisis; en vez de explicai' su idea, la transporta y la
traduce, y la traduce Integra, basta en sus mlnimos
pormenores, encerrándola toda en la majestad de un
periodo grandioso ó en la brevedad de una sentencia
enérgica. De ahl un estilo (1) de una riqueza, de una
gravedad y una fuerza admirables, ya solemne y si·
métrico, ya preciso y sutil, siempre esmerado y colo·
reado. No hay nada superior á su dicción t~n la prosa
inglesa.
De ahi también su manera de concebir las cosas. No
es un dialéctico como Hobbes ó Descartes, un hombre
hábil en alinear las ideas, en sacar las unas de las
otras, eu conducir al lector de lo simple á lo com-
puesto por toda la serie de los inter mediarios. Es un
productor de concepciones y de sentencias . Explorado
el asunto, nos dice: •Es tal; no toquéis á él por este
lado; hay que abordarle por este otro.• Nada más.
Ninguna prueba, ningún esfuerzo por convencer;
afirma, y con eso se satisface; piensa á la manera de
los artistas y de los poetas, y habla al modo de los
profetas y de los adivinos. Cogitata et visa: este titulo
de uno de sus libros podría ser el titulo de todas sus
obras. La más admirable, el Novt~m Organum, es una
serie di} aforismos, especies de decretos científicos,

(!) Véase sobro todo los Ensa¡¡os.

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POR R. TAlNE 351
como de un oráculo que prevé el porvenir y revela la
verdad. Y para que la semejanza sea completa, los
expresa en figuras poéticas, en abreviatur as enigmá-
ticas, · casi en versos sibilinos : Idola specti.s, Idola
t1·ibús, ldola fori, Idola tlieat1'i, todo ol mundo recuer-
da esos nombres extrallos que designan las cuatro es-
pecies de ilusiones á. que el hombre se halla someti-
do (1). No hay en Shakespea re y en los videntes con-
densaciones de pensamientos más enérgicas, más ex-
presivas, que mejor se asemejen á la inspiración; y
en Bacon las hay análogas por todas partes. En suma:
su procedimie nto es el de los creadores, no la argu-
mentación, sino la intuición. Después de hacer su pro-
visión de hechos, lo más vasta posible, sobre alguna
materia. inmensa, sobre alguna provincia entera del
esplritu, sobre toda la filosofía anterior, sobre el esta-
do general de las ciencias, sobre el poder y los limites
de la razón humana, arroja sobre todo eso una ojeada
de conjunto como una gran red, saca una idea uni- f
versal, encierra su idea en una máxima, y nos la en-
trega, diciendo: cComprobad y aprovechao s.•

VI

Nada más arriesgado, más expuesto á la pura. fan·


tasia, que ese modo de pensar, cuando no tiene por

(1) V. también en el Nov1tm Organttm, lib. 1 y n, los veinti·


siete géneros do ejemplos, con sus nombres metafóricos. In-
.~tantiae c1·ucis. divortii janttae, l11stantiae innttences, poly·
chrestae, 111agicae, etc. Véase, ademá!, Las Ge6rgicas del espt-
ritu, La Primera vendimia d• la inducción y otros títulos se·
mejantes.

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352 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA
- - --
freno el sano sentido instintivo y positivo. Bacon po·
see en el más alto grado ese sano sentido, esa especie
de adivinación natural, ese equilibrio estable de un
espíritu que gravita hacia la verdad constantemente,
como la ag·uja hacia el Norte. Tiene por excelencia el
espíritu práctico y basta utilitario, tal como se en con·
trará más tarde en Bentbam, tal y como el hábito de
los negocios va á imprimirle más profundamente cada
vez en los ingleses. A la edad do diez y seis aflos, en
la Universidad, le desagradó la filosofía de Aristóte-
les (1), y no porque tuviese en poco al autor-al con·
trario, le llamaba un gran genio-,sino porque le pare·
cla inútil para la vida, «incapaz de producir obras
que sirviesen al bienestar del hombre•. Se ve que des·
de un principio cayó sobre su idea matriz; de ahí de-
riva todo lo demás: el menosprecio de la filosofía an·
terior, la concepción de una filosofla diferente, la re-
forma entera de las ciencias por la indicación de un
1 objeto nuevo, por la definición de un método distinto,
1 por el anuncio de perspectivas inesperadas (2). No es
la especulación lo que le atrae, sino la aplicación.
Vuelve los ojos, no hacia el cielo, sino hacia la tierra;
no hacia las cosas •abstractas y vacías•, sino hacia
las cosas palpables y sólidas; no hacia las verdades
curiosas, sino hacia las verdades provechosas. Quiere
•mejorar la condición humana• , trnbajar por el bien-
estar del hombre•, •dotar á. la vida humana de nue·
vos inventos y nuevos recursos•, •proveer al género
humano de nuevos poderes y de nuevos instrumentos

