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Organización

MATERIAL PARA
EL CURSO DE
FUNDAMENTOS
TEÓRICOS DE LAS
CIENCIAS
ECONÓMICAS
COMPILACIÓN BIBLIOGRÁFICA

FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS


UNIVERSIDAD DE SAN CARLOS DE GUATEMALA
Universidad de San Carlos de Guatemala 1
Facultad de Ciencias Económicas
Departamento de Área Común

PRIMERA UNIDAD

EL HOMBRE Y LA CULTURA
A. Leontiev
1.- DESARROLLO DE LA MATERIA INORGÁNICA

El desarrollo de la materia va íntimamente unido a la existencia del mundo en el tiempo. Tiene suma
importancia dilucidar si esa existencia esta relacionada con ciertas transformaciones irreversibles de la
materia en una sola dirección o bien si se efectúa en forma de renovaciones constantes con el retorno a los
puntos de partida. Hoy día la solución detallada de este problema resulta muy difícil, por la escasez de datos
concretos de que disponemos sobre el carácter del desarrollo de la materia en el universo. En la naturaleza
inorgánica la evolución transcurre con extraordinaria lentitud y los cambios cualitativos radicales se producen
de ordinario en inmensos períodos de tiempo. De ahí que las observaciones directas nos muestren no el
proceso general del desarrollo, sino “estados momentáneos” de objetos heterogéneos. Por esa razón
enjuiciar en este caso las leyes generales del desarrollo equivale a determinar el argumento de la película
guiándonos por algunos de sus cinegramas tomados al azar. Sin embargo, a veces, hasta esos cinegramas
dan cierta idea sobre los restantes eslabones del proceso. Es verdad que en la astronomía los cinegramas se
refieren a objetos diversos, y no a uno solo. Suponiendo, sin embargo, que las leyes del desarrollo son
únicas, cabe ver en lo aislado una manifestación de lo general, del mismo modo que la observación de
algunos árboles del bosque nos dan una idea general sobre el desarrollo del árbol en su conjunto. Se debe
evitar tan solo el unir a la misma cadena de hechos que, en realidad, caracterizan etapas de desarrollo de
objetos completamente heterogéneos. La solución del problema será tanto mejor cuanto más general sean
las leyes de desarrollo que se examinen. Por lo que se refiere a leyes más generales, se puede hacer ya
ciertas conclusiones.

El desarrollo, lo mismo que el movimiento, es ley general de la materia. La materia, independientemente del
estado en que se encuentre, bien en forma de nebulosa incandescente o en forma de estrellas, planetas u
otros cuerpos menores, siempre sufre cambios internos que determinan el desarrollo de los diversos
sistemas.

Más al observar los diferentes cambios, vemos que siempre representan el proceso directo del desarrollo. El
concepto de movimiento y cambio es más amplio que el concepto de desarrollo. Este es, fundamentalmente,
el movimiento progresivo y lógico por línea ascendente de los simple a lo complejo, de lo inferior a lo superior.
Los cambios que son regresivos y se producen por línea descendente, con la consecutiva desintegración del
sistema y su transformación en otras, formas, no pueden considerarse como desarrollo, por lo menos para el
sistema de que se trata. Respecto a otros sistemas tales cambios pueden ser premisa o condición de su
desarrollo, mientras que para el sistema en cuestión constituyen la fase de su extinción y aniquilamiento como
tal calidad. Por consiguiente, el movimiento como forma de existencia de la materia tiene una rama
ascendente y otra descendente. La rama ascendente representa el proceso del desarrollo, y la descendente,
la degradación y extinción.

En el mundo material existen tres grandes grupos de fenómenos que se diferencia cualitativamente entre sí:
1) fenómenos sociales; 2) fenómenos biológicos de la naturaleza viva, y 3) fenómenos de naturaleza
inorgánica. En cada uno de esos grupos imperan leyes específicas y, por consiguiente, son diferentes los
criterios relativos al progreso.
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En la sociedad, el desarrollo esta vinculado a un nivel cada vez más alto de fuerzas productivas, a un nuevo
tipo de relaciones de producción más en consonancia con las fuerzas productivas y con los intereses de las
masas populares, a la consecución de un nivel de vida material y cultural más y más elevado, al
perfeccionamiento de los medios de conocimiento científico y artístico de la realidad.

En la naturaleza viva, el desarrollo se manifiesta como un regular complicación de funciones de las especies,
orientada a una mejor adaptación de los organismos a las condiciones de existencia y a su reflejo multiforme
y diferenciado del mundo circundante. Así, en el mundo animal estarán en la etapa más alta de desarrollo las
especies que posean el sistema nervioso más perfecto y sean capaces de reflejar de forma múltiple y
diferenciada los diversos estímulos exteriores, es decir, aquellas que se han adaptado mejor a las condiciones
de su existencia. El desarrollo en el mundo animal va unido al perfeccionamiento de la capacidad de reflejar.
La propiedad de reflejar, propia de toda materia, parece dar origen a la vida, a la excitabilidad y, con la
aparición de organismos dotados de sistema nervioso, a la capacidad de sensación. El producto superior del
desarrollo de la materia es el cerebro humano, es capaz de reflejar ampliamente la realidad, tanto en
imágenes sensibles como en conceptos abstractos.

En la naturaleza inorgánica, las formas del desarrollo y los criterios por que hemos de regirnos son
completamente distintos. El concepto de progreso, en primer lugar, tan evidente en la sociedad en incluso en
la naturaleza viva, se hace en este caso sumamente impreciso. Observando las diversas transformaciones
de la materia –la conversión de una materia difusa en estrellas, y viceversa, la transformación de unas
partículas elementales en otras, etc.-, resulta difícil precisar cuál de estas formas es más progresiva. En
general, el concepto de progresivo no es aplicable a la inmensa mayoría de las transformaciones que se
operan en la naturaleza inorgánica. Únicamente tendrá validez con referencia a formas de desarrollo del
mundo inorgánico relacionadas con el paso de lo inanimado a lo vivo, es decir, a la aparición de la vida. Por
lo que se refiere al propio hecho del desarrollo de la materia inorgánica, está fuera de toda duda. Sería
imposible la aparición y el desarrollo del ser vicio si no existiese en la misma base de la materia la tendencia
inextinguible al autodesarrollo, a la formación espontánea de formas materiales y movimiento más y más
complejos. Esa tendencia es inherente tanto a las micropartículas como a los cuerpos microscópicos. Lo que
interesa es dilucidar en qué formas se manifiesta.

En la naturaleza, el desarrollo aparece como el tránsito de lo inferior a lo superior, cosa que en la mayoría de
los casos coincide con el tránsito de lo simple a lo complejo. Los conceptos de simple a inferior, complejo y
superior son muy similares, aunque sería erróneo identificarlos en todos los casos. Dichos conceptos no
tienen valor absoluto, sino relativo. Todo lo que es simple lo es únicamente con referencia a algo más
complejo y no por sí solo. De la misma manera, todo lo inferior tiene sentido sólo con respecto a algo superior
y más complejo. En la naturaleza no existen cuerpos absolutamente simples, como tampoco absolutamente
complejos. La naturaleza es eterna en el tiempo, y por ello cada objeto material es el resultado de una infinita
modificación anterior de la materia; al mismo tiempo, es el punto de partida para la sucesiva modificación
ilimitada. Considerando la eternidad es imposible determinar que cuerpo es sencillo y cuál es complejo. Para
hacerlo hay que tomar de la eternidad cierto lapso de tiempo y examinar los procesos en una región limitada
del espacio. En este caso, se califica de complejo un sistema material que, en principio, pueda
descomponerse en sus elementos integrantes o surgir de ellos en el proceso de su desarrollo histórico. Esos
elementos componentes serán más simples con relación al sistema. El grado de complejidad se deriva de la
relación genética de los cuerpos. Así, los cuerpos macroscópicos serán más complejos que las
micropartículas, ya que contienen las formas modificadas del movimiento de aquéllas y poseen, además,
propiedades que no tiene cada partícula por separado. Comparando los objetos por sus elementos
componentes homogéneos o por sus propiedades similares, podremos determinar el grado de complejidad de
casi todos los cuerpos conocidos. Constituyen una excepción tan sólo las partículas elementales y los
campos, ya que desconocemos sus estructuras y los objetos materiales que les anteceden en el desarrollo
histórico de la materia. En este caso cabe suponer, únicamente, el grado de complejidad, que, según
señalábamos antes, está posiblemente relacionada con la magnitud de la propia energía de las partículas.
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Al determinar el grado de complejidad hay que distinguir el grado objetivo de complejidad y la que se
manifiesta en el plano de la teoría del conocimiento. Si algún cuerpo, en el proceso de su con9cimiento, nos
parece más complejo, eso significa todavía que lo sea objetivamente. Por ejemplo, los átomos y las
partículas elementales nos parecen mucho más complejos que los cuerpos macroscópicos. Mas eso no
significa que en el plano del desarrollo histórico de la materia las partículas elementales sean más complejas
que los cuerpos macroscópicos. Mas eso no significa que en el plano del desarrollo histórico de la materia las
partículas elementales sean más complejas que los cuerpos macroscópicos. La aparente simplicidad de
estos últimos se debe a que no conocemos todas sus propiedades, sino tan sólo aquéllas que observamos
ordinariamente y que suponemos son las más importantes. Cuando nos habituamos a los cuerpos que nos
rodean, dejamos de pensar en los aspectos ocultos de los fenómenos. Pero si nos remontamos sobre la
fuerza de la costumbre y tratamos de pasar del aspecto exterior al estudio de la esencia íntima de dichos
objetos materiales, a la precisión de la naturaleza físico-química de sus propiedades, advertiremos que esos
cuerpos están muy lejos de ser tan simples como nos lo parecía. Para poderlos explicar desde todos los
puntos de vista tendríamos que recurrir a la teoría atómica y descubrir las peculiaridades de las uniones entre
las micropartículas de cada cuerpo. Si lo logramos, aunque sea parcialmente, sus propiedades nos
parecerán tan complejas como las propiedades de los micro objetos.

Conviene recordar que el curso del conocimiento no siempre coincide con el curso del desarrollo histórico de
los fenómenos. La evolución en la región del mundo que nos rodea ha seguido en los últimos miles de años
una línea de desarrollo de la materia cada vez más compleja, que va desde partículas elementales a los
átomos, y luego a las moléculas y cuerpos macroscópicos. Pero el desarrollo del conocimiento de la materia
ha seguido una trayectoria inversa: primero se conocieron a rasgos generales las propiedades de los cuerpos
macroscópicos; luego, la ciencia pasó al estudio de las moléculas y los átomos, y, hace muy poco, al de las
partículas elementales. Por lo tanto, lo lógico está a veces muy lejos de coincidir con lo histórico, y semejante
coincidencia no constituye una ley obligatoria.

En el mundo accesible a las mediciones modernas se conocen las dos formas más simples y más complejas
de la materia: la primera la tenemos en las partículas elementales y los campos; la segunda, en el cerebro
humano, que es producto de un largo desarrollo histórico. Tomemos las partículas elementales como “punto
cero” de partida en la supuesta escala de desarrollo de la materia, y el cerebro como el producto final de ese
desarrollo. En ese caso, las diferentes combinaciones de la materia se distribuirán en forma de una larga
escalera genética. En sus peldaños más altos se hallarán los objetos materiales que posean numerosos y
variados enlaces e interacciones y que, en virtud de ellos, se caracterizan por formas complejas de
movimiento. El desarrollo se verificaría por el paso de partículas elementales a átomos, luego a moléculas de
diversa complejidad, cuerpos macroscópicos y sustancia viva. Por consiguiente, el desarrollo se manifiesta
como complicación cada vez mayor de los enlaces e interacciones de las partículas, así como las formas de
materia a que ello da lugar. En este proceso, los cambios cuantitativos y cualitativos constituyen una unidad
orgánica. El aumento cuantitativo de las micropartículas hasta integrar moléculas y la formación entre ellas
de nuevos enlaces da lugar a transformaciones radicales cualitativas en la estructura de las moléculas y a la
formación de nuevas combinaciones químicas. Por ello, el grado de complejidad de los objetos materiales no
se determina sólo por sus aspectos cuantitativos, sino también y ante todo por su aspecto cualitativo, por el
carácter de las formas correspondientes del movimiento. Por ejemplo, la agrupación de las micropartículas
puede constituir un cuerpo cuya masa sobrepase en millones de veces la masa del cerebro humano, pero eso
no significa que sea más complejo que él.

En cualquier cuerpo inorgánico, por grande que sea su masa, hay tan sólo formas relativamente simples de
movimiento. La sustancia de ese cuerpo esta integrada por moléculas relativamente sencillas. Por el
contrario, el ser vicio, y tanto más el cerebro humano, están constituidos por moléculas albuminoideas que se
componen de millones de átomos. Los enlaces e interrelaciones entre las micropartículas de esas moléculas
son incomparablemente más complejos y variados que en las sencillas moléculas de la sustancia inorgánica.
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Al mismo tiempo hemos de tener en cuenta los multiformes enlaces que existen entre las propias moléculas
del ser vivo, sus células, etc. La acción de todos esos enlaces produce formas superiores de movimiento, que
aunque comprenden con un aspecto modificado formas relativamente más simples del movimiento de las
micropartículas, se diferencias cualitativamente de ellas.

Pero no todas las formas de movimientos de los cuerpos macroscópicos son más complejos que las formas
de movimiento de las micropartículas. El desplazamiento espacial de los cuerpos macroscópicos no es más
complejo que el de las micropartículas. Más bien ocurre lo contrario, que el movimiento de las micropartículas
en el espacio resulta mucho más complicado que el de los cuerpos macroscópicos. Esa mayor complejidad
se refleja en la teoría: el movimiento de las micropartículas se describe por las ecuaciones de la mecánica
cuántica, que comprende, como caso particular, las ecuaciones de la mecánica clásica, estas últimas
caracterizan el desplazamiento espacial de los cuerpos macroscópicos. En cambio, los cuerpos
macroscópicos pueden resultar más complejos que las micropartículas respecto de otras formas del
movimiento.

Así, pues, en su conjunto, el desarrollo de la materia inorgánica ofrece una complejidad cada vez mayor de
enlaces y formas de movimiento de los correspondientes objetos materiales; es en el propio proceso de
complejidad creciente de enlaces y formas de movimiento donde vemos el criterio objetivo más general para
juzgar acerca del desarrollo de la materia inorgánica.

La propiedad más importante de los objetos materiales es la tendencia a la complejidad, cuyas raíces se
pierden en la inagotable estructura de la materia. Las partículas elementales, los átomos, las moléculas, los
cristales, etc., son “nódulos” cualitativos que surgen en el proceso de su permanente autodesarrollo. No
sabemos si esa ley se refiere también a las propias partículas elementales, pues se desconocen las formas
de materia que las constituyen. Pero es muy posible que en las diferentes regiones del Universo se
produzcan procesos de formación de electrones, protones, neutrones y otras partículas, similares a los
conocidos procesos de transformación de las radiaciones en sustancia. Como es natural, esto no puede
aplicar a todo el Universo; tampoco se puede suponer un tiempo en el que no existieran partículas
elementales, y atribuyendo a éstas un origen posterior, en el proceso del desarrollo de la materia. El Universo
es infinito, y por ello la ausencia de esas formas de materia en una región no significa su ausencia en otras
regiones.

Por lo que se refiere a los átomos y a las moléculas, su aparición histórica es indudable. En las
profundidades estelares se producen reacciones de síntesis en las que el hidrógeno y el helio, en condiciones
especiales, dan lugar a elementos pesados. Las moléculas más simples comienzan a formarse ya en las
atmósferas estelares; debido a las bajas temperaturas de los planetas se producen reacciones de oxidación y
se formas diversas combinaciones de carbono y oxígeno con otros elementos, llegando a originarse los
cuerpos albuminoideos y la vida. Engels decía que la materia “llega a formas seres pensantes en virtud de su
propia naturaleza, y por ello ocurre inevitablemente siempre cuando se dan las condiciones correspondientes
(que no son obligatoriamente unas y las mismas en todas las partes)”.

El contenido interno del desarrollo es la lucha de los contrarios. En la esfera de la naturaleza inorgánica esta
lucha se manifiesta en forma de interacciones de fuerzas y tendencias contradictorias. Las fuerzas más
esenciales de este género son la atracción y la repulsión en sus diversas formas. La unidad de la atracción
y la repulsión determina la estabilidad y los cambios internos de todos los sistemas materiales. Es lo que
constituye la base del eterno proceso de dispersión de la materia en el espacio y de su concentración inversa,
que significa el comienzo de un nuevo ciclo de desarrollo. No puede decirse que las acciones recíprocas de
atracción y repulsión sean la causa del desarrollo; caracterizan tan sólo su contenido interno. El concepto de
causa y efecto es inaplicable en este caso, ya que con la misa razón puede decirse que es el desarrollo que
produce la acción de las fuerzas contradictorias y el desarrollo está expresado en la conocida tesis de Lenin:
“El desarrollo es la lucha de los contrarios”.
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Además de las leyes generales de la dialéctica –ley del paso de los cambios cuantitativos a cualitativos, y
viceversa, ley de la unidad y la lucha de los contrarios, les de la negación de la negación-, el desarrollo de la
materia se subordina a otras leyes generales. Una de ellas puede formularse del siguiente modo: cuanto más
compleja es y mejor organizada está la forma de la materia y del movimiento, tanto más rápidos son su
desarrollo y su transformación cualitativa. Dentro de la naturaleza inorgánica el desarrollo se efectúa con
extraordinaria lentitud; en el estado de los sistemas cósmicos, por ejemplo, los cambios cualitativos radicales
suelen ocupar decenas y centenas de millones de años. La materia viva se desarrolla con mucha rapidez.
En el transcurso de los mil millones de años de existencia de la vida en la Tierra, han aparecido y
desaparecido cantidades enormes de plantas y animales y se han originado cientos de miles de años. Así,
pues, el desarrollo se acelera a medida que surgen formas más complejas y perfectas. Esa ley no es
privativa de la naturaleza; también puede aplicarse a la sociedad. En ésta también se observa la aceleración
del desarrollo al pasar de una formación a otra de tipo superior. Para convencernos basta comparar los
períodos de existencia de las sociedades de la comunidad primitiva, esclavista, feudal, capitalista y socialista,
así como el volumen de su progreso material y cultural. En los últimos cien años, la ciencia y la producción
han conseguido someter a la naturaleza mucho más que en toda la historia anterior de la humanidad. Por lo
que se refiere a las perspectivas del progreso en el futuro, incluso la fantasía científica más audaz queda
rápidamente superada por las realizaciones efectivas.

Si esta ley se formula en sentido inverso, cabe decir que el desarrollo se retrasa al pasar a formas
relativamente menos complejas de la materia y el movimiento. Por ejemplo, en la nube de la sustancia
cósmica difusa, constituida por hidrógeno y helio, con densidad muy reducida, la probabilidad de formación de
moléculas será insignificante. Casi todas las colisiones de micropartículas serán elásticas, y sus
interacciones, reversibles. Pasará mucho tiempo antes de que esa nube se convierta, por la acción de las
fuerzas internas, en una formación más densa que, a su vez, sea la base para la formación de estrellas. Por
otra parte, es imposible que en esas condiciones surjan formaciones moleculares complejas.

El aminoramiento del ritmo de desarrollo no depende sólo de la simplicidad estructural de la materia, sino
también del carácter de su distribución espacial: cuanto mayores sean las dimensiones o cuanto más alto el
orden de dicho sistemas material, más lento será el ritmo de su cambio y desarrollo. Si tomamos un cambio
sencillo, veremos claramente su aceleración a medida que aumenta el orden de los sistemas: el electrón
realiza en el átomo su vuelta alrededor del núcleo en unos 10 (-17) seg., la Tierra gira alrededor del Sol en un
año. El Sol en torno del centro de la galaxia en 190 millones de años y el “año” meta galáctico para nuestro
sistema estelar debe ser todavía mayor.

El proceso del desarrollo está relacionado con cambios cualitativos radicales y es fácil prever que estos
cambios perderán velocidad a medida que aumente el orden de los sistemas. Esta dependencia es
completamente natural y viene determinada por el carácter de las interacciones físicas de los cuerpos. Al
aumentar las distancias se exige cada vez más tiempo para la transmisión de la energía de unos cuerpos a
otros. Debido al carácter finito de la velocidad de propagación de las interacciones, el cambio en el estado de
cualquier sistema tarda en producir cambios en el estado de otro sistema. Este último refleja dicho cambio
pasado cierto período de tiempo, que es tanto mayor cuanto mayor sean las dimensiones del sistema. Al
aumentar la distancia, disminuye también la fuerza de acción sobre el sistema. El resultado de todo eso será
el aminoramiento general del ritmo de los cambios y del desarrollo con el paso a sistemas cada vez mayores.
Para todo el Universo, en el cual las fuerzas de interacción entre cuerpos infinitamente alejados son
infinitamente pequeñas, el cambio general en un tiempo limitado será también infinitamente pequeño. Más,
como el Universo existe eternamente, esos cambios, aunque indeterminados en la escala de la eternidad,
serán todo lo grandes que se quiera.

Las leyes que relacionan el ritmo del desarrollo con el grado de complejidad y la distribución espacial de la
sustancia caracterizan este proceso, sobre todo en su aspecto cuantitativo. Pero existen otras leyes más
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profundas, que expresan los aspectos cualitativos del desarrollo. Si analizamos la composición química de la
materia en la región del mundo accesible a la observación, veremos que el 99% de todos los elementos que
constituyen las estrellas y las nebulosas corresponde al hidrógeno y al helio, mientras que los elementos
restantes corresponde un 1% de la masa. Es cierto que la composición química de la Tierra y de los planetas
es algo distinta: el 86% de la corteza terrestre corresponde al oxígeno, sílice, aluminio y hierro. Pero tal
diferencia nos la explican las peculiaridades del desarrollo cosmogónico de la Tierra, en el curso del cual los
elementos ligeros –hidrógeno y helio- se volatilizaron en el espacio. Los planetas de gran masa, como
Júpiter, han podido conservar los elementos ligeros y su composición química se asemeja a la del Sol y las
estrellas.

Por lo que se refiere a las moléculas complejas y cuerpos albuminoideos, su masa en la escala del Cosmos
constituye una magnitud insignificante. La masa de la sustancia viva en la Tierra (planetas en lo fundamental)
es 10 (-8) aproximadamente de la masa de todo el planeta. En la escala de la galaxia, la relación entre la
masa de la sustancia viva y la masa de todos los cuerpos será todavía menor.

A.Oparín y V. Fésienkov consideran que de cada millón de estrellas de la galaxia sólo a una se le puede
descubrí un planeta donde sea posible la vida; entre los 150,000 millones de estrellas de la galaxia habrá
unos 150,000 planetas. Suponiendo que sus masas, por término medio, no se distingan grandemente de la
masa de la Tierra y que la cantidad de sustancia viva en ellas sea la misma, habrá en la galaxia una masa de
sustancia viva de 16 (16) ton. Con relación a la masa de la galaxia, igual a 2,5 * 10 (38) ton., esta magnitud
constituye, aproximadamente, un 4.10 (-21). Así, pues, el estado más difundido de la matera en el Universo
es el de sus formas más simples, mientras que las estructuras altamente organizadas son un fenómeno
bastante raro, aunque todo nos induce a pensar que existe un número incontable de mundos habitados.

Este carácter de propagación y de las combinaciones químicas indica la existencia de una ley, que se puede
formular del siguiente modo: la cantidad relativa de formas complejas de materia y de movimiento en un
sistema es tanto menor cuanto más alto sea el grado de su complejidad. A medida que aumenta el grado de
complejidad y el orden de los sistemas, la curva de propagación de la materia compleja tenderá
asintóticamente al cero. Esto significa la probabilidad de formación de estructuras perfectas es tanto menor
cuanto más alto se a el grado de su complejidad y perfección. Así lo advertimos hasta en el desarrollo
espiritual o físico del individuo: la probabilidad de alcanzar cierta perfección en el conocimiento de la
naturaleza y en la creación artística o de implantar un récord deportivo será tanto menor cuanto más elevado
sea el grado de esa perfección. Pero lo que el individuo no puede lograr él solo en las diversas esferas de la
actividad espiritual y productiva, puede ser alcanzado por la sociedad en su conjunto. Por eso el desarrollo de
la sociedad no se aminora, sino que se acelera con el progreso histórico.

Como peculiaridad importante del proceso de desarrollo debemos señalar que éste no sigue en todas partes
un mismo camino, sino que transcurre en diversos planos. Las formas y los resultados del desarrollo suelen
ser cualitativamente diferentes entre sí, atendidos los distintos sistemas materiales. La evolución de la
materia desde las partículas elementales hasta la sustancia viva y el cerebro humano, que tuvo lugar en
nuestra Tierra, es el principio posible en otros planetas siempre que se den las condiciones precisas para ello.
Sin embargo, si las condiciones físico-químicas de la materia son distintas, como sucede, por ejemplo, en las
estrellas el desarrollo de la materia seguirá una trayectoria completamente distinta. La ley general –
complicación de enlaces y formas de movimiento- sigue rigiendo en este caso, pero con resultados
cualitativamente distintos de los que se produjeron en la Tierra.
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2.- EL HOMBRE: PRODUCTO DEL DESARROLLO GRADUAL DEL MUNDO ANIMAL.

2.1 Etapas y leyes

Hace ya mucho tiempo que se considera al hombre como un ser aparte, cualitativamente diferenciado de los
animales. La acumulación de conocimientos biológicos le permitió a Charles Darwin elaborar su célebre teoría
de la evolución. Esta teoría hizo triunfar la idea de que el hombre es el producto del desarrollo gradual del
mundo animal, que su origen es animal. Luego, la anatomía comparada, la paleontología, la embriología y la
antropología proporcionaron innumerables pruebas nuevas en apoyo de ese hecho.

Aunque el pensamiento de que el hombre difiere de modo esencial de los animales, aún de los más
desarrollados, ha seguido manteniéndose con solidez en la ciencia, las opiniones difieren cuando se trata de
definir esa diferencia y de explicarla.

Las principales controversias científicas han tenido por objeto el papel de las particularidades y de las
propiedades biológicas innatas del hombre. La exageración grosera de ese papel ha servido de base teórica a
las concepciones más equivocadas; una visión exclusivamente biológica del hombre conduce al racismo. La
ciencia progresiva toma, por el contrario, como punto de partida, el hecho de que el hombre es,
fundamentalmente, un ser social, que todo cuanto en él es “humano” proviene de su vida en la sociedad, en el
seno de la cultura creada por la humanidad.

En el último siglo, poco después de la publicación de la obra de Darwin El origen de las especies, Engels
sostuvo la idea del origen animal del hombre y mostró, al mismo tiempo, que éste difería en forma profunda
de sus antepasados animales, y que su hominización se efectuó al pasar a la vida en sociedad basada en el
trabajo, y que este paso cambió su naturaleza y señaló el comienzo de su desarrollo que no está sometido a
leyes biológicas, como ocurre en los animales, sino a leyes nuevas: leyes socio-históricas. (Engels, Dialéctica
de la Naturaleza.).

Los últimos descubrimientos de la antropología permiten afirmar que el paso del animal al hombre es un
proceso muy largo que comprende toda una serie de estadios (etapas).

El primero de éstos es el de la preparación biológica del hombre. Comienza a fines del terciario y llega hasta
los comienzos del cuaternario. Los australopitecos, que vivían en ese período, eran animales que andaban de
manera vertical al modo de la vida gregaria; empleaban útiles groseros y no trabajados. Probablemente
conocían algunos medios rudimentarios para comunicarse entre ellos. En este estadio aún reinaban, únicas,
las leyes de la biología.

El segundo estadio importante, que comprende una serie de grandes etapas, puede considerarse como el del
paso al hombre. Va desde la aparición del pitencatropo hasta la época del hombre de Neanderthal, inclusive.
En este período es cuando aparecen algunos útiles, así como formas embrionarias de trabajo y de sociedad.
La evolución del hombre continúa sometida a las leyes biológicas, es decir, se manifiesta, como antes, por
modificaciones anatómicas transmitidas de generación en generación bajo la acción de la herencia. Pero al
mismo tiempo se advierten algunos elementos nuevos. Se trata de cambios en la estructura anatómica
humana que afectan al cerebro, a los órganos de los sentidos, a las manos y a los órganos vocales. Estos
cambios se producen, pues, bajo la creciente influencia del trabajo y de los intercambios verbales que
aquellos engendran. En resumen, el desarrollo biológico del hombre se cumple bajo la influencia del
desarrollo de la producción. Pero la producción es, desde su comienzo, un proceso social que se desarrolla
según sus propias leyes objetivas, que son leyes socio históricas. Por eso la biología se “inscribe” en la
estructura anatómica del hombre cuando comienza la historia de la sociedad humana.
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Así, convertido en sujeto del proceso social del trabajo, el hombre evolucionó bajo la influencia de dos tipos
de leyes; en primer lugar, las leyes biológicas, en virtud de las cuales operóse la adaptación de sus órganos a
las condiciones y las exigencias de la producción; en segundo lugar, por intermedio de esas leyes iniciales,
otras leyes —socio históricas—, que rigieron el desarrollo de la producción y los fenómenos engendrados por
ésta. (Subrayemos que muchos autores contemporáneos estiman que toda la historia del hombre sigue
sometida a esos dos tipos de leyes. Siguiendo a Spencer hay quienes afirman que el desarrollo de la
sociedad— o, como prefieren decir, del medio “supraorgánico”— tiene por objeto la creación de las
condiciones de existencia particularmente complejas, a las que hombres se adaptan de manera biológica.
Esta hipótesis no resiste el examen científico).

Tercer estadio: en realidad, la formación del hombre pasó, además, por otro estadio —el tercero—, en el que
el respectivo papel de las leyes biológicas y sociales sufrió una nueva modificación. Se trata de la aparición
del hombre contemporáneo, el “horno sapiens”. Es el giro capital en la evolución humana, que se libera de
modo definitivo de su dependencia frente a los cambios biológicos, necesariamente lentos, hereditariamente
transmitidos. En adelante, la evolución queda sometida, en forma exclusiva, a las leyes socio históricas. De
aquel lado de la frontera, es decir, en el hombre en formación, la actividad de trabajo estaba íntimamente
ligada a la evolución morfológica. De este lado de la frontera, en el hombre contemporáneo, “completamente
formado”, la actividad de trabajo se efectúa independientemente de la evolución morfológica.

Ello significa que el hombre definitivamente formado ya posee todas las propiedades biológicas necesarias
para que su desarrollo socio histórico posterior sea ilimitado. En otros términos, el hombre ya no necesita
sufrir cambios biológicos hereditarios para adquirir una civilización cada vez más elevada. De acuerdo con la
expresión de A. Vandel, “la humanidad se ha liberado del despotismo de la herencia” y “puede desarrollarse a
un ritmo que el mundo animal no conoce”. En efecto, durante los cuarenta o cincuenta mil años que nos
separan de la aparición de los primeros representantes de la especie “homo sapiens”, la vida de los hombres
ha sufrido, con un ritmo cada vez más acelerado, modificaciones sin precedente. Pero las particularidades
biológicas de la especie no se han reformado, o, con más exactitud, las modificaciones no han traspuesto los
límites de las variaciones reducidas, sin mayor importancia en las condiciones de la vida social.

De ninguna manera pretendemos que las leyes que rigen las variaciones y la herencia dejan por completo de
actuar y que la naturaleza del hombre, una vez constituida, no sufre cambio alguno. El hombre no se ha
sustraído del todo al campo de acción de las leyes biológicas. Y deseamos decir algo más: las modificaciones
biológicas transmisibles por la herencia no determinan el desarrollo social e histórico del hombre y de la
humanidad. Este se produce merced a fuerzas que no son la variación y la herencia biológicas.

3.- CÓMO SE EFECTÚA LA EVOLUCIÓN.

3.1 El trabajo, la vida en sociedad, la asimilación de la cultura.

La hominización, corno proceso que implica importantes modificaciones en la organización física del hombre,
concluye con el advenimiento de la historia social de la humanidad. Hoy esta idea ya no parece paradójica.
Basta con decir, por ejemplo, que durante el simposio científico acerca del problema de la “hominización”,
llevado a cabo recientemente en París, esta idea fue sostenida por la mayoría de los grandes especialistas
que en él participaron.

Entonces, ¿cómo se efectúa la evolución de los hombres y cuál es su “mecanismo”? Porque, en efecto, el
hombre y sus condiciones de vida han seguido transformándose en el curso de la historia. Las adquisiciones
acumuladas durante la evolución se han transmitido de generación en generación, que era lo único que podía
asegurar la continuidad del progreso histórico. Y esas adquisiciones han sido, por lo tanto, fijadas.
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Pero si ello no pudo ocurrir bajo la acción de la herencia biológica, como ya vimos, ¿de qué modo puede
explicarse la fijación? Pues porque se produjo de una manera absolutamente nueva, que apareció por primera
vez con la sociedad humana; bajo la forma de fenómenos externos de la cultura material y espiritual. Esta
forma particular de fijación y de transmisión a las generaciones posteriores de las adquisiciones de la
evolución debe su aparición al hecho de que la actividad del hombre, diferente de la del animal, es creadora y
productiva. Lo cual es cierto, sobre todo, respecto de su principal actividad: el trabajo.

Los hombres, en su actividad, no se conforman con adaptarse a la naturaleza. Transforman á ésta en función
de sus necesidades en evolución. Inventan objetos capaces de satisfacerlos, y crean medios para producir
estos objetos: herramientas y luego máquinas muy complejas. Construyen viviendas, tejen vestidos, producen
otros valores materiales. La cultura espiritual de los hombres se desarrolla con el progreso de la producción
de bienes materiales; sus conocimientos acerca del mundo circundante y acerca de ellos mismos aumentan, y
la ciencia y el arte adquieren vigor. En el curso de esa actividad, sus aptitudes, sus conocimientos y su
habilidad, cristalizan, por así decir, en los productos materiales y espirituales. Por eso todo progreso en el
perfeccionamiento de las herramientas, por ejemplo, puede considerarse desde este punto de vista, como el
hito de un nuevo grado en el desarrollo histórico de las aptitudes motrices del hombre. La gradual
complicación de la fonética en las lenguas es, en este sentido, la encarnación de los éxitos obtenidos en la
articulación de los sonidos y el oído verbales. El progreso de las bellas artes es la encamación del desarrollo
estético, etc.

En la vida cada generación comienza en un mundo de objetos y fenómenos creados por las generaciones
precedentes. Asimila estas riquezas con su participación en el trabajo, en la producción y en las diversas
formas de la actividad social que han cristalizado, que se han encarnado en este mundo. Hasta la capacidad
de emplear un lenguaje articulado sólo se forma, para los representantes de cada generación, mediante la
asimilación de uña lengua históricamente formada y en función de sus particularidades objetivas. Lo mismo
ocurre con el desarrollo del pensamiento y la adquisición de los conocimientos. Ninguna experiencia
individual, por rica que fuere, puede conducir por sí sola a la formación de un pensamiento abstracto lógico o
matemático, o a la formación espontánea del sistema de conceptos correspondiente. Para ello sería menester
no una vida, sino miles y miles de vidas. De hecho, los hombres sólo pueden adquirir la facultad de pensar, y
los conocimientos, gracias a la asimilación de lo que ya adquirieron las generaciones anteriores.

La ciencia dispone, ahora, de la suficiente cantidad de hechos verificados para afirmar que si algunos niños
se desarrollaran desde su más tierna edad al margen de la sociedad y de los fenómenos engendrados por
ésta, permanecerían en el nivel animal.

No sólo no adquirirían la palabra ni el pensamiento, sino que además sus movimientos no tendrían nada
humano. Baste decir que ni siquiera poseerían el andar erecto propio del ser humano. Y se conocen algunos
casos a la inversa. Tratase de niños provenientes de poblaciones que se encuentran en el más bajo nivel de
desarrollo económico y cultural; se les ha educado, desde muy temprano, en medio de una civilización
avanzada, y se han formado todas las aptitudes necesarias para integrarse a ésta. Me referiré al ejemplo que
cita H. Piéron: 1

Los guayaquiles, una tribu del Paraguay, pertenecen a una de las poblaciones atrasadas que en la actualidad
se conocen. A su modo de vida se le ha dado el nombre de civilización “de la miel”, porque uno de sus medios
de existencia es la búsqueda de la miel silvestre. Es muy difícil entrar en contacto con ellos, pues carecen de
un hábitat fijo. Apenas se les acerca un extraño huyen a la selva. No obstante, pudo atraerse a uno de sus
niños, de siete años, esto permitió conocer su lengua, que se consideró extremadamente primitiva. Más tarde,
1
Piéron. De l’acrinie & l’honune, y. B.B2. P.V.F. Paris, 1959.
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el etnólogo francés Vellard encontró una chiquilla de dos años más o menos en un campamento abandonado.
Su educación se confió a la madre del científico. Al cabo de veinte años (1958), su nivel intelectual en nada se
distinguía del de una europea culta. Ahora es etnógrafa y habla el francés, el español y el portugués.

Estos ejemplos y muchos otros muestran con claridad que las aptitudes y propiedades que caracterizan al
hombre no se transmiten a titulo de herencia biológica, sino que se forman en el curso de la vida merced a la
asimilación de la cultura creada por las generaciones precedentes. De ahí que cualquiera que sea el grupo
étnico a que pertenezcan, posean las posibilidades adquiridas a raíz de la formación del hombre, que
permiten, si se cuenta con las condiciones necesarias, un desarrollo que el mundo animal no conoce.

Puede decirse que cada individuo, tomado aparte, aprende a convertirse en hombre. Para vivir en sociedad
no le basta lo que la naturaleza le otorga al nacer. Debe asimilar lo que ha alcanzado la humanidad en el
curso de su desarrollo histórico. El individuo en sí halla todo un océano de riquezas acumuladas a lo largo de
los siglos por innumerables generaciones de hombres, que en nuestro planeta son los únicos seres
creadores. Las generaciones desaparecen y se suceden, pero lo que crean pasa a las siguientes, que, a, su
vez, multiplican y perfeccionan la herencia de la humanidad.

4.- LA ASIMILACIÓN.

4.1 Proceso activo. La herramienta. Los órganos funcionales.

El problema, de la evolución del hombre, considerado en su vinculación con el de la cultura social, plantea
toda una serie de problemas. Se trata en primer término, de definir en qué consiste la asimilación por parte del
individuo de los resultados del desarrollo de la sociedad, y cómo se produce. Ya hemos visto que la
experiencia socio histórico de la humanidad se acumula en forma de fenómenos del mundo exterior objetivo.
Este último (el mundo de la industria, de la ciencia y del arte) expresa la verdadera historia de la naturaleza
humana, el resultado de su transformación histórica. El mundo es quien le entrega al hombre lo que es
humano.

Pero, ¿en qué consiste el proceso de asimilación del mundo creado por la historia humana, proceso que es, al
mismo tiempo el de la formación en el hombre de las facultades específicamente humanas?

En primer lugar hay que subrayar que este proceso siempre es activo. Para asimilar los objetos o los
fenómenos creados por la historia es necesario desplegar una actividad que de alguna manera reproduce en
sí los rasgos esenciales de la evolución encarnada, acumulada en el objeto mismo.

A fin de hacerme comprender tomaré un ejemplo muy sencillo: ¿Cómo aprender a valerse de una
herramienta?

La herramienta es el producto de la cultura material que posee, en la forma más evidente y material, los
principales rasgos de las creaciones humanas. No es sólo un objeto poseedor de determinada forma y de
ciertas propiedades físicas; es, al mismo tiempo, un objeto social en el que se han concretado y fijado
operaciones de trabajo históricamente elaboradas La presencia de esos rasgos sociales y al mismo tiempo
ideales, la diferencian de las “herramientas” que emplean los animales y con las que también ejecutan ciertas
operaciones. Los monos, por ejemplo, pueden aprender a valerse de un palo para alcanzar la fruta. Pero
estas operaciones no se fijan en herramientas como futuros encargados permanentes de tales operaciones.
Una vez que el palo ha cumplido su misión en la mano del mono, se vuelve indiferente para éste. Por eso los
animales no conservan sus “herramientas” y no las transmiten de una generación a otra. No pueden, pues,
efectuar esa “acumulación de las funciones que caracteriza a la cultura” (J. Bernal). Esto explica, igualmente,
por qué los animales no pueden asimilar el empleo de sus herramientas; el empleo de la misma no genera
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una nueva operación motriz; está sometido a los movimientos naturales e instintivos en el sistema a que se
integra. Por el contrario, el empleo de las herramientas por el hombre tiene un carácter completamente
distinto. La mano forma parte del sistema (desarrollado en el curso de la historia social) de las operaciones
encarnadas por la herramienta, y está sometido a ella. Con la asimilación de la utilización de las herramientas,
el hombre modifica sus movimientos naturales e instintivos y adquiere, en el curso de su vida, nuevas
facultades motrices más perfeccionadas.

Asimilar el empleo de una herramienta significa para el hombre asimilar las operaciones motrices encarnadas
en esa herramienta. Este proceso es, al mismo tiempo, el de la formación en el hombre de aptitudes nuevas y
superiores, lo que se denomina funciones psicomotrices que humanizan su campo motor. Esto es igualmente
cierto en lo que atañe a la asimilación de los fenómenos en el campo de la cultura espiritual. Así, aprender
una lengua no es sólo aprender a efectuar con palabras las operaciones históricamente fijadas en su
significación, es también asimilar la fonética del lenguaje que se produce al aprender las operaciones que
realizan la constancia del sistema fonológico objetivo de esa lengua. En el curso de esos procesos el hombre
adquiere sus funciones de articulación y de locución-audición, así como la actividad cerebral central que los
fisiológicos llaman “segundo sistema de señalización” (Pavlov).

Todos estos rasgos psicofisiológicos no son innatos sino que los forma el lenguaje. Si conocéis los rasgos
específicos de la lengua, podéis estar seguros de describir algunos de ellos sin necesidad de efectuar una
investigación. De modo que si sabéis que la lengua materna de un grupo de individuos pertenece a la
categoría tonal, podéis estar seguros de que todos poseen una audición tonal muy desarrollada (Taylor,
Leontiev, Guippenreuter)2

Lo que caracteriza sobre todo la asimilación (o la apropiación) de la cultura, es, por consiguiente, el hecho de
que crea en el hombre nuevas aptitudes, nuevas funciones intelectuales. Gracias a eso difiere de modo
fundamental del aprendizaje animal. En tanto que éste último es el resultado de una adaptación individual del
comportamiento de la especie a condiciones de existencia cambiantes y complejas, la asimilación es para el
hombre un proceso de reproducción, en las aptitudes del individuo, de las propiedades históricamente
formadas de la especie humana. Un autor moderno tiene absoluta razón cuando dice, a este propósito, que el
animal se limita a desarrollar su naturaleza, mientras que el hombre construye en forma activa la suya.

Cómo es posible este proceso en el plano filosófico? ¿Cómo se desarrolla? Estamos ante un problema muy
difícil. Por una parte los hechos muestran que las aptitudes y las funciones que se han desarrollado en el
curso de la historia social de la humanidad no se han fijado en el cerebro de los hombres y no se transmiten
bajo la acción de las leyes de la herencia. Por otra parte, es del todo evidente que ninguna aptitud o función
puede ser nada más que la función de uno o de un conjunto de órganos. Uno de los éxitos más importantes
de la investigación fisiológica y psicológica de nuestra época es haber hallado la solución de esta
contradicción.

Desde los trabajos de Wundt, nos encontramos con la idea de que el carácter específico de la actividad puede
explicarse por el hecho de que se basa, no en las funciones fisiológicas elementales del cerebro, sino en las
combinaciones formadas en el curso de desarrollo individual.3

Pavlov dio un paso nuevo y decisivo en la solución del problema al descubrir el principio del trabajo de los
sistemas de los grandes hemisferios cerebrales.4 Otro contemporáneo de Pavlov formulé la idea de que había
órganos fisiológicos o funcionales especiales en el sistema nervioso: “Tenemos la costumbre de pensar que
2
J.C. Taylor,Towards a sciencia of mmd, enMind, y. LXVJ, núm. 264, 1957; A.Leontiev, H.J.
Guippenreuter, La influencia de la lengua materna en la formación del oído. D.A.P., 1952.
3
W. Wundt, Grundzüge der physiologischen Psycholoic. Bd. 1. 1908
4
Pavlov, Veinte años de experiencia. Obras completas.
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un órgano es algo morfológicamente constante... No creo que eso sea del todo necesario. Estaría de acuerdo
con el espíritu de la ciencia moderna estimar que no es obligatorio”.

¿Qué son los órganos funcionales del cerebro? Son órganos que funcionan de la misma manera que los
habituales, permanentes. La diferencia estriba en que son neoformaciones aparecidas durante el desarrollo
individual (ontogenético). Constituyen el sustrato material de las aptitudes y funciones específicas que se
forman cuando el hombre asimila el mundo de los objetos y dé los fenómenos creados por el hombre, es
decir, las obras de la cultura. Hoy por hoy sabemos lo bastante de las particularidades y los mecanismos
formadores de esos órganos para crear sus “modelos” experimentales en el laboratorio. Por otra parte,
podemos representamos con más claridad en qué se ha expresado la hominización del cerebro, que ha
permitido someter el desarrollo ulterior del hombre a las leyes socio históricas, y por consiguiente, acelerarlo
de modo considerable. La corteza cerebral, con sus quince mil millones de células nerviosas, se ha convertido
en un órgano capaz de formar a su vez órganos funcionales.

5.- LA COMUNICACIÓN, LA EDUCACIÓN, SEGUNDA CONDICIÓN PARA LA ASIMILACIÓN DE LA


CULTURA.

Hasta aquí hemos considerado el proceso de asimilación como el resultado de la actividad del individuo
respecto de los objetos y fenómenos del mundo circundante creado por el desarrollo de la cultura humana.
Hemos dicho que esta acción debe ser adecuada, vale decir que debe reproducir los rasgos de la actividad
humana que ha cristalizado (acumulada) en el objeto o el fenómeno dado, o, con más precisión, en los
sistemas que forman. ¿Podemos deducir de ello que esa actividad adecuada se forma en el hombre o en el
niño bajo la influencia de los objetos o de los fenómenos en sí? Semejante conclusión sería evidentemente
falsa. El hombre no está simplemente a solas con su medio circundante. Sus relaciones con el mundo son
siempre mediatizadas por sus relaciones por los demás hombres. Su actividad siempre está inserta en una
comunicación, aún cuando esté exteriormente solo. Esta comunicación, ya sea en su forma exterior original
de actividad en común, o como cambios verbales, o simplemente mentales, es la condición necesaria y
específica de la vida del hombre en sociedad. Es también la condición necesaria para la formación en el niño,
en todo individuo, de una actividad adecuada, que de alguna manera implican en sí los objetos y los
fenómenos que fijan las adquisiciones de la cultura material y espiritual de la humanidad. La comunicación es
pues, la segunda condición necesaria para la asimilación. Constituye su “mecanismo exterior”.

Expresemos eso mismo con otros términos. Las adquisiciones del desarrollo histórico de la humanidad no son
simplemente dadas al hombre en los fenómenos objetivos de la cultura material y espiritual que las encarnan;
sólo le son ofrecidas en ellos. Para asimilarlas, para hacer de ellas sus propias aptitudes, los “órganos de su
individualidad”, el niño debe entrar en relación con los fenómenos del mundo circundante por medio de otros
hombres, es decir, debe comunicarse con ellos. Debido a este proceso, el hombre hace el aprendizaje de una
actividad adecuada. Este proceso es, por consiguiente, debido a su función, un proceso de educación.

Por supuesto, puede el proceso revestir formas muy diversas. En un comienzo, en las primerísimas etapas
del desarrollo de la sociedad humana, tal como en los niños muy pequeños, es una simple imitación de los
actos del contorno, pero que se operan bajo su control y con intervención. Luego, ello se toma más complejo
y especializado. Aparecen formas como la educación escolar, distintos géneros de instrucción superior, y por
último, la auto educación. Pero lo esencial consiste en que el proceso es obligatorio, porque de otra manera la
transmisión de las adquisiciones del desarrollo social e histórico de la humanidad a las generaciones
siguientes sería imposible, y esto haría imposible la continuidad de la historia.

Para ilustrar esta idea tomaré un ejemplo sacado del libro de Henry Piéron que cité antes:
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Si a nuestro planeta le ocurriera una catástrofe a la que sólo sobrevivieran los niños pequeños, el género
humano no desaparecería, pero la historia de la humanidad se vería inevitablemente interrumpida. Lo tesoros
de la cultura continuarían materialmente existiendo, pero no habría quién les descubriera su uso a las jóvenes
generaciones. Las máquinas quedarían inactivas, los libros no serían leídos, las producciones artísticas
perderían su función estética. La historia de la humanidad debería recomenzar por el principio.

El progreso de la historia es, por lo tanto, imposible sin la transmisión activa de las adquisiciones de la cultura
humana a las generaciones nuevas; es imposible sin la educación.

Cuanto más progresa la humanidad, más ricos serán los resultados acumulados por la práctica social e
histórica, y más importante será el papel de la educación, así como más compleja su tarea. Por eso, toda
etapa nueva en el desarrollo de la humanidad, como en el de todo pueblo en particular, requiere de modo
inevitable una etapa nueva en el desarrollo de la educación de las generaciones en ascenso. La sociedad
concede más tiempo al período de formación, y aparecen establecimientos de enseñanza. La instrucción
adquiere formas especializadas, y se diferencian las profesiones del educador y el docente. Se enriquecen los
programas, se mejoran los métodos de enseñanza, y la ciencia pedagógica se desarrolla. El lazo entre el
progreso histórico y el de la educación es tan fuerte, que se puede definir el nivel de la educación por el del
desarrollo histórico de la sociedad y viceversa.

La educación, el aprendizaje y la instrucción, así como su historia y sus rasgos específicos y lo que se
aguarda de ellos en la época contemporánea, todo forma un tema en particular, muy vasto, por lo demás.
Claro está, que no puedo examinarlo en sus detalles. Mi finalidad ha consistido sólo en mostrar el papel de la
educación (considerada en su acepción amplia) en el desarrollo de la humanidad. Pero ello no agota, desde
luego, el problema del hombre y la cultura. Otros problemas se plantean. Uno de los más importantes es el de
la desigualdad cultural entre los pueblos y a él paso de inmediato.

6.- LA DESIGUALDAD ENTRE LOS HOMBRES, SU FUNDAMENTO ECONÓMICO-SOCIAL.

Hasta ahora hemos examinado, el desarrollo de un individuo humano que llega indefenso al mundo y que sólo
posee al nacer una aptitud que lo hace fundamentalmente distinto de sus antepasados -animales: la
capacidad de formarse aptitudes específicamente humanas.

Por otra parte, ya vimos cuál es la única fuente verdadera, que le permite al hombre desarrollar sus poderes y
aptitudes, objetos que contienen en sí la actividad de las generaciones anteriores, que son el resultado del
desarrollo intelectual de la especie humana, del desarrollo del hombre en cuanto a ser genérico.

Cierto es que podemos representamos las conquistas inagotables del desarrollo de la humanidad, que han
multiplicado miles y miles de veces las fuerzas físicas e intelectuales del hombre, o bien los conocimientos
acumulados por el hombre y que penetran los más recónditos secretos del universo, o bien las obras de arte,
que elevan los, sentimientos. ¿Pero están estas adquisiciones al alcance de todos los hombres? No; sabemos
muy bien que no es así, que a menudo, son para muchos de ellos, inalcanzables.

A esta altura debo retornar el paralelo entre la evolución biológica y el progreso histórico, entre la naturaleza
animal y la del hombre.

La perfección de la adaptación de los animales al medio, y la “sabiduría”, la riqueza y la complejidad de sus


instintos y de su comportamiento son impresionantes. Todo ello proviene de su evolución específica, de la
acumulación de la especie. Claro está que parecería muy poca cosa en comparación con el desarrollo
histórico del hombre; pero si se hace abstracción de las pequeñas variaciones individuales sin importancia,
esas adquisiciones son el hecho de todos los individuos de una especie determinada, y al naturalista le basta
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con estudiar uno o varios de éstos para tener una noción correcta de la especie en su conjunto. Para el
hombre la situación es totalmente diferente. La unidad de la especie humana parece que no existiera. Esto no
deriva,, desde luego, de las diferencias en el color de la piel, la forma de los ojos, -ni otros rasgos puramente
exteriores, sino de las grandes diferencias que existen en las condiciones y los modos de vida, la riqueza de
la actividad material y mental de los hombres y el nivel de desarrollo de sus fuerzas y aptitudes intelectuales.

Si un ser inteligente llegado de otro planeta describiera, al visitar la Tierra, las aptitudes físicas, mentales y
estéticas, las cualidades morales y las particularidades del comportamiento de la gente que vive en las
distintas regiones y países del mundo y qué pertenece a distintas capas o clases sociales, apenas podría
creer que se trata de individuos de una sola y misma especie. La desigualdad no estriba en diferencias
biológicas naturales Es creada por la desigualdad económica, la desigualdad de clase y la diversidad
consecutiva de las relaciones que la vinculan a las adquisiciones que encarnan el conjunto de las fuerzas y de
las aptitudes de la naturaleza humana formadas en el curso del proceso socio histórico.

El hecho de que estas adquisiciones se fijan en los productos objetivos de la actividad humana cambia de
modo total, como hemos visto, el tipo mismo del desarrollo. El desarrollo del hombre se evade de la
dominación de las leyes biológicas, se acelera y ve cómo se le abren perspectivas inimaginables en las
condiciones de una evolución que haya madurado por las leyes de la variación y la herencia. Pero este mismo
hecho conduce a que los resultados de desarrollo histórico puedan separarse de los hombres, que son sus
creadores. Esta separación adquiere, en primer término, una forma práctica que es la de la alienación
económica de los medios de elaboración y de los productos del trabajo frente a los productores inmediatas.
Lo cual. comienza con el principio de la división social del trabajo, de las formas de propiedad privada y de la
lucha de clases.

La causa estriba, pues, en las leyes objetivas del desarrollo de la sociedad, independientes de la conciencia y
de la voluntad de los hombres.

La división social del trabajo transforma el resultado del trabajo en un objeto de cambio, y este hecho modifica
de modo radical la relación entre el obrero y el producto que éste ha fabricado. Este último, aunque haya sido
fabricado por el hombre, pierde su carácter completamente personal y comienza a tener una existencia
especial, independiente del hombre: es una mercancía. Al mismo tiempo, la división social del trabajo induce
a una situación en la que la actividad intelectual y material, el goce y el trabajo, la producción y la consumición
estén separados entre sí y corresponden a diferentes personas. Por eso, mientras la actividad global de los
hombres se hace cada vez más rica y diversificada, la de cada individuo, considerado aparte, adquiere un
carácter limitado y se empobrece. La limitación y el empobrecimiento pueden tornarse extremos cuando un
obrero, por ejemplo, gasta todas sus fuerzas en efectuar una operación cualquiera y única que se repite de
manera continua miles y miles de veces.

En el capitalismo, hasta esta actividad limitada y unilateral es enajenada del hombre, como si perdiera la
riqueza de su contenido. Los obreros fabrican máquinas, palacios, libros, etc., que se convierten para ellos en
cierto número de productos de primera necesidad. No ocurre de modo distinto, desde este punto de vista, en
el otro polo social del capital. Para el capitalista, la empresa que. él posee no es una. empresa que produzca
tal o cual mercancía, sino una empresa que produce ganancia. Por eso está dispuesto a producir cualquier
cosa, inclusive los medios de destrucción más terribles, cuya utilización puede tener consecuencias que
recaigan también sobre él.

En tales condiciones, todo toma, a los ojos de los hombres, un doble carácter, una doble faz; lo que adquiere
rasgos de limitación y de “desintegración”, es no sólo el mundo de los fenómenos que los rodean y que ellos
mismos han creado, sino también su propia actividad y su propia conciencia.
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Igualmente se asiste al mismo tiempo a la concentración de la cultura espiritual. Aunque las creaciones de
esta última parece que existieran para todos, sólo una ínfima minoría dispone del tiempo y de las
posibilidades materiales necesarias para obtener la instrucción deseable, enriquecer en forma sistemática sus
conocimientos y dedicarse al arte. La inmensa mayoría de la población, sobre todo en el campo, debe
conformarse con el mínimo de desarrollo cultural que necesita la producción de los valores materiales dentro
del marco de las funciones de trabajo que le han sido impuestas.

Como la minoría dominante posee no sólo los medios de producción material, sino también la mayor parte de
los medios de producción y de difusión de la cultura espiritual, que ella se esfuerza porque sirvan .a sus
intereses, se produce una estratificación de la cultura en sí. Si en el campo de la ciencia que asegura los
progresos de la tecnología, se asiste a un rápido aumento de los conocimientos positivos, en el de las ideas
sobre el hombre y la sociedad, su naturaleza y carácter, las fuerzas que los mueven y sus perspectivas, así
como en el campo de los ideales estéticos y morales, el desarrollo se produce de acuerdo con lineamientos
totalmente distintos. Por una parte, se observa la acumulación de valores intelectuales (concepciones,
conocimientos e ideales) que encarnan lo que es verdaderamente humano en el hombre y que alumbran los
caminos del progreso histórico. Esta línea refleja los intereses y las aspiraciones de la mayoría. Por otra parte,
otra línea procura crear concepciones cognoscitivas, morales y estéticas que sirvan los intereses de las
clases dirigentes y que justifiquen y perpetúen el sistema social existente; que además aparten a las masas
de su lucha por la justicia, la igualdad y la libertad, y que adormezcan y paralicen su voluntad. El choque de
estos dos lineamientos engendra lo que se llama la lucha ideológica.

De modo que el proceso de alienación causado por el desarrollo de la división social del trabajo y las
relaciones de propiedad privada, no sólo han apartado a las masas de la cultura espiritual, sino que también
han dividido a esta misma cultura en elementos progresistas y democráticos, que sirven al progreso de la
humanidad, y en elementos que obstaculizan el progreso cuando penetran en las masas y que forman el
contenido de la sociedad.

La concentración y la estratificación de la cultura se producen no sólo dentro de cada país o nación. La


desigualdad del desarrollo cultural es aún más evidente si se la considera a escala mundial, a escala de toda
la humanidad.

Precisamente esta desigualdad es la que más se utiliza para justificar la división de los hombres en razas
“inferiores” y “superiores”. En este sentido, los esfuerzos más grandes se cumplen en los países donde las
clases dirigentes tienen particular interés en justificar, en el plano ideológico, su derecho a someter a los
pueblos atrasados desde el punto de vista económico y cultural. No ha de imputarse al azar el hecho de que
el país en donde primero se procuró demostrar que estos pueblos se encuentran en un nivel biológico
diferente y pertenecen a una variedad humana particular (subespecie) fue Inglaterra (Lawrence, G. Smith, y
en la segunda mitad del siglo pasado, G. Kent y sus discípulos).

Tampoco se debió al azar que se comprobara un fuerte aumento de la propaganda racista en Estados Unidos
en un momento en que nacía el movimiento por la liberación de los negros. Se sabe, por último, que con el
aumento de las pretensiones colonialistas de Alemania el racismo militante convirtióse cada vez más en la
ideología de sus medios militaristas, hasta alcanzar su forma extrema en el fascismo.

Dos tipos de argumentos s utilizan para darle apariencia científica a la supuesta imperfección natural de las
razas inferiores: los que atañen a la morfología comparativa y los de orden genético.

A la primera categoría pertenecen las insistentes tentativas de demostrar la presencia de diferencias


anatómicas en el cerebro de los hombres que pertenecen a diferentes razas. Pero estas tentativas han
fracasado de modo infalible. Así es como, por ejemplo, el volumen medio del cerebro de ciertas tribus negras
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ha demostrado ser, con motivo de investigaciones muy minuciosas, superior al volumen medio del cerebro de
los blancos (escoceses). Igual es la situación por lo que hace al resultado de las investigaciones acerca de las
particularidades de la estructura fina del cerebro.

A este respecto, son característicos los hechos que menciona O. Klineberg en su libro sobre la psicología
social:

Bean, un colaborador del Instituto de Anatomía de la Universidad Norteamericana John Hopkins, había
publicado el resultado de experiencias que mostraban que las partes frontales de la corteza cerebral de los
negros eran relativamente menos desarrolladas que las de los blancos, y que el cerebro de los negros poseía
ciertas particularidades estructurales que venían a confirmar “el hecho establecido”, según la expresión de
Bean, de la inferioridad intelectual de los negros. Como a Mall, director del citado Instituto, no lo convencían
los argumentos de Bean, investigó por su cuenta en la misma colección de cerebros,. pero sin saber, a
diferencia de Bean, cuáles pertenecían a negros y cuáles a blancos. Así que Mali y sus colaboradores los
clasificaron en dos grupos según los caracteres indicados por el propio Bean, y así que determinaron luego la
raza de los individuos a que pertenecían cada uno de los cerebros, se comprobó que la distribución en
aquellos dos grupos era casi idéntica. Las conclusiones de Bean quedaron pues, invalidadas. “Es probable —
subraya Klineberg— que, seguro de encontrar signos de inferioridad en los negros y sabedor, además, de los
individuos a que pertenecían. los cerebros, Bean “descubriese” entre ellos una diferencia que, de hecho, no
existía.”

Resulta evidente que el relativo aislamiento y la diversidad de las condiciones y circunstancias del progreso
económico y social pudieron crear, en grupos humanos establecidos en diferentes regiones del mundo, cierta
desigualdad de desarrollo. Pero la diferencia enorme que existe entre el nivel material y cultural de las
diversas razas y de los distintos pueblos no puede explicarse sólo por la acción de esos factores. En el curso
del desarrollo de la humanidad se han visto aparecer y desarrollar con rapidez los medios de comunicación y
los vínculos económicos y culturales entre los pueblos. Esto debería haber ejercido una acción opuesta, vale
decir, provocar un igualamiento del nivel de desarrollo de los diferentes pueblos y llevar a los países
atrasados al nivel de los demás adelantados.

Puesto que la concentración de la cultura mundial no ha hecho, por el contrario, más que esforzarse, de
manera que ciertos pueblos han sido su principales receptores y en otros esa cultura ha sido asfixiada, quiere
decir que las relaciones entre los países se han desarrollado, no sobre la base de la igualdad en el derecho,
de la cooperación y de la ayuda mutua, sino sobre la de la dominación del más fuerte sobre el más débil.

La ocupación de los territorios, el saqueo de las poblaciones indígenas en los países atrasados y su posterior
esclavitud, la transformación de estos países en colonias, todo provocó una detención de su desarrollo y una
regresión de su cultura. Y ello se explica por el hecho de que esos pueblos fueron privados de las condiciones
materiales más elementales, indispensables para el desarrollo de su cultura, y además, porque se
construyeron barreras artificiales que los separaron de la cultura mundial. Por mucho que los colonizadores
siempre hayan recubierto sus verdaderos objetivos con frases acerca de su misión cultural y civilizadora, de
hecho redujeron países enteros a la miseria intelectual. Y si alguna vez llevaron a las colonias ciertos valores
culturales, estos fueron siempre valores ficticios que no representaban la verdadera cultura, sino sólo la
espuma que navega en la superficie.

La concentración de la cultura y su apartamiento del hombre se han producido, por consiguiente, no sólo en la
historia de determinados países, sino además, bajo una forma aún más: franca, en la historia de La
humanidad.
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La consecuencia de esta alineación de. la cultura ha sido la formación de un abismo entre las inmensas
posibilidades abiertas por el desarrollo de la humanidad, por una parte, y por otra, la pobreza y las
limitaciones, que, aunque en diversos grados, marcan el desarrollo del individuo. No obstante, ese abismo no
está destinado a existir por toda la eternidad, como tampoco han de ser eternas las relaciones
socioeconómicas que lo engendraron. El problema de su total desaparición es lo que constituye el contenido
del problema acerca de las perspectivas de desarrollo del hombre.

6.1 Perspectivas del desarrollo del hombre: un problema de la humanidad entera.

El problema del posterior desarrollo del hombre es uno de los que atraen la atención, con igual intensidad,
del antropólogo, del psicólogo y del sociólogo. Para resolverlo se asiste al choque de las mismas
concepciones (biológicas y socio históricas) que se oponen respecto de la naturaleza del hombre y de la
solución de los demás problemas de la antropología histórica.

Es evidente que esa oposición no se desarrolló sólo en un plano puramente abstracto. Ambas concepciones
atañen a problemas sociales importantes y sirven de fundamento a medios radicalmente opuestos para
resolver aquéllos en la práctica.

Los partidarios de la primera concepción, puramente biologista que considera el desarrollo del hombre como
un proceso que continúa de modo directo la evolución biológica, no quieren ver las modificaciones que se han
efectuado en el tipo mismo de su desarrollo, durante la última etapa de la formación del, hombre. Imaginan al
hombre futuro extrapolando, lisa y llanamente, los cambios morfológicos que se produjeron en los períodos
preparatorios y primitivos de la formación humana, y se valen, también, de la observación de variaciones de
carácteres particulares en el hombre contemporáneo, que unos consideran, sin reserva alguna, como
atávicas, y otros como progresivas y proféticas, es decir, como índices de la dirección del desarrollo ulterior.

De tal manera ha aparecido la idea de la transformación gradual del hombre contemporáneo en un nuevo ser.
Distintos autores describen a este ser nuevo —el homo sapientissimus— de diferentes modos, pero siempre
se lo representan de gran estatura, de cráneo más redondo y mucho más voluminoso que el del hombre
contemporáneo, de rostro pequeño y chato, con un número menor de dientes y pies de cuatro dedos. Si se
consideran las características psíquicas, la principal sería una inteligencia poderosa y refinada. Por el
contrario, sus sentidos se debilitarían.

Es evidente que el aspecto esencial no estriba en estas concepciones más o menos fantásticas sobre el
hombre futuro, sino sobre el modo de ver las leyes motrices del desarrollo que se oculta en ellas, así como en
las conclusiones, en el espíritu de “darwinismo social”, que necesariamente se desprenden de aquél. Si se
admite, en efecto, que la evolución del hombre se produce por el desarrollo de las propiedades concretas de
la especie por vía de herencia, sólo se puede intervenir en el curso de este proceso gracias a medidas que
mejoren esas propiedades hereditarias. Y en esta idea se basa lo que se llama “la eugenética”, es decir, la
teoría del mejoramiento de la especie humana, que fue fundada a principios de nuestro siglo por F. Galton,
autor del libro “El Genio Hereditario, sus leyes y consecuencias”.

A fin de conservar y desarrollar las aptitudes humanas, los eugenistas solicitan que se tomen medidas
tendientes a impedir que las personas y las razas “inferiores” se multipliquen y mezclen con los
representantes superiores del género, representantes de las clases privilegiadas y de las razas superiores,
que se impida, la de las capas inferiores de la población y de los pueblos “de color”.

También afirman que es indispensable recurrir a una selección sexual artificial, tal cual se hace para el
mejoramiento de las especies de animales domésticos. Los eugenistas más radicales van más lejos y
sostienen la necesidad de esterilizar y hasta de suprimir físicamente a las personas “hereditariamente
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deficientes” e incluso pueblos enteros. Han visto en las guerras de exterminio uno de los mejores medios
para mejorar al género humano. Como se sabe, estas concepciones bárbaras e inhumanas no han quedado
sólo en el papel. Han hallado su aplicación práctica en los campos nazis de muerte y en los actos de violencia
que cometen los colonialistas racistas contemporáneos. De ahí que la lucha contra esas concepciones y la
denuncia de su esencia reaccionaria y antipopular no sólo tengan una importancia teórica y abstracta;
además, son indispensables para despejarle el camino al triunfo de las ideas, de la democracia, de la paz y
del progreso de la humanidad.

El porvenir de la humanidad es, en verdad, grandioso y está mucho más cerca de lo que creen aquellos que
basan sus esperanzas en los cambios de su naturaleza biológica. Hoy por hoy, está a la vista, es la mañana
de la historia de la humanidad.

El hombre no nace provisto de todas las adquisiciones históricas de la humanidad. Aquéllas que resultan del
desarrollo de las generaciones humanas no están encarnadas en él, en sus, disposiciones, naturales, sino
que se encuentran en el mundo que rodea al hombre, en las grandes obras de la cultura humana. Sólo
después de todo un proceso de apropiación de estas adquisiciones (el cual se desenvuelve en el curso de su
vida) puede el hombre adquirir de verdad propiedades y aptitudes humanas.

Ese proceso lo pone, por así decir, sobre los hombros de las generaciones anteriores y lo ubica muy por
encima del mundo animal.

Pero en una sociedad dividida en clases, las más altas conquistas de la humanidad se encuentran, hasta por
el reducido número de quienes pueden disponer de ellas, limitadas por la estrechez y el carácter
obligatoriamente unilateral de su actividad. En cuanto a la inmensa mayoría de los hombres, la apropiación de
tales adquisiciones sólo es accesible en una proporción miserable. Ya hemos visto que ese es el resultado del
proceso de alienación que se efectúa tanto en el campo económico como en el cultural de la vida humana. Y
hemos visto también, que la supresión de las relaciones sociales basadas en la explotación del hombre por el
hombre (que son las que engendran aquel proceso) es lo único que puede disipar la alienación y devolverle al
hombre su naturaleza humana en toda su plenitud y su diversidad.

Pero el desarrollo de toda las aptitudes humanas, ¿es un ideal accesible en el hombre? Es tan grande la
fuerza del prejuicio clavado en las mentes que atribuye el desarrollo intelectual del hombre a fuentes internas,
que ella induce a considerar ese desarrollo con la cabeza gacha; la condición para la formación de aptitudes
científicas no sería la asimilación de las adquisiciones de la ciencia, sino que esta asimilación estaría
condicionada por las aptitudes científicas; la condición para el desarrollo del talento artístico no sería la
asimilación del arte, sino que la adquisición del arte estaría condicionada por el talento artístico. De ordinario
se recurre a los hechos que muestran la aptitud de unos y la completa ineptitud de otros para tal o cual
actividad. Ni siquiera se busca la fuente de estas aptitudes, y existe la costumbre de tomar el carácter
espontáneo de su aparición como una cosa innata. Pero ahora contamos con pruebas irrefutables para
demostrar que, las aptitudes y en particular aquéllas cuya índole está oculta, como por ejemplo, las aptitudes
musicales, aparecen en el curso de la vida. Tal es lo que prueba la experiencia consistente en proporcionar
una educación musical temprana a un gran conjunto de niños no seleccionados antes.

El verdadero problema no consiste, por lo tanto, en las aptitudes o ineptitudes de las personas para asimilar Ia
cultura humana, para hacer de ellas adquisiciones de su personalidad y contribuir a su enriquecimiento. El
verdadero problema consiste en que cada hombre, en que todos los hombres y todos los pueblos, obtengan
la posibilidad práctica de tomar el camino de un desarrollo ilimitado. Tal es l objetivo glorioso que ahora la
humanidad encaminada hacia el progreso se propone. Este objetivo puede alcanzarse. Pero sólo es posible
en condiciones que puedan realmente liberar a los hombres de la carga de la necesidad material, suprimir la
mutilante división entre el trabajo manual y el intelectual y crear un sistema de enseñanza que asegure su
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desarrollo multilateral y armonioso que de a cada cual la posibilidad de participar de un modo creador, en
todas las manifestaciones de la vida humana.

Y así ha de ser el hombre de mañana.

7.- EL HOMBRE EN EL REGISTRO DEL TIEMPO

La historia de la tierra es narrada por la cosmología y la geología. La parte cosmológica cubre el período
transcurrido desde la formación del planeta hasta la de sus primeros océanos. La parte geológica se inicia con
el surgimiento de las rocas sedimentarias y llega hasta nuestros días. Desde el punto de vista geológico, la
tierra tiene una historia de más de 2,500 millones de años. Esta edad puede tener las rocas sedimentarias
más antiguas que en alguna forma están estrechamente asociadas con la formación de la materia orgánica.
En esta enorme cadena de años, los geólogos han establecido algunas divisiones y subdivisiones que
designan con los nombres de eras y períodos. Eliminando algunos nombres para simplificar el cuadro del
“Calendario Geológico” que aparece al final de este tema, las eras son la Arqueozoica, la Proterozoica, la
Paleozoica, la Mesozoica y la Cenozoica (con sus períodos terciario y cuaternario), enumerados de la más a
la menos antigua.

Las glaciaciones, que consisten en avances de los hielos desde sus elevados heleros hasta los valles y
llanuras, constituye una de las características más importantes del subperíodo denominado Pleistoceno,
llamado también “edad de hielo”. Hubo glaciaciones tanto en el Nuevo Mundo como en el Viejo Mundo, pero
sólo nos interesa aquí las segundas, por haber sido allí donde se presentó primero la especie humana. El
hombre vino a América cuando ya había adquirido sus características anatómicas actuales.

El Pleistoceno es el período del desarrollo del hombre hasta su forma actual. Los 4 subperíodos anteriores
correspondientes al Terciario, son importantes porque a lo largo de ellos dominaron los mamíferos y
evolucionaron los primates, a cuya clase y orden zoológico, pertenece el hombre. Desde los comienzos del
tiempo geológico, la materia orgánica, no viviente, primero y las formas de vida después, han estado
surgiendo de manera gradual.

Al principio y durante la mayor parte del tiempo los progresos Rieron muy lentos. Al final del registro geológico
la evolución fue comparativamente rápida, hasta producir al hombre actual. Durante la era Proterozoica no
existieron más que protozoarios de organización rudimentaria.

Hace 600 millones de años ya habían invertebrados, insectos modernos y vertebrados, reptiles tipo
mamíferos. En la era Mesozoica se enseñorearon de la tierra los grandes reptiles, que habían de extinguirse
para dar paso a otras especies, más pequeñas y menos especializadas en explotar el ambiente exterior. Al
principio del Terciario la fauna dominante era la de los mamíferos de donde habría de evolucionar el remoto
antecesor de hombre. El último en presentarse en el registro geológico fue el animal humano, que entró en
escena durante el Pleistoceno.

Hay dos problemas a considerar en relación con la. formación y el desarrollo de la vida. Uno de ellos; el de la
Evolución está dilucidado en sus lineamientos generales. El otro, el origen de la vida, sigue siendo
profundizado, por las ciencias físico-químicas y biológicas. La teoría más aceptada por los científicos es la de
Oparín quien sugirió que en las potencialidades del carbono y en su capacidad para combinarse con
hidrógeno, oxígeno y nitrógeno se halla el “resorte oculto” que puede generar la materia orgánica no viviente,
que es por supuesto, distinta que los organismos vivientes, pero también que la materia inorgánica. La
probabilidad mencionada fue realizada experimentalmente con resultados confirmativos de la teoría
mencionada.
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Las propiedades del carbono, y su capacidad para combinarse con otros elementos, no conducen, sin que se
presenten determinadas condiciones, a la ‘formación de los compuestos orgánicos. El carbono no es materia
orgánica en si mismo, pero potencialmente es capaz de permitir la evolución necesaria para la formación de la
materia orgánica no viviente. De la misma manera, la simple materia orgánica no constituye vida en si misma
pero en determinadas circunstancias, es potencialmente capaz de permitir una evolución que conduzca al
origen de la materia viva.

Esta aclaración tiene por objeto hacer notar que la estructura fundamental de los organismos vivientes no
podían surgir directamente de elementos químicos çorno el carbono ni de otras combinaciones. No obstante,
de tales elementos y combinaciones sí pudo haber evolucionado la materia orgánica en determinadas
condiciones. Tal materia orgánica cuya formación en las condiciones primadas de la tierra ha sido
determinada por inducción exacta mediante experimentos, es el paso intermedio considerado necesario para
la posterior formación de los organismos vivos.

Una vez dadas las condiciones que habría de permitir el surgimiento de la vida, éste principió cuando los
elementos que constituyen el protoplasma se combinaron y formaron cuerpos coloidales capaces de
mantener un cambio continuo de materia y energía con su ambiente, de tener manifestación de excitación, y
de sufrir y generar cambios de forma que son los tres grupos de procesos básicos de la vida. Los procesos de
cambio de materia y energía permiten a los organismos vivos absorber del medio e incorporar a su propio ser,
ciertos elementos adecuados, y en devolver al medio, por desasimilación, y eliminación, sus partes
descompuestas y residuos. Los fenómenos de excitación, basados en la irritabilidad del protoplasma, les
permiten responder a estímulos, conservar la estructura vital y adaptarse a su ambiente. Y los procesos de
cambio de forma les permiten desarrollarse individualmente, reproducirse y dar lugar a nuevos individuos
iguales a ellos mismos. La evolución, fenómeno necesario en el sentido de que debe ocurrir
indefectiblemente, garantiza el surgimiento de formas de vida progresivamente más complejas.

La entrada de la especie humana en el escenario del mundo no tiene nada de sobrenatural. A pesar de su
excepcional capacidad para aprender, razonar, hablar hacer y usar utensilios y organizar su vida a base de
relaciones estructurales dentro de formas culturales, la especie actual del hombre ocupa, orgánicamente, una
posición taxonómica definida en el reino animal. Ello puede apreciarse revisando brevemente el árbol
genealógico dé los homínidos. Los homínidos comprenden al hombre actual y a otras especies de criaturas
parecidas a él en diversos grados, ya desaparecidas. Todas las especies de homínidos pueden agruparse en
tres géneros a saber: Los Australopitécidos del Sur de África, los Pitecantropoides de Asia, y el género Homo,
el cual además de la especie del hombre actual está dividida en varias razas vivas y varias extintas. Todas las
demás especies terminaron de extinguirse hace tiempo. A las especies extintas se les reconoce con el
nombre de fósiles, por el estado de mineralización en que se han conservado sus fragmentos óseos. Estos
restos rara veces han aparecido en abundancia, no obstante, con base en ellos los científicos han logrado
determinar como era la estructura ósea de la cual formaron parte en otro tiempo. A estas estructuras,
consideradas representativas de poblaciones del pasado, se les designa con los nombres de “hombres u
hominidos fósiles”.
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7.1 Calendario geológico

DURACION DESDE
CONDICIONES VIDA
ERAS VIDA ANIMAL EL COMIENZO
GEOLÓGICAS VEGETAL
HASTA HOY

ERA
(*) VER
CENOZOICA 63 MILLONES DE
ESQUEMA
(EDAD AÑOS
ADJUNTO
MAMÍFEROS)

FORMACION DE
BOSQUE DE
CADENAS
ERA ARCE Y DINOSAURIOS EN
MONTAÑOSAS,
MEZOZOICA ENCINO SU MAXIMA 230 MILLONES DE
MARES
(EDAD ABUNDANCIA PROSPERIDAD AÑOS
INTERIORES,
REPTILES) DE AVES DENTADAS
DEPÓSITOS
CONIFERAS
CALACÁREOS

LEVANTAMIENT
O DE MUCHOS
CONTINENTES, ANIMALESANTIGUO
ERA SE FORMARON REDUCCIÓN S
600 MILLONES DE
PALEOZOICA LOS DE LOS MURIERONREPTILE
AÑOS
(VIDA ANTIGUA) APALACHES, LICOPODIOS S TIPO MAMÍFERO,
AUMENTO DE LA INSECTOS
GLACIACIÓN Y MODERNOS
ARIDEZ

GRAN
PROTOZOOS
SEDIMENTACIÓN VEGETALES
MARINOS,
ERA , ACTIVIDAD ACUATICOS
MOLUSCOS 1,600 MILLONES DE
PROTEROZOIC VOLCÁNICA, PRIMITIVOS
GUSANOS Y OTROS AÑOS
A EROSION ALGAS Y
INVERTEBRADOS
GLACIACIONES HONGOS
MARINOS
REPETIDAS

GRAN CANTIDAD
DE ACTIVIDAD NO SE RECONOCEN FÓSILES.
VOLCÁNICA, PRUEBAS INDIRECTAS DE SERES
ERA 3,600 MILLONES DE
GRAN EROSIÓN, VIVOS POR LOS DEPÓSITOS DE
ARQUEOZOICA AÑOS
ALGUNOS MATERIA ORGÁNICA EN LOS
DEPÓSITOS TERRENOS
SEDIMENTARIOS
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(*) Esquema adjunto a calendario geológico

-UNA GLACIACIÓN

RECIENTE –CLIMA BENIGNO

E -EDAD DEL HOMBRE

R -CUATRO GLACIACIONES
SUCESIVAS
A
-GRAN EXTINCIÓN DE ESPECIES
VEGETALES
CUATERNARIO PLEISTOCENO

C -EXTINCIÓN DE GRANDES
MAMÍFEROS
E
-PRIMERA VIDA SOCIAL HUMANA
N
-EXTINCION DE BOSQUES
O
PLIOCENO -APARICIÓN DE PRADOS
Z
-EVOLUCIONA EL HOMBRE DE
MONOS ANTROPOIDES
O
-MAMIFEROS EN PLENA
I
EVOLUCIÓN
MIOCENO
C -PRIMEROS MONOS
ANTROPOIDES
A
-EXTINCIÓN DE BOSQUES
OLIGOCENO
-APARICIÓN DE ANTECESORES
DE LOS ACTUALES MAMÍFEROS

EOCENO -MAMIFEROS PLACENTARIOS

PALEOCENO -AMIFEROS ARCAICOS


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7.2 Etapas del desarrollo del hombre

3RA. ETAPA EL PROCESO DE


PLEISTOCENO DOMINIO DE LAS DESARROLLO LO
HOMO SAPIENS
C SUPERIOR LEYES SOCIO- RIGEN LAS LEYES
HISTÓRICAS SOCIO-HISTÓRICAS
U
2DA. ETAPA CONOCE EL FUEGO,
A LEYES PRODUCE
BIOLÓGICAS Y INSTRUMENTOS, EL
T PLEISTOCENO SOCIO- DESARROLLO
PITECANTROPUS
MEDIO HISTÓRICAS BIOLÓGICO SE
E SOMETE A LA
INFLUENCIA DE LA
PRODUCCIÓN
R
1ERA. ETAPA CEREBRO MAS
N
DOMINIO D ELAS DESARROLLADO,
LEYES ACTIVIDAD
A
BIOLÓGICAS CONSCIENTE, VIVE
EN REBAÑOS,
R PLEISTOCENO
AUSTRALOPITHECUS NECESIDAD DE
SUPERIOR
COMUNICACIÓN,
I TRABAJA COMO
ADAPTACIÓN
A BIOLÓGICA AL
MEDIO.

T PLIOCENO MONOS ANTROPOIDES SE ADAPTAN A LA


VIDA EN LA TIERRA,
E EMPIEZA LA
POSTURA ERECTA Y
R HÁBITOS DE
MANIPULACIÓN
C COMO
CONSECUENCIA DE
I LE EXTINCIÓN DE
BOSQUES Y LA
APARICIÓN DE
A
PRADOS.
R
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I MIOCENO

7.3 Evolución de los homínidos

C A PARTIR DE ESTE MOMENTO SOLO


HOMBRE ACTUAL SE ESTUDIA SU EVOLUCIÓN (40,000
U AÑOS)
PLEISTOCENO ORANGUTAN
SUPERIOR GORILAS HOMO SAPIENS (CRO-
A MAGNON, HOMBRE DE LAS CAVERNAS,
NEARDENTHAL) PINTURA RUPESTRE, CON EL
T APARECE LA SOCIEDAD PRIMITIVA.

E PLEISTOCENO
MEDIO
R

A EXISTIÓ HACE UN MILLON DE AÑOS,


PRODUCÍA UTENSILIOS DE PIEDRA,
PLEISTOCENO CONOCÍA EL FUEGO, SE DEDICABA A
R PÓNGIDOS PITECANTROPUS
INFERIOR LA CAZA Y VIVÍA EN HORDAS, SE HAN
ENCONTRADO FÓSILES EN ASIA,
I
AFRICA, Y EUROPA, ANTECESOR
DIRECTO DEL HOMO SAPIENS, ENTRE
A SUS DIVERSAS SUB-ESPECIES ESTÁ
EL NEARDENTHAL.

T PLIOCENO AUSTRALOPITHECUS EXISTIÓ HACE 4 MILLONES DE AÑOS


APROXIMADAMENTE, SU ORIGEN:
E AFRICA, CAPACIDAD CRANEAL; 600
c.c. SU INTELIGENCIA SE ENCUENTRA
R EN EL LÍMITE DE LO ANIMAL Y LO
HUMANO, UTILIZABA INSTRUMENTOS
C PRIMITIVOS, SU ACTIVIDAD NO ERA
FORTUITA COMO LA DE LOS
I PÓNGIDOS
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A
RAMAPITHECUS EXISTIÓ HACE 14 MILLONES DE
R AÑOS, SU ORIGEN INDIA, KENYA,
MIOCENO
CPACIDAD CRANEAL 300 c.c.
I
PROCONSUL 25 MILLONES DE AÑOS
A

8.- EL PROCESO DE HOMINIZACIÓN Y LA IMPORTANCIA DEL TRABAJO

La evolución del hombre y de la sociedad son dos lados de un proceso único, que sé hallan en interrelación
indisoluble. El procesó de hominización se desenvuelve en el cauce de dos tendencias que se entretejen
complejamente. Por un lado, la adaptación directamente biológica al medio y por el otro, la transformación
social del medio con !a ayuda e instrumentos de trabajo.

El examen propiamente fisiológico-anatómico o propiamente antropológico del surgimiento del hombre y de la


sociedad, se basa en un principio reconocido hoy por la ciencia actual. Es el principio denominado como la
“triada homínida”. Su esencia radica en que un elemento de esta triada (caminar erecto, las manos, el
cerebro) preponderaba y, a la vez, servia de base para el desarrollo de funciones superiores y más complejas,
pues inauguraba una nueva etapa de interacción con la naturaleza exterior, nuevas posibilidades par la
actividad laboral y nuevos horizontes del factor social.

El primer paso decisivo para la transición del mono al hombre consistió en el hecho de que, bajo el influjo de
cambios, en las condiciones naturales de existencia y el modo de vida de los antropoides altamente
desarrollados, estos seres tuvieron que caminar erectos, lo que marcó profundamente la diferenciación entre
la función de las extremidades superiores e inferiores. El andar erectos implicó cambios en el esqueleto, en
especial de la columna vertebral y la estructura del cráneo, la planta del pie y los huesos de la pelvis, los
órganos de la vista, los centros motores del cerebro etc. Sin embargo, lo principal radicaba en que “la mano
era libre y podía adquirir ahora, cada vez más destreza y habilidad” Esto contribuía, a su vez, a perfeccionar
el caminar erectos.

El segundo paso lo marca el desarrollo de la mano como instrumento natural del trabajo, con cuya ayuda
comienza a utilizarse otros instrumentos naturales y, más tarde, a crearse las artificiales. Esto conducía a
desarrollar formas más complejas de adaptación activa al medio circundante, en tanto que se iba debilitando
la acción de los mecanismos biológicos de adaptación.

Ello dio impulso, en el tercer paso de la evolución del hombre, a la cefalización, es decir el desarrollo
acelerado del cerebro, a la formación de sus hemisferios superiores y lóbulos frontales: base-sustrato del
pensamiento y el lenguaje como medio de reflejo e instrumento idea! para transformar el mundo circundante.
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Por último, el problema de la evolución del hombre incluye el origen de lo social como actividad propia del .ser
humano (ante todo, el trabajo). Los antropoides superiores eran animales que vivían en manadas. Su
Organización se diferenciaba sustancialmente, tanto de los propiamente animales como de los sistemas
sociales primitivos.

En su origen, el trabajo es una forma de adaptación biológica de los antropoides superiores al medio
circundante En esta fase se da el perfeccionamiento evolutivo de los órganos naturales del trabajo,
desarrollando hábitos de manipulación con diferentes objetos, lo cual, a su vez, condicionó la correspondiente
organización morfológica y el desarrollo de un sistema nervioso sumamente complejo.

Pero en el desarrollo del trabajo, éste alcanza un punto en el que se convierte en la condición básica y
fundamental de toda la vida humana. El hombre se elevó sobre el mundo animal, logro someter las fuerzas
naturales y desarrollar la cultura, gracias precisamente a trabajo.

Los animales se alimentan de plantas y de otros animales, utilizando así los medios de existencia que la
naturaleza les ofrece ya acabados. De ahí que dependen totalmente de la naturaleza que les rodea. El
hombre, en cambio logra dominar las fuerzas naturales y las pone a su servicio.

En la actividad del trabajo, el hombre conoce la naturaleza, desarrolla su pensamiento y su lenguaje así como
sus capacidades y habilidades; crea la ciencia y el arte. Es decir, que al mismo tiempo que el trabajo progresa
y se hace más complejo, se desarrolla la cultura espiritual.

El hombre no ha sido creado por ninguna fuerza sobrenatural. Procede del reino animal y por ello es parte d le
naturaleza su producto más elevado. La humanidad ha recorrido un largo camino desde los primitivos
instrumentos de piedra hasta las complicadas y gigantescas máquinas de nuestros días, desde posprimitivos
poblados hasta las grandes ciudades que hoy vemos, desde las pequeñas tribus nómadas salvajes hasta las
poderosas naciones y, desde los escasos conocimientos de la antigüedad hasta la profunda penetración
científica en los secretos de la naturaleza. El trabajo entonces, no se limita a transformar la naturaleza
exterior, sino que condiciona objetivamente la modificación del propio hombre y modifica también la estructura
de las relaciones entre los individuos.

9.- LA PREHISTORIA

9.1 Origen de la Tierra-Simios Superiores

Mucho ha discutido el hombre sobre el origen y la antigüedad del mundo que habitamos. Su falta de
conocimientos lo llevó durante largos períodos a acogerse a interpretaciones fantásticas, o a considerar que
la tierra, el sol y las demás estrellas tienen una existencia infinita, sin sufrir cambios ni modificaciones. Las
investigaciones científicas han desplazado estas ideas. Hoy sabemos que el mundo tiene su historia, que
todos los cuerpos existentes en el universo tienen un principio, están evolucionando y se transforman a través
del tiempo.

Hay muchas teorías que tratan de describir y explicar este desarrollo. Laplace supone al sistema solar
proveniente de una nebulosa incandescente que, al perder calor, se condensa en diferentes puntos. Algunos
hablan de dos estrellas que giran alrededor de un centro común, una de las cuales hace explosión y sus
pedazos formarían los planetas (Teoría de la Supernova) De acuerdo con esta hipótesis, la Tierra hubiera
aparecido como un cuerpo frío, cuyo calor hubiera sido engendrado después por el roce producido por la
caída de grandes cantidades de meteoritos. Una hipótesis muy aceptada actualmente es la de O. Y. Schmidt,
que supone la acumulación y condensación de polvo cósmico en enormes cantidades como causa de la
formación del sistema solar. Aquí también los planetas aparecerían como cuerpos fríos, y generarían su calor
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interno y a la presión a que se encuentran sujetos sus núcleos. Los cálculos basados en el examen de
productos de la radiactividad atribuyen una antigüedad de 5,000 a 7,000 millones de años a nuestro planeta o,
por lo menos a los materiales que lo forman. Otras teorías afirman una edad de “solamente” 2,000 a 3,000
millones de años.

 Origen y desarrollo de la vida

Las rocas más antiguas que se han examinado muestran una ausencia total de formas vivas. Hasta hoy no
nos es posible determinar la antigüedad de la vida sobre la Tierra, pero es indudable que su desarrollo, desde
las formas más sencillas hasta las actuales, ha requerido plazos de cientos de millones de años. Las
apreciaciones de los científicos oscilan entre los 300 a los 1,500 millones de años.

Según parece los primeros seres vivos, unicelulares y sumamente sencillos, aparecen en las aguas tibias de
las playas de los océanos. La ley de la adaptación de los cuerpos al medio ambiente en que se hallan, explica
el paulatino desarrollo y mejoramiento de estos primeros seres. Unos, las plantas, elaboran clorofila, por
medio de la cual pueden transformar materias inorgánicas en orgánicas, con ayuda de la energía solar. Los
otros, los animales, viven ya sea en forma directa, comiendo plantas, o indirecta, aprovechando animales que
a su vez se nutren de plantas.

En la era eozoica (de la vida Primitiva) el mar se puebla de algas y de animales sumamente primitivos.
Millones de años después aparecen animales con esqueleto, tras otro largo período hay seres de un
desarrollo ya bastante elevado con columna vertebral. Estos, los peces, por su mayor estabilidad. pueden
aventurarse a mar abierto. Posteriormente; la vida conquista la tierra misma. Las plantas desarrollan tallos
que les permiten sostenerse, primero en los pantanos y, más tarde, totalmente fuera del agua. Absorben el
líquido necesario por medio de raíces.

Algunos tipos de animales logran salir del agua y adaptarse a respirar aire; son los anfibios. En esta época la
tierra se encuentra cubierta de grandes bosques: de helechos, que dan origen al carbón de piedra actual.

Hace unos 200 a 250 millones de años aparecieron, junto a los helechos, las plantas predecesoras de las
coníferas, actuales y empieza el predominio de los reptiles, entre los que se encuentran los grandes saurios.
La diferencia más importante entre reptiles y anfibios está en que éstos tienen que volver al agua para
desovar, mientras que los reptiles ponen sus huevos en la arena y sus crías nacen ya preparadas para
respirar aire.

Sobrevienen cambios fundamentales de clima, que hacen desaparecer los bosques de helechos y con ello la
base de la alimentación de los, grandes saurios. Empieza el predominio de dos grupos especiales de
descendientes de reptiles: unos que desarrollan sus escamas en forma de pelo, y cuyas hembras, en vez de
poner huevos, dan a luz sus a sus cachorros ya formados que son amamantados después durante algún
tiempo; son los mamíferos. El otro grupo, en vez de pelos desarrollan plumas y ponen huevos, pero los cuidan
hasta la aparición’ de los polluelos; son las aves.

Aves y mamíferos pueden ocupar áreas mucho más extensas que los animales anteriores, porque tienen
calor propio, y gracias a sus plumas o pelos que los protegen contra los cambios de clima. Una de las
características importantes es el hecho de que viven en “sociedad”, por el cuidado que requiere empollar o
amamantar a las crías. Esto permite también la transmisión de ciertas experiencias, lo que en los animales
menos desarrollados no es posible.
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Hacia mediados de la era terciaria, que empieza hace unos 35. millones de años, existe ya la mayoría de los
animales actuales, y otros que hoy han desaparecido, corno: el mamut, el tigre de dientes de sable, el oso de
las cavernas.

9.2 El paso al ser humano

La escasez de los restos encontrados y su mal estado de conservación, hacen que las interpretaciones que
se pueden derivar de ellos sean muy vagas y estén sujetas todavía a muchas, dudas e hipótesis no
confirmadas. No es posible, en el momento actual, llegar a una conclusión definitiva sobre el origen y la
evolución del género humano. Solamente podemos trazar una línea general de desarrollo, de acuerdo con la
cual se ha formado la humanidad, y que se ve confirmada por los hallazgos de los investigadores.

El antepasado de la humanidad probablemente era un ser parecido a los monos antropoides actuales. Vivía
en las copas de los árboles, desarrollando una diferenciación entre manos y pies mayores que la de los
demás monos. Un cambio de clima determinó que la selva donde vivía se espaciara, obligándolo a caminar
más por él suelo. Como se trataba de un animal relativamente grande y bastante torpe, su defensa debía
consistir en ponerse de pie para mirar más lejos. Se desarrolla progresivamente la diferenciación entré
extremidades superiores e inferiores, y la posición erguida. Para excavar raíces, derribar frutas y cazar
animales pequeños, éste ser usaba palos y aventaba piedras. En determinado momento, ya con una
inteligencia muy superior a la de los demás animales, descubre la utilidad del fuego para luchar contra otros
animales y para guisar sus comidas. Conquista así más seguridad; puede calentar sus cuevas y otras
viviendas y habitar en regiones que sin este elemento serian demasiado frías para subsistir. Además, la
cocción le permite aprovechar y digerir mejor los alimentos, y comer muchos productos que de otro modo no
puede asimilar.

Así, paso a paso como resultado de su propio trabajo para sobrevivir, un ser que no conocemos se transforma
paulatinamente en Homo sapiens. Las conquistas fundamentales que caracterizan esta evolución son la
posición erguida permanentemente (ningún. mano camina normalmente sobre sus extremidades inferiores).
La forma y la flexibilidad de la mano, el dominio del lenguaje que da la posibilidad de concebir ideas
abstractas y de transmitir experiencias, la fabricación de utensilios que significa adaptar racionalmente
determinados elementos de la naturaleza con fines propios, y la cooperación social, organizada y consciente.
Hay una interrelación activa entre la acción que permite y produce un mayor desarrollo físico y mental, y este
desarrollo que hace posible, a su vez, la superación de la actividad; el proceso se da en el marco de una
estructura social, que a su vez evoluciona junto con el avance físico y mental y el uso de los instrumentos.

Las formas concretas y la duración de este proceso de humanización se discuten mucho. Algunos
investigadores afirman que la rama que habría de evolucionar hacia el ser humano, se separó de los
ancestros de los monos superiores hace unos cincuenta millones de años; otros le atribuyen como veinte
millones. Entre los restos que se hallan, probablemente, en el camino evolutivo del ser humano, están los
procónsules, de unos 20 millones de años de antigüedad, y que vivieron sobre todo en África; el oreopiteco,
de hace unos 12 o 13 millones de años, que presenta características que lo hacen aparecer cercano al
hombre; los australopitecos, de hace cinco a un millón de años, ya erguidos y, probablemente con
herramientas.

El zinjantropo (un australopiteco; africano; casi dos millones de años) es el homínido (ser muy parecido al
hombre) más antiguo conocido hoy; ya usaba herramientas de piedra. Más recientes son el pitecantropo
erecto (hombre de Java), que vivió hace medio millón o un millón de años, y que disponía de lenguaje
articulado; el sinantropo (hombre de China), que ya usaba el fuego; el hombre de Heidelberg (300,000 años) y
el de Neanderthal (3000,000 a 100,000 años).
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Son ya decididamente hombres de nuestra especie los de Grímaldi y de Cro-Magnón, de unos 40,000 años
de antigüedad, que no tienen diferencias anatómicas decisivas frente al hombre de la actualidad.

La mayoría de los investigadores consideran hoy, que el pitecantropo, el sinantropo, el hombre de Heidelberg,
él de Neanderthal no fueron ancestros del Horno sapiens. Más bien, los ven como especies extinguidas,
parientes cercanos de las que darían origen al hombre actual, su especialización física avanzada hace
rechazar a muchos antropólogos la .idea que hubieran podido evolucionar hacia la humanidad
contemporánea.

9.3 El Paleolítico

El hombre primitivo probablemente usaba un palo para defenderse, para ayudarse a excavar raíces y para
caminar erguido; también,: al igual de lo que hacen los monos superiores, seguramente empleaba piedras
para abrir frutos duros, y corno arma. Pero únicamente podemos comprobar el uso de utensilios en una época
posterior, cuando ya se les da una forma determinada para aprovecharlos mejor.

