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Por HÉCTOR A. LAROCCA
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La administración por valores constituye una fuerte corriente contemporánea del
pensamiento y la acción, llevada a cabo por organizaciones que hacen hincapié en
un conjunto de principios que ellas toman como irreversibles y llevan a la práctica co-
tidiana, y que constituyen por sí mismos fortalezas, que agregan valor competitivo.
En la Compañía de Jesús (congregación que hoy tiene amplia repercusión en todo
el mundo, la de los jesuitas) se abordó desde el origen un conjunto de criterios, que
hoy forman parte sustantiva de las teorías administrativas.
Adopción de decisiones
Cuando los primeros diez compañeros deliberaron sobre la conveniencia o no de orga-
nizarse como orden religiosa, adoptaron la siguiente metodología:
1. Cada uno procuraba encontrar la paz interior. Se comprendía que no es con-
veniente tomar decisiones sobre un hecho adverso en estado de fatiga o per-
turbado por cualquier circunstancia. Estas adversidades perjudican la toma
de decisión; hoy llamaríamos a esa situación “trabajar bajo presión”, “estrés”,
etcétera.
2. Ninguno de ellos hablaría con los otros sobre el punto de deliberación, “a fin de
que ninguno fuese arrastrado por la persuasión del otro”. La confrontación de
opiniones vendría después; en primer lugar, el punto de vista personal, ejerci-
do libremente, el respeto a uno mismo para respetar a los demás, “el otro”. La
importancia de esto radica en que siempre, en todo grupo o equipo de conduc-
ción, hay sujetos dominantes que anulan el aporte de los demás.
3. Ante la necesidad de resolver un inconveniente, cada cual se imaginaba co-
mo un ser ajeno al grupo, para no quedar condicionado efectivamente en un
sentido o en otro a la hora de optar por una alternativa. Se procedía como si
estuvieran analizando el problema de una empresa ajena, no de la propia. Así
se logra una visión más objetiva e imparcial del problema a resolver.
4. Fijaron un día para examinar todas las razones en contra de la constitución
de una orden religiosa, y otro día para analizar todas las razones a favor. Hay
directivos que adoptan decisiones sin conocer todas las objeciones en con-
tra, porque no les agrada oírlas o porque sus subordinados no se atreven a
exponerlas. Esto es hoy participación efectiva, libertad de pensamiento y de
expresión, metodología de razonamiento para arribar a la mejor solución. No
hay “portación jerárquica”.
Delegar autoridad
Decía San Ignacio que el superior general, para gobernar bien, debe tener buenos
auxiliares que se ocupen de los negocios particulares y a quienes se pueda dar mu-
cha autoridad: “Regla suplentísima que hace que el gobierno no sea una máquina,
sino una organización viva de personas”.
En este sistema, el superior más alto es el que menos aparece y por lo mismo
ha de ser humilde y ha de ir comunicando su autoridad con amor y confianza, sin
temor de que esto le quite prestigio ni perjudique a los negocios particulares, los
cuales piden siempre conocimientos de muchas menudencias, que no llegan a las
altas esferas de la organización.
El padre González de Cámara, quien fuera secretario de San Ignacio, cuenta que,
cuando el fundador mandaba a alguno a tratar negocios de mucha importancia,
después de darle las instrucciones necesarias, añadía: “Pero yo quiero que vos allá
Motor universal
En una carta al provincial de Portugal, Diego Miró, que tenía un ansia excesiva por
controlar y dirigir todo, San Ignacio le dice que no es oficio del provincial “tener cuen-
ta tan particular con los negocios”.
Aun cuando tuviese para ellos toda la habilidad posible, es mejor poner a otros en
ellos: “Para la ejecución no os impliquéis, antes, como motor universal, rodead y
moved a los motores particulares, y así haréis más cosas y mejor hechas, y más
propias de vuestro oficio”.
En este caso, el término “motor” no tiene la acepción de máquina, sino la de fuente
de iniciativa, de creación (por ello, el atributo de creador a Dios).