(1) The Works of F rancis Bacon. London, 1824. Tomo vil,


p. 2, Biog•·afia latina, por Rawley.
(2} El admirable E•tu dio de lord i\lacaulay ha puesto en
claro este pnnto .- I'Jriticat ancl historical Essays, t. m.

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POR H. T.UNE 353
de acción•. Su misma filosofía no es más que un instru-
mento, o1·ganum, una esper.ie de máquina ó de palau-
ca construida para que el esplritu pueda levantar pe-
sos, romper barreras, hacer perforaciones, ejecutar
trabajos que hasta aqul eran superiores á. sus fuerzas.
A sus ojos cada ciencia particular, como la ciencia
toda, debe ser un útil. Invita á los matemáticos á de-
sistir de su geometrla pura, á no estudiar lo~ números
sino mirando á la fisica, á no buscar fórmulas sino
para calcular las cantidades reales y los movimientos
naturales. Recomienda á los moralistas que observen
el alma, las pasiones, los hábitos, las tentaciones, no
como ociosos, sino mirando á la curación ó atenuación
del vicio, y asigna por objeto á la ciencia de las cos-
tumbres las reformas de las costumbres. Para él, el ob-
jeto de una ciencia es siempre la fundación de un
arte, es decir, la producción de una cosa fecunda y
útil. Cuando quiere hacer sensible en una ficción el
carácter eficaz de su filosofla, describe en su Nueva
Atlántida, con una audacia de poeta y una exactitud
de adivino, las aplicaciones modernas y la org:miza-
ción presente de las ciencias: academias, observato-
rios, aerostatos, barcos submarinos, abonos de las tie-
rras, transformaciones de las especies, reviviscencias,
descubrimiento de los remedios, conservación de los
alimentos. As! dice su personaje principal: •el objeto
de nuestro Instituto es el descubrimiento de las cau-
sas y el conocimiento de la naturaleza Intima de las
fuerzas primordiales y de los principios de las cosas,
con la mira de extender los limites del imperio del
hombre sobre la naturaleza entera y ejecutar todo lo
que es.posible•. Y ese posible es el infinito.
¿De dónde proviene esa idea tan grande y tan jus-
ta? Claro es que, para alcanzarla, l!e han necesitado
23

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354 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA
·- - -
recto juicio y también genio; pero ni recto juicio n¡
genio han faltado á los hombres. Mc\s de uno ha ha-
bido que, observando como Bacon los progresos de
las industrias particulares, pudo concebir, como él, la
industria universal, y deducir de ciertas mejoras limi·
tadas la mejora sin limites. Aqui es donde se maní·
fiesta el poder de las iufiuencias ambientes. El hombre
cree hacerlo todo por la fuerza de su pensamiento
personal, y no hace nada. sino merced al concurso de
los pensamientos circunstantes; se figura seguir la
débil voz que habla dentro de él, y no la oye sino
por que la refuerzan mil voces zumban tesé imperiosas
que, procedentes de todas las circunstancias inmedia-
tas ó lejanas, vienen á confundirse con ella vibrando
al unisono. Las más de las veces la ha oido, como Ba-
con, desde el primer despertar de su reflexión; pero
la voz se ha desvanecido entre los sonidos contrarios
que de fuera venian á apagarla. Esa confianza en la
dilatación infinita del poder humano, esa gloriosa
idea de la conquista universal de la naturaleza, esa
firme esperanza en el aumento continuo del bi3nestar
y de la felicidad, ¿creéis que hu biese podido germinar,
crecer, llenar todo un esplritu, y desde ah! arraigar·
se, propagarse y desplegarse en las inteligencias in·
mediatas, en una época de desaliento y de decaden·
cía, cuando se crela próximo el fin del mundo, cuando
se amontonaban las ruinas en torno del hombre, cuan-
do el misticismo cristiano, como en los primeros si·
glos, ó cuando la tiranla eclesiástica, como en el si-
glo_:nv, le demostraban su impoten.::ia pervirtiendo
su inventiva ó aniqu.ilando su libertad? Nada más
lejos: tales esperanzas debla.n parecer entonces rebe·
liones del orgullo ó sugestiones de la carne. Eso pare·
ciaron, y los últimos representantes de la ciencia