Aparecen las piedras toscamente labradas se fabrican entre otros utensilios cuchillos para cortar, raspadores
para limpiar, punzones para agujerear pieles con el fin de unirlas y utilizarlas como abrigo. Es la edad
Paleolítica (de paleos - viejo y litos - piedra). Pronto se realizan nuevas mejoras, como son el uso de la maza,
la lanza y, posteriormente, el arco y la flecha que suponen ya un desarrollo intelectual y técnico bastante
elevado. La honda y el arco son los primeros instrumentos que multiplican la fuerza humana, al acumular
energía muscular; son, propiamente, las primeras máquinas.

El hombre de esta época vive de lo que le proporciona la naturaleza, sin poderla modificar todavía. Recoge
frutas, raíces y otros productos vegetales; caza animales y, a partir de su dominio sobre el fuego, pesca en los
ríos y lagos, lo que le permite difundirse por todo el mundo. Vive en grupos más o menos organizados y
estables. Su supervivencia, y sobre todo su progreso, no pueden darse en individuos aislados. Los
conocimientos y la técnica necesarios para la elaboración de utensilios sólo pueden transmitirse por la
enseñanza, que exige una convivencia prolongada. La cacería de grandes animales, o de manadas, se
realiza en forma colectiva. Muchos hombres colaboran organizadamente, preparando trampas, llevando a los
animales a los lugares donde son muertos por los demás, cazadores, y en otras actividades. El reparto del
botín tiene que ser colectivo, en consecuencia.

En el período más primitivo de esta evolución, el hombre no sabe explicarse nada del mundo que lo rodea., y
se siente atemorizado e indefenso ante éste. Hacia finales del Paleolítico aparecen las pinturas rupestres,
verdaderas obras de arte realizadas en las paredes de las cuevas. El hecho de que se encuentren
frecuentemente en partes inaccesibles de las cavernas, demuestra que no se trata de obras de arte en el
sentido actual de la palabra sino, seguramente, de trabajos con finalidades mágicas o de enseñanza. El
estudio de las creencias de pueblos primitivos actuales nos hace suponer que se dibuja el animal como una
forma de magia de caza. Se manifiestan aquí las primeras creencias de tipo religioso, que consisten
fundamentalmente en la adoración de elementos de la naturaleza en el culto al tótem que es, en términos
generales, el animal o la planta (o el símbolo de éstos) de que vive el grupo humano correspondiente. Junto
con estas creencias hay prácticas mágicas de distintos tipos.

El hombre de aquella época no conoce la propiedad. Los animales cazados por la tribu son repartidos de
acuerdo con ciertas normas tradicionales, sin que se pueda decir que alguien sea dueño de ellos. Lo mismo
sucede con lo recolectado en la estepa o en la selva. Únicamente hay cierta división de trabajo entre hombres
(cazadores) y mujeres (recolectoras), y entre niños, jóvenes, adultos y ancianos.
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Por otra parte, los magos-pintores son, indudablemente, artistas especializados. Vemos aquí, con una
antigüedad de unos 40,000 años, una primera división social del trabajo levemente esbozada.

El período del que acabamos de hablar corresponde, geológicamente, a la última fase de la glaciación;
Europa, lugar principal de los hallazgos correspondientes a este tiempo, está cubierta de grandes estepas
filas cruzadas por mamuts, renos, búfalos y otros animales, que sirven de alimento para el hombre de la
época.

Al retirarse los hielos y ascender la temperatura, Europa se puebla de bosques que proporcionan medios de
vida mucho más pobres a sus habitantes. Disminuye la posibilidad de alimentar personas improductivas,
como lo eran los magos dibujantes. Ya no vemos producciones artísticas del tipo de las pinturas rupestres.
Determinados utensilios se mejoran mucho, como por ejemplo el arpón, lo que indica una pesca mucho más
desarrollada. Esta época, la del Mesolítico, tiene como gran avance la domesticación de un animal, el perro,
acompañante de caza, guardián que avisa los peligros que puedan amenazar al hombre. La gran importancia
del hecho reside en que, por primera vez, el hombre ha logrado poner a su servicio a otro ser vivo.

9.4 El Neolítico - La revolución urbana

Paso a paso el hombre va mejorando sus instrumentos. La época Neolítica (neos -nuevo). Se caracteriza por
los instrumentos de piedra pulida, mejores y más bellos que os utensilios tallados, propios del Paleolítico. En
esta época ya se encuentra generalizado el uso del arco y de la flecha, y de otras armas.

El hombre había inventado ya el arte de modelar determinadas formas en barro y de endurecer a éste por
medio de la cocción la alfarería. Las vasijas producidas así son muy importantes para almacenar alimentos,
permiten al hombre permanecer en determinados, parajes o hacer viajes más largos y, por no destruirse por
completo sus restos, dan valiosas indicaciones al investigador.

Tiempo después, la recolección da lugar a la agricultura. La experiencia va enseñando a las mujeres, que son
las principales recolectoras, la conveniencia de arrojar algunos granos al suelo, para que allí se reproduzcan.
Después se descubre la utilidad de arrancar o cortar las demás plantas, de depositar los granos en hoyos.
Durante mucho tiempo, la agricultura solamente cuenta con la estaca y la azada como instrumentos. A través
de varios milenios, algunas plantas silvestres se transforman por el constante cuidado humano, todos
nuestros cereales son cultivados desde la era Neolítica.

En una época cercana a la del principio de la agricultura nace la ganadería. Esta proviene probablemente de
la caza y llega a ser un auxiliar importante de la agricultura. Además, muchos pueblos, sobre todo de las
regiones esteparias, se dedican preferentemente a la cría de animales.

La agricultura y la ganadería se combinan pronto para su mutua superación. No es muy difícil usar animales
para arrastrar la estaca a través del suelo, transformándola así en arado. Con esto se amplían mucho las
posibilidades de cultivar terrenos más extensos, y aumenta el rendimiento de la tierra. A su vez, los animales
de trabajo deben recibir un mejor cuidado, lo que conduce a la construcción de establos que permiten
aprovechar el abono. Las grandes bestias son usadas también para arrastrar trineos, para el transporte de
carga. De ahí se desarrolla la rueda, medio importantísimo para el transporte, que también mejora la alfarería
y es uno de los requisitos indispensables para la fabricación de muchos utensilios y de la maquinaría. El carro
aparece en el cuarto milenio a. de c. Es muy difícil precisar el lugar donde se desarrollaron estas invenciones.
La agricultura probablemente nació en las orillas de los desiertos, en regiones donde disminuían los
alimentos, lo que obligaba a los pueblos a encontrar nuevas formas para proveer su sustento.
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El cultivo de los granos, una vez iniciado, se desarrolla sobre todo en los valles de los ríos, por las facilidades
de irrigación y de transporte que ofrecen. Las primeras culturas de importancia están asentadas, todas ellas,
en los grandes valles de aluvión: Hoang-Ho y Yang-Tse-Kiang. Indus y Ganges, Tigres y Eufrates, y el Nilo.

Aunque estos valles, por su extraordinaria fertilidad, eran muy propicios para la agricultura, tenían la
desventaja de poseer pocas piedras. Un utensilio quebrado no podía ser reemplazado con facilidad. Esto lleva
al hombre a ver la utilidad de trabajar con piedras de tipo especial, blandas, que podían moldearse al fuego, y
que en caso necesario se podrían volver a fundir: los metales. El primer metal usado por el hombre es el
cobre, que se encontraba en cierta abundancia en estado puro en la naturaleza, o en minerales de fácil
aprovechamiento.

Posteriormente, se descubre la forma de combinarlo con el estaño, produciéndose el bronce, que es mucho
menos quebradizo que el anterior. Al mismo tiempo se utilizan otros metales, como el oro y la plata, pero
fundamentalmente con fines decorativos o mágicos. En el tercer milenio a. de c., se empieza a trabajar el
hierro, que adquiere gran importancia a partir de 1,400 a. de c. Junto con estas innovaciones técnicas se tiene
que desarrollar el comercio, ya que el mineral no se encuentra en todas partes, y la división del trabajo, entre
pueblos, agricultores, ganaderos. Se adoran fuerzas naturales relacionadas con el cultivo de la tierra, como
son las plantas, la lluvia y el sol. Los pueblos agricultores elaboran calendarios, que les son indispensables
para saber las épocas propicias a la preparación de los campos. Por ello, tienen que hacerse astrónomos y
muchos de ellos adoran también a las estrellas, que simbolizan en muchas ocasiones la muerte (siembra) del
grano y su resurrección (planta que nace de la semilla).

Con todo esto, se produce una mayor división del trabajo entre los hombres: llega así a ser útil y necesario el
Comercio entre agricultores, ganaderos, mineros metalúrgicos, alfareros y demás trabajadores
especializados. Esto da lugar a la aparición de comerciantes, personas dedicadas profesionalmente a la
actividad del intercambio de mercancías. Se forman las ciudades, centros de población entregados
fundamentalmente a estas actividades ajenas a la producción directa de alimentos. En ellas, se concentran
los artesanos (que obtienen así la posibilidad de intercambiar experiencias) los comerciantes, se encuentran
los templos y los gobernantes. Su aparición marca una transformación profunda en el desarrollo humano,
conocida como la “Revolución Urbana”. Las ciudades llegan a ser centro de progreso.

El progreso de transformación de la sociedad recolectora en productora no se realiza en todas partes. Primero


tiene lugar en forma predominante en l los grandes valles de los ríos e influye desde ahí sobre los pueblos
más atrasados.

Muchas veces éstos irrumpen en las áreas cultivadas, donde asimilan los adelantos de los pobladores y a su
vez los cultivadores desempeñan un gran papel en el intercambio de productos entre unas y otras regiones.
En el curso de varios milenios, la mayor parte de la humanidad se hace agricultora y ganadera (además de
desarrollar otras actividades como la metalurgia), pero hasta hoy siguen subsistiendo pueblos recolectores.

9.5 Aparición de la sociedad estatal

Los nuevos sistemas de producción, como la ganadería, la agricultura la alfarería, y el trabajo de los metales,
permitieron una modificación radical de la sociedad. La productividad anterior había sido tan baja, que no era
posible apropiarse el trabajo de una persona o tribu vencida. En los casos de luchas entre pueblos
prehistóricos, el vencido era aniquilado, expulsado de su territorio o admitido, con derechos iguales, en el
pueblo vencedor. La explotación de los vencidos, al apropiarse de una parte de lo que producían, hubiera
llevado a su aniquilación física. Además, poner a cazar a la tribu vencida, significaba dejarle sus armas, y con
ello afrontar el peligro constante de sublevaciones.
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Las nuevas formas de trabajo permitían otra solución. El pueblo vencido podía ser despojado de sus armas,
conservando los instrumentos necesarios para trabajar el campo o para cuidar ganado. El producto de su
labor es suficiente para sostener a los que la realizan, y para que éstos entreguen además un excedente a los
vencedores. A través de un proceso muy prolongado en que intervienen la guerra, el comercio y otros
factores, la igualdad primitiva cede su lugar a una sociedad dividida en explotados y explotadores. En muchos
casos, la propiedad privada sustituye a la colectiva, lo que facilita la explotación de los hombres, en distintas
formas.

Las ideas religiosas evolucionan. Las creencias animistas y totémicas de la época de los cazadores y
recolectores ceden su lugar a la fe en dioses de las fuerzas naturales, ligados en el cultivo de las plantas y
con la cría de los animales, que recompensan o castigan a los grupos humanos según sus actividades y su
comportamiento. A estos dioses se atribuyen determinados bienes, que son administrados en la tierra por
sacerdotes. Hay aquí otra fuente de la diferenciación de la propiedad. Al irse concentrando la riqueza y el
poder político entre los hombres, aparece la idea de un dios supremo, ayudado por los otros dioses.

También la organización familiar se transforma profundamente en este período. La forma propia del
Paleolítico fue probablemente la horda promiscua, sin ninguna regla sexual. A través de varias prohibiciones
que van impidiendo las relaciones incestuosas, se llega a la forma predominante en la época Neolítica, la
tribu, constituida por varios “clanes” o “gens”, que son o se consideran descendientes de una misma madre.
Existe el matrimonio por grupos, en que los hombres de una gens son legalmente esposos de las mujeres de
otra gens, de la misma tribu. Dentro del grupo se forman parejas fácilmente disolubles. Los hijos están en la
gens de la madre, o sea, la descendencia se cuenta por línea femenina, lo que revela una posición muy fuerte
de la mujer.

Al adquirir gran importancia la ganadería y también la agricultura que aprovecha el trabajo de los animales,
empieza el predominio del hombre. La introducción de la esclavitud, relacionada con la guerra, actividad
varonil, fortalece la posición del hombre en la sociedad. Se considera de preferencia la descendencia por
línea paterna, o sea, los hijos permanecen en el clan del padre y este llega a ser el jefe de la familia. En casi
todas partes, la mujer pierde sus derechos y es reducida a una posición de sierva o primera esclava: aparece
el llamado “patriarcado”. Se establece la monogamia para la mujer, imprescindible, para asegurar
efectivamente la descendencia paterna.

La desaparición de la antigua igualdad comunal implica la necesidad de establecer nuevos sistemas


organizativos. Surge el Estado, con un aparato de fuerza que ya no se identifica con la masa del pueblo. La
antigua asamblea general de todos los capitanes, el consejo de ancianos, al que tenía acceso todos los
hombres de edad y de prudencia, cede el lugar a un “senado” compuesto por los jefes de los clanes Esta
diferenciación se va acentuando cada vez más, hasta culminar en los grandes Estados de la Antigüedad, con
numerosísimos esclavos o semiesclavos y una reducida capa gobernante formada por hombres libres.

Con esta forma social aparecen o se intensifican muchos aspectos negativos de la humanidad, como las
luchas por la riqueza y por el poder, la explotación del hombre por el hombre y la discriminación de la mujer.
Pero al mismo tiempo, esta división en clases era una necesidad del progreso ya que sólo así existía la
posibilidad de que el hombre se desenvolviera más.

Era indispensable que en una parte, aunque fuera reducida, de la humanidad, quedara exenta de participar
directamente en la producción, para que pudiera dedicarse a las ciencias y el arte. En otra forma, no hubiera
podido realizarse el progreso de la historia propiamente dicha.

El mejoramiento de la producción y el incremento del comercio traen consigo la necesidad de llevar cuentas y
de apuntar algunos hechos. Se desarrolla la numeración y después la escritura, que principia en forma
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pictográfica (se dibujan ciertas cosas, lo que dificulta la representación de ideas abstractas), para dar lugar, a
través de una evolución bastante larga y compleja, a la escritura fonética, en la que cada signo representa un
sonido. Esta escritura permite apuntar todo lo que puede expresarse en palabras.

9.6 Resumen

Desde la formación de la Tierra hasta la aparición del ancestro directo de hombre, pasan probablemente
varios miles de millones de años, en que los seres vivos evolucionan hacia formas cada vez más avanzadas.

En una influencia mutua, el trabajo, la posición erguida, la utilización de instrumentos, transforman al ser
prehumano en hombre. Los pasos más importantes de este desarrollo se marcan por el procónsul (20
millones de años de antigüedad), el oreopitecus (13 millones), el zinjántióús dos millones), el pitecantropus
erectus (un millón a 500,000), el hombre de Heidelberg el de Neanderthal, el de Cro-Magnón; no todos éstos
son ancestros del hombre actual.

El hombre empieza a trabajar usando un simple palo, o la piedra tal como la encuentra en la naturaleza,
aprende después a aprovechar, mantener y posteriormente a encender el fuego. De la simple piedra va
derivando el hacha de mano y otros utensilios de piedra tallada y después pulida Inventa la lanza y la
desarrolla más tarde en otras armas arrojadizas, que culminan en el arco y la flecha.

Toda la primera época de la humanidad se caracteriza por ser ésta recolectora. En el Mesolítico doméstica al
primer animal, el perro. Posteriormente, el hambre aprende a cultivar plantas y a criar animales. También
aprende el arte de la alfarería, el trabajo de los metales, inventa la rueda y el carro.

La organización primitiva del hombre es comunal, con igualdad de derechos y de propiedades entre todos los
miembros del grupo, todos participan la recolección, la caza y la pesca. Sólo hay una división del trabajo muy
sencilla, fundamentalmente entre hombre y mujer. Se inicia apenas la existencia de artesanos especializados,
en los magos y artistas del Paleolítico; posteriormente aparecen los alfareros, metalúrgicos y otros
especialistas.

La creciente productividad y la mayor división del trabajo da lugar, en el cuarto milenio a. de c. a la aparición
de ciudades: centros artesanales comerciales, administrativos y religiosos. Ahí se inventa la escritura., y
pronto llegan a ser los elementos predominantes en la organización social.

La antigua igualdad económica es sustituida por distintas formas de explotación, a] llegar ésta a ser
económicamente útil. La aparición de una clase que no tiene que ocuparse de modo directo de buscar su
sustento, hace posible que se dedique a otras actividades, como son las ciencias y las artes. La esclavitud fue
un progreso social, a pesar de que se realizó a costa de las mayorías humanas.

La división de la sociedad en grupos poseedores y desposeídos implica la aparición de una organización


especial, que se sobrepone a la sociedad misma, y que tiene el fin de mantener el orden existente: el Estado.
Se desarrollan sistemas, muy complejos muchas veces, para organizar, la sociedad de acuerdo con su nueva
estructura.

El hombre muy primitivo probablemente no tuvo ideas religiosas. Sentía solamente un temor ante lo
desconocido, que era casi todo lo que se hallaba a su alrededor. Posteriormente, atribuye “espíritus” a todo lo
que lo rodea. Adora a los totems, símbolos de seres o de fuerzas naturales, relacionados directamente con su
vida, en forma efectiva o solo imaginaria. Al ir avanzando más en sus conocimientos, concibe la idea de
dioses que dominan las actividades de los animales, de las plantas, y de la naturaleza en general Al aparecer
la agricultura y la ganadería, los pueblos adoran tas fuerzas de la naturaleza directamente relacionadas con
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sus actividades de producción. Aparece la idea de que los dioses recompensan o castigan por medio de
buenas o malas cosechas, etc., las actitudes de los hombres hacia ellos.

Las relaciones entre los sexos evolucionan de la horda promiscua al sistema gentilicio, basado en el
matrimonio por grupos hombres y mujeres gozan en lo fundamental de los mismos derechos y deberes, la
descendencia y la herencia se consideran por la línea materna (los hijos pertenecen al clan de la madre), lo
que da cierto predominio a las mujeres. Cuando la antigua propiedad comunal es sustituida por la privada, la
herencia por línea materna cede su lugar a la línea paterna. Aparece él patriárcado, el hombre adquiere
predominio en las relaciones familiares.

10.- EL PAPEL DEL TRABAJO EN EL PROCESO DE TRANSFORMACIÓN DEL MONO EN HOMBRE


Federico Engels

El trabajo es, dicen los economistas, la fuente de toda la riqueza. Y lo es, en efecto, a la par con la
naturaleza, que se encarga de suministrarle la materia destina a ser convertida en riqueza por el trabajo. Pero
infinitamente más que eso. El trabajo es la primera condición fundamental de toda la vida humana, hasta tal
punto que, en cierto sentido, deberíamos afirmar que el hombre mismo ha sido creado por obra del trabajo.

Hace varios cientos de miles de años, en una fase que aún no puede determinarse con certeza de aquel
período de la tierra a que los geólogos dan el nombre de período terciario, presumiblemente hacia el final de
él. Vivió en alguna parte de la zona cálida de nuestro planeta –probablemente, en un gran continente, ahora
sepultado en el fondo del océano Indico- un género de monos antropoides muy altamente desarrollados.
Darwin nos ha trazado una descripción aproximada de estos antepasados nuestros. Eran seres cubiertos de
pelambre, con barba y orejas puntiagudas, que vivían en hordas, trepados a los árboles.

Estos monos, obligados probablemente al principio por su género de vida, que, al trepar, asignaba a las
manos distinta función que a los pies, fueron perdiendo, al encontrarse sobre el suelo, la costumbre de
servirse de las extremidades superiores para andar marchando en posición cada vez más erecta. Se había
dado, con ello, el paso decisivo para la transformación del mono en hombre.

Todos los monos antropoides que hoy conocemos pueden mantenerse erectos y desplazarse pisando
exclusivamente sobre los dos pies. Pero siempre en caso de extrema necesidad y el mono más torpe. Su
manera natural de andar es la posición semirrecta, utilizando también las manos. La mayoría de ellos apoyan
sobre el suelo los nudillos de la mano, haciendo oscilar el cuerpo con las piernas encorvadas entre los largos
brazos, como el tullido que camina sobre muletas. En términos generales, todavía hoy podemos observar
entre los monos todas las fases de transición que van desde la locomoción a cuatro patas hasta la marcha
sobre los dos pies. Pero en ninguno de ellos es esta última manera de andar más que un recurso utilizado en
casos de extrema necesidad.

Para que la marcha erecta, en nuestros peludos antepasados, se convirtiera primeramente en regla y,
andando el tiempo, en necesidad, hubieron de asignarse a las manos, entre tanto, funciones cada vez mas
amplias. También entre los monos se impone ya una cierta división en cuanto al empleo de la mano y el pié.
Ya hemos dicho que la primera funciona, al trepar, de distinto modo que el segundo. La mano sirve,
preferentemente, para arrancar y agarrar el alimento, función para lo cual ya los mamíferos inferiores se
sirven de las patas delanteras. Con la ayuda de la mano construyen algunos monos nidos en los árboles,
incluso, como el chimpancé, techos entre las ramas para guarecerse de la lluvia. Con ella empuñan el garrote
para defenderse contra los enemigos o bombardean a éstos con frutos y piedras. Y de ella se sirven, cuando
el hombre los aprisiona, para ejecutar una serie de operaciones simples, aprendidas de él. Pero precisamente
al llegar aquí se ve cuán grande es la distancia que media entre la mano incipiente del mono mas semejante
al hombre y la mano humana, altamente desarrollada gracias al trabajo ejecutado a lo largo de miles de
siglos. El número y la disposición general de los huesos y los músculos son sobre poco mas o menos los
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mismos en una y otra; pero la mano del salvaje mas rudimentario puede ejecutar cientos de operaciones que
a la mano de un mono le está vedado imitar. Ninguna mano de simio ha producido jamás ni la más tosca
herramienta.

Por eso tuvieron que ser, por fuerza, muy primitivas las operaciones que a nuestros antepasados fueron
adaptando poco a poco su mano a lo largo de muchos milenios, en el tránsito del mono al hombre. Los
salvajes de nivel más bajo incluso aquellos de quienes puede suponerse que se hallaban expuestos a recaer
en un estado más bien animal con una simultánea reincidencia en su contextura física, se hallan a pesar de
todo muy por encima de aquellos seres de transición. Hasta que la mano del hombre logró tallas en forma de
cuchillo el primer guijarro tuvo que pasar de una inmensidad de tiempo junto a la cual resulta insignificante el
tiempo que históricamente nos es conocido, Pero el paso decisivo se había dado ya; se había liberado la
mano, quedando en condiciones de ir adquiriendo nuevas y nuevas aptitudes, y la mayor flexibilidad lograda
de este modo fue transmitiéndose y aumentando de generación en generación.

Así, pues, la mano no es solamente el órgano del trabajo, sino que es también el producto de este. Solamente
gracias al trabajo, a la adaptación a nuevas operaciones, a la transmisión por herencia del desarrollo así
adquirido por los músculos los tenedores y a la larga también de los huesos y a la aplicación constantemente
renovada de este afinamiento hereditariamente adquirido a nuevas operaciones cada vez mas complicadas,
ha adquirido la mano del hombre ese alto grado de perfeccionamiento capaz de crear portentos como los
cuadros de Rabel, las estatuas de Thorwaldsen lo la música de Paganini.

Pero la mano no trabajada sola. Era simplemente el miembro individual de un gran organismo armónico,
sumamente complicado. Y lo que benefició a mano redundo también en beneficio de todo el cuerpo al servicio
del cual laboraba la mano; y redundó en beneficio suyo en dos sentidos.

Primeramente, en virtud de la ley de la correlación del crecimiento, como Darwin la ha llamado. Con arreglo a
esta ley, determinadas formas de algunas partes de un orgánico se hallan siempre vinculadas a ciertas
formas de otras partes, que aparentemente no guardan relación alguna con aquella. Así, por ejemplo, todos
los animales dotados de glóbulos rojos sin núcleo celular y cuyo occipucio se halla unido con la primera
vértebra de la columna vertebral por medio de dos articulaciones (cóndilos) poseen también, sin excepción,
glándulas lácteas para amamantar a las crías. Y así también vemos que, en los mamíferos la pezuña va
unida, por lo general, al estómago multilocular para poder seguir rumiando los alimentos. Los cambios
operados en cuanto a determinadas formas llevan aparejados cambios de forma de otras partes del cuerpo,
sin que podamos explicarnos la conexión entre ellos. Los gatos completamente blancos y de ojos azules son
siempre o casi siempre sordos. El gradual afinamiento de la mano del hombre y, en consonancia con él, el
desarrollo del pie para la marcha erecta repercutió también, indudablemente, en virtud de la correlación de
que hemos hablado, sobre otras partes del organismo. Sin embargo, esta influencia ha sido todavía muy
poco estudiada para que aquí podamos hacer otra cosa que ponerla de manifiesto en términos muy
generales.

Mucho mas importante es la repercusión directa y comprobable que el desarrollo de la mano ha ejercido
sobre el resto del organismo. Como ya hemos dicho, nuestros antepasados simios eran seres sociables; sería
de todo punto imposible, evidentemente, que el hombre, el mas sociable de todos los animales, descendiera
de un inmediato antepasado no sociable. Con cada nuevo progreso logrado, su dominio sobre la naturaleza,
iniciado con el desarrollo de la mano, fue ampliando el horizonte del hombre. Este descubrió en los objetos
naturales nuevas y nuevas propiedades, que hasta entonces desconocía. Y, de otra parte, el desarrollo del
trabajo contribuyó necesariamente a acercar mas entre si a los miembros de la sociedad, multiplicando los
casos de ayuda mutua y de acción en común y esclareciendo ante cada uno la conciencia de la utilidad de
esta cooperación. En una palabra, los hombres en proceso de formación acabaron comprendiendo que tenían
algo en común que decirse los unos a los oros. Y la necesidad se creo su órgano correspondiente: la laringe
no desarrollada del mono fue transformándose lentamente pero de un modo seguro, mediante la modulación,
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hasta adquirir la capacidad de emitir sonidos cada vez mas modulados, y los órganos de la boca aprendieron
poco a poco a articular una letra tras otra.

Que esta explicación del nacimiento de lenguaje a base del trabajo y paralelamente con el se es la única
acertada lo demuestra la comparación con otros animales. Lo único que estos, concluso los más
desarrollados tienen que comunicarse los unos a los otros: se lo pueden comunicar también sin necesidad del
lenguaje articulado. Ningún animal, en estado de naturaleza, siente como defecto el no poder hablar o
entender el lenguaje del hombre. Perola cosa cambia cuando se trata de animales domesticados. El perro y el
caballo poseen gracias al trato con el hombre, un oído tan fino para el lenguaje articulado que fácilmente
aprende a captar lo que se les dice, en la media que se lo permite su radio de representaciones. Se asimilan,
además la capacidad de sensaciones tales como el apego al hombre, la gratitud, etc., que antes le eran
totalmente ajenas, y quien haya ha tenido ocasión de vivir mucho tiempo cerca de estos animales difícilmente
se sustraerá a la convicción que, en muchos, en muchísimos casos sienten ahora como un defecto la
imposibilidad de hablar, defecto al que, desgraciadamente, no cabe poner remedio por la estructura de sus
órganos bucales, demasiado especializados en una determinada dirección. Pero allí, donde existe el órgano,
desaparece también, dentro de ciertos límites, esta incapacidad. No. Cabe duda que los órganos bucales de
los pájaros son los mas distintos que imaginarse pueda de los humanos y, sin embargo, los pájaros son,
seguramente, los únicos animales que aprenden a hablar, y el que mejor habla de todos es el papagayo, que
se distingue por tener mas horrible el timbre de voz. Y no se nos diga que no entiende lo que habla. Es cierto
que puede pasarse horas enteras repitiendo parleramente su caudal de palabras por puro gusto de charlotear
y porque le agrada la compañía del hombre. Pero, hasta donde llega su círculo de representaciones, no cabe
duda de que aprende también a saber lo que dice. Tomemos un papagayo y enseñémosle una sarta de
insultos, haciendo que pueda llegar a representarse lo que significan (entretenimiento favorito de los
marineros que vuelven del trópico); mortifiquémosle, y enseguida veremos que sabe emplear sus dicterios
con tanta propiedad como una verdulera de Berlín. Y lo mismo cuando se trata de suplicar para que le den
golosinas.

El trabajo, en primer lugar, y después de él y enseguida a la par con él, el lenguaje son los dos incentivos mas
importantes bajo cuya influencia se ha transformado paulatinamente el cerebro del mono en el cerebro del
hombre, que, aun siendo semejante a él, es mucho mayor y más perfecto. Y, al desarrollarse el cerebro, se
desarrollaron también, paralelamente, sus instrumentos inmediatos, los órganos de los sentidos. A la manera
como el lenguaje, en su gradual desarrollo, va necesariamente acompañado por el correspondiente
perfeccionamiento del órgano del oído, así también el desarrollo del cerebro en general lleva aparejado el de
todos los sentidos. El Águila ve mucho más lejos que el hombre, pero el ojo humano descubre mucho más en
las cosas que el ojo del águila. El perro tiene un olfato más fino que el hombre, pero no distingue ni la
centésima parte de los olores que acusan para éste determinadas características de diferentes cosas. Y el
sentido del tacto, que en el mono apenas se da en sus inicios más toscos, solo se desarrolla al desarrollarse
la misma mano del hombre, por medio del trabajo.
Al repercutir sobre el trabajo y el lenguaje el desarrollo del cerebro y de los sentidos puestos a su servicio, la
conciencia mas y mas esclarecida, la capacidad de abstracción y deducción, sirven de nuevos y nuevos
incentivos para que ambos sigan desarrollándose, en un proceso que no termina, ni mucho menos, en el
momento en que el hombre se separa definitivamente del mono, sino que desde entonces difiere en cuanto al
grado y a la dirección según los diferentes pueblos y las diferentes épocas, que a veces se interrumpe,
incluso con retrocesos locales y temporales, pero que, visto en su conjunto, ha avanzado en formidables
proporciones; poderosamente impulsado, de una parte, y de otra encauzado en una dirección más definida
por obra de un elemento que viene a sumarse a los anteriores, al aparecer el hombre ya acabado: la
sociedad.
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Cientos de miles de años –que en la historia de la tierra no representan mas que un minuto en la vida del
hombre ()- hubieron de transcurrir, seguramente, antes de que la horda de monos trepadores se convirtiera
en una sociedad de hombres. Pero, a la postre, la sociedad de los hombres surgió. ¿Y con qué volvemos a
encontrarnos como la diferencia característica entre la horda de monos y la sociedad humana? Con el trabajo.
La horda animal se limitaba a pastar en la zona alimenticia que le había sido asignada por la situación
geográfica o por la resistencia de otras hordas colindantes; emprendía expediciones y luchas para extender
sus dominios a otras zonas nutricias, pero era incapaz de sacar de su territorio mas de lo que la naturaleza le
brindaba, fuera del hecho de que, sin saberlo, lo abonaba con sus excrementos. Una vez ocupados en su
totalidad los posibles territorios, fuente de alimentación, ya no era posible que la población simia aumentara; a
lo sumo, el número de animales permanecía estacionario. Pero todos los animales despilfarran
extraordinariamente alimento y, además matan en germen los nuevos brotes del alimento futuro. El lobo no
deja viva, como el cazador, la cierva llamada a suministrarle el cervatillo del año venidero; las cabras de
Grecia, que roen la maleza naciente antes de dejarla crecer, han dejado pelados todos los montes del país.
Este “desfalco” llevado a cabo por los animales desempeña importante papel, dada la gradual transformación
de las especies, al obligarlas a adaptarse a una alimentación que no es la acostumbrada, lo que hace que su
sangre cambie de composición química y que toda su constitución física varíe poco a poco, extinguiéndose
las especies ya plasmadas. No cabe duda de que este régimen de desfalco de los medios alimenticios
contribuyó poderosamente a convertir al mono en hombre. En una raza de monos, cuya inteligencia y
capacidad de adaptación aventajaba en mucho a todas las demás, no pudo por menos de conducir a que
fuese extendiéndose cada vez mas el numero de plantas alimenticias y a que se utilizaran cada vez mas
partes comestibles de ellas; en una palabra, a que la alimentación se hiciese mas variada, aumentando de
ese modo las sustancias asimiladas por el cuerpo y haciendo progresos las condiciones químicas para la
transformación del mono en hombre.

Pero en realidad, todo lo anterior no entra aún en la categoría trabajo. El trabajo comienza con la elaboración
de herramientas. ¿Y cuáles son las primeras herramientas que se conocen, juzgando a base de los vestigios
del hombre prehistórico que se han encontrado y teniendo en cuenta tanto el régimen de vida de los pueblos
históricos mas remotos como el de los salvajes mas rezagados de nuestros propios días? Son las
herramientas empleadas en la caza y en la pesca, las primeras de las cuales representan, además, armas.
Pues bien, la caza y la pesca presuponen ya el paso de alimentación puramente vegetal a un régimen
alimenticio en el que entra ya la carne, lo que constituye, a su vez, un paso muy importante hacia la aparición
del hombre. Este tipo de alimentación suministraba ya en forma casi completa las materias esenciales que el
organismo necesita para su metabolismo; abreviaba, con la digestión, el paso del tiempo de los demás
procesos vegetativos del cuerpo correspondientes a la vida vegetal, con lo que ganaba tiempo y sustancia y
experimentaba mayor goce en las manifestaciones de la vida propiamente animal. A media que el hombre en
formación iba alejándose de la planta se remontaba también más y más sobre el animal. Así como la
habituación al alimento vegetal combinado con la alimentación vegetal, contribuyó esencialmente a elevar la
fuerza física y la dependencia del futuro hombre. Pero en lo que mas influyó el régimen carnívoro fue en el
desarrollo del cerebro, que ahora contaba con las sustancias nutricias necesarias en abundancia, mucho
mayor que antes, razón por la cual pudo desarrollarse, a partir de ahora, mucho más rápidamente y de un
modo mas perfecto, de generación en generación. Dicho sea con perdón de los señores vegetarianos, la
aparición del hombre es inseparable de la alimentación carnívora, y el hecho de que en todos los pueblos de
que tenemos noticia este régimen de alimentación condujese en ciertas épocas a la antropología (todavía en
el siglo X, los anteriores pasados de los berlineses, los veletabos y los viltses, se comían a sus progenitores)
es cosa que hoy debe tenernos sin cuidado.

El empleo de la carne para la alimentación trajo consigo dos nuevos progresos de una importancia decisiva: la
utilización del fuego y la domesticación de los animales. La primera acortó todavía mas el proceso de la

Una autoridad de primer rango en estas cuestiones, Sir. W. Thompson, ha calculado que no han podido transcurrir mucho mas
de cien millones de años desde el tiempo en que la ierra se enfrió lo bastante para que pudieran vivir en ella las plantas y los
animales (nota de Engels).
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digestión, al ingerirse los alimentos ya digeridos a medias por decirlo así; la segunda hizo mas rica la
alimentación carnívora, al proporcionar, además de la caza, una nueva fuente de suministro mas regular,
suministrando además de la caza, una nueva fuente de suministro mas regular, suministrando además, con la
leche y productos derivados de ella, un nuevo medio alimenticio de valor igual al de la carne, por lo menos, en
cuanto a su combinación de sustancia. Uno y otro fueron, por tanto, directamente, nuevos medios de
emancipación para el hombre. No podemos entrar a examinar aquí en detalle sus resultados indirectos, pues
nos alejaría demasiado de nuestro tema, aunque hay que señalar que también ellos contribuyeron en gran
medida al desarrollo del hombre y de la sociedad.

El hombre se acostumbró a comer de todo y fue adaptándose, asimismo a todos los climas. Se extendió por
toda la tierra habitable, siendo como era en realidad, el único animal que llevaba en si mismo la plena
capacidad para ello. Los demás animales que se han adaptado a todos los climas, animales domésticos e
insectos, no lo han hecho por si mismos, sino siguiendo al hombre. Y el paso del uniforme clima cálido de la
patria de origen a las regiones frías, en las que el año se dividía en invierno y verano, creo a su vez nuevas
necesidades, como las del abrigo y la vivienda para protegerse del frío y de la humedad, abrió nuevos
campos de trabajo y trabajo con ello nuevas actividades, que hicieron que el hombre fuese alejándose mas y
mas del animal.

Mediante la combinación de la mano, los órganos lingüísticos y el cerebro y no solo en el individuo aislado,
sino en la sociedad, se hallaron los hombres capacitados para realizar operaciones cada vez más altas. De
generación en generación, el trabajo mismo fue cambiando, haciéndose mas perfecto y multiforme. A la caza
y la ganadería se unió la agricultura y tras ésta vinieron las artes del hilado y el tejido, la elaboración de los
metales, la alfarería, la navegación. Junto al comercio y los oficios aparecieron, por último, el arte y la ciencia,
y las tribus se convirtieron en naciones y estados. Se desarrollaron el derecho y la política y, con ellos, el
reflejo fantástico de las cosas humanas en la cabeza del hombre; la religión. Ante estas creaciones, que
empezaron presentándose como productos de la cabeza y que parecían dominar las sociedades humanas,
fueron pasando a segundo plano los productos modestos de la mano trabajadora, tanto mas cuanto que la
cabeza encargada de planear el trabajo pudo, ya en una fase muy temprana de desarrollo de la sociedad
(por ejemplo, ya en el seno de la simple familia), hacer que el trabajo planeado fuese ejecutado por otras
manos que las suyas. Todos los meritos del rápido progreso de la civilización se atribuyeron a la cabeza, al
desarrollo y a la actividad del cerebro; los hombres se acostumbraron a explicar sus actos por sus
pensamientos en vez de explicárselos partiendo de sus necesidades (las cuales, ciertamente, se reflejaban en
la cabeza, se revelan en la conciencia), y así fue como surgió, con el tiempo, aquella concepción idealista del
mundo que se ha adueñado de las mentes, sobre todo desde la ciudad del mundo antiguo. Y hasta tal punto
sigue dominándolas todavía hoy, que incluso los investigadores materialistas de la naturaleza de la escuela
de Darwin no aciertan a formarse una idea clara acerca del origen del hombre porque, ofuscados por aquella
influencia ideológica, no alcanzan a ver el papel que en su nacimiento desempeñó el trabajo.
Los animales, como ya hemos apuntado, hacen cambiar con su acción la naturaleza exterior, lo mismo que el
hombre, aunque no en igual medida que él, y estos cambios del medio así provocados repercuten, a su vez,
como hemos visto, sobre sus autores. Nada, en la naturaleza, ocurre de un modo aislado. Cada cosa
repercute en la otra, y a la inversa, y lo que muchas veces impide a nuestros naturalistas ver claro en los
procesos mas simples es precisamente el no tomar en consideración este movimiento y esta
interdependencia universales. Ya veíamos como las cabras impidieron que el suelo de Grecia volviera a
cubrirse de bosques; en Santa Elena las cabras y los cerdos desembarcados por los primeros navegantes
que arribaron a sus costas, lograron acabar casi por completo con la vieja vegetación de la isla, preparando
con ello el terreno sobre el que mas tarde pudieron crecer las plantas llevadas allí por los marinos y los
colonos. Pero, aunque los animales ejerzan una influencia duradera sobre el medio, lo hacen sin proponérselo
y el resultado conseguido es siempre fortuito, para los propios animales. En cambio, la influencia del hombre
sobre la naturaleza, cuanto más va alejándose del animal, adquiere más y mas el carácter de una acción
sujeta a un plan y con la que se persiguen determinados fines, conocidos de antemano. El animal destruye la
vegetación de una faja de tierra sin saber lo que hace. El hombre deja la tierra pelada para sembrar en ella
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hortalizas o plantar árboles o viñas, a sabiendas de que le reportan muchas veces lo que ha sembrado.
Desplaza de un país a otro las plantas útiles y los animales domésticos, haciendo cambiar con ello la flora y la
fauna de continentes enteros. Más aún. Mediante la cría o el cultivo artificiales, plantas y animales cambian de
tal modo bajo la mano del hombre que no hay quien lo reconozca. Todavía se están buscando sin
encontrarlas las plantas silvestres de que proceden nuestras especies cereales. Y sigue discutiéndose de que
animal salvaje descienden nuestros perros, tan diferentes entre si, o nuestras no menos numerosas razas de
caballos.

De suyo se comprende, por lo demás, que no se nos pasa por las mentes negar a los animales la capacidad
de actos sujetos a un plan, premeditados. Al contrario. El modo de obrar planificado se da ya en germen
dondequiera que el protoplasma, o sea la albúmina viva, existe y reacciona, o, lo que es lo mismo, realiza
movimientos por muy simples que ellos sean, como resultado de determinados estímulos del exterior. Esta
reacción se produce sin necesidad de que exista célula alguna ni, mucho menos, una célula nerviosa.
Asimismo se revela en cierto sentido como sujeta a un plan, aunque carente de absoluto de conciencia, la
manera de comportarse de las plantas insectívoras al atrapar a sus víctimas. En los animales, la capacidad de
realizar actos conscientes y sujetos a un plan se desarrolló en proporción al desarrollo del sistema nervioso y
alcanza ya un alto nivel entre los mamíferos. En las batidas inglesas para la caza del zorro se pueden
observar diariamente con que exactitud sabe este animal utilizar su gran conocimiento topográfico para
escapar de sus perseguidores y lo bien que conoce y aprovecha todas las ventajas del terreno para hacer que
se borre su rastro. Y en los animales domésticos, altamente desarrollados gracias a su trato con el hombre,
podemos observar todos los días rasgos de astucia que en nada se distinguen del feto humano en el claustro
materno no es mas que la repetición abreviada de la historia evolutiva del organismo de nuestros
antepasados animales a lo largo de millones de años, arrancando desde el gusano, así también la evolución
espiritual del niño humano es simplemente una repetición, aunque en miniatura de la evolución intelectual de
aquellos mismos antepasados, por lo menos de los mas recientes. Sin embargo, la acción planificada de
todos los animales, en su conjunto, no ha logrado estampar sobre la tierra el sello de su voluntad. Para ello,
tuvo que venir el hombre.

En una palabra, el animal utiliza la naturaleza exterior e introduce cambios en ella pura y sencillamente con su
presencia, mientras que el hombre, mediante sus cambios, la hace servir a sus fines, la domina. En ésta la
suprema y esencial diferencia entre el hombre y los demás animales; diferencia debida al trabajo

No debemos, sin embargo, lisonjearnos demasiado de nuestras victorias humanas sobre la naturaleza. Esta
se venga de nosotros por cada una de las derrotas que le inferimos. Es cierto que todas ellas se traducen
principalmente en los resultados previstos y calculados, pero acarrean, además otros imprevistos, con los que
no contábamos y que, no pocas veces, contrarrestan los primeros. Quienes demostraron los bosques de
Mesopotámica, Grecia, el Asia Menor y otras regiones para obtener tierras roturables no soñaban, con que, al
hacerlo echaban las bases para el estado de desolación en que actualmente se hallan dichos países, ya que,
al talar los bosques, acababan con los centros de condensación y almacenamiento de la humedad. Los
italianos de los Alpes que destrozaron en la vertiente meridional los bosques de pinos también cuidados en la
vertiente septentrional no sospechaban que, con ello, mataban de raíz la industria lechera en sus valles, y aún
menos podían sospechar que, al proceder así, privaban a sus arroyos de montaña de agua durante la mayor
parte del año, para que en la época de lluvias se precipitasen sobre la llanura convertidos en turbulentos ríos.
Los introductores de la patata en Europa no podrían saber que, con el tubérculo farináceo, propagaban
también la enfermedad de la escrofulosis. Y, de la misma o parecida manera, todo nos recuerda a cada paso
que el hombre no domina, ni mucho menos la naturaleza a la manera como un conquistador domina un
pueblo extranjero, es decir, como alguien que es ajeno a la naturaleza, sino que formamos parte de ella con
nuestra carne, nuestra sangre y nuestro cerebro, que nos hallamos en medio de ella y que todo nuestro


Al margen del manuscrito aparece escrita a lápiz la palabra ensoblecimiento N. del Ed.
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dominio sobre la naturaleza y la ventaja que en esto llevamos a las demás criaturas consiste en la posibilidad
de llegar a conocer sus leyes y de saber aplicarlas acertadamente.

No cabe duda de que cada día que pasa conocemos mejor las leyes de la naturaleza y estamos en
condiciones de proveer las repercusiones próximas y remotas de nuestra ingerencia en su marcha normal.
Sobre todo desde los formidables progresos conseguidos por las ciencias naturales durante el siglo actual,
vamos aprendiendo a conocer de antemano, en medida cada vez mayor, y por tanto a dominarlas, hasta las
lejanas repercusiones naturales, por lo menos, de nuestros actos más habituales de producción. Y cuanto
mas ocurra esto, mas volverán los hombres, no solamente a sentirse, sino a saberse parte integrante de la
naturaleza y mas imposible se nos revelara esa absurda y antinatural representación de un antagonismo entre
el espíritu y la materia, el hombre y la naturaleza, el alma y el cuerpo, como la que se apoderó de Europa a la
caída de la antigüedad clásica, llegando a su apogeo bajo el cristianismo.

Ahora bien, si ha hecho falta el trabajo de siglos hasta que hemos aprendido, en cierto modo, a calcular las
consecuencias naturales remotas de nuestros actos encaminados a la producción, la cosa era todavía mucho
mas difícil en lo que se refiere a las consecuencias sociales de estos mismos actos. Hemos hablado de
patatas y de la propagación de la escrofulosis, como una secuela de ellas. Pero, ¿que es la escrofulosis,
comparada con las consecuencias que ha acarreado para la situación de vida de las mas del pueblo de
países enteros la reducción de los obreros a una alimentación a base de ese tubérculo, comparada con la
epidemia de hambre que en l847 azotó a Irlanda a consecuencia de la enfermedad de las patatas, sepultando
bajo tierra a un millón de irlandeses que apenas comían otra cosa y arrojando a dos millones al otro lado del
mar? Cuando los árabes aprendieron a destilar el alcohol no pensaban ni en sueños que habían creado con
ello una de las principales armas con que se aniquilaría a los indígenas de la América entonces aún no
descubierta. Y cuando Colón, andando el tiempo, descubrió América, no sabía que con ello hacia resucitar la
esclavitud, en Europa superada ya de largo tiempo atrás, y sentaba las bases para la trata de negros. Ni a los
hombres que en los siglos XVI y XVII trabajaban por crear la máquina de vapor se les podía pasar por las
mientes que estaban preparando el instrumento que mas que ningún otro habría de revolucionar el orden
social del mundo entero y que en Europa sobre todo, mediante la concentración de la riqueza en manos de la
minoría y de la miseria del lado de la inmensa mayoría, empezaría entregando a la burguesía el poder social y
político y provocaría luego ante la burguesía y el proletariado una lucha de clases que solo terminaría con el
derrocamiento de la burguesía y la abolición de los antagonismos de clase. Pero también en este terreno una
larga y a veces dura experiencia y el acopio y la investigación material histórico nos va enseñando, poco a
poco, a ver claro acerca de las consecuencias sociales indirectas y lejanas de nuestra actividad productiva, lo
que nos permite, al mismo tiempo, dominarlas y regularlas.

Ahora bien, para lograr esta regulación no basta con el mero conocimiento. Hace falta, además transformar
totalmente el régimen de producción vigente hasta ahora, con él, todo nuestro orden social presente.

Todos los sistemas de producción conocidos hasta ahora no tenían otra mira que el sacarle un rendimiento
directo e inmediato al trabajo. Se hacía caso omiso de todos los demás efectos, revelados solamente mas
tarde, mediante la repetición y acumulación graduales de los mismos fenómenos. La propiedad común
originaria sobre la tierra respondía, de una parte, a un estado de desarrollo del hombre en el que su horizonte
visual se reducía a lo estrictamente necesario para el día y, de otra parte, presuponía un cierto remanente de
tierras disponibles, que brindaba algún margen de maniobra frente a las desastrosas consecuencias
eventuales de aquella economía primitiva de tipo selvático. Agotado el remanente de tierras, se derrumbó la
propiedad en común. Todas las formas superiores de producción se tradujeron en la división de la población
en clases y, con ello, en el antagonismo entre clases dominantes y clases oprimidas; y esto hizo que el interés
de la clase dominante pasara a ser el resorte propulsor de la producción, en la medida en que ésta no se
limitaba estrictamente a proporcionar el sujeto a los oprimidos. Los capitalistas individuales, en cuyas manos
se hallan los resortes de mando sobre la producción y el cambio, solo pueden preocuparse de una sola cosa:
de la utilidad más directa que sus actos les reporten. Más aún, incluso esta utilidad –cuando se trata de la que
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rinde el artículo producido o cambiado- queda completamente relegada a segundo plano, pues el único
incentivo es la ganancia que de su venta pueda obtenerse.

11.- EL PROBLEMA DE LA HOMINIZACIÓN


H. Vollois

Se puede decir que con la publicación, en 1871 del libro de Darwin sobre la descendencia del hombre, nació
el problema de la hominización. En efecto, por primera vez se afirmaba científicamente en aquel libro que el
hombre deriva de una forma animal que progresivamente se fue transformando hasta llegar a él. Lo que se
denomina hominización (antropogénesis, en algunos autores; el Menschwerdung de los antropólogos
alemanes) es el conjunto de procesos que corresponden a esta transformación.

Su estudio se puede realizar desde dos ángulos diferentes que, por otra parte, no se excluyen ente sí: el de la
comparación de las formas actuales y el de la paleontología.

La comparación de las formas actuales tiene como primer fin destacarlas semejanzas y las diferencias entre
los caracteres anatómicos, fisiológicos y psicológicos del hombre y de los mamíferos más cercanos a
nosotros, es decir, para la gran mayoría de los antropólogos, desde los primates hasta los monos
antropomorfos. El balance de este estudio establece como pudio producirse el transito del estado animal al a
disposición humana, qué estadios intermedios debieron existir para llenas los hiatos actuales, qué factores
evolutivos entraron en juego para determinar las transformaciones.

Este método paleontológico es mucho más directo. Sin embarazarse en consideraciones teóricas o
discusiones extrapolaciones, el método paleontológico intenta, mediante el exclusivo examen de las formas
fósiles, reconstruir el árbol genealógico del hombre. Poniéndonos en presencia de los estadios por las cuales
pasaron nuestros ancestros nos enseña, simultáneamente, como se verificó progresivamente la hominización.

Al comienzo de las investigaciones sobre este problema, el método comparativo era el único que se
empleaba. No podía ser otro. La paleontología humana prácticamente no existía en la época en que escribía
Darwin. Pero su rápido desarrollo en los años que siguieron y, sobre todo, a partir del comienzo del presente
siglo, cambió por completo las condiciones de las investigaciones. Numerosos restos fósiles han sido
descubiertos con ayuda de los cuales se han hecho esfuerzos para trazar, siguiera en grandes líneas
generales, una historia paleontológica del hombre. A pesar de la incertidumbre que fatalmente crean tales
tentativas, su interés ha sido tal que poco a poco las investigaciones se han ido apartando del método
comparativo para apoyarse, ante todo, en la paleontología. Sin haber sido abandonado por completo, el
método comparativo aparece para la mayor parte de los investigadores como secundario. Incluso para
algunos, ese método debería ser totalmente abandonado.

Tal forma de pensar es excesivamente excluyente. Si el valor de los datos aportados por la paleontología es
indudable no se debe perder de vista, sin embargo, que estos datos son aún muy incompletos. Además, su
interpretación es menos objetiva de lo que parece. Esta interpretación se guía a priori, hasta cierto punto por
la idea según la cual concebimos la hominización, pues tal pieza fósil presentada en nuestro phylum por un
autor puede ser rechazada por otro: los estadios ancestrales atribuidos al hombre no serán los mismos en
ambos casos. Todavía es más grave el hecho de que el método paleontológico casi siempre hace abstracción
de las investigaciones causales. Si este método se esfuerza por reconstruir las etapas sucesivas del phylum
humano, por otra parte deja de lado los factores que determinaron estas etapas. El conocimiento del “porqué”
evolutivo del hombre ¿no es, sin embargo, el problema fundamental de la hominización?
En cuanto a este problema, el método comparativo es susceptible de contribuir con valiosos datos.
Apoyándose, como lo hace, no solamente, en el estudio del esqueleto, sino en la totalidad del organismo y del
organismo vivo, el método comparativo nos ilustra sobre la variabilidad de los tipos, nos permite encontrar las
relaciones entre la forma y la función, y estudiar experimentalmente las causas de las diversas
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transformaciones. Por medio del conocimiento de la embriología, el método comparativo ilustra mecanismos
que han podido producir determinadas estructuras. En fin, el método comparativo permite el estudio de toda
una serie de fenómenos que escapan casi completamente a la paleontología y que, cuando se trata del
hombre, tienen un valor fundamental para el conocimiento de las últimas fases de la evolución: las
transformaciones de orden psíquico. A pesar del abandono que frecuentemente ha sufrido ese método,
merece, en consecuencia, ocupar junto al método paleontológico el lugar que jamás debió abandonar.

Este coloquio ha sido concebido para responder al punto de vista antes expuesto, para colocar frente a frente
los datos del método comparativo y los del método paleontológico, para confrontar los resultados obtenidos
de los datos de uno y de otro. Intentar, apoyándose en las formas fósiles actualmente conocidas, reconstruir
el phylum humano, no es aquí más que un objetivo en cierta manera lateral. Se trata, ante todo, considerando
tanto de las formas actuales como de las formas fósiles, cuales son las causas que han determinado el
surgimiento de estas características, mediante que mecanismos han podido aparecer, como se han
desarrollado y han llegado a ser lo que son. Se trata, en otros términos, de comprender como se ha producido
lo que se denomina “fenómeno humano”.

Con este intento, aparece que un lugar importante como el que se concede al estudio de las transformaciones
morfológicas debe ser atribuido al estudio de las transformaciones psíquicas. Por otras parte, esto es lo que
concibieron los antiguos antropólogos, y no carece de interés recordar que Darwin, en su Descendencia del
hombre, si bien consagró dos capítulos al estudio de las modificaciones anatómicas, dedico tres a las
modificaciones de orden mental. El predominio posterior del punto de vista paleontológico hizo olvidar
notablemente este último orden de modificaciones. Sin embargo, su estudio no ha perdido nada de valor.

Respondiendo al programa que acaba de ser expuesto, los informes presentados en este coloquio se han
encontrado distribuidos de una forma natural en tres líneas básicas: un primer grupo ha sido consagrado a la
hominización de los caracteres morfológicos fundamentales; un segundo grupo estudia lo que se puede
denominar la hominización psíquica, es decir, la aparición de la inteligencia humana con las manifestaciones
culturales que de ésta se derivan; un tercer grupo, en fin busca interpretar la hominización en función de los
datos de la paleontología y de las leyes de evolución; intenta determinar el valor biológico del hombre.

11.1 La Hominización del Cuerpo

Según los participantes del coloquio, tres hechos dominan la hominización morfológica; la adquisición de la
posición erecta, la forma nueva del cráneo y de la dentadura, el desarrollo del cerebro.

La posición erecta es el carácter más evidente de la humanidad. Es el que desde la Antigüedad clásica ha
informado a las diversas definiciones que hayan podido ser dadas del hombre. Su adquisición entraña toda
una serie de modificaciones en toda la estructura somática: adaptación del pie para la sustentación; liberación
de la mano; ensanchamiento de la pelvis y el tórax; cambio en la forma de las vísceras y de sus relaciones,
modificaciones múltiples del esqueleto y de los músculos de los miembros. En el curso de esta adquisición, el
centro de gravedad del cuerpo se desplaza hacia atrás, la parte lumbar del raquis adquiere una importancia
que se traduce en un aumento en su peso. Un mecanismo nervioso se instaura, el cual tiene su centro en el
cortex pariotemporal. Todas estas disposiciones, que están funcionalmente asociadas parecen ser una gran
antigüedad. La característica bípeda sería, pues, en la evolución humana, una de sus primeras adquisiciones.
Sin embargo, no es dudoso que está se haya adquirido poco a poco.

Las transformaciones del cráneo son también, en gran parte, dependientes de la posición vertical. El
desplazamiento de raquis con relación a la cabeza, cuya orientación sensorial debe funcionalmente quedar
constante, entraña una rotación de la nuca que aleja el occipital cartilaginoso del parietal, creando un hiato
donde se desarrolla el occipital membranoso. La arquitectura de la cara y de los maxilares se modifica
correlativamente, el prognatismo se desvanece.
Importantes cambios se producen al mismo tiempo en la dentadura. Del pitecantropo a los hombres actuales,
pasando por diversas formas fósiles, se manifiesta una tendencia paralela general a la desaparición del mono,
que se traduce esencialmente en la reducción de los caninos y los premolares, en la inversión de las
relaciones entre el tamaño de los molares, en la desaparición del tipo dripiteco. Por otra parte, la dentadura
del pitecantropo parece provenir de formas análogas al ramapiteco, en tanto que la de los austrolopitecos
representa, en relación con la dirección seguida por la dentadura de los hominidos, una rama lateral. De todos
modos, las dentaduras de l os hominidos y de los antropomorfos parecen haber evolucionado en varias
direcciones divergentes. Por el momento no es posible afirmar en qué medida estas divergencias han podido
estar en relación con modificaciones del régimen alimenticio.

El cerebro humano ofrece el mismo plan estructural que el de los antropomorfos y puede ser considerado
como el fin de una evolución que sigue una marcha progresiva desde los primates inferiores. Pero su extremo
desarrollo, tanto absoluto como relativo, establece ante el de todos los primates cuando alcanza las formas
fósiles. El límite de la hominización cerebral es, ante todo, funcional, y resulta evidentemente imposible de
detener.

11.2 La Hominización del Espíritu

La aparición del pensamiento conceptual domina las transformaciones de orden psíquico correlativas a la
hominización. Si la paleontología no nos informa sino muy indirectamente de ello por el reconocimiento en las
formas fósiles de ciertas manifestaciones culturales, el estudio de las formas actuales permite precisar
algunos puntos. El principal es el papel fundamental del período infantil en el desarrollo de la inteligencia
humana, fenómeno que debe ser relacionado con la extrema duración de la infancia en el hombre respecto a
los antropomorfos, y más aún respecto a otros primates. Por otro lado, algunos hechos patológicos o
experimentales nos informan de que esta hominización mental de los primeros años no puede alcanzar su
plena virtualidad más que con la ayuda del lenguaje. La aparición de este fue indispensable para el desarrollo
del pensamiento lógico y de la capacidad de abstracción.

El período en que se produjo esta aparición no puede ser, desgraciadamente, determinado, pues ninguna
estructura anatómica particular, a o menos por lo que se refiere al esqueleto, está relacionada con el hacer
lenguaje articulado; todo lo más, parece que la posición vertical ha podido, por la deflexión de la cabeza e el
alargamiento consecutivo del cuello, ser una casa que haya favorecido la aparición del lenguaje. Por otra
parte, nada que se asemeje al lenguaje articulado es pues, un proceso estrechamente ligado a la
hominización y a los mecanismos neuro-fisiológicos que se desarrollan en el curso de ésta.
Dependiendo esencialmente de la liberación de la mano de toda función locomotriz y, correlativo con ello, de
la posición vertical, la “fabricación” de útiles es el fenómeno esencial de la hominización cultural. Sin duda,
ésta fue precedida de un estadio de simple utilización, estadio que no significaba aun que había comenzado
una hominización. Los procesos que permitieron la fabricación deben, por el contrario, corresponder a una
cerebralización ya avanzada, así como, tal vez, a un cierto uso de la palabra. Tal fabricación supone, en
efecto, la aparición de nuevos centros corticales y nuevas conexiones senso-motrices; supone la idea de una
transmisión de la técnica de un individuo a otro.

Igual que para los útiles, un estadio de simple uso del fuego debió proceder al de la producción de éste, pero
los documentos paleontológicos indican que tanto uno como otra fueron relativamente tardíos y no parece que
se remonten mas allá del segundo período interglaciar, es decir, una época en que la hominización somática y
psíquica, en sus grandes líneas, ya se había producido. Solamente de forma indirecta, y en el último período
de la evolución humana, el fuego pudo jugar un papel sobre ciertas transformaciones recientes de nuestra
especie.
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El estudio de comunidades de primates no humanos muestra, en fin que la vida en reducidos grupos
afincados a un territorio definido para la búsqueda en común del alimento, tal como lo observamos en muchos
primitivos contemporáneos, es una herencia de los estadios prehumanos. Lo que caracteriza la hominización
de las sociedades es que el esfuerzo deviene comunitario y que se instaura un nuevo tipo de relaciones
sexuales. Es posible que el tránsito de un estatuto frugívoro a una alimentación con gran parte carnívora haya
sido la causa indirecta, por lo menos, en parte, esta hominización social.

11.3 La Hominización y la Evolución

El comienzo de la hominización esta sellado por el momento en que la rama que debería llegar al hombre se
separó de los otros primates. Ha sido demostrado en este coloquio que esta separación no se efectuó a partir
de un tronco de los cinomorfos; todavía menos de los lemures o de los tarsios. La separación se efectuó a
partir de los antropomorfos, y antes de que estos hubieran alcanzado el alto grado de especialización que los
caracteriza actualmente. Sin embargo, es imposible, en el estado actual de nuestros conocimientos,
determinar si la separación tuvo lugar hacia el comienzo mismo de los antropomorfos o cuando éstos habían
ya empezado a convertirse en brachiateur. La respuesta depende de la significación atribuida a determinados
fósiles cuya interpretación es aún muy discutida.

Desde un punto de vista general, la hominización no debe ser considerada como un orto-génesis en el sentido
finalista del término, únicamente se puede decir que corresponde al desarrollo progresivo de un cierto número
de tendencias cuya realización no había sido localizada obligadamente en una misma línea. Solo así el tipo
más dotado cerebralmente, es decir, el tipo sapiens, se conservó finalmente.

Para terminar, se desprende de este coloquio con toda claridad que en la hominización no es posible separar
la evolución somática de la evolución psíquica, y esta última, a su vez, se relacionó poco a poco con un
conjunto de transformaciones de orden social y cultural que revolucionaron por completo a la naturaleza.
Mediante el pensamiento, el lenguaje y la vida social, el hombre se elevó por encima del plano de la simple
evolución orgánica. Sus posibilidades de este dominio están, sin embargo, limitadas por su estructura; del
mismo modo que ciertas modificaciones de nuestro cráneo parecen haber llegado a un máximo, parece que la
actual organización de nuestros centros nerviosos no permiten un incremento de nuestra inteligencia. Una
cuestión se plantea, a la cual muchos de los participantes de este coloquio dudan en dar una respuesta
afirmativa: ¿no sería la hominización un fenómeno concluido?

12.- EL CONCEPTO DE CULTURA


Joaquín Noval

La popular idea de identificar la cultura con las bellas artes y las humanidades resultaría estrecha para
nuestros propósitos. La definición que considera la cultura como la suma total de valores materiales y
espirituales creados por la humanidad a lo largo de su historia es excesivamente amplia para utilizarla como
instrumento de trabajo etnográfico. En la forma como el etnógrafo se sirve del concepto, cultura es
sencillamente el modo de vida de los miembros de cualquier sociedad humana particular, como se manifiesta
en sus hábitos de acción y de pensamiento aprendidos. Tales hábitos son compartidos por muchos individuos
en el seno de la sociedad, si forman parte de la vida diaria, también forman parte de la cultura. Esta definición
puede utilizarse con razonable seguridad para conocer la vida actual de una tribu, una pequeña comunidad de
poblado o municipio como las que existen en Guatemala, un conjunto de tales comunidades, e incluso una
nación, comprendiendo en el estudio las relaciones que los componentes de cualquiera de estos tipos de
agrupación puedan tener con el mundo social.

Dicho en los términos más sencillos, una sociedad es una agrupación de personas de ambos sexos que viven
en asociación más o menos permanente o establece, que se han organizado para llevar a cabo sus
actividades y satisfacer sus necesidades cotidianas de orden material y espiritual, y que tienen conciencia de
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su afiliación al grupo total. Aunque el trabajo no es la única preocupación de los miembros de una sociedad, ni
acapara todas sus ideas y acciones, no debe olvidarse que es precisamente el trabajo el medio por el cual la
sociedad mantiene su existencia física y la base de la cual emergen las más importantes relaciones entre los
individuos y los grupos.

La manera como se comportan los miembros de una sociedad, es decir, la cultura de la sociedad, es un
fenómeno que debe ser comprendido en términos totalmente ajenos al sobrenaturalísimo. Esta es
simplemente una exigencia sin la cual no puede trabajar la ciencia. La cultura no es un fenómeno orgánico en
si mismo, pero tampoco tiene carácter sobrenatural. La cultura es un fenómeno social, porque no puede darse
fuera de la sociedad. Pero los tipos de sociedad característicos de los seres humanos del presente, y su
concomitante ineludible, la cultura, tienen una contrapartida física constituida por el sistema nervioso humano,
que no es mas ni menos que un producto de la evolución biológica y de la materia en general.

No llamaremos conducta cultural a toda la conducta que puede desplegar el miembro de una sociedad en
cualquier momento dado, sino solo a aquella parte de la conducta total cuyos lineamientos básicos son
transmitidos por unos miembros de la sociedad a otros, de una generación a otra. La cultura viene del
pasado, va hacia el futuro y generalmente es un proceso continuo a pesar de los cambios que sufre. Es
enseñada y aprendida.

El hecho de que el ser humano tenga que aprender su cultura no significa que no existan esos impulsos
básicos del organismo llamados a veces instintos. Tales impulsos existen y compelen al individuo a la acción.
Esta, si es adecuada, disminuye o elimina la tensión causada por el impulso y generalmente satisface la
necesidad orgánica asociada al mismo. La repetición satisfactoria de una acción cada vez que se presenta el
mismo impulso en las mismas condiciones forma un hábito. La falta de satisfacción impide la formación del
hábito, o tiende a borrarlo, si ya estaba formado. Desde el punto de vista de la cultura, lo importante es que
las acciones ejecutadas por el individuo por lo general están implícitas en la formación de todos los hábitos
individuales. Pero se aprende en una situación social directa, en la cual, generalmente, aunque acaso no de
manera necesaria, hay alguien que ayuda al aprendiz. Y lo que se aprende no es una masa de ideas y
acciones tomadas al azar, sino una constelación de ellas que otos miembros de la sociedad considerada
adecuada. Aparte de los impulsos básicos, el individuo tiene una serie de motivaciones adquiridas, que no
son inherentes a su organismo animal, sino que derivan de su cultura. Estas también compelen a la acción y
las acciones originadas por ellas llegan a convertirse en habituales en tanto obtengan las respuestas o
recompensas deseadas.

La simbolización es una característica esencial de la cultura y acaso sea también un requisito previo para la
existencia de ella. Solo los seres humanos pueden simbolizar y solo ellos poseen culturas. Todos los seres
humanos, sin más excepción que aquellos que padecen de limitaciones extraordinarias en sus órganos
mentales o sus sentidos, pueden simbolizar. De ahí que no existen pueblos sin cultura en toda la tierra;
Donde hay grupos de ser humanos, hay cultura.

Hay otras especies animales que viven en agrupaciones conocidas también como sociedades, como las
hormigas, por ejemplo, que tienen un alto grado de organización para llevar a cabo sus tareas cotidianas.
Pero la conducta “social” de estas especies no es cultural, sino instintiva, no es aprendida, sino congénita,
pues cada individuo la trae impresa en su organismo desde que nace. Los miembros de estas especies nacen
con modos de acción característicos que evocan la desarrollada organización que los seres humanos, por
entrenamiento, pueden alcanzar en el trabajo. Otros animales de organización biológica superior como
algunas especies de monos antropoides, son capaces de servirse de utensilios, de tener procesos mentales
que evocan rudimentariamente los procesos de abstracción del hombre, y de inventar o descubrir
mecanismos eficientes para ejecutar alguna operación que sea deseable y necesaria o simplemente divertida.
Pero no pueden socializar, preservar ni acumular sus logros, porque carecen del poder de simbolización. La
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facultad de simbolizar, ejercida por el hombre por medio del lenguaje y de los requisitos mentales implícitos
en el mismo, es un atributo distintivamente social y humano.

La conducta de todos los mamíferos deriva del instinto, del aprendizaje que surge de la experiencia individual
y del aprendizaje mediante el cual un individuo adquiere la experiencia o los conocimientos de otro. Los seres
humanos y los demás animales de su clase difieren cuantitativamente en estos tres aspectos. Además
difieren cualitativamente en un punto: Los humanos tienen la habilidad de simbolizar, lo que les permite
aprender en una forma extraordinariamente superior. Los restantes animales sólo pueden aprender mediante
el ejemplo y la experiencia, siempre que se den situaciones concretas. Los humanos aprenden por medio del
precepto, usando imágenes y símbolos de las cosas y evocando mentalmente las situaciones, sin esperar que
ocurran situaciones concretas se presenten problemas que deban ser resueltos de inmediato. Para poder
simbolizar, el hombre cuenta con su capacidad de hacer abstracciones y generalizaciones y de tomas
decisiones para aplicar símbolos a las cosas. Además posee un completo aparato fonador y la habilidad de
servirse de un lenguaje, que es, en el aspecto social, un perfecto sistema de símbolos. Ninguna otra especie
posee esta serie de atributos. Son precisamente tales atributos los que al manifestarse en la interacción
social, han permitido la creación de las culturas y hacer posible su transmisión.

Los símbolos son cosas reales en el sentido de que son físicamente perceptibles. Las cosas simbolizadas
pueden no ser reales en absoluto, aunque si lo sean todas aquellas que, por estar constituidas por materia,
tienen existencia objetiva fuera de la mente humana. La palabra infierno, por ejemplo, puede decirse de viva
voz o por escrito y puede representarse gráficamente en formas imaginarias, de manera socialmente
comprensible. En cambio, la cosa simbolizada por la palabra puede no ser real y podría no existir, no haber
existido ni llegar a existir nunca. En todas las especies de mamíferos, con excepción de la humana, el
proceso e aprendizaje parece consistir principalmente en la imitación. En los seres humanos el proceso de
transmitir la conducta aprendida produce el fenómeno que Ralph Linton ha designado con el nombre de
herencia social. A esta herencia, transmitida de generación en generación en la forma intensa que el uso de
símbolos hace posible, es a lo que nos referimos cuando hablamos de cultura.

Los hombres”, ha dicho Ralph Turner, hacen relativamente pocas cosas. Se ganan la vida, se casan, cuidan a
sus hijos, entierran a los muertos, premian a los buenos servidores, castigan a los malhechores, matan
enemigos, adoran a Dios y manipulan la naturaleza. Pero hacen estas cosas de muchos modos diferentes”.
En el todo, la humanidad tiene muchas similitudes. Pero los diferentes pueblos hacen las cosas de modos
distintos. Esto es porque así fueron enseñados, porque recibieron como herencia social la particular cultura de
su sociedad y en ella fueron educados. La cultura es aprendida u y enseñada, dijimos anteriormente. Y ello
explica las diferencias de comportamiento de los miembros de sociedades diferentes. Casarse, por ejemplo,
es un fenómeno social que ocurre en todo el mundo. Pero las formas de casarse están sujetas a usos
culturales variados.

Para la enseñanza y el aprendizaje de la cultura, es decir, para su transmisión de generación en generación,


los humanos recurren a un proceso que los antropólogos suelen designar con el nombre de enculturación o
endoculturación. Por medio de este proceso se convierte en miembro efectivo de la sociedad a cada niño que
nace de ella, que por cierto nace sin ninguna cultura, y se le enseña que hacer, como hacerlo y que no hacer,
hasta que llega a ser una persona familiarizada con los modos de pensar y actuar de su grupo. Por medio de
un aspecto específico del proceso de enculturación, llamado socialización, se le enseña además a
comportarse en relación con otros miembros de su sociedad y a compartir con ellos las premisas normativas
(llamadas también valores) de su grupo.

Los hábitos son los mecanismos de que nos valemos para resolver nuestros problemas cotidianos. Cuando
surge ante nosotros cualquier problema ordinario, no necesitamos inventar un medio para resolverlo.
Sencillamente ponemos en juego un hábito de acción o de pensamiento que probablemente otros han
practicado antes de nuestro nacimiento. La formación de esos hábitos de tipo más o menos colectivo es la
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base del proceso de entrenar a un individuo para que se desenvuelva con el mínimo necesario de eficiencia
en la sociedad. Los hábitos compartidos por los miembros de una sociedad, que por el hecho de ser
compartidos reciben también el nombre de costumbres (o según George Meter Murdock), de costumbres de
hábitos de acción y de ideas colectivas los hábitos compartidos por los miembros de una sociedad diferente.
Ello explica porque su enseñanza produce conductas culturales diferentes. Sin embargo, no explica porque
las culturas son diferentes.

Una de las características del proceso formativo y de desarrollo de las culturas es la selección. Todas las
sociedades se han organizado para asegurar su sobre vivencia, así como para efectuar sus relaciones
internas, sus relaciones con los miembros de otras sociedades, su creación y su ajuste al dilatado campo de
lo desconocido. Su cultura, como sistema organizado de normas comunes de conducta, procura todas estas
cosas. Pero cualquier cultura particular, para que pueda tener el grado mínimo de coherencia que requiere
para funcionar más o menos armónicamente, debe ser necesariamente limitada. Los problemas generales
inherentes a la vida social deben ser resueltos si la sociedad ha de tener alguna permanencia. Pero pueden
ser resueltos por distintos modos de conducta. Y estos modos, si bien no pueden ser ilimitados, son bastante
variados. Como ha dicho Ruth Benedict, la suma total de todas las conductas humanas posibles es
demasiado vasta y llena de contradicciones para que cualquier cultura pueda hacer uso siquiera de una
considerable parte de ella, de manera que la selección se impone. Por otra parte, los aspectos de su
contenido, que una cultura escoge para elaborarlos más (o para refinarlos o complicarlos, si así se entiende
mejor la idea), no tiene que ser necesariamente los mismos que escogen otras culturas, lo cual también
tiende a aventurar la diferenciación entre unas y otras. Finalmente, debe recordarse que muchos rasgos
culturales nunca llegaron a muchas culturas particulares ni fueron inventados en ellas. De ahí que cualquier
cultura particular haya sufrido, además de una limitación debida a la selección, una limitación adicional
derivada de la imposibilidad de escoger entre los productos y usos que nunca estuvieron a su alcance.

Nuestra enculturación en el seno de una sociedad particular, que es esencial para convertirnos en personas
entrenadas para la vida social, también desarrolla en nosotros cierta manera de sentir y pensar conocida con
el nombre de de etnocentrismo. Los miembros de una sociedad determinada se muestran inclinados a sentir y
pensar que la selección de modos de satisfacer las necesidades humanas representadas por su cultura es la
mejor que existe, y que la selección representada por cualquier otra cultura es inferior e incluso tonta. Estas
actitudes se originan porque en el proceso de enculturación aprendemos generalmente sin análisis de nuestra
parte, ha hacer ciertas cosas y pensar que las mismas son buenas. Lo son, efectivamente, en la medida en
que funcionen para llevarnos adelante como individuos y miembros de un grupo determinado. Pero ello no
significa que las cosas que aprenden los miembros de otras sociedades no funcionen con la misma eficacia
para ellos. Los antropólogos, que tienen la tradición de aprender las distintas costumbres de los diferentes
pueblos para describirlas y analizarlas, pretenden escapar del etnocentrismo observado las diferencias
culturales con un criterio de relatividad: Una cosa puede ser buena para un pueblo, de acuerdo con la historia
de este, con el conjunto sociocultural que la contiene y con el medio natural con el cual se relaciona, sin que
tenga que ser necesariamente buena o mala para otro pueblo, cuyas circunstancias generales pueden ser
distintas.

Hemos dicho que la cultura compartida. Ello es así por efectos del proceso de enculturación y porque en
todas las sociedades se busca un mínimo de conformidad social, de ajuste del individuo a las normas dadas
culturalmente para el comportamiento, y se reprimen las desviaciones que pudieran resultar desquiciadoras.
Cada sociedad tiene mecanismos compensatorios para el logro de la conformidad, la cual constituye a que el
conocimiento que cada individuo tiene de su propia cultura le permita prever una parte considerable de la
conducta de los demás. Sobre esta base de conocimiento cultural recíproco y de expectativas razonables se
llevan a cabo las relaciones cotidianas de los miembros de la sosedad (Por supuesto, lo dicho no significa que
no existan las desviacionistas y, mucho menos, que las culturas y las estructuras sociales no cambien, pues
efectivamente cambian, a veces de manera radical, hasta el grado de desaparecer como entidades para dar
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paso a formas completamente nuevas, todo ello dentro de un proceso histórico social sujeto a sus propias
leyes.)

El hecho de que una cultura sea compartida no significa que todos los miembros de una sociedad se
comporten en forma idéntica. En la conducta humana existen muchos rasgos de carácter individual. Por otra
parte, en todas las sociedades hay siempre distinciones, como las de la edad y el sexo, que determinan
diferencias de comportamiento. También puede haber ciertos grupos (como los de la clase en las sociedades
con clases) que pueden practicar subculturas, es decir, variantes específicas de la cultura total. Finalmente,
dentro de una cultura también pueden darse diferencias socioculturales de carácter regional. A veces las
culturas pueden perfilarse en forma muy marcada en algunos de sus aspectos. Con todo, en casa sociedad,
incluso en la más diferenciada y compleja, hay siempre una serie de regularidades, de similitudes, de cosas
comunes para la mayoría de los miembros. Estas representan la llamada conducta cultural.

A las unidades más pequeñas que tienen algún sentido en el inventario de una cultura se les llama
convencionalmente rasgos o elementos culturales, de acuerdo con un término sugerido por Clark Wissler. Un
rasgo puede ser una botellita de refresco, una leyenda, una manera usual de saludad a los conocidos, un
delantal, un dictado moral, una norma cualquier de conducta, etc. Puede ser cualquier cosa dentro de las
especificaciones sugeridas por lo ejemplos dados. Téngase presente que la cultura, como la ve el
antropólogo no es exclusivista. En ella tiene cabida el implemento más humilde, a la par del producto más
excelso que los críticos autorizados pudieran señalar, siempre que tengan algún sentido para más de un
miembro de la sociedad. Para el antropólogo no hay ningún grupo humano oculto. Todos los individuos
corrientes que viven en sociedad (y virtualmente todos viven) y todas las sociedades, incluso la que
pudiéramos considerar mas primitiva, tienen su cultura. La cultura no es más que el modo de vida ordinario y
absolutamente universal del ser humano en la sociedad.

De acuerdo con una formulación de Ralph Linton los rasgos culturales pueden quedar comprendidos en una
de tres categorías; Universales, alternativas y especialidades. (Para clasificar la conducta total dentro de una
sociedad se incluye un cuarto tipo de rasgos, que representa las individualidades. Empero, técnicamente
hablando, las individualidades solo pueden formar parte de la cultura, como aquí la definimos, si dejan de ser
patrimonio de un solo individuo y pasan a ser compartidos por algunos más). Los rasgos y normas universales
corresponden a todos los miembros normales (en el sentido estándar) de la sociedad. Las alternativas son
exactamente lo que su nombre indica, es decir, son maneras alternativas de hacer las mismas cosas, o
variantes elegibles dentro de un margen de variación permitido socialmente. Las especialidades son rasgos y
normas que corresponden a los grupos de edad, los sexos, de los individuos que se especializan en algo y los
grupos adicionales que puedan distinguirse en el seno de una sociedad.

Las universales se hallan en mayor proporción en las sociedades pequeñas y homogéneas que viven un poco
apartadas, que en las grandes sociedades heterogéneas y cosmopolitas. No obstante, se hallan en todas las
sociedades y contribuyen a darles cohesión. Por diversa y compleja que pueda ser la cultura de un área o una
nación industrial moderna, y por muy marcadas que sus subculturas particulares (de grupo, de clase o región)
pudieran ser, a lo largo de toda la complicada trama corre un resistente hilo que enlaza en alguna forma a la
sociedad entera. Enhebrada en ese hilo hay una serie de cuentas. Estas son las Universales de la cultura.

Las especialidades existen en todas las culturas, pero se hallan en una proporción mayor en las sociedades
de gran desarrollo tecnológico. En una pequeña sociedad apartada de las grandes corrientes de la
civilización, los niños, los adultos, los hombres las mujeres, y acaso los ancianos, cuando menos, tienen
normas de conducta particulares. Tales normas pueden tener una base fisiológica, pro también pueden ir
mucho mas allá de tal base. Es decir, pueden ser puros convencionalismos de carácter estrictamente
psicosocial. En esa misma sociedad puede haber distinciones de rango, que también pueden ir acompañadas
de normas particulares de conducta. Y puede haber diferencias basadas en una clara distinción social de las
actividades de las personas de la misma edad y del mismo sexo, como las que existen entre el hombre
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corriente y el sacerdote en nuestra sociedad. En una sociedad de gran desarrollo tecnológico se hallan todos
los tipos de especialidades señalados, mas una larga lista adicional, derivada de la complejidad tecnológica y
la heterogeneidad sociocultural.

Las alternativas tienden a reflejar algo de la dinámica de la cultura. En el área indígena de Guatemala un
antropólogo ha señalado, en forma simplista, que calzar zapatos, calzar sandalias de hule y llevar el pie
descalzo son rasgos alternativos. El tipo europeo de calzado que hoy usan algunos individuos no se conocía
en las sociedades indígenas antes de la venida de los españoles. Ahora está entrando en la cultura y está
compitiendo (la competencia, por su puesto, se libra en la mente de la gente) con sus formas alternativas.

Se dice que las universales y las especialidades se hallan en el núcleo o centro de la cultura, y que las
alternativas se hallan en una parte exterior, mas fluida, de la misma, lo cual puede reflejar el hecho de que
van entrando en o saliendo de ella. Cuando una de dos alternativas que están en competencia termine de
salir de la cultura, la otra posiblemente se convierta en una universal. En realidad, cualquier grupo de
alternativas puede considerarse como una serie de variantes elegibles para el cumplimiento de una norma
universal. (Debe advertirse que el ejemplo que asocia el núcleo de la cultura con el calzado, refleja una gran
simplificación, pues se supone que el núcleo de una cultura está constituido por las premisas explicativas y
normativas de la misma, y que las normas externas observables de comportamiento constituyen su parte
periférica o nuclear. Los productos materiales de la cultura, como el calzado, no tienen que ser clasificados en
términos de núcleo o periferia, ya que derivan del comportamiento o están asociados a él en alguna forma).

Aunque los universales son los rasgos más constantes y fáciles de reconocer por los miembros de una
sociedad, las especialidades no necesariamente dejan de ser reconvidad por la mayoría de los individuos en
una sociedad homogénea y sencilla. No todas las personas las practican, porque no son normas de conducta
que les están asignadas o permitidas socialmente, pero muchas pueden reconocer fácilmente el hecho de
que las mismas son parte de la conducta de algunos miembros e la sociedad, lo cual les confiere sentido y
hace que constituyan una base para las relaciones. Un ama de casa puede no dominar en detalle las técnicas
agrícolas, pero tiene suficiente familiaridad con el complejo agrícola total de su comunidad. Un agricultor
corriente probablemente desconoce las técnicas adivinatorias (y el adivino no estaría dispuesto a
enseñárselas), pero las identifica y confía en ellas cuando un especialista las pone en juego en su obsequio.
En una sociedad de gran complejidad y desarrollo tecnológico el número de especialidades es tan vasto, que
cualquier individuo corriente puede desconocer la mayoría de ellas, aunque las considere como parte de su
ambiente total al enterarse de su existencia e identifique y utilice con confianza muchos de los productos.

La cultura es un sistema organizado de partes independientes, por lo cual no puede ser atomizado en su
propia realidad. Sin embargo, los antropólogos han considerado conveniente hablar de las partes de la
cultura, como recurso analítico para la comprensión del conjunto. Toda disciplina científica emplea estos
recursos. Hasta aquí hemos venido mencionando los rasgos culturales. Implícitamente hemos dado a
entender que los mismos comprenden los hábitos ideativos, los hábitos de acción los productos de las ideas y
las acciones. Algunos antropólogos prefieren referirse a la cultura haciendo hincapié en el comportamiento,
que consiste en las normas e ideas que existen en la mente la gente (cultura encubierta) y en la conducta que
la gente realmente expresa en la acción, los movimientos y el lenguaje (cultura manifiesta). No obstante, toda
cosa hecha por los miembros de la sociedad es un producto de sus ideas y acciones, y todo producto que
esté en uso en la sociedad (es decir, que no sea una reliquia arqueológica) esta asociado con el
comportamiento. En una comunidad indígena de Guatemala, por ejemplo los propósitos que la gente tiene
para elaborar tortillas, las técnicas físicas que se emplean y las ideas que dirigen esas técnicas no pueden
estar divorciadas de la piedra de moler, la cal, el fogón y otros artículos materiales.

Dando por cierto que todos los fenómenos que se dan en la sociedad están ligados entre ellos y vinculados
con objetos, para entender el comportamiento cultural los etnógrafos recurren a una abstracción, como
recurso de análisis. No hacen tanto hincapié en las cosas cuya forma puede observarse directamente, sino en
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algo que signifique acción, como la que denotan los verbos; no piensan tanto en cosas materiales (cultura
material), cuando en ideas (hábitos de pensamiento o cultura encubierta) y en actos (cultura manifiesta): en
fin, prefieren pensar en gente comportándose e interactuando recíprocamente. Y al pensar en gente
interactuando tienen en cuenta que no está comportándose a base de esfuerzos necesariamente conscientes
y deliberados, sino a lo largo de caminos hace tiempo establecidos y aprendidos por quienes lo transitan.

Prosigamos el análisis. A las partes más pequeñas, llamadas rasgos, que ya separamos arbitrariamente,
debemos agregar los complejos de rasgos. Los rasgos no se presentan aislados en ninguna cultura, ni forman
un simple inventario que pudiera ser puesto en una larga lista. Guardan relaciones de interdependencia e
interacción entre ellos (relaciones que algunos antropólogos estudian con el nombre en función), para
desempeñar el papel que deben desempeñar en la práctica real de la cultura por la gente que vive dentro de
ella. A las asociaciones funcionales de rasgos les llamamos complejos. Pero los complejos tampoco aparecen
separados. Se asocian unos a otros, también funcionalmente, en la ejecución por la gente de todas las
actividades necesarias para el mantenimiento de una institución. Así, el complejo de la cocina y los de las
restantes actividades de la vida doméstica se asocian funcionalmente cuando todos los miembros del grupo
doméstico se comportan para mantener e n funciones sus deberes y derechos mutuos por medio de la serie
de pautas recíprocas de relaciones que conocemos con el nombre de institución “familia”. El grupo familiar es
un conjunto de individuos. La institución familiar es una red de relaciones pautadas o prescritas cuyo conjunto
hace posible la convivencia social. Y los complejos funcionalmente interrelacionados de rasgos son los
mecanismos que facilitan las tareas cuya realización ordenada es necesaria para la ejecución de esa
actividad.

Esta es una manera un tanto peculiar de ubicar los rasgos, los complejos y las instituciones, que se adopta
aquí por su sencillez. Otra manera podría ser la de equiparar los complejos a las instituciones, pero ello no es
cierto siempre. La forma más analítica es más fácil de comprender y puede coincidir mejor con la realidad. En
todo caso, los rasgos y complejos no son hechos sociológicos, como lo son las instituciones, de manera que
son categorías secundarias, con pocos sentidos explicativos en si mismos.

Las actividades institucionales de una sociedad no están separadas entre ellas. También están
funcionalmente interrelacionadas, de manera que los rasgos de unas se asocian, en forma estrecha o fluida,
constante o esporádica, con los de otras. En una comunidad rural de Guatemala, por ejemplo, el complejo
agrícola del maíz, que es parte esencial de las instituciones económicas, no puede estar divorciado de la
institución familiar, de manera que está enlaza con aquellas. La relación funcional que existe entre los
diversos elementos que constituyen una cultura total es conocida por los antropólogos con el nombre de
integración de la cultura. Todas las culturas del mundo tienen algún grado de integración. Este puede ser
variable. Por lo general, las culturas de las pequeñas sociedades que viven un poco apartadas de las grandes
corrientes de civilización están mejor integradas que las grandes culturas cosmopolitas. El grado de
integración de una cultura puede ser mayor o menor, de acuerdo, particularmente, con la velocidad y la
intensidad de los cambios que la misma este sufriendo, y de acuerdo con la adhesión que la mayoría de los
miembros de la sociedad profese a los modos de la cultura, en especial a aquellos de sus aspectos que
popularmente relacionamos con la ideología. No obstante, en toda cultura hay un mínimo de integración, por
debajo de cuyo límite el funcionamiento de la misma deja de ser armónico y conduce a la desorganización
social, con la perspectiva de que en la sociedad y la cultura ocurran cambios de gran alcance.

Los aspectos ideológicos de una cultura también participan en el proceso de integración. Toda sociedad tiene
una conciencia social, constituida por una serie de principios, conocidos como ideas, temas postulados o
premisas fundamentales. Estos principios son de dos clases; De conocimiento y normativos. Los principios de
conocimiento se refieren a lo que los miembros de la sociedad creen que es la naturaleza del hombre y del
mundo que lo rodea. Forman parte del sistema de conocimiento de la sociedad y comprenden la lógica de la
misma, con sus premisas, sus razonamientos y sus conclusiones científicamente incorrectas, surgidas de la
aplicación del raciocinio a premisas que no estaban correctamente fundadas. Por su puesto, un sistema de
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conocimiento no tiene que ser necesariamente científico para exigir en la mente de la gente y para influir de
manera poderosa en su vida. Los antropólogos, sabiendo que el sistema de conocimiento de cualquier
sociedad puede contener simultáneamente postulados compatibles e incompatibles con el pensamiento
científico, cuando anotan lo que los miembros de una sociedad piensan de naturaleza, el individuo y la
sociedad, suelen clasificarlo en categorías que reflejan la neutralidad de la situación: Etnobotánica,
etnometereología, etnopsicología, etnoanatomía, atnosociología, etc. Así se distingue el saber transmitido por
cualquier cultura en cualquier campo del conocimiento del saber estrictamenente científico.

Los principios normativos de una sociedad, también conocidos con el popular nombre de valores, resumen de
moral del grupo, dan forma a las actitudes y contribuyen a perfilar las metas de los individuos. Las actitudes
de los miembros de una sociedad en el campo de la religión, la estética y la moral en general, forman parte
del sistema de valores del grupo. La moral, como todos, o casi todos los aspectos de una cultura, desempeña
una función social importante para el mantenimiento del grupo al cual corresponde. Pero la moral, como todos
los demás factores culturales, tiene un considerable margen de variación en los distintos pueblos. Su contacto
con múltiples sociedades y culturas diferentes ha llevado a los antropólogos a pensar que el hombre no es
moral ni inmoral por naturaleza. Cada grupo tiene su propio código de ética, y cada miembro del mismo es
moral o inmoral en la medida que cumple sus preceptos. La idea de relatividad que han predicado los
antropólogos se extiende a los dominios de la moral en el estudio de la cultura.

Por otra parte, hay que advertir que, además de los rasgos de conciencia social que pueden compartir casi
todos los miembros de una sociedad, están los rasgos particulares que pueden formar la conciencia de los
grupos específicos (las clases, por ejemplo) que pueda haber en el seno de cualquier sociedad heterogénea.

Según algunos antropólogos, los aspectos ideológicos básicos de una sociedad incluidos sus valores y
actitudes dominantes, influyen constantemente en la conducta social, de manera que constituyen el factor
principal del proceso de integración y confieren a la cultura su forma peculiar, su redondez o individualidad
características, que en ultima instancia lo que distingue a una cultura de cualquier otra, aun de aquellas cuyos
inventarios de rasgos pudieren parecérsele estrechamente.

Quizás no haya objeción que hacer a esta idea si sólo tratamos de comprender una cultura como existe y
funciona en un momento dado. Sin embargo, cuando tratamos de ver una cultura a lo largo del tiempo,
inevitablemente surge la pregunta relativa a como llegó a formarse una ideología, una conciencia social, una
serie de principios fundamentales, un sistema de valores y actitudes, o como queramos llamar a estos
productos de la organización social. Aquí tal vez tenga alguna utilidad conciliatoria (por estar expresada en
términos antropológicos corrientes) una idea de Melvilla Jacobs y Bernard J. Stem, relativa a que las premisas
ideológicas básicas de una sociedad, sean explícitas, o implícitas, ejercen en el proceso histórico social una
influencia que solo cede en importancia a la que ejercen los factores tecnológicos y materiales de carácter
fundamental.

Puede ser conveniente hacer hincapié en la importancia que los principios ideológicos básicos tienen para dar
a una cultura su configuración distintiva, en el proceso de integración de todas sus partes. Sin embargo, no
hay que olvidad que tales principios no surgen de la nada, sino del seno mismo de la sociedad, cuya base de
sustentación, en último análisis, es su capacidad física para producir bienes materiales y su organización del
trabajo productivo. Sobre esta base se establecen las relaciones que garantizan la sobrevivencia material de
todos los miembros de la sociedad. No tiene nada de extraño que todas las restantes relaciones, así como
todo el organismo social, con su sistema jurídico y político y su ideología (o cualquier cosa que se les
parezca en cualquier sociedad), ocupen un lugar mediato en relación con los fenómenos de esa base, por
muy frecuente que, al ser afectados por ellos, los afecten a su vez. Digamos algo más sobre la base
económica de la sociedad.
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La organización de la sociedad puede estudiarse observando principalmente tres de sus aspectos, en los
cuales quedan comprendidas la mayoría de las relaciones sociales, las instituciones y las modalidades de
pensamiento, así como los compartimientos externos asociados a ellas. Los tres aspectos mencionados son:
La organización económica, de la cual no hemos dicho nada todavía; la estructura social en general, cuyos
principios mas visibles enumeramos en el capítulo anterior, y los sistemas de conocimiento y de valores, a los
cuales aludimos en los párrafos precedentes.

De la organización económica depende la producción de los bienes materiales que es imprescindible para la
sobrevivencia de los miembros de la sociedad. Ello porque los hombres no pueden actuar sobre la naturaleza
procediendo individual y aisladamente, por lo cual tiene que asociarse. Al asociarse crean nexos y relaciones
entre ellos y actúan unos sobre otros al mismo tiempo que actúan sobre la naturaleza. El hecho de que los
hombres asocien no significa, que su asociación sea necesariamente cordial, pues también puede ser
antagónica. Pero en todo caso la cooperación existe. El carácter de la asociación de los hombres, es decir, de
las relaciones que establecen para producir bienes materiales, puede ser implícito o explicito, puede estar o
no reconocido, pero siempre es de una naturaleza o de la otra, de acuerdo con ciertos factores (la forma de
propiedad sobre medios de producción, esencialmente) que intervienen en el proceso. Dicho sea de paso, los
factores mas importantes de la organización económica son la forma de propiedad de los medios de
producción, que determina las relaciones de producción, y la división de las actividades (o división social del
trabajo), que hace que unos individuos dependan de otros para obtener los bienes y servicios que necesitan y
que, además, contribuye a establecer diferencias entre los miembros de la sociedad. Así, pues, la
sobrevivencia de todos los hombres depende de su asociación para producir bienes materiales, lo cual hace
que la producción de los mismos siempre tenga un carácter social. De la organización económica depende,
pues, la sobrevivencia de los miembros de la sociedad, y sobre ella se erige todo el resto de la organización
social.

Volvamos al tema de la integración. Los procesos de integración de una cultura no pueden ser estudiados al
margen de los procesos de cambio que ocurren en su seno. El cambio cultural es un fenómeno inseparable
de la cultura. Todas las culturas, incluso aquellas que pudieran dar al observador superficial la impresión de
hallarse en condiciones tranquilas e invariables, están siempre sufriendo algún cambio. Por su puesto, la
intensidad y extensión de los cambios que una cultura pudiere estar sufriendo en un momento dado de su
historia pueden ser grandes o pequeñas, dependiendo de la naturaleza de la situación.

Los antropólogos históricos, al tratar de seguir el curso del desarrollo y cambio de las culturas particulares o
de los grupos de culturas que estudian, han observado que la invención y la difusión de rasgos y complejos
son los mecanismos principales del proceso. A veces han dejado de tener como foco principal la cultura o
culturas, y han hecho hincapié en los rasgos y complejos específicos cuya aparición y movimiento estudian.
Han hecho estudios que indican que la domesticación de plantas y animales, el concepto del cero, la escritura
y unos cuantos rasgos y complejos más, fueron inventados independientemente en una o dos partes del Viejo
Mundo y en alguna del Nuevo, para difundirse después desde sus centros creadores a otras regiones.
Mediante los estudios de difusión se ha seguido el rastro de muchos rasgos y complejos en su traslado de
unas culturas a otras. El caso de difusión de un rasgo aislado mas dramático que suele citarse es el del
tabaco, que fue domesticado en la América aborigen, de donde se difundió por todo el mundo, hasta volver a
su punto de partida.

La difusión ha desempeñado un papel cuantitativamente mucho más importante que la invención en el


desarrollo histórico de las culturas. Aunque todos los pueblos tienen capacidad de inventar, y efectivamente
inventan, la lista total de rasgos creados por los miembros de cualquier pueblo particular representa una parte
muy reducida de su inventario cultural. Las invenciones, a pesar de su aparente novedad, emergen del propio
medio sociocultural donde ocurren, lo cual hace que ciertas invenciones solo puedan darse en determinadas
circunstancias. La invención de una economía productora al principio del período de actividad cultural humana
que conocemos con el nombre de nueva edad de piedra o neolítico, hace alrededor de unos diez mil años,
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hizo posible una nueva forma de utilización de la naturaleza, cuyo rasgo distintivo fue la producción de
excedentes sociales de víveres, y creó las condiciones necesarias para que la actividad especializada de
algunos miembros de la sociedad se intensificara. Los especialistas en general y los de campo tecnológico en
particular, liberados de la necesidad de conseguir sus alimentos directamente de la naturaleza, tuvieron mas
tiempo a su disposición para trabajar física y mentalmente en la tarea de combinar en nuevas formas algunos
de los viejos elementos presentes en sus propias culturas. Este es, en esencia, el principio de la invención.
Así se aceleró el proceso de enriquecimiento tecnológico de la cultura en una forma extraordinaria. La
invención de la agricultura había requerido más de medio millón de años de actividad cultural, a lo largo de
oda la vieja edad de piedra o paleolítico. En cambio, la ganadería, la cerámica, el arado, la arquitectura, la
vela, el tejido y la metalurgia fueron inventados en el breve lapso que media entre la invención de la
agricultura y la de la escritura. Actualmente, en el seno de algunas culturas la invención sistemáticamente
buscada por métodos altamente desarrollados representa una nueva fase del proceso, hecha posible por el
trasfondo cultural de las grandes civilizaciones del presente.