Una empresa no puede conformarse con ser una máquina bien aceitada. Debe ha-
ber un orden, pero las personas no son engranajes. Con ello impugnamos la expre-
sión de perfección contemporánea “Esta empresa es un relojito”.
Una de las razones centrales por las que San Ignacio dejaba tanta libertad a sus
colaboradores era que los hombres hacen naturalmente con mayor gusto aquellas
cosas que tienen por más propiamente suyas. Ése es el camino para “personificar”
o, dicho de otro modo, “humanizar” una empresa.
Las herramientas modernas de gestión por competencias y la exploración de las ca-
pacidades potenciales de la gente, así como también la gestión de oportunidades,
incrementan las capacidades de la organización a través de sus personas.
Poder y saber
Otra razón indicada para la delegación de autoridad es la siguiente: “Para todo
buen gobierno es menester que haya poder y saber, de otra manera quedan es-
tas dos partes del todo separadas; porque al superior universal que tiene el poder
no le es posible tener el saber particular de cada cosa, ni en lo teórico ni en lo
práctico. Y el superior inmediato que toca y palpa las cosas con las manos no tiene
poder para ejecutarlas por sí”.
Selección de personal
Para poder delegar mucha autoridad, San Ignacio ponía gran cuidado en la “selec-
ción de personal”.
Temía la mediocridad y la “turba”, que después resultarían un peso muerto. Pero
no como una posición elitista que despreciara a la muchedumbre, sino todo lo con-
trario; él se ocupaba personalmente de dar de comer a los pobres, lavar a los en-
fermos, catequizar a la gente simple, atender a las prostitutas. No obstante, para la
responsabilidad de conducción, buscaba a los de gran “ánimo y liberalidad”.
Ignacio imaginaba a su Compañía como una asociación en la que cada uno tiene
algo importante que hacer. Importante porque lo hace él, empleando a fondo su crea-
tividad, es decir, iniciativa y participación.
Trabajar en la enfermería podía ser poco brillante, pero Ignacio quería que le infor-
maran dos veces al día del estado de los enfermos en casa: “Porque en una socie-
dad de amigos como él concibe a la Compañía, la salud es una preocupación casi
familiar”.
En una empresa moderna, la salud del personal es garantía de eficiencia. Sin em-
bargo, Ignacio nos diría que la salud de cada empleado importa por sí misma antes
que por el rendimiento.
Por eso, el modo de aplicar la legislación sobre accidentes de trabajo nos da una
pauta sobre el valor otorgado a las personas, más allá de su eficiencia.
Superar el autoritarismo
Con frecuencia se ha presentado al sistema jesuítico de gobierno como autoritario,
basado en un esquema militar, que sacrifica a las personas como en una batalla pa-
ra alcanzar los objetivos.
Ignacio, militar antes de su conversión, habría organizado un ejército de elite y deli-
neado una estrategia innovadora.
En realidad, ni la Compañía era un ejército donde haya que salvar la disciplina, ni la
obediencia ignaciana se basaba en el autoritarismo. Lo único que se deseaba salvar
era a las personas, la libertad de pensar y de actuar de cada uno, respondiendo a
su propia vocación.
No existe un molde para ser jesuita, a no ser que se entienda por molde la originali-
dad. No excentricidad, sino originalidad.
El excéntrico hace rarezas para llamar la atención. El original sabe que tiene una
misión en la vida y desea realizarla, no imitando a otros, sino respondiendo a la pro-
pia vocación.
Al autoritarismo no se lo vence persiguiendo a los autoritarios y enviándolos a la cár-
cel; de esta forma se les daría la razón. En realidad, el autoritarismo llena un vacío
de poder, y es ese vacío el que merece nuestra atención.
Por ello, el desarrollo de la personalidad, la aceptación de la originalidad de cada
colaborador, es el mejor remedio para superar el autoritarismo.