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Maestra Titular: Lic. Roxana Arizaí Polanco Rodríguez.

Materia: Terapia de Juego II

Cuentos que se Hacen Realidad.

“Por eso es bueno portarse bien…”

Terapia Narrativa para

niños con Problemas de Conducta

Instituto Universitario de Ciencias y Humanidades.

Alumno:
Jorge Alberto Chavira Barragán.
Matrícula 620589.
Cuentos que se hacen realidad.
Por eso es bueno portarse bien…
Instrucciones para adaptar el cuento. -
1.- La narración es aplicable a niño o niña, que esté desplegando mala conducta.
2.- Se propone este cuento para niños con una edad de entre 9 y 10 años de
edad y niñas hasta de 9 años, máximo.
3.- Tiene los elementos básicos con los que se pretende lograr fijar una moraleja
en el niño(a)-problema, sin llegar a infundirles terror; el presente cuento se puede
extender o disminuir según la respuesta del menor: si demuestra inclinación a modificar
positivamente su conducta o se muestra reticente a ello, inclusive si el niño o niña tiene
una postura de indiferencia cuando se le está narrando la historia. Es importante tomar en
cuenta el lenguaje corporal del niñ@.
4.- Lo eminentemente básico del cuento está plasmado en diapositivas de la
aplicación de PowerPoint para Windows, que se anexa a esta narrativa, se les puede
añadir efectos, elementos, imágenes, enlaces para video. El trabajo del terapeuta no está
constreñido a la historia y la presentación, lo puede variar según sea su estilo personal,
pero, sobre todo, el efecto observable que vaya causando en el menor.

Cuentos que se hacen realidad.


Por eso es bueno portarse bien…
Costó mucho trabajo y muchas juntas de padres de familia; el interminable
número de reuniones parecían no tener fin: se intentaba lograr fundar una escuela donde
asistieran los niños y niñas, sin distinción de si eran altos o bajitos, de piel morena o
blanca, si provenían de pueblitos o grandes ciudades, y también si podían o no caminar…
¡Ah, se me olvidaba! También podrían ingresar niños y niñas que no pudieran escuchar o
ver. Sí, todos los niños y niñas podían asistir a una escuela bonita, donde todos
convivieran y aprendieran cosas nuevas, que sus clases se las impartieran maestros y
maestras que fueran amables y cariñosos con todos; que los alumnos no tuvieran
dificultad de subir y bajar o de llegar a su salón, o de pasar el tiempo de recreo donde
corrieran peligro.

Todo se logró bien al cabo de un tiempo y la escuela se construyó, los padres de


familia, maestros y directivos estaban contentos y felices, acudieron a inscribir a sus hijos
y desde el primer día de clases los alumnos estarían alegres todo el tiempo: tomaban sus
clases, salían a los recreos intermedios, se les demostró que no había diferencias entre
ellos, así fueran rubios o morenos, si tenían que usar muletas o silla de ruedas, si era
necesario que maestros y profesoras muy comprensivos les enseñaran a los niños y niñas
que no podían escuchar, hablar o no podían ver; todos los niños llegaron a comprender
que nada de eso los hacía menos valiosos; los profesores y maestras les habían
enseñado con muchos ejemplos y con mucho cariño que los niños son niños y merecen
ser felices, aprender muchas cosas y que esto llevaba un esfuerzo de ellos y de sus
maestros, que compartirían, sin tener problemas, salones, patios de recreo, los espacios
para las clases de deportes y los salones audiovisuales; pero compartirían algo realmente
valioso: su amistad, su unión, ya que no solo eran alumnitos, ¡eran amigos!

¡Las clases, los recreos, los concursos, los talleres de teatro, de pintura y de
deportes eran fabulosos! Todo marchaba de maravilla, los alumnos de esta escuela no
deseaban que hubiera tiempos de vacaciones que interrumpiera estar juntos en esa
maravillosa escuela, porque durante esas vacaciones, sus papás se los llevaban a otras
partes ¡dejaban de pasarla bien entre ellos mismos! Se extrañaban mucho. Pero sabían
que una vez terminadas las vacacioncitas, se volverían a reunir y a estar juntos en el
salón, durante los recreos y durante todas las actividades.