Aunque la invención de una serie de rasgos y complejos aceleró el progreso tecnológico de la humanidad
vista como una unidad, debe recordarse que las invenciones más importantes del período prehistórico
ocurrieron en unos cuantos lugares restringidos del planeta. Si la cultura, como abstracción que represente
los logros de la humanidad en conjunto, debe mucho a la invención, las culturas, como realidades que
representan los logros de los pueblos particulares, deben la mayor parte de contenido a la difusión.

Los rasgos y complejos inventados en una cultura tienen que sufrir un período de ajuste a la cultura total,
mientras son conocidos y aceptados en la misma. Pero tal ajuste es un proceso que opera en dos
direcciones. El rasgo debe adaptarse a la cultura y ésta sufre modificaciones para permitir la adaptación. En el
proceso de definición ocurre lo mismo, acaso con mayor intensidad. Todo elemento difundido de una cultura a
otra encuentra en la cultura receptora un ambiente distinto (aunque sólo sea ligeramente distinto) del
ambiente del cual procede. Los portadores de la cultura receptora modifican y reinterpretan el nuevo rasgo
para ajustarlo a los engranajes de su propia cultura, pero al mismo tiempo, no pueden dejar de introducir otras
modificaciones en ella. Tanto en el caso de la invención como en el de la difusión, los ajustes sufridos por la
cultura forman parte del proceso de integración.

Los procesos de cambio e integración de la cultura, que en los párrafos anteriores hemos revisado extrayendo
ejemplos del período prehistórico, pueden verse mejor mediante un enfoque contemporáneo. En este caso es
conveniente hacer hincapié en la cultura, en vez de hacerlos en los elementos particulares. Toda sociedad se
ve afectada por presiones de diversa naturaleza: Cambios demográficos, cambios en el ambiente natural,
migraciones de la población a nuevos ambientes, epidemias inundaciones o sequías, etc. Los cambios de la
situación total que pueden resultar de las presiones mencionadas pueden hacer que la vieja cultura pierda
una parte de su eficiencia para afrontar las nuevas condiciones. (En realidad, un cambio catastrófico del
ambiente podría hacer que gran parte de la cultura perdiera toda su efectividad). En tales circunstancias se
impone un cambio en la cultura y, por su puesto, en los hábitos colectivos de sus portadores. El mismo
mecanismo de invención, ya mencionado vuelve a entrar en funciones en ese caso, aunque aquí ya no
produzca la impresión dramática que producen los grandes logros prehistóricos revisados por los
antropólogos. Aunque la invención del cultivo y del pastoralismo, del arado y de la metalurgia, etc., solo
ocurrió unas pocas veces en el período prehistórico de la humanidad y solo en unos cuantos puntos del
planeta, algunos rasgos de comportamiento e instituciones, y algunos elementos tecnológicos materiales,
pudieron haber sido inventados mas o menos simultáneamente en varias sociedades, siempre que éstas
tuvieran un trasfondo cultural similar o una misma cultura general. La invención simultánea e independiente
de un rasgo en más de un punto de área que cubre una misma cultura no es realmente un fenómeno raro.
Debe advertirse que la invención no es el único mecanismo innovador de su tipo en una cultura. No obstante,
los restantes mecanismos de su tipo generalmente quedan comprendidos, con diferencias simplemente
cuantitativas, dentro de la misma clase general de la invención.
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Del tipo diferente de la invención es el mecanismo de cambio que conocemos con el nombre de préstamos. El
préstamo cultural es un proceso idéntico al de difusión. La única diferencia entre ambos, si alguna hay, es que
solemos utilizar el término “préstamo” cuando estudiamos el proceso total de adquisición de nuevos
elementos y de cambio e integración que sufre una cultura poniendo el acento en la cultura total y no en los
elementos que se introducen. En cambio cuando hablamos de difusión, generalmente hacemos hincapié en
los rasgos y complejos que pasan de una cultura a otra.

El préstamo cultural depende del contacto entre pueblos de distintas culturas. Sea cual fuere la importancia
de las invenciones en el seno de una cultura, el contacto cultural es y ha sido el principal agente de cambio y
de desarrollo de las culturas particulares. Ello ha sido particularmente cierto durante los últimos siglos, a partir
de la época de los grandes descubrimientos geográficos y de las conquistas y la expansión europea, que
pusieron frente a frente a pueblos hasta entonces desconocidos y distantes.

El contacto cultural depende del contacto entre pueblos de distintas culturas. Sea cual fuere la importancia de
las invenciones en el seno de una cultura, el contacto cultural es u ha sido el principal agente de cambio y de
desarrollo de las culturas particulares. Ello ha sido particularmente cierto durante los últimos siglos, a partir
de la época de los grandes descubrimientos geográficos y de las conquistas y la expansión europeas, que
pusieron frente a frente a pueblos hasta entonces desconocidos y distantes.

El contacto cultural puede ocurrir entre dos grupos de cultura disímil. También puede ocurrir entre los
miembros de un grupo e individuos aislados de otro, como en el caso de los exploradores y misioneros
solitarios. Incluso se conocen casos de pueblos que intercambiaban productos materiales sin entrar en
contacto personal directo, mediante un sistema conocido en la literatura etnográfica con nombres como el de
trueque silencioso. Se supone que este tipo de contacto cultural es real, aunque, por su puesto, los rasgos de
comportamiento no participarán directamente en la situación. En una categoría parecida a la del trueque
silencioso puede clasificarse el cambio que originan los productos comerciales que se despachan de un punto
a otro, sin que sus productores y usuarios intervengan en persona. En el mundo moderno, la idea trasmitida
por la radio y, en épocas todavía anteriores, en cartas, libros, periódicos y revistas, también pueden
considerarse factores de cambio cultural. Con todo, la mayoría de los cambios culturales en la mayor parte de
las culturas particulares puede imputarse al contacto en el cual participan no solo los productos materiales,
sino los individuos que llegan consigo sus hábitos de acción y de pensamiento, así como sus formas de
organización. El contacto entre los pueblos conquistadores y los conquistados produjo cambios de gran
alcance en la cultura de éstos aunque, por supuesto, las culturas de los conquistadores nunca han sido
inmunes de los contactos prolongados. A veces las culturas de los pueblos conquistados terminaron por
desaparecer como culturas diferentes parece ser que por lo general, ha dado por resultado una simbiosis, de
la cual emerge una tercera cultura, distinta de sus componentes originales, aunque muy parecida a la cultura
dominante. Ello ha ocurrido o está ocurriendo en algunas partes de América Hispana.

Un tipo de contacto diferente de los demás (aunque tiene estrechas analogías con el que ocurrió entre los
conquistadores y conquistados es el que en la actualidad se promueve en gran escala en muchos pueblos del
mundo, por medio de los programas aplicados de bienestar social. Los trabajadores de estos programas
tienen la misión de cambiar algunos aspectos de la vida social y cultural de los pueblos, por lo general
aborígenes o rurales con tecnología pobre donde actúan. Su trabajo tiende a afectar especialmente la esfera
de la salud, la higiene, la dieta, la educación formal, la tecnología agrícola, a veces las manualidades, la
utilización de los recursos, etc. El trabajador de estos programas no dicta medidas generales de gobierno,
como el conquistador, sino trata de actuar persuasiva y demostrativamente, en la forma suave del misionero.
No obstante, su cargo consiste en cambiar ciertos hábitos colectivos de acción y de pensamiento de los
miembros de la sociedad donde actúa, y en introducir en la cultura de la misma ciertos elementos materiales.
Un trabajo similar realiza el misionero religioso en la esfera de la ideología y de prácticas diversas.
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Cuando la sociedad está sufriendo presiones de alguna naturaleza que la induzcan a introducir cambios en su
cultura, o aun sin que tales presiones se manifiesten en forma sensible, el préstamo por medio del contacto es
generalmente la principal fuente de innovación y cambio. El propio contacto puede considerarse como una
fuerza que presiona a la sociedad hacia el cambio. Puede ocurrir también que los cambios culturales
introducidos por el contacto ocasionen cambios de alguna naturaleza en el seno de la sociedad (aumentos de
población por medio de medidas de salubridad pública, por ejemplo, que pueden hacer que la presión de la
población sobre la tierra cultivable aumente), que a su vez requieran nuevos cambios culturales. Sea como
fuere, es necesario repetir aquí que el contacto cultural y su concomitante, el préstamo cultural, representan
los principales factores del desarrollo y de cambio de cualquier cultura particular, según la vieja tradición
antropológica.

Por lo general, una cultura acepta fácilmente algunos rasgos, acepta con dificultad otros, y todavía puede
rehusar la adopción de otros más. Ello depende del carácter de los rasgos, así como de su grado de
compatibilidad con algunos de los hábitos ya existentes en la cultura receptora. Los objetos materiales del tipo
de las herramientas cuya ventaja sobre objetos similares ya existente en la cultura pude ser demostrada, sin
rasgos que pueden ser adoptados con facilidad. Un rasgo cuya necesidad sea sentida en la sociedad puede
introducirse con la misma facilidad. Un rasgo cuya necesidad no haya sido sentida en la cultura podrá no ser
aceptado durante mucho tiempo. Un rasgo cualquiera, ya sea material, o de acción o ideativo como los de
conducta, que este violentamente en pugna con la configuración total de la cultura, es decir, con sus líneas
de integración, difícilmente podría ser admitido sin que ocurrieran cambios previos, de carácter facilitador.

Cuando un rasgo ingresa en una cultura, no es aceptado exactamente como existía en otra, sino sufre
alteraciones. De acuerdo con una formulación de Ralph Linton, cualquier rasgo tiene forma, función y
significado. (También puede tener usos específicos distintos de aquellos para lo cual funciona en el engranaje
cultural). Estas tres características del rasgo no son tomadas por la cultura receptora en forma total o literal,
sino con modificaciones, mediante una reinterpretación que la gente hace del rasgo y de las ideas asociadas
a él. A veces se toma la forma, pero se le asocia un significado distinto. O se toma solo la idea básica de una
cosa, y luego, en la nueva cultura, se le da una nueva forma. En el proceso de adopción de rasgos prestados,
una cultura pone en juego sus restantes mecanismos de cambio y desarrollo (la invención y los otros
mecanismos innovadores del mismo tipo general), y así mantiene en marcha su proceso de integración, es
decir de reajuste de las cosas nuevas a las viejas y de todas aquellas entre si de acuerdo con los principios
básicos y dominantes que dan su orientación a la cultura total. A lo largo de esta mutua adaptación, otros
rasgos son variados o inventados, para facilitar los ajustes. Una cultura siempre está en proceso de cambio,
aún cuando, en muchos casos, éste pudiera pasar inadvertido ante el observador casual. Por la misma razón
de que el cambio siempre está ocurriendo, la integración puede ser alta o baja, pero nunca total o perfecta. El
equilibrio o balance perfecto puede ser una meta de cualquier cultura, pero nunca una realidad. Cuando los
rasgos que ingresaron en la cultura, por invención o préstamo, en cualquier momento del pasado, están
terminando de ajustarse al ambiente sociocultural donde funcionan, otros rasgos han entrado y otros podrían
estar entrando y empezando a sufrir el mismo proceso. El simple hecho de que el préstamo cultural tienda a
poner en juego los restantes mecanismos innovadores de una cultura, hasta para dar una idea de cuan
interminable puede ser el proceso de reajuste de la misma.

Al referirnos en términos actuales al proceso de cambio cultural debemos citar también lo que Charles
Erasmus designa con el término “dimensión social” (Al hablar de la difusión, o del cambio en términos
históricos, tendríamos que mencionar otras dimensiones de la cultura). Una sociedad está integrada por
individuos que mantienen ciertas relaciones. Tales individuos se comportan culturalmente cuando ponen en
juego una serie de hábitos de acción y de pensamiento que tienen en común con otros miembros de la
sociedad. Ahora bien ¿Cuántos individuos de una sociedad profesan realmente una idea? ¿Cuántos
manifiestan efectivamente un rasgo determinado de conducta? No todos, obviamente. Llamamos cultural a un
rasgo cuando es practicado por más de un miembro de la sociedad; Cuando es practicado por un grupo, no
por un solo individuo. Así, pues, dimensión social es el grado de dispersión de un rasgo en el seno de una
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sociedad. En otras palabras, la dimensión social de un rasgo está determinada por la proporción de individuos
que lo practican en el grupo social. Lo dicho es importante para observar la dinámica cultural. Cuando
hablamos del cambio de cultura, no debemos olvidar que el cambio se inicia por medio de los individuos. Un
individuo descubre un principio, o el principio ya era conocido y trata de utilizarlo prácticamente, o introduce
variaciones en un rasgo o un complejo, o combina en formas nuevas algunos elementos viejos, o toma
prestado un rasgo de otra cultura. Hasta ahí el nuevo elemento no tiene carácter cultural. Ha entrado en el
grupo, porque uno de sus componentes lo posee, pero todavía no forma parte de las relaciones sociales; no
ha entrado en la cultura. Ocasionalmente puede ocurrir que la innovación sea hecha por varios individuos en
estrecha asociación para hacerla, y entonces el rasgo tiene carácter cultural con una reducida dimensión
social, desde su ingreso. No obstante, son los individuos, mas que los grupos, los verdaderos innovadores.
En cualquier caso, después de que el rasgo ingresa en la periferia de la cultura, se inicia un proceso de
duración variable (de acuerdo, otra vez, con la naturaleza de la situación), durante el cual logra aceptación
social o es rechazado. Al aceptar socialmente un rasgo, la gente lo evalúa en su mente. La evaluación puede
ser hecha frente a otro rasgo, con el cual el nuevo pudiera estar en competencia. A la aceptación social y la
evaluación sigue el proceso de integración del rasgo a la cultura, con la serie de ajustes recíprocos a la cual
ya nos hemos referido.

Las relaciones del individuo con su cultura van más allá de lo dicho. Toda sociedad tiene un sistema de
enculturación y socialización que forma en el niño hábitos socialmente aprobados. Todo niño y todo adulto
viven rodeados de personas dentro de un ambiente sociocultural. Parte del ambiente son los mecanismos que
inducen al individuo a la conformidad social. Hay recompensas (la aceptación del individuo por los demás, los
halagos, el prestigio) por inducir al individuo a la conformidad. También hay castigos, que pueden ir desde las
sanciones representadas por nuestros jueces hasta el famoso “que dirán”. Todo ello tiende a ajustar al
individuo a los ideales de su grupo. La cultura es una fuerza poderosa que imprime su huella en la
personalidad de todos los individuos normales que la portan. Pero no elimina totalmente las tendencias
individuales. Cada persona tiene rasgos que no son absolutamente idénticos a los de los demás en su
organismo total, en su sistema nervioso, en las hormonas que lo excitan y en sus experiencias particulares a
lo largo de su historia. Todos estos factores también imprimen su huella en la formación de su personalidad,
de manera que esta es una resultante de los dos tipos de fuerzas señalados. Tal hecho repercute en el
comportamiento. De ahí que siempre existan diferencias entre las normas para la conducta dadas
culturalmente, y la conducta efectiva de los individuos que portan la cultura.

Los antropólogos hacen una distinción entre cultura ideal, y cultura real. La primera está constituida por los
ideales y las normas. La segunda por la forma como los individuos manifiestan realmente esos ideales y esas
normas. En otras palabras, no deja de haber diferencias entre lo que los individuos dicen y creen que
debieran hacer, y lo que realmente hacen cuando se comportan y se relacionan. La cultura contiene las
normas que supuestamente promueven el bienestar de todo el grupo, pero ni ella ni sus mecanismos
específicos pueden reprimir en su totalidad la expresión de los impulsos estrictamente individuales. De ahí
que en toda cultura existan contradicciones, derivadas del hecho de que los individuos se las arreglan para
crear mecanismos que les permitan violar con regularidad, ciertas normas e ideales. Estos mecanismos, si
tienen alguna dimensión social, también forman parte de la cultura y coexisten con las normas que violan. Por
lo general, las inconsistencias rara vez llegan a ser de tal naturaleza que impidan el funcionamiento de la
cultura. Cuando el conflicto llega a un determinado punto el cambio se impone y alguna de las partes en
contradicción (las normas ideales, por ejemplo) es variada o sustituida. En algunos tipos de cambio social y
cultural, ciertos grupos particulares de la sociedad, con sus respectivas subculturas, pueden verse mucho
mas afectados que otros desde el punto de vista de la adaptación de sus componentes a la cultura cambiante.

La simple presencia de varias generaciones en una sociedad afecta la dimensión social de los rasgos de la
cultura. Los componentes de dos generaciones diferentes han sido entrenados con el mismo sistema, pero no
en forma absolutamente idéntica. Una cultura puede cambiar de manera sensible y efectivamente cambia,
aunque sea en forma aparentemente insensible, a lo largo del lapso de treinta años que convencionalmente
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separa a una generación de la siguiente. Cualquier persona que haya pasado su vida en una ciudad como la
de Guatemala puede dar fe de las quejas recíprocas entre los padres y sus hijos que se acercan a la madurez
(para no citar sino el caso mas dramático), por lo que se supone incomprensión de la parte contraria. Por su
puesto, la famosa incomprensión es recíproca. La cultura está cambiando a velocidades variables, en todo
momento. Seguramente ha cambiado en el breve lapso que separa a dos generaciones. Con todo, a pesar de
las tendencias individuales de la dimensión social diferencial de los rasgos culturales, de las variaciones
subculturales de clase o región, de las diferencias entre las generaciones, y de su continuo proceso de
cambio, es precisamente la cultura la que inspira, regula y guía la mayor parte del comportamiento de
cualquier individuo en cualquier sociedad particular. Este es, ni mas ni menos, el alcance del concepto que
hemos tratado de introducir en las páginas anteriores.

Ahora bien, de mucha mayor importancia que todo lo que hemos dicho puede ser advertencia final.

En las ideas seleccionadas para introducir el tema de la cultura, las culturas, las subculturas y el
comportamiento sociocultural, hay insuficiencia y arbitrariedad de nuestra parte, defectos y errores
posiblemente grandes.

Suponiendo que nuestra confesión fuese exagerada (que no lo es), todavía quedaría una limitación de
carácter general y de la mayor importancia: Este capítulo no puede llevar al estudiante a formarse una idea de
cómo trabaja el antropólogo social que se especializa en el estudio de la famosa “estructura social” (para lo
cual, por supuesto, no tiene que ser un estructuralista) y se orienta a investigar fenómenos en sociedades
complejas. Si este especialista pretende apoyarse en datos empíricos, debe observar los fenómenos
culturales. De otra manera difícilmente lograría abstraer algo de la esencia que hay en el fondo de todos los
fenómenos y objetos que existen en el marco de una sociedad particular concreta, ni de las formas y niveles
en los cuales están relacionados. Para observar los fenómenos culturales necesita algunas, concepciones de
la cultura específicamente formuladas.

Este capítulo tampoco puede llevar al estudiante a entender como trabaja el etnólogo que pretende ver “la
sociedad humana” en su gran perspectiva histórica (aunque sea con enfoques “fragmentados”, a través de
“casos” bien documentados), porque éste, si cu colega anterior no lo hubiera hecho, sentaría intensamente la
necesidad de llevar su concepción de la cultura a niveles mas altos de abstracción, tanto en el orden histórico
como en el filosófico, para poder afinar sus categorías conceptuales como instrumentos de trabajo mucho
mas precisos al nivel de las ciencias.

Nada de lo anterior ha sido tocado por nosotros. Este trabajo entero fue diseñado para que un grupo de
estudiantes, hace ya mucho tiempo lo leyera antes de escuchar por primera vez a un maestro que tenía la
tarea de darles un curso que los ayudara a entender algo de la vida SOCIAL sin dejarse perturbar demasiado
por algunas diferencias “raciales” que iban a encontrar en su camino, así como a canalizar de la manera
menos ingrata posible la sorpresa que le podría causar la forma de vivir de otros pueblos. En aquella ocasión
los estudiantes leyeron íntegro este trabajo, formularon primero algunas desordenadas preguntas, y después
se inició el programa formal del curso propiamente dicho.

No creemos que este trabajo pueda tener ningún valor que no sea el que en esa ocasión tuvo.

CITAS BIBLIOGRÁFICAS

1. Estudio del Hombre. Fondo de Cultura Económica, México, 1965, pp. 88 ss.
2. Las Grandes Culturas de la Humanidad. Fondo de Cultura Económica, México, 1948, p. 27
3. How Culture Changes, en Man, Culture, and Society. B.B. Harry L. Shapiro (editor), Oxford University
Press, New York, 1960, p. 248.
4. Patterns of Culture. The New American Library, New York, 1959, p. 35.
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5. Obra citada, pp. 269 ss.


6. General Anthropology. Barnes and Noble, New York, 1955, p. ll5
7. Obra citada, pp. 389 ss.
8. Las Dimensiones de la Cultura. Editorial Iqueima, Bogotá, 1953, pp. 3-6, 43.

13.- PENSAMIENTO Y LENGUAJE


Herminio García

La fuente del conocimiento es la práctica vinculación del hombre con la naturaleza y la sociedad. Sensación y
percepción son instancias necesarias dentro del proceso de conocimiento.

Para penetrar más profundamente en esa realidad (natural y social), el hombre dispone de su actividad
racional mediante la cual, a partir de los datos que le proporciona su experiencia sensorial es capaz de
establecer nuevas relaciones entre los hechos y fenómenos del mundo, hasta llegar a relaciones esenciales
que no nos están dadas en la experiencia directa e inmediata. Una de las tareas fundamentales del
pensamiento, es el descubrimiento de esas conexiones internas que se dan entre los objetos, porque a través
de la experiencia sensorial, captamos lo concreto en toda su riqueza de cualidades, pero es tarea de la
actividad racional descubrir cuales de ellas son accidentales, secundarias, y cuales son esenciales y
necesarias.

Siendo el pensamiento una “reconstrucción mental del objeto, esto se realiza a través de los procesos de
análisis, síntesis, generalización, etc. Que transforman los datos proporcionados por los sentidos, datos en
que la propiedades esenciales del objeto no se manifiestan en toda su pureza”. Mediante la percepción solo
me es posible determinar que un hecho u objeto individual es así, y solo después del trato con nuevos hechos
y casos puedo llegar a saber qué de ellos es casual y que es necesario, lo que me indica que es mediante la
práctica como puedo llegar a cierto tipo de generalizaciones. Vemos pues, dos hechos fundamentales: por
una parte, el punto de apoyo de la actividad racional es el conocimiento sensorial, y por otra, tal actividad solo
es posible desarrollarla en la práctica.

El origen y desarrollo de nuestro pensamiento se encuentra indudablemente ligado al conocimiento sensorial


y a la práctica social.

Si insistimos en que el pensamiento se origina en la interacción dialéctica del hombre y su medio, no


podemos olvidar que ese medio, esa realidad humana está formada, además de los hechos y fenómenos
naturales, por los fenómenos sociales, y dentro de ellos, el sistema de conocimientos que, se han venido
acumulando a lo largo del desarrollo individual, a través de la palabra, factor condicionante específicamente
humano.

“El pensamiento, antes de llegar a ser una forma especial de actividad, una función mental independiente,
está incluido en la actividad práctica y se efectúa ligado inseparablemente a ella”. Por lo que podemos afirmar
que: El pensamiento es premisa y consecuencia de la práctica social. Lo que significa que surge de ella y, al
mismo tiempo, que la práctica social no sería posible sin el pensamiento. A la vez, el único criterio para
establecer la veracidad de nuestros pensamientos vuelve a ser esa misma práctica, es decir, vamos de “lo
individual a lo general y de lo general a lo individual, del fenómeno a la esencia y de la esencia al fenómeno”

Surgiendo de la práctica, el pensamiento cobra cierta independencia, y como proceso cualitativamente distinto
a los procesos fisiológicos y preceptúales que le sirven de base, tiene sus propias leyes de desarrollo, de
manera que, “en las condiciones internas que determinan el pensar hay que distinguir un aspecto fisiológico y
psicológico”
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Los procesos nerviosos y leyes fisiológicas que sirven de base al pensamiento, son las mismas para todos los
individuos, de manera que nada nos autoriza para hablar de leyes distintas del pensamiento según las
diferentes épocas, como lo afirman algunas corrientes psicológicas. Lo que cambia, es la mayor o menor
riqueza de la práctica social y, como consecuencia, el peso específico de las generalizaciones y
abstracciones cada vez mas profundas que surgen de dicha práctica.

“El hecho de que el pensamiento posea sus propias leyes internas, significa que en el proceso del pensar se
crean las condiciones internas para que dicho proceso siga desarrollándose. Ello implica, asimismo, que los
resultados del pensar se incluyan por si mismos en él en calidad de premisas de su propia evolución, y que se
convierten en medios de análisis ulterior”. De modo que el pensamiento es un desarrollo de ideas, y su
contenido es el concepto, que a su vez está sujeto al desarrollo histórico. Solo enfocando el problema desde
éste ángulo, podremos explicarnos las distintas formas del pensamiento que encontramos en las diferentes
etapas del desarrollo de la humanidad, o de un mismo individuo en diferentes niveles de su propia evolución.

El proceso del pensamiento se inicia cuando el hombre se ve frente a una situación problemática. Una
necesidad insatisfecha, algo que no puede explicarse, etc. Es el punto de partida del pensar, que lleva
implícita la finalidad de encontrar una solución. El pensamiento es, pues, una actividad conscientemente
orientada hacia la solución de un problema. En una situación problemática, existen siempre elementos
conocidos, pero al mismo tiempo, hay otros que son desconocidos y que no aparecen en la superficie “La
existencia de problemas y situaciones problemáticas se halla objetivamente condicionada por el hecho de que
las cosas son infinitas y los fenómenos del mundo se encuentran en recíproca concatenación, en virtud de lo
cual algo no dado explícitamente resulta dado implícitamente”

Por lo tanto, el ser humano, se encuentra en permanente interacción con su medio, se ve involucrado en
situaciones de este tipo en forma constante, vinculándose a ellas con toda su vida psíquica, porque, como
afirma Rubinstein, “no piensa el pensamiento puro sino el hombre vivo”.

Esto quiere decir que, en nuestros procesos de pensamiento, aparecen ligados aspectos volitivos y
sentimentales que pueden darle una mayor o menor penetración a nuestra actividad racional, ya que ésta se
desarrolla unida inseparablemente a nuestras necesidades e intereses surgidos de la actividad práctica. Pero
si bien es cierto que este colorido afectivo puede darle mayor profundidad y energía a nuestro proceso
mental, también lo es que puede cargarlo de subjetividad, haciéndonos perder la objetividad del
razonamiento. En el pensamiento emocional tratamos de encontrar justificaciones a la solución que
deseamos, y el prejuicio puede tener amplia cabida, desviándonos del pensamiento correcto y objetivo. En
este caso, el pensamiento no sirve para encontrar la solución sino para justificar nuestros actos.

El solo planteamiento de un problema es ya un proceso mental, que si bien es cierto no implica su solución,
es de comprender su existencia. Los problemas son inexistentes sólo para aquello que son inactivos, que no
están acostumbrados a pensar por si mismos y que todo les parece natural. Por algo afirma Rubinstein,
parafraseando a Sócrates que “Cuando más sabe el hombre, tanto mejor sabe lo que no sabe”.

Al tomar conciencia de un problema, estamos en el camino de su solución. Generalmente iniciamos ese


camino formulándonos las preguntas correspondientes, vamos de lo que conocemos a lo que desconocemos.
Nuestro primer paso es recurrir a algún tipo de conocimientos que manejamos, y en función de este saber,
someter la situación a un análisis, de donde deben surgir nuevas situaciones que se van profundizando.

Es claro que la aplicación de nuestros conocimientos. Que a veces son normas o reglas conocidas, plantea
dos tipos de operaciones mentales. Algunas veces se trata únicamente de aplicar una regla determinada ya
existente, a las condiciones especiales del problema; en otras, el problema es mas complejo porque debe
descubrirse que regla es la aplicable a esta situación específica.
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Como existen hábitos de pensamiento, en ciertas oportunidades estos ayudan a la solución del problema,
pero en otras lo estorban, porque es necesario recurrir al planteamiento u operaciones originales.

Pueden presentarse casos en que la dirección tomada por nuestro pensamiento, a partir de la situación
concreta, se aparte de las condiciones originales, en cuyo caso se presentan varias posibilidades de solución;
en este caso, nos planteamos tales posibilidades en calidad de hipótesis, que deberán ser sometidas a la
comprobación cuanto mas amplia sea nuestra experiencia y nuestro sistema de conocimientos, tanto mayor
será nuestra posibilidad de someter a crítica y comprobación nuestras hipótesis. Siempre será la práctica la
que nos diga si nuestra solución es la correcta.

Las operaciones racionales, que están en la base de todo el proceso del pensar, son el análisis y la síntesis,
que aunque son operaciones contrapuestas, se hallan inseparablemente unidas, todo análisis parte de una
síntesis y toda síntesis parte de un análisis como “la división mental del todo en sus partes o la disgregación
mental de algunas de sus cualidades o aspectos aislados” veremos que este se encuentra condicionado
siempre por la forma en que dichas partes o cualidades se encuentran relacionadas, por lo que el análisis no
puede llevarnos a la desintegración del todo, sino a su transformación.

Asimismo afirmamos que la síntesis es la unificación, la reunión mental de las partes de los objetos, o la
combinación mental de sus síntomas, cualidades y aspectos, esta no puede realizarse en forma arbitraria,
sino en función de las correlaciones establecidas por el análisis, dando como resultado el reestablecimiento
mental de lo correcto.

Mediante el análisis y la síntesis, el pensamiento va, de una representación mas o menos vaga del objeto,
hasta el establecimiento de sus nexos esenciales y, por lo tanto, al conocimiento y a la idea clara de él.

Tanto el análisis como la síntesis se dan a dos niveles distintos; por una parte, se da en la percepción, en
nuestro conocimiento sensorial de la realidad y, por otra, a nivel del pensamiento teórico, pero estos dos
niveles no se encuentran separados ya que son denominadores comunes de todo proceso de conocimiento.
En el análisis sensorial, lo que se destaca generalmente, en un principio, son los elementos fuertes del objeto,
que en virtud de la ley de inducción recíproca, enmascara otras propiedades, pero en el transcurso del
proceso se separan nuevos aspectos y propiedades, que entran en nuevas relaciones.

Como toda correlación o conexión de elementos distintos constituye una síntesis, en la percepción “la síntesis
se presenta como transformación de los elementos sensoriales, de su configuración, de su estructura, de su
forma así como de la interpretación que se les dé al enlazar entre sí las partes componentes del contenido
conceptual destacadas por el análisis.

A nivel de conocimiento sensorial, la unidad de análisis y síntesis se destaca cuando comparamos dos
objetos o fenómenos. Al confrontarlos, aparece el análisis como la separación de cualidades de dos o más
objetos, que se deben poner en relación en el momento de la comparación. “Gracias a ella se llega a la
generalización empírica y a la clasificación de los fenómenos.

En el campo del pensamiento teórico, el análisis se presenta bajo la forma de la separación de las cualidades
esenciales de los objetos de las que no lo son, de las cualidades necesarias de las secuencias o accesorias,
lo que convierte el análisis teórico en un proceso de abstracción. La síntesis se presenta como el
restablecimiento mental de lo correcto, estableciéndose nuevas vinculaciones dentro de lo que fue analizado.
“Mediante el análisis y la síntesis, el pensamiento científico cobra realidad en los conceptos abstractos”.

En todo proceso de conocimiento, análisis y síntesis son las dos caras de la medalla que no pueden
separarse, pero es claro que habrá predominio de una de ellas, de acuerdo con las condiciones de la
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situación problemática. En algunas ocasiones habrá que destacar el análisis y en otras la síntesis, pero no
habrá proceso de pensamiento completo, sin la participación de ambos.

En los distintos individuos, también podemos encontrar mentalidades predominantemente analíticas o


acentuadamente sintéticas, sin que eso signifique la no participación de una de las fases del proceso.

La abstracción se da también en el plano del conocimiento sensorial y el teórico. En el primer caso, son
nuevamente los elementos fuentes de la percepción los que se destacan, es decir, aquellos que tienen mayor
significación para el individuo desde el punto de vista de su quehacer práctico; sabemos que la abstracción
posee dos facetas, que podemos llamar positivas y negativas; abstraer significa hacer caso omiso de algo,
separado, pero al mismo tiempo, significa destacar, tomar en consideración otras cualidades o aspectos del
objeto o fenómeno. En el caso de la abstracción sensorial esto se realiza, aunque no va más allá.

La abstracción en el pensamiento científico, consiste en destacar lo que es esencial, haciendo caso omiso de
aquellas cualidades esenciales, casuales o contingentes. De todas maneras, el proceso de abstracción se
encuentra condicionado por el objeto, tanto sensorial como teóricamente.

Vinculada estrechamente a estos procesos y sin que podamos separarlos, se encuentra también la
generalización.

En su aspecto primario la encontramos ya en lo que llamamos generalización del reflejo condicionado, donde
elementos signalizadores parecidos provocan el mismo tipo de reacción. Asimismo, las primeras
generalizaciones conceptuales del niño llevan el sello de lo sensorial, cuando en sus primeras palabras,
denomina varios objetos diferentes por alguna cualidad que les es común, pero que por alguna razón
adquiere de estímulo fuerte. Este tipo de generalización no sale de los límites de lo sensorial y está en la base
de lo que llamamos generalización empírica. La generalización científica, por su parte, opera con las
propiedades esenciales, producto del análisis y la abstracción teórica.

Si en su nivel inferior, la generalización se basa en propiedades comunes, a nivel superior, lo que es común
es un indicador de que algo puede ser esencial, pero no necesariamente. En este terreno podemos afirmar
que todo lo que es esencial es común a los objetos o fenómenos, pero no todo lo que es común es esencial.

“El pensamiento llega a generalizaciones cada vez mas altas a medida que descubre conexiones mas
profundas. En este sentido ofrece grandes posibilidades la generalización de relaciones”.

Los conceptos científicos y las leyes del mismo tipo no son sino amplias generalizaciones a las que el hombre
ha llegado a través de los procesos del pensamiento.

Es evidente, pues, que el acto de pensar se descompone en distintos eslabones: análisis, síntesis,
abstracción, generalización para llegar al restablecimiento y de lo concreto en la conciencia.

“A medida que en el proceso del pensar se van realizando determinadas operaciones: análisis, síntesis y
generalización, a medida que en el individuo tales operaciones, se van haciendo generales y van adquiriendo
carta de naturaleza, se forma el pensamiento como capacidad, se va estructurando el intelecto”

Me parece muy importante destacar este aspecto, porque señala con toda claridad el papel fundamental que
desempeña la práctica social, hecho demostrado a través de todo el desarrollo histórico social y de la historia
individual. Las distintas formas de pensar no son dadas desde un principio y de una vez y para siempre, sino
que se van elaborando a lo largo del propio desarrollo del pensar y de acuerdo a sus leyes internas. Las
operaciones mentales que acabamos de reseñar, se presentan en una u otra forma particular, de acuerdo a
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determinados contenidos específicos que las van condicionando. En su desarrollo, llegan a determinados
resultados, que luego se incorporan al propio proceso del pensar.

Esto nos plantea de inmediato el problema del saber y del pensar, que en algunas oportunidades o se
confunden, o se presentan como hechos separados, aislados uno del otro. La verdad es que no podemos
separarlos, pero que tampoco son idénticos. Es evidente que el pensamiento se nos presenta en su forma
mas clara y distinta, cuando por si mismo llega al descubrimiento de los nuevos conocimientos, pero dichos
descubrimiento se apoyan, de todas maneras, en la actualización y aplicación de conocimientos anteriores, lo
que significa su previa asimilación.

La evocación de conocimientos frente a una situación problemática, no es un proceso mecánico de memoria.


Lleva implícito el análisis, tanto de la situación, como de los conocimientos que deben aplicarse, lo que de por
si ya es una actividad mental compleja. Evocar conocimientos es ya pensar, siempre y cuando surja de la
propia actividad que nos lleva a explicarlos, y esto así sucede generalmente. Pero hemos dicho que podemos
evocar y aplicar, siempre que hayamos asimilado el conocimiento. La asimilación es un proceso activo, y
como tal, no se produce por simple transmisión mecánica de una a otra cabeza, de un cúmulo de
conocimientos. La asimilación de conocimientos presupone un proceso activo de parte de quien asimila y la
existencia, naturalmente, de condiciones internas que hacen posible dicha asimilación y que preparan nuevas
condiciones que posibilitan nuevas adquisiciones. Se establece así la dependencia entre el desarrollo mental
y la asimilación de conocimientos, dependencia que no es unilateral, sino “un proceso dialéctico en el que
causa y efecto cambian incesantemente entre si del lugar”.

De manera que el desarrollo mental del individuo esta condicionado por la asimilación de los conocimientos
acumulados por la humanidad a lo largo de su desarrollo histórico, pero esto no significa simplemente
“interiorización” de los actos externos, significa esa relación dialéctica histórico-social, que es una
característica fundamental del pensamiento.

Creemos que en este análisis queda claro que la función docente no puede circunscribirse a “enseñar” en el
sentido tradicional de la palabra, o sea, el transmitir conocimientos; la “enseñanza” es la base para algo que
debiera ser nuestra preocupación fundamental: formar y desarrollar los procesos de pensamiento en nuestros
educandos, de manera que el resultado no sea la simple aplicación de lo que ya se sabe, sino la posibilidad
de desarrollar procesos productivos que lo lleven al descubrimiento de nuevos conocimientos.

El paso del pensamiento de sus niveles sensoriales, a las formas cada vez más abstractas y generalizadas
que conocemos, se realizó en íntima e indisoluble relación con el desarrollo del lenguaje. Pensamiento y
lenguaje forman una unidad, aunque no una identidad como veremos más adelante.

Expresamos nuestros pensamientos a través de las palabras, y estas son generalizaciones, conceptos, de
manera que el lenguaje es la envoltura material del pensamiento, su forma de existencia. Dice Marx citado por
Rubinstein. “El lenguaje es la conciencia práctica, real, existente también para los demás hombres y existente
primeramente para mi”. En otras palabras, a través del lenguaje materializamos nuestra propia conciencia y
se nos hace asequible la conciencia de los demás, de manera que “el habla es lenguaje en estrecha relación
con la conciencia individual”, y nos permite la función de trato, no solamente manifestamos nuestros
pensamientos, revelamos además nuestra postura personal frente a las múltiples situaciones vivenciales que
adquieren sentido en nuestra consciencia individual. De esta manera, si bien “El lenguaje, la palabra es la
unidad específica del contenido sensible y racional” del objeto, este significado no se da al margen de las
relaciones que se dan entre los hombres y menos aún de su experiencia práctica.

En el lenguaje distinguimos dos aspectos: (a) su portador material, sensible (imagen auditiva o visual según
el caso) y (b) su significado, su contenido semántico. La relación entre ambos es importante, aunque
generalmente solo queda en un primer plano su significación. ¿De dónde toma su significación un
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determinado complejo fonético? Únicamente de nuestro trato con los hechos y fenómenos de la realidad
objetiva.

Para nosotros, el lenguaje, las palabras, forman el segundo sistema de señales, es decir señalan al primer
sistema, y sólo puede desarrollarse en vinculación con este último.

Cabe recordar aquí que conforman el primer sistema, común a los hombres y a los animales, todas las
sensaciones y representaciones que surgen como resultado de la acción directa de los estímulos sobre
nuestros órganos sensoriales, mientras que el segundo sistema de señales representa una abstracción y
generalización de la realidad, pero esto no puede desarrollarse si no es sobre la base de esta realidad que
señala. Por otra parte existe una permanente interacción entre ambos sistemas.

Experimentalmente, esto puede demostrarse mediante el condicionamiento reflejo de una reacción ante una
palabra. Un complejo sonoro, una palabra, es un estímulo condicionado, cualquiera de la realidad objetiva;
por ejemplo, podemos condicionar una secreción salival en un perro por medio de la palabra “TIMBRE”,
siempre que, cuando hayamos pronunciado dicha palabra, se haya presentado el refuerzo correspondiente en
forma de alimento. Sabemos que al cabo de múltiples repeticiones el perro salivará con la simple
pronunciación de la palabra timbre. El reflejo se ha establecido. Pero si en lugar de pronunciar la palabra,
hacemos sonar un timbre, la única reacción que lograremos será un reflejo de orientación incondicionada, que
hará volver la cabeza hacia el lugar de donde proviene el sonido, pero nunca la secreción salival condicionada
por la palabra. Para el perro, el estímulo condicionado es solo el ruido, el complejo sonoro que forma la
palabra timbre.

En cambio en el hombre, la situación es completamente distinta; la palabra timbre y el sonido que este
produce, están estrechamente ligados, de manera que si uno de estos estímulos lo hemos transformado en
estímulo condicionado, el otro también sufre la misma transformación; la conexión entre la palabra y la cosa
no puede separarse, y es una conexión establecida durante el proceso de aprendizaje del lenguaje hablado.
No podemos separar la palabra de la cosa que señala. Por eso afirmamos que la palabra es una señal verbal
y no un símbolo, y su significación deviene de la realidad objetiva que señala, por lo que no se establece
arbitrariamente.

“El símbolo es indiferente en cuanto a la naturaleza específica, particular, de la palabra, y de la cosa concreta
designada por ella” Es importante señalar este aspecto del lenguaje, pues algunas teorías conciben a éste
como una función de formulación y de expresión simbólica, dándole un desarrollo independiente de la
realidad.

La relación de la palabra con el objeto no es algo prefijado, ni una relación convencional; es una relación
histórica y por lo tanto cada palabra “posee su historia, su vida independiente de nosotros, en cuyo transcurso
puede acontecer algo que no depende de lo que hemos convenido para tratarla, sino del contenido objetivo
en el cual la palabra delimita”.

Dos son los aspectos que deben destacarse: (1) la palabra no es un símbolo y su significado no está fuera de
ella, ni del objeto que designa. La relación palabra objeto es una relación cognoscitiva; (2) el reflejo
significativo de la palabra, como cualquier reflejo, no es algo pasivo: “reconocemos el significado objetivo, que
obtiene su forma en la palabra, al influir en el objeto, haciendo destacar su función en el sistema de la
actividad social”

Si nos sirve en el trato humano, es porque reconocemos su significación generalizadora, pero sería un error
reducir el lenguaje a un conjunto de significaciones abstractas. En el proceso de comunicación, es un medio
de expresión y a la vez de influencia sobre los demás. Es cierto que el núcleo fundamental de la palabra es su
significado objetivo, pero este se encuentra inmerso en la relación viva y actuante de los seres humanos, y su
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verdadera comprensión se alcanza cuando desentrañamos los aspectos expresivos de quien habla. No
obstante no basta saber la significación literal de las palabras, porque cuando hablamos también
exteriorizamos nuestra personalidad, nuestra consciencia, nuestra relación emocional con lo que expresamos
y hacia quien nos dirigimos. De allí que la función expresiva del lenguaje, juegue tan importante papel en la
comunicación, porque su misión principal es su función de trato. Nadie habla por hablar, siempre se persigue
una finalidad, y ésta principalmente en la función docentes, es influir, si no directamente en la conducta., si en
los pensamientos una determinada finalidad, de manera que no podemos simplemente intelectualizar nuestro
lenguaje, porque “tras el contenido objetivo de lo que dice el que habla, aparece lo que éste tenía a la vista, lo
que quería expresar y quería dar a entender,….”

Para que la palabra, el lenguaje, cumplan con su cometido, es necesario que el que habla tenga clara
conciencia de la finalidad que persigue y de las condiciones en las que tal finalidad debe alcanzarse, sólo así
sabrá que decir y como decirlo.

Por último y para los objetivos de este trabajo, solo nos resta hacer un breve análisis de la relación que existe
entre el pensamiento y lenguaje.

Como dijimos en un principio, ambos sólo existen en su unidad, pero no forman una identidad.

Algunas corrientes quisieron reducir el pensamiento a su expresión verbal, como lo intentó el conductismo al
afirmar que el pensamiento no es otra cosa que la actividad del aparato verbal. Evidentemente la tesis es
errónea. Las simples imágenes visuales o auditivas no son todavía lenguaje, ni los movimientos que se
producen al hablar son independientes. En primer lugar, el lenguaje posee una significación consciente, y en
segundo, la selección de movimientos del aparato fonador al hablar, o de la mano al escribir, está
determinada en forma necesaria por las relaciones lógicas que hay entre el significado de las palabras que
vamos a utilizar. Si observamos lo que ocurre en la práctica, muchas veces buscamos las palabras que
expresen nuestro pensamiento y las vamos desechando, porque no expresan con claridad lo que queremos
decir. El lenguaje existe pues, gracias al pensamiento.

Sin embargo, podemos observar otro aspecto. El pensamiento no aparece repentinamente; aparece, más
bien, como una tendencia no definida que. A través del lenguaje, va encontrando su estructura, hasta que
somos capaces de formularlo, de manera que, por medio del lenguaje, le vamos dando forma a nuestro
pensamiento.

Vemos así, como lenguaje y pensamiento están en una permanente relación interna y dialéctica que se
condicionan mutuamente pero que tienen su propia estructura.

La lógica es la estructura del pensamiento, mientras que la gramática es la del lenguaje. Sintetizando:

El pensamiento y lenguaje forman una unidad dialéctica. Dentro de esta unidad, el rector es el pensamiento y
como afirman algunas teorías que pretenden darle al lenguaje el papel creador. Lenguaje y pensamiento se
toman dentro de la práctica social del hombre.

Esperamos que este brevísimo análisis, contribuya a comprender y a orientar en alguna forma nuestra
actividad docente.

14.- ACUERDO SOBRE IDENTIDAD Y DERECHOS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS

Considerando
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Que el tema de identidad y derechos de los pueblos indígenas constituye un punto fundamental y de
trascendencia histórica para el presente y futuro de Guatemala,

Que los pueblos indígenas incluyen el pueblo maya, el pueblo garífuna y el pueblo xinca, y que el pueblo
maya está configurado por diversas expresiones socioculturales de raíz común,

Que a raíz de su historia, conquista, colonización, desplazamientos y migraciones, la nación guatemalteca


tiene un carácter multiétnico, pluricultural y multilingüe,

Que las partes reconocen y respetan la identidad y los derechos políticos, económicos, sociales y culturales
de los pueblos maya, garífuna y xinca, dentro de la unidad de la nación y la indivisibilidad del territorio del
Estado guatemalteco, como componentes de dicha unidad,

Que los pueblos indígenas han sido particularmente sometidos a niveles de discriminación de hecho,
explotación e injusticia por su origen, cultura y lengua, y que, como muchos otros sectores de la colectividad
nacional, padecen de tratos y condiciones desiguales e injustas por su condición económica y social,

Que esta realidad histórica ha afectado y sigue afectando profundamente a dichos pueblos, negándoles el
pleno ejercicio de sus derechos y participación política, y entorpeciendo la configuración de una unidad
nacional que refleje, en su justa medida y con su plenitud de valores, la rica fisonomía plural de Guatemala,

Que en tanto no se resuelva este problema de la sociedad guatemalteca, sus potencialidades económicas,
políticas, sociales y culturales jamás podrán desenvolverse en toda su magnitud, y ocupar en el concierto
mundial el lugar que le corresponde por su historia milenaria y la grandeza espiritual de sus pueblos,

Que en Guatemala será posible desarraigar la opresión y la discriminación sólo si se reconocen en todos sus
aspectos la identidad y los derechos de los pueblos que la han habitado y la habitan, componentes todos de
su realidad actual y protagonistas de su desarrollo, en todo sentido,

Que todos los asuntos de interés directo para los pueblos indígenas demandan ser tratados por y con ellos, y
que el presente acuerdo busca crear, ampliar y fortalecer las estructuras, condiciones, oportunidades y
garantías de participación de los pueblos indígenas, en el pleno respeto de su identidad y del ejercicio de sus
derechos,

Que la comunidad internacional, por medio de las Naciones Unidas, y las agencias y programas de su
sistema, la Organización de los Estados Americanos y otros organismos e instrumentos internacionales, ha
reconocido las aspiraciones de los pueblos indígenas para lograr el control de sus propias instituciones y
formas de vida como pueblos,
El Gobierno de Guatemala y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (en adelante "las partes")
acuerdan lo siguiente:

14.1 IDENTIDAD DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS

1. El reconocimiento de la identidad de los pueblos indígenas es fundamental para la construcción de la


unidad nacional basada en el respeto y ejercicio de los derechos políticos, culturales, económicos y
espirituales de todos los guatemaltecos.

2. La identidad de los pueblos es un conjunto de elementos que los definen y, a su vez, los hacen
reconocerse como tal. Tratándose de la identidad maya, que ha demostrado una capacidad de resistencia
secular a la asimilación, son elementos fundamentales:
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a) La descendencia directa de los antiguos mayas;


b) Idiomas que provienen de una raíz maya común;
c) Una cosmovisión que se basa en la relación armónica de todos los elementos del universo, en el que el ser
humano es sólo un elemento más, la tierra es la madre que da la vida, y el maíz es un signo sagrado, eje de
su cultura. Esta cosmovisión se ha transmitido de generación en generación a través de la producción
material y escrita por medio de la tradición oral, en la que la mujer ha jugado un papel determinante;

d) Una cultura común basada en los principios y estructuras del pensamiento maya, una filosofía, un legado
de conocimientos científicos y tecnológicos, una concepción artística y estética propia, una memoria histórica
colectiva propia, una organización comunitaria fundamentada en la solidaridad y el respeto a sus semejantes,
y una concepción de la autoridad basada en valores éticos y morales; y

e) La autoidentificación.

3. La pluralidad de las expresiones socioculturales del pueblo maya, que incluyen los Achi, Akateco,
Awakateko, Chorti, Chuj, Itza, Ixil, Jakalteco, Kanjobal, Kaqchikel, Kiche, Mam, Mopan, Poqomam, Poqomchi,
Q'eqchi, Sakapulteko, Sikapakense, Tectiteco, Tz'utujil y Uspanteco, no han alterado la cohesión de su
identidad.
4. Se reconoce la identidad del pueblo maya así como las identidades de los pueblos garífuna y xinca, dentro
de la unidad de la nación guatemalteca, y el Gobierno se compromete en promover ante el Congreso de la
República una reforma de la Constitución Política de la República en este sentido.

14.2 LUCHA CONTRA LA DISCRIMINACIÓN

 Lucha contra la discriminación legal y de hecho

1. Para superar la discriminación histórica hacia los pueblos indígenas, se requiere el concurso de todos los
ciudadanos en la transformación de mentalidades, actitudes y comportamientos. Dicha transformación
comienza por un reconocimiento claro por todos los guatemaltecos de la realidad de la discriminación racial,
así como de la imperiosa necesidad de superarla para lograr una verdadera convivencia pacífica.

2. Por su parte, con miras a erradicar la discriminación en contra de los pueblos indígenas, el Gobierno
tomará las siguientes medidas:
a) Promover ante el Congreso de la República la tipificación de la discriminación étnica como delito;

b) Promover la revisión ante el Congreso de la República de la legislación vigente para derogar toda ley y
disposición que pueda tener implicación discriminatoria hacia los pueblos indígenas;

c) Divulgar ampliamente los derechos de los pueblos indígenas por la vía de la educación, de los medios de
comunicación y otras instancias; y

d) Promover la defensa eficaz de dichos derechos. Con este fin, promover la creación de defensorías
indígenas y la instalación de bufetes populares de asistencia jurídica gratuita para personas de bajos recursos
económicos en las municipalidades donde predominan las comunidades indígenas. Asimismo, se insta a la
Procuraduría de los

Derechos Humanos y a las demás organizaciones de defensa de los derechos humanos a que presten una
atención especial a la defensa de los derechos de los pueblos maya, garífuna y xinca.
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 Derechos de la mujer indígena


1. Se reconoce la particular vulnerabilidad e indefensión de la mujer indígena frente a la doble discriminación
como mujer y como indígena, con el agravante de una situación social de particular pobreza y explotación. El
Gobierno se compromete a tomar las siguientes medidas:

a) Promover una legislación que tipifique el acoso sexual como delito y considere como un agravante en la
definición de la sanción de los delitos sexuales el que haya sido cometido contra una mujer indígena;

b) Crear una Defensoría de la Mujer Indígena, con su participación, que incluya servicios de asesoría jurídica
y servicio social; y

c) Promover la divulgación y fiel cumplimiento de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de
Discriminación contra la Mujer.

2. Se insta a los medios de comunicación y organizaciones de promoción de los derechos humanos a


cooperar en el logro de los objetivos del presente literal.

 Instrumentos internacionales
Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial

1. El Gobierno se compromete a promover ante el Congreso de la República un proyecto de ley que incorpore
las disposiciones de la Convención al Código Penal.

2. Siendo Guatemala parte de la Convención, se compromete a agotar los trámites tendentes al


reconocimiento del Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial tal como lo establece el artículo 14
de dicha Convención.

Convenio sobre pueblos indígenas y tribales, 1989 (Convenio 169 de la Organización Internacional del
Trabajo)

3. El Gobierno ha sometido al Congreso de la República, para su aprobación, el Convenio 169 de la


Organización Internacional del Trabajo y, por lo tanto, impulsará su aprobación por el mismo. Las partes
instan a los partidos políticos a que agilicen la aprobación del Convenio.

Proyecto de declaración sobre los derechos de los pueblos indígenas

4. El Gobierno promoverá la aprobación del proyecto de declaración sobre los derechos de los pueblos
indígenas en las instancias apropiadas de la Organización de las Naciones Unidas, en consulta con los
pueblos indígenas de Guatemala.

14.3 DERECHOS CULTURALES

1. La cultura maya constituye el sustento original de la cultura guatemalteca y, junto con las demás culturas
indígenas, constituye un factor activo y dinámico en el desarrollo y progreso de la sociedad guatemalteca.

2. Por lo tanto, es inconcebible el desarrollo de la cultura nacional sin el reconocimiento y fomento de la


cultura de los pueblos indígenas. En este sentido, a diferencia del pasado, la política educativa y cultural debe
orientarse con un enfoque basado en el reconocimiento, respeto y fomento de los valores culturales
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indígenas. Con base a este reconocimiento de las diferencias culturales, se debe promover los aportes e
intercambios que propicien un enriquecimiento de la sociedad guatemalteca.

3. Los pueblos maya, garífuna y xinca son los autores de su desarrollo cultural. El papel del Estado es de
apoyar dicho desarrollo, eliminando los obstáculos al ejercicio de este derecho, tomando las medidas
legislativas y administrativas necesarias para fortalecer el desarrollo cultural indígena en todos los ámbitos
correspondientes al Estado y asegurando la participación de los indígenas en las decisiones relativas a la
planificación y ejecución de programas y proyectos culturales mediante sus organismos e instituciones
propias.

 Idioma

1. El idioma es uno de los pilares sobre los cuales se sostiene la cultura, siendo en particular el vehículo de la
adquisición y transmisión de la cosmovisión indígena, de sus conocimientos y valores culturales. En este
sentido, todos los idiomas que se hablan en Guatemala merecen igual respeto. En este contexto, se deberá
adoptar disposiciones para recuperar y proteger los idiomas indígenas, y promover el desarrollo y la práctica
de los mismos.

2. Para este fin, el Gobierno tomará las siguientes medidas:


a) Promover una reforma de la Constitución Política de la República que liste el conjunto de los idiomas
existentes en Guatemala que el Estado está constitucionalmente comprometido en reconocer, respetar y
promover;

b) Promover el uso de todos los idiomas indígenas en el sistema educativo, a fin de permitir que los niños
puedan leer y escribir en su propio idioma o en el idioma que más comúnmente se hable en la comunidad a la
que pertenezcan, promoviendo en particular la educación bilingüe e intercultural e instancias tales como las
Escuelas Mayas y otras experiencias educativas indígenas;

c) Promover la utilización de los idiomas de los pueblos indígenas en la prestación de los servicios sociales
del Estado a nivel comunitario;

d) Informar a las comunidades indígenas en sus idiomas, de manera acorde a las tradiciones de los pueblos
indígenas y por medios adecuados, sobre sus derechos, obligaciones y oportunidades en los distintos ámbitos
de la vida nacional. Se recurrirá,
si fuere necesario, a traducciones escritas y a la utilización de los medios de comunicación masiva en los
idiomas de dichos pueblos;

e) Promover los programas de capacitación de jueces bilingües e intérpretes judiciales de y para idiomas
indígenas;

f) Propiciar la valorización positiva de los idiomas indígenas, y abrirles nuevos espacios en los medios
sociales de comunicación y transmisión cultural, fortaleciendo organizaciones tales como la Academia de
Lenguas Mayas y otras instancias semejantes; y

g) Promover la oficialización de idiomas indígenas. Para ello, se creará una comisión de oficialización con la
participación de representantes de las comunidades lingüísticas y la Academia de Lenguas Mayas de
Guatemala que estudiará modalidades de oficialización, teniendo en cuenta criterios lingüísticos y territoriales.
El Gobierno promoverá ante el Congreso de la República una reforma del artículo 143 de la Constitución
Política de la República de acuerdo con los resultados de la Comisión de Oficialización.
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 Nombres, apellidos y toponimias


El Gobierno reafirma el pleno derecho al registro de nombres, apellidos y toponimias indígenas. Se reafirma
asimismo el derecho de las comunidades de cambiar los nombres de lugares donde residen, cuando así lo
decida la mayoría de sus miembros.

El Gobierno tomará las medidas previstas en el capítulo II, literal A, del presente acuerdo para luchar contra
toda discriminación de hecho en el ejercicio de este derecho.

 Espiritualidad
1. Se reconoce la importancia y la especificidad de la espiritualidad maya como componente esencial de su
cosmovisión y de la transmisión de sus valores, así como la de los demás pueblos indígenas.

2. El Gobierno se compromete a hacer respetar el ejercicio de esta espiritualidad en todas sus


manifestaciones, en particular el derecho a practicarla, tanto en público como en privado por medio de la
enseñanza, el culto y la observancia. Se reconoce asimismo la importancia del respeto debido a los guías
espirituales indígenas así como a las ceremonias y los lugares sagrados.
3. El Gobierno promoverá ante el Congreso de la República una reforma al artículo 66 de la Constitución
Política de la República a fin de estipular que el Estado reconoce, respeta y protege las distintas formas de
espiritualidad practicadas por los pueblos maya, garífuna y xinca.

 Templos, centros ceremoniales y lugares sagrados


1. Se reconoce el valor histórico y la proyección actual de los templos y centros ceremoniales como parte de
la herencia cultural, histórica y espiritual maya y de los demás pueblos indígenas.
Templos y centros ceremoniales situados en zonas protegidas por el Estado como arqueológicas

2. De conformidad con la Constitución Política de la República, forman parte del patrimonio cultural nacional
los templos y centros ceremoniales de valor arqueológico. Como tales, son bienes del Estado y deben ser
protegidos. En este contexto, deberá asegurarse que no se vulnere ese precepto en el caso de templos y
centros ceremoniales de valor arqueológico que se encuentren o se descubran en propiedad privada.

3. Se reconoce el derecho de los pueblos maya, garífuna y xinca de participar en la conservación y


administración de estos lugares. Para garantizar este derecho, el Gobierno se compromete a impulsar, con la
participación de los pueblos indígenas, las medidas legales que aseguren una redefinición de las entidades
del Estado encargadas de esta función que haga efectivo este derecho.

4. Se modificará la reglamentación para la protección de los centros ceremoniales en zonas arqueológicas a


efecto que dicha reglamentación posibilite la práctica de la espiritualidad y no pueda constituirse en un
impedimento para el ejercicio de la misma. El Gobierno promoverá, conjuntamente con las organizaciones
espirituales indígenas, un reglamento del acceso a dichos centros ceremoniales que garantice la libre práctica
de la espiritualidad indígena dentro de las condiciones de respeto requeridas por los guías espirituales.

Lugares sagrados
5. Se reconoce la existencia de otros lugares sagrados donde se ejerce tradicionalmente la espiritualidad
indígena, y en particular maya, que deben ser preservados. Para ello, se creará una
comisión integrada por representantes del Gobierno y de las organizaciones indígenas, y de guías espirituales
indígenas para definir estos lugares así como el régimen de su preservación.

 Uso del traje


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1. Debe ser respetado y garantizado el derecho constitucional al uso del traje indígena en todos los ámbitos
de la vida nacional. El Gobierno tomará las medidas previstas en el capítulo II, literal A, del presente acuerdo
para luchar contra toda discriminación de hecho en el uso del traje indígena.
2. Asimismo, en el marco de una campaña de concientización a la población sobre las culturas maya, garífuna
y xinca en sus distintas manifestaciones, se informará sobre el valor espiritual y cultural de los trajes
indígenas y su debido respeto.
 Ciencia y tecnología
1. Se reconoce la existencia y el valor de los conocimientos científicos y tecnológicos mayas, así como
también los conocimientos de los demás pueblos indígenas. Este legado debe ser recuperado, desarrollado y
divulgado.

2. El Gobierno se compromete a promover su estudio y difusión, y a facilitar la puesta en práctica de estos


conocimientos. También se insta a las universidades, centros académicos, medios de comunicación,
organismos no gubernamentales y de la cooperación internacional a reconocer y divulgar los aportes
científicos y técnicos de los pueblos indígenas.

3. Por otra parte, el Gobierno posibilitará el acceso a los conocimientos contemporáneos a los pueblos
indígenas e impulsará los intercambios científicos y técnicos.

 Reforma educativa
1. El sistema educativo es uno de los vehículos más importantes para la transmisión y desarrollo de los
valores y conocimientos culturales. Debe responder a la diversidad cultural y lingüística de Guatemala,
reconociendo y fortaleciendo la identidad cultural indígena, los valores y sistemas educativos mayas y de los
demás pueblos indígenas, el acceso a la educación formal y no formal, e incluyendo dentro de las currícula
nacionales las concepciones educativas indígenas.

2. Para ello, el Gobierno se compromete a impulsar una reforma del sistema educativo con las siguientes
características:
a) Ser descentralizado y regionalizado a fin de que se adapte a las necesidades y especificidades lingüísticas
y culturales;

b) Otorgar a las comunidades y a las familias, como fuente de educación, un papel protagónico en la
definición de las currícula y del calendario escolar y la capacidad de proponer el nombramiento y remoción de
sus maestros a fin de responder a los intereses de las comunidades educativas y culturales;

c) Integrar las concepciones educativas maya y de los demás pueblos indígenas, en sus componentes
filosóficos, científicos, artísticos, pedagógicos, históricos, lingüísticos y político-sociales, como una vertiente
de la reforma educativa integral;

d) Ampliar e impulsar la educación bilingüe intercultural y valorizar el estudio y conocimiento de los idiomas
indígenas a todos los niveles de la educación;

e) Promover el mejoramiento de las condiciones socioeconómicas de vida de las comunidades, a través del
desarrollo de los valores, contenidos y métodos de la cultura de la comunidad, la innovación tecnológica y el
principio ético de conservación del medio ambiente;

f) Incluir en los planes educativos contenidos que fortalezcan la unidad nacional en el respeto de la diversidad
cultural;
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g) Contratar y capacitar a maestros bilingües y a funcionarios técnicos administrativos indígenas para


desarrollar la educación en sus comunidades e institucionalizar mecanismos de consulta y participación con
los representantes de comunidades y organizaciones indígenas en el proceso educativo;

h) Perseguir el efectivo cumplimiento del derecho constitucional a la educación que corresponde a toda la
población, especialmente en las comunidades indígenas donde se muestran los más bajos niveles de
atención educativa, generalizando su cobertura y promoviendo modalidades que faciliten el logro de estos
objetivos; e

i) Incrementar el presupuesto del Ministerio de Educación, a fin de que una parte sustancial de este
incremento se asigne a la implementación de la reforma educativa.

3. En el contexto de la reforma educativa, se tendrá plenamente en cuenta las distintas experiencias


educativas mayas, se seguirá impulsando las Escuelas Mayas y se consolidará el Programa Nacional de
Educación Bilingüe Intercultural para los pueblos indígenas y la Franja de Lengua y Cultura Maya para toda la
población escolar guatemalteca. Asimismo se promoverá la creación de una Universidad Maya o entidades de
estudio superior indígena y el funcionamiento del Consejo Nacional de Educación Maya.

4. Para facilitar el acceso de los indígenas a la educación formal y no formal, se fortalecerá el sistema de
becas y bolsas de estudio. Asimismo se corregirá aquel material didáctico que exprese estereotipos culturales
y de género.

5. Para realizar el diseño de dicha reforma, se constituirá una comisión paritaria integrada por representantes
del Gobierno y de las organizaciones indígenas.

 Medios de comunicación masiva


1. Al igual que el sistema educativo, los medios de comunicación tienen un papel primordial en la defensa,
desarrollo y transmisión de los valores y conocimientos culturales. Corresponde al Gobierno, pero también a
todos los que trabajan e intervienen en el sector de la comunicación, promover el respeto y difusión de las
culturas indígenas, la erradicación de cualquier forma de discriminación, y contribuir a la apropiación por todos
los guatemaltecos de su patrimonio pluricultural.

2. Por su parte, a fin de favorecer el más amplio acceso a los medios de comunicación por parte de las
comunidades e instituciones mayas y de los demás pueblos indígenas, y la más amplia difusión en idiomas
indígenas del patrimonio cultural indígena, en particular maya, así como del patrimonio cultural universal, el
Gobierno tomará en particular las siguientes medidas:

a) Abrir espacios en los medios de comunicación oficiales para la divulgación de las expresiones culturales
indígenas y propiciar similar apertura en los medios privados;

b) Promover ante el Congreso de la República las reformas que sean necesarias en la actual ley de
radiocomunicaciones con el objetivo de facilitar frecuencias para proyectos indígenas y asegurar la
observancia del principio de no discriminación en el uso de los medios de comunicación. Promover asimismo
la derogación de toda disposición del ordenamiento jurídico que obstaculice el derecho de los pueblos
indígenas a disponer de medios de comunicación para el desarrollo de su identidad; y
c) Reglamentar y apoyar un sistema de programas informativos, científicos artísticos y educativos de las
culturas indígenas en sus idiomas, por medio de la radio, la televisión y los medios escritos nacionales.

14.3 DERECHOS CIVILES, POLÍTICOS, SOCIALES Y ECONÓMICOS


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 Marco constitucional
El Gobierno de la República se compromete a promover una reforma de la Constitución Política de la
República que defina y caracterice a la Nación guatemalteca como de unidad nacional, multiétnica,
pluricultural y multilingüe.

 Comunidades y autoridades indígenas locales


1. Se reconoce la proyección que ha tenido y sigue teniendo la comunidad maya y las demás comunidades
indígenas en lo político, económico, social, cultural y espiritual. Su cohesión y dinamismo han permitido que
los pueblos maya, garífuna y xinca conserven y desarrollen su cultura y forma de vida no obstante la
discriminación de la cual han sido víctimas.

2. Teniendo en cuenta el compromiso constitucional del Estado de reconocer, respetar y promover estas
formas de organización propias de las comunidades indígenas, se reconoce el papel que corresponde a las
autoridades de las comunidades, constituidas de acuerdo a sus normas consuetudinarias, en el manejo de
sus asuntos.

3. Reconociendo el papel que corresponde a las comunidades, en el marco de la autonomía municipal, para
el ejercicio del derecho de los pueblos indígenas a decidir sus propias prioridades en lo que atañe al proceso
de desarrollo, y en particular con relación a la educación, la salud, la cultura y la infraestructura, el Gobierno
se compromete a afirmar la capacidad de dichas comunidades en esta materia.

4. Para ello, y para propiciar la participación de las comunidades indígenas en el proceso de toma de
decisiones sobre todos los asuntos que les afecten, el Gobierno promoverá una reforma al Código Municipal.

5. Dicha reforma se promoverá de acuerdo con las conclusiones que la comisión de reforma y participación,
establecida en el presente capítulo, literal D, párrafo 4, adoptará sobre los siguientes puntos, en el contexto
de la autonomía municipal y de las normas legales reconociendo a las comunidades indígenas el manejo de
sus asuntos internos de acuerdo con sus normas consuetudinarias, mencionadas en el presente capítulo,
literal E, párrafo 3:

a) Definición del estatus y capacidades jurídicas de las comunidades indígenas y de sus autoridades
constituidas de acuerdo a las normas tradicionales;

b) Definición de formas para el respeto del derecho consuetudinario y todo lo relacionado con el hábitat en el
ejercicio de las funciones municipales, tendiendo en cuenta, cuando sea el caso, la situación de diversidad
lingüística, étnica y cultural de los municipios;

c) Definición de formas para promover la equitativa distribución del gasto público, incluyendo el porcentaje del
presupuesto general de ingresos ordinarios del Estado trasladado anualmente a las municipalidades, entre las
comunidades indígenas y no indígenas, integrantes del municipio, fortaleciendo la capacidad de dichas
comunidades de manejar recursos y ser los agentes de su propio desarrollo; y

d) Definición de formas para la asociación de comunidades en la defensa de sus derechos e intereses y la


celebración de acuerdos para diseñar y ejecutar proyectos de desarrollo comunal y regional.

 Regionalización

Tomando en cuenta que procede una regionalización administrativa basada en una profunda
descentralización y desconcentración, cuya configuración refleje criterios económicos, sociales, culturales,
lingüísticos, y ambientales, el Gobierno se compromete a regionalizar la administración de los servicios
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educativos, de salud y de cultura de los pueblos indígenas de conformidad con criterios lingüísticos; asimismo
se compromete a facilitar la participación efectiva de los representantes de las comunidades en la gestión
educativa y cultural a nivel local a fin de garantizar su eficiencia y pertinencia.

 Participación a todos los niveles


1. Se reconoce que los pueblos indígenas han sido marginados en la toma de decisiones en la vida política
del país, haciéndoseles extremadamente difícil, si no imposible, su participación para la libre y completa
expresión de sus demandas y la defensa de sus derechos.

2. En este contexto, se reitera que los pueblos maya, garífuna y xinca tienen derecho a la creación y dirección
de sus propias instituciones, al control de su desarrollo y a la oportunidad real de ejercer libremente sus
derechos políticos, reconociendo y reiterando asimismo que el libre ejercicio de estos derechos les da validez
a sus instituciones y fortalece la unidad de la nación.

3. En consecuencia, es necesario institucionalizar la representación de los pueblos indígenas en los niveles


local, regional y nacional, y asegurar su libre participación en el proceso de toma de decisión en los distintos
ámbitos de la vida nacional.

4. El Gobierno se compromete a promover las reformas legales e institucionales que faciliten, normen y
garanticen tal participación. Asimismo se compromete a elaborar dichas reformas con la participación de
representantes de las organizaciones indígenas, mediante la creación de una comisión paritaria de reforma y
participación, integrada por representantes del Gobierno y de las organizaciones indígenas.

5. Sin limitar el mandato, la comisión podrá considerar reformas o medidas en los siguientes ámbitos:

a) Mecanismos obligatorios de consulta con los pueblos indígenas cada vez que se prevean medidas
legislativas y administrativas susceptibles de afectar los pueblos maya, garífuna y xinca;

b) Formas institucionales de participación individual y colectiva en el proceso de toma de decisión tales como
órganos asesores, consultivos y otros que aseguren la interlocución permanente entre los órganos del Estado
y los pueblos indígenas;
c) Instituciones de representación indígenas que velen por los intereses de los pueblos indígenas a nivel
regional y/o nacional, con estatutos que aseguren su representatividad y atribuciones que garanticen la
debida defensa y promoción de dichos intereses, incluyendo su potestad propositiva ante los organismos
ejecutivo y legislativo; y

d) Garantizar el libre acceso de los indígenas en las distintas ramas de la función pública, promoviendo su
nombramiento en puestos dentro de las administraciones locales, regionales y nacionales, cuyo trabajo
concierne más directamente a sus intereses o cuya actividad se circunscribe a áreas predominantemente
indígenas.

 Derecho consuetudinario

1. La normatividad tradicional de los pueblos indígenas ha sido y sigue siendo un elemento esencial para la
regulación social de la vida de las comunidades y, por consiguiente, para el mantenimiento de su cohesión.

2. El Gobierno reconoce que tanto el desconocimiento por parte de la legislación nacional de las normas
consuetudinarias que regulan la vida comunitaria indígena como la falta de acceso que los indígenas tienen a
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los recursos del sistema jurídico nacional han dado lugar a negación de derechos, discriminación y
marginación.

3. Para fortalecer la seguridad jurídica de las comunidades indígenas, el Gobierno se compromete a promover
ante el organismo legislativo, con la participación de las organizaciones indígenas, el desarrollo de normas
legales que reconozcan a las comunidades indígenas el manejo de sus asuntos internos de acuerdo con sus
normas consuetudinarias, siempre que éstas no sean incompatibles con los derechos fundamentales
definidos por el sistema jurídico nacional ni con los derechos humanos internacionalmente reconocidos.

4. En aquellos casos donde se requiera la intervención de los tribunales, y en particular en materia penal, las
autoridades correspondientes deberán tener plenamente en cuenta las normas tradicionales que rigen en las
comunidades. Para ello, el Gobierno se compromete a tomar las siguientes medidas:

a) Proponer, con la participación de representantes de las organizaciones indígenas, disposiciones legales


para incluir el peritaje cultural y desarrollar mecanismos que otorguen atribuciones a las autoridades
comunitarias para que señalen las costumbres que constituyen su normatividad interna; y

b) Impulsar, en coordinación con las universidades de Guatemala, las asociaciones profesionales y las
organizaciones indígenas, un programa permanente para jueces y agentes del Ministerio Público sobre la
cultura y rasgos de identidad de los pueblos indígenas, en especial en el reconocimiento de sus normas y
mecanismos que regulan su vida comunitaria.

5. Para asegurar el acceso de los indígenas a los recursos del sistema jurídico nacional, el Gobierno se
compromete a impulsar servicios de asesoría jurídica gratuita para personas de bajos recursos económicos y
reitera su obligación de poner gratuitamente a disposición de las comunidades indígenas intérpretes
judiciales, asegurando que se aplique rigurosamente el principio que nadie puede ser juzgado sin haber
contado con el auxilio de interpretación en su idioma.

6. El Gobierno propiciará, en cooperación con las organizaciones indígenas, las universidades del país y las
asociaciones profesionales correspondientes, el estudio sistemático y detenido de los valores y
procedimientos de la normatividad tradicional.

 Derechos relativos a la tierra de los pueblos indígenas

1. Los derechos relativos a la tierra de los pueblos indígenas incluyen tanto la tenencia comunal o colectiva,
como la individual, los derechos de propiedad, de posesión y otros derechos reales, así como el
aprovechamiento de los recursos naturales en beneficio de las comunidades, sin perjuicio de su hábitat. Es
necesario desarrollar medidas legislativas y administrativas para el reconocimiento, titulación, protección,
reivindicación, restitución y compensación de estos derechos.

2. La desprotección de los derechos relativos a la tierra y recursos naturales de los pueblos indígenas es
parte de una problemática muy amplia que se debe entre otras razones a que los campesinos indígenas y no
indígenas difícilmente han podido legalizar sus derechos mediante titulación y registro. Cuando
excepcionalmente han podido legalizar sus derechos, no han tenido acceso a los mecanismos legales para
defenderlos. Al no ser exclusiva de la población indígena, aunque ésta ha
sido especialmente afectada, esta problemática deberá abordarse al tratarse el tema "Aspectos
socioeconómicos y situación agraria", como parte de las consideraciones sobre reformas en la estructura de
la tenencia de la tierra.
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3. Sin embargo, la situación de particular desprotección y despojo de las tierras comunales o colectivas
indígenas merece una atención especial en el marco del presente acuerdo. La Constitución de la República
establece la obligación del Estado de dar protección especial a las tierras de cooperativas, comunales o
colectivas; reconoce el derecho de las comunidades indígenas y otras a mantener el sistema de
administración de las tierras que tengan y que históricamente les pertenecen; y contempla la obligación del
Estado de proveer de tierras estatales a las comunidades indígenas que las necesiten para su desarrollo.

4. Reconociendo la importancia especial que para las comunidades indígenas tiene su relación con la tierra, y
para fortalecer el ejercicio de sus derechos colectivos sobre la tierra y sus recursos naturales, el Gobierno se
compromete a adoptar directamente, cuando es de su competencia, y a promover cuando es de la
competencia del organismo legislativo o de las autoridades municipales, las medidas abajo mencionadas,
entre otras, que se aplicarán en consulta y coordinación con las comunidades indígenas concernidas.

Regularización de la tenencia de la tierra de las comunidades indígenas


5. El Gobierno adoptará o promoverá medidas para regularizar la situación jurídica de la posesión comunal de
tierras por las comunidades que carecen de títulos de propiedad, incluyendo la titulación de las tierras
municipales o nacionales con clara tradición comunal. Para ello, en cada municipio se realizará un inventario
de la situación de tenencia de la tierra.

Tenencia de la tierra y uso y administración de los recursos naturales


6. El Gobierno adoptará y promoverá las medidas siguientes:
a) Reconocer y garantizar el derecho de acceso a tierras y recursos que no estén exclusivamente ocupados
por las comunidades, pero a las que éstas hayan tenido tradicionalmente acceso para sus actividades
tradicionales y de subsistencia (servidumbres, tales como paso, tala, acceso a manantiales, etc., y
aprovechamiento de recursos naturales), así como para sus actividades espirituales;
b) Reconocer y garantizar el derecho de las comunidades de participar en el uso, administración y
conservación de los recursos naturales existentes en sus tierras;
c) Obtener la opinión favorable de las comunidades indígenas previa la realización de cualquier proyecto de
explotación de recursos naturales que pueda afectar la subsistencia y el modo de vida de las comunidades.
Las comunidades afectadas deberán percibir una indemnización equitativa por cualquier daño que puedan
sufrir como resultado de estas actividades; y
d) Adoptar, en cooperación con las comunidades, las medidas necesarias para proteger y preservar el medio
ambiente.

Restitución de tierras comunales y compensación de derechos


7. Reconociendo la situación de particular vulnerabilidad de las comunidades indígenas, que han sido
históricamente las víctimas de despojo de tierras, el Gobierno se compromete a instituir procedimientos para
solucionar las reivindicaciones de tierras comunales formuladas por las comunidades, y para restituir o
compensar dichas tierras. En particular, el Gobierno adoptará o promoverá las siguientes medidas:

a) Suspender las titulaciones supletorias para propiedades sobre las cuales hay reclamos de derechos por las
comunidades indígenas;
b) Suspender los plazos de prescripción para cualquier acción de despojo a las comunidades indígenas; y
c) Sin embargo, cuando los plazos de prescripción hayan vencido anteriormente, establecer procedimientos
para compensar a las comunidades despojadas con tierras que se adquieran para el efecto.

Adquisición de tierras para el desarrollo de las comunidades indígenas


8. El Gobierno tomará las medidas necesarias, sin afectar la pequeña propiedad campesina, para hacer
efectivo el mandato constitucional de proveer de tierras estatales a las comunidades indígenas que las
necesiten para su desarrollo.
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Protección jurídica de los derechos de las comunidades indígenas


9. Para facilitar la defensa de los derechos arriba mencionados y proteger las comunidades eficazmente, el
Gobierno se compromete a adoptar o promover las siguientes medidas:
a) El desarrollo de normas legales que reconozcan a las comunidades indígenas la administración de sus
tierras de acuerdo con sus normas consuetudinarias;
b) Promover el aumento del número de juzgados para atender los asuntos de tierras y agilizar procedimientos
para la resolución de dichos asuntos;
c) Instar a las facultades de ciencias jurídicas y sociales al fortalecimiento del componente de derecho agrario
en las currícula de estudio, incluyendo el conocimiento de las normas consuetudinarias en la materia;
d) Crear servicios competentes de asesoría jurídica para los reclamos de tierras;
e) Proveer gratuitamente el servicio de intérpretes a las comunidades indígenas en asuntos legales;
f) Promover la más amplia divulgación dentro de las comunidades indígenas de los derechos agrarios y los
recursos legales disponibles; y
g) Eliminar cualquier forma de discriminación de hecho o legal contra la mujer en cuanto a facilitar el acceso a
la tierra, a la vivienda, a créditos y a participar en los proyectos de desarrollo.
10. El Gobierno se compromete a dar a la ejecución de los compromisos contenidos en este literal F la
prioridad que amerita la situación de inseguridad y urgencia que caracteriza la problemática de la tierra de las
comunidades indígenas. Para ello, el Gobierno establecerá, en consulta con los pueblos indígenas, una
comisión paritaria sobre derechos relativos a la tierra de los pueblos indígenas, para estudiar, diseñar y
proponer los procedimientos y arreglos institucionales más adecuados. Dicha comisión será integrada por
representantes del Gobierno y de las organizaciones indígenas.

14.5 COMISIONES PARITARIAS


Con respecto a la composición y el funcionamiento de la comisión de reforma educativa mencionada en el
capítulo III, literal G, párrafo 5, la comisión de reforma y participación mencionada en el capítulo IV, literal D,
párrafo 4, y la comisión sobre derechos relativos a la tierra de los pueblos indígenas, mencionada en el
capítulo IV, literal F, párrafo 10, las partes acuerdan lo siguiente:

a) Las comisiones estarán integradas por igual número de representantes del Gobierno y de representantes
de las organizaciones indígenas.
76

b) El número de miembros de las comisiones se fijará en consultas entre el Gobierno y los sectores mayas miembros de la
Asamblea de la Sociedad Civil;

c) Los sectores mayas miembros de la Asamblea de la Sociedad Civil convocarán a las organizaciones mayas, garífunas y xincas
interesadas a participar en dichas comisiones para que designen los representantes indígenas en las comisiones;

d) Las comisiones adoptarán sus conclusiones por consenso;

e) Las comisiones determinarán su funcionamiento con base en los mandatos definidos en el presente acuerdo; y

f) Las comisiones podrán solicitar la asesoría y cooperación de organismos nacionales e internacionales pertinentes para el
cumplimiento de sus mandatos.

14.6 RECURSOS
Teniendo en cuenta la importancia de las medidas contenidas en el presente acuerdo, el Gobierno se compromete a hacer todos
los esfuerzos necesarios para movilizar los recursos indispensables para la ejecución de sus compromisos en dicho acuerdo.
Además del Gobierno, amplios sectores de la comunidad nacional pueden tener un papel activo en promover el respeto de la
identidad de los pueblos indígenas y el pleno ejercicio de sus derechos. Se insta a dichos sectores a que contribuyan con los
recursos a su alcance al cumplimiento del presente acuerdo en los ámbitos que les corresponden. La cooperación internacional es
indispensable para complementar los esfuerzos nacionales con recursos técnicos y financieros, en particular en el marco del
Decenio Internacional de las Poblaciones Indígenas del Mundo (1994-2004).

14.7 DISPOSICIONES FINALES


1. De conformidad con el Acuerdo Marco, se solicita al Secretario General de las Naciones Unidas verifique el cumplimiento del
presente acuerdo, sugiriéndole que, en el diseño del mecanismo de verificación, tenga en cuenta las opiniones de las
organizaciones indígenas.

2. Los aspectos de este acuerdo que correspondan a los derechos humanos que se encuentran reconocidos en el ordenamiento
jurídico guatemalteco, incluidos los tratados, convenciones y otros instrumentos internacionales sobre la materia de los que
Guatemala es parte, tienen vigencia y aplicación inmediatas. Se solicita su verificación por la Misión de verificación de los derechos
humanos y del cumplimiento de los compromisos del Acuerdo global sobre derechos humanos en Guatemala (MINUGUA).

3. El presente acuerdo forma parte del Acuerdo de Paz Firme y Duradera y, salvo lo acordado en la disposición anterior, entrará en
vigencia en el momento de la firma de este último.

4. Se dará la más amplia divulgación del presente acuerdo, tanto en español como en los principales idiomas indígenas, para lo
cual se solicitará la cooperación financiera internacional.
77

SEGUNDA UNIDAD

LA CIENCIA

1.- CONCEPTO DE CIENCIA


M.B. Kedrov A. Spirkin

La ciencia es un importantísimo elemento de la cultura espiritual, la forma superior de los conocimientos humanos; es un sistema
de conocimientos en desarrollo, los cuales se obtienen mediante los correspondientes métodos cognoscitivos 5 y se reflejan en
conceptos6 exactos, cuya veracidad se comprueba y demuestra a través de la práctica social. La ciencia es un sistema de
conceptos acerca de los fenómenos y leyes7 del mundo externo o de la actividad espiritual de los individuos, que permite prever y
transformar la realidad en beneficio de la sociedad; una forma de actividad humana históricamente establecida, una “producción
espiritual”, cuyo contenido y resultado es la reunión de hechos orientados en un determinado sentido, de hipótesis y teorías
elaboradas y de las leyes que constituyen su fundamento, así como de procedimientos y métodos de investigación.

1.1 Rasgos generales de la ciencia.

El concepto de ciencia se aplica tanto para denominar el proceso de elaboración de los conocimientos científicos como todo el
sistema de conocimientos, comprobados por la práctica, que constituyen una verdad objetiva, y también para señalar distintas
esferas de conocimientos científicos, diferentes ciencias. La ciencia moderna es un conjunto extraordinariamente subdividido de
ramas científicas diversas.

Con ayuda de la ciencia, la humanidad ejerce dominio sobre las fuerzas de la naturaleza, desarrolla la producción de bienes
materiales y transforma las relaciones sociales.

El vocablo ciencia equivale literalmente a conocimiento. Los conocimientos significan la posesión de datos confirmados acerca de
los fenómenos materiales y espirituales y su acertada reflexión en la conciencia humana. El saber es contrario a la ignorancia, es
decir, a la falta de una información comprobada acerca de algo. Nuestra razón se mueve del desconocimiento al saber, del
conocimiento superficial al conocimiento profundo y multilateral.

Los conocimientos pueden ser de diferentes clases: cotidianos, precientíficos y científicos, empíricos y teóricos.

Los conocimientos elementales son propios de los animales, que poseen una información cierta sobre determinadas propiedades
de las cosas y sobre sus relaciones más simples, lo cual constituye la condición necesaria para que se orienten adecuadamente en
el mundo que les rodea. Conocimientos elementales y cotidianos los poseen los niños en su tierna infancia. Cada individuo
adquiere en el transcurso de su vida numerosos datos empíricos sobre el mundo exterior y sobre sí mismo. Los hombres primitivos
poseían ya no pocos conocimientos en forma de datos útiles, costumbres, experiencias empíricas, recetas de fabricación, etc., que
se transmitían de generación en generación; sabían hacer muchas cosas, y su habilidad estaba basada en los conocimientos que
poseían. Los conocimientos tanto cotidianos como precientíficos y científicos se apoyan en la práctica. Todas las clases de
conocimientos son el reflejo de las cosas.

Los conocimientos científicos, sin embargo, se diferencian notablemente de los cotidianos y precientíficos. Los conocimientos
cotidianos, empíricos, se limitan, por regla general, a la constancia de los hechos y a su descripción. Por ejemplo, los marinos
sabían perfectamente cómo usar las palancas, y lo mismo les sucedía a los comerciantes con las balanzas, mucho antes de que
Arquímedes descubriese la ley de la palanca. Pero esta ley hizo posible el invento de nuevos mecanismos, lo que a ningún práctico
le hubiera venido a la imaginación. Los conocimientos científicos presuponen no sólo la constancia y descripción de los hechos,
5
Cognoscitivo (del latín cognoscere = conocer) referente al conocimiento. Métodos cognoscitivos métodos de
conocimiento
6
Concepto: es la síntesis mental de las características esenciales de un objeto o un proceso o grupo de procesos.
7
Las leyes objetivas constituyen las formas generales de las relaciones de cambio y representan las conexiones internas y
necesarias en que se produce la variación de los procesos y de sus propiedades.
78
sino su explicación e interpretación dentro del conjunto del sistema general de conceptos de determinada ciencia. El conocimiento
cotidiano se limita a hacer constar, y eso sólo superficialmente, cómo se desarrolla tal o cual acontecimiento. El conocimiento
científico, en cambio, no responde únicamente a la pregunta de cómo, sino también de por qué se realiza precisamente de ese
modo. La esencia del conocimiento científico consiste en la auténtica generalización de los hechos, en que tras lo casual descubre
lo necesario, lo que se halla respaldado por leyes; tras lo singular, lo general8 y sobre esta base, se lleva a cabo la previsión de
diferentes fenómenos, objetos y acontecimientos; la coronación de la labor científica es la predicción, que nos descubre los
horizontes de los fenómenos acontecimientos históricos futuros, es el signo revelador de que el pensamiento científico supeditó las
fuerzas de la naturaleza y las que mueven la vida social a la realización de las tareas que la humanidad se plantea. Todo el
progreso del conocimiento científico está relacionado con el crecimiento de las fuerzas y del horizonte de la predicción científica.
Por su parte, la previsión permite controlar y dirigir los procesos. El conocimiento científico ofrece la perspectiva no sólo de prever
el futuro, sino de formarlo conscientemente. El sentido vital de cualquier ciencia puede caracterizarse de la siguiente forma: saber
para prever, prever para actuar.

Un rasgo esencial del conocimiento científico es su sistema, es decir, la agrupación de los conocimientos, ordenada según
determinados principios teóricos. Un conjunto de conocimientos dispersos, que no se hallen unidos según un sistema que guarde
conexión, no llegará a constituir una ciencia. El fundamento de los conocimientos científicos rauca en una serie de premisas
iniciales, en unas leyes determinadas que permiten agrupar los correspondientes conocimientos en su sistema único. Los
conocimientos se transforman en científicos cuando la acumulación de hechos, realizada de acuerdo con una orientación
determinada, y su descripción alcanzan tal nivel, que pueden ser incluidos en un sistema de conceptos y formar parte de una
teoría. Ya en la antigüedad, la filosofía y la lógica alcanzaron carácter científico. Los pueblos remotos habían logrado acumular no
pocos conocimientos sobre las relaciones cuantitativas de las cosas. Basándose en ellos construyeron grandes obras, palacios,
pirámides, etc. Pero estos conocimientos matemáticos elementales no tuvieron durante un largo tiempo más que un carácter
precientífico: no habían llegado a formar un sistema cohesionado sobre la base de principios y leyes generales. Fue en los trabajos
de Euclides donde los conocimientos matemáticos comenzaron a adquirir por primera vez una forma científica. Euclides les dio
carácter sistemático y demostrativo. Prácticamente, la química es tan antigua como la humanidad. Pero los datos elementales de
carácter práctico acerca de los procesos químicos aún no constituían una ciencia. Solamente en el siglo XVII, a partir de los
trabajos de Boyle, la química comenzó a transformarse en ciencia.

Cada ciencia tiene su etapa de formación. Pero el criterio que rige la creación de cualquier ciencia es común: determinar la materia
a investigar, elaborar los conceptos correspondientes a la materia en cuestión, establecer la ley fundamental inherente a dicha
materia y descubrir el principio o crear las teorías que permitan explicar gran número de casos.

Por ejemplo, la mecánica constituyó una ciencia cuando se establecieron las leyes de la inercia y de la conservación de la cantidad
de movimiento y se elaboraron los correspondientes conceptos (Galileo, Descartes, Newton). La creación de la economía política
se remonta a los fisiócratas. Adam Smith, David Ricardo y otros descubrieron después las primeras leyes económicas, pero sólo
más tarde se transformó la economía política en verdadera ciencia. Los conocimientos sociológicos se convirtieron en ciencia
cuando se descubrieron las fuerzas motrices del proceso histórico y las leyes objetivas de desarrollo de la sociedad.

En la historia de su desarrollo, el conocimiento alcanzó carácter científico a medida que fue descubriendo leyes y adquiriendo
fuerza previsora.

Los conocimientos científicos se diferencian radicalmente de la fe, es decir, de la ciega creencia en la veracidad de lo que en
principio no se puede comprobar en la práctica ni demostrar lógicamente. Sin embargo, hay que diferenciar la fe de la convicción
basada en conocimientos, sobre todo científicos. La convicción puede estar fundamentada científicamente; en cambio, la fe ciega,
en los milagros y en lo sobrenatural, la fe como prejuicio, como creencia en los signos favorables o desfavorables y en los sueños,
no admite demostración alguna; solamente puede ser inculcada. En oposición a la fe, los conocimientos científicos son un reflejo
veraz de la realidad, capaz de ser fundamentado a través de la práctica, y lógicamente demostrado. La conexión lógica en el
sistema de los conocimientos científicos se adopta como condición necesaria, que se desprende de los hechos o de unas verdades
previamente establecidas. Por eso, el resultado argumentado de la cognición científica se manifiesta como algo de carácter general
y adquiere fuerza convincente para las personas que poseen la necesaria cultura mental.

8
Casualidad, necesidad, singular universal. Véase Leyes y categorías de la dialéctica. Guatemala: Departamento de
Publicaciones, Facultad de CC.EE. Colección Textos Filosóficos No. 7, 1977.
79
El conocimiento científico del mundo se diferencia esencialmente de la conciencia estética. Aunque la ciencia y el arte reflejan la
realidad, en la primera, el reflejo tiene lugar en forma de conceptos y categorías9 mientras que en el arte se lleva a cabo a través de
la imagen artística. El conocimiento científico persigue la máxima exactitud, excluyendo todo lo individual, todo lo que el
investigador haya podido aportar por cuenta propia: la ciencia es una forma social, de carácter general, de desarrollo del saber.
Toda la historia de la ciencia confirma el hecho de que cualquier subjetivismo ha sido eliminado siempre, del modo más implacable,
de la senda de los conocimientos científicos, conservando únicamente lo supraindividual, lo objetivo. Las obras artísticas son
únicas en su género, mientras que los resultados de las investigaciones científicas son generales. La ciencia es un producto del
desarrollo histórico general en su resumen abstracto. En cambio, el arte admite la invención, la introducción por el propio artista de
algo que en esa forma precisa no existe, no existió y probablemente no existirá en la realidad. En la ciencia, por el contrario, lo
fundamental consiste en eliminar todo lo singular e individual, todo lo que no se puede repetir, y conservar lo general en forma de
conceptos y categorías. En el mundo, la forma de lo general es la ley. Por eso, el conocimiento científico es el conocimiento de las
leyes del mundo.

1.2 Estructura del conocimiento científico.

En la composición de la ciencia hay que distinguir: los datos acumulados a lo largo de su desarrollo, que son producto de las
observaciones y los experimentos; los resultados de la generalización de dichos datos, expresados en las correspondientes
teorías, leyes y principios; las conjeturas e hipótesis científicas basadas en los hechos, los cuales necesitan de posterior
comprobación experimental, y la interpretación teórica, es decir, filosófica, de los principios y leyes descubiertos por la ciencia, y de
los aspectos del conocimiento científico, tanto los metodológicos como los que reflejan la concepción del mundo. Todas estas
facetas y aspectos de la ciencia coexisten en estrecha relación.

Una condición necesaria en la investigación científica es establecer el hecho o los hechos. La constancia del hecho permite fijar un
aspecto o un fenómeno determinado del objetivo que se estudia. Los hechos científicos son el resultado de una observación
verídica, de un experimento, etc. Su manifestación tiene lugar en forma de observación directa del objetivo en cuestión, de la
indicación de los aparatos, una fotografía, el acta de los experimentos, cuadros, esquemas, apuntes, documentos procedentes de
archivos, testimonios comprobados de testigos, etc.

La fuerza de la ciencia radica en que se apoya en hechos. Pero los hechos solos aún no constituyen la ciencia, lo mismo que los
materiales de construcción aún no son el edificio. Los hechos pasan a formar parte de la trama de la ciencia tan solo después de
haber sido seleccionados, clasificados, generalizados y explicados: La tarea del conocimiento científico consiste en descubrir las
causas de la aparición de determinados hechos, aclarar su importancia esencial y establecer nexos regulares entre los mismo.

Para el progreso del conocimiento científico es muy importante establecer nuevos hechos. Su interpretación da lugar a la
construcción de una teoría, eslabón fundamental de cualquier ciencia. El desarrollo de la ciencia está ligado al descubrimiento de
nuevas leyes de la realidad. El poder del hombre sobre el mundo que le rodea lo mide la profundidad y amplitud con que conoce
sus leyes. Muy próximos a las leyes se hallan los principios que son hechos experimentales generalizados (por ejemplo, el principio
de la acción mínima, el de la constancia de la velocidad de la luz, etc.)

Cualquier teoría por desarrollada que esté, es una reproducción incompleta y grosera del objeto. El conocimiento científico se
mueve en permanente contradicción entre la inagotable riqueza de propiedades y relaciones que tiene el objeto y la tendencia por
parte del sujeto a reproducirlas lo más íntegramente posible en el sistema de conocimientos científicos. Cualquier teoría científica
tiene carácter limitado; por eso en cualquier período concreto se hacen necesarios los conocimientos en forma de suposiciones, de
hipótesis. Las hipótesis comprobadas y confirmadas por la práctica se transforman en teorías.

Un componente importante del conocimiento científico es la interpretación filosófica de los datos de que dispone la ciencia,
interpretación que constituye tanto su base metodológica como concepcional. El investigador ve los hechos que estudia y los
generaliza, partiendo siempre de posiciones filosóficas determinadas. Ya la propia selección de los hechos, sobre todo en las
ciencias sociales, es una cuestión profundamente metodológica, cuya acertada resolución exige, gran preparación teórica y amplia
cultura filosófica. El desarrollo de la ciencia necesita no sólo saber interpretar teóricamente los hechos, sino también analizar el

9
Las categorías de una ciencia son los conceptos que tienen mayor extensión dentro de ella, porque abarcan por completo su dominio.
80
propio proceso de su obtención y darse cuenta de los procedimientos generales a seguir para buscar lo nuevo. El estudio de
semejantes problemas tiene carácter filosófico.

1.3 Esencia social de la ciencia.

La ciencia es un complejo fenómeno social, que incluye numerosas facetas y está relacionado con otros numerosos fenómenos de
la vida social. La aparición de la ciencia y su desarrollo constituye una parte integrante de la historia univera1 de la humanidad. Si
la ciencia no puede surgir ni desarrollarse al margen de la sociedad, tampoco ésta, en una fase elevada de su desenvolvimiento,
puede existir sin la ciencia. El sentido histórico de la aparición y desarrollo de la ciencia consiste en dar satisfacción a las
necesidades que plantea la vida social. En la elección de la materia que ha de ser investigada científicamente, en la orientación
que ha de seguir la ciencia en su desarrollo y los temas que ha de tratar, en el carácter que ha de tener la utilización de sus logros
influyen notablemente numerosos hechos sociales: las necesidades de la producción de bienes materiales, la práctica político-
social, la estructura económica de la sociedad, el carácter reinante de la concepción del mundo, las distintas formas de conciencia
social, él nivel de desarrollo de la producción, la técnica, la cultura espiritual, la instrucción y también la lógica interna del propio
conocimiento científico. Entre todos estos factores, las necesidades de la producción de bienes materiales y la lucha de clases son
decisivas; ellas plantean a la ciencia determinados problemas cognoscitivos; la producción aparece como el consumidor más
importante de los resultados del conocimiento científico de la naturaleza y el suministrador de los medios científicos —aparatos e
instrumentos— sin cuya ayuda es prácticamente imposible realizar la investigación, por ejemplo, del microcosmos y de otras
muchas esferas de la realidad. El éxito de la creación científica depende no sólo del talento, la agudeza y la fantasía del
investigador, sino también de los aparatos necesarios. Es precisamente el desarrollo de la técnica lo que ha proporcionado a la
ciencia medios potentísimos de experimentación, de investigación lógica, como son el sincrocilotón, las naves cósmicas y las
máquinas lógicas.10 La práctica social es la esfera de aplicación dé los conocimientos, y en este sentido constituye el objetivo del
conocimiento. La práctica sirve de criterio a la veracidad de los resultados del conocimiento científico. De hecho, en cualquier
esfera de la ciencia, la orientación práctica representa el estímulo fundamental y determinante de la investigación. Toda la historia
del conocimiento científico, muestra que, después de que un descubrimiento ha sido utilizado en la práctica, se inicia un desarrollo
intenso en la correspondiente esfera del saber científico: el desenvolvimiento de la técnica revoluciona la ciencia.