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POR H . TAINE a5o
antig ua, como los primeros representantes de ht
cien -
cia moderna, fueron deste rrados ó enca rcelados,
ase-
sinados ó quemados. Para. que una idea se de~a rroll
e,
es menester que esté en armonla con la civilizaci
ón
que la. rodea; para que el hombre espere el impe
rio
de las cosas y trabaje en refundir su condición
, es
menester que por doquiera haya. empezado la mejo
ra,
que á su alrededor crezcan las industria s, se acum
u-
len los conocimientos y se desplieguen las bellas
artes;
que cien mil testimonios irrecusables veng an á
ofre-
cerle de continuo la prue ba de su fuerza y la
certi-
dum bre de su progreso.
cEl viril parto del siglo (1)•, este titulo que Baco
n
da á su obra, es el verd adero. Todo el siglo, en
efec-
to, ha coop erado á ella, y se cierra. con esa crea
ción.
La conciencia del poder y de la prosperidad hum
ana
ha. suministrado al Renacimiento su prim er reso
rte,
su tipo ideal, su mate ria poét ica., su cará cter prop
io,
y ahor a le sumi nistr a su expresión definitiva, su
doc-
trina. cientlf!ca y su objeto final.
Añáda-se á esto su método. Porq ue, senalado el
tér·
mino de un viaje, queda. designado el camino; cuan
do
el punto de llegada es nuevo, nueva es la vla
para.
llega r á él, y la ciencia, al cambiar de objetivo,
cam -
bia de procedimiento. Mientras se limitaba á. satis
facer
la curiosidad ociosa, á deparar peropectivas, á
deseo·
volver una especie de ópera. en los cer ebros espe
cula-
tivos, podl a lanz arse en un momento á las abstracc
io·
nes y distinciones metaflsicas: le bast aba con desfl
orar
la experiencia, y salla al punto de ese dominio
para
llega r en seguida á las pala bras altisonan tes, á
las en·
tidades, al principio de individuación, á las caus
as

(1) Tempori! partu s tltalr ulu$,

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B56 HISTORIA DE LA LITERATUR A INGLESA

finales . No necesitaba más que semipruebas; en el


foudo, no se ocupaba. de comprobar una verdad, sino
de arrancar ltna convicción, y su instrumento, el silo-
gismo, sólo servla para las refutaciones, no para los
descubrimientos; tomaba las leyes generales por punto
de partida en vez de tomarlas por punto de término;
en vez de ir en su busca, las suponla hallada!.; ser vfa
en las escuelas, no en la naturaleza , y formaba dispu-
tadores, no inventores. Cuando una ciencia tiene por
objetivo un arte, cuando el hombre estudia para obrar,
todo se invierte, por que no se obra sin un conocimiento
indudable y preciso. Para emplear fuerzas, hay que
medirlas y. comprobarlas; para construir una casa,
h ay que saber con exactitud la resistencia de las vi-
gas, ó la casa se hunde; para curar á un enfermo, hay
que saber con certidumbre la acción de un remedio, ó
el enfermo se muere. La práctica impone á la ciencia
la certidumbre y la exactitud, porque ht práctica es
imposible cuando no tiene por apoyo más que conjetu-
ras y aproximaciones. ¿Cómo salir de fas aproxima-
ciones y de las conjeturas? ¿Cómo introducir en h~
ciencia la solidez y la precisión? Hay que imitar aque-
llos casos en que la ciencia, aplicándose á la práctica,
se ha mostrado precisa y sólid<t, y eso¡¡ casos son las
industrias. Hay que hacer lo que en las industrias: ob·
servar, ensayar, tantear, comprobar; tener fijo el es-
pfritu •en cosas sensibles y particul<trcs•; uo av¡\nza.r
hacia las reglas generales !lino paso A P<\' Oj ci)O anti-
ciparse» á la experiencia, sino seguirla; no suponet· la
naturaleza , sino •interpreta rla•. Para cada efecto
general, como el calor, la blancura, la dureza, la
liquidez, hay que buscar una condición general, de
forma y modo que, produciendo la condición, se pueda
producir el efecto.