Las cosas marchaban muy bien; sí, hasta que un día llegó un alumn@ nuevo. Se
inició el ciclo escolar, pero los papás de ese niñ@ se enteraron de esa maravillosa
escuela en la que los niños eran felices, se procuraban y les gustaba pasar todas las
clases juntos. Visitaron la escuela y muy animados alcanzaron a inscribir a su hij@ a buen
tiempo para que iniciara el ciclo escolar, deseando de todo corazón que conociera a todos
estos nuevos niños y niñas amables, amigables, cooperadores, estudiosos y aplicados
que disfrutaban tanto de estar juntos.
Este(a) nuevo(a) alumnito(a) tenía una carita de ángel, de esos que parecen no
romper ni un plato, bueno, ni un lápiz o una hoja del cuaderno… Los maestros y
profesoras notaron que era inteligente; al principio, cumplía con todos los deberes: llegaba
con puntualidad, no se salía del salón sin permiso, levantaba la mano para participar, no
se distraía en clase. Sin embargo, a las tres o cuatro semanas, las cosas comenzaron
bruscamente a cambiar: profesores y maestras notaban que los otros niños se
comportaban diferente: la sonrisa había abandonado sus ojos, ya no estaban alegres, ya
no eran bulliciosos y juguetones durante los recreos y dentro del salón no participaban, no
preguntaban a pesar de la insistencia de los profesores y profesoras preguntándoles si
deseaban que algo se les explicara mejor; se les veía serios, muy serios; pero había algo
más: todos se apartaban notablemente del (de la) nuevo(a) alumnito(a), que de todos
podían ver que al salir al receso de las clases, los niños y niñas salían en grupos, muy
unidos, de a cinco o seis, unos ayudaban a los que estaban en sillas de ruedas y otros
ayudaban a aquellos que no podían ver; en los patios, espacios de deporte y calzadas
esos grupos de niños y niñas rodeaban a dos o tres más, así como en la naturaleza unos
animalitos protegen a sus pequeños de las fieras poniéndolos al centro de la manada, eso
parecía… ¡y de eso se trataba! ¡Definitivamente unos niños protegían a otros!

Pero, ¿de quién protegían unos niños a otros? Todavía no la habían averiguado.
Pronto lo harían. Realizaron los maestros y profesores una reunión en secreto, una vez
que habían terminado todas las clases y todos las niñas y niños habían sido recogidos por
sus papás o sus mamás, ya en la tardecita antes de que se ocultara el sol; en esa junta
acordaron que sería la maestra Elena la encargada de encontrar la razón por la que las
niñas y los niños se alejaban del alumnito(a) nuevo(a).
Al día siguiente, la maestra Elena se dio a la tarea de preguntar a las niñas,
primero, y en seguida a un grupito de niños, de quienes ella tenía toda la seguridad que le
dirían lo que estaba pasando. De todas maneras, todas las maestras y todos los
profesores ya notaban que el (la) alumnito(a) faltaba a la escuela, que se distraía en
clase, que pedía salir al baño y no volvía al salón en muuuuucho tiempo; también se
había percatado que no respondía cuando se le preguntaba algo; uno de los profesores lo
sorprendió haciéndole muecas y sacándole la lengua, pero decidió en ese momento no
llamarle la atención frente al grupo de los otros niños y niñas para no hacerle sentir mal
¡vaya que si los maestros y profesoras les tenían consideración a los peques en esa
escuela! Pues bien, las niñas y los niños con quienes platicó la maestra Elena, le
informaron que el(la) nuevo(a) alumnito(a) se portaba mal con ellos, sobre todo con los
más pequeños o los más débiles, su agresión era grande contra los que no podían
caminar, ver u oír; a otros los obligaba a hacerles sus tareas y hasta tenían que hacer los
exámenes por él, de lo contrario, los golpeaba, los arañaba o les escupía. Durante los
recesos en las áreas de juego o descanso, de todas maneras, buscaba una víctima: si era
una niña le tiraba del cabello, le despeinaba y le ensuciaba con lodo su ropa; si se trataba
de niños, les entraba a los puñetazos, los insultaba, se burlaba de ellos diciéndoles cosas
feas y gritándoles. La maestra Elena por supuesto que les creyó. Solo tendría que hacer
dos cosas más.