En las investigaciones científicas existen, como si dijéramos, diferentes pisos: unos responden a las necesidades más perentorias
y más directas de la práctica; otros, en cambio, están calculados con vista a perspectivas más o menos lejanas. Podrían ser
considerados como los pisos superiores de la investigación científica, y tratan de descubrir las amplias posibilidades que ofrece la
práctica en el futuro e introducir cambios radicales en la práctica existente.

1.4 La ciencia en la práctica social.

El practicismo estrecho es perjudicial para la ciencia, sobre todo para sus capítulos teóricos, ya que limita el pensamiento científico
a la estrecha vía del movimiento, reduciéndolo a los aspectos del objeto que se estudia, únicamente importantes para las formas
transitorias de la práctica, lo que hace que se empobrezca el contenido de la teoría. Por el contrario, cuando el pensamiento
científico no se siente obstaculizado por estos marcos, es capaz de descubrir en el objeto propiedades y relaciones que ofrecen en
perspectiva la posibilidad de utilizarlo en la práctica de un modo más plurifacético. El separar la teoría de la práctica y la vida da a
la primera un carácter abstracto, lo que en resumen la priva de su importancia científica y social, haciéndola perderse en los
laberintos de la escolástica.

Aunque surge y se desarrolla bajo la influencia de las necesidades materiales de la sociedad, la creación científica tiene, sin
embargo, un carácter relativamente independiente y una lógica interna en su movimiento.

La historia de la ciencia revela que, con frecuencia, la aparición de ideas fructíferas en alguna de las ramas del saber sirvió de
impulso al desarrollo creador de otras esferas de la ciencia. El movimiento teórico del pensamiento se manifiesta, a fin de cuentas
como finalidad de la actividad práctica, encarnándose y materializándose en la producción. La ciencia no sólo sigue a la práctica,
sino que sé anticipa a ella. Numerosos descubrimientos han sido realizados independientemente de las exigencias de la práctica, y
sólo posteriormente han servido de fuente a una nueva práctica: ejemplo de ello es el descubrimiento de los Rayos X.

10
“Cerebros electrónicos”.
81
En el desarrollo de la ciencia desempeñan un papel nada despreciable los estímulos materiales que influyen en sus creadores; sin
embargo, es mucho mayor la importancia de los estímulos morales, de las fuerzas motrices de carácter ideal: facilitar la labor de
las personas, instruirlas, transformar las relaciones sociales en beneficio del pueblo, deleitarse en el proceso creador, etc. La
conciencia de la responsabilidad ante la sociedad y el deseo de prestar sus servicios en aras de los intereses de la humanidad han
servido de impulso a la labor de científicos notables. Las fuerzas motrices de carácter ideal no constituyen un fenómeno inicial, sino
derivado: tiene fundamento objetivo y reflejan las exigencias reales de la sociedad. Cada científico es hijo de su época, y son las
necesidades de la misma las que, en definitiva, determinan el carácter de su trabajo. La humanidad se plantea únicamente los
objetivos que puede alcanzar, pues, bien miradas las cosas, vemos siempre que estos objetivos sólo brotan cuando ya se dan o,
por lo menos, se están gestando las condiciones materiales para su realización.

Las exigencias de la producción de bienes materiales influyen en el desarrollo de la ciencia a través del prisma del régimen
económico de cada sociedad concreta. Y hay que tener en cuenta que en el transcurso de la historia la dependencia que existe
entre el desarrollo de la ciencia y las relaciones sociales aumenta más y más. El control de la sociedad y el Estado en la ciencia es
cada vez mayor.

La ciencia experimenta la influencia de la sociedad, pero por su parte también desempeña un papel extraordinario en el progreso
social, ya que influye en el desarrollo de los procedimientos y métodos de la producción material y en las condiciones de vida de
las personas. A medida que la técnica hace uso de los descubrimientos científicos se revolucionan las fuerzas productivas. La
ciencia influye no sólo indirecta, sino también directamente en toda la vida espiritual de la sociedad. Eleva la cultura intelectual y
revoluciona las mentes de los hombres. Los grandes descubrimientos científicos y los inventos técnicos, íntimamente ligados a
ellos, influyen de manera ingente en los destinos de toda la historia de la humanidad.

En los diferentes períodos de la historia, el papel de la ciencia no es igual. Los conocimientos que las personas adquirían en el
trabajo, en la producción y en el hogar comenzaron a tener carácter científico ya en la sociedad esclavista. Pero entonces los
elementos del saber científico influían muy débilmente en la producción; esta última la realizaban fundamentalmente los esclavos
con ayuda de instrumentos manuales y sobre la base de conocimientos y hábitos empíricos, elaborados a lo largo de siglos. Con el
feudalismo no variaron mucho los instrumentos que empleaba la producción. al servicio entonces de la economía natural. El
progreso técnico era muy débil y estaba basado principalmente en la maestría individual y la experiencia de los artesanos.

El papel de la ciencia en el desarrollo de la producción fue en aumento a medida que ésta se amplió y se socializó. El capitalismo,
nacido en el seno de la sociedad feudal, planteó por vez primera tales problemas prácticos que sólo podían ser resueltos desde un
punto de vista científico: la producción alcanzó tal envergadura, que se hizo necesario el empleo de la mecánica, las matemáticas,
etc. La ciencia se fue convirtiendo cada vez más en el contenido espiritual dé las fuerzas productivas, viéndose plasmados sus
éxitos en las innovaciones técnicas.

Los pensadores más preeminentes de aquel entonces comenzaron a sentir con toda agudeza la necesidad de introducir los
principios científicos en la producción, e hicieron llamamientos hacia la creación de una ciencia, con ayuda de la cual
“. . .conociendo la fuerza y la acción del fuego, el agua, el aire, las estrellas, el firmamento y todos los demás cuerpos que nos
rodean, con la misma claridad con que conocemos las diferentes ocupaciones de nuestros artesanos, podríamos utilizarlas de igual
modo en toda clase de aplicaciones, convirtiéndonos con ello en dueños y señores de la naturaleza”.11 Toda la marcha ulterior de la
historia constituye en este sentido un riguroso y cada vez más profundo proceso de “cientificación” de la producción, un proceso de
transformación de la ciencia de la naturaleza en una fuerza productiva directa.

Este proceso se lleva a cabo a través de muchos caminos, y ante todo mediante la creación de los fundamentos teóricos para
construir instrumentos y máquinas cada vez más perfectos: el desarrollo de los instrumentos de trabajo, es el exponente del grado
en que los conocimientos sociales en general —la ciencia— se han transformado en más fuerza productiva directa. Actualmente
este proceso se refleja en el automatismo de la producción, en la sustitución parcial de la labor del cerebro humano por
mecanismos cibernéticos. Al ampliar la esfera del trabajo socializado, la ciencia permite obtener con menos gasto de trabajo vivo
mayores resultados en la producción de bienes materiales.

11
R. Descartes, Obras escogidas.
82
La transformación de la ciencia de la naturaleza en una fuerza productiva directa se efectúa mediante el perfeccionamiento de los
métodos de producción, por ejemplo, sustituyendo los métodos mecánicos de elaboración por otros eléctricos o químicos, y
también reduciendo el tiempo de fabricación de las piezas: la creación de la riqueza real de la sociedad, se hace menos
dependiente del tiempo de trabajo y de la cantidad de trabajo empleada, y depende del estado general de la ciencia y del grado de
desarrollo de la tecnología o de la utilización de esta ciencia en la producción.

La ciencia de la naturaleza se transforma en fuerza productiva a través de la búsqueda y la utilización de nuevas fuentes de
energía y la creación de materiales artificiales, perfeccionando el transporte y reduciendo la duración del traslado del personal y las
mercancías, disminuyendo el tiempo que se emplea en transmitir la información, aumentando el rendimiento de la agricultura y la
productividad de la ganadería, conservando la salud de las personas en calidad de principal fuerza productiva y elevando su nivel
cultural y técnico.

La solución eficaz del problema de combinar la ciencia de la naturaleza con la producción, depende del carácter del régimen social.
La finalidad social de la ciencia consiste en facilitar la vida y el trabajo de las personas, elevar el poder de la sociedad sobre las
fuerzas de la naturaleza y facilitar el perfeccionamiento de las relaciones sociales. Gracias a sus descubrimientos, la ciencia actual
ha hecho mucho por aliviar la vida y la actividad de los individuos. Los inventos y descubrimientos científicos han logrado elevar la
productividad del trabajo y aumentar la masa de mercancías. Pero los tesoros de la ciencia moderna no han dado la felicidad a
todos los hombres, no les han protegido de las necesidades y la miseria. La introducción de las máquinas automáticas da lugar a la
intensificación del trabajo, al desempleo y a la disminución del salario.

La ciencia es una potente arma de dos filos que según en qué manos se encuentre puede llevar la felicidad y el bienestar a las
personas o acarrearles la ruina. Así, el desarrollo unilateral de las ciencias naturales y la técnica han dado lugar a que la
humanidad se vea amenazada por la guerra termonuclear. Eminentes naturalistas piensan alarmados en las consecuencias de sus
descubrimientos científicos. Los hombres de ciencia conocen la utilidad que ésta ha aportado a la humanidad; saben también a
dónde podría llegar si la paz reinase en el mundo. No quieren que algún día sean pronunciadas las siguientes palabras: “La ciencia
nos ha llevado al desastre, a consecuencia de las bombas, atómicas y de hidrógeno”. “Los científicos saben que la ciencia no
puede ser culpable, lo son únicamente los individuos que hacen mal uso de sus éxitos.12

A la ciencia se le plantean tareas: verdaderamente grandiosas: descubrir las posibilidades de regular las reacciones
termonucleares con vistas al empleo pacífico de las fuentes de energía nuclear, influir sobre el clima, vencer las enfermedades y
asegurar al hombre la longevidad, dirigir y regular los procesos vitales de los organismos, crear en abundancia materiales
artificiales con propiedades preestablecidas, conquistar el espacio cósmico, alcanzar las inconmensurables extensiones del
universo, etc.

Son en primer lugar, las ciencias económicas; las llamadas a prestar su ayuda en la utilización más racional de las reservas
materiales y humanas, en la elección de los procedimientos más progresivos para desarrollar la producción y en el
perfeccionamiento de la organización del trabajo.

2.- OBJETIVO Y ALCANCE DE LA CIENCIA


Mario Bunge

La ciencia tiende a construir reproducciones conceptuales de las estructuras de los hechos, o sea, teorías actuales, pero también la
mitología ofrece modelos del mundo, para entenderlo y para dominarlo mejor. ¿Por qué vamos a preferir las teorías científicas a las
especulaciones míticas? La primera tentación invita a contestar: porque las teorías científicas son reconstrucciones verdaderas de
la realidad, pero un vistazo a las infinitas convulsiones de la ciencia, en las cuales la mayoría de las teorías aparecen inficionadas
por alguno que otro error y sólo unas (pocas) aparecen como verdaderas, aunque nunca definitivamente, debe convencernos de
que la investigación científica no consigue la verdad completa. ¿Qué derecho tenemos entonces a creer que la ciencia sale mejor
librada que la mitología? ¿Debemos llegar a la conclusión de que la mitología y la ciencia suministran imágenes de la realidad
diferentes, pero igualmente legítimas? Es evidente que no: la ciencia no pretende ser verdadera en sentido absoluto, ni por tanto
final e incorregible como en cambio hace la mitología. Lo que afirma la ciencia es:

12
F. Joliot-Curic, Cinco años de lucha por la paz.
83
1) Que es más verdadera que cualquier modelo no-científico del mundo;

2) Que es capaz de probar, sometiéndola a contrastación empírica, esa pretensión de verdad;

3) Que es capaz de descubrir sus propias deficiencias; y

4) Que es capaz de corregir sus propias deficiencias, o sea, de construir representaciones parciales dé las estructuras del mundo
que sean cada vez más adecuadas. No hay ninguna especulación extracientífica que sea tan modesta y que, sin embargo, dé
tanto de sí.

Lo que permite a la ciencia alcanzar su objetivo —la construcción de reconstrucciones parciales y cada vez más verdaderas de la
realidad— es su método. En cambio, las especulaciones no-científicas acerca de la realidad:

1) No suelen plantear cuestiones propias y limpiamente formuladas, sino más bien problemas que: ya contienen presupuestos
falsos e insostenibles, tales como “cómo y cuándo se creó el universo?”;

2) No proponen hipótesis ni procedimientos fundamentados y contrastables, sino que ofrecen tesis sin fundamento y
generalmente incontrastables, así como medios incontrolables para averiguar su verdad (por ejemplo, la revelación);

3) No trazan contrastaciones objetivas de sus tesis y de sus supuestas fuentes de conocimiento sino que apelan a alguna
autoridad;

4) Consiguientemente, no tienen ocasión alguna de contrastar sus conjeturas y procedimiento con resultados empíricos
frescos, y se contentan con hallar ilustraciones de sus concepciones para meros fines de persuasión, más que. por buscar
realmente contrastación, como muestra la facilidad con que esas concepciones eliminan toda evidencia negativa;

5) No suscitan nuevos problemas, pues todo su interés es más bien terminar con la investigación, suministrando, listo para
llevar, un conjunto de respuestas a toda cuestión posible o permitida.

El proceso de reconstrucción del mundo mediante ideas y de contrastación de toda reconstrucción parcial es un proceso infinito, a
pesar de la infundada, pero frecuente esperanza de que la teoría definitiva esté a punto de presentarse. La investigación descubre
constantemente lagunas en sus mapas del mundo, por tanto, la ciencia no puede proponerse un objetivo definido, algo así como la
construcción de una cosmología completa y sin fallas. El objetivo de la ciencia es más bien el perfeccionamiento continuo de sus
principales productos (las teorías) y medios (las técnicas), así como la sujeción de territorios cada vez mayores a su poder.

¿Tiene límites esta expansión del objeto de la ciencia? Esto es: ¿hay problemas de conocimiento que no puedan ser trasladados
con el método y según el objetivo de la ciencia?

Una estimación realista del problema podría ser la siguiente:

En primer lugar, podemos esperar que todo problema de conocimiento resultará ser parcialmente resoluble o irresoluble con los
medios (métodos especiales), los datos de que dispone la ciencia en cada momento determinado.

En segundo lugar, no se ha hallado nunca un método más poderoso que el de la ciencia, y, todo esfuerzo en tal sentido que se
haya visto coronado por el éxito, ha resultado ser un perfeccionamiento del método científico; en particular, los intentos de captar la
realidad directamente, sin elaboración alguna (o sea, por percepción directa, por simpatía o por pura especulación), han fracasado
sin excepción y, por si eso fuera poco, la ciencia puede explicar por qué tenían que fracasar necesariamente, a saber: porque
muchos, la mayoría de los hechos, tienen que ser objeto de hipótesis, no de intuición directa.

En tercer lugar, el método científico y las técnicas especiales que lo complementan no son nada concluso: han ido evolucionando a
partir de precedentes más rudimentarios y tendrán que perfeccionarse si queremos obtener resultados mejores.
84
En cuarto lugar, como lo peculiar a la ciencia no es un objeto determinado (o conjunto de problemas determinado), sino más bien
un planteamiento preciso (un método y un objetivo), cualquier cosa se convierte en tema científico, en objeto de la investigación
científica, en cuanto se trata con el método de la ciencia y para alcanzar el objetivo de ésta.

En conclusión; por limitado que pueda ser el resultado del planteamiento científico, no conocemos que tenga limitaciones
intrínsecas y además, esas limitaciones no pueden estimarse correctamente sino desde dentro de la ciencia misma: puede
colocarse bajo el dominio de la ciencia toda la naturaleza y toda la cultura, incluida la ciencia misma. Sin duda hay temas que hasta
el momento no han sido abordados científicamente —por ejemplo, el amor, ya sea porque nadie ha notado aún su existencia, ya
sea porque no han atraído la curiosidad de los investigadores, y por último, porque circunstancias externas como el prejuicio —por
ejemplo, la idea de que ciertas experiencias humanas no pueden ser objeto de planteamiento científico, sino que tienen que
mantenerse siempre en la esfera privada— han impedido su consideración científica. Tales ideas y prejuicios tienen en su favor no
sólo el peso de la tradición, sino también una errónea concepción de la ciencia, la mayor parte de las veces su incorrecta
identificación con la física. Estos prejuicios son algunos de los últimos bastiones del obscurantismo; se están hundiendo
ciertamente con rapidez: empezamos a tener estudios científicos de la experiencia estética y hasta de las sutiles manipulaciones
de que es objeto la mente del hombre por medio de anacrónicas ideologías como es precisamente, la que se opone al estudio
científico del objeto hombre.

Desde el Renacimiento, el centro de la cultura ha ido pasando cada vez más visiblemente desde la religión, el arte y las
humanidades clásicas hacia la ciencia, la formal y la factual, la pura y la aplicada. Y no se trata sólo de que los resultados
intelectuales de la ciencia (y sus aplicaciones pan fines buenos y malos) hayan sido reconocidos hasta por los menos formados
culturalmente: hay un cambio aún más importante y agradable, que consiste en la difusión de una actitud científica respecto de los
problemas del conocimiento y respecto de problemas cuya adecuada solución requiera algún conocimiento, aunque en sí mismos
no sean problemas teoréticos. Esto no quiere decir: que la ciencia está absorbiendo gradualmente toda la experiencia humana y
que vayamos a terminar por amar y odiar científicamente, igual que podemos ya curar y matar científicamente. No: salvo la
investigación científica misma, las experiencias humanas no son científicas, ni siquiera cuando se benefician del conocimiento
científico; lo que puede y debe ser científico es el estudio de toda esa experiencia, que en sí no lo es.

Podemos esperar de una amplia difusión de la actitud científica (pero no de una divulgación de algunos meros resultados de la
investigación) cambios importantes de: concepción y comportamiento individual y colectivo. La adopción universal de una actitud
científica puede hacemos mas sabios: nos haría más cautos, sin duda, en la recepción: de información, : en la admisión de
creencias y en la formulación de previsiones; nos haría más exigentes en la contrastación de nuestras opiniones, y más tolerantes:
con las de otros; nos haría más dispuestos a inquirir libremente acerca de nuevas posibilidades, y a eliminar mitos consagrados
que sólo son mitos; robustecería nuestra confianza en la razón contrastada por la experiencia; nos estimularía a planear y controlar
mejor la acción, a seleccionar nuestros fines, a buscar normas de conducta coherentes con esos: fines y con el disponible, en vez
de dominadas por el hábito y por la autoridad; daría más vida al amor de la verdad, a la disposición a reconocer el propio error, a
buscar la perfección y a comprender la imperfección inevitable; nos daría una visión del mundo eternamente joven, basada en
teorías contrastadas, en vez de estarlo en la tradición, que rehuye tenazmente todo contraste con los hechos; y nos animaría a
sostener una visión realista de la vida humana, una visión equilibrada.

Para terminar: el planteamiento científico no tiene limitaciones intrínsecas conocidas; se encuentra en un proceso de rápida
expansión y está consiguiendo en medida reciente imágenes parciales del mundo externo y del mundo interno al hombre, las
cuales son cada vez más verdaderas, y ello por no hablar de las herramientas que está suministrando para el dominio de dicho
mundo. (Si alguien sostuviera que el planteamiento científico tiene limitaciones intrínsecas, le pediríamos que fundamentan su
afirmación. ¿Cómo? Llevando a cabo él mismo una investigación científica acerca de ese problema). En virtud de su poder
espiritual y de sus frutos materiales, la ciencia ha llegado a ocupar el centro de la cultura moderna. Pero seria insensato olvidar que
en paralelismo con la cultura superior, subsiste una cultura popular y que la pseudo ciencia ocupa en la cultura urbana popular
contemporánea una posición análoga a la que ocupa la ciencia en la cultura superior. Resultará instructivo y entretenido echar un
vistazo a todo eso que a menudo se pasa de contrabando bajo la etiqueto de ciencia, aunque carece del método y del objetivo de
la ciencia. Pasaremos ahora a ese tema, la ciencia popular.

El conocimiento ordinario puede desarrollarse en alguna de las tres direcciones siguientes: (1) Conocimiento técnico: es el
conocimiento especializado pero no-científico, que caracteriza las artes y las habilidades profesionales. (2) Protociencia o ciencia
embrionaria, que puede ejemplificarse por el trabajo cuidadoso, pero sin objeto teorético, de observación y experimentación (3)
85
Pseudociencia: un cuerpo de creencias y prácticas cuyos cultivadores desean, ingenua o maliciosamente, dar como ciencia
aunque no comparte con ésta ni el planteamiento, ni las técnicas, ni el cuerpo de conocimiento. Pseudociencias aún influyentes
son por ejemplo, la de los zahoríes, y la investigación espiritista.

No carece la ciencia de relaciones con el conocimiento técnico, la protociencia y la pseudociencia. En primer lugar, la ciencia utiliza
las habilidades artesanas, las cuales a su vez, se enriquecen frecuentemente gracias al conocimiento científico. En segundo lugar,
la ciencia utiliza unos de los datos en bruto conseguidos por la protociencia aunque muchos de ellos son inútiles por irrelevantes.
En tercer lugar, a veces una ciencia ha nacido de una pseudociencia, y en ocasiones una teoría científica ha cristalizado en dogma
hasta el punto de dejar de corregirse a sí misma y convertirse en una pseudociencia. Dicho breve y esquemáticamente, pueden
considerarse las siguientes líneas de comunicación entre la ciencia y esas vecinas suyas:

¿Qué es lo malo de la pseudociencia? No sólo ni precisamente el que sea básicamente falsa (puesto que todas nuestras teorías
factuales son, a lo sumo, parcialmente verdaderas). Lo malo de la pseudociencia es en primer lugar, que se niega a fundamentar
sus doctrinas y que no puede además hacerlo porque rompe totalmente con nuestra herencia científica (cosa que por cierto, no
ocurre en las revoluciones científicas, todas las cuales son parciales, puesto que toda nueva idea tiene que estimarse por medio de
otras que no se ponen en discusión en el contexto dado). En segundo lugar, que la pseudociencia se niega a someter a contraste
sus doctrinas mediante la experimentación propiamente dicha; además la pseudociencia es en gran parte incontrastable, porque
tiende a interpretar todos los datos de modo que sus tesis queden confirmadas ocurra lo que ocurra; el pseudo científico, igual que
el pescador, exagera sus presas y oculta o disculpa todos los fracasos. En tercer lugar, que la pseudociencia carece de mecanismo
auto corrector: no puede aprender nada ni de una nueva información empírica (pues se la traga sin digerirla), ni de nuevos
descubrimientos científicos (pues los desprecia), ni de la crítica científica (pues la rechaza con indignación). La pseudociencia no
puede progresar porque se las arregla para interpretar cada fracaso como una confirmación, y cada crítica como si fuera un
ataque. Las diferencias de opinión entre sus sectarios, cuando tales diferencias se producen, dan lugar a la fragmentación de la
secta, y no a su progreso. En cuarto lugar, el objetivo primario de la pseudociencia no es establecer, contrastar y corregir sistemas
de hipótesis (teorías) que reproduzcan la realidad, sino influir en las cosas y en los seres humanos: como la magia y como la
tecnología, la pseudociencia tiene un objetivo primariamente práctico, no cognitivo, pero a diferencia de la magia, se presenta ella
misma como ciencia y a diferencia de la tecnología, no goza del fundamento que da a ésta la ciencia.

Si ni la argumentación ni la experiencia pueden resquebrajar una doctrina, entonces esa doctrina es un dogma, no una ciencia. Las
teorías científicas, lejos de ser perfectas, son o bien fracasos que se olvidan, o bien construcciones perfectibles, y por tanto
corregidas en el curso del tiempo.

Eso puede completar nuestra esquemática exposición de las creencias que quieren ser tomadas como ciencias. Por varias razones
son de desear análisis más detallados de la pseudociencia. En primer lugar, para ayudar a las ciencias jóvenes —especialmente a
la psicología, la antropología y la sociología— a eliminar creencias pseudo científicas. En segundo lugar, para ayudar a la gente a
tomar una actitud crítica en lugar de la credulidad aún corriente. En tercer lugar, porque la pseudociencia es un buen terreno de
prueba, en particular, para los criterios: que caracterizan a la ciencia distinguiéndola de la no-ciencia.

Por lo demás, la pseudociencia ofrece muy poca cosa a la ciencia contemporánea. Puede valer la pena poner a prueba alguna de
sus conjeturas no contrastadas, si es que son contrastables; algunas de ellas pueden después de todo, tener algún elemento de
verdad, y hasta el establecer que son falsas significará cierta adquisición de conocimiento.

Pero el problema más importante planteado a la ciencia por la pseudociencia es el siguiente: ¿cuáles son los mecanismos
psíquicos y sociales que han permitido sobrevivir hasta la edad atómica a supersticiones arcaicas, como la fe en la profecía y la fe
en que los sueños dicen la verdad oculta? ¿Por qué no se desvanecen las supersticiones y sus exuberantes desarrollos, las
pseudo ciencias, en cuanto se demuestra la falsedad de su lógica, de su metodología demasiado ingenua o maliciosa, y de sus
tesis, incompatibles con los mejores datos y las mejores teorías de que dispone la ciencia?

3.- ¿QUE ES EL CONOCIMIENTO?

Quinientos años atrás, los habitantes de Europa ignoraban que existiera en el mundo el continente que, posteriormente, habría de
llamarse América, y estaban persuadidos de que en el hemisferio occidental no podía haber hombres. Según los conceptos que
existían a la sazón con respecto a la estructura del universo, si los hubiera se hallarían cabeza abajo y no podrían sostenerse
86
sobre la tierra. Al mismo tiempo, los pueblos de América no sospecharon durante milenios la existencia de Europa ni de sus
habitantes; para ellos los europeos no existían, así como para éstos no existían los americanos.

Hace trescientos años se desconocía la existencia de los microorganismos. El enorme e inabarcable reino de los microbios, bacilos
e infusorios era ignorado por el hombre. Miles de millones de las mas diversos seres vivos, invisibles a simple vista, vivían por
doquier causando daño o beneficio al hombre.

Han transcurrido poco más de cien años desde que se descubrió el planeta Neptuno. No sólo los simples mortales, sino hasta los
astrónomos desconocían su existencia. Año tras año, siglo tras siglo giró Neptuno en su órbita inmensa sin que nadie supiera de
su existencia. Es posible que dentro de uno o dos decenios, el hombre emprenda el camino hacia el lejano planeta, para conocer
más de cerca que tanto tiempo se oculto de nosotros.

Nuestros contemporáneos mayores de cincuenta años recuerdan los tiempos en que “no había” todavía electrones, protones ni
neutrones, ni todo el intrincado y diverso mundo de las diminutas partículas físicas que integran los átomos, componentes de todas
las cosas existentes. En la actualidad, cada día conocemos algo nuevo acerca del micro mundo, mientras que para nuestros
abuelos y bisabuelos, incluso para los mas instruidos, ese micro mundo no existió.
Pero en los hechos existían, pues los electrones y otras partículas elementales existen en realidad, independientemente de que
alguien conozca o no su existencia. Existían inclusive antes de que hubiera físicos y ciencias, antes de que hubiese hombres en la
tierra. Lo mismo giraba Neptuno en su órbita, doscientos, mil, un millón de años atrás, es decir, mucho antes de que lo descubriese
el telescopio de los astrónomos, y microorganismos “vivían su propia vida”, como si tal cosa, muchos siglos antes de que
apareciesen en las lentes de los microscopios.
Las cosas existen independientemente de que se las conozca o no. Existen de modo objetivo, de por si, al margen del
conocimiento, fuera de la conciencia. Ser, no significa ser conocido o ser objeto de conocimiento. Los objetos existentes se
descubren unos antes, otros después, y solo entonces pasan a ser objetos conocidos. Pero, pueden existir al margen del
conocimiento, incluso mucho antes de que se les conozca.

El hombre conoce en la actualidad inconmensurablemente mas de lo que era accesible a la conciencia humana hace mil, cien mil
años. El mundo de los objetos y fenómenos conocidos se amplió y profundizó reiteradamente. Ante el hombre aparecieron mundos
nuevos, ignorados hasta entonces; el cósmico, el microbiológico, el microfísico. Pero todos existían con anterioridad. Su existencia
precedió al conocimiento de ellos. La experiencia histórica del hombre, nos permite afirmar, que aún queda mucho que conocer.

Estamos convencidos de que la ciencia tiene por delante un largo y brillante camino de descubrimiento, de que nuestros
descendiente conocerán muchísimas cosas que nosotros no sabemos, al igual que a nuestro conocimiento se revelaron cosas
desconocidas para nuestros predecesores. Pero lo que aún no conocemos, lo que deberá ser descubierto por nuestros
descendientes, existe ya en el presente, está ya en el mundo, tiene existencia, como la tenían los americanos, desconocidos por
los europeos, o Neptuno, del que nadie tuviera noción.

Tanto los objetos aislados como el universo en su conjunto, existen fuera de la conciencia independientemente de que sean o no
conocidos. Su existencia no ha menester si presupone su conocimiento. Por el contrario, el conocimiento exige
imprescindiblemente la existencia tanto del objeto como del sujeto desconocimiento. Mientras existieron los átomos, los planetas,
los continentes, sin que existieran los seres conocedores, no hubo conocimiento. Sólo cuando la tierra, tras un desarrollo de
millones de años, aparecieron seres dotados de pensamiento, surgió y se fue desenvolviendo paulatinamente el conocimiento. Los
objetos existentes se fueron convirtiendo, uno tras otro, en objetos más o menos conocidos, que se reflejan en la conciencia
humana.

La conciencia, el conocimiento, es una cualidad que poseen solo los seres vivos altamente desarrollados: los hombres. La
aparición del hombre fue la de un ser dotado de pensamiento, capaz de conocer entre objetos incapaces de hacerlo, solo
existentes. Sin embargo, fuera de esos objetos; sin tierra, sin aire, sin seres vegetales y animales, sin ese cúmulo de cosas no
pensantes pero con existencia real, no hubiese podido surgir la materia pensante, conocedora del mundo que lo rodea y de si
misma, es decir, no existiría el hombre.

El hombre vive en un mundo material. Está ligado por millares de vínculos al ambiente que lo rodea, al enorme cúmulo de objetos.
No es un espectador, y todo cuanto acontece en derredor de él está lejos de ser un mero espectáculo. Los hombres viven porque
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existe dicho mundo, viven en la más estrecha e indisoluble interacción e interdependencia con el medio. Los hombres somos carne
de la carne de ese mundo material, e inconcebibles e inexistentes fuera de él. La relación del hombre con el mundo no se limita a
conocerlo. Actuamos en él, trabajamos, hallándonos en dependencia permanente respecto del medio y sufriendo su acción
incesante. Para conocer el mundo hay que estar en él, adaptarse a sus condiciones, a sus leyes, modificarlo según las
necesidades. El propio conocimiento que tenemos del mundo, es parte integrante de nuestra adaptación a él. Observamos los
objetos que nos rodean, tratamos de comprenderlos, de conocer sus cualidades para utilizarlas o adaptarlas a nuestras
necesidades.

El conocimiento de la realidad circundante es una exigencia de la vida misma. Todas las teorías que explican el mundo surgieron
de las necesidades prácticas de los hombres que lo habitan. Las relaciones entre el hombre y el mundo exterior se basan en la
actividad práctica. No podemos existir sin tener en cuenta el mundo que nos circunda. El nos obliga a que lo tengamos en cuenta,
a que lo “reconozcamos”, a que adecuemos a él nuestras acciones. Nadie que tenga sentido común, negará la existencia del
mundo material fuera de nosotros e independientemente de nuestra voluntad. Desde el nacimiento hasta la muerte, no podemos
dar un paso, ni un suspiro, si no es de conformidad con la realidad material. Esta demuestra constantemente y de por si su
existencia, su independencia de nuestro deseo y de nuestra conciencia, y castiga con dureza, a quien desdeña sus leyes.

La práctica humana (y nuestra vida es una relación práctica y activa con el mundo), confirma irrefutablemente esta primera verdad,
que constituye la base de todas las demás y de todo el conocimiento científico, que es el conocimiento de la naturaleza, del mundo
material y objetivo que existe al margen e independientemente de nosotros, y que nos dicta sus leyes. ¿Podemos dudar acaso de
que pertenezcamos al mundo real y físico, y de que existe independientemente de que alguien tenga o no conciencia de ello?
Podemos, pero sólo en tanto que reflexionamos, olvidándonos de que para reflexionar, hay que vivir en el propio mundo cuya
existencia ponemos en duda. Pero no podemos dudar de esta verdad inquebrantable cuando comenzamos a actuar y entramos en
relación práctica con la realidad. Y esta relación es la que tenemos necesariamente, desde el primero, hasta el último de nuestra
existencia.

Hemos mencionado la verdad. ¡Pero qué es la verdad? No se puede responder a este antiquísimo interrogante si no partimos del
hecho de que fuera e nuestro conocimiento se extiende un mundo inmenso, que existe de por sí y de acuerdo con sus leyes.
Llamamos verdaderos a todos los conceptos, ideas y teorías que corresponden a la realidad, que reflejan las cosas tal cual son.
Todo lo que produce en nuestra consciencia la naturaleza tal cual es fuera de nuestra conciencia, es verdad, conocimiento
verdadero. La primera misión de toda la ciencia es llegar a la verdad, es decir, al conocimiento de los objetos como son, sin
aditamento alguno, sin deformaciones, sin el menor embellecimiento. Entendemos por verdad el conocimiento objetivo, es decir,
las ideas y teorías que corresponden al propio objeto, a lo que se conoce, hacia lo que se dirige el pensamiento conocedor, las
ideas y las teorías que proporcionan un reflejo objetivo, la imagen de la propia realidad.
En contraposición a las ideas verdaderas, las falsas proporcionan una imagen deformada de las cosas, no las representan tal como
son. Las ideas falsas pueden ser resultado del desconocimiento, o de errores basados en un conocimiento imperfecto,
consecuencia de prejuicios y de ideas preconcebidas, pueden ser también producto del engaño y de la equivocación. El camino de
la verdad pasa por la superación de todas las limitaciones y errores del conocimiento, a través de la adquisición de nociones
nuevas, más completas y perfectas. Si la verdad radica en la conformidad con las ideas con los objetos, en el fiel reflejo del mundo
exterior por la conciencia, surge la siguiente pregunta: ¿es capaz nuestra conciencia, la razón humana, del conocimiento objetivo?
¿Es accesible para nosotros la verdad objetiva, o nuestra razón es por naturaleza incapaz de semejante conocimiento? ¿No nos
equivocaremos, tomando imágenes falsas ilusorias por verdades? ¿Cómo determinar la verdad? ¿Qué nos puede servir de criterio
de la verdad? ¿Cuáles son los límites del conocimiento?, en caso de que exista un limitante para la verdad accesible?

El mundo se refleja en la razón que conoce. Pero hay distintas formas de reflejo. Los espejos curvos deforman lo que reflejan y
hasta la imagen más perfecta del espejo, no coincide con el objeto reflejado. Si observamos una página de este libro frente al
espejo, veremos una imagen invertida. Si miramos la muestra, veremos que la mano derecha se convierte en izquierda. No
podemos percibir al tacto, la mano reflejada en el espejo ya que pierde su densidad, su dureza, su aspereza; tampoco tiene
reverso. No se puede hablar de plena coincidencia del objeto con su imagen reflejada en el espejo, ni siquiera en un buen espejo.
Y no obstante, los objetos se reflejan en él, de manera más o menos parecida, más o menos exacta. Por la imagen podemos
juzgar, en cierta medida, acerca del objeto reflejado, conocerlo, tener cierta idea acerca de su naturaleza.

¿Qué diferencia hay entre la imagen que se obtiene en la conciencia y la del espejo? En primer lugar, el proceso de conocimiento
es incomparablemente más complejo, y asimilarlo al de la imagen del espejo es una simplificación extrema. Nuestro conocimiento
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refleja el mundo de manera distinta a como lo hace el espejo, y de acuerdo con leyes que difieren completamente de las que
regulan los simples fenómenos ópticos.

Comencemos por decir que el espejo no ve nada, somos nosotros quienes vemos la imagen reflejada. En el espejo la imagen no
deja huella; en la conciencia si. La imagen reflejada en el espejo por centésima vez no se diferencia en nada de la primera. El
reflejo en la conciencia acumula experiencia. Reconocemos el objeto que vemos por segunda vez, y al observarlo, notamos
muchos elementos que no habíamos advertido la vez primera. Las imágenes acumuladas en la experiencia y conservadas en la
memoria, constituyen una base sólida para el conocimiento ulterior. El reflejo en la conciencia adquiere historia, consecuencia,
sucesión; se enriquece. Las percepciones de unos sentidos complementan las de los otros, se contrastan entre si. Compartimos
nuestras experiencias con otras personas; los conocimientos del mundo circundante, se acumulan y transmiten de generación en
generación. Nos apoyamos en los conocimientos adquiridos por personas que se desconocen entre sí, de diferentes países,
acumulados a lo largo de los siglos. Conservar las percepciones sensoriales en la memoria, nos permite compararlas y
confrontarlas. La razón las somete al análisis, a la comprobación, a la selección a la evaluación; las sintetiza.

Y, lo más importante: nuestra conciencia, a diferencia del espejo, sufre la acción de los objetos reflejados; los propios hombres
actúan sobre ellos; la experiencia se adquiere en el proceso de nuestra interacción con los objetos, en nuestra actividad práctica,
en la vida. Enfrentándonos con los objetos, coadyuvando a su influencia o contrarrestándola, adquirimos experiencia y
conocimientos acerca de ellos. Nos contraponemos al mundo como fuerza activa. No solo ocurre que los objetos nos cambian, sino
que, ante todo, nosotros cambiamos, transformándonos, rehacemos el mundo que nos rodea. Por el hecho de que un objeto se
refleja en el espejo no cambian ni uno ni otro. En la actividad humana cambian los hombres y el medio. La seguridad, la
autenticidad y la objetividad de nuestro conocimiento, se comprueban y perfeccionan en el proceso de comunicación con los
objetos. La verdad de nuestro conocimiento se somete a prueba en la práctica, que confirma y justifica nuestras esperanzas o las
rechaza por no corresponder a la realidad.

La práctica es una relación particular entre los hombres y el mundo, una relación objetiva. Mientras nos limitamos al conocimiento
de las cosas y las reflejamos en la conciencia, éstas no cambian. Cuando actuamos, se operan cambios reales y objetivos. Por
ello, la práctica nos sirve de criterio objetivo, que determina si se corresponden nuestros conceptos con las cosas mismas, si los
conocimientos, en que nos basamos para actuar, son verdaderos. El gran escritor Máximo Gorka dijo en cierta ocasión de otro
escritor: “Conoce la realidad como si la hubiese hecho él mismo”. El conocimiento comprobado por el hecho, por la práctica, es el
más seguro. Sería imposible vivir en el mundo circundante, si nuestros conocimientos acerca del mismo fueran falsos, ilusorios. Y
nosotros no sólo nos adaptamos a la naturaleza, nos ajustamos a ella, adivinamos sus acciones, proveemos el curso de los
acontecimientos, sino que podemos también adaptar la naturaleza a nuestras necesidades, hacer que trabaje para nosotros. Toda
la historia de la sociedad humana, que va adquiriendo un dominio creciente sobre las fuerzas de la naturaleza y las va sometiendo
a sus intereses, demuestra la objetividad del conocimiento, su capacidad de reflejar las leyes de la naturaleza. Así se resuelve el
problema del criterio objetivo de la verdad; la práctica histórico-social es el criterio, la medida de la objetividad de nuestro
conocimiento.

La práctica demuestra de modo incontrovertible la posibilidad de conocimiento verdadero, el dominio del ser por el conocimiento.
Tal dominio es un hecho evidente. No se debe dudar de la posibilidad de aquello que existe en la realidad. Si existen en el mundo
los peces, es indudable la posibilidad de vida en el agua. Si existen las aves, es ridículo hacer disquisiciones acerca de la
posibilidad de existencia de seres vivos capaces de volar. Y si tenemos ante nosotros, un cúmulo de objetos ya conocidos, es
absurdo dudar de la posibilidad de conocimiento, de nuestra capacidad de conocer el mundo. Por cuanto la ciencia demuestra en
la práctica, la objetividad de nuestro conocimiento, no hay motivo para dudar de la posibilidad del conocimiento objetivo. Nada
demuestra de manera tan convincente e incontestable, la realidad de la posibilidad, como su realización. La práctica correcta y
eficaz, basada en la teoría, es el mejor aval de la misma.

Es posible cometer gruesos errores, al plantear el problema de la relación entre la verdad y la práctica. Algunos fueron establecidos
y, difundidos por los filósofos norteamericanos representantes del pragmatismo o instrumentalismo. La verdad –afirman- es lo que
se justifica en la práctica (“pragmatismo” proviene del griego pragma, práctica), lo que permite el logro del fin propuesto, las ideas
verdaderas no son otra cosa que las ideas útiles, fructíferas, instrumentos (de aquí la denominación de “instrumentalismo”) que
hallan su justificación en la práctica. Esta actitud no tiene nada en común con el concepto científico de la práctica como criterio de
verdad, que hemos expuesto.
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Nuestro concepto de la verdad, se basa en la concordancia de las ideas con la realidad objetiva, la verdad refleja lo que existe y tal
como existe. La verdad es objetiva. Domina la verdad quien conoce la verdad. Ocultar la verdad, inducir al error, sembrar ilusiones,
puede ser ventajoso y útil para alguien, puede contribuir al logro de determinados fines, pero con ello lo falso no se vuelve
verdadero. Los éxitos logrados mediante el engaño o el error tampoco convierten lo falso en verdad. No es verdadero lo que
corresponde a los intereses de alguien, sino lo que corresponde a la realidad. En primer caso la “verdad” se subordina a los deseos
subjetivos y halla su justificación en el pragmatismo. En el segundo, el concepto científico de la verdad se basa en su
correspondencia con el curso objetivo de las cosas, y sirve para confirmar la utilidad de la verdad.

Cuando hablamos de la práctica como criterio de la verdad, nos referimos a la verdad objetiva, a la concordancia entre las ideas y
las cosas reales que reflejan: la marcha de las cosas corresponde a nuestros conceptos (práctica), cuando los propios conceptos
corresponden al curso de las cosas (teoría).

Reconocer que el mundo es cognoscible no significa afirmar que la verdad objetiva llegue de golpe, ya acabada. Por el contrario,
rechazamos esa actitud ingenua ante el conocimiento. La verdad no es innata y no cae del cielo. Las verdades se adquieren, se
logran, se conquistan; requieren del hombre: actividad, tensión, trabajo. La verdad objetiva se logra a través de innumerables
búsquedas y de la superación de dificultades. Cuando afirmamos que la verdad objetiva es accesible al hombre, que se pueden
conocer las cosas en si no queremos decir que poseamos ya, un conocimiento exhaustivo y perfecto de todo lo existente. Lo
cognoscible y lo conocido no son lo mismo. La ciencia no es un depósito de conocimientos acabados; es, ante todo, un proceso
cuyo sentido estriba en la adquisición de nuevos conocimientos y en el perfeccionamiento de los adquiridos con anterioridad. Al
investigar la estructura atómica de la materia los hombres de ciencia no se conformaron con la comprensión del átomo, como
partícula elemental e indivisible, pasaron a la etapa siguiente, mas elevada, que los llevó a conocer la complejísima interacción de
las partículas distintas que lo componen. Tras confirmar que la tierra es uno de los múltiples (cerca de 120,000 millones) cuerpos
celestes de nuestro sistema solar (galaxia), los científicos, no conformes con los conocimientos logrados, continuaron sus
búsquedas y descubrieron que nuestra galaxia no es más que una de los cientos de millones de galaxias de los sistemas estelares,
que integran la meta galaxia. La cognoscibilidad del universo está demostrada por lo mucho ya conocido, por el gran número de
verdades objetivas descubiertas. Los conocimientos adquiridos, a su vez, constituyen el camino para el desarrollo ulterior del
conocimiento. Lo alcanzado nos impulsa hacia nuevos descubrimientos y nos da la seguridad de éxitos y logros aún mayores en el
campo del conocimiento científico.

El conocimiento es un proceso histórico, el paso de lo desconocido a lo conocido, del saber limitado, aproximado e imperfecto al
saber omnímodo, profundo y preciso. Este proceso es ilimitado; no hay barreras para la adquisición de conocimientos, no existen
fenómenos en principio inaccesibles. Los conocimientos adquiridos por el hombre en cada etapa de su desarrollo espiritual, son
ilimitados. Tampoco los conocimientos asimilados por la sociedad, es una etapa histórica determinada, son exhaustivos ni
absolutos. Pero en el proceso histórico de la sociedad, el volumen y el nivel de los conocimientos crecen constantemente, y este
crecimiento no conoce límites. En una palabra, lo conocido es limitado, lo accesible al conocimiento, ilimitado. La correlación entre
lo ya conocido y lo no conocido todavía, cambia constantemente en el curso de la historia. Cada conquista nueva abre el acceso a
las subsiguientes. Cada nuevo paso en el desarrollo de la ciencia, nos persuade de que las perspectivas del conocimiento son
ilimitadas y de que todo lo existente es susceptible de ser conocido.

Cuando en nuestra época a mediados del siglo XX, contemplamos el universo conocido, experimentamos un doble sentimiento.
Cuanto avanzamos en relación a la generación precedente y que ingenuos y limitados se nos aparecen los conocimientos de los
hombres de los siglos pasados. Cuando hemos descubierto y comprendido. Como se ensancho la esfera de lo conocido. Ante la
ciencia se ha abierto todo un mundo de fenómenos microfísicas, a manera de un nuevo continente físico. Nuestros conceptos
concernientes al espacio cósmico, se incrementaron infinidad de veces un cúmulo de lugares antes ignotos, se muestra a la mirada
de los astrónomos contemporáneos. Ante los microbiólogos aparece el reino de los virus y, ante los químicos se extiende el
anchuroso camino de la creación de sustancia antes inexistentes. Y todo ello, en pocos decenios.

Al mismo tiempo, el hombre jamás vio con tanta claridad como ahora, cuánto queda aún por conocer, cuantas lagunas existen
todavía, cuan ilimitadas son las perspectivas de lo cognoscible, aún no conocidas. Cuán poco hemos penetrado en la profundidad
de la corteza terrestre: no más de 7 kilómetros, mientras que el radio de la tierra es de 6,000 kilómetros. Ni un soso habitante de la
tierra estuvo en ninguno de los planetas del cosmos. No sabemos aún sintetizar la molécula viva, partiendo de sustancias químicas
no vivas. Se alzan ante nosotros perspectivas ilimitadas para el desarrollo de los conocimientos científicos. La envergadura colosal
de todos estos problemas y posibilidades no nos aplasta ni nos asusta: por el contrario, nos impulsa y estimula. Escuchar una
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mirada retrospectiva, contemplar el camino recorrido, lo logrado, lo conocido, nos permite mirar con seguridad el futuro, donde
tanto le queda aún por conocer y asimilar, a la razón humana, para convertir lo oculto, lo desconocido, lo incomprensible, en
descubierto, conocido y logrado.

El hombre emprendió el camino del conocimiento contando sólo con cinco órganos sensoriales sumamente limitados e imperfectos.
Luego se multiplicaron y perfeccionaron sus posibilidades. En ayuda de los sentidos y para extender los límites de su experiencia,
creó una compleja y diversa técnica, todo un sistema de órganos artificiales de percepción. Balanzas, relojes, termómetros,
telescopios, microscopios, espectroscopios, instalaciones de radar y miles de otros instrumentos, hicieron accesibles esferas de la
existencia que antes no lo eran; enriquecieron, profundizaron y actualizaron nuestra experiencia. Mundos antes invisibles
aparecieron en el campo visual d
y fueron susceptibles de estudio. Al mismo tiempo, se perfeccionó la razón; la lógica y la matemática hicieron que nuestro
pensamiento fuese más flexible, preciso, sutil; capaz de captar los más finos matices y sensaciones, de analizar, sintetizar y prever
el curso de los acontecimientos. De generación en generación se transmite el saber, los medios y hábitos de conocimiento. Los
descubrimientos de los sabios, se convierten en patrimonio, no solo de sus contemporáneos, sino también de las generaciones
futuras. Lo descubierto y conocido una vez, en virtud de la sucesión histórica, se conserva para la posteridad.

Nuestros conceptos, ideas, teorías que descubren la esencia de las cosas y las leyes de su existencia, no solo se acumulan y
recopilan sino que también se modifican y transforman. La experiencia y la reflexión posteriores descubren la inexactitud, la
parcialidad y el error de algunos conceptos, y requieren su revisión. Lo que pareciera verdadero, puede resultar sólo parcialmente
cierto incluso falso. Los conocimientos profundizados proyectan nueva luz sobre las viejas teorías, que son sometidas a
comprobación y confrontadas en cada nueva etapa del desarrollo científico. Unas se abandonan por no haberse justificado, por no
corresponden a los nuevos hechos descubiertos, otras obtienen nueva confirmación y se afianzan como verdades objetivas. La
verdad se pule, se depura de “escorias”, se comprueba una y otra vez su autenticidad, en el curso de la historia. Se opera un
incesante proceso de perfeccionamiento de la ciencia, cuyas vías son: las nuevas experiencias, las nuevas reflexiones y, en
particular, la continua comprobación en la práctica.

No hay límites para la posibilidad de conocimiento, excepto los históricos. No se trata solo de que en cada época, se alcanza un
grado determinado, fijo, en el camino infinito del conocimiento humano. El problema estriba, en que la ciencia no tuvo posibilidades
ilimitadas en todas las etapas del desarrollo social, lo dificultaba el régimen político imperante. En las diferentes formaciones
económicas sociales que se han desarrollado en el transcurso de la historia, la ciencia en algunas oportunidades ha tenido
vinculación con diferentes sectores. Pero en otras etapas de la historia, la ciencia se ha convertido en algo extraño y lejano para los
hombres y solo ha sido quehacer de algunos privilegiados, es decir aquellos que pudieron dedicar parte de su vida a la
investigación científica, a pesar de que los efectos del trabajo científico se manifiestan de manera directa en toda la humanidad. Es
natural que en esas condiciones, solo pudiesen participar activamente en la elaboración de conocimientos, en el descubrimiento de
nuevas verdades, unos pocos elegidos. Imaginemos cómo se hubiese acelerado el ritmo e incrementado la envergadura del
desarrollo científico, si los conocimientos hubiesen sido accesibles al pueblo, si en lugar de unas decenas, expedita la creación
científica. ¿Cuántos con grandes dotes naturales, vegetaron y continúan vegetando en la ignorancia?

Los períodos históricos en los cuales las diferentes formas económicas sociales no permitían la difusión del conocimiento, limitaba
consecuentemente el que los hombres en general tuvieran acceso a la ciencia. Esta claro que se registran en períodos
determinados un progreso del conocimiento científico y un gran avance en la investigación y teorización. La ciencia, está claro, es
el patrimonio de millones de hombres en la medida de que su desarrollo depende el desarrollo y bienestar de la humanidad.

Pero está claro que no solo se trata del acceso que los hombres deben de tener a la ciencia y a sus beneficios, sino que además
determinados regímenes ponen trabas y dificultades para la difusión y descubrimiento de la verdad. Quienes basan su dominio y
su poder en la falsedad y el engaño, son enemigos de la verdad, no la consienten, la temen. El freno al desarrollo del conocimiento
no fue, por lo tanto, la impotencia de la razón humana ni la incognoscibilidad de las cosas; ni el bajo nivel alcanzado por la cultura,
sino la restricción consciente y premeditada, por parte de las clases dominantes, y, con frecuencia, el ocultamiento de la verdad, la
difusión de ideas y teorías falsas en aras de sus intereses. He ahí por qué el afán de verdad, propio de las personas avanzadas,
motiva la lucha por la abolición de los obstáculos sociales, por la transformación de la sociedad, por la instauración de un régimen
libre de quienes están interesados en la ignorancia y la oscuridad de quienes temen a la verdad como los murciélagos al sol.
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El conocimiento es fuerza; esto lo comprendió la humanidad, hace mucho tiempo. “El hombre nace dos veces –dice un viejo
proverbio oriental-: la primera, cuando viene al mundo, la segunda, cuando conoce la verdad”. Quienes dificultad la difusión de los
conocimientos científicos, inciden que el pueblo llegue a tener este manantial de fuerza. Todos comprenden en que consiste la
superioridad del vidente sobre el ciego. Es fácil advertir la ventaja que tiene el que ve las cosas a la luz verdadera, el que conoce
mas sobre quien carece de dicha posibilidad. El conocimiento científico surge de la experiencia vital, de la práctica social, y amplia
incalculablemente nuestros horizontes; permite penetrar en la profundidad de las cosas inaccesibles al ojo no preparado, descubrir
su esencia, comprender las leyes del desarrollo de la naturaleza y la de la sociedad para que nuestra práctica sea aún mas
fecunda. El conocimiento científico no solo amplía los límites accesibles a la comprensión, sino que corrige también los conceptos
empobrecidos, basados en la experiencia superficial de la vida cotidiana. Gracias a la ciencia, pasamos del conocimiento
superficial de las cosas a su comprensión más profunda. Tras de las cosas, tal como nos parecen, aparecen las cosas en sí.

“Para mi –dijo en cierta ocasión el gran escritor norteamericano Ernest Hemingway- lo más sólido es el conocimiento”. ‘Cómo se
manifiesta la fuerza que proporciona el conocimiento? Nosotros vivimos en la naturaleza y en la sociedad, que existen y se
desarrollan de acuerdo con sus leyes. Nuestros éxitos y nuestros logros dependen del grado de dominio sobre las fuerzas de la
naturaleza y del desarrollo social, poniéndolas al servicio de nuestras necesidades y afanes. Mas, para hacerlo, hay que estudiar
sus leyes, conocer las fuerzas que las impulsan, descubrir los mecanismos que dirigen su desarrollo. El dominio de las fuerzas de
la naturaleza y de la historia, la capacidad de dirigirlas, necesita conocer profunda y científicamente, las leyes que las rigen. La
posibilidad de previsión científica, permite prever la marcha de los acontecimientos, actuar sobre ellos y dirigirlos. El conocimiento
del universo conduce a su dominio: el hombre que conoce no vive entre objetos ajenos enigmáticos y misteriosos; sabe acerca de
las particularidades y las leyes que rigen las fuerzas y fenómenos que lo circundan, sabe lo que puede esperar de ellos y como se
puede influir sobre ellos. Para actuar de modo consecuente sobre el mundo, hay que comprenderlo. Para transformar el mundo,
hay que desentrañarlo.

Un solo camino, permite adquirir y acrecentar los conocimientos: la asimilación y el desarrollo de los progresos científicos. No hay
otro. No existen otras fuentes ni otros medios de conocer el universo. La ampliación de nuestros conocimientos. No podemos
esperar del medio que nos rodea, ni de nosotros mismos, la ampliación de nuestro saber, sino de los descubrimientos que
efectúan, las diversas ramas de la ciencia. De allí dimana todo lo nuevo que conocemos, todo lo que enriqueció y enriquece
constantemente nuestro conocimiento de las cosas existentes.

De las llamadas Sagradas Escrituras, los hombres del siglo XX no han podido saber nada que no supieran los del XV, o X. Lo que
contienen (independientemente de que sea verdadero o falso), no se incrementa, no se renueva, no se desarrolla. Si
sustentáramos nuestros conocimientos en los libros religiosos, permaneceríamos en el mismo nivel en que se hallaron nuestros
antepasados. Y si los hombres hubiésemos confiando en los conocimientos que proporciona la religión, no hubiésemos avanzado
ni un solo pasó en el conocimiento de la naturaleza. La fe religiosa se basa en la creencia de que Dios creó el mundo.

Lo expuesto en las “sagradas escrituras” es presentado como inaccesible e inquebrantable. Con eso se frena el desarrollo del
conocimiento, ya que este exige una renovación y un perfeccionamiento constante. Y lo nuevo que nosotros supimos y sabemos,
no se debe a la rutinaria y estancada religión; lo conseguimos gracias a la búsqueda y descubrimientos incansables de los
investigadores. La historia del conocimiento muestra que si bien nos queda todavía mucho por conocer, el único camino para
hacerlo es el que hemos seguido hasta ahora: la ciencia. Ella nos ha mostrado lo que ya sabemos y lo que nos hace falta. No hay
nada inaccesible al conocimiento científico, cuyo camino es distinto al de la revelación divina, las profecías o los sueños fatídicos; o
sea el no científico.

Las convicciones y creencias no fundadas en los conocimientos científicos, y que los contradicen, son nocivas no solo porque no
corresponden a la realidad, e inducen a error, sino también porque adormecen el pensamiento, extinguen la sed de saber, y el
interés por el mundo circundante. Si el hombre se convence de que ignora o no comprende algo, ello le induce a desear, buscar y
adquirir los conocimientos. Si queda preso del error y la superstición, no surgirá el deseo de conocer la verdad y jamás la conocerá.

Pero todos los logros de la ciencia son logros del hombre. Nadie nos dio los conocimientos, ni surgieron de la nada. Todo cuanto
hemos logrado y lo que logremos en el futuro, lo debemos y de deberemos a nuestras manos y a nuestro intelecto; es y será el
resultado del tenaz e insistente escuerzo secular, del colosal trabajo físico e intelectual de muchas generaciones humanas.
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Nunca aparecieron con tanto relieve, la fuerza y la potencia que proporcionan los conocimientos como en nuestra época. Jamás se
vio tan claro el enorme papel que desempeña la ciencia en la vida del hombre. La ciencia ha conquistado tal lugar en nuestra vida,
que se ha hecho imposible negarla o rechazarla como hicieran en el pasado, los enemigos del progreso.

La industria, la construcción, el transporte, la agricultura, la sanidad e incluso la vida cotidiana están lejos de ser todas las esferas
en las que se aplican, en gran escala, los adelantos de la ciencia moderna. Vivimos en una época de revolución técnica. El
descubrimiento de la energía atómica, el dominio del espacio cósmico, el automatismo en la producción, la cibernética, que
construye máquinas capaces de realizar ciertas operaciones mentales, la obtención de los mas diversos materiales artificiales, que
reemplazan a las materias primas naturales y que las superan en muchos sentidos; todo ello abre una nueva era de progreso
técnico, que permite mejorar notoriamente las condiciones de trabajo y de vida de los hombres.

Apoyándose en los adelantos de la ciencia moderna, el hombre puede obrar prodigios, ante los cuales palidecerán los “milagros”
inventados por los autores de los mitos religiosos. Los progresos científicos y técnicos se adelantan ahora a la fantasía. Si
apareciese hoy entre nosotros un hombre de los siglos pasados, ¿no creería hallarse en el país de las maravillas? Y estos son los
primeros pasos, el comienzo de la realización de las gigantescas posibilidades que se abren ante la humanidad. Es difícil imaginar
los prodigios que obrará el hombre, cuando todos los pueblos del mundo rompan sus cadenas de miseria y esclavitud, y arrojen de
si los prejuicios y supersticiones.

Vivimos en una época muy compleja, conmovida por agudas contradicciones. Se operan acontecimientos grandiosos. El tiempo,
que aceleró su carrera, aporta mucho de nuevo, de extraordinario. No se puede participar consciente y activamente de los
procesos históricos, ni es posible orientarse en el entrelazamiento contradictorio de los acontecimientos si no se poseen los
conocimientos teóricos, ni se domina la forma científica del pensamiento.

En la época actual no es posible dominar la totalidad de los conocimientos alcanzados por la ciencia moderna. Su volumen es tal,
que incluso los científicos especialistas sólo dominan a la perfección determinados campos del saber. Pero se puede y se debe
poseer un concepto científico del universo, que permita dominar el método, tener una actitud científica en el conocimiento del
universo y de la vida, y plantear correctamente los problemas que surgen ante el hombre.

La mutua relación entre los hombres, consecuencia del desarrollo de las comunicaciones y de los diversos medios de transmisión,
incrementó en alto grado el contacto y la interdependencia de las diferentes regiones del mundo. Ningún pueblo puede vivir al
margen de lo que acontece en el orbe. El destino de los hombres está vinculado, por miles de hilos, a lo que sucede en todas
partes. Jamás fue tan fuerte la interdependencia de los hombres, como en la actualidad.

El hombre es impotente ante el impetuoso alud de enormes cambios que experimenta el mundo, si no está pertrechado de
conocimientos que le permitan comprender las leyes que los rigen, y ver lo principal, lo esencial y decisivo, en el abigarrado cúmulo
de fenómenos. La diferencia entre el hombre dotado de un concepto científico del universo y el hombre carente de él. Es la misma
que la existente entre el palo que flota a la deriva y el navegante que sabe adonde se dirige y tiene en cuenta el movimiento de las
olas y la dirección del viento.

Para actuar con seguridad, nuestro concepto del universo debe ser científico, debe basarse en el nivel de conocimientos
alcanzados por la ciencia.

El concepto científico aborda el universo, la naturaleza y la sociedad, todo cuanto acontece en derredor de nuestro y en nosotros
mismos, basándose plenamente en los principios, las deducciones y los métodos del conocimiento científico y sin dejar a la
supervivencia de concepciones anticientíficas o a las supersticiones. El verdadero concepto científico alumbra el camino hacia un
camino mejor, dispersa la oscuridad de la ignorancia, muestra las cosas tal y como son la realidad, pone al descubierto la verdad y
arranca las falsas caretas. Al mismo tiempo, enseña como cambiar el mundo, como mejorarlo, para que la vida humana sea feliz y
gozosa.

Se le presentan algunos problemas a resolver sobre la base de la lectura anterior:

1. ¿Por qué se afirma que la misión de la ciencia es el conocimiento de la verdad?


2. ¿Qué entendemos por reflejo de la imagen en la conciencia?
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3. ¿En qué consiste la práctica del hombre en relación al mundo?
4. ¿Porqué se dice que la verdad es objetiva y como se logra obtener?
5. Al afirmar que el conocimiento es un proceso histórico, ¿a qué estamos refiriéndonos?, y ¿qué es lo que indica el paso de lo
desconocido a lo conocido?
6. La experiencia es un paso del conocimiento, entonces ¿cómo la caracterizamos?
7. ¿Usted cree que el conocimiento humano tiene límites?
4.- ORIGEN DE LAS CIENCIAS
“La ciencia es la historia”
John d. Bernal

Antes de poder entender la ciencia tal como la conocemos ahora –como una institución social con su propia tradición y sus propios
métodos características-, es necesario examinar, antes que nada, sus orígenes. Ahora bien, el estudio de los orígenes de la
ciencia presenta un doble problema. El primero consiste en la dificultad –inherente a todos los estudios sobre el origen de algo- de
que cuando nos remontamos hasta llegar a los periodos críticos en los cuales se hicieron las innovaciones básicas, se hace más
arduo el descubrimiento de lo que realmente ha ocurrido. Solo que, en el caso de la ciencia, se presenta otra dificultad adicional,
debido a que la ciencia no aparece en un principio en una forma reconocible, sino que se fue distinguiendo gradualmente de los
aspectos mas generalizados de la vida cultural de esas épocas. Así, es necesario buscar sus fuentes ocultas en las historia de las
artes y de las instituciones humanas.

Debido a que el carácter esencial de la ciencia lo constituye su interés en las manipulaciones y transformaciones efectivas de la
materia, la corriente científica principal proviene de las técnicas prácticas del hombre primitivo; la ciencia mostrada e imitada, y no
aprendida de memoria. La expresión de la ciencia, sin embargo, es inicialmente verbal y luego escrita; por consiguiente, las ideas y
las teorías de la ciencia son extraídas de la vida social y provienen, a su vez, de la magia, la religión y la filosofía.

La influencia de la cultura de las épocas antiguas afecta a nuestra cultura actual a través de una cadena ininterrumpida de
tradición, de la cual sólo la parte más reciente es una tradición escrita. Nuestra elaborada civilización mecánica y científica ha
surgido por entero de la técnica material y de las instituciones sociales del pasado remoto, en otras palabras, de los oficios y
costumbres de nuestros antepasados. El descubrimiento de estos oficios y costumbres constituye la tarea de los historiadores y de
sus colegas –los arqueólogos, los antropólogos y los filólogos. Ellos trabajan con los registros materiales y escritos del pasado y
por medio del análisis de las costumbres y lenguajes actuales de los pueblos primitivos y de los civilizados.

Ahora bien, en esos períodos primitivos los hechos son conocidos de modo fragmentario e imperfecto y son difíciles de reunir. En
su mayor parte, únicamente son accesibles a los expertos en campos especializados, que ordinariamente se han ocupado de
establecer las secuencias correctas y las interacciones de las culturas, y rara vez se han interesado en los problemas que presenta
la indagación de los orígenes y las influencias de las ciencias. Debido a que yo no soy historiador ni erudito, sino un científico
activo, las reconstrucciones que hago tienen la limitación de ser provisionales y abiertamente susceptibles de crítica. Pero, es
justamente de esta crítica y de las investigaciones a que la conduzca, de donde se podrá llegar a establecer un cuadro coherente y
razonable.

Desde luego, hubiera sido posible dejar completamente a un lado la exposición de los períodos primitivos. Aún así se podría
escribir una explicación perfectamente inteligible de una ciencia moderna y, tal vez, de la ciencia medieval. Pero semejante
explicación resultaría engañosa. Mucho de lo que se tendría que aceptar como cierto, presentándolo como evidente por si mismo o
como arbitrario, es efectivamente resultado de los factores específicamente científicos y sociales operante en la antigüedad. Por
ejemplo, el gran debate acerca de la revolución de las esferas celestes, que señala el principio de la ciencia moderna, es
ininteligible sin el conocimiento del origen mítico cosmológico de dichas esferas, que se remonta por lo menos hasta las primeras
etapas de la cultura mesopotámica.

En esta segunda parte trataremos de dar, en forma esquemática, una explicación de la creación y la diferenciación de la ciencia,
en relación con los primeros desarrollos de las sociedades humanas. El gran período histórico tratado aquí comprende dos grandes
etapas, divididas por la invención crucial de la agricultura. La primera etapa comprende la Edad Paleolítica entera, cuya base es la
recolección de alimentos y la caza. La segunda etapa incluye los períodos de la agricultura primitiva (Edad Neolítica); de la primera
cultura urbana fluvial en Egipto, Mesopotámia, la India y la China (Edad de Bronce); y las primeras ciudades independientes
basadas en los oficios y el comercio (Edad de Hierro), comprendiendo las civilizaciones clásicas de Grecia y Roma. Para los
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propósitos de este libro es conveniente separar este último período, en parte porque nos es mucho mejor conocido por las fuentes
escritas de que disponemos, pero más todavía porque su tradición se ha incorporado directamente a la ciencia moderna. De
acuerdo con esto, la segunda parte se encuentra dividida en tres capítulos: capítulo segundo, la Edad Paleolítica; capítulo tercero,
Edad Neolítica y edad de Bronce; y capítulo cuarto; Edad de Hierro y Cultura Clásica.

En cada uno de éstos períodos los hombres han hecho contribuciones a las técnicas y a las ideas que constituyen la base
necesaria de la ciencia. En la Edad Paleolítica se produjeron las principales maneras de manipular y conformar los materiales,
incluyendo el uso del fuego, el conocimiento práctico de la existencia y los hábitos de animales y plantas en la naturaleza salvaje.
Lo mismo que las invenciones sociales fundamentales del parentesco, el lenguaje, los ritos, la música y la pintura. La cultura
urbana de la Edad Neolítica trajo consigo, junto con la agricultura, el tejido y la cerámica, las invenciones sociales del simbolismo
pictórico y de la religión organizada. La Edad de Bronce agregó los metales, la arquitectura, la rueda y otros artefactos mecánicos;
también produjo algo de mayor importancia aún: la decisiva invención social de la ciudad misma. –la civis de la civilización, la polis
de la política. La ciudad fue la que hizo posible los progresos técnicos y, con ellos, todo un conjunto de invenciones intelectuales,
económicas y políticas –los números, la escritura, el comercio- dentro del dominio de la evolución del nuevo sistema de clases y de
gobierno organizado. Entonces empezó a surgir una ciencia consciente y las disciplinas distinguibles de la astronomía, la medicina
y la química adquirieron sus primeras tradiciones.

La Edad de Hierro no produjo una transformación notable en la técnica material, no obstante que agregó el vidrio y mejoró las
herramientas y las máquinas. Su principal contribución consistió en extender y propagar la civilización, con el empleo del nuevo
metal económico –el hierro-; sin embargo, las invenciones sociales del alfabeto, el dinero, la política y la filosofía prepararon el
terreno para el rápido desarrollo y extensión de las técnicas y la ciencia. Fue en este período cuando los griegos reunieron la
experiencia técnica de los antiguos imperios y la desenvolvieron en la primera ciencia enteramente racional, que tiene una
conexión directa e ineludible con nuestra propia ciencia. Sin embargo, el período clásico fue también una época de guerras y
conflictos sociales, de esclavitud y opresión. Su expresión final, el Imperio Romano, aportó poco a la ciencia y mucho a las obras
públicas y al derecho. A causa de sus contradicciones inherentes, sobrevivió gradualmente su decadencia política e intelectual y,
con su derrumbe, la ciencia de antigüedad clásica quedó eclipsada; pero, otras ramas paralelas siguieron floreciendo en Persia, la
India y la China, y prepararon el camino para un nuevo avance.

5.- LAS CIENCIAS NATURALES Y LAS CIENCIAS SOCIALES


F.V. Konstantinov

5.1 Las ciencias naturales

Las ciencias naturales –el sistema de ciencias de la naturaleza- constituye una de las tres ramas esenciales del saber humano; son
la base teórica de la industria y la agricultura, la técnica y la medicina; el fundamento científico de la filosofía del materialismo, de la
interpretación dialéctica de la naturaleza. El conocimiento de la naturaleza es resultado de la actividad teórica y productiva del
hombre. Las ciencias naturales tienen un doble objetivo: 1) descubrir la esencia de los fenómenos de la naturaleza, conocer sus
leyes y prever sobre su base los nuevos fenómenos, y 2) señalar las posibilidades de aplicar en la práctica las leyes sobre la
naturaleza, que han sido conocidas.

La ciencia nace al calor de las necesidades de la práctica social y, principalmente, de la producción material. Son objeto de
observación y de síntesis científica; ante todo, los fenómenos de la naturaleza relacionados de un modo o de otro con la vida
material de la sociedad, con la producción. La práctica de la producción ha impulsado al hombre al conocimiento de las causas de
los fenómenos tales como los cambios del día y la noche, las estaciones del año, las variaciones del tiempo, el desbordamiento de
los ríos. Las necesidades prácticas movieron al hombre a la necesidad de conocer las causas de las enfermedades de los hombres
y los animales, a estudiar las cualidades provechosas y novias de los vegetales, las características y las costumbres de los
animales, a conocer las propiedades mecánicas, físicas y químicas de los cuerpos, de los minerales, etc.

En un principio, los conocimientos del hombre eran muy limitados, se aferraban a la memoria de las gentes y se transmitían en
tradición oral a lo largo de los siglos. Estos conocimientos se reducían, fundamentalmente, a la experiencia productiva del hombre.
Pero, al desarrollarse la sociedad, con la división del trabajo y la diversificación de las actividades humanas, con la aparición de las
clases y del Estado, se ensancharon los conocimientos del hombre acerca del mundo circundante. La memoria del hombre
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individual no podía retener todos los conocimientos y surgió la necesidad de registrar por escrito las observaciones y
generalizaciones de lo observado. Surgió así el arte de la escritura.

La escritura no fue, como no lo fue tampoco el lenguaje articulado, la invención de un solo hombre. Fue como medio de
intercambio de pensamientos y vehículo de acumulación de conocimientos, el resultado de los esfuerzos de muchos hombres. Sin
embargo, durante mucho tiempo, el arte de la escritura, en su forma mas desarrolladas, se mantuvo al igual que la ciencia, como
monopolio de un círculo reducido de personas en los medios de las clases dominantes: los sacerdotes, el clero, los funcionarios y
los intelectuales.

El arte de la escritura, una vez conocido, se convirtió en poderoso medio de acumulación de conocimientos, que pudieron así
transmitirse de generación en generación y de unos pueblos a otros. Al principio el registro por escrito de diversas clases de
noticias y observaciones era algo desordenado, incoherente y, no pocas veces, contradictorio. Quienes sabían escribir registraban
las noticias de las campañas, guerras, las victorias y las derrotas, la vida, los usos y costumbres de otros pueblos, la fauna y la
flora de diversos lugares, etc. Y se recogían, asimismo las observaciones relacionadas con la base sobre que descansa la vida de
la sociedad: la producción (la época del desbordamiento de los ríos, el comienzo de las faenas del campo, el tiempo en que
maduraban los frutos, etc.). Mas tarde, los apuntes fueron ordenándose y sistematizándose; los conocimientos acumulados
permitieron establecer nexos entre ellos, descubrir la interdependencia entre los fenómenos y sus leyes. Surgieron así, los
primeros rudimentos de la ciencia.

La astronomía surgió de la necesidad práctica de conocer las leyes que rigen el cambio de las estaciones del año y de la
necesidad de orientarse para viajar en la noche. En el antiguo Egipto y en Babilonia, donde la agricultura se hallaba íntimamente
vinculada a las inundaciones de los ríos, los conocimientos astronómicos eran indispensables para poder calcular los períodos en
que se producían las inundaciones de los ríos que se desbordaban.

El desarrollo de la astronomía exigía el de la matemática, como base obligada de ella. Generalmente, los astrónomos antiguos
eran al mismo tiempo destacados matemáticos. La necesidad de medir los campos hizo nacer la geometría. La construcción de
grandes edificios y las complicadas obras hidrotecnias (canales, presas, diques, etc.), así como las necesidades de la navegación y
de las artes de la guerra, hicieron surgir la mecánica, la que, a su vez, impulso el desarrollo ulterior de la matemática.

La necesidad vital de la lucha contra las enfermedades de los hombres y de los animales hizo que aparecieran la medicina y la
veterinaria; y ello contribuyó, a su vez, al nacimiento y desarrollo de la botánica, la zoología, la anatomía y la filosofía.

Por regla general, las ciencias naturales daban respuesta a los problemas planteados por la producción y generalizaban las
enseñanzas de la práctica. Mucho antes de la que formulase el principio de que el frotamiento se convertía en el calor, el hombre
había aprendido a producir el fuego frotando dos palos. Antes de que se descubriera la ley de la transformación de la energía, ya
se realizaba prácticamente esta operación (en la máquina de vapor). Lo que no debe interpretarse en el sentido de que la ciencia
solo pueda generalizar pasivamente las experiencias previamente conseguidas en el campo de la producción. Nada de eso: la
ciencia, apoyándose en las síntesis teóricas de las enseñanzas de la práctica, lleva a cabo descubrimientos que impulsan y
revolucionan la propia producción.

Tal ha ocurrido, por ejemplo, con el descubrimiento de la leyes del vapor y la invención de la máquina de vapor, con el
descubrimiento de las leyes de la electricidad, el de la energía atómica, con el descubrimiento por Michurin de las leyes sobre la
plasmación artificial de las formas de los organismos, con el de la leyes del fomento de la fecundidad del suelo, llevado a cabo por
los sabios rusos Dokuchaev, Kostychev y Prianishnikov, etc.

La influencia de la producción, de las necesidades económicas, sobre el desarrollo de la ciencia no siempre es directa, inmediata,
sino que adopta a veces, formas indirectas. Pero de un modo o de otro, las necesidades de la vida material de la sociedad
determinan siempre y dondequiera el desarrollo de la ciencia, aunque los mismos hombres de ciencia no se den, a veces, cuenta
de ello.

Algunos historiadores afirman que no es la ciencia la que depende de la producción social, sino que por el contrario, el estado y el
desarrollo de la producción dependen del desarrollo de la ciencia. Según ellos, la ciencia es el fruto de las puras cavilaciones y
especulaciones del investigador recogido en la soledad de su laboratorio o de su cuarto de estudio, al margen de la vida y de sus
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necesidades. Pero el mejor mentís a esta concepción idealista lo de la producción, las necesidades técnicas, han ejercido sobre la
aparición y el desarrollo de las ciencias mayor influencia que decenas de universidades, La moderna gran industria seria
inconcebible sin la mecánica, la física y la química modernas, pero, a su vez, el vertiginoso desarrollo de estas ciencias ha sido
determinado, cabalmente, por las necesidades de la gran industria, basada en las conquistas de las ciencias naturales. La física y
la química modernas no podrían concebirse sin la grandiosa técnica de nuestro tiempo, la cual puesta en manos de los físicos y los
químicos, da como resultado la gran industria.

La historia de todos los grandes descubrimientos científicos demuestra que la fuerza motriz en el nacimiento y el desarrollo de la
ciencia ha sido la práctica social, las necesidades del desarrollo y de las fuerzas productivas, las necesidades del desarrollo
económico, la lucha de clases.

Los mayores éxitos logrados en el desarrollo de las ciencias naturales en los siglos XVII y XVIII correspondieron al campo de la
mecánica, de la astronomía y de la ciencia matemática, relacionada con ellas. Estas ramas del conocimiento científico eran las más
directamente vinculadas con las apremiantes necesidades de la creciente industria y con el desarrollo de la vida material de la
naciente sociedad capitalista.

A diferencia de todos los modos de producción anteriores, basados en una técnica rutinaria, el modo de producción capitalista se
basa en la técnica a base de máquinas, inseparable de la aplicación de la ciencia a la producción. Y son precisamente las
necesidades del desarrollo de la producción, de la técnica maquinista, las que determinan y explican, fundamentalmente, el
impetuoso desarrollo de las ciencias naturales.

El primer período de desarrollo de las ciencias naturales la época del capitalismo, a partir del siglo XVI, trajo consigo grandiosos
descubrimientos en el campo de las matemáticas, de la mecánica y de la astronomía, pero en lo tocante al estudio de los
fenómenos orgánicos no rebasó los límites de las etapas iniciales del conocimiento. Todavía no fueron investigados, entonces, ni
las formas orgánicas en su sucesión histórica (paleontología), ni los cambios históricos de las condiciones geológicas del desarrollo
de los organismos (geología). Los naturalistas seguían enfocando la naturaleza desde el punto de vista metafísico. Para un estudio
más profundo y certero de las formas de la vida orgánica, no bastaban “los dos fundamentos primarios, la máquina y la ciencia de
la forma estructural orgánica principal, de la célula”.

Desde mediados del siglo XVIII, y sobre todo a partir del XIX, los grandes descubrimientos científicos fueron abriendo una brecha
tras otra en la concepción metafísica de la naturaleza; la teoría de Kant Leplace sobre los orígenes naturales del sistema solar; la
doctrina sobre el desarrollo histórico del planeta y la teoría paleontológica sobre la sucesión coherente de los cambios operados en
las formas orgánicas de la tierra; la aparición de la química orgánica y la creación artificial de organismos, que vinieron a demostrar
la posibilidad de aplicar las leyes químicas en el campo de la naturaleza viva, el descubrimiento de la teoría mecánica del calor y
de la ley de la transformación de la energía; el de la estructura celular de los organismos; los descubrimientos de Lamarck, Darwin,
Michurin, Timiriazey y Pavlov, al igual que muchos otros, llevados a cabo en el campo de las ciencias naturales, vinieron a poner
de manifiesto la unidad de la naturaleza y los nexos internos existentes entre todas sus formas, en un desarrollo histórico
ininterrumpido.

La teoría del desarrollo no podría haber triunfado en la ciencia bajo las condiciones del feudalismo, en que la producción se
mantenía en una relativa inercia, en que toda la vida social discurría con una gran lentitud y en que prevalecía una ideología
religiosa extraordinariamente conservadora. El capitalismo destruyó las relaciones feudales, revolucionó la producción y aceleró
con ello el curso de la vida social. La revolución operada en el modo de producción trajo consigo las revoluciones políticas
burguesas. Y todo ello imprimió un poderoso impulso a los grandes progresos logrados en el campo de las ciencias naturales.

La ciencia en la sociedad burguesa, es una prisionera y una servidora del capital, un instrumento de la explotación. Bajo el
capitalismo, el trabajo y la ciencia se hallan en una relación antagónica: el desarrollo de la ciencia, como el de las fuerzas
productivas, conduce en esa sociedad al empobrecimiento de los trabajadores.

La avidez de las máximas ganancias, la competencia y las exigencias planteadas por las guerras imperialistas obligan a los
capitalistas a desarrollar la técnica y la ciencia. Pero esta misma ambición de la ganancia máxima empuja a los capitalistas, por
otra parte, a limitar el desarrollo de la ciencia y de la técnica, cuando los nuevos inventos ponen en peligro la obtención de dicha
ganancia. Los monopolios capitalistas someten por entero a sus intereses y a sus fines las actividades de la investigación
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científica. Bajo las condiciones del capitalismo, los laboratorios e institutos de investigación científica se crean con sujeción al
mismo principio que cualquier empresa capitalista; son sencillamente, empresas capitalistas de un tipo especial y dotado de un
equipo complicado. Cientos y miles de sabios e ingenieros trabajan en ellas bajo las órdenes y el control de los monopolios
capitalistas.

El desarrollo de la ciencia, y principalmente el de la física, el de la química y de las demás ciencias aplicadas que guardan una
relación directa con el desarrollo de la técnica, no se interrumpe, como es natural, en la época de la descomposición del
capitalismo, pero cobra, al llegar a este período, un carácter unilateral y deforme. Se descubren nuevas fuentes de materias primas
y energías, nuevos materiales y sucedáneos: la energía atómica, la bencina sintética, los materiales plásticos, etc. <pero, bajo las
condiciones del imperialismo, todas estas conquistas no sirven más que para reforzar la explotación y la miseria de las masas, para
crear nuevos y mas perfeccionados artefactos de matanza y destrucción.

Hemos visto mas arriba que la ciencia surge al calor de las necesidades de la práctica, que se desarrolla en íntima relación con las
necesidades de los avances de la técnica, con las exigencias de la producción. Las ciencias naturales sirven a las necesidades de
la producción. El conjunto de los conocimientos científicos, contrastados y confirmados con la práctica, nos ofrecen la verdad
objetiva. Estos conocimientos verdaderos, científicos, van acumulándose de generación en generación, de una a otra época, de
una a otra formación social. No se destruyen al ser sustituida una base económica por otra, sino que se conservan, se multiplican y
siguen desarrollándose.

Los teoremas de Euclides, la ley de la gravitación universal, la ley de la conservación de la materia, la ley de la conservación y
transformación de la energía, etc., son verdades objetivas, que no dependen del hombre ni de la humanidad. Las leyes de las
ciencias naturales y técnicas pueden servir a diferentes modos de producción.

Ahora bien, la ciencia no consiste solamente en la formulación de leyes, teoremas y axiomas, sino también en su interpretación y
generalización filosófica, teórica. Y, en este terreno, se despliega en la ciencia una enconada lucha de opiniones.

La historia de la ciencia es la historia de la lucha entre el conocimiento y la fe, entre la ciencia y la religión, entre el materialismo y
el idealismo; la historia de la lucha entre las tendencias retardatarias, reaccionarias, conservadoras. Lucha que, en la sociedad de
clases, es un reflejo de la lucha de clases.

En el tiempo de Darwin, se liberaba la lucha entre los darwinistas y sus adversarios. En nuestro tiempo, la física, la química y la
biología, y no digamos las ciencias sociales, son la palestra en que se mantiene una enconada lucha entre tendencias antagónicas,
la lucha entre el pensamiento científico avanzado y las tendencias que pugnan por tirar de la ciencia hacia atrás, preconizando
teorías idealistas y metafísicas, radicalmente enemigas de la ciencia.

Pero, al lado de esto, existe y es también común, una diferencia esencial entre las ciencias naturales y las sociales. Por si mismo
objeto de investigación, la mayoría de las ciencias sociales, en especial la economía política, la sociología, la teoría del Estado y
del derecho, afectan a los intereses de las clases explotadoras, y esto hace que provoquen las más bajas pasiones, que
desencadenen “las furias del interés privado”.

5.2 Las ciencias sociales

Las ciencias sociales, a las que se denomina también ciencias humanas, son el conjunto de cuantas se ocupan del hombre y de la
sociedad, las cuales se diferencian de las ciencias de la naturaleza (ciencias naturales) también por la aplicación práctica de sus
leyes. Entre las ciencias humanas se destacan las ciencias del pensamiento. Las ciencias sociales constituyen el sistema de todas
las esferas de los conocimientos sobre la sociedad, sobre las leyes de su aparición y desarrollo; sobre su estructura, los diversos
elementos de la misma y las diferentes facetas de la vida social; sobre la existencia y la conciencia sociales y su interacción sobre
el hombre, su formación, actividad, desarrollo y estado; sobre las comunidades humanas: clases, naciones, grupos y las relaciones
entre ellos, y sobre la cultura material espiritual.

Como la cultura es la premisa para la aparición y existencia de la sociedad, existen ciencias que se hallan en la influencia de las
ciencias sociales y las ciencias naturales (antropología, geografía, medicina, etc.) La filosofía, en calidad de ciencia que se ocupa
de las leyes más generales del desarrollo de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento constituyen una rama especial. Existen
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ciencias sociales que estudian aspectos, procesos y fenómenos aislados de la sociedad: la economía, la política, el derecho, el
Estado, la lengua, la literatura, etc., las cuales abarcan todas las manifestaciones de la vida social. Sin embargo, la simple
acumulación de las ciencias sociales no es suficiente para proporcionar una idea de la sociedad como un sistema conjuntado. Por
eso, a la par que las ciencias que estudian las esferas, fenómenos y procesos sociales, existe la ciencia que investiga el desarrollo
de la sociedad en su integridad. Como método general de las ciencias sociales y método de transformación de la sociedad, figura
el materialismo histórico.

6.- CARÁCTER ESPECÍFICO DEL CONOCIMIENTO DE LOS FENOMENOS SOCIALES.

La unidad de las cosas del mundo determina la unidad, en cuanto a objetivos y metodología, en el conocimiento de la naturaleza y
de la sociedad, la unidad de principio entre las estructuras lógicas de las ciencias naturales y sociales. Pero, junto a esta unidad,
en el conocimiento de los fenómenos sociales existen particularidades específicas, que están condicionadas por el carácter de la
sociedad como una formación especial –social- que es. Por eso, es inadmisible, tanto enfrentar y establecer una barrera entre los
problemas relacionados con las ciencias naturales y el conocimiento histórico social, como identificarlos sustituyendo las
cuestiones a tratar por la sociología por los fenómenos de la naturaleza y limitando su método a los de las ciencias naturales. La
sociedad es una continuación de la naturaleza, y por eso las ciencias sociales constituyen el análisis de sus premisas naturales.

La sociedad constituye, ante todo, un objeto de estudio mucho mas complicado que las ciencias naturales.

El rasgo específico del conocimiento de la sociedad se debe a que los propios hombres forjan su historia y son al mismo tiempo,
actores y autores de su drama histórico mundial. El carácter variable de la sociedad también influye en su conocimiento, ya que los
procesos que se someten a análisis se convierten con gran rapidez en historia, cuyo estudio se halla bajo la influencia del presente.
La teoría del pasado se interpreta indefectiblemente a la luz de lo actual. El conocimiento de la sociedad es “esencialmente
relativo, en cuanto se limita a la comprensión de la coherencia y las consecuencias de ciertas formas de sociedad y Estado
existentes solo en un tiempo determinado y para pueblos dados y perecederos por naturaleza. El que en este terreno quiera salir a
la caza de verdades definitivas de última instancia, de verdades autenticas y absolutamente inmutables, conseguirá poco botín
como no sean trivialidades y lugares comunes de lo mas grosero”. En las ciencias sociales existe el peligro del relativismo
absoluto, peligro que se refleja, por ejemplo, en las teorías burguesas del presentismo. La teoría científica rechaza semejante
relativismo: no obstante, la necesidad de desarrollo que experimentan las teorías sociales es indudable, esto se halla relacionado
tanto con el desenvolvimiento del propio objeto como con los cambios que se producen en la comprensión de su esencia. En este
sentido, todas las ciencias sociales son históricas, ya que investigan “las condiciones vitales de los hombres, las instituciones
sociales, las formas jurídicas y estatales con su sobre estructura ideal de la filosofía, religión, arte, etc., en su sucesión histórica y
en su resultado actual”.

En el conocimiento de los fenómenos sociales, existen en cada época límites históricamente condicionados, los cuales se hallan
determinados por el desarrollo de las condiciones materiales de vida de la sociedad. Pero como las ciencias sociales estudian la
esfera de las relaciones económicas, políticas e ideológicas de los hombres, se hallan íntimamente ligadas a los intereses de la
clase. Las ciencias sociales apoyan o rechazan determinado régimen social, lo cual determina la actitud que respecto a ellas
manifiestan las clases dominantes, que se benefician de los organismos sociales existentes. En una sociedad con contradicciones
antagónicas de clase no puede existir una ciencia social “imparcial”. Las relaciones de clase y las posiciones que con respecto a
ellas adoptan los pensadores de cada época, determinan en grado sumo el desarrollo del conocimiento de la sociedad. Al mismo
tiempo conviene distinguir entre la posición honrada que puede adoptar determinado teórico y la apología sin trabas del régimen
existente. Por ejemplo, al mismo tiempo que se debe señalar la honradez científica del ideólogo de la burguesía industrial, Ricardo,
debe condenarse a Malthus, cuyas conclusiones “…sobre los problemas científicos están fabricadas –con miras- a las clases
dominantes, en general, y especialmente hacia los elementos reaccionarios de estas clases; y eso significa que Malthus falsifica la
ciencia por complacer los intereses de dichas clases”.

Los progresos en el desarrollo del pensamiento humano acerca de la sociedad tienen lugar, sobre todo, en las épocas
revolucionarias, cuando madura la crisis de las relaciones existentes y se fortalecen lo suficiente los elementos de las nuevas
relaciones sociales y las posiciones de las nuevas clases sociales, que promueven también a sus representantes teóricos.

El carácter específico del conocimiento de los fenómenos sociales consiste además en que el resultado del desarrollo histórico
adquiere ante los ojos de numerosas personas la consistencia de los fenómenos naturales y las únicas formas posibles de la vida
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social. “La reflexión acerca de las formas de la vida humana, incluyendo por tanto el análisis científico de esta, sigue en general un
cambio opuesto al curso real de las cosas. Comienza post festum y arranca, por tanto, de los resultados preestablecidos del
proceso histórico”. En este sentido, para el conocimiento de la sociedad es de extraordinaria importancia la madurez del objeto a
investigar, ya que únicamente sus formas desarrolladas pueden constituir la premisa necesaria de un conocimiento
verdaderamente científico. La ausencia de semejante premisa, los intentos de crear teorías sociales que no se basen en una
realidad desarrollada han constituido y constituyen la causa fundamental de que vean la luz ideales irrealizables, sistemas
ideológicamente falsos y estructuras utópicas. La aparición de una verdadera ciencia de la sociedad resulta posible únicamente en
determinado estadio de desarrollo de la sociedad y de su conocimiento. Al mismo tiempo, hay que subrayar que el carácter
específico del conocimiento de los fenómenos sociales no significa en modo alguno que los conocimientos acerca de la sociedad
en el plano lógico y metodológico sean también específicos.

7.- NOCIONES FUNDAMENTALES DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO


Eli de Gortari

Los movimientos, cambios y transformaciones a que se encuentran sujetos los procesos existentes están regulados por ciertas
relaciones invariantes, a las que denominamos leyes objetivas. Las leyes objetivas son las formas generales en que se producen
las transformaciones de los procesos, de sus propiedades y de sus interacciones. Las leyes exhiben, entonces, la irregularidad de
las variaciones, que es lo único constante que se conoce en el universo. Dichas leyes son objetivas porque gobiernan el
comportamiento de los procesos, independientemente de nuestra voluntad y de nuestra conciencia. Además, como todo lo
existente, las leyes objetivas son susceptibles de ser descubiertas y determinadas por medio de la investigación científica. Incluso,
podemos decir que la historia de la ciencia y de la técnica es, en cierto modo, la historia del descubrimiento de esas leyes y de su
utilización. En todo caso, es imposible explicar el comportamiento de los procesos, y menos todavía predecirlo, si no se conocen
las leyes que regulan dicho comportamiento.

Cuando se consigue descubrir una ley objetiva, se expresa en la forma de una ley científica. Por lo tanto, la ley científica es una
reconstrucción racional que refleja a la ley objetiva. Entonces, aún cuando su determinación se mejore con el avance del
conocimiento. La ley científica sólo puede representar a la ley objetiva de un modo cada vez más aproximado, pero sin llegar a
coincidir nunca con ella. En todo caso, la ley científica representa a la ley objetiva, de una manera análoga al modo como el
concepto representa a una clase de procesos objetivos. Una vez establecida, la ley científica enuncia una relación necesaria que
se cumple en diversas condiciones y cuyos efectos se manifiestan en la producción de acciones determinadas en los procesos. En
cada caso, los efectos de una ley dependen específicamente de las condiciones concretas en que se encuentren los procesos.
Inclusive, esos efectos pueden ser opuestos; como sucede, por ejemplo, con la ley de la inercia que, por ponerse a cualquier
cambio de movimiento, producen el efecto de que un cuerpo se resista a empezar a moverse, cuando está en reposo relativo y,
también, produce el efecto de que un cuerpo se resista a detenerse, cuando se encuentra en movimiento. Entonces, aunque nunca
es posible cambiar las leyes objetivas, ni tampoco se puede sustraer proceso alguno a su cumplimiento inexorable, no obstante, si
es enteramente factible modificar las condiciones y obtener así otros efectos diferentes. De esa manera es como el hombre ha
logrado transformar los efectos del cumplimiento de las leyes, alterando convenientemente las condiciones en que se encuentran
los procesos afectados. Ese es uno de los conocimientos fundamentales adquiridos por la humanidad desde el comienzo de la
actividad científica; y en tal conocimiento se apoyan el desarrollo tecnológico y la experimentación.

Las leyes no determinan el comportamiento de los procesos, sino que lo regulan en condiciones determinadas. Esto es, que la ley
no anticipa lo que le ocurrirá singularmente a un cierto proceso, sino lo que le sucederá cuando se cumplan tales y cuales
condiciones. En ese sentido, las leyes desempeñan la función de predecir lo desconocido –los cambios que se producirán- con
base en lo conocido –o sea las condiciones que se han determinado-. Así, la ley explica los procesos conocidos y predice el
comportamiento de otros procesos de la misma clase. Como consecuencia, la generalización de una relación necesaria, expresada
en la ley, constituye una predicción universal. Por otra parte, las leyes científicas sirven como instrumentos de las investigaciones
ulteriores y, en tanto que cumplen con esa función, se constituyen en partes integrantes del método científico. Algunas leyes
científicas expresan de una manera simple ciertos hechos objetivos que nos son familiares. Otras leyes se refieren a procesos
menos aparentes y mas complejos, que incluyen relaciones complicadas y conceptos mas refinados. Hay muchas leyes que se
expresan mejor por medio de su formulación matemática; sin que tal formulación tenga que ser necesariamente cuantitativa o
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métrica. La formulación abstracta más elemental de una ley científica es la que se hace al establecer una función matemática con
dos variables, admitiendo que entre esas dos magnitudes, que varía de manera correspondiente, existe siempre la misma relación.

Lo más importante es que las leyes científicas explican el comportamiento de los procesos, cuando se conocen las condiciones de
su cumplimiento y, a la vez, predicen el comportamiento futuro de cualquier proceso de la misma clase, tanto en esas mismas
condiciones como en otras diferentes. De esa manera, las leyes científicas sirven para responder a las principales interrogaciones
de la ciencia; sobre el qué, el dónde, el cuándo, el cómo y el porqué de los procesos existentes. O sea, dicho en otras palabras,
acerca de las formas de su existencia, del lugar en que se encuentran, del momento en que ocurren, de los modos y manera de su
comportamiento, y de las causas y razones por las cuales se producen. Como se puede advertir, las leyes representan
constricciones en el comportamiento de los procesos. Sin tales constricciones, el universo sería completamente caótico, es decir,
que no sería un cosmos o todo ordenado. La organización de los procesos, sus simetrías, sus interacciones, sus movimientos,
junto con las regularidades de su comportamiento y otras muchas modalidades de su existencia, imponen un gran número de
constricciones a los procesos. Cada ley científica es, entonces, la expresión determinada de una constricción. Así, por ejemplo, la
ley de Newton sobre el movimiento planetario establece que, entre todas las posiciones y velocidades posibles, solamente un
pequeño grupo es el que se cumple en la realidad. En ese sentido, la ley excluye muchas posiciones y velocidades de las plantas,
prediciendo que nunca se producirán. Por consiguiente, el cumplimiento de una ley viene a ser, simultáneamente, una predicción
negativa. Solo que, la misma constricción inexorable impuesta por la ley científica, aunada al conocimiento de las condiciones
específicas –que son igualmente restrictivas-, es lo que permite predecir acontecimientos futuros. En rigor, la posibilidad misma de
hacer cualquier predicción implica, ineludiblemente, la existencia de algunas restricciones conocidas.

Algunas leyes expresan una relación causal, en virtud de lo cual ciertos acontecimientos se producen necesariamente como
efectos, por ser justamente las consecuencias de otros acontecimientos determinaos como causas. Otras leyes son funcionales,
porque solamente determinan la coexistencia necesaria de ciertos acontecimientos, conforme a una relación determinada. Y hay
otras leyes que se refieren a relaciones estadísticas, las cuales permiten predecir los acontecimientos con una probabilidad
determinada. Así, por ejemplo, el hecho de que un líquido fluya de un nivel superior a otro inferior, debido a la energía de
gravitación, es algo necesario que obedece a una relación causal, como lo es la establecida por la ley de la conservación de la
energía. En cambio, la segunda ley del movimiento de Newton expresa una relación funcional; la aceleración de un cuerpo es
directamente proporcional a la fuerza ejercida sobre dicho cuerpo e inversamente proporcional a su masa inercial. Como es fácil
advertir, no se indica que la fuerza anteceda o suceda a la aceleración y, por ende, no se le puede considerar ni como causa ni
tampoco como efecto, sino simplemente como coexistente con la aceleración. Pro otra parte, el hecho de que el calor fluya de un
cuerpo mas caliente a otro mas frío, debido a la energía térmica, es algo probable que obedece a una ley estadística. En ese caso,
la ley representa la síntesis de las observaciones que se han hecho sobre un número de ocurrencias del acontecimiento en
cuestión. Sin embargo, aunque es muy grande la probabilidad de que suceda lo antes dicho, también podría llegar a ocurrir que el
calor fluyera del cuerpo frío al cuerpo caliente, sin que se violase por ello la ley de la conservación de la energía.