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POR H. TAI NE 357
Y para eso hay que extrae r la condición, •mediante
las convenientes separaciones y exclusiones•, del mon-
tón de hechos en que yace sepult ada; hay que hacer
In lista de los casos en que falta el efecto, la lista de
los casos en que el efecto se presen ta, la lista de los
casos en que el efecto se muest ra en grados dife-
rentes, á fin de aislar y despejar la condición que le
produce (1). Entonces aparec erán, no los axiomas uni-
versal es inútiles, sino •los axiomas medios eficaces•,
verdad eras leyes de donde se podrán sacar obras, y
que son fuentes de poder en el mismo grado que
fuentes de luz (2). Bacon describe y predice aqul la
cienci a y la industria moder na, su correspondencia,
su método, sus recursos, su principio, y hoy aún,
después de dos siglos, á él vamos <Í busc:u la teo-
rlu. de lo que intentamos y de lo que hacemos.
Fuera de ese gran punto de vista, no descubrió
nada. Cowley, uno de sus admir adores, decla con ra-
zón que, á ejemp lo de i\loisés en el monte Pisgah, fué
el primero que anunció la tierra prometida; pero con
no menor razón hubiera podido aiiadir que se detuvo
en el umbral, como Moisés. Indicó el camino , y no le
recorrió; enseiió á descubrir las leyes natura les, y no
descubrió ningun a ley natura l. Su definición del calor
es toscamente imperf ecta. SLl historia natura l está
plagad a de explicaciones quiméricas (3). Al modo de
los poetas, puebla la natura leza de instintos y de in·
clinaciones; atribu ye á los cuerpos una verdad era. vo-
racidad; al aire una. especie de sed por la. luz, los so·
nidos, los olores y los vapore s que absorbo; á los me-

{1) Nouurn Or!Jcmum, lib. 11, 15 y 16.


l2¡ lbid. , lib. r, 1 y 3.
(3) Nnl.urnt llutory , 800, 24, cte. Do il"gmenti.,, lib. 111, 1.

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358 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

tales una especie de precipitación por incorporarse á


las aguas fuertes. Explica la duración de las burbu-
jas de aire que flotan en la superficie de los llquidos,
suponiendo que el aire tiene poco ó ningún apetito
por las alturas. Ve en cada cualidad, en la gravedad,
en la ductilidad, en la dureza., una esencia distinta.
que tiene su causa particular; de suer te que, cuando
se conozca. la causa de cada cualidad del oro, se po·
drá.n reunir todas esas causas y hacer oro. En resolu-
ción: con los alquimistas, con Paracelso y Gilbert,
con el mismo Keplero, con todos los esp!ritus de su
tiempo, hombres de imaginación y educados en Aris-
tóteles, se representa la naturaleza como un com-
puesto de energ!as secretas y vivas, de fuerzas inex-
plicables y primordiales, de esencias distinta$ é in-
descomponibles, destinada cada una, por la voluntad
del Creador, á. la producción de un efecto distinto.
Poco falta para que no vea en todo eso almas dota-
das de repulsiones sordas y de inclinaciones ocultas,
que aspiran ó se resisten á ciertas direcciones, á cier·
tas mixturas, á ciertas habitaciones. Por eso tam-
bién, en sus investigaciones, todo lo confunde en
un montón, propiedades vegetativas y medicinales,
mecánicas y curativas (1), f!sicas y morales, sin
considerar las más complejas como dependencias de
las más simples, sino, al contrario, mirando cada
una en si, y tomada aparte, como un ser irreductible
é independiente. Aferrados á este error, los pensado·
res de la época se agitan sin dar un paso. Ven perfec·
tamente con .Bacon el campo de los descubrimientos,
pero no pueden penetrar en él. Les falto. un•' idea, y,

(1) Véasc :'i esto propósito casi todos los escritos do Bacon y
especialmente s u historia natural.