Un día de clases vuelve a comenzar. La maestra Elena, se mantuvo escondida


pero disfrazada de Medusa, una mujer con apariencia de reina malvada, cuyos cabellos
eran serpientes tremendamente horrorosas; cuando se dio el momento de iniciar el receso
de clases y las niñas y niños salieron de sus salones, sin que el(la) nuevo(a) alumnito(a)
se diera cuenta, lo seguía y veía como maltrataba y se aprovechaba y amenazaba a los
demás y de todo cuanto hizo le tomó fotografías. De pronto el(la) nuevo(a) alumnito(a), se
dirigió solito(a) a los baños, obviamente que ninguno de los demás lo acompañarían
porque cuando los dejaba, descansaban de él(ella); al salir de los cuartos de los
sanitarios, en uno de los pasillos de la escuela que se encontraba solo, la maestra Elena
con su disfraz de Medusa, la reina malvada, lo intercepta y lo(la) sorprendió. En ese
momento y fingiendo la voz, lo acusó de ser un nuevo(a) alumnito(a) malo y
desconsiderado, aprovechado y abusador de sus compañeritos y compañeritas; también
le dijo que ella como reina malvada había hablado con sus padres y de ellos tenía el
permiso de castigarlo en sus sueños cada vez que le hiciera algo a uno de los niños o a
alguna de las niñas. el(la) nuevo(a) alumnito(a) prometió solemnemente no volver a dañar
a ninguno de sus compañeritos y tampoco a ninguna de las niñas, igualmente, prometió
disculparse con cada uno de ellos y ayudarles siempre en lo que necesitaran.
Pero ¿Qué creen? Ese día no cumplió sus promesas. Y los días se terminan
cuando se pone el sol; llega la noche y con ella la hora de dormir… pero el(la) nuevo(a)
alumnito(a) tuvo pesadillas: la reina malvada apareció en su sueño, lo seguía a donde
quiera que él fuera le repetía “castigo, castigo, castigo a los malvados, a los
aprovechados y abusones, castigo, castigo, castigo”; intempestivamente se despertó y ya
no pudo dormir más. Al día siguiente, el sol salió brillante, bonito, los pajarillos cantaban el
nuevo amanecer; el día era precioso, iba a ser buen día. El (la) nuevo(a) alumnito(a) fue
llevado por sus padres a la escuela sin dirigirle ni media palabra y ni tan solo una sonrisa:
sabían que no había comenzado a cumplir a lo que en el día anterior se comprometió y
por ello sintió un gran pesar, una honda tristeza y una tremenda soledad, todo ello tan
fuerte y tan profundo que se le saltaron las lágrimas. Entró a la escuela, y esperó a que
todos los demás niños y niñas estuvieran dentro del salón, pidió permiso a la maestra
Elena de pasar y de dirigirse a sus compañeros, niñas y niños, así fueran a quienes
hubiera dañado o no, y les pidió perdón, les prometió que jamás les volvería a molestar de
ninguna manera y que los ayudaría en todo lo que él pudiera hacer por ellos. Todas las
niñas y todos los niños se fueron levantando ordenadamente de sus lugares y fueron
hacia el(la) nuevo(a) alumnito(a), y uno a uno, lo abrazaron y le respondían que
aceptaban sus disculpas y que también a él(ella) lo iban a querer mucho.

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