Las leyes que gobiernan a la naturaleza se encuentran vinculadas mutuamente, tal como se advierte claramente a través de las
influencias recíprocas que se ejercen entre unas y oras. En rigor, no existen leyes aisladas, sino sistemas de leyes que rigen los
diversos niveles de la naturaleza. Y, debido a que dichos niveles coexisten, también existen simultáneamente los diversos sistemas
de leyes que les corresponden. Más aún, existen leyes que pertenecen a varios sistemas a la vez, como sucede con la ley de la
conservación y de la transformación de la masa y la energía. En esas condiciones cualquiera de los procesos que observamos en
nuestra vida cotidiana se encuentran regidos por el sistema de leyes de la física clásica. Pero, al mismo tiempo, en los niveles
internos de ese mismo proceso, coexisten otros sistemas de leyes como son las termodinámicas, las atómicas y las nucleares.
Cada uno de esos sistemas tiene su propia esfera de acción y, a la vez, hay una interacción de todos ellos, que se manifiestan de
muchas maneras. Por otro lado, ese mismo proceso que observamos en nuestra vida diaria. Está sometido exteriormente a
diversas interacciones con otros procesos y, también, participa de las acciones correspondientes al nivel astronómico de la
naturaleza, aún cuando sea solamente como un elemento ínfimo.

En la sociedad, al igual que en la naturaleza, existen leyes que gobiernan los diversos procesos y su desenvolvimiento. Algunas de
esas leyes corresponden al desarrollo social en su conjunto y en todas sus etapas. En cambio, hay otras leyes que rigen
únicamente indeterminados sistemas sociales y que carecen de vigencia en los otros. Por consiguiente, tales leyes sociales
específicas tienen la misma duración histórica que el régimen al cual pertenecen y caducan junto con éste. De manera, cuando
surge una forma más avanzada de organización social, se empieza a restringir rápidamente el cumplimiento de las leyes del
antiguo régimen, hasta que la nueva organización acaba por desplazar por completo a la vieja y hacer desaparecer sus leyes
101
específicas. Por lo tanto, como el desarrollo de la sociedad siempre es obra de la acción humana, resulta que las leyes sociales
peculiares de un régimen determinado se transforman como consecuencia de la actividad colectiva.

Por lo anterior, tenemos que entre las leyes de la naturaleza y las leyes de la sociedad existen coincidencias y diferencias
importantes. En ambos dominios de la existencia, las leyes generales son permanentes y su cumplimiento es inflexible; aun cuando
sus efectos se pueden hacer variar, cambiando las condiciones en que se cumplen. En la naturaleza los diversos niveles de la
existencia coexisten y no pueden hacer desaparecer, ni tampoco las leyes específicas que los gobiernan. De acuerdo con los
conocimientos comprobados, hay un solo nivel de la existencia que surgió después de los otros, que es el nivel biológico; y,
también, se ha establecido la conjetura de que la vida podría llegar a desaparecer, sin perjuicio de que se mantuviera la existencia
de los otros niveles (químico, termodinámico, atómico, nuclear, etc.). En cambio, se ha comprobado históricamente la desaparición
de algunas formas de organización social y se puede considerar que todas ellas terminarán por desaparecer. Entonces al
desaparecer un régimen social, junto con éste desaparecen sus leyes específicas. Por consiguiente, transformando el régimen
social se puede poner fin a la existencia de ciertas leyes, con el necesario surgimiento de otras leyes nuevas. Sin embargo, nunca
se debe olvidar que, en tanto siga existiendo un régimen social, subsistirán las leyes respectivas y, por ende, su cumplimiento
seguirá siendo inexorable.

La ley es una explicación que ofrece una perspectiva de conjunto y desde un nivel elevado, para las investigaciones ulteriores.
Como es sabido, la ley explica tanto los procesos de los cuales fue extraída, como los procesos de la misma clase, aunque no se
conozcan ni se hayan producido. La ley es una interpretación y una explicación de los resultados experimentales, en donde la
razón ha introducido la continuidad, la precisión y generalización. En todo caso, la ley es siempre aproximada, porque el científico
interpola en los datos ignorando las inflexiones y los máximos y mínimos que ocurren a veces en el intervalo entre dos datos) y
extrapola mas allá de lo abarcado por los datos (transponiendo los límites de lo experimentado). Por otra parte, la investigación
determina después cada vez mejor los límites de aplicación de las leyes. Cuando una ley queda comprobada de manera innegable,
se adquiere un conocimiento cierto que ninguna especulación posterior puede destruir, ni deteriorar, ni siquiera menoscabar. Si no
sucediera así, sería imposible la actividad científica. Lo único que puede ocurrir es que se descubra la necesidad de formular otra
ley, para explicar los procesos de una clase más general. En ese caso, dicha explicación tiene que ser única, tanto para el
comportamiento de los procesos anteriores como el de los nuevos y, al mismo tiempo, se ponen de manifiesto los límites del
cumplimiento de la ley anterior. Por lo tanto, la nueva ley tendrá que adoptar necesariamente la forma particular de la ley anterior y
confundirse con ella, cuando se aplique el dominio de su cumplimiento específico. El procedimiento de aproximaciones sucesivas,
entendido de esa manera, es el que permite avanzar a la ciencia. Así, las estructuras construidas objetivamente no son derribadas
por los progresos logrados, sino que más bien quedan integradas en estructuras más amplias.

Una teoría científica está constituida por un conjunto de leyes ordenadas sistemáticamente, que permite explicar el comportamiento
de los procesos de sus características. En consecuencia, la teoría es el sistema de leyes que explica los conocimientos
correspondientes a una ciencia o una de sus ramas. Por ejemplo, las tres leyes del movimiento y la ley de la gravitación universal,
establecidas por Newton, constituyen fundamentalmente la teoría de la mecánica clásica, la cual permite explicar la dinámica de los
movimientos de todos los cuerpos terrestres y celestes. Una teoría es científicamente válida, cuando explica los conocimientos de
los otros procesos pertenecientes al mismo dominio, aún cuando todavía no hayan sido experimentados. Lo que es más, cuando
se impone la necesidad de formular una teoría de mayor amplitud que la establecida hasta entonces, por haberse descubierto
hechos que no pueden se explicados, resulta indispensable que la nueva teoría, además de explicar los hechos conocidos (entre
los cuales se encuentran incluidos los que impusieron la necesidad de hacer una nueva interpretación explicativa), también permita
la predicción o anticipación racional de otros hechos y haga posible su verificación experimental.

La estructura de una teoría científica cumple con las siguientes condiciones características:

1. Es una imagen racional formada para explicar el comportamiento de los procesos existentes en un dominio
determinado
2. Se basa en las regularidades observadas y comprobadas en el comportamiento de los procesos de ese demonio;
3. Entre todas las teorías posibles, la existencia objetiva acaba por imponer una sola y de un modo inequívoco; y eso
puede ocurrir aún antes de que se recorra el sendero lógico conducente a la demostración de dicha teoría;
4. La única condición suficiente para mantener la validez de una teoría, es su comprobación experimental.
5. Es necesario que todos los elementos incluidos en una teoría o implicados por ella, permitan el reconocimiento de
los procesos objetivos correspondientes, éstos ocurran en el experimento o en el desarrollo racional.
102
6. Es indispensable que tanto el punto de partida de la teoría, como la estimación de sus resultados, solamente
impliquen experimentos posibles.
7. De toda teoría establecida se infieren consecuencias lógicamente necesarias, cuya validez dependerá de los
resultados experimentales correspondientes.
8. La consistencia de una teoría significa, en último extremo, que las consecuencias lógicas inferidas de ella no están
en desacuerdo con las experiencias correspondientes.
9. Las consecuencias inferidas de una teoría, por necesidad lógica terminan por constituirse en las imágenes
racionales de las consecuencias objetivamente necesarias del correspondiente comportamiento de los procesos existentes.
10. El dominio de una teoría se amplia con la diversificación de los experimentos y con la exactitud de las mediciones,
llegando a comprender así muchos procesos no conocidos en el momento en que se estableció originalmente la teoría.
11. Aún cuando se hayan postulado varias teorías para tratar de explicar el comportamiento de los procesos de un
cierto dominio, se prefiere aquella teoría que establezca la explicación más simple, en tanto que siga representando todos
los resultados experimentales obtenidos.
12. De una teoría se va desprendiendo un cierto número de hipótesis parciales, siempre el mas corto posible; tales
hipótesis permiten la corrección experimental de la teoría, no obstante que el resultado de la prueba lleva a la refutación de
alguna de esas hipótesis y a su consecuente sustitución;
13. La introducción de hipótesis exclusivas para cada nuevo comportamiento descubierto, conduce a la desaparición de
la teoría;
14. Cuando se presenta la necesidad de introducir una nueva hipótesis fundamental en una teoría, ha llegado el
momento de limitar el dominio de dicha teoría y de establecer, en su lugar, una nueva teoría con validez universal para todos
los procesos entonces conocidos;
15. El desarrollo histórico de las teorías, junto con la sucesiva introducción de teorías cada vez mas amplias, que
incluyen a las interiores como casos particulares, expresa la continuidad de los procesos existentes y permite la conexión
sistémica y la analogía entre todas ellas y, por lo tanto, entre todos los dominios del universo.

Cuando una teoría se encuentra suficientemente desarrollada, hasta el punto de que se le pueda considerar completa, es
susceptible de ser formulada rigurosamente, quedando expresada como un sistema formalizado. En esas pruebas de Goedel y de
Cohen, resulta que de una teoría se desprenden tres consecuencias importantes. En primer lugar, las leyes conocidas que forman
parte de la teoría, se pueden inferir de ésta en la forma de teoremas (proposiciones susceptibles de demostración) o de empiremas
(proposiciones susceptibles de verificación experimental). En segundo lugar, la teoría explica las leyes que la constituyen,
agregando algo mas que no está contenido en las leyes consideradas por separado, porque únicamente resulta del sistema en
conjunto. En tercer lugar, la teoría predice y explica por anticipado otras leyes nuevas, cuya existencia no se sospechaba antes de
que la teoría quedara formulada sistemáticamente. La mayoría de las leyes son descubiertas como resultado de experimentos y su
formulación sigue la secuela señalada antes. Pero, también se pueden anticipar otras relaciones invariantes en el comportamiento
de los procesos –y, por ende, otras leyes- partiendo de las leyes conocidas, siempre de acuerdo con el contexto de la teoría bien
determinada, formulada estrictamente y con sus postulados esclarecidos. Solo que, naturalmente, lo que se formula entonces es
una hipótesis, que requiere ser pasada por la prueba del experimento, antes de poderla incorporar al sistema de la teoría
respectiva.

Los principios científicos expresan aquellas regularidades en el comportamiento de los procesos que se cumplen en varios niveles,
de la existencia o, inclusive, en el universo entero. En otras palabras, los principios son las leyes comunes a diversas disciplinas
científicas. Por consiguientes, los principios forman parte integrante de varias teorías científicas y, algunos de ellos, de todas a la
vez. Así, por ejemplo, la ley de conservación de la cantidad de movimiento se cumple en todos los niveles de la existencia
estudiados por la física, abarcando desde las galaxias hasta las partículas elementales; y por ende, dicha ley es un principio que
forma parte integrante de las teorías correspondientes a esos niveles. Otras ilustraciones las tenemos en el principio de la
conservación de la carga eléctrica, el principio de la conservación y la transformación de la energía y la masa, la ley del valor (que
es un principio para todos los regímenes en que existe producción mercantil) y el principio de la correspondencia entre las
relaciones de producción y las fuerzas productivas (que se cumple en todas las formas de organización social).

Los principios científicos son constituyentes básicos de las teorías respectivas, al igual que las otras leyes específicas de cada una
de ella. Cuando se consigue poner de manifiesto el modo particular en que se cumple la regulación expresada por un principio
científico en un proceso concreto, entonces es posible obtener mayor información acerca de ese mismo proceso o, por lo menos,
es posible predecir con una aproximación muy grande algunas de sus propiedades que todavía no sean conocidas
103
experimentalmente. Los principios científicos también permiten diseñar la forma de las leyes nuevas que hagan falta en una teoría
y sirven para predecirlas específicamente, hasta, en aquellos casos en que los datos experimentales no sean suficientes para
intentarlo de otra manera. En ciertas circunstancias, los principios científicos llegan a servir para predecir igualmente la estructura
de las nuevas teorías, cuando se impone la necesidad de establecerlas.

En la realización de la actividad científica se parte de varios supuestos primordiales. Tales supuestos tienen, al comienzo de cada
investigación, el carácter de postulados, es decir, de aseveraciones admitidas sin prueba. Pero después, en el curso de cada
investigación, dichos postulados se comprueban una y otra vez, sin excepción alguna. Entre los postulados de que se parte para
emprender cualquiera investigación, tenemos los tres siguientes:

1. El universo existe objetivamente, de manera independiente a la conciencia y la voluntad humanas; y, en particular, el


hombre existe como parte integrante del universo.
2. Todos los procesos existentes, incluyendo el universo, que constituye el conjunto total de esos procesos, son susceptibles
de llegar a ser conocidos por el hombre, ya sea de manera directa o indirecta.
3. El desarrollo entero de todos y cada uno de los procesos existentes, comprendiendo los acontecimientos extremos de su
surgimiento y su desaparición, es predictible y verificable.

Además de los postulados primordiales del conocimiento científico, existen otros postulados de menor generalidad, cuyo
cumplimiento se extiende a un grupo de ciencias, como ocurre, por ejemplo, con los postulados de las ciencias naturales.
Igualmente, cada ciencia posee sus propios postulados específicos y, más todavía, cada rama científica tiene sus postulados
peculiares. Así por ejemplo, son bien conocidos los postulados de la geometría.

En cada investigación concreta se parte de un conjunto de postulados que está formado por los postulados de la disciplina en
particular, los del grupo de ciencias a que pertenece y los postulados generales del conocimiento científico. Al comenzar una
investigación, dichos postulados son considerados estrictamente como hipótesis por verificar, junto con aquellas hipótesis que
expresamente se trate de comprobar experimentalmente o de demostrar racionalmente. En esas condiciones, al terminar la
investigación, además de los resultados que se obtengan sobre el propósito concreto, también se consigue una verificación
específica del conjunto de postulados tomado como punto de partida. Como consecuencia de esa verificación, los postulados se
convierten en explicaciones comprobadas para ese caso específico y, por esa misma razón, se transforman en fundamentos de la
investigación efectuada. De esa manera, los postulados se van tomando en fundamentos de las investigaciones en que resultan
comprobados. Sin embargo, en cada nueva investigación por realizar, a pesar de las verificaciones recibidas en los casos
anteriores, los postulados recobran su carácter de hipótesis primordiales y, como tales, tienen que ser sometidos nuevamente a
prueba. Así, los postulados se encuentran sujetos a un proceso continuo y reiterado de verificación, a través del cual adquieren,
cada vez mas y con mayor amplitud, el carácter de fundamentos del conocimiento. Por lo tanto, los postulados tienen el rango de
fundamentos comprobados con respecto a los conocimientos ya adquiridos y, simultáneamente, mantienen su rango de supuestos
primordiales en lo que se refiere a las nuevas investigaciones que se inician.

La selección y la formulación de los postulados de la ciencia no se pueden hacer arbitrariamente. Por lo contrario, siempre es
indispensable verificar primero una cierta relación está implicada efectivamente en todos los conocimientos adquiridos en una
disciplina, en un grupo de ciencias o en todas en conjunto, antes de poder considerar a dicha relación como fundamento de sus
conocimientos y, por consiguiente, como postulado de las investigaciones posteriores. Otra cosa muy importante es que los
conceptos que figuran en los postulados son, indefectiblemente, las categorías correspondientes al dominio científico en cuestión.
Entonces, la confirmación de que los conceptos relaciones en una proposición son categorías de la disciplina considerada,
constituye una contraprueba de que tal proposición es un postulado. En todos los casos, los fundamentos de cada disciplina han
tenido que se descubiertos en los conocimientos mismos, a través de una laboriosa investigación lógica y mediante su
comprobación ineludible en la experiencia. Tal es el procedimiento objetivo que se sigue para llegar a la determinación de los
fundamentos de una ciencia, que luego son empleados instrumentalmente como postulados de la misma.

El juicio es la formulación del pensamiento en la cual se establece una relación determinante entre dos o más conceptos. La
relación que se formula en un juicio puede haber sido obtenida como resultado de un experimento o como consecuencia de un
razonamiento. Por lo tanto, en cada juicio se expone la determinación de un conocimiento logrado o de una hipótesis por verificar.
El juicio se formula para precisar, ampliar o profundizar la determinación de las propiedades, aspectos o conexiones de un proceso
o de un grupo de conexiones, cuyas características se encuentran expresadas en forma de conceptos. Entonces en el juicio se
104
establece la relación que dicho concepto tiene, o es posible que tenga, con otro concepto, para avanzar en su determinación. El
concepto que recibe la determinación es denominado sujeto del juicio, en tanto que el concepto utilizado para determinarlo recibe
el nombre de predicado. Por ejemplo, en el juicio; “Todos los peces tienen aletas” el concepto “pez” es el sujeto el concepto
“animal que tiene aletas” es el predicado. De esa manera, el concepto “pez” queda determinado por el concepto “animal de tiene
aletas”. Sin embargo, una reflexión mas profunda nos lleva a descubrir que el concepto “animal que tiene aletas” también recibe
cierta determinación del concepto “pez”. En consecuencia, resulta que el predicado de un juicio es determinado por el sujeto. En
algunos casos, esa determinación mutua entre el sujeto y el predicado es bastante ostensible. Por ejemplo, en el juicio “Toda
ecuación de primer grado con dos incógnitas representa una recta y, a la vez, toda recta representa una ecuación de primer grado
con dos incógnitas, se advierte claramente cómo es que los dos conceptos, “Ecuación de primer grado con dos incógnitas” y
“recta”, se determinan recíprocamente en la misma medida. Pero, en la mayoría de los casos, sucede que la determinación
correspondiente del predicado por parte del sujeto. Con todo, en sentido estricto, el juicio es una relación funcional entre dos
términos que son, a la vez, determinantes y determinados, uno con respecto al otro. Por consiguiente, cada uno de los términos del
juicio es simultáneamente sujeto y predicado.

El juicio se expresa lógicamente por medio de una proposición ya sea utilizando las palabras del lenguaje ordinario, empleando
símbolos matemáticos o por medio de diagramas. En todo caso, cada juicio se puede enunciar por medio de varias proposiciones
diferentes, ya sean lingüísticas, simbólicas o gráficas. Y las varias proposiciones que expresan un mismo juicio, son equivalentes
desde el punto de vista lógico. En su expresión verbal, los juicios pueden enunciarse como proposiciones categóricas, disyuntivas
o condicionales. Las proposiciones categóricas son aquellas en donde la relación entre los términos se expresa mediante una
afirmación o una negación. Así, por ejemplo, son proposiciones categóricas. “Toda mercancía tiene valor de uso” y, también,
“Ningún reptil actual es volátil”. En las proposiciones disyuntivas, la relación entre los términos del juicio se expresa por medio de
las dos o tres alternativas que tiene. Por ejemplo, los mismos juicios anteriores se pueden enunciar como proposiciones
disyuntivas, de la siguiente manera: “Los objetos que tenemos a nuestro alcance son mercancías con valor de uso, o tienen valor
de uso sin ser mercancías, o bien, no tienen valor de uso ni son mercancías”, y, análogamente, en el segundo caso: “Los animales
actuales son reptiles que no vuelan, o son volátiles sin ser reptiles, bien, no son volátiles ni tampoco reptiles”. Por su parte, las
proposiciones condicionales expresan la relación del juicio de tal manera que uno de los términos enuncia la condición y se
denomina antecedente, en tanto que el otro término se encuentra condicionado y recibe el nombre de consecuente. Entonces, los
juicios que venimos utilizando como ejemplos, se expresan como proposiciones condicionales del modo que sigue: “Si uno de los
objetos que nos rodea es mercancía, entonces tiene valor de uso” y, en el otro caso: ”Si un animal actual es reptil, entonces no es
volátil”.

Para facilitar la comprensión y el manejo de las formulaciones del juicio, podemos representarlas igualmente por medio de
diagramas. Un diagrama es una figura, generalmente plana, de la cual nos servimos para representar por medio de dibujos
imágenes racionales, resolver problemas y figurar de una manera gráfica el comportamiento de los procesos. Los diagramas que
utilizamos para representar los juicios, son figuras cuyas relaciones espaciales tienen la misma estructura lógica de la proposición
correspondiente. Por lo tanto, entre el diagrama lógico de un juicio y cualquiera otra de sus expresiones verbales o simbólicas,
existe la misma relación de equivalencia que se tiene ante la representación gráfica de una línea y su ecuación algebraica
correspondiente. En otras palabras, el diagrama de un juicio es simplemente otro modo de representar la misma estructura lógica
del propio juicio. Y, por supuesto, utilizando los diagramas podemos ejecutar operaciones entre los juicios, inclusive inferencias y
demostraciones.

En todas las disciplinas científicas se emplean términos especiales para expresar ciertos conceptos con brevedad y precisión. El
conjunto de dichos términos constituye el vocabulario técnico de la disciplina en cuestión; y, cuando ese vocabulario se inserta en
el lenguaje ordinario, se forma el lenguaje técnico de la misma disciplina. Muchas veces, esos términos técnicos son representados
de manera más simple todavía, por medio de símbolos. En algunas disciplinas también se emplean otros símbolos para indicar las
relaciones entre los términos y las operaciones que se pueden ejecutar con ellos. De esa manera es como la matemática, por
ejemplo, ha creado un lenguaje simbólico completo para todas y cada una de sus ramas. El manejo de ese lenguaje simbólico
permite ejecutar las operaciones que se pueden ejecutar las operaciones matemáticas con mucha mayor exactitud y sencillez.
Pero la matemática no es la única disciplina en la que se ha establecido un lenguaje simbólico. También en la lógica ha sido
factible crear un lenguaje análogo, que permite expresar concisamente sus formas y operaciones más simples. La lógica simbólica
es sencillamente la lógica expresada en un lenguaje simbólico. Dicho lenguaje es enteramente equivalente a las expresiones
verbales o gráficas de las notables ventajas para la ejecución de las operaciones de análisis lógico y de inferencias deductivas. La
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lógica simbólica, sin embargo, todavía se encuentra muy lejos de comprender a la lógica entera y, por ende, en modo alguno
constituye un equivalente de la lógica general.

Como es fácil advertir, a lo largo de nuestra exposición hemos utilizado un gran número de proposiciones, como son, por ejemplo:
“La ciencia es la explicación objetiva y racional del universo”; “La comunicación es la transmisión de información”; “El método es el
camino que conduce al conocimiento”; “La técnica se refiere siempre a una acción e incluye, necesariamente, la experiencia
previa”; “En cinemática se hace abstracción de las fuerzas que producen los cambios de movimiento”; “Los conceptos son
imágenes o símbolos de los procesos existentes”; “Algunas leyes expresan una relación causal”; y “El juicio se expresa
lógicamente por medio de una proposición, ya sea utilizando las palabras del lenguaje ordinario, empleando símbolos matemáticos
o por medio de diagramas”.

En la actividad científica, las proposiciones son empleadas constantemente y desempeñan funciones muy diversas. De esas
funciones, ya nos hemos referido explícitamente aquí a la definición, la ley, la teoría, el principio, el postulado y el fundamento. En
cada uno de esos casos, las proposiciones desempeñan funciones bien definidas. En la inferencia, las proposiciones tienen otras
funciones importantes. Como se sabe, el razonamiento discursivo es una operación mediante la cual, partiendo de una o varias
proposiciones, se deriva la validez, la posibilidad o la falsedad de otra proposición. Cuando esa operación se realiza rigurosamente
y la proposición resultante se desprende con necesidad lógica de las proposiciones antecedentes, entonces el razonamiento es
una inferencia. Pues bien, las proposiciones en que se basa la inferencia desempeñan la función de premisas y la proposición
resultante cumple la función de ser la conclusión.

Otras dos funciones importantes de la proposición son las de asumir el papel de teorema y el empirema, no son proposiciones
primitivas, sino derivadas o derivables de otras proposiciones del sistema, o de una o varias operaciones experimentales. En
particular, un teorema es una proposición que se obtiene directamente, con apoyo en otros teoremas previamente demostrados. La
demostración formal de cada teorema tiene que establecerse mediante una secuencia finita de inferencias, en donde cada una de
ellas tiene como premisas a los postulados y las definiciones, o bien, a otros teoremas ya demostrados. En consecuencia, todo
teorema perteneciente a una disciplina se ha de poder derivar, lógicamente, del grupo de postulados del sistema respectivo. De
esa manera, el teorema es fundamentalmente una proposición demostrable. Por su parte, el empirema es una proposición
obtenida como resultado de la experimentación y que es susceptible de ser integrada al sistema de la disciplina de que se trate,
siguiendo procedimientos análogos a los empleados en el caso de los teoremas. En efecto, en el caso de una ciencia experimental,
como la física por ejemplo, lo que se hace es establecer la interpretación o representación del sistema teórico en un modelo
objetivo concreto, ya que en tales condiciones es posible investigar si los empiremas son válidos, en relación con los procesos
reales a los cuales se refieren. En muchos casos, el empirema se obtiene primero, en calidad de hipótesis, como consecuencia de
una serie de razonamientos; y, después, tiene que ser sometido a la prueba experimental. En todo caso, el empirema es
fundamentalmente una proposición verificable en el experimento.
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TERCERA UNIDAD

LA FILOSOFÍA

1.- QUE ES LA MATERIA Y EN QUE FORMAS EXISTE

1.1 El mundo existe objetivamente, es material

La vida, la práctica cotidiana, nos convence de que el mundo tiene existencia objetiva, real, independiente del hombre, de su
conciencia, de sensaciones y deseos. Así lo prueba también la ciencia, la cual ha demostrado que la Tierra surgió mucho antes de
que apareciera el hombre y, en general, los organismos vivos; por tanto, existió independientemente de ellos. El carácter objetivo
del mundo, es decir, su existencia fuera e independientemente de la conciencia, significa que es material. Esta palabra no encierra
ningún otro sentido.

Puede surgir una pregunta: los idealistas objetivos admiten que el mundo existe fuera de la conciencia del hombre; por
consiguiente, ¿reconocen también la materialidad del mundo? Ni mucho menos. Es cierto que los idealistas objetivos, a diferencia
de los subjetivos, admiten la existencia del mundo fuera de la conciencia humana. Pero, lejos de reconocer que es independiente
de la conciencia, consideran que ha sido creado por ella. El reconocimiento de la materialidad del mundo y de su existencia fuera
e independientemente de la conciencia es un rasgo peculiar de la teoría materialista. Esta es la tesis fundamental que ha servido
de base a la doctrina científica de la materia.

Nos rodea una cantidad infinita de objetos y fenómenos: piedras y árboles, granos de arena y el Sol, animales y máquinas, mares y
océanos, estrellas y planetas, y muchas, muchísimas cosas más. Todo ello lo denominamos con una sola palabra: materia. A
veces se pregunta cómo es posible dar la misma denominación a tal infinidad de cosas y fenómenos, tan distintos y diferentes.
Pero reflexionen y comprenderán con facilidad cuál es el quid de la cuestión.

¿Cuántas flores, por ejemplo, hay en el mundo? Es imposible contarlas: billones y billones. Pero hay una palabra: “flor”, y con ella
denominaron la rosa y el clavel, la margarita y la campanilla. Tomemos un ejemplo más complejo. Ustedes, sentados tras la
mesa, leen este libro. Tienen en la mano una lápiz y, al lado, un tintero y una pluma. Sobre la mesa una lámpara, y junto a ella un
armario de libros. ¿Pueden ustedes denominar con una sola palabra la mesa, el libro, el lápiz, el tintero, la pluma, la lámpara y el
armario de libros? Pueden hacerlo si tienen en cuenta que todo eso son cosas u objetos. Con la palabra “cosa” u “objeto” se
puede denominar cuanto acabamos de enumerar. En lógica, esa generalización se llama concepto.

1.2 El concepto “materia”

¿Cómo se forman tales conceptos? Aunque todas las flores son diferentes, tienen mucho en común. Eso común es lo que nos
permite unir todas las flores en el concepto genérico de “flor”. Este concepto no incluye los rasgos que diferencia entre sí la rosa,
el clavel, la campanilla y otras flores, sino por el contrario, los rasgos propios de la rosa, de la violeta, de la azucena, del tulipán, de
todas las flores. En cuanto a los rasgos que diferencian a una flor de otra, hacemos abstracción de ellos, “no los observamos”. Por
eso, semejantes conceptos se llaman abstractos.

Así, pues, en los conceptos se reflejan los rasgos generales y esenciales inherentes a los distintos objetos y fenómenos,
independientemente de las peculiaridades individuales de cada uno de ellos.

Pero ustedes habrán observado ya, sin duda, que algunos conceptos abarcan mayor número de objetos o fenómenos que otros.
Así, el concepto “cosa” es más amplio que el concepto “pluma” o “mesa”, pues el primero, “cosa”, comprende las plumas, las sillas,
etc., en una palabra, todas las cosas.

Puede surgir otra pregunta: ¿Existen los conceptos más amplios o, como suele decirse de la máxima generalidad? Sí, existen. Si
el concepto abarca todos los objetos y fenómenos, desde los granos de arena hasta el cerebro humano, será un concepto de la
máxima generalidad.
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Tal es el concepto de “materia”. Resulta, pues, que “materia” es también un concepto, como “flor” y “cosa”, pero muy amplio, el
más amplio. Se diferencia de los conceptos corrientes en que expresa los rasgos esenciales y generales no de un grupo de cosas
determinado, sino de todas las cosas y fenómenos que existen en el mundo, de todo lo que nos rodea. La filosofía estudia los
conceptos de la máxima generalidad, denominados también categorías filosóficas. La materia es una categoría filosófica.

¿En qué consisten esas propiedades generales y esenciales, esos rasgos similares inherentes a todas las cosas? En primer lugar,
en que tienen existencia objetiva, es decir, existen fuera e independientemente de la conciencia del hombre. Esa es precisamente
su base única.

Pero, ¿es esa la única propiedad común de todos los objetos que hay en el mundo? No. Tienen, además, otra propiedad de
importancia. Por ejemplo, cuando nos lavamos con agua caliente sentimos calor. Y cuando contemplamos los árboles en el
bosque, percibimos, vemos colores diferentes: el color blanco de los troncos de los abedules, el color verde de las hojas, etc.
Resulta, pues que las cosas que existen independientemente de nosotros tienen la propiedad de actuar sobre nuestros órganos
sensoriales y suscitar las correspondientes sensaciones.

Una vez aclaradas las propiedades más comunes de todos los objetos y fenómenos, podemos dar una definición del concepto de
materia: la materia es una categoría filosófica que sirve para designar la realidad objetiva, que es dada al hombre en sus
sensaciones. … Es materia lo que, actuando sobre nuestros órganos sensoriales, produce sensación; la materia es la realidad
objetiva, que las sensaciones nos transmiten.

Como ven, es materia todo lo que nos rodea, todo lo que existe objetivamente, todo el infinito mundo exterior que, actuando sobre
nuestros órganos sensoriales, produce sensaciones.

1.3 La revolución en las ciencias naturales

En la antigüedad (y no sólo en la antigüedad, sino hace tan sólo cien años), algunos materialistas concebían la materia como un
“material” absolutamente concreto del que están formadas todas las cosas. Demócrito (siglo V a.n.e.), por ejemplo, estimaba que
los átomos son la base primaria de toda la materia).

En los siglos XVII y XVIII se consideraba que los átomos eran indivisibles, indestructibles y eternos. Eran, según esa concepción,
los “ladrillos últimos” del Universo, cierto material de construcción del que está hecho el mundo entero. Este punto de vista
predominó también en el siglo XIX. A fines del siglo pasado se hicieron descubrimiento que pusieron en duda la justeza de esta
idea de la base originaria de la materia.

¿Cuáles fueron esos descubrimientos?

En 1896, el físico francés Becquerel dejo casualmente un trozo de mineral de uranio sobre una placa fotográfica. Al cabo de algún
tiempo observó que la placa había ennegrecido. De ellos dedujeron los científicos que el mineral de uranio emite rayos invisibles a
simple vista. Fueron esos rayos los que, atravesando el papel negro, hicieron ennegrecer la placa fotográfica. Así comenzó el
estudio de un fenómeno sorprendente al que se dio el nombre de radiactividad.

Poco después se descubrió un nuevo elemento químico que recibió el nombre de radio (“radio” significa “radiante”, que despide
rayos), y que fue calificado posteriormente de “el gran revolucionario radio”.

Los rayos emitidos por el radio vinieron a revelar algo diametralmente opuesto a lo que se conocía hasta entonces del átomo.
Resultó que sus rayos constan de partículas minúsculas de tres tipos: partículas alfa, cargadas de electricidad positiva; partículas
beta, o electrones, cargadas de electricidad negativa, y rayos gamma, desprovistos de carga eléctrica. Los átomos de uranio
parecían disgregarse en estas partículas. ¿Cómo puede ser eso?, decían perplejos los hombres de ciencia. Y su perplejidad era
explicable, pues durante más de dos mil años se había considerado que el átomo era indivisible, era “el ladrillo último
indisgregable” ¿Qué había ocurrido? ¿No se trataría de un error?... Los científicos estaban desconcertados.
108
Mas no se trataba de un error. A fines del siglo XIX, se estableció con toda seguridad que era preciso simplemente renunciar a la
opinión sobre la indivisibilidad del átomo, en vigor hasta entonces. El átomo se disgregó, y junto con él se disgregaron numerosas
concepciones viejas.

Hubo otros descubrimientos, que vinieron a probar la bancarrota de las viejas nociones acerca de la materia y de sus propiedades.
Por ejemplo, el célebre sabio Albert Einstein mostró a comienzos de nuestro siglo que debían modificarse radicalmente las
nociones que se tenían en física del espacio y del tiempo desde la época de Galileo y Newton. Y basó en nuevas nociones la
teoría de la relatividad, creada por él.

Desde los tiempos de Newton, los científicos consideraban que la masa de un cuerpo en movimiento y reposo era constante,
permanecía invariable. Pero investigaciones posteriores demostraron que la masa del electrón no permanece invariable, sino que
cambia en dependencia de la velocidad del movimiento.

Ven, pues, que los nuevos descubrimientos científicos echaron por tierra las viejas ideas sobre la indivisibilidad del átomo, la
constancia de la masa la inmutabilidad del espacio y del tiempo. Empezó así una revolución en las ciencias naturales.

1.4 Acerca del cuadro científico-natural del mundo

¿Qué ocurrió en realidad, en la ciencia en las postrimerías del siglo XIX y en los albores del siglo XX? Se adquirieron nuevos
conocimientos. Antes se ignoraba que existieran los electrones, los protones y el núcleo atómico; ahora se sabía. Todos estos
datos testimoniaban que habían cambiado nuestras nociones acerca del cuadro científico-natural del mundo, de la estructura de la
materia. Ahora bien, ¿se puede llegar sobre la base de esos nuevos conocimientos a la conclusión de que los electrones, los
átomos del núcleo, etc., son inmateriales ¿ Examinemos la cuestión.

¿Existen los electrones de manera objetiva, independientemente del hombre, o no? Existen. El rayo corriente no es otra cosa que
un poderoso torrente de electrones. Y los rayos, como se sabe, fulguraban ya cuando no existía aún el hombre.

Algunos filósofos idealistas afirman que el electrón es inmaterial porque no actúa sobre nuestros órganos sensoriales, porque no se
le puede ver. Pero eso no es cierto. Los electrones y otras partículas minúsculas del átomo son estudiados con ayuda de
aparatos de gran precisión. Incluso se fotografían las huellas de su movimiento. Por tanto, resulta que actúan indirectamente
sobre nuestros órganos sensoriales, pero por medio de aparatos. Como ven, dichas partículas existen objetivamente y actúan
sobre nuestros órganos sensoriales, son materiales.

Así, pues, la materia no “ha desaparecido”. Simplemente, han cambiado los conocimientos que teníamos de ella. Antes
pensábamos que la materia, el mundo, estaba compuesto de partículas minúsculas: los átomos. Ahora sabemos más, hemos
estudiado las cosas más profundamente y descubierto que existen partículas todavía más pequeñas: los electrones. Pero el
electrón es tan inagotable como el átomo. Esto significa que la ciencia desentrañará más a fondo cada día el cuadro científico-
natural del mundo, es decir, el problema de la estructura, el estado y las propiedades de los tipos concretos de la materia.

La ciencia moderna ha conocido muchas cosas nuevas acerca de la estructura de la materia. Si en la aurora de los
descubrimientos eran conocidos el electrón, el protón –y nada más, sin duda-, en la actualidad se han descubierto ya más de
treinta partículas “elementales” de este tipo. Todas ellas son materiales. Por consiguiente, son materiales no sólo el átomo, sino el
electrón y otras partículas.

Con el análisis de la importancia de los descubrimientos científicos, se demostró convincentemente que no se puede confundir el
materialismo metafísico y el materialismo dialéctico. Para el primero, la materia son los átomos inmutables e indestructibles. El
segundo, en cambio, arranca que la materia no puede ser reducida al “ladrillo último”, el átomo, ni, en general, a ninguna propiedad
“eterna”. La materia no tiene una sola propiedad, sino una multitud infinita de ellas: las propiedades de los objetos que existen en
el mundo son tan variadas como los objetos mismos. Así lo han confirmado precisamente los descubrimientos científicos.

Se demostró, además, que no se puede confundir la doctrina sobre la estructura de la materia con la definición filosófica de la
materia como realidad objetiva. Los descubrimientos científicos resuelven el problema de cuál es la estructura de la materia, de si
está compuesta de átomos, electrones o existen aún otras partículas. La filosofía resuelve otro problema: si existe el mundo y, por
109
tanto, si existen esas partículas de manera objetiva, fuera de la conciencia del hombre. Por consiguiente, cualesquiera que sean
las nuevas “partículas” que descubra la ciencia (y las descubre constantemente), esto no puede constituir una refutación del
materialismo, ya que esas mismas partículas son materiales, tienen también existencia objetiva, independientemente del hombre y
de la humanidad.

Por tanto, no se puede confundir el concepto filosófico de materia y la cuestión del cuadro científico-natural del mundo. Nuestras
nociones de la estructura, el estado y las propiedades de los tipos concretos de materia –el cuadro científico-natural del mundo-
cambian sin cesar, pues los hombres de ciencia conocen más a fondo cada día el mundo y su estructura. Resulta que los nuevos
descubrimientos han refutado los viejos conocimientos que teníamos acerca del cuadro científico-natural del mundo, pero no el
concepto filosófico de materia, que nos habla de la existencia objetiva del mundo y no de su estructura. Y por mucho que cambien
nuestras nociones de ese cuadro del mundo, no pueden testimoniar la desaparición de la materia; desaparece el límite hasta el
que conocíamos la materia, pero la materialidad del mundo, la materia como realidad objetiva, se ve confirmada una vez más.

1.5 El origen de la materia

La ciencia ha establecido firmemente que en la naturaleza nada surge de la nada, ni desaparece sin dejar huella. De ahí surge
una sola deducción que es precisamente la que hace el materialismo: la materia no ha surgido nunca, ha existido siempre y existirá
siempre. Esta es la tesis de la eternidad de la materia.

Pero precisamente esta tesis suscita con frecuencia preguntas entre quienes estudian la filosofía materialista. “¿Cómo es posible –
demandan- que la materia haya existido siempre? ¿Es que no debió surgir en algún momento?” Semejantes preguntas no tienen
nada de sorprendente. El hombre ve durante su vida que cualquier cosa tiene principio y fin, ha surgido en algún momento. Y por
eso pregunta: ¿Quién ha creado la materia? La ciencia responde: ha existido siempre, es eterna.

Heráclito, el gran filósofo griego de la antigüedad, decía ya que el mundo ha sido, y es y será eterno.

¿Cómo se demuestra esta importantísima conclusión?

Son muchísimos los hechos que la corroboran. Tomemos, aunque sólo sea, la ley de la conservación de la materia.

Empecemos con un ejemplo simple. Han encendido ustedes el horno. La leña se ha consumido. A primera vista puede parecer
que esta sustancia ha desaparecido. En efecto, no ha quedado casi nada de ellas. Mas así parece sólo a primera vista. Si toman
una balanza corriente, podrán convencerse con facilidad de que la madera no ha perdido nada de su peso; es más, éste ha
aumentado. Porque al consumirse la madera se forman gases y ceniza. Y estos, además de contener absolutamente todas las
sustancias de que constaba hasta entonces la madera, contienen también las extraídas del aire al arde la leña. La madera parece
haber “desaparecido”, pero todo aquello de lo que estaba compuesto se conserva, permanece.

El gran sabio Lomonósov fijó su atención en hechos semejantes. Y llegó a la conclusión de que en la naturaleza no puede ser
destruida ni aumentada ni siquiera la más minúscula partícula de polvo. Ningún cuerpo o elemento puede desaparecer ni surgir
nuevamente de la nada. Lomonósov formuló estos pensamientos en la conocida ley de la conservación de la sustancia,
denominada también ley de la conservación de la materia. De ella se infiere que en la naturaleza nada surge de la nada ni
desaparece nunca sin dejar huella.

Si se supone que hubo un tiempo en que en el mundo no existía nada, es decir, no existía la materia, resultará que ésta no tuvo de
donde surgir. Pero, puesto que la materia existe, ello significa que no ha surgido nunca, que siempre ha existido y existirá. La
materia es eterna e inmortal. Por eso no ha podido ser creada nunca: ¡Es imposible crear lo que no puede ser destruido! La
materia, pues, no ha surgido nunca, ha existido y existirá siempre. Es eterna.

Prosigamos. Puesto que la materia es la base y la fuente de todos los fenómenos de la naturaleza, no hay ni puede haber, por
tanto, nada sin una existencia objetiva, real, y que no pueda ser estudiado con ayuda de los órganos sensoriales, aparatos físicos u
otros medios y métodos científicos.
110
Los idealistas afirman: Admitamos que la materia ha existido siempre, pero aún así, el materialismo no sale ganando nada.
Imaginémonos, dicen, esa época infinitamente remota en que en lugar del Universo actual existía la materia informe e inmóvil.
Permaneció en dicha situación durante un tiempo infinitamente largo. Mas llegó un momento en que la materia debía salir de la
situación en que se había encontrado hasta entonces. Pero si la materia había permanecido hasta entonces inmóvil, ¿por qué se
puso de pronto en movimiento? La propia materia, responden los idealistas, no puede encerrar en sí ningún fundamente interno en
esos cambios. Por tanto, ha debido existir una fuerza externa y ajena a la naturaleza, a la materia, que sacara a la materia muerta
del estad de “sopor” e inmovilidad eternos.

Sin embargo, ¿necesita, en efecto, la materia de una fuerza suprema para recibir este impulso?

1.6 La materia existe en el movimiento

Pregunten ustedes qué es el movimiento a una persona que no haya estudiado filosofía materialista y recibirán, aproximadamente,
la siguiente respuesta: “El movimiento es el cambio de lugar, el desplazamiento de un lugar a otro. Si un objeto está en un sitio, no
se mueve. Por ejemplo, una piedra no cambia su situación hasta que alguien la arroja”.

Pero, examinen ustedes una piedra en reposo, en ella existe también el movimiento: en ella se desplazan constantemente los
átomos, las moléculas, los electrones y los protones, que, como se sabe, existen en todo cuerpo. La casa en que habitan,
tampoco está inmóvil, sino que se mueve con la Tierra alrededor del Sol. Nosotros, sentados en una reunión, no nos movemos.
Pero dentro de nosotros mismos circula sangre, en nuestro cuerpo se producen procesos complejos: nacen nuevas células, en
tanto que las viejas perecen, se destruyen. Esto también es movimiento. Resulta, pues, que el problema del movimiento es
muchísimo más complicado de lo que nos imaginamos a veces.

Los hombres ven que una piedra no se mueve del sito hasta que nos se la tira y que un automóvil está parado hasta que el chofer
no lo pone en marcha. Tales son, aproximadamente, los razonamientos en que se basa la opinión de los idealistas de que la
materia permaneció en estado de inmovilidad hasta que una fuerza suprema no le comunicó “el primer impulso”. ¿Es posible ese
estado inerte, inmóvil, de la materia? O dicho de otro modo: ¿hubo algún tiempo en que existiera la materia, pero no hubiera
ningún movimiento?

Hace unos doscientos años, cuando la ciencia estudiaba solamente una forma del movimiento de un inmenso número de
moléculas de agua, pongamos por caso. El desplazamiento de las moléculas hace que el agua se caliente. Pero no se trata de un
movimiento mecánico, sino de algo nuevo, más complejo. El fluido eléctrico es el movimiento de los electrones. Y la reacción
química –el movimiento, la combinación de los iones- es un proceso más complejo todavía. El organismo vivo, como hemos dicho
antes, se encuentra también en movimiento permanente. En la sociedad humana tienen lugar asimismo procesos constantes:
cambian los regímenes sociales, cambian los propios individuos.

¿Qué conclusión se deduce de cuanto queda dicho? La conclusión de que en la naturaleza existen diversas formas de movimiento.
Primera, el desplazamiento de las partículas de la materia o de los cuerpos en el espacio, es decir, la forma mecánica del
movimiento. Segunda, los procesos calóricos y eléctricos, o forma física del movimiento. Tercera, las reacciones químicas, las
combinaciones de iones, que constituyen la forma química del movimiento. Cuarta, los cambios que se producen en los
organismos vivos, o forma biológica. Quinta, la forma social del movimiento, es decir, los cambios que se operan en la vida social.

Ahora no dirán ya que el movimiento es el simple desplazamiento de los cuerpos. El desplazamiento de los cuerpos no es más
que una forma del movimiento. Pero nosotros nos hemos detenido a reflexionar sobre que es el movimiento en el sentido más
general, filosófico, de la palabra. Y eso significa, ante todo, desentrañar el problema de que es lo principal, lo peculiar en cualquier
tipo de movimiento. El movimiento, escribía Engels, “…comprende todos los cambios y procesos que se operan en el Universo,
desde el simple cambio de lugar hasta el pensamiento ” (1). Resulta que el movimiento es cualquier cambio que se produce en los
objetos y fenómenos, es decir, en el mundo, en la materia. Es el cambio en general.

¿Podría encontrarse la materia en tal estado que no se produjera en ella cambio alguno? Está claro que no. Aún en la época
remota en que el mundo no existían todavía ni los hombres, ni los animales, ni la célula viva, aun entonces, la materia
experimentaba cambios. Porque los cuerpos están compuestos de átomos y moléculas que se hallan en constante movimiento.
111
Por consiguiente, jamás ha existido ni un solo cuerpo absolutamente inmóvil. Además, si existían los átomos, las moléculas y los
electrones, eran inevitables las reacciones químicas. Resulta, pues, que existía también la forma química del movimiento.

Como habrán podido convencerse, jamás ha habido un estado tal en el que la materia existiera sin movimiento. Por eso se dice
que el movimiento es una forma de existencia de la materia. El movimiento es una propiedad imprescriptible de la matera, o,
como dicen los filósofos, un atributo de la materia. No hay materia sin movimiento, la materia existe sólo en movimiento.

Semejante conclusión se ve confirmada por los datos irrefutables de nuestra práctica. Cuando una máquina está en
funcionamiento, sus piezas, como se sabe, se calientan. Esto significa que la forma mecánica del movimiento (la rotación de
algunas piezas) se transforma en forma calorífica. En la caldera de una locomotora puede observarse el proceso contrario: el
vapor producido por la combustión del carbón o de la leña pone en movimiento el émbolo de la máquina de vapor. En este caso, la
energía calorífica se transforma en energía mecánica.

La ciencia, sintetizando tales hechos, ha llegado a la conclusión de que el movimiento no puede crearse de la “nada”, ni puede
desaparecer sin dejar huella. Lo único que puede hacer es pasar de una forma a otra. Esta importantísima tesis de las ciencias
naturales ha sido llamada ley de la conservación y transformación de la energía (energía, en física, es la medida del momento de la
materia).

Si el mundo hubiera estado inmóvil en otros tiempos, el movimiento no habría surgido de la nada. Y de ahí la conclusión de que el
movimiento ha sido siempre inherente a la materia: ésta no ha necesitado, de ningún “primer impulso”. Este “impulso” jamás ha
existido.

1.7 El reposo es relativo

¿Significa cuanto queda dicho que el materialismo dialéctico niegue el reposo? No. El reposo existe en la naturaleza. Pero es
relativo. Esto quiere decir que no existe fenómeno alguno en el que todo esté en reposo, en el que no haya ningún movimiento.
Eso es precisamente lo que acabamos de demostrar.

Si un cuerpo se halla en reposo en un sólo respecto de algo. Por ejemplo, durante un viaje nos encontramos en reposo respecto
del coche en movimiento. Pero no se trata de un reposo absoluto, ya que en nuestro propio cuerpo se producen cambios
constantes.

La concepción dialéctica del reposo se diferencia radicalmente de la metafísica. Los metafísicos entienden el reposo como la
ausencia de todo movimiento. Semejante concepción es la que niega precisamente el materialismo dialéctico.

No es el reposo, aunque exista, lo que tiene importancia decisiva en la naturaleza. Lo decisivo es el movimiento, el desarrollo, el
cambio. La negación de la universalidad del movimiento como propiedad de la materia lleva al reconocimiento de una fuerza
superior, un primer motor. Por eso la utilizan ampliamente los filósofos idealistas contemporáneos, sobre todo los neotomistas.
Por ejemplo, el padre Calvez, neotomista francés, declara que el desarrollo sólo es posible cuando existe Dios, motor de la
naturaleza. Pero ustedes han visto ya que la materia, la naturaleza, no precisa de ningún “motor”. El movimiento interno es
inherente como una propiedad cardinal e inalienable. Es absurdo preguntar de donde ha surgido lo que tiene existencia eterna.
De ahí que carezca de sentido demandar quién comunicó el movimiento a la materia, ya que es inseparable de ella, es su forma
de existencia. ¿En qué otras formas existe la materia?

1.8 El tiempo y el espacio son formas de existencia de la materia

Todos los objetos tienen extensión, tamaño y volumen determinados –es decir, las tres dimensiones: ancho, largo y alto- y ocupan
en lugar concreto. Además, están situados entre sí en una forma determinada: Más lejos o más cerca, más arriba o más abajo,
más a la derecha o más a la izquierda. Esto significa que todos ellos existen en el espacio y no pueden existir de otra manera.
Pero ustedes saben que todos los objetos del mundo forman lo que llamamos materia. De ahí se deduce que la materia no puede
existir nada más que en el espacio. Y esa es la causa de que el espacio sea definido como una forma de existencia de la materia.
112
Prosigamos. Hemos dicho ya que todos los fenómenos del mundo se encuentran en perpetuo cambio, movimiento y desarrollo.
Pero. ¿Cómo se producen esos cambios? Un ejemplo sencillo les responderá a esta pregunta. Tomemos sus propias fotografías
desde cuando eran niños hasta el día de hoy. Descubrirán que los cambios son producto de los años vividos. Al contemplar las
fotografías, verán que todos los cambios se han producido en el tiempo. Y no puede ser de otra manera. Todo lo que ha
cambiado en el organismo humano, todas las mutaciones han transcurrido un día tras otro, a lo largo de meses y años enteres.

Así, pues, todo lo que ocurre en el mundo se opera en el tiempo. Por eso, el tiempo es también una forma de existencia de la
materia. En el Universo no hay más que materia en movimiento, y la materia en movimiento no puede moverse de otro modo que
en el espacio y en el tiempo.

Ustedes podrán decir: “Si el espacio y el tiempo se define por igual como formas de existencia de la materia, resulta que se
diferencian poco entre sí”. Pero ustedes mismo han visto ya que no es así. El espacio es la forma de existencia de la materia que
determina la situación de un cuerpo material, su tamaño y su volumen. El tiempo determina otro aspecto de la existencia y el
desarrollo de la materia: la sucesión de los cambios que experimentan los cuerpos materiales. La diferencia es evidente y ayuda a
comprender que las propiedades del espacio y del tiempo son diferentes no son las mismas. ¿Cuáles son esas propiedades?

El espacio tiene tres dimensiones. Esto significa que la longitud, la anchura y la altura proporcionan una definición completa del
espacio. La tridimensionalidad es la propiedad más importante del espacio.

Todos sabemos que el cambio de los fenómenos en el tiempo sigue una sola dirección: del pasado al presente y al futuro. El tempo
no corre para atrás. Sólo en los cuentos y novelas fantásticas es posible crear la “máquina del tiempo” cuyas saetas marchan al
“revés”. Contemplan de nuevo las fotografías de que hemos hablado antes. El desarrollo ha seguido, a partir de la infancia, una
sola dirección. Y es imposible repetir todos los grados en sentido inverso. Por consiguiente, la propiedad más importante del
tempo es su irreversibilidad.

Como ven, el tiempo y el espacio se diferencian entre sí. ¿Por qué, entonces, los definimos igual, como formas de existencia de la
materia?

Los objetos no pueden existir en el espacio, pero al margen del tiempo. Si un objeto ocupa un lugar determinado en el espacio,
puede hacerlo únicamente ahora o ayer, en una palabra, “en cierto tiempo”. El objeto se encuentra en el espacio y en el tiempo.
El simple horario de los trenes les convencerá de ello. El tren llegará a tal lugar (espacio) a tal hora (tiempo). Es imposible separar
el lugar adonde llega el tren de la hora que lo hace. ¿Dónde? y ¿cuándo? Son dos preguntas inseparablemente unidad: definen el
tiempo del acontecimiento y su lugar en el espacio.

Así, pues, el tiempo y el espacio están indisolublemente unidos. Es imposible separar el uno del otro. El espacio no existe sin el
tiempo, de la misma manera que el tiempo no existe sin el espacio, y puesto que la materia existe en el espacio y en el tiempo,
resulta que es imposible separar el espacio y el tiempo no sólo entre sí, sino también de la materia.

Podrán decirnos que el vacío absoluto es precisamente un espacio, un “lugar” en el que no hay nada, un espacio sin materia.

En el pasado se consideraba, efectivamente, que existía ese espacio no lleno de nada, “el reino del vacío”. Pero los hombres de
ciencia han llegado hoy a la conclusión de que en la naturaleza no existe ese espacio vacío. Por ejemplo, en la lámpara eléctrica,
de la que son extraídos los gases, quedan, pese a ello, algunos átomos, electrones y otras partículas. El espacio interplanetario
está lleno de gas interestelar y polvo de los cometas desintegrados; en él se mueven vertiginosamente corpúsculos meteóricos,
micropartículas que tienen rayos de luz. Y eso, como ustedes saben, es también materia.

De lo dicho se deduce que el espacio y el tiempo tienen existencia objetiva. El mundo existe fuera del hombre; y sus formas de
existencia son también objetivas.

1.9 Carácter relativo del tiempo y el espacio

Hasta comienzos del siglo XX, en la ciencia predominaba la opinión del gran naturalista Newton de que el espacio y el tiempo
existen separados de la materia e independientemente de las cosas materiales. El espacio, según él, es algo así como un cajón
113
descomunal o una habitación infinita sin paredes, tejado ni suelo, en la que se pueden meter o sacar cosas. El mundo circundante
parece “metido” en este “cajón” o “habitación”. Newton llega de ahí a la conclusión de que el espacio es absoluto, o sea,
independiente de la materia. De la misma manera, considera que el tiempo es algo absoluto, desvinculado de la materia e
independiente de ella. Se trata pues, de una concepción materialista metafísica.

El gran físico del siglo XX Albert Einstein, creador de la teoría de la relatividad, enfocó el problema del espacio de una manera
completamente distinta. Demostró que el espacio y el tiempo están unidos entre sí y vinculados a la materia, de cuyas
propiedades dependen. En el Universo no existe un tiempo único, como les hará ver el ejemplo siguiente.

¿Puede haber algo más natural que la opinión de que el tiempo transcurre por igual en la Tierra y en un cohete que se mueve a
una velocidad fantástica? Pues no es así. Si el cohete se mueve a una velocidad próxima a la de la luz, el tiempo transcurrirá en él
mucho más lentamente que en la Tierra. Figúrense ustedes que emprendemos un viaje en un cohete de ese tipo. Volamos, por
ejemplo, tres años. Pero cuando regresemos a la Tierra, quedaremos maravillados: ¡resultará que en ella han transcurrido ya más
de 360 años! Es difícil imaginarse esto, pero es así. Por tanto, la Tierra tiene su tiempo, y el cohete en movimiento, otro. El tiempo
es relativo, depende de la velocidad del movimiento. Cuanto más rápidamente se mueve cualquier cuerpo en el espacio, con
mayor lentitud transcurre el tiempo para él.

Pero resulta que también el espacio es relativo. Supongamos que un tren pasa ante el andén de una estación a una velocidad
próxima a la de la luz. ¿Qué opinan ustedes: será igual la longitud del andén para el maquinista del tren y para una persona que
se encuentre en el andén? Cálculos matemáticos exactos, basados en la teoría de la relatividad, prueban que no.

Los viajeros del tren pensarán que el andén se ha hecho más corto, en tanto que quienes se encuentran en el andén descubrirán,
por el contrario, que es el tren en marcha el que se ha acortado. Y no será una ilusión óptica, sino un hecho objetivo. Por tanto, el
espacio es igualmente relativo.

Los idealistas contemporáneos intentan tergiversar también este descubrimiento de la ciencia. Dicen: puesto que el tiempo y el
espacio son relativos, ello significa que no tiene existencia objetiva, son categorías subjetivas. Más eso no es cierto. En este caso
nos encontramos con lo mismo que cuando hablamos de la materia. Los nuevos descubrimientos han refutado la concepción no
materialista del tiempo y del espacio. Han refutado únicamente las anteriores concepciones metafísicas del espacio y del tiempo.
En cada sistema de coordenadas, como dicen los físicos, su tiempo es relativo. Pero existe objetivamente. Igual que existe
objetivamente el espacio.

1.10 El mundo es infinito en el espacio y eterno en el tiempo

El espacio es infinito y el tiempo es eterno. Por eso, el mundo se extiende de manera infinita en todos los sentidos, y no ha tenido
comienzo ni tendrá fin en el tiempo.

La ciencia confirma plenamente la doctrina materialista del carácter infinito del mundo, del carácter infinito del espacio. Nuestro
planeta –la Tierra- no es más que una brizna en el inmenso océano del Universo. Como unidad de medición del Universo no se
usa el kilómetro, sino el llamado año luz, es decir, la distancia que recorre un rayo de luz al año con una velocidad de 300,000
kilómetros por segundo. Los astrónomos estudian ahora estrella de las que nos separan distancias de mil millones de años luz, e
incluso más. Esto significa que hasta un cohete que desarrollo una velocidad de 50,000 kilómetros por hora, ¡tardaría en llegar a
ellas muchos billones de años! Es una distancia difícil de imaginar. Pero la ciencia nos dice que eso no es tampoco un límite.

Contemplen el cielo por la noche y verán que está sembrado de estrellas. Todo este sistema solar, al que pertenece también el
Sol, lleva el nombre de Galaxia. Esta compuesta por cerca de 150,000 millones de astros. Existen muchos millones de galaxias
semejantes. Los científicos han conseguido estudiar todo eso con ayuda de los más potentes medios de observación modernos:
grandes telescopios ópticos de radiotelescopios. Mas tampoco eso es el límite.

Por tanto, el Universo no tiene límite, fin fronteras. Antes hemos demostrado igualmente que tampoco ha tenido comienzo en el
tiempo. De ahí que carezcan de todo fundamento los intentos de los idealistas de demostrar que el mundo ha tenido comienzo y
tendrá fin.
114
El reconocimiento del carácter objetivo e infinito del espacio y del tiempo es rasgo inalienable del materialismo. Si se admite que el
Universo está limitado en el espacio, surgirá inevitablemente esta pregunta: ¿Y qué hay más allá de los límites del Universo?
¿Puede existir un “segundo mundo”? ¿Existe, en general, algún otro mundo aparte del material?

1.11 El mundo es único

La ciencia ha demostrado convincentemente que no hay ni puede haber un mundo inmaterial, un mundo del “más allá”. En efecto,
si únicamente existe la materia, sólo puede haber un mundo: el mundo material. Por eso, la filosofía materialista enseña que el
mundo es único. Este aserto no debe entenderse en el sentido de que sólo existe el mundo en que vivimos. El gran sabio italiano
Giordano Bruno (1548-1600) demostró ya que existen multitud de mundos. Pero todos ellos son materiales. Y en este sentido,
todos juntos forman un solo mundo material. La unidad del mundo significa, además, que todos los objetos, fenómenos y procesos
están entrelazados, de modo que no representan un montón de objetos aislados, sino un todo único.

¿Con qué se muestra la unidad del mundo? Con el largo y difícil desarrollo de la filosofía y de las ciencias naturales, responde
Engels. En la antigüedad, cuando los hombres no tenían una noción científica del Sol, los planetas y las estrellas, consideraban
que “el mundo celestial” (las estrellas, el Sol y la Luna) era completamente distinto del mundo terrenal. Así surgió la idea de la
existencia de dos mundos. Pero a medida que fue desarrollándose la ciencia, se descorrió paulatinamente el velo del misterio y
resultó que “el cielo” es tan material en su base como el mundo en que vivimos.

El célebre científico polaco Nicolás Copérnico (1473-1543), expresó la idea de que la Tierra no es, ni mucho menos, el centro del
Universo, sino un planeta más de nuestro sistema solar. Quedó establecido así que no se puede contraponer la Tierra al “cielo”.
En este último no hay nada sobrenatural.

En el siglo XVIII, el gran sabio Newton demostró que las mismas leyes de la mecánica que rigen el movimiento de nuestra Tierra
alrededor del Sol, obligan también a la Luna a girar alrededor de la Tierra, y a otros planetas a hacer lo mismo alrededor del Sol.
Cuando llegan a la Luna los cohetes queda confirmado que la misma fuera de la “gravitación universal” que obliga a un cuerpo
“aterrizar”, obliga al cohete a “alunizar”¡¿Se quiere mejor demostración de la unidad y comunidad de las leyes a que están
sometidos todos los fenómenos del mundo, ya sean terrenales o “celestiales”?!

Los cuerpos celestes constan de los mismos elementos que la Tierra. Se ha establecido la plena unidad, es decir, la comunidad
de los principales elementos que hay en la Tierra y en otros cuerpos del Universo. Así lo prueba, aunque sólo sea, el análisis de
los cuerpos que llegan hasta nosotros de las profundidades del espacio universal, por ejemplo, los meteoritos. Su principal
integrante es el hierro, es decir, un elemento muy extendido en la Tierra.

No basta, sin embargo, con reconocer la unidad del mundo. Hay además, que comprender correctamente su esencia. La unidad
del mundo puede deducirse del pensamiento o de la realidad objetiva, de la materia. Quien deduce la unidad del mundo de la
conciencia, del pensamiento, va a parar a un embrollo. Así lo prueba el ejemplo del filósofo alemán Dühring, quien declaró: El
mundo es único porque en nuestro pensamiento lo concebimos único. Engels criticó duramente ese punto de vista, diciendo que
podemos pensar lo que nos venga en gana, pero no por eso se hará material lo inexistente. La unidad del mundo no hay que
deducirla del pensamiento, sino de la realidad objetiva, de la materia.

Esto significa que en el mundo no existe un solo fenómeno que no sea resultado del movimiento, del desarrollo de la materia. La
materia lo abarca todo, su acción se extiende por todas partes, y no hay ni puede hibernada aparte de la materia en movimiento y
desarrollo de sus frutos. Esto significa que existe un solo mundo: el mundo material. La unidad del mundo consiste en su
materialidad. Dicho con otras palabras: el mundo es único porque es material.

Así, pues, el mundo es material por su naturaleza. Existe fuera de la conciencia del hombre e independientemente de ella. Pero
¿qué es la conciencia? Esta pregunta requiere ser analizada de manera especial.

NOTA

(1) F. Engels. “Dialéctica de la Naturaleza”. México: Editorial Grijalbo, S.A. Ciencias Económicas y Sociales, 1961. pág. 47.
115

2.- LA MATERIA Y LA CONCIENCIA

2.1 El problema fundamental de la filosofía

Tiene importancia aclarar el fondo de la concepción idealista de la relación entre lo material y lo espiritual, que consiste en lo
siguiente: 1) lo espiritual (la conciencia) existe antes que lo material; 2) puede existir sin lo material, es decir, no depende de ello.
Lo material es “corruptible”, destructible, en tanto que lo ideal es eterno, indestructible.

¿Es cierto esto? Veámoslo

Los pensamientos, las sensaciones, las nociones, la voluntad, son la conciencia. Las posee, ante todo, el hombre. Si no hay un
ser que sienta, no habrá sensaciones; si no hay quien desee, es decir el hombre, no habrá deseos. No hay voluntad donde no
existe un ser que deba manifestar esa voluntad. Al margen del hombre, fuera de él, no hay ni voluntad, ni sensaciones, ni deseos,
ni ninguna otra manifestación de conciencia, de siquis, de pensamiento.

Ustedes saben que la naturaleza, la materia, existía ya antes de que apareciera el hombre y su conciencia, su siquis. Esto muestra
claramente que la naturaleza, la materia, es lo primario y que la conciencia, el pensamiento, es lo se4cundaruii. Mas puede surgir
una pregunta: ¿tenían conciencia los seres vivos que existieron antes que el hombre? Sí, también los animales poseen algunos
gérmenes de conciencia. Por ejemplo, les son inherentes la sensación del color y olor y cierta inteligencia. Pero incluso estos
gérmenes de conciencia aparecieron hace poco relativamente: al surgir los animales.

De lo dicho se deduce que la naturaleza existió no solo antes que el hombre, sino, en general, antes que los seres vivos y, por
ende, independientemente de la conciencia. Es lo primario. Mas la conciencia no pudo existir antes que la naturaleza. Es lo
secundario. Nos encontramos ante una de las demostraciones más importantes de la solución materialista del problema principal
de la filosofía.

La conciencia no existe ni puede existir sin la materia, pero ¿puede pensar cualquier materia? Basta con echar una ojeada al
mundo circundante para responder: no, no puede pensar cualquier materia. No piensa, por ejemplo, una piedra, ni en general,
toda la naturaleza inorgánica. Tampoco existen síntomas de conciencia en numerosos organismos vivos. ¿Cuándo surgió, pues
la conciencia?

2.2 La conciencia es producto de la materia altamente organizada

Las ciencias naturales contemporáneas han demostrado que la naturaleza orgánica se ha formado de la naturaleza inorgánica.
Esta conclusión tiene mucha importancia. Los idealistas afirmaban que la naturaleza orgánica no tiene nada de común con la
inorgánica. Los objetos animados e inanimados razonaban, se distingue entre sí en grado extraordinario. A diferencia de los
objetos inertes, los seres vivos se mueven, se multiplican y crecen. La diferencia es, en efecto, inmensa. Mas en aquellos
tiempos no se podía explicar qué es lo que tienen en común. Y así nació la opinión de que el organismo vivo encierra una “fuerza
vital” especial, que le ha sido dada por un ser superior y que lo hace completamente distinto de la naturaleza inorgánica. ¿Es cierto
esto?

El organismo vivo se diferencia, claro esta, de la naturaleza inorgánica. Pero, a la vez, está vinculado a ella de manera indisoluble.
Por ejemplo, consta de elementos como el carbono, el hidrógeno, el oxígeno, el hierro, el azufre, el fósforo y otros, esos mismos
elementos aparecen también con frecuencia en la naturaleza inorgánica. En el organismo vivo no hay un solo elemento que no
exista en la naturaleza inorgánica, desprovista de vida. Los nexos entre una y otra son evidentes. La ciencia ha demostrado,
mediante el análisis de estos hechos, que la sustancia orgánica procede de la substancia inorgánica.

El académico A. Oparín ha creado la hipótesis materialista del origen de la vida en la Tierra a partir de substancias inorgánicas. 1
Pero el surgimiento de la vida en la Tierra, de la primera célula, no significa aún la aparición de la conciencia. A la par con la vida
surgen únicamente los primeros gérmenes de la conciencia.
116
La conciencia representa la actividad nerviosa de determinado sector de los hemisferios del cerebro. La conciencia surge sobre la
base de los procesos fisiológicos que tienen lugar en las secciones superiores del cerebro. A su vez, estas secciones del cerebro
son resultado de la evolución multisecular, en el transcurso de la cual se desarrolló el sistema nervioso y se hizo mas compleja su
actividad. Se desarrolló y complicó asimismo la conducta de los animales hasta que apareció el cerebro humano y junto con el, la
conciencia del hombre.

Las manifestaciones superiores de la actividad nerviosa están vinculadas precisamente a la corteza de los hemisferios. Es fácil
convencerse de ello si se compara el desarrollo del sistema nervioso con la complejidad que ha ido adquiriendo, en consecuencia,
la conducta de los animales. En los peces, que carecen de corteza cerebral, observamos únicamente los reflejos2 más simples.
En las aves que tienen ya elementos de corteza, son mucho más complejos. En los perros, dotados de una corteza cerebral
mucho más desarrollada, los reflejos son más complejos aún. Y en los antropoides, cualquier movimiento voluntario esta
subordinado a la corteza de los hemisferios del cerebro. Sin embargo, no puede hablarse de “pensamiento” de los animales en el
verdadero sentido de la palabra. Por pensamientos entendemos el pensamiento del hombre. El pensamiento esta vinculado a la
aparición, en el proceso evolutivo, de la forma superior de movimiento de la materia: el cerebro humano.

Así pues, la conciencia no es producto de cualquier materia, sino de la materia altamente organizada: es producto de la actividad
del cerebro. La conciencia es una función del cerebro. No puede existir sin el cerebro, que es su portador material.

En el hombre, todo el mundo infinito de la conciencia, del sentimiento, del pensamiento y de la voluntad, esta condicionado por la
actividad de los hemisferios cerebrales. Iván Pávlov, demostró que la actividad síquica se basa en procesos materiales que se
producen en el cerebro humano. Se trata de los procesos fisiológicos que tienen lugar en la corteza de los hemisferios del cerebro.
“La actividad síquica –decía Pávlov- es resultado de la actividad fisiológica de determinada masa del cerebro”.

2.3 El pensamiento es un reflejo de la realidad

¿Qué representan los pensamientos que se forman en nuestro cerebro?

Tomen ustedes cualquier idea, cualquier manifestación, por ejemplo: “Yo veo este ciprés”. Se comprende perfectamente que en
nuestra cabeza no hay un ciprés, sino el pensamiento sobre el; dicho con otras palabras: en la cabeza existen conceptos acerca de
los objetos y fenómenos con que nos encontramos en el mundo. Cada pensamiento esta compuesto de esos conceptos. Por
ejemplo, en la oración “La nieve es blanca”, el pensamiento esta expresado con dos conceptos, con dos palabras: “nieve” y
“blanca”. ¿De donde salen estos conceptos? De la vida de la realidad. La nieve es efectivamente blanca. Los objetos existen
objetivamente y nos sirven de base para formarnos los conceptos que tenemos de ellos. Primero el ciprés, y luego, mi concepto de
él. Los conceptos, por tanto, son “secundarios”. Primero la realidad y luego el reflejo, el pensamiento sobre ella. El pensamiento
es una copia, un reflejo, una fotografía de la realidad. En él se reproduce, se representa, se fotografía la realidad.

Hemos aclarado, pues, que la naturaleza, la materia, existía ya cuando no había aún ninguna conciencia, que esta última apareció
después. La conciencia del hombre depende del estado de su organismo, de su sistema nervioso. Piensa el cerebro, que es el
órgano del pensamiento, la conciencia es una función del cerebro. La conciencia refleja el ser; por tanto, el ser es lo primario, y la
conciencia, lo secundario, lo derivado

2.4 Critica del materialismo vulgar

Debemos decir que no basta con admitir el carácter secundario de la conciencia. Hay que conocer también su verdadera
naturaleza, pues existen materialistas que admiten el carácter secundario de la conciencia, pero no pueden explicar correctamente
su esencia autentica. Dicen que el cerebro segrega el pensamiento, aproximadamente como el hígado segrega la bilis. Según
ellos; el pensamiento es una secreción del cerebro, el cual la produce y segrega igual, más o menos, que las glándulas de
secreción interna producen y segregan otras substancias indispensables para la actividad fisiológica del organismo. Los filósofos
que entienden así el pensamiento se llaman “materialistas vulgares”. Se les ha dado esta denominación porque su noción del
pensamiento es tosca, vulgar o simplista.

Siguen sus huellas ciertos filósofos burgueses contemporáneos, y no solo filósofos, algunos médicos ingleses, por ejemplo, afirman
que han conseguido “pesar el alma”, comprobando que pesa 30 gramos. Tal concepción es vulgar porque se envilece todo el
117
complejo proceso del pensamiento, reduciéndolo a una substancia de “treinta gramos”. La conciencia es identificada den este
caso con la materia, pero, si es así, ¿por qué, entonces no se la puede descubrir, por qué no se la puede ver? Partiendo de esta
idea es imposible comprender qué son nuestros deseos, nuestra voluntad y nuestros ensueños. Porque todos ellos son ideales,
no materiales. Y la fantasía, además de ser inmaterial, trata incluso de cosas que no existen siquiera en la naturaleza. El
materialismo vulgar no puede despejar estas incógnitas.

Los idealistas intentan utilizar la impotencia de los materialistas vulgares para desacreditar al materialismo en general. Por
ejemplo, los filósofos burgueses norteamericanos contemporáneos Wheelwrigth y Hospers afirman que el materialismo solo
reconoce lo material y niega la existencia de lo espiritual, de la conciencia, de la voluntad humana. Dicho con otras palabras,
identifican el punto de vista materialista vulgar con la doctrina materialista dialéctica. Pero no hay nada mas erróneo, el
materialismo dialectico no tiene nada de común con el materialismo vulgar. Su concepción de la esencia y la importancia de la
siquis, de la conciencia, esta dirigida tanto contra los idealistas, como contra los materialistas vulgares.

El error de los materialistas vulgares consiste en identificar la conciencia con la materia. La conciencia no es material, sino una
copia, una imagen de la realidad. Sin embargo, el cerebro no refleja ni fotografía la realidad como una cámara fotográfica
corriente. La realidad se transforma de la correspondiente manera en la cabeza del hombre, en el sentido de que esta última no se
encuentran las cosas mismas, los objetos mismos, sino su imagen ideal: lo ideal no es más que lo material traducido y transpuesto
a la cabeza del hombre.

La conciencia del hombre es una propiedad de la materia altamente organizada, es la propiedad del cerebro de reflejar la realidad
material. El pensamiento tampoco puede ser confundido con los procesos que tienen lugar en el cerebro. Dichos procesos son la
base material del pensamiento. Pero este último es un fenómeno más complejo que los procesos fisiológicos que se operan en el
cerebro. La conciencia, el pensamiento, es una forma superior del movimiento de la materia.

El pensamiento humano se distingue radicalmente de lo que se denomina a veces, no con mucha exactitud, “pensamiento” de los
animales.

2.5 El pensamiento y el lenguaje

Veamos, para empezar, unos interesantes experimentos hechos con monos. El experimentador colocó una manzana para uno de
ellos. Era difícil conseguirla, pues delante de ella había fuego. Pero “se enseño” al mono que podía sacar agua de una cubeta
cercana, apagar el fuego y tomar la manzana. Y así lo hizo. Luego se puso al mono en nuevas condiciones sobre una balsa, en un
estanque, se colocó la manzana y lejos, relativamente una cubeta con agua. La tarea era la misma: apagar el fuego y apoderarse
de la manzana. El mono podía allí mismo tomar agua, tan abundantemente alrededor de la balsa.
Pero no lo hizo así: llego con dificultad hasta la cubeta para tomar precisamente “aquella” agua.

Reflexionemos en la esencia del ejemplo. Muestra que el mono no posee la noción de “agua” y desconoce sus propiedades
generales. Su pensamiento está vinculado directamente a los objetos que le rodean. Es más, resulta imposible sin el nexo directo
con ellos. Tiene nociones concretas. Esto significa que “piensa” únicamente cuando se encuentra ante los objetos. Entonces
percibe el nexo elemental entre ellos. Pero sin no los tiene delante, no puede “pensar”.

En el hombre, en cambio, el pensamiento es cualitativamente distinto. Conoce los objetos en el proceso de la producción, del
trabajo y de la actividad científica y estudia sus propiedades. Observa que el agua de una cubeta, de un estanque, de un pozo, de
un río, etc., tiene propiedades comunes, por ejemplo, apagar el fuego. Elabora el concepto de “agua”. No se trata del agua de una
cubeta, del mar o de un río, sino “del agua en general”. Es éste un concepto abstracto. El hombre hace abstracción de las formas
y objetos concretos y destaca sus propiedades generales. Y estas propiedades generales caracterizan el objeto que comprende el
concepto dado.

Cuando hablamos del concepto “árbol”, de “árbol en general”, tenemos presentes las propiedades comunes de cualquier árbol y no
solo las del árbol que se ve desde nuestra ventana. En este caso hacemos abstracción de los arboles concretos. Por eso el
concepto se denomina abstracto. Pues bien, este rasgo peculiar del pensamiento humano, su carácter abstracto, no está al
alcance de los animales.
118
El quid de la cuestión reside en que el desarrollo del cerebro humano transcurre desde la infancia bajo la influencia decisiva del
lenguaje. Cuando a los nueve meses, aproximadamente, un niño repite sin cesar “ma-ma”, es un síntoma seguro de que empieza
a comprender lo que sucede en el mundo. Pero ¿cómo ocurre esto? A partir de dos fuentes: la incipiente experiencia vital del niño
y las palabras de quienes lo rodean.

Veamos un ejemplo. Un niño juega con una pelota. Descubre que es un objeto redondo y blando. Juega con pelotas distintas –
amarilla, verde, etc.-, y cada vez percibe “esta pelota”. Con el tiempo, la palabra “pelota” hace surgir en él la noción de la “pelota
en general”. Conoce ya el concepto “pelota”. Y este concepto esta expresado en la palabra. Nuestros pensamientos se expresan
también con palabras: las oraciones están compuestas siempre de palabras. Pero hemos dicho que ya nuestro pensamiento es
abstracto, que se realiza sobre la base de conceptos generales.

¿Qué es lo que nos permite abstraer, es decir, aislar del propio objeto sus rasgos fundamentales? Esa posibilidad nos la da la
palabra, el lenguaje. La palabra “pelota” nos indica que se trata de la pelota en general y no sólo de una pelota concreta. Un
pensamiento abstracto puede expresarse únicamente con palabras

Desde la infancia, la conciencia del hombre se forma sobre la base de las palabras, del lenguaje, ya que con su ayuda expresan
nuestros pensamientos. En este proceso surge paso a paso algo que es propio sólo del hombre: el pensamiento se vincula
estrechamente al lenguaje. Es imposible separar la conciencia del hombre, el pensamiento, de su lenguaje. Se establece, pues, la
unidad indestructible, orgánica del lenguaje y el pensamiento.

Engels destacaba que la aparición del lenguaje articulado contribuyo a que el cerebro del mono se transformase gradualmente en
cerebro humano. ¿Qué causas influyeron en ello?

2.6 Carácter social de la conciencia y el lenguaje

Un ejemplo nos ayudará a encontrar la respuesta correcta a esta pregunta. La historia conoce varios casos de “educación” de los
niños en una manada de lobos. Uno de estos casos fue descubierto en la India en 1956. Una loba raptó una niña cuando ésta no
había cumplido aún los tres años. Y cuando se la encontró unos años mas tarde, se descubrió el siguiente cuadro. La niña
andaba a cuatro pies, imitaba el grito de los animales y, como es lógico, no podía hablar. Pero llama la atención un detalle
sorprendente: por muchos esfuerzos que se hicieron, fue imposible enseñar a hablar a la niña. Fue imposible restablecer la
fisonomía humana, la conciencia de la niña. No pudo tampoco acostumbrarse a las nuevas condiciones y murió (ni un solo niño de
los casos análogos conocidos ha vivido hasta la mayoría de edad).

Surge, en este caso la pregunta. La niña nació con un cerebro humano normal. Creció y, evidentemente, creció también en el
cerebro. ¿Por qué, entonces, se rezagó tanto su pensamiento? Cuanto hemos dicho antes les permitirá responder con facilidad a
esta pregunta. No basta, por lo visto, con que el hombre tenga un cerebro de pleno valor desde el punto de vista biológico para
que pueda poseer conciencia humana. Hace falta, además, que viva en la sociedad, en la colectividad.

Fuera de la colectividad no hay tampoco pensamiento humano. Este aparece como resultado de la vida de los seres humanos en
sociedad. El pensamiento solo puede surgir, de una parte, cuando el hombre refleja la naturaleza y, de otra, cuando entabla
determinadas relaciones con otros hombres en la actividad laborar, en la producción. El trabajo creó al hombre, creó la sociedad
humana. Precisamente en el trabajo, en la actividad productiva, se desarrolló el cerebro del hombre, su conciencia. La conciencia
es, desde el comienzo mismo, un producto social y seguirá siéndolo mientras exista el género humano. La conciencia es producto
de la vida del hombre en la sociedad. Es un fenómeno social.

Esto significa que fuera de la sociedad no puede haber conciencia, de la misma manera que no puede haber ni palabras ni
lenguaje. La conciencia surge y se desarrolla únicamente en el proceso del trabajo, de la actividad productiva del hombre, pues
solo en estas condiciones es posible la influencia activa del ser humano sobre la naturaleza. Y al actuar sobre la naturaleza, el
hombre desarrolla también su conciencia. Sólo en el proceso del trabajo refleja el hombre en su conciencia, mas profundamente
cada día, los objetos que le rodean, los compara entre sí, observa lo que tienen de común y recibe conceptos determinados. En el
proceso de la práctica, el hombre estudia asimismo los nexos, las relaciones existentes entre los objetos. Así, gradualmente, a
medida que se desarrollaba la producción material, fue desarrollándose, puliéndose y perfeccionándose la conciencia humana.
119
Cuando el antropoide empezó a andar erguido se dio el primer paso para la transición del mono al hombre. La marcha erguida
apareció porque los antecesores del hombre empezaron a emplear instrumentos de trabajo naturales. Esto liberó sus
extremidades anteriores, que fueron perfeccionándose en el proceso del trabajo. Así se desarrolló paulatinamente la mano
humana, que no es sólo el órgano del trabajo, sino también su producto.

Sin embargo, el empleo de instrumentos naturales no es aún el trabajo en el sentido estricto de la palabra. EL propio trabajo ha
recorrido también un camino histórico de desarrollo. EL verdadero trabajo empieza únicamente cuando aparecen los primeros
instrumentos de trabajo preparados artificialmente por el hombre. El mono, aunque emplee instrumentos naturales, es incapaz de
prepararlos. Pero la preparación de los primeros instrumentos no significa todavía el surgimiento de la sociedad humana. Es sólo
el comienzo del largo proceso que lleva a la transformación del mono en hombre y, por consiguiente, a la formación de la
conciencia: el proceso de la formación del hombre y de su sociedad.

En ese periodo surge también el lenguaje. En el proceso del trabajo conjunto, de la producción, los hombres sienten la necesidad
de comunicarse algo. Esta necesidad, creó su órgano: la tosca laringe del mono se transformo con lentitud, pero de manera
constante, y los órganos de la boca aprendieron gradualmente a pronunciar un sonido articulado tras otro. Así surgió la palabra
articulada, el lenguaje como medio de intercambio de pensamientos, como medio de comunicación entre los hombres y envoltura
material del pensamiento.

La unidad del lenguaje y del pensamiento se deduce de la propia naturaleza de este último, que solo en las palabras da la
sensación de hacerse mal. Mientras el pensamiento se encuentra en la cabeza del hombre parece muerto, inaccesible para los
demás. El lenguaje es la realidad directa del pensamiento. Esto significa que el pensamiento existe únicamente con la envoltura
material del lenguaje. Incluso cuando no expresamos nuestros pensamientos en voz alta, sino que nos limitamos, como suele
decirse, a pensar para nuestros adentros, los revestimos con la envoltura verbal, lingüística. El lenguaje permite, no sólo formar los
pensamientos, sino transmitirlos a las demás personas. Y con ayuda de la escritura pasan incluso de generación en generación.

No obstante, sería erróneo deducir de cuanto queda dicho que el lenguaje y el pensamiento son idénticos; están unidos, pero no
son el mismo fenómeno. El pensamiento refleja la realidad. El lenguaje, por su parte, es el me4dio que permite comunicar los
pensamientos a otras personas. El pensamiento esta vinculado directamente a la realidad, sino a través del pensamiento. Esto
significa que el cerebro refleja directamente los fenómenos y sus nexos con el mundo, engendrando nuestros conceptos y
pensamientos, en tanto que el lenguaje nos sirve para transmitirlos a otras personas.

A este respecto surge con mucha frecuencia una pregunta: si los pensamientos reflejan y, como si dijéramos, fotografían la
realidad, ¿cómo explicar la existencia de la fantasía, de los sueños, es decir, de lo que carece de su correspondiente objeto de la
naturaleza?

 El materialismo, los sueños y la fantasía

Por ejemplo, aunque el satélite artificial de la Tierra ni existía aun, el sabio ruso Konstantín Tsiolkovski, creador de la teoría
científica de la cohetonáutica, “lo vio” ya a comienzos de nuestro siglo. ¿No probará eso que, en este caso, el pensamiento no es
lo secundario sino lo primario? ¿No estará eso en contradicción con el materialismo?

La existencia de la fantasía plantea a los hombres, de grado o por fuerza, preguntas semejantes. Y puede crearse la impresión de
que el pensamiento surge independientemente de la realidad circundante. Ahí esta la fuente del idealismo: se crea el terreno para
llegar a la conclusión idealista de que el pensamiento puede surgir al margen de la realidad e incluso a pesar de ella. Pero, ¿existe
fundamente para semejante conclusión?

Los sueños de Tsiolkovski tienen sus raíces en la realidad, en el exacto cálculo matemático de lo que existe. Y esto le sirve de
base para llegar a la genial conjetura de lio que no existe todavía, pero que existirá sin falta. Los vuelos espaciales han venido a
confirmar hasta qué extremo eran reales los sueños, la fantasía de Tsiolkovski.

Como ven, los sueños, la fantasía, son también un reflejo de la realidad y solo surgen sobre la base de la realidad. Es ésta
precisamente la que da alas a los sueños.
120
Ahora esta claro para ustedes que el materialismo, lejos de negar el sueño y la fantasía, por el contrario, los explica
científicamente.

Examinemos otra cuestión que surge con frecuencia al reflexionar sobre la relación de la materia y la conciencia.

¿No negará el materialismo cualidades tan importantes para el individuo como los sentimientos, el entusiasmo, el impulso, es decir,
lo que llamamos mundo espiritual del hombre?

El materialismo reconoce el carácter secundario de la conciencia, pero no niega el importante papel que ésta desempeña en la
vida del hombre. Examinemos con más detalle esta cuestión.

2.7 Papel activo de la conciencia

La existencia de los sueños y de la fantasía sana nos convence por sí mismos de que la conciencia no percibe pasivamente el
mundo: influye activamente sobre él y señala el camino para transformarlo.

La conciencia, al mismo tiempo que refleja la realidad, es una guía para transformarla. Prueba palpable de ello es el ejemplo de
las teorías progresistas, que se han convertido en una poderosa fuerza material de nuestro tiempo en la lucha por la paz, la
democracia y el socialismo.

Los idealistas exageran desmesuradamente ese aspecto de la conciencia humana. Puesto que la conciencia es activa, dicen, es
lo primario, lo que dirige los actos del individuo. Presentan la actividad de la conciencia humana como el triunfo del idealismo. ¿Es
así? El hecho de que la conciencia dirija los actos del individuo no significa aun que sea lo primario. Al contrario, la conciencia
toma de la propia realidad todos los fines, tareas y planes para la actividad, los toma de esa misma actividad.

Cuanto hemos dicho acerca de la actividad de la conciencia humana nos ayudará a comprender y explicarnos correctamente uno
de los fenómenos mas sorprendentes de la técnica moderna.

2.8 El pensamiento y la máquina

Ustedes habrán oído hablar, sin duda alguna, de las “máquinas inteligentes”. Estas máquinas efectúan un trabajo complejísimo:
traducen de una lengua a otra, pilotean aviones, conducen trenes y hasta juegan al ajedrez. Realizan algunas operaciones lógicas
propias del cerebro humano. “Consideran” cuándo debe frenar un tren, “recuerdan” algunas operaciones, etc. Parece como si
actuara el pensamiento humano vestido de metal.

¿Se puede crear una maquina capaz de reemplazar por completo el cerebro humano? No, no se puede. Es cierto que la maquina
puede ejecutar irreprochablemente aquello para lo que ha sido adaptada por el hombre, puede incluso descubrir nuevos hechos
desconocidos por su creador, pero la máquina no pasará nunca de ser una ayuda para el raciocinio humano. Sin el hombre, no es
más que “metal muerto”.

¿Por qué el cerebro del hombre es infinitamente superior a cualquier máquina? Porque es producto de as relaciones sociales. El
pensamiento como hemos visto, tiene también carácter social. El funcionamiento del cerebro es tan complicado como esas
relaciones sociales. Ningún “cerebro electrónico” puede “reconstruir” el mundo espiritual interno del hombre, su carácter activo, el
vuelo de su fantasía, sus sueños, la aptitud de tensar la voluntad, el complejo mundo del arte…

Hemos examinado, pues, algunas cuestiones fundamentales del materialismo dialectico. Para comprenderlas mas a fondo es
preciso conocer la esencia de la dialéctica materialista, lo cual logrará mediante el estudio de las leyes y categorías de la dialéctica.

NOTAS
1
Oparín, A. I. “El origen de la vida”. México, Editorial Grijalbo, S.A. (Colección 70 No. 32), 1968.
2
Reflejo es la respuesta del organismo a la excitación del medio ambiente, que se realiza con participación del sistema nervioso.
121
3.- OBJETO DE LA FILOSOFIA
F V. Konstantinov

3.1 El problema fundamental de la filosofía

La palabra “filosofía” procede de dos voces griegas: “filos” amor, y “sofía”, sabiduría; comenzó significando, pues, “amor por la
sabiduría” (“afición al saber”, como antes se decía). La palabra “filosofía” no determina, sin embargo, por su sentido literal, el
objeto, la misión ni el contenido de este concepto. Para definir certeramente lo que es la filosofía, hay que señalar cuáles son sus
características, comparando la filosofía con otras ciencias en interdependencia con las cuales se desarrolló.

La característica fundamental de la filosofía es que, desde el momento mismo en que aparece, constituye una concepción del
mundo más o menos completa: es decir, constituye un sistema de ideas generales sobre el mundo: la naturaleza, la sociedad y el
hombre. Cada individuo llega a tener determinada concepción del mundo, pero no se trata seguramente de una concepción del
mundo producto de la reflexión, sino formada espontáneamente bajo la influencia de las condiciones de vida, y, con frecuencia, se
trata de trozos de distintas concepciones e ideas contradictorias entre sí. Pero la filosofía no es una mera suma, sino un sistema dé
ideas y concepciones sobre el mundo, y es el resultado consciente de la aplicación de determinado punto de vista a la realidad
circundante, o sea es un conjunto de principios determinados.

A lo largo de las diversas fases de su desarrollo, la filosofía se ha ocupado del estudio de distintos problemas. En sus primeros
tiempos, estudiaba numerosos problemas que después se dejaron a las ciencias especiales. Pero por más que haya cambiado la
concepción del objeto de la filosofía, sus problemas principales han sido siempre los problemas fundamentales de la concepción, y
ha dado respuestas diversas a la pregunta de qué es el mundo, de si ha existido eternamente o ha surgido de uno u otro modo, de
cuál es el lugar que ocupa el hombre en el universo, de qué es nuestra conciencia y qué relación guarda en el mundo, etc.

El problema fundamental de toda concepción del mundo es el problema de las relaciones entre el pensar y el ser, entre el espíritu y
la naturaleza, ¿Qué es lo primero, el punto de partida: la materia, la naturaleza, o el espíritu, la razón, la conciencia, la idea? En
otras palabras, ¿qué precede a qué: la materia, la naturaleza, el ser, precede a conciencia, o por el contrario, la conciencia, el
espíritu, precede a la materia? ¿El ser, la materia, determina la conciencia, o a la inversa?

Todos los fenómenos con que nos encontramos pueden referirse bien a fenómenos materiales, es decir, existentes fuera de
nuestra conciencia (como son los objetos y procesos del mundo exterior), o bien a fenómenos espirituales, ideales, es decir, que se
dan en nuestra conciencia (a nuestros sentimientos, a nuestros pensamientos). Lo material y lo espiritual son los conceptos
generales, que abarcan cuanto existe en el mundo. Por eso cualquiera que sea la concepción del mundo, tiene que partir
necesariamente de una de las dos respuestas al problema de las relaciones entre lo material y lo espiritual.

Y precisamente la respuesta que se dé a este problema es lo que caracteriza, ante todo, a la filosofía como concepción del mundo.

Según la solución que dan al problema fundamental indicado, es decir, al problema de las relaciones entre el pensar y el ser, los
filósofos se dividen en dos direcciones fundamentales. Los que reconocen la primacía de la materia se llaman materialistas (del
latín “materialis”, lo material); consideran que el mundo que nos rodea, que la naturaleza, ha existido siempre. Los materialistas
explican el mundo partiendo del mundo mismo, sin recurrir a ninguna clase de fuerzas sobrenaturales, que se suponen exteriores
al mundo. Precisamente así concebían el mundo los filósofos griegos Demócrito y Epicuro; los materialistas franceses del siglo
XVIII La Mettrie, Holbach y Diderot; el materialista alemán Ludwig Fuerbach, etc. Por el contrario, los idealistas (del griego “idea”)
consideran que lo primero de todo, lo primordial, es el pensamiento, el “espíritu”. Sostienen que el espíritu es anterior a la
naturaleza e independiente de ella. Así concebían el mundo el filósofo griego Platón, el filósofo inglés del siglo XVIII Berkeley; el
filósofo alemán del siglo XIX, Hegel, etc.

Toda concepción del mundo más o menos consecuente parte necesariamente del reconocimiento de la prioridad de un principio,
ya sea la materia o el espíritu. Este tipo de concepción del mundo se llama monista (del griego “monos”, uno). En la historia han
existido, sin embargo, filósofos que reconocen como primarios ambos principios, independientemente uno del otro. Se da a. estos
filósofos el nombre de dualistas (del, latín “duo”, dos). Reconociendo la materia y el espíritu como sustancias independientes, el
dualismo no puede establecer un nexo entre ambos. De aquí que, al tratar de explicar los fenómenos del universo, el dualista se
122
embrolla en contradicciones insolubles para su sistema y se vea obligado a abrazar las posiciones del materialismo o las del
idealismo. El dualismo no es una solución fundamentalmente nueva del problema de la filosofía, distinta del materialismo y el
idealismo, sino que expresa simplemente una inconsecuencia filosófica.

El problema de la relación entre el pensar y el ser es el problema fundamental de toda concepción filosófica del mundo, por la
sencilla razón de que la solución que se le dé determina la respuesta a los demás problemas de que se ocupa la filosofía. Así,
según el modo como resuelvan el problema de que es lo primario, si el espíritu o la naturaleza, los filósofos contestan de distinta
manera a la pregunta de si el mundo ha existido siempre o ha tenido un principio en el tiempo, de si es infinito’ o limitado en el
espacio, etc.

Con el reconocimiento de la primacía de la materia o de la conciencia se halla también relacionado el problema de la existencia y el
carácter de la sujeción a leyes de los fenómenos del universo. Los materialistas entienden que el mundo existe
independientemente de la conciencia de los hombres. Y, siendo así, es evidente que los nexos entre los distintos fenómenos del
universo no han sido establecidos por el pensamiento del hombre, sino que tienen una existencia objetiva o, lo que es lo mismo,
independiente de la conciencia. De aquí que los materialistas reconozcan la vigencia de leyes objetivas, a las que se hallan sujetos
todos los fenómenos y procesos del mundo que nos rodea.

Los idealistas se sitúan ante este problema de otro modo. Unos (los llamados idealistas subjetivos) consideran como lo primario la
conciencia del hombre. Afirman que éste no posee directamente más datos que los que les suministra su propia conciencia, las
sensaciones, las representaciones, los conceptos, etc., y no tiene derecho a admitir la existencia de nada que se halle fuera de
ella. Al negar la existencia del mundo objetivo y consideras como objetos los complejos de sensaciones e ideas, el idealismo
subjetivo niega también la sujeción de los fenómenos a leyes objetivas. Para los idealistas subjetivos, las leyes de la naturaleza y
de la sociedad descubiertas por la ciencia sólo expresan la sucesión entre los fenómenos, habitualmente observada por nosotros, y
a la que no hay por qué atribuir un carácter de necesidad.

La otra corriente del idealismo —el idealismo objetivo— considera lo primario el espíritu, la idea, que, según este modo de pensar,
existe fuera del hombre e independientemente de él. Los idealistas objetivos reconocen un determinado orden en la naturaleza, la
sujeción de los fenómenos a leyes, pero no buscan la fuente de esto en la naturaleza misma, en la relación natural de causa a
efecto, sino en la “razón universal”, en la “idea absoluta”, en la “voluntad universal”.

Cualquiera que sea el problema filosófico que abordemos, el de la eternidad del mundo o el de su unidad, el de las leyes que rigen
los fenómenos o cualquier otro, el modo de abordarlo dependerá siempre de una o de otra manera, de la solución que demos al
problema fundamental de la filosofía. Aquí se halla la divisoria entre las dos direcciones fundamentales de la filosofía, el
materialismo y el idealismo.

Podría parecer a primera vista que el problema fundamental de la filosofía se halla, por su generalidad, alejado de la vida real, de
la actividad práctica de los hombres. Pero sería profundamente erróneo pensar así. De la solución que a este problema se dé se
derivan determinadas consecuencias sociales: de ello depende la actitud que el hombre adopte ante la realidad, su modo de
concebir la vida social, las tareas históricas, los principios morales, etc.

Por ejemplo, quien, siguiendo a los idealistas, reconozca como lo primario a la conciencia, el espíritu, buscará la fuente de los
males sociales, no en las condiciones de la vida material de los hombres, en el régimen económico de la sociedad, en la estructura
de clase de ésta, sino en las condiciones de la vida espiritual, en los errores de los hombres, en sus defectos morales. Y este modo
de ver las cosas no permitirá encontrar los verdaderos caminos para hacer cambiar la vida social. No señalará la vía para resolver
los problemas cardinales de nuestro tiempo, para asegurar la paz, atajar las guerras, acabar con el colonialismo, abolir la opresión.