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POR H. TAINE 859
por falta de esa idea, no avanzan. La forma de espl-
ritu, que hace poco era una palanca, ahora es un obs-
táculo; es menester que cambie para que el obstáculo
desaparezc a. Porque las ideas grandes y eficaces no
nacen á voluntad ni á la ventura, por el esfuerzo de
un individuo ó por la casualidad de un hallazgo. Como
las literaturas y las religiones, los métodos y las filo-
soCias surgen del espíritu del siglo, y del esplritu del
siglo dimana su impotencia lo mismo que su poder.
Tal estado de la inteligencia pública excluye tal gé-
nero de literatura ; y tal otro estado de la inteligencia
pública excluye tal concepción cientlfl.ca. Cuando eso
sucede, por mucho que se afanen los escritores y los
pensadores, aborta el género, y no aparece la concep-
ción. Inútil es que den vueltas, tratando de levantar
el peso que los detiene; algo más poderoso que ellos
enerva sus manos y frustra sus tentativas. Es preciso
que el eje central de la enorme rueda á cuyo impulso
giran todas las cosas humanas avance el espacio de
un diente, y que á favor de su movimiento se muf!va
todo. El eje gira en este instante y da comienzo una
revolución de la gran rueda, acarreando una nueva
concepción de la naturaleza , y, por consiguiente, la
parte de método que faltaba. A los adivinadores, á los
creadores, á los espíritus comprensivos y apasionados
que abarcaban los objetos en conjunto y por masas,
han sucedido los esplritus discursivos, los metódicos,
los ordenadores de razonamientos graduados y claros,
que, disponiendo las ideas en series continuas, condu-
cen insensiblemente al oyente de lo má~ sencillo á lo
más complicado por transiciones fáciles y enlazadas.
Descartes ha reemplazado á Bacon ; la edad clásica
acaba de borrar el Renacimiento; la poesla y la gran
imaginación retroceden ante la retórica, la elocuencia

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360 HISTORIA DE LA LITERATURA INGLESA

y el análisi!l. Con esa transformación del esplritu se


transforman las ideas. Todo se seca y simplifica. El
universo, á imitación de lo demás, se reduce á dos ó
tres nociones, y la concepción de la naturaleza, que
era poética, se hace mecánica. En vez de almas, de
fuerzas vivas, de repugnancias y apetitos, se ven po-
leas, palancas y choques. El mundo, que parecía una
aglomeración de poderes instintivos, no parece ya mfls
que una mAquiua de rodajes engranados. En el fondo
de esta suposición aventurada yace una gran verdad
cierta, y es: que hay una escala do hechos, unos muy
complicados en el remate, ott·os muy sencillos al pie,
y que los de arriba tienen su causa en los de abajo;
de suerte que los inferiores explican los superiores, y
asf, en las leyes del movimiento hay que buscar las
primeras leyes de las cosas. Se buscan, y Galileo las
encuentra; en adelante la obra del Renacimiento, tras-
pasando el punto extremo adonde Bacon la impulsó y
la dejó, puede extenderse por ~~ sola, y va á ex ten·
derse hasta el infinito.

,.

FIN

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ÍNDTC E

DEDICATORIA ......... .... ... ....... .. ........ .. ... . . 1


I ntroducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3
l. -Los docnmontos históricos no son más que indicios
por medio do los cuales ha y quo reconstru ir el indi-
viduo visible. .......... . ......... ... . . .. ......... 4
II.-EI hombre corporal y visible no os m is qu~ un iu-
dir.io por modio del cual debe estuJiarsa el h(lmbrc
interior é invistble ......... ..... ..... ...... ... .... 9
II!. - Los estados y las operacion es del hombro interior
é invisible reconocen por causa ciertas maneras ~e­
ncrales de pensar y de sentir. . . ... ..... . ...... . ... 13
I V.-Principalos formas do pensamie ntos)' sontimien·
tos.-Sus afectos históricos. ......... ...... . .... .. . lü
V.-Lns tres fuerzas primordi ales: la raza, el medio y
el momento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20
VI.-Có mo se distribuv en los efectos do una causn pri -
mordial. - Oomunidad do los elomontos.-Comp osi-
ci6ndo lo~ grapos. -Loy de las dependencias mutuas.
-Lor de las influencias proporc ionalas. ........... 30
VII. - Loy de formactón do un grupo.- Ejemplos é indi-
ca•:iones. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35
VIII.-Pro bloma general : porvenir de la historia. -