Los hombres crean en el proceso del conocimiento generalizaciones, conceptos generales como, pongamos por caso, el concepto
de “casa”. Este concepto de “casa” ha sido forjado mediante un proceso de abstracción, de distinción de ciertos rasgos generales
en las casas que existen realmente. En el proceso mismo de abstracción se da la posibilidad de que la idea se divorcie de la
realidad. Pero en cuanto olvidamos el origen del concepto general y lo consideramos como algo que existe de por sí, sin
dependencia alguna respecto de los objetos reales, caemos en las posiciones del idealismo.
123
La filosofía idealista es una flor estéril que crece en el árbol vivo, fecundo, fuerte y todopoderoso del conocimiento humano. El
proceso del conocimiento sigue, no una línea recta, sino una curva compleja, es decir, una espiral. Si enfocamos dicho movimiento
de un modo unilateral, subjetivo, podemos convertir un segmento de la espiral .en una línea recta, y entonces nos apartamos de la
vía real del conocimiento y nos inclinaremos hacia la tergiversación, de la verdad. Pero este desvío respecto de la verdad responde
a intereses de clase y es afianzado por ellos, y, de este modo, algunos errores idealistas se transforman en sistemas filosóficos
idealistas. El carácter rectilíneo y unilateral del pensamiento, su osificación, así como el subjetivismo y la ceguera subjetivista
constituyen las raíces gnoseológicas del idealismo.

La separación entre el trabajo físico y el intelectual que surge en la sociedad dividida en clases, junto con la oposición entre ambos,
crean la ilusión de que los pensamientos e ideas son independientes de la práctica, e incluso que determinan a ésta. Este modo
idealista de concebir el mundo desfigura la realidad y la interpreta en forma invertida, lo cual es aprovechado por las clases
explotadoras para justificar y afirmar su dominación. Esta concepción idealista del mundo se forma y extiende bajo la influencia de
determinadas relaciones de clase y de ciertos intereses de clase.

Después de aparecer la ciencia de la naturaleza, el materialismo como concepción filosófica del mundo, se desarrolla en estrecha
relación con las ciencias naturales. Toda explicación científica es, en el fondo, materialista, ya que la ciencia da una Interpretación
natural de los fenómenos susceptibles de pertrechar al: hombre para transformar el mundo. La ciencia parte del hecho de que los
objetos por ella estudiados y todo el mundo circundante tienen una existencia objetiva, independiente de nuestra conciencia. La
existencia de fuerzas sobrenaturales es incompatible con la ciencia. Todo el desarrollo de las ciencias naturales demuestra que la
naturaleza, que la materia y su movimiento han existido siempre. Cambian constantemente de forma, pero no nacen ni se
destruyen.

El problema fundamental de la filosofía, además de girar en torno a la pregunta de qué es lo primario, el pensamiento o el ser,
envuelve otro importante aspecto: el que se refiere a la relación que nuestros pensamientos, ideas y conocimientos acerca del
mundo guardan con éste. ¿Puede nuestro pensamiento conocer el mando real?

Uno de los objetivos primordiales de la filosofía, casi desde el primer día de su existencia, fue la indagación del proceso, el método
y los medios de conocimiento de la realidad. Los filósofos trataron de esclarecer, desde muy pronto, cuál es la fuente de nuestro
conocimiento, si podemos considerar nuestras sensaciones, representaciones y conceptos como reflejo del mundo, capaces de
ofrecernos una imagen exacta de él.

También ante estos problemas se manifiesta la contraposición entre materialismo e idealismo.

El materialismo afirma que el mundo tiene una existencia objetiva, independiente de la conciencia, y que los hombres se
representan una parte de la naturaleza y la reflejan en su mente. Lo que, como es natural, lleva aparejado el reconocimiento de la
posibilidad de conocer el mundo y las leyes que lo rigen.

Muchos idealistas no niegan tampoco esta posibilidad, pero casi todos rechazan la concepción del conocimiento como reflejo de la
realidad objetiva. Unos sostienen (como, por ejemplo. Platón, el antiguo filósofo griego) que la fuente del conocimiento se halla en
el ‘‘mundo del más allá”, en el “mundo de las ideas”, razón por la cual quien desee conocer la verdad debe aislarse del mundo que
lo rodea cerrar los ojos y los oídos a la realidad y ahondar en la reminiscencia de lo que su alma inmortal contemplé un día en el
mundo de las ideas. Pese a la diversidad de las escuelas idealistas y a la diferencia en cuanto a su modo de concebir el
conocimiento, todas ellas se niegan a ver en las sensaciones, conceptos e ideas del hombre el reflejo de las cosas a considerar el
mundo objetivo como fuente del conocimiento.

Junto a los filósofos que afirman la posibilidad de conocer el mundo ha habido y hay otros que dudan de esta posibilidad (los
escépticos o que incluso tratan de razonar la imposibilidad de ello. Se da el nombre de agnosticismo (palabra, griega derivada del
prefijo “a’’ no y a la voz “gnosis”, conocimiento) a la corriente filosófica que niega la posibilidad de adquirir un conocimiento veraz
de las cosas.

El agnosticismo se presenta frecuentemente como el intento de eludir la solución del problema fundamental de la filosofía, de
considerar insoluble el problema de la prioridad de la materia, o la conciencia, y de la existencia misma del mundo objetivo. Sin
124
embargo, aunque pretendan seguir una línea “intermedia” entre el materialismo y el idealismo, la mayoría de los agnósticos se
inclinan al segundo.

Negar la cognoscibilidad del mundo es degradar la ciencia. Desde el momento en que se considera imposible adquirir un
conocimiento veraz del mundo se reconoce que el hombre puede basar su actividad práctica, no en los datos de la ciencia, sino en
los dogmas de la fe.

En los siguientes apuntes de su diario, M. Gorki pone diáfanamente de manifiesto el sentido social dé tales prédicas:

Dos pensamientos viven en el mundo. Uno escruta audazmente las tinieblas de los enigmas del universo y trata de descifrarlos;
otro declara que los misterios son insolubles y, temeroso de tilos, los deifica.

Para el primero, incognoscible es sencillamente lo aún no conocido; el otro cree que el mundo es incognoscible para siempre.

El primero se adentra en el caos del fenómeno del ser, enfrentándose impávidamente a todo en su árido camino, animándolo todo
con su propia energía y haciendo que hasta las piedras hablen elocuentemente acerca del origen de la vida: el segundo va
medrosamente de tumbo en tumbo y trata infructuosamente de encontrar la justificación de su ser.

— ¿Existo? — se pregunta éste, al paso que el primero dice:

— ¡Actúo!

El primero se siente con frecuencia el acicate de la duda, llevado de su fuerza, pero el frío escepticismo lo vigoriza y sintiéndose
aún más fuerte, de nuevo busca la meta del ser en la acción: el segundo vive siempre en el terror ante si mismo, le parece que
existe fuera de él un principio superior que le es afín pero que guarda ceñuda severamente el secreto de su ser.

El primero se mueve incesantemente de una verdad a la que la sigue y a través de todas hasta la verdad final, cualquiera que ella
sea. El segundo se propone como nieta encontrar en el mundo del perpetuo movimiento y de las perennes oscilaciones un punto
muerto sobre el que poder sustentar el dogma inconmovible y sujetar el espíritu de la indagación y la crítica con las cadenas de
hierro de la amonestación.

Uno filosofía por amor a la sabiduría, valientemente, seguro de su fuerza: el otro razona llevado por el miedo en la esperanza de
vencerlo.

Ambos son libres; el uno, libre como toda energía, el otro como el perro callejero, que ladra en todas las puertas detrás de las
cuales se siente calor, paz y un poco de comodidad.”

La historia de la filosofía desde la antigüedad hasta nuestros días es la historia de la lucha entre materialismo e idealismo. Esta
lucha se ha librado y sigue librándose con gran pasión y revela de por sí cuán de cerca toca la filosofía a los intereses vitales de los
hombres. La filosofía contemporánea es tan partidista como la de hace dos mil años. Los dos partidos contendientes son, en
esencia, el materialismo y el idealismo, y su lucha expresa, en última instancia, las tendencias y la ideología de las clases que
pelean entre si’.

3.2 Materialismo e idealismo, las dos direcciones filosóficas fundamentales


125
La lucha entre materialismo e idealismo no es siempre una lucha abierta, ni todos los filósofos proclaman sin ambages su
identificación con uno u otro campo. Abundan en la historia de la filosofía los intentos de eludir la contraposición entre las dos
corrientes antagónicas, de adoptar una posición intermedia, que no sea materialista ni idealista.

Intentos fallidos, que conducen al eclecticismo13 o a un idealismo enmascarado, envuelto bajo nuevas expresiones.. Es éste un
rasgo muy característico de algunas corrientes filosóficas de nuestro tiempo. En la filosofía actual encontramos corrientes que
abrazan más o menos abiertamente la defensa del idealismo. Pero abundan más los filósofos que se presentan como ajenos por
igual al materialismo y al idealismo.

Así, por ejemplo, los positivistas niegan de palabra toda filosofía y protestan reconocer solamente la ciencia positiva, de donde
toman su nombre. Muchos filósofos afirman que espíritu y materia son simples palabras carentes de sentido, razón por la cual la
filosofía no tiene por qué ocuparse para nada del problema de sus relaciones mutuas. A su juicio, la relación entre el ser y la
conciencia, lejos de constituir el problema fundamental de la filosofía, no merece siquiera que ésta se ocupe de él, carece de
objeto.

¿En qué estriba, según éstos filósofos, el objeto de la filosofía? Bertrand Russefl, declara qué la filosofía no puede aportar ningún
conocimiento nuevo acerca del mundo y que su misión se reduce a ofrecer un análisis lógico del conocimiento científico; la esencia
de la filosofía reside, según esto, en la lógica; entendida como una ciencia formal. Esta posición representa un intento: de eludir el
problema fundamental de la concepción del mundo

R. Carnap, otro representante del positivismo contemporáneo, va todavía más allá que Russell. Según él, el análisis lógico es,
fundamentalmente, el análisis del lenguaje, “la lógica es sintaxis” y el cometido de la filosofía se reduce al estudio lógico de las
palabras, las proposiciones, etc. El filósofo, afirma este autor, debe comprender de una vez por todas que no dispone de medios
para dar respuesta a los problemas relacionados con el mundo. “Los problemas de la filosofía —declara Carnap— no se refieren a
la naturaleza finita del ser, sino a la estructura semiótica (significativa) del lenguaje de la ciencia, incluyendo la parte teórica del
lenguaje cotidiano14. Por donde tanto Russell con Carnap consideran como única finalidad de la filosofía el análisis lógico de los
conceptos, de los términos generales. Así concebida, la filosofía, a diferencia de la ciencia, no afirma verdades, sino que solamente
enseña a expresarlas.

Este punto de vista representa un intento encaminado a liquidar el objeto mismo de la filosofía. Esta ha considerado siempre como.
sus problemas fundamentales los referentes a la esencia del mundo, a la relación entre el pensamiento y la realidad objetiva. Sin
embargo, aunque intenten eludir la solución de estos problemas cardinales de la concepción del mundo y traten de esquivar la
lucha entre matérialismo e idealismo, los positivistas de diverso tipo no logran en realidad mantenerse al margen de ella. Niegan la
posibilidad de conocer el mundo objetivo, rechazan el concepto mismo de la realidad objetiva, y, por ende, abrazan la posición del
idealismo subjetivo.

Ahora bien, ¿qué significa negarse a reconocer el ser objetivo y la posibilidad de conocerlo, negar la verdad objetiva? Significa
defender la línea del idealismo. Por mucho que algunos filósofos actuales se empeñen en eludir la solución del problema
fundamental de la filosofía mantenerse al margen del materialismo y el idealismo, por encima de tales posiciones, no lo logran,
pues ello es imposible: se ven obligados a contestar de un modo o de otro, aunque no siempre de manera abierta, al problema de
si el mundo objetivo existe independientemente de nuestra conciencia y de qué relación guarda nuestro pensamiento con el mundo
que nos rodea. Todas las corrientes filosóficas, por numerosas y diversas que sean, forman parte del campo del materialismo, o del
idealismo.

13
Se da el nombre de “eclecticismo” (del griego eklego, seleccionar) a la conciliaci6n puramente mecánica y sin principios de diversas
concepciones, tendencias o corrientes ideológicas.

14
R. carnal, Introductions to Semantics, U.S.A., 1946.
126

3.3 Los diferentes métodos

Un método predilecto al que se recurre para impugnar el materialismo actual consiste en identificar esta filosofía con el
materialismo vulgar de mediados del siglo XIX o con e materialismo mecanicista de los siglos XVII y XVIII.! Pero la filosofía
materialista actual, se distingue fundamentalmente de todas las formas del materialismo anterior, incluyendo entre ellas el
materialismo mecanicista.

La falla de las viejas escuelas materialistas estriba en que su manera de pensar era predominantemente metafísica: no se hallaban
pertrechadas con un método certero, dialéctico, de conocimiento

Se llama método metafísico15 al modo de abordar el estudio de las cosas y los fenómenos de la naturaleza sin considerarlos en sus
mutuas relaciones orgánicas, viendo en ellos algo sustancialmente inmutable y carente de contradicciones internas. Este método
refleja unilateralmente algunos rasgos de la realidad, registra la estabilidad relativa de! las cosas y hace caso omiso de su
desarrollo, destaca los elementos sueltos y pierde de vista el todo de que forman parte.

El método de conocimiento opuesto al metafísico s e llama dialéctico.16 Es el método qué considera las cosas, los fenómenos y sus
reflejos mentales los conceptos, en sus mutuas relaciones y en movimiento, en su nacimiento, desarrollo contradictorio y
desaparición. El desconocimiento de la dialéctica fue una grave deficiencia de muchas de las escuelas materialistas del: pasado, 17
que les impidió llevar a fondo consecuentemente su concepción materialista del mundo. Y ello se manifestaba, principalmente, en
su modo de concebir los fenómenos de la vida social, que interpretaban a la manera idealista.

El método científico dialéctico de conocimiento es revolucionario, pues al reconocer que todo cambia y se desarrolla, llega a la
conclusión de que es necesario acabar con todo lo caduco que entorpece el progreso histórico.

La elaboración del método científico dialéctico elevó al materialismo a un plano superior. El método dialéctico de conocimiento se
funde orgánicamente con la explicación materialista de los fenómenos, no sólo los de la naturaleza, sino también los de’ la
sociedad.

3.4 Surgimiento de la filosofía como ciencia

La filosofía surgió en el mundo antiguo como una suma universal de conocimientos. Los hombres poseían ya, en aquel tiempo,
ciertos conocimientos matemáticos, astronómicos, físicos y de otras clases, pero dichos conocimientos no formaban aún ciencias
especiales, particulares, sino que integraban el cuerpo de doctrinas a que se daba el nombre de filosofía. Los tratados de los
filósofos antiguos solían titularse De la naturaleza, Sobre el universo, etc. A la par que problemas propiamente filosóficos, se
examinaban en ellos multitud de cuestiones hoy reservadas a las ciencias especiales, tales como el origen de las plantas, los
animales y el hombre, el nacimiento del lenguaje, las formas de vida de los estados, etc.

15
La palabra “metafísica” presenta diferentes acepciones en la historia de la filosofía. Al principio, esta palabra (derivada del griego metá ta ftsiká,
que literalmente quiere decir “después de la física”) designaba las obras de Aristóteles que venían después de los estudios sobre temas de física. Pero,
como en esta parte de sus obras Aristóteles estudiaba los problemas relacionados con los “principios del ser comprensibles por la vía especulativa”, la
palabra metafísica pasó a significar cualquier doctrina filosófica sobre “los principios de todo ser inasequibles a los órganos de los sentidos”,
“principios” que los filósofos solían considerar inmutables. Más tarde (desde los tiempos de Hegel) se comenzó a llamar metafísica al método
antidialéctico de conocimiento, que enfocaba el universo en su inmovilidad.

16
El término “dialéctico” viene del griego dialego, conversación o disputa. Los antiguos entendían la dialéctica como el arte de llegar a la verdad
por medio del choque entre opiniones opuestas.
17
Ya en la antigüedad había también pensadores materialistas en quienes la concepción materialista del mundo se combinaba con un enfoque
dialéctico elemental del conocimiento del universo o con ciertos elementos dialécticos. Entre dichos filósofos, se contaban, en la antigüedad, Heráclito
de Efeso (siglo y en los tiempos modernos, Diderot, etc. Pero no se había descubierto aún el método dialéctico científicamente elaborado
127
En estas obras conteníanse muchos vislumbres geniales, con los que sus autores se anticipaban al desarrollo ulterior de la ciencia.
Así, por ejemplo, el pensamiento según el cual los cuerpos s hallan formados por átomos fue formulado en la filosofía antigua más
de dos mil años antes de que las ciencias naturales vinieran a confirmar experimentalmente la teoría atomística de la estructura de
los cuerpos. Y la filosofía materialista antigua proclamó ya el principio de que la materia es eterna y no se crea ni. se destruye:
principio que, a la vuelta de los siglos, se vería corroborado por las ciencias naturales.

En los umbrales del desarrollo de la filosofía, junto a una concepción materialista incipiente y candorosa del mundo, se manifestó
también la actitud dialéctica ante el universo. La idea te que todo se mueve (“todo fluye, todo cambia”) y se halla enlazado por
nexos mutuos, nació de la observación de la naturaleza y la sociedad. Pero era un conocimiento o, más exactamente, un atisbo de
la imagen general del mundo; no sé basaba aún en el estudio detallado de lo particular, es decir, de los distintos objetos y
fenómenos por separado. En esto residía su limitación histórica.

De aquella concepción general e inicial del universo que ofrecían los pensadores avanzados de la antigüedad había que pasar a la
investigación científica de las cosas y los procesos naturales, cada uno de por sí. Y esta necesidad se planteó con mayor apremio
cuando el desarrollo de la producción obligó a recurrir a los procesos tecnológicos basados en la ciencia. Así surgieron las
diferentes ciencias especiales, al calor de las necesidades de la práctica social. Las ciencias comenzaron a desprenderse una tras
otra de la filosofía: en la antigüedad se inició ya el proceso que habría de convertir en ciencias independientes la astronomía, las
matemáticas y la mecánica. Este proceso se aceleró en la época del Renacimiento, y especialmente a partir del siglo XVII. El
desarrollo de la producción no podía ya prescindir de la ciencia. Las exigencias de la producción dieron impulso a la aparición de
ciencias especiales, basadas en la investigación experimental de la naturaleza, tales como la física y la química y, más tarde, la
biología y otras.

En aquel tiempo, las ciencias ocupábanse principalmente de reunir hechos y sistematizarlos, clasificarlos, etc.; es decir, del estudio
de lo particular. Los nexos entre los distintos campos del saber humano intentaba establecerlos la filosofía. Señalando el estado de
los conocimientos científicos de aquella época, observa Engels: “La idea de la Enciclopedia, característica del siglo XVII, respondía
a la conciencia de que todas estas ciencias se hallaban relacionadas entre sí, pero no era todavía capaz de llevar a cabe el tránsito
de una a otra ciencia y no sabía hacer otra cosa que ponerlas unas al lado de otras.” La filosofía trataba de unificar todas las
ciencias, de agruparlas en un sistema único. Era frecuente considerar las ciencias particulares como partes de la filosofía, la cual
se presentaba como una especie de enciclopedia de los conocimientos humanos y aspiraba al título de “ciencia de las ciencias”. En
el prólogo a su obra Principios de la Filosofía, Descartes, filósofo francés del siglo XVII escribía: “Toda la filosofía es como un árbol:
sus raíces son la metafísica,18 su tronco la física y las ramas que brotan de él son las demás ciencias, las cuales pueden reducirse
a tres fundamentales: la medicina, la mecánica y la ética.”19

La pretensión de la filosofía de ostentar el título de “ciencia de las ciencias” tuvo cierta razón de ser mientras el conocimiento
experimental de la naturaleza permaneció poco desarrollado. La filosofía aspiraba a llenar las numerosas lagunas que quedaban
en el conocimiento humano. Los problemas generales de tina serie de ciencias, que no alcanzaban a resolver los datos
experimentales, se resolvían por la vía especulativa; es decir, por medio del raciocinio lógico. Pero, junto a geniales atisbos, esto
daba pie a multitud de absurdos que frenaban el desarrollo de las ciencias naturales.

A medida que las ciencias particulares iban pisando firme en el terreno del conocimiento experimental, se desgajaban de la filosofía
y se hacían independientes. Lo cual representaba un progreso, no sólo para las ciencias concretas de que se trataba, sino también
para la misma filosofía, ya que la obligaba a renunciar a una aspiración irrealizable: someter a ella las demás ciencias.

Los descubrimientos qué en el siglo XIX llevaron a cabo las ciencias naturales impulsaron considerablemente el conocimiento de
los nexos mutuos entre los procesos naturales, no sólo los que median entre los que se manifiestan en los diversos campos de la
naturaleza, sino también los que engarzan los diferentes campos de investigación estudiados por las distintas ciencias. Los datos
de las ciencias naturales permitieron una imagen de la naturaleza como un todo articulado. Y como cada ciencia de por sí podía

18
Descartes flama metafísica a la doctrina de los principios del ser y desconocimiento.

19
R. Descartes, Obras escogidas.
128
ahora esclarecer el lugar que ocupaba dentro del sistema general de los conocimientos, ya no tenía razón de ser la llamada
filosofía de la naturaleza, encaminada a trazar especulativamente una imagen general de ésta. A la par con ello, el progreso de las
ciencias sociales vino a privar de sentido a la anterior filosofía de la historia, que trataba de dar, también sobre bases
especulativas, una visión coordinada de la historia de la humanidad y de sustituir los nexos reales entre los fenómenos históricos
por nexos puramente imaginarios.

La aparición de la filosofía materialista en el siglo XIX puso fin a la vieja concepción filosófica que reivindicaba para sí el título de
“ciencia de las ciencias”. La filosofía reconocía abiertamente que no había necesidad de semejante concepción, erigida por encima
de las ciencias. No se trataba de sacar de la cabeza, cavilativamente, los nexos entre los fenómenos, sino de descubrir estos
nexos, las leyes, en la misma realidad. La filosofía es, según las palabras de Engels: “una simple concepción del mundo, que no ha
de encontrar su confirmación y manifestación en una ciencia especial, en una ciencia de las ciencias, sino en las ciencias reales”.

Las ciencias actuales constituyen un sistema de conocimientos extraordinariamente ramificado. No hay ningún campo de
fenómenos del mundo circundante que no sea objeto de estudio por parte de una ciencia especial. ¿Qué es lo que queda,
entonces, para la filosofía? ¿Se parece la situación que ésta ocupa entre las ciencias a la triste suerte del rey Lear, quien después
de repartir su reino entre sus hijas se encontró sin nada propio?

Semejante conclusión será desacertada. La filosofía no quedó huérfana de objeto al desaparecer la vieja filosofía como “ciencia de
las ciencias”. La filosofía estudia el mismo mundo que investigan las ciencias particulares. Pero su campo de conocimiento versa
sobre nexos y relaciones más generales que las ciencias parciales especiales que estudian determinados campos de fenómenos
en particular. El desarrollo de las ciencias especiales no ha hecho desaparecer la necesidad de dar solución a los problemas
cardinales de la concepción del mundo, de que se ha ocupado siempre la filosofía. El problema filosófico fundamental reside en
qué debe considerarse lo primario. si la materia o la conciencia, en saber dónde se halla la fuente de nuestro conocimiento.
Problema fundamental de toda concepción del mundo, que no debe con fundirse con los problemas concretos cuya solución
compete resolver a la física, la química u otras ciencias.

El problema del reconocimiento de la existencia de la materia como fuente objetiva de nuestras sensaciones es, en efecto, un
problema gnoseológico, y no un problema físico o químico. A diferencia de las ciencias particulares (la física, la química, la historia,
etc.), la filosofía aborda y resuelve los problemas más generales relacionados con la concepción del mundo. Entre ellos figura, en
primer lugar, el de la relación entre conciencia y materia; de cuál es de las dos lo primario y cuál lo secundario; de si nuestras
sensaciones, representaciones y conceptos reflejan el mundo objetivo; en qué condiciones es este reflejo una verdad objetiva;
dónde reside el criterio de verdad; qué es la materia; cuáles son las formas de su existencia, cuáles las leyes de su desarrollo, etc.

El desarrollo de las ciencias de la naturaleza y de la sociedad ha relevado a la filosofía del estudio de las leyes parciales o
especiales, que son objeto de las ciencias particulares. Cada ciencia particular investiga las leyes de tales o cuales formas del
movimiento: la mecánica, las leyes del movimiento mecánico, del desplazamiento de los cuerpos; la química, el movimiento y las
combinaciones de los átomos, etc.; la biología, las leyes que rigen el desarrollo de los seres vivos; las ciencias sociales, las que
gobiernan el desarrollo de la sociedad, de los fenómenos y procesos de la vida social.

Mientras que las ciencias particulares estudian uno u otro campo, uno y otro aspecto de los fenómenos del mundo, la filosofía
descubre los fundamentos generales de todo los fenómenos y procesos, da a conocer las leyes generales por las que s rige todo
movimiento y todo desarrollo, cualquiera que sea el campo de fenómenos en que se produzca: en la naturaleza, en la sociedad o
en el pensamiento.

El mundo es uno; de ahí que todos los fenómenos que se dan en él no sean sino diferentes formas de la materia en movimiento.
En el universo rigen no sólo las leyes particulares del desarrollo, sino también las leyes generales. Las leyes universales son tan
reales como las particulares.

3.5 ¿Qué relación guardan entre sí las leyes generales de desarrollo del mundo objetivo y las que presiden el esarrollo del
conocimiento?
129
Ya hemos dicho antes que el conocimiento del hombre refleja el mundo objetivo. No puede, en consecuencia, ajustarse a leyes
completamente distintas de las que rigen el desarrollo del universo. Cuando el hombre piensa con arreglo a as leyes de la lógica,
partiendo para ello de premisas acertadas, llega a conclusiones en consonancia con la realidad. Esto indica que realidad y
pensamiento obedecen, en esencia, a las mismas leyes.

La filosofía considera el mundo tal y como es; es decir, en constante cambio y desarrollo. Y si todos los objetos se desarrollan, no
puede suceder otra cosa con las categorías y los conceptos que los reflejan.

Toda la ciencia se vale de ciertos conceptos generales o categorías lógicamente relacionados entre sí. Los nexos lógicos y la
trabazón de las categorías en la ciencia no son otra cosa que el reflejo generalizado del desarrollo histórico de la misma realidad y
del mismo desarrollo del conocimiento.

A diferencia de las categorías de las ciencias especiales, por ejemplo, de la economía política (mercancía, dinero, capital, etc.), las
categorías filosóficas son los conceptos más generales aplicados en cualquier ciencia. Ningún científico, sea naturalista,
historiador, economista, investigador de la literatura, etc., puede prescindir de conceptos tan universales como los de ley, sujeción
a ley, contradicción, esencia y fenómeno, causa y efecto, necesidad y casualidad, contenido y forma, posibilidad y realidad, etc.
Estas categorías filosóficas o lógicas expresan los nexos más generales entre los fenómenos de la realidad y, al mismo tiempo,
constituyen una fase en el conocimiento del mundo, sirven de vehículos del pensamiento, sintetizan la experiencia histórica de
estudio del mundo por el hombre.

Huelga decir que el estudio de la categorías lógicas no puede sustituir al de los procesos concretos. La filosofía sirve de guía para
el conocimiento de los más diversos campos: de la realidad, pero no desplaza a las ciencias especiales. No ofrece soluciones ya
dispuestas a los problemas de que se ocupan las ciencias especiales, pero dota a todas las ciencias de una teoría certera del
pensamiento, y del método para encontrar estas soluciones.

La importancia de un método certero es inmensa para el conocimiento de la realidad. Un célebre materialista inglés del siglo XVII,
Francisco Bacon, comparaba el método al farol con que el caminante se alumbra para saber dónde pisa. Y decía que el sabio
carente de un método certero se asemejaba al caminante perdido en la oscuridad, tratando de encontrar el rumbo a tientas.

Ahora bien, ¿qué método de conocimiento debe considerarse certero? ¿Puede el investigador escoger a su gusto uno u otro
método, a la manera como el caminante, antes de emprender el viaje, elige la linterna que más le agrada?

No; el método certero de conocimiento no puede ser el resultado de una elección subjetiva. El método de conocimiento no se
reduce a un simple conjunto de procedimientos técnicos y de hábitos de investigación; debe representar algo análogo a la realidad,
es decir, reflejar las leyes de desarrollo del mismo mundo subjetivo

Para que el método sea auténticamente científico, es decir, sirva de instrumento para obtener conocimientos verdaderos, debe
guiar el pensamiento del hombre por un camino en cierto modo paralelo al que sigue el desarrollo de la misma realidad estudiada.
El método debe reflejar los nexos de los fenómenos que entre ellos existen en la realidad, expresar los cambios reales por los
que( pasa el objeto; solamente así llegará nuestro pensamiento a su término, en el estudio del fenómeno de que se trata, al punto
a que llega el fenómeno mismo.

El método científico de conocimiento se basa, por consiguiente, en la aplicación y el conocimiento de las leyes más generales de
desarrollo de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento. El conocimiento de estas leyes lo suministra la dialéctica: la dialéctica es,
precisamente, la forma más cumplida y cabal de pensamiento para las modernas ciencias naturales, ya que es la única que nos
brinda la analogía y, por tanto, el método para explicar los procesos de desarrollo de la naturaleza, para comprender, en sus
rasgos generales, sus nexos y el tránsito de uno a otro campo de investigación.

El materialismo dialéctico es una concepción del mundo y un método de conocimiento, qué pertrecha a los investigadores de todos
los campos del conocimiento con una teoría armónica y consecuentemente científica, con la teoría del pensar, con el método
universal de la investigación. Separar la ciencia de la filosofía equivale a condenar al investigador a realizar la grandiosa labor del
conocimiento realmente a ciegas, por tanteos, sin ideas metodológicas, filosóficas, que encaminen sus pasos. Equivale a obligarlo
130
a resolver de nuevo los problemas resueltos de largo tiempo atrás y a resolverlos, además, con datos limitados e incompletos, sin
poner a contribución la experiencia de toda la historia del pensamiento humano. Proceder así es tanto como poner un freno a la
ciencia y empujarla a un callejón sin salida.

Así proceden, por ejemplo, las diversas variantes del positivismo, corriente extendida en la filosofía desde mediados del siglo XIX.
Los positivistas sostienen que la ciencia no necesita de filosofía de ninguna clase; sostienen el lema de que “la ciencia es de suyo
filosofía”.

Sin embargo, al llamar a los investigadores a apoyarse en el conocimiento positivo, empírico, sólo de palabra rechazan la filosofía.
De hecho, también ellos preconizan una filosofía, sólo que acientífica, en la que la experiencia se reduce a un conjunto de
percepciones sensibles renunciando a resolver el problema del origen de estas percepciones. Como resultado de lo cual los
positivistas niegan la posibilidad de conocer el mundo objetivo, profesan el agnosticismo y el idealismo.

Es evidente a todas luces que ninguna ciencia puede lograr un desarrollo fecundo si no se halla profundamente convencida de la
capacidad del hombre para conocer las leyes de la realidad y poner a contribución este conocimiento en la actividad práctica.
Negar esto es condenar la ciencia a la esterilidad, ya 1que para explicar cualquier fenómeno, no se puede partir de la tesis de que
es inexplicable.

Muchos naturalistas, influidos por el positivismo, declaran renunciar a toda filosofía. Pero esto es una quimera. En la ciencia, nadie
puede quedarse “a solas con los hechos”, mantener a la teoría a la puerta del laboratorio y obligarla a guardar silencio, en espera
de que hablen los hechos “escuetos”, los hechos “por sí solos?’. La ciencia no puede existir sin el pensamiento teórico, pues su
misión no consiste simplemente en describir fenómenos, sino en explicarlos.

Cuando la ciencia pasa del acopio y la descripción de los hechos y procesos al establecimiento de leyes, y quiere llegar a
conclusiones teóricas, el científico que trata de remontarse en su pensamiento, ya sea físico, químico, biólogo o sociólogo, entra en
un terreno en el que no puede moverse sin poseer una filosofía, una concepción del mundo, una teoría del conocimiento. Todo el
problema está en saber qué filosofía abran, si la filosofía científica, materialista, o una filosofía no científica, idealista, o bien, como
suele ocurrir, una actitud filosófica ecléctica, mezcla de idealismo y materialismo: si se deje llevar de los productos en boga del
pensamiento filosófico superficial y ecléctico o se vale de la filosofía científica del materialismo dialéctico, o el resultado más alto a
que han llegado la filosofía y las ciencias naturales en largos siglos de desarrollo.

En su artículo titulado “Las ciencias naturales en el mundo de los espíritus” (que forma parte de la obra dialéctica de la naturaleza),
dice Engels que la filosofía se venga de los naturalistas que la desprecian. Y, a la luz del ejemplo del biólogo A. Wallace, del físico
Crookes y otros, quienes creían en la existencia de espíritus y eran víctimas de la más burda de las supersticiones, del espiritismo,
pone de manifiesto cómo el vacuo empirismo, con su menosprecio por la teoría, puede hacer caer a calificados hombres de ciencia
en el misticismo.

La filosofía científica, que aporta una concepción del universo como unidad, una concepción total y armónica del mundo, permite al
investigador enfocar con un horizonte visual más amplio todos los problemas por él estudiados. ello le ayuda a sobreponerse, en su
modo de abordar el objeto investigado, a la unilateralidad a que inevitablemente propenden todas las ciencias especiales.

Por mucho que avancen en su desarrollo las ciencias particulares, por mucho que se ramifique el árbol de la ciencia, la filosofía
jamás perderá su razón de ser. Si el desarrollo dé la ciencia limita y en cierto modo estrecha el círculo de problemas que reclaman
una síntesis filosófica, a la par con ello y en cierto sentido lo ensancha. El progreso de la ciencia se encarga de plantear a las
ciencias partici4lares problemas a los que no puede dar respuesta el especialista que no posee una concepción del mundo
filosófica, científica.

En medio de una situación de aguda lucha ideológica, el especialista de cualquier rama científica que no se halle pertrechado
filosóficamente se ve incapacitado pan hacer frente a los ataques de las ideologías anticientíficas y se deja fácilmente sorprender
por la filosofía idealista, vuelta de espaldas a la ciencia y que entorpece el desarrollo de ésta. Para mantener esta lucha y llevarla
con pleno éxito hasta el final, el naturalista debe tener una sólida formación filosófica. Los éxitos alcanzados por la ciencia actual
abren nuevas posibilidades al conocimiento teórico, así como a la conquista práctica del cosmos, y lejos de disminuir la importancia
131
de la generalización filosófica de los problemas de las ciencias naturales, la elevan más aún. En este siglo de desarrollo impetuoso
de la ciencia adquiere una actualidad todavía mayor el estudio de los problemas filosóficos de las ciencias naturales
contemporáneas sobre la base del materialismo dialéctico, único método de conocimiento auténticamente científico.

La filosofía es también el método que guía al pensamiento en el campo de las ciencias sociales. Este método filosófico lo lleva al
conocimiento y a la comprensión de laS leyes que rigen el desarrollo histórico de la humanidad. Las leyes universales de todo
desarrollo y movimiento, cuyo estudio forma el objetó del materialismo dialéctico, se aplican también al conocimiento de la vida
social. Al extender el materialismo y la dialéctica al estudio de los fenómenos de la vida social se crea la concepción científica de
ésta, el materialismo histórico.

El materialismo histórico es parte inseparable de la concepción filosófica del mundo. No puede existir una concepción científica del
mundo completa y armónica sin una certera comprensión de las leyes más generales del desarrollo de la sociedad. El
materialismo, como concepción filosófica del mundo, no llegó a su término, no pudo abarcar la interpretación del universo en
cuanto unidad, sino al hacerse extensivo al conocimiento de la sociedad humana.

El problema fundamental de la filosofía —el problema de las relaciones entre el pensamiento y el ser había que resolverlo también
en un sentido materialista al aplicarlo a la vida social. Con el descubrimiento del materialismo histórico, se creó por: vez primera
una concepción materialista del mundo, armónica, completa, consecuente y desarrollada en todos y cada uno de sus aspectos,
que abarca tanto la naturaleza como la vida social.

4.- CONOCIMIENTO COMO REFLEJO DEL MUNDO OBJETIVO


Guy Besse

Contrariamente al idealismo, el materialismo dialéctico considera que el conocimiento no tiene su origen en el pensamiento como
tal, sino en la actividad concreta por la cual la humanidad, apropiándose el universo, descubre poco a poco su estructura y sus
leyes. El pensamiento no puede imaginar el universo nada más que en la medida en que el hombre, inmerso en este universo, lo
transforma y aprende así a conocerlo. Las leyes del pensamiento conocedor expresan, pues, sobre el plano conceptual, las leyes
del universo material. Y no a la inversa. Sin embargo, el proceso, por el cual el pensamiento llega a las leyes objetivas, no es un
proceso simple, es un proceso complejo, dialéctico. El conocimiento es el proceso por el cual el pensamiento se aproxima infinita y
eternamente al objeto. El reflejo de la naturaleza en el pensamiento humano debe ser comprendido, no de una manera “muerta”,
“abstracta”, no inmóvil, sin contradicciones, sino en el proceso eterno del movimiento, del nacimiento de las contradicciones y de su
resolución. Cuando sumergimos la extremidad de un bastón en el agua, se nos presenta con una nueva apariencia, como si
estuviese quebrado. Tenemos así dos apariencias sensibles del mismo bastón, según su extremidad esté o no sumergida en el
agua. Hay contradicción entre estas dos apariencias. Intentamos superar la contradicción. Pero únicamente el conocimiento de las
leyes de la óptica, el conocimiento de las leyes dé la refracción, que nos enseñan que un rayo luminoso cambia de dirección
cuando pasa oblicuamente de un medio a otro — y que nos dan, de esta modificación material, una representación geométrica—
nos permite superar esta contradicción entre las apariencias, representamos racionalmente la unidad de estas apariencias
contradictorias. El conocimiento no es pues, el contragolpe pasivo, mecánico de los fenómenos; es el movimiento, la actividad que
va de la apariencia de los fenómenos a su esencia, de su aspecto inmediato a su naturaleza profunda; y este movimiento es
dialéctico porque es la toma de conciencia y la solución de la contradicción.

Estamos en mejores condiciones ahora para comprender esta noción de “reflejo”. Los filósofos idealistas contemporáneos son
violentamente hostiles a esta noción. El conocimiento, dicen, no es y no podría ser el reflejo, puesto que el reflejo es inerte; por
consiguiente, el conocimiento es una “operación”. El materialismo dialéctico sabe muy bien que el conocimiento es una operación.
Todo lo que hemos dicho sobre el papel de la práctica social, a la ve como origen del conocimiento y como criterio del mismo,
bastaría para demostrar que, cuando los idealistas reprochan a la teoría materialista del conocimiento hacer de éste una copia
muerta de la realidad se equivocan de dirección. Si por otra parte, se creyese que el pensamiento conocedor, la ciencia, no tiene
actividad propia y no juega ningún papel, no se podría fundar y desarrollar la ciencia de las sociedades.

Dicho esto, el conocimiento de lo real no es menos reflejo, o no merece siquiera el nombre de conocimiento. Volvamos al ejemplo
del que hemos partido. La percepción espontánea que tenemos del bastón, esté o no su extremidad sumergida en el agua, es el
132
reflejo subjetivo de una realidad objetiva. Sin embargo, es un rejo superficial, inmediato y parcial. Este reflejo es contradictorio,
puesto que, lo hemos visto, la percepción sensible del bastón nos lo presenta bajo dos aspectos que se oponen.

Pero esta contradicción no es de ninguna manera absurda; lo mismo que cada una de las dos apariencias, tomadas
independientemente, expresa la realidad objetiva, la contradicción entre una y otra traduce un cambio objetivo del medio. Sin
embargo, la simple percepción no tiene ningún valor explicativo. Es el punto de partida del conocimiento, y sin ella el pensamiento
no podría tomar su impulso. Pero es el concepto, operación del pensamiento racional, ejerciéndose sobre los datos de la
percepción sensible, el que permite a la vez superar y resolver las contradicciones que nacen de la percepción. En el caso
considerado, es el concepto de “refracción” el que nos permite comprender por qué el bastón recto nos parece quebrado cuando
sumergimos su extremidad en el agua.

El concepto es, pues, reflejo también, pero en segundo grado; refleja la ley óptica fundamental que la percepción inmediata no
puede alcanzar. Percibir es reflejar, en este sentido preciso, de que toda percepción es engendrada por el choque producido por el
medio sobre nuestros órganos de los sentidos, y cada uno de los órganos sensoriales refleja el medio a su manera (el ojo ve, el
oído oye, etc.). Comprender es representarse conceptualmente las leyes del universo: y es un “reflejo” en segundo grado, en este
sentido preciso que el conocimiento verdadero tiene por contenido la ley del fenómeno percibido. No vemos,, en todo esto, lo que
tiene de escandaloso el empleo de la palabra “reflejo”. Es, al contrario, completamente legítima. Puesto que, si el pensamiento
conceptual actuando en las ciencias no tuviese ningún poder para reflejar la estructura del mundo exterior, ¿dónde estaría la
diferencia entre la ciencia y la ilusión, entre la razón y el mito?

Hay, pues, dos grados en él conocimiento: el grado sensible, que es el grado inmediato; el grado racional, que es el grado mediato.
El conocimiento es: la unidad de lo sensible y de lo racional.. Es, pues, unidad de lo contrario, unidad dialéctica. En efecto, lo
sensible y lo racional se oponen, puesto que la elaboración del concepto (que es universal) supone que sean superadas las
limitaciones empíricas de la percepción sensible (que es fragmentaria y siempre particular). Hay que: “negar” lo sensible como tal,
para llegar a lo racional. Pero, al mismo tiempo, lo sensible y lo racional son indisociables puesto que lo racional no cae del cielo,
es la acción y la reflexión sobre el universo sensible lo que nos conduce al concepto, por abstracción y generalización. (Abstracción
y generalización que permiten desprender lo esencial de lo no esencial, lo necesario, de lo casual, lo universal de lo particular). Lo
racional y lo sensible a la vez se oponen y no forman más que uno, como se oponen y no forman más que uno la apariencia y la
esencia.

El agnosticismo eleva una muralla entré la apariencia y la esencia. La apariencia, dice, es objeto de la ciencia; pero la esencia es
incognoscible. Esta separación es artificial. Puesto que la apariencia es apariencia de la esencia y la esencia es esencia de la
apariencia. La apariencia es, lo hemos visto, el “bastón quebrado” o el “bastón recto”. Pero esa apariencia no es de ninguna
manera arbitraria; no es otra cosa que la manifestación de una ley natural, siendo la ley la ligazón interna y necesaria que une unos
fenómenos a otros. Las leyes no aparecen como tales. Nadie ha visto, oído o tocado jamás, una “ley” de la naturaleza. Pero
podemos concebir la ley cuyas manifestaciones percibimos. No percibimos los átomos como tales, pero podemos comprender sus
efectos (apariencias), sólo concibiendo la estructura atómica del universo (esencia)’.

Se ve, pues, que es absurdo separar lo inseparable, el universo para nosotros, el universo en sí, como si el primero fuese conocido
y el otro incognoscible. Conocer, es siempre conocer una realidad que aparece, puesto que ¿cómo se podría conocer cualquier
cosa que no apareciese de ninguna manera, es decir, qué. no se manifiesta ni a la sensibilidad ni al pensamiento racional? El
conocimiento es, pues, una representación de la esencia de las cosas. Pero, se dirá, nosotros no hemos acabado jamás con el
conocimiento; el átomo es susceptible de un análisis aún más prolongado; por consecuencia, la esencia de las cosas es
inaccesible. Observemos simplemente que esta objeción extrae una conclusión falsa de una comprobación justa.

En efecto, el conocimiento no se detiene jamás y por ello justamente se describe como un progreso indefinido. Pero esto no
significa de ninguna manera que hay una esencia oculta de las cosas; esto significa sencillamente que la naturaleza es inagotable,
y que la ciencia va sin cesar de la esencia menos profunda a la esencia más profunda.

He aquí por qué los conceptos científicos, reflejan con una precisión cada vez más fina la realidad objetiva, se perfeccionan sin
cesar. El reflejo conceptual de la realidad no es, pues, más fijo que la propia realidad. Y comprobamos hasta qué punto la
alegación de que la teoría del reflejo es antidialéctica es una alegación sin consistencia. Justamente porque afirmamos la unidad
133
del hombre y del universo, podemos comprender la dialéctica del conocimiento. Solamente un pensamiento inmerso en el mundo y
reflejando su movimiento puede ser dialéctico, y por consiguiente, vivo y creador, como es dialéctico y siempre nuevo el universo
infinito. Decir que el conocimiento es reflejo del mundo, no es reducir el conocimiento al papel de espejo pasivo; es, más bien,
expresar que el pensamiento tiene el poder de representarse, por las operaciones que conducen dialécticamente de la percepción
al concepto, las leyes del universo.

Sólo es vivo un pensamiento enraizado en el universo y reflejando sus leyes; sólo un pensamiento dialéctico pueda reflejar la
dialéctica de la naturaleza y la dialéctica de la historia. En cuanto al pensamiento que cree poder prescindir del universo para
fundar la ciencia, no tiene más realidad que un fantasma, más consistencia que un sueño, más seriedad que una ilusión.

Oponer el carácter activo, dinámico del pensamiento a la noción del reflejo, es no ver que el pensamiento es tanto más activo,
tanto más operativo cuanto mejor refleja la realidad. i la fórmula química del agua permite descomponer y reconstruir el agua, es
precisamente porque refleja de una manera infinitamente más precisa, la estructura del agua de lo que puede hacer el simple
conocimiento empírico del agua. Este ejemplo muestra bien que el pensamiento científico cuando va de la percepción al concepto,
de lo sensible a lo racional, no se aleja de la naturaleza, no sustituye a la naturaleza con una red de abstracciones sin contenido,
sino que, al contrario, se aproxima a la naturaleza; la penetra y aclara desde dentro. El concepto científico más elaborado es el que
hace posible la acción más profunda y más potente sobre la naturaleza.

Una vez más, por consiguiente, encontramos el criterio de la práctica. El conocimiento de las leyes de la óptica, ¿tiene o no un
valor objetivo? La noción de refracción, para utilizar él-ejemplo en seguida, ¿tiene o no una importancia objetiva? La práctica
responde, bajo forma experimental. Las aplicaciones ilimitadas de la óptica a toda clase de técnicas aportan la prueba que desde
luego la óptica es una ciencia.

La práctica realiza la unidad creadora de lo sensible y lo racional, de la percepción y del concepto. Hemos visto que el paso del
primer grado al segundo grado del conocimiento es dialéctico; el segundo grado presupone el primero, pero al mismo tiempo lo
supera. Pero este no es más que un primer momento del conocimiento. El segundo momento es aquél que, por el camino de la
práctica, realiza la unidad experimental del concepto y del acto.

De la contemplación viva al pensamiento abstracto, y de allá a la práctica, tal es la vía dialéctica de la verdad, del conocimiento de
la realidad objetiva.

Este paso del concepto a la experiencia, esta incorporación del concepto a la práctica, permite en efecto someter el concepto al
control de los hechos, de controlar y rectificar la hipótesis. Así se prosigue el diálogo infinitamente fecundo de la teoría y de la
práctica, de la práctica y de la teoría, cada una ayudando a la otra, cada una rechazando a la otra. (Esta “incorporación del
concepta a la práctica” permite comprender cómo, al nivel de la percepción “espontánea”, un hombre, formado en las condiciones
de la civilización contemporánea, “ve” el universo con otros ojos que sus lejanos antepasados. La percepción, primer grado del
conocimiento, como hemos observado, se intelectualiza bajo el efecto del progreso del saber. Nada muestra mejor hasta qué punto
el ser humano es un ser histórico).

El trabajador explotado, mientras que no toma conciencia de las causas de su miseria, no puede más que sufrir sin comprender.
Pero el deseo de librarse de la miseria va a impulsarlo a buscar por qué es así. Debe pasar de la “apariencia” a la “esencia”, del
primer grado al segundo grado del conocimiento, d la explotación vivida y sufrida a la explicación del proceso de la explotación.
Pero el trabajador no se queda ahí. Armado de la teoría, la pone al servicio de su acción. Realiza, en las luchas diarias, la unidad
de la teoría y de la práctica. Unidad dialéctica, puesto que cada uno de los términos actúa sobre el otro.

5.- EXPLICACION DE ALGUNOS TERMINOS


Blauberg, Kopnin, Pantin

CONCIENCIA: Forma específicamente humana del reflejo ideal y de la asimilación espiritual de la realidad. La filosofía idealista
interpretada y la conciencia como algo no dependiente del mundo objetivo y que lo creaba (platón, Hegel y otros), hacía de la
conciencia una esencia sagrada, misteriosa, aislada del hombre y de la naturaleza, la consideraba como el principio de todo lo
existente. El idealismo subjetivo (Berkeley, Mach y otros) entendía la conciencia del individuo, aislada de todas las relacione
134
sociales, como única realidad, y tomaba los objetos como un conjunto de representaciones del hombre aislado. En contraposición
con el idealismo, el materialismo considera la conciencia como reflejo de la realidad y la relaciona con los procesos que se
producen en el cerebro. No obstante, las concepciones de los materialistas premarxistas fueron limitadas: presentaban al hombre
como un ser biológico natural, hacían caso omiso de su naturaleza social, su actividad práctica, transformaban la conciencia en
contemplación pasiva del mundo. La filosofía marxista enfocó este problema de manera radicalmente diferente. Las peculiaridades
específicas de la conciencia consisten en lo siguiente: 1) La conciencia es social por naturaleza. Surge funciona y se desarrolla
como componente de la actividad práctica del hombre social. La conciencia desde el principio mismo es un producto social, y
continúa siendo mientras existen en general personas; 2) el hombre piensa con el cerebro. La actividad del sistema nervioso
superior, el cerebro, constituye la condición del surgimiento y desarrollo de la conciencia humana. Por ello, la conciencia aparece
como producto del desarrollo de la materia, como función de la materia altamente organizada y resultado de los procesos
cerebrales reflejos: 3) La conciencia se aplica al conocimiento del ser. Conocer, asimilar el objeto, desentrañar su esencia ese es el
sentido de la conciencia; 4) La conciencia incluye no solo el reflejo del mundo objetivo, sino también el reconocimiento por el
hombre de su actividad psíquica (autoconciencia). El hombre hace objeto de la conciencia a la conciencia misma, interpreta sus
formas, sus actos y así mismo como portador de la conciencia; 5) Al mismo tiempo, la conciencia no puede reducirse ni al
pensamiento ni a los actos de autoconciencia, sino que abarca la esfera de las emociones humanas, la voluntad, etc. Además, la
conciencia abarca la esfera de las emociones humanas, la voluntad, etc. Por consiguiente, es el conjunto, el centro de las
funciones psíquicas del hombre; 6) tiene estrecha vinculación con el lenguaje, los productos de la actividad de la conciencia,
pueden transmitirse a la generaciones siguientes; 7) es necesario diferenciar la conciencia individual (al mundo espiritual de las
personas aisladas) de la conciencia social ( conciencia que expresa los intereses de las clases, grupos de la sociedad en su
conjunto). A pesar de que la conciencia social puede brotar sólo en la actividad del hombre, posee relativa independencia. Las
formas de la conciencia social, como la ciencia, el arte, la moral, etc., no pueden reducirse a la conciencia individual.

MATERIA (del latín, materia, sustancia) Categoría filosófica para designar la realidad objetiva que le es dada al hombre en sus
sensaciones, que es copiada, reflejada por nuestras sensaciones, y que existe con independencia de ellas. En la filosofía
premarxista se entendía por materia cierto principia material, uniforme y homogéneo común a todos los objetos y procesos, que no
se puede reducir a determinado tipo conocido, concreto de sustancia. Además se consideraba la materia, no sólo como un sustrato
material, fundamento de todos los cuerpos materiales, sino también como portadora de algunas de sus propiedades
fundamentales: extensión, inercia, impermeabilidad, etc. Se le reducía a “unidades” eternas, inmutables, impenetrables, indivisibles
y sin estructura, a los átomos de cuya combinación depende la infinita multiplicidad de objetos y fenómenos de la realidad. Esta
interpretación de la materia surgió en la filosofía antigua y se desarrolló en la filosofía y las ciencias naturales de la Edad Moderna.
Además, los materialistas e idealista objetivos que coincidían en que la materia es el sustrato material de los objetos y
fenómenos, daban al concepto materia distintos contenidos, se representaban de diversas formas su lugar y papel en la estructura
del mundo. Para los materialistas la materia es el principio único del mundo, que engendra a todas las cosas y fenómenos
concretos, no ha sido creada, es eterna e indestructible. Los idealistas, en cambio, consideran la materia el fruto, el resultado de la
creación de la sustancia espiritual contraria a ésta (la idea absoluta, la razón universal); esta última otorgaba movimiento a la
materia inmóvil y creaba de ella las cosas concretas. El materialismo dialéctico considera materia a toda la diversidad del mundo,
existente fuera de la conciencia del hombre y con independencia de ella, todo el conjunto de objetos y fenómenos, sus propiedades
y nexos. Por consiguiente, resulta inadmisible identificar la materia con cualquier de sus formas concretas o sus propiedades
(inercia, masa, energía, etc.). Lo exacto de esta comprensión de la materia se confirma con el desarrollo de la ciencia.

Cuando a finales del siglo XVIII, principios del XIX se produjo una revolución en las ciencias naturales se demostró la disgregación
de los átomos y se descubrieron partículas más elementales de sustancia, y quedó revelada la dependencia de la masa respecto
de la velocidad, etc., algunos científicos y filósofos idealistas proclamaron el fracaso de las antiguas representaciones de la
estructura de la materia y sus propiedades (por ejemplo, la impenetrabilidad e indivisibilidad del átomo, la constancia de la masa de
los cuerpos, etc.), y todo ello comenzó a considerarse como una demostración de que la materia no existe, de que había
“desparecido”. Pero por más que se modifiquen las representaciones científicas sobre la estructura de la materia, sobre sus
propiedades y desarrollo regido por leyes, ello no puede socavar la tesis fundamental de la filosofía materialista sobre la materia
como realidad objetiva, existente fuera de a conciencia del hombre e independiente de ella. La materia desaparece: ello quiere
decir que desaparecen los imites en los cuales la conocíamos hasta ahora, y que nuestro conocimiento se profundiza.
Desaparecen propiedades de la materia que antes nos parecían absolutas, inmutables primarias (impenetrabilidad, inercia, masa,
etc.) y que hoy resultan ser relativas, inherentes sólo a ciertos estados de la materia. Porque la única “propiedad” de la materia con
cuya admisión está ligado el materialismo filosófico es la propiedad de ser tina realidad objetiva, de existir fuera de nuestra
conciencia. Al definir la materia por su contraposición con la conciencia (la materia es lo que no depende de la contienda), el
135
materialismo dialéctico subraya, al mismo tiempo, que la contraposición entre materia y conciencia sólo tiene carácter absoluto en
los marcos del problema fundamental de la filosofía. Fuera de sus límites pierde esa naturaleza absoluta, puesto que la conciencia
del hombre, que es fruto de la materia, influye activamente sobre ella, transforma la realidad objetiva con la ayuda de la actividad
práctica.

METAFISICA: (del griego metá tá physica, lo que sigue a la física). 1) Parte o sector de la filosofía que se ocupa de los más
abstractos problemas imaginables de la existencia y el conocimiento. En el plano histórico, el término “metafísica” se remonta al
nombre del manual en que se agruparon las obras filosóficas de Aristóteles (cuyo objeto era distinto a la “física” o ciencia de la
naturaleza) que éste había denominado “filosofía primera”. A consecuencia de ello por metafísica se comenzó a entender la
filosofía en el sentido de la palabra, que no estudiaba la naturaleza ni el mundo de las cosas finitas, sino aquello en que se
basaban. En la Edad Media la metafísica (y la filosofía en general) se convierte en una “ciencia” escolástica sobre la esencia
suprasensible del mundo (teología). A medida que se desarrollan las ciencias naturales, la filosofía se orienta cada vez más hacia
los objetos reales, se apoya en el conocimiento experimental científico natural. Por eso se declaran metafísicas todas las
reflexiones especulativas, despegadas de la ciencia, “los motores primeros” del más allá. Los naturalistas empiezan a distanciarse
manifiestamente de la metafísica, cosa que tuvo su expresión en la famosa frase de Newton: “¡Física, cuídate de la metafísica!”‘
Algunos filósofos por ejemplo, los neotomistas (Tomismo y neotomismo) tratan en la práctica de hacer resurgir la antigua
metafísica escolástica, para lo cual le asignan el rango de Liase de la filosofía. Otros filósofos partidarios del positivismo,
pragmatismo, etc., se pronuncian contra la metafísica. No obstante, entienden por metafísica cualquier intento de penetrar en la
esencia de las cosas, de establecer sus leyes. Por eso, en la práctica su crítica de la metafísica apunta su filo contra la filosofía
materialista científica. 2) Método del pensamiento opuesto a la dialéctica. Precisamente en ese sentido utiliza el término metafísica
la filosofía. Fue enunciado por primera vez, por Hégel, quien consideraba pensamiento metafísico al que se apoyaba en conceptos,
definiciones unilaterales, inmóviles, La metafísica es una visión limitada, simplista, del mundo. Niega el cambio, el desarrollo, o lo
reduce a una simple disminución cuantitativa (o aumento), y hace caso omiso de la transformación cualitativa de las cosas. No ve
la fuente interna del desarrollo de los fenómenos (o su carácter contradictorio). En su tiempo, en los siglos XVII-XVIII, cuando la
ciencia reunía datos, abordaba la naturaleza como sectores no vinculados entre sí, la aplicación del método metafísico resultaba
históricamente justificable. Pero cuando la ciencia comenzó a penetrar en la profundidad d las cosas, en los procesos que se
producían dentro de ellas, y demostró que en la naturaleza todo se realiza, en última instancia, dialécticamente y no en forma
metafísica’’ (Engels), la metafísica se convirtió en un obstáculo para el pensamiento científico. Los representantes de la filosofía
burguesa contemporánea emplean en una u otra medida el método metafísico.

DIALECTICA: (del griego dialegomai, mantengo una conversación, reflexiono). Ciencia de las leyes más generales del desarrollo
de la naturaleza, la sociedad, el pensamiento; teoría y método de conocimiento de los fenómenos de la realidad en su desarrollo en
su automovimiento provocado por las contradicciones internas. Antes significaba una discusión, choque de opiniones opuestas,
que tenían como resultado el surgimiento de la verdad. El punto de vista dialéctico científico sobre la realidad no surgió de repente.
Fue preparado por un largo desarrollo de la ciencia y la filosofía. Al comienzo la dialéctica existió en forma de representación
ingenua, basada en la observación exterior acerca de que todo en el mundo se modifica permanentemente, se produce una
rotación de las sustancias en la naturaleza, las cosas surgen, desaparecen, se transforman en su contrario. Esta dialéctica
espontánea tuvo su representación más típica en los puntos de vista de Heráclito, pensador de la Grecia antigua, quien
consideraba que el mundo “fue, es y será un fuego vivo, que se inflama y se extingue de acuerdo con leyes”. Los antiguos sólo
veían la imagen general de la eterna modificación de los fenómenos, pero no podían desentrañar las leyes de esa modificación,
comprender cómo se produce concretamente en los diversos fenómenos. En el período de predominio del método metafísico,
opuesto al dialéctico (siglos-XV y XVIII), se encuentran elementos aislados de dialéctica en las concepciones de los más grandes
filósofos: Descartes (la idea del surgimiento de los mundos de elementos primitivos). Spinoza (tuvo un enfoque dialéctico respecto
del problema de la libertad y la necesidad), Diderot (previsiones sobre la evolución de las sustancias vivas), etc. La etapa siguiente
en el desarrollo de la dialéctica se vincula con los nombres de los filósofos idealistas alemanes de los siglos XVIII y XIX, y antes
que nada con los de Kant y Hegel, quienes hicieron un gran aporte a la comprensión de lo complicado y contradictorio del proceso
del pensamiento. Hegel fue el primero en representar el mundo como un proceso en movimiento ascendente general, de desarrollo
de los escalones inferiores a los superiores, cuya fuerza motriz y origen son las contradicciones inherentes a todos los fenómenos
y que constituyen la fuerza..vital de todo lo existente. Formuló las leyes fundamentales de este desarrollo, creó el sistema dé
categorías de la dialéctica, que tuvo su importancia esencial para el pensamiento filosófico. Sin embargo, Hegel, desarrolló la
dialéctica sobre una base idealista, falsa. Según el movimiento, el desarrollo, existe en el mundo sólo porque todo es dirigido por
una conciencia extranatural, l razón mundial que piensa, crea el concepto, se conoce a sí misma por medio de u movimiento y
engendra en el proceso de este movimiento a la naturaleza y la sociedad. El desarrollo cesa en cuanto el conocimiento universal
136
logra toda su riqueza interna por medio del sistema de Hegel. El idealismo condicionó cierto conservadorismo en la dialéctica de
Hegel, construcciones artificiales en el intento de hacer coincidir los procesos reales con el esquema del desarrollo de los
conceptos. Los pensadores de vanguardia de las décadas del 40 y 60 del siglo XIX (Herzen, Bielinski, Chernishevski) utilizaron la
dialéctica para explicar el desarrolla de la naturaleza y de la sociedad, para fundamentar la lucha revolucionaria contra la
autocracia y el régimen de servidumbre. Pero no pudieron llevar a la práctica la reelaboración materialista de la dialéctica, puesto
que no superaron el idealismo en la explicación de los fenómenos sociales.

Marx y Engels crearon la dialéctica materialista, auténticamente científica, utilizando lo más valioso de la dialéctica de Hegel y
apoyándose en las conquistas de la ciencia de su tiempo. Una característica de la dialéctica materialista en su carácter objetivo en
el análisis de los fenómenos, en la comprensión de éstos como son en la realidad. Según lo demuestra toda la experiencia del
conocimiento y de la actividad práctica de las personas, en el mundo existe la más estrecha e indisoluble vinculación entre todos
los fenómenos, entre todos los aspectos de cada fenómeno: “la vinculación que brinda un único proceso universal, sujeto a leyes
del movimiento”. La esencia de la comprensión dialéctica del movimiento, del desarrollo de los fenómenos, su diferencia con la
metafísica, la expresan las leyes de la dialéctica. Las fundamentales son: 1) la ley de unidad y lucha de los contrarios, que
desentraña los impulsos internos, la causa del desarrollo; 2) la de los cambios cuantitativos en cualitativos, y viceversa, que
caracteriza el desarrollo, no como una mera modificación externa de los objetos, sino como un cambio fundamental que afecta sus
propiedades internas; 3) la de la negación de la negación, según la cual el desarrollo es de carácter ascendente, de lo simple a lo
compleja, de lo inferior a lo superior. Las leyes fundamentales se complementan y se concretan por el desarrollo gobernado por
leyes, expresado en las categorías de la dialéctica y que descubren el nexo entre esencia y fenómeno, necesidad y casualidad,
posibilidad y realidad, causa y efecto, etc. Las leyes de la dialéctica son leyes del desarrollo no sólo del mundo material, sino
también de) conocimiento humano. Para que el hombre pueda conocer los fenómenos del mundo material en todas sus
vinculaciones, relaciones, mutuas transformaciones y contradicciones, su conciencia, los conceptos que surgen en su cabeza,
deberán ser igualmente flexibles, ágiles y contradictorios. Por ello la dialéctica es al mismo tiempo teoría del conocimiento y lógica
dialéctica. La dialéctica constituye la base, no sólo del conocimiento, sino de la exitosa actividad práctica de las personas para la
transformación del mundo. Muestra el carácter históricamente transitorio de todas las formas de la vida social, exige que no se
limen las contradicciones sociales fundamentales, sino que se las resuelva por medios revolucionarios. Por su esencia es crítica y
revolucionaria. “Para la filosofía dialéctica no existe nada establecido de una vez y para siempre, incondicional, sagrado. En todo y
sobre todas las cosas ve el sello de la inevitable caída, y nada puede resistirse ante ésta, salvo el proceso continuo de surgimiento
y destrucción, el ininterrumpido ascenso de lo inferior a lo superior” (Engels).

IDEALISMO: (del griego, idea, forma, imagen, concepto). Tendencia filosófica opuesta al materialismo que da prioridad al espíritu,
a la conciencia, y considera la materia, la naturaleza, como algo secundario, derivado. Esta representación incorrecta, tergiversada
del mundo, aparece en las personas a partir de raíces gnoseológicas (teórico cognoscitivo) y de clase (sociales). Las raíces
gnoseológicas del idealismo consisten en la absolutización, en la exageración de momentos aislados del conocimiento. La
posibilidad de esta exageración radica en lo complejo del conocimiento. Para penetrar en la profundidad de las cosas el hombre
crea abstracciones, conceptos, con cuya ayuda las propiedades de los objetos se interpretan en forma general, desvinculados de
los objetos mismos. De ello se desprende que no es difícil transformar estos conceptos generales en algo absoluto, independiente,
convertirlos en la base de los fenómenos naturales. Otra raíz gnoseológica del idealismo es la falsa interpretación del hecho de que
los objetos y fenómenos del mundo objetivo se reflejan en la conciencia en forma ideal, subjetiva. Al reflejarse en la cabeza del
hombre, pasan a ser parte de su mundo interior. El idealismo exagera el momento de subjetividad de nuestro conocimiento, hace
caso omiso del hecho de que se trata del reflejo de la realidad, e identifica el mundo exterior con el mundo interior del hombre, y los
objetos y fenómenos naturales con sus sensaciones y emociones. Las raíces sociales del idealismo derivan de la separación del
trabajo espiritual (intelectual) y el material (físico), y de la diferenciación en clases d la sociedad. El trabajo intelectual se convirtió
en privilegio de las clases dominantes, raíz de lo cual surgió la idea de su papel determinante en la sociedad. Los fundamentos de
clase del idealismo se modificaron a lo largo de la historia, pero por lo general fue la concepción del mundo de las clases
conservadoras, que trataban de detener el desarrollo social y por consiguiente, no estaban interesadas en obtener una imagen
correcta del mundo. Según como interprete el origen espiritual, el idealismo presenta dos formas fundamentales: idealismo
subjetivo y objetivo. El idealismo objetivo considera que la base de todo lo existente es el pensamiento, desvinculado del hombre y
con, vertido en cierta esencia individual. En la filosofía antigua el sistema del idealismo objetivo fue elaborado por Platón, quien
entendía que todas las cosas que vemos son engendradas por el mundo de las ideas inmutables, eternas. En la filosofía : la Edad
Media dominaron los sistemas idealistas objetivos: el tomismo, el realismo y otros. El idealismo objetivo llegó a la cumbre de su
desarrollo en la filosofía clásica alemana, en el sistema de Schelling y en particular de Hegel, que proclamaron la identidad
absoluta entre el ser y el pensamiento. En el siglo XX la línea del idealismo objetivo se continué en el neohegelianismo y el
137
neotomismo. El idealismo subjetivo construye el mundo basándose en las particularidades de la conciencia individual, desvinculada
de la sociedad. Se pueden encontrar elementos de idealismo subjetivo en Protágoras, sofista de la Grecia antigua, quien veía en e
hombre la medida de todas las cosas. El idealismo subjetivo alcanzó su mayor florecimiento en la filosofía burguesa. Sus
fundadores fueron los filósofos burgueses del siglo XVIII: Berkeley que planteó la tesis de que las cosas existen sólo en la medida
en que se perciben, y Hume, que consideraba que el hombre no podía salir del marco de sus sensaciones, ni establecer cuál es el
origen de las cosas, el espíritu o la materia. En la filosofía burguesa contemporánea el idealismo subjetivo es la tendencia
dominante: está representado por el pragmatismo, el existencialismo, etc: Si se siguen de manera consecuente los principios del
idealismo subjetivo, se puede llegar a negar la existencia, no sólo del mundo exterior, sino de las demás personas, es decir, el
solipssmo. Según los métodos que aplican al crear su imagen del mundo, los filósofos idealistas se dividen en metafísicos y
dialécticos. El idealismo metafísico dominó en la Edad Media y predomina actualmente en la filosofía burguesa, personificándose
con claridad en los sistemas del machismo, neotomismo y pragmatismo. El idealismo dialéctico está representado en los sistemas
de Kant, Fichte, Schelling. La dialéctica fue elaborada en Hegel con mayor profundidad, en la medida en que lo permitía el falso
fundamento idealista. Según los momentos del proceso del conocimiento que se absolutizan, el idealismo se divide en sensualista,
racionalista e irracionalista. El idealismo sensualista (Berkeley, Mach y otros) asigna un papel fundamental a los elementos lógicos
del conocimiento, al pensamiento. Las formas contemporáneas del idealismo (Heidegger, .Jaspers y otros) se caracterizan en lo
fundamental por el irracionalismo: niegan las ilimitadas posibilidades del razonamiento humano y le contraponen la intuición, la fe.

IDEALISMO OBJETIVO (ABSOLUTO): Una de las variedades fundamentales del idealismo. Desde el punto de vista del idealismo
objetivo, la base primera de lo existente (la sustancia) es la conciencia impersonal objetivamente existente (es espíritu absoluto, la
razón universal, la voluntad universal, etc.). A partir del hecho de que la conciencia humana posee una relativa independencia, la
capacidad de pensar los objetos y las cosas aisladamente, abstrayéndose de sus peculiaridades objetivo-sensoriales, los idealistas
objetivos desvinculan la conciencia, del hombre y de la naturaleza, la convierten en un absoluto, la aíslan. Los idealistas objetivos
consideran el mundo material como un producto de la actividad de esa conciencia sobrehumana, como el “otro ser del espíritu” Los
más grandes representantes del idealismo objetivo en la historia de la filosofía fueron Platón, Schelling y Hegel. En las distintas
escuelas de la filosofía burguesa contemporánea (neotomismo, personalismo y otras) se combinan eclécticamente las ideas del
idealismo objetivo con elementos del idealismo subjetivo.

IDEALISMO SUBJETIVO: Corriente filosófica que hace depender la existencia del mundo exterior, tanto de los objetos aislados
como de los fenómenos y sus propiedades, de la actividad cognoscitiva del hombre (sus sensaciones, percepciones, pensamiento
teórico, vivencias emocionales, operaciones de medición, experimentos científicos, etc.). A los representantes de las formas
clásicas del idealismo subjetivo (Berkeley, Fichte, Mach y otros) les es propia una afirmación más o menos franca de que todo el
mundo que rodea al hombre es engendrado por su actividad psíquica, por sus sensaciones. Si se sigue de manera consecuente
este punto de vista es inevitable el solipsismo. Las formas contemporáneas de idealismo subjetivo (el pragmatismo, el
neopositivismo, el experimentalismo y otras) se diferencian por una exposición menos consecuente, más ecléctica, de dicha
concepción. O bien proclaman una unidad indicoluble (identidad) entre sujeto y objeto o consideran absurdo el problema de la
naturaleza del mundo exterior, carente de significación científica. Pero todos coinciden en negar el contenido objetivo de nuestros
conocimientos. Desde su punto de vista, los conceptos y las leyes de la ciencia serían el resultado de acuerdos arbitrarios o
engendrados por las operaciones de[ medición; por lo tanto la ciencia reflejaría sólo las vivencias, las acciones pensantes
prácticas del sujeto que conoce el mundo. El idealismo subjetivo, entonces, se basa en la exageración del momento subjetivo en el
proceso del conocimiento. Pero a pesar de que el conocimiento tiene forma subjetiva, puesto que al mundo lo conoce el sujeto, el
hombre, el contenido del conocimiento no depende de él, ya que refleja el mundo que existe fuera de la conciencia y con
independencia de ella. La práctica demuestra la veracidad del conocimiento.

MATERIALISMO: (del latín materialis, sustanciaI). Tendencia filosófica opuesta al idealismo. Afirma el carácter primario de la
maten, la naturaleza, la realidad objetiva, y considera la conciencia propiedad de la materia. La concepción materialista del mundo,
significa sencillamente la interpretación e la naturaleza tal como es, sin agregados superfluos. Este punto de vista sobre el mundo
surge de la generalización de la práctica humana, del desarrollo de la ciencia y la cultura. Como ciencia que generaliza los avances
de las ciencias naturales, el materialismo fue siempre la concepción del mundo de las clases revolucionarias, de vanguardia,,
interesadas en el progreso social y técnico. En la historia del desarrollo del materialismo se pueden diferenciar dos etapas: el
materialismo premarxista y el marxista. Históricamente, el primer tipo de materialismo fue una elaboración espontánea de los
antiguos combinada con la dialéctica ingenua. En él aparece sólo como doctrina filosófica natural sobre los primeros orígenes
materiales, sobre los elementos primarios del universo, que serían el agua (Thales), el principio de todo lo existente, apeiron
(Anaximandro), el aire (Anaxímenes), el fuego (Heráclito), los átomos, que se diferenciaban unos de otros por su situación, orden,
138
forma y magnitud (Demócrito), etc. Todas las cosas perceptibles por los sentidos estarían estructuradas por estos elementos, que
según los materialistas antiguos se encontraban relacionados entre si’. Consideraban el mundo como una unidad que se
encontraba en continuo movimiento y modificación. La lucha entre el materialismo y el idealismo en su forma más abierta apareció
como la lucha entre dos líneas filosóficas contrapuestas: la línea de Demócrito” y la “línea de Platón”. En la filosofía de la Edad
Media la forma inconsecuente del materialismo fue el nominalismo, que consideraba que solo existen las cosas concretas, y que
los conceptos generales eran apenas sus nombres. El desarrollo del materialismo se vincula con: el surgimiento de las relaciones
sociales capitalistas, que dieron empuje al desarrollo de la producción y de la ciencia. Los materialistas (Baconj Galileo y otros),
que expresaban los intereses de la burguesía en desarrollo, lucharon contra la escolástica de la Edad Media, generalizaron los
métodos propios de la ciencia de entonces, del conocimiento experimental de la naturaleza (observación experimento, inducción,
etc.). Al comienzo el materialismo se halla unido a la dialéctica ingenua (por ejemplo, la filosofía naturalista de Leonardo da Vinci,
Bruno y otros). Pero a medida que las ciencias naturales se dividen en diferentes ramas y de entre todas logra mayor desarrollo la
mecánica, la dialéctica es suplantada por la metafísica. El materialismo metafísico se caracteriza por la interpretación de la
naturaleza como un todo íntegro, subordinado a las leyes de la mecánica; analiza el movimiento sólo como disminución o aumentó,
como traslado mecánico, cuya fuente se encuentra en el exterior. Considera el espacio y el tiempo como exteriores, desvinculados
de la materia y de las formas de su existencia. Como todo materialista sostienen la cognoscibilidad del mundo, considera el
conocimiento como un reflejo de la naturaleza, pero lo analiza como muerto, como el reflejo de un espejo, como el resultado de. la
Influencia del objeto en los órganos de los sentidos, y no como una actividad. El materialismo metafísico llegó a su mayor
florecimiento en el materialismo francés del siglo XVIII (La Mettrie, Diderot, Holbach, Helvecio). La tapa siguiente en el desarrollo
del materialismo premarxista fueron los sistemas filosóficos de Feuerbach y de los demócratas revolucionarios. Al criticar al
idealismo Feuerbach desarrolla el materialismo antropológico, que en muchos sentidos reproducía las deformaciones del
materialismo francés del siglo XVIII. Considera que el hombre forma parte de la naturaleza, que es un ente biológico inmutable.
Este punto de vista no permitía poner en evidencia el carácter del conocimiento humano dar una explicación materialista científica
de los complicados fenómenos de la vida social, descubrir el desarrollo gobernado por leyes de la naturaleza y la sociedad estos
defectos, propios de todo el materialismo premarxista tampoco fueron superados por los demócratas revolucionarios, a pesar de
que intentaron unificar el materialismo con el método dialéctico. La forma auténticamente científica de materialismo es el
materialismo dialéctico. Este permitió comprender al mundo con toda su diversidad cualitativa, con los pasos de un estado
cualitativo de la materia a otro, descubrir las fuentes de este movimiento y desarrollo en las cosas mismas y no en fuerzas
externas. A diferencia de todos los demás tipos de materialismo, el dialéctico incluye también la interpretación materialista de la
vida social. Gracias a ello se logró establecer la relación entre la actividad cognoscitiva y práctica del hombre, y representarse el
conocimiento como un proceso de ilimitada profundización en el objeto, de movimiento del desconocimiento a un conocimiento
cada vez más exacto, más completo. Después del surgimiento del materialismo dialéctico comienza en la filosofía burguesa un
período de descomposición del materialismo. Aparecen los materialistas vulgares (Buchner, Moleschot, Vogt), que identificaban
conciencia y materia; el materialismo geográfico (L. Méchnikov, Reclus), que consideraba decisivo el papel del medio geográfico.
En la filosofía burguesa contemporánea domina el idealismo. Al mismo tiempo la filosofía recibe cada vez mayor apoyo por parte
de los científicos de vanguardia de los países capitalistas (Langevin, Joliot Curie, Bernal y otros) que convirtieron en sus partidarios
convencidos.

MATERIALISMO FRANCES DEL SIGLO XVIII: Concepción del mundo de la burguesía progresista que luchó contra el feudalismo;
es una de las formas de la filosofía materialista premarxista. El materialismo francés se define por su carácter combativo,
rigurosamente polémico. Sus más grandes representantes fueron La Mettrie, Holbach, Diderot y Helvecio. Se pronunciaron en
forma decidida contra la tiranía de los regímenes de la Edad Media, el idealismo ilustrado, las cabezas para la revolución que se
aproximaba”. El materialismo francés es una variedad del materialismo metafísico. Se apoyaba con preferencia en la interpretación
mecanicista de la naturaleza que ofrecían las ciencias naturales de aquel tiempo. El mérito del materialismo francés es una
variedad del materialismo metafísico. Se apoyaba con preferencia en la interrupción mecanicista de la naturaleza que ofrecían las
ciencias naturales de aquel tiempo. El mérito del materialismo francés consistió en que subrayé el carácter activo de la materia, de
la naturaleza, que no necesitaba de ningún “primer impulso” sagrado, que consideraba el movimiento como su rasgo fundamental,
inseparablemente vinculado con su existencia misma. Pero los materialistas franceses redujeron el movimiento al trasladó
mecánico externo de los cuerpos. Les era ajena la idea del desarrollo, la representación de la modificación cualitativa orientada de
las cosas (esta idea se encuentra en forma embrionaria en Diderot, quien planteó la tesis de la modificación de los tipos de
organismos según las condiciones que los rodeaban). En la teoría del conocimiento los materialistas franceses sostuvieron las
posiciones del sensualismo materialista. Se entendía la facultad de pensar como combinación y comparación de representaciones
dirigidas gracias a las sensaciones. El criterio de verdad era para ellos la contemplación sensorial. A pesar de la limitación de sus
puntos de vista acerca del conocimiento (la incomprensión del papel decisivo de la actividad de las personas en el conocimiento, el
139
complicado carácter del proceso del conocimiento) los materialistas franceses fueron fogosos defensores del conocimiento, tenían
fe en las ilimitadas posibilidades del conocimiento humano. Según los materialistas franceses, en el mundo no podía existir tipo
alguno de sustancias espirituales sobrenaturales, ninguna sagrada arbitrariedad. En la naturaleza todo se mueve según leyes
eternas, natura(es e inmutables. El hombre, como ser natural, también está subordinado a dichas leyes. Su diferencia con los
demás cuerpos naturales sólo residía en el hecho de que pose( la capacidad de sentir y pensar. El carácter de las personas, el
contenido de sus sentimientos y pensamientos, dependen, según los puntos de vista de los materialistas franceses, no de su
naturaleza biológica, sino del medio social que los rodea. No es la naturaleza la que arruina y corrompe a las personas, sino las
leyes y las costumbres dominantes en la sociedad. De ello se deducía la conclusión justa de que la conducta de las personas se
modificará sólo cuando se modifique el medio social. Pero como el materialismo francés reducían el medio social
fundamentalmente a la constitución gubernamental, veían el camino de su transformación en la modificación de las leyes. Por eso
vinculaban la posibilidad de una reestructuración social, ante todo con la actividad de un legislador, de un “monarca instruido”, y
con la difusión de la instrucción, la lucha contra la ignorancia. Los materialistas franceses prestaron gran atención a los problemas
de la ética. Según ellos no existen principios morales implantados desde arriba. Las personas proceden con moralidad cuando las
empujan sus propios intereses. La verdadera moral no debe oponerse a la aspiración humana de la felicidad. Pero la exigencia de
valorar la conducta de las personas a partir de sus propios intereses no significaba difundir el egoísmo ilimitado. Según los
materialistas franceses, no cualquier interés personal podía servir de base para la moral, sino sólo el que no contradijese los
intereses de la sociedad. La correcta combinación de los intereses sociales y los personales sólo se logra en una sociedad
estructurada racionalmente, ilustrada y basada en una legislatura perfecta. Si bien en lo referente a sus ideas sobre la sociedad,
los materialistas franceses eran idealistas y consideraban que las “opiniones dirigen el mundo”, tenían un carácter progresista. El
materialismo francés ejerció gran influencia en el desarrollo del pensamiento filosófico.

MATERIALISMO VULGAR: (de latín vulgaris, sencillo habitual). Corriente filosófica surgida a mediados del siglo XIX, que
simplificaba y hacía más tosco el materialismo. Sus representantes (Búchner, Moleschot, Vogt) fueron vulgarizadores de las
ciencias naturales, especialistas en el campo de la fisiología y la medicina. Los problemas fundamentales de la filosofía (relación
entre conciencia y materia y cognoscibilidad del mundo, etc.), los específicos de la ética, la estética, la psicología, fueron
considerados por los materialistas vulgares una “charlatanería repensada”, con los que la humanidad se quebró la cabeza en vano
durante siglos. Negaban la importancia de las ciencias humanísticas y sus métodos, absolutizaban las explicaciones mecanicistas
aplicadas con éxito en la fisiología y la medicina de ese período. Los materialistas vulgares se pronunciaban en especial contra la
tesis de la independencia y el carácter activo de la conciencia. Según ellos, el pensamiento no podía diferenciarse de la materia, de
los procesos cerebrales con los que tiene relación el fisiólogo. Vogt adquirió fama por su afirmación de que el pensamiento se
encuentra con el cerebro en una relación parecida a la bilis con el hígado y de la orina con los riñones. Los materialistas vulgares
proponían interpretaciones de la vida social simplificadas al máximo, intentaban explicar el progreso en la sociedad asimilándolo a
la lucha por la existencia, la desigualdad de clases por las leyes de la herencia, la forma de pensar características de personas de
diversas épocas, razas y grupos étnicos, por diferencias de clima y de alimentación. La causa de la influencia del materialismo
vulgar en su tiempo fue su confianza en la autoridad absoluta de las ciencias naturales, la armoniosa orientación de las ideas de la
intelectualidad progresista de la segunda mitad del siglo XIX. No fue escasa la labor que desarrollaron sus representantes para
popularizar el darwinismo, los nuevos descubrimientos de la fisiología, la ley de la transformación y conservación de la energía,
etc., Él materialismo vulgar se diferencia radicalmente del materialismo dialéctico, que cristalizó en esos mismos años. Tiene suma
importancia subrayarlo en nuestra época, en que los filósofos idealistas, intentan atribuir al materialismo en general los errores del
materialismo vulgar.

MATERIALISMO DE LAS CIENCIAS NATUÜLES: (materialismo de las ciencias históricas). Materialismo filosófico no razonado,
espontáneo, compartido por la aplastante mayoría de los naturalistas de la sociedad burguesa. La esencia del materialismo de las
ciencias naturales consiste en la convicción espontánea de los científicos, de que el mundo exterior existe objetivamente, con
independencia de la conciencia del hombre, y que en ésta recibimos el reflejo de las propiedades de los objetos y fenómenos de la
naturaleza. Los científicos llegan a esta convicción bajo la influencia del progreso en las ciencias naturales, debido al carácter de la
actividad científica misma. En sus investigaciones tratan como fenómenos objetivamente reales. Y ello los obliga, a pesar de las
concepciones idealistas dominantes en el mundo capitalista, a adoptar el punto de vista materialita, a veces sin darse cuenta de
ello. Pero, por su carácter espontáneo, filosóficamente inconsciente, difuso en el fondo el materialismo de las ciencias naturales es
conciliador, poco profundo; es un “materialismo vergonzante, que no lleva sus reflexiones hasta el fin”. Se limita a la comprensión
materialista de la naturaleza, y deja al científico prisionero de las representaciones idealistas sobre la sociedad. Pero lo principal es
que el materialismo de las ciencias naturales no contiene una solución científica consecuente del problema fundamental de la
filosofía, no ofrece una clara delimitación de los campos filosóficos opuestos, del materialismo y el idealismo. No protege a los
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científicos contra las vacilaciones, contra las concesiones del idealismo, en especial en el período en que, bajo la influencia de los
grandes descubrimientos, se produce una transformación de las viejas representaciones científicas y teorías, y los científicos se
ven obligados a abordar nuevas conclusiones y a desbordar en sus generalizaciones los marcos estrechamente especializados.
Por consiguiente, el materialismo espontáneo no arma a los científicos para una lucha consecuente contra: las concepciones
idealistas enemigas de la ciencia. Para soportar esta lucha y sobrellevarla hasta el final con pleno éxito, el científico debe ser un
materialista contemporáneo, es decir, que debe ser un materialista dialéctico.

MATERIALISMO DIALECTICO: Filosofía que combina orgánicamente la solución materialista del problema fundamental de la
filosofía con la dialéctica, ciencia de las leyes generales del desarrollo de los fenómenos de la realidad objetiva y del proceso del
conocimiento, del método del conocimiento y la transformación de la realidad. El materialismo dialéctico surgió a mediados del siglo
XIX como parte componente del marxismo. Sus tesis fundamentales fueron elaboradas por Marx y Engels. El rumbo del desarrollo
de la ciencia llevaba a la concepción materialista dialéctica del mundo; ello regía en particular para las ciencias naturales, en las
que en esa época se produjeron descubrimientos que planteaban con toda fuerza el problema del carácter dialéctico de los
procesos que se desarrollaban en la naturaleza (el descubrimiento de la ley de la conservación y transformación del energía, de la
estructura celular de los organismos, la teoría de la evolución de Darwin). El materialismo dialéctico sintetizó todos los progresos
del pensamiento filosófico del pasado, enriqueciéndolos con un nuevo contenido. Los predecesores filosóficos directos del
materialismo dialéctico fueron dos pensadores alemanes: Hegel, quien formuló las leyes de la dialéctica aunque sobre una base
idealista, y Feuerbach, que desarrolló el punto de vista materialista acerca de los fenómenos de la naturaleza, fundamentando la
existencia objetiva del mundo exterior, la prioridad de la materia con respecto a la conciencia. El concepto central del materialismo
dialéctico es el de materia, entendiéndose por tal la realidad objetiva que le es dada al hombre por las sensaciones, que es
copiada, que se refleja en nuestras sensaciones, y que existe con independencia de ellas. La conciencia como propiedad de! la
materia altamente organizada el cerebro del hombre) surge cuando aparece la sociedad humana. Su esencia es e reflejo de la
realidad objetiva, la creación de una imagen subjetiva de ésta. La forma e existencia de la materia es el movimiento, que se realiza
en diversas formas. La dialéctica materialista descubrió las leyes generales del movimiento de la naturaleza, la sociedad y el
pensamiento humano. Los fundamentales son: el paso de los cambios cuantitativos a cualitativos y viceversa, la negación de la
negación, la unidad y lucha de los contrarios. En estas leyes la esencia de la concepción dialéctica es el desarrollo, cosa que la
diferencia de la metafísica. Aparte existen multitud de leyes que complementan y concretan las fundamentales, al expresar la
vinculación reciproca entre esencia y fenómeno, contenido y forma, posibilidad y realidad, necesidad y casualidad, etc.
(Categorías). El materialismo dialéctico estudia las peculiaridades del conocimiento humano; es la teoría del conocimiento que
reconoce por principio la cognoscibilidad de las cosas, existentes con independencia de la conciencia del hombre, y que analiza el
proceso del conocimiento como el movimiento de lo desconocido a lo conocido, de un reflejo incompleto e inexacto de las cosas a
uno más completo, profundo y polifacético. El materialismo dialéctico se pronuncia contra todas las formas de agnosticismo, que
niegan la posibilidad del conocimiento objetivo y verdadero de la esencia de los objetos del mundo exterior. Desde el punto de vista
del materialismo dialéctico el contenido de nuestros conocimientos, como reflejo de las propiedades objetivas de las cosas, no
depende del hombre ni de la humanidad; constituye una verdad objetiva. Pero esta verdad no se logra inmediatamente, en forma
absoluta. Se compone de la suma de verdades relativas. El fundamento del conocimiento y el criterio de verdad de éste es la
actividad práctica de la humanidad. Para el desarrollo de la filosofía y de las distintas ciencias es indispensable la unión del
materialismo dialéctico y las ciencias de la naturaleza y la sociedad. En la práctica, las leyes generales del desarrollo del mundo,
que estudia el materialismo dialéctico, se encuentran indisolublemente relacionadas con las leyes de las diversas ramas de la
realidad estudiadas por las ciencias concretas, y se exteriorizan en ellas. Por eso tiene tanta importancia para la filosofía basarse
en los datos obtenidos. A su vez, el materialismo dialéctico brinda a las ciencias el método general para la investigación, en el que
se basan los métodos particulares aplicados por éstas. Ello permite orientarse en los fenómenos más complicados de la realidad,
encontrar el enfoque correcto de dichos fenómenos, utilizar con exactitud, en la investigación científica, las formas del pensamiento
y sus leyes. EÍ materialismo dialéctico interpreta científicamente, no sólo los fenómenos de la naturaleza, sino también los de la
vida social; contiene los principios de la comprensión materialista dialéctica del desarrollo de la sociedad. Por eso el materialismo
histórico constituye la continuación directa del desarrollo del materialismo dialéctico. Por otro lado, para descubrir la esencia y el
desarrollo regido por leyes de la naturaleza y el conocimiento, es indispensable poner de manifiesto su relación con la sociedad,
analizar el conocimiento como un proceso histórico social, y la naturaleza como objeto de la actividad del hombre. Todo ello sólo
resulta posible a partir de los principios de la concepción materialista de la historia, de los principios del materialismo histórico. Las
tesis del materialismo dialéctico se confirman con el desarrollo del conocimiento científico, con la actividad práctica del hombre. Al
mismo tiempo. constituyen un instrumento del conocimiento teórico y de la actividad práctica. El materialismo dialéctico es
incompatible con ninguna clase de concepci6n burguesa del mundo, y se pronuncia decididamente contra todas las
manifestaciones de idealismo y metafísica en la teoría y en la práctica.
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RACIONALISMO: (del latín ratió, razón). Textualmente: forma de pensar, de filosofar basado en la razón, en el razonamiento. Por
racionalismo en filosofía se interpreta una tendencia especial de la teoría del conocimiento (la gnoseología), que se contrapone al
empirismo. Los racionalistas exageran en extremo el papel de la razón en el conocimiento, lo aíslan de la experiencia sensorial.
Además, el conocimiento sensorial (empírico) (la sensación, la percepción, la representación) se niega o se considera imperfecto,
pues presuntamente no proporcionaría un verdadero conocimiento. Según ellos, sólo a razón, e intelecto, es capaz de brindar un
conocimiento fidedigno con carácter general, necesario y no posible (casual). Para fundamentar su punto de vista, lo racionalistas
expusieron sus teorías sobre las así llamadas “ideas innatas”, es decir conceptos que serían propios de la mente desde el principio
mismo (Descartes, Leibniz), o bien, las teorías sobre las formas del conocimiento apriorístico, que existen en la cabeza del hombre
antes de cualquier experiencia y sin las cuales es imposible ningún tipo de conocimiento (Kant). El materialismo dialéctico rechaza
la unilateralidad del racionalismo, pues el conocimiento es la unidad indisoluble de los momentos racional y sensorial. La razón del
hombre desempeña un papel activo en el conocimiento, es capaz de superar los límites de lo dado en forma directa por la
experiencia sensorial (este’ momento lo subrayan correctamente los racionalistas). Pero el pensamiento penetra en la profundidad
de necesarias, no porque le sean propias determinadas ideas innatas,, sino debido a que está indisolublemente vinculado a i
actividad práctica de las personas, aprovecha los’ datos obtenidos mediante los órganos de los sentidos. Entre los racionalistas
existieron también materialistas (Spinoza), peto el racionalismo se vinculaba a menudo con la respuesta idealista del problema
fundamental de la filosofía, de quienes veían en la razón, no sólo la base del conocimiento del objeto, sino también la condición de
su existencia misma. Así vemos que n la filosofía de Hegel la naturaleza, la realidad objetiva, existe sólo como “el otro ser” (como
forma de manifestarse de la razón), la idea absoluta.

EMPIRISMO: Corriente de la teoría del conocimiento que reduce a peste a la experiencia sensorial (a la sensación,, percepción,
etc.). En la interpretación de la esencia del conocimiento del empirismo se contrapone el racionalismo. Según el contenido que se
dé al concepto experiencia el empirismo será materialista o idealista. El materialismo entiende la experiencia como resultado de la
influencia de los objetos y fenómenos del mundo exterior sobre los órganos de los sentidos del hombre; para los empiristas,
idealistas, la experiencia tiene un carácter puramente subjetivo. Según ellos en su experiencia el hombre no va más allá de los
marcos del mundo interior (sensación, emoción, etc.). En la antigüedad aparecieron elementos de empirismo materialista en las
doctrinas de los estoicos, y mas tarde en el nominalismo, pero la expresión más completa de aquél, surgió en la época del
nacimiento de las relaciones capitalistas y el proceso de formación de las ciencias naturales modernas de Francis Bacon, Locke,
en el materialismo francés del sigo XVIII. El empirismo materialista desempeñé un papel progresista en la lucha contra el
escolasticismo de la Edad Media, que frenaba el desarrollo de las ciencias experimentales. El empirismo sobre bases idealistas fue
elaborado por las doctrinas de Bekeley y Hume. A este respecto se aferran muchos representantes de la filosofía burguesa
contemporánea y que combinan el empirismo con el análisis lógico de los conocimientos, con su investigación por los métodos de
la lógica contemporánea, mediante los cuales se intenta reducir todo nuestro conocimiento a lo que se da o directamente al
hombre en sus sensaciones e impresiones. La inconsecuencia del empirismo que acepta el punto de vista materialista y el
idealista, consiste en su unilateralidad; en su carácter contemplativo, en su incomprensión de toda la complejidad del proceso del
conocimiento. El empirismo parte del hecho de que nuestros conocimientos tienen un carácter experimental. Al conocer el mundo,
de una u otra manera aprovechamos el material que nos proporcionan los órganos de los sentidos, y que recibimos en contacto
directo con la realidad (con la ayuda de la observación, de la medición y del experimento). Y los empiristas asignan a este primer
escalón del cono4imiento (la contemplación sensorial viva) el papel principal, decisivo, en tanto que a las demás capacidades
cognoscitivas del hombre sólo les atorgan un papel secundario. El empirismo llega a esta conclusión debido a que considera al
hombre, no como un creador que transforma de manera activa el mundo, sino como un objeto pasivo de las influencias externas, o
bien como un ser encerrado en el mundo de sus propias sensaciones. Por eso, por más que lo intentaron, los empiristas no
consiguieron demostrar que en la experiencia el hombre no trata con rasgos causales, externos, aislados de los objetos, sino que
conoce las propiedades fundamentales que le son indispensables. La unilateralidad del empirismo fue superada por la gnoseología
del materialismo dialéctico que demostró que el conocimiento no es sólo la experiencia sensorial, sino también el pensamiento
teórico, sin el cual es imposible establecer los nexos entre los fenómenos, penetrar en su esencia.

SENSUALISMO: (del latín sensus, sensación). Tendencia de la teoría del conocimiento que considera que las sensaciones son la
única fuente de nuestros conocimientos. En la fundamentación y desarrollo de esta tendencia desempeñé un gran papel el filósofo
inglés Locke, del siglo XVll. El sensualismo, como tendencia de la teoría del conocimiento, es compatible tanto con la comprensión
materialista de la realidad (siempre que se considere que la sensación es el resultado de la influencia de los objetos materiales
sobre nuestros órganos de los sentidos, y como reflejo de estos objetos) y con la visión idealista subjetiva como tales, apartando el
pensamiento de su fuente objetiva). Fueron representantes de la línea materialista en el sensualismo Diderot, Holbach, Helvecio,
Feuerbach, en tanto que los representantes de la línea idealista subjetiva fueron Berkele’, Hume, Kant, Mach, Avenarius. La
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actividad cognoscitiva del hombre es imposible fuera de. las sensaciones, fuera de las formas sensoriales del conocimiento. Tal: es
también el punto, de vista del materialismo dialéctico. Pero a diferencia de los materialistas sensualistas del pasado que sostenían
las posiciones del empirismo, los marxistas no exageran el papel de la sensación del conocimiento, no niegan la especificidad
cualitativa del pensamiento, con cuya ayuda se conoce la estructura interna de las cosas, sus propiedades fundamentales y. sus
procesos sujetos a leyes. Sólo mediante la unificación de la actividad cognoscitiva del hombre con la actividad práctica pudo la
filosofía definir qué lugar ocupan en este proceso las sensaciones, las percepciones sensoriales.

AGNOSTICISMO (del griego agnós-tos: ignoto, desconocido). Doctrina según la cual el hombre es incapaz de conocer !a esencia
de las cosas, no puede obtener un juicio fidedigno sobre ella. El término fue introducido por el científico inglés Huxley. Los
representantes clásicos del agnosticismo en la historia de la filosofía fueron Hume y Kant. El primero consideraba que el hombre se
manejaba sólo con sus propias sensaciones, por lo cual nada podía conocer del mundo exterior: ni si existía, ni cuál era su
apariencia. A pesar de reconocer la existencia objetiva de las cosas, Kant afirmaba que su esencia, la “cosa en sí”, era inaccesible
a nuestro conocimiento. Según él, la razón y el intelecto sólo permitían al hombre conocer los fenómenos. Además, según Kant, la
forma en que se nos presentan las cosas, la manera en que las vemos, se determina no por sus propiedades, sino por las
peculiaridades de nuestro conocimiento. El agnosticismo logró amplia difusión en la filosofía burguesa. En una u otra forma, es
propio de tendencias filosóficas como el neokantismo, el neopositivismo, el pragmatismo, etc. El agnosticismo se manifiesta, por
ejemplo, en éstos, en los intentos de reducir el conocimiento sólo a la investigación de lo que se nos da directamente en la
experiencia, en el experimento científico (sin salir de los marcos de las representaciones, pensamiento e idioma del sujeto). Todo lo
demás se considera raciocinio infructuoso, “metafísica”. Los agnósticos modernos tratan en realidad de despojar a la ciencia del
derecho a plantear hipótesis, a elaborar teorías que lleven más lejas que los hechos externos, que penetren en la profundidad de
las cosas. Los agnósticos absolutizan, exageran al máximo el hecho de que el hombre no domina por completo, en forma acabada,
el conocimiento del mundo, que sus conocimientos, en tal o cual grado de su desarrollo, están limitados (son condicionados, por
ejemplo, por el nivel de desarrollo de la producción). El agnosticismo se basa, asimismo, en la negación de los vínculos entre la
esencia y el fenómeno. A partir del hecho de que la esencia del objeto no se encuentra en la superficie, no coincide con el
fenómeno, el agnosticismo cava un abismo Infranqueable entre ellos. Si se buscan las causas de la difusión del agnosticismo en la
época contemporánea, que se distingue por las enormes conquistas del conocimiento científico, cabe recordar el apoyo que
prestan a esa teoría los ideólogos de las clases reaccionarias que no están interesados en que las masas adquieran conocimientos
fidedignos sobre las perspectivas del desarrollo social. Al sembrar dudas en cuanto a la fuerza del intelecto, de la ciencia, el
agnosticismo abre camino a la fe, sirve de apoyo a la religión. La actividad práctica de las personas es la que ofrece la más
decidida refutación del agnosticismo. Al influir sobre los objetos que lo rodean, el hombre penetra en su esencia; obtiene
conocimientos certeros sobre éstos. Si podemos demostrar la exactitud de nuestro modo de concebir un proceso natural
reproduciéndolo nosotros mismos, creándolo como resultado de sus condiciones, y si además lo ponemos al servicio de nuestros
propios fines, refutaremos “la cosa en sí inaccesible de Kant.

6.- OPOSICIÓN ENTRE EL MATERIALISMO Y EL IDEALISMO EN LA SOLUCIÓN DEL PROBLEMA SOBRE LAS RELACIONES
DE LA MATERIA Y LA CONCIENCIA

El problema de la naturaleza de la conciencia puede ser resultado siempre que se diluciden las relaciones entre la conciencia y el
mundo exterior, siempre que se definan las interrelaciones de lo material y lo ideal, de lo físico y lo psíquico. El problema de las
relaciones entre lo psíquico y el mundo exterior, de la conciencia y el ser, se ha planteado y sigue planteándose indefinidamente a
los filósofos, y la solución que se le de entrañara la vinculación del científico a una u otra tendencia de la filosofía.

El materialismo y el idealismo resuelven de manera diametralmente opuesta el problema de las interrelaciones entre la materia y la
conciencia y del carácter de sus relaciones casuales. Los adeptos de las tendencias idealista (idealismo objetivo e idealismo
subjetivo) se caracterizan por reconocer el carácter primario de la conciencia; para los idealistas la conciencia es la causa del ser.

Para los representantes del idealismo objetivo, empezando por Platón y acabando por los idealistas objetivos actuales, lo espiritual
es lo primero y la causa de todo. Lo que hermana las concepciones de estos filósofos es la tesis de que el espíritu constituye la
clave de la naturaleza, de la realidad, es decir que el margen del espíritu no hay ni puede haber realidad. El idealismo objetivo se
caracteriza por considerar absoluta la idea, la abstracción; y por convertirla en fundamento de todo lo existente.

El rasgo característico del idealismo subjetivo es que únicamente reconoce como fidedigna la conciencia, es decir, intenta sustituir
el espíritu absoluto del idealismo objetivo por un sujeto activo. El idealismo subjetivo hace girar el problema de la relación entre la
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materia y la conciencia en torno al análisis de la conciencia individual. Todo lo que existe, desde este punto de vista, es un
conjunto de elementos psíquicos, una combinación de sensaciones. De hecho, lo material, desaparece, el sujeto construye el
mundo y los elementos de ese mundo son conjunto de sensaciones. La conclusión final que cabe sacar de las concepciones de los
idealistas subjetivos se reduce a reconocer que el sujeto es creador de las leyes del mundo y la causa de la realidad objetiva.

El problema de las relaciones entre la materia y la conciencia en las corrientes idealistas no encuentra una solución factible. Ahora
examinemos el enfoque de la corriente materialista.

En todas las concepciones filosóficas materialistas, que tratan acerca de la esencia de lo espiritual, cabe destacar dos aspectos en
la solución del problema de las relaciones entre la materia y la conciencia: primero, el problema de la dependencia causal de la
conciencia (lo espiritual) y el mundo exterior.

El materialismo mecanicista no pudo resolver la pregunta de cuál es la causa del origen de la conciencia como propiedad peculiar
de la materia. Consideraba que los átomos en el proceso de su movimiento e interacción, han formado combinaciones causales
que pasaban a tener propiedades espirituales. Las nuevas pruebas científicas a favor de que la actividad de la conciencia depende
de la actividad cerebral han sido utilizadas a veces por los filósofos para tratar de demostrar las tesis materialistas vulgares según
las cuales el cerebro engendra lo espiritual al igual que otros órganos que originan productos materiales.

El problema de la dependencia causal de la conciencia no podía resolverse científicamente mientras se investigasen por separado
sus diversos aspectos: bien la dependencia de conciencia respecto de la actividad del cerebro, o bien su condicionamiento, por los
estímulos del mundo exterior, por la realidad objetiva. De hecho eso era lo que ocurría a toda la filosofía anterior al materialismo
dialéctico, pese a las tentativas de interpretar de un modo materialista los fenómenos psíquicos.

Las teorías de conocimiento de los materialistas anteriores al materialismo dialéctico, contienen tesis conectas sobre la
dependencia causal material de los fenómenos psíquicos. Sin embargo no se había dado una solución al problema del carácter
especifico de la dependencia causal de la psique humana, de la conciencia; no se puso de manifiesto que la conexiones del
hombre con su medio social son las que condicionan y determinan precisamente, el carácter específico de esa dependencia.

El materialismo dialéctico, basándose en todo el curso de la agudísima lucha anterior entre el materialismo y el idealismo,
utilizando los datos científicos modernos, resuelve desde posiciones científicas, el problema de las relaciones entre la materia y la
conciencia, el problema de sus nexos causales, la solución materialista dialéctica de este problema se distingue por:

1. El reconocimiento del carácter secundario, derivado, de la conciencia como función del cerebro y reflejo de la realidad y.

2. La afirmación de que la conciencia humana está determinada por el factor social la psique es un producto del desarrollo de la
materia, una forma del desarrollo de la propiedad general de la materia que llamarnos reflejo.

El materialismo dialéctico, considerando que la conciencia es el producto de un largo desarrollo de la materia, subraya que la
conciencia es una propiedad de formas superiores de la materia, una función del cerebro humano. La esencia de la conciencia,
consiste en que refleja el mundo que existe al margen e independientemente de la conciencia. El hombre siente y piensa porque
percibe los estímulos exteriores. Cualesquiera que sean los pensamientos que surjan en la mente del hombre, no serán más que
reflejos de los objetos y fenómenos de la realidad objetiva, su reflejo más o menos exacto. El árbol surge como imagen después
que al árbol efectivo, real, actúa sobre los órganos sensoriales del hombre, después de ser percibido por su cerebro.

El carácter dependiente, derivado y secundario en la conciencia respecto de la materia, se caracteriza por el hecho de que
mientras la existencia de los objetos y fenómenos materiales no dependen de nuestra conciencia no hay nada que no refleje, de
una u otra manera, no copie, no reproduzca objetos y fenómenos realmente existentes en el mundo, así como propiedades y
fenómenos de la realidad que el hombre no percibe con sus órganos sensoriales, se puede afirmar que todo lo que refleja, lo
obtiene de la realidad objetiva.

7.- CONCEPCION METAFISICA Y CONCEPCION DIALECTICA DEL MUNDO


Extracto de M. Dambuyan.
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7.1 Generalidades: Los dos métodos del pensamiento

Distinguimos dos maneras de pensar, de concebir el mundo: una es metafísica, la otra dialéctica. Ambas se esbozan ya en la
Antigüedad, y ambas se oponen todavía en diversos campos.

La palabra “dialéctica” significaba, en un principio, búsqueda de la verdad por medio del diálogo, progresión a través de las ideas
propuestas. Es, por tanto, lo contrario de una afirmación rígida, dogmática. Ahora bien la concepción dialéctica del mundo no es un
dogma, es un sistema completo llamado a enriquecerse sin cesar, un medio para progresar hacia la verdad, analizando la realidad
en sus aspectos múltiples y opuestos. Solamente el método dialéctico permite comprender la naturaleza, el trabajo y la
transformación de la naturaleza por el mismo, comprender la historia, el progreso y las transformaciones sociales.

El otro método de pensamiento es llamado “metafísico”. Esa palabra indica de entrada, que no se busca una explicación de la
naturaleza misma, sino en un mundo sobrenatural. Esta claro que la Dialéctica no admite lo sobrenatural. La Dialéctica materialista,
explica la naturaleza y piensa que sus leyes son cognoscibles.

En un orden más general, la metafísica gusta de las concepciones abstractas, imaginadas lejos de las necesidades prácticas,
extrañas a la experiencia y a los problemas que encuentran los hombres reales en la vida real.

Un ejemplo bastará: Todos los grandes filósofos, hasta el siglo XIX, han escrito gruesos volúmenes y concebido grandes sistemas
sin plantear los problemas del trabajo, y aún sin mencionar su existencia. La metafísica forja de antemano sus ideas y espera que
sean los hechos los que se plieguen a aquellas. Si tiene una idea de la marcha de la historia de acuerdo con una profecía o de
otro mundo, pretenderá que los acontecimientos pasen así, aun cuando no haya tal cosa. Es por tanto, un modo de proceder
anticientífico.

Es evidente que en la Dialéctica no se puede razonar así. Procede al estudio científico de los hechos económicos e históricos, y
tiene muy en cuenta los resultados de todas las demás ciencias. No se interesa en abstracciones vacías, sino en los conocimientos
tomados de la realidad.

Pero debemos ahora caracterizarnos más de cerca estos dos métodos, siempre por oposición de uno al otro, y ver, así, su razón
de ser.

7.2 El método metafísico

Empezamos por el método metafísico porque es el tradicional en los filósofos, y, también, porque todos empezamos a razonar
como metafísicos. La verdad de la dialéctica se desprenderá tanto mejor.

Sus Caracteres. El método metafísico considera las cosas como aisladas y sin acción unas sobre las otras. Las considera como
fijas e inmutables. No admite que haya aspectos opuestos, que existan al mismo tiempo contrarios en las cosas.

Estos rasgos fundamentales están estrechamente unidos. En efecto, aislar las cosas, considerar cada una por su propia cuenta,
“en si”, en absoluto y no en relación, es separarlas de sus causas, hacer como si ellas no tuvieran ni origen, ni fin, ni cambios. Es
no tener en cuenta circunstancias en las cuales se reproducen, contradicciones que las destruyen o las hacen evolucionar,
acciones por las cuales podemos transformarlas. Es ponerlas fuera del tiempo, mirarlas como eternas. Y ponerlas fuera de nuestro
alcance.

Lo que ocurre es un caso semejante es que nos vemos llevados a considerar como eterno, precisamente, lo que tenemos a la
vista, lo que es en realidad propio de una época, de una sociedad dada.

Aristóteles consideraba la esclavitud como eterna necesaria. Ello nos parece infantil, pero la misma falta de razonamiento se
comete por aquellos que consideran, no ya la posesión de esclavos, sino la posesión privada de las fábricas como un derecho
eterno, “natural”, absoluto. Afirmar que el capitalismo es eterno, es simplemente no querer cambiarlo.
145
Así, pues, los rasgos principales del pensamiento metafísico son: rechazo del cambio, rechazo de la relación de lo relativo, rechazo
de las diversidades y de las oposiciones reales.
Vemos, pues, que el pensamiento metafísico es hostil a la búsqueda de una explicación. Pues explicar es unir, relacionar un hecho
con aquello que lo ha producido o influido; no considerar las cosas como caídas de las nubes, ya hechas.

Y el pensamiento metafísico es hostil a la historia, puesto que busca lo eterno y lo inmóvil y no la fecha, la situación, la sucesión de
acontecimientos.

Su formación y sus causas: ¿Por qué este método de pensamiento existe y se ha mantenido? hay varias razones para ello:

a) Corresponde a un aspecto real de las cosas y a una necesidad del conocimiento. En efecto, los objetos tienen una cierta fijeza, y
se distinguen unos de los otros. La roca es y sigue siendo la roca; el río mismo conserva en conjunto su trayecto, su profundidad,
sus peces; los caballos son parecidos entre sí, con ligeras diferencias de talla y color, son parecidos a sus progenitores y se
distinguen de otros animales.

Gracias a esta relativa fijeza, podemos tener una idea, un concepto estable de las cosas, podemos nombrarlas. Si todo cambiara
sin cesar, si el parecido de ciertos seres entre sí no primara, resueltamente, sobre la diferencia, no podríamos nombrar nada, ni
comprender nada. Cada cosa sería diferente de la otra y de si misma: sería el caos.

No es, pues, sorprendente que, por la necesidad de comprender, el pensamiento subraye la “identidad”. Esta corresponde a una
limitación del conocimiento.

Si para el pensamiento es una necesidad primera obtener lo que en las cosas hay de “fijo” y de “idéntico” y de “separado”, es a
consecuencia de la pobreza de este pensamiento, de su limitación. Pues es mas difícil captar los procesos, el encadenamiento de
las cosas, que los objetos fijos separados. Es difícil encontrar las causas y todas las relaciones que hay entre los acontecimientos;
es difícil comprender el cambio o, aún el simple movimiento.

Recordemos que el principio mismo de inercia (el relativo reposo de la materia), así como las leyes del choque, del simple sacar de
su puesto un cuerpo a otro, no fueron establecidos sino en el siglo XVII; las transformaciones químicas y los movimientos internos
de la materia, aún más tarde,

Buscar el origen, la génesis, los aspectos sucesivos u opuestos de las cosas exige mucho más valor que catalogarlas.

b) Menosprecio del conocimiento concreto y del mundo real. El pensamiento metafísico no sólo no quiere, o no puede, retener más
que el aspecto estable, fijo de las cosas, sino que va a los extremos.

Llega a veces hasta negar el mundo, o en todo caso, anegarle todo el valor porque es cambiante, porque es un “mundo en
desarrollo”. Algunos ven en él una ilusión o la simple copia de un modelo eterno; esta última solución es la de Platón.

Antes de él, Parménides (siglo VI antes de nuestra era) iba más lejos y razonada de modo más rígido. Expresaba la inmovilidad del
mundo diciendo: “El ser es”. Cambiar, es decir, llegar a ser lo que no era antes, le parecía ilógico: “El no-ser no es”, negará hasta el
sencillo movimiento, porque para que un objeto pueda trasladarse, hará falta un vacío adonde ir, pero el vacío sería la nada, un
“no ser”, y no puede existir. El mundo es, por tanto, pleno, inmóvil, perfecto y eterno. Vemos hasta dónde puede llevar un esquema
abstracto, lejos de la experiencia más evidente.

Muy a menudo, las ideas eternas se encuentran personificadas en Dios. Es una noción metafísica por excelencia, puesto que Dios
es concebido como el ser absoluto, que no tiene necesidad de otro ser para existir, ni de una causa; existe por la “sola necesidad
de su naturaleza”. Así como no se le puede explicar, del mismo modo no se pueden explicar sus actos; la creación del mundo, a
partir de nada, es semejante a cualquier otro milagro, sin causa, sin relación. Dios contiene todo en si y no se desarrolla
sucesivamente en el tiempo, está eternamente acabado. No se ve bien, en ese caso, de que sirven todos los seres que vienen al
mundo, a medida que el tiempo pasa.
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c) Separación de las actividades manuales e intelectuales. Si el espíritu metafísico se presenta por encima de ese mundo
cambiante, relativo, concreto, un mundo eterno absoluto es, en sin de cuentas, porque hay dos clases sociales fundamentales. Los
trabajadores y la clase que dispone de ocio para cultivarse. Por tanto, las actividades manuales y las actividades intelectuales, la
práctica y lo abstracto, están muy separados. El trabajador es esclavo (o siervo), siendo despreciado, lo serán también todas las
actividades prácticas (recordemos que hasta el Renacimiento, la corporación de cirujanos se incluía en la de los barberos). Como
resultado de ellos, las ideas se alejan hacia la abstracción, que es la independencia con respecto de la realidad. Y las propiedades
de la realidad concreta se niegan o son poco conocidas; la ciencia experimental no se desarrolla apenas durante la antigüedad y el
feudalismo.
d) Hostilidad al cambio. Una última razón complementa la precedente para explicar la persistencia de la tendencia metafísica. Se
retrocede ante la comprobación y la explicación del cambio, porque no se quiere que la situación varíe. Es comprensible. La clase
que disfruta de ocio y que elabora las ideas filosóficas, casi únicamente, la clase en el poder. Sostener la inmutabilidad del mundo,
la eternidad de las cosas tal como existen, es la posición conforme a sus intereses. Los representantes de la aristocracia en la
Grecia Antigua, así como los brahamanes en la India, los hombres de la iglesia en el período feudal y, asimismo, la filosofía clásica
en el siglo XVII, sostienen (al menos, en su aspecto metafísico) la eternidad, el no cambio, la no contradicción. A veces hasta
niegan toda diversidad entre las cosas.

Por el contrario, como lo veremos, son los filósofos del movimiento, del desarrollo, los que pregonan las esperanzas de la clase
ascendente.

Dicho en otros términos, la metafísica por si misma y el método metafísico, tienen una función retardatriz, reaccionaria. Y cundo la
practicamos sin darnos cuenta, no favorecemos el progreso.

Otros ejemplos que muestran el funcionamiento del método metafísico. Vamos a ver, a propósito de dos o tres nociones de la
filosofía moderna, cómo el espíritu metafísico separa las cosas inseparables, omite las circunstancias en las cuales se producen y
que las explican, omite su diversidad y sus cambios.

El filósofo ajeno a su época. Los filósofos metafísicos se aplican a sí mismos la idea de que el inútil o secundario situar a un
escritor en su época y en su medio. Hay mas bien, dicen, que explorarlo en sí mismo. Captar por simpatía su modo único y hasta
inexplicable de ver el mundo.

He aquí la conclusión de un texto típico de Bergson sobre este punto: ¡Así, un pensamiento que aporta algo nuevo en el mundo
está obligado a manifestarse a través de las ideas acabadas que tiene ante sí y que arrastra en su movimiento; el pensamiento
aparece, así, como relativo a la época en que el filósofo ha vivido; pero esto no es mas que la apariencia. El filósofo hubiera podido
llegar muchos siglos antes; hubiera tenido que ver con otra filosofía y con otra ciencia; se hubiera planteado otros problemas; se
hubiera expresado con otras fórmulas; quizá ni una línea, acaso, de todo lo que escribió hubiera sido lo que es y, sin embargo,
podía haber dicho lo mismo” (La intuición Filosófica).

Como si Descartes, por ejemplo, no expresara profundamente las necesidades de su época, impregnada aún de ciertas
convicciones de la Edad Media feudal, pero contemporánea de la ascensión de la burguesía con las primeras máquinas, con los
primeros viajes alrededor del mundo, y con ello la confianza en el poder de la razón.

A esta concepción bergsoniana se puede oponer directamente este pasaje de Marx: “Los filósofos no salen de la tierra como las
setas, son frutos de su época, de su pueblo, cuyas savias mas sutiles, mas preciadas y menos visibles se expresan en las ideas
filosóficas. El mismo espíritu que construye los sistemas filosóficos en el cerebro de los filósofos, construye los ferrocarriles con las
manos de los obreros. El filósofo no es exterior al mundo”. (La Gaceta Renana, 14 de julio de 1842).

La naturaleza humana. A propósito del hombre, los filósofos de espíritu metafísico razonan como si se tratara de un ser
desencarnado, que vive en las nubes y no sobre la tierra. No hablan del hombre real, sino del hombre abstracto. Se preguntan
sobre su naturaleza primera y eterna, sin referida a sus condiciones de vida. Este hombre, ¿es bueno o malo? Se trata, en esta
perspectiva, de saber si él “es” bueno o malo, no de buscar como “ha llegado a ser” lo uno o lo otro. En tal caso determinado,
tampoco tratan de indagar si en ciertos aspectos es bueno, y malo en otros: una mezcla de contradicciones diversamente
dosificadas.
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El razonamiento sobre “Naturaleza humana” en general es el mismo para el individuo y para los pueblos. Se describe su carácter
como si los rasgos -verdaderos o falsos, por otra parte-, fueran inmutables, ajenos a la experiencia de esos pueblos, a su historia.

Muchos relatos de viajeros han presentado así el retrato de pueblos colonizados, de manera unilateral, injusta y estereotipada. En
esos retratos, los pueblos sudamericanos “son” holgazanes, los negros africanos “son” infantiles, los chinos “son” mentirosos.
Supongamos que es exacto que una población tenga un débil rendimiento de trabajo: se trata evidentemente de saber sí esa
población se alimenta como es debido; igualmente se trata de saber quien se queda con la ganancia: ahora todos sabemos qué
fuerza y qué valor tienen los hombres que trabajan, al fin, por su país para sí mismos. De igual modo habría que preguntarse si un
pueblo que estimamos “infantil” está, en esos momentos, en condiciones para desarrollarse, y si aquél que estimamos “mentiroso”
no está obligado al disimulo para protegerse un poco de sus explotadores.

No hay caracteres eternos en un pueblo, tomado independientemente de que sus condiciones de vida y de su régimen político. Los
alemanes cometieron bajo Hitler crímenes abominables, pero ello se debió al hitlerismo y a las fuerzas que desencadenaba, y no a
la naturaleza eterna de los alemanes. En efecto, por una parte, otros pueblos han cometido (sin duda en una escala menor)
crímenes odiosos, sobre todo en las guerras coloniales. Por otra parte hay también alemanes pacíficos y fraternales. En un
régimen que establece la justicia, no importa cual sea el pueblo: ese pueblo se convierte en pueblo justo.

Debemos siempre analizar en que condiciones existe una característica y en que condiciones se modifica.

La libertad. Queda aún por aclarar una noción frecuentemente tratada de modo metafísico. El hombre –siempre el hombre
abstracto, fuera del espacio y del tiempo- ¿es libre o no posee libertad? La respuesta es tan absoluta como la pregunta; el hombre
es libre, el hombre no es libre. El espíritu metafísico encuentra inútil o secundario precisar de qué se habla: ¿libertad para el
trabajador o para quien lo explota?; ¿en un país en guerra o en paz?; ¿con desempleo o sin él?; ¿qué derechos están asegurados
y respetados efectivamente en ese país?, ¿qué porvenir le espera? En resumen, es hablar en el vacío discurrir sobre la libertad sin
preguntarle; ¿libertad de quien y para qué?

La lógica metafísica. Los filósofos han enunciado las reglas que deben seguirse para evitar los errores de pensamiento; el
conjunto de esas reglas se llama lógica. Como esta lógica se ha ocupado de la organización de las ideas entre sí (de la forma del
razonamiento) y no de su verdad real, se la califica de “lógica formal”.

La lógica así creada, a partir de la antigüedad (sobre todo, por Aristóteles) no es otra cosa que el método metafísico de pensar en
forma de esquema simplificado.

Esas reglas son muy injustas en los primeros niveles del conocimiento: la inteligencia que las aplica evita la confusión y la
incoherencia. Pero no corresponden más que a aquellos aspectos de fijeza y de separación de las cosas a que se limita el espíritu
metafísico. Tales reglas no permiten captar la complejidad de lo real y no corresponden al nivel actual de la ciencia. Son, por tanto,
útiles pero insuficientes. Los principios de esta lógica son:

1. El principio de identidad: una cosa es idéntica a sí misma, o como dicen los lógicos, a es a. Un vegetal es
un vegetal, un animal es un animal. La vida es la vida, la muerte es la muerte, la libertad es la libertad.
2. El principio de no contradicción: una cosa no puede ser, al mismo tiempo, la misma y su contrario. Un
vegetal no es un animal; un animal no es un vegetal. La vida no es la muerte, la muerte no es la vida. La libertad no es la
servidumbre. Los lógicos dicen; a no es no-a.
3. El principio del tercero excluido (o exclusión de una tercera posibilidad): entre dos posibilidades
contradictorias, no hay lugar para una tercera. Un no-a son contradictorias, un mismo objeto es a o bien no-a.

Es exacto e irrefutable que un animal no es un vegetal, y que un animal muerto no está vivo. Es igualmente exacto que un hombre
no es un animal (al mismo tiempo, siéndolo). La clasificación debe, de antemano, reconocer esta exactitud primera. Pero no puede
quedarse ahí, si se miran las cosas de modo científico. El animal se nutre del vegetal (que ha acumulado en él la energía tomada
al medio) y lo que transforma sin tregua en su propia sustancia animal. Inversamente, por otra parte, el conjunto de los desechos
orgánicos fertilizan la tierra, y así lo animal permite el crecimiento de lo vegetal. Además de ese incesante paso del uno al otro, hay
en parte las mismas leyes. Los mismos procesos de respiración, de crecimiento, de reproducción, etc., ya se traten de plantas o
de animales. Sin contar todos los seres difíciles de clasificar en una y otra categoría que, realmente, participan de ambas. De igual
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modo, un ser vivo, es sin duda vivo; pero en él mueren y renuevan continuamente células. Y no estamos lejos del momento en
que los científicos sabrán reproducir lo viviente a parir de lo no viviente, lo mineral; muchos eslabones ya han sido encontrados.
Esta lógica, que obliga a elegir entre dos contrarios que acaso existen en el seno de la unidad, y estima incompatibles cosas
realmente inseparables, puede llevar a errores y no únicamente a simplificaciones.

Ya hemos visto esas falsas oposiciones. Bien la libertad total, sin mezcla de contrarios, bien la no libertad, total también. Bien el
estado, bien el individuo, necesariamente incompatibles, antagónicos sin influencia recíproca válida.

Ahora ya sabemos bastante sobre el método metafísico. Recordemos el peligro de caer en él cada vez que veamos las cosas de
modo simple, por un solo lado, cada vez que omitimos el esfuerzo suficiente para ver su complejidad, sus condiciones y sus
causas, sus aspectos contradictorios, su evolución.

7.3 El Método Dialéctico

1. Sus Caracteres. El método dialéctico, que se opone al método metafísico, es presentado así por Engels: “Considera las cosas y
los conceptos en su encadenamiento, sus relaciones mutuas, su acción recíproca y la modificación que de ello resulta, su
nacimiento, su desarrollo y su decadencia”.

El dialéctico afirma por tanto, que: todo está unido, nada está aislado. Hay una conexión universal. Todo cambia. El mundo está en
perpetua transformación. El cambio es debido a la lucha de fuerzas contrarias en el seno de las cosas.

2. Ejemplos. Recordemos solamente algunos hechos muy generales. La unión estrecha y recíproca de la teoría y de la práctica es
básica en la Dialéctica. Separadas en un sector cualquiera, ambas son impotentes y débiles. En el sector técnico, la práctica
espontánea no llega más que a ensayos efímeros o, en el mejor de los casos, a obras artesanales que no sirven para gran cosa;
ahora es preciso, básico en la industria, tener conocimientos científicos. En el sector social, la práctica espontánea, sin ideas, sería
oportunismo; la política al día, sin plan, sin programa conduciría a la aventura. La teoría pura, no extraída de la vida, de la realidad,
sería una utopía inaplicable. La unión de la vida y de las ideas; he ahí la vía justa.

La acción recíproca entre dos cosas y sus complejas relaciones son ilustradas por este otro hecho de un inmenso alcance, el
trabajo. El trabajador se adapta a la materia que encuentra en la naturaleza y que ordena sus movimientos pero la transforma por
el trabajo. Más aún por el trabajo, el hombre se ha ido transformando poco a poco. Ha adquirido habilidad, fuerza de manos,
precisión de la mirada, regularidad de la atención, aptitud para poner su trabajo a ritmo con el de otro, la cooperación, la
solidaridad, Marx decía: “El trabajo es ante todo un fenómeno que une al hombre y la naturaleza. Actuando sobre la naturaleza,
que está fuera de él, y transformándola, transforma igualmente su propia naturaleza” Señalemos de paso que las relaciones del
hombre con la naturaleza son, a la vez, de unión y de lucha.

La dialéctica muestra como el ser y su medio se influyen y condicionan mutuamente. Desde luego, puede ocurrir que la acción sea
mucho más importante en un sentido que en otro, o que lo sea en un momento dado.

Es preciso cierto clima (temperatura, humedad, etc.) y cierto suelo para que exista una cierta vegetación: los árboles no crecen en
el desierto, ni en las cumbres de las montañas, si en las cercanías de las regiones polares. Pero, aunque menos aparente, lo
inverso es también verdadero. Los bosques detienen la erosión del suelo y mantienen su fertilidad, frenan el viento y mantienen la
humedad del aire. Por tanto, los hombres pueden impedir que la tierra se transforme en desierto, y disminuir poco a poco los
desiertos existentes. Naturalmente, eso supone planes a largo plazo, y no solamente la búsqueda del beneficio inmediato, que
transforma los árboles en la pulpa para hacer papel o que no busca más que el petróleo bajo la arena del desierto.

Puede ocurrir que una cosa está relativamente separada de las cosas y de su medio, y que ella siga un camino relativamente
independiente; pero es preciso evitar que esa relatividad se transforme en absoluta.

En biología, ciertos autores han pensado que, separadas del resto del cuerpo y de todo lo que las modifica, las células
reproductoras (o “germen”) están cargadas de una herencia inmutable que transmiten a sus descendientes. Si bien es exacto que
cuando las condiciones exteriores son constantes ese factor hereditario aparece constante, es falso creer que esas células
reproductoras no sufren la influencia del resto del cuerpo y que éste no recibe la influencia del medio. Se han hecho experiencias;
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si se lleva un embrión, apenas formado, de su madre natural a una madre, adquiere ciertos caracteres de esa nueva madre. Y es
un hecho de comprobación corriente que el cambio de alimento o de terreno, si se trata de una planta, etc., modifica los rasgos del
retoño por nacer, y a veces hasta a la descendencia.

Por tanto, a través de toda la realidad, la dialéctica muestra la importancia de las acciones mutuas y la transformación recíproca de
las cosas.

Muestra también más profundamente, las contradicciones internas que hacen aparecer las nuevas realidades. Limitémonos aquí a
recordar cómo Engels evoca, a propósito también de la Biología, esas contradicciones: “Todo ser orgánico, en cada instante, es y
no es el mismo; cada instante asimila materias extrañas y elimina otras; a cada instante células de su cuerpo se desgastan y otras
se forman; al cabo de un tiempo más o menos largo, la sustancia de ese cuerpo se ha renovado totalmente, ha sido reemplazada
por otros átomos de materia, de modo que todo ser organizado es constantemente el mismo y sin embargo, otro”. (Antidhring)

Formación Histórica. La dialéctica, tal como la entendemos nosotros, es reciente. Pero los filósofos antiguos, particularmente entre
los de Grecia, ya habían esbozado posprimeros rudimentos.

a) Heráclito, en el siglo V a. de c., afirma la relatividad, la relación de las cosas entre sí; también afirma que todo cambia, que
el movimiento es universal: “todo fluye”, las aguas del río son siempre nuevas. También afirma, en el seno de la unidad, la
presencia de los contrarios, su lucha.

Naturalmente, estas ideas tuvieron al principio una forma muy tosca. En los antiguos mitos se encontraban parejas de opuesto,
como el calor y el frío, lo pesado y lo ligero, la noche y el día, lo joven y lo viejo. Sólo se toman racionales por el empleo que de
ellos hace Heráclito. Si las cosas cambian, estima él, es precisamente a causa de sus contradicciones internas, y no por la
intervención mágica de un Dios o sólo por la perturbación aportada desde fuera por otras causas.

Es preciso darse cuenta de la dificultad de las primeras afirmaciones dialécticas y por qué no han progresado durante muchos
siglos
Comprobar que las cosas están ligadas es fácil a veces. Pero no basta ver en ello una madeja inexplicable; es preciso comprender
el orden, distinguir los enlaces regulares y primarios, los más importantes de los secundarios. El enlace entre una causa y su efecto
es fácil en tanto uno se limita a su propia experiencia, a su práctica, pero no más allá. De igual modo, se comprenden bien algunas
acciones recíprocas: la nube sale del río y del mar, y vuelve a caer en forma de lluvia que alimenta el río y se vierte en el mar.

El cambio es, por una parte, fácil de comprobar. Se ve bien que las hojas crecen y después caen, que el animal crece y muere, que
las generaciones se suceden, así como la prosperidad y decadencia de hombres y ciudades.

Pero pueden cometerse errores se puede creer que “el sol es nuevo cada día”, en vez de comprender que es el mismo sol que
reaparece cada día. Por no estar presente en la transformación, se ha identificado a veces el hielo con la tierra y los demás
cuerpos sólidos, y no con el agua.

Ciertos cambios son tan bruscos (después de una lenta preparación invisible), que al principio se verá en ellos, mas que un cambio
explicable, una metamorfosis mágica. Otros cambios son tan lentos que escapan a toda observación. Así, los cambios en los
modos de trabajar la tierra, o en los modos de propiedad, pueden pasar inadvertidos. Los cambios de una especie animal no están
en la escala de la vida de un hombre, ni de muchas generaciones; igual cosa ocurre con las modificaciones geológicas. Una y otras
demandan no solo una perspectiva en gran escala, sino también datos: no hay razón alguna para suponer que el caballo no haya
sido siempre semejante a si mismo en tanto no hayamos encontrado sus ancestros fósiles.

En resumen, es una bella ambición, y también ir más allá considerablemente de los hechos conocidos, afirmar la universalidad del
cambio y tomar por símbolo de la entera realidad el agua que mana, y que nunca es la misma.

Para afirmar que hay cambio o movimiento, no ocasionalmente, cuando un dios o una cosa impulsan a otra, sino continuamente
precisaba poner en el interior mismo de la materia la fuente de ese movimiento. Precisaba considerar que la materia es
movimiento. Esta idea no pudo tener hasta nuestros días un contenido científico riguroso, detallado y generalizado, pero fue
presentida desde la antigüedad.
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b) Recordemos que aun el simple movimiento, el cambio de lugar, era considerado como absurdo e ilógico porque se requería
un vacío donde las cosas pudieran situarse y el vacío, esto es la nada, no puede existir. Sobre este punto la respuesta ha
sido dada por Demócrito (siglo V c. de c.) y los otros atomistas, quienes son los primeros materiales consecuentes. Para
ellos hay, en el seno de la materia, dos realidades opuestas: los átomos y el vacío. Cuando un cuerpo es ligero o poroso,
contiene mucho vacío, si es pesado, contiene muchos átomos. Gracias al vacío, los átomos se agitan y se encuentran,
componiendo los diferentes cuerpos.

Así, en la antigüedad, los principales elementos de la dialéctica se encuentran el Heráclito. Algunos elementos se hallan en los
atomistas o en otros sabios. Una cierta forma de dialéctica se encuentra también, como se recordará, a Platón, que presenta sus
ideas bajo la forma de diálogos, con confrontación de opiniones. Pero como su doctrina establece la existencia de dos mundos
separados, el aspecto idealista y metafísico de su pensamiento oculta su aspecto dialéctico.

c) Como resultado, la dialéctica se desarrolla poco hasta el siglo XIX. Señalemos, sin embargo a ciertos filósofos racionalista o
sabios, que, en el siglo XVIII, señalaban la importancia de los antagonismos sociales (como, por ejemplo, Diderot), o
presentía la transformación de las especies vivientes (como Buffon), o la formación del sistema solar (como Newton).

Pero el gran filósofo alemán Hegel (1770-1831) el primero en formular de modo sistemático y profundo el método dialéctico,
oponiéndolo al método metafísico, del que tampoco se tenía una clara conciencia hasta ese momento. Hegel pertenece por su
obra al período que sigue inmediatamente a la Revolución francesa. “Admirador de la revolución burguesa, que triunfante en
Francia, echó abajo la sociedad Feudal que se creía eterna, Hegel opera una revolución análoga en el plano de las ideas; destrona
la metafísica y sus verdades eternas. La verdad no es una colección de principios hechos. Es un proceso histórico, el paso de los
grados inferiores a los superiores del conocimiento. Su movimiento es el de la ciencia misma, que solo progresa a condición de
criticar sin cesar sus propios resultados, de superarlos. Y vemos así que para Hegel el motor de toda transformación es la lucha de
los contrarios”. (Principios fundamentales de filosofía).

Hegel formuló los principales aspectos de la dialéctica. Sin embargo, como era idealista, la naturaleza y la historia humana no son
a sus ojos otra cosa que manifestaciones de la idea, del espíritu.

d) Marx discípulo de Hegel en su juventud, advierte todas las posibilidades de la dialéctica. La conserva y la desarrolla como
método, pero al mismo tiempo, siendo él materialista, comprende que las leyes de la dialéctica no son simples leyes del
espíritu, sino de la naturaleza. No es el pensamiento el que da su propia forma a las cosas, el que las interpreta
dialécticamente. A la inversa, porque la naturaleza es dialéctica, el pensamiento lo es también, cuando refleja la naturaleza
correctamente, sin deformarla.
Marx y Engels vuelven así a poner en marcha la dialéctica; hacerla capaz de ser eso en que se ha convertido: el estudio de las
leyes más generales del movimiento de la materia, de la historia, del pensamiento. Ellos crean el materialismo dialéctico y el
materialismo histórico.

e) ¿Es casualidad que este descubrimiento fundamental, esta unión del método dialéctico y el materialismo (por tanto, de la
ciencia), haya podido hacerse en el siglo XIX?

Evidentemente no. Ello se explica por el desarrollo mismo de la ciencias en esa época cuyo sentido profundo han comprendido los
fundadores del materialismo Dialéctico. Entre los descubrimientos científicos mas decisivos débase citar principalmente el
transformismo. El libro de Darwin El Origen de las Especies data de 1859. El transformismo demuestra que todos los seres vivos
son el producto de una evolución natural y no de una creación bajo una forma definitiva; las especies nacieron unas de otras,
incluyendo al hombre, reintegrado en naturaleza.

Otro descubrimiento biológico ha sido importante para hacer comprender cómo el organismo complejo se explica a partir del
elemento simple (relativamente simple): la célula viva.

La idea de evolución se ha extendido al universo: de la geología a la astronomía, todas las ciencias muestran las infinitas
transformaciones de la materia.
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El descubrimiento de la transformación de la energía ha demostrado que la materia puede tomar diversas formas cualitativamente
diferentes, calor, electricidad, energía química, etc.

Al mismo tiempo que se constituía una vasta historia de la naturaleza, la historia humana se desarrollaba considerablemente; sus
materiales, sus métodos, su sentido de la verdad, sus mismas dimensiones cambiaran. Nuevas civilizaciones son descubiertas. Un
nuevo personaje hasta ese momento menospreciado u olvidado en beneficio de los príncipes –el pueblo- hace su aparición en la
historia con Michelet y otros sabios. Por la unión de la ciencia económica y la historia con sus conflictos de clase constituyente, en
el marxismo, una verdadera ciencia de las sociedades.

Sólo la dialéctica de razón de los progresos de la ciencia y, cada vez más los sabios razonan como dialécticos, y solo ella sirve a
la clase que progresa y que, teniendo el porvenir ante sí, no teme a la verdad y cree en la ciencia.

Si la burguesía se aferra a la forma metafísica del pensamiento, si destierra o falsifica la dialéctica, es porque ésta “es un
escándalo y una abominación para las clase dirigentes y sus ideólogos doctrinarios; porque en la concepción positiva de las cosas
existentes, incluye a la vez la comprensión de su negación fatal, de su destrucción necesaria; porque abarcando el movimiento
mismo, del que toda forma hecha no es mas que una configuración transitoria, nada podría, imponérsele; porque es esencialmente
crítica y revolucionaria”. (El capital).

7.4 Dialéctica y razón

Puntualicemos claramente, frente a ciertos empleos imaginativos o engañosos de la dialéctica, o, de alguna de sus ideas, lo que es
real y fundamental.

a) Materialista. Nuestra dialéctica no tiene, evidentemente, nada en común con la de ciertos místicos que buscan en Dios la
unidad de los contrarios o la unidad de una trinidad.
Tampoco lo tiene con la de los malabaristas de ideas que buscando en todo negaciones de negaciones, prefieren sus ejercicios
mentales a un análisis objetivo de la realidad. Dialéctica no es sutileza, sino verdad. No es angustia y nihilismo destructor, sino
construcción y optimismo.

No es una dialéctica limitada a ciertos campos, proscrita de otros. Decir que es materialista es decir, en efecto, que hay una
dialéctica de la materia y no sólo de la historia humana o del espíritu. Conviene recordarlo, porque actualmente ciertos filósofos
(Sarte, entre otros, en Francia aceptan de buen grado decir que la marcha de las ideas se hace de manera dialéctica. Muchos de
ellos aceptan igualmente decir porque ya es irrefutable que la historia es el lugar de los antagonismos de clase; reconocen el
materialismo histórico, pero rehúsan enérgicamente decir que la naturaleza misma encubre contradicciones.

Imposible contestar en este capítulo sobre ese punto, pero todos los ejemplos dados precedentemente han sido tomados en todos
los campos y sobre todo en el de la naturaleza.

b) Racional. A propósito de la ley del cambio universal, limitémonos a destacar que la dialéctica no se confunde en modo
alguno con la simple afirmación de que nada es duradero.

Las lamentaciones líricas o escépticas sobre el tiempo que pasa y no se recupera, sobre la fragilidad de las cosas, no son asunto
de ella.

Por otra parte, ciertos filósofos, como Bergson, en Francia, han hecho el reclamo del “heracliteísmo” para Bergson, todo está en un
“flujo” perpetuo, en una corriente continua donde todo se hunde. No hay cosas, sino procesos, un flujo temporal; ausencia de
estados de conciencia claros, solamente impresiones fugitivas en las que cada una desaloja a la otra y es incomparable a la otra.
Únicamente, piensa Bergson, las necesidades del lenguaje, de la acción sobre la materia, de la vida en la sociedad nos obligan a
tratar como cosas con un contorno fijo, un nombre, lo que en realidad no es sino una corriente donde todo se penetra. Así, el
lenguaje, la inteligencia y la acción falsean la realidad, como la vida en sociedad falsea el verdadero yo.

Vemos que, a pesar de la apariencia de algunas fórmulas, no hay la menor relación entre ese “movilismo” y la dialéctica.
152
Para él, lo “móvil” es incomprensible para la razón, ilógico, como para Parménides y Zenon de Elea; el cambio como tal no es
estudiable por la ciencia.

En ese flujo indistinto, ninguna ligazón es más importante que otra, ninguna causa es asignable. Nada es rigurosamente
semejante; tampoco nada es contradictorio; todo difiere un poco de todo, todo es detalle. No hay nada más que continuidad, no
hay saltos ni discontinuidad. Y no sabemos adónde quiere ir a parar todo eso; es, solamente, una “fuerza que va” a ninguna parte.

En resumen, hay en todo eso un sistema irracional, desconfiado frente a la inteligencia clara y a la ciencia, y que pone el ensueño
subjetivo más alto, mas “profundo” que las ideas sólidas y los actos géneros y eficaces. Vuelve así la espalda al estudio objetivo de
la evolución y a la historia, a la razón y a la acción. La dialéctica es el estudio racional de las leyes del movimiento. La razón es
dialéctica.

7.5 Dialéctica y progreso

El cambio no es nunca y simple destrucción. Y no tiene lugar de cualquier manera y en cualquier sentido. Una nueva realidad
aparece y ella es superior a la que la produjo.

Esto, desde luego, no concierne a todo el detalle de los hechos; puede ocurrir que los niños sean menos buenos que los padres, y
que una planta degenere.

Pero el conjunto de cambio es una evolución un progreso. La historia marcha en el sentido del progreso.

Ello no significa un simple deseo o una voluntad de mejorar. Es también una ley de las cosas, un hecho que puede ser
comprobado. La realidad misma, tomada en una escala suficiente, marcha hacia lo mejor. Dicho de otro modo, hay una dialéctica
ascendente de lo inferior hacia lo superior, de lo más simple, hacia lo más complejo, de lo menos consciente hacia lo más
consciente. El mundo avanza progresando.

Antiguamente se creía más bien que el paraíso terrestre o la “Edad de Oro” estaban al comienzo, después de lo cual habría
habido una caída. Nosotros decimos, al contrario, con los primeros socialistas: “La Edad de Oro no está detrás de nosotros, sino
delante”

Tampoco procede la historia por ciclos, al fin de los cuales todo volvería a empezar como antes, aún si hay semejanzas parciales
entre dos hechos históricos, uno antiguo y otro nuevo, las diferencias son tales que nada autoriza a hablar de un “eterno y retorno”.

El pensamiento religiosos estima que este paso de lo anterior a lo superior sólo es comprensible por la existencia de un ser que
encarna en si la perfección, es decir Dios. Observemos, por otra parte, que esta perspectiva, que retiene algo de los datos
científicos, es infinitamente mas justa que la antigua idea del paraíso original o que la de inmovilidad.

Por su parte, el pensamiento materialista estima, por el contrario, que ese progreso es interior al ser, que debe ser comprobado
como una ley de existencia.

El modo como lo complejo surge de lo simple, lo consciente de lo no consciente, es asunto a estudiar por la ciencia en cada
campo.

Los otros se forman a partir de un polvo cósmico. Las sustancias químicas mas simples han dado nacimiento a las más complejas;
la aparición de los compuestos del carbono es una etapa importante.

En lo que concierne a los seres vivos, ya Bufón adivinaba su ascensión y la alentadora elevación humana: “El primer rasgo del
hombre empieza a civilizarse es el imperio que sabe tomar sobre los animales; y ese primer rasgo de su inteligencia se convierte
enseguida en el carácter mas destacado de su poderío sobre la naturaleza; solo después de haberlos sometido, el hombre, con su
concurso, ha cambiado a la faz de la tierra y convertido los desiertos en campiñas y los brezales en espigas. Al multiplicar las
especies útiles de animales, el hombre aumenta sobre la tierra la cantidad del movimiento y de vida; ennoblece al mismo tiempo el
cortejo entero de los seres y se ennoblece a sí mismo transformando el vegetal en animal, y ambos en su propia sustancia…; por
153
él y para él, los gérmenes valiosos son los únicos desarrollados; las producciones de la clase más noble, la únicas cultivadas en el
árbol inmenso de la fecundidad, las ramas con frutos son las únicas subsiguientes y perfeccionadas”.

Así, el hombre contribuye a ayudar a la naturaleza en su evolución. El desarrollo está hecho a la vez de continuidad y de
discontinuidad. La discontinuidad sale vencedora en todo gran cambio, que se convierte así en cambio cualitativo, cambio de nivel:
tal es el paso de la materia bruta a la materia viva, o la aparición del sistema nervioso, o el paso de la animalidad a l a humanidad.

Esta ley de progreso general no impide que se produzcan, particularmente en la historia humana, momentos de estancamiento, o
hasta saltos atrás, caídas muy graves (muchas civilizaciones antiguas están muertas; en nuestra época habría que citar
particularmente las guerras mundiales, la opresión colonial, los movimientos fascistas). Por graves y devastadores que sean tales
hechos, no han impedido la marcha general de las sociedades humanas hacia lo mejor.

No es menos necesario añadir que el progreso social humano no es automático. Habría verdaderamente de que aterrarse si los
hombres permanecieran pasivos, en nuestra época, ante la guerra, el fascismo, la miseria, la opresión. En nuestra época, la
participación activa de todos es necesaria para las fuerzas del pasado no vengan a retardar la marcha del progreso y hacer muy
costoso el esfuerzo para el mejoramiento y emancipación de los pueblos.

Ningún obstáculo, ningún error puede socavar nuestra confianza en la ley dialéctica del movimiento. A través de las
contradicciones, la realidad progresa y nosotros la hacemos progresar.

BIBLIOGRAFIA
F. Engels, Ludwing Feuerbach capítulo 4
Politzer, B.B.esse, Caveing, Principios Elementales de Filosofía, Parte Primera
Lección Primera.

8.- LEYES Y CATEGORIAS DE LA DIALECTICA

8.1 Conceptos

El concepto científico es la síntesis en la cual se expresan los conocimientos adquiridos acerca de un proceso o de un grupo de
procesos. Desde su forma más elemental hasta la más compleja, el concepto se establece por medio de la reconstrucción racional
de los datos conocidos, los cuales son entrelazados, ordenados, organizados y constituidos en una representación unitaria que
refleja al proceso o grupo de procesos en su integridad. En esa representación quedan comprendidas tanto las propiedades como
sus conexiones internas y sus vínculos con otros procesos. El concepto, una vez formulado, permite entender mejor los datos
conocidos anteriormente y sirve también, para descubrir otros aspectos y nuevas relaciones. Cuando así ocurre, el concepto se
enriquece con la incorporación de esos descubrimientos, incrementándose entonces la comprensión y haciéndose posible la
manifestación de nuevos aspectos y otros enlaces. Al propio tiempo, la determinación de un concepto se produce siempre en
conjugación con la de otros conceptos, de tal manera que vierte a ser determinado por ellos y, simultáneamente, sirve como
determinante para ellos. En esas condiciones, el concepto se encuentra sometido a una determinación incesante y progresiva, a
través de la cual se penetra cada vez más en el conocimiento de la existencia de los procesos que dicho concepto representa.

Los conceptos formulados racionalmente, como resultado de la actividad científica, son abstracciones de los procesos y de sus
relaciones. La abstracción consiste en considerar algo desde un punto de vista único, prescindiendo de todas las demás
propiedades de su existencia. Por lo tanto, abstraer es aislar y destacar uña propiedad respecto de otras. En todo caso, el
fundamento objetivo de la abstracción se encuentra en el hecho de que el universo es susceptible de descomponerse en partes
aisladas, aunque siempre de manera transitoria y relativa. Sobre esa base objetiva, la formulación del concepto se hace justamente
por medio de abstracciones sucesivas, que permiten destacar las propiedades comunes de un grupo de procesos semejantes,
aunque no idénticos, lo mismo que sus diversos vínculos. Como resultado de esa actividad de abstracción, las propiedades
concretas de lo singular se funden en la unidad general del concepto. Por lo tanto, el concepto es una cristalización del
conocimiento, en la cual se condensan las propiedades comunes de un grupo de fenómenos constituyendo su contenido. Dicho
contenido será objetivo en tanto que el concepto refleje los rasgos y aspectos efectivamente existentes. En consecuencia, el
pensamiento sólo puede reunir de algún modo, aquellas propiedades y relaciones que están vinculadas de un modo objetivo.
154
Entonces, la condición ineludible para poder establecer racionalmente una conexión conceptual entre dos o más propiedades, o
entre dos o más procesos, consiste en la posibilidad de su verificación en la experiencia.

Los conceptos científicos se formulan en el curso de la evolución histórica del conocimiento y con fundamento en la práctica social
de la ciencia. Incluso dentro de la matemática, a pesar de la gran abstracción de sus estructuras sociales, sus conceptos se
establecen como representaciones ideales de ciertas relaciones objetivas, que luego se van enriqueciendo a través de su
desenvolvimiento lógico y mediante su comprobación experimental en otras disciplinas científicas. Por eso es que los conceptos de
la ciencia no son simples productos de la creación o la imaginación humanas,’ y que su validez puede ser verificada concretamente
en la experiencia por cualquier persona. Ahora bien, para formular un concepto no basta con llegar a descubrir un cierto proceso o
alguna de sus cualidades, sino que también se requiere la capacidad de saber abstraer con acierto, para destacar propiamente
aquellas cualidades que son representativas y excluir, en cambio, la consideración de sus otras propiedades.

8.2 Categorías

Las categorías de una ciencia son los conceptos que tienen mayor extensión dentro de ella, porque abarcan por completo su
dominio. Desde el punto de vista lógico, las categorías son los conceptos comunes a todos los conocimientos integrantes de una
disciplina científica y, por lo tanto, se encuentran relacionados con todos los otros conceptos de la misma disciplina. Entonces, las
categorías son aquellos conceptos que quedan implicados necesariamente en todo juicio que se establece dentro de una ciencia.
Por ello, las categorías de una ciencia, tomadas en conjunto, sirven como discriminantes para delimitar su dominio. También
permiten decidir acerca de si un cierto conocimiento pertenece o no a una ciencia determinada, puesto que la pertenencia estará
indicada justamente con el hecho de que en el conocimiento en cuestión se encuentren implicadas las categorías distintivas de esa
ciencia. De una manera general, las categorías del conocimiento científico corresponden a las modalidades fundamentales de la
existencia, en las cuales se manifiestan las relaciones sociales, las conexiones entre el hombre y la naturaleza, y los enlaces
internos y externos de los procesos naturales.

Por su carácter general, las categorías constituyen los elementos del sistema que sirve de estructura al conocimiento científico.
Este sistema formado por las categorías es flexible y eminentemente dinámico, porque sus elementos se transforman sin cesar. El
avance del conocimiento hace que se multipliquen ininterrumpidamente las categorías, para caracterizar definidamente las nuevas
manifestaciones de lo existente. A la vez, con esas nuevas determinaciones se enriquece el conocimiento de las relaciones de
unos procesos con otros, dando como resultado una interconexión cada vez mayor entre las categorías y el consiguiente ensanche
del sistema en amplitud y en profundidad. Por otra parte, el desarrollo de la ciencia impone la necesidad de modificar
constantemente las categorías ya establecidas, al igual de lo que sucede con los otros conceptos científicos. Además, llegado el
caso, el propio desarrollo de la ciencia puede conducir a la sustitución de unas categorías por otras nuevas, cuando se pone al
descubierto que las anteriores solamente representaban aspectos limitados o unilaterales de propiedades objetivas que tienen
mayor generalidad. En todo caso, las categorías surgen en el curso de la actividad científica y se determinan y desarrollan
mediante el avance de los conocimientos y en su comprobación. Una vez formuladas y verificadas, las categorías sirven como
instrumentos para descubrir los nexos internos, la unidad y las relaciones fundamentales que existen entre los procesos. Por
consiguiente, además de constituir la condensación de los conocimientos ya logrados, las categorías son un medio para la
investigación de nuevos conocimientos.

Al mismo tiempo que cada ciencia tiene sus categorías peculiares, también existen otras categorías que abarcan grupos de
ciencias y otras, todavía mías generales, que se refieren al conocimiento científico entero.

Dichas categorías representan las propiedades fundamentales de un sector más amplio de la realidad o de todos los procesos
existentes. Debido a esto, en cada disciplina científica quedan implicadas simultáneamente sus categorías exclusivas, junto con
esas categorías más generales. Sin embargo, la aplicación universal de estas últimas categorías no significa que adopten
exactamente el mismo carácter en cada uno de los dominios particulares en los cuales se aplican. En realidad, las categorías
generales asumen ciertos matices específicos cuando operan en un dominio particularizado, ya que entonces se encuentran
condicionadas necesariamente por las categorías peculiares de dicho dominio. Así, por ejemplo, la categoría de espacio adopta
modalidades diferentes en la geometría, la física, la química, la biología y la psicología. Más aún, dentro de una misma disciplina
como la física, la categoría de espacio, presenta también variaciones notables de una a otra de sus ramas integrantes. Sólo que tal
cosa ocurre sin perjuicio de que, en todos esos campos, la categoría de espacio conserve los rasgos comunes que hacen de ella
un concepto universal.
155
Por lo tanto, cada una de las divisiones de la ciencia posee sus categorías distintivas que conjuntamente con las categorías
generales especificadas peculiarmente dentro de su dominio, la definen por completo. Pero, al propio tiempo, la determinación de
las categorías generales se realiza en el curso del desenvolvimiento de las investigaciones específicas de cada ciencia y de sus
ramas respectivas. En consecuencia, la determinación de cada una de las categorías generales se encuentra condicionada por las
caracterizaciones particulares que va adquiriendo en los distintos dominios del conocimiento científico. De esta manera es como
cada categoría refleja un determinado aspecto de la existencia y, también así, resulta que el sistema de las categorías representa
al conjunto de la existencia con toda su fluidez y su mutabilidad. Las categorías están vinculadas entre sí, se condicionan,
recíprocamente, se oponen unas a las otras, se interpretan, se conjugan, se truecan mutuamente y se transforman sin cesar, para
poder representar fielmente a la existencia de su movimiento y sus múltiples interacciones.

8.3 Leyes objetivas y leyes científicas

Los cambios y las transformaciones a que se encuentran sujetos los procesos existentes están regulados por ciertas relaciones
constantes a las cuales denominamos leyes. Las leyes objetivas constituyen así las formas generales de las relaciones de cambio,
y representan las conexiones internas y necesarias en que se produce la variación de los procesos y de sus propiedades. Por lo
tanto, en las leyes se pone de manifiesto lo único que es invariable dentro del flujo continuo de cambios y transformaciones, que es
la relación de su variación. De esta manera tenemos que el comportamiento de los procesos está regulado según leyes, y por eso
mismo, las leyes exhiben la regularidad del universo. Desde luego, las leyes objetivas rigen independientemente de nuestra
voluntad o nuestra conciencia, porque son inherentes a la naturaleza y a la sociedad. Las leyes objetivas son susceptibles de ser
descubiertas y, en cierto modo, la historia de la ciencia y de la técnica es la historia del descubrimiento de las leyes objetivas y de
su utilización, más aún, es imposible explicar los procesos si no se descubren las leyes que los rigen. Pero, lo que no se puede
hacer en ningún caso es inventar las leyes objetivas, ni tampoco es posible tratar de formularlas arbitrariamente.

Ahora bien, cuando el hombre logra descubrir una ley objetiva, la expresa en la forma de una ley científica. En consecuencia, la ley
científica es una reconstrucción racional que refleja a la ley objetiva. Dicha reconstrucción se mejora con el avance del
conocimiento, aproximándose cada vez más a la ley objetiva correspondiente, pero sin que pueda llegar nunca a coincidir por
completo con ella. Una vez establecida, la ley científica expresa una relación necesaria que se cumple en ciertas condiciones y
cuyos efectos se manifiestan en acciones determinadas que se producen en los procesos. Aun cuando no es posible cambiar las
leyes objetivas ni sustraerse a su cumplimiento inexorable, sí es enteramente factible cambiar las condiciones y obtener como
efecto de su cumplimiento consecuencias’ adecuadas. Así, el hombre utiliza los efectos de una ley cambiando las condiciones de
los procesos afectados.

Por su parte, las leyes científicas no determinan a los procesos sino que constituyen las pautas de su determinación. Esto es, que
la ley científica no expresa lo que ocurrirá en un cierto proceso, sino lo que sucederá cuando se cumplan tales y cuales
condiciones. En este sentido, las leyes científicas desempeñan la función de predecir lo desconocido, con base en lo conocido.
Igualmente, las leyes científicas sirven como instrumentos de las investigaciones ulteriores y, en tanto cumplen esta función, se
constituyen en partes integrantes del método científico. La formulación abstracta más elemental de la ley científica es la que se
hace al establecer una ecuación matemática con dos variables, admitiendo que entre esas dos magnitudes que varían
simultáneamente, existe siempre la misma relación. Algunas leyes científicas expresan de una manera simple ciertos hechos
objetivos que nos son familiares; otras se refieren a procesos más profundos y complejos, que incluyen relaciones complicadas y
conceptos más refinados; y muchas requieren de una formulación matemática. En todo caso, las leyes científicas permiten explicar
el comportamiento de los procesos, cuando se conocen las condiciones de su cumplimiento. En otras palabras, las leyes científicas
nos sirven para contestar los principales interrogantes de la ciencia, o sea, el qué, el dónde, el cuándo, el cómo y el por qué de los
procesos existentes.

Las leyes son interdependientes y en los resultados de sus acciones se pueden advertir claramente las influencias que ejercen
unas sobre las otras. En rigor, no existen leyes aisladas, sino sistemas de leyes que rigen en los distintos niveles de la existencia.
Y, como dichos niveles coexisten, también los diversos sistemas de leyes coexisten y se encuentran en acción recíproca. Más aún,
existen algunas leyes que pertenecen simultáneamente a varios sistemas, aun cuando se encuentren condicionadas de diferente
manera en cada uno de ellos. Por ejemplo, cualquiera de los procesos que podemos observar en nuestra vida cotidiana se
encuentra regido por el sistema de leyes de la física clásica; pero, a la vez, en los niveles internos de ese mismo proceso tenemos
el cumplimiento de otros sistemas de leyes -como son las termodinámicas, las químicas, las atómicas, las nucleares y otras-. Cada
uno de esos sistemas de leyes tiene su propia esfera de acción y, simultáneamente, cada uno de ellos actúa sobre los otros y
156
recibe la acción de ellos. En fin, también tenemos en ese caso el cumplimiento de la ley de la conservación y la conversión mutua
de energía y masa, que rige simultáneamente en todos los niveles. Por otra parte, ese mismo proceso está sujeto externamente a
la acción recíproca con otros procesos y, finalmente, también, participa de las interacciones correspondientes al nivel astronómico,
aun cuando sea como elemento mínimo.

En el caso de la sociedad, existen igualmente leyes que rigen los diversos procesos y su desarrollo. Algunas de esas leyes tienen
carácter general y, por lo tanto, corresponden al desarrollo social en su conjunto y en todas sus etapas. Dichas leyes generales de
la sociedad son las que explican el hecho de que la historia humana sea continua, no obstante las interrupciones relativas que se
producen en ella. En cambio, otras leyes sociales únicamente rigen en determinados sistemas sociales y carecen de vigencia en
los otros. Por consiguiente, estas leyes tienen un carácter histórico y desaparecen junto con el régimen al que pertenecen.
Entonces, como el desarrollo de la sociedad es siempre obra de la acción humana, resulta que las leyes sociales específicas
también se transforman. En efecto, cuando surge una forma más avanzada de organización social, se empieza a restringir el
cumplimiento de las leyes, correspondientes a la forma anterior, hasta que la nueva organización acaba por desplazar a la vieja, y
junto con ella, a sus leyes particulares.

De esta manera se destacan una coincidencia y una divergencia sumamente importantes entre la naturaleza y la sociedad. La
coincidencia consiste en que las leyes generales de ambos dominios de la existencia son permanentes y que sus efectos pueden
variar, haciendo cambiar las condiciones en que se cumplen. La divergencia estriba en que los niveles de la naturaleza no se
pueden hacer desaparecer y, por consiguiente, tampoco pueden desaparecer las leyes particulares que los rigen; mientras que las
formas de la organización social no sólo se desarrollan y cambian constantemente, sino que llegan a desaparecer precisamente
como consecuencia de la actividad humana y, por lo tanto, también caducan sus leyes y son sustituidas por las leyes
características de la nueva organización social. Sin embargo, en tanto que sigue existiendo un régimen social, subsisten las leyes
de su sistema correspondiente y su cumplimiento continúa siendo ineludible. En último término, es indispensable no confundir
nunca las esferas de acción de cada sistema de, leyes y, en lo que respecta a la sociedad no cometer la equivocación de
considerar que ya no se cumple una ley característica de un sistema social, en tanto que no haya desaparecido el régimen en
cuestión.

8.4 Leyes de la dialéctica


V. Afanasiev

8.5 La dialectica, teoría de la concatenación universal

El mundo material no es sólo un todo en desarrollo, sino concatenado, unido. Todos sus objetos y fenómenos no se desarrollan por
sí mismos, aisladamente, sino indisolublemente ligados, unidos, con otros objetos y fenómenos. Cada uno de ellos influye en otros
objetos y fenómenos y experimenta las influencias recíprocas de los mismos.

La ciencia dispone de cuantiosos datos confirmativos de la concatenación y condicionamiento mutuos de objetos y fenómenos. Así,
algunas partículas “elementales” forman átomos, influyendo las unas en las otras. Pero los átomos tampoco están aislados: se
enlazan mutuamente y forman moléculas; éstas, a su vez, constituyen cuerpos macroscópicos: La interdependencia de los
macrocuerpos se expresa en la ley de la gravitación universal. Según esta ley, la Tierra está vinculada con el Sol y otros planetas
del sistema solar; y el Sol, con otras formaciones cósmicas más grandes.

Los organismos vivos están concatenados en una compleja serie de interdependencias: las plantas y los animales constituyen
especies, las especies se agrupan en géneros, clases, etc. Los organismos no sólo están concatenados entre ellos, sino también
con el medio ambiente, del que reciben las sustancias nutritivas y energía necesarias.

El sabio K. Timiriázev (1843-1920) descubrió el mecanismo de la vinculación de las plantas con la vivificante energía del Sol. Dio a
conocer que, por efecto de la energía solar, en los granos clorofílicos de la hoja verde de las plantas se opera un proceso de
descomposición del anhídrido carbónico, asimilando la planta el carbono y desprendiendo a la atmósfera el oxígeno, tan necesario
para la respiración del hombre y los animales. Las sustancias orgánicas que se forman concentran la energía solar en forma de
energía química, que luego aprovecha el hombre, utilizando las plantas como alimentos o combustible. “La hoja verde o, mejor
dicho, el microscópico grano verde de la clorofila -escribió Timiriázev- es un foco, un punto del espacio universal, al que, desde un
extremo, fluye la energía solar y, desde el otro, toman origen todas las manifestaciones de la vida en la Tierra. La planta es una
157
intermediaria entre el cielo y la Tierra. Es el verdadero Prometeo, que robó el fuego del cielo. El rayo de luz robado arde asimismo
en la antorcha titilante y en la deslumbradora chispa eléctrica. El rayo del Sol pone en movimiento la monstruosa rueda de la
gigantesca máquina de vapor, el pincel del pintor y la pluma del poeta”.

El hombre está ligado con la Naturaleza por medio de la producción material. La forma de este lazo es el trabajo, condición
indispensable de la existencia de la humanidad. Merced al trabajo el hombre conquista a la Naturaleza los bienes materiales que
necesita. En el proceso del trabajo los hombres entablan relaciones económicas de producción, a base de las cuales surgen
asimismo entre ellos otras relaciones: políticas, jurídicas y éticas.

Así, pues, la concatenación universal y el condicionamiento mutuo de los objetos y fenómenos constituyen una particularidad
intrínseca del mundo material. Por eso, para conocer verdaderamente el objeto es necesario estudiar todos sus aspectos y nexos.
El estudio del mundo como un todo concatenado y único y el examen de las concatenaciones universales de las cosas constituyen
una importante función de la dialéctica materialista.

Puesto que los objetos y fenómenos del mundo material son multiformes, también son diversas sus concatenaciones e
interdependencias. La dialéctica no estudia todas las concatenaciones, sino únicamente las más generales, las que se registran en
todas las esferas del mundo material y espiritual.

Reflejo de esas concatenaciones en la conciencia del hombre son las leyes y categorías de la dialéctica materialista.

Es de gran importancia conocer las concatenaciones: al ponerlas de manifiesto, los hombres descubren las leyes del mundo
objetivo. Y el conocer las leyes es condición indispensable de la actividad práctica de los hombres. La misión de la ciencia consiste
precisamente en conocer las leyes y pertrechar con ellas la práctica. Detengámonos más detalladamente a caracterizar las leyes.

En el mundo objetivo actúan múltiples leyes. Existen leyes de la Naturaleza inorgánica y del mundo orgánico, de la sociedad y del
pensamiento. Sin embargo, las leyes de cualquier esfera de la realidad tienen algunos rasgos generales que son los comprendidos
en el concepto filosófico de ley. ¿Cuáles son estos rasgos?

Ante todo, ley es una relación, un vínculo entre los objetos en desarrollo o aspectos de estos objetos. Pero ley no es cualquier
vínculo, sino un vínculo estable, reiterativo, inherente a una masa enorme de objetos y fenómenos y no a un solo objeto o pequeño
grupo de objetos. Por ejemplo, la ley de la interdependencia de la masa y la energía, que ya hemos mencionado, caracteriza la
dependencia recíproca existente entre la masa y la energía de un sinfín de cuerpos físicos. La ley periódica descubierta por D.
Mendeléiev (1834-1907) indica la dependencia que las propiedades de todos los elementos químicos guardan con relación a la
magnitud de la carga positiva del núcleo. Ley, pues, no es un vínculo singular, sino general, entre fenómenos. Engels escribió que
ley era “la forma de la universalidad en la Naturaleza”.

Otro rasgo importante de la ley consiste en que no representa cualesquiera vinculaciones reiterativas, sino únicamente las de
carácter necesario y esencial. La susodicha ley de la interdependencia de la masa y la energía peculiariza el vínculo de
propiedades tan consustanciales de los cuerpos físicos como son su masa y energía. La ley biológica de la interdependencia del
organismo y el medio recoge el nexo importante y necesario que el organismo tiene con las condiciones de su existencia.

La ley, que es necesaria y esencial en los fenómenos, sólo actúa en presencia de condiciones adecuadas, originando, además, un
curso determinado de los acontecimientos, y no cualquier curso. La acción rigurosamente determinada de las leyes tiene inmensa
importancia práctica, pues si los hombres conocen las leyes y la dirección del desarrollo pueden prever el futuro. Si conocen,
verbigracia, las leyes del desenvolvimiento de la sociedad y las condiciones en que rigen, pueden prever el curso de los
acontecimientos históricos.

Así, ley es una concatenación esencial y necesaria, general y reiterativa, existente entre los fenómenos del mundo material, que
origina un curso rigurosamente determinado de los acontecimientos.
158
En contraposición al idealismo, el materialismo dialéctico parte de que reconoce el carácter objetivo de las leyes., Lo que significa
que el hombre no puede crearlas ni modificarlas a su antojo; sólo puede conocerlas y reflejarlas. El mundo es movimiento regulado
de la materia y nuestra conciencia, producto superior de la Naturaleza, sólo está en condiciones de reflejar esa regularidad.

La objetividad de las leyes significa también que actúan independientemente de la voluntad y deseos del hombre, y por eso todo
intento de obrar en contra de ellas está condenado de antemano al fracaso. Es imposible, por ejemplo, eludir la ley de la
gravitación universal y remontarse al Cosmos sin vencer la fuerza de gravedad de la Tierra. Tampoco puede uno desentenderse de
las leyes del desarrollo social.

Al manifestarse en contra de la interpretación idealista de las leyes, el materialismo dialéctico refuta también el fatalismo, es decir,
la veneración ciega de las leyes, la falta de fe en la fuerza de la razón humana y en la capacidad de los hombres para conocer y
aprovechar estas leyes. Al hombre no le es dado anular o crear leyes naturales, pero puede conocerlas y utilizarlas en su actividad
práctica. Basándose en el conocimiento de estas leyes, el hombre no sólo ha restringido la acción destructora del agua, el viento y
otras fuerzas de la Naturaleza, sino que las ha obligado a que obren en provecho suyo: regar los campos, mover los rotores de las
turbinas de las centrales eléctricas, etc. Apoyándose en las leyes del desarrollo social, los hombres transforman la vida de la
sociedad.

8.6 Ley de la unidad y lucha de contrarios

La ley de la unidad y lucha de contrarios es la esencia y médula de la dialéctica. Esta ley pone al descubierto las fuentes y causas
reales del eterno movimiento y desarrollo del mundo material. El conocerla es de gran importancia para comprender la dialéctica
del desarrollo de la Naturaleza, de la sociedad y del pensamiento, para la ciencia y actividad práctica. El análisis de las
contradicciones de la realidad objetiva y el descubrimiento de su naturaleza es una exigencia importantísima de toda investigación
científica y obra práctica.

 Unidad y lucha de contrarios

Antes de hablar de la propia ley de la unidad y lucha de contrarios veamos qué entiende la dialéctica por “contrarios” y su “unidad”.

Unidad de contrarios imán. Cada uno de nosotros ha visto más de una vez un ordinario y sabe bien que sus rasgos distintivos
principales son el tener extremos que se excluyen mutuamente, pero que están indisolublemente ligados entre sí, como son los
polos Norte y Sur. Por mucho que tratemos de separar el polo Norte del polo Sur no lo conseguiremos. El imán partido en dos,
cuatro, ocho o más partes seguirá teniendo los mismos polos.

Los contrarios son precisamente los aspectos, tendencias o fuerzas internas del objeto que se excluyen mutuamente y, al mismo
tiempo, se presuponen el uno al otro. La relación de indestructible interdependencia de estos aspectos constituye la unidad de
contrarios.

Todos los objetos y fenómenos tienen aspectos contradictorios, Todos ellos constituyen una conexión orgánica, una unidad
indestructible de contrarios. Las partículas “elementales”, por ejemplo, son una unidad contradictoria de propiedades ondulatorias y
corpusculares. Son contradictorias no sólo las partículas “elementales”, sino también el átomo formado por ellas. En su centro se
encuentra el núcleo con carga positiva rodeado de uno o varios electrones con carga negativa. El proceso químico es una unidad
contradictoria de asociación y disociación de átomos.

Se presentan asimismo tendencias contrapuestas en los organismos vivos. Se ha hablado de los procesos contradictorios de
asimilación y desasimilación, que constituyen el metabolismo inherente a lo vivo. Además, los organismos poseen también
propiedades contradictorias cota la herencia y la adaptabilidad. La herencia es la propensión del organismo a conservar las
propiedades adquiridas hereditariamente; la adaptabilidad es su aptitud para obtener nuevas propiedades adecuadas a las
condiciones modificadas.

La actividad psíquica del hombre se caracteriza por procesos contradictorios de excitación e inhibición, concentración e irradiación
de las excitaciones en la corteza de los hemisferios cerebrales.
159
En las sociedades divididas en clases antagónicas existen clases contradictorias: el esclavo y el esclavista, en la sociedad
esclavista; el campesino siervo y el señor feudal, en el feudalismo; el proletario y el burgués, en el capitalismo.

Aspectos contradictorios presenta también el proceso del conocimiento. El hombre aplica métodos de investigación tan
contradictorios y mutuamente enlazados como la inducción y la deducción, el análisis y la síntesis, etc.

Así, pues, la contrariedad de los objetos y fenómenos del mundo tiene carácter general, universal, En el mundo no hay un objeto o
fenómeno que no se desdoble en tendencias contrapuestas.

Los contrarios no solamente se excluyen, sino que se presuponen forzosamente el uno al otro. Coexisten en un mismo objeto o
fenómeno y son inconcebibles el uno sin el otro, Hemos remarcado ya la unidad irrompible de los polos opuestos del imán. Tan
inseparables son la asimilación y la desasimilación en el organismo vivo, el análisis y la síntesis en el proceso del conocimiento. La
sociedad capitalista es imposible sin clases opuestas: el proletariado y la burguesía. Mientras se conserve el capitalismo, la clase
obrera no puede vivir sin contratarse a trabajar para el capitalista.

No puede existir un término de una contradicción sin que exista el otro, como no se puede tener en la mano una manzana entera
después de haberse comido la mitad.

La lucha de contrarios, fuente del desarrollo. Así, hemos establecido que los objetos y fenómenos son una unidad de contrarios.
¿Cuál es, pues, el carácter de esta unidad? ¿Existen los contrarios pacíficamente en esa unidad o entran en contradicción, en
lucha, el uno con el otro?

El desarrollo de los objetos y fenómenos más diversos de la humanidad es prueba de que los extremos contrarios no pueden
coexistir pacíficamente en un mismo objeto: el carácter contradictorio de las tendencias contrapuestas, que se excluyen
mutuamente, provoca por necesidad la lucha entre ellas. Lo viejo y lo nuevo, lo que nace y lo que muere en los objetos, no pueden
menos de entrar en contradicción. La contradicción, la lucha de contrarios, constituye precisamente la fuente esencial del desarrollo
de la materia y la conciencia. El desarrollo es la “lucha” entre tendencias contrapuestas, esta lucha es absoluta, como absolutos
son el desarrollo y el movimiento.

La afirmación de que lo decisivo en el desarrollo es la lucha de contrarios no merma la importancia de su unidad. La unidad de
contrarios es una condición indispensable de la lucha, pues la lucha sobreviene únicamente donde las tendencias contrapuestas
existen en un mismo objeto o fenómeno.

Entre las tendencias contrapuestas puede existir también un estado de equilibrio temporal que se debe comprender en el sentido
de que, en una etapa determinada del desenvolvimiento del proceso, ninguna de ellas tiene ventaja ostensible. El equilibrio de los
contrarios es relativo en cualquier proceso. No puede ser de otra manera: si fuera constante, eterno, en el mundo no se produciría
desarrollo mundo. Sólo la lucha constituye la fuente y fuerza motriz del desarrollo.

Algunos tergiversan la esencia revolucionaria, la médula de la dialéctica, y erigen a la categoría de absoluto el equilibrio de los
contrarios, pegando la lucha. No ven lo principal en la lucha de las tendencias contrapuestas, sino en su conciliación, en el
equilibrio.

Toda la experiencia del desarrollo de la ciencia y de la práctica histórico- social de los hombres atestigua incontrovertiblemente que
la fuente del desarrollo es la lucha de contrarios. Al mismo tiempo, se debe tener en cuenta que esta lucha se manifiesta de distinta
manera en diferentes dominios de la realidad material.

En la Naturaleza inorgánica está muy extendida la lucha (interacción) de fuerzas opuestas como la atracción y la repulsión, La
interacción de las fuerzas de atracción y repulsión mecánica, eléctrica, nuclear y otras desempeña inmenso oficio en el surgimiento
y existencia de los núcleos atómicos, átomos y moléculas. La lucha de estas fuerzas, como se deriva de las teorías cosmogónicas
modernas, ha sido una importantísima fuente del surgimiento del sistema solar.
160
La Astronomía moderna ha mostrado también que la interacción de las fuerzas de atracción y repulsión es una de las fuentes más
importantes de los diversos procesos que se operan actualmente en el espacio cósmico. En distintos campos del Universo no
existe un equilibrio absoluto de estas fuerzas, una de ellas predomina sin falta. Allí donde predomina la repulsión, la materia y la
energía se dispersan, las estrellas se apagan. Allí donde prevalece la atracción, la materia y la energía se concentran y, en
consecuencia, se encienden nuevas estrellas, Así, pues, en el curso de la lucha e interacciones de estas fuerzas contrapuestas se
produce el movimiento eterno de la materia y la energía en el Cosmos.

Anteriormente hemos tratado de que a los organismos vivos les son inherentes los procesos contradictorios de asimilación y
desasimilación. Su lucha e interdependencia constituyen precisamente la fuente específica del desarrollo de lo vivo, Estos
procesos contradictorios no pueden estar en equilibrio absoluto, uno de ellos predomina sin falta. En el organismo joven la
asimilación predomina sobre la desasimilación, lo que da lugar a que crezca y se desarrolle. Cuando la desasimilación predomina
sobre la asimilación, el organismo envejece, se destruye; sin embargo, en cualquier organismo, sea joven o viejo, estos procesos
dependen el uno del otro. La vida es precisamente interacción y contradicción. Cuando cesa esta contradicción, termina la vida y
llega la muerte.

El progreso del desarrollo social también sobreviene a base de la unidad y lucha de contrarios. Entre las contradicciones del
desarrollo social desempeñan una función de gran magnitud las contradicciones existentes en la producción material y, ante todo,
entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Esta última contradicción se expresa, en las sociedades divididas en
clases antagónicas, en la lucha entré ellas, lucha que conduce a la revolución social y a la sustitución del viejo régimen de la
sociedad por otro nuevo.

Así, los objetos y los fenómenos se desdoblan en tendencias contrapuestas, constituyen una unidad de contrarios. Las tendencias
contrapuestas no existen simplemente, sino que se encuentran en estado de contradicción y lucha permanentes entre ellas. La
lucha de contrarios constituye el contenido interno y la fuente del desarrollo de la realidad.

Tal es la esencia de la ley dialéctica de la unidad y lucha de contrarios.

 Multiformidad de las contradicciones

En el mundo existe multitud de contradicciones de lo más distintas. Tropezamos continuamente con ellas en la vida diaria. Diversas
ciencias las estudian, La dialéctica, a diferencia de dichas ciencias, estudia las contradicciones más generales. Nosotros
estudiaremos grupos de contradicciones tan grandes e importantes como son las internas y externas, antagónicas y no
antagónicas, principales y no principales.

Contradicciones internas y externas. La dialéctica marxista exige ante todo que se distingan las contradicciones internas y
externas.

Son contradicciones internas la interacción y lucha de las tendencias contrapuestas de un objeto dado. Contradicciones externas
son las relaciones contradictorias que un objeto dado tiene como el medio ambiente y con los objetos de este medio.

Los adversarios de la dialéctica tergiversan el papel que distintos grupos de contradicciones desempeñan en el desarrollo. Niegan
la importancia decisiva de las contradicciones internas y consideran las externas como única fuente del desarrollo. Desde su punto
de vista, por ejemplo, la fuente del desarrollo de la sociedad de clases no es la lucha de las clases opuestas, sino la contradicción
existente entre la sociedad y la Naturaleza. No quieren comprender el hecho de que la propia relación del hombre con la
Naturaleza y el grado de su dominio sobre ella dependen de las relaciones establecidas entre las clases en la sociedad y del
carácter del régimen social.

A los objetos y fenómenos de la realidad material les son inherentes tanto contradicciones internas como externas. Pero lo principal
y decisivo en el desarrollo son las contradicciones internas, las contradicciones implícitas en el propio objeto. Estas contradicciones
son, ante todo, la fuente del movimiento. Así, pues, la dialéctica comprende el movimiento como automovimiento de la materia
como movimiento interno, cuyos motivos e impulsos están implícitos en los propios objetos y fenómenos en desarrollo.
161
La interacción y lucha de las propiedades ondulatorias y corpusculares de la materia, de las fuerzas de atracción y repulsión, de la
asimilación y desasimilación y otras tendencias contrapuestas, de las que ya hemos hecho mención como fuentes del desarrollo en
distintos dominios de la realidad, no son introducidas en los objetos y fenómenos desde el exterior, sino que les son inherentes.

Las contradicciones internas son la fuente del desarrollo porque ellas precisamente determinan la faz y la naturaleza del propio
objeto. Fuera de sus contradicciones internas el objeto no sería lo que es. El átomo, por ejemplo, no podría existir sin la interacción
o “lucha” entre el núcleo, con carga positiva, y los electrones, con carga negativa; el organismo, sin la asimilación y la
desasimilación, etc.

Todas las influencias exteriores ejercidas sobre un objeto se reflejan siempre a través de las contradicciones internas que le son
inherentes, en lo que también se revela el papel determinante que desempeñan en el desarrollo. El cambio del medio ambiente no
da sino un impulso al desenvolvimiento de los organismos. Pero la dirección del desarrollo y los resultados que tenga dependen en
última instancia del tipo de metabolismo inherente al organismo, es decir, de la interacción entre la asimilación y la desasimilación
propias de este organismo.

La fuente del desarrollo de la sociedad también está implícita en ella misma, en las contradicciones internas que le son inherentes.
Cómo y en qué dirección se desenvuelve uno u otro país y qué régimen social se establece en él depende de cómo se resuelvan
sus contradicciones internas de clase.

Al señalar el oficio decisivo que las contradicciones internas desempeñan, la dialéctica materialista tampoco niega la importancia
de las contradicciones externas en el desarrollo. La función de las contradicciones externas es diversa. Las más de las veces
constituyen una condición indispensable del desarrollo. Tal es, verbigracia, la contradicción existente entre la sociedad y la
Naturaleza, a la que el hombre arranca los bienes materiales.

Las contradicciones externas pueden contribuir al desarrollo o frenarlo, imprimirle distintos matices y formas, mas no pueden definir
el curso principal del proceso ni el desarrollo en su conjunto.

Puesto que las contradicciones internas determinan el desarrollo de todos los objetos y fenómenos, en la actividad práctica es
necesario, ante todo, saber descubrir y resolver precisamente esas contradicciones. Al mismo tiempo, tampoco se deben desdeñar
las contradicciones externas, pues desempeñan asimismo un gran papel en el desarrollo. El éxito se puede obtener únicamente en
el caso de que se tenga muy en cuenta la interdependencia e interacción de las contradicciones internas y externas.

Contradicciones antagónicas y no antagónicas. Al hablar de las contradicciones antagónicas y no antagónicas se debe tener
presente, ante todo, la esfera de los fenómenos sociales. Es cierto que también existen antagonismos de cierto género en los
organismos vivos, entre algunos tipos de bacterias, animales rapaces y no rapaces y ciertos organismos vegetales, pero no se
deben confundir con los antagonismos sociales.

Contradicciones antagónicas son, ante todo, las existentes entre las clases que tienen intereses inconciliables. Son las
contradicciones más exacerbadas y manifiestas, debidas al acusado contraste de las condiciones de vida, fines y propósitos de las
clases. El rasgo más importante de estas contradicciones consiste en que no se pueden resolver dentro del marco del régimen
social, para el que son típicas. Al profundizarse y acentuarse, las contradicciones antagónicas dan lugar a cruentos choques y
conflictos. El medio de resolverlas es la revolución social.

La contradicción existente entre la burguesía y el proletariado en la sociedad capitalista presenta particular agudeza y profundidad.
El antagonismo de la burguesía y el proletariado es debido a la posición objetiva que estas clases ocupan en la sociedad. La
burguesía posee todos los medios de producción y, en virtud de ello, recibe la parte mayor de los valores materiales producidos por
la sociedad. Ejerce el dominio político y goza de todos los bienes culturales, El proletariado carece de medios de producción, y por
eso se ve forzado a trabajar para la burguesía. Crea todos los bienes materiales y recibe únicamente una parte insignificante. Está
limitado en sus derechos políticos y en la posibilidad de gozar de las conquistas de la ciencia y la cultura.

Los intereses de la burguesía y el proletariado son diametralmente opuestos: la burguesía tiende a perpetuar su dominio; y el
proletariado, a emanciparse de la explotación. En consecuencia, entre ellos está entablada una tenaz lucha de clases, que termina
162
inevitablemente con la revolución. Así, pues, la lucha de clases y la revolución, son una forma particular de resolver las
contradicciones antagónicas del capitalismo.

En realidad, las contradicciones antagónicas del capitalismo no sólo no han desaparecido en nuestros días, sino que se acentúan
constantemente.

Las contradicciones no antagónicas son las existentes entre las clases y grupos sociales cuyos intereses principales, cardinales,
coinciden. Estas contradicciones no se resuelven por medio de una revolución social, sino que se superan gradualmente. Tales
son, por ejemplo, las contradicciones existentes entre la clase obrera y los campesinos. Bajo el capitalismo, la ciudad explota al
campo, y el campesino hace extensiva en cierta medida al obrero la enemistad que siente por la ciudad. El campesino tiene
propiedad (tierra, ganado de labor, aperos, etc.) y está interesado en conservarla. El obrero no tiene ninguna propiedad. Los
intereses de los obreros y de los campesinos chocan asimismo en el mercado, donde el campesino procura vender más caros los
productos de su trabajo. Todo esto junto provoca determinadas contradicciones entre la clase obrera y los campesinos en el
capitalismo.

Los intereses de los obreros y de los campesinos, contradictorios en aspectos particulares, coinciden, plenamente en lo principal.
Unos y otros son clases explotadas. Por eso aspiran a poner fin a la explotación, y en esta cuestión cardinal sus intereses son
idénticos. Esta comunidad de intereses cardinales constituye la base objetiva para concertar la alianza de la clase obrera y de los
campesinos.

Contradicciones fundamentales y no fundamentales. Desde los objetos y fenómenos más simples hasta los más complejos llevan
simultáneamente implícitas varias contradicciones. Para orientarse en este enjambre de contradicciones es preciso hallar entre
ellas la fundamental, la más importante. La contradicción fundamental desempeña el oficio decisivo y primordial en el desarrollo e
influye en todas las demás contradicciones.

La contradicción fundamental y decisiva del proceso químico es la existente entre la asociación y la disociación de los átomos; en
el proceso biológico, el carácter contradictorio del metabolismo, etc.

Es de suma importancia encontrar la contradicción fundamental en la vida social, que se distingue por su complejidad y variedad
excepcionales. El encontrar esta contradicción fundamental ayuda a las clases progresistas de la sociedad a organizar de manera
eficiente la labor práctica.

Tomemos la sociedad contemporánea. Tiene muchísimas contradicciones implícitas. En cualquier país capitalista existe
antagonismo entre el carácter social del proceso de producción y la forma privada de apropiación, entre el trabajo y el capital.
Existen contradicciones entre países capitalistas por separado, entre grupos y bloques de dichos países, etc.

¿Cuál de las numerosas contradicciones de la sociedad contemporánea es la fundamental, la decisiva?

La contradicción fundamental y decisiva de la sociedad contemporánea, en su conjunto, es la existente entre las fuerzas del
socialismo y las del capitalismo. Esta contradicción se ha convertido actualmente en la base del desarrollo de la humanidad.
Entraña dos líneas, dos tendencias históricas.

La contradicción existente entre el socialismo y el capitalismo ejerce inmensa influencia en todo el curso de la historia universal.
Influye en la lucha de las clases en los propios países capitalistas, en la lucha que los pueblos coloniales y dependientes
mantienen contra sus opresores y en las contradicciones existentes entre los propios países capitalistas.

Entre las contradicciones internas y externas, entre las antagónicas y no antagónicas y entre las fundamentales y no
fundamentales no hay fronteras absolutas. En realidad se enlazan entre ellas, pasan las unas a las otras y desempeñan distinto
papel en el desarrollo. Por eso cada contradicción se debe abordar de una manera concreta, teniendo en cuenta las condiciones
en que se manifiesta y el papel que desempeña.

8.7 Ley del transito de los cambios cuantitativos a cualitativos


163
La ley del tránsito de los cambios cuantitativos a cualitativos trata de cómo y de qué manera discurre el proceso del desarrollo, cuál
es su mecanismo.

Para comprender la esencia de esta ley se debe poner en claro, ante todo, qué es calidad y qué es cantidad.

 Concepto de calidad y cantidad

En torno de nosotros hay muchos objetos y fenómenos de lo más diversos, y todos ellos se mueven y cambian sin cesar. Mas, a
pesar de ello, no confundimos, los distinguimos y determinamos. No los vemos como si estuvieran fundidos en una masa gris y
amorfa, sino que cada uno de ellos se distingue de los otros por particularidades y propiedades inherentes a él solo.

Tomemos, verbigracia, un metal como el oro. Tiene un color amarillo peculiar, ductibilidad y maleabilidad, posee determinada
densidad, capacidad térmica y temperatura de fusión y ebullición. El oro no se disuelve ni en los álcalis ni en toda una serie de
ácidos, presenta escasa actividad química y no se oxida al aire. Todas estas propiedades, tomadas en conjunto, distinguen el oro
de otros metales.

Cuanto hace que un objeto sea precisamente el que es, y no otro, y lo distingue de la infinidad de otros objetos es precisamente su
calidad. Poseen calidad todos los objetos y fenómenos. Eso nos permite determinarlos y distinguirlos. ¿En qué se distingue, por
ejemplo, lo vivo de lo inanimado? En su facultad metabólica, en su capacidad para reaccionar adecuadamente a los agentes
exteriores y reproducirse. Este rasgo y algunos otros son precisamente su calidad.

Los fenómenos sociales también se distinguen por su calidad. Así, el capitalismo se distingue del feudalismo por el predominio de
la producción mercantil, por la existencia de propiedad capitalista y el trabajo asalariado y por otros rasgos.

La calidad se manifiesta en cualidades. La cualidad caracteriza una cosa por algún aspecto determinado, en tanto que la calidad
da una idea de conjunto del objeto. El color amarillo, la maleabilidad, la ductibilidad y otros rasgos del oro tomados por separado
son sus cualidades, y estas cualidades juntas son su calidad.

Además de una calidad determinada, cada objeto posee también cantidad. A diferencia de la calidad, la cantidad peculiariza al
objeto bajo el aspecto del grado del desarrollo o intensidad de las cualidades que le son inherentes, así como del de su magnitud,
volumen, etc. Como regla, la cantidad se expresa en número. Tienen expresión numérica las dimensiones, peso y volumen de los
objetos, la intensidad de sus colores y de los sonidos que emiten, etc.

La característica cuantitativa es también inherente a los fenómenos sociales. Cada régimen político social posee un nivel
respectivo y un grado de desarrollo de la producción. Un Estado dispone de una capacidad de producción y recursos humanos,
energéticos y de materias primas determinados.

La cantidad y la calidad son un todo único porque representan aspectos de un mismo objeto. Pero entre ellas existen también
grandes diferencias. El cambio de la calidad lleva al cambio del objeto, a su transformación en otro objeto; el cambio de la cantidad
dentro de ciertos límites no da lugar a una transformación visible del objeto. Si se destruye la propiedad capitalista, o sea, el rasgo
cualitativo más importante del capitalismo, y se sustituye por la socialista, al capitalismo sucederá un régimen nuevo,
cualitativamente distinto de él: el socialismo. Pero si la propiedad capitalista se agranda, centraliza y concentra en las manos de un
grupo reducido de monopolistas o del Estado burgués, como ocurre en el mundo capitalista contemporáneo, el capitalismo no por
eso dejará de ser capitalismo.

La unidad de cantidad y calidad se llama medida. La medida es algo así como la frontera o marco, dentro del cual el objeto sigue
siendo el que es. La “infracción” de la medida, de esta combinación determinada de los aspectos cuantitativo y cualitativo, lleva al
cambio del objeto, a su transformación en otro objeto. Así, la medida para el mercurio en estado líquido es una temperatura de 39°
C bajo cero a 357° C sobre cero. A la primera temperatura mencionada se solidifica; a la segunda empieza a hervir y pasa a
estado gaseoso.
164
En la cognición y actividad práctica es de suma importancia tener en cuenta la unidad de los aspectos cuantitativo y cualitativo de
los fenómenos.

 El tránsito de los cambios cuantitativos a cualitativos, ley del desarrollo

Como queda dicho, el cambio de la cantidad dentro de ciertos límites no conduce al cambio del estado cualitativo del objeto. Pero
en cuanto esos límites se rebasan o la medida se “infringe”, los cambios cuantitativos, que antes parecieran poco importantes,
originarán sin falta transformaciones radicales, cualitativas. La cantidad pasará a calidad. Los cambios puramente cuantitativos se
truecan en diferencias cualitativas.

El tránsito de los cambios cuantitativos a cualitativos es una ley universal del desarrollo del mundo material.

Para hacer patente el carácter universal de esta ley mostraremos cómo actúa en distintos dominios de la realidad.

La física moderna ha establecido que unas partículas “elementales” se pueden transformar en otras cualitativamente distintas. Con
la particularidad de que el proceso de su transformación está siempre vinculado con determinadas acumulaciones cuantitativas: se
opera sólo u el caso de que las partículas tengan un nivel de energía suficientemente alto.

Las numerosas conversiones de sustancia de un estado de agregación en otro (de sólido en líquido, de líquido en gaseoso, etc.)
son una manifestación muy extendida de la ley del tránsito de los cambios cuantitativos a cualitativos. Así, al calentar el agua a una
temperatura superior de 1000 se transforma en otra calidad: vapor. Las cualidades del vapor son distintas de las del agua. Por
ejemplo, el vapor no puede disolver la sal ni el azúcar, en tanto que estas sustancias se disuelven en el agua.

La ley del tránsito de los cambios cuantitativos a cualitativos se manifiesta con particular evidencia en los procesos químicos. La ley
periódica de Mendeléiev establece que la calidad de los elementos químicos depende de la cantidad de carga positiva del núcleo
de sus átomos. El cambio cuantitativo, hasta determinado límite, de la carga del núcleo no origina el cambio cualitativo del
elemento químico, pero a determinado grado este cambio cuantitativo lleva a la formación de un elemento nuevo. Así, en la
disgregación radiactiva con pérdida de peso atómico y carga del núcleo, el uranio termina por trocarse en plomo, elemento de otra
calidad. La Química es, en general, la ciencia de las transformaciones cualitativas de las sustancias como resultado de cambios
cuantitativos. La molécula del oxígeno, verbigracia, contiene dos átomos; pero apenas se le agrega un átomo más, se convierte en
ozono, sustancia química de nueva calidad.

En el mundo orgánico también se produce el tránsito de los cambios cuantitativos a cualitativos, aunque en él es mucho más difícil
advertir que los cambios de calidad son debidos a acumulaciones cuantitativas. Se ha establecido que las plantas atraviesan en su
desarrollo dos fases cualitativamente distintas: la de vernalización y la de luminación debiéndose el tránsito de una fase a otra al
cambio de la cantidad de calor, humedad y luz en las condiciones exteriores.

En la realidad objetiva no sólo se efectúa el tránsito de los cambios cuantitativos a cualitativos, sino el proceso inverso: un aumento
de la cantidad debido a los cambios cualitativos. Así, el cambio radical, cualitativo, del régimen social -sustitución del capitalismo
por el socialismo- causó una alteración considerable de los índices cuantitativos: aumento del volumen de la producción industrial y
agrícola, incremento del ritmo del desarrollo económico y cultural, ascenso de la renta nacional y de los salarios de los
trabajadores, etc.

Los cambios cuantitativos y cualitativos están, por tanto, ligados entre sí y dependen unos de otros.

Unidad de la continuidad y la discontinuidad (salto) en desarrollo. Los cambios cuantitativos presentan un carácter relativamente
lento, continuo, mientras que las transformaciones cualitativas se interrumpen, tienen la forma de saltos. El desarrollo se
manifiesta, pues, como la unidad de dos formas o fases distintas, pero interdependientes: continuidad y discontinuidad (forma de
saltos)*

*
La continuidad y la discontinuidad no son inherentes únicamente al desarrollo, sino también al estado de la materia. Como ya sabemos, la materia posee propiedades ondulatorias
(continuas) y corpusculares (discontinuas).
165
La continuidad en el desarrollo es una fase de acumulaciones cuantitativas lentas e imperceptibles. No afecta a la calidad del
objeto, sino que introduce en él insignificantes cambios cuantitativos y constituye un proceso de aumento o disminución de lo
existente.

La discontinuidad o salto es una fase de cambios cualitativos radicales del objeto, un momento o período de transformación de la
calidad vieja en otra nueva. A diferencia de los cambios cuantitativos, lentos y ocultos, el salto es un cambio más o menos
manifiesto, relativamente rápido de la calidad del objeto. Estos cambios se operan con relativa rapidez incluso cuando las
transformaciones cualitativas adquieren la forma de tránsito gradual.

La formación de unas partículas “elementales” de otras, el cambio del estado de la sustancia, el surgimiento de un nuevo elemento
químico, especie de planta o animal inexistente antes o de un régimen social nuevo son saltos en el desarrollo del mundo material.
Con la particularidad de que cada uno de ellos es resultado de determinadas acumulaciones cuantitativas.

Como quiera que debido al salto se destruye lo viejo y nace lo nuevo, lo avanzado, los saltos tienen inmensa importancia en el
desarrollo.

Son de particular importancia los saltos en el desarrollo de la sociedad, a menudo con carácter de revoluciones sociales, que
derrocan el viejo régimen social é instauran otro nuevo, eliminando al propio tiempo los obstáculos que se interponían al progreso
social.

Como el desarrollo es siempre una unidad de cambios cuantitativos (continuos) y cualitativos (en forma de saltos), estas dos fases
del desarrollo se deben tener en cuenta en la actividad práctica y cognoscitiva. El ignorar cualquiera de las dos da lugar a que se
desfigure el proceso del desarrollo, y lleva a la metafísica.