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362 iNDICE

Métod opsicológico.-Valorde lasliternturas - Obj e·


to de este libro... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 38

LI BRO PRIMERO

Los origen es.

CAPITULO PRIMERO.-Los sajones. ...... . ... . .. . .. . ... 43


0 AP. li.-Los normandos . . . .'{.. .. .·.......... .. . .... .. 105
CAP. III.- La nueva lengua . ... ,............. .. .. .. . . 179
" . ' 1/ ...-"
'): 1 'u 1 tO""'
'
LIBRO SEGUNDO

Et renacimiento.

CAPITULO PRIMERO -El renacimiento pagano ... . . .. , .. 261

'. ..
..
.
"' .) ...... ;
'
-
.. .. _ ....;~ ·.•

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COLECCiúN DE LIBROS ESCOGIDOS Á TRES PESETAS TOMO
l. Tols~oy, La .ilon .. u. Je 40. Cherbulie z, A.mo1·e~ fnigí-
Kreu tzer. les.
2 . Barbey d'Aurevilly, El Ca- 4l. .Heine, Memorias .
beciU... 42. F'erri, Anuopolu¡;ía cmni·
3. Tolstoy, Marido y mujer. na: .
4. Wagntr, Recuerdo s de mi 43. Ibseo, C•t• a de muñeen.
v1da. 4•L Goncou1·t , La E lisa .
5. Tolstoy, Dos generaciones. 45 . Lombro;9o. _Antropolo gía y
6. Goncuurt , Querida. pShJ.Uia,rta.
'7 . Tolstoy, El A horcado. 46. Deudot, Novelas del lu nes
8. Turgeueff, Humo. 47 . Turgueue ff, El Rey Lear de
9. Zola, L•s Voladas de Mé- la Eatcpn.
dan . 48 . TolstoJ, Los Cosacos.
10. Tolstoy, El PríncipeN ekbli 49. Sainte·ll~uve, Tres muje-
11 . Goncour t, Renata Maupe- r e~ .
rm. {)0 y ól . Zola, El N11turalismo
¡:¿, Darbey, El Dandismo . en tll teatro . ·
U! y 14. Daudet, Jack. 62. Tolstoy, hán el imbécil.
15. Tolstoy, .En el Cáucaso. :ia. lbsen, Loa Aparecido s.
16 . Turgenef f, N1d" de hidal- M. Balzac, Eugenia Grllndet.
gos . 5:>. Ram11lete ae cuentos .
17. Zo1a, Estudios literarios . 56 y 57. Rcuan, Memorta~ inti-
18 . l.)nerbulioz, Miss Ruvel. mtts.
19. ):{enán, Mt in rancia y mi 5~ . Caro, El Pesimism o en el
juventud . siglo XIX .
20. To,lst:>y, La Muerte. 59. Daudet, Cartas de mi mo-
21. Goncourt , Germinia La- lino.
certeux. 60. Turguene ff, Un de espendo
22. Daudet, La Evangeli sta. 61. Goncoun , La Fauatln.
2a. Zola, La Novela experi- 62. Bal~ac, Papa Goriot.
mental. 63. Tolstoy, El Cauto del cisne
24 . Flaubert , Un corazón sen- 64. Coppée, Un idilio.
cillo. o:>. Cat·o, El Suicin1o y la civi-
2:>. Turguene fl', El Judío. lizaeión .
26. Cberbulie z , La Tema de 66. Taine, F•looofía del arte.
Juan Tozudo. G'7 y 6~ . Zola, Los Novelistas
27. Stuart Mili, Mis memorias. ntttumiista~ .
:.l8 y :.!9. Macaulay , Estudios 60. Camponm or, Ternt zas y
Jurídicos . fiotes.-A yes del alma
ao. Zola, MIS odios. -l7ábu.a s.
31. Dostoyu.s ky , La Casa de 70. Sofía Gay, Salones céle-
los muertos. bres.
32. Zol11, Nuevos estudios li te· 71. TolstoJ, El Camino de ¡,.
rarios. vida.
3a. Dostoyus ky, La Novela del 'i2. Lombroao, El Hipnotism o.
presídlv . 'l:l. Ferri, Nuevos estudios '.le
34. Tolstoy, El Sitio de Se bas- antropolo gía.
to poi. 'l4. Taine, La Pintura. en loa
35. Zola, Estudios críticos. Países Bajos.
3ó 1 37. Campe, Historia de '75. Tolstoy, Pl•ceres viciosos .
América. 'i6. B11lzac, Ursula M•rouet.
:.lS. Daudet, El Sitio de Parla. '77. •rolstoy, Rl Dinero y el t ra·
S9. Asensio, Pinzón . baj o.