Lo más característico de los metafísicos es negar los cambios cualitativos y reducir el desarrollo a acumulaciones cuantitativas
imperceptibles. Ejemplo de semejante comprensión del desarrollo en la Biología es el preformismo cuyos representantes
(verbigracia, el mencionado Robinet) consideran que el embrión del organismo es un organismo adulto, completamente
desarrollado, pero de tamaño microscópico. A juicio de ellos, el desarrollo del organismo es un simple crecimiento, el aumento de
la magnitud de dicho embrión. En realidad éste experimenta en su desarrollo profundos cambios cualitativos.

Tan erróneo es desdeñar los cambios cualitativos y reducir el desarrollo a los saltos nada más, a la interrupción del movimiento
gradual, como hizo, por ejemplo, el sabio francés del siglo XIX Cuvier. En opinión suya, en la Tierra se sucedieron, uno tras otro,
cataclismos que motivaron la sustitución total de las viejas especies de plantas y animales por especies nuevas. Además, Cuvier
negó toda vinculación entre las especies aparecidas y las desaparecidas.

La negación de los cambios cuantitativos sirve de base teórica al anarquismo. Los anarquistas desdeñan la labor escrupulosa y
prolongada con el fin de reunir fuerzas, organizar a las masas y prepararlas poco a poco para las acciones revolucionarias. La
táctica de los anarquistas, que ha inferido graves daños al movimiento obrero, es propia de aventureros y conspiradores.

La dialéctica requiere que se sepan tener en cuenta las formas continuas y saltos del desarrollo. Es de singular importancia tomar
en consideración su unidad en el desarrollo social. Como quiera que el salto, la revolución, es de un alcance decisivo en el
desarrollo de la sociedad, no se puede efectuar por medio de cambios cuantitativos lentos, por la vía de las reformas, sino sólo
mediante una transformación cualitativa del régimen.

Así, a todos los objetos y fenómenos les son inherentes los rasgos de cantidad y calidad, La cantidad y la calidad están vinculadas
entre sí, pasando, en el proceso del desarrollo, los cambios cuantitativos graduales e imperceptibles a cambios radicales
cualitativos. Este paso se realiza en forma de salto.

Tal es la esencia de la ley dialéctica del tránsito de los cambios cuantitativos a cualitativos.
166
Como hemos visto, el salto es una forma obligatoria y universal de tránsito de los cambios cuantitativos a cualitativos, pero, como
en el mundo existen objetos y fenómenos de lo más variados, los saltos también son multiformes. Detengámonos más
detalladamente en la cuestión del carácter multiforme de los saltos.

 Carácter multiforme del tránsito de la calidad vieja a la nueva

El rasgo fundamental de todo salto es el viraje cardinal operado en el desarrollo, la formación de una nueva calidad. Sin embargo,
en distintos objetos este viraje, el tránsito de la calidad vieja a la nueva, se produce de distinta manera. La forma del salto enseña
cómo y de qué manera se produce el tránsito de lo viejo a lo nuevo: rápidamente, íntegramente, súbitamente, gradualmente o por
partes. Unos saltos transcurren en forma brusca y rápida, pasando la vieja calidad a la nueva de golpe y por completo.

Otros saltos se realizan con menos rapidez y brusquedad. En este caso la vieja calidad no pasa súbita ni íntegramente a la nueva,
sino por partes: los elementos de lo viejo se extinguen poco a poco y son sustituidos con la misma lentitud por elementos de la
nueva calidad. El salto de esta índole, como cambio cualitativo paulatino, no se debe confundir con la acumulación cuantitativa
gradual. Por muy gradual que sea su curso, este salto es también un cambio mucho más rápido y perceptible que el- cambio
cuantitativo más intenso. Además, los cambios cuantitativos graduales no afectan la esencia ni la naturaleza del objeto, mientras
que cualquier salto, incluido el gradual, siempre es un viraje decisivo en el desarrollo, transforma el objeto y lo trueca en otro de
calidad nueva.

¿De qué depende la forma del salto?

Ante todo del carácter del fenómeno en desarrollo. Cada fenómeno se trueca en otro nuevo de una manera propia en él. Por
ejemplo, la transformación de unas partículas “elementales” en otras sucede por explosión. Apenas un electrón y un positrón con
energías bastante altas chocan, se produce una explosión que testimonia el trueque de las partículas primarias en otras (fotones).
Con la misma rapidez se opera inmediatamente la transformación de unos elementos químicos en otros, aumentando o
disminuyendo la magnitud de la carga de los núcleos atómicos.

En la Naturaleza orgánica los saltos, por regla general, presentan carácter paulatino. La aparición de nuevas especies ocurre en
dependencia del medio exterior. El medio, que circunda a los organismos, cambia lentamente, paulatinamente. Con eso se explica
en gran medida el hecho de que las nuevas especies de plantas y animales no se den en seguida, sino en el proceso de un
desarrollo prolongado, durante el cual los organismos van adquiriendo poco a poco y transmitiéndose por herencia nuevas
propiedades, que responden a las condiciones modificadas del medio, y perdiendo las propiedades viejas que han dejado de
corresponder a esas condiciones nuevas.

Como ya sabemos, el hombre también surgió en el curso de un desarrollo prolongado; sin embargo, a pesar del carácter gradual
de la transformación del mono antropomorfo en hombre, esta misma transformación fue un salto grandísimo, un punto de viraje en
el desarrollo del reino animal. Puso comienzo a la existencia y desarrollo de la sociedad humana.

La forma del salto depende asimismo de las condiciones en que el desarrollo del fenómeno transcurra. En la desintegración
radiactiva, por ejemplo, se opera el proceso de transformación de los núcleos de unos elementos químicos en núcleos de otros
más ligeros, transformación que va acompañada del tránsito de la energía atómica a térmica. Este tránsito, según sean las
condiciones, puede presentar forma de explosión (en la bomba atómica) o de transformación gradual de la energía del átomo en
calor (en los reactores de las centrales átomo eléctricas).

En el desarrollo social el tránsito de la vieja calidad a la nueva se puede realizar tanto en forma de cambios rápidos e impetuosos
como graduales.

El tener en cuenta las particularidades de los saltos es de enorme importancia en la actividad práctica. Sin poner en claro estas
particularidades no se pueden encontrar vías acertadas de tránsito de lo viejo a lo nuevo.

8.8 Ley de la negación de la negación


167
La ley de la negación de la negación da a conocer la dirección general, la tendencia, del desarrollo del mundo material.

Para comprender la esencia y alcance de esta ley se debe poner en claro, ante todo, qué es negación dialéctica y qué lugar ocupa
en el desarrollo.

 Negación dialéctica y su oficio en el desarrollo

En cualquier campo de la realidad material se opera constantemente el proceso de muerte de lo viejo, caduco, y nacimiento de lo
nuevo, progresivo. La sustitución de lo viejo por lo nuevo, de lo que muere por lo que nace, es precisamente el desarrollo; y el
propio vencimiento de lo viejo por lo nuevo, que surge a base de lo viejo, se llama negación.

El término “negación” lo introdujo Hegel en la Filosofía, pero imprimiéndole un sentido idealista. Según Hegel, la negación se basa
en el desarrollo de la idea, del pensamiento.

Marx y Engels conservaron el término de “negación”, interpretándolo de manera materialista. Mostraron que la negación constituye
un momento inseparable del desarrollo de la propia realidad material. En ninguna esfera puede existir desarrollo que no niegue sus
formas precursoras (le existencia. El desarrollo de la corteza terrestre, verbigracia, pasó por varias épocas geológicas, siendo cada
nueva época, que surgía a base de la anterior, determinada negación de la vieja. En el mundo orgánico cada especie nueva de
planta o animal, surgida a base de la vieja, es al mismo tiempo su negación. La historia de la sociedad constituye también una
cadena de negaciones de viejos regímenes sociales por nuevos: la sociedad primitiva fue negada por la esclavista; la esclavista,
por la feudal; el feudalismo, por el capitalismo; y el capitalismo, por el socialismo. La negación es también inherente al desarrollo
del conocimiento, de las ciencias. Cada teoría nueva, más perfecta, vence a la vieja, menos perfecta.

La negación no es algo traído al objeto o fenómeno desde el exterior. Es el resultado de su propio desarrollo interior. Los objetos y
fenómenos, como ya sabemos, son contradictorios y, al desarrollarse a base de las contradicciones internas, crean en ellos
mismos las condiciones de su propia destrucción para pasar a otra calidad nueva, superior. La negación es precisamente la
superación de lo viejo a base de las contradicciones internas; el resultado del auto desarrollo y automovimiento de los objetos y
fenómenos.

Comprensión dialéctica y comprensión metafísica de la negación. La dialéctica y la metafísica entienden de distinta manera la
esencia de la negación. Tergiversando el proceso del desarrollo de la realidad material, la metafísica entiende la negación como la
repulsa y destrucción absoluta de lo viejo. Es “desnuda” y “yana” esa interpretación de la negación, puesto que excluía toda
posibilidad de desarrollo sucesivo.

La dialéctica pone al desnudo la verdadera esencia de la negación dialéctica. Lo peculiar de la dialéctica no es la negación
“desnuda” y “vana”, sino la negación “como momento de la concatenación, como momento del desarrollo, conservando lo positivo”.

La comprensión dialéctica de la negación parte de que lo nuevo no destruye totalmente lo viejo, sino que conserva todo lo mejor
que había en ello. Y no sólo lo conserva, sino que lo transforma y eleva a un grado más alto. Así, los organismos superiores, al
negar los inferiores, a base de los cuales surgieron, conservaron la estructura celular, el carácter selectivo del reflejo y otros rasgos
inherentes a ellos. El nuevo régimen social, al negar el viejo, conserva sus fuerzas productivas y adelantos científicos, técnicos y
culturales. La vinculación de lo nuevo con lo viejo se verifica en el conocimiento, en la ciencia.

Así, pues, la comprensión de la negación reconoce la sucesión, la vinculación de lo nuevo con lo viejo, en el proceso del desarrollo.
Pero se debe tener en cuenta que lo nuevo jamás recibe enteramente lo viejo en su forma anterior. Toma de lo viejo sólo algunos
elementos o aspectos, sin agregárselos mecánicamente, sino asimilándolos y transformándolos de acuerdo con su propia
naturaleza. La dialéctica exige que se enfoque de manera crítica la experiencia pasada de la humanidad y expresa la necesidad de
aprovechar esa experiencia de modo creador y tener rigurosamente en cuenta las nuevas condiciones y tareas de la sociedad. La
filosofía, por ejemplo, no ha admitido simplemente las conquistas del pensamiento filosófico del pasado, sino que las ha estudiado
con un criterio crítico, las ha enriquecido con nuevas conquistas de la ciencia y de la práctica y ha elevado la Filosofía a un grado
cualitativamente nuevo, superior.
168
 Carácter progresivo del desarrollo

El desarrollo como progreso. Así, hemos aclarado que, como resultado de la negación, se resuelve una u otra contradicción, se
destruye lo viejo y se consolida lo nuevo. Más ¿cesa el desarrollo ahí? No, el desarrollo no se interrumpe con el nacimiento de lo
nuevo. Lo nuevo no es eternamente nuevo. Al desarrollarse, prepara premisas y condiciones para el nacimiento de algo mas nuevo
y avanzado. Tan pronto como estas premisas y condiciones maduran, vuelve a manifestarse la negación. Esta es ya la negación
de la negación, o sea, la negación de lo que antes venciera a lo viejo, la sustitución de lo nuevo por algo aún más nuevo: lo
novísimo. El resultado de esta segunda negación vuelve a ser negado, vencido, y así sucesivamente. El desarrollo se manifiesta,
pues, como incontable multitud de negaciones que se suceden una a otra, como una sustitución infinita y superación de lo viejo por
lo nuevo.

Como toda fase superior del desarrollo niega en los inferiores lo que h caducado, recibiendo y multiplicando al mismo tiempo las
conquistas alcanzadas en las fases anteriores, el desarrollo adquiere en su totalidad un carácter progresivo, ascendente. El
progreso es precisamente 1 dirección general que peculiariza el desarrollo dialéctico.

El progreso se produce en todos los campos de la realidad.

Examinemos, aunque sea a grandes rasgos, el desarrollo progresivo en nuestro planeta.

Como ya se ha dicho, el material inicial para formar los planetas del sistema solar, incluida la Tierra, fue la materia en estado
gaseoso- pulverulento, en la que estaban contenidos los elementos químicos más simples. Durante el desarrollo de la Naturaleza
estas sustancias se fueron haciendo más complejas cada vez. En consecuencia, surgió la Naturaleza viva, orgánica. Los
organismos vivos también se desarrollaron de lo simple a lo complejo: de las formas precursoras de la célula a la célula, de los
organismos unicelulares a animales más complejos cuya evolución dio lugar a que apareciesen los monos antropomorfos y,
posteriormente, el hombre. Con el surgimiento del hombre comienza el proceso de desarrollo social. Los regímenes de la
comunidad primitiva, esclavista, feudal, capitalista y socialista, fueron etapas consecutivas del desarrollo progresivo de la sociedad.

La particularidad más importante del progreso en la sociedad es el incremento constante del ritmo del desarrollo. El proceso de
surgimiento del hombre empezó aproximadamente hace un millón de años. Si se tiene en cuenta que el hombre moderno existe
sólo varias decenas de milenios, se puede uno imaginar qué ritmo tan lento ha seguido el proceso de su formación. El progreso de
las sociedades esclavista y feudal fue más rápido, a pesar de que también se prolongó varios milenios. El capitalismo se desarrolla
con celeridad mucho mayor que el feudalismo. En el socialismo, el ritmo del desarrollo económico y cultural se ha acelerado
enormemente. En el futuro, cuando la humanidad se libre de todo lo que frena el progreso, y tenga la posibilidad de aplicar todos
los medios para dominar las fuerzas de la Naturaleza, el ritmo del desarrollo alcanzará proporciones inauditas.

Carácter espiral del desarrollo. La afirmación del carácter progresivo del desarrollo es el rasgo principal, pero no el único, de la ley
de la negación de la negación. Esta ley no caracteriza el desarrollo como un movimiento rectilíneo, sino como un movimiento
extraordinariamente complejo, algo así como un proceso en forma de espiral en el que se repiten de cierto modo las etapas
recorridas y se retrocede, en cierto sentido, hacia el pasado. Es un desarrollo que parece repetir las etapas ya recorridas, pero de
otro modo, sobre una base más alta (la “negación de la negación”); un desarrollo que no discurre en línea recta, sino en espiral.

El carácter espiral del desarrollo es propio de distintas esferas de la realidad. Tal vez una de las manifestaciones más patentes de
esta particularidad del desarrollo de la Naturaleza inanimada sea la ley periódica, que ya hemos mencionado, de los elementos
químicos, de Mendeléiev.

Como ya sabemos, en el sistema periódico de Mendeléiev los elementos están dispuestos según la magnitud de la carga positiva
de sus núcleos atómicos. Forman períodos y grupos, en los que se observa determinada repetición de las propiedades. Tomemos,
verbigracia, el segundo período, que empieza por el litio. El litio es un elemento de propiedades metálicas muy acusadas, es un
metal alcalino. A medida que aumenta la carga del núcleo en los elementos que le siguen, las propiedades metálicas peculiares
van disminuyendo paulatinamente y aumentando las no metálicas. Al final del período se encuentra ya un metaloide claramente
manifiesto, el flúor, y un gas inerte, el neón. El período consecutivo, el tercero, vuelve a empezar por un metal alcalino (sodio) y
acaba por el metaloide cloro y el gas inerte argón. Lo mismo vuelve a repetirse en los períodos subsiguientes, en los que sucede
169
también la negación de las propiedades metálicas por propiedades no metálicas, y luego, al pasar a otro período, estas últimas
vuelven a ser negadas por las propiedades de los metales. Ocurre algo así como un retorno a lo viejo: la negación de la negación.

Este sistema de elementos se puede representar esquemáticamente en forma de espiral ascendente. La repetición de las
propiedades se produce a través del aumento constante del número de elementos (en el primer período, dos; en el segundo, ocho;
y así sucesivamente) y discurre sobre una base cualitativamente distinta: los elementos del nuevo período tienen el núcleo con
mayor carga, una estructura más compleja y nuevas propiedades.

El desarrollo en espiral se observa también en el mundo orgánico. Veamos la acción de esta ley en el ejemplo del desarrollo de un
grano de cebada. Del grano, puesto en condiciones propicias, brota el tallo, que es la negación del grano. Luego del tallo crece la
espiga con nuevos granos. Ahora los nuevos granos niegan ya el tallo, son la negación de la negación. Con ello se produce cierto
retorno al punto de partida, al grano, pero sobre otra base. Los nuevos granos se distinguen del sembrado no sólo por la cantidad
(de uno han salido de diez a veinte), sino también, a menudo, por sus propiedades. El desarrollo discurre asimismo en este caso
en espiral. En su base está un grano, del que crecen luego varios; y éstos, a su vez, dan origen a mayor cantidad aún.

El desarrollo en espiral tiene lugar también en la vida social. La primera forma de organización social fue el régimen de la
comunidad primitiva. Fue una sociedad sin clases, basada en la posesión común de los medios de producción, sumamente
rudimentarios. El desarrollo sucesivo de la producción llevó a la negación de este régimen por la sociedad esclavista, dividida en
clases. Luego la propiedad esclavista fue sustituida por el feudalismo; y el feudalismo, por el capitalismo. Al capitalismo ha
sucedido el socialismo. Esto es ya algo así como la negación de la negación, el retorno, en cierta medida, al punto de arranque del
desarrollo, pero sobre una base completamente distinta, nueva cualitativamente.

Como vemos, la negación de la negación peculiariza cierta reiteración cíclica en el desarrollo progresivo de la materia. Sin
embargo, debemos remarcar que la repetición de las etapas ya recorridas del desarrollo no es un retorno literal a lo viejo, sino la
afirmación de lo nuevo, que, a menudo, guarda con lo viejo sólo un parecido exterior, formal, y se distingue radicalmente de él por
su naturaleza interna. El sodio, verbigracia, por el que empieza el tercer período del sistema de Mendeléiev, se incluye, como el
litio, en el grupo de los metales alcalinos, pero tiene una organización más compleja y propiedades inherentes a él solo.

La propiedad social dominante en el socialismo parece reproducir la propiedad comunal de la sociedad primitiva, pero la reproduce
sobre una base material y espiritual completamente nueva, base que no se puede comparar con la del régimen de la comunidad
primitiva.

Así, el desarrollo se produce negando lo viejo por lo nuevo y lo inferior por lo superior. Por cuanto lo nuevo, al negar lo viejo,
conserva y desarrolla sus rasgos positivos, el desarrollo adquiere un carácter progresivo. Al mismo tiempo discurre en espiral,
repitiendo en las fases superiores algunos aspectos y rasgos de las inferiores.

Tal es la esencia de la ley dialéctica de la negación de la negación.

Así, pues, en este capítulo hemos examinado las leyes fundamentales de la dialéctica materialista. Estas leyes explican el
desarrollo y el movimiento universal en el mundo material, dan a conocer sus fuentes y causas motrices implícitas en las
contradicciones internas. Ponen al desnudo el carácter de] desarrollo en forma de saltos, su tendencia ascendente y progresiva,
señalando que el progreso de la realidad material transcurre a base de sustituciones continuas, a base de la negación de lo viejo
por lo nuevo.

Para comprender de manera más completa y multilateral el desarrollo es necesario examinar también las categorías fundamentales
de la dialéctica materialista.

8.9 Categorías de la dialéctica


O. Yajot

 ¿QUE SON LAS CATEGORÍAS FILOSÓFICAS?


170
Ustedes saben ya que el hombre no puede pasarse sin conceptos generales. Los físicos, por ejemplo, estudian las propiedades de
los distintos cuerpos de conservar el estado inicial de reposo o de movimiento uniforme. Pero no pueden limitarse a eso. Ante ellos
surge ineluctablemente una pregunta: ¿Por qué se manifiestan estas propiedades en todos los cuerpos, qué tienen de común? De
esta forma, el estudio de las propiedades de los diversos objetos sirve de base a los físicos para formular el concepto general de
“inercia”. Lo mismo debe decirse de la masa, de la medida de inercia de los cuerpos. Tampoco en este caso es posible limitarse a
estudiar la masa de los distintos cuerpos: hay que formular una definición genérica de lo que es la masa en general. De la misma
manera se forma en física el concepto general porque concentra todo lo esencial que caracteriza no sólo la energía de un cuerpo
concreto, sino la de todos los cuerpos y procesos dotados de ella.

En Biología podemos observar un cuadro análogo. Esta ciencia no estudia únicamente las distintas especies de peces, mamíferos
u otros organismos vivos, sino que establece qué es la especie en general.

Los conceptos que expresan los rasgos, nexos y aspectos más generales de los fenómenos y objetos se llaman categorías. Cada
ciencia crea conceptos científicos, categorías: “especie”, “herencia”, etc., en biología; “valor”, “trabajo”, etc., en economía política;
“elemento químico”, “reacción química”, etc., en química, y así sucesivamente.

Sin embargo, ¿Son suficientes estas categorías establecidas en las ciencias concretas? Pensemos un poco. Cada una de ellas
estudia los conceptos generales en los límites de su ciencia. Pero sabemos ya que existen las propiedades más generales de las
cosas y fenómenos del mundo. ¿Qué ciencia formula estos conceptos generales? La Física, por ejemplo, no puede hacerlo, pues
se limita al ámbito de su rama del saber. Lo mismo ocurre con la Química, la Biología y otras ciencias.

Las propiedades más generales de las cosas se reflejan en las categoría filosóficas: “materia”, “movimiento”, “espacio”, “tiempo”,
“calidad”, “cantidad”, “contradicción”, etc. Las categorías filosóficas son los conceptos más generales. Por consiguiente, es
imposible limitarse a las categorías que crean la Física, la Química y otras ciencias particulares. En el proceso del conocimiento
(Proceso cognoscitivo) se crean categorías filosóficas para reflejar las propiedades más generales de los fenómenos del mundo
existente. Las categorías como cualquier otro concepto, son secundarias, derivadas. El estudio paulatino de las cosas del mundo
real ha llevado a la formación de conceptos, comprendidos también los más generales, es decir, las categorías filosóficas. Esto
significa que la fuente de las categorías son los objetos y fenómenos, el mundo objetivo, que existen fuera del hombre. Por eso, las
categorías tienen carácter objetivo.

Una vez surgidas, las categorías filosóficas sirven de punto de orientación a las diversas ciencias. Por ejemplo, antes de buscar las
causas de una enfermedad, el médico debe saber qué es causa, si existe objetivamente, etc. En una palabra, debe conocer la
categoría de “causalidad”. Porque si la causalidad no existe objetivamente, como afirman los idealistas, ¿qué sentido tiene buscarla
y concederle tanta importancia?

La doctrina materialista del carácter secundario y objetivo de las categorías proporciona una orientación certera en la actividad
práctica.

Los idealistas tergiversan el verdadero sentido y la importancia de las categorías. Los idealistas objetivos -Hegel, por ejemplo- ven
en ellas un producto de cierta fuerza espiritual que se encuentra fuera del mundo material. Las categorías creadas por el espíritu,
dicen, sirven como “medida” de la realidad.

En esta concepción todo está invertido: resulta que no son las categorías las que reflejan las propiedades de las cosas, sino que, al
revés, las cosas deben ajustarse a las correspondientes categorías.

Los idealistas subjetivos arrancan de que las categorías no tienen ningún contenido objetivo, son subjetivas. Kant, por ejemplo,
considera que las categorías existen en la conciencia del sujeto, del hombre, antes ya de que éste empiece a conocer el mundo.
Los idealistas de nuestros días repiten también esta deducción. Pero ustedes saben ya que opinión no es científica: las categorías
reflejan las propiedades generales de las cosas, y éstas existen antes de que el hombre empiece a estudiarlas.

Estudiaremos a continuación algunas de las categorías más importantes.


171
8.10 Lo singular, lo particular y lo universal

 ¿QUE SON LO SINGULAR Y LO UNIVERSAL?

Cuando decimos “esta máquina”, “este hombre” o “este árbol” hablamos de objetos singulares. Pero cuando hablamos en general
de “la máquina”, “el hombre”, o “el árbol”, nos referimos a todo un grupo o clase de esos fenómenos.

En la propia realidad existen el pino que admiraron los niños durante la fiesta de navidad, el roble a cuya sombra descansamos y el
abedul en que recreamos nuestra vista. Sin embargo, a veces hablamos también en general del “pino”, el “roble” y el “abedul”, ¿de
dónde proceden estos conceptos generales?

Cada objeto posee siempre una serie de propiedades específicas. Debido a ello, en nuestro pensamiento se forman conceptos
sobre las cosas singulares que son un reflejo de las indicadas propiedades de los objetos. Es la categoría de “lo singular”. Pedro,
por ejemplo, se diferencia de Juan por su estatura, el color de los cabellos y la manera de hablar. Por eso no se parecen el uno al
otro. Se diferencian también entre sí, por una serie de rasgos, este abedul de otro, este abeto del que crece al lado suyo, etc.

Ahora bien, todos los abetos, aunque sean diferentes, tienen mucho de común; algunas propiedades biológicas inherentes a todos
los abetos, por ejemplo, la forma, etc. Igual ocurre con los seres humanos. Cada uno tiene una serie de peculiaridades y’ rasgos
individuales, propios sólo de él. Pero, además, tiene lo que es general para todas las personas: la facultad de trabajar, pensar,
hablar, etc. De lo dicho se deduce claramente que lo individual o singular está vinculado, a lo general o universal, como podremos
ver en la oración más simple. Cuando decimos “Leal es un perro” y “Pedro es un hombre”, los conceptos “Leal” y “Pedro” son lo
singular, y los conceptos “hombre” y “perro” son lo universal. Unos y otros caracterizan al mismo objeto.

Así pues, lo singular es un objeto o fenómeno concreto del mundo material. Lo universal es lo inherente a un grupo de objetos y
fenómenos vinculados entre sí. Por eso, lo singular está siempre ligado a lo universal a que pertenece, como, por ejemplo, este
abedul al grupo de árboles y Pedro a la clase de las personas.

Esta comunidad no es siempre igual; este objeto no es sólo un abedul sino un árbol; “Leal” no es sólo un perro, sino un animal.
Esto significa que lo general, lo que vincula el abedul en cuestión con otros abedules se une en la especie de “abedul”. Este grado
de comunidad es lo que se denomina “lo particular”. Y lo general que emparenta a todos los abedules con los árboles en general
en la familia de “árbol” es lo universal. Por consiguiente, “Leal” es lo singular, perro lo particular, y animal, lo universal; hidrógeno es
lo singular; gas, lo particular, y elemento químico, lo universal. Se establece así la siguiente relación: singular - particular -
universal.

Dicho esto, escucharemos, _n duda, una pregunta: “,Pero si en la propia naturaleza existe sólo lo singular, que se refleja en la
categoría de lo singular?, ¿Tiene la categoría de lo universal su analogía en la realidad? Si no la tiene, ¿no será lo universal una
simple creación de nuestro cerebro?”. La pregunta capta con acierto la dificultad existente en el propio planteamiento del problema
de lo singular y lo universal; un problema que no han podido resolver los filósofos que piensan metafísicamente, pues separan lo
singular dedo universal. Mas el quid de la cuestión está en que lo singular y lo universal se encuentran en relación indisoluble,
dialéctica. Por eso, sólo podremos comprender la respuesta a esta pregunta cuando aclaremos en qué consiste esa relación.

 DIALÉCTICA DE LO SINGULAR Y LO UNIVERSAL

Lo singular, lo individual no existe aislado de lo universal. Por ejemplo, un abedul concreto tiene una serie de propiedades
esenciales inherentes al árbol en general. Por tanto, se establece una relación indisoluble entre lo singular y lo universal: todo lo
singular es, de uno u otro modo, universal, y todo lo universal existe en lo singular. Los contrarios (lo singular es contrario de lo
universal) son idénticos: lo singular no existe mas que en esa relación que lleva a lo universal. Lo universal existe únicamente en lo
singular, a través de lo singular.

Así resuelve el materialismo dialéctico el problema de la relación entre lo singular y lo universal.


172
Los idealistas responden de otra manera. Tergiversan la dialéctica de lo singular y de lo universal. Platón, por ejemplo, afirmaba
que “lo universal”, es decir, “la idea”, existe con anterioridad a lo singular, con anterioridad a las cosas reales. Hegel y otros
idealistas objetivos expresaron el mismo pensamiento. Pero ustedes saben ya que eso es falso. Agrupamos las violetas en el
concepto general de “florecilla” únicamente porque todas ellas tienen algo común que las hace flores. Si no existiera eso en lo
singular, en la propia realidad, no existiera tampoco el concepto general. Lo universal existe en las cosas singulares. Nuestra
mente lo refleja, pero no lo crea.

No hay especies de animales o de plantas aparte de los animales y las plantas que existen en la realidad. Por lo tanto, lo universal
no puede ser lo primario. No puede ser tampoco, como hemos visto, una construcción de nuestro cerebro. Lo universal existe
objetivamente, en la propia realidad, mas no por sí solo, no separado de las cosas, sino en las propiedades comunes que poseen
las cosas y los fenómenos. Lo universal, pues, se refleja en nuestra conciencia pero no es creado por ella.

Por consiguiente, es imposible separar lo singular y lo universal. Lo singular contiene en sí lo universal, y lo universal existe
únicamente en lo singular (individual) y a través de ello.

 SIGNIFICACIÓN PRÁCTICA DE LAS CATEGORIAS DE LO SINGULAR Y DE LO UNIVERSAL

Es muy frecuente que la solución práctica de los problemas esté vinculada al análisis de las categorías de lo singular y lo universal.
Esto ocurre, sobre todo, cuando se trata de aplicar de manera concreta conceptos generales como las leyes de la ciencia.

Las leyes de la naturaleza y de la vida social se manifiestan siempre en cosas y fenómenos singulares, concretos, en la naturaleza
no existen “leyes en general”. Al mismo tiempo, los diversos objetos y procesos del mundo circundante, comprendidos también los
fenómenos sociales, tienen multitud de peculiaridades individuales, de rasgos irrepetibles específicos, originados por las
condiciones en que se manifiestan. De ahí que en la actividad práctica tenga la mayor importancia estudiar de manera concreta los
fenómenos singulares y las condiciones en que se producen.

Quizás pregunten ustedes: “,Para qué, entonces, estudiar las leyes generales? ¿No será mejor estudiar sólo las condiciones y
procesos concretos que nos interesan?”. Razonar así sería profundamente erróneo. En efecto, si recordamos que lo singular está
vinculado a lo universal y que lo universal revela la esencia de lo singular, estará claro que importa estudiar las leyes precisamente
porque nos dan a conocer los procesos y propiedades peculiares de todo un grupo de fenómenos.

En cada caso, utilizando el conocimiento de las leyes generalmente, los hombres aprovechan la experiencia de generaciones y
generaciones y no tienen por qué “descubrir” esas leyes una y otra vez. Por ejemplo, si han sido estudiadas las leyes generales de
desarrollo de la sociedad, no hay necesidad de “descubrirlas” de nuevo cada vez; lo único que hace falta es aplicarlas con acierto a
las condiciones concretas.

Habrán podido convencerse por cuanto queda dicho, de que en la actividad práctica no es posible guiarse únicamente por las tesis
generales, aplicándolas sin tomar en consideración las condiciones en que se desarrollan los fenómenos singulares. Sólo el
conocimiento de la dialéctica de lo singular y lo universal proporciona una orientación certera en la actividad práctica.

8.11 Contenido y forma

 ¿QUE SON EL CONTENIDO Y LA FORMA?

Cualquier objeto, fenómeno o proceso tiene determinadas peculiaridades cualitativas, rasgos esenciales. Su conjunto crea el
contenido del objeto dado.
173
Si tomamos una obra artística, su contenido será el tema fundamental que revela la esencia de las relaciones sociales expresadas
en ella. El contenido de una conferencia son las ideas principales expuestas en ella, lo que proporciona a los oyentes, lo que les
enseña.

Ahora bien, ¿puede el contenido existir por sí solo? Reflexionemos.

Imagínense ustedes que en el territorio de unas obras tienen ante sí todos los elementos, todo el “contenido” de una casa. ¿Podrán
decir, no obstante, que tienen ante sí una casa? Claro que no. La casa sólo existirá cuando sean montados debidamente todos los
elementos, cuando se le dé la forma correspondiente.

Como ven, el contenido debe ser formalizado, por así decirlo. No existe ni puede existir fuera de la forma correspondiente. Por
tanto, cualquier objeto o fenómeno posee, además de contenido, forma. La forma es la organización interna, la estructura del
contenido que hace posible su existencia.

Pero ustedes podrán preguntar: ¿Es que cambia el contenido de un libro por el hecho de que se modifique su forma, por ejemplo,
la encuadernación, el tipo de letra, etc.? No, no cambia. Entonces, ¿qué ocurre? Ocurre que existen formas diferentes: externas e
internas. La encuadernación de un libro o el color de un objeto constituyen la forma externa con relación al contenido. Más antes
nos referíamos a la forma interna.

La forma externa no influye de manera esencial en el contenido, no tiene importancia decisiva para él. En cambio, la forma interna -
por ejemplo, cómo se revela en un libro su idea principal o la correlación de los elementos de la casa y su tamaño, que le dan un
aspecto determinado— afecta directamente al contenido. En este caso se da forma al propio contenido.

Resulta, pues, que la forma y el contenido son un tildo único. En cualquier objeto o proceso se hallan siempre estrechamente
vinculados. ¿Qué papel desempeña cada una de estas categorías? ¿Qué es lo rector, lo determinante en esta unidad?

 EL CONTENIDO DETERMINA LA FORMA

La experiencia demuestra que cuando se trata, por ejemplo., del estudio, lo principal es el contenido, mientras que la forma debe
ser determinada en consonancia con él. Los seminarios, la labor individual, etc., son formas que se adoptan en consonancia con lo
que se estudia, con las peculiaridades de los alumnos y su preparación, es decir, con el contenido. Así ocurre siempre: el contenido
determina la forma.

Verán, por cuanto queda dicho, que la forma del objeto depende del fin a que está destinado, de su contenido, el cual desempeña
el papel determinante.

La dependencia de la forma respecto del contenido no significa que un contenido concreto pueda originar una sola forma. Así lo
muestran claramente los ejemplos de la vida social, en la que la forma es originada por el contenido, vinculado siempre a
determinadas condiciones históricas concretas. De ahí que no pueda haber una sola forma anquilosada.

Ustedes preguntarán: “Si la forma está subordinada al contenido, ¿no significará eso que no desempeña ningún papel y que puede
ser menospreciada?”.

 PAPEL ACTIVO DE LA FORMA

No, no se puede menospreciar la forma. Aunque depende del contenido, ejerce sobre él una influencia activa. Veamos un ejemplo.
Una persona da una conferencia sobre la situación internacional. Los hechos y datos que ha reunido son, actuales e
incontestables. Pero la forma de exposición es confusa, falta de interés, pesada. ¿Se reflejará esa forma en el contenido? Sin duda
alguna: éste llegará con dificultad hasta los oyentes y el conferenciante no logrará el fin propuesto. Otro conferenciante expone
esos mismos hechos de una manera viva, interesante, brillante. Y el resultado es completamente distinto. Los oyentes asimilan
bien lo que se les dice y el conferenciante consigue su propósito.
174
Resulta, pues, que no sólo el contenido influye en la forma, sino que, viceversa, la forma influye también en el contenido. Y esta
influencia puede ser doble. Si la forma corresponde al contenido, contribuye a su desarrollo como en nuestro segundo caso. Pero
si la forma no corresponde al contenido, lo dificulta, frena su desarrollo, como hemos visto en el primer caso, De todos modos, su
papel es siempre activo: influye en el contenido.

De los ejemplos expuestos se deduce que en la actividad práctica no debe atribuirse el, papel decisivo únicamente al contenido,
dando al olvido la actividad de la forma. Hay que tener en cuenta también el influjo inverso de la forma. Por ejemplo, las
conferencias deben ser no sólo buenas por el contenido, sino también brillantes e interesantes por la forma.

Nuestro lector dirá: “Está claro que la forma contribuye al desarrollo del contenido. Pero, ¿cómo entender que la forma frena el
contenido, si hemos dicho que se establece en dependencia de él y que existe unida a él? “.

 CONTRAIMCCIÓN ENTRE LA FORMA V EL CONTENIDO

No les será difícil entenderlo si tienen en cuenta que cualquier cosa se encuentra en desarrollo. Por eso, el contenido no
permanece nunca inmóvil, al mismo nivel, sino que se desarrolla. También la forma se desarrolla. Pero es más estable, menos ágil.
Se rezaga de su contenido. La forma y el contenido son contrarios. Y cuando esta oposición se desarrolla para convertirse en
contradicción entre una y otro, debe ser resuelta.

Todo nuevo invento nace inicialmente con la vieja forma, Por ejemplo, el primer automóvil era una copia exacta del antiguo coche.
La primera máquina de coser tenía “manos mecánicas”. Más llega un momento en que la vieja forma se convierte en un freno para
el desarrollo de las nuevas calidades de la máquina, para su contenido. La vieja forma del automóvil impidió que aumentara la
velocidad de su movimiento hasta que se dio al vehículo una forma aerodinámica.

El antagonismo entre la forma y el contenido no surge de pronto, sino que se desarrolla gradualmente. Al principio aparecen entre
ellos sólo pequeñas diferencias. Y no les será difícil comprender por qué: el contenido en desarrollo adquiere nuevos rasgos, pero
la forma no puede modificarse cada día y sigue siendo la misma hasta cierto momento. Sin embargo, las diferencias van
acumulándose paulatinamente y en una etapa determinada se transforman en oposición entre la forma y el contenido. Entonces
surgen ya entre ellos contradicciones, entran. en conflicto de hacer, antagónicos. Y esas contradicciones se resuelven en las
distintas esferas de la vida de una manera también distinta. El conflicto entre la forma y el contenido en el desarrollo social se
resuelve mediante la revolución en sus distintas formas.

Cuanto queda dicho nos permite llegar a una conclusión de importancia. En la actividad práctica no debemos aferrarnos en ningún
caso a unas u otras formas anticuadas de la vida social: hay que romperlas con audacia, manifestando verdadero espíritu de
innovación.

8.12 Esencia y fenomeno

 ¿QUE SON LA ESENCIA Y EL FENÓMENO?

La ciencia, la práctica, nos convence de que las cosas y los procesos que se producen en el mundo tienen dos aspectos: el
interno, oculto entre nosotros, y el externo, que podemos percibir. Cuando conocemos las cosas con ayuda de los órganos de los
sentidos, al principio percibimos únicamente algunos fenómenos aislados de las cosas en cuestión, sólo la relación externa que
existe entre ellas. Así conocemos lo que se encuentra en la superficie de los fenómenos, lo que más salta a la vista: únicamente su
nexo externo. Dicho con otras palabras: al principio aparece ante nosotros el mundo de los fenómenos.

Pero ni la ciencia ni la práctica humana en su conjunto pueden limitarse a la simple percepción y descripción de los distintos
fenómenos, hechos y acontecimientos. Su misión es descubrir las leyes esenciales, estables, de los fenómenos, su dependencia
causal, su nexo interno. Las leyes de la naturaleza y de la sociedad no se perciben directamente, no coinciden con los fenómenos.
Descubrir el desarrollo, sujeto a leyes, de los procesos significa conocer su naturaleza interna, es decir, penetrar en lo que funde
en un todo único los distintos fenómenos, en lo que constituye lo fundamental, lo principal, en ellos.
175
Los siguientes ejemplos les ayudarán a aclarar esta cuestión.

En el mundo existe multitud de organismos vivos, desde los protozoos hasta el hombre. Todos son diferentes. Pero tienen una
base común, algo que los une. Esta esencia consiste en que todos ellos son formas distintas de existencia de los cuerpos
albuminosos.

Tras la variedad de los fenómenos se descubre su esencia, es decir, su nexo interno, su base, las leyes que rigen su desarrollo.
Por eso “ley y esencia” son conceptos análogos (del mismo orden) o más exactamente, del mismo grado, que expresan el
ahondamiento del conocimiento de los fenómenos, del inundo, etc., por el hombre.

La expresión “profundizar en la esencia” significa precisamente la necesidad de comprender la base de los objetos, las leyes de los
procesos, el nexo orgánico interno entre los fenómenos, calar hondo en lo que hay de común, en lo que es más peculiar de toda
una clase de fenómenos, en las leyes de su desarrollo.

Como ven, la esencia es la expresión del nexo interno del mundo objetivo, es la base de la variedad de los fenómenos. El
fenómeno es la revelación de la esencia, la forma externa en que ésta se manifiesta. De ahí que la esencia no sea algo que existe
antes que los fenómenos e independientemente de ellos. La esencia y el fenómeno reflejan aspectos distintos de una misma
realidad: la esencia, los aspectos internos y fundamentales; el fenómeno, los aspectos externos e inmediatos

 NEXO Y CONTRADICCIÓN ENTRE LA ESENCIA Y EL FENÓMENO

¿Qué relación existe entre la esencia y el fenómeno? Advirtamos, ante todo, que representan una unidad irrompible. “La esencia
se manifiesta. El fenómeno es esencia.” No hay, por ejemplo, una línea divisoria infranqueable entre el contenido interno del
individuo y su manifestación externa en el comportamiento, en las acciones. Por eso se dice: “Al hombre se le juzga por sus actos.”
En ellos precisamente se manifiesta el contenido interno, la esencia. Lo mismo puede decirse de los actos de unos u otros grupos
sociales, clases y partidos.

En cada fenómeno se descubre la esencia, pero no por completo, sino “en una determinación suya, en uno de sus aspectos, en
uno de sus momentos.”

La unidad de la esencia y del fenómeno no debe ser comprendida como si coincidieran directamente. “Toda ciencia estaría de más
si la forma de manifestarse las cosas y la esencia de éstas coincidiesen directamente.” En ese caso, todo estaría en la superficie
de los fenómenos y podrían descubrirse de golpe y directamente las leyes que rigen el desarrollo de la naturaleza y de la sociedad,
Más no es así: para descubrir la esencia es imprescindible una grande y compleja labor de los científicos, ingenieros, agrónomos y
millones de trabajadores. El descubrimiento de la esencia requiere un análisis científico sobre la base de la práctica. Su experiencia
personal puede convencerles de ello. Es muy frecuente que el fenómeno, el aspecto externo de los acontecimientos, lejos de
coincidir con la esencia, incluso la tergiversen.

Nos parece, por ejemplo, que el Sol gira alrededor de la Tierra inmóvil. Mas esta apariencia está en contradicción con la esencia,
descubierta por el famoso científico polaco Nicolás Copérnico.

Como ven, en el proceso de la investigación científica penetramos en lo interno, en la esencia, a través de lo externo, a través del
fenómeno. Así resuelve la filosofía el problema de la concatenación de la esencia y el fenómeno. A esta solución se opone la
concepción idealista.

Los idealistas separan la esencia y el fenómeno. Ejemplo típico de ello es la filosofía de Kant, quien divide la realidad en el mundo
“de los fenómenos” y el mundo “de las esencias”. El mundo de las esencias -o, como él lo llama, “la cosa en sí”- es inaccesible
para nosotros: se encuentra el otro lado de los fenómenos.

Hegel resuelve de manera un tanto distinta el problema de la relación entre esencia y fenómeno. Critica a Kant porque separa
ambos con un abismo insuperable. Hegel ve el nexo existente entre la esencia y el fenómeno. Mas para él, la esencia no es el
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contenido interno del mundo objetivo, sino la “idea absoluta”, manifestada en él. A través del fenómeno no se revela la esencia de
la cosa, sino la idea absoluta.

8.13 Causa y efecto

Ustedes saben, a través de la experiencia, que ningún fenómeno surge sin causa, “de por sí”, sino que lo, engendran el desarrollo
precedente de dicho fenómeno u otros fenómenos. De la nada no surge nada. Todo fenómeno tiene su origen, lo que lo engendra.
Es precisamente lo que se llama “causa”. Lo que crea, produce o da vida a otro fenómeno recibe el nombre de causa. Lo que
surge bajo la acción de la causa se denomina efecto.

Así, pues, las categoría filosóficas, de “causa” y “efecto” expresan la relación existente entre dos fenómenos, de los cuales uno,
llamado causa, produce ineluctablemente el otro, denominado efecto; esa relación recibe el nombre de relación causal (o de causa
y efecto).

 RASGOS PRINCIPALES DE LA CAUSALIDAD

Cuando el vapor hace girar la rueda móvil de la turbina, la relación que surge entre la fuerza del vapor y la rueda móvil existe
independientemente de nuestra conciencia, en la propia realidad, en la naturaleza. Este y otros ejemplos semejantes muestran que
cualquier relación causal es originada por cosas con existencia real. Por eso, uno de los rasgos más importantes de la relación de
causa y efecto es su carácter objetivo.

Los pensadores que sustentan la opinión de que en la naturaleza y en la sociedad existe la condicionalidad causal universal de los
fenómenos, la necesidad, la ley objetiva, independiente del hombre, se llaman deterministas. Los deterministas consideran que
todos los fenómenos de la naturaleza vienen condicionados por una u otra causa, por unas u otras leyes. Todo lo que ocurre en el
mundo es necesario precisamente porque está determinado, como dicen los filósofos.

Los deterministas han luchado a lo largo de toda la historia de la filosofía contra la negación de la causalidad, contra el
indeterminismo. Los idealistas de las distintas corrientes y tendencias parten de que el hombre crea la categoría de causalidad
para mayor “comodidad”, para “ahorrar pensamiento”, para poner orden en “el caos de fenómenos de la naturaleza”. Así, el
idealista subjetivo Berkeley intentó refutar, incluso, la idea de la causalidad. Lo mismo pretendieron hacer, en el fondo, Hume y
Kant, que negaron la existencia objetiva de la causalidad.

Ambos filósofos argumentan, como sigue, su tesis del carácter subjetivo de la causalidad. Una vela encendida, afirma Hume,
quema cada vez que la tocamos. Pero de eso no se desprende, segura él, que en lo sucesivo cause ineludiblemente una
quemadura. Un millón de veces ha ocurrido así, pero la vez millón y una puede ocurrir algo completamente distinto. El hecho de
que la quemadura haya sido originada hasta ahora por la vela encendida no significa que ésta sea la causa.

Se quiere hacer creer que estos dos fenómenos -la vela encendida y la quemadura- coexisten simplemente, pero que de ahí no
puede deducirse que exista entre ellos relación causal. Hume, naturalmente, no tiene razón. No juzgamos que las causas tomando
como base únicamente las observaciones. Las estudiamos sobre la base de la experiencia, de la práctica, las cuales revelan
convincentemente por qué, en virtud de qué, por ejemplo, el fuego quema necesariamente. La práctica, la experiencia, pone de
manifiesto la dependencia causal de los fenómenos.

Otro rasgo de la causalidad consiste en que tiene carácter universal, y la ley de la causalidad es ley universal del mundo material.
Esto significa que no existe un solo fenómeno que no esté subordinada dicha ley, que no existe un solo fenómeno que haya
surgido en contra de la ley de la causalidad y no tenga su correspondiente fuente material. Ustedes saben, sin duda, por
experiencia propia que la ley de la causalidad no conoce excepciones. Si ha ocurrido algo, busque la causa: sin ella no surge nada
en el, mundo. No es causal que el pueblo diga: “Donde fuego se hace, humo sale”, “Gallo que no canta, algo tiene en la garganta”,
etc.
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En la vida práctica buscamos siempre las causas de los acontecimientos. Por ejemplo, si se descubren serios defectos en la
calidad de la producción, buscamos sus causas. Suprimir las causas significa suprimir también los defectos originados por ellas; la
mala calidad de la producción.

De la propia esencia de las relaciones causales dimana otro rasgo: la causa tiene un carácter activo. Cuanto hemos dicho antes les
ayudará a comprenderlo con facilidad: puesto que la causa provoca el efecto, es un principio activo. Más esto no significa que el
efecto sea pasivo y no participe de ninguna manera en el proceso del desarrollo. Si la energía del Sol, el calor, actúa sobre un
trozo de lienzo mojado., el resultado es uno: el lienzo se seca. Si esa misma energía actúa sobre la cera, el resultado es otro: la
cera se derrite. Si la energía sola actúa sobre una planta, el resultado será también distinto: bajo su acción se producirán procesos
de importancia vital en la planta. De modo que la causa origina efecto .determinado sólo en su relación con otras cosas y
fenómenos. Por eso precisamente hablamos de relación causal.

En el mundo se establecen relaciones causales en cantidad infinita, pero no todas desempeñan el mismo papel. Entre ellas existen
las principales, las esenciales, que deben ser destacadas en primer término.

 CAUSAS ESENCIALES Y NO ESENCIALES

Aduzcamos un ejemplo. Se ha descubierto producción de mala calidad. Buscamos las causas. Puesto que en la producción son
múltiples los nexos y las relaciones, las causas son también, de ordinario, muchas. Sin embargo, el análisis muestra siempre que
existen causas esenciales, principales, es decir, que determinan todas las demás causas. En nuestro ejemplo pueden ser la baja
disciplina tecnológica y de producción el trabajo arrítmico, etc. En efecto, son ellas precisamente las que determinan todas las
demás: los trabajadores negligentes que entregan artículos defectuosos surgen donde la disciplina de la producción es baja. El
trabajo arrítmico es también causa de muchos males.

Tiene importancia aclarar la causa esencial porque ello permite influir de modo decisivo sobre el efecto dado. Más esto no significa
en modo alguno que se puede prescindir en mayor o menor grado de las causas no esenciales.

 INTERACCIÓN DE CAUSA Y EFECTO

Puesto que la causa provoca el efecto, entre ellos existe un nexo determinado. Pero no debe entenderse de manera unilateral: sólo
como la influencia de la causa en el efecto. Ahora bien, ¿influye el efecto en la causa? No se puede responder acertadamente a
esta pregunta si se separan los contrarios: la causa y el efecto.

Un fenómeno, razonan algunos, puede ser o causa o efecto. Si actúa como causa, no puede ser ya efecto. Ven aquí la causa y allá
el efecto, pero al margen de su relación mutua, al margen de la unidad dialéctica.

Es claro que esa opinión es equivocada. Entre la causa y el efecto se establece la interacción. ¿En qué consiste? Veámoslo con un
ejemplo. La materia, la existencia, origina la conciencia; pero la conciencia, a su vez, influye en la existencia, actúa sobre ella. Por
tanto, la interacción consiste en la interdependencia de la causa y el efecto, en que influyen la una sobre el otro, y viceversa.

“Pero -preguntarán ustedes- ¿no significará eso que la causa y el efecto se condicionan mutuamente en igual medida?” No, pues la
causa desempeña siempre el papel decisivo en la relación de causa y efecto. Es precisamente la causa la que determina esa
relación, en tanto que el efecto desempeña un papel importante, pero, de todos modos, secundario. Tiene gran importancia
comprender esto. No es indiferente considerar cuál es la causa de una determinada relación causal y cuál es el efecto, de la misma
manera que no es indiferente, por ejemplo, para la ciencia el problema de si es la materia la que determina la conciencia o
viceversa. Más esto no significa tampoco que se puede menospreciar la influencia del efecto sobre la causa.

Además de cuanto queda dicho, el concepto de interacción tiene un segundo sentido, como verán por el ejemplo siguiente. La
causa de la corriente eléctrica en el generador es la energía mecánica de la rotación, transformada en energía eléctrica. Pero la
energía mecánica tiene también, a su vez, una causa. Esta consiste, digamos, en la fuerza de la caída del agua. Resulta, pues,
que la energía mecánica de la rotación es, en un caso, causa y, en otro, efecto de otra causa: la fuerza de la caída del agua. Ahora
bien, la fuerza del agua, que actúa en este caso como causa, es también efecto. Ha sido provocado por la circulación del agua que
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tiene lugar en la naturaleza, gracias a la cual se mantiene un determinado nivel del agua en el río en que se encuentra la central
eléctrica, etc.

Analicen con detenimiento esta cadena de relaciones de causa y efecto y verán que es una cadena de fenómenos no aislados,
sino concatenados. Cada causa o efecto no deben ser examinados aisladamente, sino en conexión con los fenómenos que los han
originado o que han originado ellos. Entonces, un mismo proceso u objeto es a la vez causa y efecto. Es causa con relación al
fenómeno que ha provocado. Pero es ya efecto con relación al fenómeno que lo ha originado. Con esta concepción, la causa y el
efecto no son ya polos aislados, opuestos, sino eslabones de una compleja cadena de objetos y fenómenos de interacción. Así,
pues, en el mundo existe la interacción universal, consistente en que las causas y los efectos cambian constantemente de sitio; lo
que aquí o ahora es causa, se convierte allá o luego en efecto, y viceversa.

 LA CAUSALIDAD REFUTA LAS SUPERSTICIONES

No se puede considerar que un fenómeno sea causa de otro por el solo hecho de que lo preceda en el tiempo. Sin embargo, este
error es bastante frecuente. Y todas las supersticiones se basan en él.

Los supersticiosos vinculan los fenómenos con la relación de causa y efecto, partiendo de los rasgos externos, basándose
únicamente en que existe entre ellos cierto nexo en el tiempo. Si un gato negro cruza la calle delante de una persona y ésta sufre
después algún contratiempo, se saca la conclusión de que el gato es la causa del contratiempo. Este último se ha producido
después de aparecer el gato, y de ello se llega a la errónea conclusión de que el contratiempo es efecto de la aparición del gato,
aunque entre estos dos fenómenos no haya ninguna relación interna profunda, y sólo se trate de una simple coincidencia en el
tiempo. Es decir, los supersticiosos hablan de relación causal entre los fenómenos allí donde no existe en absoluto.

Nicolás Chernishevski cita el siguiente ejemplo de la historia: “,En qué se basaban los auspicios (predicción por el vuelo de las
aves) de los antiguos romanos? -pregunta-. Cierto día, antes de una batalla, escucharon el graznido de una corneja en el lado
derecho, y perdieron la batalla; en otra ocasión, escucharon el graznido de una corneja en el lado izquierdo, y ganaron la batalla.
La cosa está clara. . . coincidió, por consiguiente, existe una relación causal: el graznido de la corneja en el lado derecho provoca
derrota de las tropas, y en el lado izquierdo, le da la victoria.

Todas las supersticiones se basan en esta forma de inferencia”.

En el hombre desaparece el miedo, y junto con él la superstición, únicamente cuando comprende las causas reales, y no
supuestas, de los fenómenos. Un ejemplo: en su tiempo, los exploradores de África afirmaban haber visto “en el cielo” los jardines
del Paraíso, inmensamente extensos. A veces decían que habían visto en el cielo una nave aérea con marinos- fantasmas.
Después desaparecía todo, ¿Qué podría ser? Mientras se desconoció la causa, se hicieron toda clase de cábalas, a cual más
falsa. Pero los hombres de ciencia descubrieron más tarde las causas de tan inusitados fenómenos. Resulta que en los países
tórridos, cuando el tiempo es tranquilo, el aire se hace más denso y forma algo así como un espejo gigantesco. Y en este “espejo”
se reflejan los objetos que hay en la tierra o en el mar: jardines, buques, etc. Por eso, lo que vieron los exploradores no fueron los
jardines del paraíso, sino el reflejo de jardines existentes realmente en la tierra; no vieron una nave aérea, sino el reflejo de buques
que surcaban el mar. Bastó con encontrar las causas de estos fenómenos para que desapareciera el miedo supersticioso ante
ellos.

De este modo, el conocimiento de las causas desembaraza al hombre de las supersticiones.

El estudio de las causas nos ayuda asimismo a comprender uno de los fenómenos más interesantes de la naturaleza: la
conformidad existente en ella.

8.14 Causalidad y conformidad

Basta con echar una rápida ojeada al mundo circundante para descubrir en él una armonía, un ajuste maravilloso. No es casual
que se compare el mundo con el funcionamiento de un organismo perfecto, sorprende, sobre todo, la conformidad de la naturaleza
viva. He aquí algunos ejemplos. Muchas flores se abren al amanecer, y eso conforma muy bien con el fin: los insectos pueden
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recoger durante el día el néctar o el polen. Pero lo más sorprendente en este caso es que dichas flores se abren poco antes de
despuntar el alba, como “sabiendo” que unas horas después habrá de salir el Sol. Parece como si las plantas poseyeran una
especie de “memoria” del tiempo. Incluso si se las tiene durante cierto tiempo en la oscuridad, siguen de todas maneras,
cerrándose al anochecer y abriéndose al amanecer. La flor parece saber cuándo sale el Sol.

La conformidad, la “racionalidad” de la naturaleza se manifiesta también en la capacidad de adaptación de los animales y las
plantas’ a sus condiciones de vida, al medio ambiente. Es sabido que las aves pasan en el aire la mayor parte del tiempo. Y toda la
estructura de su cuerpo está adaptada para ello. Como si la naturaleza se hubiese señalado la tarea de cubrir el cuerpo de las
aves de modo que no aumente demasiado su peso y, a la vez, esté bien defendido del frío. Toda la estructura de las aves está
adaptada a facilitar su vuelo.

Hemos señalado únicamente algunos ejemplos de la conformidad de la naturaleza. El hombre no ha podido dejar de observarlos,
pues saltan a la vista. Por eso, la humanidad se pregunta desde tiempos inmemoriales: ¿Cómo explicarse estos sorprendentes
fenómenos de la naturaleza? ¿Cuál es su origen?

Los idealistas, son incapaces de explicar los hechos de conformidad y orden que encontramos a casa paso en la Naturaleza. Por
eso afirman que el surgimiento y desarrollo de todas las cosas de la naturaleza no está determinado por causas materiales, por las
leyes de la propia naturaleza, sino por el objetivo al que sirven, por el fin para el que están destinadas, por el por qué y el para qué
de su existencia.

Este punto de vista se denomina teleológico (del griego teleos, fin).

¿Es así, sin embargo? ¿Tiene la teleología algún sentido científico, por pequeño que sea? Vamos a saberlo.

Es preciso tener en cuenta, ante todo, que por mucho que insistamos en la pregunta de para qué, con qué fin ha surgido uno u otro
fenómeno, no daremos un solo paso adelante en el descubrimiento de su esencia. Para comprender un fenómeno hay que saber
en virtud de qué causas ha surgido, qué es lo que lo ha engendrado, a qué está vinculado. Sólo formulando la cuestión de por qué,
en virtud de qué causas tiene lugar la sorprendente conformidad que existe en la naturaleza, podremos comprender la esencia de
los fenómenos que se producen en el mundo. Pero el punto de vista teleológico está enfilado precisamente contra esta explicación
científica, causal, de los fenómenos de la naturaleza.

Cuando se descubren las causas verdaderas, objetivas, de los fenómenos que se producen en el mundo, queda demostrado de
manera convincente que en la naturaleza no existe ningún fin interno misterioso, ninguna fuerza racional superior.

He aquí un ejemplo evidente. ¿Quién no ha visto en verano, a la orilla del mar, insectos saltando habitualmente entre los guijarros
húmedos? Pero (le pronto se alejan del agua. Y no es causal: algún tiempo después se desencadena una tempestad. Parece como
si lo “supieran” de antemano. Los peces, antes de empezar la tempestad tratan de alejarse de la zona costera para no ser
arrojados a tierra. Desaparecen también las medusas.

Al analizar semejante conducta de los seres vivos resulta difícil rechazar la idea del carácter “milagroso” de tales fenómenos. Más,
cuando la ciencia descubre sus causas naturales, todo se pone en claro.

Se ha comprobado que cuando empieza una tempestad lejos de la costa, llegan a ésta, ondas sonoras, que se propagan a varios
miles de kilómetros, pero que el oído humano no puede captar. Por eso, la tempestad, inevitada muy lejos, se deja sentir mucho
antes de llegar a la cosa los animales marinos, a diferencia del hombre, captan dichas ondas, por lo que “presienten” la tempestad
y se refugian en lugares fuera de peligro. La “racionalidad” se basa en este caso en causas reales, naturales. Como hemos dicho
muestra que los hechos de la conformidad puede explicarnos inmediatamente la ciencia.

En el mundo no hay caos ni desorden precisamente porque está subordinado a determinadas leyes al orden natural porque se
desarrolla de acuerdo con las leyes de la materia en movimiento ¿Cómo explicar, por ejemplo, la conformidad de la naturaleza
viva? Darwin demostró que se efectúa por vía natural, sobre la base de las leyes de la naturaleza, de las causas naturales, en el
proceso de la evolución secular ha ido formándose esa conformidad, ese ajuste en la naturaleza viva que tanto sorprende.
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Darwin se dedicó a estudiar las causas y leyes verdaderas, objetivas, del desarrollo del mundo animal. Y consiguió descubrir el
secreto de la conformidad del mundo orgánico. La teoría de la selección natural de Darwin es la clave para comprender ese
secreto. En la naturaleza perecen millones de organismos por cada uno que se conserva. ¿Quién sobrevive? ¿Qué es lo que
decide el destino de los seres vivos? ¡La naturaleza misma! Sobre la base de las leyes inmutables del desarrollo de la propia
naturaleza, se resuelve el problema de quién debe vivir y reproducirse y quién debe perecer en la lucha por la vida. Resulta, según
la expresión de Darwin, una selección natural, pues se realiza sobre la base de causas y leyes naturales. Sobreviven los animales
y las plantas que se adaptan mejor a las condiciones del mundo circundante.

Por tanto, la lucha por adaptarse mejor a las condiciones de vida, o, lo que es lo mismo, la lucha por la existencia, tiene como
resultado la conservación ineludible de lo más perfecto, de las que se adapta mejor a las condiciones de existencia. De esta forma,
a lo largo de centenares de miles de generaciones surgen especies de animales y plantas cuya vida es muy racional en las
condiciones correspondientes. Y esta racionalidad ha cristalizado en el’ proceso de la evolución secular.

Tomemos, aunque sólo sea, el “presentimiento” de la tempestad, que tanto sorprende nuestra imaginación, por algunos animales
marinos. ¿Cuál es su explicación? Esta: en el proceso de la evolución han sobrevivido en la lucha por la existencia precisamente
los seres en los que ha aparecido la posibilidad de captar las oscilaciones sonoras y, de este modo, salvarse de la tempestad.
Tenían una inmensa ventaja sobre los animales desprovistos de esa posibilidad, lo que les hizo sucumbir en la lucha por la
existencia. Así, pues, por medio de la selección natural, apareció en la vida de esos animales lo que sorprende por su
“racionalidad” y “conformidad”.

Lo mismo debe decirse de la capacidad de las plantas y los animales de “medir” el tiempo con extraordinaria precisión y “concertar”
con él sus procesos fisiológicos. Esa capacidad se ha desarrollado en el proceso de la evolución secular como resultado de la
adaptación de las plantas y los animales a los cambios, sujetos a leyes, del medio ambiente en el tiempo.

La ciencia, al conservar la palabra conformidad, le ha dado un sentido nuevo. En vez del presunto fin, descubrimos las causas
verdaderas. La perfección, del mundo orgánico es un resultado inevitable y necesario de las leyes de la naturaleza, de causas
naturales.

Debe tenerse en cuenta que hay causas distintas, unas provocan fenómenos necesarios, otras, fenómenos casuales.

8.15 Necesidad y casualidad

En cierta ocasión, el sabio Becquerel pidió al famoso físico Pedro Curie una pequeña cantidad de radio para mostrárselo a los
estudiantes durante una conferencia.

Metió en un bolsillo del chaleco el tubo con radio. Varios días después descubrió en su piel en el lugar correspondiente al bolsillo
del chaleco, una mancha roja que recordaba por su forma el tubo de radio. Esta circunstancia casual sirvió de motivo para que se
estudiara la influencia de los rayos de radio en el organismo humano. Resulta entonces, que de no haberse producido ese hecho
fortuito, casual, la gente no sabría nada del efecto mortífero del radio. ¿Es cierto esto? Hay quien responde: “Sí, es cierto”.

Esas mismas personas aplican dicho punto de vista a nuestra vida, presentándola como una cadena de casualidades. “La
casualidad me ayudó, la casualidad me lo impidió”, oímos decir con frecuencia a quienes sustentan semejantes opiniones. Ven por
doquier a “Su majestad la casualidad”, sus caprichos y las sorpresas que trae consigo. El mundo y todo lo que ocurre en él es, a
juicio suyo, resultado de la acción de la casualidad.

Otros refutan tales afirmaciones y dicen: en la naturaleza no hay ni puede haber nada casual, puesto que todo ocurre en virtud de
causas y leyes conocidas. ¿Por qué Becquerel tomó radio para llevarlo consigo a una conferencia? Porque había llegado el
momento de hablar del radio a los estudiantes. Existía, por tanto, la causa correspondiente. La quemadura en la piel se produjo
también en virtud de una causa determinada: el radio actúa sobre el organismo y no podía dejar de actuar. Por consiguiente, no fue
una sola causa, sino toda una cadena de causas la que condujo a la quemadura, Esta fue un resultado necesario. No tuvo nada
casual.
181
Pero, ¿por qué se dice, entonces, de algunos acontecimientos que son casuales? Los partidarios del punto de vista antes expuesto
lo explican así. Los hombres que ignoran las causas de uno u otro acontecimiento afirman que es causal. Pero hasta buscar como
es debido y encontrar las causas que han originado dicho fenómeno para que la supuesta casualidad desaparezca y el fenómeno
resulte necesario, condicionado causalmente. Esta teoría fue defendida por filósofos como Demócrito, Espinosa y Holbach.

Existen, pues, dos opiniones. Unos dicen que en el mundo todo es necesario y no hay nada casual. Otros, por el contrario, afirman
que en el mundo todo es casual. ¿Quién tiene razón?

Por cuanto los partidarios del segundo punto de vista niegan la causalidad, la sujeción a leyes -y esto está en contra de los hechos
de la ciencia-, no tienen razón: el indeterminismo debe ser desechado.

En lo que se refiere a sus adversarios, a los deterministas, no se apresuren a llegar a la conclusión de que resuelven
correctamente el problema. Las cosas son algo más complicadas. El determinismo puede ser entendido de distinta manera. Hay
que distinguir entre el determinismo mecanicista y el determinismo dialéctico.

El rasgo característico del determinismo mecanicista consiste en que, reconociendo que en el mundo todo está condicionado por
causas sujeto a leyes, niega la existencia de la casualidad (como veremos más adelante, el determinismo dialéctico admite la
casualidad). Cuando los deterministas afirman que todos los fenómenos de la naturaleza tienen sus causas, que en el mundo no
ocurre nada sin causa, están en lo cierto.

Pero, ¿tienen razón cuando niegan la casualidad, basándose en que todos los fenómenos tienen sus causas? Claro que no. El
quid de la cuestión está en que tanto el determinismo mecanicista como el indeterminismo reconocen o la necesidad o la
casualidad. El problema se plantea así: o todo es necesario o todo es casual. Es un planteamiento metafísico corriente: o una cosa
u otro. Resulta, pues, que ambos puntos de vista son limitados, por cuanto separan la casualidad y la necesidad. ¿Cuál es la
solución correcta?

 ¿QUE ES LA NECESIDAD?

No dudamos de que la noche durará varias horas, luego saldrá el sol y llegará la mañana. No dudamos tampoco de que, por crudo
que sea el invierno, vendrá la primavera, la época de la renovación de la naturaleza.

Semejante seguridad se basa en la práctica, en la experiencia secular, en el conocimiento de las leyes de la naturaleza. La
sucesión del día y de la noche es debida al movimiento de la tierra alrededor de su eje, y la sucesión de las estaciones del año, al
movimiento de la tierra alrededor del sol.

La categoría filosófica de la necesidad sirve precisamente para designar esta interdependencia constante de los fenómenos. Es
necesidad no lo que existe, pero puede no existir, sino lo que debe existir obligatoriamente, ya que es originado por causas y nexos
profundos y, por ello, dimana de la propia naturaleza interna del fenómeno, de su esencia.

Por cuanto en el mundo todo tiene su causa, ¿existen las casualidades? Será bueno, también en este caso, empezar con un
ejemplo.

 ¿EXISTEN LAS CASUALIDADES?

En una fábrica enferman al mismo tiempo varios obreros. La casualidad frustra el cumplimiento del plan de producción. Un hombre
es víctima de una catástrofe automovilística: un accidente absurdo corta su vida. ¿Por qué calificamos de casuales semejantes
fenómenos?

Comparen estos hechos con los que hemos mencionado antes y denominado necesarios. Mientras que el fenómeno necesario es
preparado y provocado por toda la marcha interna del desarrollo, en virtud de lo cual no puede dejar de producirse, cuando nos
referimos a fenómenos casuales, hablamos, a la inversa, de algo esporádico, pasajero, que no tiene nada de inevitable.
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El acontecimiento casual puede producirse, pero puede también no producirse. ¿Era obligatorio, por ejemplo, que enfermaran al
mismo tiempo varios obreros de un mismo taller? ¿Es que la vida del hombre conducía a que se viera cortada inevitablemente por
una catástrofe automovilística? No, naturalmente. Tales hechos no pueden ser calificados de necesarios. Son casualidades. Toda
la marcha interna del desarrollo de dichos fenómenos no condujo a lo que sucedió.

Por consiguiente, para responder a la pregunta de si un fenómeno es casual o necesario, hay que aclarar si ha sido provocado por
causas m ternas o externas.

Por ejemplo, ¿es casual o necesario que una granizada arrase un trigal sembrado y cultivado de acuerdo con todas las reglas
aerotécnicas? es claro que el granizo tiene sus causas. Pero, ¿son ellas las que han conducido inevitablemente a la pérdida del
trigo en esa parcela? No, y veamos por qué.

El granizo no cae sin causas. Mas para esa parcela, fueron causas externas, pasajeras, no dimanantes de las condiciones
esenciales del desarrollo del trigo. Por eso, el propio fenómeno es casual. La pérdida de la cosecha no era en modo alguno
obligatoria. La acción del granizo con relación a la parcela en cuestión es casual.

Cuanto queda dicho muestra que la casualidad y la necesidad son contrarios. Ahora bien, ¿se puede sacar de ahíla conclusión de
que la casualidad y la necesidad no tienen nada en común?

 QUE HAY DE COMÚN ENTRE LA NECESIDAD Y LA CASUALIDAD

Los metafísicos razonan aproximadamente así: lo que es necesario no puede ser casual, y lo que es casual no puede ser
necesario. Incluso el sentido común ordinario parece sugerir esa conclusión. ¿Es así, sin embargo? Pensemos un poco.

Recordemos el ejemplo aducido antes. La quemadura que recibió Becquerel fue, en efecto, casual, pues si no hubiese colocado en
el bolsillo el tubo con radio, no habría habido quemadura. Pero veamos lo que se oculta tras esa casualidad. El radio se encontraba
antes en cantidad insignificante en el mineral de uranio. Por eso, su radioactividad sólo podía ser descubierta con grandes
dificultades. Las cosas cambiaron cuando los esposos Curie extrajeron radio puro del mineral. Entonces, su acción sobre el tejido
vivo debía ya manifestarse, tarde o temprano. Y se manifestó en el caso de Becquerel. De no haberse producido este caso, se
habría producido otro. Resulta, pues, que en la vida, en la realidad, hay mucho de común entre la casualidad y la necesidad, que
ambas están estrechamente vinculadas. Es imposible separarlas.

El nexo entre la necesidad y la casualidad se manifiesta también en que, en determinadas condiciones, pueden transformarse la
una en la otra. En un animal puede aparecer un nuevo rasgo (por ejemplo, lana más espesa) de modo casual. Esta casualidad
resulta muy útil en la lucha por la existencia: ayuda al animal que vive en el Norte a adaptarse mejor a las condiciones
circundantes. Este rasgo adquirido casualmente, se transmite después por herencia y al cabo de varias generaciones surge un
nuevo tipo de animal con la lana más espesa. Y entonces, ese rasgo de la especie se transforma de casual en necesario. La
casualidad es la forma en que se manifiesta y completa la necesidad.

Tras la casualidad hay que saber descubrir siempre la necesidad, las leyes que sirven de base a su surgimiento. Ni en la
naturaleza ni en la sociedad existen fenómenos casuales que no estén respaldados por uno u otro proceso necesario, sujeto a
leyes.

De lo dicho se deduce que en la naturaleza y en la sociedad no hay “sólo” fenómenos casuales. En la vida real, unos y otros
coexisten, se penetran mutuamente. La necesidad se manifiesta bajo la forma de casualidad. En el crecimiento de un árbol se
manifiestan determinadas leyes de botánica. Pero el hecho de que tenga un número concreto de hojas y, además, de que cada
una de ellas presente determinado tamaño y cierta forma depende de multitud de fenómenos casuales: cuántas gotas de agua han
caído sobre él durante el verano, qué vientos le han soplado, etc. Resulta que lo casual y lo necesario se entrelazan.
183
“Entonces -preguntarán- ¿no hay ninguna diferencia entre la necesidad y la casualidad?” Sí, hay diferencia. Pero hay que explicarla
correctamente. Los metafísicos ven esa diferencia en que un proceso necesario tiene una causa, en tanto que una casualidad
carece de ella. Más ustedes saben ya que ningún fenómeno puede producirse sin causa. Y el fenómeno tiene también su causa.
¿En qué consiste, pues, la diferencia?

Ya Hegel decía que la causa actúa en un proceso necesario como algo interno que le es inherente.. Para lo casual, en cambio, la
causa es algo externo con relación a ello. Pongamos un ejemplo. En los años 30 se desencadenó en el Japón, como en todo el
mundo capitalista, una crisis económica. Al mismo tiempo, el Japón sufrió un fuerte temblor de tierra que empeoró también la
situación económica del país. En este caso, causas económico-sociales provocaron la crisis con carácter necesario. El terremoto,
en cambio, actuó como un fenómeno casual, externo, con relación a los fenómenos que, lo suscitaron era un fenómeno necesario.

La necesidad del fenómeno casual dado, su condicionalidad casual residía en otra esfera del mismo: en lo geológico. Por eso se
dice que lo casual es necesario con relación a los fenómenos, a las causas que lo origina. La necesidad y la casualidad son
conceptos relativos.

Así, pues, la concepción dialéctica de la casualidad, aún reconociendo que en el mundo todo tiene causa, exige, sin embargo, que
se diferencie entre causas fortuitas o casuales, es decir, que podrían no existir, y causas necesarias, es decir, que dimanan de los
procesos internos de desarrollo de los fenómenos dados. De ahí que no todo fenómeno condicionado causalmente sea necesario,
como pensaban los deterministas metafísicos. El determinismo dialéctico, al reconocer que en el mundo todo está condicionado
causalmente, reconoce también la casualidad.

De lo dicho puede hacerse otra deducción muy importante. La necesidad determina la dirección principal, la tendencia del
desarrollo. La casualidad, por su parte, completa la necesidad en cada proceso con una serie de rasgos y peculiaridades
específicas y, por ello, engendra la forma en que se manifiesta. La ciencia dedica la atención principal a la manifestación de la
necesidad, de las leyes a que se ajustan los fenómenos en desarrollo, precisamente porque está llamada a revelar la tendencia de
su desarrollo.

La ciencia no puede darse por satisfecha únicamente con descubrimientos casuales. El científico debe investigar de modo que no
dependa de la casualidad, sino que llegue sin falta al resultado apetecido, no debe actuar a tientas, sino con conocimiento de
causa.

 LA LUCHA CONTRA LAS CASUALIDADES INDESEABLES

“Pero -objetarán ustedes-, ¿es posible hacerlo? Porque la casualidad es tuca categoría objetiva. ¿Cómo se puede limitar la acción
de lo que no depende del hombre?” En efecto, no siempre ni mucho menos, se consigue suprimir la casualidad, pero se puede y se
debe suprimir sus efectos indeseables. Por ahora no es posible, pongamos por caso, suprimir las casualidades relacionadas con
los caprichos de la naturaleza, que pueden conducir a la pérdida de la cosecha e incluso a la destrucción de los sembrados. Más
se puede limitar los efectos indeseables de las casualidades, partiendo de que estos efectos dependen de las condiciones en que
se manifiestan. De ahí que sea necesario crear condiciones en las que la acción funesta de las casualidades se reduzca lo mínimo
o se excluya por completo.

“Bueno -dirán ustedes-, esas casualidades pueden, en efecto, ser conjuradas. Pero, ¿cómo impedir que enfermen al mismo tiempo
varios obreros, como en el ejemplo antes aducido? ¿O cómo evitar los accidentes casuales?” También estas casualidades pueden
ser reducidas al mínimo: lo único que hace falta es crear condiciones en las que se reduzcan al mínimo estos casos o sus funestas
consecuencias. En todas las empresas deberían existir medios modernos de seguridad del trabajo que garantizaran condiciones
higiénico-sanitarias que eliminen los accidentes del trabajo y las enfermedades profesionales.

En distintos dominios de la ciencia y de la producción hay que tener en cuenta, con frecuencia singular, la acción de las
casualidades. Por ejemplo, durante la construcción de un dique o de puentes ferroviarios tiene importancia conocer el nivel máximo
del agua del río: el dique o el puente deben tener la altura y la resistencia correspondientes para que no sean destruidos por un
desbordamiento.
184
Sin embargo, no es tan fácil calcular ese nivel máximo del agua, ya que depende de muchas circunstancias casuales: la posible
cantidad de precipitaciones durante el invierno, la rapidez y simultaneidad de las corrientes que confluyen al río, la existencia de
bosques en las cercanías, el carácter de esos bosques y del terreno de la zona colindante, la dirección y la fuerza de los vientos. Y
sólo con una concurrencia desfavorable de estas circunstancias puede tener lugar el desbordamiento. Puede producirse cada
cincuenta o, quizá, cada cien años. Pero se ignora si ocurrirá mañana, dentro de un año o de un siglo. Al levantar un dique de la
resistencia correspondiente, el hombre reduce a la nada la fuerza destructora de la acción de esas casualidades.

Hay otro problema estrechamente vinculado a la categoría de la necesidad: es el problema de la libertad.

8.16 Necesidad y libertad

¿Merece la pena, hacer esfuerzos para dar vida a lo que debe llegar ineluctablemente como resultado de una necesidad histórica
natural?

A veces se formula esta pregunta de otro modo, a saber: ¿Es posible en general la labor activa y libre allá donde todo es necesario
y está sujeto a leyes?

Durante siglos han venido discutiendo en torno a esta cuestión los llamados fatalistas y voluntaristas.

8.17 Fatalismo y voluntarismo

Los voluntaristas atribuyen a la voluntad humana el papel decisivo en el desarrollo del mundo (y de ahí la denominación de ‘
voluntarismo”). Dan de lado las condiciones y leyes objetivas, la necesidad histórica. Entienden la libertad como la ausencia de
toda limitación de la voluntad humana. Más semejante opinión es equivocada. En el mundo no surge ni actúa nada sin causa. Por
eso, la voluntad humana no puede tampoco no depender de nada ni actuar a su arbitrio.

Los fatalistas (de la palabra latina “fatalis”, que significa fatal) caen en el extremo opuesto. Creen en el destino ineludible. Su fe se
basa en la idea de que todo lo que ocurre en el mundo está predeterminado y el hombre es impotente para cambiar nada.

Las concepciones de los fatalistas condenan al hombre a la inactividad. De atenerse consecuentemente al principio fatalista, los
seres humanos deben permanecer cruzados de brazos.

Por tanto, ambos puntos de vista -el voluntarista y el fatalista- son erróneos. Ambos enfocan de manera metafísica la solución del
problema, reconociendo o la libertad o la necesidad. O todo se realiza en virtud de la actividad libre del hombre, en cuyo caso no
puede haber necesidad, o todo es consecuencia de la necesidad, de las leyes, en cuyo caso no puede haber libertad. La libertad
es incompatible con la necesidad: tal es la base de semejante razonamiento.

¿Cuál es la solución justa del problema?

8.18 ¿Qué es la libertad? Su nexo con la necesidad

En la vida cotidiana se entiende frecuentemente por “libertad” lo que no está sometido a restricciones ni prohibiciones. Por eso se
piensa a veces que las leyes, la necesidad, excluyen la libertad: puesto que existe la necesidad, la sujeción a leyes, existen
también “limitaciones”, “obstáculos”, por lo cual no puede haber libertad. Por consiguiente, resolver el problema de la libertad
significa resolver el problema de si puede ser libre sometiéndose a las leyes de la necesidad natural.

Empecemos con un ejemplo. La conquista del Cosmos requiere que sea vencida la ley de la gravitación universal, que “encadena”
al hombre a la Tierra. Pero, ¿se puede hacer eso “sin tener en cuenta” dicha ley, en contra de ella, por así decirlo? No,
naturalmente.
185
Para que una nave espacial pueda ser puesta en órbita debe desarrollar una velocidad que haga su fuerza centrífuga mayor que la
fuerza de atracción de la Tierra (como ocurre con una velocidad de unos ocho kilómetros por segundo). Los hombres de ciencia
han logrado enviar naves al Cosmos no en contra de la ley de la gravitación “universal, sino estudiando a fondo su acción.

Cuando los científicos lanzaron un cohete a la Luna, se apoyaron, como es natural, en la ley de la gravitación universal.
Comunicaron al cohete una velocidad rigurosamente determinada, gracias a la cual venció la atracción de la Tierra. Después, la
fuerza de atracción de la Luna obligó al cohete a “alunizar”. Reflexionemos sobre este ejemplo. Muestra convincentemente hasta
qué punto carecen de razón quienes dicen: “Perderemos nuestra libertad si nos sometemos a las leyes, a la necesidad”, y tratan de
encontrar caminos que les permitan dar de lado dichas leyes, dar de lado “la necesidad que restringe la libertad”. Quienes
proceden de tal suerte entienden por libertad el liberarse de las leyes objetivas. Más no es así.

Nuestro ejemplo muestra que los hombres de ciencia no han actuado contra la necesidad, sino en consonancia con ella, con las
leyes de la naturaleza. Han adquirido su libertad, su poder sobre la naturaleza, porque han conocido y utilizado las leyes de ésta, la
necesidad natural. Y han logrado éxitos notables. Francisco Bacon decía, que a la naturaleza se la puede vencer únicamente
sometiéndose a ella y a sus leyes.

¿Dónde, en qué caso se manifiesta la verdadera libertad: allá donde “no se reconoce” ninguna ley o allá donde las leyes son
conocidas y utilizadas? La respuesta está clara: allá donde se conocen y utilizan las leyes. La necesidad es ciega en tanto no es
conocida. Pero si conocemos la necesidad, la ley, y sometemos su acción a nuestros intereses, entonces nos hacemos dueños de
la naturaleza. “La libertad no reside en la soñada independencia antes las leyes naturales, sino en el conocimiento de estas leyes y
en la posibilidad, basada en dicho conocimiento, de hacerlas actuar de un modo planificado para fines determinados”.

Así, pues, la actividad libre de los hombres no consiste, como suponen, los voluntaristas, en que no tengan en cuenta las leyes, los
procesos objetivos, y procedan como les venga en gana. La libertad del hombre consiste en el conocimiento de las leyes de la
naturaleza y de la actividad práctica. La libertad del hombre no puede rebasar los límites de la necesidad.

-¿De qué actividad libre puede hablarse si está “restringida” por la necesidad? -se pregunta a veces-. De todas maneras, en este
caso domina la necesidad, pero el hombre es libre sólo cuando puede elegir cualquier solución para su actividad sin tomar nada en
consideración.

Más de eso se trata precisamente: de que tal libertad no existe. La siguiente parábola lo ilustra con claridad.

Un día entablaron discusión la Veleta y la Aguja Imantada de la Brújula.

-Yo soy libre. Giro adonde quiero, hoy a un lado, mañana a otro, -se jactaba la Veleta-. Pero tú, por muchas vueltas que se te dé,
siempre te clavas en el mismo sitio.

- ¡Qué libertad puedes tener tú! -objetó la Aguja Imantada-. No te mueves de un lado para otro por propia voluntad. Te empujan los
vientos. Y por eso giras. Tu libertad es bien corta: de un viento a otro. Sobre ti influye el primer vientecillo cercano, en tanto que yo
apunto hacia la lejanía que me llama. Soy fiel a una atracción, a la cual responde invariablemente todo mi ser magnético. No
dependo de los caprichos del tiempo y sigo siempre la misma dirección. Y por ella se encuentra en todas partes la ruta certera.

Reflexionen sobre el sentido de lo que acabamos de decir y se convencerán de que la libertad no puede ser comprendida en modo
alguno como la elección de cualquier solución para la actividad propia “sin tomar nada en consideración”. Porque también la Veleta
considera que gira por su voluntad, aunque la realidad es que la empujan los vientos.

Hay intelectuales que creen haber elegido con absoluta “libertad” su modo de pensar, que sus deseos y costumbres son resultado
de la “libertad individual”. Pero, en realidad, son esclavos de las condiciones en que viven, de los instintos de propietario privado
cultivados por todo el género de vida. No tienen ni un ápice de “libertad ndividual” en el sentido en que la interpretan. Todo está
sometido a la necesidad. Esta necesidad se manifiesta como fuerzas sociales ciegas. Por eso precisamente se las puede comparar
con los vientos caprichosos de que se habla en la parábola citada.
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Otra cosa es la libertad basada en el conocimiento de la necesidad. En él, las leyes no actúan ya como fuerzas sociales ciegas. La
actividad de los hombres se basa en un profundo conocimiento de las leyes de desarrollo social.

 LA NECESIDAD Y LA ACTIVIDAD HUMANA

En la sociedad, todo lo que existe es obra del hombre, de su actividad laboral, productiva.

“Entonces -preguntarán ustedes-, ¿resulta que la necesidad social depende de los hombres, que son ellos quienes la crean?” No.
Los fenómenos sociales surgen al margen de la voluntad y los deseos de los hombres, sobre la base de las leyes del desarrollo de
la producción material. La necesidad en la sociedad es tan objetiva como la necesidad en la naturaleza. Pero, como han visto ya,
existe también una diferencia esencial. En la naturaleza, la necesidad no presupone la actividad de los hombres. En la vida social,
en cambio, la actividad de los hombres figura entre las condiciones indispensables para que la necesidad se manifieste y realice.

CUARTA UNIDAD

TEORIA DE LA VERDAD
M. Rosenthal “Fundamentos de Filosofía”
Editorial Grijalbo, S.A., México, 1970.

Síntesis hecha con propósitos docentes, sin cambio en la esencia del documento original.

Después de revisada la cuestión del camino que conduce al conocimiento de la verdad, las etapas y los peldaños de ese camino,
así como los medios a través de los cuales llega a conocerla, surge una nueva cuestión de importancia. Digamos que se ha
alcanzado una meta –conocer la verdad u otra-; pero, ¿se puede considerar cada una de ellas como definitiva aunque haya sido
confirmada por la práctica?

La respuesta es terminantemente negativa y puede provocar la perplejidad de cualquiera. Ya se demostró que los conocimientos
confirmados por la práctica son verdaderos. Esto es así sin que se pueda negarlo; pero ¿son éstos conocimientos la verdad
definitiva y entera? Ahí está la cuestión.

Tomemos un ejemplo. Hace 20 años, los constructores de aviones bregaban por obtener unos aparatos que volaban a la velocidad
de 300.a 500 kilómetros por hora. La práctica confirmó que ello era posible. Por consiguiente, la teoría como los conocimientos que
ayudaron a construir éstos aviones, eran sin duda verdaderos.

Admitamos ahora que hubiésemos aceptado esta verdad como definitiva y completa; pero ya se sabe que ahora se están
construyendo aeroplanos cuya velocidad excede en mucho lo anterior. Muchos aviones a reacción son supersónicos (el sonido
atraviesa en un segundo mas de 330 metros, es decir, tiene una velocidad superior a 1,200 kilómetros por hora). ¿Cómo
quedamos entonces, con la verdad que hemos considerado “definitiva” y “compleja”?

Este ejemplo demuestra cuan erróneo y perjudicial sería considerar que algunas verdades son definitivas y complejas.

¿De qué se trata entonces? Se trata de que la práctica misma se desarrolla, se modifica, da nuevas posibilidades de conocimiento
que no podía conceder anteriormente. La ciencia también se desarrolla creando posibilidades de un mas profundo conocimiento de
los fenómenos. Cuando era verdad que los aeroplanos podían volar a una velocidad de 300 a 500 kms. por hora, esta verdad se
apoyaba en la práctica de entonces, en el nivel de muestreos conocimientos; pero la técnica industrial, la técnica de producción y
nuestros conocimientos no se detienen, sino que se desarrollan continuamente en su impulso de aceleración. Es claro que, a
consecuencia de ello muchas verdades no pueden considerarse ni definitivas, ni eternas.
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Las nuevas posibilidades prácticas y científicas nos permiten internarnos cada vez más en el camino del conocimiento de la
naturaleza. Algo de las viejas verdades sabidas antaño resulta incierto, inexacto a la luz de los nuevos datos y la ciencia rechaza
esas inexactitudes. Muchas cosas quedan confirmadas por la marcha ulterior del conocimiento perfeccionándose y ganando en
profundidad, exactitud y concepción.

Por lo que antecede vemos que no tenemos el derecho de considerar como eterna a cada verdad alcanzada. Es indudable que hay
verdades que podrían llamarse eternas o inmutables, por ejemplo, que la gente nace y muere, es una verdad eterna. También es
verdad eterna que las aves vuelan porque tienen alas. Tales verdades “definitivas” hay muchas, pero se entiende fácilmente que
son verdades muy simples. La ciencia y la vida práctica tropiezan a cada paso con verdades más complejas que ni se conocen ni
pueden conocerse de inmediato. Muchas verdades toman siglos si no milenios para hacerse conocer.

Por supuesto, también entre las complejas verdades científicas, hay algunas que podrían considerarse definitivas. Semejantes
verdades son por ejemplo, las tesis científicas de que la materia es primaria y la conciencia secundaria, que el mundo consiste en
materia en movimiento. Pero ha de recordarse que NUESTRAS REPRESENTACIONES CONCRETAS HASTA CUANDO SE
TRATE DE FENÓMENOS YA CONOCIDOS EN NUEVAS CONDICIONES HISTÓRICAS, SE AHONDAN MERCED A LOS
NUEVOS DATOS PRACTICOS, GANANDO EN EXACTITUD Y FRECUENTEMENTE MODIFICANDOSE DE MANERA
SUSTANCIAL, ESTO ES LA LEY DEL CONOCIMIENTO.

Citemos un ejemplo: Desde la antigüedad mas remota, los pensadores materialistas de vanguardia defendían firmemente la
doctrina de que el mundo consiste en materia; pero sus representaciones concretas, sus conjeturas sobre la materia misma tenían,
desde el punto de vista de nuestros conocimientos actuales, un carácter ingenuo. Así unos suponían que todo consiste en agua,
otros aseveraban que todos los fenómenos naturales están originados por el fuego, y así por el estilo.

Hace 2,000 años el filósofo materialista griego Demócrito, hizo la suposición de que las cosas circundantes y hasta los seres
humanos están formados por íntimas partículas invisibles de materia, que llamó átomos. En griego “átomo” significa “indivisible”.
Según estos conceptos los átomos son las partículas ínfimas e indivisibles de la materia.

La genial suposición del pensador de la antigüedad fue luego confirmada por el ulterior desarrollo de la ciencia. Sin embargo, la
ciencia no ha confirmado completamente que todo consta de átomos y ha rechazado muchos conceptos equivocados sobre el
átomo, que inevitablemente tenía el sabio de la antigüedad; la ciencia ha precisado, ahondado la doctrina de la materia.

A fines del siglo XIX, muchos sabios pensaban que se había logrado la verdad definitiva sobre el átomo, pero pronto se produjo
una verdadera revolución en los conceptos sobre la estructura de la materia. Durante más de 2,000 años se consideró que el
átomo es realmente indivisible, es decir, que no se le podía dividir en partes materiales aún más pequeñas. Resulto que no era así.

Se estableció que los átomos, por más pequeños que fuesen por su volumen, estaban compuestos por partículas más pequeñas.
Ahora se sabe que existen partículas de materia ínfimas como los electrones, los protones, los neutrones y otros pero ¿acaso lo
que hoy sabemos sobre la estructura de la materia es ya el límite del saber, la verdad definitiva y completa?

Después de todo lo dicho, es claro que sería erróneo considerar nuestros conocimientos de hoy como un límite del desarrollo.
Conocemos incomparablemente más de lo que se sabía hace 50 a 100 años; pero dentro de algunos decenios se sabrá mucho
mas sobre la estructura de la materia de lo que sabemos ahora, puesto que las posibilidades del conocimiento son ilimitadas y la
ciencia se desarrolla cada vez con mayor aceleración.

Así son las cosas con muchas verdades científicas completas. Este ejemplo demuestra cómo se desarrollan nuestros
conocimientos; apoyándonos en la práctica en permanente desarrollo, en los conocimientos acumulados, estamos ahondando y
perfeccionando nuestras representaciones sobre la naturaleza, revelamos sus nuevas propiedades y peculiaridades. Cada nuevo
paso en esta trayectoria libera nuestro entendimiento de lo que había en el de incierto y confuso y añade nuevos granos de verdad
objetiva a nuestros conceptos sobre el mundo.

Ello significa que la verdad científica tiene, como dicen los filósofos, un carácter relativo, que es una verdad RELATIVA. Así parece,
porque hay que RELACIONARLA vinculándola con las condiciones históricas, con el nivel de la práctica y del saber sobre los
cuales está fundada.
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Sin embargo, esta relatividad de las verdades científicas no excluye que contengan elementos que no puedan ser suprimidos por el
ulterior desarrollo de la práctica y el conocimiento. La verdad que no puede modificarse por el ulterior desarrollo del saber se llama
verdad ABSOLUTA.

Por ejemplo, la premisa de que la materia está construida por átomos y que estos constituyen núcleos –son parte de la verdad
absoluta- tal como se le considera en las actuales concepciones de la estructura de la materia.

Por eso, TODA VERDAD AUTENTICAMENTE CIENTIFICA CONTIENE ELEMENTOS DE LA VERDAD ABSOLUTA Y
COMPLETA.

Es muy importante tenerlo en cuenta, porque sería un craso error suponer que la verdad científica tiene un carácter solamente
relativo. Existe una teoría idealista que considera que las verdades científicas son únicamente relativas y no contienen en si
ninguna porción de verdad absoluta. Esta teoría se llama relativismo (del latín “relativus”). El relativismo es una teoría
profundamente errónea y perjudicial.

Por la relatividad de las verdades científicas esta teoría entiende, no que la verdad no puede conocerse de inmediato entera y
definitivamente, sino que interpreta la relatividad de los conocimientos como la imposibilidad de conocer las verdades objetivas, es
decir las verdades que reflejan correctamente a la naturaleza. En realidad esta teoría no se diferencia del agnosticismo, de la
misma negación de la facultad de conocer el mundo.

En efecto, puesto que tenemos la capacidad de reflejar la naturaleza, nuestros conocimientos, las verdades logradas por la ciencia
han de contener siempre partículas de la verdad absoluta; y, cuanto mas se desarrollan las nociones, tantas mas de estas
partículas de verdad absoluta contendrán las verdades científicas. Ello no significa que podamos llegar alguna vez a un
conocimiento que esté completamente agotado, pues semejante momento, semejante límite no existe y no puede suceder, ya que
la naturaleza y la vida social no están estacionadas. Están en eterno proceso de desarrollo, lo que obliga a nuestras nociones a un
movimiento de continuo avance y desarrollo, puesto que, como ya sabemos, el conocimiento humano es el reflejo de la realidad
circundante.

Para conducir exitosamente la actividad práctica, hay que tener nociones correctas sobre las condiciones circundantes. Estas
condiciones suelen alterarse y a veces lo hacen con bastante rapidez. Si nuestro raciocinio no sigue estas mutaciones y no las
refleja, caemos en el engaño con toda nuestra actividad práctica. El humorismo popular en un famoso cuento que ridiculiza a un
tonto, se ha mofado de las personas que obran sin tener en cuenta las circunstancias. El héroe del cuento se puso a bailar al
encontrarse con un entierro y fue castigado por su alegría. Luego en su deambular encontró un casamiento alegre; nuestro héroe
se puso a sollozar amargamente suponiendo que aquella verdad que le habían inculcado antes serviría para todas las
circunstancias de la vida. Otra vez lo castigaron.

Toda verdad merece ser considerada en íntima relación con las circunstancias del momento. Lo que puede ser correcto en unas
circunstancias dadas, puede ser erróneo y falso en otras ocasiones. ¿Cómo responder a la cuestión de si está bien o mal que este
lloviendo? Es claro que una contestación correcta depende de las circunstancias. Al contrario, si hubo mucha lluvia, es perjudicial.
Si hace mucho que no llovía, si hay sequía, la lluvia será bienvenida.
Este ejemplo explica por que la teoría del conocimiento enseña que la VERDAD NO ES ABSTRACTA SINO CONCRETA. La
verdad abstracta, es la que no toma en cuenta las circunstancias concretas a las cuales se adapta. La verdad concreta es la que
refleja fielmente a las circunstancias, y se basa en hechos firmes.

 DOGMATISMO

¿Y qué es el dogmatismo? El dogmatismo aborda la verdad como si fuera algo inmutable, no sujeto a comprobación, indiscutible.
No le importa que la realidad evolucione, que las condiciones cambien y que nuestros conocimientos hayan de perfeccionarse,
profundizarse, enterarse de lo nuevo que produce la vida. Generalmente conocer mal la vida no saber aplicar sus conocimientos.
Se aferra a lo caduco, teme las innovaciones y el progreso, y no contribuye al movimiento acelerado del conocimiento, sino que lo
frena, con su actitud conservadora.
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El ejemplo que sigue pone de manifiesto el enorme daño que infringe el dogmatismo a la ciencia y a la práctica. El renombrado
sabio Williams elaboró un sistema de plantaciones herbáceas según el cual los sembrados de plantas perennes mejoran la calidad
del suelo y contribuye a mejoras las cosechas. El sabio asentó sus deducciones sobre sus estudios en la zona central de un país
europeo y su falla consistió en recomendar el procedimiento, sin tener en cuenta las diferencias climáticas del mismo país.

En vez de adoptar la teoría de Williams de manera constructiva, se empezó su aplicación en forma dogmática, sembrando plantas
perennes donde las condiciones del suelo y del clima no lo exigían y por ende con resultados sin relieve. Enormes áreas fueron
sembradas con plantas perennes, reduciéndose las siembras de cereales y otros cultivos que habían aportado antes excelentes
cosechas. Esta aplicación dogmática de una teoría, acarreó muchos perjuicios a la economía agrícola.

Así es que la teoría del conocimiento enseña que las VERDADES CIENTIFICAS NO SE CONOCEN EN FORMA INMEDIATA Y
DIRECTA Y, EN LA MAYORÍA DE LOS CASOS, NO PUEDEN CONSIDERARSE DEFINITIVAS; SE DESARROLLAN, SE
AHONDAN APOYADAS EN EL CRECIMIENTO DE NUESTROS CONOCIMIENTOS Y DE NUESTRA ACTIVIDAD PRACTICA.

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