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78. Schopenhauer, Bs~ud i os 118. Tolatoy, Mi infancia.
e3cogidos . 114. Aruold, La crítica en la
79 . Oampoamor,D~lorasy bu . actualidad.
m:¡radas. 115. TolstoyJ, Fisiología Je la
80. TurguAneff, Primer amor. guerra.
81. Tolstoy, El Trabajo. 116. Vurios autores, Cuúnloa
82. Te&oro de cuentos. oscogidos.
83. Lombroso,Aplicaciones ju- 11'7 o Tolstoy, La Escuela Yas
diciales y médicas. naia Poliana.
8{. Sardou, La Perla negra . 118. P. Merimée, Colomba
85. Tolstoy, Mi confesión. 119. lbsen, La Dama del mar y
86 y 87. Zola, El Doctor Pas- Un enemigo del pueblo.
cual. 120. Barbey, Lus Diabólicas.
88. Kropotkin, La Conquista 121. Gau~ier, Nerval y Baude-
del pan. laire.
89. Turgueneff, Aguas prima- 122. Saiote-Beuve, Retratos de
Terales. mujeres.
90. Tolstoy, Los Hambrientos 123. Tu"g uenef, El Reloj.
91. Cherbuliez, Pauhi Meré. 124. Barbey d 'Arevilly, Una
92. Ferrán, Obras completas. historia sin nombre .
93. Cberbuliez, Meta Holdenis 125. Daudet, Cuentos y fanta-
94. Tolstoy, ¿Qué hacer? sins.
95. ltiem. Lo que debe hacerse 126. Tolatoy, Mi juventud.
96. 'l"aine, El Arte en Grecia. 127. Caro, Littré !Y el positi-
97. Turgueneff, Demetrio Ru- vismo.
din. 128. ZolA, Los Hombros de la
9.3. Gnutier, Las Bombas pru • marquesa.
eianft!l. 129. Goncourt, La Señora Ger-
99. Lubbock, Ln Vida dichosa . vaisa!s.
100. Daudet, 'l'nrtarín en los 130. Baudeht.i re, Los Paraísos
Alpes. artific¡nles .
101. Taine, El Ideal en el arte. 131. D'Aurevilly, La Hechizada
102. Caro, Costumbres litera- 132. Gautier, Madama de Girar·
rias. din y Balzac.
103. Taine. Nápoles. 133. Merimée. Mis perlas.
104 y 105. Idem, Roma. 134. Tcheng-Ki-Ton~, La Cbi·
106. Idem, Florencia. na contemporánea.
107. Idem, Venecia. 135. Lombroso, U! timos pro'trt·
108. Tdem, Mi•án. sos <te la Antropología.
109. Tutle, Estudios penales y 136. Stendh al, El Amor.
nociales. 137. 'l'urgueneff, Padres é hijos
110. Darbey d' Aurevilly, Ven. 138. S te u d ha 1, Curio&idades
ganzn de un~i mujer . amatorias .
111. Balzac, César Birottea u . 139. 1'urgueoeff, La Guillotina.
112. Idem, La Quiebra de Cé- . 14.0. Caro, El Derecho y la fuerza
sar Birotteau. 1

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